Guadalquivir Sanlucar

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Documento informativo historia guadalquivir

Transcript of Guadalquivir Sanlucar

  • SANLCAR DE BARRAMEDAVolumen II

    Del mar a la marisma

    Coordinacin editorial a cargo de Javier Rubiales Torrejn

    El RoEn portada: SANLCAR DE BARRAMEDA (CDIZ)Detalle de Una vista general tomada desde la torre del Castillo de Santiago Datacin entre 1872 y 1879Autor: J. LaurentImagen digitalizada de negativo original de cmara, soporte: vidrio yemulsin de colodin hmedoFormato del negativo: 27x36 cmArchivo Ruiz Vernacci. Instituto del Patrimonio Cultural de Espaa.Ministerio de Cultura. Madrid

    JEAN LAURENT / J. LAURENTJean Laurent y Minier (1816-1886) comienza su andadura como fot-grafo en 1855. Su cmara recogi, durante gran parte de la segundamitad del siglo XIX, la imagen de los bienes muebles e inmuebles de laetnografa, el urbanismo y las obras pblicas del Patrimonio Histricoespaol. Su actividad le hizo crear un importante taller fotogrfico, cuyalabor fue continuada por Catalina Melina Dosch y Alfonso Roswaghasta febrero de 1900. Bajo el nombre de Casa Laurent fueron fot-grafos oficiales del Museo del Prado y de la reina Isabel II, as como demuchos personajes de la aristocracia. Su cmara registr tambin lasobras de arte existentes en colecciones espaolas, tanto en institucionescomo en colecciones privadas. El fondo fotogrfico fue adquirido porJoseph Jean Marie Lacoste y Borde que continu con l por un periodode quince aos, asocindose con ngel Redondo de Ziga, desde juliode 1902 a marzo de 1904. Juana Roig Villalonga continu al frente dela antigua Casa Laurent e incrementa sus fondos. Desde diciembre de1930 pasa a ser propietario del fondo Joaqun Ruiz Vernacci, hasta suadquisicin por el Ministerio de Cultura que es quien lo gestiona en laactualidad, a travs del Instituto del Patrimonio Cultural de Espaa

    En contraportada: VISTA DE SANLCAR DESDE DOANAFotografa: Curro Cassillas

    GUADALQUIVIR

    J. Laurent junto a su carro-laboratorio(Valladolid, 1872)Archivo Ruiz Vernacci. Instituto dePatrimonio Histrico Espaol.Ministerio de Cultura. Madrid

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    CONSEJO EDITORIAL

    Josefina Cruz Villaln

    Consejera de Obras Pblicas y Vivienda

    Junta de Andaluca

    Luciano Alonso

    Consejero de Turismo, Comercio y Deporte

    Junta de Andaluca

    Paulino Plata Cnovas

    Consejero de Cultura

    Junta de Andaluca

    Jos Juan Daz Trillo

    Consejero de Medio Ambiente

    Junta de Andaluca

    COMIT CIENTFICO

    Antonio Miguel Bernal

    Catedrtico de Historia Econmica

    Universidad de Sevilla

    Loc Mnanteau

    Investigador del CNRS

    Universidad de Nantes

    Vctor Prez Escolano

    Catedrtico de Historia de la Arquitectura

    Universidad de Sevilla

    Fernando Sancho Royo

    Profesor Titular de Biologa Vegetal y Ecologa

    Universidad de Sevilla

    EDICIN

    Edicin y documentacin:

    Javier Rubiales Torrejn

    Edicin grfica y maquetacin:

    Antonio Flores y Curro Cassillas

    Fotografa:

    Curro Cassillas, Jos Morn, Juan de Dios Pareja,

    Antonio Camoyn, Atn Aya, Herminio M Muiz,

    Juan Carlos Snchez de Lamadrid, Gerardo Krtz,

    Clemente Delgado, Prez Cabo

    Documentacin:

    Loc Mnanteau, Esther Gonzlez, Paulino Martn, Elisenda Murillo

    (IAPH, Junta de Andaluca)

    Tratamiento de textos:

    Esther Gonzlez y Eduardo Camacho

    Fotografa de documentacin:

    Curro Cassillas, Jos Morn

    Concepto grfico general:

    Estudio Manuel Ortz

    Produccin y administracin:

    Gestalt Creativo

    Impresin:

    Brizzolis arte en grficas

    COLABORACIN ESPECIAL

    Centro de Estudios de Obras Pblicas de Andaluca,

    GIASA. Gestin de Infraestructuras de Andaluca, S.A.

    Consejera de Obras Pblicas y Vivienda, Junta de Andaluca

    Instituto Andaluz del Patrimonio Histrico (IAPH)

    Consejera de Cultura, Junta de Andaluca

    FUENTES DOCUMENTALES

    Archivo General Fundacin Casa Medina Sidonia.

    Sanlcar de Barrameda

    Coleccin Descendientes de los Duques de Montpensier.

    Sanlcar de Barrameda

    Archivo Municipal. Sanlcar de Barrameda

    Bodegas Hidalgo La Gitana. Sanlcar de Barrameda

    Bodegas Barbadillo. Sanlcar de Barrameda

    Archivo Municipal de Trebujena

    Archivo Municipal de Chipiona

    Museo de Cdiz

    Museo de Artes y Costumbres Populares. Sevilla

    Reales Alczares de Sevilla

    Biblioteca de la Universidad de Sevilla

    Archivo General de Indias. Sevilla

    Autoridad Portuaria. Sevilla

    Fundacin Focus - Abengoa. Sevilla

    Museo Naval Torre del Oro. Sevilla

    Centro de Tecnologa de la Imagen

    de la Universidad de Mlaga

    Consejera de Medio Ambiente. Junta de Andaluca

    Empresa de Gestin Medioambiental S. A. (EGMASA)

    Consejera de Obras Pblicas y Vivienda. Junta de Andaluca

    Instituto de Cartografa de Andaluca. Junta de Andaluca

    Biblioteca del Palacio Real. Patrimonio Nacional. Madrid

    Biblioteca Nacional de Espaa. Madrid

    Museo Arqueolgico Nacional. Madrid

    Fundacin Casa de Alba. Madrid

    Museo del Prado. Madrid

    Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid

    Archivo General Militar de Madrid (IHCM)

    Instituto de Historia y Cultura Militar. Madrid

    Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid

    Palacio de Liria. Madrid

    Archivo Fundacin Casa de Alba. Madrid

    Coleccin Carmen Thyssen. Madrid

    Archivo General de Simancas

    Arxiu Mas. Barcelona

    Instituto de Estudios Fotogrficos de Catalua

    Coleccin Loc Mnanteau. Nantes

    Bibliothque Nationale de France. Pars

    Bristish Library. Londres

    Ashmolean Museum. Oxford

    Germanisches Nationalmuseum. Nremberg

    esterreichische Nationalbibliothek. Viena

    Archivo Secreto Vaticano. Roma

    Library of Congress. Washington

    Hispanic Society of America. Nueva York

    AGRADECIMIENTOS

    Carlos Morens y Maritegui, Gonzalo Morens,

    Mara Morens, Gerardo Krtz, Popo Tallafigo, Carmen Laffn,

    Juan Pablo Larreta, Bodegas Pedro Romero, Bodegas

    Barbadillo, Bodegas Hidalgo-La Gitana, Javier Hidalgo,

    Restaurante Bigote, Cofrada de Pescadores de Sanlcar de

    Barrameda, Hermandad del Roco de Sanlcar de Barrameda,

    Hotel Guadalquivir, La Herrera, Liliane Mara Dahlman,

    Hospedera Palacio de Medina Sidonia, Ignacio Pozuelo,

    Luis Garca Garrido, Ana Mara Gmez Daz, Juan Luis Molero,

    Roco Larreta, Isidro Fernndez Guixot, Juan Gil,

    Consuelo Varela, Imprenta Santa Teresa, Mara Aya,

    Javier Maldonado Rosso, Casa Balbino, Antonio Camoyn,

    Milagros Rodrguez Parada, Juan Lacomba, Ramn Alarcn,

    Ediciones El Viso, Maite Nogueira, Ricardo del Toro, Manuel

    Parodi, Jos Manuel Cervera, Roco Vzquez, Lola Guerra,

    Nieves Hernndez, Mara Antonia Colomar,

    Marja Mnanteau, Manuel Mejas, Lucam

    de la presente edicin:

    Junta de Andaluca

    Consejera de Obras Pblicas y Vivienda

    Consejera de Turismo, Comercio y Deportes

    Consejera de Cultura

    Consejera de Medio Ambiente (Agencia Andaluza del Agua)

    de los textos:

    Los autores

    ISBN: 978-84-7595-256-7

    Depsito legal: M-6249-2011

    Nota editorial:

    En la edicin de los textos se ha seguido el criterio de

    respetar la redaccin y referencias dadas por cada uno de los

    autores, aunque se ha unificado la toponimia y algunos otros

    elementos ortogrficos que aparecen con mayor reiteracin.

    En los pies de las ilustraciones se han combinado los

    meramente descriptivos con otros, entresacados del propio

    texto, a fn de ampliar y dinamizar su lectura.

    Las notas y bibliografa se incluyen por captulos al final del

    libro

    El RIO Guadalquivir. El mar y la marisma. Sanlcar de

    Barrameda / edicin a cargo de Javier Rubiales Torrejn.

    Sevilla: Junta de Andaluca. Consejera de Obras Pblicas y

    Vivienda, Consejera de Turismo, Comercio y Deportes,

    Consejera de Cultura y Consejera de Medio Ambiente

    (Agencia Andaluza del Agua)

    504 p.: il. fot. col. y n.; 28 cm.

    D.L.: M-6249-2011 --- ISBN: 978-84-7595-256-7

    1. Paisaje-Historia-Fuentes

    2. HidrologaCuencas-Ros y Riberas-Andaluca-Espaa

    3. Patrimonio Cultural

    4. Turismo- Andaluca Espaa

    5. Guadalquivir (Ro, Cuenca)

    I. Rubiales Torrejn, Javier

    II. Andaluca. Junta de Andaluca

  • (6) (7)

    AUTORES

    Gonzalo Acosta BonoGegrafo

    Jos Manuel Aladro PrietoUniversidad de Sevilla

    Juan Agudo TorricoUniversidad de Sevilla

    Federico Arvalo RodrguezUniversidad de Sevilla

    Javier Baselga LejConsultor

    Jos Manuel Caballero BonaldEscritor

    Eduardo Camacho RuedaLicenciado en Geografa e Historia

    Diego Caro CancelaUniversidad de Cdiz

    Narciso Climent BuznHistoriador

    Cristina Cruces RoldnUniversidad de Sevilla

    Fernando Cruz IsidoroUniversidad de Sevilla

    Liliane Mara DahlmanFundacin Medina Sidonia

    Beltrn de CeballosNaturalista y fotgrafo

    Jos Vicente Dorado ColmenarPeriodista

    Jos Daz QuidielloGegrafo

    M Isabel Durn SaladoInstituto Andaluz del Patrimonio Histrico

    Carmen Fernndez AlbndizUniversidad de Sevilla

    Carlos Fernndez DelgadoUniversidad de Crdoba

    Juan Fernndez LacombaPintor

    Vicente Fernndez MoraEspacio Natural de Doana

    Roco Fernndez ZamudioUniversidad de Sevilla

    Pablo Garcia Murillo Universidad de Sevilla

    Francisco Garca NovoUniversidad de Sevilla

    Jos Carlos Garca RodrguezEscritor

    Juan GilUniversidad de Sevilla

    Ana Mara Gmez Daz-FranznHistoriadora y escritora

    Enrique Gonzlez OrtegnInstituto de Ciencias Marinas de Andaluca.CSIC. Cdiz

    Alberto Gonzlez TroyanoUniversidad de Sevilla

    Manuel Granados CoronaBilogo

    Javier HidalgoBilogo

    Miguel ngel Ladero QuesadaUniversidad Complutense de Madrid

    Mercedes Linares Gmez del PulgarUniversidad de Sevilla

    Miguel ngel LosadaUniversidad de Granada. Centro Andaluz deMedio Ambiente. Junta de Andaluca

    Yves LuginbhlUniversidad de la Sorbona. Pars

    Javier Maldonado RossoUniversidad de Cdiz

    Jos Ignacio Martnez RuizUniversidad de Sevilla

    Loc MnanteauCNRS-Universidad de Nantes

    Eduardo MendicuttiEscritor

    Juan Luis MoleroCronista Oficial de Chipiona

    Juan Francisco OjedaUniversidad Pablo de Olavide

    Manuel Jess Parodi lvarezArquelogo

    Pablo Javier Pomar RodnUniversidad de Cdiz

    Ignacio Pozuelo MeoGegrafo

    Juan Requejo LiberalConsultor de Planificacin

    Mara del Carmen Rodrguez DuarteHistoriadora

    Manuel Romero TallafigoUniversidad de Sevilla

    Juan Carlos RubioDirector del Espacio Natural de Doana

    Luis Salas AlmelaCSIC. Escuela de Estudios Hispanoamericanos

    Antonio Tejedor Universidad de Sevilla

    Alfredo ValenzuelaPeriodista

    Jean-Ren VanneyProfesor emrito. Universidad de la Sorbona. ParsInstituto Oceanogrfico. Fundacin Alberto I,Prncipe de Mnaco

    Consuelo VarelaCSIC. Escuela de Estudios Hispano Americanos

  • Andaluca es uno de los veinte espacios de diversidad biolgica del planeta. Sanlcar, con ladesembocadura del Guadalquivir y el Espacio Natural de Doana, se convierte en un emblemade esa riqueza natural y cultural que pertenece a toda la humanidad.

    Carmen Laffn, cuyas visiones de Sanlcar llenan de luz este libro, la ha definido como unpaisaje sin adornos. Un espacio lleno de armona, vigor y fuerza que hay que preservar, aade,para el goce del silencio, de la luz y del aire.

    Por la belleza de sus parajes vrgenes, por la red de paisajes humanizados que han creado susgentes y por su riqueza patrimonial, cultural y etnolgica, la desembocadura del Guadalquivir esun tesoro que tenemos que preservar para las nuevas generaciones.

    Los andaluces hemos desarrollado durante siglos un fuerte vnculo con nuestro ro, un espa-cio de dilogo entre norte y sur, entre el levante Mediterrneo y el poniente Atlntico. El Gua-dalquivir, por su variedad de recursos y posibilidades, llena de dinamismo y vitalidad los ncle-os urbanos por los que transita.

    Desde Cazorla a Sanlcar, hemos articulado un sistema de ciudades que han encontrado enel agua una preciosa fuente de vida y de riqueza, con multitud de actividades tradicionales einnovadoras que nos permiten desplegar toda la creatividad y el espritu emprendedor propiodel andaluz.

    Andaluca quiere hacer de ese hecho diferencial el pilar fundamental del desarrollo sosteni-ble de nuestra tierra. De esta forma, el ambicioso Proyecto Guadalquivir que hemos puesto en mar-cha pretende convertir la principal arteria fluvial de Andaluca en el eje impulsor de la vertebra-cin socioeconmica de nuestros pueblos.

    El Guadalquivir es la sea de identidad ms significativa que tiene nuestra tierra. Este libro esuna notable contribucin cientfica, iconogrfica e histrica que va ayudar a los andaluces aconocerlo y a valorarlo en toda su extensin.

    Jos Antonio Grin MartnezPresidente de la Junta de Andaluca

  • EL ESPACIO ECONMICO Y SOCIAL 237Gonzalo Acosta Bono

    EL PROCESO DE MODERNIZACIN 247Juan Requejo Liberal

    LA ARQUITECTURA PARA LA DEFENSA DE LA DESEMBOCADURA DEL GUADALQUIVIR: FUERTES, BALUARTES, PUERTOS Y OLVIDOS 257Federico Arvalo Rodrguez

    LA ARQUITECTURA CONVENTUAL FEMENINA Y SU INFLUENCIA EN EL NUEVO MUNDO 267Mara del Carmen Rodrguez Duarte

    LA ARQUITECTURA DE LAS BODEGAS 277Jos Manuel Aladro Prieto

    LA ARQUITECTURA DEL VERANEO 287Ana Mara Gmez-Franzn

    LOS JARDINES EN LA FORMACIN DEL PAISAJE HISTRICO-URBANO 297Antonio Tejedor y Mercedes Linares Gmez del Pulgar

    CHIPIONA Y SU VINCULACIN CON EL GUADALQUIVIR 307Juan Luis Molero

    TREBUJENA. HITOS DE SU HISTORIA 313Diego Caro Cancela

    IV. ACTIVIDADES HUMANAS

    EL PUERTO DE BONANZA 325Eduardo Camacho Rueda

    ECONOMA Y SOCIEDAD AGRARIA 337Cristina Cruces Roldn

    LOS NAVAZOS 348Loc Mnanteau

    EL VINO: SUSTANCIA PRINCIPAL DE SANLCAR 353Javier Maldonado Rosso

    EL MUNDO DE LA MAR 363Juan Agudo Torrico

    LAS SALINAS 376Loc Mnanteau

    LA OTRA BANDA 379M Isabel Durn Salado

    COQUINEROS 393Jos Manuel Caballero Bonald

    RIACHEROS 395Eduardo Mendicutti

    V. ARTE Y LITERATURA

    EL MUNDO LITERARIO DE SANLCAR Y SU ENTORNO 397Alberto Gonzlez Troyano

    PINTURAS DE COSTA Y EL GUADALQUIVIR 407Juan Fernndez Lacomba

    VI. TURISMO

    TURISMO Y GUADALQUIVIR: UN ABRAZO RENTABLE 420Javier Baselga Lej

    LAS MARISMAS DE SANLCAR 426Beltrn de Ceballos

    PASEO POR EL PATRIMONIO MONUMENTAL 434Pablo Javier Pomar Rodn

    LOS CABALLOS DEL MAR 444Javier Hidalgo

    LA GASTRONOMA Y LA MANZANILLA 450Jos Carlos Garca Rodrguez

    PLAYAS 460Alfredo Valenzuela

    RETRATOS 466Jos Vicente Dorado

    BIBLIOGRAFA Y NOTAS 474

    NDICE DE NOMBRES 493

    NDICE DE LUGARES 498

    (11)(10)

    I. PAISAJE Y NATURALEZA

    GEOHISTORIA DE LA DESEMBOCADURA DEL GUADALQUIVIR 17Loc Mnanteau y Jean-Ren Vanney

    LA PUERTA DEL MAR 29Miguel ngel Losada

    PAISAJES DE SANLCAR DE BARRAMEDA 37Juan Francisco Ojeda e Ives Lugnbhl

    DOANA Y SANLCAR 49Juan Carlos Rubio Garca y Vicente Fernndez Mora

    LAS MARISMAS 55 Francisco Garca Novo

    FLORA Y VEGETACIN DE LA MARISMA 69Pablo Garca Murillo y Roco Fernndez Zamudio

    AVES DE LA DESEMBOCADURA Y LA MARISMA 79Javier Hidalgo

    LA ZONA DE CRA Y ENGORDE DEL BAJO GUADALQUIVIR 89Carlos Fernndez Delgado

    LA COMUNIDAD DE MACROINVERTEBRADOS DEL ESTUARIO DEL GUADALQUIVIR 97Enrique Gonzlez Ortegn

    II. EL TIEMPO-LA HISTORIA

    EL GUADALQUIVIR: PUERTA DE ENTRADA DE CIVILIZACIONES 109Manuel Jess Parodi lvarez

    SANLCAR MEDIEVAL 119Miguel ngel Ladero Quesada

    SANLCAR Y EL NUEVO MUNDO 131Juan Gil y Consuelo Varela

    LA CASA DE MEDINA SIDONIA Y EL PASO DE LA BARRA DE SANLCAR (SIGLOS XVI-XVII) 143Luis Salas Almela

    LA CASA DE MEDINA SIDONIA Y EL COTO DE DOANA 153Manuel Granados Corona

    EL PATRIMONIO ARTSTICO SANLUQUEO Y LOS GUZMANES (1297-1645) 161Fernando Cruz Isidoro

    LAS SALINAS Y LA CASA DE MEDINA SIDONIA EN LOS SIGLOS XIV-XV 169Liliane Mara Dahlman

    Verie frindlie to his maties. subjectsLA CASA DUCAL DE MEDINA SIDONIA Y LOS MERCADERES INGLESES EN LOS (SIGLOS XVI-XVII) 177Jos Ignacio Martnez Ruiz

    SANLCAR Y BRETAA 186Loc Mnanteau

    OFICIOS HISTRICOS 191Manuel Romero Tallafigo

    LA SANLCAR DE LOS MONTPENSIER 203Mara del Carmen Fernndez Albndiz

    DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX HASTA LOS AOS SETENTA 213Narciso Climent Buzn

    UN ARCHIVO AL SERVICIO DE LA MEMORIA COLECTIVA EN EL IMAGINARIO VITAL DE LUISA ISABEL LVAREZ DE TOLEDO. XXI DUQUESA DE MEDINA SIDONIA 222Liliane M Dahlman

    III. TERRITORIO Y CIUDAD

    UNA APROXIMACIN AL TERRITORIO 227Ignacio Pozuelo Meo y Jos Daz Quidiello

    NDICE

  • Estas lneas se deben suponer innecesarias para mostrar la importancia que este enclave territorialy urbano ha tenido a lo largo del tiempo. Como es de sobra conocido, en este lugar surgen los anti-guos mitos y leyendas que conforman nuestros arquetipos culturales y nuestra propia concepcin delmundo. Este territorio, puerta meridional por la que entraron nuevas culturas y civilizaciones, hasufrido profundas transformaciones a lo largo del tiempo, como los lectores podrn apreciar en estaspginas.

    En este lugar se ha conformado un espacio singular, desde el punto de vista geogrfico e histrico,que por su estratgica situacin ha sido un enlace privilegiado entre diversas culturas y protagonistade multitud de avatares. Su carcter de va de comunicacin y entrada aguas arriba a los territorios dela Pennsula Ibrica, le ha dado esa importancia geohistrica, similar a los deltas y estuarios de losgrandes ros civilizadores. Para los lectores que se adentren en la lectura y visin de las pginassiguientes sobrarn argumentos para constatar estas breves reflexiones.

    En esta edicin se pretende un polidrico acercamiento a este territorio y su relacin con el enclaveurbano de Sanlcar de Barrameda, con referencias precisas a las poblaciones limtrofes de Trebujena yChipiona. A travs de diversas miradas y disciplinas cientficas, el lector se podr acercar a la confor-macin territorial y urbana, los paisajes, el entorno natural, la historia, la arquitectura, la etnologa, elpatrimonio artstico y monumental del lugar. Un singular mosaico de visiones y perspectivas diferen-tes, elaborado por un amplio nmero de especialistas y profesionales en diversas materias y actividades:gegrafos, hidrlogos, bilogos, historiadores, urbanistas, arquitectos, antroplogos, pintores, escrito-res Este elenco de colaboradores convierten a esta publicacin en un libro de autor colectivo, entre losque se ha pretendido contar con los ms cualificados en cada una de sus disciplinas.

    Por la obra transcurren textos e imgenes, divididos en bloques temticos. La conformacin delespacio, su geohistoria, sus paisajes, su naturaleza y la riqueza de su biodiversidad componen el pri-mer bloque. Sanlcar es una de las ciudades histricas europeas, de su historia trata el bloque segun-do, desde las primeras civilizaciones hasta la contemporaneidad. El tercero de los bloques, que llevapor ttulo Territorio y Ciudad, estudia los aspectos urbanos, territoriales y arquitectnicos. A con-tinuacin, en el cuarto bloque, se abordan las actividades realizadas por el hombre en ese Territorio,tanto desde el punto de vista del aprovechamiento econmico como aquellas relacionadas con el artey la literatura. El libro termina con un bloque dedicado al turismo, concebido ste desde el punto devista de la conservacin y difusin de su rico patrimonio histrico, natural y etnolgico. Este aparta-do pretende ser un guio al futuro, por las posibilidades de desarrollo que puede tener para la zona lapuesta en marcha de proyectos econmicos basados en el aprovechamiento de los ricos recursosmonumentales y naturales.

    Todos los artculos que componen la obra van acompaados de una seleccin de imgenes que con-forman una completa y singular iconografa del lugar, a base de fotografas histricas y actuales, imge-nes areas, satlites, cartografa, grabados, litografas, pinturas, dibujos, todos ellos reproducidos conesmero, con la finalidad de ser complemento de la lectura de los textos y de su mejor comprensin .

    De nuevo otra puerta se abre, ahora slo queda entrar.

    A MODO DE PRESENTACIN

    SANLCAR DE BARRAMEDAVolumen II

    Del mar a la marisma

    El RoGUADALQUIVIR

  • I - P A I S A J E Y N A T U R A L E Z A

  • (17) G E O H I S T O R I A D E L A D E S E M B O C A D U R A

    Antes de la ltima subida del nivel del mar, hace 6.500aos, que transform la zona actualmente ocupada por lasmarismas del Guadalquivir en baha marina, no haba estua-rio en Sanlcar de Barrameda. El ro desembocaba a unos 80km aguas arriba, en la salida de la ribera, en Puebla del Ro. Elprogresivo cierre de esta baha fluvial, creada por el exceden-te aluvial de la laguna, y la presencia de cordones litoralescontribuyeron a la formacin de la actual desembocadura,objeto del presente captulo. Los autores del mismo propo-nen una mejor comprensin de la complejidad de su geohis-toria a lo largo del Holoceno, reconstruyendo sus principa-les etapas cronolgicas. Este trabajo ha sido posible debido aluso de diferentes recursos: datacin con Carbono14 (C14),localizacin de yacimientos arqueolgicos, iconografa anti-gua y moderna y mtodos de teledeteccin espacial, fotointerpretacin, etc.

    Antes de pasar a un anlisis geocronolgico de la desem-bocadura del Guadalquivir, conviene resaltar sus rasgos mssingulares:

    1. Su situacin a la salida de una gran depresin pantanosaocupada en la Antigedad, por una laguna costera, el LacusLigustinus.2. En trminos de superficie, su posicin lateral, al tratar-se de una desembocadura estuarina, convertida en nicay que fue desplazada hacia una costa acantilada por laprogradacin de un cordn litoral.3. En profundidad, su sobreimposicin y ahondamientoen las areniscas del Plioceno superior y del Cuaternarioantiguo que dieron lugar a la formacin de una barrarocosa y sedimentaria, la barra de Sanlcar, obstculomayor que deban franquear los barcos de la Carrera deIndias.

    4. Su configuracin, con un cauce estuarino enmarcadopor formaciones arenosas no-funcionales (cordones deLa Marismilla y de La Algaida), cuyos diferentes cuerposarenosos corresponden a varias fases cronolgicas biendiferenciadas. 5. Su evolucin, relacionada con el cierre de las bocas dela laguna costera, con los consiguientes cambios en el dre-naje y la dinmica sedimentaria de los meandros delestuario.

    Este captulo est estructurado en cinco puntos cuyasconclusiones permitirn hacer un balance sinttico de la geo-historia de la desembocadura. Los principales elementos deinterpretacin se encuentran en la imagen final.

    Las huellas histricas ms antiguas se conservan en formade acantilados que aparecen como el teln de fondo de laevolucin de la desembocadura. Desde la loma de Overo

    GEOHISTORIA DE LA DESEMBOCADURA DEL GUADALQUIVIR

    Loc MnanteauJean-Ren Vanney

    A la izquierda, ortofotografa de ladesembocaduraFotografa: Instituto de Cartografa de AndalucaConsejera de Obras Pblicas y ViviendaJunta de Andaluca

    Imagen 1Edad: 6.500 aos Costa holocena ypaleodrenaje de las marismas de la riberaizquierda del Bajo GuadalquivirComposicin coloreada de una imagen delsatlite SPOT (escena 31-275/8) adquirida el21-09-1993 con mascara de la zona noaluvial. Georeferenciacin en UTM 29. ISISCNES (ISIS 0010-92). Destaca la antiguaribera marina recortada que bordea lasmarismas. Un largo periodo de sequaseguido de lluvias torrenciales (17-09-1993)permiti detectar los cauces de antiguoscaos de marea (principales y secundarios),caos de la Albina y Gordo, por debajo de lasuperficie de los cultivos de regado de lossectores S.B. IX, X, XI y XII. Localizacin detres ciudades portuarias de la Antigedad ydel santuario de Lux Dubiae/Phosphoros.

    Los acantilados muertos de la costa del Holoceno

  • (19) G E O H I S T O R I A D E L A D E S E M B O C A D U R A

    naje con fines agrcolas y el agua ya no baa los pies de lamayora de los acantilados durante las crecidas. Al oeste de laloma de Martn Miguel (67 m, al norte de Sanlcar de Barra-meda), urbanizada en su parte superior, la vertiente del acan-tilado desaparece debajo de las arenas dunares (pinar de laPlvora) aportadas por los vendavales. Es aqu, sobre estosterrenos rocosos donde tiene su raz el cordn arenoso o fle-cha de La Algaida.

    Las marismas de Sanlcar y de Trebujena resultan delrelleno aluvial de la laguna de la Antigedad. Las altitudes,por debajo de los niveles actuales de la pleamar de aguas vivasde los yacimientos arqueolgicos, fosilizados por los aluvio-nes de la marisma, como es el caso del sitio de la Edad delBronce II (c. 1.250 a. C.) de la marisma de Rajadalbas (Ima-gen 6), apuntan a la existencia de condiciones marinas abier-tas hace tres milenios (Mnanteau, 1978). La reciente y pro-funda transformacin de las marismas de la desembocaduradel Guadalquivir con fines agrcolas1 y acucolas (MoralItuarte, 1991), ha borrado los trazados de los antiguos drena-jes, dificultando su deteccin y cartografa. Por consiguientehay que recurrir a la foto-interpretacin de imgenes de vue-los antiguos como los de la US Air Force de 1956 (Imagen 7)o a la teledeteccin espacial (Imagen 1). La microtopografade paciles, vetas, albinas y lucios aportan una valiosa informa-cin sobre el trazado y la posicin de paleocanales y brazosestuarinos.

    En las marismas, al noroeste de la antigua ciudad portua-ria de Ebora (Imagen final), las fotografas de 1956 revelan laexistencia de un antiguo estero, el cao Cardales, con unaanchura de 500 a 750 m, similar a la del Guadalquivir actual(Imagen 7). La marea suba por uno de sus afluentes hastaEbora y por otro hasta el antiguo islote del cerro Gibraltar(Vanney y Mnanteau, 1985, Rodrguez Ramrez, 1998). Layuxtaposicin de la curva cncava de su meandro contra LaAlgaida, con la presencia de yacimientos arqueolgicos de laAntigedad: fabrica de salazn, siglo I d. C. y santuario deLux Dubiae o de Phosphoros, fechado entre 500 y 200 a. C., nosllevan a suponer que este estero era funcional a principios denuestra era.

    Aunque menor, la influencia de las mareas parece haberperdurado hasta la Edad Media. El descubrimiento, cerca delpozo de los Caberos, en el mismo borde de su antigua margenizquierda, de una rampa enlosada para subir las embarcacio-nes, fechada por la cermica en los siglos XIV y XV de nues-

    tra era,2 parece probar que este canal de marea todava funcio-naba en esas fechas. El nivel de arcillas negruzcas que reposa-ba sobre la base de dicha rampa podra corresponder a fangos(slikke) que bordeaban su lecho. Por tanto, nuestra hiptesis esla siguiente: hasta finales de la poca romana, la parte norte deLa Algaida era una isla que por el sur estaba separada del con-tinente, por un brazo estuarino que comunicaba el cao Car-dales directamente con el mar. En la Antigedad esta bocafacilitaba el acceso desde el mar a los barcos que se dirigan alpuerto de Ebora o al santuario de Lux Dubiae o Phosphoros.

    Entre La Algaida y el Guadalquivir, los lucios de Henaresy de los Bocoyes, podran corresponder a los sucesivos traza-dos de los lechos del ro que, desde la alta Edad Media, hanmigrado hacia el oeste formando as la punta de los Cepillos.La misma evolucin afecta al sector situado entre el norte deLa Algaida y El Puntal, donde la acentuacin del meandro delGuadalquivir permiti, a partir del siglo XIV, la creacin desalinas cuyas estructuras an se aprecian perfectamente en lasfotografas de 1956. En la orilla opuesta, un cordn arenosocon direccin SSW-NNE, llamado Vetalengua, fechado(C14) en la primera mitad del s. III de nuestra era, destaca

    (18)I - PA I S A J E Y N AT U R A L E Z A

    (Lebrija) hasta la punta del Espritu Santo (Sanlcar deBarrameda), las marismas y la broa estn bordeadas por unaantigua costa acantilada en gran parte modelada en albarizasdel Mioceno superior y correspondiente al lmite septentrio-nal de las colinas bticas. Esta costa, recortada por ensenadasy promontorios (Imagen 1) constitua la ribera sudeste deuna gran baha invadida por el mar a finales de la transgresinflandriense (hace 6.500 aos), desprendindose algunos islo-tes rocosos (ej. Cerro de Gibraltar - 37 m, Cabezuela - 19 m).Estas escotaduras, de las cuales la ms importante es la delantiguo estero de Asta y de Nabrissa (Alonso & Mnanteau,2010), tienen una direccin N-S probablemente de origenestructural. Los acantilados muertos de esta costa holocenafueron zapados por el mar en el curso del Neoltico medio yreciente (4.500-3.000 a. C.), perodo en el cual el mar alcan-z su nivel mximo (Imagen 2). La gran concentracin deyacimientos arqueolgicos ribereos en este sector (Arteagaet al., 1995) es prueba de la continuacin de condiciones mari-nas abiertas hasta finales de la poca romana y musulmana,tal y como lo indica la posicin del yacimiento de Alventus (s.XI) (Imagen 3). La obturacin progresiva, operada por laconjuncin de cordones litorales y sedimentacin aluvial,

    condujo a una regresin en la accin marina al formarse untalud al pie del antiguo acantilado. A menudo, la intervencinde procesos continentales produca un reperfilado de la ver-tiente, favorecido por la escasa resistencia y la textura de losmateriales margosos (Vanney y Mnanteau, 1979). La suavi-zacin y el aplanamiento del perfil del antiguo acantilado sedeben a la extensin de la parte cncava as como al desarro-llo de la convexidad en la cumbre. Esta evolucin se observa,sobre todo, al fondo de las antiguas ensenadas. Son las cir-cunstancias locales (como la presencia de rocas de mayorcoherencia, calcarenitas o calizas bioclsticas) las que expli-can el hecho de que los perfiles hayan podido conservar todao parte de su pendiente original (Imagen 4).

    Las recientes crecidas de 1998 y 2010 reconstituyeron, deforma fugaz, el contacto entre el agua y las bases de los acan-tilados, permitiendo imaginar el aspecto de los paisajes de laribera del Lacus Ligustinus en la Antigedad durante la pleamar(Imagen 5). En un mapa del ao 1903, el ingeniero JavierMolin Ulibarri dibuj los lmites de la gran inundacin de1892. Sin embargo, desde entonces las inundaciones se hanvisto perturbadas por la construccin de diques para el dre-

    Imagen 2Edad: 6.500 aos. A finales de la trangresinflandriense, este relieve, de unos 50 m dealtura, se convirti en un cabo marinodominando la baha abierta que ocupaba lasmarismas. A su pie, Rancho de Prez Luna ydos almacenes negros construdos para lapelicula de Steven Spielberg El imperio del solFotografa: L. Mnanteau (1987)

    Abajo, a la izquierda, Imagen 4Edad: 6500 aos. Acantilado muerto delCerro de las Vacas (Lebrija). El cerro estclaramente cortado por un acantilado(altura: 20-30 m) recortado por elabarrancamiento. En primer plano: marismade Lebrija y canales de drenaje. Esteacantilado fue zapado por el mar en elNeoltico medio y, probablemente, hasta elCalcoltico reciente (2300 a 1800 aos antesde nuestra era), fecha de los doloscilndricos descubiertos en su parte superiorFotografa area oblicua: L. Mnanteau (25-11-1978)

    Imagen 6. Edad: 3.200 aos. Vestigios deconstrucciones de la Edad de Broncedescubiertas en la marisma de Rajaldabas alcavar un canal de drenaje (Trebujena). Elnivel del yacimiento, fosilizado por losaluviones, est a aproximadamente unmetro por debajo del nivel de la pleamar deaguas vivas en Bonanza (2.25 m. por arribadel cero geogrfico)Fotografa: L. Mnanteau (03-1975)

    Imagen 7. Cao Cardales (Marisma deSanlcar). Las huellas del cao, cuyoantiguo lecho est vegetalizado, an seaprecian en las fotografas areas verticalesdel vuelo de la US Air Force del 7 denoviembre de 1956Mosaico con georeferenciacin en UTM 30Realizacin Loc Mnanteau

    Relleno aluvial y formacin de las marismas

    Imagen 5Borde de las marismas entre Trebujena ySanlcar de Barrameda visto desde lamarisma inundada durante el invierno de2010. La inundacin, de origen pluvial,reconstituye el paisaje de la laguna costeradurante una pleamarFotografa: Curro Cassillas

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    Imagen 3Edad: 1.000 aos. Borde de la marisma en lazona de Alventus (Trebujena). En primerplano, la marisma colmatada y drenada y, asu contacto, yacimiento rabe del siglo XI,cuyas huellas blanquecinas sealan lapresencia de construcciones. El yacimientoatestigua la permanencia en este lugar decondiciones marinas hace menos de mil aosFotografa area oblicua: L. Mnanteau (25-11-1978)

  • (21) G E O H I S T O R I A D E L A D E S E M B O C A D U R A

    puntas de las flechas de varios cordones de la Antigedad(454 a 125 a. C.). Diversos hallazgos arqueolgicos han apor-tado aclaraciones: el emplazamiento del santuario prerro-mano de Lux Dubiae o Phosphoros, excavado entre 1975 y 19804

    revel la presencia de una antigua lnea de costa que atrave-saba la parte norte del pinar en direccin WSW-ENE(Imagen 9). Los objetos recogidos en el yacimientodemuestran que entre los siglos VII y II a. C. el mar estabacerca. A nuestro juicio, el santuario se haba establecidosobre la orilla meridional de una isla en progradacin haciael sur. De ello dan fe la inflexin de los cordones as como laedad, cada vez ms reciente, de los vestigios arqueolgicosde norte a sur5. Asmismo, el emplazamiento ms orientaldel yacimiento romano del s. I d. C.6 favorece la tesis de undesarrollo de la margen meridional de la isla entre el s. II a.C. y el s. I d. C. sta reposa sobre un nivel arcilloso rico endetritos conchferos y su localizacin, en el mismo borde deun canal de marea principal, el cao Cardales, ilustra laimportancia de la influencia marina a principios de nuestraera en la orilla oriental de La Algaida. La protuberancia are-nosa del Chaparral, lmite sudeste de La Algaida, tiene ungran significado geomorfolgico: los cordones de direccinSW-NE que la constituyen no podran haberse formado sinque existiese un brazo de mar abierto al sur.

    Sector central. Podemos confirmar la existencia de una islaal norte de La Algaida, con la puesta en evidencia de un brazode mar, sin duda atestado de bajos, que la separaba de Bonan-za. Con la finalidad de cavar un pozo en la colonia agrcola deLa Algaida, cerca del faro de Bonanza, se tuvieron que exca-var quince metros de arena, antes de llegar al nivel conchfe-ro mezclado con elementos ms bastos7, mientras que elmismo nivel se encuentra a menos de tres o cuatro metros deprofundidad, en el norte de La Algaida.

    Sector meridional. Un argumento decisivo lo constituye eldescubrimiento en 1980 de un yacimiento romano y prerro-mano, sobre un nivel de arcillas conchferas, en los navazos deBonanza, cerca de la raz de la flecha. Este lugar, a escasa dis-tancia del borde oriental, en la parte ms alejada del cursoactual del Guadalquivir, solamente se puede explicar por sufuncin martima. Se ha de suponer que el mar llegaba a laorilla septentrional del yacimiento y que exista una va decomunicacin martima entre las marismas de Sanlcar y laactual desembocadura del Guadalquivir. Por tanto, el yaci-miento se haba establecido sobre la orilla meridional de unbrazo de mar, cuyo franqueo permita en la Antigedad, lle-gar directamente a la isla del santuario sin tener que desviar-se por el norte.

    La fotografa area de 1956 muestra una docena de cres-tas subparalelas, curvas en sus extremos, con orientacinNW a SE, bajas y ligeramente redondeadas, con una alturainferior a una decena de metros, que alternan con corredoresanchos de 200 a 500 m y fondos llanos. La altura de estasdepresiones intermedias, a menudo inundadas despus defuertes lluvias, se aproxima al nivel de la pleamar de aguasvivas. La presencia de numerosos bivalvos marinos (veta de

    (20)I - PA I S A J E Y N AT U R A L E Z A

    por el hecho de que su extremidad meridional ha sido fosili-zada por las arenas del cordn litoral de Doana (Imagen 8)que se prolongaba hacia el norte, como lo atestigua la suce-sin de vetas residuales, troceadas por las crecidas.

    Para comprender la evolucin del paleo-drenaje hay quetener en cuenta dos elementos:

    1. La presencia en la parte ms baja de las marismas de unwadden3 con canales de marea tanto principales comosecundarios. El cao Cardales es testigo de esta ltimaetapa en la formacin de la marisma actual. Lo mismo sepuede decir de los paleocanales de marea y los brazosestuarinos, el cao Gordo y el de la Albina, detectadospor teledeteccin, aguas arriba en la marisma de Lebrija(Mnanteau, 2007, Alonso y Mnanteau, 2010), correla-cionados con yacimientos de la poca romana.

    2. Importante reorganizacin, de sur a sureste, del drena-je de las marismas del Parque Nacional de Doana(madre del Roco o de las Marismas, cao Guadiamar),como consecuencia del cierre de la boca occidental de lalaguna. En la marisma de Hinojos (cordn arenoso dedireccin idntica a la de la Vetalengua), la datacin de laveta Carrizosa (2.785 a. C.) aporta la prueba de que estaboca an funcionaba hace menos de 5.000 aos (Rodr-guez Ramrez, 1998). Otros cordones (espesor de arenas:1 m; orientacin NNW-SSE), constituidos por conchasde especies de aguas salobres, fechadas entre 1639 y 1617a. C. (Mari Lpez), 1.270 a. C. (Veta la Arena), se fueronformando en el borde norte de la laguna propiamentedicha, y, ms al sur, sobre el borde septentrional del luciode los nsares, 77 aos d. C. (Las Nuevas), es decir, desdela Edad del Bronce hasta la poca romana.

    Como consecuencia de la transgresin marina flandrien-se, surgen varias islas-barreras sobrealimentadas en sedimen-tos, debido a la vulnerabilidad de la costa frente a los venda-vales, y a la presencia de arenas tanto sobre la plataformacontinental como en la zona costera (Vanney y Mnanteau,2004). Ya prximo a su desembocadura, el curso del Guadal-quivir est enmarcado por formaciones arenosas no funcio-nales, cuya presencia explica, en buena parte, su configura-cin actual. Convendra determinar la naturaleza y las edadesrespectivas de dichas formaciones: los cordones de La Maris-milla al oeste y el cordn de La Algaida al este, puestas encorrelacin verosmil.

    Al pie del antiguo acantilado, tallado en las arenas rojasdel norte de Sanlcar de Barrameda, ha enraizado un cordndunar que se estira hacia el norte, a lo largo de siete kilme-tros: La Algaida. Su parte meridional est ocupada por dunasque fosilizan su punto de contacto con el paleoacantilado.Ms al norte, se han excavado las arenas para crear navazos.

    Sector Norte. El pinar de La Algaida se extiende al norte dela colonia agrcola homnima, creada en 1914 (FernndezUrquiza, 1923). El relieve dunar, bastante confuso, es msntido hacia el norte. Las fotografas areas verticales permi-ten apreciar los alineamientos arenosos que van, ms omenos, en direccin SW a NE, as como una serie de mont-culos aislados (Imagen 16). Ya se ha visto que en 1956, la mar-gen oriental an estaba bordeada por el gran cauce, en buenaparte ocupado por la vegetacin, de un antiguo estero: el caoCardales.

    En lo que al borde occidental se refiere, ste an mues-tra las huellas indudables de la erosin lateral de un antiguomeandro. Durante la Alta Edad Media (datacin por C14)varias flechas arenosas submeridianas, dibujadas sobre unantiguo esbozo, se injertaron en la base de la margen cnca-va del antiguo meandro (Imagen 10). La orientacinWSW-ENE de cordones, an visibles en la parte norte delpinar de La Algaida, indica que slo se han conservado las

    AbajoImagen 10Edad: 1.086-1.146 aos. Puntal de Henares enel borde noroeste del cordn arenoso de LaAlgaida. Las flechas arenosas, fechadas en lossiglos IX-X, no se podran haber formado antesde que el cauce del Guadalquivir bordeasedirectamente el cordn de La Algaida.Dir SW. Foto area oblicua: L. Mnanteau (29-05-1979)

    Formacin de los cordones arenosos

    Cordn de La Algaida

    Los cordones de La Marismilla

    Imagen 8Edad: 1800-1900 aos. Cordn de Vetalengua(Almonte). En el centro, hacia la izquierda elcordn sobresale por encima de la marismainundada. De un espesor deaproximadamente 1,50 m, est constitudopor arenas elicas que reposan sobre unnivel conchfero de playa fechada entre 1753y 1808 aos BP. Est relacionado con unepisodio erosivo del cordn litoral. Al fondo,cauce del GuadalquivirDir. ESE. Foto area oblicua: L. Mnanteau(26-05-1979)

    Arriba, en la pgina de la derechaImagen 9Edad: 1.900-2.500 aos. Yacimientos de laAntigedad en La Algaida. En primer plano, lamarisma de los Prados. En el pinar, los crculossealan el emplazamiento de dos yacimientosarqueolgicos de la Antigedad: el msreciente, de principios de la poca romanaest mas cerca del contacto cordn-marisma;el ms antiguo, que corresponde sin duda auna orilla ms retirada, es el santuario de LuxDubiae o Phosphoros (500 y 200 aos antes denuestra era)Dir. W. Foto area oblicua: L. Mnanteau(25-05-1979)

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  • (23) G E O H I S T O R I A D E L A D E S E M B O C A D U R A

    las salinas medievales (siglos XIV a XV) de Alventus prxi-mas al cao del Yeso en Trebujena, objeto de un artculo eneste mismo libro (Las Salinas y la Casa de Medina Sidonia de Lilia-ne Mara Dahlmann). En la margen derecha, entre el lucioLargo y la punta de Malandar, el desplazamiento del cauce delGuadalquivir hacia el noroeste (punta de Cepillos) y el oeste(punta San Carlos) erosion la margen izquierda, protegidapor la montaa del Ro reforzada con un dique, y cort, trans-versalmente, los extremos de los cordones arenosos de LaMarismilla. Un acantilado vivo, tallado en las arenas de estoscordones, delimita al sur la actual broa de Sanlcar. Testigosarquitectnicos como la torre de San Hernando (s. XVIII),cuyos vestigios figuran en cartas marinas de finales del s. XIX,o los fortines construidos durante la Guerra Civil, dan fe delretroceso de la ribera (Imagen 13).

    La colmatacin posmedieval de la ensenada de Sanlcarde Barrameda y la regularizacin de la margen izquierdaentre Bonanza y la punta del Espritu Santo se han estudia-do en un artculo publicado en el volumen primero de estaColeccin (Mnanteau, 2008) y se hace referencia al tema,en otro captulo de esta misma publicacin (ver ArvaloRodrguez). Un plano de 1725 permite delimitar con preci-sin la lnea de costa a principios del siglo XVIII y aportainformacin sobre la morfologa de la playa en ese momen-to (Imagen 12). La actual dinmica hidrosedimentaria de ladesembocadura, que fue considerablemente modificadapor el hombre (canalizacin, dragados) es el objeto del art-culo que sigue a este de Miguel ngel Losada. La Imagen 14resume dicha evolucin, producida entre el principio de laEdad Media y la actualidad.

    (22)I - PA I S A J E Y N AT U R A L E Z A

    las Conchas), a poca profundidad y por debajo de las arenasque cubren el fondo, confirman el origen marino de estosrelieves. Es probable que estos cordones correspondan a laprolongacin normal de una barra arenosa a la que, sucesiva-mente, se han ido prendiendo otras flechas (Imagen 11). Dehecho, se trata de una evolucin muy clsica, cuya cronologase ha podido establecer a travs de una decena de dataciones(C14). As, entre el lucio del Membrillo, al norte, y La Plan-cha, al sur, los cordones se fueron formando desde principiosde la poca romana hasta la Alta Edad Media (RodrguezRamrez et al., 1996, Zazo et al., 1994), con un ligero giro endireccin SW hacia 548 d. C.

    Las depresiones, en parte recubiertas por eflorescenciassalinas que bordean, al norte y al sur, las chozas de La Plan-cha sobre la margen derecha del Guadalquivir, correspondena trazados ms estables de la lnea de costa. Un hecho sor-prendente es que entre estas depresiones y el extremo meri-dional de la punta de Malandar, los cordones se espacian y sedesdibujan (altitud: 12 m mximo, cerro Sevillano), lo queparece no concordar con su edad ms reciente. La capa fre-tica se encuentra cerca de la superficie, sobre todo en la partede la Alameda Honda. As mismo, hemos de sealar que ladireccin del aporte arenoso, de NW a SE, poco a poco se vaconvirtiendo en WNW a SSE, resultado de un giro de lalnea de costa situada al noroeste.

    El estudio del contacto de los cordones de La Marismillacon las dunas vivas de Doana (Vallejo Villalta, 2007), lasmarismas y el propio Guadalquivir aporta datos interesantes.Al noroeste, el recubrimiento de los cordones por el frentelateral de las dunas vivas de Doana impide observar sus ra-ces. El cordn que orilla el lucio del Membrillo, entre el rin-cn del Membrillo y los Navarros, lleva las huellas visibles deuna sumersin fluvial. Su penetracin por un pequeo arro-yo dio lugar a un microdelta que avanzaba sobre la marisma.Observacin que permite suponer que los cordones msantiguos, situados en el emplazamiento del lucio del Mem-brillo, han desaparecido por completo, zapados por las creci-das. Por fin, a lo largo de la margen derecha del Guadalquivir,se aprecia perfectamente el arranque de ganchos terminalesde diferentes cordones, cuyas puntas se han visto zapadas porel desplazamiento hacia el oeste del cauce del Guadalquivir.La reconstitucin grfica de la prolongacin de dichos cordo-nes ms all de la margen izquierda del ro supone un retro-ceso de cerca de un kilmetro. Evidentemente, los antiguoscordones de La Marismilla corresponden a una posicin dellecho del Guadalquivir que no coincide con su situacinactual.

    Desde el siglo XVI, momento en el que arranca el comer-cio con Amrica (creacin de la Casa de Contratacin en1503) hasta nuestros das, la evolucin de la desembocadura seha caracterizado por la acentuacin del tamao de los mean-dros (Mnanteau y Vanney, 1985) con la creacin, aguas arri-ba y abajo, de las puntas de los Cepillos y del Puntal, en la mar-gen izquierda, as como la de la Arenilla, en la margen derecha.El anlisis de la microtopografa permite cartografiar losdiques naturales de ribera (ej. hay un total de cinco entre ellucio de Bocoyes y la punta de los Cepillos) que correspondena etapas sucesivas de la progradacin de las puntas. Esto resul-t en un estrechamiento del cauce estuarino y la erosin de lasorillas cncavas. Las salinas a ambos lados de la desembocadu-ra del Guadalquivir sirven de puntos de referencia cronolgi-ca a esta dinmica hidrosedimentaria. En la fotografa areavertical de 1956 an se detectan, en el lbulo interno del Pun-tal, al norte y al este del lucio de Guayanco, los vestigios deantiguas salinas explotadas en el siglo XVI. Dicha constata-cin nos permite deducir que el cauce estuarino correspon-diente al lucio de Henares es anterior, y por lo tanto de laEdad Media, dado que sus salinas no se podran haber creadomientras era funcional. Remontando un poco el ro, en laEsparraguera, otras huellas demuestran que algunas salinasconstruidas sobre la misma margen izquierda quedaron, engran parte, erosionadas por la accin lateral del ro relaciona-da con la acrecin de la punta de Arenilla. Sin duda, se trata de

    Imagen 11Edad: 1.175-1.775 aos. Los cordones antiguosde La Marismilla: contacto con las dunasvivas. Crestas bajas y ligeramenteredondeadas, separadas por corredores defondo plano donde subsisten con charcasresiduales. Al noroeste (ngulo superiorizquierdo) se aprecia la invasin por lossistemas de dunas vivas (rincn del Membrillopor debajo del lucio homnimo). Al fondo, elcorral de las Angosturas ocupado por undenso pinar. La inmersin invernal no impidela presencia de un pinar ralo (Pinus pinea) deuna plantacin de la segunda mitad del s.XVIII, asociado a un sotobosque de lentiscales(Pistacia Zentisco) y diversas especies dematorralDir. N. Fotografa area oblicua: L. Mnanteau (26-05-1979). Alt. aprox. 300 m

    Evolucin de los meandros

    11

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    Imagen 12Playa de Sanlcar a principios del siglo XVIII.Detalle de un plano de la ciudad deSanlcar de Barrameda fechado en 1725. La posicin de la lnea de costa correspondea la calle de la Banda de Playa, es decirdonde empieza la actual Calzada. Estedocumento, en el que figura la zonaintermareal (mar Alta, mar Baja), es de graninters por los detalles que aporta sobre lamorfologa de la playa en esa poca. En laplaya alta, dos espigones, convertidos en nofuncionales por el enarenamiento,corresponden a una linea de costa un pocoanterior (siglo XVII). Destacan, conplumeado, las dunas en el borde de la playa alta. Leyenda: (en el Barrio Alto) N, Castillo deSantiago, o Castillo viejo; R, Iglesia Mayor; T,La Caridad, L, Casas caydas; S, Convento dela Merced; (en el Barrio Bajo) F, Convento delas Religiosas de Santa Clara; J, Ayudas deParroqua; G, Convento de ReligiosasDomnicas; H, Convento de CarmelitasDescalzos; P, Colegio de Jesuitas; C, Convento de Santo Domingo; D, Conventode Carmelitas Calzados; I, Convento deCapuchinos; 2, Casa de Nios Expsitos;Iglesia del Orden de San JuanArchivo Histrico del Ejercito (ICHM). Madrid

  • (25) G E O H I S T O R I A D E L A D E S E M B O C A D U R A

    6. El desplazamiento hacia el sur de la desembocadura, coin-cidiendo con el ensanche lateral del cordn de Doana, es elresponsable del nacimiento de la peligrosa barra de Sanlcar,constituida por sedimentos aportados por el ro y la derivalitoral, que se fueron acumulando en los bajos rocosos.

    La desembocadura del Guadalquivir se situa entre aquellascuya evolucin reciente conocemos mejor. Privilegio quedebe a la rica documentacin existente: testimonios geoar-queolgicos perfectamente fechados por mtodos isotpicos,abundante cartografa histrica, y la copiosa informacinrecogida a lo largo de medio siglo de vuelos areos e imge-

    nes de satlite. La desembocadura merece ser comparada conotros sitios pro-fluviales estudiados en Europa y Amrica,tanto del sur como del norte. Uno de los autores (Jean-RenVanney) echa de menos la escasez, por no decir ausencia, dedatos a mayor profundidad (perfiles de reflexin ssmica dealta resolucin, muestreos del relleno aluvial hasta la roca).Esta nueve serie de informaciones permitira colocar estadesembocadura histrica testigo del regreso de la primeravuelta al mundo con una carga de clavo al merecido nivelde ejemplaridad: un modelo de gran estuario formado entredos zonas montaosas, dos placas litosfericas, dos civilizacio-nes, es decir: dos mundos.

    (24)I - PA I S A J E Y N AT U R A L E Z A

    1. El paso de una baha abierta a la estrecha desembocaduraactual se oper a lo largo de 6.500 aos.

    2. La localizacin y la configuracin actual de la salida fluvial sedebe al cierre de la laguna por islas-barreras, cordones arenosos,y la colmatacin aluvial, junto con el cambio en el drenaje de lasmarismas de Doana de SO a SE (Rodrguez Ramrez et al.,1997), debido a la supresin de las bocas del NO de la laguna.

    3. Las dataciones (C14) han permitido afinar su geocronolo-ga, la cual se debe completar con datos arqueolgicos e his-

    tricos. Es compleja debido a incidentes climticos, corres-pondientes a periodos de fuerte energa (2.450-2.250 a. C.;600-350 a. C.), que condujeron a rupturas momentneas enlos cordones arenosos (Rodrguez Ramrez et al., 1996).

    4. La desembocadura actual se forma principalmente a par-tir de la poca romana y, sobre todo, desde la Alta EdadMedia.

    5. La formacin de los cordones de La Marismilla, y el cierre dela boca sur de La Algaida, desde la poca romana hasta el aomil, conducen a la canalizacin de la salida del Guadalquivir.

    Conclusiones

    En la pgina de la derecha Imagen 14Enarenamiento de la ensenada de Sanlcarde Barrameda. 1, Barrio Alto (trazo rojo:recinto fortificado medieval); 2, extensinurbana del siglo XVI (Barrio Bajo) pordelante del pie del acantilado muerto; C,castillo medieval de Santiago; P, Puerta delMar. El plumeado vertical amarillocorresponde al trazado del acantilado que,hasta mediados de la poca medieval,bordeaba el sur de la ensenada marina; lalnea azul discontinua marca las posicionesde las orillas en 1550 y 1750. Contornos rojosdiscontinuos: bajos rocosos fosilizadosFondo: fotografa area vertical N 32 223 de lamisin de la US Air Force del 06-11-1956

    georeferenciada en proyeccin UTM 30.las arenas.

    Realizacin: L. Mnanteau.

    La actual calle Banda Playa corresponde a laposicin que tena la parte alta de la playaen el siglo XVIII

    Imagen 13Este plano presenta un gran interstoponmico y geogrfico. Si se lo comparacon el anterior, de 1715 (Imagen 12), seaprecia un fuerte enarenamiento de laensenada de Sanlcar. De forma paralela alavance de la playa, las arenas de las dunasformadas en su parte alta, por delante de lacalle Banda Playa (sobre una anchura de300-350 m), han sido excavadas para hacernavazos. Dunas discontinuas bordean laancha playa de 1868. Por fin, gracias a esteplano, se pueden localizar cuatro bajosrocosos (lajas) que ahora estn por debajode la ciudad modernaPlano de Sanlcar de Barrameda. Cdiz. Atlas deEspaa y sus Posesiones de Ultramar de FranciscoCoello (1868). MadridColeccin Loc Mnanteau. Nantes.

    13 14

  • (26)I - PA I S A J E Y N AT U R A L E Z A (27) G E O H I S T O R I A D E L A D E S E M B O C A D U R A

    Geocronologa de la regin de ladesembocadura del Guadalquivir. Elesquema proporciona algunos elementospara el estudio de su evolucin histricaRealizacin: Loc Mnanteau

    En la pgina de la izquierda, Imagen 15.Regin de la desembocadura delGuadalquivir. Composicin coloreada(bandas 4, 2 y 1) de una parte de la imagendel satlite SPOT 5 (escena 35-412) adquiridael 04-07-2008 en modo multiespectral.Georeferenciacin en UTM 30 (cuadriculas de10x10 km)Tratamiento: Loc Mnanteau. CNES distr. SPOT

    Image. Junta de Andaluca

    Abreviaduras: A, Punta de la Arenilla; C,Punta de los Cepillos; P, El Puntal; SC, Puntade San Carlos; CA, Colonia agrcola de laAlgaida; ML, cultivos de regado de laMarisma de Lebrija; CT, Casa del Trigo; PM,Palacio de las Marismillas; MA, salina MonteAlgaida; SR, salinas de Nuestra Seora delRoco; SP, salinas de Poniente.Colores: muy clar0s: dunas de Doana,suelos de albarizas (viedo, )verdes: pinares de las Marismillas y de laAlgaida, cultivos de regado,

  • (29) L A P U E RTA D E L M A R

    La desembocadura es la Puerta del Mar del Estuario, donde lasaguas salinas y oxigenadas se entremezclan con las agridulcesde barro y nutrientes. Su forma y sus dimensiones nos infor-man del estado del estuario y de la plataforma continental; susmovimientos nos hablan de su historia y nos anuncian su des-tino. Sus restos, ocultos y descubiertos, nos revelan su sincro-nizacin con el imperio de la naturaleza y su desobediencia,con quebranto, a las acciones necias del hombre. Entre los are-nales de Doana y el pago de Barrameda se extiende hacia elmar la desembocadura del estuario del Guadalquivir, unavaguada de ms de cinco kilmetros de longitud, con forma detrompeta y profundidades crecientes, por donde, dos veces alda, penetra la marea y retorna al mar, ansiosa, mezclada conlas aguas del ro. En su interior deja su tesoro, el oxgeno y lasal de la vida, y los intercambia por los secretos de la vida, aca-rrendolos hasta el mar.

    Desde que se inici el fin de la ltima glaciacin, haceaproximadamente trece mil aos, y durante unos cuatro mil, latemperatura de la Tierra se fue elevando. Se produjo la fusinde grandes masas de hielo almacenado en los glaciares, enamplias zonas septentrionales de los continentes y en los cas-quetes polares. El nivel del mar ascendi vertiginosamente,ms de 120 metros en unos cuatro mil aos (en promedio trescentmetros al ao, ms de metro y medio en la vida de un serhumano). Este proceso tambin acerc el punto de encuentrode los ros con el mar; el exceso de potencia fluvial se disiprellenando cauces y estuarios. Sin embargo, el ascenso de lasaguas fue ms rpido que el ascenso de los fondos; las antiguasvaguadas fluviales cambiaron a estuarios y ensenadas marinas,que comenzaron a recibir las aguas terrestres cargadas de lossedimentos necesarios para colmar su fondo y adecuar la din-mica fluvial al recin alcanzado nivel del mar.

    Hace nueve mil aos se estabiliz el clima en la Tierra ydesde entonces transita entre periodos fros y clidos que pro-

    vocan variaciones del nivel del mar de unos 2-3 metros sobreel nivel actual y 1-2 metros por debajo de l. Con ellos semovieron poblaciones y nacieron, se desarrollaron y se extin-guieron culturas; arribaron al estuario del Guadalquivircomerciantes y conquistadores, refugiaron sus embarcacionesen Trebujena tras la flecha de La Algaida y navegaron aguasarriba para abastecer Itlica. Por su desembocadura salieronnuestros antepasados soando con dorados y tierras, y por ellaenfilaron, unos cargados de riquezas, otros con mayor miseria;bastantes all quedaron sin traspasar la Puerta.

    En cada fase fra el nivel del mar desciende, mientras queen cada fase clida el nivel del mar asciende. El ltimo perio-do fro, llamado pequea edad de hielo, ocurri durante lossiglos XVIII y XIX. En la actualidad el clima en la Tierratransita hacia su fase clida, y si sigue las mismas pautas de losltimos tres mil aos alcanzar su mximo hacia el ao 2300.En este siglo la Tierra estara experimentando las mismas con-diciones en las que se libraron las guerras pnicas, se instaurel califato de Crdoba y Erik el Rojo impuls los asentamien-tos vikingos en Groenlandia. En cada descenso del nivel delmar el ro Guadalquivir erosiona el cauce y busca afanosamen-te la nueva lnea del mar, abandonando llanos mareales yzonas de marisma, alejando el prodelta de la antigua lnea decosta. En cada ascenso del nivel del mar la descarga fluvial seacerca a la costa, liberando los sedimentos con los que reducirla profundidad del estuario.

    LA PUERTA DEL MAR

    Miguel ngel Losada

    Entre los arenales de Doana y el pago deBarrameda se extiende hacia el mar ladesembocadura del estuario delGuadalquivir, una vaguada de ms de cincokilmetros de longitud, con forma detrompeta y profundidades crecientes, pordonde penetra la marea y retorna al mar,ansiosa, mezclada con las aguas del ro. En esta pgina y la de la izquierda,imgenes de la desembocadura Fotografas: Curro Cassillas

    Introduccin

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    cin SSE, tras viajar paralela a la costa de Sanlcar, alejndo-se de la punta del Malandar y de los arenales de Doana (verFigura 1). Este comportamiento diferente de las llenantes ylas vaciantes provoca que, en un ciclo mareal, las partculas deagua no retornen al mismo punto del que salieron sino quepresenten un movimiento neto hacia el mar o hacia el estua-rio, dependiendo del punto de salida.

    De esta forma se produce una corriente residual que, enausencia de otros forzamientos naturales, gobierna el com-portamiento de las masas de aguas, los sedimentos y losnutrientes en la desembocadura y en la plataforma continen-tal interior, y su distribucin en el fondo. Pero el vientopuede modificar sustancialmente el comportamiento de ladesembocadura, al menos de tres formas diferentes.

    La accin del viento y el gradiente de presionesDurante su paso, las borrascas sudatlnticas provocan una

    sobre elevacin del nivel del mar, denominada marea meteo-rolgica, causada por el descenso de la presin atmosfrica yel arrastre del agua superficial por la accin del viento. La ele-vacin de las aguas es mayor en zonas de pequea profundi-dad, por ejemplo, en la costa de Doana.

    Este viento soplando sobre la plataforma continental, olocalmente sobre el estuario, puede inducir movimientos aescala submareal, conocidos genricamente como onda deEkman, que producen variaciones del nivel del mar en la zonade la desembocadura y dentro del estuario. Su magnituddepende de la velocidad y la direccin del viento, pero es delmismo orden de magnitud (5-15 cm/s) que las velocidadesresiduales asociadas al movimiento mareal. Esta oscilacinexiste tanto para vientos de componente oeste como este, y sudesaparicin depende de la disipacin en el cauce y las mrge-nes, que, en general, es pequea. Por ello, la oscilacin puedeperdurar varios das aunque el viento forzador haya dejado deactuar. La ocurrencia de la onda de Ekman generada por losvientos locales y remotos afecta significativamente la circula-cin por corrientes residuales (promediadas en la marea),modifica los tiempos de residencia de las sustancias y los sli-dos en suspensin, y la distribucin de la salinidad en el estua-rio, y ha desempeado un papel relevante en algunos de losepisodios de turbidez extrema ocurridos en los ltimos aos.

    El patrn de comportamiento de las corrientes residualesen la desembocadura se altera de forma significativa cuandoactan simultneamente el viento y la marea astronmica; elresultado depende de la magnitud y la direccin del viento.En la figura siguiente se presentan las observaciones obteni-

    das en cinco puntos en el exterior de la desembocadura cuan-do el viento sopla del noroeste. Se observa cmo la corrientevara con la profundidad tanto en direccin como en magni-tud, y de forma diferente en el lado de Doana que en el ladode Chipiona.

    (30)I - PA I S A J E Y N AT U R A L E Z A

    La pequea edad de hielo (siglos XVIII y XIX) produjoque el mar se alejara del estuario y la marea tuviera dificultadesen propagarse aguas arriba del estuario. Todos los estuarios dela Andaluca Occidental perdieron profundidad. Para com-pensar este efecto, en algunos, como los del Odiel y el Tinto, losmuelles se fueron trasladando hacia el mar. En el caso del Gua-dalquivir se opt por el dragado intensivo y por la realizacinde cortas que reducan la prdida de carga hidrulica y favore-can la propagacin de la onda de marea hasta Sevilla.

    El descenso del nivel del mar tambin promovi lareduccin del prisma de marea, o volumen de agua que entraen el estuario con cada ciclo de marea. La forma y la seccinde la desembocadura de un estuario dependen del prisma demarea. Si aumenta el prisma de marea, aumenta la seccin y,en general, la profundidad de la desembocadura. Lo contra-rio ocurre con la reduccin del prisma de marea. Desde elltimo mximo climtico ocurrido en el siglo XII hasta lapequea edad de hielo, el prisma de marea en el estuario delGuadalquivir se fue reduciendo progresivamente y con l laseccin de la desembocadura. Con el descenso del nivel delmar, el hombre fue ocupando las tierras del estuario quequedaban permanentemente emergidas o solo se inundabancon las mareas vivas, construyendo empalizadas, muros decierre, murallas del ro, rellenando para elevar la cota delterreno y ocupndolo de forma permanente con cultivos,ganadera, carreteras y urbanizaciones. Entretanto, en ellado del mar, los arenales de Doana avanzaron hacia la desembocadura transportados por las corrientes longitudi-nales generadas por las olas al romper en la costa con obli-cuidad. Con su avance, se redujo paulatinamente la secciny se confin la descarga del estuario por la margen izquier-da, junto a Sanlcar. Desde entonces la punta del Malandar,extremo ms oriental de los arenales de Doana, se empeci-na en enlazar con su vecino Barrameda, y los sedimentosprogresan bajo la accin del oleaje por la margen derecha delestuario, arenando lo que antao fueron marismas y suelosde fango y arena, hbitat de numerosas especies marisque-ras. El crecimiento del extremo de los arenales y de la puntadel Malandar forz el abandono del canal ingls y consolidel canal espaol, escorado hacia Sanlcar, como la nicaalternativa posible a la navegacin.

    La Puerta del estuario que vemos en la actualidad reflejael desequilibrio que existe entre el prisma de marea y la sec-

    cin de la desembocadura. Por ella trasiegan las arenas y lossedimentos finos al ritmo de la marea, los temporales y lasavenidas. Su movimiento neto, lenta pero inexorablemente,avanza los arenales de Doana y traslada la desembocadurahacia el Este obligando a que las aguas desde el estuario des-carguen a lo largo de Sanlcar y La Jara. All los muros y espi-gones detendrn su progresin. Las aguas, enfadadas, profundi-zarn el lecho y descalzarn las obras de los humanos.

    La marea astronmicaLa marea astronmica, el movimiento peridico produci-

    do por la atraccin de los astros, principalmente el sol y laluna, gobierna el intercambio de las masas de agua estuarinay de del mar abierto. Si no existiese el estuario, no existira laPuerta del Mar y la marea llenante circulara paralela a lacosta en busca del Estrecho y el Mar Mediterrneo, retornan-do hacia el Oceno Atlntico con la vaciante. Posiblemente lalnea de costa, los arenales y las dunas de Doana tendranuna alineacin algo ms girada hacia el sur que la actual,uniendo Chipiona y Matalascaas.

    Pero, afortunadamente, hay un estuario y una desembo-cadura que afectan notablemente la circulacin mareal. Enlas proximidades de la desembocadura, las corrientes de lle-nante se dirigen radialmente hacia el estuario como si la desembocadura fuera un sumidero de agua; sin embargo, lavaciante se dirige hacia el mar en forma de chorro, con direc-

    El estuario del Guadalquivir no es un ro; esla zona de transicin entre las aguas del roy las aguas del Ocano Atlntico. En laimagen, atardecer en la desembocaduraFotografa: Curro Cassillas

    Observaciones obtenidas en cinco puntos enel exterior de la desembocadura cuando elviento sopla del NO. Se observa como lacorriente vara con la profundidad tanto endireccin como en magnitud y de formadiferente en el lado de Doana que en el deChipiona

    Figura 1En las proximidades de la desembocadura,las corrientes de llenante se dirigenradialmente hacia el estuario como si ladesembocadura fuera un sumidero de agua;sin embargo, la vaciante se dirige hacia elmar en forma de chorro, con direccin SSE,tras viajar paralela a la costa de Sanlcar,alejndose de la punta del Malandar y de losarenales de Doana

    La puerta que vemos

    La dinmica que gobierna

  • (33) L A P U E RTA D E L M A R

    senos, y la reducida renovacin de las aguas en la partealta del estuario.

    La ocupacin de los llanos mareales para desarrollosagrcolas y el control del acceso a los terrenos del espacionatural Doana han reducido el prisma de marea y hanforzado un estuario con dominio de la llenante. El prismade marea y los llanos mareales son insuficientes para con-seguir que el estuario pase a estar en equilibrio o domineel flujo de vaciante.

    Este desequilibrio determina: la entrada de sedimentospor la punta del Malandar; que la costa de los arenales deDoana est en regresin; que la zona de la descarga flu-vio-mareal se traslade hacia el este, erosione la margenizquierda y sean necesarios dragados peridicos en la desembocadura y su entorno. Este conjunto de actuacio-nes est alimentando la reduccin crnica de la diversi-dad biolgica y del potencial pesquero y marisquero en la desembocadura y aguas adyacentes, la sedimentacin defangos y limos en las playas prximas y el cegamiento delos canales de suministro de agua a las instalaciones sali-nas y de acuicultura.

    Durante ms del ochenta por ciento de los das del aola descarga fluvial es insuficiente para favorecer la estrati-ficacin de las aguas, fuente de vida y de control de la tur-bidez. En aquellas condiciones, las aguas del estuarioestn bien mezcladas y los slidos en suspensin limitanseveramente la fotosntesis y la diversidad biolgica,favoreciendo el desarrollo y la permanencia de fitoplanc-ton txico y su flujo por la red trfica. La turbidez, entreotras causas, inhibe el papel natural del estuario comozona de reclutamiento para numerosas especies de inte-rs pesquero, con importantes efectos sobre el potencialde capturas en la regin.

    Su morfologa superficial se debera caracterizar por losterrenos llanos inundables con suelos de fango y arena,prcticamente impermeables, drenados por diversos cau-ces y una tupida red de caos donde se produjeran gra-dientes espacio-temporales, a diferentes escalas, de lamezcla de agua dulce y salada. Sin embargo, las activida-des humanas han colonizado, compartimentado y trans-formado el estuario para acoger, entre otros usos, la agri-cultura intensiva bajo invernadero y el cultivo de arroz, lanavegacin comercial, pesquera y de recreo, las pesquer-

    (32)I - PA I S A J E Y N AT U R A L E Z A

    El oleaje y las corrientes litoralesCon el paso de las borrascas sudatlnticas llegan los olea-

    jes ms severos en las playas de Doana y en la desembocadu-ra, que terminan rompiendo formando un ngulo con la lneade costa. Se genera de esta manera una corriente paralela a lacosta que transporta hacia la desembocadura los sedimentosdel fondo movilizados por el oleaje. En la figura se observa lamagnitud y la direccin del oleaje que rompe en la costa deDoana. La desembocadura se convierte en un sumidero delas arenas que provienen de Matalascaas impulsadas por lascorrientes longitudinales. Solo la marea astronmica y la des-carga fluvial son capaces de competir con el oleaje y limpiar ladesembocadura. El resultado de la batalla sedimentaria es laforma de la desembocadura y sus dimensiones.

    En la actualidad, el oleaje domina sobre la accin de lamarea y las ocasionales descargas fluviales, muy reguladas por elsistema de presas y embalses de la cuenca del Guadalquivir. Elresultado es una desembocadura que descarga por Sanlcar,cuya margen oeste est siendo colonizada por las arenas proce-dentes de los arenales de Doana. Un arenal que penetra porla margen derecha sepultando unos fondos de arena y fango demxima fertilidad. Esta situacin no es ajena a la dinmicanatural del sistema, pero la mano del hombre ha alterado suritmo natural y ha acelerado el colapso del estuario.

    Por un lado, ha modificado sustancialmente el cauceprincipal, ha realizado cortas y dragado curvas, ha rellenadollanuras mareales y cortado la entrada de la marea a extensassuperficies, y ha reducido la circulacin del agua dulce pordebajo de los valores imprescindibles para mantener la din-mica vital del estuario. Finalmente, forzado por las conse-cuencias de las actuaciones anteriores, el hombre ha prioriza-do el canal del Este, abandonando el canal del Oeste, elingls, que mantena el control del avance de los arenales deDoana.

    Pero el hombre no tiene capacidad para alterar o cambiarel nmero ni la intensidad de las borrascas sudatlnticas, ni elviento que provocan, ni el oleaje que generan. El hombre nopuede alterar las corrientes longitudinales ni reducir la capaci-dad de transporte longitudinal de las arenas hacia la desembo-cadura, la asociada al paso de las borrascas, que sigue, infatiga-ble, su tarea da a da, ao a ao, siglo a siglo.... Entretanto, elhombre ha desprovisto a la naturaleza de una parte de su din-mica, la que limpiaba la desembocadura, la que intercambiabael agua y las sustancias con la plataforma continental.

    Algunas de las consecuencias de este proceso histricoson:

    La presa de Alcal del Ro, adems de ejercer un controlde las descargas fluviales, provoca la reflexin de la ondade marea, lo que incrementa la amplitud total de la mareaen todo el estuario y determina la formacin de barras y

    Entre las muchas de las actividades delhombre en el entorno del Estuario, una delas ms antiguas es el del aprovechamiento de la salFotografa: Jos Morn

    La accin del hombre que altera

    Conclusiones En la figura se observa la magnitud ydireccin del oleaje que rompe en la costade Doana. La desembocadura se convierteen un sumidero de las arenas que provienendesde Matalascaas impulsadas por lascorrientes longitudinales. Solo la mareaastronmica y la descarga fluvial soncapaces de competir con el oleaje y limpiarla desembocadura. El resultado de la batallasedimentaria es la forma y dimensiones dela desembocadura

    En la pgina de la izquierda, abajo, vistaarea de la costa que va desde la punta deMalandar a Matalascaas Fotografa: Antonio Camoyn

  • (35) L A P U E RTA D E L M A R

    No precisamos estrellas ahora... Apguenlas todas Envuelvan la luna desarmen el sol Desagen el ocano y talen el bosque porque de ahora en adelante nada servir

    Sin embargo, con la ayuda del conocimiento se puederevertir este proceso.

    La comprensin de la dinmica del estuario y de su cone-xin con el mar, permite realizar una gestin integrada deste, teniendo en cuenta su desarrollo ambiental y socioeco-nmico, no uno a costa del otro y trabajando con la lealtaddebida entre las diversas administraciones.

    En este siglo se espera que el nivel del mar ascienda entrecincuenta centmetros y un metro con respecto al nivelactual. Se recuperarn llanos mareales y la morfologa delestuario y de la desembocadura cambiar. El conocimientopermite plantear la restauracin y adecuar el estuario y lasactividades humanas a la subida del nivel del mar, provocadapor el calentamiento terrestre.

    El futuro es incierto, pero la lucidez de los caminos delconocimiento alimenta la esperanza en la cordura del serhumano. Seamos sabios para restaurar y gestionar el estuariocomo un sistema nico e interrelacionado.

    AgradecimientoEste breve captulo se ha podido redactar merced al tra-

    bajo realizado por el Grupo de Dinmica de Flujos Ambien-tales de la Universidad de Granada bajo la direccin de losdoctores. A. Baquerizo, M. Ortega, S. Bramato y M. Dez. Atodos ellos mi agradecimiento.

    (34)I - PA I S A J E Y N AT U R A L E Z A

    as y la acuicultura, las salinas, los desarrollos urbanos y susinfraestructuras, y una amplia red de carreteras y cami-nos, canales de riego y desages a ambos lados del canalprincipal del estuario. Todo ello convive desde mediadosdel siglo pasado con las actuaciones para controlar lasdescargas fluviales y el flujo mareal en el Espacio NaturalDoana. El estuario del Guadalquivir es hoy en da unespacio desnaturalizado, falsificado, adulterado y desfigu-rado, con sus funciones vitales minimizadas, inhibidas osimplemente canceladas.

    En los ltimos aos, no slo no se ha detenido esta sobreexplotacin del estuario, sino que han aumentado lasdemandas de su transformacin. Cada una de ellas haactivado una planificacin, un proyecto o unas actuacio-nes con el nico objetivo de satisfacer la demanda corres-pondiente, sin tener en cuenta la existencia de otrasdemandas o las consecuencias que pudieran tener en ladinmica y los procesos del estuario a corto, medio olargo plazo. Se est prximo al estado de agotamiento delos recursos bsicos de suelo y agua, y la imposibilidad desatisfacer todas las demandas incrementar, an ms, losfuertes debates y la crispacin social.

    El futuro del estuario y su entorno marino es incierto.Hasta fechas recientes no se ha podido demostrar la terri-ble conexin entre los desarrollos y las explotaciones huma-nas y el estado actual del estuario. Todos ellos, sin exclu-sin, estn contribuyendo al colapso final del estuario delGuadalquivir y su desembocadura.

    El futuro incierto y la esperanza en la lucidezEl estuario del Guadalquivir no es un ro; es la zona de

    transicin entre las aguas del ro y las aguas del OcanoAtlntico. Se diferencia de l por sus intercambios semidiur-nos de agua, sedimentos, nutrientes y energa con la atmsfe-ra y el ocano, que determinan la dinmica y los procesos delestuario, y por el desarrollo de una compleja y rica diversidadbiolgica. La Puerta del Mar es el pequeo mundo por el quetransita ese universo de vida y esperanza.

    La Puerta del Mar est obstruyendo el estuario, atrofian-do los intercambios entre ste y el mar. El egosmo y el desatino de nuestra conducta han sacado sus goznes fuera delquicio interfiriendo con el zagun y los soportales. A su alre-dedor se enmaraa el entorno que, sin la jerarqua naturalque lo hizo frtil, barrunta un final estril. Si llegara a ocurrir,una vez ms, la clarividencia de los versos "Funeral Blues" deW.H. Auden (1936), nos helar la sonrisa:

    En esta pgina y en la de la izquierda,imgenes actuales del entorno del Estuario yla desembocadura, en las que se puedenapreciar diferentes aspectos que van desdesu colmatacin urbana, sus actividadesproductivas, como la navegacin, laagricultura, las salinas. Debajo de estas lneas, una vista panormicaFotografas: Juan de Dios Pareja (paramotor), Jos

    Morn y Curro Cassillas

  • (37) PA I S A J E S

    Los paisajes no son slo unas categoras complejas porquesean realidades mediales o trayectivas (A. Berque, 2009) entreformas objetivas y percepciones subjetivas, sino porque, ade-ms, son resultados materiales de seculares procesos de vin-culacin de unas comunidades humanas con sus respectivosterritorios acumuladores o totalizadores histricos (Mart-nez de E. Pisn, 2002) y, tambin, consecuencias de unosprocesos de transformacin cultural de espacios identitaria-mente percibidos y creativamente contemplados o represen-tados (A. Roger, 1997). En funcin de todo ello, los paisajesse constituyen en patrimonios sociales, histricos y culturalesde sus diferentes comunidades y, como tales, se caracterizanpor ser, a la vez, patrimonios materiales componentes yflujos e inmateriales percepciones y miradas, perma-nentes elementos y representaciones durables y dinmi-cos elementos y percepciones cambiantes.

    La Convencin Europea del Paisaje se esfuerza porhacerse eco institucionalmente de tales interacciones al defi-nirlo como ...cualquier parte del territorio, tal como es percibida por laspoblaciones, cuyo carcter resulta de la accin de factores naturales y/ohumanos y de sus interrelaciones (C.E.P., 2000, cap. I, art.1). For-mas y percepciones, objetos y culturas, denotaciones y con-notaciones introducen un nivel de complejidad alto a la pro-pia comprensin del paisaje, que necesita y exige una integra-cin de miradas para ser bien entendido. Porque el paisaje, alser realidad medial y trayectiva se convierte en un hecho inter-subjetivo, es decir, en una comprensin y representacincompartida de la realidad, que al igual que la palabraimplica a la vez alteridad y posibilidad de mediacin, o loque es lo mismo una consideracin hermenutica.

    Desde una disciplina poco encorsetada por exactitudescientficas la Geografa se pretende ensayar aqu tal con-vergencia de miradas para presentar los paisajes que hitoshistricos, percepciones y representaciones han ido desarro-llando en los ambientes horizontales, recientes, dinmicos, luminosos y

    ecotnicos que configuran fsicamente la desembocadura delGuadalquivir.

    Las horizontales infinitas constituyen el carcter msperceptible de este espacio, segn una de sus ms reconocidascreadoras Carmen Laffn que nos ir acompaando eneste texto con sus descripciones literarias y pictricas y que,mirando la otra banda desde la orilla sanluquea, dice: Caba-llero Bonald, que escribe ante el mismo paisaje que yo pinto, entiende que poraqu no se prodigan ciertamente esos ornamentos fsicos que exhiben los pai-sajes catalogados de maravillosos. Hay, sin embargo, otros factores naturalesque slo pueden ser evaluados a travs de la sensibilidad o la propia capacidadimaginativa de cada uno. Y siguiendo a mi cmplice en la mirada, yo tam-bin lo siento como un paisaje sin adornos. Creo que la cualidad que losengrandece es su simplicidad, esa aparente simplicidad de horizontales infini-tas que dividen los espacios de mar y cielo y configuran la banda del Coto. Enla nitidez, en la pureza del dibujo de estas lneas es donde radica, a mi juicio,su armona, su vigor y su fuerza. Otras lneas de ondas y quiebros en la playa,de corrientes en el ro, conforman un entramado que alcanza extraordinariadiversidad (C. Laffn, 2000).

    Tal horizontalidad solo rota, como veremos, por loscauces del propio ro y de sus arroyos, cuyas erosiones mar-can ciertas alturas de areniscas finiterciarias y de colinasblancas de albarizas responde a la reciente gnesis fsica deunos ambientes finales de la depresin btica, en su encuen-tro con el Atlntico, que segn la hiptesis del gelogo J.Gavala todava en la era cuaternaria llegaba a baar lascercanas de la actual Sevilla en un protogolfo de Cdizmucho ms marcado y profundo. La posterior regresinmarina y la acumulacin arenosa de flechas, como la delAsperillo, resultado de las corrientes ocenicas, generaronun lago abierto por las varias bocas de los primeros desagesdel Betis, que ira progresivamente encauzndose en su rgi-men estuarino y adquiriendo su definida desembocadurafinal. Poco a poco, la colmatacin de aquel lago Ligustinus tartsico y protoromano por acumulacin de arcillas flu-viales del norte y arenas ocenicas del sur, ir dando lugar a lamarisma, cuyo proceso vital de juventud y adultez la conduceinexorablemente aunque con algn que otro empujereciente por las acciones antrpicas en sus cuencas de ali-mentacin a su actual estado de vejez o senescencia. Endefinitiva: proceso geolgicamente reciente y todava activoque ha ido cambiando aquel espacio fsico de golfo a estuario,de estuario a lago, de lago a marisma viva y de marisma viva a

    PAISAJES DE SANLCAR DE BARRAMEDA

    Juan Francisco OjedaYves Luginbhl

    A la izquierda, detalle de una pintura deCarmen Laffn, artista que ha centrado granparte de su obra en la representacin delpaisaje de este entornoleo sobre lienzo. Carmen Laffn Coleccin particular

    Caracteres fsico-naturales de la desembocadura del Guadalquivir: horizontalidad, gnesis reciente,dinamismo, luminosidad y ecotona

    La imagen de horizontalidad slo es rota enalguna ocasin por algn canal, cao oconducto del propio roCao en la marisma. Acuarela sobre papelBibiana Gonzlez Gordon (2010)

  • (39) PA I S A J E S

    de describir donde la planitud general se rompe levemen-te por el discurrir de los propios cauces fluviales, cuyos mean-dros marcan los horizontes de las areniscas finiterciarias quecontornean a la marisma y que anuncian con su blancura lastierras albarizas del viedo de Jerez la mezcla de los prima-rios elementos de paisajes arenosos y marismeos, con laselaboradas formas agrarias de los paisajes campieses, incitaa la curiosidad y a la necesaria comprensin de sus ricas sin-gularidades.

    Los paisajes pueden ser considerados memoria del terri-torio que configuran, segn dos sentidos estrechamente aso-ciados entre s.

    Por un lado, porque estn constituidos por el conjunto deinteracciones y dilogos con el medio que dan continuidad yestabilidad, dentro de los cambios, a un determinado territo-rio, o sea, que son memoria en la medida en que no slo estnconformados por una mera sucesin de hechos histricos yfuncionalidades subsecuentes, sino que sobre todo y defi-nitoriamente estn conformados por una sucesin y acu-mulacin de significados, construidos a lo largo de las vidasde muchas generaciones, que pueden ser objeto de interpre-tacin. Esto implica que cada territorio es portador de ununiverso de significado, el cual puede descomponerse en loshilos conductores o grandes tendencias que han marcado lainteraccin entre el ser humano y un medio determinado. Elhoy desusado (y mal comprendido) concepto de solar expre-sa bien esta idea (J. V. Caballero Snchez, 2009).

    Por otro lado, los paisajes son memoria porque puedenser entendidos como expresiones del orden simblico yvisual, accesible a la experiencia actual y cotidiana, que mues-tran las claves biogrficas del territorio o sus hilos conductoresantes mencionados. Si se adopta un punto de vista herme-nutico puede decirse que los paisajes son sistemas de signosque pueden ser interpretados. Si, en cambio, se adopta unaperspectiva kantiana asumiendo la distincin neta entretica y esttica puede decirse que existe una dimensintica de la esttica del paisaje (J. Zimmer, 2008).

    Ambas perspectivas fundamentan los planteamientos deque el paisaje es una realidad compleja en la que se inter-penetran componentes fsico-naturales (elementos ecosist-micos y/o ambientales), con procesos histricos y necesida-des funcionales (territorios dominados por comunidades,

    con sus nodos, lneas y superficies) y con percepciones yrepresentaciones (identificaciones, emociones, connotacio-nes, simbolizaciones) y de que puede constituirse en indi-cador del desarrollo de cualquier comunidad humana, si pordesarrollo se entiende la inteligencia compartida que permi-te humanizar o territorializar sin envilecer una parte de lasuperficie terrestre (J. F. Ojeda y N. Cano, 2009).

    Teniendo en cuenta los anteriores caracteres fsico-natu-rales de estos ambientes estuarinos e intentando conjugarloscon diferentes procesos histrico-funcionales y con algunasde las representaciones ms conspicuas de los paisajes delentorno sanluqueo, podramos distinguir de mayor amenor naturalidad entre paisajes mitificados como natura-les y funcionalmente predatorios o de ocio, paisajes agrariostradicionales, paisajes forestales y coloniales y paisajes habita-cionales y urbanos.

    La marginalidad productiva ha constituido siempre unaimportante limitacin de estos territorios encharcadizos oarenosos, que no slo condicionaba sus propios procesosextensivos de poblamiento, sino que determinaba unas for-mas muy primarias de su conquista y organizacin y en cuyasterritorializaciones coloniales de explotacin jugar un papelprotagonista lo recolector o predatorio.

    Hasta hoy y desde que se tienen las primeras noticias de laterritorializacin de estos espacios del estuario final del Gua-dalquivir, los paisajes predatorios o preproductivos tienenaqu una importante significacin. Desde recolectar vegetalesy huevos hasta cazar y pescar e incluso hasta saber aprovecharel sol para evaporar la sal como tcnica situada en la charne-la entre las puramente predatorias y las primariamente pro-ductivas constituan y constituyen actividades bsicas y fun-damentales de muchos pobladores de estos espacios margina-les y ocupaban y siguen ocupando bastantes de estos territo-rios. Como espacios liminales entre lo inundado y lo seco,estos paisajes anfibios van adquiriendo el marchamo de esce-narios fundantes de la Sanlcar de Barrameda riberea ymarinera, marismea y arenosa, salada, salobre y dulce. Ycomo tales, han ido siendo desde pocas muy remotas mitifi-cados y hoy se han convertido en un contexto contempor-neo urbanita y cloroflico en algunos de los paisajes natura-les ms reconocidos de Andaluca: los de la Doana cercana y,a la vez, lejana en la percepcin y las representaciones sanlu-queas de aquel mundo mtico, que conforma la otra banda.

    (38)I - PA I S A J E Y N AT U R A L E Z A

    marisma colmatada, como pone en evidencia el conocidogrfico de la hiptesis gavaliana.

    Espacios in fieri que diran los latinos, tierras enhechura, en ebullicin, magmticas, segn la descripcin deotro de sus creadores contemporneos: hasta haca poco no pasde ser simple tierra aforada, ni siquiera haba llegado a merecerse el trabajode ser medida por alguien; una muestra sin duda de sabidura de los antiguos:para qu medir una tierra an en ebullicin, magmtica, tan intil comouna vasija a medio cocer, derretida, tierra en la que la naturaleza deba ter-minar su trabajo para hacerla habitableFue siempre una suerte de msall, lo que quedaba despus de las columnas de Hrcules, el remate cenagosode lo conocido por donde la tierra se reblandece igual que un esprrago por suextremo tierno anunciando su consumacin: la fin del mundo. (J. Villa,2005: 22). All, los cambios climticos marcan un dinamismoenriquecedor y constante, constituyendo una realidad tanpalmaria el cclico paso de las estaciones que no ser necesa-ria mucha sensibilidad para captar las cuatro caras de unospaisajes humedecidos y hospitalarios; anegados, tormentosose intransitables; coloristas y bulliciosos; secos, polvorientos yresquebrajados. Pero, adems, los procesos diarios de unosambientes costeros atlnticos y estuarinos ocasionan unacontinua vitalidad distintiva y genuina de paisajes inacabadosy en eterno movimiento, que pueden ser fcil y analgica-mente personalizados: dunas que avanzan comiendo a lospinos, veneros que brotan presintiendo el otoo, lucios quelucen por su agua o por su sal, vetas y paciles que crecen y dis-minuyen, ornitofauna que llega o se va En fin, si un redivi-vo Herclito visitase estos ambientes podra exclamar satisfe-cho: verdaderamente aqu todo fluye.

    Otra de las caractersticas que este mundo recibe de su pro-pia naturaleza es la luminosidad. Y es que la presencia de aguasatlnticas y marismeas, sus evaporaciones y sus salinas enlatitudes casi subtropicales hacen que el sol luzca ms, brillems, reverbere ms y dibuje horizontes pasteles y prpuras ensus bellos y poticos ponientes la Huelva malva y rosa, de JuanRamn Jimnez. No parece casual que este litoral atlnticopero considerado como mediterrneo ms all de las columnas deHrcules haya sido bautizado desde antiguo con topnimos deluz: Lixus era el nombre de la primigenia ciudad pnico-roma-na de Larache y Lux Dubia el topnimo fenicio-romano asocia-do a Sanlcar de Barrameda, donde se encontraba tambin elsantuario de Luciferi Fanum o templo del Lucero. Los lucios extensos bajos arcillosos que lucen en invierno con sus aguassuperficiales y en verano con su sal son unos componentesfundantes de los paisajes marismeos y debe entenderse, ade-ms, que el apelativo moderno y desarrollista de Costa de la Luzbebe tambin de aquellas viejas races perceptivas y simblicas.

    Por ltimo, y en relacin con lo ecotnico como carcterque aade a estas tierras un plus de riqueza, hay que com-prender las sustanciales diferencias entre los espacios de loscomplejos estuarios atlnticos y los ms lineales de los deltasmediterrneos: el encuentro de un torrencial cauce fluvialcon un mar casi cerrado y de escasa potencia mareal generaunas desembocaduras de frtiles abanicos de derrubios quese internan en el mar (la delta mayscula griega les otorga sunombre