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Guadalajara Guadalajara S in duda, quien siga la lectura de estas palabras conoce- rá una obra musical que se menciona, un tanto en serio y un tanto no tanto en broma, como el segundo himno na- cional, el Huapango, de José Pablo Moncayo. Pero también sin duda no conocerá Sones de mariachi , de Blas Galindo. Ambas obras son de compositores nacidos en Jalisco, Moncayo en Guadalajara y Blas Galindo en San Gabriel, una población jalisciense que no sé dónde queda pero lleva el nombre de uno de los más importantes persona- jes de la narrativa de Agustín Yáñez (escritor nacido en Guadalajara). Sones de marichi, “como su nombre lo indica” -así de- cían las señoritas que nos introdujeron al conocimiento en la primaria- es una obra sustentada en la música popular que igual que la del archiconocido Huapango de Moncayo, fue retratada y estructurada como música de concierto. La de Blas Galindo comienza, inmejorable comienzo, con el son de La Negra, aunque pudiera impactar de ma- nera similar si empezara con el de La Culebra o el de a a La Rueda ( a a por ai va la rueda déjenla rodar porque la carre- ( ( ta no puede llegar) ya que son igual de alegres. Ideas como esas me llevan con frecuencia a Guada- lajara. Me gusta introducirme a la atmósfera y pisar el suelo que habrán transitado admirables exponentes de la cultura nacional como los ya mencionados y muchos otros de nombre refulgente o perdido en el anonimato, todos ellos surgidos de las entrañas de Jalisco. Me gusta imaginar la dedicación creadora de los canteros indígenas que con las losas dieron geometría y dibujo a templos y capillas, casas y palacetes barrocos o neoclásicos que se mantienen en pie desde finales del si- glo XVI y siguientes, preservados en el centro histórico. Me estremezco al leer el manuscrito original de un soneto mecanografiado por Enrique González Martínez, expuesto en el museo de la ciudad, tanto como al remirar la fachada de la casa donde nació Agustín Yáñez y la otra, en la que vivió su infancia y su juventud. Y no es menor mi emoción por la presencia de Hidal- go, Miguel Hidalgo, en Guadalajara. Los Hidalgos de Orozco, las remembranzas de su paso por Guadalajara en su lucha independentista presentes en el museo del periodismo y las artes gráficas y su escultura en la plaza de frente al Teatro Degollado. Igual que la reiterada presencia de Hidalgo en efigies, testimonian que Guadalajara fue una ciudad indepen- dentista y nacionalista el que una calzada se llame Inde- pendencia, que una calle también del centro histórico se llame Independencia; así como que una avenida se llame Hidalgo y otra 16 de septiembre. Celebro el independen- tismo y el nacionalismo de Guadalajara. Se da tal fusión artística y cultural en Guadalajara que de pronto una apreciación borra la otra. Por ejemplo uno va al Hospicio Cabañas y por el asombro de las pin- turas de Orozco no aprecia la reciedumbre estética de la arquitectura neoclásica del edificio. Me gusta reír internamente ante la monstruosidad y la ingenuidad de la estatua del San Cristóbal de segu- ro esculpido por manos indígenas, obra incrustada en la esquina de Santa Mónica y Reforma, en lo que fue el convento de Santa Mónica. Y dejo caer de asombro mi quijada ante el alegre labrado del frontis del templo del propio convento, de la misma manera tallado por ingenio y manos indígenas en la cantera. Es un asombro el cen- tro histórico de Guadalajara. Música, arquitectura, pintura, escultura, his-to-ria, lo mejor del espíritu, las expresiones que se asocian más al término cultura, son los elementos de la atmósfera que se respira en Guadalajara. Hay que tener la sensibilidad para sentir que se respira, que se puede palpar con la mirada, que se puede recibir su caricia en los oídos, que nos puede llenar de identidad, de valores nuestros más allá de la birria y las tortas ahogadas. Música, arquitectura, pintura, escultura, his-to-ria, lo mejor del espíritu, las expresiones que se asocian más al término cultura, son los elementos de la atmósfera que se respira en Guadalajara 56 SIGLO NUEVO Saúl Rosales / / / / Correo-e: [email protected] NUESTRO MUNDO

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Sin duda, quien siga la lectura de estas palabras conoce-rá una obra musical que se menciona, un tanto en serio

y un tanto no tanto en broma, como el segundo himno na-cional, el Huapango, de José Pablo Moncayo. Pero también sin duda no conocerá Sones de mariachi, de Blas Galindo.

Ambas obras son de compositores nacidos en Jalisco, Moncayo en Guadalajara y Blas Galindo en San Gabriel, una población jalisciense que no sé dónde queda pero lleva el nombre de uno de los más importantes persona-jes de la narrativa de Agustín Yáñez (escritor nacido en Guadalajara).

Sones de marichi, “como su nombre lo indica” -así de-cían las señoritas que nos introdujeron al conocimiento en la primaria- es una obra sustentada en la música popular que igual que la del archiconocido Huapango de Moncayo, fue retratada y estructurada como música de concierto.

La de Blas Galindo comienza, inmejorable comienzo, con el son de La Negra, aunque pudiera impactar de ma-nera similar si empezara con el de La Culebra o el de La Culebra o el de La Culebra La Rueda (Rueda (Rueda por ai va la rueda déjenla rodar porque la carre- (por ai va la rueda déjenla rodar porque la carre- (ta no puede llegar) ya que son igual de alegres.

Ideas como esas me llevan con frecuencia a Guada-lajara. Me gusta introducirme a la atmósfera y pisar el suelo que habrán transitado admirables exponentes de la cultura nacional como los ya mencionados y muchos otros de nombre refulgente o perdido en el anonimato, todos ellos surgidos de las entrañas de Jalisco.

Me gusta imaginar la dedicación creadora de los canteros indígenas que con las losas dieron geometría y dibujo a templos y capillas, casas y palacetes barrocos o neoclásicos que se mantienen en pie desde fi nales del si-glo XVI y siguientes, preservados en el centro histórico.

Me estremezco al leer el manuscrito original de un soneto mecanografi ado por Enrique González Martínez, expuesto en el museo de la ciudad, tanto como al remirar la fachada de la casa donde nació Agustín Yáñez y la otra,

en la que vivió su infancia y su juventud.Y no es menor mi emoción por la presencia de Hidal-

go, Miguel Hidalgo, en Guadalajara. Los Hidalgos de Orozco, las remembranzas de su paso por Guadalajara en su lucha independentista presentes en el museo del periodismo y las artes gráfi cas y su escultura en la plaza de frente al Teatro Degollado.

Igual que la reiterada presencia de Hidalgo en efi gies, testimonian que Guadalajara fue una ciudad indepen-dentista y nacionalista el que una calzada se llame Inde-pendencia, que una calle también del centro histórico se llame Independencia; así como que una avenida se llame Hidalgo y otra 16 de septiembre. Celebro el independen-tismo y el nacionalismo de Guadalajara.

Se da tal fusión artística y cultural en Guadalajara que de pronto una apreciación borra la otra. Por ejemplo uno va al Hospicio Cabañas y por el asombro de las pin-turas de Orozco no aprecia la reciedumbre estética de la arquitectura neoclásica del edifi cio.

Me gusta reír internamente ante la monstruosidad y la ingenuidad de la estatua del San Cristóbal de segu-ro esculpido por manos indígenas, obra incrustada en la esquina de Santa Mónica y Reforma, en lo que fue el convento de Santa Mónica. Y dejo caer de asombro mi quijada ante el alegre labrado del front is del templo del propio convento, de la misma manera tallado por ingenio y manos indígenas en la cantera. Es un asombro el cen-tro histórico de Guadalajara.

Música, arquitectura, pintura, escultura, his-to-ria, lo mejor del espíritu, las expresiones que se asocian más al término cultura, son los elementos de la atmósfera que se respira en Guadalajara. Hay que tener la sensibilidad para sentir que se respira, que se puede palpar con la mirada, que se puede recibir su caricia en los oídos, que nos puede llenar de identidad, de valores nuestros más allá de la birria y las tortas ahogadas.

Música, arquitectura, pintura, escultura, his-to-ria,lo mejor del espíritu, las expresiones que se asocian más al término cultura, son los elementos de la atmósferaque se respira en Guadalajara

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Saúl Rosales ///// / / Correo-e: [email protected]

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