Grigori Rasputín, la oscura sombra de los · PDF file“Dios ha visto tus...
Click here to load reader
Transcript of Grigori Rasputín, la oscura sombra de los · PDF file“Dios ha visto tus...
Grigori Rasputín, la oscura sombra de los zares
Grigori Rasputín es, sin lugar a dudas, uno de los personajes más enigmáticos y
siniestros que nos ha dado la Historia. Su presencia esbelta e imponente, se
erguía como una sombra de oscura influencia y de extraordinario magnetismo
sobre el reinado del zar Nicolás II de Rusia. Sus dones de mago, iluminado y
curandero llegaron a oídos de la zarina Alejandra que, desesperada una noche
ante la hemorragia incesante de su pequeño hijo, el zarevich Alexis, que
padecía hemofilia, le mandó llamar a palacio.
“Dios ha visto tus lágrimas y ha escuchado tus oraciones. No temas; el niño no
va a morir”.
En efecto, el niño se curó. Se cree que el remedio fue una especie de hipnosis a
la que fue sometido. No obstante, se curó, y desde aquel día, la zarina jamás
pudo apartarse del siniestro curandero, que se convirtió en su confesor y su
mayor confidente. La tremenda obsesión que la zarina tenía por la enfermedad
de su hizo, hacía de ella una mujer pesimista y catastrofista, y este estado
alentó una mayor dependencia hacia el magnético Rasputín. Esta relación
extraña no era bien vista por el zar, pero éste podía doblegar la intransigencia
obsesiva de su esposa, ante la idea de ser privada de la compañía de su
“amigo”. Entre tanto, el curandero iba afianzando su posición en el palacio, y
también ocupando lugares estratégicos de poder entre la aristocracia rusa.
Mucho se ha comentado sobre su controvertida moralidad. Según sus máximas
teóricas, el ser humano tenía que pecar todo cuanto pudiera, porque a Dios le
resultaba mucho más grato perdonar a los grandes pecadores, cuan si de un
reto se tratara, que a los pequeños.
“Si me besas, te besó Dios. Si te acuestas conmigo, te acuestas con Él”. No es
de extrañar, pues, que el zar sintiera estremecimientos al encontrar a Rasputín
cerca de su esposa, la maternal y piadosa Alejandra. De boca en boca corrían
rumores de la libertina y depravada vida social del supuesto santón, que no
sólo recibía en su alcoba visitas privadas de grandes aristócratas –y no sólo
mujeres, sino también hombres-, sino también les invitaba a inolvidables
veladas, donde los juegos carnales eran la tónica, entre el humo y los aromas
embriagadores de poderosas hierbas que, según la teoría de Rasputín,
incitaban a los pecadores a agradar a Dios.
Los manuscritos de Grigori Rasputín, realizados con caracteres cirílicos,
muestran la escritura incisiva e hiriente, de trazado irregular y extraño, propia
de un ser sin escrúpulos. Sus trazos nos hablan de una personalidad cambiante,
con giros de carácter inesperados y comportamientos muy alejados de toda
previsión. Dejan ver a un ser apasionado, abierto y muy social, de
temperamento fuerte, autoritario y carismático. Su gran orgullo personal y
altanería, unidos al carisma que irradiaba y a lo cambiante y convulso de su
forma de ser, hacían de él un personaje enigmático y extraordinariamente
morboso, magnético, poco previsible y, por tanto, atractivamente sorprendente.
Como gran observador, conocedor de su entorno y embaucador nato, podía
llegar a ser un buen manipulador. Su personalidad sociable, de brazos abiertos,
locuaz y envolvente, era capaz de ir tejiendo una especie de tela de araña
sobre la elegida presa para, una vez atrapada, incidir sobre ella con tenacidad,
e insistentes aguijonazos de artimañas controladoras y posesivas, con el fin de
conseguir sus propios y más ambiciosos intereses.
Tan extraordinarios como su personalidad son el hecho de su estrambótica y
desconcertante muerte, y la leyenda sobre su supuesto pene de tamaño
descomunal, que apareció expuesto en un museo erótico de San Petersburgo.
El príncipe Yusupov, temeroso del poder y la influencia de ascenso meteórico
que Rasputín estaba teniendo en el gobierno de Rusia, le tendió una trampa en
su palacio, invitando al curandero a un delicioso banquete rociado de cianuro.
Pese a que las cantidades de veneno hubieran servido para exterminar a un
regimiento entero, el mago tardó muchas horas en manifestar los efectos del
devastador veneno, ante el desconcierto y desesperación del intrigante príncipe
que, finalmente, hubo de rematar a su resistente víctima con un tiro en el
corazón. Rasputín cayó al fin fulminado sobre una alfombra de oso; en ella le
envolvieron el príncipe y sus secuaces, y le ocultaron en un sótano hasta decidir
qué hacer con el cuerpo. El asombro fue mayúsculo cuando los asesinos vieron
aparecer de nuevo el cuerpo esperpéntico, ensangrentado y echando espuma
por la boca, del siniestro mago intentando huir. Aterrados, lanzaron un chorro
de tiros sobre la ya debilitada víctima, que cayó sobre la nieve tiñendo de rojo
el blanco. El cuerpo de Rasputín fue arrojado al río Neva, en cuyas aguas
desapareció para siempre este macabro y fascinante personaje, que aún hoy la
Historia no consigue ser capaz de olvidar.
Sandra Mª Cerro
Grafóloga
www.sandracerro.com