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GRANDEZAS Y MISERIAS DE ASTORGA Y SU COMARCA DURANTE EL ASEDIO FRANCÉS DE 1810. (I)

Ahora que nos acercamos al segundo Centenario de los Sitios de Astorga, en el 2012, bueno es que nos detengamos a reflexionar y recordar en algo aquellos sucesos que afectaron a nuestra Comarca y a la propia Ciudad de Astorga y que han quedado en aquellos recuerdos que nuestros bisabuelos y abuelos llamaron la “francesada”.

En particular, el relato de las hazañas y heroísmo de españoles y franceses durante el Sitio a Astorga de 1810, han sido relatados en numerosas ocasiones, y ello es lo que solemos encontrar en los libros de historia de ambos países. Profundizando en estos aspectos, vamos a citar algunos sucesos poco conocidos:

Los trabajos de la brigadas de arrieros maragatos que durante toda la guerra siguieron a los Ejércitos españoles porteando suministros y municiones, el uso que de las amplias

casas maragatas hicieron los jefes y generales, tanto españoles como imperiales durante los seis años del conflicto, el tener que guardar a sus mujeres e hijas en los más recóndito de sus casonas cuando la soldadesca francesa hacía su entrada en los pueblos.

Por Arsenio García Fuertes

Pasaporte expedido a un maragato

G

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Se habla del heroísmo de los astorganos, pero pocas veces del no menor heroísmo de los labradores de los pueblos de su comarca, obligados por la fuerza, a veces de los mismos regidores de Astorga, a contribuir con víveres y ganado a los cuantiosos suministros a las tropas de ambos bandos, y a veces en mayor cuantía de lo que la justicia imponía, para hacer así que los astorganos tuvieran que pagar menos.

Volviendo a la abnegación, hemos de recordar las duras condiciones invernales bajo las que se desa-rrol laron los combates del Sitio de Astorga de 1810, y del coraje de las tropas de ambas naciones, combatiendo, en trincheras que se anegaban de agua, bajo el frío, el barro y la lluvia de los meses de marzo y abril de 1810.

De destacar igualmente fue el heroísmo cierto de la población civil astorgana. Ella cavó con sus manos los fosos y trincheras, en la noche del 21 de abril, que impidieron a las tropas francesas traspasar la brecha de asalto en la zona de la Catedral. Hay que apuntar, igualmente, el arrojo

de varios vecinos que armados de escopetas y chuzos (simples astas de madera con bayonetas que, a guisa de improvisadas lanzas suplían la escasez de fusiles), los famosos Tiradores Paisanos, combatieron en ayuda de las tropas regulares de Santocildes.

Actos de supremo valor fueron, tanto el asalto francés a la brecha, en la que los franceses resistieron sin huir la granizada de balas españolas, construyendo parapetos, en lo alto de la derruida muralla, con los cuerpos de sus compañeros muertos, como el

fuego que continuaron haciendo los fusileros españoles apostados en la Casa de los Niños de Coro (en el actual Parque del Aljibe) mientras ésta se les venía encima alcanzada por docenas de impactos de la artillería pesada francesa, hasta ser casi enterrados vivos.

El asedio de Astorga

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De todas maneras, la Historia habla también de aspectos menos heroicos o simplemente clarificadores de la naturaleza humana de los hombres y mujeres, de carne y hueso, que vivieron en nuestra ciudad aquellos memorables y duros acontecimientos, dejados de lado por quienes se acercaron en su momento a la historia de Astorga durante aquella guerra, por que hacían mención a hechos y actitudes que encajaban mal con la concepción de una historia que sólo busque lo sublime y heroico. Podemos citar algunos casos y hechos curiosos...

Para los que se escandalizan hoy de que los políticos locales “se tiren los trastos a la cabeza“, hay que anotar que ni siquiera bajo el bombardeo

francés, durante el asedio de 1810, los regidores municipales de Astorga aparcaron del todo sus querellas y enemistades: en la misma madrugada del 22 de abril, en la reunión del Estado Mayor del general Santocildes con el Ayuntamiento de Astorga para decidir la capitulación, el regidor Ramón Martínez Flórez, acusado por envidias y rivalidades municipales de cierto infundado afrancesamiento, sería el único que, lleno de despecho hacia sus compañeros Regidores, votó a favor de que la ciudad de ningún modo se rindiera y que se luchara hasta la muerte, exigiendo del Secretario, Manuel Cureses, certificación por escrito de su voto.

Este mismo Secretario, enfrentado por una vieja disputa al Corregidor Pedro Costilla Abastas, olvidó intencionadamente, en esa misma reunión a la luz de las velas, tomar por escrito las legendarias palabras de aquél en el sentido de que había que “Morir como los Numantinos“ antes que rendirse; palabras que sólo conocemos hoy gracias a que Santocildes presente en aquella triste reunión, así las relató y recogió en su “Diario de los Sitios“.

Podemos continuar con situa-ciones desconocidas y “poco heroicas“, como aquellas que hacen referencia a que en las semanas previas al asedio francés, Santocildes hubo de distraer varios destacamentos de la guarnición de Astorga para hacer batidas por la

El General Santocildes

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Comarca a fin de acabar con varias bandas de malhechores y desertores que, bajo la falsa capa de guerrilleros, asolaban los pueblos de la comarca robando y asesinando. El reciente hallazgo en el Archivo Militar de Segovia de la Hoja de Servicios del capitán del regimiento provincial de Santiago, Bernardo Becerra, al mando de tales destacamentos, así nos lo ha revelado.

Igualmente, poco se ha escrito sobre que, durante la mayor parte de la guerra, algunos arrieros maragatos se dedicaron a hacer negocio sin distinguir demasiado entre españoles y franceses. Así tenemos que durante

el asedio a Astorga, el general español Nicolás Mahy en una carta advertía a sus mandos que había que vigilar más estrechamente a los famosos maragatos, pues repetidamente contravenían la prohibición de llevar y vender en zonas ocupadas por los franceses productos coloniales como tabaco, cacao o azúcar. El negocio siempre ha sido el negocio...

Indudablemente, muchos mara-gatos prestaron valiosos servicios

a la causa patriota, mas también tenemos a un arriero llamado Gaspar Rodríguez, vecino de Argañoso, el cual fue fusilado en Villafranca del Bierzo el 15 de octubre de 1811, por

Plano del aslto a la ciudad de Astorga

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actuar como espía de los franceses. Fue ejecutado junto con un soldado desertor, aunque al arriero maragato se le fusiló por la espalda por traidor.

También sorprende al historiador sucesos indagados en documentos del Archivo del Reino de Galicia en La Coruña, que hacen referencia a que semanas después del Asedio de Astorga, llegado el verano, el comandante español al mando de la línea del frente en Foncebadón y Manzanal se encontró con una partida de trescientos jornaleros gallegos que, en medio de la guerra y muchos de ellos jóvenes en edad militar, querían pasar a Castilla, ocupada por las tropas francesas, a fin de trabajar como segadores durante varias semanas. Vemos que la vida cotidiana seguía en medio de la guerra.

Continuará

Maragato en la guerra de la Independencia