Grandes derrotas para seguir andando el camino

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Grandes derrotas para seguir andando el camino Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) Grandes derrotas para seguir andando el camino Enviado por caroline el Lun, 05/24/2010 - 06:00 Antetítulo (dentro): GENERACIÓN BEATNIK Sección principal: Culturas Cuerpo: Jack Keroauc comenzó lo que podríamos llamar su vida en la carretera a finales de los años ‘40. Ni él ni nadie imaginaba entonces que la enloquecida crónica de sus viajes, que se publicaría apenas una década más tarde, se convertiría casi instantáneamente en la obra fundacional de la contracultura estadounidense posterior a la Segunda Guerra Mundial. Junto a una panda de poetas alucinados y escritores excéntricos, el “heredero de Charlie Parker” recorrió América del Norte de punta a punta a ritmo de bebop. De Nueva York a San Francisco, de Nueva Orleans a México; haciendo autoestop, en coches prestados o robados, de polizonte en viejos trenes. Los padres de la generación beat renunciaron a la confortable rutina que el Estado de bienestar prometía y se lanzaron a buscar el sueño americano en alguna otra parte, a través de autopistas interminables, mientras destrozaban a su paso las convenciones morales de su sociedad. La carretera se convirtió en una forma de vida y en un fin en sí misma –el viaje exterior, casi épico, como metáfora del viaje interior; el western transformado en road movie– donde la literatura era el medio que ponía en contacto dos realidades, la objetiva y la subjetiva. Saltándose las barreras entre prosa y poesía, entre ficción y no ficción, los beats recuperaban la actitud y las técnicas de las vanguardias artísticas de principios del siglo XX: ruptura de los géneros Página 1 de 6

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Grandes derrotas para seguir andando el caminoEnviado por caroline el Lun, 05/24/2010 - 06:00 Antetítulo (dentro): GENERACIÓN BEATNIKSección principal: CulturasCuerpo:

Jack Keroauc comenzó lo quepodríamos llamar su vida en lacarretera a finales de los años‘40. Ni él ni nadie imaginaba entoncesque la enloquecida crónicade sus viajes, que se publicaríaapenas una década mástarde, se convertiría casi instantáneamenteen la obra fundacionalde la contracultura estadounidenseposterior a la SegundaGuerra Mundial.

Junto a una panda de poetasalucinados y escritores excéntricos,el “heredero de CharlieParker” recorrió América delNorte de punta a punta a ritmode bebop. De Nueva York a SanFrancisco, de Nueva Orleans aMéxico; haciendo autoestop, encoches prestados o robados, depolizonte en viejos trenes. Lospadres de la generación beat renunciarona la confortable rutinaque el Estado de bienestarprometía y se lanzaron a buscarel sueño americano en algunaotra parte, a través de autopistasinterminables, mientras destrozabana su paso las convencionesmorales de su sociedad.

La carretera se convirtió enuna forma de vida y en un fin ensí misma –el viaje exterior, casiépico, como metáfora del viajeinterior; el western transformadoen road movie– donde la literaturaera el medio que ponía encontacto dos realidades, la objetivay la subjetiva. Saltándose lasbarreras entre prosa y poesía,entre ficción y no ficción, losbeats recuperaban la actitud ylas técnicas de las vanguardiasartísticas de principios del sigloXX: ruptura de los géneros

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literarios, escritura automática,libre asociación de ideas, ircolocados hasta las cejas... Elbop se encontraba con el dadaísmoy el surrealismo en On theroad (En el Camino) y en suspersonajes, una generación carentede ideología para muchos,tachada de amoral y excesivamentehedonista; a veces,excesivamente brutal.

Sin embargo, sí había ideologíaen este lenguaje de músicasalvaje; en el jazz, el sexo, el alcoholy las drogas, más allá dela patada en el culo al establishment.No veían el mundo divididofundamentalmente en izquierdasy derechas –aunque lamayoría de ellos se definía claramenteen este aspecto–, ni siquierapolarizado en los bloquescapitalista y soviético. La líneaque para ellos separaba lo positivode lo negativo, lo bueno delo malo, era vivir la vida o quedartesentado mientras te la contaban.La obra, la novela, el poemaera su forma –la única queconocían, quién sabe– de hacerla revolución.

Viejos beats, nuevos hipsters

Lo cierto es que en EstadosUnidos este comportamiento noresultaba totalmente sorprendente.Era más o menos habitualentre las clases altas, en losjóvenes que, como en El granGatsby, se aficionaban a lamúsica negra y a todo tipo desustancias que aliviaran el insoportableaburrimiento queproducía el tiempo de ocio.

Tenía cabida también inclusoen ambientes lumpen, entreindividuos de entornos marginales,prescindibles. Pero quelas clases medias, hombres ymujeres blancos con estudiosuniversitarios, rechazaran la sociedadde consumo de masas, lanueva edad dorada del americanway of life –una viviendaunifamiliar con jardín en los suburbiosdel mundo libre– para

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perseguir a músicos de jazz a lolargo y ancho del país, era algoimpensable para la biempensantesociedad de ese país. Algoque no se podía entender ni tolerar.

Así que la sociedad estadounidensehizo lo que acostumbrana hacer las sociedadesbiempensates en estos casos.Primero: etiquetó el problema.Los beats –palabra que entresus numerosos significadospuede traducirse como estarhundido, golpear, latir o ritmo–pasaron a ser beatniks, en referencia(idea de un periodista deSan Francisco) al satélite Sputniklanzado en 1957 –el mismoaño que veía la luz En el camino–.

Para el pensamientoconservador norteamericano,que tenía muy presente la recientecaza de brujas del senadorMcCarthy, el nulo interéspor los valores nacionales del movimiento beat se debía sinduda a su alineación soviética.Una vez identificado el enemigo,sólo quedaba perseguirlo. Yse hizo: autores como Ginsbergo Burroughs, por ejemplo, tuvieronque enfrentarse constantementecon la censura y la justiciaa causa de sus textos. Pero, apesar de la reacción, ya era tarde:las semillas estaban plantadasy germinando.

Atraídos por la libertad de estaforma de vida, un número cadavez mayor de jóvenes hipsters–o como comenzaron a llamarleslos veteranos, entre condescendientee irónicamente,hippies– invadieron las ciudadesque la generación beat, ensus libros, había hecho suyas,inundando de artistas, pintores,músicos y poetas ‘Frisco’ (SanFrancisco) o Nueva York. Perotambién llegaron personas másinteresadas en la forma que enel contenido. El movimiento, enpocas palabras, se fue poniendode moda. Los planteamientosestéticos empezaron a perdergran parte de su significadoideológico. Los excesos perdieron

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su carácter subversivo, derechazo de lo convencional. Muchoshippies se desvincularonde la ciudad, marco de las luchassociales. Dos de los principalesaspectos que los beatshabían ensalzado durante susviajes, la experimentación condrogas como fuente de inspiracióne iluminación, y la búsquedade nuevas formas de espiritualidady el retorno a la naturaleza,se estaban convirtiendoen el particular talón de Aquilesde la contracultura estadounidense.“He visto los mejores cerebrosde mi generación destruidospor la locura”, declarabaAllen Ginsberg en Aullido.

Derechos civiles y Vietnam

Pero al mismo tiempo, una parteimportante de los herederosdel movimiento beat se radicalizóy abrazó las luchas políticasque se desataban por todas partes,con la Guerra de Vietnamcomo telón de fondo. La amalgamaideológica de marxismoheterodoxo, anarquismo, feminismo,ecologismo o Black Power–es decir, la nueva izquierda–que tuvo lugar durante ladécada de los ‘60 llevó a anteponerla acción a la teoría enlos intentos de lograr el cambiosocial y la revolución: El veranodel amor, la marcha sobreel Pentágono, la ConvenciónDemócrata del ‘68, Woodstock...La gente recuperó el espíritu delos beats, y también la literatura,con el llamado “nuevo periodismo”,acortando las distanciasentre novela e historia.

El poder respondió, esta vezsí, duramente con la criminalizacióndel movimiento hippie yla persecución policial de losmovimientos sociales y políticos.El legado de la generación beat,que parecía destinado a cambiarel mundo, se fue difuminandoante la violencia del sistema, supropia pérdida de rumbo y la definitivaimposición de una realidadbasada en la mediocridad e

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instaurada a cuchillo. Con losresquicios de los muros cada vezmás minúsculos, casi impenetrables,llegaron la desidia, elabandono y la derrota.

Sin embargo, a pesar de todo,la carretera sigue llamando, porquela carretera no entiende dederrotas y eso era algo que losbeats sabían. Las derrotas sonparte del viaje y el viaje no acabahasta que uno se detiene.Continúa en las canciones, enlos libros, en las calles; en quienesse lanzan al camino; en cualquieraque, a veces, piense (sí,piense) en el viejo Kerouac.

Del ‘beat’ al desencanto

Aullido (Allen Ginsberg, 1956). Prohibido nada más publicarse, en este poemaGinsberg recupera lo marginal para la literatura, pero con mucha más mala uva.

En el camino (Jack Kerouac, 1957). El manifiesto de una generación: la iluminacióntiene forma de carretera, jazz y excesos.

El almuerzo desnudo (William Burroughs, 1959). La novela más beat de Burroughs,en la que explora el lenguaje mientras, a la par, explora también las drogas.

Ponche de ácido lisérgico (Tom Wolfe, 1968). El LSD es el punto de encuentrode un grupo de amigos entre los que destacan los Grateful Dead, Ken Kesey o elmismísimo Neal Cassady.

Los ejércitos de la noche (Norman Mailer, 1968). Mailer analiza, con precisiónde cirujano, EE UU en el contexto de las protestas contra la Guerra de Vietnam.

El primer tercio (Neal Cassady, 1971). Publicada de manera póstuma, la autobiografíadel “héroe de los beatniks” narra su vida antes de conocer a Kerouac.

Miedo y asco en Las Vegas (1971, Hunter S. Thomson). A la contracultura, perdidaya su inocencia, sólo le queda el sabor en la boca del despertar de un mal sueño.

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Temáticos: LibrosNúmero 126Edición impresa:

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Tipo Artículo: NormalAutoría: Adrián BernalTipo de artículo: Normal

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