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GRACIA RIVAS, Manuel: “En torno a la biografía de Blas de Lezo”, Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 7, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2012, pp. 487-522.

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En torno a la biografía de Blas de Lezo

Manuel Gracia RivasCentro de Estudios Borjanos

Recep.: 12.12.11

BIBLID [1136-4963 (2012), 7; 487-522] Acep.: 08.05.12

Resumen

Tras una revisión bibliográfica de las obras publicadas en torno a este gran marino vasco y de los homenajes ren-didos a su figura, se revisa detenidamente su biografía, con especial atención a los aspectos más polémicos dela misma. Al mismo tiempo se analizan las razones que condujeron a su mitificación en el siglo XIX.

Palabras clave: Blas de Lezo, biografías, País Vasco, historia naval, Armada Española.

Laburpena

Itsasgizon euskaldun handi honi buruz argitaratutako lanen eta egindako omenaldien berrikuspen bibliografikobat egin ondoren, patxadaz aztertzen da bere biografia, arreta berezia jarriz alderdi polemikoenetan. Aldi bere-an, aztertzen dira XIX. mendean hura mitifikatzeko egon ziren arrazoiak.

Gako-hitzak: Blas de Lezo, biografiak, Euskal Herria, ontzi-historia, Espainiako Armada.

Abstract

After a bibliographical review of the works published on this great Basque sailor and the tributes paid to him,this work takes a careful look at his biography, paying special attention to his most controversial facets. It alsoanalyses why he was converted into a myth in the 19th century.

Key words: Blas de Lezo, biographies, Basque Country, history naval, Spanish Armada.

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Manuel Gracia Rivas

En los últimos años, la figura del gran marino vasco, D. Blas de Lezo, ha cobrado actualidad. A ellohan contribuido, sin duda, varias obras recientes dedicadas a enaltecer su figura. Una de ellas fueuna novela histórica del ilustre escritor colombiano Pablo Victoria Wilches1, centrada en gran medidaen la defensa de Cartagena de Indias, que ha alcanzado ya su tercera edición, tras la primera apare-cida en 2005. Le siguió una biografía publicada por José Manuel Rodríguez2 en la misma editorial yotra novela histórica, en este caso de un autor vasco, Alber Vázquez3, aparecida en 2009, que tam-bién incide en su participación en los acontecimientos de la defensa de Cartagena de Indias. Pero noson los únicos que han dedicado su atención a este destacado personaje; entre otros destaca el quefuera Agregado Cultural de la embajada de España en Colombia, Gonzalo M. Quintero Saravia4,quien, en 2002, publicó un importante trabajo que mereció una mención especial en los Premios“Virgen del Carmen” de 2003; Carlos Alonso Mendizábal que, en 2008, dio a conocer una biogra-fía novelada5; el colombiano Alfonso Meissel Ujueta, autor de otra biografía aparecida en 19826; yotra muy reciente en lengua inglesa editada por Frederic P. Miler, Agnes F. Vandome y John McBrews-ter7.

Todas ellas vienen a sumarse a biografías anteriores, la primera de las cuales probablemente fuela reseña publicada por Fernández de Navarrete8, en la que se inspiraron muchos autores posteriores.Más tarde aparecieron ya obras monográficas dedicadas a su figura, como las de Valentín Picatoste9,la del conde de Llobregat10, el trabajo de Manfredi11, o el de Armando Cotarelo12.

Por otra parte, su gesta de Cartagena de Indias ha sido objeto también de algunas publicaciones,como la tesis doctoral de Cristóbal Bermúdez Plata13, ya en 1912, o el diario del propio Blas de Lezo14

que se conserva en el Archivo “Álvaro de Bazán” de El Viso del Marqués, y que fue publicado por elC.N. D. José María Blanco Núñez15 y del que, posteriormente, se hizo una edición facsimilar por elMuseo Naval. También fue estudiada en la tesis de Juan Manuel Zapatero16 y la obra del colombianoAlberto Henrique Torres17, a partir de fuentes inglesas. Son interesantes también los comentarios quese dedican a ella en el libro que, sobre operaciones anfibias publicaron Ricardo Álvarez-Maldonado yAbel Ángel Gamundi18 y en el de José María Blanco Núñez19. También podemos reseñar varios artí-culos sobre este tema, como uno de José Manuel Zapatero20, otro de Carlos Martínez Valverde21 o elmás reciente de José María Silos Rodríguez que analiza las defensas de Cartagena de Indias, a lo lar-go de su historia22.

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1. VICTORIA WILCHES, Pablo: El día que España derrotó a Inglaterra. De cómo Blas de Lezo, tuerto, manco y cojo, venció en Cartagena deIndias a la otra “Armada Invencible”, Áltera, Barcelona, 2005 (1ª edición).

2. RODRÍGUEZ, José Manuel: El almirante Blas de Lezo, el vasco que salvó al Imperio español, Áltera, Barcelona, 2008.3. VÁZQUEZ, Alber:. Mediohombre. La batalla que Inglaterra ocultó al mundo, Inédita Editores, Barcelona, 2009.4. QUINTERO SARAVIA, Gonzalo M.: Don Blas de Lezo; defensor de Cartagena de Indias, Editorial Planeta Colombiana, 2002.5. ALONSO MENDIZÁBAL, Carlos: Blas de Lezo “el malquerido”, Editorial Dossoles, 2008.6. MESIEL UJUETA, Alfonso: Blas de Lezo. Vida legendaria del marino vasco, Barranquilla, 1982.7. MILLER, Frederic P.; VANDOME, Agnes F. y McBREWSTER, John: Blas de Lezo, Alphasecript Publishing, 2010.8. FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín: “Noticia biográfica del general de Marina D. Blas de Lezo”, en Estado General de la Real Armada,

Imprenta Real, Madrid, 1829. Apéndice IV.9. PICATOSTE, Valentín: El general Pierna de palo, Colección “Glorias de España” nº 14, Oficinas de “La Última Moda”, Madrid, 1898.10. BARCÁIZTEGUI Y MANSO LLOBREGAT, José Javier de: Un general español cojo, manco y tuerto, don Blas de Lezo, natural de Pasajes,

Imprenta de la viuda de Valverde, Irún, 1927.11. MANFREDI, Domingo: Blas de Lezo, Temas Españoles, nº 281, Publicaciones Españolas, Madrid, 1956.12. COTARELO Y VALLEDOR, Armando: “La figura legendaria de D. Blas de Lezo”, en Conmemoración Bicentenaria de D. Blas de Lezo,

Museo Naval, Madrid, 1941.13. BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal: Narración de la defensa de Cartagena de Indias contra el ataque de los ingleses en 1741, Sevilla, 1912.14. LEZO, Blas de: Diario de lo acaecido en Cartagena de Indias desde el 13 de marzo de 1741 hasta el 20 de mayo del mismo año, que

remite a S. M. Blas de Lezo, Museo Naval, Madrid,15. BLANCO NÚÑEZ, José María: La Armada Española en la primera mitad del siglo XVIII, Izar Construcciones Navales S. A., Madrid, 2001.

Anexo al capítulo VI.16. ZAPATERO, Juan Manuel:. La guerra del Caribe en el siglo XVIII, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan, 1964. Hay una edición

posterior del Servicio Histórico Militar y Ministerio del Ejército, Madrid, 1990.17. HENRIQUE TORRES, Alberto: Homenaje a don Blas de Lezo. El último biógrafo del almirante Edward Vernon. Una versión inglesa de su

asalto a Cartagena de Indias, Casanalpe, Cartagena de Indias, 1955.18. ÁLVAREZ-MALDONADO MUELA, Ricardo y GAMUNDI INSUA, Abel Ángel: Las operaciones anfibias, Empresa Nacional Bazán, Madrid,

1994.19. BLANCO NÚÑEZ, José María: La Armada española en la primera mitad del siglo XVIII, op. cit.20. ZAPATERO, Juan Manuel: “La heroica defensa de Cartagena de Indias ante el almirante inglés Vernon en 1741”, Revista de Historia

Militar, nº 1, Madrid, 1957, pp. 115-152.21. MARTÍNEZ VALVERDE, Carlos: “Análisis estratégico y táctico de las operaciones de ataque y defensa de Cartagena de Indias de 1741”,

Revista General de Marina, Abril 1961, pp. 524-558.22. SILOS RODRÍGUEZ, José María: “La defensa de Cartagena de Indias”, Revista de Historia Naval, nº 87, Madrid, 2004, pp. 45-62.

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No vamos a reseñar aquí las publicaciones en lengua inglesa sobre este episodio de la historianaval o las dedicadas a las medallas acuñadas en aquella ocasión, pero sí haré mención a las referen-cias que aparecen en obras de carácter general o en “clásicos” como Fernández Duro23, las incluidasen diversos repertorios biográficos24, o varias comunicaciones presentadas en algunos congresos,como la de Gutiérrez y Touya25 al de Historia de Euskal Herria, y la muy reciente de María Inés OlaranMúgica26, de especial interés por el detallado estudio genealógico que ofrece.

No puede, por lo tanto, afirmarse en sentido estricto que Blas de Lezo sea un “gran desconoci-do”, como parece deducirse de algunos comentarios aparecidos tras la publicación de las últimasobras, ni tampoco que no haya sido objeto de merecidos reconocimientos, como señalaban losimpulsores de una propuesta para que se le diera su nombre a una calle de la capital de España27, lle-gando a afirmar algunos que era la primera que se le dedicaba en nuestro país, cuando, sin ánimo deser exhaustivo, existen otras anteriores en las siguientes poblaciones: Agüimes (Playa de Aguinaga)(Las Palmas de Gran Canaria), Alicante, Almería, Benidorm (Alicante), Cartagena (Murcia), Córdoba,Dos Hermanas (Montequinto) (Sevilla), Fuengirola (Málaga), Huelva, Irún (Guipúzcoa), Lasarte-Oria(Guipúzcoa), Lezo (Guipúzcoa), Madrid (Vicálvaro), Málaga, La Oliva (Fuerteventura), Las Palmas deGran Canaria, Pasajes (Pasai Antxo) (Guipúzcoa), San Blas (Alicante), San Sebastián-Donostia, Torre-donjimeno (Jaén) y Valencia. También tuvo calle en Erandio (Vizcaya), aunque fue sustituida por la deEtxegorri hace algún tiempo.

Por otra parte, en Cartagena de Indias su recuerdo permanece vivo, recibiendo su nombre unbarrio, una avenida y un parque. Allí se levanta su estatua en bronce, teniendo al fondo la silueta delcastillo de San Felipe, habiéndose convertido en uno de los monumentos más populares de la ciudaden la que murió nuestro personaje.

Es obra del escultor madrileño D. Emilio Laiz Campos28 quien, en 1956, asistió a la inauguracióndel monumento, donado por España a la ciudad colombiana, y fue objeto de grandes elogios, reci-biendo encargos para otras obras, como informaba meses más tarde el diario ABC29.

El 5 de diciembre de 2009, una representación del Colegio de Ingenieros Industriales de la Comu-nidad Valenciana que se había desplazado a Cartagena de Indias, colocó una placa conmemorativafrente al baluarte de San Juan Evangelista.

En ella figura la frase que, supuestamente, el propio Lezo pidió que figurara en los muros de laciudad: “Aquí España derrotó a Inglaterra y sus colonias”.

Con la colocación de otra placa en la muralla y una ofrenda floral ante su monumento, fueronclausurados el 9 de septiembre de 2011 los actos conmemorativos del CCLXX aniversario de sudefensa de la plaza, en los que participaron autoridades colombianas y españolas.

Pero no han sido esos los únicos reconocimientos materiales que se le han tributado. En Pasajes,el mismo año en que se inauguró el monumento de Cartagena, se descubrió una placa en su casanatal que también fue realizada por D. Emilio Laiz.

Un busto del almirante decora la parte superior de la fachada principal del Palacio de la Diputa-ción Foral de Guipuzcoa, junto con los de otros grandes marinos vascos: Urdaneta, Legazpi, Elcano yOquendo. Es obra del escultor D. Marcial Aguirre Lazcano (Vergara, 1841- San Sebastián, 1900).

El edificio, proyectado por el arquitecto D. José Goicoa, se terminó en 1885, pero ese mismo añosufrió un importante incendio que hizo necesaria su reconstrucción, aunque se salvó la fachada yalgunos otros elementos. El nuevo proyecto se debió a los arquitectos D. Luis Aladrén y D. ManuelUrcola, siendo reinaugurado cinco años después.

23. FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo: Armada española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón, Madrid, 1895-2003. Reeditada por elMuseo Naval de Madrid en 1972.

24. IBÁÑEZ DE IBERO, Carlos (marqués de Mulhacén): Almirantes y hombres de mar, Aguilar, Madrid, 1950.25. GUTÉRREZ, B y TOUYA, l. J.: “La nueva política española de defensa en la primera mitad del siglo XVIII: Don Blas de Lezo”, en Congre-

so de Historia de Euskal Herria/II Congreso Mundial Vasco, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, 1988, Tomo VII, pp. 349-360.26. OLARAN MÚGICA, María Inés: “Don Blas de Lezo y Olabarrieta. Estudio genealógico e historia familiar”, ponencia presentada a la XV

Reunión Americana de Genealogía, celebrada en Santo Domingo del 2 al 6 de noviembre de 2009. Puede consultarse en www.montejasso.com.27. Lo que finalmente fue aceptado por el ayuntamiento de Madrid en 2010.28. Emilio Laiz Campos nació en Madrid en 1917, falleciendo en la misma ciudad en 1983. Es autor de numerosas obras. En la capital de

España tiene varios monumentos muy conocidos como la estatua ecuestre de Simón Bolívar en el parque del Oeste, o el dedicado al “Yiyo” alas puertas de la plaza de las Ventas, próximo al busto al Dr. Fleming, del que también es autor.

29. “Ha regresado a España el escultor Don Emilio Laiz Campos”. ABC, Madrid, 8 de septiembre de 1957, pág. 57.

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También en El Puerto de Santa María se quiso honrar su memoria, y el 22 de noviembre de 2009se colocó una lápida conmemorativa en la fachada de la casa de la calle Larga 70 que fue su moraday donde falleció su viuda. Con este motivo, la Banda de Música del Tercio Sur de Infantería de Marinaestrenó la marcha “Almirante Blas de Lezo”, compuesta para la ocasión por D. Joaquín Drake García.

Pero, sin duda, uno de los más altos honores que pueden concederse es el dar nombre a unbuque de la Armada y, en la nuestra, han sido cuatro los que lo han llevado.

El primero de ellos fue el cañonero General Lezo, segundo de una serie de cuatro, encabezadapor el General Concha, que fue botado en Cartagena el noviembre de 1883. Con una eslora de 48metros, tenía un desplazamiento de 540 toneladas y fue enviado a Filipinas, con base en Cavite, don-de se encontraba reparando, sin máquinas y artillería, el 1 de mayo de 1898, y allí fue destruido porla flota norteamericana.

El segundo fue un crucero de 4.780 toneladas que, con 140 metros de eslora y 14 de manga, ibaa ser el primero de una serie de dos. Se inició su construcción en 1915, pero, en septiembre de 1924y antes de ser botado, se trocó su nombre por el de Méndez Núñez, que era su gemelo y cuya bota-dura había tenido lugar en marzo de 1923, con el propósito de honrar al héroe de El Callao en suCentenario. Ya en servicio, el Blas de Lezo fue el buque que cubrió la aventura oceánica del hidroa-vión Plus Ultra, en su vuelo transoceánico, en 1926. Al año siguiente, fue enviado a Shanghai, comocontribución española a las fuerzas internacionales que intervinieron en la crisis de las legaciones,durante la revuelta de los boxers. Lamentablemente, se perdió el 11 de julio de 1932, frente al caboFinisterre, al encallar en unos bajos durante unos ejercicios navales.

El tercero fue un destructor de la clase Gearing, adquirido a la U.S. Navy en 1978. Fue el quintode esa serie y lució el numeral D-65. Había sido botado en 1945 y tenía una eslora de 118 metros,12,5 de manga y un desplazamiento de 3.480 toneladas. Formó parte de la 11ª Escuadrilla de Escol-tas, con base en Ferrol, hasta su desguace en 1991.

De este destructor se conserva el palo de señales, instalado en el patio de la Escuela de Especiali-dades de la Armada “Antonio Escaño” de Ferrol.

Al pie del mismo, una placa recuerda su procedencia y algunos de los hechos en los que intervi-no. En concreto, la recogida del astronauta John Glenn, en aguas del Caribe, tras el primer vueloespacial norteamericano, en 1962, cuando todavía pertenecía a la US Navy, como USS Noa.

La última de las unidades españolas en llevar el nombre de Blas de Lezo es la tercera de las fragatasde la serie F-100. Botada el 16 de mayo de 2003, con sus 146,72 metros de eslora y 18,60 de manga,tiene un desplazamiento de 6.256 toneladas. Se trata de uno de los buques más modernos, siendo unode los pocos del mundo que incorporan el sistema de combate Aegis. En su breve historia y, junto a suintensa actividad naval, destaca su presencia en la revista naval que tuvo lugar en Plymouth, en 2005,durante los actos conmemorativos del II Centenario de Trafalgar, un hecho que fue muy comentado,aunque probablemente el envío de esta unidad no respondió a una intencionalidad concreta.

Menos conocido es el hecho de que hubo otro buque que llevó el nombre del ilustre marino en laArmada Colombiana, el ARC Blas de Lezo (BT-62), que había sido botado en New Jersey en 1944,causando alta en la U.S. Navy con el nombre de USS Kalamazoo (AOG-30). Era un buque tanquepara el transporte de gasolina de 2.270 toneladas de desplazamiento que participó en las operacio-nes del Pacífico, durante la II Guerra Mundial. Dado de baja en 1946, fue adquirido por Colombia alaño siguiente, siendo rebautizado con el nombre de Blas de Lezo, y dado de baja en 1965.

Pero, también, ha existido un buque mercante español que llevó el nombre de Blas de Lezo.Construido por Duro Felguera de Gijón, fue botado el 15 de mayo de 1980. Con 130,80 metros deeslora y 19,28 de manga, tiene un desplazamiento de 6.122 toneladas. Inicialmente llevaba el nom-bre de María Francisca, siendo rebautizado con el de Blas de Lezo en 1982. Vendido en 1986, tomóel nombre de Beeco Asia y, dos años después, el de Marine Star. En 1995 pasó a la compañía Euroa-frica, navegando con el nombre de Rubin y bandera chipriota.

Finalmente, debemos recordar que el 12 de octubre de 1961 se puso en circulación la segundaserie de sellos dedicados a “Forjadores de América”, entre los que se emitieron dos dedicados a D.Blas de Lezo, con valores faciales de 2,50 pts. y 0,70 cts.

De todo lo señalado, se deduce que nuestro personaje ha sido objeto de atención, tanto por par-te de España y de la Armada a la que sirvió, como de la ciudad en la que falleció y en otras poblacio-nes vinculadas o no con su figura.

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A pesar de ello, en su biografía existen todavía algunos aspectos poco conocidos, mientras queotros, repetidos con cierta insistencia, adolecen de muchas imprecisiones que obedecen a un proce-so de mitificación de su figura que fue cobrando fuerza en el transcurso del tiempo.

En las páginas siguientes se analiza la trayectoria vital del gran marino vasco, a través de los datosdisponibles que no siempre son coincidentes pues, como he señalado, quedan aún por resolver deta-lles concretos de su primera etapa, algo difícil por haber desaparecido muchas de las fuentes prima-rias correspondientes a su servicio en la Marina francesa, donde desarrolló los primeros años de suformación naval. He intentado aclarar, asimismo, otros datos de su biografía, a través de trabajosrecientes que intentan depurar los aspectos apologéticos que han venido impregnándola desde elsiglo XIX.

LOS ORÍGENES DE LEZO

Blas de Lezo vino al mundo en el “Pasaje de aquende” que, en aquellos momentos, era un barrio deSan Sebastián, por lo que, como señaló José Luis Banús, puede afirmarse que era de naturalezadonostiarra30. No fue hasta 1805 cuando, con el nombre de Pasajes de San Pedro se convirtió en unnuevo municipio. Pertenecía a una familia hidalga que, como muchas de esa tierra, estaban profun-damente vinculadas con la mar. Aún se conserva allí la casa familiar, con las armas en su fachada y laplaca a la que antes he hecho referencia.

Para conocer la historia familiar de Lezo es fundamental el trabajo de María Inés Olaran Múgica,al que ya he hecho referencia31, que viene a corregir, tras una minuciosa investigación, algunos datospublicados.

Su bisabuelo Pedro de Lezo Lizardi había sido capitán y armador del galeón Nuestra Señora deAlmonte y San Agustín. El abuelo Francisco de Lezo Pérez de Vicente, también fue marino y, en1657, probó su nobleza. No se conocen muchos datos suyos, excepto que fue regidor de Pasajes,pero, en torno a 1666, un Francisco de Lezo llegó desde Veracruz a la península trayendo avisos,como capitán del patache San Agustín y Nuestra Señora de Monserrat. Una vez aquí, intentó conse-guir el mando de la capitana o de la almiranta de los galeones de escolta de la siguiente flota a Amé-rica32, aunque no puedo asegurar que se trate del mismo personaje.

El padre, Pedro Francisco de Lezo y Lizárraga, había nacido en Pasajes el 23 de agosto de 1665 ytambién fue capitán y regidor de su localidad natal. El 21 de marzo de 1683 contrajo matrimonio conAgustina de Olavarrieta, de cuya unión nacieron 10 hijos33. Blas fue el cuarto y su bautismo tuvolugar en la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol el día 6 de febrero de 1689, siendo sus padrinosD. José de Lezcano, caballero de la Orden de Santiago, y Dª María Teresa de Covarrubias34, aunqueotros autores, como José Manuel Rodríguez la denominan María Teresa de Olavarrieta, posiblemen-te por error.

Suele afirmarse que su hermano menor, Francisco, fue virrey del Perú, aunque no aparece en nin-guna de las relaciones de quienes desempeñaron tan alto cometido. Sin embargo, lo cierto es que,como fruto de su matrimonio con Dª María Prudencia Palomeque y Zuazo, nació en la ciudad deLima, el 28 de agosto de 1724, un hijo al que pusieron por nombre Agustín que, tras ser ordenadosacerdote y ser arcediano de Antequera y canónigo de la catedral de Málaga, en 1799 llegó a serobispo de Pamplona y el 15 de diciembre de 1783 fue promovido a la sede arzobispal de Zaragoza,donde falleció el 10 de febrero de 179635.

30. BANUS Y AGUIRRE, José Luis: “Tres episodios de la historia náutica de la costa de Guipuzcoa”, Boletín de Estudios Históricos sobre SanSebastián, nº 25, San Sebastián-Donostia, 1991, pp. 65-89.

31. OLARAN MÚGICA, María Inés: “Don Blas de Lezo y Olabarrieta. Estudio genealógico e historia familiar”, ponencia presentada a la XVReunión Americana de Genealogía, celebrada en Santo Domingo del 2 al 6 de noviembre de 2009.

32. Catálogo de la colección de documentos de Vargas Ponce, Museo Naval, Madrid, Doc. 198, 200, 201 y 219.33. María Inés Olarán ha precisado el nombre de todos ellos y las fechas de bautismo: Manuel Alberto (9 de abril de 1685); Agustín Cruz

(5 de mayo de 1686); Pedro Francisco (28 de abril de 1687); Blas (6 de febrero de 1689); José Antonio Jacobo (25 de julio de 1690); María Jose-fa (13 de diciembre de 1691); Teresa Antonia (6 de mayo de 1693); José Antonio (30 de agosto de 1694); María Joaquina (22 de marzo de1697); y Francisco (30 de julio de 1699).

34. Éste es el apellido que le atribuye María Inés Olarán, citando su registro de bautismo en ADS. Parroquia de San Pedro Apóstol. Pasajesde San Pedro. Libro 3º de Bautismos (1673-1694). Fol. 57 v.

35. www.catholic-hierarchy.org. Arzobispo Agustín Lezo Palomeque.

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Unos meses después, en la Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País, de la que era socio denúmero36, se celebró una sesión necrológica en la que D. José Sobrevía, canónigo de la Santa IglesiaMetropolitana y Rector del Seminario de Zaragoza, pronunció el elogio fúnebre que fue impreso37.Curiosamente, en el texto se destacan los méritos de su padre y de su tío “señaladamente mientrasfueron aquel Virrey de Lima y éste General de la Armada”. Debió quedar huérfano muy pronto, puesen el mismo texto se afirma que “se hallaba todavía en la tierna edad, cuando de Lima fue traslada-do a su solar del Pasaje. Allí al lado de sus abuelos y de su tío Don Blas, recibió los primeros y mássólidos principios de educación”. Resulta muy difícil de creer también que el ilustre marino intervi-niera en la educación del futuro arzobispo pues, en las fechas en las que éste pudo residir en Pasajes,no se encontraba allí. Pero, en cualquier caso, es significativo que, en el momento de la muerte delprelado, se destacaran los méritos de su tío y se le relacionara directamente con él, contribuyendo aenaltecer la memoria de ambos, medio siglo después de su desaparición.

LOS PRIMEROS AÑOS DE SU CARRERA NAVAL

Pero no sólo son imprecisos los datos referidos a su sobrino el arzobispo, sino que todo lo relaciona-do con los primeros años de la formación del propio Blas de Lezo adolece de notables lagunas, entreotras razones porque todos los autores que han abordado su biografía suelen reiterar lo ya conocido,sin investigar en fuentes primarias lo que, por otra parte, presenta notables dificultades por habertranscurrido los primeros años del marino en tierras y buques franceses.

Sabemos que el joven Blas fue enviado a estudiar a un colegio francés. Debía ser muy joven, puessi a los 12 años ya estaba embarcado como guardiamarina, su ingreso en el citado centro de forma-ción tuvo que producirse algunos meses antes o incluso años. Nada sabemos de las características dedicho colegio pero, lo más probable, es que se tratara de una de las Écoles Royales en las que se pro-porcionaba a los aspirantes a servir, como oficiales, en la Marine Royale, una formación básica enmatemáticas y en rudimentos de navegación38. Armando Cotarelo39 afirma que se educó en París, sinaportar más datos. En cualquier caso, es preciso llamar la atención de que la decisión de sus padresde enviarlo a Francia con la probable intención de que fuera marino es anterior a la llegada al tronode Felipe V y, por lo tanto, no guarda relación con la nueva situación creada tras la instauración de lanueva dinastía.

El que, en 1701, se incorporara como guardiamarina en un buque francés tampoco creo que fue-ra debido a esa circunstancia, sino consecuencia lógica de sus propósitos iniciales. Hay que tener encuenta que el nuevo monarca había llegado a Madrid el 22 de enero de ese año y pensar que, pocodespués, se hubiera decidido que jóvenes españoles sirvieran en la Armada del país vecino, parecemuy precipitado, a pesar de que todos los autores hacen alusión a esta circunstancia40.

En esos momentos, Blas de Lezo acababa de cumplir los 12 años y no 14, como afirmaba Domin-go Manfredi41 al señalar erróneamente como año de nacimiento el de 1687. Estamos, por lo tanto,ante un muchacho vasco, educado en Francia, dispuesto a iniciar su carrera como oficial de la Mari-na francesa.

La Guerra de Sucesión comenzó con el enfrentamiento, el 9 de julio de 1701, entre las tropasfrancesas del mariscal Catinat y las del príncipe Eugenio de Saboya, en las proximidades de la locali-dad de Carpi (Italia), cuando sin previa ruptura de hostilidades, los austriacos intentaron apoderarsede las posesiones españolas en el norte de Italia. Hasta 1702, el conflicto no se materializó en lapenínsula ibérica, con el desembarco aliado en Cádiz.

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36. Aunque en sus últimos años había mantenido, respecto a la misma, una postura de cierto distanciamiento, por haberse cuestionado suortodoxia.

37. SOBREVÍA, Josef: Elogio del Excmo. e Ilmo. Señor Don Agustín de Lezo y Palomeque, Caballero Prelado Gran Cruz de Real DistinguidaOrden de Carlos III. Arzobispo de Zaragoza, socio de número de la Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País, leído en la misma Sociedad, ensu Junta General celebrada en 7 de octubre de 1796, por su socio de número..., Oficina de Mariano Miedes, Zaragoza, c. 1796.

38. LEFRANCOIS, Amandine: “Compétence et formation des marins du XVIè au XVIIIè siècles”, Neptunus, revue électronique, Vol. 13,2007/1.

39. COTARELO Y VALLEDOR, Armando: “La figura legendaria de D. Blas de Lezo”, en Conmemoración Bicentenaria de D. Blas de Lezo,Museo Naval, Madrid, 1941, pág. 13.

40. Ignoro las fuentes en las que se basan para fijar el año 1701 como el de su incorporación a la Marina francesa. Si como inmediatamenteveremos tenía 12 años, en esos momentos, parece demasiado joven para embarcar ya como Guardiamarina.

41. MANFREDI, Domingo: Blas de Lezo, Temas Españoles nº 281, Publicaciones Españolas, Madrid, 1956, pág. 3.

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En cualquier caso, la guerra la vivió el adolescente Lezo en buques franceses. Si, como suele afir-marse, comenzó a servir en 1701, a las órdenes del conde de Toulouse, tuvo que participar en lacampaña de Sicilia al año siguiente, cuando fue encomendada la defensa de aquella zona a unaescuadra francesa que él mandaba42. Sin embargo, en ninguna de sus biografías se destaca estehecho, sino tan sólo su presencia a bordo del Foudroyant, el buque en el que enarbolaba su insigniael conde de Toulouse, durante la batalla de Vélez Málaga.

El Foudroyant era un buque de gran porte que tenía unos 55 metros de eslora y 15 de manga,con un desplazamiento de 2.400 toneladas. Armado con 102 cañones, había sido construido enBrest. Inicialmente se llamó Soleil Royal pero, cuando fue botado el 1 de marzo de 1693, había reci-bido ya el de Foudroyant. Terminó sus días en Toulon, donde fue desguazado en 171343.

Sin lugar a dudas, la batalla de Vélez Málaga fue el mayor combate naval que tuvo lugar durantela guerra de Sucesión. En él se enfrentaron la flota anglo-holandesa que iba al mando del almiranteGeorge Rooke, con la franco-española, al frente de la cual se encontraba el conde de Toulouse.

Al comienzo de la Guerra de Sucesión, Rooke había intentado apoderarse de Cádiz y, posterior-mente, protagonizó el intento de captura de la flota de Indias en aguas de la ría de Vigo. El 17 demayo de 1704, al frente de una poderosa escuadra de 61 buques se presentó frente a Barcelona,aunque tampoco pudo hacerse con el control de la ciudad. De allí se dirigió a Gibraltar, logrando larendición de la plaza el 4 de agosto de ese año. Allí se encontraba cuando tuvo noticias de la proxi-midad de una flota francesa. Se trataba de la que, al mando del conde de Toulouse, había salido deToulon y a la que, en Málaga, se unieron las galeras españolas. Decidió salir a su encuentro y ambasescuadras se enfrentaron, frente a Vélez Málaga el 24 de agosto de 1704.

El Foudrayant, junto con Le Tonnant44 y L’Oregueilleux45, estuvo empeñado en combate con cin-co buques enemigos durante unas tres horas. Al final, los franceses se retiraron, adjudicándose eltriunfo, al igual que los ingleses, aunque en este caso el almirante Rooke fue juzgado con severidadpor lo incierto del resultado. Algunas fuentes señalan que se le relevó del mando. En cualquier caso,en febrero de 1705 se retiró a sus posesiones, aduciendo problemas de salud, donde falleció cuatroaños después.

Lo cierto es que, a pesar de la importancia numérica de las formaciones y del elevado número dedisparos que intercambiaron, no se produjo el hundimiento de ningún buque, aunque hubo un ele-vado número de bajas en ambos bandos, más de 2.500 en flota anglo-holandesa y unas 1.600 en lafrancesa46.

Entre los heridos se encontraba el guardiamarina Blas de Lezo. Tenía 15 años cuando una bala decañón le alcanzó en la pierna izquierda, produciéndole tan graves destrozos que le tuvo que seramputada por debajo de la rodilla. Se ha resaltado repetidamente la importancia de la lesión y lasduras circunstancias en las que se llevaba a cabo la amputación de un miembro en aquellos momen-tos, en los que no se disponía de anestesia adecuada. Hay que tener en cuenta que la Cirugía fran-cesa había alcanzado un elevado nivel y, por otra parte, no cabe la menor duda de que un buquedonde iba embarcado el mando supremo de la escuadra contaría con profesionales de reconocidacompetencia. De hecho, los resultados obtenidos en el caso de Lezo lo atestiguan, pues no puedeatribuirse únicamente a su juventud el éxito de la intervención.

José Manuel Rodríguez hace alusión a una cita del propio Lezo en la que relata que “de un tiro decañón perdió del todo una pierna que se la hubieron de cortar, recuperándose de herida tan consi-derable a costa de crecidos gastos”47. De ella parece deducirse que hubo problemas posteriores que

42. Louis Alexandre de Borbón, conde de Toulouse, era fruto de las relaciones extramatrimoniales de Luis XIV y de la marquesa de Mon-tespan. Reconocido en 1681, le fueron concedidos sucesivos honores. El 1697 fue nombrado Teniente General de los Ejércitos Reales.

43. ROCHE, Jean-Michel: Dictionaire des bâtiments de la Flotte de Guerre française de Colbert à nos jours. Tomo I (1671-1870), MauryMillau, 2005, pág. 211.

44. Le Tonnant era un navío de 80 cañones que había sido botado en Toulon en diciembre de 1693. Con unos 51 metros de eslora y 14,5de manga tenía un desplazamiento de 1.750 toneladas. Durante el combate de Vélez Málaga estuvo mandado por el Teniente General AlainEmmanuel de Coëtlogon.

45. L’Orgueilleux era un navío de 80 cañones que había sido botado en Port Louis el 29 de marzo de 1691. Con 49,1 metros de eslora y 14de manga, tenía un desplazamiento de 1.600 toneladas. Durante el combate estuvo mandado por Camille de Digoine (chevalier du Palais).

46. MONTORO FERNÁNDEZ, Francisco y RANEA FERNÁNDEZ, Miguel: La batalla de Vélez Málaga, Silex Ediciones, 2007. Es el último traba-jo publicado sobre este combate.

47. RODRÍGUEZ, José Manuel: El almirante Blas de Lezo, el vasco que salvó al Imperio español, Áltera, Barcelona, 2008, pág. 35.

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originaron esos “crecidos gastos”. Nada sabemos del lugar donde tuvo lugar la convalecencia, aun-que, según todos los autores que se han ocupado de ello, ya se había reintegrado al servicio activo alaño siguiente.

Ello constituye una prueba del valor y entereza del muchacho que ya había sorprendido duranteel combate y tras la herida recibida. Como consecuencia de ello, y a pesar de su corta edad, fueascendido a “Alférez de bajel de alto bordo” y el propio conde de Toulouse elogió su comporta-miento en una carta dirigida a Felipe V que le hizo promesa de un hábito, aunque no llegó a mate-rializarse. En torno a estos reconocimientos surge otro problema, pues para unos la autoridad que leascendió fue Luis XIV, como parece más probable al navegar en un buque francés, aunque otrosautores como José Manuel Rodríguez atribuyen el ascenso a Felipe V.

Hay que resaltar el impacto que en la moral de un muchacho de su edad hubo de tener la pérdi-da de la pierna. Es significativo su deseo de continuar la carrera naval, a pesar de las dificultades queentrañaba el tener que embarcar con una prótesis. En todo buque y, en especial, en los de vela, esimportante mantener el equilibrio sobre ambas extremidades inferiores y ello resulta especialmentedificultoso cuando falta una de ellas, ya que no se dispone del mismo apoyo. No obstante, ha habi-do casos de otros marinos que se encontraron en circunstancias similares y supieron superarlas.Rodríguez cita el caso del almirante holandés Cornelius Jolls o el del pirata francés François le Clerc.

Como curiosidad, podemos señalar como ya lo han hecho otros48 que, a bordo del Sherewsbury,insignia del almirante Rooke, se encontraba otro guardiamarina, cinco años mayor que Lezo, EdwardVernon, el hombre al que, años después, se enfrentaría en Cartagena de Indias.

INTENTANDO ESCLARECER EL CURSO DE SU CARRERA

A partir de este momento, todo lo publicado sobre la trayectoria naval de Blas de Lezo está sumidoen la confusión y, en muchos casos, adolece de claros matices encomiásticos que no encuentran apo-yo en las fuentes consultadas.

En primer lugar, no conocemos con precisión la fecha de su reincorporación a la Armada france-sa con el empleo de “alférez de bajel de alto bordo” al que había sido promovido tras el combate deVélez Málaga. Se suele afirmar que lo hizo en 1705, como antes he reseñado, pero es probable quefuera algo más tarde si, como parece deducirse de su propio testimonio, la recuperación de su heri-da fue larga y “costosa”.

En segundo lugar, ignoramos los buques en los que embarcó. Es muy improbable que, en suempleo y con tan escasa edad, le fuera conferido el mando de una unidad. Por lo tanto, tuvo queembarcar en la escuadra del conde de Toulouse que, por entonces, se encontraba operando en elMediterráneo. Con alguna unidad de la misma participaría en el auxilio a Palermo y, especialmente,a la plaza de Peñíscola que, como es sabido, resistió el asedio de las tropas inglesas entre 1705 y1707, cuando la mayor parte de las poblaciones del reino de Valencia se habían decantado a favordel archiduque Carlos. Por este motivo, Felipe V le concedió más tarde el título de ciudad, junto conotros privilegios.

En esta misma época hay que situar el episodio de Barcelona, aunque con las lógicas matizacio-nes. Suele afirmarse que se le encomendaron “diversos convoyes que de Francia se remiten a FelipeV, acampado sobre Barcelona”49, que recibió el mando “de varias expediciones marítimas enviadasdesde Francia con víveres, armas y material para las tropas de Felipe V que bloqueaban el puerto ycosta de Barcelona”50 o “la difícil escolta y protección de los transportes de pertrechos y municionesque por vía marítima se enviaban desde Francia a España, en ayuda del ejército de Felipe V duranteel primer sitio de la ciudad de Barcelona, en 1706”51. Todo ello resulta altamente improbable tenien-do en cuenta su empleo, equivalente a Alférez de Navío y las fuerzas empeñadas.

El 14 de octubre de 1705 había capitulado Barcelona, tras el desembarco de las tropas aliadas,quedando la ciudad en poder del archiduque que, a partir de ese momento, estableció allí su capital,

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48. VICTORIA, Pablo: El día que España derrotó a Inglaterra, Altera, 2005, pág. 110.49. COTARELO Y VALLEDOR, Armando: op. cit., pág. 13.50. MANFREDI, Domingo: op. cit., pág. 7.51. RODRÍGUEZ, José Manuel: op. cit., pág. 37.

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intitulándose Carlos III de España. En la primavera del año siguiente se produjo la reacción de FelipeV que, al percatarse de la importancia de lo que allí está en juego, intentó recuperar la ciudad. El 3de abril de 1706, los ejércitos borbónicos, al mando del duque de Noailles y el mariscal de Tessé lle-garon a Barcelona y el 25 de abril tomaban la fortaleza de Montjuic. Sin embargo, a pesar del sitio aque fue sometida la ciudad por tierra y mar, en este último caso por la escuadra del conde de Tou-louse, la población resistió hasta que el 8 de mayo llegó la escuadra aliada obligando a retirarse a laflota borbónica. Poco después, el sitio tuvo que ser levantado y las tropas de Felipe V iniciaron la reti-rada por el Rosellón, abriendo el camino hasta Madrid a Carlos III que el 25 de junio era proclamadorey en la capital de la monarquía.

En el marco de estos acontecimientos debe ser situado uno de los episodios que se incluye en lasbiografías de Lezo como ejemplo de su audacia y valor. El relato varía de unos autores a otros, perotodas las versiones sorprenden por varios motivos. En esencia, lo que supuestamente ocurrió es quea nuestro protagonista se le encomendó el mando de “un convoy” o “varias flotillas” para socorreral ejército hispano-francés o, incluso, a la propia ciudad de Barcelona que, como he relatado, estabaen manos austracistas. En todos los casos alcanzó su objetivo, burlando la vigilancia de la escuadraaliada, recurriendo, en una de las ocasiones, a una espectacular treta. A punto de caer en manosenemigas, Lezo no vaciló en prender fuego a alguno de sus barcos para que, protegido por el humo,pudiera forzar el bloqueo y entrar en puerto con los buques supervivientes. Pablo Victoria llega máslejos y afirma que cargó sus cañones con material incendiario para prender los buques británicos,mientras que en sus propios buques dispuso unas parrillas de hierro en las que quemó paja húmeda,provocando una espesa cortina de humo, protegido por la cual logró escapar con sus barcos.

Al analizar la verosimilitud de esta acción hay que intentar situarla en un espacio temporal que nopudo ser otro que el breve periodo transcurrido entre la llegada de la flota aliada y el levantamientodel sitio terrestre. Si resulta llamativo que se optara por un abastecimiento por el mar, en unas aguasdominadas por la escuadra anglo-holandesa, tras la retirada de los buques del conde de Toulouse,más lo es el que se encomendara el mando a un joven Alférez de Navío, salvo que se tratara de uni-dades de muy poca entidad. Por otra parte, el empleo de cortinas de humo representaría toda unarevolución al recurrir a una táctica naval que no alcanzó su pleno desarrollo hasta la I Guerra Mun-dial, tras su puesta a prueba por la Marina alemana en unas maniobras desarrolladas en 1908. Sinembargo, José Antonio Calderón52 llamó la atención sobre la posibilidad de que el almirante Vernonpensara en recurrir a este procedimiento durante el ataque a Cartagena de Indias. Se basaba en lasdeclaraciones de unos prisioneros ingleses que informaron de que, en la escuadra de Vernon, ibandos embarcaciones “con prevención de un compuesto de humo fétido, para con él, llegado el caso,embarazar la vista y aturdir a sus enemigos”. Según uno de los capitanes detenidos era “una nuevaidea que han descubierto para oscurecer los aires y que, sin ser vistos ni sentidos, puedan, pegandofuego a dichas embarcaciones, quemándose éstas lentamente, despedir una niebla que impida seperciba la Armada y hacer ésta su desembarco, sin ser sentidos en Cartagena”. Aunque la noticiafuera cierta, Vernon no llegó a hacer uso de la treta, pero queda como testimonio de que, en 1741,se especulaba con la posibilidad de su empleo en circunstancias similares a las que se atribuyen aLezo, unos años antes.

EL INCENDIO DEL RESOLUTION

Por esa misma época, suele situarse a nuestro protagonista practicando el corso y, entre sus éxitos, sedestaca el enfrentamiento mantenido con el HMS Resolution en aguas de Ventimiglia, al que atacó yprendió fuego, a pesar de su inferioridad.

El episodio es histórico, pero ni tuvo lugar en la fecha en que suele citarse ni las circunstancias quelo rodearon son las que se le atribuyen. Aunque algunos autores ya han salido al paso de algunoserrores, podemos establecer, ahora, con precisión lo que ocurrió, a partir de fuentes británicas y fran-cesas.

El Resolution era el cuarto buque que había llevado este nombre en la Royal Navy. Construido enlos astilleros de Woolwich, donde había sido botado el 15 de marzo de 1705, pertenecía a la tercera

52. CALDERÓN QUIJANO, José Antonio: “¿Pensó Vernon emplear las cortinas de humo en su ataque contra Cartagena de Indias?”, Revis-ta General de Marina, 122:05, 1942, pp. 651-657.

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clase y estaba armado con 70 cañones. Con unos 46 metros de eslora y 12,5 de manga, tenía undesplazamiento de 1.103 toneladas.

Según un autor británico53, el 13 de marzo de 170754 había zarpado del puerto de Barcelona, almando de Henry Mondaunt, el hijo menor55 del tercer conde de Peterborough que viajaba a bordo,acompañado por un emisario de Carlos III, con destino a Génova donde tenían previsto entrevistarsecon el duque de Savoya. Les daban escolta las fragatas HMS Enterprise y HMS Milford.

El día 19 de marzo, cuando se encontraban a muy pocas millas del puerto de destino, fueron avis-tados por buques franceses. Según la citada fuente, se trataba de dos navíos de 80 cañones, dos de70 cañones, uno de 68 y otro de 58. Teniendo en cuenta la desproporción de fuerzas y el maltrechoestado en el que se encontraba el Resolution, tras haber sido duramente castigado por una tormen-ta, el conde de Peterborough y el enviado de Carlos III, pasaron a la Enterprise, emprendiendo la hui-da, en compañía de la Milford, logrando alcanzar Génova. Mientras tanto, el Resolution era perse-guido por los franceses y sometido a un intenso cañoneo e, incluso, a un intento de abordaje. Trasuna larga resistencia, al amanecer del día 21, un navío de 80 cañones volvió a alcanzarle y, ante laimposibilidad de continuar tan desigual combate, decidieron embarrancarlo en las proximidades deVentimiglia y quemarlo, tras haber puesto a salvo a toda la dotación.

Pero disponemos también de la versión francesa. Según Roche56 los protagonistas del enfrenta-miento con el Resolution fueron los buques franceses Rubis57 y Toulouze58 (Toulouse). Este último ibamandado por el Capitán de Navío Salaberry de Benneville y montaba 64 cañones, mientras que elRubis era un navío de 56 cañones. A ambos les atribuye el mérito de la pérdida del Resolution, aun-que admitiendo que el incendio fue provocado por su dotación. Lo que relatan las fuentes francesasparece más verosímil, ya que magnificar la importancia de las fuerzas enemigas suele ser un recursohabitual para justificar una derrota. El que los buques franceses fueran de menor porte es un datorelevante, aunque hay que considerar la posibilidad de que las condiciones de navegabilidad delResolution no fueran las más adecuadas debido a los daños sufridos por la tormenta antes señalada.

La participación de Lezo en el encuentro sería la correspondiente a un Alférez de Navío embarca-do en uno de los dos buques franceses, probablemente el Toulouze, por las razones que más ade-lante aduciré pero, en modo alguno, se le puede atribuir el mérito de la victoria.

LA DEFENSA DE TOULON

Poco después, encontramos a Lezo en Toulon, participando en la defensa de la ciudad frente al aco-so de los ejércitos aliados. Este episodio, fue consecuencia del fracaso francés en Italia. Siempre den-tro del marco de las operaciones libradas con ocasión de la Guerra de Sucesión española, Luis XIVdecidió atacar en Saboya para invadir, a continuación, el Piamonte. Un ejército hispano-francés con-siguió avanzar hasta Turín, donde el 14 de mayo de 1706 unos 40.000 hombres pusieron sitio a laciudadela. En ella se encontraba Víctor Amadeo II de Saboya que decidió resistir, a la espera de la lle-gada de su primo Eugenio de Saboya con nuevos refuerzos, con el que consiguió reunirse el 17 dejunio. Mientras tanto, el general austriaco Wirich Philipp von Daun se hizo cargo de la defensa queno pudo ser quebrada por los franceses, los cuales tuvieron que retirarse a comienzos de septiembresin conseguir su objetivo. En el empeño perecieron cerca de 6.000 hombres y otros 7.000 fueron víc-timas del acoso al que les sometieron los ejércitos enemigos en los días siguientes.

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53. PHILIPS, Michael: Ships of the Old Navy, Resolution (70). www.ageofnelson.org54. Erróneamente se suele señalar la misma fecha de 1706.55. Era el tercer hijo y no el segundo. La primogénita era Lady Hernietta Mordaunt que contrajo matrimonio con el segundo dique de Gor-

don. El segundo fue John Mordaunt que murió en 1710, transmitiendo a su hijo el título de su padre. Henry, el menor, sirvió en la Royal Navy yfalleció el 27 de febrero de 1710.

56. ROCHE, Jean-Michel: op. cit., Tomo I, pp. 389 y 442.57. Era un navío que había sido construido en Port Louis, donde fue botado el 21 de enero de 1704. Con 39,3 metros de eslora y 10,4 de

manga, tenía un desplazamiento de 800 toneladas. Había participado en el combate de Vélez Málaga y en el bloqueo de Gibraltar. Al términode la guerra estuvo en las Antillas y, en 1717, fue convertido en pontón en la base de Toulon, donde terminó siendo desguazado en 1729.

58. El Toulouze o Toulouse fue construido en Toulon donde fue botado en 1703. Con 45,5 metros de eslora y 12,3 de manga, tenía un des-plazamiento de casi 1.000 toneladas. También estuvo en el combate de Vélez Málaga. Practicó el corso en aguas del Mediterráneo y el 2 dediciembre de 1711, cuando navegaba por aguas de Mahón en compañía del Trident, ambos de la escuadra del Capitán de Navío Grandpé, fuecapturado por el HMS Stirling Castle, en el curso de un enfrentamiento con varios buques ingleses, tras un encarnizado combate.

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La retirada francesa permitió el avance de los imperiales que invadieron la Provenza y al añosiguiente se presentaron ante Toulon, defendida por el mariscal de Tessé y las unidades navales quese encontraban en puerto.

El 29 de julio de 1707, las tropas del príncipe Eugenio de Saboya iniciaron el sitio, mientras que laflota inglesa del almirante Shovell hacía lo propio por mar y bombardeaba la ciudad.

Blas de Lezo que tenía 18 años, en aquellos momentos, participó en la defensa del fuerte de Sain-te-Catherine, al frente de un destacamento que fue tomado por los imperiales, aunque pudo serreconquistado el 14 de agosto.

Durante los combates en torno al fuerte, aunque no sabemos si en su defensa o reconquista,sufrió una herida en el ojo izquierdo que le ocasionó su pérdida.

Fue, probablemente, tras estos hechos cuando fue ascendido a Teniente de Navío y destinado alpuerto de Rochefort, iniciando una etapa que también está sumida en notables imprecisiones.

EL CASO DEL STANHOPE

Las biografías de Lezo destacan que, durante esos años, logró capturar varios buques ingleses, hastaonce señalan algunos autores. No parece razonable una cifra tan elevada, ni creemos que el marinovasco llegara a mandar unidades en esa etapa. Lo más probable es que, como Teniente de Navío,continuara embarcado en buques de gran porte, quizás el Toulouze, en cuyo historial figuran anota-das dos capturas de buques ingleses. La primera de ellas tuvo lugar el 4 de enero de 1708 cuando,con el Content, apresaron a una fragata inglesa de 26 cañones. La otra, más tardía, se produjo el 21de septiembre de 1710, cuando en compañía del Vestale y el Meduse, lograron rendir al HMS Fameentre Mahón y Barcelona. En la primera ocasión el Toulouze iba mandado por el Capitán de Navío deGrenonville59.

Pero quizás, uno de los hechos de armas más relevantes de la biografía “oficial” de Lezo es lacaptura del navío Stanhope que suele datarse en 1710. Esta acción se presenta como prueba de laaudacia de nuestro protagonista, debido a la pretendida desigualdad entre el buque inglés, de dospuentes y 70 cañones, y la pequeña fragata que, supuestamente, mandaba Lezo. Por ello eludió elcombate de costado, por su evidente inferioridad, y lo batió por popa, logrando desarbolarlo, lo quele permitió su abordaje y rendición, sin apenas daños en su fragata, aunque sufrió algunas heridas delas que se recuperó pronto.

El episodio siempre ha resultado sospechoso para quienes se han ocupado del mismo, ya que noexistió un navío con este nombre en la Royal Navy. Por este motivo se ha supuesto que se trataba deun mercante de la East India Company mandado por Jhon Combs. Entre los buques de esta compa-ñía sí existió un Stanhope. Tenía un desplazamiento de 420 toneladas y llegó a realizar 4 viajes desdesu entrada en servicio en 1714, hasta su baja en 172560. Pero, en cualquier caso, fue un buque pos-terior a la época del supuesto apresamiento y en su historial no existe ninguna referencia a estehecho. Intentando justificarlo, algunos autores han aventurado la posibilidad de que se tratara de unbuque corsario, de la que no existen pruebas y, por otra parte, es impensable que un barco de estascaracterísticas montara 70 cañones.

Los autores ingleses nunca han aceptado el episodio y en las fuentes francesas no he encontradoninguna referencia a esta captura que debería aparecer si, como parece lógico, hubiera sido prota-gonizada por una unidad francesa. Sin base documental fiable se ha atribuido, recientemente, lacaptura a la fragata francesa Valeur, probablemente por el hecho de que existió una unidad con estenombre que tenía su base en Rochefort, puerto en el que estuvo destinado Lezo. Construida enBayona, había sido botada en noviembre de 1707. Con 37 metros de eslora y 10 de manga, tenía undesplazamiento de 478 toneladas y estaba armada con 34 cañones. Fue dada de baja en 1719. Tam-bién, por esas mismas fechas existió otra fragata francesa del mismo nombre. Botada en Brest el 2 demayo de 1704, desplazaba 370 toneladas y estaba armada con 26 cañones. Fue capturada por elHMS Worcester el 15 de mayo de 1705. Entró en servicio en la Royal Navy, siendo enviada a Améri-

59. Todos estos datos han sido tomados de ROCHE, Jean-Michel: op. cit.60. SUTTON, Jean: Lords of the East. The East India Company and Its Ships, Conway Maritime Press, Londres, 1981, pp. 162-168.

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ca. Encontrándose en Terranova fue tomada por unas chalupas francesas el 6 de septiembre de1710, aunque pudo ser recuperada por el HMS Essex el 13 de diciembre de ese mismo año, siendodesguazada en 171861.

En el Museo Naval de Madrid se conserva un óleo de Ángel Cortellini Sánchez (1858-1912), quefue pintado, a comienzos del siglo XX, cuando el autor trabajaba en dicho museo. Puede verse alnavío de Lezo, batiendo por popa al Stanhope, aunque sorprendentemente arbola pabellón español.

A la luz de los datos actualmente disponibles, la captura del Stanhope hay que considerarla, porel momento, un episodio apócrifo, fruto del proceso de mitificación del héroe vasco.

EN LA ARMADA REAL ESPAÑOLA

La Guerra de Sucesión se encontraba prácticamente resuelta cuando, en enero de 1712, se abrió elCongreso de Utrech para elaborar los tratados que pusieron fin a la misma. En agosto de ese año seselló el armisticio entre Inglaterra, Francia y España que conduciría a la firma, en abril de 1713, de untratado entre las dos primeras y, en julio de 1713, a la paz entre España e Inglaterra.

Es en esos momentos cuando se produce la incorporación de D. Blas de Lezo a la Real Armada,cuya reconstrucción fue uno de los primeros objetivos de la nueva dinastía, aunque no podemos pre-cisar el momento preciso en que tuvo lugar.

A pesar de estos pasos iniciales hacia la solución del conflicto, Barcelona continuaba en poder delos partidarios de Carlos III y para acabar con la resistencia, el 13 de agosto de 1713 la ciudad fuesitiada por un poderoso ejército al mando del duque de Popoli, nombrado virrey de Cataluña porFelipe V. Poco después, la plaza era bloqueada por mar por una escuadra mandada por el almiranteD. Manuel Pérez Pintado. Entre las unidades que formaban parte de esa agrupación naval se encon-traban las galeras del almirante Andrés Matías de Pez y Malzárraga62, a las que se sumaron un navíoy una fragata. El primero, el Campanella, era una unidad de 800 toneladas y 70 cañones, que habíasido adquirida a un armador italiano, siendo rebautizado con el nombre de Nuestra Señora de Bego-ña.

El mando de este buque fue encomendado a Blas de Lezo del que se afirma era, en aquellosmomentos, Capitán de Navío. Fue el 21 de febrero de 1714 cuando Felipe V, a instancias de Patiñopromulgó una Real Cédula por la que se reorganizaban las fuerzas marítimas, en atención a “cuántoimporta a mi servicio bloquear por mar la plaza de Barcelona hasta su rendición”. En ella afirmabaque, ante la falta de oficiales para los buques empeñados en esta empresa, había solicitado almonarca francés que le socorriera con “algunos de diferentes grados”. Por ello, es muy posible quefuera entonces cuando llegó Lezo a España con el empleo de “Capitán de mar y guerra”, el reserva-do a todos los que mandaran “bajel particular armado, sea de corso, de guerra o mercante conmisión real”, tras ser suprimidos los restantes63.

Fue durante el asedio de Barcelona cuando Lezo sufrió la herida en el antebrazo derecho que lequedó inutilizado. Cabe plantearse el momento en el que se produjo este hecho que suele reseñarsesin más precisiones. Si la herida fue provocada por una bala de mosquete no es posible que fueraconsecuencia de un intercambio de disparos con la plaza por lo que, tuvo que ser fruto de un enfren-tamiento naval. Durante aquellos días hubo varios. Fernández Duro refiere la captura de dos buquesde 22 y 18 cañones, procedentes de Génova, tras encarnizado combate con las galeras; también elde un convoy de 22 embarcaciones que se dirigía a Barcelona, protegido por una fragata de 30 caño-nes y dos tartanas armadas. En cualquiera de ellos o en otros similares debió verse involucrado Lezoque, a sus 25 años, se encontró cojo, tuerto y manco, pero dando prueba de su entereza continuóen el servicio. A pesar de sus secuelas, la herida del brazo no debió revestir especial gravedad, sien-do, por otra parte, la primera que trataron cirujanos españoles.

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61. ROCHE, Jean-Michel: op. cit., Tomo I, pág 455.62. También se le conoce como Andrés de Pes, aunque como “Pez” tiene calle dedicada en Madrid y Cádiz. José María BLANCO NUÑEZ en

su obra La Armada Española en la primera mitad del siglo XVIII, Izar Construcciones Navales, Madrid, 2001, hace notar el hecho de que la “calledel Pez” de la capital de España, que va a desembocar en la de San Bernardo, suele ser relacionada con la existencia en aquel lugar de un anti-guo estanque, olvidando que está dedicada al ilustre marino gaditano.

63. El texto de esta Real Cédula fue publicado por FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo: Armada Española desde la unión de los reinos de Castillay Aragón, Museo Naval. Edición facsimilar Madrid, 1972, Tomo VI, pp. 112-113.

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El 11 de septiembre de 1714, Barcelona se rindió finalmente e, inmediatamente, la mayor partede los buques que habían participado en el bloqueo fueron enviados a Italia para recoger a Isabel deFarnesio que iba a contraer matrimonio con Felipe V. La orden que tenía D. Andrés de Pez, que iba alfrente de la misma, era conducirla a Alicante, pero la nueva reina tras embarcar en Sestri el 30 deseptiembre, sólo realizó una corta navegación de seis horas hasta Génova, desde donde decidió pro-seguir su viaje por tierra, por lo que la armada, sin su ilustre pasajera puso rumbo a Barcelona. Nosabemos si Lezo participó en este cometido pero sí lo hizo, al mando del Nuestra Señora de Begoñaen la expedición organizada para someter a Mallorca, el único territorio que aún mantenía su fideli-dad a Carlos III, lo que se logró el 15 de junio de 1715, tras llegar los buques a Alcudia y rendir la isla,sin resistencia el virrey austracista D. Álvaro de Navia Osorio.

SU ACTUACIÓN EN LA AMÉRICA HISPANA

Suele afirmarse que el primer contacto que Lezo tuvo con el continente americano fue en 1716cuando, al frente del navío Lanfranco64, formó parte de la flota que ese año partió para Nueva Espa-ña al mando del Jefe de Escuadra D. Fernando Chacón Medina y Salazar. Entre los buques que laintegraban se encontraba también La Hermiona, a bordo de la cual viajaba el nuevo virrey de NuevaEspaña, marqués de Valero.

La flota regresó ese mismo año, trayendo en el tornaviaje parte de la plata recuperada de la que,al mando del general D. Juan Esteba Ubilla, había naufragado el año anterior. Esta flota integradapor once buques había zarpado de La Habana el 27 de julio de 1715 y, tres días después, fue sor-prendida por huracán que provocó el hundimiento inmediato de dos naves, mientras que otras ochofueron a perderse en los bajos de cabo Cañaveral. Sólo se salvó la Grifón, una nave francesa que ibaadelantada y no se vio afectada por el temporal. En el siniestro perecieron el propio general y más demil hombres. Inmediatamente se procedió a rescatar la carga, tarea no muy complicada debido a quelos restos de los buques se encontraban sobre la costa o a muy poca profundidad. Se sacó la plataque fue remitida a La Habana, aunque el pirata Jennings logró apoderarse de 350.000 pesos duran-te un ataque realizado al lugar en el que se estaba procediendo al rescate. También capturó un ber-gantín que se dirigía a La Habana con 3.000 onzas de oro65. Sin embargo, una parte importante delo que viajaba a bordo de las naves siniestradas pudo recuperarse y ser llevado a Cádiz en la flota deChacón, con la que regresó Lezo.

Sin embargo, tengo serias dudas de que Blas de Lezo llegara a participar en este viaje y mandarael Lanfranco sobre el que, por otra parte, puede existir una confusión a la que me referiré más ade-lante.

Pero no existe la menor duda de que, el 16 de diciembre de 1716, partió de Cádiz con destino alMar del Sur, formando parte de una curiosa expedición que Felipe V envió para garantizar la seguri-dad en aquellas aguas.

Desde finales del siglo XVI existía en la costa del Pacífico una agrupación naval que, con el nom-bre de Armada del Mar del Sur, tenía como misión la protección de los buques que eran enviados aPanamá con la plata peruana y las mercaderías destinadas a la feria de Portobelo. También se encar-gaba de la defensa de aquellas costas, frente a los ataques de piratas y corsarios, siempre bajo laautoridad del virrey del Perú.

Tras la llegada al trono de Felipe V, la presencia de buques franceses en aquella zona había expe-rimentado un incremento notable, practicando actividades comerciales toleradas y, en muchos casos,el contrabando. La situación se fue convirtiendo en insostenible, al no disponer las autoridades virrei-nales de buques para impedirlo. Nunca había contado la Armada del Mar del Sur con efectivos sufi-cientes pero, tras la Guerra de Sucesión, los existentes se encontraban en deplorable estado. Por ello,en 1716, el nuevo virrey, príncipe de Santo Buono, pidió ayuda al monarca quien decidió encomen-dar a corsarios franceses la represión del contrabando que practicaban sus compatriotas.

64. Este buque, primero de los que llevaron ese nombre, había sido construido en 1714 y fue comprado a un particular. Iba armado con 60cañones. VV.AA.: El buque en la Armada Española, Editorial Silex, Bilbao, 1981, pág. 415.

65. FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo: op. cit., Tomo VI, pp. 125-128.

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El 14 de noviembre de 1716 firmó un asiento con Juan Nicolás de Martinet, para que, con tresnavíos de su propiedad, reforzados con otro de la Corona, se dirigiera al Pacífico actuando contra losbuques que operaban en aquellas aguas, cualesquiera que fuera su nacionalidad.

Martinet era un Teniente de Navío francés que había sido nombrado Jefe de Escuadra en Españay que, desde dos años antes, ya tenía facultad para actuar en los mares europeos al servicio de Feli-pe V.

La historia de esta expedición ha sido muy bien documentada por Pérez-Mallaina y Torres Ramí-rez66. A través de sus investigaciones sabemos que se trató de una empresa mercantil en la que par-ticiparon importantes comerciantes franceses que financiaron la adquisición de los barcos que debíaaportar Martinet. Eran estos el Conquérant67, un navío de 64 cañones; el Triomphant68, de 5 y LaPèlerin de 4869. A los buques de Martinet, con dotaciones y comandantes franceses, se sumó el queproporcionaba el rey. Se trataba de un navío de 60 cañones llamado Nuestra Señora del Carmencuyo mando se encomendó a Bartolomé de Urdinzu que, asimismo, actuaba como segundo jefe dela expedición. Blas de Lezo iba embarcado en él, como segundo comandante del navío.

Este barco era el antiguo Pembrok, adquirido en Génova, al que también se conocía con el ape-lativo de Lanfranco. En la obra anteriormente citada, se relacionan sucesivamente cuando, sin duda,se trata de un mismo buque. De ahí el error al que hacía referencia respecto al supuesto primer viajede Lezo.

Era la primera vez que se enviaban al Pacífico buques de guerra, con el propósito de potenciar lafuerza de protección allí existente que, hasta ese momento, había estado bajo la dependencia delvirrey y con medios muy precarios. Urdinzu y Lezo, al que se califica como “hombre confianza dePatiño”70, llevaban como misión reorganizar esa Armada del Mar del Sur, adaptándola a las caracte-rísticas de las nuevas agrupaciones navales. Para ello, transportaba a oficiales españoles encargadosde este cometido, junto con diversos pertrechos y 2.000 fusiles. Además, llevaban a bordo al gober-nador de Chile, el Teniente General D. Gabriel Caro de Aponte, y al de Buenos Aires, Brigadier D.Bruno Mauricio Zavala.

Los cuatro buques zarparon de Cádiz el 16 de diciembre de 1716, navegando sin problemas has-ta alcanzar las proximidades del cabo de Hornos. Allí surgieron las dificultades, pues los fuertes tem-porales obligaron a La Peregrina a separarse el 26 de marzo de 1717 y, el 19 de abril, también lo hizoel Nuestra Señora del Carmen, ante la imposibilidad de penetrar en el Pacífico, tras perder la vergadel trinquete y rifarse las velas. Ambos barcos aproaron a Buenos Aires, donde decidieron pasar elinvierno austral.

Mientras tanto, Martinet con El Conquistador y El Triunfante había logrado entrar en el mar delSur e invernó en el puerto chileno de Concepción al que había llegado el 19 de junio de 1717. Ya conbuen tiempo, retomaron la navegación hacia el Perú, logrando capturar durante la misma a seisbuques franceses71, haciendo una entrada triunfal en El Callao el 27 de septiembre de 1717.

La importancia de dichas presas no sólo radicaba en los propios buques, tres de los cuales se con-sideraron apropiados para reforzar la Armada del Mar del Sur72, sino por el valor de las mercaderíasintervenidas que se acercaba a los tres millones de pesos.

Pero los problemas surgieron muy pronto. El intendente de la expedición, Gabriel Lacunza, recelódel comportamiento de Martinet y sus oficiales que también practicaban el contrabando y, por otra

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66. PÉREZ-MALLAÍNA, Pablo E. y TORRES RAMÍREZ, Bibiano: La Armada del Mar del Sur, Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevi-lla, Sevilla, 1987.

67. La historia de este buque es complicada. Había sido construido en Bristol (Inglaterra), donde fue botado el 25 de julio de 1709 con elnombre de Gloucester. Su vida bajo pabellón inglés fue efímera, ya que el 26 de octubre de ese año fue capturado por la escuadra del almiran-te francés René Duguay-Trouin, siendo rebautizado con el nombre Conquérant. Fue vendido a Génova en 1711 y, con el nombre de Príncipe deAsturias, navegó por América. En 1714 lo adquirió Martinet con el que retomó el nombre de Conquérant, aunque aquí solía ser conocido por latraducción española de Conquistador. Terminó al servicio de la Corona española, tras el regreso de Martinet.

68. Antes llamado El Gran Espíritu Santo. También se le conoció como Triunfante e iba al mando del Jean-Jacques de Tafafanel de Le Joa-quière de la Pomrede y había sido armada en Saint-Maló.

69. Conocida también como La Peregrina, iba al mando de Jean Duquesnel y había sido armada en La Rochelle.70. PÉREZ-MALLAÍNA, Pablo E. y TORRES RAMÍREZ, Bibiano: op. cit., pág. 241.71. Eran La Fidela, capturada en Cobija el 3 de septiembre y los buques Santiago, San Francisco, Príncipe de Asturias, Brillante y El Águila,

capturados en Arica el 11 del mismo mes.72. Fueron el Príncipe de Asturias, rebautizado como San Miguel; el Águila, al que se dio el nombre de San Francisco Javier; y el Brillante,

con el nombre de San Antonio de Padua.

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parte, sus dotaciones no veían con buenos ojos actuaciones que, en definitiva, iban encaminadascontra gentes de su propio país. Ante los enfrentamientos que se dieron entre franceses y españoles,en uno de los cuales resultó muerto un oficial de Martinet, se decidió repatriar a todos los tripulantesde los buques capturados. Bajo palabra y las correspondientes fianzas, se les embarcó para Europaen La Fidela y el San Francisco, con la orden de entregar esos buques en el puerto de Pasajes, lo quecumplieron escrupulosamente. Es posible que esas dos presas, llegadas a la localidad natal de Blas deLezo, hayan alimentado la leyenda del supuesto honor concedido al marino, en su juventud, aunquenada tuviera que ver con su captura.

La medida no terminó por aquietar los ánimos pues, cuando en 1718, se ordenó a Martinet salira la caza de nuevos contrabandistas, sus hombres se amotinaron y a punto estuvieron de ocasionarserios problemas. Ante estos hechos, el virrey decidió que ambos buques volvieran a España. El Triun-fante lo hizo en marzo de 1719 y en septiembre zarpó El Conquistador, con Martinet a bordo,poniendo fin a su aventura americana.

Para entonces, ni Urdinzu ni Blas de Lezo habían llegado todavía al Perú. Tras pasar la invernadaen Buenos Aires, en enero de 1718 volvieron a intentar rebasar el cabo de Hornos. La Peregrina condotación francesa pudo lograrlo y llegar a El Callao, pero el Nuestra Señora del Carmen, con Urdinzuy Lezo, volvió a fracasar, teniendo que regresar al Río de la Plata. Lo acaecido afectó a la profesiona-lidad de los marinos españoles. Como señalan Pablo Pérez-Mallaína y Bibiano Torres, Martinet llegóa jactarse de que ningún marino español lograría doblar el cabo de Hornos y el virrey del Perú escri-bió al ya cardenal Alberoni, poniendo en duda la competencia de Urdinzu73.

El asunto se resolvió cuando, durante su segunda estancia en Buenos Aires, lograron capturar dospequeñas unidades francesas, la San Francisco y la Danicant con las que, tras abandonar al Lanfran-co, consiguieron finalmente llegar a El Callao en enero de 1720, tres años después de su salida deCádiz.

Urdinzu llevaba instrucciones del rey para la reorganización de la Armada del Mar del Sur y sunombramiento como comandante de la misma, junto con el de Lezo, como segundo. Así lo indicanlos autores citados74 que hacen referencia a una Real Cédula fechada en San Lorenzo el 16 de agos-to de 1718. Sin embargo, he encontrado otra de fecha 15 de noviembre de 1721, expedida enMadrid, correspondiente al nombramiento de Blas de Lezo como “Tercer comandante de la Armadadel Mar del Sur”75. Este dato que no ha sido comentado por otros autores, plantea algunas dudassobre el juego de intereses que pudo plantearse tras la llegada de los enviados por Patiño. Porque,hasta entonces, el mando de la Armada lo desempeñaba D. Jacinto de Segurola, nombrado por elvirrey. Es posible que continuara como segundo. De hecho, existe otro documento de fecha posterioren el que se le denomina “almirante del Mar del Sur”. Corresponde a una licencia para pasar a Nue-va España y lleva fecha de 2 de marzo de 172276. Hay que recordar que Segurola terminaría sustitu-yendo a Lezo, tras su regreso a España en 1730.

Pero lo cierto es que, desde su llegada a El Callao, Lezo actuó como segundo y, de hecho, a sucargo corrieron la mayor parte de las labores de patrulla y reorganización de aquella Armada, ya quela salud de Urdinzu no debía ser buena y terminó falleciendo en aquellas tierras en 1726. El 16 defebrero de 1723, le había sustituido ya como, comandante efectivo, siendo nombrado General de laArmada del Mar del Sur77. Una fuerza que se encontraba en condiciones de suma precariedad,comenzando por las propias unidades ya que las únicas disponibles eran los galeones Sacramento yConcepción, construidos entre 1691 y 1694, con los fondos aportados por los comerciantes de Lima.El primero tenía, en aquellos momentos, un desplazamiento de 845 toneladas y estaba armado con40 cañones. El Concepción desplazaba 700 toneladas y disponía de 36 cañones. A ellos, decidieronsumar La Peregrina que, tras fracasar en su intento de volver al Atlántico, cuando fueron repatriadoslos franceses, había retornado a El Callao. Todos ellos eran buques viejos y, en el caso de los españo-les, siempre fueron considerados poco marineros y hasta defectuosos.

No es de extrañar que, con tales unidades, los resultados no fueran demasiado espectaculares.Además de escoltar las flotas que iban a Panamá, en las contadas ocasiones en que, durante esa

73. Carta del príncipe de Santo Buono a Alberoni de 24 de agosto de 1718. Archivo General de Indias. Contaduría, nº 566.74. PÉREZ-MALLAÍNA, Pablo E. y TORRES RAMÍREZ, Bibiano: op. cit., pág. 325.75. Archivo General de Indias. Contratación, 5796, L. 2. Fols. 261 v.-265 v.76. Archivo de Indias. Contratación. 5472, N. 2, R. 17.77. Es la fecha que señalan diversos autores, aunque no he encontrado testimonio documental del nombramiento.

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época, partieron, Lezo sólo consiguió apresar, en abril de 1721 a un buque francés de 32 cañones y,cuando al mes siguiente, se presentó ante El Callao una flotilla de cinco buques franceses, no pudohacerles frente, limitándose a proteger sus barcos bajo la cobertura de los cañones de la fortaleza.

Ante esta situación decidió someterlos a una profunda reestructuración en 1724, con el propósi-to de convertirlos en unidades más modernas. Se redujo su arqueo y se les quitó una batería. Lasobras, dirigidas por Lezo, representaron una inversión de más de 300.000 pesos, casi tanto comohabía costado su construcción, sin que los resultados obtenidos fueran demasiado espectaculares, apesar de lo cual continuaron en servicio hasta 1744 y 1745, cuando ya eran las unidades más longe-vas de la Armada.

Mientras tanto, Lezo había contraído matrimonio con Dª Josefa Mónica Pacheco Bustios y Solís,nacida el 6 de mayo de 1709 en el valle de Locumba (Perú). Era hija de D. José Carlos Pacheco, natu-ral de Arequipa y de Dª María Nicolasa de Bustios Solís Herrera y Enríquez, de la misma ciudad,miembros de distinguidas familias criollas. Desgraciadamente, la madre falleció pocos meses despuésy el padre también murió, antes de que la niña cumpliera 6 años. Quedó al cuidado de una hermanade su madre, residente en Lima donde estaba casada con el Dr. D. Tomás de Salazar, catedrático de Prima de la Universidad de San Marcos que fue, finalmente, quien la cuidó tras la muerte de suesposa.

Cuando la conoció D. Blas de Lezo era una huérfana adolescente, aunque heredera, por parte demadre, tanto de la hacienda del valle de Locumba como de los mayorazgos de Ovieco, Cañal y Pitie-gua en Castilla, junto con algunos otros bienes, por los que tuvo que litigar algún tiempo después.

Se casaron el 5 de mayo de 1725 en la hacienda que su tío y tutor, el Dr. Salazar, poseía en LaMagdalena, cerca de Lima. En aquellos momentos Lezo tenía 36 años y la novia cumplía, al díasiguiente, los dieciséis. Había, por lo tanto, una diferencia de edad de 20 años. Presidió la ceremoniaD. Diego Morcillo Rubio de Auñón78 quien, desde 1723, era arzobispo de Lima, aunque tambiénhabía desempeñado el cargo de virrey del Perú en dos ocasiones. La primera de forma interina en1716 y la segunda, como titular, entre 1720 y 1724.

El matrimonio tuvo siete hijos79, los dos mayores nacidos en Lima y los siguientes tras el regreso ala península. En el testamento que Lezo otorgó en Madrid el 15 de mayo de 1735, cuyo resumenconocemos por haberse conservado en el expediente para el ingreso en la Orden de Carlos III de sunieto Blas Alejandro de Lezo y Castro Pacheco80 se señala “que fui y soy casado con Dª Josefa Pache-co Araujo de Solís, de cuyo matrimonio tuve seis hijos, tres varones y tres hembras”, lo que, junto alnombre de la esposa, pudo inducir a error, pues la séptima hija, Ignacia Antonia, nació con posterio-ridad81. Hay que señalar, sin embargo, que, en 2001, José Garmendia82 publicó un poder otorgadopor Lezo para testar, que lleva la fecha de 17 de noviembre de 1732. Tuvo que efectuarse en elmomento de la salida del almirante en socorro de Orán. Sorprendentemente y, según la transcripciónde ese documento, en el mismo se hace constar que de su matrimonio había tenido “quatro hijosnombrados Don Blas de Lezo, don Pedro Antonio de Lezo Pacheco (ya difuntos), doña Josepfa ydoña Agustina de Lezo Pacheco y Solís”. Es evidente que hay un error pues no se hace constar aCayetano Tomás y, desde luego, Blas no había fallecido, pues fue el continuador de la dinastía.

Desde el 14 de mayo de 1724, se encontraba al frente del virreinato D. José de Armendáriz yPerurena, marqués de Castelfuerte. Figura destacada en los Reales Ejércitos había alcanzado el grado

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78. Nacido en Villarrobledo en 1642, pertenecía a la Orden de los Trinitarios Descalzos. En 1701 fue consagrado obispo de León. Preconi-zado a la sede de La Paz, en Bolivia, cuatro años después fue nombrado arzobispo de La Plata. Desempeñando este cometido fue enviado comovirrey del Perú en 1716. Allí permaneció unos meses hasta la llegada del nuevo virrey, el Príncipe de Santo Buono, retornando a su sede. En1720, volvió para ocupar el virreinato, ahora como titular y, en 1723, fue nombrado arzobispo de Lima, sede que desempeñó de manera efec-tiva, tras cesar como virrey en 1724. Falleció en Lima en 1730, a los 88 años de edad.

79. Es interesante reseñar aquí el nombre de todos los hijos, ya que se suelen deslizar algunos errores sobre los mismos. El mayor fue BlasFernando, nacido en Lima el 1 de junio de 1726, fue el primer marqués de Ovieco; Josefa Atanasia, nacida en Lima el 2 de mayo de 1728, casócon el vizconde de Santisteban; Cayetano Tomás, gobernador de Santa Cruz, fallecido en 1782; Pedro Antonio, murió joven y que había falleci-do ya en 1732 cuando su padre otorgó el poder para testar; Agustina Antonia, que profesó como agustina recoleta; Eduvigis Antonia, nacidadespués de 1732, también profesó como religiosa agustina recoleta; e Ignacia, nacida después de 1735, que contrajo matrimonio con el mar-qués de Tabalosos.

80. Archivo Histórico Nacional. Órdenes Civiles. Carlos III. Exp. 454.81. El nacimiento de Ignacia Antonia tuvo que producirse entre esa fecha de 15 de mayo de 1735 y la última salida de D. Blas hacia Amé-

rica el 3 de febrero de 1737.82. GARMENDIA ARRUEBARRENA, José: “Un documento inédito de Blas de Lezo”, Boletín de Estudios Históricos sobre San Sebastián, nº

35, Donostia-San Sebastián, 2001, pp. 365-369.

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de Teniente General en 1706 y el título de marqués en 1711, como reconocimiento a su brillanteactuación durante la Guerra de Sucesión. Era miembro de una destacada familia navarra y, muypronto, sus relaciones con Lezo desembocaron en un claro enfrentamiento.

En realidad fue un conflicto entre el mando naval y el terrestre que era desempeñado por unsobrino del propio virrey, al que Lezo no dudaba en calificar “como árbitro universal de su gracia ysus operaciones”.

La situación se fue complicando y D. Blas fue sometido a visitas, investigaciones y procesos orde-nados por el virrey, viéndose finalmente obligado a presentar su dimisión en septiembre de 1727. Enla carta enviada a Patiño para explicar su decisión, que recogen Pérez-Mallaina y Torres, afirmaba que“era inútil la ocupación de comandante, pues ni su aplicación, ni su experiencia en lo náutico, pue-den aprovechar, y cuanto más celosamente deseare cumplir su ministerio, se conciliará con la mayorindignación del virrey, y sólo siendo hechura de su mano, y viviendo más atento a su semblante quea la propia obligación, será atendido y bien tratado”83.

De hecho, se consideraba fracasado en su intento de potenciar la Armada. Sin dotaciones nimedios era un instrumento ineficaz, cosa que compartía el nuevo virrey quien se percató de que lasobras llevadas a cabo para mejorar las condiciones combativas de los viejos buques Sacramento yConcepción, habían servido de poco, a pesar de la suma invertida en los trabajos. Por ello, en 1725,decidió volver a recurrir al empleo de corsarios para enfrentarse a los contrabandistas. Un grupo demercaderes alistó una fragata de 24 cañones, la Nuestra Señora del Carmen, cuyo mandó encomen-daron a un corsario vasco, D. Santiago Salavarría, el cual consiguió apresar a un navío holandés, elSan Luis, de 40 cañones. El hecho tuvo una enorme trascendencia ya que de la venta de la presa seobtuvieron 600.000 pesos, lo que tuvo que afectar de manera evidente a Lezo.

La renuncia le fue aceptada por el monarca el 13 de febrero de 1728, embarcando con su mujery sus dos hijos en la flota que regresó de Indias dos años después, con la que llegó a Cádiz el 18 deagosto de 1730. Se daba la circunstancia de que, por entonces, Felipe V se encontraba en Sevilla yLezo se trasladó a esa ciudad para cumplimentarle, recibiendo de él muestras de gratitud y la felici-tación por sus servicios, lo cual pudo compensarle de la evidente sensación de fracaso que debíaexperimentar.

EN AGUAS DEL MEDITERRÁNEO

Mientras reconstruía la Real Armada, Patiño fue recomponiendo, con gran habilidad, las alianzas conlas potencias enfrentadas durante la pasada guerra, obteniendo su aquiescencia para que, de acuer-do con los deseos de la reina Isabel de Farnesio, el infante Carlos pudiera hacerse cargo del ducadode Parma, a la muerte de su titular D. Antonio Farnesio que, finalmente, se produjo el 20 de enerode 1731.

Para lograr ese objetivo se preparó una importante agrupación naval que debía conducirlo atomar posesión del mismo, dejando guarniciones españolas en Toscana y en la propia Parma.

D. Blas de Lezo, que había venido disfrutando de un merecido descanso, con su familia en Cádiz,fue puesto al frente de la Escuadra del Mediterráneo el 3 de noviembre de 173184. La entidad de lamisma varía según las fuentes, aunque José María Blanco Núñez que ha sido el último en estudiarlaindica que estaba integrada por 22 navíos, dos fragatas y un paquebote. A ella se sumaron sietegaleras a cargo de D. Miguel Regio y los transportes en los que viajaban 7.483 hombres con el con-de de Charny al frente. Todos ellos partieron de Barcelona el 17 de octubre de 1731, al mando de D.Esteban de Mari, que era el Jefe supremo de la expedición. Les acompañaba una escuadra inglesa,integrada por 16 navíos, que mandaba el almirante Wager.

El infante D. Carlos viajó por tierra hasta Antibes, donde embarcó en la galera capitana, y el 27 deese mismo mes se encontraban frente a Livorno, pudiendo efectuarse el desembarco y la ocupaciónsin contratiempos. Blanco Núñez al comentar esta expedición se olvida de Lezo, aunque formaba

83. Carta de Blas de Lezo a José Patiño. Archivo General de Simancas. Secretaría de Marina. 392.84. Pudiera parecer llamativo que, a pesar de los problemas que tuvo en Perú, fuera recompensado con un importante mando naval. Pero

hay que tener en cuenta que Lezo era un hombre de Patiño, muy apreciado por éste y su “fracaso” no era sino el del propio ministro en suintento de reorganizar las fuerzas navales del otro lado del Atlántico. En la Corte, Lezo siguió disfrutando del apoyo de su protector.

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parte de ella, porque el mando de la misma lo ejercía el marqués de Mari. Por ello, cabe preguntarsesobre la responsabilidad que, a cada uno, cupo en el famoso episodio de Génova que suele atribuir-se en exclusiva a Lezo.

Como es sabido, quiso aprovecharse la importancia de la fuerza reunida para exigir a Génova elpago de dos millones de pesos, pertenecientes a la Corona, que se encontraban depositados en elBanco de San Jorge de aquella república. Con este propósito se presentó la escuadra en sus aguas y,según el relato de Fernández Navarrete, Lezo entró en puerto con seis navíos, exigiendo el saludo ala bandera y la inmediata entrega de dichos fondos, a lo que accedió el Senado, tras la amenaza debombardear la ciudad, en caso de incumplimiento. En cualquier caso, fue Mari el que condujo a todala escuadra hasta Alicante, donde se estaba preparando la ocupación de Orán, en cuya expediciónfueron empleados los fondos entregados por Génova, salvo 500.000 pesos que se le dieron al infan-te D. Carlos.

La reconquista de Orán había sido preparada con cuidado y gran secreto ya que, en unosmomentos en los que Europa acababa de salir de un grave conflicto, una actuación militar de estascaracterísticas podía despertar suspicacias y reticencias.

La plaza norteafricana fue conquistada, a comienzos del siglo XVI, por el cardenal Cisneros y des-de entonces había permanecido en nuestro poder, incluso en los momentos de máximo esplendordel poderío turco en el Mediterráneo. Sin embargo, durante la Guerra de Sucesión fue tomada porlos argelinos, en 1708, aprovechando las dificultades para una adecuada respuesta por parte deEspaña, sumida en un conflicto civil. En realidad, Felipe V envió a las galeras, pero el conde de SantaCruz, que estaba al frente de las mismas, le traicionó, pasándose al bando austracista con los buquesy los fondos asignados para la empresa.

En 1732, la situación era muy diferente y pudo organizarse una poderosa escuadra cuyo mandose encomendó al Teniente General D. Francisco Cornejo que izaba su insignia en el navío de 80 caño-nes San Felipe el Real, llevando como segundo a D. Blas de Lezo con su insignia, probablemente, enel Princesa, de 70 cañones, aunque otros autores lo sitúan en el Santiago que era de menor porte85.La poderosa escuadra daba escolta a un elevado número de buques de transporte en los que ibanembarcados 26.000 hombres, al mando de D. José Carrillo de Albornoz, conde de Montemar, queera el responsable de las operaciones terrestres.

La escuadra zarpó de Alicante el 15 de junio de 1732 y, aunque encontraron vientos contrarios, alamanecer del 29 de junio pudo iniciarse el desembarco de la fuerza expedicionaria. La operación,muy bien planeada y ejecutada, se resolvió favorablemente con un saldo de bajas casi insignificante:6 muertos, 8 heridos graves y 52 leves.

Álvarez-Maldonado y Gamundi86 que han analizado con detalle el desarrollo de la misma handestacado que fue una operación anfibia realizada dentro de los más ortodoxos cánones de la doc-trina actual. Sin embargo, Blanco Núñez87 que también se ha ocupado de ella señalaba que, como enotras ocasiones, no se supo explotar el éxito atacando, inmediatamente después, a Argel, desdedonde, muy pronto, volvieron a poner en riesgo a la plaza recién recuperada.

El éxito de la expedición fue recompensado por el monarca con la concesión del Toison de Oro alconde de Montemar y a D. José Patiño que había sido el artífice de la organización. Al TenienteGeneral Cornejo se le otorgó una encomienda de la Orden de Alcántara y a D. Cenón de Somodevi-lla que actuó como comisario, se le ascendió a Comisario Ordenador, con destino en La Graña. Lezono recibió ninguna merced en esta ocasión, entre otras razones porque los premiados fueron losprincipales responsables y él era un mando subalterno. No obstante tendría ocasión de destacarsemuy pronto.

Como era de esperar el bey Hacen de Argel intentó recuperar Orán que había quedado al mandode D. Álvaro de Navia-Osorio, marqués de Santa Cruz de Marcenado. Ante la amenaza que se cerníasobre la recién recuperada plaza, el rey ordenó a D. Blas de Lezo que acudiera en su socorro, lo quehizo con los buques a su cargo y 25 transportes en los que iban embarcados 5.000 soldados de

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85. Blanco Núñez se decanta, con reservas, por el Princesa. Resulta improbable que Lezo embarcara en el Santiago pues esta unidad regre-só a Ferrol con D. Francisco Cornejo, tras la toma de Orán, mientras que Lezo escoltó a los transportes hasta Alicante, por lo que tuvo que man-dar otra unidad.

86. ÁLVAREZ-MALDONADO MUELA, Ricardo y GAMUNDI INSUA, Abel Ángel: Las operaciones anfibias, E. N. Bazán, Madrid, 1994, pág. 77.87. BLANCO NÚÑEZ, José María: op. cit., pp. 100-106.

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refuerzo. Fernández Duro afirma que le expedición partió de Barcelona, al mando de D. Jacinto Bes-so, conde de Bena-Masserano. No parece probable que así fuera, porque el conde de Bena-Massera-no era, en aquellos momentos, era Capitán de Navío ya que no fue ascendido a Jefe de Escuadrahasta el 3 de septiembre de 1737.

Tampoco es posible que la fuerza partiera de Barcelona ya que, si Lezo se encontraba en Cádiz,donde recibió la orden de salir el 13 de noviembre y, con buena mar, pudo presentarse en Orán el día20, no hubiera habido tiempo material para reunirse en aquella ciudad.

A pesar de la presión a la que se encontraba sometida la plaza, pudo efectuarse el desembarco dela fuerza expedicionaria y, con su ayuda, atacar a los sitiadores. Se dio la fatalidad de que el marquésde Santa Cruz de Marcenado quiso ponerse al frente de las tropas, encontrando la muerte en unabsurdo enfrentamiento el 21 de noviembre de 1732.

Conseguido su objetivo, las biografías de Lezo relatan que, al tener conocimiento de que la capi-tana de Argel se encontraba en sus proximidades, fue en su busca, persiguiéndola hasta la bahía deMostaganem, al Este de Orán, donde buscó refugio bajo la artillería de los fuertes de la ciudad. Lezo,sin arriesgar sus buques, ordenó penetrar en la bahía a unas lanchas que consiguieron abordarlacuando se encontraba prácticamente varada y fuertemente escorada. A bordo iban embarcados sol-dados turcos y pertrechos con destino a Orán que fueron capturados. De este episodio sólo heencontrado referencia en las obras que tratan de Lezo, las cuales lo relatan de forma muy similar.

El 18 de febrero se encontraba en Barcelona, desde donde volvió a salir en auxilio de las plazasnorteafricanas. En este caso su destino fue Mazalquivir donde desembarcó tropas de refresco, paracontinuar patrullando el Mediterráneo durante dos meses hasta que, a bordo de los barcos, sedesencadenó una epidemia que, probablemente, fue de tifus exantemático que ocasionó numerosasbajas. Según algunas fuentes hubo más de 500 muertos y otros muchos enfermos, entre ellos el pro-pio Lezo que, tras recibir auxilio en Cerdeña, pudo llegar a Cádiz y desembarcar a los afectados,entre los que se encontraba Jorge Juan, entonces guardiamarina.

Recuperado de sus dolencias, el 6 de junio de 1734 es ascendido a Teniente General y destinadocomo Comandante General del Departamento de Cádiz.

EL RETORNO DEFINITIVO A AMÉRICA

Es muy probable que fuera su protector Patiño quien le concediese el mando de la flota de Indias, apetición del general, ya que era un destino codiciado. Pudo obtener el compromiso durante uno desus viajes a Madrid. En el otorgamiento de su testamento en la capital del reino, en mayo de 1735,debió influir la proximidad de un viaje no exento de riesgos y los problemas de salud que había atra-vesado durante su actuación en el Mediterráneo.

El Teniente General de la Real Armada D. Blas de Lezo. Óleo sobre lienzo.Copia anónima realizada en 1853, a partir del original que conservan susdescendientes. Fue regalado al Museo Naval de Madrid, ese mismo año,por el marqués de Ovieco, como se hace constar en la cartela que figura alpie del retrato. El marquesado de Ovieco fue creado por Carlos III, el 26 deagosto de 1760, en la persona de Blas Fernando José Tomás de Lezo yPacheco, hijo del ilustre marino.

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El nombramiento le llegó en 1736 e, inmediatamente, comenzó el alistamiento de la flota, al mis-mo tiempo que ponía en orden sus asuntos personales. Uno de ellos fue el alojamiento de su fami-lia, para la que dispuso la casa del Puerto de Santa María, en la calle Larga nº 70, a la que hecho alu-sión anteriormente.

En aquellos momentos, Lezo tenía seis hijos, ya que Pedro Antonio había muerto antes de 1732.Su mujer, Dª Josefa Mónica Pacheco acababa de cumplir los 27 años y debía atender a todos ellos, elmayor de los cuales, Blas Fernando, tenía 10 años y la menor, Ignacia Antonia, seguramente nosuperaba el primer año de edad88. Por lo tanto, hay que descartar la posibilidad de que viajara con élal otro lado del Atlántico. De hecho está constatada su presencia en el Puerto de Santa María, desde1736, como feligresa de la Iglesia Mayor prioral, con sus hijos y un esclavo negro que era llamadoAntonio Lezo, hasta su fallecimiento el 31 de marzo de 1743. El que en los relatos novelados que sehan publicado recientemente, se la sitúe al lado del marido durante el asedio de Cartagena y acom-pañándole en los tristes momentos de su fallecimiento, sin citar las fuentes, probablemente no dejade ser un bello recurso literario. Es cierto que la Ley 28, título 26, libro 9º de la Recopilación de Indiasestablecía que los cargos provistos en América debían viajar con su mujer o, en su defecto, haciendoconstar su consentimiento. Pero Lezo había sido designado para un mando naval y, en estos casos, lanorma no les afectaba.

En esas condiciones zarpó de Cádiz el 3 de febrero de 1737, el mismo día que cumplía los 48años. Iba al mando de la flota que se dirigieron a Tierra Firme, la última de las que salieron de lapenínsula durante muchos años. Estaba integrada por 10 unidades de diferente porte, a la que danescolta los “galeones guardacostas”. Esta denominación que aparece en la documentación89, nosindica que el cometido asignado no era, exclusivamente, convoyar a la flota, como venía siendo lohabitual, sino encargarse de la defensa de aquellas costas, una vez llegado a su destino.

No he podido determinar, con precisión, qué barcos eran los que llevó Lezo. José Manuel Rodrí-guez afirma que los alistados en Cádiz fueron el Conquistador y el Fuerte90. Sin embargo, los buquesde que dispuso en Cartagena, hasta la llegada de Eslava, fueron el Conquistador, el África, el Dragóny el San Felipe en el que arbolaba su insignia. Ignoro, por el momento, la procedencia de los tres últi-mos, pero me llama la atención que, según Rodríguez, el Dragón había sido construido en los astille-ros de La Habana, en 1737, después de la partida de Lezo.

No se suele destacar que, en la misma flota, iban embarcados dos personajes que iban a desem-peñar un papel relevante en Cartagena de Indias. El primero de ellos era el coronel D. Pedro JoséFidalgo que, el 10 de marzo de 1736, había sido nombrado “Gobernador y Capitán General de laplaza y provincia de Cartagena de Indias”91, en sustitución del brigadier D. Antonio de Salas y Enrí-quez, al que se da por fallecido ese mismo año de 1736. Sin embargo, como era habitual, fue some-tido a juicio de residencia, tras la llegada de su sucesor, por lo que, necesariamente, estaba vivo enesos momentos. El que no recayera resolución, quizás fuera debido a su fallecimiento poco des-pués92.

El nuevo Capitán General era un militar brillante que se había distinguido en la Guerra de Suce-sión y cuyo último destino había sido el de capitán de una de las compañías del Regimiento de Infan-tería de las Reales Guardias, siendo recompensado en 1723 con el título de caballero de la Orden deSantiago93. En el momento de pasar a las Indias era soltero y viajó acompañado por su Secretario D.Miguel de Ugarte y su mujer; el mayordomo Antonio Claret, el paje Manuel Domínguez Ruiz, el ayu-da de cámara Juan de Matamoros con su mujer y el cocinero Juan Bautista de Arrizabal. Al embarcardeclaró que llevaba cuatro baúles con ropa y 500 marcos de plata “para su servicio”, tres veneras,dos de diamantes y una de rubíes y esmeraldas, así como un arca con los efectos de cocina, doscatres, uno nuevo con tres colchones y otro pequeño “para el viaje”, más una escopeta y dos pares

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88. Si en mayo de 1735 no había nacido aún, debía contar con muy pocos meses en aquellos momentos.89. “El Teniente General de Marina don Blas de Lezo salió para Tierra Firme con los galeones guardacostas el año 1737”. Archivo General

de Indias. Contratación. 32-3-324/19. AGI. Contratación 3248.90. RODRÍGUEZ, José Manuel: op. cit., pág. 113.91. Los datos sobre su nombramiento y paso a Indias proceden del correspondiente en Archivo General de Indias. Contratación, 5483, N 1,

R.25.92. Se conservan los expedientes del mismo en Archivo General de Indias. Escribanía de Secretaría de Justicia. 628 A, 628 B, 628 C, 629 A,

629 B y 629 C, así como en Estado 41902. Archivo General de Indias 16403.1.95/ Santa Fe 480. En todos ellos se hace referencia a un expe-diente sobre uso de moneda falsa.

93. Archivo Histórico Militar. Órdenes Militares. Santiago. Exp. 3062.

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de pistolas. Por su parte, cada uno de los miembros del séquito llevaba otro baúl con los efectos per-sonales y un colchón para el viaje. Embarcó en el Conquistador, en el que también viajaba Lezo.

Pero además del nuevo gobernador, en uno de los navíos de esa misma flota iba embarcado elcoronel D. Melchor de Navarrete, nombrado “Teniente del Rey y Comandante del batallón de laguarnición de la plaza de Cartagena de Indias”94, en vacante producida por el fallecimiento de D.Lucas de Mare que la había desempeñado desde 172395. En la Real Cédula que le fue expedida sehacía constar expresamente que tendría la condición de “cabo subalterno” de la plaza, debiendosustituir al gobernador y Capitán General en caso necesario.

Me he detenido en las circunstancias personales de estos dos personajes que viajaron con Lezo,ya que van a desempeñar un papel destacado en la defensa de Cartagena de Indias. Primero, elgobernador D. Pedro José Fidalgo y, tras su fallecimiento el 23 de febrero de 1740, D. Melchor deNavarrete que le sustituyó con carácter interino, hasta 1743, cuando fue nombrado D. Basilio deGante. No es cierto, como se afirma reiteradamente que fuera Lezo el que ocupó ese puesto. D. Blasde Lezo fue primero el de comandante de los guardacostas y, más tarde el de comandante de laescuadra de Cartagena. Por otra parte, en la documentación de la época, no se hace referencia aningún “apostadero naval”. Años después, ya a finales del siglo XVIII, se designa como “comandan-te de Marina” al mando naval en la ciudad, pero no he encontrado esa denominación en tiempos deLezo. Su cometido fue el de patrullar, con los buques a su cargo, aquellas aguas, reprimiendo el con-trabando. También existe constancia de que, en 1738, “trajo los caudales hasta La Habana”96.

Menos conocido es el hecho de que, en colaboración con el gobernador Fidalgo creó la Compa-ñía de armadores en corso, poco después de su llegada a Cartagena de Indias97, con el propósito dehacer frente al grave problema suscitado por el incremento del contrabando británico en aquellasaguas, lo que terminaría provocando un nuevo conflicto con Inglaterra.

LA GUERRA ENTRE INGLATERRA Y ESPAÑA

España e Inglaterra se encontraban en paz desde que, en abril de 1713, se firmó el correspondientearmisticio y posterior tratado, en el marco de los acuerdos de Utrech, en virtud del cual Gran Bretañamantenía la posesión de Menorca y Gibraltar, ocupadas durante la Guerra de Sucesión, y se le otor-gaba el asiento de negros por el que podía introducir, durante un período de treinta años, 144.000esclavos procedentes de África en los territorios americanos. Asimismo se le permitía enviar a aque-llos territorios un navío anual de 500 toneladas98 con mercaderías destinadas a las ferias españolas,lo que se llamó el “navío de permiso”.

Ello permitió unos años de distensión en los que los británicos llegaron a colaborar con España,como hemos visto al tratar de la intervención en Italia. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiarmuy pronto pues el “navío de permiso” se convirtió en una excusa para practicar todo tipo de con-trabando, llegando a saturar los mercados americanos con grave quebranto para los comerciantesespañoles. Además, los ingleses intentaron evitar el pago de los derechos correspondientes a lahacienda real, en la creencia de que la corona carecía de los instrumentos adecuados para el controlde sus actividades.

Pero, el renacer de la Armada Real, impulsado durante esos años, hizo posible que los guardacostasespañoles en el Caribe comenzaran a realizar una eficaz labor de interceptación y captura de contra-bandistas que provocaron la airada reacción de quienes pensaban enriquecerse con esas prácticas ile-gales, los cuales comenzaron a presionar a su gobierno para que adoptara represalias contra España.

El primer ministro británico Robert Walpole procuró mantener una política de apaciguamiento, alentender que un enfrentamiento con España podía reforzar su entendimiento con Francia y desen-cadenar un nuevo conflicto europeo.

94. Todos los datos sobre el mismo proceden de Archivo General de Indias. Contratación, 5483, N, 2, R. 5.95. Archivo General de Indias. Contratación, 5474, N, 1, R. 19.96. ES.41091.AGI/16404.15.4.327//CONTRATACION,3248.97. MORENO LORENTE, Amada: “La fundación de la compañía de armadores en corso de Cartagena de Indias (1737)”, Temas America-

nistas, nº 2, Sevilla, 1983, pp. 29-30.98. En 1716, se amplió la concesión, permitiendo que el navío fuera de 1.000 toneladas.

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Sin embargo, en 1737, su popularidad había descendido notablemente y Jorge II, ante las cons-tantes reclamaciones de los comerciantes, se vio obligado a desautorizarlo, ordenando a su embaja-dor en Madrid que presentara una firme reclamación ante el monarca español exigiendo compensa-ciones por las capturas efectuadas de mercantes ingleses. A partir de ese momento se iniciaron unascomplejas negociaciones en las que, sorprendentemente, se alcanzó un acuerdo, suscrito en El Pardoel 14 de enero de 1739, en virtud del cual España se comprometía a abonar 95.000 libras en con-cepto de indemnizaciones, de las que se descontarían 68.000 libras adeudadas por la South SeaCompany, a cuyo cargo corría el comercio inglés con América. El rechazo del tratado de El Pardo porla compañía británica dio lugar a un rápido deterioro de la situación y al inicio de los primeros movi-mientos de fuerzas que terminarían provocando la ruptura de hostilidades el 23 de octubre de 1739,cuando Inglaterra declaró la guerra a España, un conflicto que se prolongó durante años y que fueconocido como la “guerra de Jenkins”99 .

Lo que comenzó siendo un enfrentamiento impulsado por intereses comerciales, derivó haciaobjetivos mucho más importantes ya que Inglaterra, confiada en su supremacía naval, consideró fac-tible quebrar la hegemonía de España en América, cuyas posesiones habían salido indemnes de laGuerra de Sucesión, ocupando alguno de sus territorios como base para el desmembramiento totaldel imperio español. En ningún momento valoró adecuadamente la capacidad de respuesta de Espa-ña sino que, por el contrario, creyó que, ante una fuerza netamente superior, algunas de las plazasmás importantes se entregarían sin apenas ofrecer resistencia. Los hechos, sin embargo, fueron muydiferentes y lo cosechado fue una sucesión de fracasos espectaculares que alcanzaron su punto cul-minante en Cartagena de Indias.

No es el momento de analizar aquí el desarrollo de las distintas acciones de aquel enfrentamien-to que, en aguas americanas, tuvo como protagonista al vicealmirante Edward Vernon, enviado alCaribe antes de la declaración formal de guerra con nueve navíos de línea, con los que llegó a PortRoyal (Jamaica) el 12 de octubre de 1739. Cuando se le encomendó el mando, Vernon ocupaba unescaño en el Parlamento como miembro de la oposición “tory” y en la decisión influyó, sin duda, sudecidida actitud belicista.

La primera acción hostil tuvo lugar el 22 de octubre, cuando tres buques, mandados por ThomasWaterhouse, intentaron sorprender a la guarnición de La Guaira, sin conseguirlo.

Mayor éxito obtuvo el propio Vernon al presentarse, el 20 de noviembre, ante Portobelo, una pla-za clave en el istmo de Panamá, donde se celebraban los tradicionales mercados y se reunía la platallegada de Perú, antes de ser enviada a la península. Sin embargo, el clima insano de la zona provo-caba que, tras esos acontecimientos, la ciudad languideciese y sus defensas quedaran al cuidado deuna menguada guarnición. Eso es lo que encontró Vernon, por lo que no es de extrañar que obtu-viera inmediatamente la capitulación de los 38 hombres de la misma, a lo que contribuyó también eldescuido de su gobernador, Francisco Javier Martínez de la Vega, que no había tomado ninguna pre-caución, a pesar de los avisos recibidos en relación con la amenaza que se cernía sobre la plaza, ymostró escasa voluntad de resistencia.

Tras apoderarse de los escasos fondos que encontró, apenas 10.000 reales, y destruir los fuertes,volvió a Jamaica desde donde comunicó a su gobierno lo que presentó como una gran victoria. Noes de extrañar que la noticia fuera recibida con júbilo en Inglaterra y se mandaran acuñar las prime-ras medallas conmemorativas de la supuesta hazaña.

Pero la consecuencia más importantes de la acción fue la aprobación del envío de una poderosaescuadra, al mando del contralmirante Sir Charloner Ogle, escoltando a una fuerza expedicionariaterrestre que se puso al mando de Lord Cathcart, para que unida a la de Vernon, pudieran llevar acabo operaciones de mayor envergadura que, en aquellos momentos, seguramente no quedarondefinidas. A todo ello, se sumaba el envío de otra escuadra, mandada por el comodoro Anson, quedebía operar en el Pacífico. A pesar de que la decisión se tomó en diciembre de 1739, el alistamien-to se demoró durante muchos meses, debido a la dificultad que entrañaba la preparación de unaexpedición de semejante magnitud. A ella debía sumarse el envío de otra escuadra, al mando del

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99. La denominación de “guerra de Jenkins” o “guerra de la oreja de Jenkins” se debe a un curioso incidente acaecido 8 años antes. En1731, un guardacostas español había capturado en aguas de Cuba al mercante británico Rebecca. El comandante español Juan Fandiño, alparecer mandó cortar con un machete la oreja del capitán del buque inglés Robert Jenkins”, diciéndole “Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré,si a lo mismo se atreve”. El episodio que, en su momento, pasó casi desapercibido fue explotado sirvió para exacerbar el nacionalismo británi-cos en los momentos previos a la declaración de la guerra a la que terminó dando nombre.

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comodoro George Anson, con destino al Pacífico, de cuyas vicisitudes y de su persecución por elalmirante D. José Alfonso Pizarro, no trataré en este artículo, a pesar de que, en el plan original, for-maba parte de un planteamiento estratégico conjunto.

Desde la toma de Portobelo, la posibilidad de capturar la ciudad de Cartagena de Indias pareceque había cobrado fuerza en el ánimo de Vernon. Ya desde aquella ciudad había enviado dos cartas,una de ellas dirigida a Lezo como comandante de la fuerza naval que operaba en la zona y la otra aD. Pedro Hidalgo, gobernador de Cartagena de Indias, proponiendo el intercambio de prisioneros.Las misivas fueron enviadas a la ciudad a bordo del Fraternity, por dos de los españoles capturados,uno de ellos D. Francisco de Abarroa, al que hace mención Lezo en su respuesta aceptando la pro-puesta, aunque en términos mucho más rudos que los utilizados por Vernon100. Se ha insistidomucho en las razones que impulsaron al almirante inglés para dirigirse personalmente a Lezo. Almargen de que pudiera conocerle, es indudable que una iniciativa de estas características debía tenercomo destinatario a la máxima autoridad de la Armada en esa zona, responsable de las capturas decorsarios, y al gobernador de la plaza en la que estaban detenidos. Los nombres de uno y otro pudie-ron serle facilitados por los españoles de Portobelo. Pero, junto con los indudables propósitos huma-nitarios que el mensaje tenía, algunos han apuntado la posibilidad de que se tratara de una excusapara efectuar un reconocimiento de las defensas de la ciudad, por medio del oficial inglés que lo lle-vaba. Algo debieron recelar, ya que no se permitió la entrada del buque en la bahía y la entrega delas cartas, así como la recepción de la respuesta, se realizaron fuera de la misma.

Probablemente, el mismo objetivo tuvo la tentativa de ataque que el propio Vernon llevó a cabocontra Cartagena de Indias el 13 de marzo de 1740, a la que bombardeándola durante seis días, sinque la mayor parte de sus proyectiles alcanzaran la ciudad. En aquellos momentos, había fallecido yaD. Pedro Fidalgo, por lo que, en cumplimiento de las previsiones sucesorias, se había hecho cargo delgobierno de la plaza D. Melchor de Navarrete a quien le correspondió adoptar las medidas defensi-vas necesarias, de común acuerdo con D. Blas de Lezo que, aunque de empleo superior, era el res-ponsable de los guardacostas, como hemos visto. A él le atribuye Blanco la decisión de desembarcarun cañón de su buque insignia con el que hizo fuego sobre las unidades de Vernon que el 19 de mar-zo levó anclas, abandonando el fondeadero.

Comoquiera que resulta impensable que con ocho navíos y otros tres buques de menor porte, sinfuerzas para el desembarco, Vernon pensara apoderarse de la ciudad, hay que admitir la posibilidadde que la maniobra estuviera encaminada a conocer personalmente la capacidad de respuesta de lasdefensas españolas, con vistas a una acción posterior.

El 22 de marzo, navegando de regreso a Jamaica, se aproximó a la desembocadura del río Cha-gres, donde consiguió tomar el fuerte que la protegía. Estaba defendido por una reducida guarniciónal mando del capitán Juan Carlos Gutiérrez Ceballos que, con once cañones, aguantó durante dosdías antes de capitular. También en esta ocasión, supo aprovechar el resultado presentándolo comouna nueva victoria que contribuyó a acrecentar su fama en Londres.

LA BATALLA DE CARTAGENA

Si, en estos momentos, estamos recordando la figura de Blas de Lezo se debe, fundamentalmente, asu participación en la defensa de Cartagena de Indias frente al mayor de los ataques que Inglaterrallevó a cabo contra las posesiones españolas de ultramar, a lo largo de toda la historia. Para ello, nodudo en alistar una fuerza expedicionaria que, por el número de unidades empeñadas y de hombresparticipantes, sólo había sido superada anteriormente por la Gran Armada de 1588101. Una y otrafracasaron en sus objetivos, aunque por causas diferentes. La Gran Armada tenía como misión fun-damental lograr el dominio del mar para permitir el paso de las tropas que, al mando de AlejandroFarnesio, debían salir de Flandes para llevar a cabo el desembarco en Inglaterra. La conjunción entreambas fuerzas no llegó a producirse y las mayores pérdidas de buques españoles no fueron conse-

100. El contenido de estas misivas fueron dadas a conocer por BERMÚDEZ DE PLATA, Cristóbal: Narración de la defensa de Cartagena deIndias, Imprenta Correo de Andalucía, Sevilla, 1912. Las reproducen parcialmente VICTORIA, Pablo: op. cit., pp. 88-89 y BLANCO NÚÑEZ, JoséMaría: op. cit., pág. 141, aunque no coinciden en todos sus términos.

101. Para justificar esta afirmación conviene recordar que en la Jornada de Inglaterra no sólo debían participar las unidades que habían sali-do de Lisboa, sino la fuerza de desembarco procedente de Flandes. La suma de unidades y hombres de una y otra formación, superaban concreces a las fuerzas inglesas empeñadas en el ataque a Cartagena de Indias.

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cuencia de los combates, sino de las dificultades encontradas en el tornaviaje al norte peninsular, trasel fracaso de la invasión.

En el caso de Cartagena de Indias, la fuerza expedicionaria británica llegó a desembarcar y fuerechazada por la tenaz defensa realizada por la guarnición de la ciudad, de menor entidad que lasunidades atacantes. Por otra parte, las pérdidas de buques sufridas por los ingleses fueron tambiénmuy importantes. De ahí, que lo ocurrido en aquellas aguas pueda ser considerado como uno de losmayores reveses ocasionados por los españoles a los británicos, a lo largo de sus enfrentamientosseculares y, desde luego, fue una acción decisiva que dio al traste con los propósitos de quebrar lahegemonía española en aquellos territorios, asegurando la continuidad del imperio español durantecerca de cien años.

Que se venció es evidente y el modo en que se logró la victoria es de sobras conocido, sobre todotras los análisis efectuados por destacados especialistas militares durante los últimos años. Pero en loque suele existir alguna discrepancia es a la hora al valorar la relevancia de los distintos personajesque tomaron parte en los hechos. Creo que, en estos momentos, carece de sentido ahondar en esapolémica, sobre todo adoptando una posición orientada a resaltar los méritos de unos y minimizar lacontribución de otros, aunque no podemos evitar el intentar precisar algunos aspectos que, en oca-siones, no han sido correctamente interpretados, a nuestro juicio.

LAS FUERZAS ESPAÑOLAS EMPEÑADAS

Antes de que el almirante Vernon partiera de Inglaterra, rumbo a las Indias, las autoridades españo-las eran conscientes de las amenazas que podían derivarse del deterioro creciente de sus relacionescon Inglaterra.

El 16 de mayo de 1739 se cursaron órdenes a Cartagena de Indias para que se reforzaran lasdefensas y se adoptaran las precauciones debidas.

En agosto de ese año, salía de Ferrol una armada al mando del almirante Rodrigo de Torres, cuyamisión principal era la de garantizar la seguridad de la flota que, desde América, debía trasladar loscaudales a España. A causa de la mala mar encontrada en el viaje, la mayor parte de sus unidadestuvieron que entrar de arribada forzosa en San Juan de Puerto Rico para proceder a su reparación.No volvieron a salir hasta el año siguiente, dirigiéndose a Cartagena con la intención de hacerse car-go de la flota que permanecía allí, esperando el regreso. Entró el 23 de octubre de 1740 y allí recibióla orden de operar con la escuadra francesa del marqués de Antin102 , intentando mediante unaacción combinada batir a los ingleses.

La presencia de unidades francesas en aquella zona respondía a una petición de ayuda de lasautoridades españolas a Francia, que planteó algunos problemas pues la situación de guerra sóloafectaba a España. Por eso, se decidió colaborar únicamente en la defensa de las Indias y, con estepropósito, fue enviada la escuadra del marqués de Antin que salió de Brest el 25 de agosto de1740103 que, tras una dura travesía se unió ya en el Caribe a las unidades del caballero de La Roche-Alart. D’Antin había llegado en malas condiciones a Martinica el 21 de octubre y, posteriormente,intentó reaprovisionarse sin éxito en Guadalupe. Las bajas sufridas y el estado de los barcos le impi-dieron cumplir el objetivo para el que había sido enviado hasta allí, la conquista de Jamaica en nom-bre de España. Por este motivo se dirigió a Cartagena de Indias, donde estableció contacto con lasautoridades de la plaza en diciembre de ese año.

Sin duda, la decisión más importante adoptada por la corona española fue el nombramiento delTeniente General D. Sebastián de Eslava y Lazaga como virrey de Nueva Granada. Esta decisión,adoptada el 20 agosto de 1739, representaba el restablecimiento de un virreinato que, con anterio-

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102. Antoine François de Pardaillan de Gondrin, marqués de Antin, había nacido en 1709, por lo que, en esos momentos tenía 30 años.Acababa de ser nombrado vice-almirante de la flota de Poniente, tras una rápida carrera militar, favorecida por el segundo matrimonio de sumadre Marie Victoire de Noailles con el conde de Toulouse, hijo natural de Luis XIV. Murió dos años después, como consecuencia de las enfer-medades contraídas en la campaña.

103. El dato procede de MARLEY, David E.: Wars of the Americas. A chronology of armed conflicto in the New World. 1492 to the Present,1998, pág. 255. Sin embargo, otros autores proporcionan fechas diferentes. José Manuel Rodríguez afirma que el 26 de agosto de 1740 zarpóde Toulon Laroche-Alart, mientras que el 3 de septiembre lo hacía desde Brest d’Antin.

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ridad, había tenido una vida efímera pues fue creado en 1718, segregando territorios que pertenecí-an al de Perú que volvieron a pasar a él, tras el cese de su primer virrey, D. Jorge de Villalonga, en1723.

En la Real Cédula de creación del virreinato se aducían como razones para ello la decadenciaexperimentada en aquellos dominios y el deseo de acrecentar sus frutos, evitando que sus rendi-mientos “pasen a manos de extranjeros como está sucediendo en grave perjuicio de la Corona”.También se hacía referencia expresa al nombramiento de Eslava como virrey, aunque su traslado alinteresado se efectuó con fecha de 2 de septiembre de ese año, poco antes de la ruptura de hostili-dades.

Es llamativo que la biografía de un militar tan destacado, al que se le encomendaba la defensa deaquellas tierras, no haya recibido la atención que merece, hasta el punto de que en muchas reseñasni siquiera se señala el lugar de su nacimiento ni la fecha exacta del mismo. A partir de los datos delexpediente de concesión del hábito de Santiago104, en 1716, sabemos que vino al mundo en el lugarde Enériz (Navarra), donde fue bautizado el 19 de enero de 1685, siéndole impuestos los nombres deSebastián Carlos. Era hijo de D. Gaspar de Eslava, oriundo de ese lugar, y de Dª María Gabriela deLazaga que procedía de Ituren, en las montañas de Navarra. En el momento de su nombramientotenía 54 años y era Teniente General de los Reales Ejércitos, con una brillante trayectoria pues habíasido Capitán del Regimiento de Guardias Españolas y Coronel en los de Asturias y Castilla. Ademásde caballero de Santiago era comendador de la Orden de Calatrava y Gentilhombre de manga delinfante Don Felipe105.

El inicio de la guerra demoró la salida de Eslava hacia su nuevo destino que, finalmente, se efectuóvarios meses después, con los navíos San Carlos y Galicia. Los problemas encontrados en la travesíafueron muy grandes y no pudo llegar a Cartagena hasta el 21 de abril de 1740, tras haber perdido amás de 150 hombres de sus barcos, como consecuencia del escorbuto.

Como he comentado, el 23 de febrero de 1740 había fallecido el gobernador de Cartagena D.Pedro Fidalgo, sucediéndole en el mando su segundo, D. Melchor de Navarrete. Se conservan diver-sas comunicaciones remitidas a la corte por D. Blas de Lezo en las que siempre se le designa como“comandante de guardacostas” y, más tarde, como “comandante de la escuadra de Cartagena”106.Ello no significa que su intervención no fuera decisiva respecto a las medidas defensivas adoptadasante la amenaza británica.

104. Archivo Histórico Nacional. Órdenes Militares. Santiago. Exp. 2741.105. ALCEDO, Antonio de: Diccionario Geográfico-Histórico de las Indias occidentales…, Madrid, 1787, Tomo II, pág. 220.106. Archivo General de Indias. Santa Fe. 1021.

Sebastián de Eslava y Lasaga, natural de Enériz (Navarra), fue capitán generaldel ejército y virrey de Nueva Granada. En Cartagena de Indias se destacócomo mando supremo ante el ataque inglés de 1741.

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Precisamente, en una de esas cartas enviada el 21 de mayo de 1740, da cuenta de la llegada delvirrey Eslava y del “reconocimiento que hizo de las obras de fortificación de la ciudad”107. A Lezo lepreocupaba la escasez de pólvora y municiones, así como los reducidos efectivos disponibles para ladefensa.

Para entonces, Vernon había intentado un nuevo ataque a la ciudad. El 3 de mayo de 1740 sepresentó frente a la plaza con 13 navíos, bombardeándola. Lezo le hizo frente con sus buques que sehabían visto reforzados con los que había traído el virrey poco antes, el San Carlos y el Galicia, en elque izó su insignia. La enérgica defensa le hizo desistir de su empeño y aplazar el ataque definitivopara cuando contara con los importantes refuerzos que esperaba. El 23 de octubre de 1740 entró enCartagena la escuadra del almirante Rodrigo de Torres, integrada por 10 navíos, un paquebote y unbrulote. Las municiones y pertrechos que desembarcó contribuyeron a paliar las carencias existentesen la ciudad. Por otra parte, allí se le comunicó la orden de enfrentarse a los ingleses, junto con laescuadra del marqués de Antin que ya se encontraba en aquellas aguas.

El plan de operaciones fue debatido en un consejo de guerra que, a instancias del virrey Eslava, secelebró en Cartagena los días 12 y 13 de diciembre siguientes. En él estuvieron presentes, junto conEslava y Lezo, Torres y el marqués de Antin. Al parecer, Lezo era partidario de que los buques deTorres permanecieran en Cartagena para defender la plaza, junto con los suyos. Torres, por el con-trario, se mostró partidario de unir sus fuerzas a las francesas y batir a los ingleses en mar abierto. Esafue la tesis que se impuso, contra la voluntad de Lezo. Poco después, partía en dirección a La Haba-na, a la espera de poder actuar combinadamente con la flota francesa. Por su parte, d’Antin marchóa Martinica donde aguardaría la llegada de la escuadra de La Roche-Alart. Cuando lo hizo, el lamen-table estado en el que se encontraban los buques franceses, tras la dura travesía y las bajas sufridaspor enfermedad, les impidió presentar batalla por lo que decidieron regresar a Europa. Torres, trasesperar en vano la unión de ambas escuadras decidió, en un golpe de audacia, conducir a la penín-sula la flota que se encontraba reunida en La Habana, burlando el bloqueo británico.

Por este motivo, la defensa de Cartagena quedó encomendada a sus propias fuerzas, los seisbuques de Lezo y la guarnición de la plaza, 1.100 soldados veteranos de los regimientos de Aragóny España, 400 reclutas, 600 milicianos de la ciudad y otros tantos irregulares indios, negros y mesti-zos que jugaron un papel muy importante en los momentos decisivos, al obstaculizar el aprovisiona-miento británico. El virrey Eslava ordenó que todos los hombres útiles permanecieran en la ciudadpara colaborar en la defensa, estableciendo sanciones para los que, ante el temor a los ingleses,huyeran hacia el interior.

LAS FUERZAS BRITÁNICAS

Tras el éxito de Vernon en Portobelo, en noviembre de 1739, acogido con entusiasmo en Londres, sedecidió reunir una gran fuerza expedicionaria con el propósito de lograr objetivos más importan-tes108. Aunque el acuerdo fue adoptado en diciembre de ese año, el alistamiento de buques y unida-des de infantería no era una empresa sencilla, y se demoró varios meses. El mando de las tropas fueencomendado a Lord Charles Cathcart109 que debía viajar hasta el Caribe escoltado por 25 navíos alas órdenes de Sir Charloner Ogle110. A estas fuerzas tenían que unirse las reclutadas en las coloniasnorteamericanas por el teniente coronel Alexander Spotswood111 que, sin embargo, no pudo partici-par en las operaciones por su inesperada muerte en junio de 1740.

Hasta agosto de ese año la expedición no estuvo preparada, pero su salida aún se retrasó hastanoviembre como consecuencia de los vientos contrarios, lo que ocasionó numerosos problemasentre las tropas concentradas, a los que vinieron a sumarse las dificultades de la travesía, con nume-rosas bajas a causa de las enfermedades, entre ellas la del propio Lord Cathcart que falleció en la mar

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107. Archivo General de Indias. Santa Fe. 1021. Fol. 317-322.108. Ya he señalado que, junto con esta fuerza, se envió otra al mando del comodoro Anson que debía operar en el Pacífico.109. Nacido en 1686 era un distinguido militar que, desde 1739, era Major General en el Royal Army.110. Nacido en 1681, comenzó a servir en la Royal Navy a los 16 años de edad. En el momento del ataque a Cartagena de Indias era Rear

Admiral. Llegó a ser Almirante de la Flota (Admiral of the Fleet) en 1749. Murió en 1750.111. Nacido en Tánger hacia 1676, desempeñó diversos cometidos en el ejército inglés, siendo ascendido a Teniente Coronel en 1703. En

1710 fue nombrado Subgobernador de Virginia, destacándose en la administración colonial. Falleció el 6 de junio de 1740.

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el 20 de diciembre de 1740, poco antes de su llegada a Jamaica. Por este motivo, tuvo que asumir elmando de la infantería el Teniente General Thomas Wentworth, cuya competencia para esta misiónfue muy cuestionada, a pesar de que era un militar con cierta experiencia.

Finalmente, el 7 de enero llegó el almirante Ogle con los refuerzos reunidos en Norteamérica, loque permitió a Vernon disponer de un conjunto de fuerzas como nunca se había llegado a juntar enaquella zona. Al parecer, el propósito inicial era atacar La Habana, aunque la preocupación inicialfuera conocer la posición de la escuadra francesa.

El día 1 de febrero de 1741 cuando los buques ingleses comenzaron a salir de puerto. Ante la difi-cultad que entrañaban los movimientos de tan elevado número de naves, Anson optó por crear tresagrupaciones. La primera en levar fue la que mandaba el almirante Ogle. Al día siguiente partió laencomendada al Capitán de Navío Lestok que fue ascendido a Comodoro. La última, la del propioVernon que no pudo salir hasta el día 7 de febrero por el estado de la mar. Es importante señalar queestas fechas son las correspondientes a nuestro calendario, ya que las ofrecidas por algunos autores,como José Manuel Rodríguez que las tomó de fuentes británicas, son diferentes, pues en aquellosmomentos, Inglaterra todavía no había adoptado el calendario gregoriano (lo hizo el 2 de septiem-bre de 1752) y por lo tanto hay un desfase de 12 días que hay que tener en cuenta.

El 20 de febrero las tres divisiones se reunieron frente al cabo Tiburón de la isla de La Española yallí recibieron la noticia de que la escuadra francesa permanecía en Martinica. La información eraerrónea, pero Vernon quiso asegurarse y se dirigió a la isla, donde pudo comprobar que había zar-pado rumbo a Europa. Aprovechó la ocasión para reaprovisionarse de agua y leña en Port Louis y allíse celebró el Consejo de Guerra para decidir el objetivo a batir. Se impuso el criterio de Vernon paraatacar Cartagena de Indias, en contra de la opinión del general Wentworth, con el que nunca man-tuvo una relación cordial.

Finalmente, el 9 de marzo salieron de Port Louis y el 15 de marzo de 1740 fondeaban frente aCartagena112. Aunque las fuentes discrepan en cuanto al número de efectivos disponibles, la flota secomponía de unos 124 buques de los que 36 eran navíos113. A bordo de los transportes viajaban9.000 soldados ingleses, junto con otros 4.000 procedentes de Norteamérica y 2.000 jamaicanosque actuaban como auxiliares. Por otra parte, las dotaciones de los barcos estaban integradas porunos 15.000 marineros. Era una fuerza formidable la que se disponía a tomar la plaza de Cartagena.

SITIO Y VICTORIA DE CARTAGENA DE INDIAS

No voy a tratar de analizar pormenorizadamente lo ocurrido durante los días del asedio británico a laciudad, de lo que ya se han ocupado los diversos autores a los que hice referencia, pero es precisoresaltar que allí se produjo una de las más contundentes derrotas sufridas por la Royal Navy gracias,en gran medida, a la voluntad de resistir que demostraron las autoridades a las que se había enco-mendado la defensa de la plaza, al frente de las cuales se encontraba el virrey D. Sebastián de Eslavay Lazaga que, en todo momento, hizo gala de un comportamiento muy diferente al que, 65 añosdespués, demostró el virrey D. Fernando Rafael Sobremonte Núñez, III marqués de Sobremonte,durante el asedio de Buenos Aires que terminó con la toma de la ciudad por fuerzas inglesas muyinferiores.

Junto al virrey Eslava que, como máxima autoridad, debe ser considerado el principal responsabledel éxito alcanzado, hay que resaltar la figura de D. Blas de Lezo, comandante de los buques de laArmada allí destacados. Se da la circunstancia de que ambos tenían el empleo de Teniente General,de los Reales Ejércitos el virrey y de la Real Armada Lezo, de mayor antigüedad este último, aunqueesta circunstancia nada significada ante la autoridad que encarnaba al figura del virrey.

Con carácter interino, el gobierno de la plaza era desempeñado por el coronel D. Melchor deNavarrete, tras la muerte del titular D. Pedro José Fidalgo. No se le cita habitualmente e, incluso

112. En el diario de Lezo se afirma que la escuadra fondeó sobre las cuatro de la tarde del miércoles día 15 de marzo de 1741. Sin embar-go, en la Relación del ataque a Cartagena de Indias de Robert Beatson se afirma que fue “a la caída de la tarde del 4 de marzo” que, en el calen-dario gregoriano, corresponde al día 16, jueves.

113. Lezo afirma en su diario que contó 135, de los que 36 eran de guerra.

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como he comentado, se asigna ese cargo a D. Blas de Lezo que nunca lo desempeñó. Finalmente, noes posible infravalorar la importancia del coronel D. Carlos Suillars de Desnaux114, responsable direc-to de la defensa de dos posiciones clave, primero el castillo de San Luis en Bocachica y, posterior-mente, el castillo de San Felipe, donde se quebraron definitivamente las ilusiones británicas de llegara tomar la ciudad.

La victoria final, que es lo importante, no debe oscurecerse con las disensiones que, evidente-mente, existieron entre el mando naval y el terrestre, así como tampoco parece razonable presentaral ilustre marino como una víctima de las intrigas de Eslava, dando la impresión de que éste intentóarrebatar a Lezo unos honores que, como virrey y máximo responsable, le correspondían.

Lezo, probablemente, nunca fue un hombre de trato fácil y sus enfrentamientos con Eslava nosrecuerdan a los que ya se habían suscitado, unos años antes, con el virrey D. José de Armendáriz yPerurena, marqués de Castelfuerte, durante su etapa al mando de la Armada del mar del Sur.

Analizando lo ocurrido se aprecian evidentes discrepancias a la hora de abordar los planteamien-tos defensivos y las reticencias e, incluso, el desprecio con el que Eslava acogió siempre las sugeren-cias de Lezo. Pero hay que reconocer, asimismo, las duras críticas que este último hizo del virrey y suinterés por minimizar los méritos de otros hombres que, como Desnaux, tuvieron un indudable pro-tagonismo en la defensa de la plaza.

Una defensa que se vio facilitada, en gran medida, por las obras acometidas, unos años antes,para mejorar las fortificaciones de la plaza que, como es sabido, había sido tomada por los francesesen 1697. El almirante que mandaba aquella fuerza expedicionaria era el barón de Pointis que teníacomo segundo a Jean Baptiste Ducasse, al que, en 1714, Felipe V honró, con gran escándalo de losviejos marinos españoles, con el empleo de Teniente General de la Real Armada. Ambos habíansaqueado la ciudad y destruido algunos de sus fuertes, entre ellos el de San Luis de Boca Chica, sobrecuyas ruinas se levantó el nuevo castillo que iba a jugar un papel decisivo en esta ocasión. Tambiénfue mejorado el castillo de San Felipe, otra posición vital para la defensa de la plaza en el que Lezo,con clara intuición, realizó obras de refuerzo antes de la llegada del virrey.

Para hacerse con el control de Cartagena sólo había dos vías posibles: forzar el estrecho paso deBoca Chica o realizar un desembarco al norte de la ciudad, en Playa Grande. En ambos casos serequería la toma posterior del fuerte de San Felipe, en el cerro de la Popa, desde el que batir a lapoblación. El avance por Playa Grande presentaba grandes dificultades, por lo pantanoso de la zona,y los franceses lo intentaron, aunque tuvieron que desistir y penetrar por Boca Chica, tras neutralizarsus defensas con gran esfuerzo.

Ahora se planteaba la duda del lugar que elegirían los ingleses para su ataque. Se contó con unainformación privilegiada, obtenida en Jamaica por un supuesto agente español que la hizo llegar algobernador de La Habana. No se conoce la identidad del informante al que se alude como “paisa-no” ni la autoridad a la que realmente servía. En un documento posterior del marqués del Real Trans-porte115 se hacía referencia a este episodio, atribuyendo a Lezo los avisos que tenía en Jamaica “pormedio de cierta espía española”, despreciados por Eslava que, según el marqués, llegó a atribuir estacorrespondencia a “trato ilícito”. El femenino utilizado al referirse a espía y la alusión a lo ilícito deltrato puede inducir a error, pero en aquella época el sustantivo “espía” era femenino116 y los tratos alos que se refiere parecen aludir a la detención por los ingleses de un mercante con contrabando queresultó ser de un criado de Lezo.

Pero el interés de la información proporcionada por el espía117, radicaba en que se facilitaban, conbastante precisión, los detalles del plan de operaciones británico, señalando a la zona de Playa Gran-de como escenario del desembarco principal. Sin embargo, el hecho de que no llegara a realizarsecomo supuestamente estaba previsto y el que Vernon amagara en esa zona, antes de iniciar el ata-que por Boca Chica, nos hace dudar de la veracidad de lo revelado e, incluso, plantea la posibilidad

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114. No son muchos los datos biográficos que conocemos de este personaje. Nacido en Suiza, su nombre era Charles Souvillard Desnaux.Entró a servir en los Reales Ejércitos como teniente de Suizos. En 1719 ingresó en Real Cuerpo de Ingenieros y, al año siguiente, fue nombradoIngeniero Ordinario de Exércitos, Frontera y Plazas. Con el grado de coronel, sirvió en la plaza de Cartagena de Indias durante el asedio inglés.Posteriormente, regresó a la península, alcanzando el empleo de Brigadier.

115. Párrafo de la defensa del marqués del Real Transporte en el proceso formado por la rendición de la plaza de la Habana en 1762. Impre-sa en Madrid. Transcrito por FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo: op. cit., Tomo VI, pp. 278-279.

116. Hasta el Diccionario de 1791, no se admitió el uso como masculino y femenino.117. Fue publicada por ZAPATERO, José Manuel: La guerra del Caribe en el siglo XVIII, Servicio Histórico Militar, Madrid, 1990, pp. 67-68.

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de que fuera una añagaza urdida por Vernon. De hecho, en la relación de Richard Beatson se afirmaque, cuando los buques ingleses fondearon en Playa Grande, se ordenó que los más pequeños seaproximaran a tierra “con objeto de hacer creer que esta maniobra tenía el de cubrir el desembarcode las tropas”, con el fin de “distraer al enemigo y producirle todo el trabajo posible”118.

Efectivamente, entre los españoles la maniobra indujo a pensar que el desembarco se produciríaallí. El propio Lezo escribía el 15 de marzo: “parece que esta gente se inclina a hacer su desembarcopor la Boquilla y Cruz Grande, según lo que manifiestan”. Hasta allí se desplazaron tropas y los naví-os Dragón y Conquistador, mientras que el África, el San Carlos, el San Felipe y el Galicia, se situabanfrente a Boca Chica paso que, por precaución, había sido cerrado con una cadena. No fue hasta ellunes día 20, cuando Lezo se percata de que el ataque se centrará “por esta parte y no por la Boqui-lla”119.

Para entonces, sus discrepancias con el virrey eran ya muy grandes. Nada más iniciarse los ata-ques había escrito que “no me ha respondido nunca a mis proposiciones y advertencias” y “todo hasido callar y manifestar displicencia”.

Evidentemente, la incompatibilidad entre ambos personajes fue total a lo largo del asedio. Lasdecisiones importantes las tomó siempre el propio virrey y en los puntos clave de la defensa situó aun hombre de su confianza, el ingeniero Desnaux.

Cuando se tuvo plena conciencia de que el ataque principal se iba a producir por Boca Chica, ladecisión de Eslava fue centrar la resistencia en ese punto, teniendo como baluarte principal el casti-llo de San Luis, al frente del cual puso a Desnaux. Así se lo comunicó a Lezo el día 16, al que teórica-mente quedaba subordinado, aunque siempre se entendió directamente con el virrey.

No quiero esto decir que la misión de D. Blas careciera de importancia. Sus buques se batieroncon decisión siempre y, desde ellos, facilitó todo tipo de apoyo a las unidades que luchaban en tierra:munición, pertrechos y víveres. Pero, lo más decisivo fue la contribución de las piezas desembarcadasy de sus artilleros que, con los métodos experimentados por el almirante, causaron enorme daño alos navíos enemigos. Además, estuvo siempre dispuesto a ceder a los hombres de sus dotacionespara contribuir a la defensa de la ciudad, a pesar de que sus carencias eran evidentes, pues se habí-an producido bastantes bajas por enfermedad y las deserciones habituales en todos los buques quellegaban a América.

El día 20, los ingleses comenzaron a batir todas las posiciones españolas de Tierra Bomba, logran-do acabar muy pronto con la resistencia de los pequeños reductos de Chamba, Santiago y San Feli-pe, centrando inmediatamente el fuego sobre el castillo de San Luis, defendido por unos 500 hom-bres.

El castillo resistió y los ingleses se vieron forzados a desembarcar en Tierra Bomba para instalar entierra una batería que coopere con la artillería de los buques. Lo lograrán tras muchas vacilacionesque provocaron fuertes enfrentamientos entre el mando naval y terrestre británico.

Estas discrepancias también se suscitaron entre Lezo y el virrey Eslava. Sobre las intenciones deuno y otro se han emitido diversas opiniones pero, a la vista del diario del propio Lezo, no cabe lamenor duda de que el día 24, el almirante creía necesario abandonar el castillo ordenadamente,antes de que los ingleses pudieran poner a punto una batería en tierra, porque “no podía durar aotro ataque de 4 navios”, y de esa forma permitiría disponer de la gente de su guarnición y de lamarinería “para la defensa de la plaza”. Eslava era completamente contrario a esta opinión, puespara él convenía “mantenerse todo lo que se pudiera para dar más tiempo, porque de eso dependela seguridad de la plaza”. Así se lo manifestó a Lezo el día 25 quien volvió a expresar sus reticenciasya que, a su juicio, si los ingleses lograban instalar una batería en tierra, se perdería el castillo sin difi-cultad y “lograrán el quemar o echar a pique estos navíos, y la pérdida de sus tripulaciones que harángrave falta para la defensa de la plaza”. Esta opinión, a mi juicio, es importante pues viene a ponerde manifiesto que Lezo no tuvo intención, en ningún momento, de hundir sus buques, como luegose hizo.

118. Las referencias sobre las operaciones británicas proceden de la relación publicada por FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo: op. cit., Tomo VI,pp. 258-276.

119. Las referencias a los acaecimientos de la defensa española proceden del Diario de Lezo, a partir de la transcripción de BLANCO NÚÑEZ,José María: op. cit., pp. 161-182.

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Pero en lo que siempre tuvo razón es en la conveniencia de haber impedido el desembarco en Tie-rra Bomba y, tras haberse producido, intentar obstaculizar los trabajos de los ingleses. Resulta sor-prendente que Eslava no atendiera sus reiteradas sugerencias en este sentido, pues la empresa erarelativamente sencilla. Por el contrario, se limitó a ordenar una resistencia estática en el castillo deSan Luis, en cuya viabilidad no creyó nunca Lezo. Pero el castillo resistió nada menos que 16 días,desde la tarde del 20 de marzo hasta la del 5 de abril. El empeño en su defensa hay que atribuirselo,en primer lugar a Desnaux, responsable de la misma pero, también, a Lezo que prestó todo el apoyoque le fue posible y que, como el mismo señalaba en la carta al marqués de Villarias, trabajó “nocomo corresponde a general, sino como el último grumete de mis navíos”. El virrey también estuvoen varias ocasiones en la primera línea de fuego. Fue al castillo el día 27, el 30 y el 3 de abril, dur-miendo los dos últimos días a bordo del Galicia. Precisamente, a las 9 de la mañana del día 4 fuecuando un proyectil inglés impactó en ese buque, afectando ligeramente a Eslava y produciendo aLezo heridas en un muslo y una mano, a las que no se dio demasiada importancia, en un principio.

La resistencia de la posición llegó a su fin en la tarde del 5 de abril. Durante la mañana ya se habíacomprobado que era imposible mantenerla y se pidieron instrucciones al virrey sobre la forma deactuar. Lezo había previsto una retirada ordenada pero, hacia las cuatro de la tarde, la guarnición ini-ció la desbandada, a la que se sumaron los marineros del San Carlos. El almirante intentó atajarlapero, poco después ocurrió lo mismo con la del África y el San Felipe. En su diario Lezo anotó: “repa-ré que el San Carlos y el África iban a pique y que habían pegado fuego al navío San Felipe, sin aten-der unos y los otros a las órdenes que esta tarde y anteriormente les había distribuido”. Según hicie-ron constar los ingleses la orden era hundirlos, para lo que se habían abierto los cascos, tapándoloscon un taco de madera, pero en el San Felipe no pudieron retirarlo y, por ese motivo, se optó porquemarlo. En el caso del Galicia, nada se hizo y fue capturado por los ingleses cuando aún se encon-traban a bordo su comandante y el capitán de Infantería con cuatro de sus hombres, según Lezo,aunque las fuentes inglesas afirman que, además del comandante, permanecían en el buque “unCapitán de los batallones de Marina, un Alférez de Navío y 60 hombres” que fueron hechos prisio-neros, junto con “la bandera y la insignia de D. Blas de Lezo, que aún ondeaban”120. Todo ello suce-dió en presencia del virrey que, de nuevo, se había presentado en el puesto de mayor peligro.

La caída del castillo de San Luis y del de San José, poco después, abrió la bahía a los buques ingle-ses por lo que, inmediatamente, fue preciso organizar una nueva línea de resistencia entre el Castillogrande y Manzanillo. Lezo se trasladó a Boca Grande para ordenar a los dos buques que allí perma-necían, el Dragón y el Conquistador, que fueran a situarse en las nuevas posiciones.

El primero en entrar fue Vernon, con enormes dificultades, debido a los buques hundidos, trasretirar el Galicia y ayudarse con espías121 durante tres horas. Al día siguiente lo fueron haciendo,poco a poco, otros buques. La resistencia española había ocasionado a los ingleses, hasta esemomento, unos 500 muertos y otros 1.500 heridos y enfermos, muchos de ellos a consecuencia deenfermedades infecto-contagiosas cuya incidencia fue creciendo en las jornadas sucesivas. Sin duda,fue la fiebre amarilla una de las principales causas de las bajas. Se trataba de una enfermedad endé-mica que también afectaba a la población española. Unos meses antes, Lezo dio cuenta de que másde 280 personas habían muerto a consecuencia del “vómito negro” en la ciudad122. Pero a ello vinie-ron a sumarse las grandes carencias de agua y alimentos que padecieron las tropas británicas. A ellocontribuyó la actuación de las partidas de irregulares que el virrey Eslava había dispuesto para impe-dir el abastecimiento de los atacantes. Esta circunstancia ocasionó gravísimas tensiones entre Vernony Wentworth que impidieron la adecuada comunicación entre ambos y terminaron por frustrar laoperación.

Pero, en esos momentos, Vernon creía que la victoria se encontraba a su alcance y no dudó endar cuenta de ella a las autoridades de Londres, provocando el cómico episodio de la acuñación demonedas conmemorativas de la caída de Cartagena que nunca llegó a consumarse.

No eran menores las tensiones en el bando español. Desde el inicio de la segunda fase de la ope-ración, Lezo quedó completamente relegado.

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120. FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo: op. cit., pág. 266.121. Cabos o estachas con los que, hechos fuertes, se favorece el avance del buque.122. Comunicación de 16 de septiembre de 1740. Archivo General de Indias. Santa Fe, 1021. Fol. 372-373.

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Como he señalado, inicialmente se pensó establecer una segunda línea de defensa entre Castillogrande y Manzanillo, guarneciendo el castillo y disponiendo los navíos supervivientes en aquel lugar.Al mismo tiempo se acoderaron mercantes con la intención de hundirlos si era preciso para dificultarel avance de los navíos ingleses. Sin embargo, el sábado 8 de abril las dotaciones del Dragón y delConquistador se amotinaron, amenazando con abandonar los buques, en cuanto se aproximara elenemigo. Lezo y el virrey tuvieron que trasladarse a bordo, logrando apaciguarlos. Esa misma nochefueron hundidos los mercantes y, al día siguiente, Eslava decidió abandonar Castillo Grande y hundirlos buques de guerra. La decisión causó enorme contrariedad a Lezo, al que le pareció inconcebibleque se adoptara tal resolución sin ofrecer resistencia en el castillo y sin que la presión inglesa obliga-ra a prescindir de unos buques que podía tener utilidad más adelante. Ante la obstinación del virrey,los barcos fueron hundidos ese mismo día. El almirante anotó en su diario que “Don Sebastián deEslava ha conseguido la ruina de estos navíos tirando a la Marina, de que se ha declarado enemigocapital y de los más opuestos a ella”.

Tan pronto como se percataron de ello, los ingleses se hicieron con el control del castillo, dondeencontraron 59 cañones que habían sido clavados con tanta precipitación “que la mayor parte deellos pudieron volver a servir”. En su opinión, que venía a corroborar la de Lezo, en caso de ofrecerresistencia hubiera sido “su toma muy costosa en trabajo y sangre”. Además, aunque el cierre de lacanal se había reforzado con otros mercantes, no resultó eficaz, pues los ingleses encontraron que lapopa del Conquistador todavía flotaba, por lo que pudieron revirarlo, abriendo una brecha por la queentraron algunas unidades.

Sin buques donde servir, las dotaciones de Marina fueron distribuidas en piquetes para acudir alos lugares que fuera preciso. Lezo recibió la orden de hacerse cargo de los mismos, aunque sin ins-trucciones precisas, por lo que se quejó amargamente, llegando a anotar en su diario que el virreydictaba “todas las providencias y órdenes de la tropa y gente de mar, sin que de mí se haga caso nin-guno”, a pesar de los cual “continúo mi salida a todas partes con él, sin darme por entendido denada”.

En aquellos momentos, con los ingleses en el interior de la bahía, la ciudad se encontraba seria-mente amenazada. Ya hemos visto cómo Vernon creyó que la tenía al alcance de la mano, pero paraadueñarse de la misma era preciso salvar un importante obstáculo, el cerro de la Popa con el castillode San Felipe, situado en su cima, en torno al cual se habían reforzado las fortificaciones. Para defen-derlo, el virrey recurrió, una vez más, a Desnaux.

Lo que Vernon no quiso o pudo hacer en el momento de su llegada por Playa grande, decidió lle-varlo a cabo, ahora, por la Quinta. Pero, las circunstancias eran muy diferentes. Cuando se inició eldesembarco en este lugar había transcurrido más de un mes y, durante todo este tiempo, además delas bajas producidas en los combates, las enfermedades habían causado estragos en las filas de lainfantería británica que, por otra parte, se había visto afectada en su moral, tanto por esta causacomo por la escasez de víveres y agua. A ello había que sumar los constantes enfrentamientos entreel mando terrestre y Vernon que contribuyeron a agravar la situación.

Aunque el desembarco de la fuerza se realizó sin problemas, pudiendo adueñarse de La Quinta ydel convento de la Popa, Wentworth se percató inmediatamente de que no era posible apoderarsedel castillo sin batirlo antes con la artillería. Instalar la batería requería un tiempo. Eso fue lo que soli-citó de Vernon, así como la colaboración de los buques con sus cañones y algunos refuerzos, ante lasconstantes bajas que se producían entre los más de 4.000 hombres que estaban dispuestos para elasalto. Pero el almirante se negó a esperar y, en contra de la opinión del general, ordenó el ataque.

En la noche del día 20, ingleses y americanos, provistos de escalas para trepar por los muros,avanzaron en la oscuridad, guiados por desertores. A pesar del valor puesto en el empeño, el resul-tado fue catastrófico. Tras perderse en los vericuetos de la montaña, al llegar bajo la fortaleza com-probaron con horror que las escalas habían quedado atrás y que, por otra parte, resultaban cortaspara el empeño. La defensa encarnizada de la guarnición española causó estragos en las filas de losatacantes que, finalmente, tuvieron que retirarse dejando atrás, según fuentes británicas 170 muer-tos, 459 heridos y algunos prisioneros. Allí, bajo los muros de San Felipe de Barajas se salvó la ciudad.

El resto ya no tuvo la menor incidencia, porque no era posible repetir el ataque. Ni se disponía deltiempo preciso para ello, ni la infantería se mostraba dispuesta a insistir. Hubo que solicitar una tre-gua para retirar los cadáveres, mientras en las filas inglesas cundía el desánimo y sólo se pensaba enla retirada.

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Manuel Gracia Rivas

Quizás para salvar su honor, Vernon ordenó una maniobra desesperada. Batir las murallas de laplaza con el Galicia capturado. Aunque fue rechazado y terminó varando en la costa, para Lezodebió resultar una amarga experiencia ver a su buque insignia atacando a la ciudad que había defen-dido. En su diario manifestaba su pesar por la escasa artillería que, en aquellos momentos había enla muralla para hacer frente a esta nueva amenaza pero, en la relación británica se afirma que “elenemigo asestó contra el buque todos los cañones que pudo, y como nada le distraía de tan buenblanco, casi lo destrozó por completo. El que tuvieran que abandonar “lo disparatado de este pro-yecto”, como ellos mismos lo calificaron, tras haber muerto 6 de los hombres de su improvisadadotación y resultado heridos otros 56, demuestra que los reparos de Lezo no eran excesivamenteprecisos.

El fracaso británico se había consumado por lo que, tras efectuar las demoliciones que considera-ron oportunas en los fuertes ocupados y reembarcar a las tropas y pertrechos, comenzaron a aban-donar la bahía. El miércoles 17 de abril, salió Vernon y el sábado 20 de abril de 1741, las últimas uni-dades inglesas se perdían en el horizonte. La ciudad estaba a salvo.

El coste de la batalla en ambos bandos es difícil de precisar. Por parte británica los autores máscomedidos, como Fernández Duro y Cotarelo, a los que sigue Blanco Núñez, las cifran en 6 navíosincendiados, 17 casi inservibles y 9.000 bajas. Recientemente, Pablo Victoria las eleva a 6 navíos detres puentes, 13 de dos y 4 fragatas, además de varios transportes, lo que representarían unos 50barcos perdidos. Respecto a las bajas, afirma que fueron 2.500 muertos en los combates y otros3.500 a consecuencia de las enfermedades. Además, unos 7.500 enfermos y heridos, muchos de loscuales murieron durante el viaje de regreso a Jamaica. En cualquiera de los casos, el resultado nopudo ser más catastrófico.

Por parte española las bajas fueron de unos 600 hombres que Victoria eleva a 800, más 1.200heridos. Lo más importante, sin embargo, fue la pérdida total de los 6 navíos de Lezo, junto con otrasembarcaciones menores que fueron hundidas deliberadamente o destruidas por los ingleses.

Pero, si los ingleses perdieron en los ataques a muchos de sus oficiales, en las filas españolas lamuerte más significativa fue la de D. Blas de Lezo, acaecida el 7 de septiembre de 1741, cuatromeses después de la retirada británica.

Es difícil determinar la causa de la misma, al no disponer de documentación fehaciente. Última-mente, algunos autores parecen decantarse por la posibilidad de que sucumbiera a consecuencia deuna epidemia de “peste”, desencadenada en la ciudad como consecuencia de los cuerpos insepultosde las víctimas de los enfrentamientos. Debemos descartar rotundamente la existencia de esasupuesta “peste”. Si hubo epidemia tuvo que ser de fiebre amarilla pero, aunque esta enfermedadestuvo siempre presente en aquella zona, no creo en la posibilidad de un brote epidémico, entreotras razones porque crea inmunidad entre los que la han padecido y, por lo tanto, no podía afectara los naturales de la ciudad. En cuanto a los peninsulares, llevaban ya bastante tiempo en aquellasaguas y, entre ellos, ya se habían experimentado bastantes defunciones en 1740. Es posible que vol-vieran a padecerla en el verano de 1741, pero no debemos descartar la posibilidad de otra etiologíapara el caso de Lezo.

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Defensa de Cartagena de Indias. Litografiade Daniel de Urrabieta, una de lasilustraciones de la Historia de la Marina RealEspañola de José March, 1854-56. ColecciónUntzi Museoa-Museo Naval. Se trata de unavisión idealizada en la que aparecen dosnavíos españoles enfrentándose a variosbuques ingleses. En tierra se aprecianalgunos incendios y sobre el muelle seprocede a la evacuación de los heridos quellegan en las falúas. Llama la atención latorre que aparece a la derecha de lailustración que recuerda la estructura de unfaro, aunque el único existente hasta finalesdel siglo XIX fue un gran farol, en la cima delcerro de la Popa, de cuyo cuidado seencargaban los frailes agustinos delconvento de Nuestra Señora de LaCandelaria, situado en ese lugar.

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Como es sabido, el 4 de abril había resultado herido, a bordo del Galicia, cuando se encontrabadeliberando con el virrey. Lezo señaló en su diario que fue alcanzado en un muslo y una mano. Apesar de las heridas continuó empeñado en la lucha hasta el fin. Se movió constantemente e, inclu-so, montó a caballo durante los últimos días. No conocemos el alcance de estas heridas que nodebieron ser incapacitantes, como lo demuestra la actividad desplegada. Por otra parte, el largoespacio de tiempo transcurrido entre el momento en que fue alcanzado y su fallecimiento, sóloadmite la posibilidad de que, como consecuencia de una deficiente cura, terminaran infectándoseprovocando una septicemia. Eso fue lo que ocurrió con el almirante Gravina en Trafalgar, cuya heri-da en un brazo, llegó a originar una osteomielitis que provocó el fatal desenlace unos meses des-pués. Pero, en ese caso, hubo afectación ósea, lo que no está comprobado en Lezo, aunque nodebemos descartar la posibilidad de complicaciones posteriores.

Del lugar de su enterramiento no ha quedado memoria. Al parecer, había ordenado que su cadá-ver fuera sepultado en la capilla de la Vera Cruz del convento de San Francisco pero ni siquiera exis-te constancia de que fuera depositado allí. En el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando(Cádiz), una lápida recuerda su figura y su trayectoria naval pero, a diferencia, de otros destacadosmarinos españoles sus restos nunca llegaron a regresar a la península como, probablemente, hubie-ra sido su deseo.

LOS AMARGOS DÍAS FINALES

Durante las semanas que siguieron a la victoria, el duro enfrentamiento entre Lezo y el virrey, quehabía aflorado a lo largo de todo el sitio, alcanzó su máxima expresión a través de las graves acusa-ciones vertidas por Eslava contra el almirante. Pero no fueron menores las formuladas por éste con-tra su inmediato superior para el que no tiene sino reproches, fundados en algún caso y claramentedesproporcionados en otros. Porque atribuir el éxito a “los efectos de la Divina Providencia” repre-sentaba hacer tabla rasa del empeño puesto en la defensa por todos los que participaron en ella.

Es posible que “la Divina Providencia” se sirviera de la incompetencia de Vernon el cual pudohaber logrado un resultado muy diferente al de la catástrofe que provocó, pero no puede olvidarse laimportancia que la resistencia del castillo de San Luis, en la que tan eficazmente colaboró Lezo, o ladel castillo de San Felipe tuvieron en el desenlace.

Es cierto que Eslava cometió errores. Uno de los más importantes fue, sin duda, su pasividad a lahora de impedir el desembarco inglés en Tierra Bomba y la inacción mantenida mientras se atacó alcastillo de San Luis desde tierra. Probablemente, tampoco fue acertado el empleo de los buques, quefueron hundidos como consecuencia de unos planteamientos más “terrestres” que navales. PeroEslava, estuvo al frente de todo. Dio muestras de serenidad en todo momento y, en definitiva, fue elcomandante supremo y, por lo tanto, el mérito de la victoria hay que anotarlo, como suele ser habi-tual, en el haber del mando supremo. Es probable que, si hubiera sido distinto, se le hubieran podi-do formular objeciones, pero tras la victoria, hacerlo de forma tan dura y radical parece inconvenien-te. De igual forma, infravalorar la aportación de Desnaux, presentando como un simple acólito delvirrey al hombre responsable de la defensa directa de San Luis y San Felipe tampoco es justo. Con ellono pretendo restar importancia a la labor de Lezo cuya contribución fue, sin duda, muy importante,especialmente en los momentos iniciales, cuando el destino de la plaza estaba en juego a la entradade la bahía.

Sin embargo, no se pueden soslayar las graves divergencias que hubo entre el mando militar ynaval, como también sucedió entre los ingleses. Fruto de este desencuentro el papel del almirante enla última fase de los combates fue poco relevante. De hecho, suele afirmarse que, como consecuen-cia de los desfavorables informes del virrey, Lezo fue destituido y se le ordenó regresar a España. LaReal Orden emitida en este sentido no llegó a conocerla pues llevaba fecha de 21 de octubre, poste-rior por lo tanto a su fallecimiento. Es probable que la orden recibida no fuera tan contundente.

En este sentido, cabe señalar que el propio almirante en la carta enviada al marqués de Villarias,con su diario, había pedido que se le autorizara regresar a Europa debido a que allí “ya no me que-da qué hacer con oficiales, tropa y gente de mar de mis navíos, por haber reunido en sí D. Sebastiánde Eslava todas mis facultades”. Perdidos todos sus barcos y con la gente de los mismos a las órde-nes del virrey, era evidente que nada tenía que hacer.

No he podido conocer el texto de la Real Orden pero, a la vista de lo expuesto, parece lógico quese le permitiera regresar ya que su mando era el de unos buques que ya no existían.

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LA REHABILITACIÓN POSTERIOR

Todos los que se han ocupado de la biografía de Lezo, suelen presentarlo como una víctima, injusta-mente tratada, como consecuencia de las insidias vertidas contra él por el virrey y sus adictos, queaparecen como los beneficiarios de los méritos del almirante. Tanto Eslava como Desnaux obtuvieronunos honores que a Lezo, sólo le fueron reconocidos, tras la reivindicación efectuada por su hijo,años después.

Según esta visión, Eslava fue recompensado con el virreinato del Perú. El nombramiento se pro-dujo dos años después y hay que inscribirlo dentro de la carrera habitual de un hombre de su presti-gio. A pesar de la importancia del cargo, uno de los más relevantes de la América Hispana, no loaceptó, alegando problemas de salud y continuó como virrey de Nueva Granada hasta el nombra-miento de su sucesor, D. José Alfonso Pizarro, en 1749. Pizarro era el almirante que había sido envia-do en persecución de Anson, durante la ofensiva inglesa de 1740. Tras efectuar el relevo, Eslava par-tió para España el 23 de febrero de 1750, llegando a ser Secretario del Despacho Universal de Guerraen 1754. Falleció el 21 de junio de 1759.

En cuanto a Desnaux, llegó a alcanzar el empleo de Brigadier, algo también lógico en una brillan-te carrera militar y, desde luego, su actuación en Cartagena pronto quedó en el recuerdo.

Más curioso es el hecho de que, reiteradamente, se afirme que Eslava fue recompensado con eltítulo de marqués de la Real Defensa, en reconocimiento al papel desempeñado durante el asedioinglés, mientras que los méritos de Lezo tardaron en ser reconocidos con la concesión de otro mar-quesado, el de Ovieco, a instancias de su hijo, empeñado tenazmente en defender la memoria de supadre.

Sin embargo, lo cierto es que ni uno ni otro obtuvieron ese honor. Porque la creación del mar-quesado de la Real Defensa por Carlos III se efectuó el 18 de marzo de 1760 en la persona de D. Gas-par de Eslava y Monzón, sobrino del virrey, aunque en el título de concesión se hacía alusión a losméritos de su tío D. Sebastián de Eslava.

Tampoco le fue concedido nunca el marquesado de Ovieco123 a D. Blas de Lezo, sino a su hijo D.Blas Fernando José Tomás de Lezo y Pacheco124, con fecha de 26 de agosto de 1760, poco despuésde la creación del marquesado de la Real Defensa125 .

CONCLUSIÓN

A la vista de lo expuesto queda patente la personalidad de uno de los grandes marinos vascos, for-mado en la Marina francesa y con una destacada carrera posterior en la Real Armada.

En ella destacan, ante todo, un carácter puesto a prueba en las adversidades de los primerosmomentos y una profunda vocación marinera que le llevó a continuar en la mar, a pesar de que pudohaberse retirado, a consecuencia de sus heridas que, representaban un serio impedimento para lavida a bordo y el combate.

A todo ello hay que sumar la rudeza de su carácter que queda patente en algunos de sus escritosy que, probablemente, fue el desencadenante de los enfrentamientos que, en diversas ocasiones,tuvo con los virreyes a los que estuvo subordinado.

No puede dudarse de su pericia marinera y del valor demostrado en diversas ocasiones, pero esposible que su figura hubiera quedado olvidada, como la de otros muchos marinos de su época, si eldestino no le hubiera situado en Cartagena de Indias, en un momento clave. Hay que tener en cuen-

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123. Ovieco era una villa perteneciente a la familia que formaba parte del mayorazgo de la mujer de D. Blas de Lezo. El marquesado le fueconcedido con el vizcondado previo de Cañal.

124. Sobre esta cuestión se ha ocupado María Inés Olarán en la obra citada. Llegó a ser Brigadier de los Reales Ejércitos.125. Respecto a la concesión del marquesado se han deslizado numerosos errores. Un hombre tan bien informado como el almirante Mar-

tínez Valverde llegó a afirmar en la correspondiente voz de Enciclopedia General del Mar, Ediciones Garriga, Madrid, 1957, Tomo V, pág. 390que “Algunos años más tarde se concedió a la familia Lezo el marquesado de la Real Defensa, quedando perpetuada de este modo, sus haza-ñas en Cartagena de Indias”. Más recientemente el V.A. D. José Luis Torres Fernández en “El Teniente General de la Armada Don Blas de Lezo yOlavarrieta. (Olvido y muerte de un héroe)”, Revista General de Marina, Enero-Febrero de 2008, pág. 47, afirmaba que “en 1762, Sebastián deEslava le ruega al rey que anule las reales órdenes condenatorias, como felizmente se hizo, y S. M. le concede el título nobiliario de marqués deOvieco”, cuando Eslava había fallecido en 1759.

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ta que Lezo no estuvo al mando de una escuadra con ocasión de combates señalados. Su figura estávinculada, fundamentalmente, a la defensa de Cartagena.

Sin embargo, tampoco fue el responsable de la misma. En todo momento, estuvo subordinado ala autoridad del virrey, un militar prestigioso con el que, desde el primer momento, se enfrentó.

Cabe preguntarse entonces sobre las razones por las que Lezo es presentado como el artíficeprincipal de la victoria ante los ingleses y, porque se le dedica un especial recuerdo en Cartagena,mientras que Eslava no ha merecido los mismos honores.

Quizás el proceso de mitificación del marino vasco, lo iniciaron, sin pretenderlo, los propios ingle-ses. Cuando Vernon dio cuenta de la toma de Portobelo, comenzó un proceso de enaltecimiento desus méritos, con claros fines propagandísticos ante una sociedad que había reclamado la guerra con-tra España. Más tarde, al informar temerariamente Vernon de la toma de Cartagena, el entusiasmose desbordó y quedó plasmado en una larga serie de medallas con las que se pretendía reflejar elansiado triunfo frente a España.

Una de las más completas revisiones en lengua española sobre estas acuñaciones fue realizadapor Luis Súarez de Lezo126 que analiza trabajos anteriores, aunque es mucho más completa la reali-zada por Adams127. Algunos autores han llegado a catalogar hasta 339 ejemplares128 diferentes deestas emisiones de carácter propagandístico.

Entre las mismas, hubo, al menos, ocho modelos distintos en los que aparece Lezo, rendido a lospies de Vernon (en seis de ellas) o, en la misma posición, entre Vernon y Ogle. Curiosamente, se tra-ta de una imagen idealizada, en la que el almirante español aparece, incluso, con la pierna perdidaen su juventud.

Las razones por las que se eligió a Lezo para reflejar la humillación de España obedecían sin dudaal desconocimiento de quienes las diseñaron en Inglaterra, respecto a la realidad del mando en aque-lla plaza. No era éste el caso de Vernon, pues cuando tuvo que solicitar una tregua para la retirada debajas o para el intercambio de prisioneros, a quien se dirige no es a Lezo, sino al virrey Eslava. Por lotanto, Vernon conocía perfectamente que, en el hipotético caso de una rendición, quien se arrodilla-ría a sus pies no sería Lezo, sino el Teniente General Eslava, como responsable supremo de la plaza.

En España, el enaltecimiento de Lezo arranca, probablemente, en la primera mitad del siglo XIX,siendo uno de sus máximos responsables el ilustre marino y escritor D. Martín Fernández de Navarre-te (1765-1844), autor de una reseña biográfica, con claros tintes apologéticos, en la que se han ins-pirado la mayor parte de los autores posteriores.

126. SUÁREZ DE LEZO, Luis: “Las medallas del Almirante Vernon”, Revista de Historia Naval, nº 29, 1990, pp. 99-124.127. ADAMS, John: The Medals of Admiral Vernon. Puede consultarse en www.medalcollectors.org128. Éste es el número establecido por Malcolm Storer en su Admiral Vernon Medals, 1739-1742, Boston, 1918-1919.

Escultura en bronce de Blas de Lezo a lospies del castillo de San Felipe el Real deBarajas, en Cartagena de Indias. Es obra delescultor madrileño Emilio Laiz Campos. Fuedonada por el Instituto de Cultura Hispánicaen 1956.

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El atractivo de su figura, engrandecida por sus propias limitaciones físicas, y su contribución indu-dable a una de las más importantes victorias obtenidas frente a los ingleses hicieron el resto. Lo ocu-rrido en Cartagena contribuyó a reforzar la imagen del héroe perseguido, víctima de una confabula-ción en el marco de los habituales enfrentamientos que, entre Armada y Ejército, se suelen dar entodos los países, como sucedió también en el bando británico durante la fallida operación.

La recuperación de su memoria continuó, de manos del Instituto de Cultura Hispánica y del pro-pio gobierno español, cuando, tras la donación de su monumento, lograron que los colombianos laasumieran como propia, vinculándola definitivamente al paisaje urbano de la bella ciudad de Carta-gena de Indias.

Recientemente, la publicación de varias obras, a uno y otro lado del Atlántico, ha contribuido adarlo a conocer entre el gran público, despertando una corriente de simpatía hacia el héroe supues-tamente olvidado que se ha plasmado en nuevas iniciativas para honrarle y en un torrente de comen-tarios admirativos en el nuevo y más influyente medio de comunicación, Internet.

A pesar de todo, la biografía de Blas de Lezo está todavía plagada de lagunas que hacen necesa-rias nuevas investigaciones, algunas de las cuales ya están en curso, como la de las causas de su falle-cimiento y el tratamiento de las heridas recibidas a lo largo de su vida.

En este trabajo, tan sólo he pretendido analizar el estado actual de nuestros conocimientos sobretan ilustre hombre de mar que bien merece nuestra atención, aunque sin faltar a la precisión y alrigor, dentro de las limitaciones que nos imponen la carencia de estudios rigurosos y bien documen-tados de toda su trayectoria vital.

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