Gonzalez Ortega

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 JOSÉ P. SALDAÑA EL GENERAL JESÚS GONZÁLEZ ORTEGA EN LA HISTORIA Sobretiro de  HUMANITAS ,  Número  1 4 Universidad Autónoma de Nuevo León,  1973

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Artículos biográficos sobre la figura del Gral. Jesús González Ortega

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  • JOS P. SALDAA

    EL GENERAL JESS GONZLEZ ORTEGA EN LA HISTORIA

    Sobretiro de HUMANITAS, Nmero 14.

    Universidad Autnoma de Nuevo Len, 1973.

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    E L G E N E R A L J E S S G O N Z L E Z O R T E G A E N L A H I S T O R I A

    JOS P . SALDAA Soc. Nuevoleonesa de Historia,

    Geografa y Estadstica

    Capilla Alfonsina

    Biblioteca Universfaxriit

    5 5 8 0 1

  • N o PRETENDO ESCRIBIR la biografa de este personaje, porque para ello nece-sitara emplear mucho tiempo, a efecto de consultar archivos correspondien-tes a su actuacin poltica y militar, y adems enterarme de lo que ya se ha escrito sobre l. Esta tarea no me es posible realizarla.

    A falta de algo que pudiera ser una obra de alguna importancia histrica, me propongo Rescribir, con especialidad sobre la rendicin de Puebla, efec-tuada por el general Gonzlez Ortega, en su carcter de general en Jefe del Cuerpo de Ejrcito que la defenda contra el sitiador, general Elias Federico Forey, comandante de las tropas francesas?"

    Tengo la conviccin de que se trata de un hecho, que aun cuando raro en la historia universal, y altamente honroso para Mxico, no es lo suficiente-mente conocido en sus detalles.

    Considero, en consecuencia, hacer una labor de divulgacin con este re-lato, que: alguna utilidad puede prestar, especialmente a la juventud, que es la que debe responder con su vigor, a conservar la realidad de una patria integrada y regida por mexicanos/sin ms influencias que los ejemplos glo-riosos de nuestros antepasados.

    Si financieramente la rendicin de Puebla el 17 de mayo de 1863, por el general Jess Gonzlez Ortega, al general Forey, Jefe del ejrcito francs cons-tituy una prdida econmica enorme dada la precaria situacin del erario Federal, en cambio la heroica decisin de entregarse prisioneros, despus de inutilizar todas las armas, compensaba con creces el sacrificio.

    Si grande fue la prdida sufrida por la Repblica, al destruirse ms de 20 mil fusiles, 50 caones y la impedimenta, qu puede decirse del rasgo inu-sitado de entregarse prisioneros, sin condiciones, el general en Jefe, todos los dems generales, Jefes y oficiales, as como los soldados! Sus vidas quedaban a merced del invasor, o cuando bien les fuera, era de esperar largo cautiverio

    fuera de la Patria. Pero fue tan grande, tan extraordinaria aquella accin, que el general Forey,

    olvidando los estragos que aquellos valientes haban ocasionado a su ejrcito, senta deseos de convivir con ellos, al grado de hacer demostraciones per-sonales tratando de atraerse cuando menos su buena voluntad. Mayor fue su admiracin cuando todos rehusaron recibir atenciones, que la dignidad

    personal y de militares no lo permitan. Al conocerse en el pas los pormenores de esta hazaa, la reaccin del

    pueblo fue de orgullo. Si en la victoria del 5 de mayo del ao anterior el entusiasmo no tuvo lmites, en este otro caso, ahora adverso, la solidaridad fue completa, signo inequvoco de que la talla de los mexicanos patriotas poda medirse airosamente con quienes trataban de mancillar nuestra ca-lidad de mexicanos dignos de una Patria libre.

    Ante los hechos consumados, y tranquilo el Gobierno mexicano por ha-ber hecho cuanto era posible hacer en ayuda de los sitiados, se acept con resignacin el alto precio pagado en defensa de la dignidad de la Nacin. Y al mismo tiempo se tuvo en cuenta la resistencia, hasta el ltimo momento, de las fuerzas, que a las rdenes de Gonzlez Ortega ofrecieron un espec-tculo ejemplar al mundo entero. Niguna ayuda poda esperarse despues de la derrota sufrida por el general Ignacio Comonfort, cuando trat, en arries-gada accin, introducir a la plaza sitiada los elementos necesarios para la

    defensa. . .. , Todas las circunstancias que privaron en los sucesos fueron analizadas por

    Jurez y sus Ministros y las conclusiones pueden apreciarse por las siguientes

    menciones: ,, ^ El Gobierno Presidido por Jurez enva al general Jess Gonzlez Ortega un

    mensaje declarando la defensa y rendicin de Puebla en grado heroico. Por su parte el Congreso de la Unin aprueba una resolucin, que se publica en El Diario Oficial, concebida en los siguientes trminos:

    "El Congreso General ha decretado que los documentos relativos a la rendicin de Puebla, se coloquen en el saln de sesiones, y que los dignos defensores de aquella plaza reciban un distintivo que acordar el Gobierno.

    "Al expedir este decreto el Cuerpo Legislativo, no hace sino servir de or-gano a los sentimientos de admiracin y gratitud que la Repblica consagra a sus heroicos defensores en la ciudad de Zaragoza.

    "El desenlace que ha tenido el sitio de aquella plaza, corona dignamente

  • las hazaas con que se han ilustrado sus defensores. Por grandes que fuesen su patriotismo y su ardimiento, no poda esperarse de ellos la prolongacin de la lucha despus de agotadas las municiones y los vveres. Llevbamos algunos das de prever que el Ejrcito de Oriente sucumbira, pero con ho-nor y con gloria, y sin permitir que cayese la menor mancilla sobre los timbres que ha conquistado en los dos meses ltimos. Aquel denodado ejrcito com-prendi bien que la impotencia para seguir luchando puede tomar ante el enemigo una actitud noble e imponente. Estamos seguros de que en el mismo ejrcito invasor ha de haber hecho profunda mella el espectculo de ese ejrcito que desapareci en los momentos de faltarles los medios de com-batir; y de ese cuadro de jefes y oficiales, que olvidados de sus propias personas rehusan cuantas condiciones les propone el enemigo, y sigue siendo ante l un emblema vivo de la Nacin que desafa el poder de la Francia, y protesta luchar en favor de su independencia, mientras haya un brazo y un fusil que oponer a la invasin.

    "El alto ejemplo que el Ejrcito de Oriente ha dado a los mexicanos du-rante el sitio de Puebla, no termina, sino que se presenta bajo otra forma en la rendicin de la ciudad. Los Jefes que la defendan han probado una vez ms que son invencibles los buenos patricios cuando anteponen a todo poder humano el honor individual y la independencia de su patria."

    Este hermoso decreto, hecho en los momentos dolorosos, no precisamente de la derrota, sino de la catstrofe, significa la disposicin de un pueblo dispuesto a luchar en defensa de las instituciones legalmente establecidas. Para el debido conocimiento de los hechos, con la mayor diligencia fue en-viado a las autoridades legtimas del pas, tomada cuenta de que, por la falta de medios rpidos de comunicacin, las noticias llegaban de los lugares lejanos a los veinte y hasta treinta das despus. La forma ms rpida era la del caballo, expuesto a toda clase de contingencias.

    He copiado el decreto en toda su extensin, considerando que es la forma ms precisa e ilustrativa para formar un criterio bien orientado sobre los acontecimientos. Para tal fin he dispuesto de la obra Los Presidentes de M-xico ante la Nacin.

    Comoquiera que, en este acontecer de la vida de Mxico existen docu-mentos de excepcional valor histrico, seguir esta lnea de conducta, tratn-dose como en este caso de libros, peridicos y folletos de seriedad insospe-chable.

    No se pueden pasar por alto los comentarios de los peridicos de la poca, en relacin a la rendicin de Puebla. Ello nos coloca en el momento pre-

    ciso de los acontecimientos, con las emociones que tal suceso caus. Vamos a insertar algunas de las versiones publicadas.

    Pero antes, como antecedentes es del caso mencionar que Forey, impre-sionado por la actitud de Gonzlez Ortega lo invit a sentarse en su mesa, "lo que fue cortesmente rehusado por el glorioso jefe mexicano". Despus a solicitud del propio general Forey, le fueron presentados los dems ge-nerales prisioneros, y ante ellos, les manifest: "que la plaza haba sido una cosa nueva y extraordinaria que no se registraba en los anales de la guerra europea, porque ni haba sido una rendicin previas las garantas que se solicitan en esa clase de actos, ni tampoco una capitulacin, y que, por lo mismo, no hallaba que nombre darle; que juzgaba que haban sido rotas las armas por no entregarlas al ejrcito francs, no obstante de ser ste muy digno de recibirlas de los defensores de la plaza de Puebla; pero que esto no quitaba que aquel acto fuese altamente honroso para Mxico".

    El acto de la destruccin del armamento, en s mismo tiene un valor ex-cepcional. En primer lugar se evit que el invasor acrecentara su podero blico con el armamento, y en segundo lugar el hecho adquiere relevancia especial por cuanto a que, los vencidos, se exponan a ser tratados con rigor, como sucedi pasados los primeros das en que Forey pretendi captarse las simpatas de los generales prisioneros, y posiblemente hasta pens en atraerlos a su causa o cuando menos lograr su neutralidad en la lucha.

    Pero la dignidad de los prisioneros los mantuvo lejos de todo compromiso. De esa manera estaban en su derecho de escaparse cuando pudieran, como efectivamente sucedi. Por otra parte su actitud sirvi de ejemplo a ms de cinco mil oficiales prisioneros, quienes lograron tambin evadirse en su ma-yora incorporndose de nueva cuenta al ejrcito Republicano.

    Los elogios de esta hazaa no tan slo procedieron de parte interesada; pues mereci el respeto de prominentes imperialistas. U n o de ellos, el escritor Francisco Arrangoiz, se expres as:

    "Sesenta y dos das se defendi Puebla, plaza sin murallas, con fosos poco profundos y no por todos lados. Al ver que Strasburgo y Metz, dos de las ms fuertes de Europa, se rindieron a los treinta y ocho das la primera y a los setenta y dos la segunda, y que en Metz era casi igual la fuerza sitiada a la sitiadora, debe considerarse como de los ms bizarros y ms notables hechos militares de nuestros das la defensa de Puebla, en la cual un general improvisado, pues no era su carrera la militar, les dio un ejemplo, que no han imitado, a los generales Ulric, Bazaine y otros que han mandado plazas fuertes en la guerra franco-prusiana, destruyendo e inutilizando Gonzlez Ortega, antes de rendirse, cuantas armas porttiles y cuantos caones pudo."

    Lstima que esa admiracin a una proeza de fuerzas mexicanas, destinadas a mantener la independencia, no se hubiese traducido en una vuelta al honor

  • de los elementos adictos a la invasin francesa. En contrario, pareca que deseaban emular a Gonzlez Ortega; pero sacrificando a los patriotas para ayudar a los extranjeros.

    Como digno antecedente de las opiniones vertidas en el caso, la voz del Gobierno haba abierto la brecha diciendo, por conducto del Ministerio de la Guerra que:

    "Aunque el Supremo Gobierno an no tiene todos los datos suficientes para formar juicio exacto, con relacin a lo acaecido en la inmortal Zaragoza la maana del 18 del corriente, no puede poner en duda que carece ya de uno de los ms robustos apoyos con que contaba para defender los derechos inalienables de la Nacin.

    "El Ejrcito de Oriente slo existe para recordar a los mexicanos sus de-beres, a Napolen I I I la iniquidad de sus proyectos, y al mundo, que tam-bin encuentra hroes la causa de la libertad en la tierra de los aztecas. Pero su fuerza fsica, su armamento todo, y dems elementos de guerra, acabaron ya por consecuencia de sucesos que, aunque previstos, no fue posi-ble evitar.

    "As me manda el C. Presidente lo ponga en conocimiento de Ud., para que se apresure a comunicarlo a los pueblos de su digno mando, a fin de que no tomen en otro diverso sentido, especies que se hagan circular, con motivo de aquel, bien lamentable en verdad, pero siempre heroico y glorioso suceso.

    "Por los informes que hasta ahora tiene el Supremo Gobierno, sabe que los buenos defensores de Zaragoza jams llegaron a ser vencidos por sus enemigos, y antes que comprometer su palabra en capitulaciones poco con-venientes o que en algo rebajaran el nombre que con su sangre haban conquistado, prefirieron romper sus armas, inutilizar su artillera y entregarse as a sus contrarios indefensos y desarmados.

    "Cree el Gobierno que no pudieron hacer ms, y de esta manera ha desa-parecido aquel Cuerpo de Ejrcito, sellando con ese hecho una solemne pro-testa de la resolucin y firme voluntad del pueblo mexicano, de continuar sin tregua la injusta guerra que sin motivo alguno se le ha trado para arre-batarle la autonoma que le pertenece como pueblo libre e independiente."

    Esta declaracin fue enviada a los Gobernadores de los Estados. La im-presin causada fue, a la par que de dolor, de aliento. Dolor por la prdida sufrida del armamento y de aliento por el espritu de aquel mensaje tan lleno de emotividad como de fe en el futuro.

    Los acontecimientos que siguieron justificaron aquella confianza en el por-venir de la Patria, fincado en la libertad y la independencia.

    Siguiendo la norma fi jada queda algo ms que decir sobre lo acontecido despus de la rendicin de Puebla. U n suceso as tena que despertar el inters general, tanto de los mexicanos leales a su bandera como de los que, a pesar de haber nacido aqu la pisoteaban, por un resentimiento proveniente de la derrota que haban sufrido. No tuvieron los conservadores la entereza suficiente para conformarse con la voluntad del pueblo, que en forma pat-tica los haba repudiado.

    Iniciaban ahora una cruel, despiadada y vergonzosa venganza. Haciendo causa comn con los invasores trataban de entregar a Francia, personificada entonces por Napolen I I I , el pequeo, a la Nacin Mexicana.

    Veamos algo de lo que fue pasando despus del glorioso desastre. El pe-ridico El Monitor de la Capital, public la siguiente informacin:

    "Por conductos fidedignos, sabemos que Forey determin establecer un Ayuntamiento a su modo en aquella ciudad; y que un tal Pardo, vecino de Puebla, quedaba nombrado no de Prefecto como haba querido sino de agente subalterno o comisionado de polica de Forey, para darle cuenta de todo.

    "Con profundsimo sentimiento hemos sabido que el Sr. Gonzlez Ortega y otros Generales, salieron por fin, en diligencia, de Puebla, rumbo a Vera-cruz; para lo cual Forey, creyendo sin duda deslumhrar al Pas con su esplen-didez, mand suministrar a cada General 21 pesos, que rehusaron digna-mente nuestros valientes.

    "A los oficiales se les ministraron tres pesos, que tambin rehusaron. "Los oficiales, al ser sacados de Puebla, emprendieron la marcha vitorean-

    do la Independencia y la libertad y cantando el himno nacional, pero los Franceses los hicieron callar.

    "Se confirma la noticia de que los traidores que entraron al principio a Puebla, comenzaron a ejercer sus venganzas de costumbre, pero los zuavos se los impidieron y los hicieron salir de la poblacin.

    "El traidor Almonte hace un papel muy ridculo y desairado, y se pasea triste y cabizbajo por las calles de Puebla.

    "D. Antonio Haro y Tamariz est tambin en Puebla, pero se mantiene retirado de Almonte y de Forey, con quienes dice no estar ya de acuerdo."

    El comentario coloca a los mexicanos que propiciaron la intervencin fran-cesa, en la condicin que les corresponde. Siento tanto horror por el califica-tivo "traidores" que no me atrevo a escribirlo por mi cuenta, aun cuando considero que lo merecen quienes hacen causa comn con los extranjeros que, con o sin razn, hacen la guerra a la Nacin.

    Otra informacin del peridico El Siglo, del 25 del mismo mes de mayo habla de la llegada de algunos jefes y generales que lograron evadirse. Dice la nota:

  • "Ahora que han llegado a esta ciudad algunos de los Generales y jefes del Ejrcito de Oriente, que ms se han distinguido en la defensa de Puebla, nos parece conveniente que el Ministerio de la Guerra procurara completar la historia de las operaciones militares, pues como recordarn nuestros lec-tores, durante muchos das faltaron noticias en Mxico de lo que pasaba dentro de la plaza asediada, y desde que avanz el Ejrcito del Centro el da 5, no se volvi a saber absolutamente nada.

    "Seguros estamos de que en todos los hechos que hayan ocurrido, nada ha de haber que no sea glorioso para la Repblica, y que el consentimiento de la verdad servir para estimar mejor el herosmo del Ejrcito de Oriente y para inflamar ms el espritu pblico con tan buenos ejemplos.

    "Se dice que en los ltimos asaltos, todos cumplieron con su deber, y que se distinguieron como siempre los Generales, de la Llave, Daz Patoni, ha-biendo casi concluido las tropas de Durango que mandaba este ltimo, y en las que hubo muchos episodios del ms admirable valor.

    "Del general Daz se refiere que apareca en todos los puntos de peligro animando a los soldados y conducindolos al combate.

    "Nos parece, pues, necesario, que el pas sepa hasta los menores inciden-tes, de la heroica defensa de la inmortal Zaragoza, ya que estos hechos for-man un tesoro de gloria para la Repblica."

    Puede calificarse esta nota de eufrica: sin embargo, si se analiza desde el punto de vista estratgico, el sitio de Puebla, se estar de acuerdo con tantos elogios. En realidad, los incidentes a que dio lugar el sitio y su des-enlace, hacen de este hecho de armas un singular acontecimiento.

    Tener el ejrcito francs un nmero mayor de tropas, disponer de mejor armamento y abundantes municiones, adems de contar con el aprovisiona-miento de vveres a discrecin, a lo que es de agregar los contingentes de jefes, oficiales y soldados experimentados en las incidencias de la guerra, le daban al sitiador una enorme ventaja. Se aprecia ella tomando en cuenta la carencia de buenas armas y parques, la escasez de vveres, medicinas, m-dicos y equipos necesarios de hospitales. Si a esto se agrega la situacin de los combatientes para moverse entre escombros, muertos y heridos, respirando un aire contaminado con las inmundicias acumuladas durante dos meses de continuos asaltos, rechazados siempre con supremo valor, entonces cabe pen-sar en que la euforia tiene slida razn de existir, cuando todava se estaban recibiendo noticias de aquella increble hazaa.

    En cuanto a los prisioneros que llegaban a Mxico, formaron una gran cadena. Unos primeros y otros despus fueron saliendo del cautiverio, y co-mo buenos mexicanos, de temple de acero, volvieron a enrolarse en las fuer-zas republicanas para seguir combatiendo para la salvacin del pas.

    Al salir Jurez de Mxico rumbo a San Luis Potos las versiones ms des-cabelladas principiaron a circular en la Capital de la Repblica. Era tal la desorientacin que tan aturdidos aparecan los liberales como los conserva-dores. Y tan de difcil apreciacin es la medida adoptada por Jurez, que todava a la distancia de un siglo hay quienes opinan que debi el Gobierno Republicano resistir, igualando o superando la accin combativa de Gon-zlez Ortega en Puebla.

    Sobre todas las especulaciones que en la materia se han hecho, se imponen los hechos. Porque sobran argumentos de orden poltico y militar para acre-ditar la conveniencia de resistir, como tambin abundan las razones de todo orden para estar de acuerdo con la determinacin de Jurez al abandonar el asiento lgico de los Poderes. Y puesto que no podemos combatir el or-den de los acontecimientos, haremos referencia, sin ms rodeos, a las reper-cusiones sobre la rendicin de Puebla.

    Aun tratndose de este hecho concreto hubo discrepancias, tanto en lo que se refiere a la posibilidad de romper el sitio cuanto a la intencin de llevar refuerzos a los sitiados.

    "No seremos nosotros, dice don Justo Sierra, quienes tratemos de paliar el error cometido por el Gobierno de Jurez al ordenar la introduccin de convoy, operacin imposible segn el arte. Y para qu era el convoy? Slo para prolongar veinte das, a lo sumo, la resistencia de la ciudad."

    Las predicciones no siempre dan en el clavo. Y aqu se trata ms bien de conjeturas de hechos consumados. Forey crey al iniciar el sitio de Pue-bla que sera cuestin de diez das para posesionarse de la plaza, y sin em-bargo apenas si lo consigui despus de 62 das de constantes asaltos, que le costaron grandes prdidas de hombres para al final conquistar rumas y multitud de problemas. , , , , ,

    Y sigue comentando el caso don Justo: "El Presidente haba llegado al cuartel general del Ejrcito del Centro, con su Ministro de Guerra para sostener el acuerdo que empuj a Comonfort hacia el desastre. Ese ejrcito haba permanecido en la inaccin, clavado all por la segundad que tenia Comonfot de que Puebla no resistira ni los ocho o diez das que le daba Loizillon, comenz a moverse slo para entregar sus miserables reclutas al can enemigo. El 7 de mayo pernoct en San Lorenzo, y a la madrugada del da siguiente fue sorprendido. . . a pesar de eso, no se perdi todo el material, y se salv parte de la tropa, por azares que impidieron el cumpli-miento de rdenes inverosmilmente desatinadas del Cuartel Maestre, fun-cin encomendada a un viejo militar, el general D. Jos Mara Ynez."

    En la guerra alguien gana y alguien pierde. No se puede pensar en los empates. Para Comonfort aquella derrota significaba un percance doloroso. Despus de su desdichada repulsa a la Constitucin, que l mismo haba

  • jurado respetar y hacer respetar como Presidente de la Repblica, despus de su cada de este alto puesto, de su destierro y de la dura controversia con don Benito Jurez para cooperar nuevamente en la causa liberal, y lo-grar su objetivo mediante la ayuda decidida y decisiva de don Santiago Vidaurri, seor del podero del noreste, tena el propsito de actuar donde su capacidad le permitiera para realizar proezas de tal magnitud que por s mismas lo reivindicaran ante la Nacin.

    Quiso el destino que en esa primera gran oportunidad se eclipsara su sol, al conseguir en lugar del triunfo una severa derrota.

    La forma despectiva de mencionar a los soldados como "miserables re-clutas" no corresponde a la realidad, porque eran de los mismos que haban triunfado en Puebla el 5 de mayo y en la de Calpulalpam. De acuerdo en ello est don Justo cuando dice: "Y esos ejrcitos formaron al fin el que, adies-trado en la derrota, conquist la victoria en las gloriosas etapas de Peuelas y el Sur de Jalisco, de Silao a Guadalajara, de Guadalajara a Calpulalpam". (Jurez: Su Obra y su Tiempo).

    Y con la elocuencia de una firme conviccin que es pregn de entusiasmo, que brota sin limitaciones claudicantes, leemos:

    "La fraccin reformista sobrenadaba; era inexperta, bulliciosa, gritona, mascadora de clrigos, con la precisin con que el rey de los infiernos del Dante masca a Judas; en el fondo, resuelta a sacudir hasta en sus cimientos al mundo aejo, a arrancar el rbol de la tradicin, a hacerlo arder como lea vieja; en el fondo, dispuesta al sacrificio por las ideas, capaz de morir como Leandro Valle, de pelear como Porfirio Daz, de hablar como Alta-mirano, de pensar como Ramrez, de cantar como Prieto, de triunfar como Zaragoza, de escribir como Zarco, de entusiasmar como Gonzlez Ortega, de creer como Jurez. Esta brillante flora del ocano popular trataba de so-lidificarse, de formar masa con el pueblo, cuyo derecho proclamaba y cuyo porvenir creaba, trataba de convertirse en un grupo nacional transformando el credo de la Reforma, como se deca en todas las tribunas de aquellos aos tumultuosos, en la religin poltica de la Patria; tarde se hubiera logrado, quizs nunca, sin las crisis formidables por la intervencin: ella, removindolo todo, hizo del sentimiento reformista y el nacional una cosa sola."

    Qu significaba entonces la derrota de Comonfort en aquella ocasin? U n tropiezo, agregado a otros muchos, y a los que estaban por venir du-rante los dos aos siguientes. Cosa es, simplemente, de considerar que su-cedi lo mejor que poda haber sucedido. De haber logrado Comonfort entrar a Puebla, qu hubiera sucedido entonces?

    Es difcil fijar las consecuencias. Se jug una partida difcil en el ajedrez de la guerra y se perdi. De haberse ganado tratndose como se trataba de

    un movimiento que no tena las proporciones definitivas, poda resultar conveniente para las siguientes operaciones, o tal vez consecuencias fatales.

    Comonfort se encontraba emotivamente desesperado. Se daba cuenta ca-bal de que no contaba con los elementos necesarios de hombres y pertrechos de guerra suficientes para enfrentarse en grande escala a un ejrcito mas numeroso, disciplinado, veterano en los menesteres de la guerra, y perfecta-mente armado. .

    Pero haba sostenido numerosas acciones menores con el enemigo, tratando de distraerlo con el fin de que Gonzlez Ortega lograra una oportunidad para romper el sitio; pero el invasor contaba con suficientes elementos que je permitan distraer a miles de soldados en combates fuera del cerco de la ciudad, sin descuidar un momento los efectivos que la rodeaban.

    A pesar de todo, presionado por sus propios sentimientos de honor y por las opiniones de sus superiores se aventur a la arriesgada empresa para llevar vveres y pertrechos de guerra a los sitiados con los resultados dichos.

    Queda, eso s bien claro, que las fuerzas al mando de Comonfort no es-taban inactivas, "clavadas" en sus posiciones. L a mencin de cuantos com-bates sostuvo constan en la correspondencia continua que mantuvo con Ju-rez y el Ministro de la Guerra.

    Se perdi la accin y eso es todo.

    Bien conocida es la obra antipatritica de don Francisco Bu Ins El Ver-dadero Jurez. Antipatritica porque se vale de sofismas y de estratgicas para tratar de convertir a Jurez en un pobre hombre i n c a p ^ de gobernar a Mxico, por su desconocimiento segn el de la economa la administracin pblica y el arte de la guerra. En estas premisas, adornadas con suposiciones a base de ctedras baratas, despues su escritorio oloroso a rosas recin cortadas, escribe cuanto se le ocurre para denigrar la figu de Jurez, que la opinin pblica ha consagrado con el caracter de libertador

    de la Repblica. Pero vamos al punto que nos ocupa. Lo de Puebla, en su segunda entre-

    vista guerrera con los invasores franceses. Para Bulnes fue un error encerrarse en Puebla para resistir un sitio, cuando debieron emplearse otros recurso que la tctica aconsej. Y sin cuidarse de los cal i f icados tacha al general Gonzlez Ortega de inepto, toda vez que poda haber segurdo una s e n e de operaciones que al seor Bulnes le parecen ms conformes con a _ s . t Y despus de poner verde a Gonzlez Ortega, como lechuga al alcance de los conejos, no tiene empacho en asegurar que "el Gral Gonzlez Ortega posea cualidades para ser buen General: era valiente, ene r g l co y sabra mos-

    trar voluntad inflexible". . En qu quedamos? El propsito de hablar de lo que no se entiende, o

  • no se quiere entender, es apropiado para despearse por la pendiente de las malas artes.

    En el caso del Ing. don Francisco Bulnes, hombre talentoso, que no con-forme con la fama de que disfrutaba en los medios polticos y literarios, en-traba, sin ser llamado, al mbito de la historia, y lo hizo con pie cojo; pero logr lo que buscaba, que la prensa se ocupara de l durante largo tiempo por su libro ya mencionado, El Verdadero Jurez.

    Tal vez en su fuero interno trataba de halagar al general Porfirio Daz, cuya figura, con ser grande, se achicaba frente a la de Jurez, que adquira ms y ms personalidad a medida que el tiempo pasaba. No adverta Bulnes, desde su butaca de la Cmara de Diputados, all por 1904, que la glorifica-cin de Jurez, al cumplir cien aos de su natalicio, la vena preparando precisamente el general Daz tal vez como desagravio a los ataques verbales y de hecho, con las armas en la mano, que le haba ocasionado en su afn incontenible de llegar a la Presidencia de la Repblica.

    Este episodio provocado por Bulnes lo cerramos, pues la respuesta la tuvo a la medida, de verdaderos historiadores, como don Carlos Pereyra.

    Dejemos en San Luis Ptos a don Benito Jurez y a su Gobierno reducido al mnimo de personal para allegar algunos datos ms al complejo problema de la defensa de Puebla y de la ciudad de Mxico. Se trata de datos de primera mano pues copiar algunos prrafos de las cartas que por esos tiempos llevaron propios a lomo de caballo.

    Retrocediendo un poco en el tiempo vale la pena dar a conocer algunos prrafos de las cartas cambiadas entre Comonfort y Vidaurri las que ilustran mucho en esta contienda, pues constituyen documentos de gran valor hist-rico puesto que se refieren a los acontecimientos que estaban sucediendo, en los que ambos eran actores en forma prominente, adems de que, tratndose de comunicaciones personales, lo que en ellas se dice es producto de la im-presin espontnea, que no est sujeta a las normas oficiales de carcter pblico.

    Por ejemplo, en carta amplia que enva Comonfort desde la capital el 3 de enero de 1863, despus de condolerse de la situacin que priva en Ta-maulipas y en Nuevo Len expresa: "Yo me desvivo por poner a esta Ca-pital en estado de hacer una defensa digna de la Nacin; pero tropiezo a cada paso con el invencible obstculo de la horrorosa miseria que por todas partes nos persigue. En fuerza de afanes y del ms arduo t rabajo logro man-tener bien que mal las Divisiones de este Cuerpo de Ejrcito: pero esta lucha continua que no me deja tiempo para dormir ni para comer ha aniquilado mi salud. Desde hace das he vuelto a padecer los efectos de las enfermedades que adquir en la carta y esta circunstancia que se presenta

    en los momentos que requieren por mi parte la mayor actividad, me tiene sumamente mortificado.

    "Las fuerzas del Estado siguen bien y animadas para la campaa que estamos prximos a emprender: pero mi ansiedad es extrema al considerar las escaseces que sufren, y que me esfuerzo en aliviar todo lo que me es dable.

    "En fin el momento decisivo se acerca y yo muy pronto saldr con la Divisin de reserva, compuesta en su mayor parte de las fuerzas de Nuevo Len, para ponerme en el caso de ayudar en lo posible, las operaciones del Ejrcito de Oriente. Por la resea que se le manda ver Ud . las posiciones que estn ocupando los franceses quienes ya han emprendido su movimiento sobre Puebla, suponindose que en todo el curso de este mes atacarn a la Plaza.

    "Mis hijas, gracias a Dios, siguen buenas segn me escriben y debiendo a usted como siempre, las ms finas atenciones."

    Queda as, sobriamente, pintada la situacin por Comonfort. Poco puede esperarse de quienes estn obligados a defender el suelo mexicano. Sin embargo, en conocimiento de que van al sacrificio, no escatiman esfuerzos y hacen frente a la situacin arriesgndolo todo.

    Por su parte, Vidaurri habla de calamidades, de escasez de elementos para la guerra, de la inutilidad de su propsito de enviar a Mxico 4 ca-ones de que carece, y en fin, principia un regateo sospechoso sobre sus planes futuros.

    En otra carta de Comonfort, fechada el 21 del mismo mes de enero hace una minuciosa relacin a Vidaurri de cuanto est sucediendo, en especial de la situacin que guardan los contingentes de Nuevo Len: Rifleros de Nue-vo Len, 3er. Regimiento de Parras, Lanceros de Monterrey, Rifleros de Infantera, mandados el primero por el coronel Quiroga; el segundo por el coronel Pin; el tercero por el coronel Gorostieta; quedando los tres cuerpos al mando del coronel Quiroga.

    Se explica esta predileccin de Comonfort por Quiroga, pues se siente muy obligado con Vidaurri por el empeo, que lleg a la terquedad, para que Jurez olvidara su defeccin de la causa liberal al desconocer, siendo Presidente de la Repblica, la Constitucin. Adems sus hijas, desde que lleg a Monterrey, estaban al cuidado de Vidaurri quien las atenda con es-meros y "puede Ud. confiar le deca en el fraternal cario que les profeso y en la estimacin a que son acreedoras por sus buenas prendas. Viva Ud., pues, tranquilo respecto a ellas y descanse en mis ofrecimientos." Y termina Vidaurri su carta con estas expresiones: "Sabe Ud . cunto lo ama este amigo, hermano y servidor."

  • No haba exageracin en las palabras de Vidaurri si nos atenemos a la proteccin sin lmites que proporcion a Comonfort y a su familia cuando lo recibi y atendi en Monterrey al regresar del destierro. Siguiendo a esto una serie de correspondencia con Jurez ante su exigencia para que lo apre-hendiera y remitiera a Mxico para procesarlo por su defeccin. Durante esta controversia, que lleg a momentos de encono logr Vidaurri la autoriza-cin tcita de Jurez para que continuara en el pas, y a poco caminar lo incorpor al Ejrcito Republicano, distinguindolo con los ms altos pues-tos, como el Jefe del Cuerpo del Ejrcito del Centro y Ministro de la Guerra.

    La correspondencia entre Vidaurri, Jurez y Comonfort es continua. Los tpicos principales en esos momentos se relacionan con la guerra en contra de las fuerzas francesas. Vidaurri en varias ocasiones se lamenta de no poder complacer al seor Presidente, que desea se le remitan cuatro caones que deban traerse desde Tampico, que al fin llegan a Monterrey, en "desastrosas condiciones", agregando que "Jams me he visto tan afligido como ahora, ni tan temeroso de que se atribuya a abandono, disimulo o se me haga cualquier otro cargo inmerecido y lo nico que me tranquiliza es que he estado dando continuos y repetidos partes de cuanto ha ocurrido en este des-graciado negocio, en el que se han estrellado mi paciencia, mi constancia y el decidido empeo por situar en esa la artillera de Tampico; que con razn quera yo que se transportara toda aunque fuera a Ciudad Victoria. Suplico a Ud. hable sobre este particular, con el Sr. Jurez; y persudalo de mi adhesin y de mis afanes; pues este asunto me causa repetidos insom-nios."

    Por su parte, Comonfort le informa de todos sus movimientos encamina-dos a detener el avance de los franceses en Puebla, y le dice que debe estar tranquilo por lo de los caones, "pero hay adems agrega la circunstan-cia de que el seor Presidente hace a Usted la justicia que merece y lejos de acusarlo est satisfecho de su conducta eficaz y patritica. As me lo ha manifestado hace pocos das, cuando con motivo de su venida a Puebla, le habl sobre el particular".

    Hasta esos momentos Vidaurri se mostraba adicto a la Repblica. Segua con marcado inters el encuentro de los dos ejrcitos en Puebla. Qu pen-saba sobre el resultado?, cul sera su reaccin? Antes de ello, casi en vs-peras de iniciarse el sitio, deca: "Satisfactorio es el brillante estado que guardan nuestras fuerzas defensoras de la independencia nacional, y aliento la halagea esperanza de que se cubrirn de gloria salvando la naciona-lidad."

    Con fecha 17 de mayo, precisamente el mismo da en que el general Gon-zlez Ortega renda Puebla al general Forey, escribe el general Comonfort a Vi-

    daurri muy extensa carta. Por supuesto que no se haban recibido noticias en Mxico de este lamentable acontecimiento, por eso no hace referencia de l.

    Menciona el descalabro que sufri al pretender introducir un convoy de vveres a Puebla, cumpliendo disposiciones del Secretario de la Guerra. "Esta orden dice equivala lisa y llanamente a encomendarme derro-tase yo con ocho mil hombres y en campo raso, al ejrcito invasor, desalo-jndolo de sus posiciones retrincheradas y rompiendo a viva fuerza el sitio de la plaza. Estas observaciones as como las consecuencias trascendentales que deban seguirse las hice presentes repetidas veces al Ministro de la Gue-rra, procurando hacer comprender lo aventurado de una empresa que con tan poco fundamento se supona realizable. . . Mas fue intil y las rdenes terminantes que recib en contestacin fueron de cumplir a todo trance lo dispuesto."

    Agrega sobre este asunto, de suma importancia para la guerra y para su prestigio militar, que tom todas las precauciones del caso para cumplir las rdenes recibidas; pero en sobre cerrado dej constancia de sus observaciones a efecto de justificar su actitud. "March, pues expresa, condenado co-mo antimilitar, a todas luces, a cumplir la referida expedicin, y lo que es peor an, teniendo el sentimiento de orla tambin condenar por la mayor parte de los jefes que iban a mis rdenes: tal es a veces la triste situacin del soldado sumiso y obediente."

    Surge una interrogacin: Por qu Comonfort informa de manera tan amplia a Vidaurri? La contestacin es obvia: porque se senta obligado con el amigo que haba arriesgado su posicin frente a Jurez en los momentos ms difciles de su vida. Crea que era cuestin de conciencia que su amigo supiese que en ningn momento lo haba defraudado y que era fiel y segua sindolo de la Repblica encarnada en Benito Jurez.

    Para quienes, como Bulnes, achacan la derrota de Comonfort a su impe-ricia, hubieran cambiado de opinin al conocer el fondo real de la cuestin y admiraran a Comonfort al enterarse de estos pormenores: "Lo nico que le har presente es: que rechazada la primera Divisin y en dispersin parte de la 2da., la Providencia, obrando un milagro en favor de la causa santa de Mxico, me permiti evitar un desbandamiento general en los mo-mentos que pareca iba a realizarse: form en seguida y bajo los fueros de los franceses una segunda lnea de batalla que detuvo a aqullos cuando esperaban coronar su triunfo con la destruccin de todo el Ejrcito del Centro."

    La relacin toca los puntos de mayor importancia. Para Comonfort aque-lla desafortunada intervencin le haba producido un efecto terrible en su dignidad de soldado, pero sin quebrantar su decisin de continuar en las

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  • filas republicanas, aceptando de buena gana cualquier sacrificio, y as lo comunica con toda sencillez. "En vista de esto y en obsequio del mismo Go-bierno, cuya accin en beneficio de la defensa nacional deseo facilitar por todos los medios que estn a mi alcance y haciendo todo gnero de sacrificios he credo deber renunciar al mando del Ejrcito del Centro para que se llene ese vaco de manera que el nuevo Jefe encuentre entre sus subordina-dos la homogeneidad y armona que yo no encuentro.

    "El Gobierno ha nombrado para ese puesto al Gral. Don Juan Jos de la Garza."

    Por supuesto que le rinde un especial informe de las fuerzas de Nuevo Len, con mencin obligada del coronel Julin Quiroga. Y concluye su carta con este rengln que encierra su estado de nimo: "Mi conciencia est tran-quila, aunque lacerado mi corazn."

    Dejamos en este punto lo relativo a la correspondencia entre Comonfort y Vidaurri, la que pone en claro lo que sucedi con el Ejrcito del Centro, enviado al mando de Comonfort, con el fin de ayudar al general Gonzlez Ortega, que se encontraba encerrado en Puebla, en virtud del cerco que haba ejecutado Forey con ms de 36 mil franceses.

    De lo que transcrib se puede advertir la lealtad de Comonfort a Jurez, y la ntima amistad y cario que le profesaba a Vidaurri. Pero tiempo es ya de que nos incorporemos a Jurez en San Luis Potos, en donde lo de-jamos instalado.

    Al renunciar el general Doblado como Secretario de la Guerra, por su preocupacin de su Estado, a donde se va para preparar a su gente, a efecto de hacerle frente a los franceses, don Benito Jurez designa en su lugar al general Comonfort, quien acepta el puesto a pesar de sus enfermedades reumticas, que a veces lo incapacitan para caminar; pero aduce que antes que su salud est la Patria.

    El da 12 de noviembre de 1863, poco despus de hacerse cargo de la Secretara de Guerra, sale con destino a Quertaro con el fin de inspec-cionar las fuerzas al mando del general Negrete. En Chamacuero cae en una emboscada que le tiende el guerrillero Sebastin Aguirre resultando muerto. La pequea escolta que lo acompaa es aniquilada. Termina as la vida de un hombre pundonoroso, honesto y valiente, cuya bondad lo llev a co-meter faltas graves.

    Quedan en San Luis el licenciado Sebastin Lerdo de Tejada, don Guiller-mo Prieto y don Jos Ma. Iglesias, este ltimo Ministro de Hacienda.

    Iglesias era un escritor de alta categora por su cultura y su firme apego a las ideas de libertad e independencia, fundamentales de la doctrina li-beral.

    En abril de 1862 principi a escribir sus impresiones sobre los aconteci-mientos desarrollados en Mxico, que reunidos en un volumen titulado Re-vistas Histricas sobre la Intervencin Francesa en Mxico, constituyen un legado histrico de incalculable mrito.

    De este libro copiar algunas menciones muy interesantes sobre la ren-dicin de Puebla. Tienen el mrito de tratarse de descripciones sobre hechos recientes captados por el escritor, con la fidelidad que se desprende de las versiones de numerosos testigos presenciales, de participantes, y de do-cumentos fehacientes. Es as como se advierte de su lectura el sabor de la verdad y de la justicia.

    Expresa el licenciado Iglesias:

    "La nclita decisin de los defensores de Zaragoza, llenar de asombro al mundo, as por su sublimidad, como por tratarse de un hecho inaudito en los anales militares. La defensa de la plaza haba sido ya demasiado heroica, para que sin mengua del decoro se aceptaran las condiciones de prctica universal en casos semejantes. En el sitio, de duracin igual al segun-do de la Zaragoza situada a los mrgenes del Ebro, haban abundado ha-zaas merecedoras de eterna remembranza. Cuando est ya a salvo el honor militar, se busca en una capitulacin honrosa la concesin de garantas per-sonales para una guarnicin obligada a rendirse. Estaba reservado a los soldados mexicanos, despus de haberse batido con heroicidad, dar el insigne ejemplo de una abnegacin patritica que les hizo olvidarse de s mismos, para que fuera menos fructuoso el accidental triunfo del enemigo extran-jero.

    La cada de Puebla, corona esplndida de un triunfo memorable, ser en la historia de Mxico una pgina escrita con diamantes.

    "La ciudad altiva, ocupada, pero no tomada; rendida, pero no vencida, vio entrar por sus calles a los soldados del emperador, en unin de los traidores, que fueron apedreados sin que lo impidieran sus aliados, de quie-nes son vistos con merecido desprecio.. .

    "Los generales presentes hicieron constar por escrito su renuncia a fir-mar, tanto por prohibirles las leyes de la guerra aceptar compromisos que menoscabaran la dignidad del honor militar, como por prohibrselo tambin sus conciencias y opiniones part iculares. . .

    "Irritado sin duda de tanta firmeza el general enemigo, tom entonces la determinacin de sacar a los recalcitrantes rumbo a Orizaba y Veracruz.

  • Qu se propone hacer con ellos? Si en virtud de la resistencia que han mostrado, piensa conservarlos en prisin segura, para que no vuelvan a empuar las armas en su contra, como han protestado hacerlo, est en su derecho ciertamente. Pero si va a mandarlos a la Martinica, segn se ha anunciado ya, cometer un acto de barbar ie . . .

    "La falta de compromisos por parte de los prisioneros de Zaragoza, los ha puesto en aptitud de escaparse, para seguir restando sus importantes servicios en la presente guerra de independencia. As lo han efectuado ya muchos de los jefes y oficiales y aun algunos de los generales, habiendo llegado de stos a la capital los G. C. Berriozbal, Daz, Negrete y Rgules."

    La interesante relacin que hace el licenciado Iglesias corresponde a las no-ticias de los mismos jefes y oficiales que lograron evadirse durante los ltimos das del mismo mes de mayo. A este particular menciona que: "De los oficia-les que han recuperado la libertad, unos ochenta la lograron en la hacienda de los Alamos, salidos ya de Puebla, echndose sobre la fuerza que los cus-todiaba. En este acto de arrojo perecieron dos o tres de e l los . . .

    "Los generales han salido en coche. La opinin ms generalizada es que se les conducir a Francia hasta la conclusin de la guerra."

    Interrumpiendo la viva descripcin del licenciado Iglesias, cabe hacer algunas pertinentes consideraciones: El general Forey qued tan profundamente im-presionado con el desenlace del sitio de Puebla, y con la actitud digna y patritica de los generales, jefes y oficiales, a pesar de su cautiverio, que cabe pensar en que su actitud de rudeza era simplemente de forma y no de fondo.

    En efecto as lo hace entender el hecho de que los prisioneros de alta jerarqua se evadieran en nmero importante y unos cuantos das despus de la rendicin de la plaza. Hay que tener en cuenta, para formular un juicio ms o menos exacto, que Forey emple recursos amables para gran-jearse la amistad o cuando menos la buena voluntad de los prisioneros, agasajndolos primero con vino, y a la hora de salir de Puebla rumbo a Veracruz, con algo de dinero, que altivamente rehusaron aceptar.

    Es de pensarse que Forey sintiera contrariedad y disgusto por aquella actitud tan radical, cuando les brindaba la oportunidad de suavizar las molestias del cautiverio. En consecuencia es indicado que hubiese tomado todas las providencias del caso para la seguridad de los prisioneros, y de acuerdo con los hechos no sucedi as.

    Cabe, ante tal situacin, escoger entre estas dos proposiciones: Forey, co-mo militar, era un pobre diablo, o Forey, antes que militar, era sensible a los hechos heroicos.

    En mi concepto, todo hace suponer que la contextura espiritual de aquel

    experimentado militar encaja en el segundo presupuesto. De otra manera, habra que colocarlo en la categora de un recluta.

    Terminada esta disquisicin seguir presentando los comentarios del licen-ciado Iglesias, que en mi concepto contienen una gran dosis de conocimientos que podemos llamar de primera mano, sobre la cada de Puebla.

    Escribe Iglesias en su diario en el mes de junio 1863: "El inesperado desenlace del sitio de la moderna Zaragoza, as como otros motivos muy im-portantes, no permitieron que se hiciese efectivo el proyecto de defender a Mxico con todo el empeo deseado. Ni las fortificaciones estaban todava concluidas, ni se contaba con el nmero de piezas de artillera necesario para la extensa rea en que deban colocarse, ni la fuerza armada era la competente para la magnitud de la empresa, ni se haba hecho el acopio de vveres indispensables para evitar la repeticin del triste acontecimiento que haba hecho sucumbir, a pesar de su herosmo y de sus proezas, al in-mortal ejrcito de Or ien te . . .

    "Tambin habra sido una locura imperdonable hacer inevitable la pr-dida de los poderosos elementos de guerra que a su disposicin tena el supremo gobierno, y que si bien eran insuficientes para la defensa de la capital de la repblica, tenan en cambio un valor inmenso, reservados para la continuacin de la c a m p a a . . .

    "Publicse, pues, un decreto en que, declarndose a San Luis Potos ca-pital interina de la Repblica, se acordaba la traslacin a ella de los supre-mos poderes . . ."

    Se emprendi la marcha sin precipitaciones, sin temores y si con un gran espritu combativo. Las penalidades del viaje se compensaban con la actitud del pueblo en general. "Su marcha - e s c r i b e I g l e s i a s - hasta San Luis le una ovacin no interrumpida, en que autoridades, fuerzas armadas, particu-lares y pueblo, se esmeraron en tributarle las ms inequvocas demostracio-nes de aprecio y respeto. Adornos de casas, iluminaciones, msicas, cohetes, salvas, banquetes, discursos, cuantos testimonios de afecto son imaginables, producidos con profusin en el trnsito por los cuatro Estados: Mxico, Que-rtaro, Guanajuato y San Luis.

    Entre los escritores mexicanos de fines del siglo pasado y un tercio del actual, se destaca, entre los ms famosos, don Victoriano Salado Alvarez, injusta y lamentablemente olvidado o casi olvidado.

    Naci en el pueblo de Teocaltiche, Jalisco, en 1867 y muri en Mxico en 1931, cuando haba cumplido 64 aos de edad. Su produccin literaria fue muy abundante. Escribi varios libros filosficos, histricos y literarios

  • y millares de artculos en revistas y peridicos. Ocup puestos oficiales de importancia, como Subsecretario de Relaciones Exteriores, Diputado y Se-nador del Congreso de la Unin, y Embajador en varios pases.

    Vayan estos datos como presentacin de una positiva autoridad en ma-teria histrica y literaria a efecto de que se d la categora que corresponde a lo que transcribir sobre el general Gonzlez Ortega, de su famosa obra Episodios Nacionales comprendida en 14 volmenes, referentes a los ms destacados sucesos histricos de Mxico, acaecidos de 1851 a 1867. Queda, pues, comprendida la etapa de la Intervencin Francesa.

    Siguiendo Salado Alvarez el estilo de Prez Galds, en sus Episodios Na-cionales, presenta con maestra la historia novelada en forma amena, atrac-tiva, sin apartarse de la verdad, de la participacin del general Jess Gon-zlez Ortega en el sitio de Puebla.

    Pero, a guisa de presentacin de este gran general, procede hacer un lugar distinguido a la sal y la pimienta con que adereza don Victoriano sus sabrosos relatos. Vayan como prueba los recuerdos que le adjudica al personaje que teje y desteje la malla de los sucesos. Dice:

    "El 20 de diciembre llegamos a Arroyo Zarco (1860) y supimos que desde tres das antes estaba all el Cuartel General. Mi primer deseo fue ocurrir a saludar a Gonzlez Ortega, a quien quiz he dicho ya que conoc en sus tiempos de estudiante, pues apenas haba entre nosotros unos cuantos aos de diferencia. La recepcin que me hizo el famoso "curro" fue tan cordial y cariosa como si el da anterior hubiera dejado de embozarse en el menguado barragancillo con que le haba conocido y que l terciaba con aire de caballero de las Cortes de los Felipes; pero haban pasado tantas cosas que ganas me daban de negar la identidad entre aquel general que simbolizaba las esperanzas de nuestro partido y el muchachuelo tracista, ma-leante, que haba conocido en las aulas.

    " Y vaya si era maleante y tracista el gran soldado! U n a vez . . . "Pero procedamos por orden, que quiz exprimiendo la memoria logre

    decir de Gonzlez Ortega algo que no ande en los manualitos de Historia ni en las biografas oficiales.

    "Jess Gonzlez Ortega haba nacido en una hacienda llamada San Mateo Valparaso, propiedad de los condes de este ttulo y despus de los mar-queses de Jaral de Berrio. Result el chico avispadillo y modosito, y su padre, don Laureano, se propuso darle educacin cientfica. Ya se sabe; en aquel tiempo no se comprenda que un nio fuera a propsito para las letras sin que se pensara luego en hacerle cura o por lo menos abogado.

    "Desgraciada o felizmente, el padre de nuestro chico acab con sus cortos recursos o perdi su colocacin de mayordomo de hacienda y fue necesario

    enviar por Jess, que tuvo que seguir la triste carrera de estudiante destri-pado: Hoy dependiente de comercio, al otro da empleado en finca de campo y al siguiente curial del Juzgado de paz o secretario del Ayuntamiento.

    "De todos esos destinos el que toc a Gonzlez Ortega fue el de curial, y asesorando al alcalde, que de seguro lo era algn tendero de posibles, sor-prendi a nuestro hombre la revolucin de Ayut la . . .

    "Triunf la revolucin y Ortega cambi el puesto de secretario del Juz-gado de paz de Santa Mara del Teul por el de secretario de la Jefatura Poltica de Tlaltenango, que serva un buen patriota y viejo soldado que se llamaba don Ignacio Mndez M o r a " . . .

    Sigue el relato sobre las alternativas de Gonzlez Ortega en sus menes-teres covachuelistas, cuando recibe el Jefe Poltico la consigna para hacer las elecciones de diputado local, y conociendo la habilidad de su secretario le encomienda la delicada a la par que sencilla misin, y resulto que el rbula, como se dice con frase vulgar y grfica, se comi el mandado, y en vez del politicastro provinciano que estaba previsto administrativamente, re-sult diputado el propio don Jess Gonzlez Ortega".

    A esta habilidad, digna de aplauso por cuanto rompa la consigna elec-toral, aun cuando fuese en mnima parte, haba que agregar segn Salado Alvarez, su aplicacin a "dos cosas, las nicas que am en la vida, la poesa y las mujeres; pues a la gloria y a la libertad que tambin le atrajeron con su seuelo irresistible, se aficion noms porque eran dos mujeres

    Sigue el narrador mencionando conquistas y reconquistas del valiente mi-litar, poeta y escritor para explicar que "esta digresin o lo que se llame, no es ociosa, pues el tipo de estos chinacates amorosos y valientes lo fue Gonzlez Ortega, de quien decan sus amigos que era el terror de los hom-bres y el encanto de las muje res" . . .

    Siendo Diputado Gonzlez Ortega del Congreso de su Estado, Zacatecas, acreci la revuelta conservadora, que haba adornado con lauros la cabeza fuerte y gil de Miramn. De triunfo en triunfo estaba por llegar a Zaca-tecas, y en tal trance autoridades y vecindario se disponan a entrar en arreglos con el audaz reaccionario. En tales condiciones Gonzlez Ortega se autonombra Gobernador del Estado y . . .

    "Saliendo de Zacatecas empez su carrera de administrador y de soldado, reuniendo hombres y dinero, decretando medidas extremas contra la reaccin y luchando sin cesar por su credo. Y entonces se vio algo raro y que pareca como cuento: El pobre tinterillo, el hijo de un administrador de hacienda, el poetastro abundoso y lleno de verba, se convirti en un genio de la guerra. Ignoraba lo que era el flanco derecho y el flanco izquierdo, y haba obtenido contra el talento y la ciencia de Miramn la brillante victoria de Silao, en

  • que con intuicin maravillosa adivin cmo haba que vencer al gran soldado conservador.

    "Y es que todo lo tena Ortega: el ardimiento de los hroes, la clarivi-dencia de los genios, la atraccin de los conductores de hombres, la hidalgua de los paladines y la tenacidad de los frreos zacatecos que detuvieron el paso de los conquistadores por tantos aos ." . . .

    Magnfica semblanza con briznas de biografa del hroe abatido, pero no humillado, en el sitio de Puebla.

    El amplio escenario en el que se desarrolla el sitio de Puebla: 36 mil fran-ceses, acompaados de acomplejados mexicanos que han renegado de su patria, rodean la ciudad metidos hasta el pescuezo en las fosas que han abierto en varias lneas mantienen con caones y fusiles el fuego sobre la c iudad . . . Adentro, 20 mil soldados mexicanos defienden la plaza, haciendo uso de caones anticuados y de fusiles no muy buenos; carecen de alimentos suficientes, de agua, municiones y servicios sanitarios. Pero ni as han sido capaces los invasores de tomar la ciudad. H a n pasado dos meses y sienten la accin indmita de quienes pretenden a toda costa conservar la libertad y la independencia.

    Magnfico panorama para don Victoriano Salado Alvarez. Pinta con vigor y realismo numerosos cuadros, en los que se destaca lo blanco y lo negro de la situacin. Tengo que frenar la tentacin de transcribir estos magnficos brochazos, pues alargara ms de la cuenta mi relato. En esta razn me apoyo para concretarme a decir que con fresca galanura menciona una serie de ancdotas, en las que se advierte la entereza de los sitiados. Bromas, chistes, corrillos en que se discute la forma de romper el cerco o aguantar la pelea diaria al mximo; pero nada que menoscabe el honor militar ni la dignidad del mexicano, mexicano.

    Llegamos as al punto crtico. Es el da 16 de mayo; la situacin es ya intolerable, se carece de todo y se impone una resolucin. Rene Gonzlez Ortega a sus generales, y despus de un amplio cambio de impresiones se acuerda evacuar la plaza mediante un acuerdo honroso con Forey, a cuyo efecto se designa una comisin para que se entreviste con l.

    Dejo a la amena descripcin de don Victoriano las peripecias de este singular episodio:

    "El diecisis de mayo la gente pereca de hambre, pero todava aguarda-ban los defensores continuar en su empeo, Miguel recibi un recado del Cuartel General. Estaba Ortega en su despacho, en unin de su indispensable Mendoza; acaba seguramente de regresar de su diaria visita a los fuertes, re-

    ductos, puestos y almacenes, pues todava guardaba el capote militar que se haba puesto por la maana. Vesta de color gris y llevaba un sombre-rillo de fieltro; estaba plido y nervioso, y se azotaba las botas con un fue-tecillo.

    "Se llam ya pregunt con voz imperativa a ese capitn de Guana-juato?

    "Aqu lo tiene usted, contest Mendoza." "Presente mi General balbuce Olivos, tocndose el quepis. "Bien dijo el Jefe mirando apenas a Miguel dele usted sus rdenes

    agreg dirigindose al cuartelmaestre (Gral. Gonzlez Mendoza) y des-pachen eso en seguida. . . Estn listos Lalanne T o g n o ? . . .

    "Salieron los cuatro caballeros rumbo al campamento francs, y luego que se anunci mediante las seas acostumbradas que llegaban parlamentarios del ejrcito mexicano, salieron a recibirlos el capitn Verzin, del primero de zuavos, un sargento de cazadores de a pie, llamado Delhonette, y dos sol-dados de cazadores de Africa. Con los ojos vendados atravesaron los par-lamentarios una grandsima extensin de c a m p o . . . Llegaron as al campa-mento del primer batalln de zuavos. El coronel Martin sali a recibirlos, mand quitarles las vendas y dispuso comunicar al general Forey la pre-sencia de los enviados . . .

    Vino la respuesta de Forey, y vendados nuevamente, se les gui a su pre-sencia. Eran ellos el general Gonzlez Mendoza, el coronel Lalanne, y los capitanes, Olivos y Togno.

    "Llegaron por fin al Cuartel General de Forey. Recibiles con exquisita cortesa el jefe del Estado Mayor, Coronel D'Auvergne. El coronel era alto, flaco, acartonado, rubio, de mal gesto, pareca un cartujo que por peni-tencia anduviera en el siglo, y en realidad era la vocacin de D'Auvergne, pues, atacado de una especie de locura mstica, tuvo que dejar el servicio, aos ms tarde, por haber ido llevando una de las varales del palio del San-tsimo en una procesin, vistiendo de todo uniforme y lleno de condecora-ciones.

    "Forey tena fama de ser un sargentn, mas como amo de casa era irre-prochable. Ofreci de nuevo un tentempi a los recin llegados, y como rehusaron, les obsequi con un coac que contaba ms aos que la mo-narqua f rancesa . . .

    "Seor general dijo Gonzlez Mendoza, comisionado por el seor ge-neral en jefe de la plaza de Puebla vengo a suplicarle nos conceda un armisticio que sirva para dar fin a este sitio, que ya se prolonga demas iado . . .

    "Ya para qu quiere armisticio el general Ortega?

  • Seor, como la situacin, aunque soportable, empieza ya a ser difcil, querramos darle solucin a un problema que en la actualidad no tiene salida.

    "Luego que Lalanne concluy de traducir lo que deca Mendoza el fran-cs exclam dando un paseo a lo largo del cuarto:

    " Qu soportable ha de ser la situacin! (y empez a manotear con brus-quedad) . No hay en Puebla un grano de maz, no hay un trozo de carne, no hay un quintal de plvora . . . Se mueren ustedes de hambre, se acaban, se des t ruyen. . . A qu conduce esta necia terquedad?

    "El ejrcito mexicano ha demostrado que es valiente, que se respeta, que conoce y cumple sus obligaciones.. . Qu ms desea? H a salvado su ho-nor, ha detenido (y puede envanecerse de ello) a un ejrcito que sus ene-migos llaman el primero del mundo, ha hecho prodigios de valor. . . Las plazas modernas no resisten por ms de treinta das; ya han quedado re-legadas a la historia las heroicas locuras de sitios sostenidos meses enteros.

    "Y bien exclam sacudiendo por un brazo al comandante qu pretende el general Ortega? Que exponga sus condiciones, que diga en qu forma pretende salir; yo le conceder todo lo que desee, porque tengo facultades para ello y porque para valientes como los de Puebla no hay cosa que pueda parecer exorbitante.

    "El general Ortega dijo serenamente Mendoza pide salir de Puebla con tambor batiente, bandera desplegada, armas listas, mecha encendida y la provisin de cartuchos que se acostumbra por plaza. Solicita, adems, que no se le persiga durnte dos jornadas en su camino hacia la capital de la Repblica.

    Oh! Todo conceder al general Ortega menos el que las tropas que manda queden en actitud de continuar la guerra contra Francia; porque esto no importar otra cosa que cambiar de posiciones los ejrcitos belige-rantes, pues estoy seguro de que antes de diez das tendra de nuevo en batalla contra mis tropas al ejrcito que tanta guerra me ha dado defendiendo los muros de esta ciudad. Dgale, por lo mismo, al general Ortega, que si pre-tende algo me lo proponga para entendernos, y que lo que puedo conce-derle, adems de los honores militares, muy justos y merecidos, de que usted me habla, ser de que permanezca neutral el ejrcito que manda mientras termina la cuestin que hay pendiente entre Francia y don Benito Jurez, pero que aun para esto necesito or la opinin de mis generales, a cuya deliberacin sujetar las proposiciones que me haga el seor Ortega.

    "En ese caso insinu Mendoza preferiramos no aceptar nada y rom-per nuestras armas.

    "El jefe de Estado Mayor haba permanecido hecho una etctera, sen-

    tado en una silla de campaa; pero al or lo que decan los interlocutores les interrumpi bruscamente:

    "El general Ortega debe estar seguro, si pretende una capitulacin, de que se conceder a los defensores de la plaza todos los honores y todas las garantas que merecen; de lo contrario, debe estarlo tambin de que los prisioneros que hagamos en la plaza, cuando sta caiga en nuestro poder, caso de que sus defensores rompan su armamento como usted lo acaba de indicar, quedarn sin garanta alguna y, en consecuencia, sern depor-tados a la Martinica.

    "Forey dej el paseo agitado y nervioso, y parndose en firme al coronel D'Auvergne, le dijo enojado:

    "Yo deporto a la Martinica a los ladrones y a los bandidos; no a ofi-ciales valientes como los que defienden a Puebla."

    Contina el emotivo relato don Victoriano detenindose en la descripcin de parajes en los que las lgrimas rodaban por las mejillas acartonadas de los jefes y soldados. Haba regresado la comisin que fuera ante el general Forey a tratar de la rendicin de la plaza, y como no accediera a que el ejrcito mexicano saliera con su armamento, el general Gonzlez Ortega, de acuerdo con sus generales, orden la destruccin de cuanto significaba elemento de guerra. Clareaba el da 17 de mayo de 1863, da memorable en la historia de Mxico, y sin titubeos, conteniendo la emocin que des-garraba el alma de aquellos denonados valientes, sacando fuerzas de los msculos flatolentos por el hambre, entraron en accin. Dice don Victo-riano:

    "Seguan oyndose ruidos peridicos. Unas veces eran cercanos, otras distantes, pero todos entristecedores. Los polvorines se destruan, las piezas de artillera volaban, los fusiles se hacan pedazos, todo indicaba destruc-cin y desconsuelo. Los soldados corran ya sin uniformes por las calles llenas de escombros; abandonaban las manzanas que haban defendido pal-mo a palmo; trataban de alejarse para no ser conocidos como de la gente sitiada. . .

    "Los jefes haban cumplido con la orden de presentarse en el atrio de la catedral y en el palacio de Gobierno.

    L a pattica relacin de este extraordinario episodio nos coloca en el ambiente de algo que es difcil describir, especialmente en lo que respecta al estado de nimo de quienes peleando por la patria exponan diariamente la vida sin detenerse en consideraciones de ninguna naturaleza; pero en esta ocasin haban destruido su armamento quedando a merced del ene-migo. No les importaba morir, pero no queran vivir si quedaban incapa-citados para seguir luchando.

  • Guando Forey recibi la carta de rendicin de Gonzlez Ortega la pas a Bazaine dicindole: "ved qu hermosa carta de O r t e g a . . . "

    Hace referencia don Victoriano Salado Alvarez de los comentarios a que dio lugar entre los jefes franceses la actitud de los jefes mexicanos y de la pose que tomaron los mexicanos descastados que militaban a las rdenes de los invasores.

    En tanto que Forey agotaba las palabras de admiracin por los ren-didos, los altos imperialistas mexicanos pedan unos que se fusilara a los principales actores del drama, y otros que cuando menos fuesen deportados a un lugar de reclusin. Y comentaba Forey frente a los heroicos jefes mexicanos: "A los que me pedan que os fusilara mi respuesta ha consistido en. volverles la espalda; en cuanto a los otros, les he dicho: no hay con-vencin escrita; pero a falta de mi firma en un papel, existen las leyes eternas del honor, que me obligan ms que nada, y las tradiciones de con-fraternidad militar, a las cuales no faltar nunca. Este ejrcito quizs haya excitado el disgusto de los polticos por su tenacidad en la defensa y por el valor que han desplegado sus jefes; pero en cambio se ha ganado la estima y la consideracin de nosotros los soldados; y nunca consentir en que se trate como malhechores a tantos va l ien tes . . . "

    Y, despus, sigui la evasin de los generales, jefes y oficiales, para re-incorporarse a las filas republicanas y seguir peleando por la Patria en aquellos momentos de terrible angustia.

    H a quedado para la historia el testimonio nada menos que del general en Jefe del ejercito francs. Se perdi Puebla, pero se gan la admiracin del mundo entero por la forma y trminos en que se realiz aquel acto heroico de la rendicin de la plaza.

    Pero todava hay que presentar una estampa ms. El seor coronel don Antonio Carrin, habiendo formado parte de los ejrcitos republicanos que combatieron la Intervencin Francesa, public en 1897 una obra en dos tomos, titulada Historia de la ciudad de Puebla, que fue reeditada en 1970.

    Hace en el captulo relativo al sitio de Puebla una interesante relacin, cuya veracidad est plenamente comprobada, habida cuenta de los testimo-nios que sobre el particular existen. Menciona con detalles los pormenores del sitio, de manera de obtenerse datos precisos sobre las particularidades de ese acontecimiento desde tiempo atrs de iniciarse el sitio. Puede as ase-gurarse que no hubo descanso alguno de las tropas republicanas durante el lapso que medi del 5 de mayo de 1862 en que Zaragoza derrot a los

    franceses, hasta mediados de marzo de 1863 en que iniciaron el ataque a Puebla. Todos los detalles a que hace referencia el coronel Carrin son de importancia, ya que forman la malla que se teji durante 62 das de con-tinuos combates. Vase, aunque sea en trozos, la descripcin:

    "La marcha del ejrcito francs sobre Puebla fue muy cauta, pero no tanto que pudiera evitar algunas acciones de armas desde Veracruz y fueron las de Cotaxtla, Paso de Ovejas, Teziutln, Cerro de Len, Cruz Blanca, Plan del Ro, el Organo, Coayuca, El Mirador, San Salvador, Dos Matas, Los Llanos y otros."

    Copia el coronel Carrin parte de una carta que el teniente coronel En-rique Loizillon envi a su hermana a Pars. Por este prrafo se puede juzgar de la opinin que los jefes franceses tenan del ejrcito mexicano:

    "Est resuelto que se embestir a Puebla de manera de hacer prisionera a toda la guarnicin o, a lo menos, desorganizarla de manera que no pueda rehacerse en M x i c o " . . . 3

    En otra carta el mismo Loizillon deca: "Nuestros combates de todas las noches acabarn como el Sebastopol, por costamos mucho ms caro que un ataque a viva fuerza y cuando entremos a Puebla no encontraremos en gran parte ms que ruinas. Qu dirn las poblaciones a las que repetimos todos los das que no es a ellas a quienes hacemos la guerra?"

    Por su parte el general Thomas opinaba que "es necesario resignarnos a hacer sucesivamente el sitio de estos lotes o cuadros circunscritos por las calles".

    Todas estas conjeturas se producan por los descalabros que sufran los franceses en sus continuos asaltos, especialmente el de San Javier, en donde la lucha fue tan encarnizada que se combati sin tregua aun cuerpo a cuerpo, con prdidas enormes para ambas partes.

    No fue menos intenso y sangriento el ataque a la fortaleza de San Mar-cos. Derrumbaron los franceses a caonazos varios edificios de las manzanas 25 26 y 27 y al tratar de tomarlas a viva fuerza fueron rechazados. "El general Bertier intent que se tomara la trinchera con dos compaas del lo. de Zuavos, pero mirando que caan diezmados por los fuegos de los mexicanos, dio orden de suspender el ataque y que se retiraran, lo que oblig a todos los que peleaban en la manzana 27 a retroceder en derrota, sacando a su heridos cargados en las espaldas a todo correr; la fuerza que sufri ms en esta derrota fue la compaa de granaderos del capitn Me-l o f . . .

    Las operaciones del sitio de Puebla, adems de complicadas, resultaban para los franceses costosas en hombres muertos, heridos y prisioneros, a lo que se agregaba el consumo enorme de parque y de alimentos.

  • "Tanto llamaron la atencin de Forey dice el coronel Garrin estas derrotas, que personalmente fue a ver la manzana de San Marcos y al con-templar las paredes arpilleradas, las azoteas y puertas cubiertas con sacos de tierra, las trincharas improvisadas con vigas y escombros, se convenci de las dificultades que presentaba el atacar a viva fuerza ese punto, se calm la clera que tena contra Berthier, y discurri emplear una serie de galeras y minas para atacar, as como el previo bombardeo de los puntos."

    "Despus de estos acontecimientos sigue relatando Carrin los fran-ceses cometieron la inhumanidad de lanzar sobre la ciudad bombas incen-diarias" . . .

    Muchas son las citas; pero proviniendo de testigos actuantes dan al re-lato el vigor de lo vivido. Volvemos con Loizillon quien haciendo referencia al ataque a Santa Ins refiere as el resultado:

    "Fuimos obligados a retirar nuestras tropas a retaguardia; hemos tenido grandes prdidas: 101 muertos, 234 heridos y 76 prisioneros. Despus de este triste suceso todo mundo se preguntaba, cul es el medio que se va a emplear?; hay desaliento, nadie contesta la p r e g u n t a . . . "

    Comenta el coronel Carrin: "La derrota de los franceses en Santa Ins se anunci con repiques a vuelo de esquilas en la catedral el da 25 a las 11 y media de la maana. Los cadveres de los soldados franceses fueron reunidos provisionalmente en el Portal de las Flores, de donde se iban le-ventando por grupos de diez para sepultarlos.

    Cuando, agotados municiones y vveres, se rindi la plaza, algn oficial francs vio que los soldados mexicanos rompan sus armas, y uno de los jefes, en tono solemne dijo: "El ejrcito francs sabe respetar el valor, y una guarnicin que se ha conducido como la de Puebla no merece sino nuestros respetos. Dejemos que hagan los defensores de la plaza todo lo que crean conveniente al honor de sus armas."

    Honrosa actitud, propia del renombre conquistado por los soldados fran-ceses, embarcados en esa aventura por un Emperador que estuvo a la altura del pueblo que gobernaba.

    Al iniciar este trabajo histrico advert que no intentara escribir la bio^ grafa del general Jess Gonzlez Ortega. As lo he realizado, ya que me concret a lo relacionado con el sitio y la rendicin de Puebla.

    Simplemente, como un colofn anotar, en apretada sntesis, algunos ras-gos biogrficos de este personaje.

    Naci en la hacienda de San Mateo, jurisdiccin de Tel, Zacatecas. Fue-ron sus padres don Laureano Gonzlez y doa Mara Mateos Ortega. Su educacin superior la recibi en Guadalajara. Se inici en el periodismo muy joven, destacndose por sus ideas liberales que en esa poca eran signo de cultura europea, especialmente francesa, ya que el espritu de las juven-tudes estudiosas se impregnaba de las doctrinas econmico-sociales de la Revolucin Francesa, instrumento propulsor del liberalismo.

    Las convulsiones que sacudan al pas, especialmente a partir de la Re-volucin de Ayutla impulsada por los liberales, continuada con motivo de la promulgacin de la Constitucin de 1857, y despus por las leyes de Re-forma inflamaron el espritu apasionado de Gonzlez Ortega.

    Lleg la oportunidad para que entrara al campo de la historia, en la que habra de ocupar preferente lugar. Caminaba trabajosamente el ao de 1858. Jurez haba asumido la Presidencia de la Repblica por ministerio de la Ley, en virtud de que el Presidente Constitucional don Ignacio Co-monfort haba derogado la Constitucin, quedando fuera del Gobierno. Se sucedieron una serie de acontecimientos que incendiaron de nuevo al pas. La guerra entre liberales y conservadores de nueva cuenta derramaba san-gre mexicana a raudales.

    Al acercarse Leonardo Mrquez, general conservador, a Zacatecas, era Di-putado local don Jess Gonzlez Ortega. Las autoridades del Estado y municipales acordaron entregar la plaza, pero Gonzlez Ortega se opuso asumiendo la responsabilidad del caso, y el mando tambin como Gober-nador. Primer acto de audacia y valenta que le abra la puerta del por-venir Se dedic con sorprendente actividad a organizar un ejrcito, formando pronto importante contingente armado con el que hizo frente a la situacin.

    Despus, Gobernador del Estado. General en jefe de una poderosa Di-visin. Numerosas acciones de armas en las que l brilla. Camina de triunfo en triunfo: Peuelas, Laguna Seca, y llega la gran hazaa: la derrota del temible, por valeroso, Miramn, dejando libre el paso a Jurez para que vuelva, con los honores que le corresponden, a ocupar el Palacio Nacional.

    Ao clave en la vida militar de Gonzlez Ortega, se de 1860. Contina el tiempo fabricando problemas, guerras, ms guerras; pero ah est el he-roe que deshace quimeras. Se rinde en Puebla orgullosamente; se escapa de la prisin, y regresa con iguales bros al combate contra franceses y mexi-canos extraviados, y vuelve a marcar el paso con triunfos magnficos. Llega el momento de la liquidacin; en Quertaro se representa el ltimo capitulo del efmero Imperio de Maximiliano. Queda su sueo roto con la descarga de los fusiles que sirven al general Mariano Escobedo como instrumentos de justicia. Lo acompaan en el ltimo viaje Miramn y Meja.

  • Las armas nacionales han triunfado. Satisfecho, Gonzlez Ortega se retira del ejrcito. H a cumplido como los buenos. Se le ofrecen oportunidades que en algo compensen sus afanes. Rehsa la candidatura al Gobierno del Estado y la de Diputado al Congreso de la Unin.

    Entre tanto otros caudillos se disputan el Poder, l sereno, en cierta forma amargado, se refugia en Saltillo, Coahuila, y all muere en febrero de 1881. Su cadver descansa en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

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