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ESMERALDA ARBOLEDA:UNA MUJER

NUEVOS CAMINOS*

* Este trabajo hace parte de un libro que sobre la vida y la obra de Esmeralda Arboleda preparaactualmente la autora. Para su elaboración se realizaron entrevistas de muchas horas con la doctoraArboleda entre 1992 y 1993. Así mismo, entrevistas con su familia y amigos; también con políticos desus épocas.

** Socióloga, Directora del Departamento de Investigaciones de la Universidad Central.

María Cristina Laverde Toscano**

Reflexiones preliminares

¿Cuál ha sido la historia de las luchas de las muje-res en Colombia? ¿Existen hitos fundamentales en su de-venir? ¿Cómo y por qué llega el feminismo a la academiay, desde la teoría y la crítica, cuáles son las implicacionesde este tránsito? Pienso que el desarrollo de este procesoestá por escribirse y que con rigor debemos acometerlo;no sólo por los compromisos de género involucrados -queson importantes, en mayor medida cuando en lahistoriografía oficial es rotunda la invisibilidad de mediahumanidad-, sino por el significado de sus aportes al avan-ce científico de los estudios de género, dueños de recienteestatuto académico.

Asumiendo el feminismo desde la perspectiva dela historia de la organización de las mujeres, entre fines dela década del treinta y comienzos de la del cuarenta hay unmomento crucial que, en vía de ejemplo, todavía no he-mos analizado en sus honduras: la irrupción de mujeresrealmente transgresoras en sus discursos, en sus prácticasy en ámbitos diferentes de la esfera pública colombiana.Entre ellas y como las más destacadas encontramos desdela plástica, a Débora Arango; Laura Victoria desde la lite-

ratura y Ofelia Uribe de Acosta desde la política. ¿Cuálesfueron las contribuciones de sus logros al proceso señala-do? Aún no lo hemos analizado con la sistematicidad re-querida. Por aquí rondan los argumentos para haber em-prendido el estudio sobre la vida y obra de Esmeralda Ar-boleda ...

Las primeras conquistas

Hace cerca de cincuenta años una joven abogadapalmireña, la primera graduada en el Valle del Cauca, asu-mía como propias las banderas de las mujeres colombia-nas. «El estudio del derecho hizo germinar en mí una se-milla feminista con la cual nací y creo que como herencialegítima de mamá. Era el drama de tener que estudiar lasleyes de una nación que con total desvergüenza legitima-ban la discriminación y la supuesta inferioridad femeni-na»1 , nos señala la joven de entonces. Pero, en aquellaépoca, ¿cuáles eran las justas de las mujeres? ¿En qué seempeñaban algunas valiosas voceras de más de la mitadde la población del país? -una población caracterizada, esobvio, por la concurrencia de múltiples diversidades: en locultural, en lo social, en lo económico y en lo político-.

Intentando una mirada panorámica que permitacomprender los objetivos y la dimensión de las propuestasque en favor de la mujer circulan desde los albores de ladécada del cincuenta, necesariamente debemosremontarnos a la Ley 28 de 1932 como una de las normasque más ha contribuido a equiparar jurídicamente a losdos géneros en el campo de los derechos civiles. Un pro-yecto de ley que si bien fue presentado por iniciativa gu-bernamental en la administración de Olaya Herrera, contócon la presión y el respaldo beligerante de muchas muje-res lideradas, entre otras, por Ofelia Uribe de Acosta yLucila Rubio de Laverde. Antes de la aprobación de estaley, la situación de las casadas era de total sometimiento almarido, no sólo en cuanto a su persona se refería sino encuanto a su patrimonio. A partir de esta norma, la mujercasada adquirió la capacidad legal para administrar y dis-poner libremente de sus propios bienes y también para in-tervenir en el manejo de los haberes de la sociedad conyu-gal; rompió el concepto medieval consagrado en nuestroscódigos según el cual la potestad marital comprendía unconjunto de derechos absolutos del esposo sobre la cónyu-ge.

Esmeralda Arboleda ante la Comisión de EstudiosConstitucionales CEC. Bogotá, 1954.

No obstante, permanecían incólumes muchas otrasdiscriminaciones: las causales de divorcio, más rigurosaspara la mujer; la rebaja de penas hasta el perdón judicialpara el marido que matase o hiriese a la esposa legítimasorprendida en adulterio o culpable de él; la potestad mari-tal o el conjunto de derechos del marido sobre la personade la mujer; la patria potestad que sólo por la muerte delpadre podía ser ejercida por la madre, «mientras guardebuenas costumbres y no pase a otras nupcias»; una patriapotestad que respecto al hijo «natural» correspondía a lamadre aparentando un derecho cuando en verdad buscabala exoneración de las responsabilidades paternas ...

La reforma constitucional de 1936, a pesar de con-servar la ciudadanía como privilegio de los varones, en suartículo 8º determina que

La calidad de ciudadanos en ejercicio es condiciónprevia indispensable para elegir y ser elegido y para des-empeñar empleos públicos que llevan anexa autoridad ojurisdicción. Pero la mujer colombiana mayor de edadpuede desempeñar empleos, aunque ellos lleven anexaautoridad o jurisdicción, en las mismas condiciones quepara desempeñarlos exija la ley a los ciudadanos.

La reforma de 1945 amplió la ciudadanía a todoslos colombianos mayores de veintiún años, sin discrimina-ciones por razón de sexo, pero la limitó para las mujeres

en cuanto las privaba del derecho a elegir y a ser elegidaspopularmente.

Eran conquistas fruto de luchas definidamenteinscritas en «la primera ola del feminismo» -como lo seña-la Angela María Estrada en la sección Monográfica de estamisma edición-, orientadas a alcanzar los derechos políti-cos y civiles para las mujeres. Y será la perspectiva de lascontiendas femeninas durante muchas décadas ...

La hora del sufragio femenino

Corre el año de 1953 cuando, ante la cruenta vio-lencia política y el enfrentamiento a muerte de los partidostradicionales, y con el beneplácito de gran parte del país,se toma el poder el General Gustavo Rojas Pinilla.

Para muchas, entre las que me cuento, en princi-pio significó una esperanza -indica Esmeralda Arboleda-.Frente a las monstruosidades de Laureano Gómez y de susucesor, resultaba un alivio en tanto pensábamos que sumisión sería pacificar el país, acabar con el derramamien-to demencial de sangre, con las venganzas y los odios po-líticos. Además, siempre consideramos que su presenciasería breve y transitoria2 .

El eslogan del gobierno del General Rojas rezaba,«Paz, justicia y libertad para todos los colombianos». Es

Marcha de Mujeres, Bogotá, 1953.

Marcha de mujeres, Bogotá, 1953.

aquí cuando Esmeralda Arboleda -para aquellos años deUribe-, junto con Josefina Valencia de Hubach, consideraque llegó el momento de trabajar con ahínco por el reco-nocimiento de la ciudadanía plena para las mujeres.

Si alcanzar la paz, la justicia y lalibertad para todos los colombianos era el pro-pósito de este gobierno, no es posible excluirde él a la mitad de sus ciudadanos. Por esocon Josefina redactamos un memorial en elcual argumentábamos la exigencia de estederecho elemental, ya concedido en la mayorparte de los países del hemisferio. Además,lo hacíamos con fogosidad. Mi vocación polí-tica había ya despertado y quizás se encon-traba exacerbada por mi pertenencia al libe-ralismo y por todo el asedio y la persecuciónde que fuimos objeto desde finales de los añoscuarenta. Créeme, éramos muy perseguidos.Era una guerra sin cuartel. Los abogadoslitigantes -que vivíamos de eso- nos vimosobligados a ceder los poderes otorgados pornuestros clientes a colegas conservadoresporque no existía el menor riesgo de que jue-ces y juzgados fallaran a nuestro favor y nopodíamos perjudicar a nuestros defendidos3.

Con el entusiasmo señalado se desplazan luegohacia los más disímiles rincones del país buscando la ad-hesión de sus congéneres. Hablando en barrios, salones,sindicatos, hoteles, dan a conocer el memorial escrito porellas y logran millares de firmas femeninas -y algunasmasculinas-, procedentes de diferentes estratossocioeconómicos. Con ellas presentan el mencionadomemorial a la Comisión de Estudios Constitucionales -CEC- como proyecto sobre la plenitud de derechos políti-cos para la mujer. Esta Comisión era la encargada de ase-sorar a la Asamblea Nacional Constituyente -ANAC-, con-vocada por la administración Rojas como una continuidadde la de Gómez, aunque con unos pocos nuevos integran-tes.

El proyecto suscita diversas y extremas reaccio-nes en el seno de la CEC: desde la apatía y la burla, pasan-do por el recelo, hasta el compromiso tenue o definido dealgunos comisionados. Son meses de intensa labor paraestas dos mujeres quienes, liderando un grupo crecientede destacadas participantes, se dedican a promover los de-bates en torno a la propuesta. Todas colman los recintosdel Congreso donde en largas jornadas se discute. En unade sus innumerables intervenciones ante la CEC, Esme-ralda Arboleda plantea:Me propongo hacer un análisis de las opiniones más gene-ralizadas en relación con el sufragio femenino. Mi posi-

ción dista mucho de ser impar-cial, porque soy fervorosa de-fensora de la consagración de laciudadanía plena para la mujercolombiana; pero como consi-dero que quienes se oponen aella lo hacen de buena fe, sepuede partir de sus propios ar-gumentos para defender el votofemenino4.

Y así expone los pun-tos neurales de la polémica: lanecesidad de introducir unafuerza nueva e incontaminadaen la organización y marcha delpaís; el imperativo de que Co-lombia diera cumplimiento a lasobligaciones contenidas en con-venios internacionales encami-nados a reconocer la igualdadEsmeralda Arboleda, Josefina Valencia de Hubach y los doctores Paredes y Villegas Umaña.

Receso de la Asamblea Nacional Constituyente - ANAC, 1955.

muchos comisionados sobre «¿quién move-rá las cunas?, afirma- ...las mujeres somosmadres y jamás renunciaremos a ello; preci-samente la grandeza de esa misión es la quenos lleva a exigir el derecho a participar en laorganización, la defensa y el mejoramientode la sociedad. Porque no queremos que loshijos que mecemos en esas cunas sean ma-ñana exterminados por la barbarie política7 .

Nadie se atreve ya a poner en juicio la relevanciade la propuesta. Pero las posiciones se polarizan entre quie-nes están de acuerdo con la ciudadanía integral y aquellarestringida que la otorgaría progresivamente. Los debatesse tornan intensos y la presencia de Esmeralda Arboleda,así como la de Josefina de Hubach, la de Bertha Hernándezde Ospina y la de un amplio grupo de mujeres que ince-sante presiona, es definitiva. El comisionado Gilberto Al-zate Avendaño llega a plantear que «... si la CEC no adoptaba la plenitud de la ciudadanía para la mujer,habría desaparecido la única iniciativa que hasta ahora jus-tifica el montaje del aparato de la Asamblea Nacional Cons-tituyente... -porque- Las enmiendas adjetivas se tramitanpor los cauces comunes previstos en la Carta, que atribuyeal parlamento el poder de reforma»8 . Finalmente, el 11 demarzo de 1954 más de la mitad de los comisionados de laCEC está de acuerdo en recomendar a la ANAC el esta-blecimiento de la paridad política de los sexos en la que sepensaba sería la nueva Constitución Política de Colombia.

entre los géneros; la gran injusticiainvolucrada en el desconocimientoo limitación del voto femenino porcuanto la mujer poseía las mismasresponsabilidades civiles, penales yeconómicas del hombre ante el Es-tado.

Tampoco hay que olvidar que la eta-pa romántica en la que la mujer es-taba colocada en planos casi irreales,como elemento social puramente de-corativo, ha desaparecido. La reali-dad del mundo actual ha llevado alas mujeres a compartir responsabi-lidades con el hombre. Así, las ve-mos incorporadas a actividades queantes eran privativas de los varonescomo las del taller, la fábrica, el co-mercio, la oficina, la cátedra, el periodismo, las artes, lajusticia ... Si hemos compartido con lo masculino tantasresponsabilidades, ¿por qué nos niegan los derechos? ... -yante una de las mayores preocupaciones de los señorescomisionados, enfatizaba- Son labores asumidas sin habersufrido por ello menoscabo en sus características esencia-les de feminidad ... Yo no sabía que para algunas personasla feminidad fuera accesorio o removible. Siempre he creí-do que es la esencia misma de la mujer y nunca había pen-sado que pudiese dejarse con la papeleta en una urna elec-toral5 .

Frente a la propuesta de otorgar el voto restringidoen vista del razonamiento peregrino de la ausencia de pre-paración de las mujeres, en otra intervención plantea: «Elilustre jurisconsulto Eleuterio Serna ha hecho una fraseingeniosa para justificar la fórmula del sufragio a cuenta-gotas: ́ Las echamos al mar o las enseñamos a nadar´. Puesno hay constancia de que a los electores varones rasos,muchos de ellos analfabetas, se les hubiera sometido a esoscursos natatorios preliminares»6 . Sin embargo, reconocela impreparación política del sector femenino porque,

... No en vano se nos ha vedado ese campodurante siglos, hasta en las conversacionesfamiliares. Pero los tiempos han cambiado ylas colombianas nos estamos preparando paraingresar decorosamente a la vida política delpaís. -Respecto a la inquietud reiterada por

Las mujeres se organizan

Desde 1953 una idea obsesiona a Esmeralda Ar-boleda: promover la creación de la Unión de Mujeres deColombia9 con el propósito expreso de «... agrupar a to-das las mujeres colombianas sin distingos religiosos, polí-ticos o sociales, para unirnos en la lucha por el reconoci-miento de los derechos de la mujer y de la infancia. Estono es un partido ni una secta. Ni siquiera tiene domiciliofijo, porque éste se encontrará en cualquier lugar de Co-lombia en que las mujeres se unan para defender sus dere-chos»10 . Con una campaña tesonera y con el apoyo de ungrupo femenino, buscando sensibilizar y comprometer alas mujeres colombianas de las más diversas procedenciasculturales, políticas y socioeconómicas, la propuesta ad-quiere vida en los primeros meses de 1954. Su programade acción señala veintidós puntos entre los cuales es pre-ciso destacar sus objetivos de lucha en favor de: la paz quecolma un gran anhelo de las mujeres; la igualdad de dere-chos humanos y políticos para el hombre y la mujer; el

derecho al sufragio femenino universal y secreto; el cum-plimiento del principio «a igual trabajo igual salario»; laprotección de empleadas y obreras contra el despido pormaternidad o estado prenatal; la efectividad del derechode la mujer a ocupar altos cargos del Estado; la realizaciónde campañas educativas que extirpen el prejuicio de infe-rioridad de la mujer; la represión efectiva de la trata deblancas; la readaptación social de las mujeres delincuen-tes; una campaña nacional, coordinada y efectiva en favorde la infancia11. Esta Unión de Mujeres de Colombia lo-gró organizar grupos en diferentes ciudades del país y seráno sólo definitiva en el escenario de las lides por el dere-cho al sufragio, sino en el apoyo a campañas en favor de lamujer desarrolladas en las décadas posteriores.

Esmeralda Arboleda en la ANAC:frutos de un plebiscito espontáneo

La Asamblea Nacional Constituyente del Presiden-te Rojas prosigue su marcha integrada básicamente, comoya se dijo, por quienes la configuraban en el gobierno deLaureano Gómez: hombres conservadores. En su afánconciliatorio inicial, el General busca ampliarla invitandoa otras personalidades del país entre las cuales se contabanalgunos pocos liberales. Sólo participa una mujer: lacopartidaria y amiga del General, Josefina Valencia deHubach.

En este marco, entre los años 1953 y 1954 elprotagonismo de la mujer adquiere vigor inusitado: se creanorganizaciones femeninas deliberantes en diferentes luga-res del país; los debates al interior de la CEC en torno alsufragio femenino, durante meses ocupan las primeras pla-nas de la prensa nacional -liberal y conservadora-; radio,revistas, volantes, afiches callejeros, plantean el tema encalles y recintos y nadie de hecho se sustrae a él. GustavoRojas, quien fuera el primer destinatario del memorial conlas miles de firmas que lo respaldaban exigiendo el dere-cho al sufragio universal para las mujeres, descubre así lapresencia real de esa media humanidad y el potencial elec-toral que entraña. Son las razones para que públicamentese comprometa a incrementar la participación femeninaen la ANAC, al menos en términos paritarios; esto es, sihay una mujer conservadora, debe haber una liberal.

Entre tanto, en torno a la Unión de Mujeres deColombia, se consolidan diversas agrupaciones que, de unau otra manera, quieren hacer oír sus voces silenciadas des-

de siempre. Un común denominador de estas agrupacio-nes es el reconocimiento de Esmeralda Arboleda comovocera de sus intereses. Por ello grupos de mujeres profe-sionales, de amas de casa, de connotadas damas bogota-nas, de trabajadoras y maestras de Antioquia y el Valle delCauca, de la Costa y Santander, entre otros, a más de mu-jeres independientes, dirigen cartas al Presidente de la Re-pública pidiendo la inclusión de la doctora Arboleda entrelos miembros de la ANAC12.

El General entonces, y quizás como una nuevaestrategia, se dirige a la Dirección Liberal Nacional, solici-tando el nombre de algunas candidatas. Esta Dirección,sin embargo, se resiste ya a la participación oficial de dele-gados liberales en la Asamblea. ¿El motivo? El gobiernoempezaba a dejar ver sus intereses reales, sus ansias impú-dicas de poder, sus afanes militaristas...En el primer período de Rojas -indica Esmeralda- hubocomo un espejismo; seguramente por las tribulaciones re-cientes del país y de los liberales en particular. En ciertasregiones incluso, se realizaron algunos intentos de pacifi-cación que alentaron el apoyo hacia el General. Pero prontosus apetencias de dictador afloran: se trataba de un military, gústenos o no, por vocación y formación, la actitud dic-

tatorial está larvada en ellos. El era militar, godo y boyacense... Sin querer demeritar a nadie, estas tres variables se tra-ducen en un profundo conservadurismo. De otra parte,comienzan los malos manejos económicos de algunos desus familiares y las adulaciones y regalos al poder ... Deverdad, la gente le rinde pleitesía al poderoso hasta quelogran corromperlo; peor aún cuando éste es vulnera-ble...13.

A pesar de lo señalado, la Dirección Liberal com-prende que dar respuesta a la solicitud de Rojas en estecaso podía tener implicaciones diferentes: la convocatoriaaludía a la necesidad de la participación paritaria femeninaen los debates referidos al sufragio universal de la mujer -la diputada conservadora era Josefina Valencia de Hubach;tal debate y sus resultados revestían una importancia his-tórica:

La Dirección Liberal Nacional ... consideró undeber suyo recoger el clamoroso sentimiento de la opiniónfemenina que ha reclamado la participación de la mujer enla alta corporación -la ANAC-. Al efecto, conformó unabrillante terna integrada por las siguientes damas: señoraIsabel Lleras Restrepo de Ospina, doctora Esmeralda Ar-boleda de Uribe y señora Cecilia Hernández de Mendoza.Esta actitud de la Dirección ha sido recibida con viva sim-patía por las mujeres de Colombia14

La terna fue remitida al gobierno en junio de 1954.El 2 de agosto del mismo año se expide el decreto presi-dencial nombrando a Esmeralda Arboleda de Uribe comomiembro de la ANAC, con carácter de principal; su su-plente sería doña María Currea de Aya15. La oficializaciónde este acto implica una reunión extraordinaria de la Di-rección Liberal Nacional con el fin de discutir la posibleparticipación de Esmeralda en tanto en el último mes ha-bía desautorizado la intervención de sus asociados en esaCorporación. Los pocos liberales que la integraban lo ha-cían en calidad de lentejos.

Esmeralda, una mujer reflexiva y disciplinada aun-que emotiva, siempre ha buscado tomar las decisionesimportantes de su vida con ́ cabeza fría´: «He sido una fe-minista de entraña pero también una persona de partido yrequería entonces el respaldo del liberalismo», explica. LaDirección deliberó en una sesión, de la cual ella se retirópara dejarla en absoluta libertad. Logró el apoyo requeri-do y en declaraciones a la prensa afirmaba:

Desde el momento en que fuí informada del nom-bramiento a través del Ministro de Gobierno, creía que miobligación ante las mujeres de Colombia era la de aceptartal designación. Este concepto lo expresé ante los miem-bros de la Dirección Liberal Nacional y la directiva delpartido está de acuerdo conmigo. Quiero dejar bien claro-agregó- que no intervendré en debates que se refieran a lapolítica de los partidos. Me propongo trabajar con Josefinapor la consecución del voto universal para la mujer colom-biana ...16.

Su nombramiento ocupa titulares de prensa en lasprimeras páginas y es objeto de múltiples homenajes en elpaís, y no sólo de grupos de mujeres.

Mujeres y hombres: igualdad dederechos políticos

En esta forma llega a la ANAC y debe librarbatallas similares a las ocurridas en la Comisiónde Estudios Constitucionales, con la diferenciade que el tiempo con el cual cuenta es muycorto y en esta Corporación la posiciónconservadora es aún más radical y losenfrentamientos más beligerantes,incluidos los presentados entreJosefina Valencia y su herma-no, Guillermo León Valen-cia. Sin embargo, la la-bor de la diputada Ar-boleda -obstinada ypersuasiva; rotunda y ver- t ica lcuando así se requería; con-ciliadora frente a lo formal pero inflexiblerespecto a lo fundamental-, unida a los aportes deJosefina Valencia, al papel de la pren- sa liberal y a lamovilización permanente de mujeres a lo largo y anchodel país, determinó que la balanza se fuera inclinando enfavor del sufragio integral para las colombianas.

El 25 de agosto de 1954 a las diecinueve horasdiez minutos, se inicia una nueva sesión plenaria de laANAC alrededor del tema; el día anterior, la doctora Ar-boleda había quedado en el uso de la palabra. Comenzóentonces esta jornada pronunciando ella el único discursode la noche. Llevaba una clásica bata negra de cuello en vy mangas tres cuarto, aretes y un sencillo collar de perlas

blancas. Ser una mujer elegante y exquisita en sus gustosy modales es uno de los encantos que atraen y desconcier-tan a muchos en tanto su acendrado feminismo haría pen-sar en una figura ajena a «las vanidades mundanas». No.Eternamente es femenina -en la acepción tradicional deltérmino- y ama y cuida su feminidad. Con mayor razónen aquellos tiempos.

Esa noche, como de costumbre, se le veía segura;hacía gala de la tranquilidad que emerge de quien riguro-samente estudia, consulta y prepara sus intervenciones.Con vehemen- cia, con esa voz firme de gran ora-dora cuyos énfasis apelaban al vuelo má-gico de sus manos -admiradas pora m i - gos y detractores-, reali-z ó un pormenorizado re-

sumen de sus inter-venciones anteriores,

insistiendo en el compro-miso que le cabía a la Asam-

blea frente a la mujer colom-biana y su sociedad, frente al mun-

do y a la historia:...

Nosotras estamos seguras de quevosotros honorables diputados estaréis a la

altura de vuestra gran misión histórica y consa-graréis para la mujer de vuestra patria el derecho de

plena ciudadanía ... Todos sabeis que en el martirio deColombia, la mujer sufrió la tragedia de la destrucción desu hogar, la pérdida de sus seres queridos, de los abando-nos y de la persecución; que mostró al país entero su deci-sión, su entereza, su fidelidad y su heroico valor; con eldesgarramiento de su propia vida aprendió a amar la pazcomo el mejor de los dones y clama por ella desde todoslos ámbitos de la patria. Porque supo que sólo la paz hacegerminar los sueños y las espigas; que sólo a su amparoson libres los hombres y las ideas; que sólo ella pone fin alodio y a la venganza; comprendió que el trabajo, la ale-gría, el amor a la vida misma, sólo pueden alcanzar suplenitud a la sombra de la paz ... Las mujeres tenemos feen que esta reforma sea verdaderamente nacional, sea tra-tada sin carácter de partido ... Colombia necesita del con-curso y la participación política integral de nosotras lasmujeres ...17.

Los aplausos fueron contundentes. No solamen-te desde el ámbito de los diputados sino desde las barras,

literalmente colmadas en su mayoría de mujeres. A lasveintidós horas, con sesenta votos afirmativos y ningunonegativo -quienes estaban en contra o se retiraron antes ose abstuvieron de votar- se aprobó la ley que otorgaba elsufragio pleno para las mujeres: «Las mujeres tendrán losmismos derechos políticos que los varones». El júbilo fuetotal entre el sector femenino que ocupaba el recinto. En-tonaron el Himno Nacional y repitiendo sus estrofas desfi-laron por las calles aledañas al Congreso en esa fría nochebogotana.

El derecho al voto femenino no fueuna dádiva

El 26 de agosto de 1954 el entonces presidenteRojas sancionó la ley aprobada por su Constituyente. Pero,por supuesto, no fueron sus convicciones feministas elfundamento de su respaldo a los requerimientos de lascolombianas; el General estaba lejos de plantearse las hon-duras e implicaciones inherentes al problema de la discri-minación femenina y al imperativo de la equidad ético-política entre los dos géneros que tradicionalmente con-forman la historia de la humanidad. Era un definido opor-tunismo, imperceptible para todas las mujeres de aquelmomento, incluidas sus líderes visionarias -en razón qui-zás de que aquelperíodo se cons-tituyó en espacioúnico para la lu-cha por sus rei-vindicaciones,cuando tales es-pacios eran tanesquivos en elproceso de nues-tras sociedadespatriarcales-.

... Se re-quirieron algu-nos meses y do-lorosos aconteci-mientos paraque yo com-prendiera la uti-lización que qui-so hacer el Ge-neral de nuestro

movimiento. La evidencia más clara se encuentra en laparadoja de que mientras nos «concedía» el voto a las mu-jeres -como lo señala hoy Esmeralda Arboleda-, impedíasu ejercicio a los dos sexos. Debemos recordar que, comobuen dictador, a más de mantener clausurado el Congreso,negó cualquier tipo de elecciones. Pero al final la ganan-cia fue de las mujeres y para las mujeres. Nos asumió sícomo una cuarta pata en la cual apoyarse: ésta le otorgabamayor estabilidad e hipotéticamente podía incrementar sucapacidad de negociación. ¿Cómo no iba a usarla si desdela CEC y desde la prensa debió calibrar nuestra fuerza? ...Pero una cosa sí quiero que quede bien clara: el derechoal sufragio femenino no fue una dádiva ni del General Rojasni de ningún presidente; así posteriormente hubiéramoscontado con el apoyo honesto, ese sí fruto de conviccio-nes, del doctor Alberto Lleras Camargo. El voto femeni-no en Colombia, como en todos los rincones del mundo ycomo ha sucedido con las distintas reivindicaciones alcan-zadas para nosotras en lo corrido del siglo, fue el resultadode muchas luchas, de la tenacidad y de la inteligencia delas mujeres colombianas. Y esto no se sabe o se oculta, nosé si consciente o inconscientemente. Lo cierto es quepara infortunio de la verdad, hasta ahora la historia de nues-tro país ha sido escrita por los hombres y en su concepcióndel mundo y de la vida sólo tenemos cabidas anecdóticas y

episódicas: pasa-jeras heroínassentimentales,madres abnega-das a la sombradel esposo o delhijo, cuestionadasamantes o defini-tivamente noexistimos. Esta-mos en mora deescribir la verda-dera historia. Lle-gó la hora de con-quistar tambiéneste espacio18.

O b v i a -mente con la caí-da del gobiernodel General Ro-jas, todas las nor-mas expedidas

Esmeralda Arboleda acompañada, entre otros, por los Drs. Darío Echandía,Francisco Eladio Ramírez, Hernando Carrizosa y Vargas Rubiano, en el

Club de Abogados de Bogotá, 1956.

durante su administración quedarían derogadas en tantofruto de la dictadura. Aquí fue donde Alberto Lleras ha-bría de jugar importante papel al reconocer el camino re-corrido por las mujeres y la historia de sus contiendas eincorporar el tema del sufragio femenino universal en elPlebiscito de diciembre de 1957.

Nuevas luchas, nuevas labores

Luego de la sanción de la ley, las expectativas porla participación femenina crecían. Las mujeres tenían vivointerés en intervenir. A partir de este logro, la tarea em-prendida por Esmeralda Arboleda y por el número crecientede líderes, giraría en torno a las campañas para unacedulación pronta e igualitaria. Los meses transcurrían ylos avances en esta materia eran escasos. Ante la presiónde las mujeres, manifiesta en cartas a la prensa preguntan-do sobre los resultados del proceso técnico y de sensibili-zación de la población, empieza a filtrarse una noticia: elgobierno pretendía una cedulación por etapas, primero unaque involucrara a todos los hombres y, más adelante, otrapara las mujeres. Ello conduce a una nueva movilizaciónde este sector de la población. La Organización FemeninaNacional conforma una delegación, presidida por Esme-ralda para que actuara directamente frente a la RegistraduríaNacional del Estado Civil. Preparan una comunicación quepersonalmente presentan al Registrador,

... las diversas agrupaciones de mu-jeres del país se permiten solicitarlereconsiderar la parte relativa a la cedulaciónfemenina ... Al hacer esta comedida solici-tud, la mujer colombiana se basa no sólo enla justicia que la asiste para recibir conjunta-mente con el hombre la cédula de ciudada-nía, sino también en las condiciones realessobre el perjuicio que acarrearía a la naciónverse enfrentada a una segunda y nuevacedulación... La razón de las dificultades re-lativas al establecimiento de la edad de lamujer tiene que rechazarse de plano porqueen ningún momento ha salido de la propiamujer -fue sugerida por algunos hombres ysegún ellos por «galantería» con el sexo dé-bil-. La mujer no acepta que -la demora- pue-da interpretarse como una maniobra del go-bierno...19.

De esta comunicación enviarían copia al Presiden-te de la República. La doctora Arboleda insistía en otrasdeclaraciones de prensa: si se trata de proveer a los ciuda-danos de un número idóneo de identificación, no se puedehacer distinciones entre cedulación femenina y cedulaciónmasculina. Se deben adelantar simultáneamente las dos.A pesar de estas presiones el proceso no avanza demos-trándose, una vez más, de una parte, el desinterés del go-bierno en crear los mecanismos para el ejercicio de la ple-na ciudadanía de la mujer y, de otra, su propósito de obsta-culizar las demandas diversas de convocatoria a eleccio-nes.

A partir de febrero de 1955, Esmeralda empieza aescribir regularmente en la prensa nacional.

La doctora Arboleda, uno de los personajes feme-ninos más conocidos del país y cuyas sobresalientes actua-ciones en el campo jurídico y como miembro de la Asam-blea Nacional Constituyente han recibido la más amplia yoportuna divulgación, ha accedido a escribir una vez porsemana en El Espectador una columna en la que tratarátemas de interés general con la autoridad que le confieresu categoría de personera de la mujer colombiana20.

EL ESPECTADOR - Sábado, agosto 28-1954.

Su columna se convirtió en una de las más leídasy consultadas, entre otras razones, porque daba respuestaa muchos de los interrogantes sobre el proceso de incorpo-ración de la mujer a la política activa y porque empezaba aabrir caminos cuyas señales indicaban la necesidad de re-formas que desde el ámbito de lo civil eran impostergablessi se pensaba en la justicia y la equidad entre los dos géne-ros...

En el mes de junio de 1955 es recibida comoMiembro de Número de la Academia Colombiana de Ju-risprudencia. Era la segunda mujer en alcanzar esta distin-ción. La tesis de su trabajo de recibimiento versó sobre untema que por las circunstancias del país y los viciosancestrales de los partidos tradicionales, provocó gran in-terés y polémicas que trascendieron los recintos de la Aca-demia: La necesidad de una administración públicatecnificada y apolítica.

Son ya muy remotas las épocas en que los indivi-duos podían poseer la universalidad de los conocimientosy ocuparse con idéntica versación de los problemas eco-nómicos, políticos o artísticos del país y del mundo... Igual-mente ha cambiado el concepto sobre el Estado y sus fun-ciones ... Del Estado gendarme llegamos al actual Estadobenefactor ... Los bienes y servicios suministrados por élal pueblo colombiano a través del gobierno nacional abar-can esencialmente todas las fases de la actividad huma-na... El éxito o el fracaso de la gestión administrativa deese Estado benefactor depende primordialmente, como es

elemental, de la capacidad ética y de la pre-paración de las personas encargadas dellevarla a cabo... En Colombia ha sido tra-dicional que para el desempeño de las la-bores de gobierno, se llame a personascuyo título principal -y frecuentementeúnico- es la adhesión o los servicios pres-tados al partido político dominante...21.

Ella aseguraba que, sin temor aequivocaciones, la contienda de los gru-pos políticos tendría una menor beligeran-cia y perdería su fiereza y sectarismo cie-gos si se lograra sustraer a la administra-ción pública de las contingencias de los

cambios políticos. Aludía a la experiencia de otros paísesque ha demostrado la importancia del servicio civil de ca-rrera para los funcionarios administrativos. El texto com-pleto del discurso se publicó en los principales diarios delpaís y los ejes de su planteamiento fueron retomados porfuncionarios de gobierno, por algunos políticos y por no-tables académicos.

Los inicios de la ruptura

Por aquellos días, la censura a cualquier forma decomunicación, especialmente masiva, llegaba a límites in-sospechados; la represión se incrementaba y la situaciónsocial y política era compleja en los distintos frentes.

El 1º de julio de 1955 Esmeralda Arboleda viajaal Ecuador como parte de la comitiva que acompañara alGeneral Rojas. Tenía interés particular en propiciar la vin-culación de las mujeres colombianas a los procesos de otrospaíses; quería divulgar los avances alcanzados y confron-tar experiencias. Las agencias noticiosas que cubrían elviaje presidencial informaron que algunos de los miem-bros de la comitiva, entre los cuales se encontraba la doc-tora Arboleda, habían respaldado al presidente en la cen-sura de prensa impuesta por él en el país. Al llegar al aero-puerto tras el viaje de regreso, la esperaba Pubenza Arbo-leda de Restrepo, una de sus hermanas, quien alarmada lecontó sobre el polvorín levantado en los distintos mediospor las supuestas declaraciones de la diputada liberal22. Suenojo fue total. Inmediatamente se dirigió a su oficina dondepreparó una comunicación que personalmente llevaría esamisma tarde a los diarios bogotanos El Espectador y ElTiempo. En ella afirmaba:

Esmeralda Arboleda, Bertha Hernández de Ospina,Luis Eduardo Nieto Caballero, Guillermo Cano y Roberto García Peña, 1956.

La acusación es falsa en cuanto a míse refiere... Viajé al Ecuador por considerarde gran importancia la vinculación femeninaa la labor de acercamiento entre los pueblosamigos y, si bien es cierto que mi vinculacióna la ANAC, en virtud de la cual represento alas mujeres, fue honor que me confirió elGeneral Rojas, no implica ello que exista iden-tidad ideológica entre el Señor Presidente yyo. Las designaciones que él hizo para laAsamblea se originaron en virtud de delega-ción y por no ser posible la elección popular,pero la Constitución Nacional establece cla-ramente tanto la independencia de quieneshacen parte de los cuerpos colegiados comosu carácter de representantes del pueblo y node sus electores. Así como fue autorizada lapublicación de la información errada que lle-gó de Quito, espero que se autorice la de estarectificación, ya que no soy partidaria de lacensura de prensa23.

Evidentemente la publicaron todos los periódicosy se constituyó en el primer enfrentamiento abierto entrela Doctora Arboleda y el gobierno del General. Episodiosanteriores sólo adquirieron el carácter de «roces» en apa-riencia intranscendentes...

Mejor la destitución que larenuncia

Las contradicciones gubernamentales eran cadadía más agudas. Las voces de protesta se multiplicabanante un gobierno ya sin ambages dictatorial. El ejecutivobuscaba legitimar sus acciones apelando a las más disímilesmaquinaciones; una de ellas, demostrar la participaciónde liberales no sólo en la marcha administrativa sino en lasdeterminaciones legislativas de la ANAC. La DirecciónNacional del liberalismo, desde los primeros días de agos-to de 1955, de manera expresa prohibe la participación desus miembros -inicialmente aceptada, aún a regañadientes-en el gobierno y en la ANAC; pero los llamados lentejos,omitiendo las directrices del partido, pretenden habilitarsu presencia en la Asamblea, incluyendo a la doctora Ar-boleda en sus propósitos de permanencia en ella y en sudesacato a la Dirección. Obviamente, la diputada desdehace tiempo desea marginarse de un gobierno del cual yadiscrepa en todos los órdenes pero considera que, para el

partido liberal y para el país, políticamente es más rentableuna destitución que una renuncia.

En la sesión de la Constituyente del día 3 de agos-to del mismo año, el grupo liberal deja una constancia desu asistencia la cual, incluyendo «abusivamente» a Esme-ralda, remiten a los más destacados diarios del país; ello,por supuesto, ocasiona el repudio de la señora Arboledaquien en comunicación a la prensa protesta enérgicamen-te:

... No es verdad que yo haya firmadoesa constancia y para probar mi afirmación,me permito anexar a esta carta la certifica-ción que la secretaría de la ANAC ha expedi-do sobre el particular. Aprovecho la oportu-nidad para repetir -una vez más- que tantoJosefina Valencia de Hubach como yo, noqueremos iniciar nuestra actividad políticaparticipando en las luchas de partido, sino en-caminando nuestro esfuerzo al logro de laconsagración de la plena ciudadanía de lamujer24.

Le parecía, además, que el comportamiento de losdiputados liberales era a todas luces extraño por cuanto entres oportunidades fue requerida por ellos para que adhi-riera a la constancia aludida y en otras tantas se negó ahacerlo, alegando las razones de carácter político y gre-mial conocidas por los colombianos.

A los ríos de sangre, a la ola de cruenta violenciailímite, a las desapariciones indiscriminadas, se añade en-tonces el acontecimiento que rebasó la copa: el cierre delos diarios liberales El Espectador y El Tiempo. Ante estepanorama enrarecido, la oposición crece y corriendo losriesgos que emanan de la dictadura, busca espacios paraexpresar sus desacuerdos en las principales ciudades delpaís.

En este marco, el 9 y 10 de agosto de 1955, cien-tos de mujeres de diferentes tendencias políticas, encabe-zadas por las esposas de los expresidentes Olaya Herrera,Lleras Camargo, Ospina Pérez y por Esmeralda Arboleda,realizan marchas por las principales vías del centro de lacapital exigiendo la derogatoria de las medidas restrictivasde la prensa. «Carros radiopatrullas con altoparlantes re-

corren las calles céntricas de Bogotá recordando que lasmanifestaciones están prohibidas». Con gaseslacrimógenos y agua arrojada por mangueras, la fuerzapública busca disolver las manifestaciones. Más adelante,la doctora Arboleda participará también en el homenaje dedesagravio que se le rendiría al expresidente Eduardo San-tos en el Hotel Tequendama de Bogotá y cuyo oferentefue el doctor Alberto Lleras Camargo quien recientemen-te había regresado a Colombia después de ocupar por va-rios años la Secretaría de la Unión Panamericana. Conesta intervención reinició su vida política activa en el país,tras renunciar a la Rectoría de la Universidad de los An-des25.

El 17 de noviembre un titular a varias columnasocupa la primera página de la prensa nacional: Destitui-da la Constituyente Esmeralda Arboleda de Uribe y acontinuación el decreto ejecutivo No. 2.963 del 15 de no-viembre de 1955:

El Presidente de la República en uso de susfacultades constitucionales y en especial dela contenida en el aparte d) del artículo 1º delacto legislativo No. 1 de 1952, Decreta: Art.1º Desígnase representante del Presidente dela República ante la Honorable AsambleaNacional Constituyente, a la Dra. GeorginaBallesteros de Gaitán en reemplazo de la Dra.Esmeralda Arboleda de Uribe, cuyo nombra-miento se declara insubsistente. Art. 2º Elpresente decreto rige a partir de la fecha desu expedición ... (fdo.) General Jefe Supre-mo, Gustavo Rojas Pinilla. Presidente de Co-lombia26.

Aunque la noticia conmocionó a la mayoría, prin-cipalmente a las mujeres, era esperada por muchos comola única respuesta posible de una dictadura que empieza asentirse acorralada. Desde los más disímiles rincones delpaís, grupos femeninos, mujeres independientes y tambiéninnumerables varones, remitieron al Presidente cientos decartas y telegramas de protesta.

La respuesta de la exconstituyente es rotunda. Enrueda de prensa expone su posición, señalando cómo lle-gó a ser miembro de la ANAC después de un plebiscitoespontáneo de las mujeres de diversas regiones del país,sin distingos partidistas ni de clase; un plebiscito nacional

Esmeralda Arboleda en el homenaje al expresidenteEdurado Santos

en reconocimiento al hecho de ser ella quien redactara elmemorial dirigido a la Comisión de Estudios Constitucio-nales por cerca de cuatro mil mujeres en el cual se pun-tualizaban las reformas jurídicas y sociales que hacían in-dispensable la admisión de los derechos políticos femeni-nos; igualmente, era el reconocimiento a su labor en laCEC como la más decidida defensora de las mujeres, se-gún consta en los anales de la Corporación. La designa-ción presidencial se dió en atención a estos antecedentes ya la promesa pública del mandatario de elegir paritariamentea dos representantes de las mujeres. El nombre de Esme-ralda figuraba en la terna presentada por la Dirección Li-beral y el Presidente sabía que la aceptación de la investi-dura dependía de la postura de su partido. En la ANACrepresentó sólo los intereses de las mujeres y en ella cum-plió con creces los compromisos adquiridos, logrando laexpedición del acto legislativo que consagró la igualdadciudadana de la mujer y el hombre. Pero su labor por lacausa femenina trascendió la Asamblea misma: apoyó amuchas mujeres con necesidades de educación, de em-pleo o de asesoría jurídica. De otra parte, señalaba ante losperiodistas que al aceptar la designación entendió que con-servaba la libertad consagrada en la Constitución Nacio-nal, al ser esencia de todo régimen democrático. En lamisma forma, y de acuerdo a las normas de derecho públi-co que han regido en el país, los miembros de los cuerposrepresentativos, en mayor medida si se trata de una Asam-blea Constituyente, no son mandatarios de una persona,por eminente que ella sea en la jerarquía administrativa,sino de la nación. Enfatiza en que su actuación dentro yfuera de la ANAC ha sido de permanente respeto a losprincipios liberales y por este motivo expresó su criterioopuesto a la censura de prensa, participó en la manifesta-ción de protesta por la clausura de El Tiempo y El Espec-tador y en el homenaje al expresidente Eduardo Santos.Por esos mismos principios cedió parte de sus honorarioscomo diputada al fondo del partido, más aún cuando latesorería del liberalismo estaba a cargo de una eminentemujer. Por último, la doctora Arboleda considerabagravísimo para la mujer colombiana, quien apenas nacía alos derechos políticos, el que a sus representantes se lesirrespetara en el ejercicio de sus funciones y la duración desu mandato dependiera de reacciones imprevisibles27.

La destitución de Esmeralda Arboleda conduce aque el interés de los medios de comunicación se vuelva,una vez más, sobre esta protagonista y, particularmente,sobre la personalidad de una mujer que siempre se ha sen-

tido orgullosa de ser tal, que manifiesta que aun cuandovivió una época en la cual la mujer inteligente debía mos-trar a cada paso que lo era, jamás se ha sentido perseguidapor serlo, a pesar de reconocer y denunciar las múltiplesdiscriminaciones de género inmanentes a las culturaspatriarcales; una mujer que, no obstante su condición deacadémica, y las posiciones ocupadas, del reconocimientonacional que posee en los distintos círculos, haciendo galade su gran sentido del humor y de una profunda humildad,sin preámbulos se reconoce como un ser que en lacotidianidad es igual a sus congéneres: «Me encanta elcha-cha-cha. Me preocupo por mi línea y lo que más meamarga son mis kilos de exceso. Padezco hambre y mesometo a las peores torturas. En cuanto me queda un tiem-po, asisto a la academia de la señora Thea Weiss ... Voy alsalón de belleza dos veces por semana. Adoro el baile ...Me gusta mucho cantar y tocar distintos instrumentos y lohe hecho en público varias veces ...28.

Son apartes de una entrevista realizada en su ho-gar, acompañada por el ingeniero Samuel Uribe, su primeresposo con quien se casara en 1946, y por Sergio UribeArboleda, su pequeño hijo de 4 años quien, lo reitera encientos de reportajes, es la mayor felicidad y lo más impor-tante de su vida. Su matrimonio con Uribe duró relativa-mente pocos años. Eran muy diferentes y poseían intere-ses antagónicos. Sin embargo, la separación oficial nuncase dió porque Esmeralda minuciosamente cuidaba su ima-gen de mujer: no quería que nada la desdibujara por cuan-to sabía que ello podría ser utilizado en contra de sus lu-chas en favor de las mujeres. Como tantas otras en la his-toria de nuestro país, educó a su hijo sola, contando sí conel apoyo afortunado de su madre y sus hermanas en Cali ypor sobre todo, con el de su hermana Pubenza -residentedesde entonces en Bogotá-, de Hernando Restrepo, su es-poso, y su hijo Pablo, con quien Sergio creciera como her-mano.

A Sergio, a más de otorgarle la mejor educaciónformal, le brindó todo el amor y la dedicación que susmúltiples compromisos le permitían. No sabemos si fue-ron suficientes pero sí que mientras los hombres ilustresde la historia de la humanidad han terminado por abando-nar su rol de padres en aras de la complejidad y trascen-dencia de sus misiones -y sin que ello signifique algún tipode cuestionamiento social-, las mujeres en las mismas con-diciones laborales, difícilmente renuncian al ejercicio acti-vo de la maternidad, así esto implique dobles agotadoras

Esmeralda y su hijo Sergio Uribe, 1959

De izquierda a derecha, inferior: Esmeralda, doña Rosita Cadavid de Arboleda, Pubenza,Fabiola; arriba, Mireya, Soffy y Violeta. 1947.

celebraciones del fin de año. Doña Rosita, personaje ma-ravilloso, era dueña entonces de la floristería más impor-tante de la ciudad. «Con flores educó a sus hijas», segúnlo señalara algún cronista. Una educación que, a juicio demuchos, encierra invaluables lecciones no sólo sobre ellugar de la familia en la formación de los hijos, sino sobrecómo una concepción diferente del ser niña puede condu-cir a la presencia de mujeres adultas tan notables, autóno-mas y felices como sus seis hijas. Propició en ellas -loexplica Soffy-29 el desarrollo de la inteligencia: para doñaRosita el estudio era lo más importante de cuanto podíadarles; incluso, se ganó el aviso de excomunión de un sa-cerdote por obligar al rector del colegio de varones dePalmira a recibir en él a Pubenza, ante la ausencia de cole-gios de secundaria femeninos. Aquí también la presenciadel padre, don Fernando Arboleda López, jugó papel fun-damental: un gran pedagogo que leía cuentos a sus hijasdesde muy pequeñas; les explicaba las lecciones del cole-gio y con ejemplos prácticos les enseñaba matemáticas;con rigor pero con dulzura, les exigía análisis y reflexiónde cuanto aprendían; además, como típico payanés, impo-nía las «buenas maneras» en la mesa. Doña Rosita, des-pertó en las niñas una infinita sensibilidad: todas apren-dieron música y, cuando menos el manejo de dos instru-mentos; siendo muy pequeñas, al concluir la jornada esco-lar en Palmira, solas tomaban el tren hacia Cali, dos vecespor semana, para asistir al conservatorio; dormían en lacasa de la tía Sofía y, de madrugada, regresaban a su ciu-dad llegando directamente al colegio. Les enseñó, en la

jornadas de trabajo y el cúmulo de culpas cuando no lo-gran ajustarse a los paradigmas culturales del ser madre.Esta realidad en parte explica el que las críticas a las muje-res en este ámbito suelan ser implacables ...

La respuesta de la dictadura

A partir de los acontecimientos descritos, las ruti-nas de Esmeralda y su familia se tornan difíciles.Agobiantes diríamos. Las represalias a su autonomía nose hicieron esperar. Se dedica de nuevo a su profesión yparticipa vigorosamente en las labores de su partido conlas restricciones que imponía la dictadura: gran parte deltrabajo reclamaba la clandestinidad. En este marco ella ysu hijo son blanco de diversos atentados. En el antejardínde su residencia del barrio La Soledad, había un arbusto deplátano cuidado con esmero que una mañana aparece des-truido a «machete limpio»; en las paredes de la fachada yen las puertas principal y del garaje de pronto se encuen-tran letreros pintados en rojo: «traidora», «muere» , «nosvengaremos» ... Sergio contaba con cinco años, dormía enuna habitación del segundo piso cuya ventana daba a lacalle y una noche, tras romper los cristales con estruendo,una piedra cayó junto a su cama. En noviembre de 1956,dos de sus hermanas retornan al país luego de varios añosde permanencia en Europa: Soffy, graduada en música enColombia, Estados Unidos y Francia y en Historia del Arteen este último país; Mireya, afamada pianista concertista,igualmente merecedora de varios títulos en Estados Uni-dos y Francia. El día de su llegada al aero-puerto, sus otras hermanas debieron, literal-mente, montar guardia en torno a sus equi-pajes: las esculcaron con sevicia y el propó-sito, según se informaron, era introducirlesarmas y otros materiales para declararlas alia-das de la subversión.

La angustia de Esmeralda crecía,fundamentalmente pensando en la seguri-dad de su pequeño. En diciembre de eseaño se marchan los dos hacia Cali, ciudaddonde residía su madre, doña Rosita Cadavidde Arboleda y las dos hermanas recién lle-gadas -Violeta, destacada ortodoncista vivehace muchos años en Estados Unidos, paísen el cual estudió y contrajo matrimonio-.Quería descansar de tanta presión y, comode costumbre, compartir con la familia las

misma forma, el amor al trabajo: difícilmente les permitíadescansar y debían aprender desde los oficios de la casahasta diversas labores manuales. Su meta estaba lejos deimaginarlas como amas de casa pero, insistía, «para man-dar hay que saber». Jamás las educó para el matrimonioni para que «otro las fuese a mantener». La autonomía decada una era el objetivo. El casamiento vendría por añadi-dura. Por esto, sólo podían tener novio cuando le presen-taran el cartón de bachiller; más adelante, intentó el chan-taje hasta cuando exhibieran el diploma profesional. Cla-ro que no logró tanto pues las seis fueron de muchos no-vios y rumberas. Por último, inculcó en las hijas un hondoespíritu solidario. Es la razón de que las Arboleda sean unclan absolutamente férreo.

Desde cuando vivieron en Palmira, doña Rositafundó la floristería que al trasladarse a Cali se convirtió enel medio de subsistencia familiar. Siempre habitaron enamplias casas de dos pisos, dueñas de patios y corredores:el primer nivel acogía el lugar donde arreglaban las floresy, el segundo, el sitio de la vivienda. Como se señaló, to-das han sido trabajadoras infatigables que, sin importar laposición o el cargo ocupado, asumen cualquier labor; porello en tanto se reunían en la casa materna, invariablementele colaboraban en los arreglos florales. Cuando había un

muerto ilustre en Cali,un comentario hacíanlos amigos y conoci-dos de la familia: «alláestarán las Arboledahaciendo ramos y co-ronas».

Y así sucedióel 4 de enero de 1957.Al final de la tarde re-cibieron una llamada:una voz masculinaencargó una coronaque, según advirtió,sólo podría recogerbien entrada la noche.Hacia las diez llegarontres hombres en unjeep sin placas a recla-marla. Mireya y Es-

meralda -a quien tenían identificada- la entregaban cuan-do intentaron secuestrar a esta última, golpeándola confuerza; no lo lograron: “Es la primera y única vez en mivida -nos explica- que me alegré de ser robusta y pesada”.Su madre y sus hermanas acudieron en su ayuda impi-diendo que le dispararan. Al escuchar el alboroto, la gentedel vecindario empezó a salir y los agresores desconcerta-dos no tuvieron más alternativa que emprender la huida.Curiosamente, ningún carro pasó durante el episodio: Lue-go se enteraron que en las esquinas aledañas a la casa,otros se encargaban de desviar el tráfico. Una experienciaterriblemente dolorosa y traumática para Esmeralda y sufamilia ...

Años más tarde, cuando se desempeñara comosenadora de la República -1958-1962-, el senador conser-vador Castillo Isaza, en presencia del también congresistaHernán Salamanca, le contó el objetivo de la dictadura coneste atentado: mostrarle al país que ella no era tan digna,pulcra y honesta como la sociedad la conocía. Pensabanorganizar una bacanal, doparla o embriagarla y tomarleno se sabe qué tipo de fotografías que luego enviarían a laprensa. Después sí la pondrían a flotar en el río Cauca,como a diario sucedía con tantos por aquellos años en elpaís ... Ante el fracaso del hecho, se prohibió a la prensainformar sobre él y del expediente de la respectiva denun-cia formulada ante la autoridad competente, desaparecie-

Con Alberto Lleras y Doña Berta a la llegada de Esmeralda de su exilio enEstados Unidos 1957.

ron apartes así como las certificaciones médicas de las le-siones personales sufridas por Esmeralda30.

El partido liberal se movilizó y su Director, doctorAlberto Lleras Camargo, en circular del día siguiente con-denó enérgicamente el atentado. Lo propio hicieron losdirectorios del Valle del Cauca y otros departamentos. Igual-mente, se produjeron cientos de pronunciamientos y co-municaciones dirigidas a la víctima y a la prensa nacional.

La vida de Esmeralda Arboleda y la de su hijo es-taban en serio peligro. El doctor Lleras entró en contactocon ella, afirmándole que el partido y el país la necesitabanviva. En consecuencia cuanto antes debía salir de Colom-bia. Personalmente la acompañó a la embajada de Esta-dos Unidos en las gestiones de las visas. Así, a fines deenero de 1957, partió Esmeralda con su pequeño haciaBoston, ciudad donde vivía Violeta; salió en medio de es-trictas medidas de seguridad otorgadas por amigos y fami-liares.

En esta ciudad vivió hasta octubre del mismo año.A pesar de que la dictadura cayó en el mes de mayo, nopudo regresar antes pues se había comprometido con eldoctor Lleras en un importante trabajo: entrar en contactoy estudiar la experiencia de la Liga de Mujeres Votantes deEstados Unidos. Una labor que, por el rigor con el cualfue desarrollada, significó enormes aportes a la organiza-ción de las mujeres colombianas desde el plebiscito de di-ciembre de 1957 ... Además, en su estadía en ese país,realizó importantes conversaciones con el doctor MarianoOspina Pérez y su señora, doña Bertha Hernández deOspina -quienes visitaban a uno de sus hijos estudiante enesa ciudad- en torno a la propuesta que sobre el FrenteNacional se gestaba.

A su retorno al país, «...ese animal político que esmi hermana», en palabras de Soffy, se dedicaba de lleno ala campaña por el plebiscito y al partido liberal, llegandoen reiteradas oportunidades a hacer parte de su dirección.En 1958, será elegida como la primera senadora de la his-toria colombiana; allí, luego de un riguroso estudio de dosaños, presenta una de las más importantes propuestas le-gislativas en favor de las mujeres: el Proyecto de Ley so-bre capacidad civil de la mujer el cual, tras intensos deba-tes, es aprobado por unanimidad y con moción de aplausoen el Senado de la República. Infortunadamente, murióen la Cámara de Representantes ante las presiones de la

iglesia y sus altos jerarcas. Más adelante y durante la ad-ministración de Lleras Camargo será nombrada Ministrade Comunicaciones, convirtiéndose en la segunda mujeren ocupar un ministerio.

Son muchos los aspectos fundamentales de la vidade Esmeralda ausentes de este escrito. Por las limitacio-nes de espacio sólo abordamos menos de una década de suprolífica existencia. Compartir con las nuevas generacio-nes las honduras de la vida y de la obra de este gran perso-naje, es el mejor reconocimiento, el mayor homenaje quepodemos brindarle a quien sin duda es, en el mundo de lapolítica, la mujer más importante de la historia de Colom-bia en el siglo XX.

Ella también nos allanó el camino, nos permitiórecuperar la esperanza y comprender que con el aporte denosotras las mujeres podremos construir, junto a los hom-bres nuevos, un mundo que ame y respete la diferencia,que luche por la equidad en sus distintas expresiones yque convierta a la felicidad en la meta de los distintos gé-neros conformadores todos de la humanidad.

Citas

1 Laverde Toscano, María Cristina. Entrevista con EsmeraldaArboleda. Bogotá 1992. Cuaderno 1. pág. 235.

2 Laverde Toscano, María Cristina. Ibíd. Pág. 232.

3 Ibíd. Págs. 232 y 241

4 El Tiempo. Bogotá. Febrero de 1954

5 Ibíd.

6 Recorte de prensa. Sin identificar. Archivo personal de EsmeraldaArboleda.

7 Diario de Colombia. Bogotá. Febrero 10 de 1954. Págs. 1 y 8.

8 Diario de Colombia. Marzo de 1954. Pág. 8.

9 Cfr. - Mar, José «Una Campaña inteligente». El Espectador.Bogotá. Septiembre 16 de 1953- Valencia, Josefina «La Unión de Mujeres de Colombia». ElTiempo. Bogotá. Septiembre de 1953.

10 Nieto de Samper Lucy «Habla la doctora Esmeralda Arboledade Uribe». Entrevista. Cromos. Bogotá. Febrero 15 de 1954. Pág.32.

11 Cfr. «La organización nacional femenina fija sus planes». Diariode Colombia. Mayo 7 de 1954.

12 Cfr. Prensa de la época: El Tiempo, El Espectador, El País ...

13 Laverde, María Cristina. Op. Cit. Cuaderno 2, pág. 76

14 Cfr. Recorte de Prensa. Sin identificar. Archivo personal deEsmeralda Arboleda.

15 Cfr. El Espectador. Bogotá. Agosto 3 de 1954.

16 El Espectador. Bogotá. Agosto 3 de 1954.

17 Apartes de su intervención en la ANAC durante la sesión en la cualse aprobó el voto femenino. Cfr. El Tiempo, El Espectador, El País,El Relator, etc. 26 a 29 de agosto de 1954. págs. 1ª y siguientes.

18 Laverde Toscano, María Cristina. Op. cit. Cuaderno 2. p.p. 83-102-103.

19 El Espectador. Marzo 29 de 1955.

20 El Espectador. Bogotá, febrero 22 de 1955.

21 Apartes del discurso. El Tiempo. Bogotá, junio 3 de 1995.

22 Cfr. Laverde Toscano, María Cristina. Op. Cit. Cuaderno No. 8 -Entrevista con Pubenza Arboleda, página 167-.

23 Apartes de la carta enviada a los principales diarios del país. ElTiempo y El Espectador. Bogotá, agosto 2 de 1955.

24 Cfr. El Tiempo y el Espectador (entre otros). Agosto 4 de 1954.p.p. 1ª y 55.

25 Cfr. Laverde, María Cristina. Op. Cit. Cuaderno No. 13 -Entrevista con Otto Morales Benítez- p.p. 47-55.

26 El Espectador. Bogotá. Noviembre 17 de 1955. p. 1ª y s.s.

27 Cfr. Recorte de Prensa. Sin identificar. Archivo personal deEsmeralda Arboleda.

28 Cfr. El Mercurio. Noviembre 23 de 1955.

29 Cfr. Laverde María Cristina. Op. Cit. Cuaderno No. 10 -Entrevista con Soffy Arboleda- pp. 97 a 106.

30 Cfr. Laverde María Cristina. Op. Cit. Cuaderno No. 5 -Entrevistacon Esmeralda Arboleda- p.p. 184 ss; Cuaderno 8 -Entrevista conSoffy Arboleda- p.p. 72 ss. Recortes de prensa. 7 de Enero y ss.

Fotos: Hernán Díaz