Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

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,, - ,l ,I I RTO N o i I l GILBERTO OWEN PÜMSTA PROSA flr IMPRENTA UNIVERSITARIA México L9 t 3

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Libro de Gilberto Owen

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IMPRENTA UNIVERSITARIA

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\

SERIE LETRAS

Núm. 14

VOLUMENES PUBLICADOS

l. ANonÉs HEN¡srRosA: Los hombres que dispersó Ia¡ danza.

2. ArroNso GurrÉRRrz HEnM,osILLo: Teatro.

3. AlpnEno R. PLAcENCTA: Antología poética.'- 4. Wll-spRro C¡¡lróN : Posicíones.

5. Au¡rxt Nnnvo: Un epistolario inédito.

6. Jasús Z¡vx-n.. Manuel José Othón, el hombre gel poeta.

7. Et-nN¡ MoI-lNR ORrpc¡: Ramón López Velarde,estudio biográfico,

8. R¡móN Lópr:z Vu-¡Rnr: El don de febrero g otrasproso.s.(.

9. R¡uuóN Lóppz VEI-¡nnr Poesías, cartas, documentose i(onouraf ía,

\. 10. It¡uóN Lóplt,z VEt-¡Roe : Prosa política.t, I l. Mnnf¡ o¡I- C¡Rn¡rN MILLAN: El paisaje en la poesía. mt'xituna.I¡ 12. A¡r¿¡no NERvo: Semblanzas g crítica literariq.

I

! 13. Br,rtN¡noo ORrlz DE MoNTELLANo: Sueño g poesía.tI r t t - . . ^ . - . - - - ñI l ,+ . ( i t r - r l t :RTo OwEN: Poesía g prcsa.

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SERIE LETRAS

Núm. 14

VOLUMENES PUBLICADOS

l. ANonÉs HEN¡srRosA: Los hombres que dispersó Ia¡ danza.

2. ArroNso GurrÉRRrz HEnM,osILLo: Teatro.

3. AlpnEno R. PLAcENCTA: Antología poética.'- 4. Wll-spRro C¡¡lróN : Posicíones.

5. Au¡rxt Nnnvo: Un epistolario inédito.

6. Jasús Z¡vx-n.. Manuel José Othón, el hombre gel poeta.

7. Et-nN¡ MoI-lNR ORrpc¡: Ramón López Velarde,estudio biográfico,

8. R¡móN Lópr:z Vu-¡Rnr: El don de febrero g otrasproso.s.(.

9. R¡uuóN Lóppz VEI-¡nnr Poesías, cartas, documentose i(onouraf ía,

\. 10. It¡uóN Lóplt,z VEt-¡Roe : Prosa política.t, I l. Mnnf¡ o¡I- C¡Rn¡rN MILLAN: El paisaje en la poesía. mt'xituna.I¡ 12. A¡r¿¡no NERvo: Semblanzas g crítica literariq.

I

! 13. Br,rtN¡noo ORrlz DE MoNTELLANo: Sueño g poesía.tI r t t - . . ^ . - . - - - ñI l ,+ . ( i t r - r l t :RTo OwEN: Poesía g prcsa.

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POESIA Y PROSA

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POESIA Y PROSA

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lttE

Printed and made in Mexico.Impreso y hecho en México

por laI m p r e n t a U n i v e r s i t a r i aBolivia 17. México, D. F.

Page 7: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

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Printed and made in Mexico.Impreso y hecho en México

por laI m p r e n t a U n i v e r s i t a r i aBolivia 17. México, D. F.

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GILBERTO OWEN

Y

I

POESIAY PROSA

Edición

de

f osefina Procopio

Prólogo

de

Alí Chumacero

IMPRENTA UNIVERSITARIA

Méx ico 19 t 3

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GILBERTO OWEN

Y

I

POESIAY PROSA

Edición

de

f osefina Procopio

Prólogo

de

Alí Chumacero

IMPRENTA UNIVERSITARIA

Méx ico 19 t 3

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TERCER FESITVAL i]DEL L IBRO AMERICA 1UNIVERSIDAD DE BUENOS ARES

ADVERTENCIA

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TERCER FESITVAL i]DEL L IBRO AMERICA 1UNIVERSIDAD DE BUENOS ARES

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Esta edición se hace conforme al deseo de Gilbe¡to Owenquien, poco antes de su muerte en Filadelfia el año pasado,rne dió autorización escrita para que editara su obra. Haceunos dos años Gilberto quiso reunir su obra para publicarladespués en México; no tenía ejemplares de sus l ibros y mepidió que le ayudara en la tarea de recopilarlos .y, prepararla edición. Ifn mis viajcs a México Alfonso Reyes, I lnriqueCarniado y Alí Chumacero gentilmente me proporcionaronejemplarcs que lucgo él revisó v corrigió. Son esas copiascorregidas por su autor las que han servido para la presenteedic ión.

Conviene advertir que este volumen no pretende contenerl;r obr¿r cornplcta de Gilberto Owen: seguramente faltanpocnlas ¡lublicados cn cl Pcrír y cn Colornbia durante sucstancia cn estris prríses, poclnas que sc hallan en revistasctryos cjernplarcs no st' r 'ncucntran cn tr4éxico I Que, por 1omisrr-ro, no cstaban a rui alcalcc; aclernás, faltan poemas queGilbcrto tcr.ría conrpucstos pcro clue nunca llegó a publicar;por ejernplo, Luis Alberto Sírnchez me decía en una carta:"Se perdió El ntundo perdido que le oí recitar en Guayaquil. '"

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Esta edición se hace conforme al deseo de Gilbe¡to Owenquien, poco antes de su muerte en Filadelfia el año pasado,rne dió autorización escrita para que editara su obra. Haceunos dos años Gilberto quiso reunir su obra para publicarladespués en México; no tenía ejemplares de sus l ibros y mepidió que le ayudara en la tarea de recopilarlos .y, prepararla edición. Ifn mis viajcs a México Alfonso Reyes, I lnriqueCarniado y Alí Chumacero gentilmente me proporcionaronejemplarcs que lucgo él revisó v corrigió. Son esas copiascorregidas por su autor las que han servido para la presenteedic ión.

Conviene advertir que este volumen no pretende contenerl;r obr¿r cornplcta de Gilberto Owen: seguramente faltanpocnlas ¡lublicados cn cl Pcrír y cn Colornbia durante sucstancia cn estris prríses, poclnas que sc hallan en revistasctryos cjernplarcs no st' r 'ncucntran cn tr4éxico I Que, por 1omisrr-ro, no cstaban a rui alcalcc; aclernás, faltan poemas queGilbcrto tcr.ría conrpucstos pcro clue nunca llegó a publicar;por ejernplo, Luis Alberto Sírnchez me decía en una carta:"Se perdió El ntundo perdido que le oí recitar en Guayaquil. '"

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I

Su primer libro, Desuelo (1925) -en gran parte inódito'con excepción de tres poemas (Corolas de papel de cstas'canciones, Niño Abril me escribíó de un pueblo y El agtta,entre los álamos) que se publicaron en "IJlises" en mayode 1927- llevaba al principio dos poemas que desgraciada-mente se han percliclo, un clogio por Jorge Cuesta y unretrato por Xavier Vil laurrutia. Gilberto no tenía pensadopublicar este l ibro, ¡rcro al relecrlo cl año pasado decidióincluirlo en la eclicitin tlc su obra total.

De Línea, publiclrdo por Alfonso I{e1'r 's c.¡1 Bucnos Airesen 1930, ya sc conocí:rn cn Móxico l l¡ros pocrnas publicados.en "IJlises" cn rl icicrnllrr: r lc 1927, en "Contemporáneos"

en diciernbrc tlc 1928 y ('n nrí¡yo dc 1929, y cn la "Antología

de la Pocsía Mexicana lVlo<krrna", de Jorge Cuesta, cn 1928.

Iin cl Pcrseo vcncido, publicaclo por L,uis Alberto Sánchezen Lima cn 1948, rcunió Gilberto Owen varios pocmas: elMadrigal por Medusa, Sindbad el aarado, Tres aersiones

supert'luas y el Libro de Ruth. Parte del Si,ndbacl habia

,aparecido anteriormente, con variantes, en "El Hijo Pqódigo"

de octubre de 1943, en "Letras de México" de marzo dc1944, en la "Re'r'ista de la Unive¡sidad Nacional de Colombia"

de marzo de 1945 y en la "Revista de las Indias", de Bogotá,de julio de 1945. El Discurso del paralítico y el Regaño delui.ejo (primera y tercera versión superfluas) se publicaronen "Letras de México" del 15 de enero de 1940 y del 15.de junio de 1943. El Libro de Rúh apareció en México porprimera vez en una edición de 1944 publicado por EdicionesFirmamento. En la presente edición todo el Perseo aencido

va dedicado a José Vasconcelos, conforrne al deseo de Gil-berto.

Los poemas reunidos en Poem.q,s No Colecciotxad,os irr-cluycn Carta (Defensa del hombre) aparecida en "Contem-poráneos" de septiernbre de 1930. No sé si el Lázaro malrediaiao llegó a publicarse; ese poema me 1o proporcionóGilberto advirtiénclome clue era fragmento de urr poemalargo que había escrito. De la ardua lecci,ón y AIIá en rnis

añ,os . . . , fueron escr i tos a pr inc ip ios de 1951, poco después

de la muerte de su amigo entrañable, Xavier Vil laurrutia.Espera, octx( ,bre. . . y EJ ya e l c ie lo. . . , son f ragmentos dcpoemas encontrados entre los papeles de Gilberto clespuésde su muerte.

I.a sccción cle prosa co¡rienza con La llam.o fría, pulii-cada corno la novela scrnanal de "El lJr.riversal Ilustraclo"'el 6 de agosto de 1925. Noz,'ela conto nu,be , publicada porEdiciones de Ulises en 1928. l levaba al f inal esta anotación:

"lmarzo, abril de 1926, en El Chico". Eram,en. de fausasapalcciri cn "Contcrrrporáneos" en julio de 1928. l ln Otras

Prosas vlur incluírlos frirgrncntos tlc unas cuantas cartas,

qttc estantlo :r nri alcanct', t lccit lí ptttrl icar, utras porcltrc: avuclan

a conrpr.'n<lt 'r a Cil[¡erto y su poesía, otras por stt valorl itcrario. Dc nir.rguna rnallcr¿I sc trata clc cpistolario cornpleto.

La fotografía del autor que iluitra cstc volurnen, le fué

torrrada en 1919.

Manifiesto mi agradecin.riento a Alfonso Reyes, quier-r meproporcionó Línco, a Iinrique Carniado por haberrne prestado

el original de l)esuelo, a Luis Alberto Sánchez por valiososdatos sobre la obra de Gilberto C)wen, a la Imprenta Uni-

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Su primer libro, Desuelo (1925) -en gran parte inódito'con excepción de tres poemas (Corolas de papel de cstas'canciones, Niño Abril me escribíó de un pueblo y El agtta,entre los álamos) que se publicaron en "IJlises" en mayode 1927- llevaba al principio dos poemas que desgraciada-mente se han percliclo, un clogio por Jorge Cuesta y unretrato por Xavier Vil laurrutia. Gilberto no tenía pensadopublicar este l ibro, ¡rcro al relecrlo cl año pasado decidióincluirlo en la eclicitin tlc su obra total.

De Línea, publiclrdo por Alfonso I{e1'r 's c.¡1 Bucnos Airesen 1930, ya sc conocí:rn cn Móxico l l¡ros pocrnas publicados.en "IJlises" cn rl icicrnllrr: r lc 1927, en "Contemporáneos"

en diciernbrc tlc 1928 y ('n nrí¡yo dc 1929, y cn la "Antología

de la Pocsía Mexicana lVlo<krrna", de Jorge Cuesta, cn 1928.

Iin cl Pcrseo vcncido, publicaclo por L,uis Alberto Sánchezen Lima cn 1948, rcunió Gilberto Owen varios pocmas: elMadrigal por Medusa, Sindbad el aarado, Tres aersiones

supert'luas y el Libro de Ruth. Parte del Si,ndbacl habia

,aparecido anteriormente, con variantes, en "El Hijo Pqódigo"

de octubre de 1943, en "Letras de México" de marzo dc1944, en la "Re'r'ista de la Unive¡sidad Nacional de Colombia"

de marzo de 1945 y en la "Revista de las Indias", de Bogotá,de julio de 1945. El Discurso del paralítico y el Regaño delui.ejo (primera y tercera versión superfluas) se publicaronen "Letras de México" del 15 de enero de 1940 y del 15.de junio de 1943. El Libro de Rúh apareció en México porprimera vez en una edición de 1944 publicado por EdicionesFirmamento. En la presente edición todo el Perseo aencido

va dedicado a José Vasconcelos, conforrne al deseo de Gil-berto.

Los poemas reunidos en Poem.q,s No Colecciotxad,os irr-cluycn Carta (Defensa del hombre) aparecida en "Contem-poráneos" de septiernbre de 1930. No sé si el Lázaro malrediaiao llegó a publicarse; ese poema me 1o proporcionóGilberto advirtiénclome clue era fragmento de urr poemalargo que había escrito. De la ardua lecci,ón y AIIá en rnis

añ,os . . . , fueron escr i tos a pr inc ip ios de 1951, poco después

de la muerte de su amigo entrañable, Xavier Vil laurrutia.Espera, octx( ,bre. . . y EJ ya e l c ie lo. . . , son f ragmentos dcpoemas encontrados entre los papeles de Gilberto clespuésde su muerte.

I.a sccción cle prosa co¡rienza con La llam.o fría, pulii-cada corno la novela scrnanal de "El lJr.riversal Ilustraclo"'el 6 de agosto de 1925. Noz,'ela conto nu,be , publicada porEdiciones de Ulises en 1928. l levaba al f inal esta anotación:

"lmarzo, abril de 1926, en El Chico". Eram,en. de fausasapalcciri cn "Contcrrrporáneos" en julio de 1928. l ln Otras

Prosas vlur incluírlos frirgrncntos tlc unas cuantas cartas,

qttc estantlo :r nri alcanct', t lccit lí ptttrl icar, utras porcltrc: avuclan

a conrpr.'n<lt 'r a Cil[¡erto y su poesía, otras por stt valorl itcrario. Dc nir.rguna rnallcr¿I sc trata clc cpistolario cornpleto.

La fotografía del autor que iluitra cstc volurnen, le fué

torrrada en 1919.

Manifiesto mi agradecin.riento a Alfonso Reyes, quier-r meproporcionó Línco, a Iinrique Carniado por haberrne prestado

el original de l)esuelo, a Luis Alberto Sánchez por valiososdatos sobre la obra de Gilberto C)wen, a la Imprenta Uni-

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versitaria por su ayuda, y sobre todo, a José Rojas Garci-

dueñas, a Alí Chumacero y a Elías Nandino sin cuya ayudano habría podido llevar a cabo esta edición.

JosErrNe Pnocopro

IPROLOC.O

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versitaria por su ayuda, y sobre todo, a José Rojas Garci-

dueñas, a Alí Chumacero y a Elías Nandino sin cuya ayudano habría podido llevar a cabo esta edición.

JosErrNe Pnocopro

IPROLOC.O

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/

GILBERTO OWEN

I'o zteía a Gilberto Owen -sicmpre la broma a florCe labio y enemigo dc solemnidades- colt la cu,riosidad.

de qui,en. se acerca a reconocer la encarnación de un nombre

litcrario citado en alguna antología. Salido de Il[érico desde

uwy joaen, su prestigio se cifraba en unos cuantos foemasr prosas desperdigados en reai'stas de literatura y en escdsoJ

atrócd,otas cada z.¡ez lnenos rcpetr.tlas en labios de sus amigtts.

Su. regreso al país fué, por esa razón, un preterto de

curiosidad para aquellos qlcc nunca antes lo habíartos tratad'o.

Era, en. uerdod,, una pcrsorxa, poco coretún. No sólo a su

co'nuersación llegaban los pcrsistcntcs ecos dc ut apat'ente

t'sccpticisnto contra las nrazones

ntás altas que sosticnen la

espcroraa de un poeta, sino quc focos cott'to él sabían escon-

der, en eI juego de las palabras, la rclíqión dc su arte . Más

ccrcano a los acontccimicnto.s itt¡ncdialos r!c Ia vido, a la

ri.rión. t!,elcznable de los snccsos callcicras y a los "cuidados

l,cqueños'' en qrte lranscurrcn las diarias preocttpacion'es,

Ozuen se aleiaba premeditadamente del agobiante inuocar el

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GILBERTO OWEN

I'o zteía a Gilberto Owen -sicmpre la broma a florCe labio y enemigo dc solemnidades- colt la cu,riosidad.

de qui,en. se acerca a reconocer la encarnación de un nombre

litcrario citado en alguna antología. Salido de Il[érico desde

uwy joaen, su prestigio se cifraba en unos cuantos foemasr prosas desperdigados en reai'stas de literatura y en escdsoJ

atrócd,otas cada z.¡ez lnenos rcpetr.tlas en labios de sus amigtts.

Su. regreso al país fué, por esa razón, un preterto de

curiosidad para aquellos qlcc nunca antes lo habíartos tratad'o.

Era, en. uerdod,, una pcrsorxa, poco coretún. No sólo a su

co'nuersación llegaban los pcrsistcntcs ecos dc ut apat'ente

t'sccpticisnto contra las nrazones

ntás altas que sosticnen la

espcroraa de un poeta, sino quc focos cott'to él sabían escon-

der, en eI juego de las palabras, la rclíqión dc su arte . Más

ccrcano a los acontccimicnto.s itt¡ncdialos r!c Ia vido, a la

ri.rión. t!,elcznable de los snccsos callcicras y a los "cuidados

l,cqueños'' en qrte lranscurrcn las diarias preocttpacion'es,

Ozuen se aleiaba premeditadamente del agobiante inuocar el

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rrutndo de la literatura. Sitt otro.t ltt¡nr¡rc., q), n tnano l'rancay el inci.sivo af ó,n, dc sorltrt'ndcr o oqudlos totlavía propicios

al asombro, conseraal¡o la ail't'sa \ cl ónimo suficientes a

hacer de su conacrsación un sallo dc mata entre los ruentt'r

conx,tnes asurxtos. .ly'rl .rrr.r .rrilirlo.r ltclura-¡ -sobre todo en

letras modernas-, ni su udnt"irol,lc obra poética, ni' su

colnpacto arnor ?or l l l ,tt ' ict¡ r/rtr ' , r/r ' .rr/r ' ttttty- ioven, abandonópara ir en busca dc olru.¡ l i¡rro.t .t, ' !rullttcíatx en su,s frasessiempre al bordc dc lo dt.slrtttr ' i ,í¡r 1' ltt i tnltrcaisto. Tras la

rnáscara dcl quc c.sct¡ndt lu itt l i ttt i t lul lír ica, .srtf o custodidr

e l "dolor ido scnt i r " t ¡nt tnrr l ,uru t l t ¡ l t ¡ t t t l i 'n t ico f octa.

Delgado todavío r'ttuntl,t .\ ' t¡ l t¡ L'ttttt,cí, dt nuris ta.ri uqu'i l inn

y o jos de ht¿rañct qr.t!tt, tttttttt l 'uñul'u lu , ' ,¡tt l ' tr '¡ución con,

adetnancs quc i l,un r'rr (¡.\ ' tr¿i(¡ t lt .ru f ront¡rttso ct' l 'rt.sívd. I ' ,¡

insólito tlc lo.t ,'('.r/lr('.f/(¡.r' t' Io inltncíón tlc lo.t y'/ftVlfo.r

hallaban, tt l>tt,uo tn nu¡t' i ttt i ttt l t¡.s t lL' munt¡.r t¡trt crtlol,rtrolran a

hacer má.¡ qráiica.r /rr.r / io.r ', ' .r ' . . ' l ¡c.sur t lc .¡í nt.¡nto v tto

obstantc -stt. cullura, nttnca olz' i ló la actitud ftculiur dc los

hombres d.e su froaincia. Natiuo tlcl l losario, Sinaloa:'sttht¡conseraar el trato stn. rodcos que coracteriza a los hombrc.s tlc

aquella región. Lo incisiao de sus opiniones se sosteníu,

con una timidez disimulada, ert lu aiolencia y cf ectiztidad d,,:

las palabras. En nacla, la ascendencia irlandesa emfañó el

carácter de su persona: mesicano como el que ',nós, tanl?oco

la inuasió'n de los ziaies desmereció la sinr,patía provi.nciana

que le otorqó el sitio de su origen. Owen practicaba cl.

secreto de ser, en un mundo de mortales, u.n hombre más,perscguido por una íntima desilusión a la que sólo la poesío,--qlld cn un rincóll de la rnevnoria o en un papel orrugadodentro del bolsillo- bod'ría redimir.

En sus últimos días, cuando empezaba a comprenderquiaá que ya la canción se terminaba, aolaió o recordar osu país, y la nostalgia lo acotnpañó hasta eI final instante.Entonccs pensó, aunque no por aez Qrimera, qu,e podría.morir de un rnomento a otro; pero él quería hacerlo bajoal cielo de Mérico. Aquí pensaba quedar, aI lado dc suentrañable amigo Xazti,er Villaurrutio, que openas un aítoantes nos había dad.o Ia repentina sorpresa de .su fallecimiento.Fué un deseo que no realizó. Otra tierca hoy lo cubre. Nopudo ser el hijo pródigo que ansiaba. En un hospital deFiladelfia, apenas rodeado d.e la fidelídad. cle ztnas cuantaspersonas, murió eI 9 de rnarzo de 1952. Había nacido eldomingo 4 de febrero de 1905.

Tras de ese hombre afectuoso Ete huía "de sed en sedpor su delirio", tras d,e esa burla por lo cotid,iano y tras deesa am.abilidad. def endida por cl escefhcistlNo, irnpcraba unasingular conciencia poéti,ca. Lo antintelectual de la palabrahablada en la cama.rod.ería del bar, o a la orillo d.e una mesadc café, escondía al hom.bre quc, a solas, alrendió a labraruna dc las focsías más hondas de las últimas ganeracioncs

mesicanas. No fué un intelcctual; fué un poeta. A Ia siml,lelectura de su. obra, ! a fesor dc las rcfcrcncias l iterariascon que se halla . cnriquccida, sc adaicrte cómo cra t¿n,hombre apegado a la tierra, a lo quc alrcdcdor sucumbe sí?rtnisericordia. De una ,nanera similar a todo auténtico artista,Owen aceptaba, corno un designio insobornable, incorporara su z)erso el fluir de las co.ras, la conciencia de que tod,o-corno en las clósicas Coplas- está. condenado a stt.gerirla pregunta por su eristencia. Sabía que su obra, connatttral

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rrutndo de la literatura. Sitt otro.t ltt¡nr¡rc., q), n tnano l'rancay el inci.sivo af ó,n, dc sorltrt'ndcr o oqudlos totlavía propicios

al asombro, conseraal¡o la ail't'sa \ cl ónimo suficientes a

hacer de su conacrsación un sallo dc mata entre los ruentt'r

conx,tnes asurxtos. .ly'rl .rrr.r .rrilirlo.r ltclura-¡ -sobre todo en

letras modernas-, ni su udnt"irol,lc obra poética, ni' su

colnpacto arnor ?or l l l ,tt ' ict¡ r/rtr ' , r/r ' .rr/r ' ttttty- ioven, abandonópara ir en busca dc olru.¡ l i¡rro.t .t, ' !rullttcíatx en su,s frasessiempre al bordc dc lo dt.slrtttr ' i ,í¡r 1' ltt i tnltrcaisto. Tras la

rnáscara dcl quc c.sct¡ndt lu itt l i ttt i t lul lír ica, .srtf o custodidr

e l "dolor ido scnt i r " t ¡nt tnrr l ,uru t l t ¡ l t ¡ t t t l i 'n t ico f octa.

Delgado todavío r'ttuntl,t .\ ' t¡ l t¡ L'ttttt,cí, dt nuris ta.ri uqu'i l inn

y o jos de ht¿rañct qr.t!tt, tttttttt l 'uñul'u lu , ' ,¡tt l ' tr '¡ución con,

adetnancs quc i l,un r'rr (¡.\ ' tr¿i(¡ t lt .ru f ront¡rttso ct' l 'rt.sívd. I ' ,¡

insólito tlc lo.t ,'('.r/lr('.f/(¡.r' t' Io inltncíón tlc lo.t y'/ftVlfo.r

hallaban, tt l>tt,uo tn nu¡t' i ttt i ttt l t¡.s t lL' munt¡.r t¡trt crtlol,rtrolran a

hacer má.¡ qráiica.r /rr.r / io.r ', ' .r ' . . ' l ¡c.sur t lc .¡í nt.¡nto v tto

obstantc -stt. cullura, nttnca olz' i ló la actitud ftculiur dc los

hombres d.e su froaincia. Natiuo tlcl l losario, Sinaloa:'sttht¡conseraar el trato stn. rodcos que coracteriza a los hombrc.s tlc

aquella región. Lo incisiao de sus opiniones se sosteníu,

con una timidez disimulada, ert lu aiolencia y cf ectiztidad d,,:

las palabras. En nacla, la ascendencia irlandesa emfañó el

carácter de su persona: mesicano como el que ',nós, tanl?oco

la inuasió'n de los ziaies desmereció la sinr,patía provi.nciana

que le otorqó el sitio de su origen. Owen practicaba cl.

secreto de ser, en un mundo de mortales, u.n hombre más,perscguido por una íntima desilusión a la que sólo la poesío,--qlld cn un rincóll de la rnevnoria o en un papel orrugadodentro del bolsillo- bod'ría redimir.

En sus últimos días, cuando empezaba a comprenderquiaá que ya la canción se terminaba, aolaió o recordar osu país, y la nostalgia lo acotnpañó hasta eI final instante.Entonccs pensó, aunque no por aez Qrimera, qu,e podría.morir de un rnomento a otro; pero él quería hacerlo bajoal cielo de Mérico. Aquí pensaba quedar, aI lado dc suentrañable amigo Xazti,er Villaurrutio, que openas un aítoantes nos había dad.o Ia repentina sorpresa de .su fallecimiento.Fué un deseo que no realizó. Otra tierca hoy lo cubre. Nopudo ser el hijo pródigo que ansiaba. En un hospital deFiladelfia, apenas rodeado d.e la fidelídad. cle ztnas cuantaspersonas, murió eI 9 de rnarzo de 1952. Había nacido eldomingo 4 de febrero de 1905.

Tras de ese hombre afectuoso Ete huía "de sed en sedpor su delirio", tras d,e esa burla por lo cotid,iano y tras deesa am.abilidad. def endida por cl escefhcistlNo, irnpcraba unasingular conciencia poéti,ca. Lo antintelectual de la palabrahablada en la cama.rod.ería del bar, o a la orillo d.e una mesadc café, escondía al hom.bre quc, a solas, alrendió a labraruna dc las focsías más hondas de las últimas ganeracioncs

mesicanas. No fué un intelcctual; fué un poeta. A Ia siml,lelectura de su. obra, ! a fesor dc las rcfcrcncias l iterariascon que se halla . cnriquccida, sc adaicrte cómo cra t¿n,hombre apegado a la tierra, a lo quc alrcdcdor sucumbe sí?rtnisericordia. De una ,nanera similar a todo auténtico artista,Owen aceptaba, corno un designio insobornable, incorporara su z)erso el fluir de las co.ras, la conciencia de que tod,o-corno en las clósicas Coplas- está. condenado a stt.gerirla pregunta por su eristencia. Sabía que su obra, connatttral

xIv

f

I

Page 22: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

\\

a las ideas que la animaban, era el qeflejo y la dócil res?uestaa la contentplución de lo qpe no perdura, a la incuitablepresencia de lo qne n4uere frcnte a nuestros ojos, y entraba

en la poesía deiandro a la fuerta toda esperanza:

Y luchó cc)ntrír cl nl:rr toda la noche

<lcsr lc I Ionrerr¡ l rast : r Joseph Conrad,

l ' : r r : t l lcg: t r i r t l l r ( )st ro t les ier to

J ' ( l r su : r rerr : t k 'cr <¡ue nat la espere,( l l t ( ' l l ( ) c s l r ( r ( ' t t l i s l t ' r i r ' , que I l o t : spe fe .

Contra urr rnurt) tlt t'.¡!,irilt,s lamcntociones. lo mistno

en cl amor qui .'n. /a.r fo.ciorrc.r ntás .sencillas, el Poetaaccftaba el único rtfuqio: lo dr.sc.rfcroción. Mas nunca elqrito, cl c.rcóndolo, tl t¡o.stor lu ltrilrttra cn infternitos, sinola ltoricontal dcst¡locit iu t luc ucttntfrtrlu La tytíen, encerradocn .tí fiúsrno, .rc a justo. a lu.s ¡torntu.r r/rt¿' .f ¡¿ .toledad le da.

Qt t iz t i ¡or . io . l¿ foc. t ío no a lconz, i c l c . rdrú iu lo de laclocu.cncitt, strto ty,tc ylttardó tl tono nl.i lor intl i ,sfcnsablepara no tra.rfasar la frasc musitada cn la confcsión. Sugrito no f ué nús qu,e el del " páruulo que csta noclle se

siente solo e íntimo / ,¡ qtoe suele llorar ante el retrato / dettrt, ganrbusino rubio que se queilxó en rosales de sangre almediodía".

En oiras palabras, la dicha no era el norte d'e su

foesía. Corno tr[allarnlé, llosiblemente pensaba que d.ecir

"Soy di,chosot' podría traducirse por "Soy un tonto". Tal

era la defensa privada en que apoyó sus poem,as. No le

importó qu,e el ptiblico sufiera de su crtstencia, ni que eltrabajo emplead,o en el logro d.e una imagen o de una

metáfora trascendiera los límites de su. profia satisfacción.

\ tI rI

II

I

IIi

La fanm, en la que se solazaron sus contemporáneos, fué untimbito ajeno a su ambición. Owen prefirió el trabajo delntinero, clel buzo, del criminal que en la alcoba concierta.sus intenciones, entes que reclamar un prestigio logrado afuerza de aigilias. Así, apegado a sus nornras soli¡arias,pretenclió pasar ante el mnndo de la literatura comi "tmpoeto desconocid.o". Y en aerd.ad que lo logró. De su angusti,a,

f orjada en Ia soledad., nada aino a d.ef endeilo: ni afectos niintereses, ni -mucho ,nenos- la aaruidad. de ser citado enalguna antología. Prefirió conser?)ar, conuo la más prectadaherencio, la sutil gloria del anonimato.

Tal parece que Owen se conaertía, en el complicadomecanisnto dc sus ideas, en un objeto más, cond,enado porlibre albedrío a caer bajo la ley general de lo pasajero. Siel amor, la csperanza, "la ilusión serpentina dcl principio"y aun la e.rtstencia que muestra su tmdscora en todo tiemlto

y lugar se hallan abocados "en á.rltero clortor de cuerd.a

7616" -¿5 decir, se predestinan a una frustración connatural

a stt, nacimicnto-, ¿por qué no habría de suceder iguabnente

con. el escritor qu.e clescubre ese laberinto t forniá ¡artesustancial dcl mismol "Todo lo quc aizte -escribió Owcncn una cartu-- cstá contlcnado al t icnt¡o. I.o quc cstó ¡uedescr cterrto, ltcro cntonccs sc l lunn Caos, y tro es, tto'ui.ve."Ahí se escondc cl scclcto dc l¿.s idcas quc impwlsaron su

ltoesío. Pcro ntós aún: afín a I.oulr¿'amont, .su concepto dcltiempo alcanzaba cl rostro tlc Dios n.tismo. Lo intnutable, loperenne, no son síno momentos en que el t icmpo hace unbreae descanso antes de proseguir etu su tarea, "Dios noestá, eriste -escribe en .reguida-. l.legó desltués del Caos,

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a las ideas que la animaban, era el qeflejo y la dócil res?uestaa la contentplución de lo qpe no perdura, a la incuitablepresencia de lo qne n4uere frcnte a nuestros ojos, y entraba

en la poesía deiandro a la fuerta toda esperanza:

Y luchó cc)ntrír cl nl:rr toda la noche

<lcsr lc I Ionrerr¡ l rast : r Joseph Conrad,

l ' : r r : t l lcg: t r i r t l l r ( )st ro t les ier to

J ' ( l r su : r rerr : t k 'cr <¡ue nat la espere,( l l t ( ' l l ( ) c s l r ( r ( ' t t l i s l t ' r i r ' , que I l o t : spe fe .

Contra urr rnurt) tlt t'.¡!,irilt,s lamcntociones. lo mistno

en cl amor qui .'n. /a.r fo.ciorrc.r ntás .sencillas, el Poetaaccftaba el único rtfuqio: lo dr.sc.rfcroción. Mas nunca elqrito, cl c.rcóndolo, tl t¡o.stor lu ltrilrttra cn infternitos, sinola ltoricontal dcst¡locit iu t luc ucttntfrtrlu La tytíen, encerradocn .tí fiúsrno, .rc a justo. a lu.s ¡torntu.r r/rt¿' .f ¡¿ .toledad le da.

Qt t iz t i ¡or . io . l¿ foc. t ío no a lconz, i c l c . rdrú iu lo de laclocu.cncitt, strto ty,tc ylttardó tl tono nl.i lor intl i ,sfcnsablepara no tra.rfasar la frasc musitada cn la confcsión. Sugrito no f ué nús qu,e el del " páruulo que csta noclle se

siente solo e íntimo / ,¡ qtoe suele llorar ante el retrato / dettrt, ganrbusino rubio que se queilxó en rosales de sangre almediodía".

En oiras palabras, la dicha no era el norte d'e su

foesía. Corno tr[allarnlé, llosiblemente pensaba que d.ecir

"Soy di,chosot' podría traducirse por "Soy un tonto". Tal

era la defensa privada en que apoyó sus poem,as. No le

importó qu,e el ptiblico sufiera de su crtstencia, ni que eltrabajo emplead,o en el logro d.e una imagen o de una

metáfora trascendiera los límites de su. profia satisfacción.

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La fanm, en la que se solazaron sus contemporáneos, fué untimbito ajeno a su ambición. Owen prefirió el trabajo delntinero, clel buzo, del criminal que en la alcoba concierta.sus intenciones, entes que reclamar un prestigio logrado afuerza de aigilias. Así, apegado a sus nornras soli¡arias,pretenclió pasar ante el mnndo de la literatura comi "tmpoeto desconocid.o". Y en aerd.ad que lo logró. De su angusti,a,

f orjada en Ia soledad., nada aino a d.ef endeilo: ni afectos niintereses, ni -mucho ,nenos- la aaruidad. de ser citado enalguna antología. Prefirió conser?)ar, conuo la más prectadaherencio, la sutil gloria del anonimato.

Tal parece que Owen se conaertía, en el complicadomecanisnto dc sus ideas, en un objeto más, cond,enado porlibre albedrío a caer bajo la ley general de lo pasajero. Siel amor, la csperanza, "la ilusión serpentina dcl principio"y aun la e.rtstencia que muestra su tmdscora en todo tiemlto

y lugar se hallan abocados "en á.rltero clortor de cuerd.a

7616" -¿5 decir, se predestinan a una frustración connatural

a stt, nacimicnto-, ¿por qué no habría de suceder iguabnente

con. el escritor qu.e clescubre ese laberinto t forniá ¡artesustancial dcl mismol "Todo lo quc aizte -escribió Owcncn una cartu-- cstá contlcnado al t icnt¡o. I.o quc cstó ¡uedescr cterrto, ltcro cntonccs sc l lunn Caos, y tro es, tto'ui.ve."Ahí se escondc cl scclcto dc l¿.s idcas quc impwlsaron su

ltoesío. Pcro ntós aún: afín a I.oulr¿'amont, .su concepto dcltiempo alcanzaba cl rostro tlc Dios n.tismo. Lo intnutable, loperenne, no son síno momentos en que el t icmpo hace unbreae descanso antes de proseguir etu su tarea, "Dios noestá, eriste -escribe en .reguida-. l.legó desltués del Caos,

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y morirá cuando el Caos auelua a estar en todas parles." Algode terrible tiene esta afirmación en pluma d,e un creyente,pero a la aez nos ayuda o consid,erar üna idea ertrema,áz,i.darnente literaria, d,eriaada dc uno concepción erpresaen su poesía. Puesto que Outut pensdta que el tierupo arrasacon todo, llaro ser cln.rccucntc con esta creencia se aeíaobligad.o a insertar baio h fucrza de ese alud al Di,os en

que creín. Mas esto, dit¡títno,elo con claridad, no pasó d.e ser

un peligroso riqor n¡ una litl intcnción de lleaar hasta los

línfitcs w¿a idto alrrcmlido cn tcxto.r litcrarios.

Laz,crdad c.s qut rn .tt oltre no sc rcflcjan esos ertremos.

La dislcnsión dt' l t icnr¡t¡ tto el,erca utús allu del mund,o

inmcdiato t¡ la l,crsona <lcl cscrilttr. I)tro, e.so sí, actú,a con

cl aiqor inm.utablc dcl cuu.l noiit tt.o.s lm dn; ¡reserz¡ar. Sin

ernbargo, esfigando cn .t i l fotnte dc nta\or ónimo, "Sfu.dbad,

el Varado", nos cncontrano.f con cu,alro l,crsos que definen

un posible descntcndinicnto \ uno artif i , jal clusión delproblcma. Otra z,cs cl rt'cuerdo dc A[allarnté uuelae a

señorear la conciencia, \ "{ln couf de dés" se torna en el

ejemplo a seguir:

Alcohol, albur ¡;anatlo, canto de cisne del azar.

Sólo su paz redime <lel Anciano del Mar

y de su erudita tortttra.

Alcohol, ancla segura ¡' abolición de la aventura.

En estos z)ersos, que no son sino un ligero intermedio

para continuar luego con Ia insistencia del tema, se condensa

la f órmula ltrincipal con que Gilberto Ozpen soñaba aplazar

el resuroimiento d.e su conciencia d'estructora. No son más

que un descanso, una bella ilusión, antes de tnarcharse, yapora sicmpre, cen sít "muerte de m,ícstca a otra parte".

Si al af ,im de saberse ef ímero respondió esta obraliteraria y si la melancolía se aclitnató a menudo en losresqui.cios rnós profundos de cstos tertos, el tiempo habrá,de respetar -lo asegurar,nls- el inuiolable reci.nto d,e laobra de Gi.lberto Owen. En las letras ntericanas, su n&tbre

figura con el eficaz relieae para mirar en él uno de nuestrosmás legítimos poetas. Fué necesaria stt, ausettcia para que,alejándola del olaido, reflerionáran'Los acerca de su obraliteraria e hiciéramos verdqd. un íntimo d.eseo suyo queconsistió en saberse conocido solatnente después de noeristir entre los tnortales. No sitt cicrto sarcasmo. él señalabaun día, Nrn martes 73,

en que sabrán mi vi<la por mi rnuerte.

Ali Cuu¡¡ecrno-

XVIII

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y morirá cuando el Caos auelua a estar en todas parles." Algode terrible tiene esta afirmación en pluma d,e un creyente,pero a la aez nos ayuda o consid,erar üna idea ertrema,áz,i.darnente literaria, d,eriaada dc uno concepción erpresaen su poesía. Puesto que Outut pensdta que el tierupo arrasacon todo, llaro ser cln.rccucntc con esta creencia se aeíaobligad.o a insertar baio h fucrza de ese alud al Di,os en

que creín. Mas esto, dit¡títno,elo con claridad, no pasó d.e ser

un peligroso riqor n¡ una litl intcnción de lleaar hasta los

línfitcs w¿a idto alrrcmlido cn tcxto.r litcrarios.

Laz,crdad c.s qut rn .tt oltre no sc rcflcjan esos ertremos.

La dislcnsión dt' l t icnr¡t¡ tto el,erca utús allu del mund,o

inmcdiato t¡ la l,crsona <lcl cscrilttr. I)tro, e.so sí, actú,a con

cl aiqor inm.utablc dcl cuu.l noiit tt.o.s lm dn; ¡reserz¡ar. Sin

ernbargo, esfigando cn .t i l fotnte dc nta\or ónimo, "Sfu.dbad,

el Varado", nos cncontrano.f con cu,alro l,crsos que definen

un posible descntcndinicnto \ uno artif i , jal clusión delproblcma. Otra z,cs cl rt'cuerdo dc A[allarnté uuelae a

señorear la conciencia, \ "{ln couf de dés" se torna en el

ejemplo a seguir:

Alcohol, albur ¡;anatlo, canto de cisne del azar.

Sólo su paz redime <lel Anciano del Mar

y de su erudita tortttra.

Alcohol, ancla segura ¡' abolición de la aventura.

En estos z)ersos, que no son sino un ligero intermedio

para continuar luego con Ia insistencia del tema, se condensa

la f órmula ltrincipal con que Gilberto Ozpen soñaba aplazar

el resuroimiento d.e su conciencia d'estructora. No son más

que un descanso, una bella ilusión, antes de tnarcharse, yapora sicmpre, cen sít "muerte de m,ícstca a otra parte".

Si al af ,im de saberse ef ímero respondió esta obraliteraria y si la melancolía se aclitnató a menudo en losresqui.cios rnós profundos de cstos tertos, el tiempo habrá,de respetar -lo asegurar,nls- el inuiolable reci.nto d,e laobra de Gi.lberto Owen. En las letras ntericanas, su n&tbre

figura con el eficaz relieae para mirar en él uno de nuestrosmás legítimos poetas. Fué necesaria stt, ausettcia para que,alejándola del olaido, reflerionáran'Los acerca de su obraliteraria e hiciéramos verdqd. un íntimo d.eseo suyo queconsistió en saberse conocido solatnente después de noeristir entre los tnortales. No sitt cicrto sarcasmo. él señalabaun día, Nrn martes 73,

en que sabrán mi vi<la por mi rnuerte.

Ali Cuu¡¡ecrno-

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DE,SVELO

7. Pureza

¿ Nada de amor -¡ de nada !- para mí ?

Yo buscaba la frase con relieve, la palabra

hecha carne de alma, luz tangible,

y un rayo del sol último, en tanto, hacia luz

el confuso piar de mis polluelos.

Ya para entonces se me había vuelto

el diálogo monólogo,

y el río, Amor -el río: espejo que anda-

llevaba r¡i mirada al mar sin mí.

¡Qué puro eco tuyo, de tu grito

hundido en el ocaso, Amor, la luna,

espejito celeste, poesía!

,/t

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DE,SVELO

7. Pureza

¿ Nada de amor -¡ de nada !- para mí ?

Yo buscaba la frase con relieve, la palabra

hecha carne de alma, luz tangible,

y un rayo del sol último, en tanto, hacia luz

el confuso piar de mis polluelos.

Ya para entonces se me había vuelto

el diálogo monólogo,

y el río, Amor -el río: espejo que anda-

llevaba r¡i mirada al mar sin mí.

¡Qué puro eco tuyo, de tu grito

hundido en el ocaso, Amor, la luna,

espejito celeste, poesía!

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2. Canción

De la últ ima estrcllaa la primerafué para oler las rosas.

Vuelta, al revés, dcl rnundo,abierta la memoriade la primera estrellaa ti -mujer, idea-

¿hasta cuándo la í r l t inur . ,

)i - l

La nochc, ( lu( ' n l ( ' t .s¡ r í : r ¡ r r r r . t . l r r jodc la ccrr : r r lur ' : r r le l sr r ( .ñ() ,gotea estrc l las c le ru i t los i r rcr ¡ r rcxt ¡s .¿Para qué este h i lo < le a i rc corr t ,cos?Ya ningún lápiz raya nri nrt,nrori;rcon el número de ningún tcli.fono.

Mi mensaje ."" .orr-igosin mis miradas, cuerdas cie un trapeciosuspendido, otros días,de mi cabeza sobre el cielo.

Y nadie inventa aún al inalámbricouna aplicación para esto:uno puede caer cien siglos-sin una honda agua de sueño, r

sin la recl salvavidas de una ¿¡fs¡¿-al silencio.

.f

El agua, entre los álamos,pinta la hora, no el paisaje;su rostro desleído entre las manoscopia un aroma, un eco. . .(Colgaron al revésese cromo borroso de la charca,con su noche celeste tan caíday sus álamos hacia abajo,y yo mismo, la cabeza en el aguay el pie en la nube negra de la orilla.)

Llega -¿ de dónde ?- el tren ;corazón -¿ de quién ?- alargado,oscu¡o y próspero, la víanos lo plantea : algomás allá del alcance de los ojos.Terremoto: llorando demasiadolos sauces salen al caminocomo mujeres aterrorizadas.Incendio: la luna, viento frío,arrastra el humo de las sombrashasta detrás del horizonte.

En el bosque, con tantos mármoles,no queda sit io ya para las ninfas:

s

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2. Canción

De la últ ima estrcllaa la primerafué para oler las rosas.

Vuelta, al revés, dcl rnundo,abierta la memoriade la primera estrellaa ti -mujer, idea-

¿hasta cuándo la í r l t inur . ,

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La nochc, ( lu( ' n l ( ' t .s¡ r í : r ¡ r r r r . t . l r r jodc la ccrr : r r lur ' : r r le l sr r ( .ñ() ,gotea estrc l las c le ru i t los i r rcr ¡ r rcxt ¡s .¿Para qué este h i lo < le a i rc corr t ,cos?Ya ningún lápiz raya nri nrt,nrori;rcon el número de ningún tcli.fono.

Mi mensaje ."" .orr-igosin mis miradas, cuerdas cie un trapeciosuspendido, otros días,de mi cabeza sobre el cielo.

Y nadie inventa aún al inalámbricouna aplicación para esto:uno puede caer cien siglos-sin una honda agua de sueño, r

sin la recl salvavidas de una ¿¡fs¡¿-al silencio.

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El agua, entre los álamos,pinta la hora, no el paisaje;su rostro desleído entre las manoscopia un aroma, un eco. . .(Colgaron al revésese cromo borroso de la charca,con su noche celeste tan caíday sus álamos hacia abajo,y yo mismo, la cabeza en el aguay el pie en la nube negra de la orilla.)

Llega -¿ de dónde ?- el tren ;corazón -¿ de quién ?- alargado,oscu¡o y próspero, la víanos lo plantea : algomás allá del alcance de los ojos.Terremoto: llorando demasiadolos sauces salen al caminocomo mujeres aterrorizadas.Incendio: la luna, viento frío,arrastra el humo de las sombrashasta detrás del horizonte.

En el bosque, con tantos mármoles,no queda sit io ya para las ninfas:

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sólo E,co, tan urenudita,tan invisible v tan cercana.Sólo una memoria sin nexo:"cuéntalas bienque las ottce son".

Luego el castigo de Ia t 'ncrucijarlapor el afán de habcr'rlur-,ri<l<rsaber a dónde llevan tt¡t los los c;urrinos:1 , a l pueb lo ; 100 , a l a c i u r l r r r l ; 1 ,000 , : r l c i c l o ;todos de t i y n ingurro l r t i ,a tu centro irnplgciso, :rlrrur,e je de mi abanico r lc r r r inr r l : rs ,sur t idor cx: r l t : r r l r ¡ t l t . t ' :ur r i r r t ¡s .

"f,

5. El recucrdo

llr ¡a

Con ser tan gigantcscc), cl rrrar, y írmargo,qué delicadarnente dcjó cscrito-con qué línea tan dulcey qué pensamiento tan fino,como con olas niñas de tus años-,en este caracol, breve, su grito.

ó. Palabras

Sólo tu palabra,río, deletreada,repetida, agria.

Só1o las €strellas-solas- en el aguay despedazadas.

¡Ya viene la luna !Río, despedázala,como a tu palabra

el silencio, comola noche a la amada,río, por románticas.

7. Ciudad

Alanceada por tu canal certero,sangras chorros de luces,martirízada piel de cocodrilo.Grito tuyo -a esta hora amordazadopor aquella nube con luna-lanza en mí, traspasándome, certera,con el ¡ecuerdo de 1o que no ha sido.

Y yo que abrí el balcón sin sospecharlotambién, también espejo de la noche

de mi propio cuarto sin nadie:

estanterías de las callesllenas de l ibros conocidos;y el recuerdo que va enmarcandosus retratos en las ventanas;y una plaza para dormir, llovida

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sólo E,co, tan urenudita,tan invisible v tan cercana.Sólo una memoria sin nexo:"cuéntalas bienque las ottce son".

Luego el castigo de Ia t 'ncrucijarlapor el afán de habcr'rlur-,ri<l<rsaber a dónde llevan tt¡t los los c;urrinos:1 , a l pueb lo ; 100 , a l a c i u r l r r r l ; 1 ,000 , : r l c i c l o ;todos de t i y n ingurro l r t i ,a tu centro irnplgciso, :rlrrur,e je de mi abanico r lc r r r inr r l : rs ,sur t idor cx: r l t : r r l r ¡ t l t . t ' :ur r i r r t ¡s .

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5. El recucrdo

llr ¡a

Con ser tan gigantcscc), cl rrrar, y írmargo,qué delicadarnente dcjó cscrito-con qué línea tan dulcey qué pensamiento tan fino,como con olas niñas de tus años-,en este caracol, breve, su grito.

ó. Palabras

Sólo tu palabra,río, deletreada,repetida, agria.

Só1o las €strellas-solas- en el aguay despedazadas.

¡Ya viene la luna !Río, despedázala,como a tu palabra

el silencio, comola noche a la amada,río, por románticas.

7. Ciudad

Alanceada por tu canal certero,sangras chorros de luces,martirízada piel de cocodrilo.Grito tuyo -a esta hora amordazadopor aquella nube con luna-lanza en mí, traspasándome, certera,con el ¡ecuerdo de 1o que no ha sido.

Y yo que abrí el balcón sin sospecharlotambién, también espejo de la noche

de mi propio cuarto sin nadie:

estanterías de las callesllenas de l ibros conocidos;y el recuerdo que va enmarcandosus retratos en las ventanas;y una plaza para dormir, llovida

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por el in¡omnio de los campanarios--canción de cuna de los cuartos de hora-velándome un sueño alto. frio. eterno.

8. Desamor

¡Qué bosque --c<qno oJxirncGanas de sacurlir los :ir lrok.spara que caiga ar¡ucll:r ltrzqt¡e. sc qucd<i <'nrt'tl:r<llrentrc las rarnas ri lt irn;rs.

-Ella sc que<lrrri: ' . t.scl:rr ':r,trémula c¡ltre los tlctl<ls tlt. J<lsuó,detrás dcl horizonte, sin rr:nrcdio-,

¡ Luz de ayer, luz de aycr,l luévete, vertical, a mi memoria !

¡ Rompe las rejas de los troncos,horizontal luz de mañana !

9. Adiós

Todo este día corrióel tren por mi pensamiento. t

Toda la noche su sirenarayará mi desvelo.

Y no poder imaginarel vértice hipotético

.!

l a r r oscr ¡ ro !

en que se une la vía, tan lejano.Nunca, nunca podré beber el sueñoen la confluencia amarga de su gritoy mi sollozo, siempre paralelosy persiguiéndose,toda la noche, en mi desvelo.

10

Tierra que la guarda ahora-montoncito de tierray un poco de savia en los árboles-.

Ramas sin marzo, sin viento,metálicas, más de lunaque de árbol, casi de alma.

Esta vez no ha quedado nadadel día en mi mirada.Noche demasiado lírica.

Ella estará aqui más presente-viéndome complete-que yo que la creo sólopuñadito de tierray un poco de savia en los árboles.

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por el in¡omnio de los campanarios--canción de cuna de los cuartos de hora-velándome un sueño alto. frio. eterno.

8. Desamor

¡Qué bosque --c<qno oJxirncGanas de sacurlir los :ir lrok.spara que caiga ar¡ucll:r ltrzqt¡e. sc qucd<i <'nrt'tl:r<llrentrc las rarnas ri lt irn;rs.

-Ella sc que<lrrri: ' . t.scl:rr ':r,trémula c¡ltre los tlctl<ls tlt. J<lsuó,detrás dcl horizonte, sin rr:nrcdio-,

¡ Luz de ayer, luz de aycr,l luévete, vertical, a mi memoria !

¡ Rompe las rejas de los troncos,horizontal luz de mañana !

9. Adiós

Todo este día corrióel tren por mi pensamiento. t

Toda la noche su sirenarayará mi desvelo.

Y no poder imaginarel vértice hipotético

.!

l a r r oscr ¡ ro !

en que se une la vía, tan lejano.Nunca, nunca podré beber el sueñoen la confluencia amarga de su gritoy mi sollozo, siempre paralelosy persiguiéndose,toda la noche, en mi desvelo.

10

Tierra que la guarda ahora-montoncito de tierray un poco de savia en los árboles-.

Ramas sin marzo, sin viento,metálicas, más de lunaque de árbol, casi de alma.

Esta vez no ha quedado nadadel día en mi mirada.Noche demasiado lírica.

Ella estará aqui más presente-viéndome complete-que yo que la creo sólopuñadito de tierray un poco de savia en los árboles.

Page 36: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

11. Soled,ad

Soledad imposible conmigo tan aquí

y mi memoria tan despierta.

Y aderdás la plegaria

por la estrella pcrdi<la, tatr sin luz, ,,por Blane rlc Nievt's, rlortnit l l t

nube con lun¿r e¡ s t t ; r l ; r r i r l t l t ' r : i t ' lo , * " ¿ ly por cl canll)(), t 'st ' lrt ls¡rici:tno ¡rr<ifugoque cquivocti la st'nrla y sc l irt i ,

ya cansado, a la ori l la t lel canrino,

desespcrando dt ' l fegrr r l r l ¡ l t t , l , lo .

Y hay también las calrciones pcrdidas

que no se sabe nunca quien cantó;

y esta correspondencia sin palabras

de ojos a estrella, de alma a luz de luna.

12. Adiós

El pañuelo de esPurf,as

del rompeolas me lloraba ¡adiós !,

y en la noche aquel grito -aquella estrella-

¡ ven ! Y mi corazón que era sólo

un temblor que cantaba, en medio,

y de mi hondura, hacia la nada,

ya sin mis ojos, yo.

Y mi nor-nbre escrito en la arena,y tu ascensión, luz, lumbre, sobre el mar;luego de allá, lejos, la onda,de aquí, de mí, la sombraque todo 1o borraban.

El mar dormíacomo nunca, y como si fueraya paru siempre, sin mi alma.

13. El tranvía

A esta hora ese telegrama amarilloya sólo trae malas noticias:un hombre, yo, tan agobiado. . .

¡ Cómo abre -¡qué lívida !-sus ventanas, leyéndolo, mi casa !

14

Corolas de papel dc cstas canciones.Se abren cuando al albanocturna de la lámpararolnpe a cantar ociosala ternura enjaulada entrc los dedos.Se cierran cuando Venus matutinacae desprendida de su ralna,aún no madura y ya picotcadapor el frío del alba verdadera.

o

l t1 0

Page 37: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

11. Soled,ad

Soledad imposible conmigo tan aquí

y mi memoria tan despierta.

Y aderdás la plegaria

por la estrella pcrdi<la, tatr sin luz, ,,por Blane rlc Nievt's, rlortnit l l t

nube con lun¿r e¡ s t t ; r l ; r r i r l t l t ' r : i t ' lo , * " ¿ ly por cl canll)(), t 'st ' lrt ls¡rici:tno ¡rr<ifugoque cquivocti la st'nrla y sc l irt i ,

ya cansado, a la ori l la t lel canrino,

desespcrando dt ' l fegrr r l r l ¡ l t t , l , lo .

Y hay también las calrciones pcrdidas

que no se sabe nunca quien cantó;

y esta correspondencia sin palabras

de ojos a estrella, de alma a luz de luna.

12. Adiós

El pañuelo de esPurf,as

del rompeolas me lloraba ¡adiós !,

y en la noche aquel grito -aquella estrella-

¡ ven ! Y mi corazón que era sólo

un temblor que cantaba, en medio,

y de mi hondura, hacia la nada,

ya sin mis ojos, yo.

Y mi nor-nbre escrito en la arena,y tu ascensión, luz, lumbre, sobre el mar;luego de allá, lejos, la onda,de aquí, de mí, la sombraque todo 1o borraban.

El mar dormíacomo nunca, y como si fueraya paru siempre, sin mi alma.

13. El tranvía

A esta hora ese telegrama amarilloya sólo trae malas noticias:un hombre, yo, tan agobiado. . .

¡ Cómo abre -¡qué lívida !-sus ventanas, leyéndolo, mi casa !

14

Corolas de papel dc cstas canciones.Se abren cuando al albanocturna de la lámpararolnpe a cantar ociosala ternura enjaulada entrc los dedos.Se cierran cuando Venus matutinacae desprendida de su ralna,aún no madura y ya picotcadapor el frío del alba verdadera.

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Page 38: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

J

Iii

III

tlIItl15. Ilomanct

,

Niño Abril me escribió de un Pueblopor completo silvestre, pt-rr completo.

Pero yo con mi sombra estaba

haciendo bube y baja

en balanzas de aire, a la vcntana,

y el pasado ftsaba r.rás,

y se divulgó aquella carta

al caer a pasearse al bulcvar.

Señor policía el cielo,

yo no hice a{uel verso, no,

que la est¡ella que veis ahogada

sola a mi espejo se caYó.

Camino incansable, automóvil

para poetas, siemPre a cien

kilómetros, y río que se va;

el cenit viene con nosotros,

el horizonte huye sin fin.

Niño Abril me escribíai"En ¡rnio,ya no flor y no fruto aún,

¿qué prefieres, el pan o el vino?"-Yo prefiero el vino y el Pan,y ser a la vez yo y mi sombra,

y tener cabal todo el camPo

en mi árbol del bulevar.

I

t 2l l

Señor policía el viento,yo no ando desnudo, no,que la sombra que veis llorando

de un sueño mío se cavó.

Page 39: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

J

Iii

III

tlIItl15. Ilomanct

,

Niño Abril me escribió de un Pueblopor completo silvestre, pt-rr completo.

Pero yo con mi sombra estaba

haciendo bube y baja

en balanzas de aire, a la vcntana,

y el pasado ftsaba r.rás,

y se divulgó aquella carta

al caer a pasearse al bulcvar.

Señor policía el cielo,

yo no hice a{uel verso, no,

que la est¡ella que veis ahogada

sola a mi espejo se caYó.

Camino incansable, automóvil

para poetas, siemPre a cien

kilómetros, y río que se va;

el cenit viene con nosotros,

el horizonte huye sin fin.

Niño Abril me escribíai"En ¡rnio,ya no flor y no fruto aún,

¿qué prefieres, el pan o el vino?"-Yo prefiero el vino y el Pan,y ser a la vez yo y mi sombra,

y tener cabal todo el camPo

en mi árbol del bulevar.

I

t 2l l

Señor policía el viento,yo no ando desnudo, no,que la sombra que veis llorando

de un sueño mío se cavó.

Page 40: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

, a

l) 1,, A I\{ o R

hasta los mares -albeanteiba su flotilla de nubes,fueron dejando atrás la tierra;hasta la tierra- ¿a dónde, sed, a dónde?

Sólo tu casa, como un barcomuy viejo ya que no pudo soltarsus amarras de yedra y rosas.Y este lastre, y el ala del amor,sin aire, inrnóvil, en nuestra alma.

3. Lunes

Estas cinco ventanashasta de par en par, las sientocasi cerradas.

Y estos hierros en cruz, que han hechopedazos el suelo y el cielode mis paisajes - iay !, romperlos,romperlos hoy, para que el almase asome, hasta caerse, a la semana.

Y al camino recién abierto.al caminito nuevoque lleva al mar, se vaya,sin prisa -y grave- y lejos.

Un día u otro, al fin, la casase iba a ouedar sin dueño.

NUE,VA NAO

,T

Primero amaneció para rnis ojos.

Que yo estaba caídoen la cisterna de tu sucño,y sin saber voltearme cl corazriny alzarnte de puntillas en su vértice:r.espiar el alba de oro sólo rnía.

¡Qué sin eco mi l lanto, hoy, nublándomeen mi elevada soledad sin ángeles,esa atlrora que no amarncce nunca !

2. Viaie

Todo estaba embarcándoseen todos los puertos del mundo;

(a E . U. )

l + t 5

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, a

l) 1,, A I\{ o R

hasta los mares -albeanteiba su flotilla de nubes,fueron dejando atrás la tierra;hasta la tierra- ¿a dónde, sed, a dónde?

Sólo tu casa, como un barcomuy viejo ya que no pudo soltarsus amarras de yedra y rosas.Y este lastre, y el ala del amor,sin aire, inrnóvil, en nuestra alma.

3. Lunes

Estas cinco ventanashasta de par en par, las sientocasi cerradas.

Y estos hierros en cruz, que han hechopedazos el suelo y el cielode mis paisajes - iay !, romperlos,romperlos hoy, para que el almase asome, hasta caerse, a la semana.

Y al camino recién abierto.al caminito nuevoque lleva al mar, se vaya,sin prisa -y grave- y lejos.

Un día u otro, al fin, la casase iba a ouedar sin dueño.

NUE,VA NAO

,T

Primero amaneció para rnis ojos.

Que yo estaba caídoen la cisterna de tu sucño,y sin saber voltearme cl corazriny alzarnte de puntillas en su vértice:r.espiar el alba de oro sólo rnía.

¡Qué sin eco mi l lanto, hoy, nublándomeen mi elevada soledad sin ángeles,esa atlrora que no amarncce nunca !

2. Viaie

Todo estaba embarcándoseen todos los puertos del mundo;

(a E . U. )

l + t 5

Page 42: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

I

4

Qué ondulada y azul, la voz que diceesa canción cercana,nos acerc¿ -¡ qué disminuídas *y limpias !- las montañas.¡r.

Baja el arrolo dc su balbuceo -.rayando el arenal rlc la incodstanciacon una estría verdeflorecida de fáciles palabras:

'"Debaiito del cielo, las nubcs,

debaiito del puenle, las aguas,debajito de mi pecho

esta pasión que mc moto."

Y tu mano en la mía -tú qué míay yo qué t"uyo- y tus palabrasencarnando mi pensamicnto.. . . Por el mar, tras los rnédanos, el alba.

5. Sonámbalos

Vamos, doblados por el viento,como los mástiles de un barcomuy pequeño .. .Pero nos amamos tanto.

El mar está ensayando nuevos gritospara cantar sus angustias antiguas,

pero nosotros sólo oímos el prodigioque tiembla en tu garganta enmudecida.

¡ Un faro ! ¿ Para qué, si vamos ciegos ?

¿ Cómo nos salvaría un faro ?Además, otro sol nos brilla dentro:como nos amarnos tanto.

¡ Las sirenas ! ¿ Y qué, si vamos sordos ?

¿ Qué harán, para perdernos, las sirenas ?

Esta noche no trae presagios lóbregos:

pot tu mejilla aún rueda mi estrella.

ó

Yo lo que buscaba

era un pueblito relojero

que me arreglara el corazón,

¡ay! que adelantaba,

sonando la hora de otros climas

bajo el meridiano de Amor.

Lo que me faltaba

era el péndulo de tu paso

y el tic-tac de luz de tu voz,

¡ay! que constelara,

leontina de estrella, mi pecho,

t 6 l 7

Page 43: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

I

4

Qué ondulada y azul, la voz que diceesa canción cercana,nos acerc¿ -¡ qué disminuídas *y limpias !- las montañas.¡r.

Baja el arrolo dc su balbuceo -.rayando el arenal rlc la incodstanciacon una estría verdeflorecida de fáciles palabras:

'"Debaiito del cielo, las nubcs,

debaiito del puenle, las aguas,debajito de mi pecho

esta pasión que mc moto."

Y tu mano en la mía -tú qué míay yo qué t"uyo- y tus palabrasencarnando mi pensamicnto.. . . Por el mar, tras los rnédanos, el alba.

5. Sonámbalos

Vamos, doblados por el viento,como los mástiles de un barcomuy pequeño .. .Pero nos amamos tanto.

El mar está ensayando nuevos gritospara cantar sus angustias antiguas,

pero nosotros sólo oímos el prodigioque tiembla en tu garganta enmudecida.

¡ Un faro ! ¿ Para qué, si vamos ciegos ?

¿ Cómo nos salvaría un faro ?Además, otro sol nos brilla dentro:como nos amarnos tanto.

¡ Las sirenas ! ¿ Y qué, si vamos sordos ?

¿ Qué harán, para perdernos, las sirenas ?

Esta noche no trae presagios lóbregos:

pot tu mejilla aún rueda mi estrella.

ó

Yo lo que buscaba

era un pueblito relojero

que me arreglara el corazón,

¡ay! que adelantaba,

sonando la hora de otros climas

bajo el meridiano de Amor.

Lo que me faltaba

era el péndulo de tu paso

y el tic-tac de luz de tu voz,

¡ay! que constelara,

leontina de estrella, mi pecho,

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Page 44: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

,/

para acordar y atar al tuyo-corazón dc pulscrf-- mi rcloj.

" , " '

7

Te irarían Cenicicnta, Itr¡salía,si en cl cincmatógrafo dcl cicl<rfi lmaran cuentos dc ha<las.

¡Qué agil idad para elevartc, irrnrensa,hasta el cenit de mi paisajr,y qué hurnildad para volvertc, luego,a tus cosas, a mí, tan l lc4os sit 'rnpre,

¡in ti, de esta plegaria:

"Ilosalía :átate bien la luna, tu escarpín,porqrlc no vengan a llevártenosa Dios, irn día, para siempre."

I

Guarismo que repite, interminable,la huella de tu pasosobre mi vida horizontal de ahora.

¡ Qué dulzura del viaje, enarenadosya Ios caminos de la tierra,y resuelta en tu cifrala X de las encrucijadas.

t 8 l 9

9. Entresu.eño

Una estrclla que sc corríaclejándote transf igurada ;

Mi voz, que te sostenía,

cstrella tú, sobre la nada;

Y tú tan alto, Rosalía,

Y lejos, que no lne oías,

y te caías.

10. Dedal

En el o¡be de tu dedal, yo era,

con el cielo y el árbol, infinito,

y esta diminutivagrandeza nuestra, tuya, me embriagaba.

Ya tenía resueltos los teoremasque encierra el triángulo de tu sonrisa,

y, como un niño que no tienecostumbre de pensar, me adormecía.

Y me veía desde el sueño densoir y venir, f irme, infinito,

en tu meñique.

Page 45: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

,/

para acordar y atar al tuyo-corazón dc pulscrf-- mi rcloj.

" , " '

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Te irarían Cenicicnta, Itr¡salía,si en cl cincmatógrafo dcl cicl<rfi lmaran cuentos dc ha<las.

¡Qué agil idad para elevartc, irrnrensa,hasta el cenit de mi paisajr,y qué hurnildad para volvertc, luego,a tus cosas, a mí, tan l lc4os sit 'rnpre,

¡in ti, de esta plegaria:

"Ilosalía :átate bien la luna, tu escarpín,porqrlc no vengan a llevártenosa Dios, irn día, para siempre."

I

Guarismo que repite, interminable,la huella de tu pasosobre mi vida horizontal de ahora.

¡ Qué dulzura del viaje, enarenadosya Ios caminos de la tierra,y resuelta en tu cifrala X de las encrucijadas.

t 8 l 9

9. Entresu.eño

Una estrclla que sc corríaclejándote transf igurada ;

Mi voz, que te sostenía,

cstrella tú, sobre la nada;

Y tú tan alto, Rosalía,

Y lejos, que no lne oías,

y te caías.

10. Dedal

En el o¡be de tu dedal, yo era,

con el cielo y el árbol, infinito,

y esta diminutivagrandeza nuestra, tuya, me embriagaba.

Ya tenía resueltos los teoremasque encierra el triángulo de tu sonrisa,

y, como un niño que no tienecostumbre de pensar, me adormecía.

Y me veía desde el sueño densoir y venir, f irme, infinito,

en tu meñique.

Page 46: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

11. Propósito

Todavía mis ojos, por tus ojos,en tu alma, como el día dcl encuentro;que el amor, como siemprc, nos presida,pero ya nunca lo nombremos.

Mejor la insensatez de nut'stra efímeravoz sonando en lo etcrno. o

puestos en entrcdicho ?u. ,.,,rf irt i .or,dueña, la Geometría, clcl scn<lcro.

Luego la'hochc, (luc nos gartc, honilos,humillarlos al f in- para t ' l si lcncio;y "tucgo la sal, rnía, rlc tus lírgrinr:rs,y mi frente, scrvil, sobrc tu seno.

Para no scpararnos, detcncrel ritrno universal en nuestro aliento;y ¡ qué prisión !, después, sabernos solos,pero tan frágiles y tan pequeños.

Y para no olvidarnos -y el olvidomíralo, en ti y en mí, mujer- ¿qué harernos?

12. Regreso

Yo, solo, con mi sombra, ensangrentadoen la huída patética del sol;yo, como otro árbol, junto a este árbol,erguido entre un recuerdo y un temor.

202 l

Mi sombral mucho más Yo que Yo mismo,

tal vez soñando en ¡egresar,

se arrastra, larga, atrás, hacia el vivido

día breve de atrás.

Estarán esperándonos, soñándorros

más ricos que nosotros, al Partir,y volveremos con nuestro fracaso,

y tú qué larga, sombra, y sin abril.

Cómo nos mirarán llegar, qué negros

y qué mudos, las vírgenes sin hiel;

el júbilo fallido del regreso

cómo nos ahogará, sombra, también'

Arbusto ensangrentado, hacia el misterio

lanzo mis ralrras, largas-de avidez,

por ver si el huracán de mi lamento

me descuaja para volar tras é1.

Page 47: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

11. Propósito

Todavía mis ojos, por tus ojos,en tu alma, como el día dcl encuentro;que el amor, como siemprc, nos presida,pero ya nunca lo nombremos.

Mejor la insensatez de nut'stra efímeravoz sonando en lo etcrno. o

puestos en entrcdicho ?u. ,.,,rf irt i .or,dueña, la Geometría, clcl scn<lcro.

Luego la'hochc, (luc nos gartc, honilos,humillarlos al f in- para t ' l si lcncio;y "tucgo la sal, rnía, rlc tus lírgrinr:rs,y mi frente, scrvil, sobrc tu seno.

Para no scpararnos, detcncrel ritrno universal en nuestro aliento;y ¡ qué prisión !, después, sabernos solos,pero tan frágiles y tan pequeños.

Y para no olvidarnos -y el olvidomíralo, en ti y en mí, mujer- ¿qué harernos?

12. Regreso

Yo, solo, con mi sombra, ensangrentadoen la huída patética del sol;yo, como otro árbol, junto a este árbol,erguido entre un recuerdo y un temor.

202 l

Mi sombral mucho más Yo que Yo mismo,

tal vez soñando en ¡egresar,

se arrastra, larga, atrás, hacia el vivido

día breve de atrás.

Estarán esperándonos, soñándorros

más ricos que nosotros, al Partir,y volveremos con nuestro fracaso,

y tú qué larga, sombra, y sin abril.

Cómo nos mirarán llegar, qué negros

y qué mudos, las vírgenes sin hiel;

el júbilo fallido del regreso

cómo nos ahogará, sombra, también'

Arbusto ensangrentado, hacia el misterio

lanzo mis ralrras, largas-de avidez,

por ver si el huracán de mi lamento

me descuaja para volar tras é1.

Page 48: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

\o

, ESa"oo zc)s

LA I'OMPA DIi JAI}ON

-I

Aquel rostro, aquel l ibro, aquel paisaje,y todo el ir is y yo mismo, todo,todo en tu agua sedientade imágenes.

2

Te saludan los pájaros, las cosastodas afinan para tisu mejor alba de sonrisas.

Y recuerdan tus viajes, cuando ibascomo un poco de río

2Z ¿)

..üo.,,lo y frtágil, por el cauceinnúmero del viento.

Y te ¡ecuerdan, Arca de Noé,porque las regalabas a los niños,transmutando en juguetería

de Noche Buena, el Mundo.

3 ,

Y la vida niña soplándote,oh pompa, oh árbol de cristal de alma,por aquella raízque te ocultó en su seno Poesía,y te era, en el cielo, rama en flory pájaro en la rama.

Y la vida, sin fin, soplándote,sin fin, sin fin, burbuja de emoción,hasta tu fin sin ¡uido ni violencias-cuando mucho con un rocío amargoy trémulo, como dc lágrirnas.

RASGOS

1. Camino

Aquel camino, desde la montaña,con la hemorragia larga

Page 49: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

\o

, ESa"oo zc)s

LA I'OMPA DIi JAI}ON

-I

Aquel rostro, aquel l ibro, aquel paisaje,y todo el ir is y yo mismo, todo,todo en tu agua sedientade imágenes.

2

Te saludan los pájaros, las cosastodas afinan para tisu mejor alba de sonrisas.

Y recuerdan tus viajes, cuando ibascomo un poco de río

2Z ¿)

..üo.,,lo y frtágil, por el cauceinnúmero del viento.

Y te ¡ecuerdan, Arca de Noé,porque las regalabas a los niños,transmutando en juguetería

de Noche Buena, el Mundo.

3 ,

Y la vida niña soplándote,oh pompa, oh árbol de cristal de alma,por aquella raízque te ocultó en su seno Poesía,y te era, en el cielo, rama en flory pájaro en la rama.

Y la vida, sin fin, soplándote,sin fin, sin fin, burbuja de emoción,hasta tu fin sin ¡uido ni violencias-cuando mucho con un rocío amargoy trémulo, como dc lágrirnas.

RASGOS

1. Camino

Aquel camino, desde la montaña,con la hemorragia larga

Page 50: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

de su barro,baja,poquito a poco,hasta la botica aldeana.

El camino, después -¿ o el río ?-,ya detrás de las casasy ya envueltoen blancas ,,vendas lúcidas.

\

El caminito, en la.mañana.

,2. Pinar .¡

Apuntalarnos aquel cieloque se nos dcsplomaba, verdinegro,

Los que pasaban a lo lejos, eran-sombras chinescasen Ia pantalla del crepúsculo-nuestras sombras en otros mundos.

El cielo verdaderoestaba, afuera, preso,y se asomaba entre los troncos, viéndonoscon su ojo de luna, huero.

IJna estrella, la única, temblabasin luz en nuestras almas.

21 ¿ )

Y, si cerrábamos los ojos,oíamos, platónicos,como un zumbar de abejas

tla música de las esferas.

. t

3. Camino

¿Y aquel otrocaminito del cielopor donde anoche fueronnuestros ojos ?

Cuatro príncipes iban sobre él;cuatro pilares de aquel puenteque soñamos tenderdel hoy al siempre.

¡Oh dolor, sin tu vino acedoni la píldora cle opio de la luna,ya estariamos en lo €terno !

-. . . Y soñar cn la fácil aventura.

CROMO

Las ovejas lricierol¡de la senda un torr('nt(:€spumoso tle rrtc:rjesalmidonados con ('xcrso,

Page 51: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

de su barro,baja,poquito a poco,hasta la botica aldeana.

El camino, después -¿ o el río ?-,ya detrás de las casasy ya envueltoen blancas ,,vendas lúcidas.

\

El caminito, en la.mañana.

,2. Pinar .¡

Apuntalarnos aquel cieloque se nos dcsplomaba, verdinegro,

Los que pasaban a lo lejos, eran-sombras chinescasen Ia pantalla del crepúsculo-nuestras sombras en otros mundos.

El cielo verdaderoestaba, afuera, preso,y se asomaba entre los troncos, viéndonoscon su ojo de luna, huero.

IJna estrella, la única, temblabasin luz en nuestras almas.

21 ¿ )

Y, si cerrábamos los ojos,oíamos, platónicos,como un zumbar de abejas

tla música de las esferas.

. t

3. Camino

¿Y aquel otrocaminito del cielopor donde anoche fueronnuestros ojos ?

Cuatro príncipes iban sobre él;cuatro pilares de aquel puenteque soñamos tenderdel hoy al siempre.

¡Oh dolor, sin tu vino acedoni la píldora cle opio de la luna,ya estariamos en lo €terno !

-. . . Y soñar cn la fácil aventura.

CROMO

Las ovejas lricierol¡de la senda un torr('nt(:€spumoso tle rrtc:rjesalmidonados con ('xcrso,

Page 52: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

en que hunden las piernas,

estrujándolos, los pastores.

Se lloran unas cosasverdaderamente dran.ráticas,que la del ccnccrro ac,ltt¡xtñ:rgolpeando con los árl¡olesel cielo cóncavo <lc ltrottct'}

Van a in t ln t la¡ t ' l$ t r t ' l r l r , ¡

de nacimicnto r lc : r l l : i r t l r : r jo ,ouc no ' sosrr t 'c lu t t 's t : t : t r ' : t l l t t lchai Í , r . ' í , . , ' ln l . . ' , v i ' i t ' t l tcs,('n (lu(' ya sc cscribicrotrl;rs Jralabras rnirs lastimeras. : : ' : :

I'ero las plañideras ilustres-¡ oh, Nausicaa, oh, Hernán Cortés !-

podrán tener su busto

de mármol en el pueblo:

un busto al naturaly hasta con gemidos y lágrimas :verdaderos.

EL LAGO

1. Definiciones

Río sin manantial ni océano;

conciencia diamantina sin aYer;

26 2 7

'{

luciérnagr carila sobrc el prado;

pupila irfsonrnc;

espejo celcste; .f lor l íqu ida;cuna de marfilpara el corro cle lanchas párvulas

que meces cn tus brazos

azules, muerto azul.

2. Adán y Eaa

Brazo oscuro y sinuoso, 1a colina

ciñe (pero qué estrecho, hasta asfixiarle)

la cintura de htz del lago.

Tan apretadamente, que se llorapensando cn que no \¡a a poder cotnerse

\a manzana redonda de la luna,

que le of¡ece en la boca

azul aquel arroyo serpentino.

3. V entana

Al despertar, dttchazo saludable

de sol y cielo y aire de la sierra,

para los macilentos que aún tememos

levantarnos en la ciudad

asfixiados de humo y gasolina.

Page 53: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

en que hunden las piernas,

estrujándolos, los pastores.

Se lloran unas cosasverdaderamente dran.ráticas,que la del ccnccrro ac,ltt¡xtñ:rgolpeando con los árl¡olesel cielo cóncavo <lc ltrottct'}

Van a in t ln t la¡ t ' l$ t r t ' l r l r , ¡

de nacimicnto r lc : r l l : i r t l r : r jo ,ouc no ' sosrr t 'c lu t t 's t : t : t r ' : t l l t t lchai Í , r . ' í , . , ' ln l . . ' , v i ' i t ' t l tcs,('n (lu(' ya sc cscribicrotrl;rs Jralabras rnirs lastimeras. : : ' : :

I'ero las plañideras ilustres-¡ oh, Nausicaa, oh, Hernán Cortés !-

podrán tener su busto

de mármol en el pueblo:

un busto al naturaly hasta con gemidos y lágrimas :verdaderos.

EL LAGO

1. Definiciones

Río sin manantial ni océano;

conciencia diamantina sin aYer;

26 2 7

'{

luciérnagr carila sobrc el prado;

pupila irfsonrnc;

espejo celcste; .f lor l íqu ida;cuna de marfilpara el corro cle lanchas párvulas

que meces cn tus brazos

azules, muerto azul.

2. Adán y Eaa

Brazo oscuro y sinuoso, 1a colina

ciñe (pero qué estrecho, hasta asfixiarle)

la cintura de htz del lago.

Tan apretadamente, que se llorapensando cn que no \¡a a poder cotnerse

\a manzana redonda de la luna,

que le of¡ece en la boca

azul aquel arroyo serpentino.

3. V entana

Al despertar, dttchazo saludable

de sol y cielo y aire de la sierra,

para los macilentos que aún tememos

levantarnos en la ciudad

asfixiados de humo y gasolina.

Page 54: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

'.l}5F' -úrFtlat -.FFr-r c -,G-- ' (

Es también un trocito az'¡ l t lc l l : rgrr

con que adornarori t tucstt ' : t ct ' l t l ; t ,

como cot-r cl rctr: t tr l dc tt l t : t l tol ' l : -

que, <lcsd" cl r t tarco, l tos rt 'proclt : t

cada nochc t lc ¡t t tst:¡rci :r .

4. Alba

¡ El sol ! ¡Ill nttcvo sol ! l\,Iitl lrs rlttt ' hastalas voces cotl (lue lc :r¡rostrofrrme las torna tlc t lro.

¡ Qué ganas tlc t¡t it;trrtosnuestros trajcs tlc t lrtt, M<lctcztttt la,para qur t ' l sol cotr<¡tt ist:r<lor ntirara

todavía <le car¡lt ' vivlt y trirrida,la so,',llir,, dc tu cuerpoy mi cuerpo de sclrnbra !

5. En lancha

Remando por el cielo y Por el agua

pasa una cerca de noPales,

piragua innumerablecargada de crepúsculo.

ó. Instantá.nea

Tras la diurna función. el tramoyistadel crepúsculo recogiósus trucos de escenografía.

Los paseantes se guardan los prismáticos

con un poco de desencanto,y en los estuches de la Kodakesconden lo que pueden del paisaje.

Y el horizonte, devastadopor la rapacidadde los turistas y la noche,\¡a emigrando a mi coraz'n-por el río de luz de mi mirada-

en los lanchones, desbordadosde recuerdos y de silencio.

7. Elogio

I-as palabras más ricas,menguante aurirrosado dc la luna,

se me van por cl lago, vcrticales,en una temblorosa cxaltaci<in,a colgarse de ti.

Que los poetas -que todo lo sueñan-y los amantes -que lo tiencu todo-

son aquí tus mendigos humillados.

28 2 9

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Es también un trocito az'¡ l t lc l l : rgrr

con que adornarori t tucstt ' : t ct ' l t l ; t ,

como cot-r cl rctr: t tr l dc tt l t : t l tol ' l : -

que, <lcsd" cl r t tarco, l tos rt 'proclt : t

cada nochc t lc ¡t t tst:¡rci :r .

4. Alba

¡ El sol ! ¡Ill nttcvo sol ! l\,Iitl lrs rlttt ' hastalas voces cotl (lue lc :r¡rostrofrrme las torna tlc t lro.

¡ Qué ganas tlc t¡t it;trrtosnuestros trajcs tlc t lrtt, M<lctcztttt la,para qur t ' l sol cotr<¡tt ist:r<lor ntirara

todavía <le car¡lt ' vivlt y trirrida,la so,',llir,, dc tu cuerpoy mi cuerpo de sclrnbra !

5. En lancha

Remando por el cielo y Por el agua

pasa una cerca de noPales,

piragua innumerablecargada de crepúsculo.

ó. Instantá.nea

Tras la diurna función. el tramoyistadel crepúsculo recogiósus trucos de escenografía.

Los paseantes se guardan los prismáticos

con un poco de desencanto,y en los estuches de la Kodakesconden lo que pueden del paisaje.

Y el horizonte, devastadopor la rapacidadde los turistas y la noche,\¡a emigrando a mi coraz'n-por el río de luz de mi mirada-

en los lanchones, desbordadosde recuerdos y de silencio.

7. Elogio

I-as palabras más ricas,menguante aurirrosado dc la luna,

se me van por cl lago, vcrticales,en una temblorosa cxaltaci<in,a colgarse de ti.

Que los poetas -que todo lo sueñan-y los amantes -que lo tiencu todo-

son aquí tus mendigos humillados.

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8. En tonchl

Venía pers iguiónt lor tos, la v ic ja

barca oxiclatla rlt: lrt l tttta,

con su carg;r rlt ' ;rr).riultcs populares,h "

I

Ilr:r ntt'nos lllcbcyantrt 'stra lancha, y más rápida:

l;r rlcjábamos lejos, y de pronto

chocri en un pico de la sierra:

narlic contó las víctimas,

l)cro su sangfe oscura

t'r:r ocóano sobre el lago.

9. Colores, 1

La colina, rosada, en el agua,

y la sierra, azul, en el agua,

y el sol, caído y púrpura, en el agua,

y la orla de manto de la orilla,

verde bordado de la primavera

colegiala, imperfecto, sobre el agua.

Mi mirada, clara y vehemente,

de un cristal más limpio que el agua,

ida a todas las cosas, sobre el agua.

70. Colores, Z

Luego vendrán, modistos, ,el crepúsculo

y la lur ra de s iempre, , . , . -

y el nraniquí gcométrico,del monte

se verá en el azogue del, Jagosu túnica de grana,

de iris, dc oro, de pla{a.

Hasta que se muera la luna

y le guardemos, todos, . luto.

11. En lancha

Cuando hasta en las pupilas fué de noche,

las lucecitas de la orilla

salieron a encontrarnos, alargándonossus brazos temblorosos sobre el agua.

¡ Qué largo escalof río el nuestro, entonces !,

porque todos sabíamos historias

en que Caperucita se perdía

en la boca de lobo de la nochc.

¡Qué lástima !, ¡qué ,lágtima !

Daba aquello tal pena,

que, como no podíamos salvarlas,

apretando los ojos, las matamos.

3 0 3r

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8. En tonchl

Venía pers iguiónt lor tos, la v ic ja

barca oxiclatla rlt: lrt l tttta,

con su carg;r rlt ' ;rr).riultcs populares,h "

I

Ilr:r ntt'nos lllcbcyantrt 'stra lancha, y más rápida:

l;r rlcjábamos lejos, y de pronto

chocri en un pico de la sierra:

narlic contó las víctimas,

l)cro su sangfe oscura

t'r:r ocóano sobre el lago.

9. Colores, 1

La colina, rosada, en el agua,

y la sierra, azul, en el agua,

y el sol, caído y púrpura, en el agua,

y la orla de manto de la orilla,

verde bordado de la primavera

colegiala, imperfecto, sobre el agua.

Mi mirada, clara y vehemente,

de un cristal más limpio que el agua,

ida a todas las cosas, sobre el agua.

70. Colores, Z

Luego vendrán, modistos, ,el crepúsculo

y la lur ra de s iempre, , . , . -

y el nraniquí gcométrico,del monte

se verá en el azogue del, Jagosu túnica de grana,

de iris, dc oro, de pla{a.

Hasta que se muera la luna

y le guardemos, todos, . luto.

11. En lancha

Cuando hasta en las pupilas fué de noche,

las lucecitas de la orilla

salieron a encontrarnos, alargándonossus brazos temblorosos sobre el agua.

¡ Qué largo escalof río el nuestro, entonces !,

porque todos sabíamos historias

en que Caperucita se perdía

en la boca de lobo de la nochc.

¡Qué lástima !, ¡qué ,lágtima !

Daba aquello tal pena,

que, como no podíamos salvarlas,

apretando los ojos, las matamos.

3 0 3r

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12

Pasaluos jsta nocl¡(., rnar, soñándote,Vicntc.¡s de frorrtla <1uc de ti llegaban,1-lurl;rnrl<¡ cl espion:rjt: de los montes,ngs lricicron l)cnsar si prolongabashasta nucstro rincón de alclea y lago-tan bovino, tan uranso, tan hesié<lico-tu rebclión intcrrrrlnable.

Como el nublado al cielo sus cstrellas,nos saquearon la troje de los sueños-igual qne otras, ayer, al vecinclario-,tus vientos insurrectos.

13. Aprcndisaje

Arroyo recto y lúci<lo:

eres colno mirada de discípulocon que el ojo del lagoaprende la quictud cle las montañas.

El día que no corras

será que el lago, muerto,

habrá aprendido ya a cerrar los ojos,o que se los habrá cerrado, manoceleste y fernenina,

alguna nubc.

14. Zirahuén

E,res, mío, más dulce que tu nombre,

tan dulce, sólo, como tú.

Se te parecen algo el manso párroco,

los ojos de los asnos, mis palabras,

y la colina, frágil, bajo el sol.

15. Adiós

Cuán entrañablemente me dolía

arrancarme mis ojos de sus ojos,

que ataba con cadenas de cristal

r¡i feliz vasallaje de r¡irarle.

Si hasta el tren -¡ qué lento se iba !-,

hasta el tren 1o sentía y se lnarchaba

asonantando el suyo al paso de la tarde,

cargando su recuerdo -también vidrio-

como con miedo de romperlo

si saltaba, corriendo, las montañas.

Todavía, por un claro del monte,

sacó un brazo redondo y lúcido

para despedirme. O sería

más bien para retenerrne.

) ¿ 3 1

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Pasaluos jsta nocl¡(., rnar, soñándote,Vicntc.¡s de frorrtla <1uc de ti llegaban,1-lurl;rnrl<¡ cl espion:rjt: de los montes,ngs lricicron l)cnsar si prolongabashasta nucstro rincón de alclea y lago-tan bovino, tan uranso, tan hesié<lico-tu rebclión intcrrrrlnable.

Como el nublado al cielo sus cstrellas,nos saquearon la troje de los sueños-igual qne otras, ayer, al vecinclario-,tus vientos insurrectos.

13. Aprcndisaje

Arroyo recto y lúci<lo:

eres colno mirada de discípulocon que el ojo del lagoaprende la quictud cle las montañas.

El día que no corras

será que el lago, muerto,

habrá aprendido ya a cerrar los ojos,o que se los habrá cerrado, manoceleste y fernenina,

alguna nubc.

14. Zirahuén

E,res, mío, más dulce que tu nombre,

tan dulce, sólo, como tú.

Se te parecen algo el manso párroco,

los ojos de los asnos, mis palabras,

y la colina, frágil, bajo el sol.

15. Adiós

Cuán entrañablemente me dolía

arrancarme mis ojos de sus ojos,

que ataba con cadenas de cristal

r¡i feliz vasallaje de r¡irarle.

Si hasta el tren -¡ qué lento se iba !-,

hasta el tren 1o sentía y se lnarchaba

asonantando el suyo al paso de la tarde,

cargando su recuerdo -también vidrio-

como con miedo de romperlo

si saltaba, corriendo, las montañas.

Todavía, por un claro del monte,

sacó un brazo redondo y lúcido

para despedirme. O sería

más bien para retenerrne.

) ¿ 3 1

Page 60: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

rrñelt

Palabras oscuras, que entoncesme parecían, iay!, tan claras.Hoy me estaría aquí pensandohasta el alba, desesperadamente,sin arranca¡les un sentido:

¡tan de otro me suenan,tan lejanas !

En cambio ésta aún no moduladaque en mí dirá una voz innata,

¡ qué desnuda Ia siento,qué nueva aún y ya quó conocida !

Está en rní -y en ti, libro,como un recién nacido en el regazofrío de este silencio, este cadáver,hoy, de aquellas palabras.

3 4

LINEA

o

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rrñelt

Palabras oscuras, que entoncesme parecían, iay!, tan claras.Hoy me estaría aquí pensandohasta el alba, desesperadamente,sin arranca¡les un sentido:

¡tan de otro me suenan,tan lejanas !

En cambio ésta aún no moduladaque en mí dirá una voz innata,

¡ qué desnuda Ia siento,qué nueva aún y ya quó conocida !

Está en rní -y en ti, libro,como un recién nacido en el regazofrío de este silencio, este cadáver,hoy, de aquellas palabras.

3 4

LINEA

o

Page 62: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

SOMBRA

Mi estrclla -<1ycla L:orrer_. se apagó hace años. Nadie

sabría ya de clónde llega su luz, entre los dedos de la<listancia. Te he hablado ya, Natanael, de los cucrpos sinsornbra. Mira, alrora, mi sombra sin cucrpo. Y el cco deuna voz que no suena. Y el agua de cse río <1ue, arriba,cstá ya scco, corno al cer¡arle de pronto la llavc al surtidor,

cl chorro mutilado sube un instante todavía. Conro cstc libr<¡r:ntre tus manos, Natanael. e

IlL HIIITMANO DEL HITO PRODIGO

Todo está a punto de partir. Ilna cruz alada persigna

al cielo. Los rnilitares cortan las últirnas estrellas para

abotonarse el uniforme. Los árboles están ya formados, el

menor tan lejano. Los corderos hacen el oleaje. IJna casita

enana se sube a ttna peña, para espiar sobre el honrbro de

t 7

Page 63: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

SOMBRA

Mi estrclla -<1ycla L:orrer_. se apagó hace años. Nadie

sabría ya de clónde llega su luz, entre los dedos de la<listancia. Te he hablado ya, Natanael, de los cucrpos sinsornbra. Mira, alrora, mi sombra sin cucrpo. Y el cco deuna voz que no suena. Y el agua de cse río <1ue, arriba,cstá ya scco, corno al cer¡arle de pronto la llavc al surtidor,

cl chorro mutilado sube un instante todavía. Conro cstc libr<¡r:ntre tus manos, Natanael. e

IlL HIIITMANO DEL HITO PRODIGO

Todo está a punto de partir. Ilna cruz alada persigna

al cielo. Los rnilitares cortan las últirnas estrellas para

abotonarse el uniforme. Los árboles están ya formados, el

menor tan lejano. Los corderos hacen el oleaje. IJna casita

enana se sube a ttna peña, para espiar sobre el honrbro de

t 7

Page 64: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

sus hermanas, )' se l)onc, roja, a llorar, agitando en lamano o en la chin.rellur su 1>añuclo de hulno.

Detrás de los pírrlxrclos cstir cspcrando cste paisaje. ¿Leabriré? En la sala h;ry nulrt 's o cortinas. A esta hora seencienden las luces, pcro lrrs t,ri i j"res no se hun puesto deacuerdo sobre cl t ie rn1>o, 1' t l vi lr j tro vll i l extraviarse.-¿Por qué l legas tan tardc?, l t ' t l i l r ' r l l . \ 'conro ya todas sehab¡án casado, é1, que es nri lrt 'r 'null lo l l l ;r\ 'or, no podráaconsejarme la huída. ': '

Y en la oscuridad acariciaró su voz hcri<la. Pcro yo noasistiré al banquete dc nrañana, porque todo está a punto departir y, arrojándosc rlcstle aquí, si ' l lega ya muerto al cielo.

ESPETO VACIO

Busco desde mañana hasta el últir¡o día recordadono puedo ver dondc te olí primero

supiera al menos en qué ángulo te deshojaste desveladaaquel día fumabas para hacerte máscaras de hur¡oahora ninguna te disfraza más quc el aireesa sombra a la izquierda del sol es la que te desnudaahora es la mitad negra de tu rostro la exactatu realidad es el rnisterio de la palabra que nada nombra

Sufro tu voz caída poesía

se movía en árboles y se unta ahora en mudas alfombrassabes que hay voces que nunca se muestran desdobladasalgunos maniquíes mal enseñados nunca giran

hacen girar en torno suyo a las que quisieran comprarlos

3 8 3 9

ú

Ya no sé cuántos rostros hay que tirar para ser ángeleshe esperado hacia atrás el año de los vicios impuneslos gano sólo para esta sombra inmerecicl¿mírala regarse también en la tierra para oírte

VIENTO

Llega, no se sabe de dónde, a todas partes. Sólo ignorael juego del orden, rnaestro en todos. Paso la lnano por suespalda y se alarga como tln gato. -Su araña es el rincón;le acecha, disfrazado de nada, de abstracción geométrica.Parece que no es nada su arrecife al revés. Y l lega el vientoy en él se estrella, ráfaga a ráfaga, deshojado. Queda unr¡ontón de palabras secas cll los rincones cle los libros.

Me salí a la tardc, a donde todas, lzrs rnujercs posabanpara Victorias de Sarnotracia. Las casas cantaban I.a tral,cra,precisamente. Las norias de viento errs:ty:rban su crit l igo <lcseñales, que sólo yo entendía. Por csc¡ tr.¡rlos lrrc prcgurrt:rlxrrrla hora. Llevaba atada dc mi muircca la conrcta rlcl sol.

t

En aquel paseo conocí tanrbión ¡r la Ilermana Anlr, cor)-serje de un hotel, encarg:rda dc abrir todas las pr-rcrtas,incansablementc, para ser guil lotinada por 1¿ últirna. A RarbaAzul ya lo l lamaban cielo.

X

A todas las amamos, obccleciendo a sus clásicos, sin pre-guntar sus nornbres. Ahora a ti vov a amarte sin pre-guntar tu cuerpo. Huyes deslizándote en cl trineo <lel frío.

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sus hermanas, )' se l)onc, roja, a llorar, agitando en lamano o en la chin.rellur su 1>añuclo de hulno.

Detrás de los pírrlxrclos cstir cspcrando cste paisaje. ¿Leabriré? En la sala h;ry nulrt 's o cortinas. A esta hora seencienden las luces, pcro lrrs t,ri i j"res no se hun puesto deacuerdo sobre cl t ie rn1>o, 1' t l vi lr j tro vll i l extraviarse.-¿Por qué l legas tan tardc?, l t ' t l i l r ' r l l . \ 'conro ya todas sehab¡án casado, é1, que es nri lrt 'r 'null lo l l l ;r\ 'or, no podráaconsejarme la huída. ': '

Y en la oscuridad acariciaró su voz hcri<la. Pcro yo noasistiré al banquete dc nrañana, porque todo está a punto departir y, arrojándosc rlcstle aquí, si ' l lega ya muerto al cielo.

ESPETO VACIO

Busco desde mañana hasta el últir¡o día recordadono puedo ver dondc te olí primero

supiera al menos en qué ángulo te deshojaste desveladaaquel día fumabas para hacerte máscaras de hur¡oahora ninguna te disfraza más quc el aireesa sombra a la izquierda del sol es la que te desnudaahora es la mitad negra de tu rostro la exactatu realidad es el rnisterio de la palabra que nada nombra

Sufro tu voz caída poesía

se movía en árboles y se unta ahora en mudas alfombrassabes que hay voces que nunca se muestran desdobladasalgunos maniquíes mal enseñados nunca giran

hacen girar en torno suyo a las que quisieran comprarlos

3 8 3 9

ú

Ya no sé cuántos rostros hay que tirar para ser ángeleshe esperado hacia atrás el año de los vicios impuneslos gano sólo para esta sombra inmerecicl¿mírala regarse también en la tierra para oírte

VIENTO

Llega, no se sabe de dónde, a todas partes. Sólo ignorael juego del orden, rnaestro en todos. Paso la lnano por suespalda y se alarga como tln gato. -Su araña es el rincón;le acecha, disfrazado de nada, de abstracción geométrica.Parece que no es nada su arrecife al revés. Y l lega el vientoy en él se estrella, ráfaga a ráfaga, deshojado. Queda unr¡ontón de palabras secas cll los rincones cle los libros.

Me salí a la tardc, a donde todas, lzrs rnujercs posabanpara Victorias de Sarnotracia. Las casas cantaban I.a tral,cra,precisamente. Las norias de viento errs:ty:rban su crit l igo <lcseñales, que sólo yo entendía. Por csc¡ tr.¡rlos lrrc prcgurrt:rlxrrrla hora. Llevaba atada dc mi muircca la conrcta rlcl sol.

t

En aquel paseo conocí tanrbión ¡r la Ilermana Anlr, cor)-serje de un hotel, encarg:rda dc abrir todas las pr-rcrtas,incansablementc, para ser guil lotinada por 1¿ últirna. A RarbaAzul ya lo l lamaban cielo.

X

A todas las amamos, obccleciendo a sus clásicos, sin pre-guntar sus nornbres. Ahora a ti vov a amarte sin pre-guntar tu cuerpo. Huyes deslizándote en cl trineo <lel frío.

Page 66: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

I

Los perros del viento tira¡¡ de é1. Llevas cn la l l ' lano unacstrella, pero esto no es seguro, porqnc Lrs domingos hastalas luces nrás humildes sacan sus nrcjores galas y se vistende estrellas. Alguien, errocionaclo, te dcscubre en Ia OsaMavor y te retrata cn un,planisferio. Te p(xlc un nombregriego o te l lama colno a sns pobrcs hóroes. Itcro tú nornllresólo yo lo sé. El sol no me deja oírlo, cl ruido te me borra,me hacen olvidarte; pero de noche yo te sé. N'ombrc quenada nombras, nadie te impondrá acentos ortográficos, nadiete sujetará, inmóvil y relativamente eterno, en el epitafiode los diccionarios, Innombre.

ANTI-ORFEO

Pasa el ciclista pedaleando la pianola de la l luvia. Mi má-quina ernpieza a escribir sola y los tejarios tartar¡udeantelegrafía. Alargantos al arpa declos de r¡iradas. l_.a luzpasa de incógnito, y ni dentro ya cle la sala nos permitealzarle el vclo. Nuestras lnanos contra la ventana chorreansangre. El crirrren fué romper los violines de nuestras cor-batas; la ntía lo mereció: quería tocar nrarchas triunfales,y ya sabes que en esta casa no se disinrulan desórdenes.Pero la tuya, Orfco, no, que era sólo una corbata de toses.

Al cielo le gritaremos que el buen juez por su azulempieza el aseo, que coja esa espuma y que se seque losojos. Está encerrado, llora y llora, castellana cacariza, en eltorreón al revés del pozo.

Esos hombres están enamorados de la noche; abren elparaguas para llevar consigo, sobre sus cabezas, un trozo

4 0 .41

cle cielo nocturno. j l- inrreo no era tan l ince? Olvidó esosárboles transeúntes.

Cerramos los ojos, para reconocernos. Pero nos duelenrecucrdos imaginarios. IJna forma se precisa. El aire sehace r¡ás y rnás delgado, conmovido, para entrar por Iacerradura a la pieza vecina, <londe alguien l lora. Nuestraforma aprende caricias de consuelo. Entonces yo, para norecordar a Verlaine, dije tu nombre. Un murciélago echóa volar en pleno día, bajo tu tos - quise decir, bajo la l luvia.

RAICES GRiEGAS

Le ponen un trozo de hielo sobre la frente. El pelo negro,l iso, lo estaña y es un espejo. Sostiene así, sobre su cabeza,bucn cquil ibrista, todas las luces del bar. Su compañera,

¡r:rr:t <liscnlparsc o para desquitarse, se vuelve a sonreírnos.Vií.ntlosc en t ' l hielo, sc alarga los ojos, saca un tubo <lcs;, ',.] l (, ¡r;rr;r t 'rrr0jt,ct 'rst ' el cor¿rzrin <1ue lt: cuclg:r, aar,r-,,r lf

( 's : r : ; r r ' {J( ) l l : rs r l . l rs s ; r l r ' : r j t 's , r l t ' l : t n l r r iz .I ' r ' r , ¡ r . s r l l ( ) s ( s r ; l r l ( ) s t r i s t ( s l ) ( , r ' < .1 g r i t ' g , i r r : r s i b l c r l c l

r r r i ' , l ico. No r - t . t 'or '< l : r r r ros s i t , l t ¡ ! i r i ¡ r r r t ,s t r . l r t .u for ia o nosrccoi l r t .n<l j ur r : r c i r r t : r t .u l r : r ¡ r t . l i ; r s ; r l r : r t in ; r . S i hablara unt'spañol lr/rs t ' lcgr'rt(,, ' l(. l l()s'.(:rbi,r, r l ' tkrj: iríanros sin res-pucsta: i esa rnnjcr ( lu( 'sc rc tu( . rcr , r lc p ie, cscr ib iendo enel airc una larnbda griega, triangulizando sus piernas untrozo del pavimento.

Page 67: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

I

Los perros del viento tira¡¡ de é1. Llevas cn la l l ' lano unacstrella, pero esto no es seguro, porqnc Lrs domingos hastalas luces nrás humildes sacan sus nrcjores galas y se vistende estrellas. Alguien, errocionaclo, te dcscubre en Ia OsaMavor y te retrata cn un,planisferio. Te p(xlc un nombregriego o te l lama colno a sns pobrcs hóroes. Itcro tú nornllresólo yo lo sé. El sol no me deja oírlo, cl ruido te me borra,me hacen olvidarte; pero de noche yo te sé. N'ombrc quenada nombras, nadie te impondrá acentos ortográficos, nadiete sujetará, inmóvil y relativamente eterno, en el epitafiode los diccionarios, Innombre.

ANTI-ORFEO

Pasa el ciclista pedaleando la pianola de la l luvia. Mi má-quina ernpieza a escribir sola y los tejarios tartar¡udeantelegrafía. Alargantos al arpa declos de r¡iradas. l_.a luzpasa de incógnito, y ni dentro ya cle la sala nos permitealzarle el vclo. Nuestras lnanos contra la ventana chorreansangre. El crirrren fué romper los violines de nuestras cor-batas; la ntía lo mereció: quería tocar nrarchas triunfales,y ya sabes que en esta casa no se disinrulan desórdenes.Pero la tuya, Orfco, no, que era sólo una corbata de toses.

Al cielo le gritaremos que el buen juez por su azulempieza el aseo, que coja esa espuma y que se seque losojos. Está encerrado, llora y llora, castellana cacariza, en eltorreón al revés del pozo.

Esos hombres están enamorados de la noche; abren elparaguas para llevar consigo, sobre sus cabezas, un trozo

4 0 .41

cle cielo nocturno. j l- inrreo no era tan l ince? Olvidó esosárboles transeúntes.

Cerramos los ojos, para reconocernos. Pero nos duelenrecucrdos imaginarios. IJna forma se precisa. El aire sehace r¡ás y rnás delgado, conmovido, para entrar por Iacerradura a la pieza vecina, <londe alguien l lora. Nuestraforma aprende caricias de consuelo. Entonces yo, para norecordar a Verlaine, dije tu nombre. Un murciélago echóa volar en pleno día, bajo tu tos - quise decir, bajo la l luvia.

RAICES GRiEGAS

Le ponen un trozo de hielo sobre la frente. El pelo negro,l iso, lo estaña y es un espejo. Sostiene así, sobre su cabeza,bucn cquil ibrista, todas las luces del bar. Su compañera,

¡r:rr:t <liscnlparsc o para desquitarse, se vuelve a sonreírnos.Vií.ntlosc en t ' l hielo, sc alarga los ojos, saca un tubo <lcs;, ',.] l (, ¡r;rr;r t 'rrr0jt,ct 'rst ' el cor¿rzrin <1ue lt: cuclg:r, aar,r-,,r lf

( 's : r : ; r r ' {J( ) l l : rs r l . l rs s ; r l r ' : r j t 's , r l t ' l : t n l r r iz .I ' r ' r , ¡ r . s r l l ( ) s ( s r ; l r l ( ) s t r i s t ( s l ) ( , r ' < .1 g r i t ' g , i r r : r s i b l c r l c l

r r r i ' , l ico. No r - t . t 'or '< l : r r r ros s i t , l t ¡ ! i r i ¡ r r r t ,s t r . l r t .u for ia o nosrccoi l r t .n<l j ur r : r c i r r t : r t .u l r : r ¡ r t . l i ; r s ; r l r : r t in ; r . S i hablara unt'spañol lr/rs t ' lcgr'rt(,, ' l(. l l()s'.(:rbi,r, r l ' tkrj: iríanros sin res-pucsta: i esa rnnjcr ( lu( 'sc rc tu( . rcr , r lc p ie, cscr ib iendo enel airc una larnbda griega, triangulizando sus piernas untrozo del pavimento.

Page 68: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

1*I

II

REMORDIMIENTO

Le cerraría a esa tarde que entra <lc noche sjndespertarru('

unpez vuela a mi sueño sin arrug:rr la piel de espejodel.agua

me debiera cortar su frío contlctola sombra empieza a sal)Íirar rt¡ir lo-s si la hiere ,: ,ut

, .mas 1n1111ma

los mineros que naccn r l t ' lo .s l r r r t í ¡ r r r r las huelen día mi nochecómo será mi sucño siguicnte sirr n:rrla más que yo muertomi yo mío nr i ránr l rnr t ' s i r r , , jos

A todas horas es aqucllrr lror;r sicrn¡rrt,muerta

el paso de los l-narinos hlrcía tle la tit.rnr otro barcorntrs l{ l '¿ltoe

el mar se quitaba corpiños a cada ola un poco rnírs rlr lgacloyo no hubiera creído nunca la Odisca sin cl vicntr¡ f ir jeirndolaun borracho iba del bar al horizonte con un blrlancco

.afmonloso

que Diógenes me dictó aquella dura palabra me duelesin herida

si Dios me tapaba el sol es que era suyo

POlitrIA Ii]\I eUE SE USA MIJCHOLA PALABRA AMOR

Coinienza aquí una palabra vestida de sueño más músicalleva puñados de árboles en el viento pausado rle Orfeoen los ojos menos grandes que el sol pero mucho.

mas vlrgenesmañanas eternas y que llegan hasta parís y hasta Chinaese otro ojo azul de párpados de oro en el dedono sabrías sin el Niágara a tu espalda de espumatampoco el sueño duro en que ya nada cabe corno nada

en el huevoiba el sabio bajo la fábula y volvió la cabezanadie sino él mismo recogía las hierbas desdeñadasasí me lloro vacío y lleno de mi pobreza como de sombra

O acabo de inventar la linea rectatoclo cl horizonte f¡acasa después de sus mil siglos de ensayosel mar no te lo perdonará nunca mi Dionysosrccucrrla aquclla postura en que yo era tu tío y que

ha eter¡rizaclootra fotogr:rfía <lt 'st 'nfocarla por un tcmblor <lc tierr¿r

en la luna

ir

III

Vl l rNTo

Cuando quise volver, no había ya nattic nr;rs r¡ut, :rr¡ut,lfrío seco, en cucli l las, fakir famélico. Cogí un rincrin <le rni

4 tA L

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II

REMORDIMIENTO

Le cerraría a esa tarde que entra <lc noche sjndespertarru('

unpez vuela a mi sueño sin arrug:rr la piel de espejodel.agua

me debiera cortar su frío contlctola sombra empieza a sal)Íirar rt¡ir lo-s si la hiere ,: ,ut

, .mas 1n1111ma

los mineros que naccn r l t ' lo .s l r r r t í ¡ r r r r las huelen día mi nochecómo será mi sucño siguicnte sirr n:rrla más que yo muertomi yo mío nr i ránr l rnr t ' s i r r , , jos

A todas horas es aqucllrr lror;r sicrn¡rrt,muerta

el paso de los l-narinos hlrcía tle la tit.rnr otro barcorntrs l{ l '¿ltoe

el mar se quitaba corpiños a cada ola un poco rnírs rlr lgacloyo no hubiera creído nunca la Odisca sin cl vicntr¡ f ir jeirndolaun borracho iba del bar al horizonte con un blrlancco

.afmonloso

que Diógenes me dictó aquella dura palabra me duelesin herida

si Dios me tapaba el sol es que era suyo

POlitrIA Ii]\I eUE SE USA MIJCHOLA PALABRA AMOR

Coinienza aquí una palabra vestida de sueño más músicalleva puñados de árboles en el viento pausado rle Orfeoen los ojos menos grandes que el sol pero mucho.

mas vlrgenesmañanas eternas y que llegan hasta parís y hasta Chinaese otro ojo azul de párpados de oro en el dedono sabrías sin el Niágara a tu espalda de espumatampoco el sueño duro en que ya nada cabe corno nada

en el huevoiba el sabio bajo la fábula y volvió la cabezanadie sino él mismo recogía las hierbas desdeñadasasí me lloro vacío y lleno de mi pobreza como de sombra

O acabo de inventar la linea rectatoclo cl horizonte f¡acasa después de sus mil siglos de ensayosel mar no te lo perdonará nunca mi Dionysosrccucrrla aquclla postura en que yo era tu tío y que

ha eter¡rizaclootra fotogr:rfía <lt 'st 'nfocarla por un tcmblor <lc tierr¿r

en la luna

ir

III

Vl l rNTo

Cuando quise volver, no había ya nattic nr;rs r¡ut, :rr¡ut,lfrío seco, en cucli l las, fakir famélico. Cogí un rincrin <le rni

4 tA L

Page 70: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

recámara y me lo eclré sobre los hombros. I-¿ nochc mequitaba esta sábana para el hijo mimado. La pared se alejabajugando con é1.

Me puse a r¡irar el Niágara que había, detrás y arriba,y la instalación de turbinas necesaria para alimentar alfavoltios de soles y de estrellas. Le pregunté a Esopo a quéhora l legaría: "Anda", me dijo, pues quería calcular lavelocidad de mi marcha y la fterza de mis ideas generales.Pero ahí estaba el vicnto, para contar mis versos con losdedos. Deshojaba unas margaritas negras, y el último pétalo

decía que no invariablcmentc. En vano denuncié a gritos. latrampa. Todas las casas estaban ciegas y sordas como tapias.Hasta las paredes. Hasta los que usan monoclo habríanllorado.

Llamé tan fuerte, qrr(' s(' cayó una estrella: "Formulaun deseo", me dijo mi i ingcl. I intonces abrí el estuche deterciopelo negro y fuí sacan<lo las cosas dcl mundo, poco

a poco, ordenándollas. Alguit 'n 5in dcspcrtar, dt:jaba dedormir y l loraba. El sol es¡riaba-cauto rntrc <los lomas siya 1o habría arreglado yo todo, conlo los ct'rrlr icos que miranpor un agujerito del telón el estarlo rlel público.

Sonó el cencerro, al cucllo <lt ' l ;r iglcsia, y las casas

echaron a andar rumbo al campo y llcgaron a mí, que no

podía ir a ellas. qb

ALEGORIA

Hemos perclido el tren. ¡ Qué gusto | ¿ Qué pena ? Abrimoslas maletas; cada recuerdo vuelve a su sitio. Nos leen lib¡os

sin importancia. Nos miman, nos gradúan paulatinamenteen gastronomía.

Luego salin-ros a la calle, y al gritar que nos han robado-¡ pero si no acusamos a nadie !- hay un señor patéticoque of rcce: -Que se me registre.

Es un lendedor de almanaques. Vocea el más AntiguoGalván. Se tiñe de cristal las barbas y parece lampiño.Es posible que no tenga, en efecto, nuestro reloj. ¿Vamoshaciendo el inventario ? Una guadaña cortaplumas, en lamuñeca un reloj de arena. Alguna bolsa secreta, sin embargo,nos faltará por registra¡. Nuestros compañeros no sabenzoologia, pero ya hemos advertido en él cosas de cansuro.

Lo desnudamos al fin y lo sacamos a él mismo, toclo deoro, dc su bolsa de marsupial. Luego la cosa es muyaburrida, porque tiene él otra bolsa, en la que también estáé1, que a su vez tiene una bolsa.. .

¿ Cuándo acabaremos de leer a proust ?

NAIPE

listoy escuchando tras de la puerta. No es correcto, perohablarl rk, nrí: hc oírlo rni nombre, Juan, Francisco, quésó y<l crr:i l , ¡rt.ro rrrío. l,- l honrllre que es sólo una fotografíarlc rni ¡xrrlrt. -rurrla rnírs, cn la noche, cl rostro y la barbamás b lancos t ¡ut . l ; r l ¡ lancur ; r - , t .sc honr l r rc af i rnra ( l r lc esyo ; a l za l a r , oz : " . . t ' on )o n r r . l l : uno . . . " N r ¡ < ¡ i f ¡ o l ) i cn c l f i _nal , pero conr¡r r t ' l r r lo r ¡ut ' l r : r ¡ r r r r rurrc i ; r r l0 nr i l r r r l r r l r r t , , ¡ rut .s r l t ,pronto se lc I ra oscrr r t .c i r lo t . l r .ost ro t l r r r r l r i t ln , I ' r . i r sr j lo seve su barba cautlal.

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recámara y me lo eclré sobre los hombros. I-¿ nochc mequitaba esta sábana para el hijo mimado. La pared se alejabajugando con é1.

Me puse a r¡irar el Niágara que había, detrás y arriba,y la instalación de turbinas necesaria para alimentar alfavoltios de soles y de estrellas. Le pregunté a Esopo a quéhora l legaría: "Anda", me dijo, pues quería calcular lavelocidad de mi marcha y la fterza de mis ideas generales.Pero ahí estaba el vicnto, para contar mis versos con losdedos. Deshojaba unas margaritas negras, y el último pétalo

decía que no invariablcmentc. En vano denuncié a gritos. latrampa. Todas las casas estaban ciegas y sordas como tapias.Hasta las paredes. Hasta los que usan monoclo habríanllorado.

Llamé tan fuerte, qrr(' s(' cayó una estrella: "Formulaun deseo", me dijo mi i ingcl. I intonces abrí el estuche deterciopelo negro y fuí sacan<lo las cosas dcl mundo, poco

a poco, ordenándollas. Alguit 'n 5in dcspcrtar, dt:jaba dedormir y l loraba. El sol es¡riaba-cauto rntrc <los lomas siya 1o habría arreglado yo todo, conlo los ct'rrlr icos que miranpor un agujerito del telón el estarlo rlel público.

Sonó el cencerro, al cucllo <lt ' l ;r iglcsia, y las casas

echaron a andar rumbo al campo y llcgaron a mí, que no

podía ir a ellas. qb

ALEGORIA

Hemos perclido el tren. ¡ Qué gusto | ¿ Qué pena ? Abrimoslas maletas; cada recuerdo vuelve a su sitio. Nos leen lib¡os

sin importancia. Nos miman, nos gradúan paulatinamenteen gastronomía.

Luego salin-ros a la calle, y al gritar que nos han robado-¡ pero si no acusamos a nadie !- hay un señor patéticoque of rcce: -Que se me registre.

Es un lendedor de almanaques. Vocea el más AntiguoGalván. Se tiñe de cristal las barbas y parece lampiño.Es posible que no tenga, en efecto, nuestro reloj. ¿Vamoshaciendo el inventario ? Una guadaña cortaplumas, en lamuñeca un reloj de arena. Alguna bolsa secreta, sin embargo,nos faltará por registra¡. Nuestros compañeros no sabenzoologia, pero ya hemos advertido en él cosas de cansuro.

Lo desnudamos al fin y lo sacamos a él mismo, toclo deoro, dc su bolsa de marsupial. Luego la cosa es muyaburrida, porque tiene él otra bolsa, en la que también estáé1, que a su vez tiene una bolsa.. .

¿ Cuándo acabaremos de leer a proust ?

NAIPE

listoy escuchando tras de la puerta. No es correcto, perohablarl rk, nrí: hc oírlo rni nombre, Juan, Francisco, quésó y<l crr:i l , ¡rt.ro rrrío. l,- l honrllre que es sólo una fotografíarlc rni ¡xrrlrt. -rurrla rnírs, cn la noche, cl rostro y la barbamás b lancos t ¡ut . l ; r l ¡ lancur ; r - , t .sc honr l r rc af i rnra ( l r lc esyo ; a l za l a r , oz : " . . t ' on )o n r r . l l : uno . . . " N r ¡ < ¡ i f ¡ o l ) i cn c l f i _nal , pero conr¡r r t ' l r r lo r ¡ut ' l r : r ¡ r r r r rurrc i ; r r l0 nr i l r r r l r r l r r t , , ¡ rut .s r l t ,pronto se lc I ra oscrr r t .c i r lo t . l r .ost ro t l r r r r l r i t ln , I ' r . i r sr j lo seve su barba cautlal.

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Page 72: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Vamos por esa alta vereda, una línea sólo, un alarnbre

a 1o más, del filo de las doce. Y cabe é1 a rrri lado, sin

embargo, porque es el retrato de mi padrc. Si cambiara

su paso, si no fuera tan igual al rnío, par:i llo scntirmc

tan solo; si su voz sonara distinta, y cn otra boca que la

mia, para no mascarme la lengua. .r

Hay una lámpara a la dcrecha; acaso cl sol. En ella se

suicidan mariposas tle rostros rltal rccorclarlos. El, como

está desnudo, se cupeita cn ir rlcl otro laclo, r'esticlo de mi

sombra; es tan leve, quc le b:rst¿l apoyarse en la sombra

de mi bastón para no cAnsarsc nurlca'

En este naipc sc dibuja, arriba, un jack de corazones,

en la mitad de abajo u¡t r('y <lt' cs¡radas insonrnc, que es sll

reflejo absurdo, l imitaclos por l:t l í¡rea invisible del f i lo dc

las doce. Pucs soy dt¡nasiarlo l lrnipiiro para mi sombra, es-

pejo que anticipa mctlio siglo la_,inr:igcn.

I 'OT.]T1C]A

Esta forma, la más bella quc los vicios, Int: hierc y escapa

por el techo. Nunca lo hubiera sospt'ch:rtlo tlt' una forma

que se llama Ma¡ía. Y es que no ptnsó t'n quc jamás to-

maba el ascensor, temía las esc.l*rus .llhu g.".'. cardíaca,

y, sin embargo, subía a menudo hasta mi cuarto.

Nos conocimos en el jardín de una postal' A mí, bigotes

de miel y mejillas comestibles, los chicos del pueblo me

encargaban substituirlos en la memoria de sus novias' Y

llegué a ella paloma para ella de un mensaje que cantaba:

"siempre estarás oliendo en mí."

Esta forma no les creía. Me prestaba sus orejas paraque overa el mar en un caracol, o su torso para quc tocarala guitarra. Abría su mano como un abanico y todos lostermómetros bajaban al cero. Para reírse <le mí me dióa morder su seno, y el cristal me cortó la boca. Siempreandaba desnuda, pues las .telas se hacían aire sobre sucuerpo, y tenia esa grupa exagerada de los desnudos <leKisling, sólo corregida su voluptuosidad por llamarse María.

A veces la mataba y sólo me reprochaba mi gusto porla vida: "¡ Qué truculento tu realismo, hijo !" -Pero no lacreáis, no era mi madre. Y hoy que quise enseñarle la retó-rica, me hirió en cl rostro y huyó por el techo.

LA INHUMANA

Que encienda la ventana de su asfixiado interiorrmpreslonrsta

la robaré a esa noche que mella sueño a sueño su contornoaguda pero afuerasea el brillo rígido ya de un litoral solo de proas tododibujo de palabras de menta que cuelga un frío del

mediodíatodos cabalgando sus sombras y ella diáfana v ella sí libresin más que un iris a sus pies de vidrio tatuada cle sonrisasin sombra sin Narciso afuera afucra

n

VIENTO

Recuerdo el paraje <lcl airc dondc sc guardan las c:rrt¿sperdidas, Ias palabras quc dccirnos, cuan<lo pasa lrn tren,

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Vamos por esa alta vereda, una línea sólo, un alarnbre

a 1o más, del filo de las doce. Y cabe é1 a rrri lado, sin

embargo, porque es el retrato de mi padrc. Si cambiara

su paso, si no fuera tan igual al rnío, par:i llo scntirmc

tan solo; si su voz sonara distinta, y cn otra boca que la

mia, para no mascarme la lengua. .r

Hay una lámpara a la dcrecha; acaso cl sol. En ella se

suicidan mariposas tle rostros rltal rccorclarlos. El, como

está desnudo, se cupeita cn ir rlcl otro laclo, r'esticlo de mi

sombra; es tan leve, quc le b:rst¿l apoyarse en la sombra

de mi bastón para no cAnsarsc nurlca'

En este naipc sc dibuja, arriba, un jack de corazones,

en la mitad de abajo u¡t r('y <lt' cs¡radas insonrnc, que es sll

reflejo absurdo, l imitaclos por l:t l í¡rea invisible del f i lo dc

las doce. Pucs soy dt¡nasiarlo l lrnipiiro para mi sombra, es-

pejo que anticipa mctlio siglo la_,inr:igcn.

I 'OT.]T1C]A

Esta forma, la más bella quc los vicios, Int: hierc y escapa

por el techo. Nunca lo hubiera sospt'ch:rtlo tlt' una forma

que se llama Ma¡ía. Y es que no ptnsó t'n quc jamás to-

maba el ascensor, temía las esc.l*rus .llhu g.".'. cardíaca,

y, sin embargo, subía a menudo hasta mi cuarto.

Nos conocimos en el jardín de una postal' A mí, bigotes

de miel y mejillas comestibles, los chicos del pueblo me

encargaban substituirlos en la memoria de sus novias' Y

llegué a ella paloma para ella de un mensaje que cantaba:

"siempre estarás oliendo en mí."

Esta forma no les creía. Me prestaba sus orejas paraque overa el mar en un caracol, o su torso para quc tocarala guitarra. Abría su mano como un abanico y todos lostermómetros bajaban al cero. Para reírse <le mí me dióa morder su seno, y el cristal me cortó la boca. Siempreandaba desnuda, pues las .telas se hacían aire sobre sucuerpo, y tenia esa grupa exagerada de los desnudos <leKisling, sólo corregida su voluptuosidad por llamarse María.

A veces la mataba y sólo me reprochaba mi gusto porla vida: "¡ Qué truculento tu realismo, hijo !" -Pero no lacreáis, no era mi madre. Y hoy que quise enseñarle la retó-rica, me hirió en cl rostro y huyó por el techo.

LA INHUMANA

Que encienda la ventana de su asfixiado interiorrmpreslonrsta

la robaré a esa noche que mella sueño a sueño su contornoaguda pero afuerasea el brillo rígido ya de un litoral solo de proas tododibujo de palabras de menta que cuelga un frío del

mediodíatodos cabalgando sus sombras y ella diáfana v ella sí libresin más que un iris a sus pies de vidrio tatuada cle sonrisasin sombra sin Narciso afuera afucra

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VIENTO

Recuerdo el paraje <lcl airc dondc sc guardan las c:rrt¿sperdidas, Ias palabras quc dccirnos, cuan<lo pasa lrn tren,

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Page 74: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

seguros de no ser oídos, y los globos de colores que elcielo va deshaciendo -bolas de caramelo- cada vez rnáspequeños hasta ser sólo un punto en su boca azul, y luegonada, sino cl l lanto, abajo, de los niños a quienes se es-caparon.

Alí Babá llega todas las mañanas a guardar ahí su botín;por la noche, cuando baja a la tierra y al mar, vigila suretrato, que es sr'lo un vcntilador eléctrico. Sin el espanta-pájaros este las cosas ccharían a volar.

También rccucrtlo una gruta submarina en cuyo httecose había quedado prisioncro, para siempre, un pocú deviento. Con los años hal¡ía cnlnndecido y estaba paralítico.Entre las rejas <lc :rlgas se ¿rsomaban los peces chicos, en-señándole la lengu;r, -r, cuando el viento jugaba, afuera, a latormenta, cl agu;r st, vt'ng:rba oprinriéndolo para ahogarlo;crujía trcmend;rlnt'ntt ' su carne inasible, y en vano se de-fendía hundii 'ntlolc al ;rgua balas dc br.rrbujas.

Y rect¡crtlr¡ t:rnrlri i 'n t 's;r hora dcl sucño dondc sc escondenlos hechos r¡uc l;rr¡ ' ir l :r r lesrlcira. Yo ¡r:rsab:r, toclas las noches,y :rrrancaba a hurtarl i l las :rlgun;rs iurirgt'ncs. Como el sol melas borraba, crtr¡>ecé :r gu:rrrl:rrlas rn ul1 l ibro de vcrsos.Pero ahí cst:rb:ur ¡nl 'rs nlucrtas totlavía.

, f I 'OI,OGIAS;¡¡-

Como caía la tarcle, cl techo sc levantaba, poco a poco,hasta perderse de vista. Y corno las paredes huían también,agazapándose, pronto la sala dejó de serlo, ilimitada. Alfondo estaba el hombre grueso y vehemente a quien mal

IfII

{

,{8 4 9

llamamos Chesterton. Entre sus dedos sólo Milhaud res-piraba.

Y como apenas íbamos al final, no había sucedido sinola música. No, no. También había sucediclo, un poco, lapintura.

Mientras sus hermanas destrozaban al músico, Euríclicese lamentaba, bisbiseando, a mi lado. Parecía una feminista,pero eras tú: -Sacamos siempre la peor parte. Si es unala que se vuelve, ya se sabe, estatua de sal. Y, si Orfeovuelve el rostro, es a una y no a él a quien de nuevoencierran en el infierno. No es justo, pero es divino.

Yo quería advertirte que en gricgo sc dice dc otro modo,pero por aquel tiempo empecé a tener la misma edad cle lospersonajes de mis sueños, para enseñarte a morir sin ruido.Me interesaban dos fichas o fechas equivocadas, y, si tehablaba, era sólo de ausencias, de manera que las palabrasse resignaban a hacer tan poco, tan casi nada, tan nada deruido como el silencio. Y nos sentíamos llenos de algo quepor comodidad llamamos simplemente Dios. Pero era otra,otra cosa.

EL ESTILO Y EL HOMBRI]

Tengo el oriente a mi derecha; ¿ qué hace entonces frentt 'a mí la Cruz del Sur? Alguno me explica la cuna v elsepulcro equidistantes, y l)ante grita en rnedio dcl c¿uninode la vida. Inúti l, no l legaré jamás a los cuarcnta, ni tn nri l.Mis amigas se alarman de lo lúgubre de mis idcas. I ixyloncnejemplos: Julieta extiende su abanico, para quc el otrosuba por él; los ángeles des¿tan sus cabellos por los agri-

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Page 75: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

seguros de no ser oídos, y los globos de colores que elcielo va deshaciendo -bolas de caramelo- cada vez rnáspequeños hasta ser sólo un punto en su boca azul, y luegonada, sino cl l lanto, abajo, de los niños a quienes se es-caparon.

Alí Babá llega todas las mañanas a guardar ahí su botín;por la noche, cuando baja a la tierra y al mar, vigila suretrato, que es sr'lo un vcntilador eléctrico. Sin el espanta-pájaros este las cosas ccharían a volar.

También rccucrtlo una gruta submarina en cuyo httecose había quedado prisioncro, para siempre, un pocú deviento. Con los años hal¡ía cnlnndecido y estaba paralítico.Entre las rejas <lc :rlgas se ¿rsomaban los peces chicos, en-señándole la lengu;r, -r, cuando el viento jugaba, afuera, a latormenta, cl agu;r st, vt'ng:rba oprinriéndolo para ahogarlo;crujía trcmend;rlnt'ntt ' su carne inasible, y en vano se de-fendía hundii 'ntlolc al ;rgua balas dc br.rrbujas.

Y rect¡crtlr¡ t:rnrlri i 'n t 's;r hora dcl sucño dondc sc escondenlos hechos r¡uc l;rr¡ ' ir l :r r lesrlcira. Yo ¡r:rsab:r, toclas las noches,y :rrrancaba a hurtarl i l las :rlgun;rs iurirgt'ncs. Como el sol melas borraba, crtr¡>ecé :r gu:rrrl:rrlas rn ul1 l ibro de vcrsos.Pero ahí cst:rb:ur ¡nl 'rs nlucrtas totlavía.

, f I 'OI,OGIAS;¡¡-

Como caía la tarcle, cl techo sc levantaba, poco a poco,hasta perderse de vista. Y corno las paredes huían también,agazapándose, pronto la sala dejó de serlo, ilimitada. Alfondo estaba el hombre grueso y vehemente a quien mal

IfII

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,{8 4 9

llamamos Chesterton. Entre sus dedos sólo Milhaud res-piraba.

Y como apenas íbamos al final, no había sucedido sinola música. No, no. También había sucediclo, un poco, lapintura.

Mientras sus hermanas destrozaban al músico, Euríclicese lamentaba, bisbiseando, a mi lado. Parecía una feminista,pero eras tú: -Sacamos siempre la peor parte. Si es unala que se vuelve, ya se sabe, estatua de sal. Y, si Orfeovuelve el rostro, es a una y no a él a quien de nuevoencierran en el infierno. No es justo, pero es divino.

Yo quería advertirte que en gricgo sc dice dc otro modo,pero por aquel tiempo empecé a tener la misma edad cle lospersonajes de mis sueños, para enseñarte a morir sin ruido.Me interesaban dos fichas o fechas equivocadas, y, si tehablaba, era sólo de ausencias, de manera que las palabrasse resignaban a hacer tan poco, tan casi nada, tan nada deruido como el silencio. Y nos sentíamos llenos de algo quepor comodidad llamamos simplemente Dios. Pero era otra,otra cosa.

EL ESTILO Y EL HOMBRI]

Tengo el oriente a mi derecha; ¿ qué hace entonces frentt 'a mí la Cruz del Sur? Alguno me explica la cuna v elsepulcro equidistantes, y l)ante grita en rnedio dcl c¿uninode la vida. Inúti l, no l legaré jamás a los cuarcnta, ni tn nri l.Mis amigas se alarman de lo lúgubre de mis idcas. I ixyloncnejemplos: Julieta extiende su abanico, para quc el otrosuba por él; los ángeles des¿tan sus cabellos por los agri-

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cultores que lloraban la scquía; el champán se hace albino.l' el vino de Lesbos sólo las rrariposas, .., .u. consonantestlesbordatlo, pueden libarlo.

Apollinaire y las inuchachas cn Chaputtepec. eueda elcco dcl agua que caía. l i lco r¡uc huclc _tierra húmeda, quetiene sabor-, aire húrrrc<lo; y color -y los siete del ir is.I lco suat'e de acariciar cn los crrlrr. l los húmedos.

Todas las barcas past;r¡l si lt,nciosas. Las niñas riesansus mejil las, ensayanrl. i ' jcrtrs rlt. jardinería .o' lo, ,rr,r_chachos, con los pcrros, (.()n sll l iropia mano. Baraiandocoches, el camino cartonr:'ult ico org:r¡riza los raptos. S. lu.gaal águila o sol, el águila st' r lut,¡.rut. i. el sol se pone. Muerenal trnisono 2222 cis:ñt.s; ;rl;rrg^rrrl. l lacia arriba los cuellos,son más bien 7777 ;rl rt.vi,s. l.t.s f;r ' l ta <iirector de orquestay no pudieron cnsíry:rr ¡ 'r l(.s ' lr¡(.ír. Su música dcsnuáa losárboles y pasa jurr lo ; r l<¡s ¡ r i í ios, h i r iéndolos en p ie l def lor . Cae, hcr i< la t l t ' rnrr t . r l r , , n l i s t .nsual i< lar t .

Empicza a so¡r l ; r r r ¡ r r r r t ¡ r t t . r l t , l i l r rcr ía. J_os l ibros vancltre<lando <k's¡¡r¡rl.s <l<. lr. j;rs, l¡rs alrnas <k: ¡l:rsioncs. Lar ' ¡ l t i ¡ r r . nra l l r " l i l i : r1" , " ; r ¡ l i , r ¡ r ic : r " , sc agi ta t , l l t . . l andén. Nose sabc <lc fi jo si r,s nr¡uro o un pañuclo, porque los gemelosno 'sc uti l iz¡,r <'¡rsi rrl¡( ' ,- l r)¡rra lccr pocmas. {Jn frío mara-vil l .so, rcrkrrrkr y blarrco, crc hiero cósmico, i lega directa-¡ut'ntc <lcsrlc l ir Vía l; ictca hasta mi nariz, como dicen quecn.st ,ñ¡¡ l lc ¡ ¡ I lanrrz l l t i rb igers.

NOVELA

En el país donde los hombres se quitan la corbata v elpaladar para comer, anocheció una vez un frac, compliiado

) u 5 l

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a la derecha por una gran sombra blanca. Había rlujeresquc salían a las ventanas y abandonaban la niejilla sobrecojincs de carne. Los domingos, el sol hacía inrpresionismo,incapaz de dibujar nada; los árbc¡les eran una sola manchaverdinegra; pasaron los atletas de la gran carÍera, y sedeshacían entre la niebla corno los radios de una ruedaque gira; las casas, olvidando su vital geometría de verticalesy horizontales, se retorcían de humo en un gótico, o rrnmudéjar, no recuerdo, insufrible. Nuestra Seño¡a de laAviación estaba al pie de todas las figuras, soplándolashacia arriba.

Después, un hijo del Greco me dió la noticia de quemi cuerpo iba en aquel frac excéntrico. Desde entonces eraya demasiado joven para no asombranne dc nacla. Adernás,mi so¡¡bra blanca se l lamaba muy lindo: Rcginning, Maybe,quién sabe cómo. Si le brillaban los ojos, era por sombraniña; pues no tenía pasado. Yo sí, pero lo carnbié por lrnlibro.

Cuando las seis hijas de Orlamunda -la menor estánluerta- hallaron la salida, se dieron cuenta de que con-tinuaban adentro. Eran el cortejo de bodas, y lo echarona perder todo con sus lamentos. "Tendrás que trabajar",

me lloraba mi madre. Iintonces le pedí a Nuestra Señora

de la Aviación que me soplara hacia arriba, pero los mi-lagros estaban prohibidos. La sombra blanca pesaba ya demárrnol a mi diestrar ¡l me crei vestido para la inauguración

de una estatua memorial. Mi discurso era correcto' -r¡Már-

mol en que doña Inés.. .tt- lt sin embargo, tampoco esteaño voy a ver¿rnear a una estrella.

Page 77: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

't

cultores que lloraban la scquía; el champán se hace albino.l' el vino de Lesbos sólo las rrariposas, .., .u. consonantestlesbordatlo, pueden libarlo.

Apollinaire y las inuchachas cn Chaputtepec. eueda elcco dcl agua que caía. l i lco r¡uc huclc _tierra húmeda, quetiene sabor-, aire húrrrc<lo; y color -y los siete del ir is.I lco suat'e de acariciar cn los crrlrr. l los húmedos.

Todas las barcas past;r¡l si lt,nciosas. Las niñas riesansus mejil las, ensayanrl. i ' jcrtrs rlt. jardinería .o' lo, ,rr,r_chachos, con los pcrros, (.()n sll l iropia mano. Baraiandocoches, el camino cartonr:'ult ico org:r¡riza los raptos. S. lu.gaal águila o sol, el águila st' r lut,¡.rut. i. el sol se pone. Muerenal trnisono 2222 cis:ñt.s; ;rl;rrg^rrrl. l lacia arriba los cuellos,son más bien 7777 ;rl rt.vi,s. l.t.s f;r ' l ta <iirector de orquestay no pudieron cnsíry:rr ¡ 'r l(.s ' lr¡(.ír. Su música dcsnuáa losárboles y pasa jurr lo ; r l<¡s ¡ r i í ios, h i r iéndolos en p ie l def lor . Cae, hcr i< la t l t ' rnrr t . r l r , , n l i s t .nsual i< lar t .

Empicza a so¡r l ; r r r ¡ r r r r t ¡ r t t . r l t , l i l r rcr ía. J_os l ibros vancltre<lando <k's¡¡r¡rl.s <l<. lr. j;rs, l¡rs alrnas <k: ¡l:rsioncs. Lar ' ¡ l t i ¡ r r . nra l l r " l i l i : r1" , " ; r ¡ l i , r ¡ r ic : r " , sc agi ta t , l l t . . l andén. Nose sabc <lc fi jo si r,s nr¡uro o un pañuclo, porque los gemelosno 'sc uti l iz¡,r <'¡rsi rrl¡( ' ,- l r)¡rra lccr pocmas. {Jn frío mara-vil l .so, rcrkrrrkr y blarrco, crc hiero cósmico, i lega directa-¡ut'ntc <lcsrlc l ir Vía l; ictca hasta mi nariz, como dicen quecn.st ,ñ¡¡ l lc ¡ ¡ I lanrrz l l t i rb igers.

NOVELA

En el país donde los hombres se quitan la corbata v elpaladar para comer, anocheció una vez un frac, compliiado

) u 5 l

¡

a la derecha por una gran sombra blanca. Había rlujeresquc salían a las ventanas y abandonaban la niejilla sobrecojincs de carne. Los domingos, el sol hacía inrpresionismo,incapaz de dibujar nada; los árbc¡les eran una sola manchaverdinegra; pasaron los atletas de la gran carÍera, y sedeshacían entre la niebla corno los radios de una ruedaque gira; las casas, olvidando su vital geometría de verticalesy horizontales, se retorcían de humo en un gótico, o rrnmudéjar, no recuerdo, insufrible. Nuestra Seño¡a de laAviación estaba al pie de todas las figuras, soplándolashacia arriba.

Después, un hijo del Greco me dió la noticia de quemi cuerpo iba en aquel frac excéntrico. Desde entonces eraya demasiado joven para no asombranne dc nacla. Adernás,mi so¡¡bra blanca se l lamaba muy lindo: Rcginning, Maybe,quién sabe cómo. Si le brillaban los ojos, era por sombraniña; pues no tenía pasado. Yo sí, pero lo carnbié por lrnlibro.

Cuando las seis hijas de Orlamunda -la menor estánluerta- hallaron la salida, se dieron cuenta de que con-tinuaban adentro. Eran el cortejo de bodas, y lo echarona perder todo con sus lamentos. "Tendrás que trabajar",

me lloraba mi madre. Iintonces le pedí a Nuestra Señora

de la Aviación que me soplara hacia arriba, pero los mi-lagros estaban prohibidos. La sombra blanca pesaba ya demárrnol a mi diestrar ¡l me crei vestido para la inauguración

de una estatua memorial. Mi discurso era correcto' -r¡Már-

mol en que doña Inés.. .tt- lt sin embargo, tampoco esteaño voy a ver¿rnear a una estrella.

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PARTIA Y MORIA

La casa sale por la vcntana, arrojada por la lánrpara. I-osespejos --despilfarrarlos, gastan ,u ,u.ldo cl día rle pago_lo aprueban.

En ese cuadro cn que estoy muerto, se mueve tu mano,pero no pu",ii. impedir que me vea, traslúcida. Acabo deganar Ia etcrnirlad de

_esa postura, y me molesta que me

hayan recibirlo tan fríamente. No -e atrevo a dejar elsomb¡ero; le rloy vucltas entre mis dedos de atmósfera.Los tres írngulo.s dt.l rincón me oprimen cerrándose hastala asfixia, y no ¡rut'rro valerrne. Ese m".co rosado no le con_viene¿l asuntc¡. l)ój:rnrc nrirarme cn tus diehtes, para ponerleuno del rojo rrrírs rojo.

Los númcros nr(. :ulr(.n:rzan. Si los oigo, sabré todo lo detu vida, tus años, lus ¡lt,sl;rñls, tus tlt,r lo.s, totlo lo quc ahoracae, inmtivil, coll){) t,rr l lrs grut:r.s _c.s¡racio <le sólo trcs di-mensiones.

Nada. Vivi 'ros cll fotografía. Si los que .uernre' 'ossoñaran, crcerían cstar soñando. ¿eué negro ha gritado?Vamos a salir dcsenfocados, y se <ies.sp.r".á el iue "stádetrás de la$luna, retratándonos. El vienio empuja el cielo,pero tú dices que ha bajado el telón dc la ventana. Duérmeteya, vámonos.

Las cosas que entrancuarto. Lo sabemos,

INTERIOR

por el silencio empiezan a llegar alporque nos dejamos olvidados allá

5 2

¿dentro los ojos. La soledad llega por los espejos vacíos;la muerte baja de los cuadros, rompiendo sus vitrinas clemuseo; los rincones se abren como granadas para que entreel gri l lo con sus alfi leres; y, aunque nos olvidemos de apa_gar la luz, la oscuridad da una luz negra más potente quet'cl ipsa a la otra.

Pero no son éstas las cosas que entran por el silcncio,sin. otras nrás suti les aún ; si nos hubiéramos clcjaclo ol ' iclatlatambién la boca, sabríamos nombrarlas. para sugcrirlas, lospreceptistas aconsejan hablar de paralelas c.1uc, sin clejar deserlo, se cncuentran y se besan. pcro los ¡riños que re-suelven ecuaciones de segundo graclo sc suiciclan .i"-pr"en cuanto llegan a los ochenta años,-y prcferimos por esomirar sin nombres lo que entra por el silencio, y dejar quetodos sigan afirrnando que dos y rlos son cuatro.

HISTORIA SAGITADA

Se hablaba de un <lesfi le de camellos bajo cl arco cle triunfodel ojo clc las a¡¡ujas. De rernolcadores conro tortngas, bajoel puente dc Brooklyn. Un niño levantaba cn su diáboloese paisaje cn cl rluc Cristo araba el nrar. Ser¡braba arnor,pero los pcriódicos se obstinaban en hablar sólo dc tcrn-pestades. Lo demás sucedía, todo y siempre, subrnarino,subterráneo y subconsciente. lJn ciego cogía cl arcoíris eimprovisaba solos de violin en el horizonte. pasaban losaeroplanos sobre el alambre de su estela, tcnclienrlo ropaa secar. Las nubes ¡ro se cuidaban de merecer nada. El cielo

5 t\

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PARTIA Y MORIA

La casa sale por la vcntana, arrojada por la lánrpara. I-osespejos --despilfarrarlos, gastan ,u ,u.ldo cl día rle pago_lo aprueban.

En ese cuadro cn que estoy muerto, se mueve tu mano,pero no pu",ii. impedir que me vea, traslúcida. Acabo deganar Ia etcrnirlad de

_esa postura, y me molesta que me

hayan recibirlo tan fríamente. No -e atrevo a dejar elsomb¡ero; le rloy vucltas entre mis dedos de atmósfera.Los tres írngulo.s dt.l rincón me oprimen cerrándose hastala asfixia, y no ¡rut'rro valerrne. Ese m".co rosado no le con_viene¿l asuntc¡. l)ój:rnrc nrirarme cn tus diehtes, para ponerleuno del rojo rrrírs rojo.

Los númcros nr(. :ulr(.n:rzan. Si los oigo, sabré todo lo detu vida, tus años, lus ¡lt,sl;rñls, tus tlt,r lo.s, totlo lo quc ahoracae, inmtivil, coll){) t,rr l lrs grut:r.s _c.s¡racio <le sólo trcs di-mensiones.

Nada. Vivi 'ros cll fotografía. Si los que .uernre' 'ossoñaran, crcerían cstar soñando. ¿eué negro ha gritado?Vamos a salir dcsenfocados, y se <ies.sp.r".á el iue "stádetrás de la$luna, retratándonos. El vienio empuja el cielo,pero tú dices que ha bajado el telón dc la ventana. Duérmeteya, vámonos.

Las cosas que entrancuarto. Lo sabemos,

INTERIOR

por el silencio empiezan a llegar alporque nos dejamos olvidados allá

5 2

¿dentro los ojos. La soledad llega por los espejos vacíos;la muerte baja de los cuadros, rompiendo sus vitrinas clemuseo; los rincones se abren como granadas para que entreel gri l lo con sus alfi leres; y, aunque nos olvidemos de apa_gar la luz, la oscuridad da una luz negra más potente quet'cl ipsa a la otra.

Pero no son éstas las cosas que entran por el silcncio,sin. otras nrás suti les aún ; si nos hubiéramos clcjaclo ol ' iclatlatambién la boca, sabríamos nombrarlas. para sugcrirlas, lospreceptistas aconsejan hablar de paralelas c.1uc, sin clejar deserlo, se cncuentran y se besan. pcro los ¡riños que re-suelven ecuaciones de segundo graclo sc suiciclan .i"-pr"en cuanto llegan a los ochenta años,-y prcferimos por esomirar sin nombres lo que entra por el silencio, y dejar quetodos sigan afirrnando que dos y rlos son cuatro.

HISTORIA SAGITADA

Se hablaba de un <lesfi le de camellos bajo cl arco cle triunfodel ojo clc las a¡¡ujas. De rernolcadores conro tortngas, bajoel puente dc Brooklyn. Un niño levantaba cn su diáboloese paisaje cn cl rluc Cristo araba el nrar. Ser¡braba arnor,pero los pcriódicos se obstinaban en hablar sólo dc tcrn-pestades. Lo demás sucedía, todo y siempre, subrnarino,subterráneo y subconsciente. lJn ciego cogía cl arcoíris eimprovisaba solos de violin en el horizonte. pasaban losaeroplanos sobre el alambre de su estela, tcnclienrlo ropaa secar. Las nubes ¡ro se cuidaban de merecer nada. El cielo

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Page 80: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

marinero furnatia echando el humo por los ojos. y cornoera el día tlÉl ;uic;o, toclos los gallos tocaban sus cornetas.anuncianr lo la nochc.

Dcsfuós dil Diltn,io, t-l carnino cojeaba un poco;le i l ie¡onlas muletas dc un ¡rut' ' te. IJnas mujeres le prendían sobre laespalda banderil las rle lujo. También yo cojeaba, heridoen el tendón del nlrrslo por el ángel nono, en la escalerade la noche. La ccrca <le piedra se reflejaba exacta en elcamino. La sierpc rlc ¡rit,clra tenía en su boca la manzana.De cerca parccía un :irllol redondo, pues estaba verde. poreso la mujer no st, l:r corrría toda. Adán llo¡aba con laf rente. "¿ Tú crt 't 's ;rúrn t,n las cigüeñas ?',, ' le interru_pi"su pérfida csposa. Y torlos t,stábamos tristes, porque ya porentonces sólo cra cl \/erlro solo.

Pero, cn re¿lirla<l, 1':r lrabía cmpczaclo el l ibro por elíndice.

|) MAI{AVTI-I-AS Dii I-A VOLUNTAD

Oh, Miss Flannah, ¿ quién tuvo la culpa ? _Tú, atada almármol, ¿no lo eras también, helada y virgen? Oh, MissHannah, Capicúa: 1o sajón te lo leía yo en el rostro, peroen el pie mis amigas, que te lo veían inmenso, todo elOriente en los suyos tapatíos. Capicúa. _Ay, tu sajonavoluntad sin empleo.

IJna luna ¡ival cortó afilada el candado de los leonesverdaderos. Miss Hannah, atada al márrnol, para devoradade mentirijillas, y el Director que huía, y las armas inútilespor sus balas de salva, y sálvese el que puecla, y Miss

54 ) )

ft

Hannah no podía, y el lréroe no lo era tanto, y ella erala Ingenua en ac1uella película, pero aírn no la escena enque tenía que llorar y no la había ensavado.

La elegancia, decía Brummel, es pasar inadvcrtido. ¿ euémás la vida, en aquel trance? Pero desaparecer er-a inrposible,y su terror, creciente voluntad de salvarse, y deseó y logróconvertirse en maniquí. Los leones no pierden cl ticmpo<levorando paja, pues ignoran las ventajas de ser vegttariano.Si husmean carne cerca, la respetan.

Pero ya maniquí, ¡adiós voluntad !, jariás scrás la In-genua. El Director dice que sí, y te adapta un curiosomecanismo para terminar la película. I-a E,mpresa saleganando tu sueldo fabuloso y yo este sueño capicúa.

AUTORRETRATO O DEL SUBWAY

1. Perfil

Viento nomás pero corregido en cauces de flautacon el pecado de nombrar quemándome hijo en un hilo rle

mls oJos suspensoadiós alta flor sin miedo y sin tacha condenada a la

Geografíay a un litoral con sexo tú vertical pura inhnnranaadiós Manhattan abstracción roída de tiempo y dc

mi prisma incxorablecaerfantasma anochecido de aquel río que sc soñaba encontrado

en un solo caucet

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marinero furnatia echando el humo por los ojos. y cornoera el día tlÉl ;uic;o, toclos los gallos tocaban sus cornetas.anuncianr lo la nochc.

Dcsfuós dil Diltn,io, t-l carnino cojeaba un poco;le i l ie¡onlas muletas dc un ¡rut' ' te. IJnas mujeres le prendían sobre laespalda banderil las rle lujo. También yo cojeaba, heridoen el tendón del nlrrslo por el ángel nono, en la escalerade la noche. La ccrca <le piedra se reflejaba exacta en elcamino. La sierpc rlc ¡rit,clra tenía en su boca la manzana.De cerca parccía un :irllol redondo, pues estaba verde. poreso la mujer no st, l:r corrría toda. Adán llo¡aba con laf rente. "¿ Tú crt 't 's ;rúrn t,n las cigüeñas ?',, ' le interru_pi"su pérfida csposa. Y torlos t,stábamos tristes, porque ya porentonces sólo cra cl \/erlro solo.

Pero, cn re¿lirla<l, 1':r lrabía cmpczaclo el l ibro por elíndice.

|) MAI{AVTI-I-AS Dii I-A VOLUNTAD

Oh, Miss Flannah, ¿ quién tuvo la culpa ? _Tú, atada almármol, ¿no lo eras también, helada y virgen? Oh, MissHannah, Capicúa: 1o sajón te lo leía yo en el rostro, peroen el pie mis amigas, que te lo veían inmenso, todo elOriente en los suyos tapatíos. Capicúa. _Ay, tu sajonavoluntad sin empleo.

IJna luna ¡ival cortó afilada el candado de los leonesverdaderos. Miss Hannah, atada al márrnol, para devoradade mentirijillas, y el Director que huía, y las armas inútilespor sus balas de salva, y sálvese el que puecla, y Miss

54 ) )

ft

Hannah no podía, y el lréroe no lo era tanto, y ella erala Ingenua en ac1uella película, pero aírn no la escena enque tenía que llorar y no la había ensavado.

La elegancia, decía Brummel, es pasar inadvcrtido. ¿ euémás la vida, en aquel trance? Pero desaparecer er-a inrposible,y su terror, creciente voluntad de salvarse, y deseó y logróconvertirse en maniquí. Los leones no pierden cl ticmpo<levorando paja, pues ignoran las ventajas de ser vegttariano.Si husmean carne cerca, la respetan.

Pero ya maniquí, ¡adiós voluntad !, jariás scrás la In-genua. El Director dice que sí, y te adapta un curiosomecanismo para terminar la película. I-a E,mpresa saleganando tu sueldo fabuloso y yo este sueño capicúa.

AUTORRETRATO O DEL SUBWAY

1. Perfil

Viento nomás pero corregido en cauces de flautacon el pecado de nombrar quemándome hijo en un hilo rle

mls oJos suspensoadiós alta flor sin miedo y sin tacha condenada a la

Geografíay a un litoral con sexo tú vertical pura inhnnranaadiós Manhattan abstracción roída de tiempo y dc

mi prisma incxorablecaerfantasma anochecido de aquel río que sc soñaba encontrado

en un solo caucet

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volvei'rcn la caída noche al subibaja del Niágaraqué David tira esta piedra de aire y esconde la honda

y no hay al frente una frente que nos justif ique habitantesde este eco dn sueños

sino un sonámbulo ángel relojero que nos despierta enla estación precisa

adiós sensual sueño sr:nsual Teclogía al Sur del sueñohav cosas ay quc ¡los hicre saber sin los sentidos

2. I:uclo

Vcrrt;tnrr ;r no ruirs ¡r:rislrjr y sin más dimensiones que

el tiempo

nochc dc ccrlxrt:rna ¡los :ur)íul( 'c('rí;r un sol de alarrbre sólo

hay p:i jaros (luc r.ro :rcli¡natan su ritrno a un poco balasr-íos alpinist:rs (luc n:rc('n ¿rl nivtl r ' lc sucños sin pájarosy no se rnucren ni rn:rt¿n ¿r bal:rs pcrdidas rlue naclie ha

,ut Sritadoahorcada cortina sombra dura que corriges mi inglés y

mi julio

rlli pnlso inseguro línea del frío bailada de electricidadalambrista

enjaulados nosotros o el tiempo cebra inmóvil patinadoraen llamas

la prisa une los postes la reja es ya nluro se desplumacontra él la plegaria

pisada lineal los numerales hacen hoy más esta ciudaduna me¡a hipótesis

\ A 5 7

recuerdo una sonrisa que yo sabía pronunciar delgadola llamaba Carmen de ti

y también alguien que era más sensual y más puro

y qué pena en realidad el sueño no se casa con sus amantes

y se amanece al fin de vez en Yez de nieve espumade un mar'más alto

llamémosla en llamas Jesús. rl

!

Page 83: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

volvei'rcn la caída noche al subibaja del Niágaraqué David tira esta piedra de aire y esconde la honda

y no hay al frente una frente que nos justif ique habitantesde este eco dn sueños

sino un sonámbulo ángel relojero que nos despierta enla estación precisa

adiós sensual sueño sr:nsual Teclogía al Sur del sueñohav cosas ay quc ¡los hicre saber sin los sentidos

2. I:uclo

Vcrrt;tnrr ;r no ruirs ¡r:rislrjr y sin más dimensiones que

el tiempo

nochc dc ccrlxrt:rna ¡los :ur)íul( 'c('rí;r un sol de alarrbre sólo

hay p:i jaros (luc r.ro :rcli¡natan su ritrno a un poco balasr-íos alpinist:rs (luc n:rc('n ¿rl nivtl r ' lc sucños sin pájarosy no se rnucren ni rn:rt¿n ¿r bal:rs pcrdidas rlue naclie ha

,ut Sritadoahorcada cortina sombra dura que corriges mi inglés y

mi julio

rlli pnlso inseguro línea del frío bailada de electricidadalambrista

enjaulados nosotros o el tiempo cebra inmóvil patinadoraen llamas

la prisa une los postes la reja es ya nluro se desplumacontra él la plegaria

pisada lineal los numerales hacen hoy más esta ciudaduna me¡a hipótesis

\ A 5 7

recuerdo una sonrisa que yo sabía pronunciar delgadola llamaba Carmen de ti

y también alguien que era más sensual y más puro

y qué pena en realidad el sueño no se casa con sus amantes

y se amanece al fin de vez en Yez de nieve espumade un mar'más alto

llamémosla en llamas Jesús. rl

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PERSEO VENCIDO

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PERSEO VENCIDO

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Page 86: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

a JosÉ VRscoNcELos ll

MADRIGAL POR MEDUSA

No me sueltes los ojos astillados,se me dispersarían sin la cárcelde hallar tu mano al rehuír tu frente,dispersos en la prisa de salvarme.

Embelesado el pulso, como nochefeliz cuyos minutos no contamos,que es noche nada más, anror dormitlo,dolor bisiesto emparedado en años.

Cante el pez sitibundo, preso en reclesde algas en tus cabellos serpentinos,pero su voz se hiele en tu gargantay no rornpa mi muerte con su grito.

Déjame así, de estatua de mí mismo,la cabeza que no corté, en la mano,la espada sin honor, perdido todolo que gané, menos el gesto huraño. t

6 l

Page 87: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

a JosÉ VRscoNcELos ll

MADRIGAL POR MEDUSA

No me sueltes los ojos astillados,se me dispersarían sin la cárcelde hallar tu mano al rehuír tu frente,dispersos en la prisa de salvarme.

Embelesado el pulso, como nochefeliz cuyos minutos no contamos,que es noche nada más, anror dormitlo,dolor bisiesto emparedado en años.

Cante el pez sitibundo, preso en reclesde algas en tus cabellos serpentinos,pero su voz se hiele en tu gargantay no rornpa mi muerte con su grito.

Déjame así, de estatua de mí mismo,la cabeza que no corté, en la mano,la espada sin honor, perdido todolo que gané, menos el gesto huraño. t

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Page 88: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

SINDBAD EL VARADO

(rrrecone lo rrnnrno)

Encoutrarás tierra distinta de tu tierra,pero tu alma es una sola y no encon-trarás otra.

correveidile colibrí, estático

dentro del halo de su movimiqpto.

Y no hablas. No hables,

que no tienes ya voz de adivinanza

y acaso te he perdido con saberte,

y acaso estás acluí, de pronto inmóvil,

tierra que me acogió de noche náufrago

y que al alba descubro isla desierta y árida,

y me voy por tu orilla, pensativo, y no encuentro

el litoral ni el nombre oue te deseaba en la tormenta.

Iista mañana me consume en su rcscoldo la

sin ella no creería cn la escalcra inaccesiblc

ni cn su hermoso guardián insobornable:

aquí me hirió su mano, aquí su sueño,

en Emel su sonrisa, en luz su poesía,

su desamor me agobia en tu mirada.

Y luché contra el ma¡ toda la noche,

desde Homero hasta Joseph Conrad,para llegar a tu rostro desiertoy en su arcna leer que nada espere,que no espere misterio, que no espere.

conctencra

de mis l lagas;

de la noche

Because IBecause IBecause I

Sindbod cl Marino

do not hopc 10 l l rnr : lgaindo not hopedo not hope to turlr.

I . 5. ¿t-roT

Día primero,

EL NAUFRAGIO

Esta mañana te sorprendo con el rostro tan desnudoque temblamos;

sin más que un aire de haber sido y sólo estar, ahora,un aire que te cuelga de los ojos y los dientes,

Con la mañana derogaron las estrellas sus señales y sus leyes

y es inútil que el cartógrafo dibuje rios secos en la palma

de la mano.

62 6 3

Page 89: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

SINDBAD EL VARADO

(rrrecone lo rrnnrno)

Encoutrarás tierra distinta de tu tierra,pero tu alma es una sola y no encon-trarás otra.

correveidile colibrí, estático

dentro del halo de su movimiqpto.

Y no hablas. No hables,

que no tienes ya voz de adivinanza

y acaso te he perdido con saberte,

y acaso estás acluí, de pronto inmóvil,

tierra que me acogió de noche náufrago

y que al alba descubro isla desierta y árida,

y me voy por tu orilla, pensativo, y no encuentro

el litoral ni el nombre oue te deseaba en la tormenta.

Iista mañana me consume en su rcscoldo la

sin ella no creería cn la escalcra inaccesiblc

ni cn su hermoso guardián insobornable:

aquí me hirió su mano, aquí su sueño,

en Emel su sonrisa, en luz su poesía,

su desamor me agobia en tu mirada.

Y luché contra el ma¡ toda la noche,

desde Homero hasta Joseph Conrad,para llegar a tu rostro desiertoy en su arcna leer que nada espere,que no espere misterio, que no espere.

conctencra

de mis l lagas;

de la noche

Because IBecause IBecause I

Sindbod cl Marino

do not hopc 10 l l rnr : lgaindo not hopedo not hope to turlr.

I . 5. ¿t-roT

Día primero,

EL NAUFRAGIO

Esta mañana te sorprendo con el rostro tan desnudoque temblamos;

sin más que un aire de haber sido y sólo estar, ahora,un aire que te cuelga de los ojos y los dientes,

Con la mañana derogaron las estrellas sus señales y sus leyes

y es inútil que el cartógrafo dibuje rios secos en la palma

de la mano.

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{

I

Día d,os,EL MAR VIEJO

Varado en alta sierra, que el diluvioy et vagar de la huída terminaron.

Te ascendieron a cielo, mar, y a turbiosy lentos nubarrones a tu olea.¡e.Por tu plateada orilla de eucaliptossalta el pez r.olador llamado alondra,mas yo estoy cn la noche de tu fondodesvelado en la cuenta de mis rnuertos:el Lerma cenagoso, que enjugabala desesperación de los saúces;el Rímac, sitibundo entre los rnédanos;el helado diamante del Mackenziey la esmeralda sin tallar del Guayas,todos en ti con mi memoria hundidos.mar jubilado cielo, mar varado.

Día tres,

AL ESPEJO

Me quedo en tus pupilas, sin convite a tu fiesta de fantasmas.Adentro todos trenzan sus efímeros lazos,yo solo afuera, y sin amor, mas prisionero,

yo, mozo de cordel, con mi lamento, a tu ventana,yo, nuevo triste, yo, nuevo romántico.

Dentro de ti las nupcias de hielo al sol del árbol y la nube,

pareadas risas que se pierdenpor perdidos senderos,

la inevitable luna casi líquida,el agua rota en trinos y en su música un lirio y una abeja

en su esugma

y en su aguijón tu anhelo de olvidarme.

Yo, en alta mar de cieloestrenando mi cárcel de jamases y siempres.

Dentro de ti, la casa, sus palmeras, su playa,

el mal agüero de los pavos reales,jaibas bibliopiratas que amueblan sus guaridas con

tnls versos,

y al fondo el amarillo amargo mar de Mazatlán

por el que soplan ráfagas de nombres.

Mas si gritan el mío responden muchos rostros que yono conocla

o que borró una esponja calada de minutos

como el de ese párvulo que esta noche se si"nt. solo e íntimo

y que suele llorar ante el retrato

de un gambusino rubio que se quemó en rosales de sangreal mediodía.

Día cuatro,

ALMANAQUE

Todos los días 4 son domingosporque los Owen nacen ese día,

cuando É1, pues descansa, no vigilay huyen de sed en sed por su delirio.

64 6 5

Page 91: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

{

I

Día d,os,EL MAR VIEJO

Varado en alta sierra, que el diluvioy et vagar de la huída terminaron.

Te ascendieron a cielo, mar, y a turbiosy lentos nubarrones a tu olea.¡e.Por tu plateada orilla de eucaliptossalta el pez r.olador llamado alondra,mas yo estoy cn la noche de tu fondodesvelado en la cuenta de mis rnuertos:el Lerma cenagoso, que enjugabala desesperación de los saúces;el Rímac, sitibundo entre los rnédanos;el helado diamante del Mackenziey la esmeralda sin tallar del Guayas,todos en ti con mi memoria hundidos.mar jubilado cielo, mar varado.

Día tres,

AL ESPEJO

Me quedo en tus pupilas, sin convite a tu fiesta de fantasmas.Adentro todos trenzan sus efímeros lazos,yo solo afuera, y sin amor, mas prisionero,

yo, mozo de cordel, con mi lamento, a tu ventana,yo, nuevo triste, yo, nuevo romántico.

Dentro de ti las nupcias de hielo al sol del árbol y la nube,

pareadas risas que se pierdenpor perdidos senderos,

la inevitable luna casi líquida,el agua rota en trinos y en su música un lirio y una abeja

en su esugma

y en su aguijón tu anhelo de olvidarme.

Yo, en alta mar de cieloestrenando mi cárcel de jamases y siempres.

Dentro de ti, la casa, sus palmeras, su playa,

el mal agüero de los pavos reales,jaibas bibliopiratas que amueblan sus guaridas con

tnls versos,

y al fondo el amarillo amargo mar de Mazatlán

por el que soplan ráfagas de nombres.

Mas si gritan el mío responden muchos rostros que yono conocla

o que borró una esponja calada de minutos

como el de ese párvulo que esta noche se si"nt. solo e íntimo

y que suele llorar ante el retrato

de un gambusino rubio que se quemó en rosales de sangreal mediodía.

Día cuatro,

ALMANAQUE

Todos los días 4 son domingosporque los Owen nacen ese día,

cuando É1, pues descansa, no vigilay huyen de sed en sed por su delirio.

64 6 5

Page 92: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Y, además, que ha de ser martes el 13

en que sabrán mi vida por mi muerte.

Día cinco,

VIRGIN ISLANDS

Me acerco a las prudentes Islas Vírgenes(la canela y cl sándalo, el ébano y las perlas,y otras, las rubias, el añil y el ámbar)pero son demasi¿do cautas para mi celoy me huyen, fingiéndose ballenas.

Ignorantina, cspcjo de distancias :por tus ojos nrc vc la lejaníay el vacío me nombra con tu boca,mientras tamiza cl t icrnpo sus arenasde un seno al otro scno por tús venas.

Heloísa se pone por el revés la frentepara que yo le mire su pensar desde afuera,pero se cubre cl pecho cristalinoy no sabré si al fin la olvidaríala llama errante que me habitó sólo un día.

María y Marta, opuestos sinsabo¡esque me equilibraron en viloentre dos islas imantadas,

sin dejarme elegir el pan o el sueñopara soñar el pan por madurar mi sueño.

66 6 7

La inexorable Diana, e Ifigenia,vestal que sacrifica a filo de palabras

cuando a filo de alondras agoniza Julieta,y Juana, esa visión dentro de una armadura,y Marcia, la perennemcnte pura.

Y Alicia, Isla, país de maravillas,y mi prima Agueda en mi hablar a solas,y Once Mil que se arrancan los rostros y los nombrespor servir a la plena de gracia, la más fuerte

ahora y en la hora de la muerte.

Dío seis,EL HIPOCRITA

Este camino recto, entre la niebla,entre un cielo al alcance de la mano,por el que mudo voy, con escondidoy lento andar de savia por el tallo,sin mi sombra siquiera para hablarme.Ni voy -¿a dónde iría?-, sólo ando.

Niebla de los sentidos: no mirar

lo que puede esperarme allí, a diez pasos,

aunque sé que otros diez pasos me esperan;

frígida niebla que me anubla el tactoy no me deja oírla ni gustarla

y echa el peso del cielo a mi cansancio.

Page 93: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Y, además, que ha de ser martes el 13

en que sabrán mi vida por mi muerte.

Día cinco,

VIRGIN ISLANDS

Me acerco a las prudentes Islas Vírgenes(la canela y cl sándalo, el ébano y las perlas,y otras, las rubias, el añil y el ámbar)pero son demasi¿do cautas para mi celoy me huyen, fingiéndose ballenas.

Ignorantina, cspcjo de distancias :por tus ojos nrc vc la lejaníay el vacío me nombra con tu boca,mientras tamiza cl t icrnpo sus arenasde un seno al otro scno por tús venas.

Heloísa se pone por el revés la frentepara que yo le mire su pensar desde afuera,pero se cubre cl pecho cristalinoy no sabré si al fin la olvidaríala llama errante que me habitó sólo un día.

María y Marta, opuestos sinsabo¡esque me equilibraron en viloentre dos islas imantadas,

sin dejarme elegir el pan o el sueñopara soñar el pan por madurar mi sueño.

66 6 7

La inexorable Diana, e Ifigenia,vestal que sacrifica a filo de palabras

cuando a filo de alondras agoniza Julieta,y Juana, esa visión dentro de una armadura,y Marcia, la perennemcnte pura.

Y Alicia, Isla, país de maravillas,y mi prima Agueda en mi hablar a solas,y Once Mil que se arrancan los rostros y los nombrespor servir a la plena de gracia, la más fuerte

ahora y en la hora de la muerte.

Dío seis,EL HIPOCRITA

Este camino recto, entre la niebla,entre un cielo al alcance de la mano,por el que mudo voy, con escondidoy lento andar de savia por el tallo,sin mi sombra siquiera para hablarme.Ni voy -¿a dónde iría?-, sólo ando.

Niebla de los sentidos: no mirar

lo que puede esperarme allí, a diez pasos,

aunque sé que otros diez pasos me esperan;

frígida niebla que me anubla el tactoy no me deja oírla ni gustarla

y echa el peso del cielo a mi cansancio.

Page 94: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Este río que no anda, y que rne ahogaen mis virtudes negativas: casto,y es hora de cuidarme de mi hígado,hora de no jurar Su Nombre en vano,cle bostezar, al vcrme en el espejo, ,

de oír "silbar ni nonrbrc en el teatro.

Día siete,

EL COMPAS ROTO

Pero esta nochc cl capitán, borrachode ron y dc silencios,me deja la mcmoria a la deriva,y este viento civil cntrc los árbolesme sabc amar, me sabe a rnar colérico en los mástiles.a memoria morosa en las heridas,a norte y sur de rosa de los tiempos.

Día ocho.

LLA,GADO DE SU MANO

La ilusión serpentina del principiome tentaba a morderte fruto vanoen mi tortura de aprendiz de magia.

Luego, te fuiste por mis siete viajescon una voz distinta en cada puertoe idéntico quemarte en mi agonía.

6 8

69

Lascivia temblo¡osa de las tardes de l luviacuando tu cuerpo balbucía en Morsesu respuesta al mensaje del tejado.

Y la desesperada de aquel amaneceren el Bowery, transidos del milagro,con nuestro amor sin casa entre la niebla.

Y la pluvial, de una mirada solaque te palpó, en la igl6sia, más desnudavestida en carmesí lluvia de sangre.

Y la que se quedó en bajorrelievesen la arena, en el hielo y en el aire,su frenesí mayor sin tu presencia.

Y la que no me atrevo a recordar,y Ia que me repugna recordar,y la que ya no puedo recordar.

Día nueue,

LLAGADO DE SU DESAMOR

Hoy me quito la máscara y me miras vacíoy ves en mis paredes los trozos de papel no desteñirlodonde habitaban tus retratos,y arriba ves las cicatrices de sus clavos.

Page 95: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Este río que no anda, y que rne ahogaen mis virtudes negativas: casto,y es hora de cuidarme de mi hígado,hora de no jurar Su Nombre en vano,cle bostezar, al vcrme en el espejo, ,

de oír "silbar ni nonrbrc en el teatro.

Día siete,

EL COMPAS ROTO

Pero esta nochc cl capitán, borrachode ron y dc silencios,me deja la mcmoria a la deriva,y este viento civil cntrc los árbolesme sabc amar, me sabe a rnar colérico en los mástiles.a memoria morosa en las heridas,a norte y sur de rosa de los tiempos.

Día ocho.

LLA,GADO DE SU MANO

La ilusión serpentina del principiome tentaba a morderte fruto vanoen mi tortura de aprendiz de magia.

Luego, te fuiste por mis siete viajescon una voz distinta en cada puertoe idéntico quemarte en mi agonía.

6 8

69

Lascivia temblo¡osa de las tardes de l luviacuando tu cuerpo balbucía en Morsesu respuesta al mensaje del tejado.

Y la desesperada de aquel amaneceren el Bowery, transidos del milagro,con nuestro amor sin casa entre la niebla.

Y la pluvial, de una mirada solaque te palpó, en la igl6sia, más desnudavestida en carmesí lluvia de sangre.

Y la que se quedó en bajorrelievesen la arena, en el hielo y en el aire,su frenesí mayor sin tu presencia.

Y la que no me atrevo a recordar,y Ia que me repugna recordar,y la que ya no puedo recordar.

Día nueue,

LLAGADO DE SU DESAMOR

Hoy me quito la máscara y me miras vacíoy ves en mis paredes los trozos de papel no desteñirlodonde habitaban tus retratos,y arriba ves las cicatrices de sus clavos.

Page 96: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

De aquel rincón manaba el chorro de los ecos,aquí abría su puerta a dos fantasmas el espcjo,allí crujió la grávida cama de los suplicios,por allá entraba el sol a ri:<linrirnos. ,

Iba la voz sonámbula clt.l ¡lccho cornbo al pccho,sin tenerse a clanlar cn cl <lcsicrto;ahora la ves, quema(la y sin au<licncia,esparcir sus ceniz¡rs ¡ror la art 'r lr.

Iba la luz jugando de tus dientes a mis ojos,su llamarada negra te subía de los hombros,se desmayaba en sus deliquios en tus manos,su clavel ulurlaba en mi arrebato.

Ahora es el desvelo con su gota de aguay su cuenta de endrinas ovejas descarriadas,porque no viven ya en mi carnelos seis sentidos rnágicos de antes,por mi raz6n, sin guerra, entumecida,y el despecho cle oírte: "Siempre seré tu amiga"para decirme así que ya no existo,que viste tras la máscara y me hallaste vacío.

Día diez,

LLAGADO DE SU SONRISA

Ya no va a dolerme el mar,porque conocí la fuente.

¡Qué dura herida la de su frescurasobre la brasa de mi frente !Como a la mano hecha a los espinosla hiere con su gracia la rosa inesperada,así quedó mi duelocrucificado en tu sonrisa.

Ya no va a dolerme el viento,porque conocí la b¡isa. ?)

Día once,

LLAGADO DE SU SUEÑO

Encima de la vida, inaccesible,negro en los altos hornos y blanco en mis volcanesy amarillo en las hojas supérstites de octubre,para fumarlo a sorbos lentos de copos ascendentes,

para esculpir sus monstruos en las últimas nubes de la tardey repasar su geometría con los primeros pájaros del día.

Debajo de la vida, impenetrable,

veta que corre, estampa del río que fué otrora,y del que es, cenote de un Yucatán en carne viva,y Corriente del Golfo contra climas estériles,y entrañas de lechuzas en las que leo mis augurios.

Al lado de la vida, equidistante

de las hambres que no saciamos nunca

70 7 l

\

Page 97: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

De aquel rincón manaba el chorro de los ecos,aquí abría su puerta a dos fantasmas el espcjo,allí crujió la grávida cama de los suplicios,por allá entraba el sol a ri:<linrirnos. ,

Iba la voz sonámbula clt.l ¡lccho cornbo al pccho,sin tenerse a clanlar cn cl <lcsicrto;ahora la ves, quema(la y sin au<licncia,esparcir sus ceniz¡rs ¡ror la art 'r lr.

Iba la luz jugando de tus dientes a mis ojos,su llamarada negra te subía de los hombros,se desmayaba en sus deliquios en tus manos,su clavel ulurlaba en mi arrebato.

Ahora es el desvelo con su gota de aguay su cuenta de endrinas ovejas descarriadas,porque no viven ya en mi carnelos seis sentidos rnágicos de antes,por mi raz6n, sin guerra, entumecida,y el despecho cle oírte: "Siempre seré tu amiga"para decirme así que ya no existo,que viste tras la máscara y me hallaste vacío.

Día diez,

LLAGADO DE SU SONRISA

Ya no va a dolerme el mar,porque conocí la fuente.

¡Qué dura herida la de su frescurasobre la brasa de mi frente !Como a la mano hecha a los espinosla hiere con su gracia la rosa inesperada,así quedó mi duelocrucificado en tu sonrisa.

Ya no va a dolerme el viento,porque conocí la b¡isa. ?)

Día once,

LLAGADO DE SU SUEÑO

Encima de la vida, inaccesible,negro en los altos hornos y blanco en mis volcanesy amarillo en las hojas supérstites de octubre,para fumarlo a sorbos lentos de copos ascendentes,

para esculpir sus monstruos en las últimas nubes de la tardey repasar su geometría con los primeros pájaros del día.

Debajo de la vida, impenetrable,

veta que corre, estampa del río que fué otrora,y del que es, cenote de un Yucatán en carne viva,y Corriente del Golfo contra climas estériles,y entrañas de lechuzas en las que leo mis augurios.

Al lado de la vida, equidistante

de las hambres que no saciamos nunca

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Page 98: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

y ras que nunca saclaremos,pueril peso en el pico de la pájara pinta

o viajero al acaso en la pata del rokh,hongo marciano, pensador y tácito,niño en los brazos de la yerma, y vida,una vida sin tiempo y sin espacio,

vida insula¡, que el sueño baña por todas partes.

Día doce,

LLAGADO DE SU POESIA

Tu tronco de misterio es 1o que me apuntalaun cielo en ruinas.

Mis ojos solos no podían ya evitarme su caída.Me enredo en sus ¡aíces de lecturas mal soñadas,me agosto en su hojarasca de frustradas invenciones,pero tu tronco sobrevive a mis inviernos.

Lo ven por fuera, retorcido, muerto, oscuro,pero hay una rendija para fisgar, y miro:

Yo voy por sus veredas claustradas que iluminauna luz que no llega hasta las ramasy que no cl.nana de ias raíces,y que me mtrltiplica, omnipresente,en su juego de espejos infinito.

Yo cruzo sin respiro por su airc irrespirableque desnuda un prodigio en cada voz con sólo dibujarlay en cada pensamiento con sentirlo.

7 2 7 \

Me asomo a sus inmóviles canales y me mirode pájaro en el agua o de pez en el aire,ahogánrlomc en las formas mutables de su esencia.

Día trcce,

EL MARTI]S

Jlero mc rornperé. Me he de romper, granadaen la cluc ya no caben los candentes espejos biselados,y 1o que frri de oculto y leal saldrá a los vientos:

Subirán por la tarde purpúrea de ese grano,o bajarán ¿l ínfimo ataúd de ese otro,y han rIe clccir: "IJn poco cle humose retorcía en cada gota de su sangre."Y en el humo leerán las pausas sin sentidoque yo no cscribí nunca por gritarlasy subir en cl grito a la espurna de sucño de la vida.

A la mitacl de una canción, <lucllr:rrlaen áspt-'ro clamor de cuerda rt¡l:r.

Día catorce,

PRI \ f I ] I iA ITUGA

Por s t ' r r r l t ' ros de h ienas se sa l t . , l t . l : r tumba

s i s t s t t ¡ , r , ser h iena,

Page 99: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

y ras que nunca saclaremos,pueril peso en el pico de la pájara pinta

o viajero al acaso en la pata del rokh,hongo marciano, pensador y tácito,niño en los brazos de la yerma, y vida,una vida sin tiempo y sin espacio,

vida insula¡, que el sueño baña por todas partes.

Día doce,

LLAGADO DE SU POESIA

Tu tronco de misterio es 1o que me apuntalaun cielo en ruinas.

Mis ojos solos no podían ya evitarme su caída.Me enredo en sus ¡aíces de lecturas mal soñadas,me agosto en su hojarasca de frustradas invenciones,pero tu tronco sobrevive a mis inviernos.

Lo ven por fuera, retorcido, muerto, oscuro,pero hay una rendija para fisgar, y miro:

Yo voy por sus veredas claustradas que iluminauna luz que no llega hasta las ramasy que no cl.nana de ias raíces,y que me mtrltiplica, omnipresente,en su juego de espejos infinito.

Yo cruzo sin respiro por su airc irrespirableque desnuda un prodigio en cada voz con sólo dibujarlay en cada pensamiento con sentirlo.

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Me asomo a sus inmóviles canales y me mirode pájaro en el agua o de pez en el aire,ahogánrlomc en las formas mutables de su esencia.

Día trcce,

EL MARTI]S

Jlero mc rornperé. Me he de romper, granadaen la cluc ya no caben los candentes espejos biselados,y 1o que frri de oculto y leal saldrá a los vientos:

Subirán por la tarde purpúrea de ese grano,o bajarán ¿l ínfimo ataúd de ese otro,y han rIe clccir: "IJn poco cle humose retorcía en cada gota de su sangre."Y en el humo leerán las pausas sin sentidoque yo no cscribí nunca por gritarlasy subir en cl grito a la espurna de sucño de la vida.

A la mitacl de una canción, <lucllr:rrlaen áspt-'ro clamor de cuerda rt¡l:r.

Día catorce,

PRI \ f I ] I iA ITUGA

Por s t ' r r r l t ' ros de h ienas se sa l t . , l t . l : r tumba

s i s t s t t ¡ , r , ser h iena,

Page 100: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

si sc supo vivir cle los <lespoiosde la csposa llorada más P6r- los funeralespoeta viudo de la poesía,lotófago insaciable de olvidados poemas.

que por muerta,

li

que conquistó siete poemas,pcro la octava vcz vuelve sin nada."

E,l cielo scguirá en su tarea pulcrade alnridonar sus nubes domingueras,

¡pero en mis ojos ha l lovido en tantos deplorables paisajes !

La luz miniaturista seguirá dibujandosus intachables árboles, sus pájaros exactos,

¡pero sobre mi frente no han a¡ado en el ma¡tantas tinieblas !

La catedral sentada en su cátedra doctadictará sumas de arte y teología,pero ya en mis orejas sólo habita el zumbidode un diablillo churriguerescoy una cascada con su voz de campana cascada.

No huír. ¿ Para qué ? Si este dieciséis de Fcbrero borrascosovolviera a serlo de Septiembre.

Día diccistetc,

N O M B R E S

Preso mejor. Tal vez así rcr:ucrtlc

otra iglesia, la catedral dc Taxco,y sus piedras que cambian dc fonr¡a con la luz de cada hora.Las calles ebrias tambaleándose por cerros y hondonadas,

Día quince,

SEGUNDA FUGA("Un coup de dés")

Alcohol, albur ganatlo, canto de cisne del azar.Sólo su paz rcclinrc clcl Anciano <Iel Mary de su crudita tortura.Alcohol, ancla segura 1, :rbolicirin de la avenrura.

Día dicciséis,

EL PATRIOTERO

Para qué huir. Para llegar ai tránsitoheroico y ruin de una noche a la otrapor los días sin nadie de una Bagdad olvidadizaen la que ya no encontraré mi calle;a andar, a andar por otras de un infame pregón

reediflcanclo a tientascn cada

lnansiones suplantadas.

Acaso los muy viejos se acordaráno acaso digan: "Es el marinero

a mi cansancio,

\

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Page 101: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

si sc supo vivir cle los <lespoiosde la csposa llorada más P6r- los funeralespoeta viudo de la poesía,lotófago insaciable de olvidados poemas.

que por muerta,

li

que conquistó siete poemas,pcro la octava vcz vuelve sin nada."

E,l cielo scguirá en su tarea pulcrade alnridonar sus nubes domingueras,

¡pero en mis ojos ha l lovido en tantos deplorables paisajes !

La luz miniaturista seguirá dibujandosus intachables árboles, sus pájaros exactos,

¡pero sobre mi frente no han a¡ado en el ma¡tantas tinieblas !

La catedral sentada en su cátedra doctadictará sumas de arte y teología,pero ya en mis orejas sólo habita el zumbidode un diablillo churriguerescoy una cascada con su voz de campana cascada.

No huír. ¿ Para qué ? Si este dieciséis de Fcbrero borrascosovolviera a serlo de Septiembre.

Día diccistetc,

N O M B R E S

Preso mejor. Tal vez así rcr:ucrtlc

otra iglesia, la catedral dc Taxco,y sus piedras que cambian dc fonr¡a con la luz de cada hora.Las calles ebrias tambaleándose por cerros y hondonadas,

Día quince,

SEGUNDA FUGA("Un coup de dés")

Alcohol, albur ganatlo, canto de cisne del azar.Sólo su paz rcclinrc clcl Anciano <Iel Mary de su crudita tortura.Alcohol, ancla segura 1, :rbolicirin de la avenrura.

Día dicciséis,

EL PATRIOTERO

Para qué huir. Para llegar ai tránsitoheroico y ruin de una noche a la otrapor los días sin nadie de una Bagdad olvidadizaen la que ya no encontraré mi calle;a andar, a andar por otras de un infame pregón

reediflcanclo a tientascn cada

lnansiones suplantadas.

Acaso los muy viejos se acordaráno acaso digan: "Es el marinero

a mi cansancio,

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Page 102: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

y no 1o sé, pero es posible que llore ocultamcnte,al reco¡rer en sueños algún nombre:"Callejón del Agua Escondida".

O bajaró al pucrto nativo i i

donde el Í lar es míis nrar que en parte alguna:blanco infierno cn las rocas y torcaza en la arenay amaril la su cllrva fernenil al poniente.Y no le só, prro es posibic que oiga mi prinrer gritoal recorrer t:n sur.ños algún nombre:"El Paseo dc Cielo rle ] 'alr-ncras".

O en Yuriria veré la rroccdad matcrua,plácida y tenue antcs <lcl

' forbt' l l ino Tiubio.

Ii l la estará clcscánrlome en su viortrt:frentc al gran ojo insomne y bovino tlcl laro,y no io sé, pcro cs posiblc que rne sicnt¿r non¿toal recorrer cn sueños algún nombre:"Isla de la Doncella que aún Aguarda".

O volveré a leer teología en los pájarosa la luz rlcl Nevado de Toluca.El frío irá dclante, como un hermano más esbelto y gral¡ey un deshielo de dudas bajará por mi frente,y no lo sé, pero es posible quc me mire a mí mismoal recorrcr en sueños algún nombre:"La Calle del Muerto que Canta".

Dia dicciocho.

RI.]SCOI-DOS DE PF]NSAR

Cómo me cantarías sino muertoal descubrir de pronto bajo el cielo de plomo de un retratoel pensamiento estéril y \a tenaz memoria en esa frente,si sobre su oleaje ahora atardecidosurcaron formas plácidas,y una vez, una vez -ayer sería-amaneció en l¿ureles junto a la media luna de tu seno,y esta vcz, esta vez -razón baldía-sólo cs conciencia inmóvil y memoria.

Día diecinueve,

RESCOLDOS DE SENTIR

En esa frente líquida se bañaron Susanas como nubesque fisgaban los viejos desde las niñas de mis ojos púberes.

Cuando érarnos clos sin pcrcibirlo casi ;cuando tanto rlecíamos la voz anxor sin pronunciarla;cuando aprenclida la palabra mayola luz ya nos untaba de violctas ;cuan<lo arrojábamos perdicla nuestra rniracla al fondo

de la tarde,a lo hondo de su valle de serpientcs,y el Ave Rokh del alba la devolr'ía llena de diarnantes,como si todas las estrellas nos hubiesen lloradotoda la noche, huérfanas.

-1

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Page 103: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

y no 1o sé, pero es posible que llore ocultamcnte,al reco¡rer en sueños algún nombre:"Callejón del Agua Escondida".

O bajaró al pucrto nativo i i

donde el Í lar es míis nrar que en parte alguna:blanco infierno cn las rocas y torcaza en la arenay amaril la su cllrva fernenil al poniente.Y no le só, prro es posibic que oiga mi prinrer gritoal recorrer t:n sur.ños algún nombre:"El Paseo dc Cielo rle ] 'alr-ncras".

O en Yuriria veré la rroccdad matcrua,plácida y tenue antcs <lcl

' forbt' l l ino Tiubio.

Ii l la estará clcscánrlome en su viortrt:frentc al gran ojo insomne y bovino tlcl laro,y no io sé, pcro cs posiblc que rne sicnt¿r non¿toal recorrer cn sueños algún nombre:"Isla de la Doncella que aún Aguarda".

O volveré a leer teología en los pájarosa la luz rlcl Nevado de Toluca.El frío irá dclante, como un hermano más esbelto y gral¡ey un deshielo de dudas bajará por mi frente,y no lo sé, pero es posible quc me mire a mí mismoal recorrcr en sueños algún nombre:"La Calle del Muerto que Canta".

Dia dicciocho.

RI.]SCOI-DOS DE PF]NSAR

Cómo me cantarías sino muertoal descubrir de pronto bajo el cielo de plomo de un retratoel pensamiento estéril y \a tenaz memoria en esa frente,si sobre su oleaje ahora atardecidosurcaron formas plácidas,y una vez, una vez -ayer sería-amaneció en l¿ureles junto a la media luna de tu seno,y esta vcz, esta vez -razón baldía-sólo cs conciencia inmóvil y memoria.

Día diecinueve,

RESCOLDOS DE SENTIR

En esa frente líquida se bañaron Susanas como nubesque fisgaban los viejos desde las niñas de mis ojos púberes.

Cuando érarnos clos sin pcrcibirlo casi ;cuando tanto rlecíamos la voz anxor sin pronunciarla;cuando aprenclida la palabra mayola luz ya nos untaba de violctas ;cuan<lo arrojábamos perdicla nuestra rniracla al fondo

de la tarde,a lo hondo de su valle de serpientcs,y el Ave Rokh del alba la devolr'ía llena de diarnantes,como si todas las estrellas nos hubiesen lloradotoda la noche, huérfanas.

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Page 104: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

-,i

Y cuando fuí ya sólo unocreyendo aún que éramos <1os,porque estabas, sin ser, junto a mi carne.Tanto sentir en ascuas,tantos paisajes malhabidos,tantas inmerecidas lágrimas.

Y aún esperan su cita con Nausícaapara l lorar lo qrre jamás perdimos.

El Corazón. Yo lo usaba en los ojos.

Día aeinte,

RESCOLDOS DI ' CANTAR

Más supo el labcrinto, allí, a srr lado,

de tu sccrcto a[lor con las esferas,

rnar martillo que gritas en yunques pitagóricos

la sucesión contada de tus olas.

IJna tarde inventé el número sietepara ponerle letra a la canción trenzada

en el corro de niñas de la Osa Menor.

Estuve con Orfeo cuando lo destrozaban brtsasfingidas vicntos,

con San Antonio Abad abandoné la dicha

entre un lento lamento de rnencligos,

7 8 7 9

y escuché sin amarras a unas sirenas que se llaman Niágara,o Tequendama, o lguazú.

Y la guitarra de Rosa de Limatransfigurada por la voz plebeya,y los salmos,la azada, el caer de la tierraen el sepulcro del largo frío rubioque era idéntico a Búffalo Bil lpero más dueño de mis sueños.

Todo eso y más oí, o creí que lo oía.

Pero ahora el silencio congela mis orejas;se me van a caer pétalo a pétalo;me quedaré completamentc sordo;haré versos medidos con los dedos;y el silencio se hará tan pétreo y mudoque no dirá ni el trueno de mis sienesni el habla de burbujas de los peces.

Y no habré oído nunca lo que nadie me dijo:tu nombre, poesía.

Día ueintiuno,

RESCOLDOS DE GOZAR

Ni pretendió empañarlo con decirloesa cuchillada infamanteque me deiaron en el rostro

Page 105: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

-,i

Y cuando fuí ya sólo unocreyendo aún que éramos <1os,porque estabas, sin ser, junto a mi carne.Tanto sentir en ascuas,tantos paisajes malhabidos,tantas inmerecidas lágrimas.

Y aún esperan su cita con Nausícaapara l lorar lo qrre jamás perdimos.

El Corazón. Yo lo usaba en los ojos.

Día aeinte,

RESCOLDOS DI ' CANTAR

Más supo el labcrinto, allí, a srr lado,

de tu sccrcto a[lor con las esferas,

rnar martillo que gritas en yunques pitagóricos

la sucesión contada de tus olas.

IJna tarde inventé el número sietepara ponerle letra a la canción trenzada

en el corro de niñas de la Osa Menor.

Estuve con Orfeo cuando lo destrozaban brtsasfingidas vicntos,

con San Antonio Abad abandoné la dicha

entre un lento lamento de rnencligos,

7 8 7 9

y escuché sin amarras a unas sirenas que se llaman Niágara,o Tequendama, o lguazú.

Y la guitarra de Rosa de Limatransfigurada por la voz plebeya,y los salmos,la azada, el caer de la tierraen el sepulcro del largo frío rubioque era idéntico a Búffalo Bil lpero más dueño de mis sueños.

Todo eso y más oí, o creí que lo oía.

Pero ahora el silencio congela mis orejas;se me van a caer pétalo a pétalo;me quedaré completamentc sordo;haré versos medidos con los dedos;y el silencio se hará tan pétreo y mudoque no dirá ni el trueno de mis sienesni el habla de burbujas de los peces.

Y no habré oído nunca lo que nadie me dijo:tu nombre, poesía.

Día ueintiuno,

RESCOLDOS DE GOZAR

Ni pretendió empañarlo con decirloesa cuchillada infamanteque me deiaron en el rostro

Page 106: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

-T---, 3

oraciones hipócritas y lujurias bilingüesque merodeaban por todos los muelles.

Ni ese belfo colgado a ella por la gulaen la kermesse flamenca de los siete regresos

Ni esos d iez córnpl ices impunestan lcntos t 'n tcjt 'r rrris apctitosy en destejcrlos por la noche.Y mi sccl vcrcladcr:rsin esperanza <lc l lcgar a Itaca.

Día z,citttidó-s,

TU N0MUl i t i , l , o r , r s l ^

Y sabcr lucgo quc cres túbarca rJc brisa contra mis peñascos ;y saber luego clue eres túviento de hielo sobrc mis trigales humillaclos c í.ritoJfrágil contra la altura de mi frente,mortal para mis ojos,inflexible a mi oído y esclava de rrri lengua.

Nadie me dijo el nombre de la rosa, 1o supe con olerte,enamorada virgen que hoy me dueles a flor en amor dada.

Trepar, trepar sin pausa de una espina a la otray ser ésta la espina cuadragésima,y estar siernpre tan cerca tu enigma de mi mano,

pero siempre una brasa más arriba,siempre esa larga espera cntre mira¡ la hora

y volver a mirarla un instante después.

Y hallar al fin, exangüe y desolado,descubrir que es en mí donde tú estabas,porque tú estás en toclas partes

y no sólo en el cielo donde yo te he buscado,que eres tú, que no yo, tuYa y no mía,

la voz que se desangra por rris llagas.

Día aei,ntitrés,

Y TU POETICA

Primero está la noche con su caos de lecturas y de sueños.

Yo subo por los pianos que se dejan cncendidos hastael a lba;

arriba el día me amcnaza con cl frío ensangrentadooe stl aLlrora

y no sabré el f inal de ese nocturno que empezaba a clibujarme,

ni las cst¡ellas n-ic dirán cuál fué. cabal. mi nombre.Ni mi rostro.

Si no es amor, ¿ciué es csto rluc me agobia de ternura?I\{añana inúti l: pájaros y flores sin testigos.La csposa está dormida y a st1 puerta ir.nploro en vano;querrá decir mi nomb¡c con los labios incoloros

entreabiertos,los párpados pesados de buscarme por el cielo de la muerte.

I

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oraciones hipócritas y lujurias bilingüesque merodeaban por todos los muelles.

Ni ese belfo colgado a ella por la gulaen la kermesse flamenca de los siete regresos

Ni esos d iez córnpl ices impunestan lcntos t 'n tcjt 'r rrris apctitosy en destejcrlos por la noche.Y mi sccl vcrcladcr:rsin esperanza <lc l lcgar a Itaca.

Día z,citttidó-s,

TU N0MUl i t i , l , o r , r s l ^

Y sabcr lucgo quc cres túbarca rJc brisa contra mis peñascos ;y saber luego clue eres túviento de hielo sobrc mis trigales humillaclos c í.ritoJfrágil contra la altura de mi frente,mortal para mis ojos,inflexible a mi oído y esclava de rrri lengua.

Nadie me dijo el nombre de la rosa, 1o supe con olerte,enamorada virgen que hoy me dueles a flor en amor dada.

Trepar, trepar sin pausa de una espina a la otray ser ésta la espina cuadragésima,y estar siernpre tan cerca tu enigma de mi mano,

pero siempre una brasa más arriba,siempre esa larga espera cntre mira¡ la hora

y volver a mirarla un instante después.

Y hallar al fin, exangüe y desolado,descubrir que es en mí donde tú estabas,porque tú estás en toclas partes

y no sólo en el cielo donde yo te he buscado,que eres tú, que no yo, tuYa y no mía,

la voz que se desangra por rris llagas.

Día aei,ntitrés,

Y TU POETICA

Primero está la noche con su caos de lecturas y de sueños.

Yo subo por los pianos que se dejan cncendidos hastael a lba;

arriba el día me amcnaza con cl frío ensangrentadooe stl aLlrora

y no sabré el f inal de ese nocturno que empezaba a clibujarme,

ni las cst¡ellas n-ic dirán cuál fué. cabal. mi nombre.Ni mi rostro.

Si no es amor, ¿ciué es csto rluc me agobia de ternura?I\{añana inúti l: pájaros y flores sin testigos.La csposa está dormida y a st1 puerta ir.nploro en vano;querrá decir mi nomb¡c con los labios incoloros

entreabiertos,los párpados pesados de buscarme por el cielo de la muerte.

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Page 108: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Mas no estaré en sus ojos para verme renacer al despertarsey cuando me abra, al f in, preguntará sin voz:¿quién eres?El luto de la casa -todo es humo ya y. lo mismo-

que jamás habitaremos;el campo abierto y árido quc lleva a todas partes y a ninguna.¿A dónde, a qué otra noche, irá el viüdo por la tarde

borrascosa ?u

Día veinticuatro,

Y TU RETORICA

Si lo escribiri rni prisa f.c|iz, ¿con qué palabras,córno dijc : "palornlrs c;i l i t las dc trr pecho" ?]in sus picos lce ríir : brasa, guinrla, clamor,pero Ia luz rt.ctrer<l:r rrrás tluro su contornoy t ' l airc el inflcxiblc nrirnt'ro rle su arnll lo.

Y cliría: "palomas de azúcar de tu pecho',,si endulzaban el agua cuando entrabas al marcon tu traje de ce¡a de desnudez rendida,pero el ma¡ las sufría proras inexorables

-r' aún sangran mis labios de morder su cristal.

Después, si dije: "un hosco viento de despedidas",

¿ qué palabras de hielo hallé sobre rni grito ?No recuerdos, ni angustias, ni soledades. Sóloel rencor de haber dicho tu estatua con arenasy haberla condenado a vida, tiempo, muerte.

Y escribiría: "un horro vendaval de vacíos"1a estéril mano álgida que me agostó mis rosas

¡' 1Tre quemó la médula para decir apenasque nLlnca tuve mucho que decir de mí mismoy que de tu milagro sólo supe la piel.

Día aeinticinco,

YO NO VI NADA

Mosca muerta canción del no ver nada,del nada oir, que nada es.

De yacer en sopor de tierra firmecon puertos como párpados cerrados, que no azotala tempestad de un mar de lágrimasen el que no logré perderme.

De estar, mediterránea charca aceda,bajo el sueño dormido de los pinos, inmóviles

como columnas en la nave de una iglesia abandonada,que pudo ser el vientre ,de la ballena para el viaje últ imo.

De llamar a mi puerta y de oír que me niegany ver por la ventana que sí estaba yo adentro,pues no hubo, no huboquien cerrara mis párpados a la hora de mi paso.

Sucesión de naufragios, inconclusosno por la cobardía de pretender salvarme,

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Page 109: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Mas no estaré en sus ojos para verme renacer al despertarsey cuando me abra, al f in, preguntará sin voz:¿quién eres?El luto de la casa -todo es humo ya y. lo mismo-

que jamás habitaremos;el campo abierto y árido quc lleva a todas partes y a ninguna.¿A dónde, a qué otra noche, irá el viüdo por la tarde

borrascosa ?u

Día veinticuatro,

Y TU RETORICA

Si lo escribiri rni prisa f.c|iz, ¿con qué palabras,córno dijc : "palornlrs c;i l i t las dc trr pecho" ?]in sus picos lce ríir : brasa, guinrla, clamor,pero Ia luz rt.ctrer<l:r rrrás tluro su contornoy t ' l airc el inflcxiblc nrirnt'ro rle su arnll lo.

Y cliría: "palomas de azúcar de tu pecho',,si endulzaban el agua cuando entrabas al marcon tu traje de ce¡a de desnudez rendida,pero el ma¡ las sufría proras inexorables

-r' aún sangran mis labios de morder su cristal.

Después, si dije: "un hosco viento de despedidas",

¿ qué palabras de hielo hallé sobre rni grito ?No recuerdos, ni angustias, ni soledades. Sóloel rencor de haber dicho tu estatua con arenasy haberla condenado a vida, tiempo, muerte.

Y escribiría: "un horro vendaval de vacíos"1a estéril mano álgida que me agostó mis rosas

¡' 1Tre quemó la médula para decir apenasque nLlnca tuve mucho que decir de mí mismoy que de tu milagro sólo supe la piel.

Día aeinticinco,

YO NO VI NADA

Mosca muerta canción del no ver nada,del nada oir, que nada es.

De yacer en sopor de tierra firmecon puertos como párpados cerrados, que no azotala tempestad de un mar de lágrimasen el que no logré perderme.

De estar, mediterránea charca aceda,bajo el sueño dormido de los pinos, inmóviles

como columnas en la nave de una iglesia abandonada,que pudo ser el vientre ,de la ballena para el viaje últ imo.

De llamar a mi puerta y de oír que me niegany ver por la ventana que sí estaba yo adentro,pues no hubo, no huboquien cerrara mis párpados a la hora de mi paso.

Sucesión de naufragios, inconclusosno por la cobardía de pretender salvarme,

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Page 110: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

pues yo llamaba al buitre de tu luza que me devorara los sentidos.pero mis vicios renacían siempre.

Día aeintiséis,

S E M I F I N A L

Vi una canciirn pintacla de l imón amaril loque caía sin ruirlo rlc lni frente vencida,y luego strs gcnrclas un¿r a una.E,ste año los :irboles sc rlc'snuclaron tan temprano.

Ya st'n'r t"l rrrir lo ( 'u;n)(l(l l ;rs ¡risolos;ya scr:i <lc ¡xr¡rcl su c:rrn(' r le ¡xrlalrras,cxáninrcs sus r ( )s t ros t 'n l ¡ r fo tograf í¿,cittrl;rr1 lnurlt 'cit:r rprc el fulor salonlírnico ha de

ya no s;crán si van a ser de todos.

l ittcron surño sin tregua, clelir io sin cuartel,¿rmor a muerte fueron y perdí.

pobiartle bronccs,

puairtlo iu pie de seda se clava de caprina pezuna cn lrtr

abstinencia,

cuando si cres silencio te rompes y en mis manos rcpican

a rebato tus dos senos,

cuando apenas he dicho amor y ya en el aire está sinboca el beso y la ternura sin emplco aceda,

cuanclo apenas tc nombro flor y ya sobre cl prado ruetlan

los labios del clavel,

cuando eres poesía y mi rosa se inclina a oler tu cifra

]¡ te mc esfumas.

nfañana habrá en la playa otro marino cojo.

Día aeinti,ocho,

FINAL

Mañana. Acaso el sol golpea en dos ventanas que entran.,

en cf t lpc lon.

Antes salcn los indios que pasan al mercado tiritanclo

con todo el trópico a lá cspalda.

Y aún antes

los amantes se mirau y sc vcll tan ajtnos quc sc vuelvenla espalda.

Antes aún

ese ángel de la guarda que se duerme borracho mientras

alli a la vuelta matan a su pupilo:

Dío acintisiete,

JACOB Y DI- MAR

Qué hermosa eres, Diablo, cor¡o un ángel con sexo peromucho más despiadada,

cuando te llamas alba y mi noche es más noche de esperarte,

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Page 111: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

pues yo llamaba al buitre de tu luza que me devorara los sentidos.pero mis vicios renacían siempre.

Día aeintiséis,

S E M I F I N A L

Vi una canciirn pintacla de l imón amaril loque caía sin ruirlo rlc lni frente vencida,y luego strs gcnrclas un¿r a una.E,ste año los :irboles sc rlc'snuclaron tan temprano.

Ya st'n'r t"l rrrir lo ( 'u;n)(l(l l ;rs ¡risolos;ya scr:i <lc ¡xr¡rcl su c:rrn(' r le ¡xrlalrras,cxáninrcs sus r ( )s t ros t 'n l ¡ r fo tograf í¿,cittrl;rr1 lnurlt 'cit:r rprc el fulor salonlírnico ha de

ya no s;crán si van a ser de todos.

l ittcron surño sin tregua, clelir io sin cuartel,¿rmor a muerte fueron y perdí.

pobiartle bronccs,

puairtlo iu pie de seda se clava de caprina pezuna cn lrtr

abstinencia,

cuando si cres silencio te rompes y en mis manos rcpican

a rebato tus dos senos,

cuando apenas he dicho amor y ya en el aire está sinboca el beso y la ternura sin emplco aceda,

cuanclo apenas tc nombro flor y ya sobre cl prado ruetlan

los labios del clavel,

cuando eres poesía y mi rosa se inclina a oler tu cifra

]¡ te mc esfumas.

nfañana habrá en la playa otro marino cojo.

Día aeinti,ocho,

FINAL

Mañana. Acaso el sol golpea en dos ventanas que entran.,

en cf t lpc lon.

Antes salcn los indios que pasan al mercado tiritanclo

con todo el trópico a lá cspalda.

Y aún antes

los amantes se mirau y sc vcll tan ajtnos quc sc vuelvenla espalda.

Antes aún

ese ángel de la guarda que se duerme borracho mientras

alli a la vuelta matan a su pupilo:

Dío acintisiete,

JACOB Y DI- MAR

Qué hermosa eres, Diablo, cor¡o un ángel con sexo peromucho más despiadada,

cuando te llamas alba y mi noche es más noche de esperarte,

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Page 112: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

¿ Qué va a llevar más que el puñal del

¿ Qué va a mentir ?

"Lo hiciste cieno y vuelve

Tal vez mañana el sol ental vez mañana el sol,tal vez rnañana,tal vez.

grito úit inroa su Amo?

humo pues ardió corio Te amo."

mis ojos sin nadie,

TRES VERSIONES

(rane rr DrA VETNTTNUEvE

SUPERFLUAS

DE Los ¡ños nrsrcsros)

DISCURSO DEL PARALITICO

Encadenado al orden.Abate BnÉuoxp

Cómo fatiga el orden.Espnowcr:¡.c,

Encadenado al ciclo, en paz y orden,

mutilado de todo lo imperfecto,

en esta soledad desmemoriada-paisaje horizontal de arena o hielo-

nada se mueve y ya nada se muere

en la pureza estéril de mi cuerpo.

8 6 8 7

Page 113: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

¿ Qué va a llevar más que el puñal del

¿ Qué va a mentir ?

"Lo hiciste cieno y vuelve

Tal vez mañana el sol ental vez mañana el sol,tal vez rnañana,tal vez.

grito úit inroa su Amo?

humo pues ardió corio Te amo."

mis ojos sin nadie,

TRES VERSIONES

(rane rr DrA VETNTTNUEvE

SUPERFLUAS

DE Los ¡ños nrsrcsros)

DISCURSO DEL PARALITICO

Encadenado al orden.Abate BnÉuoxp

Cómo fatiga el orden.Espnowcr:¡.c,

Encadenado al ciclo, en paz y orden,

mutilado de todo lo imperfecto,

en esta soledad desmemoriada-paisaje horizontal de arena o hielo-

nada se mueve y ya nada se muere

en la pureza estéril de mi cuerpo.

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Page 114: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Sólo la ausencia. Só1o las ausencias.

A la luz que me ofusca, en el silencio

del aire ralo inmóvil que me envuelve

en 1as nubes de roca de este cielo

de piedra de mi mundo rle granito,

sóio una ausencia viuda cle recuerdos.

Pues quise ver la lumbrc en las ciudades

rnalditas. Quisc vt'r las flor de fucgo.

Quise verlas el rniércoles' Al frente

no me cspcraba ytt sirto uu incesto

y el carnaval rlttctt itrba cn sus mejil las

el últ ir¡o itrrcbol t lc rlr i <lcsto.

Arluí mt: t 'stoy. [. lr sai vir por mis brazos

¡' no l lcga :r nris ojos, río Ycrto,río lnás tartlo airn que la cistcrna

<1e1 pulso dc r-ni sombra en el espejo,

camino dcsr.nayado aquí, a Ia puerta

de mi Cafarnaúm, allí, tan lejos.

No ser J¡ estar en todas las fronteras

a punto de olviclarlo o rccordarlo todo totalmente.

En mi lenguaje de crepúsculos

no hav va las voces mediodía, ni altanoche, ni sueño.

8 8

Por mi cuerpo tendido no han de llegar las olas a la playa

y no habrá playas nLrnca,y por mí, horizontal, no habrá nunca horizontes.

Hosco arrecife. aboliré los l itorales

Los barcos vagarán sin puerto y sin estela-pues yo estaró entre su quilla y el agua-40 noches y 40 días,hasta la consumación de los siglos.

(Si tuviera rnis ojos, rnis <letlos, rr.ris oídos,

iba a pcnsar rrna tl iscul¡ra para cantarla csa mañana;7

Venganza, cn carne nría, de la estatuaque condené para rni gula al tiempo,a rnoversc, olvidada c1e sus límites,

a palabras de vidrio sus silencios.

Venganza de la estatua envejecidapor cl fláccido márnrol de su seno.

Y Coventry. La lttmblc que mis ojos

cn los i jarcs lánguidos hundieron,l-ady Godiva que se me esfnmaba

nruy nube arrebatada por el viento,y era Diana dura, o sus lebrelcs,

o la hija de Forkis y de Ceto.

Page 115: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Sólo la ausencia. Só1o las ausencias.

A la luz que me ofusca, en el silencio

del aire ralo inmóvil que me envuelve

en 1as nubes de roca de este cielo

de piedra de mi mundo rle granito,

sóio una ausencia viuda cle recuerdos.

Pues quise ver la lumbrc en las ciudades

rnalditas. Quisc vt'r las flor de fucgo.

Quise verlas el rniércoles' Al frente

no me cspcraba ytt sirto uu incesto

y el carnaval rlttctt itrba cn sus mejil las

el últ ir¡o itrrcbol t lc rlr i <lcsto.

Arluí mt: t 'stoy. [. lr sai vir por mis brazos

¡' no l lcga :r nris ojos, río Ycrto,río lnás tartlo airn que la cistcrna

<1e1 pulso dc r-ni sombra en el espejo,

camino dcsr.nayado aquí, a Ia puerta

de mi Cafarnaúm, allí, tan lejos.

No ser J¡ estar en todas las fronteras

a punto de olviclarlo o rccordarlo todo totalmente.

En mi lenguaje de crepúsculos

no hav va las voces mediodía, ni altanoche, ni sueño.

8 8

Por mi cuerpo tendido no han de llegar las olas a la playa

y no habrá playas nLrnca,y por mí, horizontal, no habrá nunca horizontes.

Hosco arrecife. aboliré los l itorales

Los barcos vagarán sin puerto y sin estela-pues yo estaró entre su quilla y el agua-40 noches y 40 días,hasta la consumación de los siglos.

(Si tuviera rnis ojos, rnis <letlos, rr.ris oídos,

iba a pcnsar rrna tl iscul¡ra para cantarla csa mañana;7

Venganza, cn carne nría, de la estatuaque condené para rni gula al tiempo,a rnoversc, olvidada c1e sus límites,

a palabras de vidrio sus silencios.

Venganza de la estatua envejecidapor cl fláccido márnrol de su seno.

Y Coventry. La lttmblc que mis ojos

cn los i jarcs lánguidos hundieron,l-ady Godiva que se me esfnmaba

nruy nube arrebatada por el viento,y era Diana dura, o sus lebrelcs,

o la hija de Forkis y de Ceto.

Page 116: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

\

.t

Porque yo tuve un día una mañana

y un amor. Fino y frío amor, tan claro

que lo empañaba el tacto de pensarlo.

Vi al caballo de azogue y al pez lúbrico

por cuya piel los ríos se deslizan,

lentos para su imagen evasiva.

Y tendría tanlbión un nornbre, pero

no logrir a¡rrcht'ntlcl lo la rncrroria,pues nrurlab¿ de sílabas su idiorna

cuando las cstacioncs de paisaies.

Aún canta ei hueco que dejó en mi mano

la traslúcida mano de su sombra,

y en mi oreja el mar múltiple del eco

de sus pausas aún brilla.

Huyó la forma de su pensamiento

a la Belén alpina o subterránea

donde los ríos nacen, y velaronsu signo las palomas de Diodona.

Y una \roz en las rutas verticalesdel mediodía al mediodía por mis ojos:

"Cuando el sol se caía del cielabril de Méxicoel aire se quedaba iluminado hasta la aurora."

"Las rnuchachas pasaban como cocuyoscon un incendio de ámbar a la ¡;rupa,y en nuestros rostros de ángeles arclían canciones y alcoholescon una llama impúdica e impune."

"Nuestras sombras se iban de nosotros,amputaban de nuestros pies los suyospara irse a llorar a los antípodasy decíarnos luna y miel y triste y lágrimay eran simples figuras ¡etóricas."

(¿ No rccrrcrdas, Winona, no recue rdas:rr1ut' l cuarto <le Chclsea ? E,l alto murocontr¡t los muros altos, y las cuerdasc()n st1 ropa a secar al aire impuro.

Y t ' l río de tu cuerpo, desbordadorlt ' l trz dc desnudez, y más desnuda:rrlt 'ntro de sus aguas, tú, y al ladotu)'() tu alma rnucho más desnuda.

9 l

Page 117: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

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.t

Porque yo tuve un día una mañana

y un amor. Fino y frío amor, tan claro

que lo empañaba el tacto de pensarlo.

Vi al caballo de azogue y al pez lúbrico

por cuya piel los ríos se deslizan,

lentos para su imagen evasiva.

Y tendría tanlbión un nornbre, pero

no logrir a¡rrcht'ntlcl lo la rncrroria,pues nrurlab¿ de sílabas su idiorna

cuando las cstacioncs de paisaies.

Aún canta ei hueco que dejó en mi mano

la traslúcida mano de su sombra,

y en mi oreja el mar múltiple del eco

de sus pausas aún brilla.

Huyó la forma de su pensamiento

a la Belén alpina o subterránea

donde los ríos nacen, y velaronsu signo las palomas de Diodona.

Y una \roz en las rutas verticalesdel mediodía al mediodía por mis ojos:

"Cuando el sol se caía del cielabril de Méxicoel aire se quedaba iluminado hasta la aurora."

"Las rnuchachas pasaban como cocuyoscon un incendio de ámbar a la ¡;rupa,y en nuestros rostros de ángeles arclían canciones y alcoholescon una llama impúdica e impune."

"Nuestras sombras se iban de nosotros,amputaban de nuestros pies los suyospara irse a llorar a los antípodasy decíarnos luna y miel y triste y lágrimay eran simples figuras ¡etóricas."

(¿ No rccrrcrdas, Winona, no recue rdas:rr1ut' l cuarto <le Chclsea ? E,l alto murocontr¡t los muros altos, y las cuerdasc()n st1 ropa a secar al aire impuro.

Y t ' l río de tu cuerpo, desbordadorlt ' l trz dc desnudez, y más desnuda:rrlt 'ntro de sus aguas, tú, y al ladotu)'() tu alma rnucho más desnuda.

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Page 118: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Y recucrda, Winona, aquel instantede aquel estío que arrojó maduratu cereza en la copa del amante.

Y el grito que rne guiaba en la espesurade tu fiebre, y mi fiebre calcinanteentrelazada a tu desgarradura.)

Pero la tarde toclo lo cli luyc.

La luz. rcr,ela stts sietc pr:c:r<losqtf€ nos f iugicron ttna salud solav oírros y cntenclernos y dccirloslas blandas voces que a la y<¡z rcpugllan :lágrimas, miel, candor, n-relancolía.

Porque la tarde todo 1o dispersa.

Todas las mozas del mundo destrenzan sus brazosy acaba la ronda,

a las seis de la tarde se sale de las cárcelesy están cerradas las iglesias.Nada nos ata a naday, en libertad, pasamos.

e

Mirad, la tarde todo me dispersa.

Que ya despierte el que me sueña.

Va a despertar exhausto, Segismundo.un helado sudor y un tenebrosovacío entre las sienes. Pero el premio

clue habrá en su apremio de sentirse rróvil . . .

Alargará las lnanos ateridasy de su vaso brotará la blancaflor de la sal de frutas. Y en cien gritos

repetirá su nombre y todo el díasaltará por los campos su alarido.Y por la noche ha de llegar exhausto,mas no podrá dorrnirse, Segismundo.

Que ya despierte. Son treinta y tres siglos,son ya treinta y tres noches borrascosas,que le persigo yo, su pesadilla,y el rayo que le parta o le despierte.

Quien 1o tiene en sus lranos me 10 esquiva.

f

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Page 119: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Y recucrda, Winona, aquel instantede aquel estío que arrojó maduratu cereza en la copa del amante.

Y el grito que rne guiaba en la espesurade tu fiebre, y mi fiebre calcinanteentrelazada a tu desgarradura.)

Pero la tarde toclo lo cli luyc.

La luz. rcr,ela stts sietc pr:c:r<losqtf€ nos f iugicron ttna salud solav oírros y cntenclernos y dccirloslas blandas voces que a la y<¡z rcpugllan :lágrimas, miel, candor, n-relancolía.

Porque la tarde todo 1o dispersa.

Todas las mozas del mundo destrenzan sus brazosy acaba la ronda,

a las seis de la tarde se sale de las cárcelesy están cerradas las iglesias.Nada nos ata a naday, en libertad, pasamos.

e

Mirad, la tarde todo me dispersa.

Que ya despierte el que me sueña.

Va a despertar exhausto, Segismundo.un helado sudor y un tenebrosovacío entre las sienes. Pero el premio

clue habrá en su apremio de sentirse rróvil . . .

Alargará las lnanos ateridasy de su vaso brotará la blancaflor de la sal de frutas. Y en cien gritos

repetirá su nombre y todo el díasaltará por los campos su alarido.Y por la noche ha de llegar exhausto,mas no podrá dorrnirse, Segismundo.

Que ya despierte. Son treinta y tres siglos,son ya treinta y tres noches borrascosas,que le persigo yo, su pesadilla,y el rayo que le parta o le despierte.

Quien 1o tiene en sus lranos me 10 esquiva.

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F ' = ¡ _ _ ; - _ + r j _ _

a , _'--:: -:-={:.; r :-Eit:=

CLAVE

Donde el silencio ya no dice nadaporque nadie lo oye; a esta horaque no es la noche aún sino en los vacuosrincones en que ardieron nuestros ojos;

donde la rosa no cs ya sino el nombresin rosa <le la ¡osa y nuestros dedosno saben ya el contorno de las frutasni los labios la pulpa de los labios,

grita Elias (arrebatarlo en l larnasa cualquier ptlnto cntre el cielo y la tiena)grita Il l ías su l<,y rlcsacoriladaeIt c{r-icnto t 'ncrnigo dc las leyes :

"Cuando la luz crnana tlc nosotrostodo dentro de todos los otros queda en sourbrasy cuando nos envuelve

¡ qué negra luz nos anochece adentro !"

LABERINTO DEL CIEGO

A José Gorostiza

Alzo mi rosa, pero fio por míani por única, azul, sino por rosa.

Me fuese ajena, no sufriese proravaga en mis mares íntimos su espina;

cantasen sus hermanas todavíaen mi jardín destartalado; bocassin mi elección midiéranla católica,por rosa, enigma y luz, la elevaría.

Muchos nre dicen qu(: no

¡Quién 1o sabe mejor que yo !

Pues corrí, no alcancé sino su sombrao en mi prisa creía que la alcanzaba,o soñé que corría tras su forma.

En Sinaloa no me viel'on niñoy sí ire hallaron teólogo en Toluca,y sí decían: vedle ya tan lóbregoy apenas tiene quince,y sí decían: cien paisajes nuevoscómo lc lavarían la sonrisa.

Védmela acluí, de pan recién partidosobre la mesa de lod siete lustros.pero mi sueño, ay, de aquella sombratodavía me alarga la vigilia.

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Page 121: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

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CLAVE

Donde el silencio ya no dice nadaporque nadie lo oye; a esta horaque no es la noche aún sino en los vacuosrincones en que ardieron nuestros ojos;

donde la rosa no cs ya sino el nombresin rosa <le la ¡osa y nuestros dedosno saben ya el contorno de las frutasni los labios la pulpa de los labios,

grita Elias (arrebatarlo en l larnasa cualquier ptlnto cntre el cielo y la tiena)grita Il l ías su l<,y rlcsacoriladaeIt c{r-icnto t 'ncrnigo dc las leyes :

"Cuando la luz crnana tlc nosotrostodo dentro de todos los otros queda en sourbrasy cuando nos envuelve

¡ qué negra luz nos anochece adentro !"

LABERINTO DEL CIEGO

A José Gorostiza

Alzo mi rosa, pero fio por míani por única, azul, sino por rosa.

Me fuese ajena, no sufriese proravaga en mis mares íntimos su espina;

cantasen sus hermanas todavíaen mi jardín destartalado; bocassin mi elección midiéranla católica,por rosa, enigma y luz, la elevaría.

Muchos nre dicen qu(: no

¡Quién 1o sabe mejor que yo !

Pues corrí, no alcancé sino su sombrao en mi prisa creía que la alcanzaba,o soñé que corría tras su forma.

En Sinaloa no me viel'on niñoy sí ire hallaron teólogo en Toluca,y sí decían: vedle ya tan lóbregoy apenas tiene quince,y sí decían: cien paisajes nuevoscómo lc lavarían la sonrisa.

Védmela acluí, de pan recién partidosobre la mesa de lod siete lustros.pero mi sueño, ay, de aquella sombratodavía me alarga la vigilia.

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Page 122: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

I-a luz se vino hoy tan desnuda,disfrazada de sólo luz.Sin sol, o nube, o luna, o aire,monda y l ironda ltrz.

No de la lumbre y su pasión espesa,ni de los dientes de la dicha, nicle la aurora y su escándalo de frases:hoy lu)uz vino de la luz.

Tan dura, y se tlcshacc cntrc nlis dedos,llo me cnsor<lece su fulgory apenas si me hicre su rcposo.

¡ No ilurninada y luminosa luz !

'fan largo viaje por el cielo

y no saber a azLrl,y tanto andarse por las ramasy no oler a nada mi \uz.

Y haberse caído a mis ojossin pintarse de sal.Y andar tan ágil por mi almarni nictálope luz. &

Me vería hacia afuera, pero adentroeste vacío no me deja hallarrne.

Ilubiera algo, con ltz o a oscuras lo vería,fuese sólo una sombra soñada en las arenas,que cayese la noche en su desierto,

o que fuese la noche sin nadie y sin desierto,con un poco de aire para hacer las distanciaso que fuese la noche con un poco de nada,pcro cs la nada sola y desolada.

Este aire, pucs l legr'r tan t( 'rso,vendría cle roclear la ¡rieldel sueño no soi.r¿ulo. ( I 'ort¡rtt:los ot ros no los curnto va.)

Estaba pcnsil dc !1n¿r ralray estaba maduro y no lo r.nordí.(Al mcdiodía, dije, cttando el árbolsea menos alto que mi sed.Y bien sabía c'l bosque prestimanoque no iba a encontrarlo después.)

o Á 9 7

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I-a luz se vino hoy tan desnuda,disfrazada de sólo luz.Sin sol, o nube, o luna, o aire,monda y l ironda ltrz.

No de la lumbre y su pasión espesa,ni de los dientes de la dicha, nicle la aurora y su escándalo de frases:hoy lu)uz vino de la luz.

Tan dura, y se tlcshacc cntrc nlis dedos,llo me cnsor<lece su fulgory apenas si me hicre su rcposo.

¡ No ilurninada y luminosa luz !

'fan largo viaje por el cielo

y no saber a azLrl,y tanto andarse por las ramasy no oler a nada mi \uz.

Y haberse caído a mis ojossin pintarse de sal.Y andar tan ágil por mi almarni nictálope luz. &

Me vería hacia afuera, pero adentroeste vacío no me deja hallarrne.

Ilubiera algo, con ltz o a oscuras lo vería,fuese sólo una sombra soñada en las arenas,que cayese la noche en su desierto,

o que fuese la noche sin nadie y sin desierto,con un poco de aire para hacer las distanciaso que fuese la noche con un poco de nada,pcro cs la nada sola y desolada.

Este aire, pucs l legr'r tan t( 'rso,vendría cle roclear la ¡rieldel sueño no soi.r¿ulo. ( I 'ort¡rtt:los ot ros no los curnto va.)

Estaba pcnsil dc !1n¿r ralray estaba maduro y no lo r.nordí.(Al mcdiodía, dije, cttando el árbolsea menos alto que mi sed.Y bien sabía c'l bosque prestimanoque no iba a encontrarlo después.)

o Á 9 7

Page 124: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

REGAÑO DEL VIEJO

. .. Science avec '

Le suplice est sur.

patietrce,

Rrlr¡¡uo

Zirahuén le rodeaba de redes y de sol.

En su luna aprendió la O por la cuadrada,

porque en la tarde'{a escribía con C.

A sangre y fuego, a filo de coraz6n, entraba

a las auroras descotadas y húrnedas

que volvían del vicio después de amanecer;

sordos y ciegos, íbamos, seductores de nubes,

y él se uncía a mi rueda alegremente

cuando nos tocaba perder.

Y éramos uña y carne en el dedo divino,

pero lo he sobrevivido tantoque su nombre ya no 1o sé'

Rosa de Lima, seda quc ¡rle asfixias

aún, en el recucrdo dc aqucl óPalo

que ponía tu clave cn mi nreñi<1ue.

Las horas te mudaban docc rostros,

pero te veo la última, que tuvo más minutos que ninguna'

Ojos de asombro, y boca en oh de eterno asombro

y duro y blanco el susto de los senos

al caerte sin fin de tu gozo a mí pozo.

'a

Connrigo a nti latlo

v sentirnrc scllo.

Tan f ic l conr¡rañíaque nrc fuí yo, Pi la t lcs.

Till human voices wake us'

and we drown.T. S. E¡-ror

I'ájaros de r.nttchachas con la cabeza a pájaros,

cl vuelo puro, por volar, Y el canto

sin número, ni sones, ni Palabras'Cántaros de lecheras sonámbulas' Narciso

sin espejo y ya flor ett el estanque'

Tréboles de seis hojas que siguen siendo tréboles'

Amor que cs tan amor que, frio, sigue siéndolo,

cor¡o el sudor helado de este lecho palúdico'

(A veces, Ruth, a veces,

sin tu fluvial tersura aquí, a mi lado,

rnis nervios gritan y se rompen en esdrújulas')

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REGAÑO DEL VIEJO

. .. Science avec '

Le suplice est sur.

patietrce,

Rrlr¡¡uo

Zirahuén le rodeaba de redes y de sol.

En su luna aprendió la O por la cuadrada,

porque en la tarde'{a escribía con C.

A sangre y fuego, a filo de coraz6n, entraba

a las auroras descotadas y húrnedas

que volvían del vicio después de amanecer;

sordos y ciegos, íbamos, seductores de nubes,

y él se uncía a mi rueda alegremente

cuando nos tocaba perder.

Y éramos uña y carne en el dedo divino,

pero lo he sobrevivido tantoque su nombre ya no 1o sé'

Rosa de Lima, seda quc ¡rle asfixias

aún, en el recucrdo dc aqucl óPalo

que ponía tu clave cn mi nreñi<1ue.

Las horas te mudaban docc rostros,

pero te veo la última, que tuvo más minutos que ninguna'

Ojos de asombro, y boca en oh de eterno asombro

y duro y blanco el susto de los senos

al caerte sin fin de tu gozo a mí pozo.

'a

Connrigo a nti latlo

v sentirnrc scllo.

Tan f ic l conr¡rañíaque nrc fuí yo, Pi la t lcs.

Till human voices wake us'

and we drown.T. S. E¡-ror

I'ájaros de r.nttchachas con la cabeza a pájaros,

cl vuelo puro, por volar, Y el canto

sin número, ni sones, ni Palabras'Cántaros de lecheras sonámbulas' Narciso

sin espejo y ya flor ett el estanque'

Tréboles de seis hojas que siguen siendo tréboles'

Amor que cs tan amor que, frio, sigue siéndolo,

cor¡o el sudor helado de este lecho palúdico'

(A veces, Ruth, a veces,

sin tu fluvial tersura aquí, a mi lado,

rnis nervios gritan y se rompen en esdrújulas')

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Page 126: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Las manos sabias saltan en su jaula sonoray el perseguir la ruta de peces incolorospor tu cuello, rne roba tu garganta. Y no escucho.

Y no sé si has l loraclo, pero todo,todo cabe.¡n rni piedra del meñiquey todo llcga al l lanto tle su fondo.

Por vivirtc nle olr, iclo de rni vida,Rosa de Lima r¡uc nrc arlastc otro.

Quó n.rc t.scribe est: \,I-rt'lo cle palonrascn su pizarra borrascosa -quión

lo guía, roto cl pulso, por mi vicnto-,-por qué esta y no otra noche hubo dc hablar.

El amor cabizbajo,la sed sórdicla,Ia enconada memoria del nacerindeclinable y terco a tantas vidas- y esta tarde, y no aquella del morir.

No aquella, submarina, con guirnaldasde abrasadores brazos, y cle pieslánguidos para el viaje entre corales,y con luz de burbujas en la voz.

No aquelJa atardecida tarde rosadel ademán recóndito al partir.

No aquella en que yo hubiera descifradosu vuelo, y el regaño ó.e mi faz.

Blando y anlargo en hiel me desintegro,o, peor, en miel de égloga me humillo.(La niña juega con su corderil lo:un candor solo contra el cielo negro;en los cuatro ojos brilla el mismo brilloy en balido y en risa el mist.uo allegrc.-La niña juega con su corderil loy l lora que se lo he contado negro.)

En hiel, por los clue beben de las lácteas

Susanas cntrevistas cn la fucnte,bajo los viejos árbolt 's f isgonesrlue cstiran sarrrentos¡ts lctrguas a acariciarlas.Por l i i lcmón, quc lruyc <lc su ti loy en su lascivia vcgctal rejuvenccey pasa con dos jóvcrrcs cncinas en los brazos.Y la hiel en mis pit 'rnas, que estrangulana Sindbad con recut'rdos y ciencia e in.rpaciencia.

Que es hora de Orestea y de mi víbora.

1 0 0l 0 l

Page 127: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Las manos sabias saltan en su jaula sonoray el perseguir la ruta de peces incolorospor tu cuello, rne roba tu garganta. Y no escucho.

Y no sé si has l loraclo, pero todo,todo cabe.¡n rni piedra del meñiquey todo llcga al l lanto tle su fondo.

Por vivirtc nle olr, iclo de rni vida,Rosa de Lima r¡uc nrc arlastc otro.

Quó n.rc t.scribe est: \,I-rt'lo cle palonrascn su pizarra borrascosa -quión

lo guía, roto cl pulso, por mi vicnto-,-por qué esta y no otra noche hubo dc hablar.

El amor cabizbajo,la sed sórdicla,Ia enconada memoria del nacerindeclinable y terco a tantas vidas- y esta tarde, y no aquella del morir.

No aquella, submarina, con guirnaldasde abrasadores brazos, y cle pieslánguidos para el viaje entre corales,y con luz de burbujas en la voz.

No aquelJa atardecida tarde rosadel ademán recóndito al partir.

No aquella en que yo hubiera descifradosu vuelo, y el regaño ó.e mi faz.

Blando y anlargo en hiel me desintegro,o, peor, en miel de égloga me humillo.(La niña juega con su corderil lo:un candor solo contra el cielo negro;en los cuatro ojos brilla el mismo brilloy en balido y en risa el mist.uo allegrc.-La niña juega con su corderil loy l lora que se lo he contado negro.)

En hiel, por los clue beben de las lácteas

Susanas cntrevistas cn la fucnte,bajo los viejos árbolt 's f isgonesrlue cstiran sarrrentos¡ts lctrguas a acariciarlas.Por l i i lcmón, quc lruyc <lc su ti loy en su lascivia vcgctal rejuvenccey pasa con dos jóvcrrcs cncinas en los brazos.Y la hiel en mis pit 'rnas, que estrangulana Sindbad con recut'rdos y ciencia e in.rpaciencia.

Que es hora de Orestea y de mi víbora.

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Page 128: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

t

LIBRO DE RUTH

Y acontcció que, a la medianoche, se estremeció aquelhombre, y palpó: y he aquíl : r nrujer , que estaba acostada: t s t ts l ics.

- l tur l t , r l r -8

BOOZ SE IMPACIENTA

Entonces doblarán las doce de la nochey el Caosacogerá sonric-nte al hijo pródigo.

Pasan sin nadie todos los tranvías.

Su huracán de esperanzas no para en las esquinasde mi cuerpo.

Ni su trueno. Ni un piano. Ni los gri l los.

I-as mujeres apagan las lámparas del mundo entero.

102 1 0 3

El cielo s#s estrellas. Yo mi espera.Cierran sin ruido todas las ventanas,Dedos que no son tuyos han bajado mis párpaclos.

Ya no vienes. N'o llegas.Más allá de las doce no se puede ver nada.

Pero aún no es la noche.Toclavía la ta¡de te espera deshojándome,robándote rni carne trozo a trozo:las pupilas primero, que se van a cansadas lejanías

como dos niños ávidos, perdidos

en la busca de algo que no saben;el rescoido en rni boca pronto será cenizade adivinarte en todos los nombres de lo creado

con mi voz amaril la y áspera de toronja;y mis manos, callosas de esculpir en el aire

el fiel vacío exacto que llenará la forr¡a de tu gracia.

Así iré mutilánclome hasta las doce de la noche,mas si llegaras un rninuto antesen él todas mis dichas vivirías de nuevo.

Deja la luz sin scxo crl que te ahogas,ángel mientras nr i l rcho no tc er i ja mujcr ;sal de la voz m:rrina tluc te sttcña,sirena sin cancir' lr mientras yo no la oiga;deja la arcil la informe que h:rbitas y qtle ercsen tanto clue mis dedos no rnodelcn tu cstatua;sal del bosque de ho¡as inmóviles en que te pierdes,corza sin pulso n-rientras n-ri miedo no te anime;deja el no ser de tu Moab incierta;

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Page 129: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

t

LIBRO DE RUTH

Y acontcció que, a la medianoche, se estremeció aquelhombre, y palpó: y he aquíl : r nrujer , que estaba acostada: t s t ts l ics.

- l tur l t , r l r -8

BOOZ SE IMPACIENTA

Entonces doblarán las doce de la nochey el Caosacogerá sonric-nte al hijo pródigo.

Pasan sin nadie todos los tranvías.

Su huracán de esperanzas no para en las esquinasde mi cuerpo.

Ni su trueno. Ni un piano. Ni los gri l los.

I-as mujeres apagan las lámparas del mundo entero.

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El cielo s#s estrellas. Yo mi espera.Cierran sin ruido todas las ventanas,Dedos que no son tuyos han bajado mis párpaclos.

Ya no vienes. N'o llegas.Más allá de las doce no se puede ver nada.

Pero aún no es la noche.Toclavía la ta¡de te espera deshojándome,robándote rni carne trozo a trozo:las pupilas primero, que se van a cansadas lejanías

como dos niños ávidos, perdidos

en la busca de algo que no saben;el rescoido en rni boca pronto será cenizade adivinarte en todos los nombres de lo creado

con mi voz amaril la y áspera de toronja;y mis manos, callosas de esculpir en el aire

el fiel vacío exacto que llenará la forr¡a de tu gracia.

Así iré mutilánclome hasta las doce de la noche,mas si llegaras un rninuto antesen él todas mis dichas vivirías de nuevo.

Deja la luz sin scxo crl que te ahogas,ángel mientras nr i l rcho no tc er i ja mujcr ;sal de la voz m:rrina tluc te sttcña,sirena sin cancir' lr mientras yo no la oiga;deja la arcil la informe que h:rbitas y qtle ercsen tanto clue mis dedos no rnodelcn tu cstatua;sal del bosque de ho¡as inmóviles en que te pierdes,corza sin pulso n-rientras n-ri miedo no te anime;deja el no ser de tu Moab incierta;

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Page 130: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

sal ya de ti. Mis pies están helándose.Más allá de las doce no se puede ser nada.

BOOZ ENCUENTRA A RUTH

Tracs un vicnto quc mucve los rascacielos más tercosy que te ciñe para mostrarme cómo fué la cabeza

de la Victoria de Samotracia,y que luego te humilla a recoger espigas des<leñadas.Traes un vicnto que llega de cabellos noruegos a alisarte

los tuyos.Traes un viento que trae amantes olvidados que se

cncrlcntran cle pronto cn 1os lugares más insólitos comogaviotas en la nicve de los volcanes.

Tracs un vicnto rlttc larrc tu nourbrc ,. 'n las cien lcnguasdc Babel,

y cn é1 me traes a lraccr en r-ní.

Y es nacer a la muerte que acecha en los festinesde un octubre sin fin y sin castigo,

rlrla muerte que desde mí te acecha en las ciudades y en lashoras y en los aviones de cien pasajeros.

Fausto que te persigue desde el episodio fatal de la siegaen mis manos nudosas y tiernas de asesino.

De mi saldrás exangüe y destinada a sueño como lasmariposas que capturan los dedos crueles de los niños;

de rní saldrás scca y estéril como las maldiciones escondidasen los ve¡sos de amor que nadie escncha.

Fltrye de rrri, gue soy elaientoeldiablo que te a¡rastra.

r04 1 0 5

BOOZ CANTA SU AMOR

Me he querido mentir que no te amo,roja alegría incauta, sol sin frenoen la tarde que sólo tú detienes,luz demorada sobre mi deshielo.Por no apagar la brasa de tus labioscon un amor que darte no merezco,por no echar sobre el alba de tus hombroslas horas que le restan a mi duelo.Pero cómo negarte mis espigassi las alzabas con tan puro gesto;cómo temer tus años, si me dabastoda mi juventud en mi deseo.

Quédate, amor adolescente, quédate.Diez golondrinas saltan de tus dedos.París cumple en tu rostro quince años.Cómo brilla mi voz sobre tu pecho.Oyela hablarte de la luna, óyelacantando lánguida por los senderos:sus palabras más nimias tienen forma,no le avergüenza ya <lecir "te quiero".Me has untado de fósforo los brazos:no los tienen más fucrtcs los ulancebos.Flores palúdicas en los cst:inqucsde mis ojos. El trópico en ¡nis hucsos.Cien lugares comunes, amor cándido,amoroso y porfiado amor primero.

Page 131: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

sal ya de ti. Mis pies están helándose.Más allá de las doce no se puede ser nada.

BOOZ ENCUENTRA A RUTH

Tracs un vicnto quc mucve los rascacielos más tercosy que te ciñe para mostrarme cómo fué la cabeza

de la Victoria de Samotracia,y que luego te humilla a recoger espigas des<leñadas.Traes un vicnto que llega de cabellos noruegos a alisarte

los tuyos.Traes un viento que trae amantes olvidados que se

cncrlcntran cle pronto cn 1os lugares más insólitos comogaviotas en la nicve de los volcanes.

Tracs un vicnto rlttc larrc tu nourbrc ,. 'n las cien lcnguasdc Babel,

y cn é1 me traes a lraccr en r-ní.

Y es nacer a la muerte que acecha en los festinesde un octubre sin fin y sin castigo,

rlrla muerte que desde mí te acecha en las ciudades y en lashoras y en los aviones de cien pasajeros.

Fausto que te persigue desde el episodio fatal de la siegaen mis manos nudosas y tiernas de asesino.

De mi saldrás exangüe y destinada a sueño como lasmariposas que capturan los dedos crueles de los niños;

de rní saldrás scca y estéril como las maldiciones escondidasen los ve¡sos de amor que nadie escncha.

Fltrye de rrri, gue soy elaientoeldiablo que te a¡rastra.

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BOOZ CANTA SU AMOR

Me he querido mentir que no te amo,roja alegría incauta, sol sin frenoen la tarde que sólo tú detienes,luz demorada sobre mi deshielo.Por no apagar la brasa de tus labioscon un amor que darte no merezco,por no echar sobre el alba de tus hombroslas horas que le restan a mi duelo.Pero cómo negarte mis espigassi las alzabas con tan puro gesto;cómo temer tus años, si me dabastoda mi juventud en mi deseo.

Quédate, amor adolescente, quédate.Diez golondrinas saltan de tus dedos.París cumple en tu rostro quince años.Cómo brilla mi voz sobre tu pecho.Oyela hablarte de la luna, óyelacantando lánguida por los senderos:sus palabras más nimias tienen forma,no le avergüenza ya <lecir "te quiero".Me has untado de fósforo los brazos:no los tienen más fucrtcs los ulancebos.Flores palúdicas en los cst:inqucsde mis ojos. El trópico en ¡nis hucsos.Cien lugares comunes, amor cándido,amoroso y porfiado amor primero.

Page 132: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Vámonos por las rutas de tus venasy de mis venas. Vámonos fingiendoque es Ia primera vez quc estoy viviéndote.Por la carne también se llega al cielo.I{ay pájaros que sueñan que son pájarosy se despiertan ángcles. Hay sueñosde los que dos fantasnras se despiertana la virginidad cle nuestros cuerpos.Vámonos como sit 'nrprc: Dafnis, Cioe.Tiéndete bajo cl l i irro rnás erecto,una brizna de ycrba entre los dientes.No te muevas. Así. I iucra del t iempo.

Si cerrara los ojos, dt's¡rcrtánclonte,me encontrar ía, corno s icnrprc, l r t t tcr to.

BOOZ VE DORIUIIT A RUTH

La isla está rodeada por un mar temblorosoque algunos l laman piel. Pero es espuma.Es un mar que prolonga su blancura en el cielocomo el halo de las tehuanas y los santos.E,s un mar que está siemprecn trance de primera comunión.

Quién habitara tu yeraz incendiorodeado de azucenas por doquiera,quién entrara a tus dos puertos cerradosazules y redondos como ojos azules

que aprisionaron todo el sol del día, I

para irse a soñar a tu serena plaza pueblerina-que algunos llaman frente-debajo de tus árboles de cabellos textilesque se te enrollan en ovillospara que tengas que peinártelos con husos.He leído en tu oreja que la recta no existeaunque diga que sí tu nariz euclidiana;hay una voz r.rrl1y roja que se quedó encendidaen el silencio de tus labios. Cállalapara poder oír lo que me cuenteel aire que regresa de tu pecho;para saber por qué no tienes en el cuellomí manzana de Adán, si te la he dado;para saber por qué tu seno izquierdose levanta más alto que el otro cuando aspiras;para saber por qué tu vientre lisotiembla cuando 1o tocan mis pupilas.Has bajado una mano hasta tu centro.

Saben aún tus pies, cuando ios beso,al vino clue pisaste en los lagares;qué frágil f i l igrana es la invisiblecadcna con que ata el pudor tus tobil los;yo conocí un río nrás largo que tus piernas-algunos 1o llamaban Vía l,áctea-pero no discurría tan morosoni por cauce tan f irme y bien trazado;una noche la luna llenaba todo el lago;Zirahuén era así dulce como su nombre:

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Page 133: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Vámonos por las rutas de tus venasy de mis venas. Vámonos fingiendoque es Ia primera vez quc estoy viviéndote.Por la carne también se llega al cielo.I{ay pájaros que sueñan que son pájarosy se despiertan ángcles. Hay sueñosde los que dos fantasnras se despiertana la virginidad cle nuestros cuerpos.Vámonos como sit 'nrprc: Dafnis, Cioe.Tiéndete bajo cl l i irro rnás erecto,una brizna de ycrba entre los dientes.No te muevas. Así. I iucra del t iempo.

Si cerrara los ojos, dt's¡rcrtánclonte,me encontrar ía, corno s icnrprc, l r t t tcr to.

BOOZ VE DORIUIIT A RUTH

La isla está rodeada por un mar temblorosoque algunos l laman piel. Pero es espuma.Es un mar que prolonga su blancura en el cielocomo el halo de las tehuanas y los santos.E,s un mar que está siemprecn trance de primera comunión.

Quién habitara tu yeraz incendiorodeado de azucenas por doquiera,quién entrara a tus dos puertos cerradosazules y redondos como ojos azules

que aprisionaron todo el sol del día, I

para irse a soñar a tu serena plaza pueblerina-que algunos llaman frente-debajo de tus árboles de cabellos textilesque se te enrollan en ovillospara que tengas que peinártelos con husos.He leído en tu oreja que la recta no existeaunque diga que sí tu nariz euclidiana;hay una voz r.rrl1y roja que se quedó encendidaen el silencio de tus labios. Cállalapara poder oír lo que me cuenteel aire que regresa de tu pecho;para saber por qué no tienes en el cuellomí manzana de Adán, si te la he dado;para saber por qué tu seno izquierdose levanta más alto que el otro cuando aspiras;para saber por qué tu vientre lisotiembla cuando 1o tocan mis pupilas.Has bajado una mano hasta tu centro.

Saben aún tus pies, cuando ios beso,al vino clue pisaste en los lagares;qué frágil f i l igrana es la invisiblecadcna con que ata el pudor tus tobil los;yo conocí un río nrás largo que tus piernas-algunos 1o llamaban Vía l,áctea-pero no discurría tan morosoni por cauce tan f irme y bien trazado;una noche la luna llenaba todo el lago;Zirahuén era así dulce como su nombre:

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Page 134: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

era la anunciación de tus caderas.Si tus manos son manos, ¿cómo son las anémonas?Cinco uñas se apagan en tu centro.

No haber estado el día de tu creación, no haber estadoantes de que Su mano te envolviera en sudarios de inocencia-y no saber qué ercs ni qué estarás soñando.Hoy te destrozaría por saberio.

CELOS 1¡ MUERTE DE BOOZ

Y sólo sé que no soy yo,

el durmiente quc sueira un cedro Huguiano, 1o que sueñas,y pues que he nacido de muerte natural, desesperado,paso ya, frcnesí tardío, tardía voz sin ton ni son.

Me miro con tus ojos y me veo alejarme,y separar las aguas del Mar Rojo de nuestros

i1Tni,t"O,U",para la huída infame,y sufro que me tiñe de azules la distancia,y quisiera gritarme desde tu boca: "No te vayas."

Destrencemos los dedos y sus promesas no cumplidas.Te cambio por tu sombra y te dejo como sin pies sin ellay no podrás correr al amor de tu edad que he suplantado.Te cambio por tu sueño para irme a dorr¡ir con el cadáver

leal de tu alegría.

Te cedo mi lámpara vieja por la tuya de luz de plata virgenpara desear frustradas canciones inaudibles.

Ya me hundo a buscarme en un te amé que quiso ser te amo,donde se desenrolla un caracol atónito al descubrir

el fondo salob¡e de sus ecos,y los confesonarios desenredan mis arrepentimientos

mentlrosos.

Ya me voy con mi muerte de música a otra parte.

Ya no me vivo en ti. Mi noche es alta y mía.

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era la anunciación de tus caderas.Si tus manos son manos, ¿cómo son las anémonas?Cinco uñas se apagan en tu centro.

No haber estado el día de tu creación, no haber estadoantes de que Su mano te envolviera en sudarios de inocencia-y no saber qué ercs ni qué estarás soñando.Hoy te destrozaría por saberio.

CELOS 1¡ MUERTE DE BOOZ

Y sólo sé que no soy yo,

el durmiente quc sueira un cedro Huguiano, 1o que sueñas,y pues que he nacido de muerte natural, desesperado,paso ya, frcnesí tardío, tardía voz sin ton ni son.

Me miro con tus ojos y me veo alejarme,y separar las aguas del Mar Rojo de nuestros

i1Tni,t"O,U",para la huída infame,y sufro que me tiñe de azules la distancia,y quisiera gritarme desde tu boca: "No te vayas."

Destrencemos los dedos y sus promesas no cumplidas.Te cambio por tu sombra y te dejo como sin pies sin ellay no podrás correr al amor de tu edad que he suplantado.Te cambio por tu sueño para irme a dorr¡ir con el cadáver

leal de tu alegría.

Te cedo mi lámpara vieja por la tuya de luz de plata virgenpara desear frustradas canciones inaudibles.

Ya me hundo a buscarme en un te amé que quiso ser te amo,donde se desenrolla un caracol atónito al descubrir

el fondo salob¡e de sus ecos,y los confesonarios desenredan mis arrepentimientos

mentlrosos.

Ya me voy con mi muerte de música a otra parte.

Ya no me vivo en ti. Mi noche es alta y mía.

1 0 81 0 9

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POEMAS NO COLECCIONADOS

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POEMAS NO COLECCIONADOS

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CARTA

DEFENSA DEL IIOMBRE

Creedme sus amigos que la dejó plantadasólo a que flo¡eciese otra virginidad más dura en el olvidomadura forma ella que decía más bella que los vicioscreyendo que sus dedos la sabían al dedilloy todo él era dedos o lenguas en forma de índices en llamasademás si ella era de la carne de vidrio de las fugas

a qué acusar abandono de hogar en su prosa de pródigo

y a qué oprimirle luego esposa en su pulso

la otra mitad en la muñeca de un detective de Dios

tan sin modalescólera de una forma demasiado pura para entender

a los hombreso para ser sabida totalmente por los hombres

Qué más era al fin la distancia que gritaba la huídaclue el mudo aire que hace la lejanía del pecho a la garganta

l l 3

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CARTA

DEFENSA DEL IIOMBRE

Creedme sus amigos que la dejó plantadasólo a que flo¡eciese otra virginidad más dura en el olvidomadura forma ella que decía más bella que los vicioscreyendo que sus dedos la sabían al dedilloy todo él era dedos o lenguas en forma de índices en llamasademás si ella era de la carne de vidrio de las fugas

a qué acusar abandono de hogar en su prosa de pródigo

y a qué oprimirle luego esposa en su pulso

la otra mitad en la muñeca de un detective de Dios

tan sin modalescólera de una forma demasiado pura para entender

a los hombreso para ser sabida totalmente por los hombres

Qué más era al fin la distancia que gritaba la huídaclue el mudo aire que hace la lejanía del pecho a la garganta

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-":-r-r_a-.'F,!!--!!F.

si al apretarla entre los labios y el próximo sueñotoda naranja o toda mano es a lo sumo el pañuelo

en el brazo del tren

Y qué sabía ella de unas noches llamándolacaído en red de brazos y piernas y silbatos de t¡enescon sed de alguna sed más seca que su fiebreescalando ese piano que se queda encendido hasta el alba

en los barriosy que aún en tango sólo gotea los Ejercicios Para

Los 5 Dedos de Strawinskyy qué puede el lenguaje de espuma de las sombrascontra tres mil años de mcdiodía mediterráneoy unas cuantas gotas de irritable sangre irlandesa

LAZARO MAL REDIVIVO

(Fragmento)

Adónde irás, recuerdo forajido,

con los siete mastines a la zaga:

a qué sombra me llevas, sin sentido,a qué luz me devuelves, que se apaga.

Adónde, pensamiento fijo, ideafi ja en los pinos de memoria verdey en el reloj de sangre que aún gotea

sobre la nieve en que mi voz se pierde.

A la brasa clavada €h carne vivade mi ternura sin la de tu seno,al incendio de hiel de mi salivasin la saliva de tu ardor ajeno.

O a la flor de papel de un Brahms más sabio

y más frío esta noche entre tus manos,

a la canción que nace a flor de labioy muere flor de loto en los pantanos.

A esperar, retorcién<lome, el deshielode sábanas que no me dejan verte,cuerpo roído por la cal del celoy la impuntalidad de muerte y suerte.

DE LA ARDUA LECCION

Ahora vas a oír, Natanael, a un hombre

que a pesar de sus malas compañías, los ángeles,

se salvó de ser ángel con ser hombre;miralo allá: pensil de aquella estrellales sonrie lccción de hurnanidades,que es dc sensualiclades y de hambres.

Les dice: "Sea tu frentcalta y l impia y sevcra conro t ' l cielo de Móxicopara que las cejas dibujcn las dos mo¡rtañas desiguales

' que lo sostienen;que tu ojo izquicrdo ignore 1o que lea tu ojo derechopara que el mundo brille tan virginal como el pristino día;

t t l u5

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-":-r-r_a-.'F,!!--!!F.

si al apretarla entre los labios y el próximo sueñotoda naranja o toda mano es a lo sumo el pañuelo

en el brazo del tren

Y qué sabía ella de unas noches llamándolacaído en red de brazos y piernas y silbatos de t¡enescon sed de alguna sed más seca que su fiebreescalando ese piano que se queda encendido hasta el alba

en los barriosy que aún en tango sólo gotea los Ejercicios Para

Los 5 Dedos de Strawinskyy qué puede el lenguaje de espuma de las sombrascontra tres mil años de mcdiodía mediterráneoy unas cuantas gotas de irritable sangre irlandesa

LAZARO MAL REDIVIVO

(Fragmento)

Adónde irás, recuerdo forajido,

con los siete mastines a la zaga:

a qué sombra me llevas, sin sentido,a qué luz me devuelves, que se apaga.

Adónde, pensamiento fijo, ideafi ja en los pinos de memoria verdey en el reloj de sangre que aún gotea

sobre la nieve en que mi voz se pierde.

A la brasa clavada €h carne vivade mi ternura sin la de tu seno,al incendio de hiel de mi salivasin la saliva de tu ardor ajeno.

O a la flor de papel de un Brahms más sabio

y más frío esta noche entre tus manos,

a la canción que nace a flor de labioy muere flor de loto en los pantanos.

A esperar, retorcién<lome, el deshielode sábanas que no me dejan verte,cuerpo roído por la cal del celoy la impuntalidad de muerte y suerte.

DE LA ARDUA LECCION

Ahora vas a oír, Natanael, a un hombre

que a pesar de sus malas compañías, los ángeles,

se salvó de ser ángel con ser hombre;miralo allá: pensil de aquella estrellales sonrie lccción de hurnanidades,que es dc sensualiclades y de hambres.

Les dice: "Sea tu frentcalta y l impia y sevcra conro t ' l cielo de Móxicopara que las cejas dibujcn las dos mo¡rtañas desiguales

' que lo sostienen;que tu ojo izquicrdo ignore 1o que lea tu ojo derechopara que el mundo brille tan virginal como el pristino día;

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Page 142: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

que en el juicio de París de tu nariz Helena se llameslempre rosa

para que la guerra de Tioya estalle prontoy sepas lo fatal y el mar y Ulises;y que tu boca muerda los frutos verdes y los frutos madurosy algunas veces hasta los accdos,pero tu oreja reine fina c insobornablecomo la tierna yema dc tus dedos,porque tu rostro salga idéntico a tu máscaracuando la muertc llegue y te arranque la máscara."

Les dice: "El t iernpo es una vozhallada entre segunclos como sílabas,que si es poesía cscribirás con equisy si es su conciencia sc ha de llamar en números romanos

qulnce;

tiene los doce pétalos de rosa de la escala,y es el trébol feliz de cuatro hojasque forma las praderas y sus distancias y sus estaciones,y cuando es punta de lanza ensangrentada que palpitalos hombres lo sentimos corazónporque una mala noche nos atraviesa el corazón."

Les dice: "Si has de l lorar,que sea con los ojos de la soledad en un cuadro,

o vete como un Owen a la estación más honda del subutay,debajo de las piedras que se robaron de Prades

donde habita la virgen mutilada que oyó las infidenciasde Abelardo.

Pero si te da miedo, sigue de ángel y no llores."

. . t rSPERA, OCTUBRE.. . ' '

Espera, octubre.No hables, voz. Abril disuelve apenasla piel de las estatuas en espuma,aún canta en flor el árbol de las venas,y ya tu augurio a ras del mar, tu brumaque sobre el gozo cuelga sus cadenas,y tu clima de menta, en que se esfumael pensamiento por su laberintoy se ahonda el laberinto de1 instinto.

No quemes, cal. No raye las paredesde aire de abril de mi festín tu aviso.Si ya me sabes presa de tus redes,si a mi soñar vivir nací sumiso,vuelve al sueño real de que procedes,déjame roca el humo infiel que piso,deja a mi sed el fruto, el vino, el seno,y a mi rencor su diente de veneno.

Espejo, no me mires todavía.Abril nunca cs abril en el desierto,y me espía tu noche todo el díapara que al vcrte yo me rnire muerto;Narciso no murió de egolatría,sí cuando le enseñé que erés incierto,que eres igual al hombre que te miray que al mir¿rse en ti ya no se mira.

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que en el juicio de París de tu nariz Helena se llameslempre rosa

para que la guerra de Tioya estalle prontoy sepas lo fatal y el mar y Ulises;y que tu boca muerda los frutos verdes y los frutos madurosy algunas veces hasta los accdos,pero tu oreja reine fina c insobornablecomo la tierna yema dc tus dedos,porque tu rostro salga idéntico a tu máscaracuando la muertc llegue y te arranque la máscara."

Les dice: "El t iernpo es una vozhallada entre segunclos como sílabas,que si es poesía cscribirás con equisy si es su conciencia sc ha de llamar en números romanos

qulnce;

tiene los doce pétalos de rosa de la escala,y es el trébol feliz de cuatro hojasque forma las praderas y sus distancias y sus estaciones,y cuando es punta de lanza ensangrentada que palpitalos hombres lo sentimos corazónporque una mala noche nos atraviesa el corazón."

Les dice: "Si has de l lorar,que sea con los ojos de la soledad en un cuadro,

o vete como un Owen a la estación más honda del subutay,debajo de las piedras que se robaron de Prades

donde habita la virgen mutilada que oyó las infidenciasde Abelardo.

Pero si te da miedo, sigue de ángel y no llores."

. . t rSPERA, OCTUBRE.. . ' '

Espera, octubre.No hables, voz. Abril disuelve apenasla piel de las estatuas en espuma,aún canta en flor el árbol de las venas,y ya tu augurio a ras del mar, tu brumaque sobre el gozo cuelga sus cadenas,y tu clima de menta, en que se esfumael pensamiento por su laberintoy se ahonda el laberinto de1 instinto.

No quemes, cal. No raye las paredesde aire de abril de mi festín tu aviso.Si ya me sabes presa de tus redes,si a mi soñar vivir nací sumiso,vuelve al sueño real de que procedes,déjame roca el humo infiel que piso,deja a mi sed el fruto, el vino, el seno,y a mi rencor su diente de veneno.

Espejo, no me mires todavía.Abril nunca cs abril en el desierto,y me espía tu noche todo el díapara que al vcrte yo me rnire muerto;Narciso no murió de egolatría,sí cuando le enseñé que erés incierto,que eres igual al hombre que te miray que al mir¿rse en ti ya no se mira.

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LA LLAMA FRIA. . A L L A E N M I S A Ñ O S . . . ' '

Allá en mis años Poesía usaba por cifra una equis,

y su conciencia se llamaba quince.

¿ Qué van a hacer las rosas

sin quien les fi je el lírnite exacto de la rosa?

¿Qué van a hacer los pájaros (hasta los de cuenta)

sin quien les rr.rida el rtúrncro exacto de su trino ?

Ahora pájaros y rosas tendrán que pensar por sí mísmos

y la vida scrá mttchísimo más sin sentido.

Como la esclava que perdió a su dueño

(y tú eras su anro y ól tu esclavo)

Así irás Poesía por las calles de \{éxico'

" E S Y A l l l - C I E I - O . . . "

E,s ya el cielo. O la noche. O el mar que me reclanra

con la voz de mis ríos aún temblando en su trueno,

sus mármoles yacentes hechos carne en la arena,

y el hombre de la luna con la foca del circo,

y vicios de mejillas pintadas en los puertos,

y el horizonte tierno, siempre niño y eterno.

Si he de vivir, que sea sin timón y en delirio.

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LA LLAMA FRIA. . A L L A E N M I S A Ñ O S . . . ' '

Allá en mis años Poesía usaba por cifra una equis,

y su conciencia se llamaba quince.

¿ Qué van a hacer las rosas

sin quien les fi je el lírnite exacto de la rosa?

¿Qué van a hacer los pájaros (hasta los de cuenta)

sin quien les rr.rida el rtúrncro exacto de su trino ?

Ahora pájaros y rosas tendrán que pensar por sí mísmos

y la vida scrá mttchísimo más sin sentido.

Como la esclava que perdió a su dueño

(y tú eras su anro y ól tu esclavo)

Así irás Poesía por las calles de \{éxico'

" E S Y A l l l - C I E I - O . . . "

E,s ya el cielo. O la noche. O el mar que me reclanra

con la voz de mis ríos aún temblando en su trueno,

sus mármoles yacentes hechos carne en la arena,

y el hombre de la luna con la foca del circo,

y vicios de mejillas pintadas en los puertos,

y el horizonte tierno, siempre niño y eterno.

Si he de vivir, que sea sin timón y en delirio.

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Page 146: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

I

ERNE,STII{A, LA BEATA

Estoy un poco trémulo a1 crnpezar a escribir de ti, l impia

muchacha cle rni tierra, en debida recorclación del azoro

perpetuo que prcsidía hasta tus lrcnores acciones ; y un poco

tristc también al pensarte, ya algo ajada por la espera in-

acabablc -¿ de quó, de quién ?- entre los ticstos que se-

guirán floreciendo aqucllas begonias, aquellos claveles,

aqucllos geranios clue tír r.ne ibas mostrando y nombrando

con nomcnclaturas bizarras, en el correclor' que cra la aorta

cirl iclrr y l i t¡rl ctr la casi l 'rttmanid¿rd <lc tu casa. Mc conmueve

el rt 'corrl¡trtt ' sit ' tttprc conrlrovicla, conlo lo estarás ahora,

co'sicrlrlo t ' tr cttalr¡uict' r itrcorlcitrl alguna casttl l l t, alguna cstola

nragní f ica, lx) r ' ( l t lc t í t , . l ' l r l r t 's t i r l l t , \ ' l t tc : r ¡ t t t ' t l ; ts t t : Para vcst i r

santos; s i te hul r icr ¡ ts r t 's ig l l ¡ t i lo : r t lo l l At l t r ¡ r l io . c l cs¡r : rñol

aquel quc sicnrprc cstalrlt r i i ' lrt l t lse, cn l; l t i t 'nda tlc 1a cscltt ina,

y que me regalaba colt dulccs cn J)ago a 1¿r rlr/rs dulce tarca de

saludarte. . . Pero yo eltt icndo a las nlujercs y sé que te

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I

ERNE,STII{A, LA BEATA

Estoy un poco trémulo a1 crnpezar a escribir de ti, l impia

muchacha cle rni tierra, en debida recorclación del azoro

perpetuo que prcsidía hasta tus lrcnores acciones ; y un poco

tristc también al pensarte, ya algo ajada por la espera in-

acabablc -¿ de quó, de quién ?- entre los ticstos que se-

guirán floreciendo aqucllas begonias, aquellos claveles,

aqucllos geranios clue tír r.ne ibas mostrando y nombrando

con nomcnclaturas bizarras, en el correclor' que cra la aorta

cirl iclrr y l i t¡rl ctr la casi l 'rttmanid¿rd <lc tu casa. Mc conmueve

el rt 'corrl¡trtt ' sit ' tttprc conrlrovicla, conlo lo estarás ahora,

co'sicrlrlo t ' tr cttalr¡uict' r itrcorlcitrl alguna casttl l l t, alguna cstola

nragní f ica, lx) r ' ( l t lc t í t , . l ' l r l r t 's t i r l l t , \ ' l t tc : r ¡ t t t ' t l ; ts t t : Para vcst i r

santos; s i te hul r icr ¡ ts r t 's ig l l ¡ t i lo : r t lo l l At l t r ¡ r l io . c l cs¡r : rñol

aquel quc sicnrprc cstalrlt r i i ' lrt l t lse, cn l; l t i t 'nda tlc 1a cscltt ina,

y que me regalaba colt dulccs cn J)ago a 1¿r rlr/rs dulce tarca de

saludarte. . . Pero yo eltt icndo a las nlujercs y sé que te

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..---T

habrías roto con un con-rpañero tan ruidoso, como se rom-pieron todos los cristales aquel día que nTi herlnano disparó,sin quererlo, el pistolón que en el despacho tenía tu padre.

Si siempre andabas rlc puntil las por no dejar de oír lagota pertinaz quc caía, f i l trhndosc, clcl pilón oloroso a la grantinaja, en la desti l:rdera quc cstaba al fondo del comedor.Así tenías cle lrvt 's v ¡rt ' t¡rrt 'ños los pies -más breves cluclos míos de n iño , ( lu( 'cr1íur( lo se r .nur ió l ,o l i ta , la t ís icade la Cal lc Rcal , r ro s t , l t 'sc 'nt ía i r dc un c i r io a ot ro, conrosi fueras cl alnlr t lt ' la rrrut'rta -r1ue aírn con todo y cuerpono pesaba na<l:r rt 'cort¡rrlr lo las mcchas cxcesivas ; y todoe sto sin dt' j ;rr t l t: l lor:rr, nruy discretarnentc, y dc r.czarunas oraciones (l1l( ' ( 'n 1lls l¡rbios tomaban su sentido y sucntonaci(i l l prt 'cisos.

Yo n'rt ' l)r( 'gunt() :rlronr, I ')r 'rrt 'stin:r, 1)or (111é sonreías talrdifíci lrurte si, a ¡rcs:rr t lt ' totlo, eL¿rs tan jovcn y tan l incl¿rcomo las otr¿rs rrruchacl'as quc t 'to t 'nstñ¿rban narla cu ladoctrina y preferían irsc a corrctear, por las httcrtas, cotrlos rapaccs más violentos del pueblo. Si yo hubiera siclo tunovio te habría hecho colner alir.l-rentos fuertcs, que parapartir los tuvieras ncccsidad de rnoclif icar tu lnancra cle cogerlos cubiertos conlo con miedo de romperlos ; y te habría hcchonadar en la playa, y salir a l¿rs rncrienclas en el cerro delfaro y bailar cn los bailes que hacían "los grandcs", tocloslos sábados, en el Centro l lecreativo. Pero tcnías los ojosmuy anchos y las manos rnuy alargaclas y lnuy clébiles, yno sé si también yo hubiera prcferido la tertulia cn losbordcs de la banqueta, repitienrlo historias vrspertinas yaresabidas y dicienclo a cada cien pulsacioncs cle tu muñeca:- ¡ Ay, Jcsírs ! , ¡ay, Jesús !

I

i

If ,

Cuando se habló de mandarme a Ia ciudacl, porque creíany creía yo que en el pueblo ya no poclría aprender na.la. túlo sentiste como la hermana que l)ios no lne ditl; el últ imodía me llarraste para darme un rctrato tuyo: -Para qLle teacompañe cn "ese" México. ¿ Por qué te producía tal cspanto"ese" México, que subrayabas con ull aden-rár-r dc cxcomu-nión, con la palma de la n'rano vuelt¿r hacia un rurrbo muyconr.encional -ya que México no querla hacia el laclo pordonde se va el tren, sino todo lo contrario ? Muchas veceste he visto etra vez, algunas tarcles,t 'u (l l- ' lc nrr. sit,nto nruydébil y me entran dcseos de pouerurc\nosthlgico, rc¡rit icrrclo1as siete palabras estas y el mismo gesto cscan(lalizarlo; pe ronunca conrprendí tu miedo hasta ahora,que advertí qrlc ya,casi, te había olvidado, como a todos los del pucblo.

Te diré que entonces me diste un poco de tu azoro; pcromira, aquí tarlbién rne queda algo <ie tiempo para recordartc,aunque conf ieso avergonzaclo que 111e es necesario mirar,para ello, tu retrato.

Debes felicitarte de no habcr vestido nunca a la moda:así tu figura conserva siernpre una pocluita de actualiclad,sin ese envejecimiento prcmaturo de los retratos ¿ la moclade la prirnavera, si se lcs rnira cn ci invicrno signicnte ;sólo tu cabellera riquísinra lnc par('c(' una cos:¡ insri l i ta ahora,porque ya sahrás tluc l lrs nrujt 'res rlc ar¡uí lrarr t 'ncontraclofácil repetir la hazañ,it, dc :rrlucllas ¡robrcs viu<l¡rs ir-rcor.rso-lables, que poblaban con los t,xvotos dc sus trrnz¿ls cl altarde la Virgen -que se rurroraba crir sarlucado, rle noche,por el sacristán y el pclucluero.

¿Cómo estarás ahora? Ya con la nrirarl¿L uiuy opaca ylas ojeras más profundas, pero no tendrír.s las "patas cle gallo,'

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habrías roto con un con-rpañero tan ruidoso, como se rom-pieron todos los cristales aquel día que nTi herlnano disparó,sin quererlo, el pistolón que en el despacho tenía tu padre.

Si siempre andabas rlc puntil las por no dejar de oír lagota pertinaz quc caía, f i l trhndosc, clcl pilón oloroso a la grantinaja, en la desti l:rdera quc cstaba al fondo del comedor.Así tenías cle lrvt 's v ¡rt ' t¡rrt 'ños los pies -más breves cluclos míos de n iño , ( lu( 'cr1íur( lo se r .nur ió l ,o l i ta , la t ís icade la Cal lc Rcal , r ro s t , l t 'sc 'nt ía i r dc un c i r io a ot ro, conrosi fueras cl alnlr t lt ' la rrrut'rta -r1ue aírn con todo y cuerpono pesaba na<l:r rt 'cort¡rrlr lo las mcchas cxcesivas ; y todoe sto sin dt' j ;rr t l t: l lor:rr, nruy discretarnentc, y dc r.czarunas oraciones (l1l( ' ( 'n 1lls l¡rbios tomaban su sentido y sucntonaci(i l l prt 'cisos.

Yo n'rt ' l)r( 'gunt() :rlronr, I ')r 'rrt 'stin:r, 1)or (111é sonreías talrdifíci lrurte si, a ¡rcs:rr t lt ' totlo, eL¿rs tan jovcn y tan l incl¿rcomo las otr¿rs rrruchacl'as quc t 'to t 'nstñ¿rban narla cu ladoctrina y preferían irsc a corrctear, por las httcrtas, cotrlos rapaccs más violentos del pueblo. Si yo hubiera siclo tunovio te habría hecho colner alir.l-rentos fuertcs, que parapartir los tuvieras ncccsidad de rnoclif icar tu lnancra cle cogerlos cubiertos conlo con miedo de romperlos ; y te habría hcchonadar en la playa, y salir a l¿rs rncrienclas en el cerro delfaro y bailar cn los bailes que hacían "los grandcs", tocloslos sábados, en el Centro l lecreativo. Pero tcnías los ojosmuy anchos y las manos rnuy alargaclas y lnuy clébiles, yno sé si también yo hubiera prcferido la tertulia cn losbordcs de la banqueta, repitienrlo historias vrspertinas yaresabidas y dicienclo a cada cien pulsacioncs cle tu muñeca:- ¡ Ay, Jcsírs ! , ¡ay, Jesús !

I

i

If ,

Cuando se habló de mandarme a Ia ciudacl, porque creíany creía yo que en el pueblo ya no poclría aprender na.la. túlo sentiste como la hermana que l)ios no lne ditl; el últ imodía me llarraste para darme un rctrato tuyo: -Para qLle teacompañe cn "ese" México. ¿ Por qué te producía tal cspanto"ese" México, que subrayabas con ull aden-rár-r dc cxcomu-nión, con la palma de la n'rano vuelt¿r hacia un rurrbo muyconr.encional -ya que México no querla hacia el laclo pordonde se va el tren, sino todo lo contrario ? Muchas veceste he visto etra vez, algunas tarcles,t 'u (l l- ' lc nrr. sit,nto nruydébil y me entran dcseos de pouerurc\nosthlgico, rc¡rit icrrclo1as siete palabras estas y el mismo gesto cscan(lalizarlo; pe ronunca conrprendí tu miedo hasta ahora,que advertí qrlc ya,casi, te había olvidado, como a todos los del pucblo.

Te diré que entonces me diste un poco de tu azoro; pcromira, aquí tarlbién rne queda algo <ie tiempo para recordartc,aunque conf ieso avergonzaclo que 111e es necesario mirar,para ello, tu retrato.

Debes felicitarte de no habcr vestido nunca a la moda:así tu figura conserva siernpre una pocluita de actualiclad,sin ese envejecimiento prcmaturo de los retratos ¿ la moclade la prirnavera, si se lcs rnira cn ci invicrno signicnte ;sólo tu cabellera riquísinra lnc par('c(' una cos:¡ insri l i ta ahora,porque ya sahrás tluc l lrs nrujt 'res rlc ar¡uí lrarr t 'ncontraclofácil repetir la hazañ,it, dc :rrlucllas ¡robrcs viu<l¡rs ir-rcor.rso-lables, que poblaban con los t,xvotos dc sus trrnz¿ls cl altarde la Virgen -que se rurroraba crir sarlucado, rle noche,por el sacristán y el pclucluero.

¿Cómo estarás ahora? Ya con la nrirarl¿L uiuy opaca ylas ojeras más profundas, pero no tendrír.s las "patas cle gallo,'

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que rrarchitan los ojos de los que han reído demasiado.Ahora soy un hombrc l'ol¡usto 1' poclré alzarte en vilo fá-cilmente, si conscrvas aúr'r la e,*beltez de aqucllos días ; tufigura es acaso de "cliez c:rbtzas", conforme a las propor-ciones que aprenclí cn l lr los cuadros del Greco que ojco muya menttdo, y, coll lo crccistt ' r 'crticalmente -a pcsar tuyo, apesar de tus gcnuflt 'xiorrt 's frecucntes y dcl rccato que tchacía bajar los ojc,s :nltt ' torlos los extrairos-, siernpre pa-rccerá que pcsírs 1r1('n()s r¡rrc tír n-l isnra.

Yo af i r rar í í r s i no t t ' r l isgrrs tar¿r -s i no lo tonraras ahcrcjía-, quc tt ' l):rr( 'e(,s t Z¡stt Pitts, una muchacha quesólo hc l isto t 'n t ' l cirrt 'nrrrir igralo v a 1a qr"re tampoco embe-l lecc la sorr r is ; r . I ' t ' r 'o 1r i 1 i t 'ncs más rcal idacl en e l ¡ecucrdo.

Nacistc r l t ' scguro c luurr lo t l so l r r r r r lar ía por c l Escorpión,( l r1( 'no s i 'por r ¡uó nre hrr l la l t .c i r lo s i t , rn l r rc c l s igno menospropicio <lt ' l Zotlí¿rco. Sé quc tu madre, ar¡tr: l la scñora bellay dc aire amable, clue sólo cn esto se tc parccía, y quc túllevabas sicnrpre en u11 rncdallón, sobre cl pe cho cn juto,murió cnanclo naciste ; dc cntonccs, de tu nacirniento, dataráesta costtlmbre tuya c1e andar de puntil las, porque torlosdeben habcrlo hccho así en acluellos días, ejercitánclote enun anticiparlo aprcndizaje a callar siempre; y te pusieronErnestina por rccordar-la, como por perpetuarla, creyendohaccr 1o c¡rc los móclicos no consiguieron: prolongar susdías con nna trampa iltocente y enternccedora.

'

Y recucrdo tan,bién a tu paclre, arnigo rle los lníos porvecindacl, que era un hombrón egoísta y adusto con el quenos alncnazaba la nana, cuando pequeños, para conservar lapaz don'róstica. Jira un señor terrible que prefería andar

I

a

siempre por en Ínedio de la calle, surspicaz, ¡eceloso rlc quelas paredes de nuestro pobre pueblo, todas tan viejtrs, sc lecayeran encifiIa; tenía otros gustos extraños que le 1l( r( 'cíanlas más violentas censuras cicl r.ecinclario, muy justi i iclrlas.Gomo aquella preclilección gastronór.r.rica que le valir'r t'l rrrotr,bisbiscado apenas cntre sonrisas cobarrlcs, cle Lict'rrciarlrtrCalabazas; recuerdo también cprc gustaba rlc anrlar sirr sonr-brero, con 7a cabeza exigua cngrasarla .hiPcrbti l icanrrlrt( ' , \ 'que se pasaba selnanas entcras entrc sns l ibrotcs, sin salirdel despacho aquel al que sicmprc cntrábarnos, t 'u;rrlr lo ólhabía saliclo, con un ternblor agónico qtle no nos rk' j;r lra t 'rrmuchas horas. I istoy segllro de que janrás te bcsar'í:r, pcrr,,por lo demás, ya sé rlue su inclifercncia no le hubit 'r ' :r pt,rrrri-t ido reñirte ni goipcartc.

Me causa pena imaginar tu niñez cn aqueil lr t.rrs¡r tangrande, sola con tu parlre y aquella tía que despr-ri 's s, rrtt ir ia mor.rja y qlle yo conocí, una tarcle qr.te fué a visil;rrtt., lorloarnaril lo cl rostro como si se lo hrrbieran rehecho t.on l l ct,r-irde los grancles velones qrle se qrleman en 1as iglt 'sirrs.

¿Quó pcns:unientos ten<lrías tú, tan r.nenurlit;r, t.n ac1uclsilcrrcio ('nonnc quc, cl rnar aparte, eta 1o r¡írs ¡¡r 'ande en elprrc l r lo? I ' r t 'surno r l r r t '1u;r ln ta, quc tu ¡ rcrsonal i r l l rd , se d i lu i -r ía t r t l t 's r l t ' ( ' l l l ( )n( ' ( 's ( ' { ) r r ( ) 11n 1t ' t ' ronci to r l t , : rzúcar caídoa l f o t r r l r ¡ r l t ' u r r ; r r ' i s t l l r r : r . ' l ' u ; r l r r ; r , r ' t t r 1 r t . r ' s o r r : r l i , j ; L c l v c r d a d e -ras , l x ) l ' ( l t t ( ' t l : l : t ' , l t ' : t l t o t ' ; r so ¡ l r l l ¡ : r ¡ t i f i c i ¡ 1 , l r cc l - ro de p r i say s in rc l i r lu ' , : r l l t l ln in¡u ' lo , t . l lno l r l t . . Y t 'so r r r luque parezcaabsurdo (111(' \ '() r.s1ó aqrrí l laul: 'Lntlolc una cosa laboriosa atu incclucrrcirirr sr.rrt imcntal, pcclucño espíritu autodidácticoqr"re scg-uirás 1r:rs;irtrlote largos latos, sin \.er, sin pensar,

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Page 151: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

que rrarchitan los ojos de los que han reído demasiado.Ahora soy un hombrc l'ol¡usto 1' poclré alzarte en vilo fá-cilmente, si conscrvas aúr'r la e,*beltez de aqucllos días ; tufigura es acaso de "cliez c:rbtzas", conforme a las propor-ciones que aprenclí cn l lr los cuadros del Greco que ojco muya menttdo, y, coll lo crccistt ' r 'crticalmente -a pcsar tuyo, apesar de tus gcnuflt 'xiorrt 's frecucntes y dcl rccato que tchacía bajar los ojc,s :nltt ' torlos los extrairos-, siernpre pa-rccerá que pcsírs 1r1('n()s r¡rrc tír n-l isnra.

Yo af i r rar í í r s i no t t ' r l isgrrs tar¿r -s i no lo tonraras ahcrcjía-, quc tt ' l):rr( 'e(,s t Z¡stt Pitts, una muchacha quesólo hc l isto t 'n t ' l cirrt 'nrrrir igralo v a 1a qr"re tampoco embe-l lecc la sorr r is ; r . I ' t ' r 'o 1r i 1 i t 'ncs más rcal idacl en e l ¡ecucrdo.

Nacistc r l t ' scguro c luurr lo t l so l r r r r r lar ía por c l Escorpión,( l r1( 'no s i 'por r ¡uó nre hrr l la l t .c i r lo s i t , rn l r rc c l s igno menospropicio <lt ' l Zotlí¿rco. Sé quc tu madre, ar¡tr: l la scñora bellay dc aire amable, clue sólo cn esto se tc parccía, y quc túllevabas sicnrpre en u11 rncdallón, sobre cl pe cho cn juto,murió cnanclo naciste ; dc cntonccs, de tu nacirniento, dataráesta costtlmbre tuya c1e andar de puntil las, porque torlosdeben habcrlo hccho así en acluellos días, ejercitánclote enun anticiparlo aprcndizaje a callar siempre; y te pusieronErnestina por rccordar-la, como por perpetuarla, creyendohaccr 1o c¡rc los móclicos no consiguieron: prolongar susdías con nna trampa iltocente y enternccedora.

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Y recucrdo tan,bién a tu paclre, arnigo rle los lníos porvecindacl, que era un hombrón egoísta y adusto con el quenos alncnazaba la nana, cuando pequeños, para conservar lapaz don'róstica. Jira un señor terrible que prefería andar

I

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siempre por en Ínedio de la calle, surspicaz, ¡eceloso rlc quelas paredes de nuestro pobre pueblo, todas tan viejtrs, sc lecayeran encifiIa; tenía otros gustos extraños que le 1l( r( 'cíanlas más violentas censuras cicl r.ecinclario, muy justi i iclrlas.Gomo aquella preclilección gastronór.r.rica que le valir'r t'l rrrotr,bisbiscado apenas cntre sonrisas cobarrlcs, cle Lict'rrciarlrtrCalabazas; recuerdo también cprc gustaba rlc anrlar sirr sonr-brero, con 7a cabeza exigua cngrasarla .hiPcrbti l icanrrlrt( ' , \ 'que se pasaba selnanas entcras entrc sns l ibrotcs, sin salirdel despacho aquel al que sicmprc cntrábarnos, t 'u;rrlr lo ólhabía saliclo, con un ternblor agónico qtle no nos rk' j;r lra t 'rrmuchas horas. I istoy segllro de que janrás te bcsar'í:r, pcrr,,por lo demás, ya sé rlue su inclifercncia no le hubit 'r ' :r pt,rrrri-t ido reñirte ni goipcartc.

Me causa pena imaginar tu niñez cn aqueil lr t.rrs¡r tangrande, sola con tu parlre y aquella tía que despr-ri 's s, rrtt ir ia mor.rja y qlle yo conocí, una tarcle qr.te fué a visil;rrtt., lorloarnaril lo cl rostro como si se lo hrrbieran rehecho t.on l l ct,r-irde los grancles velones qrle se qrleman en 1as iglt 'sirrs.

¿Quó pcns:unientos ten<lrías tú, tan r.nenurlit;r, t.n ac1uclsilcrrcio ('nonnc quc, cl rnar aparte, eta 1o r¡írs ¡¡r 'ande en elprrc l r lo? I ' r t 'surno r l r r t '1u;r ln ta, quc tu ¡ rcrsonal i r l l rd , se d i lu i -r ía t r t l t 's r l t ' ( ' l l l ( )n( ' ( 's ( ' { ) r r ( ) 11n 1t ' t ' ronci to r l t , : rzúcar caídoa l f o t r r l r ¡ r l t ' u r r ; r r ' i s t l l r r : r . ' l ' u ; r l r r ; r , r ' t t r 1 r t . r ' s o r r : r l i , j ; L c l v c r d a d e -ras , l x ) l ' ( l t t ( ' t l : l : t ' , l t ' : t l t o t ' ; r so ¡ l r l l ¡ : r ¡ t i f i c i ¡ 1 , l r cc l - ro de p r i say s in rc l i r lu ' , : r l l t l ln in¡u ' lo , t . l lno l r l t . . Y t 'so r r r luque parezcaabsurdo (111(' \ '() r.s1ó aqrrí l laul: 'Lntlolc una cosa laboriosa atu incclucrrcirirr sr.rrt imcntal, pcclucño espíritu autodidácticoqr"re scg-uirás 1r:rs;irtrlote largos latos, sin \.er, sin pensar,

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desgranando las oraciones lulgarcs con una intención irrédita,s<ilo tuya.

Muy de rrañana, ctr:ulrlo :r nlí nrr: levantaban para ba-ñarme, tú cstabas ya rt 'garrtlo tus plantas, y ya tus canariostr¡.nsforntaban ('¡) un;r nrrisic;r (luc no cntencleré nunca elalpiste ntatuti l lo. I,. l sol tt ' r. l t\¡()lvía, blanca, azul o rosa, co¡lunos ravos t 'x t r ' ; rños, rn; is pronunciadamentc incoloros, quehabí¿ur pt ' r '< l i rkr tor lo srr c ; r lor v su fuerza para no ser juntoa t i , c iñ i . r r r lo t t ' , s i r ro t ' , r r ro aqucl las grzrnc les v i t r inas queen la s : r l ; r t 'u l , l ' i :u l l ; r r r ' l l r rchcr ías prcdi lcctas.

I i l l tor r t ' t 's l r rs r r r t ._ j i l l : rs t 's t ¡L l ran otcencl i r las, pero c l ro jo,l ' a s t r l r t , s r r r i o1 r i r r i r i r r , r l o 1 t ' s i l l l t ; r l r¿ t l r r i en c l r os t ro . YoI t l c l l t ' g ; r l , ; r ; t l i ¡ r ; r r ' : r ( l ¡ ( ¡ t ( , 1 , t , : ; r r ' : r s ; c t i a r t r l o l o hac ía ¡ r in l t r l r t ' , : r l r l t 's l r t ' r t ; r r rn( ' . ( l i r ( ' rc s : r l ro l r ¡ t r t . t ' l s r tcño nos ( le jact r la l roc¡r mc;r rn: rLg:r l r ; r sr rs l ¡ t 'sos; l ) ( ' r ( ) crurr r r lo iba a t ir ' ;r lr:rbía trt 'biclo urr lrut'rr tr:rgr.r de :rgua. A cs:t l lor:r cstabasnr(,nos adnsta y yo tc dccía la misrna gracrjacla sit 'urprc y,couro siunprc, rne Ia festejabas; luego tc ascgnraba (plc nrccl:Lría prisa a crecer y rlue scría tu novio, y tú sonrcías sir.rtristeza ; pero esto irlt irrro ya no nre alcgraba porqrlc rxcpalccía quc te t 'ngorclaban, visiblcmente, los labios ; tu boca,con las conrisuras clc los labios caídas en un pliegue arnargoque 1c :rprcnclistc a tu 1ía la r.nonja, no 1o niegues, sc defo¡-r.naba un poco cuando sonreías i t he aquí cómo he venidoa tlcscnbrir 1o difíci l cle tu sonrisa, I irnestina.

Luego te olvidaba absolutarnente, al pcr<lcrtc de vista,porqlle tu figura era incor.npatibler con la enrociilr salvaje,fucrtc v salacla que, ya lo sabcs, rxe cla siernprt' la pri:senciarlcl mar.

I-o drar¡át ico es tener unos nervios muy afinaclos, eléc-

tr icos, fr ' l inos, y no haber tenido oportunidad de atrof iarse

los cinco scnticlos; saber que en el pr,reblo hay pcrsonas que

no lruelt 'n lr ien y no poder ni fumar ni fomentar-se ult catarro

cri lr ico l)ara 1ro percibir lo. Y verse uno obl igado a cerrar

los ojos para poder n.r irar perspectivas cl ist intas a éstas dt:

todos lc¡s r l inutos, molestas colno los: i l in 'rcntos rcpcti t l<ts

cle un¿r cl ieta que se prolongara por to,f t la vir l l r : t( .n(,r unir

sens ib i l i r lac l in tac ta y es tar tc rn ienr lo ; r c : r r l ; r i r rs t l rn ( i , r luc

n o s l a a j c n , c o r r r o u n t r a j c n r u _ \ ' l r , r ' r , ( l u ( ' l ) í r r i r l a s r l r : r n c h a sn o a c l n r i l t ' r t i j a b o n e s n i l r t , l r c i n ; r s , 1 ' r r o t ; r r t ¡ u r ' t o r l o s l l c g a nc< ln las n r i r ¡ r r ' l as l l r ' ¡< - r í rs , rn ¡ r l : rs , t ' l r rs sor l r i s : ts a r ra r i l l cn tas .

I}rtonccs h:ry' r¡ut ' r 'olvt ' rst ' r l rr 1)oco caracol, l i rnestina,

)/ ( 'st:rrs( ' o,ycrrr lo l¡rs locr:s t lc :Lrlentro, l :rs palabras ir-rsensatasy ctcrn:rs (plc sc aJrrendicron en otros nrunclos y que lossol 'dos no nos perdonan.

Cuanclo todos, al lá, te l larnaban La I\ [ocha y a pcsar cleque te anraban no podían evitar c' l reproche, un poco irónico,cn el tono dc to<las sus palabnrs, yo sufrí :r inclcciblementc ysentía un¿rs ganas atroces de cerrar para siclnprc, aurlque scoscurccit ' r 'a torlo r '1 prrclt lo tarlbión para sicn'rprc, las vcn-ta l ras y l l r s pu t r t :Ls de tu c : rsa . C) hu i l co l r t igo r l c l lugar c luctc h¿r l t l :11¡ : t t l c 1 r i 1 ' s ( ' l ) ¡ l t : l11( . ( . l t ¡ l to < l t . : r r ¡ ¡c l l9s l i t r luc iossubtc r r ; iD t 'os , c r ln fo r t : r ' l r l ( ,5 ( 'o l ) r ( ) un l l0 t t ' l lDr ¡ r l t ' rn¿r , r luc túi b a s r l c s c l i l r i c n r l o ¡ r r o l i j ; u l r ( ' n t ( c l l : l n ( 1 , , s t ' o i l t ' c í i r 1 1 n c l l c n t o ,a l anochccc l ' , t ' r r l ; rs l r ; r r r r ¡u t . t : rs , ; r los r ¡ r r t ' i ' l ' ¡u los tan "scr ie -c i tc ls " que p lc f t r í ; r r r ros cs t :u ' r ros o - t ' i ' r r< lo t t ' , r r r ros la rgos ra tosque no olvicl¿rró nLtlrc;r, nl i t 'ntr:rs los patios cnronrluecíangrit ;rnclo, rci tcrarl¿urrt.ntc, (11-r( ' l : r 1x'r jara pinta cantaba en losl inronet-os f lor iclos, con el Pico ) ' las alas cubicrtas de az:rhar.

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desgranando las oraciones lulgarcs con una intención irrédita,s<ilo tuya.

Muy de rrañana, ctr:ulrlo :r nlí nrr: levantaban para ba-ñarme, tú cstabas ya rt 'garrtlo tus plantas, y ya tus canariostr¡.nsforntaban ('¡) un;r nrrisic;r (luc no cntencleré nunca elalpiste ntatuti l lo. I,. l sol tt ' r. l t\¡()lvía, blanca, azul o rosa, co¡lunos ravos t 'x t r ' ; rños, rn; is pronunciadamentc incoloros, quehabí¿ur pt ' r '< l i rkr tor lo srr c ; r lor v su fuerza para no ser juntoa t i , c iñ i . r r r lo t t ' , s i r ro t ' , r r ro aqucl las grzrnc les v i t r inas queen la s : r l ; r t 'u l , l ' i :u l l ; r r r ' l l r rchcr ías prcdi lcctas.

I i l l tor r t ' t 's l r rs r r r t ._ j i l l : rs t 's t ¡L l ran otcencl i r las, pero c l ro jo,l ' a s t r l r t , s r r r i o1 r i r r i r i r r , r l o 1 t ' s i l l l t ; r l r¿ t l r r i en c l r os t ro . YoI t l c l l t ' g ; r l , ; r ; t l i ¡ r ; r r ' : r ( l ¡ ( ¡ t ( , 1 , t , : ; r r ' : r s ; c t i a r t r l o l o hac ía ¡ r in l t r l r t ' , : r l r l t 's l r t ' r t ; r r rn( ' . ( l i r ( ' rc s : r l ro l r ¡ t r t . t ' l s r tcño nos ( le jact r la l roc¡r mc;r rn: rLg:r l r ; r sr rs l ¡ t 'sos; l ) ( ' r ( ) crurr r r lo iba a t ir ' ;r lr:rbía trt 'biclo urr lrut'rr tr:rgr.r de :rgua. A cs:t l lor:r cstabasnr(,nos adnsta y yo tc dccía la misrna gracrjacla sit 'urprc y,couro siunprc, rne Ia festejabas; luego tc ascgnraba (plc nrccl:Lría prisa a crecer y rlue scría tu novio, y tú sonrcías sir.rtristeza ; pero esto irlt irrro ya no nre alcgraba porqrlc rxcpalccía quc te t 'ngorclaban, visiblcmente, los labios ; tu boca,con las conrisuras clc los labios caídas en un pliegue arnargoque 1c :rprcnclistc a tu 1ía la r.nonja, no 1o niegues, sc defo¡-r.naba un poco cuando sonreías i t he aquí cómo he venidoa tlcscnbrir 1o difíci l cle tu sonrisa, I irnestina.

Luego te olvidaba absolutarnente, al pcr<lcrtc de vista,porqlle tu figura era incor.npatibler con la enrociilr salvaje,fucrtc v salacla que, ya lo sabcs, rxe cla siernprt' la pri:senciarlcl mar.

I-o drar¡át ico es tener unos nervios muy afinaclos, eléc-

tr icos, fr ' l inos, y no haber tenido oportunidad de atrof iarse

los cinco scnticlos; saber que en el pr,reblo hay pcrsonas que

no lruelt 'n lr ien y no poder ni fumar ni fomentar-se ult catarro

cri lr ico l)ara 1ro percibir lo. Y verse uno obl igado a cerrar

los ojos para poder n.r irar perspectivas cl ist intas a éstas dt:

todos lc¡s r l inutos, molestas colno los: i l in 'rcntos rcpcti t l<ts

cle un¿r cl ieta que se prolongara por to,f t la vir l l r : t( .n(,r unir

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n o s l a a j c n , c o r r r o u n t r a j c n r u _ \ ' l r , r ' r , ( l u ( ' l ) í r r i r l a s r l r : r n c h a sn o a c l n r i l t ' r t i j a b o n e s n i l r t , l r c i n ; r s , 1 ' r r o t ; r r t ¡ u r ' t o r l o s l l c g a nc< ln las n r i r ¡ r r ' l as l l r ' ¡< - r í rs , rn ¡ r l : rs , t ' l r rs sor l r i s : ts a r ra r i l l cn tas .

I}rtonccs h:ry' r¡ut ' r 'olvt ' rst ' r l rr 1)oco caracol, l i rnestina,

)/ ( 'st:rrs( ' o,ycrrr lo l¡rs locr:s t lc :Lrlentro, l :rs palabras ir-rsensatasy ctcrn:rs (plc sc aJrrendicron en otros nrunclos y que lossol 'dos no nos perdonan.

Cuanclo todos, al lá, te l larnaban La I\ [ocha y a pcsar cleque te anraban no podían evitar c' l reproche, un poco irónico,cn el tono dc to<las sus palabnrs, yo sufrí :r inclcciblementc ysentía un¿rs ganas atroces de cerrar para siclnprc, aurlque scoscurccit ' r 'a torlo r '1 prrclt lo tarlbión para sicn'rprc, las vcn-ta l ras y l l r s pu t r t :Ls de tu c : rsa . C) hu i l co l r t igo r l c l lugar c luctc h¿r l t l :11¡ : t t l c 1 r i 1 ' s ( ' l ) ¡ l t : l11( . ( . l t ¡ l to < l t . : r r ¡ ¡c l l9s l i t r luc iossubtc r r ; iD t 'os , c r ln fo r t : r ' l r l ( ,5 ( 'o l ) r ( ) un l l0 t t ' l lDr ¡ r l t ' rn¿r , r luc túi b a s r l c s c l i l r i c n r l o ¡ r r o l i j ; u l r ( ' n t ( c l l : l n ( 1 , , s t ' o i l t ' c í i r 1 1 n c l l c n t o ,a l anochccc l ' , t ' r r l ; rs l r ; r r r r ¡u t . t : rs , ; r los r ¡ r r t ' i ' l ' ¡u los tan "scr ie -c i tc ls " que p lc f t r í ; r r r ros cs t :u ' r ros o - t ' i ' r r< lo t t ' , r r r ros la rgos ra tosque no olvicl¿rró nLtlrc;r, nl i t 'ntr:rs los patios cnronrluecíangrit ;rnclo, rci tcrarl¿urrt.ntc, (11-r( ' l : r 1x'r jara pinta cantaba en losl inronet-os f lor iclos, con el Pico ) ' las alas cubicrtas de az:rhar.

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En aquellos n-iornctrtos te sentíamos más cerca, eras algomás nuestro, y todos los chiquillos como clue te aprisionirbamos con los lazos clc nnestras rnirarlas, entretejidas en r1ltatela¡aña de luz ; dr's1iuós, cnanclo te ib¿s a rezar el rosario,a las ocho, ya 1t: pcrtlí: inros, soirrcnatural, milagrosamente,al deshurnanizartt: tú, :r1 trarrsfigurarte, en lo espiritual 1'en lo físico, pírrí l no st'r nrírs quc l1na llanlita de cirio muyternblorosa e incstablt '.

I I

I N ' I ' I . , I iN{ I . , ] ) IO DEPORTIVO

V¿tnlos I)()r ' ur;r ( ' ;u ' r ' ( ' t ( r i r l r l : r rrc;r . cci l ic la por los írrbolest ; rn t 's t rcc l l ; rnr t 'n t t ' , r ¡ r t t ' t ' l i r rs t in to r ros apr ieta cn los as i i :n tos.ht ty t ' r t r lo : r l ¡ r ¿ur r t ' r ; rz ; r r l t . l¿rs r :un¿rs, larg l is conro l r razosal l r r r ¡ l t r los l ) íu 'a rc t ( ' l r ( ' l ' r ros; r '1 paisajc , afucra, sc vc t .n t rc lasrcjas <lt ' los troncos conro si estuvicra cnjaulado: pcrspcc-tivas salvajcs de nri t icrra c¡ue, urbanizada, se ve con.lo ltnaficra cn el jardín zoológico.

LIno, clos, diez autorróviles en dirección contraria, y,como t1n rc1árnpago, ttna rnirada, una sonrisa, un gesto cual-quiera. I-Iourbres clue habrían siclo nuestros arnigos, un 1110-mento siquiera, a no ser por la gasolina que, haciénclonoshuir cle cl1a, nos hace iirtentar alejanros cle nosotros nrismos,pues quc no podernos dcjar su asfixia atrás. Aclní mi padrcse clctcndría un mornento a charlar con los hombres, ahoraapresuraclos, sobre lo que sc dejaba atrás, un día y otro día;aquí scría acostur.nbrado el mismo carricoche a 1a misma hora

sien.rpre, y nri madre daría sus nombres particrl lares a losviajeros, al auriga, a los caballos. Yo tentlría una novia -vsería "tímido conlo un niiro" ; qrLizá, quiz/r, rne cletendríaun momcnto a ver en el cielo, por 1as nochcs, cl anuncioluminoso de su amor en las estrcllas; si había una lunareciente, nuevecita, frágil y afi lada, 1'o lc gritaría rrn nombrecualquiera, con ulla súrplica aconsonar'rtarl l, v rcÍeiiría cnla casa, ya de vuelta, que por el canrirlr-¡ h:rlría visto :r l)oñaArra, a I-a Llorona, l lar¡ándome. Ya cn¡n? cuarlo rrc Jronrlríaa pensar en las ciuclades inc¡eíblcs que ahoru colrozco nrásclue a tni ptteblo y suspiraría con un srlspiro pr-oftrrrrlr;, 1rr'-saclo, que llenaría cle un inyisible humo ror¡ántico totl;r l¡icasa; se azorarían todos, viéndose los ttajes y prc.qrrntanrlrsi se cluernaba algo, y sólo yo sabría que cl inccndio ;rlr l i :rbajo inis sábanas.

Esa fábrica es nueva; antes pacían en cstc cíunj)i) i l lr;rsvacas pingües bajo la mirada pcrdicla rlc un ¡raslorcil lo lrr, rtospulcro q i re los dc las églogas, c l11( ' r l t 'c í ; r ¡ t : r l l l r ro t : rs _r '1 ; r l l l r l r ; rl t r inrorosamente las horqui l las p:u ' : i l r i f 1 , 'c l r : r r l r ' r ' ( 'sor t ls ; i r ll i na l c l e l a se r l a r ra t ' . s l r l r : r r r t q r r ) ( ' r ) ' ) r { ) u r r : r l , i * i r r i , ' , l , r r r , l ( , it lomingos dcsl r t r - r r i r rab:r r r l : r l r l ;urcunr r l t ' sr rs l ' ( ) l ) r : i - \ ' t ' l nr t '1 ; r lrcc ién af i lado c lc l r rs ( r r ( 's v jo t : rs c l t - .sr r l ix ico. Al l ; i r luer lacl cncnco vacío, trn(' l)roso conro la cara clc los ciegos, <lelarroyo r¡ue sr,cti la corlicia t1c los ciuc constnlvt:ron la prcsagrande, 1' cluc ahora le vcnden al caurpo clescspcraclo el agllacle lfios, inycctándosela rnetóclicar.nente con las jcringas lar-gas de unos canales casi sien-rprr: cxhaustos, rlcgros coln.)cicatrices plofundas. ._¡ Ten cuidado, por Dios, rnuchacho !Yo ya lo sé incapaz de distraerse cuanclo lleva el r.olante,pcro en esta curt¡a han muerto noventa y lrueve turistas ; el

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En aquellos n-iornctrtos te sentíamos más cerca, eras algomás nuestro, y todos los chiquillos como clue te aprisionirbamos con los lazos clc nnestras rnirarlas, entretejidas en r1ltatela¡aña de luz ; dr's1iuós, cnanclo te ib¿s a rezar el rosario,a las ocho, ya 1t: pcrtlí: inros, soirrcnatural, milagrosamente,al deshurnanizartt: tú, :r1 trarrsfigurarte, en lo espiritual 1'en lo físico, pírrí l no st'r nrírs quc l1na llanlita de cirio muyternblorosa e incstablt '.

I I

I N ' I ' I . , I iN{ I . , ] ) IO DEPORTIVO

V¿tnlos I)()r ' ur;r ( ' ;u ' r ' ( ' t ( r i r l r l : r rrc;r . cci l ic la por los írrbolest ; rn t 's t rcc l l ; rnr t 'n t t ' , r ¡ r t t ' t ' l i r rs t in to r ros apr ieta cn los as i i :n tos.ht ty t ' r t r lo : r l ¡ r ¿ur r t ' r ; rz ; r r l t . l¿rs r :un¿rs, larg l is conro l r razosal l r r r ¡ l t r los l ) íu 'a rc t ( ' l r ( ' l ' r ros; r '1 paisajc , afucra, sc vc t .n t rc lasrcjas <lt ' los troncos conro si estuvicra cnjaulado: pcrspcc-tivas salvajcs de nri t icrra c¡ue, urbanizada, se ve con.lo ltnaficra cn el jardín zoológico.

LIno, clos, diez autorróviles en dirección contraria, y,como t1n rc1árnpago, ttna rnirada, una sonrisa, un gesto cual-quiera. I-Iourbres clue habrían siclo nuestros arnigos, un 1110-mento siquiera, a no ser por la gasolina que, haciénclonoshuir cle cl1a, nos hace iirtentar alejanros cle nosotros nrismos,pues quc no podernos dcjar su asfixia atrás. Aclní mi padrcse clctcndría un mornento a charlar con los hombres, ahoraapresuraclos, sobre lo que sc dejaba atrás, un día y otro día;aquí scría acostur.nbrado el mismo carricoche a 1a misma hora

sien.rpre, y nri madre daría sus nombres particrl lares a losviajeros, al auriga, a los caballos. Yo tentlría una novia -vsería "tímido conlo un niiro" ; qrLizá, quiz/r, rne cletendríaun momcnto a ver en el cielo, por 1as nochcs, cl anuncioluminoso de su amor en las estrcllas; si había una lunareciente, nuevecita, frágil y afi lada, 1'o lc gritaría rrn nombrecualquiera, con ulla súrplica aconsonar'rtarl l, v rcÍeiiría cnla casa, ya de vuelta, que por el canrirlr-¡ h:rlría visto :r l)oñaArra, a I-a Llorona, l lar¡ándome. Ya cn¡n? cuarlo rrc Jronrlríaa pensar en las ciuclades inc¡eíblcs que ahoru colrozco nrásclue a tni ptteblo y suspiraría con un srlspiro pr-oftrrrrlr;, 1rr'-saclo, que llenaría cle un inyisible humo ror¡ántico totl;r l¡icasa; se azorarían todos, viéndose los ttajes y prc.qrrntanrlrsi se cluernaba algo, y sólo yo sabría que cl inccndio ;rlr l i :rbajo inis sábanas.

Esa fábrica es nueva; antes pacían en cstc cíunj)i) i l lr;rsvacas pingües bajo la mirada pcrdicla rlc un ¡raslorcil lo lrr, rtospulcro q i re los dc las églogas, c l11( ' r l t 'c í ; r ¡ t : r l l l r ro t : rs _r '1 ; r l l l r l r ; rl t r inrorosamente las horqui l las p:u ' : i l r i f 1 , 'c l r : r r l r ' r ' ( 'sor t ls ; i r ll i na l c l e l a se r l a r ra t ' . s l r l r : r r r t q r r ) ( ' r ) ' ) r { ) u r r : r l , i * i r r i , ' , l , r r r , l ( , it lomingos dcsl r t r - r r i r rab:r r r l : r l r l ;urcunr r l t ' sr rs l ' ( ) l ) r : i - \ ' t ' l nr t '1 ; r lrcc ién af i lado c lc l r rs ( r r ( 's v jo t : rs c l t - .sr r l ix ico. Al l ; i r luer lacl cncnco vacío, trn(' l)roso conro la cara clc los ciegos, <lelarroyo r¡ue sr,cti la corlicia t1c los ciuc constnlvt:ron la prcsagrande, 1' cluc ahora le vcnden al caurpo clescspcraclo el agllacle lfios, inycctándosela rnetóclicar.nente con las jcringas lar-gas de unos canales casi sien-rprr: cxhaustos, rlcgros coln.)cicatrices plofundas. ._¡ Ten cuidado, por Dios, rnuchacho !Yo ya lo sé incapaz de distraerse cuanclo lleva el r.olante,pcro en esta curt¡a han muerto noventa y lrueve turistas ; el

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Icentésimo fué a caer allá, s<ibre el verde mar muerto de loscañaverales, y quedó ilcso: los que vieron aquella piruetade bañista la recucrdarr aúl'r entusiasmados.

Aquella iglesia rlc San Jnan, torrimutilacla en cualquietcombate heroico, hace diez años que carnina, cojeando, aso-nantando el suyo al paso <le la tarde, hacia algún cuartel deinválidos ; noto (ltl(' srilo ha a\¡anzado, desclc entonces, cin-cucnta netros, los rlut' cl pucblo ha crecido por el otro rurnbo.Una vez subirnos a cll:r, por la tardc, y gruñía entrc dientcs-en to<los los rl icntcs sucios clc los escaloncs-, con un malhul'nor quc la l l izo <lctcncrse en seco, negánrlosc a seguiravanz¡urclo; nosotros, con 11nas larg:rs traras, le hacíamoscosrluil las t 'n los nirlos rk' los nrttrciélagos y la obligábamosá hablar con su (';unl);u)a c:tscrtrla. I)ero 11egó e1 sacristánrork':rt lo dt' l esc:'rntLrlo rlt ' stt g:rl l incr-o y abanrlonalnos col-I'p/rnico nuestra t;rrc;r rlc cspolcarla l)arír (luc nrarchara rnásapris:r.

Porclue aquella iglesia tcnía un sacristán quc criaba ga-ll in:rs y una caricatura clc Cristo que coleccionaba exvotos :don N{anuel el tendero se r,eía cn una perspectiva estram-bótica bajo las ruedas cle ttn órrrr.ribus, cn la ciudacl, cnco-nrenci: 'rnclose al Cristo que, posado sobre el vehículo, parecíaun honrbre n.rtty pobre que viajaba "de trampa": gracias acsto sólo perdió en eI acciclcnte un brazo y una pierna, a pesar

clc quc la imaginación artística había puesto su cabeza sobrelos rieles. A Juan, el del t lapichc, 1o fusilaban cn las closclivisiones laterales clel retablo y, en la clel ccntro, 1o ahor-caban c1e un poste tclcgráfico; pero luego fué coroncl yhasta aprendió a hablar el español con corrccciirn, purcza

1- elegancia. En una celda redonda, de arqluitectura arbi-

traria, está el otro Juan, el hijo del Médico, y su padre,que quiere salvarlo, deja en un rincón su ciencia y se arro-dilla ante el ventanuco, por donde entra una luz de milagroque no le inmuta.

¿ Cómo se verá el ciclo ahora ? No sé si mi pregunta serápor el zumbar de un aeroplano, que acabo cle oír, o si elaeroplano nació por mi prcgunta. A11á, sobre 1a sicrra frágil,violeta, se sostiene como por magia el teatral creciente <ie laluna, desluciclo, falso. I ln cl mont" ."fúrl,, los carboncroshacen su invierno: coltl- l- lnas clt ' hullro lr l;urco lo pttcblan,como cumpl ic los peclcsta l t 's panr l : rs t 's t ; r tu ; rs t ¡ r r t ' l t ' r ' ;Lntcnrosa nuestros f í tc i lcs hérot 's i - \ ' t r ¡ r lo , ; r l t t ' t ' r< , j : t r l r , ¡ ror los 1r 'o l lcosque borc l t ' l rn t ' l ca i l r i i l ( ) , 1or l0 t 'nc: r rcCl : r ( l r ) co l l to coIr t ,s¡ ronr lca l s í r 'nbolo c le l ¡ i r lccoraci t i r r . \ ' lucgo 1a l r : rc icr r r l : r r l t , rn ispadres que sc nos echa cncirrra, blanc¿r y vcrrlt ' . r 'rr rrrr l ir ' ;r jt 'violento: -¡ Cuidaclo, por Dios, muchacho ! l l1 torlcón lrlancosttbe ahora, a mcclida que nos accrcarnos, cl¿¡r'írnrlos,' t 'rr t ' lcielo dc añil ; parece que st: clesmorona y clue r1n Jroco rlc susalmeuas ccha a volar, pcro no es sino la banda rle palornasque se azora ante el jadear cle1 rnotor. Yo no puedo confesar,corno Azorín, nri pequeña aclmiración fi losófica por aqr"relAdministrador obeso que hacía disminuir día a clía, la ban-dada de palomas; y no puedo confesarlo porquc sería in-modesto, y¿r que tarnbién yo colaboraba en esa tarea. ¡Quécosas ! ¿ Pues no estaba ya pensando mi autobiografía ? ¡ Cui-dado, por Dios, muchacho !

Después es una gran blancura qrle nos cicga, cl mar, yuna cosa oscura, parda, vieja, el pueblo, n.ri pueblo, qrle nosrccibe hoscamente, sin quitarse las casas de la ori l la losanchos sombreros dc palrla de los tejados, con sus aleros

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Icentésimo fué a caer allá, s<ibre el verde mar muerto de loscañaverales, y quedó ilcso: los que vieron aquella piruetade bañista la recucrdarr aúl'r entusiasmados.

Aquella iglesia rlc San Jnan, torrimutilacla en cualquietcombate heroico, hace diez años que carnina, cojeando, aso-nantando el suyo al paso <le la tarde, hacia algún cuartel deinválidos ; noto (ltl(' srilo ha a\¡anzado, desclc entonces, cin-cucnta netros, los rlut' cl pucblo ha crecido por el otro rurnbo.Una vez subirnos a cll:r, por la tardc, y gruñía entrc dientcs-en to<los los rl icntcs sucios clc los escaloncs-, con un malhul'nor quc la l l izo <lctcncrse en seco, negánrlosc a seguiravanz¡urclo; nosotros, con 11nas larg:rs traras, le hacíamoscosrluil las t 'n los nirlos rk' los nrttrciélagos y la obligábamosá hablar con su (';unl);u)a c:tscrtrla. I)ero 11egó e1 sacristánrork':rt lo dt' l esc:'rntLrlo rlt ' stt g:rl l incr-o y abanrlonalnos col-I'p/rnico nuestra t;rrc;r rlc cspolcarla l)arír (luc nrarchara rnásapris:r.

Porclue aquella iglesia tcnía un sacristán quc criaba ga-ll in:rs y una caricatura clc Cristo que coleccionaba exvotos :don N{anuel el tendero se r,eía cn una perspectiva estram-bótica bajo las ruedas cle ttn órrrr.ribus, cn la ciudacl, cnco-nrenci: 'rnclose al Cristo que, posado sobre el vehículo, parecíaun honrbre n.rtty pobre que viajaba "de trampa": gracias acsto sólo perdió en eI acciclcnte un brazo y una pierna, a pesar

clc quc la imaginación artística había puesto su cabeza sobrelos rieles. A Juan, el del t lapichc, 1o fusilaban cn las closclivisiones laterales clel retablo y, en la clel ccntro, 1o ahor-caban c1e un poste tclcgráfico; pero luego fué coroncl yhasta aprendió a hablar el español con corrccciirn, purcza

1- elegancia. En una celda redonda, de arqluitectura arbi-

traria, está el otro Juan, el hijo del Médico, y su padre,que quiere salvarlo, deja en un rincón su ciencia y se arro-dilla ante el ventanuco, por donde entra una luz de milagroque no le inmuta.

¿ Cómo se verá el ciclo ahora ? No sé si mi pregunta serápor el zumbar de un aeroplano, que acabo cle oír, o si elaeroplano nació por mi prcgunta. A11á, sobre 1a sicrra frágil,violeta, se sostiene como por magia el teatral creciente <ie laluna, desluciclo, falso. I ln cl mont" ."fúrl,, los carboncroshacen su invierno: coltl- l- lnas clt ' hullro lr l;urco lo pttcblan,como cumpl ic los peclcsta l t 's panr l : rs t 's t ; r tu ; rs t ¡ r r t ' l t ' r ' ;Lntcnrosa nuestros f í tc i lcs hérot 's i - \ ' t r ¡ r lo , ; r l t t ' t ' r< , j : t r l r , ¡ ror los 1r 'o l lcosque borc l t ' l rn t ' l ca i l r i i l ( ) , 1or l0 t 'nc: r rcCl : r ( l r ) co l l to coIr t ,s¡ ronr lca l s í r 'nbolo c le l ¡ i r lccoraci t i r r . \ ' lucgo 1a l r : rc icr r r l : r r l t , rn ispadres que sc nos echa cncirrra, blanc¿r y vcrrlt ' . r 'rr rrrr l ir ' ;r jt 'violento: -¡ Cuidaclo, por Dios, muchacho ! l l1 torlcón lrlancosttbe ahora, a mcclida que nos accrcarnos, cl¿¡r'írnrlos,' t 'rr t ' lcielo dc añil ; parece que st: clesmorona y clue r1n Jroco rlc susalmeuas ccha a volar, pcro no es sino la banda rle palornasque se azora ante el jadear cle1 rnotor. Yo no puedo confesar,corno Azorín, nri pequeña aclmiración fi losófica por aqr"relAdministrador obeso que hacía disminuir día a clía, la ban-dada de palomas; y no puedo confesarlo porquc sería in-modesto, y¿r que tarnbién yo colaboraba en esa tarea. ¡Quécosas ! ¿ Pues no estaba ya pensando mi autobiografía ? ¡ Cui-dado, por Dios, muchacho !

Después es una gran blancura qrle nos cicga, cl mar, yuna cosa oscura, parda, vieja, el pueblo, n.ri pueblo, qrle nosrccibe hoscamente, sin quitarse las casas de la ori l la losanchos sombreros dc palrla de los tejados, con sus aleros

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excesivos, y en el que nos detenernos con esa impresión delas paradas forzosas ocasionadas por un neurnático que es-talla muy ruidosarnente.

I I I

II,LEGIA D]' LAS GLANDULAS DE MONO

-Muy bicn, don Juan, ¿y usted?-Así y así. ¡ I ' t 'ro c1ué "crecida" has darlo, muchacho !-Sí, algo. I 'cro yo no tcngo la culpa.Y cl rl ir i logo sc rr¡i i tc nli l veces cn carla calle. Ya estoy'exas¡rc,raclo.

¿ f 'ut.s r¡uú sc crcerían estas pobrcs gentes col-tnadas t l t : inr ; rg inación, Pt . r 'o inc¿rPaccs de d is t ingui r la d i fe-rcncia quc la rlc t l icz l)rr 's('s ¿r rl i t 'z airos ? Si la lralra, octo-genaria, hasta sc ha pcrsignaclo al vcrnrc, tras rlc jurar conun juramento rotundo. Só1o tú nre hubieras rcconocirlr¡ alptlnto, rnadre, y me hubieras recibiclo con naturalirlacl ; sólotír v Ernestina.

Anoche, en mi cuarto, había una legiór-r innumcrable denombres exóticos, que a mí me sonaban familiarcs y quepelrsé rnostrar ahora, en 7a plaza, como un l.nontón de cuen-tas dc vidrio multicolor que clesh¡mbraría a los indígcna.sestos -abrirían unos ojos tamaños y mc clarían en carnbio,a puñados, el oro de su admiración absoluta-. Iban na-cicnclo, corxo de un huevo de luz, de cada foquil io eléctricocn tocl¿s las ciudades que he conociclo, en to<las ias tltic heentrevisto desde el tren, por la noche, cualldo para llarnaral sueño nos ponemos a contar las estrellas rerresrres, ras-

t 5 ¿ 13)

treras, que se detienen, un suspiro, en la ventanilla. Se mehabían entrado en mi cuarto y yo los iba leyendo todos a untiempo, con pupilas prismáticas, como cuando nos restre-gamos rnuy fuerte los ojos y miramos a toclas las constela-ciones que en ellos se han fi jado, planisferios cclestes, contintas indelebles. Antología sentirnental que conrpencliabálos cinco continentcs en rrr.r donjuanisrno fracasado que scconfornraba con hacer unas l istas n.ruy largas.rlc nrir-arlas,de palabras aisladas dichas al aciiso, rl¡f sonrisas :rrlojarlasa los cttatro victrtos, clt lc t '() r1(' :r l)r '( 'sulir lr;r :r rt ' t 'r,gcr' \ ' :rguarc larr r rc , fur t ivar l t ' r t1r ' , t ' r r t ' l l ro ls l ,n r l t 's l rorr l ; r r lo r l t , ' l r ¡so jos . P t ' r o t ' s t : t ba ¡ l 1 :u r r l r i i ' r t l r ¡ s s i g r l os r l t ' l ; r s r ¡ t r t ' r r r t ' h :u raurado, ¡ rcr lL tcñi1; rs , i r rs igrr i I i r ' ;ur t t 's , r ' , sr ¡ l r r t 's : r l i t ,n t lo t 'n l l rmisr¡¿ p loporc i , i r r r l t 'n l i t :L l l : r r r l ¡ r s t t . \ ' ; r ( r l iur ( lo Yo cra r r iño,la l lhs alta, la rrrirs f irnrc, csta nruchacha clue voy ¿ verdenlro <le un mon.rento, cluicln sabe crirno, quién sabe cuándcsol¿da.

Y otra vcz, otra vezi-¿ Irero crcs tú, muchacho ? ¡ Qué "crecida" has dado !-Si, soy yo, pcro le juro a usted que casi no he pucsto

nada de n.ri parte . . .l\4il veces en cada calle.

Mc clr-tengo uu ¡rurrto, ulgo nrborizado, al cornprol.rarque, ahora, 1to tnc acoge cl ntcnor tcmblor, 11o cstoy I 'arr-relancólico, no sicr.rto ninguna irrcprictud por 1o quc scrádentro 11e un ir.rstaritc, conro algo int,vitablc v clernasiadosabido ya ilor la frecucncia del cnsueiro cxacto, fidedigno.Es el nrismo viejo portón, qLle a pesar de la pintura recientese adivina caduco, apoli l lado e inúti l, como bajo los afeites

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excesivos, y en el que nos detenernos con esa impresión delas paradas forzosas ocasionadas por un neurnático que es-talla muy ruidosarnente.

I I I

II,LEGIA D]' LAS GLANDULAS DE MONO

-Muy bicn, don Juan, ¿y usted?-Así y así. ¡ I ' t 'ro c1ué "crecida" has darlo, muchacho !-Sí, algo. I 'cro yo no tcngo la culpa.Y cl rl ir i logo sc rr¡i i tc nli l veces cn carla calle. Ya estoy'exas¡rc,raclo.

¿ f 'ut.s r¡uú sc crcerían estas pobrcs gentes col-tnadas t l t : inr ; rg inación, Pt . r 'o inc¿rPaccs de d is t ingui r la d i fe-rcncia quc la rlc t l icz l)rr 's('s ¿r rl i t 'z airos ? Si la lralra, octo-genaria, hasta sc ha pcrsignaclo al vcrnrc, tras rlc jurar conun juramento rotundo. Só1o tú nre hubieras rcconocirlr¡ alptlnto, rnadre, y me hubieras recibiclo con naturalirlacl ; sólotír v Ernestina.

Anoche, en mi cuarto, había una legiór-r innumcrable denombres exóticos, que a mí me sonaban familiarcs y quepelrsé rnostrar ahora, en 7a plaza, como un l.nontón de cuen-tas dc vidrio multicolor que clesh¡mbraría a los indígcna.sestos -abrirían unos ojos tamaños y mc clarían en carnbio,a puñados, el oro de su admiración absoluta-. Iban na-cicnclo, corxo de un huevo de luz, de cada foquil io eléctricocn tocl¿s las ciudades que he conociclo, en to<las ias tltic heentrevisto desde el tren, por la noche, cualldo para llarnaral sueño nos ponemos a contar las estrellas rerresrres, ras-

t 5 ¿ 13)

treras, que se detienen, un suspiro, en la ventanilla. Se mehabían entrado en mi cuarto y yo los iba leyendo todos a untiempo, con pupilas prismáticas, como cuando nos restre-gamos rnuy fuerte los ojos y miramos a toclas las constela-ciones que en ellos se han fi jado, planisferios cclestes, contintas indelebles. Antología sentirnental que conrpencliabálos cinco continentcs en rrr.r donjuanisrno fracasado que scconfornraba con hacer unas l istas n.ruy largas.rlc nrir-arlas,de palabras aisladas dichas al aciiso, rl¡f sonrisas :rrlojarlasa los cttatro victrtos, clt lc t '() r1(' :r l)r '( 'sulir lr;r :r rt ' t 'r,gcr' \ ' :rguarc larr r rc , fur t ivar l t ' r t1r ' , t ' r r t ' l l ro ls l ,n r l t 's l rorr l ; r r lo r l t , ' l r ¡so jos . P t ' r o t ' s t : t ba ¡ l 1 :u r r l r i i ' r t l r ¡ s s i g r l os r l t ' l ; r s r ¡ t r t ' r r r t ' h :u raurado, ¡ rcr lL tcñi1; rs , i r rs igrr i I i r ' ;ur t t 's , r ' , sr ¡ l r r t 's : r l i t ,n t lo t 'n l l rmisr¡¿ p loporc i , i r r r l t 'n l i t :L l l : r r r l ¡ r s t t . \ ' ; r ( r l iur ( lo Yo cra r r iño,la l lhs alta, la rrrirs f irnrc, csta nruchacha clue voy ¿ verdenlro <le un mon.rento, cluicln sabe crirno, quién sabe cuándcsol¿da.

Y otra vcz, otra vezi-¿ Irero crcs tú, muchacho ? ¡ Qué "crecida" has dado !-Si, soy yo, pcro le juro a usted que casi no he pucsto

nada de n.ri parte . . .l\4il veces en cada calle.

Mc clr-tengo uu ¡rurrto, ulgo nrborizado, al cornprol.rarque, ahora, 1to tnc acoge cl ntcnor tcmblor, 11o cstoy I 'arr-relancólico, no sicr.rto ninguna irrcprictud por 1o quc scrádentro 11e un ir.rstaritc, conro algo int,vitablc v clernasiadosabido ya ilor la frecucncia del cnsueiro cxacto, fidedigno.Es el nrismo viejo portón, qLle a pesar de la pintura recientese adivina caduco, apoli l lado e inúti l, como bajo los afeites

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esos rostros marchitados en la coquetería, o el tedio, o eldolor; sería el tedio, que pone su cifra en el polvil lo que cubrelas alas dcl gran l istón tnlutado que ensucia ia piedra blancadcl dintel, nrariposa dc muy rr.ralos agücros : -Sí, ya sé,rnurió tambión el paclre, pero hace tanto tiernpo y cra suvida tan inúti l .. . Cuando vivía, algunas noches vcrgonzosasnos llegábamos hasta aquí, con cautela, a sabiendas del rnalque hacíamos, y dábamos dos fuertcs aldabonazos para ha-cerle rabiar al sabe.r que "no era nadie". Ahora, al tomarcntre ¡l is dedos la aldaba inmensa, nre extraña no tener ne-ccsiclad de ponerrne de puntillas, como entonces, para alcan-z¿rla. Es indudable c1ue, sin <larme cuenta, he crecido unPoco.

¿ ()rrión .st'r: 'r csta criacla seca, rugosa, que me viene aabr i r? No l ; r r tcu, ' r ' r l r ¡ , l lo ' ¡ ror l ró rccorr lar la , c lcspués, nuuca;dc st 'g t t r r i r ¡ut ' , s i r ' ; r t .s l ; r l r : r : ¡ r1rr í t 'n l r l r rc l la é1ioc; i , sc con-fur t< l i r í ; r s t l l ' ( )s t l ' ( ) t l t t 'o t t t 'z ; r < l t ' í ¡ ' l r9 l c1¡ l l t , l t , l r r lx t l t l6sa<lo.I - : t Scñor i l : t I to ts t : i , i r t '19 st i lo 1: r r t l l r r ¡ ' r u¡ " ¡ r t i tg" , ( lqc ) .ono icnclré inconr.ctriente en espcrarla.

l i l corredor, los tiestos, 1os pájaros que el calor rlcl mc-diodía hace enlnudecer en sus jaulas, cl si lencio infinito,dcnso, pcsado, todo está lo mismo ahora. Me abren la puertadc la sala, que rechina con todos los goznes cnrnohecidos,protestando por este despertar dcsacostun-rbrado a que se leobliga. Sobre la garna cle la alfombra afelpada, clue ha crccicloL1n poco, se marca una vereda muy perceptible que va dela puerta al estrado i 1lo la sigo puntualmente por mi cos-tumbre ciudadana de aquellos torvos letreros en que sc pro-hibe marchar sobre los prados, temeroso de que mis huellasqueden impresas, derlasiado visibles, sobre la alfombra;

es, en verdad, corno un trocito de parque citaclino y losretratos "no" me miran pasar, como transeúntes abstraídos,indife¡entes, clesconocidos, pues hasta ya nlc iba un piropoa la mitad de la garganta, al ver ese rctrato de mujer cluese detiene un momento, descocada, siguiéndome con la mi-rada de sus ojos "al óleo" desde la puerta hasta el sofá que, Irnenos duro que las bancas públicas, me hacc dudar dc rniapreciación anterior y reconoccr que, de scr t1n par(l l lc, rsbicn extraño que los cspcjos dc las fucntt 's scan, t ' tr ó1,verticales. Y luego el piano, con sgfguíu'rl:r¡iolvo n('gro (r' l-

treabierto, como un tabernácub, conro 1lr :rlt:rr cn (luc s('adora el busto en yeso, blanco y negro, <lc r.rn tísico nrul'

lánguido y muy enlutado, del tenebroso señor Cl-ropin. Y lasgrancles cortinas de cncajes, recogidas cn Llna curva colno

de lnuslos y piernas de mujer, de amazona de circo quc

cabalga un potro rle luz invisible; y, lx11y pequcñito, en rrn

llrarco sin importancia, mi retrato, e1 que n-re hicicron todocle blanco, cuando mi prirnera cor-nunión.

Después es el portón que se abrc con rui<lo, y un silencio

puntuado por las levcs y rápidas irttcrrtt.¡rciotrt 's clc ttt.t taconeo

conro r l dc los taconrs t l t ' las bot : ts t l t s i t ' lc lcgt tas, cn los

p i c s < l t ' I ' t t l g : i r c i t o ; 1 u r l ; r c o n t r r t r t r ' i l n t r ' { l t r ( ' s ( ' r l t ' t i t ' n t , n c r -

v iosr¡ , adiv inál t< losc ( i t t ( ' l l i rm lurr ' r ' r ' l r ¡ l l : r r l t l t i r l r> r i t l ( ' l rsr t r

l os f r cnos , an tc r 1¿ r p t l ( r t : r . l ' l t ' l r t ' l ) u ( s t ( ) t l t 1 , i , \ ' J , i r s ( ) 1 i l ; r -

<luinalmente nli nrano por la clrlrt 'z:r, corrigit 'rrrkr la rcl¡clt líaposible de algún lnechótr insuficicntt 'nlcntt. cnsrasarlo. I,-nlas tinieblas introspectivas se nc cncicncle rrrr foquito cle ob-jetividad: la rnujer que se ha detenirlo sc¡bre cl nrnbral nose parece a l lrnestina, sino a la fotograf ía de su madre;

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Page 161: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

esos rostros marchitados en la coquetería, o el tedio, o eldolor; sería el tedio, que pone su cifra en el polvil lo que cubrelas alas dcl gran l istón tnlutado que ensucia ia piedra blancadcl dintel, nrariposa dc muy rr.ralos agücros : -Sí, ya sé,rnurió tambión el paclre, pero hace tanto tiernpo y cra suvida tan inúti l .. . Cuando vivía, algunas noches vcrgonzosasnos llegábamos hasta aquí, con cautela, a sabiendas del rnalque hacíamos, y dábamos dos fuertcs aldabonazos para ha-cerle rabiar al sabe.r que "no era nadie". Ahora, al tomarcntre ¡l is dedos la aldaba inmensa, nre extraña no tener ne-ccsiclad de ponerrne de puntillas, como entonces, para alcan-z¿rla. Es indudable c1ue, sin <larme cuenta, he crecido unPoco.

¿ ()rrión .st'r: 'r csta criacla seca, rugosa, que me viene aabr i r? No l ; r r tcu, ' r ' r l r ¡ , l lo ' ¡ ror l ró rccorr lar la , c lcspués, nuuca;dc st 'g t t r r i r ¡ut ' , s i r ' ; r t .s l ; r l r : r : ¡ r1rr í t 'n l r l r rc l la é1ioc; i , sc con-fur t< l i r í ; r s t l l ' ( )s t l ' ( ) t l t t 'o t t t 'z ; r < l t ' í ¡ ' l r9 l c1¡ l l t , l t , l r r lx t l t l6sa<lo.I - : t Scñor i l : t I to ts t : i , i r t '19 st i lo 1: r r t l l r r ¡ ' r u¡ " ¡ r t i tg" , ( lqc ) .ono icnclré inconr.ctriente en espcrarla.

l i l corredor, los tiestos, 1os pájaros que el calor rlcl mc-diodía hace enlnudecer en sus jaulas, cl si lencio infinito,dcnso, pcsado, todo está lo mismo ahora. Me abren la puertadc la sala, que rechina con todos los goznes cnrnohecidos,protestando por este despertar dcsacostun-rbrado a que se leobliga. Sobre la garna cle la alfombra afelpada, clue ha crccicloL1n poco, se marca una vereda muy perceptible que va dela puerta al estrado i 1lo la sigo puntualmente por mi cos-tumbre ciudadana de aquellos torvos letreros en que sc pro-hibe marchar sobre los prados, temeroso de que mis huellasqueden impresas, derlasiado visibles, sobre la alfombra;

es, en verdad, corno un trocito de parque citaclino y losretratos "no" me miran pasar, como transeúntes abstraídos,indife¡entes, clesconocidos, pues hasta ya nlc iba un piropoa la mitad de la garganta, al ver ese rctrato de mujer cluese detiene un momento, descocada, siguiéndome con la mi-rada de sus ojos "al óleo" desde la puerta hasta el sofá que, Irnenos duro que las bancas públicas, me hacc dudar dc rniapreciación anterior y reconoccr que, de scr t1n par(l l lc, rsbicn extraño que los cspcjos dc las fucntt 's scan, t ' tr ó1,verticales. Y luego el piano, con sgfguíu'rl:r¡iolvo n('gro (r' l-

treabierto, como un tabernácub, conro 1lr :rlt:rr cn (luc s('adora el busto en yeso, blanco y negro, <lc r.rn tísico nrul'

lánguido y muy enlutado, del tenebroso señor Cl-ropin. Y lasgrancles cortinas de cncajes, recogidas cn Llna curva colno

de lnuslos y piernas de mujer, de amazona de circo quc

cabalga un potro rle luz invisible; y, lx11y pequcñito, en rrn

llrarco sin importancia, mi retrato, e1 que n-re hicicron todocle blanco, cuando mi prirnera cor-nunión.

Después es el portón que se abrc con rui<lo, y un silencio

puntuado por las levcs y rápidas irttcrrtt.¡rciotrt 's clc ttt.t taconeo

conro r l dc los taconrs t l t ' las bot : ts t l t s i t ' lc lcgt tas, cn los

p i c s < l t ' I ' t t l g : i r c i t o ; 1 u r l ; r c o n t r r t r t r ' i l n t r ' { l t r ( ' s ( ' r l t ' t i t ' n t , n c r -

v iosr¡ , adiv inál t< losc ( i t t ( ' l l i rm lurr ' r ' r ' l r ¡ l l : r r l t l t i r l r> r i t l ( ' l rsr t r

l os f r cnos , an tc r 1¿ r p t l ( r t : r . l ' l t ' l r t ' l ) u ( s t ( ) t l t 1 , i , \ ' J , i r s ( ) 1 i l ; r -

<luinalmente nli nrano por la clrlrt 'z:r, corrigit 'rrrkr la rcl¡clt líaposible de algún lnechótr insuficicntt 'nlcntt. cnsrasarlo. I,-nlas tinieblas introspectivas se nc cncicncle rrrr foquito cle ob-jetividad: la rnujer que se ha detenirlo sc¡bre cl nrnbral nose parece a l lrnestina, sino a la fotograf ía de su madre;

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pero )'o no puedo adrnitir así como así un milagro tan vulgar

como el cle las aparicioncs de los muertos.

Está hcrrrosa y joven, increíblemente joven, embanrecida

también y hasta con t1n principio de obesidad, fruto a punto

de desprenderse cle la rama, rnediodía de carne tórrida, plca-

mar de glóbulos rojos en las arterias; l ' iajcra que, habiendopartido de la Toledo del Greco, se detiene a peruoctar en la

Iirancia de \\ 'atteau para seguir con rumbo a Flandes, dondehabrá alcluilado para habitación algún cuadro de Rubens.

Yo rrre perdería en cste it inerario proceloso sin cl Baedeltertle sus nr¿ulos, 1o nlisr¡o de largas y tle débilcs, y el par-parlco rlt ' f;rro dc sus ojos anchos, que apagan v ertcienclensrrs luccs lcrrlt 's -¡ ^LTo ! ; ernreNrri !-, deletreando sunor l l i r t ' r ' r ' r ' r l l r , l t ' r r ¡ r ' r t 'p i t i i ' r r r lonr( 'quc ósta cs, con todo y misi l la{ i rurc ioncs, l ' . r ' r rcs l i r r : r , r ro l ; r I ' l lncs l i t r : t t l t ' t 'n tot rces, l - t t -t t t r ¡ r l r l t ' l t c , l to l : t s i r lo t t t i ; t l ro t t l lu ' l t ' .

' fan t l roco nr ( ' r ( ' co l ro ( ' ( ' t l , ' s r l c lu t 'go , l t t ' t t so l ) r ) l ' ( lu ( ' l ; t s r t r -

p rcsa u lc dcbc haber a la rgar lo c l r r i s t ro i l r t t {o ts r tn ; r t i t ' r t : I

congoja qLle mc r,a gananclo antc la anrclr; IzA t lc <l irc t :ul lbión

su boca se dcfolure en t lna posiblc alusión a nri crr 'cirnientoo

Y tanrbién una r¡olest ia, lrna irr i tación sorr la contra cl la.-quc no cs igual a mi rccur:rdo- v contra mí, qtte no supe

irna¡l inarla igual a el la; es la irr i tación absurda, irrazonable,

t le cuando se sabe ql ic a nrlcstro bi l lcte no le lra da<1o la

suc'rtc -esa sucrte cl l quc crcenros;, :rLlnqt1e sca confusa-

r.r-rcntc-, cl prcnrio máxinro de la lotcría. N{cjor será que

hayarnos enrnudecido, porquc nuestras palabras airadas nos

habrían quemado y roto la cinta cle seda que aún nos ata,

entrañable y, al propio t iempo, muy perceptible.

I is extraordinariarncnte dif íci l el principio de nuestraconversación; l lego a pensar que no hemos sido aún presen-tados y que habremos de improvisar un pretcxto cualquiera

j es sulo este pañuelo oloroso a muj cres en f lor ?, ¿ lemolesta el canto de ese pájaro y rne permite que le arrojeull poco de invierno en r¡i más helaclo desprecio?- paraempezar a hablar del t iempo, de la tempcratura, y luegode las peclueñas coinciclencias qucr atan para toclo.cl vcrano <lelos hoteles. Ella pr"redr, al f in, tutc:)nrlc con nli 'rs lrrrtur;rl i-dad, y, menos sorprenditla quc )'o

-L",[tt lr ictt csti is", colltoúnica alusión a 1o que dcbo dc l irbe r carnbilclo, ¡qrró arrurlc-cimiento !-, se pone a hablarnre coll una locuacirlacl no sos-pcchada, pero eludiendo, retardando el ruint¡to en que habráde referirse a sí misnra, como avcrgonza,Ja tJ,e su infiilelidada la irnagen que de ella traía yo, el hombre defraudaclo máslame ntable¡nente.

¿O es que se ha reconquistado? Antaño, bien r¡uc lorecuerdo, ya me parecía tlna cosa pasajcra, falsa, adoptarlacon esfuerzo visible --sin retirar, al terrninarlo, t ' l rnol<lc-,su naturaleza. La máscara. ¿ Pero scrir ínclicc íulic¡rnrcntcde h ipoc res ía? C i r r t o qu r c ra dó l> i l y t í n r i r l l r - - y l os cob t r r -des son cautos y fult ivos, pcro csrr :rctitu<l sostenitla, corrti-nuada tan penosall lcntc, ¿ no ('r:r utur fort¡rlt.z:r írrt inr:r, t,scr-r-cial, más real o t¿rn rc:rl, al rnenos, conro las r¡tr¿rs ? Diluci-daciones eclécticas qttc yo uo l lut'r lo ;rrrojrrr <1e la rcpírblicade mi ortodoxia espiritual, porquc nic sirvcn para los mo-mentos estos en que asiste ttno, cstupcfacto, a la trayectoriafunambulesca, al salto mortal clue sobrc nuestra concienciada un alma de Cristo a Epicuro. tr{as yo l1o debo pensarcosas tan abstractas en esta celebración de lo pintoresco que

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pero )'o no puedo adrnitir así como así un milagro tan vulgar

como el cle las aparicioncs de los muertos.

Está hcrrrosa y joven, increíblemente joven, embanrecida

también y hasta con t1n principio de obesidad, fruto a punto

de desprenderse cle la rama, rnediodía de carne tórrida, plca-

mar de glóbulos rojos en las arterias; l ' iajcra que, habiendopartido de la Toledo del Greco, se detiene a peruoctar en la

Iirancia de \\ 'atteau para seguir con rumbo a Flandes, dondehabrá alcluilado para habitación algún cuadro de Rubens.

Yo rrre perdería en cste it inerario proceloso sin cl Baedeltertle sus nr¿ulos, 1o nlisr¡o de largas y tle débilcs, y el par-parlco rlt ' f;rro dc sus ojos anchos, que apagan v ertcienclensrrs luccs lcrrlt 's -¡ ^LTo ! ; ernreNrri !-, deletreando sunor l l i r t ' r ' r ' r ' r l l r , l t ' r r ¡ r ' r t 'p i t i i ' r r r lonr( 'quc ósta cs, con todo y misi l la{ i rurc ioncs, l ' . r ' r rcs l i r r : r , r ro l ; r I ' l lncs l i t r : t t l t ' t 'n tot rces, l - t t -t t t r ¡ r l r l t ' l t c , l to l : t s i r lo t t t i ; t l ro t t l lu ' l t ' .

' fan t l roco nr ( ' r ( ' co l ro ( ' ( ' t l , ' s r l c lu t 'go , l t t ' t t so l ) r ) l ' ( lu ( ' l ; t s r t r -

p rcsa u lc dcbc haber a la rgar lo c l r r i s t ro i l r t t {o ts r tn ; r t i t ' r t : I

congoja qLle mc r,a gananclo antc la anrclr; IzA t lc <l irc t :ul lbión

su boca se dcfolure en t lna posiblc alusión a nri crr 'cirnientoo

Y tanrbién una r¡olest ia, lrna irr i tación sorr la contra cl la.-quc no cs igual a mi rccur:rdo- v contra mí, qtte no supe

irna¡l inarla igual a el la; es la irr i tación absurda, irrazonable,

t le cuando se sabe ql ic a nrlcstro bi l lcte no le lra da<1o la

suc'rtc -esa sucrte cl l quc crcenros;, :rLlnqt1e sca confusa-

r.r-rcntc-, cl prcnrio máxinro de la lotcría. N{cjor será que

hayarnos enrnudecido, porquc nuestras palabras airadas nos

habrían quemado y roto la cinta cle seda que aún nos ata,

entrañable y, al propio t iempo, muy perceptible.

I is extraordinariarncnte dif íci l el principio de nuestraconversación; l lego a pensar que no hemos sido aún presen-tados y que habremos de improvisar un pretcxto cualquiera

j es sulo este pañuelo oloroso a muj cres en f lor ?, ¿ lemolesta el canto de ese pájaro y rne permite que le arrojeull poco de invierno en r¡i más helaclo desprecio?- paraempezar a hablar del t iempo, de la tempcratura, y luegode las peclueñas coinciclencias qucr atan para toclo.cl vcrano <lelos hoteles. Ella pr"redr, al f in, tutc:)nrlc con nli 'rs lrrrtur;rl i-dad, y, menos sorprenditla quc )'o

-L",[tt lr ictt csti is", colltoúnica alusión a 1o que dcbo dc l irbe r carnbilclo, ¡qrró arrurlc-cimiento !-, se pone a hablarnre coll una locuacirlacl no sos-pcchada, pero eludiendo, retardando el ruint¡to en que habráde referirse a sí misnra, como avcrgonza,Ja tJ,e su infiilelidada la irnagen que de ella traía yo, el hombre defraudaclo máslame ntable¡nente.

¿O es que se ha reconquistado? Antaño, bien r¡uc lorecuerdo, ya me parecía tlna cosa pasajcra, falsa, adoptarlacon esfuerzo visible --sin retirar, al terrninarlo, t ' l rnol<lc-,su naturaleza. La máscara. ¿ Pero scrir ínclicc íulic¡rnrcntcde h ipoc res ía? C i r r t o qu r c ra dó l> i l y t í n r i r l l r - - y l os cob t r r -des son cautos y fult ivos, pcro csrr :rctitu<l sostenitla, corrti-nuada tan penosall lcntc, ¿ no ('r:r utur fort¡rlt.z:r írrt inr:r, t,scr-r-cial, más real o t¿rn rc:rl, al rnenos, conro las r¡tr¿rs ? Diluci-daciones eclécticas qttc yo uo l lut'r lo ;rrrojrrr <1e la rcpírblicade mi ortodoxia espiritual, porquc nic sirvcn para los mo-mentos estos en que asiste ttno, cstupcfacto, a la trayectoriafunambulesca, al salto mortal clue sobrc nuestra concienciada un alma de Cristo a Epicuro. tr{as yo l1o debo pensarcosas tan abstractas en esta celebración de lo pintoresco que

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Page 164: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

se inicia en este instante, en el comedor, por la oposiciónde esta mujer a la que yo presumía. Aprendió por fin ahacer ruido: esos gritos, acompasados como en un coro,que son los colores arn-rónicos de sus vestidos ; ese ruidode la actitud lcvantada, clel gesto erguido, de la sapienciasuperior de las miraclas, lanzadas de arriba abajo aunqueno sea rrecesario i y lt voz, que sabe modelar ahora las pala-bras, como hacit 'n<lo líquido, con volumen, el aire con quelas pronuncia: palabras tangibles y con sabor y con aroma,blancas, aguzarlas al f inal, como si al hablar salieran de suslabios, no las onzas rlc oro del cuento, sino toda la existen-cia cn mcrclrgucs crirricos clc una repostería. Hasta me asal-tan dcscos tle suplicarlc (luc no hable sino a los postres.Puede ya rcír sin csfucrzr), porque sus nreji l las al redon-dearse han hccho nrcnos :rbicrtos hacia abajo los ángulosde la boca; arlt 'ur: 'rs, su <lt,ntarlura rlcslumbrantc hace cle cadasonrisa trn fogonazo rle nragncsio quc la ponc ctr condicio-nes más ventajosas sobrc mí, y parece halagarle cl que devez cn vcz saquc, sin danne cuenta, el pañuclo, para secarmea hurtadillas un imaginario lacrimeo que eso me produce.

Luego hay otra transición:-Perdóname que no califique aún, Ernestina, esta sor-

presa; sería aventurado y probablemente injusto, y temo dis-gustarte a ti, de ayer, o a ti, de hoy. Mira, nuestra amistadacaba de nacer, no protestes: yo no te conocía así y mi t imi-dez me impide aprovecharme del lance para decirte un pi-ropo; después de comer iremos a donde quieras, si no es,todavía, a la Iglesia.

-No, no es necesario. Mi juventud, la juventud es des-bordada: se es romántico y hay que optar por la devoción

o la depravación; yo no pesaba dos adarmes; pero ahorahe leído un poco y no creas que me he estado-encerrada todocste tiempo en el pueblo; hoy sólo vengo durante el verano.Además también aquí estuvieron los revolucionarios y unnovio me propuso una vez raptarme; no lo permití porquemi padre iba a morir pronto, y más valía esperar que variarsólo de esclavitud. Pero creo que lo amaba, aunque no tantocomo a esta libertad que yo no conocía, amada acaso poreso, y cuando ,ompi-os las r"lacibhcs me arranqué el cora-zón para siempre, cuando le¿oí respirar satisfecho, comodiciendo: "¡ Vaya, vaya novia márs f únebre quc me habíaechado !" Luego supe que cso h;rbí¿r rl icho a sus amigos, yfué entonces cuando dcci<lí scr conro .rhore, cn cuanto rtripadre muriera.

Conversamos cn l¡onólogo, rcJrosarlos, cruclt 's, st 'r ios ya,poniéndole su moraleja, cn el adcmán, a cada frasc. C--adaminuto es más distinta, como que se aleja de sí misma, ho-rizontal, por un sendero muy tortuoso, perdiéndose, deján-dose abandonada en mi recuerdo i yo la sigo tal vcz, perosólo con la mirada, un poco enternecido, con los ojos hú-medos, no sé si por deslumbrados con el reflejo de susdientes, no sé si con ganas de llorar, no sé, en fin, si porlo picante de este guiso vernáculo que ya no había gustadoen tanto tiempo.

Estos ratos inacabables de la siesta, en los pueblos, ten-didos en una hamaca que, corÍlo péndulo exacto, va contandolos minutos perdidos, largos como los de una espera enque no separásemos la vista del reloj ; se llama al sueñodesesperadamente, pero el sueño no sabe nadar y le es

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se inicia en este instante, en el comedor, por la oposiciónde esta mujer a la que yo presumía. Aprendió por fin ahacer ruido: esos gritos, acompasados como en un coro,que son los colores arn-rónicos de sus vestidos ; ese ruidode la actitud lcvantada, clel gesto erguido, de la sapienciasuperior de las miraclas, lanzadas de arriba abajo aunqueno sea rrecesario i y lt voz, que sabe modelar ahora las pala-bras, como hacit 'n<lo líquido, con volumen, el aire con quelas pronuncia: palabras tangibles y con sabor y con aroma,blancas, aguzarlas al f inal, como si al hablar salieran de suslabios, no las onzas rlc oro del cuento, sino toda la existen-cia cn mcrclrgucs crirricos clc una repostería. Hasta me asal-tan dcscos tle suplicarlc (luc no hable sino a los postres.Puede ya rcír sin csfucrzr), porque sus nreji l las al redon-dearse han hccho nrcnos :rbicrtos hacia abajo los ángulosde la boca; arlt 'ur: 'rs, su <lt,ntarlura rlcslumbrantc hace cle cadasonrisa trn fogonazo rle nragncsio quc la ponc ctr condicio-nes más ventajosas sobrc mí, y parece halagarle cl que devez cn vcz saquc, sin danne cuenta, el pañuclo, para secarmea hurtadillas un imaginario lacrimeo que eso me produce.

Luego hay otra transición:-Perdóname que no califique aún, Ernestina, esta sor-

presa; sería aventurado y probablemente injusto, y temo dis-gustarte a ti, de ayer, o a ti, de hoy. Mira, nuestra amistadacaba de nacer, no protestes: yo no te conocía así y mi t imi-dez me impide aprovecharme del lance para decirte un pi-ropo; después de comer iremos a donde quieras, si no es,todavía, a la Iglesia.

-No, no es necesario. Mi juventud, la juventud es des-bordada: se es romántico y hay que optar por la devoción

o la depravación; yo no pesaba dos adarmes; pero ahorahe leído un poco y no creas que me he estado-encerrada todocste tiempo en el pueblo; hoy sólo vengo durante el verano.Además también aquí estuvieron los revolucionarios y unnovio me propuso una vez raptarme; no lo permití porquemi padre iba a morir pronto, y más valía esperar que variarsólo de esclavitud. Pero creo que lo amaba, aunque no tantocomo a esta libertad que yo no conocía, amada acaso poreso, y cuando ,ompi-os las r"lacibhcs me arranqué el cora-zón para siempre, cuando le¿oí respirar satisfecho, comodiciendo: "¡ Vaya, vaya novia márs f únebre quc me habíaechado !" Luego supe que cso h;rbí¿r rl icho a sus amigos, yfué entonces cuando dcci<lí scr conro .rhore, cn cuanto rtripadre muriera.

Conversamos cn l¡onólogo, rcJrosarlos, cruclt 's, st 'r ios ya,poniéndole su moraleja, cn el adcmán, a cada frasc. C--adaminuto es más distinta, como que se aleja de sí misma, ho-rizontal, por un sendero muy tortuoso, perdiéndose, deján-dose abandonada en mi recuerdo i yo la sigo tal vcz, perosólo con la mirada, un poco enternecido, con los ojos hú-medos, no sé si por deslumbrados con el reflejo de susdientes, no sé si con ganas de llorar, no sé, en fin, si porlo picante de este guiso vernáculo que ya no había gustadoen tanto tiempo.

Estos ratos inacabables de la siesta, en los pueblos, ten-didos en una hamaca que, corÍlo péndulo exacto, va contandolos minutos perdidos, largos como los de una espera enque no separásemos la vista del reloj ; se llama al sueñodesesperadamente, pero el sueño no sabe nadar y le es

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imposible atravesar el pequcño lago, negro y amarga, de laineludible taza de café. I lasta las cinco la veré, cuando elsol empiece a alumbrar horizontalmente los rostros de lascasas, que, deslurnbratl:rs, cerrarán los ojos de 1as ventanas,bajando los parrjcluccs cstriaclos como párpa<los de largaspestañas; hasta l: is cinco nrc estaré leyendo sin entcrarmecasi, sólo con los ojos rkr Ia carne, estos l ibros qucridos <1ueson, cada uno, conio l:r ¡rromcsa <le rlue en el siguicnte apren-deré lo que él no ¡ru<lo ensrñarnre. Aquellos zopilotcs sabenmás de mecírnica y vut' lan nrás elegantes, más seguros, queel mejor avi:rrlor t.rr t ' l rrrt ' jor t lc los ap:rratos ; un rlía conocíun perro <¡uc us;rlr l rrricrófri lros y un elefante peripatético,

' gran i rn i ta<l<t r t l t , ( ' r ' is lo ( l , l 'o l r : r l r lernol te s in scr lector t leKcmpis) , r ¡ t rc r r lor lo t . l <¡r r t 's i , l t ' ; tcc lc¿r l la lc of rccía cuan( louna f lor , c t ¡ lu l rLr urr cor ; rzr in , r ¡ut . i l r l r cor t¿rnr lo cntrc los pr-a-dos dcl zoolrigico, f lort,citkrs rlt ' rosalcs y nruchachas, dcre-chos, a l tos, tan a l tos ( luc u l lo r ro hul i icr ; r l lo t l i r lo a ic ; rnzar lossin el apéndicc proboscidio, eficicntc conlo un mal nrarlrigalo unas bucnas ti jcras ; así habrá tarnbién un aninral aptocomo ningún hombre en explicarse la biología, la psicopato-logía y la retórica de las nrujeres; ante Ernestina rne heconvencido de que ese anir¡al no es Don Juan, el vertigino-so. ¿ Pero qué necesito yo explicarme esto que está tan bicnasí, sentimental, absurdo, arbitrario ? Y sin ernbargo . . .

Desde aquí, desde el patio de mi casa, rnás abierta al cie-lo, se oye muy claro el respirar ultrasanguíneo, poderoso,de ese loco apoplégico de cualenta mil años -quién sabesi por lo que siempre he sospechado, que éste, el n1ar, seprolonga por el cielo, en espíritu, al menos-. Po¡ cso tar¡-bién dudamos un momento, Ernestina y yo, antes de em-

barcarnos, pero luego nos decidimos, seguros de que en

todo caso nunca sabremos si navegamos por el mar o por

el cielo. Yo todavía me acuerdo de la Invitación al Viaje,y de mi boca saltan los paisajes exóticos como si mis pala-

bras, larga cinta de celuloide, proyectaran vistas cinernato-gráficas que impresiorlaron, en otros días, rnis ojos. Comoel vapor sólo viene a mi pueblo cada mcs, huínlos en unabalsa pesada, tarda; E,rnestina rte va rrostrantlo como aun médico su rostro marchito, .N.no rnarchito, todo sucuerpo marchito, que ha desnydado para arrcljarsc al maren un cansado salto sin gracia; r.rada silenciosarnt'ntc, comouna sirena envejecida que tomó un resfriado y pcrdió lavaz; yo he crccido hasta 1a talla de Odiseo, y las algas meaprisionan, mc retiencn atado al mástil de la balsa; r{yientomarino trae sales qtle se pintaron de rojo en el crcpúsculo,y me embadurna el cuerpo desnudo, disfrazándome de carde-nal; E,rnestina nada silenciosamente, como una sirena en-vcjecida, en el mar sangriento. En el horizonte nace unagran ballena de cobre que se acerca a flor de agua rápida-mente, como un submarino que nos enfoca el cloble perisco-pio cle su geisser; quiero gritar, advertir a la ¡nuchacha, perola espur.na de las olas me amorclaza con una fina batistairrechazable; ahora, rlrás de ccrca, rnc [)arcce quc ticnc rostrohur-nano y no sé, pcro nre p¿rrccc (plc cs cl rostro, conocidoen todos los periódicos de Voronof f ; sí, cs indudablcrnen-te ói : ¿ para qué usará este camouf lagc ? lirne stina siguenadando en torno de la balsa, silenciosan.rente, cotno unasirena, etc.; la vida se ha detenido y, corro un buen au-tomóvil, ha encendido su foquillo rojo posterior -el que

sirvc para indicar las paradas-, el sol moribundo, hori-

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imposible atravesar el pequcño lago, negro y amarga, de laineludible taza de café. I lasta las cinco la veré, cuando elsol empiece a alumbrar horizontalmente los rostros de lascasas, que, deslurnbratl:rs, cerrarán los ojos de 1as ventanas,bajando los parrjcluccs cstriaclos como párpa<los de largaspestañas; hasta l: is cinco nrc estaré leyendo sin entcrarmecasi, sólo con los ojos rkr Ia carne, estos l ibros qucridos <1ueson, cada uno, conio l:r ¡rromcsa <le rlue en el siguicnte apren-deré lo que él no ¡ru<lo ensrñarnre. Aquellos zopilotcs sabenmás de mecírnica y vut' lan nrás elegantes, más seguros, queel mejor avi:rrlor t.rr t ' l rrrt ' jor t lc los ap:rratos ; un rlía conocíun perro <¡uc us;rlr l rrricrófri lros y un elefante peripatético,

' gran i rn i ta<l<t r t l t , ( ' r ' is lo ( l , l 'o l r : r l r lernol te s in scr lector t leKcmpis) , r ¡ t rc r r lor lo t . l <¡r r t 's i , l t ' ; tcc lc¿r l la lc of rccía cuan( louna f lor , c t ¡ lu l rLr urr cor ; rzr in , r ¡ut . i l r l r cor t¿rnr lo cntrc los pr-a-dos dcl zoolrigico, f lort,citkrs rlt ' rosalcs y nruchachas, dcre-chos, a l tos, tan a l tos ( luc u l lo r ro hul i icr ; r l lo t l i r lo a ic ; rnzar lossin el apéndicc proboscidio, eficicntc conlo un mal nrarlrigalo unas bucnas ti jcras ; así habrá tarnbién un aninral aptocomo ningún hombre en explicarse la biología, la psicopato-logía y la retórica de las nrujeres; ante Ernestina rne heconvencido de que ese anir¡al no es Don Juan, el vertigino-so. ¿ Pero qué necesito yo explicarme esto que está tan bicnasí, sentimental, absurdo, arbitrario ? Y sin ernbargo . . .

Desde aquí, desde el patio de mi casa, rnás abierta al cie-lo, se oye muy claro el respirar ultrasanguíneo, poderoso,de ese loco apoplégico de cualenta mil años -quién sabesi por lo que siempre he sospechado, que éste, el n1ar, seprolonga por el cielo, en espíritu, al menos-. Po¡ cso tar¡-bién dudamos un momento, Ernestina y yo, antes de em-

barcarnos, pero luego nos decidimos, seguros de que en

todo caso nunca sabremos si navegamos por el mar o por

el cielo. Yo todavía me acuerdo de la Invitación al Viaje,y de mi boca saltan los paisajes exóticos como si mis pala-

bras, larga cinta de celuloide, proyectaran vistas cinernato-gráficas que impresiorlaron, en otros días, rnis ojos. Comoel vapor sólo viene a mi pueblo cada mcs, huínlos en unabalsa pesada, tarda; E,rnestina rte va rrostrantlo como aun médico su rostro marchito, .N.no rnarchito, todo sucuerpo marchito, que ha desnydado para arrcljarsc al maren un cansado salto sin gracia; r.rada silenciosarnt'ntc, comouna sirena envejecida que tomó un resfriado y pcrdió lavaz; yo he crccido hasta 1a talla de Odiseo, y las algas meaprisionan, mc retiencn atado al mástil de la balsa; r{yientomarino trae sales qtle se pintaron de rojo en el crcpúsculo,y me embadurna el cuerpo desnudo, disfrazándome de carde-nal; E,rnestina nada silenciosamente, como una sirena en-vcjecida, en el mar sangriento. En el horizonte nace unagran ballena de cobre que se acerca a flor de agua rápida-mente, como un submarino que nos enfoca el cloble perisco-pio cle su geisser; quiero gritar, advertir a la ¡nuchacha, perola espur.na de las olas me amorclaza con una fina batistairrechazable; ahora, rlrás de ccrca, rnc [)arcce quc ticnc rostrohur-nano y no sé, pcro nre p¿rrccc (plc cs cl rostro, conocidoen todos los periódicos de Voronof f ; sí, cs indudablcrnen-te ói : ¿ para qué usará este camouf lagc ? lirne stina siguenadando en torno de la balsa, silenciosan.rente, cotno unasirena, etc.; la vida se ha detenido y, corro un buen au-tomóvil, ha encendido su foquillo rojo posterior -el que

sirvc para indicar las paradas-, el sol moribundo, hori-

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zorr1r;,,l. Cierro los ojos, angustiadamente, desesperadanlen-te; Voronof f, la ballena, el subrnarino, se ha tragado, comoa un Jonás macilcnto, a la sirena envejecida, que no hatenido tiempo cle l¡r¡rzar un solo iayl.; va rccuerdo qrle porel esófago de una b¿llcna no cabe un cuerpo tan grande, peroahora me convicnc rlarlc l lás fe a la Biblia. Cuando salgo derni desmayo, /a t. l vit.ntr¡ me paseó por todas las playas; cnésta donde dcscnllxrrco t.rnpicza un bosque que yo "si" pue-do ver, a pcsar rlt ' l ¡rrovcrbio alenrán y de los árboles, comosi fueran de crist:t l : t 'n l:r ( 'spesura hay hombres blancos quetocan n.rúsica rlt ' rrt.glos y ctíopes cle frac que trarrsmitenpor cl in¿rlánrl¡rico cr¡rrf<'rclrci:t.s I lcnas cle ir.rgenio, dc citasar is toté l ic¿rs y r l t ' tcr r i l r l t .s a lus ior . rcs a la dcrnocracia, a lapulcr i tu<l y ; r l j r r l rJo r l t , r l ; r r los; los 1r : r ¡ tagayos cscuchan concnroci t in , p( ' ro , : r r ¡n( lu t . t . r r rnrr r lcc i , los, parccc quc s iguieranhablanrlo. Ahor:r lorlos st' r l ir igt.n, corrit 'nikr, hacia la playay ¡ r ienso por ur) r r ronr t 'n to qur : sc t rat : r r lc rcc ib i rn l t ,co l t u l larccepciólr esplóndirla; pcro l lo l l le nriran a nrí y pasan <lelargo, sin percibirnre, lanzando hurras al mar clue acabode abandonar; yo encrlentro este panteísmo un poco clcmodéy riclículo, y estoy a punto de gritarlo, pero me contcngodifícilmente. Los fotógrafos ajrrstan a su l(odal< lentes con-vexos o cóncavos, para perpetuar la escena lo menos fiel-mente posiblc, y los reporteros cle los gralldcs diarios, queya conocía yo de vista, aprestan unos volulninosos cuaclernosde entre cuyas hojas salta, como una flor romántica cle en-tre las de un l ibro de versos, la verclad disecada, aplastacla,que ellos se ponen a inflar cofilo un globo de goma elásticapintarrajeado, desfigurado. Me vuelvo también hacia el mar,que es más el cielo que nunca; de una ola enorme, como de

una nube dirigible, ira nacido Voronoff, con su sonrlsa máscruel; ahora parece sólo un subrnarino, sin duda para nodisonar en el paisaje; en su lomo scffbre un escotillón por

donde aparece E,rnestina, riéndosc, rcjttvenecida, embarne-cida, hasta con un principio de obesidad ; la multitud lasaluda y me la roba, para siemprc, llcv:indoscla cntre lasrnúsicas negras de los blancos y los discursos curopeizantesde los negros. . .

l l

IV

FOTOGRAFIA DI]S]INFOCADA

Llego a la cita con un l lcqueño retraso, agra<lcciclo al

bochorno de la siest¿ que me pernrite la fhcil vanitlacl de no

ser el prirnero ; bien sospcchaba que cl rcloj di; ' la hamaca

no sería muy exacto. Ernestina, que me esperaba, finge aho-

ra que ¡ro ha terminado de arreglarse. Conro si pretendiera

demostrarme lo inútil de la velocidad, va y viene del toca-

dor al gran ropero y cada vez que se acerca a los espejosparece qttr fuera a abrazar a su inragen, conlo a una amiga

no vista en muchos años. Sus pasos señalan el compás a

la música incivil e inspirada de los pájaros, que inician mil

veces, sin proseguirla, ensayándola, una partitura escrita en elpentagrama de alambre de las jaulas, vertical. Luego, en la ca-lle, nuestros pasos serán el pulso exangüe del pueblo, que

empieza a despertar, desperezándose ruidosar¡ente y hacien-do circular la rápida hemorragia que sale por la puerta delas escuelas; parece como que, al trasluz, frente al sol de

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zorr1r;,,l. Cierro los ojos, angustiadamente, desesperadanlen-te; Voronof f, la ballena, el subrnarino, se ha tragado, comoa un Jonás macilcnto, a la sirena envejecida, que no hatenido tiempo cle l¡r¡rzar un solo iayl.; va rccuerdo qrle porel esófago de una b¿llcna no cabe un cuerpo tan grande, peroahora me convicnc rlarlc l lás fe a la Biblia. Cuando salgo derni desmayo, /a t. l vit.ntr¡ me paseó por todas las playas; cnésta donde dcscnllxrrco t.rnpicza un bosque que yo "si" pue-do ver, a pcsar rlt ' l ¡rrovcrbio alenrán y de los árboles, comosi fueran de crist:t l : t 'n l:r ( 'spesura hay hombres blancos quetocan n.rúsica rlt ' rrt.glos y ctíopes cle frac que trarrsmitenpor cl in¿rlánrl¡rico cr¡rrf<'rclrci:t.s I lcnas cle ir.rgenio, dc citasar is toté l ic¿rs y r l t ' tcr r i l r l t .s a lus ior . rcs a la dcrnocracia, a lapulcr i tu<l y ; r l j r r l rJo r l t , r l ; r r los; los 1r : r ¡ tagayos cscuchan concnroci t in , p( ' ro , : r r ¡n( lu t . t . r r rnrr r lcc i , los, parccc quc s iguieranhablanrlo. Ahor:r lorlos st' r l ir igt.n, corrit 'nikr, hacia la playay ¡ r ienso por ur) r r ronr t 'n to qur : sc t rat : r r lc rcc ib i rn l t ,co l t u l larccepciólr esplóndirla; pcro l lo l l le nriran a nrí y pasan <lelargo, sin percibirnre, lanzando hurras al mar clue acabode abandonar; yo encrlentro este panteísmo un poco clcmodéy riclículo, y estoy a punto de gritarlo, pero me contcngodifícilmente. Los fotógrafos ajrrstan a su l(odal< lentes con-vexos o cóncavos, para perpetuar la escena lo menos fiel-mente posiblc, y los reporteros cle los gralldcs diarios, queya conocía yo de vista, aprestan unos volulninosos cuaclernosde entre cuyas hojas salta, como una flor romántica cle en-tre las de un l ibro de versos, la verclad disecada, aplastacla,que ellos se ponen a inflar cofilo un globo de goma elásticapintarrajeado, desfigurado. Me vuelvo también hacia el mar,que es más el cielo que nunca; de una ola enorme, como de

una nube dirigible, ira nacido Voronoff, con su sonrlsa máscruel; ahora parece sólo un subrnarino, sin duda para nodisonar en el paisaje; en su lomo scffbre un escotillón por

donde aparece E,rnestina, riéndosc, rcjttvenecida, embarne-cida, hasta con un principio de obesidad ; la multitud lasaluda y me la roba, para siemprc, llcv:indoscla cntre lasrnúsicas negras de los blancos y los discursos curopeizantesde los negros. . .

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IV

FOTOGRAFIA DI]S]INFOCADA

Llego a la cita con un l lcqueño retraso, agra<lcciclo al

bochorno de la siest¿ que me pernrite la fhcil vanitlacl de no

ser el prirnero ; bien sospcchaba que cl rcloj di; ' la hamaca

no sería muy exacto. Ernestina, que me esperaba, finge aho-

ra que ¡ro ha terminado de arreglarse. Conro si pretendiera

demostrarme lo inútil de la velocidad, va y viene del toca-

dor al gran ropero y cada vez que se acerca a los espejosparece qttr fuera a abrazar a su inragen, conlo a una amiga

no vista en muchos años. Sus pasos señalan el compás a

la música incivil e inspirada de los pájaros, que inician mil

veces, sin proseguirla, ensayándola, una partitura escrita en elpentagrama de alambre de las jaulas, vertical. Luego, en la ca-lle, nuestros pasos serán el pulso exangüe del pueblo, que

empieza a despertar, desperezándose ruidosar¡ente y hacien-do circular la rápida hemorragia que sale por la puerta delas escuelas; parece como que, al trasluz, frente al sol de

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la tarde, empezata a caer una lluvia de cristales prisrnáticos;pero luego se rectif ica la impresión, porque el ir is de lasrisas infanti les es mc'jor una cabellera ascendente de co-hetes de colores. Como yo, hace tantos años, algunos rapacessonríen a Ernestina y se acercan corno plantas animadas ofre-ciéndole, para que las corte, las flores en botón cle sus ca-bezas; pero ella se conforma con inclinarse a olerlas y darlésun beso literalmente católico. Ya cuan<lo crezcan no deja-rán de cortarles el cuello, pobres Holofernes voluntarios,pobres Bautistas impacientes.

Me animo a tomjila, del brazo, mistif icador, para quecrcan los vecinos que nos amarnos; pcro cs includable que aquínos conoccn clemasiado y no oh'idan nuestras edades respcc-tivas. I-as nrrrchachas cle acluellos clías pasean ahora su proley su grasa, con ('sr: contonco .qall ináceo de las rnatronas,vcst id¿rs con un rn; r l gusto i r r rponr l r . rablc ; l i rncst ina las salu-da y las l rcsa; ¿ l ) ( ' ro ( 's r ¡ r t ' l roy sr i l< l sabe bcsar? ] i ,n laplaya, t luc cs ul)ír isl¿r volc:'Lnic:r rle vi<la cit¿ulina, rorlcarl¿rpor el parrlo lago rlcl pucblo, f lorcct:n con cfusirin lropicallas plantas regionales y los sornbreros cle j ipi, éstos cn sustallos de trajes palm-beach.; cuando los zafios del pueblo sedescub¡en a nuestro paso, con sus sonrisas vil lanas, hacenun ademán de ir a decapitarse. IJna niña paliducha abrelos ojos enormes, asombrada, sobre el pedazo de cielo queha caído en la fuente central; hay dernasiados vehículos ya,con ser sólo diez o doce, y sus figuras y el grito de susbocinas los hacen iguales a una manada de gansos pastorea-da por la iglesia. Yo, que me acuerdo del sueño de estatarde, arrastro a la amiga lejos del mar, con miedo de per-derla, por la calle opuesta a la que lleva al muclle; como no

sc explica mi actitud, sonríe; , -. on',"f1? Sí, rne a1ra, pcroni ella ni yo sabemos de qué manera, con qué amor. Yaestamos en el parque nuevo, el que hicieron, t irándole lastapias y rasurándola con tijeras de peluquero, en la huertadel Carmen; allá queda el crepírsculo, idéntico a siempre,l loviénclose sobre las casas enanas, asirnétricas, que se pin-tan el rostro al paso de la hora, blancas, violetas, purpúreas-toda la gama y toda la sornbr¿-, y en un desorden román-tico que rne entcrnece primclp y lucgo me desespera y n1cavergüenza. Y nosotros, cmpcqucñecidos, recorriendo lascallejas de esta ot¡a ciudad vcrcic -c1ue es como su reflejoennoblecido y ya sereno-, cloncle la ¡¡con-retría jarclincradibujó en los cedros disciplinaclos todas las arquitccturas.Me parecc que ella preferiría mi bcso cntre los clientcs, pcroes rinc..o mi propósito cuando le ofrczco tatuarlc pirámi-des y cúpulas en el árbol vehemente de su corazórTl Si a mín-re parecía que lo que dijo cn la comida era u11a lectura an-terior, también mía, y que ella, ncgándolo, me rnostraba másrojo que nunca su corazón adormecido. Y le propongo elejemplo de los pájaros, civil izados casi, anidanclo cn estosrascaciclos corno cn los suyos mis amigas lejanas -tan-rbién

pájaras-, dc r.ronrbrcs inefables por rl i fíci les r1c pronun-c iar . ¡Cicga, c iega ! ¡Quó fe l ices sus o jos dcslunr l i rac los antela joya clc nii voz, (lu(, \-o \.ov arr:ulcÍrnrlo tlc rni eargantapara colgarl¿r clc la srrya ! It l l l , t 'n c:rnrlrio, r¡uó c:ríclas pala-bras va mczclando a l l runro r le nr i c ig : r r r i l lo :

-Sí, y me ofrccías crcccr rle prisa para ser mi novio,chiquil lo. Y yo quc no porlía a r¡i vez ofrecerte no enve-i ece r . . .

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la tarde, empezata a caer una lluvia de cristales prisrnáticos;pero luego se rectif ica la impresión, porque el ir is de lasrisas infanti les es mc'jor una cabellera ascendente de co-hetes de colores. Como yo, hace tantos años, algunos rapacessonríen a Ernestina y se acercan corno plantas animadas ofre-ciéndole, para que las corte, las flores en botón cle sus ca-bezas; pero ella se conforma con inclinarse a olerlas y darlésun beso literalmente católico. Ya cuan<lo crezcan no deja-rán de cortarles el cuello, pobres Holofernes voluntarios,pobres Bautistas impacientes.

Me animo a tomjila, del brazo, mistif icador, para quecrcan los vecinos que nos amarnos; pcro cs includable que aquínos conoccn clemasiado y no oh'idan nuestras edades respcc-tivas. I-as nrrrchachas cle acluellos clías pasean ahora su proley su grasa, con ('sr: contonco .qall ináceo de las rnatronas,vcst id¿rs con un rn; r l gusto i r r rponr l r . rablc ; l i rncst ina las salu-da y las l rcsa; ¿ l ) ( ' ro ( 's r ¡ r t ' l roy sr i l< l sabe bcsar? ] i ,n laplaya, t luc cs ul)ír isl¿r volc:'Lnic:r rle vi<la cit¿ulina, rorlcarl¿rpor el parrlo lago rlcl pucblo, f lorcct:n con cfusirin lropicallas plantas regionales y los sornbreros cle j ipi, éstos cn sustallos de trajes palm-beach.; cuando los zafios del pueblo sedescub¡en a nuestro paso, con sus sonrisas vil lanas, hacenun ademán de ir a decapitarse. IJna niña paliducha abrelos ojos enormes, asombrada, sobre el pedazo de cielo queha caído en la fuente central; hay dernasiados vehículos ya,con ser sólo diez o doce, y sus figuras y el grito de susbocinas los hacen iguales a una manada de gansos pastorea-da por la iglesia. Yo, que me acuerdo del sueño de estatarde, arrastro a la amiga lejos del mar, con miedo de per-derla, por la calle opuesta a la que lleva al muclle; como no

sc explica mi actitud, sonríe; , -. on',"f1? Sí, rne a1ra, pcroni ella ni yo sabemos de qué manera, con qué amor. Yaestamos en el parque nuevo, el que hicieron, t irándole lastapias y rasurándola con tijeras de peluquero, en la huertadel Carmen; allá queda el crepírsculo, idéntico a siempre,l loviénclose sobre las casas enanas, asirnétricas, que se pin-tan el rostro al paso de la hora, blancas, violetas, purpúreas-toda la gama y toda la sornbr¿-, y en un desorden román-tico que rne entcrnece primclp y lucgo me desespera y n1cavergüenza. Y nosotros, cmpcqucñecidos, recorriendo lascallejas de esta ot¡a ciudad vcrcic -c1ue es como su reflejoennoblecido y ya sereno-, cloncle la ¡¡con-retría jarclincradibujó en los cedros disciplinaclos todas las arquitccturas.Me parecc que ella preferiría mi bcso cntre los clientcs, pcroes rinc..o mi propósito cuando le ofrczco tatuarlc pirámi-des y cúpulas en el árbol vehemente de su corazórTl Si a mín-re parecía que lo que dijo cn la comida era u11a lectura an-terior, también mía, y que ella, ncgándolo, me rnostraba másrojo que nunca su corazón adormecido. Y le propongo elejemplo de los pájaros, civil izados casi, anidanclo cn estosrascaciclos corno cn los suyos mis amigas lejanas -tan-rbién

pájaras-, dc r.ronrbrcs inefables por rl i fíci les r1c pronun-c iar . ¡Cicga, c iega ! ¡Quó fe l ices sus o jos dcslunr l i rac los antela joya clc nii voz, (lu(, \-o \.ov arr:ulcÍrnrlo tlc rni eargantapara colgarl¿r clc la srrya ! It l l l , t 'n c:rnrlrio, r¡uó c:ríclas pala-bras va mczclando a l l runro r le nr i c ig : r r r i l lo :

-Sí, y me ofrccías crcccr rle prisa para ser mi novio,chiquil lo. Y yo quc no porlía a r¡i vez ofrecerte no enve-i ece r . . .

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-No digas, Tina, si es al contrario, si has rejuvenecidoincomprensiblemente. Si entonces, dices, no pesabas dos adar-mes, y hoy, aunque has leído mucho, no sabes aún la triste-za d.e la carne.

-Eso, ¿ aunque tc haya dicho que ya no tengo corazón ?-Yo sé que es un órgano molesto que quisiéramos su-

primir, no viéndolo, imaginándonos que, sin ponernos lamano sobre el pecho, podremos olvidarle.

Sus ojos se iluminan, alargados, y no porque se hayaquedado mirando hacia el crepúsculo, a díez años de distan-cia, en una pose opuesta a la de aquel retrato que conservo.Bajo los afeites perfectos la adivino encendida como no loestuvo nunca, y me temo que habré de demandarla, judi-

cialmente, ante la probidad universal y la cavilación homé-rida de los vicjos dc nuestra aldea, por este pensamientomío dc carnc c¡lc cstír charrruscanrlo las hojas tiernas, vcrdi-arnaril las, dc los prados. I 'cro lo nrAtanros, rccién naciclo,ahogírndolo cntre nuestr:rs uriulos, quc sc han unirlo muyr:astarncnte, frente al pucblo que se v¿r constelanclo de luciér-nagas, al misr¡o tiempo que el cielo, corno si fuera, rnuy bajo,su espejo.

-E,ntonces, ¿ no me amas ?-Así no. Yo no puedo dejar de considerarte un chiqui-

l lo; para mí no has cambiado, y por eso te soporto junto

a mí.-No mientas, tú seguirás siendo la misma de aquellos

días, o la que lógicamente se anunciaba para ahora en aquellosrlías, y sobre mi conciencia pesaría el deber de seguir siendoun niño. Pero tú no puedes ya verme como entonces, por-clue has dejado aquel punto de vista. Me has traicionaclo en

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cierto sentido que no quiero explicarte, y, para no despre-ciarnos, es nccesario que nos amemos.

-Je n'en vois pas la nécessité.-¿ Te burlas ?-Me burlo.-Entonces, me amas. Bésamc.-No te amo, pero te beso.

En este rninuto ya sabríantps la exactitud del verso de Ma-llarmé, y de la tristezá de la carne nos naccría ur.r impcrativomacilento, el deber de separarnos para siempre a riesgo deno poder hacerlo nunca. Monologamos, conv.ersando a solascon nuestro egoísmo;ya no la inv i tac ión a l v ia je;¿qué n ie-bla londinense me irnpediría ver siempre su rostro enroje-cido ?, ¿ dónde ha crccido la higuera en que se pueda ahorcarmi remordimiento? Pero basta; ya mis anccstrosslloraronpor mí muchas noches largas; -¿ de cuál habré hereclacloesta inconsciencia en el mal, mi ferocidad de esta hora ?Por un camino blanco abierto en el ciclo va mi inocencia,pisando la leche clerran.rada por lIércules : lo que se alejaes lo que muere. Carnino de Santiago, cl mar clevuclve sus.muertos a la tierra, pero n-ri niñez y aquella rnuchacha con-tradictoria, esa muñeca de papel dactilografiado que yo fuídibujando, con mi pluma más literaria, sobre mi vida, sehan entrado en el círculo vicioso de la serpiente que se muer-de la cola. Además, ya de nada me servirían y por algotiene el libro la forma de una losa sepulcral; cierto que nopesa 1o suficiente, pero los n-ruertos ya no pueden establecerponderaciones fundándose en las leyes de gravedad. Déjame-que me lave de mi virtud y de tu literatura, Ernestina; tú.

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-No digas, Tina, si es al contrario, si has rejuvenecidoincomprensiblemente. Si entonces, dices, no pesabas dos adar-mes, y hoy, aunque has leído mucho, no sabes aún la triste-za d.e la carne.

-Eso, ¿ aunque tc haya dicho que ya no tengo corazón ?-Yo sé que es un órgano molesto que quisiéramos su-

primir, no viéndolo, imaginándonos que, sin ponernos lamano sobre el pecho, podremos olvidarle.

Sus ojos se iluminan, alargados, y no porque se hayaquedado mirando hacia el crepúsculo, a díez años de distan-cia, en una pose opuesta a la de aquel retrato que conservo.Bajo los afeites perfectos la adivino encendida como no loestuvo nunca, y me temo que habré de demandarla, judi-

cialmente, ante la probidad universal y la cavilación homé-rida de los vicjos dc nuestra aldea, por este pensamientomío dc carnc c¡lc cstír charrruscanrlo las hojas tiernas, vcrdi-arnaril las, dc los prados. I 'cro lo nrAtanros, rccién naciclo,ahogírndolo cntre nuestr:rs uriulos, quc sc han unirlo muyr:astarncnte, frente al pucblo que se v¿r constelanclo de luciér-nagas, al misr¡o tiempo que el cielo, corno si fuera, rnuy bajo,su espejo.

-E,ntonces, ¿ no me amas ?-Así no. Yo no puedo dejar de considerarte un chiqui-

l lo; para mí no has cambiado, y por eso te soporto junto

a mí.-No mientas, tú seguirás siendo la misma de aquellos

días, o la que lógicamente se anunciaba para ahora en aquellosrlías, y sobre mi conciencia pesaría el deber de seguir siendoun niño. Pero tú no puedes ya verme como entonces, por-clue has dejado aquel punto de vista. Me has traicionaclo en

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cierto sentido que no quiero explicarte, y, para no despre-ciarnos, es nccesario que nos amemos.

-Je n'en vois pas la nécessité.-¿ Te burlas ?-Me burlo.-Entonces, me amas. Bésamc.-No te amo, pero te beso.

En este rninuto ya sabríantps la exactitud del verso de Ma-llarmé, y de la tristezá de la carne nos naccría ur.r impcrativomacilento, el deber de separarnos para siempre a riesgo deno poder hacerlo nunca. Monologamos, conv.ersando a solascon nuestro egoísmo;ya no la inv i tac ión a l v ia je;¿qué n ie-bla londinense me irnpediría ver siempre su rostro enroje-cido ?, ¿ dónde ha crccido la higuera en que se pueda ahorcarmi remordimiento? Pero basta; ya mis anccstrosslloraronpor mí muchas noches largas; -¿ de cuál habré hereclacloesta inconsciencia en el mal, mi ferocidad de esta hora ?Por un camino blanco abierto en el ciclo va mi inocencia,pisando la leche clerran.rada por lIércules : lo que se alejaes lo que muere. Carnino de Santiago, cl mar clevuclve sus.muertos a la tierra, pero n-ri niñez y aquella rnuchacha con-tradictoria, esa muñeca de papel dactilografiado que yo fuídibujando, con mi pluma más literaria, sobre mi vida, sehan entrado en el círculo vicioso de la serpiente que se muer-de la cola. Además, ya de nada me servirían y por algotiene el libro la forma de una losa sepulcral; cierto que nopesa 1o suficiente, pero los n-ruertos ya no pueden establecerponderaciones fundándose en las leyes de gravedad. Déjame-que me lave de mi virtud y de tu literatura, Ernestina; tú.

Page 174: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

---w

y yo nos casaremos cuando pase la cuaresma, aunque las eo-macires murmllren de la cliferencia cle nucstras edades : estees t1n tema para comadrcs y carreteros; y entorlccs nos ire-mos clel pucblo, quc ya no es escellario para ti. Só1o cuandote empieces a marchitar l i teral y definit ivamente, haremosrrn viaje a Yucatán para divorciarnos; después volverás alpueblo a reconquistar tu mote, y cuando oigas que te 11a-man "I-a Mocha", recorclarás enternecida, entrc rezo y rczo,a aquel muchacho que soñó una \¡ez cerrar para sienr-pre, aunque se oscu¡eciera todo el pueblo también parasiempre, todas las velltanas 1', las puertas de tu casa. Yapara entonces habrás aprendido ot¡a vcz a l lorar silenciosa-mt'ntc . . .

n{c asalta un cscrúpulo : -¿ no quisistc unA vez ser urinrar l r ina? ¿no estuv is te a purr to de scr lo?

-Sí ; y tc rccurlrlo r¡uc la tcología no ha rcvolucionaclo.

N' Ie bcsa con un l reso f r ío , hurr ib lc , sobrc las mcj i l las, ylnc recllaza rltt lccnrt'ntt ' , sirl violr:nci:r, colno hubicra qucridoser mi abrazo; ¿dónclc sufrí yo una farsa romántica comoésta. en una noche idéntica ? Los hombres se doctoraban enruiclo, y clavaban a tiros las flores de sus cohetcs, en el azttlcnsornbrecido; pero cuando los ángeles respondían con elcohete silencioso de una estrella fugaz, sólo los astrónomosy nosotros, señeros, aprendíamos la lección. Ya sin palabras,

el amor poclía ser íntcgro y brutal, y csto espantaba a laspobres mujeres que preguntaban la hora, cl clía o cl airo.Tarnbién era general que preguntaran dónde estaban, y estoera en Nueva York o en la In<lia. Sobre todo hay que re-cordar que en la India eran de la misma estatura las palne-.ras, el chorro de las fuentes y las muchachas, pero éstas

hablaban con una voz exagerada qtle nos hacía preferible

leer la Guía de Hoteles o el Ramavana. Y ellas se apartabandulcemente, sin violencia, con una matro sobre el seno, f ir-

me corno una artnadura. Sucedía entonces, como ahora, que

los hombres ya no sabía[Ios rogar, ni llorar, y las veíamos

marcharse o volver al coloquio recornpuesto con sólo un

fácil nudo, sin fuerzas para protestar; era cl minttto este

de ahora en que sc dice quc hay quc matarlas o dejarlas, y

nosotros no l levábanros ni ttn,,alf i lcr y no teuíamos la fuer-

za digital de Otelo. Así l lrrrestina me cxplica pobrcmente

que no entiendc el atnor, y quc pennancccrá soltera porque

los hombres le repugnan ; cuando pcqttcña, su rctl-aitnicnto

obedecía a eso que yo había cntrevisto, a lo áspero clel n.run-

rlo cxterno, que le causaba dolor, al tocarlo, en la yei.r.ra de

los dedos i y luego 1o amargo de su juventud prodigada en

la obediencia a las restricciones paternales, y después aquel

afán suyo <le comodidad espiritual, que encontraba prefe-

rible la l ibertad somera de las ciudades a la historia ostensi-ble de un noviazgo pueblerino. Ernestina es la víctima desu sensibil idacl; ¡qué bien clue 1o explicaría ante una asam-blea dc f rcnólogos o antc rrn concil io ! Pero yo soy mcngua-clo auditorio ¡', en cl put' l i lo, rne <listraigo fácilmcnte cadavez que hay quc :rtravt'sar 1)or l ln t 'str:rt lo dc los rluc sc for-lnan en las bancluetas, 1'hlry quc pctl ir permiso, con cl som-brero en la tnatto, 1' rlar las gracias y sal¡dar.

¿ Cuál crcs tír, l irncstina ? He aquí córlo he venido a cer-tif icar la deficiencia de r¡is sentidos, la enorme ineptitudde mi razón para conocerte y de mi conciencia pata juzgarte-

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y yo nos casaremos cuando pase la cuaresma, aunque las eo-macires murmllren de la cliferencia cle nucstras edades : estees t1n tema para comadrcs y carreteros; y entorlccs nos ire-mos clel pucblo, quc ya no es escellario para ti. Só1o cuandote empieces a marchitar l i teral y definit ivamente, haremosrrn viaje a Yucatán para divorciarnos; después volverás alpueblo a reconquistar tu mote, y cuando oigas que te 11a-man "I-a Mocha", recorclarás enternecida, entrc rezo y rczo,a aquel muchacho que soñó una \¡ez cerrar para sienr-pre, aunque se oscu¡eciera todo el pueblo también parasiempre, todas las velltanas 1', las puertas de tu casa. Yapara entonces habrás aprendido ot¡a vcz a l lorar silenciosa-mt'ntc . . .

n{c asalta un cscrúpulo : -¿ no quisistc unA vez ser urinrar l r ina? ¿no estuv is te a purr to de scr lo?

-Sí ; y tc rccurlrlo r¡uc la tcología no ha rcvolucionaclo.

N' Ie bcsa con un l reso f r ío , hurr ib lc , sobrc las mcj i l las, ylnc recllaza rltt lccnrt'ntt ' , sirl violr:nci:r, colno hubicra qucridoser mi abrazo; ¿dónclc sufrí yo una farsa romántica comoésta. en una noche idéntica ? Los hombres se doctoraban enruiclo, y clavaban a tiros las flores de sus cohetcs, en el azttlcnsornbrecido; pero cuando los ángeles respondían con elcohete silencioso de una estrella fugaz, sólo los astrónomosy nosotros, señeros, aprendíamos la lección. Ya sin palabras,

el amor poclía ser íntcgro y brutal, y csto espantaba a laspobres mujeres que preguntaban la hora, cl clía o cl airo.Tarnbién era general que preguntaran dónde estaban, y estoera en Nueva York o en la In<lia. Sobre todo hay que re-cordar que en la India eran de la misma estatura las palne-.ras, el chorro de las fuentes y las muchachas, pero éstas

hablaban con una voz exagerada qtle nos hacía preferible

leer la Guía de Hoteles o el Ramavana. Y ellas se apartabandulcemente, sin violencia, con una matro sobre el seno, f ir-

me corno una artnadura. Sucedía entonces, como ahora, que

los hombres ya no sabía[Ios rogar, ni llorar, y las veíamos

marcharse o volver al coloquio recornpuesto con sólo un

fácil nudo, sin fuerzas para protestar; era cl minttto este

de ahora en que sc dice quc hay quc matarlas o dejarlas, y

nosotros no l levábanros ni ttn,,alf i lcr y no teuíamos la fuer-

za digital de Otelo. Así l lrrrestina me cxplica pobrcmente

que no entiendc el atnor, y quc pennancccrá soltera porque

los hombres le repugnan ; cuando pcqttcña, su rctl-aitnicnto

obedecía a eso que yo había cntrevisto, a lo áspero clel n.run-

rlo cxterno, que le causaba dolor, al tocarlo, en la yei.r.ra de

los dedos i y luego 1o amargo de su juventud prodigada en

la obediencia a las restricciones paternales, y después aquel

afán suyo <le comodidad espiritual, que encontraba prefe-

rible la l ibertad somera de las ciudades a la historia ostensi-ble de un noviazgo pueblerino. Ernestina es la víctima desu sensibil idacl; ¡qué bien clue 1o explicaría ante una asam-blea dc f rcnólogos o antc rrn concil io ! Pero yo soy mcngua-clo auditorio ¡', en cl put' l i lo, rne <listraigo fácilmcnte cadavez que hay quc :rtravt'sar 1)or l ln t 'str:rt lo dc los rluc sc for-lnan en las bancluetas, 1'hlry quc pctl ir permiso, con cl som-brero en la tnatto, 1' rlar las gracias y sal¡dar.

¿ Cuál crcs tír, l irncstina ? He aquí córlo he venido a cer-tif icar la deficiencia de r¡is sentidos, la enorme ineptitudde mi razón para conocerte y de mi conciencia pata juzgarte-

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Page 176: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

¿ Cómo eres tú, verdadera ? Sé que mi fracaso, que yo ex-hibo aquí como los pobres limosneros, a las puertas de laiglesia del pueblo, sus llagas, no puede serte ofrecido en'desagravio; pero hay también algo menos apresurado queeste libro, y es la miseria mía que yo guardo para cuando,en las noches, me entra una hambre profunda de irla soltan-do al viento, poquito a poco, en unos largos suspiros queallá te irán a encontrar, entre la brisa, buscándote el cor¿-zón. Te daré mi humildad en cada aniversario, probablemen-te guardando "cinco minutos de silencio" en tu honor, porlas palabras torcidas que he dicho esta tarde. Mira, ahora,,en mi cuarto, mi imaginación ha partido antes que yo, ytambién se ha perdido entre los dibujos complicados de mispijarnas y de rni kirnona i y andando, andando, se ha llegadoa toclas las ciuclaclcs que conozco, y ha reunido en un hazmuy aprctado todos los foquil los eléctricos de los cualesnacían, cn otra noche nrt.nlclrable, rnucltos nombres de rnujerexóticos, que yo lcía con nris pupilas dc prisma; pero ahora.con ser tantas bujías <le fnerza que si penetrara un rayito desol se perdería como un niño en un trigal, sólo forman, demodo inexplicable, la temblorosa llamita de cirio en quecreí simbolizarte; y he puesto mi mano sobre ella para ofre-.certe el dolor de la quemadura; pero tu llar¡a, que alum-braba, no quemaba también. Por eso mañana que me rein-tegre yo a la ausencia de la que no debí salir nunca, yano me llevaré tu memoria, Ernestina, como un remordimientoque me queme entrañablemente el coraz6n, vuelto un granode incienso; el recuerdo de tus metamorfosis me será sola-mente una llama fría, como para el poeta latino -rdO nix,

1 5 0 l 5 l

\

flamr¡a ¡¡s¿"- la nieve cónica de las montañas. Pero hastaal escribir estas cosas sentimentales dudo, desesperando delograr fijar tu rostro verdadero, como si, imagen en unaagua de río, cambiase perpetuamente. O acaso tu rostro seráel firme y sencillo, y todo es que yo, muy aprcndiz de fotó-grafo, no he logrado, no lograré acaso nunca, enfocarlo.

Page 177: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

¿ Cómo eres tú, verdadera ? Sé que mi fracaso, que yo ex-hibo aquí como los pobres limosneros, a las puertas de laiglesia del pueblo, sus llagas, no puede serte ofrecido en'desagravio; pero hay también algo menos apresurado queeste libro, y es la miseria mía que yo guardo para cuando,en las noches, me entra una hambre profunda de irla soltan-do al viento, poquito a poco, en unos largos suspiros queallá te irán a encontrar, entre la brisa, buscándote el cor¿-zón. Te daré mi humildad en cada aniversario, probablemen-te guardando "cinco minutos de silencio" en tu honor, porlas palabras torcidas que he dicho esta tarde. Mira, ahora,,en mi cuarto, mi imaginación ha partido antes que yo, ytambién se ha perdido entre los dibujos complicados de mispijarnas y de rni kirnona i y andando, andando, se ha llegadoa toclas las ciuclaclcs que conozco, y ha reunido en un hazmuy aprctado todos los foquil los eléctricos de los cualesnacían, cn otra noche nrt.nlclrable, rnucltos nombres de rnujerexóticos, que yo lcía con nris pupilas dc prisma; pero ahora.con ser tantas bujías <le fnerza que si penetrara un rayito desol se perdería como un niño en un trigal, sólo forman, demodo inexplicable, la temblorosa llamita de cirio en quecreí simbolizarte; y he puesto mi mano sobre ella para ofre-.certe el dolor de la quemadura; pero tu llar¡a, que alum-braba, no quemaba también. Por eso mañana que me rein-tegre yo a la ausencia de la que no debí salir nunca, yano me llevaré tu memoria, Ernestina, como un remordimientoque me queme entrañablemente el coraz6n, vuelto un granode incienso; el recuerdo de tus metamorfosis me será sola-mente una llama fría, como para el poeta latino -rdO nix,

1 5 0 l 5 l

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flamr¡a ¡¡s¿"- la nieve cónica de las montañas. Pero hastaal escribir estas cosas sentimentales dudo, desesperando delograr fijar tu rostro verdadero, como si, imagen en unaagua de río, cambiase perpetuamente. O acaso tu rostro seráel firme y sencillo, y todo es que yo, muy aprcndiz de fotó-grafo, no he logrado, no lograré acaso nunca, enfocarlo.

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NOVELA COMO NUBE

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NOVELA COMO NUBE

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I

:

,|l

I

IIII

I

I \ ION E}T LA TIERRA

I, smnario tJc noz,,cla

Sus hermosas corbatas, culpablcs dc sus horribles compa-ñías. Le han dado un gusto por las flores hasta en los poe-mas: rosas, claveles, palabras rlue avergüenza ya pronunciar,narcisos sobre todo. Ernesto marcha inclinado sob¡e los es-pejos del calzado, sucesivos. Se ve pequeñito. Su tío tienerazón: siempre se¡á sólo un niño. O poeta o millonario, sedijo en la encrucijada de los quince. IJn camino quedaba quedaba a la parte media de la colmena, pero esto no quieredecir que la burocracia sea para los zánganos.

Pequcña teoría y elogio de la inercia; datos estadísticosde los crímencs quc cr,ita. Un acróbata que caía, sin fin,desde aquel trapecio. Se qucría asir clel aire. La atr¡ósferaen un cuadro que reprcscntara cosas de circo, sólo podríaresolverse rnezclando almíbar a los colores. Su amigo el in-

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I

:

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I

IIII

I

I \ ION E}T LA TIERRA

I, smnario tJc noz,,cla

Sus hermosas corbatas, culpablcs dc sus horribles compa-ñías. Le han dado un gusto por las flores hasta en los poe-mas: rosas, claveles, palabras rlue avergüenza ya pronunciar,narcisos sobre todo. Ernesto marcha inclinado sob¡e los es-pejos del calzado, sucesivos. Se ve pequeñito. Su tío tienerazón: siempre se¡á sólo un niño. O poeta o millonario, sedijo en la encrucijada de los quince. IJn camino quedaba quedaba a la parte media de la colmena, pero esto no quieredecir que la burocracia sea para los zánganos.

Pequcña teoría y elogio de la inercia; datos estadísticosde los crímencs quc cr,ita. Un acróbata que caía, sin fin,desde aquel trapecio. Se qucría asir clel aire. La atr¡ósferaen un cuadro que reprcscntara cosas de circo, sólo podríaresolverse rnezclando almíbar a los colores. Su amigo el in-

Page 182: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

geniero del ingenio le reprochaba el ser lampiño. ¡Qué tris-te ! No poder comparar en un poema las delicias de rasurarsecon la estancia en Nápoles. Pero ¿quién no ha leído a Gide?Non point la sympathie, Natanael, I'amour. ¿ Y quién lo prac-ticaba? Sócrates, Shai<espeare. . . Tantas Desdémonas en le-chos de posada, tantas Ofelias en los estanques nocturnos.

Una se ahogó en su ojo derecho. Tendrá que usar unmonoclo de humo de Londres para ocultarla. Ladrar delviento policía, investigando asesinatos líricos. A la luna lamató Picasso en la calle Lepic, una noche del mes de . . . ¿ dequé año?, del siglo XX. Aquel profesor de historia que re-fer ía: "día y noche, bajo los rayos del so l , los e jérc i tos. . . "I-a mala música del Sr. Nunó, fuerte como un trago dealcohol; los mismos resultados, alcohol o música, bebido,oí<la. Lc clccía: Asómate, amiga, a mi balcón del 15 de sep-tiernbrc. Y Ofclia se caía siempre al mar de la calle. Era muytclrper, la pobrc, para cntcnder las lecciones, y la pólvora noiba a soste¡lcr ctrrnanrcntc la varil la dcl cohete. Vidas para-lclas, profcsi/ln dc cohetc, amores con las señoritas de la clasen.redia. Cada vez que su cielo amenazaba borrasca, encendíauno, como hacen los agricultores.

2, cl café

Ya está cerca el café. Ahora el Ojo, como si E¡nestoestuviera viviendo en verso, en esos vel-sos antipoéticos delseñor Hugo, tentándole al remordimiento. ¡Pobre Ofelia!Todo por la aversión de Ernesto al paisaje suburbano, re-suelto en manchas de colores opacos, pastosos, v, en el

calzado, cie lodo. Y por saber ya cómo terminan todas laspelícr.rlas, y por tener amigos -¡ clué horribles compañías l-que lc leen sus comedias antes de estrenarlas.

Su prefcrcncia por ese café. Mana una luz, aparte de lamctafririca, (lue se l lueve de los espejos y sale a borbotones,por pucrtas y vcntanas, a las calles sordas y apresuradas,ferrocarri lcs sin freno y sin fin hacia los campos. Pero laciudad ha tornado pasaje de ida y vuelta, y en vano esperaráel borracllo cl paso de su cama, ! se tirará en la acera, reci-bienclo solrre su cansancio la burla del duchazo de luz.

I'resie¡rtc c¡re el que ría al último no encontrará yajustif icaci<in p:rra su risa; recuerila una máxima popular detan c i tac la: " reí r ant t 's de ser fe l iz , por miedo. . . " ¿Aquí ,también, cl micclo ? No; engolfarse en el vacío gustoso,olvidado de ella, la suburbana, y de sus cavilaciones depostimpresionista.

Un mozo tira la luna llena sobre la rnesa. El hastíoempieza a derramar sobre el techo la leche embotellada en clcigarro. Si las frutas están en la co¡nisa, el salero estarálleno de azúcar. Se adivina el paso del Padre Brown. Pero

los botellones no están llenos de vino, y los vasos son unospobres vasos comunes que inmovilizan su ancho bostezohacia arriba. Hechos de agua sedienta, esperan que el Moisésde su mano toque la roca de cristal del botellón.

Saludos. Sus brazos infinitos, como las luces de unfaro, guían a los remeros de las mesas, rebaño incuestiona-blemente clescarriado. Sus miradas untan de arnor todos losrostros conocidos. No simpatía, Natanael, Amor. Pero allíestá la réplica del Ojo, por Ofelia: -¿Y aquella muchacha,en los suburbios? ¿No, mejor, abandono?- Leve discusión.

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geniero del ingenio le reprochaba el ser lampiño. ¡Qué tris-te ! No poder comparar en un poema las delicias de rasurarsecon la estancia en Nápoles. Pero ¿quién no ha leído a Gide?Non point la sympathie, Natanael, I'amour. ¿ Y quién lo prac-ticaba? Sócrates, Shai<espeare. . . Tantas Desdémonas en le-chos de posada, tantas Ofelias en los estanques nocturnos.

Una se ahogó en su ojo derecho. Tendrá que usar unmonoclo de humo de Londres para ocultarla. Ladrar delviento policía, investigando asesinatos líricos. A la luna lamató Picasso en la calle Lepic, una noche del mes de . . . ¿ dequé año?, del siglo XX. Aquel profesor de historia que re-fer ía: "día y noche, bajo los rayos del so l , los e jérc i tos. . . "I-a mala música del Sr. Nunó, fuerte como un trago dealcohol; los mismos resultados, alcohol o música, bebido,oí<la. Lc clccía: Asómate, amiga, a mi balcón del 15 de sep-tiernbrc. Y Ofclia se caía siempre al mar de la calle. Era muytclrper, la pobrc, para cntcnder las lecciones, y la pólvora noiba a soste¡lcr ctrrnanrcntc la varil la dcl cohete. Vidas para-lclas, profcsi/ln dc cohetc, amores con las señoritas de la clasen.redia. Cada vez que su cielo amenazaba borrasca, encendíauno, como hacen los agricultores.

2, cl café

Ya está cerca el café. Ahora el Ojo, como si E¡nestoestuviera viviendo en verso, en esos vel-sos antipoéticos delseñor Hugo, tentándole al remordimiento. ¡Pobre Ofelia!Todo por la aversión de Ernesto al paisaje suburbano, re-suelto en manchas de colores opacos, pastosos, v, en el

calzado, cie lodo. Y por saber ya cómo terminan todas laspelícr.rlas, y por tener amigos -¡ clué horribles compañías l-que lc leen sus comedias antes de estrenarlas.

Su prefcrcncia por ese café. Mana una luz, aparte de lamctafririca, (lue se l lueve de los espejos y sale a borbotones,por pucrtas y vcntanas, a las calles sordas y apresuradas,ferrocarri lcs sin freno y sin fin hacia los campos. Pero laciudad ha tornado pasaje de ida y vuelta, y en vano esperaráel borracllo cl paso de su cama, ! se tirará en la acera, reci-bienclo solrre su cansancio la burla del duchazo de luz.

I'resie¡rtc c¡re el que ría al último no encontrará yajustif icaci<in p:rra su risa; recuerila una máxima popular detan c i tac la: " reí r ant t 's de ser fe l iz , por miedo. . . " ¿Aquí ,también, cl micclo ? No; engolfarse en el vacío gustoso,olvidado de ella, la suburbana, y de sus cavilaciones depostimpresionista.

Un mozo tira la luna llena sobre la rnesa. El hastíoempieza a derramar sobre el techo la leche embotellada en clcigarro. Si las frutas están en la co¡nisa, el salero estarálleno de azúcar. Se adivina el paso del Padre Brown. Pero

los botellones no están llenos de vino, y los vasos son unospobres vasos comunes que inmovilizan su ancho bostezohacia arriba. Hechos de agua sedienta, esperan que el Moisésde su mano toque la roca de cristal del botellón.

Saludos. Sus brazos infinitos, como las luces de unfaro, guían a los remeros de las mesas, rebaño incuestiona-blemente clescarriado. Sus miradas untan de arnor todos losrostros conocidos. No simpatía, Natanael, Amor. Pero allíestá la réplica del Ojo, por Ofelia: -¿Y aquella muchacha,en los suburbios? ¿No, mejor, abandono?- Leve discusión.

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o

Su principal argumento: -Su casa es un bungalow tan feo.

Y luego: -Si robarle a ella este amor, si el agrarista gesto

de irlo repartiendo entre los indiferentes vecinos va aumen-

tándoselo, fortaleciéndoselo, cabeza de hidra en proporción

geométrica creciente.

3, Of elia

Ofelia, donde las casas no están ni en la ciudad ni en el

campo. Cada diez minutos el terremoto del tranvía la harít

salir a la ventana, como arrastrada, como empujada por un

torrente de luz. Se habrá dejado la cabellera de algodón, de

muñeca francesa, que le aburre a él tanto. IJna vez 1e agradódurante cinco minutos, cinco minutos durante los cualesestaba ó1 comunicativo y se 1o dijo. Parecerá un juguete, un

objcto clccorativo, un cuadro de Marie Laurencin, lo mismo:la chalina cn un hombro, desnttdo cl otro. Tendrá florcs

en las manos. Querrá que la bcsen, y en el rostro blanco yredondo sólo resaltarán, bri l lantes, los ojos y la boca. Scrásólo como un beso rodeado de leche.

Todos los que ahora bajen en aquella esquina tendránpara la csperanza de Ofelia el cuerpo de Ernesto, su manerade andar, sus ademanes de cansancio un poco exagerados,Muchos se dirigirán a la vcntana y, viéndola tan abicrta, no

faltará algún audaz que la salte a robarle aquella sombrachinesca de finas curvas, que ensayarán, sobre la pantalla

de los visillos, cl temblor de él predilecto. En este instante, deseguro, ya la habrá perdido, ya se la habrán robado sin¡emedio.

4, la aparici.ón

I-o mcjor es tenclerse, cruzados los brazos, ante el rompe-

c¿bezas plhstico de ese rostro descompuesto, como por el

olvido, ¡ror la lente poliédrica del botellón, allí enf rente.

La n:rriz, lxrjo la boca, en el lugar del cuello. Tiene, aislada,un valor rlt ' f initorio independiente; sensual, nerviosa, de ale-

tas clóctricas colro c¿lrne de rana en un expcrimento de labo-ratorio. I)os p:rres de ojos, en él lugar de las orejas, lebril lan conro dos aretes líquidos, incendiados. Así seríanlas joy:rs dc la corona, hechas con los ojos coléricos de losmujil is rt 'bcldcs. La frente es toclo el resto de la cara, rtul-t iplica<la srr convcxi<lad por la del cristal de la botella.

Mujtr, raro ejonplar despcdazado del tronco indoger-mhnico . . . I irncsto lc haría un discurso elocuente, pero sinembargo de la deforr¡acién esta que se la ofrece fragmen-taria, como una víctima de la cólera preconstitucional, estásegllro de po<ler reconstruir puntualmente ese rostro fer.ne-nino. La ha visto antes. En alguna parte con árboles y conhorizontes profundos, contra una marina crepuscular, é1 lehizo una cofia con un poco de espuma y, hábil dentista,le incrustó cliarnantes cle sonrisa entre los dientes menudosy fuertes. Ahora está viéndolos, hacia la mitad del botellón,colno un anuncio conocido de dentífricos.

La voz clc sns amigos. Viajan de Wólffl in a Caso, enun rrariposco ccléctico verdade¡amente punible. Merccenqueclarse cn Caso para siempre. Sugieren hipótesis sobre lafutura colisirin rlc lo oriental y 1o curopeo sobre carrpiñasperfumadas dc foll<lorc, arrulladas por él dentro de la cunaque le hacen los dos brazos solícitos de la Sierra Madre.

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Su principal argumento: -Su casa es un bungalow tan feo.

Y luego: -Si robarle a ella este amor, si el agrarista gesto

de irlo repartiendo entre los indiferentes vecinos va aumen-

tándoselo, fortaleciéndoselo, cabeza de hidra en proporción

geométrica creciente.

3, Of elia

Ofelia, donde las casas no están ni en la ciudad ni en el

campo. Cada diez minutos el terremoto del tranvía la harít

salir a la ventana, como arrastrada, como empujada por un

torrente de luz. Se habrá dejado la cabellera de algodón, de

muñeca francesa, que le aburre a él tanto. IJna vez 1e agradódurante cinco minutos, cinco minutos durante los cualesestaba ó1 comunicativo y se 1o dijo. Parecerá un juguete, un

objcto clccorativo, un cuadro de Marie Laurencin, lo mismo:la chalina cn un hombro, desnttdo cl otro. Tendrá florcs

en las manos. Querrá que la bcsen, y en el rostro blanco yredondo sólo resaltarán, bri l lantes, los ojos y la boca. Scrásólo como un beso rodeado de leche.

Todos los que ahora bajen en aquella esquina tendránpara la csperanza de Ofelia el cuerpo de Ernesto, su manerade andar, sus ademanes de cansancio un poco exagerados,Muchos se dirigirán a la vcntana y, viéndola tan abicrta, no

faltará algún audaz que la salte a robarle aquella sombrachinesca de finas curvas, que ensayarán, sobre la pantalla

de los visillos, cl temblor de él predilecto. En este instante, deseguro, ya la habrá perdido, ya se la habrán robado sin¡emedio.

4, la aparici.ón

I-o mcjor es tenclerse, cruzados los brazos, ante el rompe-

c¿bezas plhstico de ese rostro descompuesto, como por el

olvido, ¡ror la lente poliédrica del botellón, allí enf rente.

La n:rriz, lxrjo la boca, en el lugar del cuello. Tiene, aislada,un valor rlt ' f initorio independiente; sensual, nerviosa, de ale-

tas clóctricas colro c¿lrne de rana en un expcrimento de labo-ratorio. I)os p:rres de ojos, en él lugar de las orejas, lebril lan conro dos aretes líquidos, incendiados. Así seríanlas joy:rs dc la corona, hechas con los ojos coléricos de losmujil is rt 'bcldcs. La frente es toclo el resto de la cara, rtul-t iplica<la srr convcxi<lad por la del cristal de la botella.

Mujtr, raro ejonplar despcdazado del tronco indoger-mhnico . . . I irncsto lc haría un discurso elocuente, pero sinembargo de la deforr¡acién esta que se la ofrece fragmen-taria, como una víctima de la cólera preconstitucional, estásegllro de po<ler reconstruir puntualmente ese rostro fer.ne-nino. La ha visto antes. En alguna parte con árboles y conhorizontes profundos, contra una marina crepuscular, é1 lehizo una cofia con un poco de espuma y, hábil dentista,le incrustó cliarnantes cle sonrisa entre los dientes menudosy fuertes. Ahora está viéndolos, hacia la mitad del botellón,colno un anuncio conocido de dentífricos.

La voz clc sns amigos. Viajan de Wólffl in a Caso, enun rrariposco ccléctico verdade¡amente punible. Merccenqueclarse cn Caso para siempre. Sugieren hipótesis sobre lafutura colisirin rlc lo oriental y 1o curopeo sobre carrpiñasperfumadas dc foll<lorc, arrulladas por él dentro de la cunaque le hacen los dos brazos solícitos de la Sierra Madre.

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Page 186: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

TF::-

Agrias escenas de la guerra ruso-japonesa con acompaña-mientos de guitarras y fondo del Popo y del Ixtla, las pirá-mides de San Juan y ruinas de conventos churriguerescos.Tema para los autores de corridos. Problema futuro paranuestra peregrina dirección de Antropología, deformadorade cuentos de hadas.

Y Ernesto por los cerros de IJbeda. Pero Dios es grandey esa rlujer no lo es tanto. Le parece de talla mediana, pre-

cisamente como la que anda buscando por su memoria, alum-brándose con la linterna-botellón.

5, espeio ltacia atrás

Sí, esos cabellos rubios, ahora recortados, fueron juguete

suyo una vez. Estaba él convalesciente. lJn permiso, unmes íntegro de la renta paternal. Muchas horas, rlos días

de ferrocarri l. Alirnentación mctódica, aire, sol, aburrimiento.Los médicos de la ciudad recomendaban el campo; los ru-rales las diversiones citadin¿.s. Era un partido de tennis,sobre la red ferroviaria, y los enfermos obedecían sin re-sistencia su destino de pelotas.

Aquel médico le aseguró que las excitaciones le matarian,bilioso ex habitante de Pachuca, y se empeñaba en que nopensara, no peleara y no amara. Lo tranquilizó por cuantoal último mandamiento, pues sufría su primera crisis misó-gina por entonces, pero se atrevió a argüir, con mucha mo-destia, la dificultad del primero.

Aventuró su opinión de que equivalía a prescribir untedio terapéutico. No, nada de literatura. A 1o mejor lo

declaraba loco, o neurasténico al menos, aquel médico pe-

ligroso. Acató sus fantasías, por peregrinas que le pareciesen,y se fuó a buscar diversiones como de niño a una playalejana. I, lscenario de sus primeros ensayos arquitectónicos,no sólo solrrt' l:r arena de la playa. Sobre la del alma también,pucs t 'rrtonces edificó un pequeño sistema fi losófico queluego ha olvidado. lJna ola se lo borraría.

Crc¡rúsculo dc los cinco sentidos. Y esta misma mujer,una tardt', ;urtc cl Pacífico todo amaril lo como de tanto verseen él los clrirros clue infestaban el puerto. El mar, viejo barí-tono, ocult;rlr:r cn cl bolsil lo de su verdiamaril lo chal.:cc defantasíit l ;r nro¡rccla del sol, jornal de todo un día de trémolosguturalcs. \ ' ;r t 'n cl fondo de los cafés y en los almacencs y

en las c:rl l t ' jrrs ¡rrofundas estaban encendiendo las lárnpar:rs,y todavía la luz rrnlari l la del crepúsculo andaba jugand,r con

él por la pl:ry:r, ¡ror las casas de la ori l la, que se ponían

lívidas al vcrl:r lr:r j:rr ¡ror los despeñaderos mortales del pro-

montorio, y trt '¡r:rr :r las palmeras más altas, y dormirse, in-

cauta, "hacicnrlo t ' l nlucrto", sobre las olas falaces, que

fingían mcccrl:r, ;rc:rrici: 'rndola, para comérsela luego, como

al sol. Novienllrrc olí¡r a su día de mue¡tos y todo el yodo

marino no l¡;rstlr lr:r ;r al)agar las l lamas de cirio qtle eran,

alargados c irrvt'rt it los, los corazones y las bocas en forma

de corazón dc las nrtrjt:res que se tendían, pesadas de pen-

samicntos cotirl i ;rrros, mclancólicos, sobre las rocas y las

bancas dcl ¡lasco. \ ' las rubias, que eran las más letradas,

sabían quc cn ¡rovienrl¡re l:rs tardes ticnen que ser de lo más

amaril lo, y, para krgrarlo, sc pcinaban frente al mar hecho

trizas.

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Agrias escenas de la guerra ruso-japonesa con acompaña-mientos de guitarras y fondo del Popo y del Ixtla, las pirá-mides de San Juan y ruinas de conventos churriguerescos.Tema para los autores de corridos. Problema futuro paranuestra peregrina dirección de Antropología, deformadorade cuentos de hadas.

Y Ernesto por los cerros de IJbeda. Pero Dios es grandey esa rlujer no lo es tanto. Le parece de talla mediana, pre-

cisamente como la que anda buscando por su memoria, alum-brándose con la linterna-botellón.

5, espeio ltacia atrás

Sí, esos cabellos rubios, ahora recortados, fueron juguete

suyo una vez. Estaba él convalesciente. lJn permiso, unmes íntegro de la renta paternal. Muchas horas, rlos días

de ferrocarri l. Alirnentación mctódica, aire, sol, aburrimiento.Los médicos de la ciudad recomendaban el campo; los ru-rales las diversiones citadin¿.s. Era un partido de tennis,sobre la red ferroviaria, y los enfermos obedecían sin re-sistencia su destino de pelotas.

Aquel médico le aseguró que las excitaciones le matarian,bilioso ex habitante de Pachuca, y se empeñaba en que nopensara, no peleara y no amara. Lo tranquilizó por cuantoal último mandamiento, pues sufría su primera crisis misó-gina por entonces, pero se atrevió a argüir, con mucha mo-destia, la dificultad del primero.

Aventuró su opinión de que equivalía a prescribir untedio terapéutico. No, nada de literatura. A 1o mejor lo

declaraba loco, o neurasténico al menos, aquel médico pe-

ligroso. Acató sus fantasías, por peregrinas que le pareciesen,y se fuó a buscar diversiones como de niño a una playalejana. I, lscenario de sus primeros ensayos arquitectónicos,no sólo solrrt' l:r arena de la playa. Sobre la del alma también,pucs t 'rrtonces edificó un pequeño sistema fi losófico queluego ha olvidado. lJna ola se lo borraría.

Crc¡rúsculo dc los cinco sentidos. Y esta misma mujer,una tardt', ;urtc cl Pacífico todo amaril lo como de tanto verseen él los clrirros clue infestaban el puerto. El mar, viejo barí-tono, ocult;rlr:r cn cl bolsil lo de su verdiamaril lo chal.:cc defantasíit l ;r nro¡rccla del sol, jornal de todo un día de trémolosguturalcs. \ ' ;r t 'n cl fondo de los cafés y en los almacencs y

en las c:rl l t ' jrrs ¡rrofundas estaban encendiendo las lárnpar:rs,y todavía la luz rrnlari l la del crepúsculo andaba jugand,r con

él por la pl:ry:r, ¡ror las casas de la ori l la, que se ponían

lívidas al vcrl:r lr:r j:rr ¡ror los despeñaderos mortales del pro-

montorio, y trt '¡r:rr :r las palmeras más altas, y dormirse, in-

cauta, "hacicnrlo t ' l nlucrto", sobre las olas falaces, que

fingían mcccrl:r, ;rc:rrici: 'rndola, para comérsela luego, como

al sol. Novienllrrc olí¡r a su día de mue¡tos y todo el yodo

marino no l¡;rstlr lr:r ;r al)agar las l lamas de cirio qtle eran,

alargados c irrvt'rt it los, los corazones y las bocas en forma

de corazón dc las nrtrjt:res que se tendían, pesadas de pen-

samicntos cotirl i ;rrros, mclancólicos, sobre las rocas y las

bancas dcl ¡lasco. \ ' las rubias, que eran las más letradas,

sabían quc cn ¡rovienrl¡re l:rs tardes ticnen que ser de lo más

amaril lo, y, para krgrarlo, sc pcinaban frente al mar hecho

trizas.

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Page 188: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Y había muchas que cantaban para adentro las cancionesmás en armonía con el paisaje, que seguía siendo un estadode alma a pesar de tantas escuelas de pintura posteriores, yalgunas suspiraban con suspiros densos, pesados, sujetos alas leyes de gravedad, que se alzaban un poco, geissers hir-vientes, para caer en seguida, como cosas de fundición demetales, al mar espumeante. Hasta hacía un poco de frío,pero esto no contradecía la realidad artística del espectáculo,y el ruido de los corazones desenfrenados, mil ochocientos ytantos, no pern-ritía oír las cosas bíblicas que predicaba elmar mogólico, monosilábico y tartamudo, y los recuerdos máspavorosos ensordecían y cegaban como un viento desalado;y no había nadie que pensara en el porvenir, nadie que qui-siera leerlo en las estrellas que iban asomándose, componién-dosc antes el tocado, como novias pobres, en los pedacitos deespejo de las olas.

Y era algo nrrly grave y muy triste aquello. Ilra la agoníadc los cinco sellt idos. I)orrluc tanrbién los clcclos se habíanagarrotaclo y sc habían vuclto inscnsiblcs, envucltos en elguantelete duro de aqucl frío insólito, absurdo, que nacliequería explicarse, y los dientes mo¡dían el fruto amaril lo dela tarde, que era de ceniza, y se mascaba el aire vanamenteal decir palabras insípidas, sin sentido. Y, como el paisaje, elalma de esta mujer, pequeñita, scntimental y lastimosa, ypor contraste al paisaje su figura, que era la primaveraadelantada.

6, Eua

Ahora, esbozado ya el fondo, le es muy fácil reconstruirpor completo ese rostro. Toda esa mujer y el prólogo de una

historicta intcrrumpida y olvidada. Ella alza un rostro que

comprucba sus hipótesis, pero ya no es necesario. ¡ Eva ! ¡Ah,s í , I i va ! 1 ,1 . . .V . . .A . Nombre t r i angu la r y pe r fec to , conperfcccirin sollr ia, clásica. Agradable de pronunciar, cuandose alarg:r l:r lr y se saborea la V como uno de esos besosque son rrror<lir l;r tarnbién.

But 'n , r , r r r ¡ r r t ' lLL tarde, ante e l Pací f ico. . . ¿Qué estabapensan<kr i Ah, sí, la agonía de los cinco sentidos, y estamujer Jlt 'r¡rrt 'ñit:r 1, scntimental, y sus cabellos entre los dedos,largos rlc rrt 'r l ' iosos, dcl convaleciente. A esa hora se abreuna glhnrlul:r, t lc frrncirin más bien patológica, que segregaromanticisll lo. A t 's:r hora todo está trerrrendamente cxage-raclo. ISajo l;r solt '<l;rt l cxlltarla clel crepúsculo agrio, los te-nores diccn lrrs cos:rs nl: is inoct-ntes -¿ Me presta usted sulumbrceeccccT- ('xlrs('r ' ;rrlr lo los trémolos dcl falsete. Losjóvenes se gritan por tt ' lú'fonr) ( 'sas cosas incendiadas quehasta en el interior dc los cincs cstíur rnal. Se presiente, quesi pasara por la playa un sacerrlott ' , lcl haría hisopeando adiestra y siniestra. E,sto quicre dccir que liva sentía lanecesidad de prometer algo para sicrnpre, desfalleciendo yentrecerrando los ojos. Naturalmente, 1o que juraba y queríaque se le jurara era un amor que no sentían.

Lo improvisaron eterno, y él llevó su complacencia hastaimprovisar, también, una historia suya increíble, para nollegar con las manos vacías al festín de las confidencias.Ya no recuerda si fué la anécdota que le supone nacido enel mar y l lamado también Sindbad, o si repitió simplementela que mayores éxitos le ha dado, aquella que le fruncía elentrecejo para que se leyeran en él cosas de gambusinos yfilibusteros. Ella le confiaba 1a suya con música:

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Y había muchas que cantaban para adentro las cancionesmás en armonía con el paisaje, que seguía siendo un estadode alma a pesar de tantas escuelas de pintura posteriores, yalgunas suspiraban con suspiros densos, pesados, sujetos alas leyes de gravedad, que se alzaban un poco, geissers hir-vientes, para caer en seguida, como cosas de fundición demetales, al mar espumeante. Hasta hacía un poco de frío,pero esto no contradecía la realidad artística del espectáculo,y el ruido de los corazones desenfrenados, mil ochocientos ytantos, no pern-ritía oír las cosas bíblicas que predicaba elmar mogólico, monosilábico y tartamudo, y los recuerdos máspavorosos ensordecían y cegaban como un viento desalado;y no había nadie que pensara en el porvenir, nadie que qui-siera leerlo en las estrellas que iban asomándose, componién-dosc antes el tocado, como novias pobres, en los pedacitos deespejo de las olas.

Y era algo nrrly grave y muy triste aquello. Ilra la agoníadc los cinco sellt idos. I)orrluc tanrbién los clcclos se habíanagarrotaclo y sc habían vuclto inscnsiblcs, envucltos en elguantelete duro de aqucl frío insólito, absurdo, que nacliequería explicarse, y los dientes mo¡dían el fruto amaril lo dela tarde, que era de ceniza, y se mascaba el aire vanamenteal decir palabras insípidas, sin sentido. Y, como el paisaje, elalma de esta mujer, pequeñita, scntimental y lastimosa, ypor contraste al paisaje su figura, que era la primaveraadelantada.

6, Eua

Ahora, esbozado ya el fondo, le es muy fácil reconstruirpor completo ese rostro. Toda esa mujer y el prólogo de una

historicta intcrrumpida y olvidada. Ella alza un rostro que

comprucba sus hipótesis, pero ya no es necesario. ¡ Eva ! ¡Ah,s í , I i va ! 1 ,1 . . .V . . .A . Nombre t r i angu la r y pe r fec to , conperfcccirin sollr ia, clásica. Agradable de pronunciar, cuandose alarg:r l:r lr y se saborea la V como uno de esos besosque son rrror<lir l;r tarnbién.

But 'n , r , r r r ¡ r r t ' lLL tarde, ante e l Pací f ico. . . ¿Qué estabapensan<kr i Ah, sí, la agonía de los cinco sentidos, y estamujer Jlt 'r¡rrt 'ñit:r 1, scntimental, y sus cabellos entre los dedos,largos rlc rrt 'r l ' iosos, dcl convaleciente. A esa hora se abreuna glhnrlul:r, t lc frrncirin más bien patológica, que segregaromanticisll lo. A t 's:r hora todo está trerrrendamente cxage-raclo. ISajo l;r solt '<l;rt l cxlltarla clel crepúsculo agrio, los te-nores diccn lrrs cos:rs nl: is inoct-ntes -¿ Me presta usted sulumbrceeccccT- ('xlrs('r ' ;rrlr lo los trémolos dcl falsete. Losjóvenes se gritan por tt ' lú'fonr) ( 'sas cosas incendiadas quehasta en el interior dc los cincs cstíur rnal. Se presiente, quesi pasara por la playa un sacerrlott ' , lcl haría hisopeando adiestra y siniestra. E,sto quicre dccir que liva sentía lanecesidad de prometer algo para sicrnpre, desfalleciendo yentrecerrando los ojos. Naturalmente, 1o que juraba y queríaque se le jurara era un amor que no sentían.

Lo improvisaron eterno, y él llevó su complacencia hastaimprovisar, también, una historia suya increíble, para nollegar con las manos vacías al festín de las confidencias.Ya no recuerda si fué la anécdota que le supone nacido enel mar y l lamado también Sindbad, o si repitió simplementela que mayores éxitos le ha dado, aquella que le fruncía elentrecejo para que se leyeran en él cosas de gambusinos yfilibusteros. Ella le confiaba 1a suya con música:

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Page 190: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

". . .roy de tierras muuuuuuy lejanassoy de San Luii i i i i i i is Potosí",

para el arranque, y por lacrimoso epílogo le aseguraba tenermarchita el alma y el vino melancólico. pero a pesar de susdevaneos por el campo, sembrado de trampas, de las can_ciones vernáculas, su ¡elato tenía demasiada hilación para serverídico. No era siquiera verosímil. probablemente Eva te_nía, además, imaginación. Cambiaron de juego, sin embargo,porque a é1 le pareció de pronto -¿ por qué ?- que eranmuy viejos amigos ya, hasta un poco parientes.

¿ Por qué ? Se le había acercado un momento antes:-¿ Pinta usted, señor?No tuvo fuerzas para negarlo, porque ella lo veía. Con_

fesiones estéticas de una burguesa: le gustaba la pintura,pero sólo entendía, un poco, de música. Le parecieron inge_niosas estas vacías palabras. Llegó a atribuirle cuaridadesfabulosas. Creyó ver en ella, sin motivo, el mirlo blanco:una mujer mexicana con sentido del humor. Acaso le parecíaque no lo había dicho en serio. Era seguro.

Se prometió hacerle un retrato y desquitarse exagerandoun poco ese rasgo : -¿ pinta usted ? Resultaría la más im_pura, la más literaria de sus pinturas; bueno ¿y qué?

7, sus lnanzanas

Como se llamaba Eva, le confió que a la patrona de sunombre, vieja ya, demasiado pingüe ya para seguir ejer-ciendo alegremente de modelo para pintores, la conoció una

vez en California, dueña de una finca empacadora. pero nofué dc I,,va, fué de sus manzanas de 1o que Ernesto le habló.

Quc ¡roscía l¿ más valiosa colección. eue sabía el a¡tede ordcnarllrs, :rrmonizándolas en una escala de sabores,como las tccl¡rs clc un piano que se oyera con el palaclar;y que toc;rlr:r cn ól sinfonías como Des Esseintes en el suyode licorcs. l.t ' contri también que tenía algunos ejemplaresvisiblcnrc¡rtt. ;r¡r<icrifos. Que las de Atalanta y las de lasHespérirlcs, ¡ror t ' j t.rnplo, no eran de muchos quilates. y queManzan¿t rlt ' A¡rís n() cra más que un nombre y rln pocode tonr-r 'r( ' l¡or. I l :rbli dc (-grlán y del paraíso terrestre y clesus nranz:ul:rs v(' l l( 'r.r()sas, <¡trc guarclan las huellas de unosdientcs. l 'cro It ' t l i jr trr 'r lr i i . ' quc tcnía una manzana, f,:utoque tcntará a los hij<ls rlc nut.stros hijos, y que esta manzanaera en ¡ealidad un puñarlito rlc hurno, una sombra de man_zana, una nube en fornra dc nr¡ulz¿rna o de Juno, DOStrecumplido para la gencración quc, yír sin clientes por la ali-mentación sintética que los haga supcrfluos, sabrá saborcarcomo es dcbido los olorcs.

Y para que no fuera Eva a atribuirle una significaciónética -la moral, qué divertida a los veintitantos_ le explicóque la edad de oro de los sentidos, que floreció en la Babi-lonia del tacto, que decayó con el predominio de músicos ypintores, sólo volverá a ser en el mundo, un momento, con tahegemonía del olfato, para extinguirse luego para siempre.¿ A qué venía decirle todo esto ? probablemente porqueaquella tarde a E,rnesto le parecía evidente la muerte detodo lo sensual.

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". . .roy de tierras muuuuuuy lejanassoy de San Luii i i i i i i is Potosí",

para el arranque, y por lacrimoso epílogo le aseguraba tenermarchita el alma y el vino melancólico. pero a pesar de susdevaneos por el campo, sembrado de trampas, de las can_ciones vernáculas, su ¡elato tenía demasiada hilación para serverídico. No era siquiera verosímil. probablemente Eva te_nía, además, imaginación. Cambiaron de juego, sin embargo,porque a é1 le pareció de pronto -¿ por qué ?- que eranmuy viejos amigos ya, hasta un poco parientes.

¿ Por qué ? Se le había acercado un momento antes:-¿ Pinta usted, señor?No tuvo fuerzas para negarlo, porque ella lo veía. Con_

fesiones estéticas de una burguesa: le gustaba la pintura,pero sólo entendía, un poco, de música. Le parecieron inge_niosas estas vacías palabras. Llegó a atribuirle cuaridadesfabulosas. Creyó ver en ella, sin motivo, el mirlo blanco:una mujer mexicana con sentido del humor. Acaso le parecíaque no lo había dicho en serio. Era seguro.

Se prometió hacerle un retrato y desquitarse exagerandoun poco ese rasgo : -¿ pinta usted ? Resultaría la más im_pura, la más literaria de sus pinturas; bueno ¿y qué?

7, sus lnanzanas

Como se llamaba Eva, le confió que a la patrona de sunombre, vieja ya, demasiado pingüe ya para seguir ejer-ciendo alegremente de modelo para pintores, la conoció una

vez en California, dueña de una finca empacadora. pero nofué dc I,,va, fué de sus manzanas de 1o que Ernesto le habló.

Quc ¡roscía l¿ más valiosa colección. eue sabía el a¡tede ordcnarllrs, :rrmonizándolas en una escala de sabores,como las tccl¡rs clc un piano que se oyera con el palaclar;y que toc;rlr:r cn ól sinfonías como Des Esseintes en el suyode licorcs. l.t ' contri también que tenía algunos ejemplaresvisiblcnrc¡rtt. ;r¡r<icrifos. Que las de Atalanta y las de lasHespérirlcs, ¡ror t ' j t.rnplo, no eran de muchos quilates. y queManzan¿t rlt ' A¡rís n() cra más que un nombre y rln pocode tonr-r 'r( ' l¡or. I l :rbli dc (-grlán y del paraíso terrestre y clesus nranz:ul:rs v(' l l( 'r.r()sas, <¡trc guarclan las huellas de unosdientcs. l 'cro It ' t l i jr trr 'r lr i i . ' quc tcnía una manzana, f,:utoque tcntará a los hij<ls rlc nut.stros hijos, y que esta manzanaera en ¡ealidad un puñarlito rlc hurno, una sombra de man_zana, una nube en fornra dc nr¡ulz¿rna o de Juno, DOStrecumplido para la gencración quc, yír sin clientes por la ali-mentación sintética que los haga supcrfluos, sabrá saborcarcomo es dcbido los olorcs.

Y para que no fuera Eva a atribuirle una significaciónética -la moral, qué divertida a los veintitantos_ le explicóque la edad de oro de los sentidos, que floreció en la Babi-lonia del tacto, que decayó con el predominio de músicos ypintores, sólo volverá a ser en el mundo, un momento, con tahegemonía del olfato, para extinguirse luego para siempre.¿ A qué venía decirle todo esto ? probablemente porqueaquella tarde a E,rnesto le parecía evidente la muerte detodo lo sensual.

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Page 192: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Ella le oía sin asombro, aceptándolo todo posible, natural,

acaso porque no le interesaban esas anécdotas. Le interesaba

el amor.

8, su lericología

Bueno, el amor, precisamente, no. Tenía demasiado, o le

atribuía E,rnesto gratuitamente, el senticlo de la ironía, y por

sabia que hubiera sido no se habría podido llamar Eloísa

nunca.

Hay personas que siempre parece como que hablan con

faltas de ortografía. Por correcta que sea su pronunciación,

un c¡onista fiel no resiste al deseo de l lenar sus pláticas de

cacografías al transcribirlas, o, simplemente, al describirlas.

Otras, los diputados, sobre todo, los polít icos en general,

h¿blan st'r lo corr nra¡'rls¡ul ',t iniciales, intercalando muchas

palabras entre cornil las, cs¡taciadas y subrayadas. Es también

una manera dc n.rodestia, un modo de lograr que todas pasen

inaclvertidas.Otras aún -de éstas, Eva-, dicen palabras que necesitan,

cada una, de un asterisco, para explicar al margen la signi-

ficación esoté¡ica especial que tienen, en su boca, en cada

caso.

No sólo las palabras: cada ademán, cada gesto, cada

suspiro. Cuando decía "amor", por ejemplo, se le dif icultaba

a Ernesto el sentido de la frase. Entendía a veces "aventura",

muy pocas "sacrif icio", las más "economía dornéstica". Des-

pués de todo, ¡ se parecía a Elena, tan poco a Ofelia !

r 6 6 t67

Sigue una laguna en su recuerdo. No es el silencio acom-pasado del scdicnto que bebe, sino el del que nunca hubieratenido sed, o temiera tenerla. ¡Qué rabia ! ¿ Por qué acataríaaquella vcz las prescripciones del Médico? Un día futuro,aún con lilena, contra toda la Medicina. Tendría que echarlela culpa a la crisis rnisógina, no muy sincera, que creíapadeccr. Su rlcsesperación, al otro día, cuando desaparecióIiva del hotcl, de su vida.

Ahora, allí cnfrente, se acentúa su parecido con Elena.Pcor para Ofclia, la suburbana. Como 1o natural es que nole recuerdc, o finja no recordarle, é1 está seguro de quesucederír exactamente 1o contrario.

Si se atrcviera.Pero sus amigos se creen escuchados por é1. Se quedarán

confusos si ven que le recorre un escalofrío, el de los en-cuentros peligrosos, y que esta descarga eléctrica tiene surelámpago de cabellos amarillos en la mesa vecina.

Querrán explicaciones. El no puede darlas, porque 1ahistoria no es, para é1, airosa. Se estremece. Imagina lasburlas futuras. Sí, queda el expediente de la mentira, perole sobra pereza. Mejor esperar. ¿Qué? Lo que sca.

La seguirá a la salida, un amigo providencial 1o presen-tará, cualquier cosa.

9, el espionaie

No. Tendrá que seguirla. Siempre, siempre, por más quequiere evitarlo, la ironía de sus amigos -¡ pero qué espan-tosas compañías !- al verle salir, inconsciente, fascinado,

Page 193: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Ella le oía sin asombro, aceptándolo todo posible, natural,

acaso porque no le interesaban esas anécdotas. Le interesaba

el amor.

8, su lericología

Bueno, el amor, precisamente, no. Tenía demasiado, o le

atribuía E,rnesto gratuitamente, el senticlo de la ironía, y por

sabia que hubiera sido no se habría podido llamar Eloísa

nunca.

Hay personas que siempre parece como que hablan con

faltas de ortografía. Por correcta que sea su pronunciación,

un c¡onista fiel no resiste al deseo de l lenar sus pláticas de

cacografías al transcribirlas, o, simplemente, al describirlas.

Otras, los diputados, sobre todo, los polít icos en general,

h¿blan st'r lo corr nra¡'rls¡ul ',t iniciales, intercalando muchas

palabras entre cornil las, cs¡taciadas y subrayadas. Es también

una manera dc n.rodestia, un modo de lograr que todas pasen

inaclvertidas.Otras aún -de éstas, Eva-, dicen palabras que necesitan,

cada una, de un asterisco, para explicar al margen la signi-

ficación esoté¡ica especial que tienen, en su boca, en cada

caso.

No sólo las palabras: cada ademán, cada gesto, cada

suspiro. Cuando decía "amor", por ejemplo, se le dif icultaba

a Ernesto el sentido de la frase. Entendía a veces "aventura",

muy pocas "sacrif icio", las más "economía dornéstica". Des-

pués de todo, ¡ se parecía a Elena, tan poco a Ofelia !

r 6 6 t67

Sigue una laguna en su recuerdo. No es el silencio acom-pasado del scdicnto que bebe, sino el del que nunca hubieratenido sed, o temiera tenerla. ¡Qué rabia ! ¿ Por qué acataríaaquella vcz las prescripciones del Médico? Un día futuro,aún con lilena, contra toda la Medicina. Tendría que echarlela culpa a la crisis rnisógina, no muy sincera, que creíapadeccr. Su rlcsesperación, al otro día, cuando desaparecióIiva del hotcl, de su vida.

Ahora, allí cnfrente, se acentúa su parecido con Elena.Pcor para Ofclia, la suburbana. Como 1o natural es que nole recuerdc, o finja no recordarle, é1 está seguro de quesucederír exactamente 1o contrario.

Si se atrcviera.Pero sus amigos se creen escuchados por é1. Se quedarán

confusos si ven que le recorre un escalofrío, el de los en-cuentros peligrosos, y que esta descarga eléctrica tiene surelámpago de cabellos amarillos en la mesa vecina.

Querrán explicaciones. El no puede darlas, porque 1ahistoria no es, para é1, airosa. Se estremece. Imagina lasburlas futuras. Sí, queda el expediente de la mentira, perole sobra pereza. Mejor esperar. ¿Qué? Lo que sca.

La seguirá a la salida, un amigo providencial 1o presen-tará, cualquier cosa.

9, el espionaie

No. Tendrá que seguirla. Siempre, siempre, por más quequiere evitarlo, la ironía de sus amigos -¡ pero qué espan-tosas compañías !- al verle salir, inconsciente, fascinado,

Page 194: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

tras la pareja. El mozo guiña un ojo, cuando le paga demás, creyéndolo ebrio.

La calle le parece desierta, deformada, redonda, en sucentro la pareja, como cuando se avanza con un farol en lamano y uno se siente inmóvil, y uno siente que 1o que semueve es el círculo de luz que lo conduce en su centro.

Pero no está desierta. IJn automóvil le viene a demostrar,ruidosamente, que bien se puede nacer para hongo, que biense puede nacer para genio, y, errando la vocación, dedicarsea víctima del tráfico.

Los hombres se deslizan a su lado rápidos, tan nocturnos,tan cabizbajos, disfrazados de poemas de Poe. Se respiradensamente el heroísmo de ser hombre.

¿ Tan cerca de su casa vive Eva ? Nunca lo hubiera sos-pechado, y le parece mágico.

Y luego se queda en la noche con ese sentimiento trágico<le la vi<la qltc tienen los perros callejeros que se aficionan aun noctámbulo y lo cscoltan hasta su casa, y sufren la tre-menda injusticia de un portazo en el rabo. Continúa en é[,vicioso masoquismo, el de seguir en pos de algo, de alguien.

Irse tras la noche a conocer sus escondrijos de minutos,vigilarla paso a paso, ruido a ruido por la ciudad, por elcampo silencio a silencio, por el cielo estrella a estrella.

Y la amargura de sentirse despierto y desbordado decosas profundas, agua negra de las cisternas, hermana bas-ta¡da del agua nieve de los volcanes, en esta noche tan iguala la otra, en un puerto, ante el Pacífico, como si viviera elmismo momento, pero en los antípodas, Eva ya tan lejana.

Su confianza, al otro día, en el amigo providente que lepresentará a Eva; no puede faltar, está seguro de que asis-

1 6 8 1 6 9

tirá a la cita tclcpática que va dándole en cada esquina, en

cada bar, en cada iglesia ; de pronto saldrá -¿ quién,quién ?- clc cualrluier casa, y le invitará sin preámbulos apresentarse l i Jtv¿.

Hasta supcra su timidez, más bien su desinterés en lavida, rluc l lt ' lr¿rlr¡r ¿rntes de lógica sus sueños, sin permitir le

ser nunca, sir¡rricr;r cn ellos, el protagonista, y con una rralafe terri l.¡ le lc ;rsigrurba siempre papeles de comparsa, de ser-vidunrbrc ;r lo sulllc-r. La vence. Ahora va, de noche, por la

calle, y ruir ';r ;r Wallacc" Beery asaltando a un hombrecil lo

inclcfenso -r' r i, l ículo, Chaplin, quizá. Ernesto lo defiende con

hcrr¡ísrrro; t, l lrorrrtrrccil lo, que se dcscubre ser el esposo deI,,v:r, lt ' r l ict ' r1u<' rt 'nuncia a ella y se 1a c1a, sabiendo suarnor, a{nrrlt 'cirl:rnrcntc. O hacc erupción el Popocatépetl, y

ella y é1, los únicos su¡rcrvivit-ntes, t ienen que encontrarsepor fuerza y se aman ctcnranrcnte. Nada.

Nada ese día, ni el siguicnte, hasta cl sábado, preñadode maravillas.

10, el sábado

La t¿rrrlc <lcl sl'Lbado, al principio casi vacía, bostezo con-tcnido dc l;r sicsta, ciclo descolorido, casi blanco, que pocoa poco va colorl in<lose. Só1o flotan en el aire delgado aspi-racioncs scncil las: pír.s('írr por una plaza de pueblo, oyendo,la scrcn¿rt : r dc l brr rzo < l t 'Ofc l ia ;cstar casaclo, tener h i jos yser asmhtico I)Írra ron(' irr t:ur rt 'cio, tan rccio, que, por lanochc, se rcconozca cn i '1, Itrnt:sto, por sll m¿rltera de roncar'

Page 195: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

tras la pareja. El mozo guiña un ojo, cuando le paga demás, creyéndolo ebrio.

La calle le parece desierta, deformada, redonda, en sucentro la pareja, como cuando se avanza con un farol en lamano y uno se siente inmóvil, y uno siente que 1o que semueve es el círculo de luz que lo conduce en su centro.

Pero no está desierta. IJn automóvil le viene a demostrar,ruidosamente, que bien se puede nacer para hongo, que biense puede nacer para genio, y, errando la vocación, dedicarsea víctima del tráfico.

Los hombres se deslizan a su lado rápidos, tan nocturnos,tan cabizbajos, disfrazados de poemas de Poe. Se respiradensamente el heroísmo de ser hombre.

¿ Tan cerca de su casa vive Eva ? Nunca lo hubiera sos-pechado, y le parece mágico.

Y luego se queda en la noche con ese sentimiento trágico<le la vi<la qltc tienen los perros callejeros que se aficionan aun noctámbulo y lo cscoltan hasta su casa, y sufren la tre-menda injusticia de un portazo en el rabo. Continúa en é[,vicioso masoquismo, el de seguir en pos de algo, de alguien.

Irse tras la noche a conocer sus escondrijos de minutos,vigilarla paso a paso, ruido a ruido por la ciudad, por elcampo silencio a silencio, por el cielo estrella a estrella.

Y la amargura de sentirse despierto y desbordado decosas profundas, agua negra de las cisternas, hermana bas-ta¡da del agua nieve de los volcanes, en esta noche tan iguala la otra, en un puerto, ante el Pacífico, como si viviera elmismo momento, pero en los antípodas, Eva ya tan lejana.

Su confianza, al otro día, en el amigo providente que lepresentará a Eva; no puede faltar, está seguro de que asis-

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tirá a la cita tclcpática que va dándole en cada esquina, en

cada bar, en cada iglesia ; de pronto saldrá -¿ quién,quién ?- clc cualrluier casa, y le invitará sin preámbulos apresentarse l i Jtv¿.

Hasta supcra su timidez, más bien su desinterés en lavida, rluc l lt ' lr¿rlr¡r ¿rntes de lógica sus sueños, sin permitir le

ser nunca, sir¡rricr;r cn ellos, el protagonista, y con una rralafe terri l.¡ le lc ;rsigrurba siempre papeles de comparsa, de ser-vidunrbrc ;r lo sulllc-r. La vence. Ahora va, de noche, por la

calle, y ruir ';r ;r Wallacc" Beery asaltando a un hombrecil lo

inclcfenso -r' r i, l ículo, Chaplin, quizá. Ernesto lo defiende con

hcrr¡ísrrro; t, l lrorrrtrrccil lo, que se dcscubre ser el esposo deI,,v:r, lt ' r l ict ' r1u<' rt 'nuncia a ella y se 1a c1a, sabiendo suarnor, a{nrrlt 'cirl:rnrcntc. O hacc erupción el Popocatépetl, y

ella y é1, los únicos su¡rcrvivit-ntes, t ienen que encontrarsepor fuerza y se aman ctcnranrcnte. Nada.

Nada ese día, ni el siguicnte, hasta cl sábado, preñadode maravillas.

10, el sábado

La t¿rrrlc <lcl sl'Lbado, al principio casi vacía, bostezo con-tcnido dc l;r sicsta, ciclo descolorido, casi blanco, que pocoa poco va colorl in<lose. Só1o flotan en el aire delgado aspi-racioncs scncil las: pír.s('írr por una plaza de pueblo, oyendo,la scrcn¿rt : r dc l brr rzo < l t 'Ofc l ia ;cstar casaclo, tener h i jos yser asmhtico I)Írra ron(' irr t:ur rt 'cio, tan rccio, que, por lanochc, se rcconozca cn i '1, Itrnt:sto, por sll m¿rltera de roncar'

Page 196: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

al hombre más prorninente del pueblo, al que tiene la res-

piración del pueblo a su carga. Ser prcsidente municipal . . .

Luego la tarde se transfigura, ensaya colores, se va lle-

nando de cosas milagrosas; los inspectores <lel tráfico, los

carri l los redondos, serios en su función pueril de inflar elglobo de colores de la tarde, soplando sobre sus mismos

brazos, molinos de viento. Alberto Durero que hace cle las

suyas, dibujando sus rnonstruos pueriles en ei esqueieto tne-tálico de un inmueble que no se acabará de construir nunca,

contra el poniente enrojecido. La tarde, como esas muchachasque se ruborizan gueriendo ocultar una hemorragia inespe'

rada, y es como si la sangre les llenara t<ldo el rostro, todo

el cuerpo. Alguien, vestido de azul, el único sin l¡anchas de

sangre, se columpia, suavemente, en una nube atada de dospararrayos, como una hamaca de púrpura.

Y llrnesto sicntc un terror muy preciso de perder elrecucr<lo, l ibro ¿írrr rro lcído, dt' Er'¿. Su sólo recuerdo es yaalgo tan fcrncnino, tan ferncnino, (lue no resistirá al rlcseode cstrenar uno de esos trajcs rnagníficos que está realizando,en su barata, el crepúsculo, y se le conve¡tirá en un stratuspara írsele por sobre el bosque de lanzas con que la ciuiladva componiendo su rendición cle Breda.

Un cine abre su refugio engañoso, como la boca de unpez grande en espera de que se acerquen los chicos. E,rnesto,encandilado, rlando excusas a diestra y siniestra. Por fin.Un sit io vacío. ¿Vacío?

-Señorita, perdóneme, rri l perdones, por poco. . .-Usted habría salido perdiendo, mire.No ve gran cosa. Acaso un sornbrero, retirado con pres-

Leza, y un alfiler tremendo en el sombrero; pero ya no se

usan. Da las gracias, confuso, mientras un escalofrío letiembla, unánirrrc, en la frente y en las piernas.

Le fatiga tlt 'nr¿rsiado la penumbra, con esta mttjer, abs-

traida, a su l;rrlo. Iis un vaivén desesperante el de las varia-ciones <le intt 'nsi<l:rd de la sombra, como un oleaje; la semi-oscuridad sc Lr accrca inmensamente, pero ella se rebate,

violenta, corrro lln:r l¡ucna nadadora contra la corriente, ¡rén-dose, con srr rnir ':rrla, a la pantalla, asióndose, para alejarse,a cada r:if:rg:r t lc luz.

71, c l cncucntro

'I 'an suy:r, <'sl:r rnujer;ya sólo el tener los dos las manoscn el bar¿ur<lal, lt ' part'ct ' a Ilrnesto estar los clos la rnano cnla r-nano. Iirnpicza :r recolloct'rl:r, viendo ya un poco rnás.

Los hombrcs de l¿r nrarinrb:i l loran sus cosas absurdas,

inclinados, atentos, como nrccarlrigrafos cscribier.rclo al tactoun arnparo para que se deje cn l ibrrt¿xi a las corchcas pri-

sioncras en el pentagrama.

Crcc <lccirlo cn voz baja:-¿ Te acuerdas de aquel camino, desde el tren, vigilado

por los gorriones ?

lis una asociación de ideas natural, pero ella no se acuerda

dc arluel crrnrirto, y se revuelve despertando. ¿ De qué país

regresarii? l irnesto prefiere no saberlo, y para no saberlo

se obliga a no rnir¿rr hacia la pantalla. ¿ Cómo rcmediar

ahora lo irn¡rertitrcutc <le su observación? Haciéndola, muy

finamentc, el principio de una plática.

I

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al hombre más prorninente del pueblo, al que tiene la res-

piración del pueblo a su carga. Ser prcsidente municipal . . .

Luego la tarde se transfigura, ensaya colores, se va lle-

nando de cosas milagrosas; los inspectores <lel tráfico, los

carri l los redondos, serios en su función pueril de inflar elglobo de colores de la tarde, soplando sobre sus mismos

brazos, molinos de viento. Alberto Durero que hace cle las

suyas, dibujando sus rnonstruos pueriles en ei esqueieto tne-tálico de un inmueble que no se acabará de construir nunca,

contra el poniente enrojecido. La tarde, como esas muchachasque se ruborizan gueriendo ocultar una hemorragia inespe'

rada, y es como si la sangre les llenara t<ldo el rostro, todo

el cuerpo. Alguien, vestido de azul, el único sin l¡anchas de

sangre, se columpia, suavemente, en una nube atada de dospararrayos, como una hamaca de púrpura.

Y llrnesto sicntc un terror muy preciso de perder elrecucr<lo, l ibro ¿írrr rro lcído, dt' Er'¿. Su sólo recuerdo es yaalgo tan fcrncnino, tan ferncnino, (lue no resistirá al rlcseode cstrenar uno de esos trajcs rnagníficos que está realizando,en su barata, el crepúsculo, y se le conve¡tirá en un stratuspara írsele por sobre el bosque de lanzas con que la ciuiladva componiendo su rendición cle Breda.

Un cine abre su refugio engañoso, como la boca de unpez grande en espera de que se acerquen los chicos. E,rnesto,encandilado, rlando excusas a diestra y siniestra. Por fin.Un sit io vacío. ¿Vacío?

-Señorita, perdóneme, rri l perdones, por poco. . .-Usted habría salido perdiendo, mire.No ve gran cosa. Acaso un sornbrero, retirado con pres-

Leza, y un alfiler tremendo en el sombrero; pero ya no se

usan. Da las gracias, confuso, mientras un escalofrío letiembla, unánirrrc, en la frente y en las piernas.

Le fatiga tlt 'nr¿rsiado la penumbra, con esta mttjer, abs-

traida, a su l;rrlo. Iis un vaivén desesperante el de las varia-ciones <le intt 'nsi<l:rd de la sombra, como un oleaje; la semi-oscuridad sc Lr accrca inmensamente, pero ella se rebate,

violenta, corrro lln:r l¡ucna nadadora contra la corriente, ¡rén-dose, con srr rnir ':rrla, a la pantalla, asióndose, para alejarse,a cada r:if:rg:r t lc luz.

71, c l cncucntro

'I 'an suy:r, <'sl:r rnujer;ya sólo el tener los dos las manoscn el bar¿ur<lal, lt ' part'ct ' a Ilrnesto estar los clos la rnano cnla r-nano. Iirnpicza :r recolloct'rl:r, viendo ya un poco rnás.

Los hombrcs de l¿r nrarinrb:i l loran sus cosas absurdas,

inclinados, atentos, como nrccarlrigrafos cscribier.rclo al tactoun arnparo para que se deje cn l ibrrt¿xi a las corchcas pri-

sioncras en el pentagrama.

Crcc <lccirlo cn voz baja:-¿ Te acuerdas de aquel camino, desde el tren, vigilado

por los gorriones ?

lis una asociación de ideas natural, pero ella no se acuerda

dc arluel crrnrirto, y se revuelve despertando. ¿ De qué país

regresarii? l irnesto prefiere no saberlo, y para no saberlo

se obliga a no rnir¿rr hacia la pantalla. ¿ Cómo rcmediar

ahora lo irn¡rertitrcutc <le su observación? Haciéndola, muy

finamentc, el principio de una plática.

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Con tal d" iu. los vecinos no protesten. Hay muy pocosque no estén, cada uno, demasiado en sus cosas. Ella Ie miraextrañada, pero nunca con mayor sorpresa que la de Ernestom ismo : ¡Eva !

Eva en.rpieza a hablar; le informa de que no tiene porcostumbre dirigir la palabra a los desconocidos, de que nose llama Eva, de que no recuerda a Ernesto. ¿ Todo negativo ?

No, porque también le pone al corriente de que el díaha sido azul, de que le aburre la ópera, y cle que cuando seve la luna nueva basta gritarle el nombre de alguien paraque csa persona nos sea fiel todo el mes.

No sufre una g'ran decepción al enterarse de que no setrata de Eva. Comprende que, si hubiera teniclo ticn.rpo r1eformarse un ideal de ella, tan olvidada hasta ahora, hastala otra nocht', esta rnujer encarnaría su ideal. A llva lehubicra sobratlo cl recuerdo, alf i ler presente en cacla poro,que lc hubicra ir. 'pcdi<lo acercarsc a ella, cor.r.ro lo hace ahora,con rl arlenrán scguro dcl cluc corta una fruta en el propiohuerto.

12, fiht. de ocasión

Eva segunda -bueno, más bien Eva tercera, la primeraIrlcna- Ic clice más: es casada y su marido es Otelo ; pero-¿ cómo se llarna ?

'

Empiezan los dos, la mano en la mano, como en un trucode N{r. Keaton, un viaje que va desde la caseta del mecánicol.rasta la pantalla. Ernpiezan pequeñitos, rlel tamaño de lapclícula, para l lcgar al l ienzo con estatura el doble cle la rcal.

Y se cntran en lrna primavera sólo de luces y de sombras,cor¡o ennrudccida por aquella carencia absoluta de color; asitendrá qrlc scr toda primavera vista, a través del recuerdo,desde cl otoño quc ahora termina. El paisaje cuadrado tieneun prirncr tórrrino con césped y bancos y un fondo de árbolesverdaderos pcro como llenos de noche, sin un amaril lo dehoja scca, si¡r un verdiamaril lo de hoja tierna. Y sin em-bargo, cs dc día, cl mediodía casi. O todo se ha desteñido oE¡nesto sufrc un acromatismo exacerbado. como el almaincolor dc su anrigo Xavier.

Inicia un <ii:'rlogo de amor, concienzudo, entusiasta e in-eleganic, cn que la primavera sale de los ojos de ella comode los de Jirnesto ha salido ella misma, un momento antes.

Se sigue una marina muy sencil la. Puede pintarse consólo tres brochazos paralelos; en la primera franja, la másclara, se escriben muchas V V V V decrecientes, cifra delas gaviotas, y en ia de en medio basta recordar qlle el marvalúa en mil emes de espuma su oleaje; luego sólo faltaesparcir estatuas de sombra por la playa. Esos frutos quese dan en Mack Sennet y que nos llegan de California enlos n.rismos empaques de los perones y de las películas:Thelma buscando el cenit, hecha una escuadra, y Elsie elnaclir, plomacla c¡ue cae, sin remrdio, desde el trampolín deuna boya i y Ilva, su Eva, que ignoraba el problema arqui-médeo, cree indispcnsablc asustarsc al resolverlo, gritando

¡help, hclp! en vez dc ¡curcha!, con amargos grit i l los degaviota. Otras haccn arqucología, suponióndose hallazgo paralos sabios in.rberbcs, hundidas cn ltr ;rrcna corno estatuas pom-peyanas semidese¡rterradas tlc cntrc las ccnizas. La emociónromántica está a cargo cle dos buques lcjanos que se crt)zan,

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Con tal d" iu. los vecinos no protesten. Hay muy pocosque no estén, cada uno, demasiado en sus cosas. Ella Ie miraextrañada, pero nunca con mayor sorpresa que la de Ernestom ismo : ¡Eva !

Eva en.rpieza a hablar; le informa de que no tiene porcostumbre dirigir la palabra a los desconocidos, de que nose llama Eva, de que no recuerda a Ernesto. ¿ Todo negativo ?

No, porque también le pone al corriente de que el díaha sido azul, de que le aburre la ópera, y cle que cuando seve la luna nueva basta gritarle el nombre de alguien paraque csa persona nos sea fiel todo el mes.

No sufre una g'ran decepción al enterarse de que no setrata de Eva. Comprende que, si hubiera teniclo ticn.rpo r1eformarse un ideal de ella, tan olvidada hasta ahora, hastala otra nocht', esta rnujer encarnaría su ideal. A llva lehubicra sobratlo cl recuerdo, alf i ler presente en cacla poro,que lc hubicra ir. 'pcdi<lo acercarsc a ella, cor.r.ro lo hace ahora,con rl arlenrán scguro dcl cluc corta una fruta en el propiohuerto.

12, fiht. de ocasión

Eva segunda -bueno, más bien Eva tercera, la primeraIrlcna- Ic clice más: es casada y su marido es Otelo ; pero-¿ cómo se llarna ?

'

Empiezan los dos, la mano en la mano, como en un trucode N{r. Keaton, un viaje que va desde la caseta del mecánicol.rasta la pantalla. Ernpiezan pequeñitos, rlel tamaño de lapclícula, para l lcgar al l ienzo con estatura el doble cle la rcal.

Y se cntran en lrna primavera sólo de luces y de sombras,cor¡o ennrudccida por aquella carencia absoluta de color; asitendrá qrlc scr toda primavera vista, a través del recuerdo,desde cl otoño quc ahora termina. El paisaje cuadrado tieneun prirncr tórrrino con césped y bancos y un fondo de árbolesverdaderos pcro como llenos de noche, sin un amaril lo dehoja scca, si¡r un verdiamaril lo de hoja tierna. Y sin em-bargo, cs dc día, cl mediodía casi. O todo se ha desteñido oE¡nesto sufrc un acromatismo exacerbado. como el almaincolor dc su anrigo Xavier.

Inicia un <ii:'rlogo de amor, concienzudo, entusiasta e in-eleganic, cn que la primavera sale de los ojos de ella comode los de Jirnesto ha salido ella misma, un momento antes.

Se sigue una marina muy sencil la. Puede pintarse consólo tres brochazos paralelos; en la primera franja, la másclara, se escriben muchas V V V V decrecientes, cifra delas gaviotas, y en ia de en medio basta recordar qlle el marvalúa en mil emes de espuma su oleaje; luego sólo faltaesparcir estatuas de sombra por la playa. Esos frutos quese dan en Mack Sennet y que nos llegan de California enlos n.rismos empaques de los perones y de las películas:Thelma buscando el cenit, hecha una escuadra, y Elsie elnaclir, plomacla c¡ue cae, sin remrdio, desde el trampolín deuna boya i y Ilva, su Eva, que ignoraba el problema arqui-médeo, cree indispcnsablc asustarsc al resolverlo, gritando

¡help, hclp! en vez dc ¡curcha!, con amargos grit i l los degaviota. Otras haccn arqucología, suponióndose hallazgo paralos sabios in.rberbcs, hundidas cn ltr ;rrcna corno estatuas pom-peyanas semidese¡rterradas tlc cntrc las ccnizas. La emociónromántica está a cargo cle dos buques lcjanos que se crt)zan,

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en Io irremediablemente opuesto de sus rutas. y E,rnesto, enun rinconcito del paisaje, escribe su nombre sobre la arenacon el gesto de un pintor que, ya terminada, firma unamarina.

Cabalgando la ola número setecientos, Eva se acerca aErnesto, naciendn de la concha líquida como una venus muyconvencional, inmensa, y le entrega un carnet con su nom_bre, su dirección y el número de su teléfono, que es unaprocesión de cisnes 2222222. Abajo se leen, en una letramenudita, más detalles exactos : peso: 557 kgms. ; altura, 16mts. ; temperatura normal 360o centígrados; dote probable10 millones ¿de qué? nunca sabría su patria.

No tiene tiempo de protestar contra la superchería dedecuplicar las cifras, porque el paisaje se les va de las manos,absolutamente, y se encuentran del brazo en el hall de unhotel cosmopolita, donde los franceses sc dejan birlar laarniga, antc la inrl ifcrencia calva y miope c1c los alemanes,por los nortcar.ncric:rnos (luc bailan mcjor que los salvajesnrás salvajes;un inglós consulta su baccleÍ¿cr y un portuguéstermina la tarea iniciacla el día anterior, firma¡ en el librode registro del hotel. Ernesto y Eva se tiran en uno de esosdivanes envidiablcs que no soportan las casas decentes porsu aspecto tan de cama de posada.

Empieza a admirarle la constancia de esta mujer que, tansin pestañear, le sigue en su viaje inmóvil, y sospecha unmomento que no sea Eva, que sea verdad 1o que ella le hadicho, ya que los proverbios la quieren voluble.

La mira un poco agradecido, con enternecimiento, y nopuede resignarse a tomar sin ella el transatlántico del díasiguiente. Lo difícil es que no hay camarotes disponibles,

pero todo 1o arrcgla su vieja amistad con el capitán, rotundo,

sanguíneo, obcso neol'orquino <le quien se lnurmuran pestes.

Dejan en la callc, como quien dice, a ese lord anguloso y a

su hermana, maupassantina y lánguida Miss I{arriet, que

protestan, la r¡ano en el pecho, con ademanes meloclramáticos,por la invasiírn.

Esto cs delicioso. Ernesto es el paniaguado de aquel ser

rechoncl.ro y magnífico que, Dios y el mar aparte, tiene más

poder sobrc cl universo por ahora.Por las claraboyas de babor, Eva y Ernesto se hacen

señas, dcsde sus camarotes respcctivos, sobre la admi¡ación

de los delfincs y de los tiburones, que escoltan el barco enpos dcl bcso que se caiga, por mala puntería, en el inter-

cambio carnresí y arrebatado cle la señorita del 15 y el señordel 13. El señor del 13, no le cabe la menor duda, es é1;pero, además del número, a é1 se le conoce por el título, unpoco largo, de "el amigo de1 Capitán".

l-uego la Atlántida: a Platón sc 1o contaron, pero E,rnestolo está viendo. Los buzos -esos esgrimistas tomados concámara lenta- dejan a borclo su personaliclacl y, todos idén-ticos, como en una bella época clásica, trabajan en las mismascosas con el mismo esti lo y semejantes ideas. Pero ¿ es éste untransatlántico o un barco de pescadores de perlas ?

Denuncia indignado aquel escamoteo de nombres, peroEva le explica que naufragaron y que esta mala cáscara losha recogido. Ella, aclemás, le está muy agradecida, porquela salvó de una muerte segura. Su proximiclad le ha abiertomás los ojos, ya der¡asiado grandes, y le ha dejado untemblor muy fino entre los labios, como una fruta maduray cristalina que fuera a la vez el cielo, constelado de estrellas.

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en Io irremediablemente opuesto de sus rutas. y E,rnesto, enun rinconcito del paisaje, escribe su nombre sobre la arenacon el gesto de un pintor que, ya terminada, firma unamarina.

Cabalgando la ola número setecientos, Eva se acerca aErnesto, naciendn de la concha líquida como una venus muyconvencional, inmensa, y le entrega un carnet con su nom_bre, su dirección y el número de su teléfono, que es unaprocesión de cisnes 2222222. Abajo se leen, en una letramenudita, más detalles exactos : peso: 557 kgms. ; altura, 16mts. ; temperatura normal 360o centígrados; dote probable10 millones ¿de qué? nunca sabría su patria.

No tiene tiempo de protestar contra la superchería dedecuplicar las cifras, porque el paisaje se les va de las manos,absolutamente, y se encuentran del brazo en el hall de unhotel cosmopolita, donde los franceses sc dejan birlar laarniga, antc la inrl ifcrencia calva y miope c1c los alemanes,por los nortcar.ncric:rnos (luc bailan mcjor que los salvajesnrás salvajes;un inglós consulta su baccleÍ¿cr y un portuguéstermina la tarea iniciacla el día anterior, firma¡ en el librode registro del hotel. Ernesto y Eva se tiran en uno de esosdivanes envidiablcs que no soportan las casas decentes porsu aspecto tan de cama de posada.

Empieza a admirarle la constancia de esta mujer que, tansin pestañear, le sigue en su viaje inmóvil, y sospecha unmomento que no sea Eva, que sea verdad 1o que ella le hadicho, ya que los proverbios la quieren voluble.

La mira un poco agradecido, con enternecimiento, y nopuede resignarse a tomar sin ella el transatlántico del díasiguiente. Lo difícil es que no hay camarotes disponibles,

pero todo 1o arrcgla su vieja amistad con el capitán, rotundo,

sanguíneo, obcso neol'orquino <le quien se lnurmuran pestes.

Dejan en la callc, como quien dice, a ese lord anguloso y a

su hermana, maupassantina y lánguida Miss I{arriet, que

protestan, la r¡ano en el pecho, con ademanes meloclramáticos,por la invasiírn.

Esto cs delicioso. Ernesto es el paniaguado de aquel ser

rechoncl.ro y magnífico que, Dios y el mar aparte, tiene más

poder sobrc cl universo por ahora.Por las claraboyas de babor, Eva y Ernesto se hacen

señas, dcsde sus camarotes respcctivos, sobre la admi¡ación

de los delfincs y de los tiburones, que escoltan el barco enpos dcl bcso que se caiga, por mala puntería, en el inter-

cambio carnresí y arrebatado cle la señorita del 15 y el señordel 13. El señor del 13, no le cabe la menor duda, es é1;pero, además del número, a é1 se le conoce por el título, unpoco largo, de "el amigo de1 Capitán".

l-uego la Atlántida: a Platón sc 1o contaron, pero E,rnestolo está viendo. Los buzos -esos esgrimistas tomados concámara lenta- dejan a borclo su personaliclacl y, todos idén-ticos, como en una bella época clásica, trabajan en las mismascosas con el mismo esti lo y semejantes ideas. Pero ¿ es éste untransatlántico o un barco de pescadores de perlas ?

Denuncia indignado aquel escamoteo de nombres, peroEva le explica que naufragaron y que esta mala cáscara losha recogido. Ella, aclemás, le está muy agradecida, porquela salvó de una muerte segura. Su proximiclad le ha abiertomás los ojos, ya der¡asiado grandes, y le ha dejado untemblor muy fino entre los labios, como una fruta maduray cristalina que fuera a la vez el cielo, constelado de estrellas.

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Page 202: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

73, notas de policía

Señor, Señor, ¿ por qué nacería Ernesto en una tierra tanmeridional ? Comprcnde que todos sus actos giran en tornodel amor, que la rnujer está prescnte cn todo lo suyo, eje detodas sus acciones. ¡ Siente en este momento unas ganas lanverdaderamente dramáticas de besarla ! . . .

¿ No ha aprendido aún que aquí, por fuerza, terminantodas las películas ? Ese murmullo, de aplauso o de protesta,pero siempre de satisfacción, de descanso, con que una mul-titud saluda el fin de algo.

Para los demás 1o será. Presiente que para él apenasempieza, ahor?, una realidad extraordinaria: Hay un hombredelante de ellos. No sabría decir cómo es. pero es ElHombre.

Está allí, ante ellos, gesticulando. ¿Desde cuándo? Desdeel principio clel rnundo, le parece. I-a mujcr, al laclo deErnesto, ha lanzado un grito quc él no se atreve a definir.

Su pensamiento recorre, hacia atrás, las distancias másremotas. Pero a la realidad presente no penetra, como si elhombre este se hubiera detenido precisamente sobrc el umbralde uno de esos minutos que sirven a los historiadores parainiciar una época.

Es tan claro lo que está sucediendo, que no lo entiende.Son las cosas delnasiado diáfanas las que no se ven, aire,cristal, poesía. E,sta la sentimos en cómo nos humedece losojos; el aire en cómo nos los seca, Góngora, su pañuelo.Lo que ahora ha llegado es la tragedia, demasiado clara_mente, y sólo la reconoce, sin verla, en que su máscara le

impide respirar, como si la sotabarba se le apretara, inelu-dible, a su garganta.

Ese hombre durará una eternidad, ahí, inmóvil, mudo.Lo reconoce llrnesto. E,s el que acompañaba a esta Eva se-gunda cn cl café; maquinalmente hace un inventario detodos los pequeños gestos hosti les, de todas las miradas ses-gas que \e ltnzó la otra noche, desde cuando só1o la veía através del botellón hasta aquclla larga, ya decididamente ene-miga, del segunclo antes de cerrar el ¡zaguán. ¿ Cómo no loadvirtió hasta entonces ? Algo brilla cn sus manos.

Erncsto siente algo ardoroso, incendiado, como el índicede Dios -y Su Ojo, en los de ese hombre, como un espejoustorio que recogiera todos los pecados de toda la vicla deErnesto, y los proyectara, ardientes, en un solo castigo-que le toca el rostro, quemándoselo.

Despuós, muchos siglos después, cuando lo ha entendidoya todo , oye e l d i spa ro . . .

Verá mañana, en los periódicos, si supieron los otroscon exactitud 1o que ha sucedido . . . ¿ Se ha apagado otravez la luz?

I I

IXION EN EL OLIMPO

74, nacirniento

Al despertar, Queda abrumado por el peso de tantos re-cuerdos de su sueño, más grávidos aún por el desorden, que

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73, notas de policía

Señor, Señor, ¿ por qué nacería Ernesto en una tierra tanmeridional ? Comprcnde que todos sus actos giran en tornodel amor, que la rnujer está prescnte cn todo lo suyo, eje detodas sus acciones. ¡ Siente en este momento unas ganas lanverdaderamente dramáticas de besarla ! . . .

¿ No ha aprendido aún que aquí, por fuerza, terminantodas las películas ? Ese murmullo, de aplauso o de protesta,pero siempre de satisfacción, de descanso, con que una mul-titud saluda el fin de algo.

Para los demás 1o será. Presiente que para él apenasempieza, ahor?, una realidad extraordinaria: Hay un hombredelante de ellos. No sabría decir cómo es. pero es ElHombre.

Está allí, ante ellos, gesticulando. ¿Desde cuándo? Desdeel principio clel rnundo, le parece. I-a mujcr, al laclo deErnesto, ha lanzado un grito quc él no se atreve a definir.

Su pensamiento recorre, hacia atrás, las distancias másremotas. Pero a la realidad presente no penetra, como si elhombre este se hubiera detenido precisamente sobrc el umbralde uno de esos minutos que sirven a los historiadores parainiciar una época.

Es tan claro lo que está sucediendo, que no lo entiende.Son las cosas delnasiado diáfanas las que no se ven, aire,cristal, poesía. E,sta la sentimos en cómo nos humedece losojos; el aire en cómo nos los seca, Góngora, su pañuelo.Lo que ahora ha llegado es la tragedia, demasiado clara_mente, y sólo la reconoce, sin verla, en que su máscara le

impide respirar, como si la sotabarba se le apretara, inelu-dible, a su garganta.

Ese hombre durará una eternidad, ahí, inmóvil, mudo.Lo reconoce llrnesto. E,s el que acompañaba a esta Eva se-gunda cn cl café; maquinalmente hace un inventario detodos los pequeños gestos hosti les, de todas las miradas ses-gas que \e ltnzó la otra noche, desde cuando só1o la veía através del botellón hasta aquclla larga, ya decididamente ene-miga, del segunclo antes de cerrar el ¡zaguán. ¿ Cómo no loadvirtió hasta entonces ? Algo brilla cn sus manos.

Erncsto siente algo ardoroso, incendiado, como el índicede Dios -y Su Ojo, en los de ese hombre, como un espejoustorio que recogiera todos los pecados de toda la vicla deErnesto, y los proyectara, ardientes, en un solo castigo-que le toca el rostro, quemándoselo.

Despuós, muchos siglos después, cuando lo ha entendidoya todo , oye e l d i spa ro . . .

Verá mañana, en los periódicos, si supieron los otroscon exactitud 1o que ha sucedido . . . ¿ Se ha apagado otravez la luz?

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IXION EN EL OLIMPO

74, nacirniento

Al despertar, Queda abrumado por el peso de tantos re-cuerdos de su sueño, más grávidos aún por el desorden, que

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los hace apretarle, desequilibradamente, en sólo algunos tre-

chos de su memoria. Piensa Ernesto que antes, quizá lanoche le serviría para ordenar lo vivido, el día para ordenarlo soñaclo; pero ésta ha sido una noche polar, de muchosmeses, en los que ha soñado sin descanso un solo día largo-sin lagunas de sueño- como un viaje de Ashaverus que

hasta Josafat no se detiene.Le queda un pensamiento divino, evolucionando como

un león enjaulado por los dos hernisferios de su cerebro,describiendo mil veces cada vez el signo <le ese infinito que

entrevió en su sueño. Y una sed dolorosa de tenclerse sobre

su carne, de reposar en el ejercicio de sus cinco sentidos,tan olvidados ahora que puede ver sin sus ojos, tocar sin

sus manos abandonadas, muettas, sobre las sábanas. ¡Quédescanso oírse el coraz6n, en su sístole diástole olvidada, en-

sordecedora! Dcbe de haber cerca un reloj, porque junto

a su pulso sin ricncla se oyc otro isircrono e intachable.

O será el corazón inclifercnte de alguicn quc vcla jurlto a ó1.

Quisiera abrir los ojos, pero le contiene el temor cle no poder

hacerlo. ¡ Qué lástima para el que ahora le vela si lo sor-prendiera en un estéril esfuerzo de levantar los párpados,que deben pesarle como nunca ! Ilsa mano que abre los ojosde todos los mucrtos, qué bien le haría ahora, recién nacido,ahorrándole este esfuerzo a que no se atreve.

Debe de estar, supino sobre un lecho muy duro, másblanco que las sábanas. Sus manos -no adivina su posi-ción- estarán rígidamente asidas a ese lienzo de seda cuyocontacto le regala, desde su despertar, con un placer quenunca, ni cuando las pasaba por dorsos femeninos, en suotra vida, había experimentado. No adivina el gesto de sus

brazos, pero de sus dedos sí sabe que, deteniéndose muchoen cada milímetro de lienzo, pasan y repasan, deliciosamente,los millones cle celdillas que responden con un temblo¡ acorde,perceptible tan sólo para sus nervios nacientes. Y este tem-blor le va haciendo recordar las imágenes impuras quepoblaban su vicla anterior al gran sueño que acaba de aban-donar y que fué, éste, una cuaresma huérfana de mujer,de amor, <le tristcza.

Será una rrnjcr la que le vela, poreuc el olor de su sexotriunfa sobrc la asepsia de hospital que le envuelve comopodría envolverle, en el vacío, la nada. Es como si en Iatiniebla nr¿'Ls honda subiera a é1, desde un estanque, oblicua,Ia luz ric una cstrella muy roja, o mejor muy verdc, con eseverde pútrido de los pantanos. Recuerd:r el olor de otrasmujeres, los sábaclos, cuando con las cabelleras húmedas so-bre la espalda, junto al grito de blancura quc eran, en laestancia hogareña, las ropas que planchaban, le hacían sa-borear cl inocente l icor de 1o único l impio que gustaría,después, en la noche sabatina, que al encenegarle los sentidossólo le dejaba incólunre el olfato. I l l las, las nocturnas, lercprochaban luego, rlesconccrtaclas, preguntándole si amabapor las narices.

¿ Y si se habrá quedado ciego ? Debiera vcr la franjamorada dc cuando, enlaluz, se cierran los ojos. ¿O estarála habitación a oscuras ? Qué dolor nacer en la noche yqué incompleto nacimiento el de aquel de cuya madre nopuede decirse, l i teralmente, el giro de los cronistas de so-ciales: "dió a lú2" ... Mejor seguir como está ahora, sinatreverse a nacer antes de tiempo, respetuoso de esta hambresuya de gozaÍ, íntegramente, el tesoro que va reconquis-

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los hace apretarle, desequilibradamente, en sólo algunos tre-

chos de su memoria. Piensa Ernesto que antes, quizá lanoche le serviría para ordenar lo vivido, el día para ordenarlo soñaclo; pero ésta ha sido una noche polar, de muchosmeses, en los que ha soñado sin descanso un solo día largo-sin lagunas de sueño- como un viaje de Ashaverus que

hasta Josafat no se detiene.Le queda un pensamiento divino, evolucionando como

un león enjaulado por los dos hernisferios de su cerebro,describiendo mil veces cada vez el signo <le ese infinito que

entrevió en su sueño. Y una sed dolorosa de tenclerse sobre

su carne, de reposar en el ejercicio de sus cinco sentidos,tan olvidados ahora que puede ver sin sus ojos, tocar sin

sus manos abandonadas, muettas, sobre las sábanas. ¡Quédescanso oírse el coraz6n, en su sístole diástole olvidada, en-

sordecedora! Dcbe de haber cerca un reloj, porque junto

a su pulso sin ricncla se oyc otro isircrono e intachable.

O será el corazón inclifercnte de alguicn quc vcla jurlto a ó1.

Quisiera abrir los ojos, pero le contiene el temor cle no poder

hacerlo. ¡ Qué lástima para el que ahora le vela si lo sor-prendiera en un estéril esfuerzo de levantar los párpados,que deben pesarle como nunca ! Ilsa mano que abre los ojosde todos los mucrtos, qué bien le haría ahora, recién nacido,ahorrándole este esfuerzo a que no se atreve.

Debe de estar, supino sobre un lecho muy duro, másblanco que las sábanas. Sus manos -no adivina su posi-ción- estarán rígidamente asidas a ese lienzo de seda cuyocontacto le regala, desde su despertar, con un placer quenunca, ni cuando las pasaba por dorsos femeninos, en suotra vida, había experimentado. No adivina el gesto de sus

brazos, pero de sus dedos sí sabe que, deteniéndose muchoen cada milímetro de lienzo, pasan y repasan, deliciosamente,los millones cle celdillas que responden con un temblo¡ acorde,perceptible tan sólo para sus nervios nacientes. Y este tem-blor le va haciendo recordar las imágenes impuras quepoblaban su vicla anterior al gran sueño que acaba de aban-donar y que fué, éste, una cuaresma huérfana de mujer,de amor, <le tristcza.

Será una rrnjcr la que le vela, poreuc el olor de su sexotriunfa sobrc la asepsia de hospital que le envuelve comopodría envolverle, en el vacío, la nada. Es como si en Iatiniebla nr¿'Ls honda subiera a é1, desde un estanque, oblicua,Ia luz ric una cstrella muy roja, o mejor muy verdc, con eseverde pútrido de los pantanos. Recuerd:r el olor de otrasmujeres, los sábaclos, cuando con las cabelleras húmedas so-bre la espalda, junto al grito de blancura quc eran, en laestancia hogareña, las ropas que planchaban, le hacían sa-borear cl inocente l icor de 1o único l impio que gustaría,después, en la noche sabatina, que al encenegarle los sentidossólo le dejaba incólunre el olfato. I l l las, las nocturnas, lercprochaban luego, rlesconccrtaclas, preguntándole si amabapor las narices.

¿ Y si se habrá quedado ciego ? Debiera vcr la franjamorada dc cuando, enlaluz, se cierran los ojos. ¿O estarála habitación a oscuras ? Qué dolor nacer en la noche yqué incompleto nacimiento el de aquel de cuya madre nopuede decirse, l i teralmente, el giro de los cronistas de so-ciales: "dió a lú2" ... Mejor seguir como está ahora, sinatreverse a nacer antes de tiempo, respetuoso de esta hambresuya de gozaÍ, íntegramente, el tesoro que va reconquis-

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tando. Cuando sea el día, y esa mujer se bañe de luz, en-marcada en la ventana, Ernesto alzará, sin apresurarse, laotra ventana de sus párpados. Pero su primera mirada'serápara sus brazos, cuyo gesto no puede, no puede imaginar.Lo intentará mañana, bajo la luz.

No, mejor ahora: estarán tan blancos sus brazos quepodrán destacarse en la más densa de las sombras, resaltandosu blancura sobre la de las sábarras . . . Mas ¡ay !, que suprimera mirada, la que él destinaba, lirnpia, para sí, se leha dado larga, untuosa, ciñéndola como rln brazo, a la mujerque se inclina sobre él y dice, fatigada, un rnonosílabo sa-lud4ble:

- ¡ Y a . . . !

15, Elena

Es Elena, la reconoce Ernesto fácilmentc; en su otravida tenía un bigotito castaño, a la inglesa, que <laba lamedida exacta de la boca de Elena; pero afirmaba, en uncumplido exagerado, que cuando dejaba de afeitárselo crecíahasta el tamaño de cada uno de sus ojos, del r¡ismo colorque los suyos, pero más largos y anchos y como congelados:o a Ernesto se le parecería porque las lágrimas tardabanmucho tiempo en llenarlos, en tanto que las de él devorabankilómetros.

En aquellos tiempos, por la noche, el elogio preferíasiempre irse a los ojos, acaso por falta de otra medida delo vivido cada día. O sería que él se había propuesto serpoeta lírico, profesión melancólica, elegante y, a pesar de

1 8 0 l 8 l

ello, estoica, hecha de la constancia en renunciar a los datosexactos del mundo, por buscar los datos exactos del tras-mundo. lrl sc entiende. El caso es que parecía que cadadía vivido iba agrandándoselos más, l lenándoselos cada vezr¡ás de las dtrlccs cosas del muntlo, y era muy grato, parar¡edir 1o vivit lo, ir.rclinarse a cont¡rr l¿s estrellas que cabíancada nocht, t 'n los cspcjitos gcrnclos, quc tenían una fosfo-rescencia lcclrosrr, conro la tlcl ciclo de la ciudad, cuandoiluevc. Y ¡>:rr':r t¡uc l i lcn:r lo pernrit iera, era indispensable laargucia Jrrt 'r, i : i t lc urr clogio tcndencipso. Luego que, comoera su nor,i;r, lc intcresaba saber lo que había hecho durantela jornarla, y rnás que en sus palabras, erizadas de interro-gacioncs, lo lcía é1 en sus ojos, que por una reparticiónequitativa del trabajo habían contraído la obligación de res-ponrlcr sien-rprc.

Era fácil: cuando los ojos le crecían hacia los lados, eraque había coqueteado un poquito con los vecinos i y, si paraabajo:

-Tú has pensado en cosas trascendentales hoy, Elena, yeso no cstá bicn, te envejece.

Un día supo, así, que había llorado. Se azoró; si tornabala costumbre . . . Porque el llanto, Ernesto lo sabía, no esrlna cosa natural, sino un arte, de aprendizaje más o menoslaborioso, pero ineludible. Dicen de algunos clue nacen llo-rando, pero Ernesto no lo creía; era improbable, a no supo-ner cie rto entrcnamiento uterino, dirigido de peregrinamanera por csas madres muy sentirnentales, muy sentimenta-les, de Corazón de Amicis en vez de órgano cardíaco. Fuéentonccs, tambión, cuando conoció él el t iempo que tardabanlas lágrimas en l lenar sus pupilas y, como a pesar de sus

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tando. Cuando sea el día, y esa mujer se bañe de luz, en-marcada en la ventana, Ernesto alzará, sin apresurarse, laotra ventana de sus párpados. Pero su primera mirada'serápara sus brazos, cuyo gesto no puede, no puede imaginar.Lo intentará mañana, bajo la luz.

No, mejor ahora: estarán tan blancos sus brazos quepodrán destacarse en la más densa de las sombras, resaltandosu blancura sobre la de las sábarras . . . Mas ¡ay !, que suprimera mirada, la que él destinaba, lirnpia, para sí, se leha dado larga, untuosa, ciñéndola como rln brazo, a la mujerque se inclina sobre él y dice, fatigada, un rnonosílabo sa-lud4ble:

- ¡ Y a . . . !

15, Elena

Es Elena, la reconoce Ernesto fácilmentc; en su otravida tenía un bigotito castaño, a la inglesa, que <laba lamedida exacta de la boca de Elena; pero afirmaba, en uncumplido exagerado, que cuando dejaba de afeitárselo crecíahasta el tamaño de cada uno de sus ojos, del r¡ismo colorque los suyos, pero más largos y anchos y como congelados:o a Ernesto se le parecería porque las lágrimas tardabanmucho tiempo en llenarlos, en tanto que las de él devorabankilómetros.

En aquellos tiempos, por la noche, el elogio preferíasiempre irse a los ojos, acaso por falta de otra medida delo vivido cada día. O sería que él se había propuesto serpoeta lírico, profesión melancólica, elegante y, a pesar de

1 8 0 l 8 l

ello, estoica, hecha de la constancia en renunciar a los datosexactos del mundo, por buscar los datos exactos del tras-mundo. lrl sc entiende. El caso es que parecía que cadadía vivido iba agrandándoselos más, l lenándoselos cada vezr¡ás de las dtrlccs cosas del muntlo, y era muy grato, parar¡edir 1o vivit lo, ir.rclinarse a cont¡rr l¿s estrellas que cabíancada nocht, t 'n los cspcjitos gcrnclos, quc tenían una fosfo-rescencia lcclrosrr, conro la tlcl ciclo de la ciudad, cuandoiluevc. Y ¡>:rr':r t¡uc l i lcn:r lo pernrit iera, era indispensable laargucia Jrrt 'r, i : i t lc urr clogio tcndencipso. Luego que, comoera su nor,i;r, lc intcresaba saber lo que había hecho durantela jornarla, y rnás que en sus palabras, erizadas de interro-gacioncs, lo lcía é1 en sus ojos, que por una reparticiónequitativa del trabajo habían contraído la obligación de res-ponrlcr sien-rprc.

Era fácil: cuando los ojos le crecían hacia los lados, eraque había coqueteado un poquito con los vecinos i y, si paraabajo:

-Tú has pensado en cosas trascendentales hoy, Elena, yeso no cstá bicn, te envejece.

Un día supo, así, que había llorado. Se azoró; si tornabala costumbre . . . Porque el llanto, Ernesto lo sabía, no esrlna cosa natural, sino un arte, de aprendizaje más o menoslaborioso, pero ineludible. Dicen de algunos clue nacen llo-rando, pero Ernesto no lo creía; era improbable, a no supo-ner cie rto entrcnamiento uterino, dirigido de peregrinamanera por csas madres muy sentirnentales, muy sentimenta-les, de Corazón de Amicis en vez de órgano cardíaco. Fuéentonccs, tambión, cuando conoció él el t iempo que tardabanlas lágrimas en l lenar sus pupilas y, como a pesar de sus

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discursos pcclantes lloró con el1a, la mayor velocidad de suspropias iágrimas.

¿ Por qué no le extraña verla junto a él ? Iirncsto acabade nacer, sin hipérbole, ante sus ojos, pero ta¡nbién clla naceahora, con todo el universo, para é1. Y le parece que hancrecido paralelamente, por floración espontánea, como esasplantas de los países tropicales que les enscñaban en la es-cuela.

Desfallece, fatigado de la atenciirn sostenida, del naci-miento súbito de toda su memoria. Cierra los ojos, que sóloha tenido abiertos un instante, y regresa al sueño, rnuy hijopródigo.

1ó, lecturas, retratos

Llcna ha termina<lo su cnestionario cle hoy, muy cortoacaso cn considcraciirn dc lo rlébi1 que cstá E,rnesto aún, yse ha retirado a un rincón a coser y a rcsponcler con los ojos.Rosa Amalia ha terminado una relación que él no ha enten-dido, y ofrece ahora:

-¿Prefieres que te lea el periódico o este l ibro?El ya está acostumbrado a no entender las palabras <le

la hermana de Elena, atento a gozarse en el timbre de su voz.Desde hace muchos años se ha dado cuenta de que no dicenada interes¿n¡s -dsm¿siado frío y lógico, demasiado sutiltodo y rebuscado- entregada a un inconsciente afán deponerles música a todas sus palabras; lo había adve¡tido tam-bién en su correspondencia: páginas interminables escritascomo en papel pautado y con signos musicales y, al final,

182 1 8 1

casi sien-rpre en la breve postdata, 1o único que deseaba, ver-daderamente, decirle. En los días lejanos del noviazgo conIilena, Rosa Amalia, menor dos años, terciaba algunas no-ches en la plática, de la que todos salían entonces con unafatiga espiritual y física que era, en la boca, corno clespuésde haber rrascado chicle durante muchas horas. E,ra, leparecía a l irnesto, el pájaro y el jardín y los amantes enaquellos idilios deslucidos en los que sólo debía haber sido,siempre, la hermana de la novia, como en los versos cursis.

Con su voz dttlcer, delgada, está leyrndo las grandes letras

ncgras en que el periódico dice sus cosas éIraves, pesadas,

más negras que las letras. El mundo le llega a Ernesto em-

pcqueñecido, primero, por la mezquindad de los sucesos, y

también regocijado por la modulación con que Rosa Amalia

colabora. Llega a parecerle una zarzuehlla de aires populares

agradables, pero incoRrentes, cn una trama pésimamente

urdida. Los editoriales quisieran hablar con voz ronca y

solemne sus discttrsos incontestables, pero es rntty ef icaz

alambique el que se retuerce de los ojos a la garganta de la

lectora y salen de é1 destilados en un dulzón aguardientefolletinesco, en que la cuestión social es una frágil señoraentretenirla y los hornbres que sobre ella disputan unos sirn-páticos comediantes que representan sus papeles de bajosy <le tenores, de héroes y villanos, con una fácil cólera deteatralidad insospechable. ¿La tragedia? Deben haberse equi-vocado en el formato, porque la dejaron olvidada, confun-clida hasta en su ¡edacción, entre las noticias policíacas. Allíaparecería -¿ hace cuánto ?- una pequeña nota que regoci-jaria a sus más estimados enemigos, aquella mañana que

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discursos pcclantes lloró con el1a, la mayor velocidad de suspropias iágrimas.

¿ Por qué no le extraña verla junto a él ? Iirncsto acabade nacer, sin hipérbole, ante sus ojos, pero ta¡nbién clla naceahora, con todo el universo, para é1. Y le parece que hancrecido paralelamente, por floración espontánea, como esasplantas de los países tropicales que les enscñaban en la es-cuela.

Desfallece, fatigado de la atenciirn sostenida, del naci-miento súbito de toda su memoria. Cierra los ojos, que sóloha tenido abiertos un instante, y regresa al sueño, rnuy hijopródigo.

1ó, lecturas, retratos

Llcna ha termina<lo su cnestionario cle hoy, muy cortoacaso cn considcraciirn dc lo rlébi1 que cstá E,rnesto aún, yse ha retirado a un rincón a coser y a rcsponcler con los ojos.Rosa Amalia ha terminado una relación que él no ha enten-dido, y ofrece ahora:

-¿Prefieres que te lea el periódico o este l ibro?El ya está acostumbrado a no entender las palabras <le

la hermana de Elena, atento a gozarse en el timbre de su voz.Desde hace muchos años se ha dado cuenta de que no dicenada interes¿n¡s -dsm¿siado frío y lógico, demasiado sutiltodo y rebuscado- entregada a un inconsciente afán deponerles música a todas sus palabras; lo había adve¡tido tam-bién en su correspondencia: páginas interminables escritascomo en papel pautado y con signos musicales y, al final,

182 1 8 1

casi sien-rpre en la breve postdata, 1o único que deseaba, ver-daderamente, decirle. En los días lejanos del noviazgo conIilena, Rosa Amalia, menor dos años, terciaba algunas no-ches en la plática, de la que todos salían entonces con unafatiga espiritual y física que era, en la boca, corno clespuésde haber rrascado chicle durante muchas horas. E,ra, leparecía a l irnesto, el pájaro y el jardín y los amantes enaquellos idilios deslucidos en los que sólo debía haber sido,siempre, la hermana de la novia, como en los versos cursis.

Con su voz dttlcer, delgada, está leyrndo las grandes letras

ncgras en que el periódico dice sus cosas éIraves, pesadas,

más negras que las letras. El mundo le llega a Ernesto em-

pcqueñecido, primero, por la mezquindad de los sucesos, y

también regocijado por la modulación con que Rosa Amalia

colabora. Llega a parecerle una zarzuehlla de aires populares

agradables, pero incoRrentes, cn una trama pésimamente

urdida. Los editoriales quisieran hablar con voz ronca y

solemne sus discttrsos incontestables, pero es rntty ef icaz

alambique el que se retuerce de los ojos a la garganta de la

lectora y salen de é1 destilados en un dulzón aguardientefolletinesco, en que la cuestión social es una frágil señoraentretenirla y los hornbres que sobre ella disputan unos sirn-páticos comediantes que representan sus papeles de bajosy <le tenores, de héroes y villanos, con una fácil cólera deteatralidad insospechable. ¿La tragedia? Deben haberse equi-vocado en el formato, porque la dejaron olvidada, confun-clida hasta en su ¡edacción, entre las noticias policíacas. Allíaparecería -¿ hace cuánto ?- una pequeña nota que regoci-jaria a sus más estimados enemigos, aquella mañana que

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l'lr¡rcsto no vivió. Pero ¿ cómo habrán dejado ese poemaentre ios anuncios de ocasión?

A un lado cose Elena. E¡nesto la interroga; sus ojos res-ponden que sí, que sí está pensando en el tío Enrique, queallá en el Real está ahora ganando un dinero que ni siquieraes para gastado por un hijo de él y de Elena.

Vislumbra Ernesto que su figura podría resolverse enchorros, en corrientes caídas de luces y colores. Está la ca-bellera bermeja, sin acabar de caer nunca, con sus oleadasde barro torrencial, sobre los hombros redondos y perfec-tos; y en la confluencia del entrecejo los ojos alargados Llnensus aguas azules a la de las cejas, para seguir por el rectoacueducto de la nariz, rosa de agua de luz de amanecer. Y1o misr¡o pondría su técnica esta para el cuello, para el des-cote, para ese brazo abandonado sobre la rodilla, ahora que

ha dejado un instantc de coser, con la mano detenida en sucaer por un fenómeno gcmclo del que inrnoviliza, e¡r el in-vierno del Niágara, estalactitas de hielo.

De cuando en cuando Rosa Amalia interrumpe su lec-tura -y es entonces cuando Ernesto recuerda que está leyen-do- para ponerle un rápido comentario sin importancia,que é1 finge aplaudir con su zurda sonrisa. La luz del sol,colándose por la persiana, cuadricula la figura de Elena,haciéndole a él recordar los modelos de sus lecciones de di-bujo, en la escuela de este pueblo.

¿La ama tddavía ? ¿ Le amó clla alguna vez? Le extrañael verla, como si no fuera ella, de perfil, en el espejo delropero, porque le parece increíble que éste pueda reflejarotro rostro que el suyo, que ya era en é1 corno un cuadro,

t84I ó )

inmóvil y eterno, que no se borraría ni cuanclo clejara él

de mirarlo. Era aquel ingenio narcisismo superficial ante-

rior a su salicla, hijo pródigo, dc estc hogar dc su padre,

del tío E,nriqr-re despuós, cn donde cntonces no había más

mujrres clue las vicjas criaclas quc habían conocido a "aquclla

clue é1 no osa notrbrar". Pcro volvió a la hora prccisa cle la

Biblia, y lc irrita esta infidcliclatl de su cspcio, 1an insospe-

chada, que quién sabc c1uó rostro reflejarí: l ahora si I irrtest¿r

1o mirara. ¿A cluién se parecerá con cstas vcndas? ¿A Apol-

l inaire? Sicnte ttna necesidacl casi física de saberlo, pero si

pide un espcjo se reirár.r clc él las cló\s rltt lchacll¿ts ; se acer-

cara Elena . . . cn sus oios, cor-uo antes.

17, cl tfu.ocl Erttcsto

T.iajrt ltrs ir/rlparlos, pcro no para pensar cll si misrno. )rlopodrí:r. LTnos pasos dc r.nttjer que se alejan clistraen demasia-clo, pcro n.rírs c'l ruido dc escoba qne hacen clos sttelas degolna; son pasos firmcs, varoniles, que hacen un rumorprogrcsivo tlc novcnt;r ccrrtímctros mírs ccrca catla vez ; sinla prccarrción clc las sttclas cle goma, clttr:darían inrpresas cn elpiso rle ccmcnto del corrcrlol sus huellas ; ) 'a cstá en Ia puer-

ta; r 's cl ángcl Erncsto, un ángel quc pe sara, corno los dcPoussin. ¿ Qué, clecía la irrposibil idacl de pcnsar cn sí lnisrrro?

Si es ól misrno quien aparcce, un poco avejcntado, pero

mhs fnerte, sano, sonriente, bajo el clintcl. Es Ernesto a los

cincuenta y tantos años: ¿ Cómo había vivido, tan sin memo-

ria, aqucl adicior-ral cuarto dc siglo? Iis é1 quien sonríe aalguien que está recostado en la cama, con tlna cicatriz en

Page 211: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

l'lr¡rcsto no vivió. Pero ¿ cómo habrán dejado ese poemaentre ios anuncios de ocasión?

A un lado cose Elena. E¡nesto la interroga; sus ojos res-ponden que sí, que sí está pensando en el tío Enrique, queallá en el Real está ahora ganando un dinero que ni siquieraes para gastado por un hijo de él y de Elena.

Vislumbra Ernesto que su figura podría resolverse enchorros, en corrientes caídas de luces y colores. Está la ca-bellera bermeja, sin acabar de caer nunca, con sus oleadasde barro torrencial, sobre los hombros redondos y perfec-tos; y en la confluencia del entrecejo los ojos alargados Llnensus aguas azules a la de las cejas, para seguir por el rectoacueducto de la nariz, rosa de agua de luz de amanecer. Y1o misr¡o pondría su técnica esta para el cuello, para el des-cote, para ese brazo abandonado sobre la rodilla, ahora que

ha dejado un instantc de coser, con la mano detenida en sucaer por un fenómeno gcmclo del que inrnoviliza, e¡r el in-vierno del Niágara, estalactitas de hielo.

De cuando en cuando Rosa Amalia interrumpe su lec-tura -y es entonces cuando Ernesto recuerda que está leyen-do- para ponerle un rápido comentario sin importancia,que é1 finge aplaudir con su zurda sonrisa. La luz del sol,colándose por la persiana, cuadricula la figura de Elena,haciéndole a él recordar los modelos de sus lecciones de di-bujo, en la escuela de este pueblo.

¿La ama tddavía ? ¿ Le amó clla alguna vez? Le extrañael verla, como si no fuera ella, de perfil, en el espejo delropero, porque le parece increíble que éste pueda reflejarotro rostro que el suyo, que ya era en é1 corno un cuadro,

t84I ó )

inmóvil y eterno, que no se borraría ni cuanclo clejara él

de mirarlo. Era aquel ingenio narcisismo superficial ante-

rior a su salicla, hijo pródigo, dc estc hogar dc su padre,

del tío E,nriqr-re despuós, cn donde cntonces no había más

mujrres clue las vicjas criaclas quc habían conocido a "aquclla

clue é1 no osa notrbrar". Pcro volvió a la hora prccisa cle la

Biblia, y lc irrita esta infidcliclatl de su cspcio, 1an insospe-

chada, que quién sabc c1uó rostro reflejarí: l ahora si I irrtest¿r

1o mirara. ¿A cluién se parecerá con cstas vcndas? ¿A Apol-

l inaire? Sicnte ttna necesidacl casi física de saberlo, pero si

pide un espcjo se reirár.r clc él las cló\s rltt lchacll¿ts ; se acer-

cara Elena . . . cn sus oios, cor-uo antes.

17, cl tfu.ocl Erttcsto

T.iajrt ltrs ir/rlparlos, pcro no para pensar cll si misrno. )rlopodrí:r. LTnos pasos dc r.nttjer que se alejan clistraen demasia-clo, pcro n.rírs c'l ruido dc escoba qne hacen clos sttelas degolna; son pasos firmcs, varoniles, que hacen un rumorprogrcsivo tlc novcnt;r ccrrtímctros mírs ccrca catla vez ; sinla prccarrción clc las sttclas cle goma, clttr:darían inrpresas cn elpiso rle ccmcnto del corrcrlol sus huellas ; ) 'a cstá en Ia puer-

ta; r 's cl ángcl Erncsto, un ángel quc pe sara, corno los dcPoussin. ¿ Qué, clecía la irrposibil idacl de pcnsar cn sí lnisrrro?

Si es ól misrno quien aparcce, un poco avejcntado, pero

mhs fnerte, sano, sonriente, bajo el clintcl. Es Ernesto a los

cincuenta y tantos años: ¿ Cómo había vivido, tan sin memo-

ria, aqucl adicior-ral cuarto dc siglo? Iis é1 quien sonríe aalguien que está recostado en la cama, con tlna cicatriz en

Page 212: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

la frentc, y lo salurla y lo besa, l larnánclole hijo;cl otro 1'ro

contesta y finge dorrnir, porclue no se resigna' perezoso, a

ser actor en uua comedia en la que se le había reservaclo

butaca cle sr.rcño tan córnoda.

Se ha qr.redado un poco sorprerrdido, además, viendo con

los ojos entrecerratlos qtle no ha carnbiaclo casi, ni su tr ':r je

es, cn manera algttua, extravagatltc; t le cortc sobt' io, eso sí,

<le colorcs oscLlros, coltlo corresponrle a su scricdad cle hom-

bre t¡ucrto. Se afeita la barba )' 1as guías tlel bigotc sou

rnoderradas. l 'ero qtrizá lo que al otro lc aclrl ira cs la for-

taleza tle rrrincro, 1a crrergía clue plesidc torlos los adettlancs

rlel Angcl l irncs'¡o. Ahora 1o está vicnclo coll stls ojos apa-ga-

dos, hundiclos; pcro, atlnqtle se le parcce, couprcnclc que

lro, no cs rlc su raza; sL1 mirada cs l l lolesta' itr lpcrtir lcntc:

¿ st r l r i j r r ? , h; rbí l r ( l l lc vcr .

l i l ici;r lrrr:r It ' irr itt ' tt ' t t<l:t, pt'ro rlcscit ' l ttcr¡o cottrt lt-etrt lt: 1a

i r rut i l i , l :L<l t lc hrr l r la l ' r l t 's r l t ' ¡ r r . r i lx I a l l l l s ( ' r ta l l l robt 'c , ta t r

t lóbil. l .t ' hlrlr lar:i nrc'jor <ltt lccr.rtctttt-. No 1-ror pit ' t l : i<l : los

lrombr.cs tle lt '" r-az¿r dcl Ang-rl l irncsto 1'a la lrabíarr luxt¿I(io

trn clía, cu ttn <lcsierto r'tllly septcntrional qtte abonaroll cotl

su sangrc para ver alzarse una selva de hierro y de celncnto

arr-nado.Jil Angel I irrlcsto habla a El'uesto, y éste complcndc qtte

en realirlacl c's el conrpañero cle acluella que él "tto osr ttotl l-

brar", la que tenía las manos r.nhs dulces del n.runclo, y que

se fué urra tardc al piso cle ar¡iba a ct'uzarlas sobre su seno ;

a é1 1o l lcvaron a verla, blatrc:r, pcro cl espejo cle sus ojos

se había empañ&do inefablemente, con el lienzo <lc los pár-

pados cncirna, colno las gasas negras que pusieron después

en to<los los de la casa. Y é1 ya había aprendiclo que losespcjos sri lo Io son cuando nos rniran. Recuerda que su padrela anralra nlhs aún que a la mina, rnás aún clue a los partidoscle bcisbol, ): (lue en su despacho la habían eternizaclo viendosin vcr, <lcsrlc el trasmundo, asomada a su ventana de oro.

Il l Arrecl l inlcsto le mira con su mirada más dura, y lehabla tlc rrrr rl4rsarlo vergonzoso, y le dice que está a puntode court'tt 'r rul;r rleslralt¿rd con el tío Enrique, y que su futu-ro serír inflrnlt ' . lr l Ana'r,l Jlrrrcsto no sabrá de pieclad, perocl dcbcr, r 'rr c:unlrio, lo q*tfiR alri lc<li l lo. Y después dctodo Iinrcsto cs cl nrirr, r ' l rnalo, cl cluc sólo lanrenta ahora,en vcz <Jc srr pcü,lc-r, no habcr aprendiclo a ticmpo el lcn-guaje quc hal¡laba aqucl rctrato; si ahora 1o strpiera, quéfácil lc scría convencer al ángel; renunciaría a ello, sinembargo, porque recuerda quc la írnica vez que vió emocio-nado cl ángel le pareció tarr ridículo como Hórcrrlcs conlas vestiduras de Or¡falia, y esto lc hizo l lorar.

Además, ya sabe el secreto de la fingida dureza clel án-gel, que es su nranera rle corcliaiidacl. Ei que ha echarlocallo cn el coraz<'¡n es é1, Irrnesto. que, clóbil, se sabe la for-taleza de Ia hipocresía y \¡a a erl lpezar a mtntir clentro deuu nrornento, cuando acabe de soñar en aciucl retrato. Pcro,en stt honor, sólo dirá mentiras necesarias. . .

78, wtas falobra.r deI autor

Mc arrtici l io :rl míis justo rcproche, para dccir cluc hcquerido así nri historia, vestida dc arlequín, hecha toda rlcpedacitos de prosa dc color y clase diferentes. Só1o el hilo

1 8 6 t B 7

Page 213: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

la frentc, y lo salurla y lo besa, l larnánclole hijo;cl otro 1'ro

contesta y finge dorrnir, porclue no se resigna' perezoso, a

ser actor en uua comedia en la que se le había reservaclo

butaca cle sr.rcño tan córnoda.

Se ha qr.redado un poco sorprerrdido, además, viendo con

los ojos entrecerratlos qtle no ha carnbiaclo casi, ni su tr ':r je

es, cn manera algttua, extravagatltc; t le cortc sobt' io, eso sí,

<le colorcs oscLlros, coltlo corresponrle a su scricdad cle hom-

bre t¡ucrto. Se afeita la barba )' 1as guías tlel bigotc sou

rnoderradas. l 'ero qtrizá lo que al otro lc aclrl ira cs la for-

taleza tle rrrincro, 1a crrergía clue plesidc torlos los adettlancs

rlel Angcl l irncs'¡o. Ahora 1o está vicnclo coll stls ojos apa-ga-

dos, hundiclos; pcro, atlnqtle se le parcce, couprcnclc que

lro, no cs rlc su raza; sL1 mirada cs l l lolesta' itr lpcrtir lcntc:

¿ st r l r i j r r ? , h; rbí l r ( l l lc vcr .

l i l ici;r lrrr:r It ' irr itt ' tt ' t t<l:t, pt'ro rlcscit ' l ttcr¡o cottrt lt-etrt lt: 1a

i r rut i l i , l :L<l t lc hrr l r la l ' r l t 's r l t ' ¡ r r . r i lx I a l l l l s ( ' r ta l l l robt 'c , ta t r

t lóbil. l .t ' hlrlr lar:i nrc'jor <ltt lccr.rtctttt-. No 1-ror pit ' t l : i<l : los

lrombr.cs tle lt '" r-az¿r dcl Ang-rl l irncsto 1'a la lrabíarr luxt¿I(io

trn clía, cu ttn <lcsierto r'tllly septcntrional qtte abonaroll cotl

su sangrc para ver alzarse una selva de hierro y de celncnto

arr-nado.Jil Angel I irrlcsto habla a El'uesto, y éste complcndc qtte

en realirlacl c's el conrpañero cle acluella que él "tto osr ttotl l-

brar", la que tenía las manos r.nhs dulces del n.runclo, y que

se fué urra tardc al piso cle ar¡iba a ct'uzarlas sobre su seno ;

a é1 1o l lcvaron a verla, blatrc:r, pcro cl espejo cle sus ojos

se había empañ&do inefablemente, con el lienzo <lc los pár-

pados cncirna, colno las gasas negras que pusieron después

en to<los los de la casa. Y é1 ya había aprendiclo que losespcjos sri lo Io son cuando nos rniran. Recuerda que su padrela anralra nlhs aún que a la mina, rnás aún clue a los partidoscle bcisbol, ): (lue en su despacho la habían eternizaclo viendosin vcr, <lcsrlc el trasmundo, asomada a su ventana de oro.

Il l Arrecl l inlcsto le mira con su mirada más dura, y lehabla tlc rrrr rl4rsarlo vergonzoso, y le dice que está a puntode court'tt 'r rul;r rleslralt¿rd con el tío Enrique, y que su futu-ro serír inflrnlt ' . lr l Ana'r,l Jlrrrcsto no sabrá de pieclad, perocl dcbcr, r 'rr c:unlrio, lo q*tfiR alri lc<li l lo. Y después dctodo Iinrcsto cs cl nrirr, r ' l rnalo, cl cluc sólo lanrenta ahora,en vcz <Jc srr pcü,lc-r, no habcr aprendiclo a ticmpo el lcn-guaje quc hal¡laba aqucl rctrato; si ahora 1o strpiera, quéfácil lc scría convencer al ángel; renunciaría a ello, sinembargo, porque recuerda quc la írnica vez que vió emocio-nado cl ángel le pareció tarr ridículo como Hórcrrlcs conlas vestiduras de Or¡falia, y esto lc hizo l lorar.

Además, ya sabe el secreto de la fingida dureza clel án-gel, que es su nranera rle corcliaiidacl. Ei que ha echarlocallo cn el coraz<'¡n es é1, Irrnesto. que, clóbil, se sabe la for-taleza de Ia hipocresía y \¡a a erl lpezar a mtntir clentro deuu nrornento, cuando acabe de soñar en aciucl retrato. Pcro,en stt honor, sólo dirá mentiras necesarias. . .

78, wtas falobra.r deI autor

Mc arrtici l io :rl míis justo rcproche, para dccir cluc hcquerido así nri historia, vestida dc arlequín, hecha toda rlcpedacitos de prosa dc color y clase diferentes. Só1o el hilo

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<le 1a atcnción cle los nnnrcrai;lcs lectorcs puc<le nnirlosentrc sí, hilo que no clnisiera J'o tan frágil, alncnazándomecon la c¿rída si n-le sueltan ojos ajenos, a la mitad de mipirueta. Soy nruy nrediano alambrista.

Diréis arlentás : cse E,rnesto es sólo un f antoche. Aún no,

¡ay ! Apenas casi un fantoche. Perdótr, pero el t letcrnrinis-

rno quiere, en lnis novela-., la evolucirin de la nada al hom-

bre, pasando por el fantoche. La escala al revós mc repucna.

Estaba l1t1y oscuro, y mi lhrrpara era pcclucñita. Algunosrecor.nien<1an abrir las ventanas, pcro eso cs l luy fácil, y

apagar la l lunpara imposible. Siento no po<ler i luminar losgestos confusos, pero "no pocier" es algo cligno rle tomárse-l lrc ('11 ctlcnta.

\-a he rrotaclo, caballeros, que mi personaje sólo tiene

ojos y nrrr.noriu; au¡r recor(ianrlo sólo sabc vcr. Corrrprcndo

quc c lc l r ier : r invcntur le una ¡ rs ico logía y pr ts tat lc r .n i voz.

¡;\ l i !, ,y urrl ir, t:urbiú'n, una lranr¿r, no prcstirrmela nlitoló-gic:r. ¿ I 'or r1ué no, mejor, intercalar aquí cucntos obscenos,sabióndolos yo muy clivcrtidos ? Es que sólo prctcndo rl ibujar

un fantoche. Sin enibargo, no os vaylris tan pronto. los ojos,cle t-stc libro. A lní nre ha succdiclo csta cosa extraorclinaria :

I-Ie cstado, de nochc, rcpasanclo un álbum de dibujos.Por el aire corría el trcn de Cuernavaca, cn esa perspec-tiva absurda quc se cnseña -a mí no nte cucnten, que seenseña- en las escuelas de pintura al aire l ibre. Y cuandolo nriraba más y más intensamente, l legó hasta rni cuarto,aguda y larga, 1a sirena de un tren verdadero. A mí me su-cedió esta cosa extraordinaria.

Voy a usurpar un r.ninuto los ojos de uri trruñeco, porqtle

él está encerraclo, para hablaros de Pachuca, <loncle está la

casa del tío I')nrique.

L9, Pachuca

En las e scuel¿is de Pachuca, ¡qué fácil será entendcr que

la tierra es redonda ! Pero no cóncava, sino convexa, y que

la naranja 1o es vista <lesrle acler.rtr-o, ia otra mitad el cielo.Todo cl pueblo se ha hundirlo por cl peso del reloj central,que ca<1a cuarto de hora inicia uua canción democlada. Es-ta música, a la larga, l lega a pesal rnás que la torre l.nisma.

Se llega cle nochc y nunca se sabe, clescle el balcón clcl hotel,donde te¡mina la tierra y principia cl cielo, lo nrisr.no de car-gados de luces o de estrellas. Por el colurnpio clc las callesse mecr-n, sonánrbulos, unos cíclopes que llevart cn la mano,para mayor comodi<1acl, su ojo único, luminoso y redonclo.

En la nochc, sirlo cllos v los gatos, que los hortrbres vttlgart's

no se aventuran ni cicn pasos por las vereclas falaccs; ellos

si, clue al salir ya sc sabcn a salt.o, con el paracaíclas <le luz

cn la rrnrro, y 1)or cso son cllos los irnicos clientcs de las ta-

bernas nocttlrn¿r-s.

Para los dcnrás habitantes se hatr hecho las farnracias y

las dulcerías, allí tan nulnerosas. Se ha previsto cl exccso

de susto y clcrr:urre de bilis : cle troche, el tcuror a caL'r cn tln;I

mina profuntla ; con la aurora -¡ cl sol !, .sc dicen los ha-

bitantes : (lu(' no lo vean los rninrros, pues abrirían tln pozo

en el ciclo. Y se ponen, ttnánirncs, a soplar corlt l 'a el oricntc

1 8 8 1 8 9

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<le 1a atcnción cle los nnnrcrai;lcs lectorcs puc<le nnirlosentrc sí, hilo que no clnisiera J'o tan frágil, alncnazándomecon la c¿rída si n-le sueltan ojos ajenos, a la mitad de mipirueta. Soy nruy nrediano alambrista.

Diréis arlentás : cse E,rnesto es sólo un f antoche. Aún no,

¡ay ! Apenas casi un fantoche. Perdótr, pero el t letcrnrinis-

rno quiere, en lnis novela-., la evolucirin de la nada al hom-

bre, pasando por el fantoche. La escala al revós mc repucna.

Estaba l1t1y oscuro, y mi lhrrpara era pcclucñita. Algunosrecor.nien<1an abrir las ventanas, pcro eso cs l luy fácil, y

apagar la l lunpara imposible. Siento no po<ler i luminar losgestos confusos, pero "no pocier" es algo cligno rle tomárse-l lrc ('11 ctlcnta.

\-a he rrotaclo, caballeros, que mi personaje sólo tiene

ojos y nrrr.noriu; au¡r recor(ianrlo sólo sabc vcr. Corrrprcndo

quc c lc l r ier : r invcntur le una ¡ rs ico logía y pr ts tat lc r .n i voz.

¡;\ l i !, ,y urrl ir, t:urbiú'n, una lranr¿r, no prcstirrmela nlitoló-gic:r. ¿ I 'or r1ué no, mejor, intercalar aquí cucntos obscenos,sabióndolos yo muy clivcrtidos ? Es que sólo prctcndo rl ibujar

un fantoche. Sin enibargo, no os vaylris tan pronto. los ojos,cle t-stc libro. A lní nre ha succdiclo csta cosa extraorclinaria :

I-Ie cstado, de nochc, rcpasanclo un álbum de dibujos.Por el aire corría el trcn de Cuernavaca, cn esa perspec-tiva absurda quc se cnseña -a mí no nte cucnten, que seenseña- en las escuelas de pintura al aire l ibre. Y cuandolo nriraba más y más intensamente, l legó hasta rni cuarto,aguda y larga, 1a sirena de un tren verdadero. A mí me su-cedió esta cosa extraordinaria.

Voy a usurpar un r.ninuto los ojos de uri trruñeco, porqtle

él está encerraclo, para hablaros de Pachuca, <loncle está la

casa del tío I')nrique.

L9, Pachuca

En las e scuel¿is de Pachuca, ¡qué fácil será entendcr que

la tierra es redonda ! Pero no cóncava, sino convexa, y que

la naranja 1o es vista <lesrle acler.rtr-o, ia otra mitad el cielo.Todo cl pueblo se ha hundirlo por cl peso del reloj central,que ca<1a cuarto de hora inicia uua canción democlada. Es-ta música, a la larga, l lega a pesal rnás que la torre l.nisma.

Se llega cle nochc y nunca se sabe, clescle el balcón clcl hotel,donde te¡mina la tierra y principia cl cielo, lo nrisr.no de car-gados de luces o de estrellas. Por el colurnpio clc las callesse mecr-n, sonánrbulos, unos cíclopes que llevart cn la mano,para mayor comodi<1acl, su ojo único, luminoso y redonclo.

En la nochc, sirlo cllos v los gatos, que los hortrbres vttlgart's

no se aventuran ni cicn pasos por las vereclas falaccs; ellos

si, clue al salir ya sc sabcn a salt.o, con el paracaíclas <le luz

cn la rrnrro, y 1)or cso son cllos los irnicos clientcs de las ta-

bernas nocttlrn¿r-s.

Para los dcnrás habitantes se hatr hecho las farnracias y

las dulcerías, allí tan nulnerosas. Se ha previsto cl exccso

de susto y clcrr:urre de bilis : cle troche, el tcuror a caL'r cn tln;I

mina profuntla ; con la aurora -¡ cl sol !, .sc dicen los ha-

bitantes : (lu(' no lo vean los rninrros, pues abrirían tln pozo

en el ciclo. Y se ponen, ttnánirncs, a soplar corlt l 'a el oricntc

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I

cl humo de las chimencas, para vel¿r un poco el oro celeste.Muchas veces han estado a punto de ser sorprendidos en esaactitud de vientos de la antigua cartografía, en una larga fi lalrrnblorosa.

Dcspués ya no pueden disimula¡ su azoro cn todo el día,y en la prirnera parte de la mañana se equivocan invariable-rircntc al comprar o al vencler, al adrrinistrar justicia, al ha-cer cl amor. El reloj tarnbién se equivoca. Tiene que corre-gir, cada quince minutos, recomenzándola al infinito, elprincipio de su cancioncil la.

Iil cielo, en otras partes rnás que un océano, allí es sóloun pequeño lago inverticlo. Las casas, sedientas, escalan loscerros arrastránclose hacia é1. Por él vagan, tortugas aladas,hilcra intcrrninable dc hormigas celestes, las carreti l las delf ttr.rictrlar.

Y los cíclopcs sigucn sienclo, 1'a dc día, r11r poco clc nocherczí te l , l r t .

X'lujcrcs rubias, prorlttcto lattnl¿rtúreico rlcl oro -que

cstíur ahí por cl oro qtte l legaron a buscar sus n-iaridos o sus

pa<1rcs- nriran nostálgicas la única brccha al norte, y se

tiran a los trarrvías clc cola clc pavo colno L1r1a paletada de

nrineral a la vagoncta cle la mina.

Los l iteratos localcs sollozan : -i Ay, córno ahoga este

arrrbientc, a!1, y csos scñores de bigote que abunclan en las

provincias hacen de la ¡iaza rnunicipal la vitrina cle un ex-

pcndio dc postizos. Enfrente cstá la loba dcl bar. Son dema-

siados gcr.nclos. E,l mozo se viste apresuraclo su traje más

tlcsastroso; aumcnta artif iciahlrente su mugre; se ata a1 cue-

11o una cl-ralina casi romántica : hace versos, cocteles y chistes,

malos, fulminantcs y desagraclables, respectivaurente' Habla

de medicina.

l.a me<licirta cs la tpicler.nia vcrclaclera' Todos se contagiatl '

Toclos hablan, a las doce clel día, tic medicina' porque iilgún

viajero r.nacilcnto no llega a bttscar oro, sino salud' a ttn

pu;blo r,ccitto. Sc 1c acimira abiert¡ulrente' ¿Tanto oro tiene'

i aon po." -slrlutl, clue ha venido a eso tan sólo? I-legan estu-

diantes, nritteros, cmpleados' A los dos minutos estin hablan-

do ya de trlr:t l icina.-Yo .-<iice nn pobre- u1la \¡ez tuve ttn resfriado'

Lc interlnrr.rpen miradas frías de desprccio; parece in-

cligna clcl rnirlttto esa casi enferrneclad insignificante' Iil po-

bre calla, l¿rmcntanclo la auscncia en su historia de una dc

trotnbre ¡' tcrapéutica conrplicaclos'

20, la aíctima

A toclo csto el cielo es espeso' La ticrra se futrra una

ch i rnenea r l ás .O lv idabae l j úb i l ode lasmuchachascongo -rras cle colegiala. Olvidaba a los aguadores' balanzas all'l-

bulantcs clc ficl un poco encorvaclo por la inúti l tarea de

tas¡rr ctt ttgtta cl peso clel agua, clemostración patética cle que

la vi<la cs dtlr'a, alll:rrÍia y Pcsa'

No l,ay lt i t lgttt la ciurlari rl l 'rs agria' Si yo conociera un

p a i s a j c t r l á s l t t t s t c r r l , l l t ; ' t s l r r i r l t l c l c t t l l i s r l - t o , r r r c l r a b r í a i t l o

a l lá a pcnsar t l l i t loVt ' l : t . \ ' is l t l r r l ' l r l 'o r l t l t i ' l tcr ror ' t1n tcr ror

ancestral, nlit l tr l l l , r ' l f isiolt 'rgico, ts t ' l corltplcj<l sttntcrgido

decisilo cll sLls habitarrtcs.

1 9 01 9 t

Page 217: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

I

cl humo de las chimencas, para vel¿r un poco el oro celeste.Muchas veces han estado a punto de ser sorprendidos en esaactitud de vientos de la antigua cartografía, en una larga fi lalrrnblorosa.

Dcspués ya no pueden disimula¡ su azoro cn todo el día,y en la prirnera parte de la mañana se equivocan invariable-rircntc al comprar o al vencler, al adrrinistrar justicia, al ha-cer cl amor. El reloj tarnbién se equivoca. Tiene que corre-gir, cada quince minutos, recomenzándola al infinito, elprincipio de su cancioncil la.

Iil cielo, en otras partes rnás que un océano, allí es sóloun pequeño lago inverticlo. Las casas, sedientas, escalan loscerros arrastránclose hacia é1. Por él vagan, tortugas aladas,hilcra intcrrninable dc hormigas celestes, las carreti l las delf ttr.rictrlar.

Y los cíclopcs sigucn sienclo, 1'a dc día, r11r poco clc nocherczí te l , l r t .

X'lujcrcs rubias, prorlttcto lattnl¿rtúreico rlcl oro -que

cstíur ahí por cl oro qtte l legaron a buscar sus n-iaridos o sus

pa<1rcs- nriran nostálgicas la única brccha al norte, y se

tiran a los trarrvías clc cola clc pavo colno L1r1a paletada de

nrineral a la vagoncta cle la mina.

Los l iteratos localcs sollozan : -i Ay, córno ahoga este

arrrbientc, a!1, y csos scñores de bigote que abunclan en las

provincias hacen de la ¡iaza rnunicipal la vitrina cle un ex-

pcndio dc postizos. Enfrente cstá la loba dcl bar. Son dema-

siados gcr.nclos. E,l mozo se viste apresuraclo su traje más

tlcsastroso; aumcnta artif iciahlrente su mugre; se ata a1 cue-

11o una cl-ralina casi romántica : hace versos, cocteles y chistes,

malos, fulminantcs y desagraclables, respectivaurente' Habla

de medicina.

l.a me<licirta cs la tpicler.nia vcrclaclera' Todos se contagiatl '

Toclos hablan, a las doce clel día, tic medicina' porque iilgún

viajero r.nacilcnto no llega a bttscar oro, sino salud' a ttn

pu;blo r,ccitto. Sc 1c acimira abiert¡ulrente' ¿Tanto oro tiene'

i aon po." -slrlutl, clue ha venido a eso tan sólo? I-legan estu-

diantes, nritteros, cmpleados' A los dos minutos estin hablan-

do ya de trlr:t l icina.-Yo .-<iice nn pobre- u1la \¡ez tuve ttn resfriado'

Lc interlnrr.rpen miradas frías de desprccio; parece in-

cligna clcl rnirlttto esa casi enferrneclad insignificante' Iil po-

bre calla, l¿rmcntanclo la auscncia en su historia de una dc

trotnbre ¡' tcrapéutica conrplicaclos'

20, la aíctima

A toclo csto el cielo es espeso' La ticrra se futrra una

ch i rnenea r l ás .O lv idabae l j úb i l ode lasmuchachascongo -rras cle colegiala. Olvidaba a los aguadores' balanzas all'l-

bulantcs clc ficl un poco encorvaclo por la inúti l tarea de

tas¡rr ctt ttgtta cl peso clel agua, clemostración patética cle que

la vi<la cs dtlr'a, alll:rrÍia y Pcsa'

No l,ay lt i t lgttt la ciurlari rl l 'rs agria' Si yo conociera un

p a i s a j c t r l á s l t t t s t c r r l , l l t ; ' t s l r r i r l t l c l c t t l l i s r l - t o , r r r c l r a b r í a i t l o

a l lá a pcnsar t l l i t loVt ' l : t . \ ' is l t l r r l ' l r l 'o r l t l t i ' l tcr ror ' t1n tcr ror

ancestral, nlit l tr l l l , r ' l f isiolt 'rgico, ts t ' l corltplcj<l sttntcrgido

decisilo cll sLls habitarrtcs.

1 9 01 9 t

Page 218: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

¿

Los cíclopes son los culpables. Son unos hombrcs fuertes,

alegrcs, y violentos. Vienen del l leal. Bajan del monte a be-

bersc ios l icores de los de Pachuca, y cargan de paso con sus

mujeres. Aunque no se rccuerda un rapto de las sabinas vio-

lento, con violencia histórica, es in<ludable que se consuma

todos los días, cle r11ra manera legal e hipócrita, bien adaptado

a la época y al ar.nbientc.

Si los de Pachttca no han desaparccido la explicación es

fácil : ¡ 'o tcnía uu amigo con tal aspccto de r'íctirna, que era

de tal rnanera cl t ipo de r'íctima, que todos los que nos acer-

cábamos a él dudábamos un instante si alguna vez 1o habría-

r¡os ofrndido; nos parccía sefiuro quc alguna ocasión lo ha-

bríanros hccho, y, por cscrúpulos, nos acercábamos a élofrcciónclolc nucstra rrrejor sonrisa conro un presente de

clt 'sa¡¡r'avio: así. t ' lr rcaliclarl, no fué nunca víctima de nadie.

T<- l< los los r lc l l i t ' ; r l t icnt ' r r t t t I 'achuc¿r l t r r : rur igo así .

l ' t ' r ' r ¡ ; r l ror '¿r cr r igo t ' t t l : r ¡ rc t l l t t t , ' r ' í l t t l t t 's t r t lx i t i r ra que

acabo rk' cscribir. I in lcali<latl l lo mc intcrcsa el tttranimisrnoconro actividaci nría. Lo único que deseo es dibujar al muñe-

co l lrncsto y a dos rnuchachas lo mismo de falsas quc é1, y

confieso trampa el haberme detenido cn ese fondo algo ba-

rroco, pero que lne era indispensable ¡rara justif icar al¡Junas

cosas. Lo patético scría -r'cd qur sí 1o conrprendo- rl cho-quc cle la curiosidad cle las dos l luchachas -a7¡2¿l¿ por los

<ljos borrascosos de E,rncsto- con el n-rierlo atr.rtosfórico de

Pachuca. Pero tarnpoco es eso lo cluc cltt icro. Estoy a punto

de rcconocer que todo lo cscrito hasta acluí pucdr scr pasado

por atto.

21 , Rosa Amalia

Todos cstos días de convalecencia, Elena, a su lado, hasido el cspacio y el tiempo. El tío Enrique -r1o le guardarencor alguno, pcro nuica se resignará a pensar en él cornoesposo dc lllora- r'iene del Real todos los sábaclos, y día adía se infornra por teléfono de su salud. Esta tarcle ya pudohablarle ól rnismo, y su voz, aclelgazada por la distancia, erafina coll lo voz cle. mujer. Ernesto, en esa a manera de os-curidad rlc la ansencia, lo sentía ccrca, como si estuvieran enuna alcoba nocturna, muy juntos, y tuvo que hacer un es-

frerzo, rloruinlLnclose, para no susurrarle palabras enterne-

cidas.

Rosa Anurlia cs diferente; siempre lo deja vacío de co-

mentarios, pttes l;r ¡rrl ivina falsa, pérficla y muy hábil. En rea-

liclad seres así sólo irttt 'rcsan a los novelistas. Sien-rpre la ha

creído muy lejos rlc la l,onrhrl. Los otros no lo cntiendcn v

la aman sin correspontlt 'rrci¿r. I i l sí, desde cuando ella iba al

colegio.

Tiene los ojos vi 'r, l t 's, l:r ttz- tnuy blanca y la boca colo-

rada. Y, como su l l : r r iz cs at lu i l ina. los días de repar to de

prcrrios la vcstían dc china poblana. Apisonaba, en el patrio

lagar del jaralle, un picante vinil lo de entusiasrno qLle rna-

reaba a la concnrrencia y le rnojaba de rojo los pies. Y se

la hubiera creíclo ingrávida a no ser por los vecinos des-

vclados, <lrrc rcpetían máximas agraristas asegurando que

el snclo tr:r rlt ' todos. l lntusiasnlaba sobre todo al f inal.

cu¿in<lo, in,. 'xlrerta Salomé, ofrecía en la diana str propia ca-

beza cn la charola invertida clcl iarano.

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Page 219: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

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Los cíclopes son los culpables. Son unos hombrcs fuertes,

alegrcs, y violentos. Vienen del l leal. Bajan del monte a be-

bersc ios l icores de los de Pachuca, y cargan de paso con sus

mujeres. Aunque no se rccuerda un rapto de las sabinas vio-

lento, con violencia histórica, es in<ludable que se consuma

todos los días, cle r11ra manera legal e hipócrita, bien adaptado

a la época y al ar.nbientc.

Si los de Pachttca no han desaparccido la explicación es

fácil : ¡ 'o tcnía uu amigo con tal aspccto de r'íctirna, que era

de tal rnanera cl t ipo de r'íctima, que todos los que nos acer-

cábamos a él dudábamos un instante si alguna vez 1o habría-

r¡os ofrndido; nos parccía sefiuro quc alguna ocasión lo ha-

bríanros hccho, y, por cscrúpulos, nos acercábamos a élofrcciónclolc nucstra rrrejor sonrisa conro un presente de

clt 'sa¡¡r'avio: así. t ' lr rcaliclarl, no fué nunca víctima de nadie.

T<- l< los los r lc l l i t ' ; r l t icnt ' r r t t t I 'achuc¿r l t r r : rur igo así .

l ' t ' r ' r ¡ ; r l ror '¿r cr r igo t ' t t l : r ¡ rc t l l t t t , ' r ' í l t t l t t 's t r t lx i t i r ra que

acabo rk' cscribir. I in lcali<latl l lo mc intcrcsa el tttranimisrnoconro actividaci nría. Lo único que deseo es dibujar al muñe-

co l lrncsto y a dos rnuchachas lo mismo de falsas quc é1, y

confieso trampa el haberme detenido cn ese fondo algo ba-

rroco, pero que lne era indispensable ¡rara justif icar al¡Junas

cosas. Lo patético scría -r'cd qur sí 1o conrprendo- rl cho-quc cle la curiosidad cle las dos l luchachas -a7¡2¿l¿ por los

<ljos borrascosos de E,rncsto- con el n-rierlo atr.rtosfórico de

Pachuca. Pero tarnpoco es eso lo cluc cltt icro. Estoy a punto

de rcconocer que todo lo cscrito hasta acluí pucdr scr pasado

por atto.

21 , Rosa Amalia

Todos cstos días de convalecencia, Elena, a su lado, hasido el cspacio y el tiempo. El tío Enrique -r1o le guardarencor alguno, pcro nuica se resignará a pensar en él cornoesposo dc lllora- r'iene del Real todos los sábaclos, y día adía se infornra por teléfono de su salud. Esta tarcle ya pudohablarle ól rnismo, y su voz, aclelgazada por la distancia, erafina coll lo voz cle. mujer. Ernesto, en esa a manera de os-curidad rlc la ansencia, lo sentía ccrca, como si estuvieran enuna alcoba nocturna, muy juntos, y tuvo que hacer un es-

frerzo, rloruinlLnclose, para no susurrarle palabras enterne-

cidas.

Rosa Anurlia cs diferente; siempre lo deja vacío de co-

mentarios, pttes l;r ¡rrl ivina falsa, pérficla y muy hábil. En rea-

liclad seres así sólo irttt 'rcsan a los novelistas. Sien-rpre la ha

creído muy lejos rlc la l,onrhrl. Los otros no lo cntiendcn v

la aman sin correspontlt 'rrci¿r. I i l sí, desde cuando ella iba al

colegio.

Tiene los ojos vi 'r, l t 's, l:r ttz- tnuy blanca y la boca colo-

rada. Y, como su l l : r r iz cs at lu i l ina. los días de repar to de

prcrrios la vcstían dc china poblana. Apisonaba, en el patrio

lagar del jaralle, un picante vinil lo de entusiasrno qLle rna-

reaba a la concnrrencia y le rnojaba de rojo los pies. Y se

la hubiera creíclo ingrávida a no ser por los vecinos des-

vclados, <lrrc rcpetían máximas agraristas asegurando que

el snclo tr:r rlt ' todos. l lntusiasnlaba sobre todo al f inal.

cu¿in<lo, in,. 'xlrerta Salomé, ofrecía en la diana str propia ca-

beza cn la charola invertida clcl iarano.

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Page 220: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Rosa Arnalia tenía conciencia de las responsabil idadesír1e sc contraen llamándosc de una manera tan romántica, y

conro la fuga vertical, cn fortna de llarna, del misticismo, no

l:r atraía, se dedicaba a inrnoralizar a los que la rodeaban.

Erncsto se cree en condiciones de afirmar que ella tenía elt i iablo cn cl cuerpo; era simpática a todos, feliz y felina.-l-cnía

cosas de hombre: le gustaba pensar y su pensamiento

t'ra írgil, pl 'openso a la irortía, y no creía que el amor fuese

uu fin. Naclic en su casa, nadie en la escuela comprendía

1o pcligroso, 1o demoleclor de un carácter así en una sociedad

constituída a base de un mutuo respeto, en los sexos, de lajur- is , l icc ión r le l contrar io .

l irnesto la cree incapaz de piedad. ¿ A qué viene, enton-

c(,s, csil asirlua prcsencia ante la cabecera del enfermo? O

1r¡rr¡r cspiallos o para conrpetir con Elena. Esta sí, ésta sí

nicrt 'ccrí¿r l l nl;ulo clc lf l 'r lcsto cn cl fucgo. Pero Rosa Ama-l i : r . . . I [ : r l l t 'g : r r io : t rnol t 's t r t r l t : s t t i r l -s is tcncia r t tc losa, que

cornprcnclt: i ' l hipl,critu. l) iscttrrc cotr t lttrr:rsiatla lr igica, esirrcapaz rlc cnroción. St'ría un ar-nigo falso y adorable, al(jnc clr cl fondo odiaría para no dcjarse influir por é1. Elena,

a Ia rccániara del enferr¡o, iba a interrogar y a coser; Rosa

-^rnralia a responder suf icientc y a lcer cttando é1, para l ibrar-

sc cle su inteligencia, fingía quedarse clormido.

Sc sientc dcfraudado; no siente elnoción algttna al en-

colltrarsc de nuevo en las calles de su ciuclad; luego que

l'¿rchuca def raucla siemprc un poco a los habitantes; t ienen

siempre dos l-roras mcnos de sol que los dc otras partes.

Pero al menos, ahora qtte ya puede salir, le scrá más

fácil esquivarla. Se está mejor vertical, después de todo. Si

t94 1 9 5

estuviera cn Tepic, cn Cuernavaca, en lJruapan, este jarciínsería hernroso; aqrrí ias flores son muy cle mctal, y eso cuan-tlo las hay, no ahora.

¿ Cónro se ría cste amor de Elena y el tío Enriclue ? In.ra,gina la novcl;r con facil idad, pero recucrda que y:r la escribióel scñor l 'órcz cle Ayala. Tigre Juan, tío Enriclue: cl mismoIrúmcro rlc síl¿rbas fonéticas ¿el mismo significaclo? peroColás . . . l ,-rluartlo . . . no, no rcsulta. Scrá porqur: aqtri; l crala a'errtur;r c'. la noblcza, raza de santos vagabunrlos, rlere)¡cs rit'uros. Y ll¡nesto si dejó el pueblo, si dejó a lllenasin una palabra cle disculpa, fué por los vicios cle la ticrra,que tcní:rn lall l inda voz.

l lra l i ttr¿rttrr¿ su nol' iazgo. Lo prueba quc 1ue9o, rnu-chos años lut'go, cuanclo lt fué a alcanz¿r cluién sabe atlóncle lanoticia dc cs1¡r bocla increíble, sólo le ocurrió la fuga goethia-na de cscribi¡ un clesahogo enrevesado. Lo rccuercla puntuai-r.ncntc, sc llarnaba . . .

22, clcqía en csfiral

r-^ cutirosrn,to. ]lsta de ahora era una mnchacha. vopretcntlo, lmclla. Sus virtudes cr¿in numerosas, pcro ,r..,.n,r, i i-tAS, cor-uo l, istas crin gcnrclos inverti i los. I ln canrbio, par.ast ts v ic ios -s í ¡ ]o r los o 1r ' t 's . - l : r posic i r in < lc l antr . .o j r ) scr con-scrvaba corrccta.

Otr¡ ts c .s ; rs t t . r r í : r t ¡ r r . 'o s( . 1) i t ( ' ( l r . r i , 1 , . '1 i i lL ' r t - r r tc , ca l i f i -car dc cualidarlt.:; ' i r lt ' t le fect.s; r 't.t l , si 'o, sr,r crr.iosiclacl.Ahora, muertu -bicn quc lo só-, r 'siarír inclirraclo sobre mihombro, desde cl trasnrnndo, le,vendo lo quc de ella cscribo

Page 221: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Rosa Arnalia tenía conciencia de las responsabil idadesír1e sc contraen llamándosc de una manera tan romántica, y

conro la fuga vertical, cn fortna de llarna, del misticismo, no

l:r atraía, se dedicaba a inrnoralizar a los que la rodeaban.

Erncsto se cree en condiciones de afirmar que ella tenía elt i iablo cn cl cuerpo; era simpática a todos, feliz y felina.-l-cnía

cosas de hombre: le gustaba pensar y su pensamiento

t'ra írgil, pl 'openso a la irortía, y no creía que el amor fuese

uu fin. Naclic en su casa, nadie en la escuela comprendía

1o pcligroso, 1o demoleclor de un carácter así en una sociedad

constituída a base de un mutuo respeto, en los sexos, de lajur- is , l icc ión r le l contrar io .

l irnesto la cree incapaz de piedad. ¿ A qué viene, enton-

c(,s, csil asirlua prcsencia ante la cabecera del enfermo? O

1r¡rr¡r cspiallos o para conrpetir con Elena. Esta sí, ésta sí

nicrt 'ccrí¿r l l nl;ulo clc lf l 'r lcsto cn cl fucgo. Pero Rosa Ama-l i : r . . . I [ : r l l t 'g : r r io : t rnol t 's t r t r l t : s t t i r l -s is tcncia r t tc losa, que

cornprcnclt: i ' l hipl,critu. l) iscttrrc cotr t lttrr:rsiatla lr igica, esirrcapaz rlc cnroción. St'ría un ar-nigo falso y adorable, al(jnc clr cl fondo odiaría para no dcjarse influir por é1. Elena,

a Ia rccániara del enferr¡o, iba a interrogar y a coser; Rosa

-^rnralia a responder suf icientc y a lcer cttando é1, para l ibrar-

sc cle su inteligencia, fingía quedarse clormido.

Sc sientc dcfraudado; no siente elnoción algttna al en-

colltrarsc de nuevo en las calles de su ciuclad; luego que

l'¿rchuca def raucla siemprc un poco a los habitantes; t ienen

siempre dos l-roras mcnos de sol que los dc otras partes.

Pero al menos, ahora qtte ya puede salir, le scrá más

fácil esquivarla. Se está mejor vertical, después de todo. Si

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estuviera cn Tepic, cn Cuernavaca, en lJruapan, este jarciínsería hernroso; aqrrí ias flores son muy cle mctal, y eso cuan-tlo las hay, no ahora.

¿ Cónro se ría cste amor de Elena y el tío Enriclue ? In.ra,gina la novcl;r con facil idad, pero recucrda que y:r la escribióel scñor l 'órcz cle Ayala. Tigre Juan, tío Enriclue: cl mismoIrúmcro rlc síl¿rbas fonéticas ¿el mismo significaclo? peroColás . . . l ,-rluartlo . . . no, no rcsulta. Scrá porqur: aqtri; l crala a'errtur;r c'. la noblcza, raza de santos vagabunrlos, rlere)¡cs rit'uros. Y ll¡nesto si dejó el pueblo, si dejó a lllenasin una palabra cle disculpa, fué por los vicios cle la ticrra,que tcní:rn lall l inda voz.

l lra l i ttr¿rttrr¿ su nol' iazgo. Lo prueba quc 1ue9o, rnu-chos años lut'go, cuanclo lt fué a alcanz¿r cluién sabe atlóncle lanoticia dc cs1¡r bocla increíble, sólo le ocurrió la fuga goethia-na de cscribi¡ un clesahogo enrevesado. Lo rccuercla puntuai-r.ncntc, sc llarnaba . . .

22, clcqía en csfiral

r-^ cutirosrn,to. ]lsta de ahora era una mnchacha. vopretcntlo, lmclla. Sus virtudes cr¿in numerosas, pcro ,r..,.n,r, i i-tAS, cor-uo l, istas crin gcnrclos inverti i los. I ln canrbio, par.ast ts v ic ios -s í ¡ ]o r los o 1r ' t 's . - l : r posic i r in < lc l antr . .o j r ) scr con-scrvaba corrccta.

Otr¡ ts c .s ; rs t t . r r í : r t ¡ r r . 'o s( . 1) i t ( ' ( l r . r i , 1 , . '1 i i lL ' r t - r r tc , ca l i f i -car dc cualidarlt.:; ' i r lt ' t le fect.s; r 't.t l , si 'o, sr,r crr.iosiclacl.Ahora, muertu -bicn quc lo só-, r 'siarír inclirraclo sobre mihombro, desde cl trasnrnndo, le,vendo lo quc de ella cscribo

Page 222: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

a medida que voy escribiéndolo. Yo debería hacer el es-

carmiento popular de poner aquí una palabra dura, o simple-mente irónica, que la castigase en su falta; pero no me of en-

de, y me halaga, su atención, y cle ella voy a colgar el hilo demi plática, que ya sé que me será auditorio propicio c in-numerable. (Sí, innumerable; imaginad el coro de pequeñas

virtudes como una asamblea escolar sin moscas, sin pajaritas

de papel y sin demasiadas esperanzas en la hora <1e1 rccreo.)

Y, voy a decirlo aunquc no es cierto, se mtt¡ió de curiosi-clad una mañanita tan clara, tan de cristal, que parercía ha-

berse corrido el velo de todos los misterios clel munclo, Yya sólo quedaba el de la rruerte.

LA vr,N'r'ANA. Queclará al siempre la sospecha de que cllano, sino cl dc afuera, la reja interpuesta, era el prcso. Sepoclía lrall lar rlc l;rs nracctas y dc la luna, pero no era necc-sa r io .

Al pasrrr, carla rltt i trct ' nrintttos, cl serrcno, sc can-rbiabacle corrvcrsación y cle postura, y por t1n momcnto cl silcnciovehcrncnte derretía el hierro de la reja. Tanrpoco entonces

tenía alas cl arnor, pero trepaba al cielo, rnuy ágilmente, por

aquclla escalera.

E,ra por llil ochocientos ochenta y aírn no descifraba

James Joyce sus monólogos cl1 cspiral, pero ya se podía

ata¡ las cláusulas del discurso con el lazo sencil lo de unaconsonan(:ia, de ttn gesto, de un recuerdo.

DL DrscuRso. Esta r¡añana llegó Rosa Amalia. Traía

una mariposa en las trenzas. Ya debe ser la primavera. Aho-

t 9 6197

ra te cstl is borrando, mira, pálido, y ya no es verdacl que

rnis dit 'n',ts alumbran. ¿Cómo sería, cuán negra, la boca dcllobo l¡ Ul abuelo no cree en los duendes, pero la cria<la oyóuna nochc: ¿r la llorona. No somos, mira, más qne clos terro-res jóvcncs. ¿De qué estará hecho el temblor? Parecemoscosas de música tañidas por el susto y por el cariiro y porahí llcga t'l scrcno, zuéltanle los ojos.

rir- sri,r{ENo. Ar.anzaba, dentro de su globo de |uz, é1, tantencbroso. Lra el planeta qtle en lnenos tiempo -qrrince

rninutos- recorría su órbita, la írnica cuaclra. Pcro cacla vezera otra vez 1o ir.nprevisto y el suóltan-re los labios.

¿ Dc dtinrle sacaría todas aquellas mantas ? Prcparaba untruco cle circo, dcspojarse una a una de diez americanas,veinte chalecos, treinta camisas. Era aún el invicrno, por-que sí , y aunque no era prec iso.

¿ Quién poclía intentar robarle sus veredas ? Y sin em-bargo é1 tara¡eaba que prir.nero la vida que la querencia,arrullhnclose, porquc 1'a ller,alla consigo sL1 cuna dc luz. Ai1uelfarol. l ira un scrcno jor,ial. Sus horriblcs cigarros. Su lion-radcz. Ya r,ir,íanros cn plcno tcatro cspañol, pcro ¿a quévcnía salirnos con C--iutti ?

rNT[,RIou. IJn cuarto cle minuto, cacla quince, el cie afuc-ra leía nn lenglón de aquella sala. Cosa inocente tan prohi-bida.

lll clía, un parpaclco, tenía su alba en el espejo. Un es-pejo que soñaba retratar a San Jorge, mordido infinitamen-te por el dragón dorado del marco. Aplacaría su sed en el

Page 223: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

a medida que voy escribiéndolo. Yo debería hacer el es-

carmiento popular de poner aquí una palabra dura, o simple-mente irónica, que la castigase en su falta; pero no me of en-

de, y me halaga, su atención, y cle ella voy a colgar el hilo demi plática, que ya sé que me será auditorio propicio c in-numerable. (Sí, innumerable; imaginad el coro de pequeñas

virtudes como una asamblea escolar sin moscas, sin pajaritas

de papel y sin demasiadas esperanzas en la hora <1e1 rccreo.)

Y, voy a decirlo aunquc no es cierto, se mtt¡ió de curiosi-clad una mañanita tan clara, tan de cristal, que parercía ha-

berse corrido el velo de todos los misterios clel munclo, Yya sólo quedaba el de la rruerte.

LA vr,N'r'ANA. Queclará al siempre la sospecha de que cllano, sino cl dc afuera, la reja interpuesta, era el prcso. Sepoclía lrall lar rlc l;rs nracctas y dc la luna, pero no era necc-sa r io .

Al pasrrr, carla rltt i trct ' nrintttos, cl serrcno, sc can-rbiabacle corrvcrsación y cle postura, y por t1n momcnto cl silcnciovehcrncnte derretía el hierro de la reja. Tanrpoco entonces

tenía alas cl arnor, pero trepaba al cielo, rnuy ágilmente, por

aquclla escalera.

E,ra por llil ochocientos ochenta y aírn no descifraba

James Joyce sus monólogos cl1 cspiral, pero ya se podía

ata¡ las cláusulas del discurso con el lazo sencil lo de unaconsonan(:ia, de ttn gesto, de un recuerdo.

DL DrscuRso. Esta r¡añana llegó Rosa Amalia. Traía

una mariposa en las trenzas. Ya debe ser la primavera. Aho-

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ra te cstl is borrando, mira, pálido, y ya no es verdacl que

rnis dit 'n',ts alumbran. ¿Cómo sería, cuán negra, la boca dcllobo l¡ Ul abuelo no cree en los duendes, pero la cria<la oyóuna nochc: ¿r la llorona. No somos, mira, más qne clos terro-res jóvcncs. ¿De qué estará hecho el temblor? Parecemoscosas de música tañidas por el susto y por el cariiro y porahí llcga t'l scrcno, zuéltanle los ojos.

rir- sri,r{ENo. Ar.anzaba, dentro de su globo de |uz, é1, tantencbroso. Lra el planeta qtle en lnenos tiempo -qrrince

rninutos- recorría su órbita, la írnica cuaclra. Pcro cacla vezera otra vez 1o ir.nprevisto y el suóltan-re los labios.

¿ Dc dtinrle sacaría todas aquellas mantas ? Prcparaba untruco cle circo, dcspojarse una a una de diez americanas,veinte chalecos, treinta camisas. Era aún el invicrno, por-que sí , y aunque no era prec iso.

¿ Quién poclía intentar robarle sus veredas ? Y sin em-bargo é1 tara¡eaba que prir.nero la vida que la querencia,arrullhnclose, porquc 1'a ller,alla consigo sL1 cuna dc luz. Ai1uelfarol. l ira un scrcno jor,ial. Sus horriblcs cigarros. Su lion-radcz. Ya r,ir,íanros cn plcno tcatro cspañol, pcro ¿a quévcnía salirnos con C--iutti ?

rNT[,RIou. IJn cuarto cle minuto, cacla quince, el cie afuc-ra leía nn lenglón de aquella sala. Cosa inocente tan prohi-bida.

lll clía, un parpaclco, tenía su alba en el espejo. Un es-pejo que soñaba retratar a San Jorge, mordido infinitamen-te por el dragón dorado del marco. Aplacaría su sed en el

Page 224: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

cstanqlle, )' el q'le cayera al agua sería devorado. llompíana cantar los pájaros en el bosque del tapiz y, en cl rincónmás alejado, sobre el piano que jubaga al dominó, no sesabía si Chopin lúgubre acechaba, santo meclieval, al Dragón,o era é1 mismo otro dragón al acecho de almas sentimenta_lcs. Con qué exquisita corrección se sentaban las sil las delestrado.

A esta cárcel daba otra cárcel, y a su ventanuco se aso_maba esta misma rnuchacha, más inmóvil, más borrosa. másenarnorada ¿de qué, de qué? en su silencio.

EL RDrRAro. Se podía haccr, sin preferencias, el de lavcntana a la calle o el cle la vcntana a la sala. El primerocra llrás fácil, cuadricr.rlatlo por la reja. Co'ro de tus diosas,JTonrllo, cra la sangre translúcida, insípida y aérea qrle co_rría lurjo t ' l rostro cristalino. Sangre sólo cle aroma de san_g.c.. ( ' ,.r, t ' l l ' : i 'rrr. l .rr l¡r rlc \f i lo, la c:rrlre cstaba cn ella,l)efo no t ' l1;r t 'n l;r crrrnc, ni \ icrnrs cn cl nrírrmol.

l-os cabellos rojos, a{u:rccro contra el crepúsculo, sobreel br-rsto. Lo inrnenso eran el rnar, la estepa y su frente. porella, remeros de las cejas, bogaban los ojos, l indos remerosde las cejas. Que alzara el declo la r.niLs linda, nariz, patina-clora arrepentida, refrenacla a tiempo dc no rnancharse, lacándicia, en el fino labio rosado. Para más detalles, consúlte-se cualquier madrigal de la época.

LA TRAGnDre. Sabía pregnntar y callaba después ma_ravillosamente. Pero como la ho¡a no alcanzaba para todo,empezó a entregar al de afuera estanques li las perfumadosllenos de cisnes inquisit ivos.

Su interés era enciclopédico: ¿qué era la fi losofía? ¿paraqué servían la Esfinge y el Coloso de Rodas ? ¿ Quién erael Arzobispo de Constantinopla que pretendía dejar de ser-lo? ¿Qué cra más, novio o esposo? y ¿qué era el temblor?

Inventario, rne prometía, de las cosas que ignoro. Peroestaba sumamente alta para hacer clicciorrarios con éxito.Cuando iba cn la B se casó, y no con el c1e afucra, sino conotro quc l lcgó por adentro, como Dios manda.

PAIiriN'I'ESIS DDCLAMAl'oRro. Esta muchacha, caballeros,lne parccc rlue tenía un nombre, pero 1o he olvidado. Tam-bién tcnía historia, pues era honracla, pero curiosa. Ya com-prencióis lo rluc puede pasarle a una muchacha curiosa, enla oscuridad, cll L1n balcón, junto a un hombre poseído dearcliente cclo pcdagógico.

Para decirlo se nccesita una esti lográfica muy aguzaclay una atmósfera enrarecida. Vámonos a rccordarla clescletrrra estrella. Por el car.nino os contaró El Imfertinerute, rto-vcla jamás concluída de G. Orven. Es ingenuo y feliz. Comecon propierlacl, purcza y clcgancia. Ya lo veréis académicoen 1990. Pero, cn castigo a cste paréntesis, propollgo cluecoloqncn un cspejo cn su ataúd, para que vaya viendo cómose rcsuclve cn ccnizas. I

I.A Iat.t.tcI^. L:r rlt. jrrri. plrrnt:rrl;r, tr lrora, l)orque estl i\¡e pen-sando ir a vcr' l¿r. C'onro st' c;rsri ,r ' ] 'a sr: ha rnucrto, ella cs,y e l de afucra no, la l ibr r : ¡oh r l ic l rosa !

Le disgustará una rnctírfor¿r, nri nli l ochocit:ntos oclrenta.Hoy, al escribirlo, tiembla sobrc n.ri hol.nbro su \¡o:¿ clelcada

1 9 8 r99

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cstanqlle, )' el q'le cayera al agua sería devorado. llompíana cantar los pájaros en el bosque del tapiz y, en cl rincónmás alejado, sobre el piano que jubaga al dominó, no sesabía si Chopin lúgubre acechaba, santo meclieval, al Dragón,o era é1 mismo otro dragón al acecho de almas sentimenta_lcs. Con qué exquisita corrección se sentaban las sil las delestrado.

A esta cárcel daba otra cárcel, y a su ventanuco se aso_maba esta misma rnuchacha, más inmóvil, más borrosa. másenarnorada ¿de qué, de qué? en su silencio.

EL RDrRAro. Se podía haccr, sin preferencias, el de lavcntana a la calle o el cle la vcntana a la sala. El primerocra llrás fácil, cuadricr.rlatlo por la reja. Co'ro de tus diosas,JTonrllo, cra la sangre translúcida, insípida y aérea qrle co_rría lurjo t ' l rostro cristalino. Sangre sólo cle aroma de san_g.c.. ( ' ,.r, t ' l l ' : i 'rrr. l .rr l¡r rlc \f i lo, la c:rrlre cstaba cn ella,l)efo no t ' l1;r t 'n l;r crrrnc, ni \ icrnrs cn cl nrírrmol.

l-os cabellos rojos, a{u:rccro contra el crepúsculo, sobreel br-rsto. Lo inrnenso eran el rnar, la estepa y su frente. porella, remeros de las cejas, bogaban los ojos, l indos remerosde las cejas. Que alzara el declo la r.niLs linda, nariz, patina-clora arrepentida, refrenacla a tiempo dc no rnancharse, lacándicia, en el fino labio rosado. Para más detalles, consúlte-se cualquier madrigal de la época.

LA TRAGnDre. Sabía pregnntar y callaba después ma_ravillosamente. Pero como la ho¡a no alcanzaba para todo,empezó a entregar al de afuera estanques li las perfumadosllenos de cisnes inquisit ivos.

Su interés era enciclopédico: ¿qué era la fi losofía? ¿paraqué servían la Esfinge y el Coloso de Rodas ? ¿ Quién erael Arzobispo de Constantinopla que pretendía dejar de ser-lo? ¿Qué cra más, novio o esposo? y ¿qué era el temblor?

Inventario, rne prometía, de las cosas que ignoro. Peroestaba sumamente alta para hacer clicciorrarios con éxito.Cuando iba cn la B se casó, y no con el c1e afucra, sino conotro quc l lcgó por adentro, como Dios manda.

PAIiriN'I'ESIS DDCLAMAl'oRro. Esta muchacha, caballeros,lne parccc rlue tenía un nombre, pero 1o he olvidado. Tam-bién tcnía historia, pues era honracla, pero curiosa. Ya com-prencióis lo rluc puede pasarle a una muchacha curiosa, enla oscuridad, cll L1n balcón, junto a un hombre poseído dearcliente cclo pcdagógico.

Para decirlo se nccesita una esti lográfica muy aguzaclay una atmósfera enrarecida. Vámonos a rccordarla clescletrrra estrella. Por el car.nino os contaró El Imfertinerute, rto-vcla jamás concluída de G. Orven. Es ingenuo y feliz. Comecon propierlacl, purcza y clcgancia. Ya lo veréis académicoen 1990. Pero, cn castigo a cste paréntesis, propollgo cluecoloqncn un cspejo cn su ataúd, para que vaya viendo cómose rcsuclve cn ccnizas. I

I.A Iat.t.tcI^. L:r rlt. jrrri. plrrnt:rrl;r, tr lrora, l)orque estl i\¡e pen-sando ir a vcr' l¿r. C'onro st' c;rsri ,r ' ] 'a sr: ha rnucrto, ella cs,y e l de afucra no, la l ibr r : ¡oh r l ic l rosa !

Le disgustará una rnctírfor¿r, nri nli l ochocit:ntos oclrenta.Hoy, al escribirlo, tiembla sobrc n.ri hol.nbro su \¡o:¿ clelcada

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protcstaltdo: __ Pe ro entol.lccs aún no nacíamos . . . no nacía-nros . . . íalros . . . ossss. ¡Ah, sí, el temblor está hecho deecos, o viceversa! Olvídate.

23, la nubc

Falsa, esta elegía. IIa oscurccido va. Rcgresará. E,lenaestará inquiei¡.. Le reñirá por haber cstaclo bajo cl sel-eno,en este pobre jardín sin recuerdos siquiera, absolutamenteclesierto. Se inclina sobre la fuentc colro sobre una ventanaabierta al cielo clc los antípodas; Jirncsto, cl chino, rnirataurlt iór clcsdt el otro laclo al Erncsto y al cielo occirlcntales :no pue<lc sostcner su lrirada llcna de siglos y c1e opio. I_arlt 'sr'ía l)oco a l)oco, y sc tl istrac. Un pez se accrca, nrucrclct l ;u lzr r t ' lo ( l ( un¡r cst r t ' l l : r : r ro t i t ,nc hni l l ros ¡ lara t i rur c le é1,- t s< ' l < ' ( . s ( ' i r l ) : r , c ( , . ; r ) za ( l ( ) r . t < ¡ r l . _ l ' l l r l í ¡ t l o a l l r i r / r r , c . ' r ot ' t t los t ' t l t ' t t tos, los ¡ r t 'sc: r t lo¡ t ,s , I 's l rc : r r - : i ¡ r lc su y i t . ¡ t r t : ur rr l i : r r r r :u l t t ' ( ' i lo l -n)( , . S i r . t r t r ' , s t rpt r ior a su volunt l t r l , super ior:r totlo, l¿r l l lanía clc haccr discursos, que le gana sien-rprctluc l icnc r.nictlo de pensar en algo. Fuente, principia, pupilarlcs'r, l¿rc1a, ) 'a tc cansarás un día de 'er el cielo, f iclclísirna ;ni siquiera ercs el ciclo, ni siquiera estás lejos. Sc cletienc;su auclitorio cran las plantas, pcro 1o ha anrnentado el scre_no; cs tan parcciclo a una cstatua hccha tan sólo para soste-ncr cl farol, Ic parece tan clcctrizado, que tie.nrbla v sccalla : si le aplaudiera se produciría un corto circuito.

Vuelve a la casa, pensando ahora sí ya en su plan. ,A1abrir el zaguán oye los pasos de alguien; no puedc ser sinoElena; Rosa Amalia estará de visita, hablando de cosas

2 0 0 20r

,! l

que no crcc. Las criadas no andan ,u., "guAo.

Está pálido,lo sicntc. Si I i lena encendiera la luz ahora, podría leerdesde luc¡1o, en su rostro, el pensamiento infame que le vaganando, crccicnte, crecicnte. El mismo, ante un espejo,gritaría: ¡ al laclrón I Ladrón, ladrón, ladrón. No, Angel Er-nesto, csa muchacha era mía, el ladrón ha sido el tío Enri-que, no rnc rletengas, Angel Ernesto, suéltame. Si Elenaenciende l:r luz, é1 no podrá decidirse nunca. Mejor salira srl encucntro, en el corredor, que <iebe de estar aún másoscuro.

Pas¿r una sombra. ¿Será ella? Pero siente su talle muydelga<lo, como de virgen. ¿ Será que el tío Enrique no laha. . . ? Ilsc beso, tan torpe, debió clárselo entre los dien-tes. E,s natural, en la rnano, no haber encontrado rcsistenciaalguna. Eso no es ningún triunfo. Ahora, la puñalada debescr rápida, sin vacilaciones.

-Te quiero hablar, ve al cuarto de estudio a la medianoche, ¿quieres?

Ella no responde, pero la mano en su mano, apretándose,dice muy claro que sí. Le extraña no sentir ninguna emo-ción. Comprende que es el final, minuto en que agonizanIos tctrorcs de todas las óperas, y err la pantalla empiezana ganar los buenos.

Se cliría rlue sicr.rtc un <lcscnc:urto anticipado. Sc sueltade ella con violcncia, cor) lul bcso afi lado, y corxprcnile quese le ha clesgarr-ado algo nru], suti l. Sube a su cuarto, co-rriendo casi. Sc encierra con llave. lba a i lorar, pero en elcorredor suenan las voces de Elena y Rosa Amalia, entre-lazadas, como las líneas gruesas y las delgadas en una ini-cial renacentista.

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protcstaltdo: __ Pe ro entol.lccs aún no nacíamos . . . no nacía-nros . . . íalros . . . ossss. ¡Ah, sí, el temblor está hecho deecos, o viceversa! Olvídate.

23, la nubc

Falsa, esta elegía. IIa oscurccido va. Rcgresará. E,lenaestará inquiei¡.. Le reñirá por haber cstaclo bajo cl sel-eno,en este pobre jardín sin recuerdos siquiera, absolutamenteclesierto. Se inclina sobre la fuentc colro sobre una ventanaabierta al cielo clc los antípodas; Jirncsto, cl chino, rnirataurlt iór clcsdt el otro laclo al Erncsto y al cielo occirlcntales :no pue<lc sostcner su lrirada llcna de siglos y c1e opio. I_arlt 'sr'ía l)oco a l)oco, y sc tl istrac. Un pez se accrca, nrucrclct l ;u lzr r t ' lo ( l ( un¡r cst r t ' l l : r : r ro t i t ,nc hni l l ros ¡ lara t i rur c le é1,- t s< ' l < ' ( . s ( ' i r l ) : r , c ( , . ; r ) za ( l ( ) r . t < ¡ r l . _ l ' l l r l í ¡ t l o a l l r i r / r r , c . ' r ot ' t t los t ' t l t ' t t tos, los ¡ r t 'sc: r t lo¡ t ,s , I 's l rc : r r - : i ¡ r lc su y i t . ¡ t r t : ur rr l i : r r r r :u l t t ' ( ' i lo l -n)( , . S i r . t r t r ' , s t rpt r ior a su volunt l t r l , super ior:r totlo, l¿r l l lanía clc haccr discursos, que le gana sien-rprctluc l icnc r.nictlo de pensar en algo. Fuente, principia, pupilarlcs'r, l¿rc1a, ) 'a tc cansarás un día de 'er el cielo, f iclclísirna ;ni siquiera ercs el ciclo, ni siquiera estás lejos. Sc cletienc;su auclitorio cran las plantas, pcro 1o ha anrnentado el scre_no; cs tan parcciclo a una cstatua hccha tan sólo para soste-ncr cl farol, Ic parece tan clcctrizado, que tie.nrbla v sccalla : si le aplaudiera se produciría un corto circuito.

Vuelve a la casa, pensando ahora sí ya en su plan. ,A1abrir el zaguán oye los pasos de alguien; no puedc ser sinoElena; Rosa Amalia estará de visita, hablando de cosas

2 0 0 20r

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que no crcc. Las criadas no andan ,u., "guAo.

Está pálido,lo sicntc. Si I i lena encendiera la luz ahora, podría leerdesde luc¡1o, en su rostro, el pensamiento infame que le vaganando, crccicnte, crecicnte. El mismo, ante un espejo,gritaría: ¡ al laclrón I Ladrón, ladrón, ladrón. No, Angel Er-nesto, csa muchacha era mía, el ladrón ha sido el tío Enri-que, no rnc rletengas, Angel Ernesto, suéltame. Si Elenaenciende l:r luz, é1 no podrá decidirse nunca. Mejor salira srl encucntro, en el corredor, que <iebe de estar aún másoscuro.

Pas¿r una sombra. ¿Será ella? Pero siente su talle muydelga<lo, como de virgen. ¿ Será que el tío Enrique no laha. . . ? Ilsc beso, tan torpe, debió clárselo entre los dien-tes. E,s natural, en la rnano, no haber encontrado rcsistenciaalguna. Eso no es ningún triunfo. Ahora, la puñalada debescr rápida, sin vacilaciones.

-Te quiero hablar, ve al cuarto de estudio a la medianoche, ¿quieres?

Ella no responde, pero la mano en su mano, apretándose,dice muy claro que sí. Le extraña no sentir ninguna emo-ción. Comprende que es el final, minuto en que agonizanIos tctrorcs de todas las óperas, y err la pantalla empiezana ganar los buenos.

Se cliría rlue sicr.rtc un <lcscnc:urto anticipado. Sc sueltade ella con violcncia, cor) lul bcso afi lado, y corxprcnile quese le ha clesgarr-ado algo nru], suti l. Sube a su cuarto, co-rriendo casi. Sc encierra con llave. lba a i lorar, pero en elcorredor suenan las voces de Elena y Rosa Amalia, entre-lazadas, como las líneas gruesas y las delgadas en una ini-cial renacentista.

Page 228: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

24. el cua.rto de estudio

Piensa si habrá hecho nral en escoger cste cuarto ; ¿ quéerscrúpulo de disfrazar de decencia su infamia lo hizo ele-girlo? ¡Rah, infamia! Parece quc nos has leído novelasfrancesas, Ernesto. Pero a ella quizá se le clif iculte venir.Aún así, la espera no se le haría demasiaclo ingrata, eneste cuarto, con las cosas que le acompañarorl en todos susviajes, con las cosas dcl estudio de México, y con las ante-riores a su salida de esta casa, hace mil años. E,lena. Debede haber sido la que las hizo traer, tan ocupado el tío En-riquc, incapaz Rosa A¡nalia de esta delicadeza, de esta ternu-ra. Están. todas. todas.

El calor: al ruido, el silencio: al frío. Sí, sale. El día, elcalor, el ruiclo, necesitan de director de orquesta, de poli-cía ; rl sol neccsita cstar enjaulado, dando vueltas como unle<in, rlt: un trirpico al otro, incansablemente, dentro clesu ja t r la t l t . r l rcr i , l ianos r 'panr l t , los. I l l s i lcnc io, e l f r ío , estánll icn como t'stírn. Arlorablt 's. Nforir. A<1uí sería rnuy grato.

Cacla arista dc cada mueble, t le cada juguete, t iene paraél un ademán hospitalario, acogedor. Parece que en todosse hubieran escrito estas palabras inúti les, tan bellas, "paseusted", "está usted en su casa", "haga aquí lo que guste".Cada cosa va adquiriendo, a sus ojos, día a día, mayores

cualidades de hun-raniclacl. Va descub¡iéndoles nuevos ges-

tos, pasiones rnás o nlcnos vituperables, pero que éi se ex-plica y disculpa. Va aprendiendo a verlas desnudas, condesnudez perfecta <1e trajes ni siquic'ra de aire, de cosasdentro de campana neumática. Y siente que é1 es, en estecuarto, rocleado de sus cosas, un fcliz y complacientc Rey

Paussolc. N{añana plantará aquí un cerezo; colgará de é1cerezas cristalizaclas: al natural no le dan un carácter tanbenévolo. Ar l r r in is t rará, bajo é1, just ic ia : lo que d i rá e lpapel corrlnr l;ts t i jeras de largas mandíbulas de cocodriloy ojos rlt' grrct'lu, pico c1e cigüeña que en las cotidianas navi-dades <le sus lccturas no le aporta hijos, sino recortes deprensa, hijos l luertos de los otros. -Ese remordimientode infanticirl io que persigue a los escritores que publicandemasiaclo--. lise bock va a protestar porque se le destinaa contc¡rt 'r '¡; inccles ; acaso le disgusta ese aspecto de erizo,de alfi l t ' t t 'ro, (lue sc le ha dado en cambio del femenino deantcs, rlt'sbordada la cabellera de algodón, espuma de laccrvcza.

C--r¡rlirlarlcs fcmeninas, verdaderamente, las de esa corti-na rlt. r:rso ; curlas armónicas, suavidad voluptuosa. Curvasde rrrrrjcr lclt ical, inmóvil, retratada contra el pobre paisa-jt ' ur.l ' '-uo y cnrnarcada en la vclltana. IJna rnujer se tirótln:r \ '( '2, rlt 'snuda, sobre ese diván; era algo tan extraño,ttrn sirr corrcorrlanci¿ con lo otro, su carne morena. La hos-t i l i< l ; r r l , t ' r r torrc t 's , r le los cr i j incs, de las cor t inas, de todo lof r , ¡ r r t , r r i r r , , , l t ' l : r ¡ r i t 'z ; r , t ' t ' losr¡ . I -a corr ió casi , por miedo a

una i r rs l r r r t t ' t ' i r i r r r l r ¡ ¡ r róst ic : r . ¡Qrró lást ima s i ese coj ín hu-

b iera l r t ' r r l i tLr r l< ' r ' : r l , i ; r Lrs colorcs dc sus rnej i l las, s i se

hubicra ¡ r t t t 's lo :nn;r r i l l r ¡ t lc l ¡ i l is !

Antl¡rl r lt 'surlzr¡, t 'onro Cristo, y sin mojarse los pies, por

el lago :rzul rlt ' l ;r ;r lfr¡rrlrra; irse a sentar, incómodamente,

en su salita j:r¡xrnt's:r, (luc r1o cs una sala, sino un rincón

de la picza -ar¡ucl día c¡uc compró un álbum de dibujos

y estampas obscenos, jrrpont'scs, y para lnirarlos iargamente

202 20t

Page 229: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

24. el cua.rto de estudio

Piensa si habrá hecho nral en escoger cste cuarto ; ¿ quéerscrúpulo de disfrazar de decencia su infamia lo hizo ele-girlo? ¡Rah, infamia! Parece quc nos has leído novelasfrancesas, Ernesto. Pero a ella quizá se le clif iculte venir.Aún así, la espera no se le haría demasiaclo ingrata, eneste cuarto, con las cosas que le acompañarorl en todos susviajes, con las cosas dcl estudio de México, y con las ante-riores a su salida de esta casa, hace mil años. E,lena. Debede haber sido la que las hizo traer, tan ocupado el tío En-riquc, incapaz Rosa A¡nalia de esta delicadeza, de esta ternu-ra. Están. todas. todas.

El calor: al ruido, el silencio: al frío. Sí, sale. El día, elcalor, el ruiclo, necesitan de director de orquesta, de poli-cía ; rl sol neccsita cstar enjaulado, dando vueltas como unle<in, rlt: un trirpico al otro, incansablemente, dentro clesu ja t r la t l t . r l rcr i , l ianos r 'panr l t , los. I l l s i lcnc io, e l f r ío , estánll icn como t'stírn. Arlorablt 's. Nforir. A<1uí sería rnuy grato.

Cacla arista dc cada mueble, t le cada juguete, t iene paraél un ademán hospitalario, acogedor. Parece que en todosse hubieran escrito estas palabras inúti les, tan bellas, "paseusted", "está usted en su casa", "haga aquí lo que guste".Cada cosa va adquiriendo, a sus ojos, día a día, mayores

cualidades de hun-raniclacl. Va descub¡iéndoles nuevos ges-

tos, pasiones rnás o nlcnos vituperables, pero que éi se ex-plica y disculpa. Va aprendiendo a verlas desnudas, condesnudez perfecta <1e trajes ni siquic'ra de aire, de cosasdentro de campana neumática. Y siente que é1 es, en estecuarto, rocleado de sus cosas, un fcliz y complacientc Rey

Paussolc. N{añana plantará aquí un cerezo; colgará de é1cerezas cristalizaclas: al natural no le dan un carácter tanbenévolo. Ar l r r in is t rará, bajo é1, just ic ia : lo que d i rá e lpapel corrlnr l;ts t i jeras de largas mandíbulas de cocodriloy ojos rlt' grrct'lu, pico c1e cigüeña que en las cotidianas navi-dades <le sus lccturas no le aporta hijos, sino recortes deprensa, hijos l luertos de los otros. -Ese remordimientode infanticirl io que persigue a los escritores que publicandemasiaclo--. lise bock va a protestar porque se le destinaa contc¡rt 'r '¡; inccles ; acaso le disgusta ese aspecto de erizo,de alfi l t ' t t 'ro, (lue sc le ha dado en cambio del femenino deantcs, rlt'sbordada la cabellera de algodón, espuma de laccrvcza.

C--r¡rlirlarlcs fcmeninas, verdaderamente, las de esa corti-na rlt. r:rso ; curlas armónicas, suavidad voluptuosa. Curvasde rrrrrjcr lclt ical, inmóvil, retratada contra el pobre paisa-jt ' ur.l ' '-uo y cnrnarcada en la vclltana. IJna rnujer se tirótln:r \ '( '2, rlt 'snuda, sobre ese diván; era algo tan extraño,ttrn sirr corrcorrlanci¿ con lo otro, su carne morena. La hos-t i l i< l ; r r l , t ' r r torrc t 's , r le los cr i j incs, de las cor t inas, de todo lof r , ¡ r r t , r r i r r , , , l t ' l : r ¡ r i t 'z ; r , t ' t ' losr¡ . I -a corr ió casi , por miedo a

una i r rs l r r r t t ' t ' i r i r r r l r ¡ ¡ r róst ic : r . ¡Qrró lást ima s i ese coj ín hu-

b iera l r t ' r r l i tLr r l< ' r ' : r l , i ; r Lrs colorcs dc sus rnej i l las, s i se

hubicra ¡ r t t t 's lo :nn;r r i l l r ¡ t lc l ¡ i l is !

Antl¡rl r lt 'surlzr¡, t 'onro Cristo, y sin mojarse los pies, por

el lago :rzul rlt ' l ;r ;r lfr¡rrlrra; irse a sentar, incómodamente,

en su salita j:r¡xrnt's:r, (luc r1o cs una sala, sino un rincón

de la picza -ar¡ucl día c¡uc compró un álbum de dibujos

y estampas obscenos, jrrpont'scs, y para lnirarlos iargamente

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trajo esta rnesita enana, frente a la que se sienta a la maneraoriental, en cuclillas sobre unos cojines, y que constitnye,clla sola, toda su sala japonesa.

Se ve, de pronto, en el espejo f¡ontero. Su vanidad: casise creía ser más é1 misrno en su autorretrato, a un lado, queen el espejo. No, habrá que empezar de nuevo. Torcer unpoco el ángulo de la boca, hacer oblículos los ojos azules,como los que miraba esta tarde en la fuente, como los deun chino que fuese rubio.

25,la mano dc Iít.piter

Sí, vendrá. Antes, en el cuarto de México, sólo teníaque rccordar, para saber si alguien asistiría a sus citas, sucatcgorí:r social. l in cfecto, sólo distinguía una división ra-cional clc los horrbres ; clos castas: los que cncnentran placer'

t ' r l r l ivcr t i rs t 'y los ( luc sc < l iv ier t t 'n por la ncccsi t lac l c le ocu-p¡rr ( 'n algo cl t icrn¡ro; óstos, cualquicra (iuc sca su scxo,son puntualcs a todos los reclarnos cle la aventura. Cierralos ojos, para conr'ellccrse de que está solo y vacío; lrecesitacstar solo y vacío para convetrcerse cle qlrc es é1 mismo.I'Iay una larga pausa en sL1 pensamiento. Está seguro deno pensar en nada, como no sea en 1o difíci l de no pensaren nada.

Ill roce de un traje de seda que se acerca es, en el si-lencio, catastrófico. Córno agranda los rtlidos, inurensarnen-te, la soledad. Ese himno ensordecedor la prccecle. Tambiénsu miracla, que entra tln poco antes que ella. Su miradaopaca, borrosa, y sin embargo pletórica de cosas íntimas,

como esas ventanas que empaña el vaho de demasiada gentedetrás dc cllas. Ya está por entrar. ¿ Dónde será mejor be-sarla ? Iin la rnano, para que comprenda que Ernesto haestado en París.

Emp,it-za a suceder algo extraordinario. Le asalta laduda de si cstará soñando y es así como se convence de queestá bien <lcspierto, pues ha observado que esta idea sólonos visita clurante la vigil ia. No es Elena.

-¿ Soy puntual ? -empieza Rosa Amalia-. E,res vani-doso, cncucntras natural que haya yo venido, y tu obliga-ción era cncontrarlo pasmoso. Si supieras todo lo que hetenido qrlc vcncerme para venir aquí.

. . . Quisicra interrurnpirla. Sí lo encuentra pasmoso,pero ya es costurnbre en él sonreír y guardar silencio cuandono entiende algo. Da así la idea de haberlo comprendidotodo, de encontrarlo todo natural. Quisiera protestar. Ellasigue hablando. Es hermosa con ese traje, mucho más her-mosa que Elcna. ¿ Qué hace aquí ? ¿ Sería ella la del corre-dor? Se parcce un poco, también, a Ofelia.

Qué rígida atención continuada, qué empeñado amor ala armonía, a la silnetría casi, la que puso Dios al crearla;se conrprcn(lc clue na<la le distraía al trazar con la nña estalínea rccta absolrrta, inconccbible. Sóio así podría lograresta consonanci:t t lc sus f{cstos con sus intenciones, csta obe-diencia dc toclos sus nrúsculos, (ptc rcspon<len a su volun-tad como 1as piezas <lc ttn¿r nr: 'xluina incapaz de lo absurdo.

Y detrás de todo la rnalicia, la falsedacl, lo felino. Creetener resuelto el problema Ilosa Amalia. Sólo que el com-prender que es una mujer normal le hace admirarla extra-

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trajo esta rnesita enana, frente a la que se sienta a la maneraoriental, en cuclillas sobre unos cojines, y que constitnye,clla sola, toda su sala japonesa.

Se ve, de pronto, en el espejo f¡ontero. Su vanidad: casise creía ser más é1 misrno en su autorretrato, a un lado, queen el espejo. No, habrá que empezar de nuevo. Torcer unpoco el ángulo de la boca, hacer oblículos los ojos azules,como los que miraba esta tarde en la fuente, como los deun chino que fuese rubio.

25,la mano dc Iít.piter

Sí, vendrá. Antes, en el cuarto de México, sólo teníaque rccordar, para saber si alguien asistiría a sus citas, sucatcgorí:r social. l in cfecto, sólo distinguía una división ra-cional clc los horrbres ; clos castas: los que cncnentran placer'

t ' r l r l ivcr t i rs t 'y los ( luc sc < l iv ier t t 'n por la ncccsi t lac l c le ocu-p¡rr ( 'n algo cl t icrn¡ro; óstos, cualquicra (iuc sca su scxo,son puntualcs a todos los reclarnos cle la aventura. Cierralos ojos, para conr'ellccrse de que está solo y vacío; lrecesitacstar solo y vacío para convetrcerse cle qlrc es é1 mismo.I'Iay una larga pausa en sL1 pensamiento. Está seguro deno pensar en nada, como no sea en 1o difíci l de no pensaren nada.

Ill roce de un traje de seda que se acerca es, en el si-lencio, catastrófico. Córno agranda los rtlidos, inurensarnen-te, la soledad. Ese himno ensordecedor la prccecle. Tambiénsu miracla, que entra tln poco antes que ella. Su miradaopaca, borrosa, y sin embargo pletórica de cosas íntimas,

como esas ventanas que empaña el vaho de demasiada gentedetrás dc cllas. Ya está por entrar. ¿ Dónde será mejor be-sarla ? Iin la rnano, para que comprenda que Ernesto haestado en París.

Emp,it-za a suceder algo extraordinario. Le asalta laduda de si cstará soñando y es así como se convence de queestá bien <lcspierto, pues ha observado que esta idea sólonos visita clurante la vigil ia. No es Elena.

-¿ Soy puntual ? -empieza Rosa Amalia-. E,res vani-doso, cncucntras natural que haya yo venido, y tu obliga-ción era cncontrarlo pasmoso. Si supieras todo lo que hetenido qrlc vcncerme para venir aquí.

. . . Quisicra interrurnpirla. Sí lo encuentra pasmoso,pero ya es costurnbre en él sonreír y guardar silencio cuandono entiende algo. Da así la idea de haberlo comprendidotodo, de encontrarlo todo natural. Quisiera protestar. Ellasigue hablando. Es hermosa con ese traje, mucho más her-mosa que Elcna. ¿ Qué hace aquí ? ¿ Sería ella la del corre-dor? Se parcce un poco, también, a Ofelia.

Qué rígida atención continuada, qué empeñado amor ala armonía, a la silnetría casi, la que puso Dios al crearla;se conrprcn(lc clue na<la le distraía al trazar con la nña estalínea rccta absolrrta, inconccbible. Sóio así podría lograresta consonanci:t t lc sus f{cstos con sus intenciones, csta obe-diencia dc toclos sus nrúsculos, (ptc rcspon<len a su volun-tad como 1as piezas <lc ttn¿r nr: 'xluina incapaz de lo absurdo.

Y detrás de todo la rnalicia, la falsedacl, lo felino. Creetener resuelto el problema Ilosa Amalia. Sólo que el com-prender que es una mujer normal le hace admirarla extra-

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ordinaria, y se propone no fijarse sino en lo felino, en loeléctrico, 1o que desentona en ella un poco. No, no se parecea Ofelia, ni a Elena, ni a Eva, ni a la otra Eva. Y siguehablando.

Nada, no es posible decirle nada. Siente deseos de ¡e-belarse, de gritarle que el lenguaje es de todos, que losmonopolios están penados por la ley, que . . .

Pero Rosa Amalia ha vuelto a él sus ojos tan lentamente,tan suavemente, como si en el alambre de la mirada llevarapájaros posados y temiera espantarlos.

Esta mirada él no se la conocía; la habría improvisado,probablemente, para desmentirlo en lo de la electricidacl. Leparecía tan inquieta que hasta cuando estaba acostada lasentía caminar, como si todos los lechos se convirtieran,al tocarlos su cuerpo eléctrico, en asientos de automóvil odivancs clc pullrnan cn nrovimiento.

2ó, Iri,ón en el Tártaro

Ahora, si se atreviera a decirle que no es ella a quienesperaba . . . No, muy endurecido en el mal estará é1, perono tanto que para salvarse tuviera que hcrir a Rosa Amalia,comprometiendo a Elena de paso. Tendrá que aceptar lasconsecuencias. Su rueda de Ixión será el rnatrimonio.

Se siente de pronto, muy feliz y muy desdichado. Lobastante feliz, para besarla sin deseo, para tirarse por elbalcón sin motivos. Lo suficiente desdichado para, suspicazconsigo mismo, buscarles explicación a sus gestos -sí, be-sarla para que se sienta humillada, sí, tirarse por la ventana

para comprometerla. Y después del leve sacrificio de sulibertad -ya lo ha hecho, por ti sola, Elena-, le entra una¡abia de altruísmo, de sacrificio; le duelen las cosas másimprevistas; siente ahora como enfermedad propia la hidro-pesía del mar, condenado a beberse sin término todos losríos de la ticrra. Muy feliz y rnuy desdichado.

Se consucla. Así es todo lo definitivo, vestido de blancoy negro, cl tiempo con la pechera del día y el frac de lanoche, el espacio con su traje de rayas de telescopios ymicroscopios, la poesía, con Dante desvelado y Homero llenode sol.

Rosa Amalia está hablando todavía. ¿Qué habrá dicho?Su voz tiene ahora un ruido apagado cle agua corriente sub-terránea. Ya no poclrá recordarle la estampa romántica:sobre el talle del surtidor, su clocuencia, ha florecido la luna.No, ahora los cenotes, Yucatán, los clivorcios fhciles. E,stecansancio. . . Sigue hablando:

-...y te quería de siempre, E,rnesto, y no lrre importabaque tú no 1o supieras. Elena dice que lo de ella y tú erancosas de niños, pero yo era más niña aún y sin ernbargosentía deseos de matarla. Por eso ahora que te trajo el tío,clue lllcna ya no te amaba, que los de México ya no t€retenían consigo, que esa l l istoria que no quiero saber tehace cncontrar grato t ' l vcnir a cntcrra¡te entre nosotros. sentíque te podría )¡o f{í lnar, I irnt'sto, y nrc has hccho hoy rnuyfeliz, muy f<:liz . . .

I lrnesto se sientc agobiarlo. lts conro si la balanza quese suponía un momento antes, cn la clicstra la felici<1ad y ladesdicha en la otra mano, acabara de dcsnivclársele de pronto.

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ordinaria, y se propone no fijarse sino en lo felino, en loeléctrico, 1o que desentona en ella un poco. No, no se parecea Ofelia, ni a Elena, ni a Eva, ni a la otra Eva. Y siguehablando.

Nada, no es posible decirle nada. Siente deseos de ¡e-belarse, de gritarle que el lenguaje es de todos, que losmonopolios están penados por la ley, que . . .

Pero Rosa Amalia ha vuelto a él sus ojos tan lentamente,tan suavemente, como si en el alambre de la mirada llevarapájaros posados y temiera espantarlos.

Esta mirada él no se la conocía; la habría improvisado,probablemente, para desmentirlo en lo de la electricidacl. Leparecía tan inquieta que hasta cuando estaba acostada lasentía caminar, como si todos los lechos se convirtieran,al tocarlos su cuerpo eléctrico, en asientos de automóvil odivancs clc pullrnan cn nrovimiento.

2ó, Iri,ón en el Tártaro

Ahora, si se atreviera a decirle que no es ella a quienesperaba . . . No, muy endurecido en el mal estará é1, perono tanto que para salvarse tuviera que hcrir a Rosa Amalia,comprometiendo a Elena de paso. Tendrá que aceptar lasconsecuencias. Su rueda de Ixión será el rnatrimonio.

Se siente de pronto, muy feliz y muy desdichado. Lobastante feliz, para besarla sin deseo, para tirarse por elbalcón sin motivos. Lo suficiente desdichado para, suspicazconsigo mismo, buscarles explicación a sus gestos -sí, be-sarla para que se sienta humillada, sí, tirarse por la ventana

para comprometerla. Y después del leve sacrificio de sulibertad -ya lo ha hecho, por ti sola, Elena-, le entra una¡abia de altruísmo, de sacrificio; le duelen las cosas másimprevistas; siente ahora como enfermedad propia la hidro-pesía del mar, condenado a beberse sin término todos losríos de la ticrra. Muy feliz y rnuy desdichado.

Se consucla. Así es todo lo definitivo, vestido de blancoy negro, cl tiempo con la pechera del día y el frac de lanoche, el espacio con su traje de rayas de telescopios ymicroscopios, la poesía, con Dante desvelado y Homero llenode sol.

Rosa Amalia está hablando todavía. ¿Qué habrá dicho?Su voz tiene ahora un ruido apagado cle agua corriente sub-terránea. Ya no poclrá recordarle la estampa romántica:sobre el talle del surtidor, su clocuencia, ha florecido la luna.No, ahora los cenotes, Yucatán, los clivorcios fhciles. E,stecansancio. . . Sigue hablando:

-...y te quería de siempre, E,rnesto, y no lrre importabaque tú no 1o supieras. Elena dice que lo de ella y tú erancosas de niños, pero yo era más niña aún y sin ernbargosentía deseos de matarla. Por eso ahora que te trajo el tío,clue lllcna ya no te amaba, que los de México ya no t€retenían consigo, que esa l l istoria que no quiero saber tehace cncontrar grato t ' l vcnir a cntcrra¡te entre nosotros. sentíque te podría )¡o f{í lnar, I irnt'sto, y nrc has hccho hoy rnuyfeliz, muy f<:liz . . .

I lrnesto se sientc agobiarlo. lts conro si la balanza quese suponía un momento antes, cn la clicstra la felici<1ad y ladesdicha en la otra mano, acabara de dcsnivclársele de pronto.

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Page 234: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

qucdándosele vacía la mano derecha. Qué dolor el idilio enque uno solo es los dos amantes y el jardín y el pájaro. Yser sólo el espectador es poco honrado. Ahora tiene Ernestotanta pena que toda la vida no le bastaría para gastar sucaudal de arnargura. Tendrá que heredársela a un hijo, a unhijo de Rosa Amalia.

Y tampoco tiene tiempo ahora para hacerle los honoresdebiclos al clolor; lo dejaría para más tarde, ya solo, en susalita japonesa. El mundo está poblado de desencantos, quees como decir que está vacío. Rosa Amalia acabará de hablaralgún día, él lo presiente, 1, se desquitará haciéndole unepitafio mal intencionado. Su csposa. Su esposa.

Ha dejado ella de hablar. Sus miradas giran por la habi-tación, como las manecil las de un reloj, y se detienen en é1,marcan<lo la hora de besarla.

Su boca cs tan pequeña que un beso completo la ahogaría,y resuclvc partir su beso en pcqueños trozos que va pasán-dole uno a uno, con cl meñique. ¡ Qué besos agudos, pun-zantes, casi tan sólo un punto, los quc se datr sin sonreír !Ofelia besaba así; luego, en sus cartas, indicaba ese punto,esos puntos de los besos, por la interferencia de dos líneasen cruz. Ahora sus cartas parecen un cementerio de besos.

Quisiera desasirse de ella para continuar su juego, paraseguir siendo espectador también en lo que se va a seguir.Ar¡anca¡se la memoria para seguir una a una las impre-siones del que no ha visto nunca, antes, desnudarse a unamujer. ¡ Qué vergüenza creciente estar vestido ! Como cuandouno cae a un río, a un tanque, gallardo si desnudo, si vestidoridículo.

Pausa, una gran pausa.

Es su esposa. ¡Ay, Elena inasible, haberte amado siempreen imagen ! En Eva, Ofelia, la otra Eva, y todas, todas.

¡Júpitcr vengativo, habitante del Real, seré el esposo deRosa Amalia, de esta nube ! Ixión en el Tártaro, el matri-monio, el ¡natrimonio.

Se serena l1n poco. Es un consuelo pensar en que nada senos da, no conoceÍnos na<la en efecto. De las cosas sabernosalguno o algunos de sus aspectos, los más falsos casi siempre.Las mujercs, sobre todo, nunca se nos entregan, nunca nosdan más quc l lna nube con su figura. . .

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qucdándosele vacía la mano derecha. Qué dolor el idilio enque uno solo es los dos amantes y el jardín y el pájaro. Yser sólo el espectador es poco honrado. Ahora tiene Ernestotanta pena que toda la vida no le bastaría para gastar sucaudal de arnargura. Tendrá que heredársela a un hijo, a unhijo de Rosa Amalia.

Y tampoco tiene tiempo ahora para hacerle los honoresdebiclos al clolor; lo dejaría para más tarde, ya solo, en susalita japonesa. El mundo está poblado de desencantos, quees como decir que está vacío. Rosa Amalia acabará de hablaralgún día, él lo presiente, 1, se desquitará haciéndole unepitafio mal intencionado. Su csposa. Su esposa.

Ha dejado ella de hablar. Sus miradas giran por la habi-tación, como las manecil las de un reloj, y se detienen en é1,marcan<lo la hora de besarla.

Su boca cs tan pequeña que un beso completo la ahogaría,y resuclvc partir su beso en pcqueños trozos que va pasán-dole uno a uno, con cl meñique. ¡ Qué besos agudos, pun-zantes, casi tan sólo un punto, los quc se datr sin sonreír !Ofelia besaba así; luego, en sus cartas, indicaba ese punto,esos puntos de los besos, por la interferencia de dos líneasen cruz. Ahora sus cartas parecen un cementerio de besos.

Quisiera desasirse de ella para continuar su juego, paraseguir siendo espectador también en lo que se va a seguir.Ar¡anca¡se la memoria para seguir una a una las impre-siones del que no ha visto nunca, antes, desnudarse a unamujer. ¡ Qué vergüenza creciente estar vestido ! Como cuandouno cae a un río, a un tanque, gallardo si desnudo, si vestidoridículo.

Pausa, una gran pausa.

Es su esposa. ¡Ay, Elena inasible, haberte amado siempreen imagen ! En Eva, Ofelia, la otra Eva, y todas, todas.

¡Júpitcr vengativo, habitante del Real, seré el esposo deRosa Amalia, de esta nube ! Ixión en el Tártaro, el matri-monio, el ¡natrimonio.

Se serena l1n poco. Es un consuelo pensar en que nada senos da, no conoceÍnos na<la en efecto. De las cosas sabernosalguno o algunos de sus aspectos, los más falsos casi siempre.Las mujercs, sobre todo, nunca se nos entregan, nunca nosdan más quc l lna nube con su figura. . .

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EXAMEN DE PAUSAS

,b.viqtña ¡

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EXAMEN DE PAUSAS

,b.viqtña ¡

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\"

. . .y es una e>iegeración, pobres ¡r,aridos, ser a la vezcoquetas y devotas, ¿no cree usted?

Como no me atrevo a desmentir a La Bruyére, digo quesí. Pero no basta. Ese silencio de todos significa que deboclecir algo más. Luego que, si apoyo con rnucho énfasis lasopiniones de esa señora, van a creer que empiezo a enamo-ran¡c de ella. Es casi una confesión y, desde luego, unsistema. No me siento con voluntad para ser misógino todarni vida. Aprobaré mejor a la señora de la casa, tan mode-

rada en sus vestidos, en sus opiniones, en stls adulterios.

Pero ¿ quién tiene mi voz ? La oigo sonar, como en un espejo,

cn aquel rincón.

Fué E,lvira, rne la quitó al besarme, cuando cerrábamos

cl l ibro de solfco del balcón, vacíos los alambres de gorriones,

borrada por la colina 1a llave del sol. Si ia denuncio, sus

padres 1o descubrirán todo. Nunca volverán a invitarme.

Seré el que mira el baile desde la ventana. Seré el ángulo

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\"

. . .y es una e>iegeración, pobres ¡r,aridos, ser a la vezcoquetas y devotas, ¿no cree usted?

Como no me atrevo a desmentir a La Bruyére, digo quesí. Pero no basta. Ese silencio de todos significa que deboclecir algo más. Luego que, si apoyo con rnucho énfasis lasopiniones de esa señora, van a creer que empiezo a enamo-ran¡c de ella. Es casi una confesión y, desde luego, unsistema. No me siento con voluntad para ser misógino todarni vida. Aprobaré mejor a la señora de la casa, tan mode-

rada en sus vestidos, en sus opiniones, en stls adulterios.

Pero ¿ quién tiene mi voz ? La oigo sonar, como en un espejo,

cn aquel rincón.

Fué E,lvira, rne la quitó al besarme, cuando cerrábamos

cl l ibro de solfco del balcón, vacíos los alambres de gorriones,

borrada por la colina 1a llave del sol. Si ia denuncio, sus

padres 1o descubrirán todo. Nunca volverán a invitarme.

Seré el que mira el baile desde la ventana. Seré el ángulo

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Page 240: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

agudo, inclinado sobre 1os l ibros, mientras los rcctos trabajen

pá." qrr" el obtuso siga recostado en su sillón de aire'

-¡ Cuidado con hurnanizarme las matelnáticas l-' r¡e

grita un ángel antiguo. En realidad es aquel maestro de es-

iuela. Era án calvo, que las miradas se nos iban a rayarle

el cráneo, limitando las zonas de una frenología no más

inexacta que la otra ; la depresión occipital' corrlo una tonsura

en hucso vivo, misticismo; las prominencias sobre las sienes'

difamábamos, afortunado en el juego ' ' '

Pero tengo que hablar y E'lvira sigue luciendo mi voz'

Aún con sordina, se pone a explicarla diciendo que está aca-

ta r rada .Ycomomivoznuncahase rv idopa fao t racosaque

para repetir impertinencias, se ha puesto a hablar de poesía'

Si ,..ii^ estoy perdido. Y la perderé, además' porque el

poeta Gilberto la hará su última voz' Necesita una así para

cantar sus Pinturas.-A proprisit<l . . .- ettrpiczo' No só uada a propósrto'

pero totios cstán csperantlo rlr i cl iscttrso' Me vco conlo tsos

lrít icos que escriben: "abriendo al azar el l ibro", y se ponen

a buscar <lurante muchas horas la página en que desean

abrirlo al azar.

Necesito una frase larga, delgada, con un anzuelo de

pescar sonrisas en la Punta'

Me molestan los anteojos de ese señor' Su espejo curvo

me redondea, engordándome y empequeñeciéndome en una

amo¡fosis desconsoladora' Sus ojillos detrás, me gritan:

"¡ Al grano !" con sus luces más insolentes' Ya lo conozco:

es incapaz de sensualidad, vacío de imaginación; prefiere

las ideas en esquema, sin ramaje dialéctico; suspira por el

aclvenimiento de la alimentación sintética, incapaz de sa-

borear nada. Deseará el amor, acto final, sin preliminares

de ternura y sin epílogos de ligas, de compromisos' Unirse

sin atarse, receta de los que no quieren' luego, arrancarse

la cola. No se casaría por amor. La antipatía es la única

razón de cxistir de los que tienen en tan alto aprecio sus

ojos, que los guarrlan bajo cristales;, que los guardan bajo crtstales ,an gruesos' susPlcaces'

iendo que sc los roben. ;En venganza le diré a su ,rruj.f cosas delgadas; le des-

temiendo que s€ los roben.

cubriré que existen los pájaros, los ,i¡ninuetos, la poesía pura'

La voy "

h"."t temblar con el temblor de orden rnístico

que sobrecoge a los profanos cuando oyen hablar del espacio

Je cuatro dimensiones. ¿Quién me está rnatando el t iempo?

Este minuto no puede vivir más. ni con la manera de res-

piración artificial, para ahogados' que ensayo saludando a

rlno que acaba de entrar, ceremonioso. Mi anzuelo de son-

risas necesita el cebo de un recuerdo. Ya no recuerdo, ahora

lo veo, ni de qué hablábamos. A propósito. . .

Elvira obligación- me ha salvado' Me llama;

nuestro vals va a empezar. Mi mayor caravana' señoras'

Dentro de cien años yo y Fray Luis seguiremos: Como

deciamos ayer. . .

2

Si partir es, todavía, morir un poco' muero, al separarme

de este grupo, tres centésimos de segundo: por la señora

García, por la dueña de la casa y por los anteojos de ese

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Page 241: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

agudo, inclinado sobre 1os l ibros, mientras los rcctos trabajen

pá." qrr" el obtuso siga recostado en su sillón de aire'

-¡ Cuidado con hurnanizarme las matelnáticas l-' r¡e

grita un ángel antiguo. En realidad es aquel maestro de es-

iuela. Era án calvo, que las miradas se nos iban a rayarle

el cráneo, limitando las zonas de una frenología no más

inexacta que la otra ; la depresión occipital' corrlo una tonsura

en hucso vivo, misticismo; las prominencias sobre las sienes'

difamábamos, afortunado en el juego ' ' '

Pero tengo que hablar y E'lvira sigue luciendo mi voz'

Aún con sordina, se pone a explicarla diciendo que está aca-

ta r rada .Ycomomivoznuncahase rv idopa fao t racosaque

para repetir impertinencias, se ha puesto a hablar de poesía'

Si ,..ii^ estoy perdido. Y la perderé, además' porque el

poeta Gilberto la hará su última voz' Necesita una así para

cantar sus Pinturas.-A proprisit<l . . .- ettrpiczo' No só uada a propósrto'

pero totios cstán csperantlo rlr i cl iscttrso' Me vco conlo tsos

lrít icos que escriben: "abriendo al azar el l ibro", y se ponen

a buscar <lurante muchas horas la página en que desean

abrirlo al azar.

Necesito una frase larga, delgada, con un anzuelo de

pescar sonrisas en la Punta'

Me molestan los anteojos de ese señor' Su espejo curvo

me redondea, engordándome y empequeñeciéndome en una

amo¡fosis desconsoladora' Sus ojillos detrás, me gritan:

"¡ Al grano !" con sus luces más insolentes' Ya lo conozco:

es incapaz de sensualidad, vacío de imaginación; prefiere

las ideas en esquema, sin ramaje dialéctico; suspira por el

aclvenimiento de la alimentación sintética, incapaz de sa-

borear nada. Deseará el amor, acto final, sin preliminares

de ternura y sin epílogos de ligas, de compromisos' Unirse

sin atarse, receta de los que no quieren' luego, arrancarse

la cola. No se casaría por amor. La antipatía es la única

razón de cxistir de los que tienen en tan alto aprecio sus

ojos, que los guarrlan bajo cristales;, que los guardan bajo crtstales ,an gruesos' susPlcaces'

iendo que sc los roben. ;En venganza le diré a su ,rruj.f cosas delgadas; le des-

temiendo que s€ los roben.

cubriré que existen los pájaros, los ,i¡ninuetos, la poesía pura'

La voy "

h"."t temblar con el temblor de orden rnístico

que sobrecoge a los profanos cuando oyen hablar del espacio

Je cuatro dimensiones. ¿Quién me está rnatando el t iempo?

Este minuto no puede vivir más. ni con la manera de res-

piración artificial, para ahogados' que ensayo saludando a

rlno que acaba de entrar, ceremonioso. Mi anzuelo de son-

risas necesita el cebo de un recuerdo. Ya no recuerdo, ahora

lo veo, ni de qué hablábamos. A propósito. . .

Elvira obligación- me ha salvado' Me llama;

nuestro vals va a empezar. Mi mayor caravana' señoras'

Dentro de cien años yo y Fray Luis seguiremos: Como

deciamos ayer. . .

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Si partir es, todavía, morir un poco' muero, al separarme

de este grupo, tres centésimos de segundo: por la señora

García, por la dueña de la casa y por los anteojos de ese

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señor. El primer paso es, tan difícil, decisivo al atravesar

un salón.

Me llcna de recuerdos de viaje. El tren, como un pedazo

de la ciudad que echa a correr por el campo; pueblos de la

altiplanicie, del mismo color que la tierra, escondiéndose,

disimulándose; el tren llega preguntando a gritos por ellos,

buscándolos a derecha e izquierda, y reanuda su camino con

esa rabia sorda de los carteros que se enctlentran con que

el destinatario ha cambiado de domicilio.

Puebla, perfecta como un poema de estrofas perfectas,

que es lo más perfecto que se conoce; estrofas de cuatro

versos de sílabas exactas, con las bellas imágenes, dentro,

que son una iglesia, una casa colonial, sin un solo ripio de

tcrrcnos baklíos, acabada. Veracruz, las palmeras, esos hi-

sopos, rcgando agtta bendita de cocos y de canciorles contra

c l rost ro t lc la c i t rdat l , ba jo: rqrrc l las cst r t ' l las r ¡ t te uo verán

ya n.r is anr igos r l r ( o l r>nr l> ia, ) ' ( l r t ( ' los 1 ' : t t tqr t ts no hatr acabado

tle enjaular cntre lrts bltrr:ts t lt ' srts l¡atldcras.

Al tcrccr paso siento deseos clc l lorar, ) ' tr lc cltterl l lo

hasta cl cuarto, abandonado al orgullo de saberme solo, en

alta mar, en el punto más eminente y más expuesto del océano

de csta sala. ¿ Dónde poner las manos ? listoy como en el

rninuto antes de que se anuncie el fotógrafo: "va no se

Ínuevan"; todos los del grupo se encttentran de pronto ante

el problema dc las manos, que habían ido dejando para

después; no tienen tiempo de resolverlo; las dejan, coll lo yo

ahora, caídas, apenas si con un leve esbozo de gesto, inten-

tanclo a última hora levantarlas, cuando ya no era posible.

No se muevan. que va a salir . . .

*\- , '^ .¡*C¡A !¿ -^1 . ' . ; ' ¡É-1. ' : . - : - , v , r ja-- : r : - a:c*: a- -nf í* ' :>-+¿:, :

Pero en alta mar dicen que sólo hay golondrinas; porcierto que su caligrafía es de amplios y sobrios trazos la-tinos; los colibríes, en cambio, han aprendido la más com-plicada letra gótica: vuelan en alemán; las golondrinas enesperanto, por lo mucho que han viajado.

Ahora, si tropezara . . . I\fil veces preferible un naufra-gio. Nadie se reiría, y Elvira tal vez lloraría un poco. Si yofuera Secretario de Estado nadie osaría tampoco reírse. Esecaballe¡o correría a arreglar la alfombra, culpando del ac-cidente a una arruga imaginaria. 5i yo supiera jugar altennis, el Ministro sería mi amigo, me bastaría con el ajedrezpara ganarme la confianza del Oficial Mayor; pero comosólo practico el juego del arte, tendré que conformarme conla ar¡istad de las rnuchachas muy demodadas, como Elvira.

¿ Cómo nacería este noviazgo ? No siempre puede empe-zarse por el principio, y a veces ni siquiera se sabe pordónde, como la mula de la noria no sabrá nunca si empezóa girar por el principio, por la mitad o por el final delcírculo. Pero la circunferencia siempre será infinita, comola señora García, que tiene la culpa de todo, eterna. (La se-ñora Garcia siempre ha tenido, siempre tendrá la mismaedad. Como si sólo supiera contar hasta cincuenta, como sihubiera aprendido su aritmética en los ábacos de los billares.)

Ella descubrió que Elvira y yo tenemos el mismo timbrede voz y usamos las mismas entonaciones; pero Elvira -y

cs la única diferencia- es incapaz de expresar con ella ideasgenerales. Esta incapacidad, ya 1o sabéis, es femenina. Seaprovechó también de mi predilección por el monólogo paraunirnos. Nadie me hará creer nunca que no es un monólogolo que hablamos Elvira y yo.

2 1 6 217

Page 243: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

señor. El primer paso es, tan difícil, decisivo al atravesar

un salón.

Me llcna de recuerdos de viaje. El tren, como un pedazo

de la ciudad que echa a correr por el campo; pueblos de la

altiplanicie, del mismo color que la tierra, escondiéndose,

disimulándose; el tren llega preguntando a gritos por ellos,

buscándolos a derecha e izquierda, y reanuda su camino con

esa rabia sorda de los carteros que se enctlentran con que

el destinatario ha cambiado de domicilio.

Puebla, perfecta como un poema de estrofas perfectas,

que es lo más perfecto que se conoce; estrofas de cuatro

versos de sílabas exactas, con las bellas imágenes, dentro,

que son una iglesia, una casa colonial, sin un solo ripio de

tcrrcnos baklíos, acabada. Veracruz, las palmeras, esos hi-

sopos, rcgando agtta bendita de cocos y de canciorles contra

c l rost ro t lc la c i t rdat l , ba jo: rqrrc l las cst r t ' l las r ¡ t te uo verán

ya n.r is anr igos r l r ( o l r>nr l> ia, ) ' ( l r t ( ' los 1 ' : t t tqr t ts no hatr acabado

tle enjaular cntre lrts bltrr:ts t lt ' srts l¡atldcras.

Al tcrccr paso siento deseos clc l lorar, ) ' tr lc cltterl l lo

hasta cl cuarto, abandonado al orgullo de saberme solo, en

alta mar, en el punto más eminente y más expuesto del océano

de csta sala. ¿ Dónde poner las manos ? listoy como en el

rninuto antes de que se anuncie el fotógrafo: "va no se

Ínuevan"; todos los del grupo se encttentran de pronto ante

el problema dc las manos, que habían ido dejando para

después; no tienen tiempo de resolverlo; las dejan, coll lo yo

ahora, caídas, apenas si con un leve esbozo de gesto, inten-

tanclo a última hora levantarlas, cuando ya no era posible.

No se muevan. que va a salir . . .

*\- , '^ .¡*C¡A !¿ -^1 . ' . ; ' ¡É-1. ' : . - : - , v , r ja-- : r : - a:c*: a- -nf í* ' :>-+¿:, :

Pero en alta mar dicen que sólo hay golondrinas; porcierto que su caligrafía es de amplios y sobrios trazos la-tinos; los colibríes, en cambio, han aprendido la más com-plicada letra gótica: vuelan en alemán; las golondrinas enesperanto, por lo mucho que han viajado.

Ahora, si tropezara . . . I\fil veces preferible un naufra-gio. Nadie se reiría, y Elvira tal vez lloraría un poco. Si yofuera Secretario de Estado nadie osaría tampoco reírse. Esecaballe¡o correría a arreglar la alfombra, culpando del ac-cidente a una arruga imaginaria. 5i yo supiera jugar altennis, el Ministro sería mi amigo, me bastaría con el ajedrezpara ganarme la confianza del Oficial Mayor; pero comosólo practico el juego del arte, tendré que conformarme conla ar¡istad de las rnuchachas muy demodadas, como Elvira.

¿ Cómo nacería este noviazgo ? No siempre puede empe-zarse por el principio, y a veces ni siquiera se sabe pordónde, como la mula de la noria no sabrá nunca si empezóa girar por el principio, por la mitad o por el final delcírculo. Pero la circunferencia siempre será infinita, comola señora García, que tiene la culpa de todo, eterna. (La se-ñora Garcia siempre ha tenido, siempre tendrá la mismaedad. Como si sólo supiera contar hasta cincuenta, como sihubiera aprendido su aritmética en los ábacos de los billares.)

Ella descubrió que Elvira y yo tenemos el mismo timbrede voz y usamos las mismas entonaciones; pero Elvira -y

cs la única diferencia- es incapaz de expresar con ella ideasgenerales. Esta incapacidad, ya 1o sabéis, es femenina. Seaprovechó también de mi predilección por el monólogo paraunirnos. Nadie me hará creer nunca que no es un monólogolo que hablamos Elvira y yo.

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r - T - .

Junto a ella r.ne siento verso de la rnisma estrofa. PeroLln verso clue participara a la vez de las cualidades del re-gular y dcl l ibre. Sornos unidacles silábicas iguales, perosomos también por nuestro significaclo, cntidades completasindependientes. En fin, que no puedo ahora cxplicarmc esto;

acaso luego. Ahora se trata de no parecer asombrado cle quc

rne haya llamado, de no demostrarle ninguna gratitud por

su oportunidad. La gratitud es algo que separa, y yo noquiero todavía alejarme de ella.

3

Si me cluedara ciego, no podría seguir amándola; seríaun narcisismo inconfesable esta¡me toda la vida hablár,domede amor ante ese espejo de palabras. Luego que me copia misgestos, también, y mi perfume y mis manías, y sólo la vistapuede definirnos y separarnos; también la felicidad, quea ella la rejuvenece, la hace rnás bestia joven, y a lní mearruga la frcnte con exceso.

Colecciono manías, pequeñas supersticiones; a cada nuevaadquisición corro a Elvira, deseoso de asombrarla. Ellaquién sabe por qué medios, se me ha adelantado ya.

f)e mis profesores tengo este vicio de abstraerme, de nocscuchar lo que los otros clicen, o dc cscucharlo a rredias, yde hablar a solas, de pronto, sabiendo perfectamente quenadie me oye, como a ellos en la cátcclra. Ella se estaríapensando mal de sus amigas, aunque la casa ardiera, aunquesus amigas se hubieran ya vuelto buenas, sin darse cuentade nada.

De mi amigo el químico me ha quedado esta necesidad de

¿nálisis que, cuando saboreo un coctel, lo descompone en mi

boca, como un prisma de los sabores, dándome distinto el

de cada licor; pues bien, ella, equivalente perfecto de esta

rnanía, deshilvana todos los tejidos <le sus amigas, con elpretexto de aprender a hacerlos.

De los personajes de Mac Orlan he aprendido a roerlne

las uñas; ella desde niña sabía ya tirarse, sistemáticamente,

toclos los botones de todos sus vestidos.

Y, corno csto, todo lo que voy iprendiendo en los libros'lo

sabia ella antes, muchísimo ant8s.

\/oy a baiiar con ella, seguro de no pcrder el ritmo tri

una sola vez, porque sabemos exactamente los mimos pasos

de baile. Cuando yo le ofrezca el brazo, su mano estará

ya a la altura precisa,y cerrará el eslabón de la manera más

natural del mundo, como si nos hubiéramos estado una vida

cnsayándolo, nuquinalmente, sin titubear un solo momento,

no me dejará dar completa esa vuelta que l-racen todos, al

encuentro de su pareja, para el abrazo del baile; me ahorrará

la mitad del viaje, haciéndolo ella.

Nos avenimos demasiaclo, es demasiado hernrana mía.

Nuestro amor es tln amor casi incestuoso, y es castigo

bíblico no poder, no querer apartarlo. Me irrita la perfec-

ción del espejo y quisiera romperlo, pero no tengo la segu-

ridad de no hacerme daño.

La orquesta efirpieza a llover sobre la sala pañuelos de

colores. Son, me parece, los nombres de las rnuchachas que

r¡e han gustado. Azul el de Consuelo, que era sana y robusta,

y por eso amatra los valses, pues si en el jardín había luna,

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Page 245: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

r - T - .

Junto a ella r.ne siento verso de la rnisma estrofa. PeroLln verso clue participara a la vez de las cualidades del re-gular y dcl l ibre. Sornos unidacles silábicas iguales, perosomos también por nuestro significaclo, cntidades completasindependientes. En fin, que no puedo ahora cxplicarmc esto;

acaso luego. Ahora se trata de no parecer asombrado cle quc

rne haya llamado, de no demostrarle ninguna gratitud por

su oportunidad. La gratitud es algo que separa, y yo noquiero todavía alejarme de ella.

3

Si me cluedara ciego, no podría seguir amándola; seríaun narcisismo inconfesable esta¡me toda la vida hablár,domede amor ante ese espejo de palabras. Luego que me copia misgestos, también, y mi perfume y mis manías, y sólo la vistapuede definirnos y separarnos; también la felicidad, quea ella la rejuvenece, la hace rnás bestia joven, y a lní mearruga la frcnte con exceso.

Colecciono manías, pequeñas supersticiones; a cada nuevaadquisición corro a Elvira, deseoso de asombrarla. Ellaquién sabe por qué medios, se me ha adelantado ya.

f)e mis profesores tengo este vicio de abstraerme, de nocscuchar lo que los otros clicen, o dc cscucharlo a rredias, yde hablar a solas, de pronto, sabiendo perfectamente quenadie me oye, como a ellos en la cátcclra. Ella se estaríapensando mal de sus amigas, aunque la casa ardiera, aunquesus amigas se hubieran ya vuelto buenas, sin darse cuentade nada.

De mi amigo el químico me ha quedado esta necesidad de

¿nálisis que, cuando saboreo un coctel, lo descompone en mi

boca, como un prisma de los sabores, dándome distinto el

de cada licor; pues bien, ella, equivalente perfecto de esta

rnanía, deshilvana todos los tejidos <le sus amigas, con elpretexto de aprender a hacerlos.

De los personajes de Mac Orlan he aprendido a roerlne

las uñas; ella desde niña sabía ya tirarse, sistemáticamente,

toclos los botones de todos sus vestidos.

Y, corno csto, todo lo que voy iprendiendo en los libros'lo

sabia ella antes, muchísimo ant8s.

\/oy a baiiar con ella, seguro de no pcrder el ritmo tri

una sola vez, porque sabemos exactamente los mimos pasos

de baile. Cuando yo le ofrezca el brazo, su mano estará

ya a la altura precisa,y cerrará el eslabón de la manera más

natural del mundo, como si nos hubiéramos estado una vida

cnsayándolo, nuquinalmente, sin titubear un solo momento,

no me dejará dar completa esa vuelta que l-racen todos, al

encuentro de su pareja, para el abrazo del baile; me ahorrará

la mitad del viaje, haciéndolo ella.

Nos avenimos demasiaclo, es demasiado hernrana mía.

Nuestro amor es tln amor casi incestuoso, y es castigo

bíblico no poder, no querer apartarlo. Me irrita la perfec-

ción del espejo y quisiera romperlo, pero no tengo la segu-

ridad de no hacerme daño.

La orquesta efirpieza a llover sobre la sala pañuelos de

colores. Son, me parece, los nombres de las rnuchachas que

r¡e han gustado. Azul el de Consuelo, que era sana y robusta,

y por eso amatra los valses, pues si en el jardín había luna,

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Page 246: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

le daban la ilusión de aclelgazar sin nccesid¿cl dc ponerse a

régirren de dieta; rosa el tango de Alicia, que era como un

alba que se eternizó en alba, porque Josué, la muerte, fué

a detener más allá del horizonte el mediodía que se anLln-

ciaba en sus besos a las an.rigas. Llameante el de Rosaura,

de quien, conlo nunca la vieron de día, y era tan rubia y tan

inflamada, las cosas afirmaban que cra el sol que bailaba

de incógnito.Elvira me <lejará un pañuelo ntetálico, para l impianne cl

rostro con mi propio rostro. Me dcjará el l ienzo de la

Verónica.

4

Ese vals tiene que ser viejo. En cuanto logro aprencler

de memoria la letra de una canción, comprendo que ha pa-

sado de moda. Igual en esto a ese rival rnío, el poeta Gilberto.

Atento siempre a la poesía francesa, comienza a ensayar un

ismo cualquiera cuando en París ha sido aceptado hasta por

el Mercu¡e de France, y no habla ya nadie de é1. Va a ne-

cesitar quc ler envíen por cable los nuevos poemas. Me

satisface saber', asi, que se arruinará sin remedio.

No es quc 1o odie, pero me molcsta demasiado. Es sus-

picaz, desconf iado, pesimista; si una acciírn cualquiera per-

mite dos interpretaciones, él cscogerá siempre la peor;

encontrará las manzanas agusanadas, nunca, ¡ ay !, los gu-

sanos llenos de trranzana; el mar, por ejemplo, no sirve para

personaje de poesía; lo pusieron donde está para qtte las

noticias de París le lleguen con retraso; yo no le reclamo

mis libros, ni el dibujo de Diego, y él lo atribuye a mi malamemoria y no a mi buen coraz6n. Además, me irrita quetrate a los grandes hombres como a su cocinera; por lanoche, antc cl busto de Dante, lee en voz alta sus poemas,exigiéndole luego una opinión que siempre le es favorable,porque corno el clue calla . . .

En todo procecle con falsía; estoy seguro cle que tambiénama a Elvira, y ahora nos sigue su mirada, llena de inten-ciones nrry 4atro español y rnuy reprobables. Pero nresabe prcferido y es incapaz del he¡písmo de ponerse enridículo dcclarándose mi rival abiertamente. Estará espe-ranrlo que descubra yo su amor; entonces convencido deque la merece más que yo, renunciaría a Elvira para dársela.Como cuando ha escrito un poema agradable, nunca rne lo

' enseña desde luego; se entretiene, primero, en hacer muchosdetestables entre los cuales 1o esconde para darse el gustode que le descubra yo su probable genialidad.

"I ' l l be loving you always . . ." Es la única cancién quecanto con éxito. Mis amigas me piden siempre la letra. Mehan obligado a mejorar ryi ortografía inglesa, que estaba

bien, defectuosa. Ya no rr-re amará Miss Hannah, porque

tarnbién mi pronur-rciación ha mejorado, y ya no podré pe-

dirle que me bese cuando quiera rogarle que me perdone.

Elvi¡a subraya, sin convicción, mirándome y oprimién-

dome la mano, todos los siempres que hay en este vals, pero

nadie mejor que e1la sabe que nuestro amor no podrá durar

gran cosa. No le deseamos exclttsividad, Xenius, ni, menos

aún, eternidad. Somos lo mismo de modestos; no diremos

nunca -ella menos, incapaz de generalizaciones alegóricas-,

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le daban la ilusión de aclelgazar sin nccesid¿cl dc ponerse a

régirren de dieta; rosa el tango de Alicia, que era como un

alba que se eternizó en alba, porque Josué, la muerte, fué

a detener más allá del horizonte el mediodía que se anLln-

ciaba en sus besos a las an.rigas. Llameante el de Rosaura,

de quien, conlo nunca la vieron de día, y era tan rubia y tan

inflamada, las cosas afirmaban que cra el sol que bailaba

de incógnito.Elvira me <lejará un pañuelo ntetálico, para l impianne cl

rostro con mi propio rostro. Me dcjará el l ienzo de la

Verónica.

4

Ese vals tiene que ser viejo. En cuanto logro aprencler

de memoria la letra de una canción, comprendo que ha pa-

sado de moda. Igual en esto a ese rival rnío, el poeta Gilberto.

Atento siempre a la poesía francesa, comienza a ensayar un

ismo cualquiera cuando en París ha sido aceptado hasta por

el Mercu¡e de France, y no habla ya nadie de é1. Va a ne-

cesitar quc ler envíen por cable los nuevos poemas. Me

satisface saber', asi, que se arruinará sin remedio.

No es quc 1o odie, pero me molcsta demasiado. Es sus-

picaz, desconf iado, pesimista; si una acciírn cualquiera per-

mite dos interpretaciones, él cscogerá siempre la peor;

encontrará las manzanas agusanadas, nunca, ¡ ay !, los gu-

sanos llenos de trranzana; el mar, por ejemplo, no sirve para

personaje de poesía; lo pusieron donde está para qtte las

noticias de París le lleguen con retraso; yo no le reclamo

mis libros, ni el dibujo de Diego, y él lo atribuye a mi malamemoria y no a mi buen coraz6n. Además, me irrita quetrate a los grandes hombres como a su cocinera; por lanoche, antc cl busto de Dante, lee en voz alta sus poemas,exigiéndole luego una opinión que siempre le es favorable,porque corno el clue calla . . .

En todo procecle con falsía; estoy seguro cle que tambiénama a Elvira, y ahora nos sigue su mirada, llena de inten-ciones nrry 4atro español y rnuy reprobables. Pero nresabe prcferido y es incapaz del he¡písmo de ponerse enridículo dcclarándose mi rival abiertamente. Estará espe-ranrlo que descubra yo su amor; entonces convencido deque la merece más que yo, renunciaría a Elvira para dársela.Como cuando ha escrito un poema agradable, nunca rne lo

' enseña desde luego; se entretiene, primero, en hacer muchosdetestables entre los cuales 1o esconde para darse el gustode que le descubra yo su probable genialidad.

"I ' l l be loving you always . . ." Es la única cancién quecanto con éxito. Mis amigas me piden siempre la letra. Mehan obligado a mejorar ryi ortografía inglesa, que estaba

bien, defectuosa. Ya no rr-re amará Miss Hannah, porque

tarnbién mi pronur-rciación ha mejorado, y ya no podré pe-

dirle que me bese cuando quiera rogarle que me perdone.

Elvi¡a subraya, sin convicción, mirándome y oprimién-

dome la mano, todos los siempres que hay en este vals, pero

nadie mejor que e1la sabe que nuestro amor no podrá durar

gran cosa. No le deseamos exclttsividad, Xenius, ni, menos

aún, eternidad. Somos lo mismo de modestos; no diremos

nunca -ella menos, incapaz de generalizaciones alegóricas-,

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Page 248: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

por ejemplo: el sol, atado de mi cabeza, es un péndulo cotr

oscilaciones de rloce horas; pref erimos humildes confesar-nos, atados de un rayo de sol, al mediodía, el plomo de laplon-rada.

Ahora tiene ella en los ojos sn azul de llama de alcohol;lo conozco, porque Lrna vez me sorprendí, ante un espejo,

pensando mal de alguien. Si no es del poeta Gilberto, será

<le rrí. Preficro dirigir su pensamiento.-Cuídate de Gilberto -le digo, formulándolo-. E,s un

hombre que ama la música.

¿No lo decía? Es de él ; como si siguiera yo hablando,es clla la que continúa tni f rase:

-Es crucl, rníralo; usa cse gran diamante para engañar,<lc nochc, a las n.rariposas, cluc prcficren su fistol a la lám-para.

E,s mi pcnsamicnto, t-n imágcncs f in <lc siglo. Y lucgo:-Tiene el suficiente buen gusto para que cse rliaruante

sea falso -terr¡ino yo, infame.

Afttera, es cierto, el ruiseñor no sabrá nada de nada;pero le hemos dejado abierta la l lave de la lengua al surtidor,retorcido como víbora. El poeta se ha queclado dormido perola montaña irá a él; en esta vuelta, sin ponernos de acuerdo,tropezaremos con é1 Elvira y yo. En vano protesta Gilbertoque la vida no le interesa. Hace un esfuerzo, cuenta hastamil, y se despierta.

-Está planeando, fíjate, mis funerales. Me gustaría

morir en endecasílabos.

Elvira no me atiende. Acaso encuentra inútil que hableyo para decir exactamente 1o que ella piensa. Comprendo

que estoy perdiendo mucho. Ahora Gilberto es el ángel dela lotería, y nre indigna; enjaula a la suerte, como una ntosca,en los carrctes de hilo del milagro, levanta el cielo y salensiemprc scis asrs, aunque la ciuclad tenga muchísimos mástragaluces. Mc está ganando mis mejores adjetivos, y ahoratendré cluc llarnarlc al pan vino y al fin la aurora vino sien.r_pre, sienrpre, hasta para los que no teníamos piernas ágilespara saltar, <lormiclos, doce horas.

5 -

l l-a orqur,sta, sabiéndose efímera, repite ,,always,,

con laobstinación del que tuviera un hijo 'ruerto entre los brazosy lo arrr-rllar¿r para dormirlo.

Canción cle cuna de Los Angeles. Creo en California.Tar¡bién del Ilxtrerno Occidente, que se toca con el ExtremoOrientc, puede llegarnos la r¡velación alguna vez. y porquetodos lo sabemos, y porque csta canción vino de allá, nadieatiendc al significado irónic& que la anima. Todas la can-tarian con solemnidad. Yo también, con acompañan.rientocle guitarra, prccisarrente, porqlle la actitud r1e nno quebaila es la de uno que toca la guitarra.

l.a música. Llega de lejos. En el camino se entretieuebailando, con la horda, en torno de las hogueras; luego semartiriza, girrre y se hace salmo bíblico, o se perfuma y sehace carne de sirena. Pero Pitágoras con su muslo de oro,vivia junto al taller cle un herrero, y la hizo número. yentonces comprendí que ya no podría llorar tranquilamente,porque siempre habría alguien que me contara los segundos,

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por ejemplo: el sol, atado de mi cabeza, es un péndulo cotr

oscilaciones de rloce horas; pref erimos humildes confesar-nos, atados de un rayo de sol, al mediodía, el plomo de laplon-rada.

Ahora tiene ella en los ojos sn azul de llama de alcohol;lo conozco, porque Lrna vez me sorprendí, ante un espejo,

pensando mal de alguien. Si no es del poeta Gilberto, será

<le rrí. Preficro dirigir su pensamiento.-Cuídate de Gilberto -le digo, formulándolo-. E,s un

hombre que ama la música.

¿No lo decía? Es de él ; como si siguiera yo hablando,es clla la que continúa tni f rase:

-Es crucl, rníralo; usa cse gran diamante para engañar,<lc nochc, a las n.rariposas, cluc prcficren su fistol a la lám-para.

E,s mi pcnsamicnto, t-n imágcncs f in <lc siglo. Y lucgo:-Tiene el suficiente buen gusto para que cse rliaruante

sea falso -terr¡ino yo, infame.

Afttera, es cierto, el ruiseñor no sabrá nada de nada;pero le hemos dejado abierta la l lave de la lengua al surtidor,retorcido como víbora. El poeta se ha queclado dormido perola montaña irá a él; en esta vuelta, sin ponernos de acuerdo,tropezaremos con é1 Elvira y yo. En vano protesta Gilbertoque la vida no le interesa. Hace un esfuerzo, cuenta hastamil, y se despierta.

-Está planeando, fíjate, mis funerales. Me gustaría

morir en endecasílabos.

Elvira no me atiende. Acaso encuentra inútil que hableyo para decir exactamente 1o que ella piensa. Comprendo

que estoy perdiendo mucho. Ahora Gilberto es el ángel dela lotería, y nre indigna; enjaula a la suerte, como una ntosca,en los carrctes de hilo del milagro, levanta el cielo y salensiemprc scis asrs, aunque la ciuclad tenga muchísimos mástragaluces. Mc está ganando mis mejores adjetivos, y ahoratendré cluc llarnarlc al pan vino y al fin la aurora vino sien.r_pre, sienrpre, hasta para los que no teníamos piernas ágilespara saltar, <lormiclos, doce horas.

5 -

l l-a orqur,sta, sabiéndose efímera, repite ,,always,,

con laobstinación del que tuviera un hijo 'ruerto entre los brazosy lo arrr-rllar¿r para dormirlo.

Canción cle cuna de Los Angeles. Creo en California.Tar¡bién del Ilxtrerno Occidente, que se toca con el ExtremoOrientc, puede llegarnos la r¡velación alguna vez. y porquetodos lo sabemos, y porque csta canción vino de allá, nadieatiendc al significado irónic& que la anima. Todas la can-tarian con solemnidad. Yo también, con acompañan.rientocle guitarra, prccisarrente, porqlle la actitud r1e nno quebaila es la de uno que toca la guitarra.

l.a música. Llega de lejos. En el camino se entretieuebailando, con la horda, en torno de las hogueras; luego semartiriza, girrre y se hace salmo bíblico, o se perfuma y sehace carne de sirena. Pero Pitágoras con su muslo de oro,vivia junto al taller cle un herrero, y la hizo número. yentonces comprendí que ya no podría llorar tranquilamente,porque siempre habría alguien que me contara los segundos,

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Page 250: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

y de no cesar antes de diez me declarara K. O. -E,se

alguien era, tarnbién yo.

". . . a pesar del número uno; a pesar <lel amor, dos."Voy a perder el paso, por la dicha de la ilu¡rirración ines-perada; es posible hacer una diferenciación más cntre l i lviray yo. "Yo" no es indivisible, no es unidad. Hay, ella, el yoque hace; yo seré el yo clue me veo, en ella, hacer. Tengo queser un espcctador que provoque el acontccimiento, que lodiri ja y lo explique. La felicidad me está arrugando el ros-t¡o. Tanto mejor: es la máscara que conviene al coro griego.

Nosotros -¿puedo seguir diciendo yo?- dudamos unmomento si Narciso moriría de aburrimiento. El espectáculocansa, a la larga. Aunque ella tcnga mayor resistencia, porla costurnbrc de ¡nuchas horas diarias dc tocador, es indu-dable que también está sinticndo la neccsidad de dirigirsu pensamiento fuera de sí l¡ isma, cs clccir, clc mí.

Querernos amarte, X. -¿ Por quién substituir csta X ?Estamos vacíos desde que, ya no habitantes de la casa, másque eso, la casa misma, nos hemos hecho, idénticos, copián-donos con perfección fotográfica, la pared frente a la pared,techo y piso, aristas paralelas, rincón y rincón, iguales y,sin embargo, tan opuestos,

Nos llamamos lo mismo, y nos rechazamos. Vamos abuscar el otro polo. Yo, sobre su hombro; voy a coquetearcon la señora García. No, sería una horrible traición alsiglo veinte; no, aunque ahora me sienta excesivamente ro-mántico. Además, sería apartarme de un incesto para caeren otro mayor. A la señora García le debo algo así como lavida, en cierto sentido.

En el principio era mi instinto, enteratnente, científ i-camente aislado por un caos de amnesia, el que Freud quiereapartar de sobre los años infanti les. Y mi instinto estaríachupándose el <ledo, narcisismo prehistórico que luego haevolucionaclo hasta la rnanía de hacer rclatos autobiográficosy enamorarme de todas las fuentcs. Aquí entra también la

señora García como cttlpable, porque un sábado, en la doc-trina, dijo distraída ur fiat lus narrativo que yo interpretéen imperativo, dirigido a mi, y por n.ris malas calif icacionesen lengua nacional la luz se hizo.

E,s mi primer recuerdo distinto; erfaquella época el bien

)¡ el r¡al tenían una frontera precisa, definida, la barda queseparaba clel atrio a la huerta. De este lado baldosas os-curas, bancas incómodas en que los futuros fieles cristianosaprendíamos cosas que violar, y el padre Ripalda, sabio ytenebroso, que era como un corsé o unos tirantes de fuerzapara erguir, rígidos, los cuerpos de las catequistas, fueradc allí personas que no se cor0ían palos de escoba. Del otrolado. . . Después lo supe muy bien, porque luego nos expli-caron el episodio de la serpfrnte, y al otro sábado salté la

tapia de la huerta, y ni rne ronrpí una pierna, ni me gané

la merecida indigestión, y eso que aún no leíamos a Mark

Trvain, amigo Alfonso Reyes.

Descartamos, plles -nosotros es yo-, v la señora Gar-cía. ¿Por quién substituir la X? ¿A quién amaremos ahora?

¿ Lo habré dicho en voz alta ? Ya está hablando Elvira.-tr{e gustaría amar a un hombre nocturno, con el sentido,

aún, de la vehernencia. Iis decir, un poco tonto. A Gilberto,por ejemplo. . .

224 2 2 '

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y de no cesar antes de diez me declarara K. O. -E,se

alguien era, tarnbién yo.

". . . a pesar del número uno; a pesar <lel amor, dos."Voy a perder el paso, por la dicha de la ilu¡rirración ines-perada; es posible hacer una diferenciación más cntre l i lviray yo. "Yo" no es indivisible, no es unidad. Hay, ella, el yoque hace; yo seré el yo clue me veo, en ella, hacer. Tengo queser un espcctador que provoque el acontccimiento, que lodiri ja y lo explique. La felicidad me está arrugando el ros-t¡o. Tanto mejor: es la máscara que conviene al coro griego.

Nosotros -¿puedo seguir diciendo yo?- dudamos unmomento si Narciso moriría de aburrimiento. El espectáculocansa, a la larga. Aunque ella tcnga mayor resistencia, porla costurnbrc de ¡nuchas horas diarias dc tocador, es indu-dable que también está sinticndo la neccsidad de dirigirsu pensamiento fuera de sí l¡ isma, cs clccir, clc mí.

Querernos amarte, X. -¿ Por quién substituir csta X ?Estamos vacíos desde que, ya no habitantes de la casa, másque eso, la casa misma, nos hemos hecho, idénticos, copián-donos con perfección fotográfica, la pared frente a la pared,techo y piso, aristas paralelas, rincón y rincón, iguales y,sin embargo, tan opuestos,

Nos llamamos lo mismo, y nos rechazamos. Vamos abuscar el otro polo. Yo, sobre su hombro; voy a coquetearcon la señora García. No, sería una horrible traición alsiglo veinte; no, aunque ahora me sienta excesivamente ro-mántico. Además, sería apartarme de un incesto para caeren otro mayor. A la señora García le debo algo así como lavida, en cierto sentido.

En el principio era mi instinto, enteratnente, científ i-camente aislado por un caos de amnesia, el que Freud quiereapartar de sobre los años infanti les. Y mi instinto estaríachupándose el <ledo, narcisismo prehistórico que luego haevolucionaclo hasta la rnanía de hacer rclatos autobiográficosy enamorarme de todas las fuentcs. Aquí entra también la

señora García como cttlpable, porque un sábado, en la doc-trina, dijo distraída ur fiat lus narrativo que yo interpretéen imperativo, dirigido a mi, y por n.ris malas calif icacionesen lengua nacional la luz se hizo.

E,s mi primer recuerdo distinto; erfaquella época el bien

)¡ el r¡al tenían una frontera precisa, definida, la barda queseparaba clel atrio a la huerta. De este lado baldosas os-curas, bancas incómodas en que los futuros fieles cristianosaprendíamos cosas que violar, y el padre Ripalda, sabio ytenebroso, que era como un corsé o unos tirantes de fuerzapara erguir, rígidos, los cuerpos de las catequistas, fueradc allí personas que no se cor0ían palos de escoba. Del otrolado. . . Después lo supe muy bien, porque luego nos expli-caron el episodio de la serpfrnte, y al otro sábado salté la

tapia de la huerta, y ni rne ronrpí una pierna, ni me gané

la merecida indigestión, y eso que aún no leíamos a Mark

Trvain, amigo Alfonso Reyes.

Descartamos, plles -nosotros es yo-, v la señora Gar-cía. ¿Por quién substituir la X? ¿A quién amaremos ahora?

¿ Lo habré dicho en voz alta ? Ya está hablando Elvira.-tr{e gustaría amar a un hombre nocturno, con el sentido,

aún, de la vehernencia. Iis decir, un poco tonto. A Gilberto,por ejemplo. . .

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t

SALIDA DI' GILBIiRTO

/, . 't'I'-ntrE los pupclt's cluc ibag a servirme para corl-lponer algúndía El inficrno fcrdido (irremediablemente, ¡ay!.), he ha-llado un poelna tan ajeno, tan en tercera persdlla, que alleerlo y ponerlo en limpio para su publicación, no he podidomudarle voz alguna. Sn tema, una meditación de la SernanaSanta de 1936, recoge las ideas de todos mis clásicos, acasopor haber estado reducido en los seis años anteriores, pordeberes profesionales, a lecturas tan someras que me confi-naban casi a la hemeroteca, sin uno nuevo que añadir a misantoral. Reclamo como único invento rnío las palabras enque está escrito, pues aun la forma en que las adorné mefué impuesta por mis pensarnientos.

Si fuera mérito la unidad, tampoco 1o seria mío, pues suIógica casi ya no poética, sino fronteriza d,e la otra, lne

obligó a sostener su débil aliento en un discurso. Y por

serlo, por explícito y obvio, acaso la única exégesis necesaria

es la de uno de los episodios. Pues en él incurrí en el Len-guaje Americano, tan tornadizo que acaso va no se nombren

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SALIDA DI' GILBIiRTO

/, . 't'I'-ntrE los pupclt's cluc ibag a servirme para corl-lponer algúndía El inficrno fcrdido (irremediablemente, ¡ay!.), he ha-llado un poelna tan ajeno, tan en tercera persdlla, que alleerlo y ponerlo en limpio para su publicación, no he podidomudarle voz alguna. Sn tema, una meditación de la SernanaSanta de 1936, recoge las ideas de todos mis clásicos, acasopor haber estado reducido en los seis años anteriores, pordeberes profesionales, a lecturas tan someras que me confi-naban casi a la hemeroteca, sin uno nuevo que añadir a misantoral. Reclamo como único invento rnío las palabras enque está escrito, pues aun la forma en que las adorné mefué impuesta por mis pensarnientos.

Si fuera mérito la unidad, tampoco 1o seria mío, pues suIógica casi ya no poética, sino fronteriza d,e la otra, lne

obligó a sostener su débil aliento en un discurso. Y por

serlo, por explícito y obvio, acaso la única exégesis necesaria

es la de uno de los episodios. Pues en él incurrí en el Len-guaje Americano, tan tornadizo que acaso va no se nombren

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las cosas asi. (Our nmtable to'txgute is lihe the sea.) Haceunos doce años se decía cherry, en Nueva Yorli, para tnen-cionar la virginidad. fgnoro si haya habiclo después necesidaclde inventar otra palabra.

[El anterior texto precedía al poema Discurso del Parolítico, publi-cado en Letras de Mérico el 15 de enero de 1940.1

2t02 ) l

IMONOLOGOS Dtr AXEL

Yo tcngo un amigo que se llama Pedro, por donde he venidoa llamarle Axel. Pues, m_ás como proponerle un enigma quecon ínclole epigramática, le dije que asilaría sus monólogosbajo este verso: ". . .y el ave tr,opical que habla por lujo."

-No, no lo hagas. Es muy frágil Bretón de los Herre-ros como techo y, además, iban a creer que dialogas con unsímbolo, con un símbolo anlericano, con el profesor Lópezde Mesa, por ejemplo, que tiene ya biógrafos más acuciosos.América, tierra de loros. En ella pensaría necesariamenteYeats al decir: Even where horrible green parrots call andszuing.

No hemos aprendido a leer con los labios cerrados; pen-samos en voz alla, nuestros pintorcs pintan a gritos, v l.rastalas cosas más íntimas, como la poesía o el amor o la hi-giene, las hacemos a grandes voces. Somos el continente qut'perora, que no sabe conversar, que monologa sin punto yaparte. Ya 1o veremos, el mes entrante, en Lima, Yo no com-parto el pesimisrno de otros. Nuestro canciller hará papel

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las cosas asi. (Our nmtable to'txgute is lihe the sea.) Haceunos doce años se decía cherry, en Nueva Yorli, para tnen-cionar la virginidad. fgnoro si haya habiclo después necesidaclde inventar otra palabra.

[El anterior texto precedía al poema Discurso del Parolítico, publi-cado en Letras de Mérico el 15 de enero de 1940.1

2t02 ) l

IMONOLOGOS Dtr AXEL

Yo tcngo un amigo que se llama Pedro, por donde he venidoa llamarle Axel. Pues, m_ás como proponerle un enigma quecon ínclole epigramática, le dije que asilaría sus monólogosbajo este verso: ". . .y el ave tr,opical que habla por lujo."

-No, no lo hagas. Es muy frágil Bretón de los Herre-ros como techo y, además, iban a creer que dialogas con unsímbolo, con un símbolo anlericano, con el profesor Lópezde Mesa, por ejemplo, que tiene ya biógrafos más acuciosos.América, tierra de loros. En ella pensaría necesariamenteYeats al decir: Even where horrible green parrots call andszuing.

No hemos aprendido a leer con los labios cerrados; pen-samos en voz alla, nuestros pintorcs pintan a gritos, v l.rastalas cosas más íntimas, como la poesía o el amor o la hi-giene, las hacemos a grandes voces. Somos el continente qut'perora, que no sabe conversar, que monologa sin punto yaparte. Ya 1o veremos, el mes entrante, en Lima, Yo no com-parto el pesimisrno de otros. Nuestro canciller hará papel

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bril lantísimo. En él sc ¡ublinra lo amcricano, el sacrif icarlo

todo, la vida inclusive, por una frase.

Como Axel. En estos días hubo un centenario, que sirviópara que los periodistas escribiéramos sobre Villiers deI'Isle Adam, pero no logró inducirnos a releerlo. Lo elo-giamos por hablar, pero en realidad, nadie podría elogiara ese Reaccionario con más fi l ial lealtad que nosotros. Puesno son los Cuentos crueles, sino el Arel, lo que nos da suclave. Fué lo últ imo que escribió, y no es ciertamente undrama ni poema dramático, sino un monólogo, el aguaceroverbal que inicia el Diluvio. El último acto, sobre todo,obra maestra del humorismo involuntario. Cuando el deAuersberg sorprende a Sara con el tesoro, cuando a los dosles sorprende el amor "a primera vista", lo único que se lesocurre es ponerse a hablar. Lo del balazo no vale la pena;se ve que la puntería era voluntariamente mala.

A la invitaci<'rn al viajc dc Sara, tsa larguísirna tirada decuatro páginas dc Bactlcl¿cr, Axcl rcsponclc poco r.nás o me-nos que cs mejor hablar de los viajes que viajar, el deseo delviaje n-rcjor que las decepciones del viaje. Le dice que losviajes destruyen. Sellado ya el pacto cle suicidio, ella proponeuna última noche de amor, y Axel le reprocha su trivialidady la invita a seguir hablando, hablando, hablando.

En realidad, sólo nosotros, los americanos, podemos leersin desfallecer de ¡isa esa esc€na. Y si reimos, es solamentecomo cuando Porfi¡io Barba refería alguno de sus cruelescuentos de loros, que fingíamos celebrar para que la genteno advirtiera que éramos con-lo pericos. Así con el Axelque llamo monólogo porque basta con mudarles el género o

2 J Z / - ))

algunos de los parlamentos de Sara, poniéndolos en labiosde Axel, para convencerse de que siempre es el Conde consu soliloquio. A Axel 1o llama Lalou el Fausto finisecular.Finisecular, si, pero Fausto más bien poco.

América, continente ¡eaccionario, finisecular y verbal.Todos sornos Axeles, en tu país y en ésta tierra mía de gra-mátiqg donde nuestros fi lósofos (¿o en singular?) l legaróna la fi losofía por la fi lología, que no es sino la redención,la dignificación de la oratoria. He dicho.

fLetras de Mérico, 15 de abril de 1940.1

Page 257: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

bril lantísimo. En él sc ¡ublinra lo amcricano, el sacrif icarlo

todo, la vida inclusive, por una frase.

Como Axel. En estos días hubo un centenario, que sirviópara que los periodistas escribiéramos sobre Villiers deI'Isle Adam, pero no logró inducirnos a releerlo. Lo elo-giamos por hablar, pero en realidad, nadie podría elogiara ese Reaccionario con más fi l ial lealtad que nosotros. Puesno son los Cuentos crueles, sino el Arel, lo que nos da suclave. Fué lo últ imo que escribió, y no es ciertamente undrama ni poema dramático, sino un monólogo, el aguaceroverbal que inicia el Diluvio. El último acto, sobre todo,obra maestra del humorismo involuntario. Cuando el deAuersberg sorprende a Sara con el tesoro, cuando a los dosles sorprende el amor "a primera vista", lo único que se lesocurre es ponerse a hablar. Lo del balazo no vale la pena;se ve que la puntería era voluntariamente mala.

A la invitaci<'rn al viajc dc Sara, tsa larguísirna tirada decuatro páginas dc Bactlcl¿cr, Axcl rcsponclc poco r.nás o me-nos que cs mejor hablar de los viajes que viajar, el deseo delviaje n-rcjor que las decepciones del viaje. Le dice que losviajes destruyen. Sellado ya el pacto cle suicidio, ella proponeuna última noche de amor, y Axel le reprocha su trivialidady la invita a seguir hablando, hablando, hablando.

En realidad, sólo nosotros, los americanos, podemos leersin desfallecer de ¡isa esa esc€na. Y si reimos, es solamentecomo cuando Porfi¡io Barba refería alguno de sus cruelescuentos de loros, que fingíamos celebrar para que la genteno advirtiera que éramos con-lo pericos. Así con el Axelque llamo monólogo porque basta con mudarles el género o

2 J Z / - ))

algunos de los parlamentos de Sara, poniéndolos en labiosde Axel, para convencerse de que siempre es el Conde consu soliloquio. A Axel 1o llama Lalou el Fausto finisecular.Finisecular, si, pero Fausto más bien poco.

América, continente ¡eaccionario, finisecular y verbal.Todos sornos Axeles, en tu país y en ésta tierra mía de gra-mátiqg donde nuestros fi lósofos (¿o en singular?) l legaróna la fi losofía por la fi lología, que no es sino la redención,la dignificación de la oratoria. He dicho.

fLetras de Mérico, 15 de abril de 1940.1

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t

ANDRE GIDE. Los alimentos terrestres

No entendí nunca la libertad, toda mi vida ttna sucesión de

cárceles, sino como la fortuita ocasión de ¡endir mi albedrío,

de elegir la servidumbre que más cuadrase a un rnomento

dado de mi cuerpo, de mi espíritu, de mi ¿lma. De todas

salía con el vano juramento de no volver a ellas, sólo para

quebrantarlo tan pronto como una mórbida memoria me

arrojaba a sus playas, exánime cuando era mi cuerpo el

que en la arena se quedaba, sin más cuerpo que el de mi

fiebre cuando era mi alma la que trataba de salvarse y en

la cárcel antigua se perdía. Creo que Villaurrutia y Cuesta

se esforzaron hace veinte años, en mudarme esa postura del

ánimo y en hacerme substituir a r¡i libre albedrío católico

por un libre examen protcstante que no me llevó nunca a

parte alguna. "Para que substituya a tu Juan Ramón, ten

Gide", me escribía cl vivísimo muerto al cntregarme el pe-

queño volumen de los ll[orceaur Choisis.

Entre aquellos fragmentos estaban muchos de este "ma-

nual dc libertacl" que ahora han traducido tan lealmente, y

If

lIIiIJ

I

fué allí y cntonces cuando ocurrió mi primer encuentro conMenalcas y cuando inicié, por mi cuenta, un diálogo im_posible con 1111 Natanael, nacido sordo y mudo por la propiavoluntarl rlc 'ronólogo sin respuesta del plclre, quien ademásdebería {r lrrcfcrir que no le oyera para que le olvidaracon mayüY l)rcntura. O eso, al menos, era 1o que entoncesme complacía yo en entender, todavía insospechables paramí la sinccridad y la desnudez de Gide. Ahora he sabidomejor. Y hasta fué é1 mismo quien dijo expresamente, pri_mero, y tácitamente, después, en sus múltiples reediciones:"Sólo escribo para ser releído", y ello me induce a sospecharque el insistente grito que ordena a Natanael alejarse, eman-ciparse del lírico cautiverio, quiere decir precisamente locontrario: "No arrojes este iibro y no partas -y no asumasverdadera una libertad que nunca he dcscado ofrecerte.,'Pues en el libre albedrío cae fin)lmente todo libre examen,y la desesperada frase de Tolstoy que aconseja amar a Diosirrazonablemente, no es menos valedera que el razonablefervor que dispone no buscarlo en cosa alguna, sino en todaslas cosas.

Es en ese instanie, cuando empiezo a creer que ni en élni en mí tiene la palabra libertad. otra connotación moral (laconnotación política no puede ocuparme), cuando deja deperturbarme este libro de título brutal y de ascético co$-tenido. Es entonces cuando ya me identifico con é1, cuandoya lo veo como lo que es, como la relación, como el recuentcqde una abnegada sucesión de prisiones y de angustias: la',l"pavorosa" servidumbre de la elección, la desolada de laespera, la estéril de la abstinencia ante el vino y las frutas,

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ANDRE GIDE. Los alimentos terrestres

No entendí nunca la libertad, toda mi vida ttna sucesión de

cárceles, sino como la fortuita ocasión de ¡endir mi albedrío,

de elegir la servidumbre que más cuadrase a un rnomento

dado de mi cuerpo, de mi espíritu, de mi ¿lma. De todas

salía con el vano juramento de no volver a ellas, sólo para

quebrantarlo tan pronto como una mórbida memoria me

arrojaba a sus playas, exánime cuando era mi cuerpo el

que en la arena se quedaba, sin más cuerpo que el de mi

fiebre cuando era mi alma la que trataba de salvarse y en

la cárcel antigua se perdía. Creo que Villaurrutia y Cuesta

se esforzaron hace veinte años, en mudarme esa postura del

ánimo y en hacerme substituir a r¡i libre albedrío católico

por un libre examen protcstante que no me llevó nunca a

parte alguna. "Para que substituya a tu Juan Ramón, ten

Gide", me escribía cl vivísimo muerto al cntregarme el pe-

queño volumen de los ll[orceaur Choisis.

Entre aquellos fragmentos estaban muchos de este "ma-

nual dc libertacl" que ahora han traducido tan lealmente, y

If

lIIiIJ

I

fué allí y cntonces cuando ocurrió mi primer encuentro conMenalcas y cuando inicié, por mi cuenta, un diálogo im_posible con 1111 Natanael, nacido sordo y mudo por la propiavoluntarl rlc 'ronólogo sin respuesta del plclre, quien ademásdebería {r lrrcfcrir que no le oyera para que le olvidaracon mayüY l)rcntura. O eso, al menos, era 1o que entoncesme complacía yo en entender, todavía insospechables paramí la sinccridad y la desnudez de Gide. Ahora he sabidomejor. Y hasta fué é1 mismo quien dijo expresamente, pri_mero, y tácitamente, después, en sus múltiples reediciones:"Sólo escribo para ser releído", y ello me induce a sospecharque el insistente grito que ordena a Natanael alejarse, eman-ciparse del lírico cautiverio, quiere decir precisamente locontrario: "No arrojes este iibro y no partas -y no asumasverdadera una libertad que nunca he dcscado ofrecerte.,'Pues en el libre albedrío cae fin)lmente todo libre examen,y la desesperada frase de Tolstoy que aconseja amar a Diosirrazonablemente, no es menos valedera que el razonablefervor que dispone no buscarlo en cosa alguna, sino en todaslas cosas.

Es en ese instanie, cuando empiezo a creer que ni en élni en mí tiene la palabra libertad. otra connotación moral (laconnotación política no puede ocuparme), cuando deja deperturbarme este libro de título brutal y de ascético co$-tenido. Es entonces cuando ya me identifico con é1, cuandoya lo veo como lo que es, como la relación, como el recuentcqde una abnegada sucesión de prisiones y de angustias: la',l"pavorosa" servidumbre de la elección, la desolada de laespera, la estéril de la abstinencia ante el vino y las frutas,

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Page 260: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

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la amargada del deseo insatisfecho, que es deseo frustrado.Y es entonces cuando la astuta presencia del crítico, queno abandona su función en un solo párrafo de Gide, deja deirnportunarme. Ya no lo veo, ya no oigo zumbar el tábanode su razón detrás de la voz humana, y me abandono a lapeligrosa y terrible penitencia de perderme en ese infiernoque va rodando en pos de Dios por todas las pasiones. puesacaso haya otra manera de leer Los alimentos terrestres, peropara mí es ésta la única.

lEl Hijo Pródigo, nitm. 7, octubre de 1943.1EI{CUENTROS CON JORGE CUESTA

Parecería banal el episodio del encuentro, y sería superfluorelatarlo, si no hubiera habido en é1 corno un presagio delo que iba a ser nuestl'a asociación. Adernás, serían fingi-miento el pudor inhumano y el rigor crítico que me prohi-biesen escribir esta página en primera persona, si la deCuesta fué una de las influencias pcrsonales, de viva voz,más inmediatas y más fecundantes que tuvo mi juventud, 1oque comprobaría precisamente el hecho de que no se adviertasemejanza alguna entre nuestro pensamiento, ni entre nues-tra prosa, ni entre nuestia poesía, a pesar de disciplinassemejantes, pues era influencia de diálogo, de conflicto,dramática. Por otra parte, rnuchos años después de oírle, lalectura de la obra que dejó en la deleznable materia cle larevista y el diario, me sabe como a un encuentro renovado,a un hallazgo interminablemente repetido. ("El público nonos recuerda sino por nuestra última obra -se lamentabaWilde-. Ahora sólo recordarán en mí al presidario." Ellector de periódicos sólo recuerda 1o leído el día o la semana

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la amargada del deseo insatisfecho, que es deseo frustrado.Y es entonces cuando la astuta presencia del crítico, queno abandona su función en un solo párrafo de Gide, deja deirnportunarme. Ya no lo veo, ya no oigo zumbar el tábanode su razón detrás de la voz humana, y me abandono a lapeligrosa y terrible penitencia de perderme en ese infiernoque va rodando en pos de Dios por todas las pasiones. puesacaso haya otra manera de leer Los alimentos terrestres, peropara mí es ésta la única.

lEl Hijo Pródigo, nitm. 7, octubre de 1943.1EI{CUENTROS CON JORGE CUESTA

Parecería banal el episodio del encuentro, y sería superfluorelatarlo, si no hubiera habido en é1 corno un presagio delo que iba a ser nuestl'a asociación. Adernás, serían fingi-miento el pudor inhumano y el rigor crítico que me prohi-biesen escribir esta página en primera persona, si la deCuesta fué una de las influencias pcrsonales, de viva voz,más inmediatas y más fecundantes que tuvo mi juventud, 1oque comprobaría precisamente el hecho de que no se adviertasemejanza alguna entre nuestro pensamiento, ni entre nues-tra prosa, ni entre nuestia poesía, a pesar de disciplinassemejantes, pues era influencia de diálogo, de conflicto,dramática. Por otra parte, rnuchos años después de oírle, lalectura de la obra que dejó en la deleznable materia cle larevista y el diario, me sabe como a un encuentro renovado,a un hallazgo interminablemente repetido. ("El público nonos recuerda sino por nuestra última obra -se lamentabaWilde-. Ahora sólo recordarán en mí al presidario." Ellector de periódicos sólo recuerda 1o leído el día o la semana

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de su periocliciclad, y porque existe el peligro in,...".ño .1"que sólo se recuerde, de Cuesta, el último acto de su vida,sus amigos tratan de evitar esa injusticia recogiendo envolumen esos artículos y esos poemas que a rní me hansabido, repito, a reiterado encuentro.) Pero quería hablardel primero, del anecdótico,_que ocurrió como voy a decirlo.

Porque nos asfixiaba, aquella tarde, como nunca, la nror-daza del aula, y porque aquel profesor hablaba y hablabamonótono e insípido, repitiendo cosas que ya sabíamos, ador-meciendo a los más e irritándome a rni, cttando pronunció eldisparate comenté en voz alta "¿Cómo iban a carninar esos

cjércitos, día y noche, bajo los rayos de1 so1?" El silenciocle segundos que siguió a tni impertinencia se rompió depronto, cuando rrri compañero de la izquierda echó a ¡eír.

Ruidosarnentc, con una áspcra risa, cchando la cabeza hacia

; r t rás. \ ' lu t 'go t ' l r l , i r t t i r t , :-I-os scñorcs ()u't:n y Cuesta sc scrvirán ¡¡banclonar el

salón. Dl rc.ctor serlt notif icaclo.

Irué la primera vez que oímos nuestros not¡bres asocia-

dos, y ahí se inició una amistad que después los largos lustros

de rni destierro iban a dejar languidecer ir¡emediablemente,

pero que nunca cli ni daré nunca por rnuerta.

Si nos unió ttna expulsión, un rechazo, iba a ser ésta,

más tarde, la característica, el común denominador de un

grupo de escritores solitarios, unidos también por el rechazo

de los otros -de quienes temían el contagio de inquietudes

que su pereza encontraba peligrosas y que preferían no

compartir-, de unos solitarios que formaron una agrupa-

ción de expulsados, o para decirlo con una frase de Cuesta,

una agrupaci<in de f oruitdos. Yo no volví a aquclla ni a

ninguna otra cátedra, y Cucsta se fué a cstu<liar ciencias

qr.rímicas;,5x'r'tt dcsde esa tarde aquel mtlchacho alto, des-

jr.batln v rlc timiclcz provinciana como la mía -é1 subía

á, I cl inra tibio y oloroso de Córdoba, yo bajaba del frío

asiptico ,lr Toluca-, y yo, crl lpezamos a vcrllos casi diaria-

,o.,lt., rn la biblioteca, en nuestras guaridas de estudiantcs

(tn mi caso ya cle simple estuclioso\o en aqrtel oscuro café

Amórica, al clue las bromas estudianti les hacian parecer co-

nio si sicrnpre acabara de pasar por allí el candor'oso padre

Rrolr'rr -5¿l s1l la azucarera, cuadros colgados al revós,

reloj atrasado para prolongar la velada.

l-resiclía su tertulia la ironía lenta, con sordina, dc Arl-

tonio Hclír, a quien correspondía la presidencia por ser el

irnico conociclo tlel público, ya qug dirigía una revista. Po-

licroruías, de humildísimo contenitlo intelectual' pero de gran

ascendiente sobre los estttdiantes, que aspiraban a ver en ella

sus primeros versos, ellos, y ellas, sus retratos. l intrc nos-

otros se sentaba también un muchacho que hacía enorlxts

esfuerzos por hacernos creer que era un hombre feroz, peto

que a la postre resultaba el más cordial e inocentc rle toclos,

l{ubén Salazar Mallén. Y había también un pocta, Gonza-

litos- ¿cómo se l lamaría? A aquel café l legó una tarde, a

tlescu.brirnos, un escritor de nuestra edad y ya admiratlo

clesde entonces por muchos y por nosotros. Pero hay urra

f rase de Novo que 1o dice rnucho mejor: "Entonces Xavier

Villaurrutia, que tiene mejor carácter qtte yo, descubrió a

dos jóvenes ext¡aordinariamente delgados e inteligentes:

Jorge Cuesta y Gilberto Owen. . '" Casi desde la llegada de

2382)9 , l

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de su periocliciclad, y porque existe el peligro in,...".ño .1"que sólo se recuerde, de Cuesta, el último acto de su vida,sus amigos tratan de evitar esa injusticia recogiendo envolumen esos artículos y esos poemas que a rní me hansabido, repito, a reiterado encuentro.) Pero quería hablardel primero, del anecdótico,_que ocurrió como voy a decirlo.

Porque nos asfixiaba, aquella tarde, como nunca, la nror-daza del aula, y porque aquel profesor hablaba y hablabamonótono e insípido, repitiendo cosas que ya sabíamos, ador-meciendo a los más e irritándome a rni, cttando pronunció eldisparate comenté en voz alta "¿Cómo iban a carninar esos

cjércitos, día y noche, bajo los rayos de1 so1?" El silenciocle segundos que siguió a tni impertinencia se rompió depronto, cuando rrri compañero de la izquierda echó a ¡eír.

Ruidosarnentc, con una áspcra risa, cchando la cabeza hacia

; r t rás. \ ' lu t 'go t ' l r l , i r t t i r t , :-I-os scñorcs ()u't:n y Cuesta sc scrvirán ¡¡banclonar el

salón. Dl rc.ctor serlt notif icaclo.

Irué la primera vez que oímos nuestros not¡bres asocia-

dos, y ahí se inició una amistad que después los largos lustros

de rni destierro iban a dejar languidecer ir¡emediablemente,

pero que nunca cli ni daré nunca por rnuerta.

Si nos unió ttna expulsión, un rechazo, iba a ser ésta,

más tarde, la característica, el común denominador de un

grupo de escritores solitarios, unidos también por el rechazo

de los otros -de quienes temían el contagio de inquietudes

que su pereza encontraba peligrosas y que preferían no

compartir-, de unos solitarios que formaron una agrupa-

ción de expulsados, o para decirlo con una frase de Cuesta,

una agrupaci<in de f oruitdos. Yo no volví a aquclla ni a

ninguna otra cátedra, y Cucsta se fué a cstu<liar ciencias

qr.rímicas;,5x'r'tt dcsde esa tarde aquel mtlchacho alto, des-

jr.batln v rlc timiclcz provinciana como la mía -é1 subía

á, I cl inra tibio y oloroso de Córdoba, yo bajaba del frío

asiptico ,lr Toluca-, y yo, crl lpezamos a vcrllos casi diaria-

,o.,lt., rn la biblioteca, en nuestras guaridas de estudiantcs

(tn mi caso ya cle simple estuclioso\o en aqrtel oscuro café

Amórica, al clue las bromas estudianti les hacian parecer co-

nio si sicrnpre acabara de pasar por allí el candor'oso padre

Rrolr'rr -5¿l s1l la azucarera, cuadros colgados al revós,

reloj atrasado para prolongar la velada.

l-resiclía su tertulia la ironía lenta, con sordina, dc Arl-

tonio Hclír, a quien correspondía la presidencia por ser el

irnico conociclo tlel público, ya qug dirigía una revista. Po-

licroruías, de humildísimo contenitlo intelectual' pero de gran

ascendiente sobre los estttdiantes, que aspiraban a ver en ella

sus primeros versos, ellos, y ellas, sus retratos. l intrc nos-

otros se sentaba también un muchacho que hacía enorlxts

esfuerzos por hacernos creer que era un hombre feroz, peto

que a la postre resultaba el más cordial e inocentc rle toclos,

l{ubén Salazar Mallén. Y había también un pocta, Gonza-

litos- ¿cómo se l lamaría? A aquel café l legó una tarde, a

tlescu.brirnos, un escritor de nuestra edad y ya admiratlo

clesde entonces por muchos y por nosotros. Pero hay urra

f rase de Novo que 1o dice rnucho mejor: "Entonces Xavier

Villaurrutia, que tiene mejor carácter qtte yo, descubrió a

dos jóvenes ext¡aordinariamente delgados e inteligentes:

Jorge Cuesta y Gilberto Owen. . '" Casi desde la llegada de

2382)9 , l

Page 264: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Villaurrutia pusimos mesa aparte, y pronto nos fuimos a

otro café.

Nos habíamos cambiado nombres de libros como tarjetas

de presentación, comentábarnos o hacíamos pastiches de lo

leído, parcelábamos el soneto gongorino para que todos pu-

diésemos participar en su cultivo. Y hablábamos, libres ya

de la mordaza, hablábamos. En realidad, a mí me descon-

certaba en ocasiones el discurso elaborado y convincente de

Cuesta, y a veces, también, me daba un poco de vértigo la

rapidez sutil del de Villaurrutia; además, rni informaciónprovinciana, que era exclusivamente literaria, r¡e irritabay me avergonzaba cuando los dos me arrastraban a la pintu-

ray ala música, mundos que apenas estaba descubriendo por

entonces. Y me asombraba en Cuesta, provinciano de tanreciente arribo como cl mío, esa curiosidad universal que lehabía equipado tan vigorosamcnte para recorrerlos sin Vir-gil ios.

Por Villaurrutia, clcspués, conocimos ¿r totlas la,s solcdo-

des tlue fonnaron ese grupo que indistintamente llaman deUli,ses o de Contemporá.neos, dentro del cual Cuesta se situódesde luego como su crítico más escrupuloso y exigente-siendo críticos casi todos los que 1o formaban- y comosu poeta más acendrado, con pureza rayana en la esterilidad.Pero he escrito apenas csta palabra y ya me quema suinexactitud. Pues es inrposible ti ldar de estéril a la fiebrede la insatisfacción, a la afanada necesiclad de tanteo, derectificaciones, de comenzar rlna vez y otra, que le devorabaalimentándolo. De Leonardo sabemos que hubo de refugiarseen el lienzo porque la urgencia del fresco, al exigirle pin-celadas definit ivas, le inrpedía las rectif icaciones, no daba

ocasión a su inquietud alquimista, que le exigía experimentarcon nuevos materiales. Para explicarlo con un paralelo con-tcmporáneo, frente a la poesía al fresco de Carlos Pellicer,quien da la impresión de que nunca releyera, cle que jamás

corrigiera un poema, la poesía de caballete de Jorge Cuestase nos presenta cbmo el ejemplo leonarclesco más acabado.

Lenta sí, pero constante, su funcidh poética, como la

oculta alquimia del rosal, y "sin prisa, pero sin descanso".Muy lenta. Tcngo, suyo, un poenla que ya lamentaba perdidopara sicnrpre. L,stá fechado así: "Enero 1a a octubre 19de 1926". ¡Nucvc tcscs, y el poerna tiene solamente treintay cinco vcrsos ! RcVisando papeles que había dejado enve-jeccr -ncr cnnoblecerse ¡ay! vino acedo- en México du-

rantc quincc años, me he topado de pronto con un librillo

dc vcrsos, Desaelo, que, honradanrente 1o digo, había yaolvi<lado, y que se n.re querló en el l imbo de 1o inédito. Alfrcntc iba a aparecer un Retrato ltor lorge Cuesta, que escl poema a que me refiero. Y lo traigo a cuento porqrle encsc lletra.to, colno Velázquez erl su cuadro, puso un cspcjo,puso varios espejos en los cuales se ve al pintor. Se veen uno de ellos:

. . , si¡ro pensando en la geometría de sus líneasdivagaba por otoñales huertos escondidos,donde las musas tenues se ríen ellt¡e las ramasy atándose al pie lastres de marrzauasse arrojan sobre los sabios distraídos.

Ento¡rces descubrió la Ley de Owerr-como guarda secreto el estudio¡rinsuno la menciona con su nombre-:

240 2 4 l

Page 265: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Villaurrutia pusimos mesa aparte, y pronto nos fuimos a

otro café.

Nos habíamos cambiado nombres de libros como tarjetas

de presentación, comentábarnos o hacíamos pastiches de lo

leído, parcelábamos el soneto gongorino para que todos pu-

diésemos participar en su cultivo. Y hablábamos, libres ya

de la mordaza, hablábamos. En realidad, a mí me descon-

certaba en ocasiones el discurso elaborado y convincente de

Cuesta, y a veces, también, me daba un poco de vértigo la

rapidez sutil del de Villaurrutia; además, rni informaciónprovinciana, que era exclusivamente literaria, r¡e irritabay me avergonzaba cuando los dos me arrastraban a la pintu-

ray ala música, mundos que apenas estaba descubriendo por

entonces. Y me asombraba en Cuesta, provinciano de tanreciente arribo como cl mío, esa curiosidad universal que lehabía equipado tan vigorosamcnte para recorrerlos sin Vir-gil ios.

Por Villaurrutia, clcspués, conocimos ¿r totlas la,s solcdo-

des tlue fonnaron ese grupo que indistintamente llaman deUli,ses o de Contemporá.neos, dentro del cual Cuesta se situódesde luego como su crítico más escrupuloso y exigente-siendo críticos casi todos los que 1o formaban- y comosu poeta más acendrado, con pureza rayana en la esterilidad.Pero he escrito apenas csta palabra y ya me quema suinexactitud. Pues es inrposible ti ldar de estéril a la fiebrede la insatisfacción, a la afanada necesiclad de tanteo, derectificaciones, de comenzar rlna vez y otra, que le devorabaalimentándolo. De Leonardo sabemos que hubo de refugiarseen el lienzo porque la urgencia del fresco, al exigirle pin-celadas definit ivas, le inrpedía las rectif icaciones, no daba

ocasión a su inquietud alquimista, que le exigía experimentarcon nuevos materiales. Para explicarlo con un paralelo con-tcmporáneo, frente a la poesía al fresco de Carlos Pellicer,quien da la impresión de que nunca releyera, cle que jamás

corrigiera un poema, la poesía de caballete de Jorge Cuestase nos presenta cbmo el ejemplo leonarclesco más acabado.

Lenta sí, pero constante, su funcidh poética, como la

oculta alquimia del rosal, y "sin prisa, pero sin descanso".Muy lenta. Tcngo, suyo, un poenla que ya lamentaba perdidopara sicnrpre. L,stá fechado así: "Enero 1a a octubre 19de 1926". ¡Nucvc tcscs, y el poerna tiene solamente treintay cinco vcrsos ! RcVisando papeles que había dejado enve-jeccr -ncr cnnoblecerse ¡ay! vino acedo- en México du-

rantc quincc años, me he topado de pronto con un librillo

dc vcrsos, Desaelo, que, honradanrente 1o digo, había yaolvi<lado, y que se n.re querló en el l imbo de 1o inédito. Alfrcntc iba a aparecer un Retrato ltor lorge Cuesta, que escl poema a que me refiero. Y lo traigo a cuento porqrle encsc lletra.to, colno Velázquez erl su cuadro, puso un cspcjo,puso varios espejos en los cuales se ve al pintor. Se veen uno de ellos:

. . , si¡ro pensando en la geometría de sus líneasdivagaba por otoñales huertos escondidos,donde las musas tenues se ríen ellt¡e las ramasy atándose al pie lastres de marrzauasse arrojan sobre los sabios distraídos.

Ento¡rces descubrió la Ley de Owerr-como guarda secreto el estudio¡rinsuno la menciona con su nombre-:

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Page 266: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Cuando el aire es hornogóneo y casi rígidoy las cosas r¡ue envuelve no están entremezcladas,

el paisaje no es un estado de alma

sino un sistema <le coordenadas.

¿ No es, más estrictamente, la Ley cle Cuesta? Es la querige, inflexible, a toda su obra poética, descle el Dibujoque publicó en nuestra mal olvidada Ulises, hasta el Cantoa un dios mineral de póstuma publicación. Es la ley que nosexige ordenar la emoción, reprimirla hasta el grado en queparezca haber sido suprimida, sirnular que no existe, clisilnu-Iar su presencia inevitable, para que el ejercicio poéticoparezca un mero juego de sombras dentro de una campananeurnática, contemplando con los razonadores ojos de la 1ó-gica -no de la lógica discursiva, naturalmente, sino de lapoética. Ifs arn.rado con estc secreto de szz ley, y sólo así,conro hc podirlo sorprcndcr y aprchcn<lcr a la poesía del lnáspr l ro y nrás c laro r l t : r l r is urr t igos, cn r lu icn la c lar i t lar l eratanta, como se decia clc Mallarmó, quc hast:r cuando partcíaoscuro era clarísima su intención de serlo.

Más tarde, al dar forma a estos apresurados apuntes, me

detendré más morosa y alnorosamente en la poesía de Cuesta,de la que me he ocupado en primer término, con ser tan

reducido el número de sus poemas, porque a mi juicio es1o más perdurable de su obra.

Ahora he querido solamente, como una anécdota más,

explicar cómo fué este encuentro mío con la poesía de Cuesta,

cómo le había traicionado hace dieciocho años, desde el fondo

de un cuadro, el espejo de su propio retrato, cómo le oí

murmurar, en un rincón, que aunque su voz lo negara, tam-

242 * 3

bién *l ól, "la inteligencia tieue sus sentires, que el corazót' l

no conoce".

De ó1, que no de mí (podía advertirse, si no a primera

vista, sí a primera oída), debe afirmarse que le había "ro-

bado al tiempo su madura edad", como se reflejaba en otro

clc los espejos. Sin juventud ni senectud, con la monstruosa'y

cspantable vida de un Mozart o de un Rimbaud, estuvo

entre nosotros condenado a fiadvrez inmarcesible, a cadena

pcrpctua de lucidez (la conservó aun durante la enfermedad

quc lrubicra prcferido no mencionar) atormentado por su

patética cxigcnciaTen ocasiones necesidad vital, de tener

sielnprc la razrll l .Tgual siempre a sí mismo, no se contradice

sino c,rr aparicncia, y no modifica sg juicio sobre los hom-

br.s i sobrc las ideas con e1 transcu¡so de los años' Puede

compararse, por elemplo, la breve nota sobre Refleios, de

Villaurrutia, con otro ensa¡'6 sobre el nrismo poeta, El

Di,ablo en la poesía, separados la una del otro por tln período

de más de dos lustros.

Su influencia sobre rni juventud, he dicho, fué de diá-

logo, cn ocasiones de pugna. Y mi juventud era un Jacobdemasiado vacilantC, dernasiado humanamente armada ante

la seguridad de su razonamieuto; no podría recordar las

veces incontables en que mi guerrero salió cojo de la lucha

desigual. Juntos leímos, por ejemplo, El Capital' A mí me

dió un sarampión marxista que me duró algunos años y

que fué álgido durante las jornadas del Apra en Lima,

causantes cle rni bien ganada destitución. El, en cambio, ncgó

desde lucgo hasta 1o que yo encontraba de más valioso en

1a teo¡ía: su uti l iclad como instrumento de estudio. Por un

Page 267: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Cuando el aire es hornogóneo y casi rígidoy las cosas r¡ue envuelve no están entremezcladas,

el paisaje no es un estado de alma

sino un sistema <le coordenadas.

¿ No es, más estrictamente, la Ley cle Cuesta? Es la querige, inflexible, a toda su obra poética, descle el Dibujoque publicó en nuestra mal olvidada Ulises, hasta el Cantoa un dios mineral de póstuma publicación. Es la ley que nosexige ordenar la emoción, reprimirla hasta el grado en queparezca haber sido suprimida, sirnular que no existe, clisilnu-Iar su presencia inevitable, para que el ejercicio poéticoparezca un mero juego de sombras dentro de una campananeurnática, contemplando con los razonadores ojos de la 1ó-gica -no de la lógica discursiva, naturalmente, sino de lapoética. Ifs arn.rado con estc secreto de szz ley, y sólo así,conro hc podirlo sorprcndcr y aprchcn<lcr a la poesía del lnáspr l ro y nrás c laro r l t : r l r is urr t igos, cn r lu icn la c lar i t lar l eratanta, como se decia clc Mallarmó, quc hast:r cuando partcíaoscuro era clarísima su intención de serlo.

Más tarde, al dar forma a estos apresurados apuntes, me

detendré más morosa y alnorosamente en la poesía de Cuesta,de la que me he ocupado en primer término, con ser tan

reducido el número de sus poemas, porque a mi juicio es1o más perdurable de su obra.

Ahora he querido solamente, como una anécdota más,

explicar cómo fué este encuentro mío con la poesía de Cuesta,

cómo le había traicionado hace dieciocho años, desde el fondo

de un cuadro, el espejo de su propio retrato, cómo le oí

murmurar, en un rincón, que aunque su voz lo negara, tam-

242 * 3

bién *l ól, "la inteligencia tieue sus sentires, que el corazót' l

no conoce".

De ó1, que no de mí (podía advertirse, si no a primera

vista, sí a primera oída), debe afirmarse que le había "ro-

bado al tiempo su madura edad", como se reflejaba en otro

clc los espejos. Sin juventud ni senectud, con la monstruosa'y

cspantable vida de un Mozart o de un Rimbaud, estuvo

entre nosotros condenado a fiadvrez inmarcesible, a cadena

pcrpctua de lucidez (la conservó aun durante la enfermedad

quc lrubicra prcferido no mencionar) atormentado por su

patética cxigcnciaTen ocasiones necesidad vital, de tener

sielnprc la razrll l .Tgual siempre a sí mismo, no se contradice

sino c,rr aparicncia, y no modifica sg juicio sobre los hom-

br.s i sobrc las ideas con e1 transcu¡so de los años' Puede

compararse, por elemplo, la breve nota sobre Refleios, de

Villaurrutia, con otro ensa¡'6 sobre el nrismo poeta, El

Di,ablo en la poesía, separados la una del otro por tln período

de más de dos lustros.

Su influencia sobre rni juventud, he dicho, fué de diá-

logo, cn ocasiones de pugna. Y mi juventud era un Jacobdemasiado vacilantC, dernasiado humanamente armada ante

la seguridad de su razonamieuto; no podría recordar las

veces incontables en que mi guerrero salió cojo de la lucha

desigual. Juntos leímos, por ejemplo, El Capital' A mí me

dió un sarampión marxista que me duró algunos años y

que fué álgido durante las jornadas del Apra en Lima,

causantes cle rni bien ganada destitución. El, en cambio, ncgó

desde lucgo hasta 1o que yo encontraba de más valioso en

1a teo¡ía: su uti l iclad como instrumento de estudio. Por un

Page 268: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

sutil razonamiento, que otros habrían juzgado insincero yretorcido, explicaba lo anticientífico, 1o antiinteligente y loreaccionariq de la actitud rnarxista. Y esa posición de incan-

sable crítica normó todo su pensamiento político desde en-tonces, convencido de que la actitud revolucionaria no puede

ser sino la actitud intelectual, llevándole ello al absurdo de

parecer él mismo reaccionario a quienes le leían a la ligera,

y los lectores de dia¡ios no leen generalmente de otro modo.

Me arrancó a estocadas de lógica poética de la raíz juan-

ramoniana de que mi adolescencia no se avergonzaba, y aco-

sándome en un rincón con Gide y Valéry -que a su vez

frreron sus dos influcncias mayores- me obligó a reconocer

qrre 1o mcxicano de la poesía española escrita en México

está prccisamente cn su clesarraigo de 1o rnexicano, en su

universalida(I, "cll stt prcfcrcncia tle las normas universales

sobre las iroruras p:rrt icul:rres", y rnc cnseñó a buscar esas

norrnas cn el clasicismo francés. I iué ósta una de las afinna-

cioncs qrle con rnayor ahinco sostur,o Cuesta en sus ensayos

y en sus polémicas, desde aquellas primeras .ly'ofos apare-

cidas en Ulises. Hablaba de ello con apasionada inteligencia,

como de todos los temas que incitaban su interés, y de

su conversación, luego, no recogía en sus escritos sino Io

esencial, dando por aceptadas rnuchas premisas, con una

economía de lenguaje que hacía difícil, en ocasiones, sqguirel hilo de su razonamiento, al leerlo, cuando no se le había

oído antes. Su obra crítica era pensada ya, meditada ya, entanto que en su conversación estaba constantemente aíénd.osepensar y haciéndonos verle pensar.

p

Caza<lor incansable de evidencias, de certidumbres, nole satisfacía nada que fuera menos que eso, pues aunque

como es natural no siempre llegase a /o verda<l, ya era bas-

tante 'conseguir

s¿¿ verdad. Nadie, humano, ha aspiradojanrás a afcanzar más que eso. Y a esa cacería se lanzaba

su ¡:róvil cspíritu por todas las regiones del orbe intelectual,

la música y la poesía, la pintura y la política, la sociología

y la literatura, corl una agudeza y una honradez crítica inta-

chable. Creía, con Wilde y su paradoja, que "quien crea

es el espírittt crítico", y ponía en sus investigaciones el calort

amoroso tlc quicn v:l a engendrar y no simplemente a con-

templar cl .f ruto del arnor de los otros. No le parecía sufi-

ciente una crítica que se limitara a eltudiar la obra de arte,

o la obra poética, al servicio de las obras mismas, descu-

briendo su significación técnica y su situación histórica, sino

que se valiera de ellas para un nuevo acto cle creación, esa

clase de crítica que ambiciona ser una intuición, como de

segundo grado, que contuviera en sí a la intuición artística,

y decía con Gide: "La conciencia de una obra no es obra

de su autor."

La misma fiebre y la misrha sutileza, me dicen nuestros

amigos, puso en la profesión que yo le dejé estudiando, hasta

el grado de parecerles a ellos que en sus manos de lector del

Fausto la química habia vuelto a su prístina esencia de al-

quimia. Pero le había cor.rocido yo alquimista de la poesía,

y fácilmente puedo imaginarlo dedicado a la otra, a la del

término literal. Mi oceanográfica ignorancia de las ciencias

no iba a permitirme, de todas maneras, hablar ni somera-

244245

Page 269: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

sutil razonamiento, que otros habrían juzgado insincero yretorcido, explicaba lo anticientífico, 1o antiinteligente y loreaccionariq de la actitud rnarxista. Y esa posición de incan-

sable crítica normó todo su pensamiento político desde en-tonces, convencido de que la actitud revolucionaria no puede

ser sino la actitud intelectual, llevándole ello al absurdo de

parecer él mismo reaccionario a quienes le leían a la ligera,

y los lectores de dia¡ios no leen generalmente de otro modo.

Me arrancó a estocadas de lógica poética de la raíz juan-

ramoniana de que mi adolescencia no se avergonzaba, y aco-

sándome en un rincón con Gide y Valéry -que a su vez

frreron sus dos influcncias mayores- me obligó a reconocer

qrre 1o mcxicano de la poesía española escrita en México

está prccisamente cn su clesarraigo de 1o rnexicano, en su

universalida(I, "cll stt prcfcrcncia tle las normas universales

sobre las iroruras p:rrt icul:rres", y rnc cnseñó a buscar esas

norrnas cn el clasicismo francés. I iué ósta una de las afinna-

cioncs qrle con rnayor ahinco sostur,o Cuesta en sus ensayos

y en sus polémicas, desde aquellas primeras .ly'ofos apare-

cidas en Ulises. Hablaba de ello con apasionada inteligencia,

como de todos los temas que incitaban su interés, y de

su conversación, luego, no recogía en sus escritos sino Io

esencial, dando por aceptadas rnuchas premisas, con una

economía de lenguaje que hacía difícil, en ocasiones, sqguirel hilo de su razonamiento, al leerlo, cuando no se le había

oído antes. Su obra crítica era pensada ya, meditada ya, entanto que en su conversación estaba constantemente aíénd.osepensar y haciéndonos verle pensar.

p

Caza<lor incansable de evidencias, de certidumbres, nole satisfacía nada que fuera menos que eso, pues aunque

como es natural no siempre llegase a /o verda<l, ya era bas-

tante 'conseguir

s¿¿ verdad. Nadie, humano, ha aspiradojanrás a afcanzar más que eso. Y a esa cacería se lanzaba

su ¡:róvil cspíritu por todas las regiones del orbe intelectual,

la música y la poesía, la pintura y la política, la sociología

y la literatura, corl una agudeza y una honradez crítica inta-

chable. Creía, con Wilde y su paradoja, que "quien crea

es el espírittt crítico", y ponía en sus investigaciones el calort

amoroso tlc quicn v:l a engendrar y no simplemente a con-

templar cl .f ruto del arnor de los otros. No le parecía sufi-

ciente una crítica que se limitara a eltudiar la obra de arte,

o la obra poética, al servicio de las obras mismas, descu-

briendo su significación técnica y su situación histórica, sino

que se valiera de ellas para un nuevo acto cle creación, esa

clase de crítica que ambiciona ser una intuición, como de

segundo grado, que contuviera en sí a la intuición artística,

y decía con Gide: "La conciencia de una obra no es obra

de su autor."

La misma fiebre y la misrha sutileza, me dicen nuestros

amigos, puso en la profesión que yo le dejé estudiando, hasta

el grado de parecerles a ellos que en sus manos de lector del

Fausto la química habia vuelto a su prístina esencia de al-

quimia. Pero le había cor.rocido yo alquimista de la poesía,

y fácilmente puedo imaginarlo dedicado a la otra, a la del

término literal. Mi oceanográfica ignorancia de las ciencias

no iba a permitirme, de todas maneras, hablar ni somera-

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Page 270: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

mente de lo que en sus experimentos encontró, y de lo quesé únicamente lo que nuestros amigos me han referido.

La obra de Jorge Cuesta, como se verá al ser publicadapróximamente, es más extensa de 1o que generalmente secree. Tendré más adelante ocasión de hablar de ella ya notan sólo como lo he hecho ahora, virtualmente, en lo quede anécdota hallo en mi memoria. Lo he hecho así, en estosapuntes, para tratar de situar a Cuesta en el panorama delas letras mexicanas de los últimos veinte años.

No hubo otro encuentro material a rni regreso. De sumuerte supe por recortes de periódicos que me llenaron deasco y de vergüenza por la prensa de mi país. EI espíritumás naturalmente distinguido de rni generación, en las notasde policía. Y cuando empezaba -que ya la habrá termi-.nado- la Crítica del Reino d,e los Cielos. Pero mi fe meenseña que voy a oírsela explicar, paseando a grandes zan-cadas por las callcs, o cn cl café Améri.co dc allá.

IEI Hijo Pródígo, núm. 12, marzo de 1944.1

2 4 6 247

I

FRAGMENTOS DE CARTAS{tt¡t

J,

Fíladelfin, enero d,e 1948.

[A Luis Alberto Sánchez]

Díme si te parece bi.. .1 nuevo plan del libro, cuyotítulo, en ese caso, seúa Perseo vencido; si no quieres aña-dirle la Ruth y el Madrigai, puede ser como dec(a antes,

t

Sindbad el varado. El Ftrseo me suena más, porque elorigen de todo, el Madrigal, lo escribí viendo una de lasinnumerables de sus estatuas, pensando que Medusa dspuésde todo no había sido decapitada, y que seguía petrificando,a los que creemos vencerla, a través de la historia del arte.Y de la poesía.

Page 271: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

mente de lo que en sus experimentos encontró, y de lo quesé únicamente lo que nuestros amigos me han referido.

La obra de Jorge Cuesta, como se verá al ser publicadapróximamente, es más extensa de 1o que generalmente secree. Tendré más adelante ocasión de hablar de ella ya notan sólo como lo he hecho ahora, virtualmente, en lo quede anécdota hallo en mi memoria. Lo he hecho así, en estosapuntes, para tratar de situar a Cuesta en el panorama delas letras mexicanas de los últimos veinte años.

No hubo otro encuentro material a rni regreso. De sumuerte supe por recortes de periódicos que me llenaron deasco y de vergüenza por la prensa de mi país. EI espíritumás naturalmente distinguido de rni generación, en las notasde policía. Y cuando empezaba -que ya la habrá termi-.nado- la Crítica del Reino d,e los Cielos. Pero mi fe meenseña que voy a oírsela explicar, paseando a grandes zan-cadas por las callcs, o cn cl café Améri.co dc allá.

IEI Hijo Pródígo, núm. 12, marzo de 1944.1

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I

FRAGMENTOS DE CARTAS{tt¡t

J,

Fíladelfin, enero d,e 1948.

[A Luis Alberto Sánchez]

Díme si te parece bi.. .1 nuevo plan del libro, cuyotítulo, en ese caso, seúa Perseo vencido; si no quieres aña-dirle la Ruth y el Madrigai, puede ser como dec(a antes,

t

Sindbad el varado. El Ftrseo me suena más, porque elorigen de todo, el Madrigal, lo escribí viendo una de lasinnumerables de sus estatuas, pensando que Medusa dspuésde todo no había sido decapitada, y que seguía petrificando,a los que creemos vencerla, a través de la historia del arte.Y de la poesía.

Page 272: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Filadelfia, 12 tie iulio de 1948.

[A Josefina Procopio]

¿Has leído la lfigeni,a de Alfonso Reyes? Si no lo hashecho, trata de leerla antes de formarte un juicio sobre é1.Su poesía parece un juego erudito, hasta en los Rornances,algunos de los cuales, la rnayor parte de los de Río de Enero,son admirables. Se entra a su poesía como quien entra a unjardín en el que todavía se leyera, después de 25 siglos, "Noentre el que no sepa Geomelria" y ve uno desde la puertaesos laberintos geométricos gratos a los jardineros francesese italianos, y, desde la puerta, parece que estuvieran vacíos.Pero en realidad la poesía anda por ellos, perdirla y buscán-dose a sí misma -"Il faut se perdre pour se ¡sf¡6qys¡"-y casi siempre se la cncuentra uno, de pronto, cuando menoslo espcraba, t 'n alguno <ie los rincones del laberinto. E,s locontrario dc llarnón, que en su inocencia <le Adán pareceque cscribiera a la entrada: "Que no entre eI que sepa Geo-nletría." Alfonso es muy Eva para dejarse ver desnudoa primera vista.

Filadelfia, 9 de agosto d.e 1948.

[A Rafael Heliodoro Valle]\ \ . .

Supongo que debo mi fe al triste hecho de haber estu-diado en el Instituto Ignacio Ramírez, de Toluca. La es-

cucla rle los escépticos nos I'enía tan guanga como una escue-la dominical. Los 18 de julio enronquecíamos tanto de vivara doir llcnito y de fumarnos a todos los curas, que parecía-mos nrayores de edad. Además, conocíamos de cerca a artistas

. tan i lustrcs'como Alfonso Camín (bajo la arboleda de Cha-pultepec) y Fany Anitúa, a quien acompañé a cantar elHimno una noche. Pe¡o era yo tan flaco que no pude re-sistirme. El escepticismo oficial era tan imperativo, que unatarde nuestro profesor de maten-ráticas se adelantó a Einsteiny a Cantinflas y expuso esta hermosa teoría: ,,Es cie¡ta-mente posible, aunque muy poco probaBle, que quizá, talvez, quien sabe, aunque es evidentemente dudosa, problemá-tica e hipotética en tal forma que p.o¡ lo que toca a 1o quepertenece Ia verdad siendo así vale más mejor que entonces.,,No invento, pregúntale a Enrique Carniado si no era asíde valiente don Chema Camacho.

Esa. duda, la terrible del alemán, me asalta algunas veces.Como cuando Miss Josephipe Procopio, la amiga mía quete lleva esta carta, entró a una librería, en México, y pidióNostoJgia dc la ntuerte, de Villaurrutia y Mt¿erte .sin fin, d,eGorostiza, el empleado le preguntó si eran ,,novelas poli-cíacas". Ella, sin contestar, se fué a escribirnre su experien_cia, y desde que leí su 4carta no hago sino preguntaime si,con estricta exactitud, con ve¡dadera verdad, no habría yocontestado afirmativamente. Porque la netrr.na poesía, en rea-lidad, no viene a ser sino una novela de misterio en la cualse nos dan todos los datos, pero se nos deja a cada cualencontrar la propia solución.

Pero a todo esto noto que, desde el discurso de don An-selmo, Einstein y Cantinflas me patinan por los sesos ha-

.t

248249

Page 273: Gilberto Owen Poesia y Prosa 1953 Edicion Procopio(Cut)

Filadelfia, 12 tie iulio de 1948.

[A Josefina Procopio]

¿Has leído la lfigeni,a de Alfonso Reyes? Si no lo hashecho, trata de leerla antes de formarte un juicio sobre é1.Su poesía parece un juego erudito, hasta en los Rornances,algunos de los cuales, la rnayor parte de los de Río de Enero,son admirables. Se entra a su poesía como quien entra a unjardín en el que todavía se leyera, después de 25 siglos, "Noentre el que no sepa Geomelria" y ve uno desde la puertaesos laberintos geométricos gratos a los jardineros francesese italianos, y, desde la puerta, parece que estuvieran vacíos.Pero en realidad la poesía anda por ellos, perdirla y buscán-dose a sí misma -"Il faut se perdre pour se ¡sf¡6qys¡"-y casi siempre se la cncuentra uno, de pronto, cuando menoslo espcraba, t 'n alguno <ie los rincones del laberinto. E,s locontrario dc llarnón, que en su inocencia <le Adán pareceque cscribiera a la entrada: "Que no entre eI que sepa Geo-nletría." Alfonso es muy Eva para dejarse ver desnudoa primera vista.

Filadelfia, 9 de agosto d.e 1948.

[A Rafael Heliodoro Valle]\ \ . .

Supongo que debo mi fe al triste hecho de haber estu-diado en el Instituto Ignacio Ramírez, de Toluca. La es-

cucla rle los escépticos nos I'enía tan guanga como una escue-la dominical. Los 18 de julio enronquecíamos tanto de vivara doir llcnito y de fumarnos a todos los curas, que parecía-mos nrayores de edad. Además, conocíamos de cerca a artistas

. tan i lustrcs'como Alfonso Camín (bajo la arboleda de Cha-pultepec) y Fany Anitúa, a quien acompañé a cantar elHimno una noche. Pe¡o era yo tan flaco que no pude re-sistirme. El escepticismo oficial era tan imperativo, que unatarde nuestro profesor de maten-ráticas se adelantó a Einsteiny a Cantinflas y expuso esta hermosa teoría: ,,Es cie¡ta-mente posible, aunque muy poco probaBle, que quizá, talvez, quien sabe, aunque es evidentemente dudosa, problemá-tica e hipotética en tal forma que p.o¡ lo que toca a 1o quepertenece Ia verdad siendo así vale más mejor que entonces.,,No invento, pregúntale a Enrique Carniado si no era asíde valiente don Chema Camacho.

Esa. duda, la terrible del alemán, me asalta algunas veces.Como cuando Miss Josephipe Procopio, la amiga mía quete lleva esta carta, entró a una librería, en México, y pidióNostoJgia dc la ntuerte, de Villaurrutia y Mt¿erte .sin fin, d,eGorostiza, el empleado le preguntó si eran ,,novelas poli-cíacas". Ella, sin contestar, se fué a escribirnre su experien_cia, y desde que leí su 4carta no hago sino preguntaime si,con estricta exactitud, con ve¡dadera verdad, no habría yocontestado afirmativamente. Porque la netrr.na poesía, en rea-lidad, no viene a ser sino una novela de misterio en la cualse nos dan todos los datos, pero se nos deja a cada cualencontrar la propia solución.

Pero a todo esto noto que, desde el discurso de don An-selmo, Einstein y Cantinflas me patinan por los sesos ha-

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Ii. ¿

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ciendo filigranas, pues esta carta no llevaba ninguna inten-ción didáctica, sino simplemente trataba de presentarte aFina Procopio, profesora de literatura que entiende de lite-ratura y de poesía, Y 9ue va a con\rersar contigo de esascosas y a llevarte mi ab¡azo más prieto y fraternal. Recíbelacon cariño, pues que de todos modos habría de ganártelo.

Filadelfia, 3 de agosto de 1949.

[A José Vasconcelos]

IJna noche, en Manizales, nos decía usted a FranciscoGonzález de la Vega y a mí, la emoción con que había leídouua obra de Eugenio O'Ncil l que yo no conocía. Me apresu-ré a comprarla, y desde luego advertí, en su belleza, que susantecesores eran Fausto y más remotamente, el Libro cleRuth. Este ha siclo muy calumniado por nosotros los cató-licos, que 1o tomamos como un sirrple registro genealógicoque partiera de David a Nuestro Señor * como si ellofuese necesario. Naturalmente es, sobre todo, un libro deamor. Y mi propia experiencia, gemela a la de Ponce deLeón, me obligó a escribir un poelna que publicaron luegoen México. Este Libro de Rutll rnío ha tenido suerte muymediocre, pues incluído en un volumen que publicó la Uni-versidad de San Marcos, a los trcs días vino una revolución,el año pasado, y corrieron al rector, y 11o me mandó nadieejemplares del Pcrseo z'encido, que picnso publicar aquí pormi cuenta. Naturalmente, dedicado a usted.

. ¡a u",g"rita y José R.j", cu.:'::;

febrero de 1e51'

Las que se llaman Owen son siempre pri.r,adas. pero losOwen hacemos muchas cosas en público, ¡ohrr, por ejem_plo, recitaba unos versos que ya no eran latín y ü¿"ui" ,,oeran inglés, allá por el siglo xrrr. A Richard ro ahorcaronen público, en la plaza principal de Dublin, eI 2 d,e diciem_b¡e de 1804, porque tenían mieclo de que se muriese de mue¡tenatu¡al el trece, en Ia plaza principal de Dublin. Hay unOwain, que prácticanrente es Owen, que se bajó a los mis-mos inficrnos a hacer algunas investigaciones que andanpor las crónicas. Cualquier enciclopedia lo registra. IJnollamado Roberto se vino a Estados Unidos y funrló unacosa que se llamaba Utopía y que es la forma de socialismoque porque es honrado los stalinistas de todo el mundo abo_minan. Naturalmente. Otro se fué a Sinaloa, y se dedicóa abrir minas y a dar a luz a los 3,000 personajes que seresumen en Gilbe¡to Owen. Lo mataron un día treib de fe-brero, en las calles del Rosario. En fin, hernos hecho mu-chas cosas en público, menos llorar.

Esto quiere decir que he cancelado el episodio que merefirieron en su carta a Fina procopio, y que rni únicl¡eacción fué escribir ese poema que ella quiere quc les en,ríely que no es, de ninguna manera, un retrato de Xavier Vi_llaurrutia. Porque, después de todo, mi amor por é1 terminaen el momento en que se muestra mortal. El no t¿nía teológi_camente derecho a mete¡se dentro del tiempo, ni a aceptar

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ciendo filigranas, pues esta carta no llevaba ninguna inten-ción didáctica, sino simplemente trataba de presentarte aFina Procopio, profesora de literatura que entiende de lite-ratura y de poesía, Y 9ue va a con\rersar contigo de esascosas y a llevarte mi ab¡azo más prieto y fraternal. Recíbelacon cariño, pues que de todos modos habría de ganártelo.

Filadelfia, 3 de agosto de 1949.

[A José Vasconcelos]

IJna noche, en Manizales, nos decía usted a FranciscoGonzález de la Vega y a mí, la emoción con que había leídouua obra de Eugenio O'Ncil l que yo no conocía. Me apresu-ré a comprarla, y desde luego advertí, en su belleza, que susantecesores eran Fausto y más remotamente, el Libro cleRuth. Este ha siclo muy calumniado por nosotros los cató-licos, que 1o tomamos como un sirrple registro genealógicoque partiera de David a Nuestro Señor * como si ellofuese necesario. Naturalmente es, sobre todo, un libro deamor. Y mi propia experiencia, gemela a la de Ponce deLeón, me obligó a escribir un poelna que publicaron luegoen México. Este Libro de Rutll rnío ha tenido suerte muymediocre, pues incluído en un volumen que publicó la Uni-versidad de San Marcos, a los trcs días vino una revolución,el año pasado, y corrieron al rector, y 11o me mandó nadieejemplares del Pcrseo z'encido, que picnso publicar aquí pormi cuenta. Naturalmente, dedicado a usted.

. ¡a u",g"rita y José R.j", cu.:'::;

febrero de 1e51'

Las que se llaman Owen son siempre pri.r,adas. pero losOwen hacemos muchas cosas en público, ¡ohrr, por ejem_plo, recitaba unos versos que ya no eran latín y ü¿"ui" ,,oeran inglés, allá por el siglo xrrr. A Richard ro ahorcaronen público, en la plaza principal de Dublin, eI 2 d,e diciem_b¡e de 1804, porque tenían mieclo de que se muriese de mue¡tenatu¡al el trece, en Ia plaza principal de Dublin. Hay unOwain, que prácticanrente es Owen, que se bajó a los mis-mos inficrnos a hacer algunas investigaciones que andanpor las crónicas. Cualquier enciclopedia lo registra. IJnollamado Roberto se vino a Estados Unidos y funrló unacosa que se llamaba Utopía y que es la forma de socialismoque porque es honrado los stalinistas de todo el mundo abo_minan. Naturalmente. Otro se fué a Sinaloa, y se dedicóa abrir minas y a dar a luz a los 3,000 personajes que seresumen en Gilbe¡to Owen. Lo mataron un día treib de fe-brero, en las calles del Rosario. En fin, hernos hecho mu-chas cosas en público, menos llorar.

Esto quiere decir que he cancelado el episodio que merefirieron en su carta a Fina procopio, y que rni únicl¡eacción fué escribir ese poema que ella quiere quc les en,ríely que no es, de ninguna manera, un retrato de Xavier Vi_llaurrutia. Porque, después de todo, mi amor por é1 terminaen el momento en que se muestra mortal. El no t¿nía teológi_camente derecho a mete¡se dentro del tiempo, ni a aceptar

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las invitacioncs que todos oímos. En paz y adiós. No lerecordaré, en público, jarnás.

Quiero que me crean ustedes dos cuando les digo quelcs amo, por igual, rnuy parejo y amoroso mi amor. Voy air este año a da¡les mi abrazo más prieto. Acaso les llevealgo más que ese poema viejo que con tan inteligente cariñoha presentado José. Puede ser que sea mi último líbro. Seva a llamar, con un título que nadie ha empleado en estesiglo, Io Danza de la Muerte. Yo tuve amigos, en la EdadMedia, que me enseñaron cómo debe elcribirse. Ellos lohacían bastante bien. Pero yo me quemo mucho más cuan-do escribo.

Fi.lad,elfia, jneztes despu,és de Ceniza, 1951.

[A Elías Nandino]

Vivo tranquilo de ánimo, más que nada por ser un poe-ta desconocirlo, pues de otro modo yo habría sido excomulga-r1o por los dcscendientes de don Marcelino como heterodoxo.Creo haber sido la conciencia teológica de los Contemporá-neos, y quiero recordar para ti, de quien seguiré siendollamado Pílades, que una tarde le expliqué a Xavier queera mortal. El no 1o creía. No existe, le dije, hablando deunos poemas, lo intemporal. Toclo 1o que vive está conde-nado al tiempo. Lo clue está puede ser eterno, pcro entoncesse llama Caos, ¡ ' no cs, no vive. Dicaqo está, existe. Llegódespués del Caos, y morirá cuando el Caos vuelva a estar

"r todui,urtcs. Dios es mortal v lo son los ángeles, y lo

son los Xavicrr,s Vil laurrutias y los Elías Nandinos. Aun-que ellos no lr> crean, y uno en el cielo y el otro bajo el cie-1o de Móxico, r¡e juzguen pedante e ingrato. Porqne vosoy su concit'ncia teológica.

Ahora te esc¡ibo porque ayer fué miércoles de ceniza yme pusc a lecr a Eliot, y me pareció que nada hay rnás in-mereci<lo qtlc cso de que le llamen poeta católico. No tieneque vcr nada con el catolicismo, ni siquiera en el sentidode universalidad. Es muy limitadamente inglés, a pesar deSaint Louis, la ciudad más lóbrega del mundo. De ahí leviene csa cosa de los pá.ramos.

Pcro la vcrdad de lo que te quiero hablar no es de esto,Elias, sino dc quc mc estaba r¡uriendo de clolor al saberque mis teorias respecto a la mortalidad de los Xavieres esexacta. No lo hubiera querido. Le arnaba, tú lo sabes, cornoa pocos Orestes he amado. Fina, que te ama mejor, aunqueno más, que yo, me ha convencido de que lo que debo haceres quitanne el dolor con unos versos. Voy a hacerlo, peroya no estaré tranquilo sino cuando rne encuentre c¿iin Xavieren el cielo. Y tiene que ser en el cielo de México.

P. D. En mis ve¡sos estoy empleando la palabra coraz6n,pero ni remedio.

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las invitacioncs que todos oímos. En paz y adiós. No lerecordaré, en público, jarnás.

Quiero que me crean ustedes dos cuando les digo quelcs amo, por igual, rnuy parejo y amoroso mi amor. Voy air este año a da¡les mi abrazo más prieto. Acaso les llevealgo más que ese poema viejo que con tan inteligente cariñoha presentado José. Puede ser que sea mi último líbro. Seva a llamar, con un título que nadie ha empleado en estesiglo, Io Danza de la Muerte. Yo tuve amigos, en la EdadMedia, que me enseñaron cómo debe elcribirse. Ellos lohacían bastante bien. Pero yo me quemo mucho más cuan-do escribo.

Fi.lad,elfia, jneztes despu,és de Ceniza, 1951.

[A Elías Nandino]

Vivo tranquilo de ánimo, más que nada por ser un poe-ta desconocirlo, pues de otro modo yo habría sido excomulga-r1o por los dcscendientes de don Marcelino como heterodoxo.Creo haber sido la conciencia teológica de los Contemporá-neos, y quiero recordar para ti, de quien seguiré siendollamado Pílades, que una tarde le expliqué a Xavier queera mortal. El no 1o creía. No existe, le dije, hablando deunos poemas, lo intemporal. Toclo 1o que vive está conde-nado al tiempo. Lo clue está puede ser eterno, pcro entoncesse llama Caos, ¡ ' no cs, no vive. Dicaqo está, existe. Llegódespués del Caos, y morirá cuando el Caos vuelva a estar

"r todui,urtcs. Dios es mortal v lo son los ángeles, y lo

son los Xavicrr,s Vil laurrutias y los Elías Nandinos. Aun-que ellos no lr> crean, y uno en el cielo y el otro bajo el cie-1o de Móxico, r¡e juzguen pedante e ingrato. Porqne vosoy su concit'ncia teológica.

Ahora te esc¡ibo porque ayer fué miércoles de ceniza yme pusc a lecr a Eliot, y me pareció que nada hay rnás in-mereci<lo qtlc cso de que le llamen poeta católico. No tieneque vcr nada con el catolicismo, ni siquiera en el sentidode universalidad. Es muy limitadamente inglés, a pesar deSaint Louis, la ciudad más lóbrega del mundo. De ahí leviene csa cosa de los pá.ramos.

Pcro la vcrdad de lo que te quiero hablar no es de esto,Elias, sino dc quc mc estaba r¡uriendo de clolor al saberque mis teorias respecto a la mortalidad de los Xavieres esexacta. No lo hubiera querido. Le arnaba, tú lo sabes, cornoa pocos Orestes he amado. Fina, que te ama mejor, aunqueno más, que yo, me ha convencido de que lo que debo haceres quitanne el dolor con unos versos. Voy a hacerlo, peroya no estaré tranquilo sino cuando rne encuentre c¿iin Xavieren el cielo. Y tiene que ser en el cielo de México.

P. D. En mis ve¡sos estoy empleando la palabra coraz6n,pero ni remedio.

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,{,

Advcrtcncia

Prólogo .

DESVELO

O.ru"lo .

Nueva n¿o de amor

I,lscorzos

La pompa de jabón

RasgosC¡omoEl lagoliinal

LINEA

Sombra

El hennano del hijo p-aigo . . . .

Espejo vacio

il

2 5 7

3t42222? ?

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2634

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Advcrtcncia

Prólogo .

DESVELO

O.ru"lo .

Nueva n¿o de amor

I,lscorzos

La pompa de jabón

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Sombra

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VicntoXAnti-OrfeoIl.aíces griegasRemordimientoPoema en que se usa trrucho la palabra arnorVientoAlegoríaNaipePoéticaLa inhumanaVientoTeologíasEl esti lo y el honrbreNovelaPartía y moríaInteriorHistoria sagradaMaravillas de la voluntadAutorretrato o del subway

l . Perf i l2. Vuelo

PERS]iO VENCIDO

Madrigal por Medusa

Sindbad el Varado .$,Tres versiones supcrfluas

Discurso del paralítico

3939404I42'13 |4344454647+/48495052525354555556

6l628787

258 ,259

l-aberinto del ciegoIiegaño rlel vicjo

l - ibro t lc l tu thIlor¡z se ir.npacientalJr¡oz t 'rrcue¡rtra a Ruthllooz c¡rnta su alnorIJooz ve dormir a Ruth(lelos v r.rruerte de Booz

I'OEMAS NO COI,ECCIONADOS

(. : r t ta (Dcfensa del hombre) 113l.áz.aro mal redivivo l l4| )t ' la ardua le'cción 115" f i spe ra , oc tub re . . . " I I 7"A l l í r en rn i s años . . . " 118"I is ya e l c ie lo . . . " 118

I,A I-I-AI\TA ITRIA

lrrnt'stina, la beata 121

.lriternledio rleportivo 128

1,-legía de las glándulas de mono 132

lptografía desenfocada 143

NOVEI-A CONTO NUBE

Ixión en la tierraIxi<in en el f)limpo

98t02t02104105106108

155177

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VicntoXAnti-OrfeoIl.aíces griegasRemordimientoPoema en que se usa trrucho la palabra arnorVientoAlegoríaNaipePoéticaLa inhumanaVientoTeologíasEl esti lo y el honrbreNovelaPartía y moríaInteriorHistoria sagradaMaravillas de la voluntadAutorretrato o del subway

l . Perf i l2. Vuelo

PERS]iO VENCIDO

Madrigal por Medusa

Sindbad el Varado .$,Tres versiones supcrfluas

Discurso del paralítico

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I'OEMAS NO COI,ECCIONADOS

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I,A I-I-AI\TA ITRIA

lrrnt'stina, la beata 121

.lriternledio rleportivo 128

1,-legía de las glándulas de mono 132

lptografía desenfocada 143

NOVEI-A CONTO NUBE

Ixión en la tierraIxi<in en el f)limpo

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I

EXAMEN.Dtr PAUSAS

" . . .y . . una exageración . . . ""Si partir es, todavía, morir un poco. . ." 2\5"Si me quedara ciego. .." 218"Ese vals tiene que ser viejo. . ." . 220"La orquesta, sabiéndose efímera .. ." . 223

OTRAS PROSAS

Salida de Gilberto 229231234237247

Monólogos de AxelAndré Gide. los aliwentos terrestresE,ncuentros con Jorge CuestaFragmentos de Cartas

\ .

| @ffi!ü,úuqiilrüiüüilj düllilfrliiüü$lüiii,üülü - --

EN r¡ hupnr¡¡r¡, LlNrvBns¡ter'r,r..BAJO LA DIRECCIóN DE FRANCISCO

GoNzÁr,rz GupnRrRo, sE TERMINó

r¡ ¡upnrslóN DE EsrE LIBRo EL

oÍn l8 DE FEBRERo DE 79t3.

Ss urcrcnoN 1,100 EJEMPLARES.

-*tt

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EXAMEN.Dtr PAUSAS

" . . .y . . una exageración . . . ""Si partir es, todavía, morir un poco. . ." 2\5"Si me quedara ciego. .." 218"Ese vals tiene que ser viejo. . ." . 220"La orquesta, sabiéndose efímera .. ." . 223

OTRAS PROSAS

Salida de Gilberto 229231234237247

Monólogos de AxelAndré Gide. los aliwentos terrestresE,ncuentros con Jorge CuestaFragmentos de Cartas

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EN r¡ hupnr¡¡r¡, LlNrvBns¡ter'r,r..BAJO LA DIRECCIóN DE FRANCISCO

GoNzÁr,rz GupnRrRo, sE TERMINó

r¡ ¡upnrslóN DE EsrE LIBRo EL

oÍn l8 DE FEBRERo DE 79t3.

Ss urcrcnoN 1,100 EJEMPLARES.

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