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Se de r raman m s lg r ima s po r p l e gar ia sa t end ida s que po r la s no a t end ida s .San ta Ter e sa d e J e s s
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Un hilode esperanza
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El que nada espera
nunca sufre desengaos.
Salvo unos pocos poetas y monjes iluminados retiradosen lo alto de un monte, los dems s tenemos nuestras
ilusiones. Es ms, no es que las tengamos, es que las ne-
cesitamos. Alimentan nuestros sueos, nuestras esperan-
zas y nuestras vidas como una bebida energtica con
dosis extra de cafena. Charlotte haba dejado de vivir,pero no estaba dispuesta a dejar de soar; aunque todo
indicaba que alguien haba dejado sus sueos en eterna
espera.
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orirse de aburrimiento no era una opcin. Char-lotte Usher ya estaba muerta. Tamborile con
sus nos dedos sobre la mesa, impasible, y se
desplaz en su silla de ocina de tres ruedas a un lado del
cubculo y luego al otro, estirando el cuello por si as lograba
una mejor perspectiva del pasillo.
Esto no es vida gru Charlotte, lo bastante alto como
para que Pam y Prue, que ocupaban sendos cubculos cerca-
nos, la oyeran.
Obvio. No lo es para nadie grazn Prue. Y ahora
cierra la boca, que estoy atendiendo una llamada.
Cosa que tambin t deberas hacer sentenci Pam,
recurriendo a una mano en lugar de a la tecla correspondiente
para silenciar el auricular y evitar que su cliente pudiera es-cucharla.
Pam y Prue continuaron parloteando muy ocupadas, y Char-
lotte lanz una mirada cargada de resentimiento a su aparato.
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Igual que los cubculos, todos los telonos eran idnticos. De
color rojo sangre, con una nica luz parpadeante en el centro.
Sin teclado, sin posibilidad de marcar una llamada saliente.
Slo las reciba.
Es ms, ni siquiera poda estar cien por ciento segura de que
la luz parpadeaba, porque, hasta ese momento, el aparato no
haba sonado jams. No es que la llamada la hubiera sorpren-
dido en el pasillo y no hubiera llegado a tiempo o algo por el
estilo. No haba sonado jams. Ni una sola vez desde que estaba
all, tiempo que, por otra parte, le pareca una eternidad.
Quiz est mal conectado se quej Charlotte, con un
gesto en el que a la ausencia de llamadas se sumaba la alta
de entusiasmo. Extendi los brazos sobre la mesa y apoy lacabeza en ellos, como un huevo plido y rgil acurrucado en
un nido.
Esmalte de uas vigilado nunca se seca le susurr CoCo
con condescendencia al pasar dando saltitos junto al cubculo
de Charlotte y verla mirando jamente el telono.
Pasar da tras da all sentada, incomunicada, era algo terri-
blemente rustrante para Charlotte, por no decir bochornoso.
Los telonos de los otros no dejaban de sonar! Adems, para
empezar, no era gracias aellaque el resto de sus compaeros
de clase, ahora becarios en prcticas, estaban all? Demonios,
si hasta la chica nueva, Matilda Miner, que se sentaba justo
enrente, estaba parloteando y recibiendo centenares de lla-
madas ms que ella.Qu lata, verdad? dijo Maddy, asomando su encres-
pada cabeza sobre la divisin que las separaba. Es una lata
que nadie te llame.
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Charlotte asinti decada, y justo cuando empezaba a ar-
marse de valor para hablar, el telono de Maddy son. Otra
vez.
Ay, perdona la ataj Maddy, haciendo notar algo que
para Charlotte era ms que evidente. Ahora no puedo ha-
blar. Tengo que responder esa llamada. Hablamos luego, te
parece?
Claro dijo Charlotte con resignacin, y volvi a apo-
yar la cabeza sobre los brazos, aunque en esta ocasin torci
los ojos hacia la videocmara que, desde el techo, apuntaba
en su direccin. La estaban vigilando? Ms bien se estaran
burlando de ella; s, eso era ms probable.
A pesar de todo, trat de mantener el rostro impasible, alms puro estilo de un adolescente de la realeza britnica que
asiste a un besamanos creyndose explotado. Si algo haba
aprendido era que su conducta importaba, sobre todo si la es-
taban observando. Baj la mirada, entornando los ojos contra
el blanco cegador de las paredes y las luces de nen del techo
de la ocina, y acept su soledad con la gracia y dignidad
propias de una becaria en prcticas consciente de su pedigr.
Enderez la espalda, cruz las piernas a la altura de los tobillos,
entrelaz los huesudos dedos sobre su regazo, runci los labios
en una rgida sonrisita y prosigui esperando.
Charlotte se puso a cavilar; algo que, ltimamente, haca con
excesiva recuencia.
Atragantarse con aquel osito de goma y morir en clase lohaba cambiado todo, pero no todo era malo. La muerte hizo
posible que madurara como persona mucho ms de lo que
haba hecho en vida. Aprendi a valorar el trabajo en equipo,
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el altruismo y el sacricio gracias a sus compaeros de Muer-
tologa y al apoyo y condescendencia del proesor Brain. In-
cluso consigui ir al Baile de Otoo con Damen, el chico de
sus sueos. O al menos algo parecido. Y lo ms importante
de todo: encontr una amiga ntima, un alma gemela, Scarlet
Kensington, la conexin que haba estado buscando toda la
vida. Cruz satisecha al Otro Lado, esperanzada e ilusionada.
Pero ahora su uturo, que tan luminoso se le presentara en
aquel instante, se pareca cada vez ms a un punto muerto. La
vida en el Otro Lado no era para nada lo que Charlotte espe-
raba. Ms que al Paraso, se pareca al da despus de Navidad.
Todos los das. Empez a repasar la lista de lo que se supona
que debera ocurrir y no haba ocurrido. Nada de puertas ce-lestiales ni arpas. Slo ms trabajo que hacer.
A su llegada, record, los chicos de Muertologa tuvieron
que esperar en una sala monocroma vaca, como la celda de
una prisin pero sin barrotes. Era imponente y no tena ni
pizca del encanto, cuestionable eso s, de la ocina de bienve-
nida de Hawthorne High. Uno a uno, sus compaeros ueron
llamados e invitados a traspasar una anodina puerta de acero.
Como en vida, Charlotte ue la ltima de todos.
Usher la llam por n el seor Markov, un hombre que
usaba gaas de concha e iba ataviado con un traje. Usher,
Charlotte.
Presente! contest ella, eliz de que por n alguien pro-
nunciara su nombre y se hubiera molestado en hacerlo bien.Vaya, genial espet l con brusquedad, enriando de
manera considerable la euoria momentnea de Charlotte.
Hemos tenido algunos problemas tcnicos con las lneas y
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queramos asegurarnos de que todo uncionaba como es de-
bido para que pudieras empezar directamente.
Empezar? Empezar con qu?
Charlotte ya no quera empezar nada ms, estaba dispuesta
a detenerse. A dejar de aprender, de trabajar, de desear. Todo
eso. El hombre no respondi mientras conduca a Charlotte al
interior del otro espacio: una sala repleta de cubculos rectan-
gulares y telonos, todos iguales. Se qued clavada en el suelo,
los ojos como platos, observando lo que an deba discernir
en aquello, exactamente. Era como si el lugar y todos sus ocu-
pantes se encontraran en la punta de la cola de un ser antao
vivo, pero que ahora pareca tieso y disecado, casi como una
pieza de museo. Apenas si haba nada que llamase la atencin.Todo era tan anodino.
Acaso Dios abri un servicio de ventas por telono?
brome con evidente nerviosismo.
Luego, al mirar a su alrededor, empezaron a revelrsele al-
gunos nimios detalles. Haba una mesa y un telono para
cada uno de sus compaeros, y quedaba un puesto libre.
Todos los de Muertologa estaban ya sentados, y se alegr de
que todos hubieran logrado llegar juntos hasta all, uera lo que
uera ese all.
Markov arranc con su charla. Era otro discurso de orien-
tacin, aunque para nada tan abierto e interactivo como el
que pronunciara el proesor Brain al comienzo de sus clases
de Muertologa. El tipo tena ms de sargento instructor que degua espiritual.
Todo lo que han aprendido anunci Markov los ha
trado hasta aqu.
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Por el tono de su voz era dicil saber si el logro resultaba
digno de elogio o no.
De qu se trata esto? le pregunt Charlotte a Pam en
voz baja.
Se dira que nos graduamos y ahora tenemos que hacer
prcticas susurr Pam desde su cubculo.
Aqu es donde se pondrn a prueba, donde van a poner
en prctica todo lo que han aprendido continu el seor
Markov.
Esto es una M solt Prue con insolencia.
No, es una central de ayuda dijo l.
De ayuda? De qu? Para qu? pregunt Charlotte
atnita.Para adolescentes con problemas.
Podra ser un poco ms especco, seor le inst Char-
lotte en el tono ms marcial que le sali. Por si no se ha dado
cuenta todava, todos los adolescentes tienen problemas.
El seor Markov era uno de esos tipos impacientes que no
toleran con acilidad comentarios sarcsticos de sus subordi-
nados, pero poda leer la conusin en el rostro de los becarios
y se sinti obligado a orecerles una explicacin.
Alguna vez han batallado consigo mismos? pregunt.
A diario refexion Suzy Scratcher.
Quiere decir mentalmente? replic Pam, captando la
idea antes que los dems.
Exacto dijo el seor Markov. Sern la voz que otrosescuchen dentro de su cabeza. Cuando estn asustados o con-
undidos o se sientan solos o tal vez contemplen la posibilidad
de hacer algo impensable, entonces su telono sonar.
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Como el tutor del grupo de alcohlicos annimos de
algn amoso o algo as? salt CoCo, dejando que aforara
una vez ms su antigua adiccin a las revistas de chismes.
Les brindar la oportunidad de ser tiles, de hacer algo
bueno por los dems y de comunicar a otros lo que han apren-
dido aadi el seor Markov.
S, va a ser genial poder hablar otra vez con personas vi-
vas! exclam Charlotte, dando claras muestras de no haber
entendido del todo el concepto.
No es exactamente que vayan ahablarcon ellos, Usher
la corrigi l. En realidad, sern algo as como
Su conciencia interrumpi Charlotte, demostrando que
haba entendido el concepto mejor de lo que aparentara ins-tantes atrs.
S, eso es dijo el seor Markov.
Rebobine, por avor son como un pitido la voz de
Metal Mike, muestra de su inantil voz interior.
En lugar de reprenderlo por su sarcstico eslogan, Markov
aprovech el comentario para proseguir con la explicacin.
Fue hasta el telono de Mike, lo descolg para dar mayor
eecto a sus palabras y continu:
Tarde o temprano todos necesitamos ayuda dijo.
Algunos ms que otros espet CoCo con arrogancia,
paseando la mirada por la sala.
Sin embargo, ayudar a los dems no es slo atender un
llamado: es una habilidad dijo haciendo alarde de ingeniosorprendente. Algo aprendido.
Charlotte escuchaba escptica. Saba sobradamente, por
haberlo experimentado en carne propia, que la simpata, la
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empata hacia los dems, era un don que o se tena o no se
tena. Y la mayora de la gente no lo tena.
Se puede tener muy buenas intenciones dijo Markov,
pero dar un mal consejo o prestar ayuda de orma inapropiada
en el momento equivocado puede resultar mucho peor que
no hacer nada.
As que estamos aqu para pereccionar nuestras habilidades
agreg entusiasmado Buzzsaw Bud, a quien la perspectiva
de ser bueno en algo le atraa enormemente.
Markov asinti con la cabeza.
Y cuando lo consigamos, podremos irnos? pregunt
Charlotte con impertinencia.
Markov levant una ceja mientras Pam tragaba saliva y lelanzaba a Charlotte una mirada cargada de preocupacin.
Nada te obliga a quedarte dijo Markov lacnicamente,
con un tono de desaprobacin obvio para toda la clase. Te
puedes ir cuando quieras, es decisin tuya.
Si por ella uera, se habra ido en ese mismo instante, pero
se le ocurri que, de hacerlo, estara decidiendo tambin en
nombre de quienes, estaba convencida, la llamaran deses-
perados. Pens que era eso a lo que l se reera en realidad.
Markov estaba poniendo a prueba su conciencia, su sentido de
la responsabilidad. No haca alta que lo expresara con pala-
bras; las arrugas de su rente lo decan todo. La idea de cargar
semejante peso sobre sus hombros la asust.
El hecho es que Markov les haba dejado muy claro a Char-lotte y al resto de la clase en qu consista aquello. Tenan un
deber que cumplir, y no deban tomrselo a la ligera. Poco
dado a circunloquios, Markov cambi de tema.
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Antes de empezar debemos ocuparnos de otro asunto
continu: un regalo de graduacin.
Se abri una puerta y un grupo de gente inund la sala. Char-
lotte estaba conundida. Los ojos de cuantos la rodeaban se ilu-
minaron con la alegra del reconocimiento. Pam, sin habla, se
levant y corri a los brazos de un hombre de aspecto amable.
Pam? grit Charlotte.
Es el seor Paroda, mi proesor de msica de segundo.
Fue el que me ense a tocar el fautn!
A continuacin, Silent Violet abandon su silencio y corri
chillando hacia una anciana.
Abuela! exclam Violet mientras abrazaba a la mujer
de pelo canoso.Tenemos que hablar dijo ella mientras conduca a
Violet hacia un rincn, donde se acomodaron y empezaron
a cotorrear.
Cuando todos hubieron entrado en la habitacin, hizo su
aparicin una gura gloriosa y elegante, slo que tena un aura
rosada cortada a medida.
Querida dijo aquella mujer impecablemente vestida.
Seora Chanel, esto es un sueo hecho realidad aru-
ll CoCo al borde del desmayo mientras extenda una mano
hacia su dolo. Siempre he querido hacer de mi vida algo
importante, igual que usted.
De cuntas cuitas nos liberamos cuando decidimos no ser
algo, sino alguien dijo Coco Chanel. Se trata de una demis citas preeridas.
Es una cita increblemente brillante dijo CoCo. De
quin es?
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Ma, querida, ma contest Chanel en toda su atem-
poral grandeza.
En la habitacin, todos estaban ya emparejados con parien-
tes, mentores e incluso mascotas allecidos hace tiempo. Aque-
llos conmovedores encuentros emocionaron a Charlotte, que
mir a su alrededor, intrigada por ver quin le habra tocado a
ella. Pens en sus padres, por primera vez en mucho tiempo.
Cruzaran el umbral tal y como debieron haber hecho quince
aos atrs? Lo nico que le contaron entonces ue que haban
salido a celebrar su aniversario para no regresar jams.
Cuando murieron, ella slo tena dos aos, as que proba-
blemente no los reconocera ni aun tenindolos delante. Re-
cuperando una vieja costumbre, Charlotte empez a examinarla nariz de todo el mundo, por si alguna se pareca a la suya.
Se acordaba de que cuando las madres de sus compaeros
acudan a la escuela a recogerlos, la proesora siempre deca:
Tiene tu nariz, de modo que era eso lo que Charlotte siem-
pre haba buscado. Se haba pasado la vida entera deseando
encontrar a alguien que tuviera su nariz. Pero ahora, mientras
miraba a su alrededor, entre la multitud, no dio con ninguna
que casara con la suya.
A ver, por avor, un poco de atencin interrumpi Mar-
kov a la vez que sacaba lo que a todas luces pareca la perspec-
tiva de una urbanizacin. Esto les ayudar a orientarse.
Era un sencillo complejo circular que inclua una manzana
en orma de media luna compuesta por lo que parecan casitasadosadas a lo largo del permetro, cada una de las cuales luca
una etiqueta con el nombre del becario a quien haba sido
asignada. Charlotte estaba demasiado distrada para ponerse
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a buscar su nombre entre el grupo de domicilios, pero ni alta
haca que se hubiera molestado, porque, como enseguida pudo
comprobar, su nombre no estaba all.
A cierta distancia de las viviendas se ergua el edicio en el
que se encontraban ahora y, rente a l, uno ms grande de
apartamentos. Charlotte trat de calcular cul sera la distan-
cia real entre ambos a partir de la escala del plano, su mente
ocupada con ecuaciones del tipo un centmetro es igual a
tantos metros mientras los dems se dedicaban a sonrer.
Las viejas costumbres, y los mecanismos de deensa, nunca
mueren.
Est bien, quienes tengan asignada una vivienda se pue-
den ir a casa el resto de la tarde dijo Markov, y los becariosrecibieron el anuncio con sumo gritero y alborozo.
Charlotte todava no haba conseguido calcular la distancia
exacta, pero era evidente que haba un buen trecho entre las
viviendas trmino que, por cierto, le pareci un tanto ir-
nico y el resto del complejo. Curiosamente, el conjunto se le
gur una suerte de enorme cara sonriente, donde las casitas
ormaban una amplia sonrisa y la torre de apartamentos y el
edicio de ocinas, los ojos, vacos, dilatados, indescriptibles,
como los suyos.
Los dems encontrarn una habitacin en la residencia,
al otro lado del patio dijo Markov sin ms.
Los dems?,pens Charlotte. No quedaba nadie ms que
ella. Se reera a ella.Disruten ponindose al da dijo Markov aablemente
mientras se despeda de los becarios. Y que pasen una
buena tarde.
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Por supuesto gru Charlotte, sintiendo que su ob-
servacin sobre la cara sonriente se conrmaba. Y la sorna
va por m.
Todos abandonaron la sala con sus respectivos seres queridos.
Almas perdidas desde haca mucho tiempo, unidas de nuevo.
Y lo nico con lo que Charlotte pareca haberse reunido de
nuevo era con aquel viejo sentimiento de soledad. Nadie la
buscaba. Contemplar aquel desle de parejas era como surir
una muerte lenta y dolorosa. Ni siquiera estaba segura de a
quin le hubiera gustado encontrarse de nuevo al Otro Lado.
Y, sin embargo, siempre dio por hecho que habra alguien.
Todos estamos solos en la muerte y unos pocos lo segui-
mos estando despus suspir compadecindose de s misma.Cuando la muchedumbre se ue y la puerta se cerr tras la
ltima pareja, Charlotte levant la vista y vio a alguien en
quien no haba reparado antes: una chica que la miraba sen-
tada desde el otro extremo de la habitacin.
La chica estaba acicalada de los pies a la cabeza. Su oscura me-
lena rizada, que llevaba recogida en la nuca, sin un solo mechn
uera de lugar, acentuaba sus rasgos alados y sus gruesos labios.
El largo vestido, estampado con motivos geomtricos, estaba es-
tudiadamente gastado y descolorido para hacer ver que no le
importaba su aspecto, pero a Charlotte no le daban gato por
liebre. Bien mirado, el atuendo no tena nada de casual, y la chica
menos. Todo en ella destilaba autosuciencia, todo salvo la sim-
ptica sonrisa que le dedic cuando sus miradas se cruzaron.Hola dijo la chica con entusiasmo, antes de que Char-
lotte pudiera preguntarle qu haca all. Soy Matilda, pero
puedes llamarme Maddy.
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Encantada de conocerte Maddy dijo Charlotte
agradecida y al mismo tiempo un poco desconcertada por la
calidez de Maddy. Despus de todo, no se conocan de nada.
Se ve que somos compaeritas pio Maddy alegremente.
Oh, eh, no s Antes tendr que hablar con Pam y
Prue
Pensaba que la voz de Maddy se apag. Como
slo quedamos nosotras
Charlotte conoca aquella expresin. Cmo era eso de tender
la mano y ser, bueno, rechazada.
Alguna de tus amigas te pidique la acompaaras para
presentarte a sus seres queridos?
No pero empez Charlotte tratando de buscaralguna excusa para sus amigas, mas se detuvo. Era evidente
que, por lo menos de momento, se haban olvidado de ella.
Estamos aqu gracias a m, lo sabas? dijo Charlotte, que
no pudo resistir la tentacin de presumir delante de una chica
nueva. Bueno, todos menos t, claro.
Vaya, es verdaderamente impresionante replic Maddy
con brusquedad. Qu pronto se les olvid, eh?
S dijo Charlotte con un hilo de voz.
Entonces de nada sirve que nos quedemos aqu, verdad?
Nos vamos a casa?
Charlotte vacil unos instantes, todava aturdida y leve-
mente desmoralizada por la situacin, pero al nal consigui
sobreponerse.Suena tentador. Vamos.
Maddy sonri con amabilidad y ambas abandonaron la
ocina y se dispusieron a cruzar el patio hacia la enorme y
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altsima torre circular de apartamentos que les servira de resi-
dencia el tiempo cunto, no lo saban que permanecieran
all estancadas.
ste es nuestro hogar? le pregunt Charlotte a Maddy
sin demasiado entusiasmo mientras contemplaba el edicio.
Era de una altura imponente aunque impersonal, justo igual
que la central telenica. En parte obelisco, en parte aguja
espacial, encajaba a la pereccin en aquel extrao complejo
de corte militar. Atemporal y austero. Entraron, se dirigie-
ron al mostrador de la entrada y saludaron al portero. l lasmir impasible, les tendi las llaves de un apartamento de
la decimosptima planta y les indic dnde se encontraban
los ascensores. Aparentemente, charlar no guraba entre sus
unciones.
Diecisiete? murmur Charlotte en voz alta. Qu
absurdo.
Ser mejor que te vayas acostumbrando dijo Maddy
como quien no quiere la cosa mientras se dirigan a los as-
censores.
Haba un montn de gente esperando, as que Charlotte
opt por no decir nada. Apretaron el botn de subir y espe-
raron junto a un grupo de nios revoltosos y una jovencsima
y atractiva pareja novios de la escuela, quiz a que bajarael ascensor. Son el timbre, se abrieron las puertas y todos
pasaron al interior. El ascensor empez a subir lentamente.
Y por qu tengo que acostumbrarme?
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Pinsalo dijo Maddy. Cuntos aos tienes?
Diecisiete contest Charlotte, sin caer del todo en
cuenta.
Yo tambin. Tenemos diecisiete aos siempre los ten-
dremos.
Justo cuando Charlotte empezaba a comprender, el ascensor
se detuvo en la sexta planta, donde se bajaron algunos de los
nios. Despus par en la sptima y en la octava, y unos cuan-
tos ms salieron en cada planta. Conorme suban, se senta
ms hundida.
Charlotte trataba de ver el lado positivo, pero no lo lograba.
Siempre haba anhelado ser mayor para dejar atrs una inan-
cia marcada por la inseguridad y la soledad. Ahora no habalugar para su ser uturo, de hecho, no haba necesidad de que
ese ser uturo existiera, ni siquiera en su imaginacin. Y esa
chica, la encarnacin utura de s misma, era la persona de
la que ms le costaba despedirse, ms que de ninguna otra.
Charlotte vio salir a los ltimos nios del ascensor en la duo-
dcima planta, y dej de compadecerse un poco de s misma.
Pero slo un poco.
Las puertas del ascensor se abrieron ante un vestbulo circu-
lar alombrado con una mohosa moqueta gris de esas que
sirven tanto para interiores como para el exterior. Charlotte
se imagin el olor a moho y, aun estando muerta, la sola
idea la hizo estremecerse. Cuando dieron con su habitacin,
Maddy abri la puerta muy despacio y accion el interruptorde la luz.
Qu es esto? grazn Charlotte, examinando la estancia
ra y hmeda.
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Era una habitacin desnuda, de aspecto industrial, acabada
con suelos de cemento y grandes ventanales, desprovista de
mobiliario salvo por una mesa, dos sillas de tijera y dos camas,
si es que a aquello se le poda llamar camas. En realidad eran
literas, unas literas de acero inoxidable empotradas a la pared.
El mullido edredn, los vitrales y los postes tallados de la cama
de Hawthorne Manor no eran ms que un bonito recuerdo.
Ni que alguien uera a querer llevrselas dijo Charlotte,
sacudiendo con todas sus uerzas la inmvil estructura de las
literas. Al contacto, la situacin adquiri un tinte mucho ms
real, y mucho ms desagradable.
No s dijo Maddy con un atisbo de optimismo en la
voz. Tampoco est tan mal. Tiene un aire muy resco.T lo has dicho, s. Fresco como el Polo Norte.
Oye, al menos nos tenemos la una a la otra, no? dijo
Maddy, tratando de arrancarle una sonrisa.
Charlotte slo pudo concluir una cosa: uera lo que uese
aquello, era todo menos una escalera al cielo.