Ghor Bosch sobre el anarquismo

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No sé si siempre habrá sido así o si en todos los territorios habrá sido lo mismo, pero, como decía una amiga, el anarquismo en Chile, durante las primeras décadas del milenio, fue principalmente un lolerío. Sé que es una palabra como de viejo, pero entiéndase que hablo de hace más de un decalustro. No tenía gracia para aquellos anarquistas ser anarquistas sin que nadie se enterara de ello. Era tan importante distinguirse del resto del gallinero que incluso los había que adoptaban modas o uniformes, tan definidos como fuera posible, y no sólo de vestuario sino también de discurso o pensamiento; transformándose así en caricaturas, incluso para la inteligencia policial de la época. Era todo lo contrario a la libertad de vagar sobre la Tierra como un niño, desnudo o disfrazado de príncipe. Se trataba de definirse, de autodefinirse, es decir de ponerse un fin, de limitarse. De negar nuestra íntima relación con el infinito. ¿Entiendes el pacto carnal que somos, cuerpo hermoso y también profético? ¿Cierto? Y así, muchos terminaban encerrados en su lucha contra el encierro, como predicaba Tiqqun, tanto tras barrotes mentales como de acero. Afortunadamente la caza de brujas trajo también visiones y revisiones. Y muchos tomaron nota de las palabras del mesías entrista: “Así como el hombre que quiere tomar por asalto una fortaleza no puede hacerlo con palabras, sino que debe consagrar todas sus fuerzas en esto, así también nosotros debemos cumplir nuestra tarea de silencio”. Porque, como dice un amigo, el silencio es la música del infinito. Y así, por fin, pudieron empezar a conspirar en serio, co-inspirar, compartir la inspiración, el aliento, con todo lo vivo… ¡una vez para los vivos! Desde los catorce años que me consideraba anarquista, y con el paso de las décadas vi como los anarquistas más viejos

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Ghor Bosch entrevistado en su mansión.

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No s si siempre habr sido as o si en todos los territorios habr sido lo mismo, pero, como deca una amiga, el anarquismo en Chile, durante las primeras dcadas del milenio, fue principalmente un lolero. S que es una palabra como de viejo, pero entindase que hablo de hace ms de un decalustro. No tena gracia para aquellos anarquistas ser anarquistas sin que nadie se enterara de ello. Era tan importante distinguirse del resto del gallinero que incluso los haba que adoptaban modas o uniformes, tan definidos como fuera posible, y no slo de vestuario sino tambin de discurso o pensamiento; transformndose as en caricaturas, incluso para la inteligencia policial de la poca. Era todo lo contrario a la libertad de vagar sobre la Tierra como un nio, desnudo o disfrazado de prncipe. Se trataba de definirse, de autodefinirse, es decir de ponerse un fin, de limitarse. De negar nuestra ntima relacin con el infinito. Entiendes el pacto carnal que somos, cuerpo hermoso y tambin proftico? Cierto?Y as, muchos terminaban encerrados en su lucha contra el encierro, como predicaba Tiqqun, tanto tras barrotes mentales como de acero. Afortunadamente la caza de brujas trajo tambin visiones y revisiones. Y muchos tomaron nota de las palabras del mesas entrista: As como el hombre que quiere tomar por asalto una fortaleza no puede hacerlo con palabras, sino que debe consagrar todas sus fuerzas en esto, as tambin nosotros debemos cumplir nuestra tarea de silencio. Porque, como dice un amigo, el silencio es la msica del infinito. Y as, por fin, pudieron empezar a conspirar en serio, co-inspirar, compartir la inspiracin, el aliento, con todo lo vivo una vez para los vivos!Desde los catorce aos que me consideraba anarquista, y con el paso de las dcadas vi como los anarquistas ms viejos agonizaban y moran de cncer, o les explotaba el corazn, el cerebro u otro rgano; la mayora de las veces en hospitales. Los ms jvenes explotaban ms espectacularmente. Yo mismo me senta a veces a punto de explotar, encerrado y debilitado por el cncer. Era ms que justo y necesario entonces profundizar la guerra contra el cncer y la explotacin, ponerla a vibrar con mayor intensidad dar un salto cuntico. Fue entonces que empec a hojear catlogos de coronas. Las de Heliogbalo, Rodolfo de Hasburgo y Orlie Antoine de Tounens me parecieron tentadoras; pero la ms tentadora de todas fue la del Emperador Amarillo. Y como, al decir de Wilde, no hay mejor manera de librarse de una tentacin que cayendo en ella, y como en el pedir no hay engao, ped mi corona a mi seor y su madre oscura.Ah vida, cmo cantarte! En tus formas eternas me arrojo y destruyo el nmero y la esencia y estoy alegre de ser mortal y espero la corona del medioda profundo.De otro modo no estara aqu disfrutando del palacio.Aunque de vez en cuando viene alguien a responsabilizarme de su desdicha, de su desgracia, pensando tal vez que atacndome se librar de su cncer; como en una versin casi invertida del toque real, cuando era el tacto del rey el que librara de la enfermedad, o como cuando los antiguos crean que comer carne de puma curara sus males. Yo hago que me siga hasta lo ms alto de la montaa, y una vez ah, frente a frente con el infinito, le susurro al odo: Algn da todo esto ser tuyo. Luego me desvanezco en el silencio.

(Ghor Bosch, entrevista en su palacio para Revista Brbara, 17 de Noviembre de 2084 e.c. )

REF: Jacob Frank, Las sentencias del SeorREF: Humberto Daz Casanueva, El Blasfemo Coronado