Gergen - Real Ida Des y Relaciones Cap 2

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Paidós

Básica

KENNETH J. GERGEN

REALIDADES Y RELACIONES

Aproximaciones a la construcción social

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

Capítulo 2

La crisis de la representación y la emergencia de la construcción social

En la medida en que el enfoque del conocimiento como posesión individual entra en un punto muerto, las transformaciones han ido tomando cuerpo en otros ámbitos de especialización.Estos cambios de sensibilidad comparten determinados temas, que sugieren una alternativa a laconcepción individual del conocimiento, a saber, el enfoque del conocimiento como residiendoen el seno de la esfera de la conexión social. Este capítulo ante todo bosqueja estos diálogosemergentes y sus consecuencias para el enfoque construccionista social de las ciencias humanas.Prestaré especial atención al deterioro de las creencias tradicionales en la representaciónverdadera y objetiva del mundo. Las críticas ideológicas, literario-retóricas y sociales pasan a  primer plano. Tras destilar de estas críticas una serie de suposiciones construccionistasesenciales, exploraré los contornos de la investigación a la que invita ese tipo de suposiciones.Como propondré, el construccionismo no precisa del abandono de las empresas y empeños

tradicionales. Más bien, los sitúa en un marco diferente, con un cambio resultante en el acento ylas prioridades. Y lo que es aún más importante, el construccionismo invita a nuevas formas deinvestigación, expandiendo sustancialmente el alcance y la significación de los empeños de lasciencias humanas.

La misión de las ciencias socioconductistas ha sido tradicionalmente proporcionar explicaciones objetivas de la conducta humana y explicar su carácter, preocupaciones que seextienden a las acciones de todas las personas de todas las culturas y a través de la historia. Lasciencias ofrecen explicaciones tanto del amor como de la hostilidad, del poder y la sumisión, dela racionalidad y la pasión, de la enfermedad y el bienestar, del trabajo y el juego, junto conexplicaciones de amplio alcance de su funcionamiento. Y, cuando están adecuadamente segurosde sí mismos, los científicos, a menudo, aventuran predicciones, sugiriendo cómo se

desarrollarán los niños, cómo se reducirán los prejuicios, cómo prosperará el aprendizaje, sedeterioraran las intimidades, cómo se acrecentará el producto nacional bruto, etc... Al igual queotros colegas en las ciencias naturales, los científicos socioconductistas se comunican estasexposiciones entre sí y a la sociedad primero a través del lenguaje. Al lenguaje las cienciasconfían el deber de pintar y reflejar los resultados de sus investigaciones. Y si es el lenguaje elque transporta la verdad a través de las culturas y al futuro, cabría concluir razonablemente que lasupervivencia de las especies depende del funcionamiento del lenguaje.

Aunque esto parece casi cómodamente convencional, detengámonos a examinar lasobligaciones que tradicionalmente se asignan al lenguaje. ¿Puede el lenguaje soportar la gravosaresponsabilidad de «representar» o «reflejar» cómo son las cosas? ¿Podemos estar seguros de queel lenguaje es el tipo de vehículo que puede «transmitir» la verdad a otros? Y cuando está

impreso, ¿podemos adecuadamente anticipar que «almacenará» la verdad para generacionesfuturas? ¿Sobre qué razones sustentamos estas creencias? La duda nos asalta cuando examinamoslas descripciones cotidianas de la gente. Las describimos como «inteligentes», «cálidas» o«deprimidas» mientras sus cuerpos están en estado de movimiento continuo. Sus acciones son  proteicas, elásticas, siempre cambiantes y, con todo, nuestras descripciones siguen siendoestáticas y gélidas. ¿En qué sentido, pues, el lenguaje representa nuestras acciones? ¿O siutilizamos el término «hostil» para referirnos a la expresión facial de Sarah, al tono de voz deEduardo y la relación entre los católicos y los protestantes irlandeses, exactamente de qué es unaimagen el término «hostil»? Las fotografías reales de los acontecimientos no tendrían ningunasimilitud entre sí. ¿En qué sentido, pues, el término es mimético?

Disyunciones semejantes entre la palabra y el mundo se pueden discernir a nivel profesional.

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 La crisis de la representación

En el psicoanálisis, por ejemplo, quienes lo ejercen demuestran tener una capacidadextraordinaria para aplicar un léxico restringido de descripción a un abanico de acciones insólitoy siempre cambiante. A pesar de las vicisitudes de las trayectorias vitales, todos los sujetosanalizados se pueden caracterizar como «reprimidos», «conflictivos» y «defensivos». De manerasimilar, en el laboratorio conductista, los investigadores son capaces de retener un compromisoteórico dado con independencia de la gama y la variabilidad de su observación. Desde loscobayas a los estudiantes de segundo año de universidad, el teórico sostiene que todos realizan lamisma respuesta (como es eludir) las pautas de castigo. Y a pesar de los métodos rigurosos deobservación utilizados en esos laboratorios, apenas podemos encontrar una teoría conductista queha sido abandonada porque ha sido desmentida por las mismas observaciones.

 Nuestra preocupación inicial es, pues, la relación existente entre el lenguaje descriptivo y elmundo que proyecta representar. El problema no carece precisamente de consecuencias, ya que,como filósofos de la ciencia, desde hace tiempo somos conscientes de que una teoría se aquilatacon el valor que tiene en el mercado de la predicción científica en la medida en que el lenguaje

teórico corresponde a los acontecimientos del mundo real. Si el lenguaje científico no comportaninguna relación determinada con los acontecimientos externos al propio lenguaje, sucontribución a la predicción se vuelve problemática, y la teoría científica no puede perfeccionarsemediante la observación. La esperanza de que el conocimiento puede ser superior a través de laobservación sistemática resulta ser vana. De un modo más general, cabe poner en entredicho laobjetividad fundamental de las exposiciones científicas. Si este tipo de exposiciones explicativasno se corresponde con el mundo, entonces ¿qué proporciona su garantía? Esta pregunta es crítica,dado que la pretensión de objetividad ha venido proporcionando la base principal para la ampliaautoridad que durante el siglo pasado han afirmado las ciencias.

En esta multiplicidad de aspectos, los filósofos del empirismológico ansiaban establecer unaestrecha relación entre lenguaje y observación. En el corazón del movimiento positivista, por 

ejemplo, se encuentra el «principio de la verificabilidad del significado» (denominado «realismodel significado» en su versión revisada), sosteniendo que el significado de una proposicióndescansa en su capacidad de ser verificado a través de la observación; las proposiciones que noestán abiertas a la corroboración a la enmienda a través de la observación carecen del valor necesario para entrar a participar en una ulterior discusión. Con todo, el problema consistía en dar cuenta de la relación entre proposiciones y observaciones. Russell (1924) propuso que elconocimiento objetivo podía reducirse a conjuntos de «proposiciones atómicas», cuya verdaddescansaría en hechos aislados y discriminables. En cambio, Schiick (1925) propuso que elsignificado de las palabras individuales en las proposiciones debía establecerse a través demedios ostensivos («mostración»). Carnap (1928) propuso que los predicados de cosasrepresentaban «ideas primitivas», reduciendo así las proposiciones científicas a informes de

experiencia privada. Para Neurath (1933), las proposiciones habían de verificarse a través de«proposiciones protocolarias» que estaban, a su vez, directamente vinculadas a los procesos biológicos de percepción. Todos estos enunciados en este enfoque son reducibles al lenguaje dela física. Efectivamente, existía una unidad fundamental entre todas las ramas de la ciencia.

Aun así, estos intentos de establecer relaciones seguras y determinadas entre las palabras ylos referentes del mundo real dejan una diversidad de problemas esencialmente irresueltos. ¿Las  proposiciones que toman parte en el principio de verificabilidad están a su vez sujetas averificación? En caso negativo, ¿en qué medida son significativas o fidedignas? Si el objeto alque se refiere una proposición está en un estado de cambio continuo, o deja de existir, ¿la proposición es sólo momentáneamente verdad? Las proposiciones tienen significado durante y por encima de la capacidad referencial de las palabras individuales que las constituyen. ¿Cómo

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

hay que entender ese significado? ¿Las proposiciones están sujetas a verificación, o sólo lostérminos individuales? ¿La verificación es un estado mental, y de serlo, en qué sentido las  proposiciones sobre estados mentales son a su vez verificables? ¿Sobre qué bases se han dedistinguir los átomos tactuales entre sí? Estas y otras preguntas irritantes han seguido siendorecalcitrantes a una solución ampliamente convincente.

Para muchos, los argumentos de Popper (1959) y de Quine (1960), en particular, justificabanreexaminar la base empírica de las declaraciones científicas en cuanto a la descripción. El primero sostuvo que no había medios lógicos para inducir enunciados teóricos generales de laobservación, es decir, de desplazarse de un modo lógicamente fundamentado desde unaexplicación lingüística de lo particular a una explicación general o universal de las clases. Estocondujo a que Popper abrazara la distinción de Reichenbach entre un «contexto deldescubrimiento» y un «contexto de la justificación». El contexto del descubrimiento —eseespacio en el que el científico establece sus pretensiones iniciales de correspondencia— era, paraPopper, «irrelevante para el análisis lógico del conocimiento científico» (pág. 31). De hecho, los

medios con los que un científico establece las afirmaciones ontológicas que han de someterse aestudio no están a su vez racionalmente justificados. La crítica de Quine (1960) causó estragosincluso a la posibilidad de una sólida fundamentación en el contexto de justificación. ¿Qué es, se preguntó, la posibilidad de una definición ostensiva, es decir, de definir los términos científicos através de la designación pública de los referentes materiales? ¿Los términos de una ontologíacientífica pueden fundamentarse a través de las características del estímulo al que se refieren? Ensu célebre ejemplo gavagai (págs. 26-57), Quine demostró la imposibilidad de hacerlo. Si untérmino como «gavagai» lo utilizan los indígenas para referirse a un conejo que corre, a unconejo muerto o a un conejo en una olla, o simplemente los signos de la presencia de un conejo,entonces ¿cuál es la configuración de estímulos que garantiza la traducción del término en tantoque «conejo»? En el caso extremo, cada vez que el indígena utiliza el término puede que se esté

refiriendo al conejo como un todo. Entonces, no encontramos los medios para vincular ostensivamente los términos y precisar así las características del mundo. La definición ostensiva  puede ser operativa para muchos propósitos prácticos, pero la descripción científica no puedefundamentarse o afirmarse mediante el significado-estímulo. Para Quine, la teoría científica seencuentra «notoriamente subdeterminada» por cómo son las cosas.

Actualmente se ha aceptado en general que el modo en el que se logra la representaciónobjetiva en cuestiones de descripción y de explicación sigue estando insatisfactoriamenteexplicado (Fuller, 1993; Bames, 1974). Mientras tanto, fuera de las filas de la filosofía de laciencia, con insistente intensidad han venido sonando redobles de tambor con otro ritmo. Estosmovimientos, a menudo adjetivados como posempiristas, posestructuralistas o posmodernos, ya no buscan una base lógica racional para una vinculación precisa de la palabra y el mundo; más bien,

en cada caso, los argumentos plantean un desafío más fundamental a la suposición de que ellenguaje puede representar, reflejar, contener, transmitir o almacenar el conocimiento objetivo.Tales críticas invitan a una reconsideración completa de la naturaleza del lenguaje y cuál es sulugar en la vida social; y lo que aún es más importante, empiezan a formar la base de unaalternativa a la presuposición del conocimiento individual. En el capítulo anterior, hallamos que eltrabajo crítico en la filosofía de la ciencia producía simplemente una nueva iteración en un debatecíclico que ha durado siglos. Tampoco la crítica de la metodología produjo alternativas viables.Las formas presentes de crítica, sin embargo, surgen de las inteligibilidades discursivas que caenampliamente fuera de los ámbitos filosófico-científicos. Cuando sus consecuencias se elaboran ysintetizan, sientan las bases para una completa transformación de nuestro enfoque del lenguaje, asícomo de los conceptos aliados de verdad y racionalidad. De un modo más específico,

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 La crisis de la representación

 proporcionan medios para revisar la psicología y las ciencias humanas con ella relacionadas.

La critica ideológica

Durante la mayor parte del presente siglo se ha hecho un intenso esfuerzo —tanto por partede los científicos como de los filósofos empiristas— para apartar a las ciencias del debate moral.La meta de las ciencias, se ha dicho en general, consiste en proporcionar unas exposiciones precisas de «cómo son las cosas». Las cuestiones relativas a «cómo deberían ser» no son una  preocupación científica principal. Cuando la explicación y la descripción teórica se venrecubiertas de valores, se dice, dejan de ser fidedignas o pasan a ser directamente perjudiciales;distorsionan la verdad. Que las tecnologías científicas deban utilizarse para diversos propósitos(como hacer la guerra, controlar la población o la previsión política) tiene que ser una  preocupación vital para los científicos, pero tal como se ha dejado claro con frecuencia, lasdecisiones acerca de estos temas no pueden derivarse de la ciencia en cuanto tal. Para muchos

científicos sociales, el ultraje moral de la guerra de Vietnam empezó a socavar la confianza eneste enfoque existente desde hacía mucho tiempo. De algún modo la neutralidad de las ciencias,como medusas en un océano, parecía ser algo moralmente corrupto. No sólo no había nada acercadel aspecto científico que diera razón al rechazo de la brutalidad imperialista, sino que elestablishment científico a menudo entregaba sus esfuerzos a mejorar las tecnologías de laagresión. Había una ampulosa razón para restaurar y revitalizar el lenguaje del «deber ser».

Para muchos especialistas esta búsqueda de reforma moral despertaba el interés por unaforma mortecina de análisis filosófico: la crítica moral de la racionalidad de la Ilustración. En ladécada de 1930 los escritos de la Escuela de Francfort —Horkheimer, Adorno, Marcuse,Benjamín y otros— fueron especialmente catalizadores. En primer lugar, estos teóricos salían deun linaje intelectual significativo: del acento puesto por Kant en el primado de la libertad

individual y de la responsabilidad moral sobre el mundo científicamente concebido decontingencias materiales, el enfoque hegeliano de la razón y la moralidad como incrustadas en las prácticas culturales y la demostración que Marx hiciera de los sentidos en los que las formas deracionalidad estaban influidas por los intereses de clase. De un modo más inequívoco, estosescritos trazaron efectivamente un amplio espectro de males de la búsqueda ilustrada de unaracionalidad histórica y culturalmente trascendente. El compromiso con la filosofía positivista dela ciencia, el capitalismo y el liberalismo burgués —manifestaciones contemporáneas de la visiónilustrada— se prestaba a males como la erosión de la comunidad (Gemeinschaft), el deterioro delos valores morales, el establecimiento de las relaciones de dominio, la renuncia al placer y lautilización de la naturaleza. Esta forma de análisis, denominado «teoría crítica», estaba dirigida alcuerpo de creencias o ideología que apoyaba o racionalizaba estas instituciones. El propósito de

este tipo de análisis era la emancipación ideológica. Las pretensiones de verdad científica, por ejemplo, propiamente podían evaluarse en términos de los sesgos ideológicos que revelaban. Laapreciación crítica por consiguiente nos liberaba de los efectos perniciosos de las verdadesmistificadoras.1

Aunque los escritos de la escuela crítica eran —y son— predominantemente marxistas en suorientación, ya que buscan emancipar a la cultura de la esclavitud de la ideología capitalista, estaforma de argumentación ha roto sus amarras marxistas. Para cualquier grupo preocupado por la

1 Las contribuciones clásicas incluyen Adorno (1970), Horkheimer y Adorno (1972), y Mareuse (1964). En cuanto alas prolongaciones de esta perspectiva en fecha más reciente, véanse, por ejemplo, Parker (1992), Sullivan (1984) yThomas (1993).

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

injusticia o la opresión, la crítica ideológica es un arma poderosa para socavar la confianza en lasrealidades que se dan por sentadas propias de las instituciones dominantes: la ciencia, elgobierno, lo militar, la educación entre otras. Como forma general, la crítica ideológica intenta  poner de manifiesto los sesgos valorativos que subyacen a las afirmaciones de la verdad y larazón. En la medida en la que se demuestra que estas afirmaciones representan intereses personales o de clase, ya no pueden calificarse de objetivas o racionalmente trascendentes.

Por ejemplo, actualmente existe un enorme cuerpo de crítica feminista que eclipsa la obramarxista en extensión e interés. A fin de ilustrar su potencial desconstructivo, basta examinar elanálisis de Martin (1987) de los sentidos en los que la ciencia biológica caracteriza el cuerpo dela mujer. La preocupación particular de Martín se ciñe al sentido en el que los textos biológicos,tanto en el aula como en el laboratorio, representan o describen el cuerpo femenino. Tal como laautora muestra, el cuerpo de la hembra es característicamente tratado como una forma de fábricacuyo propósito primario es el de reproducir la especie. De esta metáfora se sigue que los procesosde menstruación y de menopausia son un despilfarro, si no disfuncionales, ya que, se trata de

  períodos de «no reproducción». Examinemos los términos negativos en los que el texto de biología típico describe la menstruación: «el hecho de que pasen a la sangre la progesterona y losestrógenos priva al revestimiento endometrial de su soporte hormonal»; «la constricción de losvasos sanguíneos lleva a una disminución del aporte en oxígeno y nutrientes»; y «cuandoempieza la desintegración, todo el revestimiento empieza a deshacerse, y se inicia el flujomenstrual». «La pérdida de estimulación hormonal causa decrosis» (muerte del tejido). Según untexto, la menstruación es como «el útero que llora por la falta de un bebé» (cursivas nuestras).

Tal como Martín las considera, estas descripciones científicas lo son todo menos neutrales.De manera sutil informan al lector de que la menstruación y la menopausia son formas de colapsoo fracaso. Como tales tienen implicaciones peyorativas de amplia consecuencia. Para una mujer,aceptar estas exposiciones es alienarse de su cuerpo. Las descripciones proporcionan razones para

el autoenjuiciamiento, tanto sobre la base mensual para la mayor parte de los años de la vidaadulta de la mujer, y luego permanentemente, una vez que sus años de fertilidad han quedadoatrás. Además, estas caracterizaciones podrían ser de otro modo. La «f adicidad del cuerpo de lamujer» no requiere este sesgo negativo, sino que resulta del ejercicio de la metáfora masculina dela mujer como fábrica de reproducción. Para Martín, como para muchos otros científicos, laciencia es la continuación de la política por otros medios.2 O, como Butler lo expresa, «laontología no es... un fundamento sino una inyunción normativa que opera insidiosamenteinstalándose en el discurso político como su fundamento necesario» (pág. 148).

Esta forma de análisis crítico —orientado a revelar los propósitos ideológicos, morales o políticos en el seno de explicaciones aparentemente objetivas o desapasionadas del mundo— estáfloreciendo ahora en las humanidades y las ciencias. Está siendo utilizado por los negros, por 

ejemplo, para desacreditar el racismo implícito en sus miríadas de formas, por los homosexuales para poner de manifiesto las actitudes homofóbicas en el seno de las representaciones comunesdel mundo, por los especialistas de área preocupados por el sutil imperialismo de la etnografíaoccidental, por los historiadores incomodados por el uso de la escritura histórica para valorizar lasituación presente («historia presentista»), y por los especialistas preocupados por lasconsecuencias morales y políticas de una amplia variedad de teorías sociales y psicológicas.3 Enlo que a nuestros propósitos atañe, la consecuencia más importante de este conjunto concatenado

2 Véanse, por ejemplo, Butler (1990), Fine (1993), Harding (1986) y Haraway (1988).3 Véanse, por ejemplo, Clifford y Marcus (1986), Fabián (1983), Mitchell (1982), Rosen (1987), Said (1979, 1993),Schwartz (1986) y Stam (1987).

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 La crisis de la representación

es su amenaza para la presunción de que el lenguaje puede contener la verdad, que la ciencia puede proporcionar descripciones objetivas y exactas del mundo. Estas formas de crítica alejan la pretensión de verdad de la aseveración al cambiar el emplazamiento de la consideración en laafirmación misma a la base motivacional o ideológica de la que se deriva. Apuntan al intentosubyacente, de quien dice la verdad, de suprimir, ganar poder, acumular riqueza, sostener sucultura por encima de todas las demás, etc., y con ello socavando el poder persuasivo de laverdad como se presenta. Efectivamente, reconstituyen el lenguaje de la descripción y laexplicación como lenguaje del motivo, piden que las pretensiones de neutralidad seanconsideradas «mistificadoras», que la charla tactual sea indexada como «manipulación», y asísucesivamente. Al hacerlo destruyen el estatuto del lenguaje como portador de la verdad.

La crítica literario-retorica

Una segunda amenaza a la capacidad reflectora de la descripción y de la explicación ha ido

madurando en un terreno diferente, a saber, el de la teoría literaria. En lugar de destruir la basesemántica de la descripción y la explicación demostrando sus orígenes valorativos, los teóricos dela literatura intentan demostrar que tales exposiciones están determinadas no por el carácter delos acontecimientos mismos sino por las convenciones de la interpretación literaria. Para apreciar la fuerza del argumento resulta útil volver a las críticas que Kuhn (1962) y Hanson (1958) hacíande los fundamentos tácticos de las teorías científicas. Tal como Kuhn razonaba, una teoríacientífica es una amalgama de creencias a priorí que funcionan para «hablar al científico de lasentidades que la naturaleza contiene o no» (pág. 109). No son los hechos los que producen el paradigma, sino el paradigma el que determina lo que se tiene por un hecho. De manera similar, para Hanson el origen de las exposiciones tácticas en las ciencias descansa en la perspectiva delobservador. Efectivamente, tanto Kuhn Como Hanson consideran que el marco a priori de la

observación es de carácter cognitivo: el científico literalmente ve el mundo material a través delas lentes de la teoría. Para Kuhn, los cambios de paradigma, por consiguiente, son análogos a loscambios de la Gestait en la percepción (pág. 111). Para Hanson, «el observador... apunta sólo aque sus observaciones sean coherentes respecto a un trasfondo de saber ya establecido. Este ver es la meta de la observación» (pág. 20).

Con todo, a pesar de su peso específico, estas críticas de la ciencia como portadora de laverdad pervierten, de hecho, los aspectos fundamentales de un enfoque individualista delconocimiento. La disposición cognitiva del científico individual (punto de vista, perspectiva,construcción) sirve para organizar el mundo de modos particulares. ¿Cómo, entonces, puedesostener la fuerza de estos argumentos sin que con ello se rehabilite simultáneamente el marcoindividual? La respuesta a esta pregunta se encuentra en una reconsideración de lo que se

considera como a priori. Hay pocas razones para creer que literalmente tenemos experiencia o«vemos el mundo» a través de un sistema de categorías. En realidad, como demostrare en elcapítulo 5, no existe una explicación viable en cuanto a cómo podría establecerse el a prioricognitivo. Sin embargo, ganamos sustancialmente si consideramos el proceso de estructuracióndel mundo como un proceso lingüístico y no cognitivo. Establecemos límites y fronterasalrededor de lo que consideramos «lo real» a través de un compromiso a priori hacia formas particulares de lenguaje (géneros, convenciones, códigos de habla, entre otras). Nelson Goodmansugiere esta opinión en Ways of Woridmaking: «Si pregunto sobre el mundo, mi interlocutor  puede ofrecerse a contarme cómo es bajo uno o diversos marcos de referencia; pero si insisto enque me cuente cómo es aparte de estos marcos, ¿qué puede decirme? Estamos confinados amodos de describir cualquier cosa que se describe» (pág. 3). En la terminología de Goodman es

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

la descripción y no la cognición lo que estructura el mundo factual.Esta afirmación allana el camino para la crítica literario-retórica de la función del lenguaje

como portador de la verdad. En la medida en que la descripción y la explicación son requeridas por las reglas de la exposición literaria, el «objeto de la descripción» deja de quedar grabado en ellenguaje. Cuando los requisitos literarios absorben el proceso de dar cuenta científicamente, losobjetos de tales exposiciones —como independientes de las exposiciones mismas— pierdenestatuto ontológico.

El caso más fuerte de absorción textual es el que se da dentro del cuerpo de la teoría literaria  postestructuralista. Para apreciar su significado, resulta útil examinar brevemente los diálogosestructuralistas de los que surgió esta obra. En relación a nuestros propósitos actuales elmovimiento estructuralista en las ciencias sociales y las humanidades pueden verse como unarecusación temprana de la presuposición del lenguaje como espejo, el principio de un argumento  para el que los escritos posestructuralistas más recientes son la conclusión extrema. Elestructuralismo como orientación general soporta una focalización dual entre un exterior (lo

aparente, lo dado, lo observado) y un interior (una estructura, una fuerza o proceso). Como sesostiene a menudo, el exterior adquiere su figura o forma a través del interior y sólo cabeentenderlo relativamente a sus influencias. Al considerar de este modo el lenguaje hablado oescrito, podemos distinguir entre discurso (como un exterior) y las estructuras y fuerzas quedeterminan sus configuraciones. En este sentido, la mayor parte de la teoría estructuralistasubvierte el enfoque del lenguaje como conducido por el objeto, donde un inventario de unlenguaje objetivo sería un inventario del mundo tal como es. Para el estructuralista, la atención  primordial se dirige hacia el modo en que las representaciones lingüísticas están influidas por estructuras y fuerzas distintas al mundo representado. Para el lingüista estructural Ferdinand deSaussure la dualidad se da entre la langue, «un sistema gramatical que... existe en la mente decada hablante» (1983, pág. 14) y la parole, la exteriorización del sistema en términos de la

combinación de sonidos o marcas necesarias para la comunicación del significado.Efectivamente, los desparramados, efímeros y variados actos de comunicación abierta sonexpresiones de conjuntos más fundamentales y estructurados de disposiciones internas. Desdeeste punto de vista, la labor del lingüista es ir más allá de la superficie de la expresión lingüística para descubrir el sistema generativo o la estructura en su interior.

La mayor parte de la investigación en las ciencias humanas es compatible con la empresaestructuralista. El intento de Freud de utilizar la palabra hablada (el contenido «manifiesto») paraexplorar la estructura del deseo inconsciente (contenido «latente») es en este sentido ilustrativo.Los escritos marxistas a menudo se consideraron estructuralistas por el hincapié que hacían en losmodos de producción material que subyacían a las teorías capitalistas de la economía, del valor, ydel individuo.4 Más directamente vinculada con el movimiento estructuralista está la obra de

Lévi-Strauss (1969), que intentó reducir las formas culturales y artefactos a amplia escala a unalógica dual fundamental. Análogos son los intentos de Chomsky (1968) para determinar unaestructura gramatical «profunda» a partir de la cual pueden derivarse todas las oraciones bienconstruidas («estructura superficial»). El temprano concepto de episteme en la obra de Foucault(1972) compartía buena parte del proyecto estructuralista en su suposición de la existencia de unaconfiguración de relaciones o condiciones a partir de las cuales cabría derivar las diversas formasde saber en una misma época histórica.

Para aquellos que sostienen que el lenguaje puede servir de vehículo para la transmisión de

4 Esta relación la hicieron explícita Althusser y Balibar (1970).

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 La crisis de la representación

la verdad, el pensamiento estructuralista empieza a suponer un desafío. En la medida en que lasllamadas «exposiciones objetivas» están conducidas no por acontecimientos, sino por sistemasestructurados (sistemas internos de significado, fuerzas inconscientes, modos de producción,tendencias lingüísticas inherentes, y similares), resulta difícil determinar en qué sentido lasexposiciones científicas son objetivas. La descripción parece estar dirigida por la estructura y no  por el objeto. Resulta interesante que este desafío lanzado a los conceptos de verdad y deobjetividad se desarrollara escasamente en los círculos estructuralistas. La mayoría de losestructuralistas deseaban afirmar una base racional y objetiva para su conocimiento de laestructura. Querían establecer afirmaciones objetivas aceroa de la estructura determinante —elinconsciente, la gramática universal, las condiciones materiales o económicas, y asísucesivamente. Lentamente, sin embargo, el vínculo teórico se ha vuelto contra esta presuposición. Tal vez el punto central en el giro hacia el posestructuralismo provino del hechode darse autorreflexivamente cuenta de que las exposiciones de la estructura eran en sí mismas denaturaleza discursiva. Si el discurso no está dirigido por objetos en el mundo sino por estructuras

subyacentes, y si las exposiciones de estas estructuras también están fraguadas en el lenguaje,entonces, ¿en qué sentido esas exposiciones cartografían la realidad de las estructuras? Si sonimágenes de las estructuras, entonces los enfoques empirista o realista del lenguaje son correctosy las pretensiones estructuralistas de la verdad están circunscritas; si no son representacionesexactas, ¿cuál es su status? Esta toma de conciencia invita no a la rehabilitación de una teoríagráfica del lenguaje sino al abandono de la dualidad estructuralista: un lenguaje de superficieversus un interior determinante. Dicho de un modo más específico, dado que nuestro estar alojados en el discurso parece innegable, entonces la presunción de una «estructura subyacente» -de una fuerza oculta que opera detrás del lenguaje— pierde su atractivo

Los partidarios de la semiótica han flirteado durante mucho tiempo con las consecuenciasradicales de esta última conclusión. Por ejemplo en su «autobiografía», maliciosamente titulada

Roland Barthes, Roland Barthes procedió a infringir prácticamente toda regla para larepresentación de una vida. Al evitar la cronología, al hablar de sí mismo en tercera persona alinsertar aleatoriamente opiniones sobre diversos temas, al hacer poca referencia al pasado, intentódemostrar que aquello que consideramos «una historia vital real» es un producto del artificio. Sinembargo, más consecuente desde el punto de vista filosófico es la obra de Jacques Derrida y delmovimiento de la desconstrucción. Para Derrida la empresa estructuralista (y en realidad, toda laepistemología occidental) estaba infectada por una infortunada «metafísica de la presencia.» ¿Por qué, preguntaba, hemos de suponer que el discurso es una expresión externa de un ser interno(pensamiento, intención, estructura o similares)? ¿Sobre qué bases suponemos la presencia deuna subjectividad invisible que habita o está presente en las palabras? Las inquietantesconsecuencias de tales preguntas son puestas de relieve por el análisis derridiano de los medios

con los que las palabras adquieren significado. Para Derrida, el significado de la palabra no sólodepende de las diferencias entre las características visuales o auditivas de las palabras (bocado,tocado, hojear y ojear, por ejemplo, todas ellas soportando significados diferentes en virtud de loscambios de consonantes), sino también de un proceso de diferición, en el que las definiciones sonsuplidas por otras palabras -orales y escritas, formales e informales- proporcionadas en diversasocasiones a lo largo del tiempo. Así, un término como bocado se puede utilizar al poner los arreosal caballo, al recibir una parte importante de responsabilidad o dinero -«menudo bocado te hatocado»- hablando de teatro «tiene un pequeño bocado», al referirse a pequeñas secciones oelementos -«este bocado es el más divertido de todos»- Con todo el significado de cada una deestas palabras o frases depende de todavía otros procesos de diferirlas a otras definiciones ycontextos. Un bocado en teatro es un «pequeño» papel, y en los términos de Derrida, «pequeño»

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

lleva consigo trazas de usos en otros incontables marcos.Al ir en busca del significado de una palabra, uno encuentra una ininterrumpida y creciente

expansión de las palabras. Determinar qué significa una expresión dada es retroceder a una gamaenorme de usos del lenguaje o textos. Una prelusión no nos proporciona, pues, pálidos simulacrosde las ideas presentes en la cabeza de la gente; más bien nos invita a entrar en el «juego infinitode los significantes». Derrida acuña el término différance para referirse simultáneamente adiferencia y a diferición y, por consiguiente garantiza que el significado del término mismo quedaapropiadamente oscurecido. A través de este análisis la presencia del autor (intención osignificado privado) es olvidado. El significado interno se sustituye por la inmersión en lossistemas de unos procesos inherentemente oscuros e indecidibles de significación.

La distancia que media entre la desconstrucción de la intención del autor y la desaparicióndel objeto del lenguaje es también corta. La intención del autor deja de ser un lugar importante designificado, al igual que el mundo tuera del discurso. Como Derrida intentó demostrar en el casode diversas comentes de filosofía, una escritura así es sólo eso, una forma de escritura. Adquiere

su significado no de lo que supone que existe, o de aquello a lo que putativamente se refiere(lógica, representación mental, ideas a priori y similares), sino a través de su referencia a otrostextos filosóficos Para la filosofía nada hay fuera del mundo de los textos. La disciplina puedeseguir existiendo indefinidamente como una empresa autorreferente. Esta línea de argumentaciónconduce, a su vez, al análisis de los textos filosóficos en términos de estrategias literarias por medio de las cuales se logran sus resultados. Se ha demostrado que diversas líneas deargumentación filosófica dependen, por ejemplo, de la adopción de determinadas metáforas Si lametáfora se extirpa del argumento, queda poco argumento u objeto de discurso con que proseguir. Esta línea argumentativa dota de fuerza al ataque que Rorty (1979) hace de la historiade la epistemología occidental Toda la historia, sugiere Rorty, resulta de la desafortunadametáfora de la mente como espejo, una «esencia etérea» que refleja los acontecimientos en el

mundo externo. En efecto, el perenne debate entre empiristas y racionalistas no trata de un remoque existe fuera de los textos, sino de un combate entre tradiciones literarias en competencia.Eliminadas las metáforas esenciales el debate se hunde.

Muchos otros autores han puesto de relieve los dispositivos literarios con los que seconstruyen los textos en los que se basa la autoridad. Las palabras de Nietzsche siempre marcanun hito: «¿Qué es, pues, la verdad? Un ejército móvil de metáforas, metonimias,antropomorfismos... que tras un prolongado uso parecen firmes, canónicas y obligatorias para lagente- las verdades son ilusiones que hemos olvidado que son ilusiones» (1979 pág 174). De estamanera, encontramos exploraciones de las bases literarias de "rea lldadhistórica (white> 1973;1978), de la racionalidad legal (Levinson, 1982), del debate filosófico (Lang, 1990) y de la teoría  psicológica (Sarbin 1986; Leary 1990). Los antropólogos culturales se han interesado especial

mente por las practicas literarias que guían la inscripción etnográfica sosteniendo que lasconvenciones occidentales de la escritura obstruyen nuestro enfoque de las mismas culturas quequeremos comprender (Clifford 1983-Tyier, 1986).

Aunque el análisis literario puede tener potentes efectos catalizadores muchos lo ven comolimitado por su preocupación por el propio texto A menudo en este tipo de análisis falta una  preocupación por el texto como comunicación humana, y particularmente, en cuanto a sucapacidad de conmover o persuadir al lector. Este tan necesario suplemento es aportado por losestudios retóricos. Como muchos sostienen, estamos experimentando ahora un renacimiento deesta tradición de 2.500 años de antigüedad. Un estudio así se ha preocupado durante muchotiempo de los medios a través de los cuales el lenguaje adquiere su poder de persuasión.Tradicionalmente, sin embargo, se ha venido haciendo una separación entre el contenido de un

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 La crisis de la representación

mensaje dado (su sustancia) y su forma (o modo de presentación). En el seno de la tradiciónempirista esta distinción también se ha utilizado para desacreditar el estudio de la retórica. Laciencia, se sostenía en esa tradición, se preocupa por la sustancia, por comunicar el contenido puro. La forma en la que viene presentado (su «empaquetado») sólo tiene un interés marginal, pero en la medida en que la persuasión depende de ella, el proyecto científico queda subvertido.Es el contenido y no la mera retórica lo que se debe satisfacer en el debate científico. 5 Sinembargo, cuando la capacidad de transmitir la verdad propia del lenguaje se ve amenazada por lateoría literaria posestructuralista, la pretensión de contenido —un retrato verídico y objetivo deun objeto independiente— cede. Todo cuanto era contenido queda abierto al análisis crítico comoforma persuasiva. En efecto, los desarrollos en el estudio retórico son paralelos a aquellos propiosde la crítica literaria: ambos desplazan la atención del objeto de representación (los «hechos», la«racionalidad del argumento») al vehículo de la representación.

A título ilustrativo, examinemos el caso de la «evolución humana», un hecho aparente de lavida biológica. Como propone Landau (1991), las exposiciones de la evolución humana no están

regidas por acontecimientos del pasado (y su manifestación en diversos fósiles) sino por formasde narración o de relatar. En particular, todas las principales exposiciones paleoantropológicas — desde Julián Huxiey a Elliot Smith— «se aproximan a la estructura de un héroe de cuento,siguiendo los esquemas propuestos por Vladimir Propp en su ya clásico Morfología del Cuento  popular» (pág. 10). La narración heroica proporciona la necesaria preestructura para laarticulación de la teoría evolutiva. En ausencia de la forma narrativa in situ, la teoría evolutivasería esencialmente ininteligible. Los diversos fósiles y artefactos recogidos por los científicos noservirían de prueba, porque no habría forma de inteligibilidad para aquellos objetos que vendríana ser como ejemplificaciones.Al afirmar el contenido, los científicos han establecido una marcada distinción entre un lenguajeliteral (reflejo del mundo) y otro metafórico (que altera la reflexión de modo artístico);

nuevamente se privilegia el literal sobre el metafórico. Con todo, si se elimina un lenguaje literaldel campo, entonces todo el corpus científico queda abierto al análisis como metáfora. En estecontexto, por ejemplo, es donde la crítica feminista ha evidenciado los sentidos en los que lasmetáforas machistas guían la construcción de la teoría en la biología (Hubbard, 1983; Fausto-Sterling, 1985), en la biofísica (Keller, 1985) y en la antropología (Sanday, 1988). Los psicólogosse han preocupado especialmente de la amplia dependencia del campo respecto de las metáforasmecanicistas (Hollis, 1977; Shottter, 1975). Tal como se argumenta, las metáforas no se derivande la observación, sino que más bien sirven como preestructuras retóricas a través de las cuales seconstruye el mundo observacional. Una vez que un teórico se ha comprometido con la metáforadel ser humano como máquina, por ejemplo, la exposición teórica queda limitada de modoimportante. Con independencia del carácter de las acciones de la persona, el teórico mecanicista

está prácticamente obligado a segmentarse del entorno, a definir el entorno en términos deestímulos o inputs, a construir la persona como algo que responde a estos inputs, a teorizar eldominio mental como estructurado (constituido de elementos interactuantes), a segmentar laconducta en unidades, y así sucesivamente. Existen otras metáforas alternativas a la mecanicista.Por ejemplo, las metáforas organicistas, del mercado, las dramatúrgicas y las del seguimiento dereglas, todas ellas son susceptibles de una explicación inteligible (Gergen, 1991a). Cada una deellas lleva consigo determinadas ventajas y limitaciones, cada una de ellas favorece determinadosmodos de vida sobre otros, y, lo que es más importante para nuestro propósito, cada una de estas

5 Véase Pinder y Bourgeois (1982) para una expresión ejemplar de este enfoque.

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

metáforas construye una ontología diferente.Se han emprendido importantes investigaciones para comprender las bases retóricas de la

economía (McCIoskey, 1985), de la psicología (Bazerman, 1988; Leary, 1990) y, más en general,de las ciencias humanas (Nelson, Megill y McCIoskey, 1987; Simons, 1989, 1990).

La crítica social

La fuerza de los asaltos ideológicos y retórico-literarios a la verdad la y la objetividad se veacrecentada por un tercer movimiento especializado de importancia esencial para el surgimientodel construccionismo social. Se puede hacer remontar uno de los inicios de esta historia a unalinea de pensamiento que surge de las obras de Max Weber, Max Scheler. Kari Mannheim y otros pensadores que estudiaron la génesis social del pensamiento científico. Cada uno de ellos estaba preocupado por el contexto cultural en que diversas ideas van tomando forma y en los modos enque es as ideas a su vez dan forma tanto a la práctica científica como a la cultu^9ÍlTT e

Mannheim (1929)- traducido como Ideología y utopía (1951), el que transmite el esquema másclaro de las suposiciones de mayor eco. Tal como propuso Mannheim: 1) es útil hacer remontar los compromisos teóricos a orígenes sociales (en oposición a orígenes de tipo empírico otrascendentalmente racionales); 2) los grupos sociales a menudo se organizan alrededor dedeterminadas teorías; 3) los desacuerdos teóricos son por consiguiente, cuestiones de conflictosde grupo (o políticos); y 4) lo que consideramos como conocimiento es, pues, algo cultural ehistóricamente contingente.

Los ecos y las complicidades que se anudaron con estos primeros temas tuvieron una ampliaresonancia. En Polonia y Alemania, Génesis y desarrollo de un hecho científico de Fleck —  publicado por primera vez en 1935— desarrollaba la idea de que en el laboratorio científico «sedebe saber antes de poder ver» y hacía remontar este saber a marcos sociales. En Inglaterra, el

título influyente del libro de Winch, La idea de una ciencia social (1946), ponía de manifiesto losmodos en que algunas proposiciones teóricas son constitutivas de los «fenómenos» de lasciencias sociales. En el área francesa, la obra de Gurvitch, Los marcos sociales del conocimiento(publicada por primera vez en 1966), retrotraía el conocimiento a marcos particulares decomprensión, a su vez resultado de comunidades específicas. Y en los Estados Unidos, Laconstrucción social de la realidad (1966) de Berger y Luckmann efectivamente eliminaba laobjetividad como piedra fundamental de la ciencia, sustituyéndola por una concepción de lasubjetividad institucionalizada e informada socialmente.

Las profundas consecuencias de estos enfoques empezaron a aflorar, sin embargo, sólo en elseno del contexto de la convulsión de finales de los años 1960. Tal vez en razón de los  paralelismos que estableciera entre la revolución política y la científica. La estructura de las

revoluciones científicas de Kuhn (1962) hizo las veces de principal catalizador para lo que seconvertiría en una discusión de consecuencias espectaculares. (En cierto sentido el libro de Kuhnfue el texto más ampliamente citado en los Estados Unidos.) Las propuestas de Kuhn no erandistintas de aquellas que Mannheim avanzó unos treinta años antes, al hacer hincapié en laimportancia de las comunidades científicas en la determinación de qué se tiene en cuenta como problemas legítimos o importantes, qué sirve como evidencia y cómo se define el progreso. Sinembargo, demostraron con claridad los problemas que conllevaba utilizar los criterios empiristastradicionales para decantarse entre afirmaciones teóricas concurrentes cuando los paradigmasteóricos mismos definen el abanico de hechos relevantes. Y al derivar todo el espectacular   potencial del problema de la «inconmensurabilidad del paradigma», Kuhn declaraba que, enrealidad, el enfoque científico de la búsqueda de la verdad podía ser un espejismo. Y lo expresaba

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 La crisis de la representación

con estas palabras: «Cabe que tengamos que renunciar a la noción, explícita o implícita, de quelos cambios de paradigma llevan a los científicos y a aquellos que aprenden de ellos, progresivamente más cerca de la verdad» (pág. 169).

Los diálogos rápidamente se expandieron en muchas direcciones significativas. El cáusticovolumen de Feyerabend, Contra el método, aportó una fuerza significativa a la postura kuhniana.Tal como demostró este autor, los criterios tradicionales de racionalidad científica a menudo sonirrelevantes (si no ofuscantes) para los avances científicos. Mitroff, en El lado subjetivo de laciencia (1974), examinó la vertiente emocional de los compromisos científicos, explorando losmodos en que los diversos juicios científicos se basan en la personalidad y el prestigio. Fue asícomo a mediados de la década de 1970, los sociólogos Barnes (1974) y Bloor (1976) pudieron  bosquejar las posibilidades para un «programa fuerte» en sociología del conocimiento.Propusieron que prácticamente todas las exposiciones científicas están determinadas por interesessociales de orden politicoeconómico, profesional, etc. En efecto, eliminar lo que hay de social enlo científico no dejaría nada que pudiera valer como conocimiento.

Aunque el «programa fuerte» sigue estimulando el debate, la mayor parte de la investigaciónactualmente adopta una postura algo más circunspecta. En relación a la aparición delconstruccionismo social son particularmente significativas las elaboraciones de los procesosmicrosociales a partir de los que se produce el significado científico. Es en esta veta donde lossociólogos han explorado los procesos sociales esenciales para crear «hechos» en el interior dellaboratorio (Latour y Woolgar, 1979), las practicas discursivas de autolegitimación en el seno delas comunidades científicas (Mulkay y Gilbert, 1982), las afirmaciones del conocimientocientífico como capital simbólico (Bourdieu, 1977), las práctica sociales que subyacen a lainferencia inductiva (Collins, 1985), las influencias de grupo en el modo de interpretar los datos(Collins y Pinch, 1982), y el carácter localmente situado y contingente de la descripción científica(Knorr-Cetina, 1981).

La investigación llevada a cabo en estos diversos dominios ha demostrado ser tambiénaltamente compatible con el campo en desarrollo simultáneo de la etnometodología. ParaGarfinkel (1967) y sus colegas, los términos descriptivos tanto dentro de las ciencias como en lavida cotidiana son fundamentalmente indexantes: es decir, su significado puede variar a través decontextos de uso divergentes. Las descripciones indexan los acontecimientos con situaciones particularizadas y están desprovistos de significado generalizado. La inviabilidad esencial (o elcarácter indefinible) de los términos descriptivos queda demostrada por los estudios de amplioalcance sobre cómo la gente se ocupa de determinar lo que se considera un problema psiquiátrico,el suicidio, la criminalidad juvenil, el sexo, el estado mental, el alcoholismo, la enfermedadmental y otros constituyentes putativos del mundo que se da por sentado (véase Garfinkel, 1967;Atkinson, 1977; Cicourel, 1974; Kessier y McKenna, 1978; Coulter, 1979; Scheff, 1966). En

cada caso, se sostiene, las reglas localizadas concernientes a aquello que cuenta como unainstancia o ejemplo del acontecimiento en cuestión se desarrollan en el seno de relaciones. Talcomo en la actualidad se acepta ampliamente, la búsqueda filosófica de fundamentacionesinatacables para la metodología científica y la generación de la verdad agoniza. La «filosofía dela ciencia» ha quedado en la actualidad prácticamente eclipsada por los «estudios sociales de laciencia».

El conocimiento como posesión comunitaria

Cada una de las líneas de crítica precedentes constituye una poderosa recusación planteadaal enfoque tradicional que hace del lenguaje un transmisor de la verdad. De manera simultánea,

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

cada una arroja ciertas dudas sobre las afirmaciones empiristas y realistas de que la cienciasistemática puede producir exposiciones culturalmente descontextualizadas de lo que hay: lo quees verdad independientemente de las organizaciones humanas del significado. Estas formas deargumentación han evocado un intercambio amplio y a veces airado en la filosofía (véanse por ejemplo, Trigg, 1980; Grace, 1987, Krausz, 1989; Harris, 1992). Y estas reverberaciones sonindicativas del modo en que este tipo de argumentos ha puesto trabas a las fronteras de lasdisciplinas tradicionales, provocando el diálogo, invitando a la innovación y generando un presentimiento vertiginoso y optimista de exploración de lo desconocido. En realidad, el supuestomismo de las disciplinas académicas —construidas alrededor de clases circunscritas y naturalesde fenómenos, exigiendo métodos especializados de estudio, y privilegiando sus propias lógicas yanalogías— ha sido puesto de relieve. Como muchos creen, esta efervescencia constituye la basedel giro posmoderno en el mundo erudito.6

Aun a pesar de la similitud en cuanto a sus conclusiones revolucionarias, para nosotros los  jmálisis mismos se desarrollan siguiendo trayectorias bastante diferentes. El vínculo semántico

entre palabra y mundo, significante y significado, se rompe de modos diferentes e inclusoconflictivos. Para la crítica de la ideología no es el mundo como es sino especialmente elautointerés lo que dirige el modo en que el autor da cuenta del mundo. Las exigencias de verdadse originan en compromisos ideológicos. La crítica literaria también elimina «el objeto» encuanto piedra de toque del lenguaje, sustituyéndolo no por la ideología sino por el texto. Elsentido y la significación de las exigencias o las declaraciones de verdad derivan de una historiadiscursiva. La crítica social ofrece una exposición opuesta del lenguaje. No es ni la ideologíasubyacente ni la historia textual lo que moldea y da forma a nuestras concepciones de la verdad ydel bien. Más bien, se trata de un proceso social.

Estas exposiciones no sólo difieren en aspectos importantes, sino que, además, existentensiones significativas entre quienes las proponen. La mayor parte de los críticos de la ideología

ve el valor de su obra como emancipatorio y no quiere renunciar a la posibilidad de alcanzar laverdad a través del lenguaje. Las afirmaciones del saber, saturadas como están de interesesideológicos, bien merecen la crítica, aunque es algo arriesgado, porque confunden al públicoinconsciente. La emancipación se produce, sin embargo, cuando se comprende la verdaderanaturaleza de las cosas: por ejemplo, la opresión de clase, de sexo y racista. Con todo, tanto parael analista literario como para el social queda poco espacio para una exposición «no sesgada».Toda narración está dominada, en el primer caso, por tradiciones retórico-textuales y por el proceso social, en el último. No existe ninguna descripción «verdadera» de la naturaleza de lascosas. Los críticos de la ideología se enfrentan a las acusaciones de que las posiciones textuales ysociales son política y/o moralmente insolventes, y son el producto de intereses ideológicos (por ejemplo, del liberalismo burgués disfrazado).7 De un modo similar, los analistas literarios están a

6 Para un tratamiento más profundo de la distinción entre modernidad y posmodernidad véanse Lyotard (1984),Harvey (1989) y Turner (1990). Para una discusión del giro posmoderno en las ciencias sociales, véanse Rosenau(1992), Kvale (1992), y Seidman y Wagner (1992). Para un tratamiento de la relación entre la erudición posmodernay las transformación de la vida cultural, véase Connor (1989) y Gergen (1991b).7 El volumen Constructing Knowledge: Authority and Critique in Social Sciences, compilado por Nencel y Peis(1991), demuestra la intensidad de estas polémicas. Por ejemplo, como réplica al acento textual emergente en laantropología, el antropólogo neomarxista Jonathan Friedman (1991) escribe: «La experimentación textual es el lujode la minoría posmoderna... todos cuantos se encuentran en posiciones de 'poder institucional', o por lo menos,aquellos que pertenecen a grupos que controlan esas posiciones, es decir hombres y gente de raza blanca... Nosencontramos, llegados a este punto, con la voz de los ocupantes cansados y aburridos de una torre de marfil del

 poder... un cinismo elitista que pone de manifiesto el componente de narcisismo personal y disciplinar» (pág. 98). Enla voz feminista de Annelies Moors (1991): «Lo que nos importa a las mujeres es si la aceptación posmoderna de la

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 La crisis de la representación

 punto para desconstruir la exposición social, considerándola el producto de una tradición textualoccidental. Igualmente, el analista social puede fácilmente extender el foco del análisisincluyendo a los gremios literarios. La teoría desconstructivista ¿es el producto del procesosocial? Efectivamente, ambas orientaciones son capaces de despojar a la otra de su autoridadostensible.

Llegados a este punto nos enfrentamos a una doble problemática. La primera es evidente a partir de lo que precede: ¿Existe algún medio de mitigar estas tensiones y desplazarse hacia un  punto de vista unificador? La segunda problemática es más sutil, aunque igualmente esencial:¿Existe algún medio de retener la fuerza de estos intentos combinados? ¿Podemos evitar el problema de una desesperación incipiente? Aunque estos movimientos constituyen de hecho unenorme y poderoso antídoto para el empuje hegemónico del empirismo y la teoría a él asociadadel conocimiento individual —y en realidad, de cualquier pretensión de tener la última, superior eincorregible palabra—, con todo, estos movimientos nos dejan también enredados en la duda,sumidos en la acritud y paralizados en relación a toda acción futura. Como críticas, esencialmente

  parasitan las afirmaciones prevalentes de la verdad. Si, en su conjunto, la comunidad deespecialistas en la «transmisión de la verdad» se cansara de hacer el tonto y resaltara el elevadofundamento intelectual de la crítica, no quedaría ninguna razón superior: no habría nada más quedecir. Si queremos parar en seco de abandonar todo esfuerzo en las ciencias humanas, hemos deosar ir más allá del impulso crítico. El estadio crítico tiene que ceder el paso a un estadiotransformativo: de la desconstrucción debemos pasar a la reconstrucción. Deseamos, por consiguiente, una síntesis que pueda abrir posibilidades más positivas.

A mi juicio, es la tercera de estas formas de crítica, la social, la que abre el camino más prometedor hacia una ciencia reconstruida, y de manera más particular, a una práctica científicacomprendida como construcción social. Es así a causa de determinadas imperfecciones en lasalternativas y de las ventajas únicas ofrecidas por una exposición social. Examinemos primero los

 problemas de la crítica ideológica. De entrada, no hay modo de reivindicar este tipo de crítica. Sila diana de la crítica (el empresario, el macho, el hombre blanco) afirmara que sus críticas notienen servidumbres particulares, sino que se hacen en el interés de todos, no hay modo de que elcrítico pueda ser concluyente. ¿Ha de afirmar el crítico una comprensión más penetrante del actor que la detentada por el propio actor? O bien: ¿es el crítico simplemente la víctima de unadesconfianza alienadora? Y, ¿cómo afirmará el crítico su lucidez, el hecho de estar en posesiónde percepciones que no estén a su vez saturadas de ideología? ¿Las exposiciones del crítico sonexactas y objetivas? ¿Sobre qué fundamentos pueden hacerse tales afirmaciones? Y en el casoque lo sean, ¿no se rehabilita con ello la posibilidad de que el lenguaje pueda, de hecho, reflejar la realidad? Si la conclusión es afirmativa, entonces la crítica de la ciencia empírica comogeneradora de conocimiento queda destruida. El crítico ideológico tiene que asumir en cierta

forma la misma orientación empirista que característicamente intenta subvertir.En tanto que discurso unificante, el punto de vista literario es también defectuoso. Su

 principal problema es su incapacidad para escapar de la autogenerada prisión que es el texto. Eneste punto la respuesta al dilema cartesiano de la duda es un momento singular de certeza: existeel texto. Este momento, sin embargo, rápidamente deja su lugar a una duda renovada de que laconclusión es en sí misma una estrategia textual. Al final, nada hay fuera del texto, y, lo que esmás lógico, ninguna promesa de algo que pudiéramos llamar ciencia. Como científico de las

diferencia comporta, como su programa oculto y su consecuencia última, una indiferencia por parte de aquellos queestán en el poder respecto a la exigencia de justicia que plantean las mujeres» (pág. 127).

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

ciencias humanas difícilmente podría uno interesarse por la pobreza, el conflicto, la economía, lahistoria, el gobierno, y demás, ya que no se trata sino de términos que están incrustados en unahistoria retórico-textual. No hay crítica social a hacer, nada a lo que resistirse, nada por lo queluchar y, en realidad, ninguna acción que adoptar, ya que la idea misma de la «acción a adoptar»es una prolongación de la convención lingüística. Además del torpor inimitigable al que invitaesta conclusión, el análisis retórico-literario en su pura forma no puede dar cuenta de lacomunicación humana. No sólo la duda aparece engarzada en la idea misma de comunicación (setrata simplemente de un término en los textos), pero si comprendemos sólo a través de laconvención lingüística, no hay medio de comprender a nadie que no participe de esas mismasconvenciones.

De hecho, la comprensión auténtica sólo puede tener lugar con alguien que es idéntico a unomismo.8

Examinemos lo que sigue: ¿Qué quiere decir afirmar que el lenguaje (el texto, la retórica)construye el mundo? Las palabras son, al fin y al cabo, algo pasivo y vacío simplemente sonidos

o marcas sin consecuencia. Con todo, las palabras están activas en la medida en que las empleanlas personas al relacionarse, en la medida en que son un poder garantizado en el intercambiohumano. Requerimos la existencia de una relación entre el autor y el lector para que hablemos dela construcción textual de lo social. Si lo hacemos no sólo restauraremos la crítica retórico-textualde la inteligibilidad sino que daremos con una salida de la mazmorra del texto. Con todo,  podemos retener la preocupación por la construcción retórico-textual de la realidad y beneficiarnos de las concepciones que se derivan de este tipo de análisis.

Además, como descubriremos, muchos conceptos utilizados en el análisis literario y retórico  pueden enriquecer el espectro teórico y práctico del científico humano. Conceptos como, por ejemplo, narración, metáfora, metonimia, posicionamiento del autor, y similares, abren nuevos panoramas al científico que trabaja en el campo de las ciencias humanas en términos tanto de

teoría como de las diversas formas de trabajo práctico (como investigación, terapia, intervenciónen la comunidad). Al mismo tiempo, el análisis literario puede enriquecerse en términos de posibilidades abiertas a la comprensión de los textos tal como funcionan en el seno de un mediosocial más amplio, tanto reflejando como contribuyendo a los procesos culturales. En realidad, es precisamente ésta, la dirección tomada por muchos análisis literarios a partir del primer devaneocon la teoría de la desconstrucción (véanse, por ejemplo, Bukatman, 1993; DeJean, 1991;Laqueur, 1990; Weinstein, 1988).

Así como un compromiso con el proceso social puede acoger la mayor parte de la críticaretórico-literaria, se puede también abrir un camino para sostener la fuerza de la críticaideológica. Esto puede cumplirse mientras que simultáneamente se evitan las tendencias problemáticas al reduccionismo psicológico o a las concepciones clarividentes de lo real. Tal vez

la obra de Michel Foucault (1978, 1979) sea la que proporciona los medios más efectivos paraasegurar el vínculo necesario entre el análisis social y el crítico. Para Foucault, existe una íntimarelación entre lenguaje (incluyendo todas las formas de texto) y proceso social (concebido entérminos de relaciones de poder). En particular, a medida que las diversas profesiones (como elgobierno, la religión, las disciplinas académicas) desarrollan lenguajes que a la vez justifican suexistencia y articulan el mundo social, y a medida que estos lenguajes se ponen en práctica,

8 En algunos aspectos se trata de la misma conclusión que se alcanzaría desde un enfoque específicamente psicológico (o cognitivo) de la comunicación, como aquel que sostiene que la comprensión del otro debe realizarsesobre la base de los procesos internos a uno. Una alternativa construccionista para los enfoques textual y psicológicoqueda perfilada en el capitulo 11.

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 La crisis de la representación

también los individuos pasan a estar (incluso alegremente) bajo el dominio de estas profesiones.En Surveiller et punir (Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión), Foucault se sentía particularmente preocupado por «el complejo científico-legal en el que el poder de castigar tomasu apoyo, recibe sus justificaciones y reglas, a partir de las que extiende sus efectos y por mediode las que enmascara su exorbitante singularidad» (1979, pág. 23). De una manera más pertinente, Foucault señala la subjetividad individual como el emplazamiento en el que muchasde las instituciones contemporáneas —incluyendo las especialidades y profesiones de la saludmental— se insinúan en la vida social en marcha y extienden su dominio. «La "mente"», escribe,«es la superficie de inscripción para el poder, cuyo instrumento es la semiología» (1977, pág.102).

En este contexto, es a través de una apreciación crítica del lenguaje como podemos alcanzar una comprensión de nuestras formas de relación con la cultura y, a través de él, abrir un espacio ala consideración de las alternativas futuras. En lugar de considerar la crítica como reveladora delos intereses sesgados que acechan en la proximidad del lenguaje, podemos ahora considerarla

como aclaradora de las consecuencias pragmáticas del propio discurso. En este caso se eliminande toda consideración las cuestiones problemáticas de la falsa conciencia y de la veracidad, y laatención pasa a centrarse en los modos como funciona el discurso en las relaciones que se dan.Dejando a un lado las cuestiones del motivo y la verdad, ¿cuáles son las repercusiones societalesde los modos existentes de discurso?

La crítica social de este tipo adolece del mismo subterfugio reflexivo que la críticaideológica y la textual: su propia verdad se ve socavada por su propia tesis. La crítica de lagénesis social de cualquier exposición es algo en sí mismo derivado socialmente. Sin embargo, elresultado de esta réplica no es una cárcel de ideología infinita o texto: cada crítica ideológica esuna expresión de ideología, cada desconstrucción textual es en sí misma un texto. Más bien, concada reposición reflexiva uno se desplaza a un espacio discursivo alternativo, lo que equivale a

decir, a otro dominio de relación. La duda reflexiva no es un deslizamiento en una regresióninfinita, sino un medio de reconocer otras realidades, dando así entrada a nuevas relaciones. Eneste sentido, los construccionistas puede que utilicen la desconstrucción autorreflexiva de sus  propias tesis, declarando así, simultáneamente, una posición, pero eliminando su autoridad einvitando a otras voces a conversar (véase especialmente Woolgar, 1988).

Recordemos aquí la exposición que dimos en el capítulo 1 de los cambios de paradigma.Ahora vemos que la elaboración de la ontología implícita de la crítica social nos sirve aquí defundamento para el cambio en el desarrollo discursivo desde un estadio crítico a otrotransformacional. Proporciona, además, una oportunidad para dialogar sobre el potencial delaspecto de construccionismo social que revisten las ciencias humanas. Este diálogo se reflejaahora en una extensa gama de escritos —que atraviesan las ciencias sociales y las humanidades— 

que representan, creo, el surgimiento de una conciencia común de cómo podemos desplazarnosdesde la críti-ca a una ciencia reconstituida.9

9 Aunque existe ahora un enorme cuerpo de literatura compatible con la exposición anteriormente dada, y un grupode eruditos que contribuyen a «la especialidad del construccionismo social», los estudios del «sucesor construccionista» de la ciencia tradicional son menos frecuentes. Especialmente útiles para este proyecto, sinembargo, son los trabajos de Astiey (1985) Edwards y Potter (1992), Lincoln (1985), Longino (1990), Shotter (1993b) y Stam (1990)

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

Supuestos para una ciencia del construccionismo social

¿De qué modo ha de caracterizarse esta comprensión en ascenso? Si explicamos con másdetalle los supuestos clave que derivan de la crítica social, ¿cuáles son los componentes delenfoque construccionista social del conocimiento y cuáles son sus promesas de cara a la practicacientífica? Aunque no todas las personas que trabajan con un idioma construccionista estarían deacuerdo con las premisas, y aun cuando hay otros más que por completo eludirían este gélidodiálogo, hay no obstante algunas que otras ventajas en el hecho de una solidificaciónmomentánea de la perspectiva. En estos momentos atisbamos la posibilidad de una afinidadcolectiva, para hacer acopio de colaboración y prudencia, y traer a primer plano los topoi parauna deliberación ulterior. Examinemos, pues, los siguientes supuestos como algo esencial paradar cuenta del conocimiento característico del construccionismo social:

 Los términos con los que damos cuenta del mundo y de nosotros mismos no están dictados por los objetos estipulados de este tipo de exposiciones.

 Nada hay en realidad que exija una forma cualquiera de sonido, marca o movimiento deltipo utilizado por las personas en los actos de representación o comunicación. Este supuesto decarácter orientativo se deriva en parte de la incapacidad de los especialistas para cumplir unacorrespondencia de la teoría del lenguaje o una lógica de la inducción por medio de la cual se  pueden derivar proposiciones generales a partir de la observación. Este supuesto estáespecialmente en deuda con la elucidación que hace Saussure (1983) de la relación arbitrariaentre significante y significado. Se aprovecha directamente de las diversas formas de análisissemiótico y de crítica textual que demuestran cómo los diferentes modos de dar cuenta de losmundos y las personas dependen, en cuanto a su inteligibilidad e impacto, de la confluencia de

los tropos literarios que los constituyen. También esta informado por el análisis centrado en lascondiciones sociales y procesos en la ciencia que privilegian determinadas interpretaciones delhecho sobre otras. En su forma más radical, propone que no hay limitaciones asentadas en principios en cuanto a nuestra caracterización de los estados de cosas. A un nivel fundamental elcientífico se enfrenta a una condición del tipo «cualquier cosa vale». Aquello que en principio es  posible, sin embargo, se encuentra más allá de la posibilidad práctica. Un segundo supuestoaduce una razón importante:

  Los términos y las tormos por medio de las que conseguimos la comprensión del mundo y de

nosotros mismos son artefactos sociales, productos de intercambio situados histórica yculturalmente y que se dan entre personas.

Para los construccionistas, las descripciones y las explicaciones ni se derivan del mundo talcomo es, ni son el resultado inexorable y final de las propensiones genéticas o estructuralesinternas al individuo. Más bien, son el resultado de la coordinación humana de la acción. Las palabras adquieren su significado sólo en el contexto de las relaciones actualmente vigentes. Son,en los términos de Shotter (1984), el resultado no de la acción y la reacción individual sino de laacción conjunta. O en el sentido de Bakhtin (1981), las palabras son inherentemente«interindividuales». Esto significa que alcanzar la inteligibilidad es participar en una pautareiterativa de relación, o, de ser lo suficientemente amplia, en una tradición. Sólo al sostener cierta forma de relación con el pasado podemos encontrarle sentido al mundo. De este modo, lasdiferentes explicaciones inteligibles del mundo y del yo están en todas partes y en todo momentolimitadas.

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 La crisis de la representación

En gran medida, es también la tradición cultural la que permite que nuestras palabrasaparezcan tan a menudo plenamente fundamentadas o derivando de lo que es en realidad. Si lasformas de comprensión son suficientemente añejas, y existe la suficiente univocidad en su uso, pueden adquirir el barniz de la objetividad, el sentido de ser literales como opuesto a metafóricas.O, expresándolo en los términos de Schutz (1962), las comprensiones se sedimentanculturalmente; son los elementos constituyentes del orden que se da por sentado. A pesar de ello,todo acento puesto en «la verdad a través de la tradición» es incompleto si no se toman enconsideración las formas de interacción en las que el lenguaje está incrustado. No es simplementela repetición ni la univocidad las que sirven para reificar el discurso, sino la gama completa derelaciones de las que forma parte ese discurso en cuestión. Por consiguiente, es posible mantener una profunda preocupación por la «justicia» y la «moralidad» —términos con un elevado gradode flexibilidad referencial— porque están incrustados en las pautas más generales de relación.Llevamos a cabo procedimientos sociales elaborados —por ejemplo, «culpa y castigo» al nivelinformal y procedimientos judiciales al institucional— donde términos como «justicia» y

«moralidad» desempeñan un papel clave. Eliminar los términos equivaldría a amenazar a toda laorganización de los procedimientos. Permanecer en el seno de la acostumbrada gama de procedimientos es conocer que se pueden alcanzar la justicia y la moralidad.

En el mismo sentido, los enclaves científicos alcanzan conclusiones que son portadoras delsentido de la objetividad transparente. Al seleccionar determinadas configuraciones que seránconsideradas como «objetos» «procesos» o «acontecimientos» y al generar consenso acerca delas ocasiones en las que se ha de aplicar el lenguaje descriptivo, se forma un mundoconversacional respecto al cual el sentido de la «validez objetiva» es un subproducto (Shotter,1993b). Así, pues, como científicos podemos llegar a convenir que en determinadas ocasionesllamaremos a diversas configuraciones «conducta agresiva», «prejuicio», «desempleo», y demás,no porque simplemente haya agresión, prejuicio y desempleo «en el mundo» sino porque estos

términos nos permiten indexar las diversas configuraciones de modos que nos son socialmenteútiles. Es así cómo las comunidades de científicos pueden alcanzar el consenso, por ejemplo,sobre «la naturaleza de la agresión», y sentirse justificadas al calificar esas conclusiones de«objetivas». Sin embargo, separadas de los procesos sociales responsables del establecimiento yla gestión de la referencia, las conclusiones decaen en meros formalismos.

Esta proposición se relaciona todavía con otro argumento de cierta relevancia. Se suele decir que las teorías científicas adquieren su valor primeramente en el contexto de la predicción.Incluso los instrumentalistas filosóficos, que disienten de los empiristas con respecto a lacapacidad de la ciencia para revelar las verdades de la naturaleza, hacen mayor hincapié en lautilidad predictiva. Una teoría se convierte en superior a otra en virtud de su capacidad para hacer una previsión. E incluso en aquellas ramas de las ciencias sociales en las que no se llega a la

 predicción en sentido fuerte, las teorías que gozan del crédito de tener un valor aplicado, es decir,de transmitir conocimiento, se pueden aplicar a diversos marcos prácticos. La sentencia de KurtLewin «nada hay que sea tan práctico como una buena teoría» es un axioma general. Con todo,como los argumentos hasta ahora expuestos ponen en claro, las propias teorías no establecen predicciones, ni prescriben las condiciones de su aplicación. Las proposiciones teóricas mismas  permanecen vacías, desprovistas de significación en lo que damos en llamar «el mundoconcreto». En sí mismas, no consiguen transmitir las reglas culturalmente compartidas deinstanciación necesarias para la predicción o la aplicación. Las teorías pueden ser un accesorioinestimable para la comunidad científica al desarrollar «tecnologías de predicción» o al gestionar los acuerdos relativos a qué constituye una «aplicación». En la medida que las predicciones o lasaplicaciones son fundamentales en el lenguaje y son compartidas en el seno de una comunidad,

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

las teorías puede que se conviertan en algo esencial. Sin embargo, hacer predicciones sobre laagresión, el altruismo, el prejuicio, los trastornos alimenticios, el desempleo y similares consistesimplemente en hacer un ejercicio de lenguaje, a menos que uno participe en las formas derelación en las que estos términos han venido garantizando la referencia. Por consiguiente,transmitir teorías abstractas, descontextualizadas en revistas, libros, conferencias y demás es unaconsecuencia practica limitada en términos de predicción o aplicación.10

 El grado en el que un dar cuenta del mundo o del yo se sostiene a través del tiempo no depende

de la validez objetiva de la exposición sino de las vicisitudes del proceso social.Esto equivale a decir que las exposiciones del mundo y del yo pueden sostenerse con

independencia de las perturbaciones del mundo que están destinadas a describir o explicar. Demanera similar, puede que sean abandonadas sin tener en cuenta aquello que consideramos queson los rasgos perdurables del mundo. Efectivamente, los lenguajes de la descripción y de laexplicación pueden cambiar sin hacer referencia lo que denominamos fenómenos, que a su vezson libres de cambiar sin que ello comporte consecuencias necesarias para las exposiciones de

orden teórico. Este enfoque está en deuda con la tesis de Quine-Duhem según la cual se puedesostener una teoría gracias a la elaboración progresiva de las cláusulas auxiliares y tácitas a travésde un océano de observaciones que de otro modo funcionarían como refutaciones. Además refleja  buena parte de la historia de la tradición científica sobre los procesos sociales enjuego en períodos de cambio de paradigma. También se beneficia del hincapié hecho por la sociología delconocimiento en la gestión del significado en los laboratorios científicos. En el presente resumenviene caracterizada primeramente para recalcar las consecuencias que el construccionismo socialtiene para el proceder científico. Ya que, como esta postura pone en claro, los procedimientosmetodológicos, con independencia del rigor, no actúan en tanto que correctivos basados en principios para los lenguajes de la descripción y la explicación científicas. O, siguiendo el temadesarrollado en el capítulo anterior, la metodología no es un dispositivo demoledor que permita

decidir entre exposiciones científicas concurrentes. Hablando en términos políticos, esto equivalea abrir la puerta a voces alternativas en el seno de la cultura, voces desdeñadas durante muchotiempo por su falta de una ontología, epistemología y metodología subsidiarias aceptables. Estetipo de voces ya no son acalladas a causa de la ausencia de los datos necesarios.11

Al mismo tiempo, estos argumentos no conducen a las conclusiones peligrosas de que lametodología tradicional es irrelevante para la descripción científica, de que puede ser abandonadasin que ello afecte al cuerpo de los escritos científicos y no ha de interesarse por la credibilidadde los científicos o por el valor societal del esfuerzo científico. Lo que aquí se afirma es que lametodología no proporciona una garantía trascendente o libre de las ataduras contextúales paraafirmar que determinadas descripciones y explicaciones son superiores («más objetivas» o «másciertas») a otras Sin embargo, en el seno de las comunidades científicas los métodos empíricos

 pueden utilizarse (y lo son característicamente) de tal manera que no ocultan las pretensiones de

10 Por esta razón la investigación del tipo prueba-hipótesis en las ciencias de la conducta está tan falta de utilidad practica. La investigación misma se orienta alrededor de una gama de «datos particulares objetivos», confluenciasúnicas de clasificaciones de cuestionario, presiones de base, estímulos fotográficos y similares. Con todo, lasconclusiones que se alcanzan desde microprocesos temporal y culturalmente contingentes son del más amplioalcance. La literarura científica habla de «agresión», «psicopatolpgía», «capacidad razonadora», «percepción», y«memoria» como algo general y universal. Sin embargo, las conclusiones de esta variedad abstracta están vinculadasa particulares que carecen de importancia para la cultura. El modo en que estos conceptos se han de canjear en lavida cultural no es determinante. Para un examen más extenso, véase Sandelands (1990).11 Véase Benson (1993) en cuanto a una compilación de los intentos recientes hechos por parte de antropólogos parasolucionar la separación existente entre sujeto y objeto y explicar las formas de escritura etnográfica.

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 La crisis de la representación

verdad, la Habilidad de las conclusiones, la veracidad del investigador, y las consecuencias que elesfuerzo científico tiene para la sociedad. Tal como se esbozara anteriormente, las comunidadesde científicos pueden forjar ontologías locales de duración sustancial. A través de la gestióncontinuada, de la practica ritual y de la socialización de los neófitos en estas practicas, lascomunidades pueden desarrollar un consenso sobre «la naturaleza de las cosas». En el seno deestas comunidades las proposiciones pueden ser verificadas o falsadas. Y dado que los objetos losinstrumentos y las representaciones estadísticas están incorporados en estas practicas (formando«el datum», los medios de «reconocimiento», los indicadores de Habilidad), entran en el procesode verificación y falsación De este modo, los científicos pueden establecer la presencia o laausencia de feromonas, de memoria a corto plazo, de rasgos de personalidad y otras realidadesdiscursivas. Las prácticas metodológicas pueden desarrollarse para sostener la «existencia de losfenómenos», su coocurrencia con otros fenómenos establecidos y la probabilidad de su existenciaen el seno de poblaciones más amplias. Además, los miembros de la comunidad pueden construir la confianza mutua al informar acerca de esos acontecimientos y penalizar o expulsar con toda

legitimidad a aquellos que juegan incorrectamente el juego o lo hacen con astucia. Los textos dela ciencia, en gran medida expresaran los resultados de esas actividades, y si uno participa en losrituales las predicciones pueden en realidad tener sus consecuencias.

 La significación del lenguaje en los asuntos humanos se deriva del modo como funciona dentrode pautas de relación.

En su crítica del enfoque del lenguaje como adecuación o correspondencia las tres lineas deargumentación abordadas anteriormente también sepultan cualquier enfoque simplista de la basesemántica de la significación del lenguaje Esto es, encontramos que las proporciones no derivansu sentido de su relación determinante con un mundo de referentes. Al mismo tiempo,encontramos que el enfoque semántico puede reconstituirse en el seno de un marco social.

Siguiendo el trato dado a la referencia como ritual social con practicas referenciales situadassocial e históricamente, salen a la luz las posibilidades semánticas de la significación de la palabra. Con todo hay que subrayar que la semántica pasa de este modo a ser un derivado de ja pragmática social. La forma de la relación permite que la semántica funcione.12

Cuando se expresa en estos términos, el construccionismo social es un compañerocompatible para la concepción wittgensteiniana del significado como un derivado del uso social.Para Wittgenstein (1953) las palabras adquieren su significado dentro de lo que metafóricamentedenomina «juegos del lenguaje», es decir, a través de los sentidos con que se usan en las pautasde intercambio existente. Los términos «defensa», «delantero», «gol» «fuera de juego» sonesenciales a la hora de describir el fútbol. En términos de sentido común, el juego del fútbolexiste con anterioridad al acto de descripción, y una descripción dada puede ser más o menos

exacta (pensemos por un momento en el abuso del que es responsable el arbitro que señala«falta» allí donde debiera haber visto «la ley de la ventaja»). Desde el enfoque de Wittgenstein,sin embargo, los términos del fútbol no son descriptores disociados sino rasgos constitutivos del juego. Un portero es sólo un portero en virtud del hecho de que uno accede a las reglas del propio  juego. En efecto, los términos adquieren su significado gracias a su función en el seno de unconjunto de reglas circunscritas. El hecho de «describir el juego» es un derivado del  posicionamiento precedente de los términos relevantes dentro del propio juego. «Ahora bien,

12 Un argumento similar se aplica al caso de la sintaxis. En este sentido, la búsqueda de un cuerpo fundacional dereglas sintácticas, principios o lógicas dentro de la mente individual es equívoca. Las convenciones sintácticas

 propiamente se pueden hacer remontar al proceso de relación

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

¿qué significan las palabras de este lenguaje?», se pregunta Wittgenstein (1953). «¿Qué sesupone que muestra lo que significan si no es el tipo de uso que tienen? (6e). Apropiado estambién el concepto wittgensteiniano de forma de vida, es decir, una pauta más amplia deactividad cultural en la que se incrustan juegos específicos de lenguaje. El juego del fútbol, por ejemplo, en general funciona como una «actividad de recreo» y se distingue del ámbito deltrabajo; se trata de un pasatiempo cultural- constituido por una diversidad de rituales tradicionales(como son hacer quinielas, llevar a nuestro hijo a su primer partido). El significado dentro del juego depende del uso del juego en el seno de pautas culturales más amplias.

Este enfoque del significado como algo que deriva de intercambios microsocialesincrustados en el seno de amplias pautas de vida cultural presta al construccionismo social unasdimensiones críticas y pragmáticas pronunciadas. Es decir, presta atención al modo en que loslenguajes, incluyendo ahí las teorías científicas, se utilizan en la cultura. ¿Cómo funcionan losdiversos «modos de expresar las cosas» dentro de relaciones en curso? Es poco probable que elconstruccionismo pregunte por la verdad, la validez, o la objetividad de una exposición dada, qué

  predicciones se siguen de una teoría, en qué medida un enunciado refleja las verdaderasintenciones o emociones del hablante o cómo una prelusión se hace posible a través del  procesamiento cognitivo. Más bien, para el construccionista, las muestras de lenguaje sonintegrantes de pautas de relación. No son mapas o espejos de otros dominios —mundosreferenciales o impulsos interiores— sino excrecencias de modos de vida específicos, rituales deintercambio, relaciones de control y de dominación, y demás. Las principales preguntas que sehan de plantear a las declaraciones generalizadas de verdad son, pues: ¿De qué modo funcionan,en qué rituales son escenciales, qué actividades se facilitan y cuáles se impiden, quíen esdesposeído y quién gana con tales declaraciones?

  Estimar las formas existentes de discurso consiste en evaluar las pautas de vida cultural; tal 

evaluación se hace eco de otros enclaves culturales.En una comunidad de inteligibilidad dada, en la que palabras y acciones se relacionan de

manera fiable, es posible estimar lo que damos en llamar la «validez empírica» de una aserción.Aunque esta forma de evaluación es útil tanto en el ámbito de la ciencia como en el de la vidacotidiana, es esencialmente de carácter irreflexivo y no ofrece ningún tipo de medio a través delcual evaluar la propia evaluación, sus propias construcciones del mundo y la relación que éstastienen con formas de vida cultural más amplias y más difundidas. Por ejemplo, en la medida enque existen como comunidades de comprensión, los científicos de laboratorio pueden evaluar felizmente la credibilidad y la aceptabilidad de las afirmaciones en las relaciones que lasconstituyen. En el mismo sentido podríamos expresarnos en relación con las de psicoanalistas ylas espirituales. Sin embargo, los criterios de validez o de deseabilidad que operan en el seno de

estas comunidades no dan oportunidad a la autoevaluación y, lo que es aún más importante, ni ala evaluación del impacto que estos compromisos tienen en las vidas de aquellos que viven encomunidades relacionadas o solapadas. El científico como tal no puede preguntar por el valor espiritual de la ciencia; el psicoanalista por sí mismo carece de los medios para debatir lasventajas e inconvenientes de creer en los procesos inconscientes; y los términos y lascomprensiones del estratega militar no proporcionan medio alguno para evaluar la moralidad dela guerra.

De este modo se estimula la evaluación crítica de las diversas inteligibilidades desde  posiciones exteriores, explorando así el impacto de estas inteligibilidades en las formas másamplias de vida cultural. ¿Qué gana o pierde la cultura si constituimos el mundo en términos deleconomista, del estratega militar, del ecologista, del psicólogo, de la feminista...? ¿De qué modo

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 La crisis de la representación

la vida cultural mejora o se empobrece a medida que los vocabularios y las prácticas de estascomunidades se expanden o proliferan? Con ello no estoy privilegiando la evaluación por encimade las inteligibilidades y las practicas en cuestión; el lamento moral o político, por ejemplo, noconstituye la «palabra final» sobre esos asuntos. Sin embargo, dado que este tipo de evaluacionesson esencialmente excrecencias de otras comunidades de significado —otros modos de vida—, la  puerta queda abierta para un entretejimiento más completo de comunidades dispares designificado. Si las evualuaciones pueden comunicarse de modo que aquellos que están bajoexamen puedan asimilarlas, las fronteras relaciónales se vuelven tenues. Así como lossignificantes de otro modo lejanos se interpenetran, así las comunidades que de otro modo seríanajenas empiezan a formar un conjunto coherente. Por consiguiente, el diálogo evaluativo puedeconstituir un paso importante hacia una sociedad humana.

Las ciencias humanas en la perspectiva construccionista

Los diversos supuestos recogidos aquí empiezan a formar una alternativa para el enfoqueindividual del conocimiento que en el capítulo anterior encontramos tan profundamente problemático. La pregunta que debemos abordar atañe al potencial positivo de estos enfoques.¿Qué sugieren estos supuestos para unas ciencias humanas reconstruidas? ¿Qué se ve ahorafavorecido? ¿Qué debe rechazarse? Para el científico que busca certezas o para el empiristatradicional, los argumentos construccionistas pueden parecer pesimistas, incluso nihilistas. Sinembargo, lo son sólo si uno se aferra a concepciones anticuadas de la empresa científica o aconcepciones ofuscadoras de la verdad, del conocimiento, del saber, de la objetividad y del  progreso. Lo que encontramos es que, en un grado significativo, las concepciones empTristastradicionales del oficio han reducido su alcance, truncado sus métodos, amordazado susexpresiones posibles y circunscrito su potencial de utilidad social. En cambio, propongo que

cuando se les exige lo apropiado, los argumentos construccionistas contienen un enorme  potencial para las ciencias humanas. Surgen nuevos horizontes a cada envite, y muchos estánsiendo explorados en la actualidad.

En lo que resta de este capítulo quiero no sólo esbozar algunas de las aperturas másdestacadas generadas por el punto de vista construccionista, sino también resucitar una serie deafanes tradicionales, esta vez en términos construccionistas. A fin de apreciar la gama de  potenciales, es útil recordar el intento hecho en el capítulo anterior para dar cuenta de lastransformaciones que se dan en las perspectivas de las ciencias humanas. Hablaré aquí de lastendencias a mantener, a poner en tela de juicio, y a transformar las tradiciones; al seguir con esteacento, podemos también pasar revista a las diversas formas de prácticas científicas en términosde (1) su contribución a las instituciones o modos de vida existentes; (2) de su capacidad de

desafío crítico; y (3) su potencial para transformar la cultura. Este análisis es sólo sugerente, en lamedida en que cualquier práctica científica puede funcionar de diferentes modos para distintosgrupos culturales, y las prácticas a menudo tienen efectos múltiples, contrarios y nointencionados. Sin embargo, al disponer las prácticas de este modo, espero hacer el necesariohincapié en los distintos efectos y funciones.

La práctica científica en una sociedad estable

Consideremos de entrada el potencial de las ciencias humanas en condiciones de estabilidadrelativa o de tradición duradera. Aquí podemos incluir formas de lenguaje, ellas mismasinseparables o constitutivas de las pautas relaciónales en las que están insertadas. Este lenguaje

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

 probablemente contenga una ontología implícita, un inventario «de qué hay» y un código moralimplícito (criterios «de qué debiera ser»). Por consiguiente, ya hablemos de biólogos queestudian las moléculas del ADN o de las deliberaciones del Tribunal Supremo, sobre la PrimeraEnmienda de la Constitución norteamericana, tiene que haber suposiciones compartidas acerca delo que existe, así como un acuerdo en cuanto a la acción idónea. En ausencia de talesconvenciones no habría comunidad de biólogos ni Tribunal Supremo. Además, aquello que se  puede decir de grupos de carácter local de contacto directo, también es sostenible en ciertosentido a nivel nacional o continental; por consiguiente, podemos hablar de cultura japonesacomo opuesta a la cultura noruega.

Dicho con estas palabras, las ciencias humanas hacen una contribución esencial para hacersecon el abanico de tradiciones existentes. Son dos las funciones principales e interdependientes alas que hay que servir. En primer lugar, la investigación en ciencias humanas puede funcionar afin de sostener y/o intensificar la forma de vida existente; y, en segundo lugar, puede permitir quelas personas vivan más adecuadamente en el seno de estas tradiciones. La primera de estas dos

funciones es satisfecha con mayor plenitud por parte de las inteligibilidades teóricas: el modo quetiene el científico de describir y explicar el mundo. Como elaboradores y proveedores articulados,respetados y visibles del lenguaje—y muy en especial los lenguajes que abordan la condiciónhumana—, los científicos activos en las ciencias humanas pueden tener un influjo muyimportante en las inteligibilidades dominantes de la sociedad y, así, en sus practicas  preponderantes. Este tipo de inteligibilidades califican la acción humana, proporcionan causas para el éxito y el fracaso de la gente, y facilitan elementos racionales para la conducta. Explicar laacción humana en términos de procesos psicológicos individuales, por ejemplo, ha de tener consecuencias mucho más diferentes para las prácticas y las políticas que explicar esas mismasacciones en términos de estructuras sociales. Las teorías del primer tipo nos conducen a culpar,castigar y tratar a los pervertidos en sociedad, mientras que aquellas otras del segundo tipo

favorecen la reorganización de los sistemas responsables de tales resultados. Las teorías delaprendizaje humano sugieren implícitamente que la conducta aberrante está sujeta a un reciclaje programático, mientras que las teorías innatistas más a menudo hacen hincapié en la contenciónde lo que de otro modo sería inevitable. Las teorías mecanicistas tienden a negar laresponsabilidad individual, mientras que las teorías dramatúrgicas garantizan las facultadesindividuales del actuar y del autocontrol. En cada caso, la inteligibilidad teórica opera a fin desostener o reforzar una perspectiva societaria significativa, así como sus modos de vidaasociados.

Las ciencias humanas pueden también facilitar la acción adaptativa en el seno de losconfines de lo que es convencional. Dadas determinadas pautas fiables de acción, así como las  posibilidades de un acuerdo comunitario en la adjetivación, las ciencias humanas pueden

 proporcionar los tipos de predicciones que permitan constituir políticas, disponer programas y lainformación útil diseminada para la cultura. En el interior de las realidades comunes de la cultura,las ciencias humanas pueden generar, por ejemplo, predicciones razonablemente fiables acercadel éxito académico, del colapso esquizofrénico, cotas de enfermedad mental, pautas de voto,tasas de criminalidad, de divorcio, de fracaso escolar, condiciones para el aborto, del éxito de productos, sobre el PNB y demás. Permiten a los terapeutas relacionarse con sus pacientes de talmodo que se logren las «curas» y que los consultores de organización «solucionen problemas» enel interior de los marcos organizativos. En este dominio de pronóstico, las tecnologías empiristastradicionales pueden desempeñar su papel más significativo. Los procedimientos de muestreo, losdispositivos de recogida y contabilización de datos, los cuestionarios de sondeo, los métodosexperimentales, los análisis estadísticos y similares —el legado de las ciencias conductistas— 

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 La crisis de la representación

están dotados efectivamente para intensificar las capacidades predictivas. Mientras la tradición perdure, se siga otorgándoles valor y los códigos de referencia sean ampliamente compartidos, la previsión actuarial seguirá gozando de ventajas.

Con ello, sin embargo, no queremos defender una inversión sostenida en las teoríasgenerales de testación de la conducta humana. Tal como hemos visto, esta investigación no puede  justificarse sobre las bases tradicionales que nos permiten distinguir las teorías exactas y  predictivas de las empíricamente engañosas. La investigación no opera ni para validar ni parainvalidar las hipótesis generales, ya que todas las teorías pueden ser reducidas a verdaderas ofalsas dependiendo de la gestión que uno haga del significado en un contexto dado. Tampoco lavasta parte de investigación que pone a prueba hipótesis es relevante para el desafío que suponela predicción social. Esto es así porque esta investigación está dirigida característicamente por eldeseo de demostrar la validez de la teoría en cuestión. La conducta específica que pasa a ser evaluada tiene un interés periférico, al ser escogida meramente porque es conveniente o estásujeta a medición y control en condiciones de laboratorio. La sociedad tiene poca necesidad de

mejores predicciones del tipo condicionado, ya sean del tipo botón presionado, marcas a lápiz enun cuestionario, éxito en juegos artificiales o excelencia con aparatos de laboratorio.Efectivamente, el grandísimo número de horas consumidas por tales empresas, los sacrificioshechos por vastas hordas de sujetos y de poblaciones de animales, las sumas de dinero estatal, lasesmeradas practicas de edición y el hacer o deshacer carreras tienen una justificación pococonvincente. No se trata de abandonar todas las formas de testación de hipótesis. Una cantidadlimitada de investigación controlada puede ser útil para vivificar o prestar peso específicoretórico a posiciones teóricas de carácter general. Con todo, estos argumentos defienden lainteligibilidad teórica como tal vez la contribución más significativa que las ciencias humanas pueden hacer a la vida cultural.

Convención desestabilizadora

Para la mayoría de la sociedad, las contribuciones al bien público, definidoconvencionalmente, tienen escasas consecuencias. Los valores culturales parecen demasiado precarios en conjunto, las pautas apreciadas demasiado fugaces para erosionar, mientras que loselementos indeseables siempre aparecen predominantes. Al mismo tiempo, las realidadesculturales son raramente unívocas. Nadamos en un mar de inteligibilidades donde las corrientesdiscursivas de períodos dislocados de la historia —griego, romano, cristiano, judaico y otros— siempre surgen una tras otra, y la mezcla de pasados dispares genera siempre nuevas y atrayentes(o espantosas) posibilidades. Por consiguiente, con independencia de las realidades culturalesdominantes, y de sus prácticas relacionadas, siempre hay grupos cuyas realidades son

desdeñadas, pasando inadvertidas, siendo las visiones de cambio positivo amortiguadas por loestable y lo mojigato.

Para el construccionista, los lenguajes de las ciencias sirven de dispositivos pragmáticos, alfavorecer determinadas formas de actividad mientras se disuaden otras. El científico es,inevitablemente, un abogado moral y político, lo quiera él o no. Afirmar la neutralidad respecto alos valores es simplemente cerrar los ojos a los modos de vida cultural que el propio trabajoapoya o destruye. Así, pues, en lugar de separar los propios compromisos profesionales de las propias pasiones, intentando separar difícilmente hecho y valor, el construccionismo invita a unavida profesional plenamente expresiva, en relación a las teorías, los métodos y las prácticas que  pueden realizar la visión que uno tiene de una sociedad mejor. En este sentido, elconstruccionismo ofrece una base fundamental para desafiar las realidades dominantes y las

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

formas de vida a ellas asociadas. Examinemos tres de las formas centrales del desafío: la críticade la cultura, la crítica interna y la erudición del desarraigo.

Tal vez uno de los medios más directos y ampliamente asequibles de inquietar al statu quoexistente —desde el punto de vista discursivo— sea la crítica de la cultura. Durante la mayor  parte de este siglo, las ciencias orientadas empíricamente han eludido con asiduidad la toma de  partido ético o político. Tal como vemos, el valor de la neutralidad es un afán quimérico; el  profesional siempre e inevitablemente afecta a la vida social tanto para bien como para mal,mediante cierto criterio valorativo. Así, pues, en lugar de operar como secuaces pasivos del«espejo de la naturaleza», los científicos activos en las ciencias humanas pueden de maneralegítima y responsable extender sus valores. En lugar de escarbar en temas de «deber ser» desdela canónica profesional, debemos emplear activamente nuestras habilidades para hacer queaquellas cuestiones políticas y morales ligadas a nuestro dominio profesional sean inteligibles. Lacrítica social, aunque apenas nueva en relación a las ciencias humanas, es una forma importantede este tipo de expresión. Los especialistas tanto de las tradiciones crítica como psieoanalítica

  proporcionaron demostraciones tempranas y potentes de la posibilidad de un análisis de lasociedad sofisticado y de gran alcance. Y, mientras este potencial quedaba durante mucho tiemporelegado al olvido (o sencillamente era menospreciado) durante la época conductista (o deempirismo fuerte), ha empezado a reaparecer bajo formas múltiples y altamente variadas desde ladécada de los años 1960. El reciente surgimiento de la disciplina de los estudios culturalesatestigua el vigor de este movimiento, del que hablaremos más extensamente en el capítulo 5.

La crítica social debe complementarse con otros medios importantes. Esencialmente, seorienta hacia el exterior, abordando características de la cultura en general, con lo cual no llega aafectar a las ciencias humanas como tales. Sin embargo, y dado que las ciencias humanasostentan lenguajes y practicas que afectan a la cultura, también requieren una valoración crítica.Además de la crítica social, la perspectiva construccionista favorece una intensa utilización de la

crítica interna. En efecto, se invita a los científicos a controlar, analizar y clasificar las dudascorrespondientes en el uso de sus propias construcciones de la realidad y de las prácticas a ellasasociadas. Tampoco en este caso la crítica interna representa nada nuevo para las ciencias. Comose dijo en el capítulo anterior, por ejemplo, la valoración crítica del paradigma conductista fueesencial para la evolución cognitiva. Desde el punto de vista de la actualidad, de cualquier modo,un debate interno de este tipo tiene un significado mínimo en términos de su valor respecto a lacultura en general. Y esto es así porque no logra permanecer al margen de la ciencia en sí misma.Los valores inherentes a las ciencias, y sus correspondientes implicaciones para la vida cultural,nunca se han puesto en cuestión. Lo que aquí se defiende es una forma de crítica que representeintereses o valores distintos a los que benefician a los generadores de realidades científicas. He presentado ejemplos de este trabajo al hablar de la crítica ideológica, y abordaré más casos en el

capítulo 5.Tenemos que considerar una tercera forma de erudición desestabilizadora. Tanto la crítica de

la cultura como la crítica interna se basan característicamente en el valor particular de loscompromisos: igualdad, justicia, reducción del conflicto, y demás. Sin embargo, elconstruccionismo también invita a una tercera forma de investigación, menos apoyada por una posición de valor particular y más centrada en el desbaratamiento general de lo convencional. Enla medida en que cualquier realidad se objetiva o se da por sentada, las relaciones quedancongeladas, las opciones obturadas y las voces desoídas. Cuando suponemos que hay igualdad  perdemos la capacidad de ver las desigualdades; cuando un conflicto se resuelve somosinsensibles al sufrimiento de las partes. Con respecto a esto, se ha de dar valor a unaerudición/especialización del desarraigo, aquella que simplemente relaja el dominio de lo

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 La crisis de la representación

convencional. Cuando los constructivistas planteaban colocar la aporía inquietante en el corazónde un trabajo determinado, el resultado fue una desconfianza reverberante respecto a cualquier texto transparente, cualquier principio bien elaborado o cualquier plan bien formado. Comodemuestra el esfuerzo desconstruccionista, cuando se las examina de cerca, las basesfundamentales claras, elegantes y convincentes se desbaratan, su lógica se hunde, su significado pasa a ser indeterminado. Con todo, aunque los análisis desconstruccionistas son asequibles a lasciencias humanas como dispositivos de desarraigo, los esfuerzo emergentes son retóricamentemás poderosos para demostrar el carácter construido de los discursos dominantes. Aquí losesfuerzos tanto de la crítica de la retórica como social son ejemplares. Tal como se describió, elanalista retórico se centra en los dispositivos mediante los cuales un discurso dado adquiere su poder persuasivo, su sentido de la racionalidad, su objetividad o verdad. Al colocar las metáforas,las narraciones, las supresiones de significado, las apelaciones a la autoridad y demás, laracionalidad y la objetividad pierden su poder persuasivo. De manera similar, a medida que losanalistas sociales exploran los procesos racionales —las gestiones, las tácticas de poder, la

dinámica política...— proclamando diversas verdades, esas verdades pierden su generalidad.Aquello que parecía la «única vía» de expresar las cosas —más allá del tiempo y de la cultura— se convierte en algo local y particular.

Existen otras líneas de práctica del desarraigo. Particularmente importantes son lasrecontextualizaciones culturales e históricas. A menudo, parece, aquello que empieza siendovalores de carácter local, suposiciones y garantías se va haciendo expansivo. Los valores de unacomunidad particular o la verdad de una ciencia particular se desplazan en la dirección de louniversal: lo bueno y lo cierto para todos en todo momento. La investigación de la asignacióncultural e histórica de valores y verdades particulares son bastiones efectivos contra los estragosque causan las palabras embravecidas. Cuando los antropólogos exploran las realidades localesde otros grupos culturales, demostrando la validez de estas realidades ajenas en el seno de sus

circunstancias particulares, también destacan las limitaciones de nuestras propias racionalidades.Cuando Winch (1946), por ejemplo, defiende la causa de la magia szondi, simultáneamentedifumina la distinción entre la ciencia occidental y el chamanismo. El trabajo histórico puedealcanzar los mismos resultados. Cuando Morawski (1988) y sus colegas describen el cambio delas interpretaciones del experimento en psicología, y Danziger (1990) muestra que el concepto desujeto experimental depende de la circunstancia histórica, están desafiando el enfoquecontemporáneo de una metodología y un sujeto fijos y universales.

Transformación cultural: las nuevas realidades y los nuevos recursos

Las ciencias humanas poseen un potencial importante tanto para sostener las instituciones

culturales por un lado, como para ponerlas en duda reflexiva. Sin embargo, hemos de considerar finalmente una tercera gama de desafíos, a saber aquellos que se desplazan más allá de lainvestigación crítica y desestabilizadora hacia la transformación cultural. Si nuestrasconcepciones de lo real y del bien son construcciones culturales, entonces la mayor parte denuestras practicas culturales pueden igualmente pasar a ser consideradas como algo contingente.Todo cuanto es natural, normal, racional, obvio y necesario está —en principio— abierto a lamodificación. Aunque las tradiciones de la crítica y del desarraigo son recursos valorables ya quegeneran la efervescencia, en sí mismos son insuficientes. Esto es primeramente así a causa de sucarácter simbiótico; su inteligibilidad depende de aquello a lo que se oponen. Para latransformación social se requieren nuevas visiones y vocabularios, nuevas visiones de la posibilidad y prácticas que en su misma realización empiezan a trazar un curso alternativo. Estas

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

  posibilidades transformativas pueden desarrollarse en el suelo de la ciencia social tradicional:modos reconocidos de la teoría y de la investigación. Sin embargo, puesto que se comprenden  primeramente en términos de las inteligibilidades tradicionales, estas innovaciones siguenapoyando estas tradiciones. La transformación cultural parece mejor servida mediante nuevasformas de práctica científica. Examinemos, por consiguiente, el potencial inherente a las formasmás audaces de teoría, de investigación y de práctica profesional.

Los conceptos de la conducta humana operan más como útiles para llevar a cabo relaciones.En este sentido, la posibilidad de cambio social puede derivarse de nuevas formas deinteligibilidad. 13 El desarrollo de nuevos lenguajes de comprensión acrecienta la gama deacciones posibles. A medida que se elaboró un lenguaje de los motivos inconscientes, sedesarrollaron nuevas estrategias de defensa en los tribunales de justicia; a medida que unvocabulario de los motivos intrínsecos fue enriqueciéndose, también se enriquecieron nuestrosregímenes educativos; y a medida que se desarrollaron las teorías de los sistemas de familiatambién ampliamos nuestros modos de tratar el dolor individual. En otro contexto (Gergen, 1994)

  propuse el término teoría generativa para referirme a los enfoques de carácter teórico que seintroducen contra, o contradicen abiertamente, los supuestos comúnmente aceptados de la culturay abren nuevos modos de percibir la inteligibilidad. En el siglo pasado, las teorías de Freud y deMarx se contaban seguramente entre las más generativas. En cada caso, el trabajo teórico  planteaba un desafío importante para las suposiciones dominantes y servía de impulso paranuevas formas de acción. Con ello no afirmamos, sin embargo, que ese tipo de trabajo sigaconservando su potencial generativo en la actualidad; serían precisas interpretacionesinnovadoras e iconoclastas de los textos canónicos para sostener hoy esa vitalidad. (Por ejemplo,la revisión lacaniana de Freud proporciona un medio para que la teoría psicoanalítica participe enlos diálogos posestructurales.) Aunque de un impacto menos sonoro, los trabajos de Jung, Mead,Skinner, Piaget y Goffman, por ejemplo, fueron generativos en muchos aspectos; incluso

formulaciones más ceñidas al enfoque como la interpretación que Geertz (1973) diera de una  pelea de gallos en Bali o la teoría de la disonancia cognitiva de Festinger (1957) han tenidoimportantes efectos generativos. Cada uno ha transformado la inteligibilidad en cierto grado y seha sumado de manera importante a la gama de recursos culturales y científicos.14

Con todo, en algunos sentidos importantes, este tipo de escritura teórica sigue siendotambién conservadora. Las tradiciones culturales de larga duración reciben el apoyo de estoseruditos, y en realidad les prestan poder retorico a sus realizaciones. Siendo más explícito, laescritura de carácter teórico es una acción social sui generis, y como tal favorece determinadasclases de relaciones por encima de otras. En cada uno de los casos antes citados por ejemplo, elescritor adopta la postura de la autoridad que sabe apoyando asi las jerarquías de privilegio; sehacen afirmaciones de autoría individual, sosteniendo así el enfoque de los individuos como

fuentes originarias de pensamiento; se utilizan formas de argumentación culta o elitistarechazando como irrelevante o inferiores los idiomas persuasivos de los incultos; cada texto

13 Véase Kukla (1989) para una elaboración de la significación del trabajo teórico —además de las demostracionesempíricas anteriormente citadas— en el ámbito de la psicología.14 Véase tambien los argumemtos de Astley y Zammuto (1992) contra el enfoque tradicional de los científicos de laorganización como ingenieros sociales que ofrecen aplicaciones políticas a partir de una base fundacional deconocimiento. De acuerdo con mis propuestas, estos autores consideran que la mayoría de los científicos songeneradores de recursos simbolicos (lenguaje) para su uso en marcos organizativos. Los nuevos lenguajesconstituirian la realidad de modos diferentes, y con este tipo de nuevas reconstrucciones se harán inteligibles lasnuevas formas de acción.

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 La crisis de la representación

objetiva el tema del que trata, privilegiando así un dominio de lo real sobre lo retórico. Lainvitación a la transformación se extiende, pues, a la forma de la expresión erudita. A medida quelas ciencias humanas experimentan modos de expresión, en la medida en que desafían los estilostradicionales de escritura, difuminan los géneros, añaden visión y sonido al texto, tambiéntransforman la concepción del especialista de la academia, de la naturaleza de la educación y,finalmente, del potencial de las relaciones humanas.

En este contexto hay que poner el mayor valor en las formas nuevas e iconoclastas deescritura que lentamente van abriéndose camino en las ciencias humanas. Las escritorasfeministas se encuentran en la vanguardia de este movimiento. Por ejemplo, las feministasfrancesas Irigaray (1974) v Cixous (1986) demuestran que la mayoría de las convencioneslingüísticas de la escritura erudita son falocéntricas (lineales, polares, desapasionadas) Susescritos experimentan con formas alternativas de expresión, formas que creen que son máscompatibles con la conciencia primordial femenina. Los antropólogos culturales se han visto cadavez más perturbados sobre las condiciones occidentales de escribir etnografía, discurriendo que

las mismas convenciones constituyen una forma de imperialismo. Así, pues, los experimentos  puestos en marcha, por ejemplo, para inducir «temas de estudio» en la etnografía comocolaboradores, escribir etnografía como una autobiografía utilizar la etnografía como crítica de lacultura propia, y convertir la etnografía en poesía (revelando así su base en el artificio y no en elhecho). En otros experimentos textuales Mulkay (1985) ha explorado las posibilidades de escribir como unas cuantas personas diferentes en el marco de una misma obra. Mary Gergen (1992) haescrito un drama posmoderno, y en un volumen demoledor, Death at the Paradise Cafe, Pfohl(1992) ha desarrollado un collage de teoría, ficción, autobiografía y fotografía para llevar a acaboun análisis social crítico. Cada vez más, los eruditos canalizan sus talentos inventivos hacia elcine, ciertamente el mayor desafío de cara al futuro.

Volvamos desde la expresión teórica a la metodología de la investigación. En el modo

transformativo, el objetivo principal de la investigación consiste en vivificar la posibilidad de losnuevos modos de acción. La investigación aporta una imaginería importante para nuevas posibilidades. Tal como sugeríamos antes, incluso el experimento de laboratorio puede tener su papel ahí. Por ejemplo, la investigación todavía sugerente de Milgram (1974) sobre la obedienciaapenas «pone a prueba una hipótesis» de algún modo significativo. Sin embargo, en su capacidadde impactar en la conciencia del lector en cuanto a su propio potencial para «hacer el malsiguiendo órdenes», esta viva investigación provoca la discusión sobre la deseabilidad de las jerarquías y sobre los límites de la obligación.

A pesar del poder transformativo de las prácticas de investigación convencionales,comparten una tendencia culturalmente conservadora con las formas de escritura tradicional.Aunque los experimentos de laboratorio pueden ilustrar nuevos potenciales, el hecho de apoyarse

en un modelo mecanicista del funcionar humano, el tratamiento alienante del sujeto, y su controlde los resultados les arrojan a tradiciones que tal vez se encuentren ociosas. Procedimientosalternativos de investigación alientan una transformación más radical; se trata de métodos quefavorecen otros valores y enfoques. A medida que los nuevos procedimientos de investigación sevuelven inteligibles, se fomentan nuevos modelos de relación. Tales intentos surgen ahora conuna mayor frecuencia a lo largo de todo el dominio cubierto por las ciencias humanas. Eludiendomuchos de los problemas intelectuales e ideológicos de las prácticas tradicionales deinvestigación florecen exploraciones en investigación de tipo cualitativo (Denzin y Lincoln,1994), en la investigación hermenéutica o interpretativa (Packer y Addison, 1989), en lametodología dialógica (M. Gergen, 1989), en la investigación comparativa (Reason, 1988), en lahistoria biográfica o vital (Bertaux, 1984; Poikinghorne, 1988), en el análisis narrativo (Brown y

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Conocimiento individual y construccion comunitaria

Kreps, 1993), en la investigación apreciativa (Cooperrider, 1990), en la investigación comointervención social (McNamee, 1988), y la línea feminista como investigación vivida (Fonow yCook, 1991). En cada uno de estos casos, nuevas prácticas de investigación modelan nuevasformas de vida cultural.

Finalmente, tenemos que prestar atención al dominio de la práctica profesional. En muchosaspectos, los terapeutas, los consejeros y los asesores de organización, los especialistas eneducación y similares tienen un impacto mucho mayor en la vida cultural que los académicos.Sus acciones pueden participar en prácticas relaciónales de un modo más profundo y directo quelos escritos abstrusos de los profesionales. En efecto cuentan con un enorme potencial para latransformación cultural. En el dominio de las prácticas modelo su impacto es tal vez el másnotorio. Cuando los terapeutas desarrollan nuevas formas de interactuar con sus clientes, lacultura puede que se vea informada por modos alternativos de ayudar a aquellos que lo necesitan;cuando los asesores crean el diálogo entre los estratos de una organización (como algo opuesto aofrecer soluciones autoritarias), implícitamente crean la realidad de la interdependencia; y cuando

los investigadores de la educación siguen modos colaborativos de evaluación, se ha dado el pasohacia nuevas formas de relación entre el alumno y el profesor. El que practica esto no es, por consiguiente, un mero servidor de las instituciones existentes o de las lógicas y de los«hallazgos» desarrollados entre las paredes de una torre de marfil, sino un agente potencial de uncambio de largo alcance.15 A mi entender, la próxima década puede ser aquella en la que elespecialista se beneficie más de habilidades contextualizadas del practicante, y no al revés.

En resumen, para las ciencias humanas en un modo construccionista, las prácticas deinvestigación tradicionales pueden hacer una contribución valiosa. Sin embargo, también vemosque esta contribución está muy limitada. Una orientación construccionista sustancialmente amplíael programa de trabajo. Las más importantes oberturas a la innovación son: la desconstrucción, enla que todas las suposiciones y presupuestos acerca de la verdad, lo racional y el bien quedan bajo

sospecha —inclusive las de los desconfiados—; la democratización, en la que la gama de vocesque participan en los diálogos resultantes de la ciencia se amplifica; y la reconstrucción, en la quenuevas realidades y prácticas son modeladas para la transformación cultural. Albergo laesperanza de que este tipo de inversiones propulsen la ciencia desde su status actual en losmárgenes de la vida cultural al centro de sus afanes y empresas.

15 Intentos específicos para poner en práctica los enfoques construccionistas empiezan a aparecer en los campos de la  pedagogía (Bruffee, 1993; Lather, 1991), terapia sexual y matrimonial (Atwood y Dershowitz, 1992), procedimientos de mediación y de revindicación (Shailor, 1994; Salipante y Bouwen, 1990), análisis de la televisióny la prensa (Carey, 1988), y procedimientos legales (Frug, 1992). En el capitulo 10 desarrollamos un estudiodetallado de las contribuciones construccionistas.

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