GÉNERO Y FAMILIA EN LA METAMORFOSIS Y EL PROCESO DE FRANZ KAFKA: MALESTAR, TRANSGRESIÓN Y CASTIGO

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Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Facultad de Filosofía y Educación Escuela de Psicología GÉNERO Y FAMILIA EN LA METAMORFOSIS Y EL PROCESO DE FRANZ KAFKA: MALESTAR, TRANSGRESIÓN Y CASTIGO Introducción a los estudios de género Por Jerson Tralma S. Equipo docente Marcela Mandiola Cotroneo Pablo Salinas Mejías Nicolás Ríos González Alejando Varas Alvarado

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En el presente ensayo se ofrece una lectura de dos textos del escritor checo Franz Kafka, La Metamorfosis y El Proceso, intentando lograr un acercamiento hacia la concepción de género y familia que manejaba el autor, utilizando para dicha tarea dos figuras de análisis, la transgresión y el castigo. Todo esto articulado con la finalidad de comprender que la literatura kafkiana contiene un profundo malestar social, y que su principal intencionalidad es la ruptura con los discursos dominantes de la modernidad, quebrando todo esencialismo a su paso.

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Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Facultad de Filosofía y Educación

Escuela de Psicología

GÉNERO Y FAMILIA EN LA METAMORFOSIS Y EL PROCESO DE

FRANZ KAFKA: MALESTAR, TRANSGRESIÓN Y CASTIGO

Introducción a los estudios de género

Por

Jerson Tralma S.

Equipo docente

Marcela Mandiola Cotroneo

Pablo Salinas Mejías

Nicolás Ríos González

Alejando Varas Alvarado

Viña del mar, 2010

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GÉNERO Y FAMILIA EN LA METAMORFOSIS Y EL PROCESO DE

FRANZ KAFKA: MALESTAR, TRANSGRESIÓN Y CASTIGO

Por Jerson Tralma Soto

Resumen: En el presente ensayo se ofrece una lectura de dos textos del escritor

checo Franz Kafka, La Metamorfosis y El Proceso, intentando acercarse hacia la

concepción de género y familia que manejaba el autor, utilizando para dicha tarea

dos figuras de análisis, la transgresión y el castigo. Todo esto articulado con la

finalidad de comprender que la literatura kafkiana contiene un profundo malestar

social, y que su principal intencionalidad es la ruptura con los discursos

dominantes de la modernidad, quebrando todo esencialismo a su paso.

Palabras Claves: género, familia, metamorfosis, proceso, modernidad,

transgresión, vigilancia, castigo, ley, poder

1. Introducción:

La inconformidad kafkiana respecto a la masculinidad y los roles

tradicionales de género es un tema no menor dentro de la extensa bibliografía que

se refiere a este autor y su literatura, pero donde, en un principio, se trataron de

establecer ciertas relaciones entre género y sexualidad tomando en consideración

aspectos exclusivamente biográficos, ya sean sus cartas a sus seres queridos o

por sus anotaciones personales registrados en su diario de vida, enfocándose

exclusivamente en las relaciones que sostuvo Kafka con otras mujeres y con su

familia. Incluso se llegó al punto de etiquetarlo como un ejemplo materializado de

lo que nos presenta la teoría psicoanalítica, debido a su peculiar conflicto

sostenido en contra de su padre y su madre, lo cual se interpreta que pudo haber

movilizado muchos de sus obras artísticas (ROBERT, 1982, citada en GROSS,

1986). Este tipo de trabajos podemos clasificarlos dentro de lo que Gross (1986)

denomina análisis “biográficos-psicológicos”. Pero hay algo vital que un enfoque

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de este tipo descuida enormemente, y eso es el profundo malestar social que

Kafka materializaba a través de sus escritos, tensionado por los múltiples pliegues

que llegan a constituir lo que podemos entender como identidad. Esto es lo que

consideran los análisis de tipo sociopolíticos, donde se relaciona la propia

identidad de género del autor con la identidad del hombre judío, del hombre

alienado, y de la minoría social (LORENZ, 2006). Es en este último estilo que

prefiero enmarcarme, para específicamente referirme a dos aspectos que

considero muy relevantes dentro de la literatura de Franz Kafka.

Pretendo centrar mi análisis al interior de las fronteras que circunscriben

estas dos importantísimas obras de Kafka, La Metamorfosis (2002, obra original

publicada en 1919) y El Proceso (2002, obra original publicada en 1925), para

articular un análisis que trate de develar las concepciones de género y familia que

subyacen en su discurso, los cuales, contrario a lo que se puede creer, considero

que transforman revolucionariamente ciertos aspectos ideológicos relativos a

estas temáticas, en lugar de reproducir los estereotipos y la represión de la época

(principios del siglo XX). A través de estas dos figuras que pretendo analizar,

transgresión, y castigo, busco apuntar que lo que Kafka nos quiere presentar a

través de su literatura es un profundo malestar, que no es un malestar fundado

exclusivamente en su intimidad, sino que es un malestar que emerge desde lo

social, abierto a la desestructuración del funcionamiento establecido. Ya lo dijeron

así Gilles Deleuze y Félix Guattari en su libro Kafka, por una literatura menor

(1990):

Kafka se propone extraer de las representaciones sociales los

dispositivos de enunciación y los dispositivos maquínicos; y desmontar

estos dispositivos (…) En las novelas, con mayor razón, presenta fugas

en la representación social en una forma mucho más eficaz que una

“crítica”, y realiza una desterritorialización del mundo que en sí misma es

política, y no tiene nada que ver con una operación intimista (p.71)

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¿Qué tensiones podemos encontrar en estas dos obras, La Metamorfosis y

El Proceso, que puedan develan el malestar kafkiano respecto a género y familia?

Procederé a detallarlas a continuación.

2. Transgresión y Castigo en La Metamorfosis

“Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó

convertido en un monstruoso insecto” (Kafka, 2002, p. 1, obra original publicada

en 1919) Fuese cual fuese la razón por la que Gregorio Samsa despertó

convertido en un horroroso insecto, si es que existiese en verdad un antes de

dicha transformación, podemos visualizar algo bastante interesante en el análisis

etimológico que realiza Corngold (1972, citado en BREEN, 2001) respecto a esta

descripción de insecto monstruoso que realizó el autor. “Ungeheures Ungeziefer”,

la expresión que utiliza Kafka para referirse a Samsa, connota, en primer lugar, la

presencia de una criatura que no tiene lugar en la familia, y en segundo lugar, que

no es digna para Dios. Estos elementos son reveladores, en tanto podemos

comprender que Samsa metamorfoseado se presenta entonces como un atentado

a la institución familiar y a la moralidad religiosa. La constitución cucarachesca del

protagonista es ya una transgresión en sí, y no resulta extraño el horror del resto

de la familia cuando ven a Gregorio en este estado que reniega del

comportamiento permitido:

La madre –que, a pesar de la presencia del gerente, estaba allí sin

arreglar, con el pelo revuelto– miró a Gregorio, juntando las manos,

avanzó luego dos pasos hacia él, y se desplomó por fin, en medio de sus

faldas desplegadas a su alrededor, con la cabeza caída sobre su pecho.

El padre amenazó con el puño, con expresión hostil, como si quisiera

empujar a Gregorio hacia el interior de la habitación; se volvió luego,

saliendo con paso inseguro al recibidor y, cubriéndose los ojos con las

manos, rompió a llorar de tal modo, que el llanto sacudía su robusto

pecho (KAFKA, 2002, p. 8, original publicado en 1919)

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Recordemos que nos encontramos a principios del siglo XX, donde ya

estaba operando desde hacía años el “policiamiento” de la sociedad respecto a lo

sexual, proceso descrito por autores como Foucault o Dozelot (1990, citados en

BURIN, 1998). Dado que la sexualidad está puesta en el discurso, la familia pasa

a ser un ente más que vigila las relaciones entre los cuerpos, “una de las esferas

sociales desde donde se ejerce el poder- saber sobre la sexualidad” (BURIN,

1998, p. 88). He aquí el meollo del asunto: Gregorio Samsa transgredió la norma

implícita existente en la familia, es un desviado, y en ese sentido, dejó de ser

funcional no sólo para la familia misma, sino para una sociedad por completo. Esta

norma implícita de normalidad en cuanto a género y sexualidad no es solamente

un mero capricho de una sociedad con un discurso acerca de la sexualidad

profundamente reprimido por un ideal judeo-cristiano, sino que también tiene un

fundamento económico y político de regulación y control de la población. ¿Pero

qué podría indicarnos que Gregorio ha optado por la vía desviada y no funcional a

este sistema?

Como primer indicador de la transgresión a lo constituido como identidad

(de género) normal tenemos el hecho de que Samsa no está casado, y en tanto el

matrimonio, en su función reproductora, es un pilar de la sociedad moderna,

considero que se trata de una conducta cargada de rebeldía y disconformidad.

Una de las estrategias desplegadas a partir de dispositivos de poder-saber

modernos, es la “Socialización de las conductas procreadoras: socialización

económica por el sesgo de todas las incitaciones o frenos aportados, por medidas

"sociales" o fiscales, a la fecundidad de las parejas” (FOUCAULT, 1998) Resulta

tan importantísima esta función reproductora, que no debería resultarnos extraño

que apenas la familia burguesa descubre a Samsa como proyecto inviable, se gire

la esperanza hacia la hermana menor que aparece ya transformada como una

mujer lista y preparada para entrar a la lógica del matrimonio, en el momento de

cierre, tras la muerte del protagonista. Y nótese que no es necesaria palabra

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alguna para entender esta nueva responsabilidad de género que recae sobre la

joven, casi como si se tratara de una completa obviedad naturalizada.

Mientras charlaban, el señor y la señora Samsa se dieron cuenta casi a

la vez de que su hija, pese a que con tantas preocupaciones había

perdido el color en los últimos tiempos, se había desarrollado y

convertido en una linda joven llena de vida. Sin palabras, entendiéndose

con la mirada, se dijeron uno a otro que ya iba siendo hora de

encontrarle un buen marido. (KAFKA, 2002, p. 32, original publicado en

1919)

Y es entonces que llegamos al segundo indicador, que considero el más

potente y significativo, el cual se refiere a un evento en particular dentro del

cuento, al cual Margaret Soenser Breen (2001) le prestó la debida atención en su

artículo Radclyffe Hall, E. Lynn Harris, and Franz Kafka: Christianity, Queerness,

and the Politics of Normalcy. Estando Samsa refugiado en su cuarto, o mejor

dicho, estando el insecto monstruoso, depravado, desviado, en su cuarto, en el

momento en que su hermana y su madre buscan despejar la habitación de los

muebles, decide salir a proteger con su cuerpo una estampa recortada de una

revista, donde se muestra a una mujer cubierta de pieles. Esta imagen estaba

puesta bajo un marco dorado, dando a entender que era de suma importancia

para el personaje. Samsa no decidió proteger sus muebles, o su escritorio,

utensilio ligado a lo laboral, lo productivo, sino que escogió lo prohibido, lo

impúdico. Más allá de las interpretaciones psicoanalíticas que se puedan hacer,

está claro, observando la reacción escandalizada de la madre y la hermana, que

esto se trata de una transgresión. No es tan sólo que Samsa no demuestra interés

alguno en el matrimonio, sino que su deseo transita libre de cualquier compromiso

con fines reproductores.

Dentro de este mundo altamente vigilado, la postura sexual de Gregor no

expresa un deseo ni legítimo, ni apropiado, o santificado; la imagen no es

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una fotografía de una prometida o una futura esposa. Su deseo está

enlazado a lo público, lo barato, lo efímero, hacia la transgresión sexual.

Entonces su familia renuncia a él (BREEN, 2001, p. 302, traducción mía)

En el instante en que Samsa se levanta con una identidad y un deseo

alternativo a lo permitido, entra en choque con el aparataje normalizador, con el

poder psiquiátrico. Foucault (1998) habla de esta estrategia de poder en su

Historia de la Sexualidad, bajo el nombre de “psiquiatrización del placer perverso”,

es decir, la medicalización de todas las sexualidades periféricas. Gregorio,

acontecido desviado, se enfrenta hacia la figura del castigo, y su padre, el nuevo

macho proveedor de la familia, se vuelve su verdugo. Pero al igual que En La

Colonia Penitenciaria de Kafka (obra original publicada en 1914), la acusación y el

juicio no se formalizan oficialmente, sino que se sienten desde la corporalidad

misma (al igual como Josef K. padecerá la ley). Gregorio primero es excluido de la

familia, encerrado y marginado en la oscuridad, para finalmente caer muerto como

consecuencia de unas manzanas que le lanzó el padre. Esa es su condena por

haber cuestionado a la familia, la sexualidad y la masculinidad normalizada.

Pero Gregorio Samsa no es la única víctima, o más bien, no es el único

acusado que está siendo sometido a un proceso que desconoce. La metamorfosis

opera también en Grete, la hermana. La metamorfosis que experimenta ella se

centra en su rol de género. “Masculinidad es equivalente a independencia y

autonomía; feminidad significa comportamiento de colaboración, actitud maternal y

dependencia” (BRAVERMAN, et. Al 1970, parafraseado por NICOLSON, 1997).

Mientras Gregorio transitaba hacia la dependencia y la pasividad, Grete se alzaba

hacia la autonomía y el liderazgo, una clara transgresión al supuesto

falogocentrista del comportamiento sumiso y dependiente de la mujer. En un

principio se muestra como una muchacha tímida y preocupada por su hermano,

pero ya después de la metamorfosis empieza a tomar un papel protagónico mucho

más activo. Cuando la chica está siendo reconocida por su talento musical frente

a unos invitados, y Gregor, el desviado, los espanta tras aparecer súbitamente en

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la habitación, Grete demuestra su absoluto cambio de actitud al enunciar la

condena de su hermano e incentivar al padre a la ejecución.

- Queridos padres –dijo la hermana, dando, a modo de introducción, un

fuerte puñetazo sobre la mesa–, esto no puede seguir así. Si vosotros no

lo queréis ver, yo sí. Ante este monstruo, no quiero ni siquiera pronunciar

el nombre de mi hermano; y, por tanto, sólo diré que hemos de librarnos

de él. Hemos hecho todo lo humanamente posible para cuidarlo y

soportarlo, y no creo que nadie pueda hacernos el menor reproche.

- Tienes toda la razón –dijo el padre. (KAFKA, 2002, p. 27, original

publicado en 1919)

La voz de Grete se volvió una voz válida dentro de la casa. Logró hacerse

de mayor peso gracias a su talento y gracias a su trabajo. No olvidemos que

además ella se vuelve una agente de control al querer arrebatar las pertenencias

de su hermano, especialmente ese cuadro sucio que guarda en la pared, como si

en el proceso ella se fuera llenando de más poder a costa de la humillación y el

empequeñecimiento de Gregorio. Sin embargo, lo que Grete jamás pensó fue que

la muerte de su hermano terminaría estableciendo una condena para ella

igualmente: el hecho de que tendría que convertirse en una esposa pronto,

perdiendo de paso la posición activa y autónoma que había conseguido ocupar.

Nunca contempló la presencia de un techo de cristal que detendría su crecimiento.

Grete y su afán de transgredir los roles tradicionales de género terminan siendo

normalizados desde la función de vigilancia familiar de una forma similar a la de su

hermano, sólo que menos drástica, pero igualmente visible.

3. Transgresión y Castigo en El proceso

Para analizar el tema de género en El Proceso, y en consideración de la

familia por supuesto, considero necesario articular un análisis algo distinto al

anterior, mucho más global, y centrado en una interpretación acerca de lo que nos

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plantea esta particular visión de la ley y el poder que nos entrega Kafka, en vez de

profundizar en cada uno de los personajes de la obra. Mi interés está contenido en

el tema primordial de fondo: el proceso judicial en sí. Sin embargo, de todas

formas procederé a referirme brevemente a ciertas características particulares de

algunos personajes que nos pueden hablar de cierta transgresión, para no perder

el hilo del análisis de la Metamorfosis, pero para profundizar posteriormente en las

dicotomías, comúnmente naturalizadas, y que están en estricta relación con el

tema género, que esta novela transgrede dentro de su desarrollo.

“Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues fue detenido una

mañana sin haber hecho nada malo” (Kafka, 2002, p. 2, obra original publicada en

1925). El protagonista de esta obra, Josef K, se encontró de improviso sumergido

en un violento embrollo, al despertar una mañana que parecía ser como cualquier

otra. Está siendo procesado, pero desconocemos por qué precisamente. Sólo

podemos intuir que algún extravío ha cometido, pero sin embargo, no es tan

evidente como la subversión de Gregorio Samsa. No obstante, tenemos algunos

similitudes que nos recuerdan la condena del personaje anteriormente

mencionado. En el Proceso, no hay referencias favorables al matrimonio. Por

ejemplo, Josef está solo y sin compromiso (aunque tiene una relación con una

mujer llamada Elsa, de la cual no sabemos mucho a lo largo de la obra, salvo que

es camarera), y la señorita Burstner, la vecina, es una mujer independiente y

trabajadora que tampoco está comprometida (¡transgresora!). Por lo tanto, se

estaría contradiciendo la norma del matrimonio en tanto fecundidad, y la de

dependencia femenina. Pero creo que centrarse en estos pocos aspectos

desmerece la grandiosidad de la obra.

Las dicotomías de lo natural/cultural, lo irracional/racional, lo público y lo

privado, han sido pilares básicos de la ideología androcéntrica moderna,

identificando siempre lo femenino con el primer par (AGUILAR, 2008), y de esta

forma, articulando con fundamentos esencialistas, unas ciertas políticas y unos

ciertos discursos que han posicionado a un género por sobre otro en el espacio

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social. Pues bien, en El Proceso, estas dicotomías son atacadas insistentemente a

lo largo de la trama, lo cual considero abre nuevas posibilidades y genera rupturas

en lo establecido como lo correcto, lo normal, o lo moral. “Desterritorializa”

(DELEUZE & GUATTARI, 1990), y de esta forma, genera nuevos sentidos y

nuevos significados.

a) Lo Natural / Cultural; Lo Irracional / Lo racional: En El Proceso, la

frontera entre lo natural y lo cultural se diluye. El hombre no se presenta como

antagónico a lo animal, es más, el sujeto se constituye desde esta animalidad. El

personaje Leni, la enfermera que ayuda al abogado Huld, se presenta como un

híbrido entre lo humano y lo animalesco en el siguiente párrafo:

––¿Tiene algún defecto corporal?

––¿Un defecto corporal? ––preguntó K.

––Sí ––dijo Leni––, yo tengo un pequeño defecto, mire.

Estiró los dedos corazón e índice de su mano derecha y una membrana

llegaba prácticamente hasta la mitad del dedo más corto. La oscuridad

impidió ver a K lo que quería mostrarle, así que ella llevó su mano hasta

el sitio indicado para que él lo tocara.

––Qué capricho de la naturaleza––dijo K, y añadió mientras miraba toda

la mano––: Qué garra tan hermosa.

Leni contempló con orgullo cómo K abría y cerraba asombrado los dos

dedos hasta que, finalmente, los besó ligeramente y los soltó.

––¡Oh! ––exclamó ella en seguida––. ¡Me ha besado!

Ayudándose con las rodillas, trepó por el cuerpo de K con la boca

abierta; K la miró consternado, ahora que estaba tan cerca notó que

despedía un olor amargo y excitante, como a pimienta; atrajo su cabeza,

se inclinó sobre ella y la mordió y besó en el cuello, luego mordió su

pelo… (KAFKA, 2002, pp. 67-68, obra original publicada en 1925.

Cursivas agregadas por mí)

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En las obras de Kafka, la animalidad resulta crucial. Sin embargo, a

diferencia del caso de la Metamorfosis, lo animalesco no se interpreta aquí como

desagradable, K parece aceptarlo muy bien. La transgresión opera en este caso

sin barrera alguna, ya no se trata de una diferenciación hombre-mujer, es algo que

va más allá, es un asunto inter-especie. Lorenz (2002) hace un análisis interesante

al respecto, afirmando que Kafka desencializa incluso la pertenencia a una

especie determinada, y que hablar de género, así como de especie, se vuelve una

cosa de posicionamiento, un asunto de poder, más que un tema de algo natural o

intrínseco.

Pero quizás el tema que más llame la atención respecto a la ruptura de la

dicotomía naturaleza/cultura en El proceso, es el funcionamiento animalesco de la

ley. Uno supondría que la ley se articula fuera de cualquier carácter arbitrario,

azaroso, y que debería ser lo más racional posible, no dejarse llevar por pasiones

o necesidades que acontecen en el cuerpo. Pero no es así, la ley, los jueces, los

abogados, no se dejan llevar por una objetividad suprema, sino que están cazando

a los acusados, devorándolos, nutriéndose de ellos, como cualquier depredador

del reino animal.

Es cierto que el tribunal se parece a un animal en acecho. Pero ocurre

que este depredador, de dimensiones monstruosas, ya ha cogido a su

víctima. K. ha sido detenido; y, hemos visto, como uno de los aspectos

inquietantes del acto, es su creciente publicidad (…) K. no puede eludir

esta publicidad. Tendría que apartarse de su propio cuerpo. Porque la

víctima no sólo ha sido agarrada: desde el primer momento, ha

empezado también a ser incorporada y absorbida por el tribunal. Desde

la escena del desayuno, alimento todavía exterior, pero destinado al

acusado, el tribunal ha ido privándolo, secretamente, de su vitalidad,

fuerza de voluntad, rapidez, e incluso, de su masa corporal (CRUZ,

2008)

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Es tan grotesco el funcionamiento de la ley, que termina anulando

completamente al acusado, dejándolo en la más absoluta humillación. Y aquí

entramos al terreno del Castigo, que en este caso, aunque igual de letal que en

contra de Samsa, funcionó de una forma inversa a lo que se vivió en la

Metamorfosis. Aquí es como que la ley hubiese reconocido su propia

animalidad, algo que nunca sucedió dentro de la familia de Gregorio. Samsa fue

castigado por su comportamiento desviado y animalesco, pero Josef K. es

castigado a volverse él un animal. “¡Como a un perro!” dijo Josef antes de su

muerte. De nada sirvió su racionalidad a lo largo del libro, sus argumentos

lógicos no tuvieron cabida alguna en un juicio. Su culpabilidad era

incuestionable, y el castigo igual de feroz.

b) Lo público y lo privado: Si en la categoría anterior se logró

establecer que en El proceso no hay una esencia constitutiva del hombre y su

cultura, sino un devenir entre lo animalesco, lo humano, lo racional y lo irracional,

nos centraremos ahora en el atentado directo que se realiza en contra de la

dicotomía público-privado dentro de la novela, entendiendo que el carácter público

se adscribe habitualmente a la masculinidad, y lo privado se sitúa en lo femenino,

en las labores del hogar, el cuidado de los hijos, etc.

En el proceso no hay privacidad alguna. Así de simple, y en ese sentido, no

hay un espacio reservado exclusivamente a lo familiar. Todos los cuerpos

pertenecen al Tribunal, todo el espacio social está bajo su vigilancia y su control.

Veámoslo a través del siguiente ejemplo, cuando Josef K. va a comparecer al

tribunal de instrucción:

La verdadera búsqueda comenzó en el primer piso. Como no podía

preguntar sobre la comisión investigadora, se inventó a un carpintero

apellidado Lanz ––el nombre se le ocurrió porque el capitán, sobrino de

la señora Grubach, se apellidaba así––, y quería preguntar en todas las

viviendas si allí vivía el carpintero Lanz, así tendría la oportunidad de ver

las distintas habitaciones. Pero resultó que la mayoría de las veces era

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superfluo, pues casi todas las puertas estaban abiertas y los niños salían

y entraban. Por regla general eran habitaciones con una sola ventana, en

las que también se cocinaba. Algunas mujeres sostenían niños de pecho

en uno de sus brazos y trabajaban en el fogón con el brazo libre.

Muchachas adolescentes, aparentemente vestidas sólo con un delantal,

iban de un lado a otro con gran diligencia. En todas las habitaciones las

camas permanecían ocupadas, yacían enfermos, personas durmiendo o

estirándose. (KAFKA, 2002, p. 26, obra original publicada en 1925.

Cursivas agregadas por mí)

Incluso cuando Josef K. va a ver al pintor Titorelli, y un montón de niñas

aparentemente abandonadas molestan a K al llegar, después el pintor afirma

tajantemente que “también las niñas pertenecen al tribunal. Todo pertenece al

tribunal”. ¿Todo? ¡Absolutamente todo! El espacio privado está sumamente

entrelazado con lo público, por lo que se sobreentiende que todos los cuerpos

están siendo interpelados directamente por este aparataje omnipresente y

regulador de una forma continua. Asimismo, retornamos a uno de los puntos

expuestos anteriormente, acerca de las estrategias y el policiamiento de la

modernidad. Pareciera ser que en el funcionamiento de la ley representada en El

proceso se delata este control de la sexualidad del que nos hablaba Foucault

(1998). No es que la sexualidad está reprimida, está puesta en el discurso, hay

producción de sexualidad.

En el fondo de la sala, mientras K pronuncia su controversial discurso

frente al Juez de Instrucción, un estudiante gime insistentemente mientras está

“apretándose” con la lavandera, en una actitud claramente sexual. Aparece

tachado en el manuscrito de Kafka lo siguiente:

K quiso ir hacia allí en seguida para restablecer el orden y poner fin a

aquel comportamiento desvergonzado. El juez instructor se mostraba

incapaz de hacerlo, ni siquiera miraba hacia allí, se limitaba a esperar

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para ver la reacción de K. Pero éste no pudo bajar de la tarima, había

demasiada gente que se lo impedía. (KAFKA, 2002, obra original

publicada en 1925. p. 33)

Para la justicia, aquel era un acto legítimo y apropiado, el único transgresor,

el desadaptado, el desviado, era Josef K. Pero lo irónico es que K. nunca cayó en

cuenta de esta transgresión. Para la ley era necesaria esta actitud sexualizada,

procreadora, heterosexual, asimismo como era legítimo que madres y dueñas de

casa estuviesen viviendo y criando hijos en el mismo lugar donde estaba el Juez

de Instrucción trabajando. Se estaban formando futuros funcionarios del sistema.

La ley estaba perpetuando su poder en todos los ámbitos, incluido lo familiar. Y

aunque la dicotomía público-privado se difumina, los cuerpos siguen trabajando

ocupando roles de género tradicionales, de la misma forma como el campesino

aguardaba entrar hacia donde se encontraba la ley, en la Parábola Ante la Ley

que está dentro de El Proceso, como esperando que de verdad hubiese algo

tangible adentro, algún fundamento, alguna esencia, a pesar de que hay pura

forma, y nada de contenido.

A final de cuentas, la transgresión no se ve contenida en sí en algunos de

los personajes, como sí pasaba en La metamorfosis. La verdadera transgresión

está en la forma en que Kafka construyó un relato acerca del funcionamiento de la

ley, y del poder, que se acerca mucho a una visión postmoderna. Y, en ese

sentido, así como lo hizo Butler (2007) al recoger una interpretación que hizo

Derrida acerca de la parábola Ante la ley, con esta figura de la “anticipación”, y

acercarla hacia la visión de la performatividad del género, podemos especular que

el género en Kafka, desde el Proceso, no tiene ningún fundamente ontológico, ni

siquiera es algo dado a priori (pues es asunto de posicionamiento), y que la ley, y

el poder finalmente, ni siquiera tiene un fundamente racional, sino que es un puro

devenir animalesco que busca satisfacer las necesidades del sistema, para

perpetuarlo, para sobrevivir. Lo único que se busca con mantener los roles de

género intactos, es preservar un sistema que sea funcional para sus intereses

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propios de preservación. Y el castigo ante la disfuncionalidad, ante la alternativa,

la anormalidad, es el progresivo empequeñecimiento vital del culpable hasta llegar

a la muerte

4. Discusiones finales

A partir del análisis realizado, y a través de las figuras de la transgresión y

el castigo, hemos podido tener un acercamiento hacia la peculiar concepción de

género y de familia que se puede levantar desde estas dos obras de Kafka, La

Metamorfosis y El proceso, y de esta forma, caracterizar el malestar kafkiano en

contra de lo establecido como lo normal, lo moral y lo viable. Desde La

Metamorfosis, tenemos la historia de un sujeto que, encontrándose expuesto a la

sociedad como un horrendo insecto debido a su identidad y su sexualidad que no

estaba en sincronía con la funcionalidad reproductora del sistema, pasó a ser

censurado, ridiculizado y eliminado por su propia familia. En ese sentido, la familia

pasaría a ser retratada como un ente de vigilancia y control policial al servicio de la

multiplicidad de poderes/saberes dominantes. Asimismo, tenemos a la hermana

que logra situarse desde una posición de poder y liderazgo a costa del

empequeñecimiento de su hermano, pero que posteriormente pasó a ser

restringida a una labor de futura esposa por sus padres, demostrando que el

sistema patriarcal no podía ser violado de forma alguna. Y en el caso de El

Proceso, nos encontramos con un sistema voraz y animalesco que funciona a

modo de panóptico, y que borra cualquier vestigio y posibilidad de contenido

esencial y racional, lo único que busca es su satisfacción, por lo cual su interés en

las relaciones de poder establecidas entre hombre y mujer le eran ajenos, sólo

quería que hubiese, mediante ellas, plena funcionalidad y preservación de su

existencia, pero nada más que eso. Es decir, una opción de género pasaría a

estar subyugada por sobre otra por un mero capricho que no tenía nada que ver

con un fundamento último y centrado en algo interno. El género y la familia son en

realidad pura forma al servicio de un sistema.

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La Metamorfosis y El Proceso son fuentes inagotables de teorizaciones de

lo más diversas. Y considero que este análisis es sólo un paso para tener una

visión general de la concepción de género y familia que posee el autor. Quizás

muchos detalles más se pueden encontrar en otros textos de Kafka, considerando

la gran cantidad de cuentos que realizó, o también agregando El Castillo, la otra

gran novela que lamentablemente Kafka no pudo finalizar. ¿Valdría la pena todo

ese esfuerzo?. Por supuesto que sí, especialmente considerando que podríamos

no haber dado el suficiente peso a este gran antecedente a las teorías

contemporáneas y postmodernas que se han erigido en torno al género. Queda

aún mucho por escarbar al respecto, y queda vigente el compromiso para

dedicarse a ello.

Page 17: GÉNERO Y FAMILIA EN LA METAMORFOSIS Y EL PROCESO DE FRANZ KAFKA: MALESTAR, TRANSGRESIÓN Y CASTIGO

5. Referencias:

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