Garcia Pavon, Francisco - El Hospital de Los Dormidos

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    GarciaPavonFrancisco

    Plinio

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    el

    hospital

    de

    los

    dormidosAnnotationEl hospital de los dormidos es otra novela policiaca de Garca Pavn. Tipo de novela conescasos antecedentes en nuestro pas, que l supo espaolizar en el mejor de los sentidos yde manera personalsima, entre otras muchas caractersticas, con los dos protagonistas, yapopulares: Plinio. jefe de la G.M .T. (Guardia Municipal de Tomelloso), y su colaborador yviejo amigo, el albitar don Linaria.El caso de El hospital de los dormidos es originalsimo,gracioso, y est tratado con tal habilidad, que mantiene al lector en permanente suspensiny sonrisa cuando no carcajada hasta el final, totalmente imprevisible. En ello

    colaboran: la plasticidad de su lenguaje, la sorna de su realismo, el trazado de los tipos y laprosa tan sorpresiva del autor, que hasta refleja la sociedad de su pueblo, sin el menorparcialismo.

    Francisco Garca PavnCaptulo primeroCaptulo IICaptulo IIICaptulo IVCaptuloVFrancisco Garca Pavn

    El hospital de los dormidos

    Para Cristina Soubriet, Fernando Guillermo

    de Castro y Fernando de Castro Soubriet, con

    los tres abrazos de cada da.

    Captulo primero

    El primer dormido

    Plinio, siempre que en verano caminaba hacia el Guadiana, recordaba sus aos mozos,cuando al caer la tarde, en tartana o bicicleta, iba con los amigos a los molinillos que sedespatarraban sobre el ro, en busca del agua casi fresca, que pasaba cantandillo bajo lassombras de los lamos. Sus momentos de mayor goce de la naturaleza siempre leparecieron los baos en el Guadiana, cuando con los ojos abiertos bajo el agua veaclaridades diluidas y rotas por su propio braceo.

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    El trago de vino a su hora, el son de las esquilas del ganado que volva al redil al acostarseel sol, el cigarro a punto o las tetas de una moza saltando sobre las sbanas recinplanchadas, fueron otros gozos muy saboreados entonces..., pero slo de unas partes delcuerpo. Pero lo que se dice gusto completo, desde el cogote a los talones, entre risas y

    rboles: sus baos de mozo en el Guadiana estrecho que pasaba por aquellos molinos.Y sonri para sus adentros al recordar que nunca se ba con su mujer pecho a pecho ynalga a nalga. Quin iba a pensarlo en aquellos tiempos que no haba ms moral que la dela carne fra. Y hubiera estado muy bien un bao de novios enSan Juan, en Santa Mara oen El Molino del Curro, saltando los dos entre las ondas en cueros vivos y vindose en lafrente las pizcas de sol que filtraban las hojas de los rboles. Seguro que su hija lo habrahecho muchas veces en el mar. La imaginaba nadando con el culo al sol su culo culetetan querido ante el marido, y los turistas indiferentes.

    Cruzaron la estacioncilla deCinco Casas, jubilada, como los jaraces caseros, lascuevecillas, los pozos, las cuadras y los horcates. Sin trenes con pitos, vagones viejos coloralmagre, y aquel jefe de estacin se acuerda usted, don Lotario? que despeda a losviajeros de todos los trenes meneando la dentadura postiza.

    Menendola, no, Manuel, quitndosela y ensendola con la mano en alto.

    Es verdad, don Lotario, como si le diera mucho gusto tener dientes mecnicos yensearle a los que se iban su boca hueca.

    Ahora quedaban por all vagones ya en desuso, hierbas entre algunos rales lateriales yoxidados... Y en aquel momento, un revolar de pjaros sobre el andencillo, como siestuviera al llegar alguna mercanca apetitosa.

    Don Lotario, como no haba quien le hiciera ponerse gafas de sol all iba, apescado alvolante, con el sombrero pegado a las cejas, los ojos arrendijados y aquella imitacin desonrisa que sacaba cuando no ocurra cosa. Ya por la carretera de Villarta, la llanura verdetotal, sin ms lindero que el cielo, que all donde se junta con lo verde, rezumaba agujas deagua a pesar de la calina, del sol con la calva grana y de algunos trigales trimesinos yapajizos y con las espigas reverenciosas. Quin iba a decir, hace nada, que estos sequerosiban a verse as, tan lucidos y comerciales.

    A unos nueve kilmetros de Villarta de San Juan se desviaron por la carretera de LosLlanos, camino de La Jarrina, de los tres Prez, y de la Casa del Duende, que caa unoscuatro kilmetros a la derecha, y que don Lotario le haba comprado a su sobrino polticoFernando el madrugaor.

    Plinio siempre sala al campo con muchsimo gusto, porque era como volver a los primeroscompases de su vida. Pero cuando, como aquella tarde, sala a nada, se ensombreca unpoco, porque era seal de que no tena que hacer en su despacho.

    A m esto de salir al campo a nada, a mirarlo, me aburre ms que un concierto de

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    tambores dijo en voz alta.

    Y don Lotario, que se saba la idea, le repiti lo de siempre:

    Pues no creas que en el pueblo ver todas las tardes a las siete a la Fernanda, en la esquina

    de la calle del Matadero, esperando a su marido, el que se march a la feria de Argamasillael ao que acab la guerra y todava est por venir...

    Es que le gustaban tanto los columpios que a lo mejor subi en ellos y no se ha bajadotodava.

    Si es verdad lo que contaban, en los columpios, en los caballitos o donde sea, se lo pasarbien con tal de no acostarse con ella, que por lo visto tiene el conejo tan estrecho que no lecabe un calambre. Ya sabes que la noche de bodas dejaron el colchn empapao de sangre yl tuvo la minga en cabestrillo qu s yo los das.

    Cmo le gustan a usted las exageraciones del pueblo.

    Es lo nico que me da el rayo de la risa.

    Columbraron laCasa de la Ratona, pequea y vieja, sin enjalbegar, como resto de otrosagros y otras pobrezas. Don Lotario meti el coche por el caminillo de los lamos blancos,para mejor ojear las vias, la alfalfa, la remolacha y el trigo.

    Y no me ha dicho usted muy bien a qu hemos venido.

    Pues que hace ms de ocho das que no caigo por aqu y he perdido la cuenta del tiempoque falta para cortar la alfalfa, porque Antonio, el caporal, siempre se pasa, y yo confundoun corte con otro.

    Plinio alz los ojos. A menos de un kilmetro se vea la carretera de Andaluca con suscadenas de coches y camiones.

    Se detuvieron ante la nave donde guardaban la maquinaria agrcola. Cada cual se baj porsu puerta.Plinio, removindose un poco los pantalones por semejante parte. Como yaconoca el lugar, y saba lo que le gustaba, mir por orden hacia la pedriza un poco alejada,a la alberca, el jardinillo con rosales y aligustres, y la pareja de cipreses vigilantes,moviendo muy poquito los cucuruchos.

    Fernando no quiso quitar aquella encina dijo don Lotario sealando hacia la vieja apesar de que le coma el producto de ocho cepas.

    Y usted tambin la va a dejar?

    Pues s. Es la nica encina que tengo.

    Mientras don Lotario se acerc a mirar si brotaba el redrojo alfalfero,Pliniovio unos grajos

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    que volaban desde los rboles hasta la nave, a cuya sombra estaba la segadora de alfalfa yla empacadora. Luego inici un pasello hasta la quintera que tena televisin, inodoro yalgunas revistas de colorines. Quin lo iba a decir: los gaanes con "tele", frigorfico,revistas y agua corriente. Se ech un trago de vino de la botella que vio nada ms abrir elfrigorfico, se sec los labios con el pauelo limpio que le dio la Alfonsa aquella maana y

    reli el cigarro de cada hora. En la misma puerta se encontr con don Lotario, que volva.Ya sabe cundo se cumplirn los veintiocho das para eso de la alfalfa?

    Poco ms o menos.

    Entonces qu hacemos?

    Como no quieras que nos baemos en la alberca...

    Qu cosas tiene usted... Al venir me acord de cuando mozo iba en bicicleta a baarmejunto alMolino de San Juan.

    Pues ahora ya no podras baarte all, ni en todo el Guadiana hasta Argamasilla, por muysudao que ests.

    S, ya s que por el pantano desviaron las aguas por unos canalillos. Y digo que s,porque creo que no me he asomado a los molinos desde hace treinta aos.

    Ni yo.

    Pues si quiere usted, ya que no tenemos mejor cosa que hacer, nos damos una vuelta porall.

    Pues venga. Y as recuerdas tus baos de mocete.

    El bao de ro y no digamos el de laguna, me gustaba mucho. Y claro, lo que ms, alsalir del agua, secarse al solecillo del final de la tarde y hacer la merienda-cena bajo losolmos, sin que parase la bota de vino. Y luego, bien fresquitos, volver por la carretera, a laluz del farol de labici, cantando las cosas de entonces : Dnde se mete / la chica deldiecisiete / de dnde saca / pa tanto como destaca.

    Hale, Manuel cantando! No te oa cantar desde que naci Pepito Bols.

    Qu exagerao.

    Venga, vmonos, que Antonio no s dnde para... Mira, Manuel, ya estn ah las dosperdices. Aqu slo se ven dos perdices. No s si es que se turnan o son las de siempre.Nunca he visto tres o cuatro. Codornices s que hay bastantes en estos alfalfares.

    Alfalfares. Como soy as tan aorante, me gustan ms las vias que la alfalfa, y todasestas plantas de regado.

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    Lo mismo diran los pastores antiguos cuando empezaron a plantar vias por estas tierrasde monte y trigo.

    Ya.

    Con el sol de espaldas, desrodaron el camino. Pasada Argamasilla, se desviaron por lacarretera de Ruidera. Frente aLa Alvesa, en los canales del Pantano, se baaban dosextranjeros. Uno rubio con las gafas puestas. Llevaban baadores de colorines y, junto a lacuneta, tenan unos mochilones enormes.

    Fjate, ingleses bandose en el Guadiana, aunque est envasado en cemento.

    O a lo mejor son de Villarrobledo, don Lotario. No presuma usted de saber de dnde esla gente por el color de los calzoncillos, que el otro da vio mi hija a Julia, la que fue monja,con unos pantalones vaqueros metidos en las dos rajas del culo.

    Todo se acaba. Con los curas y las monjas va a pasar lo que con lospay-pays, que ya nise fabrican.

    Es que ha sido mucha historia... Que se ha pasado usted, don Lotario. El camino es aqul.

    Ah, es verdad. Cre que te referas a lo de los curas.

    Aguardaron a que pasaran dos coches para dar la vuelta y meterse por el camino delMolinode San Juan, que sigue tan malo como en los aos 30.

    Pero oye, no se ve el molino. Y mira que est esto desarbolado. Quin te ha visto y quinte ve, molino de San Jos.

    De San Juan.

    Aparecieron unos chicos con cara de Peinado, montados en bicicletas. Don Lotario detuvoel coche, que por lo malsimo del camino llevaba a veinte por hora:

    Oye, chico, dnde est el molino?

    Se hundi hace mucho tiempo.

    No te digo...

    Dejaron el coche junto a la casa de campo de los Peinados y subieron hasta la ribera del quefue ro. Entre las hierbas secas haba dos muelas de piedra blanca como nico resto delmolino. Anduvieron unos pasos muy despacio. Vieron restos delladrn.Habandesaparecido muchos rboles de las orillas, y todos los juncos. Abundaban troncostumbados y medio podridos y hoyos de rboles que fueron. Lo nico verde y fresco quequedaba en aquellas mrgenes jubiladas eran zarzamoras. Hasta pocos aos antes, segn les

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    contaron luego, corri algn agua por aquel lecho, pero el molino se hundi mucho antes.

    Despus de caminar unos metros ms se detuvieron con las barbillas cadas:

    Qu, qu me dice, Manuel?

    Hasta esto.

    Hasta esto, qu?

    Que hasta esto puede quedarse tan intil como la vida de un hombre.

    No dramatices, Manuel. Todo consiste en que el agua la han desviado un poco, hasta elcanalillo.

    Eso s, pero que la Mancha se haya quedado sin Guadiana no haba pasado en toda lahistoria.

    Pero riega ms que regaba, aunque bae y luzca menos que baaba y luca.

    Ya, ya.

    Sentados y recostados en dos rboles medio podridos, liaron los cigarros y quedaronmirando a aquel canal somero de tantas aguas idas.

    Cuando nios, nos pareca el ro tan hondo, y fjate.

    Bueno, yo siempre recuerdo que no me cubra. De mozo, a lo ms, me llegaba al pecho.

    Cuntas risas y magreos oiran y veran aquellas aguas desde que el mundo es mundo.

    Total, que hemos echado la tarde a tristezas. Menos mal que su alfalfa va bien.

    Eso s.

    Despues de un corto silencio se levant don Lotario, con el cigarrillo en el pico.

    Es que ya se ha cansado usted de estar a la orilla... del aire. Iba a decir del agua?

    Tiene gracia eso: a la orilla del aire. A la orilla de la nada estamos siempre.

    Ahora es usted el que ennegrece. No lo he dicho con esa intencin. Ms bien comochiste.

    Ya, ya. Es que con tanto hablar de aguas me han entrado ganas de hacerlas..., aunque a laorilla del aire... Siempre estamos a la orilla del aire... En cualquier momento. Perdona.

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    Y sin quitarse el cigarro de, justamente, debajo de la nariz, se arrim a una zarzamoragrande que se doblaba un poco hacia el cauce y mirando al cielo bajo el ala del sombrerocomenz a hacer sus aguas.

    Plinio le echaba reojos, sonriendillo, porque el veterinario siempre orinaba as, mirando a lo

    alto, con los ojos un poco guiados como si el vaciado de su vejiga le produjese amago decosquillas.

    Cuando el hombre acab con sus aguas y baj la cabeza como para ver pens Pliniocmo le haba quedado de gustosa la minina, se le agrav el gesto, qued mirandofijamente al yerbajoso pie de la zarzamora y sin quitarse ambas manos de donde las tena,comenz a llamarlo con voces desproporcionadas a la poca ribera que los separaba.

    Manuel, Manuel!... Ven, ven, ven!

    Pero qu pasa?

    Ven, ven! Que me he meao en un muerto.

    En un muerto?

    En un muerto que, si no veo visiones, se llama de nombre, de apellido y apodo ManuelGarcaEl Toledano.

    Es posible?

    Como lo oyes.

    Plinio, a pesar del rebato, se levant con sus calmas, se manote la culera y fue hacia dondeestaba don Lotario ya embraguetndose, pero clavados los ojos en el aparecido.

    CuandoPlinioestuvo a su altura, el veterinario seal, estirando la barbilla, al pie de lazarzamora. Y Plinio, apartando las ramas bajas con el pie, mir con mezcla de respeto ydesconfianza.

    Pues s que es Manuel GarcaEl Toledano.Y cmo lo ha conocido usted tan pronto?

    Es que por la vertical de mi chorro se vea muy bien.

    Entre las hierbecillas se le columbraba la cara mojada de orina, con los ojos cerrados, peroel gesto muy natural, como de dormido. El cuerpo, ms que tumbado, estaba mediovertical, sobre la cuestecilla que haca la ribera por aquella parte.

    No tiene pinta de muerto.

    Ya lo veo, ya. Pero t me dirs. Un hombre al que le mojas toda la cara, aunque sea conchorro caliente, y no se estremece...

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    Usted que es casi mdico reconzcalo.

    Don Lotario sac el pauelo y con gesto de mucha repugnancia, aunque fuese suyo ellquido a enjugar, le sec el pelo y la cara aEl Toledanoy tir rpido el trapillo al que fue

    ro. Luego, dejndose escurrir un poco por la pendiente, se arrodill junto al Toledano. Letom el pulso, le palp la frente y le peg la oreja en la corbata, as medio tumbado,alzando mucho la cara bajo el sombrero algo ladeado :

    Est tan vivo como t y como yo.

    Qu raro... Hgale cosquillas.

    Don Lotario le rasc en los sobacos y Manuel Garcal Toledano, como soando, dejescapar una sonrisa nerviosa.

    Se re y todo. Qu to.

    Vamos a subirlo que est ms cmodo.

    Lo tomaron de un brazo y de una solapa cada uno y en dos tirones lo dejaron sobre la sendadel ro. Don Lotario le cruz los brazos sobre el vientre, porque qued muy desparramado.Tan grandn y bien vestido, como iba siempre, aunque con arrugas y la calva sucia, ahoraestaba echado paralelo al cauce seco.

    Y qu hacemos ahora, Manuel?

    Esperar a ver si se despabila... No entiendo qu puede hacer aqu un hombre como ste,solo y sin sentido. Borracho tampoco parece.

    Don Lotario le acerc la nariz a la boca entreabierta.

    No huele.

    O estar drogado?

    Yo no s cmo se quedan los drogados. En mi vida he visto a uno.

    Yo tampoco... Y cualquiera se lo lleva al pueblo. Con lo que pesa este hombrenecesitaramos otros dos como nosotros para acercarlo al auto... Voy ah, a la casa de losPeinado, que alguien debe de haber, puesto que estn los chicos, y nos echan una mano.

    Esprate un poco, a ver si resucita.

    Espero un pito dijoPlinioofrecindole un caldo.

    Bueno. Todas tus esperas son tabaqueras.

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    Nuestras esperas.

    No estara mal poderse fumar un pito, el ltimo cuarto de hora, en espera de la muerte.

    Yo, desde luego, como tenga aliento, me lo fumo.Y yo... A ver si nos entierran con la colilla en la boca.

    Encendieron y, despus de dar la primera chupada, con los ojos bien puestos en la lumbre,quedaron mirando a Manuel GarcaEl Toledano, que en aquella posicin ms cmoda,pareca estar a gusto.

    Y el to va de traje nuevo, corbata hermosa y camisa limpia.

    Ya sabe usted que estosToledanosson ms presumios que una novia con el ramo.

    Si, para andar por el pueblo, pero para salir al campo, no me digas.

    Entonces usted cree que ha venido de excursin.

    Yo, Manuel, creo lo que t digas.

    Cmo va a venir solo y se va a tumbar ah en tan mala postura... A ver qu lleva en losbolsillos.

    Se pusoPlinioen cuclillas y empez a registrarle todos los huecos.

    Lleva su cartera con billetes..., el reloj de oro, monedas, mechero, gafas, la alianza.

    Normal.

    El Toledano, como incomodado al sentir manos por tantas partes del cuerpo, se dio mediavuelta y qued con el perfil hacia la zarzamora.

    Cuando acabaron el cigarro los justicias, el tumbado segua igual.

    Bueno, creo que ya ha estado bien. ste no amanece. Voy a ver si hay algn Peinado ynos ayuda a llevarlo.

    Venga. Te esperamos.

    Cada da cosas nuevas. Pero un hombre con la cara meada no haba visto nunca. YunToledano, adems. Tan relimpios... ste ya tendr los cincuenta bien cumplidos...

    Iba dicindosePlinioro abajo.

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    Apenas lleg al solar del viejo molino, son una voz entre los rboles:

    Pero hombre, Manuel, qu hace usted por este Guadiana jubilado?

    Era Eladio Peinado, con su hermano Anselmo, el catedrtico y astrnomo.

    Despus de cambiar saludos, les contPlinioel percance, y los dos Peinado, ms suhermano Emilio, las mujeres y el montn de chicos, fueron al lugar del tumbado...

    Pues nosotros no hemos visto ni odo pasar a nadie por aqu.

    Habr sido mientras echbamos la siesta.

    Plinio iba delante sin hacer preguntas, de momento.

    El Toledano estaba panza arriba, como qued despus del registro, despatarrado, y conamago de sonrisa.

    Lo estuvieron contemplando todos un rato y haciendo suposiciones nada esclarecedoras,hasta que por fin decidieron llevarlo a la casa deSan Juan.

    Venga, a la una, a las dos y a las tres.

    Aunque somos tantos, pesa lo suyo.

    EstosToledanossiempre fueron de mucho comer.

    No tengis miedo que se vaya a despertar por ms que lo movamos dijo don Lotario. Despus de irte t, Manuel, le he hecho ms cosquillas, y le he tirado pellizcos, y que siquieres.

    El que no se despierta cuando se mean encima de l, no se despierta nunca dijo una delas mujeres.

    No seas malagera, que el to est vivo y caliente le replic su marido.

    Creo que antes de meterlo en el coche convena dejarlo un rato en una cama para ver sise anima aconsej Eladio. Te parece, Manuel?

    Como queris... Era por no molestar.

    El Toledano, con la cabeza cada hacia atrs, daba una especie de ronquidos gorgoritosos.

    Con la boca abierta, y con el meneo, ronca dijo Anselmo.

    Venga dijo otra de las seoras, dejadme que le sujete un poco la cabeza al pobre.

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    Y se puso tras l cruzndole las manos bajo el cogote.

    Al llegar a la puerta de la casa lo dejaron en el suelo.

    Venga, chicas, abrid las puertad de par en par para que podamos entrarlo. Y preparad una

    cama bien fuerte.S, aqu en la de hierro.

    Ya est.

    Venga, vamos al ltimo viaje.

    Pero qu gafe est sta...

    A una, a dos, a tres...

    Lo tomaron entre casi todos los presentes por donde podan, y lo entraron en la habitacinque estaba en el mismo portal, y dejaron caer sobre una cama muy ancha, de hierrosdorados, que haba en la penumbra. Se le qued alzada la pernera del pantaln y se veanptalos de flores de hinojo pegadas a los calcetines granate.

    Ya bien posado en la cama, Manuel Garca solt un suspiro muy profundo y reasom lasonrisa de gusto, como si apreciara la comodidad del colchn o viera entre sueos algo demuy buen color.

    Y usted, don Lotario, qu cree que puede ser esto? le pregunt Emilio.

    Ni idea. Mis enfermos, cuando los tena, tal vez por ser irracionales, no tenan males tangustosos.

    Tapadlo un poco con la colcha, no sea que se enfre dijo la hermana de los Peinado.

    Cmo va a enfriarse con esta tarde?

    Venga, vmonos fuera a tomar un vino y a ver si mientras se le hace de da.

    Quedaron todava unos segundos, como rebinando, con los ojos fijos en aquel corpachncon corbata, camisa con iniciales y brillantina en los aladares, y salieron a la sombra de losrboles que rodeaban la casa deSan Juan.

    Una de las mujeres sac vino del pueblo y queso en aceite ya casi verde, de puro regustoso,y empezaron a lengetear entre sorbos, cigarros y recuerdos del ro que se fue de all. Antelas cales sonaban las palabras alegres y las risas que hacan historia de la familia de ElToledano. Aunque la historia era tan flaca, que no se pusieron de acuerdo si les llamabanToledanosporque tuvieron antepasados de Toledo o porque siempre vivieron en la calle deese nombre.

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    Varias veces entraron las mujeres a ver si se despertaba, pero el hombre segua tan a gusto,hasta que ya cerca de las diez, cuando andaban en los ltimos vasos y primeros silencios, seoy un bostezo largusimo.

    EsEl Toledano!A lo mejor se ha despertado.

    Todos se acercaron a la ventana. Plinio, sin sitio por donde mirar, pas rpido al portal.Don Lotario fue tras l. Manuel Garca, con ambas manos debajo de la nuca, volvi abostezar con la misma fuerza y son que antes. Luego sopl y, por fin, entreabri los ojos yqued fijo en la luz de la mesilla. En seguida empez a mirar hacia uno y otro lado. Seincorpor con cara de no saber dnde estaba. Plinio, para sorprenderlo, dio al interruptor dela bombilla del techo, que estaba junto a la puerta.

    El Toledano, deslumbrado, mir al corro de los que ya haban entrado en la alcoba. Enseguida repar en Plinio. Luego comprob que estaba vestido de pies a cabeza. Y quedpensativo, como dndole vueltas a la cabeza hacia atrs. Y por fin, con voz miedosa,pregunt:

    Dnde estamos, jefe?

    EnSan Juan, en la casa de los Peinado, los de la ferretera. No los ves?

    Se pas la mano por la calva, como para acelerar el cejar de su cerebro.

    Y cmo llegu aqu?

    ... No llegaste, te trajimos.

    Desde dnde? pregunt con ansia.

    Don Lotario y yo te encontramos esta tarde tumbado junto al ro... Vamos, junto a lo quefue ro, entre zarzamoras e hinojos.

    El Toledano puso cara de preocupacin ms consciente y mir la hora.

    Y vosotros, Manuel y Lotario, qu hacais por aqu?

    De paseo. Vinimos a recordar baos viejos.

    Ya.

    El recin despertado se volvi a mirar la sortija y el reloj, luego sac la cartera y cont losbilletes.

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    Te falta algo?

    Sin contestar volvi a contar.

    Unas tres mil pesetas... Pero no reaccion en seguida, sas las gast yo. No me falta

    nada.Si recordaras lo que hiciste esta tarde...

    Recuerdo lo que hice en las primeras dos horas, poco ms o menos... Despus de comerdi mi cabezada, como siempre, fui al casino, tom caf con los amigos hasta eso de lascinco y, tambin como siempre, me fui a dar un pasello como me tiene mandado elmdico...

    Y qu ms? insistiPlinio, mirndolo con fijeza.

    Despus de pensarlo un momento o intentar forzar la memoria intilmente, dijo con airemuy convencido :

    Despus... No me acuerdo, jefe.

    De nada, de nada?

    De nada.

    Entonces pinch don Lotario no te han robado, no te han pegado, ni recuerdas quenadie te haya dado adormidera para poderte traer aqu aSan Juan y dejarte sin sentido entrelos rboles... Para qu?

    Yo qu s, Lotario. Y no he mentado para nada las adormideras.

    Hablaste con alguien cuando dabas el paseo?

    ... Hablar no, algn saludo.

    Y por dnde fuiste?

    Por elPaseo de la Estacin... El Parque Nuevo... hasta Santa Rita.Por donde casi todoslos das.

    Por esos sitios con todo el calor de la siesta.

    S, Manuel, ya te he dicho que es mi costumbre, en invierno y en verano dijo con unpunto de mal genio.

    Oye, que intentamos ayudarte, nada ms ni nada menos.

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    Perdona.

    Quedaron todos en silencio.

    Toledano prob a ponerse de pie. Se mantena bien. Se pas las manos por las corvas, como

    dndose masaje. Ya bien firme, se estir la americana y enderez la corbata:Es todo lo que puedo decir, seores. Lo siento.

    No, si era por ti. Pero ests sano y salvo, que es lo principal.

    Y bien dormido dijo una de las mujeres.

    Eso s. Vais alguno para el pueblo?

    Don Lotario y yo.

    Me queris llevar?

    No faltaba ms.

    As acabo de daros la tarde dijo acercndose aPlinioy dndole una manotada en elhombro. El gran Plinio, que descubre hasta cuando dejan a uno dormido en la orilla delGuadiana.

    Quien te descubri fue don Lotario cuando se le ocurri... acercarse a una zarzamora aver cmo estaba de granillos, y te... vio debajo.

    Don Lotario hizo un mohn de risas.

    Salieron todos de la alcoba detrs deEl Toledano, que segua meditabundo. No quiso tomarun vaso de vino. Luego de pasarse la mano por la cabeza se la oli con desagrado. Plinioydon Lotario se miraron.

    Por favor, Eladio, podra lavarme un poco las manos?

    No faltaba ms. Pasa.

    A poco sali bien peinado, ya claro, sin brillantina y bien puesto.

    Ya en el coche callaron. Todava se vea sin faros.

    Con estos cambios de horas no anochece nunca.

    El Toledano no contest de momento y volvi a pasarse las manos por la cabeza y aolrselas.

  • 7/21/2019 Garcia Pavon, Francisco - El Hospital de Los Dormidos

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    ... Desde luego, Lotario. Y si continan adelantando los relojes, nos levantaremos sin quehaya anochecido todava contest como distrado y en vista de que no lecontestabaPlinio.

    Cuntos nietos tienes ya, Manuel?

    Dos y gracias, Lotario.

    Con frases as, sueltas y forzadas, entraron en el pueblo.

    Dnde te dejamos?

    Ah, en la plaza... Jefe, no dices palabra.

    Qu quieres que diga? Ya me lo has contado todo.

    No te has credo lo que os he dicho que hice esta tarde?

    Me suena que falta algo... Pero eso es cosa tuya.

    T, tocayo, s que siempre ests en lo tuyo.

    Eso, en lo mo, en el sentido comn.

    El Toledano qued callado. Don Lotario, frenando, se arrim a la acera del Casino de SanFernando. Se bajaron los tres.

    Quieres una caa, Manuel?

    Gracias, voy a hacer un recadillo... Y muchas ms gracias por todo. De verdad, seores,que no tengo nada ms que decir.

    Ni siquiera por qu parte de tu paseo, poco ms o menos, perdiste el sentido, te lleg elsueo o lo que fuera?

    Ni eso. Uno nunca sabe en qu momento se queda dormido.

    Pero si dnde.

    Toledano, ya fuera del coche qued mirando a Plinio con los ojos muy severos.

    Gracias otra vez y hasta luego.

    Cuando cerr la puerta don Lotario, yEl Toledano se haba apartado unos metros, le dijo aPlinio:

    Has estado un poco duro con l, Manuel.

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    Conque un poco duro? No se ha fijado usted en la cara de mentiroso que pona a ratos?

    Entonces qu piensas que ha pasado?

    No s, pero cualquier cosa, adems de lo que ha contado.Tampoco crees que le ha sorprendido encontrarse dormido en la casa deSan Juan?

    Eso s. Me refiero al arranque de todo.

    Y qu inters puede tener en ocultarlo si no ha pasado nada malo?

    Ah! Y qu don Lotario ste. Y yo qu s.

    Captulo II

    Historia de media boda y el segundo dormido

    Aunque el sol estaba ya a ras de chimeneas, y rojizo, en la terraza del casino la gente sepaueleaba el sudor y tomaba refrescos.Plinioy don Lotario, sentados, aguardaban a losnovios, con ojos desilusos para sumarse al personal invitado, que ya rodeaba los rbolesmirndose los trajes y el brillo de los zapatos.

    En los balcones de la plaza, tras persianas y cristales, bullan ojos, labios y manos.

    No s por qu se casa la gente con estos calores.

    S, Manuel...

    El pasarse la noche de bodas sudando, no convida.

    A lo mejor en cueros, con la ventana abierta y la luna a estreno...

    Perdn, don Lotario, pero no s qu tenga que ver la luna, aunque tiene color de fro, conla temperatura.

    Unos pjaros repentinos volaban en redondones sobre los rboles y las invitadas queechaban sonrisas al aire.

    Te acuerdas? Hasta los aos treinta o as hubo un sacristn, Paco, que llevaba cuenta detodas las bodas que se haban celebrado en la parroquia desde su fundacin.

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    Tambin de los bautizos y entierros.

    Ya, ya. Llevaba al da las sumas de los archivos parroquiales.

    A pesar del calor y por ello tanto paisano ausente, haba curiosidad en el pueblo por aquelmatrimonio. Pues el novio, Jos Lorenzo, aunque hijo y oriundo de all, viva fuera desdeque estudi; y ella era de Oviedo, nada menos. Contaban que Jos Lorenzo haba hechocuestin de honra casarse y enterrarse donde naci. Se lo puso por condicin a la asturianay ella trag porque entre la soltera y Tomelloso prefiri ste.

    Pero despus de darle este primer gusto, nada. Ya veris. Que uno siempre acaba siendo dela tierra de su mujer, comentaban los listos.

    Tambin contaba Paco el sacristn que como en aquellos tiempos las bodas durabanbastante, a algunos novios, por los nervios del ceremonial, les daba el rayo lquido, y era deverlos vibrandillo la pierna con disimulo para contener la fuente durante las bendiciones.

    Es verdad, tanto rato de pie, entre curas, suegros y novia debe alterarse mucho la espita.

    A ti te la alteraron, Manuel?

    Quin se acuerda! Pero yo siempre fui bastante tranquilo de piernas y muslo, y no comoel doctor Federico.

    Deba ser gracioso, Manuel, que en el momento de preguntarle a uno si quera a laMilibia por esposa, a la vez que el s a la boca le llegase el chorrete calentn por lapernera.

    Qu imaginaciones tiene usted, don Lotario.

    Las que no cuenta nadie y a todos nos llegan en los ratos mohnos. Los mejores... Quesiempre estamos diciendo ecos.

    El coro de los pjaros echaba sus pos agudsimos contra las piedras doradas de la iglesia.

    Y de pronto, sin saber de quin, son una carcajada ruda y aspirante.

    Hay carcajadas que matan, Manuel dijo don Lotario mientras con una mano se hacaaire con el peridico y, con la izquierda, muy finamente, se rascaba los testimonios.

    Soncarcajsde esas que se llevan embutidas mucho tiempo y, a lo mejor, por un luto,por una boda o por esta calina que nos agosta, salen rompiendo el aire.

    Dirs la calina que nos juliea, que todava no lleg el de fro el rostro.

    Ya est ah el novio, ya est ah el novio, comenz a orse.

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    Muchos se pusieron de puntillas, y algunas mujeres se subieron en los bancos.

    Las boinas no dejan ver al novio dijo un panza que haba junto a ellos, subido en unasilla de hierro y casi tapando el asiento con sus pies grandsimos.

    Pero si va de uniforme les voce aPlinioy a don Lotario.

    Con uniforme de qu? pregunt desde abajo uno que tena voz de sordo.

    De ingeniero, de lo que es.

    Pues sabe lo que le digo, Manuel?: que igual que embaularon las sotanas debieran hacercon los uniformes de civiles.

    Eso est bien, las cosas como son core don Lotario, guindole el ojo aPlinioypellizcndole el uniforme.

    Yo soy municipal, no civil dijoPlinio.

    Pues s que trae el novio acompaamiento proclam el panza desde su altura.

    Acompaamiento de bacines ser, porque l, aqu, de familia, poca. Slo le quedan doshermanos : Felipe el de la Agencia, casado con la Recinta; y la Rosa, que lleva treinta aosdiciendo que va a ser monja, pero de las dos misas diarias y de confesarse con todos loscuras cada vez que abren el armariete no pasa.

    Ay!, qu don Lotario ste dijo el de los piezacos y la panza, sin dejar de mirar alpblico y qu leche ms bailona tiene.

    Plinio cabece gracioso por lo de la leche bailona y el veterinario encogi los hombroscomo satisfecho de que el dicho le hubiera gustado a Plinio.

    Cada momento estaba la glorieta de la plaza ms repleta de convidados con corbata,sudorcillos de tetas y sequedades de boca.

    Quin tuviera tanta vista como para ver cundo se convierte un pelo en cana... Porquemuchos se convierten de repente, seguido, sin pasar por el gris de entre tiempo. Ahoramismo, entre todos los que estamos aqu, seguro que nacen cinco canas por minuto dijoel panza sin venir a cuento, mientras se tocaba las dos sienes con las manos.

    Y las que salen en otras partes del cuerpo que no se ven aadi Antonio Pacheco, queacababa de llegar y escuchaba apoyado en su bastn.

    Sin decir nada, y como si tuviera mucha urgencia en estar con ellos, Rodrguez donReprimido Rodrguez, como le llamaba Menchen, el boticario nmero cuatro, vestidomajo para la boda, se arrim a los justicias.

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    Qu cuenta el seor Rodrguez?

    Nada, Lotario, qu quieres que se pueda contar en esta vida rodeada de nichos por todaspartes, menos por la de los panteones?

    Venga, hombre, anmate un poquillo, que por algunos lados hay bodas, como bien dicetu traje.

    De boda! Despus de traerlo al mundo, el peor engao que puede hacrsele a un antropoes casarlo.

    Pues qu hay de malo en las bodas, Rodrguez?

    De malo? Las mujeres, Manuel, las mujeres. Que despus de los sermones es lo mspesado que puede mentar boca, lo ms acibo que lleg al mundo de los hombres. Hombrespesados hay, ya lo creo, pero no todos. Y las mujeres, s. Plomo total. Ni una algera, asque las oyes dos horas, incluidas las del acueste acab, sentndose, ponindose su caradelgadilla entre las dos manos y mirando al vaco con aquellos ojos negros, grandes y casilagrimosos que pona cuando despotricaba contra el mundo. Siempre.

    Hoy le hadaopor las mujeres. Las de la raja, los aqu yace, los curas y lasbodas es lo suyo dijo don Lotario a medio tono.

    Manuel salt Rodrguez sin apartarse de lo suyo ni dejar de mirar hacia la Posada delRincn, todo el da estoy pensando: a dnde habrn ido a parar los vestidos de novia detodas las que se casaron en este pueblo?

    Pero desde los tiempos de Aparicio y Quiralte?

    Por lo menos...

    Hombre, Rodrguez, el problema se las trae dijo el guardia con la barbilla entre dosdedos y los ojos entornados. Verdad, don Lotario?

    Cierto, seguro.

    Debe haber todava bales y cmodas antiguas con trajes de novia de los tiempos de donPedro Quintn Araque, alguacil mayor de esta villa, entre bolas de la polilla y flores secas.

    Y en los camisones de las noches de boda no has pensado, Rodrguez?

    sas acababan gastndolos, Lotario. Los primeros aos slo se los ponan en los partos ocuando tenan enfermedades bien vistas, como los catarros, pero as que pasaba el tiempo,se acostaban con ellos todas las noches hasta hacerlos hilas... Deben ser pocas las queguarden los camisones de la noche grande, sin haberles lavado las gotas de sangre deldesvirgue oficial.

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    ... Y call en seco, mientrasPlinio, don Lotario y todo el personal, sorprendidos por lasalida, a pesar de conocerlo tanto, lo miraban, cada cual con su gesto ms sinaco.

    Pero Rodrguez, despus de bizquear un momento con aquellos ojazos tan hombrones,

    sigui premioso:Los talones desnudos son las partes ms tristes del cuerpo (ms, incluso, que lascriadillas de viejo miradas por detrs, en el trance del despatarre)... Pero desde hace algntiempo ya no pienso en ellos. Ni me los miro en el espejo. Ya no le digo a mi mujer queapague la luz para descalzarse. Ya no sueo con todos los tomelloseros desfilando con lostalones en cueros y sucios.

    Pero, Rodrguez, mucha gente se lava.

    No hay taln totalmente limpio, Manuel, ni sin arrugas... Pero ya digo que se me pasanmuchas noches sin pensar en ellos.

    Menos mal.

    Rodrguez, despus de un minuto de silencio, entr pirado en el casino.

    Ya va a mirarse los talones.

    O las criadillas por detrs.

    Qu vida sta ms amena eh? le dijo Manolo Perona sonriendo, que en aquelmomento lleg con la bandeja en el aire.

    Es verdad, Manolo parle don Lotario, esta tarde todo me parece dicho en idiomaque no s dnde se habla.

    En Tomelloso, don Lotario, en Tomelloso y sigui haciendo regates con la bandeja.

    El novio no deja de saludar gente dijo el panza viserendose con la mano.

    Claro, como vive fuera... Si a su abuelo, el que fue tonelero, le llegan a decir que tendraun nieto ingeniero, con uniforme y todo, Manuel.

    Es verdad, don Lotario.

    Con esta calina la gente est bebiendo ms cerveza que en la feria.

    Pues as que lleguen los invitados al saln de la boda, rpido van a dejar losvidrioslavaos.

    Hace mucho tiempo que pas aquella floracin de los uniformes que nos lleg aqu al

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    acabar la guerra. Entonces todo el mundo quera ir de color monolog el panza.

    Ya est ste otra vez con los uniformes o no fue l? dijo don Lotario aPlinioen vozbaja.

    Adems de con los talones, sueo muchas noches con orejas grandes dijo Rodrguezelreprimido, ya de vuelta.

    Pues vaya da que llevas hoy dijo don Lotario volvindose hacia l de los talones alas orejas.

    Perona, que volva, se carcaje sin disimulo. YPlinio:

    Explcate, por favor. Por qu slo sueas con los que tienen las orejas grandes y no conlos que las tienen normales?

    No s... Y siempre los veo por detrs, a contra sol, con las orejas casi transparentes...Como estamos tan acostumbrados a ver orejas no reparamos en lo feas que son, sobre todolas grandes, tan salientes, como retales acrlicos: como paravientos o paraluces de cartulinagorda... S, muchas maanas, antes de despertarme del todo, veo pasar docenas y docenasde hombres con las orejas de a cuarta, abaniqueando a los prjimos; docenas y docenas demujeres con las orejas largusimas que se les salen de las melenas y se las meten por elescote.

    Talones amarillos, orejas bajo el sujetador... Qu sueos ms cenizos.

    Y otras cosas flojas del hombre que no digo, Manuel, para no evocar ms miserias.

    Pero t todava eres joven.

    Si no lo digo precisamente por m, que todava amanezco ms ancho de lo que soy, sinopor lo que sueo: las flaccideces de los de la cuarta edad, tan dejadas entre la oscuridad delos pantalones... Os imaginis las de los Reyes Magos?

    Pero si los Reyes Magos no llevaban pantalones.

    ... Peor todava, badajeando entre las faldas

    Qu mundo el de este hombre! salt don Lotario. Qu mundo de muertostronchados de risas.

    Y con las ingles canosas! saltPlinio.

    Lo dijo tan fuerte, cosa rara en l, que los rodeantes soltaron la risa y se volvieron muchasboinas.

    Y menos mal que se las traga la tierra.

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    El qu, Rodrguez, las orejas o lo otro?

    Las orejas, don Lotario.

    Os imaginis, si no fuera as, las tumbas comunes, llenas de orejas vivas haciendo odoa todo lo que se dice ahora?

    Cundo empezar la boda dijo don Lotario aPlinioen voz baja, a ver si deja estebombardino de contar alegras.

    Segua el calor, ahora con mariposas. Mariposas color zcalo verde, paradas en los bordesde los vasos.

    Y qu hace todo el mundo mirndose el reloj? preguntel Bocazas.

    Pues que la boda era a las siete, ya es la media y la novia sin venir.

    Es verdad, Manuel dijo Rodrguez mirando su reloj, a lo mejor se ha arrepentido, oque a la hora de poner los talones en la calle a la pobre novia le dio la apretura y estarlavndose las dos medias lunas y las canales maestras.

    Desde luego, Rodrguez, eres ms siniestro que la almohadilla morada de un atad.

    Del suyo! Y djese de siniestreces. A una asturiana comiendo gachas, bebiendo vino detantos grados y con esta calina que hace sudar los meiques, le puede llegar cualquierflojera.

    Y mejor es que le d el rayo ahora que en plena noche de bodas.

    El novio ya est nervioso y no escucha a nadie dijo alguien.

    Se pusieron en pie los contertulios dePlinio.

    Desde el borde de la acera miraba el novio hacia la calle de la Independencia, con lasmanos cruzadas sobre la cola del uniforme.

    A lo mejor la novia, como no conoce el pueblo, se ha perdido y est en el puerto dePajares.

    Todos los balcones se han llenado de mujeres.

    Les lleg la noticia y salen a medio peinar.

    Sin acabar de darle de mamar a los nios, que se han quedado con las boquillas al aire.

    Huecas.

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    Qu ms da.

    Las mujeres tienen mucha antena para cosas de ingles y de altares.

    Como que nuestra religin es la historia de un parto.Pero sin romperlo ni mancharlo.

    Las mujeres han hecho el mundo por dentro.

    Los hombres slo hemos sido los albailes.

    Vivimos en un mundo de coos abiertos soltando bacines...

    ... Que siempre lo vern todo desde ah.

    No tenemos remedio: todos los hombres somos nios cubiertos de coo coron lacoralel Deprimido, con voz ronca y los ojos como ceniceros.

    Ahora el cura, con traje de ir a jugar al golf, junto al novio, miraba tambin hacia la calle dela Independencia.

    Ramoncito Serrano volva de junto a la puerta de la iglesia, con visaje de no entender.

    Qu dicen, Ramn?

    Pues nada, que los Romero, los primos del novio, fueron a ver qu pasaba y todava nohan vuelto... Ahora ha ido Benito, el sacristn.

    Qu raro! A la boda propia es al nico sitio que las mujeres no llegan tarde.

    Lleva razn Manuel dijo el veterinario.

    Se habr puesto mala.

    ... O se habr ido con Pepeel Romanodijo Perona, que volvi.

    Pepeel Romano?Quin es se? pregunt Pacheco?

    Que este Manolo es muy ledo. Se sabe a Lorca y todo dijo don Lotario.

    Llegaban gentes de todos lados con los ojos clavados en la puerta de la parroquia. Gentescon los ojos altos y la boca de gusto.

    Acaba de ir Rosa, la hermana del novio, la que piensa ser monja, a ver. Vers cmo sase entera en seguida dijo una mujer vieja acercndose mucho aPlinio.

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    Yo quiero ver la funcin un poco ms de cerca. Te vienes, Manuel? dijo don Lotario.

    Plinio puso cara de aburrida conformidad y se levant sacudindose cenizas. Perona no sedecidi a alejarse hasta la puerta de la iglesia.

    Ahorael Deprimidoa mirarnos las orejas por detrs dijo don Lotario.

    Yo no las tengo muy grandes, pero las de mi padre eran dos paipais.

    No me acuerdo, Manuel, de las orejas de tu padre... Las mas tambin son grandotas.

    Y se las pue bajo el sombrero.

    Y adems siempre estn ms fras que el resto del cuerpo.

    Es queel Deprimido, Manuel, siempre habla de temperaturas extremas: de lo ms fro yde lo ms caliente del cuerpo.

    Pues l en el cerebro debe de tener tempanillos.

    Ms bien gusanos por cmo lo ve todo.

    El novio estaba all en el mismo borde de la acera anchsima, con la cara de piedra y juntoal cura. Los dos mirando hacia la izquierda. La gente se agolpaba tras ellos; y lo que se diceen la misma puerta de la iglesia, slo quedaba un monaguillo metindose muy distrado eldedo hasta lo ms hondo de las narices; y una mujer con muletas.

    El pblico de invitados y curiosos, al ver a los justicias, les hizo lado, y hasta lesempujaban hacia el novio impar, a ver si sacaban algo en claro. Llegaron al borde de laacera, casi en volandas. El cura les hizo un meneo de ojos muy dubitativo, y el novio ni lossalud, de lo palo que estaba.

    Para qu coo hemos venido aqu? preguntPlinioen voz baja a don Lotario, al verseen la presidencia.

    ... No hemos venido, Manuel, nos han trado... Las orejas del novio tampoco sonestrechas.

    Pronto se ha contagiado usted de Rodrguez.

    Es que distrae mucho.

    Un grupo de gentes delante los hombres suba a buen paso por la calle de laIndependencia como a traer nuevas. Pero antes de llegar al Colegio de las Monjas, se lesadelant una moto a todo gas, que peg el frenazo en seco junto a los pies del novio. El quela conduca, que tapado con casco colorado y gafas, no se le conoca, dijo muy deprisa,

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    muy deprisa:

    La novia no est en la casa, no est, no est.

    Quin lo ha dicho? le grit el cura casi increpante.

    Yo. Se ha ido, se ha ido.

    Y arranc la moto.

    Llegaba el grupo de hombres y mujeres.

    Se ha ido.

    Con el ramo en la mano.

    Dijo que iba al retrete.

    Y no volvi.

    Con el ramo en la mano. Y hasta ahora.

    Unos a otros se quitaban las voces con caras y ojos de muchsimo gusto.

    As que pas un rato y no sala, fue el padre a ver qu pasaba.

    Si le haba dado el clico.

    O a ponerse el pao.

    Y no la encontr? pregunt el cura.

    Vol la asturiana.

    Y no faltaba nada?

    Una maleta por lo visto.

    Y el coche de ellos?

    No.

    Ni hay ninguna puerta descerrajada, slo la portada del corral abierta.

    Pero estuvo as toda la tarde.

    El novio, muy tieso y muy blanco dentro de lo moreno, mirando a los canalones, no pareca

  • 7/21/2019 Garcia Pavon, Francisco - El Hospital de Los Dormidos

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    or nada. Y el cura lo contemplaba con la cara compasiva de su oficio. Luego le hizo ungesto a Plinio para que fuese a la casa donde estuvo la novia, a ver qu pasaba de cierto.

    Plinio se rasc el cuello con mano de duda, pero el novio lo anim con un codazo.

    Luego el cura, con mucha suavidad pregunt al ingeniero:Le parece mal, Jos Lorenzo, que vayamos a ver qu pasa.

    Y Jos Lorenzo se limit a negar con la cabeza.

    Pero qu pintamos aqu! dijo un familiar al novio. Vmonos!

    Y otra vez el novio, seco y mirando a la pared de enfrente, neg con la cabeza.

    Plinio y don Lotario se cruzaron a la acera de los Paulones y echaron a andar calle arriba.

    Yo creo que el cura tiene razn. Vamos a ver qu pasa all.

    Si es que pase lo que pase, don Lotario, es cosa de ellos... Si hubiese aparecido algosospechoso...

    A lo mejor, el algo est all y no lo ha visto nadie. Nosotros tenemos ms costumbre debuscar.

    Bueno, bueno, vamos a echar un ojeo. Para lo que tenemos que hacer. Pero me huele queesto es cosa de faldas o calzones.

    Unas gentes hechas corro hablaban rpido, disparndose manoteos y salivas. Otros mirabanal novio con la boca abierta. Muchos, y sobre todo muchas, cogidos del bracete, echarontrasPlinioy don Lotario.

    Qu cara de estatua se le ha quedado al novio.

    Y sin querer moverse de la puerta de la iglesia, como seguro de que ha ocurrido lo quetema.

    Ahora vas un poco deprisa, Manuel.

    A lo mejor, pero como hay confianza digo lo que siento.

    El plpito. Lo que se me ha quedado muy grabado es que la asturiana se haya largadocon el ramo en la mano.

    A lo mejor para drselo a otro.

    No recuerdo que haya ocurrido aqu algo as desde que hay iglesia.

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    Eso lo sabra Paco el sacristn.

    Que algn novio se escuquillase ante la verdad, s que hubo casos, pero nunca a la horamisma de la boda (Lotario).

    S, hombre, el hijo del hermanoBufandas, el que se hizo el enfermo gravsimo durantecinco meses y vomitaba y todo cada vez que lo visitaba la familia de la novia... Pero unamujer aqu jams dej de ir a su boda aunque sospechase que el matrimonio no llegara a lanoche. O usted recuerda alguno?

    El matrimonio que menos dur aqu, segn contaba mi madre, fue el de una tal Castra,que dej al marido a la media hora de acostarse con l la primera noche.

    Y qu pas?

    Que era un to deforme, con los culos trabucaos.

    Explquese, don Lotario.

    S, hombre, que el culo, culo, lo tena debajo de la barriga; y la minina detrs, como rabocuando la tena floja; y paralela a la espalda si se le empinaba.

    En mi vida he odo cosa igual, don Lotario.

    Y claro, ella, as que vio que su hombre la atacaba dndoleculs, dio un grito que se oyen todas las cuevas del barrio, y se fue en camisn por las calles oscuras.

    Y usted que es veterinario cree que puede haber hombres con las vergenzas en laespalda?

    La naturaleza, tan loca como los hombres mismos, cra de todo; mancos antes de nacer,chicos con un huevo grande y dos pequeos en el otro lado; mujeres con las tetastotalmente cubiertas de pelo; sujetos o sujetas, segn se mire, con coo y picha a la vez, yhasta tas que les gusta acostarse con mastines: Comprenders que al lado de esasmonstruosidades y otras mil que ignoro, el que las vergenzas colgantes se hayan quedadorezagadas no es cosa mayor.

    Era seguro que cuantos iban y venan por la calle de la Independencia hablaban de la bodaque no fue.

    A pesar de que ellos caminaban con aire maganto, como si aquello no fuese con ellos, todosmiraban aPlinioy a su amigo; y algunos, disimulando, los seguan desde la acera deenfrente.

    Aunque la puerta de la casa donde estaba la familia de la novia pareca cerrada, un corrobastante nutrido de vecinos la miraba desde cerca, como en espera de que sus llamadores,

  • 7/21/2019 Garcia Pavon, Francisco - El Hospital de Los Dormidos

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    tallas de flores y lades modernistas o la misma cerradura inglesa, pudieran dar de unmomento a otro la clave de la desaparicin de Covadonga. All viva Felipe, el hermano delnovio, con su mujer, la Recinta y los hijos pequeos. Pues el ingeniero, las pocas veces quevena al pueblo, viva con su hermana Rosa all en la calle de La Concordia.

    Al ver que llegaban los del Ayuntamiento se abri el corro yPlinio, con aire indeciso, dioun par de llama tazos muy secos. Pasaron largos momentos; no abran. Pliniorepiti lallamada y por fin abri el hermano del novio, Felipe, que los dej entrar con gusto, aunquecerr la puerta rpido.

    La familia asturiana, padres y hermanos pequeos de la novia, estaban sentados, muyjuntos, en el sof del tresillo. Felipe y su mujer Recinta, de pie en el centro del patio. Todoselegantes y con las caras que mandaban las circunstancias. Daba la sensacin de que habanlargado de la casa a amigos, vecinos y curiosos. Los asturianos echaron unos ojeosdespectivos al jefe de la G. M. T. y al veterinario. El padre, coloradillo, tena pinta depaisano ricote. La madre, cincuentona, pareca ms clara, ms de ciudad, y los dos hijos,como de diecisis y dieciocho aos, con aire de estudiantinos.

    Veo que sin novedad dijoPlinioa Felipe.

    Sin novedad. Sentaos. Aqu, los padres y hermanos de Covadonga.

    Movieron todos un poco la cabeza.

    Para que estuvieran ms frescos los acomodamos en este piso bajo.

    Y qued callado. No sabiendo cmo continuar. Los padres bajaron los ojos.

    Bueno, pues estbamos ya preparados... continu Felipe decidido para as que nosdijeran que la novia estaba lista, coger el coche y salir para la iglesia... Pero pas la hora ycomo no llamaban baj a ver qu ocurra, y me encontr a estos seores muy asuradosporque no vean a la novia por ningn lado.

    Call Felipe yPlinioqued mirando al seor Lpez, el asturiano bajito, que al hablarsiempre sonrea un poco:

    S dijo con mucho acento asturiano, arreglse, ayudada por su madre, ah en laalcoba donde est el armario grande con lunas seal a la puerta que estaba detrs dePlinio-... Y tan arregladina. Con decirle que llevaba el ramo en la mano. Y cuando medispona a subir para llamar a estos seores seal a Felipe djome ella: Esprate unmomentn, pap, que voy al bao. Entrse. Y hasta ahora... Pero mi mujer dice ms...

    Plinio qued mirndola:

    Pues nada, seor, que un ratn antes, vila entrar en su alcoba, en aquella del rincn, ysacar el maletn que meti en el cuarto de bao.

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    Y qu tena en l?

    Cosinas, las pocas joyas y el dinero que le hemos regalado para el viaje de novios.

    Entonces, a ver si me aclaro, antes de entrar con el ramo en el cuarto de bao haba

    pasado el maletn?S, seor.

    Mucho tiempo antes?

    Unos diez minutines.

    Y cuando entr con el ramo cerr por dentro?

    No.

    Y el cuarto de bao no tiene otra puerta?

    No, Manuel dijo Felipe.

    Entonces por dnde sali?

    Seguro que por la ventana.

    Plinio, sin decir palabra fue hacia el cuarto de bao que tantas veces haba mentado ysealado, abri la puerta y mir sin entrar. Don Lotario en seguida estuvo a su lado.

    Al fondo, como a un metro del suelo, estaba la ventana bastante grande. Debajo de laventana, un armarito.

    Plinio entr, mir con atencin la superficie del armarito blanco, pero ni en l ni en losalrededores vio nada que le llamase la atencin.

    La ventana estaba cerrada cuando usted pas, seor Lpez?

    Cerrada, pero sin echar el pasador.

    Plinio la abri. Se asom al corral. Era grande. Haba dos coches, uno con matrcula deOviedo y, al fondo, bajo los porches, un tractor con remolque.

    No falta ningn coche?

    No... Como no lo hubieran entrado un ratillo antes... dijo Felipe.

    Y la portada estaba abierta?

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    S, la dej abierta para poder sacar el coche con mayor rapidez y traerlo ah, frente a lapuerta principal, una vez que la novia estuviera dispuesta... La abr una media hora antes.

    Y el abrir con tanto tiempo se te ocurri a ti o te lo apunt alguien?

    Ya he pensado en eso, Manuel... Fue cosa ma, porque Covadonga dijo que le gustaraque todo fuese rpido y que la miraran lo menos posible los vecinos, que llevaban la tardeentera fisgando.

    Y por la calle donde da la portada, a la de Serna, no?... Nadie vio salir un coche conella dentro y con quien fuera?

    Parece que no. Por esa calle vive poca gente.

    Eso de fugarse con el vestido de novia y con el ramo en la mano es un poco fuerte dijodon Lotario de pronto y como para s, aunque le oyeron todos.

    Plinio no pudo evitar un hilo de sonrisa.

    Y ustedes qu piensan? dijoPlinioen seguida mirando a los padres.

    Nada se encogi de hombros el seor Lpez, slo sabemos lo que dije.

    Pero presiente con quin puede haberse ido, por qu puede haberlo hecho?

    Nada, seor guardia. Somos los primeros sorprendidos dijo el seor Lpez, mientrassu mujer se limit a asentir.

    Iban a emprender hoy mismo el viaje?

    S seor, nada ms terminar la merienda.

    Y no son el telfono poco antes? preguntPliniomirndolos por turno.

    El asturiano se encogi de hombros.

    Hasta que empezaron a llamar preguntando por qu no llegaba la novia a la iglesia. Yotampoco lo o dijo Felipe.

    Y cuando son para eso, estaba puesto aqu abajo? dijoPliniosealando la clavija delaparato, que estaba a su lado.

    S dijo Felipe.

    ... De modo que slo se llev el maletn.

    S, seor. La maleta grande est ah, en su cuarto. Si quiere verla...

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    Plinio, con don Lotario, salieron al corral, dieron una vuelta alrededor de los coches y eltractor, y abrieron la portada que daba a la calle de Serna.

    La verdad es que si aprovechan un momento como ste, en el que no pasa nadie, en una

    calle como sta hacen lo que quieran.Es decir, Manuel, que me apuntas que todo fue planeado.

    Las seas son mortales. Lo raro es que lo hiciera a la misma hora de la boda como quiendice.

    Eso s es verdad, pero vaya usted a saber qu circunstancias jugaron en la fuga.

    Hombre, ah est el asunto. Pero sean las que fueren, hace falta cara.

    Y t crees que los padres podran estar en el ajo?

    Lo he pensado, pero cualquiera sabe!

    Plinio ech delante y volvieron hasta la puerta que daba al patio, en la que les aguardabanFelipe y su mujer.

    Oye, Felipe, a qu hora viste por ltima vez a la Covadonga?

    Comimos juntos, arriba, las dos familias, y a eso de las cuatro bajaron los asturianos,para que se fuera preparando la novia.

    Y t? le pregunt a la mujer de Felipe.

    Yo igual. Luego nos echamos un ratillo.

    Entonces, despus de la comida no volvisteis a verla.

    No.

    Cuando llegaron al centro del patio, la familia asturiana segua en sus asientos.

    Durante unos momentos el silencio fue completo. Los asturianos miraban al suelo.Plinioydon Lotario a los asturianos, sobre todo a los jvenes, por su cara de casi risa, y Felipe y sumujer a unos y a otros como sin saber muy bien qu pasaba all.

    Bueno, seores, nuestra misin ha terminado. Veo que lo ocurrido es cosa puramentefamiliar en la que las autoridades no entramos ni salimos... Ahora, Felipe, creo que debes ira por tu hermano para que no siga en la puerta de la iglesia haciendo el nmero.

    S... Me voy con ustedes.

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    Mejor ser que vayas con el coche.

    Claro.

    Mucho gusto, seores dijoPlinioa los asturianos.Don Lotario, sin decir nada, les mene la cabeza.

    Y ya en la calle:

    Y t, Manuel, qu crees de verdad que puede haber pasado?

    No s. Lo ms probable es que esta maana, si no ha sido despus mismo de comer, a lanovia le lleg algo, noticia o persona, que la decidi a dejar la boda sin ella.

    ... De acuerdo con sus padres?

    Todo puede ser. Segn de lo que se tratase.

    Y no hubiera sido mejor plantear la cosa cara a cara, que esa fuga infantil, con toda lacomedia del cuarto de bao, el ramo y el maletn?

    Don Lotario, cada uno es cada uno.

    Y qu noticia o persona puede haberle llegado?

    Ay, qu don Lotario ste. Ni idea.

    Y cmo crees t que se habr ido?

    Yo qu s. En un coche alquilado, en otro que le trajo ese alguien o en el coche de lnea.

    Pero vestida de novia?

    O con pantalones vaqueros, sombrero ancho y pegatinas en las nalgas.

    Les adelant el coche de Felipe.

    Por la calle de la Independencia la gente iba y vena, como antes. Todos miraban haciaellos.

    Manuel y don Lotario a su edad y buscando novia! les voceClavete,que pas enbicicleta.

    ElClaveteste, hasta el da de la caja va a estar haciendo chistes.

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    Es que es verdad que estamos buscando una novia, Manuel.

    Me refera al buen humor deClavete.Qu envidia.

    No te fes, que hay mucha gente que siempre anda de risas ante los dems y luego se

    pasa las soledades dndose cabezazos contra la pared.No, ste no. ste se re hasta cuando tira de la cadena.

    La glorieta de la plaza segua llena de gentes. La suspensin por el raro final interesaba alvecindario e invitados ms que la boda misma.

    El novio no estaba ya en la acera, como lo dejaron.

    Se fue ya el novio?

    No, Manuel, es que no se ve desde ah. Est en la misma puerta de la iglesia.

    Su hermano, que acaba de llegar, el cura y medio pueblo estn a ver si lo convencen paraque se vaya a su casa.

    Es que sigue sin querer irse?

    Por lo visto. Terco, terco, y sin mirar a nadie.

    Ha dicho que no se va hasta que vuelva ella.

    Pues va fresco dijo don Lotario.

    Y unos pasos ms all voce Porras:

    Qu, don Lotario, sabe usted ya por qu se ha ido la del Sporting de Gijn? Parecementira que sea usted el subsecretario dePlinioy no lo sepa.

    Hombre, es que don Lotario no est especializado en penes dijo un barbas con pipa,melena, gafas y maricona.

    Cmo no lo va a ser si es veterinario y sabe mucho ms de largos y cortos que laToledo.

    Ya estn con las tonts de siempre. Toda la vida pensando en las mismas partes dijodon Lotario en voz baja.

    Djese usted de tonts.

    Si te lo he dicho guindote el ojo, Manuel. Es que no te has dado cuenta.

    En la terraza del Casino no haba mesas ni sillas libres. Al cabo de un momento, Perona les

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    sac mesa y dos sillas de la reserva especial.

    Ya me han dicho que se fug la novia sin que lo supieran ni sus padres.

    S, eso han dicho. Y por qu te res, Manolo? le preguntPlinioal ver que el

    camarero apretaba la boca.Me ro por lo de eso dicen... Por aqu nadie se cree que no lo supieran los padres.

    Ya.

    Y dan las versiones ms chuscas.

    Por ejemplo...

    Que las seoritas del norte de Espaa se creen demasiado importantes como para casarsecon un manchego, aunque sea ingeniero, y a ltima hora ha dado marcha atrs, de acuerdocon su familia.

    No saba yo que las del norte...

    S, Manuel.

    Pero es que la Covadonga no ha sabido hasta hoy que su novio era de Tomelloso?

    Es un decir.

    Por aqu viene Moraleda de traerle un vaso de agua al novio.

    Antonio Moraleda, el camarero, vena sudoroso, con la calva colorada y muy nervioso,hacindose lado con la bandeja.

    Qu pasa, Antonio?

    Hola, don Lotario... Que no les haba visto... Nada, que dice que no se mueve de ahhasta que no venga la novia.

    Pues la asturiana, si march hacia el norte como es su deber, a estas horas ya debe andarpor Aranjuez.

    Aunque los alrededores de la puerta de la iglesia seguan muy cargados de gente, los msorillados empezaban a relajarse, a dar pasellos cortos e incluso a apartarse hasta el casino.

    Y qu creer el novio que va a ganar quedndose ah haciendo el espantapjaros?

    Cualquiera sabe, don Lotario, lo que pasa por la cabeza de un hombre en esascondiciones.

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    Si a m me hubieran dado una ocasin as para no casarme, Manuel, de un salto de gustoya me haba sentado en el coche y a estas horas cruzaba el Guadalete solt uno queemigr a Alemania y fumaba un puro muy gordo.

    El seor cura, el bajo de las gafas, est venga de machacarle al novio para que se vaya,pero el ingeniero, con la cabeza alta, sigue mirando a lo lejos, como si la asturiana fuese aarrepentirse y a volver volando por la carretera de Zncara coment uno al entrar rpido,camino del servicio.

    * * *

    Cuando salieron del cerveceo, la cosa segua ms o menos lo mismo. Y hacia las once de lanoche, cuando Plinio y don Lotario volvieron al Casino a tomar su ltimo caf, el novioingeniero, solo con su hermano Felipe y otros familiares, estaba ante la puerta de la iglesia.Ya pocos curiosos oteaban desde esquinas y balcones.

    El cura ya march?

    Ea, Manuel, el hombre se habr dado por vencido, mxime al llegar la hora de la cena.

    Vamos dentro, Manuel, que parece que se ha levantado fresco.

    Se sentaron cmodamente, pidieron caf, y dijoPlinio:

    Don Lotario, a ver si nos las arreglamos para no tener que hablar ms de la boda. Quevaya da.

    Descuida, Manuel, que ya lo haba pensado... Lo malo de los pueblos es que cuandoocurre algo sonado a alguien, hasta que no consiguen que a su manera les ocurra parte atodos los habitantes del lugar, no paran.

    Es que usted deba haber nacido en una ciudad grande.

    Es igual, despus de la Comunin me habra venido al pueblo... Mira, Manuel, quin estah y seal con la barbilla.

    En una mesa prxima, jugando a las cartas, estaba el dormido y meado deSan Juan, ManuelGarca El Toledano.

    Manuel se volvi un poco para mirarle.

    El que est de espaldas.

    No le veo nada ms que la calva.

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    Siendo quien eres debas conocer a los hombres por las calvas.

    Hombre, tanto como eso... dijo calndose las gafas Ah!El Toledano.Si me hubieseusted dicho el de la calva meada o cosa as...

    Hombre ya eran bastantes datos... Nunca enteder lo que pas.No se preocupe usted, que yo tampoco... ste ha sido otro caso mudo.

    Eso de los casos mudos ya est muy visto en nuestra historia. Le llamaremos el casomingitado.

    Mingitar... es lo mismo que lo otro?

    S, que orinado.

    Bueno, le llamaremos as que suena ms limpio.

    Y sonriendo empezaron a cucharear el caf.

    Pasadas las doce, se les acerc Perona, bastante apartado aquella noche, porque le tocabaservir en el saln del bingo.

    Han visto ustedes al novio?

    S, al entrar.

    No, si digo ahora.

    Qu pasa?

    Que est sentado en un silln muy cmodo que le han trado de su casa.

    Pero se ha vuelto loco?

    O que le habr llegado, Manuel, vaya usted a saber por qu, el momento de montar elgran nmero de su vida.

    Eso s es verdad, Manolo, que hay mucha gente que se pasa la existencia buscando lamanera de hacerse el distinto.

    Y fjese usted, don Lotario, qu ocasin, que lo dejen a uno plantado y sin novia en laplaza de su pueblo.

    Pero el nmero de verdad es estarse ah toda la noche de bodas durmiendo en el silln.

    Eso pasar ya a la historia de Tomelloso como la revolucin de los consumos.

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    Ay qu Manuel ste... Me voy corriendo, que los del bingo estarn con la boca seca.

    Buena noche, Manolo.

    Qu gento en el bingo, Manuel.Todo lo que requiere la cooperacin de aburridos siempre tiene mucha clientela.

    Cuando ya casi a las dos se pusieron de pie los justicias, Manuel GarcaEl Toledanoseguaen su partida, con la calva rosa bajo la luz.

    Ya en la glorieta de la plaza miraron hacia la iglesia. En la puerta segua Jos Lorenzo elingeniero, en un silln confortable, como dijo Manolo. Sin nadie alrededor, dorma con labarbilla clavada en el pecho.

    Se acercaron con cuidado. El silln tena la tapicera color verde oscuro. A Jos Lorenzoalguien le haba echado un mantoncillo fino sobre todo el cuerpo, pues llegaba a cubrirle laspiernas, para aguantar la amanecida.

    Quin le iba a decir que pasara as esta noche?

    A lo mejor tena tragada alguna soledad parecida.

    Veo, Manuel, que te inclinas a los que piensan peor.

    No, los que piensan peor creen que la asturiana tena un amante que se la llev en elltimo momento.

    Se acercaron despacio. El ingeniero, con su uniforme y las manos sobre la barriga, dormacon la boca abierta y echando de vez en cuando, que bien se oa, hacia el campanario de laiglesia, un ronquido.

    Se qued el pobre completamente solo.

    Es que, Manuel, acompaar a un loco los primeros ratos de su enfermedad distraemucho, pero luego, y sobre todo a estas horas, debe pesar.

    Nunca pens que uno pudiera volverse loco en un momento.

    ... Las cosas vienen de largo, pero encauzadas y luego, cuando menos se piensa, o hay unestmulo especial, dan la cara, llega el momento. Te parece?

    S, desde luego... Todos tenemos nuestro tren loco, que va por el tnel del disimulo,hasta que un da, por cualquier cosa, le entra la luz, y nos lo ve todo el mundo.

    Yo le dije a su hermano que le dieran un valium y as que estuviera roque se le llevaran a

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    casa. Pero l debi olrselo y no ha querido tomar ni agua.

    Menos mal que no hace ni pizca de fro... Ni lo va a hacer... Voy a mirarle a ver si llevacuartos encima.

    Plinio lo registr, pero no llevaba nada. Slo las llaves y un pauelo.El hombre ni not que lo registraban.

    Vamos a decirle al guardia de puerta que no lo pierda de vista.

    Vaya noche de boda, Manuel... Y despus, a descansar un rato, que nos lo tenemosmerecido... Que cada uno es el dueo de su propio destino.

    El dueo, pero con un poco de ayuda, Manuel.

    Despus de hablar con el guardia de puerta, y ya en la esquina de la calle de Socullamos,volvieron la cabeza.

    Como don Lotario no trajo el coche, cada cual se fue andando a su redil por las callestotalmente solitarias.

    * * *

    Apenas haba empezado a clarear cuando son el telfono seco, escandaloso, rompiendotodos los silencios de la casa de Manuel Gonzlez, aliasPlinio.l, como haca slo un parde horas que se haba acostado, ni orlo. Fue su mujer, la que chancleando con las zapatillasmal puestas y agarrndose a los muebles, sali entre los ondeos del camisn.

    Quin? Quin? Quin?

    Estuvo escuchando unos momentos y dijo al fin:

    Que no har dos horas que se acost, el pobre! Espera.

    Volvi con su chancleo. No quiso encender la luz de la alcoba. Slo alumbr el patio y elcuartejo de la tele.

    Se acerc a los pies de la cama. Lo llam con voz suave:

    Manuel... Manuel...

    Pero Manuel no responda. Se decidi a moverle un hombro.

    Manuel... Manuel...

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    Qu?... Qu?... dijo al fin, puendose sobre los ojos.

    Que te llaman por telfono.

    Quin?

    Cerezo, el cabo de guardia.

    Y qu te ha dicho?

    A m nada. Vaya ste. Te lo quiere decir a ti, su jefe.

    Manuel se sent en la cama.

    Qu hora es?

    Las cuatro y le arrim las zapatillas.

    Y sali pasillo adelante rascndose la cabeza.

    S... Qu hay, Cerezo?

    Nada, jefe, que me heacercaoal novio dormo y he visto a otro dormoa su lado.

    A otro dormido?

    S... O mareado, lo que sea, porque el to, por ms que lo meneo, no se despierta.

    Y se sonre?

    Ms bien s, como si le diera gusto algo por dentro.

    Y el ingeniero?

    Sigue roque.

    Se ha acercado algn coche por all ltimamente?

    No. El de puertas no ha visto nada.

    Entonces lo habrn llevado a cuestas?

    Lo que haya sido ha debido ser en un segundo y con mucho disimulo.

    Y quin es?

    No lo conocemos.

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    Y est arrimado al ingeniero?

    Animadsimo, al pie del silln donde est el chalado.

    Bueno, bueno, voy para all, en seguida... S que voy, me interesa mucho. Hasta dentrode un ratillo.

    * * *

    APlinio,ya en la calle ni el cigarro le apeteca, con las manos cruzadas en la espalda,la cabeza inclinada y muy mal sabor de boca, iba medio pensando, hasta qu punto eranecesario haberse levantado. Claro que mejor es hacer esto, aunque me sepa tan mal laboca, que hacer todos los das lo mismo.

    Cuando desemboc en la plaza se fue derecho para la iglesia. Junto al ingeniero, quedormido segua, ahora con ambas manos en la entrepierna, estaba Cerezo, don Lotario y,claro, el otro dormido, el forastero.

    Pero bueno, don Lotario?

    Ya ves dijo restregndose los ojos.

    Como s que le gusta tanto acompaarle, me tom la libertad de despertarlo tambin,jefe.

    Has hecho bien, Cerezo dijoPliniosin quitar los ojos del dormido tumbado en el suelo,todo lo largo que era, pegado al silln del novio y con la sonrisa de regusto y muy parecidoa la que sacaba Manuel Garca El Toledano cuando recibi las aguas de don Lotario en SanJuan. ste, aunque ya maduro para esa vestimenta, llevaba pantalones vaqueros, zapatillasazules y un chandalazul oscuro.

    Tiene pinta de camionero dijo Cerezo.

    Demasiado fino para eso. Va con trazas de eso, pero mrele usted las manos que tiene tanfinas. Habis visto si lleva documento de identidad?

    No hemos querido mirar nada hasta que viniese usted, jefe.

    Sois muy finos.

    El hospital de los dormidos, Manuel.

    Usted siempre ponindole motes a los casos.

    Anda, Cerezo, regstrale, que a m me da no s qu meterle la mano en esos bolsillos tan

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    ceidos de los pantalones vaqueros.

    Desde luego es usted ms mirado... que aquella monja que cuando iba a orinar abra unparaguas y se lo pona delante.

    No compares; entre el hbito de monja y pantalones vaqueros, me quedo con el hbito.Hombre, sesobrentiende.

    Es que no s qu tiene que ver una cosa con la otra.

    S lo ha entendido, jefe. Digo que es usted tan pdico como la monja.

    Bueno. No nos liemos... Aqu no hay ms que un pauelo, ste; un llavero, ste; unasmonedas, stas; unos billetes, stos... Ah, bueno, y esta caja de pastillas.

    Y desde la puerta del Ayuntamiento os disteis cuenta de que lo haban tumbado aqu?

    Qu va. Me acerqu por aqu con el guardia Porras para ver cmo iba el novio yencontramos aqu a ste, dormido tambin, todo lo largo que es.

    Y al divorciado, como t dices, no ha vuelto a verlo nadie... de la familia?

    Desde las dos o as, nadie que yo haya visto.

    Y por qu te ha parecido interesante el que hayan dejado aqu el cuerpo de estedormido?

    Que me pareci interesante?

    Hombre, cuando nos has despertado a don Lotario y a m, ser por eso.

    Bueno, eso de dejarlo aqu, junto al otro dormido, el ingeniero, me pareci... Qu esinteresante?

    Anda ste con las que salta. ste es el segundo to dormido tirado que encontramos enpocos das. El otro fue cerca del ex molino deSan Juan.

    Anda, coo.

    Venga, don Lotario. Reconzcalo usted un poco.

    No hace falta. Se ve a las claras... Pero ya que lo dices, veamos.

    Y agachndose un poco le abri el brazo cogido por la mueca.

    Normal... El pulso, como un caballo.

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    Don Lotario todava se acuerda de sus enfermos de antao dijo Cerezo.

    Qu vas a hacer, Manuel, con este dormido recin llegado?

    Llevarlo al Ayuntamiento. Anda, Cerezo, llama a un compaero y os llevis a ste a midespacho.

    Cuando vio don Lotario que Cerezo se haba alejado con aquel nerviosismo de piernas quese gastaba, le hizo su pregunta de cada caso.

    Que qu me dices, Manuel?

    Lo que usted. Que lo entiendo todo menos la problemtica del contexto, como decaaquel notario amigo suyo.

    Ha pasado ms de media hora y el to sigue sin estremecerse, creo que es igual al deSanJuan.

    Esto de averiguar por qu se duerme la gente no se le ha presentado a ningn detectivedel mundo... A ver qu dice ste cuando se despierte.

    Mira que como se calle tambin... Y por qu lo habrn puesto aqu al lado de ste, elespectculo del da?

    Habr sido para que lo veamos pronto?... A lo mejor anda por ah algnpaisann,comodecan los asturianos, que se dedica a adormecer gente para divertirse.

    Y para tomarnos el pelo a nosotros dos.

    Hombre, Manuel, no seas tan suspicaz.

    A que no sabe usted, don Lotario, qu tiene este dormido igual que el otro, el de SanJuan,El Toledano?

    Don Lotario, despus de examinarlos con detenimiento, dijo:

    No caigo, Manuel.

    En que ste, como aqul, va muy repeinado y lleva fijador.

    En qu cosas caes, Manuel!

    El ingeniero, al or rer a los guardias abri un poco los ojos..., pero en seguida dobl lacabeza y se durmi, o se hizo otra vez el dormido, como sospechPlinio.

    Venga con l.

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    No lo llevis tan abierto de piernas, no se le vaya a caer algo de la entre dijo el cabo.

    Los guardias volvieron a rer, pero el ingeniero ni se estremeci.

    Como ste siga empeado en no moverse de aqu los das que vienen, le acabarndejando al lado... o encima, Dios sabe qu.

    Detrs de los cuatro guardias que llevaban entre carcajadas al dormido nmero dos, con losbrazos y las piernas bien abiertas, ibanPlinioy don Lotario, dndole entre guios deamargura, chupadas a los primeros cigarros de aquel da sin empezar.

    Dejadlo sobre el sof de mi despacho.

    S, jefe. A su sof..., digo a sus rdenes.

    Ha amanecido gracioso hoy este cabo dijo don Lotario.

    Es que los Cerezos amanecen as, don Lotario... Todava no son las cinco de la maana,Manuel.

    Fjese usted, hasta que llegue la hora de las cervezas qu no habremos visto si siguen aslas cosas?... Un novio en huelga de hambre y un dormido durante ocho horas a su lado.

    Entraron en el despacho.Pliniose sent en su silln y don Lotario en la silla de enfrente.

    Oye, a lo mejor podamos echarnos un sueecillo hasta las nueve, la hora de la Roco, yde despertarse ste, poco ms o menos, si lleva en el cuerpo el mismo bebedizo que el otro.

    Pues probemos. Cierre un poco la ventana, y hale!

    Es curioso, Manuel, pero as que Cerezo me explic por telfono lo de este dormido,pens en el deSan Juan.

    Y yo. Por eso vine tan rpido..., pero sin idea de que se repitiese el fijador.

    Estuve seguro que t venas y pensando en lo mismo... menos en el fijador.

    Venga, a ver si dormimos, pero sin bebedizos, como usted dice.

    Don Lotario con cara de querer roncar yPliniode bruces sobre la mesa, junto al dormidoforastero, hecho un burujo en el sof, estuvieron un buen rato. A aquella hora ya no lescuajaba nada ms que la idea de desayunar en la buolera, que todava estaba cerrada. Demodo que despus de media hora de silencios y cierres de ojos forzados, se levantaron, leecharon otro vistazo al forastero que llamaron camionero elegante, que segua igual,dormidsimo, hecho un cuatro, y con la sonrisa, y salieron a la puerta del Ayuntamiento. Elpolica de guardia dormitaba en el banco del portal y estaba encendida la luz del cuarto de

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    guardia, donde tambin dormitaban el cabo Cerezo y los otros hasta la hora que sera elrelevo.

    Y el novio ingeniero sigue en el puesto que tiene all... Pero oye, Manuel, parece quelo han tapado. Fjate t que tienes mejores ojos que yo.

    Plinio entorn los ojos y mir hacia la iglesia, cuyas piedras ya clareaba la prima maana.

    S, parece que le han echado algo. Vamos a acercarnos un momento.

    No se despertar el otro?

    Qu va, Manuel. Todava le falta. Venga.

    Cruzaron la plaza a buen paso.

    Qu buen invento fue el de dormir por la maana temprano con el fro que hace, Manuel.

    Y... en las siestas con el calor.

    Vaya...

    El ingeniero segua sobre el silln, igual de dormido y doblado que antes, pero cubierto conuna gabardina.

    Alguna de la vecindad, que le ha dado lstima.

    Apenas cuaje la maana esto se vuelve a llenar de gente para ver el espectculo.

    Poco a poco empezaron a pasar coches, camiones, motocicletas y tractores.

    Digan lo que quieran, en estos tiempos los bares y las buoleras las abren a unas horasmuy seoritas dijo don Lotario con boca reseca.

    Todo tira ms hacia la discoteca que hacia la buolera... Y con qu habr soado estepobre hombre en su noche de no boda?

    A lo mejor ha soado que dorma tan tranquilo como est durmiendo, porque al fin haocurrido lo que toda su vida temi que ocurrira cuando llegase la hora.

    Manuel, de pronto dices cosas que lo dejan a uno turulato... Como si fueses todava mslisto de lo que eres.

    Plinio no pudo contener la sonrisa.

    Es un decir, porque como usted, no s lo que ha pasado.

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    As estaban las cosas cuando se detuvo un coche frente al casino. De l se baj Felipe, elhermano del ingeniero, su hermana, su cuado y Juan, el vecino de toda la vida. Comosatisfechos de ver aPlinioy don Lotario, junto al novio dormido, avanzaron muy despaciohacia la puerta de la iglesia. El sol ya asomaba por la calle de Socullamos a ras de suelo yruedas.

    Buenos das, Manuel y don Lotario... Sigue dormido?

    Ya veis.

    Se habr tomado la pastilla, como todas las noches de su vida dijo la que no lleg a sermonja.

    Ya me extraaba a m.

    S, don Lotario. Nunca estuvo enfermo, pero la pastilla para dormir...

    Le trajisteis vosotros la gabardina?

    S, se la traje yo, Manuel dijo Rosa, la hermana.

    Y ahora qu plan trais?

    Qu plan vamos a traer, Manuel! Ver la manera de que se vaya, sea como sea. No puedehacer hoy otro circo aqu... Ah tiene el coche con todo el equipaje... Nos lo llevamos porlas buenas o por las malas, que si no hoy aparece hasta en la televisin.

    Y la familia de la novia?

    Se miraron entre s los de la parte del novio y al fin dijo Felipe:

    Se han marchado hace un rato, qu iban a hacer aqu?

    Y se han despedido? preguntPliniotmidamente.

    S. anoche.

    Y adonde han ido?

    Ellos han dicho que a su tierra.

    Y tan tranquilos?

    S, Manuel. Muy tranquilos. Todo estaba preparado entre ellos ms que una SemanaSanta.

    Desde cundo?

  • 7/21/2019 Garcia Pavon, Francisco - El Hospital de Los Dormidos

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    Yo calculo que desde despus de comer.

    Ya, ya.

    Jos!, Jos! empez a vocearle Felipe, al tiempo que lo zarandeaba.Qu?, qu? dijo el ingeniero abriendo mucho los ojos y mirando en redondo.

    Ya haba algunas gentes paradas entre la iglesia y el casino, con buuelos y cestos en lamano.

    Ha vuelto? Ha vuelto? dijo el novio, reaccionando al fin.

    No..., Jos dijo la hermana. No ha vuelto, ni volver.

    Venga, ah tienes el coche con todo preparado.

    Callado y mirando al suelo, movi la cabeza echando noes.

    Te marchas, Jos. No es posible que sigas aqu.

    Volvi a negar con la cabeza.

    Por la memoria de nuestros padres, te lo pido... Por ti, por tu misma carrera, por elespectculo que vas a dar en toda Espaa.

    No, no y no.

    Pues si no quieres por las buenas, por las malas. Venga, ayudadme! dijo cogindolode un brazo y animando a sus familiares.

    Pero vamos a ver, Jos intervinoPlinio.

    No tenemos que ver nada. Usted a lo suyo... Le juro que no me voy de aqu hasta que novuelva Covadonga.

    No te vas a ir, pero te vamos a llevar. Venga! A lo dicho!

    Y entre los cuatro lo sujetaron y, cuando estuvo inmvil de pies y manos, Felipe sac unacuerda que llevaba debajo de la chaqueta y le meti la lazada por la cabeza hasta atarle losbrazos...

    Que no, que no, que no...

    Se notaba que los cuatro familiares y amigos llevaban la operacin bien pensada, porquesin decirse nada fueron atndolo de pies a cabeza hasta quedar el novio hecho un verdadero

  • 7/21/2019 Garcia Pavon, Francisco - El Hospital de Los Dormidos

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    paquete.

    Y ya haba un corro bastante nutrido de gentes contemplando sorprendidas y en el fondoaprobando la operacin, aunque sin la menor risotada o comentario.

    Jos, bien ceido por las cuerdas, totalmente inmvil, pareca otro y como con la cabeza enotra parte, resignado.

    Listos! Vamos con l al coche dijo Felipe.

    Y alzndolo entre los cuatro, en posicin de sentado, por el pasillo que les abra el personalfueron hacia el coche. Rosa, que se adelant, abri la puerta trasera. Lo tumbaron sobreaquel asiento. En el borde, junto al atado, se sentaron el cuado y el vecino. Y delante,Felipe y la hermana.

    No ha habido ms remedio, Manuel le dijo Rosa, comprndelo.

    Y por qu no lo despertasteis entonces?

    Por si se poda hacer todo por las buenas. Nos quedaba alguna esperanza... l siemprefue un hombre muy normal, pensbamos. Pero no s qu ha pasado. Todo ha sido de golpe,como un ataque.

    Arranc el coche y ech por la calle de Socullamos.

    A ver dnde meto yo ahora el silln ste dijo

    inta aPlinio,como pidindole ayuda.

    Djalo aqu en el Ayuntamiento hasta que puedas mandar a por l.

    Muchas gracias, Manuel. Menos mal que todo ha salido como pensamos.

    Cogieron el silln entrePlinioy don Lotario y echaron plaza adelante, mientras Recinta seiba con la gabardina colgada del brazo.

    Haced el favor, dejad este silln ah en el cuarto pequeo hasta que manden por l...Dnde est Cerezo?

    Jete, Cerezo march. Ya hemos hecho el relevo.

    Plinio, como movido por un presentimiento, se lanz hacia su despacho, abri la puerta ysin entrar, mir.

    Se ha despertado ya, Manuel? dijo don Lotario, que estaba tras l sin poder ver lo quepasaba.

  • 7/21/2019 Garcia Pavon, Francisco - El Hospital de Los Dormidos

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    S..., despert y se larg.

    No me digas!

    A la vista est. Entre sueos, relevos e ingenieros empaquetados, el camionero se pudo ir

    a sus anchas, si es que le apeteca, o aburrido de que nadie le hiciera caso.Vaya maana...

    Vaya dos das enteros, querr usted decir... para no hacer nada til ni dormir.

    Y qu hacemos, Manuel?

    Qu quiere usted que hagamos, callarnos, como difuntos... e irnos a desayunar a laRoco, que sa no falla.

    Y que lo digas. Pero por qu habr huido el camionero?

    ... Por lo mismo que se callEl Toledano...Despertarse en el despacho del jefe de laPolica Municipal, sin nadie que te vigile, sin que nadie te conozca y seguro que sin ganasde contar lo que te ha sucedido, como lo ocurrido al de San Juan,pues tirado.

    Es verdad. Y por qu se te ocurre a ti que no quieren hablar estos dormidos?

    Ah. s tan poco de eso como del Arribatasuna.

    Venga, que te conozco las ganas de comer churros y de echar el primer cigarro con elestmago lleno.

    Eso, que ya sabremos por qu se callan... Aunque ms difcil es saber por qu se calla lagente, que por qu larga.

    Captulo III

    El roncador

    En el mes de agosto los pjaros que duermen o velan entre las hojas de los chopos delCasino de San Fernando, parece que defecan muchsimo ms, aunque segn los entendidosen culos ornitolgicos, slo cagan ms que pan en marzo. Lo que ocurre es que la gente enagosto anda ms despacio, se sienta ms tiempo en la terraza y tiene ms ocasiones derecibir en el traje, en el sombrero y hasta en el caballete de la nariz, las mierdecillas grises-blancas.

    Plinio y don Lotario, sentados en la terraza del Casino, con las gafas de sol puestas, secontaban las pajaritadas que en las dos horas que llevaban all de sobremesa les moteaban

  • 7/21/2019 Garcia Pavon, Francisco - El Hospital de Los Dormidos

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    el uniforme gris, y al veterinario la chaqueta mil rayas.

    Yo salgo a unas cincuenta caquillas pajareras por da, segn dice mi mujer cada maana,cuando con un trapillo empapado en agua caliente me vuelve la chaqueta a su ser.

    Mi mujer no las cuenta, don Lotario, las cuento yo.Coo, Manuel! Entonces t coges la guerrera cada maana y vas enumerando lasdiarrellas, que tambin las hay... La ma distingue muy bien las cagaditas normales de lasdiarreas. Hace falta vista, eh?

    Deca que mi mujer, cuando de suyo, cada maana me limpia la guerrera, va enumerandoen voz alta, cada vez ms alta: Otra, otra, anda, otra: pero otra aqu!!

    Y yo desde la cama, mientras me toco los sonrosados o descabezo el ltimo sueo, cuentolas otras que grita.

    Y qu media te sale?

    La verdad es que no paso de treinta.

    Como eres el jefe, se conoce que los culos pajareros te tienen ms respeto y apuntan paraotros cuerpos y escotes sin autoridad.

    Y escotes?

    Rara es la mujer de Tomelloso que no se acuesta cada noche con las tetas moteadas degris claro o chorretones, si son pjaros con rayo de vientre.

    Y por mucho que madrugue uno para venir al Casino, cuando llega a la terraza noquedan rodales sin techo de ramas, ni rama sin pjara. De modo que te pongas donde tepongas, con blusa, chaqueta, guerrera o escote palpitante, inodoro de pjaros te haces.

    ... La otra noche, Manuel, y no me salgo del tema, so que el novio ingeniero, el queestaba en huelga de novio cado, amaneci, la maana que se le llevaron, tan cubierto