Gallo Max - Napoleon

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Max Gallo Napoleón 1 Max Gallo Napoleón Traducción y adaptación de María del Mar Duró Prólogo de Jacinto Antón EL HEROICO DEPREDADOR Pero ¿es el emperador el que ha pasado por aquí?» La pregunta del ingenuo marchesino del Dango, Fabricio, en pleno follón de Waterloo en La cartuja de Parma, viene muy a cuento tras la lectura de esta contundente, fascinante novela sobre Napoleón alumbrada por Max Gallo y que apareció originalmente en Francia en cuatro tomos (a partir de 1997), correspondientes a las «cuatro estaciones» (El canto de partida, El sol de Austerlitz, El emperador de los reyes y El inmortal de Santa Elena) en que el escritor divide la vida del apabullante corso. Como Fabricio, el personaje de Stendhal, que, disfrazado de húsar, en la emoción de la batalla y con unas copas de aguardiente encima, vislumbra el estrepitoso, relampagueante paso al galope de Bonaparte, sus generales, su escolta —los cascos de los dragones con sus largas crines colgantes—, el lector de Napoleón, al doblar la última página de las casi un millar de la novela, se siente estupefacto, conmocionado. Y con la pregunta a medio formular, con la boca llena de polvo y pólvora —acaba de revivir él también Waterloo en la pluma del novelista—: «¡Dios, ¿era él? ¿Lo he visto? ¿Napoleón?». Napoleón, fulgurante cometa... «Ha habido dos ocasiones en la Historia en que ha sido absolutamente necesario coger las armas y luchar: contra Hitler y contra Napoleón.» Esto me decía el célebre y finado escritor británico de novelas marineras ambientadas en las guerras napoleónicas Patrick O'Brian hace unos años mientras paseábamos por el puerto francés de Colliure y él parecía calibrar el estado de las fortificaciones de cara a un osado ataque de la fragata Surprise y un audaz desembarco de infantes de marina. Ambos, O'Brian y yo, íbamos bastante entonados tras el vino de la comida, y solo por esa circunstancia se me ocurrió sonreír ante lo que me pareció una boutade del autor de Capitán de mar y de guerra. A la vista de mi reacción, O'Brian se quedó clavado, con las piernas muy abiertas como el viejo lobo de mar que —luego se descubrió— no era, y me fulminó con la mirada. Percibí en aquellos ojos todo el odio hacia Napoleón, intacto como si Waterloo hubiera sido la víspera, que debieron sentir el duque de Wellington, sus correosos soldados, los prusianos de Blücher, los moscovitas, Louis-Antoine Henri de Borbón, duque de Enghein, el aspirante a tiranicida Friedrich Staps, los turcos masacrados en San Juan de Acre, y el tambor ruso de Borodino —supongo— entre varios millones de individuos, una buena porción de ellos españoles. ¿Napoleón como Hitler? Nunca se me había ocurrido. Y

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Max Gallo

Napolen

Max Gallo

NapolenTraduccin y adaptacin de Mara del Mar Dur Prlogo de Jacinto Antn

EL HEROICO DEPREDADOR

Pero es el emperador el que ha pasado por aqu? La pregunta del ingenuo marchesino del Dango, Fabricio, en pleno folln de Waterloo en La cartuja de Parma, viene muy a cuento tras la lectura de esta contundente, fascinante novela sobre Napolen alumbrada por Max Gallo y que apareci originalmente en Francia en cuatro tomos (a partir de 1997), correspondientes a las cuatro estaciones (El canto de partida, El sol de Austerlitz, El emperador de los reyes y El inmortal de Santa Elena) en que el escritor divide la vida del apabullante corso. Como Fabricio, el personaje de Stendhal, que, disfrazado de hsar, en la emocin de la batalla y con unas copas de aguardiente encima, vislumbra el estrepitoso, relampagueante paso al galope de Bonaparte, sus generales, su escolta los cascos de los dragones con sus largas crines colgantes, el lector de Napolen, al doblar la ltima pgina de las casi un millar de la novela, se siente estupefacto, conmocionado. Y con la pregunta a medio formular, con la boca llena de polvo y plvora acaba de revivir l tambin Waterloo en la pluma del novelista: Dios, era l? Lo he visto? Napolen?. Napolen, fulgurante cometa... Ha habido dos ocasiones en la Historia en que ha sido absolutamente necesario coger las armas y luchar: contra Hitler y contra Napolen. Esto me deca el clebre y finado escritor britnico de novelas marineras ambientadas en las guerras napolenicas Patrick O'Brian hace unos aos mientras pasebamos por el puerto francs de Colliure y l pareca calibrar el estado de las fortificaciones de cara a un osado ataque de la fragata Surprise y un audaz desembarco de infantes de marina. Ambos, O'Brian y yo, bamos bastante entonados tras el vino de la comida, y solo por esa circunstancia se me ocurri sonrer ante lo que me pareci una boutade del autor de Capitn de mar y de guerra. A la vista de mi reaccin, O'Brian se qued clavado, con las piernas muy abiertas como el viejo lobo de mar que luego se descubri no era, y me fulmin con la mirada. Percib en aquellos ojos todo el odio hacia Napolen, intacto como si Waterloo hubiera sido la vspera, que debieron sentir el duque de Wellington, sus correosos soldados, los prusianos de Blcher, los moscovitas, Louis-Antoine Henri de Borbn, duque de Enghein, el aspirante a tiranicida Friedrich Staps, los turcos masacrados en San Juan de Acre, y el tambor ruso de Borodino supongo entre varios millones de individuos, una buena porcin de ellos espaoles. Napolen como Hitler? Nunca se me haba ocurrido. Y 1

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sin embargo... Quin era en verdad Napolen y qu opinin tenemos de l? Es difcil contestar. El criminal que incendi Europa, como opinaba O'Brian? El hombre que extendi por todo el continente las ideas de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolucin francesa? Hay quien ha dicho que el Bonaparte de las libertades muri el 18 Brumario, y quien ha recordado que Napolen fue responsable de la mayor prdida de vidas humanas de la historia antes de la guerra del 14. Yo acomet la monumental novela de Max Gallo pensando que su lectura, aparte de la emocin y la distraccin (garantizadas), me servira para revisar mi opinin y formular un juicio, quiz definitivo. Como deca Goethe, la historia de Napolen produce una sensacin semejante a la del Apocalipsis de san Juan. Todos sentimos como si debiese haber en ella algo ms; pero no sabemos el qu. Desde que me alcanza la memoria, y como para, creo, mucha gente, Napolen Bonaparte ha sido en mi vida una presencia me atrevera a decir que familiar, continua; pero a la vez incontrovertible, indiscutible. Napolen simplemente estaba ah, demasiado grande, polifactico, ambiguo, contradictorio, para juzgado. Un personaje al que solo se le poda enmarcar echando mano de tpicos. Familiar Bonaparte, deca. Por los libros, claro; tantos! Desde el inolvidable, inicitico, tan impactante Napolen de Ludwig, hasta Napoleon's commanders, de Haythornthwaite, con los maravillosos dibujos de Patrice Courcelle (incluso aparece, en grand uniforme, el general de coraceros Jean Joseph Ange, conde de Hautpoul, muerto, en Eylau, del que la novela de Max Gallo recrea el clebre momento en que Napolen le abraza ante las tropas tras la valiente carga en Hoff el 7 de febrero de 1807: Soldados, el emperador est contento de vosotros. Me ha abrazado por todos vosotros. Y yo, soldados, yo, Hautpoul, estoy tan contento de mis terribles coraceros que les beso a todos el culo.). Libros contino con relatos clsicos como En traneau avec l'empereur, de Armand de Caulaincourt, el testimonio del escudero mayor imperial y fracasado embajador francs en Rusia de las increbles jornadas, abrigadito, junto a Bonaparte en el largo, glido y peligroso viaje de vuelta desde el Mosc incendiado hasta Pars. Sin olvidar aproximaciones narrativas como la Vida de Napolen cantada par l misma, de Malraux, La muerte de Napolen, de Leys, o, recientsima, la tan interesante N. del italiano Ernesto Ferrero. Libros tambin con aproximaciones tangenciales: la deliciosa biografa de Mara Walewska de Octave Aubry (Le grand amour cach de Napolen), que tanto le gustaba a mi madre; las peripecias de un dragn francs a lo largo de todas las campaas napolenicas de la serie de Richard Howard iniciada con Las hijas de Bonaparte; su reverso, las aventuras del fusilero britnico Sharpe en la guerra en la Pennsula, de Bernard Cornwell; o el desopilante retrato de Napolen y su Estado Mayor en la divertidsima La sombra del guila, de Prez-Reverte (Le Petit Caporal, el Pequeo Cabo, lo llamaban los veteranos de su Vieja Guardia. Nosotros lo llambamos de otra manera. El Maldito Enano, por ejemplo. O Le Petit Cabrn). Libros, pues quiero hacerme ahora con el clebre, suculento, imprescindible Le dictionnaire Napolen de Fayard, en dos tomos, bajo la direccin de Jean Tulard, pero tambin pelculas (Bonaparte con el rostro de Marlon Brando en Dsire; el de Rod Steiger en Waterloo; el de Herbert Lom, tan cruel, en Guerra y Paz de King Vidor; o el romntico, visionario perfil de Albert Dieudonn en el maravilloso Napolen de Abel Gance). Y pinturas David, Gros, Gricault, porcelanas, estampas, incluso figuritas de plomo o plstico (durante aos me acompaaron pequeos destacamentos de cazadores a caballo, coraceros, hsares, reme dando las escoltas del emperador). Quin no recuerda su primer Napolen? El mo fue, precisamente, el ltimo, el de Waterloo. El entrevisto por Fabricio del Dango. Tendra yo once aos y cay en mis manos un relato de la batalla en la que Bonaparte lo perdi todo. Lo rele fascinado muchas veces, durante aos, hasta que los 5.000 coraceros del mariscal Ney y los Scots Greys, la caballera pesada britnica con la que sir Alexander Clark y el sargento ,Edward capturaron cada uno un guila francesa, el sagrado emblema de los regimientos, se me hicieron tan omnipresentes que su galopar resonaba en mi cabeza a todas horas. Quatre Eras, la granja Papelotte, la colina St. Jean. Cerraba los ojos y vea al duque de Wellington sobre su caballo Copenhague en el 2

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centro de uno de los cuadros rojos de la infantera inglesa, el tumulto en las puertas del disputado castillo de Hougoumont, los granaderos franceses tomando la granja de La Haie Sainte, 16.000 bayonetas relampagueando mientras los tambores tocan el pas de charge, y, finalmente, el avance desesperado de la Guardia Imperial y el grito inconcebible de miles de gargantas: La Garde recule!, la Guardia retrocede!. El final de la desastrosa jornada que Bonaparte haba iniciado con la desdichada frase, impropia de su genio: Tenemos el noventa por ciento de posibilidades. Wellington es un mal general, las tropas inglesas son malas y esto ser pan comido. Pero sobre todo vea a Napolen a lo lejos con su Estado Mayor, enviando a sus unidades a un lado u otro del campo, con su capote gris, su bicornio, su enigma. Saba que volveramos a encontramos. (Dnde fue luego que le aquella sabrosa ancdota del encuentro de Napolen con el zar Alejandro? Pasan revista juntos a una unidad de granaderos franceses. Bonaparte se detiene frente a uno enorme, con la cara cruzada de tremendas cicatrices. Se las seala al zar: Qu me decs de hombres capaces de sufrir tan tremendas heridas y seguir vivos?. Alejandro replica: Y vos, sire, qu me decs de los hombres capaces de inflingrselas?. Napolen duda. El granadero espeta, sin moverse: Estn todos muertos. Alejandro [resignado]: Volvis a ganar, sire. Napolen [satisfecho]: Y como siempre, gracias a mis fieles soldados.) Como es lgico, he sentido una gran impaciencia hasta llegar a la descripcin que hace de Waterloo en su novela Max Gallo, hacia el final de la obra. Me sorprendi su tratamiento, intimista y casi minimalista; yo esperaba grandes movimientos de tropas, una prolija pintura de las fases del choque y las estrategias; mucho ruido y furia, sangre y lodo. Como Patrick Rambaud narra la carnicera de Essling en La batalla (premio Goncourt 1997). Pero Gallo ah tus narices, Max ofrece Waterloo desde la perspectiva de Napolen. Su dolor de estmago, sus dudas, su visin parcial, entorpecida por una repentina lluvia torrencial que le cala la levita y penetra en sus botas. Pero qu hace Ney? Ataca la granja de Haie Sainte sin caones! [...] El mariscal carga al frente de sus escuadrones de coraceros, pero los caballos caen uno tras otro. Un edecn grita que es el quinto caballo del mariscal que matan. Qu busca, la muerte? Las cargas se suceden. En cursiva, en medio de la descripcin de la batalla, Max Gallo pone pensamientos del emperador, nada menos (un recurso que emplea a lo largo de toda la novela): El primer batalln del primer regimiento de granaderos son los mejores. Aqu, junto a ellos, es donde debo morir. Pero las balas silban y abaten a los hombres sin que ninguna me alcance. He sido vencido y sigo vivo! [...] Los ulanos (prusianos) se precipitan por las calles sableando a los soldados, pero pasan demasiado deprisa para verme y matarme. Y finalmente, mientras huye en coche hacia Pars: Encontr la fortuna en un campo de batalla, y en un campo de batalla me ha abandonado. Pase lo que pase, he cumplido mi destino. Mi inicio de la lectura de la novela de Max Gallo coincidi un junguiano hablara de sincronicidad con la noticia del descubrimiento de centenares de soldados de la Grand Arme en una enorme fosa comn en una colina al norte de Vilnus, la capital de Lituania. Esqueletos napolenicos con sus uniformes, sus armas, sus caballos. Soldados muertos de fro, hambre o tifus unos, alanceados por los casacas otros, durante la penosa, terrible retirada de Rusia en 1812. Con sus rados dolmanes, guerreras y gorros de piel de oso, ese contingente espectral venido de la noche de la Historia me acompa, como otrora mi liliputiense escolta de soldaditos, en la aventura de Napolen. Con ellos, con los muertos, los fantasmas, asomados por encima de mi hombro, el Vive l'empereur! congelado en el rictus de sus calaveras, recorr el increble viaje vital del inmortal corso desde su ingreso a los nueve aos en la Escuela Real Militar de Brienne en 1779 entonces era el Rabulione, el que todo lo toca, el travieso hasta su muerte en Santa Elena el 5 de mayo de 1821: Vomita, y todo su cuerpo se contrae escribe Max Gallo. Quiere hablar. Un estertor obstruye su garganta, y surgen dos palabras ahogadas por la respiracin ronca: "Cabeza, ejrcito", las ltimas palabras. Entremedio de ambas imgenes, una trayectoria fulgurante, colosal (mis fantasmagricos acompaantes disfrutaron especialmente con el relato del apocalptico final de la campaa rusa: "Enfurecido [Napolen, en Smoknsko], hunde el bastn en la nieve que recubre el camino. No se 3

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dejar apresar ni encerrar en esa llanura sacudida por el viento del norte, un viento que se cuela por el gorro de terciopelo carmes rodeado de piel de zorro negro; que levanta los faldones del capote, que hiela los miembros, los rostros, las emociones. Solo alguien como Max Gallo poda atreverse a narrar la vida y la epopeya de Napolen. Gallo, un grafmano compulsivo, un verdadero profesional de las letras de 70 aos que escribe dix mille signes par jour, desde las cuatro de la maana, en pijama, con mquina de escribir (nada de ordenador), en estado de obsesin; un enorme autor popular 1,93 metros de altura, cuatro matrimonios (soy un mongamo secuencial); cientos de miles de ejemplares vendidos (800.000 de Napolen) de sus obras (un total de ochenta libros: series romnticas La baie des anges, ensayos polticos e histricos, novelas sobre el fondo de la Revolucin o la Resistencia, biografas ms o menos narrativas de Robespierre, Garibaldi, Rosa Luxemburg, De Gaulle, Hugo). Pero, injustificadamente, un nico premio, el otorgado por las lectoras de Elle (Francia no reconoce a sus escritores populares hasta despus de muertos, dijo recientemente. Algn crtico le ha calificado de el Michelet de los hipermercados, lo que no se sabe muy bien si es un elogio o un desmerecimiento). Max Gallo, en fin, republicano feroz, nostlgico del gaullismo (De Gaulle es su verdadero, reverenciado hroe; no es accidental que encabece Napolen con una frase sobre Bonaparte del gran Charles, citado por Malraux: Para Francia era necesario que existiera). Gallo ha vivido inmerso apasionadamente en la poltica desde que, dice la leyenda, a finales de los aos setenta se cruz con Mitterrand en el plat del programa de libros de Pvot Apostrophes. Mitterrand le nombr en 1983 portavoz del Gobierno socialista. Decepcionado del lder que le deslumbr, Gallo se volvi hacia Jean Pierre Chevenement, de cuyo Mouvement des Citoyens ha sido vicepresidente. Unos datos acabarn de situado: considera que el principal rasgo de su carcter es la obstinacin, cita a Jack London y Dumas junto a Stendhal y Balzac entre sus autores preferidos, y cuando Lionel J ospin rindi homenaje a los soldados amotinados de 1917 por las carniceras sin fin de la Primera Guerra Mundial, Gallo matiz: Trs bien, mais il aurait fallu honorer aussi le sacrifice de leurs camaradas de combat!. (Muy bien, pero se habra debido tambin honrar el sacrificio de sus camaradas.) Max Gallo nos ofrece la aventura de Napolen en todo su espectculo. Casi est uno tentado de aadir: y tecnicolor (alguien ha dicho que es un libro casi al galope). Narra el novelista con emocin pero sin traicionar a las fuentes histricas, que conoce bien y maneja con seguridad. Con gran respeto, pero sin dejar que se imponga la admiracin que sin duda siente por el personaje. Con aliento pico (pero es que hay otra manera de contar esta historia llena de guerra, intriga, muerte, pasin y sangre?); con muy poquito humor (Napolen no lo tena); con algo del sexo que sin duda hubo (eran tiempos de no demasiado pudor y mucha libertad sexual; Bonaparte, y as lo retrata Gallo, fue hombre de gran apetito carnal y su tcnica de seduccin, con la que haca de cada cama un festivo Austerlitz, se esencializaba en un directo avance, un aqu te pillo aqu te mato. Recuerdo haber ledo que Napolen llevaba en torno al pene una coronita trenzada con, ejem, vello pbico de Josefina: no s dnde podra verificarlo). Gallo recalca con su manera de narrar, a lo largo de las cuatro partes de la novela, la inexorabilidad que es una de las caractersticas que ms asombran de la biografa de Napolen. Los sucesos, las etapas, sus cumpleaos, se suceden con el tempo riguroso de un metrnomo, un tambor o una guillotina trabajando a destajo. Tambin el gusano interior: los dolores de estmago, un leitmotiv, un recuerdo continuo de la condicin mortal del personaje. La impresin que arroja la novela es que Bonaparte es un ser que conoce su destino y lo va forjando sobre un patrn preestablecido. La historia pone las condiciones para su ascenso y cada, naturalmente, pero Napolen amasa las circunstancias, las moldea como lo hace con los espritus, los regimientos, las leyes y los reyes. Qu mueve entonces a Napolen? No es, se dira, sino su voluntad. Voluntad y no ambicin. Pathos. Seguramente, Max Gallo no poda obviar que todos sus lectores saban de antemano que el camino de Bonaparte conduce inevitablemente a Waterloo y Santa Elena. De ello parece haberse contagiado el propio personaje de Napolen. Simptico? En absoluto. Ni, pese al decorado, las 4

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realizaciones, los caones y todo su herosmo devastador, tampoco grande. Lo ms increble de Napolen, como refleja muy bien la novela, es que lo consigui todo desde cierta mediocridad mental, espiritual y moral. Aparece como el triunfo del espritu prctico, el tesn y la manipulacin, no exentos de mezquindad y bajeza; por no hablar, por supuesto de grandes dosis de cinismo y crueldad, y un acusado desprecio por la vida humana: me impresion especialmente el pasaje (histrico) en que Bonaparte, innecesariamente, por puro principio de autoridad, obliga a zarpar a una flotilla pese al mal tiempo y la opinin contraria del almirante Bruix, de lo que resultan varias intiles muertes, una cincuentena de marineros ahogados. Ms humorstico, pero igualmente revelador, es el episodio en que, en batalla contra los austracos, ve aproximarse al general Mouton, un edecn, con un mensaje y, sin darle a tiempo ni a pensrselo, falto de jefes, lo hace ponerse al frente de una columna, desenfundar el sable y tomar la ciudad de Landshut. Hombre sin amigos, sin autnticos amores, sin principios, falso, misgino, resentido, tirnico; amo de un estado policial, restaurador de la esclavitud en las Antillas! Todo eso est en la novela. Y sin embargo... milagro!, la fascinacin persiste. Bonaparte en uniforme impone. Su silencio intriga. Su mirada atrae, escribe Max Gallo de Bonaparte cuando no es an sino un menudo e imberbe subteniente de artillera. Y su vitalidad: Incluso cuando no tengo nada que hacer, creo que no puedo perder el tiempo), afirma el personaje. Como en una distole enfebrecida, siempre impaciente, le vemos, asombrados rendidos a su energa, involucrarse en la lucha por la independencia corsa, observar el palacio de las Tulleras recin asaltado por las turbas revolucionarias en 1792, destacarse en el sitio de Toulon, convertirse en jovencsimo general, rozar el fracaso y volver a empezar. Disparar los caones en Pars contra los insurrectos, tomar a Josefina de Beauharnais (ella se ha doblegado suavemente, ofrecindole sus caderas, su sexo, ese negro bosquecillo), mandar el ejrcito de Italia, atravesar el puente de Lodi sable en mano, entre la lluvia de balas y metralla, en pos del porvenir y el poder, y la gloria que da ms poder. Sin aliento, el lector vuelve a montar y salir al galope con Napolen, una y otra vez, entre frase lapidaria y frase lapidaria (con las bayonetas se puede hacer todo salvo sentarse encima), la guerra es imaginar, mi nica querida es Francia, me acuesto con ella), qu es una vida humana?, la curva de un proyectil). Partimos con l a Egipto, ebrios de proclamas (Haremos algunas marchas agotadoras, libraremos duros combates; venceremos en todas nuestras empresas), desde lo alto de esos monumentos las pirmides, etctera). Napolen vence a los mamelucos, corta cabezas, comete atrocidades dignas de la ms rutilante modernidad. Le seguimos en el golpe militar del 18 Brumario (yo soy el dios del da!) y le vemos, cnsul, extinguir con mano firme la pavesa de la revolucin. La victoria me ha hecho cuanto soy y solo la victoria podr mantenerme.) Cuento con mi suerte, mi genio y mi guardia. Guerra tras guerra, batalla tras batalla: Marengo, Ulm. Sin compasin. A veces, Max Gallo nos acerca a la intimidad fsica de Napolen y podemos observado en la baera, mientras el fiel Rustam le roca con agua de colonia y lo fricciona con un cepillo. Saltamos a una panormica: la coronacin como emperador, la distribucin de guilas en el Campo de Marte. La gran jugada de Austerlitz. Mara Walewska (solo la he visto a usted, solo la he admirado a usted y solo la deseo a usted. Deme una respuesta para calmar el ardor de N. El placer no se dirige a toque de tambor, sire, le advierte Talleyrand. Espaa: Los pases de monjes son fciles de conquistar. El inicio del declive. Y aqu y all el emperador apuntalando su rgimen y sus fronteras, Ssifo siempre al galope (fornculos, inevitablemente, apunta Gallo), siempre imprescindible. As hasta Waterloo, donde le vemos pasar por ltima vez, sin detenerse, rumbo a Santa Elena y el fin, arrastrando tras de s, como un viento huracanado, la hojarasca y el polvo en que se han convertido, a su paso, los hombres y la Historia. Y de nuevo, fascinados por el paso del astro incandescente, ensordecidos por el fragor de las armas y los corazones, rendidas al mito nuestras banderas, Napolen vuelve a conquistarnos. JACINTO ANTN

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Dej Francia ms pequea de lo que la haba encontrado, de acuerdo. Pero una nacin no se define as. Para Francia era necesario que existiera No comerciemos con la grandeza. De Gaulle, citado por Andr Malraux. Les chnes quon abat

Tena la necesidad de transformar la confusin en orden, como todos los hombres de la Historia que no son personajes de opereta. Andr Malraux, Les chnes quon abat

CAPTULO PRIMERO

Granito abrasado por un volcn 15 de agosto de 1769 octubre de 1785 El pequeo que entraba en la sala de visitas de la Escuela Real Militar de Brienne el 15 de mayo de 1779 no haba cumplido an diez aos. Hijo de Carlos Mara Bonaparte y de Leticia Ramolino, Napolen haba nacido el 15 de agosto de 1769 en Ajaccio. Enfundado en un traje azul marino, mantena su frgil cuerpo firme e inmvil, con las manos cruzadas en la espalda; su rostro era delgado, el mentn alargado, el pelo castao muy corto, la mirada gris. Con actitud indiferente, esperaba en aquella gran sala helada a que lo recibiera el padre Lelue, director de la escuela y miembro de la orden de los Mnimos a la que perteneca la institucin. El pequeo saba que permanecera all varios aos, sin abandonar la escuela ni un solo da, solo tambin en un pas de cuya lengua acababa de aprender los rudimentos. Haba llegado a Autun el 1 de enero de 1779 con su padre, Carlos, un caballero alto y distinguido, de nobles modales, aspecto refinado y rasgos proporcionados. Crcega y las callejuelas de Ajaccio, el olor del mar, la fragancia de los pinos, los lentiscos, los madroos y los mirtos; todo ese mundo infantil quedaba confinado lejos, como un secreto ntimo. Haba tenido que morderse los labios y aguantarse las lgrimas cuando su padre se march, dejndolos a Jos, el primognito, nacido el 7 de enero de 1768, y a l, Napoleone, en el colegio. Uno iba destinado a la Iglesia, el otro a las armas. En Autun, entre el 1 de enero y el 21 de abril, haba aprendido el francs, la lengua extranjera que los soldados del invasor vociferaban por las calles de Ajaccio. Su padre la hablaba, pero su madre no. Y lo nico que saban los hijos de Bonaparte era el italiano. Napoleone, sin embargo, quera dominarla porque era la lengua de los que haban vencido a los suyos y ocupado la isla. All le haban hablado de Pascal Paoli, lder de la resistencia a los franceses, vencido el 9 de mayo de 1769 en la batalla de Ponte Novo. Napolen saba que sus 6

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padres haban sido protegidos de Paoli. Adolescentes entonces de apenas dieciocho y catorce aos, haban vivido en su entorno, en Corte, durante los aos de la breve independencia corsa, en el perodo entre la dominacin genovesa y la intervencin francesa de 1767. En 1764, Pascal Paoli haba presionado a la familia de Leticia Ramolino para que autorizara a su joven hija a casarse con Carlos Mara Bonaparte. La opinin de Babbo el Padre, como apodaban a Pascal Paoli era importante. El matrimonio se celebr, y nacieron dos hijos que murieron al poco tiempo. Despus, cuando Leticia acababa de dar a luz a Jos, se qued de nuevo embarazada, en el momento en que las tropas reales de Luis XV aplastaban a los patriotas corsos. Tuvieron que huir entonces por los senderos del monte y cruzar los ros a pie. Pero, en el colegio de Autun, el pequeo de nueve aos no poda explicar nada de todo eso al abad Chardon, quien entre leccin y leccin le preguntaba afable pero irnico a la vez: Cmo es que fueron ustedes derrotados? Contaban con Paoli, y Paoli era un buen general. El pequeo no poda contenerse. S, seor, y me gustara parecerme a l. l es corso. Odia este pas, el clima, a los franceses. Y refunfua: Les har todo el dao posible. Se siente como un prisionero voluntario, un hijo de los vencidos cautivo; no puede confiar en nadie ni llorar. El 15 de diciembre de 1778, el pequeo de nueve aos y medio se despeda de su madre y de sus parientes. Lo acompaaban su padre, siempre digno y elegante, que se diriga de nuevo a Versalles para presentar las demandas de la nobleza corsa, y su hermano Jos. Ira con ellos Jos Fesch, hermanastro de la madre, para continuar sus estudios en el seminario de Aix, y su primo Aurelio Varese, nombrado subdicono del obispo de Marbeuf. En el pequeo no haba ni una lgrima. Ya en el barco, navegando hacia Marsella, vea desvanecerse Crcega; pero, aun despus de haber desaparecido la isla, respiraba todava el aroma de su tierra, de su patria. Con ella soaba, embobado, en la sala de estudios del colegio de Autun, mientras el abad Chardon resuma la leccin de francs. A los reproches del profesor por su falta de atencin, el pequeo responda sobresaltado con voz firme en la que se trasluca el acento de su lengua materna: Seor, eso ya lo saba. Era testarudo, pero tena buena cabeza y una voluntad indmita. Tras esa breve estancia en el colegio de Autun, Napolen dominaba ya el francs, la lengua de monsieur de Marbeuf el gobernador francs de Crcega, que haba pasado a ser el nuevo protector de su padre, la de los soldados del rey y los vencedores de Pascal Paoli. Solo estuvo aqu tres meses declaraba el abad Chardon. Durante ese tiempo, aprendi suficiente francs para mantener una conversacin y hacer traducciones sencillas. Las gestiones que entretanto haba emprendido su padre para garantizar su ascendencia noble concluyeron con xito, y Napolen pudo partir hacia la Escuela Real Militar de Brienne. En el registro del colegio de Autun, el director escriba: Monsieur Napoleone de Buonaparte, por tres meses y veinte das, ciento once libras, doce soles y ocho centavos. Yo lloraba desconsoladamente cuenta Jos. Napolen apenas derram una lgrima, y aun la intent disimular. El abad Simn, subdirector del colegio, que fue testigo de nuestra despedida, me dijo despus: "Su nica lgrima prueba tanto como todas las tuyas su dolor por dejarte". El pequeo qued a cargo de monsieur de Champeaux, quien lo condujo primero a su castillo de Thoisy-le-Dsert. All, Napolen descubri el universo para l desconocido de la nobleza francesa y de sus costumbres. Con actitud reservada, observaba y se endureca poco a poco. Daba largos paseos por el campo, 7

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maravillado de los ondulados valles, mientras recordaba los escabrosos y soleados paisajes de Crcega, las higueras por las que trepaba para atiborrarse de la pulpa roja de sus frutos. Y a su madre, que apareca de vez en cuando para reirlo por coger higos. Felices tiempos aquellos de los castigos matemos y del zumo blanco de los frutos resbalando por entre los dedos! Pero no deba exteriorizar nada, sino escuchar, apropiarse del nuevo vocabulario, comprender el sentido de las expresiones que oa. Al cabo de tres semanas, el abad Hemey d' Auberive, auxiliar del obispo de Marbeuf, sobrino del gobernador de Crcega, fue requerido por monsieur de Champeaux, quien se encontraba enfermo, y recogi a Napolen en el castillo de Thoisy-le-Dsert para acompaarlo a Brienne. Napolen Bonaparte, el pequeo de mirada gris, llegaba a la escuela militar el 15 de mayo de 1779. Pasara all ms de cinco aos. Napolen se queda solo. Ha tenido que contenerse para no marcharse cuando el abad Hemey d' Auberive lo ha dejado frente al director de la Escuela Real Militar de Brienne. El padre Lelue repite con esfuerzo ese curioso nombre: Napoleone de Buonaparte, no es as?. El pequeo, menudo y de anchos hombros, guarda silencio frente a la inquisitiva mirada del director. Aprieta los labios hasta hacerlos desaparecer para que su rostro, de frente amplia y ojos vivos, permanezca impasible. Pero sabe tambin que en este pas montono y gris, en esta Francia donde lo han dejado, se extraan de su tez aceitunada. En el colegio de Autun se burlaban del color de su piel. No comprenda muy bien el sentido de las preguntas que le hacan, pero adivinaba la irona y el sarcasmo. Con qu lo han alimentado, para ser tan amarillo? Con leche de cabra y aceite? Qu saben, en un pas de crema y de mantequilla, del sabor oleoso de la aceituna y de los quesos curados sobre una piedra? Con los puos apretados, sigue al director por los largos pasillos helados y con estrechas puertas. Mientras caminan, el padre Lelue le recalca que ha sido escogido por la nobleza de su familia, garantizada por monsieur d'Hozier de Srigny, juez de armas de la nobleza de Francia, y certificada con diligencia y minuciosidad por Carlos de Bonaparte, su padre. A la pregunta de monsieur d'Hozier: Cmo habra que traducir en francs el nombre de bautismo de su hijo, que en italiano es Napoleone?, Carlos Bonaparte haba insistido en que, justamente, el nombre Napoleone era italiano. El padre Lelue se vuelve hacia l. El pequeo no baja la mirada. Le enumera entonces los artculos del reglamento de la escuela: Doblegar el carcter y sofocar el orgullo: No habr un solo da de fiesta durante los seis aos de estudios. Deber vestirse solo, mantener sus cosas en orden y arreglarse sin servicio domstico. Hasta los doce aos, llevar el pelo al rape. Despus de esa edad, lo dejar crecer y lo recoger en una cola; lo empolvar solo los domingos y las fiestas. El padre Lelue abre una de las puertas. Se aparta e invita al pequeo a entrar en la habitacin. El nio da dos pasos. Recuerda la amplia estancia que Leticia, su madre, haba vaciado para que sus hijos jugaran. Y la cabaa de tablas que le construyeron para que pudiera entregarse a sus clculos, as como las calles que se abran al horizonte y al mar. El cuarto donde va a dormir tiene menos de dos metros cuadrados. Dispone nicamente de un catre de tijera, un bidn con agua y una palangana. El padre Lelue, desde el umbral de la puerta, le explica que, segn el reglamento, incluso en la estacin ms fra, el alumno solo dispone de una manta, a menos que su constitucin sea delicada. Napolen desafa la mirada del director. El padre Lelue le muestra la campanilla junto al catre. Las celdas se cierran con cerrojo desde el exterior. En caso de necesidad, debe avisar al domstico que vigila en el corredor. El pequeo lo escucha, mientras reprime su deseo de gritar y de huir. 8

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En su casa lo apodaban Rabulione, el que todo lo toca, el travieso. Aqu, el reglamento y la disciplina lo encadenan. Dejar su cuarto al levantarse y solo volver a l para dormir. Su jornada transcurrir en la sala de estudio o en los entrenamientos fsicos. Los escolares deben practicar juegos, especialmente aquellos que contribuyan a aumentar la fuerza y la agilidad. El pequeo oye pasos en el corredor. Nuevos alumnos llegan a la escuela. Los observa; por su indumentaria adivina la fortuna de sus familias, y por su modo de hablar sabe que todos pertenecen a la nobleza francesa. Los escolares deben cambiar de muda dos veces por semana, aade el director mientras continan andando. Entran en el comedor donde, bajo las austeras bvedas y en presencia de los maestros, se rene en torno a grandes mesas el centenar de alumnos que acoge la escuela. Para desayunar y merendar sirven agua y fruta; carne para la comida y la cena. El pequeo se sienta entre los dems. Lo observan y murmuran. De dnde viene? Cmo se llama? Napoleone? Alguien se echa a rer. Paille au nez. Eso es lo que han entendido. Los odio. l es un extranjero. Acaso no insisten sus profesores de geografa en que, a pesar de la conquista francesa, Crcega es un anexo de Italia, un pas por lo tanto extranjero? Napolen lo acepta, lo reivindica incluso. No hace caso y se asla, o se pelea cuando consiguen atravesar su coraza y sorprenderlo. A veces lo engaan. Un nuevo alumno acaba de llegar en junio de 1782. Han convencido a Balathier de Bragelonne, hijo del comandante de Bastia, para que se haga pasar ante Napoleone Paille au nez por genovs. Napolen le pregunta en italiano: Sei di questa maledetta nazione? (Eres de esta maldita nacin?). El otro asiente con un gesto. Napolen se abalanza sobre l, lo coge por los pelos, y tienen que separados. l es un patriota corso de doce aos, con una ortografa francesa tan deficiente que escribe de manera ilegible para disimular sus faltas, si bien el estilo y la composicin se perfilan al ritmo de un pensamiento que se reafirma y se desarrolla. El nio solitario quiere triunfar, borrar su condicin de vencido. Extranjero? Quiz. Sometido, jams. Le confiesa a Bourrienne, uno de los pocos alumnos con los que habla: Espero liberar algn da a Crcega! Quin sabe? El destino de un imperio depende muchas veces de un solo hombre. Sus lecturas lo exaltan. Lee y relee a Plutarco. La historia se convierte en su materia preferida junto con las matemticas, disciplina en la que es brillante. Su profesor, el padre Patrault, murmura al orle resolver los problemas de lgebra, de trigonometra o de geometra: Este nio solo servir para la geometra. l hace caso omiso. Le gustan los juegos abstractos del espritu, con los que se evade de la realidad repleta de humillaciones y obligaciones, y asimismo las Vidas ilustres de Plutarco, que le permiten situarse en un mundo que no es imaginario, porque ha existido y pertenece a la historia, pero que podra, no obstante, renacer. Se identifica con el destino de los hroes. l es el spartiate, Catn, Brutus, Lenidas. Pasea por el patio con el libro de Plutarco en las manos. Ya no lo insultan. Pero al cabo de unos meses, tras constatar lo que su orgullo lo haba llevado a presentir, su superioridad con respecto a los dems, se vuelve arisco, punzante. Ms que doblegarse, ordena y censura. A veces, en los pasillos, oye andar sigilosamente hacia los cuartos. Son las ninfas, alumnos de conducta y costumbres equvocas que buscan compaero para la noche. Napolen se muestra inflexible, y aun as lo cortejan. La delicadeza de sus rasgos y su insolencia los atraen. Pero l rechaza con furor a los seductores. Se pelea, los persigue, los insulta. Descubre tambin en algunos maestros esos vicios y licencias de los conventos. Les declara la guerra y encabeza las protestas contra los pedagogos que ayudan al nuevo director, el padre Berton. Aislado de los dems, un isleo: eso es y eso desea ser. 9

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Un da, el director convoca a los alumnos y les anuncia que va a distribuir entre todos una gran extensin de terreno prximo a la escuela para que lo utilicen libremente; podrn labrado y cultivarlo a su gusto, especialmente durante el mes de septiembre, cuando el ritmo de trabajo se vuelve ms lento y los alumnos disponen de ms tiempo. Bonaparte, en tensin, lo atiende sin parpadear. Cuando el director est ya lejos, interpela a sus compaeros para negociar. Durante algunos das, el que se mantena siempre aislado los asedia hasta lograr que dos de ellos le cedan su parte de terreno. Dedica entonces semanas enteras a preparar su territorio y transformarlo en una fortaleza. Apuntala unas estacas, levanta la empalizada, remueve, la tierra para enraizar unos arbolillos. Construye as un cercado, su isla, pronto autntico retiro, donde en su tiempo libre se asla a leer y a meditar. All, durante el verano, a la sombra de su glorieta, se abandona a la nostalgia. Incluso en primavera, la Champae es triste y montona, el cielo tenue, sin el azul intenso e inmaculado del sur. Verse privado del lugar natal y del jardn de la infancia, no tener ya domicilio paterno, es carecer de patria, confiesa un da. Aquellos que se acercan a su isla, a su lugar de retiro, son alejados a puetazos y patadas. La rabia y la determinacin de Napolen son tales que reculan y aceptan su reino aparte. Mis compaeros no me aprecian demasiado, dir. Incluso lo odian, porque es arrogante y colrico, orgulloso y solitario, distinto. El 21 de junio de 1784 reclaman a Napolen Bonaparte en la sala de visitas. All, en esa gran estancia, lo espera su padre con su hijo pequeo, Luciano. Napolen no se arroja en sus brazos. Se contiene, sin embargo, para no sucumbir a la emocin. Hace ms de cinco aos que no ha visto a nadie de su familia. Observa fijamente a su padre, alto y delgado, tocado con peluca recogida en cola de caballo por un cordn doble de seda negra que se entrelaza a la chorrera. Le parece no haberse separado nunca de l. Carlos Bonaparte viste siempre elegante, con traje de seda pasamanado de galones y su espada al costado. Sus facciones, sin embargo, estn tensas, la tez amarillenta. Carlos Bonaparte, que viene de dejar a su hija Mariana Elisa y a dos primas en Saint-Cyr, se queja de su salud. Le explica a su hijo que vomita todo cuanto come y que los dolores de estmago son cada vez ms agudos. Bonaparte lo escucha, mientras Luciano se sorprende ante la ausencia de un gesto de ternura o de emocin de su hermano. Pero cuando Napolen se entera de que Jos, el primognito, ha dejado el colegio de Autun para seguir l tambin la carrera de las armas, razona con la autoridad de un padre de familia, seguro de s mismo, como si la enfermedad de su padre lo empujara a asumir ese papel. La entrevista es breve. Luciano va a quedarse en Brienne. Bonaparte lo controlar y lo asesorar. Su padre ha de viajar hacia Pars y pasar de nuevo por Brienne de regreso a Crcega. Bonaparte lo acompaa hasta su coche. Cuando los caballos arrancan, se vuelve con brusquedad hacia Luciano y le habla como si fuera su jefe. A los quince aos, su papel ha cambiado. El 25 de junio escribe a su to Fesch. Querido to: Le escribo para informarle de la visita de mi padre en Brienne. Ha dejado aqu a Luciano, con nueve aos y tres pies, once pulgadas y seis lneas1 de estatura. Est en primer grado de secundaria debido al latn. Da muestras de muchas cualidades y buena disposicin. Cabe esperar que sea un hombre de provecho. Se porta bien, es robusto, enrgico y distrado, y de momento estn satisfechos con l. Conoce muy bien el francs y ha olvidado prcticamente el italiano... Estoy convencido de que mi hermano Jos no le ha escrito. Cmo iba a hacerlo? Apenas si escribe dos lneas a mi padre, cuando lo hace. Ciertamente, ya no es el mismo... Respecto a su carrera, primero haba elegido, como usted1

1,10 m aproximadamente. (N. del A.) 10

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bien sabe, la eclesistica. Persisti en esa resolucin hasta que ha decidido servir al rey, pero se equivoca por muchas razones... No tiene suficiente firmeza de carcter para afrontar los riesgos de un enfrentamiento, y su frgil salud no le permite aguantar las fatigas de una campaa. Mi hermano solo concibe el estado militar desde las guarniciones... Saldr siempre bien parado de una reunin social, pero y de un combate? Jos, sin saber matemticas, no podr ser oficial de marina ni de artillera. De infantera, entonces? Bien, de acuerdo, si quiere estar todo el da sin hacer nada, callejeando [...] Con escritura apresurada prosigue su perorata. Qu es un simple oficial de infantera? Una mala persona las tres cuartas partes del tiempo, yeso es lo que no quiere mi querido padre, ni usted, ni mi madre, ni mi querido to el archidicono, dado que ya ha demostrado una ligera propensin a la prodigalidad... Un menor hablando de su hermano mayor! Un adolescente que se siente responsable de toda su familia, como si fuera su amo y seor. Das ms tarde, Bonaparte escribe de nuevo. Se ha llevado una buena decepcin al saber que su padre no pasara por Brienne, sino que regresa directamente a Crcega desde Pars. Querido padre: Su carta, como bien puede suponer, no me ha alegrado mucho, pero la razn de su salud y los intereses de la familia que tanto aprecio me hacen comprender su regreso a Crcega y me siento ms aliviado. Adems, convencido de su bondad y de su aprecio, as como de su solicitud por ayudarme a salir de aqu y secundarme en mis deseos, cmo no iba a estar contento? Por lo dems, me apresto a preguntarle por el efecto de las aguas sobre su salud y a garantizarle mi respetuoso afecto y mi eterna gratitud. Hijo carioso, respetuoso, unido a su familia, agradecido, que celebra los esfuerzos de su padre por hacerla salir de Brienne, contina su carta aconsejndolo sobre la eleccin de los estudios de Jos. Quiere que instale a su hermano en Brienne mejor que en Metz, porque ser un consuelo para Jos, Luciano y para m. Desea tambin que su padre le enve obras sobre Crcega. No debe temer nada; tendr cuidado y las llevar a Crcega conmigo cuando regrese, dentro de seis aos. Adis, querido padre concluye. El Caballero Luciano lo abraza de todo corazn. Trabaja muy bien. Ha respondido muy bien en su ejercicio pblico. Enva despus sus respetos a toda la familia, a las Zie las tas, y firma: Su muy humilde y obediente hijo de Buonaparte, el aspirante a cadete. Una frase aparentemente anodina en la carta a su padre El seor inspector vendr el 15 o el 16 de este mes, es decir dentro de tres das. En cuanto se haya ido, le comunicar lo que me ha dicho resalta la impaciencia de Bonaparte. Debe comparecer, en efecto, ante Reynaud des Monts, quien ha recibido la autorizacin del ministro de reclamar para la Escuela Militar de Pars a los becarios de las escuelas menores recomendados no solo por sus aptitudes, sus conocimientos y su conducta, sino tambin por su capacidad para las matemticas. En septiembre de 1784, en su inspeccin a Brienne, elige cinco alumnos adolescentes, que pasarn a ser cadetes e irn destinados a Pars. El primer nombre que se cita es el de Montarby de Dampierre, que ha optado por la caballera. El segundo, Castres de Vaux, ir a la ingeniera. Los otros tres son candidatos a la artillera. Junto a Laugier de Bellecourt y a Cominges, Napoleone Buonaparte. Cuando oye su nombre, el adolescente se limita a levantar la cabeza, y su emocin solo se refleja en el brillo de su mirada. Sabe lo que significa la partida. En primer lugar, escapar de la rutina de Brienne, de ese lugar demasiado familiar, de sus paisajes en exceso grises. All deja a Luciano, yeso le duele. Pero puede obtener el grado de oficial en un ao, y su hermano Jos dispondr entonces de una beca 11

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para seguir en Brienne los cursos de matemticas del padre Patrault. Bonaparte no demuestra su alegra. Pero anda ms rpido, recorriendo el patio de arriba abajo, con las manos en la espalda. Ha superado un obstculo. Mientras tanto, debe esperar. Los das se prolongan indefinidamente. Pero, por fin, el 22 de octubre de 1784 Luis XVI dispone que, habindosele concedido a Napoleone Buonaparte, nacido el 15 de agosto de 1769, una plaza de cadete en la compaa de los cadetes constituida en mi escuela militar, que el inspector general, monsieur de Timbrune-Valence, tenga a bien recibido y admitirlo en dicha plaza. El 30 de octubre, Napolen Bonaparte abandona Brienne con sus cuatro compaeros y un religioso de custodia. Se dirigen primero en diligencia hasta Nogent, y all embarcan en una barcaza hacia Pars. El cielo est gris y llueve de manera intermitente. Bonaparte camina por Pars, mientras devora la ciudad con la avidez de su mirada. Es un adolescente menudo y bastante moreno; viste pantalones con adornos rojos, y su aspecto es triste, sombro y severo. Pero en su fuero interno, vibra como una cuerda tensa. Mientras pasea, recuerda el cielo de Crcega, los paisajes, la belleza de sus calas, el idioma, su familia; pero, por su amplitud, su inmensidad y agitacin, Pars se parece al mar. La esterilidad de la Champae y el limitado horizonte de Brienne por fin han desaparecido. En esta ciudad donde parece que todo bulle y el esplendor de la realeza se anuncia en cualquier parte, en las construcciones monumentales y sus esculturas, el adolescente se siente menos extrao que en el confinado universo de la escuela provincial. Aqu, el viento sopla igual que junto a un ro, y el muchacho desenraizado del sur recupera en la capital una desmesura a la que el mar y los cielos inmensos lo tenan habituado. A medida que se aproxima a la Escuela Militar, la belleza de ese palacio, dominado por una elevada cpula cuadrangular, le impresiona sobremanera. Entra el ltimo del grupo para admirar las ocho columnas corintias, el frontn con las esculturas en relieve, el reloj de la torre enmarcado con guirnaldas. Atraviesa la verja de una de las tres puertas y se adentra en el patio iluminado por doce grandes faroles. Los cadetes se alojan en el ala derecha. Recorre los salones donde los alumnos juegan a los dados, al ajedrez y a las damas cuando llueve. La sala de visitas no. tiene la austeridad y la frialdad de la de Brienne. Un gran cuadro representa a Luis XV. Los cortinajes son de tela blanca de algodn, y las tapiceras de damasco rojo de Abbeville. Los bancos y los divanes estn recubiertos de una tapicera floreada verde y blanca. Napolen entra en las aulas, cuyas paredes estn revestidas de un papel con fondo azul sobre el que brillan las flores de lis y los nmeros del rey en color dorado. Las puertas son de vidrio y, al igual que los ventanales, estn enmarcadas de tapicera. El lujo, la magnificencia y la abundancia asombran al adolescente. Come por primera vez en una mesa dispuesta para diez. Los manjares son variados, con postres y fruta, que los criados sirven ceremoniosamente. Junto a los cadetes becarios, hay otros muchachos de la nobleza que pagan dos mil libras al ao por estudiar en la escuela. Solo su arrogancia o sus magros resultados escolares los distinguen de la masa de los ciento veintisis cadetes. Pero, desde el primer da, Napolen percibe que un duque de Fleury, un LavalMontmorency, un Puysgur, un prncipe de Rohan Gumne, primo del rey, lo miran con desprecio y le dan la espalda para demostrarle que ellos pertenecen a otra clase, que ese becario hijo de un sencillo noble corso es francs nicamente porque el ejrcito ha conquistado su isla. A pesar de todo, la belleza del lugar, el trato que se dispensa a los cadetes, la presencia misma entre ellos de los descendientes de las ms ilustres familias del reino le demuestran que forma parte de ese reducido nmero llamado a gobernar. Su orgullo se acrecienta; pero, a medida que se reafirma, su susceptibilidad se apacigua. Ellos lo han reconocido, de acuerdo, pero que no lo provoquen: solo lo impulsaran a defender con mayor determinacin sus orgenes y sus ideas. Cuando lo respetan se muestra cordial, porque ya no es el ser desarraigado de 12

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antao. Su primer logro lo ha tranquilizado. Durante su estancia en la escuela comparte habitacin con un alumno mayor que l, que ha sido designado su instructor de infantera. Alejandro Des Mazis se muestra atento, cordial, precavido incluso. Napolen hace lo propio y acepta de buen grado su compaa. La habitacin es pequea, con una litera de hierro, sillas y un armario bajo el alfizar de la ventana. All estn dispuestos los tres pares de zapatos reglamentarios. Esta habitacin da a una estancia con las paredes de madera iluminada por farolillos y caldeada por varias estufas de cermica: el dormitorio. La Escuela Militar no es precisamente austera, y despus de haber visto la sala de esgrima y admirado los sesenta caballos de monta finos corceles espaoles, algunos con un valor superior a las ochocientas libras, Napolen se convence de que el trato que le dispensan corresponde al del hijo de un gran seor. Sin embargo, no debe dejarse corromper por ese lujo que sabe pasajero. Los medios de que dispone su familia son limitados. Su condicin de becario le ha permitido acceder a una posicin inusitada, pero ahora deber sobresalir por el trabajo y el talento, porque todo ese lujo desaparecer en cuanto deje la escuela. Elude a aquellos condiscpulos de conducta disipada. Seor le dice a Laugier de Bellecourt, uno de sus antiguos compaeros de quien se haba apartado por sospechar que era una de las ninfas de la escuela, usted mantiene relaciones que yo desapruebo. Sus nuevas amistades lo perdern. Elija entre ellos o yo. No hay trmino medio. Hay que ser un hombre y decidirse. Considere mis palabras como un primer aviso. Pero Laugier de Bellecourt no resiste a las tentaciones y su conducta confirma las sospechas que Napolen abrigaba en Brienne. Seor le recrimina con sequedad, usted ha desestimado mis advertencias y ha renunciado as a mi amistad. No vuelva a hablarme ms. Napolen trabaja con una determinacin feroz. Algunos se burlan de l, especialmente los pensionarios de alta alcurnia. Ese muchacho moreno y menudo es reflexivo y elocuente. Los comentarios lo sublevan. En el patio, se abalanza sobre ellos con aire amenazador. Es, efectivamente, un noble sencillo, pero sale triunfante de sus enfrentamientos fsicos. Cuando, en el mes de enero de 1785, escucha al sacerdote con quien se acaba de confesar como debe hacer cualquier cadete una vez al mes, no puede contener un gruido. El padre lo amonesta, le habla de Crcega, de la obligacin de obedecer al rey, de quien l es becario y humilde servidor. Los corsos, adems, prosigue el sacerdote, son a menudo unos bandidos arrogantes. No he venido aqu para hablar de Crcega exclama Napolen, y la misin de un sacerdote no es reprenderme sobre este punto! Y rompe de un puetazo la rejilla que lo separa del confesor y los dos se lan a golpes. Esa intrepidez en la defensa de su patria, el mpetu con que exalta los gestos de Pascal Paoli, prueban que no es uno de esos individuos prudentes que calculan cada uno de sus actos, sino un adolescente cuya energa se expande por el efecto de la emocin. Su profesor de letras, Domairon, est impresionado por sus extraas exageraciones. Es granito abrasado por un volcn, resalta. Y el profesor de historia, De Lesguille, aade que ese joven cadete es corso de nacionalidad y de carcter y que llegar lejos si las circunstancias le son favorables. Pero monsieur Valfort, el director de estudios de la escuela, est preocupado. Le explican que ese cadete, becario del rey, recita versos de su invencin donde describe a su patria resurgir en un sueo y entregarle un pual predicindole: T sers mi vengador. Extraa situacin para un cadete, futuro oficial del ejrcito del rey, que desea ser al mismo tiempo el vengador de aquel a quien las tropas del rey derrotaron. En su habitacin le cuenta a Des Mazis que quiere quemar etapas, obtener el grado de oficial a final de ao y ser nombrado subteniente en un regimiento. 13

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Para ello, dice Napolen con expresin tensa y el cuerpo inclinado sobre su compaero, ha de conseguir al mismo tiempo ganar el concurso de acceso a una escuela de artillera y obtener el grado de oficial. No ir a una escuela de artillera como alumno, sino que pasar directamente de cadete a subteniente. Eso exige que Bonaparte conozca en su integridad los cuatro volmenes del Tratado de matemticas del profesor Bezout que los cadetes llaman el Bezout y que sea capaz de contestar a todas las preguntas del examinador, Laplace, eminente miembro de la Academia de las Ciencias. Bonaparte est decidido y acepta el desafo de aprender su Bezout para ser al mismo tiempo alumno y oficial de artillera. Des Mazis pasa algunos das en la enfermera, y Napolen se encierra en su habitacin sin levantar los ojos de su Tratado de matemticas. Qu importan las otras materias, las faltas de ortografa, el latn, la gramtica, el alemn? El profesor de alemn, Baur, lo juzga segn los resultados en su materia. En septiembre de 1785, perodo de exmenes, comprueba que Bonaparte no se ha presentado y pregunta a sus compaeros. Le responden que l concursa para el grado de subteniente de artillera. Acaso sabe algo? interroga Baur. Pues claro! le contestan. Es uno de los mejores de la escuela en matemticas. Bueno dice el alemn, siempre he credo que las matemticas eran para los tontos. Bonaparte descuida tambin las clases de danza. No le interesan la educacin ni las buenas maneras que se ensean en la Escuela Militar de Pars, en su necesidad de acomodarse a la excelencia y el prestigio de la nobleza. Adolescente ansioso, encerrado en s mismo y obsesionado por el objetivo que se ha marcado, no tiene tiempo de aprender lo que no le representa una utilidad inmediata. Todo queda supeditado a ganar en un solo ao los dos concursos. No importa si no obtiene entretanto los grados de sargento mayor, comandante de divisin o jefe de pelotn que se otorgan a algunos alumnos. Su sentido de la eficacia y la utilidad lo lleva a hurlarse de esos tres galardones de plata que algunos ostentan con orgullo. Tampoco ser condecorado, como Picot de Peccaduc o Phlippeaux, con la cruz de la orden de Notre-Dame-du-Mont-Carmel! Tendra que pasar para eso tres aos en la Escuela Militar! Tres aos! La sola idea lo martiriza! Dispone de diez meses para aprenderse todo el Tratado de matemticas de Bezout, ecuacin tras ecuacin, teorema tras teorema, figura tras figura. Sin embargo, en el mes de febrero de 1785, una noticia viene a fulminar a Napolen como el impacto de un rayo. Su padre, Carlos Bonaparte, acaba de morir el 24 de febrero en Montpellier, adonde haba acudido en busca de asistencia mdica. Tena treinta y nueve aos. El semblante del muchacho, con sus facciones hundidas, refleja el intenso dolor. Saba que su padre estaba enfermo, pero ahora un vaco se abre ante l, y Bonaparte est a punto de sucumbir a la emocin. El director de estudios, Valfort, que acaba de anunciarle la desgracia, lo invita segn es costumbre a retirarse a la enfermera para llorar y rezar. Bonaparte permanece un instante en silencio y le responde con voz apagada que un hombre debe saber sufrir. Llorar es de mujeres. Solicita, pues, volver a su puesto, como si nada hubiera ocurrido. La tristeza es un asunto personal. No he llegado hasta aqu sin haber pensado antes en la muerte dice. He acostumbrado mi alma a ella tanto como a la vida. Y, no obstante, su pena es inmensa. Le informan de que su padre haba experimentado durante los ltimos meses crueles ataques a causa de la enfermedad. Vmitos y dolores insoportables en el estmago le haban impedido alimentarse. En sus accesos febriles, Carlos haba exclamado que la espada de Napolen hara temblar a los reyes, que su hijo cambiara la faz del mundo. Si l estuviera presente, me defendera de mis 14

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enemigos, deca. Intentaba incorporarse y repeta: Napolen, Napolen. Muri el 24 de febrero de 1785, y sepultaron su cadver en una de las criptas de la iglesia de Cordeliers. Durante los das siguientes al anuncio del deceso, Bonaparte se muestra incluso ms perseverante en el trabajo, ahogando en l su dolor. Des Mazis trata de consolarlo, pero l impone el silencio. Dice solamente que su xito es ahora ms necesario. Debe ser oficial a partir de septiembre. Ya no tiene tiempo de ser alumno. Subteniente a la primera, esa es su obligacin. Sabe que en Ajaccio su madre tendr que educar a sus cuatro hijos pequeos con las mil quinientas libras de renta. Los cuatro mayores estn en la escuela y sern subvencionados. Y si l gana un sueldo a partir de octubre de 1785, si es oficial en un regimiento, ser realmente el cabeza de familia que ya crea ser desde haca tiempo. A finales de marzo, escribe dos cartas. Una al to de su padre, el archidicono de Ajaccio, de quien decan en la familia Bonaparte que guardaba su fortuna en una bolsa bajo la almohada, y la otra a su madre. Esas cartas deben ser revisadas, segn las normas, por los oficiales de la escuela encargados de leer toda la correspondencia, y de corregida si es necesario. Todos sus sentimientos, por lo tanto, permanecen ocultos. La carta del 23 de marzo, dirigida a su to archidicono, deja entrever, bajo el estilo contenido, el dolor del hijo: Querido to: Sera vano expresarle hasta qu punto he sentido la desgracia. Hemos perdido a nuestro padre, y solo Dios sabe cunta era su ternura y su cario hacia nosotros. l representaba el sostn de nuestra juventud! Usted ha perdido con l a un sobrino obediente y agradecido... y la patria, me atrevo a asegurar que ha perdido a un ciudadano sensato y desinteresado [...]. Sin embargo, los cielos lo han hecho morir a cien leguas de su pas, en una regin extranjera e indiferente a su existencia, alejarlo de cuanto l ms quera. Uno de sus hijos, es verdad, lo ha asistido en ese terrible momento, lo cual ha debido de ser para l un gran consuelo, pero sin comparacin con la triple alegra que hubiera supuesto acabar su carrera en casa, junto a su mujer y a su familia. Pero el Ser Supremo no lo ha permitido, y su voluntad es inmutable. Solo l puede consolamos ahora. Nos ha privado ciertamente de nuestro ser ms querido, pero al menos nos ha dejado a aquellas personas que pueden reemplazado. Consienta usted, pues, en ocupar el lugar del padre que acabamos de perder. Nuestro afecto y nuestro agradecimiento sern proporcionados a tan gran servicio. Me despido desendole una salud tan buena como la ma. Napoleone di Buonaparte. Vuelve a leer la carta. La eleccin del tutor es acertada. El archidicono tiene una fortuna considerable. Aceptar la obligacin que este adolescente de apenas diecisis aos le pide asumir con una autoridad grave en la que la emocin se ala con la razn. Cinco das ms tarde, el 28 de marzo de 1785, Bonaparte escribe la segunda carta, esta destinada a su madre. Querida madre: Hoy, cuando el tiempo ha calmado un poco la emocin de mi dolor, me apresuro a manifestarle mi agradecimiento por su bondad hacia nosotros. Trate de calmarse, querida madre; las circunstancias as lo exigen. Doblaremos nuestros cuidados y nuestra gratitud, y seremos felices si podemos compensar con nuestra obediencia un poco de la inestimable prdida de su querido esposo. Me despido ya, querida madre, mi dolor as me lo ordena, rogndole que se tranquilice. Mi salud es perfecta, y ruego cada da al cielo que la premie con la 15

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suya. Presente mis respetos a Zia Gertrude, Minana Saveria, Minana Fesch, etc. P.S.: La reina de Francia ha dado a luz a un prncipe, el duque de Normanda, el 27 de marzo a las siete de la tarde. Su devoto hijo, Napoleone di Buonaparte. Ahora, cuando la tinta an no se ha secado y la herida est todava abierta, hay que volver al trabajo. Sin vacilacin: Mi dolor me lo ordena. A comienzos del mes de septiembre de 1785, el acadmico Laplace entra en la sala de la Escuela Militar habilitada para el examen de los cadetes destinados a la artillera. Cuando le llega el turno, Napolen est preparado. Laplace viste de negro, con los ojos medio ocultos tras un monculo. Su aspecto es severo, los gestos graves, pero su voz es suave y el tono cordial. Es de una extremada educacin con los candidatos que avanzan hacia l paralizados por la ansiedad. Napolen observa el estrado sobre el que hay dispuestas dos pizarras de madera destinadas a las figuras y las demostraciones. Unas cortinas de tela inglesa cuelgan de las ventanas. Las mesas para realizar los dibujos estn dispuestas en hileras. En los bancos escalonados, recubiertos de damasco de Abbeville, se sientan los oficiales de artillera que estn en Pars, los dos representantes del primer inspector de las Escuelas, el coronel de Angenoust, y su director, el comisario de la Guerra Roland de Bellebrune. El concurso es pblico. Napolen se aproxima. Traza las figuras con un gesto nervioso, y responde a las preguntas de manera breve y precisa mientras escribe las ecuaciones en la pizarra. Conoce con todo detalle los cuatro volmenes del Tratado de matemticas de Bezout. Comete solo ligeros errores. El 28 de septiembre de 1785, su apellido es el nmero cuarenta y dos de la lista de los cincuenta y ocho jvenes admitidos como subtenientes en el ejrcito de artillera. Entre ellos, hay cuatro cadetes de la Escuela Militar de Pars. Por delante de l, Picot de Peccaduc, 39., y Phlippeaux, 41.. Des Mazis, su amigo, es el 56.. Los que lo preceden llevaban preparando el examen varios aos y todos son mayores que l. l es el primer corso que sale de la Escuela Militar. Y, en la erudita arma de la artillera, solo hay otro oficial insular, monsieur de Massoni. Su nombramiento como subteniente data del 1 de septiembre de 1785. Tiene diecisis aos y quince das. Pero no se embriaga con el triunfo. Solicita ser destinado al regimiento de La Fre, con guarnicin en Valence, donde ir tambin su amigo Des Mazis, cuyo hermano mayor es capitn del regimiento. La eleccin de Bonaparte no viene dictada por la amistad, sino por la intencin de acercarse a su familia y a Crcega. El regimiento de La Fre abastece a las dos compaas de artillera que residen en la isla, y Bonaparte suea con ese traslado, despus de seis aos sin haber visto Ajaccio. Durante esos das de otoo de 1785, por primera vez desde el 15 de diciembre de 1778, Bonaparte se siente feliz. Prepara su maleta con los efectos y las ropas con que la Escuela Militar provee a los subtenientes: doce camisas, doce cuellos, doce pares de escarpines, doce pauelos, doce gorros de algodn, cuatro pares de medias, un par de hebillas de zapatos y un par de jarreteras. Y guarda entre sus manos la espada, el cinturn y la hebilla de cuello en plata que reciben nicamente los cadetes de la Escuela Militar de Pars. El 29 de octubre de 1785, el conserje Lemoyne, guardamuebles de la Escuela Militar, entrega ciento cincuenta y siete libras y diecisis soles a los cadetes Bonaparte, Des Mazis y Delmas este ltimo admitido como alumno de artillera para cubrir los gastos de su viaje hasta Valence. El da siguiente, 30 de octubre, Napoleone di Buonaparte monta en la diligencia que, junto a sus compaeros, los conducir hacia la regin del Medioda.

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CAPTULO SEGUNDO

Siempre solo entre hombres Noviembre de 1785 septiembre de 1789 Valence, la ciudad con los tejados de ladrillo, no es an la patria, pero Bonaparte se siente ya a sus puertas, conmovido por su encuentro con el sur despus de seis aos alejado. Los tres compaeros se presentan en los cuarteles del regimiento de La Fre situados junto a la carretera que va de Lyon hacia Provenza. Al otro lado de la calzada se extiende el polgono de tiro, donde los soldados maniobran a pesar de la lluvia que comienza a caer. El teniente coronel les presenta el regimiento de La Fre, cuyos hombres, dice, poseen valor, fuerza y carcter. Los subtenientes servirn durante tres meses como soldados y oficiales subalternos para conocer la vida cotidiana de la tropa que habrn de mandar despus. El regimiento de artillera de La Fre, aade el teniente coronel, es diligente e infatigable. A los ejercicios de tiro siguen las maniobras. Los das de mercado, tres veces por semana, los hombres se concentran para la instruccin terica, a fin de que el ruido de can no moleste a los campesinos y los comerciantes. As que es bueno en matemticas? pregunta a Bonaparte. Lee el apellido de ese subteniente menudo, imberbe, plido, de una delgadez exagerada. Tiene mal aspecto, los pmulos marcados y los labios finos. Sin embargo, Bonaparte le impresiona. Su rostro expresa firmeza y obstinacin. Es arisco y desagradable, pero tiene carcter. La misma noche de su llegada a Valence, Bonaparte llama a la casa de la familia Bou. Una seora de unos cincuenta aos le abre la puerta. Es Marie-Claude Bou, la hija del padre Bou, una mujer activa y servicial. La habitacin que muestra a Bonaparte es monacal pero mucho ms amplia que las de Autun, Brienne y Pars. All, sobre una mesa, deposita los libros y su diario. Al otro lado de la calle, en la planta baja de la Maison des Tetes, monsieur Aurel dirige la biblioteca. El subteniente Buonaparte puede hacerse un abono de lectura, le explica MarieClaude Bou. Aqu, aade, tendr la ropa lavada y planchada. Una maana de mediados de enero se viste por fin con el uniforme de oficial: pantaln de punto y chaqueta de pao con los bolsillos abiertos de color azul, levita azul francia, con el cuello y las solapas azules con bordados rojos, bolsillos ribeteados tambin en rojo, botones amarillos con el nmero 64 grabado, como corresponde a su regimiento, y charreteras bordadas con una franja de hilos de oro y de seda. Se dirige hacia los cuarteles y ocupa su puesto como oficial en la plaza de Clerc, en el centro de la ciudad. All participa en las maniobras de su compaa y controla la distribucin de las bateras. Sigue, al mismo tiempo, las lecciones de geometra, clculo diferencial e integral y trigonometra que el profesor Dupuy de Bordes imparte a los oficiales del regimiento para completar su formacin. Algunos das tiene clase de dibujo lineal, donde aprende a trazar planos, perfiles y mapas. Y, en la sala de conferencias, los oficiales exponen sus conocimientos prcticos sobre el modo de apuntar y cargar los caones y sobre la disposicin de las bateras y de las minas. l escucha con atencin, vido de conocimientos. Lee los tratados de Guibert y Gribeauval, los tericos de la guerra moderna. La artillera dir es el cuerpo mejor constituido de Europa. La vida militar es familiar, los mandos son paternales, los ms valientes y dignos del mundo, puros como el oro, mayores porque la paz ha sido demasiado larga. Los oficiales jvenes se ren de ellos porque el sarcasmo y la irona estn ahora de moda, pero en el fondo los adoran y los comprenden. La vida en Valence es para Bonaparte la ms agradable que ha conocido desde su 17

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llegada a Francia de pequeo, porque est en una ciudad del sur y la gente de esa regin conserva la calidez meridional. Corso?, le preguntan. Se pone en guardia y asiente con la cabeza. Pero lo felicitan por su origen; su acento, todava impregnado de sonoridades italianas, vuelve la conversacin ms cautivadora. Lo introducen sin reparos en la alta sociedad de la ciudad, y l se esfuerza por agradar. Recibe clases de danza y de compostura, pero contina siendo torpe y poco diestro. Admira, en cambio, a los nobles franceses, cuya elegancia y desenvoltura, sus brillantes maneras y su conversacin fluida parecen innatas. Sus movimientos bruscos hacen que su uniforme est siempre arrugado. Un retorcido corbatn le rodea el cuello. Las sienes se ocultan bajo sus largos cabellos, que caen lacios sobre los hombros. Pero, a pesar de su aspecto, Bonaparte en uniforme impone. Su silencio intriga. Su mirada atrae. Es un subteniente singular. Lo recomiendan a las damas de Valence que regentan salones en sus casas: madame Lauberie de Saint-Germain, madame de Laurencin y madame Grgoire de Colombier. En ese momento, se dedica a leer y releer las obras de Rousseau. Sabe de memoria prrafos enteros de las Reflexiones de un paseante solitario, de las Confesiones, de La nueva Elosa. Se siente afn a quien l llama Jean-Jacques, su doble, el que mejor expresa lo que siente un joven indeciso an sobre su porvenir. Acaso no se ha sentido l tambin distinto, incomprendido, burlado, como Rousseau? Cuando Bonaparte escala la montaa de Roche-Colombe con un compaero del regimiento de La Fre y se exalta ante la belleza de la naturaleza en el mes de junio de 1786, no se asemeja a Rousseau? Las cartas que su hermano Jos le enva desde Crcega reavivan dolorosamente su nostalgia de la familia y de la isla, del aroma de los mirtos y de los naranjos. Suea con el ansiado permiso del 1 de septiembre de 1786. Llevo ausente seis o siete aos de mi patria escribe el 3 de mayo de 1786. Qu placer sera volver a ver dentro de cuatro meses a mi familia ya mis compatriotas! Las clidas sensaciones que siento al recordar los placeres de mi infancia, no representan mi completa felicidad? Crcega es el punto de referencia, la seguridad, casi la obsesin de Bonaparte. Es la tierra que padeci el infortunio de una ocupacin, la isla cuyas virtudes exalt Rousseau, y el arrecife de la nostalgia de su infancia que arrastra consigo. Ansa volver a su pas, y en su habitacin se apiada de la suerte sufrida por los corsos, y se rebela contra ella. Montaeses, quin ha turbado vuestra felicidad? escribe. Hombres apacibles y virtuosos, que vivais felices en vuestra patria, qu salvaje tirano ha destruido vuestras propiedades? Lo inquieta la situacin que la victoria francesa ha ocasionado: Cul ser el espectculo que ver en mi pas? Mis compatriotas encadenados y besando temblorosamente la mano que los oprime. No son ya los bravos corsos que un hroe exalt, enemigos de los tiranos y del lujo, sino viles cortesanos! Cmo no recordar que su padre, antes camarada de Pascal Paoli, haba requerido tambin los favores de monsieur de Marbeuf, una vez reconocida la victoria francesa, y haba enviado a sus hijos a escuelas francesas? Cun alejados estn los hombres de la naturaleza! escribe Bonaparte. Qu dbiles, rastreros e innobles son! Su ira se vuelve contra aquellos que redujeron de tal modo a su pueblo. Franceses, no contentos de habernos arrebatado todo cuanto ambamos, habis corrompido nuestras costumbres escribe indignado. El espectculo actual de mi patria y la imposibilidad de cambiado es razn de ms para rehuir una tierra cuyos hombres estoy obligado a alabar por deber y a despreciar por honor. Sale a pasear por las calles de Valence y entra en el hostal Trois Pigeons; cena con sus compaeros oficiales, taciturno, vuelve a la casa Bou, y escribe de nuevo. Siempre solo en medio de los hombres, me recojo para meditar y entregarme a la presteza de mi melancola. Hacia dnde mira hoy? Hacia la muerte... Qu fuerza me lleva a querer mi destruccin? Qu he de hacer en este mundo? Puesto que debo morir, acaso no sera mejor darse ya la muerte? Durante los aos pasados haba tenido un objetivo: alcanzar el puesto de oficial. 18

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Una vez logrado, adnde ir ahora que est en el umbral de su vida? A Crcega! Fijarse la misin de devolver la libertad a su patria, de ser el vengador. Pero, en su fuero interno, empieza a dudar. Ha vivido ya tanto tiempo en Francia como en su isla. En este pas ha abandonado su infancia y ha conformado sus nuevas ideas. Aqu ejerce la carrera de las armas que tanto ama. En los cuarteles de Valence concentran a los soldados del regimiento de La Fre. En Lyon ha estallado un motn entre los obreros del textil. Es preciso acudir a restablecer el orden. El segundo batalln de La Fre, al que pertenece la compaa de Bonaparte, se moviliza y se instala en el barrio lions de Vaise, prximo al barrio obrero de Bourgneuf La tropa dispersa a los agitadores, que reclamaban un aumento de dos soles en el salario, y detiene a tres de ellos. Bonaparte permanece en su puesto, impaciente por ver el orden restablecido. Su permiso para viajar a Crcega ha sido confirmado para el 1 de septiembre de 1786 y, si el batalln vuelve en la fecha prevista, podr dejar Valence sin ms dilacin. De pie en la proa del barco, Bonaparte respira el aroma de su isla. Ese 15 de septiembre de 1786 concluye un viaje que haba comenzado quince das antes en Valence. Deseaba ardiente mente ese retorno despus de siete aos y nueve meses lejos de all, calcula mientras ve perfilarse, al amanecer, las cimas violetas de las montaas de la isla y aparecen las murallas de la fortaleza de Ajaccio. Napolen tiene diecisiete aos y un mes. Mientras los marineros echan amarras, distingue a su hermano Jos corriendo hacia la pasarela. Conteniendo las lgrimas, desciende lentamente al encuentro de su familia. Todos han ido a recibirlo. Leticia Bonaparte coge a su hijo del brazo. Sus hermanos pequeos, Luis, Paulina, Carolina y Jernimo, de dos aos, van detrs de ellos. Desde el primer momento, Leticia comunica a Napolen sus inquietudes econmicas y su preocupacin por el futuro de sus cuatro hijos pequeos, as como de Luciano, que todava estudia en el seminario de Aix. Se inclina hacia l, y baja la voz. Y qu ser de Jos? Confa en irse a Pisa para doctorarse en derecho, y ocupar despus el cargo de su padre en los Estados de Crcega. Bonaparte comprueba que, efectivamente, es el cabeza de familia; l tiene una posicin y lo admiran por ello, pero tambin le exigen ayuda, consuelo y proteccin. Apenas cinco das despus de haber llegado, recibe la noticia del fallecimiento en Bastia, el 20 de septiembre de 1786, de monsieur de Marbeuf. Leticia Bonaparte tiene la mirada apagada por la tristeza Quin los ayudar ahora a mantenerse, a obtener las subvenciones para el plantel de moreras y las becas para los nios? Bonaparte calma a su madre, le pide paciencia. Dispone de un permiso de seis meses; entretanto se ocupar de la casa y de las necesidades de la familia. Cada maana al amanecer sale a pasear a pie o a caballo. Se siente atrado por el magnetismo de la naturaleza, le dice a Jos. Por la noche, durante la cena, ensalza la isla revestida de todos los dones. Pero Leticia lo interrumpe. Aqu ya no hay nada que hacer afirma. Bien lo sabe. Qu habra sido de l si no hubiera estudiado en Brienne y en Pars? Las carreras se hacen en el reino: all ha podido convertirse en oficial del ejrcito francs. Cuando se retira a su habitacin, se dedica a escribir. Quiere publicar una Historia de Crcega, pero descubre con sorpresa y angustia que enormes lagunas sobre la lengua corsa aguan su memoria. No comprende con claridad a los campesinos y a los pastores cuando se le dirigen, y le cuesta hablarles. En qu se ha convertido, a pesar suyo? En un francs? La lengua de los libros, que lee con emocin y entusiasmo, es el francs y en francs escribe. Pero, sentado al abrigo del rbol de la paz y del naranjo, se siente ms decidido que nunca a unir su destino al de esta isla, teatro de sus primeros juegos. Su madre se acerca y se sienta junto a l. Es una mujer bella, de apenas treinta y siete aos, con el cuerpo deformado por sus doce embarazos. Su rostro sigue siendo altivo, marcado por los trazos del sufrimiento y el duelo por sus hijos y su esposo muertos. La mirada y el porte conservan, pese a todo, su entereza. Eres el alma de la casa le dice a Napolen. Pero es preciso que haga algo. l debe ser ahora quien se ocupe de los negocios 19

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de la familia y quien tome las decisiones. Qu se ha de hacer con el plantel de moreras? Carlos Bonaparte haba obtenido esa concesin del intendente del reino en 1782. Le haban prometido ocho mil quinientas libras de adelanto por la distribucin de las moreras cinco aos despus. Pero no haba recibido ms que cinco mil ochocientas libras y, en mayo de 1786, el ministerio haba rescindido el contrato al abandonar unilateralmente el proyecto. Leticia, sin embargo, tena sembrada ya la plantacin. Napolen calcula, mientras la escucha con atencin. El Estado debe tres mil cincuenta libras a su familia. Tranquiliza a su madre, y le asegura que luchar por conseguidas, aunque tenga que solicitar un nuevo permiso a su regimiento para resolver sus reclamaciones en Crcega. Unos das ms tarde, el 30 de abril de 1787, remite a su coronel un certificado de enfermedad firmado por un cirujano de Ajaccio, al tiempo que le solicita un permiso de cinco meses y medio a contar desde el 16 de mayo de 1787. Dada mi poca disponibilidad y el coste del tratamiento precisa, ruego que el permiso me sea concedido con el salario correspondiente. La respuesta del ministerio es favorable. El permiso se prolongar hasta el 1 de noviembre de 1787. Bonaparte sabe que, si quiere llevar a buen trmino sus gestiones para conseguir de la administracin de Pars las tres mil cincuenta libras que calcula, debe viajar a la capital. A comienzos de septiembre de 1787, comunica a su madre que se marcha a Pars. Embarca el da 16 del mismo mes hacia Toulon. El viento sopla racheado. Tiene dieciocho aos y un mes. Desde su llegada a Pars, Bonaparte repara nicamente en las mujeres. Tiene la impresin de que lo rozan cuando pasea por la callejuela del Tour-Saint-Honor, el pasaje del barrio de Les Halles situado entre la calle Coquillire y la calle del Faubourg-Saint-Honor donde se ha instalado. All, se hospeda en la pensin de Cherbourg y comienza a escribir con frenes, casi con ardor. Elabora un informe detallado para el inspector general, en el que recopila el expediente completo del plantel de moreras, y aade que su padre haba emprendido esa plantacin por patriotismo e inters en la cosa pblica. A fuerza de insistencia, cartas y visitas a Versalles, consigue una audiencia con el primer ministro, monsieur de Brienne, arzobispo de Sens. Lo presiona de tal modo que el ministro se sorprende ante la firmeza que asoma bajo su tono respetuoso. De nuevo en Pars, le vuelve a escribir retornando todos los argumentos, y dejando traslucir su indignacin y su susceptibilidad. En definitiva, dice, se trata de una cantidad que nunca llegar a compensar b humillacin que siente un hombre al reconocerse dependiente de ella. Y concluye que, si la indemnizacin acordada se concede, monsieur de Brienne se ganar la gratitud de los Bonaparte y, sobre todo, la satisfaccin interior, autntico paraso del hombre justo. Mientras espera una respuesta, vagabundea por Pars, va al teatro, embriaga con la luz y la fragancia de una ciudad de costumbres liberales, donde se siente un ser annimo con el solo freno de su moral, un ntimo sentido del deber y las profundas preocupaciones que lo asaltan cuando est en su habitacin y deja correr la pluma sobre el papel. Discurre sobre Esparta y Roma, sobre el amor a la gloria propio de las monarquas, y el amor a la patria, virtud de las repblicas. Rinde tributo a los ingleses que acogieron a Pascal Paoli y al barn de Neuhof, quien en 1753 haba liberado a Crcega del invasor genovs. El destino de Crcega lo lleva a divagar. La corrupcin propia del hombre adulto no ensuciar mi pluma escribe a las once de la noche en su habitacin de la pensin de Cherbourg, durante el mes de noviembre de 1787. Yo anhelo solo la verdad, y me siento con el valor de proclamada. Queridos compatriotas, hemos sido siempre desafortunados. Actualmente miembros de una potente monarqua, sufrimos de su gobierno exclusivamente los vicios de su constitucin y, tal vez por nuestra desgracia, no vemos consuelo a nuestros males sino en siglos futuros. 20

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Ha solicitado un nuevo permiso de seis meses para asistir a las deliberaciones de los Estados de Crcega, su patria, y discutir sobre sus derechos reales a su modesta fortuna. Ello lo obliga a afrontar unos gastos de desplazamiento solo justificables por su necesidad imperiosa. Su permiso se prolongar desde el 1 de diciembre de 1787 hasta el 1 de junio de 1788. Dejar, pues, Pars para volver a Crcega con su familia. La noche del jueves 22 de noviembre acude al teatro de los italianos. Cuando acaba la funcin, camina a grandes zancadas por las avenidas del Palais-Royal y, como el fro es intenso, se refugia bajo los prticos. El gento pasea tranquilamente, hombres solos en busca de una mujer, mujeres solas a la espera de un cliente. Bonaparte se detiene a la altura de las verjas. Vea una muchacha de tez plida. Sabe que es una de esas chicas con las que ya ha intentado hablar con el pretexto de comprender su odioso estado. Pero ellas, siempre arrogantes, lo han rechazado. Esta es diferente. Su timidez alienta a Bonaparte. Intercambian algunas palabras. Debe de tener mucho fro le dice l. Cmo puede quedarse en la calle? Hay que acabar la jornada, hay que vivir le responde. Ella es de Nantes. l le sugiere con rudeza: Lo que debe hacer, seorita, es tener la bondad de contarme cmo perdi su virginidad. Fue por un oficial contesta ella suavemente. Por l se vio obligada a huir de su familia. Se agarra del brazo de Napolen. Vayamos a su casa le dice. Y qu haremos all? Nos calentaremos juntos y usted saciar su deseo. Eso es lo que l desea. Ms tarde, de nuevo solo en su habitacin de la pensin de Cherbourg, escribe: Sala de los Italianos paseando a grandes zancadas por las avenidas del PalaisRoyal.... Explica lo que acaba de vivir. Yo la haba provocado para que no se librara de m [...] aparentando un pudor que iba a probarle que no tena... Demasiadas palabras para confesar que no se haba atrevido a decirle que era la primera mujer! Pero ahora es un hombre y puede ya volver a Ajaccio. No hace an dos horas que ha desembarcado en Ajaccio, cuando Bonaparte se sienta frente a su madre en el saln de la planta baja de la casa familiar. Es el 1 de enero de 1778. l confa en que se arregle el asunto del plantel de moreras, aunque reconoce que no ha recibido respuesta a su detallado informe. Tendr que visitar al intendente del reino, monsieur de La Guillaumye, que reside en Bastia. Su madre le enumera los gastos. Los nios son todava pequeos, Luis apenas tiene diez aos y el ms pequeo va a cumplir cuatro. Hay que pagar la pensin de Luciano en el seminario de Aix. Y cubrir las necesidades de Jos, pues la estancia y los estudios en Pisa son caros. Por otra parte, queda pendiente la deuda de veinticinco luis es que Carlos Bonaparte haba contrado con el subteniente general Rosel de Beaumanoir. Tu viaje a Pars... prosigue ella. Pero se cana, y aade nicamente: Ya sabes cul es el estado de la familia. Le he dicho a Jos que procure gastar lo menos posible. Napolen escribe a monsieur de La Guillaumye, el intendente del reino, y acude varias veces a visitado a su residencia de Bastia. Esos viajes al norte de la isla, sus largas cabalgadas, son para l momentos de felicidad. Habla con los campesinos y los pastores, se intercambian pareceres, ellos le presentan a un antiguo soldado de Pascal Paoli para que le cuente sus batallas, y l las escribe cuando regresa a Ajaccio. Algunos de estos individuos han anotado sus recuerdos y guardan los documentos impresos clandestinamente durante la ocupacin genovesa. Bonaparte los recopila, los lee, los clasifica. Reconstituye as las primeras fuentes de esa 21

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Historia de Crcega que proyecta escribir. Pero, en cuanto llega a Bastia y espera a que monsieur de La Guillaumye lo reciba, la realidad lo contrara una vez ms. Pese a la atencin y la honradez del intendente, Bonaparte se siente sometido. Debe aceptar, no obstante, lo que es: un oficial francs cuya familia precisa de ayuda. Un joven subteniente que ama su profesin y que no puede ni quiere romper con ella. En cada uno de sus viajes a Bastia, visita a los oficiales de artillera en la guarnicin de la isla. Es tradicional que se invite al oficial de paso. Cena con varios de ellos, casi todos mayores que l. Por su propia iniciativa, hablan sobre los gobiernos antiguos y los modernos, y constata la ignorancia de los tenientes y capitanes. Algunos se levantan mostrando su aburrimiento, mientras l contina incapaz de contener su apasionamiento. Otros murmuran, y les oye decir que es pretencioso y dogmtico, arrogante y pendenciero. Bonaparte no se reprime, defiende el derecho de las naciones. Lo incitan a ir ms lejos en sus reivindicaciones. Y Crcega? Es una nacin, contesta l. Se sorprenden. Cmo puede hablar as un oficial? No conocen a los corsos! exclama Bonaparte, y recrimina al gobernador por querer impedirles la reunin de sus Estados. Los oficiales manifiestan su estupor frente a esa libertad de expresin y ese patriotismo corso. Usara su espada contra el representante del rey? pregunta uno de ellos. Bonaparte guarda silencio, muy plido. El 1 de junio de 1788, una vez que ha expirado su permiso y Jos est de nuevo en casa tras su estancia en Pisa, Bonaparte vuelve a su regimiento de La Fre con guarnicin en Auxonne. Va a cumplir diecinueve aos. En Auxonne, el 15 de junio de 1788, una densa bruma se extiende sobre el Saona. Hace veintin meses que Napolen no ha estado en su regimiento, pero nadie va a reprochrselo. En el cuerpo real de artillera es habitual conceder a los oficiales unos semestres de vacaciones adems de las fiestas particulares. Napolen est impaciente por reunirse con sus compaeros de Valence, y cuando distingue a Alejandro Des Mazis se precipita hacia l. El recibimiento es caluroso. La atmsfera del regimiento bajo la direccin del mariscal de campo, el barn Jean Pierre de Teil, que dirige tambin la Escuela de Artillera de Auxonne, es excelente. De Teil es una persona ntegra, competente, amante de su arma, a la que su familia lleva unida varias generaciones. Des Mazis muestra a Napolen el polgono de tiro, la pradera cercana donde los artilleros practican regularmente con caones y morteros; luego lo conduce al pabelln de la ciudad, junto a los cuarteles, en el que se alojan gratuitamente los oficiales del regimiento de La Fre. La habitacin de Bonaparte es la nmero 16. Encarada al sur, dispone de un sof, una mesa, seis sillas de paja y una de madera. Napolen est feliz. Se acerca a la ventana y contempla los alrededores de Auxonne, las colinas, los bosques, la llanura. Hace un calor hmedo. Segn cuenta Des Mazis, aos atrs De Teil vivi una epidemia de fiebre que afect a la mayor parte de los alumnos de la escuela. Napolen abre la maleta y deja sus cuadernos y sus libros sobre la mesa. Des Mazis reconoce entre ellos las Confesiones de Rousseau, la Historia filosfica del comercio de las Dos Indias de Raynal, las obras de Corneille y de Racine, una Historia de los rabes de Maligny, las Consideraciones sobre la historia de Francia de Mably, La repblica de Platn, las Memorias del barn de Tott sobre los turcos y los trtaros, una Historia de Inglaterra, una obra sobre Federico II, y un estudio sobre el gobierno de Venecia. Des Mazis mueve la cabeza. Decididamente, Bonaparte es un ser aparte. A qu conduce toda esta ciencia indigesta? le pregunta. Qu se puede hacer con lo que ocurri hace mil aos? Qu inters tiene el detalle minucioso de las pueriles disputas de los hombres? Y, mientras pasea, habla de las mujeres y del amor. No siente acaso, aislado en su cuarto, el vaco de su corazn? contina. Incluso cuando no tengo nada que hacer, creo que no puedo perder el tiempo 22

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responde Napolen. En efecto, trabaja sin descanso, con una determinacin y un fervor sorprendentes, convencido de que todo cuanto hace le resulta til. Ha iniciado su aprendizaje como artillero en Valence, pero sabe que tan solo conoce los rudimentos de esa ciencia sobre la disposicin de las bateras, los ejercicios de tiro, las maniobras de asedio y retirada. Va a la escuela de teora, y se convierte en uno de los alumnos asiduos, casi amigo del profesor de matemticas. Lombard, que ensea desde hace ms de cuarenta aos en la Escuela de Artillera de Auxonne, ha traducido del ingls Los principios de artillera y Las tablas de tiro, de caones y abuses, dos obras de Robbins. Napolen las estudia y las resume. Su sed de conocimientos llega a tal punto que De Teil le aconseja que se distraiga y descanse porque, durante los ltimos meses de 1788, Napolen est siempre enfermo. En enero de 1789 se siente mejor y escribe a su madre. Esta regin es muy insana. Las marismas de los alrededores y los frecuentes desbordamientos del ro recubren las zanjas de agua y exhalan unos vapores pestilentes. He padecido fiebre continua, con intervalos de tres o cuatro das de descanso... Eso me ha debilitado y me ha hecho sufrir una larga convalecencia, en ocasiones con estados de delirio. Ahora que el tiempo es mejor, me siento algo restablecido. De Teil lo nombra miembro de una comisin responsable de estudiar el lanzamiento de bombas con caones de asedio. Napolen dirige todas las maniobras, elabora los resmenes, propone nuevas operaciones meditadas, controladas y metdicas. De Teil lee los informes, felicita a Bonaparte, y le augura un brillante porvenir en el cuerpo real de artillera. En su habitacin, Bonaparte escribe al anochecer a su to Fesch: Sepa, querido to, que el general de aqu me tiene en alta estima, hasta el punto de haberme encargado la construccin en el polgono de varias obras que exigan importantes clculos. He trabajado en ello durante diez das y diez noches, con doscientos hombres a mi cargo. Esta inaudita prueba de favor ha irritado un poco a los capitanes [...]. Mis compaeros se muestran tambin algo celosos, pero todo se disipar con el tiempo. Lo que ms me preocupa es mi salud, que no parece muy buena. En ocasiones, y pese a las satisfacciones que obtiene en su trabajo, anhela volver a ese centro de los placeres que es Pars. Pero, por el momento, debe posponer los paseos nocturnos bajo los prticos del Palais-Royal. Ahora, confiesa, no tengo ms remedio que trabajar. Desde mi enfermedad, solo me visto cada ocho das y duermo muy poco; es increble, pero me acuesto a las diez y me levanto a las cuatro. Solo como una vez al da. En su estado febril, proyecta su imaginacin hacia el futuro, porque el presente, aunque sea agradable, no le ofrece el placer y la intensidad que anhela. Solo los libros y la escritura le procuran ese suplemento de vida necesario. Trabaja como si preparara un concurso de oficial general o de historia universal. Lee y relee el Tratado general de tctica de Guibert, que haba estudiado ya en Valence. Descubre tambin la Utilizacin de la nueva artillera, del caballero De Teil, hermano del mariscal de campo que dirige Auxonne. Se impregna as de las nuevas ideas que los tericos del arte militar francs van perfilando tras la grave derrota padecida por el reino durante la guerra de los Siete Aos, especialmente en la batalla de Rossbach (1757). Pero, sobre todo, Napolen lee los libros de historia de los rabes, de Venecia, de Inglaterra y de Francia, y rellena de notas cuadernos enteros. Des Mazis est asombrado. Para qu sirve todo eso? Un da someten a Bonaparte a un arresto disciplinario de veinticuatro horas. Lo encierran en una celda polvorienta que por todo mobiliario tiene una vieja cama, una silla y un armario. Sobre este, Napolen descubre un pliego amarillo abandonado. Se trata de las Constituciones de Justiniano, un compendio del cdigo de derecho y de las resoluciones de los juristas romanos. A la maana siguient