Galileo - Diálogo sobre los sistemas máximos - Jornada segunda

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Galileo Galilei, Diálogo sobre los sistemas máximos - Jornada segunda. Tr. José Manuel Revuelta. Aguilar.

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  • obstinadamente se sigue esforzando. Ved, pues, cmo en la naturaleza se encuentran, por todas partes, pruebas que contraran la posicin de Coprnico y que nunca la favorecen. Y para no tener que insistir ms sobre esta objecin, od lo que escribe contra Kepler, contra el cual polemi-za, a propsito de ese escrito del mismo Kepler, en el que ataca a aquellos a quienes parece inconveniente, e incluso imposible, que la esfera estrellada sea aumentada inmensamente como quiere la posicin de Coprnico. Dice, pues, Kepler: "Difficilius est accidens praeter rnodu-lum subiecti intendere, quam subiectum sine accidente augere: Copernicus igitur uerisimUius facit, qui auget orben stellarum fixarum absque motu, quam Ptolomaeus, qui auget motum fixa-rum immensa uelocitate"s4. Esta objecin asom-bra al autor nuestro, maravillndose del enorme engao de Kepler, cuando dice que en la hip-tesis de Ptolomeo se aumenta un movimien-to que no se ajusta al modelo del sujeto, mientras que el autor piensa lo contrario, es decir, que ese aumento es conforme al modelo y que a medida que aumenta ste, as aumenta la velocidad del movimiento; esto lo prueba imagi-nando una mquina que da Wla revolucin cada 24 horas: a este movimiento se le llamar len. tsimo; entendindose despus que su semidi-metro se prolonga hasta el Sol, su extremidad igualar la velocidad del Sol; prolongando hasta la esfera estrellada, igualar la velocidad de las fijas, aunque en la circWlferencia de la mquina

    M "Es m difcil enteDder el accidente, fuera del modelo del auteto, que aumentar el sujeto, !dn el accidente. Por tanto, Coptlrnico obra m conformemente a la verdad, aumentando el GIbe de las estrellas fijas sin el movimiento, que no I'tolomeo, que aumenta el movimiento de las estrella fijas, COIl velocidad b:l.menaa".

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  • sea lentsimo. Aplicado ahora esta consideracin de la mquina a la esfera estrellada, imaginemos un punto en su semidimetro tan prximo al cen-tro, cuanto es el semidimetro de la mquina; el mismo movimiento que en la esfera estrellada es velocsimo, en este punto ser lentsimo, lo hace ser velocsimo, aunque contine siendo el mismo; y de este modo la velocidad no aumenta sin ajus-tarse al modelo del sujeto, sino que aumenta se-gn es aqul y segn es su magnitud, bien distinta-mente de lo que considera Kepler.

    SALVIATI.- Yo no creo que este autor se haya formado una idea tan baja y tan corta de Kepler, hasta el punto de que est convencido de que l no comprendi que el punto ms elevado de una lnea trazada desde el centro, hasta el orbe estrellado, se mueve ms veloz-mente que un punto de la misma lnea que est a slo dos brazas del centro; sin embargo, tiene que comprender que la intencin de Kepler fue el decir que aumentar la magnitud de un cuerpo mvil es un inconveniente menor que el atribuir a un cuerpo, tambin vasto, una gran velocidad, segn el ejemplo de los otros cuerpos naturales, en los que se ve que aumentando la distancia del centro, disminuye la velocidad; es decir, que los perodos de sus circulaciones emplean tiem-pos ms largos; pero, en el reposo, que no es susceptible de mayor o de menor, la grandeza o pequeez de un cuerpo, no produce diversidad alguna. De modo que si la respuesta del autor quiere contradecir al argumento de Kepler, es necesario que ese autor piense que para un principio moviente, tanto es mover, en el mismo tiempo, un cuerpo pequesimo, que otro in-menso, ya que el aumento de velocidad se deriva sin duda alguna del aumento de la mole; pero

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  • esto es contrario a las reglas arquitectnicas de la naturaleza, la cual respeta en el modelo de las esferas menores, tal y como vemos en los plane-tas y ms claramente en las estrellas mediceas. el hacer circular a los orbes menores en tiempos ms breves; y as, el tiempo de la revolucin de Saturno es el ms largo de todos y superior a todas las otras esferas menores, pues es, como ya sabemos, de 30 aos; ahora bien: el pasar de esta esfera a otra mucho mayor, y querer hacer-la mover en 24 horas, es razonablemente querer-se salir de las reglas del modelo. As, si examina-mos atentamente la respuesta del autor, vemos que no contradice el concepto y sentido del argumento, sino la explicacin y la manera de hablar; por tanto, el autor se ha equivocado, y no puede negar que ha pretendido tergiversar las palabras, culpndole a Kepler de una total igno-rancia; sin embargo, la impostura ha sido tan grosera, que no ha podido alterar la idea que Kepler haba grabado en la mente de los litera-tos sobre su doctrina. En cuanto a la objecin contra el movimiento perpetuo de la Tierra, deducido de la imposibilidad de continuarlo sin fatiga, ya que los animales, que tambin se mueven naturalmente y por principio interno, sin embargo se fatigan y tienen necesidad de reposo para relajar sus miembros ...

    SAGREDO.- Me parece estar oyendo a Kepler respondiendo que tambin existen animales que para recuperarse de su fatiga se revuelcan por tierra, y que por eso no hay que preocuparse de que el globo terrestre se fatigue; ms razonable-mente se puede decir que goza de un perpetuo y tranquilsimo reposo, mantenindose en su eter-no revolcarse.

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  • SALVIATI.- Vos, Sr. Sagredo, sois demasiado ingenioso y satrico; pero dejemos las bromas a un lado, cuando tratamos de cosas serias.

    SAGREDO.- Perdonadme, Sr. Salviati, pero esto que acabo de decir no est tan fuera de lugar como vos pretendis; pues un movimiento que sirve de reposo y de alivio para un cuerpo fatigado de un viaje, puede servir ms fcilmente para impedir la fatiga, de la misma manera que es ms fcil prevenir que curar. Y yo creo que si el movi-miento de los animales fuese como el atribuido a la Tierra, no se fatigaran en absoluto, ya que la fatiga en los animales deriva, segn mi enten-der, del empleo de una sola parte del cuerpo para moverse a s misma y a todo el resto del cuerpo; as, por ejemplo, para caminar se em-plean las piernas para transportarse a s mismas y al resto del cuerpo; y sin embargo, veris cmo el movimiento del corazn es infatigable, porque se mueve nicamente a s mismo. Por lo dems, no s cunto habr de verdad al decir que el movimiento del animal es natural y no ms bien violento; ms bien creo que se debe decir que el alma mueve naturalmente los miembros del ani-mal, con movimiento preternatural, porque si el movimiento hacia arriba es preternatural para los cuerpos graves, el levantar las piernas al caminar, dado que son cuerpos graves, no se podr hacer sin violencia y, por tanto, con fatiga para el moviente; el subir, por ejemplo, una escalera lleva a un cuerpo grave contra su natural inclina-cin y, por tanto, se sigue en consecuencia la fatiga, debido a la natural repugnancia de los graves para con ese movimiento; pero, para mover a un mvil con un movimiento que le es natural, qu fatiga o disminucin se puede temer en el moviente?; y por qu se debe

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  • desgastar la fuerza donde no se ejercita en absoluto?

    SIMPLICIO.- El autor basa su objecin en esos movimientos contrarios con que se supone que se mueve el globo terrestre.

    SAGREDO.- Ya se ha dicho que no son precisa-mente contrarios, y aqu el autor se ha engaa-do fuertemente, por lo que la fuerza de la objecin se vuelve contra el mismo impugnador, siempre que lte afirme que el primer mvil arrastra a todas las esferas inferiores con un movimiento contrario al que ellas continuamente y al mismo tiempo ejercitan. Al primer mvil corresponde, pues, la fatiga, ya que debe mover-se a s mismo, y adems mover a tantas esferas que se mueven con un movimiento contrario. Por tanto, la ltima conclusin que el autor deca, a propsito de que en la naturaleza siempre se encuentran cosas favorables para la opinin de Aristteles y de Ptolomeo y contra-rias a las de Copmico, habr que someterla a nueva consideracin; mejor ser decir que ha-biendo de ser una de esas dos posiciones obliga-toriamente verdadera, y la. otra necesariamente falsa, la naturaleza nunca presentar razones y pruebas favorables para la falsa, mientras que s lo har para con la verdadera. Gran contrariedad habr, por tanto, entre los razonamientos y las pruebas que se presenten en favor de una u otra parte, y la fuerza de las cuales dejar que la juzguis vos mismo, Sr. Simplicio.

    SALVIATI.- Vos, Sr. Sagredo, llevado de la ve-locidad de vuestro ingenio, me cortasteis antes el razonamiento, cuando yo quera decir alguna cosa como respuesta a este ltimo argumento

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  • del autor, y bien que vos hayis respondido suficientemente, quiero de todas maneras aadir no s qu que tena en la mente. El dice que es algo muy inverosmil el que un cuerpo corrupti-ble y alterable como es In Tierra, pueda moverse con un movimiento regular y perpetuo, sobre todo viendo cmo los animales se fatigan y tienen necesidad de reposo; aumenta tal inverosi-militud al ser tal movimiento en la Tierra de una velocidad incomparable e inmensa respecto a la de los animales. Ahora bien: no s por qu se preocupa por la velocidad de la Tierra y no le altera la de la esfera estrellada, que es muy superior y que sin embargo le deja tan tranquilo, como la velocidad de esa mquina que da una sola revolucin en 24 horas. Pues si la velocidad de la conversin de la Tierra se toma bajo el modelo de esa mquina, y no se saca en conse-cuencia algo de mayor eficacia que esto, deje el autor de preocuparse por la fatiga de la Tierra, ya que ni siquiera el ms torpe y perezoso animal, ni siquiera, por ejemplo, un camalen, se fatigara al moverse cinco o seis brazas en 24 horas; pero, si se considera la velocidad, no con el modelo de la mquina, sino absolutamente y en cuanto en 24 horas, pasa un espacio grandsi-mo, mucho ms remiso habra de mostrarse en concedrsela a la esfera estrellada, la cual, con velocidad incomparablemente mayor que la de la Tierra, debe conducir consigo a miles de cuer-pos, cada uno de ellos mayor que el globo terrestre.

    Nos quedara ahora ver las pruebas por las que el autor concluye que las estrellas nuevas del 72 y del 604 son sublunares y no celestes, como en general concedieron los astrnomos de aquellos tiempos; pero la empresa es demasiado grande;

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  • adems, por ser este escrito nuevo para m y puesto que preveo que habr que hacer grandes clculos, considero que. ser ms conveniente que entre esta noche y la maana reflexione sobre ello, y maana, cuando volvamos a nues-tras acostumbradas meditaciones, os cuente lo que haya averiguado; si quedara tiempo, refle-xionaramos sobre el movimiento anual atribui-do a la Tierra. Por lo dems, si an os queda alguna cosa por decir, en particular a vos, Sr. Simplicio, acerca de las cosas que se refieren al lnovimiento diurno, bastante examinado ya, an nos queda un poco de tiempo para tratar sobre ello. SIMPLICIO.- A m ya no me queda ms que decir, sino que los razonamientos tenidos en esta sesin, me han parecido llenos de pensamientos sabios e ingeniosos, sobre todo los presentados por la parte de Coprnico en confirmacin del movimiento de la Tierra; pero, aun as, no me siento persuadido como para creerlo, pues, en definitiva, las cosas dichas no concluyen sino que las razones en favor de la estabilidad de la Tierra no son tan necesarias y concluyentes, y adems que por la parte contraria no se ha presentado demostracin alguna que convenza necesariamente y concluya la movilidad.

    SALVIATI.- Ni yo he intentado en absoluto alejaros de vuestra,opinin, Sr. Simplicio, y me cuidar mucho de pronunciar cualquier sentencia definitiva en esta disputa; nicamente ha sido mi intencin, y lo seguir siendo en las sesiones siguientes, poner en claro que aquellos que han credo que este movimiento velocsimo de las 24 horas es nicamente de la Tierra, y no del universo entero excepto de la Tierra, no se haban convencido de esta opinin, como se

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  • dice, a ciegas, sino que haban visto, odo y examinado las razones de la opinin contraria, y no a la ligera. Con esta misma intencin, cuando sea de vuestro agrado, podremos pasar a la consideracin del otro movimiento atribuido tambin al mismo globo terrestre, primeramente por Aristarco de Samos y despus por Nicols Coprnico, consistente, como ya se ha dicho, en un movimiento hecho por el zodaco, en el tiempo de un ao y en tomo del Sol, inmvil en el centro de ese zodaco.

    SIMPLlCIO.- El problema es tan grande y tan noble que escuchar las razones con gran curiosi-dad, presuponiendo que habr de or todo lo que sobre tal materia se propOne. Mientras tan-to, continuar haciendo ms tranquilamente mis reflexiones sobre las cosas odas y sobre las que se habrn de or, que aunque otra cosa no gane, no ser poco el poder discurrir con mayor fundamento.

    SAGREDO.- Entonces, para no fatigar ms al Sr. S alvi ati , pondremos punto final a la sesin de hoy, y maana volveremos como de costum-bre a los razonamientos, con la esperanza de or grandes novedades.

    SIMPLICIO.- OS dejo el libro de las estrellas nuevas, pero me llevo este de las conclusiones, para releer lo que se dice contra el movimiento anual, que ser el tema de los razonamientos de maana.

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    de la vereled. 57. 8artceley: Principios

    del conocimiento hu mano.

    58. 0cc8I'I'I: Tratado sobre los principias de la teologa.

  • 59. Ki.rkegnrd: Mi pun-to de vista.

    60. DtIIcertes: Meditacio-nes metafsicas.

    61. H.r6cllto: EKposicin y fragmentos.

    62. PuceI: Pensamientos. Tomo l.

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    122. Huma: Resumen. 123. Dlderot: Sobre el ori-

    gan y naturaleza de lo bello.

  • 124. Comte: Curso de filo 127. Stu.t Mili: rres sofa positiva lIaccio- ensayos sobra la ra-nes 1a y 2al. ligin.

    125. Diderot: Pansamien tos filosficos. 128. Jupen: Filosofa

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