Galeria Abreviada - Lisboa

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Editora: Tania Hernández A. [email protected] Cosmovitral Editor: Ernesto de la Cueva [email protected] Estado de México Milenio 15 domingo 1 de Marzo de 2009 E ntre Lisboa y la vida no hay mu- cha diferencia. Pasear por sus calles es completar un círculo de amor y de muerte. Pensar en Lisboa es pensar en el fado y en Pessoa con sus personalidades; en Saramago y en sus elefantes y gente ciega o que no muere. Es mirar casas vacías y ruido por todas partes. Ese ruido del silencio. Visitar Portugal es entenderla suave y senci- lla; como una muchacha que no quiere llamar la atención pero que ama apasionadamente. Escribe Fernando Pessoa: "En la niebla leve de la mañana de media-primavera, la Baja despierta entorpecida y el sol nace como con lentitud. Hay una alegría sosegada en el aire con mitad de frío, y la vida, al soplo de la brisa que no hay, tirita vagamente por el frío que ya ha pasado, por el recuerdo del frío más que por el frío, por la comparación con el verano próximo, más que por el tiempo que está haciendo. No han abierto todavía las tiendas, salvo las lecherías y los cafés, pero el reposo no es de torpor, como el del domingo; es tan sólo de reposo. Un rastro rubio se antecede en el aire que se revela, y el azul se colorea pálidamente a través de la bruma que se extingue. El movimiento comienza poco a poco por las calles, destaca la separación de los peatones, y en las pocas ventanas abiertas, madrugan también apa- riciones. Los tranvías trazan a medio-aire su surco móvil amarillo y numerado. Y, de minuto en minuto, sensiblemente, las calles se desdesiertan". Pero Israel Bernal Romero nos presenta una ciudad menos romántica, por así de- cirlo. Su Lisboa es la real, la que se convierte en megalópolis y que es capital de una nación. La fría, la real. Pero ahí, en esa ausencia de poesía, también hay belleza. La belleza que Pessoa y Saramago bailaron al tiempo de un fado portugués. p m Lisboa de Israel Bernal Romero Texto: Ernesto de la Cueva

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Editora: Tania Hernández [email protected] Editor: Ernesto de la Cueva

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Estado de MéxicoMilenio 15domingo 1 de

Marzo de 2009

Entre Lisboa y la vida no hay mu-cha diferencia. Pasear por sus calles es completar un círculo de amor y de muerte.

Pensar en Lisboa es pensar en el fado y en Pessoa con sus personalidades; en Saramago y en sus elefantes y gente ciega o que no muere. Es mirar casas vacías y ruido por todas partes. Ese ruido del silencio.

Visitar Portugal es entenderla suave y senci-lla; como una muchacha que no quiere llamar

la atención pero que ama apasionadamente. Escribe Fernando Pessoa: "En la niebla

leve de la mañana de media-primavera, la Baja despierta entorpecida y el sol nace como con lentitud. Hay una alegría sosegada en el aire con mitad de frío, y la vida, al soplo de la brisa que no hay, tirita vagamente por el frío que ya ha pasado, por el recuerdo del frío más que por el frío, por la comparación con el verano próximo, más que por el tiempo que está haciendo. No han abierto todavía

las tiendas, salvo las lecherías y los cafés, pero el reposo no es de torpor, como el del domingo; es tan sólo de reposo. Un rastro rubio se antecede en el aire que se revela, y el azul se colorea pálidamente a través de la bruma que se extingue. El movimiento comienza poco a poco por las calles, destaca la separación de los peatones, y en las pocas ventanas abiertas, madrugan también apa-riciones. Los tranvías trazan a medio-aire su surco móvil amarillo y numerado. Y, de

minuto en minuto, sensiblemente, las calles se desdesiertan".

Pero Israel Bernal Romero nos presenta una ciudad menos romántica, por así de-cirlo. Su Lisboa es la real, la que se convierte en megalópolis y que es capital de una nación. La fría, la real.

Pero ahí, en esa ausencia de poesía, también hay belleza. La belleza que Pessoa y Saramago bailaron al tiempo de un fado portugués.pm

Lisboa de Israel Bernal RomeroTexto: Ernesto de la Cueva