Gabriel Mir y El Movimiento Prerrafaelista 0

8
CARMEN RIERA GABRIEL MIRÓ Y EL MOVIMIENTO PRERRAFAELISTA En los últimos años diversos investigadores han documentado con bastante rigor la influencia de los prerrafaelistas en la literatura finisecular europea, francesa, italiana o catalana e incluso algunos, como López Estrada l, Gullón z , Litvak 3, Allegro 4 o Hinterhauser 5, han rastreado sus huellas en la literatura castellana observándolas en textos de Rubén Darío, Unamuno, Juan Ramón o Valle Inclán . Pero, que yo sepa, ningún estudioso se ha detenido en analizar los numerosos rasgos prerrafaelistas en la narrativa de. Gabriel Miró . A mi juicio, Gabriel Miró no sólo recibe la impronta del grupo inglés en su producción juvenil sino que esa impronta perdura, depurada, en sus obras de madurez como trataré de poner de manifiesto . Es muy probable que el escritor alicantino conectara con la pintura de los prerrafaelistas de un modo indirecto, a través de sus imitadores, Eugenio Chiorino, Eugenio Varela, Arija o Pedro Sáenz, entre otros, algunos de cuyos dibujos comenzaron a aparecer a finales de los cgo en Blanco _y Negro y a partir de i cgoo en la Ilustración española _y americana. Ambas revistas, destinadas a las familias de clase media, bien pudieron haber sido manejadas por el joven Gabriel quien, además, frecuentaría el estudio de su tío Lorenzo Casanova hasta igoo, fecha en la que éste murió, y se interesaría mucho por la pintura aunque no -como se ha asegurado a tenor de unas declaraciones del escritor a Andrés González Blanco- con el ánimo de ser pintor 6 . Por otra parte, es muy posible que Miró pudiera conocer, a través de los artículos de Araujo publicados en La España Moderna en i goo, las doctrinas prerrafaelistas 7. MacDonald s anota, en su utilísimo 1 Francisco López Estrada, Rubén Darío y la Edad Media, Planeta, Barcelona, 1971 . 2 Ricardo Gullón, «Juan Ramón Jiménez y los prerrafaelistas», Peñalabra, n .o 20, 1976, págs. 7 -9- 3 Lili Litvak, Transformación industrial y literatura en España (1895-1909) . 4 Giovanni Allegro, El reino interior, Encuentros, Madrid, 1985 . 5 Hans Hinterhauser, Fin de siglo, figuras y mitos, Taurus, Madrid, 1980. 6 Véase la carta a Andrés González Blanco publicada por éste en Los contemporáneos, París, 1907, tomo 1, parte 2 . 1, pág . 291 . Sin duda Miró parafrasea a Béquer que también trocó su carrera pictórica por la literaria, pero es justo al ensalzar al maestro ya que Casanova influyó positivamente en Miró no sólo haciéndole observar la realidad con los ojos bien abiertos sino induciéndole a leer . Heliodoro Carpintero en Miró en el recuerdo (Caja de Ahorros de Alicante, Alicante, 1983, pág . 39), asegura que Casanova era uno de los pocos pintores que leía y que juntos, tío y sobrino, leyeron a Walter Pater. 7 Se trata de los artículos publicados en La España Moderna, «Las ideas fundamentales de Ruskin», abril de 1900, págs. 173-187, y «Las fuentes de la riqueza según Ruskin», octubre de 1902, págs . 174-178 . s lan MacDonald, Gabriel Miró: his prívate librar and his literary background, Tamesis Books, Londres, 1975, pág. 211 .

description

Movimiento prerrafaelista

Transcript of Gabriel Mir y El Movimiento Prerrafaelista 0

  • CARMEN RIERA

    GABRIEL MIR Y EL MOVIMIENTO PRERRAFAELISTA

    En los ltimos aos diversos investigadores han documentado con bastanterigor la influencia de los prerrafaelistas en la literatura finisecular europea, francesa,italiana o catalana e incluso algunos, como Lpez Estrada l, Gulln z , Litvak 3,Allegro 4 o Hinterhauser 5 , han rastreado sus huellas en la literatura castellanaobservndolas en textos de Rubn Daro, Unamuno, Juan Ramn o Valle Incln .Pero, que yo sepa, ningn estudioso se ha detenido en analizar los numerosos rasgosprerrafaelistas en la narrativa de. Gabriel Mir .

    A mi juicio, Gabriel Mir no slo recibe la impronta del grupo ingls en suproduccin juvenil sino que esa impronta perdura, depurada, en sus obras demadurez como tratar de poner de manifiesto . Es muy probable que el escritoralicantino conectara con la pintura de los prerrafaelistas de un modo indirecto, atravs de sus imitadores, Eugenio Chiorino, Eugenio Varela, Arija o Pedro Senz,entre otros, algunos de cuyos dibujos comenzaron a aparecer a finales de los cgo enBlanco _y Negro y a partir de i cgoo en la Ilustracin espaola _y americana. Ambas revistas,destinadas a las familias de clase media, bien pudieron haber sido manejadas por eljoven Gabriel quien, adems, frecuentara el estudio de su to Lorenzo Casanovahasta igoo, fecha en la que ste muri, y se interesara mucho por la pintura aunqueno -como se ha asegurado a tenor de unas declaraciones del escritor a AndrsGonzlez Blanco- con el nimo de ser pintor 6 . Por otra parte, es muy posible queMir pudiera conocer, a travs de los artculos de Araujo publicados en La EspaaModerna en igoo, las doctrinas prerrafaelistas 7 . MacDonald s anota, en su utilsimo

    1 Francisco Lpez Estrada, Rubn Daro y la Edad Media, Planeta, Barcelona, 1971 .2 Ricardo Gulln, Juan Ramn Jimnez y los prerrafaelistas, Pealabra, n .o 20, 1976, pgs. 7 -9-3 Lili Litvak, Transformacin industrialy literatura en Espaa (1895-1909) .4 Giovanni Allegro, El reino interior, Encuentros, Madrid, 1985 .5 Hans Hinterhauser, Fin de siglo, figurasy mitos, Taurus, Madrid, 1980.6 Vase la carta a Andrs Gonzlez Blanco publicada por ste en Los contemporneos, Pars, 1907, tomo 1,

    parte 2 . 1, pg . 291 . Sin duda Mir parafrasea a Bquer que tambin troc su carrera pictrica por la literaria,pero es justo al ensalzar al maestro ya que Casanova influy positivamente en Mir no slo hacindoleobservar la realidad con los ojos bien abiertos sino inducindole a leer . Heliodoro Carpintero en Mir en elrecuerdo (Caja de Ahorros de Alicante, Alicante, 1983, pg . 39), asegura que Casanova era uno de los pocospintores que lea y que juntos, to y sobrino, leyeron a Walter Pater.

    7 Se trata de los artculos publicados en La Espaa Moderna, Las ideas fundamentales de Ruskin, abril de1900, pgs. 173-187, y Las fuentes de la riqueza segn Ruskin, octubre de 1902, pgs . 174-178 .

    s lan MacDonald, Gabriel Mir: his prvate librar and his literary background, Tamesis Books, Londres, 1975,pg. 211 .

  • inventario de la biblioteca de Mir, cmo en ella se conserva Las piedras de Veneciade Ruskin, libro publicado en Valencia, sin indicar fecha . Unamuno, de quien nosconsta que Mir era lector, cita a Ruskin en sus escritos de 1895 y Maragall, dequien le sabemos devoto, le dedica artculos en i goo 9 . A finales de siglo el nombrede Ruskin era de sobra conocido en nuestro pas y no digamos en Catalua . Y lasreferencias al prerrafaelismo, que, al decir de Rubn Daro en 1899, como aducecerteramente Lpez Estrada, han contagiado al mundo entero 1 0 , bastante usualesentre quienes estaban al da, culturalmente hablando . Hans Hinterhauser 11 hasealado, por su lado, que las primeras huellas prerrafaelistas aparecen en El discursosobre la poesa de Nez de Arce, ledo en Madrid en 1888 y ublicado despus, en1891, junto a Gritos de combate. El libro no consta en la biblioteca de Mir aunque enEl humo dormido Sigenza se muestra deudor juvenil del poeta . El prrafo queentresaco del discurso tiene inters porque compendia bien los rasgos caractersticosde la mujer prerrafaelista :

    Cmo no haban de maravillar, no obstante su sentido arcaico, aquellas figurasde mujer, difanas como las imgenes de las catedrales, casi incorpreas, ceidas deblancas tnicas flotantes, como rfagas, con la frente orlada de flores msticas ylargos cabellos, parecidos a la espiga madura, cayendo en rizadas ondas por susespaldas suaves, esbeltas como para ocultar sus anglicas perfecciones a los ojosprofanos, medio envueltas en nubes de incienso 12 .

    Nez de Arce se da perfecta cuenta de cules son los elementos definitorios deesas mujeres que ejercen una enorme influencia en la iconografa fin de siglo y que,a menudo, suponen una sntesis de lo sensorial y de lo espiritual, como ocurre en laobra de Mir de la que falta, en cambio, la figura de lafemme fatal, otro de los tiposfemeninos de moda en aquella poca, ya que doa Francisca, la manchega come-hombres de Amores de Antn Hernando, despus Nio y Grande, no llega a tanto, nimucho menos . Mir parece aplicar a las mujeres que l considera positivas -no alas doncellonas flacas ni a las amas y criadas gordas- todos los rasgos prerrafaelis-tas especificados por Nez de Arce . Quiz el retrato ms caracterstico lo ejecute elescritor alicantino en el inicio del captulo sexto de Nuestro Padre San Daniel cuandonos hace contemplar a Paulina como una Anunciacin en el momento del fiat:

    Reclinada sobre el costurero de ciprs de la madre, en una sillita de lienzo,estaba la novia . Le caan los pliegues lisos de su vestido azul como la tnica de unaAnunciacin ; y en el fondo del ventanal, en un arco blanco con una vid que suba,resaltaba el contorno de pureza de sus cabellos negros 13 .

    El pasaje parece la descripcin de un cuadro prerrafaelista, quiz del que Rosettipintara en 1850 y bautizara con las palabras que pronuncia Mara, Ecce ancillaDomini, a m, al menos, me lo recuerda mucho . Ese retrato mironiano, a mi juicioel ms acabado dentro de la caracterstica atmsfera prerrafaelista, tiene muchsimospuntos en comn con los que aparecen en las novelas de la primera poca (i gi o),

    1 Vase Lili Litvak, op. cit., pgs . 24- z5-' 0 Op. cit., pg. 7 0 -11 Op . cit., pg . roa .12 Nez de Arce, Gritos de combate, Poesasy discurso sobre la poesa, Imprenta La Editora, Madrid-Sevilla,

    1 9 1 4, Pg . 348-13 Nuestro padre San Daniel, op . cit., Biblioteca Nueva, Madrid, 1969, pg. 839 . Citaremos siempre por esta

    edicin .

    142

  • as, por ejemplo, en La palma rota o Dentro del cercado y de un modo mucho msreiterativo en Las cere.Zas del cementerio . Bsteme citar algunos ejemplos . Ya en laprimera pgina de Las cene.Zas' leemos :

    Y ms adelante :

    Y despus:

    Volvise y sus ojos recibieron la mirada de dos gentiles viajeras cuyos tulesblancos, levsimos aleteaban sobre el plido cielo.

    Princesas de conseja le parecieron al estudiante estas dos mujeres. Vestan deblanco y bajo sus floridos sombreros de paja color de miel, desbordaban lascabelleras apretadas, doradas, ondulantes como los sembrados maduros.

    Vieron a Julia como una aparicin blanca y santsima ( . . .) sus ropas cndidas yaladas, de pliegues de tnica daban los inocentes resplandores de un mrmol llenode sol 14.

    En Amores de Antn Hernando vuelven a reiterarse con variantes esos rasgostpicos de la descripcin de Elena:

    Sus cabellos rizados de un rubio cobrizo le caan gloriosamente por la maravillade su espalda. Era plida y sonrea siempre con estremecimiento. Bajo su Trusa decolor marino ya se insinuaba la curva palpitante de su pecho y al sentarse se ledescubra el fino origen de su pierna 1s .

    En todos los retratos de mujeres ajustados a la esttica prerrafaelista, y de la quenodoy ms que algunos ejemplos para no cansar, Mir suele poner nfasis en el ele-mento ms caracterstico de la belleza femenina de fin de siglo: la larga cabellera rubiao morena que normalmente aparece calificada en la literatura europea por el mismoadjetivo que deviene tpico : pesada, abundante y tiene adems valor de fetiche ertico.Baste recordar, por ejemplo, la importancia de la trenza de la esposa difunta enBrujas la muerta, la novela de Rodenbach que parece planear sobre La palma rota,igual que planea la escena del drama de Maeterlink Pelleas y Melisande, en la queMelisande al inclinarse desde la torre para dar la mano a Pelleas vuelca sobre l supesada cabellera rubia, inundndole. Maeterlink hace exclamar a Pelleas:

    Oh, oh, qu es esto? Tus cabellos, tus cabellos descienden hacia m . . . Toda tucabellera, Melisande, toda tu cabellera ha cado de la torre! La tengo en las manos,la toco con los labios . . . la tengo en los brazos, me la enrosco al cuello . Esta nocheya no abrir las manos ( . . .) No, no, no . . . nunca he visto un cabello como el tuyo,Melisandel . . . Mira, mira, viene de tan alto y me inunda hasta el corazn. . . esttibio y suave como si cayera del cielo! Ya no veo el cielo a travs de tus cabellos ysu hermosa luz me oculta la luz! . . . Mira, mira, mis manos no pueden contenerlos,huyen, huyen de m hasta las ramas del sauce. . . se escapan por todas partes . . . seestremecen, se agitan, palpitan entre mis manos como pjaros de oro y me aman,me aman mil veces ms que t ( . . .) te abrazo toda entera besando tus cabellos ( . . .)Sientes mis besos? Suben a lo largo de mil redes de oro 16 .

    is Los fragmentos citados corresponden a los caps . I, pgs. 319-izo, y cap . II, pg . 439-15 Op . Cit., pg . 439-is Maeterlink, Pelleas y Melisande, en Teatro, Aguilar, Madrid, 1958, pg. z31 (Esc . II, Acto III) .

    143

  • En La palma rota Aurelio experimenta el ms alto deliquio al besar los cabellosde Luisa :

    Tambin en El obispo leproso Mauricio besa los cabellos de Mara Fulgencia enotra escena tpica :

    Las cabelleras de estas mujeres devienen a menudo simblicas, como recuerdaClaude Quiger en Femmes et Machines de i goo :

    No hay duda de que el narrador mironiano, y quiz tambin el hombre, se senta,como Baudelaire, fascinado por los cabellos femeninos . Y es curioso anotar, de pasada,que esa cabellera es tambin atributo de las nias, de esas nias que predestinadas, comolos nios amados por los dioses, a los que se refiri Maeterlink, vemos morir o al menosenfermar gravemente de tifus en varios de sus textos y a quienes antes de entrar en laagona se les corta el cabello por higiene, claro, pero de una manera casi ritual como sieste gesto supusiera el paso libre hacia otra vida, nueva y distinta y no slo la entrada enlos dominios de la muerte . As ocurre con Lucita en La novela de mi amigo o conCorderita en Dentro del cercado. La referencia se mantiene en El obispo leproso cuandoMara Fulgencia se contagia de tifus o cuando enferma Paulina. Casi siempre Mir-como ocurre con D'Annunzio o con Fournier en El gran Meaulnes, con Desobremesa de Jos Asuncin Silva 2 o incluso con Valle Incln- tiende a mostrarnosestas figuras femeninas como si de retratos se tratara . En este sentido cumple conotro de los aspectos de influencia prerrafaelista que consiste en trasplantar a la prosanarrativa rasgos que proceden de la pintura y que seran ms esperables en unpoema que en una novela . Pero en la obra de Mir, como en El gran Meaulnes,pongamos por caso, el retrato constituye un elemento que forma parte de laestructura de lo que se ha venido en llamar novela lrica 21 . Remito de nuevo al que

    144

    Mir la cabeza de la mujer y, arrebatado, intensivo, pidi: -Yo quiero besarsu cabello, yo quiero besarlo . Volvi la amada a sonrer y ladendose tom sutrenza y la puso en las manos de Aurelio . Palpit toda la vida de Guzmn al recibirla negra opulencia y en su suavidad descans los labios y la frente . Y desfallecidode besar todava pidi : Quiero besarlos en su cumbre, en su nacimiento, ste esmenos suyo! Y ella obedeciendo tierna, nia, inclin su cabeza, ofrecindosela .Aurelio lo ador, la aspir y luego dej un beso muy lento, muy hondo dentro deuna tibieza regalada 17 .

    Mara Fulgencia estaba ms desconsolada y sus cabellos negros, ms frondosos,la dejaban en una umbra de ahogo apasionado, una umbra de mrmol con hiedraen el olvido de un huerto . Mauricio le bes los zarcillos de las matas de trenzas ytodo el mrmol tembl, sonrojndose, como si la estatua se viera a s misma,desnuda, llena de So l 18 .

    Au contact de la chevelure de la femme, l'homme pntre au coeur du mystrede frets sousmarines et touche le fond dn abme, image tout la fois de son moiprofond, de l'union ertique et de ces tnbres aquatiques ou sommeille le grandmagma indeffrenci de la Vie 19 .

    17 Op . Cit., pigs. zzz-zz3.is Op, cit., pig. 93z-19 Claude Quiger, Femmes11 Op. cit., pig. 59-21 Vase Ricardo Gulln, La novela lrica, Ctedra, Madrid, 1984.

    et Machines (19oo), Klincksieck, Paris, 1979, pig. 117.

  • pinta Mir de Paulina en el momento de la Anunciacin al que cabe aadir el quenos ofrece inmediatamente despus del fiat:

    A menudo el retrato se copia ante la ojiva de una ventana (Paulina en El obispoleproso, Beatriz en Las cere.Zas del cementerio, Luisa en La palma rota) como ya notBaquero Goyanes 23 pero es an ms abundante pintarlo enmarcado por la fronda .Los rboles se transforman en arcos, las madreselvas en palios -como ocurre en lapintura de los prerrafaelistas- pienso en el cuadro de Burnes Jones L'albero delperdono, por ejemplo, o ms lejos en la tan admirada Alegora de la Primaverade Botticelli . As acontece en Dentro del cercado o Las cere.Zas del cementerio, novela enla que en el jardn de la casa de Beatriz se localizan diversos cuadros y que seobserva prestando sobre todo atencin a las bvedas, pilastras y palios que teje lavegetacin .

    Adems de las mujeres amdas otros muchos personajes nironianos estn vistoscomo si se tratara de figuras o de estatuas, como ocurre a menudo en Las cere.Zas delcementerio :

    E incluso reitera:

    Y ella muy plida, recogi del costurero las olvidadas rosas de prometida ysumergindose en lo alto del sof inmvil, blanca, con los prpados cados y lasflores apretadas contra el seno como una princesa muerta 22 .

    Miraba a ta Lutgarda (. . .) la nariz, una lnea de hueso ; la boca, una lnea derosa plida, el busto rugoso, toda la seora la vea dentro de un marco, estampadoen un lienzo tomado de ptina .

    -Es que no tiene costumbre -oy que musitaba esa rancia y esfumadapintura24 .

    Lil Litvak en su libro Erotismo fin de siglo 25 ha demostrado cmo los motivosvegetales son caractersticos de la pintura prerrafaelista . En la obra de Mir, adems,al remitirnos a elementos de la arquitectura neogtica, parecen aludir, doblemente, alos maestros ingleses, a la vez que muestran de manera clarsima el erotismosubyacente en todos sus textos, incluso hasta en Las figuras de la Pasin del Seor.Precisamente el motivo del jardn, prolongacin del tradicional locus amoenus sereitera mucho en la prosa de Mir y ya ha sido categorizado por Marian Coope 26 entorno a dos tpicos fundamentales de clara raigambre ertica y bblica : el Paraso yel bortus conclusus.

    Si seguimos con las deudas a los prerrafaelistas podemos observar que el interspor Dante, citado tanto en su obra primeriza La mujer de Ojeda como en El obispoleproso, su obra de madurez, parece otro rasgo de raigambre rosettiana como lo es,sin lugar a dudas, el personaje de Elena Bellver, la nia mallorquina a quien AntnHernando de Nio y grande ve por primera vez en el colegio con los atributos de

    22 OP, cit., pig. 842-23 Mariano Baquero Goyanes, La prosa neomodernista de Gabriel Mir, en Prosistas espaoles contemporneos,

    Rialp, Madrid, 1956, pig. 129, nota 13 .24 OP, cit., pig . 36z.Zs Lil Litvak, Erotismo fin de sglo, Antoni Bosch (ed.), Barcelona, 1979, pig. 31-26 Marian Coope, Gabriel Mir : images of the garden as hortus conclusus and paraiso terrenal, Modern

    Language Notes, 1973, n . 68, pigs . 94-104 .

    I45

  • Beatriz . El recuerdo de Dante es totalmente explcito y el protagonista, adems, secompara con l . Elena es la mujer ideal -la Beata Beatrix que los prerrafaelistashacen suya- smbolo de la inocencia y del amor desinteresado que gua al amadohacia el Paraso . La irona final de Nioy grande ayuda a que la novela vaya ms allde la parfrasis del tema de Beatriz . Tambin el nombre de Beatriz, en Las cerezas delcementerio, nos ofrece otra pista. La Beatriz dantesca gua al amado hacia una realidadtranscendente. La protagonista de Las cerezas conduce a Flix desde las sombrashacia la luz, si entendemos por sombras el mundo magmtico no recordado de lainfancia de Flix de la que Beatriz le saca. Adems Beatriz -la madrina de Flix-cumple no slo con el papel de gua sino tambin con el de casi madre, ensustitucin de sta y tiene una funcin cobijadora y amparadora . Y en fin, losartculos de Mir sobre Dante que ven la luz en La Publicidad (i9zz) constituyenotra prueba de su inters por la ciencia de amor comprendida en La Vita Nuova.

    Aunque el rechazo de lo que Litvak ha llamado civilizacin industrial, presenteen los prerrafaelistas, puede identificarse, en cierto modo, con el viejo tpico deraigambre clsica menosprecio de corte y alabanza de aldea presente en laliteratura castellana a lo largo de su historia, no es menos cierto que tambin seencuentra en la obra de Mir . La dicotoma ciudad/campo aparece en Dentro delcercado, Las cerezas del cementerio y tal vez ms an en Nuestro padre San Daniel y Elobispo leproso novelas en las que tan clara queda la oposicin entre Oleza y El Olivarde los Egea . El hecho de salir del resguardo de la naturaleza, del Olivar lleva a lainfelicidad a Paulina que al final de la obra vuelve con los suyos a la finca paraintentar todava la posibilidad de ser feliz . La ciudad, aunque sea pequea yprovinciana como Oleza-Orihuela, contamina y mata . El rechazo de la ciudad -creo yo- queda patente cuando Mir, en las ltimas pginas de El obispo leproso,conduce fuera de Oleza a los personajes que han sido sojuzgados o inclusodevorados por la maledicencia de sus moradores . Paulina, Purita, Mara, Fulgencia,se van . Slo don Magn -que es capaz de aislarse gracias a su perpetua conexincon la naturaleza, a travs de una sensualidad desbordada que le sirve de corazafrente a un medio hostil- se queda .

    Tambin en la fragua rosettiana es la contraposicin entre el labrador y elmercader que se observa en Mir. Pienso, por ejemplo, en Lambeth, en Giner, losmaridos comerciantes que deambulan por Las cerezas del cementerio, opuestos a FlixValdivia, de familia campesina hacendada, guardadora de nobles tradiciones, comolo es la de don Diego de Nmada o la de Luisa de Dentro del cercado . En el marco deestas familias hidalgas las mujeres son encargadas de coser, hilar o bordar el ajuardomstico . Los prerrafaelistas crean que el trabajo manual era la expresin de unorden armnico del mundo. Por esto, tal vez, en las obras que han recibido laimpronta prerrafaelista -lo ha demostrado en Valle Incln, Litvak z7-, se nosmuestran escenas en las que las mujeres realizan estas labores . As, por ejemplo, seinicia Nmada (el ama y la seora tejen para los pobres) o se hace referencia en Nioy grande a Elena que labra . Los ejemplos pueden multiplicarse en Las cerezas delcementerio en la que Beatriz ha bordado no slo sombrculos, divanes y reposterossino incluso el lenzuelo que cubre el Cristo de los Valdivia .

    Otro de los preceptos ruskinianos que ms adeptos encontr es la unin de labelleza y funcionalidad de los objetos literarios . Unamuno, hacindose eco de lasdoctrinas prerrafaelistas, escribe en El cultivo de la demtica sobre la necesidad

    146

    27 pp, cit., pgs . 4Z-53-

  • de llevar la belleza donde quiera que sea, de hermosear los objetos domsticos z 8 .Mir parece hacerse eco de la cuestin cuando en Las cerezas del cementerio comparael ajuar de la casa de Beatriz, mucho ms exquisito, con el de la casa de sus padres,desde el uniforme de las muchachas de servicio hasta la diferencia entre las copasregordetas y azules de los Valdivia que contrastan con las tembladeras de ororizadas como las conchas en las que se presentan los helados en casa de Beatriz .Aunque Mir caiga, naturalmente, en una contradiccin muy fin de siglo : laexquisitez de la casa de Beatriz se compra con el dinero del mercader odioso,Lambeth . Un contraste parecido se establece entre los muebles de El Olivar de losEgea y los que traen los Galindo de Ganda y, an ms, entre los de stos y losfastuosos de la casa de los marqueses de Loriz . Los objetos bellos por los queclamaban los prerrafaelistas son todava ms preciados si ha pasado el tiempo sobreellos . El objeto que se puede comprar recin hecho no tiene tanto valor porquecarece de carga humana . En Mir son constantes las referencias a las arcaicascnsolas, la noble ancianidad del lenguaje, los vetustos barqueos, ranciasredomas, nobles puertas de labrados cuarterones, etc ., que, sobre todo en Lascere .Zas del cementerio, se nos muestran aqu y all .

    Y en fin, los prerrafaelistas valoran el mundo de la infancia ya que consideranque la infancia es el territorio de la inocencia y de la ingenuidad . En Mir lareferencia a la infancia es constante . La infancia como paraso perdido al que seanhela volver es el leitmotiv habitual en Sigenza, como lo es en la mayora depersonajes mironianos que, precisamente en los momentos de mayor exaltacin, sesienten como nios inocentes, ingenuos, eso es -lo recuerda Mir en su conferen-cia de Gijn- libres . En La palma rota, Dentro del cercado, Las cere.Zas del cementerio oNuestro padre San Daniel el deseo de recuperar este estado de inocencia es unaconstante .

    Apunto, antes de acabar, otro rasgo que a mi modo de ver est, quiz, en deudacon la esttica de los prerrafaelistas que han mostrado el gusto por los modelosmasculinos altos, rubios y anglicos, como los que aparecen precisamente en lasAnunciaciones. As altos, rubios y anglicos, con cabelleras como tempestades,frente de hostia, ojos de artista- son los principales protagonistas de la obra deGabriel Mir . Recordemos a Aurelio Guzmn (La palma rota), Luis Menndez(Dentro del cercado), Flix (Las cere.Zas del cementerio), Pablo y Mauricio (El obispoleproso), tan parecidos al ngel de Salcillo del que est enamorada Mara Fulgencia ytan parecidos a su padre el novelista .

    Y por ltimo se relaciona con el prerrafaelismo, el inters, tan perentorio en laobra de Mir, por la fusin, a veces hasta confusin, del hombre con la naturaleza,aspecto que propugnaban tambin los prerrafaelistas . Para Mir la naturaleza no estemplo sino tlamo o, como asegur Unamuno, alcoba infinita . Diversas secuen-cias tomadas de Las cerezas del cementerio, La palma rota o Dentro del cercado podranilustrar bien lo que sealo aunque quiz la ms certera nos la ofrezca Mir en suobra de madurez Nuestro padre San Daniel cuando escribe sobre Paulina en elcaptulo tercero :

    Paulina baj a la era . Senta el mpetu gozoso de retozar y derribarse en lahierba crecida que cruja como una roca de terciopelo . Acostada escuch el tumultode la sangre . Todo el paisaje le lata encima . El cielo se le acercaba hastacomunicarle el tacto del azul, acaricindole como un esposo, dejndole el olor y la

    28 Unamuno, Obras completas, tomo VII, Ed . Aguilar, Madrid, 195 8 -

    147

  • delicia de la tarde . Se incorpor mirando asustadamente . Siempre se crea muylejos, sola y muy lejos de todo . Sin saberlo estaba poseda de lo hondo y magnficode la sensacin de las cosas. El silencio la traspasaba como una espada infinita . Unpjaro, una nube, una gota de sol cada entre el follaje le despertaba un ecosensitivo . Se senta desnuda en la naturaleza y la naturaleza le rodeaba, mirndola,hacindola estremecer de palpitaciones . El rubor, la castidad, todas las delicadezas ygracias de la mujer se exaltaban en el rosal de su carne delante de la hermosura delos campos . Los naranjos, los mirtos, los frutales floridos le daban la plenitud de suemocin virgen sintindose enamorada sin amor concreto29 .

    Apunto finalmente, a vuela pluma, que la vinculacin de la prosa de Mir a lapintura, ese gusto por verlo todo como una estampa que tanto ha dado que escribira mironianos y antimironianos30 pasa, a mi modo de ver, por la esttica prerrafaelista con la que, a mi juicio, toda su obra est en deuda, deuda que estas notas slo enparte y apretadamente han puesto de manifiesto .

    Comenzaba esta comunicacin aludiendo a la posibilidad de que Mir conocieraa los prerrafaelistas a travs de sus imitadores y de las reproducciones de cuadros delos maestros ingleses en las revistas ilustradas de principios . de siglo . No quieroacabarla, ahora, sin sealar que la obra modernista de Valle Incln, cuya huella senota mucho en el joven Mir y que recibe tambin la impronta prerrafaelista, es otrava de acceso que merecera ser explorada con mayor detenimiento .

    148

    2' Op . Cit., pg . 822 .30 Vase Baquero, op . cit ., pg . 18 ; .