Gabilondo Una Buena Conversación

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http://blogs.elpais.com/el-salto-del-angel/2012/03/una-buena-conversaci%C3%B3n.html#more Una buena conversación Por: Ángel Gabilondo | 28 de marzo de 2012 Ángel Gabilondo Pujol es Catedrático de Metafísica de la Universidad Autónoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas, ha sido Ministro de Educación. Nada suple una buena conversación. Pero nada entorpece más que una mala. No es fácil ni probable conversar. En ocasiones es imprescindible. A veces imposible o infructuoso, si no se dan unas mínimas condiciones. En general, resulta aconsejable, pero también es cierto que requiere una determinada actitud. Por ejemplo, estar dispuesto a escuchar, a vernos afectados por lo que nos digan. En todo caso, conviene no llamar conversación a cualquier tipo o modo de hablar. A veces lo identificamos con lanzarnos preguntas y respuestas como si siempre bastara con inquirir o interrogar, con contestar, para considerar que ha habido tal conversación. La conversación no conduce simplemente de uno a otro, aunque también puede hacerlo, más bien orienta a ambos en la dirección de algo otro, por ejemplo de una búsqueda común, de una escucha compartida. No hay demasiadas ocasiones, ni espacios, ni condiciones para una conversación. Y además, sabemos evitarla. Todo parece habilitado para que no se produzca. No siempre es cierto que no podemos. A veces la tememos. Interposiciones, sucedáneos, contactos, buscan eludir la mediación que ello significaría y dicen proponer un encuentro directo y espontáneo, sin más rituales que lanzarse palabras, consignas y mensajes. Sin embargo, la conversación requiere algo común, algo en común, que podría resumirse etimológicamente en la labor de compartir la posibilidad de que aquello sobre lo que versa no se limite a verter lo que uno quiere, sino a ofrecer vertientes y versiones distintas de uno mismo, abiertas a los demás. La conversación nos convierte en otros. La conversación nos hace múltiples. Es como si hubiera una alteridad en nuestras propias palabras. La conversación tiene una fuerza transformadora y ello lleva su tiempo. Hay muchas modalidades de conversación pero, en definitiva, la que nos conmueve es aquella en la que se produce un verdadero encuentro condicionado por la situación, el contexto, el espacio y determinado por la corporalidad, el tono, la actitud, la predisposición y no sólo por aquello que decimos. Y encontrarse no es siempre coincidir. Y así, con este alcance, no es sustituible. Es más, lo que se dice no se agota en lo que nos hablamos. Incluso ocurre lo que no es dicho explícitamente por ninguno de los interlocutores. Una conversación no se reduce al intercambio de información, ni se deja resumir tan fácilmente. Tampoco conviene esperarlo todo de ella. En cualquier caso, que algo resulte insuficiente no significa que no sea necesario. Si sólo hiciéramos lo que es absolutamente pleno, nada llegaría a serlo. Pretender eludir con una conversación toda decisión o toda acción es tanto esperar mucho, como reducirla a poco. La verdadera palabra ha de vincularse al compromiso y a la decisión. Conversar es estar dispuesto incluso a reformular, replantear, formar críticamente lo que uno piensa para desarrollar una concepción crítica, dinámica y emancipadora, es poner en juego los propios presupuestos. Es ser capaces de cuestionar aquello que queremos saber.

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    Una buena conversacin

    Por: ngel Gabilondo | 28 de marzo de 2012 ngel Gabilondo Pujol es Catedrtico de Metafsica de la Universidad Autnoma de Madrid, de la que fue Rector. Tras ser Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Espaolas, ha sido Ministro de Educacin.

    Nada suple una buena conversacin. Pero nada entorpece ms que una mala. No es fcil ni probable conversar. En ocasiones es imprescindible. A veces imposible o infructuoso, si no se dan unas mnimas condiciones. En general, resulta aconsejable, pero tambin es cierto que requiere una determinada actitud. Por ejemplo, estar dispuesto a escuchar, a vernos afectados por lo que nos digan. En todo caso, conviene no llamar conversacin a cualquier tipo o modo de hablar. A veces lo identificamos con lanzarnos preguntas y respuestas como si siempre bastara con inquirir o interrogar, con contestar, para considerar que ha habido tal conversacin. La conversacin no conduce simplemente de uno a otro, aunque tambin puede hacerlo, ms bien orienta a ambos en la direccin de algo otro, por ejemplo de una bsqueda comn, de una escucha compartida. No hay demasiadas ocasiones, ni espacios, ni condiciones para

    una conversacin. Y adems, sabemos evitarla. Todo parece habilitado para que no se produzca. No siempre es cierto que no podemos. A veces la tememos. Interposiciones, sucedneos, contactos, buscan eludir la mediacin que ello significara y dicen proponer un encuentro directo y espontneo, sin ms rituales que lanzarse palabras, consignas y mensajes. Sin embargo, la conversacin requiere algo comn, algo en comn, que podra resumirse etimolgicamente en la labor de compartir la posibilidad de que aquello sobre lo que versa no se limite a verter lo que uno quiere, sino a ofrecer vertientes y versiones distintas de uno mismo, abiertas a los dems. La conversacin nos convierte en otros. La conversacin nos hace mltiples. Es como si hubiera una alteridad en nuestras propias palabras. La conversacin tiene una fuerza transformadora y ello lleva su tiempo. Hay muchas modalidades de conversacin pero, en definitiva, la que nos conmueve es aquella en la que se produce un

    verdadero encuentro condicionado por la situacin, el contexto, el espacio y determinado por la corporalidad, el tono, la actitud, la predisposicin y no slo por aquello que decimos. Y encontrarse no es siempre coincidir. Y as, con este alcance, no es sustituible. Es ms, lo que se dice no se agota en lo que nos hablamos. Incluso ocurre lo que no es dicho explcitamente por ninguno de los interlocutores. Una

    conversacin no se reduce al intercambio de informacin, ni se deja resumir tan fcilmente. Tampoco conviene esperarlo todo de ella. En cualquier caso, que algo resulte insuficiente no significa que no sea necesario. Si slo hiciramos lo que es absolutamente pleno, nada llegara a serlo. Pretender eludir con una conversacin toda decisin o toda accin es tanto esperar mucho, como reducirla a poco. La verdadera palabra ha de vincularse al compromiso y a la decisin. Conversar es estar dispuesto incluso a reformular, replantear, formar crticamente lo que uno piensa para desarrollar una concepcin crtica, dinmica y emancipadora, es poner en juego los propios presupuestos. Es ser capaces de cuestionar aquello que queremos saber.

  • No hay un nico foco de intencin y de sentido. Incluso supuestamente solos, conversar es estar abierto a las razones del otro y no limitarse a decir me van a or, ni reducirse a ser un oyente que ya parece haberlo odo todo. No basta con dirigirse a los dems. Es preciso tenerlos presentes en cuanto se dice, formando parte de lo que decimos. Los interlocutores slo hablan de t a t cuando uno se pone en el lugar del otro, incluso como un t para s mismo. Precisamos del otro para perseguir lo que necesitamos, para abrir caminos, para descubrir, para inventar, para crear. El verdadero sujeto de una conversacin es un nosotros, una complicidad en comn. El pensamiento es un dilogo interminable con uno mismo que anticipa el dilogo con los otros. Nos entendemos conversando, que es la base de que nos comprendamos. En el seno de la conversacin es cuando las cosas se presentan como una realidad comn. Plutarco en Sobre cmo se debe escuchar seala que la conversacin es similar al juego de la pelota. Se trata de recibirla bien y de lanzarla. As trasponemos nuestro propio saber y aspiramos a un horizonte ms amplio y ms rico. Tal vez por ello Gadamer insiste en que la

    conversacin tiene una afinidad peculiar con la amistad. Otra cosa es mandarnos preguntas y respuestas sin conversar y, ms an, suplir esa falta con una sucesin de aseveraciones de ida y vuelta. Ya nos dice Hegel que una aseveracin vale como otra aseveracin. Y as no hay conversacin. Y no siempre podemos lograrla. Perdida la conversacin, en cierto modo nosotros estamos perdidos. Y tambin la palabra que se desenvuelve en su seno, que encuentra en su lecho su verdad, sin agotarse ni reducirse a lo que queda dicho y se acab. Un mundo sin conversacin es un mundo sin palabra y un mundo sin palabra ni es justo ni en rigor es un mundo de seres humanos. Pero no renunciamos a una buena conversacin. (Imgenes: Pedro Soler, La charla; y Henri Matisse, La conversacin)