G de L d “Señor, ¿a quién iremos?” · como prueba de tu autoridad para hacer esto? Jesús...

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2 biblicotics.blogspot.com GUÍAS DE LECTIO DIVINA “Señor, ¿a quién iremos?” JESÚS Y EL TEMPLO Jn 2, 13-22

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Guías de Lectio divina

“Señor, ¿a quién iremos?”

Jesús y eL tempLoJn 2, 13-22

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Guías de Lectio Divina

JESÚS Y EL TEMPLOJn 2, 13-22

“Destruyan este templo y en tres días yo lo levantaré de nuevo” (Jn 2, 19)

Dirigente: En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Todos: Amén.

Dirigente: El misterio del Verbo Encarnado se torna accesible en la vida de las comunidades eclesiales gracias al dinamismo de la tradición viva que lleva, de una generación a otra, la experiencia de la Palabra vivificante, oída, mirada y palpada por un puñado de testigos. Fruto y móvil del proceso de co-munión establecido entre los creyentes ha sido su convicción compartida de que la voluntad salvadora del Dios único se expresa de manera definitiva en la historia de Jesús, conser-vada privilegiadamente como Escritura, de donde se vuelve un imperativo eclesial leer y releer, a fin de poder ser con-ducidos en la comprensión de la verdad plena. (Jn 16,13).

Todos los evangelios se hacen eco de un gesto audaz y pro-vocativo de Jesús dentro del recinto del Templo de Jerusa-lén. Probablemente no fue muy espectacular. Atropelló a un grupo de vendedores, volcó mesas, interrumpió la ac-tividad durante algunos momentos. No pudo hacer mucho más. Sin embargo, aquel gesto cargado de fuerza profética fue lo que desencadenó su detención y rápida ejecución. Atacar el templo era atacar el corazón del pueblo judío, el centro de su vida religiosa, social y política. Allí habitaba el Dios de Israel. ¿Qué sería del pueblo sin su presencia entre ellos? ¿Cómo podrían sobrevivir sin el Templo? Para Jesús, sin embargo, era el gran obstáculo para acoger el Reino de Dios tal como él lo entendía y proclamaba.

Con este himno de laudes del día de San Juan evangelista inicie-mos nuestra Lectio Divina:

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Jesús y el templo

Tú que revelaste a Juantus altísimos decretosy los íntimos secretos

de hechos que sucederán,haz que yo logre entendercuanto Juan ha contado.Déjame, Señor, poner

mi cabeza en tu costado.

Tú que en la cena le abristela puerta del corazón,y en la transfiguraciónjunto a ti lo condujiste,

permíteme penetraren tu misterio sagrado.Déjame, Señor, posar

mi cabeza en tu costado.

Tú que en el monte Calvarioentre tus manos dejasteel más santo relicario:

la carne donde habitaste;tú que le dejaste ser

el hijo bienadoptado.Déjame, Señor, poner

mi cabeza en tu costado.

Y tú, Juan, que a tanto amorcon amor correspondiste

y la vida entera distepor tu Dios y tu Señor,enséñame a caminar

por donde a tú has caminado.Enséñame a colocar

la cabeza en su costado. Amén.

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LECTURA:

¿Qué dice este episodio de la Palabra de Dios?

Dirigente: El texto de nuestra Lectio Divina es el de Jn 2, 13-22 (Biblia de América):

Como ya estaba próxima la fiesta judía de la pascua, Jesús fue a Jerusalén. En el templo se encontró con los vendedores de bueyes, ovejas y palomas; también estaban allí, sentados detrás de sus mesas, los que cambiaban dinero. Jesús, al ver aquello, hizo un látigo de cuerdas y echó fuera del templo a todos, con sus ovejas y bueyes; tiró al suelo las monedas de los que cambian dinero y tumbó sus mesas; y a los vendedores de palomas les dijo: - Quiten esto de aquí. No conviertan la casa de mi Padre en un mercado.

Sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu casa me devora. Los judíos intervinieron y le preguntaron: - ¿Qué señal nos ofreces como prueba de tu autoridad para hacer esto? Jesús respondió: –Destruyan este templo y en tres días yo lo levantaré de nuevo. Los judíos le dijeron: -Han sido necesarios cuarenta y seis años para edificar este templo, ¿y piensas tú reconstruirlo en tres días? Pero el templo del que hablaba Jesús era su propio cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó de entre los muertos, los discípulos recordaron lo que había dicho, y creyeron en la Escritura y en las palabras que él había pronunciado.

Re-lectura del texto

El evangelista nos lleva de la manifestación en Caná a la mani-festación mesiánica en Jerusalén. Jesús sube por vez primera a Jerusalén, acompañado de sus discípulos para celebrar las fiestas de Pascua (2,13). Jesús encuentra en el Templo a los mercaderes de bueyes, ovejas y palomas, ofreciendo a los peregrinos los animales que necesitan para sacrificarlos en honor a Dios. Cambistas instalados en sus mesas, traficando con el cambio de monedas paganas por la única moneda oficial aceptada por los sacerdotes (2,14). Jesús se llena de

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Jesús y el templo

indignación. La reacción es hacer un látigo con cuerdas y echarlos a todos del templo (2,15). A los que vendían las palomas Jesús les dirige una palabra que da la explicación de su gesto: “Quiten esto de aquí. No conviertan la casa de mi Padre en un mercado” (2,16). La mención del templo como “Casa de mi Padre” coincide con la de Lc 2,49: “¿No saben que debía ocuparme de las cosas de mi Padre?”. Esta primera mención del Padre en labios de Jesús tiene para el evangelista el valor de una revelación.

El gesto de la purificación del Templo era un gesto mesiánico. Así lo habían considerado ya los sinópticos que narran el mismo episodio aunque a diferencia de Juan que lo coloca al prin-cipio lo sitúan al final del ministerio público (Mt 21,12-13; Mc 11, 11-15, Lc 19,45-46). Juan pone el gesto del Templo al comienzo para interpretar desde esta base su Evangelio. (Para Mt y Lc la entrada de Jesús como rey en Jerusalén des-emboca histórica y parabólicamente en el signo del Templo, no fue un gesto marginal o separado sino vinculado como expresión culminante de su proyecto mesiánico).

El evangelista remite aquí a un texto bíblico recordado por los discípulos: “El celo de tu casa me devora” (Sal 69,9). Esta referencia bíblica reafirma las palabras de Jesús sobre la Casa de su Padre y a la vez alude al fin de Jesús.

Los judíos se preguntan qué signo muestra para hacer estas co-sas. Jesús les responde enigmáticamente: “Destruyan este Templo y yo lo levantaré en tres días” (2,19). La respuesta de los judíos, remitiendo a los cuarenta y seis años em-pleados para la construcción del templo, muestra que no entendieron las palabras de Jesús. El verdadero alcance de las palabras de Jesús es que él hablaba de su cuerpo (2,21). Será tras la resurrección cuando los discípulos se acuerden (de nuevo el verbo acordarse) de lo que había dicho Jesús. Entonces creerán plenamente en la Escritura y en la palabra de Jesús (2,22). Se nos dan así las dos principales fuentes

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de la profundización y búsqueda en la escuela de Juan (la Escritura y la Palabra de Jesús).

Este episodio es seguido de unas indicaciones acerca de los mu-chos habitantes de Jerusalén que creyeron en él viendo las señales. El sin embargo no se confiaba porque los conocía a todos y no necesitaba testimonio de nadie porque él mismo sabía qué es el hombre (2,23-25). Esta observación acerca de la conciencia de Jesús es muy propia del evangelista. En ello el cuarto evangelio coincide con los sinópticos (Mc 2,8).

Subsidio para una mejor comprensión del texto

Jesús había anunciado y preparado dese Galilea un reino donde ya no era necesario este tipo de Templo poderoso con grandes sacrificios y mucho dinero pues Dios perdona los pecados y ama a los hombres sin necesidad de mediadores sacrales. Por eso, en contra de lo que hubieran hecho otros pretendien-tes mesiánicos, no vino para coronarse rey en el atrio del templo, sino para proclamar que el tiempo había cumpli-do su función. Es un gesto simbólico de condena y destruc-ción centrado en el rechazo de los cambistas y vendedores de animales cuyas funciones eran necesarias para el templo. Derribar las mesas del dinero significa rechazar el comercio sagrado, anunciando y promoviendo, al mismo tiempo el de-rribo o destrucción del templo. Expulsar a los vendedores del Templo supone abrogar los sacrificios de animales.

Con ese gesto anuncia Jesús algo propio de Dios, para que llegue el reino en Jerusalén, debe acabar este santuario vinculado al dinero y a la manipulación sacral de Dios. Para ratificar su mensaje y culminar su obra ha debido realizar este gesto del templo, si es cierto lo que ha dicho y anunciado, este templo ha perdido su sentido. Su gesto y su palabra han de-bido resultar escandalosos no sólo para los sacerdotes, sino para muchos seguidores de Jesús. Jesús anuncia en Jerusalén la llegada del fin de los tiempos, el tiempo del reino y de

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Jesús y el templo

esa forma proclama y anticipa un proceso destructor del templo, anunciando una construcción distinta, no idolátri-ca. Gesto y palabra expresan un aspecto esencial del mensaje de Jesús e indican que solo superando el culto de este san-tuario puede cumplirse su mensaje mesiánico.

MEDITACIÓN:

¿Qué me dice el texto de la Palabra de Dios?

Elementos para nuestra reflexión

Jesús se siente como extraño en aquel lugar. Lo que ven sus ojos nada tiene que ver con el verdadero culto a Dios. La reli-gión del templo se ha convertido en un negocio donde los sacerdotes buscan buenos ingresos y donde los peregrinos tratan de comprar a Dios con sus ofrendas. Ya el profeta Oseas había dicho de parte de Dios “Yo quiero amor y no sacri-ficios”. Aquel Templo no es la casa de un Dios Padre en la que todos se acogen mutuamente como hermanos. Jesús no puede ver allí esa familia de Dios que quiere ir formando con sus seguidores. Aquello no es sino un mercado donde cada uno busca su negocio. (J. A. Pagola).

No pensemos que Jesús está criticando una religión primiti-va, poco evolucionada. Su crítica es más profunda. Dios no puede ser el protector y encubridor de una religión tejida de intereses y egoísmos. Dios es un Padre al que sólo se le da culto trabajando por una comunidad más humana, soli-daria y fraterna. (Xabier Pikaza)

Casi sin darnos cuenta todos nos podemos convertir en vendedores y cambistas que no saben vivir sino buscando su propio interés. Estamos convirtiendo el mundo en un gran mercado donde todo se compra y se vende y corremos el riesgo de vivir in-cluso la relación con Dios de manera mercantil. (J. A. Pagola)

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¿Nuestras comunidades cristianas son un espacio donde todos se pueden sentir en la Casa del Padre? Como nos exhorta el Papa en la Evangelli Gaudium, ¿Somos una casa acogedora y calida donde a nadie se le cierran las puertas, donde a nadie se le excluye ni se le discrimina? ¿Somos casa donde apren-demos a escuchar el sufrimiento de los hijos más desvalidos de Dios y no solo nuestro propio interés?

ORACIÓN:

¿Qué le digo yo al Señor, Palabra viva?

Dirigente: Lo aquí escrito no ha de sustituir mi voz interior que se eleva al Padre sino motivar la alabanza y la propia palabra ante la Palabra.

Señor que podamos reconocer tu presencia viva en ese templo que son los pueblos pobres y marginados. Que reconozca-mos que los países que son pobres en poder, dinero y tec-nología son más ricos en humanidad y espiritualidad que las sociedades que los marginan.

Esta Palabra escuchada me explica, en parte. el porque de ese ocultamiento de Dios precisamente en la sociedad del bien-estar y el consumo. Allí donde se busca el propio beneficio no hay un sitio para Dios que es Padre de todos.

Este viejo relato de Jesús expulsando a los vendedores me hace contemplar a Jesús que llegando a Jerusalén, no encuentra gente que busca a Dios sino comercio. La casa de su Padre convertida en un gran mercado, La religión sigue funcio-nando pero nadie escucha a Dios. Su voz queda silenciada por el ruido del dinero.

Señor Jesús actúas movido por el celo de la casa de Dios, eres el apa-sionado por la causa del verdadero Dios y cuando ves que

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Jesús y el templo

está siendo desfigurada por intereses económicos reaccio-nas con pasión, denunciando la religión falsa e hipócrita.

Tu actuación nos recuerda las terribles condenas pronunciadas en el pasado por los profetas de Israel, como las de Isaías: “De que me sirven todos sus sacrificios –dice el Señor: es-toy harto de holocaustos de carneros y de grasa de becerros; detesto la sangre de novillos, corderos y chivos. Cuando vienen ante mí ¿quién les pide que pisoteen mis atrios? No vuelvan a traer ofrendas vacías, cuya humareda me resul-ta insoportable…No aguanto fiestas mezcladas con delitos. Aborrezco con toda el alma sus lunas nuevas y celebracio-nes; se me han vuelto una carga inaguantable. Cuando ex-tienden sus manos para orar, aparto mi vista, aunque hagan muchas oraciones no las escucho, pues tienen las manos manchadas de sangre. Lávense, purifíquense…Dejen de ha-cer el mal, aprendan a hacer el bien. Busquen el derecho, protejan al oprimido, socorran al huérfano, defiendan a la viuda. Luego vengan y discutamos…Aunque sus pecados sean de un rojo intenso, se volverán blancos como la nie-ve… ( Is 1, 11-18).

Señor que no se apague mi anhelo de trascendencia ni olvide las exigencias del amor para ser Templo nuevo.

CONTEMPLACIÓN-ACCIÓN

¿A qué me comprometo con la Palabra encarnada?

Los cuatro evangelistas hacen eco del gesto provocativo de Jesús expulsando del Templo a “vendedores de animales” y “cam-bistas” de dinero. No puede soportar ver la Casa de su Padre llena de gente que vive del culto. A Dios no se le compra con “sacrificios”. ¿Cómo participo en la dinámica del Reino viviendo un verdadero culto?

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Juan, el último evangelista añade un diálogo con los judíos en el que Jesús afirma de manera solemne, que tras la destruc-ción del templo, él “lo levantará en tres días”. Nadie puede entender lo que dice. Por eso Juan añade. “Jesús hablaba del templo de su cuerpo”. No olvidemos que Juan está es-cribiendo su evangelio cuando el Templo de Jerusalén lleva veinte o treinta años destruido. ¿Cómo experimentar a Jesús Cuerpo-Templo?

El evangelista recuerda a los seguidores de Jesús que ellos no han de sentir nostalgia del viejo templo. Jesús, “destruido” por las autoridades religiosas, pero “resucitado” por el Padre, es el “nuevo Templo”. No es una metáfora atrevida. Es una reali-dad que ha de marcar para siempre la relación de los cristia-nos con Dios. ¿Cómo expreso mi fe en Jesús nuevo templo?

Para quienes ven en Jesús el nuevo Templo donde habita Dios, todo es diferente. Para encontrarse con Dios no es suficiente entrar en una Iglesia. Es necesario acercarse a Jesús, entrar en su proyecto, seguir sus pasos, vivir con su espíritu. ¿Qué aspectos concretos de mi vida manifiestan que estoy en su proyecto, que voy por sus caminos, que vivo en El?

En este nuevo templo que es Jesús, para adorar a Dios no basta el incienso, las aclamaciones ni las liturgias solemnes. La verdadera adoración se da en aquellos que viven ante Dios “en espíritu y en verdad”. La verdadera adoración consiste en vivir con el espíritu de Jesús en la verdad del Evangelio. Sin esto el culto es adoración vacía.

Las puertas de este nuevo Templo que es Jesús están abiertas a

todos. Nadie está excluido. Pueden entrar en él los peca-dores, los impuros e incluso los paganos. El Dios que ha-bita en Jesús es de todos y para todos. En este templo no se hace discriminación alguna. No hay espacios diferentes para hombres y para mujeres. No hay razas escogidas ni pueblos excluidos.

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Jesús y el templo

Dirigente: Terminamos proclamando este antiguo himno de la solemnidad del Verbo Encarnado

¿Por qué bajaste a nosotros?¿Por qué nos salvas, oh Cristo?

Desde el antiguo pecado,desde el antiguo castigo,llevamos la vida triste,

tenemos roto el camino.Desde la serpiente artera,desde el orgullo maldito,

la frente sólo sudoresy el campo da sólo espinos.

¿Por qué bajaste a nosotros?¿Por qué nos salvas, oh Cristo?

En este mundo de vidala muerte lanza su grito.

El Padre escuchó el lamentodesgarrador e infinito,y en su locura de amor,

nos envió a su propio Hijo.Tomó nuestra pobre carne,

se convirtió en nuestro amigo,para matar en su cuerpola grandeza del delito.

¿Por qué bajaste a nosotros?¿Por qué nos salvas, oh Cristo,

si tú nos lo diste todoy nosotros lo perdimos?

Sabemos que por tu sangrecompraste un fruto perdido:hombres de todas las razas

y de todos los caminos,e hiciste de ellos un reinode sacerdotes, oh Cristo.

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Tómanos entre tus brazos,que entre llantos y gemidos

tus creaturas esperamosvolver al paraíso.

¡Entréganos a tu Padre,santo y eterno Principio!

Amén.

Elaborada por:Pbro. Lic. Héctor Fernando Martínez Espinoza