Frente a Frente

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FRENTE A FRENTE David López Artículos escritos por David López sobre sensaciones, pensamientos y reflexiones de obras del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

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Artículos escritos sobre sensaciones, pensamientos y reflexiones de David López sobre obras del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

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FRENTE A FRENTE

David López

Artículos escritos por David López sobre sensaciones, pensamientos y reflexiones de obras del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

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Este libro nace del proyecto de colaboración entre el Centro de Rehabilitación Psicosocial Latina y el Área de Educación del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. La obras comentadas han sido seleccionadas por David López expuestas en su blog Compuesto de Colores desde 2011.

www.compuestodecolores.blogspot.com.es

www.educathyssen.org www.museothyssen.org

Textos: David López Imágenes: Recursos digitales del Museo Thyssen-Bornemisza

Diseño y maquetación: Drusila Dones

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FRENTE A FRENTE

David López

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ÍNDICE

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Introducción…………………………………………..8-11 Obras comentadas…………………………………12-68 Thomas Cole: Cruz al atardecer……..…………….........................14-19 Atribuido a Dirck Jaspersz Van Baburen: S. Sebastián atendido por Santa Irene y su criada.............................................................20-25

Edward Wadsworth:

Estudio vorticista…………………...........................26-31

Matta:

El dónde en marea alta. Del ciclo: "El proscrito deslumbrante"………………………………………...32-35

Ferdinand Georg Waldmüller:

El Schönberg visto desde Hoisernradalpe……………………….......................36-41

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Claude Monet:

El puente de Charing Cross………………………...42-45

Yves Tanguy:

Números imaginarios………………………………..46-51

Ronald B. Kitaj:

Una visita a Londres (Robert Creeley y Robert Duncan)……………………………………………….52-57

Childe Hassam:

Nubes de septiembre…………………………..……58-61

Albert Abdré:

Mujeres cosiendo…………………………………….62-65

Claude Monet:

Marea baja de Varengeville…………………………66-68

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INTRODUCCIÓN

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Este trabajo nace el año 2008 de una

propuesta de la colaboración que mantienen

el CRPS Latina de Madrid con el Área de

educación del Museo Thyssen Bornemisza.

Me propusieron que escribiera sobre los

cuadros de las colecciones del Museo; Los

que eligiera, los que yo quisiera. Desde el

Área de educación me facilitaban el acceso a

las colecciones semanalmente, primero con

reuniones con gente del CRPS y educadores

del Museo para facilitarme la tarea, al poco

tiempo se convirtió en un trabajo en solitario:

Yo y los cuadros, frente a frente.

Se trataba de aportar mi mirada. Poner por

escrito lo que para mí resultara destacable y

reseñable de cada cuadro elegido y

compartirlo.

Hablamos de abrir un blog para ir subiendo los

comentarios que iba realizando y lo hice. Toda

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esta labor suponía un reto personal a la que

me entregué con ilusión desde un principio.

Como resultado de esta experiencia me han

sorprendido ahora con la edición de una

publicación digital que recoge los apuntes y

reflexiones realizadas entonces. Un regalo

inesperado. Un regalo que me llena de orgullo

y satisfacción y que supera mis expectativas.

Sirva este espacio para agradecer a toda la

gente implicada conmigo y con este proyecto.

Gracias a su dedicación, este trabajo adquiere

un nuevo significado.

Ojalá que ahora tú recojas parte de la ilusión

sembrada.

En tus manos lo dejo.

Un abrazo.

David López

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OBRAS COMENTADAS

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THOMAS COLE

Cruz al atardecer

c. 1848

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Esta pintura me sorprendió. No despejé la duda de saber qué era lo que había pintado al lado izquierdo del cuadro hasta que no leí la sinopsis que hay de esta obra en la página web del museo (Thyssen). Es un campanario. Sencillamente. Y su campana. Más no sé que hace ahí en mitad de la nada. En medio de un paisaje despoblado de personas y poca vegetación. En terreno árido y arcilloso. En terreno de nadie. A un lado de un río. De lo que parece un río de aguas pantanosas. Próximo al campanario se sitúa la cruz de la que habla el título de la obra. Dibujada en el lado derecho del cuadro y en un primer plano. Y a la misma altura prácticamente que el campanario. Al fondo, el sol. Los rayos del sol en abanico. Irradiando luz en abanico. Rayos de sol dibujando en el cielo la misma imagen que dibuja en el aire, valga el símil, las aspas giratorias de la hélice de cualquier helicóptero en funcionamiento. Efecto de gran belleza. Cuyo fundamento y explicación desconozco. Un sol que va escondiéndose y perdiéndose tras una cadena montañosa en el horizonte y que nos regala un espectáculo luminoso sorprendente.

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El sol dice bien de sí mismo. Semejante espectáculo de luz hace refulgir la cruz, aunque nosotros, espectadores del cuadro, no lo veamos aunque lo adivinemos. Se va haciendo de noche en un cielo sin nubes pero resplandeciente. No hablaré del simbolismo de la cruz. Observo que no hay proporción real y correlativa entre el tamaño de la cruz y el tamaño del campanario. Al menos así me lo parece. Parece un campanario en miniatura. Quizá el campanario, añadiría, sean las ruinas de un campanario. Quizá la cruz sea de tamaño mayor de lo que parece. En cuanto al sentido religioso del cuadro no tengo dudas. Es claro y manifiesto.

Este cuadro me suscita una pregunta: ¿por qué una cruz en mitad de la nada? El terreno donde se encuentra la cruz es del mismo color que la propia cruz. Se trata de un cuadro inacabado. El sol, el campanario y la cruz constituyen un triángulo. Cuyo significado es netamente religioso. La composición está hecha a trazos nada definidos. Resulta un cuadro un tanto oscuro a pesar de la luz.

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El autor de esta obra es Thomas Cole pintor estadounidense de origen británico (1801-1848). Adquirió fama por sus paisajes de tipo alegórico y romántico. Considerados como las primeras pinturas paisajísticas importantes de su país.

Este cuadro está pintado al oleo sobre lienzo en 1848. Entre la luz y el espectador se interpone la religión y su misterio.

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Atribuido a DIRCK JASPERSZ VAN

BABUREN

San Sebastián atendido por Santa Irene y

su criada

c. 1615-1621

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Es un cuadro que no transmite alegría. Delante el dolor. Detrás la oscuridad. El dolor de un hombre. El dolor físico de un hombre. Las heridas, el dolor, la violencia ejercida contra él. El cuerpo expresa dolor. Un cuerpo abatido, dolorido, desmayado, desfallecido. Un cuerpo expresando dolor. Un cuerpo desfallecido. Y no mucho más que contar.

El primer plano de este cuadro nos dice eso y no nos dice más. Advertimos que hay una armadura desmontada en el suelo. Advertimos que es necesario protegerse de las ofensas, de las ofensivas. La defensa es necesaria y obligada. El carácter de pelea, de guerra, de combate es consubstancial a la naturaleza de la vida. Humanamente hablando el carácter racional del hombre debería poner barreras a este impulso primario de ciertos individuos. Por ello es necesaria la defensa, una mínima defensa contra quienes se saltan esta norma a la torera y se salen de la conducta apropiada. No hablo aquí del castigo ni de la venganza. Hablo más bien de la violencia gratuita. Del deseo de ciertas personas por causar daño por el placer de causarlo y el placer que les reporta.

Es necesaria una protección además para evitar heridas posibles al interaccionar con el entorno. Protegernos como un albañil se protege con un casco, por ejemplo.

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En la guerra hay que protegerse de los demás. Pero existen las guerras con uno mismo. Donde también podemos hacernos daño. Luchamos con nosotros mismos. Y nos defendemos de nosotros mismos. Y nos atacamos.

Pienso que lo ideal es vivir en paz con los hombres aunque vivas en guerra con tus entrañas, ya lo dijo el poeta. Porque en caso contrario, la guerra con los demás y la paz con uno mismo se me antoja peligroso.

La violencia no vale. Como no vale la indecencia, por ejemplo. Pero con o sin violencia existe la dolencia. El dolor del cuerpo. El dolor de la conciencia incluso cuando comprendes el bien y el mal que causan tus actos.

El bien y el mal, no podemos salir de ahí. Es el campo de juego donde la vida contiende. Ganar y perder. Comprar y vender. Descansar y seguir. Comer y dormir. Trabajar. Consumir. Miles de acciones, miles de pensamientos, de ilusiones, de buenas y malas vibraciones. Esto es vivir. Gozar y sufrir. Encontrarte a ti mismo, encontrar a los demás.

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Y de repente la enfermedad que llega sin avisar, sin esperarla y de ahí la provisionalidad de casi todo. Lo accidental, lo provisional. Lo imprevisto se cuela en nuestras vidas para mal o para bien.

El dolor y el amor. El color o el calor. La sombra en la luz. La luz en la sombra. Y los sueños que se pueden romper. Aunque siempre serán nuestras las utopías, las ucronías, nuestros paraísos mentales, nuestras islas de nunca jamás.

Y tenemos licencia para crear climas de entendimiento. Y llegaremos al clímax. Y nos tomaremos la libertad de divertirnos aunque seamos esclavos de la diversión.

La vida en blanco y negro. El blanco de lo claro, de la claridad. El negro de lo oscuro de la oscuridad. Y una infinita gama de grises. Dos polos opuestos en tensión dialéctica. Del caño al coro. De la ceca a la meca. Fluctuando como fluctúan los precios en el mercado. Subiendo y bajando. Y en el medio la virtud. La parte blanca de la vida, luminosa y radiante que nos pone alegres, contentos, frente a la parte negra, oscura que nos pone tristes y protestones. Las malas sensaciones.

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Y entremedias la virtud. El trabajo laborioso, callado, silencioso, donde la vida se cuece, se cocina, se prepara, se elabora, se construye, se consume a base de ayudas y apoyos, a base de generosidad. Amor y entrega con sus malentendidos y sus cabreos, sus esperanzas, sus luchas, dichas y desdichas, el coraje y la ilusión. Y el tiempo testigo de excepción. Y como compañía la poesía.

Y nace el deseo de poseer. Y nace el deseo de dar. Una tormenta de deseos en cascada en remolino que encuentran paso y vía libre para realizarse y otros que no. Un lugar para vivir. Un espacio. Un tiempo. Vinagre y rosas. Un lugar para reír. Y revivir.

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EDWARD WADSWORTH

Estudio vorticista

1914

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Este cuadro está formado por un conjunto de elementos geométricos que se unen entre sí sin un orden aparente y resulta, contra lo que pudiera parecer, equilibrado y armónico. Existe un orden interno que hace que lo que a primera vista parezca un cuadro abstracto de formas y colores plasmados caótica y arbitrariamente sin un orden ni dirección, comprobemos, si nos detenemos un poco, que la abstracción está conseguida y la paz al contemplarlo alcanzada. Luego hay algo intrínseco (constitutivo) que permite conseguir que este cuadro transmita orden pese al aparente caos en el que se encuentran los diferentes elementos geométricos que crean el cuadro y los colores que han sido utilizados. Se trata de un cuadro abstracto pues no percibimos objeto alguno al mirar este cuadro.

Sobre un fondo de color pálido, nada llamativo, observamos una disposición de elementos geométricos amontonados, de tal suerte (aunque ya hemos dicho que no está elaborado al azar) que lo que transmite es calma y en ningún momento esta pintura choca con el espectador, ¿por qué razón? No chirría, sino todo lo contrario. No tensiona. No altera. La disposición de las distintas formas consigue que contemplemos el cuadro y pensemos que no le sobra ni le falta nada. Es un canto a la neutralidad, a lo neutro, a lo neutralizado. Prodigioso.

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Quizá este cuadro sirva para contar un poco, cosas referidas en la teoría del caos. Sé que esta es una teoría matemática y no sé mucho más. Por tanto yo iré por otro camino. Este cuadro ayudará a contarte otra historia.

Es muy difícil que lo que está revuelto y desorganizado consiga un orden espontáneamente, como parece que fue el origen de la vida, dicho sea de paso, o sea una probabilidad imposible pero cierta, digámoslo así.

Luego, por tanto, necesitamos un guion que aplicado convenientemente, dé forma al contenido, genere orden donde no lo había. La forma es lo que importa, lo importante. Hallar la forma adecuada. Dar con la fórmula requerida. Queremos que el desorden esté organizado, o sea, queremos ordenar un poco el desorden, para ello necesitamos una dirección, un director, un pintor en este caso, que utilizando los argumentos de la pintura permita llevar el caos hacia el orden. Llevar orden donde hay caos. Y Wadsworth se sale con la suya.

Cuenta con un contenido molesto, incómodo, fastidioso y se las compone y se las arregla para conciliar este contenido abigarrado y desigual con las leyes del orden, creando un equilibrio que resulta posible como vemos al mirar el cuadro.

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El equilibrio es estable. El orden es preciso. La armonía proporcionada. El desorden neutralizado y la paz alcanzada. Lo puntiagudo pincha, las aristas pueden cortar, nos podemos golpear, hacernos daño, herirnos, en fin, lastimarnos, lesionarnos, por dentro y por fuera.

Existe la eventualidad de hacernos daño. De sufrir un accidente. Pues bien, cuando aparece el daño nos damos cuenta que quizá hubiera podido ser evitado. Llegados a este punto corresponde que hable del arte de saber canalizar. Saber canalizar cuánto ponemos en juego desde que nos levantamos y amanece el día (para que el daño quede minimizado). Canalizar cuánto ponemos en juego quiere decir, equilibrar nuestras fuerzas y conducirlas de manera apropiada e inteligente.

Siempre habrá imponderables, siempre. Pero si hemos conducido con propiedad nadie podrá decir que no hemos hecho lo suficiente. A pesar del destino, naturalmente. Canalizar es prevenir por consiguiente.

Canalizar es llevar a buen puerto la nave, es navegar. Y navegar es un oficio. Los padres llevan al colegio a sus hijos. Canalizan su educación. Wadsworth ha canalizado esta obra para proporcionarnos paz y calma. Tranquilidad. Y la tranquilidad no daña.

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Ahora está el toro en suertes. He llegado a un cruce de caminos. Me voy a quedar aquí. Sólo quiero añadir dos cosas más.

Este cuadro bien pudiera haber sido pintado de la manera más fácil, tomando referencias previas de lo que se quería pintar, pero aun así me parece un cuadro portentoso y formidable. Soberbio.

Voy a añadir que la composición de este cuadro puede estar sustentada en una figura descompuesta en formas geométricas. Con lo cual no hablaríamos de una pintura abstracta, sino cubista. Eso creo. Pero no lo sé a ciencia cierta. Gracias y abrazos.

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MATTA

El dónde en marea alta. Del ciclo: "El

proscrito deslumbrante"

1966

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Miro esta pintura y me da paz. No la rechazo. No sé si son los colores, las formas circulares. No sé. Esta pintura tiene algo que me cautiva. Me gusta sobremanera. No pienso nada al ver esta pintura, sino que me calma. Simplemente, me tranquiliza. Va directa a la emoción. Al rato de estar contemplándola necesito, quizá, buscar alguna idea, pero no extraigo idea alguna. Me limito a contemplarla, seducido. Me lleva a pensar en el autor, el motivo de su inspiración. Quizá sí pienso en la dificultad técnica e incluso la paciencia para concluir esta obra. Sin duda, genera en mí, una curiosidad grande pero aun así no busco información sobre el autor.

Queda una incógnita que de momento no despejo. Como un juego de ilusionismo del que prefieres desconocer el truco. Me fijo un poco más. Intento desentrañar. Trazos finos. Variedad de colores. Formas circulares. Fragilidad, mucha fragilidad. Refleja caos pero al mismo tiempo orden. Me gustaría introducirme en el cuadro y participar de esa realidad que el cuadro refleja. Un elemento más en el universo de Matta. Un universo lleno de color y delicado. Donde no nos cuenta nada, no explica nada y sin embargo despierta curiosidad y ensoñación.

Me siento protegido, salvaguardado. En buenas manos.

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FERDINAND GEORG WALDMÜLLER

El Schönberg visto desde Hoisernradalpe

1833

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No estoy muy acostumbrado a hacer crítica pictórica, por eso no sé dónde voy a llegar cuando termine este comentario. Donde habré llegado. Pero si se trata de analizar este cuadro y descomponerlo quizá el elemento que más destaque sea el contraste manifiesto de lo grande cuando está al lado de lo pequeño. Si se trata de mirar simplemente y contemplar diré que este cuadro llena mis ojos. Me gusta. Si se trata de enjuiciar y ser severo diré que este cuadro es simple de pintar y simple la idea que lo sustenta. Vamos, tarea sencilla y fácil de realizar por cualquier pintor poco avezado. Si se trata de opinar sobre este cuadro diré que es un cuadro consistente, que aguanta la crítica. Si se trata de valorarlo diré que es una obra corriente y moliente pero correcta. En síntesis es un cuadro que se podría comprar para decorar el salón de una vivienda de clase media española. Y quedaría chulo.

Voy a añadir algún comentario más. En cuanto a la monumentalidad de la montaña. Si observamos queda poco espacio para el cielo. Vemos que queda poco espacio para el azul del cielo. Y este hecho quizá pueda producir ahogo en alguna persona que observe el cuadro. Como hipótesis. A mí, en cambio, observar esta montaña en su magnificencia y grandiosidad me produce sensaciones positivas y liberadoras.

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La montaña, para mí, es un espacio, un lugar donde me siento a gusto. Poder recorrer, sin correr, sus caminos, sus sendas, sus atajos. Poder caminar, andar, pasear y sudar la camiseta resulta saludable. Poder otear el horizonte resulta bello. Poder conquistar la cima resulta emocionante. Poder recorrer una montaña, en suma, es una estupenda idea para quien vive todo el año en la ciudad.

Esta mole de piedra, mayúscula, tiene personalidad. No deja de ser una roca gigante pero con personalidad, con carácter. Es una roca oscura y carácter adusto. Eso es, carácter adusto. Es una vieja montaña. Con sus surcos, sus grietas. Sus arrugas en definitiva. Una vieja montaña erosionada que aguanta majestuosa el paso del tiempo y los embates. El paso del tiempo y las embestidas. Es la montaña que habita en todos nosotros. La fuerza que hay en nuestro interior.

Y si he hablado de lo mayúsculo, quiero hablar ahora de lo minúsculo. En este cuadro lo minúsculo está representado por una pequeña casona blanca en la base de la montaña. Me lleva a pensar en la insignificancia. No somos nada. Poco menos que nada. Aunque lo insignificante suele ser lo que tiene más significado. No significamos nada pero lo significamos todo.

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Añado este otro comentario. David y Goliat. Uno orgulloso, otro humilde. Uno fuerte, otro endeble. Uno poderoso, otro invencible. Un David y un Goliat juntos en el mismo cuadro, dibujados en el mismo lienzo. Dos almas en el mismo cuerpo. La parte y la contraparte que tenemos todos. Dos mundos pero una sola realidad.

Otro comentario. Habiendo llegado hasta aquí, amigo lector, te doy las gracias. Te agradezco la atención que has prestado a estas palabras. Y si te ha gustado cuanto has leído sacaré tiempo para seguir escribiendo. Brindaré a tu salud. Saludos.

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CLAUDE MONET

El puente de Charing Cross

1899

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No vemos. Aunque tenemos una pequeña referencia: el color azul que parece definir un puente. Así nos lo dice el título de esta obra. Un puente de Londres.

Quiero ver y que veamos. Quiero que veamos. Y no alcanzamos a ver. A distinguir lo distinto. Y este hecho me abruma. Se interpone lo neblinoso. La niebla se interpone. Y la realidad se desdibuja. Se desdibuja y se difumina. Quiero que veamos y no alcanzamos a ver. Porfío. Tenemos que adivinar intuyendo. Hay mucha niebla alrededor y de este modo no puedo dar una definición precisa de lo que veo. Veo niebla y eso es todo. Tanta claridad y tanta luz para nada. Me lamento. Que alguien descorra el velo. Que alguien lo descorra. Suplico.

En este cuadro además vemos tan poco que no es suficiente. No sabemos que tapa la niebla. La intempestiva niebla. Afirmo.

¿Qué podemos hacer? Cegados por tanta luz y perdidos entre tanta niebla. Me pregunto.

Podemos esperar. Esperar con paciencia. Considero. Donde he visto niebla puedo ver humo. Una cortina de humo que hace difícil ir más allá. Que alguien venga a descorrerla. Mientras haya esta dificultad no avanzaremos. Me vuelvo a lamentar.

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Y mientras no vemos por fuera miremos por dentro. Sugiero. Palabras, ideas y recuerdos, imágenes y emociones. Siguen su camino.

Puedo sentirme libre y lo contrario. Puedo sentirme bien arriba después bien abajo. Unas veces siempre en el mismo sitio. Otras en ninguno. En otros momentos estoy contigo. Todo cobra sentido. Sentimientos que pasan, que llegan y se van. Puedo sentirme libre y lo contrario.

Mis sentimientos y mis pensamientos son mis aliados. Me dan luz y me dan sombra. Con ellos navego. A mis soledades voy, de mis soledades vengo. Dentro de cada uno hay niebla. A veces muy cerrada. En otras ocasiones hace sol.

Y porfiamos testarudamente hasta que vemos la luz. La niebla se deja ver y podemos verla pero ella no deja que veamos. Así consigue que la veamos a ella. Que nos fijemos en ella. Tan en primer plano que no la veíamos. Necesita que la tengamos en cuenta. Nos puede acaparar. Nos puede enfadar. Y ser molesta. También ella existe. Forma parte de la existencia. Y podemos vivir sin ella pero con ella también. Es su naturaleza. Ni mejor ni peor que cualquiera. Su naturaleza.

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YVES TANGUY

Números imaginarios

1954

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Con este cuadro viajamos a un lugar imaginario, lejano y distinto. Un lugar deshabitado. No sé cómo hemos llegado hasta este lugar, pero estamos en él. Y una sensación de frialdad lunática me recorre por dentro. Estamos en un desierto. En un desierto de piedras (parecen piedras). Piedras que forman caprichosas hileras que van creando a su vez aisladas e independientes zonas o parcelas pintadas de color oscuro. El cielo en este cuadro también es oscuro, aunque no sé si se trata del cielo. ¿Qué representan estas piedras, estas hileras, estas parcelas o este cielo? ¿Es un cuadro abstracto? Avancemos. Se trata de un lugar misterioso. Parecido a un paisaje lunar, a un desolado paisaje lunar. Sin vida.

Todo el cuadro está iluminado por igual, ninguna piedra es mejor que otra. Aunque no hay dos piedras iguales. En algunas zonas, las piedras se amontonan, y no sobresalen mucho unas de otras.

Todo el cuadro esta recorrido por una uniformidad blanquecina que molesta un poco e incomoda. Maldita luz incesante. Yo diría que en este lugar habita el silencio, la soledad y el silencio. Un lugar desnudo. Desabrigado y desnudo.

Frío, excesivamente frío y muy árido.

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Estoy todo el rato hablando como si el cuadro representara un paisaje y quizá no sea así. Quizá no sea ni siquiera un lugar. Lo que parecen piedras puede tratarse, en realidad, de otro tipo de ente, otra entidad, desconocida en el mundo real pero no en un mundo imaginado.

En un mundo de imaginación la frialdad deja de ser fría y la aspereza deja de ser áspera. La realidad imaginada es fantasía y la fantasía es libertaria.

Entre lo real y lo imaginario hemos basculado hacia lo imaginario. Y así la realidad no resulta tan dura. Podremos volar y caer sin paracaídas sin hacernos daño, por ejemplo. Los elementos del cuadro nos dicen o nos hablan. El silencio absoluto e impenetrable se vuelve locuaz. Vislumbro alguna pista nueva que me permita avanzar. Hay pobreza en el mundo real. Hay riqueza en el mundo imaginario. La rigurosidad queda desactivada. La mente se humedece y encuentra puertas que se abren. Siento que camino seguro.

Vuelven a aparecer las musas en mi pequeño parnaso. Puedo conversar con el cuadro.

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La exacta rigurosidad queda rota. La soledad perfecta transformada. La extrema dureza amortiguada. El camino está desbloqueado. Una verdad imaginada nunca es una mentira. La realidad se nutre de lo imaginado y lo imaginado de lo real.

Pero pasa lo que puede pasar.

Esta ilusión naciente se desvanece con rapidez. Creía que podría escaparme imaginando y resulta que vuelvo a la desolación. ¿Puede quedarse estancada la imaginación? Puede que sí. Por ello, más allá de cualquier cosa, por encima de cualquier otra, nuestro último reducto al que acudir lo llamamos poesía. En la vida lo blanco siempre es blanco.

No obstante quiero pensar que las piedras del cuadro están dormidas y que mañana despertarán. Yo vigilo sus sueños.

Con este cuadro viajamos a un lugar imaginario, lejano y distinto. Allí no viven las musas. Por allí pasan pero no se quedan.

A este lugar acude la soledad y la amargura. Y el judío errante. Por aquí pasa la desesperación y la desesperanza. Vaga la imaginación. Y se esconden los sueños. Aquí acuden las ideas y se hacen fuertes. Aquí nacieron las bondades y se hicieron libres. Aquí se asustó la muerte.

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Aquí creció y maduró la valentía. Y la soledad y la amargura y el judío errante y la desesperación y la desesperanza se conocieron y aliaron para luchar juntas contra las desilusiones. Y la imaginación y los sueños emprendieron de nuevo el vuelo. Y las ideas, las bondades y la valentía dejaron sola a la muerte. Y hubo risas cuando por equivocación la llamaron muerte a la soledad.

Desde que todo esto ocurrió seguimos igual. Seguimos buscando la ilusión en las pequeñas cosas. Aunque la ilusión suponga un pequeño autoengaño.

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RONALD B. KITAJ

Una visita a Londres (Robert Creeley y

Robert Duncan)

1977

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Nos lleva kitaj a un mundo gris. Contemplar este

cuadro provoca cierto sinsabor y cierta

pesadumbre. Esta pintura es el retrato de dos

hombres que aparecen sentados. Los dos en la

misma habitación, pisando el mismo suelo, la

misma realidad. Pero en virtud de la perspectiva el

hombre que se encuentra sentado en segundo

plano pasa a ocupar la parte superior del cuadro.

El que está sentado delante está ocupando la

parte de abajo.

Esta evidencia tan curiosa puede servirnos para ayudarnos a pensar: Delante un hombre triste, también ojeroso. Detrás un hombre que mira con dureza.

Los dos planos no se acaban de fundir del todo en uno solo. Hay una mesa en medio. Percibimos que hay dos mundos diferenciados.Quiero ver en este cuadro lo siguiente:

Quizá no seamos iguales. Cada uno ocupa su lugar, y cuando se ocupa un lugar elevado cabe la posibilidad de convertirse en una persona inflexible. Detrás de mi tristeza está tu inflexibilidad. Me siento avasallado, no avasalles más. La vida vista como luchas de poder. En teoría somos iguales, con los mismos derechos pero en la práctica no. Esta igualdad desaparece y por ello debe establecerse un convenio de convivencia, un acuerdo para poder entendernos.

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Aunque nunca dejaremos de batallar dialécticamente.

Este cuadro nos remite a la lucha de clases, por ejemplo, o a los conceptos de igualdad-desigualdad.

Aparentemente estamos todos hermanados pero la interacción rompe ese estado de cosas y nos volvemos rivales, en primer lugar de nosotros mismos (también dentro de nosotros viven esas luchas).

De manera sucinta y muy general podría decir que la realidad impone sus normas. Queremos estar enamorados todo el tiempo. Pero ese estado ideal no se puede alcanzar permanentemente. Y se produce el desencuentro. Estos desencuentros están ocasionados de alguna manera por la existencia de lo que llamamos: poder. Y las diversas formas que tiene de manifestarse. Detrás de estos desencuentros hay presencia o ausencia de poder. Puede que sea así.

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Y la vida se desequilibra, entra en crisis, antes de volver a equilibrarse otra vez. Podemos darle la vuelta a esta interpretación:

Podemos ver en el cuadro: generosidad. Es generoso quien va delante, y para hacer posible el relevo entre generaciones cede parte de su espacio. Gracias a este espacio que se comparte conseguimos apoyarnos en los hombros de los hombres que nos precedieron. Nos apoyamos en ellos para crecer y crecemos. Cogemos el testigo de su trabajo.

Puedo interpretar también lo siguiente:

Una relación de amistad genera sentimientos de amparo y protección. Podemos ver este cuadro desde este punto de vista.

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CHILDE HASSAM

Nubes de septiembre

1891

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Al contemplar este campo, verde y amarillo,

levemente sombreado, donde crece un árbol de

ramas prolongadas pero delicadas, finas y

quebradizas; no puedo impedir pensar y sentir que

su autor está homenajeando, con todas sus

fuerzas, la llaneza y la sencillez. Pinta este cuadro

pensando en la sencillez. Pero no solo. Nubes de

septiembre es un cuadro amable. Muy amable. El

autor pinta con naturalidad la naturaleza y nos

regala la posibilidad de despertar dentro un

sentimiento sereno que apacigua y sosiega.

Queda aparcada la intranquilidad y la inquietud. El

autor quiere que templemos el ánimo y nos

relajemos.

Además, contemplo Nubes de septiembre y me

siento sumamente libre. Quizá el misterio está no

solo en los colores utilizados sino en que nos

enseña un paisaje donde no hay bultos delante,

no hay dificultades en medio que sortear.

El autor quiere que nos sintamos liberados de

ataduras.

Pero no solo. Contemplamos rendidos que con tan

pocos elementos se pueda transmitir tantas

vibraciones positivas. Tanta limpieza.

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Esta pintura constituye un templo a la verdad

desnuda y sincera.

Pero la realidad es sofisticada. Llena de tapujos y

enredada en si misma, busca donde no se puede

encontrar, lucha con denuedo contra enemigos

invisibles, choca contra el mismísimo cielo, sin

acabar de descubrirse ni mostrarse tal cual es.

La verdad de la realidad es otra cosa. No es un

campo de mieses, no es trigo limpio a veces, ni

agua cristalina. No. No es un campo despejado y

ancho. No lo es. Aparece vestida y a veces

falsificada. Otras veces en apariencia mentirosa.

Transformada y misteriosa. Fea cuando no

descuidada. Soberbia cuando no orgullosa.

Defectuosa y excesiva. Y a veces rota. Turbia y

enredada y enredosa.

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ALBERT ABDRÉ

Mujeres cosiendo

c. 1898

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Esta pintura me deja indiferente. Pero, ¿qué es la

indiferencia? Nada se mueve en mi interior. Nada

cambia. Nada se modifica. Contemplo y nada me

lleva a reflexionar. Miro, veo, observo y nada

descubro.

Todo me parece tan obvio, tan natural, tan lógico,

tan patente, tan manifiesto que no me hace falta

incluir o añadir pensamiento alguno. Califico este

cuadro de escena cotidiana y entonces sí, se

desencadenan y suceden las ideas. Al utilizar las

palabras “escena cotidiana” algo empieza a

ponerse en movimiento.

De este cuadro, de la visión de este cuadro,

destaco que aunque las mujeres que cosen lo

hacen en silencio, tengo la sensación de que el

cuadro en sí tiene sonido, tiene música.

Percibo el canto de los pájaros que no se ven o el

rumor incesante de una cascada de agua de

cualquier arroyuelo cercano a la escena que no

pinta por ningún lado el autor. Es una música

dulce, sencilla, simple, acompasada, tierna,

amable, hogareña, cercana. Esta escena trivial

donde tres mujeres cosen calladamente me trae

recuerdos de mi infancia. Este patio con su tapia

donde se encuentran estas tres mujeres también

me trae recuerdos de mi infancia.

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El árbol, seguramente frutal, que forma parte de

esta pintura también me trae recuerdos de mi

infancia. Y esta luz de sol, posiblemente de una

tarde de verano también me trae recuerdos de

aquellos años de niñez. Este cuadro “cae bien”.

Destaca el colorido, la redondez calculada de las

formas, la justa y precisa espesura que tienen

algunos elementos y sobre todo la recta y correcta

tranquilidad que emana el cuadro en su conjunto.

Un cuadro cordial. Sin duda.

Gracias por los comentarios. Seguiré subiendo

más cuadros. Ayuda saber que leeis lo que

escribo. Gracias otra vez. Saludos.

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CLAUDE MONET

Marea baja de Varengeville

1882

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No vemos el sol, lo tapan las nubes, pero sí

tenemos luz suficiente para poder contemplar el

brillo del agua limpia, el color de la fina arena de la

playa o la imponente presencia rocosa de un

acantilado de algún lugar de la costa de no sé qué

sitio olvidado donde nos traslada con maestría el

autor.

Paisaje marino donde descansan los ojos y se

admiran los pensamientos. Sabemos que hay arte

en la naturaleza, este cuadro lo confirma.

El autor acierta además al elegir la perspectiva

adecuada para dar proporción, equilibrio y

armonía. Converge todo en un punto: el centro del

cuadro. El pintor logra además transmitir nitidez.

Una nitidez que empuja un poco a querer saber

más de esta pintura. Todo está en calma. Pero a

un periodo de calma y reposo le seguirá sin

interrupción un periodo de actividad. Ya que a un

periodo de actividad le precede siempre un tiempo

de calma. Marea baja y marea alta. Mientras que

en la calma, todo reposa y nada pasa, durante la

acción todo pasa y deja poso. Y así

sucesivamente. No hay más cáscaras…

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