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    Alicia Entel, Vctor Lenarduzzi y Diego Gerzovich

    La Escuela de Frankfurt en Amrica Latina

    Publicado en ENTEL, Alicia y otros.Escuela de Frankfurt. Razn, arte y

    libertad, Eudeba, Buenos Aires, 1999.

    La prohibicin de la imaginacin terica abre camino a la locura poltica.

    M. Horkheimer y T Adorno

    1. Acercamientos y acceso fragmentario

    Qu relacin podra plantearse entre la produccin terica de la Escuela de Frankfurt y elpensamiento latinoamericano? En especial, por un obvio lugar de interrogacin: Cul hasido su influencia e importancia en los "estudios de comunicacin" y el "anlisis cultural"ms reciente? Existen versiones sobre el alto impacto que la Escuela de Frankfurt habra

    tenido en las reflexiones latinoamericanas sobre comunicacin y cultura, en especial en unperodo clave de las posiciones crticas, como fueron los finales de los aos sesenta yprincipios de los setenta. A pesar de ello, hemos sealado en otros trabajos (A. Entel, 1994;V. Lenarduzzi, 1998) la necesidad de tomar cierta distancia de tales aseveraciones, ya que enla historia del campo no exista una reconstruccin muy precisa de la recepcin y los usos deesta (y otras) compleja configuracin terica. A su vez es preciso sealar que en laactualidad, los nombres "frankfurtianos" han vuelto a tener cierta popularidad entre lascarreras de comunicacin de la Argentina, dato que, por diversas razones, torna pertinente lainquietud por reconsiderar ciertos itinerarios de la reflexin. Particularmente, se vuelverelevante tener en cuenta lo complejo del proceso de incorporacin y expansin de las ideas,y los lmites y presiones que introducen las condiciones de produccin tericas, acadmicas,polticas, etc.

    Cuando se hace referencia a la Escuela de Frankfurt y a la constitucin del Instituto deInvestigaciones Sociales, hay una primera cuestin evidente de la vinculacin que ha tenidocon Amrica Latina, en especial con Argentina. El nombre Flix Weil se asocia de inmediato:hijo de un rico comerciante alemn instalado en la Argentina, que fuera el administrador delos fondos que su padre aport para la formacin del Instituto. Segn relata Martn Jay, luegode la Semana de Trabajo Marxista, surgi la idea de crear un instituto: "Se dirigieron aHermann Weil, padre de Flix, con el plan, y ste accedi a dar un dotacin inicial quesuministrara un ingreso anual de 120.000 marcos (el equivalente de unos 30.000 dlaresdespus que la inflacin hubo terminado). ( ... ) Las donaciones de Weil, aunque no fueranenormes, permitieron la creacin y mantenimiento de una institucin cuya independenciafinanciera demostr ser una gran ventaja a todo lo largo de su historia posterior (1991:32-33).La "renta de la tierra" argentina, que contribuy a sostener las actividades de investigacin,ms all de la ancdota, quiz proporciona una clave para interpretar lo que, en parte -enespacial en el pas- se ha construido como versin predominante, aquello que sesobreentiende, cuando se habla de la Escuela de Frankfurt. Particularmente, porque lacirculacin en castellano de los textos de Marcuse, Horkheimer, Adorno y Benjamin, entreotros, estuvo ligada al proyecto cultural de importacin y traduccin sostenido por la "rentadel suelo": la revista y la editorial Sur (de inmediato referenciada con Victoria Ocampo).

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    Tambin existen otros datos significativos. Segn se ha investigado en relacin a la recepcinde Benjamin, fue muy temprana en la Argentina cierta incorporacin del autor a travs deLuis Juan Guerrero, profesor argentino que estudi en Alemania y que hacia 1933 citaba aBenjamin como bibliografa (El concepto de critica de arte en el drama barroco alemn) ensu programa de la ctedra Esttica de la Universidad de La Plata.

    Posteriormente, en sus escritos sobre arte y esttica, Guerrero da cuenta de ciertoconocimiento de uno de los textos ms difundidos de Benjamin: "La obra de arte en la era desu reproductibilidad tcnica" (ver G. Wamba Gavia, 1993:201-204). Adems existe unaversin sobre una iniciativa de Erich Auerbach, que no prosper, para que en los aos treintaBenjamn se convirtiera en profesor de lengua y literatura en la Universidad de San Pablo (G.Pressler, 1993:233). Quien estuvo en contacto directo con Amrica Latina, adems de Weil, yque incluso public un texto titulado The Argentine Riddle (El enigma argentino), fue ErichFromm que residi ms de dos dcadas en Mxico y estableci una escuela de psicoanlisis.Horkheimer, por otro lado, tena parientes radicados en Brasil y Per, con quienes mantenaintercambio epistolar; por ejemplo con su to Hans (arquelogo) dando cuenta de una miradaromntica hacia Amrica Latina, por cierta imagen de naturaleza no corrompida. MartinTraine reconstruy, adems, las iniciativas tendientes a la vinculacin del Instituto con laUniversidad de Buenos Aires, contacto que no prosper, en parte, debido al clima imperanteen la Argentina de los aos treinta y al alejamiento de Weil de Buenos Aires.

    Ms all de estos datos, lo que interesa es esbozar algunos de los modos en que la obra deFrankfurt fue teniendo un lugar entre los intelectuales latinoamericanos. En 1965 sepublicaron -traducidas al castellano- varias obras de autores que eran o haban sido miembrosdel Instituto:El hombre unidimensional, de Herbert Marcuse (Joaquin Mortiz, Mxico); Lapersonalidad autoritaria, en la que particip Adorno y cuyo prlogo era de Horkheimer(Proyeccin, Buenos Aires); y El miedo a la libertad, de Erich Fromm (Paids, BuenosAires). Esta ltima, publicada originalmente unos aos despus de que Fromm dejara elInstituto, apareca en Buenos Aires con un Prefacio de Gino Germani, intelectual reconocidopor el impulso innovador que dio a la Sociologa en la Argentina. Para Germani, Frommllegaba a la constitucin -dando un nuevo matiz sociolgico a la orientacin psicoanaltica-de una "verdadera psicologa social". "En este campo la contribucin de Fromm es muysignificativa, pues el objeto de su anlisis ha sido una sociedad altamente diferenciada, comola occidental, y su propsito el de desentraar los procesos psicolgicos de formacin ymodificacin del carcter social de las distintas clases que la integran. (G. Germani, 1989:14). El inters de Germani, quien tuvo a su cargo adems la traduccin de la obra, parecatener en su trasfondo -aunque no lo explicitara- una referencia a las experiencias polticasrecientes en Amrica Latina. "El anlisis de Fromm confirma (...) lo que otros estudiosos hanafirmado una y otra vez: el fascismo, esa expresin poltica del miedo a la libertad, no es unfenmeno accidental de un momento de un pas determinado, sino que es la manifestacin deuna crisis profunda que abarca los cimientos mismos de nuestra civilizacin. (...) Por lopronto, y para limitarnos al aspecto psicolgico, que es el que nos interesa aqu, la estabilidady la expansin ulterior de la democracia dependen de la capacidad de autogobierno por partede los ciudadanos, es decir, de su aptitud para asumir decisiones racionales en aquellasesferas en las cuales, en tiempos pasados, dominaba la tradicin, la costumbre, o el prestigioy la fuerza de una autoridad exterior." (Ibidem: 16-17). No deja de ser significativo queGermani se pregunte por los modos de evitar los potenciales autoritarios y el desarrollo de la

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    autonoma. El mundo intelectual haba mostrado perplejidad e incluso rechazo ante losfenmenos desatados por los gobiernos populistas, sus matices autoritarios y las conductas delas masas que no respondan a lo que se prevea deban ser sus orientaciones ideolgicas (unaadhesin sealada como "irracional"). Muchos de los intrpretes acadmicos del populismohaban situado el fenmeno y sus rasgos autoritarios sosteniendo que, a partir de las

    transformaciones vividas en las dcadas previas, las "masas disponibles" podan sermanipuladas por el estado, una elite o un lder. En alguna medida (segn Murmis yPortantiero) parte de estas posiciones han contenido cierta inspiracin de Fromm. Aqu espreciso destacar el nfasis que Germani pone en la "psicologa social"; esto significa que lasrazones de esas experiencias histrico-polticas deban buscarse en la dimensin profunda dela conciencia social, intento llevado a cabo por los de Frankfurt, pero de una forma que sedesplazara de una lectura centrada exclusivamente en los intereses. Tradiciones, valores,instituciones, etc. intervienen como fuerzas que modelan las formas de la conciencia y lasopciones de los grupos no podan ser ledos como aciertos o errores en un clculo poltico. Loque parece atraer a Germani es la posibilidad de interpretar las mediaciones que existen entrelas ideologas y las configuraciones psicolgicas de los individuos como una cuestinrelativamente compleja. El libro de Fromm, adems, pona en conocimiento al lector acercade la existencia -al menos por la referencia bibliogrfica- de un conjunto de trabajos sobre laautoridad y la familia realizados por el instituto (Horkheimer, Marcuse, el propio Fromm) enla dcada del treinta.

    La personalidad autoritaria, texto que se transform en un clsico de la sociologa, eraacompaado por un prlogo de Eduardo Colombo. Significativamente, el texto se iniciabacon una cita de Proudhon: "La humanidad tiene sus mrtires y sus apostatas: a qu, repito, espreciso atribuir esta escisin?". El prefacio situaba el conjunto de inquietudes ypreocupaciones que haban llevado a las ciencias sociales a preguntarse por el "autoritarismo"y haca referencia al carcter central del libro -inspirador de muchas investigaciones- ms allde las crticas y las objeciones metodolgicas que se le haban hecho: "Pionera en este campoes la investigacin del fascismo potencial que se oculta bajo valores aparentementedemocrticos y que fue publicada en 1950 bajo el ttulo de La personalidad autoritaria,haciendo referencia a una de las variables ms inclusivas que apareca en el etnocentrismo, elantisemitismo y la discriminacin poltica y religiosa' (E. Colombo, 1965). Sin embargo, enla lectura con que introduce Colombo al libro, tiende a primar su aporte como perspectiva"cientfica' ligada a la demostracin emprica y apenas se sitan los antecedentes y matricestericas de interrogacin sobre el autoritarismo y el antisemitismo. Inscripto en el marco deuna "teora de la accin social", el constructo "autoritarismo" queda presentado como unproblema de "desorganizacin en la accin social". "De ello podemos perfilar una definicingeneral de autoritarismo que nos lleve al meollo del asunto; el autoritarismo, desde el puntode vista psicolgico, es una tendencia general a colocarse en situaciones de dominacin osumisin frente a los otros como consecuencia bsica de una inseguridad del yo. El sujetoautoritario est dominado por el miedo de ser dbil (Adorno), y por el sentimiento deculpa; el sntoma ms importante de la derrota en la lucha por uno mismo es la concienciaculpable (Fromm)..." (Ibidem: 5). Pero a pesar de que el Instituto constituido en Alemaniase haba ocupado tempranamente del antisemitismo y del autoritarismo y existan marcosconceptuales previos, el prlogo de Colombo no aporta datos en ese sentido ni contribuye auna apertura hacia la obra de los filsofos alemanes.

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    Y as como el mayo francs daba cuenta de un clima de movilizacin y protesta, en AmricaLatina vena tambin en ascenso el clima de lucha poltica y propuestas liberadoras.Paradjicamente, en ese marco, quienes en la Argentina iban a ser los principales referentesde la reflexin crtica en el campo de la comunicacin no fueron quienes se ocuparon deponer en circulacin el pensamiento de la Escuela de Frankfurt. Como se adelant, varios de

    los volmenes ms importantes de la corriente se tradujeron y publicaron en la editorial Sur(perteneciente a sectores oligrquicos). H. Murena, uno de los principales referentes delgrupo, tradujo por primera vez en 1967 "La obra de arte en la era de su reproduccin tcnica"y dos aos ms tarde Carlos Nelson Coutinho se encargaba de la primera traduccin delmismo texto aparecida en Brasil en la revista Civilizaao Brasileira; sin embargo, era unBenjamin que no se vinculaba con la Escuela de Frankfurt (K Pressler, 1993). Hacia finalesde la dcada, en la coleccin de "Estudios alemanes" de Sur (dirigida entre otros por VictoriaOcampo, H. Murena y Ernesto Garzn Valds) se incluan versiones castellanas de textosfundamentales como Cultura y sociedadde H. Marcuse, Filosofa de la nueva msica de TAdorno, Ensayos escogidos de W Benjamin, Teora y praxis de Habermas. En 1969, ao enel que muri Adorno, dos textos capitales tambin eran lanzados por la misma editorial:Crtica de la razn instrumentalde Horkheimer yDialctica del Iluminismo de Horkheimery Adorno (en ambos, el traductor fue Murena, junto a Vogelmann en el primer caso). Estatarea de traduccin pionera no evit que la editorial, sostenida "por la renta de la tierra" yreferente de la elite intelectual "oligrquica", se observara con cierto prejuicio a partir de unaasociacin mecnica entre el dato econmico y el proyecto cultural, obturando elacercamiento de la izquierda a la "teora crtica".

    En Buenos Aires, lo que parece suceder con Frankfurt, ms que la recepcin y uso efectivocomo inspiracin, es la circulacin de algunos de sus textos ms importantes a partir de latraduccin al castellano y la publicacin. Sin embargo, este dato no alcanza para referirse aun impacto en la problematizacin de los temas que han caracterizado al campo de lacomunicacin. No haba demasiados ecos de la perspectiva de Frankfurt en la revistaComunicacin y cultura (en su etapa de los aos '70, los cuatro primeros nmero fueroneditados en Chile y Argentina), referenciada por lo general con posicionamientos crticos.Este ltimo dato no queda desacreditado, pero s es importante decir que sus fuentes deinspiracin estuvieron centradas ms en otras perspectivas de ms evidente definicinmarxista, la teora de la dependencia y cierta impronta semiolgica. Segn recordabaSchmucler: "los de Frankfurt eran poco conocidos. Yo creo que por ignorancia. Si bien enArgentina es la primera edicin que hay de Sur, Yo creo que haba un prejuicio -en laArgentina por lo menos-, un prejuicio tal vez populista. Adorno era como mala palabra. (...}El que la sacara Sur y lo tradujera Murena era tambin un problema. (...) S estaba lo dePasquali. Yo tengo aquella primera edicin, subrayada de aquella poca, uno de los pocoslibros que me quedaron de ese momento. Pero no haba la voluntad, no se conoca. (...) No sbien por qu. Creo que por razones de hiperpolitizacin. Todo eso era sospechoso, porque nose adhera claramente a posiciones revolucionarias". Lenguajes, la revista de la AsociacinArgentina de Semitica, public un captulo de libro del brasileo Gabriel Cohn en su primernmero (1974), que contena, sobre todo, comentarios sobre Adorno.

    Pero lo cierto es que, en ese contexto, la preocupacin por las formas de dominacin de lossistemas de medios se cristaliz en textos comoPara leer al Pato Donaldde Ariel Dorfmany Armand Mattelart, o Neocapitalismo y comunicacin de masa de Heriberto Muraro. El

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    primero, transformado en un clsico de la poca y con mltiples ediciones, no se aproxima alo que el supuesto de la influencia frankfurtiana indicara. El segundo, en cierta medida,comparta con todo un vasto y variado conjunto de artculos el estar muy ligado a ladescripcin de las formas de propiedad de los medios. Muchos de ellos, por qu no decirlo,se limitaban a una introduccin a la que se sumaban datos y listados sobre directorios,

    inversiones, etc. Pero ms all de los efectos de denuncia que produjeron, es precisoreconocer que su sustento terico -cuando exista- distaba mucho de la mentada inspiracinfrankfurtiana. Ms bien, insistimos, estaban inspirados por la teora de la dependencia y portextos marxistas un tanto economicistas.

    En el caso deNeocapitalismo y comunicacin de masa, hay bastante ms que lo recin dicho.Este libro de Muraro apareci en 1974 (Eudeba) y recibi el premio "Scalabrini Ortiz",dirigido a fomentar las investigaciones sobre las formas de la dependencia en los camposeconmico, cultural y poltico. En esa oportunidad la distincin fue compartida con Ladominacin imperialista en la Argentina de Carlos Vilas y Dependencia y empresasmultinacionales de Salvador Lozada. Si bien Muraro se centraba en el desarrollo histrico dela televisin no lo reduca a la descripcin y la acumulacin de datos. Para el autor, ademsde describir el sistema macroeconmico que incluye a los medios, haba que incluir lasrelaciones de fuerza y los conflictos de la poca contempornea. En la introduccin,manifestaba sus deudas con Barn, Sweezy y Furtado en lo que haca a la dimensineconmica, y con Adorno y Horkheimer en cuanto al anlisis ideolgico.

    Heriberto Muraro dedicaba el tercer captulo a la "Teora de la manipulacincomunicacional. Muraro revisaba las tesis de un autor como Marcuse y las contrapona coninvestigaciones empricas como las de Paul Lazarfeld. Una preocupacin que atraviesa lareflexin del autor tiene que ver con las posibilidades de manipulacin de las opcionespolticas. Segn se describe, los autores de la Teora Crtica describen a la sociedad casi demodo orweiliano y apenas quedaran mrgenes de opcin para los individuos. Por otra parte,Muraro sostiene que Marcuse plantea a los medios masivos como el instrumento bsico deunificacin del sistema capitalista: "La teora de Marcuse acerca de los medios comoinstrumento bsico de unificacin del sistema resulta, en este sentido, inaceptable y parcial.El sistema de dominacin neocapitalista es una unidad institucional, econmica e ideolgica;su supervivencia depende no slo del control de los medios sino tambin, ante todo, de laexistencia de sistemas o aparatos de represin fsica y de los beneficios econmicos queproducen y distribuyen en las metrpolis las actividades de explotacin del trabajo en lasreas neocoloniales" (H. Muraro, 1974.101).

    Probablemente, era otro horizonte el que condicionaba notablemente el modo de interpretar eltexto. Y esa interpretacin es reduccionista, aunque esto no vuelve infalible al libro deMarcuse. A la idea de manipulacin adjudicada a Marcuse, se le contraponen casos en losque la opcin de voto o el cambio de una actitud no se dara de modo directo. Uno de losejemplos utilizados por Muraro es la proscripcin del peronismo que no logr desactivar esaidentidad aunque los medios difundieron mensajes con ese fin. Lo que sucede es que lapretensin de El hombre unidimensionalalude a otra constelacin de problemas. Aqu esconveniente que hable el propio Marcuse: la sociedad industrial avanzada confronta la crticacon una situacin que parece privarla de sus mismas bases. El progreso tcnico, extendidohasta ser todo un sistema de dominacin y coordinacin, crea formas de vida (y de poder) que

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    parecen reconciliar las fuerzas que se oponen al sistema y derrotar o refutar toda protesta ennombre de las perspectivas histricas de liberacin del esfuerzo y la dominacin. La sociedadcontempornea parece ser capaz de contener el cambio social, un cambio cualitativo queestablecera instituciones esencialmente diferentes, una nueva direccin de procesoproductivo, nuevas formas de la existencia humana" (H. Marcuse, 1969-22). Marcuse

    explicita, adems, que la tendencia a la absorcin de la protesta y la del potencial de ruptura,le llevaron a moverse entre dos hiptesis contradictorias. Lo cierto es que ms all de lasobjeciones que formula Muraro sostiene que la ideologa del neocapitalismo es la de la"administracin total" y considera que el concepto de manipulacin tiene una gran fertilidadcomo reaseguro contra una "sociologa de la comunicacin empirista y acrtica". Justamente,buena parte de los textos latinoamericanos estaban en estas pocas ms preocupados en estaltima cuestin, es decir, cuestionar e incluso desacreditar la investigacin norteamericana decorte "estructural-funcionalista" a pesar de que no siempre pudieron desprenderse de sussupuestos y metodologas.

    El otro punto en cuestin es para Muraro la teora de las pseudonecesidades de Marcuse quedebera haberse puesto en trminos de una teora de las "pseudosatisfacciones".

    El argumento que se ofrece sobre el autor es que se maneja con una definicin estrecha de lasnecesidades a las que, adems, identificara con los bienes que supuestamente las satisfacen."En este sentido los publicitarios de Madison Avenue han demostrado tener mejor olfato queel filsofo: ellos saben que la campaa de venta de un auto, para ser eficaz, debe prometer alcliente potencial algo ms que un buen artefacto, por ejemplo, una relacin sexual fcil conel sexo opuesto o una imagen ms gratificante de s mismo. Cada acto de compra nos remiteno slo al posible conformismo poltico de los individuos sino tambin a una nebulosa denecesidades por conocer y desarrollar, cuyo estado larvario es el secreto mismo del porquson manipulables. Esto no slo vale para el hombre de cuello blanco enajenado sinotambin para las masas mismas, an las, ms desposedas, que son las que ms nos interesandesde un punto de vista democrtico." (Ibidem: 119-120) Sin embargo, este juicio hechosobre el autor de Eros y civilizacin -la mencin de esta obra no es casual- traduce muchoms el conocimiento parcelado sobre las orientaciones de la Escuela que exista hasta elmomento.

    Otro espacio de recepcin de Frankfurt -en un tono un tanto diferente- fue Brasil. En 1967,Leandro Konder public el libro Los marxistas y el arte, que contena referencias alpensamiento de distintos autores, entre ellos, Benjamin, Gramsci y Brecht. Posteriormente,1969, apareci Arte e Sociedade em Marcuse, Adorno e Benjamin de Jos GuilhermeMerquior. El libro sostena que tanto Adorno como Marcuse, haban tendido a construir unaperspectiva pesimista, mientras que de Benjamin rescata un elemento de esperanza, diferentede la "dialctica negativa". Un contexto de censura y los exilios impuestos por la dictaduradificultaron el debate intelectual, pero no impidieron cierto acceso a algunas traducciones.Ms tarde la editorial Abril Cultural incluy en su coleccin "Los pensadores" un volumensobre la Escuela de Frankfurt que inclua a Benjamin, Horkheimer, Adorno y Marcuse.Adems, se publicaron dos textos significativos de Flavio Kothe: Para leer Benjamin,aparecido en 1976 yBenjamin e Adorno. Confrontos, en 1978.

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    En San Pablo se edit el libro Sociologia da comunicaao. Teoria e ideologia, que era la tesisdoctoral de Gabriel Cohn. El brasileo, que haba compilado el volumen Comunicaao eindustria cultural (1967) incluyendo all a Adorno, ha llevado a cabo un notable esfuerzolatinoamericano por teorizar en el campo de la comunicacin. En el horizonte de susreflexiones estn presentes autores como Georg Lukcs, Karl Mannheim, Lucien Goldman,

    Jean Piaget, Theodor Adorno y Louis Althusser, por mencionar algunos. Cohn sostiene queun anlisis radical (es decir, aquel que va hacia las races) debe comprender cmo se hanconfigurado las relaciones entre sociedad y cultura en la vida contempornea. La idea de"masa" no es considerada pertinente para describir cientficamente la realidad sino que de loque hay que hablar -recordando a Williams, Gorz y, sobre todo, Adorno- es de las clases, yaque la idea de masa responde a un modo de dominio.

    Para Cohn, la inspiracin marxista de Adorno es evidente y retorna sus orientaciones de unmodo que bien podra desafiar a ciertas perspectivas de investigacin actuales: "Lo esencial,en ese contexto, es que el anlisis tanto de la dimensin social como de la cultural se articulaalrededor de las condiciones especficas de una sociedad centrada en la produccin demercancas y, con este criterio, se toma la propia mercanca como punto de partida. (...)Segn se desprende de ese anlisis, la premisa es que la mercanca, por debajo de suapariencia de cosa perecedera, representa una determinada constelacin de relaciones socialesque remite a una forma determinada de dominacin (y ah entran las clases como elementofundamental). Aplicando este razonamiento al rea de los productos culturales, llegamos a laconclusin, de fundamental importancia, de que la experiencia inmediata del consumo deesos bienes no tiene valor explicativo, como que corresponde a la incorporacin por lossujetos de los resultados cristalizados de un conjunto de relaciones sociales, que,precisamente, estn ocultas por el carcter mercantil de dichos bienes" (G. Cohn, 1974:17).Cohn considera la crtica de la ideologa una dimensin fundamental en el anlisis de laproduccin cultural. Pero toma una prudente distancia de las propuestas de "inspiracinalthusseriana" como la de Poulantzas, que tiende a referirse a la ideologa en trminos de"estructura", incluso en trminos "transhistricos". Para Adorno, al contrario, "la localizaciny la caracterizacin histrica especfica del fenmeno son fundamentales. No se trata debuscar la ideologa en el plano del sujeto, o calificarla a partir de lo exterior como falsaconciencia, sino de obtener a travs de una crtica inmanente de sus manifestaciones lascondiciones histricas de su produccin y reproduccin" (Ibdem:39).

    Cuando se esgrime la objecin, hacia la teora crtica, que sta trabaja sobre la base de laconciencia en el plano del sujeto, Cohn sostiene que esa objecin puede ser invalidada: "unapremisa bsica de este enfoque es que la conciencia social es el producto de unaconfiguracin econmico-social histricamente dada que produce, a su vez, sus propiossujetos concretos. Sin esa premisa no se podra concebir la construccin del concepto deindustria cultural (Ibidem: 40). La ideologa es una "apariencia socialmente determinada":cmo analizarla? No se le pueden adjudicar atributos desde afuera sino a partir de loselementos constitutivos, para que, parafraseando a Adorno y Horkheimer, el objeto no seescape al no ser construido por el concepto: "El anlisis protege de modo inmanente el modopor el cual las relaciones de produccin histricamente definidas se cristalizan en el producto.En el estudio de productos culturales, la categora bsica por utilizarse no es la decomunicacin, que se refiere a la relacin entre el sujeto y sus receptores, sino la demediacin, que es inherente al objeto mismo y suscita la cuestin de cmo aspectos

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    estructurales, posiciones, ideologa y todo lo dems de la sociedad se impone a la misma obrade arte" (Ibidem: 41).

    2. El "Eje" Venezuela

    Mientras tanto, otro eje de recepcin -cuya importancia es indudable estaba situado enVenezuela, ms especficamente en Caracas. All, como habamos mencionado, la editorialMonte Avila public un conjunto de ensayos de Adorno titulado Intervenciones. Nuevemodelos de crtica, en 1963. En ese mismo ao Antonio Paquali -quien ha quedadoreferenciado como uno de los pioneros del trabajo con la escuela en el campo de lacomunicacin- dio a conocer su Comunicacin y cultura de masas a travs de la mismaeditorial. Hacia 1967, Pasquali public, tambin, Un aparato singular. Anlisis de un da deTV en Caracas. Sin embargo, en 1963, entre Pasquali y Adorno (y en general el conjunto delos de Frankfurt) haba en ese momento un desencuentro. Fue recin hacia 1970, cuandoluego del gran eco del libro, se produjo una reedicin en la que Pasquali puso en juego a los"frankfurtianos". Pero en los relatos sobre la historia del campo se suele mencionar este texto

    como una de las pioneras influencias frankfurtianas que el propio libro desmiente.

    Pasquali abordaba problemas conceptuales de la comunicacin y de la cultura de masas ytena una marcada impronta filosfica. Heidegger, Marx, Lukcs, Sartre, Merleau-Ponty yScheler -tambin Kafka- eran algunos de los filsofos que citaba como inspiradores parapensar aspectos tericos bsicos del problema elegido. En su segunda edicin, el autorescribi un "Prefacio" en el que se refera con cierto detenimiento (unas 27 pginas) a losnuevos desarrollos sobre la comunicacin que no haba conocido al momento de la aparicinoriginal. Por una parte, lamenta el hecho de no haber tenido contacto con "la Crtica de larazn dialctica, que me hubieran confirmado, desde un ngulo ms amplio, la destruccinde la reciprocidad, la relacin unvoca de ausencia, la mera receptividad como impotencia, la

    conversin del receptor en objeto reificado inerte, la soledad en comn del hombre masa yotras caractersticas de una praxis definida en el presente contexto como masificante,enmudecedora y alocutoria" (A. Pasquali, 1976:13). En trminos similares se haba referidoPasquali en su texto al caracterizar la situacin de masificacin y al tratar los problemas dedefinicin de la comunicacin, la informacin, etc. Pero lo importante, y en lo que se detena,era en la Escuela de Frankfurt: "Por encima de todo, empero, el perodo que examinamos seha visto acaparado, digmoslo as, por una filosofa social de corte totalmente heterodoxo yde alto voltaje revolucionario: la llamada Teora Crtica de la Sociedad" (Ibidem: 18). SegnPasquali ha sido iluminador el descubrimiento, sobre todo de Marcuse, en primer lugar deElhombre unidimensional que abri las puertas de acceso al resto de la escuela. Tambinconsideraba capitales los ensayos escritos entre 1933 y 1938 incluidos en Cultura y sociedad

    La importancia de Frankfurt vena de la mano de la siguiente situacin: "Lo que primeroacude a la mente es que a sus autores debemos el uso de frmulas hoy estereotpicas comosociedad industrial avanzada, industria cultural, sublimacin no represiva, granrechazo, etc., y tal vez el tono de elevada polmica, rebosante de contagiosa y demoledoramordacidad, con que Horkheimer y Adorno estigmatizaron, en suDialctica del Iluminismo,la industria cultural, o el iluminismo como mistificacin masiva" (Ibidem: 19). El autorsostena que, ms all de este ensayo, no sera apropiado afirmar que los filsofos socialesse hayan dedicado exhaustivamente a la comunicacin masiva o que lo hayan visto como una

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    "prioridad". Sin embargo, sera expresin de prejuicio o ignorancia no considerar este nuevomarco terico y metodolgico a partir del pensamiento negativo.

    Para Pasquali las "otras" filosofas, con la excepcin del marxismo, asumen como su clebreprincipio el "dejar las cosas como estn". Por eso, su principio mximo y omnicomprensible

    (extensible, pues, de lo cientfico natural a lo social) es el de la "obediencia a la realidaddada", a lo cual opone la teora crtica su antiprincipio negativo: "lo que es, no puede serverdad". "Una de las ms resaltantes consecuencias de tales premisas fundamentales-consecuencia que ha detenido ms de un impulso admirativo- es la que pudiera llamarse eldiscurso contra la tcnica; no contra la tcnica en s, bien entendido, y ni siquiera contramuchos de sus productos, sino contra su total y masiva instrumentalizacin y mediatizacin"(Ibidem: 23).

    Pasquali cita a Adorno y Horkheimer (especialmente en lo que hace a la filosofa y suspotenciales de "negacin", pero sobre todo quien est muy presente en el horizonte de lasevaluaciones es Marcuse, que en alguna medida se haca ms permeable para el contexto de

    poca, era menos pesimista y ms accesible. Pasquali tiene como tesis que el modo decomunicacin determina el tipo de estructura social; dice que la teora crtica no confirmaesto directamente pero s sus consecuencias. "El que haya ledo este mnimo compendio enclave de 'comunicacin', o mejor an, el que conozca las obras de nuestros autores, habrconstatado cun frtil y renovado trasfondo conceptual ofrece la teora crtica a un anlisis dela informacin social, y habr inferido la expresa posicin de esa teora al respecto. Losmedios masivos son la punta de lanza de una tecnologa que es la expresin suprema de larazn instrumental y represiva. Ellos han sido acaparados -no importa el sistema- por la'industria cultural' (...); por una industria encargada de desempear con eficiencia una funcinvital en el respectivo sistema: la de mantener el equilibrio homeosttico entre amos ysbditos. (...) Ella es el centro propulsor de los condicionamientos globales, de la moral delxito, de los mitos del bienestar y del consumismo." (Ibidem: 29-30)

    Tambin el venezolano Ludovico Silva public en 1970 un libro titulado La plusvalaideolgica, denominacin que inclua la categora central que el autor desarrollaba. Categorao idea, si se acepta, un poco extraa en la conjuncin de ambos trminos pero que, enrealidad, traslada un concepto a otro marco en el que quiz no sea del todo productivo. Elprlogo fue escrito por Juan Nuo y sintetizaba de este modo el concepto: "El constructointelectual de plusvala ideolgica, creado por Ludovico Silva, trata de describir unasituacin y de denunciar las consecuencias que de aquella se derivan. Lo que encubre laplusvala ideolgica es lo que Adorno llamara industria cultural, propia de las sociedadesavanzadas; industria que tiende al control masivo de las conciencias mediante procedimientostecnolgicos de difusin de ideas. Lo que Ludovico Silva agrega al estudio de semejantemecanismo productor de una determinada cultura es el esquema marxista de la teora delvalor: si, en el orden de las producciones materiales, la base generativa del capitalismo es elexcedente del valor-trabajo, del que se obtiene el margen de beneficio, y a partir del cual seproduce la explotacin material y la enajenacin social, asimismo (es el razonamiento deSilva), en el orden cultural, que ha pasado a ser una expresin industrial autosuficiente, ha deregistrarse el correspondiente fenmeno de plusvala" (citado por Fuentes Navarro, 1992).

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    En 1970 se public Comprender la comunicacin, tambin de Pasquali. All el captulo IX setitulaba "Releyendo a Marcuse" e inclua un apartado "Elogio de la Escuela de Frankfurt"valorando, especialmente, el hecho de que la misma no considerara a la teora comopropaganda ni directamente ligada a la accin, trminos quiz poco comunes en ese contextohistrico. Antes que en las consideradas franjas marginales (Benjamin, Fromm, Kracauer y

    otros), para Pasquali el meollo" estaba en Adorno, Horkheimer y Marcuse: "Para quienes seocupan de la fundamentacin terica de las Comunicaciones, Frankfurt es una obligadaestacin de trnsito y reflexin. A sus principales autores debemos, spase o no, casi todoslos argumentos crticos que hoy pasan por lugares comunes, y un descubrimiento destinado amarcar poca: el de que la libre y competitiva industria cultural (frmula por ellos acuada)reproduce, mutatis mutandis, los esquemas de la manipulacin autoritaria teorizados ypracticados por Goebbels" (A Pasquali, 1990:226).

    Pasquali consideraba que la bibliografa frankfurtiana era toda "una mina an inexplorada"que ahora estaba al alcance de los investigadores latinoamericanos en comunicacin.Nuevamente, su referente central era Marcuse, especialmente El hombre unidimensional(pero no slo este texto, tambin

    Eros y civilizaciny

    Cultura y sociedadal que propona leer

    en clave "utpica" -con el filtro de Ideologa y utopa de Mannheim- horizonte de liberacinhacia el que deban orientarse las sociedades latinoamericanas. Segn Pasquali la utopa enMarcuse era, por un lado, negatividad (crtica de lo existente) y, por otro, positividad, entanto elaboracin de un nuevo ideal revolucionario". Adems, ensayaba un cruce con lacrtica de la dependencia: "Por especficas y bien conocidas razones, Amrica Latina es hoyuno de los principales escenarios mundiales de la dialctica dependencia-independencia, loque la convierte de hecho en uno de los ms importantes campos de confrontacin entre larazn instrumental, iluminista y de dominacin, y la razn crtica, tica y libertadora"(Ibidem: 246).

    En un texto que public en 1971, Teora y prctica de la ideologa, Silva retomaba parte delo que haba elaborado previamente enLa plusvala ideolgica. Siguiendo a Eduardo Santorosostena que los efectos de la comunicacin colectiva deban analizarse como el resultado dela interaccin de los siguientes factores: medio, mensaje, personalidad y aspectossituacionales. Al referirse al factor personalidad Silva deca que el receptor se convierte enlo que hemos llamado un productor de plusvala ideolgica, productor de adhesin noconciente al sistema y, por tanto, de justificacin irreal e incremento real de la extraccin deplusvala material, En el subdesarrollo, se une a esas representaciones elementales la nomenos elemental representacin de la dependencia material e ideolgica como formanatural de existencia de nuestros pases" (L. Silva, 1971: 197).

    En el conjunto de ese libro Silva desarrollaba aspectos centrales de las concepciones sobre laideologa y sus funciones en la vida social. Se refera a la teora marxista, a las elaboracionesde Karl Mannheim y a las propuestas del "fin de las ideologas. Nos parece especialmenterelevante destacar lo referido a la teora marxista de ideologa. Es importante lacaracterizacin de ciertas ideas como metforas y su sorpresa ante tanta bibliografa sobrenociones que ni siquiera estn demasiado desarrolladas en Marx como si fueran las centrales.All Silva cuestionaba el uso rgido de la metfora base/superestructura, la idea de "reflejo", yespecificaba interpretaciones y usos del concepto. Silva sostena -de modo un tantoesquemtico- que hay dos tipos de elementos que componen la ideologa: los elementos

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    polticos, cientficos y artsticos, que en ciertas condiciones pueden no ser ideolgicos, y loselementos jurdicos, morales y religiosos, que son ideolgicos por definicin (Ibidem: 47 yss).

    Silva destaca que lo que han desarrollado Adorno, Horkheimer y Marcuse, sera, ms que

    Althusser (si bien lo valora), lo que se aproxima ms a la visin original de Marx sobre laideologa y la versin ms adecuada para la situacin del siglo XX. Cuando Marcuse nosdice: Today the ideology is in the process of production itself no hace sino enunciarcorrectamente la teora marxista de la ideologa, como algo no separado de la estructurasocial sino inmanente a ella, producido por ella y actuando en su interior. Cuando, porejemplo, el Estado aplica la ideologa jurdica de la propiedad privada para justificar laacumulacin de riqueza en pocas manos y la distribucin desigual, no se trata acaso de unaideologa actuando en y desde la estructura social?" (Ibidem: 35)

    El quinto apartado del texto se llamaba "El sueo insomne. Ideas sobre televisin,subdesarrollo, ideologa". Hay otro dato significativo. El mismo llevaba de inmediato un

    agregado que deca "en homenaje a Theodor Adorno". Uno de los objetivos centrales serefiere a su intento por explicar el subdesarrollo desde una perspectiva terica que, a su vez,sea capaz de dar cuenta de la ideologa del subdesarrollo y del "fenmeno de la alienacinideolgica como expresin de la dependencia, y por tanto como co-autor de esa dependencia"(Ibidem: 152). Los medios masivos seran -para Silva- un instrumento an ms eficaz que elsistema educativo y el sistema religioso en su funcin de perpetuar la dependencia en lascabezas de los neocolonizados. Uno de los grandes problemas a trabajar era el de una"sociedad hipnotizada por la televisin y otros factores anlogos" (Ibidem:153). Laalienacin ha sido construida, en gran medida, por la ideologa que inculcan los mediosmasivos en los pases dependientes. A travs de distintas acciones, concepciones, etc., se fueconfigurando lo que para Silva debe nombrarse "la ideologa del subdesarrollolatinoamericano". "El sistema de la dependencia actuaba sabiamente: junto a la enajenacinmaterial fue formando en las mentes la enajenacin ideolgica: gran reservorio ideal delealtades hacia el sistema mismo, capital ideolgico siempre dispuesto a traicionar cualquierimpulso subversivo y siempre al servicio del capital material. junto a la plusvala material queera extrada de la fuerza de trabajo, el sistema de la dependencia fue formandoprogresivamente un mecanismo de produccin de plusvala ideolgica, mediante el cual laparte no consciente de la energa psquica de las gentes pasa a formar parte del capitalideolgico imperialista, a sustentarlo, a preservarlo y a perpetuarlo." (Ibdem: 164)

    La televisin, que para este autor era el "punto neurlgico" de la industria cultural, tena queser tratada como un eje principal, era imprescindible hablar de ella. Dos razones eranesgrimidas por Silva: por una parte, la televisin constituye una "especie de concentracin, enun solo punto, de todos los otros medios de comunicacin"; por otro, en el capitalismo, latelevisin es "la ms genuina expresin ideolgica del sistema" (Ibdem: 169). Precisamenteaqu Silva apela al concepto acuado por Horkheimer y Adorno, "industria cultural", paradescribir el lugar de los medios en las sociedades actuales. Sin embargo, se propone llevar elconcepto hacia un horizonte, segn Silva, ms preciso. De lo que hay que hablar es de"industria ideolgica", ya que remarcara el verdadero sentido de las tesis de Horkheimer yAdorno. Tambin est presente entre las reflexiones del venezolano la caracterizacin queLwenthal haba hecho de la industria cultural como "psicoanlisis al revs", es decir, una

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    suerte de terapia que en lugar de ser liberadora generaba represin. La incorporacin de estasideas apuntaba a dar fundamentos a la concepcin en la que insiste Silva, segn la cual lasustraccin de la plusvala material necesitaba de la sustraccin de la plusvala ideolgica enel taller mismo de produccin de la vida squica de cada individuo". Pero lo traduca atrminos un tanto simplistas y conductistas: "La televisin es, en este sentido, lo que los

    reflexlogos llaman un refuerzo constante para un condicionamiento lo ms perfectoposible" (Ibidem: 172).

    Una teora del subdesarrollo, en tanto posibilidad de interpretacin crtica de las sociedadeslatinoamericanas, necesitaba -para Silva- de una teora especial de los medios decomunicacin situados en relacin al rasgo bsico del subdesarrollo: la dependencia. "Latelevisin de nuestros pases -y la venezolana en primersimo lugar- es perfecta expresin dela, dependencia econmica y de la penetracin ideolgica. Estos fenmenos van unidos y, enrigor, forman parte de un solo gran fenmeno." (Ibidem: 179) Silva, adems, reivindicaba alos investigadores como Andr Gunder Frank, Fernando Carmona, Theotonio dos Santos,Darcy Ribeiro y Fernando Henrique Cardoso, quienes haban contribuido a la gestacin deuna ciencia social revolucionaria que ya tena influencia en la vida poltica de AmricaLatina.

    3. Hacia la clausura

    Probablemente, la observacin con que se finalizaba el apartado anterior proporcione ciertosentido a la aproximacin de los estudiosos latinoamericanos con la Escuela de Frankfurt.Pensamiento en ms de una oportunidad cargado de sospechas, quiz no sea el referentecentral al momento de reconstruir el discurso de denuncia y tono combativo que caracteriz alos intelectuales entre los sesenta y, por lo menos, la primera mitad de los setenta. Aun conlos esfuerzos de Cohn, Silva y Pasquali, entre otros, que contribuyeron a la difusin de la

    escuela, no todos los investigadores tenan la misma familiaridad con los autores. Ms bien,el pensamiento de Adorno, Marcuse y Horkheimer, ha quedado cargado a posteriori en lacuenta de las posiciones crticas de Amrica Latina, configuradas mucho ms al calor de unmarxismo un tanto convencional o clsico, cuando no -sobre todo en la vulgata- a travs delos textos ms directamente combativos pero tambin tericamente ms llanos. No faltabanlas influencias ms innovadoras a travs de las reflexiones de Grarrisci sobre la cultura o elanlisis ideolgico de impronta semiolgica francesa. Pero tambin hubo un alto -quizdemasiado- impacto de las tesis de Althusser en torno a los modos de funcionamiento de los"aparatos ideolgicos de Estado" tomadas en un sentido demasiado lineal y propicio aldiscurso de barricada que tenda a impregnar la poca. Esta ltima versin, cuyos lmitesluego fueron sealados hasta el cansancio, tuvo en su momento muchos ms adeptos que

    herejes.Lo cierto es que sobre ese fondo en el que estallaron las ms variadas inquietudes por losnuevos fenmenos culturales, con poca frecuencia se encuentra de modo directo la influenciafrankfurtiana que tanto se ha sealado. Entre los primeros acercamientos -que, lo reconozcano no, tienen mucho de parcializado- y la posibilidad de una reflexin serena y profunda entorno a los problemas que la "teora crtica" vena a plantear, no slo mediaron prejuiciosintelectuales o tradiciones de pensamiento diferentes, sino tambin condiciones polticas poco

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    propicias para una efectiva incorporacin. En este marco, lo ms apropiado sera referirse aun contacto fragmentario con los textos de la Escuela de Frankfurt o, directamente, mediadopor algunos intelectuales que intentaron difundir algunas de sus ideas. Lo "fragmentario" noalude a la falta de apropiacin de un conjunto unitario y cerrado, ya que Frankfurt noresponde a esa caracterizacin. Lo que intentamos situar son las escasas posibilidades que

    an existan para poder ubicar el espectro de textos frankfurtianos en las constelacionesfilosficas en que estn inscriptos. Existe un supuesto bsico, instalado con muy fuerteconsenso, y es el que afirma la existencia de una suerte de momento frankfurtiano en losestudios latinoamericanos de comunicacin. Identificado con un perodo situado entre finesde los '60 y principios de los '70, ese momento estara asociado a las intervenciones crticasde diversos intelectuales en torno a temticas tales como la manipulacin ideolgica, ladominacin econmica y cultural imperialista, la denuncia y las consignas en pro de latransformacin social y la liberacin incentivadas por experiencias de movilizacin popular ylucha colectiva. All estaban presentes algunas lneas generales de quienes contribuyeron adivulgar el pensamiento de la Escuela, pero afirmar un "momento frankfurtiano" resultaexcesivo. Un poco ms tarde, cuando se sealaron los lastres -sin negar los logros- quedejaron los setenta sobre las aproximaciones a los procesos culturales contemporneos deAmrica Latina se incluy a la Escuela de Frankfurt y cada vez ms fue sospechada deelitismo y pesimismo. La pesada carga de los setenta tena, obviamente, consecuencias msfunestas que el trato ligero con una tradicin de pensamiento: la derrota de los movimientospopulares y las dictaduras militares que desactivaron el sentido de "radicalidad" queconfiguraban los momentos que le precedieron.

    Ya en las transiciones a procesos de democratizacin, en la dcada posterior, la interpretacinde las experiencias autoritarias fue mucho ms permeable al pensamiento de Foucault, auncuando la teora crtica poda aportar mucho a comprender esta cuestin. Frankfurt pasara aformar parte del segmentado patrimonio bsico de la formacin de comunicadores, peroquien ganara protagonismo de aqu en ms sera Walter Benjamin, quiz el nico de ellosledo como un pensador en vigencia, especialmente por lo que le separaba de la escuela.Aunque en el caso de Chile, por ejemplo, la extensin de la dictadura pinochetista, no slohaba alejado del pas a importantes intelectuales sino que tambin posterg el acceso a lasobras de Walter Benjamin, que de a poco fueron incorporndose a la bibliografa de "teoraliterara" (ver L. Morales, 1993). En una continuidad con muchos puntos centrales revisados-denominada "segunda teora crtica"- tendra una importante acogida la "teora de la accincomunicativa" de Jrgen Habermas, compleja y erudita sin lugar a dudas pero, a nuestrojuicio, menos radicalizada que la primera teora crtica que intenta superar.

    En Argentina, sin embargo, puede destacarse a un ncleo de intelectuales que expres susinquietudes en la revistaPunto de Vista (aparecida en 1978 y dirigida por Beatriz Sarlo), queactualmente es una de las publicaciones culturales ms reconocidas del pas. En torno a esapublicacin se produjeron una serie de aportaciones a la crtica cultural; especialmente nosinteresa destacar la incorporacin de las reflexiones y perspectivas de los estudios culturalesingleses" (Hoggart, Williams, etc.). A principios de los '80, Carlos Altarnirano y BeatrizSarlo, de miembros centrales del grupo, publicaron Literatura / sociedad. El texto abordabadistintos aspectos sobre el texto literario, el campo intelectual y la literatura, la problemticadel autor y la de la lectura, etc., revisando autores como Bajtin, Williams, Bourdieu, Krstevay Sartre, para mencionar algunos. El libro inclua adems un conjunto de apndices con

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    anlisis de textos literarios y uno dedicado a "Las estticas sociolgicas", referido a lasperspectivas estticas desarrolladas por Lukcs, Goldmann, Galvano della Volpe y Adorno.Quiz ste sea uno de los casos en el que el tratamiento de la obra de Adorno muestra unacercamiento, que s bien no pretende ser exhaustivo, es capaz de exponer la complejidad desus lneas generales evitando la esquematizacin. Bajo el ttulo "La esttica de la

    negatividad", Altamirano y Sarlo toman la precaucin de advertir sobre las dificultades deofrecer una mirada global y sinttica, ya que hay que inscribir a Adorno, adems de en supropia y extensa obra, en la constelacin intelectual de la Escuela de Frankfurt. El punto departida es un aforismo de Mnima Moralia: "En un texto filosfico todas las frases debieranestar a la misma distancia del centro". Para los autores el centro de los escritos de Adornosobre arte y literatura "es la situacin problemtica del arte en la sociedad contempornea.Hacia este punto convergen las reflexiones sobre el presente, los anlisis concretos de obrasdeterminadas, as como las consideraciones sobre el pasado y la historia del arte. (...) Pero elciclo histrico de la modernidad es sobre todo su ltimo captulo, el de la sociedad occidentalcontempornea, el que ha atrado de manera dominante las preocupaciones tericas deAdorno, especialmente despus de la experiencia traumtica del nazismo, el monstrumhorrendum, junto con el stalinismo, para todos los pensadores de la Escuela de Frankfurt" (CAltamirano y B. Sarlo, 1983:144). Al encontrarse en una relacin de diferencia respecto de lasociedad y en virtud de su status autnomo -entendido histricamente- aporta un elemento deresistencia, de negatividad. Y agregan: "si reniega de la autonoma buscando unacomunicacin directa con el mundo social, como proponen los partidarios del arte social ocomprometido, la obra de arte se pliega al lenguaje falsamente inmediato del mercado o allenguaje autoritario de las burocracias. Son los estereotipos de la industria cultural o los clissde partido los que toman la palabra. Negndose a la comunicacin inmediata y afirmando susautonoma por medio de la elaboracin formal, la obra de arte se resiste a ser integradapacficamente en el universo de las mercancas" (Ibidem: 147). Altamirano y Sarlo sitan,adems, la afinidad que existe entre los problemas abordados por la esttica adorniana y laspoticas de las vanguardias literarias del siglo XX" dado el nfasis puesto en laexperimentacin, el rechazo de la tradicin y la bsqueda de "lo nuevo" como motores deldesarrollo esttico. "En ese sentido, Adorno invierte, como un espejo, el cuestionamiento deLukcs por el abandono de las formas picas de la novela. La virtud de escritores comoKafka, Joyce o Musil, radicara justamente en ese abandono, en tanto no haran sinodenunciar que la posibilidad misma de narrar se halla comprometida en el mundoadministrado" (Ibidem: 149)

    Por otro lado, tambin Sarlo encuentra inspiracin en Benjamin al momento de indagar sobrela vanguardia literaria en la Argentina de los aos veinte en "Vanguardia y criollismo: laaventura de Martn Fierro". Este artculo fue publicado por primera vez en Lima en 1982 y alao siguiente apareci en la compilacin Ensayos argentinos de Sarlo y Altamirano. Sarlotrabaja sobre el modo de intervencin en el campo intelectual argentino que produce laaparicin, en 1924, de la revista Martn Fierro. Ese modo de intervencin es la "rupturaesttica" de la vanguardia. Apelando a Benjamin, Sarlo sostiene que "la vanguardia europeapropuso un modelo radical de ruptura: alcanz los lmites de lo literario, forzndolos haciafuera" (en Altamirano y Sarlo, 1997: 212). Si la radicalidad es el rasgo central que hacaracterizado a la vanguardia europea, lo que Sarlo interroga es cul sera el modo de definira la vanguardia argentina. En parte, esa definicin est dada por su diferencia con Europa: la"ruptura martinfierrista" es de "carcter mdico" y su programa es "cauteloso" y esto se

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    interpreta volviendo sobre la configuracin histrico-cultural de las dos primeras dcadas delsiglo. Hacia el final Sarlo sintetiza: "Afirmacin de la novedad como valor y remisin a unatradicin cultural preexistente, reivindicacin de lo caractersticamente argentino yperspectiva cosmopolita. Con estos elementos se construye ese compuesto ideolgico-esttico que es el martinfierrismo y, en general, la vanguardia del veinte" (Ibidem: 253).

    Pero la tnica predominante sera otra. Las lecturas sobre Marcuse, Adorno y Horkheimer,especialmente los dos ltimos, comenzaron a apuntar decididamente a quedar inscriptas enese tipo de planteos que rehuyen a asumir desde dentro de una perspectiva terica sucomplejidad conceptual, su variedad temtica y su potencial como marco para formularnuevas problematizaciones. De ello da cuenta el criterio utilizado en buena parte de los textosdedicados a revisar paradigmas con la idea de poner en evidencia sus "alcances y lmites". Sibien esto no podra formularse ms que como una intuicin, los abordajes hechos parecenponer especial nfasis en los lmites de la Escuela de Frankfurt y, tal vez por lo que de esacrtica tiene de interpelacin para el investigador, adjudican a los pensadores alemanesmucho de aquello que debera ser revisado en la propia historia intelectual del campo de lacomunicacin en Amrica Latina. En este tipo de clave se produce la lectura de MabelPiccini y Ana Mara Nethol en su Introduccin a la pedagoga de la comunicacin, editadopor primera vez en 1984. Si bien es uno de esos textos que slo pretende hacer unaintroduccin al campo (en cada pas, en cada universidad, existen textos y artculos de estetipo) es un ejemplo de cmo se ha contribuido a sedimentar en el sentido comn el tipo deenfoque que objetamos. El primer procedimiento es el de descontextualizacin del ensayosobre la "industria cultural" incluido en Dialctica del Iluminismo, pues ste es tomado deuna compilacin. Sostienen que las reflexiones de Horkheimer y Adorno "tienen unaimportancia sustancial dentro del rea de estudio de las industrias culturales y del papel quelos medios de comunicacin colectiva desempean en las sociedades contemporneas. Sinduda alguna, representa un salto cualitativo con respecto a las que hemos denominado teorasdel control social a las que enfrenta, en su mismo terreno, con una visin antagnica del lugarque ocupan los fenmenos culturales en la vida y la reproduccin de las formaciones socialescapitalista" (M. Piccin y A. Nethol 1990: 34). Paralelamente, la idea que atraviesa laexposicin es la de que la perspectiva tiene aspectos discutibles que es preciso revisar".Entre esos aspectos se incluye la tesis de que la industria cultural -cuya "singularidad"debera ser pluralizada- constituye un "sistema" tendiente a la uniformidad y lastandarizacin, la capacidad generalizada de manipulacin de la misma, el nfasis en laalienacin colectiva y la pobreza simblica de los objetos culturales en relacin al arteburgus. Sin nimos apologticos, lo cierto es que si se cuestionan los ejes sugeridos por lasautoras no se pueden retener aquellos aspectos que ellas mismas consideran de "importanciasustancial". As, por ejemplo, por un lado, objetar la idea de "sistema" sera desconocer laspremisas materiales de la produccin industrial de la cultural y, por otro, lo que generalmentese atribuye como "concepcin de la manipulacin" a Frankfurt es ms deudor de la llamada"teora de la dependencia". Aos ms tarde, en 1992, Armand Mattelart -que aunque no eslatinoamericano, ha sido un importante referente del desarrollo del campo en Amrica Latina-esgrima la misma lnea argumentar para reprobar, en parte, lo que Horkheimer y Adornosostenan. En especial nos resulta significativo destacar el inicio de la siguiente cita, cuyatesis es objetable: "La unin que establecen entre la tecnologa, la cultura y el poder y laeconoma no se analiza en s: slo est ah para aclarar lo que consideran como ladegradacin del papel filosfico-existencial de la cultura como experiencia autntica. (...) La

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    nocin de industria cultural sirve, pues, de contraste a una cierta sacralizacin del arte y de laalta cultura, ms que a elucidar la industrializacin de la cultura y, no digamos, suinternacionalizacin. De ah que resulte una tesis abusivamente generalizante" (A. Mattelart,1996. 271).

    El clima o nimo hacia la teora crtica que ganaba terreno indicaba la no conveniencia de suspresupuestos, su agotamiento. Quien puso nfasis en ello y quiz con ms xito del deseadofue Jess Martn Barbero, paradjicamente, cuando lo que intentaba hacer era renovar lasposibilidades de la crtica. Ya a principios de los ochenta, en un artculo titulado "Memorianarrativa e industria cultural", publicado en Comunicacin y cultura, Martn Barbero sostenaque la cultura de masa sola ser enfocada desde el modelo "culto". Siguiendo a Mattelart yPiemme, sugiere que Adorno y Horkheimer atacaran a la cultura de masas porque atentabacontra cierta sacralizacin del arte. "Es decir que mirada desde el modelo culto la cultura demasa tiende a ser vista nicamente como el resultado del proceso de industrializacinmercantil (...) impidiendo as comprender y plantearse los efectos estructurales delcapitalismo sobre la cultura." (J. Martn Barbero, 1983: 60) La contundencia del juicio nodeja de ser sorprendente en tanto vuelve a ser enfatizado al momento de abordar laproblemtica de la recepcin -especialmente entre los sectores populares y concluir que las"estticas aristocrticas" han visto en el goce algo de lo cual sospechar. "Es ms, para Adornoy dems compaeros de la Escuela de Francfurt, la verdadera lectura empieza all dondetermina el goce. Quiz esa negatividad tenga no poco que ver con su pesimismo apocalpticoy su incapacidad para atisbar las contradicciones que atraviesa la cultura de masa" (Ibidem:66). En este sentido, cabe recordar que en los aos '60 sera clave la aparicin del libro deUmberto EcoApocalpticos e integrados, ya que esa dicotoma se constituy (e incluso sigueoperando) como una de las claves de acceso -tambin esquematizada, ms all de Eco- a lasperspectivas de anlisis de la cultura contempornea, en especial en relacin a los medios decomunicacin. La idea de "pesimismo apocalptico" aparenta tener un parentesco con ella. Laatribucin a priori de un carcter globalmente apocalptico y pesimista para referirse alpensamiento de la Escuela de Frankfurt ha terminado por obturar la posibilidad de distinguirmomentos especficos de sus reflexiones e investigaciones y de acceder a las razones yargumentos que le han dado sentido a la idea de "negatividad", ampliamente rechazada sinrebatir sus fundamentos. A su vez, el tratamiento unitario del conjunto de pensadores, aspectoque la no muy acertada denominacin "escuela" estimula, tambin ha desconocidodiferencias y matices significativos.

    El remate de esta posicin fue dado en el libro de Martn Barbero, De los medios a lasmediaciones. Comunicacin, cultura y hegemona (1987), que constituy una instancia desntesis de mucho de lo que se vena desarrollando en el campo. Quiz este haya sido uno delos textos ms ledos entre quienes se interesan por estudiar la comunicacin en AmricaLatina e, indudablemente, su publicacin fue una importante puesta al da y un programa deposibles nuevos itinerarios. Pero no sera desacertado decir que el mismo, que constitua unimportante punto de partida, ms que generar debate pas a ser casi inobjetable, y no slo entorno al asunto que nos convoca En una variada revisin terica que atraviesa diferentesposiciones, Martn Barbero llega a Frankfurt con la idea de una fuerte implicacin conAmrica Latina, tanto en el debate de la escuela, como en un debate con ella. A pesar deconsiderarla menos permeable al uso instrumentalista de otras perspectivas de izquierda, sulectura dice tener un "innegable sabor a ajuste de cuentas, sobre todo con el pensamiento de

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    Adorno, que es el que ha tenido entre nosotros mayor penetracin y continuidad" (J. MartnBarbero, 1987. 49). Lo que le objeta a Adorno y Horkheimer no deja de estar a tono con loque sostenan Piccini y Nethol, llegando a asociar a Adorno con los aspectos msreaccionarios de Ortega y Gasset en una exposicin de la Teora esttica que en la seleccinde citas y sus cortes revela una estrategia de lectura cuyo objetivo es atribuirle, unilateral y

    globalmente, un carcter aristocrtico.A partir de all la alternativa para Martn Barbero est en los textos de Walter Benjamin. Adiferencia de otros comentaristas latinoamericanos, no reduce a Benjamin a su trabajo sobrela obra de arte en la era de la reproductibilidad tcnica, si bien pone nfasis en l. Estnpresentes adems la idea de experiencia, las transformaciones de la vida urbana, etc. Lo ques hace es distinguir tanto a Benjamin de Adorno y la Escuela de Frankfurt que la lectura dejade lado las posibles y productivas conexiones existentes, especialmente, entre el pensamientode Benjamin y el de Adorno con sus debates incluidos. "El debate de fondo" entre ambosqueda, en Martn Barbero, en una suerte de dicotoma sin puentes. Pero uno de los ejescentrales que da sentido a la lectura es sostener que con Adorno "lo popular" se vuelveimpensable y esta posibilidad reside en Benjamin. El comentario no merecera objeciones,salvo que la bsqueda de una "teora" sobre las culturas populares en Adorno es unemprendimiento que, de entrada, no tentara a nadie. Sobre este punto nos permitimos unadigresin. Cuando en los aos ochenta se revisaron las miradas sobre lo popular, en especialsobre los formas en que los sectores subalternos se vinculan con la cultura de masas,reaparecan ocultos tras mediaciones, identidades, tcticas y lecturas activas, supuestos yaproximaciones similares a los estudios sobre "usos y gratificaciones" de la sociologanorteamericana contra la cual una dcada antes se haba combatido; y no slo se eso, se habaproclamado una victoria sobre ella. A su vez, resulta errado atribuir un desconocimiento porparte de los frankfurtianos de que existen satisfaccin y goce en torno a los consumosculturales; lo que ellos hacan eran denunciar no slo la falsedad de los modos de solucin delas necesidades individuales y colectivas sino tambin los mecanismos a travs de los cualesesas necesidades eran modeladas por la misma racionalidad que despus iba a darles unasatisfaccin tramposa.

    Pero lo central en su eje de lectura pasa por otra cuestin. Es la estrategia que propone comohiptesis el alto impacto y continuidad del pensamiento de Adorno entre nosotros. Aunque,ahora bien, a confesin de parte, relevo de pruebas. Cuando en otro trabajo el propio MartnBarbero expone la configuracin de las principales temticas y conceptos que fueronconfigurando aspectos del campo en los aos setenta, en ningn momento da cuenta de lapresencia de Adorno. S ha estado en esa dcada, y muy presente, la inquietud por las culturaspopulares que el alto impacto del pensamiento adorniano deba estar, al mismo tiempo,obturando. Quiz este juicio hecho sobre el texto de Martn Barbero pueda resultar injusto.Sin embargo, el ajuste de cuenta deba hacerse con aquello que los propios latinoamericanoshaban pensado, para sealar los lmites y posibilidades que se abran a partir de ciertos nudosproblemticos de la historia intelectual.

    En el campo de la comunicacin, en los aos ochenta, los investigadores inclinaron labalanza hacia Benjamn, si bien la Escuela de Frankfurt sigue considerndose una perspectivabsica del campo aunque ya sin vigencia. Tambin el merecido reconocimiento de la figura"trgica" dio lugar la continuidad de su traduccin al castellano y el portugus como tambin

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    a ensayos, homenajes, seminarios y suplementos culturales cuyo abordaje detalladomerecera un apartado especfico. Slo a modo de ejemplo se pueden mencionar en Argentinaa la revista Babely La ciudad futura y los suplementos culturales de los diarios Clarn,Pgna/12 y Sur, que incluso aportaron alguna traduccin de textos breves. Tambin se puedemencionar el seminario promovido en Brasil por el Instituto Gethe de Sao Paulo en 1990

    ("Siete preguntas a Walter Benjamin") publicado luego como dossier en la revista de la USP(n 15) y el organizado por la sede Buenos Aires del mismo instituto en 1992 en Argentina,reproducido en Sobre Walter Benjamin. Vanguardias, historia, esttica y literatura. Unavisin latinoamericana (1993). En ambas oportunidades participaron especialistaslatinoamericanos y europeos de reconocida trayectoria.

    Ahora bien, ms all de esto, si existi en los setenta cierta vulgata en torno a Adorno yHorkheimer, en los ochenta y los noventa tambin circula una vulgata del pensamiento deBenjamin, ms all de las destacables excepciones. Entre los estudiosos de la comunicacin,"La obra de arte en la era de su reprodutibilidad tcnica" (y algunos otros textos como, porejemplo, "Breve historia de la fotografa" suele ser a la obra de Benjamn lo que "Iluminismocomo mistificacin de masa" a la de Horkheimer y Adorno. Difcilmente se ponga nfasis enlas "Tesis de filosofa de la historia" que, en algn sentido, quiz nos acercaran de nuevo,peligrosamente, a la Dialctica del Iluminismo y el conjunto de problemas que ms all delos debates y tensiones, de nuestro acuerdo o no con las diferentes posiciones, dan cuenta deque la importancia de Benjamin, Adorno, Horkheimer, Marcuse o Lwenthal, radica no tantoen sus aciertos o errores (ambos estn presentes en todos ellos) sino en sealar un conjunto deproblemas (muchos de ellos apremiantes) y de modos del pensamiento que merecen serconsiderados por la reflexin terica, ms an cuando pretende tener carcter de crtica, yevitar prohibirse la imaginacin.