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Ministerio y Gobiernos Autónomos Descentralizados de Coordinación de la Política Foro Internacional de Partidos Políticos Latinoamericanos MEMORIA Progresistas

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Ministerio

y Gobiernos Autónomos Descentralizados

de Coordinación de la Política

ForoInternacionalde Partidos PolíticosLatinoamericanos

MEMORIA

Progresistas

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ForoInternacionalde Partidos PolíticosLatinoamericanos

MEMORIA

Progresistas

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Doris Soliz CarriónMinistra de Coordinación de la Política y Gobiernos Autónomos Descentralizados

Alexis RivasSecretario Técnico

Mónica Mancero Acosta Directora del Programa de Estudios y Pensamiento Político

Equipo InvestigadorMartha ArízagaJason ByronClaudia CañizaresCecilia ManzoAndrés OrtizShura Rosero Lorena Paredes

Producción Ministerio de Coordinación de la Política y Gobiernos Autónomos Descentralizados

Diseño: Lorena Serrano Islas

Impresión:Gráfikos

Quito, Diciembre 2010

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Contenido

Presentación

Introducción

PRIMERA PARTEDiscursos Inaugurales

Presidente de la República del Ecuador, Rafael Correa DelgadoVice–presidente de la República del Ecuador, Lenin Moreno Ministra de la Coordinación de la Política y Gobiernos Autónomos Descentralizados, Doris SolizLíder de la izquierda alemana y miembro fundador del partido Die Linke, Oskar Lafontaine

SEGUNDA PARTEPartidos Políticos, Hegemonía y Poder

Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) – Venezuela, Francisco RiveroPolo Democrático Alternativo (PDA) – Colombia, Clara López ObregónAlianza País (AP) – Ecuador, Ricardo Patiño

TERCERA PARTEEstructura, Democracia Interna y Modos de Organización de los Partidos Políticos

Partido del Movimiento al Socialismo (PMAS) – PARAGUAY, Jorge CabralMovimiento al Socialismo (MAS) – Bolivia, Sergio LoayzaAlianza País (AP) – Ecuador, Orlando Pérez

CUARTA PARTEPartidos Políticos en Gobiernos Progresistas, Liderazgos, Oposición y Democracia

Partido de los Trabajadores (PT) – Brasil, Valter PomarFrente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) – El Salvador, Leonel BúcaroFrente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) – Nicaragua, Carlos Fonseca Terán Alianza País (AP) – Ecuador, César Rodríguez

QUINTA PARTEPartidos Políticos e Integración

Partido Comunista de Cuba(PCC) – Cuba, Rafael Hidalgo Encuentro por la democracia y la equidad (EDE) – Argentina, Hugo VarskyAlianza País (AP) – Ecuador, María Fernanda Espinoza

SEXTA PARTE Ponencia de Cierre

Secretario Nacional de Planificación y Desarrollo, René Ramírez

Manifiesto de Quito en el Foro Internacional de Partidos Políticos

Conclusiones

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PRESENTACIÓN

Para el Ministerio de Coordinación de la Política y Gobiernos Autónomos Descentralizados (MCP–GAD) es de importancia estratégica la generación de debates rigurosos alrededor de los nuevos retos que encaran los movimientos y partidos políticos de América Latina, en el escena-rio de las emergentes transformaciones políticas y sociales. En este contexto fue organizado el Foro Internacional de Partidos Políticos de América Latina. Con este libro pretendemos difundir los resultados de dicho evento, que recogió las experiencias partidistas en la región y nos ofreció vías diversas para lograr el fortalecimiento de la nueva democracia en nuestros países. Nuestro compromiso es crear un ideario común de justicia social, equidad y desarrollo sostenible, que nos permita superar los históricos problemas de inequidad y exclusión en nuestra región. Los movimientos y partidos políticos son una forma democrática y necesaria para la articulación de demandas desde diferentes sectores de la sociedad, sobre todo desde aquellos grupos excluidos, que no cuentan con otras formas de expresión. El Programa de Estudios y Pensamiento Político del Ministerio Coordinador de la Política propició este espacio de reflexión, en relación con las formas organizativas, el funcionamiento y la democracia interna de los partidos políticos, temas cuyas exposiciones han sido sistematizadas en este volumen.

El diseño del evento y la invitación a los líderes y/o representantes de partidos políticos de la región fue amplio y plural, bajo el criterio de que fueran movimientos progresistas, que impulsan transformaciones sociales. Consideramos importante incluir, al menos, una experiencia partidis-ta por país.

El presente texto de Memorias del Foro Internacional de Partidos Políticos recoge las exposi-ciones de políticos, militantes e intelectuales que han liderado importantes procesos de cambio en América Latina. El debate se desarrolló en Quito, los días 11 y 12 de noviembre del 2010, con la participación de representantes del Polo Democrático Alternativo (PDA), de Colombia; del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV); del Movimiento al Socialismo de Bolivia (MAS); del Partido de los Trabajadores de Brasil (PT); del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), de El Salvador; del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), de Ni-caragua; del Partido del Movimiento al Socialismo, de Paraguay (PMAS); del Partido Comunista

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de Cuba (PCC); del Encuentro por la Democracia y la Equidad (EDE), de Argentina; y del Partido Die Linke, de Alemania.

Asimismo, el auditorio estuvo compuesto por líderes sociales, asambleístas, por partidos políticos y movimientos del país, autoridades locales y funcionarios públicos y miembros de la academia, acogidos en las instalaciones de CIESPAL.

Las experiencias presentadas en el Foro fueron articuladas alrededor de cuatro temas eje, que abordan los problemas, pero también las potencialidades que debemos encarar en este siglo. Esos ejes son: Partidos políticos, hegemonía y poder; Estructura, democracia interna y modos de organización de los partidos políticos; Partidos políticos en gobiernos progresistas; Lideraz-gos, oposición y democracia; y Partidos políticos e integración. Hemos incorporado también en esta publicación los discursos de los principales líderes políticos del proceso de la Revolución Ciudadana del Ecuador en el acto de apertura del evento: el Presidente Rafael Correa, líder indiscutible de este proceso; el compañero Lenin Moreno, vicepresidente, y la Ministra Coordi-nadora de la Política, Doris Soliz.

Este texto busca convertirse en un documento que nos proporcione las luces necesarias para fortalecer el debate político de nuestras sociedades. Consideramos que las experiencias de cada uno de los países latinoamericanos, que han vivido historias irrepetibles en el fortalecimiento y consolidación de la democracia, nos proporcionan aprendizajes a partir de las matrices de do-minación y exclusión que compartimos y de los sueños libertarios y justos de nuestros pueblos, que enarbolamos. El sentido final de estas reflexiones será el de refundar la soberanía popular, que conducirá al Buen Vivir de todos y todas.

Expresamos nuestro reconocimiento a todas/os los que de una u otra manera contribuyeron a la exitosa realización de este Foro y aspiramos a una lectura provechosa de estas memorias.

Doris Soliz CarriónMINISTRA DE COORDINACIÓN DE LA POLÍTICA YGOBIERNOS AUTÓNOMOS DESCENTRALIZADOS

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INTRODUCCIÓN

Durante el siglo XX se atribuyó a la democracia un espacio medular dentro del campo político; fue un tiempo de aguda disputa en torno a diversas visiones respecto de ella. Dos puntos de la polémica se volvieron centrales: el uno se refería a lo que debería ser una democracia deseable; y, el otro exploraba sus condiciones estructurales. En la primera mitad del siglo, lo deseable se tradujo en una concepción de la democracia exclusivamente como forma de gobierno. Al final de las dos guerras mundiales, se convergió en la idea de que la práctica democrática estaba emi-nentemente ceñida a un procedimiento electoral que configuraba gobiernos. Esta noción, que se implantó como paradigma político, restringió las vías de participación y soberanía.

El debate relativo a las condiciones –o impedimentos– estructurales de la democracia, cuyos principales teóricos apuntan a Moore (1966) y Przeworski (1985), estaba orientado a medir su densidad o calidad en los países. Esto significaba que la propensión a instaurar y profundizar la democracia al interior de los mismos era cuantificada de acuerdo a una tipología configurada según parámetros estructurales. Este enfoque, por lo tanto, determinaba cuán preparados se encontraban los países para la democracia. La implicación inmediata, durante la mitad del siglo XX, fue atribuir la baja calidad democrática en los países “tercermundistas” a un conjunto de características estructurales que la propiciaban.

Otras controversias vinculadas a este punto también se desarrollaron en torno a la compatibili-dad o no de la democracia con el capitalismo y a los valores redistributivos intrínsecos que se le otorgaban. Los marxistas ortodoxos consideraron que, al interior de las sociedades capitalistas, se generaba per se una imposibilidad para democratizar la producción material. Fue de esta manera como surgieron perspectivas alternativas a la democracia de orientación liberal. La que tuvo mayor impacto fue la democracia participativa, que consagra el derecho de las ciudadanas y ciudadanos a participar en los asuntos de interés público, así como en el control popular de las instituciones del Estado, la sociedad y sus representantes. Hacia los años setenta, la democracia vinculada al modelo liberal seguía siendo la más influyente y la que más se expandía por el mun-do. Se propagó hacia el sur de Europa, avanzó a América Latina y a Europa del Este (O´Donnell y Schmitter, et al. 1986).

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Con el tiempo surgieron nuevos problemas relacionados con la forma, la construcción y la va-riación de la democracia. Se impuso la concepción elitista propuesta por Schumpeter –basada en la apatía política de los ciudadanos durante las dos guerras mundiales– y se convirtió en la concepción hegemónica de la democracia (De Sousa Santos, 2004). Boaventura de Sousa San-tos señala como elementos relevantes de este lineamiento democrático la elección de líderes, quienes estarían en capacidad para tomar decisiones; a la configuración de diseños electorales, al tratamiento del pluralismo como forma de incorporación partidaria y de disputa entre las élites; y a una respuesta minimalista al problema planteado por la participación (2004: 37). Esta solu-ción elitista, que reitera los mecanismos de representación, descartó la posibilidad de combinarla o complementarla con dispositivos sociales de participación.

En algunos países de América Latina1 la democracia liberal representativa, antes de llegar si-quiera a consolidarse, empezó a mostrar sus falencias. La crisis de representación política em-pezó a vislumbrarse fenomenológicamente a finales de los setenta, y con mayor énfasis, en los ochenta y los noventa. El rechazo a los mecanismos vigentes de la representación democrática se hizo visible a través de la “patología de la participación”, con el aumento en gran escala del abstencionismo (De Sousa Santos, 2004: 38). Los ciudadanos consideraban que cada vez estaban menos representados por aquellos que eligieron. Se perdió la creencia de que los re-presentantes actuaban, efectivamente, en su nombre, de conformidad con sus preferencias o en nombre del bien común, promoviendo beneficios públicos que considerasen las necesidades y preferencias de la ciudadanía en su conjunto, o que implementasen políticas públicas identifica-das con el bienestar general de la comunidad.

Los gobiernos fueron incapaces de enfrentar las resistencias de los diversos grupos de po-der llevados por sus intereses corporativos; tampoco pudieron poner freno a las prácticas clientelares y particularistas que se habían arraigado en las relaciones entre el Estado y la sociedad. Peor aún, no tuvieron ningún tipo de destreza para responder a las crisis econó-micas y financieras como la que estalló a partir de 1982, como resultado de la deuda externa latinoamericana. Fue así como América Latina se postró durante una década, para sucumbir luego con la aplica-ción de las políticas estabilizadoras y de ajuste estructural que llegaron a imponerse, según el Consenso de Washington, para combatir la crisis de los ochenta. Su implantación se realizó en forma descontextualizada y pobremente ajustada a las realidades de estos países; fue una grave limitante para el efectivo cumplimiento de los compromisos de los regímenes democráticos. La apelación a la construcción de Estados mínimos, dejando atrás sus antiguas políticas protecto-ras, propició que los sacrificios procedentes de las reformas recayeran sobre vastos sectores vulnerables de la población y produjeron secuelas que agravaron su situación, al generar diver-sos grados de pobreza, inequidad y polarización social.

1 Con especial énfasis los que integran la Región Andina.

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Las desigualdades sociales cada vez fueron más irreductibles; no dejaron y aún no han dejado de ser una rémora social. La posibilidad de alcanzar una mejor distribución de la riqueza estu-vo también lejos de ser desbloqueada, al igual que la probabilidad de que las reivindicaciones sociales fueran tomadas en cuenta por los representantes de la población. De esa manera se instauraron en la gramática social el desencanto, la frustración y el escepticismo hacia el sistema político tradicional; la intolerancia hacia las políticas económicas; la pérdida de legitimidad y de credibilidad en las instituciones y los actores políticos, especialmente del sistema partidario. La condensación de esta deslegitimación, agudizó la crisis de representación y de gobierno.

Bajo estas circunstancias, hemos revelado nuestros anhelos relativos a la configuración de nue-vos paradigmas socio–políticos capaces de renovar nuestros Estados y nuestras sociedades, haciéndolas más justas para el mayor porcentaje de nuestras poblaciones. Diversos actores sociales han pugnado por sostener una relación directa con el Estado, por “democratizar la democracia”, promoviendo una democracia más profunda y radical a través de procesos parti-cipativos; poniendo énfasis en la justicia social, la equidad, la inclusión política y la rendición de cuentas. Esta propuesta democrática–antiliberal, que hemos impulsado, busca transformar los excluyentes modelos de Estado, ampliando los canales de la representación política. La propensión a buscar formas ampliadas de democracia, que acogiesen las diferencias, que reconociesen la pluralidad humana y diesen prioridad a la creación de una nueva construcción social y cultural y que, además, se articulasen a una nueva institucionalidad, nos impulsó a buscar concepciones alternativas, contra–hegemónicas. Hemos examinado tradiciones partici-pativas que fueron dejadas de lado; las hemos recuperado y potenciado, pero también redefinido bajo el ideal del “derecho a tener derechos”.

En la actualidad, nuestros partidos y movimientos políticos latinoamericanos de tendencia pro-gresista, tras largos años de democracia trunca, se han posicionado dentro de esta renovada visión democrática que busca refundar la plena soberanía popular de toma de decisiones. Es una apuesta incluyente, que promueve un contexto social de bien público, basada en los mutuos reconocimientos que conducen a lo que el proyecto de la Revolución Ciudadana ha definido como el «Buen Vivir» de todas y todos. Postula, además, un principio de deliberación amplio, que coloca en el interior del debate democrático la temática social y, a la vez, participativa. Este re–significado ideal democrático incorpora un proyecto de inclusión social y de innovación cultu-ral, que intenta institucionalizar una nueva soberanía democrática.

La concepción degradada y deslegitimada que dejó la práctica de los partidos políticos tradi-cionales en los imaginarios nacionales, nos abrió las oportunidades para que ingresáramos en la escena política, buscando alejarnos de todo aquello que pudiera vincularnos con las viejas élites y sus prácticas. Hemos plasmado proyectos transformadores al interior de nuestros par-tidos y movimientos ciudadanos. La construcción de nuestras doctrinas ha estado alentada por nociones participativas, inclusivas y principios de solidaridad social; se han construido acogien-do, integrando, representando y haciendo partícipes a una multiplicidad de ciudadanos en la

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transformación política, social, económica y cultural de nuestras naciones. Se trata de partidos y movimientos empeñados en deslindarse de los lineamientos tradicionales, en donde partidos políticos y corporaciones económicas privadas se desempeñaban como únicos agentes que desde la sociedad formulaban y gestionaban las decisiones públicas. Nuestros actuales proyectos socialistas se inclinan por la regulación de los monopolios de poder, para democratizar nuestras sociedades, para recuperar la noción primigenia de lo público, lo que supone abrir las posibilidades para que los ciudadanos puedan participar en la formación de la opinión y la voluntad política, siempre bajo principios de igualdad, pluralismo político y deliberación, en donde converge y se armoniza la libertad con la igualdad y la diversidad con la inclusión. La potencialidad de la participación ciudadana se sustenta, entonces, en la promoción de la igualdad, mitigando los efectos de las divergencias tanto sociales como económicas sobre la participación política, así como creando un campo de respeto hacia la diversidad, cuyo eje central es la deliberación.

Las dimensiones democráticas que se han propuesto potenciar nuestras organizaciones polí-ticas apuntan a la invocación del ciudadano como locus de la deliberación autónoma y de su capacidad para involucrarse y agenciar con juicio los asuntos públicos. Este impulso demo-crático no presupone el debilitamiento de las instituciones representativas, sino que implica su reforzamiento, puesto que contribuye a corregir las asimetrías de la representación política de los ciudadanos en las instancias públicas. En otras palabras, significa desplegar una instituciona-lidad de representación que pluraliza el sistema político bajo pautas ético–políticas, que implican tratar al prójimo como libre e igual.

La posibilidad de democratizar la esfera política depende de la capacidad de auto–represen-tación social para la satisfacción de necesidades colectivas. Nuestros proyectos socialistas presentes en el Foro de Partidos Políticos, cuyo compromiso está ligado con el fortalecimiento de la democracia, han apelado a la constitución y a la promoción de un tejido social para que se involucre y asuma los temas que conciernen a la recuperación de la soberanía de nuestros pueblos, sobre basamentos de prácticas sociales de solidaridad y justicia. Con el fin de institu-cionalizar la participación política, nos hemos insertado en un proceso que promueve el cultivo de las relaciones horizontales de reciprocidad, fortalece el poder democrático de la organiza-ción colectiva, estimula la capacidad de movilización de las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades por construir un mundo más justo, igualitario y sostenible. En definitiva, lo que nuestros proyectos han pretendido, pretenden y continuarán pretendiendo, mediante el impulso de nuestros procesos políticos, ha sido, es y será articular programas nacionales de cambio profundo, que lleven a cada uno de las y los ciudadanos a la consecución del buen vivir o sumak kawsay.

Para plasmar en la realidad estas aspiraciones, que incentivan la vigencia del socialismo como proyecto político, la Revolución Ciudadana en Ecuador, ha marcado siete ejes revo-lucionarios de acción, cuyo centro primordial es el ser humano. El primer eje revolucionario

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es el político, el mismo que procura reconstruir y desarrollar un Estado democrático, plu-rinacional e intercultural, a más de recuperar el carácter público mediante la desprivatiza-ción del Estado.

El segundo eje trata de una revolución del sistema de justicia, basado en la reforma institucional íntegra del campo judicial. Lo que se pretende es la despartidización y desmercantilización de la Función Judicial y capacitar a las juezas y jueces para lograr una adecuada profesionalización de la justicia.

La revolución económica, productiva y laboral es el tercer eje; consiste en fomentar un desarrollo económico sustentado en las fuerzas productivas nacionales, para insertarse en forma estraté-gica dentro del mercado mundial, manteniendo relaciones de mutuo respeto y cooperación. Lo que se procura es fortalecer las potencialidades y capacidades de los hombres y las mujeres trabajadores, para alcanzar una verdadera transformación social y económica.

La cuarta revolución es la ecológica. Está encaminada a efectuar un desplazamiento desde las economías dependientes hacia las economías sustentables. La nueva Constitución aprobada en Montecristi en 2008, al otorgar derechos a la naturaleza, sentó las bases de la revolución socio–ecológica.

Como quinta revolución se encuentra la relacionada con la inclusión social, la igualdad y la socie-dad de derechos, que apunta a configurar un Estado democrático, constitucional, plurinacional e intercultural, como garante de derechos. Su enfoque es re–equilibrar las relaciones sociales a favor de la justicia y la igualdad, reconociendo la diversidad; e igualmente, estableciendo políti-cas públicas sociales universales, que permitan el pleno ejercicio de los derechos.

La sexta revolución se orienta a mejorar las relaciones internacionales, la integración y la so-beranía. Persigue el fortalecimiento del multilateralismo y de los espacios latinoamericanos de integración, encaminados a la construcción de una comunidad internacional sustentada en la convivencia equitativa y pacífica.

Finalmente, se encuentra la revolución ética y el combate a la corrupción, cuyo fundamento es fortalecer los mecanismos de control, la rendición de cuentas y la transparencia. En definitiva, lo que el Socialismo del Buen Vivir busca, a través de la consecución de los ejes revolucionarios, es dotar al país de estabilidad y legitimidad política para propiciar un desarrollo humano adecuado, que dé paso a una transición hacia una modernidad alternativa, entendida de acuerdo a nuestros propios términos.

Se trata de una modernidad con muchos rostros, que refleja la riqueza y pluralidad latinoameri-cana pero, además, sus plataformas de lucha para la consecución de una democracia profunda, humana y soberana. Entre esos rostros podemos nombrar a los gremios e indígenas de Bolivia, los que vienen de experiencias sindicales y reivindicaciones por la tierra de Brasil, los frentes

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amplios de izquierda de Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile, con una enorme experiencia organizativa popular y socialista; los partidos que vienen de la lucha armada y que ahora se encuentran en el poder, como el Frente Sandinista y el Frente Farabundo Martí; aquellos que nacen del desgaste y deslegitimación de los actores políticos tradicionales y la necesidad de un cambio revolucionario, como Venezuela y Ecuador, configurados por fuerzas heterogéneas que aglutinan a diversos sectores de la sociedad. Por último, aquellos partidos que están en esce-narios adversos como el Polo Democrático de Colombia, con una alta presencia de sectores de movimientos sociales y políticos.

Todos estos grupos han surgido para gestar transformaciones, para impulsar un cambio de pa-radigma democrático con distinto enfoque epistémico, que configure un nuevo sujeto político inserto en relaciones más horizontales. Esto implica el entendimiento de una ciudadanía que traza su propio sentido de democracia, una democracia más justa, equitativa, incluyente y, sobre todo, participativa. Frente a un sistema político alejado de los ciudadanos, desvinculado de sus demandas y expectativas, creemos en la necesidad de construir movimientos, partidos, e inclusi-ve Estados, centrados en la participación y el diálogo. De este modo se busca generar procesos de politización más amplios para la construcción de una democracia real y crítica, tanto al interior como al exterior de los partidos y los movimientos. Más allá de definir a una organización como movimiento, o como partido político, y demarcar las características inherentes a cada una de ellos, lo que verdaderamente trasciende es el enfoque social que orienta a nuestras nuevas fuerzas socio–políticas. Reconocer la exclusión e injusticia como problema histórico es un elemento que concierne a nuestros países del Sur; de ahí que el objetivo común debe ser el establecer o restablecer la condición de ciudadanía de los pobla-dores. El cambio fundamental de nuestras revividas democracias se ubica en los encuentros e intercambios que se establecen y se concretan entre el sistema político y los ciudadanos orga-nizados y sus comunidades con aquellos ciudadanos con capacidades para tomar decisiones y asumir las responsabilidades que requiere la solución de sus graves problemas.

Sobre los hombros de nuestros partidos y movimientos políticos latinoamericanos recae la con-tradicción intrínseca, relativa a la profunda desigualdad de las sociedades complejas contem-poráneas; el verdadero reto es encontrar una solución. Isunza Vera y Olvera señalan que el principio de distribución debe ser un proyecto con argumentos democráticos, basado en la idea de “iguales derechos” (2006: 267–268), donde el derecho al voto y a elegir representantes es un poder menor, que debe complementarse con un poder mayor como es la reinvención de la emancipación social. Emancipación que se concreta con la creación de espacios plurales de discusión, deliberación pública, cogestión y construcción de una voluntad común, desde la idea de una “necesaria igualdad compleja”.

Crear espacios democráticos de intercambio y vínculo es repensar lo político, pero además, es recrear formas alternativas para gestionar la política. Es precisamente con este propósito que se ha impulsado un proceso de diálogo y cuestionamiento respecto del papel que deben desempe-

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ñar nuestros partidos y/o movimientos con visión socialista. Y es por este motivo que se concibió el Foro de Partidos Políticos. Un Foro abierto para compartir innovadoras propuestas políticas, encaminadas a superar las condiciones de exclusión, a crear una red permanente en América Latina para fortalecer y defender la democracia. Pero sobre todo, y finalmente, un Foro que aborde cómo esbozar un mundo justo y equitativo, donde se evoque la dignidad y la soberanía de nuestros pueblos latinoamericanos.

Programa de Estudios y Pensamiento Político

Bibliografía

De Sousa Santos, Boaventura. 2002. Democratizar la democracia. Los caminos de la democracia participativa. Méxi-co: Fondo de Cultura Económica

Isunza Vera, Ernesto y Alberto J. Olvera. 2006. Democratización, rendición de cuentas y Sociedad Civil: participación ciudadana y control social. México: Universidad Veracruzana, CIESAS, Miguel Ángel Porrúa.

Moore, B. 1966. Social origins of Dictatorship and Democracy; Lord and Peasant in the Making of the Modern World.Boston: Beacon Press.

O’Donnell y Schmitter, et al. 1986. Transitions from Authoritarian Rule: Prospects for Democracy. Baltimore: Johns Hopkins University Press.

Przeworski, A. 1985. Capitalism and Social Democracy. New York: Cambridge University Press.

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PRIMERA PARTE

Discursos Inaugurales

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1. Presidente de la República del Ecuador, Rafael Correa Delgado

Queridas amigas y amigos, compañeros de Alianza País y, sobre todo, compañeros de todas partes del mundo que nos visitan en este día:

Un abrazo a Jorge Cabral y, por su intermedio, al Movimiento Al Socialismo del Paraguay, donde se está librando una lucha muy fuerte contra las fuerzas retardatarias de siempre.

Al doctor Francisco Rivero Álvarez, del Partido Socialista Unificado de Venezuela: ni un paso atrás, compañero, pese a toda la campaña de desinformación que se ha dado en la propia Vene-zuela y en el mundo. Eso significa que vamos por el camino correcto; como dijo Sancho: “Si los perros ladran, es señal de que avanzamos”.

Doctora Clara López, del Polo Democrático Alternativo de Colombia, un inmenso abrazo a ese querido pueblo colombiano y sobre todo al Polo Democrático.

Sergio Loaiza, del Movimiento Al Socialismo, de Bolivia, una esperanza para toda la región y el planeta entero, un proceso extremadamente hermoso, liderado por ese queridísimo compañero indígena: Evo Morales.

Valter Pomar, del Partido de los Trabajadores, del Brasil: bienvenido y felicitaciones por esa her-mosísima victoria de la compañera Dilma, en la cual también tiene mucho que ver el compañero Lula da Silva. Mis felicitaciones al Partido de los Trabajadores.

Leonel Búcaro, del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional de El Salvador: un inmenso abrazo a El Salvador y a su Presidente Mauricio Funes.

Carlos Fonseca, del Frente Sandinista de Liberación Nacional: querido Carlos, tu padre es una leyenda en América Latina, es un honor tenerte aquí.

Hugo Barsky, del Encuentro por la Democracia y la Equidad, EDE, de Argentina: adelante Argen-tina, y hoy más que nunca con la partida de Néstor, ni un paso atrás y a respaldar a la Presidenta Cristina Fernández.

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Rafael Hidalgo, del Partido Comunista de Cuba: justo ayer que llamé a Hugo Chávez, estaba en Cuba almorzando con Fidel y tuve la oportunidad de conversar con el Comandante, así que un inmenso abrazo a esa Cuba socialista, digna, firme, que resiste un bloqueo criminal de más de cuatro décadas. Y nos hablan después de derechos humanos, ¿verdad?

También tenemos el honor de contar con la presencia de ese entrañable amigo del Che Guevara, con el cual dio la vuelta a Sudamérica en “La Poderosa”. Bueno, la poderosa se dañó al iniciar la vuelta, pero dieron la vuelta a Sudamérica como pudieron: Alberto Granados. Alberto, ¡bienvenido a tu casa!

Les decía, como nos sucede a todos, a aquellos que leen las noticias fuera del país o dentro del país: aquí hay un gobierno populista, monstruoso, sanguinario; con un dictador que lo único que tiene es ansias de poder, que se desvela todas las noches haciendo leyes perversas para aplastar a la gente, porque hasta ahora no hay una ley de las que hemos enviado que sea buena: eso es lo que dice la oposición y los medios de comunicación. Pero esta es una campaña contra todos los coordinadores de estos procesos de cambio. También se ha desatado una campaña para tratar de desacreditar a Ernesto Che Guevara. Comentaba a Alberto que me tocó ver un libro de un supuesto analista francés, en el que el Che Guevara era poco menos que un asesino compulsivo. Gracias a Dios, aquí tenemos testimonios de gente que vivió con el Che y conoce la profundidad humana, la inmensidad humana de uno de los más grandes latinoamericanos de todos los tiempos, de un hombre que estuvo dispuesto al máximo sacrificio por su querida Amé-rica; ese compañero de siempre, inspiración de siempre, Ernesto Che Guevara.

Y un abrazo, a los compañeros de la Mesa Directiva:Oskar Lafontaine, Director de La Izquierda de Alemania.Al querido Fernando “Corcho” Cordero, Presidente de la Asamblea Nacional del Ecuador.A Doris Soliz, nuestra Ministra Coordinadora de la Política.Y a Ricardo Patiño, Canciller de la República y Secretario de Alianza País.

Queridas amigas y amigos: me han pedido hacer un saludo a este Encuentro. En realidad esas son las limitaciones, los sacrificios que uno tiene que asumir como Presidente; me hubiese en-cantado participar de este encuentro, me habría encantado haber traído una propuesta mucho más elaborada, mucho más académica. Lastimosamente los apremios de la Agenda, las pre-ocupaciones presidenciales, lo han impedido. Pero no podía desaprovechar la oportunidad para darles un saludo afectuoso a todas y a todos. Bienvenidos hermanas y hermanos del extranjero, siéntanse como en su casa. Bienvenidos integrantes de Alianza País que participan en este Foro. Éste es el camino: prepararnos, reflexionar juntos, crear pensamiento común, para no equivocarnos tanto, para prepararnos cada día mejor a cumplir con esas exigencias que nos presenta el pueblo ecuatoriano.

Hoy se vive un reto distinto en nuestra América: la izquierda no está en minoría, no está en oposición, está en el poder en muchos países, desde el gigante Brasil, pasando por Venezuela,

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Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, Paraguay, Uruguay y Argentina. Por tanto, tenemos que saber responder a esos nuevos retos, a esas nuevas circunstancias. Enfatizo esto porque muchas veces parecería ser que la izquierda se ha acostumbrado a la oposición y no entende-mos que en el poder, desde el ejecutivo, tenemos que gobernar y generar manos para gobernar, y muchas veces nuestros propios compañeros de izquierda parecieran ser nuestros principales opositores. Siguen manteniendo esa dinámica de cuando éramos minoría, teníamos gobiernos neoliberales, gobiernos entreguistas.

Este es un punto importante de reflexión: el pragmatismo que debe acompañar a la nueva iz-quierda. Como decía Pepe Mujica, ese querido amigo Presidente de Uruguay: “esa izquierda del todo o nada es la mejor aliada del statu quo”, porque si queremos el todo o nada, va a quedar el nada, tengan la seguridad.

Ganar las elecciones en América Latina, como casi en todas partes del mundo, dicho sea de paso en Estados Unidos también, no es ganar el poder, es ganar una pequeña parte del poder. Los poderes fácticos siguen ahí vivitos y coleando; los poderes económicos, los sociales, el po-der informativo, ese temible adversario que tienen los gobiernos progresistas de América Latina: empresas de comunicación que han tomado el puesto, la posta, de los partidos de derecha en decadencia y hacen política descaradamente y tratan de desestabilizar y conspirar día a día. Ese poder informativo está ahí, vivito y coleando. Poderes religiosos, incluso. Injerencias inter-nacionales. Hay que luchar contra todo aquello. Pero esa política del todo o nada, esa izquierda del todo o nada, puede ser la mejor aliada de esos poderes fácticos que están esperando que cometamos una equivocación grave para tratar de desestabilizarnos.

Permítanme hacer unas reflexiones: Hay un resurgir de la izquierda en nuestra región, que a la vez representa el resurgir de nuestros pueblos, el despertar de nuestros pueblos, sobre todo después de la larga y triste noche neoliberal. Probablemente ese fue un fruto positivo no desea-do del neoliberalismo: se llegó a tales extremos de inequidad, de explotación, de saqueo, de entreguismo, de colonialismo, que los pueblos dijeron ¡basta! y permitieron surgir gobiernos pro-gresistas a lo largo y ancho de la región. Pero debemos ser una nueva izquierda, una izquierda que no repita los errores de la izquierda tradicional; hay que reconocer los errores, tenemos que ser autocríticos. Alguna vez se satanizó la palabra “revisionista”; tenemos que revisarnos día a día, inventarnos día a día, reinventarnos día a día, eso es lo que busca el socialismo del siglo XXI, el SOCIALISMO DEL BUEN VIVIR que practicamos en Ecuador, en Bolivia, en Venezuela. No se trata de tener la misma medicina para toda clase de enfermos, no se trata de tener las respuestas antes de saber las preguntas. Es un proceso en constante construcción, con mucha atención, con los pies bien puestos sobre la tierra, tratando de dar respuestas concretas a los problemas de nuestros pueblos.

Por supuesto –y aquí viene la razón de denominarnos de izquierda–, en función de esos prin-cipios irrenunciables de la izquierda. ¿Cuáles son esos principios? Un principio irrenunciable,

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clarísimo, que ni haría falta caracterizar, es la supremacía del ser humano sobre el capital. Y estas son palabras mayores en el siglo XXI, después de que durante décadas el neoliberalismo convirtió al ser humano en una mercancía más, en un instrumento funcional al capital. En este país, el gobierno que sube 10 dólares al salario mínimo es “populista”, “demagogo”, “expande el gasto público”, pero nadie se escandalizaba, en una economía dolarizada, que los bancos cobraran un interés del 22, 23, 25 por ciento. Es decir, remuneración al capital sin límites, y siem-pre justificada por las condiciones del mercado, la incertidumbre, el riesgo país. Era no poner límites a la remuneración del capital y poner límites al ser humano en función de las necesidades de acumular ese capital. Ese es un principio fundamental de la izquierda: supremacía del ser humano sobre el capital.

Otro principio: la necesidad de acción colectiva. Se nos bombardeó durante décadas, con que el egoísmo, el individualismo racional, era el motor de la sociedad. ¡Y eso es tan falso! Cualquier intento de simplificar procesos tan complejos como el desarrollo de la sociedad, en leyes sim-plistas, está condenado al fracaso. Sobre todo leyes que no tomen en cuenta el entorno cultural, los avances tecnológicos que pueden lograr más cambios que cualquier ideología o cualquier sistema en los modos de producción, en las relaciones de producción.

Simplismos como el individualismo racional, el individualismo como motor de la sociedad; una ideología que se nos impuso como ciencia y se desestimó todo lo que era acción colectiva. La izquierda debe rescatar esa necesidad de acción colectiva, siempre respetando las libertades individuales, pero sabiendo que hay problemas colectivos a los que solo podemos dar respues-tas colectivas: un agricultor puede atender su chacrita, pero no puede solo hacer el camino para sacar sus productos, ahí se requiere acción colectiva. Y la forma en que una sociedad realiza acción colectiva es a través del Estado, la representación institucionalizada de dicha sociedad. En otras palabras, la izquierda debe reivindicar el rol del Estado para el desarrollo, para la justi-cia, para la equidad social; rol del Estado tan vilipendiado en las últimas décadas, sin llegar a los extremos del estatismo en que caímos anteriormente.

Sabemos que el sector privado tiene un rol importante, sabemos que los mercados son un fe-nómeno económico innegable; pero una cosa es entender que existen mercados y hacer que funcionen con orientación hacia los objetivos sociales, y otra es someter vidas, personas, so-ciedades enteras a esa entelequia llamada mercado. Para controlar esos mercados, para que el mercado sea siervo y no amo, se requiere acción colectiva y se requieren Estados fuertes, reguladores, que traduzcan el bien común y que permitan acción colectiva, respuestas colectivas a problemas colectivos. Este es otro principio irrenunciable de la izquierda moderna: el rol del Estado, el rol de la acción colectiva. Y eso también se traduce hasta en los más pequeños detalles, donde debemos cam-biar las lógicas, incluso en la de los impuestos. Cuando uno está en el gobierno se da cuenta lo difícil que es adaptar las cosas, por las incomprensiones hasta de quienes nos llamamos de izquierda, que muchas veces reproducimos las categorías con las que nos ha bombardeado la

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derecha tanto tiempo. Si se quiere poner un impuesto adecuado, que los ricos paguen, los po-bres son los primeros aliados para evitar ese impuesto; y los supuestos dirigentes de izquierda se oponen a los impuestos porque es una cuestión delicada. Hasta en esas cosas tenemos que ver lo que es acción colectiva. Un impuesto es una contribución de cada uno de nosotros para lograr esos fines que nos atañe a todos.

Yo siempre pongo como ejemplo en Ecuador que, si desde hace cinco años cada ecuatoriano hubiera dado un centavo, lo que significaba 3 dólares 75 centavos por ecuatoriano cada año –cosa que no iba a empobrecer a nadie– ahora tendríamos doscientas escuelas del milenio, escuelas super modernas que estamos haciendo a lo largo y ancho del país, y estuviera trans-formada la educación del país. Entonces, tenemos que entender todas estas cosas como acción colectiva, acción conjunta para resolver problemas colectivos.

Otro punto fundamental e irrenunciable para la izquierda, que es nuestra razón de ser, o no po-dríamos llamarnos izquierda, es privilegiar la generación de valores de uso, antes que valores de cambio. Lo que se hizo en los últimos años es generar mercancías, no generar valor. Y muchas veces, en función de la generación de esas mercancías, se consumieron valores fundamentales para el bienestar de la sociedad humana. En otras palabras, se generaron cosas que tienen pre-cio, no necesariamente las cosas de mayor valor. ¿Cuál es el precio del medio ambiente? ¿Cuál es el precio de la seguridad social? De eso no se preocupa el mercado, de eso no se preocupa el capitalista; sí tiene que preocuparse la izquierda: enfatizar la generación de valores de uso.

Y eso nos lleva a problemas muy contemporáneos, como éste del cambio climático. Enfrentar la depredación ambiental, porque son valores de uso que no tienen precio explícitos y, en con-secuencia, no le interesan al mercado, se tienen que hacer con acción colectiva, y hay que dar prioridad a visiones progresistas, visiones de izquierda, visiones que buscan el Buen Vivir de la humanidad y no solamente el enriquecimiento de unos cuantos.

Otro principio fundamental de la izquierda, para llamarnos izquierda: el énfasis en la justicia social. Estas son palabras mayores en América Latina, el continente más desigual del mundo. América Latina no es el continente más pobre del mundo, más pobre es África, más pobres son ciertas regiones de Asia. Se supone que América Latina es la clase media mundial; de hecho, gran parte, incluso Ecuador está clasificado como país de desarrollo humano medio–alto. ¿Cuál es el proble-ma? La desigualdad. Estamos hablando de promedios, y ese es uno de los grandes problemas de los economistas. Dicen que el economista es un profesional que si ve a un pobre hombre con la cabeza metida en un horno ardiendo, y los pies metidos en un balde de agua fría, es capaz de decir que, en promedio, está bien. Entonces, sí, en promedio somos la clase media mundial, pero aquí hay gente viviendo mejor que en Alemania o en Suiza y gente viviendo peor que en África. Entonces, hablar de justicia social en nuestro continente, en Ecuador que, de acuerdo al Informe de Desarrollo Humano 2010 de las Naciones Unidas, es de los cuatro países más desiguales de América Latina (Haití es el más desigual, Guatemala y Brasil, empatan con Ecuador) hablar de justicia social, es un desafío inmenso. Y es irrenunciable para una izquierda verdadera.

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Estas son las características, los principios fundamentales de la izquierda. Pero todos estos principios irrenunciables tenemos que aplicarlos con mucho sentido común, con mucho prag-matismo, con procesos de error–corrección, tocando temas que antes no se consideraban a la altura de la izquierda, como el de la eficiencia. Tenemos que ser eficientes, pero, esta es una de las palabras que no le gusta mucho a la izquierda y de la cual se apoderó la derecha. Tenemos que apoderarnos de esta palabra. Tal vez la mejor forma de lograr justicia social es logrando una alta eficiencia con lo que tenemos, produciendo y muchísimo más, por supuesto. La distribución siempre va a ser fundamental. Con los niveles de Producto Interno que tenemos en Ecuador en estos momentos y una mejor distribución del ingreso, eliminaríamos la pobreza absoluta con lo que tenemos hoy. Pero hay que hablar de eficiencia, tenemos que ser pragmáticos, tenemos que cambiar algunas visiones equivocadas que tuvo la izquierda en los últimos años, que creyó que el enemigo era el Estado, y se pareció mucho más al anarquismo –que desapareció ya en la guerra civil española– que a la izquierda. Y ustedes ven lo que pasó en nuestro país.

Si estamos con el ser humano, si estamos con el trabajo humano, si creemos que el trabajo humano no es un factor más de producción sino el fin mismo de la producción, por supuesto que vamos siempre a apoyar la organización laboral, los sindicatos, etcétera. Pero tenemos que ser realistas: en nombre del sindicalismo ¿qué se hizo? Con la derecha, con la propiedad privada nunca se metieron, solo se metieron con el Estado, y qué extremos, qué abusos a los que llega-ron con el sindicalismo público.

Y confundimos los roles: resulta que el sindicalismo no era una forma de disputarle rentas al capital, sino de sacarle rentas al Estado, y el Estado somos todos nosotros. Le estaban sacando rentas al pueblo ecuatoriano, a nuestros pueblos. Tenemos que cambiar estas visiones y estas equivocaciones y tenemos que ser muy pragmáticos, sin renunciar a nuestros principios tradicio-nales. Como decía un amigo: “viendo claro, sintiendo hondo y obrando recio”.

Tenemos un inmenso desafío; la izquierda en muchas partes de nuestra América está en el poder, y no podemos fallarles a nuestros pueblos, no podemos fallarle al reto histórico que en-frentamos. Y para eso debemos ser muy autocríticos, para eso debemos estar muy atentos, para eso debemos experimentar cada día, derrumbar dogmas, fundamentalismos y evitar el que tal vez fue el mayor error que cometió la izquierda tradicional: no satisfacer las necesidades de los pueblos, sino las necesidades de sus propias fijaciones ideológicas. Nunca más caer en ese error, y creo que este Foro es un buen paso, un gran paso adelante para ese proceso de reflexión continua, de autocrítica; para cumplir, insisto, con esa inmensa tarea que el destino y nuestros pueblos nos han dado.

Mucha suerte y cuenten siempre con el respaldo de la Revolución Ciudadana. ¡Bienvenidos compañeros de todas partes del mundo!

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2. Vice–presidente de la República del Ecuador, Lenin Moreno

He leído con detenimiento la convocatoria a este importante Foro y celebro, con mucha expecta-tiva, no solo la iniciativa de la reunión, sino los temas y las inquietudes planteadas inicialmente.

La derecha se ha desgañitado pregonando el fin de las ideologías. ¡De ninguna manera! Basta recorrer el mapa de nuestro continente para demostrar que el siglo XXI se abre con el triunfo de gobiernos claramente revolucionarios, en unos casos, o pueblos decididamente participativos, en otros.

No son las ideologías lo que está en crisis, sino el neoliberalismo; es esa nueva máscara, esa nueva forma que adopta la explotación y la extorsión a los pueblos, la que está en crisis y que –en algún momento– va a ser derrotada.

El consenso de Washington ha fracasado estrepitosamente. Sus políticas de ajuste y reorienta-ción del gasto público sólo consiguieron aumentar los índices de pobreza.

Y ahora, son precisamente las ideologías –evidenciadas en nuestros partidos– las que tienen que hacer frente a problemas que compartimos todos, como la pobreza, la inequidad, la concen-tración de la riqueza; y a temas que debemos discutir con propuestas innovadoras y proactivas, como las armas nucleares y, sobre todo, la paz.

Un problema común exige una propuesta común de solución, por lo que celebro este encuentro ya que resulta evidente que, ahora, la izquierda fomenta una integración paritaria y equitativa. Hemos saludado la UNASUR y el ALBA. Ahora saludo encuentros como éste, porque crean una plataforma continental de reflexión.

Tenemos que fortalecer nuestros partidos de izquierda porque tenemos que hacer frente a la arremetida de las organizaciones de derecha, que pretenden desconocer, desprestigiar y des-acreditar los avances que se han logrado, a través de distintas organizaciones nacionales e internacionales, creadas a propósito para eso.

Desde el consenso de Washington hasta esta desacreditación, las organizaciones por ellos crea-das se han inmiscuido en nuestras políticas con fines muy claros de provecho propio.

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Quiero contarles un caso vergonzoso, pero ilustrativo de cómo operaban: los organismos como el BID o el Banco Mundial fueron contratados para levantar las estadísticas de las discapacida-des en el Ecuador. Según ellos, acogiendo una constante mundial (basada en sus cálculos) la población con discapacidad en el Ecuador ascendía al 12,14%; esto daba paso a que se hicieran grandes e interminables estudios que solo conseguían elevar teoría sobre teoría y, a la final, se perdían en un lenguaje tecnocrático que únicamente comprendían entre ellos.

Después de recorrer casa por casa, sin importar cuán difícil fuera su acceso, en un programa que llamamos Misión Solidaria Manuela Espejo, podemos asegurar que ese dato no es real: en ningún caso llegaremos al 5% de discapacidad en el país.

Sus aspiraciones son muy claras: inflar una estadística para asegurarse su contratación futura y endeudamiento posterior, distorsionar las realidades para hacerse necesarios. Poco les importó entregar al gobierno un dato irreal, que pudo truncar políticas de atención a los marginados entre los marginados.

Por ello se impone la necesidad de vigorizar el papel del Estado. Hemos demostrado que el mer-cado no es el único agente de desarrollo y ,mucho menos, de equidad social. Todo lo contrario: han aumentado la desigualdad, la inequidad y la exclusión.

Creemos que el Estado debe ser fuerte y vigoroso, pues necesitamos que intervenga decidi-damente para reducir las brechas heredadas, para crear rubros de inversión en vivienda, en proyectos sociales solidarios e inclusivos.

Las propuestas neoliberales nunca imaginaron que buscábamos una nueva sociedad en donde no se discriminara por alguna diferencia, visible o no. No imaginaron que queremos mantener naciones multiétnicas y pluri culturales, en las cuales el reconocimiento de la diversidad (a todo nivel) es el cimento de cualquier riqueza.

Un Estado vigorizado genera nuevas relaciones con el ciudadano, que ya sabe demandar el cumplimiento de políticas públicas; ahora ¡el ciudadano exige! Un Estado revolucionario no pre-cariza la condición del trabajo humano.

Por ello, llamo a reconocer nuevos retos de las organizaciones de Izquierda, como aquel de en-frentar la globalización cultural, tecnológica, científica, aprovechando esos avances para mejorar las condiciones de vida, pero afianzándonos en una herencia sabia y ancestral. Hay otro tipo de necesidades básicas insatisfechas, como poder ejercer mi cultura en mi tierra de origen, o poder darme a entender en mi idioma, en mi propio país o respirar aire puro y tomar agua limpia.

El neoliberalismo soslayó el problema ecológico, embelesado en números y tasas. Olvidó tam-bién la equidad y, cuando se percató de que nos íbamos de sus manos, reorientó el discurso con giros “dizque” sociales.

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¡Cuidado! El “post socialismo” puede estar trayendo nuevos capitalismos. No me cansaré de insistir a quienes entregamos ayudas técnicas, que no nos agradezcan porque estamos cum-pliendo con el deber de un Estado que entiende que el servicio es su obligación. Tampoco nos cansaremos de tratar al extranjero como hermano y compatriota del planeta, y de seguir impul-sando, contra viento y marea, la ciudadanía universal.

Nuestro objetivo debe ser crear una sociedad solidaria, equitativa e inclusiva. Que la goberna-bilidad no sea sino el que cada uno encuentre su trinchera de lucha para que nunca más se conculquen los derechos de nadie, por diferente que sea, por distinto que piense o por extrañas que nos parezcan sus creencias y costumbres.

Si al Consenso de Washington le siguió el Consenso de Santiago, mi aspiración sería que de aquí salga el Consenso de Quito.

Compañeras, compañeros.

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3. Ministra de la Coordinación de la Política y Gobiernos Autónomos Descentralizados, Doris Soliz

En un momento en que en América Latina se consolidan varios procesos de cambio constitu-cional y democrático, con profundas transformaciones que están revirtiendo la pobreza, la des-igualdad y la exclusión política y social provocadas por el neoliberalismo y las élites dominantes, diversos partidos y movimientos políticos ensayan distintas maneras para liderar, acompañar, consolidar y adecuarse a los nuevos escenarios democráticos de la región.

La crisis de legitimidad de los partidos políticos se inscribe en un proceso más profundo de agotamiento de las viejas bases institucionales y de los principios normativos de la democracia liberal. Sin embargo, la esencia base de la agrupación política bajo el sistema de partidos debe ser rescatada y renovada, con el fin de que los nuevos movimientos y partidos políticos vuelvan a ser contexto latinoamericano. La posibilidad real de que los ciudadanos y ciudadanas accedan a participar en las estructuras de partidos políticos, en la toma de decisiones, en el control social, ha generado una variedad de formatos de representación política, así como diversas y nuevas formas de acción colectiva.

La reflexión sobre la representación y participación política en contextos de cambio y consolida-ción de democracias más incluyentes y participativas no puede dejar de lado la discusión sobre la génesis de partidos o movimientos políticos y sus retos organizacionales, sus modos de re-composición ideológica y sus formas de relacionarse con la sociedad y los movimientos sociales.

Los partidos y movimientos políticos del siglo XXI deben afrontar de manera proactiva las dis-cusiones referidas a las tareas de construcción y reconstrucción de sus estructuras internas; de sus formas de tomar decisiones y relacionarse de modo más plural y abierto con el extenso universo de ciudadanos y de organizaciones de la sociedad civil, bajo el horizonte de una nueva política sustentada en la ética del bien común. Por tanto, las organizaciones partidistas deben estar involucradas en el sistema político como los principales articuladores de los intereses de la ciudadanía, que cumplen con socialización política y creación de opinión; armonización de inte-reses; reforzamiento, estabilización y legitimación del nuevo sistema político. La nueva democra-cia se fundamenta a través de ellos, pues son focos de discusión y debate. Consecuentemente, la generación de debate en la sociedad, la generación de consenso y su función canalizadora de demandas de la población hacia los poderes públicos, convierten a los partidos políticos en

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elementos indispensables en una democracia y refuerzan la necesidad de fortalecerlos en los países democráticos, con el fin de que se adapten a los tiempos actuales más globales.

Propiciar amplios debates en relación con los mecanismos para vigorizar al movimiento o partido, discutir las políticas de alianzas, los formatos deliberativos y la organización de la democracia interna por medio de las elecciones primarias, resulta urgente en un contexto de estructuración organizativa y de participación, control y movilización social.

El Foro Internacional de Partidos Políticos Latinoamericanos, cuya organización ha estado a cargo del Programa de Estudios y Pensamiento Político de este Ministerio, está orientado a propiciar reflexiones sobre los problemas, los límites, las potencialidades y los desafíos que afrontan los partidos políticos, en el contexto de sus tareas gubernamentales en la política con-temporánea.

A través de este evento se pretende:

• Generar un espacio de debate e intercambio de experiencias con los líderes de los principales partidos políticos democráticos de América Latina, sobre la crisis de legitimi-dad de las democracias representativas y las posibilidades de (re) construcción de las dinámicas partidistas.

• Debatir alrededor de los problemas, retos y desafíos que enfrentan los partidos políti-cos de cara a los procesos de transformación constitucional y democrática que vive la región.

• Generar insumos de reflexión política en relación a las formas organizativas, funciona-miento y democracia interna de los partidos políticos latinoamericanos.

• Obtener insumos sobre las dinámicas partidistas de movimientos y partidos democráti-cos, como actores fortalecedores de la democracia en Latinoamérica.

El diseño del Foro Internacional de Partidos Políticos (democráticos) Latinoamericanos Progre-sistas, y la invitación a líderes y/o representantes de partidos políticos de la región ha sido amplia y plural.

Agradecemos especialmente por aceptar nuestra invitación a los compañeros:

De Colombia, Clara López, dirigente del Polo Democrático Alternativo; de Venezuela, Francisco Rivero, del Partido Socialista Unificado de Venezuela; de Bolivia, Sergio Loayza, del Movimiento al Socialismo; de Brasil, Valter Pomar, del Partido de los Trabajadores; de El Salvador, Leonel Búcaro, del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional; de Nicaragua, Carlos Fonseca, del Frente Sandinista de Liberación Nacional; de Paraguay, Jorge Cabral, del partido Movimiento al Socialismo; de Cuba, Rafael Hidalgo Fernández, del Partido Comunista de Cuba; de Argentina,

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Hugo Varsky, del Encuentro por la Democracia y la Equidad; y, de Alemania, al Cofundador del Partido Die Linke, Oskar Lafontaine.

Este Foro se inscribe en la vocación por fortalecer los procesos de aprendizaje e intercambios de las experiencias de los países del Sur. Cada uno de los países de América Latina y el Caribe ha vivido historias irrepetibles en el fortalecimiento y consolidación de la democracia. En este senti-do, reconstruir a partir de vivencias concretas la experiencia histórica de matrices de dominación y exclusión comunes, hace que los vínculos y el aprendizaje sean más cercanos.

Los ejes del Foro son los siguientes:

• Partidos políticos, hegemonía y poder: debate acerca del tipo de partido político que se necesita para fortalecer los procesos de cambios estructurales, constitucionales y democráticos que viven los gobiernos progresistas de la región.

• Estructura, democracia interna y modos de organización de los partidos políticos; • Partidos políticos en gobiernos progresistas, liderazgos, oposición y democracia; y, • Partidos políticos e integración Sur–Sur, que trata de deliberar acerca de cómo fortale-

cer las agendas programáticas de los bloques de integración regional.

Agradecemos la presencia del Presidente de Ecuador, Rafael Correa; del Vicepresidente, Lenin Moreno; de las autoridades del gobierno nacional; la aceptación de la invitación de los ponentes internacionales; también a La Fundación Rosa Luxemburgo, que ha hecho posible la presencia del reconocido líder de la izquierda alemana Oskar Lafontaine; y a los asistentes, militantes polí-ticos, estudiantes, académicos y ciudadanía en general que participa en este Foro.

Gracias a todos y todas.

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4. Líder de la izquierda alemana y miembro fundador del partido Die Linke, Oskar Lafontaine

Buenos días compañeros y compañeras:

Les traigo el saludo de la izquierda alemana. Especial saludo para el presidente Rafael Correa, con el que temblamos todos juntos cuando la derecha lo atacó. La izquierda alemana y la izquier-da europea, todos estuvimos muy contentos cuando vimos que las cosas pasaron y le deseamos mucho éxito a él, a su trabajo y a Alianza País en el Ecuador.

Una observación colateral con relación a nuestro gobierno: mi bloque legislativo volvió a presen-tar una propuesta ante el Parlamento Alemán, para apoyar nuevamente el proyecto ITT.

Me pidieron decir algunas palabras sobre el Partido Die Linke (izquierda alemana) y su trabajo. El partido Die Linke es un movimiento de oposición contra el neoliberalismo, que está organi-zado como un partido político. En una nación industrializada, como Alemania, no existe otra posibilidad de trabajar activamente que desde el lado político; allí rige el lema: “lo que no está organizado, no puede tener efecto”. Nuestra organización tiene una estructura descentralizada; existen grupos de bases, en los pueblos existen grupos distritales, existen grupos provinciales o de país (Land) y una organización central. Así también funcionan las propuestas políticas: se entregan a nivel de base y se van discutiendo en los diferentes niveles, hasta llegar al directorio.

En todo el mundo, la izquierda siempre ha tenido el mismo problema: en el momento en que estaba en el gobierno, corría el peligro de decepcionar a sus electores. Una experiencia simi-lar tuvimos cuando yo era parte de la Democracia Social; yo era ministro de ese gobierno, el gobierno decepcionó a sus electores. Yo aprendí mi lección de eso y hay una sola receta para evitarlo: no hay que dejar que solo los miembros de los partidos sean quienes tomen todas las decisiones del gobierno. Si el Partido Social Demócrata alemán hubiera permitido que decidieran sus miembros, entonces hoy en día no tuviera el 20% sino estaría en el 40%.

Al igual que aquí, tenemos el problema de que los medios están en contra nuestra. La prensa tiene una organización de derecho privado y no quiere perder sus privilegios. Por eso vamos a intentar utilizar el internet para informar y para formar opinión. El internet no está bajo el control privado, por lo tanto todo el mundo puede participar a través de este medio. En la última reunión

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del Parlamento Alemán, se discutió que las leyes son hechas por los bancos para los bancos, por la economía de la energía para la economía de la energía y por el empresariado para el empresariado. La democracia parlamentaria esta desacreditada en Alemania.

Nosotros siempre pensamos en el lema del gran líder democrático, Pericles, quien decía: “la de-mocracia es aquel sitio donde los intereses generales prevalecen”. En una sociedad donde caen los ingresos o donde caen los sueldos, donde caen las jubilaciones o donde caen los aportes sociales, ya no existe una democracia, porque no prevalecen los derechos de la mayoría. Noso-tros decimos para nuestro partido, y tal vez sirva para ustedes: se debe prohibir que los partidos sean financiados ya sea por bancos, por seguros o por empresarios grandes o personas ricas, eso es fundamental; si no se lo hace, la política es comprable.

También estamos obligados a decir qué es el socialismo democrático; esta palabra no le sirve a todos los ciudadanos/as porque no saben qué es. Por eso nosotros decimos que el socialismo democrático es una sociedad sin explotación y sin supresión. Es importante, tal como dijo el pre-sidente Correa, que el ser humano esté por encima del capital. En Alemania estamos discutiendo últimamente qué es la propiedad; de acuerdo con el Manifiesto Comunista, la propiedad es el asunto primordial del movimiento. Y ahora voy a decir una oración revolucionaria: la propiedad solo existe a través del trabajo, no a través de la herencia o a través de la pereza.

A través de la teoría liberal, el suelo nunca pudo haber sido propiedad porque nadie pudo crearlo o conseguirlo a través del trabajo; por lo mismo el agua tampoco puede ser privada, porque na-die ha trabajado haciendo agua. Si seguimos así, ya mismo van a privatizar el aire y tendremos que pagar por respirar. Todo lo que aparece a través del trabajo colectivo puede ser solamente propiedad del colectivo, esa es la clave para abrir el ordenamiento capitalista.

Si en las grandes empresas se crea un gran patrimonio o riqueza empresarial, jamás puede ser propiedad de una sola persona. La palabra propiedad privada es correcta, porque privado quiere decir robar. Por eso el tema de la propiedad es el puente que puede permitir cruzar del capita-lismo hacia una sociedad donde el ser humano esté por encima del capital. La última oración, en este sentido, sería que todas las personas deben participar dentro de la vida económica; así podemos corregir los errores de los Estados socialistas anteriores.

Existen sujetos económicos que deben estar en manos del Estado, por ejemplo los grandes bancos. Igual cosa rige para las grandes empresas de la economía energética, pero como socialistas también tenemos que empezar a pensar y a crear pequeñas entidades descentra-lizadas de generación eléctrica, a través recursos o fuentes alternativas, para no ser esclavos de las grandes empresas de generación eléctrica. La descentralización es un principio que va de arriba para abajo dentro un ordenamiento socialista. El error de los estados socialistas anteriores fue que los trabajadores no tenían nada que decir, tan poco como tenían que decir las empresas capitalistas.

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La revolución ciudadana consideró que había puesto de lado al feudalismo, ese es un gran error. El feudalismo estaba antes en los sectores rurales, hoy se encuentra en la economía y no lo hemos abatido aún.

Tengo poco tiempo y quisiera topar un tema adicional: el imperialismo. La izquierda alemana lucha contra el imperialismo. Nosotros somos en Alemania el partido que dice que las guerras en el Irak y Afganistán no son guerras a favor de la democracia, sino son guerras para asegurarse el petróleo y el gas. Por eso, nosotros somos el único partido que dice No a la guerra en Afganistán y No a la guerra en Irak. El socialismo también es un movimiento pacifista, es un movimiento que busca la solución pacífica de los conflictos.

Con mucha empatía miramos el trabajo que ustedes hacen aquí en América Latina; acompaña-mos su trabajo con el corazón apasionado y esperamos que no cometan los errores que noso-tros cometimos. Para concluir, siempre hay que tratar de que participen los miembros del partido conjuntamente con la población, en todas las decisiones que se tomen.

¡Hasta la Victoria Siempre!

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SEGUNDA PARTE

Partidos Políticos, Hegemonía y Poder

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Pregunta Eje:

¿Qué tipo de partido político se necesita para fortalecer los procesos de cambios estructurales, constitucionales y democráticos que viven los gobiernos progresistas de la región?

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1. Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) – Venezuela, Francisco Rivero

a. Historia PSUV

El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)2 se constituyó a partir de una convoca-toria realizada por el presidente Hugo Chávez durante la campaña electoral para la elec-ción presidencial de 2006. Su creación tuvo como objetivo unir la izquierda venezolana para proseguir con la transformación del país de cara a la construcción del Socialismo del Siglo XXI. En el 2006 se fusionaron algunas de las expresiones políticas y movimientos sociales que apoyaron el proceso de cambio emprendido por la Revolución Bolivariana, entre ellas el Movimiento Quinta República (MVR), el Movimiento Electoral del Pueblo, el Movimiento Independiente Ganamos Todos, la Unidad Popular Venezolana, el Movimien-to Tupamaro y la Liga Socialista. La fundación del Partido tuvo tres fases destinadas al logro de varios objetivos:

• La primera se inició en marzo de 2007 y consistió en la juramentación de los pri-meros militantes, a quienes se les exigió no poseer militancia política previa.

• La segunda empezó en julio de 2007, con la creación de las unidades de base conocidas como batallones socialistas. Los batallones debatieron en asambleas aspectos vinculados a la fundación del partido. En enero de 2008 se llevó a cabo el Congreso Fundacional, cuyo fin fue diseñar las bases del PSUV, establecer principios y estatutos, estructura e ideología política del partido, así como selec-cionar los candidatos para cargos de elección popular.

• En la tercera fase se eligieron las autoridades transitorias del PSUV.Los principios fundamentales del PSUV tienen como hilo conductor el ideario bolivariano, la contribución de Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez y las contribuciones de lucha y organización de los pueblos indo–afroamericanos. Los valores en que se fundamenta el partido son los orígenes del cristianismo y de la teoría de la liberación. Se sustenta en el socialismo científico y en las experiencias de las luchas revolucionarias y aquellas que han construido el socialismo.

2 PSUV – Libro Rojo

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El Partido Socialista Unido de Venezuela se declara anticapitalista, antiimperialista, so-cialista, marxista, bolivariano, humanista, internacionalista, patriótico, unitario, original, creativo, crítico y autocrítico. Lucha contra la corrupción y por la unidad cívico–militar con el propósito de garantizar la defensa y la soberanía nacional y popular. Propugna la ética y la moral, tanto en la política como en la vida cotidiana, característica propia de la acción revolucionaria. Se considera defensor de la igualdad y la equidad de género, de los derechos de la madre tierra y de las personas con discapacidad y busca promover el poder popular y el desarrollo endógeno.

El objetivo primordial del PSUV es la construcción del Socialismo Bolivariano y la con-solidación de la democracia bolivariana: participativa y protagónica. Según sus objetivos estratégicos, aquello implica la lucha contra la antigua cultura liberal y neoliberal bur-guesa vinculada a la democracia representativa. Considera que el pueblo, al ejercer su soberanía y participar políticamente, va construyendo una nueva sociedad y un nuevo Estado Socialista basado en la libertad, la igualdad y la justicia.

El PSUV representa las demandas del proletariado urbano y rural y de los grupos huma-nos marginados, de la clase trabajadora y de los sectores populares en general. Su pro-pósito es alcanzar el bienestar social a través de la derrota de la pobreza, de la seguridad nacional, de la soberanía e independencia nacional. Es de esta manera como pretenden consolidar la Democracia Participativa y Protagónica, la Democracia Socialista.

b. Reseña Biográfica: Francisco Rivero

Médico Psiquiatra Jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Dr. “José María Vargas” de La Guaira, Estado Vargas. Forma parte del Centro de Estudios LIBRE MENTE, dedicado al estudio de la Guerra de Cuarta Generación y sus efectos sobre la conducta humana.

Francisco Rivero es militante del PSUV. Actualmente es vocero del Batallón Socialista de la Circunscripción 18 del Estado Vargas. Ocupa el cargo de Asesor y Director de Estrategia Comunicacional del Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información 2010.

Ha sido candidato en el proceso de selección de delegados al Congreso Fundacional del PSUV en el año 2007. Del 2000 al 2004, fue Secretario Permanente del Movimiento V República en el Estado Vargas. En el año 2000, Rivero se desempeñó como legislador designado por la Asamblea Nacional Constituyente para integrar la Comisión Legislativa transitoria del mencionado Estado.

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c. Ponencia

Agradezco al Ministerio de Coordinación de la Política del Ecuador por la invitación a participar en este importante evento, que contribuirá a enriquecer el debate político en el seno de la Revolución Ciudadana liderada por el Presidente Rafael Correa.

Un especial saludo a la ministra Doris Solíz y a todo su equipo de trabajo, encabezado por el compañero Mario Ramos, por la excelente organización y recibimiento del que hemos sido objeto, mis más sinceras felicitaciones.

Y principalmente un saludo revolucionario a ustedes, compañeros y compañeras de Alianza País y de todos los partidos de izquierda y militantes de movimientos sociales presentes en este evento.

Les traigo un mensaje de la organización de base del PSUV a la cual pertenezco: con la inmensa movilización de calle que pudimos observar a través de Telesur el pasado 30 de septiembre, estamos seguros que el fascismo y los imperialistas en el Ecuador ¡No Pasarán!, o como decimos en Venezuela, ¡No Volverán!

Quiero también informar que, cuando compartí con los camaradas de mi organización de base o “Batallón Socialista” sobre mi participación en el Foro, decidimos abrir una discu-sión sobre cuáles serían los aspectos fundamentales a resaltar en esta ponencia, la cual, por tanto, fue realizada en forma “participativa y protagónica”.

Camaradas:

Hay partidos revolucionarios que hacen una revolución y la moldean con su doctrina y su programa político. Pero hay casos, donde es el desarrollo mismo de la Revolución la que moldea la definición ideológica del partido revolucionario, sobre la base de las vivencias y contingencias del día a día, e incluso de los latigazos recibidos de la contrarrevolución, como solía decir Trotsky. Este es el caso del PSUV.

Repasemos un poco lo más resaltante de la historia de la Revolución Bolivariana:

Existen grandes paralelismos entre la revolución ecuatoriana y la venezolana; ambas al-canzan el poder como culminación de un largo camino de valiente y tenaz lucha por parte de sus pueblos, de enfrentamientos con las clases dominantes, de traiciones, de marchas y contramarchas, pero que al final, para despecho y furia de la oligarquía, podemos decir hoy con orgullo revolucionario que tanto en Venezuela como en Ecuador ¡lo logramos!, logramos desplazar del gobierno a la oligarquía y su partidocracia podrida.

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En el caso venezolano, el ciclo revolucionario no se inició el 6 de diciembre de 1998 con la victoria electoral de Chávez, como muchos pudieran pensar, sino con el llamado “cara-cazo” en los días de febrero y marzo de 1989, en que el pueblo enfurecido fue masacrado en las calles mientras protestaba en contra del modelo neo–liberal que se nos impuso desde el Norte con la complicidad de una burguesía desnacionalizada y corrupta, y en el marco de la denominada Democracia Representativa, donde los únicos representados eran los intereses de los poderosos y el imperialismo.

A partir del triunfo electoral del Comandante Chávez, la burguesía y su proyecto político quedaron letalmente acorralados. Demasiadas décadas de desmanes y represión habían erosionado todo su capital político y la correlación de fuerzas se hizo favorable a las fuerzas del cambio.

El pueblo comenzó a profundizar su aprendizaje político con Chávez en el gobierno, hom-bro a hombro con su líder y su programa bolivariano, con un objetivo: sacar de la miseria a las grandes mayorías y restituir la dignidad de la nación venezolana.

La victoria electoral se alcanzó sobre la base de una coalición de partidos reformistas y progresistas, en la cual el eje central lo constituía el Movimiento V República –de reciente fundación–, que fungía como aparato electoral, pero carecía de un cuerpo doctrinario y político.

Así pues, seguros del compromiso de Chávez con el pueblo, ambos –pueblo y líder, en una poderosa relación dialéctica–, iniciaron la travesía por las turbulentas aguas de la Revolu-ción. Sin un partido como tal, pero con toda la voluntad de hacer los cambios reclamados, y asidos únicamente al programa democrático bolivariano, dado a conocer al pueblo vene-zolano después de la rebelión de los militares patriotas del 4 de febrero de 1992.

Este programa se podía definir para entonces como revolucionario, nacionalista, justicia-lista, anti–neoliberal, de profundo contenido social, que propugnaba la democracia partici-pativa y protagónica en sustitución de la democracia representativa al servicio de las élites.

El propio Comandante Chávez ha recordado en múltiples oportunidades que, en los ini-cios del gobierno bolivariano, simpatizaba incluso con la llamada Tercera Vía o capi-talismo con rostro humano. Poco tiempo faltaba en realidad, para que la burguesía le mostrara su verdadero rostro asesino y fascista.

Bastó con que se promulgaran las llamadas Leyes Habilitantes, que tan solo hacían justi-cia a campesinos y pescadores en sus reivindicaciones históricas, para que la burguesía y el imperialismo iniciaran su sangrienta y terrorista insurrección de 2002 y 2003, sin importar para nada el orden constitucional y el tan cacareado y sacrosanto Estado de Derecho con el que se llenan la boca.

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Del Golpe de Estado del 11 de abril y de la cacería fascista de chavistas de esos días, se aprendió la amarga lección de que hacer la revolución es cosa seria, que la burguesía no tiene contemplaciones a la hora de actuar y que no hay posibilidad de entendimiento con ellos, que no pase por la claudicación del programa revolucionario como condición.

Pero de la victoria popular del 13 de abril, cuando por la vía revolucionaria fue derrocado el gobierno fascista de la burguesía, el pueblo aprendió a valorar su propio músculo, a hacerse plenamente consciente de que no hay poder político superior en este mundo, que los trabajadores decididos a tomar el poder y a defender el poder.

Entonces terminamos de entender los revolucionarios que no es posible acabar con la pobreza en el marco del capitalismo, porque su lógica intrínseca no lo permite y porque a la burguesía no le es posible funcionar en el marco de las leyes de la revolución.

Pero la mayor de las enseñanzas fue el habernos dado cuenta de la enorme debilidad que representaba para la revolución no contar con un Partido organizado y blindado ideo-lógicamente, que permitiera prevenir y defender de manera coordinada y responsable al gobierno revolucionario en la calle y en el seno de la sociedad.

Ocho meses después del Golpe de Estado, la burguesía arremetió de nuevo con el paro, sabotaje petrolero que detuvo el comercio y la economía del país por 62 largos días. Grandes movilizaciones populares se efectuaban en defensa del Gobierno por esos días, pero el país continuaba detenido.

Fue la mano de la clase obrera la que inclinó la balanza a favor de la Revolución, al no plegarse al paro: abrió las fábricas y refinerías y las puso a funcionar, sin capataces ni ingenieros.

Fue otra gran lección aprendida: que no es posible hacer una revolución sin el apoyo mayoritario y protagónico de la clase trabajadora que se convierte sin dudas en la van-guardia de la Revolución.

Así mismo, asimilamos que la producción y distribución de los insumos básicos como la alimentación, el vestido y los servicios, como la electricidad y la telefonía, son demasiado importantes para dejarlos en manos privadas, que especulan con los precios, generan desabastecimiento y paralizan las industrias para desestabilizar al Gobierno Revolucio-nario.

El Gobierno Bolivariano tomó al poco tiempo la responsable decisión de nacionalizar la CANTV, la EDC, creó la red de abastos y supermercados Mercal y una red de producción agroindustrial para el procesamiento propio de alimentos de gran consumo masivo.

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Más recientemente, se nacionalizó el cemento y la cabilla, a fin de asegurar la ejecución de obras públicas y la construcción de vivienda; en todas funcionan consejos de trabaja-dores y sus niveles de producción y funcionamiento son exitosos con algunas contadas excepciones.

A raíz del latigazo del Paro Patronal de 2002–2003, se generó toda una inercia socializa-dora, impulsada en la mayoría de los casos por los propios trabajadores y que cada día encadena a nuevos sectores de la economía.

Así, a fuerza de porrazos, es como se ha ido plasmando el carácter socialista y antiimpe-rialista de la Revolución Bolivariana, proclamado por el Comandante Chávez a los pocos días de derrotado el paro de la burguesía “piti–yanqui”, en una de las movilizaciones de masas más grande de los últimos años.

Cabe resaltar que este carácter socialista fue refrendado por el pueblo en las elecciones presidenciales de 2006, donde el Presidente Chávez presentándose con un programa abiertamente socialista, obtuvo la mayor votación de la historia nacional con un 62% de los votos; lo cual echa por tierra la tesis imperialista, y lamentablemente creída en muchos países hermanos por algunos compañeros confundidos, que hace ver que la lucha por el so-cialismo en Venezuela es producto de las ideas descabelladas de un líder loco y excéntrico. Así pues, cerrada la posibilidad de hacer los cambios en el marco del capitalismo, la revo-lución con el Comandante Chávez a la cabeza, se vio forzada a inventar en los términos de Simón Rodríguez aquel grande de “inventamos o erramos”, un modelo socialista que no repitiera los fracasos y desviaciones del llamado socialismo real ¡vaya reto!, tal vez igual al que tuvimos que asumir los latinoamericanos en 1810.

Se comenzó a estudiar bajo el estímulo del propio Comandante Chávez la experiencia histórica de las revoluciones. ¡Cuánto nos hubiésemos ahorrado al leer y releer a Marx y Engels, a Lenin y a Trotsky, a Rosa Luxemburgo!; al estudiar, descubrir y redescubrir sus magistrales enseñanzas, producto de la experiencia acumulada por los revolucionarios a lo largo de gloriosos y dolorosos años.

Entendimos por ejemplo, con Trotsky, que el fracaso de la Unión Soviética no fue culpa del socialismo en sí mismo, como lo hace ver la ideología burguesa, sino de múltiples factores entre los que destaca el aniquilamiento del control obrero de las fábricas y del poder de los soviets, por parte de una casta burocrática que traicionó y se apartó de los principios marxistas y leninistas y secuestró el poder para usarlo en beneficio propio.

Aprendimos que esta casta burocrática y dictatorial con Stalin como caudillo, creó una ideología marxista– leninista deformada y ajustada a sus intereses nacionales e interna-cionales, que llevó al desastre a muchas revoluciones socialistas en el mundo entero.

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Lo más increíble es que existan honestos compañeros atrapados en las tesis estalinistas, que no terminan de comprender el potencial revolucionario y dialéctico de nuestros pro-cesos revolucionarios y que en la mayoría de los casos terminan adversándonos con gran encono y sirviendo de carne de cañón a la burguesía.

Aprendimos en definitiva, que sí es posible construir una sociedad socialista, productiva y democrática, rescatando los auténticos principios marxistas y leninistas, sustentada en el desmontaje del Estado burgués, en el control obrero de la producción, en la transferencia del poder a la población organizada y la creación de la milicia popular.

Hoy, cuando observamos la actual crisis del capitalismo que ha lanzado a la pobreza y al desempleo a millones de personas en Europa y Estados Unidos, nos damos cuenta de que, en cierta medida, Latinoamérica ha estado a la vanguardia de la insurgencia mundial en contra del capitalismo, con nuestros procesos anti–neoliberales en Venezuela, Ecua-dor y Bolivia fundamentalmente, pero no es suficiente.

Esta crisis del capitalismo, generada por la anarquía en la producción y la especulación improductiva en los países capitalistas avanzados, que ha permeado a lo largo del pla-neta como producto de la globalización y se comporta como un verdadero tumor maligno sobre el planeta, está dando síntomas de profundo agotamiento. Basta analizar lo que está pasando en Grecia, Francia y España, y lo que falta aún por ver.

La historia nos enseña que, para derrotar al capitalismo, se hace necesaria la acción consciente de la clase trabajadora, con una dirección política revolucionaria, guiada por los principios del socialismo científico, que sea capaz de articular la mayor fuerza posi-ble a fin de motorizar y profundizar los procesos revolucionarios en nuestros diferentes países.

Lo que sí debe quedar claro es que no es posible modificar del todo nuestra realidad nacional y latinoamericana, si no logramos incidir en el orden capitalista mundial.

Pero la experiencia revolucionaria no se ha detenido en Venezuela en estos ocho años transcurridos después del golpe y el paro patronal y a tres años de constituido el Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV.

Hemos tenido que vivir la lucha en el seno mismo de la revolución entre el pueblo y la clase trabajadora, que empujan para que la revolución llegue hasta el final y los saque definitivamente de la pobreza, y aquellos que por vacilación o vínculos ideológicos o materiales con la burguesía, en nombre de la revolución, hacen todo por frenar y desviar su avance. Es el reformismo, que aparece como mala hierba en todas las revoluciones y que de imponerse termina liquidando a la Revolución en nombre de la prudencia y de “acuerdos tácticos” con la burguesía.

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Estamos enfrentando igualmente a otro enemigo interno, tanto o más letal que la propia burguesía: el burocratismo, el cual es hijo directo del reformismo y el estalinismo, que apoyado criminalmente en la inercia ideológica del orden burgués y en defensa de sus intereses mal habidos, fruto del robo y la corrupción dentro de la Revolución, pretende sustituir y usurpar al pueblo y a los trabajadores en la conducción del poder popular y en el control obrero de los sectores nacionalizados.

Esta es, camaradas, en grandes rasgos, la historia y las lecciones más importantes de la revolución venezolana, forjada en base a hechos reales vividos por el pueblo. Cualquier revolucionario venezolano, indistintamente de su formación, palabras más o palabras menos, se pararía aquí a decir lo mismo que yo he transmitido hoy a ustedes, porque no lo he sacado de libros, sino de la vivencia cotidiana en estos doce años de Revolución Bolivariana.

Así es como la definición ideológica del Partido Socialista Unido de Venezuela ha sido parida por el pueblo y los trabajadores con el Comandante Chávez a la cabeza. Está plasmada en sus Estatutos y Declaración de Principios, elaborados por el Congreso Fun-dacional y que lo definen en amplitud como:

• Anticapitalista y Antiimperialista• Anticorrupción• Socialista• Marxista• Bolivariano• Comprometido con los intereses de la clase trabajadora y el pueblo• Humanista• Internacionalista• Patriótico• Unitario• Ético y con moral revolucionaria• Defensor de los derechos de la madre tierra• Defensor de la igualdad y equidad de género• Defensor de los derechos de las personas con discapacidad• Defensor de la democracia participativa y protagónica en la sociedad• Como vanguardia política del proceso revolucionario• Original y creativo• Defensor, impulsor y promotor del Poder Popular• Promotor del desarrollo endógeno

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• Defensor de la igualdad en el seno de la organización• Crítico y autocrítico• Basado en el principio del centralismo democrático y de dirección colectiva• Disciplinado• Practicante de la democracia interna en el partido

Esta es, pues, nuestra contribución para el debate de ideas sobre cómo debe ser el parti-do llamado a asumir la conducción de los cambios revolucionarios que ameritan nuestros pueblos para superar la miseria y el atraso.

Por último, el Batallón Socialista envió, con toda la humildad del caso, las siguientes recomendaciones a los hermanos ecuatorianos:

• Que no le teman al socialismo, que le teman al capitalismo.• Que no caigan en la trampa de acuerdos con la burguesía.• Que estudien sin prejuicios a Marx, Lenin, Trotsky y todos los revolucionarios que

nos antecedieron.• Que combatan fuertemente el burocratismo.• Que aprendan de nuestra experiencia tan cercana a ustedes, ya que mucho se

ahorrarían.

Gracias por su atención estimados compañeras y compañeros;

PATRIA SOCIALISTA O MUERTE ¡VENCEREMOS!

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2. Polo Democrático Alternativo (PDA) – Colombia, Clara López Obregón

a. Historia PDA

El Polo Democrático Alternativo (PDA)3 es un partido político colombiano de izquierda, que surgió en el año 2005, de un acuerdo político de la unión del Polo Democrático Inde-pendiente (PDI), Alternativa Democrática (AD) y sectores Democráticos Independientes. Esta unión se dio como resultado de un “consenso alrededor de un partido, un programa, un candidato y un congreso de unidad.”

El partido se creó con el objetivo de apoyar la resistencia al modelo neoliberal y procurar la vigencia efectiva de los derechos sociales de la población, compartiendo la sensibilidad y la visión para construir un movimiento democrático pluralista, donde la izquierda esté incluida, pero no copando el espacio ni excluyendo. Al contrario, reclamando la presencia de sectores de centro y de posiciones democráticas independientes y aún de liberales y conservadores que se opongan. El partido surgió con características originales de plu-ralidad, amplitud y apertura, con la finalidad de ser una alternativa válida en Colombia.

Sin embargo, antes de establecer esta alianza entre las dos coaliciones de la izquierda, había surgido una coalición conocida con el nombre de “Polo Democrático”, que reunía a diversos grupos de izquierda independientes. En el 2002, en las elecciones parlamen-tarias estos diversos grupos realizaron acuerdos para la elección de un único aspirante presidencial en las elecciones del mismo año, apoyando a Luis Eduardo Garzón, quien logró ocupar el tercer lugar. A ésta se la considera la primera gran votación de la izquierda colombiana. Para las elecciones regionales de 2003, la coalición Polo Democrático buscó una personería jurídica que se llamó Polo Democrático Independiente (PDI) y consiguió una victoria electoral después de impulsar de nuevo la candidatura de Garzón, quien ganó la alcaldía de Bogotá.

Por su parte, Alternativa Democrática era una coalición política de izquierda, liderada por Carlos Gaviria Díaz. AD había nacido paralelamente al PDI y agrupaba a varios movi-mientos de la izquierda tradicional.

En el año 2005, durante el gobierno de Álvaro Uribe, el PDI lideraba el grupo de opo-sitores al gobierno y es allí cuando conformaron la coalición y pasó a ser el PDA. Un

3 Polo Democrático Alternativo: www.polodemocratico.net

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año más tarde se dieron las elecciones del Congreso, en donde el PDA tuvo su primera participación electoral. Tanto la izquierda como los independientes, conservaron la fuerza parlamentaria que tenían antes de la unidad.

En las elecciones del 2007 para Alcalde de Bogotá, el candidato del PDA, Samuel Moreno Rojas, resultó el ganador en la ciudad más importante del país. Esta alcaldía es consi-derada como el segundo objetivo electoral más anhelado a nivel nacional, después de la Presidencia de la República. La gestión previa de Garzón puede explicar este segundo triunfo.

En las elecciones presidenciales del 2010, el PDA tuvo como candidato a Gustavo Petro, quien nombró a Clara López como su binomio presidencial. En las elecciones, Petro ob-tuvo un resultado superior al que las encuestas demostraban, ubicándose como el cuarto candidato con mayor votación.

Polo Democrático Alternativo es un partido de centro–izquierda, pluralista, que recono-ce la diversidad de pensamiento, culturas, actitudes y procedencias, busca la unidad y confluencia en una misma acción política nacional por la paz, la democracia y la justicia social.

b. Reseña Biográfica: Clara López Obregón

Clara López Obregón es la Presidenta del Polo Democrático Alternativo. Es economista de la Universidad de Harvard, Abogada de la Universidad de los Andes y candidata a Doctora en derecho financiero de la Universidad de Salamanca.

Se ha desempeñado como secretaria económica de la Presidencia de la República de Colombia, contralora de Bogotá, concejala de esta ciudad por el Nuevo Liberalismo y pre-sidenta de esa corporación, así como miembro de varias juntas directivas de organismos y empresas distritales. En 1988, Clara fue candidata a la Alcaldía Mayor de Bogotá por una coalición de sectores sociales y políticos de izquierda, encabezados por la Unión Patriótica.

También se ha desempeñado en el área académica: ha sido profesora universitaria du-rante 20 años. Actualmente dicta la maestría de derecho en la Universidad del Rosario. Es miembro del Instituto Colombiano de Derecho Tributario y pertenece a la Sociedad Económica de Amigos del País y al Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos.

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c. Ponencia

Interrogante:

Nos piden referirnos en esta mesa al interrogante ¿qué tipo de partido político se necesita para fortalecer los procesos de cambios estructurales, constitucionales y democráticos que viven los gobiernos progresistas de la región?

La respuesta al interrogante planteado no puede ser unívoca. Así compartamos tanta historia, estructura social, religión y cultura como países, y como partidos y movimientos tengamos fundamentales identidades como la lucha contra la dependencia, cada cual tiene particularidades que exigen diferencias en los caminos a seguir. El caso colombiano es una situación sui generis, tal vez única en el continente latinoamericano.

Bipartidismo hegemónico

Colombia tiene los partidos más antiguos de América Latina y, con escasas excepciones, del mundo. Por algo se les denomina “Partidos Tradicionales”. El Liberal antecedió en su fundación por escasas semanas al Partido Conservador; ambos datan de 1849 y han alternado en el poder en medio de guerras intestinas, con cortos periodos de relativa paz política, hasta que sellaron el Pacto del Frente Nacional en 1957, después de una guerra civil no declarada denominada “La Violencia”, así con mayúsculas, para ilustrar los 300.000 muertos que dejó en diez años la confrontación partidista.

Este pacto entre liberales y conservadores se selló en una reforma constitucional que monopolizó el poder, que se repartió por mitades milimétricas: desde la Presidencia de la República, que se alternó durante 16 años, hasta el más humilde concejo municipal. Con ello se eliminó del lenguaje y la cultura política colombianas el concepto de oposición y quienes pertenecían a terceros partidos no podían acceder a cargos públicos, o ser candidatos bajo sus propias denominaciones a cargos de elección popular.

Lucha armada

De ahí que lo que vivió Colombia hasta hace pocos años y aún hoy, bajo apelativos modi-ficados, fue un sistema de bipartidismo hegemónico de carácter excluyente en lo político y también en lo social, que generó las condiciones para la otra característica sui generis colombiana: la existencia de un movimiento guerrillero y de un conflicto armado interno que llega al medio siglo, sin haber sido todavía resuelto.

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Durante el Frente Nacional, la cerradura del sistema político y social era de tal entidad, que sin estar ilegalizados, los partidos políticos alternativos no podían legalmente acce-der al poder. Como la violencia liberal – conservadora había homogenizado la militancia política en muchas municipios del país, se podía llegar a ser concejal con solo los votos de una familia. Los requisitos legales y la intransigencia patronal, que todavía subsiste, hacían un imposible práctico la formación de un sindicato pues, antes de obtener la per-sonería oficial, sus integrantes eran despedidos y ubicados en listas negras. Sin ironía, llegó a afirmarse que “era más fácil formar una guerrilla que una organización sindical.”

Democracia formal y estrategia anti–subversiva

El país vivió bajo una democracia formal con gobiernos civiles mientras el resto del conti-nente se sumió en dictaduras militares. Con todo, un examen comparativo de las estadís-ticas nos muestra una represión política y social de mayor magnitud e intensidad, bajo los gobiernos civiles de signo liberal y conservador en Colombia, que la experimentada bajo los regímenes militares del Cono Sur.

Bajo el lema de la “Doctrina de Seguridad Nacional,” la Guerra Fría se libró también en Colombia, donde se percibía la inconformidad social y política como una amenaza externa de la expansión comunista, la cual debía ser extirpada antes de que creciera y se tomara el poder. Los paros cívicos y las huelgas en busca de reivindicaciones socia-les como carreteras, servicios públicos, puestos de salud, acceso a la tierra o mejores condiciones laborales fueron tratados como focos de subversión y sus dirigentes, general pero no exclusivamente de izquierda, fueron perseguidos, encarcelados y eliminados, en defensa del orden público y la paz social alterada, según la visión compartida del biparti-dismo hegemónico.

Como parte de la estrategia antisubversiva, que abarcaba más allá de los grupos insur-gentes a los dirigentes políticos, sindicales, agrarios y cívicos detrás de las organizacio-nes populares, se promovió la organización de estructuras paramilitares que se salieron de todo cauce, incluso del de sus propios impulsores.

Algunos datos dan cuenta del resultado de esa alianza non sancta de políticos tradicio-nales, terratenientes, sectores de la fuerza pública y narcotraficantes, conformada para defender la propiedad y los privilegios:

1. Un partido político entero – la Unión Patriótica, fruto de un proceso de paz fallido con las FARC– que llegó a representar el 5% de la votación para Presidente de la República en 1986 y que figuraba como segunda fuerza hacia las elecciones de 1990, fue eliminado físicamente. Fueron asesinados más de 3000 de sus di-rigentes en el curso de una década, incluyendo a sus candidatos presidenciales,

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la totalidad de su representación en el Congreso, los concejos municipales, las asambleas departamentales y sus alcaldes municipales.

2. 150.000 homicidios han sido atribuidos a las Autodefensas Unidas de Colombia AUC, organización que confederó a los grupos paramilitares de todo el país.

3. Se calcula en 20.000 los desaparecidos.4. Hay 30.000 cuerpos enterrados como N.N. en los cementerios y se calcula otro

tanto en fosas comunes, esparcidas sin señalización por todo el país.5. Hay 3000 casos identificados de las llamadas muertes extrajudiciales o “falsos po-

sitivos”, como se conoce a los jóvenes de veredas y barrios populares, víctimas de desaparición forzada con fines de homicidio para ser entregados como guerrilleros y criminales muertos en combate con la fuerza pública.

• Entre 3.5 y 5 millones de personas víctimas de desplazamiento forzado, según se tome la fuente oficial o la de las ONG de derechos humanos (CODHES).

• Unas 5 millones y medio de hectáreas de tierra despojadas a sus legítimos dueños y poseedores según cálculos de la Comisión de seguimiento al desplazamiento forzado efectuados por la Corte Constitucional.

Poder Constituyente: Colombia precursora de los cambios en A.L.

Todo este horror ocurrió en un periodo de 20 a 25 años y desembocó, en 1991, en la apro-bación de una nueva Constitución, fruto de un nuevo pacto político de carácter incluyente. Este pacto se selló con la elección de una Asamblea Nacional Constituyente, convocada mediante un decreto de Estado de Sitio, para abrirle salida al abismo de violencia y des-igualdad que amenazaba la subsistencia misma del régimen.

La nueva Constitución buscaba abrir el sistema político al pluralismo y a la diferencia y afianzar las bases para construir la paz política dentro de criterios de equidad y justicia social. La Constituyente de 1991 debía partir la historia en dos. Existía un ambiente de cambio, que compartían amplios sectores políticos y sociales, a tal punto que cuando la Asamblea decidió desbordar su mandato de reforma constitucional y se declaró soberana para expedir una nueva Constitución, hubo voces discordantes, pero ningún poder capaz de oponerse efectivamente. Su apoyo popular era indiscutible.

En las elecciones para su conformación, se dio un fenómeno insólito que parecía antici-par el entierro del bipartidismo:

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Votación por los principales Partidos y Movimientos PolíticosAsamblea Nacional Constituyente Año 1990

Partido No. de Escaños % Votación PopularLiberal 25 31.2

AD M19 11 26.7Movimiento Salvación Nacional

(disidencia conservadora) 11 15.3

Conservador 5 6.4Unión Patriótica 2 2.9

Cristianos 2 2.9Indígenas 4 5.7

Nunca antes ni hasta ahora, los terceros partidos o movimientos habían logrado una parti-cipación electoral tan significativa. El Movimiento Alternativa Democrática AD–M19, dirigi-do por una guerrilla integrada a la vida civil después de un proceso de paz exitoso, recibió un respaldo popular entusiasta, obteniendo la segunda votación oficialmente tabulada. No solamente superó a todo el conservatismo, sumados el Partido y su disidencia (el Movimiento de Salvación Nacional), que ascendió al 21.7% de la votación popular, sino que los movimientos alternativos, no pertenecientes a la corriente bipartidista tradicional, se quedaron con más del 40% del electorado, abriendo una gran expectativa frente a una posible alternación de signo en el poder.

Irrumpía con fuerza y apoyo popular indudable, que se extendía a las clases medias y profesionales, una posibilidad real de cambios estructurales, constitucionales y democrá-ticos como los que hoy promueven los gobiernos progresistas de la región. Casi podría-mos decir que, en 1991, Colombia aparecía como precursora del movimiento alternativo latinoamericano, pero fue una “precursora interruptus”, fenómeno que puede repetirse en otros países.

Esa coyuntura histórica de crisis del modelo bipartidista hegemónico, con el tratado de paz parcial con el M19 (los procesos de paz con las FARC y el ELN fueron fallidos), cre-ciente movilización social y política, anhelo colectivo de paz, entre otros factores, produjo una Constitución que hubiese podido sustentar los cambios progresistas y estructurales, pero el proceso rápidamente perdió impulso.

“Constitución democrática sin demócratas”

El año entrante, cuando la Constitución cumpla veinte años, el balance será ampliamente negativo. Unas 45 reformas y la número 46 que avanza silenciosamente en el Congreso,

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le han roto la columna vertebral al Estado social que intentó fundar. Con esta última con-trarreforma que busca consagrar el derecho a la sostenibilidad fiscal como un derecho de todos, se le daría la estocada final a la Constitución de 1991. En las palabras de un influyente asesor gubernamental quien como Constituyente participó en la redacción del capítulo económico referido, “se le amarrarán las manos a los jueces” para que no pue-dan ordenar el gasto público que hace efectivos los derechos en sus fallos de constitucio-nalidad y de tutela. La Constitución de 1991 corrió la misma suerte de la constitución de Weimar, de la que se decía que era una constitución democrática sin demócratas.

La Constitución social y sus contradicciones

La Constitución de 1991 significó un avance democrático indudable. Cambió la forma de Estado del clásico liberal al moderno social de derecho. Los acuerdos constituyentes conciliaron posiciones, pero no resolvieron la contradicción de fondo. Ello se manifestó en la disparidad de conclusiones a que llegó en materia de derechos la comisión encargada de la elaboración de la Carta de Derechos y los mecanismos de su garantía y protección, así como la Comisión que elaboró el capítulo del Régimen Económico y Hacienda Pú-blica, que arrojó un modelo de estricto corte neoliberal. Esa contradicción antagónica no resuelta refleja los factores de poder, que cómo afirmaba Ferdinand Lasalle, determinan la verdadera constitución detrás de la norma escrita, la regla de la dominación bipartidista que subsiste actualmente.

Los distintos gobiernos, desde 1991, han aplicado el modelo neoliberal mientras los jue-ces han asumido la defensa del modelo social y de la Carta de Derechos. Pero el cambio social no puede realizarse por la vía excepcional de la tutela judicial. Requiere de la voluntad política ejercida con firmeza desde el Gobierno.

La pregunta obvia es una acusación: ¿Por qué se disipó la promesa de cambio?

Debo intentar una explicación que dé elementos de juicio para caracterizar el partido po-lítico que hizo falta en Colombia y que necesitamos construir para ofrecer una alternativa creíble hacia los cambios estructurales que adentrarían a nuestro pueblo por la senda interrumpida que ahora recorren el grueso de los pueblos de América Latina.

Son varias y variadas las razones que deben hacer parte del análisis. Muchas son de carácter exógeno, pero nuestras debilidades internas son también patentes. Sin resolver los problemas que plantean, el partido que necesitamos va a esperar y no podremos acu-mular el poder popular suficiente para cambiar el derrotero, “de derrota en derrota” que mencionaba el Vicepresidente Lenin Moreno Caicedo en su intervención.

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Factores exógenos

La persistencia del conflicto armado

Voces de todo el espectro político señalan que la lucha armada no está vigente en esta etapa en América Latina. Algo en ese sentido han expresado incluso Fidel Castro y Hugo Chávez respecto de la insurgencia armada colombiana. No hay duda que, hoy en día, constituye la principal limitante para el avance de la izquierda y de los cambios demo-cráticos en Colombia. Los ejemplos de que es posible llegar al poder por la vía electoral abundan incluso en nuestro país, donde mi partido ha logrado dos veces la Alcaldía de la Capital, Bogotá, considerada el segundo cargo en importancia a nivel nacional.

El fracaso del último intento de lograr la paz con el movimiento guerrillero de las FARC y la experiencia de la zona de despeje de El Caguán (2001), donde tanto Gobierno como Guerrilla adelantaron una táctica de paz dentro de una estrategia de guerra, deslegitima-ron la opción de la solución política al conflicto armado. En efecto, mientras dialogaban interminablemente, la guerrilla se fortalecía y utilizaba la zona de despeje para negociar secuestros. El Gobierno, por su parte, fortaleció a las Fuerzas Armadas de manera signi-ficativa. Cuando salió elegido Álvaro Uribe Vélez con el mandato de liquidar militarmente a la guerrilla, encontró un ejército ampliado, tecnificado y bien entrenado y apertrechado.

La persistencia de la lucha armada ha sido utilizada por la derecha como justificación para la continuada persecución de los dirigentes y militantes de izquierda, estén ellos y ellas en organizaciones sociales o partidos y movimientos políticos caracterizados. De igual forma, ha contribuido a generar la matriz de opinión que asocia la izquierda con la violencia.

Importantes sectores de la clase dominante son proclives a utilizar la violencia como arma política

En Colombia, la izquierda ha sido tradicionalmente acusada de “combinar todas las for-mas de lucha”. Lo que poco se publicita es que dicha táctica tiene antecedentes históricos en los partidos tradicionales –con sus 14 guerras civiles e innumerables cuartelazos del Siglo XIX– que todavía hace parte del accionar de sectores de la clase dominante, como lo atestigua el surgimiento y desarrollo de los grupos paramilitares.

Hoy tenemos la constatación judicial de que fueron promovidos por políticos y empresa-rios pertenecientes a los partidos tradicionales, con el objetivo de eliminar la “amenaza comunista”, amenaza que, más que afiliación política, en nuestro medio identifica a quie-nes organizan la inconformidad social y política y participan en sus manifestaciones. Hoy

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se encuentran, gracias a las denuncias de los integrantes del Polo Democrático Alterna-tivo y de las ONG de derechos humanos, judicializados por la Corte Suprema de Justicia cerca de un centenar de parlamentarios elegidos con votos, fruto de la presión armada de las Autodefensas Unidas de Colombia, las AUC.

En esta ofensiva contrainsurgente en la que civiles fueron objetivos militares, se eliminó un alto porcentaje de la dirigencia alternativa del país. La izquierda colombiana fue diez-mada y no cuenta hoy con la masa suficiente de liderazgo en todos los niveles, desde las organizaciones base hasta los dirigentes nacionales, por lo que una de las tareas estratégicas es la formación de cuadros.

La ausencia de una cultura de oposición

El Frente Nacional y su hegemonía bipartidista eliminaron la contienda entre liberales y conservadores y generaron una cultura de colaboracionismo político que estigmatiza el ejercicio legítimo de la oposición y que, en no pocos casos, afecta incluso a cuadros ca-racterizados de los sectores de izquierda. En Colombia, los dirigentes connotados de los partidos tradicionales, hoy reemplazados por nuevos nombres con la misma membrecía de antes, pasan sin ruborizarse de un partido a otro y prestan sus servicios como minis-tros de todos los gobiernos. Hacer oposición tiene connotaciones negativas y venimos de dos gobiernos de Álvaro Uribe, que se preocupó por señalarla de “terrorista” y a sus dirigentes de “guerrilleros vestidos de civil”, como forma polarizante de desprestigio y deslegitimación social y política.

Recientemente ha salido a la luz pública la conformación de una “empresa criminal” como la califica la Fiscalía General de la Nación, organizada durante las administraciones de Álvaro Uribe Vélez desde los servicios de inteligencia dependientes de la Presidencia de la República, para desprestigiar, dividir y atentar contra la oposición. El Polo Democrático Alternativo y sus dirigentes más connotados, al igual que la Corte Suprema de Justicia, periodistas independientes y defensores de derechos humanos considerados “oposición al Estado”, fueron objeto de seguimientos ilegales sistemáticos, infiltración, amenazas y campañas de desprestigio que, sin duda, han incidido en la situación actual por la que atraviesa el único partido de oposición.

En efecto, después de haber obtenido el 22% de los votos en las elecciones de 2006, cuando su candidato obtuvo 2.6 millones de votos, en las recientes elecciones de 2010 redujo su caudal electoral a la mitad. Hoy se encuentra afectado por una agria confron-tación interna, de la que no es ajena esa empresa criminal que investigan los jueces penales.

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Perversión del sistema electoral

A la violencia y la tradicional falta de transparencia del sistema electoral, se ha sumado el factor del dinero del narcotráfico, que ha servido de fuente para el fortalecimiento de los grupos armados ilegales y pervertido fatalmente el proceso electoral mediante la com-pra de votos, curules y dirigentes. Lo anticuado de los procesos electorales favorece la impunidad en esta materia. El Código Electoral vigente, para dar un ejemplo, es de los años 80; el conteo sigue siendo manual y los procedimientos de escrutinio regidos por la formalidad del derecho administrativo, que se finca en el cumplimento de la ritualidad antes que en la veracidad del resultado.

La organización electoral, en su composición y congruente con su anacronismo, sigue siendo bipartidista. La oposición no tiene participación en el Consejo Nacional Electoral, ni en ninguna de las registradurías –nacional y regionales–, encargadas de dirigir las elec-ciones y sus posteriores escrutinios, que siguen los patrones bipartidistas tradicionales.

Cambios institucionales profundos que garanticen transparencia y pluralismo en la orga-nización electoral son esenciales para el avance de los partidos alternativos de izquierda.

Los medios de comunicación

El papel de los medios de comunicación debe examinarse con cuidado. Han adquirido tal poder e influencia política que, de informadores, se han convertido en forjadores de opinión. Aunque aparentemente ostentan una neutralidad política, la realidad es que re-producen valores y defienden intereses.

Factores endógenos

Falta de cohesión en el campo progresista

A los factores exógenos, se suman factores endógenos que explican por qué no se ha consolidado un partido fuerte, que represente a las corrientes progresistas, capaz de ofrecer una alternativa de cambio creíble y perdurable. De una parte, los sectores de la izquierda democrática se han caracterizado por su dispersión e incapacidad de llegar a acuerdos duraderos. Los frentes que han surgido como la Unión Nacional de Oposición (UNO), en los años ochenta, y el AD M19 en los noventa, no subsistieron por las diferen-cias entre corrientes con posiciones políticas disímiles y aparentemente irreductibles, así como por la falta de coherencia política.

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El Polo Democrático ha superado, hasta ahora con pronóstico reservado, esa falta de co-hesión y ha logrado la unificación de la mayor parte de los sectores de izquierda civilista, alrededor de un Ideario de Unidad de “mínimos” y unos Estatutos diseñados para lograr la unidad de acción.

Con todo, el conflicto ha surgido por problemas de diferencias de apreciación sobre te-mas tan sensibles como la política de alianzas y la estrategia de oposición. Esto se une a temas de liderazgo y ha hecho crisis la persistencia en el tiempo de una política de consenso fundacional, que corre el riego de inmovilizar al partido. Las posiciones mino-ritarias tienen la virtualidad de veto, con lo que se corren nuevos riesgos de división o escisión por falta de aceptación y acreditación de la regla de la mayoría y la minoría, que implica que cuando no se obtienen consensos se opta por la votación después de una discusión en que las propuestas se han enriquecido con los aportes y criterios de todos los sectores, incluidos los minoritarios.

Grado de amplitud de la unidad

Un debate no resuelto es el de la amplitud de la Unidad. Estamos hablando de la unidad de las izquierdas o de la unidad de las fuerzas progresistas que en Colombia se auto-denominan “democráticas”. La pregunta más de fondo es: ¿cómo conformar un partido que aglutine las mayorías necesarias para acceder al gobierno, sin sacrificar el proyecto político de cambio estructural? Ello nos demuestra que la política de alianzas es sustan-cial pues muchos dirigentes de la izquierda siguen la máxima del arriero en la ranchera mexicana según el cual, “No hay que llegar primero, sino que hay que saber llegar.” Pero, ¿no será que esa posición convierte a los partidos alternativos en opositores permanen-tes que jamás llegarán al poder?

En esa discusión estamos ocupados hoy en Polo, aunque no lo exterioricemos con cla-ridad. Es un interrogante que no tiene una respuesta inequívoca. Si nos atenemos a la correlación de fuerzas políticas, el Polo aparece reducido a la marginalidad política con una representación exigua de 8 entre 102 senadores. Pero las elecciones presidenciales dejan ver otro panorama. En la primera vuelta presidencial, los sectores no comprome-tidos con el proyecto político del ex presidente Álvaro Uribe, sumaron cerca del 40% de los votos. Allí se vislumbra una correlación de fuerzas sociales de otro signo que tenemos que seducir y conquistar para el proyecto del cambio.

Falta de articulación de lo político con lo social

La articulación del partido político con el movimiento social. Ello hace parte del Ideario del Polo y de su estrategia de oposición. La mayor parte de la dirigencia de las organizacio-

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nes sindicales y sociales son, a su vez, dirigentes del Polo Democrático Alternativo. Del total de los 38 integrantes del Comité Ejecutivo Nacional del Partido, 22 ocupan un lugar destacado en el movimiento social. Sin embargo, la crítica de una ausencia de articula-ción entre lo político y social es permanente. La solución a esta aparente contradicción nos elude y no hemos desarrollado una táctica efectiva para tender los puentes nece-sarios que aglutinen una fuerza político social de oposición de envergadura, que tenga unidad de acción no solamente en la movilización social sino en la participación electoral.

Conclusiones

En Colombia debemos enmarcar la discusión sobre el tipo de partido dentro de exigen-cias institucionales y políticas que hoy impiden que cualquier partido de corte progresista llegue al Gobierno Nacional, si bien hay posibilidades de conquistas parciales de carácter local.

En primer lugar, debemos superar el conflicto armado. Para ello se requiere presión na-cional y también internacional, por lo que aprovecho esta reunión de partidos políticos latinoamericanos para convocarlos a sumarse a la exigencia del Polo Democrático Alter-nativo de buscar una salida política negociada al conflicto armado colombiano.

En segundo lugar, es indispensable una reingeniería del sistema electoral, mucho más allá de su reforma y modernización que puede ser cosmética. La introducción, entre otros factores, del pluralismo político a su organización es crítica, porque todavía tiene vigencia el viejo adagio de que “quién escruta, elige.”

Finalmente, sobre qué tipo de partido político requerimos las fuerzas progresistas para avanzar o, habiendo conquistado el gobierno, para conquistar y consolidar el poder, pue-do aportar a la discusión algunos elementos, basados en la experiencia que he vivido en el Polo Democrático Alternativo:

• Consenso fundacional, pero para decisiones fundamentales, vigencia de la regla de la mayoría, calificada desde luego, como norma permanente.

• Una política de alianzas amplia y dúctil, que guarde equilibrio entre las tesis irre-nunciables, el plazo y el momento para conquistarlas y las reformas democráticas que permitan el avance certero hacia los cambios estructurales.

• Amplitud en el espectro y mucha formación política y debate, sin descuidar la acción.

• Democracia interna, sin abusar de las elecciones, que tienden a fomentar la con-frontación interna no por tesis, sino por liderazgos individuales.

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• Reglas claras de interlocución, relacionamiento y de rendición de cuentas entre el partido y sus elegidos, en todos los niveles.

• Comunicación permanente entre los niveles del partido y las bases. No descuidar la comunicación presencial, pero acentuar la participación mediante redes socia-les, internet y demás formas de comunicación virtual. Ese y no los medios de comunicación deben convertirse en nuestro foro.

• Crear y promover medios alternativos de comunicación.

Para una perspectiva de futuro, mirar siempre adelante. Saldar el pasado. La juventud vive en el presente y requiere comprometer su inconformidad con proyecto de futuro que comprometa su imaginación.

Muchas gracias.

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3. Alianza País (AP) – Ecuador, Ricardo Patiño

a. Historia de AP

El movimiento político Alianza País4 fue promovido por un grupo de intelectuales y de organizaciones de tendencia progresista, por antiguos militantes de la izquierda radical y diversos dirigentes de ONG, en gran porcentaje cercanos a organizaciones ecologis-tas. Todos ellos conformaron una plataforma electoral para participar en las elecciones generales del 2006. Breves antecedentes del movimiento se puede rastrear en el grupo Jubileo 2000, organización enfocada al análisis y cuestionamiento del pago de la “deuda externa ilegítima”. Integrantes del Jubileo 2002 fueron sumando esfuerzos y concretando relaciones con otras organizaciones sociales y políticas, tanto a nivel nacional como local, con la finalidad de configurar un proyecto nacional que permitiera una transformación radical del Ecuador.

Fue de esta manera que, en noviembre de 2005 llegó a consolidarse el movimiento po-lítico Alianza País. Su consolidación estuvo marcada por la realización de asambleas nacionales, a las cuales se incorporaron el Partido Socialista y diversos movimientos humanistas y organizaciones de servidores públicos. Como base organizativa de la so-ciedad civil se unieron comités ciudadanos –familiares, barriales, zonales, locales y pro-vinciales– afines a la tendencia ideológica del movimiento.

Alianza País es una organización política nacional presente en todo el territorio ecuatoria-no, cuyo principio básico es la construcción del Socialismo del Buen Vivir. Para alcanzar dicho objetivo, ha considerado primordial articular un proyecto de cambio profundo que lucha por la democracia, la soberanía, la igualdad, la justicia social, la solidaridad y la diversidad. Busca erradicar la opresión, la dominación, la injusticia, la desigualdad y la miseria. Para transformar a la sociedad ecuatoriana desde la raíz, ha gestado un proceso revolucionario cuyo lema es el sumak kawsay. Alianza País es un movimiento que ha dado especial relevancia a valores fundamentales como la libertad, la justicia, la paz, la verdad, la solidaridad y la promoción del desarrollo equitativo y el bienestar común. Su finalidad última es crear una patria altiva y soberana, digna e incluyente.

La lucha que marca a Alianza País es la lucha por los grupos más vulnerables de la so-ciedad: pobres y desposeídos; indios, negros, cholos, chazos y montubios. Es la lucha

4 Manifiesto ideológico de Alianza País

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por sus derechos y oportunidades, por eliminar toda forma de exclusión y dominación y, de esta manera, trazar el camino hacia una democracia radical y a la vez participativa. Lo que le impulsa, de acuerdo a sus principios, es el fervor de transformación a través de la Revolución Ciudadana. Su empeño está en crear una patria nueva donde prime la unidad, la equidad, la justicia, la verdad y la práctica de valores humanos, patrióticos, cívicos y éticos y donde se funde una democracia plena a través del restablecimiento de la soberanía popular que conduzca al Buen Vivir de todos sus ciudadanos.

b. Reseña Biográfica: Ricardo Patiño

Economista de la Universidad Autónoma Metropolitana – Iztalalapa (México, D.F., Méxi-co). Realizó sus estudios de Post–grado en la Universidad Internacional de Andalucía, Sede la Rábida (España) y alcanzó el título de Maestro en Desarrollo Económico.

Ha ejercido cargos como: Subsecretario General de Economía en el Ministerio de Econo-mía y Finanzas de la República del Ecuador (julio a agosto de 2005); Asesor del Ministro de Economía y Finanzas de la República del Ecuador (junio a julio de 2005); Coordinador del Equipo Profesional designado por Jubileo 2000 – Red Guayaquil, para la elaboración de la Estrategia Nacional de Desendeudamiento (agosto a diciembre de 2003); Miembro Fundador y Gerente de la Cooperativa de Ahorro y Crédito “De todas” (febrero de 2003 a mayo de 2005); Coordinador del Comité Técnico y Asesor de la Comisión Interministerial de Empleo del Ecuador (marzo de 2001 a diciembre de 2002).

c. Ponencia

Alianza País, una alternativa a la partidocracia

En el año 2006, el Ecuador culminó una década de crisis política, producto de la falta de acuerdo de los grupos oligárquicos que se mostraron incapaces de conducir la República y que la colocaron en serio peligro de disolución: todas las instituciones democráticas habían llegado a niveles inverosímiles de ilegitimidad. En esas condiciones, el Movimien-to Alianza PAIS presentó una alternativa democrática radical de salida a la crisis, con la candidatura a la presidencia del economista Rafael Correa, que obtuvo el respaldo mayoritario en las urnas.

Parte importante de la crisis eran los partidos políticos que habían dejado de representar a la ciudadanía. Estas organizaciones, ninguna con verdadera presencia nacional, eran auspiciadas por un sistema político consagrado en una Ley de Partidos que promovía la usurpación de la representatividad política, niveles impúdicos de corrupción y desver-gonzadas actuaciones en defensa de los mayores intereses oligárquicos y anti naciona-

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les. Es lo que llamamos el régimen de la “partidocracia”. La consigna de “que se vayan todos”, con la que se produjeron las movilizaciones que terminaron con el gobierno de Lucio Gutiérrez, expresaban este sentimiento. Ganamos las elecciones porque supimos representar esta visión mayoritaria, proponiendo un cambio radical del sistema político.

Cuando el pueblo ecuatoriano aprobó la nueva Constitución de la República, consagró la posibilidad de superar la usurpación que el régimen de la partidocracia había hecho de la representación democrática.

Objetivos políticos iniciales

Alianza PAIS se fijó objetivos políticos que resultaban indispensables para producir esta transformación democrática y mantener la paz de la República. Esos objetivos fueron: ga-nar las elecciones a la presidencia, convocar una Asamblea Constituyente, obtener una mayoría de asambleístas que garantizaran la más amplia participación ciudadana, asegu-rando el respaldo a la nueva Constitución; impulsar, a nivel territorial un nuevo modelo de gestión administrativa con el mayor número de Gobiernos Autónomos Descentralizados pertenecientes al Movimiento Alianza PAIS; y, elegir el nuevo presidente que encabezara este proceso de transformación de la sociedad ecuatoriana.

En siete elecciones sucesivas, entre el 2006 y el 2009, se cumplieron estos propósitos con gran respaldo popular expresado en las urnas, lo que le dio a nuestro proyecto el capital político suficiente, la legitimidad para avanzar en la solución a la crisis social, eco-nómica y política que el modelo neoliberal había provocado en la sociedad ecuatoriana. No abordaremos en este artículo más que la forma en que concebimos los cambios en el sistema político nacional, para superar aquello que hizo crisis y que mereció el rechazo mayoritario de la población.

Fin de una etapa

Para nosotros, conquistar estos objetivos políticos constituyó el fin de una etapa. Hay que señalar que la organización política que construimos en este proceso estuvo marcada por la necesidad de ganar elecciones, lo que marcó su carácter: nos volvimos expertos en campañas electorales, características que resultan insuficientes en el momento actual.

Hoy tenemos una nueva Constitución y una Ley Orgánica que regula el funcionamiento de las organizaciones políticas. El nuevo marco legal garantiza los derechos políticos que la ciudadanía ha obtenido y las formas de construir la representatividad, pero corre el peligro de quedar en letra muerta, si no cambiamos nuestras formas de entender y hacer política. Una nueva cultura política debe nacer y eso no se logra de la noche a la mañana,

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porque está compuesta de profundas y enraizadas costumbres aprendidas en decenas y centenas de años de vida republicana.

Para alianza PAIS el reto es enorme, por nuestra condición de ser la organización política de carácter nacional con mayor respaldo ciudadano. Además de adecuarnos y cumplir las normas jurídicas ya establecidas, debemos forjar la nueva democracia que necesitamos para organizar la sociedad del Buen Vivir que propugnamos.

Estado y Organización Política

Nuestra Constitución establece que los movimientos y partidos políticos son organizacio-nes públicas no estatales. Establece, por tanto, que las organizaciones políticas se deben constituir desde la sociedad.

En el modelo de democracia que pretendemos construir, en la sociedad del Buen Vivir que propugnamos y que la misma Constitución nos obliga a concebirla e implantarla, como una sociedad donde se respetan los derechos individuales y colectivos, no cabe ninguna clase de clientelismo organizado desde el aparato del Estado. La experiencia latinoamericana nos muestra con claridad todos los vicios de corrupción, de violencia estatal y de condena a la pobreza y exclusión de las mayorías cuando se ha pretendido construir las organizaciones políticas desde la burocracia, independientemente de la bue-na voluntad o las justificaciones para tales modelos.

No tienen cabida, tampoco, formas de suplantación de la participación política directa de la ciudadanía, a nombre de una supuesta democracia representativa, tergiversada por la práctica del régimen de la partidocracia, que la redujo a convocarnos cada cierto tiempo a las urnas para elegir, no a un primer mandatario sino al sexto o séptimo, porque por encima estaban quienes representaban los organismos multilaterales de crédito, ciertas embajadas, los dueños del país, los poderes fácticos. A nombre de la democracia repre-sentativa se nos usurpó nuestro derecho a la participación en las decisiones de lo público, se soslayó la rendición de cuentas y campeó la impunidad.

Son grandes los retos que tenemos por delante en este sentido. Los principios y derechos políticos establecidos en la Constitución, las normas establecidas en el Código de la De-mocracia, aún son insuficientes, porque de lo que se trata es también de cambiar viejas prácticas, viejos comportamientos, en definitiva, de cambiar formas de nuestra cultura po-lítica heredadas del viejo régimen. Me pregunto como ejemplo: ¿la nueva institución de la “silla vacía” en los Gobiernos Autónomos Descentralizados, está siendo utilizada eficien-temente? ¿Permite la ciega oposición política en la Asamblea Nacional que se practique la consulta previa con la eficiencia que sería deseable? ¿Practicamos la elaboración de presupuestos participativos? Hay camino todavía por recorrer. Tarea de la organización

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política que pretendemos construir es la de organizar la participación ciudadana. Avanzar hacia la democracia directa.

Queremos ser la organización política más grande y mejor organizada de la historia na-cional; queremos juntar la más alta representación política en nuestras filas, pero reco-nocemos y respetamos otras identidades, nacionales y locales, y que representen otros intereses distintos de los que nosotros pretendemos representar. En este sentido, no suscribimos la tesis del partido único, no nos empeñamos en ocupar todo el espectro po-lítico y negar a otros su legítimo derecho a construir su representatividad política. Pero no somos responsables de su debilidad. En la realidad actual, lo que sucede es que mientras los opositores del gobierno de la Revolución Ciudadana permanezcan anclados al empe-ño de reconstruir el derrumbado viejo régimen, mientras no se les ocurra otra cosa que conspirar contra el orden democrático, mientras no miren al futuro, no lograrán alcanzar esa representatividad que los legitime en el nuevo orden constitucional.

Organización política y movimientos sociales

Es fundamental promover la organización de la sociedad, pero entendemos que no de-bemos confundir los roles de estas organizaciones sociales con la de las organizaciones políticas. Fijar los límites de las organizaciones políticas en relación con la sociedad y con las organizaciones sociales, también forma parte de la construcción del nuevo sistema político.

Tenemos claro que, con el viejo sistema político, también entraron en crisis las viejas formas de organización social: las viejas prácticas corporativistas llegan a su fin, para dar paso a la organización de los productores que, a la vez que defienden sus intereses consagrados en los derechos constitucionales, se vuelven partícipes de las soluciones que reclama una sociedad en pleno proceso de transformación.

Nos hemos asignado el deber como organización política de fortalecer, promover y crear organización social y respetamos su autonomía, sus luchas, la defensa de sus intereses. Hemos dicho no al clientelismo, que es una tentación siempre presente porque esta-mos en el gobierno. Luchamos, eso sí, porque las organizaciones sociales plieguen a la Revolución Ciudadana, respalden nuestra organización política y al gobierno de Rafael Correa. Nos prohibimos la oferta demagógica y el clientelismo, pero damos luz verde para el proselitismo por nuestra causa; nos prohibimos la manipulación, especialmente de los sectores más humildes, pero organizamos la educación política; prohibimos para nuestra militancia la promoción de caciques y líderes populistas y corruptos, para dar paso a verdaderos dirigentes honestos que abundan en los sectores populares y socia-les; luchamos por acabar con la despolitización de las organizaciones sociales promovida en los hechos y en la vieja legislación, para dar paso a la organización de ciudadanas y

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ciudadanos conscientes y preocupados de los problemas nacionales; debemos promover la democracia al interior de las organizaciones. Y esto que es para nosotros un deber, porque creemos firmemente en la participación ciudadana, también debería serlo para otras organizaciones políticas que representan legítimamente otros intereses.

Política de alianzas

No nos es fácil, como no lo es para ninguna de las organizaciones políticas de nuestra América, resolver la contradicción que implica el pretender ser una organización política construida desde la sociedad y, a la vez, ser organización política en el gobierno. De hecho, la experiencia latinoamericana, aún en los casos de un mayor número de años en esta situación, arroja no pocos tropiezos y hasta fracasos. Nos referimos a la situación actual de gobiernos progresistas y de izquierda de este inicio de siglo. Donde con mayor claridad se expresa la contradicción es en el tratamiento de la política de alianzas, porque simultáneamente se deben resolver las tareas de construcción nacional con las de lograr una sociedad de mayor justicia y de equidad, es decir de compaginar la construcción de la unidad nacional con la opción por los más pobres y excluidos y la tarea de corregir toda clase de inequidades.

En el caso ecuatoriano, nos empeñamos en distinguir lo que es una política de alianzas necesaria para garantizar la gobernabilidad: el éxito en el cumplimiento de las tareas de construcción de la unidad nacional; y la política de alianzas que debemos cumplir desde la organización política para garantizar la sostenibilidad del proyecto. Desde el mismo 15 de enero del 2007, el gobierno de la Revolución Ciudadana, presidido por Rafael Correa, no dudó en contar con los poderes locales para cumplir con las promesas de descentralización y de ejecución de la obra pública e inversión social, aún de aquellos gobiernos locales dirigidos por opositores políticos, con gran éxito en el objetivo de lograr unidad nacional y modificar una situación previa de inequidades regionales. Sin embargo, sería insuficiente si no se logra la constitución del sujeto social y político que garantice la irreversibilidad del proceso de transformación, en el sentido democrático, que prefigura la Constitución actual y la voluntad popular expresada en las urnas.

El presidente de la República, Rafael Correa, en su doble papel de líder político y director nacional de la Alianza PAIS lo ha formulado, llamando la atención sobre el hecho de que el enorme capital político acumulado desde la gestión gubernamental, no tiene su corres-pondencia en la organización política, capaz de representar legítimamente la voluntad ciudadana mayoritaria. En esa tarea nos encontramos en estos días, en que estamos desarrollando la Convención Nacional de Alianza PAIS, sobresaltada por los afanes gol-pistas y sediciosos de los defensores del viejo sistema político.

En resumen, en el marco de la nueva legislación, que transforma el viejo sistema político

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de partidos y que prefigura un nuevo régimen democrático y participativo, a la luz de las tesis aquí brevemente esbozadas, caminamos hacia la construcción de una nueva cultura política a tono con esa sociedad del Buen Vivir que la mayoría anhelamos. A la espera, además, de que los opositores abandonen las posturas retrógradas, que solo les han dado fracasos, y miren al futuro donde solo cabe un País democrático y en paz.

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TERCERA PARTE

Estructura, Democracia Interna y Modos de Organización de los Partidos

Políticos

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Pregunta Eje:

¿Qué modos y experiencias de institucionalización interna de los partidos y movimientos políticos facilitan la interlocución entre política y sociedad? ¿Bajo qué mecanismos y métodos se ga-rantiza una participación y deliberación democrática interna al partido? ¿Cómo hacer real la participación y la unidad de diver-sas tendencias dentro de un partido o frente?

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1. Partido del Movimiento al Socialismo (PMAS) – PARAGUAY, Jorge Cabral

a. Historia del PMAS

El Partido del Movimiento al Socialismo (P–MAS)5 tiene como principio ser “un partido de los sectores populares, organizado de forma democrática y participativa. Un partido revolucionario, orientado hacia el socialismo y basado en el humanismo”.

El P–MAS, fundado el 1 de mayo del año 2006, se originó en la lucha y trabajo político emprendidos por diversas organizaciones y sectores populares, que han ido gestando un cambio social. Es un movimiento que, a pesar de su composición tan diversa, se ha caracterizado por la permanente cooperación y debate entre sus integrantes. Su propó-sito ha sido impulsar una verdadera emancipación de todos los pueblos, cuyo accionar en conjunto se ha dirigido a la creación de un nuevo Paraguay más justo, participativo, transparente y democrático, vinculado a la ciudadanía.

Su enfoque primordial y su nudo articulador ha sido la lucha por la construcción del socia-lismo, de ahí su nombre; pero además, por constituirse en un partido revolucionario iden-tificado con el anti–capitalismo. Su permanente impulso a la autogestión y a la iniciativa de los sectores populares ha tenido como finalidad apuntalar nuevos valores dentro de la sociedad. Valores más colectivos y solidarios que promuevan relaciones entre los seres humanos exentas de explotación y dominación; donde el desarrollo de las capacidades de las personas y su realización estén en el centro de sus objetivos.

Para dicho fin, el P–MAS ha considerado la necesidad de generar un cambio revolucio-nario, una transformación radical, basada e inspirada en un profundo humanismo que ha guiado a un sinnúmero de movimientos revolucionarios a lo largo de la historia. Desde su nacimiento, lo que ha pretendido es unificar la lucha popular, aquella que provenía de los grupos estudiantiles, sindicales y sociales y lo ha logrado. En la actualidad el P–MAS se ha consolidado como una organización de izquierda, alejada del dogmatismo y encami-nada hacia el fortalecimiento del socialismo.

Ha considerado, además, que los fines transformadores del socialismo deben realizarse por medio de la lucha electoral, por medio del mandato popular, el cual traza el camino a

5 P–MAS

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seguir para un país y las preferencias de un pueblo. Por tal motivo, el partido ha puesto todo su esfuerzo en organizar a los sectores populares con el fin de alcanzar el triunfo electoral. De esta manera el P–MAS se lanzó a la escena política, participando en las elecciones municipales de 2006; presentó candidaturas en diversas ciudades del país y obtuvo una concejalía en la ciudad de Asunción, la primera concejalía socialista en la historia paraguaya.

b. Reseña Biográfica

Jorge Cabral se desempeñó como profesional bancario desde 1990 hasta el año 2006 y desde muy joven participó en las organizaciones de trabajadores de este sector. Fue Secretario General del Sindicato de Trabajadores del ABN Amro Bank, así como miem-bro de la directiva por varios periodos. En el año 1995, con 25 años de edad, se con-virtió en el Secretario General más joven de la Federación de Trabajadores Bancarios (FETRABAN), de la que formó parte de la directiva hasta el año 2006, cuando decidió dedicarse de lleno a la política, y se presentó como candidato a concejal municipal por el P–MAS.

Desde el año 2003 militó en el Núcleo Revolucionario Socialista y es miembro fundador del Partido del Movimiento al Socialismo. Se ha desempeñado como Coordinador de Finanzas, Prensa y, actualmente, del área de Análisis de Coyuntura.

Forma parte del Centro de Estudios Germinal, dedicado al apoyo y fortalecimiento de organizaciones sociales, juveniles y gremiales, en el cual se desempeña como formador y asesor de dirigentes.

c. Ponencia

Paraguay inició su tradición bipartidista luego de la guerra contra la triple alianza, cuando en 1887 fueron fundados el Partido Colorado y el Partido Liberal. El Partido Colorado tenía una fuerte influencia del Brasil y el Partido Liberal la tenía de Argentina.

Ambos disputaron el gobierno de la República desde esa época hasta el 2008, y los golpes de estado, revoluciones y guerras civiles fueron la constante en dicha disputa. La primera insurrección del Partido Liberal contra el Partido Colorado se dio en 1891, pero fracasó, y los liberales sólo llegaron al poder en 1904, tras la Revolución Nacional. Se mantuvieron en el gobierno hasta 1936, año en el que fueron derrocados por un golpe militar. Luego de un corto periodo, este gobierno cayó y los liberales retomaron el poder hasta el año 1946. En ese año empezó una «Primavera Democrática» y, partidos como el Comunista, acrecentaron su influencia en los sectores de campesinos y trabajadores.

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Este proceso se cortó abruptamente con la revolución de 1947, una guerra civil que divi-dió profundamente al país y que terminó por llevar al poder al Partido Colorado.

En 1954, los militares dieron un golpe de estado y se instalaron en el poder. Su líder, Alfredo Stroessner, instauró entonces una de las dictaduras más largas de la historia, que duró 35 años, hasta el 3 de febrero de 1989.

La dictadura se sostuvo sobre la unión de tres pilares poderosos: Fuerzas Armadas, Par-tido Colorado y toda la estructura del Estado.

En 1989, tras otro golpe militar, se inició la transición democrática, pero el Partido Colora-do se mantuvo en el gobierno hasta el 20 de abril de 2008, año en el que finalmente fue derrotado por una alianza de partidos en la cual destaca el liberal, por su caudal de votos.

La dictadura de 35 años y los siguientes 20 de gobierno colorado, dejaron al país sumido en una profunda pobreza, atraso y un altísimo nivel de corrupción.

La izquierda en Paraguay se visibilizó en el año 1928, cuando el Partido Comunista parti-cipó legalmente y llegó a reunir unos 10 mil afiliados. Su influencia empezó a sentirse en el movimiento campesino, el obrero y el estudiantil.

Luego de la breve «Primavera Democrática», y ya iniciados los enfrentamientos con la dictadura de Stroessner, el partido comunista formó el FULNA, Frente Unitario de Libera-ción Nacional, movimiento armado que llegó a causar serias bajas entre las fuerzas del gobierno. Esta guerrilla fue destruida solamente después que se dio la división interna en el PC, cuando el PCUS se declaraba en contra de la guerrilla en América Latina.

Entre los años 1960 y 1970 surgió el Movimiento Independiente, nacido en el movimiento estudiantil universitario e inspirado en lo que ocurría en Cuba y otros países de América, aunque sin asumirse propiamente como un movimiento de izquierda.

En la década de los 70 se dieron los últimos intentos de lucha armada contra la dictadura. Uno de los más importantes fue la OPM (Organización Político Militar) la cual se nutrió de los cuadros que se habían formado en el movimiento universitario durante la década an-terior. Se pretendió conformar un gran frente nacional anti–dictatorial y anti–imperialista, para poder impulsar una revolución socialista, inspirada en la revolución cubana y en la sandinista de Nicaragua.

Pero la dictadura de Stroessner, una de las más sangrientas de América, logró desarticular y quebrar toda organización y movimiento popular; logró frenar todo proceso de organización y desvinculó generacionalmente a estas organizaciones con las que existen actualmente. Toda una generación de luchadores y luchadoras del movimiento obrero, campesino,

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estudiantil y político, fue exiliada o asesinada por la dictadura, lo cual hizo que la siguiente generación en recoger las mismas banderas, no tuviera vinculación viva y directa con todas esas experiencias.

En la década de los 80 se empezó a dar una rearticulación de los movimientos populares, especialmente en el movimiento estudiantil y obrero; principalmente porque la dictadura estaba entrando en una fase de crisis económica. Habían culminado las grandes obras como la represa hidroeléctrica de Itaipú y la población empezaba a cuestionar al gobierno.

Tras un golpe palaciego, y derrocado por su propio consuegro, en febrero de 1989 cayó Stroessner y lo que debería haber significado la rearticulación de los movimientos de izquierda, realmente se convirtió en lo contrario. Ese mismo año cayó el muro de Berlín y la URSS, lo cual terminó por fracturar el proceso de unidad que se estaba gestando.

La división se profundizó y la izquierda terminó por atomizarse en diversos grupos, la mayoría de los cuales, decidieron volcarse al campo, dejando prácticamente abandonado el trabajo estudiantil y sindical.

Los orígenes del P–MAS se remontan a los años 90 y al movimiento estudiantil. Algunos de los dirigentes actuales estaban organizados en el Movimiento por la Organización Secundaria. Acababa de caer la dictadura y los estudiantes secundarios se organizaban para crear centros de estudiantes a nivel nacional. Se reunían en plazas y visitaban los colegios llevando como principal herramienta un proyector y una película: «La noche de los lápices», que trataba sobre la dictadura argentina y la tortura a los estudiantes que se habían organizado para alfabetizar.

Después buscaron métodos más atractivos, porque notaron que muchos estudiantes quedaban más atemorizados que estimulados para participar. Stroessner había caído, pero los mismos policías y militares seguían en el poder. Entonces encararon el trabajo con la consigna de «libertad en los colegios», desafiando las reglas contra el pelo largo, los aros, la barba, etc. lo cual era visto por un sector de la izquierda como reivindicaciones pequeño burguesas. Pero la lectura de los estudiantes era que, si no conseguían una adhesión aunque fuera cultural a algo nuevo, no iban a poder conseguir más adelante una vinculación de carácter de clase.

El movimiento tomó cuerpo con la campaña por el boleto estudiantil, la cual le permitió vincularse a los movimientos obreros y campesinos, que se encontraban en un momento de crecimiento organizativo y de movilización. Se inició también la formación de núcleos en los colegios, hasta llegar a conformar el Frente Estudiantil Secundario.Los estudiantes hacían corte de calles, protestas en el parlamento y participaban de las

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huelgas y mítines del movimiento sindical, lo cual dinamizaba el crecimiento del movi-miento.

Luego se avanzó en lo que sería el movimiento de objeción de conciencia, como objeción al servicio militar obligatorio, y se logró incorporar el derecho a la objeción de conciencia en la Constitución Nacional de 1992.

Como la mayoría de los movimientos de izquierda se había volcado al campo, el contacto del movimiento estudiantil con estos sectores era mínimo y, la poca relación que existía, entraba en conflicto con las actitudes sectarias y las lecturas mecánicas de los dirigentes políticos, que pretendían imponer sus líneas en el movimiento estudiantil. Esto hizo que la independencia política de aquel movimiento estudiantil se diera más por su propia consolidación, que por una discusión ideológica.

Al terminar la secundaria, dejaron de ser parte del movimiento y formaron un espacio llamado «Casa de la Juventud». Al principio reprodujeron la práctica de la izquierda de ese tiempo, que era volcarse al campo, lo cual limitaba bastante el crecimiento del grupo, ya que no se trataba propiamente de un trabajo de jóvenes, para los jóvenes y con los jóvenes. La Casa de la Juventud comenzó a funcionar como un espacio socio–cultural, un espacio físico donde se agrupaban jóvenes que no tenían necesariamente un plantea-miento político socialista, sino problemas o intereses puntuales. Se empezaba a generar un colectivo que buscaba hacer trabajo voluntario en la comunidad, montar una radio comunitaria y otras tareas posibles para el grupo.

Hacia el año 2000, y tras haber participado de las primeras experiencias de formación política, el grupo empezó a reconocer los límites de la Casa de la Juventud para poder desarrollar una militancia más política. En el 2003 decidieron conformar un grupo más restringido y profundizar la vinculación con la teoría marxista; formaron el «Núcleo Revo-lucionario Socialista», como un grupo de apoyo que buscaba impulsar un frente amplio de izquierda.

El Núcleo Revolucionario Socialista tenía una dinámica de asamblea bastante fuerte. Las asambleas anuales, en las cuales se evaluaban las acciones realizadas y se decidían las nuevas líneas de acción, duraban de 3 a 4 días, y en algunos casos más. Esta práctica asamblearia se reproduciría incluso en los primeros años del partido, con sus ventajas y desventajas.

El 2003 era un año electoral y la izquierda buscaba ensayar un frente unitario. Dos años antes, tres dirigentes del movimiento Patria Libre habían sido víctimas del terrorismo de estado: habían sido acusados de ser responsables de un sonado secuestro y se los ex-ponía públicamente como prófugos. La realidad era que la policía judicial era autora del secuestro y tortura, y la familia de uno de los secuestrados había ubicado la casa donde

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los mantenían ocultos. El caso tuvo repercusiones a nivel nacional y el nombre del movi-miento Patria Libre se hizo famoso en el plano político.

Varios movimientos de izquierda, entre ellos el Núcleo Revolucionario Socialista, se plan-tearon entonces la tarea de obtener el registro electoral para formar el Partido Patria Libre y presentarse bajo esa chapa en las elecciones generales del 2003, bajo el lema de «Izquierda Unida». El resultado, en términos electorales, fue una derrota, pero para el Núcleo representó la primera experiencia masiva de afiliaciones y campaña electoral a nivel territorial y sectorial.

Terminadas las elecciones, el proceso de unidad se vio interrumpido principalmente por la criminalización que sufrieran los dirigentes del Movimiento Patria Libre, quienes se vieron obligados a salir del país y solicitar refugio en Brasil.

El Núcleo realizó una autocrítica del proceso electoral y decidió mantenerse como grupo restringido, pero buscando nuevos cuadros y afianzando la formación política. Decidió también llevar adelante un proceso de acumulación en las universidades y colegios, en el movimiento sindical y, sobre todo, en los barrios.

En el 2006 se realizaban las elecciones municipales y distintos grupos de izquierda se acercaban al Núcleo para plantear una alianza con miras a las elecciones. Las asambleas y reuniones para decidir qué rumbo tomar llegaron a una conclusión y se decidió confor-mar un partido. La tarea era dura, pues se requerían 10 mil afiliaciones en un plazo menor a 4 meses. Sobre todo, era difícil porque se tendría que ir los barrios a pedirle a la gente que se afiliara a un partido socialista.

El objetivo era rescatar el concepto del partido como una parte de la sociedad que toma posición de una clase social en movimiento. El partido es para nosotros un instrumento político de transformación y, en nuestro caso, nacía de diversos movimientos, estudianti-les, sindicales, culturales, que confluían en un mismo camino: el socialismo.

El objetivo se logró y ese mismo año, por primera vez en la historia, era elegida una conceja-la socialista, nada menos que en la capital del país. El P–MAS había logrado obtener el 5% de los votos en Asunción y se presentaba como una fuerza de izquierda joven y dinámica.

Era nuestra segunda experiencia electoral como grupo y la primera como partido, lo cual representaba un éxito rotundo, que se había logrado en gran parte debido a dos factores: la forma de organización y el hecho de ser un actor novedoso y emergente.

La práctica altamente asamblearia, en la campaña electoral dio paso a una estructura bastante vertical, bajo un comando de campaña. El partido se organizó rápidamente en núcleos de base, a los cuales denominamos pirámides. Estas tenían un coordinador, bajo

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cuyo mando se organizaban compañeros del primer nivel y a su vez bajo estos, simpa-tizantes y adherentes del segundo nivel. La estructura era vertical y cada nivel tenía un nivel distinto de exigencias; cuanto más alto el nivel, mayor la exigencia.

Con esto se lograba delegar las responsabilidades de manera práctica y llevar un se-guimiento más cercano, pues cada nivel rendía sus informes desde arriba hacia abajo, sobre las visitas realizadas y los probables votos, generando un esquema de trabajo más ordenado, sistemático y mucho más científico que el asambleario.

El mismo esquema de trabajo, a una escala superior, en las elecciones generales del 2008, en las cuales triplicamos la cantidad de votos en Asunción; solo faltaron 1000 votos para obtener un escaño en la cámara de diputados. Los resultados de esas elec-ciones, a nivel partidario y de la izquierda, fueron históricos. En la Presidencia de la República se había logrado derrotar al Partido Colorado, tras 60 años ininterrumpidos de gobierno.

La candidatura del ex obispo Fernando Lugo triunfó, apoyada por una alianza entre parti-dos conservadores, como el liberal, con partidos de centro y de izquierda, como el P–MAS.

El rol y la campaña mediática que llevó adelante el P–MAS generaron incluso simpatía de los compatriotas en el exterior. La campaña se denominaba «Que viajen ellos» y recogía el profundo descontento de los paraguayos y paraguayas que debían viajar al exterior, separándose de sus familias para buscar un trabajo y poder sobrevivir, debido a las pési-mas condiciones económicas en las que se encontraba el país.

Tras haber pasado como Núcleo por diversas experiencias de formación en talleres, gru-pos de lectura, cartillas, manuales, que provenían de diversos lugares y experiencias, el Núcleo entró en contacto con el Núcleo de Educación Popular 13 de Mayo del Brasil. Este grupo provenía de una experiencia de trabajo de formación, que retomaba muchos elementos de la educación popular clásica. Ellos desarrollaron una metodología que les permitía ofrecer una visión general y una crítica de la sociedad capitalista. Tras pasar por un ciclo elemental de formación en economía política, uno podía tener un panorama general del capitalismo.

Los cursos básicos reproducen una vivencia y mediante ésta se comprenden vivencial-mente los conceptos. Se desarrollan dinámicas donde cada participante juega un rol y se empiezan a vivir los conceptos. De esa forma llegar a un concepto es solo darle un nombre a una práctica que ya se desarrolló y se vivió previamente.

Luego de haber participado en los cursos básicos, los miembros del Núcleo participaron en los cursos de formación de formadores. Estos, además de ofrecer las herramientas para reproducir los cursos básicos, sirvieron principalmente como un proceso de forma-

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ción teórica, que nos permitía fortalecer la formación política de nuestros militantes para convertirnos en cuadros del partido.

El Capital, de Marx, los textos sobre el sentido común de Gramsci y de educación popular de Paulo Freire son estudiados y desarrollados en un contexto en el que las técnicas de educación popular se confunden, en nuestro caso, con el modo de trabajar en los barrios o en los sindicatos. En resumen, no chocar con lo que el otro piensa, no situarse como alguien que sabe frente a alguien que no sabe.

Esta experiencia de formación nos permitió hacer un inventario y una crítica a nuestras experiencias de formación anteriores y generó también una disciplina en el estudio y en la formación, como un pilar fundamental para el partido y reveló la necesidad vital de des-tinar cuadros del partido como formadores de nuevos formadores y cuadros militantes.

El haber tomado esta decisión nos ha permitido lograr una matriz homogénea de análisis de la realidad en la que actuamos. Nos ha permitido definir el carácter revolucionario y anti–capitalista de nuestro partido y ha sido la diferencia cualitativa que nos caracteriza como un partido de cuadros formados y bien organizados. Este elemento es muy impor-tante a la hora de analizar la democracia interna en nuestro partido.

Los dirigentes revolucionarios no nacen, se forman a lo largo de mucho tiempo y como resultado del trabajo colectivo. La formación y educación de los cuadros es para noso-tros una condición necesaria para el logro de una efectiva dirección del partido y para la continuidad del mismo.

A pesar de no haber obtenido un lugar en la cámara de diputados, el papel que jugó el P–MAS en la campaña fue reconocido por el Presidente Lugo y nuestros compañeros y principales referentes fueron designados al frente de la Secretaría de Emergencia Nacio-nal y el Vice Ministerio de la Juventud.

Conscientes de los riesgos de burocratización que implicaba participar en las institucio-nes del Estado, el P–MAS realizó entonces su primer Congreso, para re–definir su estruc-tura, su forma de organización y sus instancias de decisión.

Luego de meses de discusión, en seminarios, talleres y asambleas, el partido definía sus líneas de trabajo para los siguientes 5 años de la siguiente manera:

• Trabajo sectorial: que comprende al movimiento sindical, estudiantil y juvenil.• Trabajo territorial: que comprende el trabajo de los núcleos en las distintas zonas

del país.• Trabajo institucional: que comprende el trabajo del partido desde las instituciones del

estado en las cuales asumíamos responsabilidades en el gobierno de Fernando Lugo.

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También quedaba a cargo de la Secretaría Política del partido, la conformación de equi-pos de trabajo específicos de acuerdo a las coyunturas que fueran surgiendo.

La autonomía de los núcleos territoriales y sectoriales y la dinámica del movimiento, que venía ya del Núcleo, hacen que el P–MAS se movilice permanentemente en base a rei-vindicaciones y problemáticas sociales que van surgiendo en los distintos sectores en los que activamos. Así, estamos con las víctimas del criminal incendio del supermer-cado Ycua Bolaños, como con las marchas del movimiento sindical, o las acciones del movimiento estudiantil, pero con una constante: siempre ayudamos a organizar, nunca decimos qué se debe hacer. Así, de luchas y reivindicaciones sectoriales o particulares, las personas y grupos entran en contacto con otros grupos y personas con problemas di-ferentes, pero con características similares y pasan de una lucha particular a una general: la lucha contra la sociedad capitalista.

Debido a esta dinámica, no hay un Comité Central que establece una línea que tiene que ser aplicada por todos, desconociendo las particularidades de cada lucha, sino que cada grupo es el que empuja hacia arriba y dice «esto es lo que hay que hacer». El P–MAS es en realidad un grupo de grupos.

Las decisiones se toman por consenso, han sido casi nulas las ocasiones en que se ha recurrido a la votación como mecanismo de definición, pues lo que se busca es debatir, discutir y llegar hasta agotar esta discusión en términos de argumentos. Esto nos permite cohesionar el grupo y evitar divisiones.

Para esto es vital el hecho de tener una formación política común, pues eso nos permite debatir y contrastar nuestras posturas en un marco de análisis común y aplicar luego el centralismo democrático, pues una vez que una postura supera a las demás en términos de argumentos, todos avanzamos juntos en la aplicación de la línea definida.

Esta estructura horizontal de los núcleos territoriales y sectoriales se transforma en épo-cas electorales, en una efectiva y vertical maquinaria.

Los órganos de decisión y consulta en el P–MAS son el Congreso, que es la máxima instancia; este se realiza cada cinco años y elige 30 miembros de la conducción quienes, a su vez, eligen a diez miembros para conformar la Secretaría Política.

Si se diera la necesidad de discutir las líneas establecidas en el Congreso antes de que termine el período de 5 años, puede convocarse a Conferencias, con las mismas prerrogativas que un Congreso, pudiendo incluso revocar el mandato de la Conducción Nacional.

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2. Movimiento al Socialismo (MAS) – Bolivia, Sergio Loayza

a. Historia del MAS

El Movimiento al Socialismo (MAS) tiene sus inicios en una línea de izquierda de la Fa-lange Socialista Bolivariana, la cual se escindió formando el partido Movimiento al So-cialismo Uzanguista (MAS–U). El MAS–U quiso dar coherencia a las reivindicaciones de los cocaleros, basándose en una estrategia centrada en la oposición a los gobiernos de ese periodo. El objetivo era crear un Movimiento que lograra la igualdad social para las mayorías, al igual que promoviera un movimiento de renovación moral, ética y política.

El MAS se fundó 1995, eliminando de su nombre la “U” por motivos prácticos y se des-marcó así de su pasado falangista. Dos años más tarde, en 1997, el MAS se alió con otros partidos indigenistas de movimiento cocalero. En ese año, bajo la presión de las fechas electorales, se necesitaba un partido ya registrado, por lo que se decidió que el MAS se fusionase con el Instrumento de Soberanía Popular y la Confederación de Trabajadores del Trópico Cochabambino (IPSP). Por ello, el Movimiento fue refundado el 23 de julio de 1997, bajo la nueva dirección de Juan Evo Morales Ayma. El MAS–IPSP solicitó a la Corte Nacional Electoral la inclusión oficial de la sigla IPSP, pero la Corte negó esa solicitud.

Con la coalición, en las elecciones generales lograron cuatro diputaciones en el depar-tamento de Cochabamba y presencia a nivel nacional. Evo Morales llegó al Parlamento como diputado por Cochabamba, permitiendo que el MAS liderara gran parte de las pro-testas sociales ocurridas en Bolivia en reclamo de la recuperación de la propiedad estatal plena sobre el gas y otros hidrocarburos, que habían sido dadas en concesión a empresas privadas durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada. Asimismo, se propusieron luchas por integrar a la sociedad boliviana al mundo moderno, en condiciones equitativas.

En 1999, en las elecciones municipales, el MAS logró ganar las alcaldías de Chaparé, Los Yungas y zonas de colonización; fueron elegidos en todo el país más de 100 conceja-les/as masistas. En el 2001, Evo Morales fue ratificado como presidente del MAS y David Añez Pedraza, como presidente vitalicio.

Un año más tarde, el MAS–IPSP presentó su estatuto Orgánico, la Declaración de Princi-pios y el Programa de Gobierno. La Corte Nacional Electoral, sin embargo prohibió utilizar la denominación IPSP, quedando solamente como Movimiento al Socialismo (MAS).

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b. Reseña Biográfica

Es el Vicepresidente de la Dirección Nacional del MAS–IPSP. Se desempeña como Se-cretario General de la Comunidad Nuevos Horizontes y Secretario Ejecutivo de la Fede-ración de Comunidades Interculturales de Rurrenabeque. Es Secretario Ejecutivo de la Confederación Sindical de Colonizadores de Bolivia.

Fue candidato a Diputado Plurinominal por el Departamento Beni y candidato a alcalde Municipal de Rurrenabeque. También fue candidato a senador por el Beni en las últimas elecciones. Ejerce e como dirigente Nacional del MAS–IPSP.

c. Ponencia

Hermanos y hermanas: muy buenas tardes, en nombre del presidente de Bolivia, Evo Morales, y en nombre de la dirigencia del Movimiento Al Socialismo, traigo un saludo fraternal. Quiero agradecer al presidente Rafael Correa y al Ministerio de Coordinación de la Política y Gobiernos Autónomos Descentralizados de Ecuador, por permitirme estar presente en este escenario denominado Foro Internacional de Partidos Políticos de La-tinoamérica. Estamos aquí, en Quito, porque compartimos el mismo sueño y los mismos objetivos: el poder construir un país distinto, un mundo distinto, con dignidad y soberanía política y económica.

El que habla no tiene formación académica, no soy intelectual, vengo del pueblo; al igual que el presidente Morales, surgí de las luchas sociales. Nos hemos formado en la prisión, en el bloqueo de caminos, resistiendo a las políticas neoliberales que implantaron los partidos tradicionales.

Vamos a hablar de estructura, democracia interna y modo de organización de los partidos: eso significa mirar al pasado, un pasado donde los pueblos indígenas siempre hemos sido excluidos, de manera sistemática, de la vida política, económica y social del país.

La organización de los partidos tradicionales de mi país ha intentado implementar el mo-delo hegemónico neoliberal, que promovió la supremacía del capital financiero en su modalidad especulativa. Este proceso se dio prácticamente en todos los países de Amé-rica Latina. Se debilitó la capacidad de financiación y de control por parte del Estado y se multiplicó el desempleo y las distintas formas de precarización, en todos los niveles laborales. Estos ensayos han generado el descontento de las mayorías nacionales, que ocasionaron que varios gobiernos fueran sustituidos en los últimos años. Frente a esta crisis y agotamiento neoliberal, los pueblos indígenas, después de muchas luchas, nos hemos planteado la necesidad de contar con un instrumento político capaz de canalizar las demandas de los sectores prioritarios del país.

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El 27 de marzo de 1995, fue cuando decidimos crear un instrumento político. Este evento fue patrocinado por diferentes actores, como la Confederación Sindical de Trabajado-res Campesinos de Bolivia, la Confederación Sindical de Colonizadores de Bolivia, la Confederación de Mujeres Campesinas e Indígenas. Inicialmente la denominación de este instrumento era Asamblea Por la Soberanía de Nuestros Pueblos. Lastimosamente nunca pudimos obtener la personería jurídica, porque la Corte Nacional Electoral de mi país estaba controlada por las élites, que vieron un peligro el que el Movimiento Indígena pudiera construirse como contestatario a sus privilegios.

En 1997 participamos en las elecciones con siglas prestadas: obtuvimos 4 diputados, con el hermano Evo Morales a la cabeza. Al no contar con siglas, el compañero Pedraza, que en paz descanse, nos otorgó la personería jurídica del MAS, pero participamos en las elecciones con otras siglas. Por eso lo denominamos legalmente MAS, instrumento político por la soberanía de los pueblos. En los años siguientes nos reconocieron como MAS. En el 2002 nos convertimos en la segunda fuerza política del país. Tuvimos una importante votación y desde el Parlamento libramos una dura batalla; a la cabeza estaba nuestro compañero Morales, hasta cuando los partidos decidieron expulsarlo del Parla-mento. En el 2004, logramos llegar al Gobierno con un apoyo inédito en la historia política de mi país, con un 54%. Antes, los partidos tradicionales arreglaban el Parlamento bajo el conteo, las componendas, el poder. Con el presidente Morales cambió eso, ya no hay más pactos ni componendas. En el Parlamento en el año 2005 solo logramos tener control sobre la Cámara de Diputados; lastimosamente, la Cámara de Senadores es con-trolada por la derecha, desde donde obstruye la gestión de nuestro gobierno. Respondiendo las demandas de nuestro pueblo, convocamos a la Asamblea Constitu-yente, para tener una nueva Constitución Política del Estado, un nuevo pacto social. La derecha, al ser derrotada, articuló consignas como las autonomías departamentales; es testigo la opinión pública internacional de los lapsos de violencia en varios departa-mentos, mal denominados “media luna”, con el propósito de dar un golpe prefectural, apoyado por la Embajada Norteamericana. Constatada esta situación, nuestro presidente Evo Morales, con el coraje que le caracteriza, decidió expulsar al Embajador de Estados Unidos y a la DEA.

La derecha, consciente de su derrota, no descansa en articular todo tipo de boicot: con-vocó a revocatoria del presidente, pero el pueblo dio el respaldo necesario y el presidente fue ratificado. Como la ley exigía dos tercios, en las últimas elecciones el pueblo sobera-no nos dio el respaldo con el 64%; ahora tenemos 2/3 en la Cámara de Diputados y 2/3 en la Cámara de Senadores.

Ahora tenemos una gran responsabilidad, la de implementar la nueva Constitución, de generar las leyes en el marco de la nueva Constitución; la tarea no es fácil. La derecha tiene la capacidad económica, controla los medios de comunicación y desde ya comienza

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la desinformación y la confusión. Por eso creemos que este espacio es importante para unirnos, para que podamos intercambiar experiencias.

Creo que también es importante explicar cómo estamos organizados: el MAS no es un partido político, es un movimiento social. Está constituido principalmente, por la Central Única de Trabajadores de Bolivia, con el Presidente Morales a la cabeza. Luego está la Confederación de Comunidades Interculturales, a la cual yo represento, y la Confedera-ción Nacional de Mujeres Campesinas.

Me parece importante, además, compartir con ustedes que la tarea que nos toca llevar adelante en nuestro país no es nada fácil. Como decía, la derecha tiene la capacidad económica, ahora creó argumentos políticos y diseñó un plan de infiltrarse en nuestras organizaciones sociales, en la Fuerzas Armadas, con el propósito de dividirnos.

Los principios de nuestros antepasados, que son: “No ser flojo, no ser mentiroso, no ser ladrón” son aquellos con los cuales nuestro presidente Evo Morales gobierna el país.

Deseo compartir con ustedes lo que nuestro Presidente planteó en las Naciones Unidas. Son diez mandamientos: acabar con el capitalismo, renunciar a la guerra, un mundo sin imperialismos ni colonialismos; el agua como derecho de todos los seres vivos, energías limpias y amigables con la naturaleza, respeto a la madre tierra; los servicios básicos como un derecho humano, consumir lo necesario y priorizar el consumo de lo que pro-ducimos localmente; respeto a la diversidad de culturas y economías; y, finalmente, vivir bien.

Muchas gracias.

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3. Alianza País (AP) – Ecuador, Orlando Pérez

a. Reseña Biográfica

Orlando Pérez es un periodista y profesor universitario ecuatoriano, de larga trayectoria nacional e internacional. Ha publicado dos libros: Cuba, los años duros (Plaza&Janes, 1997) y La Celebración de la libertad (Libresa, 2002) y varios artículos y ponencias en di-versas publicaciones en Ecuador y el extranjero. Ocupó el cargo de Secretario de Prensa de la Asamblea Constituyente, en el año 2008 y fue Viceministro de Pueblos, Movimien-tos Sociales y Participación Ciudadana, durante el año 2010.

Es militante del movimiento Alianza País, y como tal, ha participado como responsable de diversas tareas, foros y eventos.

b. Ponencia

Queremos revolucionarios con la Revolución Ciudadana

Lo vamos a decir muy claro:

País nació para dar respuesta a la derecha, a su política neoliberal, a su sistema de inequidad e injusticia sociales, pero también es una respuesta con una propuesta con-temporánea y para el presente siglo, a la izquierda ecuatoriana.

1. Alianza País nació con una tesis fuertemente estructurada: los ecuatorianos y ecuatorianas somos los principales actores de la política del país y tenemos la responsabilidad de revolucionar a nuestra nación y en ella también a los actores políticos del cambio. En este contexto se construyó un movimiento ciudadano in-cluyente, con todos los actores de la sociedad, reconociendo su diversidad.

2. Asumimos un proceso mayúsculo, participativo y protagónico, como parte de un acumulado histórico que, en las últimas tres décadas, ha construido un proyecto y un imaginario colectivo, sin liderazgo claro ni un sujeto social de transformación definido. Al contrario, ha sido una experiencia rica, pero compleja, llena de con-

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tradicciones, desfases, retrocesos, golpes y también de egoísmos, sectarismos, personalismos, ‘ultrismos’, reformismos, etc.

3. Somos parte de un conjunto de revolucionarios que no quiso dejar que la idea de la Revolución, así con mayúsculas, quedara como un adorno nostálgico de luchas pasadas. Nos propusimos, como dijo Bolívar Echeverría, “despojar a la idea de la revolución de sus connotaciones erísticas, que probablemente la idealizan (la endiosan o satanizan), y considerar su necesidad como simple instrumento del pensar”. Y sobre todo, con este mismo filósofo ecuatoriano y otros más del pensa-miento contemporáneo, dijimos que a esta izquierda y a este proceso revoluciona-rio, deben cobijarlos una profunda autoafirmación ética. Además, como lo expresa brillantemente Zizek, nos propusimos y aún necesitamos una politización de la ética, pero una ética de lo Real, lo Real en el desafío ético genuino, dispuestos a arriesgar lo imposible. Y eso, por sí mismo, ya fue una respuesta a esa izquierda que en ese entonces y ahora considera la lucha política como una causa particu-lar de ciertas clases, grupos, gremios, corporaciones y hasta líderes (o gerentes propietarios de partidos y organizaciones).

4. Creemos en el Socialismo (por eso nos juntamos hace cuatro años y, en un corto tiempo estamos en el gobierno, Asamblea Nacional, alcaldías y prefecturas) no como una consigna ni como un lugar en el manifiesto o en el programa, sino como una meta histórica, para romper el supuesto devenir natural de la modernidad ca-pitalista. Para nosotros, ese socialismo, para Ecuador el del Buen Vivir, no puede ser fruto de una reforma radical o simplemente constitucional, sino de una inno-vación revolucionaria. Y quizá ahí tenemos el mayor reto, la complejidad enorme, de no solo hacer una gestión político administrativa, sino que más allá del Estado podamos revolucionar la sociedad, sacudir y romper con el postulado capitalista de una sociedad de consumo, sujeta a las leyes del mercado y sometida a la democracia representativa, sin más ni más. Y por eso creemos que la identidad de la izquierda, como dice Echeverría, se define por el socialismo, no hay duda ni confusión.

Ahora bien, para desarrollar estos postulados y reflexiones no solo que hemos hecho una Constitución y contamos con un Gobierno, sino que son siete los ejes de la Revolución que hemos construido mediante la experiencia de estos cuatro años de gobierno. Estas dimensiones revolucionarias que proponemos, apuntan a la justicia social, la armonía con la naturaleza, el bienestar y la felicidad de todos y todas. Estas revoluciones sostienen el principio del Buen Vivir, el socialismo del sumak kawsay.

El primer eje es la Revolución Política, se basa en la reconstrucción y desarrollo de un Estado de-mocrático, plurinacional e intercultural, en la recuperación de su carácter público, desprivatizado.

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Nuestro segundo eje es la Revolución del Sistema de Justicia, que se fundamenta en la reforma institucional íntegra de la justicia en el Ecuador. Dicha reforma podrá ser alcanzada cuando se cumplan objetivos como la des–mercantilización y despolitización de la Función Judicial, la profe-sionalización de jueces y juezas, el fácil acceso a la justicia, entre otros.

Como tercero, la Revolución económica, productiva y laboral, que consiste en el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales mediante la creación una nueva economía, que se sustente en la estrategia del Buen Vivir, a través de una inserción inteligente en el sistema mundial. Propone-mos una transformación social y económica que privilegie al ser humano, a todos los hombres y mujeres trabajadores que crean riqueza con su creatividad y su capacidad.

Nuestra cuarta revolución es la Ecológica, que significa una transición socio ecológica desde economías dependientes hacia economías sustentables. Somos uno de los prime-ros países del mundo en otorgar derechos a la naturaleza, convirtiéndonos en el país con la Constitución más ecológica del planeta. Evidencia de ello es la iniciativa Yasuní ITT, con la cual logramos la no extracción del petróleo de la zona con más biodiversidad por metro cuadrado del planeta.

La Quinta, la Revolución para la inclusión social, que va de la mano de la inclusión eco-nómica. Una sociedad de derechos requiere de un Estado democrático, constitucional, plurinacional e intercultural, garante de los derechos individuales y colectivos. Es decir, un Estado capaz de proteger, y a la vez, de brindar las oportunidades necesarias para que los ciudadanos, ciudadanas y organizaciones sean libres, libres de la explotación y de la miseria.

Nuestra penúltima revolución es la de las relaciones internacionales, la integración y la soberanía, lograda a través del fortalecimiento del multilateralismo y de los espacios de integración latinoamericana; una integración orientada a la convivencia pacífica y a la construcción de una comunidad internacional basada en la equidad.

Por último, la Revolución ética y el combate a la corrupción, que trata de fortalecer los mecanismos de control, rendición de cuentas y transparencia. Erradicar la impunidad mediante la transformación del sistema judicial.

Ahora bien, esto dicho así estaría bien y sería una buena promesa, pero nos hace falta aho-ra (y por eso estamos realizando una convención política inédita en el Ecuador) una orga-nización política y la definición de un sujeto histórico para la transformación social del país.

A nosotros nos parece que la noción de Partido Político debe ser imaginada, pensada, integrada y asumida profundamente por la participación ciudadana. Perdonen que insista con Echeverría, pero como él pregunta: “¿No resulta extemporáneo que una reconstruc-ción de la izquierda se piense bajo la forma de la construcción de un partido político de

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izquierda? ¿No es tiempo de imaginar otras formas de organización y de acción que sean capaces de recoger y armonizar –como decía Marx que debían hacer los comunistas– lo más posible las innumerables formas extra ‘políticas’ de presencia que tiene lo político anticapitalista en la sociedad actual?”.

Creemos en la necesidad de dotar al Ecuador de la estabilidad política que permita la cimentación del desarrollo económico y social sostenido, bajo los preceptos antes seña-lados. En este sentido, los movimientos o partidos políticos son una forma embrionaria de esta necesidad de organizarse como fuerzas socio políticas, para la defensa de los intereses de clase sociales dominadas y excluidas del campo político (Gramsci).

Por eso nos proponemos ser un movimiento, como un canal para conducir la energía política de los ciudadanos, en medio de la llamada democratización del juego político. Y también, queremos ser una organización que influya directamente en una estructura social incluyente instituida desde la interculturalidad, entendida como la posibilidad de interactuar y convivir entre sujetos diversos para constituirnos como una nación con múl-tiples rostros y matices, amparados en el contexto de la plurinacionalidad.

Generar procesos de diálogo y cuestionamiento sobre nuestro rol en este momento his-tórico es, y debe ser, el lugar fundamental desde donde compartamos este Foro. Los partidos políticos deben asegurar así el desarrollo de la conciencia política y asumir su responsabilidad de formación, creando una democracia participativa real y crítica.

Entonces nos preguntamos también, a esta altura de la historia, ¿cómo construimos e imaginamos un concepto real de democracia? ¿Una democracia hacia adentro, que sea también lo que imaginamos hacia fuera?

Las estructuras creadas en nuestro movimiento han permitido generar un proceso de integración participativa, cuyo objetivo es romper y eliminar el concepto de democracia elitista. De quebrar la idea hegemónica de democracia de élite y de elección periódica.

Por lo tanto, la apertura de las discusiones de interés político a un espacio de lo ‘público’ es lo que, efectivamente, fortalece la democracia; éste ha sido el camino que PAÍS decidió tomar 6 años atrás. Alianza País crea un contexto democrático que pretende superar la visión vertical de la democracia de élite y que integra como componente elemental a la sociedad civil. El papel de la sociedad civil en los procesos de democratización debe partir de una agresiva crítica a las democracias elitistas y delegatarias. Se plantea la necesidad de vínculos entre la “cultura pública” y la “cultura política”, desarrollando lo que se llama “públicos participativos”, escenarios de organización social que controlan, planifican y mo-nitorean la actuación del Estado desde una efectiva agencia de democracia participativa. De este modo, uno de los conceptos más importantes en cuanto a la crítica a la demo-cracia elitista, desde la sociedad civil, está planteado por la noción de “cogobierno”. El

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cogobierno expresa la participación en “las instancias representativas y la autorización electoral deben complementarse y articularse a formas de participación directa de los sectores sociales organizados, estableciendo un esquema de corresponsabilidad y auto-nomía relativa mutua”.

En este sentido, el mantenimiento de un régimen democrático solo es posible con la exis-tencia de una sociedad civil suficientemente organizada y dinámica, como para integrar el principio de la formación deliberativa de la voluntad colectiva. El proyecto de la Revo-lución Ciudadana, sensible a las necesidades de establecer instancias de participación ciudadana, impulsó la creación de una Asamblea Constituyente, cuyo texto hace énfasis en el carácter participativo que debe tener la democracia ecuatoriana.

Por eso, el Movimiento País propuso –y lo hemos concretado en la quinta función del Estado–, la función de Transparencia y Control Social, que significa sentar bases del poder ciudadano. Adicionalmente, se creó la Ley de Participación Ciudadana, como he-rramienta normativa indispensable para regular los procesos participativos y de control social en el país. Así, el gobierno de la Revolución Ciudadana ha generado un ambiente coherente con las necesidades de espacios participativos en democracia, combinando de manera apropiada la rendición de cuentas horizontal: Órganos de Control, Procesos oficiales de lucha contra la corrupción, protagonismo en la Función de Transparencia y Control Social, con la rendición de cuentas vertical y social: promoción de la participación ciudadana, interrelación con las organizaciones sociales, promoción de la esfera públi-ca. Por otra parte, en este gobierno, la creación de instituciones como la Secretaria de Pueblos, Movimientos Sociales y Participación Ciudadana, es una demostración más del reconocimiento y apertura hacia las dinámicas de la sociedad ecuatoriana.

En contrapartida, los movimientos sociales fortalecen la conexión entre sociedad civil y la institucionalidad política. El proceso político de la Revolución Ciudadana tiene la convicción de que no puede haber cambio sin un real reconocimiento de la fortaleza de la sociedad ecuatoriana organizada. Para este proyecto político, la sociedad del Buen Vivir se puede construir solamente en la medida en que haya participación activa de las organizaciones y movimientos sociales. Es por esto que la gobernabilidad democrática se construye en una relación adecuada entre el Estado, la sociedad civil y el mercado.

Nos planteamos como desafío construir un nuevo proyecto, que surja de un debate desde la sociedad, una sociedad basada en derechos individuales y colectivos, con el objetivo de lograr el fortalecimiento de la vida política del Ecuador. Para lograr este fortalecimiento se necesitaba trabajar territorialmente con los hogares ecuatorianos: el grupo País se dedicó a construir fuerzas en cada lugar del Ecuador. Se propuso crear un tipo de orga-nización familiar, que incluyera a todos los integrantes de la familia, para que participaran activamente. Se buscaba una formación orgánica, adaptada a la vida familiar ecuatoria-na, que involucrara la participación de todos los miembros de la misma. La propuesta de

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País trataba de llegar a cada hogar ecuatoriano y hacer que cada integrante se empodere del proceso de la Revolución Ciudadana.

De este modo empezó el trabajo de los militantes quienes, distribuidos por parroquias y barrios, visitaban cada familia y explicaban nuestra propuesta. La constitución de comités familiares dio lugar a las redes ciudadanas de apoyo solidario, de seguridad y de planifi-cación barrial. Para las primeras elecciones del 2006, se formaron 200 mil comités fami-liares en todo el país. Para la segunda vuelta electoral se formaron 508 mil comités. Para la última elección se formaron un millón veinte mil comités familiares. Estas estructuras tenían y tienen relación directa con la dirigencia de Alianza País.

En el gobierno de la Revolución Ciudadana, la construcción de un poder social se ha logrado a través de la ampliación de la comunidad de ciudadanos que pueden participar en la vida democrática y política del país. En cuanto a la participación política ejercida a través del voto, la nueva Constitución permitió generar la extensión del derecho al voto a jóvenes, migrantes, extranjeros, militares y policías, y personas privadas de libertad sin sentencia, uno de los principales hitos en cuanto a la ampliación de la comunidad de ciudadanos que participan en la vida pública.

Nuestro proceso político ha sido un desafío y lo seguirá siendo; nuestro desafío se basa en construir una organización política basada en la reflexión y el aprendizaje. País quiere mantener sus bases; País nació de los ecuatorianos más humildes, nació de las personas que habían sido relegadas de la política años atrás. Hemos logrado un cambio radical, hemos recuperado el Estado. Sin embargo, este proceso no termina aquí, tenemos toda-vía un largo camino por recorrer.

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CUARTA PARTE

Partidos Políticos en Gobiernos Progresistas, Liderazgos, Oposición y Democracia

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Pregunta Eje:

¿Cómo procesar la relación entre partido y gobierno; niveles de autonomía y espacios para la autocrítica? ¿Qué dispositivos participativos integra el partido para que la militancia se incluya en las decisiones programáticas? ¿Cómo canalizar el rol crítico de los partidos cuando forman parte de las coaliciones gobernantes?

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1. Partido de los Trabajadores (PT) – Brasil, Valter Pomar

a. Historia del PT

El Partido de los Trabajadores es un partido político de izquierda de Brasil. Surgió de la necesidad sentida por millones de brasileños de intervenir en la vida social y política del país, con el fin de transformarla. Los trabajadores brasileros querían organizarse dentro de una política independiente y el PT pretendía ser una expresión política real de todos los explotados por el sistema capitalista. Se buscaba movilizar a los trabajadores para luchar por mejores condiciones de vida de la población en las ciudades y campos y organizarse para defender sus intereses, exigir mejores salarios y mejores condiciones de trabajo.

Con el golpe de Estado de 1964 fue disuelta la representación de los asalariados de Bra-sil, que estaba en manos del Comando General de los Trabajadores (CGT), mientras los sindicatos oficiales sufrían la intervención gubernamental. Adicionalmente, los militares sacaron del poder al presidente João Goulart, acusándolo de simpatizar con la revolución cubana. Seis años más tarde, en 1970, resurgió un movimiento obrero que estuvo expresado en huelgas en Sao Paulo, lo cual creaba el escenario para una posible una reorganización obrera, que estuviera fuera de la tutela del Estado. Integrado por líderes de izquierda, el movimiento vio la necesidad de adquirir una identidad propia mediante la creación de un partido político. El PT se fundó el 10 de febrero de 1980 y nació de la decisión de los explotados de luchar contra un sistema económico y político que no era capaz de resol-ver sus problemas. Así, el PT surgió de la confluencia de un grupo heterogéneo, donde además de gremialistas, había intelectuales de izquierda y grupos católicos identificados con la Teología de la Liberación.

El Partido de los Trabajadores representaba una fuerza de izquierda que buscaba el socialismo democrático como forma de organización social. Los principales dirigentes del PT mantuvieron relaciones políticas con la Unión Soviética, la República Democrática de Alemania, China y Cuba, pero no los reconocían como un modelo a seguir.

En febrero de 1982 el PT fue reconocido por el Tribunal de Justicia Electoral como partido político. Nació con una postura crítica al reformismo de los partidos políticos socialdemó-

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cratas, ya que consideraba que no presentaban ninguna perspectiva real de superación histórica del capitalismo imperialista. El PT se organizó a partir de las ideologías espontá-neas de los sindicalistas, las mismas que constituyeron su núcleo organizacional.

b. Reseña Biográfica

Valter Pomar es un historiador de la Universidad de São Paulo, lugar donde también realizó su maestría y doctorado en historia económica.

Pomar es miembro del Directorio Nacional del Partido de los Trabajadores y Secretario Ejecutivo del Foro de Sao Paulo. Se desempeñó desde el 2005 al 2009 como Secretario de Relaciones Internacionales del PT. Ocupó el cargo de tercer Vicepresidente Nacional del PT entre 1997 y 2005, y el de secretario de la Dirección Estatal de las Comunicacio-nes de PT entre 1993 y 1995.

Entre 1986 y 1990 trabajó en el Instituto Cajamar, un centro de educación política al cual asistían militantes del PT.

c. Ponencia

Construyendo el cambioLos organizadores de este evento me pidieron que hablara sobre el papel de los partidos políticos en los gobiernos progresistas; el papel de los líderes; cómo tratar con la oposi-ción; y cómo encarar la democracia.

Entiendo que al hablar de gobiernos progresistas, los organizadores de este evento qui-sieron referirse a los gobiernos de Hugo Chávez, Lula y Dilma, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, Tabaré Vázquez y Pepe Mujica, Fernando Lugo, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega y Mauricio Funes.

Por mi parte, prefiero denominar estos gobiernos como parte de una ola de gobiernos progresistas y de izquierda. Ola que se inició en 1998, con la elección de Chávez, y que duró hasta el 2009, con la elección de Mauricio Funes.

Desde entonces, las fuerzas progresistas y de izquierda vencieron nuevamente las elec-ciones en Brasil, Uruguay, Ecuador y Bolivia. Las fuerzas conservadoras y de derecha vencieron las elecciones en países como Colombia, Panamá y Chile, y pasaron a contro-lar el gobierno de Honduras, tras un golpe seguido de elecciones realizadas, de hecho, bajo estado de sitio.

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Si adoptamos este concepto más amplio (el de una ola de gobiernos progresistas y de izquierda), es necesario incluir en la lista al actual gobierno de Guatemala y al de Re-pública Dominicana; y a los anteriores gobiernos de Chile, Panamá y Honduras. En un sentido más amplio, cabría también incluir al gobierno de Cuba, aunque este haya sido producto de un proceso revolucionario (y posteriormente socialista) ocurrido en otra épo-ca histórica.

Considero más adecuado hablar de ola de gobiernos progresistas y de izquierda, porque tomándolos en conjunto tienen en común dos características: la oposición al neoliberalis-mo y la tentativa de construir un modelo alternativo.

Es evidente que, tomándolos individualmente, caso a caso, vamos a descubrir gobiernos en los que la oposición al neoliberalismo es (o fue) más retórica que práctica; así como vamos a encontrar gobiernos que buscan construir una alternativa no solo al neoliberalis-mo, sino también al capitalismo.

A pesar de estas diferencias individuales, estoy convencido de que es más adecuado, tanto políticamente, como teóricamente, tratar a todos estos gobiernos como productos de una época histórica marcada por fenómenos muy contradictorios: crisis del capitalismo tras una inmensa crisis del socialismo; decadencia de la hegemonía estadounidense sin que haya surgido una hegemonía alternativa.

Exactamente, por ser producto de una época histórica atravesada por fenómenos con-tradictorios, estos gobiernos también son profundamente contradictorios. O sea: son a la vez gobiernos progresistas y gobiernos de izquierda, en dosis variadas.

Resalto esto: no pienso que algunos sean progresistas y otros sean de izquierda. Consi-dero que todos son progresistas y de izquierda, a la vez.

Son progresistas porque son producto de la lucha contra el neoliberalismo y defienden, de manera más o menos consistente, la economía nacional, el capitalismo de Estado y la adopción de fuertes políticas sociales.

Y son de izquierda porque forman parte de un proceso continental de acumulación de fuerzas, que puede desembocar en la superación, no solo del neoliberalismo, sino tam-bién del desarrollismo conservador e, incluso, del capitalismo.

Es evidente que, en algunos gobiernos citados, el componente de izquierda es casi insig-nificante. Pero, insisto, estos árboles individuales forman parte de un bosque.

El carácter genéticamente contradictorio de los gobiernos progresistas y de izquierda no proviene en lo fundamental de la debilidad de los líderes ni proviene de la debilidad de los

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partidos políticos. La contradicción proviene, en lo fundamental, del carácter de la época histórica en la que estamos inmersos en América Latina y en el Caribe, marcado por la crisis del capitalismo, en un momento de defensiva estratégica del movimiento socialista.

Tomado en conjunto, este proceso continental puede tener básicamente tres desenlaces: 1) la conservación de la hegemonía neoliberal y/o desarrollista conservadora; 2) el pro-greso en dirección al desarrollismo democrático, marcado por una fuerte presencia del capitalismo de Estado; 3) las reformas democrático–populares, que por su parte pueden desembocar en una transición socialista. Excepto Cuba, ninguno de los otros gobiernos progresistas y de izquierda dirige países que puedan ser denominados socialistas. Para ser más preciso: salvo Cuba, ninguno de los otros países gobernados por fuerzas progresistas y de izquierda posee una formación económica, hegemonizada por un sector de propiedad social.

Todos, nuevamente con la excepción (parcial) de Cuba, son hegemonizados por el capi-talismo, en la mayoría de los casos por el capitalismo privado, incluso el financiero.

También excepto Cuba, ninguno de los gobiernos progresistas y de izquierda puede ser considerado revolucionario o producto de un proceso revolucionario, en el sentido clásico de la palabra.

Incluso los que se reivindican revolucionarios, no fueron producto de revoluciones, sino de procesos electorales. Por esto mismo, están obligados a convivir con una burguesía y una derecha que controlan importantes cuotas de poder (en la burocracia gubernamen-tal, en los distintos niveles del ejecutivo, del legislativo y de la justicia, en los medios de comunicación, en las fuerzas armadas etc.).

Está claro que en algunos países, la retórica es más avanzada que la realidad. En estos casos, se afirma que ya está en marcha un proceso revolucionario y socialista.

Es evidente que, si queremos avanzar, nuestra retórica tiene que proponer objetivos más avanzados. Pero cuando analizamos los hechos, es necesario no confundir nuestros objetivos con la realidad propiamente dicha. Y la realidad es que nuestros gobiernos progresistas y de izquierda están, en la mejor de las hipótesis, inmersos en una etapa de reformismo radical.

En mi opinión, denominar como revolucionarias y socialistas acciones reformistas radicales, indica principalmente que aún estamos bajo los efectos del descenso pro-gramático e ideológico que nos afectó a todos nosotros, desde la década pasada. Descenso que nos hace ver como socialistas, lo que tiene contenido democrático–radical. Vale decir que la derecha hace lo mismo: considera y trata como comunis-

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tas, actitudes que en realidad hacen parte de la tradición democrático–burguesa o social–demócrata.

Dadas estas explicaciones, cabe responder a la segunda cuestión propuesta por los or-ganizadores del evento: ¿cuál es el papel de los partidos políticos en los gobiernos pro-gresistas y de izquierda?

Entiendo que la pregunta se refiere a cuál es el papel de los partidos políticos de izquier-da, socialistas, comunistas, revolucionarios.

En términos generales, pienso que estos partidos deben cumplir tres tareas:

1. Defender los gobiernos progresistas y de izquierda contra los ataques de la dere-cha local e internacional (y también contra los ataques del izquierdismo).

2. Disputar los rumbos del gobierno, contra los neoliberales, contra los desarrollistas conservadores y contra los capitalistas, en este orden.

3. Implementar una estrategia que posibilite pasar de la condición de gobierno a la condición de poder. O, para decirlo de otra manera, implementar una estrategia que nos posibilite pasar de la situación actual, en la cual mejoramos la vida del pueblo en los marcos del capitalismo, para una nueva situación, en la cual mejora-remos la vida del pueblo, en los marcos de una transición socialista.

En mi opinión, estamos en una coyuntura en que la prioridad es la tarea número 1: de-fender a nuestros gobiernos. Claro que esta defensa supone mantener el apoyo popular. Y este apoyo depende, en última instancia, de las transformaciones que hagamos en el orden económico social.

De ahí se puede deducir que la mejor defensa es el ataque. Así es, pero solo y solamente cuando este ataque (o sea, la radicalización en las transformaciones) tenga sustentación en la correlación de fuerzas, no solo nacional, sino también continental e internacional.

Desde este punto de vista, es importante tener claro que la situación internacional es inestable, compleja y difícil para todos, inclusive para la izquierda.

Este es uno de los motivos por los cuales creo que, en el mejor de los escenarios, los partidos de izquierda, socialistas, comunistas, revolucionarios, deben prepararse para un largo proceso de transición, para un largo periodo de convivencia contradictoria (inclu-yendo, por lo tanto, enfrentamientos pero también acuerdos) con la burguesía y con el capitalismo, dentro de cada país y fuera de él.

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Este es, también, uno de los motivos por los cuales los partidos deben combinar las di-ferentes estrategias nacionales con una estrategia continental unificada. Pues la integra-ción continental, aunque no la pueda evitar, puede limitar la injerencia externa. Además de esto, la integración puede facilitar y acelerar el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas en cada país y en la región. Y sin este desarrollo, no habrá socialismo.

Es evidente que existen diferentes tipos de integración. Los partidos de izquierda, socia-listas, comunistas, revolucionarios, deben estimular una integración de amplio alcance (cultural, económica, política, de defensa), que sea no solo institucional, sino también popular.

En este sentido, es fundamental estimular la formación de una cultura popular latinoame-ricana y socialista de masas.

Por todo lo que he dicho hasta ahora, soy de la opinión de que el papel de los partidos no es el de ser intermediarios entre el Estado y la sociedad. En la sociedad hay diversas cla-ses e intereses contradictorios. Y la mayor parte del Estado realmente existente en nues-tros países se dedica a impedir las transformaciones estructurales de sentido popular.

Por ello, el papel de nuestros partidos es concienciar, organizar y movilizar a nuestro sector de la sociedad, para que este sector se apropie de cuotas cada vez mayores del poder del Estado, y para que use estas cuotas de poder para transformar al máximo tanto la sociedad como el propio Estado.

Como sabemos, los partidos enfrentan inmensas dificultades para enfrentar estas tareas, dificultades que son simultáneamente organizativas, sociológicas, teóricas y políticas. No hablaré de las organizativas, pues ellas provienen de las demás.

Las dificultades teóricas pueden ser resumidas así: necesitamos concluir el debate sobre las tentativas de construir el socialismo en el siglo XX, necesitamos elaborar un análisis sobre el capitalismo del siglo XXI y necesitamos construir una estrategia que nos permita pasar de la condición de gobierno a la condición de poder.

Ocurre que una parte importante de la izquierda comprende de manera diferente estos desafíos teóricos, priorizando el debate sobre el capitalismo del siglo XX y sobre el so-cialismo del siglo XXI. Además de eso, al tratar sobre la estrategia, a veces desconsidera que, al menos en la actual coyuntura, estamos en lo fundamental delante de los proble-mas enfrentados por Allende, y no delante de los problemas enfrentados por el Che.

Las dificultades sociológicas derivan del impacto del neoliberalismo en las clases trabaja-doras, impacto que podemos resumir así:

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1. El fortalecimiento de un sector de altos salarios (las llamadas clases medias, que no necesariamente son propietarias y por eso se distinguen de la pequeña burgue-sía, aunque en general piensen como ella).

2. La ampliación del número y el empeoramiento de la calidad de vida del ejército de reserva, resultando en la formación de un sector social que algunos llaman de “pobretariado”.

Ambos impactos disolvieron, al menos parcialmente, el tejido social que sostenía a las or-ganizaciones clásicas de la clase trabajadora en el siglo XX: los partidos y los sindicatos.

Las dificultades políticas provienen básicamente de la llamada vía electoral. En términos más exactos, provienen de las condiciones de funcionamiento de la democracia burguesa que, aun cuando nos permite llegar al gobierno, no nos facilita la llegada al poder. Ade-más de producir efectos colaterales extremadamente dañinos en la vida de los partidos políticos, exigiendo fuertes medidas preventivas en lo tocante al papel de los medios de comunicación, de la financiación privada de las campañas electorales, de la corrupción etc.

Las dificultades sociológicas y políticas citadas anteriormente producen dos fenómenos sobre los cuales los partidos deben debatir y tomar medidas correctivas: la hipertrofia del papel de los liderazgos y la estatización parcial de la acción de los partidos políticos.

El debilitamiento del tejido social que sostenía a los partidos y a los sindicatos, más el cre-cimiento del “pobretariado”, hacen que la izquierda sea obligada a depender, en mayor o menor medida, de líderes que tengan conexión directa con las grandes masas populares.

En aquellos países donde existe ese tipo de líder, la izquierda cuenta con una ventaja táctica; pero esta ventaja táctica puede convertirse en una desventaja estratégica, pues para vencer en el mediano y largo plazo, la intuición y el liderazgo individual deben estar subordinados y dirigidos por la organización colectiva dotada de un plan estratégico–pro-gramático.

Por otro lado, el papel central de los gobiernos hace que ellos (y no los partidos) se conviertan, poco a poco, en el centro dirigente del proceso de transformación. Durante el siglo XX, donde hubo procesos revolucionarios, vimos las consecuencias de este proceso de estatización. Ahora, la situación es aún más difícil, pues estamos ante la sustitución parcial de los partidos por los gobiernos que, como vimos, son solo parcialmente de iz-quierda y además actúan en los marcos de un Estado burgués.

Volviendo a las dificultades políticas, provenientes de la vía electoral, es importante re-conocer que la derecha aprendió con la ofensiva que realizamos entre 1998 y 2009. Y, desde entonces, la derecha está enfrentándonos de manera más exitosa que antes,

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incluso en los países en que conseguimos derrotarla. Motivo por el cual, en los próximos procesos electorales, no debemos subestimar la posibilidad de una o más victorias de la derecha. Posibilidad, de hecho, implícita en el tipo de estrategia en que la izquierda latinoamericana y caribeña está, al menos mayoritariamente, involucrada.

Esto nos remite al siguiente tema: ¿cómo tratar con la oposición? En mi opinión, con dos movimientos: dividiéndola y retirando sus bases materiales.

Dividir, implica reconocer que existen varias oposiciones, por ejemplo: la que viene de afuera, impulsada por los EEUU y por gobiernos europeos; la que viene del gran capital y de los llamados sectores medios; la que viene del corporativismo y de la ultraizquierda; etc.

Lo fundamental, para nosotros, es dividir a la oposición; impedir que la oposición gane apoyo de sectores que integran nuestra base social; mantener a la oposición dentro de la legalidad; y, principalmente, retirar sus bases materiales de sustentación, a saber: el monopolio de los medios de comunicación, la financiación privada de las campañas elec-torales y el retraso político–cultural de sectores de nuestras poblaciones.

Solo tendremos éxito total en esto, si logramos construir otro tipo de democracia, o más precisamente otro tipo de Estado, donde el poder esté, efectivamente, en mano de las clases trabajadoras. En este sentido, nuestra relación con la democracia es muy simple: mientras más democracia, mejor.

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2. Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) – El Salvador, Leonel Búcaro

a. Historia del FMLN

En los años setenta, la lucha del Partido Comunista de El Salvador (PCS) por la justicia social y autodeterminación nacional, se fortaleció con el nacimiento de las Fuerzas Po-pulares de Liberación “Farabundo Martí” (FPL); el Partido de la Revolución Salvadoreña (más conocido como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)); la Resistencia Na-cional (RN); y el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC). La situación del país a nivel político electoral, económico y social, junto con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista, fueron factores que articularon la necesidad de la unificación de la “izquierda revolucionaria”. En mayo de 1980 se constituyó la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU) con la participación de las FPL, RN, ERP y PCS.

En el manifiesto de su Constitución se dijo: “Habrá en adelante una sola dirección, un solo plan militar y un solo mando, una sola línea política”. Finalmente, el 10 de Octubre de 1980 fue creado el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) integrado originalmente por aquellas cuatro organizaciones. En diciembre de ese año se incorporó el PRTC. Las organizaciones miembros dejaron de elaborar líneas y planes propios y pasaron a ejecutar las líneas y los planes elaborados por la Comandancia General; trans-formando sus estructuras y fuerzas que habían funcionado para la guerra, en estructuras y fuerzas para la lucha política y social6.

EL 1 de septiembre de 1992 fue firmada la escritura pública de fundación legal del FMLN, convirtiéndose orgánicamente en el segundo partido político más importante del país. Así comenzaba una etapa dentro del marco de la legalidad y nueva institucionalidad. En 1994, los problemas internos vinieron a producir una división dentro del FMLN, abrién-dose un ala socialdemócrata conformada por el ERP y el RN. Esta división pretendió apoderarse del control del FMLN. Sin embargo, en 1995, el FMLN decidió que debía transformarse en un partido de tendencias y en un partido socialista. Se determinó, enton-ces, trabajar por la gradual disolución de las estructuras de cada partido y organización integrante del FMLN y dar paso a estructuras únicas. El FMLN dejó entonces de ser un partido de partidos y agrupamientos.

6 http://www.fmln.org.sv

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No obstante, en 1999, en lugar de terminar con las tendencias como fase de transición, el partido se estructuró en agrupamientos de corrientes de pensamiento, discrepantes entre sí, entre la corriente revolucionaria socialista y la corriente socialdemócrata, en disputa por el control del partido. Finalmente, en el 2001, se realizaron las primeras elecciones internas mediante voto secreto y directo de los afiliados, claramente identificada con los agrupamientos paralelos. Los nuevos resultados imprimieron el carácter revolucionario en un momento en que se encontraba debilitado por los conflictos internos. Los reformis-tas o “renovadores” socialdemócratas abandonaron las filas del partido.

El partido ha dado grandes “avances en su proceso de unificación, organizativos, pero sobre todo alrededor de su programa, estrategia y reafirmación de su naturaleza revolu-cionaria”. En el campo electoral, en las últimas elecciones legislativas del 2009, el FMLN logró una histórica victoria, obteniendo la mayoría parlamentaria; triunfó en municipios. Es así que, luego de 20 años de gobierno de la derecha en El Salvador, la izquierda ganó la alternancia política. Mauricio Funes y Salvador Sánchez, del FMLN, ganaron las elec-ciones presidenciales del 15 de marzo del 2009.

b. Reseña Biográfica: Leonel Búcaro

Leonel Búcaro ha sido militante en el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacio-nal desde los trece años de edad. Tiene una maestría en Pedagogía y otra en Teoría de Conflictos y Democracia, ambas de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia. Se ha desempeñado como Profesor de Física y Matemática de la misma universidad sueca.

Actualmente es representante de la Comisión Política Diplomática del FMLN y diputado al Parlamento Centroamericano en los períodos 2000 – 2006; 2006 –2011 y reelecto al periodo 2011 –2016.

Desde 1998 hasta 1992 fue representante de la Secretaria de Promoción y Protección de Derechos Humanos del FMLN en Europa.

c. Ponencia

El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN está celebrando este año sus 30 años de Luchas y Victorias. Este FMLN que, durante doce años de lucha armada, fue reconocido como el movimiento guerrillero más importante de América Latina, que logró enfrentar con su ejército a una de las oligarquías más represivas y explotadoras del continente, apoyada por el imperialismo de Estados Unidos durante toda la etapa del conflicto armado. El mismo FMLN que, el 16 de enero de 1992, firmó en la capital mexi-

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cana un Acuerdo de Paz inédito que implicaría reformas económicas, políticas, sociales y militares. Convertido en Partido Político, en marzo del 2009 venció a una de las derechas más recalcitrantes del continente, y abrió en el país una nueva etapa de transición, al derrotarla en las urnas electorales a través de una coalición de aliados y sectores conver-gentes en la nueva etapa de lucha.

Podemos destacar que la relación entre el partido y el gobierno, cuando éste es pro-ducto de una alianza para derrotar a un sujeto histórico de derecha, debe estar basada en elementos programáticos conjuntos, que puedan dar la posibilidad de que tanto el partido como la coalición de gobierno puedan avanzar en elementos fundamentales para caminar por la transición, teniendo en cuenta que un gobierno que no está totalmente impregnado de características propias de izquierda, debe de tener cuidado de que es un gobierno de tránsito para avanzar hacia una nueva etapa.

En ese escenario el partido juega un papel más importante, ya que necesita comprender que la etapa de transición es un periodo que va más allá del gobierno en curso. Por ello debemos ver claramente que el partido es el elemento fundamental para el sostenimiento de las políticas progresistas que ejecuta el gobierno de coalición.

Es importante señalar el papel del partido y el sentido autocritico que debe de tener para comprender que, haber sacado al partido de derecha del gobierno, no es precisamente haberla derrotado en el tema del poder real, porque todavía tiene el poder económico y mantiene el poder político; pero esta etapa está marcando la transición que permitirá superar esa estructura creada durante el período histórico donde la derecha ha mante-nido el poder con un marcado enfoque de exclusión social, de represión permanente, de fraudes electorales, de violaciones a los derechos humanos, de falta de posibilidades para las grandes mayorías.

En el pasado, el Estado se destacó por estar al servicio de pequeños grupos empre-sariales, y de impulsar una política exterior encausada a favorecer los negocios de las grandes empresas; pero todo eso no se logra cambiar con la llegada a un primer periodo de gobierno. Eso implica para nosotros que los aliados fundamentales en este tránsito a los cambios, deben ser considerados amigos a quienes debemos respetar en el camino y entrar en un proceso de ayuda mutua, para que la piedra fundamental del cambio para la toma del poder político, esté marcada por un partido revolucionario fuerte, que logre tener el apoyo popular y de esa manera transitar a otra nueva etapa de mayor profundi-zación en reformas necesarias hacia un sistema de gobierno que ahonde en los aspectos democráticos institucionales.

Esto requiere de un esfuerzo de madurez, de no dejarse llevar por adversidades y pro-vocaciones. No se puede tomar decisiones únicamente con criterios personales, sino entender que la participación en la transición es un proceso permanente de negociación,

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de renegociación y de engranaje con los aliados, por supuesto sin negociar los principios y jamás traicionar nuestra razón de lucha con el pueblo.

El mayor reto es mantener la unidad y el fortalecimiento del partido, más fácil de obtener estando en la oposición que cuando se tiene que proponer y ejecutar, pero imprescindible si se quiere seguir avanzando. Puedo decir que este espíritu de mantenimiento de la uni-dad, la fuerza y el espíritu que nos hizo emprender el camino hace 30 años, se ha logrado internalizar no solo en la dirigencia, sino especialmente en las bases, quienes les exigen más a los dirigentes.

Por eso el papel del partido en su relación con el gobierno y como parte de éste es una responsabilidad mayor, porque implica considerar factores históricos de lucha que ape-nas estamos iniciando en el proceso.

El tema sobrepasa lo que hasta ahora ha sido la construcción de un gobierno y es preci-samente el gran reto que tiene la izquierda en el inicio de esta transición, porque es im-prescindible destacar que la derecha propició un Estado al servicio de pequeños grupos.

La izquierda debe ser muy crítica precisamente a su actuar y tener una visión de mediano y largo plazo de lo que es la toma del poder político, para hacer transformaciones eco-nómicas y generar una nueva forma de sectores políticos, sociales y económicos, a fin dejar en el pasado una etapa de capitalismo primitivo, pero también de escenarios que ya no deben repetirse. La derecha salvadoreña está muy retrasada, porque sigue pensando que puede recuperar el aparato de gobierno a través de golpes de Estado, del uso de la psicología del terror a través de los medios de comunicación, del boicot económico al nuevo gobierno o de triunfos electorales fraudulentos.

No se da cuenta de que la derrota electoral que sufrió en las elecciones del 2009, implicó romper con esa etapa histórica y comenzar una nueva que es la transición, en donde precisamente nuevos sectores empresariales están surgiendo con una mayor visión y generando un nuevo tipo de Estado en El Salvador.

Un Estado que podríamos calificarlo de democrático, que respeta las instituciones; un Estado en el cual surgirán nuevas leyes y actores, y en el cual el sujeto político que debe empujar estas transformaciones se llama FMLN. Nosotros debemos de trabajar fuerte para impulsar este proceso y no cometer el error de creer que la llegada al gobierno es la llegada al poder político. Esa es la base fundamental del gobierno que tenemos: trabajar fuerte y conjuntamente con los amigos y los aliados. El FMLN debe organizar a la gente, a su fuerza, para conducir este nuevo proceso.

Cabe destacar que en el camino los aliados fundamentales, unos están identificados y otros se van identificando por sí mismos; es decir, aquellos sujetos o sectores del país

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que fueron reprimidos o aterrorizados a través de las políticas de sicología del terror me-diático, o de chantaje por beneficios económicos, o empresarios que fueron amenazados de que si se acercaban a la izquierda podrían sufrir las consecuencias a través de un cierre de sus empresas. Esos sectores han surgido y están precisamente convergiendo con la idea del FMLN, de que es necesario impulsar una nueva etapa en el país; esos son aliados que debemos de identificar y no necesariamente tienen que ser aliados ideoló-gicos, sino que pueden ser aliados de una necesidad histórica, de un momento de tran-sición, cuando es inevitable establecer una institucionalidad con reglas claras del juego. En el camino, esos mismos aliados de hoy van a ser un apoyo y puede que se identifi-quen más con los elementos programáticos del partido, ya que atraviesan un momento de necesidad personal –romper con el esquema de la represión que en el mismo sistema capitalista han sufrido– y se convierten en sujetos de un vagón de un tren de cambios que se están dando.

Otros sectores, como los religiosos, también se vuelven necesarios para concurrir en este esfuerzo de unificación de una nación que, viniendo de un contexto de guerra, ha estado atomizada. Es una etapa de necesidad de unificar al país, para lo cual es importante buscar los elementos que agrupen a todos los sectores y profundizar en lo que podría ser una democracia más participativa.

De ahí la importancia de darle oportunidades a la juventud y a las mujeres y generar cambios en la educación, la salud, la apertura a los créditos para las micro, pequeñas y medianas empresas y una política de comercio con otros países adecuada y justa. Todo esto nos convierte en sujetos que impulsamos cambios. No necesariamente todas las transformaciones que hemos aspirado durante años se harán de la noche a la mañana; es necesario ver esto como un proceso encaminado a que esos cambios sean reales, profundos y estables.

Para lograr estos objetivos, podemos destacar que nuestro partido, FMLN tiene un mode-lo de participación integrado inicialmente por los comités de base, elemento fundamental de la organización partidaria: allí se discute, se opina y se propone o participa. Luego te-nemos un contexto de participación desde los municipios, desde las instancias orgánicas departamentales, hasta llegar nivel nacional.

El FMLN trata de promover permanentemente la participación a través de la discusión que genera crítica y autocritica, propuestas y análisis. Todo esto es importante, porque con ello el FMLN se vuelve dinámico y además logra que sus funcionarios desde el nivel más local que son los alcaldes, generen esa participación permanente.

La idea fundamental del FMLN es territorializar toda su fuerza, de tal manera que este-mos más cercanos a la gente y seamos políticos de territorio y no políticos de escritorio.

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Eso vale para funcionarios partidarios, públicos, pero también para cada uno y cada una de las y los militantes.

De la misma manera se aspira a profundizar esa relación con el gobierno, para romper con el esquema burocrático del funcionariado y adherir al funcionario de alto nivel con la base que es el pueblo, a fin de que conozca los problemas reales de la población y éstos no sean simplemente transmitidos a través de interlocutores o de intermediarios.

Otro aspecto importante es que el FMLN surgió de las entrañas del movimiento popular y esa raíz le obliga a territorializarse y estar en todos lados con sus funcionarios y sus cuadros, para lograr una transmisión directa hacia la dirección del partido y hacia el go-bierno central.

El gobierno, por su parte, debe lograr que sus funcionarios lleguen al nivel más básico de las organizaciones del pueblo: la organización comunal, de barrio, de comité, a fin de romper con el esquema de la burocracia que todo lo desarrolla desde el escritorio. Ese proceso se está dando y escuchar al pueblo a través del municipio, que practica constan-temente el cabildo abierto, ofrece también la posibilidad de que el pueblo escuche como están funcionando las finanzas y proyectos de su propio municipio y a partir de ello, tenga la posibilidad de participar y canalizar sus opiniones hacia el alcalde, que es el funcionario central en el caso del pueblo.

Podemos decir que este momento se están dando pasos fuertes en este sentido, aunque no podemos asegurar que hemos logrado que todo el gobierno lo haga; pero hay una política de inclusión social que genera condiciones para que esto vaya caminando.

Estamos trabajando fuertemente para que el gobierno y sus funcionarios rompan con el estilo que ha caracterizado a la derecha, y para que las reformas en las instituciones de gobierno den la posibilidad de que la gente tenga acceso al funcionario, se sienta escu-chada y tomada en cuenta. Esto es muy importante, porque hasta ahora no han existido en el país esas condiciones, pero ya tenemos alcaldes que le dedican días a la gente para escucharla y promover parte de los cambios en los cabildos.

También tenemos funcionarios que están dando esos espacios, esto va en proceso y creemos que cuando termine el período de este gobierno de la unidad nacional, tendre-mos un cambio fundamental en la forma de hacer política. Esto es importante por aspec-tos como la inclusión y la democratización; los funcionarios deben comprender que son servidores públicos y no una elite política que se sirve del gobierno para hacer del Estado lo que quiera. En ese sentido estamos trabajando y el papel del partido y de su dirigencia es muy importante para que todo esto se lleve a cabo.Por eso es importante construir un diálogo político permanente. Si el partido que es fuerza motriz para ganar un gobierno que no es totalmente de izquierda, sino de coalición, o el

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personaje que se propone de candidato no pertenece al partido, es importante mantener un diálogo político y una mesa de conversación permanente. De tal manera, que se le pueda dar la flexibilidad al gobernante de que actúe, teniendo muy claro el periodo en el cual se está trabajando.

No obstante, hay que tener claro que ese diálogo debe estar marcado por programas definidos, donde existirán puntos de convergencia y de divergencia; el diálogo da la posi-bilidad de acuerdos sobre el manejo del Estado.

En esa dirección, el partido debe tener claro que no puede desplazar al Presidente de la República en un sistema presidencialista y éste, a su vez, debe mantener respeto hacia el partido, que es precisamente el instrumento que lo lleva al gobierno. En el caso del FMLN, nosotros pretendemos que el mandatario sea un Presidente de la nación y no un gobernante del partido. Ese ha sido el ideario del partido, la visión del Frente siempre ha estado clara en que necesitamos romper con los esquemas del pasado.

Antes la derecha tenía su Presidente y representaba los intereses de la oligarquía, de la argolla, de los empresarios que se aprovechaban del aparato del Estado a través del gobierno. Nosotros no estamos en esa dimensión, por eso cuando trabajamos la partici-pación de otros actores para impulsar la derrota de ARENA en las elecciones, estábamos claros que el gobierno no lo iban a caracterizar los funcionarios del FMLN. Para nosotros el tema de la alianza y el de la transición democrática es clave y para ello necesitamos mantener un diálogo permanente, ser una fuerza que se mantiene alerta y dispuesta a defender al gobierno de cualquier atentado.

Los retos y desafíos siguen siendo grandes, sigue siendo válido el tema de que vienen nuevas luchas y nuevas victorias, por lo cual debemos estar siempre dispuestos a traba-jar. La toma del poder político es un asunto que se vive en proceso y requiere muchos esfuerzos, requiere años y mucha organización del pueblo. Para el FMLN el paso de la lucha armada a la lucha electoral es una nueva etapa y tenemos que no entramos al sistema para que éste nos transformara, sino para transformarlo.

¡Que vivan los pueblos latinoamericanos!

¡Que viva el pueblo de Ecuador!

Muchas gracias.

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3. Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) – Nicaragua, Carlos Fonseca Terán

a. Historia del FSLN

En la década de los treinta, Estados Unidos formó un cuerpo propio de seguridad lla-mado la Guardia Nacional, a cuyo frente quedó Anastasio Somoza, quien inició una dic-tadura militar denominada la “Dinastía Somoza”. En 1934, Somoza asesinó a Sandino, quien había luchado contra la presencia estadounidense en Nicaragua. En 1957, Carlos Fonseca, Silvio Mayorga y Tomás Borge, entre otros, formaron la primera célula que se identificó con los principios proletarios. Desde octubre de 1958 se iniciaron las acciones guerrilleras en una lucha armada contra la dictadura somocista. En el campo político, la oposición convencional, liderada por el Partido Comunista de Nicaragua, no había sido capaz de formar un frente común contra la dictadura. Fueron las organizaciones clandes-tinas estudiantiles que se perfilaron como frentes opositores. A inicios de 1961 se fundó el Movimiento Nueva Nicaragua (MNN), en el cual participaban personas provenientes del mundo de la educación como Carlos Fonseca y Tomás Borge y de entornos obreros e, incluso, de pequeños empresarios y guerrilleros que habían luchado con el llamado General de Hombres Libres, Augusto César Sandino. Ese mismo año, el MNN se disolvió para dar paso al Frente de Liberación Nacional (FLN).

El agrupamiento del FMLN de los primeros años se realizó en torno a ideas básicas compartidas por todas las fuerzas que se iban integrando alrededor de la necesidad de un movimiento revolucionario que utilizaría la lucha armada como oposición a la dicta-dura somocista. Dicho movimiento estaba identificado con la lucha de Sandino. El perfil ideológico del FSLN, al cual se sumó la influencia de la Revolución Cubana, marcó los fundamentos ideológicos marxistas del Frente. Las actividades del FSLN habían saltado del mundo estudiantil y educacional al laboral, lo que diversificaba y aumentaba la fuente de militantes. Sin embargo, la influencia de la Guardia Nacional seguía siendo superior a la que mantenía el Frente. Fue durante la Gesta de Pancasán que se marcó el punto de inflexión, en la lucha contra la dictadura y en la concienciación de los nicaragüenses de que la única posibilidad real de acabar con la dictadura familiar era mediante una lucha armada. Sin embargo, después de algunos hechos armados y enfrentamientos con la Guardia Nacional, el FSLN lanzó la consigna de “acumulación de fuerzas en silencio”,

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reduciendo las acciones bélicas y pasando a un trabajo de fortalecimiento organizacional y de preparación de cuadros y militantes.

En 1976 se dieron discrepancias en el seno de la organización y surgieron tres organiza-ciones con apelativos diferentes: el FSLN Proletario, el FSLN Guerra Popular Prolongada y el FSLN Insurreccional. En 1978, un comando de la fracción del FSLN Insurreccional se tomó el Palacio Nacional del Congreso, reteniendo a diputados y senadores. La Guardia Nacional atacó indiscriminadamente y obligó a los guerrilleros a refugiarse en las mon-tañas y zonas rurales. Esta acción fue el inicio de una insurrección generalizada contra la dictadura. En 1979 se firmó el acuerdo de unidad por parte de las tres fracciones sandinistas y se decidió impulsar “la lucha en la unidad”. La Ofensiva Final contra la Guardia Nacional convocó a toda la población a una huelga general. Finalmente, frente a los intentos de los Estados Unidos por desestabilizar la insurrección del Frente, se de-rrumbó la Guardia Nacional y se puso fin a la etapa dictatorial somocista el 19 de julio del mismo año. Comenzó así la Revolución Sandinista, que asumió las responsabilidades de Gobierno mediante la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. Cinco años más tarde se llamó a elecciones presidenciales y el representante sandinista, Daniel Ortega Saavedra, resultó vencedor.

b. Reseña Biográfica: Carlos Fonseca Terán

Carlos Fonseca Terán es Licenciado en Sociología por la Universidad Centroamericana de Nicaragua.

En el proceso revolucionario de los años ochenta formó parte del cuadro político de Ju-ventud Sandinista 19 de Julio. Desde 1985 ha sido militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). En 1980 fue brigadista en la Cruzada Nacional de Alfabeti-zación y en los cortes de algodón y café, entre otras tareas revolucionarias.

Participó en la defensa militar de la Revolución, en diferentes movilizaciones a los frentes de guerra. Entre 1981 y 1988 se desempeñó como Jefe de Pelotón, Jefe de Compañía y Político de Batallón, consecutivamente. Realizó cursos militares en Nicaragua y en Cuba. Fue, además, Oficial de la Seguridad del Estado en la segunda mitad de la década de los ochenta.

Después de 1990 fue miembro de diferentes estructuras de dirección del FSLN, entre ellas la Asamblea Sandinista Nacional y, desde el 2003, del Consejo Sandinista Nacional. Entre 1994 y 2008 fue Secretario Político Departamental del FSLN en el departamento de León. Desde esa fecha estuvo encargado de Asuntos Ideológicos en el despacho del Secretario General del FSLN y, a partir de 2009, se desempeñó como Secretario Adjunto de Relaciones Internacionales del FSLN.

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Es escritor de artículos periodísticos en diarios nacionales y revistas nacionales e in-ternacionales y miembro de consejos editoriales en diversas publicaciones nacionales. Es autor de los libros “El poder, la propiedad, nosotros”, publicado en 2005 y de “La perpendicular histórica”, que está por publicarse en una fecha próxima. Ambos acerca de la Revolución Sandinista como proceso histórico y del sandinismo como doctrina política revolucionaria en Nicaragua.

c. Ponencia

De organización político–militar guerrillera a partido único en modelo pluripartidis-ta, y de esta a partido electoral. Funcionamiento interno, políticas de selección y categorías de miembro en las tres etapas.

Al FSLN le ha correspondido vivir experiencias inéditas en la historia del movimiento revolucionario. Nació como una organización político–militar para derrocar a la dictadu-ra somocista, en tanto ésta era el instrumento opresor del imperialismo en Nicaragua. En tal condición, sobrevivió a sucesivas jornadas guerrilleras, varias de ellas derrotadas militarmente hasta lograr en 1979, el único triunfo de la lucha armada en América Latina después de la Revolución Cubana. No debe dejar de mencionarse el hecho de que en El Salvador, con la lucha armada, el FMLN conquistó espacios políticos crecientes, que lo llevaron finalmente a contar con un gobierno aliado, como paso previo para posterior-mente obtener el control del gobierno, una situación que también es inédita en la región.

En las elecciones de 1990, después de la primera etapa del proceso revolucionario de los años ochenta, el FSLN fue desplazado del gobierno, pasando así a ser la primera fuerza revolucionaria que, habiendo llegado al poder por la lucha armada, lo perdía por los vo-tos. Nicaragua pasó a ser el único país en el que, gobernando la derecha, existían unas fuerzas armadas y de seguridad nacidas de la lucha guerrillera y por tanto, identificadas con las ideas revolucionarias.

Al volver al gobierno en las elecciones del 2006, el FSLN pasó a ser la única organización política de izquierda que, habiendo perdido el poder, vuelve al gobierno y la única que ha llegado al gobierno por la vía armada en la época del mundo bipolar y por la vía electoral en la época del mundo unipolar y del nuevo auge de la izquierda en América Latina.

En los años ochenta, el FSLN se estructuró como un partido cerrado hacia afuera (con membresía selecta) y vertical hacia adentro (con decisiones tomadas únicamente de arri-ba hacia abajo). Lo segundo se explicaba hasta cierto punto por la guerra, pero lo primero era injustificado, debido a que se daba dentro de un modelo político pluripartidista y, en esas circunstancias, resultaba dañino políticamente que muchos sandinistas no pudieran sentirse miembros de la organización política a la que querían pertenecer.

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A raíz de la derrota electoral de 1990, el FSLN abrió sus filas a todo el que quisiera entrar en ellas, manteniendo dos categorías: la de afiliado para todo el que quisiera entrar y la de militante para el que estuviera dispuesto a someterse a su disciplina interna, pero como una opción voluntaria, contrario a los años ochenta, en que los aspirantes eran seleccionados por la dirigencia y también debían ser aceptados previamente como tales.

El nuevo modelo no funcionó, de modo que se adoptó la línea de que todos los miembros sean militantes, y la práctica indique quién lo era efectivamente y quién no.

Las autoridades internas del FSLN hasta 1990 eran designadas y a partir de entonces son electas en procesos que comienzan desde la base. Las decisiones hasta esa fecha se tomaban de arriba hacia abajo, siendo la máxima autoridad una Dirección Nacional de carácter colegiado (medida tomada a raíz de la unidad entre las tres tendencias en que se había dividido el FSLN y luego del vacío dejado por la muerte de su principal líder y fundador, Carlos Fonseca). Desde 1990, el máximo órgano de decisión es el Congreso, electo directamente en la base, y en su receso la Asamblea Sandinista Nacional, electa parcialmente por él junto con el Consejo Sandinista Nacional y el Secretario General. Del seno del Consejo Sandinista Nacional, el Secretario General escoge a la Comisión Políti-ca y designa los cargos ejecutivos, no necesariamente de entre los miembros electos del Consejo Sandinista Nacional.

La estructura de base se denomina Consejo de Liderazgo Sandinista, y la máxima auto-ridad territorial son las Asambleas Sandinistas correspondientes (municipales y departa-mentales), siendo las municipales electas por la base, las departamentales electas en las municipales; y la nacional electa en las departamentales y parcialmente en el Congreso.

De ser una organización política cerrada hacia afuera y vertical hacia adentro, el FSLN pasó a ser abierto hacia afuera y horizontal hacia adentro.

Modelo político y vanguardia. Tipos y modalidades de vanguardia.

Somos partidarios heterodoxos del concepto leninista de vanguardia. Tan partidarios, que el carácter de vanguardia está en nuestros estatutos; tan heterodoxos, que a algunos cuadros de dirección (entre ellos Daniel Ortega y quien les habla) no nos gusta llamarle partido a nuestra organización; pero nuestra diversidad interna es tal, que algunos ya querían llamarle partido desde antes del triunfo revolucionario en 1979.

A nuestro juicio, es un error el cuestionamiento a este concepto, debido a que no se refiere al concepto como tal, sino a un tipo y modalidad específica del mismo, aunque ciertamente bajo la cual nació: la vanguardia cerrada y vertical, pudiendo combinarse cada una de estas características con sus contrarias (abierta y horizontal).

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Por otro lado, la modalidad original del concepto de vanguardia era la de un partido único; pero puede serlo también una organización político–militar guerrillera, una organización política electoral o incluso, un movimiento social.

La ya señalada incoherencia de la modalidad y el tipo de vanguardia que fue el FSLN en los años ochenta, se sumó al gran déficit que constituyó la combinación de la democracia burguesa con un poder en manos revolucionarias no concretado como un modelo capaz de ser institucionalizado.

La vanguardia política se caracteriza por tener estructuras permanentes para hacer la revolución en base a una visión objetiva de la realidad social, por tener cuadros profe-sionales, y se basa en los principios del centralismo democrático: trabajo, dirección y decisiones colectivas; dirección y decisiones únicas; responsabilidades individuales.

La izquierda nicaragüense tiene una tradición de unidad (extraña en la izquierda). Tanto, que cuando estuvo a punto de dividirse en los años setenta, las tres tendencias que surgieron se siguieron llamando sandinistas. Lo que sucedió en los noventa fue el des-prendimiento de un pequeño fragmento sin ningún arraigo en el pueblo, que renunció a la lucha revolucionaria. La existencia de no más de un partido de la izquierda es mejor que la existencia de más de un partido, debido a la misión de la vanguardia; contrario a lo que ocurre con los partidos de derecha, que no asumen el rol para su proyecto, como lo hacen los de la izquierda, ya que en el caso de la derecha ese rol lo asumen los medios de comunicación.

Los cambios necesitan liderazgos, debido al miedo natural que inspiran, aún entre quie-nes no tienen nada que perder, pues incluso ellos creen que pueden estar peor; y las personas concretas inspiran más confianza que las ideas abstractas, en tanto sea más bajo el nivel cultural y político de la población –como es el caso de nuestros países– siem-pre que esos líderes encarnen los anhelos de mejoría, justicia y libertad del pueblo. La defensa del orden establecido necesita instituciones; cuando los cambios se estabilizan, el liderazgo da paso a la institucionalidad como eje central de los procesos sociales.

Democracia y crisis de la intermediación.

El partido no puede ser mediador entre el pueblo y el gobierno; la mediación es un retro-ceso en términos de la transformación revolucionaria de la sociedad en la época actual. En estos momentos, el mundo asiste a la crisis de la intermediación en todos los ámbitos de la vida social, como producto de que la crisis civilizatoria actual es causada entre otras cosas, por un nuevo salto en las fuerzas productivas que consiste en la revolución electrónica, que pone en crisis también las relaciones salariales y por consiguiente, la intermediación entre la fuerza de trabajo y la base material producida por ella. Esto crea

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la crisis del rol protagónico y decisor del Estado en la vida económica, tanto en el capi-talismo como en el socialismo, sistemas ambos en que el Estado asumió ese rol en el siglo XX, lo cual también respondía a la necesidad histórica del desarrollo de las fuerzas productivas, igual que ocurre ahora con la disminución de dicho papel tanto en el capita-lismo con el neoliberalismo, como en el socialismo con la autogestión económica popular. El paso de la democracia representativa a la democracia directa es también producto de la crisis de la intermediación, ejercida en este caso mediante la sustitución del pueblo en el ejercicio del poder, por sus representantes electos en el capitalismo o por el partido, en el caso del socialismo del siglo XX; vías ambas de mediatización de la voluntad popular.

Para efectos de todo aquello que se relacione tanto con la vida política del país, como con la vida interna de la organización política que conduzca la lucha revolucionaria, es impor-tante tener en cuenta que la democracia se subordina al poder y éste, a los principios. Lo último obedece a que los principios son la razón de ser para el ejercicio del poder, debido a lo indispensable que ello resulta para emprender la transformación revolucionaria de la sociedad. Lo primero (subordinación de la democracia al poder) responde al carácter instrumental inherente a la democracia, pues mientras ésta sea necesaria será porque es necesario el poder y por tanto, porque la sociedad estará dividida por antagonismos de clase, pues la democracia no tendría sentido sin el poder (pues en esencia es el poder de la mayoría sobre la minoría o más consecuentemente, el poder de la mayor cantidad po-sible de ciudadanos sobre la menor cantidad posible, lo cual llevado a lo máxima expre-sión sería el poder de todos y por tanto, el de nadie, debido a que no habría sobre quien ejercerlo). Y mientras existan los antagonismos de clase existirá el poder en manos de una o un grupo de clases sociales que lo ejercerán sobre las demás; y es a este poder de clase que responde la democracia como su legitimación por excelencia. De modo pues, que la democracia no tiene sentido si no es como instrumento de legitimación del poder (ya sea en manos de las clases opresoras o en manos de las clases antes oprimidas o en vías de emancipación), pero a pesar de esa condición instrumental que le es inherente, la democracia resulta un instrumento indispensable para la legitimación del poder y por tanto, para la preservación del mismo en manos de la clase correspondiente mientras el poder mismo sea una necesidad histórica.

Si el poder es indispensable para hacer la revolución pero su esencia reaccionaria pone en peligro a la revolución misma, y si debe ser ejercido por una clase social o conjunto de ellas, la revolución demanda que en su contexto ese poder sea ejercido por aquellas clases cuyos intereses se corresponden con las metas revolucionarias; es decir, las cla-ses populares en el caso de la revolución que se plantea como objetivo estratégico la construcción del socialismo.

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Conducción política y poder ciudadano.

Sin embargo, el poder tiene como razón de ser la opresión o la dominación de una parte de la sociedad por otra; por tanto, es reaccionario por naturaleza y de ahí resulta su carácter corruptor sobre la conciencia de los revolucionarios al ejercerlo. El antídoto de esto reside en dos cosas: la vinculación de los revolucionarios con el pueblo y que el poder sea ejercido directamente por las clases populares, de modo que el papel de la organización política revolucionaria no sea ejercer el poder, sino conducir políticamente el proceso revolucionario en el marco de la lucha ideológica que se libra con el trabajo político permanente de sus estructuras y mediante la presencia de sus cuadros en los espacios de poder correspondientes, pero en el marco de una institucionalidad diseñada para que quienes ocupen dichos espacios respondan directamente a la voluntad popular orgánicamente expresada.

La conducción política se puede ejercer por tanto, mediante la persuasión y la búsqueda del consenso; lo cual tiene como condición sine qua non la ejemplaridad en la conducta de los cuadros y militantes de la organización política, que hace posible la acción con-junta de los revolucionarios en base a una estrategia común y a una visión común de la realidad social que se encuentra en transformación revolucionaria o cuya transformación revolucionaria es la meta de la organización política correspondiente. La sustitución de las clases populares por la organización política en el ejercicio del poder (independiente-mente de su inevitabilidad o no en determinadas circunstancias) ha sido causa principal del colapso de los modelos socialistas del siglo XX allí donde esto ocurrió. En todo caso, la conciencia de esto debe ser garantía suficiente para evitar que tal fenómeno vuelva a presentarse.

En síntesis, el partido es para la conducción política, el pueblo para mandar y el gobierno para obedecer al pueblo, entendiéndose por pueblo a las clases populares, es decir el conjunto de todos los sectores sociales cuya emancipación de la opresión capitalista for-ma parte del sentido que posee la transformación revolucionaria de la sociedad.

El modelo por excelencia que se corresponde con este principio es el de la democracia directa, es decir aquella democracia en la que el poder es ejercido directamente por los ciudadanos y, por tanto, aquella en que los ciudadanos no solamente eligen gobernantes y representantes que luego los sustituyen en el ejercicio del poder usurpando con ello su soberanía, sino que los ciudadanos en este modelo toman las decisiones que luego esos gobernantes y representantes por ellos electos en todo caso, deberán acatar. Se supera así la democracia representativa que, por su condición mediatizante, es inconsecuente consigo misma y donde la mediatización de la voluntad popular se ejerce mediante la re-presentación que consiste en la sustitución del soberano por sus representantes electos, que el sistema se encarga de separar de sus electores y, por tanto, no responden a éstos, sino a los intereses de las clases opresoras en función de los cuales existe el poder polí-

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tico mismo. Tal sustitución del pueblo en el ejercicio del poder se dio también en la expe-riencia democrática socialista del siglo XX, en la cual la intermediación mediatizante fue ejercida precisamente por quien debía conducir políticamente el proceso revolucionario, confundiéndose en este caso dicha conducción política con el ejercicio directo del poder.

En el caso de Nicaragua y su Revolución Sandinista, el FSLN como organización política conductora de ese proceso de construcción social con rumbo al socialismo, ha promovido desde el gobierno el Poder Ciudadano, que es la expresión organizada de la democracia directa y cuya instalación es por tanto, el primer paso para la instauración de la misma.

El poder, así como ejerce un efecto nocivo para los revolucionarios cuando éstos sustitu-yen al pueblo en el ejercicio del mismo, educa a la clase que lo ejerce en la defensa de sus intereses (incluyendo a las clases populares, creando las condiciones para el surgimiento en éstas de su conciencia de clase, siempre que ejerzan el poder de forma directa, ya que es esta forma de ejercer el poder la que se corresponde con el carácter popular de clase si se trata de la transformación revolucionaria de la sociedad con rumbo al socialismo).

El Poder Ciudadano garantiza que las conquistas revolucionarias sean asumidas como propias por las clases populares y, por tanto, las dispone en su defensa; y su instituciona-lización jurídica contribuye a la irreversibilidad de las transformaciones sociales empren-didas que, sin embargo, nunca son irreversibles en términos absolutos, debido a que la construcción social rumbo al socialismo es un proceso en el cual juega un papel funda-mental el factor subjetivo, porque requiere la aplicación consciente por los seres humanos de las leyes objetivas que rigen la realidad social. Todo ello hace aún más necesario el Poder Ciudadano, como expresión organizada de la democracia directa y su institucio-nalización, la cual en el caso de Nicaragua no ha sido posible debido a la ausencia de una mayoría suficiente del FSLN en el Poder Legislativo en el contexto de la democracia representativa que todavía rige en nuestro país.

Otro problema, en el caso de la experiencia sandinista, es que el Poder Ciudadano no ha sido una demanda de la población (el pueblo no demanda gobernar, sino que lo go-biernen bien), ni lo es posiblemente en ningún otro caso, debido a que solamente lo sería si las clases populares hubieran alcanzado un nivel de conciencia que sólo es posible alcanzar cuando el Poder Ciudadano ya está instalado y funcionando en toda su poten-cialidad. Pero esta conciencia de clase requiere no solamente del Poder Ciudadano, sino del trabajo ideológico de la organización política revolucionaria que, además, es la que impulsa el Poder Ciudadano precisamente por eso, debido a que ella está en parte cons-tituida y totalmente dirigida por quienes ya han adquirido esa conciencia de clase, que serán minoría mientras no se den las condiciones antes señaladas. Esto explica en gran medida la necesidad de la existencia de esa organización política que, como vanguardia del proceso revolucionario, lo conduzca políticamente sin que ello signifique la sustitución de las clases populares en el ejercicio del poder político.

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De modo pues, que el Poder Ciudadano es un proceso de aprendizaje, pues si a nivel individual es difícil aprender a gobernar, lo es aún más a nivel social; y a gobernar sólo se aprende gobernando. Nuestro lema de que el pueblo es Presidente es, por tanto, la evocación de un sueño que será realidad en la medida en que sea compartido por todas y todos; y lo será en la medida en que la mayor proporción posible de la población sea protagonista efectivamente mediante el Poder Ciudadano, en la definición de las políticas públicas y de Estado a partir de que las decisiones gubernamentales sea tomadas direc-tamente por los ciudadanos organizados para ejercer directamente el poder.

Entre los obstáculos más sobresalientes se encuentra la confusión entre la misión de la organización política y la del movimiento social; entre la de éste y el Poder Ciudadano; pero sobre todo, entre la del Poder Ciudadano y la de la organización política. En la supe-ración de este problema juega un papel indispensable la formación política e ideológica de los cuadros y militantes de la organización política, que forman parte también (tal como lo requiere la necesidad de la conducción política del proceso) de las organizaciones so-ciales y de las estructuras organizadas del Poder Ciudadano, lo cual no significa que los dirigentes principales de las estructuras de base de la organización política (es decir, en nuestro caso del FSLN, o sea los Secretarios Políticos de los Consejos de Liderazgo San-dinistas) deban ser a la vez los Coordinadores de los Gabinetes del Poder Ciudadano. Por el contrario, tal circunstancia es contraproducente en la labor política destinada a su-primir la confusión entre la misión de cada expresión organizada de las clases populares (su expresión política que es el partido, su expresión social que son las organizaciones sectoriales y comunitarias, y su expresión estatal que es el Poder Ciudadano). Sin em-bargo, esto último aún no es algo de lo cual se tenga –ni de lejos– la conciencia suficiente a nivel de toda la estructura política, sobre todo entre quienes ejercen los cargos de dirección a todos los niveles (sobre todo en la base), debido a que quien ejerce un cargo pretende por lo general, acaparar en sus manos el mayor poder posible.

La formación política e ideológica – que como se ha planteado ya, es indispensable para la superación del problema aquí planteado – está tomando fuerza en el FSLN a partir de la instalación de la Escuela de Cuadros y la implementación de diversas modalidades de formación, que están siendo promovidas a todos los niveles por la dirección política revolucionaria.

En nuestro caso particular, debido en parte al liderazgo del Comandante Daniel Ortega (necesario, por lo demás, para todo proceso revolucionario en la fase en que se encuen-tra el nuestro) no es incompatible el ejercicio por una misma persona, del máximo cargo partidista y el máximo cargo gubernamental en cualquier nivel, pero sobre todo porque el máximo cargo gubernamental no es el máximo a nivel estatal, pues en el modelo que estamos impulsando el máximo cargo estatal es delegatario en vista de que se refiere al Poder Ciudadano y no a las instituciones administrativas gubernamentales, que es a las cuales se circunscribe el cargo gubernamental. El carácter delegatario de los cargos

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(como es el de Coordinador del Poder Ciudadano y el de Consejero del mismo, que va como delegado a las instancias superiores de dicha estructura estatal, aunque aún no institucionalizada como tal) obliga a quienes los ejercen, a que sus actos en ejercicio de dichos cargos se sujeten estrictamente al mandato específico de quienes lo delegaron en el mismo.

El Poder Ciudadano en Nicaragua, sin embargo, aún padece de indefiniciones organi-zativas (sobre todo a nivel nacional) que han dificultado el pleno desarrollo de su po-tencialidad en el proceso de construcción social rumbo al socialismo en nuestro país. El Poder Ciudadano es, de hecho, la esencia misma de la transformación revolucionaria de la sociedad nicaragüense, pues es esta la forma en que mediante el ejercicio del poder revolucionario, en nuestro país puede avanzar este proceso y no solamente el cambio de las condiciones materiales y económicas de existencia social, sino el cambio de valores, es decir la conciencia que es donde principalmente se debe hacer la revolución, porque es en ella donde reside en última instancia la posibilidad de alcanzar la meta fundamental y última de la revolución, que es la felicidad para toda la humanidad (la cual no se alcanza al final del camino, sino a lo largo del mismo). En función de ello se hace indispensable la transformación de las relaciones de producción mediante la socialización de la pro-piedad a través –en nuestro caso– de la democratización económica con el ejercicio de la propiedad sobre los medios de producción por los trabajadores. También mediante políticas que garanticen el peso creciente de las motivaciones espirituales y estímulos morales, así como las motivaciones y estímulos colectivos para el trabajo y la producción material (esencia de los planteamientos del Che Guevara acerca de la construcción del socialismo). Otra razón para que la batalla por la conciencia sea la principal de todas las batallas revolucionarias obedece a que, para pasar de la distribución según el trabajo, a la distribución según las necesidades, es indispensable que el ser humano trabaje motivado por la satisfacción espiritual que dicha actividad le proporcione.

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4. Alianza País (AP) – Ecuador, César Rodríguez

a. Reseña Biográfica

César Rodríguez tiene una maestría en Ciencias Políticas y es Doctor en Jurisprudencia. Ha estado ligado durante toda su vida al trabajo por la niñez, por los barrios y el desarrollo social.

Fue cofundador de Movimiento PAIS y la Revolución Ciudadana. También fue Segundo Vicepresidente de la Asamblea Constituyente.

Actualmente es Asambleísta Provincial por Pichincha, pertenece a la Comisión de Fisca-lización y Control y es Presidente de la Comisión Ocasional de Educación. Además, es político y militante de Alianza País.

b. Ponencia

Antecedentes

La revolución transgrede, devela las realidades políticas y las enfrenta en todos sus ámbi-tos; la revolución dice verdades dolorosas y toma decisiones difíciles. Un proceso revolu-cionario es de doble vía: se retroalimenta permanentemente de las demandas y anhelos ciudadanos. La organización política recoge y potencia esas demandas y propone las estrategias del gobierno que es delegatario del poder.

El Ecuador requería una respuesta política que tuviera un respaldo ideológico consisten-te, claro y coherente. Y encontró asidero en la propuesta de la Revolución Ciudadana. Durante las casi tres décadas de “exploración” democrática, se eligió a todos –o casi todos– los partidos políticos, con sucesivos resultados catastróficos, que dejaron un es-cenario político caótico, en permanente conflicto, y un ámbito democrático tortuoso en el que resultaba muy difícil para el votante identificar propuestas certeras. El escenario tor-naba imposible para los sujetos políticos honestos, la construcción de procesos sosteni-bles, que no fueran absorbidos por la demoledora maquinaria neoliberal, única ideología actuante en la estructura de la partidocracia tradicional ecuatoriana.

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Afortunadamente, y en paralelo, otras visiones se construían, otros procesos florecían; al-gunos, espontáneos como la movilización de Los Forajidos; otros, fruto de la evolución de movimientos y partidos de izquierda y centro izquierda; otros, producto de organizaciones y movimientos sociales de larga data y sólida trayectoria, como el movimiento indígena o el sindical, aunque dueños de abismales contradicciones. Nuevos temas surgían y nue-vos actores sociales se consolidaban. Se entendía con mayor claridad la necesidad de superar vicios de militancia como el sectarismo o el dogmatismo y de empezar a confluir en un proceso político ideológico que no nos representara solamente a algunos, sino a todos.

Esta propuesta debía ser eminentemente social y humanista pero, sobre todo, debía tener una identidad ecuatoriana y latinoamericana; debía ser posible y viable desde la realidad económica y social; tenía que ser consecuente con las diversidades culturales, de género y etarias; debía contener conceptos de soberanía claros y contundentes, sin temor a los fantasmas imperialistas ni a la orfandad inversionista. Debía ubicar al ser humano como centro y como eje de su relación simbiótica con la naturaleza.

Ese era el grito y el deseo de los ecuatorianos. Movimiento País respondió desde los principios del Socialismo del Siglo XXI, particularizados a la realidad nacional en el plan programático de campaña y en los cinco ejes de la revolución ciudadana, que tuvieron la virtud de recoger la voz de miles de conciencias, bañados de identidad por conceptos refrescantes como el sumak kawsay y una nueva definición de bienestar, una definición sistémica.

Nos propusimos 5 revoluciones.

La REVOLUCIÓN POLITICA, que se define como la transformación de la democracia formal y representativa en la democracia activa y participativa, capaz de remplazar las prácticas de fragmentación por prácticas propositivas, positivas, coherentes y colectivas.

La REVOLUCION ECONÓMICA, consistente en la dignificación del ser humano a través de su derecho a acceder al trabajo, en la reactivación de la producción, en la generación de pleno empleo, en la construcción de una sociedad de propietarios y productores, en la cual la redistribución equitativa y digna de la riqueza constituya una política de Estado.

La REVOLUCIÓN ÉTICA, que busca la transformación de la conciencia colectiva a través de la educación y el reconocimiento profundo de nuestra interculturalidad, por tanto, de la creación de condiciones para la elaboración de un nuevo discurso proveniente de las clases populares, con la finalidad de lograr los cambios de conducta necesarios para desterrar la corrupción y recuperar la dignidad, la ética y el compromiso, es decir, crear el hombre nuevo.

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La REVOLUCIÓN SOCIAL, CULTURAL Y AMBIENTAL, que promueve la recuperación de los derechos de la sociedad ecuatoriana a la propiedad, a la vivienda digna, a la segu-ridad social, al equilibrio macro ecológico, a un ambiente sano, al desarrollo pleno y libre del individuo, de los grupos, de los colectivos, de los pueblos, de las nacionalidades y de todas y cada una de sus expresiones culturales, como los motores de un nuevo pacto social.

La REVOLUCIÓN POR LA SOBERANÍA Y LA INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA, que se propuso construir la soberanía continental e histórica para revertir el desenfreno globa-lizador y volver a potenciar estratégicamente a una de las regiones más ricas del planeta en toda su diversidad y heterogeneidad, avanzando en el proceso de un ideal sudameri-cano, coherente con nuestra convicción y vocación libertaria e igualitaria.

Estos cinco ejes debieron estar articulados en dos niveles simultáneos: la administración coherente del poder político delegado y la construcción del poder ciudadano a través de la organización, pero ello no ocurrió así. Algunos de los engranajes de esa articulación fallaron en la etapa de transición política, básicamente por las graves distorsiones provo-cadas por la creencia de que se puede unificar la gestión estatal con la gestión política, en detrimento de los procesos de acción y cohesión social.

Se intentó conducir el proceso revolucionario desde la gestión pública, generando perma-nentes contradicciones ideológicas e inútiles tensiones entre poderes internos. Por otra parte, la militancia y los simpatizantes de la organización, de tan diversas proveniencias y con tan diversas reivindicaciones, equivocaron su visión y se supusieron dueños de ma-yores derechos y de misiones superiores a sus fuerzas y sus conciencias. Conseguido el poder público o la representación sectorial, creyeron suya y exclusiva la responsabilidad de construir, consolidar, radicalizar y efectivizar el paradigma revolucionario a su manera, enfilando sus demandas a los funcionarios públicos de cualquier nivel o ámbito o directa-mente a sus representados.

El movimiento mostró entonces su mayor limitación: la incapacidad de revolucionar las conciencias. Más de 1200 escuelas de la Revolución Agraria, Comités de Defensa de la Revolución, Escuelas de la Revolución, miles de mentes lúcidas en los poderes del Estado, millones de corazones ardientes en las calles, defendiendo con valor una larga sucesión de procesos electorales: no hemos podido aún recrear los conceptos, superar las pasiones vanguardistas y las reivindicaciones mesiánicas. Y esa es nuestra mayor debilidad, nuestra mayor flaqueza, nuestra inmensa tristeza.

Desde una perspectiva unidireccional y vanguardista clásica, podríamos abordar las in-terrogantes propuestas por este Foro, desde el análisis de la relación política entre dos sujetos: el que lidera el cambio (movimiento y líder) y el que usufructúa del cambio (la masa anhelante).

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Pero, entendiendo que el cambio es dialéctico y diacrónico, que la fuerza de transforma-ción de la sociedad pervivirá a los sujetos u organizaciones, abordaremos el análisis des-de la relación entre las condiciones que necesitamos sembrar para construir la revolución que aún no hemos dejado de amar.

En mi concepto, debemos dar un giro sustancial, que permita la conformación del partido político y la reducción de las reivindicaciones a su justa dimensión, la de potenciador del encuentro. Y ese giro depende de la transformación de las conciencias.

Necesitamos provocar la conciencia del bienestar. En ella, la educación, la cultura y la comunicación reflexivas y en permanente construcción, flexibles y en permanente evo-lución, colectivas y en simbiosis con las conductas individuales, dueñas de una sólida lectura y capacidad de análisis del presente, en permanente relación con la reflexión histórica desde el pasado, con proyección hacia la imaginación del futuro, podrán volver orgánico el ideal del sumak kawsay y su realización sistémica.

Necesitamos construir el potencial del bienestar, basado en la conjunción de identidad política y sentido de pertenencia, en el reconocimiento e integración de la realidad. El potencial del bienestar solo es posible en un proceso sistémico y orgánico, ambicioso y audaz, creativo y constructivo en la acción concreta, basado en la democratización de Movimiento País, la cual pasa en este punto y necesariamente, por la construcción del partido, única estrategia posible de construcción de organicidad potente y consciente.

Y necesitamos planificar la posibilidad del bienestar a través de la construcción de puntos de equilibrio entre la administración del poder y ejercicio del contrapoder. La planificación de la posibilidad del bienestar debe guardar coherencia con el paradigma, no con el siste-ma. Debe ser gestionada con sentido, honestidad y eficiencia. Debe ser democrática más allá de la apariencia y la simulación de la voluntad de la mayoría. Debe caminar hacia la noción del deber ser permanente y presente en todos los actos individuales y colectivos. Y debe estar sujeta a permanente veeduría ética, y la única vía posible, insisto, es la de un partido.

Recrear la conciencia, la potencia y la posibilidad del Buen Vivir para el Buen Vivir, es nuestra línea. Aplicar este triángulo de acción en sus dimensiones individual y colectiva, histórica y sincrónica, para generar una lectura multidimensional y superar la lectura de roles políticos, es nuestra proyección; es la condición para alcanzar nuestra soberanía, que no se define en palabras, que es mucho más vulnerable de lo que creemos. Y ello será posible en la construcción de un partido político, cuyos principios de organización y acción sean los que nosotros escribimos, compañeros, los que nosotros ideamos y dibu-jamos en nuestra Constitución de Montecristi. ¿Es esa una utopía? No, compañeros. Es el camino para depurar nuestro movimiento, tarea harto urgente y dolorosa, y convertirlo en un partido político bajo los principios que soñamos.

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La Constitución en sus artículos 108 a 111, “De las organizaciones políticas”, delinea con lucidez los principios:

Art. 108.– Los partidos y movimientos políticos son organizaciones públicas no estatales, que constituyen expresiones de la pluralidad política del pueblo y sustentarán concepcio-nes filosóficas, políticas, ideológicas, incluyentes y no discriminatorias.

Su organización, estructura y funcionamiento serán democráticos y garantizarán la alter-nabilidad, rendición de cuentas y conformación paritaria entre mujeres y hombres en sus directivas. Seleccionarán a sus directivas y candidaturas mediante procesos electorales internos o elecciones primarias.

Art. 109.– Los partidos políticos serán de carácter nacional, se regirán por sus princi-pios y estatutos, propondrán un programa de gobierno y mantendrán el registro de sus afiliados. Los movimientos políticos podrán corresponder a cualquier nivel de gobierno o a la circunscripción del exterior. La ley establecerá los requisitos y condiciones de orga-nización, permanencia y accionar democrático de los movimientos políticos, así como los incentivos para que conformen alianzas.

Los partidos políticos deberán presentar su declaración de principios ideológicos, progra-ma de gobierno que establezca las acciones básicas que se proponen realizar, estatu-to, símbolos, siglas, emblemas, distintivos, nómina de la directiva. Los partidos deberán contar con una organización nacional, que comprenderá al menos al cincuenta por ciento de las provincias del país, dos de las cuales deberán corresponder a las tres de mayor población. El registro de afiliados no podrá ser menor al uno punto cinco por ciento del registro electoral utilizado en el último proceso electoral.

Art. 110.– Los partidos políticos se financiarán con los aportes de sus afiliadas, afiliados y simpatizantes, y en la medida en que cumplan con los requisitos que establezca la ley, los partidos políticos recibirán asignaciones del Estado sujetas a control.

El movimiento político que en dos elecciones pluripersonales sucesivas obtenga al me-nos el cinco por ciento de votos válidos a nivel nacional, adquirirá iguales derechos y deberá cumplir las mismas obligaciones que los partidos políticos. (Esta norma es, al momento, particularmente importante y nos debe llevar a la reflexión).

Art. 111.–Se reconoce el derecho de los partidos y movimientos políticos registrados en el Consejo Nacional Electoral, a la oposición política en todos los niveles de gobierno. Esta es fundamental, y es la que nos debe llamar a determinar la importancia de un parti-do dialogante, en el cual la construcción del poder sea de múltiples vías, ya que el poder no se construye ni horizontalmente, en la anulación de la confrontación, ni verticalmente, de arriba hacia abajo, en la supresión de las voces.

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Y para continuar con las líneas de reflexión a que fui invitado, paso al segundo punto:

¿Cómo procesar la relación entre partido y gobierno; niveles de autonomía y espa-cios para la autocrítica?

La consecución, legitimación o gestión del poder público no debe reemplazar la cons-trucción del proceso revolucionario. El poder delegado es apenas el ámbito de la POSI-BILIDAD del bienestar, al entenderse que facilitará los recursos y herramientas que se requieren. La acción social organizada y movilizada es la POTENCIALIDAD del bienestar. Y ambos niveles están, o deberían estar, definidos por la CONCIENCIA coherente y ar-monizada de ese bienestar.

La tensión entre los niveles de administración y construcción del poder genera distanciamiento entre ambos, y de estos con el paradigma original; es decir, el bienestar colectivo para el Ecuador: el Buen Vivir, claramente citado como norma principal en la constitución, art. 275.

Art. 275.– El régimen de desarrollo es el conjunto organizado, sostenible y dinámico de los sistemas económicos, políticos, socio–culturales y ambientales, que garantizan la realización del buen vivir, del sumak kawsay.

Más claro no canta un gallo, aunque en el país de los ciegos el tuerto pueda ser rey. Ese país de ciegos es aún el continente de nuestro movimiento, cuya responsabilidad se ha querido endosar a nuestro Presidente, pero cuya imposibilidad recae muy lejos del com-pañero Rafael Correa, en todos nosotros.

Compañeros, toda la Constitución gira alrededor de este artículo.

Si, por ejemplo, el nivel de administración del poder (gobierno) tiende a vindicar lo “técni-co” (modelo conductista y cibernético) frente a lo político, aleja el poder de su objeto, el ser humano, y lo reemplaza con metodologías, cifras y esquemas, política mediática, “ta-llerología” que simula rendición de cuentas, o participación social. Bajo esta desviación, aparentemente sutil, se esconde la posibilidad de replantearse las estrategias esenciales (buen vivir, ser humano como centro) adaptándose “por indicadores” a visiones alejadas o incluso opuestas (desarrollismo, modernidad, etc.)

Por su parte, quienes deberían construir y ejercer el contrapoder revolucionario (organi-zaciones / líderes) entienden la participación ciudadana exclusivamente como un meca-nismo para la toma de decisiones en la paradoja delegación – conducción, y se desdibuja así el sentido de la participación como la “construcción dialógica” del poder. La participa-ción ciudadana no es únicamente un ámbito de control y cogobierno, es básicamente un proceso de construcción de conciencias y de CORRESPONSABILIDADES que las partes no siempre están dispuestas a asumir.

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Como este ejemplo, podemos desagregar varios espacios donde se detectan las grietas entre ambos niveles (delegado y delegatario), al ser el uno sordo cuando reemplaza por indicadores los procesos de debate ciudadano y simula procesos de participación totalmente controlados; y el otro cojo, delegante de la acción y la iniciativa social a la subordinación al poder público.

Es en esta dialéctica de poder y contrapoder en la cual interviene la organización política: el partido; es el canalizador y potenciador del mandato ciudadano y, al mismo tiempo, poder equilibrante del delegatario de ese mandato: el poder público.

Por lo tanto, esta relación sería autónoma del nivel del gobierno, pero dependiente del estímulo social y ciudadano. La autocrítica sería en realidad un proceso, una actitud de evaluación y ajuste permanente en relación con la realidad, y no en relación con un idea-rio o “manual de uso de la revolución”, que tarde o temprano sucumbe al dogmatismo.

Y no le tenemos miedo a la autocrítica; por lo menos, no nosotros. Lo hacemos cada día al interior del bloque y de la Asamblea Nacional. Desgraciadamente, la horizontalidad confrontativa, la verticalidad, y las reivindicaciones mesiánicas opacan la conciencia. Por eso, quiero citar aquí algunos párrafos de nuestra rendición de cuentas 2009:

“Sin embargo” –dijimos entonces a propósito de la Asamblea Constituyente– “ese ejerci-cio de concentrar la representación política orgánica también fue, a la larga, un error, cuya factura fue la dispersión de parte de la organización, el desplazamiento de liderazgos maduros por otros menos legítimos. Como resultado, nos enfrentamos a la fractura del movimiento en algunos territorios, la creación de fisuras por donde se colaron oportunis-tas y mentecatos, que cuestionaron y desplazaron a los líderes y lideresas comprometi-dos, la pérdida de oportunidades valiosas de ampliar las alianzas alrededor de proyectos políticos sólidos, por simplezas y mezquindades individuales.

En la vertiginosa dinámica de la transición en los dos primeros años de ejercicio del poder, avanzar fue una prioridad, elaborar la Constitución, construir y aprobar las leyes urgentes para poner en marcha esa Constitución. Responder con eficiencia a la responsabilidad a nosotros encargada por la ciudadanía era un objetivo inaplazable y, en esa medida, se desatendió la construcción de una organización política capaz de articular, concienciar y movilizar a la población en el esfuerzo de construir su propia revolución. Aquí tam-bién se cometieron errores de acción u omisión: la necesidad de reducir el número de asambleístas en la Comisión de Legislación, nos desarticuló como equipo político. Nos encerramos en la dinámica legislativa y, poco a poco, postergamos nuestra participación en los otros ámbitos de la construcción orgánica del partido. El ejercicio de la crítica y la autocrítica sólida y transparente, se empañó en las nociones de lo orgánico, en los temo-res especulativos, en la subordinación por oficio o en la desidia simple. Un error más. Su factura: ráfagas de desánimo, momentos desmotivadores y hasta parálisis política que,

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indefectiblemente, son aprovechadas por la oposición y los grupos de poder para golpear e intentar fracturar el proceso revolucionario.

Estos errores infringieron heridas y estas fueron asumidas de diferente manera, según el sujeto político. Unos desertaron definitivamente, algunos cayeron en el espejismo de la vanguardia, algunos soportaron y soportan estoicamente el ataque vil y desproporcionado; otros optamos por desandar lo caminado y legitimar nuestra representación política, parti-cipando en elecciones primarias. Pero todos sabemos que es urgente y vital cohesionar-nos nuevamente, seguir creyendo y trabajando por este sueño complejo pero hermoso”.

Me pregunto: ¿ha cambiado radicalmente el escenario de la toma de decisiones al interior del movimiento? La respuesta es todavía no.

Así como en aquel entonces “se desatendió la construcción de una organización política capaz de articular, concienciar y movilizar a la población en el esfuerzo de construir su propia revolución”, hoy seguimos desatendiendo a esa posibilidad: que el pueblo sea capaz de construir su propia revolución. Y la respuesta no es vana: mientras en casa no exista una estructura democrática y participativa, imposible será reproducirla en la con-ciencia, convertirla en potencia y volverla posibilidad. El escenario para esa realización es, definitivamente, el de un partido político.

En el documento de invitación, se me presentó una tercera línea de reflexión y quiero apegarme a ella.

¿Cómo canalizar el rol crítico de los partidos cuando forman parte de las coalicio-nes gobernantes?

La relación entre los sujetos políticos gobernantes (poder público y organización política, ambos constructores del paradigma de bienestar), ha de ser sistémica, en cuanto a la generación de la mayor cantidad y calidad de interrelaciones y la permanente reflexión y comunicación de sus objetivos estratégicos y técnicos.

La construcción ha de ser orgánica, no en el nivel de la “obediencia debida” a un falso concepto de la Democracia, como la satisfacción de la mayoría representada en sus líde-res; si no como el “deber ser”, el “bien ser”, el “bien estar” y el “buen vivir” permanentes que significa el sumak kawsay de una sociedad participativa, cohesionada alrededor del paradigma que la moviliza y del que tiene conciencia.

La proyección ha de ser estratégica, es decir, basada en pensamiento progresivo, que permita la radicalización operativa, la renovación ideológica y el fortalecimiento de las potencialidades colectivas.

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La operación debe ser táctica, es decir, en secuencias que permitan evolucionar como organización. En el caso de Movimiento País, en este momento es la evolución jurídica de movimiento a partido, para garantizar dos ejes estratégicos:

• Primero, para reflejar objetivamente la correlación de fuerzas internas para un ejercicio integral del contrapoder o poder equilibrador.

• Segundo, para evitar la discrecionalidad en el comportamiento político de la orga-nización, que en el Ecuador está definida constitucionalmente.

¿Qué dispositivos participativos integra el partido para que la militancia se incluya en las decisiones programáticas?

Más que dispositivos reglamentarios, entendemos como requisito las conductas transver-sales a las acciones de la organización. La acción social es inherente a las estructuras or-gánicas, pero no es espontánea; se convierte en organización y en CONCIENCIA cuando existe una acción política concreta que reconoce un POTENCIAL, ya sea a partir de una necesidad, un proceso, una demanda, y se articula en base a una POSIBILIDAD concreta que motiva y sustenta la organización.

Una acción política sostenida, que genere como efecto la cohesión social y, por lo tanto, una garantía de fortalecimiento, debe cumplir con algunas características:

Legitimidad: que sólo puede construirse a base de procesos reales y concretos que ocu-rren, condición sine qua non, en los puntos de convivencia de la población (territorial, cul-tural, nuclear) pero que no deben replegarse en ellos, sino generar círculos concéntricos.

La cohesión no se determina ni en los segmentos de poder o liderazgo, ni por ellos: se determina al interior de los propios espacios de organización de la sociedad, los cuales se articulan o no a las propuestas macro, en la medida en la que comprenden, comparten, debaten, se apropian y hasta critican el paradigma, para reconstruirlo en el nivel de lo real.

Coherencia: implica una permanente reflexión respecto a la trascendencia de las pro-puestas particulares, con respecto al paradigma colectivo. Las propuestas puntuales no son el objetivo final, son parte y herramienta del proceso. Las formas de la acción política deben responder a los elementos del paradigma y poner al servicio de su realización las herramientas en el ámbito de afectación. Por ejemplo: es incoherente que propongamos la participación en la toma de decisiones, y en la acción política se actúe de forma ver-tical y hermética. Los criterios tradicionales de eficacia, eficiencia y efectividad, deben acoplarse a los principios, herramientas y procesos con que buscamos “bajar a tierra” el paradigma que nos convoca.

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Eficacia: la cohesión social se motiva fuertemente en la búsqueda de soluciones reales a problemas concretos, soluciones respecto de las cuales los actores no son sujetos que contemplan, sino promotores, sujetos propositivos, activos y transformadores de su propia realidad.

Creatividad: La acción política para la cohesión social debe reinventarse permanente-mente y adaptarse, en la medida de lo posible, a las características del segmento social donde se realiza. Debe evitar las recetas universales o las estructuras homologadotas, que vulneran y limitan las potencialidades de la ciudadanía activa.

Capacidad discursiva: nuestras acciones políticas, si bien pueden tener como horizonte inmediato la solución de un problema o una carencia, son políticas en tanto esa carencia afecta a la realización del paradigma. Por lo tanto, tienen que aportar siempre a la recrea-ción de nuestro discurso y nuestros objetivos tácticos o estratégicos.

El ejercicio del poder de organización, entendido como contrapoder o poder equilibrante, debe incorporar a sus dinámicas los siguientes procesos:

• Procesos de organización activa, democrática, debatiente, crítica, constructiva, trascendente, cooperativa, horizontal, vivencial, real, solidaria y recíproca;

• Procesos de formación y concienciación que conduzcan a la construcción colecti-va y permanente de pensamiento para modificar conductas sociales y en la detec-ción, construcción, legitimación y recambio de liderazgos. ¡Ya basta de delegar la construcción de pensamiento a escuelas decadentes y ciertamente atrasadas de intelectuales inorgánicos y desenraizados!;

• Procesos de movilización permanente no coyuntural, trascendente no demostra-tiva;

• Procesos de toma de decisiones y capacidad de dirimencia en la evaluación de opciones, en la toma de decisiones, en el control de la delegación del poder y sus desviaciones paradigmáticas, pero, y sobre todo, en las formas de representación.

• Compañeros y compañeras: nuestra postura es clara. La creación del partido po-lítico es inminente para llevar adelante la Revolución.

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QUINTA PARTE

Partidos Políticos e Integración

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Pregunta Eje:

¿Cuál es el rol de los partidos democráticos en el proceso de integración Sur – Sur y en la disputa por otra estructura de poder global? ¿Cómo fortalecer agendas programáticas de los bloques de integración regional?

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1. Partido Comunista de Cuba (PCC) – Cuba, Rafael Hidalgo

a. Historia PCC

El nacimiento del Partido Comunista de Cuba se remonta a 1961, con la formación de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI). Se llevó a cabo tras un amplio proceso que unificó al Movimiento Revolucionario 26 de Julio, liderado por Fidel Castro; al Partido Socialista Popular (PSP) y al Directorio Revolucionario 13 de Marzo, impulsado por el deseo de unidad de la nación cubana bajo la fusión del ideario de la revolución radical.

El 26 de marzo de 1962 se realizaron reajustes en el partido. Se decidió convertirlo en el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC), el mismo que inició un nuevo período precisando conceptos y el método que se aplicaría para la construcción de las organizaciones de base del Partido. Estuvo nutrido por el aporte de la clase obrera y de amplios sectores de trabajadores, fuerza superior de la sociedad que ha asumido el mandato del pueblo y ha orientado los esfuerzos unificados hacia su principal objetivo: la construcción del socialismo. El primer Comité Central del Partido quedó constituido el 3 de octubre de 1965. En el acto solemne, Fidel Castro leyó la carta de despedida al Guerrillero Ernesto Che Guevara, inspirador, ejemplo vivo y heroico de la Revolución.

El Partido Comunista de Cuba, de acuerdo a sus estatutos y a sus principios revoluciona-rios, se constituyó en “un fiel continuador del Partido Revolucionario Cubano que fundó José Martí para la lucha por la independencia nacional, del Primer Partido Comunista simbolizado en las vidas de Julio Antonio Mella y Carlos Baliño, y de las organizaciones revolucionarias que protagonizaron la lucha contra la tiranía pro imperialista derrocada el 1ro de enero de 1959”. Sus principios se fundamentan en el marxismo, en el leninismo y en consolidar el socialismo como única manera de traspasar el subdesarrollo y la do-minación neocolonial. La nueva moral que la ideología de la Revolución Cubana busca cimentar en la sociedad se basa en el colectivismo, la solidaridad, la igualdad, la justicia social, la confianza mutua, la honradez, el espíritu autocrítico y crítico, la responsabilidad individual y la modestia; a su vez, lucha contra todo paradigma burgués, contra un siste-ma de consumo capitalista.

El Partido Comunista de Cuba tiene como prioridad fomentar la solidaridad, la respon-sabilidad social, así como respetar y proteger la propiedad socialista y mantener una

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disciplina laboral y social. Al mismo tiempo, es fiel a los principios del internacionalismo, el antiimperialismo y la fraternidad entre los pueblos. Lucha, además, por educar a las nuevas generaciones en sus tradiciones, fundamentos y valores de la revolución socia-lista. Los principios que norman su estructura interna y constituyen el punto que articula la ideología y la política son los del centralismo democrático, lo que implica que los or-ganismos dirigentes del partido son democráticamente elegidos desde la base hasta los organismos superiores, regulados por la disciplina partidaria, la dirección colectiva y la responsabilidad individual.

En definitiva, el Partido, a través de sus militantes, tiene como finalidad defender la Revo-lución en todos sus términos, en cualquier momento y circunstancia. Actuar con abnega-ción por la causa y moral revolucionaria y ser fiel a la política del Partido.

b. Reseña Biográfica

Rafael Hidalgo es sociólogo y politólogo. Integra el Departamento Internacional del Parti-do Comunista de Cuba. Se desempeña como colaborador del Centro de Estudios Hemis-féricos y de Estados Unidos, como también del Centro de Investigación sobre la Política Internacional. Actualmente está a cargo de las relaciones políticas con Venezuela.

Hidalgo ocupó el cargo de Cónsul de Cuba en Sao Paulo y fue Consejero Político en Caracas. Entre 1980 y 1993 tuvo a su cargo las relaciones con los sectores cristianos de América Latina, desde el centro de estudios sobre América.

c. Ponencia

Queridas hermanas y hermanos de Ecuador, América Latina y Europa aquí presentes:

Es inevitable retomar las palabras inaugurales del Vicepresidente de la República, cuan-do nos presentó a todos como “ciudadanos del mundo”. Esta expresión y los profundos contenidos que ella encierra me recordaron, una vez más en estas últimas horas, a José Martí, cuando sentenció que “Patria es Humanidad”.

Gracias a los gestores y organizadores de este Foro, a la dirección de Alianza País y a los integrantes del Ministerio de Coordinación de la Política y Gobiernos Autónomos Descen-tralizados, en especial a la Ministra Doris Soliz. Sin duda alguna, al concebir este evento mostraron tener especial sentido de las prioridades y de las urgencias políticas actuales. Estas urgencias tienen que ver, a nuestro juicio, con la necesidad de concertación y máxima unidad posible entre los partidos y movimientos políticos que compartimos la meta de lograr “transformaciones profundas” y tangibles en “la lucha contra la pobreza,

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la desigualdad y la exclusión política y social”, tal y como lo consigna la convocatoria del evento. Dichas urgencias guardan relación, además, con peligros de corto plazo que nos atañen a todos.

Nos referimos, concretamente, a los peligros que dimanan del actual accionar de nues-tros enemigos comunes. Las experiencias recientes vividas –en un grado u otro– por to-dos los que aquí estamos, así lo confirman: las élites de poder tradicionales –las internas y las internacionales – no duermen, no descansan, tienen suficiente poder todavía como para que no caigamos en el voluntarismo de subestimarlas y en estos momentos, de forma pragmática, perfeccionan sus métodos de desestabilización.

Pero las ideas que pretendemos compartir hoy no están referidas a estas élites tradicio-nales ni a sus proyectos de Restauración Conservadora; tienen que ver con conceptos y valores políticos que sí están a nuestro alcance, como partidos y movimientos políticos con metas comunes: los relacionados con las opciones que tenemos a nuestro alcance para hacer avanzar y consolidar los procesos de integración que se desarrollan en nues-tra región, a partir de lógicas propias, de base latinoamericanista y renuentes a aceptar cualquier imposición externa.

Desde nuestra visión, hablar de la integración en estos términos, es sinónimo de otro asunto medular e inseparable: el de la unidad de los pueblos de América Latina y el Cari-be a partir de los valores de Bolívar y José Martí. Y aquí se plantea la pregunta: ¿qué tipo de unidad, cómo llegar a ella?

Ayer, en la sesión inaugural del evento, Valter Pomar, el representante del PT y del Foro de Sao Paulo, subrayó un concepto que compartimos plenamente: la unidad política a la que aspiramos nada tiene que ver con la aplicación de “estrategias impuestas por otros”. Por el contrario, debe ser fruto del examen sereno, objetivo, consciente y responsable de objetivos políticos y sociales compartidos, de soluciones que mutuamente puedan ser llevadas adelante desde la máxima solidaridad posible, sin que ello lesione las formas organizativas ni el modo de lograr la representación y la participación políticas por parte de cada cual, según las tradiciones y circunstancias nacionales.

Estamos convencidos de que es factible alcanzar niveles de unidad sin precedentes, desde el más estricto respeto a la identidad de cada una de nuestras fuerzas políticas revolucionarias, lo que es igual a decir, fuerzas democráticas y progresistas.

Ahí está el ALBA, como expresión en desarrollo de cómo sí es posible lograr altos niveles de unidad política y de acción en la lucha contra la pobreza y a favor de la dignidad de nuestros pueblos, sin que ninguno de los partidos y movimientos políticos que impulsa-mos esta novedosa modalidad integracionista haya tenido que sacrificar sus modos de ser y hacer política.

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El ALBA tiene mucho por hacer y avanzar, sobre todo en la creación de las importantes interdependencias económico–comerciales propias de un proyecto que aspira a integrar de forma solidaria los respectivos desarrollos económicos de sus países miembros; pero no cabe duda que en estos pocos años de existencia ha demostrado que, en el terreno de la concertación política y la cooperación solidaria en materia social, está capacitado para lograr beneficios infinitos para nuestros pueblos.

Las experiencias atesoradas por los partidos miembros del ALBA demuestran –y podrían demostrar aún más– la validez de los siguientes principios consagrados por la Primera Cumbre Presidencial Cuba–Venezuela. Los cito con el ánimo de compartir elementos del quehacer político–integracionista que van dando frutos positivos:

La solidaridad, entendida como el compromiso de apoyarse mutuamente y realizar esfuerzos comunes, en el logro del desarrollo sustentable y la atención oportuna de sus necesidades emergentes, en la medida de sus posibilidades y responsabilidades compartidas.

La cooperación, como voluntad de consolidar sus relaciones, orientadas al desarrollo de proyectos conjuntos y alianzas estratégicas, de beneficio mutuo.

La complementariedad, entendida como el compromiso de identificar y desarrollar proyectos comunes que permitan la integración y sinergias de sus capacidades de acuerdo con las potencialidades e intereses comunes.

La reciprocidad, como obligación de establecer una relación basada en contrapresta-ciones justas, tomando en cuenta las diferencias y los principios de equidad y buena fe.

La sustentabilidad, entendida como el compromiso de identificar y desarrollar pro-yectos de cooperación, orientados a lograr el desarrollo sustentable desde el punto de vista económico, social y ambiental.

La soberanía tecnológica, reconocida como el derecho de cada Estado a decidir sobre su propio desarrollo tecnológico, mediante el aprovechamiento de sus potencia-lidades, a fin de modificar los actuales patrones de dependencia y consumismo, ga-rantizando la satisfacción de las necesidades de los respectivos mercados nacionales del ALBA y los países de la región.

La unión económica, entendida como la construcción de un espacio dentro del con-texto político de los países del ALBA, que permita presentarse como un bloque frente a entidades de otras naciones o espacios de la misma naturaleza.

A partir del valor orientador de estos principios, la experiencia venezolano cubana en los

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marcos del ALBA avanza cada vez más hacia la planificación de proyectos estratégicos comunes, de medio y largo plazo, sin perder de vista la perspectiva de apoyar esfuerzos de desarrollo social en otros países del ALBA y de la región.

Por supuesto, lo avanzado no ha estado exento de dificultades de diverso tipo. Frente a estas, la experiencia de nuestro Partido es la siguiente: sí es posible, trabajando de manera conjunta, imponer la voluntad política de avanzar frente a cualquier adversidad, más aún porque buen número de ellas suelen ser generadas por factores externos inte-resados en impedir el avance de nuestros proyectos revolucionarios y emancipadores. Así lo subrayó, en fecha reciente, nuestro Presidente, el General de Ejército Raúl Castro.

En el caso particular del ALBA, dado el peso que en él tienen los valores de la colabora-ción y la solidaridad en beneficio mutuo, ni siquiera ciertas dificultades financieras deri-vadas de la actual situación de crisis de la economía internacional han logrado impedir la existencia y/o continuidad de los proyectos más importantes que ambas partes encami-nan, aunque en algún caso haya sido necesario reducir sus ritmos y niveles de cobertura.

Si hay una experiencia integracionista en la cual el factor “voluntad política” de los prin-cipales protagonistas –gobiernos y partidos– ha jugado un papel determinante, es en el ALBA. En él los actores económicos privados no son los que marcan el curso ni la natu-raleza de las decisiones finales, tal y como sucede en otras experiencias integracionistas.

El trayecto recorrido indica que todavía existe un amplio espectro de posibilidades, para que la diversidad de organizaciones y movimientos sociales de los países miembros pue-dan jugar un protagonismo mayor, según el espíritu de los acuerdos de Tintorero, en Venezuela. Es un desafío que nos concierne a todos contribuir a que las iniciativas del ALBA sean eficientes en todos los planos.

La experiencia venezolano–cubana en el impulso de Misiones Sociales como Barrio Adentro, confirma que, cuando una organización barrial se involucra en apoyarla, todo resulta mejor; cuando se toman en cuenta las iniciativas de sus miembros, el avance es aún mayor y empiezan a ser percibidas como obra de todos.

Existe, en resumen, una indisoluble relación entre el éxito de los proyectos integracio-nistas del ALBA, el triunfo de las posiciones más revolucionarias en la materia y el papel protagónico que pueden y deben jugar en ellos los partidos y movimientos políticos, así como los movimientos sociales.

Integración y Unidad de la América Nuestra guardan una relación indisoluble.

Defendamos la unidad y es pertinente recordar en este punto a José Martí, cuando es-cribió:

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“Pizarro conquistó Perú cuando Atahualpa guerreaba a Huáscar; Cortés venció a Cuau-htémoc porque Xicontencatl lo ayudó en su empresa; entró Alvarado en Guatemala por-que los quichés rodeaban a los zutujiles. Puesto que la desunión fue nuestra muerte, ¿qué vulgar entendimiento, ni corazón mezquino, ha menester que se le diga que de la unión depende nuestra vida?”.

Defendamos los actuales procesos de integración, animados de sentido de independen-cia y ajenos a toda mentalidad colonial, aún en sus diversas modalidades. En este punto los cubanos no olvidamos estas palabras de Fidel Castro, el máximo inspirador del in-declinable camino revolucionario y socialista que hemos elegido: “puedo asegurar que nuestra participación estará inspirada en un espíritu de cooperación con los demás, con el conjunto de los países latinoamericanos, en una posición constructiva”.

Así, cuidando la unidad en la diversidad que somos, actúa Cuba.

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2. Encuentro por la democracia y la equidad (EDE) – Argentina, Hugo Varsky.

a. Historia EDE

El 14 de septiembre de 2004 se lanzó desde el Gobierno del municipio de Morón un nuevo partido político: Encuentro por la Democracia y la Equidad7. Surgió del encuentro de ciudadanos –unos con previa experiencia y militancia política y otros sin ellas– que, unidos por un mismo ideal relativo a la construcción de un proyecto político que configu-rase un nuevo modelo de país y de sociedad, decidieron formar un partido con alcance nacional.

El propósito que tuvo la conformación del partido fue lograr una transformación profunda en la forma de gobernar, como en la manera de relacionarse desde la esfera política con los ciudadanos. Entre los ejes del cambio que se planteó llevar a cabo para alcanzar estos dos objetivos esenciales se destacan: gobernar con absoluta transparencia en el manejo de los fondos públicos, asegurando la veeduría ciudadana, promoviendo y garan-tizando el acceso a la información pública y elaborar políticas públicas estratégicas de largo plazo. También, generar presupuestos con participación ciudadana, impulsar una democracia semi–directa a través de consejos vecinales y otras organizaciones de parti-cipación popular, así como crear organismos anticorrupción objetivos e independientes. A estos elementos se añaden el garantizar el acceso a la salud pública, generar programas de prevención comunitaria para combatir la inseguridad, y finalmente, luchar por los de-rechos humanos de todos los argentinos.

La estructura partidaria del EDE encontró total coincidencia con lo que denomina una democracia moderna. Dicha democracia se sustenta en la promoción de la participa-ción militante, la misma que, junto a su dirigencia política, busca mejorar y transformar positivamente a la sociedad. El Encuentro por la Democracia y la Equidad ha conside-rado de vital importancia para su partido que todas las decisiones internas se efectúen bajo directrices democráticas y que la financiación de sus actividades se lleve a cabo de manera transparente. Su objetivo, además, es contribuir con la ciudadanía alentándola permanentemente a que desarrolle sus capacidades.

7 Encuentro por la Democracia y la Equidad

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Sus principios, como fundamento ético y programático, constituyen la base ideológica de su accionar político. Su enfoque se direcciona hacia la construcción de proyectos colectivos, en el cual el protagonismo social es la esencia de su razón política. Es un plan-teamiento que enfatiza la edificación de una sociedad más justa, equitativa y solidaria, sustentada en el respeto, la diversidad, la participación y la libertad, donde el desarrollo equilibrado apuntale la recuperación de la Argentina por medio de la reactivación de sus recursos productivos.

Su reto como partido es profundizar los cambios, enfrentar la desigualdad social, la con-centración de la riqueza, la exclusión y el desempleo, así como impulsar una severa transformación institucional que profundice la calidad de su democracia. Ven también prioritario que todas las ciudadanas y los ciudadanos accedan a todos los derechos y a las mismas oportunidades, pero sobre todo, que una en la diversidad a quienes com-parten una perspectiva de pensamiento de izquierda popular, progresista y nacional, sin importar sus orígenes o tradiciones.

b. Reseña Biográfica

Hugo Varsky es abogado de la Universidad de Buenos Aires, con especialización en Derecho Informático y Relaciones Internacionales.

Es miembro de la Mesa Política Nacional del Encuentro por la Democracia y la Equidad; adicionalmente, está a cargo de de las Relaciones Internacionales del EDE. Actualmente es Embajador Extraordinario y Plenipotenciario (Decreto Presidencial 2004) y Coordina-dor Nacional Argentino del Grupo de Integración Productiva del MERCOSUR.

En el campo académico es Profesor del Doctorado de Ciencias Económicas de la UNLAM.

Se ha desempeñado como Coordinador General del Consejo Consultivo de la Sociedad Civil de la Cancillería Argentina (2003–2008).

En el 2006, fue Coordinador General de la Primer Cumbre Social del MERCOSUR y del 2002 al 2003 ocupó el cargo de Presidente del Comité Internacional de “El Club de las Regiones”.

c. Ponencia

Con gran satisfacción y agradecimiento, a nombre del Encuentro por el Desarrollo y la Equi-dad (EDE) de Argentina, venimos a participar de este importante y conceptuoso Foro, en la seguridad de su oportunidad y de la relevancia de sus conclusiones y recomendaciones.

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Permítanme en primer lugar una breve presentación de nuestro partido. El EDE es un partido joven. Fue creado hace 6 años y es encabezado por el Diputado Nacional Martín Sabbatella, hace poco tiempo electo (500.000 votos en la Provincia de Buenos Aires) y que fuera por 10 años –desde sus 29 años– el Intendente de un populoso Municipio del conurbano bonaerense: Morón. Junto a otros partidos ha conformado el Nuevo Encuentro del que participan partidos como el Socialista, el SI, el Solidario, el Comunista. A pesar de su corto tiempo de existencia, ya obtuvo el reconocimiento legal en Provincias como la de Buenos Aires, Santa Fe y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Asimismo, ha conforma-do Juntas Provinciales en numerosas provincias argentinas.

Nuestro partido comparte la ”avenida” por la que transita el Gobierno de la Presiden-ta Cristina Fernández de Kirchner. Con autonomía, con mirada propia, pero con firme acompañamiento en las posturas que consideramos esenciales: – La defensa del rol del Estado,–el crecimiento del empleo,– la reducción de la pobreza y la marginalidad,– la nacionalización de los recursos de la previsión social, –los derechos humanos,–la asigna-ción universal por hijo,– la Ley de medios,– el matrimonio igualitario,– la reducción de la deuda externa, – la clara posición frente al FMI,– el No al ALCA, – la defensa y el impulso de la Integración Regional.

Queremos defender este proceso en la clara dirección de su profundización. Hoy, ante la muerte sorpresiva de Néstor Kirchner, nuestra postura es muy clara: La Presidenta Cristina puede contar con nosotros.

Precisamente en esta ocasión, junto a saludar el proceso transformador profundo de Alianza País y el Presidente Rafael Correa, y tal como se lo manifestamos a él, en la sesión especial que contó con su presencia, reiteramos nuestra alegría y solidaridad ante el fracaso del intento de golpe de estado del 30 de setiembre pasado, así como nuestra apreciación de que ese fracaso se debió a la solidez de la mesa de 4 patas firmes que sostuvo el proceso revolucionario progresista y ciudadano: 1– El Sr. Presidente Correa, 2– Alianza País, 3– El pueblo ecuatoriano y 4– La UNASUR.

Esta última “pata”, la UNASUR, es la expresión de la nueva etapa que se vive en la región.

La Crisis Mundial

La crisis estructural generada por el estallido del modelo neoliberal ha dejado al descu-bierto numerosas facetas, algunas de las cuales analizaremos aquí.

En primer lugar, la globalización, que tal vez no sea otra cosa que una suerte de gigan-tesco tratado de libre comercio sin la firma soberana de los Estados, asiste perpleja al estallido sucesivo de numerosos “bombillos”, que dejaron a la vista la fragilidad y falta de

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perspectivas para el mundo, pero en particular, para los propios países desarrollados. El mundo unipolar parece dar paso a uno multipolar. ¿Sudamérica puede aspirar a ser un Polo en ese mundo multipolar?

Nadie Puede Solo

Hoy hay conciencia de que nadie puede solo. Ningún país, sea grande, mediano o peque-ño, puede hacer frente a la crisis, solo.

De modo que la integración de países no es ya un tema en debate: es una realidad múltiple. No está en discusión. Lo que sí está en discusión es qué modelo de integración importa construir y esta es una batalla de intereses “renglón por renglón”.

Precisamente cuando se celebró el Centenario de las revoluciones anticolonialistas, el tema central era el “Estado Nación”, es decir el País frente al mundo. Hoy en el Bicente-nario, el debate gira en torno a la integración y sus características. Hay conciencia que no hay Nación sin Región.

La experiencia del MERCOSUR es muy elocuente. En los años 80, las dictaduras en el Sur habían dejado a los países enfrentados y como hipótesis de conflicto. Argentina y Brasil se definían mutuamente en ese carácter: las trochas de los trenes entre ambos paí-ses, por ejemplo, eran de diferente diámetro para que no pudieran transportarse tropas de un país a otro. Y así, numerosas medidas.

En ese contexto, los presidentes democráticos de Brasil y Argentina, Sarney y Alfonsín, celebraron un conjunto de acuerdos, con el objeto de revertir esa situación de enemigos potenciales. Así establecieron el PICE, Programa Internacional de Cooperación Económi-ca, basado en la complementación productiva de bienes de capital. También hubo nume-rosos acuerdos en áreas de alto nivel tecnológico como la biotecnología, la informática e incluso en el área nuclear.

Esto se desarrolló y fue base del futuro MERCOSUR, hasta la llegada de los años 90, cuando el neoliberalismo y el Consenso de Washington reemplazaron la cooperación productiva por un enfoque sólo comercial: “Compro, pago; vendo, cobro”.

Precisamente, y volviendo a los años 80, los intereses tradicionales del norte aceptaban a regañadientes los acuerdos entre Brasil y Argentina. Decían que la alianza entre impor-tantes productores de alimentos y de productos industriales era muy significativa, pero para aceptarla ponían 2 condiciones: que en el acuerdo no participaran Venezuela, ni Chile. Pues si a alimentos e industria se sumaban la capacidad energética de Venezuela y el acceso al Pacífico de Chile, eso ya era demasiado. De modo que la resistencia a la

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incorporación de Venezuela al MERCOSUR es anterior al proceso encabezado por el Presidente Chávez. Era el petróleo.

A partir del 2003, con el surgimiento de gobiernos progresistas, comienza, con el “Con-senso de Buenos Aires” entre Brasil y Argentina, con los presidentes Lula y Kirchner, una nueva mirada del proceso de integración en el sur.

Un momento clave fue la Cumbre Hemisférica de Mar del Plata, Argentina en noviembre de 2005.

No al ALCA

En esa ocasión se produjeron dos hechos, en nuestra opinión, de gran trascendencia. En primer lugar, ante la mirada azorada del Presidente Bush, se dijo NO al ALCA (Tratado de Libre Comercio), y en segundo lugar, los Presidentes, los Jefes de Estado, tomaron directamente en sus manos el debate y los acuerdos sobre los temas internacionales, en particular sobre la propia integración regional.

Es a partir de allí que los presidentes promueven a través de Cumbres y de encuentros múltiples el diálogo, la negociación y la toma de posiciones comunes de gran trascenden-cia para la región.

El NO al ALCA, una iniciativa que había sido cuidadosamente tejida por los EEUU durante 10 años, implicó un golpe de timón profundo y dio lugar a la generación de una Agenda propia y específica de los países del sur.

Modelos de Integración

Fue quedando clara la diferencia profunda entre los distintos modelos de integración. Es que, cuando un conjunto de países se integran, lo hacen para hacer frente a las asimetrías que los separan del resto del mundo. Ahí se encuentran con las asimetrías que existen entre los propios socios y cada uno se enfrenta con las asimetrías hacia el interior del propio país. De modo que, de forma sintética, de cómo se aborden esas tres asimetrías: con el mundo, con los socios y hacia el interior de cada país, será el modelo de integración por el que se opte.

Veamos algunos modelos: por un lado la visión de los Tratados de Libre Comercio, basados en el libre flujo de los mercados que implican, entre otras cosas, la renuncia a un desarrollo industrial propio, basado en la apertura indiscriminada de las fronteras

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a productos y servicios, en especial, de los países desarrollados con quienes celebran los acuerdos, y cuya mayor expresión en el Continente es el NAFTA, el Tratado de Libre Comercio entre EEUU, Canadá y México.

Otro modelo se basa en la construcción de uniones aduaneras, en cuyo camino marcha el MERCOSUR, que atiende, no exento de contradicciones, a la visión de que la lucha contra la pobreza y por la equidad se basa en la necesidad del desarrollo del empleo, del trabajo, para lo cual es preciso un crecimiento productivo industrial y de servicios, basados principalmente en el crecimiento del rol de las pequeñas y medianas empresas, principales generadores del empleo.

Otro modelo, más emparentado con este último, es el del ALBA asentado en concep-tos de cooperación, conformación de alianzas gran nacionales (grandes emprendimien-tos conjuntos, principalmente, de empresas públicas) con entidades financieras propias como el Banco del Alba y el desarrollo del intercambio compensado a través del Sucre.

Ventajas planetarias

Vivimos en una zona del planeta, que tiene todo lo que el planeta necesita: alimentos, agua dulce, biodiversidad, minerales, energía, entre otras cosas vitales. Claro, todo ello lo tenemos si estamos juntos y si le agregamos valor a partir de nuestro aparato produc-tivo. Si el valor se lo agregan solo desde las multinacionales, no será nuestra esa ventaja comparativa.

Ese objetivo conlleva la necesidad de defender nuestras ventajas, de poder decidir con independencia la defensa de nuestros intereses a nivel de América del Sur y del conjunto de América Latina y el Caribe. De modo que tenemos hoy en la región, en términos gene-rales, diversos modelos y niveles de integración.

El MERCOSUR apunta, como señalamos, a una unión aduanera, para lo cual resulta inviable la construcción comercial común con países que han adoptado la forma de trata-dos de libre comercio para vincularse con el mundo.

En Sudamérica son los casos de Colombia, Perú y Chile, lo que llevó a una particular situación a la Comunidad Andina de Naciones (CAN) o similarmente en Centroamérica y el Caribe.

Sin embargo, nada impide avanzar en acuerdos de libre comercio entre nosotros mismos o con países o regiones de similares características. O avanzar en otros planos, no los estrictamente comerciales, sino los referidos a lo político, a la defensa, la infraestructura,

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lo financiero, medioambiental e, incluso a la integración productiva. Es mucho y estraté-gico lo que puede hacerse en común. En tal sentido, UNASUR es un ejemplo formidable de cohesión y alianza política con intervenciones trascendentes en defensa de la demo-cracia en Bolivia y Ecuador.

Un caso similar, si bien en una etapa anterior, es la Cumbre de América Latina y el Caribe, la CALC, junto al Grupo de Río, cuyo documento de base acordado por los 33 presidentes en Costa de Sauípe, Brasil, en diciembre de 2008, es ejemplo de prioridades, consensos y confluencia política.

MERCOSUR

Volviendo al proceso, en el MERCOSUR quisiéramos resaltar algunos hechos significati-vos en la construcción común en la región.

Hacíamos mención al 2005 con la Cumbre Hemisférica de Mar del Plata. En el 2006, en la Cumbre del MERCOSUR realizada en julio en la Provincia de Córdoba, Argentina, se produjo otro hecho clave: se realizó la Primer Cumbre Social del MERCOSUR: “Por un MERCOSUR Productivo y Social”. Participaron 514 dirigentes sociales altamente repre-sentativos de los países miembros – sindicales, juveniles, campesinos, académicos, no gubernamentales en general– bajo la convocatoria de “Somos Mercosur”, expresión de los consejos de la sociedad civil que se estaban desarrollando en cada país.

En esa ocasión los Presidentes recibieron con alto beneplácito el requerimiento social y, en el documento final de esa Cumbre, dieron instrucciones precisas para desarrollar un programa estratégico en Integración Productiva y otro del mismo carácter en lo social.

A partir de allí, en cada Cumbre del MERCOSUR, se realiza una Cumbre Social.

En junio del 2008, hace 2 años, en la Cumbre MERCOSUR realizada en la Provincia de Tucumán, Argentina, se aprobó el Primer Programa de Integración Productiva, que da na-cimiento al Grupo de Integración Productiva del MERCOSUR, que apunta a lo bilateral y a lo multilateral. También se aprobó el Fondo PYME para, en una primera etapa, respaldar con garantías a las PYMES de distintos países que se asocien productivamente; y, final-mente, se aprobó el Programa Marco de Ciencia y Tecnología e Innovación Productiva.

Con estas tres herramientas, presentadas en la primera Cumbre Pyme del Mercado Co-mún, comenzó un intenso camino de identificación e impulso de generación de cadenas de valor y de proveedores, que avanza en áreas sensibles sectoriales así como territoria-les y zonas de frontera.

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Para UNASUR, esta visión de integración productiva resultará estratégica para consolidar el espacio común.

En la última Cumbre realizada en agosto de este año, en la Provincia de San Juan, se destacaron cuatro ámbitos exitosos y que marcan avances significativos en la construc-ción del Mercado Común:

• La eliminación del doble cobro de arancel común• La aprobación del Código Aduanero• Los avances en Integración Productiva• Relacionamiento externo (Acuerdo con Egipto e iniciación de negociaciones con

la Unión Europea.)

Ello se suma, entre otros, a los avances en el Foro de Gobernadores e Intendentes, el Parlamento del Mercosur, El Instituto Social, la conformación de nuevas autoridades., el Programa de Consolidación del Mercado Común.

Los Partidos Políticos y la Integración

¿Cuál es en nuestra opinión, el rol de los partidos políticos, en especial los democráticos, de izquierda y progresistas? Esto merece una atención y análisis particulares.

Por ello saludamos y nos resulta de gran importancia que en esta significativa convocato-ria del Ministerio de Coordinación de la Política y Gobiernos Autónomos Descentralizados de la República del Ecuador al Foro Internacional de Partidos Políticos Latinoamericanos, se le dedique uno de los cuatro paneles a la temática de la Integración Regional.

A decir verdad, al menos en nuestro país, Argentina, el involucramiento programático de los partidos políticos en la temática de la integración regional es débil y de carácter general.

Los propios ámbitos regionales de intercambio de los partidos sobre esta temática mere-cen un reforzamiento y sólidas expresiones.

Si aceptamos lo manifestado, esto es, que ante la crisis mundial, nadie puede solo, que de la alianza de nuestros pueblos y nuestros Estados depende el crecimiento productivo, la lucha contra la desocupación y la pobreza, la agregación de valor a nuestras rique-zas, la negociación con el resto del mundo, tanto con los desarrollados como con los potenciales aliados en vías de desarrollo. Si, como decimos, aceptamos todo ello como

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estratégico, nos preguntamos ¿cómo es aceptable que los Partidos Políticos que nos expresan, no tengan un suficiente desarrollo temático y acciones conjuntas impulsoras de una visión común en las acciones de los Estados, así como en los Organismos Regio-nales e Internacionales?

¡Consolidemos y desarrollemos los espacios comunes!

Saludamos al movimiento Alianza País, a todos los partidos participantes y agradecemos la ocasión de la construcción de este espacio exitoso. Nos ponemos a vuestra entera disposición para profundizar el diálogo y la construcción común de nuestro futuro de desarrollo, independencia y transformación.

Hacemos votos para que nuestros partidos inserten el desafío de la integración regional en el corazón de la programática.

Llevemos a cada sector de nuestras ciudadanías la esencia de los intercambios y coinci-dencias que hemos tenido en estas gratas jornadas.

¡Gracias hermanos ecuatorianos!

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3. Alianza País (AP) – Ecuador, María Fernanda Espinoza

a. Reseña Biográfica

María Fernanda Espinoza tiene un PhD en Geografía Ambiental de la Universidad de Rut-gers, New Jersey; un Master en Ciencias Sociales y Estudios Amazónicos; un Post–Gra-do en Antropología y Ciencias Políticas de la Facultad de Ciencias Sociales, FLACSO, en Quito; así como una Licenciatura en Lingüística Aplicada de la Universidad Católica del Ecuador.

Entre los cargos que ha desempeñado se destacan: Embajadora del Ecuador ante las Naciones Unidas, 2008 y Ministra de Relaciones Exteriores, Comercio e Integración en 2007. Ha sido Directora Regional de la Unión Mundial para la Naturaleza en América del Sur, y Asesora Senior en Políticas de Biodiversidad y Pueblos Indígenas de la misma organización.

Cuenta con 15 años de experiencia en negociaciones internacionales sobre desarrollo sostenible, derechos indígenas, equidad de género, cambio climático, biodiversidad y actualmente es Ministra Coordinadora de Patrimonio.

b. Ponencia

Rol de los partidos y movimientos políticos de izquierda en los procesos de inte-gración Sur – Sur

Queridos compañeros y compañeras: Es para mí un privilegio compartir con ustedes algunas reflexiones sobre el rol de nues-tras organizaciones políticas en los procesos de integración. Este tema no puede ser menor, en un mundo cada día más interdependiente y más acosado por las crisis que nos afectan a todas y a todos, pero principalmente a los humillados y ofendidos del planeta. En este escenario multicrisis: crisis financiera y económica, crisis alimentaria, climática, de pérdida de la biodiversidad, todas estas crisis tienen un denominador común: el capi-talismo global y los actuales patrones de producción y consumo.

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El imperialismo nos ha integrado primero como colonias esclavizadas y, luego, como neo–colonias dependientes y a su servicio, responsables de la producción de sus alimen-tos, de sus bienes de consumo y transferencia capitales.

El imperialismo nos integró políticamente, colonizando e instaurando estados y sistemas políticos a su medida y a su servicio, obligándonos a importar modelos económicos y políticos que nos eran ajenos. Hoy, luego de años de lucha, hemos avanzado en la cons-trucción de democracias adaptadas a nuestras realidades culturales, políticas y sociales. Por ello tenemos el reto de integrarnos entre nosotros, a nuestro modo, para lograr una nueva y definitiva independencia de todas las formas de coloniaje y de dominación, ya sean éstas económicas, políticas, simbólicas o culturales.

El tema de este panel es, por tanto, muy relevante. Los partidos políticos de izquierda de América Latina y el Caribe y del mundo debemos contar con una agenda ideológica y pro-gramática común, que oriente nuestras acciones desde el gobierno y fuera del gobierno, desde una mirada supranacional, para darle dirección a los procesos en marcha a favor de nuestros pueblos y en contra del fortalecimiento hegemónico de los nuevos centros de poder imperial mundial.

Esta reflexión pretende ofrecer algunas ideas sobre las preguntas sugeridas para este panel, especialmente sobre la idea propuesta de denominarnos “partidos democráticos” y de la relación partido–movimiento social. También me referiré a los elementos que justifi-can que nuestras organizaciones, y quienes compartimos una visión similar de un mundo multipolar y justo, donde el mercado y la acumulación no sean sinónimos de desarrollo y de bienestar, contemos con una agenda mínima que guíe nuestros procesos de inte-gración. Seguidamente hablaré sobre cuáles podrían ser los temas para esta agenda y algunos elementos para posibles lineamientos estratégicos para la acción.

Algunas precisiones conceptuales

Considero que una de las tareas más importantes de la izquierda es un proceso de re-apropiación conceptual, de re–significación. Me permito ofrecer algunas ideas al respecto:

La democracia y nuestros partidos y movimientos políticos. Hasta no hace mucho, la palabra democracia había sido secuestrada por la derecha mundial, sobre todo en América Latina. Los partidos neoliberales se habían adueñado de la palabra democracia; los mo-vimientos y partidos políticos de izquierda han sido tildados por las oligarquías como an-tidemocráticos. El poder y los medios de comunicación estaban mayoritariamente en sus manos. Un primer gran reto de nuestras organizaciones políticas constituye re–significar el concepto de democracia; es la izquierda la democrática, es la izquierda quien defiende la democracia. La que construye democracias plurinacionales, interculturales y populares.

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Imperialismo, globalización y democracia. El mundo en desarrollo está siendo re–co-lonizado a través del llamado “libre mercado”. La globalización de la economía y de la información, manejada por los centros de poder económico y militar, no es más que la nueva forma de imperialismo. El discurso ideológico diseñado para asegurar el dominio del norte, se fundamenta en el pretendido “derecho” de estos países a intervenir, que supuestamente se justifica en la defensa de la democracia. Nosotros debemos diseñar nuestra propia estrategia globalizadora de una nueva lucha por la democratización de las relaciones internacionales y acabar con el dominio del libre mercado.

La subordinación de la democracia al libre mercado es un hecho que hay que combatir de forma articulada. Esta lucha debería constituir un eje articulador central de los procesos de integración regional y global y, por tanto, bandera de nuestras organizaciones políticas. Por eso nosotros hemos definido que el trabajo y la dignidad humana deben estar por sobre el capital y que, de la misma manera, la naturaleza y su integridad deben estar por sobre la acumulación. Es que el libre mercado no es libre, sino que se basa en las reglas de los poderosos para concentrar el control de los bienes, los servicios y los recursos.

La globalización y nuestras organizaciones políticas. Desde el punto de vista econó-mico, la fase actual de la globalización imperialista esta marcada por la revolución infor-mática, de la comunicación y de los transportes. La globalización actual es también obra de las grandes multinacionales y de los estados que protegen y defienden los intereses de sus monopolios y de los organismos financieros multilaterales como el FMI, El Banco Mundial y la OMC. Las estrategias de integración deben, por ello, asegurar acciones dirigidas a acabar con las prescripciones obligatorias de estos centros de poder y en una transformación de la arquitectura financiera internacional. Por ello estamos trabajando arduamente en iniciativas como el Banco del Sur, el SUCRE, y otros mecanismos que rompen la lógica de dependencia frente a los organismos financieros multilaterales.

Partidos y movimientos sociales. Todas nuestras agrupaciones políticas tienen oríge-nes distintos; muchas de ellas fueron movimientos guerrilleros o movimientos sociales, sindicales, indígenas o, como en nuestro caso, surgieron de la acción ciudadana. Estos se convirtieron en fuerzas políticas formales. Considero importante detenernos un poco en este vínculo partidos–movimiento sociales. Los movimientos sociales son una reali-dad, reflejan una variedad de intereses y luchas que los convierten en actores políticos claves, con quienes debemos tejer alianzas en base a acuerdos políticos y programáticos claros. La articulación global existente en los movimientos sociales brinda la oportunidad a las organizaciones políticas de potenciar y traducir las demandas de estos movimientos en los espacios políticos formales y en la acción gubernamental. Como organizaciones políticas progresistas, deberíamos sumar y aprender de los movimientos sociales, inte-grarnos en sus estrategias reivindicativas nacionales, regionales y globales, como una nueva forma de hacer política y de integración.

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Estar en el gobierno no significa tener el control sobre todo el funcionamiento del Estado, por las complejidades que esto implica y, por tanto, denunciar y ser una voz reivindica-tiva también es válido. Muchas veces realizar cambios profundos requiere de tiempo y paciencia por la institucionalidad heredada, por los intereses de los viejos enclaves de poder. Los partidos de gobierno pueden adoptar sin temores los discursos reivindicativos de los movimientos sociales.

Debemos así mismo redefinir la integración. No es una palabra neutra en el auge neoliberal. Ha ocurrido que la integración ha sido pensada casi como una transacción arancelaria, un pacto comercial. La integración real debe ser entendida como una alianza estratégica e integral, que involucre los más diversos ámbitos, desde lo cultural, patri-monial y simbólico hasta lo económico, la ciencia y la tecnología, la integración física. Los movimientos y partidos políticos de izquierda debemos saber que los espacios de coordinación y negociación para procesos de integración real ya sean bilaterales o mul-tilaterales, no están exentos de visión ideológica del mundo. Estos espacios, al no estar desideologizados, son fundamentales para frenar las nuevas formas del imperialismo que se expresan a través del control transnacional de la producción, la especulación por sobre la economía real, el libre mercado como sustituto del estado como garante de derechos y árbitro entre capital, trabajo y naturaleza.

La derecha regional y mundial está organizada. La derecha está organizada en su lucha por ajustar la democracia a sus intereses económicos. Cualquier acción que ponga en peligro los intereses hegemónicos de los grupos que tradicionalmente han detentado el poder, es inmediatamente catalogada como antidemocrática. Organizar a las trabaja-doras domésticas, avanzar para acabar con el monopolio de las medicinas, redefinir las reglas del juego con las empresas privadas, establecer ajustes a los sistemas tributarios, entre otras acciones “antidemocráticas” propiciaron que todos los poderes fácticos y rea-les –los militares– usurparan el gobierno democrático del Presidente constitucional José Manuel Zelaya en Honduras. Fue clara la alianza ideológica internacional que se ha ido desenmascarando a partir de entonces, con gobiernos que reconocen al gobierno que nació de la semilla del golpe; esto nos demuestra que la derecha internacional está unida y cuenta con sus estrategias y opera directamente o a través de fundaciones.

Doy un ejemplo: el Presidente de la Internacional Liberal, el ultraderechista eurodiputado holandés Hans Van Baalen, visitó a los golpistas hondureños expresando su respaldo. Es más, como premio, los llamados “liberales” del mundo nombraron al último dictador del siglo XXI, Roberto Michelletti, como Vicepresidente de la Internacional Liberal, en premio a su acción heroica “en defensa de la democracia”, ya que ellos defienden la democracia para garantizar los intereses privados.Uno de los logros más importante de la derecha continental ha sido tal vez la imposición de los acuerdos de libre comercio en la región. En el proceso de integración “neoliberal” (ALCA, TLC, CAFTA, Plan Puebla Panamá... y sus variantes) la derecha ha tenido es-

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trategias muy variadas. A veces de manera explícita, como el caso TLC–Nafta, pero en otras no, como en el caso de Plan PP, donde casi no se dice nada, ni se lo menciona públicamente. Sin embargo, siempre hay una comunidad de intereses muy semejante: inversiones en infraestructura para extraer y controlar recursos estratégicos y reglas que benefician a los poderosos. El resultado del TLC–NAFTA en México (a 15 años) es lo más llamativo del “fracaso” que ha tenido para la mayor parte de la población y lo bueno que ha sido para unos pocos.

Realmente lo que les ha sucedido a los grupos que tradicionalmente han detentado el poder en América Latina no es menor. Han sido desplazados del poder de decidir sobre la administración de los gobiernos. Estos grupos que se han visto desplazados, como en el caso hondureño, llegaron al extremo de producir el rompimiento del orden democrático de ese país y nos han amenazado ya el pasado 30 de septiembre en el Ecuador. Los movi-mientos de izquierda, los partidos democráticos y progresistas, debemos cerrar filas para prevenir y frenar este tipo de actos. Parecía que ya América Latina no vería más golpes de estado, pero no ha sido así. En todos los espacios de integración, nuestras organizaciones políticas deben asegurar la construcción de un bloque regional y global que frene la in-fluencia, los intereses y la conspiración de los grupos de poder fáctico en nuestras socieda-des latinoamericanas. Luchar por alejar del poder político a estos grupos debe constituirse en un eje articulador del proceso de integración, así estemos dentro o fuera del gobierno, o desde los movimientos políticos de oposición que encabezamos en varios países.

Quienes formamos parte de estos procesos de transformación política en curso en Amé-rica Latina tenemos una gran responsabilidad, ya que está claro que mientras estamos llevando hacia la izquierda a nuestra región, Europa se está derechizando. Y nuestros hermanos africanos se encuentran aún en una lucha grande contra la pobreza y la des-trucción de sus instituciones y sociedades por parte de sus viejas colonias que, al ubi-carlos como países ingobernables, legitiman su intervención y el control real sobre los recursos y el poder.

En los espacios internacionales globales, realmente la voz de los países en desarrollo y de los pueblos está quedando en las personas que representan a nuestros gobiernos. Algunos de los gobiernos progresistas del mundo se están refugiando en América Latina. La integración regional, el trabajo en alianza y en bloque hoy, más que nunca, tiene una alta importancia especialmente en nuestra región. Desde que apareció el ALBA en el escenario político internacional, rápidamente se convirtió en una realidad geopolítica; el ALBA es ya un bloque de referencia para cualquier negociación de carácter internacional en los espacios multilaterales de las Naciones Unidas.

Revalorar las relaciones de AL – EUA. Los partidos de izquierda de América Latina y el Caribe deben prestar sumo cuidado por el triunfo de los republicanos en la Cámara de Representantes y en el Senado de Estados Unidos, en el cual ganaron más escaños.

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Es posible que el Presidente Barack Obama deba actuar aún más conservador y quizá cederá poder a sectores conservadores del Departamento de Estado. Por otra parte, es necesario tener presente lo complejas que son las instituciones norteamericanas, donde no existe un control total sobre la CIA, el Departamento de Estado y el conjunto de agen-cias de seguridad que podrían, desde cualquier escritorio de un funcionario intermedio o de nivel bajo, alentar actos de desestabilización en nuestros países.

Todo lo anteriormente expuesto podría considerase como un marco general que justifica la necesidad de una agenda común de trabajo. La defensa de nuestras democracias y de los procesos políticos progresistas, que nos articule en la lucha por un socialismo demo-crático, ecologista, basado en la equidad y el buen vivir.

Finalmente mencionaré algunos temas adicionales que se podrían considerar como parte de una agenda programática de nuestras organizaciones políticas en los procesos de integración:

Construcción de una ciudadanía latinoamericana y universal, que luche contra la crimi-nalización de la migración, a favor del derecho a la libre movilidad y de los derechos humanos de los migrantes.

La integración para el manejo de nuestros bienes estratégicos comunes

• Cambio climático y una nueva ética global en la relación con la naturaleza

Este tema es fundamental para el nuevo orden geopolítico. Ya no se trata solo de una división del mundo entre pobres y ricos, o norte y sur, sino entre las huellas ecológicas y el espacio de contaminación del que cada país es responsable. Es decir, se trata de la atmósfera como un bien público global, sobre el cual hay una responsabilidad común, pero diferenciada.

• Un acuerdo estratégico sobre la biodiversidad

El aprovechamiento estratégico de nuestra biodiversidad, de nuestros recursos ge-néticos, defendiendo nuestra condición de países mega diversos y protegiendo los conocimientos tradicionales y nuestros lugares de origen. Como en América Latina y el Caribe tenemos recursos genéticos compartidos y conocimientos compartidos, es necesario establecer un cartel de la biodiversidad, defendiendo nuestro derecho a ser potencias del bioconocimiento.

• Integración para el manejo compartido del agua, a través de una visión ecosisté-mica e integral, supranacional.

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• Un pacto político y programático por la descolonización cultural que implique Políticas de la memoria, por la recuperación y ciudadanización de los patrimonios nacionales y compartidos. La reescritura de la historia desde una mirada revoluciona-ria. La creación para la transformación, lo cual incluye la creación de medios de comu-nicación con nuevos contenidos por la descolonización. Se deben desarrollar fondos de producción televisiva, musical, audiovisual, plástica, literaria, de acceso popular. El ejemplo de TELESUR es una iniciativa a fortalecer, pero la agenda noticiosa no debe ser la única. Se pueden hacer transformaciones con las nuevas generaciones sobre todo porque consumen telefonía, radio y televisión. Ej: ALBA Cultural. Es fundamental que nuestros proyectos políticos de transformación estén iluminados por la estética, los símbolos, la creación y la creatividad

• Un pacto nuevo por una Soberanía de nuevo tipo, entendida como la capacidad de una sociedad para organizarse, crear y transformar los órganos de poder y las institu-ciones, para instaurar la participación efectiva de sus miembros en las decisiones que afectan su vida y su destino; definir/reconocer un proyecto de nación o de región que guíe sus pasos, que permita garantizar el bienestar de todos y todas, salvaguardar los derechos de la naturaleza, su identidad y su patrimonio y participar positiva e igualita-riamente en las grandes decisiones que afecten al planeta, a la vida. Por ello uno de los retos es precisamente construir una soberanía supranacional y múltiple. Es decir la soberanía ecológica, energética, alimentaria, política.

• Pacto por la revolución Agraria: El enfoque de desarrollo agrario procura aumentar la producción para proveer a los centros con más alimentos y menores precios. Se trata aquí de edificar mecanismos basados en el intercambio de saberes, tecnologías, semillas, que garanticen el control campesino–indígena de la producción de alimen-tos para la soberanía alimentaria. Esto pasa por un control soberano de las tierras y territorios.

En conclusión, compañeros y compañeras, debemos organizarnos mejor para enfrentar a la globalización. Debemos construir agendas comunes que orienten nuestro trabajo desde y fuera de los gobiernos en los espacios regionales y globales multilaterales. To-dos defendemos las mismas causas y tenemos los mismos enemigos; hablar de lucha antiimperialista no es pasado, es presente. Desde Marx hasta ahora, la lucha por superar la pobreza, la explotación del hombre por el hombre y las banderas de lucha por los más pobres, los obreros y campesinos, por el proletariado, siguen estando vigentes.

Por esta razón quisiera cerrar citando un texto de Vladimir Ilich Lenin, extraído de sus escritos sobre el internacionalismo proletario, aun vigente:“El movimiento revolucionario internacional del proletariado no se desarrolla ni puede desarrollarse de modo igual y con idénticas formas en los distintos países (...) En su conjunto, vemos con claridad un gigantesco paso adelante del socialismo internacional,

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la cohesión de los millones de combatientes que integran los ejércitos del proletariado en una serie de choques concretos con el enemigo, la proximidad de la lucha decisiva con la burguesía, de una lucha muchísimo más preparada por parte de la clase obrera que en los tiempos de la Comuna, últimamente gran insurrección del proletariado.

La reacción contra la lucha, cada día más intensa, del proletariado es inevitable en todos los países capitalistas, y esta reacción une estrechamente a los gobiernos burgueses del mundo entero contra todo movimiento popular, contra toda revolución....”. (Proletari, agosto de 1908)

Salvando las diferencias, creo que esto es lo que hace imprescindible una integración por el socialismo democrático y antiimperialista, que luche por la segunda y definitiva independencia de nuestros pueblos.

Muchas gracias.

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SEXTA PARTE

Ponencia de Cierre

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Secretario Nacional de Planificación y Desarrollo, René Ramírez

Buenas noches con todas y con todos:

Es un placer estar con ustedes en este Foro Internacional de Partidos Políticos. Quiero empezar planteando la pregunta: ¿cuál es la discusión que existe en el Ecuador sobre el socialismo del sumak kawsay?

Yo quisiera hablar desde la perspectiva de la filosofía política, principalmente de la teoría de la justicia. También quisiera ubicar esta discusión en el contexto histórico en el que estamos, porque esto debe verse desde un contexto histórico de largo alcance. A la vez, quisiera discutir cuáles son las aristas de este socialismo del sumak kawsay y qué está en disputa, para desem-bocar finalmente en cuáles son las estrategias para avanzar hacia el sumak kawsay y terminar con un cuestionamiento sobre el tema económico.

Desde el campo de la filosofía política, es importante discutir qué son las Constituciones. En las Constituciones se inscriben los destinatarios para quiénes se diseñan los principios consti-tucionales. Nosotros podemos ver cuáles son los compromisos, los pre–compromisos, las res-tricciones y a quiénes se va a beneficiar en la sociedad. Es lo que yo denomino los «pactos de convivencia» dentro de la sociedad. Si analizamos las Constituciones del Ecuador, podemos ver que, en términos generales, se han construido sociedades excluyentes a través del estado civil, la edad, el género, la religión, la capacidad de leer y escribir, etcétera. Por citar un ejemplo, el artículo 12 de la Constitución de 1830 dice:

Art. 12.– Para entrar en el goce de los derechos de ciudadanía, se requiere: 1. Ser casado, o mayor de veintidós años; 2. Tener una propiedad raíz, valor libre de 300 pesos, o ejercer alguna profesión, o industria útil, sin sujeción a otro como sirviente doméstico o jornalero; 3. Saber leer y escribir.

Con este artículo, entonces, se excluyó de la ciudadanía al 90% de la población. En el curso de la historia, cada vez se fueron eliminando restricciones. No obstante, se mantenían ciertas con-diciones para ser ciudadano, como la obligación de saber leer y escribir. En 1950 esta condición dejaba fuera de la ciudadanía alrededor del 44% de la población y, en 1980, cuando se levantó

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recién tal restricción, el 25% de la población era analfabeta. Analizar las Constituciones nos per-mite ver para quienes estuvieron diseñados los beneficios y la distribución del poder.

No quiero hacer un análisis comparativo sobre lo que pasó en las Constituciones anteriores, pero sí voy a contrastar, a grandes rasgos, a la Constitución de 1998 versus la Constitución de 2008. Porque confrontar estas dos Constituciones es realmente ver por dónde pasan las transforma-ciones de las que estamos hablando.

En el campo de la filosofía política es necesario analizar cuatro aristas:

• Lo que se denomina la «base de información».Dependiendo de qué base de informa-ción utilicemos, damos preeminencia a cierta intervención política. Es decir, la base de información comprende aquellas variables que permiten ubicar el punto focal para dis-tribuir, y así priorizar acciones, porque se distribuyen bienes limitados. Y esta decisión implica elegir qué queda incluido en el bien, qué queda excluido y dónde enfocamos la atención. Ya vamos a ver dónde se enfoca la atención política en 1998 y en 2008.

• La «pauta distributiva». Estas son las formas de distribución que la sociedad elige para asignar los bienes, de acuerdo con la base de información que haya priorizado.

• La «unidad de análisis». Se refiere a quién se beneficia (individuo, colectivos, territorios, sociedad) de esa forma de distribución y de ese bien a ser distribuido.

• Finalmente, el tema de la «elección social». Es decir, cómo se toman las decisiones colectivas.

En el caso de la Constitución de 1998, podemos ver la sustancia de lo que políticamente se llama neoliberalismo. Lo que refleja el neoliberalismo en la Constitución de 1998 es una mezcla de principios utilitarios y liberales. ¿Cuál es la base de información del modelo neoliberal? Es el ingreso y el consumo, y en el aspecto social son las garantías sociales mínimas de supervi-vencia. Ustedes pueden ver aquí por qué se pone tanto peso en ciertas cuestiones, y en esto voy a insistir mucho, porque el esfuerzo que debemos hacer como proyecto político de izquierda es realmente cambiar todo el aparato epistemológico conceptual, metodológico y de medición, si queremos dar saltos cualitativos. Tenemos que preguntarnos, por ejemplo, por qué se pone siempre tanta atención al PIB per cápita o el crecimiento de la economía, cuando realmente veremos que esto no nos dice mucho.

¿Cuál es la forma de distribución de la Constitución de 1998? Principalmente se da a través del mercado y de la política social asistencial, que sería la política focalizada para asegurar mínimos de supervivencia. ¿Cuál es la unidad de análisis? La unidad de análisis es el individuo atómico, solitario, que se satisface por sí mismo y por sus propias fuerzas. Y, ¿cuál es la forma de elección social o agregación social? Es la democracia representativa y la agregación de preferencias que se concreta en la compra en el mercado.

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¿Adónde nos conduce una perspectiva comparativa con la Constitución de 2008? Yo lo he deno-minado —en un artículo que escribí para el libro que la SENPLADES publicó8— «socialismo del sumak kawsay», o «biosocialismo republicano». Ya voy a explicar por qué. En este socialismo del sumak kawsay, la base de información es el Buen Vivir; ya no es el ingreso, el consumo, ni el PIB per cápita, sino el Buen Vivir.

¿Cuál es la forma de distribución? La forma de distribución, desde un punto de vista económico, es la composición de una economía social y solidaria, es la eliminación del Estado burgués, y es tener una sociedad que se articula mediante diferentes formas de producción y de organización. En estricto rigor, estamos hablando de una pauta distributiva mucho más igualitaria.

¿Cuál es la unidad de análisis? Deja de ser el individuo y pasa a ser la sociedad, los colectivos, los territorios. Cambia la perspectiva de ver al individuo como un ser aislado, un ser «robinso-niano». ¿Y cómo se realiza la elección social? La elección social, la forma de agregación, pasa a ser una democracia más democrática, pues la democracia representativa empieza a ser com-plementada por una democracia más participativa y deliberativa.

Lo que quiero decir con esta comparación es que está en disputa un nuevo pacto de convivencia, una nueva forma de relacionarnos entre individuos como sociedad, una nueva forma de articular qué es lo importante y qué no lo es en la sociedad. Esto implica destruir esa forma de conoci-miento que hemos tenido y que está impregnada en nuestras mentes. A mi modo de ver, uno de los mayores impactos del pensamiento neoliberal fue la construcción del pensamiento único. No podemos salirnos, ni como izquierda; incluso pareciera que a veces llegamos prácticamente a las mismas conclusiones por distintos caminos. Se plantean preguntas que terminan convergien-do bajo respuestas similares. Luego explicaré a qué me refiero con esto.

Dentro de esta discusión, nosotros señalamos que es necesario observar en qué momento his-tórico nos encontramos como país. Este es un proceso largo, no es un proceso de corto plazo. Creo que estamos en el pos–neoliberalismo, es decir estamos intentando salir del neoliberalis-mo. De allí que es necesario, dentro del análisis que hemos hecho, transitar hacia una tercera etapa, a la que he denominado «capitalismo popular» o «socialismo de mercado»; y la siguiente etapa sería el socialismo del sumak kawsay. Para que no nos desubiquemos, porque a veces queremos dar saltos demasiado grandes, como si no hubiese una historia que debemos derrotar y se pudieran hacer cambios de la noche a la mañana.

Aquí quiero tratar cuál es el modelo productivo, el modelo económico, y luego la forma de Estado y poder político que se configuran en estas cuatro fases históricas que tenemos que impulsar para poder transitar hacia el socialismo del sumak kawsay.

8 SENPLADES (2010). Socialismo y sumak kawsay. Los nuevos retos de la izquierda en América Latina. Quito: SENPLADES. Disponible en formato electrónico en www.senplades.gob.ec/web/senplades–portal/publicaciones.

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En el caso ecuatoriano, durante el neoliberalismo el modelo productivo era primario–exportador y el modelo económico era la liberalización económica. ¿Cuál era la forma de Estado, el poder político? Justamente el poder político se basaba en el modelo económico y en tener un Estado mínimo. En este pos–neoliberalismo, nosotros creemos que el modelo productivo debe ser la construcción de la revolución industriosa «sin desposesión», la cual no es intensiva en capital ni energía, sino que es abundante en mano de obra, economizadora de energía y que no compro-mete el patrimonio (capital) natural de las siguientes generaciones. Al comienzo seguirá siendo un modelo primario–exportador. ¿Por qué señalo esta cuestión? Porque existen muchas perso-nas que afirman que deberíamos dejar de producir petróleo como país.

Díganme cómo podemos dar este salto y cómo tendremos los recursos para dar ese salto cua-litativo histórico que debemos hacer. Debemos hacerlo, pero no podemos dejar de ser un mo-delo primario–exportador de inmediato, aunque sí empezar a construir este círculo virtuoso de carácter industrioso. El modelo económico se cambiará a través de la sustitución selectiva de importaciones, con cierto tipo de acumulaciones que se dan en el Estado, principalmente en los sectores estratégicos.

En el tema del poder político, es necesaria la eliminación del Estado burgués y la recuperación del Estado para el bien común. Es necesario recuperar este Estado si deseamos transitar hacia ese socialismo del sumak kawsay.

En el capitalismo popular o socialismo de mercado, nosotros buscaremos construir un desarrollo más endógeno: ya no solo sustituir importaciones sino también exportaciones. El modelo eco-nómico se dará a través de la diversificación de las formas de propiedad y de organización, y la transformación del Estado y el poder político se dará a través de la construcción de un Estado mucho más descentralizado y desconcentrado, y la construcción del Estado plurinacional e in-tercultural.

Finalmente, en el socialismo del sumak kawsay nosotros apuntamos, en el modelo económico, a construir la biópolis, es decir superar la economía del viejo conocimiento, y pasar de la manufactu-ra a la mente–factura, así como empezar a considerar la producción de bienes relacionales. ¿Cuál es el modelo económico? Justamente es ese bio–socialismo del que hablaré más adelante, y el poder político se sustentará en el poder popular. Pero esto no se hace de la noche a la mañana.

El hecho de que se señalen cuatro fases no quiere decir que se trata de una construcción lineal ni unidireccional. Dentro de estas cuatro fases existen ciertas intersecciones o saltos. Podemos estar, por ejemplo, en el socialismo de mercado y todavía tener rezagos del neoliberalismo, por-que realmente existen cuestiones estructurales en las que difícilmente se pueden realizar esos cambios en el corto plazo.

Quisiera ahora tratar sobre las aristas de este socialismo del sumak kawsay, para luego entrar a considerar las estrategias. Este socialismo del sumak kawsay tiene cinco aristas, que se refieren

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al tema de las justicias: la justicia socioeconómica, la justicia histórica, la justicia inter–genera-cional, la justicia política y la justicia de la naturaleza. En este marco, he dividido mi exposición en tres cuestiones principales: una sociedad bio–céntrica, y no antropocéntrica; el tema del igua-litarismo; y la mirada republicana (por eso caracterizo al socialismo del sumak kawsay también como bio– socialismo republicano).

¿A qué me refiero con el bio–centrismo? Este es un salto cualitativo que tiene que dar un pro-yecto político como el socialismo. En este caso, nosotros estamos dando este salto al otorgar derechos a la naturaleza. Recordemos que, en la mirada liberal, únicamente el que es capaz de tener obligaciones, puede tener derechos. Así quedarían excluidas las generaciones futuras y también la naturaleza. En la Constitución de 2008 se incorpora a la naturaleza y a las generacio-nes futuras y pasadas en la perspectiva de los derechos.

Esta mirada bio–céntrica también implica ver a la economía no como un circuito cerrado de mercancías y consumidores, sino como un flujo entrópico de energía y materiales que consume recursos agotables y que genera residuos que deben tomarse en cuenta. Esto implica algo que también es fundamental, pues se trata de un pacto de convivencia post–antropocéntrico. ¿Por qué esto es importante? Porque el socialismo —y esto lo mencionaré algunas veces— tiene que ser un post–socialismo, en ese sentido. Y voy a hablar de todos los «post» que tiene que ser el nuevo socialismo.

Algo que vale la pena mencionar es que esta mirada bio–céntrica tiene que poner fuerte aten-ción en lo que es la justicia inter–generacional, la remediación, la protección y la perspectiva de considerar lo que va a pasar con las generaciones futuras. Por eso señalaba que para tomar en cuenta estas generaciones futuras es necesario pensar algo que en una perspectiva liberal no hubiésemos pensado. A la vez, tiene que quedar muy claro que el objetivo de esta mirada bio– céntrica es garantizar la reproducción de la vida. En este bio–centrismo, la vida no solo se refiere a la del ser humano, sino también de las demás especies de la naturaleza que, a su vez, garantizan la propia vida del ser humano en el futuro.

Con respecto a la arista más igualitaria de este socialismo, el primer punto es que tienen que ser reconocidas las desigualdades históricas. ¿Por qué esto es muy importante? Porque, como señalaba en un primer momento, el modo como se diseñan las Constituciones o los principios nos permite ver quiénes han sido beneficiados y quiénes han sido excluidos y, sistemáticamente, a lo largo de la historia del Ecuador, hemos tenido muchos grupos excluidos. Este socialismo recupera —si es que ustedes hacen un análisis de las Constituciones del Ecuador— una mirada de reparación de esas desigualdades históricas que hubo en el país. Tiene que ver con una igualdad política que alude no únicamente a la perspectiva de la elección, de «un ciudadano–un voto», sino también a la perspectiva desde la que deben tomarse en cuenta las voces de los diferentes ciudadanos colectivos del país.

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A la vez, es una perspectiva igualitaria, en el sentido de que es igual con toda la diversidad. Aquí es importante, por ejemplo, que la Constitución señala que el kichwa y el shuar son idiomas ofi-ciales, que los territorios tienen formas de gobierno a través de las circunscripciones territoriales indígenas, y también el reconocimiento a la justicia indígena. Se toman las diversidades como parte de una mirada igualitaria. Todos los diversos somos iguales, en estos marcos.

La perspectiva igualitaria también toma en cuenta lo que son los equilibrios territoriales. Noso-tros somos un proyecto en ciernes, como describieron Rafael Quintero y Érika Silva. Somos un proyecto nacional inconcluso, y parte de este proyecto nacional inconcluso tiene que ver con que nosotros no hemos sido capaces de superar ni siquiera los impedimentos geográficos que hemos tenido como país. ¿A qué me refiero? A la oposición entre Costa, Sierra y Amazonía que ha producido cierto tipo de regionalismos. Si ustedes analizan la Constitución, también se da una perspectiva para buscar un tipo de integración de los territorios, a través de un tipo de regionalización mucho más equilibrada, horizontal, y no desequilibrada, como se ha dado hasta el momento.

Esta mirada igualitaria también alude a la recuperación de lo público y la recuperación de lo uni-versal, y esto es importante. Si algo fue el neoliberalismo, fue precisamente una privatización del espacio público, una privatización de lo público, con políticas focalizadas direccionadas a tantos grupos como se pudiera imaginar, o a tantos grupos como se podían distinguir de acuerdo a sus influencias de poder. Aquellos que no tenían estas influencias, quedaban excluidos. Aquí hay que recuperar el sentido de lo público y de lo universal.

También se nos presenta una cuestión que es fundamental en un proyecto como este, que es el tema de la igualdad material, la igualdad socioeconómica. Un proyecto socialista, debe tener como base mínima la satisfacción de las necesidades básicas. Esta cuestión es fundamental para avanzar en el tipo de proyecto político que nos hemos propuesto, y eso es primordial. Y respecto a la justicia transnacional, simplemente como ejemplo señalo que la Constitución avan-za hacia la construcción de la ciudadanía universal. Estos son conceptos que ponen la postura política de un proyecto en el marco de un gran pacto que debe trascender a las fronteras, en este caso del Ecuador.

Ahora bien, ¿por qué es importante considerar una perspectiva más republicana? Porque lo que está en juego dentro de este debate tiene que ver con la crítica de la perspectiva utilitaria–liberal. La perspectiva republicana del proyecto se refiere a una cuestión que es fundamental y que debemos hacer desde la izquierda: re–significar, volver a poner en el debate público sustantivos críticos, e inclusive aquellos en que parece que estamos de acuerdo con la derecha, para discutir su significado. ¿A qué me refiero? A conceptos como la democracia, la libertad, la justicia. Con-ceptos en que tanto la izquierda como la derecha estarían, formalmente, de acuerdo.

Quiero referirme precisamente a un concepto importante: el de la libertad. La libertad no está en peligro, nadie dudaría de esto en el proyecto que estamos auspiciando. Pero el punto es cómo

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estamos definiendo esa libertad. Esa libertad, en este caso, es saltar de la perspectiva liberal que ve a la libertad como no interferencia, a la libertad como no dominación o no esclavitud. Es completamente diferente.

De acuerdo al neoliberalismo, una persona que elige entre dos trabajos de miseria aún es libre de elegir; pero de acuerdo a una perspectiva mucho más republicana, habría problema porque habría dominación, no habría opciones, aunque no hubiera ninguna interferencia directa en la elección. En el caso de una mujer que no puede dar a luz en un hospital, y tiene que hacerlo en su casa, tampoco hay ninguna interferencia: es «libre» de acuerdo a una visión liberal. Sin embargo, esto es distinto dentro de una mirada más republicana. Por eso, en esta discusión sobre las definiciones, es fundamental que no dejemos conceptos que no hayan sido disputados políticamente ni en su sentido histórico.

Un segundo punto tiene que ver con lo republicano, entendido como la construcción de espacios de participación y deliberación. Esto no existía en el neoliberalismo, en donde la política empie-za y termina prácticamente en las elecciones, y luego las decisiones colectivas se delegan al gobierno. En cambio, lo que se busca con la perspectiva republicana, es crear espacios para la deliberación y la participación colectiva.

Un tercer punto es el tema de la unidad, o sea, la posibilidad de construir proyectos compartidos como sociedad. No solo me refiero al Ecuador, sino a territorios de integración latinoamericana. Yo tengo un artículo, escrito con Analía Minteguiaga, que pregunta si en el proyecto neoliberal queremos y podemos vivir juntos.9 La respuesta es que no. En cambio, en un proyecto socialista, a esta pregunta tenemos que decir que sí queremos construir ese proyecto compartido; pero no puede ser viable si no nos dedicamos a la recuperación de las esferas públicas.

¿A qué me refiero? A la construcción social y colectiva de lo que implica el bien común, la po-sibilidad de construir un porvenir compartido, suprimir la idea del espacio de deliberación como algo oculto, y publicitar todas las acciones y la construcción de espacios de encuentro común. Es necesario recuperar el espacio público y ver el porvenir que queremos como sociedad.

Finalmente, esta construcción del socialismo tiene que ver con la virtud cívica. Tenemos que ser conscientes de que no solo debemos reclamar derechos, sino sobre todo tener obligaciones, tener responsabilidades públicas y sociales. Porque cada derecho implica una obligación. Esta virtud cívica es necesario construirla. Esto va a tener impacto en la sociedad y en los diferentes territorios.

Ahora quisiera detenerme en una cuestión que antes había mencionado. Algo que la izquierda dejó que haga la derecha es poner en agenda la construcción de estos sustantivos críticos. Y eso es algo que la izquierda debe recuperar. Conceptos que venían antes de la izquierda fueron

9 René Ramírez y Analía Minteguiaga (2010). « ¿Queremos vivir juntos? La igualdad y la búsqueda de un lugar común». En Igualmente pobres, desigualmente ricos, Quito, Ariel–PNUD: 345–372.

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prácticamente dejados a un lado; por ejemplo: emancipación, dependencia, alienación, pues nos impusieron la agenda desde la derecha. ¿Qué hizo la izquierda? Como bien señala mi amigo Boaventura de Sousa, únicamente adjetivar estos sustantivos. Entonces, a la democracia se le puso el adjetivo de participativa; al desarrollo, sostenible; a los derechos sociales, derechos colectivos e interculturales.

Desde la izquierda, además de disputar el sentido semántico de los conceptos, que ya son difíci-les de construir, debemos disputar el sentido de lo que implica la construcción de nuevos sustan-tivos. Uno de ellos, es el del sumak kawsay. En cierta ocasión decía que la alternativa no es al concepto de desarrollo (un concepto al que el socialismo nunca le puso nuevas alternativas); la alternativa es al desarrollo y al progreso como conceptos. En el Ecuador se está hablando clara-mente de conceptos críticos con el progreso y el desarrollo, se habla de alternativas al desarrollo y no de alternativas de desarrollo, y aquí se ubica el sumak kawsay o Buen Vivir. No se trata de un adjetivo, sino de un sustantivo crítico.

Recordemos que el desarrollo sostenible es un concepto pro–capitalista y no anticapitalista, en el sentido de que su postulado principal es: «hay que hacer sostenible la acumulación del capital y hay que buscar cuál es la forma verde de hacerlo sostenible». Lo que nosotros tenemos que buscar es cómo construir sustantivos críticos desde la izquierda para ponerle agenda a la dere-cha. Creo que en el caso del Ecuador, muchos de estos conceptos se están construyendo y se está logrando este cambio.

Lo que está en disputa es un modelo civilizatorio. De lo que he expuesto hasta el momento, este modelo del sumak kawsay es post–utilitario, post–liberal, trasciende a la idea del uso, del consumo y del PIB; es un modelo en el que se da a los que menos tienen, pero sin renunciar al principio de igualdad (es una parte, pero no puede ser la única parte); es post– antropocéntrico, es post–individual, es post–patriarcal, es post–nacional–estatal, es post–capitalista, es post–co-lonialista; y, potencialmente, debe ser hasta post–socialista.

¿Cuáles son las estrategias para construir el sumak kawsay? Una de las alternativas es demo-cratizar la democracia. Esto es fundamental e incluye a todos los espacios que se deben demo-cratizar. Lo que nosotros tenemos que buscar no es únicamente descentralizar el poder, sino más aún, descentrar el poder. Para eso hemos avanzado en la construcción del sistema descen-tralizado y participativo de la planificación. Pero el primer reto, para el caso ecuatoriano, es que participe más gente, pues la participación política ha sido completamente sesgada, homogénea y mínima. Lo primero que tenemos que buscar son espacios de encuentro común para que se dé esta articulación de las decisiones, buscar espacios de veeduría, rendir cuentas y multiplicar los espacios de participación de la denominada sociedad civil.

El segundo punto de la estrategia es descolonizar las relaciones sociales. Esto implica tratar de eliminar el racismo y la xenofobia, que cada vez avanzan de una manera preocupante. Aquí

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tienen un papel importante los migrantes en el mundo. Habría que proponerse no solo convocar organizaciones de trabajadores del mundo unidos, sino también organizaciones de migrantes del mundo unidos. Los migrantes podrían cumplir un doble rol emancipador: frente al colonialismo y al capitalismo. A través de un movimiento mundial de migrantes buscaríamos construir un ver-dadero mundo plurinacional y descolonizado. A través de impulsar un sindicato de migrantes a nivel mundial, estaríamos enfrentando al capitalismo globalizado, xenófobo y deshumanizante. Porque, al final, debemos luchar por la ciudadanía universal.

El tercer punto es hacer sostenible la vida, lo que guarda un vínculo estrecho con las relaciones sociales. No nos interesa solo hacer sostenibles las relaciones sociales, sino también hacer sostenible la relación del ser humano con la naturaleza. Siempre tenemos que ver la relación naturaleza–sociedad desde el pago de la deuda social.

El otro punto que tenemos como estrategia para la construcción del socialismo del sumak kaw-say, es continuar esta revolución que estamos haciendo pacíficamente; y ahí vamos a tener a cada momento impedimentos, como pasó el 30 de septiembre. La derecha quiere generar contextos para que nuestra revolución no sea pacífica, lo cual realmente rechazamos comple-tamente.

Un cuarto punto para la construcción de este socialismo del sumak kawsay es construir socieda-des y territorios soberanos, y esto es fundamental. Es realmente imprescindible la construcción de la soberanía de los territorios; pero la soberanía de nuestros territorios no pasa únicamente por el espacio físico, sino que también pasa por construir una soberanía económica, financiera, energética, alimentaria. Y parte de esto tiene que ver con la siguiente estrategia: la construcción de la Patria Grande, la integración latinoamericana.

Nosotros no podemos construir desde Ecuador, solos, esta sociedad de la que hablamos. Ne-cesitamos construir esta Patria Grande a partir de la integración latinoamericana, y desde ahí, sí empezar a disputar el poder económico. Por ejemplo, el tema de la nueva arquitectura financiera. También el tema de la soberanía del conocimiento es fundamental en este marco: no podemos dar saltos cualitativos mientras Suramérica o los países del Sur dependan del conocimiento del Norte (centro). Estamos condicionados por dónde se produce el conocimiento, cómo se consu-me, y cómo cada vez que existe una innovación, se convierte en una nueva patente desde la perspectiva capitalista.

Dentro de este marco, debemos recordar los graves problemas que tenemos con las «enferme-dades olvidadas». «Olvidadas» porque no son funcionales para las grandes empresas farma-céuticas, o no les interesa cuál es el perfil epidemiológico de los países latinoamericanos. No les interesa y nosotros tampoco tenemos la capacidad de contrarrestar este desinterés si no tene-mos soberanía en el conocimiento. Entonces, es fundamental buscar en todas las dimensiones esta soberanía, y para eso es necesaria la integración.

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Otro punto es la refundación del Estado plurinacional e intercultural. Tenemos que tomar en cuenta que el proceso de la descolonización parte de que teníamos un Estado completamen-te blanco y mestizo, que no consideraba las diversidades. La estrategia fundamental en este proceso de refundación sería la des–mercantilización de la economía, y aquí tenemos algunos desafíos: el primer reto pasa por la desmonopolización de la misma.

¿Cuáles son los desafíos que además trascienden las fronteras, que es necesario desmonopoli-zar? Uno es la desmonopolización de la economía de los poderes económicos, y principalmente del poder financiero, que es uno de los más peligrosos; otro es la desmonopolización de la producción armamentista de la guerra; un desafío más es la desmonopolización de la palabra, que es fundamental, y aquí está en disputa también –como parte del nuevo modelo civilizato-rio–la construcción de un sentido contra hegemónico de qué es la sociedad. Esta no es una cuestión menor. Porque aquí hubo monopolios de la palabra y es necesario entrar a disputar esos monopolios de la palabra. A la vez, como parte de la estrategia de des mercantilización de la economía, nosotros tenemos que avanzar hacia procesos de diversificación de las formas de organización y de propiedad, y también en este caso hay que auspiciar estos procesos desde la sociedad y el Estado.

Cuando hablamos de diversificar las formas de organización y de propiedad, estamos hablando de que en la sociedad y en la economía ecuatoriana el sector más pequeño es la economía formal o economía moderna, pero tenemos diferentes formas de producción. Obviamente, está la parte más empresarial, pero tenemos también formas de producción comunitaria, cooperativa, pública, privada, asociativa, familiar, doméstica, autónoma y mixta, que es necesario reconocer y auspiciar.

Otro punto tiene que ver con diversificar las formas de propiedad, y no únicamente la pública y la privada, sino que también es necesario avanzar hacia lo comunitario, lo estatal, lo asociativo, lo cooperativo, y también, tipos de propiedad nacional como parte del proceso de integración latinoamericana. Es fundamental lo que estamos haciendo con Cuba para la construcción de En-farma, una empresa farmacéutica; también podemos mencionar la petroquímica con Venezuela. Es necesario avanzar hacia la diversificación de diferentes tipos de propiedad.

Finalmente, algo imprescindible en lo cual se debe avanzar es la superación de la perspectiva economicista y productivista, en la que muchas veces el socialismo también cayó, y que se limita a tomar en cuenta la producción simplemente de bienes materiales.

Compañeros, no es suficiente el eslogan sobre la supremacía «del trabajo sobre el capital». Creo que es necesario avanzar en el proyecto político. Y en este sentido, avanzar en el proyecto políti-co es señalar que también está «la vida sobre el trabajo». Quisiera detenerme unos minutos para explicar a qué me refiero con esto y por qué estoy señalando que lo que está en disputa es un modelo civilizatorio. En el capitalismo, el mundo ideal es aquel en donde todos los individuos son asalariados, se realizan comidas fuera de casa, se contratan servicios de lavado, de planchado,

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de limpieza del hogar, etc.; es decir, el requerimiento de trabajo doméstico parece igual a cero (porque se explota a otras personas para realizarlo), y se postula la ilusión de que se necesita únicamente tiempo para trabajar y consumir. En la mayoría de propuestas socialistas, también nos quedamos únicamente en la perspectiva material del trabajo y del consumo, pero yo creo que, desde nuestra perspectiva, nosotros tenemos que entrar a disputar también, como parte de la construcción de sustantivos críticos, la producción de otro tipo de bienes.

La economía ha avanzado en su análisis en tres tipos de bienes: los bienes privados, obvia-mente; los bienes públicos; y los bienes comunes —acordémonos de que por fin se dio el primer Premio Nobel de economía a alguien que no es economista y es mujer, Elinor Ostrom, quien rea-lizó investigaciones relacionadas con la producción de bienes comunes—. Pero algo en lo que no ha avanzado la economía ¾y creo yo que es necesario hacerlo¾ es en estudiar y proponer acciones concretas para la «producción/consumo» de bienes relacionales.

Cuando Marx hablaba del trabajo sobre el capital, o cuando hacía su análisis del capitalismo, se refería a tres tipos de tiempo: el tiempo necesario para la reproducción de la vida, el tiempo excedente del trabajo y el tiempo social. El tiempo necesario para la reproducción de la vida es aquel tiempo que yo necesito, por ejemplo si no estoy en relación de dependencia, para producir mis alimentos y así poder vivir; también el tiempo para dormir, etc.

Luego viene el tiempo excedente del trabajo, que se relaciona con el famoso tema del plus valor, y que el capitalismo busca maximizar para acumular más capital. Este es el objetivo del capitalismo, y en esto hemos avanzado a una celeridad asombrosa, porque también la ciencia y la tecnología son las que permiten esa esclavitud para poder chupar la sangre del trabajador y acumular el excedente. Pero también la ciencia y la tecnología pueden ser la salvación; ya me referiré más adelante a esta posibilidad.

Además existe, si queremos avanzar más allá del trabajo y el capital, una tercera dimensión que tiene que ver en el análisis de Marx con el intento de colocar a la vida sobre el trabajo: es decir, la maximización del tiempo social. Y esta maximización implica tener una estrategia, una estrategia completamente material: implica minimizar el tiempo excedente que se apropia el capitalista, incluido el tiempo de la cooperación que se da en el trabajo, que es un tema muy interesante, pero que a veces no se suele tomar en cuenta. No se trata únicamente de la usurpación de ese tiempo del trabajador, sino también del tiempo que implica el trabajo cooperativo. De este tiempo también es necesario apropiarse.

¿Y cómo nos apropiamos de este tiempo de trabajo cooperativo? A través de una perspectiva para distribuir formas de propiedad o formas de organización. Es decir, ganar espacio al capital. Pero, ¿para qué? ¿Cuál es el objetivo último? El objetivo último es la distribución de esos bienes para maximizar el tiempo social para la producción de bienes relacionales. ¿Qué significan estos bienes relacionales?

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El concepto de bienes relacionales surge de Aristóteles y parte del reconocimiento de que el ser humano es un ser gregario por naturaleza. Entonces estamos criticando la mirada robinsoniana del utilitarismo–liberal, a la que nos referíamos hace un momento, y estamos viendo la realidad social del ser humano. La producción de bienes relacionales justamente tiene que ver con las relaciones interpersonales, y ahí se refiere Aristóteles a tres: el amor, la amistad y la participación pública. A esto añade Aristóteles que realmente no puede darse una relación, una producción de bienes relacionales de calidad, si es que no se da lo que él denomina la contemplación: es decir, tener ese tiempo libre para la autorrealización del conocimiento. A lo que yo le sumaría una cuarta arista, que es justamente la relación del ser humano con la naturaleza. ¿Cuáles son las características de estos bienes relacionales? Primero, que son consumidos y coproducidos a la vez: el mismo momento que yo lo produzco lo estoy consumiendo. Solo pue-den ser poseídos por mutuo acuerdo, y dependen, por lo tanto, de la interacción con otro ser; en ese sentido, son apreciados en la medida en que generan reciprocidad. Simplemente para dar un ejemplo: mientras que desde una perspectiva más liberal y utilitaria cuando yo voy a tomar un café con un amigo el que realmente está produciendo riqueza es el dueño de la cafetería, desde la perspectiva que les propongo lo importante justamente es que se dé ese encuentro entre dos amigos.

Esto implica saltos cualitativos y hasta metodológicos. Porque nosotros tenemos que tener en claro que la forma cómo hacemos los diagnósticos, cómo identificamos los problemas, cómo planteamos posibles soluciones, nos conduce al final a decidir cómo intervenimos. Y si nosotros no tenemos marcos conceptuales, marcos metodológicos, marcos de mediciones diferentes, vamos a seguir haciendo lo mismo. No podremos llegar muy lejos si nos conformamos con el Producto Interno Bruto (PIB) como indicador de bienestar, y no probamos cosas diferentes. Frente a eso, nosotros estamos construyendo alternativas de unidad de análisis, que puedan re-ferirse al Buen Vivir, que no es solo lo monetario, sino también, por ejemplo, lo biofísico; y eso es fundamental. Ahora estamos construyendo el PIB verde, que no tiene nada que ver con el tema monetario; y además, otros indicadores que estamos diseñando se relacionan con la producción de estos bienes relacionales.

Siempre he tenido la teoría de que quien se lleva tu tiempo se lleva tu vida. Y pienso que la opre-sión no viene únicamente por la relación de dependencia en términos económicos materiales del ingreso, sino por la capacidad que tenemos los seres humanos de relacionarnos dentro de la sociedad. Simplemente voy a dar algunas cifras para que ustedes vean cómo se da una nueva forma de esclavitud al no producir estos bienes relacionales dentro de la economía ecuatoriana: por ejemplo, dentro de las categorías de ocupación, un empleado privado tiene 8 horas más en tiempo relacional —y aquí me refiero tanto al tiempo libre, al tiempo social y al tiempo público—, que un trabajador del hogar, no remunerado.

O, por ejemplo, una persona que tiene nombramiento tiene, 7 horas más de tiempo relacional que una persona que trabaja por jornal; una persona que pertenece al sector formal tiene alrede-

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dor de 5 horas más que una persona que trabaja en el servicio doméstico; una persona que se autodefine como blanca, tiene 10 horas más que una persona que se autodefine como indígena; una persona que tiene nivel universitario, tiene 10 horas más que un analfabeto. En estas com-paraciones yo no estoy analizando la parte monetaria, sino que construyo y empiezo a visualizar cómo hago para maximizar el tiempo relacional, y eso implica otro tipo de políticas, que ya no tienen que ver solamente con la distribución del ingreso, sino con la distribución del tiempo. Po-dríamos plantear modificar el eslogan de la izquierda y los sindicatos europeos: trabajar menos (no solo) para que trabajen todos, sino para que tengamos más tiempo relacional dentro de la sociedad; es decir, trabajar menos para producir/consumir más bienes relacionales.

Esta perspectiva es completamente opuesta a la economía monetarista e, incluso, al socialismo del siglo XX. La desigualdad no es monetaria, únicamente, sino de vida, de tiempo. Así por ejemplo, un millonario de tiempo (decil más rico en términos temporales) tiene disponibles 65 horas semanales más de tiempo para la producción/consumo de bienes relacionales que un pobre de tiempo (10% más pobre según el tiempo).10 Hay una desigualdad, hay una opresión, una forma de esclavitud que «casualmente» la economía neoclásica se ha olvidado. Y también el socialismo ha pasado por alto esta cuestión, porque cuando nosotros hablamos de la parte productiva y la parte del consumo dentro de la economía (centro de análisis del socialismo del siglo XX así como del neoliberalismo) estamos hablando de apenas 12 horas, y nos olvidamos de las otras 12 horas restantes, que son cuando se produce sociedad, cuando florece la vida. La disciplina que emergería desde esta perspectiva es la economía del sumak kawsay (Buen Vivir), o para ser más precisos, la socio ecología política del Buen Vivir (sumak kawsay). Dentro de este marco, la generación de conocimiento, la ciencia y la tecnología tendrían otra finalidad distinta de la acumulación sin fin, pues estarían encaminadas hacia la liberalización del tiempo para el florecimiento social y de la vida en todas sus expresiones.

Es fundamental dentro de este marco de análisis empezar a disputar los sentidos, desde las cuestiones más simples. ¿Qué entendemos por Buen Vivir? El Buen Vivir ya no tiene que ver únicamente con el PIB per cápita. O también: ¿qué entendemos por pobreza? Una pregunta principal, porque cuando se habla de pobreza se suele hacer referencia a la pobreza de ingre-sos o de consumo, que no toma en cuenta cosas adicionales como, por ejemplo, el tema de la educación, la atención de salud, etc. Entonces es necesario empezar a disputar estos sentidos.

El «Estado de las venas cerradas de América Latina», como dice Boaventura de Sousa, va a seguir oscilando entre elevadas expectativas populares.11 Es lo que denomina el Presidente de la República la «tragedia de la proximidad», porque llegaron proyectos progresistas a una socie-dad con altas expectativas, que demanda mucho más de lo que demandase de proyectos más reaccionarios o de derecha.

10 Para profundizar en el análisis sobre producción/consumo de bienes relacionales ver René Ramírez (2010). «El tiempo como Buen Vivir (riqueza) de las naciones». Quito: SENPLADES.

11 Santos, Boaventura de Sousa (2010). Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una epistemología del Sur. Lima, Programa Democracia y Transformación Global: 69ss.

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Hay que tener muy claro que la disputa política por la hegemonía es durísima, porque hay quie-nes se resisten al cambio. El proyecto que estamos construyendo en América Latina supone la producción de un sentido contra–hegemónico, que busca construir otra civilización basada en la vida y no en la ambición individual de la acumulación. Mientras nosotros buscamos otros tiempos, el tiempo de la derecha es el tiempo impaciente del golpismo —ya lo vimos el 30 de septiembre—, y el hecho de que no estemos unidos puede llevar al peor de los mundos, que sería regresar a ese capitalismo salvaje, a ese colonialismo y a esa esclavitud.

En este marco creemos que el Sur está claro para orientar nuestro Ecuador, y tiene que ver justamente con la construcción del post socialismo del sumak kawsay, defendiendo realmente la Constitución, que es la principal arma con la que contamos hoy en día.

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Manifiesto de Quito en el Foro Internacional de Partidos Políticos Latinoamericanos

Los delegados y delegados Latinoamericanos y de Europa, presentes en el Foro Internacional de Partidos Políticos Latinoamericanos en Quito:

Llamamos a que se respete el Estado de Derecho imperante en Ecuador

Apoyamos absoluta e irrestrictamente al sistema democrático ecuatoriano por corresponder a las demandas y expectativas de su pueblo.

Reconocemos la actitud firme e indoblegable de Presidente Rafael Correa, frente al intento de Golpe de Estado del 30 de septiembre y al gobierno del legítimo que él preside.

Advertimos que las acciones contra el Gobierno legítimo de Ecuador busca, sobretodo, interrum-pir el proceso de justicia a favor de los más pobres, en el marco de la Revolución Ciudadana.

Alertamos que lo sucedido el 30 de septiembre forma parte de una estrategia de la derecha in-terna e internacional por interrumpir los procesos revolucionarios y progresistas en la región La-tinoamericana, de manera particular en Venezuela, Bolivia y Ecuador. El petróleo venezolano y ecuatoriano junto al gas boliviano, no escapan a la voracidad de las transnacionales, ni al interés de los grupos políticos que desde Washington buscan restaurar el poder perdido en estos años.

Creemos que en el momento histórico, los partidos y movimientos políticos revolucionarios y pro-gresistas de la región, de manera urgente, debemos unirnos para luchar contra nuestros enemi-gos comunes. Construir una auténtica unidad de base bolivariana, es urgente e imprescindible.

Unamos esfuerzos desde el Río Bravo a la Patagonia para impedir que los planes restauradores de Grupos de Derecha de Estados Unidos y sus aliados, avancen y se impongan, hagamos honor a la segunda independencia de nuestra América.

Retornamos convencidos de la necesidad de una mayor cooperación estratégica de todos a fa-vor de los intereses de nuestros pueblos, así como para apoyar la consolidación de los procesos de integración implementados en la región Latinoamericana, especialmente UNASUR y el ALBA

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CONCLUSIONES

Una nueva perspectiva de la democracia

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Una nueva perspectiva de la democracia

Los partidos y los movimientos políticos de tendencia progresista latinoamericanos se han si-tuado, en nuestra época contemporánea, dentro de un nuevo paradigma democrático cuyos ejes son la participación, la inclusión, la equidad, la solidaridad y la renovación de la soberanía popular. Se podría decir que es un momento de re–significación del concepto de democracia, que busca configurar Estados modernos alternativos. América Latina se insertó dentro de este nuevo paradigma a partir del fortalecimiento de sus organizaciones sociales y de las victorias electorales de diversos movimientos y partidos políticos relegados y excluidos tradicionalmente del marco electoral por los partidos hegemónicos y por el sistema neoliberal.

Así, tenemos a Venezuela, que generó un proceso democrático participativo a través del fortale-cimiento de la movilización popular. A Brasil, que fue consolidando el proyecto político socialista a partir de la organización de los trabajadores y del movimiento de los Sin Tierra. A Bolivia, donde la capacidad generadora de movilización del Movimiento al Socialismo (MAS) logró afirmar y fortalecer la identidad nacional, reconociendo las identidades diversas, la plurinacionalidad y la interculturalidad. A Paraguay, que pudo gestar un cambio social en base a la lucha y al trabajo político de sectores populares; y a Cuba, que pudo concretar su revolución radical, tras la cruen-ta lucha histórica contra–imperialista y un extenso proceso de unificación de las organizaciones revolucionarias con el aporte de la clase obrera y de vastos sectores de trabajadores.

Pero también tenemos a Colombia, que alcanzó importantes logros electorales a partir de alian-zas entre coaliciones de izquierda, con el propósito de ser una alternativa válida para el país. A El Salvador, cuyas fuerzas populares de izquierda se unificaron a partir de los años setenta con el afán de alcanzar justicia social y autodeterminación nacional. A Nicaragua, que puso fin a la etapa dictatorial somocista, tras la lucha ardua, el fortalecimiento organizacional y la unidad de militantes integrados por estudiantes, obreros y sectores populares de tendencia progresista. A Argentina que, en la búsqueda de un encuentro por la democracia y la equidad, ha impulsado un nuevo proyecto político que plantea una transformación profunda en la forma de gobernar de su país. Finalmente tenemos a Ecuador que, mediante la movilización, la participación ciu-dadana y la consecución de sus ejes revolucionarios, ha ido afianzando una política democrati-zadora que paso a paso materializa el Plan para el Buen Vivir. Estos ejemplos nos dan cuenta de este nuevo momento histórico en América Latina; sin embargo, se puede considerar que el gran logro fue abrir el escenario político para la izquierda latinoamericana, por vía democrática. En otras palabras, el gran logro es que gran parte de la izquierda latinoamericana esté ahora en el poder.

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Estas conquistas de los partidos y los movimientos sociales progresistas, algunos de los cuales han participado en este Foro de Partidos Políticos Latinoamericanos, son el fruto de procesos organizativos que combinaron la organización popular con la lucha política. Muchas veces en condiciones extremadamente adversas frente a dictaduras, regímenes autoritarios o en transi-ciones hacia democracias representativas débiles. Son organizaciones políticas que tuvieron que enfrentarse no solo a los partidos tradicionales y a las oligarquías que los financiaban, sino a la falta de reconocimiento y deslegitimación constante de los medios de comunicación y los sectores financieros ligados al statu quo. A pesar de ello, sus éxitos han sido contundentes frente a estos sistemas autoritarios.

América Latina, desde la conformación de sus Estados en el siglo XIX, no ha podido configurar un camino político ni una visión de organización política, social y de gobierno conforme a sus propias particularidades. Tampoco ha logrado articular una política fundada en los derechos democráticos que signifique una expresión para los problemas sociales de sus pobladores. Los movimientos sociales y los partidos políticos, en este sentido, cumplen un factor fundamental, ya que son la gran matriz desde donde nace y se juega el poder político. Es por eso que en la actualidad, las organizaciones políticas progresistas tienen la responsabilidad de trazar y ma-terializar lineamientos de agendas alternativas que sienten las bases para estructurar comuni-dades políticas incluyentes, justas, diversas, éticas y soberanas; que superen los modelos de exclusión heredados, garantizando los derechos fundamentales de todas las personas, pueblos y nacionalidades.

Este emblemático Foro de Partidos y movimientos, por lo demás, nos ha permitido avizorar el nuevo escenario en el cual se ubican estos actores; por ejemplo, cómo han generado procesos políticos revolucionarios que toman en cuenta las particularidades étnicas y culturales de los pueblos; que auspician la igualdad, la cohesión e integración social y territorial en la diversidad; que se afanan en mejorar las capacidades y potencialidades de la ciudadanía; que promueven una mejor calidad de vida de sus habitantes sustentándose en la promoción de un ambiente sano; que impulsan la paz y la inserción estratégica en el mundo, y sobretodo, que promueven la integración latinoamericana.

La deslegitimación de los partidos tradicionales, por un lado, y la multiplicación y el fortaleci-miento de las organizaciones sociales en nuestros países, por el otro, han abierto un campo de oportunidades para la participación popular, cuyo fin ha sido el transformar el sistema global imperante. Por consiguiente, estamos conscientes que para sostener este proceso de cambio mencionado, se requiere generar procesos de diálogo y cuestionamiento y una permanentemen-te actitud crítica sobre el sentido y el rol que deben tener las organizaciones políticas respecto al Estado y a la sociedad. Como bien señaló la Ministra Soliz en su discurso de este Foro, “las organizaciones partidistas deben estar involucradas en el sistema político como los principales articuladores de los intereses de la ciudadanía, que cumplen con socialización política y creación de opinión; armonización de intereses; reforzamiento, estabilización y legitimación del nuevo

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sistema político. La nueva democracia se fundamenta a través de ellos, pues son focos de dis-cusión y debate”.

El encuentro nos ha mostrado que la generación de movimientos de amplio espectro ideológico, entre otros, los socialistas, socialdemócratas, comunistas, feministas y ecologistas, han sido capaces de generar una nueva visión del Estado, la sociedad y la democracia. En tal contexto, estamos convencidos de lo indispensable que es llegar y estar en el poder para impulsar un cam-bio paradigmático que se encamine a consolidar esta renovada democracia. Esta transformación democrática es el gran desafío al que estamos sometidos como nuevas fuerzas progresistas en todo el continente. Por supuesto, sin descuidar nuestra memoria y los procesos históricos gene-rados a través de décadas de experiencia organizativa y revolucionaria.

A través de este evento, hemos localizado coincidencias que nos hermanan, como los contun-dentes triunfos por la vía electoral y el fortalecimiento de nuestra participación democrática con resultados exitosos. De esta manera, consideramos que estamos en un proceso de afianza-miento como nuevas fuerzas políticas capaces, no solamente de contender frente a los partidos tradicionales y hegemónicos, sino de llegar de manera efectiva a conquistar el poder en forma legítima y democrática a través del ejercicio electoral. Poder no por el poder en sí mismo, sino como capacidad para cambiar las acciones sociales colectivas, para transformar las relaciones de dominación que permean en toda la vida social, económica y política.

Los retos y los desafíos siguen siendo considerables; estamos conscientes que tendremos que enfrentarnos a nuevas luchas, pero también, que vendrán nuevas victorias. Es por tal motivo que nuestro compromiso con estos procesos revolucionarios debe ser permanente, pues, la toma del poder político es un asunto que se vive en proceso, y que además, requiere de muchos esfuer-zos, años de lucha, organización y participación social.

Estas consideraciones nos inducen, por supuesto, a recapacitar sobre el valor de las expe-riencias de cada una de las organizaciones y de los partidos políticos y sobre la necesidad de ser capitalizadas, socializadas y difundidas. Construir diálogo y deliberación permanente es un aporte significativo para la consolidación de praxis políticas coherentes con los principios del socialismo. La interacción, el enlace y las negociaciones con otras organizaciones, refuerzan además, el poder ciudadano y su protagonismo social.

Por tanto, podemos argumentar y reiterar que, una de las grandes conclusiones del Foro es la necesidad de generar participación y consulta permanente entre todas y todos los ciudadanos. De manera tal que los movimientos y partidos se conviertan en verdaderos representantes de sus militantes y gobernados, e impulsen su capacidad movilizadora y democratizadora, tanto a nivel interno como externo. En este sentido, Valter Pomar en su ponencia sostuvo que “el partido tiene que movilizar un pedazo de la sociedad para ocupar una parte del aparato de Estado y, a partir de estos dos puntos, hacer una lucha por cambiar la sociedad”.

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De todo lo anteriormente manifestado, se desprende que la gran cualidad de este Foro giró en torno a la necesidad de establecer un nuevo paradigma de democracia, participación y partido, con el fin de generar procesos políticos revolucionarios de manera sostenida, abriendo nuevos espacios de reflexión para todos los latinoamericanos. Este encuentro reflejó el espíritu interna-cionalista y la voluntad de continuar este proceso a nivel latinoamericano; como Hugo Barsky con tanto acierto expresó en este Foro, “hoy hay conciencia de que nadie puede solo. Ningún país, sea grande, mediano o pequeño puede hacer frente a la crisis, solo”. Por tal motivo pensamos que estos espacios deben multiplicarse para generar una suerte de red y conexión de partidos políticos latinoamericanos. Red que consolide una consciencia internacional latinoamericanista, capaz de aglutinar diversas tendencias dentro de un camino revolucionario, de forma que, junto a la reflexión organizativa y formación de nuestros militantes, marchemos hacia una constante autocrítica para mejorar nuestro papel dentro de este trayecto democrático.

Precisamente, la fortuna de este Foro está en el hecho de habernos permitido reconocer de ma-nera profunda los niveles de complejidad del contexto latinoamericano y avizorar las relaciones de fuerza a nivel continental, con el fin de generar las estrategias necesarias que lleven a proce-sos adecuados de organización política. En esta línea, consideramos necesario abrir espacios para la formación de cuadros ciudadanos con profunda consciencia democrática, capaces de incidir en el fortalecimiento de la participación popular. Los partidos políticos, además, deben asumir su responsabilidad como impulsadores de una democracia participativa real y crítica. Como manifestó Jorge Cabral en su presentación, se requiere “una disciplina en el estudio y en la formación como un pilar fundamental para el partido, basado en la necesidad vital de destinar cuadros como formadores de nuevos formadores y cuadros militantes”. “Los dirigentes revolu-cionarios no nacen”, señaló, “se forman a lo largo de mucho tiempo y como resultado del trabajo colectivo”.

Para finalizar, en este contexto de intercambio y solidaridad, queremos agradecer la postura decidida frente a los atentados contra nuestros gobiernos y sus fuerzas democráticas. Por la enorme solidaridad de los partidos políticos invitados a este Foro ante el intento de golpe de Estado en nuestro país, Ecuador. El Manifiesto de Quito dio cuenta de este trayecto, que apela la solidaridad de los partidos políticos latinoamericanos con el sostenimiento de la democracia. Fue, además, una convocatoria a fortalecer, materializar y consolidar este histórico proceso so-cialista y revolucionario. Pero, en definitiva, lo que trascendió, fue el enérgico llamado a la me-moria de todas y todos los latinoamericanos en torno a las luchas por una América Latina Unida, sueño de Bolívar, Sandino, Martí y Alfaro.

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Calle Venezuela E3–66 entre Sucre y Espejo · Segundo Piso, Teléfonos: (593 2) 2953–196 2953–029 · Quito Ecuador www.mcpolitica.gob.ec

El Foro Internacional de Partidos Políticos Latinoamericanos Progresistas estuvo orientado a propiciar reflexiones sobre los problemas, los límites, las potencialidades y los desafíos que afrontan los partidos políticos en el contexto de sus tareas gubernamentales en la política contemporánea, de cara a los procesos de transformación constitucional, estructural y demo-crática que vive la región. Fue un encuentro de intercambio de experiencias con los líderes de estos partidos sobre la crisis de legitimidad de las democracias representativas y las posibilida-des de (re) construcción de las dinámicas partidistas.

El debate giró en torno a las formas organizativas, funciona-miento y democracia interna de los partidos políticos; al cues-tionamiento con respecto a si deben ser partidos o movimientos políticos; a cómo hacer real la participación y la unidad de diver-sas tendencias dentro de un partido o frente; a cómo incentivar alianzas; e igualmente, a cómo procesar la relación entre partido y gobierno; niveles de autonomía y espacios para la autocrítica.

Este Foro generó una provechosa deliberación en relación al rol crítico de los partidos cuando forman parte de las coaliciones gobernantes pero, sobre todo, reflejó la convicción del profundo espíritu internacionalista de los partidos y movimientos progre-sistas latinoamericanos, abriendo espacios de integración sur – sur.