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FORO COMPLUTENSE Conferencia de Ignacio Ramonet Participan: Ignacio Ramonet, Carlos Berzosa, Juan Manuel Eguiagaray y José Moisés Martín Lugar de celebración: Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense Carlos Berzosa (rector de la Universidad Complutense) Buenos días. Como muchos no me conocéis, soy el rector de esta universidad y me complace estar aquí en la Facultad de Ciencias de la Información, que tan buenos momentos me ha dado en estos años de mandato, con gente joven, que son un estímulo para los profesores que somos mayores, que tenemos una edad. Este acto es para mí muy relevante, la celebración del aniversario de Solidaridad Internacional, con actividades en diferentes lugares. Siempre es bueno que hablemos de solidaridad y no sólo, como hablamos los economistas, de competitividad, de competencia, de individualismo, de ir cada uno a lo suyo. En este mundo tan poco solidario, donde hay tantas guerras, tantas desigualdades, tanta hambre, tanta pobreza, tanto deterioro del medioambiente, no cabe duda que es importante que celebremos que existen ONG que practican la solidaridad. Esto es lo que queremos realmente celebrar, estos veinte años que parecen pocos, en una perspectiva histórica, pero son muchos en el mundo en el que vivimos, con las características que acabo de mencionar. Les agradezco a todos su presencia aquí, a los profesores, a los miembros del personal de la administración de servicios, a los estudiantes y, cómo no, al conferenciante, Ignacio Ramonet, sobre el cual diré luego unas palabras; a Juan Manuel Eguiagaray, presidente de Solidaridad Internacional. Para mí es una gran satisfacción el que compartamos esta mesa en el día de hoy. También quiero agradecer a José Moisés Martín, presidente de la plataforma civil Euromed, pero también director de una ONG como ACSUR, en cuya junta directiva estuve yo antes de ser rector... y no me hicieron caso, porque me propuse para ser coordinador de las ONG, ya que estaba el puesto vacante, para no presentarme a rector de la Complutense. Pero no me hicieron caso, por lo que me vi obligado a ser rector... y aquí estoy [se ríe]. En

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FORO COMPLUTENSE

Conferencia de Ignacio Ramonet

Participan: Ignacio Ramonet, Carlos Berzosa, Juan Manuel Eguiagaray y José Moisés Martín Lugar de celebración: Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense

Carlos Berzosa (rector de la Universidad Complutense)

Buenos días. Como muchos no me conocéis, soy el rector de esta universidad y

me complace estar aquí en la Facultad de Ciencias de la Información, que tan buenos

momentos me ha dado en estos años de mandato, con gente joven, que son un estímulo

para los profesores que somos mayores, que tenemos una edad. Este acto es para mí

muy relevante, la celebración del aniversario de Solidaridad Internacional, con

actividades en diferentes lugares. Siempre es bueno que hablemos de solidaridad y no

sólo, como hablamos los economistas, de competitividad, de competencia, de

individualismo, de ir cada uno a lo suyo. En este mundo tan poco solidario, donde hay

tantas guerras, tantas desigualdades, tanta hambre, tanta pobreza, tanto deterioro del

medioambiente, no cabe duda que es importante que celebremos que existen ONG que

practican la solidaridad.

Esto es lo que queremos realmente celebrar, estos veinte años que parecen

pocos, en una perspectiva histórica, pero son muchos en el mundo en el que vivimos,

con las características que acabo de mencionar. Les agradezco a todos su presencia aquí,

a los profesores, a los miembros del personal de la administración de servicios, a los

estudiantes y, cómo no, al conferenciante, Ignacio Ramonet, sobre el cual diré luego

unas palabras; a Juan Manuel Eguiagaray, presidente de Solidaridad Internacional. Para

mí es una gran satisfacción el que compartamos esta mesa en el día de hoy. También

quiero agradecer a José Moisés Martín, presidente de la plataforma civil Euromed, pero

también director de una ONG como ACSUR, en cuya junta directiva estuve yo antes de

ser rector... y no me hicieron caso, porque me propuse para ser coordinador de las ONG,

ya que estaba el puesto vacante, para no presentarme a rector de la Complutense. Pero

no me hicieron caso, por lo que me vi obligado a ser rector... y aquí estoy [se ríe]. En

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todo caso, estoy también muy satisfecho, porque siempre trato de disfrutar con las cosas

que hago.

A todos ellos, muchísimas gracias. En primer lugar, va a intervenir Juan Manuel

Eguiagaray, que nos hablará de la Solidaridad Internacional y también del

conferenciante.

Juan Manuel Eguiagaray

Muchas gracias, querido rector. Gracias, en primer lugar por la hospitalidad de la

Universidad Complutense para celebrar este acto y esta conferencia, acto y conferencias

que, como acaba de decir el señor rector, son parte de un aniversario para nosotros

especialmente importante, el vigésimo aniversario de la vida de una ONG que en este

momento tengo yo el honor de presidir, y que dará lugar a lo largo de esta semana a

distintas actividades culturales, algunas lúdicas, otras en el campo del cine, en el campo

de las letras y en el campo de las ideas, como ésta que tiene lugar en el ámbito

universitario.

Para una ONG como la nuestra, que es una ONG que tiene ya cierta experiencia

a sus espaldas, que ha vivido la transformación del mundo de las ONG que se ha

producido en España en estos dos últimos decenios, es verdad que es una satisfacción

poder decir “llegamos hasta aquí” y, por otra parte, tenemos mucha vida por delante. No

porque creamos que nosotros tenemos que ocupar todo el espacio, puesto que hay

espacio para muchísima gente en el campo de la cooperación, en el campo de la ayuda

en diferentes buenas causas, pero sí creemos o pretendemos, al menos, ocupar junto con

otros, nunca en exclusiva, un espacio importante en el conjunto de las ONG laicas y

progresistas. Aquel conjunto de ONG que creen que, además de aliviar el sufrimiento,

hay que tratar de poner remedio a las causas. Hay, por lo tanto, la necesidad no sólo de

analizar las cosas que pasan en el mundo y aliviar el sufrimiento tan visible que se

produce, sino que hay que ser conscientes de que las cosas no ocurren por casualidad,

no son resultado de los hados, sino son fundamentalmente el resultado de la acción

humana, a veces de la acción humana organizada.

Solidaridad Internacional trabaja en muchos ámbitos. Empezó trabajando

principalmente en Latinoamérica, pero, desde el principio, desarrolló una importante

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actividad en Oriente Medio, en los campos de refugiados palestinos, o en el norte de

África, de nuevo en campos de refugiados saharauis. Ahora estamos cada vez más

presentes, además de nuestra vocación permanente en Latinoamérica, en otros lugares,

especialmente en el continente más abandonado del planeta, que es África. Hemos

llevado a cabo más de 600 acciones de cooperación al desarrollo, nos hemos

preocupado por los problemas que afectan a colectivos, personas, grupos en 25 países, y

a veces trabajamos lo mismo para un roto que para un descosido: nos dedicamos a la

infraestructura, educación, ayuda alimentaria, programas de salud, desarrollo

comunitario, intervenimos o hemos intervenido en procesos de pacificación después de

procesos guerrilleros, contribuimos a un cierto desarrollo sostenible, difundimos

agricultura ecológica, protegemos la depredación de especies forestales, etc. Por lo

tanto, tratamos de hacer algo que sea sostenible, perdurable, y que sirva no solamente

para que un año tengamos la satisfacción de haber contribuido a eliminar alguna lágrima

del mundo, sino para que en el futuro pueda haber bastantes menos lágrimas.

A mí me gustaría señalar en estas brevísimas palabras que creemos que las ONG

no son las únicas, ni los sujetos privilegiados para modificar el mundo. Esto depende de

muchísimas cosas. Pero es verdad que las ONG han sido un fermento importante de la

conciencia social y del trabajo específico en el cambio, en las transformaciones que se

están operando en nuestro mundo. La discusión sobre la globalización, la discusión

sobre los efectos de la distribución del propio progreso económico material en el mundo

es, ciertamente, algo que ha adquirido una naturaleza diferente después de algunos

movimientos tendentes a poner en cuestión los universalmente proclamados “efectos

benéficos de la globalización”, que no siempre son tales.

En el acto de hoy y en la conferencia de hoy, en la que tenemos la fortuna de

tener con nosotros a una persona que, además de su rigor en el pensamiento y de su

contribución a la defensa de muchas causas justas, ha sido uno de los organizadores de

debates, de foros en los cuales la globalización y sus efectos han sido pasados por el

cedazo, no para discutir que el mundo no deba ser global, sino para tratar de que los

efectos beneficiosos de la globalización puedan extenderse a todo el planeta. A mí me

gustaría simplemente, como aperitivo –y seguro que el propio rector después dirá cosas

diferentes– traer un par de citas de una de las mil entrevistas que se han hecho a Ignacio

Ramonet; una en la que señalaba algo que los economistas sabemos bien, pero que a

veces se olvida cuando se analizan los problemas del mundo: “La globalización

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funciona”, decía él, “según la lógica del mercado. En términos morales, esto no es ni

bueno ni malo, pero el mercado funciona sólo con los interlocutores solventes, mientras

que los no solventes no se integran, y al mercado esta situación le resulta indiferente”.

Este es el problema, que se ha terminado por dividir la sociedad entre los que tienen y

los que no tienen, y así el mercado está pendiente de los países que se desarrollan y

olvida a los que no lo hacen.

Una ONG no puede cambiar las reglas del juego, pero las ONG no pueden sólo

ser instrumentos de alivio de los sufrimientos del momento, sin analizar las causas por

las que se produce el sufrimiento. En esta modesta tarea con muchas personas en

España, con muchos amigos, estamos trabajando y queremos seguir haciéndolo en los

próximos veinte años. Y yo quiero agradecer al Ignacio Ramonet por venir a decirnos lo

que piensa del mundo, de la globalización y de causas por las que, cada uno desde su

perspectiva sigue trabajando, y quiero agradecer, desde luego, al rector y a la

Universidad Complutense el que nos hayan dado su hospitalidad para celebrar este acto

con tanto estudiante, con tanta gente que cree que el mundo no puede ser solamente

igual a como lo conocemos hoy.

[aplausos]

Carlos Berzosa (rector de la Universidad Complutense)

Muchísimas gracias. Yo quiero decir solamente, ya que estamos en la Facultad

de Ciencias de la Información, algunas palabras sobre nuestro conferenciante: Ignacio

Ramonet, al que le agradezco muchísimo que esté aquí presente. Vosotros que estudiáis

periodismo (otros estudian comunicación audiovisual, otros relaciones públicas, pero,

en definitiva, comunicación), el objetivo principal de las enseñanzas de esta Facultad, lo

que vosotros queréis llevar a cabo... para los estudiantes Ramonet representa lo que es

hacer un periodismo serio. No todo periodismo que se hace hoy es serio. Y antes incluso

había esa distinción, sobre todo en el Reino Unido, entre el periodismo serio y el

periodismo amarillo. Pero ahora ya están las fronteras más diluidas y, a veces, hay

amarillismo incluso en lo que anteriormente era periodismo serio. Y el periodismo,

como todo en la vida, tiene que ser riguroso, sensato, tiene que responder a la realidad.

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Aunque la forma de ver la realidad, las ideas, las creencias, los valores, estén presentes

en la forma de hacer periodismo, nunca debemos olvidar la seriedad en las

informaciones y en la transmisión al público de esa información.

Por otra parte, creo que Ignacio Ramonet puede ser un buen ejemplo a seguir por

los que aspiran a ser periodistas, un referente. A lo largo de la vida es bueno tener

referentes. Después quizás no sea fácil llegar a ser como él, se necesitan muchas

cualidades. Yo, como economista, siempre he pretendido ser como José Luis Sampedro,

pero no lo he conseguido. He logrado ser amigo suyo, escribir un libro con él,

Conciencia del subdesarrollo, he ido a muchas conferencias y coloquios con él, pero,

por mucho que lo intente, no tengo su capacidad oratoria, su habilidad a la hora de

escribir, su genialidad a la hora de poner ejemplos, en fin, uno hace lo que puede y trata,

de alguna manera, de emular al maestro, que es el que le ha servido de referente para

intentar ser como él. Yo creo que los referentes son siempre importantes, son

fundamentales.

Ramonet representa unas cualidades que yo creo que todo periodista debe tener.

Por una parte, es una persona instruida, leída, con conocimientos, culta, erudita, con

formación, en definitiva. Eso es fundamental. Por otra parte, no se conforma con

describir hechos, sino que trata de analizar y trata de responder a la pregunta “¿Por qué

pasa lo que pasa?” Porque vivimos en un mundo en el que la información nos llega por

todas partes: por el periodismo, por la televisión, por la radio, por Internet. Ahora por

los mensajes de los teléfonos. Y hay que saber mucho para saber discernir esa

información que se principal, que es fundamental, que es básica, de la accesoria, de la

menos importante. Quitar el trigo de la paja. Para eso se necesita una buena formación.

Si no, es imposible saber qué es lo importante y qué no lo es. También hay que analizar.

No nos podemos quedar en la descripción de los hechos, porque entonces no

entendemos nada de lo que pasa en el mundo. En este sentido, voy a pedir disculpas,

pero es que hay que pedir disculpas para citar a Carlos Marx. Carlos Marx decía que “la

ciencia estaría de más si la forma de manifestarse las cosas coincidiera con su esencia”.

Efectivamente, la ciencia tiene sentido porque la forma de manifestarse las cosas no

coincide con esas relaciones subyacentes que provocan los efectos de las situaciones.

Por eso, creo que es importante que analicemos, que reflexionemos, y eso tiene que

venir acompañado de esa formación que yo mencionaba al principio. Y luego, Ramonet

es crítico, es crítico con la realidad en que vivimos, es crítico con los saberes

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convencionales que nos tratan de dar una visión conformista del mundo, cuando el

mundo no está para ser conformistas.

Fíjense ustedes que hoy escribía yo un artículo para una revista en la que

colaboro quincenalmente y hablaba, a raíz de varios libros que he leído o que me ha

correspondido presentar, como uno de José Manuel Laredo, que se llama Las raíces

económicas del deterioro ecológico y social. Es un libro muy riguroso, muy serio, el de

Laredo. Presentamos también este libro en el Foro Complutense y fíjense de que Laredo

parte de la idea de que estamos deteriorados social y ecológicamente. Intenta

profundizar en las raíces económicas de ese deterioro. Hace poco también salía en

España un libro que se llama El decrecimiento económico, que es un colectivo que hay

en Francia, en Lyon, una revista en la que publican estas cosas y que plantea que no

podemos crecer indefinidamente en un mundo finito. Es un poco cuestionar el

crecimiento que estamos viviendo. Un crecimiento desigual, donde a gran parte del

mundo la dejan fuera, la dejan marginada, le dejan la pobreza, le dejan la necesidad de

migrar hacia los países ricos... viviendo aquí en condiciones muy duras, en la

supervivencia. Pero es que en el mundo rico, con esa gran cantidad de consumo que

tenemos, nos estamos cargando el planeta: cambio climático, agujero de ozono,

agotamiento de los recursos no renovables, los recursos renovables no pueden ir al

ritmo que crecemos, el consumismo, medioambiente contaminado (ríos, mares, etc.).

Tenemos que tomar conciencia de esto. Esto no dura indefinidamente. Es decir, el

mundo rico, con su consumismo, con su productivismo, está cargándose el planeta, está

haciendo que otros muchos no consuman. Porque si el 80 por ciento que apenas

consume, consumiera como nosotros, no sé qué pasaría. Esto es interesante, hay que

reflexionar sobre esto.

Pero ha salido otro libro en castellano hace poco, que se llama El fetichismo del

crecimiento. Precisamente, cuestiona esto. Y cuestiona algo que es fundamental, que es

que el crecimiento no está generando mayor bienestar. Y ya, para finalizar, quiero

mencionar un libro de un profesor británico, ilustre, que yo he leído bastante en temas

de desempleo, que se llama Layard, que además es Lord, sugerido por el partido

laborista, y el libro se llama Felicidad. Un economista hablando de felicidad. Qué cosa

más llamativa. Pero es muy interesante, porque no reduce la felicidad al ingreso mayor,

como puede suceder en muchas cosas, sino que empieza diciendo una cosa: “Somos

más ricos que hace cincuenta años [el mundo rico, porque el otro no] y no somos más

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felices”. Entonces yo digo, después de estas lecturas sobre las que he reflexionado en

este artículo (perdonen ustedes la expresión): estamos haciendo un pan como unas

tortas. Es decir, si crecemos, ese crecimiento deja marginado al 80 por ciento del

mundo. Resulta que ese crecimiento del mundo rico está destruyendo el planeta, resulta

que, además, nos sentimos muy felices, muy satisfechos acumulando bienes, pero

resulta que no somos más felices... Entonces, hay que preguntarse a dónde vamos y qué

hacemos aquí. En fin, yo no quisiera responder a todas estas preguntas, simplemente

son reflexiones que a veces tenemos que hacer en la universidad; tenemos que

reflexionar, plantearnos dudas, preguntas a las que podemos responder o no, pero en la

universidad no sólo tenemos que formarnos profesionalmente, que es muy importante,

sino fundamentalmente aprender a razonar, aprender a pensar, aprender a reflexionar y a

cuestionarnos el mundo en que vivimos, este mundo no sólo injusto, desigual, sino lleno

de guerras y de atrocidades y, en definitiva, la universidad tiene que cumplir esa

función. Así que muchas gracias a Ramonet, que nos ayuda a todos a pensar, a razonar y

a reflexionar, y gracias por mantener, contra viento y marea, sus propuestas y, sobre

todo, este referente que es Le Monde Diplomatique. Gracias.

[aplausos]

Ignacio Ramonet

Hola, buenos días. Yo quisiera primera agradecer al rector Carlos Berzosa por

habernos acogido aquí, agradecerle sus palabras elogiosas e inmerecidas, obviamente,

agradecer a Juan Manuel Eguiagaray, presidente de Solidaridad Internacional por

haberme invitado a participar en esta serie de reflexiones en torno a la celebración del

vigésimo aniversario de esta ONG, y agradecer a las personalidades, a los estudiantes,

profesores que estáis aquí esta mañana con nosotros. Quisiera improvisar un poco una

reflexión sobre este doble concepto de globalización y solidaridad. Una reflexión de

unos treinta minutos para que tengamos luego la posibilidad de intercambiar algunas

ideas sobre estos dos temas.

Yo digo a veces que, para entender cómo está funcionando la globalización,

podríamos partir de un ejemplo concreto: imaginemos un capitalista que dispone hoy de

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una suma importante (varias decenas de millones de euros, por ejemplo), ¿qué puede

hacer con ese dinero? en la perspectiva de que todo el mundo desea que el dinero rente.

Tiene, al lo menos, dos posibilidades: una, invertirlo en un proyecto de tipo industrial,

es decir, con la idea de fabricar algo, teniendo en cuenta que existe un mercado para tal

objeto, tal máquina, etc. Esta es una posibilidad. La otra sería invertirlo en lo que

llamamos los mercados financieros, es decir, invertirlo en bolsa, sencillamente. Hoy día,

por ejemplo, en el marco de la globalización, ¿qué es lo más rentable, si nos atenemos a

la rentabilidad media del año 2006 de las inversiones? Por ejemplo, en la industria se

invierte en la construcción de una fábrica en algún lugar de España, con lo cual va a

crear trabajo, va a crear empleo, va a generar toda una serie de actividades derivadas. Si

se produce un artículo, habrá que transportarlo, habrá intermediarios... va a crear una

actividad económica relativamente importante. La rentabilidad media (y hablo aquí bajo

el control de los economistas prestigiosos que tenemos aquí con nosotros) es una

rentabilidad de entre el 7 y el 9 por ciento, me refiero a la rentabilidad anual de esa

inversión. Además, hay que tener en cuenta todos los problemas que puede tener,

porque puede haber dificultades sociales, gestión de personal, dificultades del mercado,

etc.

Si coloca el dinero en bolsa, sin reflexionar, de forma arriesgada..., si, por

ejemplo, lo hubiese invertido en bolsa en España el año pasado, el capital de acciones

del año pasado, habría tenido una la rentabilidad de un 36%. Es decir, la posibilidad

para un inversionista, considerando que el inversionista en una figura central en la

globalización hoy, que invierte en la economía real y en la economía industrial, la

economía creadora de productos y de empleos, tiene una rentabilidad pequeña, mientras

que si invierte en la economía inmaterial, si invierte en otros productos de los mercados

financieros, su rentabilidad puede ser aún superior. ¿Entonces qué hace ese inversionista

hoy? Evidentemente, su tendencia sería decir: “Me interesa invertir en la industria real,

pero, obviamente, no puedo satisfacerme con una rentabilidad del 8 por ciento cuando

en los mercados financieros voy a obtener al menos tres o cuatro veces más.” Lo que

hace entonces es elegir una rentabilidad superior. Actualmente, se está pidiendo al

capital que se invierte en la industria real una rentabilidad de entre el 15 y el 17 por

ciento. Porque esa es la realidad del capital. Porque si no se le da entre el 15 y el 17 por

ciento, ¿qué hace el inversionista? Desplaza sus capitales y se los lleva a otro lugar.

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¿Puede desplazar sus capitales? Sí, porque hoy día la globalización ha creado un marco

que, efectivamente, hace que la circulación del capital sea prácticamente libre.

En el mundo, lo que circula sin ningún tipo de trabas es el capital. El capital y

los vientos. Es lo único que circula sin trabas. Y, por consiguiente, el capital se mueve,

no hay control de capitales más que en algunos países, no hay control de la circulación

del capital que puede precisamente liberarse. Y al liberarse, va a colocarse, ya sea en la

industria o en los mercados bursátiles, donde más le interesa y donde más rentabilidad

piensa que puede obtener.

El profesor Eguiagaray citaba una frase que antes yo decía: “El mercado, en ese

sentido, no se comporta de manera moral, ni bien ni mal”. Es el funcionamiento

mecánico del mercado. Y es legítimo (digamos no desde el punto de vista moral, pero lo

es desde el punto de vista funcional) que el capital vaya donde encuentre mayor

rentabilidad. Esto es para beneficio general de la globalización. ¿Por qué? Porque si el

capital advierte que aquí en España puede tener un 17 por ciento de rentabilidad, ¿cómo

va a obtenerla, si la rentabilidad media es del 8 por ciento? Pues únicamente haciendo

que ciertos parámetros se modifiquen. Por ejemplo, haciendo que la productividad

aumente sin que aumenten los salarios en proporción. ¿Qué es la productividad? Como

ustedes saben, es lo que produce un asalariado en un tiempo determinado. Si un

asalariado produce cinco piezas en una hora, lo que interesa es que produzca quince

piezas en una hora. De esa manera, no se aumenta el número de trabajadores, pero sí se

aumenta el número de productos generados, de modo que se puede ganar más. Se

aumenta la productividad de otra manera si se tienen cien trabajadores que producen

doscientas piezas y se reduce el número de trabajadores a cincuenta, que, en vez de

producir doscientas piezas, van a producir doscientas cincuenta piezas. Con la mitad de

los trabajadores se reduce un coste fijo, que los empresarios llaman “coste de la masa

salarial”, obteniéndose una productividad mayor. ¿Es posible hacer eso? Sí. ¿Por qué?

Porque la globalización ha logrado que las leyes laborales en la mayoría de los países se

modifiquen en beneficio del capital. Que, en vez de dar contratos, por ejemplo, de

duración indefinida, contratos fijos, se hagan contratos a tiempo limitado, conocidos

como trabajos precarios o empleos precarios... se tiende a la precarización general de los

trabajadores para que el capital los pueda utilizar cuando los necesita, pero que no le

cuesten nada cuando no los necesita. Y el mecanismo sencillo de la liberación de los

capitales ha creado toda una serie de consecuencias que han dado lugar a las

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adquisiciones sociales, la legislación social, resultado de luchas de los trabajadores

durante dos siglos. Se han ido desmantelando más o menos, pero siempre en beneficio

del capital, para que el inversionista, en el momento de hacer su elección, en primer

lugar no elija sólo los mercados financieros y también pueda elegir los países, en

particular, los nuestros, para invertir. Porque si no, evidentemente, la tendencia, si se

quiere invertir en la industria, como lo estamos viendo en este momento, es invertir en

los países donde los salarios, la mano de obra, es muy barata. Por ejemplo, en los países

emergentes en cualquier lugar del mundo y hoy, particularmente China, que es la

fábrica del mundo.

Pero hay cosas mucho más perversas y mucho más destructoras del ambiente,

como decía antes el profesor Eguiagaray o el profesor Berzosa. Veamos el caso de un

pantalón vaquero: el algodón se cosecha en Malí, pero se teje en la India, se le da color

en Bangladesh, se le ponen los botones en Tailandia y se vende en Europa Occidental.

Dense cuenta del camino, el trayecto y el consumo de energía que se ha hecho, pero

todo eso es posible porque la mano de obra de todos los que han participado en la

confección del pantalón vaquero están pagados diez o cinco veces menos que los

trabajadores europeos y, evidentemente, la idea de la mundialización o de la

globalización neoliberal es producir donde cuesta muy poco y vender donde el nivel de

vida es muy alto. Producir donde la mano de obra es la más barata y vender donde el

nivel de vida, el nivel de consumo, es el más elevado.

Este pantalón vaquero, producido en estas circunstancias, probablemente costará

menos que un pantalón vaquero producido con algodón europeo, tejido en Europa,

coloreado en Europa y con los botones y las cremalleras puestas en Europa. De esta

manera, la globalización vende esa idea, esa utilización, ese despilfarro energético y esa

utilización de mano de obra extremadamente barata, diciendo que los consumidores del

norte tienen la posibilidad de comprar más barato y, por consiguiente, mejoran su

calidad de vida porque compran más barato. La idea de comprar barato o de abaratar los

costes. Todos estamos consumiendo productos –teléfonos, ordenadores, televisores,

ordenadores de pantalla plana más baratos que el año pasado o que hace diez años y

estamos muy contentos, pero prácticamente ninguno de ellos se produce en Europa. El

sistema hace que, al mismo tiempo, se desmantelen puestos de trabajo en Europa, donde

se ha creado, aquí y ahora, un paro endémico estructural. Es decir, si vemos la situación

del empleo hace treinta años, era una situación globalmente de pleno empleo y, además,

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de importación masiva de inmigración voluntaria por parte de los estados, no de

inmigración padecida. Hoy, en cambio, tenemos esta situación que hace que tengamos

paro y, a la vez, tenemos que estar satisfechos de poder consumir productos baratos,

pero producidos evidentemente en este contexto.

Esto da una idea de cómo está funcionando la globalización. Por eso, muchos

dicen que esto es un intercambio en el que todo el mundo gana, porque los países

emergentes tienen trabajo, los consumidores encuentran satisfacción porque consumen

más barato... El hecho es que quien domina es el capital. Y, evidentemente, el

inversionista hoy es una figura central. Lo vemos bien en esta metáfora de la

globalización que es el Foro Económico Mundial de Davos. En este foro, considerado

como el “meollo” de la globalización, el foro central de la globalización, ¿qué es lo que

vemos? Vemos toda una serie de dirigentes de estado, presidentes de gobierno que van

ahí un poco para seducir a los inversionistas. En ese foro se reúnen, por una parte, los

principales dirigentes de las grandes empresas internacionales o de los grandes fondos

de pensiones o mercados financieros, esencialmente para ver cuáles son las mejores

condiciones que van a ofrecer a sus capitales los responsables políticos de los estados. Y

de esa manera vemos cómo muchos dirigentes políticos lo que hacen es venir a

presentar estas condiciones (es decir, supresión de aranceles, supresión de tasas,

creación y ayuda para la instalación de una serie de empresas) con la posibilidad de

asegurar que la rentabilidad de lo que están pidiendo estos inversionistas se vea

garantizada.

¿Qué significa el Foro Social Mundial? Es, en cierta medida, la metáfora de la

inversión de poderes que se ha producido durante la globalización. Es decir, nosotros

tradicionalmente pensamos que el poder supremo, el poder, en definitiva, legítimo,

porque es el que resulta de la voluntad popular, de la voluntad de los ciudadanos

libremente expresada durante las elecciones, es el poder político. Pero, como ven en este

rápido esbozo del funcionamiento de la globalización, lo que sí observamos es que, en

realidad, los dirigentes políticos, los responsables políticos, una vez elegidos, dependen,

por una parte, de mecanismos ya establecidos por instituciones como el Fondo

Monetario o el Banco Mundial u organizaciones como la Organización de Cooperación

y Desarrollo Económico, que han fijado una serie de normas de funcionamiento que se

imponen a los políticos y de las cuales los políticos no pueden salirse tan fácilmente por

estar encerrados en un marco preestablecido.

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Pero, por otra parte también esta metáfora del Foro Económico Mundial de

Davos indica bien que los dirigentes políticos están sometidos al buen deseo de una

serie de inversionistas que pueden exigirles más transformaciones, más modificaciones

en detrimento de los trabajadores, los asalariados, la seguridad del propio país. Esta

situación efectivamente está creando, en el marco de la globalización, un mundo en el

que hay triunfadores y perdedores y en el que los perdedores son cada vez más

numerosos. Y que, contrariamente a lo que la globalización pretendía... la idea de la

globalización era decir, en definitiva, “dejemos que los ricos se enriquezcan, porque ese

enriquecimiento de los ricos acabará desbordándose y acabará por enriquecer a las

demás capas de la sociedad”. Ocurre un poco como en esa imagen que vemos en

algunas películas, en las fiestas, donde se crea un castillo de copas de champán y donde

se llena la copa de arriba y, a medida que la copa de arriba se va llenando, se llenan

todas las copas hasta el final. Esta es la metáfora que defiende la globalización.

“Dejemos que se enriquezcan los ricos, reduzcamos los impuestos de los ricos,

suprimamos el impuesto de la sucesión, dejemos que haya enriquecimiento, que haya

grandes fortunas, porque esto será, en definitiva, beneficioso para el planeta entero”. El

problema es que pasan los años y esa primera copa no acaba de llenarse. Y los ricos o

los que se enriquecen, el número de los nuevos que se enriquecen es muy pequeño en

comparación con el número de los que se están empobreciendo o que se siguen

empobreciendo en razón del progreso demográfico planetario. Y así hemos visto que el

proyecto de Naciones Unidas de tratar de reducir el número de pobres en el mundo no

se está cumpliendo. Estaba el proyecto del milenio, que consiste en reducir la pobreza

de aquí a 2015 y ahora estamos viendo que, al ritmo que llevamos, la disminución de la

pobreza en el mundo (el proyecto no pretendía erradicarla), es decir, la reducción de la

mitad de la pobreza en el mundo, no se alcanzará en el 2015, ni mucho menos, sino que,

al contrario, ya se ha tomado bastante retraso, que hace que estemos seguros de que en

2015 habrá tantos o más pobres que en la actualidad. ¿Y esos pobres cuántos son? Las

estadísticas son conocidas, es decir, más o menos dos tercios de la humanidad, dos de

cada tres personas en el mundo viven con menos de dos euros diarios. Vivir no implica

sólo alimentarse, sino también alojarse, vestirse, cuidarse si están enfermos, cultivarse,

educarse, transportarse, etc. Con dos euros diarios. Evidentemente, se considera un nivel

de pobreza importante. Y sabemos que un tercio de la humanidad vive con menos de un

euro diario. Podríamos añadir otras estadísticas que mostrarían que dos mil millones de

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personas, incluso en la actualidad, carecen de electricidad, sencillamente. Nosotros

estamos hablando de nuevas revoluciones tecnológicas con la Web 2 y las revoluciones

digitales que no cesan de acelerarse, pero, en realidad, un tercio de la humanidad ni

siquiera dispone de electricidad. Como saben, el agua dulce, el agua potable, el agua

sana también escasea enormemente en el mundo, un elemento tan básico como el agua.

Prácticamente cada día treinta mil personas, esencialmente niños, mueren por haber

consumido agua de mala calidad. Sabemos que ochocientos cincuenta millones de

personas siguen siendo analfabetas en el planeta, que unos seiscientos cincuenta

millones de personas no comen suficientemente, no porque haya hambrunas, ya que

éstas sí que están desapareciendo, excepto cuando hay conflictos, pero la desnutrición

está produciendo estragos importantes.

La globalización está creando un mundo de desigualdades que nos obliga a

pensar en la solidaridad. Y yo he propuesto algunas ideas en esa perspectiva. Primero,

como saben, hemos creado, para compensar los efectos del Foro Económico Mundial, el

Foro Social Mundial. ¿Con qué idea? Con la idea precisamente de proponer soluciones

para tratar de corregir los disfuncionamientos de la globalización neoliberal y para tratar

también de aportar ideas, proyectos que permitan crear un mundo más justo, más

igualitario, menos violento, menos destructor de la ecología.

El Foro Social Mundial es un foro esencialmente de propuestas. Se creó en 2001

en Porto Alegre y, en particular, hay toda una serie de proyectos para tratar de estimular

la solidaridad. Uno de ellos, el principal de ellos, sobre el que se ha reflexionado

bastante, es el concepto de la tasa Tobin, sobre el que quisiera decir unas palabras.

Tobin era un economista americano, James Tobin, que había sido Premio Nobel

de Economía, y consejero del presidente Kennedy. Cuando se empezó a liberar el

capital, cuando se empezó a especular con el capital y cuando se empezó esencialmente

a especular, sobre todo, en el mercado de divisas, Tobin propuso una idea para frenar

esa especulación. Porque lo que hay que saber es que, en el marco de la globalización,

lo que se compra y se vende más en este mundo no son productos como el petróleo, el

gas o el trigo, sino lo que más se compra y se vende en el mundo es el dinero, las

monedas (euros, dólares, yenes, libras esterlinas, francos suizos...). El mercado de

divisas es un mercado gigantesco que mueve centenares de miles de millones de dólares

o de euros cada día. Y, por consiguiente, se crea una masa especulativa que es

relativamente fácil de utilizar, empleada como una moneda. Por ejemplo, muy

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rápidamente y bajo el control de las autoridades económicas que nos acompañan, yo les

puedo dar un pequeño curso de especulación monetaria, que está al alcance de

cualquiera. Y recuerden que Soros se hizo muy rico especulando sobre las monedas.

Además, es muy fácil y, por otra parte, cuesta poco. Porque basta con pedir prestado el

dinero a un banco, especular con ese dinero prestado y devolverlo después.

Si ustedes tienen una suma relativamente importante de dinero... si lo hacen con

mil euros no es suficiente, ni con diez mil, ni con cien mil, pero, en definitiva, si

movilizan cien millones o mil millones o varios miles de millones de euros, en ese caso

pueden especular contra la moneda de un país relativamente débil. ¿De qué manera? De

acuerdo con el principio de la oferta y la demanda. Porque las monedas también están

sometidas a la oferta y la demanda. Si ustedes, por ejemplo, compran masivamente una

moneda, es decir, compran por valor de varios miles de millones de euros una moneda

de un país relativamente mediano, si esa moneda, cuando ustedes la compran, vale cien,

al comprarla y al pedirla tan masivamente, por el hecho mismo de que haya esa

demanda, el coste de esa moneda aumenta. En otras palabras, ustedes compran varios

miles de millones de euros en esa moneda por cien e, inmediatamente después de que la

han comprado, esa moneda que ustedes compraron por cien vale ahora ciento uno,

ciento dos o ciento tres. ¿Qué hacen ustedes con ese capital de monedas que tienen?

Pongamos que lo venden inmediatamente por ciento tres. Al venderla, al existir esa

oferta tan masiva, el precio va a disminuir y, de nuevo, va a valer cien. La venden por

ciento tres y de nuevo vale cien. La vuelven a comprar, al comprarla vuelve a subir a

ciento tres, de nuevo la venden... ¿Cuántas veces pueden ustedes hacer esa operación de

venta, compra, venta, etc.? La pueden hacer tantas veces como quieran, porque el

número no está limitado. Y, evidentemente, lo pueden hacer veinticuatro horas al día

porque en cualquier momento hay bolsas abiertas en el mundo, los mercados funcionan

permanentemente. Esto hace que haya fortunas colosales que se han creado. Tobin decía

que cada vez que se hace una transacción hay que poner un pequeño freno, hay que

poner un granito de arena en esa transacción. Si se pone, por ejemplo, una pequeña tasa

de 0,1 por ciento, al cabo de diez veces que se compra y vende, ya vale uno por ciento.

Al cabo de cien veces, ya vale diez por ciento. Y si ustedes hacen esa operación mil

veces, ya vale cien por cien y pierden su capital, por lo que ya la especulación no

interesa. Esta era la idea de Tobin. Nosotros hemos partido de esa idea y del hecho de

que el mercado de cambios es tan importante para decir que hay que crear, a escala

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internacional, esa tasa Tobin, porque con eso se constituiría un fondo internacional,

administrado por una autoridad respetada, honesta, internacional, que podría ser el

Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, el PNUD, que podría reunir cada año

decenas de miles de millones de dólares o de euros. Con ese fondo, la idea avanzadas

por el Foro Social Mundial de crear una tasa planetaria (luego me referiré a ella) crearía

un fondo que permitiría atacar la gran miseria en el mundo, la gran miseria en términos

de estructuras, de educación, de salud, en términos de ayuda alimentaria o ayuda al

desarrollo, una ayuda que no sólo fuese una ayuda paternalista. Hoy en día no tenemos

las ideas que se podían tener sobre el desarrollo en los años sesenta, sino que se sabe

bien que ayudar no es tan sencillo. Y desarrollar no es tan sencillo, no basta con dinero.

Aunque el dinero es importante.

Para crear esta tasa, este fondo, evidentemente habría que tomar otras medidas,

como suprimir los paraísos fiscales. No es normal que en el mundo en que vivimos haya

tantos paraísos fiscales. A veces en el seno mismo de la Unión Europea, como

Luxemburgo (yo iré mañana a Luxemburgo). Luxemburgo es un gran paraíso fiscal. No

hace falta ser un pequeño país. En Bélgica hay elementos de paraíso fiscal, algunas islas

británicas funcionan como paraísos fiscales, Andorra funciona como paraíso fiscal,

Mónaco, Gibraltar... ¿Y qué es un paraíso fiscal? Es un lugar donde todo el dinero de la

criminalidad... Hay que precisar que al dinero no se le ve origen ni olor ni

culpabilidad... el dinero de la criminalidad, de la criminalidad financiera, de la

criminalidad fiscal, de la criminalidad sencillamente de los que venden armas o de los

que participan en el tráfico de drogas o en el tráfico de mujeres... Ese dinero encuentra

un refugio y nadie pide explicaciones a ese capital. Evidentemente, es como si se

partiese del principio de que esa ilegalidad del capital es indispensable para el

funcionamiento, para la circulación, para el buen engrase de la globalización.

Evidentemente, no se puede concebir la creación de una tasa Tobin si los capitales

pueden escaparse e ir de paraíso fiscal en paraíso fiscal, donde pueden intervenir

precisamente en los mercados financieros, sino que además alientan la evasión fiscal, el

delito fiscal en los países.

Si, por ejemplo, nosotros admitimos desde el punto de vista fiscal que es un

crimen contra la solidaridad, porque la evasión fiscal es un crimen contra la solidaridad,

nosotros admitimos eso cuando no admitiríamos, por ejemplo, un paraíso penal.

Imaginemos un paraíso penal, una isla donde cualquier delincuente, cualquier asesino,

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cualquier monstruo, a pesar de los crímenes que pueda cometer, pueda refugiarse

tranquilamente sin que nadie lo moleste. Obviamente eso no existe en el mundo. No se

han creado paraísos penales, pero sí se han creado paraísos fiscales que causan los

mismos estragos, porque se estima que los paraísos fiscales movilizan capitales que son

un gran porcentaje de los capitales que se mueven en el mundo. Por esto, lo que el Foro

Social Mundial pide es que desaparezcan los paraísos fiscales, cosa que, en definitiva,

puede hacerse. Los paraísos fiscales se pueden asfixiar.

Otra idea es la de las tasas planetarias. Hay que ver que la mayoría de los países

desarrollados han conseguido desarrollarse y desarrollar políticas solidarias, políticas de

seguridad social, solidaridad social pública gracias a algunos mecanismos que se han

creado, algunos a principios del siglo XX y otros mucho más recientemente, como el

impuesto sobre la renta, o bien también el impuesto al valor añadido, que ha permitido

al estado obtener mayores ingresos y con ellos poder llevar a cabo políticas públicas.

Esto también está hoy en día en peligro con la lógica de la globalización. Lo que hay

que hacer a escala planetaria... porque el mundo es uno, desde el punto de vista

ecológico, y es uno desde un punto de vista humano, y no es normal que nosotros

estemos aquí viviendo con una serie de ventajas, explotando más el planeta que los

pobres, mientras que ellos están viviendo con toda clase de carencias. Entonces es

necesario pensar en tasas globales hoy en día. Pensar en un impuesto al valor añadido en

beneficio de la humanidad. Es decir, que se puede pensar no sólo en la tasa Tobin, que

es un modelo de tasa global, un modelo de tasa que se aplicaría, en este caso, a los

mercados financieros, a los mercados de divisas, en particular. Pero podemos imaginar

una pequeña tasa sobre el consumo de electricidad. Y hoy sabemos que la electricidad,

en parte, tiene una responsabilidad en la producción de dióxido de carbono que está

creando el calentamiento global. O podemos imaginar una tasa pequeñísima, del 0,01

por ciento (no estamos hablando de una tasa importante), por ejemplo, en cada

comunicación telefónica. O bien una tasa en las ventas de armas, cuando sabemos que

los principales grandes países del mundo y, en particular, los cinco, que, digamos, son

oficialmente las principales potencias del mundo, que son los miembros permanentes

del consejo de seguridad, son los principales vendedores de armas del mundo. O bien,

una tasa en el consumo de petróleo o en el consumo de gas. Se crearía un fondo colosal

que permitiría no solamente disminuir a la mitad la pobreza en 2015, pero

probablemente antes, con un gran movimiento de solidaridad, con una capacidad para

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desarrollar los países que se encuentran en situaciones difíciles y que producen uno de

los fenómenos más característicos del mundo de hoy, que son las migraciones masivas,

inmigraciones incontroladas que crean problemas humanos tremendos, terribles, y que

generan sentimientos de racismo, de exclusión, de marginalización en los países que

“acogen” a estos inmigrantes.

Hay que concebir el mundo como una unidad. Existen ya tasas globales. Por

ejemplo, en Francia y en otros países se ha decidido crear una tasa global sobre todos

los billetes de avión. Yo acabo de llegar esta mañana de Marsella, he comprado mi

billete y he pagado cinco euros para ese fondo, esa tasa, de ayuda a los países en

desarrollo y, si hubiese viajado en primera clase o en clase preferente, habría pagado

quince euros. ¿Para qué sirve ese fondo que se ha constituido? El fondo tiene una

misión precisa, que es combatir el sida en África, en particular. Y así se está

constituyendo un fondo extremadamente importante. Al principio se lanzó esa idea,

entre otros, por el presidente Chirac, Zapatero, Lula, el presidente Lagos de Chile...

lanzaron la idea de una tasa global, pero las agencias de viajes, el mundo del turismo,

dijeron que sería una catástrofe; las compañías aéreas dijeron “se va a derrumbar el

tráfico aéreo”. Pero lo cierto es que la tasa está funcionando desde el uno de enero y no

hay ningún tipo de desfonde y ya nadie siquiera piensa, en el momento de pagar, que

está pagando una tasa importante (cinco euros no es cualquier cosa), pero creo que las

personas que viajan en avión pueden hacer ese gesto, porque es un gesto de solidaridad.

No obstante, podríamos pensarlo a escala planetaria en los dominios que he marcado

antes: la electricidad, la comunicación telefónica, la venta de armas, el consumo de

petróleo; todo lo que es consumo, por ejemplo, de energías no renovables, debería tener

una tasa ecológica que podría servir para el desarrollo. En otras palabras, podríamos

pensar en numerosos sistemas con el principio del IVA planetario, pensando que la

humanidad es una y la solidaridad debe ser una. Muchas gracias.

Carlos Berzosa (rector de la Universidad Complutense)

Muchas gracias a Ignacio Ramonet y, a continuación, tiene la palabra José

Moisés Martín, a quien presenté anteriormente, y que se va a encargar de dinamizar el

coloquio. Como veis, es una persona joven con experiencia en ONG.

FORO COMPLUTENSE Conferencia de Ignacio Ramonet Participan: Ignacio Ramonet, Carlos Berzosa, Juan Manuel Eguiagaray y José Moisés Martín

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José Moisés Martín

Muy bien, muchas gracias, Carlos. Antes de empezar, me gustaría hacer unos

cuantos comentarios que creo que pueden servir para dinamizar el debate. En primer

lugar, quiero referirme a la introducción, a la conferencia de Ignacio Ramonet en

relación con el poder del capital financiero frente al poder productivo, con el efecto que

esto tiene en la precarización de las condiciones laborales y sociales tanto en el norte

como en el sur, el poder económico que se impone sobre el poder político y sobre el

poder democrático, los efectos que esto tiene en la profundización de la pobreza y la

desigualdad. Pero me ha gustado especialmente, y me gustaría lanzar este debate en este

sentido, al oír hablar de solidaridad [dirigiéndose a Ignacio Ramonet] has hablado de

impuestos. Y esto para mí es importante y lo es, porque cuando hablamos de solidaridad

no estamos hablando de donaciones o de apadrinar niños, no estamos hablando del

buenismo organizado que se articula en torno a las organizaciones en las que yo mismo

estoy, sino que has hablado de impuestos. Y esto me parece importante: los impuestos,

el mecanismo fiscal, la justicia fiscal como principal mecanismo de solidaridad

internacional.

Y me parece un tema importante que tenemos que incorporar fuertemente en

nuestra agenda, porque hablo desde la práctica de la solidaridad que solemos

desarrollar. Solemos pensar que la solidaridad es algo así como una caridad progre.

Uno dice que es solidario, pero en realidad lo que está haciendo es caridad: apadrina

niños o manda dinero a una organización, etc., cuando los mecanismos de solidaridad

que hemos construido en Europa (yo siempre digo que el principal mecanismo de

solidaridad que tenemos en Europa es el estado del bienestar), los mecanismos de

solidaridad global están, hoy por hoy, por construir. No se basan en donaciones, no se

basan en la voluntad del que dona, sino en una obligación recíproca que hemos

construido entre todos. Y lanzaría tres preguntas en relación con esto: en primer lugar,

¿hasta qué punto esto está en la agenda de nuestras democracias? Me da la sensación de

que esto está cada vez más incorporado, pero no está realmente en la agenda de nuestras

democracias, en los debates electorales, en los debates políticos. Ahora en Francia va a

haber elecciones presidenciales... tuve la maravillosa ocasión de conocer que ATTAC

FORO COMPLUTENSE Conferencia de Ignacio Ramonet Participan: Ignacio Ramonet, Carlos Berzosa, Juan Manuel Eguiagaray y José Moisés Martín

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ha sacado un manifiesto, exponiendo cuál es su posición en relación con las

presidenciales, con un programa de propuestas, etc.

Esto tiene que ver, en primer lugar, con el propio papel que juegan los medios de

comunicación y ésta es una buena Facultad para plantear este debate. ¿Cuál es el papel

que juegan los medios de comunicación para evidenciar este mecanismo que sitúa a tres

cuartas partes de la humanidad fuera del juego de la economía del bienestar? Y, en

segundo lugar, ¿cuál es el papel que juega la propia sociedad civil organizada?

Hablamos del Foro Social Mundial, hablamos también de un elemento que a mí me

parece muy importante y que tiene que ser motivo de reflexión, que es el No francés a la

Constitución Europea. Con todos los argumentos que hubo detrás de ello y con todo lo

que representó de reforzamiento de una posición crítica en torno a un determinado

proyecto de construcción de este modelo. También es otro elemento de debate.

Pensaba también que no todas las batallas están perdidas. Hemos ganado algunas

batallas. Yo tuve la inmensa suerte, como muchos de los que estuvimos aquí,

seguramente, de seguir y además, especialmente, en Le Monde Diplomatique, lo que fue

la batalla del acuerdo multilateral de inversiones y cómo la opinión pública, que se

constituye (no toda la gente situada al lado de los mercados financieros, al lado del Foro

Económico Mundial fue capaz de echar atrás un acuerdo que ponía unas condiciones

draconianas a los países que lo firmaron, aunque luego están intentando lograrlo de otra

manera). O lo que supuso la Cumbre de Seattle, con la OMC, que fue la opinión pública

organizada y la sociedad civil organizada la que dijo: “Hasta aquí hemos llegado, vamos

a plantearnos en esta contienda ideológica en la que estamos otra forma de hacer las

cosas”.

Por lo tanto, por lanzar ideas, y abrimos ahí el debate, me quedaría con estas

ideas importantes: estamos en un momento en el que necesitamos repensar nuestro

propio concepto de ciudadanía. Estamos hablando de impuestos fiscales globales,

estamos hablando de tasas globales, estamos hablando de solidaridad más allá del

espacio que representan unos países que cada vez están más apretados en relación con el

poder económico, y esto implica, en principio, repensar este concepto de ciudadanía,

repensar qué significa, hoy por hoy, hablar de opinión pública, qué significa hablar de

los medios de comunicación, cómo esto se evidencia, cómo podemos hacer para educar

entre todos y todas. Me gusta muchísimo la definición de ATTAC, que ha sido muy

nombrada, como una organización que hace educación popular, y esto me parece

FORO COMPLUTENSE Conferencia de Ignacio Ramonet Participan: Ignacio Ramonet, Carlos Berzosa, Juan Manuel Eguiagaray y José Moisés Martín

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importante, y hasta qué punto entre la sociedad civil organizada, los medios de

comunicación, los intelectuales, estas referencias, este inmenso grupo de gente que nos

referenciamos en el Foro Social Mundial, somos capaces de construir un concepto de

ciudadanía crítica, democrática, participativa, capaz de introducir esto en las agendas de

nuestras democracias y de hacer frente a esto, insisto, desde una perspectiva de

solidaridad, que para mí tiene mucho que ver con los impuestos y poco que ver con las

donaciones.

Yo creo que el debate está abierto, tenemos unos treinta minutos para debatir, así

que si hay palabras desde el plenario, iríamos tomándolas y, finalmente, dejaríamos a

Ignacio Ramonet un tiempo para contestar. Si tenéis preguntas o comentarios...

Voz del público

[pregunta inaudible]

José Moisés Martín

Si os parece, vamos a hacer una ronda de preguntas, Ignacio contesta a todas y

luego continuamos. ¿Alguna pregunta más? Por aquí hay otra.

Voz del público

[parte inaudible] Bien. ¿Cómo hacer que esto sea factible, si dijimos que los

presidentes de hoy están de alguna manera alienados o no tienen tanto peso como

fenómenos tales como el Banco Mundial, y se sienten reprimidos. ¿Cómo es posible

poner en práctica todas estas medidas para “mejorar el mundo”?

José Moisés Martín

Un par de preguntas más y le damos la palabra la Ignacio Ramonet. Sí, aquí hay

otra.

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Voz del público

Sí, son dos preguntas. Una es respecto a la propuesta de las tasas, de los

impuestos, si no os parece un poco contradictorio con la misma definición de

solidaridad, ya que la gente o las empresas o el gobierno no lo hacen motu proprio,

obligar con un impuesto a ser solidario. Y la otra es si los medios de comunicación y los

medios pueden realmente funcionar si prescinden de los fondos de gobiernos, lo que

crea cierto servilismo hacia éstos, o prescindir de anunciantes que, por otra parte, tienen

una actividad que no se corresponde con el desarrollo sostenible.

José Moisés Martín

Había una pregunta ahí al fondo.

Voz del público

Sí, yo tengo un problema con este planteamiento. Y es que hay como dos

enfoques distintos: uno es novedoso, el Foro Social Mundial, que nos compromete a

todos como ciudadanos y nos hace poderosos, en el sentido de tener capacidad crítica,

de reflexión, etc. No somos vinculantes (no importa, tampoco lo vamos a hacer [parte

inaudible]), pero hay otros planteamientos completamente antiguos e insuperables, e

insuperados, como es la noción de estado. Un estado como los que tenemos, que siguen

siendo estados-nación, con una visión de la democracia que ha sacado fuera de sus

competencias y ha derivado a las ONG toda sus responsabilidades internacionales, que

funciona como un gran consejo de administración, pero sin embargo, los accionistas,

que somos los ciudadanos, seguimos dependiendo de la intermediación de los

parlamentarios, y unos medios de comunicación que no son tales, sino grandes

industrias y grandes conglomerados de inversionistas, es decir, que están en el otro côté,

con toda esa amalgama de poderes, ¿quién le pone el cascabel al gato? El señor

Zapatero, cuando sale, como baza de prestigio, se adhiere a las propuestas del Fondo

Social, el señor Lula, etc. Pero en este país acuerda con empresarios y sindicatos

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medidas tan lamentables como el salario de 700, 800 euros en este mercado esclavo,

asqueroso, en el que vivimos, donde se ha destruido absolutamente esta comunidad de

trabajadores, esta lógica laboral que probablemente no dure más de diez años. Mi

pregunta es ¿el Foro Social cómo vincula a los poderes establecidos? O, como decía

antes, ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién?

Ignacio Ramonet

Quisiera... reflexionando un poco sobre lo que ha dicho José Moisés Martín

antes, recordar un poco la filosofía de base de la globalización. Hay que tener bien

presente que, respondiendo de manera sintética a lo que es la globalización, diríamos

que es exactamente esto: la guerra del mercado contra el Estado. Esa es la guerra en la

que estamos actualmente. Está la guerra de Irak, lo que ustedes quieran, pero la guerra

en la que estamos todos los días es la guerra del mercado contra el Estado. El mercado

cada día trata de conquistar el territorio del Estado, pretende que el perímetro del Estado

se reduzca cada vez más, y que el territorio del mercado, con la lógica de la oferta y la

demanda, y el proyecto de rentabilidad como única filosofía y como único objetivo,

avance. Lo cual quiere decir que, efectivamente, esto lo podemos traducir de la manera

siguiente, que es también la guerra de lo privado contra lo público. Todo lo que es

sector público, dominio público, servicio público, y la idea es que disminuya. Con el

riesgo que eso supone para los ciudadanos. Porque, evidentemente, cuando se privatiza

un sector público, un servicio público, se está desposeyendo al ciudadano de una parte

de su patrimonio. No estoy hablando de su derecho, estoy hablando de su patrimonio.

¿Qué es un servicio público? Es el patrimonio de lo que no tienen patrimonio. Cuando

alguien no tiene nada, tiene los servicios públicos. Pero cuando se suprimen los

servicios públicos, el que no tiene nada no tiene nada y cae entonces en lo que sustituye

a los servicios públicos, ya sea una privatización dura, ya sea, como ha dicho José

Moisés Martín antes, un caridad organizada. Y hemos visto cómo el Estado, al retraerse

y al abandonar a toda una serie de “no-solventes”, como lo recordaba antes Eguiagaray,

¿qué es de ellos, quién se ocupa ahora de ellos, ya que el Estado no se ocupa de ellos y

el mercado tampoco lo hace? Afortunadamente, están las ONG humanitarias. Antes,

hace doscientos años, había empresas de caridad religiosas... No estoy menospreciando

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a las ONG en absoluto, están haciendo un trabajo formidable y, de hecho, estamos

trabajando con las ONG y con todo lo que llamamos el movimiento social en esta

reflexión. Pero hay que darse cuenta de que, efectivamente, esas personas, que son

miles de millones en el mundo, han sido abandonadas y menos mal que hay solidaridad

humanitaria. Pero si no, el Estado se desinteresa de ellas. De ahí que podemos decir que

hay regresión del Estado. El Estado es un artefacto filosófico-político reciente. Tiene

dos siglos de existencia, se creó en el siglo XVIII. Los países y las naciones pueden ser

antiguas, pero el Estado, el mecanismo como maquinaria administrativo-política, tiene

dos siglos. Y, evidentemente, ha tenido tendencia, sobre todo, en el siglo XX y, en

algunos casos, a ocupar todo el terreno. Es lo que se llamó Estado totalitario. El Estado

estalinista o el Estado hitleriano o mussoliniano o franquista... era un Estado que

ocupaba todo el terreno. Y, por supuesto, era un Estado opresor, que oprimía a los

ciudadanos. Por consiguiente, ha habido un legítimo deseo en los ciudadanos de reducir

la presión del Estado. Pero el problema en que estamos hoy es que el péndulo, en vez de

detenerse digamos en una situación de equilibrio y armonía entre Estado y mercado, hoy

en día tiene tendencia a avanzar de tal manera que el mercado, en la actualidad, tiene

vocación, a transformarse en mercado totalitario. Entonces, estamos pasando de un

estado totalitario que nos amenazó, nos libramos de él, democracia, libertad, etc., y

ahora tenemos un mercado que tiene también la tendencia de ser globalitario. Todo lo

que no entra en la lógica del mercado cada vez tiene menos espacio y cada vez tiene

menos legitimidad. Cada vez, para defender cosas elementales, derechos elementales de

los ciudadanos, hay que tomar posiciones que parecen extremistas, porque la

naturalidad y la normalización giran en torno a las ideas del mercado.

De ahí que la responsabilidad, y José Moisés lo subrayaba al instante, y se ha

destacado también en la sala, de los medios de comunicación sea absolutamente capital.

Porque ¿qué son los medios de comunicación? Es el aparato ideológico del sistema en

el que estamos. ¿Qué es un aparato ideológico? Es un sistema que nos dice lo que es el

bien y el mal, lo bello y lo feo, lo justo y lo injusto, es decir, que nos da un mecanismo

mental que nos permite apreciar las cosas. En un tiempo fue la iglesia católica la que

representaba el aparato ideológico dominante, o bien fue el partido socialista soviético

durante el estalinismo, o el partido nacional-socialista, el que decía lo que había que

pensar. Hoy, en nuestras democracias de mercado, ¿quién nos dice cómo debemos

pensar? Los medios de comunicación en su globalidad, funcionando como un aparato

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ideológico. La cuestión es ¿aparato ideológico de quién? Entonces, si nos interesamos

por el mecanismo de la globalización, ¿qué es la globalización? El mercado contra el

Estado. Pero ¿quiénes son los protagonistas del mercado? Porque del estado vemos

quiénes son los protagonistas. ¿Quiénes son los protagonistas del mercado? Las

empresas, las entidades económicas. Ellos son los actores principales del mercado. ¿A

quién pertenecen los medios de comunicación dominantes hoy? A las empresas. En

tanto que empresas, son beneficiarias del sistema de la globalización. Y, en tanto que

empresas, obviamente, están en una situación en la que juegan dos roles: por un lado,

son medios de producción, en tanto que empresas, pero como hoy en día en la mayoría

de los países democráticos desarrollados, los grandes grupos de comunicación

pertenecen a grandes grupos industriales o empresariales, actores centrales de la

globalización, podemos decir que estamos en una situación en la que las empresas

productoras del sector económico-industrial son también productoras de los símbolos

que permiten la manipulación de las mentes. Son también las productoras de los

símbolos o de los elementos ideológicos que crean consentimiento social. De ahí que

los medios de comunicación de masas, en su mayoría, y dominantes –no quiere decir

que no haya resistentes, rebeldes e insurgentes o desobedientes–, pero en realidad,

masivamente, están funcionando como el aparato ideológico de la globalización.

Por consiguiente, los medios de comunicación ¿qué es lo que dicen, en definitiva

y en filigrana y todos los días? La globalización es buena. Ocurre como en Un mundo

feliz de Huxley, ¿recuerdan ustedes que los niños, desde el nacimiento, escuchaban un

magnetófono que les decía “Si tú eres alfa, tienes que tener tal comportamiento, etc.”

De la misma manera, los medios nos están diciendo, de una manera o de otra, de una

manera franca o explícita, o de una manera implícita, que la globalización es muy

buena, que es lo mejor, que tenemos que ser muy felices de tener hoy la globalización.

Un poco como, probablemente, en la Unión Soviética de Stalin se decía a la gente que

tenían que ser muy felices por ser gobernados por el partido comunista de la Unión

Soviética. No se dice de la misma manera, pero el resultado es exactamente el mismo. Y

esta confusión crea la dificultad de tomar distancia y de entender sencillamente en qué

sistema estamos metidos y cuáles son las ideas que nos están metiendo en la cabeza que

no son nuestras y que, además, están generando nuestra propia desgracia,

colectivamente. Esta es la situación en la que estamos y de ahí todos los malentendidos,

todas las dificultades para tomar conciencia de lo que es exactamente la globalización.

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Por eso, a veces, hablar de la globalización parece implicar ciertas reflexiones

que resultan iconoclastas o heterodoxas, cuando, en realidad, es sencillamente un

razonamiento de sentido común que trata de reflexionar sobre cómo nuestras sociedades

han podido desarrollarse y, como decía antes el doctor Berzosa, cómo se ha construido

la felicidad social en nuestros países.

Quisiera contestar más concretamente a dos o tres de las preguntas. Con esto

creo que he contestado en parte a las preocupaciones, pero quisiera regresar sobre la

primera interrogación sobre, por ejemplo, ¿en qué medida, lo que está pasando en

Venezuela, en América Latina en general hoy día tiene que ver con esta preocupación?

Porque hay o había hasta en el seno del altermundialismo, hasta en el seno del Foro

Social Mundial, la idea de que las fuerzas que sostienen la globalización son tan

desmesuradamente importantes, que poco se puede hacer. Se puede hacer,

evidentemente lo que cada uno puede: las ONG, los movimientos sociales, están

trabajando para reparar aquí o allá los estragos de la globalización. Pero ¿cómo cambiar

el sistema? Porque, en definitiva, hace veinte o veinticinco años no había globalización.

Entonces hemos vivido sin globalización. Por qué se ha podido imponer tan

rápidamente, tan masivamente y, además, hemos sido testigos de esta tentativa de

constitucionalizar en Europa el mecanismo de la globalización, como si la globalización

fuese una ciencia definitiva para la eternidad, como debe ser una constitución, cuando

en realidad es una ideología que pasará, evidentemente. Un momento de la historia del

capitalismo, esta supremacía del capitalismo financiero, pero es un periodo y, sin

embargo, el proyecto de Tratado Constitucional Europeo tenía la idea de fijar, de una

vez y para siempre, estos mecanismos como científicamente perfectos. Y, por

consiguiente, había que aceptarlos. Hemos visto la alienación tan extraordinaria que ha

podido existir en Europa.

Y decía yo que en el propio movimiento altermundialista, el propio movimiento

de contestación a la globalización ha pensado en esa estructura de poder económico y

financiero dominando al poder político, ayudado por el poder mediático, dominando al

poder económico, al poder político y a las sociedades. Porque ese es el esquema en el

que estamos hoy. El poder financiero ayudado por el poder comunicacional, poder

mediático, que es, repito, el aparato ideológico, como antes el ejército y la iglesia

dominaban a muchas sociedades... El ejército (y la nobleza, evidentemente), con su

voluntad de estructurar a la sociedad y la iglesia proyectando una ideología de consenso

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de este tipo de sociedad. Esto parecía tan violento, tan sólido, que estas estructuras

parecían inalterables. Lo que está pasando en América Latina tiene de interesante que,

por primera vez, desde que la globalización se ha impuesto como nueva lógica, es decir,

desde los años ochenta, hemos visto que la voluntad política, con la ayuda del

movimiento social, puede rechazar, retener, hacer retroceder a la globalización.

De ahí que sea tan interesante observar lo que está pasando en Venezuela, donde

en un marco totalmente democrático, en un marco donde la economía de mercado tiene

un lugar extremadamente amplio, donde las libertades fundamentales de expresión, de

información, de partidos, están garantizadas, sin embargo, el poder político, con el

apoyo de la ciudadanía y, sobre todo, con el apoyo del movimiento social venezolano,

ha marcado un límite a la invasión del mercado. Esto es lo importante en el proyecto del

presidente Chávez. Pero, para que ustedes se den cuenta del tipo de guerra ideológica en

la que estamos, lean lo que dicen los grandes medios, hasta los medios pretendidamente

serios, sobre el presidente Chávez. Y tendrán una idea clara de cómo hoy estamos en

guerra ideológica. El que apoya la globalización, ya sea un asesino o un tirano, pero está

en la buena vía, es visto como un dirigente moderado, frente al que resiste a la

globalización, aunque sea democráticamente electo... El presidente Chávez ha sido

elegido diez veces - nadie en el mundo ha sido elegido democráticamente diez veces,

sin embargo pasa por un populista con vocación dictatorial, etc., cuando, en realidad, ha

hecho reformas en las que vuelve a dar sentido al servicio público, vuelve a dar sentido

a la relación entre el Estado y la ciudadanía, vuelve a dar sentido al proyecto de

desarrollo. ¿Y lo hace solo? Ha estado aislado un momento, pero lo vemos ahora en su

relación con Cuba, y entendemos ahora que Cuba es un país con esa estructura porque

ha sido el país que los Estados Unidos han tratado durante cincuenta años de asfixiar,

pero que, en sus estructuras, ha avanzado enormemente en materia de educación, en

materia de salud, en materia de existencia de un movimiento social importante, que ha

permitido preservar esa idea de un papel más importante para la colectividad o la

sociedad frente a los mecanismos del capitalismo tradicional. Pero hoy, además, el

presidente Chávez encuentra democráticamente, electoralmente, apoyo en Venezuela,

en Brasil, en Uruguay, en Argentina, en Ecuador, en Panamá, en Haití, en Nicaragua...

doce países en América Latina hoy día están en esa vía. Y algunos de ellos, Venezuela

en particular, Cuba y Bolivia, están preparando un acuerdo que se llama ALBA, un

acuerdo en el que el intercambio (por ejemplo, comercial) se hace entre los países sin

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búsqueda de rentabilidad a expensas de otro. Y donde servicios importantes como la

educación, como la enseñanza, como el desarrollo cultural en general, como la salud,

tienen un valor para la sociedad igual que el petróleo, igual que las materias primas, y

esto debe ser una concepción de la sociedad. Y vemos que Nicaragua se está también

“enganchando” al ALBA frente a los proyectos, en particular, norteamericanos del TLC

(Tratado de Libre Comercio) individual, entre un poder masivo, como los Estados

Unidos y países individuales. De ahí que lo que pasa en América Latina sea hoy tan

interesante de observar en el marco de la lucha contra la globalización y que hoy no sólo

muchos europeos, sino también muchos asiáticos (coreanos, japoneses, filipinos) están

observando lo que pasa en Venezuela, y están viendo que otra política es posible frente

a la globalización. No hay un modelo venezolano. Hay una actitud venezolana frente a

la globalización. Y esa actitud ha tenido una gran influencia hasta en el seno mismo del

movimiento altermundialista. De ahí, en particular, que se pueda pensar a partir de

ahora y con estos mecanismos, en qué hacer con la deuda externa, por ejemplo. Se dice:

¿es posible detener la deuda externa? Hemos visto cómo Venezuela ha ayudado a

Argentina, por ejemplo, un país que estaba prácticamente presionado por las

instituciones internacionales a devolver su deuda, cuando la deuda es la cosa más

injusta. No tenemos tiempo de desarrollarlo aquí, pero muchos de ustedes lo saben: la

mayoría de los países que tienen deuda externa la han pagado, sobre todo los países

pobres, varias veces ya. Digamos, el préstamo principal. Lo que están pagando son

servicios que pueden ser más o menos eternos. Y Venezuela ha ayudado, comprando

bonos de la deuda a Argentina y ha permitido el desarrollo de Argentina. Si no, habría

estado trabajando años para simplemente pagar el servicio de la deuda. Así, la riqueza

de un país ha servido solidariamente para permitir el desarrollo de otro. Ésta es una

concepción política de la economía y no una concepción económica de la política, que

es lo que hay que evitar.

José Moisés Martín

Gracias. Tenemos un par de minutos para formular un par de preguntas más. Si

alguien tiene un interés especial... son demasiadas manos. [se ríe] Os pido preguntas

muy, pero muy cortas. Al fondo tenemos una primera.

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Voz del público

Dos preguntas pequeñitas, pero relacionadas entre sí. Una es ¿cómo recuperar la

razón después de la crisis de la razón, y eso se traduciría, por ejemplo, en cómo

plantearle a Occidente que hay una noción de crecimiento y de progreso distinta a la

superación de los beneficios respecto al año anterior? Segundo y, en relación con esto,

¿de qué sirven los planteamientos utópico-críticos como el de usted con Chomsky, por

ejemplo, en Cómo nos venden la moto, o en Grupo Marcuse. De la miseria humana en el

mundo publicitario, si realmente funcionan de manera elitista, erudita y minoritaria para generar

conciencia? Tercero, en relación con esto, ¿cómo podemos frenar que la universidad también se

venda al capital con planteamientos como el de Bolonia, donde se han sustituido los currículums

académicos por perfiles profesionales. Al fin y al cabo, ponen el lugar de conciencia y de

crítica, que sería la universidad, en manos de las multinacionales que van a financiar la práctica

universitaria. Esas tres cosas quería preguntar.

José Moisés Martín

Muy bien, muchas gracias.

Ignacio Ramonet

Son grandes cosas...

José Moisés Martín

Había aquí otra cuestión...

Voz del público

Buenos días, bueno, enlazo con la anterior pregunta sobre cuál será el futuro de

nosotros, futuros periodistas en una universidad en la que el proceso de Bolonia se implantó

definitivamente y, para enlazar, ha salido a la palestra que los mecanismos de control ideológico

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representan los medios de comunicación... ¿Cuál serían nuestras posibilidades como futuros

profesionales y cuál es nuestro papel si realmente tenemos la oportunidad de realizar un trabajo

moralmente acorde con nuestra ética, o simplemente seremos mercenarios, simples mecánicos

de esa rueda ideológica de la que hablábamos?

José Moisés Martín

Dos preguntas más quedaban por aquí...

Voz del público

[pregunta inaudible] Yo quería simplemente comentar en esta línea, las respuestas que

Ramonet ha hecho sobre el Estado. El enfrentamiento que se produce entre el mercado

totalitario y el Estado, nos ha mostrado los desafueros del estado totalitario. Y preguntaría ¿es

que el Estado se ha convertido realmente en un estado democrático en los países industriales, en

el G8, el Banco Mundial? Yo no lo veo, es decir, no veo que el Estado sea el garante de una

lucha democrática. Yo veo que en los aeropuertos se vulneran absolutamente los derechos

individuales de los sujetos; he visto registros verdaderamente intolerables, pero con una

aquiescencia desmedida, veo que los sistemas de control justamente estatales son cada vez más

intensos con los ciudadanos... hay un proyecto en el que [parte inaudible]... tanto en este

momento se habla de que los españoles vamos a tener un carnet de identidad en el que va a estar

todo controlado. Es decir, si se pagan los impuestos, si no se pagan, si ha tenido uno multas por

conducir en coche, etc. No veo el estado como una garantía democrática. Sobre todo, pensando

en que el Estado es portador de un contenido que se revela cada vez como más nocivo. Que son

los partidos políticos los que están lejos de los intereses de los ciudadanos. Los partidos

políticos como expresión de un proceso que es el proceso de patrimonialización del Estado por

parte de los partidos. Nuestro país es un buen ejemplo y las luchas políticas en este momento

son un buen ejemplo.

Voz del público

Yo diría, ¿es cierto, a pesar de lo que tú has dicho, que en el Foro de Portoalegre había

gente que decía que el mercado es tan fuerte, tan brutal esta mundialización, que no hay

remedio? Yo diría que no, hay remedio, que no lo son las ONG, puesto que éstas se está viendo

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que son instrumentos que vehiculan intereses también del propio mercado y del propio Estado.

Una parte de las ONG se han convertido en funcionarios o correas de transmisión de intereses

estatales o también mercantiles. Desde este punto de vista yo diría: no quedan sino los

movimientos solidarios, no quedan sino los consejos de los ciudadanos, no queda sino esa línea

que, evidentemente, los partidos socialistas, los partidos comunistas, han perdido. Y en esa línea

yo diría que comprendo lo que has planteado de que el Estado puede servir como instrumento.

Estoy de acuerdo en el planteamiento sobre Venezuela, más todavía sobre el planteamiento en

Bolivia, en donde países como éste reivindican derechos absolutamente históricos. Pero, al

mismo tiempo, yo diría, ¡ojo con el Estado! Mucho cuidado con lo que vehicula el Estado.

Porque, y esta es la última reflexión, tenemos que ver que, en definitiva, la izquierda había sido

profundamente antiestatalista. Es verdad que el leninismo conduce a una hipertrofia del Estado.

Y en este momento lo que yo veo es que, en definitiva, la izquierda se repliega sobre el Estado.

Y eso me parece profundamente peligroso. No podemos más confiar en el Estado. Porque los

estados no son todos como, por ejemplo, el estado sueco, que también tiene su [parte inaudible],

o como el estado noruego o islandés. El Estado es como el italiano, en donde puede haber un

sujeto profundamente corrupto y, lo que es más peligroso, corruptor, como Berlusconi, que

controla los medios. O éstos están en manos, como ocurre en España, de un partido

profundamente reaccionario, como se está convirtiendo el PP. Frente al Estado, una línea crítica

de absoluta resistencia [parte inaudible]... [se corta la grabación]

Ignacio Ramonet

Bueno, yo quisiera responder a la primera intervención, porque no creo que se pueda

calificar al pequeño trabajo que hicimos Chomsky y yo, que llamamos Cómo nos venden la

moto, de una obra elitista. Francamente... no creo que sea un ensayo de filosofía general, de

esotérica, ni nada de eso. Además, por una parte, es un libro que ha circulado muchísimo y, por

otra parte, tanto mi amigo Noam y yo, cuando no escribimos cosas elitistas, creamos ATTAC,

(que yo he creado ATTAC) o creamos el Foro Social Mundial, y Chomsky ha venido, etc. En

fin, que se moleste Mario Vargas Llosa, que me ataque tratándome de idiota, como idiota útil,

igual que Chomsky y Harold Pinter, yo lo entiendo, evidentemente. Y prefiero ser idiota con

Chomsky y con Pinter, que ser muy listo con Mario Vargas Llosa y sus secuaces. [aplausos]

Pero me extraña que haga usted esa reflexión, porque Cómo nos venden la moto era una

tentativa, yo diría con reflexiones no sencillas, porque sería demagógico, pero con ejemplos

sacados de la actualidad, para ponernos en guardia contra mecanismos ideológicos de

alienación, como he dicho antes.

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Precisamente ese trabajo, que es un trabajo necesario, de hecho, no somos los únicos

que lo hacemos, muchas personas lo están haciendo, pero me parece que es necesario siempre

alertar sobre el trabajo de la ideología. No nos olvidemos de que la ideología, por definición, es

invisible. Y que si no nos planteamos problemas, podemos considerar que es lo normal. Pero lo

que nosotros llamamos normal es el resultado de una ideología. Y siempre, la dificultad está en

tomar la suficiente distancia para verlo. Es un poco lo que estábamos tratando de hacer, un poco

lo que tratamos de hacer, en la medida de nuestras posibilidades. Quisiera también responder a

su segunda pregunta, que me parece muy interesante: ¿Cómo hacemos para salir de este

mecanismo en el que estamos y en el de la filosofía de la rentabilidad, del beneficio, del ganar

más, del producir más? ¿Cuál es la dinámica que nos lleva? Es la dinámica de que todas las

empresas, todos los sistemas están en una especie de fiebre productivista donde cada año hay

que hacer más que el anterior, si no, es una catástrofe. Yo creo que, precisamente hoy se ha

empezado a reflexionar en contra de esa filosofía. El rector Berzosa había citado, precisamente,

varias obras recientes, una de ellas de una serie de economistas en Francia donde se ha

desarrollado bastante, pero también se está desarrollando ahora en España una reflexión sobre lo

que se denomina el decrecimiento. La idea de que si seguimos con esta voluntad de crecer y que

parece normal, porque estamos dentro de la ideología del crecimiento... dos cosas: primero, no

se puede crecer hasta el infinito no sólo porque, como pensaba Marx, las fuerzas sociales llegará

un momento en que no resistirán ser tan explotadas, sino que hoy sabemos que el planeta no

puede soportarlo, el planeta no puede resistir este proyecto de producir cada vez más. Nosotros

sabemos hoy, estadísticamente, matemáticamente, que hay una superchería en la promesa de un

planeta de bienestar en la medida en que, si decimos planeta de bienestar y si pensamos que

esto significa que los seis mil quinientos millones de habitantes van a vivir como nosotros,

esencialmente, van a tener una tasa de destrucción, de despilfarro, de materias primas, de

elementos esenciales no sustituibles, no renovables como nosotros, no existiría el mundo. Ni

hay metales, ni hay energía, ni hay naturaleza que pueda resistir a seis mil quinientos millones

de personas despilfarrando como nosotros. Y cuando digo nosotros, aún menos despilfarrando

como los americanos. Entonces, por consiguiente, es obvio que, desde ya, además ahora está

demostrado científicamente que el calentamiento climático es causado por la acción del ser

humano, es evidente que, a partir de ahora, tenemos que plantearnos ir hacia una sociedad del

descrecimiento. Porque se puede decrecer y ser feliz. Berzosa decía antes eso. Se puede

consumir menos y ser feliz, si, a la vez, decimos: consumo menos porque destruyo menos el

planeta. Y vemos cómo esta idea que parecía insólita cada día se está acelerando más. Entonces,

la idea del descrecimiento sí es posible. Podemos entrar en un sistema... Evidentemente, los

partidarios de la globalización van a tardar o van a tratar de reorientar la idea de explotación

hacia otras energías, las energías renovables como fuente de grandes ingresos. Y hay algunos

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economistas... se acaba de publicar un libro en Francia, pero de un economista americano, que

ya habla de la burbuja verde. Es decir, hay tal cantidad de inversiones en las energías renovables

(eólica, etanol, biodiesel, fotovoltaica, etc.), que, además, como cada día esa conciencia está

desarrollándose más, predice que va a haber una burbuja más grande que la burbuja de Internet,

por la masividad de los ingresos y la masividad de las especulaciones que se están haciendo con

pequeñas empresas que presentan un avance en la materia. Pero, independientemente de eso, es

aceptable hoy la idea de que podemos descrecer y vivir mejor, cosa que parece contradictoria.

Vivir mejor porque, además, culturalmente, viviremos mejor. No puedo desarrollar otros

aspectos, porque no tenemos tiempo, pero quisiera terminar hablando sobre la cuestión del

futuro del periodismo. Es un tema que yo he desarrollado bastante, he escrito un librito sobre

eso (y espero que no se califique también de elitista) que se llama La tiranía de la

comunicación. Yo creo que el periodismo en este momento está pasando quizás por el peor

periodo de su historia. No quiero decir que esto no tenga solución, pero ¿por qué es el peor

periodo de su historia? Porque lo que está en cuestión hoy es su propia identidad. Con el

desarrollo de la revolución digital y todas las consecuencias de esta revolución, con la

masificación de las máquinas de reproducir la realidad y de difundir información, se está

acreditando la idea de que todo el mundo es periodista o todo el mundo puede ser periodista.

Por consiguiente, si todo el mundo es periodista, ¿para qué sirve un periodista? Y estamos en un

sistema, por ejemplo, el sistema de Internet, la información en Internet, donde lo que se

desarrolla es que la información, contrariamente a todo lo que hemos aprendido, la información

hoy no tiene valor, es gratuita, por eso se han desarrollado los medios gratuitos: la información

es gratuita en la televisión, en la radio, en Internet. Lo que tiene valor es el comentario. Es decir,

se ha invertido todo lo que era el fundamento del periodismo. Había que distinguir entre hechos,

(es decir, la información) y comentarios. Los hechos eran lo importante y los comentarios eran

relativos, según el punto de vista del que observa el hecho. Hoy en día es lo contrario. Estamos

en una sociedad en la que la sobreinformación, la sobrecirculación de información crea tal

confusión que no estamos seguros de los hechos mismos, en función del número de

manipulaciones que cada día se observan y, por otra parte, estamos buscando una referencia,

una autoridad que nos permita interpretar los hechos o beneficiarnos de una interpretación de los

hechos que sea más inteligente, más distanciada, y no forzosamente es el periodista el que hace

ese comentario. Puede ser un científico, puede ser un economista, puede ser un politólogo,

puede ser un profesor, puede ser un estudiante, puede ser un observador... el mejor comentario

no es forzosamente el de un periodista, que no está especializado en todo, por definición.

Entonces, digamos que los instrumentos específicos el periodismo se han masificado. Y la

identidad del periodismo se ha diluido. De ahí la crisis de periodismo que vivimos hoy, que

considero que es una crisis sana, porque ¿qué significa? Como siempre, en los ciclos de la

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información: significa que una manera de informar se termina, pero la información es más

indispensable que nunca, y lo estamos viendo. Porque si hay algo que caracteriza a nuestras

sociedades y a nuestras democracias es la crisis de la información. Si nuestras democracias no

funcionan democráticamente es porque la información no funciona. Es la información una de las

causa principales de la degradación de nuestra democracia. Porque la democracia sólo funciona

con ciudadanos. Y un ciudadano no cumple su misión democrática, salvo si está bien informado

y toma decisiones en función de una información seria. Y luego puede tomar su decisión

personalmente. Pero hoy esa información seria es muy difícil de conseguir en este contexto. Por

consiguiente, para la nueva generación de periodistas el desafío es, con las nuevas herramientas

de la información, con el nuevo contexto de la información, crear la información que hoy las

democracias y los ciudadanos necesitan. Es un magnífico desafío y estoy seguro de que, en

particular, los estudiantes de la universidad de Carlos Berzosa lo conseguirán. Muchas gracias.

[aplausos]

Carlos Berzosa (rector de la Universidad Complutense)

Muchas gracias a todos por vuestra presencia. Enhorabuena y felicitaciones a

Solidaridad Internacional por su cumpleaños, que coincide con el de muchos de vosotros, sin

duda, veinte años. Gracias a Ramonet una vez más y, para que no nos vendan la moto, leed Le

Monde Diplomatique. Gracias.

[aplausos]