“Un arte público y social como el muralismo rescata los valores nacionales crea conciencia de grupo y proyecta un compromiso de nación.”

El muralismo no tiene una función decorativa, sino comunicacional. Busca generar comprensión y cambio en la sociedad. Tiene una dimensión social que la diferencia de otras manifestaciones pictóricas, ya que es una obra asentada en el espacio público, que busca proyectarse hacia todos y ser de todos.

Los muralistas buscan el dialogo reteniendo pasajes históricos, relatando fábulas, reviviendo hechos y fantasías para cuestionar y confrontar los pensamientos. Siendo considerados artistas al servicio del pueblo, pintando murales donde se representa la historia, pasado, presente y futuro fusionando lo moderno y futurista. Teniendo como fin generar conciencia política y cultural al pueblo.

Este resurgimiento empieza desde la perdida de la identidad de los pueblos a causa de la globalización. Los problemas de las naciones giran alrededor de la invasión de las culturas dominantes y del individualismo que lleva a otros artistas a perder el compromiso con el pueblo y a hacer arte para el mercado.

En la América precolombina, especialmente en las culturas Mayas, Aztecas, la cultura Moche, la Inca, hay claros testimonios de un muralismo que evolucionó al punto técnico del fresco y de otras técnicas cuyos métodos eran desconocidos en Europa. Se puede decir que el punto geográfico donde inicio el muralismo latinoamericano como tal, fue en México, como resultado de la revolución mexicana, interesados por el pasado prehispánico y colonial.

Lo que logro que el muralismo adquiriera dimensión que contagio a toda América, fue la concepción del arte mural en un espacio público, arte para todas las clases sociales, de carácter histórico, humanista y muchas veces contestatario.