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Viernes, 09 de agosto de 2013La tonta que pona la plataPorJuan Forn

En 1942, la vanguardia parisina haba logrado llegar a Nueva York escapando de la guerra. Para los pintores norteamericanos fue tener a Europa en casa por primera vez: de Duchamp y Breton a Mondrian y Grosz. Primero fueron a venerarlos. Cuando se quisieron dar cuenta ya se la estaban midiendo con ellos y descubrieron que los europeos eran el pasado y ellos el futuro de la pintura. Es famoso el momento que lo condensa como ningn otro. Ocurri en la galera de Peggy Guggenheim, un loft deforme en un sptimo piso de la calle 57, que su duea puso en manos de Kiesler, el mago viens de la escenografa. Kiesler tapi todas las ventanas de todas las salas, forr todas las paredes de paneles de madera curvados, donde se expusieron las telas sin marco. Las esculturas estaban en el piso, pintado de turquesa, o en valijas abiertas que podan convertirse en asientos improvisados. Se trataba de romper las barreras con el espectador, dejarlo entrar ms. La gente poda tener la obra en la mano. Los artistas andaban por ah, hablando entre ellos en francs, a veces discutiendo a gritos, a veces posando para la posteridad. Nunca se haba visto algo igual, la gente iba en manadas. Durante seis meses de 1942 el espritu loco del Montparnasse en los aos 20 volvi a vivir en ese loft de Nueva York. La polinizacin era tan intensa que Peggy tuvo la idea de hacer una muestra cruzada de sus vanguardistas europeos y los nuevos talentos norteamericanos. Planeaba titularla Un problema para los crticos.Convoc a concurso y se puso de jurado junto a Mondrian y Duchamp. Siempre haba hecho eso: rodearse de los que saban, confiar ciegamente en ellos hasta el momento en que le vena el plpito propio, al cual se confiaba, fuese genial o ridculo. Peggy G. padeca una nariz bulbosa, fea como el pecado, y un gusto igual de desafortunado para vestirse, pero tambin era muy graciosa y muy impdica. Nunca le import que la consideraran la tonta que pona la plata, porque a los veintin aos, recin llegada a Pars, su to Solomon el coleccionista le haba dicho: Comprar arte es lo nico que evitar otra guerra. Vale aclarar que Peggy era de la rama pobre de los Guggenheim: aunque mantuvo econmicamente durante dcadas a la anarquista Emma Goldman, a Djuna Barnes y a toda la familia Breton, el mito que corri sobre ella en Pars (que heredara setenta millones de dlares) estaba un poco sobredimensionado: lo que hered fue una cifra doscientas veces menor, y se pas la vida haciendo milagros para que esa platita alcanzara para todos. Porque aplic al pie de la letra el consejo del to Solomon: al heredar, se entreg a su famoso shopping-spree de un cuadro por da con la lista que le hizo el respetado Herbert Read (de la que ella tach a Matisse y al Aduanero Rousseau porque no le daban moderno). La idea era conseguir un palacete en Pars para poner toda su coleccin y tener la casa llena de artistas, porque la idea era vivir ah y estar siempre acompaada. Los nazis no le dieron tiempo. Cuando ya estaban a las puertas de Pars y el Louvre se neg a almacenar su coleccin (no la consideraron material suficientemente artstico), ella embal sus seiscientas piezas en manteles y frazadas, las flet a Nueva York caratuladas como enseres domsticos y se resign a hacer realidad su sueo en un loft en lugar de un palacio, y en la ciudad que haba abandonado por aburrimiento veinte aos atrs (Lo nico que se puede hacer en NY es trabajar de nueve a seis y beber desde las seis en adelante).A treinta cuadras de su galera se alzaba el monumental Museo Guggenheim (el garaje del to Solomon), con su edificio circular todo pintado de blanco y su disciplina prusiana. Pollock trabajaba en el subsuelo como operario, armando bastidores, cuando mand su Stenographic Figure 1942 al concurso convocado por Peggy. Mondrian pas un da por la galera a ver los cuadros que haban llegado. Peggy vio al venerable anciano ir de tela en tela hasta que se fren ante el Pollock. Salt de su silla a explicarle que ese engendro estaba colgado ah slo tentativamente, pero Mondrian contest: Si lo que veo en esta tela sale a la luz, va a ser el nuevo rumbo de la pintura. Peggy se qued contemplando el cuadro en silencio; al da siguiente fue solita al taller de Pollock y le ofreci pagarle durante un ao para que se dedicara slo a pintar cuadros para ella. Luego anunci a los diarios que le dedicara la primera muestra individual de su galera (el primero de los cuadros famosamente enormes que pint Pollock fue a parar al lobby del edificio donde viva Peggy porque no entraba en la galera).Mondrian muri meses despus, no lleg a verlo, pero ya haba hecho lo suyo. Pollock no volvi al subsuelo del Guggenheim ni para renunciar; dej que se enteraran por radio pasillo de su nuevo status como paladn de la vanguardia. Nueva York empez ese da a destronar a Pars como centro del mundo. Pero Peggy no disfrut lo que haba generado porque tuvo la peregrina idea de publicar su autobiografa, y dio pie a que la hicieran pedazos. La gracia mayor de Peggy entre sus amigos eran sus impdicas confesiones amatorias. Nunca entendi por qu lo gracioso en forma oral fue considerado tan vulgar por escrito; lo cierto es que de la noche a la maana se convirti en el bochorno social y artstico de la ciudad. Cuando todos queran ir a Nueva York, ella parti a Europa con su coleccin, incluyendo los doce Pollock.Pars le pareci muerta y Londres arruinada por los bombardeos, pero en Venecia encontr a buen precio un palacete blanco frente al Gran Canal, conocido como el Palazzo Non Finito, porque sus dueos originales se quedaron sin plata para hacerle el segundo piso. En la terraza de ese edificio petisn tomaba sol desnuda, a la vista de sus vecinos de ambos lados, la Prefectura y el consulado yanqui. Todos los atardeceres (la hora de oro) sala a pasear en su gndola privada, mientras dejaba abiertas al pblico las puertas de su palacio: los visitantes poda entrar hasta en su dormitorio, donde tena un hermoso mvil de Calder y una pared entera dedicada a los estrafalarios pendientes que usaba en sus orejas. Con el tiempo, los cuadros empezaron a descascararse por la humedad, los sirvientes iban desapareciendo, slo se serva sopa de tomate enlatada a los cada vez ms escasos huspedes y el jardn se iba poblando de pozos donde enterraba a los histricos perritos lhasa que fueron su ltima debilidad (siempre tena que tener catorce). El to Solomon, que nunca le perdon la vulgaridad, dej rdenes estrictas de que ninguna pieza de Peggy se exhibiera nunca en su Museo, pero Peggy muri ltima y ri mejor: esper y esper hasta que, a fines de los 70, ya enterrado el to Solomon, le ofrecieron el Museo entero para una muestra dedicada a ella y adems la Fundacin Guggenheim anunci con bombos y platillos que a su muerte se hara cargo tanto de la coleccin como del palacio, donde terminaron gastando en la restauracin de los cuadros y del edificio la fortuna que Peggy nunca lleg a tener en vida.