fontana colombia

38
1 10: La guerra fría en América Latina (1954-1989) La fase inicial de la guerra fría Acabada la Segunda guerra mundial los Estados Unidos ayudaron económicamente a Europa con el fin de evitar una catástrofe social que podían haber capitalizado los partidos comunistas locales. Pero no iban a hacer lo mismo en América Latina. En la Novena Conferencia Interamericana Panamericana , celebrada en Bogotá en 1948, en los mismos días del “bogotazo” provocado por el asesinato del político populista Jorge Eliécer Gaitán, se creó la Organización de los Estados Americanos (OEA) como organismo de coordinación política (gracias al cual, decía el salvadoreño Roque Dalton, “el presidente de los Estados Unidos es más presidente de mi país que el presidente de mi país”). Pero ante los planteamientos de carácter económico de los participantes en la conferencia, preocupados por aumentar las inversiones en sus países, el secretario de Estado norteamericano, George Marshall, dijo que la capacidad de su gobierno para la ayuda exterior era limitada, de modo que el capital que los países latinoamericanos necesitaban debía proceder de fuentes privadas. En 1948, a diferencia de lo que ocurría en Europa, el comunismo “no era seriamente peligroso” en América Latina, según opinaba el departamento de Estado. Pasados los años de la Segunda guerra mundial, en que los comunistas latinoamericanos habían colaborado al esfuerzo colectivo, con la ilusión de participar después en una vida política más democrática, los gobernantes norteamericanos se habían ocupado de eliminar cualquier riesgo, consiguiendo que se prohibieran los partidos comunistas de Chile y de Brasil, se marginase a la Confederación de trabajadores de América Latina (CTAL) y de que, en general, los líderes comunistas fueran expulsados de los sindicatos. Lo malo fue que una combinación de su ignorancia acerca de las realidades de América Latina 1 y de su paranoia anticomunista les llevó a desconfiar de cualquier muestra de 1 En 1982 Reagan regresó de un viaje a América Central diciéndoles a los periodistas: “He aprendido mucho. Os sorprendería, pero resulta que todo aquello son países distintos”.

description

este articul muesra las caracterisaticas de los escritos hechos por fontana sobre algunos aportes s los movimientos politicos

Transcript of fontana colombia

Page 1: fontana colombia

1

10: La guerra fría en América Latina (1954-1989)

La fase inicial de la guerra fría

Acabada la Segunda guerra mundial los Estados Unido s

ayudaron económicamente a Europa con el fin de evit ar una

catástrofe social que podían haber capitalizado los partidos

comunistas locales. Pero no iban a hacer lo mismo e n América

Latina. En la Novena Conferencia Interamericana Panamericana ,

celebrada en Bogotá en 1948, en los mismos días del “bogotazo”

provocado por el asesinato del político populista J orge Eliécer

Gaitán, se creó la Organización de los Estados Amer icanos (OEA)

como organismo de coordinación política (gracias al cual, decía

el salvadoreño Roque Dalton, “el presidente de los Estados

Unidos es más presidente de mi país que el presiden te de mi

país”). Pero ante los planteamientos de carácter ec onómico de

los participantes en la conferencia, preocupados po r aumentar

las inversiones en sus países, el secretario de Est ado

norteamericano, George Marshall, dijo que la capaci dad de su

gobierno para la ayuda exterior era limitada, de mo do que el

capital que los países latinoamericanos necesitaban debía

proceder de fuentes privadas.

En 1948, a diferencia de lo que ocurría en Europa, el

comunismo “no era seriamente peligroso” en América Latina, según

opinaba el departamento de Estado. Pasados los años de la

Segunda guerra mundial, en que los comunistas latin oamericanos

habían colaborado al esfuerzo colectivo, con la ilu sión de

participar después en una vida política más democrá tica, los

gobernantes norteamericanos se habían ocupado de el iminar

cualquier riesgo, consiguiendo que se prohibieran l os partidos

comunistas de Chile y de Brasil, se marginase a la Confederación

de trabajadores de América Latina (CTAL) y de que, en general,

los líderes comunistas fueran expulsados de los sin dicatos.

Lo malo fue que una combinación de su ignorancia ac erca de

las realidades de América Latina 1 y de su paranoia

anticomunista les llevó a desconfiar de cualquier m uestra de

1 En 1982 Reagan regresó de un viaje a América Centra l diciéndoles a los periodistas: “He aprendido mucho. Os sorprender ía, pero resulta que todo aquello son países distintos”.

Page 2: fontana colombia

2

política reformista en unos momentos, de 1944 a 194 6, en que se

registraba una sucesión de movimientos democratizad ores que

hubieran podido contribuir a cambiar el panorama po lítico de un

continente en que los años de la depresión habían f avorecido la

aparición de gobiernos autoritarios.

La primera amenaza “comunista” (en la percepción

norteamericana) que se combatió fue la de Guatemala , resuelta

con cierta facilidad, como ya hemos explicado. Pero la

consecuencia de esta estúpida actuación contra los gobiernos

reformistas fue la de desviar la lucha de las nueva s

generaciones hacia líneas de actuación más extremis tas,

convencidos de que los caminos para conseguir la im plantación de

los cambios sociales necesarios pasaba necesariamen te por el

enfrentamiento contra la alianza de los Estados Uni dos con las

fuerzas inmovilistas de cada país.

En Cuba la revuelta de Castro, que se había iniciad o en

1953 con el fallido asalto al cuartel de Moncada, c omenzó a

consolidarse en 1957 en la guerrilla de Sierra Maes tra. De

momento Castro les preocupaba poco a los norteameri canos, que se

limitaban a ayudar a Batista. A comienzos de 1955, en un viaje a

Cuba, donde sus amigos de la mafia tenían grandes i ntereses,

Nixon elogió al dictador cubano como un hombre que compartía los

ideales democráticos norteamericanos y estaba “preo cupado por el

progreso social”. Negándose a aceptar los proyectos reformistas

de Castro, Eisenhower y Kennedy le lanzaron en braz os de la

Unión Soviética.

Pero es que los dirigentes norteamericanos estaban

asustados por los cambios que percibían en su “pati o de atrás”.

Cuando Eisenhower envió a su vicepresidente a hacer un viaje por

América del Sur, Nixon descubrió que las cosas eran mucho más

complejas de lo que pensaban. Por primera vez se en contró con

recepciones hostiles de estudiantes, en Lima y sobr e todo en

Caracas, de donde tuvo literalmente que salir huyen do. De

regreso a Washington se mostró convencido de que lo s comunistas

eran los organizadores de estas protestas. No dejab a de entender

que la pobreza era un gran problema para América La tina, pero

pensaba que no había nada que hacer, puesto que aun que los

regímenes existentes favorecían la continuidad de l as

desigualdades, no podía haber otros, porque estos p aíses no

Page 3: fontana colombia

3

estaban preparados para la democracia.

Los métodos para mantener el orden eran muy distint os. En

el ámbito, más cercano, de América Central y del Ca ribe los

norteamericanos podían seguir utilizando los viejos métodos de

intervención directa. En la República dominicana, p or ejemplo,

habían echado del poder en 1963, con el apoyo de lo s empresarios

y los militares locales, a Juan Bosch, a quien cons ideraban

demasiado izquierdista. Pero cuando dos años más ta rde se

produjo un movimiento para volverlo a la presidenci a, Johnson,

alegando “que era inminente que se apoderasen de la república

elementos dominados por los comunistas”, intervino militarmente

para evitarlo y abrir el camino del poder, en 1966, a Joaquín

Balaguer, que inició ocho años de persecuciones y d e terror,

protagonizados por “la Banda”, un grupo de desertor es de los

partidos de izquierda y de asesinos a sueldo, que f ueron

responsables de buena parte de las cuatro mil vícti mas del

terrorismo de estos años. Un artículo de John N. Pl ank en

Foreign Affairs había justificado previamente la legitimidad de

la intervención con este despectivo juicio sobre el país: “La

República Dominicana (…) ha tenido una triste carre ra como

estado independiente. Miserablemente pobre, polític a y

socialmente primitiva, sin nada que la distinga en el terreno

intelectual y cultural, ha sido un desecho arrastra do por las

grandes mareas de los siglos diecinueve y veinte: u n objeto y no

un sujeto en la escena internacional”.

Pero tras el fracaso de la operación contra la Cuba

castrista de 1961, que demostró que era inviable re petir el

fácil éxito alcanzado en Guatemala contra Arbenz, s e optó por

establecer alianzas permanentes con los militares d e estos

países, a los que se les proporcionaban armas y apo yo. Se

organizaron cursos para latinoamericanos en las esc uelas

militares del norte y, sobre todo, en la asentada e n la zona del

canal de Panamá, conocida como “School of the Ameri cas” (que se

trasladó después a Georgia y cambió su nombre por e l de

“Instituto para la cooperación en la defensa del he misferio

occidental”, WHISC), en que se formaban jefes milit ares y de

policía para los países del sur. De esta escuela sa lieron, entre

otros, el general Galtieri, jefe de la junta argent ina; Manuel

Page 4: fontana colombia

4

Callejas, que dirigía los servicios de información de Guatemala;

Roberto d’Aubuisson, jefe de las escuadras de la mu erte de El

Salvador y más de cien de los 246 oficiales colombi anos

denunciados en 1993 por crímenes de guerra. Diecisi ete de los

veinte asesinos que en 1989 mataron a un grupo de j esuitas

españoles en El Salvador habían sido entrenados en la “School

of the Americas”. En estas escuelas se preparaban, además, los

cuerpos especiales que se usarían para actuar contr a las

guerrillas.

Era el fin de la vieja tradición de intervenciones

directas que había celebrado en 1935 el general de marines

Smedley Butler, que había obtenido por tres veces l a medalla de

honor del Congreso, quien confesaba que durante tre inta y tres

años había sido un hombre de Wall Street y de los b anqueros, “un

pandillero del capitalismo” que contribuyó a “purif icar”

Nicaragua y a hacer que México fuese seguro para lo s intereses

petroleros norteamericanos: -“Ayudé a la violación de media

docena de repúblicas de Centro América en beneficio de Wall

Street”, afirmaba, por lo que fue recompensado con honores,

medallas y promociones. Podría dar, concluía, lecci ones a Al

Capone, puesto que aquél se limitó a actuar en tres distritos de

una ciudad, mientras “los marines actuaron en tres continentes”.

Las guerras de América Central

Las consecuencias de este programa de actuación res ultaron

patentes en América Central. En Guatemala, después de la muerte

de Castillo Armas, asesinado en 1957, se sucedieron gobiernos de

predominio militar, brutales y corruptos, en medio de protestas

populares y de la formación, a partir de 1962, de l as primeras

guerrillas de inspiración castrista, que el ejércit o dominó

fácilmente. El gobierno de los Estados Unidos comen zó entonces a

dar ayuda específica para las actuaciones de contra insurgencia,

a la vez que contribuía a crear grupos paramilitare s que podían

enfrentarse a la guerrilla sin ninguna limitación e n sus formas

de actuar.

El auge de las exportaciones agrarias guatemaltecas condujo

a una serie de acciones destinadas a arrebatar la t ierra a los

Page 5: fontana colombia

5

campesinos, que dieron lugar a un movimiento de res istencia

indígena y a una nueva guerrilla esencialmente camp esina con

organizaciones como el “Ejército guerrillero de los pobres”. En

1978 se inició una oleada de torturas y asesinatos por parte del

gobierno, con el fin de liquidar el sindicalismo ur bano,

mientras en 1981 el ejército iniciaba en el medio r ural una

campaña de masacres e incendios, con una política d e tierra

quemada que provocó una auténtica guerra popular. E stas campañas

de exterminio, nos dice Greg Grandin, estaban movid as a un

tiempo “por el celo anticomunista y el odio racial” hacia los

mayas. “Las matanzas –añade- eran brutales hasta un extremo

inimaginable. Los soldados asesinaban a los niños e strellándolos

contra las rocas ante la mirada de sus padres. Extr aían órganos

y fetos, amputaban los genitales o las extremidades , cometían

violaciones en masa y quemaban algunas víctimas viv as”.

En 1982 un nuevo golpe militar llevó al poder a Río s Montt,

quien derogó la constitución y reforzó la contrains urgencia.

Reagan se vio con él en Honduras en diciembre de 19 82 y les dijo

a los periodistas que lo acompañaban que Ríos Montt era “un

hombre de una gran integridad personal...totalmente dedicado a

la democracia”, a quien las organizaciones de defen sa de los

derechos humanos atacaban porque combatía a guerril las

izquierdistas.

Al día siguiente de estas declaraciones de Reagan, ”uno de

los pelotones de élite de Guatemala entró en un pob lado de la

selva llamado Las Dos Erres y mató a 162 de sus hab itantes, 67

de ellos niños”. Los soldados estrellaban las cabez as de los

niños contra la pared y decapitaban a los adultos c on sus

machetes. Violaron después a una selección de mujer es y

jovencitas que habían reservado para el final, las echaron a la

fuente “y la llenaron de basura, enterrando vivas a unas pocas

desdichadas”.

Un gobierno de democracia cristiana salido de las

elecciones de 1986 entró en negociaciones en Madrid con la Unión

Revolucionaria Nacional Guatemalteca, pero la oposi ción de los

beneficiarios de la dictadura dificultó el proceso y las

masacres del ejército siguieron hasta que se firmó la paz con la

guerrilla en 1995.

Las investigaciones de una comisión de la verdad

Page 6: fontana colombia

6

patrocinada por las Naciones Unidas han revelado qu e en los 34

años de conflicto armado hubo en Guatemala 161.500 asesinatos y

40.000 desaparecidos (un 93 por ciento de los casos investigados

son atribuibles a los militares y sólo un 3 por cie nto a los

insurgentes), con un total de 658 masacres document adas y la

evidencia de que en 1981-1983 el estado llevó a cab o una

política deliberada de genocidio contra la població n maya. El

informe Guatemala nunca más se presentó en la catedral de

Guatemala el 24 de abril de 1998; dos días más tard e el director

del proyecto, el obispo auxiliar Juan Gerardi, un h ombre de

setenta y cinco años de edad, fue asesinado a golpe s en su

garaje por tres militares.

Al cabo de más de diez años de “paz” Guatemala sigu e siendo

escenario de muertes violentas, con un ejército que , impune por

los crímenes cometidos en el pasado, continua matan do y unos

terratenientes (un 1’5 por ciento de los propietari os poseen el

62’5 por ciento de la tierra) que se niegan a cualq uier reforma.

La policía echa de las fincas con violencias a los campesinos

que se han instalado para cultivarlas e incendia su s casas y sus

cosechas.

El caso de Honduras muestra la naturaleza de la im plicación

norteamericana en la guerra sucia de Centroamérica. Los Estados

Unidos prepararon al personal militar local para re alizar

funciones policíacas, como lo relata el sargento Fl orencio

Caballero, que se entrenó durante seis meses en Tex as en 1983-

1984: "Ahí estuvo un capitán del ejército estadouni dense y

hombres de la CIA(...). Ellos nos enseñaron a nosot ros métodos

psicológicos para estudiar temores y debilidades de un

prisionero. Dejarlo parado, no dejarlo dormir, mant enerlo

desnudo y aislado, poner ratas y cucarachas en sus celdas,

darles mala comida, servirles animales muertos, ech arles agua

fría encima, cambiar de temperatura”. Agentes norte americanos

colaboraban con los militares hondureños en los int errogatorios

y en la eliminación de sospechosos, como en el caso del jesuita

norteamericano James Francis Carney que, en septiem bre de 1983,

“fue llevado a una base de suministros de los contr as

nicaragüenses denominada "El Aguacate", donde fue i nterrogado”

en presencia de personal norteamericano. “Posterior mente fue

Page 7: fontana colombia

7

lanzado desde un helicóptero”.

No se limitaron a esto, sin embargo, sino que, com o

reconoció una enmienda del senado de los Estados Un idos de 20 de

septiembre de 1995: “Hay una evidencia considerable de que en

1981 un escuadrón secreto de la muerte del ejército hondureño

fue creado con el conocimiento y la asistencia del gobierno

estadounidense. Se conoció como Batallón 3-26, y du rante los

años ochenta realizó una campaña sistemática de sec uestrar,

torturar y asesinar a supuestos subversivos [se le atribuyen 184

desapariciones]. Estos eran organizadores sindicale s, activistas

de los derechos humanos, periodistas, abogados, est udiantes y

profesores. La mayoría de ellos estaban ligados a a ctividades

que serían legales en cualquier democracia. En aque llos momentos

la Embajada de los Estados Unidos, que tenía amplia razón para

saber de estas actividades, las negó. Aún hoy, ofic iales de los

Estados Unidos que estuvieron allí dicen no saber n ada”.

El presidente Carter quiso hacer de Honduras un ej emplo de

su política de democratización, ofreciendo a los mi litares ayuda

a cambio de elecciones. El resultado fue la elecció n en abril de

1980 de una Asamblea que redactó una constitución s egún la cual

los militares no estaban sometidos a la autoridad d el presidente

de la república, sino a la de su comandante en jefe , el cual

tenía, además, la capacidad de nombrar al ministro de Defensa y

de vetar los nombramientos de otros ministros. De e ste modo se

democratizaron las formas y todo quedó igual. Con R eagan en el

poder y con el embajador Negroponte para codirigir las

operaciones, Honduras se convirtió en pieza clave p ara la guerra

contra los sandinistas de Nicaragua.

Los casos en que la participación de los Estados Un idos

fue más directa y escandalosa fueron los de El Salv ador y

Nicaragua. El paréntesis de la presidencia de Carte r permite

explicar la caída del dictador Somoza, que el 17 de julio de

1979 dejaba Nicaragua y un año después, el 17 de se ptiembre de

1980, era asesinado en Paraguay. Pero Reagan acabó con esta

política de tolerancia, sosteniendo que había una a menaza

comunista contra El Salvador, dirigida por rusos y cubanos y

organizada desde una base soviética que era Nicarag ua, y que

esto significaba una amenaza de que el comunismo se apoderase de

Page 8: fontana colombia

8

América central.

Era en tiempos en que la prensa norteamericana prac ticaba

una desinformación sistemática acerca de América Ce ntral.

Pretendía, por ejemplo, que en El Salvador un gobie rno moderado

luchaba contra una guerrilla marxista, cuando el su puesto

gobierno moderado era una camarilla de oligarcas y militares, a

la que los Estados Unidos proporcionaron asesores y subsidios

por un importe de unos seis mil millones de dólares , para

ayudarles en la tarea de realizar unos 75.000 críme nes políticos

(entre ellos el asesinato, el 24 de marzo de 1980, del arzobispo

Óscar A. Romero, que había creado un programa radio fónico de

noticias que analizaba críticamente la realidad). L a oposición,

por su parte, no sólo no era comunista, sino que se componía de

una mezcla heterogénea de campesinos, estudiantes, curas que

creían en “la opción preferencial por los pobres… d el Vaticano

II, Medellín y Puebla” y hombres de negocios de cla se media.

La doble receta de ayuda económica e intervención p olítica

practicada por los norteamericanos ponía el destino de estos

países en manos de los militares. En El Salvador, p or ejemplo,

los norteamericanos enviaban armas para los militar es encargados

de reprimir la guerrilla y alimentos para los campe sinos pobres;

pero eran los militares los que decidían a quién ma taban y a

quién le daban el pan. Y respecto de los campesinos solían

decidir que era mejor matarlos que alimentarlos, lo que los

norteamericanos pensaban que era propio de su cultu ra.

En Nicaragua, después de la caída de Somoza y el tr iunfo

del Frente Sandinista de Liberación Nacional, hered ero de una

larga tradición de lucha revolucionaria, los americ anos pensaron

que la guardia nacional creada por el somocismo pod ía mantener

el control del país. No fue así y con los propios m iembros de la

guardia que huían para escapar a su previsible cast igo se

formaron los primeros grupos de “contras” -la “Legi ón del 15 de

septiembre”-, mientras los exiliados formaban en Mi ami toda una

serie de organizaciones, la más destacada de las cu ales era la

Unión Democrática Nicaragüense, y se comenzaban a o rganizar las

fuerzas de la contra en campamentos de Honduras, do nde el

embajador John Negroponte codirigía el ejército del país en

asociación con su jefe supremo, el general Álvarez. En la lucha

se implicó además a los indios miskitos, a quienes los pastores

Page 9: fontana colombia

9

protestantes, que protagonizaban una cruzada antico munista en

América Central, convencieron de que los sandinista s pretendían

“inyectarles el comunismo y hacerles olvidar a Dios ”.

Con Reagan estos grupos de “contras” se convirtiero n en

“luchadores por la libertad” y comenzaron a recibir ayuda. Desde

1981 la CIA organizó los grupos dispersos, reunidos en la Fuerza

Democrática Nicaragüense, y les preparó campos de e ntrenamiento

en la Argentina, bajo la dirección de militares loc ales, a

través de los cuales llegaba la financiación, de ac uerdo con un

plan de operaciones inicial relativamente modesto, de unos

veinte millones de dólares, aprobado por el congres o (cuando los

argentinos se negaron a seguir colaborando, después de que

Reagan les hubiese negado su apoyo en la guerra de las Malvinas,

los campamentos se trasladaron a Honduras).

Mientras tanto la CIA actuaba con su incompetencia

habitual, indignando a la opinión pública internaci onal al minar

las aguas nicaragüenses y provocar accidentes y dañ os humanos en

embarcaciones de diversos países. El resultado fina l fue que el

Congreso se negase a conceder más dinero para la fi nanciación de

la contra y que Reagan, tras obtener algunos recurs os de la

Arabia saudí, se viese obligado a buscarlos con los negocios

sucios de la operación “Irán-contra”, pero también a tolerar que

los hombres de la contra comenzasen a traficar con cocaína,

traída a través de Costa Rica e introducida por Mia mi en el

mercado norteamericano.

El descubrimiento del escándalo Irán-contra acabó c on la

financiación norteamericana de la guerrilla que, im potente,

acabó firmando la paz. Diez años de guerra, con cin cuenta mil

muertos y daños económicos gravísimos, agravados po r el bloqueo

norteamericano, acabaron el 25 de febrero de 1990, cuando las

elecciones dieron el poder en Nicaragua a las fuerz as de

oposición, dirigidas por Violeta Chamorro, y los sa ndinistas

aceptaron su victoria. Aunque su actitud ante la de rrota

política no fuese acompañada por una conducta ejemp lar a escala

personal, dado que una serie de dirigentes sandinis tas se

enriquecieron con los bienes somocistas en lo que s e llamó “la

piñata”.

Los países andinos

Page 10: fontana colombia

10

A diferencia de los países de América Central y del Caribe,

sometidos a la injerencia constante de los Estados Unidos, y a

lo sucedido en los del cono sur, los dos grandes pa íses andinos,

Colombia y Venezuela, alcanzaron una cierta estabil idad política

a partir de los años sesenta, en una fórmula basada en la

alternancia pacífica de dos grandes partidos que re presentaban,

más o menos verosímilmente, a la derecha tradiciona l y a una

izquierda liberal, con el apoyo del ejército para m antener a

raya a unos disidentes que, alejados de este juego político

restringido, y perseguidos con saña cuando intentab an protestar,

tenían pocas salidas más que la revuelta. Con ello se evitaba el

riesgo de que la continuidad de dictaduras como las de Rojas

Pinilla en Colombia (1953-1957) o la de Pérez Jimén ez en

Venezuela (1952-1958) pudiera acabar desencadenando una protesta

social incontrolable.

Las soluciones arbitradas en ambos países fueron co etáneas

y tienen rasgos parecidos. En Venezuela fue el Pact o de Punto

Fijo, firmado en octubre de 1958, el que hizo posib le la

alternancia entre el partido de Acción Democrática, presidido

por un Rómulo Betancourt que estaba ya de vuelta de viejas

actitudes izquierdistas, y el Partido Social Cristi ano COPEI,

dirigido por Rafael Caldera, que representaba la de recha

tradicional. En Colombia el acuerdo surgió del pact o de Sitges-

Benidorm, acordado en julio de 1956 entre Laureano Gómez y

Lleras Camargo, que hizo posible el régimen de Fren te Nacional

que durante dieciséis años (1958-1974) aseguró la a lternancia en

el poder de los dos partidos, liberal y conservador .

Con la estabilidad alcanzada, ambos países se convi rtieron

en el modelo de sociedades latinoamericanas con las que los

Estados Unidos aspiraban a colaborar. Kennedy visit ó a

Betancourt, por quien sentía una especial admiració n, y a Lleras

Camargo en diciembre de 1962 e hizo en Bogotá un di scurso en que

reconocía los errores cometidos por los Estados Uni dos en el

pasado y anunciaba su decisión de colaborar con el programa de

Alianza para el progreso a mejorar el bienestar de estos países,

a la vez que pedía a empresarios y terratenientes q ue

reconociesen también sus errores y asumiesen sus

responsabilidades, porque sin una política de refor ma agraria y

Page 11: fontana colombia

11

de reforma fiscal, las esperanzas de progreso podrí an

“consumirse en unos pocos meses de violencia”2.

El diagnóstico era claro, pero la naturaleza misma de los

regímenes políticos de Colombia y Venezuela implica ba su

incapacidad para desarrollar la política de reforma s que hubiera

sido necesaria para cambiar las cosas. Ambos países se

beneficiaron de las ayudas norteamericanas, concebi das como

parte de un programa de “garrote y zanahoria”, en q ue el garrote

era la guerra abierta a Cuba y la zanahoria exigía de sus

beneficiarios la solidaridad con los Estados Unidos contra el

castrismo, y las aprovecharon sobre todo para el fo mento de una

inversión industrial, orientada a la sustitución d e

importaciones. Los tímidos intentos de reforma agra ria, en

cambio, no tuvieron resultados apreciables.

El precio a pagar por estos acuerdos entre las olig arquías

locales era el de dejar sin resolver los graves pro blemas

sociales de fondo, y en especial los que derivaban del desigual

reparto de la propiedad de la tierra, fruto en much os casos de

la apropiación ilegítima de tierras indígenas, y ag ravado por la

forma en que los terratenientes, asociados al ejérc ito y al

poder político, explotaban el trabajo de los campes inos.

En Venezuela Betancourt colaboró con el COPEI y est ableció

un eficaz sistema de patronazgo social, con una ref orma agraria

poco conflictiva y una aproximación a las organizac iones

obreras, que funcionó porque los ingresos por el pe tróleo (en

septiembre de 1960 los venezolanos participaron en la fundación

de la Organización de Países Exportadores de Petról eo)

contribuyeron a mantener la prosperidad económica, e impidieron

que la guerrilla comunista de las Fuerzas Armadas d e Liberación

Nacional cobrara importancia. Hasta que, a fines de los años

ochenta, la bancarrota de unos gobiernos que se hab ían endeudado

insensatamente obligó al presidente Carlos Andrés P érez a

aceptar las duras normas que le imponía el Fondo Mo netario

Internacional, que vinieron a agravar la situación del país, el

2 Pronto se pudo ver que los Estados Unidos no iban a mantener la retórica que asociaba la ayuda a la existencia de r egímenes democráticos. Con Johnson, la llamada “doctrina Man n” precisó que en las relaciones con otros gobiernos los Estados Unid os procederían de

Page 12: fontana colombia

12

malestar condujo en 1992 a un golpe populista falli do, dirigido

por el teniente coronel Hugo Chávez, y al triunfo d e éste en las

elecciones de 1998 (una de las medidas más importan tes que

promulgó fue precisamente una “ley de tierras”, que ponía en

práctica una reforma agraria).

En Colombia los problemas eran más complejos: allí el

intento de reforma agraria propiciado por la ley 10 0 de 1936 se

había frustrado, de modo que los terratenientes rec uperaron la

tierra y el poder durante el período de 1946 a 1965 , conocido

como “la violencia”, en el que más de 200.000 perso nas perdieron

la vida. Una situación que no mejoró tampoco la lim itada reforma

agraria de 1961. La respuesta a la incapacidad del estado fue la

aparición de guerrillas. En su origen se trataba de grupos de

autodefensa creados por iniciativa de los propios c ampesinos y

con la participación del Partido comunista, que con siguieron

controlar espacios en que establecían “repúblicas c ampesinas” –

la más conocida, la de Marquetalia-, que vivían al margen del

poder y de las reglas del estado, aunque estuvieran asediadas

por el ejército. Marquetalia pudo ser recuperada en 1964 por el

ejército, auxiliado y asesorado por militares norte americanos, y

ello mismo fue lo que contribuyó a transformar los grupos de

autodefensa en un movimiento guerrillero que en 196 6 adoptó el

nombre de Fuerzas Armadas de la Revolución de Colom bia (FARC),

en buena medida para diferenciarse de las nuevas gu errillas del

Ejército de Liberación Nacional (ELN), de inspiraci ón castrista

-al cual se unió una figura carismática, Camilo Tor res, un

sacerdote, descendiente de una de las grandes famil ias de los

próceres de la independencia colombiana- y del Ejér cito Popular

de Liberación (EPL), de carácter maoísta. Movimient os en que

tenían una participación destacada los estudiantes

universitarios, en contraste con la base fundamenta lmente

campesina de las FARC, que tenían a Manuel Maruland a,

“Tirofijo”, como jefe más representativo.

La incapacidad del ejército para acabar con la guer rilla,

y la imposibilidad de que la guerrilla se hiciese c on el poder,

crearon una extraña coexistencia, en que la guerril la se nutría

de los impuestos que percibía de terratenientes y

acuerdo con sus intereses, prescindiendo de si se t rataba de democracias o dictaduras.

Page 13: fontana colombia

13

narcotraficantes, mientras muchos de éstos, ante la impotencia

del ejército, creaban sus propios grupos paramilita res de

defensa (las llamadas Autodefensas Unidas de Colomb ia), a

quienes se tribuyen crímenes atroces (descuartizami ento y

desollamiento de personas vivas, juegos de fútbol c on las

cabezas de sus víctimas, etc.), especializados en l as matanzas

sistemáticas de campesinos, cometidas con la tolera ncia e

incluso la colaboración del ejército.

Muy distintos fueron los casos de Bolivia y Perú, d onde se

produjeron dos movimientos revolucionarios que podí an ser vistos

con tranquilidad desde Washington, porque no parecí an presentar

riesgos de contagio con el comunismo. En Bolivia lo s

enfrentamientos de terratenientes y campesinos indí genas,

asociados en muchos casos a los mineros, tenían com o

justificación no sólo el expolio de la tierra, sino el hecho de

que se mantuviesen abusos como el de las prestacion es forzosas

de trabajo. La Revolución Nacional que inició en 19 52 el MNR

(Movimiento Nacional Revolucionario) de Paz Estenss oro, llevó a

cabo inicialmente medidas tan ambiciosas como la im plantación

del voto universal (aunque los campesinos indígenas que no

hablaban español siguieron quedan al margen de la v ida

parlamentaria), la reforma agraria y la nacionaliza ción de las

minas de estaño. Desde Estados Unidos, cuyos intere ses directos

no se veían afectados por las medidas tomadas por e l MNR, la

Revolución Nacional, que en un principio habían cre ído de

carácter fascista, no sólo porque acabó muy pronto estancada,

sino porque se hizo de forma que dividió el frente de campesinos

y mineros. De hecho los gobernantes bolivianos se e ncontraron

dependiendo de la ayuda económica norteamericana qu e acabó

cubriendo un tercio de su presupuesto de gastos, de modo que

acabaron aceptando vincular su moneda al dólar para evitar la

inflación y concediendo a las compañías estadounide nses permisos

para la prospección de petróleo. Pero, tras haber f inanciado

durante estos años al MNR, los norteamericanos no t uvieron

inconveniente alguno en hacer lo mismo con el gener al

Barrientos, que lo derribó con un golpe militar en noviembre de

1964, y que colaboró con la CIA en la operación que condujo a la

captura y asesinato de Ernesto Che Guevara, tras su frustrado

intento de de reproducir en Bolivia el modelo cuban o en 1966-

Page 14: fontana colombia

14

1967.

Perú experimentó de 1968 a 1975 un fallido intento de

“revolución desde arriba”, promovido por el general Velasco

Alvarado. Se realizó una reforma agraria que convir tió las

haciendas en explotaciones cooperativas gestionadas por sus

antiguos trabajadores, lo que tuvo como consecuenci a que se

dejase al margen a las comunidades indígenas, buena parte de

cuyas tierras habían sido usurpadas por los hacenda dos. Velasco

Alvarado fue derrocado por sus propios compañeros d el ejército y

el país entró en una dinámica que explica la aparic ión de un

movimiento maoísta, “Sendero luminoso”, creado en l a Universidad

de San Cristóbal de Huamanga (Ayacucho) por un prof esor de

filosofía, Abimael Guzmán, e integrado inicialmente en buena

medida por estudiantes, que comenzó sus campañas te rroristas en

1980. Su estrategia no consistía en crear un foco r evolucionario

“a la cubana”, sino en movilizar a los campesinos, en un

proyecto de transformación radical de la sociedad q ue acabó

provocando divisiones y violencia en el mundo rural , víctima de

torturas y masacres tanto de la guerrilla como de l as fuerzas

armadas.

La violencia se agravó aún durante los dos mandatos de

Alberto Fujimori (1990-2000), quien en 1992 dio un “autogolpe” y

estableció, con la colaboración de Vladimiro Lenin Montesinos,

una dictadura legitimada con una nueva constitución , aprobada en

un referéndum de dudosos resultados. Obtuvo éxitos indiscutibles

contra “Sendero luminoso”, incluyendo la captura de su líder

Abimael Guzmán, y contra otros grupos terroristas c on el uso de

“escuadrones de la muerte”, como el grupo paramilit ar Colima,

autor de las masacres de Barrios Altos y de la ciud ad

universitaria de la Cantuta, o con una represión br utal, como la

practicada para liquidar el secuestro de rehenes en la embajada

de Japón –diciembre de 1996 a abril de 1997- por ob ra del MRTA

(Movimiento Revolucionarios Tupac Amaru). Practicó una política

económica neoliberal, siguiendo los dictados del FM I, que le

permitió combatir la inflación a cambio de agravar la situación

de los asalariados y privatizar empresas públicas. Pero la

extrema corrupción de su entorno, que se pudo mostr ar al público

gracias a que Montesinos grababa en video las reuni ones en que

Page 15: fontana colombia

15

realizaba sus negocios, acabaron obligando al propi o Fujimori a

huir del país y a refugiarse en Japón.

Un informe de la “Comisión de la verdad y reconcili ación”

estimaba que “ la cifra más probable de víctimas fatales de la

violencia [entre 1980 y 2000] era de 69,280 persona s”, que “superan el

número de pérdidas humanas sufridas por el Perú en todas las guerras

externas y guerras civiles ocurridas en sus 182 año s de vida

independiente”.

Un factor que iba a tener una importancia creciente en la

evolución política de los países andinos, y en su r elación con

los Estados Unidos sería el auge del narcotráfico, y

especialmente el de la cocaína. Este del narcotráfi co, cuyo

motor fundamental era la demanda de los consumidore s de Estados

Unidos, es un asunto difícil de explicar, donde no todo es como

aparece.

Sabemos, por ejemplo, que la CIA toleró el que se

realizaba por la “contra” de Nicaragua para financi ar la lucha

contra los sandinistas y parece claro que se permit ió a

militares latinoamericanos amigos que se beneficiar an de él sin

plantear demasiados problemas, pese a que está clar o que la DEA

(Drug Enforcement Administration) no podía ignorarl o. Pero no

hay forma de verificar si son ciertas las vinculaci ones que se

suelen señalar entre el enriquecimiento de personaj es como el

presidente argentino Menem o el ex presidente de Mé xico Carlos

Salinas, de quien se ha afirmado que puede tener en cuentas

secretas, sólo parcialmente descubiertas, hasta mil millones de

dólares, y sus relaciones con los cárteles. En el c aso de

Pinochet contamos, como se verá, con las acusacione s del general

Contreras, lo que parece dar cierta verosimilitud a la historia.

Un caso que ilustra las complejidades de esta relac ión es el del

panameño Noriega, que pudo traficó mientras era úti l para los

fines políticos de Estados Unidos, pero fue captura do y

encarcelado cuando dejó de serlo.

Con el tiempo está claro que el dinero de la droga ha

llegado a todas partes: se aseguraba que era la bas e de la

financiación de “Sendero luminoso” y en Colombia se ha

relacionado con el narcotráfico tanto a las FARC co mo a los

paramilitares, cuyas conexiones con la familia del presidente

Page 16: fontana colombia

16

Uribe complican todavía más el panorama. En la luch a contra la

droga hay, sin embargo, mucho de ficción. Está clar o que el

tráfico proporciona dinero a quienes participan en su

producción, transporte y comercio, a quienes tolera n o protegen

estas actividades, pero también a los que participa n en las

complejas operaciones de lavado del dinero. Entre s us

beneficiarios principales están los bancos que reci clan el

dinero sin hacer demasiadas preguntas. Nadie espera , sin

embargo, que se sancione a las grandes institucione s financieras

norteamericanas que han gestionado y camuflado el d inero de la

droga.

Por otra parte, la lucha contra el tráfico permite encubrir

otras formas de intervención. El Plan Colombia, en el que los

Estados Unidos han invertido unos 5.000 millones de dólares

entre 1999 y 2007, no parece haber servido para dis minuir la

producción de droga, pero sí para hacer más eficaz la lucha

contra las FARC. Y es que, como reconocía The Econo mist a fines

de 2007, “aunque se haya pretendido venderlo como u n programa

contra la droga, el Plan Colombia es en realidad un ejercicio de

contrainsurgencia”.

Las dictaduras del cono sur: Brasil

A medida que la revolución cubana extendía el pánic o, no

sólo en los Estados Unidos, sino entre los grupos d ominantes de

los países de América Latina, se vio que los método s que se

habían aplicado en América Central y en el Caribe p odían no

bastar en los grandes países del sur, con partidos de izquierda

importantes y unos sindicatos poderosos. Países en que, como se

demostró en Chile, la izquierda podía incluso llega r al poder a

través de su victoria en unas elecciones democrátic as. Para

hacer frente a estas amenazas se necesitaban dictad uras

militares que contasen con un amplio apoyo de los E stados

Unidos, no sólo logístico, sino sobre todo económic o, con el fin

de que pudieran presentarse como alternativas de mo dernización.

La cosa comenzó en Brasil en 1964, donde el golpe m ilitar

se produjo inicialmente dentro de un marco aparente de

constitucionalismo y no entró en una escalada de vi olencia hasta

mucho más tarde. Mientras que en Argentina, Uruguay o Chile la

Page 17: fontana colombia

17

dictadura militar fue violenta desde el primer mome nto, ya que

su objetivo no era simplemente el de mantener el or den, como en

Brasil, sino el de destruir por completo a la izqui erda.

Brasil era en los años cincuenta un país que crecía

económicamente a tasas muy altas, aunque seguía hab iendo en él

una gran pobreza rural, que desde 1955 se expresarí a a través de

las “Ligas camponesas” de Francisco Juliao. La lleg ada de la

crisis económica condujo a una agitación obrera y c ampesina que

alarmó a los terratenientes, y que se extendió a lo s

suboficiales del ejército, lo que asustó a su vez a los

militares. Esto sucedía en un país con unos sindica tos fuertes

pero con una izquierda dividida e inactiva, empacha da de

retórica revolucionaria y de utopía.

El movimiento de los suboficiales de marina (con ap oyo de

los sindicatos y de los estudiantes), la fuerza cre ciente de la

agitación campesina, el auge de los sindicatos y el nacionalismo

antiimperialista parecían apuntar en la dirección d e una posible

confluencia revolucionaria que por fuerza había de asustar a la

derecha. ¿Qué impidió que cuajasen efectivamente es tas

posibilidades revolucionarias? Jacob Gorender dice: “La

hegemonía del liderazgo nacionalista burgués, la fa lta de unidad

en las diversas corrientes de la izquierda, la comp etencia entre

grupitos personalistas, las insuficiencias organiza tivas, los

desastrosos errores acumulados y las incontinencias retóricas:

todo esto en conjunto explica el fracaso de la izqu ierda. Hubo

la posibilidad de ganar, pero se perdió”.

El 31 de marzo de 1964 comenzó el movimiento milita r

contra el presidente Goulart en Minas Gerais, mient ras fracasaba

una huelga general convocada en apoyo del gobierno. Los

militares crearon el Mando central de la revolución , presidido

por Costa e Silva, un jefe militar de prestigio, y el general

Castelo Branco, convencido por su amigo Vernon Walt ers, que

dirigía la intervención norteamericana en Brasil co ntra “un

régimen básicamente hostil a Estados Unidos”, acept ó el cargo de

presidente.

La izquierda no supo dar respuesta al golpe de esta do de

loa militares. No sólo no le hizo frente –no hubo n inguna

resistencia- sino que pasó demasiado tiempo inmóvil ,

escondiéndose, al tiempo que llegaban los créditos

Page 18: fontana colombia

18

norteamericanos para ayudar a los militares a resol ver los

problemas económicos del país.

De momento el presidente Castelo Branco se limitab a a

introducir medidas puntuales que reforzaban su auto ridad,

conservando un cierto marco constitucional. Los mil itares

crearon un partido, Arena (Alianza renovadora nacio nal), y

escogieron candidatos para las próximas elecciones

presidenciales. Costa e Silva fue elegido en 1966 y en 1967 se

promulgó una nueva constitución que reforzaba los p oderes del

ejecutivo. Ahora la izquierda descubría que no habí a posibilidad

de evolución pacífica y optaba por la lucha armada. Son los años

en que se difunde el “foquismo” guevarista y en que se ponen de

moda los esquemas de revuelta guerrillera campesina .

La situación de protesta cristalizó en 1968, a part ir del

malestar estudiantil. La muerte de un estudiante de Río por la

policía militar provocó una gran manifestación en s u entierro y

un clima acentuado de protesta. Dos grandes huelgas obreras, y

en especial una en Sao Paulo en que los estudiantes colaboraron

con los trabajadores, provocaron una actuación enér gica del

gobierno. El punto final fue el discurso del diputa do Márcio

Moreira Alves, que incitaba a la población a no par ticipar en el

desfile militar del 7 de septiembre y sugería a las mujeres que

“se negaran a tener relaciones amorosas con oficial es que se

mantuvieran en silencio ante la represión”. Esto in dignó en los

cuarteles, que querían encarcelar al diputado, cosa que impedía

la constitución de 1967. Como el parlamento se negó a suprimirle

la inmunidad, el presidente Costa e Silva cerró el congreso el

13 de diciembre de 1968.

Costa e Silva sufrió un ataque que lo dejó paraliza do en

1969 y, en lugar de proclamar como sucesor al vicep residente,

fingiendo que seguía en vigor la constitución que e llos mismos

habían redactado, los militares crearon una Junta q ue asumió el

poder a fines de agosto de 1969 y que comenzó a eje rcer una

represión mucho más violenta.

El gobierno de los militares duraría en Brasil 21 a ños, de

1964 a 1985. Al principio se mostraron relativament e moderados.

Pero a medida que la izquierda comenzó a responder con la

guerrilla urbana, la represión se fue endureciendo y se extendió

de los trabajadores sindicados, que fueron su prime r objetivo, a

Page 19: fontana colombia

19

los estudiantes y a los miembros de la propia burgu esía. La

guerrilla urbana fue dominada fácilmente y la nueva oleada de

crecimiento económico, el “milagro brasilero” de 19 69 a 1973,

acabó de consolidar a los militares en el poder. De hecho, las

eliminaciones físicas y los desaparecidos no se pro dujeron

sistemáticamente hasta 1971, y fue sobre todo despu és de la toma

de posesión como presidente de la república, en mar zo de 1974,

del general Ernesto Geisel cuando la represión se h izo más

selectiva. En todo caso los militares fueron sensib les al

funcionamiento de las universidades y evitaron que el Brasil se

desangrase por una emigración calificada, como suce dería en

Chile y Argentina.

Los militares habían seguido un programa de substi tución de

importaciones y se embarcaron para ello en la contr atación de

préstamos en los mercados mundiales de capital, que el gobierno

Geysel mantuvo aún en 1974-1979. El aumento de los intereses de

la deuda después de 1980 llevó a su fin esta políti ca, lo cual

debilitó a los militares, que decidieron retirarse a sus

cuarteles, dejando paso a la “nueva república” en 1 985. Durante

una década las débiles presidencias de Sarney y de Fernando

Collor de Melo intentaron hacer frente a la situaci ón, con

medidas de liberalización impuestas como condición del Plan

Brady para reestructurar la deuda. No se pudo con e llo frenar la

inflación, que se había convertido ya en hiperinfla ción cuando

Collor fue obligado a dimitir, reemplazado por su v icepresidente

Itamar Franco, al descubrirse que estaba inmerso en una red de

corrupción (su asesor financiero, Farias, había bla nqueado miles

de millones de dólares procedentes del tráfico de d rogas).

Chile

El caso de Chile es aquél en que aparece con más c laridad

la responsabilidad directa norteamericana en el tri unfo de las

sangrientas dictaduras del cono sur. Lo cual es exp licable, dado

que la amenaza de que se instalase en el país un go bierno

izquierdista con afinidades ideológicas con Castro significaba

el fracaso total y definitivo de la política de atr acción que se

había intentado con el programa de Alianza para el progreso, que

había tenido en Chile y en Venezuela sus dos mayore s

Page 20: fontana colombia

20

beneficiarios, y los dos mejores ejemplos del tipo de desarrollo

económico en un marco de democracia formal que se p ropugnaba

para América Latina.

No sólo se trataba de las ayudas al desarrollo econ ómico,

sino que la CIA había apoyado desde 1962 a Eduardo Frei (que fue

presidente de la república de 1964 a 1970) y al Par tido

demócrata cristiano con fondos secretos. En la camp aña para

las elecciones de 1964 la CIA gastó 2’6 millones de dólares para

favorecer a Frei y otros tres millones de dólares e n propaganda

contraria a Allende, tratando de asustar a los vota ntes para

alejarlos del Frente de Acción Popular (FRAP). Frei conocía la

procedencia de la ayuda, pero procuró que se mantuv iese oculta,

porque cualquier relación que lo vinculase con ayud as

financieras gubernamentales o privadas de los Estad os Unidos

“sería fatal”.

Lo malo fue que la amenaza de Allende no quedó desc artada

para el futuro, hasta el punto que el 15 de septiem bre de 1970

Nixon dio la orden de que la CIA organizase un golp e militar, en

el caso de que no se pudiese evitar que Allende, al frente de la

coalición de la Unidad Popular, ganase las eleccion es chilenas

(ordenó “alentar un movimiento militar para proclam ar una nueva

elección”, como dice Kissinger). Las notas manuscri tas de las

instrucciones de Nixon que tomó Richard Helms, el j efe de la

CIA, se ha dicho que son “el primer documento escri to en que un

presidente norteamericano ordena el derrocamiento d e un gobierno

elegido democráticamente”. El proyecto FU/BELT reci bió una

primera formulación el 16 de septiembre en un memor ándum del

jefe de la División del Hemisferio Occidental de la CIA donde se

decía que “el presidente Nixon ha decidido que un r égimen

Allende en Chile no es aceptable para los Estados U nidos” y que

la agencia debía impedir que llegase al poder, o de rribarlo,

para lo cual se le asignaban originalmente diez mil lones de

dólares.

La CIA comenzó a moverse inmediatamente, envió nuev os

agentes a Chile, donde les pareció que no había en estos

momentos el clima adecuado para un golpe. Por ello creyeron

conveniente actuar contra la situación económica de l país para

crear malestar, y se avisó a los demócrata-cristian os que

“haremos todo lo que esté en nuestra mano para cond enar a Chile

Page 21: fontana colombia

21

y a los chilenos a la mayor de las privaciones y a la pobreza”.

Para ello buscaron la colaboración de las grandes e mpresas

norteamericanas establecidas en Chile, como las min eras Anaconda

y Kennecott, que habían de endurecer su postura ant e las huelgas

de los mineros, o como la ITT, que desde el primer momento

colaboró entusiásticamente con la CIA. Nixon recibí a en

Washington al embajador norteamericano en Santiago, diciéndole:

“Este hijo de puta de Allende. Vamos a aplastarlo”.

El 21 de septiembre de 1970 el embajador Korri avis aba

que, para impedir el acceso de Allende y sacar adel ante el golpe

que estaban fraguando con el general Viaux, “el gen eral

Schneider debería ser neutralizado, desplazándolo s i es

necesario”. El desplazamiento previsto era su secue stro, que la

propia CIA preparó: se le capturaría a la salida de una

recepción en la residencia del general Valenzuela, lo llevarían

en un avión a Argentina y se diría que su desaparic ión se debía

a que había sido secuestrado por los izquierdistas. Ello

permitiría iniciar la búsqueda de Schneider por tod o Chile,

”usando esta búsqueda como pretexto para intervenir en las

‘poblaciones’ (barrios) comunistas”. Los militares impulsarían

a los golpistas al poder, el presidente Frei abando naría Chile y

se crearía una junta militar que disolvería el parl amento. El

secuestro falló. Había que capturar a Schneider cua ndo saliese

de la reunión en su coche oficial; pero marchó en s u coche

personal y el equipo de secuestro se puso nervioso y le perdió.

Pocos días después, el 23 de octubre, le tendieron una emboscada

y lo asesinaron. Nixon envió un telegrama de condol encia al

presidente saliente, Frei, expresándole “su pesar p or este

repugnante acontecimiento”, que él mismo había orga nizado. Pero

las cosas no estaban saliendo como se había planead o y el 25 de

octubre el congreso chileno ratificó a Allende como presidente,

ante el furor del norteamericano.

Pocos días después de la proclamación, Nixon reunió al

Consejo de Seguridad Nacional para discutir la form a de derrocar

a Allende cuanto antes. Se comenzó bloqueando la ec onomía

chilena y se organizaron actividades encubiertas de

desestabilización, mientras se mantenían y aumentab an los

contactos con los militares.

Todo esto sucedía al tiempo que Nixon protagonizaba los

Page 22: fontana colombia

22

momentos culminantes del plan que iba a transformar la política

internacional con sus viajes a China, en febrero de 1972, y a la

Unión Soviética, en mayo de este mismo año. De regr eso en la

Casa Blanca, el 15 de junio de 1972, se entrevistó en Washington

con el presidente mexicano Luis Echeverría, quien, aunque en

público se presentase como un defensor de las causa s de

izquierda –había visitado a Allende en Chile y se d isponía a

viajar a Moscú y a Beijing- descubría en las conver saciones con

Nixon su verdadera faz de anticomunista duro, que d enunciaba

una conspiración roja que, según su visión paranoic a, abarcaba

desde Chile y Cuba hasta los grupos “chicanos” de C alifornia,

los activistas negros y los estudiantes de Berkeley . Pese a que

le había encantado encontrar en el mexicano un alma gemela,

Nixon no podía dejar de quejarse a Haldeman: “Despu és de haberte

ocupado en dos encuentros en la cumbre –uno en Beij ing y otro en

Moscú- de temas tan importantes, resulta muy difíci l ocuparse

incluso de una nación tan importante como México. L o cual,

francamente, se podría decir también de los británi cos, los

franceses, los italianos y los alemanes. ¿Entiende lo que quiero

decir? En estos momentos hay en el mundo unos paíse s que cuentan

y otros que no cuentan”.

Pese a lo cual, y en vista de que ni el acoso econó mico ni

las campañas de propaganda montadas por la CIA a tr avés de los

medios que financiaba, como el periódico El Mercuri o, habían

disminuido la popularidad de Allende, hubo que pens ar en hacer

algo más, con el fin de poner orden en el patio de atrás

latinoamericano. Cuando las elecciones para el cong reso de 1973

mostraron que Allende podía mantenerse en el poder, no quedó

otro camino abierto que el del golpe militar. En ju nio hubo un

primer intento, mal organizado, que fue fácilmente aplastado;

ninguno de los jefes importantes se había embarcado en él.

Mientras tanto, en agosto, la CIA recibía fondos pa ra pagar

huelgas y manifestaciones callejeras.

La preparación del golpe militar tenía como princip al

problema la persona del jefe del ejército, general Prats, a

quien también se pensó en secuestrar y asesinar, pe ro el fracaso

del secuestro de Schneider desaconsejaba la operaci ón. Una

campaña de desprestigio montada por El Mercurio y por la derecha

llevó a que dimitiera a fines de agosto, y dejó el camino

Page 23: fontana colombia

23

abierto. En Washington se sabía que representantes de las tres

armas habían acordado a comienzos de septiembre un plan para el

derrocamiento de Allende que tenía como fecha fijad a el día 10;

luego se cambió al 11. De paso los militares pregun taban a los

Estados Unidos si, en caso de fallar, les darían ap oyo. No hizo

falta. Como dijo el teniente coronel Ryan: “el golp e de estado

de Chile fue casi perfecto”.

Kissinger justificó la actuación de los Estados Uni dos en

una reunión secreta en la Casa Blanca, el 17 de sep tiembre,

diciendo: “Hemos de enfrentarnos en todo el mundo a amenazas a

las instituciones democráticas y necesitamos accion es

encubiertas para enfrentarnos a ellas”; Allende “Er a un enemigo

de los Estados Unidos y uno se pregunta ¿por qué no teníamos que

combatirlo?“. En sus memorias hizo así el epitafio del

presidente asesinado: “El mito de que Allende era u n demócrata

lo han fomentado aquellos que sólo condenan las vio laciones de

los derechos humanos por la derecha”.

El golpe se produjo el 11 de septiembre y Salvador Allende

encontró la muerte en el propio palacio de La Moned a. La versión

de los militares era que se había suicidado; otras versiones

sostienen que fue asesinado por los militares que i nvadieron el

palacio. De todos modos las transmisiones radiofóni cas

interceptadas el 11 de septiembre permiten comproba r cuáles eran

las intenciones de los sublevados, y el salvajismo personal de

Pinochet, con su cínica declaración: “Se mantiene e l

ofrecimiento de sacarlo [a Allende] del país... per o el avión se

cae, viejo, cuando vaya volando”. Rasgo de humor al que el

militar que recibía estas instrucciones respondió c on una

carcajada.

Las relaciones de los conspiradores con los Estados Unidos

se mantuvieron inicialmente por contactos personale s, porque,

dado el carácter sangriento de la represión que sig uió, los

norteamericanos pretendían parecer ajenos a unos cr ímenes de los

que estaban bien enterados: aunque la Junta cifraba en 244 las

muertes producidas por el golpe, la CIA calculaba e l 20 de

septiembre que podían haber sido unas 4.000 y cuatr o días más

tarde las estimaba entre 2.000 y 10.000.

Para asegurarse de que las autoridades provinciales del

norte “aceleraban” el curso de la represión, Pinoch et envió a

Page 24: fontana colombia

24

mediados de octubre al general Arellano Stark con c inco

oficiales, lo que se llamó la “caravana de la muert e”, a sacar

prisioneros de la cárceles para ejecutarlos brutalm ente –se les

disparaba de forma que muriesen lentamente-, y arro jar sus

cadáveres a fosas comunes: en tan sólo cuatro días la caravana

dejó tras de sí sesenta y ocho muertos.

El cálculo de las víctimas de la dictadura a lo lar go de

toda su gestión oscila entre 5.000 y 15.000 muertos . El juez

Garzón afirmaba en el auto de procesamiento de Pino chet que más

de 300.000 personas fueron privadas de libertad; má s de 100.000

personas expulsadas u obligadas a exiliarse, “las p ersonas

muertas y/o desaparecidas ascienden a casi 5.000 (. ..) Más de

50.000 personas son sometidas a tortura”.

No se trata tan sólo de la represión de los primero s

momentos, ligada al triunfo del golpe, sino que est a siguió,

llevada a cabo por la temida DINA (Dirección de Int eligencia

Nacional), dirigida por el coronel, después general , Manuel

Contreras, que se dedicó a matar sin escrúpulo algu no hasta que

cometió el desliz de asesinar a Orlando Letelier en Washington.

Con la DINA trabajaba el norteamericano Michael Ver non

Townley, casado con una chilena, que dirigía un pro yecto para

producir gas sarín, que se reservaba para operacion es militares,

pero que se quería también proporcionar a cubanos a nticastristas

para sus operaciones terroristas. Townley fue el en cargado de

llevar a la práctica la primera gran operación exte rior de la

DINA, el asesinato en Washington del general Orland o Letelier y

de su compañera de trabajo estadounidense, Ron Moff itt. Marchó

para ello a los Estados Unidos con una cantidad de gas sarín en

una botella de Chanel nº 5, pero acabó prefiriendo usar una

bomba. La explosión tuvo lugar el 21 de septiembre de 1976 a

catorce manzanas de la Casa Blanca, lo que irritó a los

norteamericanos.

El escándalo obligó a desplazar de su mando al gene ral

Contreras, que acabó en la cárcel y manifestó que había actuado

en todos los casos, el de Letelier incluido, por or den de

Pinochet. Le sucedió Odlanier (Reinaldo, al revés) Mena, y la

DINA se convirtió entonces en CNI (Central Nacional de

Informaciones). “Pero el CNI demostró ser cualitati vamente, sino

cuantitativamente, tan represivo como su predecesor ”. La

Page 25: fontana colombia

25

represión descendió entre 1978 y 1980, pero cuando las protestas

contra el régimen aumentaron, también lo hizo la vi olencia del

CNI, con actos como la decapitación de tres profes ores en marzo

de 1985.

El cinismo de Mena se puso en evidencia en sus entr evistas

con el periodista Rubén Adrián Valenzuela, en que n egaba que en

su tiempo hubiese desaparecidos, cuando una Comisi ón Nacional

de Reconciliación y verdad, la Comisión Rettig, sos tiene que en

la etapa de Mena hubo entre 160 y 200 desaparecidos más.

En 1978 la iglesia de Chile presentó el estudio de 613

casos perfectamente documentados de “desaparecidos” y poco

después hubo descubrimientos como el de “don Inoce nte, el

Viejo”, un minero jubilado que, buscando a su hijo desaparecido,

encontró un horno de cal en Lonquén con quince cadá veres de

hombres que al parecer fueron enterrados vivos. Ant e un grupo de

dirigentes cristianos Pinochet dijo en 1974 para ju stificarse:

“Ustedes son sacerdotes y tienen el lujo de ser mis ericordiosos.

Yo soy soldado y el presidente de toda la nación ch ilena. El

pueblo fue atacado por el bacilo del comunismo y ha y que

extirparlos a los marxistas y comunistas. Hay que t orturarlos,

porque de otra manera no cantan”.

El régimen no se civilizó nunca. La justicia estuvo

siempre sometida a la voluntad de los militares y s e dedicó a

legitimar sus atropellos. Un intento de protesta pú blica en

agosto de 1983 fue reprimido por el gobierno hacien do 26

muertos, “algunas [personas] cayeron en sus casas, baleadas a

través de los muros; otras fueron ultimadas desde a utos en

marcha; otras, alcanzadas por balas sin destino”.

Del perfecto entendimiento entre Kisisnger y Pinoch et puede

dar idea el diálogo que mantuvieron el 8 de junio d e 1976 en que

Pinochet sostenía que él era un continuador de la l ucha contra

el comunismo que se había iniciado en la guerra civ il española y

le explicaba que ya cuando la guerra de Vietnam hab ía expresado

su apoyo a los norteamericanos, a lo que Kissinger daba esta

contestación: “En Vietnam nos derrotamos nosotros m ismos por

nuestras divisiones internas. Hay una campaña mundi al de

propaganda por obra de los comunistas”.

Pero el mismo día en que tenía lugar esta conversac ión un

oficial de los servicios secretos de Chile que se h abía

Page 26: fontana colombia

26

refugiado en la embajada de Italia para escapar del país, se

entrevistó con corresponsales de la CBS y del Washi ngton Post y

les contó que, poco después del golpe, los chilenos habían

asesinado a un ciudadano norteamericano, Charles Ho rman (es el

caso que el cine difundió con la película “Missing” ), y que él

creía que mientras se le torturaba e interrogaba ha bía un agente

americano en la habitación: “Yo diría que fue la CI A la que

apretó el gatillo”. Pinochet sostenía, en cambio, q ue lo habían

matado izquierdistas disfrazados de militares.

A los norteamericanos empezó a preocuparles la cues tión

porque el congreso, “la comunidad académica, la pre nsa y la

familia Horman” les acusaban incluso de complicidad , y la verdad

era que el propio departamento de Estado temía que los servicios

secretos hubiesen colaborado en el asesinato. Cuand o la prensa

americana descubrió algunos aspectos de la conspira ción, el jefe

de la CIA, Helms, fue llamado a declarar ante el Co mité de

Relaciones Exteriores del Senado, donde declaró sol emnemente,

faltando descaradamente a la verdad, que la CIA no había hecho

nada en contra de Allende.

La dictadura se había instalado en 1973 como un gob ierno

colegiado de las tres armas, que inicialmente se pr esentaba,

como suelen hacer los golpistas militares, como un paréntesis

hasta el retorno de la legalidad constitucional. De spués

Pinochet desplazó a sus compañeros, se construyó un poder

personal y pretendió perpetuarse.

El régimen pretendió instalar una política económic a

ultraliberal, con medidas de tanta trascendencia co mo las

privatizaciones del sistema de pensiones, de la san idad o del

sistema eléctrico. Pero contra el tan difundido mit o del éxito

económico de esta política y del acierto de sus Chi cago-boys,

hay que recordar que el liberalismo pinochetista co ndujo a una

sucesión de quiebras, así como a la crisis de la es tructura

especulativa que se había montado en torno a la dic tadura, lo

que llevaría al desastre económico de 1982 y comien zos de 1983,

con fracasos como el de la “Corporación General Fin anciera”, una

de las muchas empresas que, con un capital mínimo, obtenían

créditos bancarios enormes, con los que especulaban . Se

descubrió entonces que la economía chilena estaba a gobiada por

Page 27: fontana colombia

27

el endeudamiento, que el desempleo era muy alto y q ue el salario

real de los trabajadores había disminuido en compar ación con el

de las épocas de Frei y de Allende. Pinochet optó p or deshacerse

de su equipo de asesores liberales y se vio obligad o a devaluar

la moneda, lo que agravó la situación de las empres as

endeudadas.

El dictador cayó en el error de aceptar en 1988 la

celebración de un plebiscito, el 5 de octubre, que perdió y que

le obligó a iniciar una transición hacia la democra cia,

estrechamente controlada y asegurándose la impunida d personal

con su cargo de senador vitalicio. No se trata sin embargo de

que cediera ante la expresión de la voluntad popula r, sino que

lo hizo como consecuencia de la falta de apoyo de l os propios

militares. Según el general Fernando Matthei, que, como

comandante en jefe de la fuerza aérea, era miembro de la junta

desde 1978, Pinochet les citó en el Palacio de la M oneda de

madrugada, antes de que se conociesen los resultado s del

plebiscito, y pretendió obligarles a firmar un docu mento que le

concedía plenos poderes de negociación, al tiempo q ue se

manifestaba dispuesto a sacar las tropas a la calle . Dos de los

convocados se negaron a firmar.

Los años siguientes se vieron marcados por el prog resivo

desmontaje de las leyes de impunidad con que Pinoch et había

tratado de protegerse de las responsabilidades de l a dictadura,

mientras eludía a los tribunales alegando que su sa lud mental no

permitía someterle a juicio, algo que quedaba desme ntido cada

vez que empezaba a justificar sus crímenes con perf ecta lucidez.

Mientras Contreras, el antiguo jefe de la DINA, dec laraba que

Pinochet conocía cuanto se estaba haciendo: “Pinoch et lo sabía

todo. Yo respondo por lo mío como subalterno, pero él debe

responder por lo que ordenó a los subalternos”. Las cosas se

complicaron, además, al descubrirse los 28 millones de dólares

que el dictador había ocultado en cuentas secretas en bancos

extranjeros. Una fortuna que, según Contreras, proc edía en buena

medida de la venta de la cocaína que se elaboraba, por cuenta de

Pinochet, en la planta del ejército en Talagante, y que su hijo,

Marco Antonio, y un socio se encargaban de sacar ha cia Europa y

Estados Unidos para embolsarse los ingresos. La mue rte de

Pinochet en 2006 evitó que fuera llevado ante los j ueces.

Page 28: fontana colombia

28

Argentina:

En los orígenes del caso argentino está la figura del

general Juan Domingo Perón, que había utilizado y m anipulado los

sindicatos en su beneficio, evitando que los trabaj adores se

organizasen al margen de la estructura vertical del “Partido

justicialista”, que se proponía integrar a los trab ajadores con

la “burguesía nacional” en un programa “nacional-po pular”.

Derrocado en 1955 por un golpe militar, la direcció n real del

peronismo en el interior quedó en manos de los sind icatos

durante los 16 “años de exclusión”. El régimen pero nista se

beneficiaba en el imaginario popular de haber coinc idido con

unos años de prosperidad y, sobre todo, de la image n benefactora

que había dejado su esposa, Evita, con su discurso populista y

la actuación benéfica de su Fundación. Surgió enton ces una

guerrilla urbana que idealizaba el peronismo como u n movimiento

revolucionario, la de los “montoneros”, que se auto proclamaban

“soldados de Perón”, hasta que el retorno de éste e n 1973 les

demostró que no era lo que habían creído.

Las elecciones de 1973 dieron la victoria al peroni smo, en

la persona de Hugo Cámpora, quien dejó paso a Perón , al que unas

nuevas elecciones le dieron el poder con el 60 por ciento de los

votos. Había regresado en compañía de su segunda es posa, una

antigua bailarina de cabaret que pretendía hacerse pasar por

otra Evita, y por su secretario, José López Rega, “ el brujo”, un

personaje siniestro, ex cabo de la policía y autor de un libro

que aseguraba haber escrito en colaboración con el arcángel San

Gabriel: un hombre que estuvo durante horas tratand o de

resucitar a Perón cuando murió (lo que explica que hubiese dos

anuncios públicos de la muerte de Perón, separados por unas

horas).

En esta nueva etapa Perón trató de purgar el partid o de

elementos izquierdistas, se enfrentó a las juventud es peronistas

y a los montoneros y permitió que en noviembre de 1 973 comenzase

a actuar la triple A (Alianza Anticomunista Argenti na), una

organización de mercenarios encargada de asesinar a miembros de

la izquierda con plena tolerancia policial, que no dudó en

secuestrar, torturar y matar incluso a miembros de la izquierda

Page 29: fontana colombia

29

moderada.

A la muerte de Perón, el primero de julio de 1974, le

sucedió su esposa María Estela (Isabel), cuyo gobie rno llevó al

país, gravemente afectado por la crisis del petróle o, al caos:

en 1976 la inflación era galopante y el orden públi co,

inexistente. “Cada cinco horas ocurría un asesinato político, y

cada tres estallaba una bomba”. El 24 de marzo de 1 976 un nuevo

golpe militar la derribó y nombró una Junta integra da por los

generales Videla y Agosti y el almirante Massera, c on Videla

como presidente. Este, ha escrito María Seoane, “ll egaba al

gobierno con un plan simple: la matanza de argentin os, algunos

armados y la gran mayoría desarmados, que se oponía n al

arrasamiento de una Argentina democrática e industr ial”. El

general Ibérico Saint-Jean, gobernador de Buenos Ai res,

declaraba después del golpe: “Primero mataremos a l os

subversivos; después a sus colaboradores; después.. .a sus

simpatizantes; después,...a los que permanezcan ind iferentes: y,

finalmente, a los tímidos”. Lo que se llamó “el pro ceso”,

asegura Patricia Marchak, “había sido planeado con mucha

anticipación: las cámaras de tortura estaban prepar adas; el

personal asignado para torturar había sido entrenad o para sus

efectuar sus tareas y estaba a punto para el trabaj o pocos

minutos después del golpe”.

Los presos políticos eran unos 18.000 a fines de 19 77; los

muertos por el terror militar se calculan entre 10. 000 y 20.000,

mientras los exiliados fueron incontables. Una comi sión

investigadora de la OEA que visitó Argentina en 197 9 acusó al

régimen de “terrorismo de estado”.

Sabemos hoy que los Estados Unidos recibieron inici almente

el golpe como “el más civilizado de la historia arg entina”, pero

que cuando las noticias que transmitía la embajada de Buenos

Aires comenzaron a revelar la magnitud de los críme nes que

cometían los militares –“Las cifras de los que fuer on detenidos

ilegalmente, escribía desde la embajada Maxwell Cha plin, llegan

a miles, y muchos han sido atormentados y asesinado s”-, optaron

por tolerarlos y expresar a sus autores su simpatía . Kissinger

le dijo en dos ocasiones –en Santiago de Chile en j unio de 1976

y en Nueva York en octubre del mismo año- al minist ro de

Exteriores de la Junta argentina, almirante César A ugusto

Page 30: fontana colombia

30

Guzzetti que deseaban que tuvieran éxito y que no l es causarían

“dificultades innecesarias”, a lo que añadió el con sejo que

solía dar a los dictadores amigos que le anunciaban su propósito

de realizar alguna salvajada: “cuanto más pronto se haga mejor”.

Al año siguiente, ya durante el mandato de Carter, la retórica

de defensa de los derechos humanos del nuevo presid ente no

significó cambio alguno en las relaciones de Washin gton con los

estados al sur de Panamá, de modo que los militares sacaron la

impresión de que aquello no iba en serio y que tení an carta

blanca para seguir torturando y matando.

Una característica especial del caso argentino es q ue, a

diferencia de lo ocurrido en Chile y en Brasil, don de las

autoridades eclesiásticas condenaron la represión y ayudaron a

los perseguidos cuando les fue posible, en Argentin a la Iglesia

colaboró con ellos sin ningún reparo. En el juicio celebrado

contra el padre Christian von Wernich, acusado de c olaboración

con policías torturadores, el padre Rubén Capitanio reconoció

que la Iglesia apoyó a la dictadura y la dejó tortu rar y matar

sin hacer nada por ayudar a las víctimas, en lo que , más que una

inacción culpable, puede considerarse como una cola boración.

Según afirmó el capitán de la Armada Adolfo Sciling o, sus

superiores le habían informado de “que el método de arrojar

personas vivas al mar había sido consultado con la jerarquía

eclesiástica, que lo aprobó por considerarlo ‘una f orma

cristiana’ de muerte”.

La comisión que estudiaba los “desaparecidos” publi có en

1984 una estimación que decía que los casos documen tados y

denunciados eran 8.960 (la adición de otros nuevos elevó la

cifra a 9.089, mientras en las cuentas de los propi os

represores, del Batallón de inteligencia 601, se el evaban a

22.000). Se trataba de gente “secuestrada” sin ning ún requisito

judicial por miembros de las fuerzas armadas, que e ran llevados

a 364 centros de detención clandestinos, donde eran sometidos a

tortura. “De algunos de los métodos empleados no se conocían

antecedentes en otras partes del mundo. Hay varias denuncias

acerca de niños y ancianos torturados junto a un fa miliar, para

que éste proporcionara la información requerida por sus

captores”. Muchos de los detenidos fueron eliminado s “con

ocultación de su identidad, habiéndose en muchos ca sos destruido

Page 31: fontana colombia

31

sus cuerpos para evitar su posterior identificación ”. Lo más

revelador de la naturaleza de estas desapariciones es que no

tenían nada que ver con el terrorismo. Los consejos de guerra

“normales” –esto es la justicia “pública”- sólo con denaron por

terrorismo y subversión a 350 personas. Pero es que , como dijo

el teniente general Jorge Rafael Videla, que asumió el mando

supremo, al frente de una junta de que formaban par te también el

almirante Massera y el comandante general de la Fue rza aérea

Orlando Agosti, no se podía fusilar públicamente a miles de

argentinos; lo mejor era hacerlos desaparecer en un a guerra

sucia.

La inmensa mayoría de estos “desaparecidos” eran ci viles,

hombres y mujeres de 20 a 30 años de edad, aunque h ubo también

unos 800 adolescentes de 11 a 20 años y unos 500 ni ños, algunos

de ellos nacidos de las presas embarazadas, que fue ron en su

mayor parte adoptados por los seguidores de la dict adura, en lo

que era una forma de hacer desaparecer hasta la des cendencia de

los condenados.

Los militares suprimieron los sindicatos, confiaron la

gestión de la economía a un neoliberal, Martínez de Hoz, y

alimentaron la pasión nacionalista popular con la c onquista en

la propia Buenos Aires del campeonato del mundo de fútbol de

1978, “planeado como una vastísima operación políti ca y

militar”. Pero la marcha de la economía no respondi ó a las

perspectivas de mejora que se esperaban, pese a que los costes

empresariales se encontraron con el beneficio de un os salarios

reales en descenso, como consecuencia de la polític a de Martínez

de Hoz y la anulación represiva de la resistencia o brera (la

participación de los asalariados en el PIB bajó del 50 al 29 por

ciento entre 1976 y 1981). Comenzaba la etapa de la especulación

financiera, con tipos de interés libres que alentab an las

operaciones a corto plazo de capitales del exterior que

aprovechaban los altos tipos de interés para obtene r grandes

beneficios y retirarse del país sin trabas, mientra s un peso

sobrevaluado y un mercado abierto a las importacion es exteriores

arruinaban a la industria local, incapaz de competi r, pese a la

ventaja de los bajos salarios, lo que acabó llevand o, a partir

de 1980, a una oleada de quiebras de empresas y ban cos privados

y una inflación que llegó al 100 por cien. Fueron é stos unos

Page 32: fontana colombia

32

“años de plomo” en que emigraron del país unos 200. 000

argentinos de las capas medias educadas (profesiona les,

profesores universitarios, etc.), lo que representa ba una grave

pérdida de capital humano.

Mientras tanto los mecanismos de la represión de la s

dictaduras del cono sur se extendían y cobraban una dimensión

internacional. Documentación encontrada en Paraguay en diciembre

de 1992 puso al descubierto la “Operación Cóndor”, una alianza

secreta de los gobiernos de Chile, Argentina, Urugu ay, Paraguay,

Brasil, Perú y Bolivia, creada en Santiago de Chile en una

reunión celebrada el 25 de noviembre de 1975, a inv itación de

Contreras, para coordinar a escala internacional la acción

secreta de sus respectivas fuerzas represivas en lo que

calificaban como una especie de Interpol “dedicado a la

subversión”. Como consecuencia de ello, centenares de exiliados

chilenos, bolivianos, paraguayos, brasileños y urug uayos fueron

interrogados, torturados y en muchos casos asesinad os en los

centros de detención de diversos países, muy especi almente en

Argentina, favor al que, por poner un ejemplo, los peruanos

respondieron secuestrando tres montoneros argentino s en Lima en

junio de 1980, para enviarlos a Argentina, donde, s egún

informaba un funcionario norteamericano desde Bueno s Aires,

“serán interrogados y, después, desaparecerán perma nentemente”.

Se propuso también la eliminación de políticos fuer a del ámbito

de los seis países participantes en el acuerdo (cua tro agentes

argentinos, enviados para asesinar a los dirigentes “montoneros”

refugiados en México, fueron descubiertos por los s ervicios

secretos mexicanos y expulsados del país) y se lleg ó incluso a

planear el asesinato de un congresista norteamerica no. Lo más

escandaloso fue descubrir en estos papeles que la c olaboración

policíaco-militar había proseguido en los años de l as

“democracias viables”, de las transiciones tutelada s por los

militares, sobre todo con el fin de proteger a los militares que

podías ser acusados de los crímenes cometidos en lo s años de

dictadura.

La junta que presidía Videla cedió el poder en 1981 a otra

dirigida por el general Viola, pero, ante el desast re de la

economía, el general Galtieri echó a Viola y trajo consigo un

nuevo gestor de la economía, que acabó de precipita rla en el

Page 33: fontana colombia

33

desastre. Viendo que comenzaban a producirse grande s

manifestaciones contra el gobierno, como reflejo de l malestar

existente, Galtieri optó por organizar una aventura militar que

podía hacer vibrar a los argentinos: la conquista d e las islas

Malvinas (Falkland para los ingleses), que se inici ó en abril de

1982, con la esperanza de que Gran Bretaña no iba a emprender

una operación bélica a tan gran distancia. Se equiv ocaba.

Margaret Thatcher, que contó con el apoyo tanto de Ronald Reagan

–quien en esta ocasión no hizo caso a su ideóloga o ficial, Jeane

Kirkpatrick, que defendía la teoría tradicional nor teamericana

de apoyar a “nuestro hijo de puta”-, como de Pinoch et, organizó

una ambiciosa operación naval que le permitió recon quistar las

islas a mediados de junio (en una victoria que iba a recordar a

los británicos épocas añejas de su pasado imperial y que

contribuyó a que la Thatcher obtuviese un amplio tr iunfo

electoral).

Para la Junta militar argentina, que había realizad o una

propaganda desmesurada en torno a los éxitos milita res de esta

empresa, como el hundimiento del destructor británi co

“Sheffield”, la derrota significó el descrédito fin al. Galtieri

hubo de dimitir y el último de los presidentes de l a junta,

Reynaldo Bignone, restableció los partidos y convoc ó elecciones.

Las primeras de esta nueva etapa democrática las ga nó el radical

Raúl Alfonsín en octubre de 1983, rompiendo con lar gos años de

dominación peronista. El intento de someter a la ju sticia a los

dirigentes de la dictadura militar fue frenado por una revuelta

de los oficiales en abril de 1987, que se saldó con leyes que

les garantizaban la impunidad 3. La continuidad del fracaso

económico llevó a Alfonsín al desastre, en medio de una tremenda

hiperinflación, y volvió a traer el peronismo al po der en la

persona de Menem.

3 Borges, desengañado ya de antiguas simpatías por los militares, escribió: “Es de curiosa observación que los milita res, que abolieron el Código Civil y prefirieron el secuestro, la tort ura y la ejecución clandestina al ejercicio público de la Ley, quieran acogerse ahora a los beneficios de esa antigualla y busquen buenos d efensores”.

Page 34: fontana colombia

34

Capítulo 11: La guerra fría en América Latina La fase inicial de la guerra fría Greg Grandin, The Last Colonial Massacre. Latin Ame rica in the Cold War, Chicago, University of Chicago Press, 2004; César Torres del Río, Diplomacia y guerra fría. América Latina, 1945-1948 , Bogotá, Fundación Nueva Época, 1992; Thomas C. Wright, Latin America in the Era of the Cuban Revolution , Westport, Prager, 2001; Clara Nieto, Los amos de la guerra y las guerras de los amos , Bogotá, Uniandes, 1999; Peter Wladmann y Fernando Reinares, Sociedades en guerra civil. Conflictos violentos de Europa y América Latina , Barcelona, Paidós, 1999; Andrés Oppenheimer, Ojos vendados. Estados Unidos y el neg ocio de la corrupción en América Latina , Buenos Aires, Sudamericana, 2001; John N. Plank, “The Caribbean: intervention, when and ho w”, en Foreign Affairs , 44 (1965-1966), pp. 37-48. Lesley Gill, The Schoo l of the Americas. Military Training and Political Violence in the Americas , Durham, Duke University Press, 2004; Tim Weiner, Le gacy of Ashes. The History of the CIA , Londres, Allen Lane, 2007, pp. 279-280. La cita final procede del libro de Hans Schmidt, Maverick G eneral , citado en Howard Zinn, History Matters. Conversations on Hist ory and Politics with David Barsamian , New York, Harper, 2006, pp. 9-10. Las guerras de América Central Charles D. Brockett, Political Movements and Violen ce in Central America , New York, Cambridge Unviersity Press, 2005; Las n oticias sobre el manual de asesinatos de la CIA en Kate Doy le and Peter Kornbluh, “CIA and assassinations: The Guatemala 19 54 documents”, en National Security Archive , electronic briefing book, nº 4; Kate Doyle, “The Guatemalan police archives”, en National Secur ity Atchive , 21 de noviembre de 2005 (sobre la actuación de Negroponte desde Honduras, Peter Kornbluh en National Security Archive , electronic briefing book nº 151, 12 de abril de 2005); Corey Robin, “Dedicat ed to democracy” en London review of books , 18 noviembre 2004, p. 3; Jorge Luján Muñoz, Breve historia contemporánea de Guatemala , México, Fondo de Cultura Económica, 1998; Oficina de Derechos Humanos del Ar zobispado de Guatemala, Guatemala: nunca más. Informe del Proyec to Interdiocesano Recuperación de la Memoria Histórica , Versión abreviada, San Sebastián, Tercera Prensa, 1998; Francisco Goldman, “Victory in Guatemala”, en New York Review of Books , 23 de mayo de 2002, pp. 77-83 (sobre el juicio de loas asesinos de Gerardi); Aryc h Neier, “The death of the good bishop”, en New York Review of Books , 22 de noviembre de 2007, pp. 30-32; “Guatemalan death squad dossier: i nternal military log reveals fate of 183 ‘disappeared’”, National Se curity Archive , electronic briefing book nº 15, 20 mayo 1999; Rache l Sieder, “Remembering and forgetting in Guatemala”, en Histo ry today , 55 (09) septiembre 2005, pp. 28-30. Elisabeth Burgos, Me ll amo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia , Barcelona, Argos-Vergara, 1983 (sobre el ataque de David Stoll a este libro, Hal C ohen, “The unmaking of Rigonerta Menchú”, en Lingua Franca , julio-agosto de 1999, pp. 48-55 y Ron Robin, Scandals and Scoundrels. Seven Case s that Shook the Academy, Berkeley, University of California Press, 2004, p p. 166-192)). Gareth Jenkins, “From Kennedy’s Cold War to the War on Terror”, History Today , 56 (6) junio 2006, pp. 39-41. La información sob re Honduras procede sobre todo de Leo Valladares Lanza y Susan C. Peacock, En busca de la verdad que se nos oculta. U n informe preliminar del Comisionado Nacional de los Derechos humanos sobre el proceso de desclasificación , sin más cambios que alguna corrección de estilo en las traducciones; he utilizado también un trabajo inédito de Elena Mur. Sobre El Salvador, El Salvador: entre el terror y la esperanza. Los sucesos de 1979 y su impacto en el d rama salvadoreño de los años siguientes , San Salvador, UCA editores, 1982; FDR y FMLN, El Salvador libre , s.l, s.e., c.1981.

Page 35: fontana colombia

35

Según Gordievski, un defector del KGB, los sandinis tas no tuvieron inicialmente ningún apoyo de Moscú, que esperaba qu e fuese el pequeño pero ortodoxo Partido Comunista de Nicaragua el que reemplazase a los sandinistas, que procedían de una tradición liberta ria. No fue hasta fines de 1981 que Castro pudo convencerles de que e ran auténticos revolucionarios. Christopher Andrew y Oleg Gordievs ky, KGB. La historia interior de sus operaciones desde Lenin a Gorbachov , Barcelona, Plaza&Janés, 1991, p. 693; Carl Jensen, 20 years of censored news , New York, Seven Stories Press, 1997, pp. 92-93; E nrique Yeves, La Contra, una guerra sucia , Barcelona, Ediciones B, 1990; Dennis Rodgersm “A symptom called Managua”, en New Left Review , nº 49 (2008), pp. 103-120. Stephen Kinzer, “Our man in Ho nduras”, New York Review of Books , 20 de septiembre de 2001 y 18 de octubre de 2001, pp. 68-69; John Quigley, The Ruses for War. American In terventionism since World War II , Prometehus Books, Amherst, 2007, pp. 197-213. Sob re la actuación de Negroponte en Honduras, véanse los doc umentos publicados en National Security Archive , electronic brieging book nº 151 (12 de abril de 2005). Los países andinos

Marco Palacios, Entre la legitimidad y la violencia . Colombia, 1875-1994 , Bogotá, Norma, 1995; Gonzalo Sánchez y Donny Meer tens, Bandoleros, gamonales y campesinos. El caso de la v iolencia en Colombia , Bogotá, El Áncora, 1992; Vladimir Carrillo y Tom Kucharz, Colombia: terrorismo de estado. Testimonios de la g uerra sucia contra los movimientos populares , Barcelona, Icaria, 2006; Guido Piccoli, El sistema del pájaro. Colombia, laboratorio de barbar ie , Tafalla, Txalaparta, 2004; César Torres del Río, Grandes agr esioens contra Colombia , Bogotá, Martínez Roca, 1994, pp. 218-235; Eduardo Pizarro, Las FARC, 1949-1966. De la autodefensa a la combina ción de todas las formas de lucha , Bogotá, Tercer Mundo, 1992/2; Arturo Alape, Manue l Marulanda, Tirofijo. Colombia: 40 años de lucha gue rrillera , Tafalla, Txalaparta, 2000; Víctor de Currea-Lugo, Poder y gu errillas en América Latina. Una mirada a la historia del guerrillero de a pie , Málaga, SEPHA, 2007; Mauricio Aranguren, Mi confesión. Carl os Castaño revela sus secretos , Bogotá, La Oveja Negra, 2001. Sobre la colaboraci ón entre el ejército colombiano y los paramilitares, M ichael Evans, “Paramilitaries as proxies”, publicado por National Security Archive en 16 de octubre de 2005. Sobre la “ley de tierras” de Hugo Chávez, Medófilo Medina y Margarita López Maya, Venezuela: confrontación social y polarización polñitica , Bogotá, Aurora, 2003, pp. 20-25. Robert Dallek, An Unfinished Life. John F. Kennedy, 1917-1963 , Boston, Little Brown, 2993, pp. 468-469; Lawrence Freedman, Kennedy’s Wars , New York, Oxford University Press, 2000, pp. 229-23 0. Sobre el fracaso de la política de Alianza para el progreso, Thomas C. Wright, Latin America in the Era of the Cuban revolution , 2001, pp. 65-71. Yvon Le Bot, Violence de la modernité en Amérique L atine. Indinaité, société et pouvoir , París, Karthal, 1994; Guillermo de la Peña, “Las movilizaciones rurales en América Latina desde c. 1 920”, en L. Bethell, ed., Historia de América Latina , 12, Barcelona, Crítica, 1997, pp. 193-280. Sobre la actuación de la CIA en Bolivia y en la captura y muerte de Guevara, John Prados, Safe for Democracy. The Secret Wars of the CIA , Chicago, Iban R. Dee, 2006, pp. 332-336; Jesús González Pazos, Bolivia. La construcción de un país indígena , Barcelona, Icaria, 2007; Ferran Gallego, Ejército, nacionalismo y reformismo en América Latina. La gestión de Germán Bush en Bolivia , Barcelona, PPU, 1992; Hugo Neira, Los Andes: tierra o muerte , Madrid, Zyx, 1968; Jeremy Adelman, “Andean impasses”, en Ne w Left Review , 18 (2002), pp. 41-72; Tamara Feinstein, ed., “Peru in ‘The eye of the storm’”, en National Security Archive , 22 de enero de 2002, “The Peruvian Townsend commission report and declassifie d U.S. documentation”, 26 de junio de 2002, y “The search for truth. The declassified record on human rights abuses in Peru” , en National Security Archive , 28 de agosto de 2003.

Page 36: fontana colombia

36

Sobre las guerras de la droga, una cuestión que afe cta con especial gravedad a Colombia, pero que tiene import ancia para todo el continente: Robin Kirk, Más terrible que la muerte. Masacres, drogas y la guerra de Estados Unidos en C olombia , Barcelona, Paidós, 2005; Darío Betancourt y Martha L.García, Matones y cuadrilleros , Bogotá, Tercer Mundo, 1991/2, y Marimberos y mafiosos , Bogotá, Tercer Mundo, 1994 (quiero dejar aquí mi testimonio de admiración por Darío Betancou rt, que aunque procuraba protegerse no dando nombres, como me había contado personalmente, acabó desapareciendo, como u na víctima más del narcotráfico); Alvaro Camacho, Andrés López Restrepo y F.E. Thoumi, Las drogas: una guerra fallida , Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1999; Patrick Clawson and R.W. Lee III, The Andean cocaine industry , Houndmills, Macmillan, 1996; Mylène Sauloy e Yves Le Bonniec, ¿A quién beneficia la coc aína? . Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1994; Peter Dale Sco tt, Cocaine politics. Drugs, armies, and the CIA in Central Ame rica , Berkeley, University of California Press, 1998; Ger mán Palacio Castañeda, Globalizaciones, estado y narcotráfico , Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1998; Paul Eddy, con Hugo Sabogal y Sara Walden, Las guerras de la cocaína , Barcelona, Ediciones B, 1989; Francisco Thoumi, Economía, pol ítica y narcotráfico , Bogotá, Tercer Mundo Ediciones, 1994; “Uribe amon g ‘Important Colombian narco-traffickers” in 1991”, e n National Security Archive , 2 de agosto de 2004; Michael Evans, “Documents implicate Colombian government in Chiquita terror s candal”, National Security Archive , Electronic Briefing Book nº 217 (marzo de 2007). Sobre Guatemala, “Drugs and the Gu atemalan military”, en National Security Archive , 18 de noviembre de 2005. Sobre los cárteles mexicanos, Alain Depirou e t Eduardo Mackenzie, Les cartel criminels. Cocaïne et héroïne : une industrie lourde en Amérique Latine , París, PUF, 2000, pp. 137-168. Sobre Salinas y Slim, Eduardo Porter, “Mexico ’s plutocracy thrives on robber-baron concessions”, en New York T imes , 27 de agosto de 2007. La cita de Rhe Economist corresponde al número de 27 de octubre de 2007, p. 61. Brasil Jacob Gorender, Combate nas trevas , Sao Paulo, Editora Atica, 1998/5ª, p. 73; Boris Fausto, História do Brasil , Sao Paulo, Edusp, 1998/6ª, pp. 478-485. Maria Celina d’Alâucio, Ary Dillon Soa res y Celso Castro, eds., Visôes do golpe. A memória militar sobre 1964 , Rio de Janeiro, Relume Dumaré, 1994, y Os anos do chumbo. A memóri a militar a repressâo , Rio de Janeiro, Relume Dumaré, 1994; Daniel Aarâo Reis, Marcelo Ridenti y Rodrigo Patto Sá Motta, eds., O g olpe e a ditadura militar 40 anos depois (1964-2004) , Baurú, Edusc, 2004. Marta Harnecker, Sin Tierra. Construyendo movimiento soci al , Madrid, Siglo XXI, 2002. Chile Sobre la intervención de la CIA en la vida política de Chile, Prados, Safe for Democracy , pp. 396-430, además de los documentos sobre la protección a Frei publicados en el volumen XXXI de Foreign Relations of the United States. Foreign Relations, 1964-1968 , comentados por “National Security Archive” el 25 de septiembre de 2004. Nathaniel Davis, Los dos últimos años de Salvador Allende , Barcelona, Plaza y

Page 37: fontana colombia

37

Janés, 1986; Alain Joxe, Le Chili sous Allende , París, Julliard, 1974. Sobre Pinochet se ha usado sobre todo el libro de P eter Kornbluh, Pinochet: los archivos secretos , Barcelona, Crítica, 2004, passim, completado con Kissinger, Memorias , pp. 466-474; Ascanio Cavallo, Manuel Salazar y Oscar Sepúlveda, La historia ocult a del régimen militar. Chile, 1973-1988 , Buenos Aires, Grijalbo, 1997/3); Alejandra Matus, El libro negro de la justicia chilena , Barcelona, Planeta, 2000, pp. 164-168; Carlos Huneeus, El régimen de Pi nochet , Santiago de Chile, Sudamericana, 2002/2; Mark Ensalaco, Chile b ajo Pinochet. La recuperación de la verdad , Madrid, Alianza Editorial, 2002; John Prados, Lost Crusader. The Secret Wars of CIA Direc tor William Colby , New York, Oxford University Press, 2003, pp. 252-25 3 y 291-293. Sobre la caravan de la muerte, Jorge Escalante, La misión era matar. El juicio a la caravana Pinochet-Arellano , Santiago de Chile, LOM Ediciones, 2000 y las declaraciones del general Joa quín Lagos en El País , 27 de enero de 2001, p. 2. Duane R. Clarridge, A Spy for All Seasons. My Life in the CIA , New York, Scribner, 1997, pp.193-194; Patricia Verdugo, Interferencia secreta , Santiago de Chile, Editorial Sudamericana Chilena, 1998, p. 112; Eduardo Martín de Pozuelo y Santiago Tarín, España acusa , Barcelona, Plaza y Janés, 1999, pp. 247, 250 y 351; Kate Doyle, “The Nixon tapes: Secret rec ording from the Nixon White House on Luis Echeverría and much much more”, Electronic Briefing Book del National Security Archive , 18 de agosto de 2003; Pablo Azócar, Pinochet. Epitafio para un tirano , Madrid, Editorial Popular, 1999; El caso de España contra las dictadu ras chilena y argentina. Los documentos de juez Garzón y la Audie ncia nacional , Barcelona, Planeta, 1998. Además de noticias de El periódico de Barcelona, de 20 de agosto de 2004, p. 9 y 29 de di ciembre de 1998, p. 12 y de Larry Rother, “Former aide says Pinochet an d son dealt in drugs”, en New York Times , 11 julio 2006. Argentina Richard Gillepsie, Soldados de Perón. Los montonero s, Buenos Aires, Grijalbo, 1998/2, pp. 272 y 303-304; Patricia March ak, God’s Assassins. State Terrorism in Argentina in the 1970 s, Montreal, McGill-Queen’s University Press, 1999; Andrew Graha m-Yooll, Memoria del miedo , Barcelona, Libros del Asteroide, 2006; Eduardo An guita y Martín Caparrós: La voluntad. Una historia de la mi litancia revolucionaria en la Argentina, 1966-1973 , Buenos Aires, Norma, 1998/4, y La voluntad, II. Una historia de la mili tancia revolucionaria en la Argentina, 1973-1976 , Buenos Aires, Norma, 1998. María Seoane, Argentina. El siglo del progreso y la oscuridad, 1900-2003 , Barcelona, Crítica, 2004; María Seoane y Vicente Muletero, El dictador. La historia secreta y pública de Jorge Ra fael Videla , Buenos Aires, Sudamericana, 2001; Comisión nacional sobre la desaparición de personas, Nunca más , Barcelona, Seix Barral/Eudeba, 1985; Eduardo Valera-Cid, ed., Juicio de residencia a Martínez de Hoz , Buenos Aires, El Cid, 1981; I. Dussel, S. Finocchio y S. Gojman, Haciendo memoria en el país de nunca más , Buenos Aires, Eudeba, 1997; Marcelo Larraquy y Roberto Caballero, Galimberti. Crónica negra de la historia reciente de Argentina , Madrid, Aguilar, 2002, sobre un personaje que hiz o la trayectoria completa de luchar con los montoneros a aliarse con sus torturadores. Comisión Nacional sobre la Desaparici ón de Personas, Nunca más , Buenos Aires, Eudeba, 1997/3; pp. 480-481. Hay to da una serie de documentos sobre las relaciones entre el g obierno norteamericano y la Junta argentina, que incluyen l as conversaciones de Kissinger con el almirante Guzzetti, en National Security Archive (28 de marzo de 2003, 4 de diciembre de 2003, 27 de agosto de 2004, 23 de marzo de 2006, etc.; por ejemplo, Carlos Osorio, “State Department opens files on Argentina’s dirty war”, electronic b riefing book nº 73). Sobre la colaboración de la Iglesia con los mi litares, Horacio Verbitsky, Doble juego. La Argentina católica y mil itar , Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2006. Sobre la brutal repre sión de la guerrilla en Tucumán, Pablo Pozzi, “Por las sendas argentinas...” El

Page 38: fontana colombia

38

PRT-ERP. La guerrila marxista , Buenos Aires, Eudeba, 2001. Sobre la “Operación Cóndor”, Samuel Blixen, Operación Cóndor , Barcelona, Virus, 1998; John Dinges, The Condor years , New York, The New Press, 2004; Stella Calloni, Los años del lobo. Operación Cóndor , Buenos Aires, Ediciones Continente, 1999; Francisco Martorell, Op eración Cóndor. El vuelo de la muerte , Santiago de Chile, LOM Ediciones, 1999; Frank Gaudichaud, Operación Cóndor. Notas sobre el terror ismo de estado en el Cono Sur , Madrid, SEPHA, 2005. Y, sobre todo, la documentac ión puesta en la red por National Security Archive el 2 1 de diciembre de 2007, que incluye el catálogo en línea de 60.000 do cumentos del “archivo del terror”. Datos sobre la participación de perú en Hugo Blanco, “¡Sí! El Perú fue parte del criminal ‘Plan Cóndor”, en Sin permiso , 6 de enero de 2008. Además, “Southern cone rendit ion pogram: Peru’d participation”, en National Security Archive , 22 de febrero de 2008 y Alexei Barrionuevo, “Italy follows trail of secret South American abductions”, en New York Times , 22 de febrero de 2008. “1978: Operación clandestina de la inteligencia militar ar gentina en México”, National Security Archive , 20 de enero de 2008.