Flavio Josefo- La Guerra de Los Judios

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    PROLOGO

    Son importantsimas las obras de Flavio Josefo para la buena comprensin de los documentos delNuevo Testamento. Puede decirse que sin el libro Antigedades de los Judos --y todava ms, sin laobra que tenemos el placer de poner en manos de nuestros apreciados lectores: LAS GUERRAS DELOS JUDIOS- sera imposible representarnos el periodo greco-romano de la historia de Israel.

    La autobiografa de Josefo, que aparece en el tomo I, ha sido tachada de excesivamente favorablea su propio autor, y por cierto que lo es; pero creemos que con mucha razn. El mismo relata suprocedencia de una familia de alta jerarqua sacerdotal. Naci en el ao 37 6 38 de nuestra Era (o sea,en los mismos inicios del Cristianismo, para tener una referencia comparativa con nuestrosdocumentos cristianos) y en el primer ao del reinado de Caligula (para establecer una relacin con lahistoria romana). Realiz estudios brillantes --de lo que tambin se lisonjea--, de suerte que a los 14aos ya era consultado acerca de algunas interpretaciones de la ley. Conoci las sectas principales en

    que se dividan entonces los Mos, y nos dice que estuvo tres aos en el desierto bajo la direccin deun ermitao llamado Banos, probablemente esenio o relacionado con la secta de los esenios, aunqueel mismo Josefo no lo dice. Cuando crey estar suficientemente instruido, dej su retiro y se adhirial farisesmo. Por este tiempo los judos se dividan en tres sectas princpiales: los saduceos, losfariseos y los esenios. Representaban la derecha, la izquierda y la extrema izquierda del legalismojudo.

    Los saduceos se reclutaban entre la nobleza, los sacerdotes y los que hoy llamaramosintelectuales; eran secuaces del helenismo y no crean en una misin especial de carcter sagrado porparte de los Mos como consecuencia del llamamiento de Abraham. No admitan ni la fe en laresurreccin de los muertos ni la angeologa de los fariseos, y no tenan simpata alguna por elMesianismo. Los encontramos con frecuencia unidos con los sacerdotes y escribas como enemigos

    confederados de Jesucristo, ya que, aunque parezca incongruente, algunos de los sacerdotespertenecan a esta secta escptica.iEran los polticos realistas, a quienes pareca utpica la idea deuna dominacin Ma del mundo. Formaban una minora muy pequea, pero grandemente influyenteen los das de Cristo.

    Los fariseos, en cambio, pertenecan a la clase media del pueblo, y formaban un partido legalistaestrictamente judo. Sostenan que los Mos deban ser un pueblo santo, dedicado a Dios. Su reino erael Reino de Dios. Se destacaban mucho en la sinagoga, donde el pueblo reciba instruccin de los mscultos entre ellos, y eran muy admirados por tal razn por el pueblo; pero Jess descubre entre ellosmucha hipocresa. Sauto de Tarso era uno de los pocos fariseos sinceros, y fue escogido por el Seor.

    En cuanto a los esenios, sabemos que formaban una pequea minora religiosa que vivan encomunidades, de un modo muy parecido a los frailes de nuestros; pero su ideal era tanto poltico

    como religioso. Procuraban poner en prctica un humanitarismo muy estricto, un verdadero reino deDios sin ninguna restriccin de Estado, sin leyes civiles ni religiosas, pero de absoluta obediencia alsuperior, llamado el Maestro de Justicia.

    Los esenios se consideraban como el pueblo escatolgico de Dios, pues crean que sucumplimiento de la ley traera la intervencin divina en forma de una guerra quera fin a todos losgobiernos de la Tierra; por tanto, para la admisin en la secta se requera un noviciado de dos o tresaltos, la renuncia a la propiedad privada y, en muchos casos, al matrimonio. Una vez aceptado elnuevo miembro, trabajaba en agricultura y artes manuales, pero sobre todo se dedicaba al estudio delas Escrituras. Tenan asambleas comunitarias y practicaban abluciones diarias y exmenes deconciencia.

    El descubrimiento de las cuevas de Qumram nos ha proporcionado en estos ltimos altos muchos

    datos acerca de la vida de esta comunidad juda y su partido dentro del pueblo de Israel, ms que

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    aquello que tenemos de los fariseos y saduceos, aunque stos haban sido, hasta hoy, ms conocidospor las abundantes referencias que de ellos tenemos en el Nuevo Testamento.

    Tal era, poco ms o menos, el cuadro social, poltico y religioso de Israel en tiempos de Josefo -yasimismo en tiempos de Jesucristo y sus apstoles-, y ello es lo que hace fascinantes los -relatos deJosefo, por sus coincidencias con el Nuevo Testamento, que acreditan la veracidad histrica de los

    libros sagrados.En el ao 64, Josefo fue encargado de ir a Roma con la misin de solicitar la libertad de dos

    fariseos detenidos por la autoridad romana. All fue presentado a Popea, a la que hall bien dispuestaen favor del pueblo Mo, como resultado de los informes que habla recibido de un comediante judollamado Alitiros. Gracias a Popea, Josefo obtuvo xito en su demanda: sus compatriotas fariseosfueron puestos en libertad y, por aadidura, recibi de la emperatriz algunos regalos.

    Se cree que de esa estancia en Roma provino su sentimiento, si no de lealtad inmediata hacia losromanos, por lo menos la conviccin de que el poder romano era invencible, y desafiarlo constituauna locura de los judos. Cuando, poco despus de regresar a Judea, estall la revuelta del ao 66 sepuso a su servicio, pero con una confianza ya desfallecida por anticipado.

    A pesar de su conviccin pro-romana que le presentaba la empresa como una alucinacin de lospatriotas judos, no rehuy su concurso a la lucha. Encargado -seguramente par Josu-ben-Gamala-de defender Galilea, acaso no puso mucho ardor en esa tarea. El lector encontrar en estas pginascmo fue sitiado por Vespasiano en la fortaleza de Jotapata y las tretas con que se defendi. Larendicin fue en condiciones poco gloriosas, reputada ms bien como vergonzosa por los patriotasjudos, y la acogida que encontr inmediatamente ante el vencedor nos hace comprender cul era suestado de nimo y la influencia que haba recibido de su estancia en Roma.

    Desde el campo de los romanos pudo enterarse con muchos detalles del sitio de Jerusaln, y desdel inst en vano a los Mos a apresurar su capitulacin, pues tema para sus compatriotas lasconsecuencias de su terquedad.

    Despus de la toma y saqueo de la ciudad santa, crey sensato escapar a la probable venganza de

    algunos patriotas exaltados que criticaban su conducta, y sigui a Tito a Roma. All le fue concedidala ciudadana romana y tom el nombre de Flavio (Flavius), como convena al judo importante quefrecuentaba el trato de Vespasiano y de Tito.

    Como quiera que se trata de un hambre que saba manejar bien la pluma, tanto cuando escriba enarameo como en griego, los eruditos lamentan que no d ms detalles de las fuentes que utiliz parasu trabajo; pero el ser testigo de vista dice mucho en su favor, ya que habla de su experiencia, aunquees de notar que ms que historiador es un apologista que acumula deliberadamente hechos de suespecial inters.

    Josefo fue un hombre de accin, guerrero, estadista y diplomtico. Por fuerza haba de teir concolores personales los hechos que -refiere, de los cuales no ha sido solamente un espectador, sino unactor apasionado.

    Josefo repite sus protestas de que ha escrito slo para quienes aman la verdad. y no para los quese deleitan con relatos ficticios. Advierte que no ha de admirarse tanto la belleza de su estilo como lasujecin a la verdad; pero el hecho real es que no es un escritor desmaado. Al contrario, emplea conbastante xito los recursos del arte literario. Y los discursos que pone en boca de algunos de suspersonajes son bellos y bien probables, si no literalmente exactos.

    Por ello, todos los historiadores a travs de veinte siglos, a pesar de las crticas de que han sidoobjeto su libros, han tenido que recurrir a ellos como una valiosa fuente de informacin.

    Sobre todo para los cristianos ' las obras de Josefo son de un indudable e inapreciable valorhistrico para cotejarlas con los relatos inspirados que tenemos en el Nuevo y aun en el AntiguoTestamento.

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    PROLOGO

    D E

    FLAVIO JOSEFO

    A LOS SIETE LIBROS DE LAS GUERRAS DE LOSJUDOS

    Porque la guerra que los romanos hicieron con los judos es la mayor de cuantas muestra edad ynuestros tiempos vieron, y mayor que cuantas hemos jams odo de ciudades contra ciudades y degentes contra gentes, hay algunos que la escriben, no por haberse en ella hallado, recogiendo y

    juntando cosas vanas e indecentes a las orejas de los que las oyen, a manera de oradores: y los que enella se hallaron, cuentan cosas falsas, o por ser muy adictos a los romanos, o por aborrecer en granmanera a los judos, atribuyndoles a las veces en sus escritos vituperio, y otras londolos ylevantndolos; pero no se halla m ellos jams la verdad que la historia requiere; por tanto, yo, Josefo,hijo de Matatas, hebreo, de linaje sacerdote de Jerusaln, pues al principio pele con los romanos, ydespus, siendo a ello por necesidad forzado, -me hall en todo cuanto pas, he determinado ahora dehacer saber en lengua griega a todos cuantos reconocen el imperio romano, lo mismo que antes habaescrito a los brbaros en lengua de mi patria: Porque cuando, como dije, se movi esta gravsimaguerra, estaba con guerras civiles y domsticas muy revuelta la repblica romana.

    Los judos, esforzados en la edad, pero faltos de juicio, viendo que florecan, no menos enriquezas que en fuerzas grandes, supironse servir tan mal el tiempo, que se levantaron con

    esperanza de poseer el Oriente, no menos que los romanos con miedo de perderlo, en gran manera seamedrentaron. Pensaron los judos que se haban de rebelar con ellos contra los romanos todos losdems que de la otra parte del Eufrates estaban. Molestaban a los romanos los galos que les sonvecinos: no reposaban los germanos: estaba el universo lleno de discordias despus JA imperio deNern; haba muchos que con la ocasin de los tiempos y revueltas tan grandes, pretendan alzarsecon el imperio; y los ejrcitos todos, por tener esperanza de mayor ganancia, deseaban revolverlotodo.

    Por cosa pues, indigna, tuvo que dejar de contar la verdad de lo que en cosas tan grandes pasa, yhacer saber a los partos, a los de Babilonia, a los ms apartados rabes y a los de mi nacin que vivende la otra parte del Eufrates, y a los adiabenos, por diligencia ma, que tal y cual haya sido elprincipio de tan gran guerra, y cuntas muertes, y qu estrago de gente pas en ella, y qu fin tuvo;pues los griegos y muchos de los romanos, aquellos ti lo menos que no siguieron la guerra, engaadoscon mentiras y con cosas fingidas con lisonja, no lo entienden ni lo alcanzan, y osan escribir historias;las cuales, segn mi parecer, adems que no contienen cosa alguna de lo que verdaderamente pas,pecan tambin en que Pierden el hilo de la historia, y se pasan a contar otras cosas; Porque queriendolevantar demasiado a los romanos, desprecian en gran manera a los judos y todas sus cosas. Noentiendo, Pues, yo ciertamente cmo pueden parecer grandes los que han acabado cosas de poco. Nose avergenzan DEL largo tiempo que en la guerra gastaron, mi de la muchedumbre de romanos queen estas guerras largo tiempo con gran trabajo fueron detenidos, mi de la grandeza de los capitanes,cuya gloria, en verdad, es menoscabada, si habiendo trabajado y sufrido mucho por ganar a Jerusaln,se les quita porte o algo del loor que, por haber tan Prsperamente acabado cosas tan importantes,merecen.

    No he determinado levantar con alabanzas a os mos, por contradecir a los que dan tanto loor y

    levantan tanto a los romanos: antes quiero contar los hechos de los amos y de los otros, sin mentira ysin lisonja, conformando las palabras con los hechos, perdonando al dolor y aficin en llorar y

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    Prosperidad y potencia de ellos, con la ayuda y socorro de Sosio. Cmo tambin, despus de muertoHerodes, naci la discordia entre ellos y el pueblo, siendo emperador Augusto, y gobernando las pro-vincias y tierras de Judea Quintilio Varn; qu guerra se levant a los doce aos del imperio deNern, de cuntas cosas y daos fue causa Cestio, cuntas cosas ganaron los judos luego en elprincipio, de qu manera fortalecieron su gente -natural, y cmo Nern, Por causa del dao recibidopor Cestio, temiendo mucho al estado del universo, hizo capitn general a Vespasiano, y ste despusentr por Judea con el hijo mayor que tena, y con cun grande ejrcito de gente romana, cuan granporte de la gente que de socorro tena fue muerta por todo Galilea, y cmo tom de ella algunasciudades Por fuerza y otras por habrsele entregado.

    Contar tambin brevemente la disciplina y usanza de los romanos en las cosas de la guerra; elcuidado que de sus cosas tienen; la largura y espacio de las dos Galileas, y su naturaleza; los fines ytrminos de Judea. Dir particularmente la calidad de esta tierra, las lagunas, las fuentes; los malesque lo ciudades que por fuerza tomaron, Padecieron, y en contarlo no pasar de lo que a la verdadfielmente he visto y aun padecido; no callar mis miserias y desdichas, pues las cuento a quien lassabe y las vio.

    Despus, estando ya el estado de los judos muy quebranto, cmo Nern muri, y cmo

    Vespasiano, habiendo tomado su camino hacia Jerusaln, fue detenido por causa del imperio; lasseales que lo fueron mostrados por declaracin de su imperio; las mutaciones y revueltos que huboen Roma, y cmo fue declarado emperador, contra su voluntad, por toda lo gente de guerra, y cmopartiendo despus para Egipto, por reformar las cosas del emperio, fue perturbado el estado y todaslas cosas de los judos por revueltas y sediciones domsticas; de qu manera fueron sujetados atiranos, y cmo stos despus los movieron a discordias y sediciones muy grandes. Volviendo Titodespus de Egipto, vino dos veces contra Judea, y entr las tierras; de qu manera junt su ejrcito, yen qu lugar; cuntas veces fue la ciudad afligida, estando l Presente, con internas sediciones; losmontes o caballeros que contra la ciudad levant. Dir tambin la grandeza y cerco de los muros; lamunicin y fortaleza de la ciudad; la disposicin y orden del templo; el espacio del altar y su medida;contar algunas costumbres de la fiestas, y las siete lustraciones y oficios del sacerdote.

    Hablar de las vestiduras del Pontfice, y de qu manera eran las cosas santas del templo tambinlo contar, sin collar de todo algo, y sin aadir palabra en todo cuanto haba.

    Declarar despus la crueldad de los tiranos que en Judea se levantaron con sus mismos naturales;la humanidad y clemencia de los romanos con la gente extranjera; cuntas veces Tito, deseandoguardar la ciudad y conservar el templo, compeli a los revolvedores a buscar y pedir la paz y la con-cordia.

    Dar particular razn y cuenta de las llagas y desdichas de todo el pueblo, y cuntos malessufrieron, unas veces por guerra, otras por sediciones y revueltos, otras por hambre, y cmo a lapostre fueron presas. No dejar de contar las muertes de los que huan, m el castigo y suplicio quelos cautivos recibieron; menos cmo fue quemado, contra la voluntad de Csar, todo el templo;cunto tesoro y cun grandes riquezas con el fuego perecieron, m la general matanza y destruccinde la principal ciudad, en la cual todo el estado de Judea cargaba.

    Contar las seales y portentos maravillosos que antes de acontecer casos tan horrendos semostraron; cmo fueron cautivados y presos los tiranos, y quines fueron los que vinieron enservidumbre, y cun gran muchedumbre; qu fortuna hubieron finalmente todos. Cmo los romanosprosiguieron su victoria, y derribaron de raz todos los fuertes y defensas de los judos, y cmoganando Tito todas estas tierras, las redujo a su mandato, y su vuelta despus a Italia, y luego sutriunfo.

    Todo esto que he dicho, lo be escrito en siete libros, ms por causa de los que desean saber laverdad, que por los que con ello se huelgan, trabajando que no pueda ser vituperado por los que sabencmo pasaron tales cosas, ni por los que en ella se hallaron. Dar Principio a mi historia cm el mismoorden que sumariamente lo he contado.

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    VIDA

    DE

    FLAVIO JOSEFO

    No soy yo de bajo linaje, sino vengo por lnea antigua de sacerdotes: y, ciertamente, tener derechode sacerdote y parentesco con ellos es testimonio entre nosotros de ilustre linaje, as como entre otrosson otras las causas que hay para juzgar de la nobleza; y yo, no solamente traigo mi origen de linajede sacerdotes, sino de la principal familia de aquellas veinticuatro, entre las cuales hay no pequeadiferencia: y tambin por la parte de mi madre soy de casta real, porque la casa de los Asamoneos, dedonde ella desciende, tuvo mucho tiempo el reino y sacerdocio de nuestra nacin. Ahora contarsucesivamente el orden de mi genealoga.

    Mi cuarto abuelo fue Simn, por sobrenombre Psello, en tiempo que Hircano, el primero de estenombre, hijo del pontfice Simn, tuvo el sumo sacerdocio. Este Simn Psello tuvo nueve hijos, yuno de ellos fue mi tatarabuelo, Matas de Aphlie por sobrenombre: ste hubo de una hija del sumopontfice Jonaths a Matta Curto, mi bisabuelo, el primer ao del pontificado del prncipe Hircano:este Matta Curto engendr a Josefo, mi abuelo, a los nueve aos del reino de Alejandro, el cualengendr a Matatas a los diez aos que Archelao, reinaba. Este Matatas me engendr a m el primerao del imperio de Cayo Csar; y yo tengo tres hijos, de los cuales el mayor, que se llama Hircano,naci el cuarto ao del emperador Vespasiano; luego al sptimo ao me naci otro llamado justo, y alnoveno ao otro, que se dice Agripa.

    He trasladado aqu, sin hacer caso de las calumnias de gente desvergonzada, esta sucesin de mi

    linaje, como est sentada en los padrones pblicos que hay de los linajes.Mi padre, pues, Matatas, fue hombre tenido en mucho, no slo por su nobleza, pero mucho ms

    por su virtud, por cuya causa fue conocido en toda Jerusaln cuan grande es. Yo, desde mi niez, conun hermano mo de padre y madre, llamado Matatas, anduve al estudio, y aprovech notablemente, ydi muestra de aventajarme tanto en entendimiento y memoria, que cuando haba catorce aos, yatena fama de letrado, y tomaban consejo conmigo los pontfices y principales del pueblo sobre elsentido ms entraable de la ley. Despus, ya que entr en los diecisis aos de mi edad, determinver a qu saban las sectas que haba entre nosotros, que, como hemos dicho, eran tres: de fariseos, de

    saduceos y de esonios;porque pensaba elegira despus con mayor facilidad alguna de ellas, si todaslas supiese. As que camin por todas tres con mal comer, peor vestir y con grande trabajo, y nocontento an con esta experiencia, como o decir de un hombre llamado Bano, que viva en el

    desierto, vistindose del aparejo que hallaba en los rboles y sustentndose de cosas que de suyoproduce la tierra, y bandose, por conservar la castidad, muy a menudo de noche y de da en aguafra, comenc a imitar la forma de vivir de ste, y gast tres aos en su compaa, y despus de haberalcanzado lo que deseaba, volvime a la ciudad. Ya tena diecinueve aos cuando comenc a vivir enla ciudad, y apliqume a guardar los estatutos de los fariseos, que son los que ms de cerca se llegan ala secta de los estoicos entre los griegos.

    Cuando cumpl veintisis aos sucedi que hube de ir a Roma por la causa que dir: en tiempoque Flix era procurador de Judea, envi a Roma presos, por culpa harto liviana, a unos sacerdotes,mis amigos, hombres de bien y honestos, para que all tratasen su causa delante del Csar: yo, porlibrarles en alguna manera del peligro, principalmente porque entend que no hablan dejado de tenercuidado en lo que tocaba a la religin, aunque puestos en trabajo, y que sustentaban su vida con unas

    nueces y unos higos, vine a Roma, pasando hartos peligros en la mar, porque la nao en que bamos seaneg en medio del mar Adritico, y anduvimos nadando toda la noche seiscientos hombres, y a lamaana Dios nos favoreci, y vimos un navo del puerto de Cirene, que recogi casi a ochenta de

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    nosotros, los que nadando tuvimos mejor dicha. De esta manera escap, y llegu a Dicearchiaii oPuteolos, como los italianos ms quieren llamarlo, y tom conversacin con un representante decomedias, llamado Alituro, que era judo de linaje, y Nern le quera bien.

    Por medio de ste, luego que fui conocido de Popea, mujer del emperador, alcanc, por respetosuyo, que fuesen dados por libres los sacerdotes y otras grandes mercedes que ella me hizo, y as

    torn a mi tierra.All hall que crecan ya los deseos de las novedades, y que muchos tenan ojo a rebelarse contra

    el pueblo romano, y yo procuraba reducir a los alborotadores a que considerasen mejor lo que hacan,ponindoles delante la gente con quien haban de tener guerra, es a saber, los romanos, con los cualesno igualaban ni en saber tratar las cosas de la guerra, ni en la buena dicha, y amonestbales que nopusiesen por su desvaro e imprudencia en peligro a su tierra, a s mismos y a los suyos: de estamanera los apartaba cuanto poda de aquel propsito, teniendo consideracin al fin desventurado dela guerra, y con todo, ninguna cosa aprovech, tanta era entonces la locura de aquellos desesperados.

    Temiendo, pues, caer en odio y sospecha que de m tenan, como favorecedor de los enemigos,repitindoles de continuo unas mismas razones, o que por esta causa me prenderan o mataran,metme en el templo de ms adentro, ya que el castillo Antonia era tomado. Despus, luego que fue

    muerto Manahemo y los principales del bando de los ladrones, tom a salir del templo, y trataba conlos pontfices y con la gente principal de los fariseos, que estaban con harto miedo; porque veamoshaberse puesto en armas el pueblo, y nosotros no sabamos qu hacernos. Y como no pudisemosrefrenar a los movedores del alboroto, fingamos por una parte, por cuanto el negocio no careca depeligro, que nos pareca bien su determinacin; por otra les dbamos por aviso, que se detuviesen ydejasen ir al enemigo, porque esperbamos vendra en breve Gessio con buen ejrcito y pacificaraaquellas alteraciones.

    Vuelto Gessio, muri con muchos de los suyos en la pelea que entre ellos hubo, la muerte de loscuales fue causa de toda la desventura de nuestra nacin, porque luego les creci el nimo a losautores de la guerra, esperando que sin duda venceran a los romanos: en el cual tiempo sucedi otracosa. Los de las ciudades comarcanas de la Siria prendieron a los judos que moraban dentro de unas

    mismas murallas con ellos, y degollronlos a todos con sus mujeres e hijos, sin haber cometido delitoalguno por que lo mereciesen; porque ni les habla pasado por el pensamiento levantarse contra losromanos, ni contra ellos particularmente haban inventado cosa alguna; pero entre todos los dems seaventaj la perversa crueldad de los escitopolitasiii; porque como los judos que moraban fuera de sutierra les hiciesen guerra, obligaron a los judos que tenan dentro de ella a tomar armas contra losotros, siendo de su tribu, lo cual es cosa prohibida por nuestra ley, y con ayuda de ellos desbaratarona los enemigos. Despus de la victoria olvidronse de guardar la fidelidad que deban a suscompaeros que tenan en sus casas y tierras, y matronlos a todos, siendo muchos millares de hom-bres los de aquella gente.

    No fueron tratados con ms mansedumbre los judos que vivan en Damasco; pero esto hartoprolijamente lo contamos en los libros de la Guerra Judaica; ahora solamente hice mencin deaquellas malas venturas, por que sepa el lector haber venido nuestra gente a aquella guerra, no de supropia gana, sino por fuerza.

    Siendo, pues, desbaratado el ejrcito de Gessio, como viesen los principales de Jerusaln quetenan abundancia de armas los ladrones y todos los otros turbadores de la paz, temiendo, por estarellos desarmados, los sujetasen los enemigos, como despus aconteci, y entendiendo que aun no sehaba rebelado contra los romanos Galilea toda, pero que parte de ella estaba entonces sosegada,environme a all, y a otros dos sacerdotes, hombres de buena fama y honestos, llamados Joazaro yJudas, para que persuadisemos a aquellos malos hombres a que dejasen la guerra, y les disemos aentender que era mejor encomendarla a los principales de la nacin: que bien les pareca estuviesensiempre apercibidos con sus armas para lo porvenir; mas que deban esperar hasta saber de cierto loque los romanos tenan en voluntad.

    Con este despacho vine a Galilea, y hall en gran peligro a los seforitasiv

    por defender su tierra dela fuerza de los galileos, que la queran destruir porque perseveraban en la amistad del pueblo romanoy eran leales a Senio Galo, gobernador que era entonces de Siria, y djeles que se asegurasen y

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    apaciguasen a la muchedumbre que los ofenda, y consentirles que enviasen cuando quisiesen a Dora(sta es una ciudad de Fenicia) por los rehenes que haban dado a Gessio: a los de Tiberades hallque estaban ya puestos en armas por razn de esto que dir.

    Haba en esta ciudad tres parcialidades, una de los nobles, cuya cabeza era Julio Capela, ste y losque le seguan, es a saber, Herodes Mar, Herodes Gamali, Compso Compsi (porque Crispo, hermano

    de ste, a quien Agripa el mayor haba hecho gobernador de aquella ciudad muchos aos haca,estaba a la sazn en su hacienda de la otra parte del Jordn); todos estos eran autores de quepermaneciesen en la fidelidad del rey y del pueblo romanov;slo Pisto, entre la gente noble, no era deeste parecer por amor de su hijo Justo. La otra parcialidad era de gente comn y baja, determinada aque se habla de mover la guerra: en la tercera parcialidad era el principal justo, hijo de Pisto, que poruna parte finga estar dudoso en lo de la guerra; por la otra deseaba secretamente que hubiese algunaalteracin y mudanza en los negocios, con cuya ocasin l esperaba hacerse ms poderoso. As quesali en pblico a hablarles, y procuraba mostrar al pueblo cmo su ciudad siempre haba sidocontada entre las de la provincia de Galilea, y que haba sido cabeza de aquella provincia en tiempodel rey Herodes el Tetrarcabvi, que fue el que la fund e hizo a Sforis sujeta a su jurisdiccin: quesiempre habla estado en esta preeminencia, aunque debajo del imperio de Agripa el viejo, hasta eltiempo de Felice, gobernador de Judea, y que ahora al cabo, despus que el emperador Nern la di a

    Agripa el mozo, haba perdido el ser cabeza de la provincia; porque luego Sforis haba sidoantepuesta a toda la provincia, desde que comenz a estar debajo de la obediencia de los romanos, yhablan dejado en ella los archivos y mesa realvii. Con estas y otras muchas cosas que dijo contra elrey, alter el pueblo a que se rebelase, y deciales ser ahora el tiempo que convena para tomar lasarmas, y hacer su liga con las otras ciudades de Galilea, y restituirse en su preeminencia con el favorque todos les daran, a causa que aborrecan a los seforitas, a los cuales deban, de buena gana,destruir, por estar tan porfiadamente asidos a la amistad de los romanos, y que con todas fuerzas sehaban de ayudar para esta demanda. Dicho esto, movi al pueblo, porque era elocuente, y venci conlos embustes de sus palabras a los que daban ms sano consejo, porque tambin saba disciplinasgriegas; confiado en las cuales se atrevi a escribir la historia de lo que entonces pas, por desfigurarla verdad: mas de la maldad de ste, y de qu manera l y su hermano casi echaron a perder su patria,en el proceso adelante lo contaremos. Entonces justo, persuadido que hubo a los de su ciudad, yforzado a algunos a tomar las armas, sali con todos, y quemaba las aldeas de los hyppenos ygadarenos, que confinan con la tierra de Tiberades y de los escitopolitas.

    Mientras pasaba esto en Tiberades, estaban las cosas de los giscalos en este estado: Juan, hijo deLevi, viendo que algunos de sus ciudadanos queran, feroces, echar de s el yugo de los romanos,procur retenerlos en la lealtad y en lo que eran obligados segn virtud, y no pudo en ninguna manerahacerlo.

    Entretanto, los pueblos vecinos de los gadarenos, gabaraganeos y de los de Tiro, juntaron ungrande ejrcito y vinieron sobre Giscala, tomronla, y quemada y destruida, se volvieron a su casa:con esta injuria se le encendi a Juan la clera, e hizo tomar armas a todos los de su tierra, y habiendopeleado con los dichos pueblos, reedific su ciudad y, por que estuviese ms segura, fortifcla de

    muralla a la redonda.Los de Gamala perseveraban en la fidelidad de los romanos por esta causa: Filipo, hijo de Jacrno,

    mayordomo del rey Agripa, escabullndose, sin esperarlo l, mientras combatan la casa real deJerusaln, cay en peligro de ser degollado por Manahemo y por los ladrones, sus compaeros; massalvse por intervenir ciertos parientes suyos de Babilonia, que estaban entonces en Jerusaln, y huycinco das despus, disfrazado por no ser conocido; y como llegase a un pueblo suyo, que est cercadel castillo de Gamala, hizo venir all a muchos de sus sbditos.

    Entretanto, acontecile una cosa de milagro, que fue causa de que de otra manera pereciera. Dilede sbito una calentura, y escribi unas cartas para Agripa y Bernice, y dilas a un esclavo suyohorro para que las diese a Baro, porque a ste hablan a la sazn dejado encargada su casa el rey y lareina, y ellos haban ido a Berito a salir al camino a Gessio. Baro, recibidas las cartas de Filipo y

    entendido que se haba salvado, pesle de ello mucho, temiendo que en adelante, por estar Filipo sanoy salvo, no habran menester el rey y la reina servirse ms de l: hizo, pues, parecer al hombre que

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    trajo las cartas delante del pueblo, y acuslo como a falsario y que haba fingido la nueva que habatrado, porque Filipo estaba en Jerusaln con los judos haciendo la guerra contra los romanos, y aslo hizo condenar a muerte. Filipo, como no volviese el hombre que envi, y no supiese la causa, torna enviar otro con otras cartas para saber lo que al primero haba acontecido o por qu tardaba envolver; pero Baro busc a ste achaques por donde tambin lo mat, porque los sirios que morabanen Cesrea lo haban alentado para que procurase estar ms alto, dicindole que Agripa haba demorir a manos de los romanos por haberse rebelado los judos, y le haban de dar a l el reino por elparentesco que l tena con los reyes, porque claro estaba que Baro era de linaje real, pues descendadel Sohemo, rey del Lbano. Este, pues, levantado con esta esperanza, detuvo en su poder las cartas,recatndose mucho no viniesen a manos del rey, y tena guardas en todos los caminos, porqueescabullndose alguno secretamente hiciese saber al rey lo que pasaba, y mataba muchos de losjudos por complacer a los sirios que moraban en Cesrea; y aun mando en Bathanea determin, conayuda de los traconitas, dar sobre los judos llamados babilonios, que moraban en Batira, y haciendoparecer ante s a doce judos, los ms principales de los de Cesrea, mandles que fuesen all ydijesen de su parte a los judos que les haban dicho que ellos andaban ordenando levantarse contra elrey, mas porque no quera creerlo, les avisaba que dejasen las armas; porque hacindolo as, seraprueba muy cierta que con razn no habla dado crdito a los rumores falsos; mandles tambin decir

    que era menester que enviasen setenta varones de los ms principales que respondiesen al delito deque estaban acusados. I-licieron aquellos doce lo que les fue mandado, y como viniesen a los de sunacin que moraban en Batira y hallasen que ninguna cosa ordenaban de nuevo, hicieron con ellosque enviasen los setenta varones; viniendo stos con los doce embajadores a Cesrea, salindoles arecibir Baro al camino, acompaado de la guarda del rey, los mat a ellos y a los mismosembajadores, y luego prosigui su camino para ir contra los judos que moraban en Batira; peroprimero que l, lleg uno de aquellos setenta que por dicha se escap, y avisados con esta nueva,tomadas de presto sus armas, se recogieron con sus mujeres e hijos a la villa de Gamala, dejando ensus pueblos muchas riquezas y gran nmero de ganados.

    Cuando oy esto Filipo fuese tambin l all, y como lo vi venir la gente, daban todos voces quetuviese por bien ser su capitn y encargarse de la guerra contra Baro y los sirios de Cesrea, porquehaba habido fama que stos haban muerto al rey; pero Filipo reprirniles el mpetu, trayndoles a lamemoria las buenas obras que del rey haban recibido, y adems de esto, cun grande era la pujanzade los romanos y que se corra grande peligro en provocarlos de tal suerte, como era rebelndose. Deesta manera pudo ms el consejo de este varn.

    Como el rey sintiese que Baro quera matar a los judos que estaban en Cesrea con sus mujeres ehijos, que eran muchos millares, envile por sucesor a Equo Modio, como en otra parte se ha dicho; yFilipo conserv a Gamala y la regin comarcana en la ealtad con los romanos.

    En este tiempo, como yo viniese a Galilea, sabidas estas cosas por nueva cierta, escrib alConcilio de Jerusaln, queriendo saber de ellos qu era lo que me mandaba. Fume respondido queme quedase en Galilea, y que entendiese en defenderla, y detuviese conmigo tambin a miscompaeros, si a ellos les pareciese; stos, despus de haber cogido muchos dineros de las dcimas

    que por ser sacerdotes se les daban y deban, determinaban volverse a su tierra; pero rogndoles yoque se detuviesen conmigo, hasta que hubisemos dado orden y asiento en todas las cosas, fcilmentevinieron en ello. Partiendo, pues, con ellos de Sforis, vine a Bethmaunte, que est cuatro estadios deTiberades, y a los principales de aquel pueblo, los cuales, despus que vinieron, y entre ellos justotambin, djeles que yo y mis compaeros venamos por embajadores del pueblo de Jerusaln paratratar con ellos de derribar el palacio que haba edificado all el tetrarca Herodes, y adornado de di-versas pinturas de animales, pues que saban que aquello era vedado en nuestras leyes; y rogbalesque lo ms presto que ser pudiese nos diesen lugar para hacerlo, lo cual, aunque lo rehusaron muygrande rato Capella y los de su bando, al fin, porfiando mucho, acabamos con ellos que consintiesen.

    Entretanto que nosotros estbamos en esta porfa, Jess hijo de Safias, capitn de un bando demarineros y hombres pobres, juntando consigo muchos galileos, haba puesto fuego al palacio,creyendo sacar de all buen despojo porque habla visto ciertos adornos de l dorados, y robaronmuchas cosas ms de las que a nosotros nos pareca. Despus de haber nosotros hablado con Capellay con los principales de los Tiberades en Bethinaunte, nos fuimos a los lugares ms altos de Galilea.

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    Entonces los de la parcialidad de Jess mataron todos los griegos que moraban en aquella ciudad ycuantos haban tenido antes de aquella guerra por enemigos.

    Yo, cuando o esto, descend muy enojado a Tberades y trabaj por recuperar todo lo que pudede la hacienda del rey, que haba sido robada, as como candeleros de Corinto, mesas reales y Irancopia de plata por labrar, y todo lo que cobr determine tenerlo guardado para el rey. Llamados, pues,

    diez de los mejores del Senado, y Capella, hijo de Antylo, les entregu aquellos vasos, mandndolesque no los diesen a nadie sin mi consentimiento; de all vine con mis compaeros a Giscala, a casa deJuan, a saber qu pensamiento era el suyo, y luego hall que, con deseo de revueltas y novedades,procuraba alzarse con la tierra; porque me rogaba que le dejase llevar el trigo de Usar, que estabadepositado en las aldeas de Galilea la superior, diciendo que quera gastarlo en edificar los muros desu tierra; pero como yo oliese sus pensamientos y lo que pretenda, dije que en ninguna manera se loconsentira. Mi pensamiento era tener guardado aquel trigo, o para los romanos, o para m mismo,porque tena yo el cargo de aquella regin que me haba encomendado la ciudad de Jerusaln. Comode m ninguna cosa alcanzase, habl sobre este negocio a mis compaeros, los cuales, sin tenercuenta con lo que ser, y codiciosos de cohechos, por presentes que les hizo, le pusieron en las manostodo el trigo de aquella provincia, porque yo no pude ponerme contra dos.

    Despus Juan se aprovech de otro engao, porque deca que los judos que moraban en Cesreade Filipo, estando por mandamiento M rey, a quien eran sujetos, detenidos dentro de los muros,quejndose que les faltaba aceite limpio, se lo pedan a l porque no les fuese forzado usar del de losgriegos contra su costumbre; pero no deca l estas cosas por tener respeto a la religin, sino vencidocon codicia de torpe ganancia; porque sabiendo que en Cesrea se vendan dos sextarios por unadracma, y en Giscala ochenta sextarios por cuatro dracmas, enviles todo el aceite que all habla,dndole yo lugar a ello, como l quera, que pareciese que lo daba; porque no lo consenta devoluntad, sino por miedo de que si le fuera a la mano, me apedreara el pueblo.

    Despus que estuve por ello, valile a Juan muchos dineros esta mala obra; de aqu envi miscompaeros a Jerusaln, y en adelante me ocup slo en aderezar armas y fortalecer las ciudades.Despus, haciendo llamar los ms esforzados de los salteadores, como vi que no haba remedio quedejasen las armas, acab con la muchedumbre, que los tomasen a sueldo, dndoles a entender cmoera ms provecho para ellos tenerlos as, que no que les destruyesen la tierra con robos, y de estamanera los desped, habindome prometido debajo de juramento que no entraran en nuestra reginsino cuando fuesen llamados, o cuando no les quisiesen pagar su sueldo; mandles primero que seguardasen de hacer injuria a los romanos y a os oradores de aquella regin; sobre todo ms procurtener a Galilea en paz; y como quisiese, debajo de ttulo de amistad, tener como prendados a losprincipales de aquella regin, que eran casi setenta, de que me guardaran lealtad, hacindome amigocon ellos, los tom por compaeros y anegados en lo que se haba de juzgar, determinando las ms delas cosas por su parecer; llevando cuidado en la delantera, de que por no mirar no me apartase de lajusticia, y de guardarme de ser sobornado con presentes.

    Siendo, pues, de edad de treinta aos, en la cual, ya que uno refrene sus torpes deseos, condificultad se escapa de la envidia de los calumniadores, principalmente si tienen gran mando, a

    ninguna mujer hice fuerza, ni consent que cosa alguna me diesen; porque de nada tena necesidad,antes ofrecindome las dcimas, que como a sacerdote se me deban, no las quise recibir; pero recibparte de los despojos de la victoria que hubimos de los sirios que all moraban, la cual confieso queenvi a mis parientes a Jerusaln; y aunque torn por fuerza de armas a los seforitas dos veces, a lostiberienses cuatro, a los gadarenses una, y hube en mi poder a Juan, que muchas veces me habaurdido traicin, ni de l ni de ninguno de los pueblos que he dicho consent que tomase castigo, comocontaremos en el proceso de la historia; por lo cual pienso que Dios, que tiene cuenta con las buenasobras, me libr entonces de lo que me andaban urdiendo mis enemigos, y despus muchas veces demuchos peligros, como se dir en su lugar.

    Y era tan grande la lealtad y amor que me tena el vulgo de los galileos, que habindoles tomadosus ciudades, y levdoles cautivas sus familias, ms era el cuidado que tenan de ponerme a mi en

    cobro, que no en llorar sus desventuras. Viendo esto Juan, hubo envidia de ello, y rogme por suscartas que le diese licencia, porque estaba mal dispuesto, para irse a recrear a los baos de Tiberades,

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    la cual yo le di de buena voluntad, no sospechando cosa alguna, y aun escrib a aquellos a quienes yohaba encomendado la gobernacin de la ciudad, que le aparejasen posada para l y sus compaeros ytodo lo necesario para su honesto mantenimiento; yo entonces moraba en una villa de Galilea que sedice Can.

    Juan, despus que vino a Tiberades, trat con los de la ciudad, para que olvidando la palabra que

    me haban dado, se uniesen con l; y muchos hicieron de buena gana lo que les rog, porque eranhombres amigos de novedades y codiciosos de mudanzas, e inclinados a revueltas y disensiones, yprincipalmente a Justo y a su padre Pisto les vino esto a pedir de boca, porque tenan gran deseo dedejarme a mi, y pasarse con Juan; pero viniendo yo entretanto, hice no llegase a efecto, porque Sila, aquien yo haba puesto por gobernador de Tiberades, me envi un mensajero a hacerme saber lavoluntad de aquella gente, y avisarme que me diese prisa, porque de otra manera la ciudad vendrapresto a poder de otros.

    Ledas, pues, las cartas de Sila, tom doscientos hombres en mi compaa, y camin toda lanoche, enviando el mensajero delante que hiciese saber mi venida a los tiberienses; por la maana,estando ya muy cerca de la ciudad, salime el pueblo a recibir, y Juan entre ellos, el cual, como mesaludase con rostro muy demudado, recelndose que, descubierto en lo que andaba, corriese peligro

    de la vida, fuese corriendo a su posada, y como yo llegase al teatro, despedidos los de mi guarda, queno dej sino uno, y con l diez hombres armados, comenc a hablar al Ayuntamiento de lostiberienses desde un lugar alto, y amonestbales que no se amotinasen tan presto, porque de otramanera se arrepentiran antes de mucho a de haber cumplido su palabra; y que nadie les creera de allen adelante de ligero, y con razn, tenindoles por sospechosos, por haber faltado entonces a lo queprometieron.

    Apenas haba acabado de decir esto, cuando o a uno de los mos decirme que descendiese,porque no era tiempo de ganar la voluntad de los tiberienses, sino de mirar por lo que tocaba a mipropia seguridad, y cmo librarme de mis enemigos. Porque despus que Juan supo que yo estabacasi solo, escogiendo de los mil soldados que tena aquellos de quienes ms se fiaba, los habaenviado para que me matasen, y ya estaban en el camino. Pusieran en obra su maldad si de presto nosaltara de all abajo con Jacobo uno de los de mi guarda, recogindome Herodes, natural deTiberiades, el cual, llevndome al lago, entr en un navo que a dicha estaba all; y habiendoescapado de las manos de mis enemigos, lo cual nunca pens, llegu a Taricheas.

    Los moradores de aquella ciudad, cuando oyeron la poca lealtad de los de Tiberades, enojronseen gran manera, y echando mano a las armas, me rogaron que fuese por su capitn contra ellos,diciendo que queran vengar la injuria de haber ofendido a su capitn; y publicaban esta maldad portoda Galilea, para que todos se levantasen contra los de Tiberades, rogndoles que todos se viniesena Taricheas, para hacer, con consentimiento de su capitn, lo que les pareciese; de manera que detoda Galilea acudieron con sus armas, rogndome con mucha importunidad que fuese sobre Tibe-rades, y tomada por fuerza de armas, la pusiese por el suelo, y vendiese en almoneda los moradorescon todas sus familias. Lo mismo me aconsejaban tambin mis amigos, que se haban escapado deTiberades; pero yo no lo consent, teniendo por mal hecho comenzar guerra civil, y parecindome

    que una contienda como aqulla no se debla extender a ms que a palabras, y aun decales que a ellostampoco les venia bien que se matasen unos a otros entre s a vista de los romanos. Al fin, con estarazn se amans la ira de los galileos.

    Y Juan, despus que no le sucedieron sus lazos corno quera, temi le viniese algn mal, ytomando la gente de armas que tena consigo, dej a Tiberades y se fue a Giscala; de all me escribiexcusndose de lo que haba pasado, que l no haba sido parte en ello, y rogbame que ninguna sos-pecha tuviese de l, haciendo juramentos y echndose crueles maldiciones para que diese ms crditoa lo que me escriba.

    Pero los galileos, habindose juntado otra vez gran nmero de ellos de toda la regin, con susarmas, entendiendo cun mal hombre era aqul y perjuro, me rogaban que los llevase contra l,prometindome que a l lo quitaran del mundo y asolaran a su tierra Giscala. Dadas, pues, las

    gracias por el favor, les promet que trabajara por no deberles nada en amistad y buenas obras; pero

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    rogbales que no diesen ms lugar a la ira y me perdonasen, porque tena por mejor sosegar losalborotos sin muertes. Esto pareci bien a los galileos, y luego vinimos a Sforis.

    Los de la villa que estaban determinados a permanecer leales al pueblo romano, temiendo mivenida, procuraron ocuparme en otros negocios para vivir ellos ms seguramente, y enviaron unmensajero a Jesu, capitn de ladrones, que moraba en los confines de Ptolemayda, prometindole mu-

    chos dineros si con los ochocientos hombres que mantena nos hiciese guerra. El, movido por lo quele prometan, quiso dar 3obre nosotros, que estbamos sin tal pensamiento, y tomarnosdesapercibidos. As que envime a rogar con un mensajero que le diese licencia para venirme ahablar; lo cual alcanzado, porque yo no haba sentido la traicin, tomando la compaa de ladrones,se dio prisa en el camino; pero no sali con la maldad que haba intentado, porque como estuviese yacerca uno de los de su compaa, que se le amotin, me hizo saber su pensamiento; como yo le o,sal a la plaza, fingiendo que ninguna cosa sabia de la traicin, y conmigo todos los galileos con susarmas y algunos de los tiberienses.

    Despus de esto, habiendo puesto guardas en los caminos, mand a los que guardaban las puertasque, viniendo Jesu, le dejasen entrar con solos los primeros, y a los dems cerrasen las puertas; y si sepusiesen en querer entrar por la fuerza, que a cuchilladas se lo impidieran; los cuales hacindolo

    como se lo haban mandado, entr Jesu con pocos, y mandndole yo que luego soltase las armas si noquera morir, vindose cercado de armados, obedeci. Entonces los que venan con l, que quedabanfuera, como sintieron que su capitn era preso, luego se fueron huyendo; y yo, tomando aparte a Jesu,de m a l le dije que bien saba la traicin que me tena armada, y quines eran los que haban sidocausa de que se ordenase; pero que yo le perdonara su yerro si, mudado el pensamiento, quisieseserme leal en adelante; el cual, prometindomelo, le solt, dndole licencia que tornase a recoger lagente que antes tena, y amenac a los de Sforis que me lo pagaran si en adelante no viviesensosegados.

    Por el mismo tiempo vinieron a m dos vasallos del rey de los Grandes de Trachonitide, y venancon ellos sus escuderos de a caballo, y traan armas y dineros. Como los judos apremiasen a stosque se circuncidasen si queran tratar con ellos, no consent que se les hiciese enojo alguno,afirmando que era menester que cada uno sirviese a Dios de su propia voluntad, y no forzado; y queno se haba de dar ocasin en que les pesase a los otros haberse acogido a nosotros por su seguridad;y habiendo persuadido de esta manera a la muchedumbre, diles abundantemente a aquellos varonesde comer a su costumbre.

    Entretanto, el rey Agripa envi gente, y por capitn de ella a Equo Modio, para que tomasen porfuerza el castillo de Magdala; pero no atrevindose a ponerle cerco, teniendo los caminos tomados,hacan el mal que podan a Gamala; y Ebucio de Cardacho, que tuvo la gobernacin del CampoGrande, odo que yo haba venido a la villa de Simonada, que est en los fines de Galilea, y de ellasesenta estadios, tomando de noche cien de a caballo que tena consigo, y casi doscientos de a pie, ylos gabenses que haban venido en su ayuda, caminando de noche, llegaron a aquella villa. Contra elcual, como yo sacase un gran ejrcito de los mos, procur sacarnos a un llano, confiando en los de acaballo; pero ninguna cosa le aprovech por no querer yo moverme de mi lugar, porque vela que l

    haba de llevar lo mejor si, llevando yo gente toda de a pie, descendiese con l en campo raso. Ydespus que Ebucio pele valientemente un buen rato, viendo al fin que en aquel lugar no se podaaprovechar cosa alguna de los caballos, dada seal a los suyos que se recogiesen, se fue a Gaba, sindejar hecho nada, habiendo perdido solamente tres en la refriega; pero yo fui en su alcance con dosmil hombres de armas, y como viniese a Besara, la cual villa est en los confines de Ptolemayda, aveinte estadios de Gaba, donde estaba entonces Ebucio, habiendo aposentado mi gente fuera por loscaminos, para que estuvisemos seguros que no diesen sobre nosotros los enemigos hasta quehubisemos llevado el trigo, de que se habla trado all gran copia de las villas comarcanas de la reinaBerenice; y as cargu muchos camellos y asnos que para esto habla trado, y envi aquel tributo aGalilea; despus que fue este negocio acabado, di campo abierto a Ebucio para que pudiese pelear. Ycomo l no se atreviese, atemorizado de ver nuestra osada, volvime contra Neopolitano, porque oque haba talado los campos de los tiberienses. Este estaba en socorro de Escitpolis con unescuadrn de a caballo. Habiendo, pues, estorbado a ste que diese ms enojo a los de Tiberades, meocupaba M todo en mirar por las cosas de Galilea.

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    Por otra parte, Juan, hijo de Levi, que dijimos que viva en Giscala, despus que conoci quetodas mis cosas sucedan a mi voluntad, y que yo era amado de mis sbditos y temido de misenemigos, no pudo sufrir esto con buen corazn. Parecindole que no era por su bien mi prosperidad,tornme muy grande envidia; y teniendo esperanza que con hacer que mis sbditos me aborreciesenatajara mis buenas dichas, solicit a los de Tiberades y a las de Sforis, y parecile que tambin alos gabarenos, a que, dejndome, se hiciesen de su bando, las cuales ciudades son las principales enGalfica. Decales que siendo l capitn, andarla todo con mejor concierto.

    Los de Sforis no vinieron en ello, porque sin tener cuenta conmigo ni con l en esto, tenan ojo aestar debajo de la sujecin de los romanos. Los de Tiberades lo rehusaron igualmente, aunqueprometieron tenerlo a l tambin por amigo; pero los gabarenos se sometieron a Juan por autoridad deSimn, que era un ciudadano principal y amigo y compaero de Juan; mas no se pasaron a labiertamente, porque teman mucho a los galileos, cuya buena voluntad para conmigo haban yaconocido por experiencia; pero secretamente andaban buscando ocasin para matarme, yverdaderamente yo me vi en muy grande peligro por lo que ahora dir.

    Ciertos mancebos dabaritenos atrevidos, como viesen que la mujer de Ptolorneo, procurador delrey, caminaba de las tierras del rey a la provincia de los romanos por el Campo Grande con mucho

    aparato y compaa de algunos de a caballo, salieron a ellos de repente; y haciendo huir a la mujer,robronle cuanto llevaba. Hecho esto trajeron a Taricheas, donde yo estaba, cuatro mulos cargados devestidos y diversas alhajas, entre las cuales haba muchos vasos de plata y quinientas monedas de oro.Queriendo yo guardar esto para Ptolomeo, por ser de mi misma tribu, porque nuestra ley manda queprocuremos por las cosas de los de nuestro linaje, aunque nos sean enemigos, dije a los que lo habantrado que cumpla que se pusiese en guarda, para que se vendiese y se llevase lo que por ello se diesea la ciudad de Jerusaln para la fbrica de los muros. Esto pes muy mucho a los mancebos, porqueno les di parte del despojo, como lo esperaban; por lo cual, derramndose por las aldeas deTiberades, sembraron fama que yo quera entregar a los romanos aquella regin, porque habafingido que guardaba aquel despojo para fortalecer a Jerusaln; y a la verdad lo guardaba pararestituir a su dueo lo que le haban tomado, en lo cual no se engaaban; porque despus que losmancebos se fueron, llamando dos principales ciudadanos, Dassion y Janneo, hijo de Lev, muy

    amigos del rey, les mand que le llevasen las alhajas que le haban sido tomadas, amenazndoles demuerte si descubriesen este secreto a algn hombre.

    Y como se sonase por toda Galilea que yo quera vender a los romanos su regin, estandoincitados todos para darme la muerte, los de Tarichea, que tambin daban crdito a las falsas palabrasde los mancebos, aconsejaron a los de mi guarda y a los otros soldados que, dejndome durmiendo,se viniesen al cerco para consultar all con los dems para quitarme el mando; los cuales,persuadidos, hallaron all muchos que ya se haban antes juntado, dando voces todos a una que sedeba tomar venganza del que haca traicin a la repblica. Pero el que ms hurgabaen ello era Jesu,hijo de Safias, que entonces tenla el sumo magistrado, hombre malo y de suyo dado a moveralborotos, y tan desososegado como el que ms puede ser. Este, trayendo entonces consigo las tablasde Moiss, ponindose en medio, dijo: "Ya que vosotros no tenis cuidado ninguno de lo que os toca,

    a lo menos no queris menospreciar estas leyes sagradas; las cuales Josefo, este vuestro capitn,digno de ser aborrecido de todo el pueblo, tiene corazn para venderlas, por lo cual merece que se led muy cruel pena." Habiendo dicho esto, y respondido el pueblo a voces que as deba hacerse, tomconsigo ciertos hombres armados, y fuese corriendo a las casas donde yo posaba, con propsito firmede darme la muerte, sin sentir yo cosa ninguna del alboroto.

    Entonces Simn, uno de los de mi guarda, el cual haba entonces quedado solo conmigo, oyendoel tropel de los de la ciudad, me despert aprisa; y avisndome del peligro en que estaba, aconsejmetambin que determinase antes morir como capitn generoso, que no como a mis enemigos se lesantojase darme la muerte. Amonestndome l esto, encomendando yo a Dios mi vida, y vistindomede negro, sal; y llevando una espada ceida, tomando el camino por aquellas calles por donde sabiaque no haba de encontrar a ninguno de mis contrarios, Regando al cerco me mostr a me viesen,derribndome en tierra, el rostro en el suelo, y regando el suelo con lgrimas de tal manera, quemova a todos a misericordia; y corno sent a la gente mudada, procur apartarlos de sus pareceres,antes que los armados volviesen de mi casa; y confesando que no estaba sin culpa del delito que me

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    imponan, les rogu ahincadamente que supiesen primero para qu fin guardaba el despojo que mehablan trado, y que despus, si les antojase, me diesen la muerte.

    Mandndome el pueblo que lo dijese, entretanto volvieron los armados, los cuales, cuando mevieron, arremetieron contra m con propsito de quitarme la vida. Mas estorbndoselo el pueblo convoces, reprimieron su mpetu, teniendo para s que despus que yo confesase la traicin, y cmo

    haba guardado para el rey el dinero, tendran mejor ocasin de poner en obra lo que queran.Despus que todos estuvieron atentos, dije: "Varones hermanos, si os parece que he merecido la

    muerte, no rehuso morir; pero quiero, antes que muera, deciros la verdad. Por cierto, como yo vi estaciudad muy a propsito para los forasteros, y que muchos, dejadas sus propias tierras, se huelgan ve-nir a vivir con vosotros, para teneros compaa en cualquiera cosa que sucediese, haba determinadoedificaros unos muros con estos dineros; y por tenerlos guardados para esto, ha nacido este vuestroenojo tan grande." A estas palabras dieron voces los de Taricheas, y los extranjeros, dndome lasgracias, y dicindome que me esforzase y tuviese buen nimo; pero los galileos y los de Tiberadesporfiaban en su ira, y hubo entre ellos diferencias, porque stos me amenazaban que se lo haba depagar, y los otros, por el contrario, me animaban y me decan que estuviese seguro. Pero despus quepromet que tambin hara muros a los de Tiberades y a las otras ciudades que estuviesen en lugar

    aparejado, dando crdito a mis promesas se fueron cada uno a su casa; y yo, habiendo escapado detan grande peligro, sin esperar ms, volvme a mi casa con mil amigos y veinte hombres armados.

    Mas los ladrones y los que haban levantado el alboroto, temiendo pagar lo que haban hecho, conseiscientos armados volvieron otra vez a mi casa con propsito de ponerle fuego. Y sabiendo yo suvenida, teniendo por cosa fea huir, determin usar contra ellos de osada; mand cerrar las puertas demi casa, y yo mismo, desde un tirasol, les dije que me enviasen algunos que recibiesen el dinero, porel cual ellos andaban alborotados, para que no hubiese por qu tener ms enojo. Como ellosdeterminasen esto, al mayor alborotador de aquellos que entraron en mi casa, torn a echar fueradespus de haberlo azotado y cortndole una mano, la cual hice llevar al cuello colgada, para quevolviese as a los que lo haban enviado. Ellos se atemorizaron con esto en gran manera; y temiendosufrir la misma pena si all se descubriesen, porque pensaban que yo tena muchos armados en micasa, sbitamente huyeron todos; y as, con esta astucia, me escap de otros lazos que me podanarmar.

    Y con todo esto no falt quien despus alborotase el vulgo, diciendo que no era bien hecho dar lavida a aquellos caballeros de la casa de rey que se haban acogido a m, si no se pasasen a los ritos deaquellos a quienes venan a pedir amparo, y cargbanles que eran favorecedores de los romanos yhechiceros; y luego se comenz a alborotar la muchedumbre, engaada por los que le hablaban afavor de su paladar. Lo cual sabido, desenga yo al pueblo, diciendo que no era razn hacer enojo yagravio a los que a ellos se haban acogido; rechazando la vanidad de la culpa que les cargaban de serhechiceros, con decir que no haba para qu los romanos diesen de comer a tantas capitanas, sipodan alcanzar la victoria por industria de hechiceros.

    Amansados un poco con estas palabras, ya que se haban salido, movironlos otra vez a la iracontra aquellos caballeros algunos hombres perdidos, tanto que, tomando sus armas, fueron corriendoa las casas en que los otros moraban en Taricheas, para quitarles las vidas. Como yo lo supe, temmucho que, consentida esta maldad, ninguno en adelante se acogiera a nosotros; por lo cual, tomandoalgunos otros conmigo, vine apresuradamente a la posada de ellos; la cual cerrada, haciendo traer unbarco por una cava que iba de all al mar, nos entramos en l y pasamos a los confines de losHippenos; y dndoles con qu comprasen caballos (que por salir huyendo de esta suerte, no pudieronsacar los suyos), los desped, rogndoles mucho que con fuerte nimo llevasen la presente necesidad,porque a m tambin me pesaba mucho verme forzado a poner otra vez en tierra de sus enemigos alos que una vez se haban fiado de mi palabra; pero tuve por mejor que ellos muriesen a manos de losromanos, si as sucediese, que no que en mi tierra fuesen muertos por maldad. No murieron, Porqueel rey les perdon su yerro; veis aqu en qu pararon stos.

    Los de Tiberades rogaron al rey por cartas, que enviase gente de guarnicin a su tierra,

    prometindole que se pondran en sus manos. Lo cual hecho, luego que vine a ellos, me pidieron conmucho ahnco que les edificase los muros que les haba prometido, porque haban odo que Taricheas

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    estaba ya cercada de muros. Yo se lo otorgu, y despus que de todas partes junt los materiales,mand a los oficiales que comenzasen la obra.

    Partiendo yo de all a tres das de Tiberades para Taricheas, que est treinta estadios, por acasodescubr ciertos caballeros romanos que llegaban cerca de Tiberades. Los de la ciudad, pensando queeran del rey, comenzaron luego a hablar de l con mucha honra, y de m se atrevieron a decir injurias

    y afrentas. Luego vino uno corriendo a hacerme saber lo que pasaba y cmo tenan ojo a amotinarse,de lo cual recib mucho temor, porque entonces, como vena cerca el sbado, haba enviado deTaricheas mis hombres de armas a sus casas, para que celebrasen su fiesta los de Taricheas ms a suplacer, estando sin gente de guerra; y fuera de esto, todas las veces que estaba en aquel lugar, mepaseaba aun sin los de mi guarda, porque confiaba en la buena voluntad que muchas veces habaexperimentado tenerme los moradores. Asi que, como solamente tuviese conmigo siete soldados yalgunos amigos, no saba qu hacerme; porque no me pareca bien tornar a llamar la gente, ya que eratarde, a los cuales en el da siguiente no les permita nuestra ley tomar armas aunque fuesennecesarias; y si llevaba en mi defensa a los de Taricheas y los forasteros que moraban con ellos,convidndolos con la esperanza del despojo, vea que no tenla fuerzas bastantes con ellos. La cosa nosufra dilacin, porque tema que aquellos que el rey enviaba, se alzasen con la ciudad y me echasen am fuera; por lo cual determin aprovecharme de una astucia. Puse luego mis amigos de quienes ms

    me fiaba, delante las puertas de Taricheas, para que no dejasen salir a nadie; y haciendo juntar lascabezas de las familias, mand a cada uno que sacase una nao al lago, y que, entrando en ella con suloto viniesen tras m; y entonces yo, con mis amigos y, aquelos sie'te soldados, entrando en una nao,tom el camino de Tiberiades.

    Como los de Tiberades conocieron que no era gente del rey la que pensaron, y que todo el lagoestaba lleno de naos, asombrados y teniendo temor de que su ciudad se perdiese, como si vinieragente de guerra en las naos, mudaron el acuerdo que haban tomado. As que, dejadas las armas, mesalieron a recibir con sus mujeres e hijos, recibindome con muchas bendiciones, porque pensaban nohaber yo sentido su propsito, y rogbanme que tuviese por bien el venir a su ciudad. Yo, comollegase cerca, mand a los pilotos que echasen las ncoras lejos de tierra, porque no viesen los de laciudad que las naos estaban vacas; y llegado junto a la ciudad en una nao, re con ellos porque eran

    tan ligeros para quebrantar tan neciamente la palabra que me hablan dado; despus les prometa quesin duda los perdonara si me enviasen diez de los ms principales, lo cual hicieron ellos sindetenimiento; y venidos, los met en una nao y los envi a Taricheas a que los tuviesen en guarda.

    Con esta maa, prendindoles poco a poco unos en pos de otros, pas all todo el Senado, y otrostantos de los ms principales delpueblo. Entonces la otra muchedumbre, como vio el peligro en queestaba, rogbame que hiciese justicia del que habla sido causa de aquel alboroto. Este decan que eraClito, mancebo atrevido y mal mirado; yo, que tena por cosa nefasta matar hombres de mi tribu, ycon todo eso me era necesario castigarlo, mand a Lebias, uno de los de mi guarda, que se llegase a ly le cortase una mano, el cual como no se atreviese a salir solo entre tanta gente, porque los deTiberades no sintiesen su temor, llam yo a Clito, y le dije: Porque mereces que te corten ambasmanos por haber sido conmigo hombre tan ingrato y fementido, es menester que t seas el verdugo

    para ti mismo, porque si no lo quieres hacer, se te dar castigo ms grave." Como me rogase muchoque le dejase una mano, con gran dificultad se lo conced; y luego, de buena voluntad ech mano a uncuchillo, y porque no se las cortasen ambas, se cort la mano izquierda. De esta manera se apaciguaquel alboroto.

    Vuelto yo despus a Taricheas, los de Tiberades, como supieron el ardid de que yo habla usado,maravillbanse cmo sin muertes haba amansado su locura. Entonces, haciendo sacar de la crcel alos tiberienses, a Justo y a su padre Pisto, que estaban entre ellos, diles un convite, y dijeles mientrascomamos, que yo bien saba que los romanos sobrepujaban en potencia a todos los hombres, peroque disimulaba por tantos ladrones como haba, y aconsejbales que tambin ellos hiciesen lo mismo,esperando mejor tiempo; y que entretanto no llevasen a mal estar sujetos a m, pues que no podantener capitn que fuese ms a su provecho que yo. Y avis tambin a justo cmo antes que yo viniesede Jerusaln los galileos haban a su hermano cortado las manos, acusndole de que fingi ciertasescrituras, y que fie falsario;

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    y que despus, de la partida de Filipo, los gamalitas, teniendo disensin con los de Babilonia,haban muerto a Chares, pariente del mismo Filipo, y a su hermano Jesu, cuado del mismo justo, lehaban dado una pena justa y moderada. Habindoles dicho esto en el convite, por la maana envi ajusto con los suyos dndolos por libres.

    Poco antes Filipo, hijo de Jacinio, se habla ido de Gamala por la causa que dir. Luego que supo

    que Baro se habla rebelado contra el rey Agripa, y que Equo modio haba sido enviado por susucesor, el cual era su amigo, hizole saber Por cartas su estado; y como l las recibi, hubo muchoPlacer de que Filipo estaba en salvo, y envi aquellas cartas al rey y a la reina, que entonces estabanen Beryto. Entonces el rey, corno entendi que era mentira lo que se haba sonado que Filipo se habaofrecido a los judos para ser su capitn contra los romanos, envi ciertos de a caballo que se lotrajesen; y cuando vino, abrazndole con mucho amor, mostrbale a los capitanes romanos, diciendo:Este es aquel de quien hubo fama que se habla rebelado contra los romanos." delandle luego quetomase una capitana de a caballo, fuese corriendo al castillo de Gamala, sacase de all a los de lacasa, fuese a restituir en Batanea a los babilonios, y trabajase de todas maneras para que los sbditosno urdiesen novedad alguna. Habindole el rey mandado esto, Filipo se fue con mucha prisa aponerlo por obra.

    Un Josefo que se haca mdico, haciendo junta de mancebos de los ms atrevidos, y sublevandolos grandes de los de Gamala, aconsej al pueblo que se rebelase contra el rey, y que ponindose enarmas, procurasen cobrar la libertad que solan tener. De esta manera atrajeron otros a su parecer,matando a los que osaban hablar en contrario. Entre stos muri Chares y Jesu, su pariente y unahermana de justo, natural de Tiberades, corno arriba dijimos. Despus de esto me rogaron por cartaque les enviase socorro, y juntamente quien les cercase su villa con muros; yo les otorgu lo uno y lootro.

    En estos mismos das se rebel tambin contra Agripa la regin Gaulanitide hasta la villa deSolima. Cerqu tambin de muros a los lugares de Logano y de Seleucia, que de suyo eran fuertes.Asimismo fortalec las aldeas de Galilea alta, aunque estaban en sitio spero y alto, a Jamnia, aAnierytha y a Charabes. Y en Galilea hice fuertes estas villas, Taricheas, Tiberades y Sforis; yaldeas, la cueva de los Arbelos, Bersobe, Selames, Jotapata, Capharath, Comosogana, Nephapha y elmonte Itabirio. En estos lugares encerr tambin gran copia de trigo, y met armas con que sedefendiesen.

    Entretanto Juan, hijo de Levi, cada da me tomaba mayor odio pesndose de mis buenas dichas; ycomo determinase quitarme de todas maneras del mundo, despus que cerc de muros a Giscala, sutierra, envio a su hermano Simn con cien soldados a Jerusaln, a Simn, hijo de Gamaliel, a rogarleque hiciese con los de la ciudad que me quitasen el mando y nombrasen al mismo Juan, por voto detodos, presidente de Galilea. Este Simn, natural de Jerusaln, era de muy ilustre sangre de la secta delos fariseos, la cual a la verdad parece que guarda con ms perfeccin las leyes de la tierra, varn denotable prudencia, y que pudiera con su consejo tornar al estado primero y en su ser las cosas queandaban de cada; habla ya mucho tiempo que tena a Juan por amigo, y conmigo estaba mal en aqueltiempo. delovido, pues, por los ruegos de su amigo, aconsej a los pontfices Anano y Jesu, hijo de

    Gamala, y a otros hombres de su bando, que me bajasen porque creca mucho, y no diesen lugar aque subiese hasta la ms alta cumbre de honra, porque tambin les venia a ellos provecho de que mequitasen la gobernacin de Galilea; mas que no deban Anano y los otros tardarse, porque descu-brindose este concierto, no viniese con ejrcito sobre la ciudad. Aconsejndoles esto, Anano elpontfice, respondi que no era lo que deca cosa tan fcil, porque haba muchos pontfices yprincipales del pueblo que eran testigos cmo administraba bien la provincia, y que no era cosa justaacusar a aquel a quien ninguna culpa se le poda cargar.

    Entonces Simn les rog que no descubriesen nada de lo que pasaba, que l podra poco, o meechara muy presto de la gobernacin de Galilea; y haciendo llamar al hermano de Juan, le mandque enviase presentes a los amigos de Anano, porque por ventura con esto hara que viniesen mspresto en su parecer; de esta manera acab al fin Simn lo que quiso; porque Anano y sus

    compaeros, sobornados con ddivas que les dieron, entraron en consulta para quitarme el cargo, sinque otro ninguno de los de la ciudad lo supiese; as que pareciles bien enviar cuatro hombres, los

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    ms sealados en linaje, e iguales en erudicin; de stos eran plebeyos los dos, Jonats y Anonias,fariseos, y el tercero era Jozaro, de linaje sacerdotal, que era tambin fariseo; y Simn, uno de lospontfices, el cual era de menos edad de todos; a stos mandaron que hiciesen juntar los galleos, y lespreguntasen cul era la causa por que me queran tanto; y si les respondiesen porque era de Jerusaln,dijesen que tambin ellos eran de Jerusaln; y si porque era sabio en las leyes, que tambin ellostenan noticia de los ritos de la tierra; y si dijesen que me amaban por sacerdote, que les respondiesenque tambin dos de ellos eran sacerdotes.

    Instruidos de esta manera los compaeros de Jonats, tomaron del tesoro 40.000 dineros de plata,y porque por el mismo tiempo haba venido de Jerusaln un Jesu, galleo, con una compaa deseiscientos soldados, llamaron a ste y lo tomaron a sueldo, pagndole tres meses adelantados, y lemandaron que fuese con Jonats y con sus compaeros, y que hiciese lo que ellos le mandasen; ydironle trescientos ciudadanos ms, pagndoles de la misma manera su sueldo. Despus que todoesto se concert as, los embajadores partieron, yendo en su compaa el hermano de Juan con suscien soldados con el mandamiento de quien los enviaba, que si yo de mi voluntad no me pusiese enarmas, me enviasen vivo a Jerusaln, y si me defendiese, que me matasen, que ellos los sacarian deello en paz y en salvo. Dironle tambin cartas para Juan, en que le requeran que estuvieseapercibido para hacerme guerra, y aun fueron causa que los de Sforis, Gabara y Tiberades fuesen en

    ayuda de Juan contra mi.Como mi padre lo supiese todo por Jesu, hijo de Gamala, que le haban dado parte de todos estos

    conciertos, y era muy amigo mo, y me lo escribiese, dime mucha pasin la ingratitud de misciudadanos que por envidia me queran matar, y no menos me afliga que mi padre, muy acongojado,me llamase, diciendo que deseaba verme antes de su muerte; por lo cual descubr a mis amigos todocuanto pasaba, y les dije que dentro de tres das haba de dejar la gobernacin, e irme a mi tierra;cuando ellos oyeron esto, todos tristes y con lgrimas me rogaban que no les desamparase, porque seperderan si dejase de tener mando sobre ellos; y como yo tuviese ms cuenta con mi propia saludque con lo que ellos me rogaban, recelndose los galileos que, por mi ausencia, los tuviesen losladrones en poco, despacharon mensajeros por toda su comarca, con los cuales hicieron saber que yoquera partir. Odo esto, acudieron muchos de todas partes con sus mujeres e hijos, no tanto porque

    me deseasen, segn yo pienso, como temiendo el mal que les poda venir, porque les pareca que conmi presencia estaban ellos en salvo. Vinieron, pues, todos a m de un acuerdo en el Campo Grande endonde yo estaba en aquella sazn, en la villa de Asochim, en el cual tiempo una noche so un sueoadmirable.

    Porque como estuviese en mi cama triste y turbado por las cartas que haba recibido, parecimeque vea un hombre junto a m que me deca: Djate, buen hombre, de estar triste y temer, porqueesas tristezas te han de hacer grande y dichoso en todo. Te sucedern dichosa y prsperamente, nosolamente estas cosas, sino aun otras muchas; por lo cual persevera, acordndote que te convienehacer tambin guerra con los romanos. Despus de este sueo me levant queriendo bajar al campo, yvindome entonces la muchedumbre de los galileos, entre los cuales haba tambin mujeres ymuchachos tendidos en el suelo, me suplicaban con lgrimas que no los desamparase en tiempo que

    tenan a la puerta sus enemigos, y que por irme yo, no dejase su regin sujeta a cuantas injurias lesquisiesen hacer los que mal les queran, y como ninguna cosa pudiesen alcanzar con sus ruegos,conjurbanme que me quedase, diciendo muy afrentosas palabras contra el pueblo de Jerusaln, queno los dejaban en paz.

    Oyendo yo esto, y viendo la tristeza del pueblo, movme a compasin, parecindome que no eramal hecho ponerme por tan grande muchedumbre, aunque fuese a peligro manifiesto. As que dijeque quedara, y mandndoles que de todo aquel nmero estuviesen all cinco mil con armas yvituallas, desped los otros cada uno a su tierra. Y como se apercibiesen aquellos cinco mil, tomadosstos y tres mil soldados que haba tenido antes, y ochocientos a caballo, camin a la villa deChabolon, que est en los confines o trminos de Ptolemaida, y tena all mis gentes puestas a punto,corno que quera hacer guerra contra Plcido; ste haba venido con dos capitanas de a pie y unacompaa de a caballo, enviado por Gelio Galo para que pusiese fuego a los lugares de los galileosque confinan con Ptolemaida, y como l hubiese cercado su gente de un foso no lejos de los muros dePtolemaida, asent yo tambin mi real sesenta estadios de Chabolon, por lo cual de ambas partes

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    sacamos muchas veces nuestra gente corno si quisiramos trabar batalla; pero en todo ello no huboms que ciertas escaramuzas, porque Plcido, cuanto mayor codicia me vea de pelear, tanto ms ltema y rehusaba la batalla, y nunca se apartaba de Ptolemaida.

    Por el mismo tiempo vino Jonats con sus compaeros, el que dijimos antes que fue enviado deJerusaln por el bando de Simn y del pontfice Anano, y procurando tomarme a traicin, porque no

    se atreva a acometerme cara a cara, escribime una carta de este tenor: Jonats y sus compaeros,embajadores de la ciudad de Jerusaln, a Josefo desean salud. Porque en Jerusaln se ha dicho a losprincipales y gobernadores de aquella ciudad, que Juan, natural de Giscala, te ha urdido muchasveces traicin, nos ha enviado para que lo reprendisemos y le mandsemos que haga, de aqu enadelante lo que t le mandares; por lo cual, para que tambin con tu acuerdo y consejo proveamosremedio para en lo porvenir, te rogamos que vengas luego adonde nosotros estamos sin muchacompaa, porque en esta villa no puede caber mucha gente de guerra."

    Esto escribieron de esta manera, esperando una de dos cosas: o que me tendran a su voluntad siiba sin armas, o si llevase gente de guerra me juzgaran por rebelde a mi tierra; esta carta me trajo unode a caballo, mancebo atrevido, que en otro tiempo haba servido al rey en la guerra. Eran ya doshoras de la noche, y por acaso estaba yo a la mesa en un banquete con mis amigos y con los

    principales de los galileos; y como un criado me hiciese saber que me buscaba un judo de a caballo,mandle que lo metiese; l no hizo acatamiento a ninguno; solamente, sacando la carta, dijo: "Esta teenvan los que ahora vinieron de Jerusaln." Los otros convidados se maravillaban de ladesvergenza del soldado, pero yo le rogu que se sentase y cenase con nosotros, lo cual comorehus, yo, con la carta en la mano de la manera que la haba recibido, comenc a hablar con misamigos otras cosas; y de ah a poco levantme y desped os a que se fuesen a acostar, e hice quedarsolos cuatro amigos muy especiales, y un mozo a quien haba mandado sacar vino; entonces abr lacarta y la le muy de corrida, sin que alguno lo viese, y entendiendo fcilmente lo que contena,tomla a doblar, y tenindola en la mano corno si no la hubiera ledo, mand dar al soldado 20dracmas para el camino, las cuales recibidas, corno me diese las gracias, entendiendo yo de l que eracodicioso de dineros, y que con esto sera fcil cosa vencerlo, le dije: "Si quieres beber con nosotroste daremos un dracma por cada taza." Acept el partido, y bebiendo mucho vino para ganar muchos

    dineros, ya que estaba borracho, comenz a descubrir los secretos; y sin que ninguno se lopreguntase, confes de su propia voluntad que me tenan armada traicin, y que me hablancondenado a muerte. Odas estas cosas, respond a la carta de esta manera:

    Josefo, a Jonats y a sus compaeros, desea salud: hulgome de que estis buenos y que hayisvenido a Gallea, mayormente porque puedo ya poner en vuestras manos la gobernacin de ella, yvolverme a mi tierra, que ha mucho tiempo que tengo deseo de tomarla a ver, por lo cual de buena 'gana ira adonde estis, no solamente a Xalo, pero aun mas lejos, aunque ninguno me llamase; masperdonadme, porque no puedo ahora hacerlo. Convineme estar en Chabolon, y aguardar a Plcidoporque no entre por Galilea, que es lo que l procura; mejor es, pues, que en leyendo esta cartavengis vosotros ac donde yo estoy. Nuestro Seor, etc."

    Dada al soldado esta carta para que la llevase, envi con l treinta de los ms notables galileos,

    mandndoles que solamente saludasen a aquellos hombres, y que ninguna cosa, fuera de esto, dijesen;y di a cada uno un soldado, de quien me fiaba, para que mirasen si los que yo enviaba tenan algunapltica con Jonats.

    Despus que fueron estos embajadores, habindoles salido en blanco la primera experiencia,escribironme otra carta de esta manera:

    Jonats y los otros embajadores, a Josefo envan y desean salud. Denuncimoste que sincompaa de soldados vengas, de aqu a tres das, a la villa de Gabara, donde nos hallars, porquequeremos conocer de los delitos que impones a Juan."

    Escrita esta carta, despus que saludaron a los galileos que yo envi, vinieron a Jafa, villa deGalilea, muy grande, muy fuerte y muy poblada de moradores, donde fueron recibidos con clamores

    del pueblo, dando voces juntamente con las mujeres y nios, que se fuesen y los dejasen, que buencapitn tenan, y todos a una voz decan que a ninguno otro obedecieran sino a lo que les mandaseJosefo, de manera que los embajadores, partidos de aqu sin hacer nada, se fueron a Sforis, ciudad

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    muy grande de Galilea, donde los moradores que favorecan a los romanos, les salieron a recibir; masninguna cosa les dijeron de m, ni en mi loor, ni en mi vituperio.

    Pero despus que de all descendieron a Asochim, fueron recibidos con los mismos clamores quelos recibiesen los de Jafa; y no pudiendo a refrenar el enojo, mandaron a sus soldados que a palosechasen de all aquellos que daban voces; y cuandovinieron a Gabara, vino presto Juan con tres mil

    hombres de armas, mas yo, que por la carta haba ya sentido que tenan determinado de hacerme laguerra, tom conmigo tres mil soldados, y dejando en el real un mi amigo muy leal, me acog aJotapata para estar cerca de ellos cuarenta estadios, y escribles de esta manera:

    "Si en todo caso queris que vaya a vosotros, cuatrocientos cuatro villas o ciudades hay enGalilea; a cualquiera de stas ir, salvo a Gabara y a Giscala, porque estos lugares, el uno es de Juan,y con el otro tiene hecha alianza y amistad."

    Recibidas estas cartas, no respondieron ms los embajadores, pero haciendo juntar la consulta desus amigos, y entrando tambin Juan en ella, consultaban por dnde me podran entrar. Juan era deparecer que se escribiese a todas las villas y ciudades de Galilea, porque en cada una haba a lomenos uno o dos que me quisiesen mal, y los provocasen contra m como contra enemigo del pueblo,y que se enviase la misma determinacin a Jerusaln para que tambin los ciudadanos de aquella

    ciudad, cuando supiesen que los galileos me haban juzgado por enemigo, confirmasen con sus votosaquella sentencia, y que de esta manera me haran perder el favor que los de Galilea me hacan; esteconsejo dieron por bueno todos los otros, y luego supe yo esto cerca de tres horas de la noche, porqueun sacheo que se vino de all amotinado, me lo dijo; por lo cual, viendo que no era tiempo dedetenerme, mand a Jacob, varn fiel y diestro, que con doscientos soldados guardase los caminosque iban de Gabara a Galilea, y que prendiesen los caminantes, y me los enviasen, principalmente alos que les hallasen cartas; dems de esto envi a jeremas, que era tambin el nmero de mis amigos,con seiscientos hombres, a los trminos de Galilea, por donde va el camino a Jerusaln, mandndoleque prendiese a los que llevasen cartas, y que a ellos echasen en prisiones, y me enviase lar, cartas.

    Despus que hube mandado estas cosas, envi mis mensajeros a los de Galilea con un edicto enque les mandaba que otro da me estuviesen a punto, con sus armas y mantenimientos para tres das,

    junto a Gabara, y repartida en cuatro partes la gente que yo tena conmigo, puse por capitanes a losms leales de mi guarda, mandndoles que a ningn soldado que no conociesen recibiesen entre lossuyos. Llegando a Gabara el da siguiente cerca de las cinco horas, hall junto a la villa todo el campolleno de la gente de armas que haba hecho apercibir en mi socorro de Galilea, y dems de stos, granmuchedumbre de gente rstica. Como me pusiese delante de todos para decirles ciertas razones,comenzaron todos a voces a llamarme su bienhechor y amparo de su tierra; entonces yo, dndoles lasgracias por el favor, rogules que a ninguno hiciesen enojo, y que, contentndose con las vituallasque tenan en su real, no saliesen a saquear las villas o aldeas, porque mi voluntad era apaciguar todoel alboroto sin que hubiese muertes; y aconteci que el primer da que puse guardas en los caminos,cayeron en sus manos los mensajeros de Jonats; ellos los detuvieron, como yo les tenla mandado, yme enviaron las cartas que traan; despus que las le y hall en ellas tantas palabras afrentosas ytantas mentiras, disimul con no hablar palabra, y determin ir a ellos.

    Los cuales, cuando oyeron que yo iba con todos los suyos y con Juan, se fueron a Jesu (sta esuna torre grande, y que no hay diferencia de ella a un alczar). All escondida una capitana desoldados, y cerradas todas las puertas, que no dejaron sino una abierta, esperaban que fuese asaludarles de camino; habiendo primero mandado a los soldados que cuando yo viniere me metiesendentro solo, y que a otro ninguno dejasen entrar, porque de esta manera pensaban haberme msfcilmente en su poder; pero engalos su pensamiento, porque barruntando yo la traicin, luego queall llegu, entrando en una posada que estaba frente de ellos, fing que dorma; y los embajadores,creyendo que yo dorma de veras, descendieron al campo y comenzaron a solicitar a la muchedumbrea que me desamparase, porque usaba mal del oficio de capitn; pero sucedi al contrario de lo queesperaban, porque luego que los vieron se levant una grita entre los galileos, que testificaban biencunto amor me tenan por merecerlo yo, y culpaban a los embajadores, porque sin haberles hecho

    injuria alguna, haban venido a revolver el sosiego y la paz del pueblo, y mandbanles que se fuesenporque ellos no hablan de admitir otro gobernador. Despus que supe esto no dud salir; as que

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    descend con mucha prisa a or lo que los embajadores traan; cuando sal comenzaron todos a darpalmadas de alegra, unos a porfa de otros, y a voces me dieron gracias de haber gobernado muybien su provincia.

    Cuando Jonats y los otros oyeron estas cosas, temieron mucho perder la vida a manos delpueblo, que tanto me favoreca, y pensaban huir; pero porque no podan hacerlo libremente,mandndoles yo que se detuviesen, estaban tristes, y apenas estaban en su acuerdo. Habiendo, pues,hecho cesar las gritas del pueblo, y puestos de mis soldados, de los que me fiaba, para guardar loscaminos, porque no diesen sobre nosotros tomndonos desapercibidos, y habiendo mandado quetodos estuviesen en armas, porque aunque viniesen de sbito los enemigos no hubiese por qu temer,primeramente hice mencin de las cartas en que me haban escrito que las ciudad de Jerusaln losenviaba para acabar las diferencias entre mi y Juan, y me haban llamado que pareciese, y luego, paraque no pudiesen negarlo, saqu la misma carta, y dije: "Si yo hubiese de dar cuenta de mi vida contralas acusaciones que delante de ti, Jonats, y de tus compaeros me pone Juan, cuando presentase enmi defensa por testigos dos o tres buenos varones, sera necesario que, dados por buenos los testigos,y examinados sus testimonios, me dieseis por libre; pero ahora, para que sepis que yo he

    administrado bien las cosas de Galilea, no quiero traer tres testigos de mi abono, sino todos estos osdoy por testigos; a stos demandad cuenta de mi vida, si por ventura los he gobernado con todahonestidad y justicia, y a vosotros, varones de Galilea, conjuro que no encubris la verdad, sino queante stos, como jueces, digis si en alguna cosa he hecho lo que no deba."

    Apenas haba yo acabado estas palabras, cuando todos levantaron una grita, llamndome subienhechor y conservador, y aprobando con su testimonio todo lo que hasta entonces habla hecho, yrogndome que en adelante perseverase en ser tal cual antes habla sido; afirmaban tambin con jura-mento todos, que no haba cometido deshonestidad con mujer de alguno, y que jams haba hechoenojo a alguno de ellos. Despus de esto, oyndolo muchos de los galileos, le las dos cartas deJonats que haban tomado mis guardas y envindomelas, llenas de muy malas palabras, eimponiendo falsamente que usaba ms de tirano que de capitn, y contenan otras muchas cosasfingidas con muy grande desvergenza. Estas cartas, deca yo que me las haban dado los que lasllevaban, sin que yo se las pidiese, no queriendo que mis contrarios supiesen lo de las guardas quetenla puestas, porque no dejasen de enviar sus cartas en adelante.

    Y el Ayuntamiento, movido a ira contra Jonats y sus compaeros, arremetieron a ellos paramatarlos, e hiciranlo si yo no les refrenara su furia. A los embajadores promet perdn de lo hecho sitomasen mejor acuerdo, y, vueltos a su tierra, contasen la verdad de cmo me habla habido en miadministracin.

    Dichas estas cosas, los desped, dado que saba que no haban de cumplir lo prometido; pero elpueblo estaba contra ellos airado, rogndome que los dejase que les diesen su pago; as que hube deusar de todas mafias para librarlos, porque saba que toda revuelta es muy daosa en la Repblica;mas la muchedumbre perseveraba en su enojo, y con una determinacin iban todos a la posada deJonats; viendo yo que no poda detenerlos ms, subiendo en un caballo mand que viniesen tras mi aSogana, que es una aldea de los rabes que est de all veinte estadios, y con esta astucia me guardde no parecer que hubiese dado principio a guerra civil.

    Despus que vinimos cerca de Sogana, mand parar mi gente; y habindoles aconsejado que nofuesen tan arrebatados a ira que pasa los lmites de la razn, escog ciento de los ms sealados enedad y honra, y les dije que se aparejasen para ir a Jerusaln a acusar delante del pueblo a los quehablan movido el alboroto y revuelto su Repblica; adems de esto les mand que, si lo pudiesenacabar con el pueblo, alcanzasen una provisin en que se me confirmase la gobernacin de Galilea, yse mandase a Juan que saliese de ella. Despachndolos en breve con este recaudo, tres das despusque se hizo el Ayuntamiento, los desped, dndoles quinientos soldados que los acompaasen, ytambin escrib a mis amigos a Samaria que trabajasen para que mis embajadores pudiesen caminarseguramente por su tierra, porque ya aquella ciudad estaba sujeta a los romanos, y tuvieron necesidad

    de ir por all porque iban de prisa, y buscaban los atajos y caminos ms cortos por llegar al terceroda a Jerusaln, y aun yo mismo los acompa hasta salir de Galilea, habiendo puesto guardas en los

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    caminos para que no se publicase de pronto la partida de los embajadores, y despus de hecho estome detuve un poco de tiempo en Jafa.

    Jonats y sus compaeros, como no salieron con la suya, tornaron a enviar a Juan a Giscala, yellos desde all partieron para Tiberades con esperanza de haberla en su poder; porque Jess, queentonces tenla all el magistrado, les haba prometido por sus cartas que l acabara con el pueblo que

    se sujetasen a ellos. Con esta esperanza se pusieron en camino: Sila con su mensajero me hizo sabertodo lo que pasaba, al cual yo, como dije, haba dejado en mi lugar, y rogbame mucho que volvieselo ms presto que pudiese; vuelto yo de prisa por su consejo, por poco perdiera la vida por la causaque dir.

    Jonats y sus compaeros haban en Tiberades inducido a muchos del bando contrario a que serebelasen, por lo cual, atemorizados con mi venida, accedieron a mi luego, y dndome primeramentela enhorabuena, decan que se holgaban de la honra que entonces haba ganado, por haber adminis-trado muy bien a Galilea, porque de aquella gloria les alcanzaba tambin a ellos parte, por ser yo suciudadano y discpulo; y despus, confesando en pblico que queran ms mi ami