Fiodor Dostoievski - El Adolescente

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EL ADOLESCENTEFEDOR DOSTOIEWSKI

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FEDOR DOSTOIEWSKI

EL ADOLESCENTE

Ediciones elaleph.com

PRIMERA PARTE CAPITULO I ISin resistir ms, empiezo1 a escribir esta historia de mis primeros pasos en la carrera de la vida. Y sin embargo, muy bien podra pasarme sin esto. Una cosa es segura: que ya nunca ms escribir mi autobiografa, aunque tenga que vivir cien aos. Hay que estar prendado muy bajamente de uno mismo para hablar as sin avergonzarse. La sola excusa que me doy, es que no escribo por el mismo motivo que todo el mundo, es decir, para obtener las alabanzas del lector. Si de repente se me ha ocurrido anotar palabra por palabra todo lo que me ha pasado desde el ao anterior, es por una necesidad ntima: tan impresionado me he quedado por los hechos acaecdos! Me limito a registrar los acontecimientos, evitando con todas mis fuerzas lo que les es ajeno, y sobre todo los artificios literarios; un literato se lleva escribiendo treinta aos, y al final ignora por qu ha escrito tanto tiempo. No soy literato ni quiero serlo. Arrastrar la intimidad de mi alma y una bonita descripcin de mis sentimientos por el mercado literario sera a mis ojos una inconveniencia y una bajeza. Preveo no obstante, no sin disgusto, que ser probablemente imposible evitar del1 Yo: todo el relato aparece como si lo hubiera escrito el adolescente, pero no en plan de diario, sino de recuerdo. Dostoiewski, al igual que le sucedi en Crimen y castigo, vacil mucho antes de decidirse por la forma de exposicin. El l2 de agosto de l864 escribe en su cuaderno de notas: Importante solucin del problema: escribir en nombre propio. Comenzar por la palabra: Yo. La confesin de un gran pecador...

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todo las descripciones de sentimientos y las reflexiones (quizs incluso vulgares): tanto desmoraliza al hombre todo trabajo literario, hasta el emprendido nicamente para s! Y estas reflexiones pueden an ser muy vulgares, porque to que uno estima puede muy bien no tener valor alguno para un extrao. Pero quede diho todo esto entre parntesis. He aqu hecho mi prefacio: no habr nada ms por el estilo. Manos a la obra! Aunque no haya nada ms embarazoso que emprender una obra, y quizs el poner manos a la obra en general.

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IIComienzo; es decir, querra comenzar mis memorias en la fecha del l9 de septiembre del ao pasado2, o sea precisamente el da en que por primera vez me encontr con... Pero explicar con quin me encontr, as como as, de buenas a primeras, cuando nadie sabe nada, ser una vulgaridad; este tono mismo, a mi parecer, es ya vulgar: despus de haberme jurado evitar los adornos literarios, he aqu que caigo en ellos desde la primera lnea. Adems, para escribir de manera sensata, no basta con quererlo. Har notar tambin que no hay, estoy convencido, una sola lengua europea que sea tan difcil para escribir como el ruso. Acabo de releer lo que he escrito hace un instante, y veo que soy mucho ms inteligente que lo que ha quedado escrito. Cmo puede suceder esto de que las cosas enunciadas por un hombre inteligente sean infnitamente ms estpidas que lo que se queda en su cerebro? Lo he notado ms de una vez en m y en mis relaciones orales con los dems hombres durante todo este ltimo ao fatal, y me he sentido bien atormentado por eso. Aunque comience en la fecha del l9 de septiembre, dir sin embargo en dos palabras quin soy, dnde he estado antes de esa fecha y por aadidura lo que yo poda tener en la cabeza, a lo menos parcialmente, en aquella maana del l9 de septiembre, para que todo sea ms inteligible al lector, y quizs a m mismo tambin.

2 El desarrollo cronoigico de la accin, en esta novela, est cuidadosamente precisado por el autor: la primera parte dura tres das, que son el l9, el 20 y el 2l de septiembre del ao pasado; la segunda; tres das tambin, el l5, el l6 y l7 de noviembre; la tercera empieza despus de nueve das. El lector obtiene as el sentimiento directo del desarrollo dramtico de los acontecimientos.

IIISoy un antiguo bachiller, y heme aqu ahora con veintin aos cumplidos. Me llamo Dolgoruki, y mi padre legal es Makar Ivanov3 Dolgoruki, ex siervo criado de los seores Versilov. As pues, soy hijo legtimo, aunque ilegtimo en el ms alto grado, no cabiendo la menor duda sobre mi origen. He aqu cmo fue la cosa: hace veintids aos, el propietario Versilov (mi padre), que entonces tena veinticinco aos, visit sus propiedades de la provincia de Tula. Supongo que en aquella poca era todava un ser de escasa personalidad. Es curioso cmo este hombre que me ha impresionado tanto desde mi infancia, que ha tenido una influencia tan capital en la formacin de mi alma y que, por mucho tiempo quiz, ha contaminado todo mi porvenir, siga siendo para m, incluso hoy y en una infinidad de puntos, un verdadero enigma. Pero volveremos sobre eso ms tarde. No es tan fcil de referir. Pero, de todas formas, mi cuaderno entero estar lleno de este hombre. En aquella poca, a los veinticinco aos, acababa de perder a su mujer. Era una muchacha del gran mundo, pero no muy rica, una Fanariotova, y l tena de ella un hijo y una hija. Mis noticias sobre esa esposa desaparecida tan pronto son bastante incompletas y se pierden en el conjunto de mis materiales; por lo dems, muchas circunstancias de la vida de Versilov se me han escapado, hasta tal punto se ha mostrado siempre conmigo orgulloso, altivo, reservado y negligente, a pesar de una especie de humildad, pasmosa a veces, hacia m. Menciono sin embargo, a ttulo de indicacin, que ha gastado en el curso de su existencia tres fortunas a incluso bastante grandes, por un total de ms

3 Ivanov: patronmico formado sin la final itch. nicamente los nobles tenan derecho oficialmente al patronmico en itch.

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de cuatrocientos mil rublos4 y quiz me quedo corto. Ahora, naturalmente, no tiene ya un copec... Pues sucedi que fue a sus propiedades Dios sabe por qu; por lo menos as es como.se explic l ms tarde conmigo. Sus hijitos no estaban con l, sino en casa de parientes, segn su costumbre; as es como se comport toda la vida con su prole, legtima o ilegtima. Haba en aquella hacienda una gran cantidad de criados: entre ellos, el jardinero Makar Ivanov Dolgoruki. Agregar aqu, para no tener que volver sobre lo mismo, lo siguiente: pocas personas han podido maldecir su apellido tanto como yo lo he hecho a lo largo de toda mi vida. Era una cosa estpida, pero era as. Cada vez que yo entraba en una escuela o me encontraba con gente a la que mi edad me obligaba a rendir cuentas, en una palabra, cada maestro de escuela, preceptor, censor, cura, no importa quin, despus de haberme preguntado el nombre y de haberse enterado de que yo era Dolgoruki, experimentaba la necesidad de aadir: El prncipe Dolgoruki? Y cada una de las veces me vea obligado a explicarles a todos aquellos holgazanes: No, Dolgoruki tout court5. Aquel tout court termin por volverme loco. Anotar como una especie de fenmeno que no me acuerdo de una sola excepcin: todos me hacan la pregunta. Algunos, indudablemente, la hacan sin el menor inters; por lo dems, no s qu poda interesar aquello a quienquiera que fuese. Pero todos lo hacan, todos, hasta el ltimo. Al enterarse de que yo era simplemente Dolgoruki, el interrogador me examinaba de ordinario con una mirada obtusa y estpidamente indiferente, poniendo de manifiesto que l mismo no saba por qu me haba interrogado, y se iba. Pero los ms ofensivos eran los camaradas de la escuela. Cmo pregunta un escolar a un novato? El novato, aturdido y confuso, el primer da de su entrada en la escuela (en no importa qu escuela) es la vctima propiciatoria en general: se le ordena, se le irrita, se le trata como a un criado. Un mocetn lleno de salud se planta de repente delante del infeliz, bien cara a cara, y lo observa algunos instantes con4 Cuatrocientos mil rublos: se trata de rublos oro. El rublo oro vala 2,66 francos oro. 5 Los Dolgoruki eran una familia principesca muy conocida: Jorge Dolgoruki haba fundado en el siglo XII el principado de Suzdal.

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ojos severos a insolentes. El nuevo se mantiene delante de l en silencio, le mira a hurtadillas, si no es un cobarde, y aguarda los acontecimientos. Cmo te llamas? Dolgoruki. Prncipe Dolgoruki? No, Dolgoruki a secas. Ah!... a secas! Idiota! Y tienen razn: nada ms estpido que llamarse Dolgoruki cuando no se es prncipe. Esa estupidez la arrastro conmigo sin que haya culpa por mi parte. Ms tarde, cuando empec a enfadarme seriamente, ante la pregunta Eres prncipe?, responda siempre: No, soy hijo de un criado, antiguo siervo. Ms tarde todava, cuando llegu por fin a encolerizarme, a la pregunta Es usted prncipe?, respond firmemente un da: No, Dolgoruki a secas, hijo natural de mi antiguo seor, el caballero Versilov. Fue en clase de retrica donde hice ese descubrimiento y, aunque me convenc pronto de que era una tontera, no renunci en seguida. Me acuerdo de que uno de los profesores por lo dems, el nico descubri que yo estaba lleno de ideas de venganza y de civismo. De una manera general, se acogi aquella salida con una seriedad un poco ofensiva para m. Por fin uno de mis camaradas, un bajito muy mordaz con el cual yo apenas hablaba ms de una vez al ao, me dijo con aire profundo, pero mirndome ligeramente de costado: Esos sentimientos le honran a usted, desde luego, y, sin duda alguna, tiene motivos para estar orgulloso. Sin embargo, en su lugar, yo no me jactara tanto de ser hijo natural... Se dira en realidad que est usted en una situacin envidiable! Desde entonces ces de jactarme de mi ilegitimidad. Lo repito, es difcil escribir en ruso: he ennegrecido ya tres hojas de papel para explicar cmo he abominado toda mi vida de mi apellido, y el lector ha sacado seguramente la conclusin de que lo nico que me pasa es que estoy rabioso por no ser prncipe, sino sencillamente Dolgoruki a secas. No me rebajar a explicarme ni a justificarme una vez ms.

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IVAs pues, entre aquella servidumbre que era legin, adems de Makar Ivanov se hallaba una muchacha que tena ya los deciocho aos cuando Makar Dolgoruki, a los cincuenta, manifest de repente la intencin de casarse con ella. En el rgimen de servidumbre, los casamientos entre siervos domsticos se realizaban, como se sbe, con autorizacin de los seores, a veces incluso por orden de los mismos. En la propiedad habitaba entonces una ta; a decir verdad, no era ta ma, sino la seora del castillo; solamente que, no s por qu, todo el mundo la llamaba ta, ta en general, y lo mismo ocurra entre los Versilov, con los cuales, por lo dems, puede que estuviera emparentada. Era Tatiana Pavlovna Prutkova. Posea an en aquella poca, en la misma provincia y en el mismo distrito, treinta y cinco almas 6 de su propiedad exclusiva. Adrninistraba, o vigilaba ms bien, a ttulo de vecina, la hacienda de Versilov (quinientas almas), y aquella vigilancia, por lo que he odo decir, era tan eficaz como la de no importa qu intendente especialmente instruido. Por lo dems sus conocimientos no me interesan en absoluto; quiero agregar solamente, rechazando todo pensamiento de alabanza y de adulacin, que esta Tatiana Pavlovna es una criatura noble y hasta original. Fue, pues, ella quien, lejos de contrariar las inclinaciones matrimoniales del sombro Makar Dolgoruki (parece que era muy sombro), las anim en el ms alto grado. Sofa Andreievna (aquella6 La fortuna territorial en Rusia se calculaba segn el nmero de siervos (almas) que estaban obligados a prestar servicio personal a su seor o al pago de un tributo anual, pudiendo el propietario disponer de ellos libremente, vendindolos o hipotecndolos. A esta institucin puso fin el emperador Alejandro II en un decreto promulgado en marzo de l86l y por el que se abola la servidumbre.

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sierva de dieciocho aos, mi madre) era hurfana desde haca varios aos; su padre, que senta por Makar Dolgoruki un respeto extraordinario y le estaba, no s por qu, muy agradecido, siervo l tambin, al morir seis aos antes, en su lecho de muerte, y se pretende incluso que un cuarto de hora antes de entregar el ltimo suspiro, tanto que se podra haber visto en aquello, en caso de necesidad, un efecto del delirio si no hubiese sido ya incapaz como tal siervo, haba llamado a Makar Dolgoruki y, delante de todo el personal y en presencia del sacerdote, le haba expresado en voz alta y apremiante aquella ltima voluntad, sealndole a su hija: Edcala y tmala por esposa! Aquellas palabras fueron odas por todo el mundo. En lo que concierne a Makar Ivanov, ignoro con qu sentimientos se cas seguidamente, si con gran placer o solamente para cumplir un deber. Lo ms probable es que presentara el aire exterior de una perfecta indiferencia. Era un hombre que, ya entonces, saba adoptar una pose. Sin estar versado en las Escrituras ni ser un letrado (se saba de memoria todos los oficios y sobre todo algunas vidas de santos, pero principalmente de odas), sin ser una especie de razonador de profesin, tena sencillamente un carcter resuelto, a veces incluso aventurero; hablaba con aplomo, tena juicios categricos y, en una palabra, viva respetablemente, segn su pasmosa expresin. He ah la clase de hombre que era entonces. Naturalmente, disfrutaba del respeto universal, pero, se dice, se haca insoportable a todo el mundo. Todo cambi cuando sali de la casa: no se habl ya de l ms que como de un santo y un mrtir. Todo esto lo s de buena fuente. Por lo que se refiere al carcter de mi madre, Tatiana Pavlovna la guard a su vera hasta que cumpli los dieciocho aos, a pesar del intendente, que quera ponerla como aprendiza en Mosc, y le dio alguna educacin, es decir, le ense la costura, el corte, las buenas maneras a incluso le hizo aprender un poco a leer. En lo que se refiere a escribir, mi madre no lleg a hacerlo nunca pasablemente. A sus ojos, aquel matrimonio con Makar Ivanov era desde haca mucho tiempo una cosa resuelta y todo lo que le sucedi entonces le pareci excelente y perfecto; se dej conducir al altar con la fisonoma ms tranquila que se pueda tener en caso semejante, tanto que la misma Tatiana Pavlovna la trat entonces de pava. Por esta misma Tatiana Pavlovna me he enterado de lo que concerne al carcter de mi madre en aquella poca.

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Versilov lleg a sus tierras exactamente seis meses despus de aquel matrimonio.

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VQuiero indicar solamente que jams he podido saber ni adivinar de manera satisfactoria cmo comenzaron las cosas entre l y mi madre. Estoy totalmente dispuesto a creer, como l mismo me lo asegur el ao pasado, con rubor en las mejillas, aunque me hiciera todo el relato con el aire ms desenvuelto y ms espiritual, que no hubo all ni la novela ms mnima, y que todo pas como pasan esas cosas. Creo que es verdad, y el como pasan esas cosas es una expresin encantadora. A pesar de todo, siempre he tenido deseos de saber cmo pudo iniciarse aquello. Esas porqueras siempre me han inspirado horror y me lo siguen inspirando. No, desde luego no es porque haya curiosidad malsana por mi parte. Har notar que hasta el ao pasado no he conocido a mi madre, por as decirlo; desde la infancia he estado confiado a extraos, para mayor comodidad de Versilov (ms tarde se tratar de eso), y por consiguiente soy incapaz de figurarme la fisonoma que ella pudiera tener entonces. Si no era hermosa, qu haba en ella que pudiese seducir a un hombre como Versilov? Esta cuestin es importante para m, porque este hombre se dibuja aqu en un aspecto extremadamente curioso. He ah por qu me planteo la pregunta, y no por perversin. l mismo, este hombre sombro y reservado, me deca, con esa amable ingenuidad que se sacaba Dios sabe de dnde (como se saca un pauelo del bolsillo) cuando le era necesario, que, por aquel entonces, no era ms que un cachorrillo estpido y, sin ser sentimental, acababa de leer, como quien no quiere la cosa, Antonio el Desgraciado 7 y Paulina Saxe8, dos producciones7 El ttulo con que en espaol se conoce esta novela es Antonio Goremyka, que quiere decir, poco ms o menos: Antonio burro de carga o cabeza de turco. El autor de esta obra, Demetrio Vasilievitch Grigorovitch (l822l900), estudi ingeniera con Dostoiewski, y sus obras mas famosas fueron la ya

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literarias que han tenido un inapreciable influjo civilizador sobre la generacin de aquellos tiempos. Agregaba que haba sido quizs a causa del personaje de Antonio por lo que haba vuelto al campo, y deca eso muy seriamente. En qu forma aquel cachorrillo estpido pudo entrar en relaciones con mi madre? Acabo de pensar que, si yo tuviese solamente un lector, ste no dejara de prorrumpir en carcajadas a mis expensas: ridculo adolescente que, conservando su tonta inocencia, pretende razonar sobre cosas de las que no entiende ni jota. S, desde luego, todava no entiendo nada de eso, y lo confieso sin el menor orgullo, porque s hasta qu punto esta inexperiencia es algo estpido en un chicarrn de veinte aos; solamente que dir a ese seor que tampoco l entiende nada y se lo probar. Es cierto que en cuestin de mujeres no s nada, y nada quiero saber, porque me burlar de ellas toda mi vida, me lo he jurado decididamente. Y s sin embargo que una mujer puede encantarle a uno con su belleza, o sabe Dios con qu, en un abrir y cerrar de ojos; a otra, hace falta estarla trabajando seis meses antes de comprender lo que lleva en la mollera; a la de ms all, para verla del todo y quererla, no basta con mirarla, no basta con estar dispuesto a todo. Hace falta adems ser un superdotado. Estoy convencido de ello, aunque no entienda nada; de no ser as, se necesitara de golpe y porrazo rebajar a todas las mujeres a la categora de simples animales domsticos y no mantenerlas cerca de uno ms que en esta forma. Eso es lo que querra quiz muchsima gente. Lo s positivamente por varios conductos, mi madre no era una belleza, aunque yo no haya visto jams su retrato de aquellos tiempos, retrato que existe en alguna parte. Prendarse de ella a la primera mirada era pues imposible. Para una simple distraccin, Versilov poda elegir a otra cualquiera, y haba una, en efecto, una jovencita, Anfisa Constantinovna Sapojkova, una criadita. Por lo dems, para un hombre que llegaba all con el desgraciado Antonio, atentar, en virtud del derecho seorial, contra la felicidad conyugal de su siervo, habra resultado muy vergonzoso a sus propios ojos, puesto que, lo repito, apenas hace unosmencionada y La aldea, en las que describe la vida penosa del campesino ruso. Antonio Goremyka tuvo en su poca una popularidad comparable a la de La cabaa del To Tom. 8 Paulina Saxe es una novela de Alejandro Vasilievitch Drujinine (l824l864) que fue publicada en l847. Es la historia de un marido carioso que, engaado por su mujer, la deja en libertad para que pueda casarse con su rival.

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meses, es decir, despus de transcurridos veinte aos, hablaba an de aquel infeliz Antonio con una seriedad extraordinaria. Ahora bien, a Antonio no le haban quitado ms que el caballo, y no la mujer. Sucedi, pues, alguna cosa rara, en detrimento de la seorita Sapojkova (a mi entender, para ventaja de ella). Una o dos veces, el ao pasado, en los momentos en que se poda hablar con l, cosa que no ocurra todos los das, le hice estas preguntas y not que, a pesar de toda su cortesa y a veinte aos de distancia, se haca rogar largo rato antes de decidirse a hablar. Pero yo lograba mi propsito. Por lo menos, con aquella desenvoltura mundana que se permita conmigo muchas veces, esboz un da cosas muy extraas: mi madre era una de esas personas sin defensa a las que no se puede querer, desde luego que no!, pero que de repente, sin que se sepa por qu, suscitan un sentimiento de lstima, a causa de su dulzura. A causa de qu en realidad? Nunca se sabe con seguridad. Pero la lstima perdura; a fuerza de lstima, se siente uno ligado... En una palabra, pequeo, sucede incluso que no es posible ya zafarse. Eso es to que l me dijo. Y si las cosas ocurrieron realmente de aquella manera, me veo obligado a ver en l algo muy distinto al cachorrillo estpido de que l mismo habla, refirindose a cmo era en aquella poca. Esto es todo lo que yo quera hacer constar. Por lo dems, se puso en seguida a asegurarme que mi madre lo haba querido por humildad; un poco ms, y ya iba a inventar que por obediencia servil. Menta por drselas de elegante, menta contra su propia conciencia, contra toda norma de honor y de generosidad. Todo esto, desde luego, lo he escrito, pudiera decirse, en alabanza de mi madre, y sin embargo, como ya lo he declarado, ignoro en absoluto to que ella fuese entonces. Es ms, conozco muy bien la impermeabilidad del ambiente y de las nociones lastimosas e ntre las cual.es ella se ha enranciado desde su infancia y entre las cuales ha pasado a continuacin toda su existencia. A pesar de todo, la desgracia termin por consumarse. A propsito, una rectificacin: me he perdido entre las nubes y he olvidado un hecho que, por el contrario, era preciso hacer resaltar: todo se inici entre ellos precisamente por la desgracia. (Espero que el lector no se pondr a fingir ahora que no comprende todo aquello de lo que inmediatamente quiero hablar.) En una palabra, aquellos comienzos fueron seoriales, aunque la seorita Sapojkova hubiese sido dejada a un lado. Pero aqu intervengo yo y declaro anticipadamente que no me contradigo en lo ms mnimo. De

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qu, gran Dios, de qu poda en aquella poca hablarle un hombre como Versilov a una persona como mi madre, ni siquiera en el caso de un amor irresistible? Les he odo decir a personas libertinas que muy frecuentemente el hombre, al abordar a la mujer, empieza sin pronunciar una palabra, lo que es evidentemente el colmo de la monstruosidad y del cinismo; Versilov, aunque lo hubiese querido, no habra podido, creo yo, empezar de otra manera con mi madre. Podra empezar explicndole el argumento de Paulina Saxe? Sin contar con que la literatura rusa era la menor preocupacin de ambos; segn sus propias palabras (un da que se franque conmigo), se ociltaban en los rincones, se acechaban el uno al otro en las escaleras, rebotaban lejos, como globos, con las mejillas rojas, si alguien pasaba, y el tirano temblaba delante de la ltima de las lavanderas, a pesar de todos sus derechos feudales. Si las cosas empezaron a la manera seorial, continuaron del mismo modo, pero no completamente, y en el fondo no hay que buscar explicaciones. No serviran ms que para espesar las tinieblas. Las proporciones que tom el amor de la pareja son ya un enigma, puesto que la primera cualidad de individuos como Versilov es la de dejarlo todo plantado una vez conseguido su objetivo. Pero aqu ocurri de otra forma. Pecar con una bonita sierva pazguata (y no es que mi madre fuera tonta), para un cachorrillo libertino (todos eran libertinos, todos, hasta el ltimo, progresistas y retrgrados) es cosa no solamente posible, sino incluso inevitable, sobre todo si se piensa en su situacin novelesca de viudo joven y a sus anchas. Pero quererla toda la vida, es demasiado. No garantizo que l la haya querido; pero que la ha arrastrado detrs de l toda su vida, es un hecho. He hecho muchas preguntas, pero hay una, la ms mportante, que no me he atrevido a hacerle a mi madre de una manera formal, aunque me haya compenetrado mucho con ella el ao pasado y, aunque hijo grosero a ingrato que juzga que se es culpable ante l, no me haya enfadado con ella en absoluto. En cuanto a la pregunta, hela aqu: cmo pudo ella, casada no haca ms que seis meses y aplastada bajo todas las ideas sobre la santidad del matrimonio, aplastada como una mosca sin defensa, ella que respetaba a su Makar Ivanovitch como una especie de Dios, cmo pudo, en quince das escasos, caer en semejante pecado? No se trataba sin embargo de una mujer descarriada. Al contrario, to dir ahora anticipadamente, sera difcil representarse un alma ms pura, como lo ha sido durante toda su vida. La sola

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explicacin es que obr sin darse cuenta de lo que haca, sin tener conciencia de ello, no en el sentido en que los abogados de hoy en da lo dicen de sus asesinos o de sus ladrones9, sino bajo una de esas impresiones fuertes que, en una vctima un poco simplota, la arrastran fatal y trgicamente. Quin sabe? Tal vez ella le am hasta la locura, am el porte de sus trajes, la raya a la parisiense de sus cabel.los, su pronunciacin francesa, s, francesa, de la cual ella no comprenda ni jota, la romanza que l cant al piano. Am algo que ella no haba visto ni odo jams (l era un hombre muy guapo) y de golpe y porrazo lo am de cuerpo entero, hasta el desfallecimiento, lo am con sus trajes y sus romanzas. He odo decir que esto les suceda a veces a siervas jvenes en la poca de la servidum bre, a incluso a las ms honradas. Lo comprendo. Verguenza para quien lo explique nicamente por la servidumbre y la humildad. As pues, aquel joven pudo tener bastante fuerza y seduccin para atraer a una criatura hasta entonces tan pura, y sobre todo a una criatura tan perfectamente extraa a su naturaleza, procediendo de un mundo muy distinto y de una tierra muy diferente, pudo atraerla a un abismo tan manifiesto. Que aquello era un abismo, espero que lo comprendi mi madre en todo momento; solamente que mientras caminaba haca l no pensaba en eso; estos seres sin defensa son siempre los mismos: saben que el abismo est ah y corren hacia l. Cometido el pecado, se arrepintieron inmediatamente. l me ha contado con bastante ingeniosidad cmo solloz sobre el hombro de Makar Ivanovitch, llamado expresamente para eso a su despacho, mientras que ella, durante aquel tiempo... Ella estaba acostada en algn sitio sin conocimiento, en su cuartito de sierva...

9 Dostoiewski, que segua con mucha atencin la crnica judicial se pronunci en diversas ocasiones contra la teora de la responsabilidad en materia criminal.

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VIPero ya he hablado bastante de estas cuestiones y de estos detalles escandalosos. Versilov rescat a mi madre, comprndosela a Makar Ivanov, se march precipitadamente y desde entonces, como ya he escrito ms arriba, la arrastr tras l casi por todas partes, salvo cuando se ausentaba por mucho tiempo: entonces la dejaba casi siempre encomendada a los buenos cuidados de la ta, es decir, de Tatana Pavlovna Prutkova, que en aquellas ocasiones se encontraba siempre presente. Pasaban temporadas en Mosc, las pasaban en toda clase de otros dominios o villas, a incluso en el extranjero, y por fin en Petersburgo. Hablar de eso ms tarde o bien no hablar en absoluto. Dir solamente que un ao despus de la separacin de Makar Ivanovitch vine yo al mundo; un ao despus de m nacimiento, vino mi hermana; luego, diez a once aos ms tarde, mi hermano menor, un nio enfermizo que muri al cabo de pocos meses. Aquellos partos dolorosos pusieron fin a la belleza de mi madre. Por ro menos eso es lo que se me ha dicho: empez a envejecer y a debilitarse rpidamente. Pero con Makar Ivanovitch las relaciones no cesaron jams. O bien estuviesen pasando temporadas los de Versilov, o bien viviesen varios aos seguidos en el mismo sitio o viajasen, Makar Ivanovitch no dejaba de enviar noticias suyas a la familia. Se constituyeron as relaciones singulares, un poco solemnes y casi serias. Entre seores, fatalmente se habra mezclado en aquello algo de cmico, lo s muy bien; pero en este caso, ni hablar de eso. Las cartas llegaban dos veces al ao, ni ms ni menos, asombrosamente parecidas las unas a las otras. Las he visto; no contienen casi nada de ndole personal; por el contrario, en todo lo posible, nicamente informaciones ceremoniosas sobre los acontecimientos ms genetales y los sentimientos ms generales tambin, si es lcito expresarse as a propsito de sentimientos: noticias de su salud, luego preguntas sobre la salud del destinatario, luego votos

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de felicidad, saludos y bendiciones ceremoniosas, y pare usted de contar. Esta generalizacin y esta impersonalidad constituyen, a mi entender, el buen tono y el savoir vivre de aquel ambiente. A nuestra amable y respetada esposa Sofa Andreievna dirijo nuestro ms humilde saludo... A nuestros queridos hijos envo nuestra bendicin paternal inalterable por siempre. Seguan todos los nombres de los hijos, en el orden en que se haban ido acumulando, yo incluido. Anotar aqu que Makar Ivanovitch tena la suficiente inteligencia para no calificar a Su nobleza el muy respetado seor Andrs Petrovitch como bienhechor suyo, pero en cada carta le diriga invariablemente sus ms humildes saludos, pidindole su bendicin a impetrando para l la gracia de Dios. Las respuestas a Makar Ivanovitch eran remitidas prontamente por mi madre, redactadas siempre en el mismo estilo. Versilov no participaba en la correspondencia. Makar Ivanovitch escriba desde todos los rincones de Rusia, desde las ciudades y desde los monasterios donde resida, a veces durante mucho tiempo. Lleg a convertirse en un errabundo10. No peda nunca nada; pot el contrario, tres veces al ao vena sin falta a casa y se detena en las habitaciones de mi madre, que siempre resultaba tener entonces un apartamiento exclusivo para ella, distinto del ocupado pot Versilov. Tendr que volver ms tarde sobre este particular, pero anotar aqu solamente que Makar Ivanovitch no se tenda a pierna suelta en los divanes del saln, sino que se instalaba modestamente en algn sitio detrs de un biombo. No se quedaba mucho tiempo: cinco das, una semana. Se me ha olvidado decir que l amaba y respetaba mucho el apellido de Dolgoruki. Naturalmente, es una estupidez ridcula. Lo ms ridculo es que aquel nombre le agradaba precisamente porque hay prncipes Dolgoruki. Extraa idea, lo ms contrario al sentido comn! He dicho que la familia estaba siempre completa: ni que decir tiene que sin m. Yo haba sido, por decirlo as, como arrojado pot la borda y colocado, casi inmediatamente despus de mi nacimiento, en casa de extraos. No hubo en eso la menor intencin; fue una cosa que se produjo con la mayor naturalidad. Cuando me trajo al mundo, mi madre era todava joven y hermosa: a l le serva por tanto para algo, y un nio de pecho resultaba muy molesto, sobre todo en los viajes. He10 El errante (strannik) es uno de los tipos preferidos de la conciencia religiosa popular. Ha sido representado frecuentemente en la literatura.

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ah cmo se explica que, hasta no cumplir los veinte aos, no vi, por decirlo as, a mi madre fuera de dos o tres ocasiones pasajeras. La falta no poda achacrsele a los sentimientos de mi madre, sino a la actitud altiva de Versilov hacia la gente.

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VIIPasemos ahora a otra cosa. Hace un mes, es decir, un mes antes del diecinueve de septiembre en Mosc, resolv renunciar a todos ellos y retirarme definitivamente dentro de mi idea. Escribo a propsito retirarme dentro de mi idea, porque esta expresin puede significar todo mi pensamiento esencial, por lo que sigo estando vivo. En cuanto a lo que sea mi idea, no har ms que hablar con mucha extensin en lo que sigue. En la soledad soadora de mis largos aos de Mosc se ha formado en m desde los primeros aos de estudio y desde entonces no me ha abandonado un instante. Ha devorado toda mi existencia. Tambin antes de concebirla, yo viva en el sueo, he vivido desde mi infancia en un reino encantado de un cierto matiz, pero, con la aparicin de esa idea esencial y devoradora, mis sueos se han consolidado y han revestido de golpe y porrazo una forma determinada: absurdos que eran, se han hecho sensatos. El Instituto no impeda los sueos; tampoco impidi la llegada de la idea. Aadir sin embargo que mi ltimo curso fue malo, mientras que en todas las clases hasta entonces yo haba estado en los primeros puestos: aquello se debi a esa misma idea, a la consecuencia tal vez falsa que extraje de ella. As pues el Instituto no molest a la idea, pero la idea molest al Instituto. Molest tambin a la Universidad. Salido del Instituto, tuv a inmediatamente la intencin de romper de una manera radical no slo con todos los mos, sino, si era preciso, con el mundo entero, aunque no tuviese an ms que veinte aos. Escrib sin ambages, a Petersburgo, que se me dejase definitivamente tranquilo, que no se enviase ms dinero para mi sostenimiento, y, que si era posible, se me olvidase del todo (en el caso, claro es, en que se acordasen un poco de m), y, en fin, que por nada de este mundo entrara yo en la Universidad. El dilema que se me planteaba era ineluctable: o bien la Universidad y la continuacin de mis

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estudios, o bien retrasar cuatro aos todava la puesta en prctica de mi idea. Tom sin vacilar el partido de mi idea, porque yo estaba convencido matemticamente. Versilov, mi padre, al que yo solamente haba visto una vez en mi vida, por espacio de un instante, cuando yo tena diez aos (y que con aquel instante haba tenido tiempo para dejarme estupefacto), Versilov, en respuesta a mi carta, que por lo dems no haba estado dirigida a l, me llam a Petersburgo con un billete escrito de su puo y letra, prometindome un empleo en casa de un seor particular. Aquella invitacin de un hombre seco y orgulloso, lleno de altivez y de negligencia respecto a m y que hasta entonces, despus de haberme engendrado y abandonado en manos de desconocidos, no solamente no me haba tratado, sino que ni siquiera se haba arrepentido jams (quin sabe?, quiz de mi propia existencia no tena ms que una nocin vaga a imprecisa, puesto que, como se revel ms tarde, no era l el que entregaba el dinero necesario para mi estancia en Mosc, sino otras personas); la invitacin de aquel hombre, digo, acordndose de m de repente y honrndome con una carta autgrafa, esta invitacin, al halagarme, decidi mi suerte. Cosa singular, lo que me agrad entre otros detalles en su billete (una paginita de formato pequeo) era que no deca una palabra de la Universidad, no me peda que cam biase de intencin, no me censuraba por no querer proseguir mis estudios, en una palabra, no usaba ninguno de los sermones paternales que son obligados en semejantes casos: y sin embargo era aquello precisamente lo que estaba mal de su parte, al testimoniar an ms su indiferencia hacia m. Resolv partir por otro motivo adems, el que aquello no dificultaba en nada mi sueo principal: Ya veremos qu pasar: en todo caso, me ligar con ellos nicamente durante algn tiempo, y quiz muy breve. En cuanto que me d cuenta de que este viaje, por condicional a insignificante que sea, me aleja sin embargo de lo esencial, romper inmediatamente, lo abandonar todo y volver a entrar en mi concha. En mi concha, qu bien est eso! Me acurrucar en ella como la tortuga; la comparacin me agradaba enormemente. No estar solo, continuaba yo haciendo mis clculos mientras corra de un extremo a otro de Mosc durante aquellos das como una ardilla; ya nunca estar solo, como lo he estado hasta aqu durante tantos aos espantosos: tendr conmigo mi idea, a la que no traicionar jams, aunque me agradasen todos los de por all, aunque me diesen la felicidad ms completa y aunque viviera con ellos

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diez aos. He ah la impresin, lo digo anticipadamente, he ah la dualidad de planes y de objetivos que, esbozada ya en Mosc, no me abandon ni un solo instante en Petersburgo (no s si ha habido un solo da en Petersburgo que no me lo haya fijado de antemano como el plazo definitivo para ruptura con ellos y para mi partida); esta dualidad, digo, ha sido, creo yo, una de las causas principales de muchas de mis imprudencias en el curso de este ao, de muchas de mis infamias, de mis bajezas incluso, sin hablar, naturalmente, de mis estupideces. De repente haca irrupcin en mi vida un padre que antes no exista. Esa idea me embriagaba durante mis preparativos en Mosc, durante el viaje en el tren. Un padre no era todava nada, a m no me gustaban los mimos: pero aquel hombre no habia querido conocerme y me haba humillado, mientras que, durante todos aquellos aos, yo no soaba ms que con l hasta la saciedad (si esta expresin puede aplicarse a un sueo). Cada uno de mis sueos, desde mi infancia, se refera a l, flotaba en torno a l, terminaba por volver a l una y otra vez. No s si lo odiaba o si lo quera, pero l llenaba todo mi porvenir, todas mis previsiones sobre la vida, y aquello haba ido formndose por su cuenta, a medida que yo creca. Lo que influy en mi partida de Mosc fue tambin una circunstancia poderosa, una tentacin que, tres meses antes de mi partida (en un momento en que, por consiguiente, ni siquiera haba surgido la ms remota posibilidad de lo de Petersburgo), haca ya latir y encogerse mi corazn. Lo que me atraa en aquel ocano desconocido, era que yo poda entrar en l como dueo y seor de la suerte de otra persona, y de quin! Pero en m borboteaban sentimientos magnnimos, y no despticos. lo prevengo con anticipacin para que mis palabras no induzcan a error. Versilov poda pensar (si es que en general se dignaba pensar en m) que iba a recibir a un jovencito recin salido del Instituto, un adolescente, entornando los ojos a la luz. Ahora bien, yo saba, yo en persona, todo lo que l se traa entre manos y yo tena en mi poder un documento de suma importancia, a cambio del cual (hoy lo s con toda seguridad) l habra dado varios aos de su vida, si yo le hubiese descubierto entonces el secreto. Pero me doy cuenta de que estoy hablando con enigmas. Imposible describir sentimientos sin hechos. Por lo dems, de todo esto se hablar suficientemente en el lugar que le corresponde, y por eso precisamente

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he cogido la pluma. Escribir de esta manera es casi estar sumergido en un delirio o ir andando por las nubes.

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VIIIEn fin, para llegar definitivamente a la fecha del l9, dir en pocas palabras, y, por decirlo as, de paso, que los encontr a todos, a Versilov, a mi madre y a mi hermana (vea a sta por primera vez en mi vida) en un estado lamentable, casi en la miseria o al borde de la miseria. Ya me haba enterado de eso en Mosc, pero estaba lejos de suponer que la cosa llegase a tal extremo. Desde mi infancia, me haba acostumbrado a representarme a aquel hombre, mi futuro padre, con una especie de aureola; yo no p oda figurrmelo de otra manera que ocupando en todas partes el primer puesto. Versilov jams haba habitado con mi madre, le alquilaba siempre un apartamiento particular: obraba as, desde luego, a causa de innobles conveniencias. Ahora, por el contrario, vivan todos juntos, en un pabelln de madera de una callejuela del Semenovski Polk11. Todo el mobiliario estaba ya en el Monte de Piedad, de forma que tuve incluso que entregar a mi madre, a espaldas de Versilov, mis misteriosos sesenta rublos. Misteriosos, porque se haban ido acumulando, con el dinero para mis gastos menudos que se me daba a razn de cinco rublos por mes, durante dos aos; la acumuiacin haba comenzado desde el primer da de mi idea, y por eso precisamente Versilov no deba saber nada de aquel dinero. Era algo que me daba pnico. Aquella ayuda no fue ms que una gota de agua en el ocano. Mi madre trabajaba, mi hermana haca tambin labores de costura; Versilov viva en la ociosidad, se mostraba caprichoso y conservaba una multitud de viejas costumbres pasablemente dispendiosas. Era terriblemente difcil de contentar, sobre todo en la mesa, y sus aires eran siempre los de un verdadero dspota. Pero mi madre, mi hermana, Tatiana Pavlov11 En San Petersburgo, en el barrio de los cuarteles del regimiento de la Guardia Semenovski.

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na y toda la familia del difunto Andronikov (un jefe de oficina muerto tres meses antes y que llevaba tambin los asuntos de Versilov), comprendiendo una infinidad de mujeres, estaban de rodillas delante de l como delante de un fetiche. Yo no poda figurarme espectculo semejante. Debo decir que nueve aos antes l era infinitamente ms seductor. He dicho ya que se me apareca en mis sueos con una especie de aureola, y adems me costaba trabajo creer que hubiese podido envejecer y estropearse hasta aquel punto en nueve aos escasos; experiment por ello inmediatamente pena, lstima y verguenza. Entre mis primeras impresiones de llegada, la de verle a l fue una de las ms penosas. Distaba mucho de ser un anciano, apenas tena cuarenta y cinco aos. Examinndolo ms de cerca, descubr en su belleza algo ms impresionante an que lo que se me haba quedado en la memoria. Menos brillo, menos apariencia, menos rebuscamiento, pero la vida haba marcado aquel rostro con un no s qu mucho ms curioso que antao. Sin embargo, la miseria no era ms que la dcima o vigsima parte de sus desgracias; eso yo lo saba muy bien. Adems de la miseria, haba algo infinitamente ms grave, sin hablar de la esperanza que l conservaba an de ganar un proceso entablado desde haca un ao contra los prncipes Sokolski a propsito de una herencia, y que poda reportarle en breve plazo una hacienda de setenta mil rublos y quiz ms. Ya he dicho ms arriba que este Versilov se haba tragado en su vida tres herencias: una vez ms iba a sr salvado por otra! El asunto deba decidirse muy en breve. Yo haba llegado con aquella esperanza. nicamente que nadie prestaba dinero contando con una simple esperanza, no haba nadie a quien pedirle prestado; mientras se aguardaba, haba que sufrir. Por lo dems, Versilov no iba a pedirle nada a nadie, aunque a veces estuviese todo el da fuera de casa. Haca ms de un ao que lo haban expulsado de la buena sociedad. Aquella historia, a pesar de todos sus esfuerzos, segua estando para m inexplicada, no obstante llevar ya ms de un mes en Petersburgo. Versilov era culpable o no? Aquello era lo que me importaba y por lo que yo estaba all! Todo el mundo le haba vuelto la espalda, entre otros todos los personajes influyentes con los que siempre haba sabido mantener relaciones. La causa eran ciertos rumores relativos a la conducta extremadamente baja y, lo que es peor a los ojos del mundo, extremadamente escandalosa, de la

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que se habra hecho culpable poco ms de un ao antes en Alemania, habiendo recibido entonces de forma muy ostentosa una bofetada justamente de un prncpe Sokolski, al cual no habra respondido con un desafo. Incluso su prole (legtima), su hijo y su hija, le haban vuelto la espalda y vivan separados de l. Cierto que este hijo y esta hija frecuentaban los medios ms elevados de la buena sociedad, por su parentesco con los Fanariotov y el viejo prncipe Sokolski (ex amigo de Versilov). En realidad, al examinarlo en el curso de aquel mes, vi a un hombre orgulloso al que la sociedad no haba excluido de su seno, sino que ms bien era l quien haba rechazado de su vera a la sociedad, tan ndependiente era el aire que tena! Pero tena derecho a adoptar aquel aire? Eso era lo que me turbaba. Yo tena que saber forzosamente toda la verdad en el plazo ms breve posible, porque yo haba venido a juzgar a aquel hombre. Yo le ocultaba todava mis fuerzas, pero me era preciso o bien adoptarlo, o bien rechazarlo enteramente. La segunda solucin me habra resultado demasiado penosa, y de esta forma me atormentaba a m mismo. Har, en fin, una confesin: quera a aquel hombre! De momento viva con ellos, en su mismo alojamiento, trabajaba y a duras penas refrenaba mis groseras. No es que me abstuviese de ellas enteramente. Despus de transcurrido un mes, estaba cada da ms convencido de que la explicacin definitiva no tena que pedrsela a l. Aquel hombre orgulloso se ergua delante de m como un enigma, profundamente ofensivo. Conmigo se mostraba incluso amable y complaciente, pero yo habra preferido las disputas a las bromas. Todas mis conversaciones con l tenan siempre no s qu ambiguedad, o sencillamente no s qu irona singular por su parte. Desde el principio, a mi llegada de Moscu, no me haba tomado en serio. Yo no llegaba a comprender por qu obraba l as. Sin duda, haba conseguido aquel resultado consistente en permanecer impenetrable ante m; pero, por mi parte, yo no me habra rebajado jams pidindole que me tratase ms en serio. Adems, l tena procedimientos sorprendentes a imperiosos ante los cuales yo no saba qu hacer. En una palabra, me trataba como al ltimo de los mocosos, cosa que me costaba trabajo soportar, aun sabiendo que aquello deba ser as. Consiguientemente, dej incluso de hablar casi en absoluto. Yo esperaba a una persona cuya llegada a Petersburgo podra descubrirme definitivamente la verdad: en eso estribaba mi ltima esperanza. De todos modos, me preparaba a

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romper definitivamente y tom todas las medidas necesarias para eso. Mi madre me daba lstima, pero... o l, o yo: he ah lo que, quera proponerle, a ella y a mi hermana. El da incluso estaba fijado; mientras tanto, yo iba a mi oficina.

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CAPTULO II IAquel da diecinueve, yo deba tambin percibir mi primer mes de sueldo en casa del partcular en cuestin. No s me haba pedido mi opinin sobre aquella colocacin, se me haba entregado simplemente, por las buenas, a mi patrn, creo, el primer da de mi llegada. Era demasiado grosero, y casi me vi obligado a protestar. El sitio estba en casa del viejo prncipe Sokolski. Pero protestar inmediatamente habra sido romper de golpe con ellos, lo que no me asustaba en lo ms mnimo, pero era contrario a mis objetivos esenciales. As, pues, acept la colocacin, esperando, sin decir palabra; defender mi dignidad con mi silencio. Dir ahora mismo que este prncipe Sokolski, rico y consejero privado12, no era en forma alguna pariente de los prncipes Sokolski de Mosc (miserables desde haca varias generaciones) con los que Versilov estaba enfrentado en aquel proceso. Lo nico que tenan de semejante era el apellido. Sin embargo, el viejo prncipe se interesaba mucho por ellos y quera de un manera muy especial a uno de ellos, el jefe por as decirlo de la familia, un oficial joven. Versilov, hasta haca poco, haba tenido una influencia inmensa en los asuntos de aquel viejo y era su amigo, un amigo muy singular, puesto que aquel pobre prncipe, segn he podido darme cuenta, le tena un miedo terrible, no solamente en la poca que entr a su servicio, sino tambin, creo, en todo el tiempo que dur aquella amistad. Por lo dems, desde haca tiempo, ya no se vean; el acto deshonroso del que se acusaba a Versilov afectaba directamente a la familia del prncipe; pero Tatiana Pavlovna se12 Consejero privado (o secreto) era el ttulo civil que corresponda al tercer grado de la Tabla de Honores, que contena catorce. En la jerarqua militar, corresponda al grado de general de Divisin.

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encontr ali muy a propsito y por intermedio de ella fui colocado en casa del viejo, que quera tener a su vera a un hombre joven, en su despacho. Sucedi tam bin que l tena un gran deseo de mostrarse agradable con Versilov, de dar en suma un primer paso hacia el otro, y que Versilov lo apreciara. El viejo prncipe haba decidido de esta forma en ausencia de su hija, viuda de un general, que desde luego no le habra permitido hacer aquel avance. De eso se tratar ms tarde, pero anotar en seguida que esta rareza en sus relaciones con Versilov me impresion en favor de ste. Yo pensaba que, si el jefe de una familia ofendida continuaba as teniendo respeto hacia Versilov, los rumores extendidos sobre la inmoralidad de ste deban ser falsos o por lo menos estar expuestos a interpretacin. Aquello fue to que en parte me impidi protestar: yo esperaba, al entrar en casa del prncipe, poder comprobar todo aquello. Esta Tatiana Pavlovna desempeaba un raro papel en la poca en que me la encontr en Petersburgo. Casi me haba olvidado de su existencia y no esperaba en absoluto que tuviese que atribuirle semejante importancia. Me la haba encoritrado tres o cuatro veces en Mosc; ella surga, no se saba de dnde ni por orden de quin, cada vez que haca falta instalarme en alguna parte, hacerme entrar en la triste pensin Tuchard o bien, dos aos y medio ms tarde, trasladarme al Instituto o bien alojarme en casa del inoividable Nicols Semenovitch. Una vez aparecida, se quedaba conmigo todo el da, pasaba revista a mi ropa blanca, a mis trajes, iba conmigo al Kuznetski 13, me compraba todos los objetos necesarios, me constitua, en una palabra, todo mi equipo, hasta el ltimo maletn y el ltimo portaplumas; y, mientras haca aquello, no cesaba de gruirme, de regaarme, de abrumarme de reproches, de hacerme sufrir exmenes, de proponerme como ejemplo a yo no s qu otros muchachos imaginarios de sus conocidos o de su parentela, todos mejores que yo, segn ella, a incluso, a fe ma, me pellizcaba, me daba verdaderos golpes, en varias tandas y dolorosos. Despus de haberme instalado y colocado, desapareca durante varios aos sin dejar rastro. Pues bien, fue ella la que, inmediatamente despus de mi llegada, se present de nuevo para colocarme. Era una personilla bajita y seca, con una naricilla puntiaguda13 El Kuznekski most o Puente de los Mariscales, que era en Mosc la calle de los almacenes elegantes.

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de pjaro y ojillos penetrantes, de pjaro tambin. Para Versilov, era una verdadera esclava. Estaba en adoracin delante de l como delante de un Papa, pero por conviccin. Sin embargo, note bien pronto con asombro que todo el mundo sin excepcin y en todas partes la respetaba y sobre todo que todo el mundo sin excepcin y en todas partes la conoca. El viejo prncipe Sokolski tena para ella una veneracin extraordinaria; en su familia, pasaba lo mismo; los orgullosos hijos de Versilov, tambin; en casa de los Fanariotov, tambin. Sin embargo, ella viva de la costura, del lavado de yo no s qu encajes, y trabajaba para un almacn. Nos peleamos desde la primera palabra, porque pretendi regaarme como seis aos antes; a continuacin seguimos disputando cada da; pero eso no nos impeda conversar juntos a veces y confieso que al terminar el mes ya ella comenzaba a agradarme; esto era, pienso, a causa de la independencia de su carcter. Por to dems, me guard muy mucho de decrselo. Comprend en seguida que se me haba colocado junto a aquel enfermo nicamente para ocuparlo y que en eso consista mi servicio. Naturalmente, aquello me humill y tom al punto mis medidas; pero bien pronto el viejo original me caus una impresin inesperada, como una especie de lstima, y, hacia fin de mes, senta ya por l un raro afecto: en todo caso, abandon mi intencin de dejarlo plantado. Por lo dems no tena mucho ms de sesenta aos. Haba tenido toda una historia. Dieciocho meses antes haba sufrido un ataque: en viaje para no s dnde, perdi la cabeza por el camino, lo que dio lugar a una especie de escndalo del que se habl en Petersburgo. Como es conveniente en tales casos, se le condujo instantneamente al extranjero, pero cinco meses despus hizo su reaparicin en perfecto estado de salud, nicamente que retirado. Versilov aseguraba seriamente (y con visible calor) que lo que le haba pasado no era en modo alguno locura, sino un simple ataque de nervios. Aquel calor de Versilov, lo not inmediatamente. Dir por lo dems que yo casi comparta su opinin. El viejo pareca nicamente a veces de una excesiva ligereza que no convena en nada a su edad, lo que, segn se dice, no le pasaba antes en ningn momento. Se deca que en otros tiempos daba yo no s qu consejos ni dnde y que haba ejecutado con mucha distincin una misin que le haba sido confiada. Conocindole desde haca un mes, yo no le habra supuesto jams capacidades especiales para ser consejero. Se haba notado (aunque yo, por mi parte,

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no haya observado nada) que despus de su ataque haba quedado afectado por la singular mana de querer casarse lo antes posible y que, ms de una vez en el curso de aquellos dieciocho meses, haba pensado realizar aquella idea. En el mundo, al parecer, se saba aquello y se estaba interesado en el asunto. Pero como aquella inclinacin no responda apenas a los intereses de ciertas personas que le rodeaban, por todas partes se montaba la guardia en torno al anciano. Su familia no era numerosa; haca ya veinte aos que.l estaba viudo y no tena ms que una hija nica, aquella viuda de general que se esperaba que llegase de Mosc de un da a otro, una persona joven cuyo carcter l tema visiblemente. Pero tena una masa de parientes lejanos, sobre todo por parte de su difunta esposa, y todos los cuales estaban, por as decirlo, en la miseria; adems de eso, exista la multitud de sus pupilos varones y hembras, objetos de sus beneficencias, y todos los cuales aguardaban una pequea parte en el testamento y por consiguiente ayudaban a la generala a vigilar al anciano. Tena ste adems, desde su juventud, una singularidad de la que no sabra decir si era ridcula o no: la de casar a muchachas pobres. Las casaba desde haca veinticinco aos: parientes lejanos, nietas de primos hermanos de su mujer, ahijadas, y hasta la hija de su portero. Empezaba trayndolas a su lado, muy nias todava, las haca educar por institutrices y criadas francesas, luego las enviaba a los mejores establecimientos de instruccin, y por fin las dotaba. Todo aquel mundo giraba perpetuamente en torno a l. Naturalmente, las pupilas, una vez casadas, tenan a su vez hijas, todas estas hijas aspiraban tambin a su proteccin, en todas partes era padrino, todo aquel mundo vena a felicitarle en su fiesta y todo aquello le resultaba extremadamente agradable. Una vez en su casa, not en seguida que en el cerebro del anciano se albergaba una conviccin era imposible no notarlo, a saber que la gente le consideraba ahora con un aire extrao, que no se le trataba ya como antes, cuando el estado de su salud era perfecto; esa impresin no le abandonaba jams, ni siquiera en las reuniones mundanas ms alegres. El anciano se hizo susceptible; notaba algo en todos los ojos. La idea de que se le tuviese an por loco le atormentaba visiblemente; incluso a m mismo me mir a veces con desconfianza. Y si alguna vez se hubiese enterado de que alguien propagaba o confirmaba aquel rumor respecto a l, creo que ese hombre absolutamente sin rencor alguno se habra convertido en su enemigo mortal. Esto es lo que os

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ruego que tengis en cuenta. Aadir que esto fue tambin lo que me decidi desde el primer da a no tratarlo brutalmente; incluso me senta feliz cuando por casualidad se me presentaba la ocasin de alegrarlo o de distraerlo; no creo que esta confesin pueda echar ninguna sombra sobre mi dignidad. Tena invertida en negocios una gran parte de su fortuna. Despus de su enfermedad haba adquirido una participacin en una gran sociedad annima. Por lo dems muy slida14. Y aunque la empresa fuera gobernada por otros, l se interesaba tambin, frecuentaba las reuniones de los accionistas, se hizo elegir miembro fundador, asista a los consejos, pronunciaba largos discursos, refutaba, haca ruido, con una satisfaccin manifiesta. Le encantaba pronunciar discursos: por lo menos todo el mundo podia as ver su ingenio. Y de una manera general, incluso en su vida privada ms ntima, le encantaba enormemente colocar en su conversacin algunas sentencias profundas o algunas frases brillantes; y yo lo comprendo. Haba en su palacio, en el piso inferior, una especie de mostrador domstico en el que un empleado se ocupaba de los negocios, haca las cuentas y llevaba los libros, sin dejar de gobernar la casa. Este empleado, que tena adems un puesto oficial, era completamente suficiente, pero, por deseos del prncipe, se me coloc junto a l, con el pretexto de ayudarle. Unicamente que fui trasladado en seguida al gabinete del prncipe, y con mucha frecuencia no tena delante de m, ni siquiera para cubrir las apariencias, ni trabajo ni papeles ni libro. Escribo hoy como un hombre que se ha serenado hace mucho tiempo y est de vuelta de muchas cosas; pero cmo representara yo la pena (de la que me acuerdo an tan vivamente) que invada entonces mi corazn y sobre todo mi turbacin de aquella poca, que me condujo a un estado tal de inquietud y de acaloramiento, que ya no dorma por las noches, a causa de mi misma impaciencia y de los enigmas que me propona a m mismo?

14 El prncipe Sokolski es para Dostoiewski un representante de aquella parte de la nobleza que se dedicaba entonces a los negocios, rivalizando con los comerciantes.

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IIPedir dinero es una cosa muy sucia; incluso un salario, si en alguna parte de los repliegues de la conciencia se siente que ese salario no est bien ganado. Ahora bien, la vspera, mi madre, cuchicheando con mi hermana a propsito de Versilov (para no causarle pena a Andrs Petrovitch). haba manifestado su intencin de llevar al Monte de Piedad un icono al que ella estimaba mucho. Yo tena un salario de cincuenta rublos por mes, pero ignoraba en absoluto cmo lo percibira; al colocarme, no se haba precisado nada. Tres das despus, al encontrarme abajo con el empleado, le pregunt dnde podra hacer que me pagaran. El otro me mir con una sonrisa de hombre asombrado (no me tena la menor simpata): Es que tiene usted que cobrar algo? Yo esperaba que l agregase, inmediatamente despus de mi respuesta: Y por qu? Pero se limit a responder secamente: No s nada sumergindose luego en su libro rayado al que iba volcando cuentas escritas en tiras de papel. Por lo dems, l bien saba que yo realizaba algn trabajo, a pesar de todo. Quince das antes, me haba llevado exactamente cuatro das ocupado en un trabajo que l mismo me encarg: copiar en limpio un borrador. Haba sido preciso redactarlo casi todo de nuevo. Era un amasijo de ideas del prncipe, ideas que se dispona a presentar al comit de los accionistas. De todo aquello haba que componer un todo, y arreglar el estilo. A continuacin el prncipe y yo nos pasamos todo un da hablando de aquel documento, y discuti muy vivamente conmigo; pero se qued satisfecho. Solamente ignoro si el escrito fue remitido o no. No mencionar dos o tres cartas de negocios que escrib tambin a peticin suya.

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Si me fastidiaba lo de pedir mi salario, era porque haba resuelto dejar la colocacin, presintiendo que me vera obligado a irme tambin de all, a causa de ciertas circunstancias inevitables. Aquella maana, una vez despierto y dispuesto a vestirme en el piso alto, en mi habitacioncita, sent que el corazn me lata con fuerza y tuve que imponerme a m mismo para fingir indiferencia, pero al entrar en las habitaciones del prncipe, volv a sentir todava la misma turbacin: aquella maana debera llegar la persona, la mujer de la que yo aguardaba la explicacin de todo lo que me atormentaba. Era la hija del prncipe, la generala Akhmakova, aquella viuda joven de la que ya he hablado y que estaba en guerra abierta con Versilov. He escrito ese nombre por fin! Naturalmente yo no la haba visto nunca y no poda figurarme cmo le hablara ni si le hablara; pero me pareca (quiz con razones suficientes) que con su venida se disiparan las tinieblas que, a mis ojos, rodeaban a Versilov. No poda estar tranquilo: era un terrible fracaso encontrarse desde el primer momento tan cobarde y tan torpe; era terriblemente curioso y sobre todo odioso: tres impresiones a la vez. Aquel da lo recuerdo con todo detalle. Mi prncipe no saba nada an de la llegada probable de su hija. No la aguardaba antes de una semana. Yo me haba enterado la vspera y totalmente por azar: Tatiana Pavlovna, que haba recibido una carta de la generala, haba dejado escapar su secreto delante de m, hablando con mi madre. En vano se haban esforzado en hablar en voz baja y con trminos vagos; yo lo haba adivinado todo. No es que estuviese escuchando, eso es evidente; pero no pude menos que poner el odo alerta cuando vi de repente hasta qu punto mi madre se turbaba al enterarse de la llegada prxima de aquella mujer. Versilov no estaba en casa. Yo no quera avisar al anciano, porque haba podido notar durante todo aquel tiempo cmo tema l aquella llegada. E incluso, tres das antes, se haba dejado decir, tmida y vagamente, que aquella llegada la tema por m, o ms bien que por mi causa habra una discusin. Debo aadir sin embargo que, con respecto a su familia, conservaba su independencia y su superioridad, sobre todo en asuntos de dinero. Mi primera conclusin respecto a l fue que no era ms que una mujercilla; pero en seguida tuve que enmendar aquel juicio en el sentido de que, si era una mujercilla, le quedaba sin embargo a veces una cierta terquedad, a falta de virilidad verdadera.

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Haba instantes en los que, con su carcter en apariencia cobarde y maleable, se pona casi insufrible. Versilov me explic la cosa en seguida ms detalladamente. Anoto ahora con curiosidad que casi nunca hablbamos de la generala, por as decirlo evitbamos hablar de ella: era yo sobre todo quien lo evitaba, y l a su vez evitaba hablar de Versilov, y yo adivinaba que no me respondera en caso de hacerle una de esas preguntas delicadas sobre cosas que me intrigaban tanto. Si se quiere saber de qu hablamos durante todo aquel mes, responder: en resumen, de todo, pero siempre de cosas raras. Lo que me agradaba mucho era la extrema bonachonera con la que me trataba. A veces yo consideraba a aquel hombre con un asombro extremado y me preguntaba: Dnde ha podido encajar bien? En el Instituto, en el cuarto curso por ejemplo, habra sido un camarada encantador. Yo estaba tambin impresionado por su rostro: pareca extraordinariamente serio (y casi guapo), seco; cabellos rizados, blancos, espesos, ojos abiertos; en toda su persona era enjuto, de buena estatura; pero su rostro tena la particularidad ms bien desagradable, casi inconveniente, de pasar de pronto de una seriedad extrema a una alegra excesiva, que el que le vea por primera vez no habra podido prever jams. Se lo dije a Versilov, que me escuch con curiosidad; sin duda no me crea capaz de hacer tales observaciones; pero indic como de paso que eso le aconteca al prncipe desde su enfermedad y en la poca ms reciente. Con frecuencia hablbamos de dos temas abstractos: Dios y su existencia existe o no? y de las mujeres. El prncipe era muy religioso y muy sensible. Tena en su despacho un inmenso armario de iconos con una lmpara. Pero en ciertos rnomentos le asaltaba la murria y se pona de golpe y porrazo a dudar de la existencia de Dios, y deca cosas sorprendentes, para provocar mi rplica. Yo era bastante indiferente, de una manera general, a aquella idea, pero esto no impeda que nos enzarzsemos los dos y siempre sinceramente. Por lo dems, todas aquellas conversaciones me han dejado, hasta hoy da, un recuerdo agradable. Sin embargo, lo ms agradable para l era charlar sobre las mujeres, y como, no gustndome apenas ese tema de conversacin, yo no poda ser un buen interlocutor, a veces se mostraba dolido por eso. Se puso justamente a hablar de ese tema desde el momento en que llegu a su casa aquella maana. Me lo encontr de muy buen humor, siendo as que la vspera lo haba dejado extremadamente

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cariacontecido. Ahora bien, me haca una falta enorme resolver aquel mismo da la cuestin de mi salario, antes de la llegada de ciertas personas. Yo prevea que aquel da seramos seguramente interrumpidos (no en vano me lata tan fuertemente el corazn); y entonces no tendra quiz valor para hablar de dinero. Pero como la conversacin no recaa sobre el dinero, me enfurec naturalmente contra mi estupidez y, me acuerdo muy bien de ello, por reaccin contra alguna pregunta suya verdaderamente demasiado alegre, le expuse mis ideas sobre las mujeres de un solo tirn y con una vivacidad extraordinaria. Result as que .se desboc todava ms y siempre a mi costa.

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III...No me gustan las mujeres, porque son groseras, porque son torpes, porque no tienen iniciativa y porque llevan un vestido absurdo. Tal fue la conclusin desordenada de mi larga parrafada. Piedad para ellas, querido mo! exclam l, terriblemente divertido, lo que me enfureci an ms. Soy conciliador y minucioso solamente en las cosas pequeas; en las grandes no cedo jams. En las cosas pequeas, en vagas actitudes mundanas, se puede hacer de m todo lo que se quiera, y maldigo siempre ese rasgo de mi carcter. Por no s qu infecta bonachonera, he estado a veces dispuesto a aprobar incluso a un fatuo mundano, nicamente porque me senta encantado por su cortesa, o a emprender una discusin con un imbcil, cosa que es de lo ms imperdonable. Todo eso a causa de no saberme contener y porque he crecido en mi rincn. Uno se va furioso y jura no volver a empezar, pero al da siguiente es la misma historia. He ah por qu se me ha tratado a veces como a un chiquillo de diecisis aos. Pero en lugar de adquirir el dominio de m mismo, prefiero, aun hoy da, encerrarme ms y ms en mi rincn, aunque sea en la forma ms misntropa: Torpe si queris, pero os digo adis! Y lo digo en serio y para siempre. Por lo dems, no escribo esto en absoluto a propsito del prncipe, ni a propsito de la conversacin de marras. No estoy hablando para divertirle a usted casi le grit. Expreso sencillamente mi opinin. Pero en qu son groseras las mujeres y por qu estn vestidas de una manera absurda? Eso es lo que me parece nuevo. Son groseras. Vaya usted al teatro, vaya al paseo. Todos los hombres saben caminar por la derecha, se llega a un cruce y se cede el paso, yo cojo por la derecha y el otro tambin. La mujer, quiero decir la seora, porque estoy hablando de las seoras, arremete contra uno sin

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mirarlo siquiera, como s estuvisemos obligados a desviarnos para cederles el sitio. Yo estoy dispuesto a ceder ante una criatura ms dbil, pero aqu no es cuestin de derecho. Por qu est ella tan segura de que estoy obligado a hacerlo? He ah lo indignante! En esos encuentros escupo siempre de disgusto. Despus de lo cual, ellas gritan que se las humilla, reclaman la igualdad. La igualdad! Cuando me empujan o me llenan la boca de polvo! De polvo! S. Porque van vestidas de una manera inconveniente. Hay que ser tan depravado para no notarlo. En los tribunales se hacen los juicios a puerta cerrada cuando se va a tratar de cosas inconvenientes: por qu se permiten esas cosas en la calle, donde el pblico es an ms numeroso? Se culgan ostensiblemente polisones en el trasero, para demostrar que son mujeres guapas. Ostensiblemente! Yo no puedo dejar de notarlo, los muchachos lo notan tambin, el nio, el jovencito que empieza, tambin lo nota. Es una infamia. Que los viejos libertinos las admiren y corran detrs con la lengua afuera, sea!, pero hay una juventud pura, a la que es preciso preservar. No queda ms que escupir de disgusto. Va andando por el bulevar y detrs de ella una cola de un metro barre el polvo. Usted, que va detrs, tiene que salir corriendo para rebasarla o bien dar un salto de costadillo, de lo contrario ella le meter en la boca y en la nariz dos kilos de polvo. A ms de eso, esa seda, la pasea ella sobre los guijarros durante tres kilmetros, simplemente para obedecer a la moda, y su marido gana quinientos rublos por ao en el Senado: he ah de donde vienen todos los tiestos! Yo escupo encima, escupo ruidosamente y suelto un juramento. Anoto esta conversacin de manera un poco humorstica y con mi vivacidad de entonces; pero las ideas siguen siendo an las mas. Y no te ha pasado nada? se interesa el prncipe. Escupo y paso. Naturalmente, ella comprende, pero no lo deja entrever, avanza majestuosamente sin volver la cabeza. Una solo vez he disputado muy en serio con dos mujeres, las dos con cola, en el bulevar, sin palabras feas, desde luego, solamente he hecho la observacin en voz alto de que aquellas colas me ofendan. As lo dijiste? Desde luego. Ante todo, ese tipo de mujer traspasa las reglas de la buena sociedad. Adems levanta polvo, y el bulevar es para todo el

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mundo: yo me paseo por l, otro se pasea, un tercero... Fedor, Ivn, poco importa. Eso es lo que dije. Y por lo general no me gusta el andar de las mujeres, vistas de espalda; lo he dicho tambin, pero por alusin. Pero, amigo mo, puedes buscarte un lo desagradable. Podran llevarte ante el juez de paz. Imposible! De qu podan ellas quejarse? Un hombre pasa a su lado y va hablando solo. Cada cual tiene derecho a expresar sus opiniones en voz alto. Yo hablaba en abstracto, sin dirigirma a ellas. Son ellas las que me han atacado: ellas se han puesto a decir palabras gruesas mucho ms feas que las mas; que yo era un vago, que deban dejarme sin postre, que era un nihilista, que se me deba llevar al calabozo municipal, que las haba insultado porque eran solas y dbiles y que, si hubiesen tenido un hombre con ellas, me habra escapado aprisa y corriendo. Declar framente que sera mejor que me dejasen tranquilo y yo pasara por el otro lado. Pero, para demostrarles que no tena miedo de sus maridos y que estaba dispuesto a aceptar el desafo, las seguira a veinte pasos hasta sus casas, luego me apostara delante de su puerta y aguardara all a sus maridos. Eso es lo que hice. Es posible? Desde luego. Era una tontera, pero yo estaba rabioso. Ellas me arrastraron as ms de tres kilmetros, con un color trrido, hasta los Institutos de seoritas. En seguda entraron en una casa de madera sin pisos, muy decorosa, tengo que reconocerlo, en las ventanas de la cual se vean muchas flores, dos canarios, tres perritos y grabados puestos en sus marcos. Me qued una media hora delante de la casa, en plena calle. Ellas miraron tres veces a hurtadillas, luego bajaron todas las persianas. Por fin, por una puertecita sali un funcionario de edad madura. A juzgar por su aspecto, deba de estar durmiendo y lo haban despertado a propio intento; estaba con ropa de dormir o, por lo menos, vestido muy sumariamente; se apost ante la puertecilla, con las manos detrs de la espalda, y se dedic a mirarme; yo le miraba. Luego l apart la vista, me mir despus una vez ms, y de pronto me sonri. Volv la espalda y me fui. Pero, amigo mo, eso es Schiller! 15. Una cosa me ha asombrado siempre: tienes las mejillas rojas, la cara te brilla de salud, y...15 Dostoiewski sinti siempre por Schiller una admiracin que se transparentaba en muchos pasajes de sus obras.

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semejante..., s, se le puede llamar as, semejante repugnancia hacia las mujeres! Es posible que la mujer no te produzca, a tu edad, una cierta impresin? Yo. mon cher yo no tena ms que once aos cuando mi preceptor me haca observar que miraba demasiado de cerca las estatuas del Jardn de Verano16. Est usted empeado en que haga una visita a cualquier Josefina de esos parajes y le traiga luego noticias. Es intil! A los trece aos he visto la desnudez femenina, toda por entero. Desde aquel momento no tengo ms que rcpugnancia por ella. En serio? Pero, cher enfant17, una mujer hermosa y joven es como una manzana. Qu hay en eso de repugnante? En mi antigua pensin, en casa de Tuchard, antes del Instituto, yo tena un camarada llamado Lambert. Me pegaba siempre, pordue tena tres aos ms que yo, y yo le serva y le sacaba las botas. El da de su confirmacin, el abate Rigaud vino a visitarlo con motivo de su primera comunin; los dos se lanzaron al cuello el uno del otro con grandes llantos y el sacerdote to estrech contra su pecho con toda clase de gestos. Yo lloraba tambin, y senta muchos celos. Cuando su padre muri, sali de la pensin, estuve sin verle ms de dos aos, y luego me lo encontr en la calle. Dijo que me vendra a ver. Yo estaba entonces en el Instituto y viva en casa de Nicols Semenovitch. Vino una maana, me ense quinientos rublos y me invit a seguirle. Por ms que dos aos antes me pegara, siempre haba tenido necesidad de m, y no solamente para quitarse las botas; me contaba todos sus asuntos. Me dijo que aquel mismo da haba robado el dinero a su madre, haciendo un duplicado de la llave de su cofrecito, porque el dinero del padre le perteneca legalmente y ella no tena derecho a negrselo; que el abate Rigaud haba venido la vspera por la noche a sermonearlo: haba entrado, se haba colocado delante de l y se haba puesto a gimotear, fingiendo horror y levantando los brazos al cielo: yo saqu mi navaja y dije que iba a degollarlo (pronunciaba degoyallo). Nos fuimos juntos al Kuznetski. Me cont por el camino que su madre tena relaciones con el abate Rigaud, que l se haba dado cuenta, que se ciscaba en todo, que todo lo que decan de la comunin eran tonteras. Habl todava16 El Jardn de Vrano es un paseo clebre al borde del Neva, adornado con jarrones y estatuas. 17 Versilov esmalta su ruso de palabras a inclus de frases en francs porque es un noble desarraigado.

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muchsimo ms, y a m me daba miedo. En el Kuznetski compr una escopeta de dos tiempos, un morral, cartuchos, una fusta y una libra de bombones. Nos fuimos a cazar por los alrededores y por el camino nos encontramos a un pajarero con jaulas. Lambert le compr un canario. En un bosquecillo, solt el canario, que no poda volar bien, al salir de la jaula, y le tir, pero sin darle. Era la primera vez en su vida que tiraba, pero, desde haca mucho tiempo ya, quera comprar una escopeta; en casa de Tuchard aquello haba sido por mucho tiempo el sueo de nosotros dos. Estaba como ahogado por la emocin. Sus cabellos eran de un negro espantoso, la cara blanca y roja, como una mscara, la nariz larga y corva como la tienen los franceses, los dientes blancos, los ojos negros. At al canario con un hilo a una rama y, con los dos caones, a boca de jarro, a cuatro centmetros de distancia, solt dos disparos que lo destrozaron en mil plumitas. En seguida deshicimos el camino, entramos en un hotel, tomamos una habitacin, comimos, y bebimos champaa. Lleg una seora... me acuerdo que me qued muy impresionado por el lujo de su indumentaria, su vestido de seda verde. All fue donde vi todo... eso de lo que le he hablado a usted... En seguida nos pusimos otra vez a beber y a enfadarla y a injuriarla. Estaba desnuda. l escondi la ropa y, cuando ella se enfad y reclam la ropa para vestirse, le dio con toda su fuerza un fustazo en las espaldas desnudas. Me levant, le cog por los cabellos y le golpe tan diestramente que, al primer golpe, cay en tierra. Se apoder de un tenedor y me lo clav en el muslo. A mis gritos, la gente acudi, y pude huir. Desde entonces la desnudez me causa horror. Y, cralo usted, era una belleza. A medida que yo hablaba vea como la fisonoma del prncipe pasaba del regocijo a la tristeza. Mon pauvre enfant! Siempre he estado convencido de que tu infancia ha conocido muchos das desgraciados. No se inquiete usted por rn, se to ruego. Pero estabas solo, t mismo me lo has dicho. En cuanto a ese Ambert, me has hecho un retrato de l...: ese canario, esa confirmacin con llanto sobre el pecho, y seguidamente, un ao despus, esa historia de su madre con el abate... O mon cher! Esta cuestin de la infancia es sencillamente terrible en nuestra poca: mientras esas cabecitas doradas, con sus bucles y su inocencia, en su primera infancia, evolucionan delante de uno, mirndolo, con sus risas claras y sus ojos luminosos, se

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creera estar viendo ngeles del buen Dios o pajarillos encantadores; pero ms tarde... ms tarde sucede que mejor habran hecho no creciendo! Oh, prncipe, he aqu que se desanima usted! Se dira en realidad que tiene usted hijos. Sin embargo, no los tiene ni los tendr nunca. Tiens! y todo su rostro cambi de pronto. justamente Alexandra Petrovna, anteayer, ja, ja! Alexandra Petrovna Sinitskaia, t debes de haberla encontrado aqu hace tres semanas, figrate que anteayer, a mi observacin burlona de que, si yo me casaba ahora, podra estar seguro por lo menos de no tener hijos, me replic sbitamente, casi con una especie de rabia: Al contrario, usted los tendr, la gente como usted es la que los tiene oblgatoriamente, y vendrn dentro del primer ao, ya lo ver. Ja, ja! Todo el mundo se figura, no s por qu, que voy a casarme. En fin, aunque esto se diga con malignidad, confiesa que es ingenioso. Ingenioso, pero ofensivo. Oh, cher enfant, hay gente con la que no se puede uno ofender. Lo que aprecio ms en la gente es el ingenio, que por lo visto est en vas de desaparecer. Pero, es que hay que echar cuenta de lo que pueda decir Alexandra Petrovna? Cmo, que ha dicho usted? Hay gente con la que no se puede... Est muy bien eso! No todo hombre merece que se le preste atencin. Regla admirable! Justamente es una regla as la que yo necesito. Voy a anotarla. Prncipe, de vez en cuando dice usted cosas maravillosas. Todo su rostro se ilumin. Nestce pas? Cher enfant, el verdadero ingenio desaparece, y cada da ms. Eh mais... C'est moi qui connais les femmes. Creme, la vida de toda mujer, cualesquiera que sean sus palabras, no es ms que la bsqueda eterna de un amo... Una sed de obediencia, por decirlo as. Y, ntalo bien, sin la menor excepcin. Absolutamente justo, admirable! exclam yo, entusiasmado. En otro momento cualquiera, nos habramos lanzado inmediatamente a consideraciones filosficas sobre este tema, a lo menos durante una hora larga, pero de repente me sent como mordido y me ruboric hasta la raz de los cabellos. Me pareci que, alabando sus frases brillantes, yo lo halagaba por su dinero y que, de todos modos, se quedara persuadido de aquello cuando le formulase mi peticin. Por eso menciono el hecho aqu.

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Prncipe, le quedara muy reconocido si me hiciera entregar hoy mismo los cincuenta rublos que me debe de este mes dije de una tirada y con una irritacin que rozaba la grosera. Me acuerdo (porque se me ha quedado impresa er la memoria toda aquella maana hasta en sus menores detalles) que entonces se produjo entre nosotros una escena odiosa, por su realismo. Al principio, no me comprendi, me mir largo rato, sin llegar a entender de qu dinero quera yo hablarle. Era evidente que ni siquiera tena la ms mnima idea de que yo percibiese un salario. Y por qu, por otra parte? Es cierto que en seguida me asegur que se haba olvidado y que, inmediatamente despus de haber comprendido, sac instantneamente cincuenta rublos, apresurndose a incluso ponindose colorado. Viendo aquello, me levant y declar categricametite que ahora ya no poda yo aceptar dinero alguno, que si se me haba hablado de un sueldo, era sin duda error o engao, para que yo no me negase a aceptar el puesto, y que yo comprenda ahora demasiado bien que no tena nada que percibir, puesto que nada tena que hacer. El prncipe se asust y se esforz en persuadirme de que yo le prestaba servicios inmensos, que se los prestara todava ms y que cincuenta rublos eran una suma tan nfima, que, por el contrario, me la aumentara, porque era deber suyo, y que l mismo se haba puesto de acuerdo con Tatiana Pavlovna, pero que haba cometido un olvido imperdonable. Estall y declar definitivamente que me deshonrara percibiendo dinero por relatos escandalosos sobre la manera como haba acompaado a dos suripantas hasta los Institutos, que yo no estaba a su servicio para divertirle, sino para trabajar en serio, que, si l no tena trabajo, era preciso poner punto final, etc., etc. Yo no tena la menor idea de que uno pudiese asustarse tanto como l se asust despus de aquellas palabras. Evidentemente, el asunto termin de esta forma: dej de protestar, y l me meti entre las manos, a pesar de todo, aquellos cincuenta rublos. Todava me acuerdo con la frente llena de verguenza habrselos aceptado! En este mundo todo termina con alguna bajeza. Y, lo que es peor, casi lleg a demostrarme que yo haba ganado indiscutiblemente aquel dinero, y comet la estupidez de creerlo. Me pareca absolutamente imposible no tomarlos. Cher, cher enfant! exclamaba abrazndome y cubrindome de besos (lo confieso, yo estaba a punto de llorar, el diablo sabe por qu, pero me contuve a incluso hoy da, al escribir, el rubor me sube a la cara).

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Querido amigo, t eres para m casi un hijo, t te has convertido durante este mes en un pedazo de mi corazn. En el gran mundo no hay ms que el gran mundo y nada ms. Catalina Nicolaievna su hija es una mujer brillante y estoy orgulloso de ella, pero con mucha frecuencia, querido mo, ella me hiere... En cuanto a esas muchachas (elles sont charmantes) y a sus madres, que vienen a felicitarme en mai onomstica, se traen consigo sus labores y son incapaces de decir una palabra. Tengo ya, hechos por ellas, docenas de cojines, siempre con perros y ciervos. Las quiero mucho, pero contigo me siento casi como con un hijo, o, mejor, con un hermano y me gusta sobre todo cuando me replicas... T tienes letras, t has ledo, t eres capaz de entusiasmo... No he ledo nada y no tengo letras en absoluto. He ledo todo lo que me ha cado en las manos, y estos dos ltimos aos no he ledo nada de nada y nunca leer ya. Y por qu eso? Mis propsitos son otros. Cher..., ser una lstima si, al fin de tu vida, te dices como yo: Je sais tout, mais je ne sais rien de bon. No s verdaderamente para qu he vivido! Pero... te debo tanto... quera incluso... Se interrumpi de repente, se ensombreci, y se qued pensativo. Despus de cualquier arrebato (y esos arrebatos podan ocurrirle en cualquier instante, Dios sabe por qu motivo), sola perder durante cierto tiempo la facultad de razonar y de comportarse; por lo dems, se recuperaba tan rpidamente y de una manera tan total, que todo aquello no le causaba demasiado dao. Nos quedamos as por espacio de un minuto. Su labio inferior, muy ancho, le colgaba completamente... Lo que ms me asombraba, era que hubiese nombrado a su hija, y sobre todo con tanta franqueza. Se lo atribua al desarreglo de su espritu. Cher enfant, no me tomars a mal, verdad?, que te hable de t solt de improviso. En lo ms mnimo. Al principio, las primeras veces, lo confieso, la cosa me choc un poco y quera hablarle a usted tambin de t. Pero despus he visto que era una tontera, puesto que usted no me tuteaba para humillarme. Ya no me escuchaba y haba olvidado su pregunta. Bueno, y tu padre? Bruscamente alz hacia m su mirada pensativa.

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Me estremec. Por lo pronto, llamaba a Versilov mi padre, cosa que no se permita hacer jams conmigo; adems, era l el primero que haba hablado de, Versilov, lo que no ocurra nunca. Est sin dinero y se lo llevan los diablos! respond secamente, pero ardiendo de curiosidad. S, sin dinero. Hoy precisamente va su asunto al tribunal de apelacin, y estoy esperando el prncipe Sergio para ver qu me dice. Me ha prometido que vendr directamente desde el tribunal aqu. Hoy se decide el destino de todos ellos: se trata de sesenta mil o de ochenta mil. Evidentemente, yo siempre le he tenido simpata a Andrs Petrovitch (es decir, a Versilov), y creo qua ser l quien ganar, pero los prncipes se quedarn sin nada. Es la ley! Hoy? exclam estupefacto. La idea de que Versilov ni siquiera se haba dignado comunicarme esta noticia me llenaba de estupor. Entonces no ha dicho nada a mi madre, ni a nadie quiz pens yo al punto. Vaya un carcter! Y el prncipe Sokolski est en Petersburgo? De golpe y porrazo se me haba ocurrido una idea muy distinta. Desde ayer. Ha venido directamente de Berln, especialmente para este da. Otra noticia de extrema importancia para m. Y vendr hoy, el mismo individuo que le dio a l una bofetada Bueno la fisonoma del prncipe cambi sbitamente, continuar predicando, y sin duda... cortejar a las jvenes, a las muchachitas sin experiencia. Ja, ja! A propsito de esto, tengo una ancdota muy divertida... Ja, ja! Quin predica? Quin corteja a las muchachas? Andrs Petrovitch! Podrs creerlo? Entonces estaba pendiente de todos nosotros: qu comemos?, en qu pensamos? O cosas por el estilo. Nos llegaba a dar miedo: Si sois religiosos, por qu no entris en el convento? Ni ms ni menos! Mais quelle ide! Quiz tena razn, pero no era algo demasiado riguroso? A m sobre todo, a m era cosa que le encantaba asustarme con el juicio final. Yo no he notado nada de esa ndole, y, sin embargo, hace ya un mes que estamos viviendo juntos respond con impaciencia. Estaba muy molesto al ver que no se recuperaba del todo y que balbuceaba sin orden ni concierto.

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Entonces es que ahora ya no lo dice, pero, crelo, es completamente cierto. Es un hombre espiritual, indudablemente, y de una ciencia profunda; pero tiene la cabeza en su sitio? Todo eso le ha pasado despus de sus tres aos de estancia en el extranjero. Y to confieso, me sent trastornado... como todo el mundo, por otra parte... Cher enfant, j'aime le bon Dieu... yo creo, creo todo lo que me es posible creer, pero en aquellos momentos... me hizo salir de mis casillas. Admitamos que emple un procedimiento poco caballeresco, pero lo hice adrede, por despecho, y por lo dems, en el fondo, mi objecin era tan seria como lo ha sido siempre desde el principio del mundo: Si existe un Ser Supremo, le deca yo, y si existe personalmente, y no bajo la forma de un espritu repartido a travs de la creacin, bajo la forma de un lquido por ejemplo (porque. entonces es todava ms difcil de comprender), dnde reside, pues? Amigo mo, c'tait bte, sin duda alguna, pero es que todas las objeciones no vienen a desembocar ah? Un domicile, es una cosa grave. Se enfad terriblemente. Era que all abajo se haba convertido al catolicismo. Tambin yo to he odo decir. Seguramente es una mentira. Te lo garantizo, por lo que haya de ms sagrado. Obsrvalo bien... Por lo dems, t mismo dices que ha cambiado. Pues bien, en el momento que nos atormentaba tanto, podrs creerlo?, se daba aires de santo, no le faltaban ms que los milagros; Nos peda cuentas de nuestra conducta, te lo juro! Milagros! En voil une autre! Todo lo monje o ermitao que quieras, pero el caso es que se paseaba con traje de paisano y todo lo dems... y despus de eso, milagros! Extrao deseo para un hombre de mundo y, lo confieso, un gusto raro. No digo... desde luego, son cosas sagradas, y todo puede suceder... Adems, todo eso, es de l'inconnu, pero para un hombre de mundo es incluso una inconveniencia. Si la cosa me sucediera a m, o si se me ofreciera, yo rehusara, lo juro. Supongamos por ejemplo que ceno hoy en el crculo, que en seguida, de golpe y porrazo, he aqu que me pongo a hacer milagros. Se reiran de m! Es lo que le dije entonces... Llevaba cadenas18. Enrojec de clera. Las vio usted esas cadenas? No es que las viera, pero...

18 Para mortificarse, ciertos ascetas se cargaban con pesadas cadenas de hierro.

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Entonces, se lo digo a usted, son mentiras, no es ms que un amasijo de viles comadreos, una calumnia de enemigos, o ms bien de un enemigo, principal a inhumano, puesto que l. no tiene ms que un enemigo, y es su hija de usted! El prncipe estall a su vez. Mon cher, te to ruego, a insisto en ello, te encarezco que, a partir de hoy, el nombre de mi hija no se pronuncie jams delante de m a propsito de esa historia infame. Hice ademn de levantarme. El estaba fuera de s; le temblaba la barbilla. Cette histoire infme!... Yo no me la crea, no he querido jams creer en eso... Pero... me lo han dicho: creme, creme, yo... En aquel momento entr un criado y anunci una visita. Me volv a sentar.

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IVEntraron dos seoras, o ms bien dos muchachas. Una era la nieta de un primo hermano de la difunta mujer del prncipe, o algo por el estilo, protegida suya, a la cual le haba otorgado ya una dote y que (lo anoto para el porvenir) tena ya fortuna; la segunda era Ana Andreievna Versilova, hija de Versilov, tres aos mayor que yo y que viva con su hermano en casa de los Fanariotova, no habindola yo visto hasta ahora ms que una sola vez, de paso, en la calle, aunque, por otra parte, tuve unas palabras, tambin de paso, en Mosc, con su hermano (es muy posible que ms delante mencione esta escaramuza, si tengo ocasin, porque en el fondo no vale la pena). Esta Ana Andreievna haba sido desde su infancia la gran favorita del prncipe (las relaciones de Versilov con el prncipe se haban iniciado haca muchsimo tiempo). Yo estaba tan turbado por lo que acababa de suceder, que, a su entrada, ni siquiera me levant, aunque el prncipe se hubiese levantado para acogerlas; despus pens que ya sera vergonzoso levantarse, y me qued en mi sitio. Sobre todo estaba desorientado por el hecho de que el prncipe me hubiese gritado tres minutos antes, y segua sin saber si deba irme o no. Pero mi buen viejo lo haba olvidado ya todo, como era su costumbre, y se anim del todo, muy agradablemente, al ver a las jvenes. Incluso se las arregl, con u