Fin de La Historia

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  • 2Centro de Documentacin y Difusin de Filosofa Crtica

    COMIT EDITORIAL

    Coordinacin General: Miguel Snchez LaraCoordinacin de intercambio de materiales: Alberto Mendoza VelzquezCoordinador de eventos: Leonardo Ivn Martnez VzquezCoordinador de Informtica: Jos Marcos Osnaya SantillnCoordinacin de archivo: Daniela Fuentes De FuentesCoordinacin de impresiones: Gerardo Martnez Vzquez, Gerardo Garca GudioLogstica: Jaime Contreras Catala, Teresa Cordero Salgado, Marina Sandoval Vzquez, Armando ReyesEdicin: Guillermo Daniel Gonzlez Coln, Francisco Javier Sinz PazCoordinacin de traduccin del ingls: Gladys MartnezCoordinacin de traducciones del francs: Reyna Elida Castro Reyes, Erika Delgado Garnica, Andreu CouturierCoordinacin de traduccin del alemn: Omar Gmez Reyes, Jos Alberto Reyes ReyesCoordinacin de traduccin del italiano y portugus: Reyna Elida Castro Re-yesCoordinacin de diseo de publicaciones y pgina Web: Victoria Carrasco SnchezCoordinacin de impresiones: Gerardo Martnez Vzquez, Gerardo Garca GudioAsesora general del proyecto: Gabriel Vargas Lozano (Profesor de Filosofa Poltica y de Filosofa de la Historia de la Facultad de Filosofa y Letras de la UNAM)Consejo de asesores: Dr. Horacio Cerutti, Dr. Mario Magalln, Dr. Jess Ser-na, Dra. Carmen Galindo

    ESTE MATERIAL PUEDE SER REPRODUCIDO TOTAL O PARCIALMENTE AGRADE-CEMOS DE ANTEMANO QUE CITES LA FUENTE

    Mxico, D. F., Ciudad Universitaria, Cubculo 300 de la FFyL, UNAM,marzo, 2003.

  • 3NDICE

    Presentacin del Centro de Documentacin y Difusin de Filosofa Crtica................................. 4

    Prlogo............................................................................................................................................ 6

    Introduccin

    El fi n de la historia.......................................................................................................................... 8

    Fin de la historia

    Critica de una nocinGabriel Vargas Lozano................................................................................................................... 11

  • 4Presentacin

    La comunidad de la Facultad de Filosofa y Letras y todos aquellos in-teresados en la trayectoria de la filosofa critica -la cual no se puede reducir de ninguna manera a la llamada filosofa analtica- necesitan contar con un instrumento que les permita disponer, de manera eficaz y actualizada, de la informacin que se requiere para completar su in-formacin filosfica, adems de incrementar su capacidad de manejo y anlisis conceptual, con la finalidad de estar en la posibilidad de acce-der a las polmicas filosficas contemporneas, las cuales ocurren en diferentes partes del mundo, difundidas ya sea a travs de revistas, artculos, ponencias, memorias de congresos, ensayos u otro tipo de textos; estos ltimos pueden ser inditos o mala su distribucin y/o de difcil acceso en las condiciones concretas de nuestro pas.

    El Centro de Documentacin y Difusin de Filosofa Crtica (CDyDFC) se dedica a recopilar, seleccionar, sistematizar -en su caso traducir al es-paol-, presentar y difundir por medios electrnicos e impresos los po-sicionamientos clsicos y los debates contemporneos que atraviesan el crisol de la filosofa, mismos que componen las dos primeras etapas del proyecto.

    Presentamos los trabajos del CDyDFC a travs de folletos, un boletn y en una pgina Web. Adems de la organizacin de debates y conferen-cias en torno a temas puntuales.

    En un primer momento, el CDyDFC se desarroll principalmente en la filosofa poltica, la teora del conocimiento y otras areas de la filosofa vinculadas a stas.

    La intencionalidad cosmopolita del CDyDFC no es, en modo alguno, con-tribuir a ampliar bases documentales necesarias para el encauzamiento de ms generaciones de filsofos y cientficos sociales mexicanos que funjan como sucursales de las perspectivas filosficas producidas en Europa y los Estados Unidos; por el contrario, se trata de difundir opor-tunamente las actuales producciones filosficas de los pases centrales, justamente para poder ejercer sobre ellas una lectura crtica de nues-tras circunstancias concretas como periferia de la modernidad.

  • 5De lo anterior se desprende nuestro nfasis en la relacin con la pro-duccin filosfica de la mayor parte posible de pases perifricos, en especial en Amrica Latina.

    Consideramos que el impacto del centro de documentacin en la comu-nidad de la Facultad se ver reflejado en la elaboracin de tesis, inves-tigaciones y ponencias. Lo cual es necesario para poder construir una tica y una poltica que rebase los marcos del capitalismo.

    Basados en una amplia seleccin de abstracts, directorios, libros, revis-tas especializadas, suplementos de peridicos en Amrica Latina, Euro-pa y los Estados Unidos, as como pginas electrnicas, considerados importantes para desarrollar los trabajos, hemos iniciado ya las activi-dades de la base de datos y de los canales de difusin de la primera y segunda etapa de construccin del CDyDFC:

    El trabajo necesario para darle continuidad al proyecto es enorme, por lo que tu participacin entusiasta y gratuita es Indispensable!

    Recuerda que tenemos reconocimiento como servicio social

  • 6Prlogo

    Gabriel Vargas Lozano naci en Guadalajara el 16 de noviembre de 1947. Estudi la maestra y el doctorado en la Facultad de Filosofa y Letras de la UNAM, en donde ha sido profesor desde 1973, impartien-do las ctedras de Introduccin a la filosofa, Filosofa de las ciencias sociales, Filosofa poltica y Seminarios sobre filsofos clsicos.

    Particip activamente en el movimiento sindical universitario de 1977, el cual fue duramente reprimido por el rector Sobern. Desde 1979 es profesor-investigador de la Universidad Autnoma Metropolitana-Uni-dad Iztapalapa. En esa Universidad ha sido jefe de rea de investigacin y Jefe del Departamento.

    Promotor de diversas revistas filosficas como Investigacin Humans-tica (fundada en 1985) y Dialctica (fundada en 1976) siendo sta ltima referente obligado en el debate contemporneo de la filosofa poltica y los diversos desarrollo del marxismo, considerada actualmente como la mejor en su gnero en Amrica Latina.

    Miembro de diversos consejos editoriales y en especial del comit cien-tfico internacional que edita la Historish-Kritisches Worterbuch des marxismus en Berln. Es miembro de la Asociacin Filosfica de Mxico y actualmente ocupa la presidencia de este organismo.

    Tiene publicados diversos libros entre los cua-les encontramos: Marx y su critica de la filosofa (UAM: Mxico, 1982); Qu hacer con la filosofa en Amrica Latina? (UAM-UAT: Mxico, 1992); Mas all del derrumbe (Siglo XXI Editores: Mxi-co, 1994).

    Ha escrito ms de 70 ensayos que han sido publicados en ingls, fran-cs, alemn, servo-croata, portugus, ruso e italiano. Ha sido conferen-cista en diversas Universidades de Europa, Amrica Latina y los Estados Unidos.

  • 7Formador de varias generaciones de filsofos antidogmticos, siendo en su desempeo acadmico critico de la filosofa contemplativa, pasiva y por tanto legitimadora del sistema. Impulsor de la reflexin en torno al marxismo como componente.

  • 8INTRODUCCINEl fin de la historia

    En 1994, Wolfgang Fritz Haug public el primer volumen, en ms de ochocientas pginas, de su Historisch-Kritisches Wrterbuch des Marxismus (Diccionario histrico-crtico del marxismo) en la Editorial Das Argument. Fue justamente en el tercer volumen que se public el texto que presentamos, por primera vez en espaol, a solicitud del gru-po de compaeros que animan el Centro de documentacin de filosofa crtica de la Facultad de Filosofa y Letras. Se trata del concepto, Ende der Geschichte o fin de la historia del que tanto se habl, a raz del derrumbe del llamado socialismo real en Europa del Este y la URSS. En el texto intento explicar algunos de los debates filosficos que han sur-gido en torno al insistente fin de la historia, de la modernidad y de la humanidad. Se trata, en el fondo de una pasin metafsica y mgica que quiere, intilmente, conjurar el movimiento. Frente a estas concepcio-nes del fin, la filosofa marxista tiene una respuesta que hemos tratado de precisar.

    El Diccionario histrico-crtico del marxismo es una em-presa de gran trascendencia por varias razones: en pri-mer lugar, porque est proyectada en quince tomos de los cuales ya se ha publicado una tercera parte; en se-gundo, porque es una publicacin animada por un es-pritu verdaderamente internacionalista, ya que incluye cerca de mil especialistas procedentes de muchas partes del mundo; en tercero, se trata de un diccionario con-ceptual. El antecedente inmediato de este diccionario es el Dictionnaire critique du marxisme dirigido por Geor-ges Labica dirigido por Georges Labica, publicado por primera vez en Paris por PUF en 1982 y vuelto a editar recientemente en Alemania, el antecedente es el Histo-risches Wrterbuch der Philosophie de J. Ritter.

    El inicio de este magno proyecto les pareci a algunos, en 1994, una tarea innecesaria. Para qu concentrar tantos y tan importantes esfuer-zos en un Diccionario sobre una concepcin que se haba decretado ya como muerta y fracasada? Pero lo que tenamos claro algunos era que la proclamada muerte del marxismo no haba representado la muerte del pensamiento de Marx y Engels ni de muchas de las reflexiones creativas que se desarrollaron en las rdenes de las ciencias sociales; ciencias na-

  • 9turales, tica, esttica, ontologa, filosofa poltica y de la historia, entre otras, sino exclusivamente el fin de una experiencia que, por mltiples razones expuestas por la propia teora marxista, no pudo realizarse: me refiero a la del llamado socialismo real.

    Sin embargo, a los idelogos opuestos al marxismo lo que les interesa-ba era fomentar la confusin entre el pensamiento de los clsicos y el stalinismo, para poder mantener, en forma ms cmoda, su labor de desprestigio de dicha teora crtica. En este sentido, el golpeteo confu-sionista ha proseguido: recordemos la acusacin de totalitarismo por parte de Karl Popper (quien confunde en su Miseria del historicismo, el marxismo vulgar con los planteamientos autnticos y profundamente libertarios de Marx); acordmonos de los Nuevos filsofos quienes, contando con la fuerza de los medios masivos de comunicacin, difun-dieron la tesis de que en Marx se encontraba el gulag cuando haba que examinar a fondo las tesis del autor de El Capital, en torno a la India, la Comuna Rusa e Irlanda.

    En relacin con este pasaje, guardo en mi mente la imagen de Henri Lefebvre, en los pasillos de esta Facultad, denunciando, con una voz clara y contundente, su impostura; o ms tarde, el ex-marxista Francois Lyotard hablando en su libro La condicin posmoderna, de la muerte de los grandes relatos, proponiendo, a su vez, otro: el de la fragmentacin; hasta llegar a Habermas, quien dijo que se haba terminado el paradig-ma de la produccin y se iniciaba el paradigma de la comunicacin, pretendiendo con ello recusar la tesis de Marx de que las condiciones de existencia condicionan la conciencia y confundiendo tambin las tesis de dicho pensador con el llamado materialismo dialctico de la URSS.

    Desde luego que nadie podra pretender que el derrumbe del llamado socialismo real es poca cosa. Por el contrario, se trata de un aconte-cimiento muy grave y de profundas consecuencias que exigen un re-pensamiento del marxismo, a la luz de esa experiencia. Es por ello que el Diccionario de Haug busca elaborar una nueva gramtica filosfica que permita:

    introducir al saber marxista en una modernidad iluminada por el materialismo histrico que deje atrs los mitos unitarios del sujeto y del sentido, y que, justa-mente por esto, est en condiciones de retomar de manera nueva el proyecto de una teora crtica de la sociedad con una perspectiva prctica (Vase el artculo de Haug en Dialctica, nm. 33-34, p. 48).

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    El resultado de este gigantesco esfuerzo en el que participan conno-tados historiadores, socilogos, cientficos, ecologistas y filsofos es imprevisible. Una nueva imagen del marxismo emerger de las aguas profundas de la crisis pero se tratar, sin duda, de una nueva ola que estallar en las playas del siglo XXI.

    En esta zona del mundo (es decir, en un Mxico que se ha converti-do en un territorio estratgico del imperio y que se encuentra bajo los efectos del resfro neoliberal) tenemos muchas tareas que hacer: recu-perar la historia del marxismo en nuestro pas y distinguir sus aporta-ciones; hacer un balance crtico; ofrecer nuevas interpretaciones para los problemas que afectan a nuestra sociedad y abrir nuevos horizontes de sentido, en dilogo con otras corrientes y problemticas filosficas. En otras palabras, mantener su potencial terico. Lo exigen las severas condiciones de desigualdad existentes; la necesidad de una nueva tica y la bsqueda de una salida a la crisis.

    Gabriel Vargas LozanoEnero de 2003

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    FIN DE LA HISTORIACrtica de una nocin

    Gabriel Vargas Lozano

    La frase fin de la historia nos remite, en forma inmediata al escla-recimiento de los dos conceptos: fin e historia. El concepto fin nos conduce a los de telos (gr) y finis (lat) que tienen una larga estir-pe filosfica que va desde Aristteles a Hegel y de este, a los filsofos actuales. Telos y finis significan cumplir o tambin frontera, limite, termino. Fin es la consecucin de un proceso, su cumpli-miento, aunque tambin su frontera, horizonte o lmite. Pero habra asimismo otro sentido del concepto fin que significara intencin de. En esta direccin, Aristteles distingue, en su teora de las causas, la eficiente y la final en su Metafsica y el fin como la intencin de en la tica a Nicomaco.

    El concepto historia ha adquirido, a lo largo del tiempo, numerosos significados: historia natural, historia humana, historia de las ciencias, de la cultura, de la filosofa y de la poltica, entre otras. Ya Hegel dis-tingua, en sus Lecciones de filosofa de la historia universal, la historia pragmtica que se refera a los acontecimientos empricamente deter-minados y la filosofa de la historia que descubre, de acuerdo con su concepcin, su racionalidad. Quien mira racionalmente al mundo, lo ve racional. Ambas cosas se determinan mutuamente (Hegel, Lecciones sobre filosofa de la historia universal, p.45)

    Por su lado, Marx establece la diferencia entre la historia real que los hombres hacen objetivamente (con conciencia o sin conciencia de ello) y la explicacin cientfica de la historia a partir de La ideologa alema-na. Aqu no est de ms aclarar que el concepto cientfico tiene en su obra una significacin particular, ya que implica una superacin crtica de lo que se consideraba en el siglo XIX y en la tradicin anglosajona, la science; la concepcin de los jvenes hegelianos kritik y la wis-senschaft de Hegel, como lo demuestra Manuel Sacristn en su ensayo El trabajo cientfico de Marx y su nocin de ciencia. (M. Sacristn, 1980). Y finalmente, habra que agregar la interpretacin que realiza el filsofo, bien sea en su sentido clsico, como filosofa de la historia o en su dimensin epistemolgica.

    Cuando se habla entonces del fin de la historia se puede entender, de las siguientes formas: la de un sentido que ha adoptado la historia explicada a posteriori (como consideraba Hegel); la de una previsin del

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    futuro (como en las clsicas filosofas de la historia o en su significado escatolgico, como ocurre en la tradicin judeo-cristiana) y la de un trmino o agotamiento de una etapa o periodo de la historia. Habra, sin embargo, un sentido de la filosofa de la historia expresado en forma deslumbrante por W. Benjamn en sus Tesis de filosofa de la historia. Se trata de la imagen del angelus novus plasmada en un cuadro de Klee y en la que el ngel vuelve su rostro hacia atrs y observa, asombrado, las ruinas del pasado que crecen hasta el cielo, mientras desde el paraso sopla un viento.

    Aqu se trata de buscar un nuevo sentido de la historia, a partir de una recuperacin de la memoria histrica desde el presente y desde una vi-sin que haga justicia a los oprimidos.

    A partir de la segunda mitad del siglo XX, el trmino fin empez a aparecer en diversos contextos: como Fin de las ideologas (Daniel Bell, End of Ideology, 1960) para significar el inicio de una etapa tecnolgi-ca en la que supuestamente desapareceran las ideologas cuando en realidad se estaba formulando otra nueva: la ideologa tecnocrtica o tambin razn instrumental (Vid. Adorno, Horkheimer, Dialektik of aufklrung); se habl tambin de otros fines: del fin de la historia, del fin del marxismo, del fin de la filosofa, de los fines del hom-bre y del ltimo hombre.

    J. Derrida nos dice que estos temas escatolgicos eran en los aos cin-cuenta, hace cuarenta aos, el pan nuestro de cada da (Espectros de Marx, p. 28) y menciona que Hegel, Marx, Nietzsche, Heidegger eran in-clusive los clsicos del fin. Sin embargo, en un sentido ms dramtico, a raz de la guerra fra y la carrera armamentista que se inicia entre los dos bloques capitalista y socialista, aparece tambin el espectro del fin del mundo aludiendo a la posibilidad real de autodestruccin de la especie humana por una conflagracin nuclear, como lo denunciaron en su momento J.P. Sartre, B. Russell, H.M. Enzensberger (H. M. Enzens-berger, Two Notes on the End of the World NLR, n.110, 1978) o E.P. Thompson (Vid. exterminismo) entre muchos otros.

    En las dcadas de los setenta y ochenta, resurge la problemtica del fin pero ahora como fin de la modernidad y la caracterizacin de la poca actual como posmodernidad. Con las teoras del fin de la mo-dernidad se ha pretendido dar por terminada una forma de civilizacin que surgi en el siglo XVI; adquiri una nueva fuerza en el periodo de la

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    ilustracin y arriba, en la agona del siglo XX mostrando la crisis de su forma capitalista.

    En la dcada de los noventa se vuelve a hablar del fin pero ahora como fin de las utopas y fin de la historia. Estas interpretaciones cons-tituyen, como veremos, una ampliacin ideolgica de un hecho real: el fin de una experiencia histrica representada en el modelo sovitico (1917-1989-1991).

    Las reflexiones sobre el fin de la modernidad; el del fin de la historia y las polmicas que han suscitado, han tenido consecuencias para la his-toriografa actual en la que se ha acuado el trmino posthistoria.

    Todos estos debates han tenido como centro permanente de crtica o interlocucin al pensamiento marxista, al que se le ha pretendido ente-rrar por diversas vas; sin embargo, como examinaremos ms adelante, muchas de las muertes anunciadas (de la modernidad, de la historia, del marxismo) constituyen interpretaciones unilaterales, en algunos ca-sos, o francamente errneas, en otros, de diversas crisis que, explicadas desde un enfoque marxista crtico, abierto y renovador, arrojarn nue-vas reflexiones terico-prcticas que iluminarn el siglo XXI.

    1. El fin de la historia en Hegel y el fin de la pre-historia en Marx.

    Como se sabe, la concepcin de la historia hegeliana fue la culmina-cin de las diversas reflexiones acerca del sentido de la historia, que se venan planteando desde Agustn de Hipona (La ciudad de Dios); G. Vico (La ciencia nueva); I. Kant, (Idea de la historia universal desde un punto de vista cosmopolita), J.G. Herder (Ideas hacia una filosofa de la historia del hombre) o Voltaire (Ensayo sobre las costumbres y el espritu de las naciones). Hegel fue tambin el primer pensador en plantear a la historia como un proceso racional desde el punto de vista de la Econo-ma Poltica (G. Lukcs, El joven Hegel y los problemas de la sociedad capitalista).

    En casi todas sus obras, pero en especial en sus Lecciones sobre filosofa de la historia universal, consideraba que la historia debera ser enten-dida como el proceso de autoconocimiento del espritu en el cual ste cancelaba su enajenacin. Es por ello que deca que:

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    Debemos buscar en la historia un fin universal, el fin ltimo del mundo, no un fin particular del espritu subjetivo o del nimo. Y debemos aprenderlo por la razn, que no puede poner inters en ningn fin particular y finito y s slo en el fin absoluto. (Hegel, Lec-ciones, p. 44).

    No se trata de la razn de un sujeto particular, sino la razn divina y absoluta. A partir de esta idea central, Hegel recurre a las categoras de variacin, rejuvenecimiento, razn, idea (en relacin con sta, la liber-tad), espritu del pueblo, eticidad, estado y otras. El fin del espritu es su propio autoconocimiento en s y para s. En palabras de Hegel:

    el fin es que produzca un mundo espiritual conforme al concepto de s mismo, que cumpla y realice su verdad, que produzca la religin y el Estado de tal modo que sean conformes a su concepto. Tal es el fin universal del espritu y de la historia (Hegel, Lecciones, p. 67).

    Este proceso se realiza a travs de fases cuya lgica determinada devela la filosofa. El proceso de realizacin del espritu culmina en el estado racional. El estado no es slo su aspecto poltico, sino tambin el esp-ritu de un pueblo, de una nacin.

    Como se ha demostrado en la amplsima bibliografa que hay sobre este tpico, existen en esta concepcin de la historia sealados aportes, pero tambin problemas. Aportes como la explicacin de la historia como proceso; la forma dialctica empleada en dicha explicacin; la interrela-cin entre espritu y mundo; la reflexin sobre el estado como un todo que implica la estructura tricotmica conformada por la familia, la so-ciedad civil y el Estado y que impugna la dicotmica propuesta por el Iusnaturalismo; sin embargo, tambin la crtica ha sealado, desde Marx, la concepcin idealista; la identidad entre racionalidad y actualidad del espritu (Mszaros, 1995, p.9) y que se traduce en una legitimacin del propio momento histrico en que vive Hegel; su logocentrismo, su euro-centrismo y su ambigedad cuando dice, por un lado, que Europa es absolutamente el trmino de la historia universal (Hegel, Lecciones, p. 201) y por otro, que Amrica (lase Estados Unidos de Norteamrica) es el pas del porvenir (Hegel, Lecciones, p. 177).

    Marx, a travs de toda su obra, rechaza el fin de la historia teleol-gico hegeliano, aunque conserva otros significados. Para l, la historia no tiene un fin determinado previamente; no considera que sea movida por un sujeto trascendente o inmanente y tampoco que la racionalidad

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    de la historia est determinada por su finalidad. Pero a travs de la obra de Marx podemos descubrir diversos sentidos del concepto historia. En los Manuscritos econmico-filosficos de 1844, desarrolla la tesis de la relacin dialctica entre el hombre y la naturaleza cuando dice:

    La historia es de por s una parte real de la historia natural, de la transformacin de la naturaleza del hombre. Las ciencias naturales se convertirn con el tiempo en la ciencia del hombre, del mismo modo que la ciencia del hombre englobar las ciencias naturales y slo habr entonces, una ciencia (K. Marx. Manuscritos econmico-filosficos de 1844, pp. 88-89).

    En los Manuscritos econmico-filosficos de 1844, Marx considera a la historia como la realizacin de una esencia humana generada por el trabajo:

    Toda la llamada historia universal no es ms que la generacin del hombre por el trabajo humano, en cuanto la gnesis de la naturaleza para el hombre, tiene en ello la prueba tangible e irrefutable de que el hombre ha nacido de s mismo (K. Marx, Manuscritos econmico-filosficos de 1844, p. 90).

    Este concepto de esencia humana fue interpretado por algunos autores en forma teleolgica pero en realidad implica una crtica, si bien espe-culativa, de la existencia enajenada. A pesar de ello, Marx ya distingue en esta obra, a diferencia de Hegel, entre enajenacin y objetivacin (Vase Snchez Vzquez, 1978). Este carcter especulativo desapare-cer un ao despus cuando en sus Tesis sobre Feuerbach define a la esencia como el conjunto de relaciones sociales.

    En 1845 encontramos ya un concepto de historia abierto y producto de la praxis, aunque esta praxis est condicionada por las relaciones socia-les precedentes:

    Esta concepcin revela que la historia no termina disolvindose en la autoconciencia, como el espritu del espritu sino que en cada una de sus fases se encuentra un resultado material, una suma de fuerzas de produccin, un comportamiento histricamente creado hacia la naturaleza y entre unos y otros individuos, que cada gene-racin transfiere a la que le sigue, una masa de fuerzas productivas, capitales y circunstancias, que, aunque de una parte sean modifi-cados por la nueva generacin, dicta a sta, de otra parte, sus pro-pias condiciones de vida y le imprimen un determinado desarrollo,

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    un carcter especial; de que, por tanto, las circunstancias hacen al hombre en la misma medida en que ste hace a las circunstancias (K. Marx, F. Engels, La ideologa Alemana, p. 39).

    No hay por tanto una direccin previa de la historia sino que los hom-bres tendrn que ir construyendo dicho sentido. Esta concepcin abier-ta de la historia se mantendr en toda su obra posterior.

    Ser a partir del clebre prlogo a la Contribucin a la crtica de la eco-noma poltica de 1859, que se generarn interpretaciones equivocadas y que tuvieron una enorme difusin a travs de las versiones esquem-ticas y dogmticas que difundi el stalinismo y el poststalinismo: por un lado, la idea errnea de que en Marx exista una concepcin lineal de la historia y por otro, la tesis del reduccionismo economicista. Sobre la primera, esta interpretacin se desmiente plenamente en un manuscrito anterior: las Formaciones econmicas precapitalistas (que forman parte de los Grundrisse der kritik der politischen konomie) y en los que se demuestra que Marx considera que la historia es un proceso complejo, desigual y combinado. (Vanse K. Marx., Eric J. Hobsbawm, Formaciones econmicas precapitalistas, Mxico, 1971).

    De igual forma, esta idea no slo se reafirma sino que inclusive se con-firma la tesis de la oposicin de Marx a formular, de manera apriorista, una historia universal. ste es el sentido de la carta dirigida a Otiches-tviennie Zapiski [Anales de la Patria], a fines de 1877:

    a mi crtico le parece, sin embargo, poco. A todo trance quiere con-vertir mi esbozo histrico sobre los orgenes del capitalismo en la Europa occidental en una teora filosfico-histrica sobre la trayec-toria general a que se hallan sometidos fatalmente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias histricas que en ellos con-curran, para plasmarse por fin en aquella formacin econmica que, a la par que el mayor impulso de las fuerzas productivas, del trabajo social, asegura el desarrollo del hombre en todos y cada uno de sus aspectos. (Esto es hacerme demasiado honor y, al mismo tiempo, de-masiado escarnio) y agrega que el no desea construir una filosofa de la historia.

    Sobre la segunda interpretacin equivocada se puede leer de nuevo, la conocida carta de Engels a J. Bloch del 21-22 de septiembre de 1890, cuando dice: Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor econmico es el nico determinante, convertir aquella tesis en una frase vacua,

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    abstracta, absurda (F. Engels, Carta a J. Bloch) y a continuacin expo-ne la complejidad e incidencia de todos los dems elementos polticos, ideolgicos y culturales que conforman el sistema social. Una gran par-te de los esfuerzos realizados por los autores marxistas ms creativos (Gramsci, Bloch, Lukcs, Maritegui y tantos otros) del siglo XX, estuvie-ron dedicados al anlisis y profundizacin de todos estos elementos.

    Pero en dicho Prlogo tambin se hace la afirmacin de que: las re-laciones burguesas son la ltima forma antagnica y que con esta for-macin social concluye (comillas mas GVL), por consiguiente, la pre-historia (comillas mas) de la sociedad humana. Esta frase recuerda la concepcin de Hegel en sus Lecciones de filosofa de la historia en la que habla del comienzo de la historia.

    En efecto, para Hegel, el nico momento digno de reflexin filosfica es el inicio del estado que es tambin el de la racionalidad. No en donde todava es una posibilidad sino en donde ya es conciencia, voluntad y accin. En este sentido, Hegel dice:

    Los pueblos pueden llevar una larga vida sin Estado, antes de alcan-zar esta determinacin. Y pueden lograr si el Estado un importante desarrollo, en ciertas direcciones. Esta prehistoria cae empero fuera de nuestro fin, segn lo ya indicado; aunque lo haya seguido una historia real, o los pueblos no hayan conseguido formar un estado (Hegel, Lecciones, p. 136).

    Para Marx, en cambio, la prehistoria concluye con el trmino de las re-laciones de explotacin, en una primera fase (el socialismo) y con la extincin del estado, en una segunda (es decir, el comunismo) como lo expone en su Crtica al programa de Gotha. Hoy, a la luz de lo ocurrido en el siglo XX, la propuesta de esa sociedad autorregulada; la desapari-cin de la enajenacin; la extincin del estado y por tanto, la superacin de la pre-historia de la humanidad se ha vuelto, contra lo que deseaban Marx y Engels, una utopa. Pero si consideramos que no slo siguen existiendo las contradicciones sociales que generaron su idea del fin de la pre-historia sino que stas se han agravado; que no debemos enten-der a la utopa como el advenimiento de reino de Dios sino como una crtica contrafctica; un pre-ser-se en el sentido de E. Bloch (Das prinzip hoffnung) y un proceso que debera desarrollarse a partir de un nuevo sentido de la historia, tendramos que, contra Marx pero tambin con Marx, su utopa sigue valiendo aunque la posibilidad de su realizacin no se encuentre hoy a la orden del da y aunque se requiera que el mar-

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    xismo desarrolle nuevas teoras sobre la transicin entre la vieja socie-dad y la nueva.

    Como quiera que sea, en Marx, no se trata de una superacin de la pre-historia humana que necesariamente tendra que sobrevenir sino de la necesidad de que se inicie una va ms justa y racional para la autorrealizacin de la especie humana.

    A pesar de lo anterior, la concepcin de la his-toria en Marx fue interpretada, tanto en el lla-mado socialismo realmente existente (Suslov); socialismo fordista (Haug) o colectivismo burocrtico como una teleologa y dicha in-terpretacin proporcion la base para que sus detractores ms connotados impugnaran dicho planteamiento hasta encontrar inclusive la for-mulacin de un nuevo historicismo como lo hizo Karl Popper en su libro La miseria del his-toricismo. Popper realiz all una interpretacin de la obra de Marx muy poco seria y rigurosa

    al no considerar los diversos significados que adquiere la historia en su obra y su concepcin abierta de ella. Su crtica equivoca el objetivo porque parece dirigirse ms a los manuales soviticos de los cincuenta que a las obras de los autores citados por l.

    2. El fin de la modernidad?

    A partir de la segunda mitad del siglo XX, como hemos mencionado, aparecieron las teoras del fin de la modernidad y el inicio de la pos-modernidad. Estas reflexiones se ofrecieron como explicacin de las transformaciones operadas en la sociedad contempornea a partir de uso de las nuevas tecnologas en la produccin y la comunicacin (la computadora, la robtica, el fax, el mdem, las fibras pticas, entre otras) y cuyos efectos se empezaron a presentar, como un sntoma del cambio, en el arte y la cultura como: tendencia a la desaparicin de los museos; el collage; la no distincin entre una cultura de masas y una superior; la impugnacin de las vanguardias; la nueva arquitectura y la realidad virtual entre otras manifestaciones.

    Dos de las interpretaciones ms importantes han sido las desarrolladas

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    por J.F. Lyotard y G. Vattimo. J. F. Lyotard, en otro tiempo miembro del grupo Socialisme ou Barbarie, da cuenta de estos cambios desde la p-tica de que:

    el saber cambia de estatuto al mismo tiempo que las sociedades en-tran en la edad llamada postindustrial y las culturas de la edad lla-mada posmoderna (J.F. Lyotard, La condicin posmoderna, p. 13).

    La modernidad estaba caracterizada, segn el, por los grandes relatos como la dialctica del espritu, la emancipacin progresiva, la emancipa-cin del sujeto o del trabajador. Ahora, a partir de los cambios operados en la ciencia y la tcnica, cambia el estatuto del saber; cambia tambin la forma de Estado que empieza a aparecer como un factor de opacidad y ruido para una ideologa de transparencia comunicacional; cambian tambin las formas de legitimacin. Las clases tradicionales desapare-cen y los individuos se convierten en nudos de circuitos de comuni-cacin. En lugar del gran relato-nos dice- es ms adecuado el pequeo relato. La gran poltica se transforma en pequea poltica. La toma del poder se sustituye por la pequea accin ciudadana.Algo ha cambiado, dice J. Baudrillard:

    y el perodo de produccin y consumo fustico (quiz edpico) cede el paso a la era protenica de las redes, a la era narcisista y proteica de las conexiones, contactos, contiguidad, feed back y zona interfa-cial generalizada que acompaa al universo de la comunicacin (J. Baudrillard, p.188).

    Por su lado, Gianni Vattimo (El fin de la modernidad) considera, apo-yndose en las concepciones del eterno retorno a Nietzsche y el reba-samiento de la metafsica de Heidegger, que estamos al final de la his-toria. Nietzsche y Heidegger, cada uno desde sus propias perspectivas, habran puesto en cuestin la tesis de que el pensamiento es un proceso continuo y progresivo de apropiacin de los fundamentos u orgenes. Ya no hay aufhebung -nos dice-, sino evento. Lo posmoderno no es slo una novedad respecto a lo moderno, sino tambin la disolucin de la categora de lo nuevo como experiencia del fin de la historia en lugar de presentarse como un estadio diferente (ms avanzado o ms retrasa-do, no importa) de la historia misma (Vattimo, El fin de la modernidad, p.12).

    Lo que caracteriza el fin de la historia -segn Vattimo-: es la circunstan-

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    cia de que, mientras en la teora la nocin de historicidad se hace cada vez ms problemtica, en la prctica historiogrfica y en su autocon-ciencia metodolgica la idea de una historia como proceso unitario se disuelve y en la existencia concreta se instauran condiciones efectivas -no slo la amenaza de la catstrofe atmica, sino tambin sobre todo la tcnica y el sistema de informacin- que le dan una especie de inmo-vilidad realmente no histrica (G. Vattimo, El fin de la modernidad, p. 13).

    Ya no hay historia como progresiva emancipacin ni como entidad uni-taria.

    En qu consiste ahora, para Vattimo, la emancipacin? En el desarrai-go; la liberacin de las diferencias; la multitud de racionalidades loca-les. (Vid. Posmodernidad una sociedad transparente?, En torno a la posmodernidad).

    Aunque existen diferencias importantes de enfoque que no queremos obviar, los dos autores, comparten el diagnstico del fin de la moderni-dad y el inicio de una etapa nueva y distinta que llaman posmoderni-dad.

    Los planteamientos anteriores suscitan una serie de objeciones:

    1) La primera es que a la luz de las ciencias sociales, esta explicacin de los nuevos fenmenos que objetivamente han aparecido en la sociedad a efecto de las nuevas tecnologas es muy pobre. A mi juicio, no es posi-ble explicar estos cambios sin ponerlos en relacin con las transforma-ciones econmicas y polticas del sistema capitalista. Cuando se utiliza el concepto posmodernidad como alternativo, se requiere, como dice F. Jameson:

    correlacionar la emergencia de nuevos rasgos formales en la cultura con la emergencia de un nuevo tipo de vida social y un nuevo orden econmico, lo que a menudo eufemsticamente se llama moderni-zacin, sociedad postindustrial o de consumo, la sociedad de los medios de comunicacin o el espectculo, o el capitalismo multina-cional. (F. Jameson Posmodernidad y sociedad de consumo en Hal Foster, Posmodernidad, p. 67).

    En las concepciones filosficas de la posmodernidad queda ocultado su verdadero carcter; es decir, el de ser la lgica cultural del capitalismo

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    en su actual etapa, con sus rasgos caractersticos: la transmutacin de la realidad en imgenes y fragmentacin del tiempo en presentes perpe-tuos, de acuerdo con la orientacin del capitalismo consumista.

    2) La segunda es que los autores mencionados tendran que haber ana-lizado en forma ms precisa las relaciones entre modernidad y capita-lismo. En efecto, si se considera a la modernidad, como lo hace B. Eche-verra como una:

    forma histrica de totalizacin de la vida humana que arranca des-de el Renacimiento y otra, su relacin especfica con el capitalismo como forma o modo de reproduccin econmica del ser humano (Vid. B. Echeverra, Modernidad y capitalismo (15 tesis), en Las ilu-siones de la modernidad, 1995, p.138).

    Podemos establecer, por un lado, diversas relaciones entre modernidad y capitalismo y por otra, determinar diversas modalidades o formas que asume la modernidad.

    3) La tercera es que su crtica al marxismo implica la omisin de que Marx es justamente el primer crtico de la modernidad capitalista, al considerar que este sistema implica no slo formas de alienacin, co-sificacin, desigualdad e injusticia social sino tambin un atentado en contra de las relaciones entre el hombre y la naturaleza.

    4) La cuarta objecin es que con el concepto de grandes relatos se pretende, en un solo movimiento, impugnar una filosofa de la historia que, como hemos analizado anteriormente, es inexistente en la obra de Marx y descalificar los contenidos gnoseolgicos de la teora social mar-xista. Es lgico pensar que las transformaciones econmicas, polticas y sociales que se han operado en el sistema en las ltimas dcadas tienen que implicar cambios importantes con respecto a la concepcin que tena Marx en el siglo XIX pero de ello ha dado cuenta puntual la teora marxista contempornea.

    5) La quinta objecin es que la determinacin de una nueva etapa la posmodernidad que no tendra nada que ver con la anterior moderni-dad no se funda al exaltar unilateralmente lo nuevo frente a lo viejo. Lo nuevo co-existe y est interrelacionado con lo anterior y si, como afir-man, la modernidad ha concluido ello quiere decir que la estructura capitalista ya no responde a las nuevas necesidades que se han produ-cido en la sociedad? Los posmodernistas mencionados guardan silencio

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    al respecto o como dice Adolfo Snchez Vzquez en su ensayo Hacia la nueva modernidad:

    los posmodernistas hablan del fin de la modernidad pero se cuidan mucho de asociar a ello, la necesidad del fin de la estructura pro-funda, social que ha engendrado la forma de modernidad cuyo fin se proclama (Snchez Vzquez, 1996).

    6) Tiene razn J. Habermas cuando dice que en muchas de las interpre-taciones que se hacen de los fenmenos actuales hay un aspecto neo-conservador (Habermas Modernidad versus posmodernidad en J. Pico, Modernidad y posmodernidad). Estos neoconservadores no revelan las causas econmicas y sociales de las actitudes alteradas hacia el trabajo, consumo, el xito y el ocio. En consecuencia, atribuyen al hedonismo la falta de identificacin social; la falta de obediencia, al narcisismo; la retirada de la posicin social y la competencia por el xito, al dominio de la cultura. Pero, de hecho, la cultura interviene en la creacin de todos estos problemas de una manera muy indirecta y mediadora. La modernidad fue formulada por los filsofos ilustrados, dice Habermas, como un proyecto de ciencia objetiva, una moralidad y unas leyes uni-versales, un arte autnomo y la acumulacin de la cultura para lograr el enriquecimiento y la organizacin racional de la vida cotidiana. Por ello considera que estos ideales de la modernidad siguen valiendo, lo que ha ocurrido es que en las sociedades actuales no han logrado su consecucin.

    A pesar de las anteriores afirmaciones de Habermas, se requiere tam-bin distinguir, como hace Hall Foster, un posmodernismo de resisten-cia y otro de reaccin. Es decir, uno que acepta que nos encontramos (y cuando se dice nos encontramos se refiere slo a una tercera parte de la humanidad ya que las otras dos terceras se encuentran en estado de pobreza o inclusive de extrema pobreza) en una nueva etapa deno-minada posmodernidad que no corta abruptamente sus relaciones con la modernidad y que no soslaya sus relaciones con el capitalismo y otro que al convertir a la posmodernidad en una forma autnoma y final pretende legitimar este nuevo paso del sistema al tiempo que elimina la posibilidad de una alternativa emancipadora sistmica como en el caso del Lyotard.

    7) Finalmente, con respecto a lo que Vattimo dice acerca de la emanci-pacin considerara que la acentuacin unilateral de las diferencias y la fragmentacin descuida la dialctica entre el proceso de homogeneiza-

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    cin ideolgica producida por el capitalismo consumista que pretende imponer un, ste s, nuevo relato de la historia y la fragmentacin real y excluyente que est produciendo en una gran parte de la humanidad. Podemos y debemos pensar las diferencias; las diversas formas de ra-cionalidad e inclusive, el desarraigo pero sin dejar de ponerlas en rela-cin con el proceso econmico, social y cultural que se encuentra en la base.

    Al impugnar la modernidad como un todo y no, como sera deseable, algunos aspectos de ella; al no considerar con precisin las relaciones entre modernidad y capitalismo; al hacer una crtica ciega frente a la teora marxista; al impugnar una racionalidad practica y una racionali-dad comunicativa y al desembocar en un relativismo, el posmodernis-mo conservador no ofrece ninguna alternativa a las injusticias sociales que hoy angustian a una gran mayora de la humanidad.

    3. El fin de la historia segn Fukuyama.

    En verano de 1989, Francis Fukuyama public un artculo titulado The End of History? (Fukuyama, 1989). Luego, este artculo fue convertido en un libro (Fukuyama, The end of the History and the last Man, 1992) en donde expone una interpretacin ideolgica (en el sentido falaz de que habla L. Althusser como reconocimiento/desconocimiento; claro/oscuro, mistificacin) del complejo de fenmenos arriba anotados y en especial acerca de las consecuencias del derrumbe del llamado socia-lismo realmente existente. Fukuyama considera en su interpretacin que la democracia liberal puede constituir el punto final de la evolu-cin ideolgica de la humanidad, la forma final de gobierno y que como tal marcara el fin de la historia (Fukuyama, 1992, p. 11). Sobre esta idea podemos decir que si tomamos la experiencia de la humanidad es imposible pensar que no existirn nuevas propuestas tericas o nue-vas realidades que vengan a modificar, superar (aufhebung) o substituir a la democracia liberal.

    Tras la anterior idea, el autor agrega que:

    mientras las anteriores formas de gobierno se caracterizaron por graves defectos e irracionalidades que condujeron a su posible co-lapso, la democracia liberal estaba libre de estas contradicciones internas fundamentales (Fukuyama, 1992, p. 11).

    sta tambin es una peticin de principio, ya que la contradiccin prin-

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    cipal de la democracia liberal es justamente su reduccin de la demo-cracia al mbito poltico dejando fuera de ella los mbitos econmico y cultural. Los estudiosos contemporneos de la democracia (C.B. Ma-cpherson, N. Bobbio, K. Offe, D. Held; F. Cunningham) han expuesto, de diversas formas y bajo diversos enfoques, los grandes problemas que ha tenido la democracia liberal para realizarse as como sus deformaciones y perversiones que la han llevado a atentar, justamente en contra de lo que Fukuyama considera que se ha resuelto: la igualdad y la justicia.

    Fukuyama sigue diciendo que s ha habido injusticias o problemas en democracias estables como las de Estados Unidos, Francia o Suiza pero que estos se deban:

    a una aplicacin incompleta de los principios gemelos de libertad e igualdad, en los que se funda la democracia moderna, ms que a una falla de los principios mismos (Fukuyama, 1992, p. 11).

    J. Derrida en su brillante crtica al libro de Fukuyama en Espectros de Marx dice que Fukuyama pretende emitir un mensaje evanglico (la bue-na nueva sera la unin entre democracia liberal y libre mercado) que est basado en severas contradicciones lgicas: se atreve a considerar que toda una serie de horrores, opresiones, represiones genocidios que han ocurrido a nombre de la democracia son slo fenmenos empricos que no desmentiran el ideal.

    Como tal, como telos de un progreso, dicha orientacin tendra la forma de una finalidad ideal. Todo lo que parece contradecirla pro-cedera de la empiricidad histrica, por masiva y catastrfica y mun-dial y mltiple y recurrente que sta sea (J. Derrida, Espectros de Marx, p.71)

    Ante los supuestos malos entendidos que haban suscitado sus tesis, Fukuyama dice que no sugiere el fin de los acontecimientos sino de la historia entendida -tomando consideracin la experiencia de todos los pueblos en todos los tiempos- como un proceso nico, evolutivo, coherente (Fukuyama, 1992, p. 12). Segn l, esta concepcin era atribuible a Hegel y Marx.

    Desde hace bastante tiempo, los anlisis sobre la historia mundial han puesto de manifiesto la quiebra de dicha concepcin pero como he mencionado ms arriba, la misma concepcin histrica de Marx sobre la evolucin de las sociedades es bastante compleja, como lo analiz Eric

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    Hobsbawm en su estudio introductorio a los Formen.

    Fukuyama re-propone un fin de la historia hacia la demo-cracia liberal teniendo como base el desarrollo econmico basado en la economa de mercado; la ciencia natural Que confiere una ventaja militar decisiva a los pases que la po-seen (Fukuyama. p. 15) y un horizonte de posibilidades de produccin econmica. Ello conduce a un estado de cre-ciente homogeneizacin. Pero esto no basta -nos dice- se requiere tambin considerar la lucha por el reconocimiento que planteaba Hegel y que es el eslabn perdido entre la economa liberal y la poltica liberal.

    En su comentario, J. Derrida dice que el autor reivindica no slo el Hegel de la lucha por el reconocimiento, sino el de la visin cristiana. El Estado universal y homogneo, fin de la historia y basado en la economa y el reconocimiento, repre-senta la venida de Dios al mundo.

    Para apuntalar la buena nueva requiere, por un lado, sealar la presunta muerte del marxismo y pro otra la presunta rea-lizacin del Estado de la democracia liberal. Por no reela-borar un pensamiento del acontecimiento, Fukuyama oscila confusamente entre dos discursos irreconciliables (p.77). A pesar de las guerras econmicas, el proteccionismo, las contradicciones entre los pases ricos y pobres, la paupe-rizacin, la deuda externa. Todo esto parece no importa a Fukuyama quien no slo seala, por un lado, el ideal y por otro, la llegada del ideal, el fin de la historia.

    La ideologa del fin de la historia no tiene consistencia al-guna. Funcionar algn tiempo para ser substituida por una nueva, por esa necesidad incesante que tiene el sistema de mantener desesperadamente la cohesin social frente a las tendencias de desintegracin.

    4. El fin de la historia y la posthistoria

    Como era previsible, tambin en la teora de la historia han tenido consecuencias las concepciones del fin de la moder-nidad y del fin de la historia. Este hecho se puso de mani-fiesto en las recientes reflexiones que han hecho los propios

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    historiadores, pero en ellas tambin entra en consideracin la crisis de la ciencia histrica a raz de las objeciones hechas tanto a la tradicin del positivismo lgico planteadas por Kuhn como a las diversas bases epistemolgicas que han sustentado al materialismo histrico.

    Miguel ngel Cabrera Acosta, en su intervencin en una importante reunin internacional de historiadores celebrada en Santiago de Com-postela en 1993 con el propsito de hacer un balance de la disciplina (Historia a debate) concentra en lo siguiente, el actual problema de la historiografa en relacin con el tema planteado:

    Por lo que a la teora de la sociedad se refiere, asistimos a una re-valorizacin de lo subjetivo, a una atencin creciente a la fragmen-tariedad y a la discontinuidad en detrimento de la totalidad y a una primaca de la variacin y la contingencia frente a la determinacin estructural. En cuanto a la teora del conocimiento, se ha emprendido la revisin del concepto de verdad y del referente real como criterio de cientificidad y se ha dado paso al protagonismo epistemolgico del lenguaje y de la teora narrativa; al mismo tiempo, la explicacin analtica ha perdido terreno frente a la comprensin descriptiva. En esto consiste, me parece, en apretada sntesis, lo esencial de la con-cepcin posmoderna de la historia. (Miguel ngel Cabrera, Historia a debate, p. 209).

    En efecto, en el caso de las teoras del fin de la historia, hemos citado las concepciones de Lyotard y Vattimo y las de Fukuyama. La segunda, salvo un aspecto ideolgico, no tendra un mayor significado para la historiografa actual.

    El principal aporte del debate sobre el posmodernismo es el rechazo, que por otro lado ya se haba planteado por otros autores como Clau-de Levi-Strauss, a las concepciones lineales, coherentes, homogneas, optimistas de la historia y el paso a una complejidad de lo social. El problema es que en las concepciones posmodernas como las sealadas, la propuesta alternativa se queda en el otro extremo: la prioridad de lo fragmentario, de lo subjetivo y la negacin de lo estructural y lo obje-tivo.

    Al renunciarse a la objetividad, la realidad emprica se reduce al discur-so hermenutico; a la intraductibilidad de los lenguajes perdindose as todo lo desarrollado por las teoras de la historia. El principal defecto de las concepciones posmodernas es el pretender extraer conclusiones en

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    dos niveles diferentes: el de una filosofa de la historia y el de una teo-ra de la historia substituyendo un metarrelato por otro metarrelato. No es fcil eliminar la teora de la historia.

    Por mi lado, considero que las relaciones entre la filosofa y la historia se van transformando, a medida en que las dos disciplinas encuentran nuevas formulaciones, sin agotarse mutuamente. Se puede aceptar la crtica a las filosofas de la historia tipo Hegel, basadas en el concep-to acrtico de progreso, pero la filosofa de la historia sigue teniendo funciones ms ac y ms all de las teoras de la historia. En efecto, considero que se mantienen en pi: 1) las reflexiones cientfico-sociales globales procedentes de los resultados de la historia (Vase, I. Wallers-tein) de las cules se pueden extraer reflexiones filosficas; 2) el anli-sis ontolgico y epistemolgico de la historia y 3) reflexiones filosficas como la que expone Walter Benjamn en sus deslumbrantes Tesis de filosofa de la historia: Articular histricamente lo pasado no significa conocerlo tal y como verdaderamente ha sido. Significa aduearse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro. (W. Ben-jamn, Tesis VI, p.180)

    5. El verdadero fin de la historia

    La frase fin de la historia permite, como hemos mostrado, mltiples significados. Su debate surge en un momento particular: el momento en que se agotan ciertos rasgos de un proceso o de un perodo. Muchos de sus discursos interpretativos pretenden dar cuenta de lo nuevo y cerrar el proceso anterior. Al hablar de fin se crea una nueva ideologa. Es una tentativa, intil, a mi juicio, de congelar la historia en una nueva metafsica. Pero habra un fin de la historia que apenas hemos mencio-nado: el verdadero fin de la historia como autodestruccin de todas las especies. ste sera el fin de los fines de la historia.

    ste constituye una novedad en la historia. Se trata, como consider E.P. Thompson en sus Notas sobre el exterminismo, la ltima etapa de la civilizacin (Vid. E. P. Thompson, Opcin cero) de un nuevo rasgo de la historia: ya no una intencin o previsin criminal que Thompson descubra en la carrera armamentista entre los bloques, sino un tipo de sociedad que se expresa en la economa, gobierno, ideologa cuya direccin conduce al exterminio a consecuencia de una dinmica, una acumulacin y perfeccionamiento de los medios de exterminio y de la estructuracin del conjunto de las sociedades de manera que tienda ha-cia ese final (E.P. Thompson, Opcin cero, p. 103).

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    Hoy el principal adversario del bloque occidental capitalista (la URSS) ha desaparecido pero ello ha significado la desaparicin del peligro la-tente de una conflagracin nuclear o de la lgica misma del exterminis-mo? a mi juicio, no y, por tanto, el llamado de Thompson sigue siendo vlido como tambin lo es el llamado de J. Derrida va asumir la herencia marxista para iniciar de nuevo, como un angelus novus, un nuevo sen-tido de la historia.

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