Filosofia en La America Latina en La Epoca Colonial

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La filosofa en la Amrica Latina en la poca colonialLa EscolsticaCon la conquista y colonizacin de Amrica por los espaoles qued interrumpido o desviado el proceso de desarrollo de la cultura precolombina o prehispnica. Los conquistadores, salvo excepciones de figuras contadsimas, no mostraron aprecio ni inters por preservar los grandes valores culturales de los grupos sometidos. La gestin de conquista interesada esencialmente en la explotacin de las riquezas, unida a la misin de evangelizacin, fue destruyendo sistemticamente las expresiones culturales de esos pueblos y, entre ellas, de manera muy particular, su pensamiento. Lgicamente, la evangelizacin implicaba una lucha contra todo el andamiaje espiritual de los pueblos subyugados. A partir de ese momento, el pensamiento aborigen se canaliz a travs de formas sincrticas o sobrevivi por algn tiempo de manera paralela al nuevo pensamiento religioso que se impona por los diversos medios con que contaba la nueva cultura dominante. El ingente esfuerzo indgena por conocer y explicar el mundo slo fue valorado por algunos hombres excepcionales como el fraile Bernardino Sahagn. Puede concluirse, pues, que en lo fundamental la tradicin espiritual precolombina qued interrumpida. No hubo, por consiguiente, una evolucin natural entre un momento histrico y otro, sino que se produjo una ruptura sin lazos de continuidad propiamente dichos entre el pensamiento aborigen, en aquellas regiones donde lleg a existir, y el nuevo, introducido por los conquistadores. Lo que no excluy la emergencia de las dichas formas de sincretismo. Con el arribo de las rdenes religiosas venidas de Espaa y Portugal se inici en la Amrica la filosofa propiamente dicha. Su llegada trajo tambin la filosofa escolstica, la cual ejerci un dominio casi absoluto hasta mediados del siglo XVIII aproximadamente. La misin de estas rdenes fue, sobre todo, evangelizadora, lo que implic la introduccin de la filosofa a la que estaba unido el dogma catlico. La propia Legislacin de Indias se encarg de plasmar de manera clara las bases religiosas del gobierno y de definir, hasta el detalle, todo lo concerniente al cuidado de la ortodoxia catlica.1 Las rdenes religiosas, a medida que llegaban, iban fundando sus conventos y colegios. Fue en ellos y en las universidades donde comenz la enseanza de la filosofa en el Nuevo Mundo. Los dominicos, franciscanos y jesuitas fueron los que fundamentalmente desarrollaron esta tarea, pero no faltaron centros de enseanza de cierto prestigio, dirigidos por otras rdenes religiosas; tal fue el caso, digamos, de los mercenarios y los oratorianos, y sobre todo de los agustinos, que tuvieron tambin un papel destacado. As, la primera universidad ecuatoriana, la de San Fulgencio, organizada en 1603, fue agustina. El orden de llegada de las diversas rdenes religiosas variaba. As, por ejemplo, a Nueva Espaa llegaron, como se sabe, primero 12 frailes franciscanos, despus llegaron los dominicos y por ltimo hicieron su aparicin los jesuitas. La Universidad Pontificia de Mxico estaba bajo el control de los dominicos, pero en otros pases el peso de la educacin de la filosofa de las rdenes era variable. En general las diversas rdenes fundaban colegios y conventos donde se iniciaba la enseanza de la teologa y la filosofa. Algunos de aquellos colegios lograban el permiso necesario para convertirse en universidades, lo que repercuta favorablemente en el avance de la cultura de la regin. El orden de llegada de las rdenes influa en alguna medida en la preponderancia que lograban en la vida cultura de la colonia. stas competan entre s con el objeto de contar con un mayor nmero de instituciones y de ejercer una mayor influencia en la vida colonial. A lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII en las ciudades de importancia se fueron erigiendo colegios y universidades en los que, por lo general, predominaba una u otra de estas rdenes religiosas. En la isla de la Espaola, los dominicos aseguraron desde su temprana llegada el predominio tomista en la enseanza de la filosofa. En Brasil, en cambio, la enseanza de la filosofa estaba bajo el control de los jesuitas. La Compaa inici sus 23

actividades en esta lnea desde mediados del siglo XVI con la fundacin de colegios en Baha, So Paulo (Piratininga) y Ro de Janeiro. El de Baha fue el primer asiento sistemtico de la enseanza de la filosofa en la colonia lusitana y en el ltimo se empez a ensear la materia a mediados del siglo XVIII.2 La Compaa de Jess tuvo en este territorio un control casi absoluto de la enseanza durante siglos. En el Ro de la Plata hicieron su entrada primero los dominicos y despus los franciscanos, fundando sus respectivas instituciones de enseanza y, finalmente, aparecieron los jesuitas. Estos fundaron un colegio que se convirti en la importante Universidad de Crdoba a partir de 1628.3 Tambin la renombrada Universidad de Chuquisaca en el Alto Per estaba bajo la gida jesutica. En el Per fueron tambin los dominicos los primeros en radicarse y despus arribaron los jesuitas, mercedarios, franciscanos y agustinos.4 La Orden de santo Domingo tambin lleg tempranamente a Nueva Granada, donde despleg una amplia labor educativa a lo largo de los siglos coloniales. A ellos se debi la fundacin y actividad del Colegio de Nuestra Seora del Rosario fundado en 1653.5 A Chile llegaron primero los dominicos y despus le siguieron los franciscanos y los jesuitas.6 Aunque la actividad educativa alcanz su mayor extensin en los siglos XVII y XVIII, ya desde el siglo XVI se haban organizado en las nuevas colonias colegios, conventos y universidades donde la enseanza de la filosofa, tan ligada a los estudios teolgicos, ocupaba un lugar definido. En ese siglo se fundaron universidades en Santo Domingo (1538), Mxico (1533), San Marcos en el Per (1575); en el siglo XVII se fundaron la de Crdoba (1623), en Ecuador se fundaron tres (la jesutica en 1620) y, en el Alto Per, la jesutica de Chuquisaca (1624). Esta ltima se convirti, en su momento, en uno de los ms prestigiosos centros de estudio superior en la poca de la colonia y fue uno de los baluartes del escolasticismo en Hispanoamrica. En otros pases, como por ejemplo Cuba, no fue hasta el siglo XVIII (1728) que se pudo contar con una universidad. El proceso de instalacin de las diversas rdenes no dej de llevarse a cabo sin fricciones y luchas internas por un mayor control de la enseanza, lo que al final repercuta en la preponderancia de una Orden determinada en la vida de la colonia y en una mayor divulgacin de la tendencia teolgico-filosfica que propugnaba.7 En Guatemala, por ejemplo, los jesuitas se opusieron a la fundacin de la Universidad por gozar ellos del privilegio, debido a la falta de universidades, de otorgar los grados mayores en su colegio.8 Antagonismos y fricciones similares se produjeron a lo largo de los siglos coloniales en los diversos centros urbanos. En el Per no dejaron de manifestarse los conflictos entre las rdenes9 y en Santo Domingo el predominio inicial de los dominicos se vio afectado por la llegada de la Compaa de Jess, la cual empez a regentear desde 1739 la Universidad de la Paz. Esto produjo una disputa religiosa entre la tendencia tomista y la suarista. Slo la expulsin de los jesuitas en 1767 les permiti a los de Santo Domingo intensificar su actividad.10 Dominicos y jesuitas tambin entraron en contradiccin en Chile producto del afn de ambos por inaugurar una universidad.11 Igualmente en Nueva Granada afloraron las divergencias entre las dos poderosas rdenes. La querella en este caso se manifest entre otras, entre la Universidad Javeriana, regenteada por los padres de la Compaa, y la universidad Tomstica.12 La fundacin de la Universidad Real y Pontificia de La Habana tambin dio lugar a que afloraran los siempre latentes conflictos entre las rdenes. La concesin del privilegio a los dominicos para regentear el alto centro de estudios produjo numerosos pleitos que se prolongaron con fuerza variable hasta 1842, momento en que se produjo la secularizacin de la institucin.13 Por el conjunto de datos que nos ofrecen algunos estudiosos de este perodo se puede considerar que, al menos en el siglo XVI, el nivel de los profesores que venan de Espaa era aceptable y hasta de alta calidad.14 No cabe duda de que algunos de los centros del Nuevo 24

Mundo, como la Universidad de Chiquisaca o la de Mxico, llegaron a gozar de verdadero prestigio en la colonia. La mayora de los autores, especialmente los mexicanos, acostumbran a ubicar en el Colegio de Tiripito el comienzo de la enseanza de la filosofa en el Nuevo Mundo. Pero Armando Cordero llama la atencin sobre el hecho de que, con anterioridad a la actividad de dicho colegio, ya se haban pronunciado las primeras ctedras de filosofa en el Colegio y la Universidad del Convento de los Predicadores en la ciudad de Santo Domingo del Puerto.15 En general, los estudios principales en las universidades eran los de Teologa. La Facultad de Artes estaba destinada a preparar y servir a los estudios teolgicos; de ah que la enseanza de la filosofa tuviera este sentido mediador; y de ah tambin que los profesores aspiraran a ascender a la ctedra de Teologa y rara vez se entregaban por completo a los estudios filosficos.16 Espaa y Portugal no podan exportar a Amrica otra cosa que no fuera el escolasticismo, ya que sta era la filosofa imperante en sus propios pases. La Reforma, que haba sacudido a Europa, no haba podido arraigarse en la Pennsula. El perodo de la llamada acumulacin originaria que como es sabido constituye un eslabn de la cadena hacia el desarrollo capitalista, no lleg a tener lugar en la Pennsula. A partir de la segunda mitad del siglo XVI los elementos mercantiles pre-capitalistas vieron frustradas sus ansias de desarrollo; y la nobleza feudalista mantuvo el poder hegemnico. Si despus del reinado de Carlos I escribi Carlos Marx la decadencia de Espaa, tanto en el aspecto poltico como social, ha exhibido esos sntomas tan repulsivos de ignominiosa y lenta putrefaccin que present el Imperio Turco en sus peores tiempos, por lo menos en los de dicho emperador las antiguas libertades fueron enterradas en una tumba magnfica [] En Espaa [a diferencia de otros grandes estados de Europa] [] mientras la aristocracia se hundi en la decadencia sin perder sus privilegios ms nocivos, las ciudades perdieron su poder medieval sin ganar en importancia moderna.17 Es decir, que no tomaron vas de desarrollo capitalista. El escolasticismo, como se sabe, haba sido la doctrina filosfica dominante en toda Europa en siglos anteriores. En el medioevo, cabe recordar, la Iglesia lleg a ser un poderoso seor feudal, nico poder econmico y poltico verdaderamente centralizado, y eso trajo como consecuencia que su dominio fuese casi absoluto durante largos siglos en el campo de las ideas. La Filosofa qued sometida a la Teologa como ancilla teologiae; la apropiacin y consecuente esquematizacin de la lgica griega por la escolstica impona sus rgidas normas al pensamiento; la enseanza lleg a depender por completo del clero y la Iglesia logr ejercer un gran dominio. Con el surgimiento de la burguesa como clase comenz a hacerse patente la lucha de las ideas; y se vieron conmovidas las verdades escolsticas. Este primer soplo renovador tuvo eco en Espaa y Portugal y, en consecuencia, tambin se puso de manifiesto en algunos de los misioneros y prelados que vinieron a Amrica durante el siglo XVI, especialmente antes de que entraran a funcionar con todo su rigor los acuerdos del Concilio de Trento. Este movimiento renovador peninsular produjo, naturalmente, una fuerte lucha ideolgica. Pero esta lucha fue reprimida en sus comienzos al verse fortalecida la nobleza feudal-terrateniente y con el triunfo de la Inquisicin, lo que trajo como consecuencia en el siglo XVI peninsular, la postergacin de las ideas renovadoras que aquella impulsaba. Mientras Europa se convulsionaba en las luchas de la Reforma, la Pennsula se converta, en lo fundamental, en bastin del feudalismo, del clero tradicionalista y del escolasticismo. Un fuerte movimiento contrarreformista, propugnado por la Inquisicin, convirti a Espaa y a Portugal en representantes de la reaccin ideolgica. Sin embargo, la pujanza del 25

movimiento reformista era fuerte y pugnaba por cruzar los Pirineos. No era posible mantener un estado de cosas exactamente igual al de antes. Sin salirse de los marcos escolsticos, y sin caer en el desacato a la autoridad escolstica, era necesario que algunas reformas del pensamiento se produjeran. En cierto sentido, pues, la Contrarreforma fue tambin un movimiento de reforma, pero dentro de la propia Iglesia. En el plano filosfico esto signific una renovacin de la vieja y decadente escolstica, y una moderada y bien dirigida asimilacin de ciertos aspectos novedosos que haba divulgado el Renacimiento. Esta neoescolstica o escolstica renovada, fue, en alguna medida, el intento exitoso en la Pennsula de encauzar las nuevas inquietudes renacentistas por caminos moderados. De ah que la misma se enlace con el espritu de la Contrarreforma, en tanto esta fue la reforma desde dentro de la Iglesia que los nuevos tiempos iluministas forzaron, pero a los cuales opone simultneamente un valladar atenuador. En la Pennsula, especialmente en Espaa, se produjo, a tener con el momento histrico, un resurgimiento de cierta frescura de la escolstica, desprendida entonces de muchos de sus rasgos ms estereotipados y decadentes. Fue as que surgieron figuras como Victoria y Surez, quienes fueron las cabezas ms significativas de las dos corrientes fundamentales de la nueva escolstica; la que se apoyaba de manera ms fuerte en la tradicin tomista y la de los telogos de la Compaa de Jess. La situacin descrita explica por qu fue tambin el escolasticismo el que lleg inicialmente con la colonizacin, y se proyect en sus variadas formas la tradicional o la modernizada; la escotista, la tomista o la suarista, a travs de los siglos que se sucedieron. El escolasticismo, de esta manera, vino a constituir en el Nuevo Mundo la filosofa del poder colonial dominante. Salvo muy contadas excepciones, que se sealarn oportunamente, el desarrollo americano de la filosofa durante este primer perodo (escolstica y reforma) y, especialmente, en su primera etapa (es decir, la escolstica), sigue con fidelidad el desarrollo de la filosofa en la Pennsula; de manera que no slo se imponen moldes escolsticos, sino que estos moldes son, adems, al estilo portugus o espaol, segn se trate de Brasil o del resto del continente. I A la escolstica que se desarroll en la pennsula Ibrica de los siglos XVI al XVIII se le ha llamado Segunda Escolstica, en la cual los autores describen dos momentos; la escolstica renovada o escolstica del XVI, y una escolstica ms tradicional y estereotipada en el siglo XVII y la primera mitad del XVIII. En la escolstica espaola del XVI, en contraposicin con la vieja corriente tradicional, se desarroll, como se acaba de sealar, la escolstica del barroco o escolstica renacentista como tambin se la denomina que continu la tradicin escolstica pero en funcin de las nuevas circunstancias histricas. El Renacimiento haba conmovido con sus crticas pilares fundamentales de la filosofa medieval, y en las nuevas circunstancias era necesario encauzar las nuevas inquietudes. Y para ello nada mejor que un espritu conciliatorio que diera cabida a algunos aspectos introducidos por dicho movimiento convirtiendo la filosofa del catolicismo en una especie de humanismo teolgico. Esta nueva escolstica estaba modificada en su mtodo y estilo por el renacentismo. Inspirado en la tradicin patrstica y escolstica, por una parte, y en el renacimiento espaol, por otra, Francisco de Vitoria dio inicio a este importante movimiento desde las aulas de la Universidad de Salamanca. Domingo de Soto, una de las figuras principales del movimiento, caracteriz a la escolstica decadente, contra la cual luch, en los siguientes trminos: Hablando un lenguaje pobre, esterilizado por el uso frecuentsimo de trmino no menos duros que 26

desusados; un mtodo atado y pueril, convertido en norma necesaria de las ideas y de las expresiones; un modo de pensar, donde tenan tanto peso circunstancias externas de autoridad e intereses particulares como las nicamente atendibles de las razones de las cosas.18 Haba en esta vieja escolstica un divorcio entre el pensamiento y la vida, se mantena de espaldas a las inquietudes de los nuevos tiempos y prestaba odos sordos a los nuevos problemas que se planteaban. Su tozudez en permanecer dentro del ms rancio y limitado tradicionalismo la haca, sin duda, insuficiente e inoperante para los nuevos tiempos. Esto sin descontar que devena instrumento incapaz de enfrentar el atractivo de nuevas y peligrosas ideas para el dogma. Melchor Cano se refera a ella como desdichada teologa que filosofa de las cosas divinas con silogismos retorcidos.19 La neoescolstica espaola se plantea toda una serie de problemas polticos y sociales, algunos ya evocados por el Renacimiento y otros provocados por la propia conquista y colonizacin de Amrica. Vitoria encontrara su instrumental sobre todo en Santo Toms. Pero en general, tanto l desde Salamanca como los complutenses y ms tarde Surez, iban a propugnar el estudio de los textos originales de Aristteles. Tambin los jesuitas de Coimbra se insertaron dentro de esta escolstica. La nueva tendencia volvi su mirada sobre todo hacia los grandes escritos escolsticos, especialmente hacia las obras de Santo Toms, por encontrar all la inspiracin y el apoyo de la renovacin. Por otro lado, los escritos patrsticos tambin fueron una fuente donde reiteradamente abrevaron estos epgonos de la renovacin. Estos filsofos espaoles del XVI revisaron los principios de la escolstica hacindolos ms coherentes y vigorosos. Aunque en general tuvieron una preocupacin por la Scientia Nuova lograron, en cambio, desarrollos importantes en la metafsica. La escolstica renacentista desdeaba las sutilezas del lenguaje y el uso de los retorcidos silogismos, mostrando poco aprecio por la disputa verbal. El propio Vitoria alertaba contra el vicio de divagar ms de lo necesario. Fue precisamente en la poca de la colonizacin cuando fragu en la Pennsula la neoescolstica. El siglo XVI con Vitoria, Cano y Soto entre otros, y los comienzos del XVII con Surez, asistieron al esplendor de este pensamiento, que despus ira paulatinamente derivando hacia formas estereotipadas y decadentes, hasta ofrecer el poco atractivo panorama del siglo XVII. A la Amrica lleg este pensamiento as como tambin, aunque en forma restringida, el de estirpe renacentista ms pura de Vives y Erasmo. La neoescolstica no fue al parecer la tendencia predominante, pero figuras de primera lnea estuvieron imbuidos de su espritu. Los libros de estos pensadores as como tambin, en menor medida, los de Vives y Erasmo, llegaron a Amrica. Estos ltimos, naturalmente, se hicieron ms raros a medida que la lnea del Concilio de Trento fue impregnando todas las esferas del pensamiento. A Amrica no dejaron incluso de llegar discpulos del propio Vitoria, los cuales, sin embargo, no siempre siguieron en suficiente medida los lineamientos del maestro.20 Algunas de las figuras de ms relieve en la enseanza de la filosofa escolstica en Amrica durante los siglos XVI y XVII fueron, en su momento, alumnos de importantes y prestigiosos centros docentes de la Espaa de la poca. As entre los nombres ms destacados en la Nueva Espaa cabe recordar que el ya mencionado Alonso de la Veracruz estudi en Salamanca, Antonio Rubio cuya Lgica alcanz gran renombre y difusin en el Colegio de Alcal de Henares, Ortigosa en el Colegio Mximo de Alcal y en la Universidad Complutense, y Mercado, aunque se form en Mxico, fue enviado con posterioridad a Salamanca. La influencia del tomismo salmantino de corte neoescolstico se dej sentir, con cierta fuerza al menos, en las primeras dcadas de la fundacin de las universidades y colegios. As, por ejemplo, en la Universidad de Nueva Espaa los libros de texto eran los mismos de la Universidad de Salamanca.21 Ms adelante, cuando Surez realiz su produccin filosfica, los jesuitas se encargaron de difundir sus doctrinas por el nuevo continente. 27

Naturalmente, la lucha de ideas entre las diversas tendencias de la escolstica se manifest desde los primeros momentos no slo entre las diversas opciones ms o menos avanzadas sino, en gran medida, entre las diversas rdenes religiosas. Claro es que las disputas y contradicciones no eran siempre motivadas por las diferencias de ideas sino, principalmente, por el inters de cada Orden en lograr una mayor influencia y preponderancia en el ambiente acadmico y en la vida colonial en general. A lo largo de la dominacin colonial se destacaron dentro de la escolstica tres corrientes ideolgicas fundamentales: la tomista, la escotista y, a partir del siglo XVII, la suarista, las cuales corresponden, como se sabe, a los dominicos, franciscanos y jesuitas, respectivamente. No quiere esto decir, ni con mucho, que otras grandes figuras de la tradicin cristiana catlica, como San Agustn, dejaran de hacer sentir su influencia. En general, la temtica que exportaron a la Amrica las rdenes religiosas fue, en su esencia, la misma que por entonces ocupaba la atencin de los pensadores en la Pennsula, y fueron tambin sus puntos de divergencias y de disputas sobre sutilezas los que se introdujeron en las colonias. Y como el siglo XVI se caracteriz en la Pennsula tanto por la lucha a favor del remozamiento de la escolstica como por la contradiccin entre la escolstica y los intentos renacentistas que en Espaa llegaron a producir pensadores del calibre de un Vives, al continente recin descubierto trajeron los religiosos, junto con Aristteles y Santo Toms, las moderadas ideas renovadoras. En esencia, pues, se dan en el Nuevo Mundo a lo largo de la dominacin colonial hasta mediados o fines del siglo XVIII (la poca vara segn los pases), en que harn su entrada en la arena tendencias emanadas de la filosofa moderna, las mismas corrientes e inquietudes que caracterizaban el pensamiento peninsular. En los siglos XVI, XVII y la primera mitad del XVIII encontraremos, de una parte, la filosofa escolstica propiamente dicha en sus diversas manifestaciones y, de otra, a lo largo del siglo XVI y como producto de las ya mencionadas novedades renacentistas que inquietaban la vida intelectual en Espaa y Portugal, llegaran a las costas de Amrica formas ms novedosas del pensar y del filosofar. Dentro de ellas se distinguen, aunque no siempre ntidamente, la tendencia representada por la neoescolstica y otra de sabor ms netamente humanista, renacentista e iluminista. A todos les era comn, sin embargo, un nimo de apostolado y misionerismo, aunque, claro est, no todos entendieron esa actividad de la misma manera ni la realizaron con similares miras. Una cosa poda ser la intencin individual de algunos religiosos piadosos y otra muy distinta poda ser y fue la intencin de los grandes intereses polticos y econmicos de la Corona, los conquistadores, la Iglesia y las rdenes religiosas. Lo que no niega, por supuesto, que las ideas ms o menos renovadoras fueran, en general, la expresin de la existencia real y legtima de una corriente de pensamiento vinculada a las luchas ideolgicas de Espaa y Portugal, y con cuya visin quisieron interpretar y vivir la inesperada experiencia novomundista. En tanto que el siglo XVI reflejar en Amrica, especialmente en Nueva Espaa, los conflictos ideolgicos que la lucha de clases en la Metrpoli promova en el terreno de las ideas filosficas y sociales, el siglo XVII, en cambio, ser menos tolerante con los desvanes modernizantes y reducir ms el mito y la ilusin. Por otro lado, el renacimiento naturalista, que en alguna medida logr expresarse en Espaa y que dio figuras de la talla de Servet, al parecer no cruz entonces el Atlntico, al menos en forma de corriente definida. Tal vez esto sea en parte explicable por el hecho de que en la propia Espaa, a pesar del desarrollo que logr la escolstica en el terreno de la lgica, la metafsica, la moral y la jurisprudencia no estuvo estrechamente vinculada con el auge que tomaron la astronoma y la fsica y con los cambios que en ambas se haban introducido, es decir, con la lnea de la Scientia Nuova, mantenindose ms bien, en este aspecto, dentro de un estilo y mtodo prximos al Medioevo. No cabe afirmar, sin embargo, que aquellos que se trasladaron a Amrica tuvieran una ignorancia total de esta corriente renacentista (la Historia natural y moral de las Indias de Acosta y los estudios del doctor 28

Francisco Hernndez en Mxico, protomdico de Felipe II, parecen negarlo), pero su reflejo como tal, no se hace observable en la produccin de los frailes y sacerdotes que vivieron y produjeron sus obras en el nuevo continente durante el siglo XVI. Cabe, pues, afirmar que fue ante todo el renacimiento de corte humanista, moral y teolgico el que, con cierta timidez, lleg a las nuevas tierras. Es necesario tambin apuntar que el eco del renacimiento espaol se hizo sentir, sobre todo, en Nueva Espaa, donde vivieron y actuaron las figuras novomundistas ms destacadas de la escolstica humanista y de la Philosophia Christi. Lo que no quita que, en alguna medida, los religiosos colonizadores de otras tierras hicieran llegar algo de las nuevas inquietudes. As, se conoce que en Per estuvieron presentes las ideas de Erasmo y Vives y tambin se comenta de un auto condenatorio de alguien que tena un libro de Erasmo.22 Jos Acosta, quien hizo sentir su accin en varias de las regiones colonizadas por la recin llegada cultura, tuvo sus devaneos con la neoescolstica, ocupando una posicin intermedia entre la antigua escolstica y los nuevos rumbos del pensamiento.23 Al territorio del Ro de la Plata su primer Adelantado, Pedro de Mendoza, lleg en 1536 con un libro de Erasmo. Y se sabe que no fue el nico; en las postrimeras del siglo XVI se tienen noticias de la entrada de ejemplares de Erasmo y Vives.24 Es tambin significativo que las ideas de Erasmo fueran debatidas en la Universidad de Santo Domingo.25 En Nueva Espaa, que lleg a llamarse, quizs con justeza, la Atenas del Nuevo Mundo, descoll toda una serie de figuras influidas por las tendencias humanistas del Renacimiento. El aliento renacentista est presente en los primeros grandes obispos de Nueva Espaa, Fray Julin Garcs, Don Vasco de Quiroga, Fray Bartolom de Las Casas y Fray Juan de Zumrraga. Pero tambin impregna la obra de hombres como Francisco Cervantes de Salazar, comentador de los Dilogos de Vives e introductor de ellos en la Universidad, y de quien adems tradujo al espaol el Camino para la sabidura.26 El Renacimiento tambin palpita en la escolstica renovada, amalgamado con la escolstica tradicional, entre algunos de los primeros profesores de filosofa y teologa en Mxico. Tal es el caso de Fray Alonso de la Veracruz, sacerdote agustino, catedrtico de Sagradas Escrituras y Teologa en la Universidad de Mxico y autor del primer libro de filosofa publicado en Amrica,27 y de Toms de Mercado, dominico, rector de la Universidad de Mxico, traductor de Aristteles y autor de unos Comentarios a Pedro Hispano, en cuyo prlogo llega a afirmar que su propsito es exponer esta disciplina de modo que sea til y provechosa a todos y expulgarla de todo el falso oropel de sus defectos, volvindola a su nativa luz y esplendor.28 Y se sabe que hasta el propio Corts y Bernal Daz del Castillo no eran indiferentes a las nuevas ideas. Tambin en Nueva Espaa, donde la imprenta haba sido introducida desde 1538, se editaron a partir de 1577, obras de los clsicos (Ovidio, Cicern, Virgilio).29 Adems se editaron obras de algunos humanistas europeos del Renacimiento como Vives y Lorenzo Valla. Fray Alonso de la Veracruz, lector de la Universidad de Salamanca en la que se haba doctorado, se destac entre los neoescolsticos venidos a Amrica en el siglo XVI. La influencia del Renacimiento, que modific el mtodo y el estilo de la vieja escolstica, encontr eco en sus pginas de definido sabor escolstico y, segn se afirma, tambin en su enseanza universitaria.30 Imbuido del espritu de la escolstica de corte renacentista mostraba la conviccin de que era preciso volver a los textos originales de Aristteles. El ideario que emana de sus obras lo engarza con la neoescolstica de renovacin tomista al estilo de los salmantinos. Tambin el espritu crtico de Vives hacia las viejas formas de la escolstica aflora en sus obras filosficas. As, poda cuidadosamente de su Recognitio summularum las cuestiones superfluas y las divagaciones intiles tan tpicas de la escolstica tradicional y en la dedicatoria arremete, en tono renacentista de raigambre vivista, contra la vieja dialctica escolstica, todo lo cual, a su juicio, escollaba el camino hacia la Sagrada 29

Teologa.31 Importante fue tambin el padre Antonio Rubio, sacerdote jesuita, quien vino a Nueva Espaa ya ms avanzado el siglo XVI (1576). Entre las obras por l escritas se destaca la Lgica mexicana, la cual alcanz fama y lleg a ser libro de texto en las universidades de Alcal y Salamanca y en muchas universidades americanas. La doctrina que desarrolla, segn algunos estudiosos, es de corte tradicional, pero, siguiendo la tendencia del momento, remozada al estilo de la escolstica renacentista. 32 Al parecer la influencia suarista fue escasa o nula dentro de su produccin, a pesar de que ya por aquella poca comenzaban a popularizarse las obras del renombrado telogo espaol. No obstante, algunos33 descubren cierta coincidencia con el autor de las Disputaciones metafsicas, en relacin con el principio de individuacin. A juicio de los que caminaban por los recin desbrozados senderos, la antigua escolstica era inoperante para enfrentar la problemtica planteada por la poca. Para ellos era necesario colmar el abismo que separaba a la cultura teolgica tradicional de la vida real. La vieja ilusin de aceptar el saber tradicional como algo acabado y perfecto no poda ya mantenerse sobre sus pies. Este presupuesto, a juicio de los escolsticos renacentistas, haba conducido a la doctrina tradicional a desembocar en frmulas estereotipadas, de repeticiones continuas y del asiduo recurrir a la receta del magister dixit.34 En la introduccin y desarrollo inicial de la escolstica en Amrica el objetivo principal era el de la formacin y la enseanza; este era el fin inmediato que se les asignaba a los maestros de teologa y filosofa. A l iban dirigidos los esfuerzos fundamentales y, en consecuencia, la forma de seleccionar y abordar los problemas quedaba determinada o matizada por esta gestin pedaggica. La temtica se extraa de algunos de los textos aristotlicos que sirvieron de base a la enseanza y tambin a aquellos que se discutan en los grados acadmicos.35 Ligados todava en gran medida a las formas escolsticas anteriores, los maestros y telogos redactaban sus textos y obras siguiendo la ordenacin ya tpica de comentarios y smulas de la escolstica. El espritu aristotlico embargaba ampliamente la enseanza y la produccin literaria. Pero se buscaba, sobre todo, releer a Aristteles a la luz de la nueva visin y tratando de evitar algunas de las lamentables rigideces de las viejas interpretaciones. De ah el planteamiento de volver a los textos originales del Estagirita, y de ah tambin la necesidad de la revisin de las tradicionales traducciones, tarea esta ltima que fue realizada en Espaa con particular esmero por la llamada Escuela de Traductores de Toledo. La reinterpretacin moderna de aquellas grandes obras del filsofo de la antigedad buscaba llegar a una comprensin ms justa y exacta de sus textos, mantenindose fiel al espritu de las mismas. Este aristotelismo evitaba, siguiendo a Vives, el acatamiento ciego de su autoridad. En lneas generales la neoescolstica rechazaba la incondicional adhesin a los textos de los maestros, a la vez que propugnaba el estudio directo de las fuentes. As, por ejemplo, buscaba una interpretacin ms exacta y legtima de Santo Toms, lo que condujo a dotar de un nuevo sentido la interpretacin de sus textos. Por otra parte, no cabe duda, que a este esfuerzo de remozamiento no era ajena la presencia de la tradicin patrstica. No son ajenos tampoco los maestros novomundistas a las diatribas que, por influjo de Vives, se le lanzaban a la antigua escolstica. En Nueva Espaa, por ejemplo, tanto Mercado como Veracruz se hicieron eco de este enfoque; el primero criticaba la manera habitual de exponer las materias filosficas y teolgicas36 y el segundo, hablando de la enseanza escolstica, haca notar que all solo se aprende lo que bien podramos olvidar.37 En lneas generales, siguiendo el ejemplo de la Pennsula, fue en el terreno de las ciencias donde menos se hicieron sentir en Amrica los vientos vivificadores. Aquellos que, como Rubio o Acosta, se adentraron en la temtica cientfica, prueban cun lejos estaban de los avances realizados por la Scientia Nuova, especialmente el primero.38 (Segn Rubio, por ejemplo, la tierra era esttica; y Acosta refrendaba la validez del tradicional sistema 30

geomtrico del Universo). Y es tambin en este terreno, en consecuencia, donde el apego a Aristteles resulta ms evidente. Pero no es precisamente entre los maestros filsofos y telogos de corte neoescolstico, sino en los religiosos humanistas del tipo iluminado donde ms se dej sentir el eco del Renacimiento. A la influencia de Vives, ya presente entre algunos de los promulgadores de la nueva escolstica en Amrica, se aade el soplo vivificador de Erasmo y de Toms Moro. El ideario de ambos hombres palpita con fuerza desigual en la Nueva Espaa en las doctrinas religiosas de Zumrraga, en las ideas sociales de Vasco de Quiroga o en las orientaciones humanistas y culturales de Garcs y de Cervantes de Salazar. En Amrica, por lo general, cundi sobre todo entre los maestros de filosofa, un inters por desarrollar y aplicar los principios filosficos de la escolstica con un estilo y mtodo diferentes. Su inters temtico estaba determinado por intereses religiosos en donde la filosofa no pierde su carcter ancilar. Entre ellos, la temtica tpicamente renacentista escasea o est del todo ausente. Lo que no excluye que cuestiones nuevas, originadas por la nueva situacin y realidad que impona Amrica, no se dejaran sentir con desigual fuerza entre ambas, inclusive entre los tradicionalistas que no se sintieran atrados por las nuevas corrientes. No obstante, tambin resulta evidente que esta temtica, como se ver ms adelante, no iba a ser abordada con el mismo estilo ni ocupara lugares de importancia equiparable entre unos y otros. Por otra parte, les fue comn a ambas corrientes la neoescolstica y la de corte renacentista, el inters por renovar la doctrina con el estudio directo de las fuentes y por acabar con las disputas ociosas e interminables, llenas de intiles sutilezas. En este marco no era raro encontrar crticas ms o menos desembozadas al viejo silogismo. Asimismo se rehua y se criticaba el lenguaje rido y retorcido, aunque una renovacin en este sentido slo se encuentra en la corriente de tono renacentista propiamente dicha. En esta ltima tambin estar ausente, como ya se indic, el inters por la Scientia Nuova; su renovacin ser ms bien de corte humanista del tipo erasmiano. Es decir, que de las dos grandes tendencias del renacimiento europeo la ligada a la filosofa natural y la de tipo humanista iluminista, encontramos en Amrica, a diferencia de la Metrpoli, representada slo la segunda. Particular inters pondrn los pro-renacentistas novomundistas en la pureza y elegancia del latn, como lo muestran Garcs y Cervantes de Salazar, mientras que los neoescolsticos, al decir de Mndez Plancarte, emplean, en general, un latn escolstico y un poco seco. 39 Lo que no excluye, claro est, que tanto en unos como en otros la influencia renovadora sea de tipo humanstica y no naturalista, como se acaba de apuntar. En la tendencia de corte renacentista se hace evidente un humanismo cristiano que se inspiraba, al igual que en la Pennsula, en la visin cristocntrica de la Philosophia Christi. Representa, en general, las ansias de un cristianismo reformado, interior y puro, que hua de las sutilezas, las disputas inagotables y la aridez de la escolstica. Este cristianismo, en su expresin de la Philosophia Christi, estaba fuertemente influido por Erasmo. En Espaa el fervor eramista haba de tomar un incremento completamente inesperado a partir de 1522, cuando la corte imperial de Carlos V regres a Espaa despus de un perodo de dos aos en contacto con el espritu de la Reforma. No es que aplaudieran la Reforma, pero no por eso eran ajenos a la crisis por la que atravesaba la cristiandad y el ansia de renovar la religin, volviendo a su espritu y a sus fuentes. No era de extraar, pues, que imbuidos de tales sentimientos e ideas los que as pensaban se sintieran atrados por Erasmo de Rotterdam. En l apreciaban no al humanista en el sentido que hoy damos a la palabra, sino al intrprete de aquel cristianismo ms esencial e interior, que se apoderaba de las conciencias a manera de iluminacin, al comentarista del mensaje divino. De ah la importancia que daban a sus Parfrasis del Nuevo Testamente y de los Salmos y tambin, sin duda alguna, al Enchiridin, exposicin ntima y familiar de la Philosophia Christi.40 El cristianismo propugnado por Erasmo y por la Philosophia Christi en general, tena 31

que chocar necesariamente con la ortodoxia catlica y con los que propugnaban las soluciones limitadas de la Contrarreforma. As, mientras, por ejemplo, los fraticelli, inmediatos continuadores de San Francisco, en su retorno al espritu de los das aspostlicos y del cristianismo primitivo, se acogan al aspecto religioso del eramismo, los jesuitas, con Ignacio de Loyola al frente, encabezaban el combate contra aquellas sospechosas ideas.41 La figura rectora de la Orden jesutica haba restringido, y hasta vedado, la lectura de Erasmo mucho antes que lo hiciera el Santo Oficio.42 Esta lucha ideolgica en la Pennsula, en la que hasta Melchor Cano manifestaba su alarma por el contenido demasiado iluminista de los escritos del autor del Elogio a la locura, no qued solucionada hasta que con la derrota de las fuerzas progresistas, pro-burguesas, y el consecuente triunfo de la Contrarreforma, Erasmo y el Renacimiento en general, fueron primero proscritos y finalmente desterrados. No obstante, an antes de que este proceso tuviera lugar, ya desde 1526 y 1527, las disputas en torno a Erasmo hicieron que se convocara una asamblea de profesores para aclarar las desavenencias. Este cnclave, la llamada Junta de Valladolid, termin sus reuniones sin concluir un juicio adverso contra Erasmo y dejado las cosas sin definir. No fue hasta que, aos ms tarde, el Concilio de Trento conden como errneas algunas de las tesis defendidas por Erasmo que la cuestin qued zanjada. Lo que interesa resaltar en relacin con la Amrica es, como han sealado algunos estudiosos, que aunque los que estaban influidos por Erasmo no podan desconocer estas disputas, en realidad, la presencia ms o menos acentuada del autor del Enchiridin en sus escritos es una muestra de la posicin ideolgica que asuman en el conflicto clasistaideolgico que se desarrollaba en la Metrpoli y que se reflejaba en las jvenes colonias. As cuando el primer obispo de Mxico se haca eco de algunas doctrinas erasmianas y copiaba en su Doctrina Breve y en su Regla Cristiana pginas enteras del Enchiridin y el Paraclesis43 estaba asumiendo, de hecho, una posicin ante las diversas opciones de cristianismo en pugna durante aquella poca. Estamos, pues, en presencia de una de las dos problemticas fundamentales en torno a las cuales segn aspira a mostrar el presente anlisis se puso de manifiesto en Amrica gran parte del debate ideolgico; esa primera problemtica se refera a qu tipo de cristianismo o a qu clase de religiosidad se quera fundar en el Nuevo Mundo. En esencia, las diversas tendencias de pensamiento que llegaron a los territorios colonizados coincidan, en este orden de cosas, en querer hacer de Amrica y de sus aborgenes una tierra fiel a Cristo y al catolicismo, pero como antes se apunt no todas entendan esta misin ni esta religiosidad lo que es ms definidamente afn al campo filosfico de la misma manera. Esta disyuntiva cubrir en buena parte el contrapunteo ideolgico que se desarroll en el siglo XVI en Amrica. El cristianismo de sabor renancentista que lleg al Nuevo Mundo trado por algunas de las figuras ms destacadas del momento, se enfrentaba bajo la ascendencia de Vives y Erasmo a la escolstica decadente y a las rigideces de la enseanza tradicionalista que la acompaaban aunque se cuidara de expresar ninguna crtica a la escolstica. Para muchos ese cristianismo deba ser de tono piadoso y suave, enemigo de la violencia y con un claro sabor moralizador y pedaggico. Uno de sus rasgos fundamentales y donde el eco erasmiano se haca sentir con fuerza, era el entender la religiosidad sobre todo como un estado espiritual de intensa y sana vida interior, o sea, como un cristianismo interior.44 Bien distinta de la otra cristiandad ms externa y sensorial. De ah que Zumrraga afirme en la Regla Cristiana Breve de aliento paulino que se trata de ordenar la vida y tiempo del cristiano que se quiera salvar y tener su alma dispuesta, para que Jesucristo more en ella; l mismo la calificaba de doctrina de los proficientes que trata de la regla y vida cristiana; con la forma de la oracin mental: a aparejo de bien morir.45 Siguiendo el texto de Erasmo se afirma en la Doctrina breve cosas como sta: T por 32

ser perdonado de tus culpas navegas a Roma o vas por tu pie a Santiago, y das tu dinero por las bulas de indulgencia plenaria. Yo por cierto no reprehendo lo que haces: ms aunque todo esto hagas, ten por cierto que no hay otra propia manera ni ms breve camino para reconciliarte con Dios, habindole ofendido, que hacer paces con tu prximo que a ti te ofendi.46 En el nuevo sentido de la religiosidad estaba tambin presente el aliento paulino as como un retorno al espritu del cristianismo primitivo. Me parece cierto que veo interpreta Vasco de Quiroga en esta primitiva nueva y renaciente Iglesia de este Nuevo Mundo, una sombra y dibujo de aquella primitiva Iglesia de nuestro conocido mundo del tiempo de los santos apstoles y de aquellos buenos cristianos verdaderos imitadores de ellos que vivieron so su santa y bendita disciplina y conversacin. 47 Este anhelo por encontrar la primitiva iglesia significaba un cierto regreso a las races del cristianismo, mediante la bsqueda de aquel ideal original de la vida sencilla, sana y pura de los primitivos cristianos, cuando todava el esplendor de la Iglesia no lo haba distorsionado; era, en fin, la aspiracin por parte de estos renacentistas de recuperar el legtimo espritu del Nuevo Testamento. Por ello hay un elogio a la vida sencilla y rstica. Se quera que el cristiano fuera, sobre todo, un hombre de vida sencilla y humilde, alejado de todo falso oropel de religiosidad dudosa. De ah que los seguidores de dicha corriente expresaron su admiracin de manera ms o menos evidente por la naturaleza. Esto los condujo tanto a un juicio optimista sobre el hombre como a la defensa de su igualdad y de su virtud y racionalidad natural. No consideraban que la criatura humana, frente a Dios, sea slo pecado y corrupcin como haba concluido la iglesia tradicionalista. Para ellos la argumentacin que probaba la miseria y grandeza del Hombre estaban extradas de la propia tradicin cristiana. Sabemos que el Renacimiento idealiz, entre otras cosas, al salvaje no adulterado por la civilizacin y que, en concordancia con su naturalismo hmico, vera en l un ser con prerrogativa a los derechos inherentes al hombre.48 La idealizacin del salvaje se mostrar especficamente, por ejemplo, en el utopismo de Vasco de Quiroga. Al respecto afirma: bienaventurados ellos si se les acertare a dar y diere orden en que se sustenten y se conserven as cuanto al cuerpo [] como en las cosas de la fe, de manera que no pierdan sta su buena simplicidad ni se les convierta en malicia nuestra; que si esto bien hiciramos, lo demos que es necesario para ser buenos y perfectos cristianos, que es esta buena simplicidad, humildad y obediencia, desnudez y descuido de todas las cosas y pasiones del mundo, ellos se las tienen ms propias y naturales que se podra creer, y como plugiese a Dios que nosotros las tuviramos; y en esto de esta buena simplicidad, yo confieso que en parte son como nios, pero en todo lo dems son cierto doctsimos, y por eso no son de estimar en menos, sino en ms para las cosas de nuestra fe49 En el caso de Vasco de Quiroga su comprensin renacentista idealizadora del tipo de vida originaria del Nuevo Mundo y de sus habitantes lo condujo a elaborar una especie de utopa al estilo de Toms Moro y con reminiscencia de las Saturnales. No es que un sentido, a veces vagamente utpico, no se encuentre en otros pensadores, pero es sin duda en l donde alcanza su expresin ms especfica en el Nuevo Mundo la corriente utpica del Renacimiento.50 Para los monjes se quera tambin una vida sana, austera y hacendosa. Zumrraga, por ejemplo, no ir tan lejos como Erasmo y Moro, los cuales criticaban la vagancia de los monjes, pero sin duda es el eco de este pensamiento el que se refleja en algunas de sus ordenanzas como obispo de Mxico. As, en el acpite 19 de la Junta Eclesistica de 1539, a la que tambin asisti Vasco de Quiroga, se escribe: 33

que en las iglesias y monasterios que se ovieren de fundar poblar se tenga ms respeto al bien o aprovechamiento de los sbditos y naturales, que no al contentamiento consolacin de los clrigos y religiosos moradores dellos [] tenindose ms fin intento de hacer y edificar templos vivos, que no materiales muy curiosos ni deleitosos entre gentes que lo mejor que tienen para nuestra religin es vivir sin curiosidades, que no les debra quitar sino conservar, y solamente ensear en lo til y provechoso en esto que les falta, que es en las cosas de la virtud, de la fe, justicia, temperancia, fortaleza prudencia, como lo dice Sneca en una epstola que escribi a Lucilio, por la gente de la primera edad, quien esta gente natural en muchas cosas y en la ignorancia dellas y buenos ingenios parece que retira y remeda.51 El influjo erasmista llega tan lejos en Zumrraga como para adoptar una franca oposicin a la milagrera. Para l el milagro, tal y como se entenda, ya no haca falta. El verdadero milagro estaba, a su juicio, en la vida perfecta de un cristiano. Ms interesante resulta an que un hombre como Zumrraga, de fidelidad firme a la autoridad de la Iglesia y en quien la Reforma y la Contrarreforma iban de la mano, abogara porque se tradujeran las Sagradas Escrituras a la lengua que el pueblo usa, opinin sta que fue precisamente una de las tesis de Erasmo ms censuradas en Europa.52 En el humanismo renacentista de algunos de estos sacerdotes novohispanos se encuentra, como en Cervantes de Salazar, el amor a la sabidura. Ellos mostraron un culto fervoroso de la antigedad e introdujeron en la Amrica la herencia grecorromana. En sus escritos recurren con frecuencia a los autores y textos latinos. En estos humanistas no poda faltar, y no falt, una acentuada preocupacin por el estilo literario con cuidado del lenguaje y vocacin por las bellas formas. Una segunda problemtica fundamental que concit la discusin en el siglo XVI en el Nuevo Mundo es la que se refiere al conjunto de problemas filosficos, teolgicos, polticos y jurdicos originados a partir de la presencia misma de Espaa y Portugal en Amrica. Un fuerte e importante debate ideolgico, a ratos algo intrincado y confuso, tuvo lugar a lo largo de cerca de cincuenta aos en esta primera centuria del coloniaje no slo en los nuevos territorios sino en gran medida, en la propia Metrpoli. Destacadas figuras de la filosofa y la teologa peninsular participaron, como es sabido, en la contienda, en un proceso de continuado enriquecimiento de la problemtica planteada. En cierto sentido podra incluso afirmarse que fue en aquel momento histrico es decir, con la conquista y colonizacin de Amrica cuando la temtica colonialista como tal alcanz su primera plenitud dentro del pensamiento filosfico y social. De esta forma, en consecuencia, apareci y se desarroll la posicin que denunciaba o rechazaba los aspectos ms nocivos del colonialismo, especialmente a partir de la figura del Padre Las Casas. Un primer grupo de cuestiones gira en torno al derecho mismo de conquista y colonizacin de los territorios de ultramar, es decir, de la legitimidad de la soberana espaola. Unida a ellas est la cuestin de la legitimidad de la donacin del Papa a Espaa y Portugal. Se trataba, pues, en esencia, de cules eran los principios que fundamentaban o no la legitimidad del dominio de un pueblo sobre otros. Una vasta polmica se desarroll tanto en Espaa como en el Nuevo Mundo, la cual alcanz en ciertos momentos verdaderas cspides tericas. Al calor de esta polmica y, en general, de todo aquello relacionado con la cuestin indgena a ella unida, progres de manera fructfera la llamada escuela de jurisprudencia espaola, en donde descollaron de manera particular Vitoria primero y Surez despus. La nueva situacin creada con el descubrimiento de Amrica subrayaba an ms el carcter de algunos problemas puestos ya sobre el tapete desde antes y que tenan que ver con la cuestin del poder del rey, el poder del Papa y la relacin entre estos poderes y los sbditos de un Estado. De manera que la impronta de Amrica creaba nuevos ngulos y 34

facetas del problema y afirmaba la importancia de la temtica en general. En lnea general se aceptaba la legitimidad de la soberana espaola sobre las Indias aunque los fundamentos tericos y el sentido mismo de esta soberana variaran de unos a otros. El propio Vitoria, quien neg la legitimidad de la donacin papal as como el derecho de intervencin y ocupacin sobre la base de las faltas morales que se les achacaban a los indios, lleg a elaborar nuevos fundamentos que pudieran servir de ttulos legtimos para la presencia espaola, y europea en general, en Amrica. En efecto, Vitoria rechazaba tambin el derecho de dominacin y slo aceptaba el de tutela en el sentido de que un pueblo civilizado se hace cargo de uno brbaro. Estaba, adems, la cuestin del derecho de propagacin de la religin en los nuevos territorios brbaros, la del derecho natural de sociedad y comunicacin. Tampoco Las Casas, el ms fervoroso defensor de los indios, puso en duda la legitimidad de la soberana espaola. Su pensamiento en este orden de cosas era sin embargo tan avanzado que interpretaba esta soberana no como un coloniaje o forma de opresin sino que propugnaba un plan de reconstruccin en que los gobiernos locales estaran regidos por los propios caciques y prncipes indios, los cuales a su vez responderan al rey de Espaa como vasallos suyos, de manera que los territorios indgenas quedaban como entidades autnomas sujetos a la tutora de la Corona. Ciertamente no se poda esperar una concepcin ms audaz y avanzada en las condiciones del siglo XVI. Las Casas, al igual que Vitoria y los otros pensadores que tomaron una actitud ms moderada o condescendiente respecto a los indios, pona nfasis especial, como era natural dada su condicin de fraile, en la misin evangelizadora de Espaa, misin que correspondera, obviamente, a la Iglesia y al clero. La clave de la cuestin no radicaba, pues, en el derecho de Espaa a someter a la Corona las nuevas tierras descubiertas. La cuestin principal concerna al segundo grupo de problemas: cul era el justo rgimen a que se deba someter a los indios?, haba algn derecho que justificara las guerras de conquista y colonizacin?, haba derecho a apropiarse de los bienes de los aborgenes?, etctera. Es decir, una vez admitida por los distintos bandos contendientes la legitimidad de la soberana espaola, el problema ms importante que los separaba era en qu consista esa soberana, o, puesto en otros trminos, cules eran las vas ms idneas de integrar al indio a la nueva sociedad que se instituira y, sobre todo, a travs de qu estructura socio-econmico-poltica deba establecerse el nexo de vasallaje entre los indios y la Corona. El grupo que defendi a los indios tenda a una posicin similar a la de Las Casas, o sea, que los indios estuvieran directamente subordinados a la Corona. El otro abogaba por la sujecin indirecta del indio al monarca a travs de los colonos y por la va de la encomienda u otras formas de servidumbre, como la mita de Per. Asimismo lleg a proponerse como sistema idneo la esclavitud (la cual fue tambin, si bien en menor escala, implantada), aunque no fue la forma ms defendida ni la que produjo los ms fuertes debates. La esencia de la posicin lascasiana, la ms avanzada de su poca, rechazaba la justeza de las guerras, insista en que se les devolvieran a los indios las riquezas robadas y se opona en definitiva a cualquier rgimen de explotacin. Pero la posicin de Las Casas, como la de Vitoria en Espaa o la de los otros contendientes de la polmica, dependa en gran medida de la respuesta a otra pregunta inicial: cul es la naturaleza de los indios?, son stos seres racionales?, tienen para asimilar la nueva religin y la nueva cultura? Cuando Las Casas propona como justo rgimen la organizacin de territorios autnomos sometidos directamente a la Corona y rechazaba el rgimen de las encomiendas o el de la esclavitud, lo haca, al igual que la mayora de los que se opusieron a las encomiendas, a partir de su respuesta a la pregunta de la naturaleza de los indios y de si estos eran seres racionales o no. La piedra de toque de su gran polmica con Seplveda, su opositor principal en Espaa, radicaba precisamente en este problema. El primero que en el Nuevo Mundo vino a perturbar la paz acusando a los colonizadores espaoles de expoliar a los aborgenes fue, como se sabe, el Padre Montesino, 35

en el famoso sermn de 1511 en La Espaola, donde predicaba el padre dominico. El padre, segn parece, haba sido designado por el prior para pronunciar aquel sermn debido a sus dotes de orador. En sus palabras, el fraile pona en entredicho el derecho de los espaoles a hacerles la guerra a los indios y a explotarlos y oprimirlos. La base del argumento de Montesino radicaba en que los indios tenan nimas racionales y eran hombres igual que sus explotadores. El punto neurlgico de la polmica ideolgica se remita, pues, a una cuestin filosfica, de donde se desprenda argumentalmente una moral, una poltica y una concepcin jurdica. El derecho mismo a la catequizacin de los indios y los medios valederos para realizarlo tena que ver con las respuestas a las preguntas planteadas. Por distintos caminos todos coincidan, claro est, en el derecho de la Iglesia a la catequizacin, pero los medios dependan de si se consideraba a los indios como seres buenos o malvados por naturaleza. El virrey del Per, Don Francisco Toledo, deca que antes de que los indios pudieran hacerse cristianos tenan que hacerse hombres.53 Ante el problema de la naturaleza de los indios vuelven a presentarse, en lo fundamental, dos bandos. Algunos los consideraban malos o malvados por naturaleza, con lo que quedaban justificadas las guerras y su servidumbre. El considerarlos bondadosos y hasta propensos a asimilar las nuevas doctrinas cristianas no implicaba necesariamente el rechazo de las guerras y la servidumbre puesto que tambin se tomaba en cuenta si eran o no racionales, si se les poda realmente considerar como hombres o si, por el contrario, eran inferiores, no racionales o simplemente una especie intermedia entre el hombre y el mono. En el terreno de las cuestiones prcticas de la vida socio-econmica del Nuevo Mundo, el problema de las encomiendas fue el que concit la mayor atencin de todos. Desde el punto de vista de las ideas, los interesados en sostener el sistema de brbara explotacin que significaban las encomiendas levantaban un andamiaje terico que las justificaba. La esencia de la argumentacin filosfica-moral del partido anti-indgena (Seplveda, en Espaa; Fray Domingo Betanzos, Obispo de Guatemala; Fray Juan de Quevedo, Obispo de Panam, etctera), radicaba ya en la afirmacin de la naturaleza malvola de los indios o en su inferioridad o irracionalidad o en ambas a la vez. El bando defensor de los indios (Vasco de Quiroga, Garcs, Zumrraga en ciertos momentos, Acosta, Las Casas, etctera) recurra a las posiciones contrarias y trataba de demostrar que el rgimen a que se haba sometido a los indios era injusto e inhumano. Tambin estaban, claro est, los que cambiaban de opinin segn intereses, como Francisco Marroqun (primer obispo de Guatemala) y Juan Maldonado (telogo espaol). El furor con que el clero espaol enfrentaba las cuestiones de idolatra produjo, por otra parte, la coincidencia de las ms diversas tendencias en liquidar los tesoros culturales de las civilizaciones indgenas en el continente (Zumrraga fue uno de ellos). As, se destruan templos, se quemaban cdices, se hacan desaparecer esculturas. Fue una destruccin sistemtica y furiosa. Naturalmente, tambin resulta evidente que la temtica sobre el hombre, el naturalismo, la racionalidad o virtud de los indios, la legitimidad de la conquista y la colonizacin, etctera, no iba a ser abordada con el mismo estilo ni iba a ocupar lugares equiparables de importancia entre los maestros de filosofa y aquellos donde el iluminismo erasmista haba dejado su huella. Para los que abrazaron la lnea iluminista de la Philosophia Christi, el utopismo o el naturalismo humanista, esta problemtica, que tan bien se avena a sus posiciones ideolgicas, ira a ocupar un lugar central en su quehacer espiritual y prctico. Los maestros, en cambio, iran a enfocar la temtica a partir de las cuestiones tradicionalmente planteadas dentro del pensamiento poltico y social del catolicismo. Es decir, siguiendo a Vitoria y a Melchor Cano, dentro del espritu salmantino o complutense, con Aristteles y Santo Toms de la mano. Otros, como el Padre Manuel de Nbrega, en el Brasil, hacan la defensa de los indios en un tratado de tica especial redactado en forma de 36

compendio casustico.54 No cabra, sin embargo, inferir una unidad en las respuestas y en su alineamiento dentro de un bando u otro en lo que a los indios o a las encomiendas se refera. Vasco de Quiroga, por ejemplo, quien defendi fuertemente la virtud y racionalidad de los indios, estaba de acuerdo con las encomiendas; y el mismo Zumrraga sostuvo posiciones diferentes en diversos momentos de su vida.55 De lo que se trata es de destacar que el estilo o la manera de enfocar la temtica tambin llevaban el sello de las tendencias filosficas que arraigaron en Amrica en el siglo XVI. La referencia a Aristteles y a sus doctrinas polticas ocup un lugar destacado, como era de esperarse, en la polmica en torno al rgimen adecuado para los indios. La referencia se explicaba puesto que en el Estagirita encontraban una exposicin de las legtimas causas de la esclavitud y la servidumbre natural. Aristteles haba establecido el principio de que lo imperfecto deba someterse a lo perfecto, lo cual llevado al plano de las doctrinas polticas significaba, para decirlo en las propias palabras suyas que quien puede ver con la mente por naturaleza manda y domina y quien puede ejecutar con el cuerpo, por naturaleza obedece y sirve. En otra parte de su Poltica precisaba el gran pensador griego que es justa la guerra que se hace a los hombres que destinados por naturaleza a la obediencia se niegan a someterse a ella, dado que es justo or a la naturaleza. Los que como el Obispo de Panam, Betanzos, se apoyaban en Aristteles, sostenan que los indios eran servi natura.56 Endureciendo inclusive las concepciones aristotlicas, algunos, como Seplveda, llegan a encontrar justificacin de la esclavitud natural de los indios en el hecho de que estos eran brbaros, lo cual era precisamente una de las causas para autentificar la esclavitud. Demostrar la invalidez de los postulados aristotlicos o su tergiversacin por los detractores de los indios fue tarea del bando pro-indgena, entre ellos el propio Las Casas, quien, en su crtica a las concepciones del Obispo de Panam y en su polmica con Seplveda, se encarg de refutar la tesis de la servidumbre natural. El fraile sostuvo que todo hombre tena derecho en principio a los derechos propios de toda persona humana. Los indios, al poseer entendimiento y racionalidad y desear el bien y huir del mal, estaban en plenas condiciones de que se les reconociera sus derechos. En realidad, la argumentacin de fondo de Las Casas tenda, en este punto, a apartarse de Aristteles, cuyas doctrinas no siempre se avenan, a su juicio, con la religin cristiana. A diferencia de otros, enraizaba su concepcin de esta cuestin en la tesis cristiana de la creacin divina del hombre, la cual le resultaba incongruente con la afirmacin de la irracionalidad de los indios; ver en ellos un pueblo de brbaros conduca, segn l, a tildar la obra divina de imperfecta o errnea. Con ello defenda tambin la unidad del gnero humano como inseparable de su racionalidad. Como se sabe, la posicin de Las Casas en defensa de los indios encontr eco en Espaa y se reflej en las leyes de Indias y en muchos de los reglamentos y ordenanzas. La realidad, no obstante, de las condiciones econmicas y sociales de las colonias, impuso un curso distinto a los acontecimientos. Esta realidad, junto con las distintas corrientes ideolgicas que presionaban sobre la corona espaola, hizo que la legislacin sobre las Indias fuera confusa, contradictoria e impracticable. La polmica terica, a pesar de la pasin que desencaden y la enorme cantidad de pginas escritas que produjo no era, en definitiva, la que poda decidir sobre una cuestin cuyas races eran econmicas y sociales. El propio Las Casas, consciente de la situacin, quiso forzarla apelando a la accin directa utilizando los medios de que entonces dispona, como era la excomunin a los violadores de las Leyes de Indias. Este, su gran esfuerzo, tambin estaba condenado al fracaso.57 Se impuso, pues, la realidad de las condiciones del Nuevo Mundo y la realidad, tambin, del naufragio de los esfuerzos pro capitalistas del desarrollo interior de la Metrpoli. La tendencia de los encomenderos venci en toda la lnea y la polmica, fue necesariamente, declinando hasta desaparecer casi en su totalidad. No obstante, todava era posible escuchar sus ecos en el siglo XVII y hasta en el XVIII en torno al estado de explotacin a que eran sometidos los indios. Tal es el caso del padre 37

Antonio Vieira en el Brasil o de Juan Jos Segovia en la Universidad de Charcas. El primero, en el siglo XVIII critic desde el punto de vista teolgico y moral los abusos de que eran objeto los indios, mientras que el conservador Segovia se encargaba de repetir, a ms de dos siglos de la polmica, el argumento de que los indios eran seres moralmente inferiores. 58 Su actitud contrastaba con la de Victorin de Villaba, quien fuera fiscal de la Audiencia de Charcas, que denunciaba los atropellos que se cometan contra los indios, los cuales, a su juicio, eran los vasallos ms tiles y ms humildes que el Rey tiene en ambas Amricas.59 En Nueva Granada, por su parte, en el propio siglo XVIII encontraran eco las prdicas lascasianas. Juan Bautista de Toro, eclesistico bogotano, tambin tom partido contra los corregidores de los indios afirmando que muchos de ellos se sustentan con la sangre que los condena, que la codicia los hace muy inhumanos contra los tristes indios y que los corregidores de indios pocos se salvan en la eternidad.60 No sera acertado adjudicarle a la Iglesia una posicin nica y definida frente a las cuestiones debatidas. La polmica misma se dio, de hecho, en gran medida, dentro de las filas de la Iglesia. Telogos y filsofos, como se ha visto, tomaron partido por una u otra corriente y tambin sus autoridades en Amrica, obispos y arzobispos. Lgicamente, cuando defendan a los indios provocaban el rechazo y hasta el odio de los encomenderos. Tambin es cierto que muchos roces entre la autoridad civil y la eclesistica se produjeron cuando los clrigos o, sobre todo, alguna autoridad eclesistica tomaban partido por los indios en contra de los intereses de los colonos. El propio Las Casas, cuando trat de hacer realidad las Leyes de Indias que favorecan a los indios, provoc la enconada oposicin de los encomenderos primero y su repulsa y rechazo despus. Pero la Iglesia como tal, a pesar de algunas bulas papales a favor de los indios, se avino en su momento al modo de produccin que el propio proceso socio-econmico impona y fue ella misma parte grandemente beneficiada del sistema. Posey desde el perodo de la colonizacin grandes feudos, perciba numerosos tributos y tambin se aprovech del rgimen de las encomiendas. Hacia finales del siglo XVI se encuentran afirmaciones en el sentido de que la mitad de Nueva Espaa estaba en poder de los frailes.61 El grupo que defenda a los indios fueran estos religiosos o no, propugnaba un ordenamiento econmico-social diferente de aquellos que detractaban a los aborgenes. La polmica teolgico-filosfica no haca otra cosa que reflejar esta otra polmica, no directamente manifestada pero que subyaca en el fondo de las discrepancias y que era el reflejo de las contradicciones socio-econmicas reales. Dentro de la Iglesia tales antagonismos tambin se pusieron en evidencia. El bando protector afuera o dentro de la Iglesia se fue haciendo, como ya se apunt, cada vez ms minoritario y su ascendencia dentro del poder espaol tambin se fue debilitando con el tiempo, a medida que la implantacin del sistema de las encomiendas y la propia estructura administrativo-poltica de las colonias iba fraguando. Las ideas de Las Casas en favor de los indios haban encontrado eco en los estratos del poder de la Metrpoli, pero sus tesis de territorios gobernados por los aborgenes y sujetos al vasallaje del Rey no fueron nunca aceptadas, y de haberlo sido, no se hubieran podido llevar a la prctica. Los colonizadores no haban venido a Amrica con semejantes miras. Venan a enriquecerse, y ni la autoridad de los preceptos religiosos ni la del Rey como bien pusieron de manifiesto los sucesos del Per cuando los colonizadores se rebelaron ante las Leyes de Indias de 1542, podan impedirlo. La Iglesia tambin tena sus intereses y objetivos y particip en la empresa de acuerdo con ellos. Los conflictos entre las rdenes religiosas y entre stas y el clero regular no eran motivados solamente por discrepancias filosficas o teolgicas, ni por el control de la enseanza. Buena parte de los litigios tuvieron su origen en la reparticin de los bienes materiales. Se disputaban el derecho a los pueblos o regiones ms productivos. En Nueva Espaa, cabe recordar, se provoc un conflicto entre el obispo de Puebla, Palafox, y los jesuitas, con motivo de una hacienda. Esta lucha econmica tambin alcanzaba al fuero de lo 38

civil. Durante todo el perodo colonial los conflictos entre el poder civil y el eclesistico, motivados por cuestiones econmicas, produjeron innumerables contiendas. Los conflictos eran a veces con la Corona, con quien la Iglesia tena sus roces y desavenencias, lo que no niega, por supuesto, el hecho de que ella era una aliada de la Corona y la defensora de sus intereses coloniales en Amrica. Era una cuestin de poder y de disfrute de los beneficios econmicos lo que produca los antagonismos. Precisamente el jesuita Francisco Surez, el gran filsofo espaol de finales del siglo XVI y principios del XVII, dedic parte de su atencin a los problemas del poder del rey y de su relacin con sus sbditos y la Iglesia. Cabe recordar que siguiendo a Santo Toms en la estructuracin de su filosofa, desarroll una teora poltica que exaltaba el derecho divino del Papa sobre el secular y humano del rey. Defenda el poder indirecto del Papa para regular las cuestiones seculares con fines espirituales. El poder poltico era para l inherente a la comunidad y para el beneficio de la comunidad; cuando este requisito no se cumpla, ese poder poda cambiarse. Esta doctrina, que de hecho separaba el poder civil del eclesistico, intentaba, en su momento histrico, socavar el poder real y su debilitamiento frente al poder papal. La doctrina de Surez, no obstante, resultaba muy atractiva y lograba encauzar legtimos anhelos antiabsolutistas, como ocurri en Amrica, mucho despus de su elaboracin, cuando en el siglo XIX los nimos no estaban en disposicin de seguir tolerando el dominio de la metrpoli. En su poca las doctrinas de Surez, como parte del movimiento contrarreformista, encabezado por los jesuitas, significaron una modernizacin de la teora poltica de la Iglesia, la cual resultaba insostenible, imbricada como estaba en los viejos moldes de la escolstica tradicional. II La tnica general de la filosofa en la Amrica Latina a partir del siglo XVII hasta la entrada del pensamiento reformista a mediados del siglo XVIII no fluir ms por los cauces de la neoescolstica. El siglo XVII asisti al triunfo definitivo en las metrpolis y en sus colonias de Amrica de la filosofa escolstica y el abandono y proscripcin de las tendencias iluministas. Para entonces tocaron a su fin los esfuerzos renovadores dentro de la heredada escolstica medieval. La religin, que para la Pennsula haba desempeado una importante y til funcin en la unificacin y plasmacin de los estados dispersos, serva ahora de punto de apoyo fundamental para la reinstalacin de la ortodoxia ideolgica. El Concilio de Trento marc un momento definitorio en las luchas ideolgicas de la pennsula Ibrica. En l, las corrientes ms intransigentes del catolicismo se impusieron, lo que repercuti, como es sabido, en el desarrollo ulterior de la filosofa y de las ideas en general de los pases en donde, como en la pennsula Ibrica, la Iglesia tena un poder tan enorme. El propio Felipe II fue uno de los monarcas que con ms empeo acogi la lnea trazada por el Concilio. Para l exista una identificacin entre la ortodoxia catlica y la fortaleza del Estado espaol. A partir del Concilio (1545-1563) el humanismo, y en general todo el espritu del Renacimiento, se encontraban en retirada. La Inquisicin fue entonces liquidando los focos de erasmismo y las cabezas de playa que tan fructferamente haba logrado introducir el movimiento de la Reforma europeo en la Pennsula. Todas aquellas concepciones que se apartaban de la ortodoxia catlica, tal y como sta era interpretada en el espritu ms recalcitrante de la Contrarreforma, fueron consideradas herticas y dainas. As, por ejemplo, el nominalismo y el lulismo, tenidos por peligrosos, fueron excomulgados y se interdijo su enseanza en las universidades. Hacia finales del siglo XVI ya se haban producido las principales reformas que desde dentro haban sido auspiciadas por la propia lnea contrarreformista y que tan hbilmente haban canalizado buena parte de las aspiraciones renacentistas de la Pennsula. Para el advenimiento del siglo XVII ya haban pasado la mayora de los grandes pensadores de la 39

Contrarreforma con su aliento estimulante. Ahora se entraba en un perodo de sistematizacin y sedimentacin de la ortodoxia. La primera fase de la segunda escolstica ibrica, o escolstica del barroco como algunos la han llamado, tocaba a su fin, y comenzaba una segunda fase que se iba a caracterizar, en gran medida, por su escaso o nulo espritu creador. La pennsula Ibrica qued casi incomunicada del resto de los avances que en el terreno de la filosofa y de las ciencias tuvieron lugar en Europa en los siglos XVII y XVIII. La Inquisicin prohibi la entrada de libros, acentuando el aislamiento intelectual, y slo podan circular aquellos que la censura permita. En las nuevas circunstancias, el ambiente erasmista, propiciatorio de la religiosidad interior, tan ajena al esplendor y al oropel de la religiosidad externa jesutica, no tena cabida. As, a partir de su interdiccin por el Concilio, esta temtica que haba cruzado los mares y producido algunos ecos en el Nuevo Mundo, fue perdiendo terreno hasta que el tono de la escolstica ms rancia logr aduearse de todos los dominios. A partir del siglo XVII tambin dejara de resonar la fuerte y vital disputa que haba perturbado los espritus, tanto en Espaa como en sus colonias de Amrica, en torno a los problemas surgidos a partir de la conquista y colonizacin y del carcter de los habitantes oriundos. El establecimiento definitivo de las formas de organizacin econmicas, polticas y sociales haca obsoleta la disputa. A finales ya del siglo XVII comenta Gallegos Rocafull la actitud de Don Carlos Sigenza y Gngora muestra claramente cmo ha evolucionado el problema indio. Ya no interesa ni la condicin jurdica de los indios, ni el trato social que se les d, ni su incorporacin ms o menos consciente a la cultura importada. Ahora la curiosidad se ceba en su historia y en su antigua cultura, de la que Sigenza y Gngora colecciona manuscritos y objetos, no como los primeros misioneros para comprender y penetrar mejor el alma de los indgenas, sino simplemente para hacer luz en el pasado.62 El asentamiento definitivo del sistema colonial hizo tambin que desaparecieran las circunstancias objetivas que originaron un debate autntico y vital. El mismo espritu que comenz a predominar en las metrpolis fue trasladado a Amrica. Las propias Leyes de Indias que, como se recuerda, haban establecido la obligacin para espaoles y naturales de profesar los dogmas catlicos, brindaban en las nuevas condiciones un natural punto de apoyo para este traspaso. A similar exigencia de profesin estaban sometidos los que egresaban de las universidades coloniales.63 En consecuencia, tanto en Brasil como en las colonias espaolas, fue perdiendo la filosofa el moderado sentido renovador que la neoescolstica haba logrado insuflarle, para presentar el panorama de paulatino entronizamiento de la rigidez y la estereotipia. Hubo una creciente prdida de la vitalidad y la filosofa fue degenerando en la estril disputa entre las escuelas de que se nutra la tradicin anterior sin aportar nada nuevo. Fue un perodo en que el pensamiento se resinti de la ausencia de vuelo y originalidad tericos y en que los argumentos se perdan en el desvaro de sutilezas intiles y disputas interminables. Qued, pues, en los territorios de ultramar, en lo fundamental, la filosofa de los maestros y telogos, encerrada en los colegios y universidades al servicio casi absoluto de la ortodoxia catlica y del espritu del Concilio de Trento. Todo ello no excluye, sin embargo, la presencia de algunos pensadores escolsticos vigorosos como el venezolano Briceo; Prez de Menacho en el Per; el profesor de Chuquisaca, Aguilar; o el portugus radicado en Brasil, Vieira. Menos an podra olvidarse al destacado pensador mexicano Sigenza y Gngora, anticipador de la modernidad filosfica en Amrica. Por otro lado, el nmero de colegios y universidades se multiplic y creci tambin el nmero de alumnos que asistan a los mismos para estudiar artes, lo que favoreca a la 40

ampliacin y consolidacin del espritu escolstico. A diferencia del siglo XVI, la enseanza de la filosofa fue pasando de manos de los peninsulares a las de los criollos. El florecimiento filosfico que haba caracterizado hasta entonces a Mxico decay considerablemente; as, por ejemplo, en el siglo XVII dejaron de publicarse obras especficamente filosficas. Otros centros urbanos del Nuevo Mundo crecieron ms en este orden de cosas y, aunque en ninguno de ellos se lleg a los niveles del XVI mexicano, s se produjo un mayor equilibrio cultural en el continente. Ya las figuras principales del quehacer filosfico en Amrica no se concentraran, como hasta entonces, en la Atenas del Nuevo Mundo. En general, no obstante, fueron poco numerosas las publicaciones filosficas, y la mayor parte de lo que ha llegado hasta nosotros, sin contar todo lo que se ha perdido, ha sido en forma de manuscrito. La Inquisicin era, sin duda, un decisivo instrumento de aseguramiento y consolidacin del catolicismo en Amrica. Esta institucin medieval se haba mantenido vigente en la pennsula Ibrica y en Italia mucho despus de su decadencia y desaparicin en el resto de los pases de Europa que la haban conocido. Por decreto real haba sido introducida desde 1569 en los nuevos territorios de la corona espaola. Despus del Concilio de Trento, su vigilancia deba coadyuvar decisivamente a la expansin y consolidacin de la ortodoxia. En las colonias, aunque persigui a herejes, judos y brujos, no fue, en general, tan activa y eficaz como en las metrpolis. En Nueva Espaa, pongamos por caso, aunque cuid de que no entraran ni se imprimieran libros prohibidos, dedic su esfuerzo principal, ms que a la persecucin de judos y herejes, a la lucha contra las malas costumbres.64 Una de sus funciones principales era impedir la entrada y circulacin de los libros que estaban en el Index (ndice de libros prohibidos), pero, segn los estudios al respecto, parece que no pudo evitar que stos se encontraran con relativa abundancia en las bibliotecas de Amrica. En general, si se le compara con Espaa o Portugal, la Inquisicin no funcion o no necesitaba funcionar tan eficazmente en los territorios de Ultramar; ello se explica, quizs, por las condiciones sui generis que en este orden de cuestiones presentaba el Nuevo Mundo.65 La llamada Segunda Escolstica en su segunda fase, tanto en la Pennsula como en los territorios del Nuevo Mundo, recuerda en sus rasgos a la medieval escolstica europea cuando sta entr en el perodo de inercia y estancamiento que sucedi a la poca de las grandes figuras. Esto es particularmente vlido para el estilo de los siglos XVII y XVIII, sin olvidar, empero, que toda la escolstica en Amrica participaba de los rasgos generales del escolasticismo. As, podemos encontrar en ella las siguientes caractersticas resumidas en su esencia: 1. El escolasticismo se presenta como un mtodo y un sistema de pensamiento con una coherencia y unidad entre sus diversas ramas y tesis muy firme y cerrada. El conjunto de las disciplinas que incluye y, en particular la filosofa, busca conducir al hombre a la comprensin de la verdad revelada. En la poca que nos ocupa la escolstica como sistema se haba afirmado y haba logrado el arraigo en las mentalidades con universal dominio. 2. Es la filosofa de una religin especfica, la catlica de espritu antirreformista y ortodoxo. 3. Es una filosofa subordinada, en primer lugar, a la teologa ancilla teologiae. (No obstante, hay que tener presente que Surez haba introducido una cierta moderacin en este punto al tratar de separar las concepciones puramente filosficas de las teolgicas haciendo de la filosofa una disciplina independiente aunque, claro est, sin negar la autoridad superior de la verdad revelada). Esta subordinacin de la filosofa a la teologa se observaba, especialmente, en que la eleccin de los problemas a ser tratados por la filosofa eran determinados por la teologa. Y como el inters de sta radicaba en asuntos tales como la inmortalidad 41

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del alma, las pruebas demostrativas de la existencia de Dios y, en general, en las cuestiones tericas de religin, eran esos tambin los problemas de preferente atencin filosfica; asimismo, las respuestas a estos problemas estaban determinadas por la propia teologa, en el sentido de que no podan contradecir lo establecido por las Sagradas Escrituras. La filosofa estaba sometida, en segundo lugar, a la lgica. De ah se derivaba una acentuada preocupacin y atencin por la lgica, o sea, por la deduccin, el sistema y las formas de expresin de la argumentacin silogstica. Cualquier planteamiento terico o prctico, incluso los de las ciencias, que contradijera los dogmas de la Iglesia era considerado hertico y, por tanto, desechado o prohibido. Es una filosofa que postula la revelacin como norma y ayuda de la razn. No se trata de una investigacin cuyo resultado se desconoce al comenzar. La verdad, se tiene de antemano. As se parte del presupuesto de que la verdad ya ha sido revelada en los textos sagrados, y la filosofa simplemente ayuda a acercarse a esa verdad ya dada y no a descubrir una verdad desconocida. Por lo tanto no es su intencin llegar a nuestros conceptos e ideas. Es una filosofa que preconizaba el acatamiento de la autoridad, ya fuese divina, eclesistica o profesoral, como recurso determinante para la solucin de los problemas y para dirimir disputas. La primera autoridad, tal y como se desprende del punto anterior, emanaba de las Sagradas Escrituras, despus la seguan las otras autoridades, las cuales eran tambin consideradas como formas de la revelacin de la verdad. El mtodo filosfico segua formalmente la lgica griega, deformada y convertida en un sistema rgido de premisas y pasos fijos que se impona al pensamiento; y este mtodo no estaba encaminado a descubrir nuevas verdades, sino a demostrar y consolidar la verdad eterna revelada. Esta tnica del mtodo se derivaba en parte del enfoque de la lgica que era ante todo una teora del silogismo con escasas consideraciones de tipo gnoseolgico. Varios defectos caracterizaban el mtodo como resultado de su dependencia de la lgica: a) no tomar en cuenta los hechos y los planteamientos de las ciencias; b) recurrir al razonamiento en cuestiones que slo la observacin puede solucionar (de hecho la argumentacin era ms valorada que la experiencia); c) poner excesivo nfasis en las sutilezas y distinciones verbales. Es una filosofa que segua la de Aristteles, deformada unilteralmente, como suma autoridad en la materia. La anterior divisa de la escolstica renacentista de retornar al legtimo Aristteles haba perdido su actualidad y se vuelve a incurrir en tradicionales deformaciones y estrecheces.

Todo este conjunto de aspectos traa como consecuencia el freno al pensamiento, la imposibilidad del desarrollo de las ideas y el ocultamiento de los nuevos avances de las ciencias que tenan lugar en el resto de Europa. La estrecha ortodoxia y la intolerancia religiosa no daban cabida a la investigacin, ahogando con ello el espritu de avance cientfico. Las grandes novedades cientficas y filosficas que tenan lugar en Europa eran ignoradas y las colonias quedaron aisladas del movimiento moderno, siguiendo las huellas de su Metrpoli. En Salamanca y Alcal se enseaba la medicina inspirada en los rabes y basada en el dominio de la lgica, cuyo objetivo era preparar para la eficiencia argumental en las disputas. Las universidades americanas no pudieron hacer menos en este sentido, la explicacin de los aforismos de Hipcrates y de las obras de Galeno, constituan toda la medicina que se enseaba, y en este estado se mantuvo hasta mediados del siglo XVIII.66 A principios del siglo XIX el mdico y 42

cientfico cubano Toms Romay se lamentaba de que la medicina en Cuba lejos de ilustrar a los que han de ejercer el arte sublime de sanar al hombre con verdades tiles y hechos incontestables, adquiridos por la asidua meditacin, la experiencia y anlisis, aun se extrava y abruma su razn, no solo con las frvolas cuestiones del peripato, sino tambin con errores muy perjudiciales a la conservacin de la humanidad.67 En consonancia con la nueva situacin las obras filosficas se limitaban, salvo excepciones, al comentario rutinario de los textos oficiales. La produccin escrita se circunscriba, pues, a smulas, comentarios y tratados, los cuales giraban una y otra vez sobre los mismos temas y sin salirse del marco de las tesis y doctrinas ya aceptadas oficialmente por la Iglesia. Dados los objetivos de la filosofa escolstica, su enseanza tena una destacada significacin. La funcin docente formaba parte de la naturaleza misma de esa filosofa; era algo con lo que el espritu escolstico estaba ntimamente entrelazado. Cabe recordar que los estudios filosficos tenan como funcin fundamental el ser simple prembulo de la teologa. Las Disputaciones metafsicas del franciscano Briceo, pongamos por caso, se iniciaban con estas palabras: La presente disputacin es sobremanera necesaria, porque abre el camino y da acceso a muchas otras cosas que se presentan en Teologa.68 Los mtodos de enseanza, a su vez, adolecan de rigidez y dogmatismo donde la frmula del magister dixit imperaba. En ella haba un predominio de lo formal y se le conceda particular importancia al adiestramiento en el silogismo que tenda a mecanizar las formas del pensar. Al estudiante se le exiga que memorizara los textos y que se atuviera fielmente a los postulados consagrados de la escolstica. Se entrenaban de manera asidua en los llamados ejercicios dialcticos que los preparaban para las disputas. En fin, que el verdadero estudio de la filosofa era sustituido por un verbalismo hueco y por el aprendizaje de frmulas. En su conjunto, la escolstica era la ideologa que se avena, apenas hay que decirlo, a la situacin de sometimiento econmico, social y cultural de las colonias. Era la ideologa de los colonialistas. Sus postulados se ajustaban perfectamente al orden impuesto. La desigualdad, la explotacin y la injusticia flagrantes de la conquista y la colonizacin necesitaban del sometimiento y el aherrojamiento que la escolstica preconizaba en el orden de las ideas. Esta concepcin se hallaba oportunamente expresada en la mxima de Aristteles, segn la cual lo imperfecto debe someterse a lo perfecto, o de aquella otra antes mencionada segn la cual quien puede ver con la mente, por naturaleza manda y domina, y quien puede ejecutar con el cuerpo, por naturaleza obedece y sirve. A pesar de su comn caracterizacin, la escolstica americana tena, al igual que la peninsular, diversas corrientes que llenaron de interminables disputas el ambiente filosfico de la colonia. Tres fueron las tendencias que monopolizaron en lo fundamental la enseanza de la filosofa en Amrica y, en consecuencia, tambin las disputas: el tomismo dominico, el escotismo franciscano y el suarismo (derivacin del tomismo) jesuita. Las disputas del XVII fueron disputas de escuelas que defendan cuerpos doctrinarios ya establecidos y no tenan, pues, el carcter vital de las apasionadas polmicas del XVI; eran, por tanto, disputas caracterizadas por la penuria creadora. Aunque los franciscanos haban logrado que se fundaran ctedras de escotismo en distintos centros de educacin superior,69 el tomismo aristotlico, en cualquiera de sus dos vertientes, logr la supremaca en Amrica, tanto en los dominios espaoles como en Brasil. Por su parte, el tomismo suarista, ms flexible en cierto sentido que el tomismo dominico, resultaba un rival difcil para estos ltimos. Tampoco se debe olvidar el auge que tom la orden fundada por Ignacio de Loyola a partir del ascenso del movimiento contrarreformista, del cual ellos eran su representacin ms genuina. La lucha por el control de la enseanza surgida en el XVI con la llegada misma de las rdenes religiosas, se mantuvo a lo largo de las dos centurias que la siguieron. Hacia el XVII, algunas rdenes estaban bien establecidas en ciertas regiones mientras otras lograban 43

prosperar en otros territorios. Brasil y la zona del Paraguay estaban bajo control casi absoluto de los jesuitas; a este ltimo vinieron inclusive amigos del propio Surez. 70 En ambos territorios el imperio de Surez matiz intensa y ampliamente la filosofa. En Nueva Espaa predominaba el tomismo, pero haba una amplia representacin de las rdenes ms diversas; as, en la Universidad, los agustinos tuvieron significativa representacin. En Venezuela se desarroll sobre todo la escuela franciscana, donde ense una de las figuras ms ilustres de la escolstica americana, Manuel Briceo. En el Alto Per, donde radicaba la Universidad de Chuquisaca, se enseore el tomismo suarista. Tambin fue muy fuerte la influencia de Surez en el Ro de la Plata. La divulgacin que las obras de Rubio, en particular su Lgica, tuvieron en Amrica fue un factor importante en la expansin de la tendencia suarista y del jesuitismo en general. Las escuelas a su vez no eran conjuntos absolutamente monolticos, en ellas se manifestaban a veces diferencias de matices. Los jesuitas, por ejemplo, no siempre aceptaron los planteamientos de Surez. En ciertas cuestiones se inclinaron por las tesis de Molina, adems de otras figuras como Vsquez que no dejaban de tener relevancia. A Escoto se le reprochaba sobre todo el haber roto la armona entre teologa y filosofa, distanciando la una de la otra, y hasta entre los mismos escotistas esta tesis no lleg a tener mucha repercusin debido al cierto carcter subversivo de la misma. Cabra recordar, asimismo, que en Chuquisaca se produjo hacia 1624 una divisin entre los alumnos que condujo a la formacin de dos bandos, uno que segua a Surez y el otro a Vzquez.71 En la jesutica Universidad de Crdoba a principios del XVIII, se sabe de algn profesor que discrepaba de las doctrinas suaristas. Y el franciscano Elas del Carmen se apartaba en mucho del escotismo.72 Por supuesto, las rdenes velaron por su unidad de pensamiento y, en este sentido, tomaban las medidas oportunas. En defensa de Surez y de la unidad ideolgica de la Compaa, le escriba el General de la Compaa de Jess al Provincial del Per: y no es bien as sean singulares, sino que se conforman y unan con los dems, ni se permita a ninguno de estos lectores hablar con menos modestia de nuestros autores, que tan loablemente y con tan universal estima ha impreso, y son seguidos por personas muy doctas, y en universidades tan principales como queda dicho. Y en otra misiva al Provincial del Paraguay aconsejaba: Por lo que se pretende de la validez de la Doctrina, siguiendo a Santo Toms, como se ordena en el Decreto de la Congregacin General, seremos seguros y no nos faltar bastante uniformidad de doctrina con seguir todos a un mismo Autor, que son los dos fines que tuvo la Congregacin en aquel Decreto, ni nos impedir el Decreto la razonable amplitud o libertad de opiniones, porque no siempre se sabe cul sea la mente de Santo Toms [] A lo que ensean opiniones contrarias a este Santo Doctor y fuesen intro