FILOSOFÍA EN GOTAS

MARÍA ESQUIVEL MARTÍN

FILOSOFIA EN GOTAS FUNDADOR Y DIRECTOR DE LAS ESCUELAS DEL SAGRADO CORAZÓN

Y DEL SEMINARIO GRATUITO DE MAESTROS, DE HUELVA

MANUEL SIUROT

BIBLIOTECA CIENTIFICO POPULAR DE CUESTIONES ACTUALES


OBSEQUIO DEL AUTOR

FILOSOFIA EN GOTAS

JOSÉ PULGARÍN


Biblioteca científico-popular de cuestiones actuales

PUBLICACIÓN MENSUAL Director: ARTURO FOSAR BAYARRI

INGENIERO XXIV

Filosofía en gotas POR

D. MANUEL SIUROT Fundador y Director de las Escuelas del Sagrado

Corazón y del Seminario gratuito de maestros, de Huelva

EDITORIAL JOSÉ VILAMALA Calle Valencia, 246 - Barcelona

1935


GOTAS DIVINAS


¿Que no cree usted en Dios? ¿Cree en el mar inmenso, en el sol brillante y en el viento que todo lo agita? ¿Cree en la polvareda de los mundos que pueblan el espacio? ¿Cree en el alma y sus profundos misterios? ¿Qué es el pensamiento? ¿Qué son la sensibilidad y la belleza? ¿Qué es lo bueno? ¿Qué son la verdad y la justicia? Haga sencillamente, sin preocupaciones, una ligera consideración de estas cosas, y si no percibe en ellas algún resplandor de Dios, opérese de cataratas, porque es que tiene en los ojos dos callos como dos piedras, y cúrese su terrible dolencia hablando mucho con los niños, con los humildes y con los limpios de corazón... El agua del mar es salada. Si no fuera salada concluiría por corromperse, imposibilitando la vida sobre el planeta. Pero el hombre, los animales y las plantas, tienen forzosamente que beber agua, y salada como está, no es potable... Entra entonces en función el hermano sol que oficia de maravilloso alambique y con su calor evapora el agua. La sal se queda en el depósito para que siga siendo incorruptible, y el agua se va en vapor a la atmósfera y cae dulce en forma de lluvia. Así, pues, el agua, por causa de este mecanismo, es salada en el mar, dulce en las nubes y utilísima, finalmente, en todos los usos y necesidades.


Todavía hay gentes que, después de considerar esto, niegan la misericordiosa Providencia de Dios. Ha descubierto la ciencia que por causa de la descomposición de la luz en los prismas del agua, en las grandes profundidades del mar es siempre de noche; obscuridad eterna. La luz de la verdad se descompone al atravesar los prismas inquietos del pensamiento. Más abajo, en las profundidades del pecado, hay una obscuridad imponente. De modo que la vida obligada a marchar, o sube a la luz, que es Dios, o baja a la tiniebla del mal. El rayo de sol que entra en el mar va perdiendo, a medida que profundiza, los siete factores de la luz blanca y los va perdiendo sucesivamente, de tal modo, que cuando se llega a cierta profundidad no le queda a la luz solar más que el tono violeta. Luego, como se dijo antes, viene la obscuridad absoluta. Los peces engendradores de luz (fotógenos) viven en las distintas zonas del agua influida por el sol. Supongamos que el pez vive a doscientos metros de profundidad y que en ese sitio la luz solar haya perdido ya tres tonos. Pues, bien, se da el fenómeno de maravilla según el cual los fotógenos de esa región producen sólo los tres tonos perdidos por el sol. De modo que como estos animales crean siempre la luz complementaria, o sea la que le va faltando al rayo solar, resulta que entre la que queda del sol y la que ellos producen se completa la luz blanca. Los peces de la última región son fotógenos de seis tonos para formar con el violeta que le queda al sol, la luz integralmente blanca. Más abajo, donde está la obscuridad perpetua, todos los animales que nacen allí carecen del aparato de la vista. Todos ciegos. ¿Quién ha hecho esto? ¿Se ha hecho solo?


¿No ha habido un creador de suprema inteligencia y de poder infinito? ¿No le preocupa a usted esto? ¿No se siente usted en ridículo delante de la creación, al contemplar la estupenda factura intelectual de todo y persistir, no obstante, en la ceguera de no querer admitir al Creador? ¿Quién les ha dicho a los atunes, que viven a miles de leguas del estrecho de Gibraltar, que existe este estrecho, donde abriendo sus agallas frente a las corrientes violentas se les produce una conmoción que facilita el desove? ¿Quién los conduce? ¿Quién los trae todos los años en los mismos días? ¿Quién le ha dicho a la golondrinita que nació en el alero del tejado de mi patio, que apenas pueda volar emigre a remotísimas regiones africanas? Pasa un año, y una mañana siento otra vez a la golondrina revoloteando alrededor del nido donde nació. La conozco porque cuando estaba recién nacida le puse un pequeño cascabel que aún conserva. ¿Qué brújula la guio al través de centenares de leguas para venir a posarse en el decímetro de su nido? Ha venido en un vuelo indefectible, seguro, sin error y no ha necesitado ni guías, ni estaciones indicadoras, ni oficinas de información turista, ni nada. ¿Quién ha hecho esto? Veamos algún caso interesante escogido al azar entre los innumerables que constantemente nos ofrece la naturaleza. El gusano del litoral, animal marino, se asocia para resolver el problema de la vida, con otros dos animales de especies completamente distintas como el cangrejo ermitaño y la anémona. Los tres forman una mutual para la vida del modo siguiente: Toman como oficina de la sociedad un caracol grande vacío, que abundan en ciertos fondos del mar.


El cangrejo se encarga de buscar los alimentos y así conduce al caracol restos de animales que no puede él comer directamente. Dentro de la oficina, el gusano, con sus babas, emulsiona y prepara el alimento. Como se corre el peligro de que otros peces puedan llevarse el producto del trabajo, la anémona se coloca en la puerta del caracol y con sus descargas eléctricas y sus agresiones impiden que entre allí nadie que no sea el ermitaño y el gusano. Guando el alimento está perfectamente preparado la anémona, el cangrejo y el gusano se lo reparten amistosamente, y así viven los tres. De modo que un animal tan inferior que parece un pedazo de madera con patas, un gusanejo anélido marino y una anémona que más bien que animal parece una poca de agua congelada pero que ondula y vibra; tres seres tan insignificantes en el orden de las grandes perfecciones biológicas, tres animales tan retrasados en la complicación anatómica y fisiológica de las escalas superiores, forman una sociedad tan perfecta, que ya para sí quisieran los hombres organismos que tan indefectiblemente funcionaran. ¿Quién ha hecho esta maravilla? ¿Quién enseñó a la vaca, cuando está en el parto, que al cortar el cordón umbilical del chotillo recién nacido, no lo realice de pronto sino que vaya poco a poco macerándolo para producir una inflamación que tapone la sangre y luego, conseguido esto, corte rápidamente más abajo? El Gulf Stream es la corriente casi inexplicable, que como una correa sin fin da perpetuamente vueltas con una temperatura más elevada que el resto de las aguas del mar y con una velocidad variable pero que tiene una media de seis millas.


Esta cinta prodigiosa va por las costas del golfo de Méjico, sube por la América del norte, llega a las regiones frías, da la vuelta paralelamente a las costas europeas, llega a la región tropical africana de Cáncer y mira luego en ángulo recto cortando perpendicularmente el eje del Atlántico para cerrar el círculo en las costas mejicanas. Los peces de la zona tropical americana se embarcan en la corriente y cuando llegan a las regiones frías del norte el choque con aquellas temperaturas los mata. Esta inmensidad de peces muertos es la alimentación de otra inmensidad de peces vivos, por ejemplo los inagotables bancos de bacalao de Terranova. Los peces de la zona fría se embarcan también en la corriente y cuando ésta llega a las regiones cálidas del trópico africano mueren, y con ellos come la pesquería imponente del Senegal, la más abundante del mundo. Así, la corriente del golfo, que por su temperatura elevada es un verdadero aparato de calefacción atlántica en las costas europeas, es al mismo tiempo un destructor y un creador. Es la circulación de la muerte y de la vida, imagen perfecta de la existencia universal. Miríadas de millones de peces mueren con el frío para dar de comer a los de aquellas aguas, y la zona fría paga La deuda enviando miríadas de millones para que al llegar por la corriente a la zona tropical muera y den de comer a los de las regiones calientes. ¿Cómo se ha hecho todo esto? ¿Sólo se ha hecho? ¡Qué poca penetración tienen los ojos que no saben ver la mano de Dios moviendo al universo y su infinita inteligencia creándolo!


La creación entera sembrada de portentos visibles e invisibles, de maravillas emocionantes e increíbles, acusa una organización tan profunda, tan bella, tan inefable, que bajo su peso quedan materialmente aplastados nuestros pobres orgullos y nuestras ridículas soberbias negadoras de Dios. Acudamos al argumento que se da frecuentemente a los niños sobre la existencia de Dios. ¿Qué es esto? Un reloj. Anda muy bien, marca las horas y las canta con bellos sonidos... Pues esto se ha hecho solo. No lo hizo un relojero. En la sucesión indeterminada de los siglos, el hierro se separó de la mina, por si sólo se labró poco a poco, hoy una rueda, mañana otra, los muelles, los tornillos, la esfera, el péndulo... todo, todo se combinó, se armonizó, se relacionó con el tiempo y un día salieron las campanitas del reloj dando la hora, solas, sin confección de nadie, sin intervención técnica del relojero. Un chiquillo, ofendido en su sentido común, me dice: — Eso que está usted contando es mentira. (Histórico). ¿Y qué tiene que ver un pobre reloj con un hombre, con un animal, con árbol, con una montaña, con el mar, con el aire, con el cielo? Definitivamente me abstengo de decir que todo esto se ha hecho sólo, se ha armonizado y relacionado sólo, sin intervención de creador, no sea que algún niño lea esto y me diga: — Eso que está usted diciendo es mentira…


GOTAS CRISTIANAS


Tampoco creerá usted en Jesucristo-Dios. ¿No le dicen nada su predicación, su vida, sus hechos supra humanos, su doctrina llena de divinidad, su muerte, su resurrección, su Iglesia, su Eucaristía, su Evangelio, sus mártires, sus confesores, sus vírgenes? ¿No le dicen nada sus veinte siglos de adoración en pleno hervidero de la civilización europea? Dónde ha vivido y vive el cristianismo, en París, en Roma, en Viena, en Madrid, en América hubieran durado Buda o Mahoma un mes o un año. La civilización, que todo lo discute o lo hasta, concluye con todo. ¿Quién sobrevive, cada vez más admirado, más finamente servido, más civilizadamente reverenciado? Jesucristo y sólo Jesucristo, que tiene su pabellón clavado en la batalla de todas las negaciones, en la plenitud de la libertad de juicio y en la lucha de todas las ideas, intereses y preocupaciones, y está siempre en pie, siempre grande, divinamente inmortal. ¿No conoce usted el argumento de Napoleón Bonaparte? El hombre de Austerliz se moría en Santa Elena.


Los ingleses lo habían encerrado allí porque le tenían miedo. Sólo, aislado, falto de cariño y de las atenciones familiares, el genio poderoso (de los más poderosos de la Historia) reaccionó en su interior y el hombre político, exterior, gobernante, general, emperador, se metió dentro de su propia conciencia y a la luz de su soberano talento vio claro. Le dijo un día a uno de sus generales que le visitaba en el islote oceánico: “Cuando vayas a París, pregona por todas partes que yo he dicho que Jesucristo es Dios. Mira, hace cuatro o cinco años era yo el amo del mundo; ponía y quitaba reyes. Mi voluntad tenía fuerza ejecutiva en todos los rincones de la tierra; la gente me adoraba; Francia se sentía orgullosa conmigo y el mundo estaba a mis pies. Ha pasado un cortísimo tiempo y me muero aquí abandonado. Muchas veces no tengo ni quien me sirva una taza de té. Me olvidan, me calumnian, no quieren nada conmigo, y vivo esta muerte de mi prisión como un miserable esclavo. ¿Qué tiene ese Jesucristo que hace diez y ocho siglos murió en la cruz como un bandido, entre dos criminales, y desde la cruz hasta ahora mismo, lo más selecto, lo más delicado, lo más espiritual de la civilización se le rinde en tales términos que desde el Calvario hasta aquí, hombres, mujeres y niños lo dejan todo por Él, le ofrecen su vida, sus almas, sus amores cada vez con más calor, con más convencimiento, con más sincero y fino rendimiento?


A mí, que era el amo del mundo, me duró todo un día, y el ladrón de la cruz, artesano humilde, domina los siglos, se hace el eje del pensamiento y es ahora mismo el núcleo atrayente alrededor del cual giran los corazones. ¿Qué es esto?... Mira, cuando vuelvas a París cuéntale a todos que yo he dicho que Jesucristo es Dios.” El sentimiento humano dura bien poco. Lo mismo los amores que los dolores se disipan, se pierden, se esfuman. ¿Todos? Todos. A un padre muerto se llora, a los pocos años aún se siente; pasa el tiempo y concluimos por insensibilizarnos. De nuestros abuelos apenas nos acordamos. De los que vivieron antes, nada, absolutamente nada... Tal es la pobre consistencia del afecto humano. Todo se pierde, todo se esfuma, todo se disipa en la obscuridad del olvido... ¿Qué tiene este Jesús que ahora mismo, después de veinte siglos de lucha espiritual de las almas, se dispone a comulgar un niño pobre, y al realizarse la conjunción maravillosa de la Hostia y el niño, ruedan por los ojos del inocente dos lágrimas de emoción, de amores, de ternura? ¿Qué es esto, no se le ablanda la dureza al negador de la divinidad del Maestro Inmortal de los siglos, cuando contempla este increíble espectáculo en que un niño producto de la civilización moderna, llora de amor por aquel que hace veinte siglos murió en la Cruz?


¿Es esto humano? ¿Es esto posible? ¿Es este afecto, el olvidadizo, pasajero, deleznable afecto de los hombres para todo y para todos? No, aquí hay algo incomprensible, sobrenatural; algo divino que escapa en absoluto a las características de la afección humana. Hay que meditar un poco, hermano que no crees. Hay que agachar la soberbia, hay que rendir la fiera, inflexible voluntad al formidable llamamiento de Jesús. Jesús es el centro de gravedad del espíritu humano. El corazón de la mujer entregado al servicio de Jesús es el asombro de todas las religiones. No ha habido en el mundo nada que pueda compararse a estas mujeres abnegadas que desde distintas reglas religiosas sirven al Sacrificado del Calvario en la persona de los pobres. En una capital andaluza recién instaurada la república, cuando se andaba en plan de quema de conventos y de iglesias, la turba ignorante, nunca el pueblo, porque el pueblo en Andalucía es algo superior, iba allanando residencias y obligando a las religiosas a salir atropelladamente a la calle. Llegaron estos hombres a las Hermanas de la Cruz y las desahuciaron también de su casa; pero cuando iba la multitud violentamente con estas Hermanas por la vía pública, un revolucionario, congestionado de vino y de escándalo, grita virilmente:


“A esas, no se les toca. Al que se meta con ellas le parto el corazón… ”La multitud, ante lo inesperado del suceso, calló un momento. El hombre sigue: “Esas mujeres, cuando se estaba muriendo mi hija de viruelas negras, venían todas las noches a mi choza y cuidaban a la enferma mejor que mi mujer y mejor que yo.” La muchedumbre vibró un momento, prorrumpiendo en gritos de ¡Vivan las hermanitas de la Cruz!, y en medio de una ovación clamorosa llevaron en triunfo a las hermanas, las volvieron a su casa y uno de los revolucionarios escribía con carbón en la pared de la residencia: “Esta casa es sagra”. Cuando los albañiles municipales no tenían manos bastantes para quitar de las esquinas de las calles nombres de santos y de grandes hombres de la España clásica, sustituyéndolos con nombres destacados de la revolución, en Sevilla murió en esos días la santa fundadora de las Hermanas de la Cruz. El pueblo entero pasó ante el cadáver de Sor Ángela. Fué una imponente oración sin palabras, oración de lágrimas y de gratitud. El Ayuntamiento de entonces, republicano, socialista, laico y masón, acordó poner a la calle donde viven las hermanitas este nombre: Sor Ángela de la Cruz.


¿No es un milagro? Mientras se rotulaba la calle me pareció a mí que una cruz inmensa se dibujaba sobre el cielo y que en la cruz había espinas, sangre, sacrificio y abnegaciones de todos los religiosos de España y que Sor Ángela, crucificada en ella, se entregaba en holocausto a la justicia de Dios por Sevilla y por la Patria. ¿Qué tienen estas heroínas? ¡Qué pura debe ser la fuente donde brotan estas aguas! ¿Cuál es su manantial? La Iglesia Católica. Si hay alguna creencia en el mundo que produzca estos frutos, que se presente, que vamos a adorarla y a reverenciarla... ¡Que estén tranquilos los lectores, no se presenta nadie!...


LA CUMBRE


En el altar hay un copón de oro, y en el copón pan blanco sin levadura, harina que estuvo en las espigas del campo, pero que al viento de la consagración el trigo humilde se hizo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo. Los corazones se acercan al altar temblando de amores. El pensamiento abate sus alas. La miseria humana ha sido invitada al banquete. Los ángeles del cielo, invisibles, asisten, radiantes de luz, con toda su altísima espiritualidad abatida, al contemplar como Dios mismo va a dejar que se lo coman los hombres. La divinidad en la boca del lobo. ¡Qué escándalo! Dios convida a su mesa y no ofrece más que un sólo alimento, su propia carne. La mano llagada de la cruz ha entrado en la grieta de Longinos y ha salido enseñando en su palma el tesoro inefable del Corazón. ¿Y me voy yo a comer el Corazón de Jesús? ¡No soy digno! ¡No soy digno!


Jesús me mira como diciendo: “Ni eres digno ni lo serás nunca, pero dame tu corazón y eso me basta. Dámelo de verdad, sin reserva, con infantil sumisión, dámelo con toda su pobreza, pero dámelo totalmente, que lo voy a entrar en mi pecho, lo voy a fundir nuevamente en la fragua de mi divinidad y te lo devolveré puro, limpio, sano, nuevo. Yo le dije a una de mis grandes elegidas: soy el trapero divino de las almas. Voy recogiendo corazones sucios para limpiarlos en mi Corazón, en donde lo purifico todo. Aquí está el anfitrión de la gran misericordia. Come, come, hijo mío, come hasta hartarte, que tu miseria reconocida humildemente me ha conquistado el Corazón.” He comido. Me acarician serenidades augustas, confianzas de niño inocente, emoción de pureza virginal, luz nueva, calor nuevo, arrullos de gloria y besos que huelen a Dios. Veo salir un sol purísimo en los horizontes obscuros del pensamiento y en una dulzura inefable me han saltado las lágrimas a los ojos. Espiguita del campo, cuando te mecías sonriente en la caña verde del trigal, ¡qué ajena estabas tú de que habías de ser sol del viril y Corazón de Jesús!


GOTAS INFANTILES


Un niño es lo más perfecto de la humanidad. Como que es sincero y es puro. Un niño malo es mejor que un hombre bueno. Un hombre no es más que un niño que se ha echado a perder; un niño adulterado por la vida. El niño estaba más cerca de Dios, pero creció en el mundo y poco a poco se acabaron su sinceridad y su pureza. Por eso, como he dicho tantas veces, mientras más trato a los hombres más quiero a los niños. Un niño tiene alas en los hombros. La vida se las arrancará. Algunas veces fracasa la maldad del mundo y vemos algún hombre con alas; son los santos. Un santo es un niño de cuarenta o de cincuenta años... No consiste la educación en matar la infantilidad del niño. Lo mejor que el niño tiene es su niñez y hay que procurar conservarla como un tesoro. Enséñesele en buena hora todos los conocimientos. Hagámosle sabio. Pero por Dios vivo, que no aprenda a ser hombre; que se conserve niño todo el tiempo posible. No consiste la educación en hacer hombres de diez años, sino en conseguir niños de cuarenta o cincuenta.


Hay que despertar la persona del niño. El maestro y el educador no deben aplastar la personalidad del discípulo, dejándole caer encima la suya. Si se hace esto, se repetirá el alma del maestro en cada uno de sus discípulos, y la originalidad del niño quedará enterrada. El defecto pedagógico de España es precisamente ese. En nuestro país no hay más que el alma de cien maestros repetida constantemente en las multitudes de discípulos. El progreso consiste en lo contrario; consiste en que cada uno de a la comunidad lo suyo propio; en que cada uno ofrezca la originalidad de su alma. Un maestro le pega a un niño. ¿Por qué le pega usted? Porque no aprende, para que aprenda. Entonces si a usted hubiera que pegarle para que aprendiera lo que no sabe, no tendría usted cuerpo donde recibir tanto trastazo, ¿verdad? Silencio del pedagogo. Enseñar lo sabe hacer cualquiera. Lo difícil, lo santo, lo grande, es educar. Educar es hacer que el niño sea más bueno. Eso es toda la educación. Sí el maestro le pega al niño, el niño le odia, y el odio abre un abismo entre él y su maestro. El palo es la catástrofe de la educación. Para educar hay que amar mucho, y bien. Hay que dejar caer sobre el niño una lluvia de amores.


La paloma de la bondad incubará los huevos en el nido humano y los polluelos saldrán a la luz y serán mejores. El no pegar es el noventa por ciento de la pedagogía y de la educación. Pero el maestro pega porque el niño le apura la paciencia. Es decir, que al maestro le pica y el maestro se rasca. Un maestro así no resuelve más problema que el suyo, el de su soberbia, que no se satisface, ni equilibra, si no escapa su electricidad por las bofetadas y los palos. El problema del niño sigue en pie y sigue peor. ¡Ah maestro, maestro! Si pegara el maestro a un niño y el niño se corrigiera, aceptaríamos el palo del educador. Ocurre lo contrario, que mientras más aplicaciones de castigo material, más necesidad del palo. Las palmetas y las correas con que los maestros castigan a los niños, debían estar colgadas en el techo de los museos. También debían estar colgadas las manos con que los maestros abofetean a los niños. Un sabio médico inglés, muy espiritual y muy pedagogo, me criticaba la teoría expuesta por mí en un libro sobre él no pegar, y me decía: — Desengáñese usted, que eso del no pegar es un absurdo que está en contradicción con la Biblia, porque ésta dice, en uno de sus libros de sabiduría, que el buen padre debe tener un buen palo. Yo le contesté, el buen padre sí, pero el buen maestro no. La razón es clara.


El padre puede pegar sin que surja el odio entre él y su hijo. El maestro, al pegar, abre forzosamente un abismo de odio entre el discípulo y él. Ejemplos: Cuando yo era niño me pegó mi padre una vez, era por la mañana, y me pareció que el día era un siglo porque no volvía mi padre a casa hasta la noche, y fué la noche más alegre de mi vida, porque mi padre me acarició. No se enturbió mi amor. En cambio, un maestro de mi niñez me dio un día en la escuela una bofetada y aún hoy, que tengo sesenta y dos años, cuando me acuerdo vibran mis nervios en una irritación especial. Nada, hay que guardarse las manos; sobre todo, los maestros. Ese es el camino del triunfo educador. Como dije antes, casi toda la educación es eso. El niño está estudiando en la escuela un libro que no entiende. El muchacho tiene pundonor y estudia la lección de todas maneras. No puede con la inteligencia y actúa entonces con la memoria. Aprender así duele mucho. Esa lección cae sobre la frente del niño como una corona de espinas, resultando que los pundonorosos son unos mártires, y los no pundonorosos cierran el libro y se malogran. Yo digo: si se llegara a escribir el libro que el niño entiende, podría éste aprender en él los conocimientos humanos elementales.


Mientras no exista el libro ese, hay que enseñar las primeras letras con explicaciones directas, juegos, gráficos, discusiones, etc., etc. Al principio de la escuela elemental no debe haber más libro que el necesario para hacer prácticas de lectura. A pesar de esto, veo a los pequeños, camino de sus escuelas, con un manojo imponente de libros bajo el brazo... Sabiduría de sobaco, ciencia axilar. A medida que crezca la ilustración del niño crecerá el empleo del libro. El maestro y el libro deben estar en razón inversa. A más libro, menos maestro y al revés. En las primeras letras poco libro y mucho maestro. En el Instituto se nivelan el libro y el maestro. En la Universidad el libro debe estar por encima del maestro. Esto es, que a medida que va creciendo el libro en la vida hay menos necesidad del maestro. ¿Escuelas laicas? Primeramente, eso de laicas, en España, no es verdad. Las escuelas propiamente laicas aquí, no tienen tal laicismo, lo que tienen es una gran enemistad con el catolicismo. No son, pues, laicas. ¿Pero puede una escuela ser laica? En la escuela laica de veras no se puede educar bien.


Razón: para que el maestro eduque tiene que poner en función su alma y las esencias más perfumadas y calientes de su corazón. Así, sí el maestro es católico, o mahometano, o judío o racionalista, al tratar de hacer al discípulo mejor, que eso es educarlo, le comunicará, aún sin querer, el calor confesional de su alma. Si no pone calor, no pone su alma, y si no pone su alma no educa bien. ¿Cómo va a poner calor de espíritu ocultando en sus explicaciones aquello que es norma de su vida, norte de su pensamiento y aliento de su corazón? Luego el maestro creyente que educa y oculta su creencia, no puede educar. Todo este laicismo de nuestras escuelas, pasada la inflamación revolucionaria, vendrá a desaparecer, no por tendencias de partido, sino por pura necesidad pedagógica. O si no, al tiempo.


GOTAS DEL MAL


Ser soberbio es ser fuerte. ¿Ser fuerte? No conozco ningún esclavo fuerte. Para gozar la fortaleza es preciso ser libre, y el soberbio es una víctima de su propia tiranía. Se puede estar en la cárcel y en el patíbulo y ser libre. Hasta en el trono un soberbio es siempre un esclavo. Creerse Dios y recibir como tal adoraciones, es el norte único de la voluntad de estos hombres. Mas como la humanidad no se presta a poner voluntariamente incienso en ese altar, el soberbio vive constantemente contrariado; se ahoga en su pasión, lo aplastan las exigencias de su orgullo. El emperador de la soberbia es Luzbel. En esta familia la hembra es la vanidad. No hay que darle vueltas, mientras más humilde es un hombre, es más señor de sí mismo, más libre. La libertad es la humildad. Ser humilde es ser fuerte. El avaro duerme y sueña con el oro. Despierto, sigue soñando. Si enfermo, no tiene más salud que el metal; si triste, el oro es su única alegría. No come, no descansa, no vive. Su pensamiento es una fiebre y su alma una alcancía. ¿Pero quiere el dinero para los placeres, para el lujo, para la muelle vida, para satisfacer los deseos del alma? No.


Quiere el dinero para tenerlo. El dinero es su medio y su fin, todo junto. Creso es su ideal, Sylok su manera y un arca subterránea su reino. ¡Pobre esclavo! ¡Qué terrible enfermedad es tener una almohada de duros, un colchón de pesetas y empapelado el pensamiento con billetes de banco! No cabe duda, ser generoso es ser libre. Son libres los que mandan más que su dinero. El sexo se usa legítimamente y la continuidad de la especie es un hecho. Se usa con desorden y aparece la lujuria en la gran urbe del pecado. En el mundo, quien no es lujurioso es un tonto. Se decía de un célebre político español: “Si será ese hombre atrasado, que no ha conocido a más mujer que la suya...” El sentido moral del mundo anda por los cerros de Úbeda. Por supuesto que estas cosas de su reino las proclama el mundo para los hombres. Las mujeres tienen, según las leyes de esta sociedad absurda, que ser castas a la fuerza. El hombre puede meter su burro en todos los cercados. La mujer o vive dentro del círculo de su deber o se le clasifica en la fauna del escándalo. La injusticia es canallesca. No quiero yo decir que tengan las mujeres derecho al libertinaje sexual de los hombres.


Lo que digo es que éstos debían también encerrarse en su círculo, porque esa es la ley de Dios. No proclamo el principio de todos o ninguno, no; en este particular la doctrina cristiana es esta: ninguno. Ser casto es ser tonto. Ser puro es una inocentada. No tener más mujer que la suya es cosa de cavernícolas. La alegría de la vida pide la libertad del amor. No hay nada más antipático, ni más soso que un hombre fiel a los deberes del matrimonio. Don Virtuoso es intolerable. El colmo de la ridiculez se llama castidad. Todas estas cosas se escriben en el libro de la soberbia de la carne. En el libro de Dios todo eso es abominación y vergüenza. No quiero acabar sin decir que la lujuria mata también a la libertad. Ser puro es ser libre. Los dientes apretados, los ojos encendidos y las manos duras como garras. La ira es una explosión. El pecado encendió el fuego y cuando la caldera se Puso al rojo sobrevino la catástrofe. No hay partícula de nuestra sangre que no hierva; el corazón golpea, las sienes se hinchan, la respiración se ahoga y del alma huyen como pájaros asustados las virtudes. Cuando pasa el turbión nos sentimos más caído; que nunca. ¿Mientras yo estuve así, dónde estaba mi libertad, Dios mío? Entre el apetito ordenado y la gula hay la misma diferencia que entre la digestión y el cólico.


Comer, beber... He aquí un derecho y una obligación juntos. Comer y beber placenteramente es legítima aspiración del sentido. Hay que mantener la vida y Dios puso el gusto de los manjares como un incentivo para que no descuide el hombre la alimentación de su cuerpo. De esto a no pensar más que en la comida y en sus placeres, ya hay diferencia. La gula se enseñorea de la humanidad. Los santos, para librarse de ella, para ser triunfalmente libres, castigaron con mano dura las inclinaciones del gusto. Los santos son los vencedores. Me dice un sabio fisiólogo que el hombre moderno come dos veces más de lo que necesita. El aparato de la digestión se venga de los excesos: duele el hígado, se queja el páncreas, se perturba el estómago y luego resulta que se asimila menos de la mitad de lo que se come. Toda la patología humana viene por ahí. Comiéramos lo conveniente y estarían mano sobre mano boticarios y médicos. La enfermedad es casi siempre la bancarrota de la naturaleza porque la hicimos trabajar demasiado en las oficinas del estómago.


Y aparte de todo esto, como la mesa es la preocupación constante, la espontaneidad de nuestra alma, que es la esencia de la libertad, se ve oprimida por los placeres de la boca, ya en acción, ya en deseo; y es consecuencia ineludible de este desorden que vivamos encadenados en las cárceles de la gula. Siempre es nuestro verdugo el pecado. La libertad tiene una tendencia divina de volar siempre más alto que él. Me molesta el bienestar de mi amigo. No sé lo que me duelen su talento y su palabra. Cuando lo aplauden se me pone negro el corazón. Sus éxitos son espinas que me clavan en el pensamiento. No me deja vivir la consideración de su triunfo. Para mí la luz blanca es amarilla, porque es amarilla la tristeza que me produce el bien ajeno. No puedo vivir así, me muero, me muero de envidia. Caín fué homicida por eso. Cartago se levantó contra Roma porque no podía tolerar su hegemonía en el mundo de la civilización. El protestantismo es una envidia contra el Pontífice. El lujo es casi siempre envidia de otro lujo mayor. Hasta los problemas sociales se fundan casi siempre en este pecado, porque con frecuencia he oído decir a los obreros: “A nosotros no nos importa pasar mucha hambre, si nos damos el gusto de que la pasen también los señoritos.” Finalmente, el infierno es una creación de la envidia. Luzbel es el primer envidioso.


Tenía tristeza de la divinidad de Dios. En esta gran locura, la primera víctima es la libertad del envidioso. La pereza es agua estancada en el espíritu. El charco es el laboratorio de la enfermedad. Lo forma la lluvia en los sitios bajos y concluye por ser el pudridero de todas las miserias. En la laguna del corazón se descomponen los detritus de la inmoralidad. La pereza es el sueño patológico de la actividad, y por causa de ella se corrompe el agua de la vida. Será preciso un milagro de Dios para conseguir la desecación del pantano. El escudo de la pereza tiene cuatro cuarteles: una cama, un butacón, dos brazos cruzados y unos ojos que se cierran porque no quieren ver. Campea en todo el escudo esta leyenda: me importa todo un bledo. El perezoso, como tiene paralizada la voluntad, no puede ser libre. La libertad lleva consigo la elección y con la voluntad muerta no es posible elegir. Está visto, por la pequeña filosofía expuesta, que si la libertad no existe en el mundo es por causa de los siete pecados capitales. El pecado es la muerte y la libertad es la vida.


GOTAS POLÍTICAS


Un hombre bueno es siempre eso, lo que es. La reunión de dos hombres buenos ya no es la suma exacta de las dos bondades. Se ha perdido algo en la operación aritmética. Cien hombres buenos reunidos dan una suma de bondad completamente distinta de la que tienen los sumandos. Muchas veces en la Historia, cien buenos reunidos han dado un total malo. ¡Misterios de la psicología del plural humano! Cuando las ideas bajan del mundo metafísico al palenque político, pierden belleza y pierden luz. Las ideas pagan consumo al entrar por el fielato de la política y lo pagan sobre su propia naturaleza. El fielato les cuesta perfección, limpieza y eternidad. Las alas de las ideas han perdido muchas plumas al posarse en las tiendas del político. Los políticos suelen ser escépticos de la teología y de la metafísica. La teología y la metafísica desconfían también de los políticos. La metafísica, en lo político, se convierte en programa popular; la moral, en interés de partido; la belleza toma compás de pasodoble y énfasis de discurso, y la justicia se empaqueta en las conveniencias. En una palabra, las ideas dejan de ser divinas para ser demasiado humanas...


¿No podrían las ideas en política ser un poquito más divinas? ¿No? Pues entonces, haciendo uso de la libertad del sufragio, voto por la divinidad de las ideas. No obstante lo dicho, la política es arte de realidades. El ilusionista es un hombre pernicioso en la gobernación de un país. Una cosa es el ilusionismo y otra los ideales. Con verdaderos ideales hay pocos políticos. Con inflamaciones de ideas hay una multitud de hombres públicos. ¿Quién es ese que habla en el mitin? Es un político de relieve. Oídle, ofrece al pueblo la felicidad y él es un infeliz; le ofrece bienestar y riqueza y él es un pobre; le ofrece libertad y él es un esclavo de su partido. Ofrece lo que no tiene. O miente, o es un iluso. La mayor parte de las veces es un iluso que lleva encendido en la frente un sueño. Los políticos deben llevar en el alma realidades y un tanto por ciento razonable de idealismo convertible fácilmente en hechos. En ese tanto por ciento late la posibilidad del progreso. La proa del barco de las realidades políticas debe ser siempre un ideal, porque las ideas van siempre en la vida delante de los hechos, de los números de las conveniencias y de los negocios. En relación con esto está la siguiente: se oye decir que fulano es un gran gobernante y se abona pueblo o salvar al régimen, hay que salvar a éste primero. En una clase de derecho usual, elemental, los alumnos se reirían del que sostuviera aquel disparate. En una clase de derecho político se escandalizarían los alumnos.


En el hogar doméstico se rechazaría con indignación esa blasfemia contra el derecho. Sólo en el Parlamento se ha oído esa herejía sin que se hunda la casa... ¿Qué habrá que hacer para acabar con tanta mentira? En Barcelona, los de la Esquerra quieren ser independientes. Lo mismo desean muchos bilbaínos. Quieren ser independientes para luego formar una federación de estados soberanos. Toda la vida de Dios se ha creído que la federación sirve para unir estados independientes de existencia histórica, en un programa común. Aquí no, aquí se quiere romper el plato para luego lañar los pedazos. Algo así como aquel médico recién licenciado que deseaba que se le partiera un brazo para tener el gusto de curárselo él mismo. En España formamos un todo histórico. Ahora quieren estos hombres dividir el todo en partes, para luego establecer inteligencias entre los distintos componentes del todo. El cuerpo humano tiene una unidad indivisible a pesar de que cada órgano ejerce su función propia tiene su particular manera de ser. Los ojos son para ver, los oídos para oír, las manos para coger, los pies para andar, etc. No obstante, hay un sólo cerebro, unos solos pulmones, un sólo hígado, unos riñones, un páncreas, un corazón, etc., cuyas funciones son totales y afectan universalmente al organismo. Entre el cuerpo humano y sus miembros hay la misma relación que entre el todo España y sus distintas regiones.


A nadie se le ocurrirá separar las diversas partes de un cuerpo para luego relacionarlas. Sería obra de locos cortarnos los pies para luego buscar una relación de los pies con la totalidad del organismo. ¿Qué más federación que la unión completa ya existente? La federación política se comprende entre estados preexistentes. También es razonable cuando un país ha tenido una colonia o varias, que llegan a la mayor edad, se declaran independientes y luego puede venir una federación con la metrópoli. Pero que la metrópoli se haga pedazos artificialmente para buscar después inteligencias, que estaban en absoluto mil veces mejor realizadas en la unidad, eso me parece una locura. El origen de esta locura está en el disgusto que esas regiones han sentido al ver a España, décadas y siglos, pésimamente gobernada. Esa es la verdad, pero la medicina contra eso no es matar la unidad de la patria, sino hacer lo que sea conducente y propio para que España se gobierne mejor. Menos egoísmos, menos soberbia, más generosidad, más sentido de la realidad, más espíritu de sacrificio, más verdadero patriotismo. Si cultivan estos sentimientos las regiones descontentas, verán que pronto se levanta la grandeza de España. Nuestros esquerristas y bilbotarras no están en el secreto de las intenciones de los grandes políticos modernos, cuya idealidad es agrandar en vez de romper y desunir.


En Rusia se implantó un comunismo completo. La propiedad era del Estado. Las mujeres para todos. Nada de dinero. La misma comida, el mismo vestido. Nada de categorías, nada de distinciones. Todo igual. Han pasado sólo unos años. El que tiene ahora una mujer no tolera que nadie ponga los ojos en ella. El ruso que tiene una cosa cualquiera, muerde si alguien quiere quitársela. El que coge un rublo lo defiende como un león. Cada uno come como puede, unos bien y otros, la inmensa mayoría, mal, muy mal. Hay quien va bien vestido y quien enseña las carnes por los harapos. Hay jefes, subjefes y clasificaciones inacabables de jefes. El que está encima está encima; y el que está abajo está abajo. Al que vale, al que sirve, se le distingue. Nadie es igual a nadie. El dinero circula por las calles y en los teatros y en los trenes hay primera, segunda y tercera. ¿Y para esto tanto dolor, tanta lágrima, tanta hambre, tanto crimen y tanta catástrofe? ¡Pobre Rusia, has llorado más en quince años que la humanidad entera en toda la historia! El socialismo quiere la absoluta inmersión del hombre en el estado. El estado es para el socialista lo que la divinidad en el panteísmo. Todo es estado. El individuo es un tornillo, una tuerca, un componente del todo donde está completamente absorbido. ¿Y la libertad individual? ¿Y la noble ambición personal de cada uno? ¿Y las iniciativas propias? ¿Y la conciencia de las afirmaciones de nuestro yo independiente? ¿Y la opinión de cada uno?


¿Es eso vivir? Eso es morir. Si me quitáis mi libertad individual me ahogo, me muero. O esos hombres no han meditado, o tienen muerta la sensibilidad. Dicen los socialistas que ellos aman la cultura, el bienestar, los derechos humanos, la espiritualidad y la civilización. Eso dicen, pero una vez se creyeron vencedores y los de la cultura destruyeron hasta los cimientos de la Universidad, del Instituto y de los colegios de Oviedo. En la misma martirizada ciudad, los que aman el bienestar, incendiaron hoteles, mercados, almacenes y urbanizaciones enteras; los que defienden los derechos humanos encarcelaron, fusilaron y robaron a centenares de víctimas inocentes, y los que propugnan por la espiritualidad y por la civilización destruyeron monumentos inmortales del arte, de la fe y del amor. También afirman los socialistas que odian al capital y al dinero, y la primera medida de gobierno que tomaron cuando se creían dueños de la capital asturiana, fué repartir quince o diez y seis millones de los bancos y de los particulares, entre los cabecillas revolucionarios. Hubiera sido más lógico y conveniente, con las ideas que sustentan, que al apoderarse de los millones los hubieran destruido quemándolos en una gran pira como una hoguera simbólica de las ideas socialistas en triunfo. No, no quemaron los billetes, los repartieron y los guardaron como cualquier burgués avaricioso...


¿Para eso tanto despreciar al resto de la humanidad y tanto reputarse seres únicos, superiores? No valía la pena. Oviedo le ha abierto los ojos a España y a la humanidad. El anarquismo no quiere ataduras, no quiere leyes, cánones, ni reglas. Cada uno debe ser un verso suelto, una piedra desempedrada, una estrella sin órbita, sin orden, ni armonía. Yo soy como quiero, sin que nadie me mande, ni me rija, ni me enfrene. El mundo así será un encanto, y la creación una felicidad... Ni son todos los que están, ni están todos los que son. La tierra tuvo envidia del aire. Lo vio tan limpio y, sobre todo, tan ágil, que tuvo a menos su propia pesadez inmueble. Un día la envidia la llevó a querer volar y voló en una nube de polvo... Quiso ser como el aire y no produjo más que obscuridad y ceguera. Hay muchos hombres-polvo que quieren a la fuerza ser hombres-aire. Suben en la violencia del huracán y no producen más que suciedad y lágrimas. Sin envidia, ni ambiciones locas, la tierra en su propio sitio es fertilidad y abundancia; fuera de su sitio, polvo. España dentro de su propia esencia y de su natural manera de ser es España; fuera de eso, polvo...


GOTAS ARTÍSTICAS


El arte es el dulce en el banquete de la vida. Una comida sin un dulce es una cosa que no cae bien. Esa comida es sosa. El arte es una delicadeza, una aristocracia. Si no fuera por las exaltaciones artísticas, el hombre no sería lo que es. Suprimid de la civilización las bellas artes y vais a ver que no queda del hombre ni la mitad. Suprimid el arte, y la Historia disminuirá su volumen en términos que no pueden sospecharse. El Egipto sin las Pirámides, los templos, las esfinges y la estatuaria del Nilo, no sería nada. Grecia y Oriente vivieron tan compenetrados con sus poesías, sus esculturas y sus monumentos, que hasta el pensamiento filosófico de la India, de la Persia y de Atenas está inmediatamente influido por las formas de la belleza. Roma no hubiera dado esplendor a sus leyes si no hubiera empleado todas las artes en la civilizadora misión. Y hasta la Iglesia Católica, que tiene por aspiración central de sus actividades hacer a los hombres más aptos para la vida y para Dios, ha hecho ingresar a todos los artistas en sus templos y ella misma ha inventado la solemne emoción de un arte que le es propio: la sugestiva belleza de la liturgia católica.


Después de Dios, no hay nada que se apodere tanto del espíritu como el arte. La belleza nos mueve, nos inspira, nos guía. Es una hermana de la verdad y de la bondad. Las tres juntas son el contenido de todo lo que merece la pena en el pasado, en el presente y en el futuro de la humanidad. El artista se nutre de la miel de su propio corazón y anda siempre tropezando en las piedras de la grosería humana. Ni el gesto, ni el gráfico, ni la palabra, ni todos los medios de expresión reunidos tienen la capacidad necesaria para decir las especies de ese mundo interior de cosas inefables, que le andan al artista en el alma. Son misterios de somnolencias espirituales, adivinaciones, simpatías, amores, éxtasis, clarividencias y lágrimas que no tienen nombre. El poeta acude para la expresión de sus iluminaciones al diccionario del idioma, y acude en vano, porque allí no está el verbo, la palabra reveladora de su mundo interior. Pero como la dulce emoción íntima y creadora le acaricia todas las cuerdas del arpa de su sensibilidad, el artista operario del mundo de lo desconocido, aplastado entre la pobreza de las voces humanas y el vértigo imperioso interior que le obliga a decir, a expresar, se lanza a la nebulosa del idioma;


En ella se emborracha de luz, y cuando surge al mundo exterior después de esta expedición espiritual, trae en la mano el lucero de una dicción nueva con tales matices y sugerencias, que todo un sector espiritual inédito sale a la vida y va de corazón a corazón, de cerebro a cerebro, pregonando la aurora de lo nuevo con una sonrisa genial y una alegría sobrehumana. Yo he dicho más de una vez que el diccionario de las cosas materiales está hecho. Pero la mayor parte de los estados espirituales no tienen su medio de expresión, o lo tienen ineficaz. Están en el espíritu esperando que un día se haga el milagro de ponerle a lo indecible alas de dicción. La humanidad está en los comienzos del suprasensible diccionario del mundo interior. Los poetas con la palabra, los músicos con la magia del sonido, los artistas plásticos con sus inspiraciones, son los principales obreros de la obra inmortal; y también el pueblo, que cuando la emoción le hace cosquillas en el pensamiento, dice unas cosas que hacen pensar en una mayor asistencia de Dios a su alma. Debe ser así, porque Dios está más cerca de los humildes que de nadie. Los artistas y los poetas son los ingenieros de esta lenta y divina creación, y yo los imagino en la proa de la nave blanca, proeles del misterio, roturando vírgenes superficies del Atlántico maravilloso.


La América de cada idea les llama desde allá dentro y ellos van infatigables a descubrirla, y la descubren. Para ciertos espíritus que no saben vivir sin dar gritos, ni producir estridencias, Velázquez es un pintor malo; Cervantes, un escritor desposeído de toda belleza, y Miguel Ángel, un escultor mediocre. No me da la gana de hacer comentarios... Otros dicen: Velázquez es inmenso, pero como lo que él hizo hecho está, se debe dejar en el Museo y buscar otras orientaciones... Velázquez es el más grande ejecutor de la pintura que busca la verdad... Es imposible que nadie se acerque más a la realidad que el gran maestro del siglo XVII... Debemos, pues, adorarlo, pero echar por otros caminos. En la realidad de las cosas no debe estar el arte. El camino viejo acaba en las Meninas. Es preciso divorciarse de la naturaleza y emprender rutas nuevas: cubismo, puntillismo, modernismo, etc. Todas estas cosas dicen estos hombres. No es una humorada. He visto un cuadro con la siguiente pintura: un cilindro grande verde, encima dos esferas amarillas, luego un cono truncado azul y sobre su plano de truncamiento una bolita blanca con dos pellizcos simétricos. Debajo decía: retrato de doña Petronila Pérez, Uno no se acuerda de doña Petronila, pero sin querer pensamos en la parte más respetable de la familia del pintor. Todo esto es absurdo. Nada de dejar a Velázquez en el museo.


Hay que seguir su camino, el de la verdad, que es el único posible. ¿Que se ha concluido este camino? Entre Velázquez y la verdad, como la verdad es, caben innumerables escuelas. Es decir, que el gran pintor del Prado hizo mucho en el camino del natural, pero ese camino no se concluye jamás, porque a la posesión exacta de la verdad no se llegará nunca. Y ese debe ser el esfuerzo, insistir en la ruta gloriosa, mejorarla, agrandarla, recorrer nuevos sectores del camino aun inexplorados, según la visión y la emoción personal del alma del artista. Entre Velázquez y la verdad caben todavía mil, muchos miles, indefinido número de miles de nuevos Velázquez, con nuevos bríos, nuevas técnicas, nuevas emociones, nuevas conquistas y nuevos y más espléndidos matices de la verdad única, reina y señora de la vida, y del arte. Lo que ocurre es que para seguir avanzando en el camino de la verdad hay que estudiar mucho, ver mucho, trabajar siempre, tener genio y ser un luchador incansable. Con cubos, conos, cilindros y bolitas no se necesitan esfuerzos extraordinarios.


GOTAS DE DISTINTOS BARRILES


Juan era pobre. Rodaba por las calles de su pueblo y era un medio tonto según el sentir de sus convecinos. Un día le trajo la fortuna un montón de duros. Los convecinos cambiaron de opinión: — No, no es Juan lo que creíamos, ni muchísimo menos. Crecieron los duros y se pensó: — ¡Qué hombre más listo! Pero vino finalmente la desgracia, y al par que desaparecía el capital de Juan, reapareció el viejo concepto que de él se tenía: — Eso era sabido, siembre fué un medio tonto...

Poderoso caballero es don dinero.

El dinero, en la feria del mundo, vale siempre lo mismo. La peseta del ladrón es como la del virtuoso. No obstante, la peseta del hombre bueno es cien veces más productiva y eficaz que la otra. De aquí se deduce que en la aritmética moral cuatro reales es una cosa completamente distinta que cuatro reales.


Hay muchas clases de coleccionistas: de sellos, de monedas antiguas, de cuadros, de porcelanas, etcétera. Es un afán noble el que los guía. Sólo conozco un coleccionista antipático, el avaro que colecciona billetes de banco y monedas de oro. Una moneda que se cae en el mar vuelve más fácilmente a la circulación que el duro que se cae en la ambición del avaro... Será una gran obra cristiana y social desamortizar esta clase de dinero. En el mundo no hay nadie que no necesite el dinero. Pero a quien más falta le hace es a los nobles, a los aristócratas. Un aristócrata sin dinero es una catástrofe. Un cielo sin estrellas, un ave sin plumas. Es claro que ser verdadero noble y no tener dinero es una perfección evangélica, pero, el mundo que no entiende de Evangelio dice que un noble sin capital es una cumbre de la ridiculez. El humorismo ha puesto su burla en esta desgracia:

Es el don de aqueste hidalgo como el don del algodón,

que para tener el don necesita tener algo.

¡Qué bien decía las cosas don Francisco de Quevedo y Villegas! Un sabio es casi siempre un ser intratable.


Está en el Olimpo de su ciencia, y desde arriba tiene para los pobres ignorantes una superior sonrisa de desprecio y de lástima... Pero vamos a ver: ¿qué sabe este hombre? ¿Es matemático? Pues no tiene motivos de endiosamiento, porque las matemáticas de hoy son en buena parte la negación de las matemáticas de ayer. La cuarta dimensión y la teoría de la relatividad están dando mucho que hacer a la ciencia matemática de nuestros padres y abuelos. ¿Es sabio de ciencias físicas? Pues mucho cuidado con la soberbia, porque hay que olvidar gran cosa de lo que sabíamos, así, por ejemplo, los cuerpos simples parece que no son tales cuerpos simples, y la luz y el calor no son una propiedad de los cuerpos, sino cuerpos independientes que se escapan de otros, etc., etc. ¿El señor sabio es sociólogo, metafísico, político? Pues que piense en el ridículo que haría si sostuviese ahora las verdades de ayer, ¿Es médico? Con lo que se curaba el siglo pasado se mata ahora a los enfermos. En resumen, que la ciencia de hoy es el error de mañana. Así, pues, que baje el sabio de su Olimpo, porque Dios no puede engañarse ni engañarnos, y aquel señor se engaña y nos engaña. El sabio oye estas cosas sonriendo, pero no baja de su altar. Esto nos autoriza a pensar en lo ignorante que es la sabiduría.


Bien está que el sabio trabaje y que le honremos y aplaudamos por sus esfuerzos en la lucha por la verdad. Eso es legítimo. Pero que ese señor se crea un ser de otra raza y de otro planeta, y que tenga aspiraciones de culto, como si fuera Dios, eso es intolerable. Si el sabio es humilde, le llamaré sabio. Si es soberbio, le llamaré ignorante. Cuando nos arde la sangre en la pasión somos capaces de todo. Se olvidan amistad, educación, parentesco e intereses; se olvida todo. A la pasión y al amor propio les ocurre lo contrario que a los metales, que con el calor de la fragua se ponen más tiernos, y el amor propio en la candela de la soberbia se pone cada vez más duro. Por una cosa que no valía nada, ni un céntimo, he visto matarse dos hombres. Tiraron por la borda paz, hogar, sangre, honra, libertad y creencias. ¿Qué virus es este que nos pone en trance de tan feroz enloquecimiento? ¿Cómo se cura? Humanamente, con nada. La terapéutica de este mal es divina. Sólo Dios nos hace humildes. Los que no creen en Dios son fatalmente soberbios. La pasión esmerila los cristales del entendimiento; quita luz y quita transparencia. Un filósofo de la Enciclopedia llegó a escribir de una bella señora de su amistad lo siguiente: — Es tan profunda de genio filosófico y tan universal, que la considero singular y única.


El padre Coloma escribe: “Todo eso que dice el enciclopedista es lujuria.” Efectivamente, lujuria; porque la señora, bellísima desde luego, era una menos que mediana inteligencia. No cabe duda, la pasión esmerila hasta los cristales de la filosofía... No podemos enjuiciar con sinceridad y plena justicia de una mujer guapa porque nos estorba el género. Si la mujer es fea, será preciso que sepa más que Salomón para que le concedamos un ingenio mediano; si es bella, con cualquier cosita la proclamamos reina de las ideas... ¡Nada, lo del enciclopedista y lo del padre Coloma! Yo tengo un amigo materialista que cuando quiere decirme tonto, me dice romántico. No puedo devolverle el obsequio. Cuando quiero decirle tonto se lo digo sin circunloquios y él sale ganando, porque, en su mundo, tonto es lo menos malo. Las cosas desnudas se acercan a la verdad; pero la cara de las mujeres, a pesar de ir a la luz y al aire, es algo tan distinto de la verdad, que casi siempre es la mentira. Tiene la culpa la química. El cambio, la cara de muchos hombres es una mentira peor. Tiene la culpa la moral. El deseo de una cosa es un multiplicador de ella, más grande que el cero a la derecha. Nuestra alma es como un almanaque.


Nuestras pasiones y deseos son los santos. Los hemos canonizado nosotros mismos. ¡Pobre santoral! Una plaza fuerte, un castillo guerrero, se puede tomar por la fuerza. Un corazón de pobre carne débil, deleznable, no lo pueden tomar todas las fuerzas juntas de la naturaleza... Lo conquista una idea, lo vence una emoción. Hay hombres que para caminar por su alma tienen que atravesar con túneles las montañas interiores de sus pecados. Estos túneles son la ingeniería, de Dios; empiezan en la cordillera del error y acaban en la llanura divina de la luz. La calumnia tiene por instrumento a la palabra. La contra calumnia tiene que ser siempre acción, y como la palabra va más ligera que los hecho, ocurre que por regla general ganan la partida los calumniadores. Cuando éstos escapan peor, todavía queda vencedora aquella máxima de la cátedra del mal: Calumnia, que algo queda. Si el torero se arrima mucho, lo coge el toro; si no se arrima, lo coge el público. Es un emparedado entre las dos tiranías. El toro ha comprado su derecho a dar cornadas con su dolor y su sangre; y el público compró el derecho a oprimir con su dinero. Es decir, que el torero vive entre la irritación del toro y la irritación de unas pesetas que se indignan... ¿Dónde está aquello de amaos los unos a los otros?


Las manos se hicieron para coger las cosas y producir el bien. La voluntad quiere y las manos inmediatamente practican. La mano escribe, pinta, esculpe, acaricia y labra. Dios hizo este milagro de sensibilidad y enlace del pensamiento con la materia. Las manos del boxeador no tienen nada que ver con esto. Los pies se han creado para estar el hombre sobre ellos y andar. El futbolista es un hombre que ha perturbado esta ley de la creación, porque sus pies, más que para andar, le sirven para pelotear. Las manos le estorban porque es éste el reinado exclusivo de la puntera. No se miente si se dice que estos hombres lo hacen todo con los pies. Si es cosa de darles la enhorabuena... ¡Enhorabuena! Vencer al enemigo en la guerra es signo de valor. Acudir sereno a un peligro es cosa de valentía. Cruzar tranquilo las tempestades del mar denota presencia de ánimo. Todo esto es verdad. Pero es un acto de valor cien veces más heroico perdonar las injurias y hacer bien a los que nos hacen mal. Una bofetada se paga con otra, esto es lo humano. Mas si no devolvemos la guantada sino que la apuntamos en el libro de nuestros perdones, el acto de valor toma proporciones divinas, porque no hay nada más difícil de vencer que nuestra carne irritada; y el perdón es el vencimiento de nuestra carne.


El sol es como el amor que todo lo alumbra, vivifica y abrasa. La luna es como la amistad que ilumina dulcemente la vida. Ahora bien, como la luz de la luna es luz de sol reflejada, puedo afirmar con certeza que la amistad es una hermana del amor. Los eunucos guardan a las mujeres y los no eunucos se guardan de ellas. Cuando soy inocente de una acusación, me siento impermeable para las injurias, llueva lo que llueva. El remo es trabajoso, pero útil. La vela es cómoda, bella y limpia, pero muy lenta. El vapor es rápido, pero caro y sucio. La tripulación de un alma bien dotada debe disponer del remo (primitivismo), de la vela (tradición) y del vapor (progreso), si ha de producir trabajo, belleza y utilidad... La gaviota vuela allá en las nubes. Todo es en ella luz, triunfo de altura y señorío. Parece vista en el aire que es ajena a los problemas de abajo... De pronto cae como un rayo sobre el espejo del agua, rompiéndolo, y sacando entre los cristales rotos un pez en el pico. Esta mezcla de lo de arriba con lo de abajo, si se hace bien es el ideal. No tan alto que se me olvide que soy tierra, ni tan bajo que se me olvide que soy cielo.


Hay hombres que son ciegos y tienen dentro mucha transparencia espiritual. Hay hombres que ven perfectamente la luz exterior y por dentro están opacos, oscuros. Estos dos tipos son opuestos por el vértice, pues donde uno empieza el otro acaba... Un buen amigo mío perdió la vista. Antes, cuando disfrutaba de la luz era un hombre superficial. Cuando cegó fué adquiriendo gradualmente una poderosa vida interior. Me decía: desde que estoy ciego veo mucho más. Le ha crecido la imaginación a costa de los ojos, y las aberraciones le han sublimado el entendimiento. Ahora me explico yo por qué cuando cierro los ojos veo las cosas más claras y me es más fácil la producción de la idea. Es que a la meditación en silencio, que es creadora, le estorba el ruido de la luz porque la luz, a pesar de su silencio, es ruidosa. Las ideas viven en la cabeza en su período de luz. Bajan al corazón en su período de calor. Finalmente, vienen a las manos en su período de acción. En el primero iluminan, en el segundo calientan, y en el tercero surge la utilidad humana. Esto quiere decir que las cosas verdaderamente útiles de la vida tienen por abuela a la luz y por padre al calor.


La realidad es primero idea, luego emoción y finalmente hecho. La cepa ha creado un racimo de uvas, miel a los labios y alabastro a la vista. Es un milagro de los dos sentidos. El olivo secular, cuando vino el invierno tenía entre sus ramas una nebulosa de aceitunas, verdes y moradas. Pero la uva y la oliva tienen dentro un tesoro mayor, el vino y el aceite. Para dar cada una su tesoro es preciso pisarlas, oprimirlas, molerlas, y luego encarcelar los líquidos generosos. El alma humana da naturalmente sus uvas y sus olivas, pero la gloria del óleo y del vino no la produce sino después de ser pisoteada y molida en el lagar y el molino; lagar del trabajo y molino del sacrificio.


FILOSOFÍA EN GOTAS

D. Manuel Siurot, pone de manifiesto, una vez más, su extraordinaria sensibilidad literaria y expone, magistralmente, en el presente librito; una serie de ideas variadas y enjuciosas de contenido muy rico e interesante.

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