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Fidel Velázquez Sánchez 1900-1997 Fidel (¿Bonifacio?) Velázquez Sánchez nació el 24 de abril de 1900 (¿12 de mayo?) en San Pedro Atzcapotzaltongo, hoy Villa Nicolás Romero, Estado de México y fue hijo de los campesinos Gregorio Velázquez Reyna, varias veces presidente municipal de esa localidad, y de Herlinda Sánchez. Hizo sus estudios de primaria en su tierra natal, los que concluyó en 1914. Desde entonces se dedicó al trabajo: laboró en el campo. Al triunfo de la facción constitucionalista en 1916, se trasladó a la ciudad de México, en donde se empleó como mecánico en una maderería y también aprendió el oficio de carpintero. Después trabajó en Tlaxcala, cerca de Apam, y luego en Puebla en un rancho maderero, en el cual que resultó muerto su padre y él mal herido en un tiroteo entre obregonistas y carrancistas. Ya repuesto trabajó en la hacienda de Zoquiapan en Tlaxcala. En 1920 entró a trabajar a la Compañía Lechera del Rosario, en el rancho del mismo nombre, cuyos restos se encuentran en la calzada Atzcapotzalco y Puente de Vigas, al norte de la Ciudad de México. En 1922 se dio a la tarea de organizar a los trabajadores, lo que le valió el despido. Sin embargo, fue tomado en cuenta para otras organizaciones obreras: pasó a ser secretario del Interior del Sindicato de los Trabajadores de la Industria Lechera en 1921. Continuó laborando en el mismo ramo, y en 1924, trabajando en una planta pasteurizadora, conoció a los hermanos Alfonso y Justino Sánchez Madariaga, con quienes fundó el Sindicato de Lecheros Ambulantes, del que fue secretario general, afiliado a la Confederación Regional Obrera Mexicana CROM, la principal central obrera de la época. Cuando Luís N. Morones, su dirigente, fue acusado de ser el autor intelectual de asesinato del presidente Obregón, Velázquez se encargo de sus oficinas y de los sindicatos del Distrito Federal afiliados a la misma. En 1929, Velázquez pasó a ser secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Industria Lechera en el Distrito Federal. Fue cuando decidió romper definitivamente

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Fidel Velázquez Sánchez1900-1997

 

Fidel (¿Bonifacio?) Velázquez Sánchez nació el 24 de abril de 1900 (¿12 de

mayo?) en San Pedro Atzcapotzaltongo, hoy Villa Nicolás Romero, Estado de

México y fue hijo de los campesinos Gregorio Velázquez Reyna, varias veces

presidente municipal de esa localidad, y de Herlinda Sánchez. Hizo sus estudios

de primaria en su tierra natal, los que concluyó en 1914. Desde entonces se

dedicó al trabajo: laboró en el campo. Al triunfo de la facción constitucionalista en

1916, se trasladó a la ciudad de México, en donde se empleó como mecánico en

una maderería y también aprendió el oficio de carpintero. Después trabajó en

Tlaxcala, cerca de Apam, y luego en Puebla en un rancho maderero, en el cual

que resultó muerto su padre y él mal herido en un tiroteo entre obregonistas y

carrancistas. Ya repuesto trabajó en la hacienda de Zoquiapan en Tlaxcala.

En 1920 entró a trabajar a la Compañía Lechera del Rosario, en el rancho del

mismo nombre, cuyos restos se encuentran en la calzada Atzcapotzalco y Puente

de Vigas, al norte de la Ciudad de México. En 1922 se dio a la tarea de organizar

a los trabajadores, lo que le valió el despido. Sin embargo, fue tomado en cuenta

para otras organizaciones obreras: pasó a ser secretario del Interior del Sindicato

de los Trabajadores de la Industria Lechera en 1921.

Continuó laborando en el mismo ramo, y en 1924, trabajando en una planta

pasteurizadora, conoció a los hermanos Alfonso y Justino Sánchez Madariaga,

con quienes fundó el Sindicato de Lecheros Ambulantes, del que fue secretario

general, afiliado a la Confederación Regional Obrera Mexicana CROM, la principal

central obrera de la época. Cuando Luís N. Morones, su dirigente, fue acusado de

ser el autor intelectual de asesinato del presidente Obregón, Velázquez se

encargo de sus oficinas y de los sindicatos del Distrito Federal afiliados a la

misma.

En 1929, Velázquez pasó a ser secretario general del Sindicato de Trabajadores

de la Industria Lechera en el Distrito Federal. Fue cuando decidió romper

definitivamente con la CROM, ya que, como señalaba en un manifiesto “en las

filas de la CROM no puede haber, ni ahora ni nunca, caudillos, ya que por derribar

y destruir el caudillismo se ha ensangrentado por años el suelo patrio".Luís N.

Morones los calificó de “lombrices que parten con rumbo desconocido”.Al día

siguiente, en la celebración del 1º de mayo,  le respondió el sindicalista de la CGT

Luís Araiza: “Torpe de usted, Morones, que en su calenturienta imaginación ve

lombrices. Profunda su equivocación, porque los que usted califica de lombrices

son cinco lobitos que pronto, muy pronto, le van a comer todas las gallinas de su

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corral”. Desde entonces Velázquez y su grupo formado por Jesús Yurén,

Fernando Amilpa, Luís Quintero y Alfonso Sánchez Madariaga, fue conocido

como “los cinco lobitos”.

Señala Javier Aguilar (Historia de la Confederación de Trabajadores de México)

que “este grupo de líderes tenía una clara visión del momento político del país.

Sabían que el asesinato de Obregón, en 1928, había tenido un fuerte impacto en

la estructura política que se estaba creando en el país y en la vida misma de la

CROM. El general Calles había roto públicamente con la CROM y, desde luego,

corrió el rumor de que los líderes cromistas estaban relacionados con el asesinato

de Obregón. A partir de estas circunstancias era difícil que la CROM mantuviera

la misma fuerza que había poseído de 1918 a 1928. Por este motivo Velázquez y

sus compañeros decidieron salirse y debilitar aún más a la CROM.”Muchos años

después en una entrevista Velázquez recordó: “Defendimos a Morones contra

Manríquez, Soto y Gama, que eran obregonistas y enemigos suyos; pero él no

supo apreciar este gesto y nos atacó en un Consejo de la Federación de

Sindicatos Obreros del Distrito Federal; fue entonces que decidimos separarnos y

formar la Federación Sindical de Trabajadores del Distrito Federal en 1930”.

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Al romper con la CROM, él y Luís N. Morones, se acercaron más al gobierno. Por

ello respaldaron la formación del Partido Nacional Revolucionario, lo que hizo que

el gobierno les otorgará prebendas tales como cargos en las Juntas de

Conciliación y Arbitraje a las cuales correspondía el registro o cancelación de

agrupaciones obreras, la calificación de huelgas y la ventilación de los litigios

colectivos e individuales. Amilpa, Quintero, Sánchez Madariaga y Yurén, actuaban

en las Juntas a nivel local, mientras que Velázquez lo hacía en el plano federal.

Así, de 1929 a 1932, Fidel Velázquez fue el representante obrero en los grupos

especiales de la Junta Central de Conciliación y Arbitraje. Desde esa posición,

Velázquez inició un fuerte activismo por ampliar su base social y, por ende, su

poder en la burocracia sindical. De esa forma ayudó a organizar a restauranteros

y cantineros, trabajadores del rastro, cerilleros, pequeños comerciantes,

expendedores de carbón, de gasolina y a otros grupos menores y dispersos en

toda la ciudad. Eso le llevó en 1931 a ser nombrado representante obrero en la

comisión redactora de la Ley Federal del Trabajo, primera norma laboral en

México.

Al aprobarse la ley, se acentuó la injerencia gubernamental en los asuntos

sindicales. Como en su tiempo lo señaló Rosendo Salazar: “El movimiento obrero

no tendrá ya ni la fuerza ni el alcance que tuvo en sus momentos de mayor vida,

pues por obra y gracia de la ley se convierte en una cuestión legal, en asunto

jurídico. El sindicato, para poder tratar, habrá de ser reconocido y sus estatutos y

decisiones serán revisados por los tribunales del trabajo. Los comités ejecutivos

se registrarán y a la ley, solamente a la ley, deberán sus procedimientos. Las

huelgas tendrán por objetivo el equilibrio de los factores de la producción. Antes

dejaban los obreros el trabajo al sentir el golpe de la injusticia; también los

patrones podían clausurar sus establecimientos con un motivo cualquiera

conveniente a sus intereses. Serán las normas jurídicas, practicadas por jueces,

líderes y abogados venales los que se impondrán en las juntas de conciliación y

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arbitraje de suyo pervertidas, y los trabajadores quedarán a merced de los

traficantes de la justicia con máscara de defensores.”

En 1932, Velázquez fue secretario general de la Federación Sindical de

Trabajadores del Distrito Federal, mismo año en que se convocó a una “Asamblea

de Unidad”, con la Confederación de Obreros y Campesinos del Estado de

Puebla, la Alianza de Ferrocarrileros, el Sindicato Mexicano de Electricistas, una

de las fracciones de la CGT y un reducido grupo encabezado por el licenciado

Vicente Lombardo Toledano, que en ese mismo año se había separado de la

CROM.

En octubre de 1933, al fundar Vicente Lombardo Toledano la Confederación

General de Obreros y Campesinos de México, CGOCM, Velázquez y los otros

lobitos decidieron formar parte de la nueva organización.

Escribe Miguel Ángel Granados Chapa (El Siglo de Fidel Velázquez): “Lombardo

y Velázquez fueron los ejes de la nueva confederación. El maestro ocupó

naturalmente la secretaría general. Fidel, por su parte, presidió el congreso

inaugural, en diciembre de 1933, y fue elegido miembro del consejo nacional,

compuesto por siete representantes propietarios. A partir de entonces, nunca iría

solo a esas funciones: su suplente fue Alfonso Sánchez Madariaga. Y al año

siguiente Velázquez sería sustituido par Fernando Amilpa como consejero.

La CGOCM se convirtió rápidamente en la principal central obrera del país. Su

liderazgo resultaba una combinación idónea, pues Lombardo desarrollaba la tarea

ideológica, y corría a cargo de Fidel el trabajo práctico y de organización. Durante

el primer año de sus actividades, en 1934, participó en un gran número de

conflictos, por lo que fue comprensible que al año siguiente se encontrara en el

centro del gran litigio entre Calles y Cárdenas”.

Como gobernador de Michoacán, Cárdenas auspició la fundación de una central

obrera local, por lo que a pesar de la oposición de Calles, como presidente de la

República fomentó la agrupación de los trabajadores en una sola central. La lucha

contra el callismo y las huelgas contra las empresas imperialistas requerían la

unidad obrera.

El 15 de junio de 1935, a convocatoria del Sindicato Mexicano de Electricistas,

surgió el Comité Nacional de Defensa Proletaria, CNDP. Fidel Velázquez y los

“lobitos” participaron en la creación de este comité a través de su presencia en la

dirección de la CGOCM. Según la publicación “Ceteme”, al Comité Nacional de

Defensa Proletaria “se adhirieron la mayor parte de las centrales obreras y de los

sindicatos nacionales de industria del país... Volvió a brotar la idea de constituir

una central nacional”.  Inclusive tomó parte la Confederación Sindical Unitaria de

México, central obrera comunista.

Las organizaciones del CNDP dieron a conocer un pacto de solidaridad que

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contenía la amenaza de una huelga general "en el momento mismo en que

aparezcan en el país manifestaciones de carácter fascista o de cualquier otra

índole que pongan en peligro la vida de las agrupaciones obreras y campesinas

de la república, o de los derechos fundamentales de la clase trabajadora"; o en

caso de que "el Estado tolere o fomente organizaciones cuyo propósito o

tendencias sean abiertamente contrarias a tales derechos". Además los pactantes

declararon "estar en contra de la colaboración con la clase capitalista y que

ajustarán sus principios a una táctica eminentemente revolucionaria y bajo el

principio de la lucha de clases".

Concluye Granados Chapa en la obra mencionada: “Estaba allí, ya, la semilla de

la que nacería en febrero siguiente: la Confederación de Trabajadores de

México”.

Del 21 al 24 de febrero de 1936, desapareció la CGOCM y surgió la

Confederación de Trabajadores de México, CTM. La corriente de “los lobitos”

participó al lado de otras dos fuerzas: la lombardista y la comunista. Vicente

Lombardo Toledano fue electo como secretario general. Fidel Velázquez resultó

designado secretario de Organización y Propaganda. Señala Aguilar en el libro

citado: “Esta designación no fue nada sencilla, previamente Fernando Amilpa

había lanzado la candidatura de Velázquez por la corriente “sindicalista”; por otra

parte, varios dirigentes de sindicatos nacionales propusieron la candidatura de

Miguel Ángel Velasco, perteneciente a la corriente comunista. A los ojos de los

cetemistas, la Secretaría de Organización y Propaganda era un puesto clave que

no debía quedar en manos de los comunistas; el orden se alteró y la asamblea se

vio al borde de la escisión. Aquí está implicada una confesión: para que no

quedara Miguel Ángel Velasco en la Secretaría de Organización y Propaganda,

se inició o se promovió un gran desorden en la asamblea por parte de los

seguidores de Fidel Velázquez, quienes describen la situación de la asamblea

como un estallido de gritos, bulla, descompostura, en una palabra”.

“El grado de presión de los “lobitos” aumentó cuando aparentaron que se salían

de la asamblea…En eso se estaba (bulla, gritos) cuando las delegaciones más

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numerosas, sindicalistas, quisieron abandonar el recinto. ¡Los esfuerzos que se

hicieron para impedirlo! Llamados a la serenidad. Mociones suspensivas. Se

necesitó aplazar por breves instantes la elección a efecto de que el contingente,

por cierto párvulo, recapacitara. Pero nada. El desorden prosiguió y la ruptura

parecía definitiva. Un poco más y al diablo se hubiera ido todo. La decisión llegó y

el camarada Fidel Velázquez fue electo como el secretario de Organización y

Propaganda…Así los fidelistas, apoyados implícitamente por Vicente Lombardo -

aunque no lo quisiera reconocer posteriormente-, lograron excluir a los

comunistas de los puestos clave de dirección y especialmente a Miguel Ángel

Velasco quien provenía de la Secretaría General de la CSUM, central promovida

por los militantes del Partido Comunista de México.”

Así, reflexiona Granados Chapa en la obra citada: “Velasco, el que pudo haber

sido y no fue, era un comunista once años atrás, en el momento de ser fundada la

CTM. Panadero, líder de panaderos, había estado preso en las Islas Marías,  y

organizó a los jornaleros de las fincas de Lombardía y Nueva Italia, en

Michoacán. Expulsado de la CTM y luego del Partido Comunista, participó en

varias iniciativas marxistas, entre ellas el Movimiento de Acción y Unidad

Socialista, cuya sigla, MAUS, parecía una simpática remisión a su apodo, El

ratón. Al ceder en su candidatura, los comunistas se rindieron anticipadamente, y

trazaron el camino que conduciría a su expulsión.

Poco diestros en la táctica, ingenuos en la maniobra, los comunistas propiciaron

el ascenso de Fidel Velázquez, que daba muestra de lo que sería su modo de ser.

No dijo una palabra en el congreso. No descubrió su pensamiento. Impuesto por

la habilidad de sus cofrades, no tuvo empacho en hacer suya una doctrina en la

que no creía.

Sin dificultad alguna, adoptó la ideología socialista de la CTM. Se comprometió a

cumplir su declaración de principios, discutida y aprobada en los días previos a su

ascenso. Anunció, con el resto de sus compañeros, que ‘el proletariado de México

luchará fundamentalmente por la total abolición del régimen capitalista’. Y a

pugnar también, tal como lo prescribió el lema cetemista, por una sociedad sin

clases”.

Los siguientes años, Velázquez dedicó su talento organizador a acrecentar la

membrecía de la CTM, aun mediante el uso eventual de brigadas de choque y sin

importarle disputas hasta con la CNC, o la SEP, o el breve encarcelamiento como

el que sufrió en Hermosillo en 1937, por el gobernador y general Román

Yocupicio, al tratar de organizar la federación de los trabajadores de Sonora. Al

mismo tiempo, se empeñó en preparar su camino para sustituir a Lombardo,

mediante ganar nuevos aliados como el poblano Blas Chumacero y eliminar

posibles aspirantes.

Ese mismo año, Velázquez representó a la CTM  en un encuentro con la

federación obrera texana en San Antonio, para estudiar la situación de los

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trabajadores mexicanos en el sur de los Estados Unidos.

También desde estos años, los dirigentes de la CTM, como Amilpa, Yurén y

Sánchez Madariaga, comenzaron a ocupar diputaciones y senadurías. Y con la

inminente nueva organización sectorial del PNR, que se convertiría en el Partido

de la Revolución Mexicana PRM, en el futuro, los líderes de la CTM disputarán

escaños y curules periódicamente, con los dirigentes de los otros sectores CNC y

CNOP.

En marzo de 1938, Velázquez participó en la fundación del Partido de la

Revolución Mexicana PRM y en septiembre del mismo año, en la organización de

la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), la cual fue presidida

por Vicente Lombardo Toledano y Fidel Velázquez como secretario general.

Ambos tomaron parte también en enero de 1939 en la constitución de la

Confederación de Trabajadores de Cuba.

El 3 de noviembre de 1939, con el “destape” del general Manuel Ávila Camacho,

por primera vez,  Velázquez participó en la comisión encargada de notificar a un

candidato presidencial que había sido decidida a su favor su postulación. Así,

desde una situación ya muy poderosa, apoyada por el propio Ávila Camacho,

Velázquez se perfiló como candidato único para suceder a Lombardo, era el

candidato del apaciguamiento, pues el radicalismo cardenista comenzaba a ser

mero pasado.

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El 27 febrero 1941, Fidel Velázquez fue nombrado secretario general de la CTM

por vez primera, para un periodo de dos años. Según “Ceteme”: “Sin pugnas

divisionistas, sin choques sangrientos, sin ofensas para nadie, se obtuvo la

transición entre el anterior comité nacional encabezado por el Lic. Vicente

Lombardo Toledano y el presidido por Fidel Velázquez… El evento se verificó en

la Arena Nacional con la asistencia de 4,589 delegados, procedentes de todas las

entidades de la República”. Lombardo, sólo acertó a aconsejar a Velázquez la

renovación constante de los cuadros cetemistas, lo cual nunca siquiera intentaría

Fidel: “Usted, camarada Velázquez, estimule a la juventud, elija a los mejores, a

los que se distingan, rodéese de la juventud, contribuya a formar dirigentes de

nuestros sindicatos. La vida dentro de pocos años nos pondrá al margen de la

lucha, porque habremos quemado nuestro organismo y nuestro corazón en la

pelea, y si no nos ponemos al margen, nos pondrá la gente al margen de todos

modos”.

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Velázquez tomó posesión con un llamado a la unidad y una condena a la

proliferación de grupos, pero en realidad inició la expulsión de todo aquel con

posibilidad de disputarle el mando de la CTM. Así comenzó a verse reducida en la

Confederación de Trabajadores de México la influencia de Vicente Lombardo

Toledano, quien había impulsado la candidatura para sucederlo del general

Celestino Gasca, organizador de los batallones rojos del constitucionalismo.

Asimismo, Velázquez instaló un liderazgo absoluto e indisputable que se

prolongaría durante más de cincuenta años mediante sucesivas reelecciones en

1943, 1950. 1956, 1962, 1967,1974, 1980, 1986 y 1992, hasta su muerte, con un

breve periodo de 1947 a 1950, en que la secretaría general de la CTM, fue

ocupada por Fernando Amilpa, del mismo grupo comandado por Velázquez.

Con la entrada de México a la Segunda Guerra Mundial, las pugnas entre las

diversas centrales de trabajadores llegaron a su fin, conforme a la política de

unidad nacional del presidente de la República Manuel Ávila Camacho. Para

Velázquez: “De hoy en adelante... hemos dejado definitivamente liquidadas por

parte de la CTM todas nuestras diferencias con las demás centrales obreras;

abrimos nuestros brazos para estrecharlos fuertemente y unirlos dentro del

propósito que todos los mexicanos tenemos, de defender a nuestra patria. A la

CROM, a la CGT, a la Proletaria, a la COCM, a todas las organizaciones

independientes, les declaramos desde ahora que no hemos de ser nosotros

jamás, ni en tiempos de guerra ni en tiempos de paz, los que hemos de dar

motivo a que nuevamente surjan diferencias entre los trabajadores”.

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No obstante, en los siguientes años, por las pugnas con Velázquez, diversos

sindicatos como los de electricistas y ferrocarrileros irán saliendo de la CTM para

permanecer independientes o formar nuevas centrales.

En abril de 1945, Velázquez firmó el Pacto Obrero-Industrial, por el que se

estableció una alianza del capital con el trabajo y el Estado para impulsar la

industrialización nacional, alianza que significó una limitación severa de los

ingresos obreros. La firma de este pacto se repetirá ritualmente el resto de la vida

de Velázquez.

En el sexenio de Miguel Alemán, ocupó una senaduría del Distrito Federal y viajó

a La Habana, Cuba, en compañía de Ramón Beteta a la Conferencia Mundial del

Comercio y el Empleo. En ese país conoció a su esposa, Nora Quintana,

originaria de la isla y segundo matrimonio de Fidel Velázquez, ya que

anteriormente había enviudado. La Familia Velázquez Quintana tuvo tres hijos:

Nora, médico pediatra; Fidel, arquitecto y Guillermo, dedicado a la abogacía.

Durante el breve lapso en que Velázquez dejó formalmente la dirección de la

CTM, Amilpa consumó la expulsión de Vicente Lombardo Toledano y desafilió a la

CTM de la Confederación de Trabajadores de América Latina, creada y dirigida

por el mismo Lombardo, así como de la Federación Sindical Mundial, donde

también Lombardo ocupaba el cargo de vicepresidente. Esta política de Amilpa no

obedeció sólo a las pugnas internas de la CTM, fue también producto de la

política de industrialización del presidente Miguel Alemán y en un contexto más

amplio, de la Guerra Fría anticomunista: los sindicatos democráticos o que

disentían de la política cetemista eran golpeados hasta implantar el “charrismo

sindical”, impuesto de manera violenta en el Sindicato de Trabajadores

Ferrocarrileros en octubre de 1948, en el Sindicato de Trabajadores Petroleros en

agosto de 1949, en el Sindicato Minero y en otras tantas agrupaciones obreras

antes democráticas y autónomas.

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Señala Aguilar en el libro citado que el “charrismo” o sindicalismo blanco, llamado

así por la afición a la charrería de un famoso y corrupto líder obrero,“constituyó

una práctica de los llamados ‘lobitos’ para mantenerse en el poder y ampliar su

fuerza en el plano social, sindical y político; también fue una política implantada

por el conjunto del Estado, como un mecanismo que le permitiera consolidar su

poder; finalmente fue un proceso social y político que se generalizó en el

continente americano con la llamada posguerra o Guerra Fría; es decir, el capital

y el Estado de EE.UU. promovieron un tipo de dominación sobre la clase obrera

en cada parte de América, especialmente sobre los obreros organizados”.

En enero de 1951, Velázquez impulsó la fundación de la Organización Regional

Interamericana de Trabajadores ORIT, de corte anticomunista, como filial de la

Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres CIOSL.

Su larga carrera política comenzó con su participación en 1945 y 1946 en la

transformación del Partido de la Revolución Mexicana PRM en Partido

Revolucionario Institucional PRI, y obtuvo su primer cargo de elección popular

como Senador por el Distrito Federal para el periodo 1946-1952. En las siguientes

décadas fue senador y diputado federal en varias ocasiones. Después, en el

sexenio de 1952-1958, Fidel Velázquez Sánchez ocupó la Secretaría de Acción

Política del Comité Ejecutivo Nacional del PRI. “Formamos parte del PRI, que es

el que decide en todo caso sobre las elecciones presidenciales, estatales y

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municipales. Nunca ha sido la CTM exclusivamente sino todos los sectores del

Partido; esa es la mejor forma de hacer práctica la democracia y conservar los

principios que pregona la Revolución Mexicana”.

Sin embargo, respecto las actividades políticas de Velázquez, escribe Granados

Chapa: “Su acción estaba orientada por la lógica del poder institucional. Eso

significaba, entre otras cosas, mostrarse como dúctil instrumento de la política

presidencial, ser sensible a sus orientaciones, percibir órdenes que no se

expresan. Y adular, adular, adular… El halago rompió sus propias cotas y llegó al

servilismo en octubre de 1951, cuando se exploraba la posibilidad de la reelección

presidencial. El comité nacional de la CTM, encabezado por Fidel Velázquez,

otorgó al presidente un título que, no obstante la diferencia jerárquica, era

sustancialmente igual que el de ‘Alteza Serenísima’ conferido a Santa Anna un

siglo atrás: se lo declaró "Obrero de la Patria", se lo nombró secretario general

honorario de la CTM y se anunció un Homenaje Nacional (así, con mayúsculas)

que se realizaría el 7 de diciembre siguiente”.

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Pero este homenaje no obstó que el presidente Alemán haya impulsado la

creación en abril de 1952 de la Confederación Revolucionaria de Obreros y

Campesinos CROC, para enfrentarla a la CTM.

En la década de los cincuenta, preocupado por crear la unidad orgánica del

movimiento obrero mexicano en una central única, Velázquez fundó el Bloque de

Unidad Obrera, BUO, al que se incorporaron algunos sindicatos independientes

de la CTM. En plena guerra fría, en realidad, el propósito “democrático” de la

nueva agrupación de sindicatos era promover el anticomunismo, ya que más que

luchar por el ejercicio de la democracia, se trataba de pugnar “porque

desaparezca de nuestro medio la infiltración de cualquier tendencia sociológica

inadecuada para la idiosincrasia de nuestro pueblo, que provoque la confusión de

las conciencias que aun no tienen concepto justo y definitivo del valor inapreciable

que significa la práctica de la democracia”…

En septiembre de 1957, Fidel Velázquez fue nombrado miembro del Secretariado

de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres, (CIOSL).

Su designación se realizó en el Congreso Mundial de la CIOSL que tuvo lugar en

la ciudad de Túnez. En 1962 fue designado vicepresidente de la misma durante

su reunión en Berlín. Así, la dirección cetemista se mantuvo disciplinada a las

organizaciones sindicales de corte internacional, promovidas por EE.UU.

Durante el movimiento de los ferrocarrileros de febrero de 1959, Velázquez lo

denunció como un intento comunista de apoderarse del movimiento obrero y

demandó al gobierno de Adolfo López Mateos, no reconocer liderazgos sin aval

de la CTM.

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Pero el presidente López Mateos trató de equilibrar el peso de la CTM en el

sindicalismo nacional mediante el auspicio de la Central Nacional de Trabajadores

CNT, que agrupó buena parte de las organizaciones que habían salido de la CTM.

Se pretendía la independencia sindical, la autonomía seccional en los sindicatos y

en general la democratización interna. La respuesta de Velázquez fue visceral,

pero terminó por subordinarse y halagar al poder presidencial, pese a los desaires

de López Mateos de que fue objeto.

En febrero de 1966, a instancias del presidente Gustavo Díaz Ordaz, Velázquez

promovió la Asamblea Nacional del Proletariado Mexicano, de donde surgió el

Congreso del Trabajo (CT), una gran central que agrupó todas las centrales

sindicales del país y en la que Fidel Velázquez Sánchez ocupó numerosos

puestos y en varias ocasiones, fue su presidente.

Durante el movimiento estudiantil de 1968, Velázquez y los principales líderes

cetemistas denunciaron  a “los agitadores profesionales de los más variados

matices, que obedeciendo consignas extrañas, solamente persiguen alterar el

orden público y minar la autoridad del gobierno... El seudo movimiento estudiantil

es atentatorio de la mexicanidad, lesivo a la nación, perjudicial a la patria,

netamente subversivo. Ante él, los trabajadores mexicanos deben tornarse

agresivos, tender un cerco y liquidarlo… les pedimos a los obreros cetemistas que

al grito de ¡viva México!, defendamos a Gustavo Díaz Ordaz no como persona

física, sino como representante de las instituciones nacionales, la patria y el

pueblo mexicano”.

El 9 de octubre de 1972, Velázquez encabezó en Cuernavaca, Morelos, un acto

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de protesta contra el obispo Sergio Méndez Arceo y los 14 sindicatos que habían

desertado de la CTM. Condenó el apoyo que les había brindado el obispo, a

quien, sin nombrarlo, lo identificó como el “tío Lucas” que aparece en la televisión.

En 1973 debido al conflicto suscitado por el nombramiento de Joaquín Gamboa

Pascoe como sustituto de Jesús Yurén en la Federación de Trabajadores del

Distrito Federal, los disidentes consignaron a Velázquez ante la comisión de honor

y justicia de la propia CTM por “abuso de autoridad sindical, porque ha permitido

que subsista la imposición de líderes, como un mentís a la democracia sindical…

los hechos convierten al señor Velázquez en delincuente del orden sindical y lo

imposibilitan legal y moralmente a seguir medrando en las filas del movimiento

obrero”. Fue absuelto.

En 1979, recibió la medalla Belisario Domínguez que otorga el Senado de la

República. Al respecto de las múltiples distinciones recibidas declaró: “He recibido

muchas satisfacciones, pero la mayor de todas es haber conseguido gran parte

de las metas que nos fijamos desde un principio en la CTM. Lo que nos falta es

consolidar lo que hemos hecho y aspirar a que el obrero tenga una vida mejor en

todos los sentidos, y que políticamente llegue a tener más intervención en las

decisiones nacionales”.

Con el acceso de los gobiernos neoliberales de Miguel De la Madrid, Carlos

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Salinas y Ernesto Zedillo se iniciaron los esfuerzos por establecer un nuevo

sistema de relaciones laborales más flexible para permitir una mayor ductibilidad

de la mano de obra mexicana. Los salarios reales se redujeron sistemáticamente,

los contratos colectivos se restringieron en diversas cláusulas; varios líderes

fueron encarcelados o sustituidos. Asimismo, el gobierno redujo el gasto social

real, particularmente en salud, vivienda y educación.

Sin embargo, la CTM encabezada por Velázquez poco hizo por defender los

intereses de los trabajadores y continúo siendo útil a la política de los gobiernos

del PRI en esos años de crisis económica, aunque siempre conservó una retórica

que inclusive amenazaba con una huelga general. Así suscribió los Pactos de

Solidaridad en 1983 y 1984, los Pactos para la Estabilidad y el Crecimiento en

1987 y 1994, y la Alianza para la Producción en 1995, que en términos reales

significaron una importantes reducción del poder adquisitivo de los trabajadores y

la cancelación en los hechos del salario mínimo y otras conquistas alcanzadas en

las décadas anteriores.

Famoso por su subordinación absoluta a la voluntad presidencial, Velázquez

aconsejaba esperar la decisión superior, pues “el que se mueve no sale en la

foto”. Así fue el primero en “destapar” a casi todos los candidatos presidenciales

del PRI; se cuenta que en el último destape en el que participó, al conocer de

labios del presidente el nombre de quien lo sucedería, exclamó: “Nos adivinó el

pensamiento, Señor Presidente”. Su subordinación se mantuvo aun cuando fue

detenido Joaquín Hernández Galicia “La Quina”, con quien lo unía una estrecha

amistad, Velázquez sólo se permitió una vaga y cauta protesta y después le dio la

espalda.

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En una de sus últimas entrevistas declaró: “Tengo 93 años, camino con el siglo,

durante diez años viví la dictadura porfiriana; el resto de mi vida lo he vivido en la

Revolución, ahí me he criado y formado, y al amparo de esta también he creado a

la CTM”. Ante la desintegración del mundo socialista, señaló: “Nosotros nunca

estuvimos de acuerdo con esos sistemas. Si en algo se distinguió nuestra

organización desde que se fundó, fue porque no quiso formar parte del socialismo

internacional”.

Al cumplir 95 años, Velázquez dispuso que la CTM, en lugar de celebrar con un

desfile obrero el 1º de mayo, se organizara una fiesta en un recinto cerrado. Ya

para entonces, “Fidel Velázquez ha pasado a ser casi un despojo. Lastima al

sentido de la dignidad verlo derrengado sobre las poltronas que lo admiten

fatigadas, con la corbata floja, fuera de lugar. El rostro macilento, que antaño llegó

hasta a ser levemente mofletudo, está partido por mil arrugas, cada una

cuidadosamente labrada, pero no para constituir un conjunto armonioso, sino para

entreverarse entre sí, para enmarcar los ojos ocultos tras las antiparras negras, la

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boca fruncida de la cual salen a borbotones murmullos inaudibles.

Y luego, cuando es preciso ponerlo de pie, se requieren varios ayudantes para la

maniobra. Con una pierna casi paralizada, y un brazo inútil después de una caída

en 1995, su esfuerzo por figurar en público, por exponerse a la mofa de

humorosos reporteros que lo rodean en son de chacota cada lunes, podría ser

enternecedor si no resultara patético.

Esa resistencia a advertir el paso del tiempo, a reconocer su anacronismo, a

ignorar que el futuro lo ha alcanzado, identifica a Fidel Velázquez con el régimen

político mexicano. Por eso es dable hablar de su fisonomía como de un dato no

personal, sino como la metáfora del sistema que ayudó a nacer y acaso ayude a

morir. Su rostro ajado, sus fatigas, sus quebrantos, son los de la clase política de

que ha sido ejemplo y resultado”, escribe Granados Chapa en su libro citado.

Antes de concluir su periodo como secretario general de la CTM, que terminaba

hasta 1998, el 21 de junio de 1997, a los 97 años de edad y víctima de un paro

cardio-respiratorio, Fidel Velázquez Sánchez falleció en el Hospital del Estado

Mayor Presidencial, en la ciudad de México. Antes había expresado: “Yo ya no

tengo futuro. Estoy terminando mi vida biológica y sindical. Sólo pienso terminar

mi periodo actual. Debí retirarme hace 30 ó 40 años, pero no me fue posible…“La

persona que llegue a ocupar mi puesto, sólo puede ser una: la que sea

verdaderamente trabajadora como yo lo fui. Porque un trabajador siente la lucha y

actúa en favor de los de su clase”.

La última disposición que dejó al comité nacional de la CTM fue “mantener la

unidad, trabajar y dar buenos resultados en las próximas elecciones.” Lo sustituyó

en el mando el líder electricista Leonardo Rodríguez Alcaide, conocido como “la

güera Rodríguez”.

Fidel Velázquez Sánchez fue la gran figura de enlace y control del movimiento

obrero organizado con los gobiernos priístas, los cuales lo consideraron

indispensable para llevar adelante el desarrollo estabilizador, creían que sólo él

poseía la capacidad de controlar al mundo sindical mexicano, desde los sindicatos

de empresa hasta el Congreso del Trabajo. A través de la central, a cambio de la

subordinación a los dictados gubernamentales de los sindicatos afiliados a la

CTM, durante más de cincuenta años consiguió prebendas para la burocracia

sindical, además de puestos públicos y candidaturas a cargos de elección popular

para los líderes obreros, quienes llegaron a ocupar gubernaturas, curules y

escaños por varias décadas, e inclusive heredar liderazgos sindicales como el de

Napoleón Gómez Sada y otros más a nivel de los estados. Respecto a la

importancia que la CTM bajo su liderazgo llegó a alcanzar, pocos años antes de

morir Velázquez dijo: “No lo imaginé, pero todos teníamos la misma aspiración:

hacer del sindicalismo un movimiento fuerte, vigoroso y combativo, que

defendiera las principales causas del trabajador, su salario, su trabajo, el trato

justo, digno y decoroso de los patrones y fomentar el propósito de superación de

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la masa obrera”.

Fue Fidel Velázquez una pieza fundamental en el funcionamiento del

corporativismo mexicano, ya que a través de su liderazgo y su organización, el

gobierno priísta logró mantener subordinados a los trabajadores, lo que fue

fundamental para el funcionamiento del régimen autoritario. Por su agresividad

frente a la oposición política y al sindicalismo independiente, se hizo célebre su

frase de “con balas llegamos, y sólo con balas nos sacarán”. Sin embargo, esta

misma inmovilidad de los dirigentes de la CTM hizo que la organización

envejeciera al parejo que sus principales líderes y que la poderosa organización

obrera que fue en 1940 llegara a ser en los noventa una organización caduca y

poco relevante para los gobiernos priístas neoliberales.

 

Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.

 

Efeméride. Nacimiento 24 de abril de 1900. Muerte 21 de junio de 1997.