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1. FILOSOFÍA GRIEGA: PLATÓN Y ARISTÓTELES 1.1./ CONTEXTO SOCIAL, ECONÓMICO Y POLÍTICO DE PLATÓN La filosofía nace en el siglo VI a.C., dentro del periodo arcaico, en Mileto, condicionada por varios factores históricos. Entre ellos es fundamental el surgimiento de la polis democrática, que releva a las estructuras políticas aristocráticas. Polis democrática que asiste a la producción de excedentes agrarios que propician, junto a otros factores, un proceso de colonización y comercio. Así como una situación bélica que encumbra a Atenas durante el periodo clásico y la lleva a un proceso decadente que dará paso al imperio macedónico en la etapa helenística. Platón vive su juventud bajo los avatares de la Guerra del Peloponeso, y desarrolla su actividad filosófica tras la restauración de la democracia, una democracia que tiene que hacer frente al declive del poderío militar y económico de Atenas y en la que el aristócrata Platón verá un enemigo, al consagrar la igualdad entre los ciudadanos. Una igualdad que, como vemos en su antropología, Platón consideraba contra natura. La democracia ateniense es una democracia directa, en la que los ciudadanos intervienen en primera persona en la Asamblea, en lo que se ha considerado un ejercicio directo de la soberanía. No todos los habitantes de la ciudad son ciudadanos: Los esclavos, los extranjeros y las mujeres no gozan de los derechos de ciudadanía. Las mujeres están excluidas del conjunto de la vida pública, quedando recluidas en sus casas y viéndose privadas de una educación similar a la de los hombres. 1.2./ CONTEXTO FILOSÓFICO DE PLATÓN 1.2.1./ DEL MITO AL LOGOS. PHYSIS Y ARKHÉ Los mitos son modos de explicar aquello que nos ocurre. Las respuestas que se daban a las grandes preguntas ANTES DE LA APARICIÓN DE LA FILOSOFÍA, serían respuestas MÍTICAS. ¿Y cómo se respondía? Pues aplicando un poco de razón y un poco de imaginación. El mito tiene tendencia a imaginar recurriendo a figuras antropomórficas (anthropos: hombre, morphé: forma, con forma de hombre) En Grecia las grandes mitologías habían sido propuestas por dos insuperables figuras: HESIODO y HOMERO. 1

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1. FILOSOFÍA GRIEGA: PLATÓN Y ARISTÓTELES

1.1./ CONTEXTO SOCIAL, ECONÓMICO Y POLÍTICO DE PLATÓN

La filosofía nace en el siglo VI a.C., dentro del periodo arcaico, en Mileto, condicionada por varios factores históricos. Entre ellos es fundamental el surgimiento de la polis democrática, que releva a las estructuras políticas aristocráticas. Polis democrática que asiste a la producción de excedentes agrarios que propician, junto a otros factores, un proceso de colonización y comercio. Así como una situación bélica que encumbra a Atenas durante el periodo clásico y la lleva a un proceso decadente que dará paso al imperio macedónico en la etapa helenística.

Platón vive su juventud bajo los avatares de la Guerra del Peloponeso, y desarrolla su actividad filosófica tras la restauración de la democracia, una democracia que tiene que hacer frente al declive del poderío militar y económico de Atenas y en la que el aristócrata Platón verá un enemigo, al consagrar la igualdad entre los ciudadanos. Una igualdad que, como vemos en su antropología, Platón consideraba contra natura.

La democracia ateniense es una democracia directa, en la que los ciudadanos intervienen en primera persona en la Asamblea, en lo que se ha considerado un ejercicio directo de la soberanía. No todos los habitantes de la ciudad son ciudadanos: Los esclavos, los extranjeros y las mujeres no gozan de los derechos de ciudadanía. Las mujeres están excluidas del conjunto de la vida pública, quedando recluidas en sus casas y viéndose privadas de una educación similar a la de los hombres.

1.2./ CONTEXTO FILOSÓFICO DE PLATÓN

1.2.1./ DEL MITO AL LOGOS. PHYSIS Y ARKHÉ

Los mitos son modos de explicar aquello que nos ocurre. Las respuestas que se daban a las grandes preguntas ANTES DE LA APARICIÓN DE LA FILOSOFÍA, serían respuestas MÍTICAS. ¿Y cómo se respondía? Pues aplicando un poco de razón y un poco de imaginación. El mito tiene tendencia a imaginar recurriendo a figuras antropomórficas (anthropos: hombre, morphé: forma, con forma de hombre) En Grecia las grandes mitologías habían sido propuestas por dos insuperables figuras: HESIODO y HOMERO.

Pero he aquí que pasamos del mito al logos, pasamos de unas explicaciones a otras. La filosofía nace cuando se comienza a dudar de las explicaciones míticas. La actual ciencia es hija de la filosofía. El logos es la búsqueda de una explicación natural a los fenómenos que se observan. Con el surgimiento del logos, nace la filosofía, nace la ciencia. Se sustituye lo antropomórfico por fuerzas NATURALES e IMPERSONALES.

¿Cómo se atrevieron los filósofos a pensar por sí mismos y a dar explicaciones más parecidas a la ciencia que al mito?

Por el nacimiento de la democracia: Si todos somos ciudadanos, podemos discutir, podemos hablar, podemos buscar explicaciones que valgan para todos los que formamos la polis, e incluso, pretender que estas explicaciones valgan para otras polis y finalmente intentar encontrar respuestas universales, que sean válidas en todo tiempo y lugar. En estos territorios se puede buscar algo distinto a lo creído desde siempre, además no hay una casta sacerdotal que se dedique a velar por la ortodoxia de las tradiciones, luego la investigación goza de más libertad y no tiene que estar atada a un conservadurismo religioso

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La vida en la polis se hace más compleja: Cada ciudadano tiene unas funciones claras que desempeñar, existiendo individuos que gozan de tiempo para resolver problemas prácticos y teóricos, entre ellos las matemáticas, cuyo desarrollo oriental ( Egipto y Babilonia) desemboca en Grecia contribuyendo al diseño de artefactos que hacen la vida más cómoda de los ciudadanos. Estos, finalmente, disponen de ocio, pues numerosos esclavos llevan a cabo las tareas más duras. “La filosofía nace del ocio” dirá Aristóteles. Sólo satisfechas las necesidades biológicas naturales hay espacio para el amor, hay espacio para el pensamiento.

Estos primeros filósofos ya no se agarran a las tradiciones míticas, ahora buscan lo universal, interrogan a la naturaleza (a la physis), buscan explicaciones naturales, explicaciones científicas diríamos hoy. El Logos aparece con fuerza, “logos” se puede traducir de muchas maneras: razón, palabra, inteligencia, discurso e incluso ciencia. Hemos pasado, pues, del mito al logos.

Los primeros filósofos son físicos, buscan explicaciones universales naturales. Pero ¿cómo entienden la physis?

Para un griego la Physis es la Naturaleza: Todo lo que existe desde siempre, todo lo real. Todo ha existido desde siempre, no tiene un comienzo. No hablan de algo parecido a un Big Bang actual, toda la materia ha existido siempre. Este pensamiento es muy raro para nosotros que hemos sido educados en una cultura con influencia judeocristiana, donde todo tiene un principio y un fin. Ejemplo: Dios crea al mundo de la nada y el mundo terminará tras el Apocalipsis. El mundo es una línea entre dos nadas (la creación y el final de los tiempos) Mientras que para los griegos el mundo se parece más a un círculo, sin comienzo y sin fin, eterno y circular desde siempre y para siempre.

La physis para los griegos es Todo lo real, pero además hablan de una physis (con minúscula podríamos señalar) que constituye la esencia de las cosas. ¿Qué es la esencia de una cosa? Aquello que hace que una cosa sea una cosa y no sea otra. Así pues la physis tiene dos significados: Todo lo real y aquello que hace que algo sea ese algo y no otra cosa. Los primeros filósofos van a identificar este último significado de la physis con el arkhé.

¿Pero qué es esto del ARKHÉ?

El arkhé es el origen y sustrato de todo lo real. Los primeros filósofos, cansado de explicaciones particulares, culturales y míticas, trataron de encontrar el arkhé de las cosas. Si llovía no se debía al capricho de un dios, ni a lágrimas, ni a nada semejante, se debía a la composición física del agua y a fuerzas impersonales. Había que estudiar de qué estaba hecho el agua, de qué estaban hechas las rocas y para ello era imprescindible mirar a la naturaleza y buscar el sustrato del que emanaba todo lo real. Había que buscar el arkhé de las cosas, el “origen”. Origen en el sentido de sustrato que existe desde siempre, origen no como comienzo, sino como “fuente” de todas las cosas.

Si nos preguntamos de qué está hecho lo real, ayudándonos de la ciencia moderna podríamos decidr que de átomos o electrones. Átomos que constituyen las cosas y además son su causa. ¿Qué quiere decir causa de las cosas? Pues que sin ellos no habría cosas, al igual que nuestros padres son causa de que nuestro nacimiento, sin ellos no existiríamos. Luego los átomos serían el arkhé, aquello de lo que están hechas las cosas, el sustrato de lo real.

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1.2.2/ MILESIOS: TALES, ANAXIMANDRO Y ANAXÍMENES

A) TALES DE MILETO es considerado el primer filósofo. ¿Será él el primer pensador de la historia? Aunque no lo sabemos con plena seguridad, si sabemos que Tales, lleva a cabo una revolución fundamental en el pensamiento. Abandona las fuerzas personales (amor, odio...), antropomórficas (propias de los hombres) para tratar de explicar lo real acudiendo a la naturaleza, a la physis. He aquí la gran novedad, la gran ruptura con lo hecho anteriormente.

Tales piensa sobre el arkhé de las cosas y se pregunta: ¿de dónde proceden las cosas que veo? ¿qué tienen en común plantas y hombres? ¿de qué estarán hechos? Y su respuesta va a ser....

El AGUA. Sin agua no hay vida, sin agua no hay nada. El agua constituye toda la realidad, el agua es causa y sustrato de lo real. El agua es el arkhé de las cosas. No hablamos de dioses ya, hablamos de un elemento visible. Una respuesta que puede valer tanto en la Grecia Continental como en Asia Menor, puede aspirar a ser universal, una respuesta que ya es vestigio de la actual ciencia.

B) ANAXIMANDRO escucha a Tales de Mileto. Piensa en su respuesta. ¿El agua? ¡No es mala idea! PERO HAY UN PROBLEMA:

Si el agua fuera aquello de lo que está hecho todo lo real, no podrían existir cosas secas , no podría existir por ejemplo el fuego. Si todo fuera agua, si el agua fuera la esencia de todas las cosas, si desde siempre hubiera existido el agua, el resto de elementos no existirían: ni el aire, ni el fuego, ni la tierra. Si el agua fuera el elemento infinito anularía a todos los demás elementos y no los dejaría existir.

Si no puede ser el arkhé un elemento concreto, el arkhé, nos dirá Anaximandro, va a ser ALGO INDETERMINADO, ILIMITADO, INFINITO: El APEIRON.

Todo existe desde siempre, pero no existe del mismo modo que lo vemos ahora: La realidad continuamente está generándose y destruyéndose. La respuesta de Anaximandro es contundente: Todo procede y todo volverá a aquello que no tiene límites, todo se nutre de lo infinito y todo vuelve a lo infinito.

C) ANAXÍMENES es discípulo de Anaximandro y sostiene que el arkhé de las cosas es el AIRE. Pero ¿no habíamos llegado a la conclusión de que no podía ser ningún elemento concreto porque impediría que surgieran los demás? Anaxímenes consciente de esta dificultad buscó un arkhé que tuviera la capacidad ilimitada del apeirón pero que fuera algo concreto como el agua de Tales. Lo vio clarísimo: el AIRE, una sustancia concreta pero ilimitada.

1.2.3. PITAGÓRICOS

La escuela pitagórica fue fundada por Pitágoras que, a pesar de haber nacido en Asia Menor (Samos), emigra a la Magna Grecia (actual Italia) donde funda una especie de secta o comunidad religiosa cuya finalidad es la purificación, la catarsis, la liberación del alma de la cárcel del cuerpo.

Pitágoras a pesar de ser un filósofo va a partir de las ideas de la religión órfica y su propio pensamiento va a constituir las bases de una comunidad con rituales religiosos y con ideas que serán recogidas por Platón.

La religión órfica, en honor al dios Orfeo, era una religión esotérica, no oficial en Grecia, que creía en la división del ser humano en cuerpo y en alma. Nace, de este modo, el dualismo en el hombre: El ser

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humano se compone de dos sustancias: Un alma que debe purificar y un cuerpo que es “la cárcel del alma”. Asimismo sostiene la transmigración de las almas, esto es, la reencarnación en todo tipo de seres vivos. Esta idea nos llega a nosotros a través de Platón, de Platón a los neoplatónicos, de estos al cristianismo y del cristianismo a prácticamente toda la tierra.

Alma que sólo dejará de reencarnarse cuando alcance su purificación. La influencia de la filosofía y de la religión oriental es manifiesta. Sin embargo Pitágoras propone una purificación nueva: una catarsis intelectual. “Catarsis” significa “limpieza”, para limpiar el cuerpo ha de usarse el agua, pero para limpiar el alma debe usarse la razón y uno debe tratar de conocerse a sí mismo a través de la filosofía. Aparece por vez primera la palabra “filosofía”, el amor a la sabiduría.

Para los pitagóricos son los números los que constituyen la naturaleza de las cosas: el arkhé. Toda la realidad está constituida por relaciones matemáticas armoniosas. El número expresa la cualidad de las cosas. Por ejemplo la unidad es la propiedad de todas las cosas que son una, la dualidad, todo lo que es dos, la trinidad, tres, etc. ¿Qué tratan de decir estos pitagóricos? ¿Cómo que todo está hecho con números? ¿A qué se refieren?

Los pitagóricos son grandísimos matemáticos que quedan absortos al descubrir que gran parte de la realidad puede expresarse de un modo numérico. Lo primero que aparece ante sus ojos es la relación entre la música y las matemáticas. Al hallar que había una relación entre las longitudes de la cuerda de la lira y el tono producido: La reducción de la cuerda provocaba aumentos o disminuciones de tonos proporcionales. La música se reducía a proporciones numéricas y si la música era así, todo el cosmos también

El mundo que vemos es menos perfecto que las expresiones matemáticas en las que está expresado. El cosmos tendría una estructura matemática perfecta que gobernaría todos los fenómenos y le permitiría tener un orden.

Pero el mundo, la mayor parte de las veces, nos parece imperfecto, irregular, no armonioso ni proporcional. ¿Cómo lo explican los pitagóricos? Pues afirmando que esto es pura apariencia: El mundo es perfecto, pero nuestra percepción imperfecta no capta la armonía y la musicalidad de todo el cosmos . Sólo a veces oímos la música de los astros en su regularidad o la perfección de los ciclos de la naturaleza al observarla detenidamente. La proporción áurea descubierta en la Naturaleza parece expresar esta idea: algo constante y perfecto en la realidad, que no depende del hombre: Los propios pétalos de las flores en su constitución seguirían pautas numéricas de proporción para poder crecer sin molestarse unos a otros en una perfección fascinante. Algunos verán la mano de Dios en esta armonía, mientras que otros sólo verán ideas humanas proyectadas a la naturaleza. Al fin y al cabo uno acaba viendo lo que quiere ver.

Platón en su estancia en la Magna Grecia, no olvidará nunca lo aprendido de los pitagóricos, sobre todo el increíble descubrimiento de que diferentes cosas que en principio nada tienen que ver, están unidas por las propiedades del número. Lo que se esconde tras las apariencias no es el agua, ni el aire, ni el apeirón, es el número: Tres sillas, tres casas, tres animales, comparten en cierto modo la propiedad de ser “tres”, la cualidad de la “trinidad” Parece una obviedad sin importancia, pero esconde una igualdad bajo las diferencias de la que no se había reparado hasta ahora.

1. 2.4. HERÁCLITO Y PARMÉNIDES

A) HERÁCLITO.

Heráclito nació en Éfeso, ciudad de la Jonia, en Asia Menor. Vivió entre el siglo VI y V a. C

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Se suele presentar a Heráclito como el máximo exponente del cambio permanente, como el filósofo más comprometido con el testimonio de los sentidos: Todo está continuamente moviéndose, no es posible concebir algo absolutamente estático. Trata de hacerlo: ¿eres capaz de concebir algo que nunca se mueva?

Si utilizamos nuestros sentidos apreciamos el dinamismo del mundo. Heráclito va a utilizar su metáfora más famosa: la imagen del río: El mundo es como un río. Todo fluye, nada permanece ( Pantha rei) “ no te podrás bañar dos veces en el mismo río” “aguas distintas fluyen en los mismos ríos” Crátilo el discípulo de Heráclito, va a ser aún más contundente: “Ni siquiera puedes bañarte UNA VEZ en el mismo río” Esta imagen se repite a lo largo de la literatura y la filosofía, los ríos con su misteriosa sonoridad fascinan al ser humano: Desde los versos de Manrique “nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar, que es el morir”, hasta los versos de Gerardo Diego: “quien pudiera ser como tú / a la vez quieto y en marcha/ cantar siempre el mismo verso/pero con distinta agua, río Duero, nadie se detiene a oír/ tu eterna estrofa de agua”.

Heráclito llegó a estas conclusiones a partir de una cuidadosa observación de la physis: Al comprobar como las piedras aparentemente estáticas, rígidas e inmutables, iban experimentando con el paso del tiempo y del viento, erosiones, que en principio imperceptibles iban siendo cada vez más evidentes. ¡Hasta las piedras se movían de un modo invisible a los ojos! Todavía más evidentes se mostraban cabellos y uñas, empeñados en crecer silenciosos incluso en los cadáveres.

El dominio del cambio en el mundo se sintetiza en esta sentencia: “La guerra (polemós) es rey y padre de todas las cosas, a unos muestra como dioses, a otros como hombres, a unos les hace esclavos y a otros libres” El dinamismo del mundo no es un dinamismo equilibrado. Si bien es cierto que las cosas se mueven, no se limitan a ocupar su lugar de modo sereno, sino que luchan, guerrean, se enfrentan, se chocan. Todo en el mundo se sintetiza en la guerra, en la lucha continua y permanente de contrarios. Nace en Heráclito la DIALÉCTICA que insiste en el aspecto polémico y trágico de la realidad. Desde que nacemos luchamos continuamente por no morir: Vivir es ir guerreando contra la muerte.

El equilibrio del cosmos sólo puede mantenerse si el cambio en una dirección comporta otro equivalente en la dirección opuesta, es decir si hay incesante discordia entre opuestos. Su sentencia no deja lugar a dudas: “La guerra es común a todas las cosas, todas las cosas devienen por necesidad y discordia” Sin discordia no habría escala musical: notas altas o bajas, no habría animales, pues no habría machos y hembras, sin enfrentamientos el mundo no sería nada.

Heráclito llega con estas enigmáticas sentencias a la cima de la dialéctica: Los opuestos continuamente enfrentados están enlazados de un modo esencial: Son lo mismo. Parece increíble, ¿cómo es posible que juventud y vejez sean lo mismo? ¿por qué dice que son lo mismo vida y muerte?

Para entenderlo basta pensar en el calor como movimiento de partículas que al aumentar su velocidad, aumenta la temperatura y se enfrían cuando disminuye esta velocidad. Entonces, meditando un poco, podríamos decir que calor-frío, no dejan de ser lo mismo: un movimiento de partículas. Calor y frío es un continuo, constituido de lo mismo, que se manifiesta de modo diferente en sucesivos momentos. El calor y el frío coexisten, no pueden existir sin hacer referencia al otro, incluso su definición requiere del otro: Calor = Menos frío, Frío = Menos calor. Ambos se miden con lo mismo, con grados Celsius o Fahrenheit, forman una unidad y al mismo tiempo se manifiestan en continuo cambio y de modo plural. Ten en cuenta que existe una lógica relacional, por ejemplo - 20 ºC es frío y calor a la vez, frío respecto a 0 ºC y calor respecto a – 80 ºC

El fuego es el arkhé de la realidad: “Este mundo no lo hizo ningún dios, ni ningún hombre, sino que siempre fue, es y será fuego eterno que se enciende y extingue según medida” y añade: “Todas las cosas se cambian con fuego y el fuego se cambia a su vez con todas las cosas, como las mercancías con el oro y el oro con las mercancías”

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B)PARMÉNIDES

Biografía y obra

Parménides nace en Elea, en la Magna Grecia, contemporáneo de Heráclito, vive entre los siglos VI y V a. C. Influido por los pitagóricos va a revolucionar la filosofía con un nuevo concepto: el ser.

Desarrolla su filosofía en un Poema de versos hexámetros. A diferencia de los filósofos de Asia Menor no escribe en prosa, sino que prefiere un estilo poético para revelar su pensamiento.

Pensamiento

Por primera vez en la historia, filosofía y poesía se unen de modo evidente. Leamos el comienzo del poema:

“Las yeguas que me transportaban, me llevaban tan lejos como mi ánimo podía desear, y me arrastraban hacia el famosísimo camino de la diosa, aquella que guía al hombre sabio a través de todo el mundo (…) Las mismas hijas del Sol, abandonando la morada de la noche y quitándose los velos de sus cabezas, se apresuraban a llevarme a la Luz. Ya estaba frente a las dos puertas: la del camino de la Noche y la del camino del Día, (…) cuando la diosa me recibió benévola y me habló con estas palabras: Oh joven, compañero de inmortales aurigas, que llegas a nuestra morada con estas yeguas. Es preciso que aprendas todo, tanto el corazón de la verdad bien redonda, como las opiniones de los mortales, donde no hay verdadero conocimiento”

Asistimos a un viaje donde la diosa revela al propio Parménides la verdad.

Parménides es un filósofo que quiere descubrir la verdad, tarea habitual de poetas, por eso escoge un poema mítico para revelarnos su filosofía: El mito nos narra como el Sol, que nace en Oriente, al llegar a Occidente se sumerge en la Morada de la Noche (bajo el mar) y recorriendo un círculo vuelve a salir por Oriente a la mañana siguiente. El filósofo de Elea visita, en su poema, la morada de la Noche y allí junto al Sol, la diosa le muestra la aletheia. No deja de ser paradójico que halle la Luz precisamente en la Morada de la Noche.

La diosa le concede la verdad absoluta: “El ser es y es imposible que no sea, el no ser no es y es imposible que sea”

Las cosas que veo en el mundo están en permanente cambio: la silla se quema y se transforma en ceniza, la ceniza puede servir de abono y el abono puede originar una planta. Si lo miramos desde la Vía de los Mortales, las cosas a veces son y otras veces no son, pero si lo miramos desde la Vía del Ser, comprobamos que pase lo que pase, las diferentes cosas: la madera, la ceniza o la planta, siempre tienen en común algo: que son. El ser es el arkhé de la realidad: Todas las cosas son y es imposible que no sean. Todo el universo tiene en común el ser.

Para los griegos en general y más concretamente para Parménides la NADA NO EXISTE, LA NADA NO ES, ninguna cosa puede proceder de la nada: Todo ha existido desde siempre. Es inconcebible suponer que de la nada puede salir algo: “De la nada, nada sale”

Nace la ontología, la reflexión sobre el ser. Parménides inaugura esta disciplina que a lo largo de la historia de la filosofía va a ser muy fecunda. La ontología va a formularse preguntas del tipo: ¿Qué es el ser? ¿Por qué el ser y no más bien la nada? ¿Por qué existen las cosas? ¿Existen desde siempre o hay un principio? ¿Es lo mismo existir que ser?

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Parménides defiende que la AUTÉNTICA REALIDAD NO LA APRECIAN LOS SENTIDOS, LA APRECIA LA RAZÓN. Con los sentidos se capta un mundo donde ser y no ser se mezclan, donde habita continuamente el cambio, pero con la razón se descubre una auténtica realidad que es UNA, INMUTABLE, ETERNA Y CONTINUA.

1.2.5. PLURALISTAS: EMPÉDOCLES, ANAXÁGORAS Y ATOMISTAS

Los pluralistas van a afirmar que los elementos que componen las cosas, tiene las características del Ser de Parménides: eternos, inmutables y continuos. Pero los elementos no son uno, sino varios, de ahí el nombre de la escuela, que tratará de explicar también el movimiento frente a las paradojas de Zenón.

A) EMPÉDOCLES

Este filósofo siciliano, marcado por la religión órfica y por el contacto con el pitagorismo, escribe dos obras: Sobre la naturaleza y Purificaciones.

El mundo para Empédocles está formado por cuatro elementos, cuatro raíces: TIERRA, AIRE, AGUA Y FUEGO, cada una con las características del ser de Parménides (inmutabilidad y eternidad) Mezcladas surgen las cosas y separadas perecen

¿Qué hace que las cosas se junten o se separen? Empédocles nos sorprende con esta respuesta: el AMOR une y el ODIO separa. No es que el mundo se rija por el sentimiento humano del amor, es que nuestro propio sentimiento se rige por esa misma fuerza que mueve el mundo.

B) ANAXÁGORAS

Nace en Asia Menor (Clazómenas) y como jonio vuelve a la prosa científica, al estudio de la physis. Sobre el 453 se traslada a Atenas, siendo el primer filósofo que desarrolla su pensamiento en esta polis.

Contra Empédocles niega que el mundo esté hecho de cuatro sustancias, de cuatro elementos (aire, agua, fuego y tierra) ¿Por qué sólo cuatro? ¿ por qué no añadir tantos elementos como encontramos en la naturaleza? Si la naturaleza es infinita, quizá haya tantas sustancias como realidades, esto es, sustancias infinitas.

Es una de las ideas más sorprendentes en la historia de la filosofía. La realidad va a estar compuesta de infinitos elementos infinitamente divisibles, que serán llamados semillas (spermatas) u homeomerías (por parte de Aristóteles)

Todo está en todo, cada cosa de este mundo tiene los elementos del resto del universo dentro de sí. Una gota de agua contiene de modo infinitamente pequeño los elementos de toda la realidad: contiene semillas de cielo, de trigo, de ojos, de manos, de nervios, de troncos… Entonces ¿por qué vemos agua y no vemos en la gota: trigo, manos, troncos…? Porque hay más semillas de agua que del resto. Cada cosa será lo que es, según el número de semillas que predominen.

Al separarse y unirse estos elementos (las semillas u homeomerías) surgen todas las cosas ¿Pero qué o quién las separa o une? ¿El amor y el odio, el Logos, Dios…? La respuesta de Anaxágoras va a emocionar al mismísimo Sócrates, al propio PLATÓ: quien mueve los hilos del mundo es el Intelecto universal, el NOUS.

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El mundo no es caótico, tiene sentido, tiene una finalidad. En griego diremos que tiene un TELOS, un FIN. A esta concepción la llamaremos teleologismo.

C) ATOMISTAS

Los representantes del atomismo son Leucipo y Demócrito, del primero apenas tenemos conocimientos fiables y del segundo, a pesar de ser contemporáneo de Platón, se incluye entre los presocráticos porque su pensamiento se ajusta más al de estos que al de los sofistas o Sócrates.

Los atomistas defienden un mundo mecánico, gobernado por el azar y compuesto de un número infinito de átomos. Elementos indivisibles que son eternos y se mueven en un espacio vacío que también es ilimitado.

El universo no es teleológico, no tiene ninguna finalidad, todas las cosas se han formado por choques de átomos, combinados de un modo ciego, de un modo azaroso. El mundo es como una MAQUINA, como un MECANISMO, de ahí que se haya dicho que su concepción del mundo es mecanicista.

1.2. 6/ SOFISTAS Y SÓCRATES

Sofista significa etimológicamente en griego sabio ( sophistés, el sabio), pero se ha deformado hasta llegar a ser sinónimo de sabihondo, de poseedor de un saber con el que no se busca más que engañar a través del discurso. Este paso de significados de sofista, de sabio a engañador lo realizan sobre todo Sócrates y Platón. Por ello los sofistas serán los educadores de la polis. El ciudadano necesita controlar la retórica para triunfar en la política democrática y en ella educan los sofistas. Se interesan por todas las ramas del saber, desde la gramática hasta las matemáticas, pero no buscan la transmisión teórica del saber, el fundamento del saber, no les interesa la raíz del saber, sino la formación política del ciudadano, la utilidad política. Cobran por enseñar; hacen un oficio de la enseñanza. Los sofistas son pensadores itinerantes, aunque fuese en Atenas donde se centraban principalmente. Enseñan de ciudad en ciudad; por eso viven desarraigados, no tienen polis, no tienen raíz, son metecos.

Ser extranjero, ser extraño en un territorio, permite cierto escepticismo y cierta neutralidad para enjuiciar las costumbres de un pueblo. La filosofía había nacido entre marineros y colonizadores extrañados por la variedad de mitos que trataban de explicar los mismos fenómenos naturales. Ahora son los sofistas los que se admiran, se extrañan, se sorprenden ante la cantidad de costumbres que hay en los distintos pueblos, con el rasgo común de que todos piensan que hacen lo normal, lo adecuado, lo natural . Dos ejemplos nos bastarán: Los egipcios aprueban el incesto, aprueban el matrimonio entre hermanos para perpetuar un linaje sagrado de faraones, mientras que los espartanos permiten el sacrificio de los hijos inadecuados para la guerra. Ambas costumbres son monstruosas para los atenienses, son leyes convencionales que no pueden ser consideradas propias de la naturaleza bajo ningún concepto. Alguno señalará incluso que son inhumanas, pero parece lo contrario, son precisamente propias de los humanos. Y de esto, los primeros en percatarse son esos extranjeros, mercenarios del saber, que enjuician la ley y muestran su diferencia con la naturaleza.

Pero los sofistas pueden hablar, pueden enseñar sus opiniones a los ciudadanos gracias a que existe la democracia, sin ésta difícilmente se podría cuestionar la tradición, lo establecido. La democracia da voz a todos los ciudadanos, con independencia de su saber, tengan o no muchos conocimientos, todos pueden hablar. Todos son iguales. No habrá opiniones mejores ni peores, todas serán igual de válidas. Nace el relativismo. Sócrates y Platón clamarán contra esta idea: ¿por qué para cualquier arte, por ejemplo un zapatero, no se consulta al pueblo y lo hace el que más sabe, mientras que en el arte de gobernar cualquiera puede dar su opinión? Los sofistas responderán que la política es el espacio común, con independencia de la valía de cada cual, todos los ciudadanos pueden participar: la opinión del más

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sabio vale lo mismo que la del más ignorante, pues todos al fin y al cabo viven y tienen derecho a hablar, a dar su visión del mundo. ¿Todos? ¿Cualquiera puede opinar? ¿Qué crees tú?

El relativismo y el escepticismo se erigen como las ideas fundamentales de los sofistas. Prácticamente todos los pensadores de la historia deberán enfrentarse a esta visión del mundo y, por supuesto, nosotros también. Nuestro siglo, el XXI, sigue luchando entre un relativismo que defiende la libertad subjetiva y un objetivismo que marca los límites a esa libertad.

¿Qué es el RELATIVISMO? Es la corriente de pensamiento que sostiene que todo valor es relativo a la cultura de la comunidad y en último término, relativo al individuo. Todo valor dependerá de la visión subjetiva de la persona. La moral, las costumbres, las leyes, las instituciones no tienen un fundamento inmutable y universal. No se apoyan en algo que se pueda conocer a través de la razón. No hay normas universales, todas las normas son convencionales. Los pueblos tendrán leyes distintas según sus circunstancias

Los sofistas son escépticos: No hay posibilidad de saber firme, no se puede encontrar nunca una opinión absolutamente segura. Algunos sostendrán incluso un escepticismo radical, donde ni los sentidos ni la razón son fuentes de certeza fiables. Nada se podrá afirmar con seguridad. Cada persona tiene su visión de la realidad diferente al del resto y no se puede saber cuál es la verdadera.

Aristóteles señala la gran crítica a este escepticismo radical: La afirmación del escepticismo es contradictoria en sí misma, al sostener que es imposible alcanzar cualquier verdad, el escéptico ya está afirmando su verdad.

SÓCRATES

Biografía

La madre de Sócrates comadrona, ayuda en los partos, ayuda a que los niños vean la luz, a que la vida salga adelante .Sócrates no ayuda en el parto biológico, no ayuda a sacar a la criatura, ni la golpea para que su primer contacto con la realidad sea entre llantos y lágrimas. Pero el parto en el que ayuda también es doloroso. Como maestro, trata de sacar lo mejor de sus amigos, de sus discípulos, dar a luz nuevas ideas que yacen olvidadas

Sócrates, en su juventud, mostró interés por los fenómenos naturales, después pasó a preocuparse por los problemas humanos y pudo ser considerado un sofista más, hasta que se opuso a cobrar por sus enseñanzas y se negó a defender argumentos dobles. De todos modos la mayoría de los atenienses vio en él un sofista más, pues dialogaba con ellos de modo irónico pero cordial. El pueblo, lejos de reparar en las sutiles diferencias entre los sofistas y Sócrates, les consideró una misma cosa. Fue este error el que desencadenó la injusta condena a muerte del filósofo.

Meleto, Anito y Licón fueron los acusadores. Meleto y Licón, dos jóvenes no muy prestigiosos dedicados a la poesía y a la retórica respectivamente, recibieron el apoyo del poderoso Anito para procesar a Sócrates. Anito, enemigo del filósofo, presionó a Meleto para declarar ante el arconte. No sabemos si el poeta aceptó la exigencia por dinero o por afán de notoriedad, pero presentó la siguiente acusación:

“Sócrates comete delito y se mete en lo que no debe al investigar las cosas subterráneas y celestes, al hacer más fuerte el argumento más débil y enseñar estas cosas a otros”

La acusación era falsa y no estaba probada. A priori parecía casi imposible que Sócrates fuera condenado, lo único que tenía que hacer era admitir cierto grado de culpabilidad y proponer una pena contra sí mismo. Si el acusado reconocía parte de su culpabilidad podía atenuar la condena. Pero Sócrates no

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reconocería jamás ser culpable de un delito no cometido. Era demasiado digno y orgulloso para mentir a los demás y, sobre todo, para mentirse a sí mismo. Y eso lo sabían los acusadores, sabían que la dignidad y obstinación del filósofo le llevarían a la muerte. Sabían que Sócrates no se humillaría, que no echaría a perder la coherencia y la rectitud vital, cuyo ejemplo constituía su vida. Sabían que le matarían y así lo hicieron.

En el Critón, diálogo platónico se describe a Sócrates en la celda donde pasaría su última noche, El filósofo duerme con profundidad a pesar de faltar pocas horas para su ejecución. En la oscuridad de la celda, se oyen las naves procedentes de Delos, enviadas allí en recuerdo de la victoria de Teseo sobre el minotauro. Es una noticia trágica, pues eso significa que al amanecer morirá el filósofo, pues desde que la nave salía de Atenas hasta su regreso nadie podía morir ejecutado.

Critón se presenta ante Sócrates y entre lágrimas le dice que se escape, que huya, que salga corriendo junto a él, que una nave les llevará al destierro, que podrán vivir muy lejos de Atenas , que salve su vida. Sócrates, extrañado, le mira y niega con la cabeza, ante lo cual Critón argumenta: “Eliges lo más cómodo: morir, traicionas a tus amigos, a tus hijos, a aquellos que podrías cuidar si te salvaras”Son agrias palabras, cuya intención es clara: salvar a un amigo. El maestro no se lo reprocha, pero con una argumentación insólita convence a su discípulo: Sócrates recrea un hipotético diálogo con las mismísimas leyes de su ciudad. Oigamos sus palabras:

“Si yo huyera ahora, las leyes me podrían decir: Sócrates, ¿por qué vas contra nosotras? La patria merece más honor que la madre y el padre… Te comprometiste con nosotras…toda tu vida creíste firmemente en nuestra ayuda y te agradábamos… ¿por qué renuncias a nosotras ahora?” Violar las leyes supondría poner en peligro a los amigos, exiliarse a una polis desconocida y convertir a los hijos en extranjeros fuera de Atenas. Sócrates no quiere devolver la injusticia con más injusticia, quiere ser coherente con su vida, con su respeto escrupuloso de unas leyes que le han dado todo y ahora también le quitan todo. Resuena a modo de conclusión su célebre sentencia: “Prefiero sufrir injusticia, antes que cometerla” Y como vemos, no es sólo una bella frase que se diga en sobremesa, es una actitud vital coherente que Sócrates encarna con su propia vida y muerte ¿Qué haríamos cualquiera de nosotros en su situación? ¿Seríamos capaces de morir por una patria que todo nos ha dado? ¿Preferimos sufrir la injusticia antes que cometerla? ¿Hay alguien que hoy en día ofrezca su vida por las leyes de su patria?

Sócrates no huye y al día siguiente, al ocaso, bebe la cicuta, bebe el veneno rodeado de sus discípulos. Bebe la muerte mientras conversa sobre su futuro destino. Imagínate la escena: A punto de morir charlando sobre la inmortalidad del alma. Este último episodio de su vida es descrito literariamente por Platón en el Fedro, diálogo de madurez, en uno de los marcos más dramáticos de su obra. Sócrates se juega la vida, se juega su fin filosofando, pendiente de la respuesta que se de al problema, se valorará la muerte como un bien o como un mal. Finalmente cree demostrar que el alma es inmortal y que la muerte, más que una pesada carga, es un preciado bien. Se liberará de un cuerpo ya envejecido, que se ha preparado durante toda una vida para esa muerte no como fin traumático, sino como liberación. La filosofía es aquí un “ars moriendi”, arte para morir con dignidad, para afrontar nuestro fin sin miedo Puede captarse el dramatismo de la escena en este fragmento del Fedón:

“Sócrates alzó la copa y muy diestra y serenamente la apuró de un trago. Y hasta entonces la mayoría de nosotros, por guardar las conveniencias, habíamos sido capaz de contenernos para no llorar, pero cuando le vimos beber y haber bebido, ya no; sino que, a mí al menos, con violencia y en tromba me salían las lágrimas, lloraba por mí, no por él, por mi propia desdicha: ¡de qué compañero quedaba privado!”

Pensamiento

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A través del diálogo y de la razón podemos conocer lo bueno y lo malo. Sócrates es antirrelativista. El concepto de Justicia y de Virtud está en el hombre mismo. Su programa ético era la máxima que había en el Oráculo de Delfos que decía “Conócete a ti mismo”. Se pregunta también qué debe hacer el hombre para ser feliz y contesta que la felicidad es la recompensa del hombre bueno y justo

El intelectualismo ético. El punto de partida consiste en definir los conceptos morales para saber qué es lo justo y lo bueno ya que sólo el que sabe lo que es justo puede obrar justamente. Así saber y virtud coinciden. El malo es el ignorante; no conoce el bien. Si lo conociera lo querría y aborrecería el mal. Obrar mal es falta de conocimiento, ignorancia. Así la virtud puede y debe ser enseñada. Todos deseamos el bien y la felicidad. Incluso los que actúan mal se piensan que están haciendo el bien y que así consiguen la felicidad. Están en un error.

La verdad está en nosotros, de ahí la importancia del “conócete a ti mismo” del oráculo de Delfos. La clave está en la educación y educación viene del latín educo-ere que significa sacar lo mejor que tiene uno dentro, en su interior. Es lo que pretende Sócrates con su método: La mayéutica. El método tiene dos momentos:

- La ironía. A través de preguntas se deja en evidencia al interlocutor y se descubre su ignorancia. Se le hace ver que lo que creía que sabía son opiniones falsas que entran en contradicción. Al final de esta etapa a uno no le queda más remedio que reconocer “sólo sé que no sé nada”

- La construcción del propio conocimiento. Mediante el discurrir del diálogo se van encontrando definiciones UNIVERSALES de las cosas. Estas definiciones se han deducido en común y todos están de acuerdo con ellas y dirá Sócrates: “es verdadero lo que aparece a todos como verdadero”.La definición universal del concepto se puede obtener a través de la razón, NO DEPENDE DE LA CULTURA como dirían los sofistas.

1.3./ PLATÓN

1.3.1./ BIOGRAFÍA Y OBRAS

Platón nació en Atenas en el siglo V a. C., probablemente el año 428 a.C. de familia aristocrática. Su verdadero nombre era Aristocles, aunque al parecer fue llamado Platón por la anchura de sus espaldas. Recibió la educación propia de un joven ateniense bien situado, necesaria para dedicarse de lleno a la vida política, como correspondía a alguien de su posición. Según Diógenes Laercio llegó a escribir en su juventud poemas y tragedias, que quemaría tras conocer a Sócrates. También fue discípulo del discípulo de Heráclito Crátilo.

La vocación política de Platón está constatada por sus propias declaraciones, en la conocida carta VII; pero su realización se vio frustrada por la participación de dos parientes suyos, Cármides y Crítias, en la tiranía impuesta por Esparta después de la guerra del Peloponeso, conocida como la de los Treinta Tiranos, y que ejerció una represión violenta y encarnizada contra los líderes de la democracia. Sin embargo, no abandonará nunca el interés político, y se verá reflejado en una de sus obras cumbre, la República.

En el año 407, a la edad de veinte años, conoce a Sócrates, quedando admirado por su personalidad y su discurso, admiración que le acompañará toda la vida y que marcará su devenir filosófico. Tras la muerte de Sócrates, Platón abandonó Atenas y se instaló en Megara, donde residía el

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filósofo Euclides que había fundado una escuela socrática en dicha ciudad. Posteriormente parece que realizó viajes por Egipto y por la Magna Grecia.

Invitado a la corte de Dionisio I, en Siracusa, se hizo amigo de Dión, que era cuñado de Dionisio, y con quien concibió la idea de poner en marcha ciertas ideas políticas sobre el buen gobierno. Al parecer, las condiciones de la corte no eran las mejores para emprender tales proyectos, ejerciendo Dionisio como tirano de Siracusa. Irritado por la franqueza de Platón, según la tradición, le retuvo prisionero y lo hizo vender como esclavo en Egina, entonces enemiga de Atenas, siendo rescatado finalmente por un conciudadano que lo devolvió libre a Atenas.

Una vez en Atenas, en el año 388-387, fundó la Academia, nombre que recibió por hallarse cerca del santuario dedicado al héroe Academos, especie de "universidad" en la que se estudiaban todo tipo de ciencias, como las matemáticas (de la importancia que concedía Platón a los estudios matemáticos da cuenta la leyenda que rezaba en el frontispicio de la Academia: "que nadie entre aquí que no sepa geometría"), la astronomía, o la física, además de los otros saberes filosóficos y, al parecer, con una organización similar a la de las escuelas pitagóricas, lo que pudo comportar un cierto carácter secreto, o mistérico, de algunas de las doctrinas allí enseñadas. La Academia continuará ininterrumpidamente su actividad a lo largo de casi mil años, pasando por distintas fases ideológicas, hasta que Justiniano decrete su cierre en el año 529 de nuestra era.

En el año 369 emprende un segundo viaje a Siracusa, invitado por Dión, esta vez a la corte de Dionisio II, hijo de Dionisio I, con el objetivo de hacerse cargo de su educación; pero los resultados no fueron mejores que con su padre; tras algunas dificultades (al parecer estaba en situación de semi-prisión) consigue abandonar Siracusa y regresar a Atenas. También Dión tuvo que refugiarse en Atenas habiéndose enemistado con Dionisio I, donde continuará la amistad con Platón. Unos años después, en el 361, y a petición de Dionisio II, vuelve a realizar un tercer viaje a Siracusa, fracasando igual que en las ocasiones anteriores, y regresando a Atenas en el año 360 donde continuó sus actividades en la Academia, siendo ganado progresivamente por la decepción y el pesimismo, lo que se refleja en sus últimas obras, hasta su muerte en el año 348 a.C., con 80 años de edad.

Sus obras, a diferencia de los presocráticos, se conservan en su totalidad. Todas ellas están escritas en forma de diálogos, reproduciendo por escrito la forma viva y directa de hacer filosofía de Sócrates. En estas obras interviene casi siempre su maestro u otros personajes de la actualidad ateniense. Su temática es variada. La Apología de Sócrates nos muestra al gran maestro defendiéndose ante el tribunal antes de ser condenado a muerte; La República sobre la organización de una sociedad justa; El Banquete sobre el amor; Fedro sobre la belleza; Timeo sobre la organización del Universo, etc. El temario es amplísimo, pero su pensamiento no constituye un sistema ordenado. Los diálogos forman un conjunto de ensayos y tentativas, de bellos paisajes mentales a veces con límites imprecisos y que terminan en conclusiones nunca definitivas.

1.3.2./ TEORÍA DE LAS IDEAS

La teoría de las Ideas representa el núcleo de la filosofía platónica, el eje a través del cual se articula todo su pensamiento. No se encuentra formulada como tal en ninguna de sus obras, sino tratada, desde diferentes aspectos, en varias de sus obras de madurez como La República o Felón. Por lo general se considera que la teoría de las Ideas es propiamente una teoría platónica, pese a que varios estudiosos de Platón hayan defendido la tesis de que Platón la había tomado directamente de Sócrates.

Tradicionalmente se ha interpretado la teoría de las Ideas de la siguiente manera : Platón distingue dos modos de realidad:

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1. El mundo de las Ideas. Realidad inteligible, que tiene las características del ser de Parménides: perfecta, eterna e inmaterial, siendo, por lo tanto, ajena al cambio (inmutable), constituyendo el modelo o arquetipo de la otra realidad, la sensible

2. El mundo sensible o mundo de las cosas, que tiene las características de la materia corruptible, sometida al cambio(mutable), a la generación y a la destrucción, y que resulta no ser más que una copia de la Realidad inteligible, la auténtica realidad.

La primera forma de realidad, constituida por las Ideas, representaría el verdadero ser, la auténtica realidad. Mientras que la segunda forma de realidad, la realidad material o "cosas", hallándose en un constante devenir, nunca podría decirse de ella que verdaderamente es . Sólo la Idea sería objeto de un verdadero conocimiento o "episteme", mientras que la realidad sensible, las cosas, sólo son susceptibles de opinión o "doxa".

Una de las primeras consecuencias que se ha extraído de esta presentación tradicional de la teoría de las Ideas es, pues, la "separación" entre la realidad inteligible, llamada también mundo inteligible y la realidad sensible o mundo visible que aboca a la filosofía platónica a un dualismo que será fuente de numerosos problemas para el mantenimiento de la teoría, y que Aristóteles señalará como uno de los obstáculos fundamentales para su aceptación.

Las Ideas constituyen la definición universal de las cosas, las "esencias" de los objetos, pero NO SON CONTENIDOS MENTALES, sino ESENCIAS REALES a los que se refieren nuestros contenidos mentales, y que expresamos a través del lenguaje.

Las esencias o Ideas subsisten independientemente de que sean o no pensados por los humanos, son algo distinto del pensamiento, y en cuanto tales gozan de unas características similares a las del ser de Parménides..

Las Ideas no siendo objeto de la sensibilidad, no son materiales. Y sin embargo Platón insiste en que son entidades que tienen una existencia real e independiente tanto del sujeto que las piensa como del objeto del que son esencia, dotándolas así de un carácter trascendente. Además, las Ideas son el modelo o el arquetipo de las cosas, por lo que la realidad sensible es el resultado de la copia o imitación- participación de las Ideas.

En los llamados diálogos autocríticos y, entre ellos, en el Parménides, Platón revisa la teoría de las Ideas, especialmente en lo referente a la relación de las Ideas con las cosas y a las clases de Ideas, así como las relaciones que pueda haber entre ellas. Por lo que respecta a la relación entre las Ideas y las cosas expone Platón dos formas de relación: la imitación y la participación. La semejanza mutua que existe entre los objetos es el resultado de la imitación de un modelo que permanece él mismo inmutable; pero tal afirmación plantea, dice Parménides, un problema que no parece de menor importancia: si eso es así, entonces la semejanza que existe entre los objetos de la misma clase y el modelo que imitan deberá tener a su vez su razón explicativa en un tercer modelo al que imiten tanto la Idea como las cosas; y este argumento se podría realizar indefinidamente, ya que siempre necesitaríamos recurrir a un tercer modelo explicativo de las sucesivas semejanzas que van apareciendo (es el argumento conocido como el del "tercer hombre").

¿Qué ocurre si en lugar de imitación hablamos de participación? Los problemas no parecen desaparecer, sino multiplicarse: ¿Participan las cosas de toda la Idea o sólo de una parte de ella? En el primer caso tendría que haber tantas Ideas como cosas, lo que contradice la no multiplicidad de Ideas; en el segundo caso las cosas participarían sólo de una parte de la Idea, lo que también contradice los principios de la indivisibilidad de las Ideas. En el transcurso de la discusión Sócrates es incapaz de solucionar los problemas que le plantea Parménides, pero se resiste a abandonar la teoría de las Ideas. De hecho Platón no la

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abandonará nunca. Otra cuestión que se discute es la de si existen Ideas de todas las cosas o sólo de los objetos o realidades nobles; Sócrates vuelve a reconocer lo absurdo que parece afirmar que existen Ideas de cosas innobles y abyectas, como el pelo y cosas así, pero tampoco está dispuesto a renunciar a su teoría: parece que tiene que haber Ideas de todas las cosas y que de alguna manera esos objetos universales, las esencias, han de ser reales y han de existir.

Las Ideas, por lo demás, están jerarquizadas. El primer rango le corresponde a la Idea de Bien, siendo la causa de todo lo que existe. A continuación vendrían las Ideas de los objetos éticos y estéticos, seguida de las Ideas de los objetos matemáticos y finalmente de las Ideas de las cosas.

1.3.3./ ANTROPOLOGÍA

La concepción del hombre en Platón está también inspirada en la teoría de las Ideas. El hombre es el resultado de una unión "accidental" entre el alma, inmortal, y el cuerpo, material y corruptible, dos realidades distintas que se encuentran unidas en un solo ser de modo provisional, de tal modo que lo más propiamente humano que hay en el hombre es su alma, a la que le corresponde la función de gobernar, dirigir, la vida humana. Tanto la concepción del alma como la de sus funciones en relación con el cuerpo sufrirán diversas modificaciones a lo largo de la obra de Platón, aunque se mantendrá siempre la afirmación de su unión accidental.

La idea de que existe un alma (psyché), no obstante, no es en absoluto original de Platón . Tanto la tradición cultural griega como la de otras muchas culturas de la época dan por supuesto la existencia del "alma", y el término que utilizan para referirse a ella significa primordialmente "principio vital", entendiendo por ello una suerte de potencia o capacidad que da la vida a los seres. Parece obvio, pues, que todo ser vivo ha de poseer ese principio vital, o "alma", por definición. En la tradición griega el tema de la existencia del alma no representa, pues, ningún problema, desde esa perspectiva. En la tradición homérica, por ejemplo, encontramos referencias no sólo al alma, sino también a una vida posterior a la muerte; aunque esta vida posterior no pase de ser una imagen fantasmal de la vida plena sobre la tierra, y en que se cambiaría gustosamente de nuevo por la vida terrestre. Tampoco parece haber nada superior en el alma, en el sentido de que sea la parte más noble o elevada del hombre.

Pero Platón no se limita a afirmar la existencia del alma, sino que la dota también de otras características además de la de ser "principio vital". Y es en estas características en donde se encuentra la originalidad de la interpretación platónica. El alma, nos dice Platón, es inmortal, transmigra de unos cuerpos a otros y es, además, principio de conocimiento. En la medida en que conocemos "por" el alma, ésta ha de ser homogénea con el objeto conocido, es decir, con las Ideas, por lo que no puede ser material. La idea de que el alma es inmortal y transmigra le viene a Platón, casi con toda seguridad, de los pitagóricos. A su vez éstos la habían tomado con probabilidad del orfismo. Pero, para quienes no fueran próximos al orfismo o al pitagorismo, la afirmación de la inmortalidad del alma no podía dejar de ser una afirmación sorprendente. De ahí la necesidad de Platón de demostrar esta inmortalidad, cuyas pruebas fundamentales las encontramos en los diálogos de madurez, como el Fedón,

En el Fedón, diálogo en el que se relata la conversación que tuvo Sócrates con sus amigos el último día de su vida, se discute preferentemente el tema de la inmortalidad del alma. Al principio Sócrates afirma dos cosas: que estamos en la vida colocados en un lugar por voluntad de los dioses y que el filósofo debe aspirar a abandonar esta vida. Como estas dos afirmaciones le parecen contradictorias a Cebes, el principal interlocutor en el diálogo, junto con Simmias, Sócrates comienza a demostrar que el verdadero filósofo debe afrontar la muerte con valentía y que puede esperar una vida feliz en el otro mundo.

¿Por qué el verdadero filósofo no teme la muerte? Porque ella le libera del cuerpo, que es un obstáculo para el alma en la búsqueda de la verdad. Pero, para que el filósofo, liberado del cuerpo,

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pueda alcanzar la verdad únicamente con su alma, es necesario que ésta sea inmortal . El argumento, que demuestra nuestra eternidad, está basado en la teoría de la reminiscencia. Si se admite que existen las Ideas y que el conocimiento es el recuerdo de éstas, entonces el alma ha tenido que existir antes de esta vida y por tanto existirá, también, después.

Platón nos presentará el alma como siendo de naturaleza tripartita ¿Se refiere Platón a una sola alma o a tres almas distintas? Parece claro que no concibe la existencia de tres almas distintas en el hombre, sino la de una sola alma que realiza tres funciones distintas. En el diálogo platónico Fedro, se nos describe un alma tripartita en el mito del carro alado. El alma es comparada a un carro tirado por dos caballos y controlado por un auriga:

"El alma es como un carro de caballos alados y un auriga que forman una unidad. Ahora bien: los caballos y aurigas de las almas de los dioses son todos buenos y de excelente linaje; los de las otras almas, sin embargo, son mezclados. Nuestro auriga gobierna a la pareja que conduce; uno de sus caballos es bello y bueno y de padres semejantes, el otro es lo contrario en ambos aspectos. De ahí que la conducción nos resulte dura y dificultosa".

El auriga representaría la parte racional del alma, encargada de dirigir el conjunto hacia sus fines; el caballo bueno representaría las tendencias nobles, y el caballo malo representaría las tendencias más materiales. Platón atribuye al alma tanto el origen de razón como de las pasiones. Es un avance importante en la interpretación psicológica de la vida humana, tratando de dar cuenta de los constantes conflictos a los que nos tiene habituados la experiencia. No obstante, la dirección del conjunto le corresponde al auriga, es decir, a la parte racional del alma.

En la República aparece varias veces la división tripartita del alma: razón (vinculada a la cabeza), parte irascible (sentimientos nobles vinculados al pecho) y concupiscente (pasiones y apetitos vinculados al bajo vientre) La parte racional es la encargada de dirigir y controlar la actividad del hombre, y es el alma que predomina en la clase de los gobernantes-filósofos de la ciudad ideal de la que nos habla en la República; la parte irascible es la responsable de los buenos sentimientos del hombre, y es la propia de la clase de los guerreros-guardianes; y la parte concupiscente es la que predomina en la clase de los artesanos-comerciantes, que es la poseída por la mayoría de la población. El tipo de hombre que uno sea dependerá, pues, del tipo de alma que posea; y el tipo de alma, depende de cuál de sus partes predomine.

1.3.4. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO

Platón admite con los sofistas que el conocimiento sensible es relativo, pero no admite que sea la única forma de conocimiento. Cree, por el contrario, que hay otra forma de conocimiento propia de la razón, y que se dirige a un objeto distinto del objeto que nos presenta la sensibilidad: las Ideas. El verdadero conocimiento ha de versar sobre el ser, no sobre el devenir, y no puede estar sometido a error, ha de ser infalible. El conocimiento sensible, pues, no puede ser el verdadero conocimiento ya que no cumple ninguna de esas características.

Teoría de la reminiscencia (anámnesis): El alma, siendo inmortal, lo ha conocido todo en su existencia anterior por lo que, cuando creemos conocer algo, lo que realmente ocurre es que el alma recuerda lo que ya sabía. Aprender es, por lo tanto, recordar. ¿Qué ha conocido el alma en su otra existencia? El mundo de las Ideas. El contacto con la sensibilidad, el ejercicio de la razón, serían los instrumentos que provocarían ese recuerdo en que consiste el conocimiento.

En el diálogo la República nos ofrecerá una nueva explicación, la dialéctica. En ella se establecerá una correspondencia estricta entre los distintos niveles y grados de realidad y los distintos niveles de conocimiento. Fundamentalmente distinguirá Platón dos modos de conocimiento: la "doxa" (o

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conocimiento sensible) y la "episteme" (o conocimiento inteligible). A cada uno de ellos le corresponderá un tipo de realidad, la sensible y la inteligible, respectivamente. El verdadero conocimiento viene representado por la "episteme", dado que es el único conocimiento que versa sobre el ser y, por lo tanto, que es infalible. Efectivamente, el conocimiento verdadero lo ha de ser de lo universal, de la esencia, de aquello que no está sometido a la fluctuación de la realidad sensible; ha de ser, por lo tanto, conocimiento de las Ideas.

Dentro del mundo sensible, las sombras de los objetos materiales dan lugar a una representación confusa, que llamaremos imaginación (eikasía); los objetos materiales dan lugar a una representación más precisa, que comporta la adhesión del sujeto que las percibe, y a la que llamaremos creencia (pístis); por su parte, en el mundo inteligible, las imágenes de las Ideas (objetos matemáticos) dan lugar a un conocimiento discursivo (diánoia), mientras que las Ideas mismas dan lugar a un conocimiento intelectivo (nóesis), el conocimiento de la pura inteligencia. La dialéctica es, pues, el proceso por el que se asciende gradualmente al verdadero conocimiento, al conocimiento de lo universal, de la Idea.

En el Banquete se complementa esta teoría, al introducir Platón el amor como condición necesaria para el conocimiento. Eros permite el ascenso hacia las Ideas, partiendo del amor a la belleza que observamos en las cosas sensibles, luego a la belleza en el ser humano, hasta alcanzar la contemplación de la Belleza en sí, que se identifica con el Bien del que nos habla en la República y que representaría el grado superior de conocimiento.

1.3.5/ POLÍTICA Y ÉTICA

Platón tenía la convicción de que la vida del hombre se identificaba, de alguna manera, con su vida social. El predominio de la polis-Estado como forma de organización de la vida social en Grecia fortalecía el predominio de la vida comunal, hasta el punto de que difícilmente se podría concebir la vida del hombre manteniéndose ajena a la polis-Estado, no obstante, esa tendencia debía ser compatible con el individualismo que también se manifiesta en la vida y en las tradiciones culturales griegas.

De ahí las similitudes que establecerá Platón en la República entre la moral individual y la moral colectiva, o entre el gobierno de los bienes individuales y el gobierno de los bienes colectivos , que le permitirá comparar la naturaleza del hombre y la naturaleza del Estado con el fin de avanzar en sus investigaciones. Además, hemos visto que para Platón tenía que existir el Bien en sí (la Idea de Bien), por lo que difícilmente la referencia del buen comportamiento del individuo puede ser distinta de la del buen comportamiento del Estado. Tiene que existir un único modelo de comportamiento moral. Y ese modelo ha de tener un carácter absoluto.

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Platón nos expone su teoría política en la República, obra perteneciente a su período de madurez. La República es una obra que tiene por objeto de discusión determinar en qué consiste la justicia. Sócrates, en el diálogo, recalca la necesidad de que la virtud, en este caso la justicia, sea común al hombre y a la ciudad; podríamos buscarla por lo tanto en uno y en otra; pero dada la mayor magnitud de la ciudad deberá estar la justicia inscrita en ella con caracteres más gruesos que en el individuo y, por lo tanto, más fáciles de encontrar.

Pero como no hay ninguna ciudad conocida de la que realmente podamos decir que es justa, se propone en el diálogo la creación de una ciudad ideal: siendo una sociedad perfecta no podrá carecer de ninguna perfección y deberemos encontrar en ella la justicia.

¿Cómo tendría que ser una sociedad ideal? Dado que la sociedad debe existir para satisfacer las necesidades de los hombres, ya que éstos no son independientes unos de otros ni autosuficientes para abastecerse, el primer fin que debe garantizar toda sociedad es un fin económico. Los hombres tienen diferentes capacidades y habilidades, siendo preferible que cada uno desarrolle las que posee por naturaleza, lo que introduce la división del trabajo en la organización de la sociedad . En una ciudad ideal deberán existir, por lo tanto, todo tipo de trabajadores: granjeros, carpinteros, labradores, herreros, etc., de modo que todas las necesidades básicas que de garantizadas.

Sin embargo, una sociedad que sólo atendiera las necesidades materiales básicas sería una sociedad demasiado dura, pues el hombre necesita también satisfacer otras tendencias de su naturaleza relacionadas con el arte, la poesía, la diversión en general, etc.. El fin de la ciudad, que comienza siendo estrictamente económico, no se limita a la producción de bienes, sino que se encamina más bien a hacer posible una vida feliz para el hombre.

A medida que la sociedad aumenta en número de ciudadanos, los recursos necesitan ser ampliados, lo que puede dar lugar a la conquista de territorios vecinos para satisfacer las necesidades de todos, conduciendo a la guerra; pero si seguimos el mismo principio de división del trabajo tendrá que haber especialistas en la guerra, que sean los encargados exclusivamente de las actividades bélicas, a los que Platón llamará guardianes de la ciudad. Falta todavía, pues, algo en esta ciudad ideal: determinar quiénes serán los encargados de gobernarla, como veremos, serán los filósofos…

Del análisis de las necesidades sociales que debe cubrir una sociedad ideal se deduce la necesaria existencia de tres clases sociales: la de los artesanos, la de los guerreros o auxiliares, y la de los gobernantes o filósofos.

La clase de los artesanos, que generalmente realiza las actividades productivas pero no obtiene los beneficios económicos de su producción, lo que es fuente de conflictos, ha de ser en la ciudad ideal la poseedora de la riqueza; del mismo modo será la única clase que tenga derecho a la propiedad privada y a la familia; y ha de permitírsele disfrutar de los goces materiales que derivan de la posesión de la riqueza.

La clase de los guerreros o guardianes, por el contrario, no puede tener acceso la riqueza, para evitar la tentación de defender sus intereses privados en lugar de los intereses colectivos, y terminar utilizando la fuerza contra los ciudadanos; estarán desprovistos de propiedad privada, y tampoco tendrán familia, debiendo vivir en unos barracones en los que tengan todo lo necesario para realizar sus actividades, en los que vivirán de forma comunitaria, compartiéndolo todo hombres y mujeres, pues no hay ninguna razón para excluir a las mujeres de ningún tipo de actividad, ya que tanto en el hombre como en la mujer se encuentran similares dones o cualidades naturales, igualmente útiles para la ciudad.

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La clase de los gobernantes o filósofos, debido a su responsabilidad y a las elevadas tareas que le encomienda Platón, (el buen gobierno y el consiguiente beneficio del conjunto de la sociedad), tampoco tendrá acceso a la propiedad privada ni a la familia, debiendo velar únicamente por el buen gobierno de la ciudad; deberán centrarse en el estudio a fin de conocer lo bueno para gobernar adecuadamente la ciudad, por lo que su vida estará alejada de todas las comodidades innecesarias para cumplir su función.

¿Cómo se determinará quiénes han de pertenecer a una u otra de estas clases sociales? No, desde luego, en función del origen familiar, como ocurre en la sociedad ateniense de la época. Para determinar quién ha de formar parte de una u otra clase será necesario establecer un proceso educativo en el curso del cual se podrá determinar qué tipo de naturaleza tiene cada ser humanoy, por lo tanto, a qué clase social ha de pertenecer.

Aquí establece Platón una comparación entre la naturaleza del Estado y la naturaleza del individuo: del mismo modo que en el estado encontramos tres clases sociales, encontramos en el individuo tres partes del alma, correspondiéndole una virtud a cada una de ellas . El paralelismo entre la moral individual y la moral del Estado permite establecer que la virtud que corresponde a cada clase social ha de corresponder a los individuos que la constituyen. La virtud de la clase los artesanos es la templanza, es decir, el disfrute con moderación de los bienes materiales; la virtud propia de la clase de los guerreros o auxiliares es la valentía o coraje; y la virtud propia de los verdaderos guardianes gobernantes es la sabiduría.

Ahora bien, estas tres virtudes pertenecen, cada una de ellas, a una parte del alma: la sabiduría al alma racional; la valentía al alma irascible y la templanza al alma concupiscente. Aquellos en quienes domine el alma racional han de pertenecer, por lo tanto, a la clase de los verdadero guardianes o gobernantes; en quienes predomine el alma irascible, a la clase de los guerreros o auxiliares; y en quienes predomine el alma concupiscible, a la clase de los artesanos.

Habiendo determinado la virtud que corresponde a cada clase social estaremos en condiciones de determinar en qué puede consistir la justicia en la ciudad ideal: la justicia consistirá en que cada ciudadano se ocupe de la tarea que le corresponde. La injusticia consistirá en la injerencia arbitraria de una clase social en las funciones de otra: que los auxiliares o los artesanos pretendan gobernar, por ejemplo.

Si la pertenencia a una clase social viene determinada por la naturaleza del alma, y no por el origen familiar, una sociedad tal ha de dar una importancia primordial a la educación. Será, en efecto, a través de ese proceso educativo como se seleccionen los individuos que han de pertenecer a cada clase social, en función de su tipo de alma; y qué tipo de educación ha de recibir cada individuo en función de la clase social a la que deba pertenecer.

En la República establece Platón detalladamente el programa de estudios que debería imperar en la ciudad ideal, haciendo especial hincapié en la educación de los gobernantes. Todos los niños y niñas deberían recibir inicialmente la misma formación. Platón considera que la educación recibida en los primeros años de la vida es fundamental para el desarrollo del individuo, por lo que en la ciudad ideal nadie ha de ser privado de ella, ni en razón de su sexo ni por ninguna otra causa: el proceso educativo tiene, al mismo tiempo que un objetivo formativo, la misión de determinar qué tipo de alma predomina en cada individuo, es decir, su naturaleza, en virtud de la cual formará parte de una u otra clase social.

La educación en la República correrá a cargo del Estado, en ningún caso a cargo de las familias, para evitar las influencias negativas que suponen las narraciones que las madres y las nodrizas cuentan a los niños pequeños. Los niños deben comenzar su proceso educativo a través de actividades lúdicas, para lo cual los educadores de la ciudad ideal elegirán aquellos juegos que consideren adecuados

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para desarrollar en los niños la comprensión de las normas de los juegos y, con ello, un primer acercamiento al valor y sentido de la ley. Las primeras enseñanzas que recibirán se centrarán en torno a la poesía y la música. No obstante, el uso que hacen los poetas del lenguaje les permite esconder todo tipo de narraciones, incluso aquellas que pueden resultar negativas, bajo la belleza y el encanto de sus palabras, por lo que puedan resultar muy perniciosos; esa es la razón de que la poesía se vea gravemente censurada en la ciudad ideal de Platón. Corresponderá a los educadores de la ciudad ideal determinar qué tipo de poemas se deben estudiar: aquellos adecuados para suscitar el amor a cualquier manifestación de la virtud.

La música formará parte también de la educación, analizando la forma y el ritmo de los poemas y el acompañamiento que les resulte necesario. El estudio del ritmo y la armonía suscitará en ellos una elevación hacia la comprensión y el respeto de las obras bellas y puras, lo que les alejará del vicio. El amor por la belleza desarrollará en ellos la generosidad, la grandeza de alma, la moderación y el coraje. A estas enseñanzas se unirá la educación física que, agilizando y fortaleciendo el cuerpo contribuirá a desarrollar mejor las virtudes del alma. Todo ello se acompañará de una alimentación correcta con el objetivo de mantener la salud, y hacer de la medicina un recurso secundario.

A lo largo de este proceso educativo algunos niños tendrán tendencia a abandonar sus estudios, que les resultarán difíciles y aún odiosos, mientras que otros irán desarrollando un entusiasmo cada vez mayor en torno al conocimiento. Los primeros pasarán a formar parte de la clase de los artesanos, habiendo mostrado una mayor inclinación hacia el contacto con lo material; los que persistan en sus estudios pasarán a formar parte de la clase de los guerreros.

La perseverancia en el estudio, entre los que pertenecen a la clase de los guardianes, pone de manifiesto que en el individuo predomina el alma racional, por lo que serán éstos los elegidos para formar la clase de los gobernantes, quienes serán sometidos a un proceso educativo que comenzará con el estudio de las matemáticas y terminará con el estudio de la dialéctica, con el conocimiento de las Ideas. En el caso de que alguien perteneciente a la clase los gobernantes perdiera posteriormente ese interés por el estudio y por el conocimiento, pasaría a formar parte de la clase inferior, la de los auxiliares o guardianes. Lo mismo ocurriría con quien, perteneciendo la clase de los guardianes, mostrara una mayor inclinación hacia el disfrute de los bienes materiales, que pasaría a formar parte entonces de la clase de los artesanos.

La tarea de gobernar recaerá, pues, sobre aquellos que conozcan las Ideas, es decir, sobre los filósofos.. El filósofo pasa por ser un personaje extravagante, en la Atenas de la época, y ocupado en sus estudios e investigaciones no parece ser el individuo idóneo para dirigir la ciudad. Pero en la ciudad ideal, que ha de ser gobernada de acuerdo con la Idea de Bien, los únicos que alcanzan ese conocimiento son los filósofos por lo que, por paradójico que parezca, ha de ser a ellos a quienes les corresponda gobernar, pues son los únicos que alcancen el conocimiento de dicha Idea.

La mejor forma de gobierno posible será, pues, aquella en la que un filósofo gobierne; pero si no es posible que uno sólo destaque sobre los demás, el gobierno deberá ser ejercido por varios filósofos y durante un corto período de tiempo, para evitar todos los males que genera la persistencia en el poder. Esta teoría es generalmente conocida como la del filósofo-rey.

En función de lo dicho lo largo de la República, en torno a la ciudad ideal, Platón realiza un análisis de las formas de gobierno, que irá graduando desde la mejor hasta la peor.

En primer lugar sitúa la aristocracia, es decir, el gobierno de los mejores, ("aristos"), que vendría representado por el gobierno del filósofo-rey de la República ideal; en ella los mejores son los que conocen las Ideas, los filósofos, y su gobierno estaría dominado por la sabiduría.

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La segunda mejor forma de gobierno la representaría la timocracia, el gobierno de la clase los guardianes, que no estaría ya dirigida por la sabiduría, sino por la virtud propia de la parte irascible del alma, que es la propia de dicha clase, abriendo las puertas al desarrollo de la ambición , que predominaría en la siguiente forma de gobierno, la oligarquía, el gobierno de los ricos, y cuyo único deseo se cifra en la acumulación de riquezas. Posteriormente encontramos la democracia, cuyo lema sería la libertad e igualdad entre todos los individuos y cuyo resultado, según Platón, es la pérdida total del sentido de los valores y de la estabilidad social. No cabe duda de que Platón tiene en mente la democracia ateniense que tan odiosa le resultó después de la condena de Sócrates, aprovechando para satirizar el predominio de los discípulos de los sofistas en la vida pública.

Por último, en el lugar más bajo de la escala, se encuentra la tiranía, que representaría el gobierno del despotismo y de la ignorancia, dominado el tirano por las pasiones de la parte más baja del alma, dando lugar al dominio de la crueldad y de la brutalidad.

En una de sus últimas obras "Las Leyes" se amplían algunos de los aspectos tratados en la República, respecto a la educación, el análisis y las funciones de la guerra, el endurecimiento de las leyes, etc., en una dirección en la que predomina el pesimismo acerca de la posibilidad de implantar la ciudad ideal de la República

1.3.6./ COSMOLOGÍA

En el diálogo Timeo, una de las obras escritas en el período de vejez, nos expone Platón su cosmología, inspirada, como el resto de sus grandes concepciones, en la Teoría de las Ideas

Los elementos fundamentales que interviene en la explicación cosmológica son, pues, las Ideas y la materia, a las que hay que añadir el Demiurgo, (especie de semidiós artesano del universo y el vacío, necesario para explicar el movimiento. Simplificando las explicaciones, siempre alegóricas, de Platón podríamos resumir su pensamiento de la siguiente manera: las Ideas, que existen eternamente en algún lugar, son contempladas por el Demiurgo quien, admirado por su perfección y belleza pretende trasladarlas a la materia, que se halla sumida en el caos y el desorden, sometida como está al movimiento. Tomando como modelo esa perfección y belleza de las Ideas el Demiurgo modela la materia, introduciendo en su originario caos y desorden, el orden: la belleza y la armonía. El Demiurgo es presentado por Platón como un ser bondadoso cuya intención es la de hacer participar a la materia de la bondad y perfección de las Ideas, por lo que ha de suponerse que el mundo resultante es el mejor de los mundos posibles. Las imperfecciones del mismo no son atribuibles al Demiurgo, sino a las características propias de la imperfección de la materia. Por lo demás, no debemos concebir el Demiurgo como un dios creador, puesto que trabaja sobre materiales ya preexistentes.

Parece ser, pues, que la intención de Platón es la de insistir, frente a las teorías mecanicistas de Demócrito, por ejemplo, frente a un universo caótico y sin finalidad ninguna, en la visión de un cosmos ordenado siguiendo los dictados de la inteligencia. La actuación del Demiurgo está sometida, pues, a un fin: trasladar el orden del mundo de las Ideas a la materia, ofreciéndonos así una explicación finalista, teleológica, del universo.

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