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B t B ^ i BvNCARGAD() de dirigiros hoy la palabra desde .B^^SBSpyJ este sitio i monumento de gloriosos recuer-

^ W M M p y ^ o s literarios, fácilmente comprendereis la penosa situación en que me encuentro. Nuevo todavía en la difícil y honrosa carrera de la enseñanza pública^ y falto de los conocimientos que tanto sobresalen en todos mis compañeros,, ¿de qué asunto podré ocuparme que merez­ca al menos la atención del ilustrado concurso que me rodea y de una Academia „ cuyo nombre ha llevado la fa­ma por los estendidos ámbitos del mundo? Designado sin embargo por el Sr. Rector para inaugurar la apertura de esta Escuela, espero confiadamente que mirareis con la benevolencia, propia de vuestra alta sabiduría, este desa­liñado discurso, cuyos rasgos mal trazados y pálidos colo­res contrastarán sin duda con el grandioso objeto que aquí nos reúne.

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Todos los conocimientos humanos se dirigen á un mis­mo fin,, y un vínculo común estrecha sus relaciones: pasaron por fortuna de la humanidad aquellos lastimosos tiempos en que dándose una preponderancia esclusiva á algunos ramos del saber humano s yacian otros sepultados en el mas completo olvido. En la nueva organización de los estudios se vé evidentemente el consorcio que hay entre ellos; y al recordar que en años anteriores se han oido en este mismo recinto brillantes discursos, en los cuales se ha demostrado el interés que ofrecen las cien­cias filosóficas, las jurídicas y físico-matemáticas > he creí­do de mi deber continuar la senda trazada por mis prede­cesores y hablaros en este dia de la importancia y desar­rollo de las ciencias naturales. oiih

La naturaleza „ limo. Sr., es un gran libro escrito con caracteres universales; su estudio es sublime y los límites que abraza tan inmensos, que el hombre de genio mas elevado y de facultades mas estraordinarias desfallece al contemplar el dilatado espacio que ha de recorrer. Para que la ciencia alcanzara el grado de esplendor que en el dia ostenta,, ha tenido que sostener el género humano fuertes combates, infinitos obstáculos que vencer, y estar dotados los que se dedican á su estudio, como dice Bufíon, de los designios de un vasto genio que todo lo vé de una sola ojeada, y de la prolija atención de un instinto laborio­so que se dedica á una sola materia.

Las ciencias naturales nacieron en la India, y de allí se esparcieron por la Caldea, el Egipto y la Persia, en

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donde hicieron progresos en cuanto á su aplicación prác­tica. Los antiguos Egipcios conocieron la fabricación del vidrio y de la porcelana; sabían preparar multitud de coloresy tenian conocimientos prácticos de mineralogia, botánica y zoología; pero enlazados entre si de una ma­nera metafísica y panteista y representados por gerogliíi-cos desconocidos, solo eran asequibles á los sacerdotes que estaban iniciados en ellos. Hacia el año 600 „ antes de Jesucristo, tuvo lugar en el Egipto una revolución importante que permitió á los Griegos apoderarse de las riquezas científicas de aquel pais: Thales fué el primero que dio á conocer á la Grecia la doctrina que se cultiva­ba en los tiempos egipcios, y Pitágoras siguió su ejemplo. En las Escuelas griegas reinaba la mayor anarquía, y las ideas místicas se iban apoderando de las inteligencias, cuando Sócrates con su profunda sabiduría las dirigió por mejor camino; su discípulo Platón fundó una escuela fi­losófica en la cual causaron un estrago lamentable los des­varios de la secta Pitagórica. Al vasto y sublime genio de Aristóteles deben las ciencias un sistema casi general; abrazó la física, la astronomía, la zoología y la botánica, y mereció el glorioso dictado de fundador de las ciencias, creando y practicando el verdadero método de observa­ción: el espíritu humano, diremos con Cuvier, fué colo­cado en la senda de una perfección ilimitada, y sin em­bargo solo Teofrasto que aplicó el sistema aristotélico á la botánica, fué su digno imitador.

La célebre Escuela de Alejandría se creó después, y

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no obstante que formaron parte de ella los sábios mas distinguidos de la Grecia, las ciencias naturales fueron poco cultivadas. Durante los reinados de Galigula y Nerón son dignos denotarse los trabajos de Galenoque estu­dió casi todas las ciencias naturales, principalmente la zoologia y la medicina; y los de Plinio, que dotado de un talento estraordinario creyó que la naturaleza era mas l i ­mitada que su genio. Se verificó en seguida la invasión de los bcárbaros del Norte en el imperio del Occidente y su funesto influjo se hizo ostensivo á todos los conocimientos.

¿Por qué razón las ciencias progresaron en Grecia y permanecieron estacionarias en Oriente? Porque en la filosofía de los pueblos orientales,, al contrario que en la de los griegos, se notaba un carácter profundo de uni­dad que encadenaba las inteligencias; y siendo la filoso­fía la ciencia llamada á resolver las cuestiones fundamen­tales, su influjo se hace sentir en todos los estudios. ¿Qué progreso era posible en las ciencias naturales, cuyo fundamento es la observación j cuando los filósofos espar­cían por el mundo la falsa doctrina de que la inspiración sobre-natural era la única fuente de los conocimientos hu­manos? ¿Qué adelantos hablan de hacer las ciencias exac­tas, cuando se reconocía á la autoridad como escluslvo criterio de verdad, haciéndole superior al cálculo y al ra­ciocinio? ¿Y qué nuevos servicios habla derecho á recla­mar de las ciencias industriales, cuando se pretendía de­mostrar la perfección humana?

¿Qué causas detuvieron la marcha progresiva de las

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— » — ciencias que nos ocupan? Los obstáculos que se opusie­ron á su desenvolvimiento son,, la degradación de los Ptolóraeos, la decadencia de la Escuela de Alejandría,, la desmesurada ostensión del imperio romano, las continuas revueltas que lo agitaron, la preponderancia militar con­siguiente á ellas, la falta de método, el no conocer los reactivos químicos, la imposibilidad de formar coleccio­nes de objetos naturales, el ignorar el arte del grabado á pesar del estado floreciente de la pintura, escultura y arqui­tectura y por último la escasez de medios de observación.

Aunque las Tribus que invadieron el imperio romano, reconocieron por largo tiempo como soberanos á los em­peradores, despreciaban con frecuencia sus mandatos y hacian sentir su ominoso yugo á los pueblos vencidos: exentos sin embargo de fanatismo religioso aceptaron la religión cristiana que dominaba en el imperio, á lo cual se debe la conservación dé las bibliotecas que los sacerdo­tes hablan colocado en las Iglesias. La prolongada domi­nación de los príncipes bárbaros fué mas perjudicial á las letras que la misma invasión, porque no protegieron á los hombres dedicados á ellas. De las aberraciones, de los al­quimistas nace la química en Oriente; introducida por los Arabes en los pueblos occidentales y envuelta en un len­guaje místico y figurado, no presenta teoría alguna de los fenómenos que comprende. Los restos de la civiliza­ción desaparecen en Occidente á pesar de los esfuerzos de Carlomagno y la Europa queda sumergida en las mas espantosas tinieblas.

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— iO — •oiáíLos acontecimientos mas notables ocurridos en los si­glos X I „ XII y XI I I son las cruzadas que llevaron el es­tandarte de Jesucristo á la Palestina y el establecimiento de las universidades: las primeras debilitando el poder de los grandes Señores, esparcieron sus riquezas por las ma­sas del pueblo, hicieron florecer el comercio y engendra­ron la afición á las ciencias; y las segundas dando mas unidad á los estudios y grandes consideraciones á los que se consagraban á ellos, aumentaron su influencia y facili­taron sus progresos.

Memorables descubrimientos, cuya importancia crece con la edad del mundo, fueron los precursores del rena­cimiento de las letras en Europa. La aplicación de la brú­jula á l a navegación, la invención del grabado, de la im­prenta y de la pólvora, la construcción de los instrumen­tos ópticos, el uso del espíritu de vino para la conserva­ción de los objetos zoológicos son los auxiliares poderosos de que se vieron privados los antiguos , y que prepararon el terreno donde había de crecer con lozanía el árbol de

No son estas las únicas conquistas que hizo la inteli­gencia humana en el siglo XV: la toma de Gonstantinopla hizo dueños á los pueblos occidentales de los restos del imperio byzantino; el descubrimiento del Cabo de buena esperanza destruyó la incomunicación del Oriente, y el de la América ofreció un nuevo mundo de objetos naturales.

En el siglo XVI todas las ciencias fueron objeto de nuevos estudios, se hicieron numerosos viages ó infinidad

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de invencionesy los conocimientos adquiridos se comu­nicaron de Unos paises á otros: en el XVII aparecen en la escena del mundo talentos eslraordinarios que han im­pulsado eficazmente á la inteligencia en su rápido vuelo. Bacón ha adquirido una reputación inmortal por sus tra­bajos científicos y filosóficos; Galiléo estudió el péndulo, examinó el movimiento parabólico, averiguó las leyes que siguen los cuerpos en su caida y enriqueció la astrono­mía con el descubrimiento del telescopio; Descartes apli­có el álgebra á la geometría, y dió la hipótesis de las lentes curvas; Torriceli inventó el barómetro; el inmor­tal Newtón dió á conocer las leyes de la gravitación uni­versal , demostró la verdadera figura de la tiérra, descom­puso la luz y averiguó la velocidad del sonido; Leibnitz, su esclarecido rival, uno de los hombres más eslraordi­narios y enciclopédicos que han producido los siglos, abrazó en sus estudios la naturaleza entera, pero partida­rio del método opuesto al de Newtón desCendia de lt>s principios generales á los hechos particulares, fundándose solo en el procedimiento metafísico; sus ideas se genera­lizaron de tal manera en Alemania, que las ciettcias, como observa un distinguido escritor, no eran allí en estos úl­timos tiempos mas que reflejos de sus hipótesis. Bacón, Galiléo y Descartes han dado tanta celebridad al siglo XVII por sus doctrinas como por sus descubrimientos: las cien­cias naturales se veian entonces atormentadas por el peso de la autoridad y por la filosofía escolástica; y la tenden­cia dé la época se limitaba á establecer teorías en conso-

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— f i ­nancia con los sistemas filosóficos dominantes. Bacón dio nuevas reglas para el estudio de las ciencias; pero ni siem­pre siguió su propio método 3 ni hizo de él las bellas apli-caciones que Galiléo; Descartes con su brillante genio rompió las trabas que esclavizaban el pensamiento é im­primió una dirección nueva á los espíritus; y si la física no le debe mas que hipótesis, no pueden menos de con­siderarse sus escritos como el principal hilo conductor por donde se han alcanzado dos verdades importantes, el co­nocimiento del sistema del mundo, y el fundamento y origen de las doctrinas fisiológicas. Los nobles esfuerzos de estos sabios encontraron favorable acogida en las ele­vadas regiones del poder: Luis XI I I fundó el jardín botá­nico de París, y Luis XIV, siguiendo las inspiraciones del gran Golbért, creó la Academia de Ciencias, el Observa­torio astronómico y el Gabinete de historia natural; la célebre Cristina , reina de Suecia, llamó á su córte mul­titud de sabios estrangeros; Carlos I I de Inglaterra esta­bleció el Observatorio de Gréenwich y en fin la Holanda por medio de su estensa dominación mercantil abrió un ancho campo á las investigaciones de los naturalistas.

Las ciencias naturales, ricas ya en hechos, ocupaban todavía un lugar secundario: en física no se daba la im­portancia debida al método esperimental; en química no se conocía el Uso de la balanza, de ese instrumento pre­cioso al cual debe la ciencia grandes resultados; en mi-neralógia no se tenía en cuenta la constitución molecular de los cuerpos; faltaba un sistema rigoroso en zoología;

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- t a ­sólo en botánica es donde se habían hecho verdaderos progresos.

Las luminosas doctrinas del siglo XVII influyeron de una manera notable en los trabajos de muchos hombres ilustres que nacieron en el siguiente. Bufíon hizo popular la historia natural con sus elocuentes discursos, y á pesar de los errores de sus teorías son importantes sus obras por la exactitud de las descripciones. Linneo^ cuyo nom­bre será de eterno recuerdo para los naturalistas, dió á la botánica y á la zoología una nomenclatura y una clasi­ficación ^ que escitan en nuestros días la veneración mas profunda; Bonnet estudió las relaciones de la historia na­tural con la metafísica ; Schéel en Suecia resolvió las cues­tiones mas difíciles de la química con medios sencillísimos; Priestley en Inglaterra descubrió la mayor parte de los gases; el inmortal Lavoisier en ^Francia derribó con la ló­gica severa de su esclarecido talento la teoría de Sthál y estableció la pneumática; descompuso el aire y el agua, comprendió los fenómenos de la respiración i indicó la fa­cilidad de representar las reacciones químicas á la manera de ecuaciones algébricas s y penetrado de la necesidad de armonizar el lenguaje de la ciencia con los grandes ade­lantos que ésta había hecho, se asoció á los célebres quí­micos Guiton-Morveau, Fourcroy y Bertollet y fundó la nomenclatura metódica que abrió á la química una nueva era y un porvenir brillante á las artes, á las ciencias y al mundo entero; en Italia llamaban la atención de Galvani los fenómenos eléctricos, y Volta daba á conocer con la

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invención de su pila la influencia de ese agente poderoso, que no en vano consideran muchos como el principal del universo.

En el siglo actual las ciencias naturales señalan sus triunfos con diarias conquistas. Bercelius ha alumbrado la química con la radiante antorcha de su genio, Guvier la zoología, Decandolle la botánica, Pouillet la física y Mits-cherlitz la mineralogía. La observación y la esperiencia son la base de los métodos modernos, y la división del traba­jo su sello dominante; por eso se observa que Mirbél es­tudia los frutos, Juillet la fisiología vegetal, Roullin las razas humanas, D' Orbigni las aves, Valenciennes los peces, Deshayes los moluscos y Milne-Ewards los anélidos y zoófitos : Liebig consagra sus afanes a investigar la acción molecular de los cuerpos orgánicos, y aplica la química á la fisiológia vegetal y animal, á la patología y á la agri­cultura; Dumas y Perssoz á las artes; Orfila á la toxico-logia, Lassaigne á la medicina, Lecanu á la farmacia y Henri Rose al análisis: los fenómenos eléctricos son exa­minados por Ampere, Becquerel y Wallastón; Dulong y Pettit se ocupan del calórico y Biot y Arago de la luz.

En esta breve reseña vemos las diferentes fases por­que han pasado las ciencias naturales en su progresivo de­sarrollo y los grandes sucesos que han contribuido á sus adelantos, restaños al presente examinar la importancia que ofrecen.

Las ciencias naturales tienen estrechas relaciones con todos los ramos del saber humano y sobre todos ellos

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egercen una influencia poderosa: elevan al moralista al conocimiento de Dios,, fuente de la verdad y único origen del pensamiento; suministran al literato brillantes imáge­nes y metáforas atrevidas que comunican á su palabra un poderío inmenso; dan á conocer al ingeniero mecánico los materiales indispensables para la construcción de sus aparatos; esplican al geógrafo los objetos que le rodean en los lejanos paises que recorre: manifiestan al minero las riquezas de los terrenos y le enseñan á esplotar los preciosos metales que la tierra oculta en sus entrañas. Las artes las deben su esplendor; la fortuna pública tesoros inmensos; la industria su prodigioso desarrollo; la agri­cultura grandes mejoras; la medicina su principal apoyo y la farmacia su existencia. La obtención de la sosa por el procedimiento de Le-Blanc ha eximido á la Francia de un tributo anual de mas de cien millones que pagaba á España; la fabricación del acido sulfúrico ha puesto en cir­culación cuantiosos capitales, ha producido sumas enor­mes á Sicilia y llevado la civilización á los helados desier­tos de la Rusia, haciendo lucrativa la esplotacion del pla­tino ; el blanqueo de las telas por el hipoclorito cálcico ha permitido á la Inglaterra sostener la competencia en este ramo importante de la industria con la Alemania y la Francia. La alianza de la fisiología con la química ha pres­tado servicios grandes á la medicina; el origen del calor animal, su influencia sobre el organismo, las importan­tes cuestiones relativas á la respiración, las pérdidas y compensaciones que se observan en el desempeño de las

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funciones vitales, la marcha de la digestión, de la asimi­lación y de las secreciones, son fenómenos sobre los cua­les la química ha derramado abundante luz. La farmacia para cumplir su misión no hace otra cosa que aplicar la historia natural y la química á la reunión, preparación y conservación de los agentes que han de servirnos para re­cobrar la salud: la agricultura, en fin, recurre á las cien­cias naturales para destruir las trabas que el empirismo opone á su desenvolvimiento; con su ausilio aprecia las circunstancias en que viven los vegetales, averigua los principios que necesitan para su nutrición y desarrollo, conoce la naturaleza de los terrenos y la manera de res­tablecer su equilibrio, y acrecienta sus producciones con menores dispendios y en un tiempo infinitamente mas corto.

¿Y qué diremos de los adelantos que debe la civiliza­ción del mundo á la aplicación de los productos natura­les? ¿Cómo se concibe la existencia de la imprenta, de ese vehiculo de progreso y de vida para los pueblos, sin las primeras materias que el hombre saca de la naturaleza? ¿Cómo era posible que los miembros de la gran familia humana, separados entre si por la inmensidad de los ma­res, hubieran estrechado sus relaciones sin la invención de la aguja náutica, debida al descubrimiento del imán? ¿Cuál seria entonces el destino de esa infinidad de pueblos que la Providencia colocó en remotos climas ? ¿ Cómo se esplicaria la dominación universal que el comercio ha ad­quirido en nuestros dias, cambiando la faz de las socieda­des? Si la industria fabril ha alcanzado el estraordinario

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desarrollo que nos sorprende; si el hombre arrastrado por el vapor recorre con una velocidad increíble los estensos confines del globo que habitamos, si nuestra clase media goza de mas comodidades que los opulentos personages de la antigüedad > débense estos beneficios á los productos naturales de que se sirve el ingeniero mecánico. Los tegi* dos de lana,, algodón y lino con que cubrimos nuestra desnudez, los alimentos con que reparamos las pérdidas que la economía animal esperimenta de continuo, los agen­tes' por medio de los cuales nos restituimos al estado nor-maL los metales y ricas joyas que atesoran los potentados, todos son objetos que la industria va á recoger al campo de la naturaleza.

Las ciencias naturales estienden el dominio de nuestra razón; el alma se eleva con su estudio á las mas sublimes concepciones y los conocimientos que por él adquirimos dan un poderoso vigor y cultura á la inteligencia. Al con­templar la tierra adornada de tan infinitas y variadas pro­ducciones; al tender la vista por la inmensidad de la bó­veda celeste, de donde penden millones de estrellas, des­tinadas á esparcir luz sobre el universo; al observar el curso de los astros y las leyes que rigen su movimiento ¿podrá ponerse en duda ni un solo instante la existencia de un Ser Supremo que rige el universo con admirable sabiduria? Al ver la tierra rodeada por ese Océano vas­tísimo , cuyas aguas surcan multitud de pueblos vivientes y en cuyo seno han recibido la existencia miles de gene­raciones ; al notar qüe la atmósfera la circunda por todas

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— ts— partes, prestando los elementos necesarios al organismo vegetal y animal para que ponga en juego su complicado mecanismo; al descubrir en fin ese amor universal que da actividad hasta los cuerpos inertes ¿habrá todavía quien cerrando los ojos á la luz y los oidos á la r a z ó n a t r i b u y a tantas maravillas á la casualidad?

La naturaleza orgánica con tres ó cuatro elementos produce ese cúmulo inmenso de seres que la imaginación apenas alcanza á concebir. El reino animal, verdadero aparato de combustión , quema incesantemente las sustan­cias que el vegetal reduce; éste fija los radicales de los productos oxidados que aquel exhala; el primero consume las materias que le suministra el segundo; el animal trans­forma los cuerpos orgánicos en minerales y devuelve sus elementos al aire ó á la tierra, mientras que el vegetal los recibe de estas mismas fuentes y organiza las sustan­cias minerales: y por una repetición sucesiva de estos mis­mos actos se mantiene constantemente el equilibrio del universo. Por estos sorprendentes fenómenos de Estática química, que tanto ha ilustrado Dumas, se ve de una ma­nera bien perceptible, como afirma este sábio, que el rei­no vegetal es el gran laboratorio de la vida orgánica, y la atmósfera el lazo común que une ambos reinos. La mate­ria, pues, muda de formas á cada paso, cambia de lugar á menudo y sus elementos se dispersan frecuentemente, pero siempre conserva su existencia; y siendo las descom­posiciones productos de nuevas combinaciones, si desapa­rece de unos seres, aparece después en otros adornada con

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—lf>— diferentes galas y representada por la misma cantidad: la luz, el calórico y la electricidad son los agentes que el Supremo Hacedor ha elegido para que se verifiquen estos poderosos cambiosque bien examinados se reducen en último resultado á un doble fenómeno de mecánica; mo­vimiento durante la acción„ reposo después de ella, como dice Ghevreul.

Todos los seres que existen en el mundo tienen un fin determinado y todos ellos están regidos por leyes subli­mes: si nos fuera posible estudiarlos individualmente ad­vertiríamos tanta variedad en sus formas como en sus cos­tumbres, necesidades y deseos; veríamos por egemplo al mono, admirable por su instinto, enemigo del hombre, con propensión al mal, y superior en destreza por su con­formación á la mayor parte de los animales; al caballo noble y fogoso; al buey sufrido para el trabajo y con fuer­zas colosales; al león fuerte y terrible, con movimientos impetuosos y apetitos vehementísimos ; al elefante j amigo del hombre, sirviéndole con inteligencia y fidelidad, y dócil á los medios cariñosos; al gato desconfiado y falso; al perro en estremo fiel y cariñoso; al tigre feroz y alti­vo; al corpulento avestruz de condición indómita, lascivo y desprovisto del sentido del gusto; á la grande abutarda tímida, sin conciencia de sus propias fuerzas y sin instin­to para hacer uso de ellas; al gallo con formas esbeltas, voz fuerte y sonido articulado, ardientes deseos y frecuenr tes necesidades; al águila fiera, colérica y caprichosa; á los buitres voraces y crueles, y á los halcones valienteSi

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veloces y amigos de la independencia. El sábio Autor de la naturaleza ha proporcionado la organización á los in­dividuos de tal manera, que nuestro asombro crece á me­dida que nos vamos internando en el estudio: al cuadrú­pedo que ha de habitar las zonas frias, como el oso del norte 3 le cubre de una piel espesa; al erizo y al puerco espin débiles por su constitución los rodea de punzantes espinas; á los herbívoros que no tienen las fuertes garras, ni dientes agudos que los carniceros los ha provisto de otras armas vigorosas; á la ardilla inofensiva la ha hecho en estremo veloz y á otros animales que no tienen ni fuer­tes garras, ni espinas aceradas, ni dientes agudos los ha dotado de la facultad, ya de despedir vapores pestíferos como las viveras y mofetas, ya de exhalar descompasados ahullidos, como el mono aulato ó ya de construir madri­gueras subterráneas con las cuales burlan la persecución de sus enemigos. ¿Quién ha dado al castor ese instinto so­cial por escelencia que le arrastra á vivir en numerosas reuniones? ¿quién ha desarrollado en los mergos ese amor paternal tan escesivo ? quién ha matizado los plumages de las aves tropicales con esos brillantes colores que el artis­ta mas aventajado no puede igualar? ¿Y qué espectáculo mas sublime puede presentarse á los ojos del hombre pen­sador, repetiremos con Virey, que la contemplación de esos seres diminutos que nos dan lecciones de laboriosi­dad como la hormiga, de amor á la sociedad como la abe­ja y de sorprendente industria como el gusano de seda? «Fácil es concebir, dice Plinio, de que modo ha podido la

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—S4 — naturaleza dar á los grandes animales esas cualidades que notamos en ellos; mas no sucede lo mismo con otros que por su pequenez casi pueden reputarse por nada. En ellos es donde se observan mejor y donde se descubren abis­mos de sabiduría, de poder y de perfección. ¿Cómo ha podido hallarse bastante espacio en el cuerpo de un mos­quito, sin hacer mérito de otros animales aun mas peque* ños, para colocar órganos susceptibles de tantas sensacio­nes diferentes? ¿En dónde ha podido la naturaleza fijar la vista ? ¿Cómo halló lugar para colocar los sentidos del gus­to y del olfato? ¿Dónde encontró material para aquel ins­trumento de sonido agudo y estrepitoso que posee este pe­queño animal?» )np SOY fiJÍe no efli

Y si nos quedase aun alguna duda de la magostad y poderío del Altísimo, en nuestro propio ser encontraría­mos infinitas pruebas que bastarían á disiparlas. El hom­bre, primer sér de la creación, ciudadano de todas las repúblicas y habitante de todos los imperios, somete á cálculo la velocidad del sonido y de la luz, resuelve este impalpable fluido en los matizados colores del iris, arre­bata la electricidad á las nubes, mide el espacio, calcula el tiempo y remontándose en alas del hidrógeno somete al crisol del análisis las elevadas regiones de la atmósfera; estudia el curso de los planetas, averigua las leyes del sistema del mundo hasta en los imperceptibles átomos de la materia, y egercc en fin un imperio legítimo sobre el mundo, porque este imperio está representando el triunfo del pensamiento sobre la materia.

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— 2« — Vemos, pues, que las ciencias naturales desarróllan la

industria, ensanchan los dominios del comercio, ennoble­cen el alma y son por último el arsenal mas abundante á que se puede acudir para aniquilar los funestos errores de los materialistas y las absurdas doctrinas del ateísmo: por eso el célebre Salomón recurría á ellas para encon­trar la sabiduría y las verdades sublimes; por eso el es­clarecido Newton aseguraba que cuanto mas profundo es el naturalista con tanta mas intensidad siente las verdades de la religión; por eso el inmortal Linneo dice que cuan­do florece la historia natural las supersticiones se mar­chitan y secan y por eso en fin el elocuente Virey procla­ma en alta voz que la naturaleza es un templo sagrado, donde la Divinidad se pone á descubierto.

Antes de concluir, limo. Sr., seame permitido tribu* tar mi gratitud y profundo respeto á nuestra excelsa reina DOÑA ISABEL l í , porque ansiando el brillo de las ciencias se afana por su mejora y adelantos; al Gobierno porque realiza las altas miras de S. M . y al digno gefe de esta Escuela por la perseverante solicitud que manifiesta por su engrandecimiento.

Vosotros, ilustrados comprofesores, continuad traba­jando con ardiente entusiasmo para que no germinen las malas pasiones en el corazón de esa juventud que está confiada á vuestros desvelos; para que su inteligencia ad­quiera vigor y cultura y alcance las verdades sublimes. Y vosotros, jóvenes estudiosos, que acudís llenos de no­bles deseos al templo augusto de las letras, no olvidéis

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nunca que la ciencia os enseñará á imitar las virtudes que inmortalizaron á Catón; os llevará por el camino, ra­diante de gloria, que siguieron Aristóteles ^ Newtón y Leib* nitz y os dará á conocer el destino que Dios ha fijado á la humanidad: y cuando concluyáis las tareas literarias, pagareis á nuestra querida Patria el tributo que todos la debemos haciéndola grande, feliz y poderosa.

UNIVERSIDAD DE S A L A M A N C A

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