Fernando Botero Herrera. Estado, nación y provincia de ...

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Libros Estudios Políticos No. 23. Medellín,julio-diciembre 2003 183·201 Fernando Botero Herrera Estado, nación y provincia de Antioquia. Guerras civiles e invención de la región, 1829-1863. Medellín, Hombre Nuevo Editores, 2003, 198 pp. Recientemente se ha dado un no- torio incremento de la historiografía re- ferida a las guerras civiles del siglo XIX en Colombia, como si la intensificación delconflictoarmado contemporáneo hu- biera estimulado la formulación de nue- vas preguntas al pasado sobre una ya prolongada y estrecha relación entre la políticay la guerra en el país. Este esfuer- zo de interrogar al pasado remoto tiene sentido si se evita la inclinación de to- marlocomo la explicación automática de los sucesos del presente, si se sortea el riesgo de verlo con los ojos deslumbra- dos por una cotidianidad excesivamente iluminada por los hechos de la guerra y, sobre todo, si se superan innumerables debates historiográficos con el aporte de nuevos datos o enfoques. Entre las obras publicadas al res- pecto se encuentra Estado, nación y pro- vincia de Antioquia. Guerras civiles e invención de la región, 1829-1863, del sociólogo y economista de desarrollo Fernando Botero Herrera. El libro se refiere a la formación de la identidad y la región antioqueña y al papel que en este proceso tuvieron las guerras civiles, en un periodo que, como se advierte, no carece de importancia y de complejidad por los aspectos que se asocian con él, tales como la formación del Estado, los "partidos políticos", las regiones y la identidad nacional. En la introducción del libro, que figura a su vez como primer capítulo, Botero Herrera plantea una manera teó- rica y metodológica para abordar el tema. Siguiendo las indicaciones de destaca- dos autores que han explorado la rela- ción entre la guerra y la formación del Estado en Europa (Charles TilIy) y el problema de la configuración de la re- gión y la nación en la Nueva Granada (Germán Colmenares), el autor se pre- gunta por las relaciones que se estable- 183

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Estudios Políticos No. 23. Medellín, julio-diciembre 2003 183·201

Fernando Botero HerreraEstado, nación y provincia de Antioquia. Guerras civiles

e invención de la región, 1829-1863.Medellín, Hombre Nuevo Editores, 2003, 198 pp.

Recientemente se ha dado un no-torio incremento de la historiografía re-ferida a las guerras civiles del siglo XIXen Colombia, como si la intensificacióndelconflictoarmado contemporáneo hu-biera estimulado la formulación de nue-vas preguntas al pasado sobre una yaprolongada y estrecha relación entre lapolíticay la guerra en el país. Este esfuer-zo de interrogar al pasado remoto tienesentido si se evita la inclinación de to-marlocomo laexplicación automática delos sucesos del presente, si se sortea elriesgo de verlo con los ojos deslumbra-dos por una cotidianidad excesivamenteiluminada por los hechos de la guerra y,sobre todo, si se superan innumerablesdebates historiográficos con el aporte denuevos datos o enfoques.

Entre las obras publicadas al res-pecto se encuentra Estado, nación y pro-vincia de Antioquia. Guerras civiles einvención de la región, 1829-1863, del

sociólogo y economista de desarrolloFernando Botero Herrera. El libro serefiere a la formación de la identidad y laregión antioqueña y al papel que en esteproceso tuvieron las guerras civiles, enun periodo que, como se advierte, nocarece de importancia y de complejidadpor los aspectos que se asocian con él,tales como la formación del Estado, los"partidos políticos", las regiones y laidentidad nacional.

En la introducción del libro, quefigura a su vez como primer capítulo,Botero Herrera plantea una manera teó-rica y metodológica para abordar el tema.Siguiendo las indicaciones de destaca-dos autores que han explorado la rela-ción entre la guerra y la formación delEstado en Europa (Charles TilIy) y elproblema de la configuración de la re-gión y la nación en la Nueva Granada(Germán Colmenares), el autor se pre-gunta por las relaciones que se estable-

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cen entre aquellos, por las formas deidentidad regionales y nacionales, y porel momento en el que se hacen conscien-tes; también se cuestiona por los lazos deunión o desunión regional y nacional,por el papel que juegan las primerascoaliciones de intereses ("partidos polí-ticos") en torno alpoderyporellugardelas ciudades en la formación de unaidentidad regional (pp. 16, 17). En elcentro de estos procesos, el autor sitúacomo eje central a las guerras civiles quesiguieron a la Independencia, las cuales,en su opinión, "fueron de gran impor-tancia" en la formación de la regiónantioqueña. En su perspectiva, "la cla-ve" del "particularismo" de Antioquiadurante el siglo XIX residiría en unaecuación cuyos componentes son laparticipación de Antioquia en las gue-rras, las derrotas sufridas en el entornonacional en esos mismos conflictos y eltriunfo militar en la provincia, que per-mitió la instauración de un régimen con-servador; a todo esto agrega una intensaactividad económica (p. 24).

Lo llamativo de esta propuesta esque cuestiona algunas tesis que sobre eltema habían formulado Jorge OrlandoMelo, Doris Wise y María Teresa Uribede Hincapié. Elargumento que se criticaen el libro sostiene que en la primeramitad del siglo XIX, las guerras civileshabrían tenido un bajo impacto en laregión antioqueña, que la élite se habríacaracterizado por tener un proyecto po-líticoy civilistademostrando mayor inte-rés en los negocios y en el desarrollo

regional que en la política y en los con-flictos que de ella se derivaban, y quesólohabría participado activamente cuan-do atentaron contra los intereses regio-nales. Aunque el autor admite que aque-llos investigadores "muestran algunasparticularidades [de Antioquia] que tie-nen algo de verdad", dice que en esastesis hay una lectura teleológica ydeterminista de la historia regional entanto, de un lado, dan por sentado laexistencia de un proyecto político paci-fista en la élite regional desde la Inde-pendencia y, del otro, reducen "de ma-nera simplista la política a los intereseseconómicos" (p. 23).

Botero Herrera sostiene, por elcontrario, que la guerra estuvo presenteen el entorno de la "proto-región", queincidió decisivamente en ella, en la me-dida en que su unidad y cohesión fue-ron, en buena parte, el resultado de lasderrotas militares en los conflictos quese siguieron a la Independencia de Espa-ña; que la élite tuvo una experienciaactiva en estas confrontaciones y que nofue tan indiferente como se ha mencio-nado. Considera, entonces, que la gue-rra, "por la vía negativa", habría sidoimportante en la conformación de An-tioquia como una región conservadora,en su "ensimismamiento y repliegueculturales", en la cristalización de perfi-les políticos e ideológicos dominantes yen el empeño tenaz de la población y dela élite gobernante por lograr desarrolloeconómico y acumulación de riqueza (p.19).Porlo demás, para elprofesor Botero,

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laparticipación regional en esas guerrasciviles sería una prueba "de la relativaautonomía de la política en determina-dos momentos" y "una refutación deldeterminismo económico para entenderla política" (p. 23).

El segundo capítulo, titulado "Laguerra y la formación de la región", com-prende el periodo que va desde la guerrade Independencia hasta ellevantamien-to de José María Córdoba contra Bolívaren 1829. El relato de algunos hechosreferidos a la reconquista de Antioquia,comandada por el coronel FranciscoWarletta, sirve al autor para cuestionar laidea según la cual la élite antioqueñahabría tenido desde entonces una "acti-tud conciliatoria" expresada en "acuer-dos políticos" . Dice Botero Herrera queante la imposibilidad de ofrecer una re-sistencia armada a la reconquista, nohubo "otro remedio" para los antioqueñosque pagar las fuertes contribuciones queimpuso Warletta. Así, para el autor, esabúsqueda de soluciones políticas, en-tendidas como un "proceso típicamentepolítico para resolver los asuntos queconsiste en lograr acuerdos con el ene-migo" (p. 28), no se dio, sino que, comoAntioquia carecía de capacidad militar yera débil políticamente, tuvo que apelaral oro de sus mineros -que sí importabaa los españoles- para evitar una recon-quista sangrienta.

El mismo capítulo aborda hechosocurridos durante los primeros años devida republicana, con el fin de estudiar lapercepción de algunos actores de la re-

gión sobre la guerra, los efectos que éstaocasionó para la población y la maneracomo incidió en la formación de la regióny en su "mentalidad" frente a las guerrasciviles (p. 40). Sin embargo, se concentraen el caso de la rebelión de José MaríaCórdoba contra Simón Bolívar en 1829,en el posterior levantamiento de Salva-dor Córdoba contra los gobiernos centra-les de Urdaneta y de Marquez, así comoen la trama de lealtades y fricciones quegeneraron, pues considera que, en taleshechos, se puso en evidencia la actitudambigua, timorata y poco comprometidade las élites de la región. Así mismo,documenta las dificultades que enfrenta-ron las autoridades para el reclutamientoy el pago de empréstitos forzosos, y reite-ra el tema de las desventajas que para lasactividades mineras y comerciales repre-sentaba involucrarse en las confrontacio-nes armadas.

El tercer capítulo, "Sables y casa-cas negras", es el más breve de todos yse ocupa de las relaciones entre militaresy civiles, y cómo sus luchas fueron dan-do forma a identidades y lealtades polí-ticas, aunque "efímeras", flexiblesy cam-biantes. Para ilustrar estos aspectos, seretornan los hechos en los que el militarSalvador Córdoba se enfrentó con elpoder civil, especialmente el debate sos-tenido en 1831 contra el rionegrero,santanderista y rico comerciante de ta-baco Francisco Montoya, Prefecto de laProvincia de Antioquia. Este debate sedio a propósito de una solicitud de Cór-doba de conformar un batallón antioqueño

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proceso del distanciamiento definitivocon el santanderista Obispo Juan de laCruz Gómez Plata, así como la adscrip-ción de algunos sectores populares aljefe militar de Rionegro. Para documen-tar su exposición se apoya principal,pero no exclusivamente, en las anota-ciones de doña María Martínez de Nisser,testimonio que si bien es de enormeutilidad, apenas expresa la posición"de una señora distinguida de Sonsón"-como lo advierte el mismo autor-, enrelación con la guerra, con Córdoba ycon las huestes que éste comandaba (p.116). De esta descripción extrae variasconclusiones: por una parte, que sí ha-bía diferencias importantes entre Jos"partidos", mas no una filiación auto-mática entre comerciantes y liberales,por un lado, y entre conservadores yterratenientes, por el otro; por otra parte,que en Antioquia, la guerra de los Su-premos dividió a la sociedad en dosbandos, pero que la derrota y muerte deSalvador Córdoba ayudó a "inclinar labalanza del lado del conservatismo" yen oposición de los sectores popularesque acompañaron a Córdoba; finalmen-te, en contra de lo que sostiene JorgeOrlando Melo, dice que el contenidoideológico subyacente en estas confron-taciones no fue tan pobre, pese a que los"partidos políticos" todavía tenían lí-neas de separación tenues y diferenciasideológicas poco pronunciadas (p. 133).

Apartir de tales descripciones, res-paldadas principalmente por fuentesprimarias publicadas y por documentos

para apoyar las fuerzas de Quibdó, rein-corporadas al Estado de laNueva Grana-da, y para resistir una eventual invasiónde Ecuador (pp. 88 y ss.). Además deconstatar las diferencias existentes entrelos santanderistas antioqueños (losMontoya, por un lado, y Salvador Cór-doba, por el otro), el autor señala que enesta situación se demostró "la indiferen-cia" de la élite antioqueña frente a lashostilidades, iniciada por el general Flo-res contra el Cauca (p. 92).

En el cuarto capítulo, "Competen-cia por el poder y guerra de los Supre-mos", desarrolla su argumento sobre lapugna por el poder entre civiles y milita-res, escenificada, esta vez, en la guerrade los Supremos. Se remonta a las discu-siones entre Bolívar y Santander, descri-be en qué consistía la competencia por elpoder entre estas dos figuras y alude alas camarillas o grupos que se fueronconformando en torno de ellas, con el finde demostrar, una vez más, que no haylínea de continuidad entre aquellos y lospartidos conservador y liberal, respecti-vamente (pp. 104-106). También des-cribe las alianzas políticas previas a laguerra de los Supremos y la maneracomo ésta se desarrolla, desde el mo-mento del cierre de los conventos enPasto hasta el posterior levantamientode caudillos regionales en todo el país.

Un acápite se refiere a la guerra delos Supremos en Antioquia, desarrolla-da entre mayo de 1840 y mayo de 1841.En él reseña las diferencias entre la élitey Salvador Córdoba, las razones y el

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del Archivo José Manuel Restrepo, elautor afirma que como resultado de lasexperiencias desafortunadas de las gue-rras emprendidas por los hermanosCórdoba y de las derrotas sufridas porlos conservadores antioqueños poste-riormente (en la guerra de 1851, en la de1860-1861 y en la de 1876), se llegópaulatinamente, "por la vía del ensayo-error", a una actitud y a una prácticaespecífica en relación con la guerra. Estoquiere decir, desde su perspectiva, que"no hubo un proyecto consciente" des-de la Independencia sino que "con eltiempo" se llegó a una posición conrespecto a la guerra. Asímismo, que talesexperiencias "fueron creando cierta dis-tancia [que no debe exagerarse] frente ala política partidista nacional y una acti-tud defensiva pero nunca inactiva, quebuscaba -sin lograrlo del todo- cada vezproteger a la región y sobre todo a suélitede otro fracaso militar, con todas sussecuelas económicas y políticas" (p. 22).

En el quinto capítulo se estudian lastransformaciones regionales en Antioquia,la forma como Medellín llega a ocupar unlugar político y administrativo central, ylasrazones que expusieron las élites loca-lespara oponerse a este predominio, al-gunas veces latentes en los argumentosque se expusieron durante las guerrascivilesde mediados del siglo XIX.Segúnel autor, en la provincia de Antioquia,desde que se realizó la Independencia,existieron "fuerzas centrífugas" en SantaFe de Antioquia y en Rionegro, que seexpresaron, por lo menos hasta 1856,

con el fin de demandar el control políticoadministrativo de sus zonas de influenciay erigirse en provincias autónomas congobernadores independientes de Medellín(p. 136). En el texto se describen y docu-mentan estas rivalidades, y se explica lamanera como se asociaron a las confron-taciones armadas de los Supremos y de1851 (p. 141). En este contexto, el autorexplica la división de Antioquia en lasprovincias de Medellín, Antioquiay Cór-doba, realizada por los liberales con fineselectorales, así como la activa participa-ción de la primera en la insurrección na-cional comandada por Eusebio Borrero,apoyada localmente, entre otros, por Pe-dro Antonio Restrepo y Rafael MaríaGiraldo. Por último, se refiere a los cam-bios constitucionales de 1853 y 1856,que abrieron las puertas al federalismo,experiencia político administrativa me-diante la cual Medellín impuso definitiva-mente su predominio, incluyendo en élzonas tan importantes del Estado como ladel suroeste.

Aunque el autor reconoce que eltexto es "apenas exploratorio y provi-sional", llama inmediatamente la aten-ción del lector por la dimensión de lascuestiones que trata y por los debatesque propone. Sin embargo, pese a ladocumentación que exhibe, la argumen-tación expuesta es útil para iniciar esasdiscusiones, pero no suficientepara probarla validez de su hipótesis, que, por otrolado, no deja de ser sugerente, sobretodo considerando que durante los últi-mos años se ha avanzado significativa-

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Supremos (pp. 120 Y 131), y se puedenapreciar unas citas extrañamente presen-tadas (pp.119y 157).

Otra observación es de tipo meto-dológico. Las "orientaciones trazadas"por Charles Tilly pueden ser útiles paraentender algo de nuestro pasado y delproceso de formación del Estado en elsiglo XIX,pero se debe recordar que lasguerras que dieron forma a los Estadoseuropeos, las sociedades que se some-tieron a su autoridad y las institucionesque seformaroncomoconsecuencia fueronde una índole muy diferente a las exis-tentes en la Nueva Granada durante elperiodo posindependentista. Mientraslas guerras europeas condujeron a unacentralización del poder y, en efecto, a laformación del Estado, las guerras en laNueva Granada limitaron tal centraliza-ción, consumieron enormes recursos delEstado, no formaron un ejército nacio-nal fuerte, dieron lugar a un Estado ca-racterizado generalmente como "débil"y "famélico" y contribuyeron a la esci-sión de amplios sectores de la sociedadneogranadina. Tampoco sobra recordarla afirmación de Gonzalo Sánchez, se-gún la cual, la historia de Colombia no sereduce a las guerras ni éstas a las accio-

mente en los estudios sobre las guerrasciviles y los ejércitos, y sobre su papel enla configuración de las identidades polí-ticas y del Estado en la Nueva Granada. ¡

La primera observación pertinente,de orden formal, se refiere a algunosaspectos que no demeritan el esfuerzoinvestigativo, pero sí inciden en la lecturadel libro. En varios pasajes la redacción esdescuidada y contiene anotaciones irre-levantes o que bien pudieron ir a pie depágina, porque en el texto producen unainterrupción en el relato y en la argumen-tación del autor, por ejemplo el apartadosobre MillesFrecchette (pp. 12, 13), don-de se refiere a Sucre (p. 94), a las eleccio-nesde 1848 ya MarianoOspina Rodríguez(p. 108). También hay extrapolacionesde relativo interés, como eldebate acercade la división de la provincia en el sigloXIXy las recientes tendencias mundialesde fortalecimiento de las identidades lo-cales (p. 153); se introducen algunas re-flexiones aisladas sobre límites con elChocó (pp. 161, 162); ciertos pasajes dellibro se repiten, como donde MarianoOspina Rodríguez se refiere a Obando(pp. 107 y 117) y donde alude a lasrazones por las que el pueblo de Sonsónse alió con Córdoba en la guerra de los

1 Véanse, por ejemplo, Clement Thibaud. "Formas de guerra e identidades políticas. Laguerra de Independencia (Venezuela y Nueva Granada, 1810-1825)". Análisis Político No.45. Bogotá, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la UniversidadNacional de Colombia, enero-abril de 2002; Georgés Lomné. "Una 'palestra de gladiadores'.Colombia, 1810 a 1828: ¿guerra de emancipación o guerra civil?". En: Gonzalo Sánchezy María Emma Wills Obregón (compiladores). Museo, memoria y nación. Misión de losmuseos nacionales para los ciudadanos del futuro. Bogotá, Ministerio de Cultura, 2000.

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nes militares, advertencia que, por lomenos desde una perspectiva, obliga alos investigadores sobre el tema a pen-sar más allá del furor de los aconteci-mientos y la espectacularidad de lasnoticias de la época que nublan el hori-zonte con la supuesta omnipresencia dela guerra en la vida de las personas y delasnacientes instituciones republicanas.Por último, es conveniente advertir quelas guerras civiles del siglo XIX en laNueva Granada fueron diferentes cadauna y que se desarrollaron en un perio-do en el que la provincia de Antioquiaestaba experimentando, al mismo tiem-po, procesos demográficos, sociales, eco-nómicos y culturales no siempre asocia-dos directamente con aquellas, pero queincidieron fuertemente en su formación,cohesión e identidad como región.

Según el autor, la participaciónregional en las guerras civiles sería unaprueba "de la relativa autonomía de lapolíticaen determinados momentos" (p.23). Esta es una afirmación insoslayableaunque de difícil interpretación por laambigüedad que introduce la palabra"relativa", pero, aún así, se puede tomarcomo exagerada. Una cosa es insistiren lacrítica a las lecturas socioeconómicassubyacente en buena parte de la histo-riografíapolítica del sigloXIX,2Y otra muydiferente es suponer que en la formación

de la identidad, cohesión y unidad deAntioquia sólo incidieronfactorespolíticos(en términos partidistas) y, en este casoparticular, asociados a las guerras civiles,algo que sugiere el texto.

Aquí no se discute que los asuntospolíticos llegaron a tener gran importan-cia en esa primera mitad del siglo XIX,que los bandos enfrentados en las gue-rras lo hicieron por razones de diversaíndole, no siempre de carácter económi-co; o que el tema de la guerra fuerarelevante en la época, tanto para losmiembros de la élite como para los sec-tores populares en ámbitos urbanos yrurales. En este sentido, el libro aportadatos suficientes y convincentes. Perosería difícil sostener, a partir de estasconstataciones, el argumento de la "au-tonomía de la política" para explicar laformación, cohesión e identidad regio-nal, sobre todo si se parte, en primerlugar, de una definición que no circuns-criba lo político a la formación yenfren-tamiento de las facciones partidistas, te-niendo en cuenta que el concepto aludetambién a las relaciones de subordina-ción, dominación, consenso y conflictoentre grupos sociales, relaciones queinvolucran aspectos ideológicos, cultu-rales y económicos; y en segundo lugar,si se mira más allá de los hechos de lasguerras, de los comunicados que provo-

2 Sobre este debate, véase: Frank Safford. "Acerca de las interpretaciones socioeconómicasde la política en la Colombia del siglo XIX:variaciones sobre un tema". Anuario Colombianode Historia Social y de Cultura. Nos. 13, 14. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia,1985-1986.

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de la identidad, unidad y cohesión deAntioquia que también es discutible. Pesea los matices que introduce, el autor diceque la "unidad y cohesión fueron enbuena parte fruto de sus derrotas milita-res durante la época que precedió ysiguió a la independencia de España", yque la guerra fue "muy importante en suconformación [de Antioquia] como re-gión conservadora, en su ensimisma-miento y repliegue culturales, en susperfiles políticos e ideológicos domi-nantes, en su talante conservador y, al-ternativamente, en su empeño tenaz porlograr el desarrollo económico y la acu-mulación de riqueza por parte de supoblación y de su élite de poder" (p. 1-9).No se pone en duda que la guerra estu-viera presente en la región, que las élitestuvieran grados diferenciales de com-promiso con las autoridades legales ocon los caudillos regionales durante lasguerras civiles y que éstas afectaran a lapoblación, aspectos que se demuestranefectivamente en el libro. Pero, para es-tablecer si las guerras civiles de la prime-ra mitad del siglo XIXtuvieron el pesoque asegura el autor, es necesario apor-tar estudios más detallados sobre el tema,que permitan profundizar en la cuestióny, sobre todo, comparar la situación deAntioquiacon loque ocurrióen Santander,Cauca o Cartagena, para sólo poner unosejemplos.' De lo contrario, la discusión

caban y de las noticias que producían, seadvierte que las personas que se organi-zaban para promoverlas, desarrollarlasy finalizarlas estaban inscritas en relacio-nes, experiencias y proyectos no exclu-sivamente concebidos para la guerra,algo que podría resultar mucho másnotorio en el estudio de las redes que secrearon entre los ámbitos locales y regio-nales. En la valoración de aspectos eco-nómicos, sociales o culturales se notauna ponderación necesaria sobre la in-cidencia de aquellos en la políticaneogranadina de la primera mitad delsiglo XIX, pues la política, aún en esaépoca de fragmentación de las élites, desupuesta subordinación de los sectorespopulares, de escaso comercio interna-cional y de relativa producción para elconsumo interno, difícilmente existía demanera autónoma; como si los hombresque después hicieron parte de los "par-tidos políticos" sólo hubieran tenidopasiones y razones políticas, y ellas hu-bieran sido suficientes para generar co-hesión, unidad e identidad en la región;como si sectores sociales no hubieranrealizado una acción política indepen-diente y autónoma, tal vez desorganiza-da e invisible, mediante la cual debatie-ron una idea de región promovida porlas élites gobernantes.

De aquella premisa se deriva elcompromisocon una interpretaciónacerca

3 En este sentido, considero que no se debe ignorar la importancia de estudios quepresenten datos sobre personas muertas y heridas, sin evadir las reflexiones relacionadascon su incidencia demográfica; sobre el impacto en las actividades productivas y sobre elrobo y pillaje. Más aún, se necesita una geografía de la guerra, para establecer la manera

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sobre el tema seguirá gravitando, másque en torno de datos sólidos, en afirma-cionesgenerales resguardadas por mati-cesque poco o nada ayudan a desentra-ñar problemáticas tan interesantes comolas propuestas.

Una tesis como la que propone elautor, por un lado, omite el potencial dedestrucción,fragmentación y escisión quecontenían las guerras civiles, así se hu-bieran realizado con pocos recursos eco-nómicos y tecnológicos y en una provin-cia predominantemente conservadora;por elotro, ignora la existencia de facto-res que jugaron un papel igualo mayoral de las confrontaciones armadas en launidad y cohesión de la región. Esosfactores controvierten la idea de que lasregiones, las naciones y los Estados seconstruyen desde el centro y a partir degrupossocialesconcretos -como lasélites.

Por ejemplo, el desplazamiento de lapoblación por territorios deshabitados,la ocupación de predios y la fundaciónde pueblos permitieron elestablecimientode un espacio demográfico continuo; laactivación productiva, la gestación deredes de solidaridad y comunicación, yla concentración de la población disper-sa provocaron formas de asociación yvinculación de la sociedad; la construc-ción de caminos, la circulación de mer-cancías y el establecimiento de correosprovocaron, en algún grado, integracióny cohesión; la conformación de autori-dades locales y su función como agentesde procedimientos legales, ideas y valo-res que produjeron cierta instituciona-lización y, por esta vía, contribuyeron ala centralización del poder político; elestablecimiento de impuestos o formasde trabajo obligatorio que ayudaron a la

como losejércitos controlaron el territorio e introdujeron formas de integración o fragmentaciónentre las localidades, el centro de la provincia y otras regiones, aunque en los capítulos4 y 5 del libro se avanza en ese sentido; la forma como las acciones armadas definierono diluyeron fronteras comerciales, administrativas, culturales, así como la expresión deidentidad locales. También se requiere indicar de qué manera las guerras civiles sirvieronpara afianzar o debilitar un orden político, es decir, si contribuyeron o no a la penetracióndel Estado localmente, a la institucionalización y a la consagración de unas autoridadesjudiciales y administrativas; así mismo, si en los lapsos de las guerras, los conservadoresy los liberales proponían órdenes políticos diferentes en las localidades o si amboscompartían la aplicación, por medio del Estado, de un proyecto similar de civilización yhomogeneización cultural. No menos importante es indicar cómo se fortalecieron o debilitaronlos sistemas fiscales y de control del registro de población. Se debe explorar, también, lasrelaciones de los integrantes de los bandos enfrentados con las poblaciones que cruzabanen sus campañas armadas, así como la apreciación y la imagen que la guerra evocaba enpersonas o grupos sociales diferentes a la élite, a los curas o a las principales figuras dela política antioqueña, aunque sé que es difícil encontrar testimonios de esa índole.

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penetración del Estado central en la vidalocal; el emplazamiento de institucionesy asociaciones religiosas que, como seha demostrado recientemente, propicia-ron referentes culturales y formas deidentidad política e integración social."

Otro aspecto que llama la atencióndel libro es el interés del autor por lapolémica, que lo lleva a privilegiar ciertostemas que a pesar de ser importantes,pueden resultar secundarios en el mo-mento de defender su argumento. En ellibro es notorio el alegato sobre el papeldesempeñado por la élite antioqueña enlas guerras civiles, y las alianzas y diver-gencias regionales y nacionales, más queel argumento sobre el papel de esas élitesen la articulación regional por la vía de laprensa partidista, del parentesco o de losnegocios (aunque haga referencia a ellos),o sobre la función de las guerras en launidad y cohesión de la región y en elforjamiento de la identidad antioqueña.Aunque estos aspectos están asociados,no son necesariamente similares, ni laexplicación de uno supone automáti-camente la explicación del otro, salvo quese suponga que la manera como se formaun Estado o una región se reduce a laactitud política de aquellas élites.

La formación, cohesión, unidad eidentidad de una región son fenómenosmucho más complejos, que no se reducena factores políticos o económicos o cultu-

rales o ideológicos, sino, más bien, a unayuxtaposición de todos ellos, como seindicó atrás; fenómenos que, por lo de-más, implican también a grupos socialesde diversa índole, sobre los que la éliteaplicó un proyecto hegemónico que pudoser aceptado, rechazado o modificado yque, en últimas, también darían cuentadel grado de "cohesión y sentido de co-munidad cultural" que se alcanzó en laProvincia. Por lo anterior, si la actitud delas élites antioqueñas en relación con losvalores civiles republicanos, con la uni-dad territorial de la Nueva Granada, conla guerra, con los caudillos regionales ocon sus bases de apoyo fue instrumental,"indiferente" (p. 92), "timorata", "negli-gente" (p.79), "pedestre" (p.30) o "farisea"(p. 59), es cosa que tal vez aportaría a unahistoria política de esa élite -con el evi-dente riesgo que conlleva privilegiar en laexplicación histórica un punto de vistavalorativo sobre una descripción y expli-cación de un fenómeno social y políticodel pasado-, pero no directamente al temade la unidad y la cohesión de la región.

Otro debate que se privilegia, aso-ciado con el anterior, tiene que ver conel proyecto político civilista de la éliteantioqueña, en el cual el autor advierte,más que un hecho concreto, una inven-ción historiográfica viciada por el teleolo-gismo con que algunos historiadoreshabrían interpretado esa época. Aunque

4 Véase: Patricia Londoño. Religion, culture and society in Colombia. Medellín andAntioquia1850-1930. Oxford, Oxford University Press, 2002.

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la crítica del autor puede ser válida, lafuerza de su argumento se apoya en laintroducción de matices que, más queprecisar, propician una interpretaciónambigua. Por esto, las afirmaciones delinvestigador resultan, en últimas, no muydiferentes de las tesis sostenidas por losautores que controvierte. En reiteradasocasiones ilustra cómo esa élite, por lasrazones que fuera (indiferencia, ambi-güedad, oportunismo, vulnerabilidad,negligencia, consciencia de una desven-taja, debilidad militar o mayor interés enlosnegocios), trató de evitar involucrarseen la guerra, por los costos que implica-ba, aunque finalmente no siempre lologró (pp. 53, 54, 79, 92,131). Si estapráctica fue un "modus vivendi", comoafirma María Teresa Uribe de Hincapiépara la época inmediatamente posteriora la Independencia, o una manera de" alvar el pellejo pagando su precio enoro y sobrevivir a la inminencia de laincapacidad militar" , como lo sostieneBotero Herrera (p. 30), poco cambia elcontenido de decisión, de intención, deactitud consciente y racional de la éliteantioqueña en relación con la guerra,que se reprodujo posteriormente en di-

versas circunstancias, como el mismolibro lo ilustra. Lo que no queda claroes, desde qué momento, para el autor, síse puede decir que la actitud de esa éliteen relación con la guerra obedecía a una"actitud política consciente".

En síntesis, el libro propone untema sumamente complejo, que obliga-ría el uso de instrumentos metodológicosdiferentes para abordarlo de una mane-ra que pueda considerarse novedosa.La insistencia en un debate desarrolla-do por la historiografía en losaños ochen-tas no introduce, por sí misma, un nuevoenfoque para describir e interpretar eseperiodo, pese al aporte documental deeste trabajo. Por lo demás, el argumentode la guerra como factor central en laformación, cohesión y unidad de la re-gión, requiere de estudios que profun-dicen más sobre el fenómeno y, sobretodo, que digan cómo se experimentóen diferentes sectores sociales y espa-cios geográficos de Antioquia.

Juan Carlos Vélez RendónProfesor e Investigador

Instituto de Estudios PolíticosUniversidad deAntioquia

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Fernando Giralda y Mauricio Solano (editores).Partidos, reforma política y referendo.

Bogotá, Centro Editorial Javeriano, CEJA, Universidad Javerianay Fundación Konrad Adenauer, 2003,145 pp.

Durante e12003, el tema de lospartidos y movimientos políticos co-lombianos fue objeto de innumerablesforos y discusiones. En los salones declase, en los grandes auditorios, en lascafeterías y pasillos y hasta en los hoga-res se pusieron de moda palabras comoreferendo, reforma política, umbral elec-toral, elecciones, entre otras. Antes, du-rante y después de esos eventos seescribieron no pocas columnas de pren-sa, artículos y ponencias que, si se lle-garan a recopilar, alcanzarían a formarvarios volúmenes.

Sin embargo, los esfuerzos por sis-tematizar estos eventos y convertirlos enlibros fueron realmente pocos, compara-dos con el caudal de información. Uno deellos es la publicación Partidos, reformapolítica y referendo, editada por la Uni-versidad Javeriana y la Fundación KonradAdenauer, bajo el cuidado de FernandoGiralda yMauricio Solano, como resulta-

do de un foro académico internacionalque llevó el mismo nombre.

El centro de la discusión de estetrabajo son los partidos políticos, y lapregunta implícita en varias de las po-nencias indaga por la necesidad o no deque existan en Colombia partidos fuer-tes, organizados y democráticos. Lasposiciones sobre este interrogante osci-lan entre dos extremos: para algunos,nuestra democracia ha funcionado rela-tivamente bien con los miles de "peque-ños partidos" que tenemos; y para otros,es necesario consolidar unos pocos par-tidos fuertes que respondan a una deter-minada ideología y actúen en el Congre-so como bancadas.

El libro está dividido en cinco capí-tulos, en cada uno de los cuales se pre-senta una ponencia a cargo de un exper-to, y el comentario de otro investigadorsobre el tema. El primer ensayo, "Lospartidos políticos y la democracia en

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Colombia (1958-2002). Una historia na-tural del vicio y la virtud", del profesorFrancisco Gutiérrez, constituye un im-portante esfuerzo por leer lo que hapasado en Colombia durante las últimascuatro décadas con los partidos políticosa la luz de ese clásico venerable que esLos partidos políticos, de MauriceDuverger. Avanzando más allá de la pre-gunta teológica por la existencia o no delos partidos políticos y reconociendo lafalta de estudios y monografías seriassobre el tema en Colombia, Gutiérrezsugiere que el texto de Duverger puedeser de gran utilidad puesto que desarro-lla tres problemas centrales para la com-prensión de la evolución de los partidos:"1. La manera en que las reglas, lastécnicas y los procesos de innovacióninteractúan para conformar líneas de frac-tura y nichos partidistas. 2. La relaciónentre cambio político y aprendizaje. 3.La tensión (posible) entre tecnologíaspolíticas exitosas y régimen democráti-co" (p. 21).

Es conveniente anotar que el tra-bajo de Gutiérrez Sanín hace parte deuna serie de reflexiones que el autorviene haciendo desde hace algunos añossobre temas como la forma en que seconfiguran y tejen las redes c1ientelares

en la ciudad de Bogotá y la relación entreviolencia y sistema político, además deestudios concretos sobre la manera enque los partidos políticos han llegado alCongreso de la República y cómo se handesenvuelto en éste, y sobre la organiza-ción interna de los partidos, en especialla del Partido Libera!. Por ello, existe unaclara línea de continuidad con elabora-ciones previas, dedicadas a revisar par-ticularmente lo que ha pasado con elPartido Libera!. 1

Empero, como bien lo dice AndrésDávila en el comentario que hace deltexto, éste "va más allá de la simpleextensión de talesplanteamientos, y ofrecereflexiones y aproximaciones novedosasapoyadas en renovadas lecturas de clá-sicos como Maurice Duverger, así comouna ampliación del ámbito explicativo alhablar de los dos partidos tradicionales,en vez de hacerlo de manera exclusivadel Partido Liberal" (p. 57).

En la primera parte de su ensayo,Gutiérrez Sanín pone a punto el arsenalteórico y metodológico de la obra deDuverger, y con el fin de analizar poste-riormente el caso colombiano, abordatres periodos: el Frente Nacional (1958-1974), un periodo de apertura y ajuste

1 Véanse, por ejemplo: Francisco Gutiérrez Sanín. Colombia, cambio de siglo: balances yperspectivas. "Democracia dubitativa". Bogotá, lepri, Editorial Planeta, 2000; Degradacióno cambio. Evolución del sistema político colombiano. "Historias de democratización anómala:el Partido Liberal en el sistema político colombiano desde el Frente Nacional hasta hoy" .Bogotá, Norma, 2002.

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te Nacional, reconoce y resalta su carác-terde acuerdo "consocíonalista" (siguien-do a Lipharty Hartlyn) y de paz entre lospartidos colombianos. Además, destacados aspectos claves que caracterizaronla vida partidista en 1958: en primerlugar, los partidos estaban divididos en"casas", conformadas por las corrientesde los ex presidentes de la República,que daban la idea de una posición par-ticular en el espectro izquierda-derecha,aunque no se puede negar que teníansus órganos de dirección; y en segundolugar, la estructura vertical de los parti-dos correspondía, de alguna forma, a lapirámide social. Pero como lo señalanGutiérrez en su texto, y Andrés Dávilaensu comentario, en 1968 se pueden ver"ya facciones regionales pequeñas chan-tajeando a los partidos y al presidente entemas de importancia nacional." El re-sultado de ello fue aceptar el poder delos líderes locales y regionales y, depaso, asumirun cambioen laestructuraciónde los liderazgos partidistas.

El periodo de apertura y ajuste secaracterizó por la aparición en escenadel "turbayisrno" y de fenómenos simi-lares que, de no ser por el auge de lasbonanzas ilegales y el comienzo de "laguerra en sí", hubieran constituido "elreemplazo normal de la política de nota-bles por la de profesionales en sistemaspolíticos carentes de un partido obrerofuerte". En términos partidistas, el resul-tado fue la consolidación de faccionalis-mas en el Partido Liberal y las tenden-cias coalicionistas en el Partido Conser-

(1974-1991), y otro posterior al cambioconstitucional de 1991. La premisa de laque parte es la siguiente: "El enfoque deDuverger puede ofrecer un buen con-junto de preguntas características paracomenzar a entender lo que ha estadosucediendo puesto que [... ] liga de ma-nera explícita el mundo concreto de lasprácticas políticas con el marco insti-tucional general y el tipo de regulacióndel Estado. Es decir, vincula la tecnolo-gía política con el régimen en el que éstase usa y se produce" (p. 22). En estesentido, la primera limpieza conceptualque hace Gutiérrez parte de una pregun-ta que parece sencilla: cqué es un partidopolítico? La respuesta va más allá de losdebates en torno al carácter programáticoo ideológico de estas organizaciones yaquí nuevamente, a riesgo de extremarel argumento, se apoya en el clásicofrancés: un partido político sería el en-cuentro "entre empresarios políticosexitosos y nichos sociales específicos"en los cuales los nexos trascienden laideología y se aproximan a un modo devivir la vida. Además de esa definición,para el estudio de los partidos colombia-nos, el clásico de Duverger puede ofre-cer cinco elementos resumidos así: unterreno de análisis, un foco de atención,un conjunto de criterios para evaluar eléxito o el fracaso de los agentes políticos,unos microfundamentos y una perspec-tiva de cambio institucional (p. 25).

Con estos elementos, el autor seaventura a analizar el caso colombianoen los tres periodos señalados. Del Fren-

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vador, que utilizó inteligentemente eltema de la paz como algo que "estabapor encima de los partidos", lo cual en1982 se tradujo en la llegada de estepartido a la Presidencia de la República.En consecuencia, se trataba de la confi-guración de un sistema de partidos sincentro, sin organización y sin disciplina.

En cuanto al periodo posterior alcambio constitucional, Gutiérrez desta-ca la aparición de lo que se ha llamadola "nueva política", que provenía decuatro fuentes: losdiseños institucionalesdestinados a promover la renovacióndel personal político y a acercar las ins-tituciones a la gente, la propuesta deremplazar los viejos agentes por otrosnuevos, la necesidad de encontrar for-mas de apelación distintas y otros estilospolíticos, y la ruptura dramática de lasélites socioeconómicas con los partidostradicionales colombianos (pp. 35, 36).Esa "nueva política", en la que muchasveces se camuflaron algunos líderes tra-dicionales que decidieron súbitamentellamarse "independientes", mientras mástrataba de distanciarse de lo tradicional,más se asemejaba a ello: "radicalmenteparticularista, sin organización, sin des-trezas en el manejo del Estado o de lamediación, y sin un atisbo de responsa-bilidad política" .

La conclusión más importante queofrece el texto de Gutiérrez Sanín puederesumirse con laexpresión "democratiza-ción con deterioro" .Elautor la explica así:"Los partidos políticos perdieron su es-

tructura elitista -las casas- y después elcontrol sobre las listas electorales, lo cualpermitió el ingreso masivo de un nuevopersonal político dentro de los partidostradicionales. Pero esto sucedió con unacriminalización enorme de la vida públi-ca" (p. 38). Lo positivo que trajo consigola democratización de lasestructuras par-tidistas se vio empañado por la pérdidade organización, disciplina y lealtades,además de la creciente criminalización dela vida pública. En síntesis, este artículo,apoyado en una renovada lectura deDuverger, ofrece elementos que permitenseguir la evolución de nuestras organiza-ciones partidistas en el transcurso de lasúltimas décadas.

El segundo capítulo del libro, titu-lado "Papel de los partidos políticostradicionales en las campañas electora-lescontemporáneas" y escritopor RodrigaLosada Lora, se apoya, para leer la rea-lidad colombiana, en la definición queofrece otro clásico del tema de partidospolíticos: Partidos y sistemas de parti-dos, de Giovanni Sartori. Enefecto, Sartoridefine los partidos políticos como "cual-quier grupo político que se presenta aelecciones y que puede colocar median-te elecciones a sus candidatos a cargospúblicos" .Más allá de los aspectos ideo-lógicos o programáticos, de la necesidadde la existencia de partidos fuertes, elpartido es definido de forma instrumen-tal y esto le permite a Losada efectuaraseveraciones que no dejan de ser pro-blemáticas.

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análisis casi se extrapola a la rama ejecu-tiva y se asevera que "[ ... ] en los veinteaños recientes, parece que el manejoefectivo de toda campaña presidencial,liberal o conservadora, se ha desarrolla-do al margen del partido político corres-pondiente", cabe decir, por lo menos,que un juicio como éste carece de valorsi no se sustenta en un trabajo documen-tado empíricamente.

El autor también se pregunta porlos factores que han incidido para arri-bar a la situación actual sin llegar a idea-lizar un pasado glorioso de los partidosen Colombia. Alparecer, en ello influye-ron algunas tendencias internacionales,al igual que la propia legislación delpaís. Dentro de los fenómenos interna-cionales se señalan la concentración cre-ciente de los medios de comunicación,un desafecto hacia los partidos políticos,la desconfianza hacia los partidos y lospolíticos,entre otros.Yen cuanto a nuestralegislación electoral, se subraya cómo alhaber adoptado el sistema de represen-tación proporcional de Hare, el país aco-gió el sistema más favorable para lasfacciones dentro de los partidos. Final-mente, Losada hace algunas apreciacio-nessobre laspropuestas de reformapolítica

La primera de ellas sugiere que, deacuerdo con la definición de Sartori, lospartidos pueden ser organizaciones delarga tradición, al igual que fenómenosde una sola campaña electoral. En esemismo sentido, más adelante sostieneque "las llamadas hoy en día microem-presas electorales son, en realidad, unpartido político, al menos en tanto de-muestren una capacidad razonable para'colocar mediante elecciones a sus can-didatos en cargos públicos'" (p. 67).Cabría preguntar, como lo hace OscarDelgado en su comentario, dadas esasmicroempresas en un mismo saco? Ha-bría que agregar a esto que dicha con-cepción nace de una lectura ligera de ladefinición de Sartorí- y de la ausencia,como también lo señala Delgado, de unataxonomía mínima de "familias políti-cas" o "político electorales" en el texto.

La segunda aseveración de Losada,con la que puede haber un mayor acuer-do, sostiene que para las elecciones a lascorporaciones públicas predomina am-pliamente, sinexcepción, laautoselección.Esta es unaconc!usión a laque ya Eduar-do Pizarra había llegado insistiendo quees el candidato quien elige al partido yno al contrario. Sin embargo, cuando el

2 La de Sartori es una definición mínima de partidos que, en palabras del mismo autor, sólosirve para "disipar la indefinición", pero carece de capacidad explicativa y predictiva. Estassanas aclaraciones de Sartori son pasadas por alto por el profesor Losada, con lo que lequita el carácter de límite inferior, es decir, una herramienta para determinar qué entra yqué no entra en la clasificación y la coloca como una especie de definición canónica departidos políticos. Véase: Giovanni Sartori. Partidos y sistemas de partidos. Madrid,Alianza Universidad, 1992, pp. 89-91.

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que se discutían en el momento. Es, ensíntesis, un artículo polémico que poneen cuestión la idea según la cual la de-mocracia colombiana debe funcionar conpartidos robustos.

Una posición distinta puede leerseen el artículo de Elisabeth Ungar Bleier,"Partidos políticos y trabajo parlamen-tario en Colombia. Un matrimonio indi-soluble", en el que se parte de aseverarque partidos políticos y trabajo parla-mentario son dos conceptos insepara-bles, por lo cual la supervivencia y lafortaleza del Congreso depende de lasupervivencia y la fortaleza de los parti-dos políticos. Eltexto puede considerar-se una continuación del trabajo sistemá-tico que desarrolla la autora sobre elCongreso y la forma en que actúan allílos partidos políticos colombianos.

En su inicio, el artículo logra haceruna aproximación a la relación entrepartidos y Congreso. En primer lugar, seseñala cómo pese a los cambios queinstauró la circunscripción nacional paraSenado en la Constitución, la tendenciapredominante sigue siendo la de candi-datos de origen regional, aunque hansurgido algunos liderazgos nacionales.Y,junto con otros analistas,Ungar muestraque los votos obtenidos en una región oen pocas regiones siguen siendo defini-tivos para la elección de muchos sena-dores. En segundo lugar, se alude alpersonalismo y la atomización de lospartidos como a una tendencia indeseaday casi consecuencia de los arreglos cons-titucionales recientes. Quizá sea impor-

tante precisar que esta tendencia, quepuede visualizarse en la proliferación delistas y en el aumento del número departidos, no comienza con la Constitu-ción de 1991 sino que ya en décadasanteriores se nota el proceso de atomiza-ción de los partidos que, sin duda, seprofundiza en el último decenio. Ungarlogra mostrar, no obstante, cómo elmicroempresariado electoral actúa endetrimento de la eficiencia y la efectivi-dad de la actividad legislativa.

En el acápite siguiente, la autoraexamina la dispersión temática en elcontrol político y el trabajo legislativo.Allíllega a una conclusión que demues-tra con un seguimiento sistemático altrabajo del Congreso: "la falta de unidadtemática de los partidos en el Congresose explica, por lo menos en parte, por laausencia de directrices partidistas queorienten el trabajo legislativo. Los sena-dores y losrepresentantes legislanyejercenel control político en forma aislada sinasociarse con sus copartidarios [... ], estasituación va en detrimento de la calidady la eficiencia del trabajo legislativo, puesla laxitud de los congresistas para pre-sentar proyectos de ley y citar debates decontrol político genera congestión y obs-taculiza los procedimientos" (p. 92).

La última parte del texto está dedi-cada a analizar el comportamiento delos partidos políticos en el trámite delreferendo. Al final se esboza, desde eldeber ser, la conclusión del artículo: "Elfortalecimiento del Congreso pasa ne-cesariamente por el fortalecimiento de

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los partidos: de su representatividad,de su coherencia programática, de susensibilidad ante los problemas de lasociedad, de su capacidad organizativa,de su democracia interna, de su disciplina[... ]" (p. 99). Como se puede notar, estaes una posición diametralmente distin-ta a la sugerida por Rodriga Losada ensu artículo.

Por su parte, el profesor GabrielMurillo, en su ponencia "Representa-ción y participación: dos dimensionescomplementarias en la vida de los parti-dos políticos", realiza una radiografíadel estado actual de la crisis de los par-tidos políticos latinoamericanos y sugie-re, de entrada, que la democracia en sudimensión tanto representativa comoparticipativa es inconcebible sin los par-tidos políticos. Siguiendo a Payne, seña-la que los partidos "son esenciales en elreclutamiento y la selección de los can-didatos para los cargos de elección po-pular, en la organización del procesoelectoral, en la consecución de apoyopolítico necesario para determinadosprogramas de políticas públicas, en laagregación de los intereses y de las pre-ferencias ciudadanas, en la conforma-ción de los gobiernos, y en los acuerdosproducto del trámite legislativo" (p. 107).

Mas allá de su deber ser, los siste-mas de partidos políticos en AméricaLatina pueden caracterizarse por su po-bre grado de institucionalización, su frag-mentación y su alta polarización, en uncontexto de procesos de globalización,

urbanismo y secularización de la activi-dad política. La crisis de los partidos ydel sistema de partidos está asociadatanto con su incapacidad creciente paraarticular y representar los distintos sec-tores de la sociedad como con la consi-guiente pérdida de credibilidad y legiti-midad frente a la ciudadanía. Sin embar-go, dicha crisis va más allá de éstos,puesto que se puede hablar en generalde una crisis de representación política.El autor señala tres aspectos relativos aesta crisis: la desideologización, ladesmovilización y la erosión de su iden-tidad colectiva. Dos consecuencias parael conjunto del sistema político s~ deri-van de la crisis de representación políti-ca que se describe en el texto: por unlado, los personalismos juegan un papelcada vez más importante y nocivo en elproceso electoral; por otro, los partidosactuales se están reemplazando porentelequias suprapartidistas, sin impor-tar si se trata de opciones gubernativasdeseables y si pueden establecer clara-mente un sistema que ubique el binomiogobierno-oposición. Finalizando el artí-culo, Murillo enuncia algunas funcionesque deberían cumplir los partidos en elmarco de la democracia participativa yen su interacción con el Estado y lasociedad civil, y otras que consideraopcionales, tanto si se trata del partidoen el gobierno o en la oposición.

Elúltimo artículo del libro, "Partidospolíticos y medios de comunicación. Entiempos de mediocracia" ,de Juan GabrielRey, examina las relaciones actuales entre

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partidos políticos y medios de comunica-ción,yubica a estos dos actores en elmarcogeneralde lademocracia. Eltexto pretendedemostrar que los partidos políticos hansido desplazados por los medios de comu-nicación y describe cómo se ha diluido supoder de influencia en ellos: "Los mediosde comunicación, además, han ido reem-plazando a los partidos en funciones queeran inherentes a ellos, como ser los queefectuaban el proceso de selección de loscandidatos" (p. 138). Sin embargo, tal vezsea importante señalar que el accionar delos partidos no se agota en los medios,como lo sugiere Javier Auyero: "Si biencreo que sería erróneo oponer la redmediática a las redes sociales interper-sonales, creo que una excesiva atención alaprimera nos puede hacer perder de vistauna dimensión que buena parte del análi-sissociológico aún considera central: en la

era de la videopolítica y de la construccióndel acontecimiento político en las escenasmediáticas, los contactos interpersonalessiguen siendo esencíales"."

En conjunto, el libro ofrece pistasinteresantes para considerar a los parti-dos políticos en relación con asuntos degran importancia como el parlamento, lademocracia, las campañas electorales,los medios de comunicación, entre otros.En tiempos en que se reclama su muerte,la importancia de los partidos, débiles ofuertes, vuelve a ser considerada debidoa su persistencia.

Juan Carlos Escobar EscobarProfesor e investigador

Instituto de Estudios PolíticosUniversidad deAntioquia

3 Javier Auyero y otros. ¿Favores por votos? Estudios sobre clientelismo político contemporáneo.Buenos Aires, Editorial Losada, 1997, p.19.

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