FERNANDA CARVAJAL

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FERNANDA CARVAJAL

(Santiago. 1982) es Socióloga de !a Pontificia

Universidad Católica de Chile y candidata a

Magíster en Comunicación y Cultura en la

Universidad de Buenos Aires. Es coautora del

libro Nomadismosy Ensamblajes, Compañías

Teatrales en Chile 1990-2008 (Cuarto Propio,

2009) y ha publicado artículos en revistas

chilenas y argentinas. Actualmente es

docente en el Instituto de Sociología de la

Universidad Católica y es miembro de la Red

de Conceptualismos del Sur. Investiga y vive

alternadamente en Santiago y Buenos Aires.

MARÍA JOSÉ DELPIANO

(Santiago, 1982) es Licenciada en Estética de

la Pontificia Universidad Católica de Chile

(2006) y Magíster en Teoría e Historia del

Arte de la Universidad de Chile (2010).

Actualmente se desempeña como profesora

asistente en el Instituto de Estética de la

Universidad Católica, donde dicta las cátedras

de Historia del Arte I y II.

CARLA MACCHIAVELLO

(Santiago, 1978) es Licenciada en Estética de

la Pontificia Universidad Católica de Chile,

Magíster en Historia del Arte y Crítica (2005)

y Doctora en Historia del Arte (2010) en Stony

Brook University, Nueva York. Su trabajo se

ha centrado en el arte contemporáneo, con

un énfasis en América Latina, investigando

en medios corno la performance, el video y

distintas prácticas conceptuales. Ha publica-

do en revistas y catálogos en Estados Unidos y

América Latina, realizando también curatorías

en distintos países. Actualmente se desempeña

como profesora asistente de Historia del Arte en

'.a Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

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Lom

PALABRA DE LA LENGUA

YÁMANA QUE SIGNIFICA

Sol

Carvajal Edwards, María FernandaEnsayos sobre Artes Visuales. Prácticas y discursos de losaños '70 y '8o en Chile [texto impreso] / Maria FernandaCarvajal Edwards; María José Delpiano Kaempffer; CarlaMacchiavello Cornejo. -1a ed.- Santiago: LOM Ediciones,

2011.

120 p.: 14x21,6 cm. (Colección Artes Visuales)

ISBN: 978-956-00-0270-9

R.P.I.: 206.3591. Arte Chileno-Historia-Siglo XX I. Titulo. II. Serie.III. Delpiano Kaempffer, María José IV. Macchiavello Cornejo,Carla.

Dewey: 709.040983.-cdd 21Cutter : Mi24e

Fuente: Agencia Catalográfica Chilena

© LOM EdicionesPrimera edición, 2011I.S.B.N.: 978-956-00-0270-9

R.P.I.: 206.359

EDICIÓN, DISEÑO V COMPOSICIÓNLOM Ediciones. Concha y Toro 23, SantiagoTELÉFONO: (56-2) 688 52 73 I FAX: (56-2) 696 63 88E-MAIL: [email protected] \: www.lom.cl

IMPRESO F.N LOS TALLERES l)t LOM

Miguel de Atero 2888, Quinta Normal

TELÉFONOS: 716 9684 - 716 9695 I FAX: 7'6 8304

Impreso en Santiago de Chile

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Ensayos sobreArtes VisualesPrácticas y discursos de los años '70 y '8o en Chile

Fernanda CarvajalMaría José DelpianoCarla Macchiavello

Artes Visuales

CEMTÜO DEDQÍUMfcfiTÜOÓÜIA s r f s VISUALES

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índice

PRÓLOGO

SOLEDAD GARCÍA | 9

PRESENTACIÓN

ALEJANDRA SERRANO 13

YeguasFERNANDA CARVAJAL | 15

Las operaciones críticas de Eduardo Vilches para el grabado en ChileMARÍA JOSÉ DELPIANO | 51

Vanguardia de exportación: la originalidadde la "Escena de Avanzada" y otros mitos chilenosCARLA MACCHIAVELLO | 85

SOBRE LAS AUTORAS | 119

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Vanguardia de exportación:la originalidad de la "Escena de Avanzada'y otros mitos chilenos

CARLA MACCHIAVELLO

Resumen

Por medio de una comparación entre la presentación y recepción de la"Escena de Avanzada" en la Bienal de París de 1982, la exposición "ConTextos" en Galería Sur ese mismo año, el Seminario Arce Actual -dirigidopor Nelly Richard- que tuvo lugar en Santiago en 1979, y la exposicióntrashumante de Robert Rauschenberg que llegó a Chile en 1985, se revisanlas contradicciones presentes en ciertas "escenas de origen" que facilitaronla instalación del conceptualismo en Chile en los años ochentas como unavanguardia. Se argumenta que la definición del arte "de avanzada", cornouno carente de padres o referencias externas, ¡ugó un papel fundamentalen el aislamiento cultural nacional durante el período de la dictaduray la pobre recepción que tuvieron estas prácticas conceptuales en elexterior. Entre los objetivos de este ensayo está replantear el problemadel "vanguardismo" en el arte local, indagar en las contradicciones de supropio discurso desterritorializador de imágenes nacionales unificadas yprogresistas durante la dictadura militar mientras reterritorializaban supropio lugar en la historia, analizando cómo los discursos en torno a lasartes más experimentales en el país fueron transformándose, pasandodel aislamiento al panlatinoamericanismo marginal.

Cuando Robert Rauschenberg visitó Chile en 1985, una gran exhibiciónde sus nuevas obras fue mostrada en el Museo Nacional de Bellas Artesde Santiago, recibiendo una eufórica aclamación crítica (siendo llamadopor Eí Mercurio un "maestro -un impulsor del Pop, el arte conceptual ylas pinturas con técnicas mixtas, un vanguardista en la década del '50" y la

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exposición "el acontecimiento plástico más notable desde la exposición "DeCézanne a Miró", que tuvo lugar en los años cincuenta" ("Llega R. Rauschen-berg", 1985), lo que hasta entonces se había entendido como la vanguardianacional parecía haberse retirado para dar paso a tan magno evento. Poruna parte, el video-arte como medio estaba desplazando a las propuestasgráficas conceptuales que habían dominado la escena artística chilena definales de los setenta y principios de los ochenta asociadas a artistas comoCarlos Altamirano, Eugenio Dittborn, Carlos Leppe, Catalina Parra y Fran-cisco Smythe, entre muchos otros, afianzándose como medio a través delcual criticar a la sociedad y exhibir fácilmente en un escala internacional.Por otra parte, generaciones más jóvenes de pintores y artistas haciendoinstalaciones estaban salpicando el paisaje artístico, y las discusiones entorno al arte parecían girar cada vez menos alrededor de la creación deun arte verdaderamente nacional, preocupación central de lo que se habíadefinido como la "Escena de Avanzada" chilena, que en abrazar modelosinternacionales.

Pero fue la pintura la que se convirtió en el emblema de este momento derenovación y en la némesis del arte conceptual predominante hasta entonces.Si bien nunca había desaparecido del todo, y algunos ejemplos conceptualescomo Roser Bru y [uan Dávila a fines de los '70 y Arturo Duelos y Gonzalo Díaza mediados de los '8o fueron incluso incluidos en los anales de la vanguardialocal (Richard, 1986), una forma específica de figuración expresionista seapropiaba del sistema institucional artístico, especialmente en las galerías(desde un bastión del arte conceptual chileno como la Galería Sur, hasta unagalería más comercial como Arte Actúa!). Este regreso pictórico fue primeroanunciado por un nuevo tipo de pintura humanista de carácter expresionistay bases conceptuales asociado a Gonzalo Díaz, quien ganó en 1980 el primerpremio del Sexto Concurso de la Colocadora Nacional de Valores con la obra"Los hijos de la dicha o introducción al paisaje chileno". Díaz abandonórápidamente las características alquímicas y antroposóficas de su discursoa favor de formas sobrias y temas más analíticos tras su regreso a Chile deItalia en 1982, aunque su anterior triunfo cimentó la reciente importanciaadquirida por la pintura. En una entrevista de 1980, Díaz incluso atacó lamoda del arte conceptual en Chile, refiriéndose a aquellos que habían"subido por comodidad a esos carros [conceptuales]. Pasó igual con el arteabstracto" ("Un catálogo de miedo", 45). Curiosamente, Díaz se convertiríaen uno de los ejemplos más importantes del arte conceptual chileno desdemediados de los ochenta.

Las comparaciones con la Transvanguardia italiana y el neoexpresionis-mo norteamericano abundaban en la evaluación crítica de estas nuevas

obras, llevando a discusiones sobre la vigencia y relevancia de los modelosconceptuales en tanto éstos se oponían a la moda representada por unpictorialismo espontáneo y un arte de apariencia menos cerebral. ClaudiaDonoso definió claramente el problema cuando tituló su artículo de 1985en la Revista Apsi, "El match de la vanguardia", donde entrevistaba a CarlosLeppe y Sammy Benmayor. El último fue descrito como parte de un grupo dejóvenes pintores que "marcan un virulento rechazo a lo que sienten como unexceso de reflexión de la vanguardia. Han sido calificados de "hedonistas"de la pintura, material que manejan con una voluntad espontánea..." (Do-noso, El match de la vanguardia, 49). En la entrevista, Leppe se mofaba delos pintores que describía como guiados por "el Benito Oliva hecho en casa"(una posible referencia tanto a los propios artistas como al escultor GasparGalaz, quien en sus escritos sobre la historia del arte local reciente compa-raba la aparición de esta nueva pintura subjetiva con la Transvanguardiaitaliana (Galaz, Chile Arte Actual, 329), aunque distinguiendo claramente"el desfase... en la adopción de un modelo determinado"), declarando queestos artistas no entendían o se preocupaban por "el problema entre cul-tura dominante y cultura dominada", soñando solamente con "un estudioen New York o Firenze". Pero más importante era su cuestionamiento dela posición apolítica tomada por ellos. Leppe argumentaba que esta nuevageneración de pintores negaba "el contexto social y político como aquelloque determina las prácticas del lenguaje. Eso lleva a la falacia mongólicade creerse ciudadanos del mundo. No son conscientes de la situación deperiferia que es, para mí, clave" (Donoso, 50). En este contexto de rabietasconceptuales frente a la agresión pictórica local, la llegada de Rauschenbergal Museo con sus planchas de cobre que pretendían reflejar el paisaje chilenoy sus problemas, parecía acabar la disputa con la imposición de un modelohíbrido de pintura-objeto-gráfica y cerrar así la lápida sobre la tumba de la"avanzada" y sus representaciones del paisaje social.

Pero la defunción de las prácticas conceptuales en Chile había comenzadoantes. Aunque siempre existieron discrepancias entre artistas y críticos queapoyaban los modelos conceptuales, el reto más importante al modelo devanguardia que creían estar presentando vino en 1982, cuando quince artistasseleccionados por Nelly Richard participaron en la 12a Bienal de París: CarlosLeppe, Carlos Altamirano, Eugenio Dittborn, Marcela Serrano, Elias Adasme,Gonzalo Mezza, Víctor Codocedo, Juan Dávila, Gonzalo Díaz, Mario Fonseca,Virginia Errázuriz, Arturo Duelos, Mario Soro, Eduardo Vilches y el grupoCADA. Este fue un evento transcendental en la escena artística chilena, nosolo porque significaba participar en la Bienal por primera vez tras nueveaños de ausencia, aún cuando fuese fuera de la competencia, sino porque

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involucraba exhibir a las autoproclamadas prácticas de vanguardia en unescenario internacional. La ocasión sería la presentación en sociedad de lasvanguardias chilenas, su salida fuera del caparazón cultural. Sin embargo, elencuentro sería desastroso para los egos de los chilenos, como fue captadoen las discusiones que siguieron en 1983, tanto en el seminario centrado enel arte actual chileno -realizado en el Taller de Artes Visuales (TAV) entremayo y junio de ese año- como en los artículos publicados en la ediciónde Julio de La Separata, en cuanto a que las prácticas de las autodefinidasartes "avanzadas" en Chile fueron consideradas obsoletas y provincianasa nivel internacional. El evento apuntaba a la mayor contradicción de estasmanifestaciones conceptuales: cómo crear una forma de arte independiente,no-derivativa y actual, política y espacialmente comprometida, que no fueseartísticamente ingenua.

La invitación a la Bienal de París había surgido gracias a la promoción ylos contactos personales de Richard, dejándola en la posición de curadora.Investigaciones recientes en torno al tema (Honorato y Muñoz, "Una miradasobre el arte en Chile") no solo han relatado cómo el curador de la Bienal,Georges Boudaille, quien conoció a Richard en una conferencia de críticaorganizada por el C.A.Y.C. en Buenos Aires el año anterior, tomó interéspor el arte que ella presentaba y la invitó a participar como curadora delenvío chileno, sino que también han empezado a indagar en la campañaque Richard ya había iniciado en 1981 de llevar el arte chileno que favore-cía a la luz internacional, especialmente sus intervenciones para publicaren la revista de diseño italiana Domus. Estas investigaciones también hanpuesto énfasis en la problemática discusión entre Richard y los artistasescogidos respecto a cómo se presentarían las obras en la Bienal (Varas, "Dela vanguardia artística chilena a la circulación de la escena de avanzada"),particularmente si una semblanza de grupo o esfuerzo colectivo iba a sersubrayada. Poco se ha hablado de la exhibición tentativa montada en la Ga-lería Sur entre abril y mayo de 1982, que generó discordia entre los artistas yvarias respuestas escritas.1 El proyecto subyacente de la exposición titulada"Con Textos" consistía en crear interconexiones entre las reproduccionesfotográficas de las obras de la "avanzada" y algunos textos, sugiriendodiferentes modos de lectura a través de las leyendas. Parte del proyecto fue

En la postal de invitación a la exposición, la cual hace referencia al Quebrantahuesosy "rewriting" de Ronald Kay, aparecen mencionados como artistas participantes lossiguientes apellidos: Adasme, Altamirano, Bru, Brugnoli, Codocedo, Dávila, Díaz,Dittborn, Donoso, Duelos, Errázuriz, Fonseca, Gallardo, Jaar, Leppe, Maquieira, Mezza,

Parada, Parra, Saavedra, Smythe y Vilches.

documentado en el primer y segundo número de La Separata de 1982, porejemplo en "Texto Legible y Texto Visible", una serie de citas relacionadascon obras específicas y crítica, y en el texto de Adriana Valdés "'Caption' espalabra capciosa". Para la segunda edición, había una notable pérdida deenergía y desilusión entre artistas y críticos, como se manifestó en el textode Richard "'Con Textos' en Galería Sur: un marco de desalmamiento",y en las respuestas críticas de Francisco Brugnoli y la posición irónica deGonzalo Díaz publicadas en el mismo número. Según Brugnoli, las obrasmostraban signos de "fatiga" y autocomplacencia aún antes de llegarles alpúblico (y la Bienal). Para Brugnoli, estas obras no solo se producían en unlugar marginal, sino que su carácter remoto era enfatizado en la exposición.Esto lo llevaba a solicitar un cuestionamiento interno del significado de lamarginalidad, especialmente porque el concepto de margen "nos lleva almecanismo (manierismo) de la autoalimentación" (Brugnoli, Una fatiga,un agotamiento, 1982), proponiendo en vez "traspasar, romper e! margen"para realizar un arte que no se agotara en sí mismo.

LA SEPARATA"Con Textos" en Gaieria Sur: < de desalsnlaraiunto

"Con Textos' en CaleríaSur: un marco de

Jesalentamiento" de NellyRichard, columna sobrela exposición colectiva

aparecida en Revista LaSeparata N° 2, mayo de1982. Colección Centro

de Documentaciónde las Artes Visuales.

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La disputa terminó cuando Richard optó finalmente por enviar fotografíasy reproducciones de las obras más emblemáticas de cada artista que trata-ran con el cuerpo social y el paisaje nacional. Cada envío tendría el mismotamaño y sería montado en una retícula homogénea a lo largo de tres líneashorizontales en las paredes de un corredor dentro de una de las carpas dela Bienal. Tal disposición difería de la de "Con Textos", como se puede veren un artículo de Revista Hoy (Foxley, 32) cuyas fotografías muestran a lainstalación de Dittborn con periódicos dispuestos en una mesa, pudiendoser manipulados por el público, por oposición a la versión domesticada yestática mostrada sobre los muros parisinos. Como fue mencionado porJusto Pastor Mellado en el contexto de una discusión sobre la participaciónchilena que tuvo lugar en el "Seminario de análisis de una coyuntura" en elTAV en Santiago durante mayo de 1983, las obras nacionales parecían seruna "antología razonada" (Mellado, Seminario. Ensayo de interpretación dela coyuntura plástica, 9) de un movimiento que ya había fallecido. El únicoelemento no tradicional incluido en la Bienal fue una performance de CarlosLeppe, el cual había sido anunciado en Francia con un texto heroico: "Endefensa de una nueva geografía corporal, el martes 13 de Junio de 1982, lanoche del eclipse total que devuelve a nuestro continente más oscuro quenunca, Leppe, escondido en un gallinero, amamanta al huevo tatuado dela performance latinoamericana." (Art Press, 1982).

En la performance, Leppe apareció primero en el baño de hombres dela Bienal, vistiendo un esmoquin y llevando una pequeña maleta. Leppeestaba acompañado por el artista Juan Dávila y otro hombre, quienes vestíancamiseta sin mangas y se dedicaron a lavar ropa interior en los lavatorios.2

Tras sacar algunos de sus contenidos y acumular un montículo de pelo encuya cima se encontraba una minúscula reproducción de la virgen, Leppecomenzó a leer fuertemente un texto en español relatando su travesía a travésde los Andes, mientras usaba los manierismos y lenguaje de un vendedorambulante. El artista procedió entonces a desvestirse, se aplicó un maquillajeexagerado en su cara, incluyendo pestañas postizas, comenzó a rasurarselas piernas y estómago, y se vistió con unos calzones y sostenes pequeñoscon mostacillas, coronando su cabeza con plumas teñidas con los coloresde la bandera chilena, Una vez vestido, Leppe comenzó a doblar y bailar alritmo del bien conocido "Mambo Número 8" de Pérez Prado, el cual dabasu título a la performance (Mambo Número 8 de Pérez Prado). Tras colapsar

2 Esta información está basada en la descripción de Justo Pastor Mellado, quien tomólas fotografías de la performance, otorgada en una entrevista a la autora en julio de2011.

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exhausto en una silla, Leppe se comió un gran pedazo de torta, se forzó avomitarlo mientras intentaba cantar el himno nacional chileno, y luego searrastró fuera del baño, murmurando llamados a su madre y colapsando enel suelo mientras una grabadora tocaba el tango de Carlos Gardel "El díaque me quieras" cantado por la madre del artista.

Durante su performance, Leppe regurgitó más que solo un pedazo de torta.Una serie de estereotipos respecto a América Latina fueron abyectados porel artista y dejados como un regalo. La posición defensiva del anuncio entorno a una "nueva geografía corporal" que ataba el cuerpo del artista conAmérica Latina, implicaba desde un comienzo que esta región había sidoatacada o estaba en una posición disminuida, necesitando del artista comosu abogado. Sin embargo, si Leppe se convirtió en su medio y traductor, lacomunicación no sería pareja, como lo sugerían las múltiples referencias aobras anteriores de Leppe. Las alusiones al "Happening de las gallinas" de1974 y la muñeca travestí latinoamericana que había aparecido en CuerpoCorreccional, anticipaban un discurso hermético y autoreferencial quepodría afectar una clara comunicación. La lectura parsimoniosa de untexto en español sin traducción enfatizaba tal dificultad, impidiendo queel público parisino comprendiera claramente las palabras del artista y lasdificultades descritas por la narrativa de viaje a través de la frontera mon-tañosa. La propia travesía de Leppe se veía empequeñecida, minimizada alvolverse incomprensible; la montaña amenazadora reducida a una grotescapila de pelo oscuro.

No obstante, habían varios elementos que una audiencia europea podíareconocer. El exotismo y extrañeza del artista, al igual que sus actos bizarrosy exagerados, podían cumplir por una parte con las expectativas de unaAmérica Latina barroca (Sarduy, Ensayos Generales Sobre el Barroco), o porotra con las asunciones sobre la performance corno género. Leppe había sidoinvitado a actuar, pero lo que representó fueron estereotipos de AméricaLatina producidos por el "otro" europeo (y por extensión, "occidental"),el travesti de Leppe cambiaba de géneros, se ponía diferentes máscarasconectadas con América Latina como si fuesen prótesis o maquillaje, desdesu marginalidad y pobreza (el vendedor ambulante, el inmigrante pobre),hasta su histrionismo barroco y música basada en tambores; o, al menos,la versión estereotipada de la música latinoamericana ejemplificada porel mambo de Pérez Prado, una versión de salón de la música cubana reco-nociblemente "latina". Aún cuando la música estuviese relacionada conun periodo de dominación norteamericana en la isla, podía representarcualquier cosa exótica. Al igual que las palabras intraducibies de Leppe, sus

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acciones absurdas, e incluso las referencias a la bandera chilena que podríareemplazar a la francesa, todos eran signos sobre el "otro".

La transformación de género de Leppe implicaba la presencia de unespectador masculino y una cultura patriarcal, una figura dominante paraquien la muñeca latinoamericana actuaría su identidad. La metamorfosisdel artista en una bailarina exótica y erótica, un cuerpo que actuaba supropia extravagancia para otros, sugería que éste era un cuerpo feminizadoy espectacular, América Latina transformada en carnaval y mundo al revés.Tal fue la posición de Francesca Lombardo, quien enfatizaba en La Separatalo matérico y corpóreo de la performance en el baño relacionándolo con una"liturgia histriónica" y un "discurso descontrolado" (Lombardo, 7). Lo queLeppe presentaba era un continente fabricado de exceso y abundancia, unnuevo mundo de carne puramente seductora, listo para ser conquistado,medido y revisado. Pero éste era también un cuerpo dudoso, que cambiabasus formas, con una identidad inestable; un cuerpo grotesco vomitandosu interioridad. Y este niño malo que se había divertido demasiado en lafiesta y terminado con dolor de barriga, se encontró perdido en medio detanta tradición europea. Sin un padre a quien declarar como suyo, Leppese arrastró por el margen de tantas capas de genealogía artística occidentalhacia la voz de su madre chilena, cantando una canción de amor de unaestrella del tango argentino. Si había algún residuo de identidad en esteencuentro, estaba siendo continuamente desplazado.

La asunción de una posición marginal realizada por Leppe era reforzadapor la ubicación de la performance: los baños masculinos de la bienal. Enese entonces, Richard conectó tal acto de marginalización con una cuestiónlatinoamericana, argumentando que la obra de Leppe ponía en tensión cómoel arte latinoamericano era "discriminado" por la cultura dominante cuandolos discursos de la primera no calzaban con los parámetros interpretativos ehistóricos de la última (Richard, "Nelly Richard responde a un cuestionario.Los chilenos en la Bienal de París 1982", 24). En el espacio del museo, el artelatinoamericano era literalmente el desecho, "marginalizado de los espa-cios de consagración" y de esta forma "deshabilitado para la competenciainternacional" (Richard, "Chile en la XII Bienal de París", i), mientras queLombardo interpretó la selección del lugar como la encarnación de una"democracia secreta" (Lombardo, 7). Aunque Richard señalaba un aspectoimportante sobre la percepción y recepción del arte latinoamericano encontextos europeos y norteamericanos, el cual identificaba con un cuerpoque había sido víctima de una de-clasificación histórica de la identidad ydel discurso, la performance de Leppe también apuntaba hacia adentro.Si bien la obra ilustraba la problemática de centro y periferia que Richard

comenzaba a delinear en su escritura, el problema del encuentro con el otropodía ser leído en la dirección opuesta. El vago convertido en muchacha delcoro de Leppe se resistía a la asimilación, disfrutando y exagerando su pro-pia diferencia, enfatizando lo intraducibie, mientras posicionaba su propio"otro" cultural. Aun cuando Richard leía correctamente estos gestos como"yendo en contra de formas de imperialismo cultural" (Richard, "Chile en laXII Bienal de París", i), ellos también subrayaban el problema multivalenteque significa encontrarse con el otro, así como la problemática del naciona-lismo y la ubicación, especialmente en el campo del arte.

Una vez de regreso en casa, Richard tuvo que responder a preguntasincisivas respecto a la selección de obras y la percepción del arte chilenoen el extranjero. Además de recibir ataques de la prensa por su limitadaelección de obras, a lo cual ella respondió que toda selección involucrabaun acto de edición y estaba determinada por las preferencias subjetivasdel curador (Richard, "Nelly Richard responde a un cuestionario", 24), Ri-chard tuvo que defender la pobre recepción de la participación chilena enla Bienal. En 1982, Richard argumentaba que la inclusión de las prácticaschilenas basadas en "la intervención del cuerpo social como soporte de lacreatividad" dentro de un contexto que celebraba en cambio un modelopictórico neo-expresionista que socavaba las "utopías de las vanguardias",era un elemento definidor que marcaba las distancias que "nos separande otras culturas (europeas y norteamericanas) que autorizan el éxito dela transvanguardia" (Richard, "Nelly Richard responde a un cuestionario",24). Según Richard, estas últimas culturas estaban caracterizadas por la"acumulación" y "una saturación de referencias" llevando a la producciónde un arte que no cuestionaba a la tradición y solo citaba su propio pasado,excluyendo de la historia a otras experiencias. En un campo cultural queestaba fascinado por su propia pintura expresiva autore fe rente, el modelode vanguardia chileno no podía competir justamente y era por tanto negadoun lugar en los anales internacionales.

En 1986, Richard reconceptualizó las causas de esta exclusión, haciendouso de un lente poscolonial. La marginalización chilena en la Bienal habíarespondido a una "sanción colonial" (Richard, Márgenes e Instituciones, no)que reducía a las prácticas chilenas a una reelaboración "anacrónica" deprácticas antiguas de performance y arte corporal que "una rehabilitaciónposmoderna de lo pictórico había cancelado". Incapaz de asimilar formasde arte que repensaban los "modelos prestados del arte internacional demanera de devolverlos completamente transformados -y reintencionados-por las tensiones entre arte, política, modernidad y periferia", la escenainternacional no se había percatado que las obras chilenas habían realizado

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una "perversa recuperación de los residuos [internacionales]", un acto queera "en sí mismo una crítica de aquello que sobra en Europa y Estados Uni-dos" (Richard, Márgenes e instituciones, no). Con una distancia de cuatroaños de la desilusión, Richard podía echarle la culpa al "otro" europeo ytransformar el envío de la "escena" en una verdadera crítica de vanguardiaposcolonial. Los artistas chilenos eran ahora "prestamistas" de modelosinternacionales, apropiacionistas que le devolvían a la madre patria europeauna serie de copias desviadas.

Pero la reevaluación de 1986 de Richard en torno a ia actuación de la "Escenade Avanzada" en un contexto internacional negaba lo que hasta 1982 habíasido una de las principales características de las tendencias conceptualesque ella misma había fervientemente delineado. Aunque mucho del aisla-miento del arte chileno de las escenas artísticas internacionales podía sercorrectamente asociado a los efectos de la dictadura militar, como lo hizoRichard en la entrevista de 1982 con Plumay Pincel donde agregaba comocausa la falta general de conocimiento de las prácticas locales en el exteriordebido a una carencia de difusión e intercambio cultural, la insularidad delas prácticas conceptuales chilenas también había sido el producto de losmismos discursos que ellas habían sostenido.

Este discurso había sido resumido en el "Seminario Arte Actual. Informa-ción. Cuestionamiento", organizado y dirigido por Richard en el InstitutoChileno Norteamericano en abril de 1979, en el que participaron todos losartistas que formarían la "Escena de Avanzada". En la revista La Bicicleta,se describía al Seminario como un estudio colectivo cuyos objetivos erandobles: indagar en el arte contemporáneo extranjero para actualizarse enel arte de vanguardia y enfocarse en el arte chileno actual introduciendoprácticas alternativas de producción que contrarrestaran el arte burgués yconformista predominante ("Seminario Arte Actual Información Cuestio-namiento", 43). Aparte de esclarecer el rol fundamental de la crítica comoproductora de discursos y como un agente cultural tan valioso como losartistas, en el seminario Richard indirectamente aseguraba su propia posi-ción como productora de conceptos nuevos en el campo artístico chileno.Por dar un solo ejemplo más tardío de tal influencia, en un video que seencuentra en el Centro de Documentación de las Artes Visuales del Palaciode La Moneda en Santiago, el cual incluye tomas para el video final que seríautilizado por Leppe en la performance "El día de mi madre" de 1981, aparecela mano de Richard con un lápiz inscribiendo la frase que da el título a laobra sobre el torso del artista yaciente en el suelo, mientras se escucha enel audio a Richard dando instrucciones a Leppe respecto a sus movimientos

(Leppe, 1981). Si hay un ejemplo de "producción" y del carácter de "madre"de la vanguardia chilena de Richard, sugiero éste.

En la demarcación de límites del seminario, se estaba definiendo un espaciode acción artística particular. Según Richard, en Chile existía la necesidadde reflexionar sobre la condición y la producción del arte en el contextointerno, reenfocando la perspectiva sobre "una situación social específica(la nuestra)..." ("Seminario Arte Actual Información Cuestionamiento", 43),ya que la coyuntura histórica de la dictadura solicitaba del arte un nuevotipo de conciencia. Haciendo uso de un lenguaje marxista pronunciado, seplanteaba al seminario como un acto "desmitificador", en cuanto revelabala hipocresía de las estructuras artísticas oficiales que solo reproducían elstatu quo a través de obras que enfatizaban la contemplación y pasividad delos espectadores. En cambio, el seminario proclamaba una nueva concienciade la realidad artística y social que permitiría a los artistas producir obrascríticas que no imitarían la realidad, sino que la cuestionarían en el presente.Lo que importaba era el aquí y el ahora, el impacto histórico que los artistaspor medio de su "reevaluación conceptual" tendrían en su propio contextomediante un "arte socialmente consciente... responsable de la sociedad enque se sitúa y por tanto consciente de sí mismo y de su función comunica-tiva." ("Seminario Arte Actual Información Cuestionamiento", 43). Un arteque al acercarse a la vida ordinaria repetía los ejemplos de la vanguardiainternacional cuyo rol dentro del seminario era el de funcionar más comohitos naturales del paisaje artístico, estrellas distantes y guías en el caminosolitario que emprenderían estos nuevos profetas.

Al definir su identidad como vanguardista, se distinguía claramente alas nuevas prácticas del arte pasado. El seminario planteaba una lista deantecedentes de obras locales experimentales, haciendo una separacióntajante entre lo nuevo y el arte "ilustrativo" de la política (como el muralisrno),distinguiendo a su vez a las nuevas experiencias de ejemplos esporádicosanteriores sin genealogía suficiente (como Valentina Cruz o Juan Pablo Lan-glois Vicuña y Cecilia Vicuña en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1969y 1971, respectivamente). Este argumento ya implicaba una contradiccióncon el propio discurso antigenealógico de la vanguardia, problema que serepetiría en el texto de Richard para la performance de Leppe "Acción dela estrella" de 1979, en el cual la crítica comentaba de una comunidad deartistas de vanguardia que uniría a Leppe con Duchamp como miembros dela misma tribu (Mezza, 1979). Sin embargo, los artistas conceptuales no solohabían intentado distanciar su producción de la tradición encarnada porla pintura en Chile, sino que habían tratado de definirse a sí mismos comoeminentemente nacionales y, por lo tanto, sin relación con las tendencias

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internacionales. Si el arte del pasado era calificado de ser dependiente deinfluencias extranjeras, el arte nuevo debía ser estrictamente independientede ellas. De esta creencia derivan frases tan ingenuas como la de FernandoBalcells cuando en una entrevista con Roberto Neustadt sugiere que e!término "escultura social" es "mérito de Raúl Zurita" (Neustadt, 70), y laconstante negación de foseph Beuys en los escritos del CADA de los '70 y '8o(vale la pena señalar que el único artista que hizo directa referencia a Beuysentonces fue Ernesto Muñoz en su exposición individual en la Galería CAL enmarzo de 1978, titulada "Acciones y Documentación sobre el evento Beuys").

Pero el ser completamente autónomo sería una tarea difícil de cumplir.Los artistas conceptuales en Chile entre 1974 y 1985 referenciaban modelosinternacionales constantemente, ya sea directa o indirectamente, desdeWolf Vostell a Alian Kaprow o desde Duchamp a Beuys. Incluso cuandoatacaban a la "nueva" pintura chilena por estar basada en modelos extran-jeros como el neo-expresionismo, los artistas conceptuales locales y loscríticos que los apoyaban recurrían a ejemplos externos, como se pudover en la publicación que hizo La Separata de extractos del texto de JosephKosuth titulado "Necrofilia, Mon Amour" publicado en Artforum en Mayode 1982. La situación descrita por Kosuth parecía duplicar las discusioneschilenas del momento, particularmente su interpretación del "renacimientode la pintura" como una reacción de jóvenes artistas a la autorreflexividadconceptual de la generación del propio autor. La caracterización de Kosuthsobre la falta de crítica de la nueva pintura y su enfermiza conexión con elmercado, se repetía en los comentarios de Richard publicados en el mismonúmero sobre la Transvanguardia italiana y en el texto de Díaz, donde seatacaban las obras de Tacla y Benmayor como imitaciones hedonistas deejemplos foráneos.

Curiosamente, el texto de Kosuth citado en La Separata terminaba re-firiéndose al problema de definir una identidad nacional en el arte. SegúnKosuth, los efectos del cambio de aguas en las artes habían tenido un im-pacto especial en Estados Unidos de América, ya que su "cultura" se habíadefinido de acuerdo a parámetros internacionales y aún tenía que encontrarsu "carácter" nacional (Kosuth, "Necrofilia, Mon Amour", 2). El artista argu-mentaba que esta falta explicaba en parte el porqué el modernismo habíasido abrazado por los Estados Unidos al punto de ser identificado con él,aún cuando la escena artística local era todavía dependiente de modelosintelectuales europeos para poder entenderlo. Por su parte, Europa habíaapoyado a las nuevas vanguardias norteamericanas, viendo en ellas unasuerte de fuente de la eterna juventud. Estas últimas reencarnaban a lasvanguardias europeas, permitiéndoles permanecer vivas después de haber

dejado el viejo continente en la primera mitad del siglo veinte. Ahora que elmodernismo había sido supuestamente asesinado (por el conceptualismo,entre otros), los artistas de Estados Unidos se habían quedado con las ma-nos vacías, mientras que los europeos (especialmente los italianos) todavíatenían una rica y larga tradición cultural propia que podían citar.

Es interesante que mientras la inclusión del texto de Kosuth sugería tá-citamente que existía una situación comparable en el exterior con el casochileno, había escasa reflexión en La Separata respecto a las influenciasde las tendencias conceptuales locales y su proceso de autodefinición.Incluso las discusiones más tardías en torno a la "Escena de Avanzada" y ala participación activa de Richard en su formación, han retenido la idea deque la dictadura generó un quiebre que fue reflejado en la escena artística,cortando toda conexión con el pasado y otros lugares (Oyarzún, 2005).Estas discusiones o han asumido que las prácticas conceptuales en Chileeran eminentemente disruptivas porque estaban definiendo una maneradiferente de hacer arte en la nación a pesar de la anterioridad o influenciade modelos externos, o han repensado el problema de la recepción en elextranjero de acuerdo con la condición periférica asumida por los artistasque fue entendida en los años ochenta como equivalente a la de otras na-ciones latinoamericanas (y hoy, cualquier otra marginal, tercermundista).Las contradicciones y motivaciones involucradas en estos procesos de auto-definición han permanecido relativamente intocadas, llevando al mito dela "Avanzada" como un campo conceptual políticamente cargado por unaparte, y a la obscuridad persistente de muchas obras, ideas e influenciaspaternas que permitieron su formación y contribuyeron en última instanciaa su aislamiento por otra parte.

La identidad es un tema cargado de problemas respecto a quién hablapor quién y con qué autoridad. Está sujeta a levantar sospechas, ya que lasubjetividad es el "centro" fragmentado desde el cual el hablante comienzaa referirse a su propia identidad y la de otros. Y si bien el reconocimientode tal fragmentación se ha convertido en moneda corriente en el mundoposmoderno y poscolonial, todavía es difícil incorporar sus consecuenciasen un nivel cotidiano o evitar clasificaciones y binarismos rígidos. Si no sepueden hacer a un lado las cuestiones de centro y periferia, novedad y copia,o lo nacional y lo internacional cuando se analizan las prácticas conceptualeschilenas de fines de los setenta y los ochenta, es posible observarlas desdeotra posición que pueda tener en cuenta las desviaciones, particularidades,continuidades y desplazamientos realizados por estos artistas de los modelostanto internos como externos.

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Esto implica mirar de reojo, simultáneamente hacia dentro y haciaafuera, o al menos dejar que la mirada vaya de un lado a otro, haciendoeco de uno de íos modelos más importantes propuestos por estos artistas:ubicarse en el margen. Pero esto significa entender el margen no como unaposición periférica privilegiada y completamente anti-institucional (comolo sugiere Márgenes e Instituciones), sino como un punto que está dentro yfuera, que nunca es una sola cosa. Esto involucra trazar los múltiples mapasentrelazados en una escena artística específica donde dentro y fuera fueronrepetidamente demarcados y desmantelados, mostrando su inestabilidad yposibilidades de transformación. Mientras los artistas chilenos re-trabajabansimultáneamente ejemplos extranjeros (desde Duchamp a Vostell, Kaprow aKosuth, Pane a Beuys, el estructuralismo y posmodernismo), cuestionandosu originalidad y respondiendo a una ambiente cambiado, estaban haciendoque lo interior y lo exterior se encontraran y refractaran de maneras fértilesen un momento en que definir la identidad estaba al centro de la vida coti-diana. En un contexto marcado por la constricción y la ansiedad en tornoa los bordes, el desplazamiento de los límites y la inestabilidad producidaa través de la repetición excesiva eran unidos a la reevaluación de lo mar-ginal como un sitio de posible apertura, ofreciendo maneras alternativasde producir la realidad.

En su demarcación de bordes internos, los artistas conceptuales chi-lenos miraron hacia elementos nacionales reconocibles de la cultura y lanaturaleza. Desde las referencias de Eugenio Dittborn al arte chileno y losmodelos paisajísticos locales, a la recuperación de Catalina Parra del mitodel imbunche, pasando por los pasajes de San Diego de Francisco Smythe ylos metros urbanos de Carlos Altamirano, hasta las vírgenes de Carlos Leppey las evocaciones hechas por múltiples artistas a la cordillera de los Andes oel desierto de Atacama, la selección de emblemas estuvo relacionada con loque se percibía formaba parte de la historia de Chile, su patrimonio cultural,sus cualidades geográficas, territoriales y su gente. Todos eran elementosque circulaban en torno a la identidad, definiendo sus contornos y distin-guiendo lo nacional de otros países, otras historias y, en última instancia,otros tipos de arte. La selección de elementos tan notorios no era ni naturalni neutral, a pesar de su aparente persistencia en el tiempo. En cambio, es-taban en directa relación con las representaciones que la dictadura tambiénescogía como símbolos de unidad nacional, homogeneidad e identificacióncolectiva, imágenes transformadas en arquetipos locales que eran usadascomo signos de autenticidad.

Pero e! hecho de que estos modelos no estaban dados naturalmente, sinoque eran construcciones humanas cargadas de significado contingente, era

algo que la dictadura indirectamente revelaba y que los artistas intenta-ban destacar. Eventos como la disputa de fronteras con naciones vecinas,particularmente Argentina en 1978, apuntaban a la naturaleza disputadade los bordes y reivindicaciones territoriales. Cambios en las ciudades,especialmente la capital, donde el modelo de modernización y liberalismoeconómico se encontraba con la resistencia y persistencia de zonas marginales(como en las renovaciones del Paseo Ahumada), señalaban algunas de lasdiscrepancias dentro de la visión propuesta por el régimen de una naciónprogresista avanzando en línea recta hacia la realización de su potencialeconómico y social. Y fue la repetición insistente de que los bordes de lanación estaban asegurados mientras la historia y los conflictos del presentedecían lo contrario, que la economía marchaba a pesar de una recesión paracontradecirlo (Aliaga, 11), que las poblaciones habían desaparecido cuandomeramente habían sido trasladadas a ubicaciones más remotas, y que noexistían violaciones a los derechos humanos a pesar de los cuerpos faltantespara probar lo contrario, la que revelaba las contradicciones y fisuras en esasnociones ejemplares. La iteración se convirtió en algo más que propaganda:fue convertida en una forma de normalización de un estado excepcional,una manera de naturalizar lo no-natural, una forma de actuar la identidad.

Varios artistas conceptuales estaban cuestionando los usos y valoresrepresentacionales de tales "originales" como fuentes nacionalistas. Paraun número creciente de artistas, el interceptar las imágenes de una naciónunificada, el deconstruir la superficie lisa del progreso económico, el revisarla visión progresiva de la historia, y desnaturalizar lo natural mirando al pai-saje como una construcción, se convirtió en maneras de exponer las faltas ybordes quebradizos de estas representaciones. A la pulcritud del simbolismonacional y el paisaje eterno promovido por él, estos artistas alzaron visionesinfernales de montañas monstruosas (por ejemplo, Dittborn y su video "Loque vimos en la cumbre del Corona", 1981), con desiertos convertidos enpurgatorios (como en los cruces entre el video del mismo autor "La historiade la física", su texto "Estrategias y proyecciones de ¡a plástica nacional sobrela década del 8o", sus referencias al Purgatorio de Raúl Zurita, y la mismaexposición "Purgatorio" de 1980 con trabajos de Altamirano, Dittborn y Lep-pe) y sitios manchados por la exterminación étnica (en Dittborn y MarcelaSerrano), mientras la limpieza de la modernidad urbana era transformadaen cajas estériles (Altamirano y sus dos exposiciones en Galería Cromoen 1977) y la ciudad convertida en un sitio de muerte (Leppe en 1977, EliasAdasme en 1979-80). La repetición fue tomada como un signo del trauma,un síntoma de la carencia que posicionaba una ausencia radical al centroy en los márgenes de la identidad nacional y sus manifestaciones visuales.

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Repetir no solo era actuar una identidad, sino mostrar su fracaso de coagularcomo una marca estable.

En esta batalla por la identidad, la marca gráfica adquirió una nuevacentralidad como signo de prácticas sociales de demarcación y como ex-periencia física del límite. En paralelo a los esfuerzos de la dictadura porinscribir los bordes del territorio nacional de manera permanente, aseve-rando la soberanía sobre sus "contenidos" y defendiendo sus límites de lainfluencia externa, ya sea del comunismo (Pinochet, 33) o de las NacionesUnidas (Huerta, 1975), varios artistas estaban proponiendo otras formasde trazar mapas que cuestionaban la regularidad y naturalidad de estasfronteras. Al mirar hacia la historia nacional e indagar en las relacionesentrelazadas entre economías, políticas y deseos coloniales, artistas comoDittborn apuntaban a las cambiantes fronteras de la nación y cómo éstashabían contribuido a moldear espacios simbólicos y físicos de identidad. Másaún, los mapas podían contener planos soterrados, inscripciones ocultas yuna serie de trazos capaces de exponer topografías irregulares y el espectrode otra geografía humana.

Los bordes y las líneas adoptaron en algunos casos la forma concretade entidades "naturales" separando a la nación de otras. Pero si montañas,desiertos, océanos y planos de hielo podían ser interpretados como elemen-tos que ofrecían límites intrínsecamente fijos y una base nativa sólida parala identidad, los artistas conceptuales chilenos estaban deconstruyendola aparente inmovilidad de estas marcas naturales y su innato carácter¡ocal. Los discursos que trataban con las extremidades de la nación y consu ubicación remota ("Colonización de Chiloé", 1975Í, o con las cualidadesprístinas y edénicas asociadas a diferentes espacios naturales y sus paisajes,fueron revisadas y abiertas mientras se reconstruían otras redes de relacionessociales. Tal como el régimen volvía patente en sus proyectos lo que podíaser considerado una tierra inhóspita y extrema como el desierto, tambiénpodía ser leído como un sitio 'virgen' para el desarrollo futuro ("Traiguén: elFar West chileno", 1978). El paisaje nacional no era estático ni fijo, sino quese revelaba como una reconstrucción imaginaria de proyecciones físicas ymentales, un sitio profundamente investido con significados en disputa.

Si la naturaleza era dependiente de construcciones sociales y significadosideológicos, en el caso del paisaje urbano esta relación parecía ser aún máspunzante. Mientras la capital se expandía en tierras agrícolas vecinas, los"límites" de la urbanización y su concomitante motor de expansión econó-mica fueron atacados. Aunque la creación de nuevos patrones urbanos enla ciudad podría parecer alejada de la matriz colonial, artistas como Alta-mirano, Leppe y Rosenfeld entre otros hicieron evidente que ambas eran

formas físicas para ejercer control social. Este disciplinamiento del espaciofue asociado con jaulas, celdas y hospitales como espacios de contención,relacionados con signos de la calle regulando el tráfico y el flujo de personas,o incluso con los edificios de cementos que los enmarcaban. No obstante,había otras formas concretas en que el espacio urbano era físicamentealterado. El desplazamiento de poblaciones urbanas completas hacia losmárgenes de la ciudad ("Nueva operación para erradicar campamentos",1977), la creación de nuevos barrios para clase alta con sus respectivasavenidas para conectarlos con el centro y el embellecimiento de la ciudadfueron todos intentos por modernizar y "limpiar" lo que era consideradocomo elementos residuales de un retraso asociado con el malestar social yla pobreza antihigiénica. Pero mientras estas nuevas zonas eran construidas,varios artistas construían otros panoramas de la ciudad, documentandola existencia de bordes internos y zonas marginales (desde Smythe a JuanCastillo y CADA). Estos lugares eran valorados como sitios de potencialtransgresión social, encarnando la condición del límite y un espacio deambigüedad. El margen era interpretado como un umbral que segrega yune la diferencia, una tierra fronteriza que podría permitir la emergenciade nuevos significados en torno a lo urbano y la comunidad.

Tal preocupación por los bordes como espacios de indeterminación ytransgresión social llevaron a la creciente identificación de algunos artistasy sus prácticas con lo marginal. Este último fue interpretado a través delgénero, lo étnico, la clase social, o conectado tanto con la desviación socialy lo popular como con lo físicamente remoto. La marginalidad fue ligadacon la oposición a formaciones hegemónicas y sus construcciones. Así,críticos como Adriana Valdés podían referirse a las obras de los artistasconceptuales como siendo capaces de unir un fuerte fondo teorético con"una circunstancia que [representa] precariedad, marginalización, pulsaciónreprimida" (Valdés, "Metale crítica", 1982). Como el título del libro de Richardhacía evidente, había una oposición consciente de parte de los artistas hacialo institucional, la cual fue asociada con la dictadura y con cualquier formaconservadora tanto artística como social.

Sin embargo, había más en estas prácticas conceptuales que hostilidadhacia las instituciones, y la relación aparentemente binaria entre ellas estabaplagada de elementos híbridos. Uno de los problemas más importantes dela "escena" fue la suposición de que lo marginal era inherentemente un sitiode subversión, lo cual llevó en parte a su idealización y a la contradicciónen torno a la posición centralizada ocupada por los artistas respecto a losmárgenes sobre los cuales hablaban o a los cuales apuntaban. Este fue eldilema al centro de las obras del CADA, la cual influyó en el rol redentor que

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tomaron los miembros del colectivo en relación con los problemas socialesque estaban subrayando y sus percepciones respecto a los cambios efectivosque sus obras realizaban en el paisaje social.3 En muchos casos, la exten-sión de prácticas inscriptivas en lo cotidiano y la borradura de los límitesentre arte y vida estuvieron temperadas por su dependencia de las mismasinstituciones criticadas, sobre todo porque encontraban en estas últimassu legitimidad artística. Si bien hubo relaciones entre artistas y distintascomunidades periféricas, las obras conceptuales estaban amenazadas porel fantasma de convertirse en inadvertidas colonizadoras del otro, creandosu propio esencialismo marginalizante sin ser críticos al respecto.

La identificación con lo marginal también podía tomar formas corpo-rales más directas. Si un caso extremo fue el beso de Diamela Eltit con unvagabundo, capturado en un video de 1983 de la serie "Zonas de dolor"(video interesante, ya que los gestos corporales del vagabundo y la artistasugieren que mientras el primero deseaba continuar con el cruce entre artey vida, la segunda daba por terminado este intercambio de fluidos real), lomarginal podía ser conectado conceptual y concretamente con diferentescorporalidades. Estas podían ser las de prostitutas, vendedores ambulantes,delincuentes, indígenas, vírgenes, mujeres en general, travestís, criaturasmitológicas sureñas o artistas reconocidos, y podían aparecer como anó-nimos, enfermos, saludables, fragmentados, zurcidos, duplicados, muertoso vivos. Pero fuesen cuerpos adoloridos, atormentados, contagiosos, osimplemente existiendo en su banalidad y miseria cotidiana, lo corporalfue atado a la identidad nacional y su paisaje, lo somático presente en cadaacto de demarcación. El territorio nacional no estaba vacío ni era meramenteuna construcción abstracta, sino era experimentado y fabricado a travésde la acción y presencia de cuerpos reales. Hablar de la nación era dirigirsetambién al cuerpo político como una manifestación física y una producciónsocial, un sitio hecho no solo de piedras y agua sino de carne.

En un contexto de desaparición forzada, re-presentar el cuerpo se trans-formó en un acto de subversión. Mientras cuerpos concretos desaparecían,los artistas conceptuales insistían en su representación, volviendo visibleaquello que permanecía opaco y velado en el discurso oficial. El cuerpo fue

3 En su video, El Estado Soy Yo (1985), de Carlos Flores, el autor habla de un arte"caritativo" que intenta hablar por el otro, refiriéndose principalmente al arte de unospocos privilegiados con suficiente educación y tiempo como para hacer "arte" y queintentan solucionar los problemas de los otros (marginados del campo del "arte"). Sibien esta es una crítica al arte "educado", se podría extender a los propios artistas queesgrimían estos conceptos. No obstante, Flores realiza una suerte de mea culpa en elvideo, en cuanto señala que la producción de su propio texto requerirla de que otrospermanecieran en el analfabetismo.

entendido como un sitio donde se realizan inscripciones sociales y sim-bólicas concretas y se disputa su sentido. Las geografías y mapas trazadospor estos artistas fue también corpórea, los espacios que interrumpían ylas normas que transgredían fueron vistas como usadas y producidas pordiversos cuerpos que a su vez eran marcados como marginales o normales,desechables o necesarios. La traducción y desplazamiento realizado en lasobras conceptuales de lo plano a lo tridimensional, de cuerpo individualal cuerpo político, y de éste de vuelta a la fisicalidad de la ciudad y sususuarios, les permitió criticar y volver manifiestas las interacciones entrecuerpo, espacio y discurso.

Tales actos de demarcación del cuerpo político fueron asociados en laescena local con un gesto de vanguardia. El nuevo valor dado a lo corporalsignificó no solo romper con una tradición que había evitado su represen-tación cuando no coincidía con los parámetros de la alta cultura, sino querepresentaba un compromiso político con el presente y con un espacioparticular. Evitando y criticando la idea de la autonomía estética, artistasy críticos capitalizaban en la necesidad de unir arte y vida al dirigirse di-rectamente a las transformaciones en el cuerpo político, contrarrestandolas representaciones y mensajes hegemónicos con inscripciones corporalesconcretas. Sin embargo, es en este punto donde se vuelve aparente una delas más grandes contradicciones de la escena conceptual conocida comola "Escena de Avanzada": la forma estricta en que definían su identidad ycreaban su propio espacio. En otras palabras, su territorialidad.

Tanto los artistas conceptuales como los críticos que los apoyaban estabanrealizando actos de demarcación, trazando límites y cerrando sus propiosbordes. Si bien abogaban por modelos de ambivalencia y pluralidad que seasociaban con la marginalidad y los intersticios, los artistas de la llamada"Escena" pensaban que operaban con un acercamiento distinto al arte,separado de otras prácticas, puros en su impuridad, radicalmente margi-nales. Si esto tomó en un comienzo la forma de distinguirse del arte de losinformalistas chilenos o los muralistas, así como de las tradiciones pictóricassurrealistas y abstracta-geométrica-conservadoras, también implicó negarcualquier forma de dependencia de modelos de vanguardia extranjeros. Usarimágenes y símbolos profundamente conectados con lo local les ayudó aevitar el problema de la dependencia de formas externas universales (comola abstracción), así como la deconstrucción de imágenes les permitía evadirla cuestión de volverse ilustrativos políticamente, mientras que el énfasisen el proceso aparentemente eliminaba la creación de mercancías estáticasasociadas al arte burgués. Pero al declarar su territorio como originalmentevanguardista, los grupos conceptuales chilenos amenazaban con encerrarse

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en su pequeño feudo, evitando otras comunidades de resistencia (tanto enel exterior como en lo local) que no calzaran con sus parámetros. Mientrasde-territorializaban las imágenes de la nación articuladas por la dictadura,estos artistas re-territorializaban sus propias versiones aparentementemultifacéticas. Por dar solo un ejemplo de esto en la diseminación de lassemillas conceptuales, la exposición "Provincia señalada" de 1983 en GaleríaSur no solo retomaba el uso de símbolos nacionalistas como el poema deAlonso de Ercilla (usado repetidas veces en el caso de Dittborn), sino queplanteaba a una generación más ¡oven de artistas que realizaban un tipo depintura figurativa de carácter objetual y conceptual marcadamente subje-tiva, la cual si bien se distanciaba del referente político de sus antecesores,estaría explorando una tierra fronteriza cuyo suelo había sido ya niveladopor sus padres: los co-curadores Leppe y Díaz.

Hubo, sin embargo, artistas conceptuales que continuamente trabajaronpara echar abajo bordes, incluidos los suyos. Aunque se tendía a repetir te-mas y regresar al mito autofabricado de ser una vanguardia independiente,artistas como Leppe también cuestionaban este autoconfinamiento en lacreación de un arte nacional, como se manifestó en sus performances delos ochentas (desde "Sala de espera", de 1980 hasta "Siete acuarelas", de1987). Pero mientras el campo del arte chileno se llenaba en esa décadade más actores cuyas prácticas tenían evidente relación con ejemplos in-ternacionales, sugiriendo una acercamiento híbrido al arte y sus fuentes,al tiempo que artistas ya establecidos como Dittborn parecían alejarse delimaginario chileno y aventurarse en proyectos internacionales por mediode sus pinturas aeropostales, o incluso las selecciones de Richard eranreevaluadas de acuerdo con parámetros internacionales como en el casode la Bienal de Sydney de 1984, cuando León Paroissien escogió solo dos delos cuatro artistas propuestos por Richard (Dittborn y Díaz, por oposición aLeppe y CADA) debido a su fácil legibilidad y traducción en el extranjero, ladistancia, reclusión e identificación del arte de vanguardia con un contextoespecíficamente nacional se volvió más problemática y su relevancia fuemarcada como obsoleta. Al final, incluso el discurso de la vanguardia debíareiterar sus premisas para reafirmarse y aseverar la validez de sus propiosbordes. El libro Margins and Institutions publicado en 1986 no fue tan soloel canto del cisne que marcaba el fin de grupos como CADA o la retiradatemporal del arte de artistas como Leppe y Altamirano, sino que implicabala naturalización en el terreno de la historia del arte de un grupo coherente,cohesivo y claramente definido reunido alrededor de ideas compartidasbajo el signo de la "Escena de Avanzada".

Rauschenberg, elGozo Creador

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"Rauschenberg, el gozo creador" de Waldemar Sommer, columna sobre la exposición de RobertRauschenberg en el Museo Nacional de Bellas en la sección Artes y Letras, 21 de julio de 1985.Cortesía El Mercurio.

Fue en este contexto de redefinición de la identidad chilena y de asegurarlos bordes del territorio vanguardista cuando Robert Rauschenberg apareciórepentinamente en la escena. Si bien en 1977 se exhibieron obras gráficas delartista en el Instituto Chileno-Norteamericano de Santiago, aparte de una

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breve mención en un recuento de fin de año, la muestra pasó desapercibida(Sommer, 1978). Su presencia en 1985 estuvo motivada por ROCI (RauschenbergOverseas Culture Interchange), un "proyecto humanitario para promoverla paz mundial a través del arte" (Hopps, 438), que había llevado al artistaa realizar una serie de viajes y talleres colaborativos en México, Venezuela,China, Tíbet, Japón, Cuba, la Unión Soviética, Alemania Oriental y Malasia.Según el catálogo de la exposición retrospectiva de Rauschenberg de 1997,el proyecto apuntaba a "introducir un diálogo artístico con esas poblacio-nes que viven en regímenes represivos o no-democráticos" (Hopps, 438),siendo Chile escogido por el artista debido a su larga y represiva dictaduramilitar asi como por su "gran singularidad geográfica ("geographical... ¡ahíuniqueness"), siendo la parte más austral de, digamos, la tierra conocida"("Rauschenberg, el gozo creador", 1985)- El artista había visitado el paísel año anterior, tomando fotografías de la capital y del desierto cerca deAntofagasta, parando en una mina de cobre en Chuquicamata y quedando"fascinado" con el paisaje. Tan inspirado quedó Rauschenberg con lo quedescribió como "un jardín de minerales, donde los trozos de cobre, piritasy demás piedras florecían en pleno desierto" ("El genio de los desechos",35), que decidió ocupar placas de cobre en sus obras como "un signo desolidaridad con la gente chilena, mucha de la cual trabaja[ba] en las minas,en contra del dictador de Chile" (Hopps, 580). Con tal fraternal gesto, lasplacas de cobre podrían ser leídas como un reflejo de la tierra, una visión deChile según uno de ios "padres" de ía reproducción mecánica en las artes.Sus intenciones didácticas quedaron en claro cuando el artista explicó quequería reflejar las variadas experiencias que había tenido en el país, esperando"contribuir a eliminar algunos de los prejuicios locales respecto de lo que esmás importante y lo que no lo es. También, poder recordar a los habitantesde Chile las cosas por las cuales deberían sentirse orgullosos y singulares."¡Porque es un país único!" ("Rauschenberg, el gozo creador", 1985).

Aunque la mayor parte de la prensa celebró la exposición de Rauschen-berg y sus logros individuales, hubo unos pocos ejemplos de resentimientointerno en contra de este gesto paternalista. La revista Cauce se preguntabasi en una visita de tres días el artista podía efectivamente "saber" algo sobrela vida chilena y representarla a través del arte, especialmente teniendo encuenta que el artista había declarado trabajar en el espacio entre los dos.Desestimando la pregunta con la declaración: "Cuando estuve ahí me expusetotalmente a lo que me rodeaba... creo que en la semana o semana y mediaestuvimos más expuestos al país que quienes han vivido una vida entera"("Rauschenberg & Co.", 30), Rauschenberg daba legitimidad a su propia

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visión de la situación chilena al declarar un estado de completa aperturatipo esponja frente al contexto local. Y lo que exhibió en casi todas las salasdel Museo Nacional de Bellas Artes en Santiago fue una combinación defotografías serigrafiadas cuyos orígenes se encontraban en diferentes par-tes del mundo. El ambiente chileno fue reducido a unas cuántas cariátidesde inspiración griega encontradas en el museo, combinadas con fachadasneoclásicas de edificios de la ciudad, graffiti, señales del tránsito, crucescristianas, botellas de vino, boletos de lotería local, palmeras, casas enmar-cadas por las montañas y el desierto. Según la revista Cauce, la exposiciónno solo era "cómoda, decorativa brillante, superficial, burbujeante y conun dejo de ya visto" ("Rauschenberg & Co.", 30), sino que palidecía frente alos grabados alemanes del periodo de Weimar, que también se mostrabanentonces en el museo. El paisaje chileno fue recortado en la visión de Raus-chenberg a un escenario paradisíaco y plácido, lleno de riquezas naturaleslistas para ser explotadas bajo la bandera de los fines humanitarios. Lo queRauschenberg presentó en el museo fue un paisaje recolonizado, drenado desus elementos políticos más complejos, un paisaje donde los cuerpos realeseran sustituidos por estatuaria clásica. Incluso en sus palabras el artistaevitó cualquier confrontación política, respondiendo a la pregunta sobresu opinión de la situación en Chile con: "No apruebo necesariamente lo queestá ocurriendo en Chile, políticamente. Pero no es mi asunto; mi asunto essaber sobre eso y lo hice" ("Rauschenberg & Co.", 30).

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La yuxtaposición de los intentos chilenos de mostrar en el extranjero suautoproclamado arte de vanguardia fy la pobre recepción que encontraronentonces) con las representaciones del paisaje mostradas por Rauschenberg en1985, evidencia dos acercamientos radicalmente distintos a la relación entreprácticas de vanguardia y política exhibidas en un contexto internacional.Si bien oponer estos ejemplos puede parecer maniqueo, mi interés ha sidoexplorar algunas de las razones por las cuales las prácticas conceptualeschilenas entre 1975 y 1985 han tenido hasta muy recientemente poco impactoa nivel internacional y un proyecto como el de Rauschenberg continúa reci-biendo aclamación crítica. Es irónico que la última exposición de Altamiranopor varios años se titulara "Pintor como un estúpido", abriendo a finales dejulio, pocas semanas después de la exposición de Rauschenberg y a escasascuadras de ésta. La exposición funcionaba más como una antología de lasobras del propio Altamirano y un pequeño cementerio de vanguardia (opaisaje de ruinas y manchas, ya que las reproducciones de obras de CADA,Leppe y otros se encontraban comprimidas entre fragmentos de vidrios,mientras lo único móvil eran los videos expuestos y la frase "paisaje", quedaba a la calle en una de las vidrieras de la Galería Enrico Bucci, como siestuviese capturando un paisaje urbano en movimiento por oposición al textode Richard estático en el muro). Pero la muestra parecía también aludir a lade Rauschenberg, sobre todo al encontrarse incluido el video "Altamirano,artista chileno", el cual mostraba al chileno en una carrera loca por arribara la institución que acogía ahora al artista extranjero. Si en 1982 las obraschilenas parecían imitaciones obsoletas del arte de vanguardia cuando semostraban fuera del país, o eran demasiado políticamente au torre fe rentespara que las audiencias europeas las digirieran, las propias interpretacionesde Rauschenberg en torno al cuerpo político chileno estaban desfasadasrespecto al contexto especifico que trataban, por decir lo menos. Pero en vezde culpar a Rauschenberg por su ingenuidad política, el problema continúasiendo cuan efectivas y vanguardistas fueron las prácticas conceptualeschilenas. ¿Cuál fue la relevancia de sus obras tanto dentro como fuera desus fronteras nacionales? ¿Fue tan solo una cuestión de contexto lo que lesotorgó su estatus radical, estando enraizadas en un ambiente dictatorial yopuestas a él? ¿O acaso el aparente rechazo internacional refleja una posiciónneocolonial que desestima el arte que viene de lugares no-hegemónicosdebido a su falta de centralidad?

Si ser vanguardista, implica por definición estar expuesto a la obsoles-cencia; entonces este no fue un problema inherente a las obras chilenaspresentadas en París en 1982. Pero la resistencia y negación de modelos

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internacionales, aun cuando éstos eran apropiados, el intento por auto-definir estas prácticas como eminentemente chilenas, negando cualquierpadre e influencia diferente a la propia, fueron factores que contribuyeronen parte al aislamiento del arte chileno de las escenas internacionales. Unode los argumentos de este trabajo es que el problema de definir un arte devanguardia solo en términos auto rre fe rentes lleva a una posición insularque el caso del arte chileno fue más allá del "complejo definís terrae" deun país tercermundista física y psicológicamente separado del resto delmundo, periférico en su tercermundismo. Aunque este último punto devista ganó importancia en los ochentas a nivel internacional en medio de laspolíticas de la identidad y una preocupación creciente por la globalización,ayudando a redeñnir el asunto del aislamiento chileno en torno al eje de lohegemónico y lo periférico, el problema sobre la identidad nacional en elarte permanece irresuelto.

Un ejemplo. A fines de! 2009, una tienda llamada "Puro Chile" fue abiertaen Soho, Nueva York. Haciendo referencia al himno nacional, la tiendaofrece principalmente vinos chilenos, una de las exportaciones más pro-minentes del país aparte del cobre, aunque tiene un espacio separado queserá crecientemente dedicado a vender ciertos productos nacionales queunen lo "tradicional" y lo "nativo" (como lana, comida y diseños mapuches)con lo "moderno" (lo cual puede ser calificado dependiendo de la ocasión,como un diseño internacionalmente adaptable y semiabstracto). En lasrepisas y espacios poco intrusivos, hay varios folletos exhibiendo imágenesespectaculares del paisaje chileno, particularmente de sus "bordes" y zonasfronterizas, como el desierto y la Patagonia. Es de particular interés que lasala trasera de la tienda ha sido usada para producir eventos que tienen laintención de mostrar arte chileno como otro producto de exportación. Sinembargo, si bien el interés ha sido mostrar lo "nuevo" que está pasando"allá", los grupos conceptuales que he mencionado han sido el sustrato yfuerza restrictiva detrás de todos estos esfuerzos. Esta "influencia" puedeser vista en el espacio prominente que ocupa la "Escena de Avanzada" en ellibro "lanzado" en la tienda (Copiar el Edén, publicado en el 2007, pero conuna complicada historia de distribución internacional), la cual contó con lapresencia de su editor y motor internacional, Gerardo Mosquera, así comoen la charla sobre arte contemporáneo que la siguió. En esta última estuvoArturo Duelos, pintor conceptual que emergió a comienzos de los ochentasy quien se refirió a artistas y grupos de esa década e incluso de la anterior,mientras que Camilo Yáñez se refirió a artistas más jóvenes trabajando demanera crítica con temas relacionados en parte con la identidad. ¿Quiénfue a la charla? Puros chilenos. El vino parece vender mejor que el arte.

No es la intención de este trabajo solucionar este problema ni proponeruna versión definitiva de este periodo, sino que he tratado de mirar algunasbrechas y puntos de contacto en la escena artística chilena y sus mitos. Si enlos sesentas la vanguardia en Chile era definida por medio de una aperturaa otras experiencias artísticas y políticas latinoamericanas, el intervaloque produjo la dictadura militar permitió la creación de un nuevo espacioartístico que se definió en oposición a ese expansionismo y sus postuladosideológicos durante los primeros ocho años. Esta nueva vanguardia reflejóde cierta forma la postura cerrada y conservadora de la dictadura en cuantonegó cualquier forma de asimilación cultural. Es irónico que después de 1982,los artistas conceptuales chilenos y sus defensores propugnaran una formade panlatinoamericanismo, abriéndose a otras escenas regionales bajo elsigno de lo marginal en vez de establecer conexiones entre sus situacionespolíticas, intersecciones históricas e influencias artísticas actuales.

El problema de cómo estas prácticas son vistas desde el exterior de suslímites territoriales de producción es una crítica bien fundada que tambiéndebe ser tomada en cuenta cuando se revisa el arte chileno. Los centroshegemónicos de producción artística y teórica continúan controlando ymanejando el acceso a versiones "oficiales" de la historia, otorgando valor aalgunas prácticas por sobre otras, dependiendo de su ubicación o cambianteatractivo. El problema de la traducción en las artes está relacionado conesto, cómo entender por fuera un arte que se refiere a problemas locales,o simplemente un arte que es producido en lugares periféricos (desde unpunto de vista "occidental"). Si bien yo misma he realizado mis propiastraducciones al mirar estas prácticas desde múltiples distancias, físicas,temporales y personales, la importancia de ellas radica en cómo estabanrepensando modelos de identidad y representación, cómo estaban rein-terpretando modelos interiores y exteriores para criticar a la sociedad delmomento, proponiendo otros modelos de acción, comunicación y experienciaen la vida cotidiana. Uno de los valores de estas obras fueron los modeloscontestatarios que proponían, los cuales estarían insertos en un espacioentremedio de irresolución, apertura y ambigüedad que podrían sugerirotras avenidas para el ser, ya sea en un evidente medio represivo o no. Sibien eran conservadoras en su postura aislacionista y aun cuando estabanenraizadas en el contexto dictatorial nacional, las prácticas conceptualeschilenas entre 1975-1985 propusieron diferentes maneras de experimentarel espacio, el cuerpo y la vida cotidiana que se deleitaban en la ambivalen-cia, las intersecciones, traspasando límites mientras tomaban en cuenta elespacio del cual surgían. Apareciendo en un momento de crisis, reafirmabanel valor de la criticalidad y la transformación, apuntando a otras maneras

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de producir espacio y corporeidad. Si este tipo de discurso ha recibido enlos últimos treinta años más validación a través de críticas poscoloniales,y convertiría a estas prácticas en versiones adelantadas de las mismas, estacoincidencia temporal es menos importante que la posibilidad sugeridapor ellas de cambiar los mapas de la realidad, creando formas diversas deacción social.

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Estrella Acción. Gonzalo Mezza. 1979. Video.

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Sobre las autoras

Fernanda Carvajal

(Santiago, 1982) es Socióloga de la Pontificia Universidad Católica de Chile ycandidata a Magíster en Comunicación y Cultura en la Universidad de BuenosAires. Es coautora del libro Nomadismos y Ensamblajes, Compañías Teatralesen Chile 1990-2008 (Cuarto Propio, 2009) y ha publicado artículos en revistaschilenas y argentinas. Actualmente es docente en el Instituto de Sociología dela Universidad Católica y es miembro de la Red de Conceptualismos del Sur.Investiga y vive alternadamente en Santiago y Buenos Aires.

María José Delpiano

(Santiago, 1982) es Licenciada en Estética de la Pontificia Universidad Católicade Chile (2006) y Magíster en Teoría e Historia del Arte de la Universidad deChile (2010). Actualmente se desempeña como profesora asistente en el Institutode Estética de la Universidad Católica, donde dicta las cátedras de Historia delArte I y II.

Carla Macchiavello

(Santiago, 1978) es Licenciada en Estética de la Pontificia Universidad Católicade Chile, Magíster en Historia del Arte y Crítica (2005) y Doctora en Historia delArte (2010) en Stony Brook University, Nueva York. Su trabajo se ha centrado enel arte contemporáneo, con un énfasis en América Latina, investigando en medioscomo la performance, el video y distintas prácticas conceptuales. Ha publicadoen revistas y catálogos en Estados Unidos y América Latina, realizando tambiéncuraton'as en distintos países. Actualmente se desempeña como profesoraasistente de Historia del Arte en la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

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ENSAYOS SOBRE

ARTES VISUALES

Fernanda Carvajal - María José Delpiano - Carla Macchiavello

Ensayos sobre Artes Visuales. Prácticas y discursos de los años '70 y '8o en Chilees resultado del primer Concurso de Ensayos de Investigación, organizadoel año 2010 por el Centro de Documentación de las Artes Visuales delCentro Cultural Palacio La Moneda. Los tres ensayos seleccionados corres-ponden a Yeguas, de Fernanda Carvajal, una exposición sobre el contextoartístico y político en que intervienen las performances del colectivo de arteYeguas del Apocalipsis (Francisco Casas y Pedro Lemebel) a partir de 1988;Las operaciones críticas de Eduardo Vilches para el grabado en Chile, de MaríaJosé Delpiano, que aborda y analiza la doble ruptura que generó Vilchessobre la técnica y la comprensión del grabado en Chile, así como el giroconceptual que experimentó esta técnica desde entonces; y Manguardia deexportación; la originalidad de la "Escena de Avanzada" y otros mitos chilenos,ensayo en el que Carla Macchiavello asedia el problema de las tensionesdiscursivas de conceptos como "vanguardia", "conceptualismo" y"margen", presentes en textos y obras de la llamada "Escena de Avanzada".Destacan en ellos la revisión de las genealogías artísticas y de los supuestosteóricos para explorar y cuestionar, desde la recepción de textos y obras,las categorías y conceptos que se han reconocido y determinado en elámbito de la crítica cultural en Chile durante los años '70 y '8o. A partir dedocumentos y fuentes primarias, las autoras abordan temas como eldesarrollo artístico y pedagógico del grabado, las acciones, intervencionesy performances.

CENTRO CULTURALPALACIOLA MONEDA

CENTRO DEDOCUMENTACIÓNARTES VISUALES

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