Feria Mexicana

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Feria mexicana Con textos de: Juan Villoro, Alma Guillermoprieto, Luis Humberto Crosswhite y Fabricio Mejía Madrid Fotografías de: Pablo Ortiz Monasterio y Graciela Inurbide Ilustraciones de: Rafael López México cultural Las relaciones culturales entre México y Colombia tienen una enorme tradición de intercambio y mutuas influencias; la cooperación entre ambos países ha sido profundamente rica y hoy en día se distinguen por su naturaleza y originalidad. Para la Secretaría de Relaciones Exteriores, a través de la Unidad de Asuntos Culturales y de la Embajada de México en Colombia, es motivo de orgullo contribuir a este desarrollo histórico con una política cultural que se ha caracterizado por brindar una imagen amplia y actualizada de México a través de una oferta cultural permanente y diversa. Variedad y riqueza que ha tocado todas las expresiones culturales, a fin de ofrecer a los colombianos lo más representativo del quehacer creativo de la nación. El resultado han sido, de agosto de 2001 a la fecha, cerca de cien actividades. A esta labor se han sumado las empresas mexicanas Cemex, Comcel Comunicación Celular, Grupo CIE Parque Salitre Mágico y la Compañía Mexicana de Aviación. De igual forma, el Convenio Andrés Bello, órgano interinstitucional de integración cultural, ha venido contribuyendo a este quehacer, tarea a la que se ha sumado a la vez el Grupo Editora Cinco, cuyos intereses en México le permiten apoyar nuestros objetivos. En esta ocasión presentamos el resultado de una tarea común con la espléndida revista El Malpensante, con el propósito de ofrecer una nueva lectura de la cultura mexicana a través de textos, ilustraciones y fotografías de artistas mexicanos. Así, presentamos textos de dos reconocidos periodistas, Juan Villoro y Alma Guillermoprieto, el primero acerca de esa extraña fascinación que ejerce sobre los mexicanos y los visitantes nuestra capital. La segunda, con particular percepción y sensibilidad, revisa su colección de libros de cocina y comparte con los lectores algunos de sus detalles ocultos. Otro experimentado escritor, esta vez en el campo de la crónica, Fabrizio Mejía Madrid, explora nuevos y viejos mitos que ayudan a configurar el ser mexicano. Por último, el joven escritor Luis Humberto Crosthwaite compone una misa fronteriza, un texto a medio camino entre la poesía, la crónica, la liturgia... Acompañan estos escritos ilustraciones del talentoso Rafael López, mexicano radicado en San Diego, y fotografías de los maestros Pablo Ortiz Monasterio y Graciela Iturbide. En este número especial la entrada se convierte en plato fuerte: la portada es del célebre pintor mexicano Abel Quezada. Se constituye en un privilegio ofrecer a los lectores esta visión de nuestro país. A los directivos de El Malpensante les damos las gracias por la confianza depositada en la Embajada de México y todas sus empresas e instituciones patronas que hacen posible esta entrega. Luis Ortiz Monasterio o Embajador de México

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Feria mexicana

Feria mexicanaCon textos de: Juan Villoro, Alma Guillermoprieto, Luis Humberto Crosswhite y Fabricio Meja MadridFotografas de: Pablo Ortiz Monasterio y Graciela InurbideIlustraciones de: Rafael Lpez

Mxico culturalLas relaciones culturales entre Mxico y Colombia tienen una enorme tradicin de intercambio y mutuas influencias; la cooperacin entre ambos pases ha sido profundamente rica y hoy en da se distinguen por su naturaleza y originalidad.Para la Secretara de Relaciones Exteriores, a travs de la Unidad de Asuntos Culturales y de la Embajada de Mxico en Colombia, es motivo de orgullo contribuir a este desarrollo histrico con una poltica cultural que se ha caracterizado por brindar una imagen amplia y actualizada de Mxico a travs de una oferta cultural permanente y diversa. Variedad y riqueza que ha tocado todas las expresiones culturales, a fin de ofrecer a los colombianos lo ms representativo del quehacer creativo de la nacin. El resultado han sido, de agosto de 2001 a la fecha, cerca de cien actividades.A esta labor se han sumado las empresas mexicanas Cemex, Comcel Comunicacin Celular, Grupo CIE Parque Salitre Mgico y la Compaa Mexicana de Aviacin. De igual forma, el Convenio Andrs Bello, rgano interinstitucional de integracin cultural, ha venido contribuyendo a este quehacer, tarea a la que se ha sumado a la vez el Grupo Editora Cinco, cuyos intereses en Mxico le permiten apoyar nuestros objetivos.En esta ocasin presentamos el resultado de una tarea comn con la esplndida revista El Malpensante, con el propsito de ofrecer una nueva lectura de la cultura mexicana a travs de textos, ilustraciones y fotografas de artistas mexicanos. As, presentamos textos de dos reconocidos periodistas, Juan Villoro y Alma Guillermoprieto, el primero acerca de esa extraa fascinacin que ejerce sobre los mexicanos y los visitantes nuestra capital. La segunda, con particular percepcin y sensibilidad, revisa su coleccin de libros de cocina y comparte con los lectores algunos de sus detalles ocultos. Otro experimentado escritor, esta vez en el campo de la crnica, Fabrizio Meja Madrid, explora nuevos y viejos mitos que ayudan a configurar el ser mexicano. Por ltimo, el joven escritor Luis Humberto Crosthwaite compone una misa fronteriza, un texto a medio camino entre la poesa, la crnica, la liturgia... Acompaan estos escritos ilustraciones del talentoso Rafael Lpez, mexicano radicado en San Diego, y fotografas de los maestros Pablo Ortiz Monasterio y Graciela Iturbide. En este nmero especial la entrada se convierte en plato fuerte: la portada es del clebre pintor mexicano Abel Quezada. Se constituye en un privilegio ofrecer a los lectores esta visin de nuestro pas. A los directivos de El Malpensante les damos las gracias por la confianza depositada en la Embajada de Mxico y todas sus empresas e instituciones patronas que hacen posible esta entrega.

Luis Ortiz Monasterio o Embajador de Mxico

El eterno retorno a la mujer barbudaPor Juan VilloroEn Mxico, Distrito Federal, el paso del tiempo significa una desaforada multiplicacin de la especie. Nac en 1956, cuando la ciudad tena cuatro millones de habitantes, y ahora tiene unos 18 o 20. Aunque los conteos de poblacin son muy inciertos, no hay duda de que somos demasiados. Estamos ante un fenmeno inslito: la metrpoli nmada. Sin movernos de sitio, hemos cambiado de ciudad; por convencin seguimos hablando de "Mxico, d.f.", pero es obvio que el paisaje anda suelto y se transfigura en otro y otro.Hace algunos aos me invitaron a dar una charla en el nuevo plantel del Colegio Alemn, situado en un fraccionamiento del que slo conoca su buclico y engaoso nombre, Lomas Verdes. Recorr la ciudad hacia el norte y constat que en las periferias urbanas no hay mejor sea de orientacin que los centros comerciales. De acuerdo con Tom Wolfe, las anodinas ciudades norteamericanas slo te indican que cambiaste de suburbio cuando encuentras una nueva tienda 7Eleven. Algo similar ocurre en el extrarradio del d.f. Los profesores que me invitaron al colegio me haban dado una pista clave: "pasando la Comercial". Me tranquilic al ver un logotipo familiar: el pelcano que empuja un carrito de supermercado de Comercial Mexicana. Avanc en pos del colegio hasta encontrar otra Comercial Mexicana, es decir, otro suburbio. Cuando ya me senta en la frontera ltima, encontr... una Comercial Mexicana! La urbe segua existiendo ms all de todo clculo, en afueras que se multiplicaban sin fin. Durante decenas de kilmetros recorr una avenida "adornada" con inmensos anuncios trasplantados de Houston o Phoenix. El escenario tena la cualidad norteamericana de no pertenecer a ninguna parte o de slo pertenecer a la necesidad de consumir coches, hoteles, televisores. Cuando era nio, nuestro finis terrae hacia el norte se llamaba, en forma apropiada, Ciudad Satlite. Sus pobladores conformaran una tribu marcada por el desarraigo: los satelucos, primeros mexicanos del espacio exterior. Millones de capitalinos despus, Ciudad Satlite es el inicio de una vasta urbanizacin donde las nicas seas de identidad son las cinco o diez o quince Comerciales Mexicanas que encienden sus pelcanos de nen hacia el inescrutable horizonte. Al regresar de esta travesa, le dije a un amigo que estaba harto de ver propaganda: "No te quejes", respondi, "si quitaran los anuncios sera peor: se vera la ciudad".Hay parajes de suprema fealdad en la asamblea de ciudades que nombramos "Mxico, Distrito Federal"; sin embargo, el conjunto cautiva por sus punzantes contrastes. Hace mucho que la naturaleza fue replegada hasta desaparecer de nuestra vista. El aeropuerto ya est en el centro y las tareas agropecuarias se ejercen en el nico espacio disponible, las azoteas. Secamos el lago que defina la ciudad flotante de los aztecas, asfaltamos el valle entero, destruimos el cielo azul. Este flagrante ecocidio hace que en los raros momentos de sentido comn preguntemos: "Por qu carajos vivimos aqu?".No nos retiene la ignorancia. Los capitalinos estamos muy al tanto de los horrores ecolgicos (somos expertos en las ronchas que salen con la contaminacin, la peligrosidad de los terremotos, las tasas de plomo en la sangre); sin embargo, en franco desacato de la evidencia, consideramos que ninguna de estas amenazas es para nosotros. Bienvenidos a la cultura del postapocalipsis!, donde lo peor ya pas: somos el resultado (nunca el anuncio) de una tragedia; un incierto cataclismo nos dej en situacin precaria, pero nos salvamos. No hay causa racional que explique esta conducta pero la asumimos con fantico integrismo. De ah la vitalidad de un sitio al borde del colapso, cuyo mayor misterio es que funcione.Recorrer Mxico d. f. representa una aventura que, si bien no requiere de la temeridad ni de los trineos de Amundsen, depara sorpresas numerosas. Todos los das circulan bajo tierra cinco millones de usuarios del metro. Se trata, a no dudarlo, de una ciudad alterna que prefigura el Mxico por venir, donde la gente nacer y crecer en la cripta de los aztecas sin necesidad de salir a la intemperie. Hoy en da los metronautas disponen de cafeteras, tiendas, exposiciones y cursos subterrneos. Tambin cuentan con su propia patrona, la Virgen del Metro, que apareci por una filtracin de agua en la estacin Hidalgo.En la superficie circulan los taxis color loro que se han rendido a la evidencia de la macrpolis y no saben adnde ir. Cuando el despistado pasajero da una direccin, el conductor confiesa su ignorancia y pide seas para llegar ah: "Usted me dice por dnde". Incluso los profesionales del volante reconocen que el paisaje es superior a la memoria y los mapas del hombre (estamos en lo que los topgrafos areos denominan "mancha urbana").Cuando el novelista Gnter Grass estuvo en Mxico a principios de los aos ochenta, pregunt con rigor teutn: "Cuntos habitantes tiene la ciudad?". El vrtigo lleg con la respuesta que entonces se juzgaba apropiada: "Entre 12 y 16 millones". La diferencia, el margen de error, era del tamao de Berln Occidental, la ciudad donde viva Grass.En Mxico, las estadsticas son cosa de lotera y las calles repiten sus nombres como si as pulieran la gloria de los hroes. Quien abra el popular plano de la capital conocido como Gua Roji encontrar 179 calles Zapata, 215 Jurez, 269 Hidalgo, lo cual basta para construir unas veinte urbes suficientemente patriotas. En nuestro mapa movedizo ni siquiera las estatuas son estables. El monumento ecuestre a Carlos iv ha ocupado tres lugares distintos, al modo de un caballo de ajedrez.Para los temperamentos dramticos que escriben en la prensa internacional, el d. f. se ha convertido en algo as como la mujer barbuda del circo; ejerce la elocuente fascinacin del defecto: miles de correos electrnicos y zumbantes faxes hablan de la contaminacin, la inseguridad, los temblores, las amenazas intestinales y el incierto folclor de nuestras salsas. En 1984, despus de vivir tres aos en Alemania, regres a Mxico. Para darme nimos, la azafata de Lufthansa me tendi un ejemplar de la revista Time dedicado a la Ciudad de Mxico. La portada ilustraba nuestro destino de aterrizaje: una pirmide azteca rodeada de rostros con mscaras de gas. Tena sentido volver a una aglomeracin tan conflictiva? Obviamente, se trata de una pregunta retrica; todo capitalino sabe que no puede romper el cordn umbilical con Mxico (cuya posible etimologa es "ombligo de la luna"). Lunticos y edpicos, nos parecemos al Don Juan de Rake's Progress, la pera de Stravinski con libreto de Auden: acabamos enamorados de la mujer barbuda. Surge entonces otra pregunta: por qu no buscar a una mujer sin barbas? Hay muchos modos de justificar el mrbido disfrute de los besos con bigote. En lo que toca a la atraccin fatal que sentimos por el d. f., baste decir que nos cautiva su enrarecida belleza y su capacidad de mantenernos en prometedora tensin. Ah la costumbre no es algo que se repite sino que se improvisa. Incluso la corteza terrestre confunde las pocas con inestable actitud. El terremoto de 1985 desconcert a los expertos porque el subsuelo se movi como si ignorara las leyes de la fsica. Despus de seis aos de estudiar el enigma, el sismlogo Cinna Lomnitz lleg a la siguiente conclusin: en la maana del 19 de septiembre de 1985, la Ciudad de Mxico fue un lago; las ondas ssmicas se desplazaron como olas.Los aztecas fundaron su capital en un islote y ganaron terreno al agua. Los conquistadores espaoles que haban hecho la guerra de Italia no vacilaron en comparar a Tenochtitlan con Venecia. La ciudad fue secada durante siglos y las calles surgieron del lecho de los ros. El antiguo lago se redujo a la reserva de Xochimilco en las afueras, los canales donde los turistas de hoy tienen el dudoso privilegio de navegar por aguas pantanosas mientras escuchan el estruendo de los mariachis. En el casco urbano, el principal recuerdo lacustre son los edificios coloniales que se hunden como navos a punto de naufragar (la iglesia de la Vera Cruz es un portentoso Titanic de piedra, y la Catedral tiene pesos estratgicos para que la nave se hunda al mismo ritmo que el bside y no se fracture con los embates del invisible temporal). La memoria del agua establece un vnculo con los orgenes. Desde el punto de vista sismolgico, an estamos en una cuenca navegable: nuestros coches viajan sobre un lago implcito.En un sitio donde la corteza terrestre responde a un pasado primigenio, ignorado por la superficie, no es de extraar que las temporalidades se crucen. La Plaza de las Tres Culturas combina con pintoresquismo de tarjeta postal el Mxico indgena, espaol y moderno: una ciudadela azteca, un convento colonial y la torre de vidrio y mrmol de la Secretara de Relaciones Exteriores. Las mezclas invisibles son ms inquietantes. En la calle Repblica del Salvador los edificios son virreinales, pero la multitud y los comercios sugieren el abigarrado ambiente de Taiwan. Se trata del bastin de las refacciones elctricas, la zona donde las pilas y el software salen ms baratos. En este caso, la tercera cultura est sumergida: bajo el asfalto de Repblica del Salvador yace el juego de pelota de los aztecas. Los arquelogos lo saben, pero una excavacin de ese tipo significara agregarle otro stano a una metrpoli que crece dentro de s misma, como las esferas chinas de marfil.No hay forma de instalar lneas de telfonos en el centro de la ciudad sin practicar una arqueologa accidental. Aunque los tcnicos no busquen otra cosa que un resquicio para sus cables de fibra ptica, encuentran puntas de obsidiana, calaveras, pectorales, noticias del mosaico indgena.Pero hay comunicados ms recientes de los antiguos pobladores del valle. De acuerdo con el Instituto Nacional Indigenista, en la actual Tenochtitlan cerca de dos millones de indios conservan sus usos y costumbres. Es obvio que ciertas tradiciones se diluyen en el Mxico del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canad, pero otras se fortalecen con el intercambio. Es el caso de los mixtecos, que atienden McDonald's desde Oaxaca hasta Los ngeles y al final de la jornada transforman los estacionamientos para clientes en canchas de pelota mixteca.Tambin el legado espaol est sujeto a renovaciones; las aventuras de los edificios coloniales atestiguan en piedra la fusin de culturas. En la esquina de Bolvar y 16 de Septiembre se alza el Colegio de Nias, un recordatorio de la cara dura de la Conquista. No todos los soldados de fortuna se enriquecieron en la Nueva Espaa: en el siglo xvii, los espaoles sin recursos abandonaban a sus hijas en el Colegio de Nias. Con los aos, el edificio se ha sometido al plural repertorio de los deseos capitalinos. Despus de ser hospicio, se transform en el Casino Alemn, el Hotel El Havre, el Teatro Coln y el Cine Imperial. Hoy, a tono con la era, es sede del Club de Banqueros. Hay mejor prueba de las metamorfosis urbanas que esta casa donde se combinan las suertes de las nias abandonadas por los conquistadores, los sueos annimos de los huspedes de un hotel, las frenticas funciones de un cabaret, los inmortales besos fotognicos de Dolores del Ro y las comidas de negocios de los yuppies vernculos?Si algunos edificios despiertan nostalgias sucesivas, otros apuntan a tiempos por venir. En 1989, los productores de Total Recall (estrenada en Mxico como El vengador del futuro) descubrieron las posibilidades posmodernas de Tenochtitlan, el escenario ideal para un apocalipsis futurista. En pocas ciudades la modernidad se cruza de manera tan flagrante con la decadencia: edificios para los faraones de una edad nuclear y multitudes baadas en un Ganges radioactivo. Total Recall se basa en un cuento visionario de Philip K. Dick sobre las posibilidades del turismo neurolgico, los falsos recuerdos que pueden implantarse con veracidad en el cerebro. Esta hecatombe de alto presupuesto dej una curiosa huella en la ciudad. Quien tome la lnea 9 del metro y llegue a la estacin Chabacano encontrar un galpn atravesado por escaleras elctricas. En el techo, entre las vigas de metal, hay una noticia del porvenir, la "sangre" salpicada en una escena de Total Recall. Los empleados de la estacin se han negado a borrar las manchas; las conservan como un peculiar recuerdo del futuro.Total Recall confirm que vivimos en un paraje postapocalptico, donde lo peor ya pas. Vista desde fuera, la ciudad de Mxico bate todos los rcords del espanto. Desde dentro, el paisaje se percibe de otro modo: ningn apocalipsis es para nosotros, aunque vivimos rodeados de sus signos. Se trata, por supuesto, de una ilusin colectiva, pero no por ello menos real. Amamos un terrible escenario, cuyos defectos atribuimos a un tiempo pretrito: en la cultura urbana los desastres existen como flashback, la herida mtica que hemos podido superar. El resultado puede ser montruoso, pero resulta entraablemente nuestro. Un aforismo de Carlos Monsivis resume esta tensa manera de amar la ciudad: "No hay peor pesadilla que la que nos excluye". Podemos seguir aqu.Aunque toda metrpoli se erige contra la naturaleza, pocas han tenido la furia destructora de Mxico d. f. La lucha contra los elementos se ha cumplido con fantica literalidad. El flotante imperio de los aztecas, que los cartgrafos renacentistas equipararon a Utopa y sus crculos de agua, fue reducido a los agnicos canales de Xochimilco. Una vez anulada el agua, el horizonte de destruccin fue el cielo. El paisaje urbano est determinado por estas prdidas fundamentales. Hace algunos aos, al visitar una exposicin de dibujos infantiles, comprob que ningn nio usaba el azul para el cielo; sus crayones escogan otro matiz para la realidad: el caf celeste.No es casual que la literatura mexicana ofrezca un obsesivo registro de la destruccin del aire. En 1869, Ignacio Manuel Altamirano visita la Candelaria de los Patos y habla de la "atmsfera deletrea" que amenaza la ciudad; en 1904, Amado Nervo exclama: "Nos han robado nuestro cielo azul!"; en 1940, pregunta Alfonso Reyes: "Es sta la regin ms transparente del aire? Qu habis hecho, entonces, de mi alto valle metafsico?". Tres dcadas ms tarde, responde Octavio Paz:

el sol no se bebi el lagono lo sorbi la tierrael agua no regres al airelos nombres fueron los ejecutores del polvo.

En 1957, el ao de uno de nuestros temblores ms severos, Jaime Torres Bodet escribe "Estatua", un poema que finalmente descarta de su libro Sin tregua:

Fuiste, ciudad. No eres. Te aplastarontranvas, autos, noches al magnesio.Para verte el paisajeahora necesito un aparatopreciso, lento, de radiografa.Qu enfermedad, tus rboles! Qu ruinatu cielo!

La literatura ha sido, precisamente, el aparato que Torres Bodet solicita para decir los nombres secretos de la ciudad transfigurada. En aquel ao ssmico de 1957, el ngel de la Independencia cay a tierra en Paseo de la Reforma. Fue un momento simblico en la vida de la ciudad: el cielo haba dejado de estar arriba. se era el mensaje que el ngel ofreca en su desorientacin. Pero tardamos mucho en comprenderlo."El nico problema de irse al Cielo -escribe Augusto Monterroso- es que all el cielo no se ve". Vivimos en el imperfecto paraso que no puede verse a s mismo.Una de las parbolas que talo Calvino incluye en Las ciudades invisibles se aplica cabalmente a Mxico d. f. Durante aos, legiones de albailes levantan muros y terraplenes que parecen seguir los caprichos de un Dios demente. La ciudad es un delirio de la edificacin. Llega un da en que los hombres temen a la arena y al cemento. Construir se ha vuelto una desmesura. Puede haber un propsito en ese empeo sin concierto?Entre las hordas de constructores aparece alguien que equivale a un Arquitecto, alguien capaz de desentraar un dibujo ntido en el caos. Los inconformes lo interrogan. Hay un plan que explique sus tareas, un sentido en las calles y edificios que se multiplican sin fin?-Esperen a que oscurezca y apaguen todas las luces -dice el Arquitecto.Cuando la ltima lmpara se extingue, los constructores contemplan la bveda celeste. Entonces entienden el proyecto.En lo alto, brilla el mapa de la ciudad.

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Quien aterriza de noche en la Ciudad de Mxico siente que llega a una galaxia desordenada. Sin embargo, esa marea encendida, que ocupa el valle entero, debe seguir creciendo. Su lgica exige la expansin continua. Hacia dnde puede proseguir? Todas las flechas apuntan hacia abajo. Las principales obras de ingeniera del Mxico moderno son subterrneas: el metro y el drenaje profundo. El subsuelo es nuestra ltima frontera. Ms all de los imperativos geolgicos, esta dinmica tiene una fuerte carga simblica. En su ensayo "Mitos prehispnicos" apunta Enrique Florescano: "La idea de que el interior de la Tierra contena una cueva donde se acumulaban los alimentos esenciales y se regeneraba la vida es la concepcin dominante de los mitos de creacin mesoamericanos". Bajo la tierra estn los muertos y el origen. No es casual que las principales leyendas del mundo indgena (las sagas de Quetzalcoatl o de los gemelos prodigiosos del PopolVuh) narren viajes al inframundo.Ciertas ciudades -como Bagdad o Samarcanda- deben su fama a estar a la orilla de desiertos peligrosos; los viajeros que llegan a sus puertas se sienten en un oasis, por fin a salvo. La Ciudad de Mxico cautiva de la manera opuesta: resulta imposible salir de ella. El sereno Nostradamus vaticin que en agosto de 1999 el mundo habra dejado de existir. Los mexicanos, tan afectos a la tragedia como espectculo, nos pusimos nuestros mejores lentes para buscar apocalipsis con figuras. Qu signos terminales hallamos en el verano de nuestro descontento? El 20 de agosto un auto recorri a toda velocidad la Plaza de la Constitucin y quiso seguir por un hueco entre la Catedral y el Templo Mayor. El piloto aceler hasta advertir que no haba calle y que su coche volaba rumbo a una pirmide azteca. Por un milagro quiz atribuible a Tezcatlipoca, dios de la fatalidad, el coche aterriz sin daos y qued como una rara ofrenda a los ancestros. El conductor que ensay esta versin milenarista del sacrificio humano estaba ebrio, y era polica.A los pocos das ocurri otro accidente. Un oficial del ejrcito atraves en su coche la misma Plaza de la Constitucin rumbo a las escaleras que conducen al metro, como si el subsuelo primigenio, custodio de las cosmogonas prehispnicas, tuviera un programa de autoservicio nocturno.En el agosto de Nostradamus las fuerzas del orden se estrellaron contra la tradicin. A primera vista, se trata de episodios comunes en un pas donde una botella de tequila no basta para inquietar la mente de un conductor uniformado. Vistos en detalle, los choques brindan ejemplos de nuestra aniquiladora, y quiz fecunda, forma de mezclar culturas. La impunidad del siglo xx cay sobre las piedras donde los fundadores de la ciudad hacan sus ritos sanguinarios. Con toda razn, las autoridades de Antropologa condenaron el atropello al patrimonio. La paradoja del asunto es que el blido arrollador es un smbolo tan tpico de la poca como las pirmides que mancill.Para dar cuenta de su naturaleza hbrida, la Nueva Espaa escogi como uno de sus emblemas al Pegaso, animal criollo que comunica la tierra con el cielo. Es de esperar que un polica incapaz de encontrar el freno preste poca atencin a la mitologa; sin embargo, su coche vol como una versin moderna y averiada del Pegaso y record que el Templo Mayor emergi a la luz del siglo xx por un gesto tan prepotente e irresponsable como el de conducir a 150 km/h frente al Palacio Nacional.En su extraa vindicacin del caos llamada Mis tiempos, el ex presidente Jos Lpez Portillo afirma que comprob el poder omnmodo del Ejecutivo cuando orden la aniquilacin de una manzana de edificios coloniales para liberar los basamentos del Templo Mayor. Gracias a un mandatario dispuesto a confundir su investidura con los caprichos de su testosterona, el centro de la ciudad tiene una zona devastada, el hueco dejado por las mansiones del virreinato, que ahora ocupa un pedregal azteca, expuesto a la lluvia cida. El presidente necesitaba dinamitar suficientes bienes races para equipararse a un virrey espaol o a un emperador azteca y exclamar, como el protagonista del poema de Jorge Hernndez Campos:

Yo soy el Excelentsimo Seor Presidentede la Repblica General y Licenciado Don Fulano de Tal.Y cuando la tierra trepiday la muchedumbre muge agolpada en el Zcaloy grito Viva Mxico!por gritar Viva yo!y pongo la mano sobre mis testculossiento un torrente beodo de vida

Tambin el conductor que se incrust en el templo de los sacrificios gritaba "viva yo!" y senta un torrente beodo de vida. La Plaza de la Constitucin es el sitio donde todos los tiempos se incriminan. Junto a los barandales del Templo Mayor, tecnoindgenas danzan al comps de las chirimas y la msica que sale de un ghettoblaster. Algunos llevan camisetas que rinden pleitesa a las potestades del rock pesado. En la banqueta de Catedral, los plomeros y carpinteros desempleados ofrecen sus herramientas en espera de que alguien les d trabajo. El Mxico azteca, espaol y mestizo se funden en un solo desastre.Seis das antes del aerolito automotriz, el msico cubano Compay Segundo se present en el Teatro Metropolitan. A sus 92 aos, el decano del son habl como un Tiresias caribeo y pidi al pblico que no olvidara sus tradiciones (expresadas, segn l, por dos objetos bsicos: el sarape y el sombrero). Una multitud que jams usar traje regional aplaudi a rabiar. Lo "propio" se festej como el descubrimiento metafsico de un visionario cubano. La verdad sea dicha, lo ms tpico del Mxico contemporneo es el criollismo trash metal, el sincretismo que garantiza la aniquilacin de todos sus componentes. Puede haber algo ms lgico, a fin de cuentas, que en la ciudad ms cogestionada del mundo los autos se estacionen en pirmides?Borges resumi en dos endecaslabos su atribulado fervor por Buenos Aires: "No nos une el amor sino el espanto/ ser por eso que la quiero tanto". Los contradictorios placeres de la Ciudad de Mxico son de este tipo. A diario juramos abandonarla y a diario nos entregamos a su abrazo. Como toda pasin adquirida, la nuestra depende de la tradicin. La ciudad nos ha educado hasta el capricho; es la irrenunciable compaa que merecemos. Que otros vivan en las ciudadelas del orden y el trnsito feliz. Nosotros exigimos el carcter complicado y la belleza ambigua de la mujer barbuda. m

Libros de cocinaPor Alma GuillermoprietoLas abuelas tenan recetarios, y con ese nombre tan al grano se puede pensar que eran libros sencillos que servan para resolver con xito el men del da. Puestos al lado de los resplandecientes libros de cocina actuales, que nos llegan atiborrados de fotografas a todo color, y a un precio cada uno que antes alcanzaba para adquirir las obras completas de A. J. Cronin, ciertamente resultan austeros: un ttulo (Las mejores recetas de las seoritas Pereyra), un ndice ("Frijoles caldudos de doa Chon", "Frijoles Escoffier") y un manejo muy libre de la tcnica ("poner suficiente frijol a cocer en bastante agua hasta que est listo"). Nada de fotos, nada de ensayos de etnobiologa sobre la cultura del frijol: son, en apariencia, tratados prcticos.Pero la verdad es que ningn libro que hable de comida es prctico. Prctico es comer pan y cebolla tres veces al da, que con eso se sobrevive sin problemas de peso y con la digestin intacta. Hablar de comida, en cambio, y escribir de ella, as sea para loar las duras virtudes de la vida macrobitica, es entrar de cabeza y sin remedio al ms desbordado mbito de la fantasa: si como arroz integral con algas marinas hasta que llore de aburrimiento y de tristeza, liberar mi cuerpo de pecado como los sabios orientales y no morir jams.Todo en la cocina es delirio. Tal vez el sexo inspire tantas meditaciones calenturientas como los guisados, pero no lo creo. Como prueba exhibo un recetario que se vendi mucho en tiempos de mi abuelita. Por sobre todas las cosas, se pretenda sensato, pero el ttulo en s, Marichu va a la cocina y recibe con distincin, ya es una novela, y eso antes de que nos adentremos en los resquicios y escondrijos del texto, donde aparecen, refulgentes como en sueo, los consejos para poner la mesa:

Para vajilla de cristal azul."Media Noche". Mantel de malla drapeado crema. Centro y compoteras, con uvas de tono azuloso. Candelabros de plata con velas azules, al tono de la vajilla.

Da cierto pudor leer el ndice de recetas, tan transparentes e intensas resultan las ambiciones de la autora, y tan provinciana ella: Huevos Samoa (con coco rallado y espinacas); Huevos Singapore (con polvo de curry); Huevos Hotel Plaza (con mayonesa); Huachinango a la Kraft (con eso mismo); bebidas mticas o cosmopolitas a morir, como el coctel "Adonis", el "Aviacin" y el "Radio", y un "Eggnog" que, nos explica Marichu entre parntesis, en realidad es una polla.No es el gusto -el paladar humano ni las papilas- lo que ha ido cambiando, sino apenas los ingredientes de la fantasa. El libro de Marichu abunda en guisos que no quisiera reproducir jams; betabeles con anchoas, y sopa de sesos con alcachofas, por ejemplo. Pregunto: ser que alguna vez Marichu o alguna de sus lectoras le sirvieron a sus maridos la sopa de alcachofa y sesos? Y que sus maridos se la comieron? Y que les gust?De igual manera es difcil encontrar un platillo que se antoje en una recopilacin de recetas inglesas de la poca del Renacimiento. Este texto dice que las buenas cocineras hemos de preparar una tarta dulce de arenque (arenque!) revuelto con pasas, almendras y dtiles. Y son varias las recetas del siglo xiv que exaltan la mxima creacin de la cocina inglesa (que en esas pocas, quin lo creyera, se consideraba altamente sofisticada): se trata de un pavo real entero, deshollado y relleno con abundantes especias, que despus de rostizado se presentaba a los comensales con todo y patas y pico -y con la piel, y su plumaje intacto, surcido de nuevo al cuerpo-. No lo intentar.Los viejos recetarios van recopilando los sueos que entran por la boca. Hay sabores que identificamos con lo conocido, que por lo mismo solemos menospreciar y sin los cuales, sin embargo, no queremos vivir. Estos sabores evocan la fantasa ms poderosa que existe, que es la del hogar.Y hay sabores que vienen sazonados con el prestigio inmenso de lo extico, que son los que les dan alas a los libros de cocina. Los dtiles renacentistas se usaban para aderezar hasta los arenques porque venan de los confines ms recnditos del mapa, lo mismo que las alcachofas y el queso Kraft de Marichu, y tambin la muy agria fruta kiwi que se multiplic en todas las recetas para tartas de frutas publicadas hace diez aos. El cisne de hielo que se coloca al centro de la mesa en las fiestas de quince aos es descendiente directo del pavo real con plumas, y siempre lucen ms sus contornos cerca del trpico. La cocina y el hambre de mundo siempre han ido de la mano. En realidad sospecho que Marichu no puso jams su mesa con vajilla de cristal azul para presentarle a su marido la sopa de sesos y los huevos "moscovita". Nunca se exhibi en mesa alguna el pavo real con todas sus plumas. Son figmentos de los autores de libros de cocina, porque la comida lleva inexorablemente a la fantasa, como sta lleva a la narrativa, y la narrativa a la ficcin.No resisto la tentacin de presentar una ms de las mesas que Marichu sugiere para convidar a nuestras amigas a tomar el t:Para vajilla de cristal color mbar."Oriental". Mantel de malla drapeado crema. En el centro crisantemas amarillasbronceado. En los candeleros velas verde oscuro. A los lados del centro, dos faisanes bronceados, con las colas en tono verdoso.

De aqu a "El pecado de Oyuki" no es ms que un paso.

Qu distancia enorme la que media entre un bolillo y su representacin escrita! Toda la imaginacin humana no alcanza a abarcar ese abismo. La palabra impresa no es retrato, no es imagen, no es glifo. Es tan abstracta que slo cobra existencia en lo ms recndito de la mente, pero acontece que all el signo se despliega, se abre y queda flotando como una flor marina. Y all, en ese ocano ntimo, es slo nuestra. Ser por eso que cuando me acerco al altero cada vez ms ingobernable de mis libros de cocina, resuelta a hacer entre ellos una limpia implacable, no soy capaz de deshacerme de uno solo. ste no sirve para nada, pienso, tomando el recetario de un amigo que incluye instrucciones para calcular la sal que se le ha de echar al agua para hervir el espagueti. Pero el librito se queda. Sigue conmigo tambin una recopilacin de recetas de las damas cuqueras de la comunidad estadounidense de Ginebra, Suiza, que vino a dar a mis manos no s por qu, y que incluye simplezas que detesto, como el albondign y las colecitas de bruselas con crema. Ni siquiera soy capaz de deshacerme del libro editado por una enlatadora conocida, que nos incita a elaborar un manchamanteles con una lata de pia y otra de peras y unos cubitos de consom.Supongo que estos textos infelices reposarn tranquilos en el silencio de mis estantes hasta que el tiempo acabe. Son feos, estorban, son malos, y sin embargo saber que estn ah, hojearlos de vez en cuando, me ayuda a pensar, a generar ideas y a rechazarlas, a reavivar el hambre, a seducir la imaginacin, a leer. Son millones los libros de cocina que se venden cada ao, a pesar de todos los pronsticos que aseguran que los postmodernos premilenarios pronto relegaremos los libros a los anaqueles del anticuario. El fenmeno tiene algo que ver con esa industria del soft porn culinario que consiste en encuadernar unas cuantas recetas intiles junto con una coleccin de fotos que muestran en audaz acercamiento las intimidades de un platn de langostinos y las delicuescencias de un helado de vainilla rodeado de fresas. Pero en las libreras vuelan tambin los recetarios modestos que nos ofrecen cincuenta maneras de cocinar sin aceite, o todas las recetas del pan. Y sucede que son muchos los libros de comida que contienen puro texto, como las memorias de cocina de Ruth Reichl -la crtica de cocina del New York Times-, o las de Diana Kennedy, de reciente aparicin en espaol, que tambin se venden, justamente, como pan. No slo del pan vivimos los seres humanos sino muy principalmente de la esperanza, y de nuestra esperanza viven los libros de cocina: que la mayora no sirvan para cocinar, que le dediquemos cada vez menos tiempo a la cocina, o que sobren recetas y falte vida es lo de menos. Hasta el recetario ms hojeado y deshojado que poseo tiene apenas unas cuantas recetas que ya prob, y muchsimas ms que s que voy a prepar un da ms prspero, ms calmado o ms feliz. sas son las que ms me importan.Del libro The Union Square Cafe Cookbook, por ejemplo, saqu una vez la polenta cremosa batida con queso mascarpone y adornada con nueces doradas en mantequilla, que es uno de los platillos cumbres del restaurante neoyorquino del mismo nombre. Sueo con probar sus variaciones sobre el pur de papa (con albahaca, con poro frito, con hinojo), y el estofado de cola de res al vino tinto.De uno de los mejores libros para recetas de pan, How to Bake, de Nick Malgieri, prepar una vez una tarta salada de pollo con verduras que quiero volver a cenar una y mil veces. Algn da preparar, del captulo de las tartas dulces, el pie de flan de pltano coronado con crema chantilly a la canela. Entre todos, el libro ms adornado con dedazos de maicena y manchas Rorscharch de mantequilla es The Cake Bible, de Rose Levy Beranbaum. Hago sus cheesecakes de chocolate, al limn y con cerezas, y sus pasteles de almendra, de calabacita, de chocolate y de naranja, una y otra vez. S que algn da alcanzar la gloria de su genoise con betn de mantequilla y albaricoque encerrado en una jaula de almbar.Ni desprecio tampoco los recetarios sencillos que salen de vez en cuando de alguna dependencia oficial: estoy pensando en el folleto 100 recetas de pescado 100, que edit hace aos la Secretara de Pesca, con informacin muy til y hasta con prlogo de la China Mendoza. All encontr una receta para chiles rellenos de pescado digno de la mejor fonda de las de antes. El chef Ricardo Muoz Zurita es el autor de un libro editado por la unam que merece muchos lectores ms: Los chiles rellenos en Mxico. Sueo con alcanzar el nivel de tcnica y paciencia que un da me permita combinar una de sus pasiones con una de las mas, para ensayar la receta de chiles rellenos de tamal de mole. Y ya que aterrizamos en el tema, cuando termine un aprendizaje espordico que estoy haciendo del arte tamalero lo conmemorar con la receta para flores de calabaza rellenas de nixtamal y camarn -tamales volteados al revs- que aparece en La cocina del maz, un libro bellsimo que, adems, se presta para cocinar muy bien. Ven cmo este simple enumerado hecho con los nicos ingredientes de tinta y papel, este burdo encadenamiento de apenas unas cuantas palabras, que ni huele ni sabe a comida, ni se puede morder, ni tiene ms arte en su elaboracin que el ndice de un recetario cualquiera, ya logr que dejaran de pensar en las elecciones, la guerra en Irak, la relacin entre la calvicie y el estrs? Maravillas de la palabra impresa, magia eterna de los libros.

Misa fronterizaPor Luis Humberto Crosthwaitei

Bienvenidos todos a esta misa fronteriza.(Haciendo la seal de la cruz.)En el norte los Estados Unidos, en el sur Mxico; en medio, de este a oeste, una franja.Yo confieso, ante la Frontera todopoderosa y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisin, y que seguir hacindolo por los siglos de los siglos. Por tu culpa, por tu culpa, por tu grande culpa, Frontera entre Mxico y Estados Unidos. Por eso ruego a todos los santos, y a los que se dicen santos, que intercedan por m ante ustedes y que tengan misericordia de estas palabras.

ii

Creo en una sola Frontera, tierra de nadie, espacio, rea, ro, muro: lmite norte de Mxico, lmite sur de Estados Unidos, repblica de enmedio, orilla del mar que no es del todo agua y no es del todo arena, donde la esperanza y la desesperanza son amantes y se toman de la mano sin importar lo que diga la gente; donde ciudades, pueblos y ranchos se casan, se divorcian y se vuelven a casar. Frontera: divisin, muro latente, lnea divisoria, desgajamiento, culo y corazn de Latinoamrica. Ah, ah, la vida arde, duele, pero tambin se goza. La msica de la frontera es para todos y todos bailan y todos se dejan llevar por el ritmo de esa tierra de incertidumbre, a veces desierto, a veces ro, a veces ciudad, a veces pueblo, a veces rancho. Tres mil kilmetros de franja y de ilusiones rotas. La central de autobuses ms grande del mundo. Lugar para no quedarse, transitoria parada de ferrocarril donde la gente espera, donde la gente espera, donde la gente espera. Hotel de paso es la frontera. Guarida de la dicha y la desdicha. Albergue temporal para el caminante, para el que huye, para el que busca. Puerta de entrada y salida. Cuando ya haya logrado cruzar ese muro, dime es segura la felicidad? Los nuevos conquistadores desean encontrar los huertos donde el dlar crece en los rboles, donde igual se pizcan legumbres que billetes verdes. Tan slo cruzar esa frontera, tan slo franquear ese lmite; lo dems, lo de menos. Dicen que all, en el otro lado, la vida es mucho ms fcil. Dicen que all, los patrones gringos nada ms nos esperan para darnos trabajo y un poco que comer. Dicen que all matan a la gente por tener la tez morena. Dicen que all hay cazadores, rancheros pistoleros que resguardan la frontera como si furamos coyotes detrs de su ganado.Dicen que all hay grupos racistas, esperndonos. Dicen que all nos achacan los males del mundo. Dicen que all todos somos terroristas. Dicen que all, compadre, es mejor que aqu, y aunque yo deje mi tierra, y aunque deje mi familia por un puado de dlares, todo ser por su bienestar, todo ser por darles algo de comer, todo ser por ellos. Amn.

iii

Hermanos: Mi nombre es Luisumberto y soy fronterizo. Me declaro as, abiertamente, sin pena ni gloria. Confieso ante ustedes que mi religin es la frontera. Monotemtico, me dicen. Aburro y divierto al mejor de los escuchas. Proclamo en las esquinas de las calles ms transitadas, en las cantinas y en los congales la Buena Nueva de esta franja que me atraviesa el cuerpo como atraviesa al mundo. Estoy biseccionado entre dos pases y dos culturas, me declaro triunfador y derrotado en la guerra de los cowboys contra los mariachis.

iv

(Haciendo la seal de la cruz.)En el norte los Estados Unidos, en el sur Mxico; de este a oeste, atravesando el continente americano, la frontera.

Lectura del evangelio segn Luisumberto. Donde se habla de la msica como pista sonora de la vida. Amn.En el principio fue Jos Alfredo Jimnez. Y Jos Alfredo estaba junto a Dios, y Jos Alfredo era Dios. Que se me acabe la vida frente a una copa de vino y que te diga el destino que vas a vivir sin m. Las canciones del seor Jimnez, himnos nacionales cada una dellas, canto al corazn destrozado, msica para levantar tequila y brindar por ella. Si te cuentan que me vieron muy borracho, orgullosamente diles que es por ti. El mariachi suena como trompeta en los jardines de Jeric. En una sinfonola presiona la combinacin de nmeros para escoger la cancin que le d paz al desdichado y esperanza al dolido. Al fin que yo tendr el valor de no negarlo. Msica y voz se conjugan en el sentimiento de un pueblo, s seor! Prdica en la voz de sus apstoles, llmense Chavela Vargas, Lola Beltrn o Jorge Negrete. Jos Alfredo encontr la manera de abrirle el pecho a los machos ms machos para encontrar en l las fibras ms lloronas y sensibles del corazn. El ms rudo de los rudos se hinca ante la belleza y ruega por un beso, un besito tan siquiera. Me cans de rogarle, quizs, me cans de decirle, pero nunca dej de hacerlo. Y solo. Y olvidado en el rincn de una cantina, el macho de los machos, cono de la mexicanidad puede llorar porque el maestro Jimnez le da permiso. En otro tiempo, qu esperanza que un charro chillara por una vieja que le ha pagado mal. El charro se repona de sus penas como si se hubiera cado de un caballo, simplemente sacudindose los pantalones y con un trago de tequila se buscaba a la que sigue. En cambio, en cambio, en cambio Jos Alfredo nos brind la oportunidad de sentir ese dolor. Terapeuta de Mxico, nos dijo que chillar liberaba, que hacer una rabieta de vez en cuando o sufrir as noms porque s no era nada de qu apenarse. Incluso el charro, el ms charro de todos, el ms macho de todos, poda soltar el llanto como se suelta la rienda de un caballo blanco. Siempre caigo en los mismo errores, no importa, lo confieso abiertamente. La debilidad no mat al macho, nada ms lo hizo llorn. Y el corazn del mexicano se transform cuando se acab la fuerza de su mano izquierda. Para ello, para promulgar este sufrimiento, Jos Alfredo requera una banda de charros, igual de machos e igual de llorones, con sombrero enorme y trajecito ajustado, violines, trompetas, guitarras y guitarrones, los instrumentos del sentimiento mexicano. Y junto a Jos Alfredo, siguiendo su credo y su dolor, otros siguieron sus pasos: Cuco Snchez, Juan Zizar, Vicente Fernndez, entre muchos otros. Y junto a ellos, el mariachi, emblema de Mxico. Guitarras de medianoche que vibran bajo la luna.Con esa voz y con ese sentimiento, el mariachi rein como amo y seor de las tierras mexicanas.Hasta que llegaron los cowboys.

v

Hermanos:Mi nombre es Luisumberto y mi religin es la frontera. No se dejen engaar: soy ms alto de lo que parezco, menos bruto, ms miope, mejor esposo, peor amante, enaltecido padre de familia, ridculo comediante de palabras. Estoy ante ustedes, tal como soy, biseccionado, dividido entre el aqu y el all. Les dije que estoy biseccionado? Quieren que les muestre mi biseccin? Atraviesa mi alma de un extremo a otro. Es la frontera, brother, la traigo tatuada en el brazo; la frontera, beibi, la llevo atravesada en el pescuezo; la frontera, mster, se me ha metido al corazn y ah est clavada. Y ah es donde la quiero.Mi nombre es Luisumberto y cargo la frontera en mis bolsillos, echa pedazos; doblada para que no haga bulto y me dejen cruzar con ella en las aduanas del mundo. Mrenme. Cierren los ojos y mrenme. Imaginen el planeta Tierra, el hemisferio norte, el continente americano: ah donde se acaba el imperio y empieza la podredumbre: ah mero, en ese mismo espacio donde se acaba un pas poderoso que pretende estar en todos lados pero no: ah, miren ustedes, acrquense, la ven?: esa es la frontera, mi fronterita preciosa: pequea, sonriente, llorona, llorona de mis amores. Desde muy chiquito, cmo explicarles, me indicaron que la frontera sirve para dividir familias. Mis tas vivan en el otro saite, mientras mi am y yo vivamos en Tijuana. Cada domingo las visitbamos, cada domingo comenzaba el peregrinaje y la enorme fila para cruzar al norte y el pasaporte y el sabor de los dulces gringos que tanto me gustaban.Pero en realidad ese cerco no limitaba a naiden; cruzando la frontera, mis tas seguan hablando espaol y seguan escuchando msica mexicana y seguan festejando con ese gusto y esa pasin por la fiesta que slo he conocido en ellas.Desde entonces, sin que me diera cuenta, mi religin era la frontera. Yo qu saba que aparte del pas del norte y aparte del pas del sur exista esa tierra de nadie y de todos que se llama la frontera? Ah, donde mis pies se enlodaban, donde jugaba con canicas y trompos y pistas de carritos Jot Gils.Cuando era pequeo ni siquiera escuchbamos decir "la frontera", le decamos "la lnea", y la lnea estaba ah para cruzarse de aqu para all y de all para ac, nadie lo impeda, y yo, nio, ni siquiera detectaba el rostro de los malencarados guardianes preguntndole a mi mam "qu trae de Mcsicou?, seora", "cunto dinero trai?, seora", "cul es el motivo de su visita a los Estamos Undidos", why are you crossing the border, bitch; why are you here, godammit; don't you have anything better to do?

vi

Pero mucho me temo que en la guerra de los cowboys contra los mariachis, los cowboys llevan la delantera. Ms sobre esto en el noticiero de las once.

vii

Oremos.Nos quitaron mucha tierra, luego nos echaron de esa tierra.Quisimos regresar y todava lo estamos haciendo.Nos golpean, nos dicen puercos mexicanos, vyanse de aqu.Pero seguimos cruzando.Nos dicen frijoleros grasosos, nada tienen que hacer en la tierra de la libertad.Pero seguimos cruzando.Construyeron un muro de metal y dijeron con esto ya no van a cruzar los puercos mexicanos.Pero seguimos cruzando.Levantaron detrs de ese muro otra gran muralla de concreto y dijeron ahora s, ahora s los vamos a detener.Pero seguimos cruzando.Amenazaron con traer a los marins.Pero seguimos cruzando.Nos amenazaron grupos neonazis y los encapuchados del Ku Klux Klan quisieron incendiar cruces a lo largo de mi frontera.Pero seguimos cruzando.Intensificaron el patrullaje, reclutaron ms hombres, sobrevolaron helicpteros para que fuera ms difcil acercarnos a las ciudades y a los campos agrcolas que nos dan trabajo.Nos detuvieron un poco, es cierto. Pero decidimos entonces cruzar por el desierto, por las montaas, por donde ellos decan que la naturaleza nos impedira el paso. Nadie cruza por ah, nadie se atreve, decan ellos; pero seguimos cruzando, y por ah empezamos a morir.Miles de latinoamericanos han muerto intentando cruzar la frontera entre Mxico y Estados Unidos. El fro, el calor insoportable, el desierto, el ro, las montaas nos estn tragando.Pero seguimos cruzando.

viii

En el principio fue Jos Alfredo Jimnez. Pero Jos Alfredo nunca se imagin que en el norte de Mxico, o sea, en el Sur de Estados Unidos, se fraguaba un mestizaje y de ese mestizaje brotara un sonido nuevo.Bendita sea por siempre nuestra msica.El acorden nos lleg del norte y el bajo sexto nos lleg del sur. Ya existan desde hace mucho, pero fue ah, en la frontera, donde se conocieron, se enamoraron y se pusieron a cantar.Bendita sea por siempre nuestra msica.Acorden y bajo sexto es el mnimo requerido para hacer una banda de msica nortea. Y luego la voz, una voz de preferencia gangosa, sin entrenamiento, una voz que desate sentimiento y sepa contarnos hazaas antiheroicas.Bendita sea por siempre nuestra msica.La indumentaria es primordial. Podras ser un virtuoso del acorden; pero si no llevas el traje adecuado, nada tiene sentido. Botas vaqueras, sombrero tipo Stetson, pantalones de mezclilla con gruesos cinturones y hebillas con imgenes de caballos. Sin olvidar las botas picudas como para matar cucarachas en las esquinas. O sea, un autntico cowboy.Bendita sea por siempre nuestra msica.Luego no hay que olvidar el nombre. El conjunto norteo debe tener el nombre exacto. Puedes cargar orgullosamente tu lugar de origen (los Tucanes de Tijuana, los Cadetes de Linares, los Alegres de Tern, los Invasores de Nuevo Len) o puedes usar cualquier nombre y simplemente agregarle la palabra "norte" (los Tigres del Norte, los Bravos del Norte, los Huracanes del Norte, los Relmpagos del Norte, los Intelectuales del Norte) o bien, a falta de imaginacin, puedes usar tu nombre de pila (Carlos y Jos, Luis y Julin, Miguel y Miguel).Bendita sea por siempre nuestra msica.Se tocan los instrumentos una vez tras otra, la misma tonada, los dedos sobre botones o cuerdas, una y otra vez hasta el cansancio, hasta la aburricin, hasta que se empieza a creer que nada de eso tiene sentido y se dejara por completo si no fuera porque los parroquianos piden ms y ms, y muchas veces estn borrachos e insisten con la misma, la misma cancin. sa que me habla de Josefina, mi viejo amor traspapelado. sa otra que trae memorias de Julieta, la que se fue sin dejarme su retrato. O una cancin genrica, dedicada a todas ellas, a cualquiera. O una que se refiera a m, que soy todos ellos, que soy cualquiera. Cmo se llama la cancin? No importa. Es la misma. Una vez tras otra, la misma.sa que me trae recuerdos de Aurorita, mi mam. Esa otra que me rene con mi familia, que est lejos, aorando mi regreso. Algo bailable, por favor, que envuelva de felicidad estas ganas de comer, para que se me olvide el hambre, aunque sea unos momentos.En manos de un msico norteo esa cancin llenar por unos instantes el agujero que va creciendo en el corazn de los hombres y las mujeres que estn lejos de su tierra. Y no habr oscuridad. Y no habr soledad. Y no habr silencio.Bendita sea, por siempre, nuestra msica.

ix

Lo anuncia el peridico____ en su seccin de deportes.Marcador final: cowboys 3, mariachis 0.

x

Esta es palabra del seor:Estaba un grupo de trabajadores, contemplando ese muro que es la frontera, preparndose para cruzarlo, esperando el mejor momento de la oscuridad. De repente, uno entre ellos, llamado Chuy, ese que haba decidido mostrarles el camino porque ya haba cruzado varias veces, extrajo de su morral un poco de comida para compartir entre sus compaeros.Porque l mismo, llegada la hora en que haba de cruzar la frontera, habiendo dirigido a los suyos hasta ese lugar donde se deca que no haba tanta vigilancia, extrajo los ltimos alimentos que le restaban. Y mientras cenaba, tom la tortilla, la parti y se la dio a sus compaeros, mientras deca:"Tomad y comed todos de ella porque esto es lo ltimo que nos queda y la jornada ser muy larga".Del mismo modo, acabada la cena, sac una botella de tequila de su morral y, dando gracias de nuevo, la pas a sus compaeros diciendo:"Tomad y bebed de este tequila, producto del agave y de mucho trabajo bajo el sol, producto de campesinos explotados para que unos cuantos se puedan divertir".As pues, con mucha seriedad, empezaron ellos el recorrido. Saltaron ese muro cabrn, uno a uno. Y cuando el seor Chuy les deca "Corred", corran. Y cuando el seor Chuy deca: "Escndansen entre los matorrales", se escondan.Esta es la palabra del seor.Sin embargo la tecnologa y las camionetas nuevas de la migra y los helicpteros que sobrevolaban pronto dieron con ellos. Y el seor Chuy exclam: "Crranle, cabrones, slvese el que pueda". Y muchos de ellos lograron escapar, llegar a los campos agrcolas, trabajar, ganar cuatro dlares la hora.Pero otros, entre ellos el Chuy, fueron capturados por la migra."Quin de ustedes es el lder?", preguntaba el migra ms grande. Pero nadie contestaba."Quin de ustedes es el que los trajo aqu?". Y nadie contestaba.Entonces la migra comenz la golpiza, as, as, cada golpe dola en el cuerpo, puetazos, patadas, macanazos. Hasta que el Chuy, no queriendo que los dems sufrieran por su culpa, le dijo al migra: "Yo soy se que buscas".Entonces los golpes fueron para l, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete... los tres migras se turnaron entre ellos. Y le dijeron todo tipo de vilipendios en ingls. Lo golpearon hasta el cansancio, porque se decan entre ellos: "Cmo vamos a dejar que un mexicano, un simple mexicanito se burle de nosotros?".Y no dejaron de golpearlo hasta que lleg el silencio. Hasta que el Chuy no respir ms.Sus compaeros creyeron que sufriran el mismo destino, pero la sed de los migras estaba colmada. Los subieron a una camioneta, de esas que llaman perreras, y los retacharon para Mxico.Cuando llegaron a la ciudad fronteriza, la historia pronto corri entre las cantinas. Uno que se llamaba Pedro dijo yo no conozco a ese Chuy, no lo conozco, no lo conozco. Aunque era su compadre.Pero otro que se llamaba Pablo, que ni siquiera estuvo ah, ni siquiera lo conoci, fue quien lo hizo famoso. Escribi un corrido que despus grabaron los Tigres del Norte para gloria de los migrantes indocumentados. Para gloria de todos ellos. Amn.

xi

Digamos con fe y esperanza:Frontera Nuestra que ests en la Tierra, dividiendo al mundoInventada por las culturas ricas para mantener afuera a las pobresMaldita sea tu presencia segregadora, pero bendita sea tu presencia porque nos has dado vida a nosotros, los fronterizosNo nos impidas cruzarte porque cruzarte es nuestro regocijo y nuestra necesidad: atrs de tus confines se encuentra el pan de cada daPerdona a los que nos ofenden, impidindonos el paso, ya que nosotros no podemos perdonarlosNo nos dejes caer en tentacin, y lbranos de George W. Bush.Lbranos de todos los lderes que, buscando la bendicin y el apoyo econmico de la Casa Blanca, le entregan su pas y el trasero al gobierno norteamericano, y concdenos la paz que tanto anhelamos. Salva a los pases rabes de las botas gringas, que las familias de all son como las familias de ac y su sangre derramada es como nuestra sangre derramadaSlvalos a ellos porque as, slo as, nos salvaremos nosotros

xii

sta es la frontera que quita los pecados del mundo. Dichosos los invitados a cruzarla.sta es la madre de todas las fronteras. Y todas las fronteras somos una sola. Frontera entre India y Pakistn, ruega por nosotros. Frontera entre las dos Irlandas, ruega por nosotros.Frontera entre Israel y Palestina, ruega por nosotros.Frontera entre Mxico y Guatemala, ruega por nosotros. Frontera entre Europa y frica, ruega por nosotros. Fronteras de Irak y Siria, rueguen por nosotros. Fronteras entre Estados Unidos y el resto del mundo, rueguen por nosotros. Fronteras de la pobreza, de la necesidad, del olvido, rueguen por nosotros. Todos somos la misma frontera. Pero la ma es la madre de todas ellas.Peregrino del mundo, recorro las ciudades para dar a conocer el evangelio. Que yo era incrdulo pero ahora tengo el corazn encendido de pasin.Seora, por favor esccheme. Usted que es ama de casa y que se siente sola, incluso rodeada de nios. Seorita, por favor, usted que camina con la cabeza en alto y no voltea a verme porque cree que halagar su cuerpo delicioso. Seor repartidor de Coca Cola. Seor gendarme. Seora profesora. Seorita prostituta. Vengo a este lugar para proclamar la verdad y esa verdad es indivisible, alimenta a los que tienen hambre, da esperanza a los que les falta fe.

xiii

Caminito del narcotrfico, t que pasas por mi Frontera, dime una cosa, cmo le haces pa seguir cruzando?

xiv

Carta del apstol san Luis Humberto a los michoacanos.De Luis Humberto, llamado por voluntad del seor a ser apstol de la Msica Nortea. A los michoacanos que, consagrados por ser migrantes, sern llamados tambin fronterizos:1. Quizs deba explicarme, pa que mejor mentiendan. Para m el rock and roll era la nica neta del mundo. Yo era uno de esos rocanroleros ortodoxos, a la antigua usanza, rudos e implacables. Usaba pantalones de mezclilla rados y deslavados, camisetas con la efigie de Jim Morrison o John Lennon. Tena el cabello largo y me cepillaba los dientes con bicarbonato de sodio. Me deleitaban los Beatles, los Rolling Stones, Santana, los Who y todo aquel buen rock que, segn yo, circulaba en el aire antes de la llegada de la msica disco, que haba mandado todo a la mierda. 2. No lo hubiera admitido en aquel entonces, mi pasado pagano, pero ser un rocanrolero de lnea dura tena sus desventajas sociales. Si algn amigo me invitaba a una fiesta en su casa, se daba por hecho que yo llegara con mis discos, rigurosamente eleps, y no permitira que se tocara otra cosa. Comenc a perder amigos, incluso a los que yo consideraba mis aliados ms cercanos. Ellos se volvan progresistas, escuchaban grupos nuevos, techno, hip hop, rock en espaol y luego intentaban convencerme de nuevas bandas que, segn ellos, seguan los caminos de Dylan y de Bowie. No hice caso de sus palabras, los llamaba traidores, les retiraba la palabra y me encerraba en mi casa, abrazando mis eleps de Abbey Road y Let it bleed. Me senta cada vez ms solo, convencido de tener razn. No me importaba ser el ltimo rocanrolero del planeta; si as fuera, ni modo. Nadie me doblegara. Nadie.3. Hasta que sucedi. 4. Y lo documento aqu, en esta casa de ______, para ojos y odos de todos. Porque una vez fui ciego y ahora he encontrado el Verdadero Sendero. Una vez, sin saberlo, naufragaba, y ahora he descubierto tierra firme, mi hogar, mi cabaa, mi destino. 5. No hace mucho tiempo viajaba a travs del desierto de Altar, en una motocicleta Vespa, rumbo al poblado de Damasco, Sonora, donde deba realizar algunas diligencias. Haca un calor insoportable, incluso en la noche, que yo resista pensando en canciones de Led Zeppelin. 6. De pronto, de la nada, una luz, una intensa luz que provena del cielo, cay encima de m y me tumb de la motocicleta. Oh, s.7. Hombre de poca fe, cre que se trataba de uno de los tantos ovnis que ms de un ranchero sonorense haba mencionado que se avistaba en esa parte del desierto. 8. Pero no. Era mucho ms que eso. 9. Tambin era una voz. 10. Una voz que me deca (lase con voz de Dios en pelcula de Cecile B. De Mille): "Luisumberto, Luisumberto, por qu me persigues?".11. Ah, chingao. 12. La voz era clara y, a pesar de que aparentaba venir desde muy lejos, la escuchaba como un murmullo cercano, cercanito a mi oreja. 13. "Yo?", le dije. "Yo no persigo a naiden. Yo noms voy parall, rumbo a Damasco".14. Guard silencio y la voz tambin guard silencio, como si estuviera pensando lo que le dije.15. Hasta que me puse nervioso de tanto silencio, y pues, ac, todava nerviosn, se me ocurri decir: "Y a todo esto, usted quin es, qu se trae por estos lares?, pa qu me anda tumbando de mi moto?".16. La voz no tard en contestarme.17. (Lase de nuevo con voz divina) "Yo soy el pastor que anda en busca de su oveja descarriada. Ahora, jubiloso por haberla encontrado. Soy Jos Alfredo Jimnez".18. Ah, chingao.19. Si exista un solo mexicano que no saba quin era ese tal Jos Alfredo, era yo. A m que me preguntaran los nombres y los signos zodiacales de los Beatles. Era tanto un gilipollas en aquella poca que ni siquiera saba quin era El Seor. No saba de sus canciones, de su pasin y de su muerte: sacrificio para salvar a los pecadores, aquellos que se haban alejado de La Verdadera Msica, como yo, como tantos otros. 20. Porque l bien me lo dijo aquella noche, rumbo a Damasco: "Slo la Msica Fronteriza es la Palabra, slo en sus corridos, en sus boleros, en sus cumbias, polkas, chots y en los ritmos del acorden y bajo sexto se puede encontrar el autntico significado de la vida".21. "Pero yo quin soy, Seor, un humilde rocanrolero. Seguramente hay otros en el mundo, ms capacitados para difundir Su msica".22. Me resist, pues. Estaba cabrn cambiar as, de la noche a la maana. Yo qu saba de esas ondas. Para m era msica bien naca, como los vallenatos y la salsa y el merengue y todo aquello que no tuviera un requinto elctrico y una batera. 23. No me daba cuenta de que yo era el candidato ideal; si un rocanrolero ultra, como yo, pregonaba la msica de los Tigres del Norte y los Relmpagos del Norte y los Bravos del Norte, ms de uno sabra que sa era la verdadera verdad y se convertira a la Causa sin pensarlo dos veces.24. Claaaaaaro.25. "No dudes", me dijo el Seor. "Yo mismo, en una poca, me desvi del Camino creyendo que el sonido de mariachi era mejor que el norteo. Pens, en un tiempo, que los mariachis eran mejores que los cowboys.26. "Ahora quiero que recorras el mundo, quiero que pregones en nombre mo".27. rale pues. Llegu a Damasco en la maana y me compr lo necesario: botas de punta y un sombrero vaquero, pantalones de mezclilla nuevos, cinturn grueso con hebilla plateada, un discman y hartos cids de grupos como los Huracanes del Norte, los Tiranos del Norte, los Relmpagos del Norte. 28. Mis amigos se sorprendieron al principio; pero me aceptaron al darse cuenta de que era mucho ms tolerante y buena persona con ellos. 29. Mi labor evangelizadora ha sido tranquila. Cada domingo recorro las casas y hablo de mis creencias y de las palabras del Seor. 30. "En el principio fue Jos Alfredo Jimnez". 31. Y alguna gente me escucha y exclama "aleluya". Y otra gente, cada vez ms poca, me dice "Sorry, aqu puro Chente Fernndez". Y otra ni siquiera abre la puerta cuando por la ventana observa mi ropa de cowboy y mi paquete de cids bajo el brazo. 32. Contento y en paz con el mundo sigo mi largo camino. El desierto se extiende mucho ms all de Sonora, mi destino es recorrerlo todo, llevando como armas slo la Palabra y la Msica. 33. Amn.

xv

Hermanos en la fe: Ya con sta me despido, pero pronto doy la vuelta. Slo resta invitarlos a cruzar la frontera. Cuando ustedes vean una, donde quiera que se encuentre; cuando estn frente a ella y sientan el poderoso llamado, no se aten a los mstiles, no cierren los ojos, no pasen de largo con gran indiferencia; arrjense, ms bien. Crucen, crucen, crucen. Que no quede una frontera en este mundo sin cruzar, crcenlas todas, que al fin para eso estn ah. Para eso delimitan, para eso nos restringen, nos retan, nos agreden. Para eso, para que crucemos la lnea que forman, para desaparecerla en el momento que la traspasamos.Y si alguien les impide el paso, ustedes crucen.Y si les dicen que no, ustedes crucen.Y si les dicen que nada tienen que hacer ah, ustedes crucen esa frontera.El mundo es de todos.Ytodosestamosinvitadosa la fiesta.Pueden ir en paz, esta misa ha terminado.

El jugador invisiblePor Fabrizio Meja MadridEl bandido La ruta desde la Ciudad de Mxico hacia San Diego est salpicada con las imgenes veneradas, tatuadas, colgadas del retrovisor de los dos truhanes que coleccionaron para s las hazaas de alivio -de la pobreza, la ley, la injusticia, y la culpa- en estos desiertos: el coyote y el chacal. En el sur son el conejo y el tigre, en el istmo es el tlacuache. Al igual que el zorro de los franceses acab por tener nombre, Renn, en el camino hacia la frontera el coyote y el chacal se llaman Malverde y Juan Soldado. Su historia es el cuento que alivia a los pueblos. La noche del 3 de mayo de 1909, Jess Jurez Mazo lleg hasta su escondite y se dej caer en el piso de la cueva. Ni siquiera se quit las hojas de pltano con las que cubra su cuerpo. Disfrazado de planta, andaba a salto de mata, perseguido por la polica del gobernador Caedo. Tena 39. Haca tiempo que no lograba dar un golpe sin ser cazado. Por Cosal, Badiraguato, Culiacn, Mocorito (su tierra natal), cientos de gavilleros brincaban por los caminos, asaltaban diligencias, protegan los plantos de los chinos, se robaban unos a otros. Pero no era eso lo que entristeca a Jess Jurez, sino lo que le haba sucedido esa misma noche: saliendo de la Hacienda de San Ignacio con unas veinte monedas de oro y dos candelabros de plata, se subi al caballo y huy. En el camino, tres jinetes comenzaron a perseguirlo a balazos. A Jess no le qued ms remedio que arrojar las monedas hacia las casas. Y, como siempre, result: los jinetes dieron la vuelta para ir a buscarlas. Los candelabros simplemente se le cayeron en la fuga.As lo encontr su compadre, Baldemar Lpez: vestido todava de pltano y viendo fijamente la oscuridad. Baldemar le llevaba comida, pero Jess la rechaz. Se abrieron unas botellas de aguardiente. La maana despus de la borrachera, Baldemar se despert en la cueva con sangre en las manos y en la cara. Por ah haba tambin un machete con sangre seca, pero su compadre no estaba. Al salir, vio que Jess yaca al pie de un mezquite, hasta donde haba logrado arrastrarse. Lo circundaban ejrcitos de moscas.De 1909 a los aos veinte nadie se acord de Jess Jurez. Pero, tras la Revolucin, su pequea vida se transform en un mito: ahora transfigurado en Jess Malverde, al ladrn se le construy una capilla en Culiacn. Sus feligreses le llevaban entonces una piedra como protesta porque, segn la leyenda, el obispo haba prohibido que se le enterrara (una injusticia de la Iglesia catlica ya que, tambin segn la leyenda, Malverde traa en el bolsillo un indulto del papa). Y, a cambio de la piedra, se le pedan toda clase de milagros contra enfermedades, desamores o injusticias. Su figura sufri el primer gran cambio: de delincuente comn pas a bandido social. Comenz la leyenda del "Mal Verde": un hombre cubierto de plantas, ajeno al mundo de la modernizacin caedista (18771910), que robaba lo que le haba sido negado y lo reparta entre los pobres. El nombre que pervivi fue el del disfraz, escondiendo detrs cierta predileccin por la tctica: cubrirse para burlar y cumplir con uno de los imaginarios mexicanos: salirse con la suya mediante el ingenio. Pero sin existir evidencias de un reparto del botn entre los pobres -ms que como exculpacin al desaparecer la evidencia del robo-, Malverde es reinventado como el doble de la figura real, Heraclio Bernal, un guerrillero que, en Cosal y San Ignacio, encabez lo que quedaba de las huestes de la rebelin frustrada de Jess Ramrez Terrn (1880) contra el gobernador vitalicio Francisco Caedo. Pen de las minas del sur de Sinaloa, tras salir de la crcel por robo (los corridos insisten en que fue por una "acusacin falsa"), Bernal asol las zonas mineras de Guadalupe de los Reyes, Jocuixtita y San Jos de las Bocas, hasta llegar casi a la capital: tom Quil, a escasos kilmetros de la ciudad capital del estado, Culiacn, y, como muchos rebeldes, se retir a seguir su guerra. Sin embargo, al anunciarse una recompensa por su cabeza, alguien lo delat y Bernal fue ejecutado el 5 de enero de 1888.Para santo, la gente prefiri a Malverde, alimentando su leyenda con datos robados a Bernal: su carcter de rebelde, muerto por la traicin de su compadre quien, despus de cobrar la recompensa, muere loco. Malverde como doble de Bernal es la transmutacin de la simple necesidad en resistencia; con las hojas de pltano como nombre, se trata de un vaco cuyos atributos pueden cambiar de acuerdo a quien se escurra dentro de l. Malverde es, sobre todo, una cscara. Su encanto reside en que es un hueco. Su milagro es el disfraz como inmunidad. El que lo invoca busca la invulnerabilidad.En junio de 1909, poco ms de un mes despus de la muerte de Jess Malverde, muere el gobernador Caedo. A su funeral asisten los principales jefes de la mafia china del opio en Sinaloa. Despus de Caedo, muchos de los gobernadores postrevolucionarios encabezaron el trfico de opio, ludano, herona y mariguana por la costa oeste hacia Estados Unidos: de Esteban Cant en Baja California (1919) y Roberto Fierro en Chihuahua (1931) hasta Snchez Cliz en Sinaloa (1963). Pero la leyenda insiste en oponer a Caedo y a Malverde: un hombre le pregunta a su esqueleto, colgado todava de un mezquite por rdenes del gobernador, dnde encontrar unas mulas cargadas de oro que haba perdido la noche anterior. Al recuperarlas por obra y gracia del colgado, el hombre toma el esqueleto de Malverde y lo entierra en la tumba del gobernador. Y as, en los veintes, la figura del santo ladrn se opone a la del gobernador protector de la amapola. Ser casi cincuenta aos ms tarde cuando el ladrn pase de bandido social a protector de narcotraficantes: un nuevo cambio de disfraz que, en los ltimos aos, ha sido una "prueba" inculpatoria (en Phoenix se han detenido sospechosos por llevar collares o tatuajes del santo). Ello ha retirado a los traficantes del culto pblico y ahora utilizan la figura de Pancho Villa, recin convertido en santo de la justicia a favor de los pobres, los migrantes, los ilegales. Acaso, en los siglos por venir, Malverde vuelva a su verdadera vocacin: el coyote.

La lluvia Cada vez que llueve, la Ciudad de Mxico regresa a sus orgenes remotos: sus calles vuelven a ser canales; sus plazas, lagos. En las lagunas vemos el reflejo invertido de la ciudad, como si debajo existiera otra, ms verdadera, su doble pantanoso. Es quizs por ello que sobrevivimos aqu como habitando una ciudad sustituta: todo el tiempo esperamos que sea otra, que nos d algo para lo que no fue construida. La ciudad de Mxico tiene desde siempre ese signo, el de una deuda: sus habitantes vadeamos por sus inundaciones pensando que, algn da, nos pagar todas las que nos debe. Ella nos deja empapados, sin nada ms que ofrecernos. Es la ciudad sustituta de otra soada, que se hunde en la nada bajo ella.Tlloc, el dios de la lluvia de la ciudad antigua, tena sobre su cara dos serpientes enrolladas, como ojeras. Las serpientes le escurran por la nariz y sus colas formaban dos bigotes. En 1882, Jess Snchez y el pintor Jos Mara Velasco descubrieron al monstruo de siete metros de altura en la barranca de Santa Clara, en lo que fuera el lago de Texcoco.Ya identificado como Tlloc, las autoridades decidieron exponerlo en la entrada del Museo de Antropologa. La maana del 7 de febrero de 1965 trataron de cargar la pesada piedra con gras y cables metlicos. Pero la gente de Santa Clara se los impidi: armados con cuchillos, palos y piedras, los pobladores se amotinaron para defender a Tlloc. Fue hasta la madrugada del da 8 que el ejrcito tom la zona y los arquelogos pudieron sacar el monolito. Esa noche comenz una lluvia que dur ms de 26 horas. Atascado en el trfico que las inundaciones produjeron, Gabriel Garca Mrquez, de visita en Mxico, tuvo la primera idea para una gran novela: un lugar en el que no parara de llover en muchos aos. Veinte aos despus de tanta lluvia, una trasminacin de agua abri el piso de mrmol de la estacin del metro subterrneo de la ciudad con la figura de la Virgen de Guadalupe. En torno a ella hay cientos de trilobites fsiles que tienen la misma forma, y es muy probable que lo que la gente mire con devocin sea el hueco que un artrpodo dej hace 500 millones de aos. Y es que sobre el subsuelo de la ciudad, profuso en restos de entierros sagrados, los ingenieros que construyeron el metro yuxtapusieron una capa geolgica con fsiles. As, cuando un arquelogo del futuro nos estudie, fechar a los aztecas antes que a los crustceos.

La Cruz En 1833 una epidemia de clera morbus haba terminado con una tercera parte de la poblacin del barrio de Iztapalapa de la ciudad de Mxico. Cuando termin, los vecinos salieron en procesin a representar la crucifixin de un Jesucristo que nunca resucita: un hombre fue colgado de una cruz, recit algunas lneas ajenas a la Biblia, y actu como si se muriera. La procesin, que en apariencia era una teatralizacin pblica, masiva, y sin intervencin de la Iglesia, se hizo desde entonces un rito anual que abarca cuatro kilmetros de escenarios urbanos, la intervencin de miles de "actores" que se preparan durante los seis meses anteriores, y la asistencia de tres a cinco millones de espectadores. Ahora se le llama "La Pasin de Iztapalapa" y comienza el Domingo de Ramos cuando los actores y vecinos se dirigen a una voz a la parroquia local por la calle de Aztecas con flautas y tambores indgenas. Todos llevan palmas a todo lo alto y un sacerdote las bendice. Luego se dirigen a la Cuevita, un santuario de donde se dice provienen los primeros habitantes de Iztapalapa, y donde se escenifica algo muy parecido a la entrada de Jess a Jerusaln en un asno. El Jueves Santo la procesin sale de la Cuevita y se representa la ltima Cena en el Jardn Cuitlhuac, la ceremonia de lavar los pies a los pobres, la Oracin del Huerto, la Aprehensin y el Juicio. Y, a pesar de que la historia es muy similar a la de Jesucristo, el hecho de que el Glgota sea el Cerro de la Estrella de Iztapalapa, donde los antiguos mexicas encendan el Fuego Nuevo de la renovacin, la transforma en una escenificacin de algo que es innombrable aun para los vecinos que la organizan ao con ao. Y es que "La Pasin" es sobre todo el recorrido del "actor" elegido por su conducta intachable -no habra manera de diferenciar a Cristo de su representacin en la vida real, pues se le exige, adems de ser originario de Iztapalapa, ser clibe- con una cruz que pesa casi cien kilos a sus espaldas. Son los miles de penitentes que le siguen entre latigazos que laceran sus espaldas, espinas que sangran sus cabezas, y rodillas que ceden con los primeros kilmetros, al lado de msica, cohetones, venta de comida y alcohol. El sentido es, sin duda, la mortificacin de miles que presenciaran la muerte de un crucificado junto con otros millones que la celebran con sus familias hasta el momento en que, viendo pasar al que carga la cruz, se inclinan ante l y lloran. Hay ms ambigedades: ltimamente los policas que cuidan que el acto se desenvuelva en relativa calma se disfrazan de centuriones romanos y, cuando el hombreCristo grita en un micrfono su condena a los mercaderes, los puestos de comida y souvenirs cesan por un instante su actividad. Es una representacin de la representacin donde no existen lmites entre los papeles de "actores" y espectadores, donde el teatro y ritual se confunden con la fiesta. Una vez dentro de Iztapalapa el escenario es el mundo que tu vista abarca y te incluye, como a un cautivo, en sus reglas.Pero, quin es el hombre que termina muerto, actuando su muerte, y que jams resucita? La epidemia del siglo xix hizo resurgir a un cautivo que, por sus atributos de pureza, belleza, y valenta, era escogido para representar a un dios, Tezcatlipoca. El dios deba morir para equilibrar de nuevo al mundo y era seguido, segn fray Bartolom de las Casas, por jvenes que se infligan dao con espinas de maguey. La muerte del dios significaba, en la Ciudad de Mxico, la posibilidad de devolver la vida de plantas y animales, pues en un principio los dioses se haban inmolado para dar origen a la tierra y al hombre: el participante en este ritual de renovacin no slo reequilibraba la vida, sino que salvaba a los propios dioses, matndoles en una fecha precisa que coincida con la Semana Santa catlica. Jesucristo coincidi con el dios del Fuego Nuevo en Iztapalapa y quizs sea por ello que en la Ciudad de Mxico no existe ms representacin de Dios -no hay "Espritu Santo" como paloma ni un Dios anciano paternal- que la de un joven humilde que acude a la representacin de su propia muerte.

El hijo El nico actor mexicano que posee un culto popular es Pedro Infante. Cada ao, el 15 de abril, el Panten Jardn se inunda de adoradores del cantante. Como todos los rituales de la Ciudad de Mxico, la clave est en la ambigedad entre ficcin y realidad. Pienso, por ejemplo, en su humilde origen en Mazatln como hijo de un msico de bandas de pueblo que era rechazado por su gremio por no saber la notacin. Ese papel es el que Infante protagonizar en La vida de Juventino Rosas, autor no reconocido del "Vals sobre las olas". O, por ejemplo, en el papel que lo inmortaliz, Pepe El Toro: un carpintero cuya hambre lo lleva a hacerse boxeador. En la vida real, Infante fue carpintero en Guamuchil, en la costa oeste del pas. Pedro Infante es tan promiscuo como lo fue en sus pelculas. A los 17 ya haba tenido su primer hijo con una Guadalupe Lpez. Y es por Mara Luisa Len, su amantemadre, que se decide a huir con ella a la Ciudad de Mxico. Como en una pelcula, los dos se casan sin el consentimiento de los padres y se mudan a un apartamento que no pueden pagar al lado de la estacin de radio de los cuarentas: la xew, "La Voz de Amrica Latina desde Mxico", origen del hoy poderoso grupo Televisa. En la xew lo rechazan: "Usted no sabe cantar. Dedquese a la carpintera". En el cine las cosas tampoco le sonren: en su segunda pelcula, Ametralladora -la continuacin de Ay Jalisco no te rajes-, la gente lo abuche de pie y arrojaron zapatos a la pantalla. Cuando finalmente comienza su fama -una veintena de filmes y 56 canciones-, las pelculas se adelantan a su propia vida. Cuando el hijo de Pepe El Toro se muere calcinado en un incendio en Ustedes los ricos (1948), Pedro Infante no sospecha que al ao siguiente la hija que haba tenido con la bailarina Lupita Torrentera se morira de poliomelitis. Ser una combinacin entre mujeres y aviones lo que lo mate: cuando el gobierno de Yucatn le niega el matrimonio con Irma Dorantes por no estar divorciado de Torrentera, Pedro Infante toma su propia avioneta para ir a arreglar el asunto a la Ciudad de Mxico. Y se estrella en el camino. En una de sus ltimas pelculas, Reportaje, su personaje se refera as a su padre: "El Licenciado Cuenca. Se mat en un avionazo en Dallas hace muy poco. Espero no repetir su ejemplo". Pedro Infante es motivo de culto quizs porque representa al joven entusiasta que lucha contra la adversidad de su origen, un personaje que encontramos en todos los inmigrantes que del interior vienen a la Ciudad de Mxico durante el Milagro Mexicano. O quizs sea que la confusin que vivi entre ficcin y realidad sea leda como una forma de autenticidad. De cualquier forma, en el Panten Jardn, junto con imitadores, discos deformados de tanto tocarse en tornamesas viejas, y un rostro que de tanto reproducirse no se parece ya al original, Pedro Infante es el hijo que represent su propia muerte. Cada aniversario de su muerte, la gente llega por montones, y le piden autgrafos a quien, disfrazado como Pedro Infante, asegura que ste no ha muerto, que vive al lado de Zapata y Pancho Villa en "un desierto". Y, cada ao, en esa fecha, llueve.