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0 Pieza del trimestre ABRIL-JUNIO 2016 Fábrica de Charles Ullmann Caja de música,ca. 1890 Sala VIII (Costumbristas madrileños) Carmen Cabrejas Almena Historiadora del Arte

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Pieza del trimestre ABRIL-JUNIO 2016

Fábrica de Charles Ullmann

Caja de música,ca. 1890 Sala VIII (Costumbristas madrileños)

Carmen Cabrejas Almena Historiadora del Arte

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Edición: 2016

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ÍNDICE ….

1. Ficha técnica y descripción

2. “Sin música, la vida sería un error”. La música en la vida cotidiana del siglo XIX

3. Las cajas de música en el siglo XIX

4. Caja de música, Charles Ullmann, ca. 1890

5. Bibliografía

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1. FICHA TÉCNICA Y DESCRIPCIÓN ....

Caja de música Charles Ullmann Ca. 1890 23 x 55 cm Estructura: madera de caoba. Mecanismo: metal y madera. Consta de manivela, cilindro con púas y peine de 58 lengüetas. Pequeño tambor accionado por cuatro macillos, dos carrillones de tres campanas, accionado cada uno con tres macillos, y una pieza de madera moldurada, accionada por seis macillos. Decoración: marquetería y policromía. Papel estampado, en el que figura manuscrito el programa de melodías y el número 6181 que identifica este modelo dentro del inventario de la firma Ullmann. Inv. 0392 Sala VIIII (Saleta de los Costumbristas Madrileños). Durante el trimestre marzo – junio de 2016 esta pieza está ubicada en la sala VI (Costumbristas andaluces) para su mejor apreciación.

De todas las bellas artes, la música es la que influye más directamente sobre el espíritu

Madame de Stäel

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2. “SIN MÚSICA, LA VIDA SERÍA UN ERROR”1. LA MÚSICA EN LA VIDA COTIDIANA DEL SIGLO XIX

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pesar de separarnos dos siglos de distancia, son muchos los aspectos que los ciudadanos del siglo XXI tenemos en común con los habitantes de un palacio decimonónico como el que

representa el Museo del Romanticismo. No en vano, aquel fue un periodo de profundas transformaciones, lideradas en gran parte por la burguesía, clase social ascendente que durante el siglo XIX va a imponer sus ideales, pero también sus gustos y costumbres en terrenos antes reservados a la aristocracia, como el arte o el ocio. Conquistas pequeñas, en comparación con esas grandes revoluciones políticas y sociales que igualmente protagonizaron, pero que transformaron para siempre la vida cotidiana.

Uno de esos elementos artísticos y lúdicos que durante el Antiguo Régimen solo estaba al alcance de una reducida élite, pero que va a popularizarse a lo largo del siglo XIX, es la música. El disfrute de la llamada música culta (la música tradicional o folclórica, de transmisión oral, no sufría las mismas restricciones), va a expandirse de forma contundente durante esta centuria hasta pasar a formar parte de la vida diaria. Se inicia así un proceso que llega hasta nuestros días, en los que, parafraseando a Nietzsche, además de parecernos un error, sería imposible concebir nuestra vida sin música. La aparición de las cajas de música es, como veremos, uno de los elementos fundamentales de ese proceso.

Hay que tener en cuenta que como forma artística, la música jugó un papel fundamental en el

Romanticismo, hasta el punto de que el escritor y compositor E.T.A. Hoffmann afirmaba que la música era “la más romántica de todas las artes, casi se podría decir, la única auténticamente romántica, pues solo lo infinito es su tema”2. Teniendo esto en mente, el Museo del Romanticismo recibe a sus visitantes ofreciéndoles la posibilidad de complementar el recorrido por sus salas con la escucha de una lista de reproducción musical que permite acercarse a las características esenciales de este movimiento. En este periodo, la música vivió una renovación similar a la de la pintura o la literatura: se produjo una ruptura con la tradición y, frente al seguimiento de las normas del clasicismo, comenzó a valorarse cada vez más la libertad, la originalidad y la expresión personal del autor (conceptos muy asumidos actualmente en nuestra valoración del arte, pero verdaderamente revolucionarios en su época). Esto se tradujo en una gran experimentación en el terreno musical, en la aparición de nuevos géneros, la búsqueda de sonidos innovadores en los instrumentos tradicionales, y también en la creación de nuevos instrumentos, en consonancia con los avances técnicos que posibilitó la Revolución Industrial. Además, como en el resto de manifestaciones artísticas, cobró una importancia inusitada la expresión de sentimientos, cada vez más

1 NIETZSCHE, F., El ocaso de los ídolos o cómo se filosofa a martillazos, 1888, en Obras completas, Edaf, 1984, p. 323. 2 HOFFMANN, E.T.A., “La música instrumental de Beethoven”, 1813, cit. en RIVERA DE ROSALES, J., “La valoración estética de la música instrumental. De la Ilustración al Romanticismo (Wackenroder y Tieck)”, en Aisthesis¸ 40, 2006, p. 93.

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variados (el deseo amoroso, el ansia de libertad, el miedo a la muerte, la conciencia nacionalista, etc.), que provocaban potentes respuestas en un público cada vez más amplio y más entregado al disfrute de la música.

Como forma de ocio, la música fue colándose en la vida cotidiana de las damas y caballeros

decimonónicos de diversas formas, que quedan actualmente reflejadas en las salas del Museo. Una de las estancias más destacadas, el Salón de Baile, es un perfecto ejemplo de esa introducción. Este salón era la habitación pública de mayor importancia en las viviendas acomodadas en el siglo XIX, ya que los bailes eran uno de los entretenimientos sociales más importantes en la época. En las grandes ciudades, durante los meses de otoño a primavera, se celebraban semanalmente eventos de este tipo, que servían como excusa para entablar o mantener relaciones sociales de provecho. Los bailes se organizaban tanto en salones públicos como en viviendas privadas, y en este último caso constituían toda una prueba de fuego para los anfitriones. Dada la importancia de la sala destinada a acoger la celebración de estos actos, debía ser siempre la estancia más lujosamente decorada, y condicionaba la estructura de buena parte del palacio, por la necesidad de contar con antesalones destinados al asueto y avituallamiento de los invitados. En el recorrido del Museo incluso vemos cómo, a continuación de uno de estos antesalones, se sitúa un hueco destinado a albergar a la orquesta, el pequeño conjunto de músicos contratado por los propietarios del palacio para amenizar la velada. Estos se situarían frente a la escalera principal, desde donde, por las condiciones acústicas del edificio, se les escucharía perfectamente en el Salón de Baile, al tiempo que su presencia serviría para amenizar la llegada de los invitados, epatándoles desde el primer momento.

Fig. 1

Sala IV: Salón de Baile Museo del Romanticismo

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Pero, más allá de su papel como ritual social donde invitados y anfitriones podían hacer demostración pública de su dominio de la etiqueta y de su buena posición económica, luciendo sus mejores galas y complementos, el baile y la música en estas veladas formaban parte de otras experiencias vitales, como el paso a la edad adulta o el cultivo de relaciones sentimentales. A lo largo de todo el siglo, las composiciones para danzas de salón fueron producidas abundantemente, y los bailes se experimentaban como vivencias con un fuerte componente emocional, cargadas de deleite, flirteo e incluso pasión, como refleja de forma profusa la literatura de la época. Goethe, en una de las obras más famosas del primer Romanticismo, Las desventuras del joven Werther (1774), lo deja bien patente cuando el protagonista relata su afortunado encuentro con Carlota en un baile, donde ha tenido la oportunidad de bailar el vals con ella:

¡Es preciso verla bailar! Lo hace con todo su corazón, con toda su alma; todo su cuerpo está en una perfecta armonía,

y se abandona de tal modo con tanta naturalidad, que parece que para ella el baile lo resume todo, que no tiene otra idea ni otro sentimiento y que, mientras baila, lo demás se desvanece ante sus ojos. (…) Jamás he sido más ligero; yo era ya un hombre. Tener en mis brazos a la criatura más amable, volar con ella como una exhalación, desapareciendo de mi vista todo lo que rodeaba, y..., Guillermo, te lo diré ingenuamente: me hice el juramento de que mujer que yo amase, y sobre la cual tuviera algún derecho, no valsaría jamás con otro que conmigo; Jamás, aunque me costase la vida. ¿Me comprendes?3

Quizás por ello, el protocolo de la época regulaba el número de bailes que se consideraba adecuado

danzar en una velada con la misma pareja, y advertía a las damas de escoger cuidadosamente a quién se concedía el privilegio de valsar con ellas4.

3 GOETHE, J.W., Los sufrimientos del joven Werther, Madrid, Alba, 1999, p. 53-54. 4 Véase MIGUEL ARROYO, C., “El carné de baile en el Museo del Romanticismo”, pieza del mes de enero de 2011 del Museo del Romanticismo.

Fig. 2 Sala IV: Salón de Baile

Museo del Romanticismo

Fig. 2 Robert Brend´Amour (G) Mamá deja bailar (de La Ilustración artística) Xilografía, ca. 1880 Inv. 3951 Museo del Romanticismo

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El disfrute doméstico de la música también hizo crecer la demanda de enseñanzas en este ámbito por parte de los aficionados. Especialmente importante fue la presencia que la educación musical tuvo como parte de la formación de las jóvenes de buena familia, fundamentalmente dentro de la llamada “educación de adorno” que las mujeres de clase acomodada recibían en la época, y que se limitaba a adquirir el conocimiento básico de algunas disciplinas (literatura, geografía, dibujo, idiomas y música) para poder desenvolverse en sociedad y aumentar sus posibilidades en el mercado matrimonial. Así, aprender a tocar algún instrumento para amenizar las veladas más íntimas se consideró imprescindible en la formación femenina de la época, pero no podemos olvidar que, en parte gracias a eso, la música fue una de las vías de profesionalización de las mujeres durante el siglo XIX. Un buen ejemplo fue el Real Conservatorio de Música y Declamación de María Cristina (antecedente del actual Real Conservatorio de Madrid), centro pionero en la formación musical en España. Fundado en 1830, desde el mismo año de su fundación contó con alumnas y profesoras entre sus filas, a pesar de las todavía grandes limitaciones, como la imposibilidad de acceder a ciertas asignaturas, por estar fundamentalmente enfocado a formar “Profesoras que a su tiempo sustituyan, como es conveniente y aún debido, a los Profesores en la enseñanza de las señoritas”, y cantantes “que nos descarguen en mucha parte del gran tributo que pagamos a la Italia por sus operistas”5.

Por este auge de la formación doméstica, así como por el creciente protagonismo de las veladas

musicales que ya hemos comentado, en las casas acomodadas fue habitual contar con la presencia de un instrumento, siendo el más frecuente el piano, que fue sin duda el instrumento esencial del Romanticismo. Las mejoras organológicas propiciadas por los avances en los materiales y técnicas de construcción lo convirtieron en un instrumento de sonidos versátiles y con multitud de matices. Eso favoreció que numerosos compositores y artistas le prestaran gran atención, surgiendo numerosas formas musicales específicas para este instrumento, que se convirtió también en el mejor de los acompañantes para la voz, en una de las tipologías románticas por excelencia, el lied o canción. Proliferaron los métodos de estudio y enseñanza del piano, la impresión de partituras, y las manufacturas que construyeron todo tipo de ejemplares, tanto para músicos profesionales como pianos destinados a la intimidad del hogar. Esa importancia queda reflejada en el Museo del Romanticismo a través de los siete pianos que forman parte de su colección permanente6. En el mencionado Salón de Baile, encontramos un piano de la firma parisina Pleyel, una de las fábricas de pianos más prestigiosas del siglo XIX, que contaba entre sus clientes con grandes músicos de renombre como Liszt o Chopin, y que además fue proveedora de las principales casas reales europeas. En concreto, este piano fue fabricado expresamente para la reina Isabel II, gran apasionada de la música, y donado al Museo por su nieto el infante Alfonso de Orleans y Borbón7.

Del resto de pianos que forman la colección del Museo del Romanticismo, destacan dos ejemplares, de la casa Boisselot (Antesalón, Sala III, perteneciente al modelo premiado en la Exposición de París de 1844

5 Reglamento del Real Conservatorio de 1831, citado en HERNÁNDEZ-ROMERO, N., “Educación musical y proyección laboral de las mujeres en el siglo XIX: el Conservatorio de Música de Madrid”, en Trans. Revista Transcultural de Música, n.º 15, 2011, pp. 1-41, interesantísimo artículo sobre la presencia femenina en el Real Conservatorio de María Cristina. 6 El Museo cuenta también con un piano de 1914 que se toca con regularidad en los conciertos que se programan mensualmente, amén de con otros siete ejemplares decimonónicos no expuestos. 7 Para más información sobre este ejemplar véase SANZ DÍAZ, C., “Piano Pleyel, 1848-1854, y arpa Érard, ca. 1840”, pieza del mes de septiembre de 2010 del Museo del Romanticismo.

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por la introducción del pedal sostenuto) y Steinway & Sons (Sala de Literatura y Teatro, Sala XVIII), respectivamente, por su carácter lujoso y técnicamente avanzado. Pero también encontramos otros modelos más modestos, como el piano de mesa fabricado por la casa madrileña de José Colmenarejo en 1827, y un piano vertical de tipología piano jirafa (ambos en el Antesalón, Sala V). Este último modelo fue muy habitual durante los siglos XVIII y XIX, ya que resolvía el problema de la falta de espacio en los hogares al colocar la cola del piano en posición vertical (terminándola en una voluta que le daba esa característica forma similar a una jirafa), aunque los pocos ejemplares que se conservan en la actualidad hace que nos resulte extraordinario contemplarlo en las salas del Museo.

A medida que se extendía la costumbre de estudiar música en casa, y en paralelo a los avances técnicos que estaba viviendo el mundo de la imprenta, se produjo también el auge de los primeros sellos musicales de la Historia, dedicados a la comercialización de partituras y métodos de estudio para aficionados. Ya desde los últimos años del siglo XVIII, existía un mercado propicio para este negocio: el propio Ignace Pleyel, antes de dedicarse a la manufactura de pianos, había hecho fortuna con su casa de edición, fundada en 1797, con la que llegó a estampar alrededor de 4 000 composiciones, destacando especialmente su pionera colección Bibliothèque musicale de partituras en formato bolsillo. Fue un ámbito económico muy activo del que participaron impresores, libreros, editores, compositores (que encontraron una vía alternativa para asentarse profesional y económicamente), pero también comerciantes y almacenistas consagrados al negocio musical (principalmente a la venta de instrumentos, accesorios y partituras, pero que también ofrecían servicios de afinación y reparación y que, incluso, organizaban tertulias y veladas musicales en sus establecimientos, algo en lo que también fue pionera la casa Pleyel en París).

Fig. 3 Diversos pianos de la colección del Museo del Romanticismo

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El consumo de estas ediciones musicales creció de forma constante a lo largo del siglo XIX, lo que hizo

que el negocio se diversificase con formatos y estrategias específicas como los fascículos, las suscripciones, los volúmenes temáticos (compilaciones, por ejemplo, de piezas ideales para bailes o reuniones sociales), o las separatas incluidas en periódicos y revistas (específicas, como La Correspondencia Musical, o generalistas, destacando la presencia de partituras en revistas femeninas como La Moda Elegante).

Pero además, las partituras, así como la música que en abstracto contenían, tenían un marcado valor

sentimental, que las hacía especialmente aptas como regalo galante o como recuerdo cariñoso de una amistad. De ese modo, están presentes en varios de los álbumes o cuadernos de autógrafos que conserva el Museo del Romanticismo, costumbre muy extendida en el siglo XIX (especialmente entre las damas) y auténticas joyas donde se conservan poemas, dibujos o melodías inéditas, de personajes desconocidos pero también de grandes maestros de la época.

Fig. 4

Partitura con fragmento de Marina, de Emilio Arrieta 4 de septiembre de 1877

Álbum de Mariana Paniagua Inv. 7984

Museo del Romanticismo

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Además de estar presente en las casas, la música fue cobrando importancia durante el siglo XIX como espectáculo público. Es el momento de desarrollo de los conciertos, en sentido moderno, como un acto social abierto a un público cada vez mayor, en lugar de estar reservados a círculos exclusivos. En un primer momento predominaron todavía los recitales en teatros y auditorios pequeños, en consonancia con las veladas musicales de los salones privados, que a lo largo del siglo mantuvieron como hemos visto su importancia, pero en esta centuria nacieron también las grandes salas, acompañando al desarrollo de la música escrita para orquestas cada vez mayores y a la afición por el teatro lírico.

En las ciudades, la oferta de ocio musical creció considerablemente a lo largo del siglo, llenándose de

establecimientos acordes a todos los gustos y bolsillos. En Madrid, por mencionar el caso de la ciudad en la que se ubica el Museo del Romanticismo, las clases más adineradas frecuentaban el Teatro Real, inaugurado en 1850 como templo consagrado a la ópera, y el más asequible Teatro de la Zarzuela, fundado en 1856. Pero una capa social más amplia disfrutaba de otro tipo de locales, cada vez más abundantes: salas con espectáculos más variados y populares, como el Variedades (1843) o el Novedades (1857); los llamados “teatros de verano”, situados en jardines de recreo a los que se accedía pagando un módico precio de entrada (entre 2 y 4 reales) y que albergaban numerosas atracciones, como el Tívoli (en el Paseo del Prado), el Apolo (en Malasaña) o los Campos Elíseos (en el Barrio de Salamanca); los abundantes cafés líricos (también llamados cafés-teatro o cafés-concierto); o los salones de bailes y espectáculos, regentados por diversas sociedades privadas (cada vez más numerosas), como el Capellanes, abierto el mismo año que el Teatro Real y que con diversos nombres permaneció en activo hasta 19688.

Fruto de esta creciente pasión por la música, y en relación con el auge del concierto público, se produjo

el nacimiento de un auténtico fenómeno fan en la época que tuvo como objeto a los cantantes e intérpretes musicales, que levantaban pasiones tanto por su virtuosismo como por su personalidad, y que comenzaron a realizar giras internacionales para satisfacer la demanda de su abundante público. Beethoven, Paganini, Sarasate o Liszt (que en su época fue objeto de un fervor tan exaltado, “sin precedentes en los anales del furor”9, que incluso tenía nombre propio, la “Lisztomanía”), por citar solo unos pocos, levantaron unas pasiones en su época que nada tienen que envidiar a las de los ídolos actuales

8 Un pequeño muestrario de algunos teatros musicales y salas de variedades del Madrid del siglo XIX puede consultarse en este mapa interactivo elaborado por la Fundación Juan March. 9 HEINE, H. 1844, citado en WALKER, A., Franz Liszt, The Virtuoso Years (1811–1847). Nueva York, Cornell University Press, 1987.

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3. LAS CAJAS DE MÚSICA EN EL SIGLO XIX ....

l siglo XIX fue una época de trascendentales avances técnicos para la Humanidad. Los historiadores consideran que desde la Revolución Neolítica (VIII milenio a. C.), la sociedad no

había vivido un conjunto de cambios materiales tan significativos hasta el estallido de la Revolución Industrial a finales del siglo XVIII, periodo que se prolonga en la centuria siguiente10. Fue en ese momento cuando se produjo el paso de una sociedad rural a una urbana, de unos modos de producción artesanales a otros mecánicos, o cuando los nuevos combustibles, materiales y fuentes de energía hicieron posible el desarrollo de los transportes, las comunicaciones, mejoras en la alimentación, la conquista de la vida nocturna, etc. Y entre todos esos avances, tuvo lugar uno tan cotidiano, aparentemente insignificante como la aparición de los primeros medios de reproducción de música, desde las primitivas cajas de música hasta los gramófonos de finales del siglo, antecedentes de una revolución que en forma de radios, tocadiscos, transmisores, y sistemas digitales ha llegado hasta nuestros días.

Aunque la primera referencia a un dispositivo mecánico de reproducción musical se remonta a una

fecha tan temprana como el siglo IX (en el tratado Libro de ingenios maravillosos, redactado por los hermanos

Banū Mūsā, inventores persas que proponen un sistema de cilindros movidos por impulso del agua, con púas metálicas o de madera que producen el sonido), el primer mecanismo conocido que va a hacer posible la fabricación de cajas de música se fecha en 1796. Es obra del relojero suizo Antoine Favre-Salomon, que

perfecciona un sistema similar al descrito por los Mūsā y ya aplicado en relojes y autómatas. Estos ingenios utilizaban cilindros o barras con púas, que al ser movidos por diferentes engranajes de relojería accionaban instrumentos tales como campanas o tubos de órgano, los cuales eran los encargados de producir el sonido11. El dispositivo de Favre, en cambio, consistía en un cilindro con púas que, al chocar con un peine de láminas metálicas, reproducían por sí mismas las notas musicales de la melodía (o melodías, pues el prototipo presentado por Favre a la Sociedad de las Artes de Ginebra reproducía dos) correspondiente. Esto permitía reducir el tamaño del mecanismo al no tener que utilizar instrumentos independientes, y el invento de Favre pronto comenzó a aplicarse a pequeñas piezas de joyería (relojes de bolsillo, anillos, broches), utilizando discos planos en lugar de cilindros, de tan escasas dimensiones que reproducían apenas unas pocas notas, siendo pionero en estas aplicaciones el relojero y fabricante de autómatas Isaac-Daniel Piguet hacia 1802. Pero las posibilidades del invento pronto demostraron ser mayores. El sistema continuó perfeccionándose para empezar a aplicarse hacia 1813 a otros objetos de mayores dimensiones (cajas de tabaco, joyeros, polveras), multiplicándose el número de púas y consiguiendo mayor variedad y duración

10 TOFFLER, A., La tercera ola, editado originalmente en 1979: el autor plantea que tras la revolución neolítica y la industrial, la tercera etapa de mayores cambios en la historia de la humanidad llega con la revolución tecnológica actual. 11 Es el caso del espectacular órgano de resorte que alberga el Museo de la Música de Barcelona, fabricado por Diego Evans en 1776 para Carlos III.

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de la melodía, en un trabajo que todavía era realizado por artesanos individuales, hasta que en 1815 Jeremie Recordon y Samuel Junod abren en Sainte Croix la primera fábrica documentada dedicada a la producción industrial de cajas musicales, objetos que en pocos años se convertirían en el 10 % de las exportaciones suizas.

No es de extrañar el rápido éxito que este objeto conoció en toda Europa a partir de su producción

inicial en Suiza. Ya desde el siglo XVIII, el desarrollo de relojes y órganos automáticos musicales de grandes dimensiones había llamado la atención de instituciones públicas, pero también de los escasos particulares, aristócratas y miembros de las familias reales, que podían permitirse disfrutarlos. Incluso, grandes compositores accedieron fascinados a crear piezas específicas para estos ingenios mecánicos. Es el caso de Mozart y Haydn (siendo esta producción especialmente importante en el caso de este último, que compuso al menos treinta obras exclusivamente para estos instrumentos), pero también, ya en el siglo XIX, de Beethoven. En 1813 compuso una pieza sinfónica (La victoria de Wellington, Op. 91) inspirada en la victoria del duque de Wellington en la batalla de Vitoria de la Guerra de Independencia española, para ser interpretada por una “orquesta mecánica” ideada por Johann Nepomuk Maelzel, el Panarmónico o Panharmonicon, que automatizaba la reproducción de los sonidos de 42 instrumentos mecánicos creados por él a imitación de lo que sería una banda militar de la época. Maelzel no pudo llegar a poner en práctica el invento, por lo que Beethoven arregló la composición para una orquesta real, y entró en conflicto con Maelzel, quien se consideraba coautor de la pieza. Maelzel, entre otras cosas, era propietario y creador de numerosos autómatas con los que ofrecía espectáculos musicales. Estos autómatas, máquinas que imitaban la apariencia y movimientos de figuras humanas y animales, fueron altamente populares ya desde el siglo XVIII, pasando de ser ingenios altamente sofisticados a entretenimientos domésticos, recorriendo el mismo camino que llevó de los relojes y órganos mecánicos monumentales a las modestas cajas de música. Uno de los primeros autómatas en popularizarse entre las familias de clase media fue el pájaro cantor, inventado por los hermanos suizos Jaquet Droz en 1780, y que se convirtió en uno de los objetos más populares en el siglo XIX, como atestigua el que se ubica en la Sala de Juegos de Niños del Museo del Romanticismo12.

Desde ese año de 1815 en el que se estableció la primera fábrica de cajas de música en Suiza, el

crecimiento del negocio fue constante hasta finales de siglo, permaneciendo este país a la vanguardia de su producción (con Alemania, y ya en la década de los 1890, Estados Unidos, como otros centros destacados). En los años 30, la producción ya tenía un rango industrial considerable (solo en Sainte Croix, se calcula la existencia de unas 17 fábricas en torno a 1832, empleando a 360 obreros), que alcanzará su cenit en el último tercio de la centuria, a partir del impulso obtenido por la exhibición de estos productos en las Exposiciones Internacionales de 1851 y 1862, a las que los diferentes países concurrían con lo mejor de su técnica y su arte. Las cajas de música empezaron a ser valoradas no solo como objetos de entretenimiento, sino también como piezas decorativas, elaboradas con maderas de primera calidad y con detalles ornamentales, como la marquetería de motivos florales de la caja del Museo del Romanticismo.

12 En la página web de la firma de relojes Jaquet Droz, activa hasta la actualidad, puede verse un vídeo del funcionamiento de uno de los primeros pájaros cantores diseñados por esta casa en 1780.

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En esas décadas se sucedieron diversos avances técnicos, que buscaba mejorar la producción para

satisfacer la demanda de un público cada vez más amplio y más exigente. En 1862, Amédée Paillard patentó los cilindros intercambiables, invento que fue perfeccionado en 1879 por Isaac Henri Metert y que permitió ampliar el número de melodías que una caja de música podía ofrecer, al sustituir un cilindro por otro con un programa distinto. En 1887, Alfred Junod patentó el sistema dúplex, cajas con dos peines y dos cilindros girando simultáneamente, para producir una segunda melodía de acompañamiento. También se introdujeron accesorios que buscaban imitar los sonidos de otros instrumentos, y a partir de la década de 1890, los cilindros se empezaron a sustituir por discos para competir con el recién nacido gramófono, pero todo ello lo veremos más adelante.

Y es que, como ocurre en cualquier industria moderna, para mantener el negocio en auge ante un

público cada vez más acostumbrado a todo tipo de objetos curiosos, los fabricantes debieron lanzarse a elaborar nuevas e ingeniosas tipologías, con la intención de explotar comercialmente aún más esa moda y poder competir en un mercado cada vez más saturado. En uno de los catálogos de la firma Ullmann, fechado en 190713, los fabricantes de la caja de música protagonista de nuestro texto, encontramos un muestrario de objetos cotidianos que se enriquecían y hacían más atractivos al incorporar cajas de música en su interior, como tabaqueras, salvamanteles, vajillas, e incluso muebles.

13 Fuente: http://www.luthiers-mirecourt.com/Ullmann_1907.htm

Fig. 5 Autómata Segunda mitad del siglo XIX Metal, madera, fibra textil y materia orgánica Inv. 0446 Sala XIV, Sala de Juegos de Niños Museo del Romanticismo

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Figs 6 y 7 Objetos musicales del catálogo de la firma Ullmann, París, 1907

Dentro de las colecciones de nuestros museos estatales podemos encontrar representados algunos de

los productos anunciados por los Ullmann y otros fabricantes contemporáneos. En el Museo del Romanticismo, por ejemplo, se conserva un curioso álbum-caja de música, una tipología bastante de moda, pues unía dos aficiones muy populares en la época (y absolutamente actuales): la contemplación de fotografías y el disfrute de la música. Y en el Museo Nacional de Artes Decorativas encontramos una magnífica silla-caja musical, cuyo mecanismo está inserto en el hueco del asiento, y se ponía en funcionamiento al sentarse.

Fig. 8 Silla-caja de música Madera de caoba, madera de limoncillo de Ceilán y metal, Siglo XIX Inv. 05034 Museo Nacional de Artes Decorativas

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Un repaso a la prensa de la época deja constancia de la afición popular por las cajas de música, no solo a través de los anuncios de compraventa de estos objetos que abundan en los diarios, sino también por la multitud de noticias que se hacen eco de sorprendentes mejoras y aplicaciones del invento. Los objetos singulares que aparecen en el catálogo de los Ullmann están muy lejos de uno de los ingenios prodigiosos de los que da noticia el diario La época de 1862: un bastón cuyo interior alberga una caja de música capaz de reproducir 48 piezas, siendo esto lo menos asombroso de un bastón que dice albergar estoque y pistola, convertirse en paraguas y butaca, e incluso en una cama:

Se nos asegura que un entendido artista de no sabemos qué provincia ha construido una nueva clase de bastones, de

los que muy pronto habrá en esta una nueva remesa puesta en venta.Dichos bastones tienen estoque, revolver y carabina minié, que se disparan por un mecanismo muy sencillo: se mueve, se toca a un resorte y sale un paraguas de seda algodonado e impermeable, y cuando se va de camino se desarma convirtiéndose en una cómoda butaca.

Se llega a una posada, y vuelve a desarmarse y se compone en dos minutos una cama, sirviendo de colchón la funda algodonada de la sombrilla; el puño sirve de cuchara; el regatón de vaso, aunque algo estrecho, y los remates de las ballenas de palillos para los dientes. Pesa muy poco, pues no pasará de libra y cuarterón, y su precio 2 reales y 3 céntimos, está al alcance de todas las fortunas.

Se nos olvidaba lo mejor: la mitad del palo de la sombrilla está convertida en caja de música, que toca, dándole cuerda, 48 piezas de las mejores óperas; está hueca y en ella van los papeles para canto por si el propietario de esta maravilla quiere pasar el rato agradablemente en las horas de ocio. 14

Otras noticias nos resultan sorprendentes no por reflejar inventos extravagantes sino por describir usos mucho más actuales. En El Clamor Público leemos la noticia (reproducida en los días posteriores por otros diarios) del invento de un “lecho musical”, que emite una melodía el tiempo justo para conciliar el sueño, y que incluye también algo que a muchos lectores actuales resultará familiar, un despertador conectado a la caja de música, de modo que “a la hora que de antemano se acuerda toca una marcha de Spontini con tambores y timbales, moviendo un estrépito capaz de despertar a un ejército entero”15. Y el Heraldo16 en su edición madrileña, da en 1846 la exclusiva de la siguiente noticia, de la que se hacen eco diversos medios en las semanas siguientes, sobre un novedoso modo para amenizar los viajes a las afueras de la ciudad:

PROGRESO INDUSTRIAL. DILIGENCIA FILARMÓNICA. No nos disputará ninguna nación la primacía en el gran paso que un vecino de esta corte acaba de dar en la carrera

de la civilización. Ni en Francia, ni en Alemania, ni en Bélgica, ni en Inglaterra, ni en ningún otro país donde haya más movimiento sabemos que se haya llegado a proporcionar tanta diversión a los viajeros; pues no puede dejar de ser muy divertido el viaje que se haga en un magnífico coche de dieciséis asientos tirado por seis caballos, que se ha establecido estos días para correr desde esta corte a los Carabancheles (…) la diversión consiste en que además de la velocidad con la que se hace el viaje en la nueva diligencia, hay dentro de ella una caja de música, a la cual el conductor da cuerda y la hace tocar preciosas piezas mientras entran los viajeros, cuando por cualquier incidente se para en el camino, y al apearse los que han llegado al término de la jornada.

14 La Época, 25 de noviembre de 1862, p. 3. 15 El Clamor Público 26 de abril de 1863, p. 1. 16 El Heraldo, 23 de junio de 1846, p. 4.

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Sin embargo, otros supuestos ingenios que aparecen en la prensa nos resultan chocantes por lo

siniestros, como el que refleja La Crónica de la Música: “Un periódico de Nueva York dice que un industrial alemán que reside en los Estados Unidos ha inventado una

guillotina que al mismo tiempo es una caja de música y toca espontáneamente la marcha del Tanhausser. Mientras se conduce al criminal al patíbulo y en el momento en que cae la cuchilla fatal y corta la cabeza del reo, se oye un redoble de tambores y una fantasía de trompetas.

Un periódico francés que no se distingue por su afición a la música de Wagner, observa, al copiar esta extraña noticia,que el reo morirá, antes que por la guillotina, por el estruendo de la música”17.

Simpáticas y sorprendentes, estas noticias revelan lo extendido del uso de estas cajas musicales, tanto en

el entorno doméstico como público, siendo un aliciente frecuente en cafés, en locales que ofrecían espectáculos visuales, teatrales o de magia. Precisamente, la gran afición por la reproducción mecánica de música fue llevando a lo largo del siglo a la aparición de nuevos medios que acabaron por condenar a las cajas musicales a la desaparición. En 1877 el estadounidense Thomas Alva Edison, el inventor más prolífico del siglo, patentó el fonógrafo, el primer sistema que pudo tanto grabar como reproducir sonidos y que fue popularmente conocido como "máquina parlante". El fonógrafo utilizaba un sistema de grabación mecánica mediante el cual las ondas sonoras eran transformadas en vibraciones. Las vibraciones movían un estilete que iba trazando surcos en un cilindro (los primeros fueron de papel de estaño, después de cartón parafinado y a partir de 1890 de cera maciza). Ese cilindro grabado servía también para volver a reproducir esos sonidos, ya que al pasar una aguja por los surcos se producían vibraciones que a su vez se traducían nuevamente en sonidos. El siguiente paso fue el gramófono, inventado por Emile Berliner en 1887. Este nuevo artefacto constaba de un plato giratorio, una aguja o púa que traducía las ondas sonoras en surcos sobre la superficie de un disco, y un motor a cuerda. El gramófono acabó imponiéndose sobre el fonógrafo, al incorporar los discos como soporte de las grabaciones. Esto aumentaba la capacidad de multiplicación de las grabaciones destinadas a este dispositivo, ya que a partir de un único molde original de cada disco podían realizarse miles de copias (los cilindros del fonógrafo no se podían copiar, por lo que para hacer varias grabaciones debían emplearse varios fonógrafos a la vez). También el mecanismo del gramófono era más sencillo y más barato y tenía mayor duración.

El éxito del gramófono acabó también por condenar a la industria de las cajas de música. Curiosamente,

los discos de pizarra utilizados en los gramófonos tenían un antecedente en los discos de cartón perforados que desde aproximadamente 1877 habían incorporado algunos fabricantes alemanes a su producción de cajas de música, en sustitución de los tradicionales cilindros. Un sistema de programación basado en el uso de tarjetas perforadas que Joseph Marie Jacquard había patentado para los telares mecanizados en 1801, y que se utilizó también en organillos mecánicos. Las fábricas más destacadas de cajas de música con sistema de discos, las germanas Symphonion y Polyphon, y la americana Regina Music Box, fueron de las pocas

17 La Crónica de la Música, 22 de mayo de 1879, n.º 35, p. 4. El redactor titula cómicamente la noticia en el sumario de la revista como “caja de música antiwagnerista”, haciéndose eco de la polémica en torno a las obras de este autor, que levantaba pasiones tanto entre sus admiradores como entre sus detractores.

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capaces de competir con los nuevos medios del fonógrafo y el gramófono, adentrándose en el siglo XX, mientras la mayoría de las firmas dedicadas a las tradicionales cajas de cilindros cerraron sus puertas ya a finales del siglo XIX.

Tras la I Guerra Mundial, las cajas de música perdieron definitivamente el protagonismo que habían

tenido durante la centuria anterior y se convirtieron en objetos decorativos y lúdicos, a menudo destinados al mercado infantil. Sin embargo, en los últimos años el gusto por los objetos del pasado en alianza con las nuevas tecnologías han llevado a retomar la fabricación de cajas de música, especialmente en miniatura, al tiempo que se ha convertido en objeto de inspiración para compositores actuales, como Björk (en algunos temas de su disco Verspertine, de 2001) o Aphex Twin (en su tema Nannou de 1999), por mencionar solo dos ejemplos.

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4. CAJA DE MÚSICA, CHARLES ULLMANN, CA. 1890 ....

a caja de música que protagoniza nuestro estudio está construida por la firma fundada por el lutier Charles Ullmann, creador de una de las más prestigiosas fabricas del último tercio del siglo

XIX, que tras su muerte en 1888 fue continuada por sus familiares Jacques y Jules. Conocemos pocos datos sobre ellos, pero según la información proporcionada por el catálogo de la firma mencionado anteriormente y las investigaciones de diversos autores18, sabemos que esta tenía su sede principal en Francia, dedicada a la fabricación de instrumentos musicales de todo tipo, pero también contaba con una fábrica especializada en la producción de cajas de música en Sainte Croix (que como vimos era la región más importante en la realización de estos objetos). En su catálogo, la firma nos informa que es la única casa francesa con el privilegio de tener una fábrica especializada en ese producto en Suiza, y sabemos que esta existía al menos desde el año 1886, fecha que consta como año de aprobación del reglamento de trabajo de la fábrica (que también puede leerse en dicho catálogo).

Lamentablemente, es poca la información con la que contamos sobre la producción de estas fábricas,

aparte del listado de múltiples premios recibidos en diversas exposiciones internacionales de la época (destacando al menos tres medallas de oro recibidas a fecha de 1907) y de la información sobre la existencia de sucursales de venta en Londres y Nueva York, que son síntoma de un claro éxito. Sabemos también que fue una de las escasas manufacturas en sobrevivir más allá del siglo XIX, y una de las claves para esa supervivencia de la firma hasta al menos la segunda década del siglo XX fue su capacidad de adaptarse sucesivamente a los cambios del mercado, asociándose desde 1899 con la familia suiza Jaccard en la fabricación y comercialización de gramófonos bajo el nombre de Phrynis, y convirtiéndose en 1902 en representantes internacionales del sello discográfico berlinés Zonophone, que en 1904 se transformaría en la Odeon International Talking Machine con el impulso de los Ullmann como socios.

En el catálogo antes mencionado encontramos también reproducido el modelo al que pertenece nuestra

caja de música, el n.º 6181. Un modelo a motor, con dos pestañas que sirven para accionar o parar la reproducción y para repetir la melodía o pasar a la siguiente respectivamente, cuya principal característica es la inclusión en su interior de tambour, timbres et castagnettes (tambor, campanillas y castañuelas, cuyo sonido es reproducido por una pieza de madera). La introducción de estos pequeños elementos en las cajas de música fue frecuente a partir de la década de 1870. Con ellos se buscaba enriquecer las melodías interpretadas por el aparato con nuevos efectos, y dar mayor variedad al programa musical incluyendo piezas muy diferentes entre sí, para satisfacer a un público cada vez más exigente. Es un sistema similar al utilizado en muchos pianos de principios de siglo, que incorporaban instrumentos de percusión de

18 BAHL, G., Music boxes The Collector’s Guide to selecting, restoring and enjoying new and vintage music boxes, Londres, The Apple Press, 1993; BARFE, L., Where Have All the Good Times Gone? The rise and fall of the record industry, Londres, Atlantic Books, 2004; TSCHMUCK, P., Creativity and Innovation in the Music Industry, Berlín, Springer-Verlag, 2012.

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pequeñas dimensiones tales como platillos, triángulos o tambores, que eran accionados mediante la inclusión de un pedal especial, llamado pedal jenízaro. El propio nombre hace referencia a las tropas de soldados de origen turco, y es que la inclusión de estos elementos en los pianos se debió a la popularidad de las composiciones inspiradas en la música de las bandas militares de esta región, que cultivaron entre otros Mozart, Haydn o Beethoven.19 En el Museo del Romanticismo se conserva un ejemplo de piano con seis pedales, que incluye este mecanismo.

19 En el canal de Youtube del National Music Museum de la University of South Dakota en Estados Unidos puede verse un vídeo con una demostración del funcionamiento de un piano de 1815 con pedal jenízaro.

Fig. 9 Detalle del interior de la caja de música. Charles Ullmann Ca. 1890 Inv. 0392 Sala VIII (Sala de los Costumbristas Madrileños)

Cilindro con púas y peine de 58 lengüetas. Pequeño tambor accionado por cuatro macillos, dos carrillones de tres campanas, accionado cada uno con tres macillos, y pieza de madera moldurada, accionada por seis macillos, que hace el efecto de unas castañuelas.

Fig. 10 Piano (detalle de la sonería) Primera mitad del siglo XIX Inv. Do1737 Sala XX (Gabinete)

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En el catálogo podemos ver que en 1907 el precio de este modelo de caja de música en el mercado

suizo era de 180 francos y en el francés de 200 francos, y también que la firma producía otras cajas enriquecidas con elementos que imitaban el sonido de mandolinas, flautas o cítaras.

Fig. 11 Detalle del programa de la caja de música

Charles Ullmann Ca. 1890 Inv. 0392

Sala VIII (Sala de los Costumbristas Madrileños)

Los Ullmann fabricaban sus cajas en Sainte Crox, y las distribuían a empresas intermediarias de todo el

mundo. Por ello, los programas se personalizaban en función del mercado. En este caso, entre las piezas incluidas encontramos melodías españolas como una "jota aragonesa" o un fragmento de La Gran Vía de Chueca, junto con otras piezas de inspiración nacional, lo que parece indicar que esta caja musical fue pensada para comercializarse en España, sin que los datos conservados nos permitan asegurarlo. Los programas de las cajas de música fabricadas por los Ullmann iban desde una única melodía o “aire” en los modelos más sencillos (cajas fabricadas para el público infantil, que se accionaban mediante una manivela) hasta las doce de los ejemplares más sofisticados y de mayores dimensiones, que funcionaban a motor. El modelo 6181 reproducía ocho temas, que por motivos de conservación no pueden ser escuchados en la actualidad. No obstante, el Museo del Romanticismo ha elaborado una lista de reproducción musical con el contenido de esta caja de música, a la que el público puede acceder escaneando un código QR situado en la sala, o a través de este enlace. El programa está compuesto por las siguientes piezas:

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1. La jota aragonesa

La jota aragonesa20 tal como se conoce actualmente se conforma en el siglo XVIII. De origen tradicional, durante el siglo XIX se va a popularizar inmensamente, tanto en su versión de baile como la jota cantada, y especialmente en la segunda mitad de la centuria numerosos compositores van a cultivarla como piezas musicales de salón o dentro de zarzuelas y espectáculos teatrales. Entre los españoles podemos destacar a Isaac Albéniz, Bartolomé Ercilla, Isidoro Hernández o Francisco Asenjo Barbieri, pero también va a seducir a compositores extranjeros como Franz Liszt (Rapsodia española, 1863) o Camille Saint-Säens (Jota aragonesa, 1880), por citar solo dos. Debido a esta popularidad, fue frecuente que las jotas formaran parte de los programas de las cajas de música y también de los primeros fonógrafos en España. En el programa manuscrito de la caja de música no figuran más datos sobre esta pieza, por lo que no ha sido posible identificarla con exactitud ni incluirla en la lista de reproducción musical.

2. Aurora, vals de Juventino Rosas

Juventino Rosas (1868-1894) fue un compositor mexicano de trágica y corta vida. Miembro de una familia humilde, su padre era un músico militar que enseñó a sus hijos el oficio desde niños para poder obtener otros ingresos haciendo actuaciones. El conjunto familiar se desintegró por la temprana muerte de uno de los hermanos, y Juventino empezó un peregrinaje por diversas agrupaciones musicales. De formación prácticamente autodidacta (ingresó en dos ocasiones en el Conservatorio Nacional de Música de México, pero hubo de abandonar los estudios por problemas económicos y familiares), su don natural para la composición le hizo destacar como autor de piezas de salón, especialmente valses, como el que reproducía esta caja musical, Aurora, fechado en 1890. Aunque se hizo mundialmente conocido por su vals Sobre las olas, Rosas falleció con solo veintisiete años sumido en la pobreza.

3. “L'amour est un oiseau rebelle”, fragmento de Carmen de Georges Bizet “El amor es un pájaro rebelde”, la habanera de la ópera Carmen del compositor francés Georges Bizet

(1838-1875), es probablemente una de las piezas musicales más famosas de la historia. La obra, estrenada en París en marzo de 1875, fue duramente criticada, y Bizet falleció pocos meses después sin saber que iba a convertirse en una obra trascendental para el desarrollo de la escuela verista en las décadas siguientes y en un éxito tremendamente popular hasta la actualidad.

Basada en la novela Carmen de Prosper Mérimée, publicada en 1845, la ópera está protagonizada por

una gitana sevillana que vive al margen de los convencionalismos morales y sociales, y que en este aria hace un canto al amor como una fuerza incontrolable. Para la composición, Bizet se basó en una pieza del autor español Sebastián Iradier (1809-1865), la habanera El arreglito, cuya melodía es la base de esta carismática pieza.

20 GIMENO ARLANZÓN, B. (ed.), RUIZ DE VELASCO, R., Cantos populares de España. La jota aragonesa. Estudio crítico descriptivo sobre su música, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2012.

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4. “Mazurca de los marineritos”, fragmento de La Gran Vía, de Federico Chueca y Joaquín Valverde

La Gran Vía es una zarzuela de un solo acto y cinco cuadros estrenada en 1886. Sus compositores, Federico Chueca (1846-1908) y Joaquín Valverde (1846-1910), se inspiraron para esta “revista lírico-cómica” en el proyecto de construcción de una gran avenida que iba a revolucionar la vida en la ciudad de Madrid, la llamada Gran Vía (que todavía tardaría unas cuantas décadas en tomar forma, pues el proyecto definitivo no se pondría en marcha hasta 1910). El tema es una excusa para presentar escenas costumbristas y analizar cómicamente las preocupaciones sociales y políticas de su tiempo. La pieza que reproduce nuestra caja de música pertenece al cuadro tercero, y se trata de una mazurca (un ritmo de baile extraordinariamente popular en la segunda mitad del siglo XIX) protagonizada por un grupo de marineros llegados a Madrid y que evocan su vida en la mar.

5. Funiculì Funiculà, de Luigi Denza

Esta célebre melodía fue creada por el compositor Luigi Denza (1846-1922) con letra de Giuseppe

Turco (1846-1907) en el año 1880 para conmemorar la apertura del primer funicular que permitía alcanzar la cima del monte Vesubio. Presentada ese mismo año en el festival de canciones napolitanas que se celebraba desde la década de 1830 con motivo de las festividades dedicadas a la Virgen de Piedigrotta, su melodía pegadiza se hizo inmediatamente popular. Las ediciones de su partitura por la casa Ricordi se vendieron en grandes cantidades por todo el mundo y la letra fue traducida al inglés. Richard Strauss la incluyó como parte de su obra Desde Italia (1886) pensando que se trataba de una canción de origen popular, pero fue demandado por Denza, debiendo pagar un canon por su interpretación en público.

6. Estudiantina, de Émile Waldteufel

Waldteufel (1837-1915) fue un compositor francés especializado en música de salón. Perteneciente a

una familia de músicos, trabajó como pianista y director de orquesta en la corte de la emperatriz Eugenia de Montijo y posteriormente en los eventos celebrados por el gobierno de la Tercera República. En 1874, en uno de esos actos, el príncipe de Gales y futuro rey Eduardo VII del Reino Unido quedó cautivado por una pieza de Waldteufel, el vals Manolo (una de las múltiples obras de este autor con referencias españolas), dándole a conocer en Gran Bretaña. Comenzó así una carrera de éxito internacional que perduró hasta su retirada en 1899. A esos años pertenecen también sus composiciones más populares, como esta Estudiantina, un vals creado en 1883 a partir de melodías de Paul Lacôme e inspirado por la música de las agrupaciones estudiantiles españolas.

7. “Coro”, fragmento de La Mascotte de Edmond Audran

Edmond Audran (1842-1901) fue un compositor francés conocido fundamentalmente por sus óperas cómicas y operetas, géneros con los que conoció gran éxito, aunque también cultivó la música sacra y durante dieciséis años ocupó el cargo de organista en la iglesia de San José de Marsella. La mascotte, estrenada en 1880, fue una de sus operetas más populares, narra la historia de una joven campesina que

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actúa como amuleto de buena suerte para aquellos que la rodean y cuyo amor se disputan un granjero y un príncipe. Las operetas alternaban diálogos hablados con fragmentos musicales de baile y canto, siendo uno de los coros de la obra el fragmento musical que se reproduce en esta caja de música.

8. “Miserere”, fragmento de Il trovatore de Giuseppe Verdi

El programa de esta caja de música se cierra con una pieza de uno de los grandes ídolos musicales del

siglo XIX, el italiano Giuseppe Verdi (1813-1901), uno de los compositores de ópera más influyentes y queridos de su época. Il trovatore (1853) forma parte de su llamada trilogía popular (junto a Rigoletto y La traviata), es un drama ambientado en la Edad Media y basado en la obra de teatro El trovador (1836) del autor español Antonio García Gutiérrez, cuya intrincada trama aborda cuestiones como la pasión amorosa y la tiranía de los poderosos a partir del triángulo formado por el trovador Manrico, la noble Leonora y el malvado conde de Luna. El “Miserere” es uno de los fragmentos más intensos, que se desarrolla en el cuarto acto, y una bella forma de cerrar este variado programa de ocho “aires”, que aunque lejos todavía de las miles de melodías que podemos escuchar en la actualidad en nuestros dispositivos digitales nos da una idea muy acertada de cuánto debemos también en ese aspecto a nuestros antepasados decimonónicos.

Fig. 12

Anuncio del Diario de Avisos de Madrid 18 de marzo de 1848 Hemeroteca Digital

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5. BIBLIOGRAFÍA ....

BAHL, G., Music Boxes. The Collector’s Guide to selecting, restoring and enjoying new and vintage music boxes, Londres, The Apple Press, 1993. BARFE, L., Where Have All the Good Times Gone? The rise and fall of the record industry, Londres, Atlantic Books, 2004. MORAL RUIZ, C. DEL., “Ocio y esparcimiento en Madrid hacia 1900”, en Arbor, nº 666, junio de 2001, Madrid, Centro Superior de Investigaciones Científicas, pp. 495-518. ORD HUME, A.W.J.G., The Musical Box: A Guide for Collectors, Atglen, Schiffer Publishing, 2001. PAJARES ALONSO, R.L., Historia de la música en 6 bloques, Madrid, Aebius, 2013. TSCHMUCK, P. , Creativity and Innovation in the Music Industry, Berlín, Springer-Verlag, 2012. PRENSA Diario de Avisos de Madrid El Clamor Público El Eco del Comercio El Espectador El Heraldo La Crónica de la Música La Época RECURSOS DE INTERNET Fundación Joaquín Díaz: http://www.funjdiaz.net/

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- Museu de la Música, Barcelona: http://w110.bcn.cat/portal/site/MuseuDeLaMusica?lang=es_ES - The Musical Box Society of Great Britain: http://www.mbsgb.org.uk/ - The Music Box Society International: http://www.mbsi.org/ - The Museum of Music Automatons, Suiza: http://www.bundesmuseen.ch/musikautomaten/index.html?lang=en Fotografías: Museo del Romanticismo y Museo Nacional de Artes Decorativas Coordinación: M.ª Jesús Cabrera Bravo Diseño y maquetación: M.ª Jesús Cabrera Bravo y Álvaro Gómez González Agradecimientos: A mis compañeros del Museo del Romanticismo y en especial a M.ª Jesús Cabrera Bravo

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LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO

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En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada,

en la que su propio autor explica los detalles más interesantes: Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes Trimestralmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más

destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo. Este trimestre, dedicaremos el jueves 9 de junio de 2016 a relatar todo lo relacionado con las cajas de música durante el siglo XIX

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LA PIEZA DEL TRIMESTRE. CICLO 2016 ....

Primer trimestre: enero-marzo Alegra García García LEONARDO ALENZA, LA SALA DE LA JUSTICIA EN LA ALHAMBRA DE GRANADA, 1840

Segundo trimestre: abril-junio Carmen Cabrejas Almena CAJA DE MÚSICA, ca. 1890

Tercer trimestre: julio-septiembre Carolina Miguel Arroyo JEAN LAURENT, GOBIERNO PROVISIONAL, ca. 1869

Cuarto trimestre: octubre-diciembre Mercedes Rodríguez Collado SOMBRILLA DE LA FÁBRICA VERDIER, ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO XIX

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