Fantasmas de Pablo Escobar (Año Cero)

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EL EDIFICIO DONDE ESTUVO ENCARCELADO EL FAMOSO NARCOTRAFICANTE ES FUENTE DE FENÓMENOS PARANORMALES LOS FANTASMAS ESCOBAR NETFLIX

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¿Realidad o superstición?

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EL EDIFICIO DONDE ESTUVO ENCARCELADO EL FAMOSO NARCOTRAFICANTE ES FUENTE DE FENÓMENOS PARANORMALES

LOS FANTASMAS

ESCOBAR

NETFLIX

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El Patrón del Mal, el Zar de la Cocaína, el Duro, el Capo… Son sólo alguno de los alias que llegó a tener, pero todos hacían referencia a una única

persona: Pablo Escobar, un nar-cotraicante con más de 10.000 muertos a sus espaldas. Yo no sabía nada de él… Hasta que fui a Colombia. Casi puedes contar las horas que tardas en saber quién fue desde el momento que pisas suelo colombiano por primera vez, porque en este país, Pablo Escobar resulta un tema de conversación tan cotidiano como hablar del tiempo.

Pablo Escobar logró amasar una inmensa fortuna a costa de secuestrar, asesinar, extorsionar y satisfacer la demanda de con-sumo de cocaína, el ansiado oro blanco que la sociedad occiden-tal no deja de esnifar. La ley de la oferta y la demanda no tiene escrúpulos, ni conoce morales, y aunque habitualmente solemos ponerle una sola cara al fenó-meno del narcotráico, una cara colombiana, también debemos mostrar la cruz de quienes sostie-nen el negocio: EE UU y Europa. Fueron varios los colombianos

MUY POCOS PERSONAJES POSEEN UN PASADO TAN TURBULENTO COMO PABLO ESCOBAR, EL NARCOTRAFICANTE COLOMBIANO MÁS CÉLEBRE DE LA HISTORIA DE ESE SUFRIENTE PERO MARAVILLOSO PAÍS. TODO EN LA VIDA DE ESCOBAR FUE POLÉMICO Y EXCESIVO. TAMBIÉN LA LUJOSA PRISIÓN EN LA QUE PERMANECIÓ ENCARCELADO. HOY RECONVERTIDO EN MONASTERIO, EL EDIFICIO PARECE ESTAR REVELANDO SECRETOS A VOCES… SOBRENATURALES.

TEXTO MADO MARTÍNEZ FOTOS FRANCK CHARTON

que me hicieron este mismo re-proche: «Aquí el narcotraicante siempre es el colombiano, pero los que se meten la droga son otros, no nosotros. Los gringos son los que la compran, señorita. Eso también es narcotráico. En la balanza hay dos platos, pero la culpa siempre la inclinan contra nosotros. La cara de los euro-peos como usted, o de los ame-ricanos, siempre es anónima, nunca sale en los periódicos», me decía un taxista.

INMENSA FORTUNA

Pablo Escobar controlaba el 80% de negocio del tráico de cocaína del mundo, manejaba quince toneladas al día, y dejaba a su paso un reguero de sangre y ase-sinatos que llevaban su irma. No solo logró levantar un auténtico imperio en torno al negocio de las drogas –se calcula que amasó unos 25.000 millones de dólares y la revista Forbes le consideró en su momento el séptimo hom-bre más rico del planeta–, sino que además supo esconder sus tejemanejes bajo la alfombra y construirse una prestigiosa ima-gen pública, llegando a codearse con las máximas autoridades

HISTORIA IGNORADA

LA PERSONALIDAD

DE ESCOBAR SIGUE ESTANDO

RODEADA DE POLÉMICA

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políticas de ámbito nacional e in-ternacional. Muestra de ello fue su elección como suplente del senado por el movimiento Alternativa Libe-ral, o su presencia en la toma de po-sesión de Felipe González en 1982.

IMPERIO DEL TERROR

Lejos del peril bajo que suelen mantener los maiosos, Escobar llevó una vida ostentosa y llena de lujos. Amante de los coches de ca-rreras –tenía una impresionante co-lección de deportivos–, participó en la Copa Marlboro y la Copa Renault 3. Su inmensa fortuna brillaba por doquier. Tenía cientos de ediicios, viviendas y haciendas, siendo la más famosa de todas ellas, la Ha-cienda Nápoles, donde el narcotrai-cante poseía más de 200 especies de animales exóticos que había lo-grado traer al país sobornando a las autoridades aduaneras. Sus delirios de grandeza no tenían límites.

Un día, su hija Manuela, la niña de sus ojos, le pidió un unicornio. Escobar dio órdenes a sus hombres para que consiguieran uno, fuera como fuese, y todavía no había nacido el valiente que se atreviera a llevarle la contraria. Así que cogieron un caballo blanco y le graparon un cuerno. Remataron la faena pegán-dole unas alas de papel a las lomos. Como era de temer, el animal murió a consecuencia de una infección.

El imperio del terror empezó a derrumbarse en 1983, cuando el periódico El Espectador denunció públicamente a Pablo Escobar, sacando a la luz todos sus trapos

autoridades que detuviesen su ex-tradición a EE UU. Escobar siempre había dicho que prefería una tumba en Colombia que vivir en una cárcel yanqui. Este era el lema del llamado grupo de los Extraditables. Pero lo cierto es que el maioso también exigió que le construyeran una cárcel exclusiva, bajo el pretexto de que si ingresaba en un presidio normal y corriente, corría el riesgo de morir asesinado a manos de sus enemigos. El Gobierno accedió y construyó el complejo, una mansión de lujo desde donde el capo siguió dirigiendo sus negocios, torturando a gente, celebrando iestas y orgías, y asesinando impunemente. Fue una de las mayores vergüenzas del Gobierno colombiano.

A los innumerables lujos de la mal llamada «prisión», se sumaba el hecho de que las supuestas auto-ridades encargadas de vigilarle eran sus propios sicarios con el uniforme de la guardia carcelaria colombiana. La impostura le sirvió para relajarse y vivir mejor que nunca. Ya no tenía que exportar cocaína, tan solo co-brar impuestos a los demás narco-

Pablo Escobar no fue únicamente el rey del impe-

rio del tráfico de estupefacientes, sino que, con

el tiempo, consiguió convertirse en una auténtica

leyenda envuelta en un halo de ambivalencia:

ángel y demonio. Tal vez por eso, su historia

resulta tan atractiva para el gran público.

sucios y aireando a qué se dedicaba realmente. Se abría oicialmente la veda de caza al capo del Cartel de Medellín, en el contexto del nar-coterrorismo, el conlicto armado, la lucha por el poder del Cártel de Medellín contra el de Cali, y una imparable carrera de secuetros, asesinatos, bombas, etc.

En los años 90 empezó a es-trecharse el cerco a su persona y Pablo Escobar liberó a los secues-trados como gesto de «buena fe», accediendo a rendirse e ingresar en una cárcel construida especialmen-te para él y conocida como La Ca-tedral. Como condición, pidió a las

CINE Y LITERATURA

Al contrario

que otros

narcotraicantes,

hizo ostentación

pública de

lujosos caprichos.

HISTORIA IGNORADA

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traicantes. Pero como todo agente del mal, sospechaba hasta de su sombra. El día que se le metió en la cabeza que sus aliados Galeano y Moncada le estaban ocultando unos cuantos millones, ordenó ejecutarlos sin más. Este hecho desencadenó un reguero de asesi-natos entre los capos y familiares de ambos bandos. La cosa se puso fea. En 1992, Escobar le pegó una patada a uno de los muros traseros de la «cárcel» especialmente prepa-rado para servir de vía de escape en caso de necesidad, y se fugó, bur-lando a toda la nación colombiana. Pero un año más tarde, las fuerzas armadas le arrinconaron. Dicen que murió de un disparo, mientras huía, aunque las polémicas sobre la cau-sa concreta de su muerte todavía encienden el debate.

Fue sólo a partir de su huida de La Catedral cuando la opinión públi-ca se enteró de las excentricidades que se habían llevado a cabo en el interior de aquel ediicio, que de «prisión de máxima seguridad» pasó a ser conocido como «cárcel de Máxima Comodidad»…

Lujosas habitaciones, salas de billar, jacuzzi, bar, laboratorio de cocaína, cancha de fútbol, gimnasio, cascada natural, vistas panorámi-cas, búnker antiaéreo, muebles im-portados de Europa… El complejo de La Catedral, una vez cumplida su función «carcelaria», cayó en des-uso, pero los monjes de la comu-nidad benedictina de la Fraternidad Santa Gertrudis «La Magna», que recibieron este predio en comodato por parte del municipio de Enviga-do, trabajaron mucho para conver-tirlo en una residencia de ancianos, aunque al parecer no era nada fácil, pues las malas energías campan a sus anchas.

SUCESOS

PARANORMALES

El hermano Elkin Ramiro Vélez García era uno de los cuatro monjes benedictinos que se trasladaron a vivir a La Catedral en el año 2007. Fue él quien airmó en diversas ocasiones que en el recinto se veían sombras y se oían sonidos sobrenaturales. «Son espíritus que deambulan, una especie que no ha

Hollywood se sirvió de su figura para rodar Esco-

bar: Paradise Lost, en la que Benicio del Toro da

vida al narco. Recientemente, el hijo de Pablo Es-

cobar arrasaba publicando el superventas Pablo

Escobar: mi padre (Planeta). Por su parte, la serie

El Patrón del Mal compite en liderazgo con Narcos,

de Netflix. Ambas series recrean la vida de Pablo

Escobar y la historia del Cártel de Medellín.

Cumplido su

cometido

carcelario, el

actual complejo

de «La Catedral»

(arriba) sigue

siendo noticia

a causa de

los extraños

fenómenos que

se producen en

su interior.

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cumplido su ciclo; no se han ido. Se ven esferas luminosas».

Pasé casi un año intentando ha-blar con Elkin, pero cada vez que lla-maba a la fundación, nunca estaba o me saltaban los contestadores automáticos. Hace poco me enteré de que el susodicho monje ya no se encontraba allí, aunque por motivos de discreción, no puedo decirles por qué acabó yéndose.

Cuantas más cosas averiguaba sobre La Catedral de Pablo Escobar, más quería saber, así que cada vez que surcaba la tierra antioqueña, aprovechaba para preguntar a todo el que pudiera contarme algo o ayu-darme a saber más. Los testimo-nios que me llegaban aseguraban que en la antigua prisión se concen-traban energías muy pesadas, las puertas se abrían y cerraban solas, se veían siluetas y iguras extrañas, sombras acechantes; se escucha-ban ruidos sobrenaturales, lamen-tos del más allá. Por lo visto, fue necesario hacer un exorcismo para tratar de expulsar a las fuerzas del mal que dominaban La Catedral, ya que, según los nuevos dueños, «se nos movían las cosas». Algunos en-vigadeños llegaron a conirmarme que, efectivamente, era de lo más habitual escuchar llantos y lamen-tos en la noche. Otros colegas del mundo del periodismo recogieron

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FANTASMAS Numerosos

testigos afirman

haber visto silue-

tas espectrales y

oído horribles gri-

tos en la antigua

cárcel donde se

retuvo al narco.

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cho, que tampoco era un santo, y que al principio fue socio de Pablo Escobar, quiso aprovechar su estan-cia en la cárcel para sacar ventaja y quedarse con sus negocios. Lo pagó caro». En otra hacienda de Llanogrande me contaron que La Catedral estaba infestada de malas energías, debido a todas las barbari-dades y ejecuciones que Pablo Es-cobar esceniicó en ese sitio, en el que, al parecer, incluso asesinaban a las prostitutas que contrataban.

Cierto día, se puso en contacto conmigo un hombre llamado An-drés García Ávila. Se dedicaba a la fotografía aérea y había tenido la oportunidad de fotograiar algunas esferas luminosas extrañas en el área de Sabaneta y alrededores próximos a La Catedral. Me contó que toda aquella zona estaba en-cantada. La gente veía humanoides y esferas luminosas, y algunas personas se perdían y desapa-recían sin dejar rastro. «Siempre que he ido, siento que debo bajar rápido –me relataba Andrés–. Pablo Escobar utilizó esa reserva natural a la que suelo ir a fotograiar aves para esconder su dinero y construir un túnel conectado a La Catedral. Una vez conocí a un extrabajador de Pablo Escobar. Hablé con él. Me dijo que ese bosque no era normal y me contó sobre una casa abando-

nada donde Pablo ocultó su dinero. Y hasta me dijo que él estuvo pre-sente en lugares donde escondie-ron dinero que, luego de la muerte de Pablo, obviamente, desapareció. Todavía hay gente que va por allá en busca de caletas de dólares. Estoy seguro de que en esos lugares hay caletas que nadie conoce».

Le dije a Andrés que me llama-ba mucho la atención todo aquello de las esferas luminosas que se veían en La Catedral y sus alrede-dores, porque era un fenómeno muy vinculado con las historias de tesoros escondidos. Los fuegos fatuos, las bolas de fuego y otras luminiscencias extrañas solían indicar, según la tradición, la pre-sencia de un tesoro oculto.

Algunas leyendas atribuyen a es-tas luces un papel guardián, encar-gadas de proteger las riquezas del expolio de los cazatesoros, quienes pueden resultar duramente casti-gados si osan acercarse. En estos mismos lugares, a menudo selvas laberínticas, suelen perderse aven-tureros, exploradores y cazatesoros que, movidos por su ambición, co-meten el error de emprender expe-diciones que acaban en tragedia.

Sabemos que uno de los motivos por los que La Catedral de Pablo Escobar se encuentra hoy tan de-teriorada, es por el expolio que ha

Escobar habría utilizado ‘su cárcel’ para ultimar negocios y ajustar cuentas con sus enemigos

testimonios igualmente inquietan-tes. Óscar Botero, quien trabajaba allí, declaró a Telemundo: «Aquí se sienten y se oyen cosas». Jesús Montoya, residente de la zona, ase-guraba que allí te agarraban manos invisibles: «Aquí a uno lo jalan de la camiseta, oye voces, se le eriza a uno hasta lo que no tiene». Por su parte, una joven amiga de Sabaneta me confesó: «Yo he ido a La Cate-dral y hay espantos, gritos… Hablé con el cura y, por lo visto, al caer la noche el sitio es miedoso… Cuan-do Escobar se voló de allí, encon-traron huesos de muchos muertos. Jugaban al fútbol con la cabeza de los muertos».

DESAPARICIONES

INEXPLICABLES

En los alrededores podía oírse de todo. Ante mi incredulidad sobre la posibilidad de que Pablo Esco-bar hubiera podido perpetrar toda suerte de torturas y asesinatos en su «cárcel» o, más bien, su «club privado», mis interlocutores me proporcionaban abundante informa-ción. En una hacienda de Guarne, me dijeron: «Todo eso es verdad. Allí llegaban a ajustar cuentas. La gente entraba y no salía. Al novio de una amiga nuestra lo llevaron a La Catedral, lo mataron y lo incineraron allí. ¿Por qué? Porque este mucha-

La opinión pública estaba al

tanto de que el

encarcelamiento

del narco era

más estético que

efectivo, pues éste

usó su reclusión

para relanzar sus

turbios manejos.

El complejo de La Catedral

está rodeado

de bosques

donde se han

captado extrañas

luminarias.

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sufrido a manos de saqueadores que han asaltado las instalaciones para robar los objetos de valor y lujo que poseía el capo, así como para buscar el tesoro del Patrón del Mal: caletas llenas de dinero. De vez en cuando, las leyendas son ciertas, aunque, hasta el momento, las noticias de granjeros que se han encontrado cientos de millones de dólares han resultado ser falsas. ¿Será verdad lo que dicen los rumo-res, que el dinero de Pablo Escobar todavía permanece enterrado en los lugares donde los escondió?

DE DEMONIO A NARCOSANTOLos restos de Pablo Escobar yacen en el cementerio Jardines Monte-sacro de Medellín. Se encuentra ubicado en el sector 15, el segun-do más caro de este camposanto privado. Su lugar de eterno descan-so luce siempre espléndido, mulli-do por la capa de hierba que cubre su losa. Miles de colombianos y extranjeros la visitan cada año para dejarle lores, prenderle una vela, ofrendarle una estampita, un vasito de agua, una medallita, un pape-lito con unas palabras escritas… Algunos jóvenes incluso acuden a esnifarse unas rayas de cocaína sobre la lápida. Una amiga me

aseguró que allí, a pie de muerto, acudían algunos a celebrar iestas, tomar tragos y escuchar música. Para muchos, Pablo Escobar es un santo, un ánima a la que piden toda suerte de favores y deseos. «Pablo era muy buena persona, no como el Chapo Guzmán, que no hizo nunca nada por los demás. Yo le tengo mucha fe y le pido siem-pre que me proteja», me decía una señora de mirada servil.

Existen iguritas a imagen y se-mejanza del Patrón del Mal, algunas de ellas emulando a Robin Hood, fa-mosas por propiciar fortuna en toda clase de negocios. Los ieles devo-tos de Pablo Escobar encumbran

su estatuilla en altares dispuestos con esmero, y en los que siempre parpadea la llama de una velita.

HÉROE DE LOS POBRESColombia vive con división los asun-tos que más duelen y que última-mente se han venido reduciendo a dos nombres que desatan autén-tica pasión: Pablo Escobar y Álvaro Uribe. Con el tiempo, he aprendido que hay que ser cauto a la hora de pronunciar ciertos nombres y ape-llidos, porque de ello podría depen-der nuestra propia vida. En ciertos barrios le pueden «levantar» a uno el alma por desgranar un tema des-de el punto de vista equivocado.

La sociedad

colombiana juzga

con evidente

bipolaridad

al famoso

narco, que se

granjeó tantos

enemigos como

admiradores.

Algunos medios

de comunicación

trataron a Escobar

con inusitada

complacencia,

quizá por miedo.