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Barry Commoner

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PLAZA & JANES, SA.Editores

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EL FALLO TECNOLÓGICO

Llegamos ahora a otra posición en la búsqueda de las causasde la crisis del medio ambiente en los Estados Unidos. Sabemosque algo anduvo mal en el país después de la Segunda GuerraMundial, pues la mayoría de nuestros problemas graves de conta-minación empezaron en los años de posguerra o se agravaron con-siderablemente después de aquélla. Aunque dos factores a los quese atribuye con frecuencia la crisis del medio ambiente, o sea, lapoblación y la abundancia, se intensificaron en aquella época, suincremento fue demasiado pequeño para explicar que los nivelesde contaminación se elevasen de un 200 a 2.000 % a partir de 1946.El producto de estos dos factores, que representa la produccióntotal de artículos (la producción total es igual a la población mul-tiplicada por la producción ^er capita), es también insuficientepara explicar la intensificación de la contaminación. La produc-ción total —medida por PNB— aumentó en un 126 % desde 1946,mientras que los niveles de contaminación se elevaron, como mí-nimo, hasta cifras varias veces superiores. Algo más —aparte elaumento de población y de la abundancia— tiene que haber in-fluido profundamente en la crisis del medio ambiente.

El «crecimiento económico» es cabeza de turco muy popular

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en ciertos círculos ecológicos. Cerno se ha indicado anteriormente,hay buenas razones teoréticas para creer que el desarrollo eco-nómico puede llevar a la contaminación. El ritmo de explotacióndel ecosistema, que produce crecimiento económico, no puede au-mentar indefinidamente sin empujar al sistema hasta el borde delcolapso. Sin embargo, esta relación teórica no significa que todoaumento en la actividad económica produzca automáticamente unamayor contaminación. Lo que le ocurre al medio depende de cómose logra el desarrollo. Durante el siglo xix, el crecimiento eco-nómico de la nación se mantuvo, en parte, gracias a una desa-forada tala de bosques, que desnudó montañas enteras y erosio-nó el suelo. Por otra parte, el desarrollo económico con que, enlos años treinta, empezó la recuperación de los Estados Unidosdespués de la Depresión, fue fomentado por una sensata medidaecológica: el programa de conservación del suelo. Este programacontribuyó a restaurar la fertilidad del agotado suelo y ayudó, conello, al crecimiento económico. Este desarrollo económico, ecoló-gicamente sano, no sólo impide la deterioración del medio am-biente, sino que también puede mejorarlo. Por ejemplo, la mejorconservación de las tierras de pastos, que fue económicamente be-neficiosa en la parte occidental de la cuenca del río Missouri, pa-rece haber reducido la contaminación por nitratos de aquel sectordel río. En cambio, en su curso inferior, en Nebraska, el desarrolloagrícola se consiguió, antiecológicamente, intensificando el empleode abonos, procedimiento que acarrea graves problemas de con-taminación por nitratos.

Dicho en otras palabras, el hecho del desarrollo de la econo-mía —crecimiento del PNB— nos dice muy poco acerca de susposibles consecuencias para el medio ambiente. Para ello necesi-tamos saber cómo se ha desarrollado la economía.

El crecimiento de la economía de los Estados Unidos aparecedetalladamente registrada en diversas estadísticas oficiales: enor-mes volúmenes en los que se consignan las cantidades de diversosartículos producidos anualmente, los gastos correspondientes, elvalor de los artículos vendidos, etc. Aunque estas interminablescolumnas de números espantan un poco, hay varias maneras efica-ces de sacar de ellas consecuencias significativas. En particular,es útil calcular el ritmo de crecimiento de cada actividad produc-tora, procedimiento que hoy puede realizarse sometiendo las ta-blas numéricas a una computadora adecuadamente programada.A fin de comparar entre sí las diversas clases de actividades eco-nómicas, conviene arreglar la computadora de modo que nos üé

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una cifra para el porcentaje de aumento —o de disminución— dela producción o del consumo.

No hace mucho tiempo, dos colegas míos y yo repasamos lastablas estadísticas y seleccionamos los datos referentes a varioscentenares de artículos que, en conjunto, representan una parteimportante y significativa de la total producción agrícola e indus-trial de los Estados Unidos. Con referencia a cada artículo, secomputó el porcentaje anual medio de producción y de consumoa partir de 1946 o de las fechas más antiguas abarcadas por lasestadísticas. Después computamos el cambio total en todo el pe-ríodo de veinticinco años, o sea, el grado de crecimiento en estosveinticinco años. Al confeccionar la lista, por orden decreciente deritmo de crecimiento, empezó a definirse una imagen de cómo sehabía desarrollado la economía de los Estados Unidos despuésde la Segunda Guerra Mundial.

El vencedor de esta carrera económica —con el más alto gra-do de crecimiento de la posguerra— es la producción de envasesno recuperables para bebidas carbónicas, que aumentó aproxima-damente en un 53.000 % en aquel período. Por irónico contraste,el último de la clasificación es el caballo, cuya utilización ha des-cendido en un 87 % con respecto a su valor original de despuésde la guerra. Los bien clasificados representan una mezcla intere-sante aunque aparentemente confusa. El segundo puesto lo ocupala producción de fibras sintéticas, con un aumento del 5.980 %; eltercero es el mercurio empleado para la producción de cloro, queaumentó un 3.930 %. Los puestos sucesivos son ocupados por losartículos siguientes: mercurio utilizado para pinturas resistentesal moho, 3.120 % de aumento; unidades de acondicionamiento deaire, 2.850%; plásticos, 1.960%; abonos nitrogenados, 1.050%;electrodomésticos (como abridores de latas y hornillos para palo-mitas de maíz), 1.040 %; productos químicos orgánicos sintéticos,950%; aluminio, 680%; gas de cloro, 600%; energía eléctri-ca, 530 %; productos para combatir las plagas del campo, 390 %;pulpa de madera, 313 %; transportes por camión, 222 %; aparatoseléctricos de pasatiempo (aparatos de televisión, tocadiscos), 217 %;consumo de carburantes para vehículos de motor, 190 %; ce-mento, 150 %.

A continuación viene un grupo de actividades productoras que,como se indicó anteriormente, se han desarrollado aproximada-mente al mismo ritmo que la población (es decir, con un creci-miento aproximado del 42 %): producción y consumo de comesti-bles, producción total de tejidos y prendas de vestir, artículos do-

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másticos, acero, cobre y otros metales básicos.Por último, están los de la cola, los que aumentan más despa-

cio que la población o que experimentan un descenso en la produc-ción total: transportes por ferrocarril, con un aumento del 17 %;madera, con un descenso del 1 %; fibras de algodón, que han ba-jado un 7 %; envases recuperables de cerveza, con una baja del36 %; lana, 42 °/o; jabón, 76 %, y, al final de la cola, el caballo comoanimal de trabajo, con un descenso del 87 %.

De todos estos datos se desprende claramente que, mientrasla producción de la mayor parte de los artículos básicos —comes-tibles, vestido, vivienda— han mantenido aproximadamente el rit-mo del 40 ó 50 % de aumento, correspondiente al crecimiento dela población (es decir, que la producción per capita se ha man-tenido prácticamente constante), las clases de artículos produci-dos para atender estas necesidades han cambiado drásticamente.Nuevas tecnologías de producción han remplazado a las viejas. Eljabón en polvo ha sido desplazado por los detergentes sintéticos;las fibras naturales (algodón y lana) han sido sustituidas por lassintéticas; el acero y la madera, lo han sido por el aluminio, los plás-ticos y el cemento; los transportes por ferrocarril, por lostransportes por camión; los envases recuperables, por los no recu-perables. En las carreteras, los automóviles de poca potencia delos años veinte y treinta, han sido sustituidos por los de motormuy potente. En el campo, aunque ha permanecido aproximada-mente constante la producción per capita, ha disminuido la can-tidad de hectáreas cultivadas; en efecto, los abonos han desplazadoa la tierra. El empleo de insecticidas sintéticos, como eljíDDT», hasustituido a otros métodos de lucha contra los insectos, y paradestruir las malas hierbas, el cultivador ha sido remplazado porlas aspersiones de herbicidas. En cuanto a la alimentación del ga-nado, los corrales modernos han sustituido a los pastizales.

En todos estos casos, más que la producción total del artículoeconómico, lo que cambió radicalmente fue la tecnología de laproducción. Desde luego, parte del crecimiento económico de losEstados Unidos, a partir de 1946, se debió a algunos artículosde nueva invención: acondicionadores de aire, aparatos de tele-visión, tocadiscos, trineos con motor, etc., todos los cuales experi-mentaron un aumento absoluto sin desplazar a otros productosmás antiguos.

Analizadas de este modo, el conjunto de las estadísticas de pro-ducción empieza a formar una imagen significativa. En general,a partir de 1946, el desarrollo económico de los Estados Unidos

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produjo un efecto sorprendentemente pequeño sobre el grado enque han sido satisfechas las necesidades individuales de artículoseconómicos fundamentales. Esa ficción estadística que es el «ame-ricano medio» consume ahora, anualmente, las mismas calorías,proteínas y otros alimentos (aunque un poco menos de vitaminas)que en 1946; gasta aproximadamente la misma cantidad de ropasy de artículos de limpieza; ocupa, más o menos, la misma cantidadde viviendas de reciente construcción; transporta aproximadamentelo mismo, y bebe, en términos generales, la misma cantidad decerveza (¡ochenta y ocho litros per capital). Sin embargo, sus ali-mentos se obtienen con mucha menos tierra y muchos másabonos e insecticidas que antes; sus ropas suelen ser de fibrassintéticas, más que de lana o de algodón; k«va con detergentes sin-téticos, más que con jabón; vive y trabaja en edificios construidosa base de aluminio, cemento y plásticos, más que de acero y ma-dera; los artículos que consume son transportados cada vez másen camión, y no en tren; bebe cerveza de botellas o latas no re-cuperables, en vez de hacerlo en los bares o de comprarla envasa-da en botellas que puedan volver a utilizarse. Vive y trabaja, másque antes, en habitaciones con aire acondicionado. También con-duce a doble velocidad que en 1946, montado en coches más pesa-dos, con neumáticos sintéticos y no de caucho natural, gastandomás gasolina por kilómetro y con más tetraetilo de plomo, que ali-menta un motor de más caballos y con un grado mayor de com-presión.

Estos cambios originales condujeron a otros. Para porporcio-nar las materias primas necesarias para las nuevas fibras sintéti-cas, insecticidas, detergentes, plásticos y caucho, la producciónde sustancias químicas orgánicas sintéticas creció también congran rapidez. La síntesis de productos químicos orgánicos requiereuna gran cantidad de cloro. Resultado: la producción de cloro au-mentó rápidamente. Para hacer cloro, se hace pasar, por mediode un electrodo de mercurio, una corriente eléctrica por una solu-ción salina. En consecuencia, el consumo de mercurio para estefin aumentó... en un 3.930% en el período de veinticinco añosiniciado al terminar la guerra. Los productos químicos, junto conel cemento para el hormigón y el aluminio (también vencedores enla carrera de crecimiento), requieren grandes cantidades de ener-gía eléctrica. No es, pues, de extrañar que este artículo haya au-mentado también considerablemente a partir de 1946.

Todo esto nos recuerda lo que ya nos ha dicho la publicidad—que, a propósito, ha crecido también, pues los trabajos de im-

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prenta para la publicidad han aumentado más de prisa que losdestinados a las noticias—, o sea, que gozamos de una economíafundada en tecnologías muy modernas. Lo que no nos dicen losanuncios —cuando nos apremian para que compremos camisas sin-téticas o detergentes, muebles de aluminio, cerveza en envases norecuperables o las últimas creaciones de Detroit— es que todoeste «progreso» ha incrementado en gran manera el impacto so-bre el medio ambiente.

Este patrón de crecimiento económico es la causa principal dela crisis del medio ambiente. Buena parte del misterio y de la con-fusión que envuelven la súbita aparición de esta crisis puede acla-rarse si observamos minuciosamente —estudiando por separadolos diversos agentes contaminadores— cómo la transformación tec-nológica de posguerra de la economía de los Estados Unidos pro-dujo no sólo el tan cacareado aumento del 126 % en el PNB,sino también, a un ritmo unas diez veces más rápido, la elevaciónde los niveles de contaminación del medio ambiente.

La agricultura es buena cosa para empezar. Para la mayoríade las personas, la «nueva tecnología» significa las computadoras,la complicada automatización, la energía nuclear y la exploraciónespacial; y, con frecuencia, se culpa a estas tecnologías de los dis-cordantes problemas de nuestra era tecnológica. En comparacióncon ellas, la explotación agrícola parece bastante inocente. Sin em-bargo, algunos de los más graves males del medio ambiente puedeatribuirse a la transformación tecnológica de la agricultura de losEstados Unidos.

Entre las muchas actividades humanas organizadas^-d cultivodel campo está en íntima relación con la Naturaleza. Antes de quefuese transformada por la tecnología moderna, la finca rústica noera más que un sitio en que, por conveniencia del hombre, se lo-calizaban varias actividades biológicas completamente naturales:el cultivo de plantas en el suelo y la cría de animales a base delas cosechas. Las plantas y los animales nacían, se alimentaban,crecían y se reproducían por medios establecidos desde siemprepor la Naturaleza. Sus interrelaciones eran igualmente naturales;las plantas absorbían del suelo sustancias alimenticias, como elnitrógeno inorgánico; las sustancias alimenticias se derivaban dela gradual acción bacteriana sobre la materia orgánica depositadaen el suelo; este depósito orgánico era mantenido por el retornoal suelo de los restos de plantas y los desperdicios animales, y porla fijación del nitrógeno del aire en una útil forma orgánica.

Aquí, los ciclos ecológicos están casi equilibrados, y, con un

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poco de cuidado, puede mantenerse durante siglos la fertilidad delsuelo, como ocurrió, por ejemplo, en los países europeos y en mu-chos lugares de Oriente. Particularmente importante es la reten-ción de estiércol en el suelo y la parecida utilización de todos losfragmentos disponibles de materia vegetal, incluido el retorno alsuelo de la basura producida en las ciudades por los comestiblesprocedentes del campo.

Casi todos los observadores entendidos que han visitado losEstados Unidos se han sentido impresionados por nuestra descui-dada actitud en lo concerniente a la agricultura. No es de extrañarque ei agricultor americano haya tenido que luchar constantemen-te por su supervivencia económica. Durante la gran Depresión delos años treinta, los campesinos tuvieron que sufrir graves pena-lidades al deteriorarse el suelo por un cultivo defectuoso y serdespués literalmente barrido por los vientos y los ríos a causa dela erosión resultante. En el período de posguerra, la nueva tecno-logía agraria acudió en su auxilio. Esta nueva tecnología tuvo tantoéxito —en relación con las duras condiciones del beneficio eco-nómico del cultivador—, que se convirtió en una nueva clase dedirección de los cultivos tan alejada de los antiguos procedimien-tos, que mereció un nombre completamente nuevo: agribusiness.

El agribusiness se funda en varios inventos tecnológicos, prin-cipalmente la maquinaria agrícola, el control genético de varieda-des de plantas, los comederos modernos, los abonos inorgánicos(sobre todo, nitrogenados) y los productos sintéticos para comba-tir las plagas. Pero gran parte de la nueva tecnología ha constitui-do un desastre ecológico; el agribusiness contribuye esencialmen-te a la contaminación del medio ambiente.

Consideremos, por ejemplo, los comederos. Aquí, el ganado, ale-jado de los pastizales, pasa un tiempo considerable engordandopara el mercado. Como los animales están encerrados, sus excre-mentos se depositan copiosamente en un sector local. El ritmonatural de conversión de los desperdicios orgánicos en humus seve muy limitado, de modo que la mayor parte de los residuos ni-trogenados -se convierten en formas solubles (amoníaco y nitra-to). Estas materias se evaporan rápidamente o se filtran en lasaguas subterráneas y pueden pasar directamente a las aguas su-perficiales durante las tormentas. A esto se debe, en parte, la apa-rición de altas concentraciones de nitrato en algunos pozos rura-les alimentados por agua del suelo, y los graves problemas de con-taminación debidos al superdesarrollo de las algas en numerososríos del Mediano Oeste. Cuando se deja que el estiércol no trata-

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do de los comederos alcance las aguas superficiales, se produceuna fuerte demanda de oxígeno a unas corrientes de agua quepueden estar ya sobrecargadas por los desagües urbanos.

Una res produce muchos más excrementos que el ser humano.En la actualidad, buena parte de estos residuos se acumulan enlos comederos. Por ejemplo, en 1966, más de diez millones de ca-bezas de ganado eran recluidas en los comederos antes de la ma-tanza, o sea, un 66 % más que en los ocho años anteriores. Estorepresenta aproximadamente la mitad de la población total deganado de los Estados Unidos. Los comederos producen actual-mente más residuos orgánicos que los desagües de todos los mu-nicipios estadounidenses. De hecho, nuestro problema de elimina-ción de desperdicios es más de dos veces superior de lo que suelecalcularse.

La separación física del ganado del suelo está relacionada conuna más compleja cadena de sucesos, que conduce una vez más agraves problemas ecológicos. Los animales encerrados en los co-mederos son alimentados con cereales más que con pastos. Cuan-do, como ha ocurrido en buena parte del Mediano Oeste, el sueloes destinado a una intensiva producción de cereales más que apastos, disminuye su contenido de humus; entonces los agricul-tores recurren a aplicaciones cada vez más intensas de abonosinorgánicos, especialmente nitrogenados, provocando la perturba-dora secuencia que ha sido ya descrita.

Llegados a este punto, el vendedor de abonos —amén de algu-nos agrónomos— puede replicar en el sentido de que los come-deros de ganado y el uso intensivo de abonos han sido necesariospara elevar la producción de comestibles en proporción adecuadaal crecimiento de la población en los Estados Unidos y en todo elmundo. Vale la pena prestar cierta atención a las estadísticas ac-tuales sobre la materia, pues arrojan una nueva luz no sólo sobreel papel de las nuevas tecnologías en la producción agrícola, sinotambién acerca del problema de la contaminación.

Entre 1949 y 1968, la producción agrícola total de los EstadosUnidos aumentó, aproximadamente, en un 45 %. Como la poblaciónde los Estados Unidos aumentó en un 34 % en el mismo período,el incremento total de producción fue poco más del necesariopara mantenerse al ritmo de la población; la producción agrícolaper capita aumentó en un 6 %. En el mismo período, el empleoanual de abonos nitrogenados aumentó en un 648 %, lo cual repre-senta un aumento sorprendentemente mayor que el de la produc-ción de cosechas. Las estadísticas agrarias ponen también de ma-

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nifiesto una de las razones de esta disparidad: entre 1949 y 1968, elnúmero de hectáreas cultivadas descendió en un 16 %. Está claroque se obtuvo un mayor rendimiento de una menor cantidad detierra (el rendimiento por hectárea aumentó en un 77 %). El em-pleo intensivo de abonos nitrogenados es el medio más importantepara conseguir este mayor rendimiento por hectárea. Vemos,pues, que el uso intensivo de abonos nitrogenados permitió justa-mente al agribusiness atender las necesidades de comestibles de lapoblación y, al propio tiempo, reducir la extensión de terreno uti-lizada para este fin.

Las mismas estadísticas explican también el problema resultan-te de la contaminación del agua. En 1949-se gastaba un promediode 11.000 toneladas de abono nitrogenado por unidad USD A deproducción agrícola, mientras que, en 1968, se gastaron unas 57.000toneladas y se obtuvo el mismo rendimiento. Esto significa que laeficacia del nitrógeno para el crecimiento de las plantas dismi-nuyó cinco veces. Evidentemente, una buena parte del abono ni-trogenado dejó de ser absorbido por las plantas y fue a parar.aalguna otra parte del ecosistema.

Para explicar este fenómeno conviene que volvamos a las fin-cas de Illinois descritas en el capítulo 5. En 1949 se gastaron portérmino medio en aquel Estado unas 20.000 toneladas de abononitrogenado para producir una cosecha de maíz de unos 50 bu-shels por acre. En 1968 se gastaron en aquella zona unas 600.000toneladas de nitrógeno para producir, por término medio, unos93 bushels de maíz por acre. La razón de la disparidad entre losaumentos de abono y de cosecha es de índole biológica; a fin decuentas, la planta del maíz tiene una capacidad de crecimientolimitada, y, por ello, se tiene que emplear más y más abono paraobligar a las plantas a producir los últimos bushels de aumento derendimiento. Por consiguiente, y para lograr la producción másalta, el agricultor tiene que gastar más nitrógeno del que puedeabsorber la planta. Una parte importante del nitrógeno sobrantese.-filtra en el suelo y contamina los ríos; es imposible obtenerlas grandes cosechas provocadas por los abonos sin contaminarel medio ambiente. Y dada la actual situación del agricultor, ésteno puede sobrevivir a menos que contamine el medio. La produc-ción económicamente aceptable en la zona es de 80 bushels demaíz por acre; para conseguir los últimos 20 bushels, que repre-sentan la diferencia entre ganancia y pérdida —según se ha indi-cado anteriormente—, el agricultor debe gastar casi el doble deabono nitrogenado. Pero sólo una parte del nitrógeno añadido es9 — 3.161

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aprovechado por las plantas; el resto va a parar al río y conta-mina las aguas, tal como sucede por ejemplo en Decatur, Illinois,según vimos antes.

Lo que la nueva tecnología del abono proporcionó al cultivadorestá muy claro: éste pudo producir cosechas más copiosas en me-nor cantidad de terreno que antes. Como el costo del abono —enrelación con la ganancia resultante de la venta de las cosechas—es más bajo que el de cualquier otra inversión económica, y dadoque el «Land Bank» paga al agricultor por acres y no por cosechas,la nueva tecnología le resulta muy provechosa. El precio —en de-gradación del medio ambiente— lo pagan sus vecinos de las po-blaciones, que sufren la contaminación de sus aguas. La nuevatecnología constituye un éxito económico, pero sólo a costa de unfracaso ecológico.

La historia de los productos contra las plagas del rampo esmuy parecida: un aumento anual en su empleo, a eficacia reducida,que produce un impacto excesivo sobre el medio ambiente. Así,después de la introducción de los nuevos insecticidas sintéticos,como el «DDT», la cantidad de productos de esta clase empleadosen los Estados Unidos por unidad de producción agrícola aumen-tó, entre 1950 y 1967, en un 168 %. Al matar a los predadores na-turales de los insectos que se trata de extinguir con el producto,estos últimos se vuelven más resistentes y los nuevos insecticidasresultan cada vez menos eficaces. En consecuencia, deben emplear-se crecientes cantidades de éstos, simplemente para maniener elnivel de las cosechas. Por ejemplo, en Arizona, el empleo de insec-ticidas en los campos de algodón se triplicó entre 1965 y 1967, conuna apreciable disminución de las cosechas: es una especie denoria agrícola que nos obliga a caminar cada vez más de prisapara no perder terreno. Y, una vez más, la eficacia menguantesignifica una creciente inyección de insecticidas en el medio am-biente..., donde se convierten en un peligro para los animales sil-vestres y para el hombre.

En cierto modo, esta visión ecológica de la moderna tecnologíaagrícola hace que admiremos aún más el ingenio comercial de sussuministradores. Visto de esta manera, la industria de los abonosnitrogenados tiene que considerarse como uno de los negocios másinteligentes de todos los tiempos. Antes de la invención del abononitrogenado inorgánico, el cultivador tenía que confiar casi exclu-sivamente en las bacterias fijadoras de nitrógeno para conservar la

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fertilidad del suelo. Estas bacterias viven naturalmente en el sue-lo, dentro o alrededor de las raíces de las plantas, y pueden expli-car la inevitable pérdida de nitrógeno en los alimentos sacados dela hacienda para su venta o perdidos de otro modo por fenóme-nos naturales. Las bacterias son un artículo económico gratuitoque sólo cuesta el esfuerzo inherente a la rotación del cultivo y aotros cuidados necesarios del suelo. Y hete aquí que llega el ven-dedor de abonos, con pruebas sorprendentes —y auténticas— deque el rendimiento de los campos puede aumentarse en gran ma-nera suministrándole nitrógeno inorgánico que compensa con cre-ces el déficit del suelo. Pero el nuevo y vendible producto no selimita a sustituir lo que la Naturaleza suministraba gratuitamen-te, sino que contribuye a eliminar la competencia. Pues muchaspruebas de laboratorio demuestran que, en presencia de nitrógenoinorgánico, cesa la fijación bacteriana del nitrógeno. Bajo el im-pacto del uso masivo de abonos nitrogenados inorgánicos, las bac-terias fijadoras de nitrógeno que viven en el suelo no pueden so-brevivir o, si lo hacen, adquieren otras formas incapaces de aquellafijación.

Es probable, según creo, que, dondequiera que se haya hechoun uso continuado e intensivo de abonos nitrogenados inorgánicos,la población natural de bacterias fijadoras de nitrógeno se habráreducido en enorme proporción. Como resultado de ello, será cadavez más difícil renunciar al uso intensivo del fertilizante nitroge-nado, pues se habrá perdido la principal fuente natural de nitró-geno. Para el vendedor, el abono nitrogenado es un producto «per-fecto», ya que, cuando se emplea, destruye la competencia.

Los nuevos insecticidas son igualmente un buen negocio, puesal matar a los insectos beneficiosos que mantenían a raya a losperjudiciales, eliminan al natural y gratuito competidor del nuevoproducto tecnológico. Cuando los agricultores tratan de renunciara los insecticidas sintéticos, se ven con frecuencia obligados a im-portar nuevos insectos predadores para sustituir a los que antigua-mente combatían las plagas.

Como ocurre con las drogas, el abono nitrogenado y el insec-ticida sintético crean literalmente una creciente demanda al serutilizados; el comprador se ve atenazado por el producto.

En términos de marketing, los detergentes constituyen proba-blemente una de las innovaciones tecnológicas modernas de máséxito. En veinticinco años escasos, este nuevo invento arrancó más

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Título original:

THE CLOSING CIRCLE

Traducción de

J. FERRER ALEU

Portada de

R. MUNTAÑOLA

Primera edición: Octubre, 1973

30f. ac

Copyright © 1971 by Barry Cornmoner

© 1973, PLAZA & JANES, S. A* EditoresVirgen de Guadalupe, 21-33 - Esplugas de Llobregat (Barcelona)

Este libro se ha publicado originalmente en inglés con el titulo di

THE CLOSING CIRCLE

(ISBN: 0-394-42350-X. Alfred A. Knopf. Nueva York. Edición original.)

Prlnted in Spain — Impreso en España

ISBN: 84-01-32060-7 — Depósito Legal: B. 39.071-1973

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