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Facultad de Letras y Comunicación Memoria e identidad en Duerme de Carmen Boullosa Tesis que para obtener el grado de Maestría en Literatura Hispanoamericana Presenta Abelina Landín Vargas Asesora Doctora Lilia Leticia García Peña Colima, Col., abril de 2009

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Facultad de Letras y Comunicación

Memoria e identidad en Duerme de Carmen Boullosa

Tesis

que para obtener el grado de

Maestría en Literatura Hispanoamericana

Presenta

Abelina Landín Vargas

Asesora

Doctora Lilia Leticia García Peña

Colima, Col., abril de 2009

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Agradecimientos

Considero una agradable obligación manifestar mi más sincero agradecimiento a todas

aquellas personas que me brindaron su invaluable y desinteresado apoyo -de una u otra

manera- durante la elaboración del presente trabajo. De antemano sé que es imposible

mencionar a todos los que directa o indirectamente contribuyeron a llevar a buen fin este

documento. Sin embargo, me resulta ineludible mencionar algunos nombres, sin los cuales

esta tesis hubiera sido imposible.

En primer lugar, quiero agradecer a la Doctora Lilia Leticia García Peña, asesora,

coordinadora de la maestría, amiga y guía académica infinita, sin cuyas palabras de aliento y

apoyo desinteresado en todos los aspectos, la conclusión de este trabajo me hubiera costado

mucho más.

A mi esposo Daniel Gutiérrez, por su apoyo incondicional en todo momento, por

creer en mí y respaldarme en todos los proyectos que emprendo. A mi hijo Lenin Daniel, con

cariño y amor, por apoyarme en la culminación de una meta más sin requerir “su tiempo” que

le destiné a la tesis.

A mi familia -quienes a pesar de la distancia geográfica- nunca dejaron de alentarme

en esta meta y confiaron en mí, como siempre.

A la Maestra Hilda Rocío Leal Viera y al Maestro Víctor Gil Castañeda, quienes me

hicieron el honor de leer el presente documento y que con sus acertadas observaciones y

sugerencias, hicieron que esta investigación tuviera menos carencias. Además de que al

atender sus propuestas, pretendí enriquecer las limitaciones señaladas aunque no sé si pude

lograrlo en su totalidad

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De igual manera, quiero agradecer a todas aquellas personas queridas y amigas que

integran el Centro Universitario de Investigaciones Sociales de la Universidad de Colima,

institución a la que pertenezco. Gracias por sus reiteradas palabras de aliento y apoyo

incondicional, sobre todo en los momentos en que más necesité de su comprensión y

solidaridad.

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Índice

Página

Resumen 9

Introducción 13

Capítulo 1: Carmen Boullosa 21

1.1 Carmen Boullosa y su generación literaria 29

1.2 La crítica de la crítica 33

Capítulo 2: Memoria e identidad en Duerme 42

2.1 Magia, ritualidad y religión del mundo indígena 54

2.2 Conformación de personajes 67

Capítulo 3: Representación narrativa del universo colonial en Duerme 85

Símbolos en el espacio textual

3.1 El agua 85

3.2 El cuerpo 102

3.3 La fiesta 114

Capítulo 4: Símbolos en el discurso textual 128

4.1 Sor Juana Inés de la Cruz 133

4.2 Francisco Cervantes de Salazar 135

4.3. Modelo discursivo de La Bella Durmiente del bosque 137

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Capítulo 5: Símbolos en el tiempo textual

5.1 Siglos XVI y XVII (Tiempos uno y dos) 143

5.2 Siglo XX (Tiempo tres) 147

5.3 Siglo XXI (Tiempo cuatro) 151

Conclusión 158

Bibliografía 165

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Memoria e identidad en Duerme de Carmen Boullosa

Duerme es una novela de la escritora mexicana Carmen Boullosa publicada en 1994. Con

Duerme, al igual que con Llanto, Novelas imposibles y Cielos de la tierra, su narrativa tiene

un giro hacia la mexicanidad, la tradición, la memoria y la identidad.

Nuestro estudio pretende contribuir a una nueva lectura del universo narrativo de

Duerme desde una perspectiva simbólica-mítica. Mediante un diálogo con el universo

simbólico del texto y la relación de sus personajes con el imaginario simbólico y cultural de

nuestra nación, este análisis se centra en el estudio de los conceptos de memoria e identidad;

de elementos mágico-religiosos del México indígena -presentes en la época colonial-; así

como de su relación indisoluble con una serie de símbolos espaciales, temporales y

discursivos.

Durante esta investigación encontramos los símbolos del agua, el cuerpo, la fiesta, así

como de tres voces principales que guían el relato. Retomamos algunos elementos

temporales mediante un discurso situado en la Nueva España, espacio que sirve para mostrar

el final del México indígena y la naciente sociedad mestiza.

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Memory and identity in Duerme by Carmen Boullosa

Duerme is a novel by Mexican writer Carmen Boullosa published in 1994. In Duerme, as

well as Llanto, Novelas imposibles and Cielos de la tierra, her narrative has turned towards

her sense of being Mexican: tradition, memory and identity. Contributing with a new outlook

of Duerme`s narrative universe from a symbolic-mythical perspective is our intention by

means of a dialogue with the text´s symbolic universe and the character`s relationship with a

nation´s imaginary self-conception with its symbols and culture, this analysis concentrates on

studying the concepts of memory and identity; of magical religious elements of indigenous

Mexico - present in colonial times; as well as of its unbreakable relationship with a series of

spatial, temporary and discursive symbols.

During this investigation, we found symbols for water, body, celebration, as well as

three main voices that guide the story. In our work, we retook some symbolic elements of

Duerme by means of the discourse located in the New Spain, context that allows to show the

end of indigenous Mexico and the rising of a racially mixed society.

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Introducción

Mi interés por Duerme surgió en 2006, paralelo a mi ingreso a la Maestría en Literatura

Hispanoamericana. Fue durante la elaboración de un proyecto de investigación solicitado por

el Programa de Maestría que decidí estudiar la obra de una escritora mexicana. En ese

momento conocía de Boullosa solamente las novelas Antes (1989); Son vacas somos puercos

(1991) y Duerme (1994). Sin embargo, con tales lecturas quedé impresionada con su

narrativa y decidí profundizar en ella.

Cuando leí por primera vez Duerme creí haber encontrado mi objeto de estudio. Dos

razones fueron las que me impulsaron a elegirla: la primera fue por mi enorme interés en la

literatura mexicana, la cual considero que todavía tiene muchas puertas que están a la espera

de ser abiertas para mostrarnos mundos insólitos y una riqueza todavía no descubierta de

nuestra literatura. La segunda razón se debió a que uno de los grandes temas que me atraen es

nuestro origen, nuestro pasado indígena-español, y que -de acuerdo a opiniones de grandes

estudiosos-, todavía tiene muchos significados e interpretaciones. En este sentido es que

consideré que una novela que cumple cabalmente ambos requisitos, es precisamente Duerme.

Estoy conciente de que al abordar a una autora mexicana viva, todavía no consagrada

por la literatura nacional y de la que aún falta mucho qué decir, tal vez no pueda ser mucho lo

que aporto, sin embargo, considero que Boullosa es ya una figura clave para la comprensión

de nuestra literatura al abordar con manos de experta, temas de tiempos pasados, como

nuestros orígenes, nuestra identidad y tradición, que siguen interesando e inquietando.

Presentación del objeto de estudio

En 1994, en el contexto del Distrito Federal aparece publicada por la editorial Alfaguara, la

séptima novela de Carmen Boullosa, titulada Duerme. Su origen lo sabemos gracias a una

entrevista en la que Carmen Boullosa señala que algunos de los temas que la apasionan son la

tradición mexicana, memoria e identidad sexual, mismos que no cabían en un poema, fue así

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como surgió Duerme. En este contexto, este relato nace inspirado en una de las muchas

obsesiones poéticas de Boullosa “mi novela Duerme, es una novela de aventuras. La escribí

picada por una sensación, pero al mismo tiempo es una novela sobre mi pleito con la materia,

mi pleito contra la identidad sexual, contra el cuerpo. Esas son algunas de mis obsesiones

poéticas que no caben en una frase” (Gac-Artigas, Priscilla, 2002,147).

Para el estudioso de la literatura mexicana Christoper Domínguez, Duerme forma

parte de la trilogía informal de la mexicanidad escrita por la autora, al publicarse en medio

de otras novelas de corte histórico como Llanto. Novelas imposibles (1992) y Cielos de la

tierra (1997), (Domínguez, C. en: Bárbara Drôscher y Carlos Rincón, 1999, 39). Tanto en el

tema como en su manera de desarrollarlo, la autora plasma su visión respecto de la Colonia,

una cultura marcada por evidentes cambios contradictorios y socioculturales en voz de la

narradora-protagonista. Si bien es cierto que comparte algunos rasgos con otras novelas,

llama la atención que sea la época colonial en donde se desarrolla el argumento, una trama

siempre al límite entre el mundo recién conquistado y los albores del mestizaje.

Pregunta de investigación

Muchos escritores han recreado hechos históricos a través de la literatura. En nuestro país por

ejemplo, Fray Fernardino de Sahagún en Historia general de las cosas de Nueva España

(1999), menciona que en el cantar de los Anales históricos de Tlatelolco (1528) un indígena

escribió: nuestra herencia es una red de agujeros. Tal frase nos induce a cuestionar acerca de

la memoria, de la identidad y de cómo se transmite el pasado. Y aunque el indígena de

Tlatelolco se refiere a la devastación de Tenochtitlán después de la Conquista de México, no

podemos dejar de lado los huecos de la memoria de esta época.

Con este análisis quiero demostrar la importancia de los elementos mágico-religiosos

de la cultura indígena y mestiza, luego de la colonización de los españoles en Duerme desde

la perspectiva de la crítica mítica, también descubrir esa parte de la Crónica de indias no

escrita: el anonimato de los indios para propiciar una nueva lectura.

En este sentido, Carmen Boullosa publica en l994, Duerme -nuestro objeto de

estudio- una novela documentada en sucesos históricos. Se desarrolla en el contexto de una

Nueva España donde apenas comienza el proceso de mestizaje.

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En Duerme, el poeta Pedro de Ocejo declara lo siguiente: “Escribo para hablar con la

piedra... Mis versos son un diálogo con ella… cuando escribo busco otra cosa, hablar con lo

que está inerte, en la arena. En las estrellas” (p.77). En esta cita encontré versiones

alternativas o imaginadas de un pasado subterráneo que salen a la superficie para cuestionar y

advertir la narrativa de una historia institucionalizada. La piedra de que habla el poeta parece

ser la piedra que evoca la continuidad sugerida por la sobre imposición de pirámide sobre

pirámide e iglesia sobre pirámide.

Justificación

Es importante destacar que tanto lo que se comenta de la obra literaria a investigar como de

la propia autora, es gratificante para reafirmar mi interés de continuar el estudio desde la

interpretación simbólico-mítico de la novela Duerme. Además de que es una perspectiva

poco abordada hasta este momento, por lo que considero válida mi propuesta de aportar una

nueva visión.

Encuentro aquí la justificación para realizar una investigación que hable del

imaginario simbólico de una cultura, de un país, que durante el mestizaje aparece como

alterna-adversa: el México prehispánico, con toda una riqueza simbólica, religiosa y mítica.

La narrativa de Carmen Boullosa -específicamente Duerme- constituye no solamente una

obra distintiva en sí misma, sino que configura también un discurso sobre las posibilidades

poéticas del relato de este fin de siglo que se presta para un estudio simbólico-mítico.

Efectivamente, en las últimas décadas del siglo XX e inicios del XXI, notamos el

gusto de escritores y escritoras mexicanas por temáticas históricas, como una nueva forma de

reescribirlas, novelas que tienen mucho de historia, de verdad y un tanto de ficción. Mediante

Duerme, Boullosa muestra otra forma de ver y criticar las distinciones raciales e injusticias

sociales de un periodo histórico y doloroso de México: La Colonia y el proceso de mestizaje,

representado en la personaje protagónica: Claire, una mujer tan híbrida y cambiante como el

México colonial.

En lo sucesivo, conviene profundizar sobre la crítica de Duerme y completar el

estudio indagando más sobre los periodos prehispánico, colonial, mestizaje, poscolonial y el

México de nuestros días, para contextualizar y tener una mejor comprensión de la novela.

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Para ver qué opiniones sigue generando a futuro nuestra autora, debido a que ya es una

escritora lo suficientemente valiosa en la actual literatura mexicana e hispanoamericana.

Mediante la lectura de Duerme encontramos ciento cuarenta y seis páginas que

lograron atraparnos en una complicada red de alusiones intertextuales que inicialmente

integra a varios géneros narrativos, por lo que resulta ser un texto híbrido. En cada uno de los

nueve capítulos que componen la obra, Boullosa nos invita a recorrer nuevamente el pasado

histórico del continente americano y el alumbramiento doloroso de una nación a través del

discurso balbuciente de una narradora que, reiteradamente trata de explicarse a sí misma sus

conflictos de identidad.

Presupuestos teóricos

Este estudio está realizado desde la perspectiva simbólico-mítica, que propone establecer un

diálogo literario con nuestra novela gracias a una metodología centrada en relacionar el

imaginario simbólico-cultural de un grupo social y su impacto en la literatura, y de esta

manera, develar el fascinante lenguaje de los símbolos y mitos. García Peña (2007) cita a

Lotman para abordar la correlación entre la mitología y el arte -literatura- de nuestros

tiempos. Luri Lotman (1996) muestra la nueva tendencia de correlación entre la cultura y la

mitología en algunas culturas del siglo XX. Para él “la correlación entre la literatura escrita y

la mitología, el grado de proximidad de éstas y su tendencia al acercamiento o alejamiento

constituyen una de las caracterizaciones fundamentales de todo tipo de cultura” (p.190). Uno

de los méritos de Lotman fue precisamente, señalar la penetración de la literatura en la

mitología, particularmente notable en la esfera de la cultura masiva del siglo XX. Idea que

refuta la falsa creencia de que el mito sólo existió en los pueblos arcaicos o en el pasado

remoto.

Compartimos con Lotman la idea de que el enfoque mitológico no revela rasgos

distintivos sueltos, sino el principio mismo de la organización y funcionamiento de éstos en

el contexto social de la sociedad humana. En la cultura existen algunos fenómenos destinados

a jugar el papel de transportador de la memoria social. Para él, el símbolo actuará como un

mensajero de otras épocas culturales o de otras culturas distintas. En La semiósfera:

semiótica de la cultura y del texto, Lotman hace referencia a que el mito penetra en los

textos literarios artísticos en la forma de trozos de los que no se ha tomado conciencia, que

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han perdido ya su significado inicial, que son imperceptibles para el propio autor, y sólo

reviven bajo la mano del investigador.

Por otro lado, el teórico ruso Mijaíl Bajtín muestra la importancia de los géneros

discursivos -en particular el relacionado con la novela- y expone la forma en que un nuevo

mensaje siempre es antecedido por otros, por ello cada palabra tiene el aroma del contexto y

de los contextos en que ha vivido intensamente su vida desde el punto de vista social; todas

las palabras y las formas están plagadas de intenciones. De ese modo, tanto los géneros

discursivos como el mito como tal, sirven como “correas de transmisión” en la compleja

comunicación cultural entre la historia, la sociedad y la lengua. En Duerme encontramos una

serie de transmisión de diversos grupos culturales presentes en nuestra novela.

En Teoría y estética de la novela, Bajtín (1989) menciona que la novela tiene un

lenguaje diverso, una estratificación interna de una lengua nacional, en dialectos sociales, en

grupos, argots, argots profesionales, lenguaje de género, de generaciones, de edades, de

corrientes; lenguajes de los días... donde “el plurilingüismo social y el plurifonismo

individual, que tiene su origen en sí mismo, orquesta en la novela todos sus géneros, todo su

universo semántico- concreto, representado y expresado” (p.81). Este tipo de lenguaje

diverso está presente y es analizado en el desarrollo de este manuscrito.

Gilbert Durand, integrante de “El Círculo de Eranos”, un grupo de estudiosos que

estuvo conformado por grandes figuras como: Eliade, Kerényi, Corbin, y Campbell,

estudiaron entre otras disciplinas, el símbolo, y es en su tercera fase, comprendida entre 1972

-1988 cuando descubrieron un hilo secreto que enlazaba tanto a los primeros seres como al

moderno: el simbolismo. Gilbert Durand, discípulo de estas grandes figuras, es quien hace

grandes aportaciones al respecto. Gracias a su teoría para interpretar los símbolos, deja

manifiesto que para él representan una forma distinta y particular para aproximarse a la

imaginación. “Su marco teórico como metodología de crítica literaria permite transitar el

trayecto antropológico y advertir la relación entre antropología y literatura como una de las

manifestaciones más ricas del universo de significación de la cultura” (García Peña,

2007,35).

Carl Jung pertenece a la orientación psicológica del símbolo, su apoyo consiste en

darnos mayor claridad en la conformación de personajes femeninos, -como Claire de

Duerme- entre los que sobresalen el arquetipo femenino y el materno, principalmente.

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También son imprescindibles sus aportaciones respecto a la categoría central del inconsciente

colectivo y su relación con la memoria histórica y el imaginario simbólico de toda cultura.

Son valiosas sus aportaciones en las que relaciona estructuras psíquicas con manifestaciones

culturales, en donde incorpora nociones y perspectivas antropológicas, alquimistas, de

sueños, arte, mitología, religión y filosofía.

Indudablemente que gracias al texto Etnoliteratura principios teóricos para el

análisis antropológico del imaginario simbólico- mítico, de García Peña (2007) fue posible

esquematizar las teorías principales del símbolo y mito, además de que, gracias a la valiosa

estructura del libro y a los ejemplos basados en orientaciones metodológicas para analizar el

imaginario simbólico, me permitieron recorrer el fascinante camino que proporciona el

analizar un texto literario desde una mirada simbólico-mítica y poder comprender su

vinculación con el entorno cultural de un grupo social.

La autora señala la importancia de la cultura y cómo “su perpetuación depende de la

capacidad de los seres humanos de usar símbolos” (p.14). Así como -desde su punto de vista-

la presencia de “mitos” y “símbolos” en textos literarios tanto in situ oral como textualizados

en literatura escrita, representa siempre un sustrato de memoria colectiva compartida:

actualización, reiteración y reinvención de la tradición.

Al revisar las distintas críticas y estudios dedicados al análisis de Duerme y al

enriquecerlas con la perspectiva utilizadas para este estudio, resulta un relato fascinante,

inquietante en el que tienen cabida diversos significados. Gracias a la lectura de esas

opiniones de especialistas en literatura, fue que tuve acceso a diversas percepciones e

infinidad de interpretaciones de la novela que me interesa estudiar y que me sirvieron para

desarrollar -en gran medida- esta investigación. Por esto, es que este trabajo es el resultado

conjunto de un gran número de especialistas y no solamente propio, debido a que su

culminación fue posible gracias a sus valiosas opiniones y reflexiones sobre Duerme de

Carmen Boullosa.

Mi primera lectura de Duerme resultó un tanto complicada por su estructura y la

comprensión de su argumento, aunque luego de haber leído otras opiniones y otros puntos de

vista de expertos, y después de diversos estudios elaborados de Duerme durante la maestría,

fue que descubrí -durante la narración- una infinita gama de espacios inexplorados y

acontecimientos por demás interesantes. Además de que al atender la invitación de la autora

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para acompañarla en los juegos textuales y temporales, me vi obligada a leer y releer -con

detenida atención- su historia, para comprender que Duerme todavía tiene mucho “hilo de

dónde cortar”.

Descripción del trabajo

Para adentrarnos en el estudio de Duerme creí necesario primero, ubicarme en el contexto

donde la escritora nació y se desarrolló como habitante de un país como lo fue el México de

1954, en una época caracterizada por serias crisis económico-políticas reflejadas de diversas

maneras.

Para un ordenamiento de nuestro estudio, decidí dividirlo en cinco capítulos. El

capítulo primero comprende una visión general del contexto social en que nació y creció la

escritora, dentro del cual abordo algunos datos biográficos de Carmen Boullosa; la

generación literaria a la que pertenece y una serie de opiniones y acercamientos de expertos

que analizan la novela Duerme desde diversas perspectivas.

En 1954 nació Carmen Boullosa en la ciudad de México, D.F. en un panorama

nacional en el que el Estado mexicano vivía una serie de cambios y contrastes. En este

capítulo propiciamos un acercamiento al México en el que vivió Boullosa. En un país con

evidentes fracturas y a decir de José Agustín, “crisis del sistema mexicano” (Agustín, J.

1990, 256) que de algún modo, pudieron influir en la conformación de su visión de mundo,

que luego refleja en su narrativa.

En el capítulo dos abordo los conceptos de identidad y memoria que a todas luces se

hacen presentes en nuestra novela. Asimismo, incorporé en este apartado una serie de

elementos mágico-religiosos del extinto mundo indígena que están presentes en su universo

narrativo, en el cual los personajes femeninos -cuya relación es estrecha con los arquetipos

de Jung- juegan un papel decisivo para poder evidenciar el interés por recuperar el paraíso

perdido que fue la antigua y mítica ciudad de Tenochtitlán.

Una vez esbozado el mundo indígena -muy presente entre líneas- entramos de lleno al

capítulo tres, en el que se estudia la representación narrativa del mundo colonial, mediante la

cual existe un acercamiento al imaginario simbólico del agua de los lagos prehispánicos, así

como al análisis del cuerpo y la ropa como elementos simbólicos que fungen como

alternativa para sobrellevar una infinidad de identidades y contrariedades en una compleja y

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violenta sociedad novohispana. En este contexto, analizo también a la fiesta en el marco del

bautismo como símbolo espacial, en donde más que una festividad sirvió como medio para

‘oficializar’ y afianzar todavía más el poder que ya tenían las autoridades virreinales y

eclesiásticas durante la época colonial.

Los símbolos encontrados en el discurso textual son explorados en el capítulo cuatro,

en que sobresalen las voces narrativas de Sor Juana Inés de la Cruz como sinónimo de la

búsqueda de una identidad genérica y nacional; de Francisco Cervantes de Salazar y del

discurso del cuento clásico de “La bella durmiente del bosque”.

Finalmente, nuestra investigación cierra con el capítulo cinco que está focalizado en

estudiar la temporalidad de nuestro relato que consideramos tiene cuatro tiempos definidos.

Para ello decidimos estudiar la superposición de los siglos XVI y XVII como un solo tiempo,

mientras que de los siglos XX y XXI, el primero menciona el contexto temporal en que se

publicó Duerme, y el segundo, aborda nuestra percepción -como lectores del siglo XXI- de

una novela situada casi cinco siglos atrás.

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1. Carmen Boullosa

Carmen Boullosa es una escritora mexicana reconocida por la crítica nacional,

estadounidense y europea de la novelística actual. Es también poeta, dramaturga y tiene un

gran gusto por las artes, entre las que destacan la elaboración de libros rústicos. Empieza a

publicar sus primeros libros de poesía a finales de los años 70: El hilo olvida (1978) y La

memoria vacía (1979).

Hija de una familia católica de clase media, creció con sus hermanos Pablo y

Mercedes Boullosa rodeada de libros, debido a que tanto en su casa como en las escuelas

privadas a las que asistió, tenían grandes bibliotecas. Su talento y tenacidad por aprender y

mejorar el arte de escribir hizo que entre 1976 y 1980 obtuviera la beca Salvador Novo,

luego -entre 1980 a 1981- la que otorga el Centro Mexicano de escritores, en 1992 fue

beneficiada por la Fundación Guggeenheim, en 1994 ingresó al Sistema Nacional de

Creadores, ocupó la cátedra Alfonso Reyes en Sorbona, París, 2001 y recientemente, le

otorgaron el premio a la mejor Novela Café Gijón con la obra El complot de los románticos,

en Madrid, España.

En sus inicios como escritora, asistió a reuniones literarias al lado de reconocidos

autores como Juan Rulfo, Salvador Elizondo y Francisco Monterde. Trabajó en el Colegio de

México como redactora del Diccionario del Español en México. Fundó el taller editorial Tres

sirenas en 1983.

De Beer (1992) señala que la dedicación y el empeño de Carmen Boullosa en el

mundo de las letras no cesaron, pese a que Huberto Batis -su profesor en la Universidad

Iberoamericana- no recibiera sus primeros versos con agrado:

Huberto Batis (1934), -citado en (De Beer, 1992)- en sus clases empezó a hablarnos de los

escritores y yo me atreví a acercármele, le llevé mis poemas, que por fortuna me hizo

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pedazos. Me dio la conciencia de que es necesario un oficio, de que hay que escribir bien

para que lo entiendan a uno (p. 203).

Pese a este acontecimiento, Carmen Boullosa persistió y se dedicó a crear textos literarios,

empeñada en que su vocación era escribir, esfuerzo que ha rendido grandes frutos a la

literatura mexicana. Su producción en poesía, dramaturgia y novela es vasta, variada y

constante. A la fecha ha publicado en poesía: La memoria vacía (1978), El hilo olvida (1979)

en México, D.F.: La máquina de escribir, Ingobernable (1979) México, D.F. Universidad

Nacional Autónoma de México, Lealtad (1981) México, D.F.: Taller Martín Pescador,

Abierta (1983) México, D.F.: Delegación Venustiano Carranza, La salvaja (1988) México,

D. F.: Taller Martín Pescador, Soledumbre (1992) México, D. F.: Universidad Autónoma

Metropolitana, Envenenada: antología personal (1993) Caracas: Pequeña Venecia, Niebla

(1997) Michoacán: Taller Martín Pescador, La Delirios (1998) México, D.F.: Fondo de

Cultura Económica, Jardín Elíseo (1999), Elyssian Garden. Trans. Psiche Hugues.

Monterrey, Agua (2000). Michoacán: Taller Martín Pescador, Salto de mantarraya (2004)

México, D.F.: Fondo de Cultura Económica.

Su producción teatral también ha sido numerosa: Cocinar hombres: obra de teatro

íntimo. (1985) México, D.F.: Ediciones La Flor; Teatro herético: Propusieron a María,

Cocinar hombres, Aura y las once mil vírgenes. (1987) Puebla: Universidad Autónoma de

Puebla; Mi versión de los hechos. (1987) México, D.F.: Arte y Cultura Ediciones. Publica

una pieza teatral para niños llamada Los Totoles. (2000) México, D.F.: Alfaguara; Trece

señoritas (1983); Que viva y La bebida (2002).

Escribió para un teatro independiente, sobre todo para El hijo del cuervo, que fuera

propiedad de Alejandro Aura y de ella misma y, para El hábito y la capilla, de Jesusa

Rodríguez. Tuvo una efímera participación como actriz y fabricó sus propios libros como La

memoria vacía, que cosió con sus propias manos.

Mientras que en narrativa empieza con una serie de obras que se concentran

temáticamente en la infancia y juventud: Mejor desaparece (1987), México, D.F.: Océano;

Antes (1989), México, D.F.: Vuelta; y Que viva (s.f.), incluido con las anteriores en el

volumen Quizá, (1995). Para continuar con Son vacas, somos puercos: filibusteros del mar

Caribe, (1991) México, D.F.: Era; El médico de los piratas: bucaneros y filibusteros en el

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Caribe, (1992) Madrid: Ediciones Siruela; Llanto. Novelas imposibles. (1992) México, D.F.:

Era; La milagrosa. (1992) México, D.F.: Era; Duerme (1994) Madrid: Alfaguara; Cielos de

la tierra. (1997) México, D.F.: Alfaguara; Treinta años. (1999) México, D.F.: Alfaguara;

English: Leaving Tabasco (2001) Trans.Geoff Hargraves. Nueva York: Grove Press; De un

salto descabalga la reina (2002) Madrid: Debate; La otra mano de Lepanto (2005) Madrid:

Siruela; La novela perfecta (2006) México, D.F.: Alfaguara. Recientemente publicó por la

editorial Siruela, La virgen y el violín (2008), una de sus últimas novelas.

Otros textos de varia invención son: Papeles irresponsables (1989) México, D.F.:

Universidad Autónoma Metropolitana y un audiolibro titulado: Pesca de piratas. (1993)

México, D.F.: Radio Educación.

En “Conversaciones con la escritora” de Beer (1992) señala que desde muy joven a

Boullosa el escribir se le hizo algo imprescindible, y que sus inicios como escritora los liga a

tres cosas: la pérdida de su madre; -ausencia reflejada en sus dos primeras novelas-, la

inminencia de la pérdida de su escuela religiosa, donde siempre había estado protegida -

puesto que se acercaba el fin de la educación preuniversitaria, y con ello se abría el mundo de

la calle. Sin dejar de reconocer la gran influencia de su padre, que era un lector voraz con

quien aprendió a admirar la grandeza de Miguel de Cervantes, con la lectura -en familia- de

El Quijote.

Para una mejor comprensión de la obra de Boullosa, es necesario adentrarnos también

en el espacio nacional en el que nació nuestra escritora, por lo que consideramos conveniente

hacer un recorrido por el contexto nacional que le tocó vivir.

Carmen Boullosa nació el 4 de septiembre de 1954 en la ciudad de México D.F.,

lapso en que ocurrían cambios importantes en su desarrollo urbano. José Agustín (1992)

señala que desde 1953, Luis Buñuel mostraba en la película La ilusión viaja en tranvía, entre

otras cosas, el nuevo paisaje urbano: grandes edificios, avenidas sobre los viejos ríos, flores

urruchurtianas y una expansión que devoraba los cuatro puntos cardinales: en el sur, por

ejemplo, los otrora pueblos de Mixcoac, Coyoacán y San Ángel ya se habían integrado a la

ciudad, y sólo Tlalpan, Tepepan y Xochimilco parecían un tanto retirados. Buñuel también

retrató espléndidamente a la ciudad de México en Ensayo de un crimen, que filmó en 1955

con las bellas Miroslava y Rita Macedo.

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El panorama nacional en el que nació Boullosa mostraba en los discursos una

“aparente modernidad”. El mismo autor, en Tragicomedia mexicana 1, manifiesta que

Miguel Alemán (1946-1952) -en su calidad de presidente de México-, tenía: “entre sus

primeros planes la democratización del país y la lucha por mejores condiciones de vida del

pueblo, que para esas alturas resentía cada vez más la carestía y la inflación” (Agustín, 1992,

75). Pese a que su discurso político era alentador para la clase trabajadora, en la práctica fue

un mandatario impopular que ganó mucho desprestigio, debido principalmente a que su

gobierno fue represivo:

Y permitió la corrupción, también fue autoritario y abusivo contra todo aquel que se

opusiera a su gobierno. Sentó la tendencia represiva del estado mexicano, que a fines de los

años cincuenta y a lo largo de los sesenta, se convertiría en parte esencial del estilo

personal de gobernar de los presidentes de la Revolución. (Agustín, 1990, 117).

En el mismo estudio también se menciona que “Ya desde antes de 1947 se preveía una gran

devaluación, pese a que los gobernantes pregonaban optimismo y seguridad, las condiciones

distaban de ser favorables, especialmente en cuestiones económicas” (Agustín, 1990, 78). En

los años cincuentas, uno de los grandes acontecimientos de la vida mexicana en este periodo

fue la televisión, gracias a la gestión de Salvador Novo, quien fue comisionado por Miguel

Alemán para ir al extranjero a ver su funcionamiento y traer este medio de comunicación

masivo a nuestro país. De esta manera la televisión mexicana empezó a transmitirse en

cadena nacional precisamente cuando se rindió el cuarto informe de gobierno del mandatario

en turno.

Sin embargo, los estragos económicos seguirían durante el sexenio de Adolfo Ruiz

Cortines (1952-1958), quien se caracterizó

por querer implementar un desarrollo estabilizador, que no le resultó, pues hubo serias

devaluaciones y con ello, un desmesurado aumento de precios, por lo que en 1954 hubo

una gran fuga de capitales, ya que en los primeros tres meses del año, muchos millones de

dólares se habían ido calladamente hacia Estados Unidos. De ese modo, una gran

cantidad de campesinos mexicanos, se vieron obligados a emigrar hacia Estados Unidos

(J. Agustín, 1990, 138).

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En este contexto económico, social y cultural mexicano nació Carmen Boullosa, en un país

con serios problemas económicos, que también reflejó cambios en la cultura, sobre todo en

cuestiones de identidad. Al respecto, J. Agustín (1990,) menciona:

La industrialización y el desarrollismo generaron formas en la identidad nacional; en lo

peor se desarrolló de una forma evidente de desnacionalización, pero en sus mejores

aspectos, implicó empezar a tantear los nuevos rasgos del ser nacional. Surgían las

primeras manifestaciones de una nueva sensibilidad y una nueva mentalidad que afloraría

con claridad a finales de los sesenta y que en los años setenta y ochenta sería ya una

realidad indiscutible (p. 149).

Con Adolfo López Mateos (1958-1964), la situación nacional no mejoró y, como en cada

inicio de sexenio, este nuevo gobierno aparecía en medio de severos problemas; pues “aún

continuaban alterados los ánimos a causa de las protestas populares. Además, a mucha gente

no le alcanzaba lo que ganaba y con gusto se sumaba a las manifestaciones de trabajadores

que pedían aumentos salariales o verdadera autonomía sindical” (Agustín, 1990, 293).

Destacan las manifestaciones de maestros, mineros, y obreros. Cada vez quedaba más clara la

crisis del sistema político mexicano.

Durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), el final del sueño del

aparente modernismo estabilizador terminaba. El país seguía dependiendo de préstamos del

extranjero, y la deuda crecía, crecía y llevaba a “un callejón sin salida”, dice González

Casanova (Agustín, J. 1990, p. 269). Sin embargo, para mucha gente existía la impresión

vaga de haber despertado de un sueño para enfrentar una realidad que antes se había

soslayado:

…las grietas del sistema se percibían por doquier para quienes no se negaban a verlas y las

huellas negativas del desarrollismo, o “milagro mexicano”, eran ya perceptibles: allí estaba

el deterioro del sistema, la devastación de la naturaleza, el desperdicio de recursos, la

corrupción, la sobrepoblación, la injustísima distribución de la riqueza, la dependencia del

exterior y el paternalismo antidemocrático o “dictablanda”, como también se le decía

(Agustín, 1990, 255).

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En estos años se extendió la cultura de los hipis, aunque los medios de comunicación se

encargaron de desprestigiarlos y de encarcelarlos al lado de los numerosos presos políticos.

“Como el régimen de Díaz Ordaz no atendió a fondo nada de esto, los acontecimientos

políticos y contraculturales de 1968 generaron efectos silenciosos que se prolongaron durante

muchos años” (Agustín, 1992, p.293) agudizando de esta manera la crisis del sistema.

Con los datos anteriores, es evidente que el contexto económico-social y cultural en el

que creció Boullosa estuvo marcado por etapas caracterizadas por serias crisis del sistema

político en el poder: El movimiento del 68, las interminables crisis económicas, el gran sismo

de 1985, y el levantamiento del EZLN en 1994, por mencionar algunas.

Actualmente la narrativa de Carmen Boullosa florece y extiende su energía creativa

hacia temas relacionados con la aculturación social, la identidad mexicana, el nexo

inexorable con el pasado indígena y la cuestión de identidad sexual. Gundermann (2004)

refiere que pese a que las temáticas de sus novelas son variadas, “observamos un gusto por

abordar la infancia, hechos históricos que tratan la identidad nacional y en un discurso

poscolonial, entre otros. Así, como cambios en los conceptos estéticos, principalmente”

(Gundermann, 2004, 397).

Al abordar la propuesta estética de Carmen Boullosa, Ortega (1999) habla de la

identidad literaria de Carmen Boullosa:

Si nos preguntamos desde dónde están narradas sus novelas, tendríamos que concluir que

se sitúan entre discursos y representaciones descentrados, de contextualidad fluida y

cambiante; y de referencialidad una y otra vez cernida y enmarcada por la flexibilidad

permutativa de su carácter literario. Esto es, estamos ante novelas que no afincan en la

tradición nacional, que no levantan mapas de articulación referencial, y que se transforman

en la lectura para no fijarse en una sola versión (p.36).

Sin embargo, hay un marcado gusto de la autora por explorar las raíces mexicanas, el

imaginario simbólico de la cultura indígena prehispánica, figuras de gobernantes, de

personajes colectivos o individuales, su ritualidad, sus costumbres mágicas, curativas y

religiosas. Así lo demuestran las novelas: Llanto, Novelas imposibles (1992), Duerme (1994),

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y Cielos de la tierra (1997). Quizás porque nuestro origen y pasado todavía es parte de

nuestra historia que sigue viva. Al respecto, Octavio Paz (1990) expresa:

Los españoles encontraron en México no sólo una geografía, sino una historia. Esa historia

está viva todavía: no es un pasado, sino un presente. El México precolombino, con sus

templos y sus dioses, es un montón de ruinas, pero el espíritu que animó ese mundo no ha

muerto. Nos habla en el lenguaje cifrado de los mitos, las leyendas, las formas de

convivencia, las artes populares, las costumbres. Ser escritor mexicano significa oír lo que

nos dice ese presente -esa presencia. Oírla, hablar con ella, descifrarla: decirla… (p. 4)

La enorme riqueza del imaginario simbólico del habitante del México prehispánico, la

grandeza de la raza azteca -como grupo social y cultural, altamente organizadas y sus

costumbres mágicas- han dejado huella en nosotros y continúan hasta nuestros días. Al

respecto, Christopher, Domínguez (1999) expresa que:

Del mundo indígena sobrevivió algo más importante que las formas vacías de una religión

sin futuro: una atmósfera espiritual y mágica, así como un conglomerado de usos y

costumbres antimodernas que se adaptaron casi perfectamente al despotismo de los Austria.

Debe reconocerse que el trauma originario de México sigue desvelando a la mayoría de los

escritores y artistas del país con fuerza que sorprende y sobrecoge (p. 38).

En Duerme, la novelista crea a un personaje femenino que recorre los diversos ritos del

pasaje del mundo curativo y mágico de los indígenas prevaleciente durante La Conquista. En

este sentido, Carmen Boullosa es una pluma omnívora que no podía resistirse a lo que

Domínguez Michael llamó ‘El síndrome de Chac Mool’. Como lo dicta Carlos Fuentes en

Cristóbal Nonato (1987), el apocalíptico presente mexicano tiene su explicación fundamental

en el síndrome del Chac-Mool, ese ‘eterno retorno’ que avanza sobre el año 2000,

estableciendo canónicamente ese ‘tiempo mexicano’ cuya disolución es siempre inminente.

Dicho síndrome modifica nuestro tiempo, lo transforma, ofreciéndonos -en nuestro texto

literario- una nueva lectura. Y como creería Paz (1990) lo hace presente e indestructible por

ser parte inherente de nuestros orígenes como grupo cultural.

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Para C. Domínguez (1999), Boullosa es una escritora cuya pasión renovada por

Cristóbal Nonato, asume al México moderno como heredero de una historia milenaria

anterior a 1521. La Conquista española modifica, interrumpe, torna subterráneo, pero sin

destruir nunca ese caudal.

De acuerdo con la opinión de Minardi (1999) Duerme es la novela más compleja y

difícil de interpretar de Carmen Boullosa. Reaparecen aquí dos aspectos centrales de su obra:

un original replanteamiento de la identidad de la mujer, presente ya en su libro de poemas La

salvaja, y el tema de los piratas, desarrollado ya en Son vacas, somos puercos y El médico de

los piratas. Así como el tema de la identidad mexicana frente a lo español.

En un reportaje emitido en Berlín 1998, en una radiodifusora alemana -llamada

Deutschland Radio- Boullosa, ante la pregunta de que si sus textos eran capaces de producir

el choque con lo otro, respondió:

Yo diría que todos los modelos literarios viven del choque con lo otro, el ejercicio de la

lectura es el choque con lo otro. La primera gran novela, que es El Quijote, apareció cuando

tuvo lugar el gran choque con lo otro, que fue el encuentro con mi continente. Cuando

Europa miró ese lugar que creyó eran las Indias y con ese encuentro se creó Europa. Tal

vez por esto el convencimiento tan radical de mi parte es que me parece atinado que el

profesor Rincón vea eso en mi obra. A mí me gusta esa consideración, me la sumo y me la

pongo. Como Sor Juana Inés de la Cruz, coincide Carmen Boullosa en que la literatura es

universal, pues nace de un diálogo muy estrecho, muy fuerte, muy complejo, un diálogo

entre América y Europa (Boullosa, 1998, 265).

Respecto al choque con lo otro, Carmen Boullosa es congruente en su actuar y pensar, como

prueba de ello, en 1994 se identificó públicamente con la causa zapatista (fue una de las

escritoras que aceptó formar parte de la famosa Convención de Intelectuales que el Sub

Comandante Marcos convocó en la Selva Lacandona). También apoyó a Cuauhtémoc

Cárdenas y a su candidatura como Jefe de Gobierno de la ciudad de México. Participó

activamente en las campañas internacionales en pro de los escritores perseguidos por sus

ideas políticas, y logró que la ciudad de México fuera una de las ‘ciudades refugio’ y

recientemente, participa en la difusión de la cultura hispana y en la enseñanza de la literatura

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mexicana en la Universidad de Nueva York, (institución donde forma parte del cuerpo

académico).

Actualmente vive en Estados Unidos, donde -con José Manuel Prieto y otros escritores-

funda Café Nueva York, asociación dedicada a rescatar la memoria de la tradición literaria en

español en esa ciudad. Participa en el programa de televisión pública Nueva York (CUNY-

TV), donde entrevista a escritores y artistas. En esta ciudad ha escrito La otra mano de

Lepanto -un juego literario que es recreación de personajes de Cervantes y narración de la

Batalla de Lepanto y la guerra de las Alpujarras-, El Velázquez de París -que como la

anterior, aparece en la editorial Siruela-.

1.1.- Carmen Boullosa y su generación literaria

Nacida en los años 50, Carmen Boullosa creció cuando la aparente ‘consolidación

posrevolucionaria’ significaba la centralización del poder en un país de considerable

heterogeneidad, donde el poder político y cultural era concentrado en la ciudad de México.

Los cincuenta eran años del auge de una cultura popular y más mediática que -entre otras

cosas- difundía, según Carlos Monsiváis, el estereotipo del mexicano (vía industria cultural)

que se ratifica como “vocalización de los vencidos” (Franco, 1999, 20).

Boullosa habla desde un espacio poético liberado por Octavio Paz y Carlos Fuentes,

pero también desde su propio tiempo marcado ya no por la saga de 1968, sino por el sismo de

1985 (que instaura la desterritorialización de la vida civil). Esto es, por el fin de los discursos

nacionales globalizadores y la irrupción de los relatos parciales y las versiones fragmentarias.

Pertenece al movimiento de exploración literario que, después de los “grandes relatos” de

la época, se dedica a los microrrelatos de una vida cotidiana tan arbitraria, subjetiva y

errante que deja de ser una vida socializada. A este ethos propiciado por una noción del

arte como cristalización interna e imaginación proyectiva, pertenecen estos relatos

liberados de una alegoría o una cosmovisión” (Ortega, 1999, 32).

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La autora misma se ha referido varias veces a su ‘generación’ como a una etapa distintiva de

la sensibilidad mexicana. El grupo literario al que perteneció Boullosa es una generación que

nació, creció y se desarrolló en un espacio nacional de crisis sociocultural y política, -

(devaluaciones, movilizaciones y levantamientos sociales, sobrepoblación, represión hacia

los débiles, encarcelamiento de presos políticos e hipis, matanza de estudiantes, grandes

terremotos), que marcó y dejó ver los grandes rezagos culturales, económicos y sociales. En

donde la injusta distribución de la riqueza social todavía sigue propiciando grandes fallas del

sistema político mexicano. Al grado de que, a pesar del paso del tiempo, todavía afecta

emocionalmente a algunos integrantes de tal generación:

¿Mi hogar? Es la ciudad de México que ya no existe. Cuando yo nací, tenía 3 millones de

habitantes; hoy tiene 21. Ese camino, que significaba tanto de niña, que tomaba para ir de

mi casa a casa de mi abuela, ya no existe, está trazado por carreteras. Todo ha cambiado

tanto… Yo soy “chilanga”, habitante de la ciudad de México y cargo con el dolor de mi

generación (Boullosa. Entrevista con Isabel Gutiérrez en 2007).

Esta ‘generación’ que empieza a publicar en los años 70, va a definirse más que frente al

poder político, ante el poder cultural, cuyo mapa complejo se traza entre las instancias

estatales, la red de comunicaciones y algunas revistas de opinión. Luego será dividida por su

lugar en el mapa, pero sobre todo, por las aguas que se separan a partir del movimiento

zapatista. A diferencia de grupos literarios anteriores, dicha generación se muestra por una

parte desencantada con el poder político y su sombra, el poder cultural. Por otra, establece

con el escenario urbano y la museología histórica, relaciones de ironía desmitificadora y

crítica corrosiva.

De la generación de Carmen Boullosa forman parte el ensayista literario Adolfo

Castañón, (1952) también narrador y poeta; la pintora de estos años, Magali Lara (1956)

cuyo arte es una propuesta celebratoria, meditada y a quien Boullosa considera casi una

hermana; uno de los cuentistas más inventivos, Francisco Hinojosa; (1954) poetas de

independencia y madurez expresivas, como Alberto Blanco, (1951) Francisco Segovia,

(1958) María Baranda, (1962) Rafael Vargas, (1954); el escritor Enrique Serna (1959); el

crítico y ensayista, Chistopher Domínguez (1962) y José María Espinasa, (1957) crítico de

poesía y cine.

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En su momento, Boullosa consideró importante el consejo de Huberto Batis de darle

otro giro a su vida de escritora, pues en efecto, al cambiarse a la Universidad Nacional

Autónoma de México, ella re-direccionará su camino hacia las letras con quienes serían parte

de su generación literaria:

“Y en medio de la multitud, vislumbré a otros que querían ser escritores deambulando por

allí. Sin proponérmelo empecé a conocer a los escritores de mi generación: Hinojosa

(1954), Verónica Volkow (1957), Adolfo Castañón (1952), Manuel Ulacia (1953),

Espinasa (1957), Tomás Segovia (1958), Pedro Serrano (1957), Juan Villoro (1956), Coral

Bracho (1951). Y así fue como comencé a publicar” (de Beer, 1999, 204).

Para C. Domínguez (1999) “la narrativa de Carmen Boullosa es la más importante de las

escritas por su generación; sin hablar de sus impresionantes poemas o de sus explosivos

juguetes teatrales” (p.39). También menciona que es autora de un sistema planetario que se

origina en el sol negro de la infancia (Mejor desaparece, 1987 y Antes, (1991), sigue los

corsarios mediante ejemplares novelas históricas (Son vacas, somos puercos, 1991 y El

médico de los piratas, 1992), explora la milagrería popular en La milagrosa (1993), para

llevarnos hacia una trilogía informal de la mexicanidad, compuesta por Llanto. Novelas

imposibles (1992), Duerme (1994), y ahora, Cielos de la tierra (1997).

Carmen Boullosa es una de las integrantes de este grupo que más lejos ha llevado la

posibilidad de un relevo generacional en esta promoción. De acuerdo con Seydel (1999), los

rasgos literarios generacionales vinculan temáticamente a Duerme de Boullosa con Ángeles

del abismo de Enrique Serna, al revestir la época colonial y señalar que en ambas obras, los

dos autores recurren al disfraz y a la máscara para sobrellevar el doloroso proceso del

mestizaje y sus implicaciones.

En un estudio intitulado “Estrategias de supervivencia en Ángeles del abismo, de

Enrique Serna, y Duerme, de Carmen Boullosa” Seydel (1999) propone que ambos autores

revisten la época colonial y la plantean como periodo histórico en el que los individuos

acudían a la simulación, el mimetismo y el disfraz para obtener beneficios personales o para

lograr simplemente sobrevivir en una sociedad llena de injusticias basadas en la diferencia

racial, social y de género. En ambas novelas se relata el proceso de imposición de la cultura

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española y se pone de manifiesto que tanto los indígenas como los españoles se apropiaron

de los códices y las prácticas culturales del “Otro”.

Los proyectos literarios de Boullosa y Serna, coinciden al evidenciar en las novelas:

Duerme, Llanto, Novelas imposibles y Cielos de la tierra, de la primera y, en El seductor de

la patria y Ángeles del abismo, del segundo, su gusto por temas históricos de nuestro país.

Ambos escritores reconocen su pasión por investigar y reconstruir épocas pasadas de la

historia de México: La Conquista y la época posterior a La Colonia, principalmente.

Siguiendo con dicha generación literaria, parece evidente que las definiciones de esa

promoción en el mapa del poder cultural y su inevitable implicación política, la han llevado

por un camino menos gregario y más personal. Probablemente esta “generación”, tiene al

final, más coincidencias de origen que de desarrollo, ya que también han sido el espacio

antagónico de no pocas polémicas y rencillas, y hoy por hoy se distingue más por su

dispersión que por su articulación de grupo. Sin embargo, Ortega (1999) considera

importantes y valiosas sus aportaciones como grupo al campo de la literatura nacional:

Cuando consideramos el extraordinario trabajo literario y la fecunda productividad cultural

de esta promoción, de estos artistas nacidos poco después de los cincuenta, no podemos sino

concluir que estos “hijos de la promesa” de crítica mexicana (forjada por Paz, Fuentes, Elena

Poniatowska y Carlos Monsiváis) han adelantado, en efecto, ya las pruebas de su talento y

creatividad; y que felizmente, todavía tienen sus mayores tareas por delante (p. 35).

Su influencia como promesa mexicana, pertenece al futuro pero es una futuridad ya legible.

Es notable la participación en el desarrollo de las letras mexicanas, sobre todo de algunos

integrantes como Carmen Boullosa, y Enrique Serna, que al igual que nuestra escritora

estudiada, también es uno de los autores de la narrativa mexicana más importantes y

apreciados en la actualidad.

Para Williams y Rodríguez (2002) este grupo de intelectuales nacidos en los años

cincuenta y sesenta, tienen la experiencia común de ser la primera generación de escritores

que han crecido con la televisión. No niega ni la vitalidad ni la importancia de la gran

tradición moderna en la novela, que se inicia con la vanguardia y se continúa en las novelas

plenamente logradas de Agustín Yáñez, Juan Rulfo, Josefina Vicens, el Fuentes de La muerte

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de Artemio Cruz, Elena Garro, Sergio Galindo, Sergio Pitol, Elena Poniatowska y Fernando

del Paso.

Al contrario, estos novelistas tan modernos y tan hábiles son los “grandes” del siglo XX

que forman la base de la novela mexicana del próximo siglo. Y los autores que han

aprendido tanto de ellos, como de esta cultura, son Boullosa, Ramos, Solares y Toscana,

quienes probablemente serán los sobrevivientes de la cultura de la globalización y del

Internet (Williams y Rodríguez, 2002, 193).

Susan Fisher señala en el periódico La Jornada (1994), que Carmen Boullosa pertenece a

aquella tercera etapa de la escritura de mujeres -que nos indican A. López, Cecilia Correa

de Zapata-; que se caracteriza por su labor de transformación de los temas ‘femeninos’ en

cuestiones más completas, dentro de la exploración interdisciplinaria. Y Duerme es un

ejemplo significativo de ello. En la novela se entrecruzan dos discursos: el femenino y el

histórico, ambos caracterizados por la mascarada como resultado de cierta impotencia. De

este modo, Boullosa considera que la literatura “es un frente de guerra para probarnos que lo

que estamos viviendo no es un equívoco completo. La literatura es un espacio para ver, para

mirarnos con suficiente crueldad” (Fisher, 1994, p.27).

1.2. Duerme ante la crítica: un breve recorrido

La trayectoria de Carmen Boullosa así como sus aportaciones al mundo literario le han valido

el reconocimiento de la crítica nacional e internacional, prueba de ello es que en 1997 la

Universidad de Berlín le dedicó un simposio internacional titulado: Conjugarse en infinito.

La escritora Carmen Boullosa, que tuvo lugar los días 18 y 19 de noviembre de l997 en el

Instituto Iberoamericano de Berlín. Ahí le entregaron el premio Anna Seghers y participaron

más de seis países: Estados Unidos, Alemania, Francia, España, Portugal, Inglaterra y

México.

Los temas centrales que se abordaron en el citado encuentro fueron: 1.- La

deconstrucción de utopías e identidad nacional: la obra de Carmen Boullosa en el discurso

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poscolonial. 2.-Crítica de las relaciones de los géneros y la posibilidad de una lectura

feminista en su obra. 3.- El proceso estético de Carmen Boullosa: jugando entre la

modernidad y la posmodernidad. 4.-La escritora Carmen Boullosa y su obra: ¿Transmisión,

desplazamiento y/o cambio en la literatura mexicana? Aunque en el centro del debate estuvo

el cambio de las formas de plasmación literaria y de conceptos estéticos, y de esa manera, la

pregunta por los modos de elaboración posmoderna de un panorama cultural híbrido,

conmocionado por la modernización y la globalización (Droscher y Rincón, 1999,10).

De esta manera, apreciamos que Carmen Boullosa ha atraído la atención de la crítica

de la investigación sobre la literatura hispanoamericana debido a que sus textos marcan un

cambio paradigmático en la literatura mexicana contemporánea. Para de Beer (1999),

Boullosa es una escritora comprometida con la literatura y al mismo tiempo desempeña

muchas otras actividades que son componentes esenciales de su oficio. A pesar de que para la

autora estudiada no es importante tener fama o reconocimiento como escritora y cree que el

libro es una obra de arte con sus propias reglas y exigencias que deben cumplirse para darle

una existencia autónoma, es visible en su narrativa un compromiso constante de mejora.

Paola Madrid menciona que luego de publicar Mejor desaparece y Antes, sus dos

primeras novelas, surge en nuestra autora el interés por temas históricos, la mirada de

Carmen Boullosa hacia la historia y paradigmas míticos de México fluye por una línea

continua hasta llegar a Duerme, novela de ambiente colonial situada en el Virreinato de la

Nueva España, según tres marcas temporales: 1571 (justo el año en que históricamente se

instala en México el Tribunal de la Inquisición), 1572 y 1597 (p.7).

Para Paola Madrid algunas de las razones que la motivaron a estudiar a Carmen

Boullosa fueron principalmente porque vio en ella una forma de comprender las actuales

tendencias literarias, reflexivas en el campo de la historia y la cultura, y por lo otro, porque

hay rupturas que lleva a cabo y el descreimiento que tiene sobre ciertos mitos que han

conformado una imagen del mexicano falsa, tanto en el interior como hacia afuera de las

culturas iberoamericanas. En este aspecto, las obras literarias relacionadas con temáticas

históricas, culturales y que hablen de alteridad han atraído la atención de Boullosa. En

Duerme, es palpable el deseo de la autora por desmitificar o conocer de otra forma sucesos

pasados de nuestra historia, no quedarnos solamente con lo que nos ofrece la historia oficial.

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Para este trabajo dejaremos de lado su faceta de poeta y dramaturga, centrando la

atención sólo en conocer la situación actual en que se encuentra la novela Duerme, que es el

objeto de estudio de la presente investigación.

Domenella (2001) percibe que parte del origen de Duerme lo rastreamos en la primera

novela de piratas publicada en la editorial Era, en l991 Son vacas, somos puercos.

Filibusteros del Mar Caribe. En esta obra aparece una mujer que disfrazada es hombre, que

decide viajar a isla de la Tortuga desde Flandes para cambiar su destino de prostituta: “Y

prefiero pasar por hombre, aunque los hombres son seres que desprecio, que seguir siendo

una puta. Se acabó” (Boullosa, 1994, 27).

Una vez que vio la luz la novela Duerme, el periódico Reforma publicó comentarios

como: “Carmen Boullosa propone otro método para vencer y acelerar la historia” (Fuentes,

1994).

“Como ella misma, las novelas de Carmen Boullosa son alucinantes, lúcidas,

inquietas, inteligentes. Convierte constantemente su narrativa hasta llegar a una zona poética.

Su literatura crea imágenes vívidas con grandes miradas a un sinnúmero de experiencia”.

(Fischer, 1994). “Se puede deducir que para Boullosa la literatura es una suerte de conjuro,

una forma de escuela, en la familia, en la iglesia” (Franco, 1994).

Un análisis de corte histórico titulado Como si así pudiera borrarme: la reinscripción

de raza y clase en Duerme de Carmen Boullosa, lo elabora (Gunn, 2003) en donde señala

que en Duerme -por medio de la reescritura de la época colonial- subraya estas distinciones

sociales y raciales para poder criticarlas. Por eso Gunn (2003) considera que esta novela es

más que un tratado feminista, una aventura picaresca o una historia carnavalesca: más bien,

este ejemplo de la reescritura de la época colonial mexicana representa una fuerte crítica

social que repercute hasta la actualidad.

Sánchez (2004) señala en Imaginación e historia en la novela hispanoamericana que

la narrativa de Boullosa se inscribe, más específicamente, en el movimiento del pos utopismo

de las letras mexicanas donde la literatura tiene la posibilidad nuevamente de fungir como

vaso comunicante. Además, insiste en que gracias a la intertextualidad de Duerme, existe una

estrecha relación de la historia y la ficción:

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Podemos ubicar su obra en lo que Linda Hutcheon denomina: metaficción historiográfica;

donde la historia y la ficción se hermanan por medio de la intertextualidad, la

autoreflexivilidad, el problema ontológico, la subjetividad, la parodia y la memoria. Por lo

que estamos ante la presencia de un cambio paradigmático en la literatura mexicana, de la

cual la autora brinda en ocasiones consideraciones polémicas (Sánchez, 2004, 40).

En Duerme, como en Antes y Cielos de la tierra, Boullosa recrea el pasado con la

idea de suponer lo no dicho como forma de volverlo creíble. Según Pirrot (1997) a nivel de la

escritura de Boullosa también opera una lógica heterogénea, ya que dentro de la narrativa,

frecuentemente se entremezclan fragmentos histórico-textuales con trozos introspectivos de

los personajes, produciendo un discurso intertextual e híbrido. Aunque Duerme, por otro

lado, encapsula una suerte de experimento creativo-corporal. También juega con las ideas de

la escritura, la historia y el cuerpo, pero en vez de resaltar una economía de la apropiación y

fragmentación, la novela propone una reconfiguración de estas coordenadas. Finalmente,

Pirott (1997) señala que independientemente de la perspectiva que se estudie Duerme ofrece

una meditación sobre el pasado, presente y futuro de México desde una perspectiva

eternamente protéica e híbrida.

La intertextualidad, entendida como la relación de un texto dado con otro u otros, se

ve en Duerme multiplicada al incluir en el cuerpo de la novela, pasajes de textos de la época

colonial e incluso, reescritura de textos de la antigüedad clásica. Esta relación intertextual va

paralela a la metaficción que se hace evidente en muchas instancias: monólogo interior y

recapitulaciones sobre lo que debe hacerse. Es, precisamente esta intertextuliadad, la que en

mi opinión también ofrece mucha riqueza como obra de arte literaria al mostrarle al lector

infinitas posibilidades de estudio.

En Laudatio de Carmen Boullosa, documento que Carlos Rincón (1999) leyó durante

la entrega del Premio Anna Seghers a Boullosa en la Akademie der Kunste en Berlín,

Alemania el 20 de noviembre de 1997, coincide con Chistopher Domínguez al mencionar

que las dos primeras novelas son ficciones en prosa y concentran las relaciones de infancia y

pubertad. Mientras que en un segundo momento en la obra narrativa de nuestra autora abarca

sus metaficciones historiográficas sobre el mundo de los piratas del Caribe y acerca del

último soberano azteca. Señala que con conciencia crítica de los necesarios cambios en el

concepto mismo de historia, Carmen Boullosa ha emprendido una tercera fase en su tarea de

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novelista. Después del intento de reescritura realizado bajo condiciones de revisión

poscolonial, llega ahora a la revisión y reapropiación de determinadas alegorías y figuras de

la nación mexicana. Ante la pregunta de ¿por qué los textos de Carmen Boullosa pudieron

convertirse en este acontecimiento en que se han constituido dentro del devenir de la

literatura de este fin de siglo? Rincón (1999, p.17) responde: “Pienso que ello es el efecto

del choque de lo otro que conllevan”.

Franco (1999) en “Piratas y fantasmas” comenta que Duerme y Cielos de la tierra le

interesan particularmente por la forma imaginativa en que trata el pasado de la Colonia. En

Duerme, Claire, una francesa se despierta escuchando voces hablando en náhuatl. Vestida de

hombre, es capturada y está a punto de morir ahorcada como sustituto al verdadero

condenado, el Conde de Urquiza. Salvada por indígenas, herida y luego lavada en aguas del

lago que reemplaza su sangre, pasa de hombre a mujer, de mujer europea a mujer indígena y

sufre una extraña limitación- la de no poder despertarse, salvo en el valle de México. Surgen

aquí los poderes y el imaginario simbólico cultural indígena manifestado a través de unas

aguas mágicas que inmortalizan a Claire. (Franco, 1999, 29) considera que “Duerme es una

novela perturbadora porque explora las áreas subterráneas que ha producido el mestizaje, en

un momento en que se opera un cruce de géneros, lenguajes, clases y razas”.

En La identidad literaria de Carmen Boullosa, Ortega (1999, 31) menciona que “Las

novelas de Carmen Boullosa en tanto propuestas de una revisión literaria de la tradición

moderna del quehacer (y quedecir) mexicano constituyen no solamente una obra distintiva en

sí misma sino que configura también un discurso sobre las posibilidades poéticas del relato

de este fin de siglo”.

En lo que se refiere a identidad, género y lo Otro, existe diversidad de opiniones:

Gutiérrez de Velasco (1999) señala en el artículo Vertiente histórica y procesos

intertextuales en Duerme que:

Si hay una pasión que guía el proceso de escritura narrativa de Carmen Boullosa, y quizá

de su obra toda, entonces podemos afirmar que su impulso se cierne en torno a un proyecto

de alteridad, a una urgencia por ser diferente y convocar las diversidades en múltiples

niveles de significación (p.145).

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Si bien es cierto que algunos estudiosos han catalogado la novela Duerme como una

nueva novela histórica u otra forma de reescribir la historia de México, existen

investigaciones que señalan cambios en la narrativa mexicana. Para Gutiérrez de Velasco

(1999)

Boullosa frente a la novela histórica de nuevo cuño ha adoptado su propia estirpe y ya abre

brechas en el filón de la utopía. De manera que el pasado y el futuro son para la escritora

como dos resquicios por donde se cuelan sus presentes, es decir, su carga temática y de

obsesiones narrativas (p.145).

También menciona que muchos textos ocultan o enmascaran su proceso intertextual, como es

el caso de Duerme que muestran la herida por donde brota ese fluido intertextual. Asimismo,

asegura que nuestra novela es un texto en que se han imbricado multiplicidad de intertextos

para establecer una vinculación entre ese pasado colonial mexicano y el presente tiende hacia

un proceso de descolonización como señala Falcón (1996) que analiza este fenómeno a partir

del siglo XIX.

Domenella (1999), en Escritura, historia y género comenta en su artículo sobre veinte

años de novela mexicana escrita por mujeres que las identidades de género y de posición

social no son fijas en la novela. Por lo que esta confusión la asume la protagonista como la

propia cultura colonial. También se ha puesto de manifiesto la adscripción de Duerme a la

‘nueva novela histórica’, en camino a un necesidad de (re) interpretar la propia historia, como

afirma César Rodríguez de Sepúlveda, quien también destaca el juego de apariencias en esta

ficción histórica, el tono onírico en la narración y la vinculación con el personaje Claire con

el personaje Orlando, creado por Virginia Wolf.

G. Minardi (1999) considera que Duerme es un relato logrado que se mantiene con la

fuerza con que inicia. Duerme está entre lo mejor de la producción literaria de Carmen

Boullosa. Es un alegato en contra de una visión de lo femenino y a favor de una vida sin

distinción de géneros. La mascarada de Claire adquiere un valor de afirmación, de defensa

contra una sociedad dividida en ‘hombre y mujeres’. Y esta idea es evidente en todo el texto.

Otro estudio que apunta al tema de lo otro es el artículo de Seydel (1999) titulado “La

destrucción del cuerpo para ser otro. El cuerpo femenino como alegoría del México Colonial

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en Duerme” en donde la estudiosa señala que inicia Duerme con un epígrafe compuesto por

dos citas. Estas apuntan hacia dos temas de interés en dicha novela: la desigualdad entre

hombres y mujeres, basada en la diferencia sexual, y el papel del agua como elemento vital.

A lo largo de su estudio, Seydel (1999) hace hincapié en “la disolución de los binarismos, en

el rompimiento de las limitaciones establecidas, en el cuestionamiento de categorías

supuestamente dadas e inamovibles, por lo que resume que la novela se inscribe en la novela

poscolonial, tomando como escenario de la trama novelesca el México colonial” (p.167).

La sociedad novohispana -de acuerdo con Seydel- se ubicaba en el llamado ‘Nuevo

Mundo’, configurado como Otro frente al viejo continente. Dicha sociedad fue definida

opuesta a la Ibérica. Dentro de ella se trazaban líneas divisorias de índole genérica, racial,

social, estamental, cultural y religioso. El cuerpo de Claire es un cuerpo híbrido a nivel

sexual, racial y social. Es a la vez andrógino y mestizo con acceso a las clases de los

oprimidos y de los gobernantes. De este modo, la obsesión de Carmen Boullosa por el

cuerpo, la memoria y el Otro se logran conjugar y relacionar en Duerme.

Para Minardi (1999), Claire es una especie de bella durmiente que prolonga su

existencia hasta nuestros días al no poder ser despertada por Pedro de Ocejo, su poeta, su

príncipe azul. Aunque considera que es una bella durmiente que sueña con los ojos abiertos

un futuro mejor para la mujer y para México, dos territorios violados, contradictorios y

deseosos de libertad.

Mientras que Zulema Moret (2004) señala que Duerme adelanta desde el título uno de

los grandes temas del cuento maravilloso, el de la ‘bella durmiente’, a través de un

distanciado tratamiento histórico y una consolidada intriga. Duerme recrea con distancia el

clásico relato de Perrault La bella durmiente del bosque, tratamiento que ya forma parte

desde hace unos años de uno de los núcleos temáticos de la nueva literatura femenina.

De igual modo, especialistas en literatura vinculan a la novela con otros textos.

Gutiérrez (1999) señala -en el estudio ya citado- otro registro intertextual que se manifiesta

en Duerme: el cuento infantil y la leyenda. En el desenlace de la novela, Boullosa suma dos

tradiciones, dos relatos: La Bella Durmiente del bosque, que nos recuerda a la mujer

despierta, aunque Claire despierta en un bosque cercano a Potosí para encabezar una

rebelión contra los españoles. Y también usa un tono burlesco para corregir “Se me ha colado

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una historia que no va aquí” (Boullosa, 1994, 144) para agregar las fases repetitivas de El

gato con botas, un clásico cuento infantil.

Trejo Téllez (2004) menciona en su tesis doctoral -de la Universidad de Austin

Texas- titulada: Desestilización del sujeto en la narrativa mexicana contemporánea: Un

acercamiento centrífugo-centrípeta, luego de analizar: Llanto, Novelas imposibles (1992),

Duerme (1994), y Cielos de la tierra (1997) señala que: “En las tres obras Boullosa utiliza,

entre otros recursos, la fragmentación posmoderna, la intertextualidad, la metaficción, la

historiografía y la pluralidad de voces narrativas” (Trejo Téllez, 2004, 20).

Definitivamente, la novela Duerme de Carmen Boullosa se encuentra en la mesa de

las discusiones literarias: mucho se ha hablado de Duerme como una novela histórica y de

ficción, de identidad y género con la posibilidad de una lectura feminista, que aborda

temáticas relacionadas con lo otro, como novela de aventuras, o ‘un cuento de hadas para

adultos’ así como la importancia de la innovación estética, pero no existen estudios o análisis

simbólico-mítico, de ahí la importancia de estudiar la novela desde esta postura, pues:

el tratar de leer símbolos en el texto literario nos permitió disfrutar de sus variantes únicas e

irrepetibles, pero es a la vez ponernos en el camino de las representaciones culturales

compartidas de grupos y colectividades. El símbolo existe antes del texto dado e

independientemente de él: procede de la profundidad de la memoria de la cultura, resurge

en la memoria del escritor y encarna en el nuevo texto (García, 2007, 4).

Como hemos podido apreciar en este breve recorrido por la vida y obra de nuestra autora, el

panorama cultural, social en el que vivió y creció, a la par que el resto de los integrantes de

su generación literaria, existen razones de sobra para estudiar a la escritora mexicana Carmen

Boullosa. Luego de una revisión de diversas críticas literarias a Boullosa, actualmente, ella

ha logrado posicionarse en las letras hispanoamericanas actuales e internacionales, pues sus

textos han sido traducidos a varios idiomas.

De los temas abordados en su narrativa, particularmente nos interesan los

relacionados con el imaginario cultural simbólico en Duerme (1994), que tienen que ver con

la identidad nacional, el choque con lo Otro y el nexo indisoluble con el México antiguo

enmarcadas en el periodo posterior a la Conquista de México.

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De acuerdo con la crítica, sus textos no son clasificados en el canon tradicional, sino

que incursionan en el panorama literario mexicano y nos ofrecen una nueva lectura.

Chisthoper Domínguez señala que los textos de Carmen Boullosa marcan un cambio

paradigmático en la literatura mexicana contemporánea y resalta la importancia de su

narrativa en la literatura actual.

En el siguiente capítulo abordaremos la importancia de indagar sobre la memoria e

identidad en Duerme, dos conceptos que sirven de guía para tratar de profundizar sobre el

imaginario simbólico cultural de los personajes del México prehispánico en Duerme. Para

ello damos mayor énfasis a los elementos mágico-religiosos, a las prácticas rituales, a la

resistencia y prevalencia de dichas prácticas durante el tiempo en que transcurre la novela: al

límite del México indígena y del México mestizo. Para una mejor comprensión de la

integración de los personajes, recurrimos a los conceptos que Jung propone al descubrir los

arquetipos maternos y femenino, rasgos que coinciden con algunas características de la

protagonista en Duerme.

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2. Memoria e identidad en Duerme

“..en Duerme el interés se centra en sus aspectos mágicos. Es el agua que

otorga inmortalidad al personaje Claire/Clara, es el agua de la memoria,

sustancia de los tiempos prehispánicos. Es sagrada para los indígenas”.

Seydel, Ute “La destrucción del cuerpo para ser otro”.

Memoria e identidad son dos conceptos manejados hábilmente por Carmen Boullosa en

Duerme (1994). Precisamente ese gusto por retomar temas relacionados con nuestro pasado,

como el México prehispánico -que nos recuerda nuestro origen e identidad como entidad

cultural- es parte importante en su narrativa. En este sentido, el propósito de este capítulo es

mostrar la estrecha relación de ambos conceptos en la novela estudiada, así como analizar la

manera en que la magia, la ritualidad y la religión se relacionan y entretejen con el entorno

simbólico-cultural de ese México antiguo que ella refiere. Finalizaremos con el estudio de los

personajes de la novela y su vínculo con la memoria e identidad, a ésta última la

visualizamos en tres planos: femenina, individual y colectiva-nacional. Para la conformación

de Claire, nos son de mucha utilidad algunos preceptos de Jung y Freud respecto del

arquetipo materno.

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra memoria

proviene del latín memorĭa y tiene una gran variedad de significados que para efectos de este

apartado sólo tomaremos las relacionadas al pasado: a) Facultad psíquica por medio de la

cual se retiene y recuerda el pasado; b) Recuerdo que se hace o aviso que se da de algo

pasado; y lo que refiere una; y c) Relación de algunos acaecimientos particulares que se

escriben para ilustrar la historia.

El mismo diccionario define a la identidad, como proveniente de (Del b. lat. identĭtas,

-ātis). a) Cualidad de idéntico; b) Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una

colectividad que los caracterizan frente a los demás; c) Conciencia que una persona tiene de

ser ella misma y distinta a las demás; d) Hecho de ser alguien o algo, el mismo que se supone

o se busca.

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Gloria Prado (2005) en el artículo: “De la realidad a la ficción ¿o será la ficción la que

construye la realidad?” refiere que la memoria tiene una diversidad de significados

Memoria: Jirones de recuerdos, volúmenes de imágenes, secuencia de cuadros que vienen a

golpes, agolpados, se agolpan, para ir conformando anécdotas, situaciones, relaciones,

estados de ánimo, historias, La Historia, mares de historias entrecruzadas, intrincadas.

Historia monumental, historia nacional, historia política, historia personal, historia de vida

y de muerte, historia de luchas, victorias y derrotas frente a la limitación e impotencias

humanas (p.83).

En los últimos años surge un gusto por reescribir sobre temas históricos, sobre todo con

motivo del quinto centenario del llamado descubrimiento de América se plantaron en la

historiografía, en los estudios sobre las culturas mesoamericanas y la Colonia, así como

acerca de la Conquista, del origen del Estado mexicano contemporáneo y del mestizaje, del

lugar de los indígenas en el espacio nacional del siglo XX (Seydel, 2005,178).

No es casual, entonces, que Boullosa se haya propuesto escribir en contra del olvido

de la Conquista, acontecimiento traumático cuyo recuerdo incomoda, ya que significó la

imposición violenta del ibérico y la destrucción de los templos, del arte de lo sagrado y de los

códices indígenas precolombinos; aunque por otra parte, dio pie al surgimiento de nuevas

prácticas culturales por medio de las cuales subsistieron de modo clandestino tanto la

cosmovisión como los cultos religiosos de las diversas etnias indígenas.

Carmen Boullosa reflexiona en Duerme acerca de la necesidad de recuperar la

memoria, de recordar para no olvidar sucesos históricos y las transformaciones ocurridas a

partir de principios del siglo XVI. Para Erna Pfeiffer (en Drósher y Rincón, 1999) la

obsesión por recuperar el pasado y abolir las antiguas utopías, parece ser ya una constante en

la obra de Boullosa. Al menos cinco de sus novelas (Son vacas, somos puercos, Llanto,

Novelas imposibles, El médico de los piratas, Duerme y Cielos de la tierra) tratan de rescatar

el revés de la historia, las utopías fracasadas, la versión no oficial de los vencidos, de los

marginados, los silenciados. En Duerme es un constante ir y venir entre la dimensión

histórica oficial y la de la propia mirada de Boullosa durante este periodo de nuestro pasado

histórico.

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Ute, Seydel (2004) señala en Escrituras en contraste que:

La Conquista se relaciona, asimismo, con el inicio del mestizaje racial y cultural, así como

con la fundación de una nueva sociedad, pero también con el establecimiento de un

virreinato que implicaba el sometimiento y la dependencia política, económica y cultural

de los pueblos mesoamericanos frente a una potencia colonial europea y su desplazamiento

en tanto sujetos del discurso historiográfico y protagonistas que decidían el desarrollo

histórico de sus respectivas etnias (p.178).

En “Relectura de la Conquista” en Nen, la inútil, Ignacio Solares (2005) pone en evidencia la

necesidad de elaborar y releer ese pasado que encierra un trauma colectivo relacionado con el

origen de la cultura y la construcción de una identidad colectiva del México independiente.

En cuanto al origen y la fundación de la cultura mexicana, se agrega en la “nota” que se

quiere olvidar a los dos nutrientes culturales, tanto la española, como la indígena, como si el

estado nacional independiente hubiese surgido de la nada y como si el Estado del XX fuese

una prolongación de aquél.

En este sentido, en Duerme, Boullosa muestra una relectura posterior a ese periodo,

donde a pesar de desarrollarse en plena época colonial y de mostrar su visión sobre los

estragos político-culturales, económicos y sociales de un conquistador español que modificó

algunos rasgos culturales como nación, demuestra que todavía siguen vivos algunos

elementos del México prehispánico. Por lo que la raza y clase social -que forman una parte

tan íntegra de la identidad mexicana- también tienen un papel significativo dentro del entorno

novelístico.

Respecto del imaginario social en la literatura, García Peña (2007) refiere que “El

imaginario social es la expresión, literaria o no, de la percepción de la realidad cultural. La

imagen será la representación de una realidad cultural mediante la cual el individuo o el

grupo expresan su visión del mundo en un espacio cultural (p.24). Por lo que los conceptos

de identidad y memoria serán vistos como elementos inherentes del imaginario social de la

forma en que se percibe la realidad cultural que prevalece en Duerme.

De la naturaleza histórica de toda creación literaria y de los estrechos lazos del

hombre con el grupo socio-cultural al que pertenece, es pertinente citar a García Peña (2007)

cuando señala que:

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Puesto que la cultura es un entramado de sistemas semióticos formados históricamente, es

necesario subrayar la naturaleza profundamente histórica de toda obra literaria: el acto

literario se funda en relaciones significativas entre un ser humano y los demás seres

humanos. El autor, ya sea un individuo o una entidad anónima y colectiva, es portador de

un pensamiento que expresa a un grupo: “imagen del mundo e imagen del sí mismo están

siempre con toda evidencia vinculadas” (Castoriadis, citado en García Peña, 2007,41).

El panorama de la narrativa mexicana actual nos deja ver la estrecha e importante

relación de nuestra herencia histórica, así como la memoria y los rasgos identitarios como

nación, con la literatura. Para (Vergara, 2007,14) los orígenes, identidad, pertenencia,

mezclas, castas, diversidad cultural, “la búsqueda de los ancestros, el indagar sobre lo

primitivo y lo sagrado, son parte de este proceso de interiorización” que viven algunos de los

personajes de nuestra novela, especialmente los vencidos.

Percibimos que la búsqueda del pasado se presenta en el espacio del lago, donde el

agua representa un elemento antiguo, el elemento principal, como la memoria. En Duerme,

dos culturas se confrontan, contraponen: la mexica y española. Creando una sola identidad, el

mestizaje. La nación mexicana surge a partir de la fusión de dos culturas: la española y la

indígena. Durante el periodo de la Colonia en México, se fue produciendo un híbrido que

daría como resultado a los mestizos, los hijos de la unión de esos dos mundos diferentes.

Octavio Paz (1959) señala en El Laberinto de la soledad, que el mexicano no está del

todo contento con esta unión de la cual es producto: “El mexicano no quiere ser ni indio, ni

español. Tampoco quiere descender de ellos. Los niega, y no se afirma en tanto que mestizo,

sino como abstracción: es un hombre” (p.79).

Sara Sefchovich (1987) refiere que “la Colonia, la Nueva España, es vista por los

mexicanos como un paréntesis histórico, que se desea olvidar” (p.13). Mientras que Jean

Franco (1994) señala en su libro Las conspiradoras, la representación de la mujer en México

que:

Sólo cuando México llegó a ser una nación independiente y se planteó el problema de la

identidad nacional, se trasformó a doña Marina en la Malinche; pasó a simbolizar la

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humillación del pueblo indígena (su violación) y el acto de traición que conduciría a su

opresión (p.171).

Respecto a la Malinche, Octavio Paz (1959) afirmó que el varón mexicano se había

conformado con un violento rechazo hacia su vergonzosa madre:

Doña Marina se ha convertido en una figura que representa a las indias, fascinadas,

violadas o seducidas por los españoles. Y del mismo modo que el niño no perdona a su

madre que lo abandone para ir en busca de su padre, el pueblo mexicano no perdona su

traición a La Malinche. Ella encarna lo abierto, lo chingado, frente a nuestros indios,

estoicos, impasibles y cerrados (p. 77-78).

En Duerme, Claire, el personaje principal, es una mujer francesa que viene a México en los

primeros años de la Colonia. Este personaje nos interesa principalmente debido a que en la

novela se ve forzada a tomar diferentes identidades, que sirven para representar a la naciente

y mestiza nación mexicana, además de que también simboliza esa búsqueda de identidad que

señalaba Paz. Claire podría ser el prototipo de la nación mexicana, en tanto que la mezcla que

ella representa se asemeja a la que produce la Nueva España. A través de diferentes

elementos coincidentes, podemos intuir la presencia de rasgos que nos remiten al Mito de la

Malinche “Mito que alude a la construcción de una cultura nacional que se basó en otro mito

fundacional: el de la Malinche” (Seydel, 2004, 67). Mito que vincula el origen del mestizo

con los conceptos de culpa, traición, violación y los relaciona con la figura histórica de la

Malinche.

En Duerme, el personaje llamado Conde Urquiza toma una actitud similar a la de

Hernán Cortés con Malintzin. Blanca López (1997) señala la importancia utilitaria que ella

tuvo para los conquistadores: “Malintzin es el prototipo de la mujer que actúa como

“auxiliar” de los españoles; ella se convierte, como ninguna otra, en un elemento nuclear para

realizar la conquista” (p. 65). Para el Conde Urquiza, Claire no representa nada más que un

instrumento: en el momento que él cree que ella ya no le proporciona algún beneficio o le es

necesaria, se deshace de ella. Recordemos las palabras de Paz (1959) cuando refiere que “El

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símbolo de la entrega es la Malinche, la amante de Cortés. Es verdad que ella se da

voluntariamente al conquistador, pero éste, apenas deja de serle útil, la olvida” (p.77).

Así como Cortés se deshace de Marina, el Conde viola y desecha a Claire. Este pasaje

de nuevo lo podemos interpretar como un ejemplo de la manera en que los españoles

abusaron del pueblo mexicano desde que llegaron a este continente, y durante todos los años

que duró la Colonia.

Al vestir ropas de india y recibir el trato como tal, Claire puede percibir la

configuración del mundo de los españoles en la Nueva España. Para ellos la forma de ver el

mundo es diferente:

El mundo se divide en dos: el viejo y las tierras nuevas. La luz y la oscuridad. El silencio y

los sonidos, lo blanco y lo negro. El agua y la tierra. El bien y el mal. Los hombres y las

mujeres. Los europeos y los de otras razas. Esto último no lo sabe quien no deja su tierra,

ahí creerá que la diversidad es amplia. Que hay ingleses, franceses, flamencos, chinos,

portugueses, catalanes. Reto a cualquiera que vista como yo ropa de india y luego me dirá

en cuánto se dividen los seres. “En dos”, me contestará, “los blancos y los indios”

(Duerme: 57).

Si acaso mi atuendo de india es verosímil, lo es por un solo motivo, por el tres. Ven mi

porte de blanca, mi ropa de india y dicen “es mestiza”. No miento, respondo a las cuentas

que han aprendido a hacer en esta tierra los españoles. Para ellos tres es dos, no les cabe

duda. Por este error, yo digo “nuestras calles”, digo “nosotros”, atrapada en un tres que no

debería existir (Duerme: 58).

Con esta cita notamos que Claire se define a sí misma como parte de la raza mestiza, como

una mezcla de las culturas europeas y americanas. Es prudente mencionar que como parte de

estos juegos de identidad, Carmen Boullosa utiliza intencionalmente tanto el género

femenino como el masculino al referirse a Claire. Por lo que la protagonista -al narrarse a sí

misma- se autonombra hombre o mujer, o la india “de las manos tibias” la llame

indistintamente mestiza o mestizo, india, caballero, soldado, consejera del Virrey, etcétera.

De las diferentes identidades que Claire adopta, la de mestiza es la que le permite

representar -en mayor medida- esa mezcla o híbrido: ella misma al identificarse como el

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producto de esa fusión de culturas. Por ello, Claire incorpora en su discurso esa visión de

‘nosotros’, y se identifica como parte de la cultura mexicana, y también desprecia la cultura

española, como hicieron los mexicanos.

Pedro de Ocejo termina la historia de la novela y en ella muestra la victoria de Claire

y la raza india contra los españoles: “Estando en él (Valle) nadie podrá darle muerte”

(Duerme: 146). Así, Boullosa logra -de una manera poética- dar al pueblo mestizo la fuerza

para deshacerse de la carga de los españoles. Como ella resulta victoriosa, el pueblo

mexicano también lo es, y ya libre de la carga de la Colonia, puede dedicarse a la búsqueda

de su identidad mexicana. Recordemos las palabras de Claire:

En los juegos de naipes {...} siempre llega el momento de conocer la identidad de las

barajas. La que se sospechó sota se revela diamante, el rey de oros, cuatro de copas... Igual

es la vida (Duerme: 29,30).

A la propia protagonista le llega el momento de descubrir su verdadera identidad.

Apreciamos que la identidad que le corresponde o con la que más se identifica es la de los

indígenas mexicanos, de los mestizos del México Colonial, un México que busca estar a

gusto con su propia identidad. Sin embargo, no debemos olvidar que el final de Claire es el

que Pedro de Ocejo elige para ella. Como pudo haber seguido la línea de pensamiento de

Ocejo, pudo haber continuado con su búsqueda por la aventura. Boullosa presenta una

hermosa analogía que simboliza la lucha del mundo viejo con el mundo nuevo, y la victoria

de éste último.

Adoptando múltiples identidades, la protagonista de Duerme se transforma en

diversos cuerpos “híbridos” a lo largo de la narración. Llega a Nueva España vestida de

pirata francés; luego desempeña el papel de un Conde español; después se transforma en una

mujer indígena; y en otro momento, se viste de “español de buen aspecto.” Minardi, G.

(1999) opina que en cada caso, la protagonista adopta los pronombres genéricos

correspondientes cuando se refiere a sí misma, gesto que subraya el hecho de que no se trata

de un simple disfraz o una mascarada, pues Claire vive entrañablemente cada identidad. Sin

embargo, lo relacionado con la conformación de los personajes de Duerme, será analizado a

mayor detalle en la última sección de este apartado.

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Sobre nuestra exposición, conviene señalar que estudiaremos nuestra obra literaria

desde la perspectiva simbólica-mítica, misma que tiene una profunda relación con la

antropología cultural y gracias a la cual podemos enriquecer nuestro acercamiento al

apasionante mundo de los símbolos, mitos y su relación con la literatura. Al respecto García

Peña (2007) considera que:

La literatura, analizada desde el punto de vista de la antropología de la cultura, “permite

advertir la representación de los sistemas simbólico-míticos de grupos étnicos, las

coincidencias culturales compartidas entre sus miembros y sus diferencias respecto a otros

grupos; hace posible acercarse a los textos como expresión de la cultura nacional o

problemas subculturales en forma de tradiciones asociadas con grupos de la misma

sociedad compleja, pero basada en símbolos culturales distintos (p.11).

Asimismo, para abordar un estudio que analice el imaginario simbólico de una obra

literaria, - parafraseando a García Peña- conviene estar atento a la organización narrativa del

relato, a su prototípica composición circular que le da su cohesión y permite distinguir las

relaciones fundamentales, y los paralelismos que aparecen en distintas secuencias:

El mitólogo no podría, sin embargo, limitar su investigación al marco del relato; debe

asociar al estudio filosófico un análisis del contenido que aspire a despejar las relaciones

semánticas, el juego de las correspondencias simbólicas, los múltiples niveles de

significación introducidos en el texto y la jerarquía de los códigos utilizados en el mensaje

(Vernant, en Vergara, 2007, 206).

Desde esta perspectiva, estudiaremos la recurrencia de la memoria e identidad en

Duerme de Carmen Boullosa y el imaginario simbólico cultural de los habitantes del México

Antiguo, partiendo de la idea de que “toda cultura y su perpetuación dependen de la facultad

de usar símbolos” en (García Peña, 2007,14).

Para Jung (1989) las capas más profundas de la psique, se vuelven progresivamente

más colectivas y pierden la particularidad individual, según aumenta la profundidad. Si un

símbolo es muy profundo, es más colectivo y universal.

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La imagen es “representación”, es decir, “algo” que ocupa el lugar de otra entidad; no

la rige un principio analógico (ser parecido a) sino un sentido de referencia a una idea o a un

sistema de valores a los que remite (García Peña, 2007, 24).

Conviene resaltar a Italo Calvino (1995) cuando señala que “varios niveles de

realidad existen en la literatura, es más, la literatura se basa justamente en la distinción de

distintos niveles de realidad y sería impensable sin la conciencia de esta distinción”. (p.339).

En Duerme hay varios niveles de realidad: El mestizaje, los conquistadores con todas sus

autoridades virreinales y religiosas: Santa Inquisición, frailes, encomendadores; indígenas,

criollos, los diversos grupos y castas en la Nueva España, etcétera, que se desenvuelven en el

periodo del México colonial con un México indígena, que aunque subalterno, es bastante

palpable.

El mismo Calvino señala que en una obra literaria los distintos niveles de realidad

pueden encontrarse y permanecer diferentes y separados, o bien fundirse, soldarse,

mezclarse, encontrando armonía entre sus contradicciones o formando una mezcla explosiva.

(Ricoeur, 2002, 204) menciona que la capacidad de redescripción de la realidad de los

modelos de ficción textual a través del ejercicio del imaginario y su lenguaje simbólico,

dotan a la literatura, oral y escrita, culta o popular, del poder de detonar nuevas dimensiones

de la realidad:

Los símbolos son por tanto, como los personajes y los paisajes de la narración, los

integrantes de una semántica de la imaginación. Ellos consolidan los valores significativos

de la construcción fantástica del texto. Los símbolos se alojan en el espesor imaginario del

texto, en el espacio impalpable inducido por las formas del esquema material. Sin embargo,

debe regirse la tendencia a concebir este espesor imaginario como un espacio ficticio

puramente hipotético e irrealista. Por el contrario, el que llamo espesor imaginario de los

textos artísticos tiene la máxima responsabilidad en la entidad general de los mensajes

estéticos, sentimentales e imaginarios. Mediante los símbolos, que dominan encarnaciones

semánticas en los personajes y circunstancias sintomáticas y ficcionales de la literatura, el

arte ofrece una estructura esencial de representación de mundo (C. Bousoño, García Berrio,

citado en García Peña, 2007, 24).

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El símbolo posee, según Ricoeur, un momento semántico y otro no semántico. El momento

semántico de un símbolo queda representado por la relación entre el sentido literal y el

sentido figurativo de una expresión metafórica, lo que permite advertir cuando el símbolo

funciona como un “excedente de sentido” con respecto al sentido literal; es el

reconocimiento del sentido literal lo que nos permite ver que un símbolo contiene más

sentido. “Sin embargo, para aquel que participa del sentido simbólico, realmente no hay dos

sentidos, uno literal y el otro simbólico, sino más bien un solo movimiento que lo transfiere

de un nivel a otro y lo asimila a la segunda significación por medio del literal (Ricoeur citado

en (García Peña, 2007,37).

La significación simbólica, por lo tanto, está constituida de tal forma que sólo podemos

lograr la significación secundaria por medio de la significación primaria, en donde ésta es

el único medio de acceso al excedente de sentido. En efecto, la significación primaria

aporta la secundaria, como el sentido de un sentido. Esta característica señala la diferencia

entre un símbolo y una alegoría. La alegoría es un procedimiento retórico que puede ser

eliminado una vez que ha cumplido con su tarea. Habiendo ascendido la escala, podemos

ahora descenderla. Ricoeur, citado en (García Peña, 2007: 37-38).

Para Paul Ricoeur (1998), por otro lado, el “símbolo” se distingue de la metáfora en que ésta es

un suceso del universo del logos, además de que frente a la volatilidad de la metáfora, los

símbolos “debido a que tienen sus raíces en las constelaciones permanentes de la vida, el

sentimiento y el universo, y a que tienen una estabilidad increíble, nos llevan a pensar que no

mueren nunca, que solamente son transformados” Ricoeur, citado en (García Peña, 2007, 37).

En Duerme existen imágenes simbólicas y rituales como el bautismo, el sacrificio, la

otredad, el agua, el cuerpo, la ropa, el sueño y vigilia, la piedra, la flor, el cambio de

identidad, la mujer varonil, la mujer dormida, un cuento de hadas, por mencionar algunos.

Así como los mitos de la Búsqueda del paraíso perdido, el mito de Ifis y el de la Malinche,

entre varios más. Por lo que consideramos que Boullosa es una escritora que sabe

correlacionar a la literatura con el lenguaje simbólico y la mitología, la cual es manifestada

mediante un lenguaje simbólico.

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Al respecto Lotman (1996) menciona que la correlación entre la literatura escrita y la

mitología, el grado de proximidad de éstas y su tendencia al acercamiento o alejamiento

constituyen una de las caracterizaciones fundamentales de todo tipo de cultura.

Carmen Boullosa, como ya lo comentamos anteriormente, demuestra que al igual que

otros escritores/as vuelven al mito, al lenguaje simbólico, a narrar acontecimientos pasados

cargados de un simbolismo cultural como parte de nuestra naturaleza humana, así lo vemos

en Duerme, en donde su autora recurre a una época pasada. Vemos, que luego de la

desmitolización, nuevamente renace el interés por regresar hacia la cultura neomitológica.

Para Lotman (1996), los textos mitológicos se distinguían por un alto grado de

ritualización y narraban sobre el orden original del mundo, las leyes de su surgimiento y

existencia. Los acontecimientos de que se hablaba en estos relatos, una vez que habían tenido

lugar, se repetían invariablemente en la invariable rotación de la vida universal (p. 195)

Los mitos narraban originalmente una historia sagrada y estaban frecuentemente

vinculados con un acto de creación realizado por fuerzas sobrenaturales, en un tiempo

primordial. Posteriormente, la generación de los mitos pasó del ámbito sagrado a lo profano,

de modo que “lo encarna al mito” (Ortega, 1989:605-606) Ya que dentro de la memoria

cultural, la historia fáctica se transforma en historia recordada (Cf. Assmann, 1999: 52), no

solamente los dioses sino también ciertos personajes protagónicos de la historia de una

comunidad y los hechos relacionados con ellos pueden convertirse en mito (Cf. Eliade,

1951:70), (En Seydel, 2004, 66-67).

En Duerme, percibimos, por lo menos, los siguientes mitos:

• 1.- El mito de la búsqueda del paraíso perdido =México-Tenochtitlán;

• 2.- El mito de la Malinche =Mito del mestizaje;

• 3.- El Mito de Ifis = Nace mujer pero la anuncian varón.

• 4.- El mito de la eterna juventud= la inmortalidad de Claire

• 5.- El mito de Afrodita= la extremada belleza de Claire.

Amén de los símbolos encontrados, que algunos serán estudiados en un apartado posterior.

Coincido con el punto de vista de García Peña (2007) al expresar que “la presencia de ‘mitos’

y ‘símbolos’ en textos literarios tanto in situ oral como textualizados en literatura escrita,

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representa siempre un sustrato de memoria colectiva compartida: la actualización, reiteración

y reinvención de la tradición” (p.22).

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2.1. Magia, ritualidad y religión del mundo indígena

Ya mencionamos que en los últimos años existe mucho interés por retomar el tema de la

Conquista de México. Después de este acontecimiento, los cronistas de la época dieron

cuenta de ello, independientemente de que fueran conquistadores, peninsulares, frailes,

soldados, vencidos, poetas o indios, quienes a través de las Crónicas de indias -entre otros

textos- desde su punto de vista y de acuerdo a los intereses que representaban, nos dejaron su

versión de lo ocurrido.

En una época más cercana a nosotros, escritores mexicanos como Octavio Paz, Carlos

Fuentes, Elena Garro, Fernando del Paso, Jorge Ibargüengoitia, Cristina Rivera Garza,

Enrique Serna y Carmen Boullosa, entre otros, han retomado sucesos históricos para

reinterpretarlos y recrearlos mediante su literatura. En el caso de nuestra escritora, en

Duerme nos muestra un pasado histórico que sigue vivo a través de la protagonista Claire y

su relación con los demás personajes. Boullosa redefine las tradiciones del México antiguo y

señala las huellas de una cultura indígena que ha prevalecido mucho después de la conquista.

En este sentido, y con la finalidad de aprender dichos temas a través del estudio y

diálogo con la obra literaria, nos centraremos básicamente en reconocer las informaciones

relacionadas con las prácticas mágicas, rituales y religiosas de la raza indígena durante la

época prehispánica en la novela Duerme y su imaginario simbólico. Con este propósito, nos

apoyaremos en Beristáin (1994) respecto a los indicios e índices que presenta en su Análisis

estructural del relato literario y en el texto de Etnoliteratura de García Peña (2007).

Para hablar de un grupo cultural como fue el México precortesiano, es indispensable

comprender su percepción, su idiosincrasia, su imaginario simbólico. Al respecto, García Peña

(2007) señala que “El imaginario simbólico es la expresión, literaria o no, de la percepción de

la realidad cultural. La imagen sería representación de una realidad cultural mediante la cual el

individuo o grupo expresan su visión de mundo en un espacio cultural” (p. 24).

Para Beristáin (1994) es importante estudiar la literatura también desde el punto de

vista histórico, dado que permite situarnos en el tiempo preciso en que se generó la obra.

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Vinculando el imaginario social y simbólico con la historia, García Peña (2007) refiere que:

El imaginario social tiende a constituirse en un lenguaje simbólico, vinculado al código

cultural, que demanda pensarlo dentro de la historia y del marco social que expresa y que lo

sustenta. “No cabe la menor duda de que la memoria colectiva comporta una cierta

‘administración’ de las simbologías que tienen vigencia en un determinado ámbito social y,

en consecuencia también, de las cargas afectivas que siempre le son inherentes” (Duch,

citado en (García Peña, 2007, 25)

La novela que analizaremos es, de alguna manera, la continuación de Llanto. Novelas

imposibles (1992), novela de Boullosa en la que también se aborda un tema histórico. En

Duerme (1994), la trama se desenvuelve entre el mundo prehispánico y el México colonial,

mencionando aspectos importantes del mestizaje.

Ubicada en el contexto de la Nueva España, algunos de sus protagonistas se enfrentan

a la naciente vida de sometimiento del conquistador y sufren toda una serie de abusos,

incluso la misma protagonista los padece al momento en que le cambian su identidad de

francesa a india, aunque también representa a lo Otro, en las múltiples identidades que

adopta.

Es evidente la ardua investigación histórica de documentos oficiales de la autora al

recuperar las condiciones originales del momento que tuvo en su origen Duerme, luego nos

presenta una narración en la que recrea diversos ambientes del mundo prehispánico.

Anderson Imbert (1976) señala que “si ignoramos la historia, desfiguraremos el sentido de

los textos, ya que gracias al método histórico, podemos corregir posibles errores de una

lectura espontánea y volver a vivir y apreciar el color que tuvo al nacer un relato” (p.59). De

este modo, mediante la novela estudiada volvemos a recordar un hecho histórico

fundamental: La Conquista de México, en la que apreciamos los resquicios del antiguo

mundo prehispánico y la sociedad novohispana, que a través de la voz narrativa, la escritora

muestra mucho de realidad y otro tanto de ficción:

…Con su piedra filuda abre una pequeña herida en la frente, se pone en cuclillas y con

gestos me indica que acomode la cabeza en su regazo. Ahí vacía el poco de agua que resta

en el pocillo, mientras repite: “Xeluihqui, xeluihqui, xeluihqui…” que quiere decir “cosa

partida” (Duerme: 29).

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Evidentemente estamos ante el ritual del sacrificio, una práctica cultural muy arraigada en el

momento en que llegaron los españoles a México y que permanece en nuestro inconsciente

colectivo.

Carl Gustav Jung, psiquiatra suizo y colaborador de Freud, apasionado de los trabajos

de la interpretación de los sueños, puso énfasis en el hecho de que la reserva de símbolos era

ampliamente común a la gente de la misma cultura. Usó el nombre del inconsciente colectivo

para esta herencia simbólica común a la mayor parte de la gente. Dichos símbolos básicos

comunes los llamó arquetipos.

Tras una serie de explicaciones en torno de la visión primaria, el crítico suizo

menciona que “por lo que se refiere a la obra de arte, es indudable que visión es una auténtica

vivencia primaria…”, “No es nada derivado o sintomático, sino un símbolo real, a saber: la

expresión de una entidad desconocida. La visión es, al igual que la experiencia amorosa, una

vivencia de un hecho real. Nos interesa saber que se trata de una realidad psíquica, realidad

que tiene el mismo rasgo que la física” (Jung, 1994, 337).

Cabe resaltarse aquí que no todas las cualidades innatas que Jung le otorgó al

inconciente colectivo son aceptables, pues ya sus propuestas han sido superadas por otros

estudiosos como Meletinski o Luis Cencillo.

La vivencia de una pasión humana se halla dentro de los linderos de la conciencia, el

objeto de la visión, en cambio, cae fuera de ellos. “El sentimiento nos hace vivir cosas

conocidas; el vislumbre (ahnung), en cambio, nos revela cosas desconocidas y ocultas, cosas

que por naturaleza, son recónditas y si alguna vez se tiene conciencia de ellas, se ocultan y

disfrazan intencionalmente en un velo de misterio, zozobra y engaño” (Jung, 1994, 338).

En la novela estudiada, encontramos algunos rasgos que “vislumbran” y que se han

tratado de “ocultar”, tal es el caso de la aparición de una cultura indígena que sobrevive al

paso del tiempo, la cual ha sido objeto de violaciones y atropellos al intentar mantener sus

prácticas prehispánicas, sus rituales, sus creencias mágicas y sacrificios. También se ocultan

en Duerme espacios temporales vacíos -como los 25 años que Claire permanece dormida en

el bosque de San Luis Potosí-, entre otros “ocultamientos”.

Carmen Boullosa vislumbra -mediante Duerme- la época donde se desarrolla la

novela colonial, sin embargo, la obra sólo nos ofrece pinceladas, la totalidad nunca o muy

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difícilmente podremos captarla. Existen fragmentos de la Inquisición, de las prácticas

mágicas de los indígenas, de los sacrificios, de las persecuciones del Santo Oficio en su

propósito de cristianizar a los nativos.

Duerme menciona algunos aspectos de este inconsciente colectivo que ya damos por

enterados y no se cuestionan actualmente, por ejemplo, la importancia de la medicina natural

para los habitantes del México prehispánico, la pervivencia de prácticas mágico-religiosas, el

ocultamiento de la cultura indígena, la obediencia ciega a los conquistadores, el aceptar la

derrota, la conversión de una religión politeísta ‘pagana’ por la cristiana impuesta por

España, entre muchos otras formas de manifestarse. Al respecto Jung, considera que la mente

humana está ligada al pasado, no sólo al paso de nuestra infancia, sino también al pasado de

la especie. Gracias a los indicios e informaciones que nos proporciona la obra literaria (Beristáin,

l984: 41), encontramos unidades semánticas que “reiteran a una funcionalidad del ser…” Y

podemos identificar las características físicas y psicológicas de los personajes principales de

la novela estudiada: Claire, - personaje protagónica - que representa varias personalidades

que encarnan en una prostituta, transfigurada en hombre y pirata, noble español, francesa,

consejera virreinal e india, identidad con la que podemos reflexionar que asume una actitud

de complicidad con el mundo indígena y sus habitantes. Claire critica abiertamente la actitud

de los españoles por el descuido en que tienen a la antigua ciudad azteca, sus canales, y todo

aquello que no sean objetos de oro o que no los enriquezca:

…Mucho cuidado ponen los españoles en sus personas y sus carros, en sus palacios y sus

salones, pero muy poco en la ciudad, o será que no la juzgan de ellos y por eso es tanta la

porquería en todo sitio y tan triste el estado en que tienen el agua que corre aquí y allá y el

de las acequias, y el lodo en las calles de cañerías rotas… (Duerme: 81-82).

Los indicios que encontramos en la novela citada hacen referencia a ese fascinante mundo

indígena, a su lengua original y localizamos algunos vocablos con facilidad, cuando la

narradora -(mediante el monólogo interior porque su estado de conciencia oscila entre

sueño/vigilia, y en apariencia se habla a sí misma)- utiliza este medio para entablar una

conversación con nosotros los lectores y comprender el contexto de la obra. Por lo tanto,

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mediante diálogos establecidos entre los personajes, como la india “de la manos tibias” y

otros, encontramos referencias a la lengua náhuatl:

Ya oigo: “por aquí”, “por aquí”, “Tlamayauhca”, “Nite uica”. “Es aquí”

Mis palabras (mudas, no puedo abrir la boca) son un torrente gritando

“¡suéltenme!” “déjeme ir, déjeme ir” (Duerme: 15).

-Está helado. Cecmiquiliztli… (Duerme: 16).

- “tlamarizpolo liznezcayotilli, “yancuic mizcatl latelactli” (Duerme: 43-44)

Este tipo de lenguaje lo encontramos de principio a fin en la novela, y para familiarizarnos

más respecto a la tensión que maneja la autora, proporciona otros elementos para situarnos en

el tiempo y espacio en que se desarrollará la escena: Una plaza de la antigua Tenochtitlán,

donde Claire será condenada a la horca.

Lo desvisten para vestirlo de nuevo y suplir al Conde de Urquiza, un noble español

que por rebelarse y poner a la población indígena en contra del Virrey, es castigado y

enviado a la horca, pero valiéndose de su poder, utiliza a Claire -a quien creen varón por

estar vestida de hombre francés- para que lo supla y ésta sufra por él una ‘muerte ajena’.

Al remitirnos a objetos propios de una cultura específica como la piedra de obsidiana

y algunas vasijas de barro, de inmediato suponemos que se trata de algunos vestigios que

prevalecen a pesar de los siglos transcurridos y que aún, hasta nuestros días han logrado

permanecer a pesar de los rudos castigos de las autoridades españoles e inquisidores y el

interés de los conquistadores de esa época por eliminar cualquier huella de la cultura mexica.

A través de las informaciones que señala Helena Beristáin (1984) podemos disponer

de herramientas valiosas para encontrar datos con los que se organiza la realidad del referente

de la obra literaria que estudiamos y que, al aparecer dentro del discurso conforme a otra

organización que le es propia, nos ofrece a los lectores la ilusión de verdad, mediante la cual

podemos evocar seres, espacios, objetos, personajes, ambientes posibles.

Respecto a la verdad literaria, comparto la idea citada en (Moreiro, 1996) al afirmar

que en el reino de lo literario, las únicas leyes que valen para garantizar la verdad de lo

expuesto, no hay que irlas a buscar fuera, sino dentro del texto. Lo que está bien contado es

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verdad, -independientemente del referente- y lo que está mal contado es mentira: no hay más

regla que ésa para aceptarlo.

Carmen Boullosa no sólo menciona como referentes del México antiguo a la piedra

de obsidiana y las ollas de barro, también nombra espacios religiosos-sagrados como los

templos donde adoraban a sus dioses, como el Templo del Gran Tlatoani, el famoso mercado

de México y la Plaza Mayor (El más grande centro ceremonial del México Antiguo). Es

importante señalar que -como testimonio de lo ocurrido durante este periodo- la protagonista

da su versión de lo que observa durante su recorrido con los soldados que lo conducen hacia

el carro del Virrey, quienes luego la llevarán a su ejecución en la plaza del mercado.

Mediante su observación, Claire menciona la destrucción de los templos indios para

sobreponer el Cristianismo:

El día anterior, yo me paré entre dos templos, estuve entre el ir y venir de los acarreadores

de piedras, que las quitan de lo que queda del Templo azteca y las llevan para levantar el

metropolitano. Una piedra tras la otra, destruyendo para construir el de la cristiandad

(Duerme: 31,32).

Aunque -como cualquier relato novelesco- tiene mucho de ficción, por la abundancia de

indicadores o informaciones, todo señala la veracidad de la historia contada a través de

microrrelatos de la obra literaria “Duerme”, sin dejar de lado la visión de la autora, quien

considera que la literatura es una verdad en sí misma, pues aunque recurre a la investigación

histórica documental, nunca deja de lado algunas constantes en su narrativa: la aventura y la

ficción En una entrevista con (De Beer, 1992) nuestra escritora menciona que efectivamente,

las aventuras y la ficción son dos constantes en algunas de sus novelas.

Pese a que el espacio en que se desarrolla la obra histórica, ocurre algunos años

después de la Conquista, encontramos informaciones de la actitud de la protagonista quien

nos indica el espíritu que prevalecía en la época. Paola Madrid expresa que Claire defiende a

la raza vencida mediante múltiples detalles, desde la crítica de la despersonalización del

indígena (el conde Urquiza nombra “Cosme” a todos los criados indios para su comodidad) y

para no confundirlos con el patrón.

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Otra forma de identificación de Claire con los indígenas ocurre cuando denuncia el

Sistema de Encomienda, que entre otras cosas, marca a los indios haciendo uso del hierro, los

tiene esclavizados y a su disposición; así como al manifestarse en desacuerdo con la

prohibición de que usen ropa de español o que en las calles un indio no agache la cabeza y le

dé el paso al español.

Retomando el tema de la complicidad entre los indígenas, esa misma actitud es

recíproca en Claire con la india de “las manos tibias”, cuando van a enviarla a la horca y la

india le hace una curación que le dará la inmortalidad para que cuando sea colgada de la

horca, la francesa no muera, sino que entre a un estado de sueño cada vez que salga de la

ciudad de México:

Dos cántaros enteros protegerán tu sangre de la muerte. Éstas son aguas purísimas, no

tocadas por las costumbres de los españoles, ni por sus caballos, ni por su basura. Usted

que no eres hombre ni mujer, que no eres nahua ni español, ni mestiza, ni Conde, ni

Encomendado, no mereces la muerte. Dicen que vienes del mar, que has estado con los que

arrebatan a los españoles lo que se llevan de aquí. No mereces morir (Duerme: 28).

Mediante la información proporcionada respecto al agua de los lagos prehispánicos, la

protagonista cree en la posibilidad de que efectivamente ese vital líquido tiene poderes

mágico-curativos debido a la limpieza y cuidado que se esmeraban en darle sus antiguos

pobladores. El agua, como elemento simbólico en Duerme, será estudiado en el siguiente

capítulo.

Las anacronías o maneras de alterar el orden del relato en Duerme se presentan en

retrospectiva a través de Claire, luego de que es ahorcada, visualiza la antigua belleza y

majestuosidad de la Gran Tenochtitlán, y sufre una transustanciación indígena en la que es

capaz de vislumbrar: La antigua ciudad, con templos blancos cubiertos frescos, relieves y

esculturas. También observa el famoso mercado de Temixtitán, el Palacio del Tlatoani, hasta

llegar en su revelación a las crueles batallas entre aztecas y españoles. Ante sus ojos

cerrados, Claire puede ver “a los españoles, sus armaduras, los trajes de los guerreros indios,

sus escudos con oro, pedrería y plumas” (Boullosa, 1994, 34).

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Con los datos proporcionados en la novela, percibimos un escenario mágico-religioso

con un carácter que repercute en los demás elementos y en el significado de las acciones

mismas, por ejemplo, la explicación que ofrece uno de los criados a Claire cuando éste le

ofrece tamales para comer. A la explicación del por qué se elaboraron, el criado le contesta -

“Porque hay muerto en casa”.- Y con ese motivo se haría un mitote, pues de acuerdo a la

tradición mexica, cuando alguien muere se invitan tamales a los que acompañan al fallecido y

luego del entierro, se regresan a bailar en la casa del muerto. Tal tradición queda manifestada

en Duerme: “No íbamos a dejar pasar el muerto en balde” (p.39). Es decir, sin hacer un

‘mitote’, que significa ‘fiesta de indios’.

De tal manera que al identificar y situar a Claire del significado de los tamales y el

mitote, podemos dar fe de la autenticidad del referente. Asimismo al insistirle Claire a la

india por qué ésta le oculta su nombre, la india le responde, dejando ver su idiosincrasia, su

temor y respeto por las prácticas mágicas del México precortesiano: “Averigüa mi nombre,

que cuando lo tengas te diré que no es mío. Por mi voluntad no lo suelto, no vayas a hacerme

algún maleficio” (Duerme: 56).

Otro de los indicadores prehispánicos encontrados en Duerme es, sin lugar a dudas, la

reiterada mención de la exagerada limpieza de los criados indígenas en la casa del Conde

Urquiza, actitud que la narradora no comparte, por lo que nos remite a las versiones de la

limpieza del pueblo mexicano antes de la llegada de los españoles: “Después se aplican a

limpiar la casa, de una manera escrupulosa que yo jamás he visto. Se podría comer en el piso,

más limpio está que cualquier sueño de limpieza de ninguna escudilla” (Duerme: 52).

Casi al finalizar la novela, se hacen evidentes los movimientos sociales entre las

diversas clases que ocurren durante la Nueva España, mismos que se manifestarían ya más

abiertamente en la Colonia. La presencia de Claire del lado español los hace invencibles,

dado que -en un momento de la novela- llega a ser consejera del Virrey por sus orígenes y

probada valentía (impropia de una mujer) y como tiene agua sagrada en las venas en vez de

sangre, es inmortal ante cualquier batalla. Gracias a lo cual, al estar del lado del Virrey, los

indígenas se sienten derrotados y piden, por tanto, la cabeza de la francesa a cambio de

mantener la paz social:

Nuestras cabezas no podrán ver, si existe

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en su cuerpo la de ella.

¡Quemaremos Villas,

Iglesias, Monasterios y Conventos!

¡Mataremos a todo español que

acerque al filo de nuestra hacha su garganta! (Duerme:111).

A pesar de que hay líneas en donde la narradora se encuentra ante la disyuntiva de temer o

unirse a la raza india, debido a que se opina tanto y tan contradictorio respecto de las

ceremonias rituales del México indígena, finalmente Claire se reconoce como parte del

mismo grupo cultural:

¿Qué pensar de una raza de quien se cuenta que, en una de sus ceremonias horribles, en los

cúes, cuando con una piedra filuda se sacaban las entrañas para sus demonios, la mujer a

quien le habían abierto el cuerpo y sacado el corazón, se levantó, caminó unos pasos y dijo

“me duele mucho”… (Duerme: 124-125).

Y yo, ¿no soy acaso también hija de la raza? “La única francesa que lleva agua en sus

venas, la mujer de vida artificial, la que sólo puede vivir en la tierra de México” (Duerme:

125).

Por otro lado, en el plano de la religiosidad, es importante analizar a la idolatría

-como elemento prehispánico y la relación de lo imaginario con ídolos e instrumentos

para efectuar sus prácticas mágicas-, para entender la resistencia indígena ante la religión

católica y la forma en que mantuvieron sus creencias prehispánicas en la clandestinidad.

Actualmente, casi nadie desconoce el asombro y la admiración que la antigua Tenochititlán

causó en los españoles durante la Conquista y todo lo encontrado en el nuevo mundo, sobre

todo sus creencias y costumbres ‘paganas’, las supersticiones, las prácticas mágicas y la

idolatría. Tampoco ignoramos el temor y la desconfianza que en los indígenas ocasionó la

llegada de los españoles.

Los conquistadores mantenían enterada a la corona española y al mundo europeo

mediante informes y crónicas, por lo que imaginaban a los nativos del ‘Nuevo Mundo’ como

bárbaros, idólatras entregados a la antropofagia y a la sodomía. Sin embargo, no todos

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compartían esa idea, había cronistas que reconocían a los indígenas como seres dotados de

virtudes naturales y grandes habilidades para aprender lo nuevo.

Durante la Conquista española y la posterior conversión de los indígenas al

Cristianismo no desaparecieron completamente sus prácticas mágico-religiosas, ni siquiera al

unificarse ambas religiones o lo que conocemos como sincretismo religioso, ya que durante

siglos después y todavía hasta nuestros días prevalecen.

Sobre la importancia de la religiosidad en los indígenas de la Nueva España, es de

resaltarse que para la misión evangelizadora de los religiosos en la antigua Tenochtitlán, uno

de los obstáculos a los que se enfrentaron fue el culto y la adoración a sus antiguos ídolos, y

aunque los nativos eran severamente castigados y perseguidos para que abandonaran sus

antiguas creencias, la idolatría siguió practicándose mucho tiempo después de la conquista.

Lo que indica un profundo arraigo y un estrecho vínculo con el México antiguo.

Ante el rechazo del indígena por la nueva religión cristiana, que cambió de golpe a

sus dioses y templos por otros extraños, ajenos a su idiosincrasia, Cuevas (s/f) menciona que

representantes del Clero en México, Oaxaca y Guatemala enviaron a España -en una carta del

30 de noviembre de 1537- autorización para endurecer las medidas rigurosas contra la

idolatría, argumentando que en apariencia los indios seguían adorando a sus viejos dioses y

ofreciéndoles sacrificios de noche. También señalan la facilidad con que los indios recién

cristianizados se volvían a sus idolatrías, ritos, sacrificios y supersticiones.

Ricard, R. (1986) considera que Sahagún y Durán -frailes y observadores perspicaces-

difícilmente se engañaron respecto de la ausencia de la idolatría en los recién evangelizados,

debido a que notaban que existían rasgos casi insignificantes que los hacían sospechar, que

algo amenazante, aun irreductible, seguía vivo: su profundo arraigo con los antiguos ídolos

Quetzálcoatl, Tláloc, Huichilopoxtli, entre muchos otros.

En un estudio sobre la colonización de lo imaginario, Gruzinski (2000), señala que en

el Concilio de 1585 se volvió a reclamar -brevemente- la persecución de los

“dogmatizadores”, la destrucción de templos e ídolos y la desaparición del “vómito de la

idolatría”, mas no por ello se dejó de considerar el asunto desde la perspectiva de una posible

recaída, más que de una sorda continuidad.

Era tan fuerte su arraigo a la idolatría que los indígenas consideraban que las

enfermedades y grandes epidemias eran castigo de los dioses o antepasados provocados por

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desobedecer, por ofender o no cumplir con los deberes religiosos. Los encargados de aliviar

los padecimientos eran los sacerdotes a quienes se les daban atributos sagrados y las fuerzas

de los dioses intervenían para conocer las causas como el diagnóstico de las enfermedades y

por consiguiente, en su curación. Por lo tanto, la medicina también se desarrollaba en el

plano sobrenatural- imaginario.

En este mundo prehispánico, fue vital la participación de los curanderos -herederos

del mundo prehispánico-, quienes eran los protagonistas de atender a los enfermos, pero

además, poseían múltiples características: sacerdotes, pedidores de la lluvia, yerberos,

tlácatecolotl, hombres búho y nahuales. Además, fungían como los grandes orientadores de

sus destinos, y sus opiniones tenían gran poder sobre los habitantes de sus comunidades.

Sobre la resistencia indígena y la clandestinidad de lo prehispánico ante su conversión

al Cristianismo, diversos estudios demuestran que la cristianización de los indígenas en la

Nueva España fue una gran batalla a vencer y hasta la fecha tenemos vestigios cercanos de

nuestros antecesores. A la Conquista con las armas siguió la conquista espiritual y para esta

misión fueron traídos exclusivamente algunas órdenes religiosas, entre las que destacan los

12 frailes franciscanos, y con ellos a Sahagún, quien desde su llegada al Nuevo Mundo,

manifestó que una de sus mayores preocupaciones era eliminar los pecados de los nativos:

borrachera y poligamia, pero sobre todo necesitaba curarlos del pecado de la idolatría, ritos y

supersticiones idolátricos, por lo que él se propuso conocer los antecedentes de tales

conductas.

Sin embargo, a pesar de las grandes coincidencias entre ambas religiones, no

hubo ninguna posibilidad de que sirviera como puente entre ambas. Por el contrario, existen

testimonios de la quema de libros, pinturas y de las grandes destrucciones de templos

indígenas con el objetivo de erradicar de golpe sus antiguas creencias.

Paz (1985), menciona que Lafaye observa en el siglo XVI una voluntad de

ruptura total con la civilización prehispánica. A la conquista sucedió el exterminio de la casta

sacerdotal, depositaria del antiguo saber religioso, mágico y político; a la sumisión de los

indios, su evangelización. Sin embargo, prevalecen algunos elementos de ambas religiones o

lo que algunos críticos llaman “religión mixta”. De este modo, el sincretismo religioso del

que nos habla Octavio Paz señala:

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que la mezcla entre la religiones cristiana y prehispánica a través del mito

Tonantzin/Guadalupe que cultivó el corazón y la imaginación de todos y lo importante que

fue como mito popular, debido a que su culto no sólo ocurrió en el ámbito público sino

también en el privado.

Tonantzin/Guadalupe fue la respuesta de la imaginación a la situación de la orfandad en

que dejó a los indios la Conquista. Exterminados sus sacerdotes y destruidos sus ídolos,

cortados sus lazos con el pasado y con el mundo sobrenatural, los indios se refugiaron en

las faldas de Tonantzin/Guadalaupe: faldas de madre montaña, faldas de madre-agua.

(Prólogo de Paz, O. en Lafaye, 1985)

El camino que recorrieron los evangelizadores en la Nueva España fue difícil debido a la

resistencia indígena ante el catolicismo. Ricard (1986) menciona que no consiguieron los

indios rechazar por la fuerza la predicación del Evangelio, por estar tras de ella el poder

militar y político de España pero quedaron apegados a sus antiguas ideas y ritos religiosos,

amaban a sus viejos dioses: no les quedó otra salida que una tenaz y persistente resistencia.

La cultura indígena, arraigada a sus antepasados, persistía en conservar a sus ídolos,

jícaras, estatuillas, pequeños objetos, piedras de colores. Al respecto, Gruzinski (2000), nos

habla de la importancia del centro doméstico como un lugar recurrido antes que nada, y

porque escapaba a la influencia directa de la iglesia, así, indios e indias los disimulaban en

sus altares o en los ‘cielos’ de sus oratorios cristianos, en pequeños cestos, en canastos

cerrados con llaves.

Efectivamente los nativos se las ingeniaron para conservar sus tradiciones

prehispánicas, así encontramos que cuando los religiosos quisieron congregar a los hijos de la

nobleza en los conventos para darles una educación mejor, tuvieron que luchar contra la

hostilidad silenciosa, pero no menos eficaz, pues los padres ocultaban a sus hijos, o si no,

mandaban en su lugar a los hijos de los criados y esclavos acompañados de muchos

sirvientes para hacerlos pasar como propios.

Otra forma de conservar sus rituales, según Ricard (1986) era cambiando de lugar sus

templos y escondiéndolos en cuevas o en lugares remotos, distantes de templos católicos y

conventos, con la finalidad de no ser encontrados por los religiosos y efectuar con entera

libertad sus antiguas costumbres. O colocar detrás de la Cruz o de imágenes religiosas a sus

ídolos y rendir culto en realidad a sus antiguos dioses. Su arraigo a lo antepasado era tal, -

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considera Ricard- que cuando descubrían a sus ídolos, los destruían, pero ellos se daban prisa

en construir otros.

La cultura mexica fue muy reconocida por sus rituales y festividades a sus

divinidades: Quetzácoatl, Chalchihtlicua, Tláloc, etcétera, también por realizar peticiones

para la lluvia, la llegada del ciclo de maíz, entre otras. En muchas ocasiones se recurrió a los

conjuros, que significan el nexo entre las fuerzas, los seres y las cosas; verbaliza y pone en

práctica otro de los ejes principales de la idolatría: la dependencia absoluta entre las personas

y el mundo.

Luego de repasar las costumbres indígenas, la magia y religiosidad del México

prehispánico vemos que a pesar de que ya han transcurrido más de cinco siglos de la

Conquista española- seguimos tan asombrados y maravillados por la riqueza cultural y

espiritual que nos legaron nuestros antepasados mediante su vasta sabiduría.

Gruzinski (2000) afirma que la idolatría prehispánica, consciente o no, tejía una red

densa y coherente, implícita o explícita de prácticas y de saberes en los que se situaba y se

desplegaba la integridad de lo cotidiano. Hacía plausible y legítima la realidad que

construían, proponían e imponían aquellas culturas y aquellas sociedades. De ese modo, la

idolatría prehispánica habría sido más que una expresión ‘religiosa’ que traducía una

aprehensión propiamente indígena del mundo, que manifestaba que aquello que para los

indios constituía la realidad objetiva, era su esencia.

El profundo arraigo y amor de los indígenas a sus orígenes identitarios lo demuestran

las múltiples formas de resistencia a las que se enfrentó un Santo Oficio Español que no dudó

-ni un sólo momento- en endurecer las ya férreas medidas de sometimiento con el fin de

evangelizar a los ‘paganos’.

Comprender y valorar el encuentro de dos mundos, en donde la cultura mexicana y

española se enfrentaron no sólo en los planos religioso, político y económico, sino también y

de una manera más global, en los enfoques respectivos de la realidad cultural, implica un

profundo estudio interdisciplinario. Dicha realidad nos indica que los aspectos imaginarios

tienen una influencia mayor que otros elementos sociales, tanto que en pleno siglo XX1, son

valores culturales inherentes en nuestro México.

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2.2. Conformación de los personajes en Duerme

“La creación literaria exalta también si no al “héroe” por lo menos al

personaje. La persona del actante literario puede ir de lo más sencillo

-la máscara o el vestido a que obliga el uso teatral- hasta lo más complejo.

Pero en cada ocasión se opera una selección de rasgos de la personalidad,

situaciones y acciones de los personajes”

Durand en: Verjat; 1989.

Especialmente relevante por sus conexiones con los primeros

estudios psicológicos, el arquetipo de la madre es, sin duda,

uno de los primeros símbolos concienciados en la historia de

la humanidad.

Jung. Arquetipos e inconsciente colectivo

Con el objetivo de enriquecer el apartado de los personajes, incorporamos las propuestas que

Durand (1989) hace al respecto en el artículo “La creación literaria”. “Los fundamentos de la

creación”, quien señala que “la creación literaria exalta también si no al “héroe”, por lo

menos al personaje. La persona del actante literario puede ir desde lo más sencillo -la

máscara o el vestido a que obliga el uso teatral- hasta lo más complejo, en la novela

psicológica o en el desahogo lírico en la poesía. Pero en cada ocasión se opera una selección

de rasgos de la personalidad, situaciones y acciones de los personajes” (Durand, citado en

Verjat, 1989, 31).

Claire es quizá uno de los personajes más multifacéticos de la novela mexicana

contemporánea, debido a que viste desde lo más sencillo hasta la personalidad más compleja.

Sus múltiples identidades dan pie a que ella recurra a una serie de máscaras.

Para Jung,

El espejo detrás de la máscara muestra el verdadero rostro. Es una prueba que asusta a la

mayoría, pues el encuentro consigo mismo es una de las cosas más desagradables y el

hombre lo evita en tanto puede proyectar todo lo negativo sobre su mundo. No basta con

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ver nuestra propia sombra, pues sólo se habrá cumplido una pequeña parte, al trascender lo

inconsciente personal, mas la sombra es una parte viviente de la personalidad y quiere

entonces vivir de alguna forma (Jung, 2002, 26).

En este sentido “Todo personaje literario sufre un proceso de inmortalización y se coloca en

el interior de un relato que la perennidad misma de la escritura convierte en imperecedero y

acerca al mito” (Durand, citado en Verjat; 1989:31).

Para Durand, “lo que tipifica al héroe y le confiere la inmortalidad -aunque sólo sea

de héroe de novela- es la falta de alma, de estados de ánimo. Para forjarse su propia

existencia, el alma necesita la prueba, las angustias y finalmente, la muerte” (p.32). Por

consiguiente, la creación literaria coloca al personaje en un status ambiguo: tejido por la

cadena de angustias, deseos, sentimientos y todos los estados de ánimo del autor, es

inmortalizado por la trama misma del escrito:

Como toda creación literaria es transformación de lugares geográficos en topoi, asimismo

convierte siempre las mezquindades de las situaciones psicológicas en personae, e incluso

en héroes. Se puede afirmar lo mismo, por supuesto, de la comedia y tragedia clásicas,

heredadas de las personae -máscaras del teatro- de la antigüedad (Verjat, 1989, 32).

Por lo que sería demasiado decir que toda la creación -y particularmente la creación literaria-

exige trascender las situaciones aleatorias de la condición humana y pone en escena no

personae, libres y mortales, sino “personajes”, héroes que en los casos más felices, llaman a

la consagración musical, como Tristán, Don Quijote, Fausto, “Hijo Mío”. (Verjat; 1989, 35)

Si en un primer tiempo, la creación literaria necesita el soporte de una “tierra nueva”

y “unos cielos nuevos”, topoi utópicos solamente en los cuales está permitido el impulso sin

freno y los experimenta de una exploración geográfica, en un segundo tiempo, el creador de

poemas, novelas o de obras de teatro proyecta, por el sólo hecho de escribir, toda descripción

“preocupada por la moral” como dice Stendhal, hacia dimensiones épicas, líricas o

noveladas, que a pesar de los rasgos de la naturaleza humana, trasciende la simple tradición

psicológica de los hombres (Verjat, 1989, 35). Al respecto, abordamos algunos aspectos

psicológicos de los personajes de Duerme -según Jung- en líneas más adelante. Bajtín (1998),

en Estética de la creación verbal, habla de las fronteras de cada enunciado como unidad de la

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comunicación discursiva que se determinan por el cambio de los sujetos discursivos, es decir,

por la alternación de los hablantes. Un hablante termina un enunciado para ceder la palabra al

otro o para dar lugar a su comprensión activa como respuesta (p.260).

Duerme es una novela dividida en nueve capítulos, separados y delimitados con

títulos que ofrecen -mediante los discursos que emplean los personajes- todo un abanico de

acciones y paisajes de la época colonial. En cada capítulo hay diferentes hablantes que

alternan con sus enunciados sus diversas visiones de mundo, aunque la mayoría de la

narración es mediante un monólogo interior a cargo de la protagonista-, también intervienen

el resto de los personajes.

Están presentes en el discurso de algunos personajes, conceptos relacionados con el

plurilingüismo, la polifonía y literatura carnavalesca. Términos propuestos por Mijail Bajtín

en Teoría y estética de la novela (1989); en Problemas de la poética de Dostoievski (1988).

Tanto los personajes individuales y colectivos -como los indígenas y la protagonista Claire-

recurren al plurilingüismo, la estratificación, el dialogismo, el monólogo interior y resaltan la

importancia del héroe.

Mediante un lenguaje carnavalesco, su relación con las máscaras, la multiplicidad de

identidades, la fiesta y lo ambivalente y el uso de algunas palabras ajenas, los personajes

dejan ver su visión de mundo y principalmente, muestran el aroma de su contexto o contextos

G. Minardi, en (Dróscher y Rincón; 1999) considera que algunos de los personajes en

la narrativa de Carmen Boullosa “son mujeres que actúan como sólo esperaríamos que

actuara un hombre, y sin embargo, nunca pierden su condición femenina” (p.154).

La propia escritora en una entrevista con Erna Pfeiffer (1995) muestra su percepción

de lo femenino:

Lo femenino, según me parece, no es lo dulce, sentimental, doméstico, confortable y lindo;

lo femenino que me interesa es el lado oculto de la feminidad, lo salvaje, lo indomesticable,

la oscura ley del cuerpo, lo incivilizado del hombre o la mujer, o lo que la civilización ha

dejado al lado de las palabras, al margen de la moral. Así, sí me interesa ser una autora

femenina. De otra manera no tengo interés, aunque tampoco tengo otra arma. Soy mujer,

escribo desde mi cuerpo y desde mi memoria. Pero procuro pulir mi feminidad

asalvajándola (p. 39-40).

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En efecto, dicha ‘feminidad salvaje’ la palpamos en el discurso textual y en algunas actitudes

de Claire, principalmente. Partiendo de la idea de que todo discurso actual parte de uno

anterior, Bajtín (1989) menciona que el deseo de hacer comprensible su discurso es tan sólo

un momento abstracto del concreto y total proyecto discursivo del hablante.

Todo hablante es de por sí un contestatario en mayor o menor medida: él no es el primer

hablante, quien haya interrumpido por primera vez el eterno silencio del universo, y él no

únicamente presupone la existencia del sistema de la lengua que utiliza, sino que cuenta

con la presencia de ciertos enunciados anteriores, suyos y ajenos con los que el enunciado

determinado establece toda suerte de relaciones (p. 258).

En Duerme encontramos discursos históricos, mitológicos, simbólicos, sociales, políticos,

pensamiento mexica, pensamiento renacentista, barroco y el discurso del mundo indígena que

antecede al actual mensaje y hace posible la comprensión del argumento de la novela en

pleno siglo XXI.

Para Remo Ceserani (1989) la voz que habla en primera persona pertenece a la

diégesis (narración, a un narrador homodiegénico), pues forma parte de la historia. El

dialogismo es otro elemento importante en la novela, gran parte de su discurso narrativo lo

ocupan los diálogos entre sus diversos personajes. Bajtín (1998) señala que “toda

comprensión de un discurso vivo, de un enunciado viviente, tiene un carácter de respuesta;

toda comprensión está preñada de respuesta, y se actualiza en la consiguiente respuesta en

voz alta, aun cuando la respuesta sea de acción retardada” (p.257).

Es importante puntualizar al respecto que en Duerme muchos de los discursos no

obtienen una respuesta objetiva, es decir, una respuesta en voz alta, como tal, pero sí hay

muchos espacios en blanco que ofrecen los personajes a través de una extensa gama de

significados.

Los principales personajes de Duerme son: Claire, la india Inés o Juana, Conde de

Urquiza, Pedro de Ocejo. Sin embargo, nos centraremos en la figura de la protagonista Claire

por ser ella quien lleva el hilo conductor, aunque también abordaré algunas características de

los indígenas, por ser la otra cultura subalterna que guía el relato, y que a través del

anonimato de sus nombres, permanece en vigilia, mientras otros, (el mestizaje) duermen.

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Personajes individuales

1- Claire: Es quizás uno de los personajes más multifacéticos en la novela mexicana

contemporánea, debido a que viste desde lo más sencillo hasta la personalidad más compleja.

Su función de personaje híbrido, da pie a que ella recurra a una serie de máscaras, al menos

nueve identidades adopta en la novela. Su nombre, Clara = Claire simboliza: pureza,

nacimiento, purificación, vida, agua y claridad, esta última cualidad es lo que menos tiene, al

ser un personaje metamorfoseante, cambiante, ambiguo, nada claro.

Claire es quien lleva más “máscaras”, “ropajes” o “identidades” que el resto de los

personajes. Ella con sus disfraces tiene acceso a todas las esferas sociales: vive con indios,

vive en el palacio, en casa de un conde, es consejera del Virrey, pelea contra soldados y

rebeliones indígenas, es francesa, pirata, india, mestiza, se enamora de un español. Ella es, en

sí misma una metáfora de México. Claire lleva muchas identidades que hacen de aquella

época, una sociedad en movimiento, inestable. No personifica a ninguna identidad específica,

sino a una gran identidad que representa los diferentes niveles y complejidades que son

México. Aunque al final simboliza la naciente sociedad mestiza que demuestra gran afinidad

con la raza indígena.

Su relación con el símbolo del agua -como elemento vital, limpio e insustituible, es

imprescindible, dado que sin las aguas de los lagos -que sustituyen la sangre de Claire- sería

imposible la novela Duerme.

Claire, gracias a este sustrato mítico-mágico de las culturas ancestrales, consigue la

inmortalidad, pues la india Inés, la de «las manos tibias», se encarga de realizarle una cura

con el fin de que no muera en la horca: cambia su sangre por agua pura de lagos

incontaminados, ajenos a la presencia colonizadora. También el cuerpo es importante, por ser

el medio que adopta las variadas identidades.

2.- La india de las manos tibias: Madre simbólica de Claire, responsable de hacerle la

“curación mágica” en la que su sangre es sustituida por el agua sagrada de los lagos

prehispánicos que le darán inmortalidad. Representa a la raza indígena, rica en ritualidades,

prácticas mágicas y poseedoras de un gran saber cultural.

3.-Pedro de Ocejo (un poeta de Galicia): Rebelde, español, protege a Claire de

posibles castigos, se enamora de ella, y es el responsable de llevarla y regresarla del bosque

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en el que duerme durante 25 años. Es quien narra Duerme, mientras Claire se convierte en

‘Bella durmiente’.

4.- El Conde de Urquiza: Personaje a quien suplanta Claire, conspira con los criollos

en contra de los abusos del Virrey de la Nueva España. Como conquistador español, también

viola a Claire.

5.- Mariano Basso: Soldado del Virrey que encabeza la defensa contra una rebelión

de indios. Narra parte de la trama de la novela.

6.-La italiana, una comediante que junto con el poeta escenifica un acto de la

mitología griega que representa la traición de Afrodita a Hefesto, dicha actuación es para

Claire mientras convalece.

Personajes colectivos

De los principales personajes colectivos en Duerme, encontramos datos que nos indican la

diversidad de grupos y castas en el siglo XVI de la Nueva España, propios de una

multiculturaridad y multietnicidad que fue el resultado de la mezcla entre pobladores que

llegaron con los españoles para conquistar el ‘Nuevo Mundo’. En la novela se mencionan

como personajes grupales desde virreyes, encomendadores, inquisidores del Santo oficio,

sacerdotes, nobles españoles, criollos, moros, mestizos, indígenas y mulatos. Así como a los

‘piratas del mar Caribe’ -como Claire- que probablemente entraron a territorio mexicano por

Veracruz, también se nombra a una extranjera italiana, cuya llegada a México fue a través de

un grupo de comediantes y con quien Claire mantiene una efímera relación lésbica.

1.- Los indígenas: Cosme, Juan, la raza indígena en general, que representa a los

conquistados, y quienes al final de la narración, (una utopía) logran independizarse del yugo

español. Claire defiende y se identifica con la raza vencida mediante múltiples detalles,

según expresa Paola Madrid desde la crítica de la despersonalización del indígena (el conde

Urquiza nombra “Cosme” a todos los criados indios para su comodidad) y para no

confundirlos con el patrón.

2.- Inquisidores y sacerdotes

3.- Autoridades virreinales, soldados

4.- Moros

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5.- Mestizos (los que más sufrieron durante la Colonia, después de la raza indígena).

6.- Criollos

7.-Encomendadores

8.-Personajes griegos míticos: Afrodita- Helio, Hefesto, Ares, Zeus, Ifis, Hermes,

Apolo, Zeus, Poseidón, ectétera.

Conviene aclarar que los clasificamos como personajes colectivos por pertenecer a la

mitología griega. Sólo son mencionados en el Capítulo 6 titulado “Afrodita y el monstruo”.

Jung también menciona (1994) que es absolutamente lógico que el poeta recurra de

nuevo a las figuras mitológicas para encontrar la expresión adecuada a su vivencia. “Nada

sería más falso que el afirmar que el poeta crea utilizando una materia ya muerta; lo que

hace, por el contrario, es crear a base de una vivencia primaria cuyo carácter oscuro requiere

la figura mitológica y que por lo tanto, busca afanosamente lo afín a ella para expresarse” (p.

345).

Al hablar de mitología en nuestra novela, encontramos referenciada a la diosa

Afrodita y a varias figuras mitológicas más, así como a Ifis.

En la segunda noche, antes que Pedro de Ocejo,

entró silenciosa la bella Afrodita

(que bella lo es mucho esa cómica, llamada

la italiana, tímida y sombría) (Duerme:100-101)

Porque a Afrodita el marido celoso encierra

en una red con el amante, la ha delatado

el sol, Helio y Hefesto les ha puesto esta trampa…(Duerme: 101)

Existen líneas que muestran elementos que refieren el sacrificio humano como la piedra de

obsidiana, la forma en que la mujer indígena la clava en su pecho izquierdo, indicando que es

del lado del corazón. Práctica ritual que fue muy criticada y castigada con la llegada de los

españoles. Ya anteriormente hemos mencionado la “curación indígena” de que Claire es

objeto, gracias a “la india de las manos tibias”:

Al abrirme con la piedra, mi sangre roja se deslizó abundante por la piel, sin premura, a

tibia velocidad. Ahora con sus dedos abre la herida, jalando cada uno de sus bordes a

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extremos opuestos, vuelca agua en ella, y a pesar de forzar los bordes de la profunda herida

a una posición en la que debiera hacer sangrar más, la sangre deja de brotar. (Duerme: 20).

En el texto existen evidencias de que la protagonista acepta sin ningún obstáculo que le

hagan la herida, que la sacrifiquen, pues dicha curación le permitirá que una vez que suba a

la horca, no muera. Recordemos que es mediante este vital líquido que ella adquirirá la

inmortalidad. Además, podrá suplantar al Conde de Urquiza, -un español que enfrentó al

virrey al incitar y organizar un levantamiento con los indios-, por lo que debió huir y hacer

que alguien lo suplantara, que en este caso, fue la pirata francesa vestida de varón, recién

desembarcada del Caribe, a quien drogaron para secuestrarla y hacerla pasar por dicho

Conde.

En Duerme, el intrincado personaje de Claire es una mujer del “Viejo Mundo” del

siglo XVI que gusta vestirse de hombre y vivir como tal. Al viajar a Nueva España, la prota-

gonista afronta diversos riesgos, valiéndose de diversos “ropajes” culturales y estamentales

para sobrevivir. La hibridez figurativa que nos presenta Duerme rompe con el modelo

binario, reductivo tradicional de “mestizaje” (indígena/europeo) e invita a meditar sobre otras

posibles articulaciones de la diferencia dentro de un contexto latinoamericano. Boullosa

deconstruye el cuerpo como figura retórica, lo “des-familiariza” y nos obliga a leerlo como

producto socio-histórico, formado por los parámetros discursivos de sus contextos. (En el

capítulo siguiente abordaré el cuerpo como símbolo más ampliamente).

Las diversas identidades que asume Claire se convierten en un símbolo del México

colonial, pues representan por lo menos cuatro esferas sociales y fundamentales de este

periodo. Por estas características nos parece que Duerme es, sobre todo, una novela histórica

que representa de manera carnavalesca, la historia colonial de México. El cambio constante

en aquella época de formación del espacio nacional mexicano se refleja en las múltiples

identidades de la protagonista, como símbolo de la inestabilidad.

La india sabe que Claire tiene cualidades excepcionales y por eso prefiere esconder su

nombre o su “identidad” verdadera. Ella está consciente de los poderes de las aguas

indígenas y aquí se los revela a Claire y al lector. En vez de una narración directa, otro

personaje está afectado por la vida de Claire y allí el lector confirma que la vida de ambas

mujeres está inevitablemente vinculada por las circunstancias de la historia.

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Desde el inicio de la novela, la autora indica que el agua será un elemento de gran

importancia, pues desde las primeras páginas del capítulo uno, titulado “La ropa”, hay

referencias al ritual del sacrificio que realizaba la raza mexica antes de la llegada de los

españoles:

La india regresa y vuelve a sentarse a mi lado… Me descubre, me acomoda alzada la

cabeza, mirando mi cuerpo, y me clava con todas sus fuerzas la piedra en mi pecho

desnudo, el izquierdo. Esta india quiere despellejarme, abrirme como lo hacen los suyos.

No puedo moverme y casi no siento el corte (Duerme: 19-20).

Teniendo esta información de Claire, podemos ver que no hay cambio que no haya

experimentado: ella cambia de sexo, de nacionalidad, de clase social, e incluso de manera de

llevar su vida. Todos estos cambios dan como resultado un personaje complejo que contiene

dentro de sí muchas características diferentes, hasta contradictorias. De la misma manera se

formó la nación mexicana: como una violentación de identidades, con muchos cambios

involuntarios y diferentes ideologías mezcladas (la prehispánica y la española).

Boullosa, por medio del personaje de Claire logra capturar todo ese cambio y mezcla

que finalmente se hará visible con los mestizos. Como Octavio Paz (1959) señala en su obra

mencionada anteriormente, es esta mezcla la que hará que el mexicano, aun en la actualidad

no pueda definir su propia identidad. Carmen Boullosa, el situar esta problemática desde

principios de la misma, nos muestra cómo es que ésta comienza, y así, nos puede dar una

buena aproximación de cómo es ese híbrido mestizo que se formó después de la conquista de

los españoles, y que todavía se refleja en nuestra cultura mexicana.

Duerme es una novela impactante porque explora las áreas subterráneas que ha

producido el mestizaje, en un momento en que se opera un cruce de géneros, lenguajes, razas

y clases, creando un México profundo -un subconsciente no individual- donde se han fundido

elementos subalternos, donde no parece irracional la posibilidad de “hacerse de esta nación

en lengua mexicana” (Duerme:146).

De los aspectos psicológicos en la conformación de Claire en Duerme, es importante

resaltar que una de las grandes aportaciones de Jung a la creación artística y a la teoría del

símbolo fue la propuesta del inconsciente colectivo y junto con Freud, el estudio del

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Complejo de la madre. Los complejos son pequeñas personalidades disgregadas dentro de la

personalidad total.

En un principio, bajo la influencia de Freud, Jung creía que los complejos debían

originarse en experiencias traumáticas de la primera infancia. Con el tiempo llegó a la

conclusión de que estos complejos se originaban en una instancia mucho más profunda y

universal a la que denominó “inconsciente colectivo”.

Al abordar los contenidos del inconsciente colectivo denominados “arquetipos” Jung

a través de la Psicología analítica Jungiana, descubrió algunos arquetipos y señaló que

existen tantos como experiencias típicas en la vida: Dios, el demonio, el anciano sabio, el

héroe, la madre, etcétera. Cabe recordar que los arquetipos son universales y todas las

personas heredamos las mismas imágenes arquetípicas básicas. Dependerá de nuestra cultura

y entorno social la forma en que se manifiesten.

Para una mejor comprensión de la figura femenina en Duerme, conviene estudiar

algunos aspectos psicológicos del arquetipo de la madre según (Jung: 1994).

Para esto es propicio un acercamiento a dicha concepción según Jung, aunque también serán

de mucha utilidad los títulos de Arquetipos e inconsciente colectivo de Jung (1994);

Esquemas del psicoanálisis de Sigmund Freud (2001) y Freud: una interpretación de la

cultura de Paul Ricoeur (1991)

Para hablar de la “Gran madre”, recordemos que dicha palabra proviene tanto de la

historia como de la religión y abarca las distintas configuraciones del tipo de una diosa

madre. En ese sentido, Jung (1994) recomienda que “si queremos intentar una investigación

más a fondo de la imagen de la “Gran Madre” “necesitamos forzosamente tomar como base

el arquetipo de la madre que es mucho más general” (p.69). Por lo que asumiremos que

“Arquetipo” no es una expresión nueva, sino que ya aparece en la antigüedad como sinónimo

de “idea” en el sentido platónico y de este símbolo se deriva el arquetipo de la madre.

Para la Real Academia de la lengua Española dicho concepto es definido de cinco

formas: Arquetipo: 1. m. Modelo original y primario en un arte u otra cosa., 2. m. Ecd. Punto

de partida de una tradición textual, 3. m. Psicol. Representación que se considera modelo de

cualquier manifestación de la realidad.4. m. Psicol. Imágenes o esquemas congénitos con

valor simbólico que forma parte del inconsciente colectivo.5. m. Rel. Tipo soberano y eterno

que sirve de ejemplar y modelo al entendimiento y a la voluntad humana.

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Como observamos, la definición del arquetipo es amplia, aunque la mayoría de las

definiciones coincide con la idea de que es un modelo a seguir o modelo primario de una

tradición. La psicología moderna sostiene que “hay un a priori de todas las actividades

humanas y ese a priori es la estructura individual de la psique, estructura innata y por eso es

preconsciente e inconsciente” (Jung, 1994, 72).

Freud (2001) considera que todo lo inconsciente que subsiste y se extingue y que

puede trocar tan fácilmente su estado inconsciente por el consciente, convendrá calificarlo

como susceptible de la conciencia o preconsciencia. Mientras que “otros procesos y

contenidos psíquicos, no tienen acceso tan fácil a la conscienciación sino que es preciso

descubrirlos, adivinarlos y traducirlos a experiencias conscientes en la manera ya descrita.

Para estos procesos reservamos en pluralidad, el calificativo de inconscientes” (p.31).

Por tal motivo, Jung (1994) parte de la hipótesis de que “el hombre no es la excepción

entre las criaturas, en tanto, quiérase o no, posee como todo animal una psique preformada,

propia de su especie y presente todavía, como lo muestra una observación rigurosa, con

claros rasgos de antecedentes familiares”(p.73). De ahí postula que todos los seres humanos

somos producto de un inconsciente colectivo que nos nutre e informa de los acontecimientos

que no ocurrieron en nuestra época, pero que de algún modo, ya forman parte de nuestro

bagaje cultural y no necesitamos aprenderlos. En Duerme, son evidentes varios

acontecimientos que recibimos como herencia cultural.

En este contexto, para el psiquiatra suizo “todo lo psíquico es preformado, también lo

son sus funciones particulares, en especial, aquellas que provienen directamente de

predisposiciones inconscientes. A este campo pertenece toda la fantasía creadora. En los

productos de la fantasía se hacen visibles las “imágenes primordiales” y es aquí donde

encuentran su aplicación específica el concepto de arquetipo” (Jung, 1994, 73). Dichas

imágenes primordiales se nos pueden presentar en forma pictórica, personificada o

simbolizada, pueden penetrar en la conciencia por medio de mitos, sueños, arte, rituales,

síntomas. En palabras de Jung (1994) “El arquetipo es una especie de predisposición para

producir una y otra vez las mismas ideas míticas o ideas similares” (p.73).

Si bien Jung (1994), reconoce los méritos de otros pensadores que le antecedieron

como Platón, también reconoce que su mérito es “haber demostrado que los arquetipos no se

difunden meramente por la tradición, el lenguaje o la migración sino que pueden volver a

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surgir espontáneamente en toda época y lugar sin ser influidos por ninguna transmisión

exterior” (p.73) .

La concepción general del arquetipo de acuerdo con Jung (1994), marca que el

arquetipo es:

un elemento formal, en sí vacío, que no es sino una facultas praeformandi, una posibilidad

dada a priori de la forma de la representación y no se puede comprobar su concretización.

Señala que al arquetipo se le puede dar un nombre y posee un núcleo significativo

invariable que determina su modo de manifestación, pero siempre sólo en principio, nunca

concretamente (p.74).

Por eso, cuando Freud u otros colegas psicólogos le pedían que demostrara su cientificidad,

Jung decía que los ejemplos son palpables en la vida cotidiana de los seres vivos. La

importancia del arquetipo de la madre no sólo reside en el hecho de que la mayoría de los

clásicos complejos freudianos se asocian a sus manifestaciones, sino además, en que se

construyó la base del desarrollo de la mayoría de las religiones del planeta. Para Jung, el

arquetipo de la madre tiene una cantidad casi imprevisible de aspectos. Algunas formas

típicas son la madre y la abuela personales, la madrastra, la suegra, toda figura femenina; en

el sentido figurado más elevado, la diosa, especialmente la madre de Dios; en un significado

más amplio: la iglesia, la universidad, la ciudad, el cielo, y la luna, en el sentido más estricto,

por mencionar sólo algunas representaciones. Puede tener un sentido positivo, favorable o

negativo.

Sus características, de acuerdo con Jung son: “lo materno”, la autoridad mágica de lo

femenino, la sabiduría y la altura espiritual que está más allá del entendimiento; lo

bondadoso, lo protector, sustentador, fertilidad y alimento. Así como lo oculto, lo sombrío, el

abismo, etcétera. Cita, además, aspectos esenciales de la madre como su bondad protectora y

sustentadora, su emocionalidad orgiástica y su oscuridad inframundana. Consideramos que el

arquetipo de la madre, es un concepto universal y atemporal. No es fácil concebir a la

humanidad sin la idea de la madre. Dado que en sus facetas y diferentes disciplinas no hay

cultura sin vínculo con la madre.

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López Tapia (s/f) menciona en el artículo “Arquetipos de la madre” que en el

continente americano la divinidad existe bajo los nombres de Pacha-Mama o Mamanchic

para los Incas, Mapu para los Mapuches, Ixchel, la Hera del panteón Maya, Coatlicue para

los Aztecas; la Nuna de los esquimales; Tacoma de los Salís, etcétera. La mitología mexica

es una extensión del complejo cultural. Antes de llegar los aztecas al valle del Anáhuac, ya

existían antiguos cultos y diosas del sol que ellos adoptaron en su afán de adquirir un rostro.

Al asimilarlos también cambiaron sus propios dioses, tratando de colocarlos al mismo nivel

de los antiguos dioses del panteón nahua. De esta manera, elevaron sus dioses patronos,

Huitzilopochtli y Coatlicue, al nivel de las antiguas deidades creadoras, como Tláloc,

Quetzalcóatl y Tezcatlipoca.

Jung (1994), señala que la figura de la madre que nos ofrece la psicología de los

pueblos es, por así decirlo, universal y sufre modificaciones de no poca consideración en la

experiencia práctica individual. Para Jung, la figura del arquetipo no es, de acuerdo con su

naturaleza, un mero prejuicio fastidioso; sólo lo es cuando se le coloca en el lugar

inadecuado, por lo que el arquetipo en sí, forma parte de los más elevados valores del alma

humana y ha poblado por ello todos Olimpos de todas las religiones.

Hacerlo a un lado como algo sin valor, constituye una positiva pérdida. Por el

contrario, la tarea -de acuerdo con Jung- consiste en disolver esas proyecciones para hacer

que sus contenidos vuelvan a quien, por una exteriorización espontánea, los ha perdido. No

es casual entonces comprender cómo las primeras formas de organización social hayan sido

precisamente matriarcales.

Pese a que la figura de la madre que nos ofrece la psicología de los pueblos es, por así

decirlo, universal, esa imagen sufre modificaciones de no poca consideración en la

experiencia práctica individual.

El complejo materno: Jung menciona que el arquetipo de la madre constituye la base

del llamado complejo materno. Representa un problema aún sin solución el saber si ese

complejo puede tener lugar sin una participación causal demostrable de la madre. Es un

concepto universal que para comprender mejor, nuestro autor lo esquematiza de la siguiente

manera:

1.- El complejo materno del hijo: Sus efectos son diversos según se trate del hijo o de

la hija. Efectos típicos sobre el hijo son la homosexualidad y el donjuanismo, y en ocasiones,

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también la impotencia. En el hijo el complejo materno no es puro porque existe una

diferencia de sexo. Esta diferencia es el motivo por el cual en todo complejo materno

masculino el arquetipo de la compañera sexual, o sea el ánima, desempeña un papel de

importancia junto al arquetipo de la madre. Tal vez pudiera citar aquí los casos de las

tragedias griegas, que como en el caso de Edipo Rey de Sofócles, es evidente la atracción o el

enamoramiento del hijo hacia su madre y que culmina con un terrorífico final.

El Complejo de Edipo, de acuerdo con (Freud, 2001)

alcanza su mayor comprensión cuando el varoncito de dos o tres años desea poseer

carnalmente a la madre, busca seducirla. Su masculinidad precozmente despierta, le induce

a sustituir ante ella al padre, que ya fue antes su modelo envidiable a causa de su fuerza

corporal que en él percibe y le da la autoridad que lo encuentra investido (p.17).

2.-El complejo materno de la hija, Jung lo divide en: La hipertrofia de lo materno, la

exaltación del Eros, la identificación con la madre y la defensa contra la madre

a) La hipertrofia de lo materno: provoca en la hija una hipertrofia de lo femenino. La

exaltación de lo femenino significa un fortalecimiento de todos los instintos femeninos, en

especial del instinto materno. Su aspecto negativo lo representa una mujer cuyo único

objetivo es procrear. En Duerme es muy visible el interés de Claire de parir a un nuevo

personaje, es decir, ella misma ha engendrado a otro ser que “idealmente” es ella que quiere

resucitar en varón, transformando así su sexo femenino en masculino. Y por razones

culturales, étnicas, político –social, prefiere atrofiar su lado femenino. “Su Eros se ha

desarrollado sólo como relación materna; en tanto Eros personal se ha quedado inconsciente.

Un Eros inconsciente se manifiesta siempre en poder” (p.81). Dicho poder es claro a lo largo

de nuestra novela Duerme. Para comprender mejor el significado de Eros, Paul Ricoeur

(1994) señala que “Frente a la muerte, la libido cambia de sentido y recibe el nombre místico

de Eros; y el principio de realidad, diametralmente opuesto al principio del placer, despliega

frente a la pareja Eros-Tánatos, un nombre igualmente mítico de Ananké.

b) La exaltación del Eros conduce siempre a una relación incestuosa inconsciente con

el padre. No es accidental que ya desde tiempos inmemoriales existía el Complejo de Electra.

Término también introducido por Jung, ya que Freud nunca lo reconoció.

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c) La identificación con la madre: Si en el complejo materno femenino no se produce

un sobre desarrollo del Eros,

se da entonces una identificación con la madre y una paralización del propio destino

femenino. La hija se contenta con vivir en dependencia de la madre y negándose a sí

misma. Es una joven desamparada que debido a característica de indiferencia íntima y a sus

sentimientos de inferioridad, siempre se disimulan tras un aire de inocencia ofendida

(p.82).

d) La defensa contra la madre. Existen tres tipos extremos que Jung considera se escalonan

muchos otros. De ellos sólo hace referencia a uno fundamental. En este intermedio se trata

más de un acrecentamiento o de un entorpecimiento del instinto femenino, de una defensa

contra el predominio de la madre y de una defensa tal que prevalece sobre todo lo demás.

Aquí Jung (1994), indica las características del arquetipo de la madre con todos sus detalles:

madre como familia, madre como útero y madre como materia.

Respecto de los aspectos positivos del complejo materno, Jung enumera cuatro:

1.- La madre. Para María Luisa Bombal (2007), el aspecto positivo del primer tipo es

la imagen de madre ensalzada y celebrada en todas las épocas y todas las lenguas. “Ese

concepto que constituye la secreta raíz de todo devenir y toda transformación, que es la

vuelta al hogar y la vuelta a sí mismo y es el silencioso fundamento de todo comienzo y de

todo final” (p. 85). El arquetipo de la madre representa a la persona que lidia con un infante

indefenso en una entrega desinteresada, del cual podemos encontrar símbolos como la Madre

Tierra, Eva, María, la Gran Madre, etcétera.

El arquetipo es, antes que nada, una cuestión de inmediata urgencia para la higiene anímica.

Aun cuando no tuviéramos prueba alguna de la existencia de arquetipos y se demostrara que

no hay tales pruebas, igualmente tendríamos que encontrarlas para no dejar que se hundieran

en lo inconsciente nuestros valores más altos y naturales (Bombal, 2007, 86).

El mundo, entonces, debe tener consciencia de los arquetipos, los capte o no, pues en ese

mundo él es todavía naturaleza y allí se hunden sus raíces. Volviendo al tipo de complejo

materno femenino Carl G. Jung señala que “en el hombre, el complejo materno nunca es

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“puro”, ya que está siempre mezclado en el arquetipo del ánima, lo que tiene como

consecuencia que las manifestaciones masculinas respecto de la madre estén la mayoría de

las veces afectadas por un prejuicio emocional, o “animoso” (p. 87).

2.- El Eros exaltado. Para el padre del psicoanálisis, el Eros (o instinto del amor, de

vida) tiene que ver con la finalidad de construir y conservar unidades cada vez mayores, es

decir, tiende a la unión. Contrario a Tánatos (o instinto de la muerte).

Este tipo materno es un anacronismo, una recaída en un sombrío matriarcado en el

que el hombre como mero fecundador y siervo de la gleba, lleva una existencia insípida.

También en nuestra novela, hay espacios y tiempos en que la figura femenina lleva el hijo

conductor, dirige las acciones, inclusive, en el final de Duerme, es Claire quien encabeza un

movimiento social. Mientras que los hombres, tienen un papel secundario.

3.- La solamente hija. La mujer del tercer tipo, es decir, la que se identifica con la

madre por entorpecimiento de sus propios instintos, no tiene por qué ser necesariamente una

nulidad sin esperanza. Como esos hombres sólo son máscaras, la mujer debe ser capaz de

representar con cierta naturalidad un papel secundario de acompañante. Pero estas mujeres

también pueden tener dotes valiosas que nunca llegaron a desarrollarse sólo porque su misma

personalidad permanecía inconsciente. Lo vacío es, en definitiva, un gran misterio femenino.

Es para el hombre lo extraño primordial, lo hueco, lo otro abismalmente profundo, lo yin.

4.- El complejo materno negativo. En este fenómeno patológico esta mujer es una

compañera desagradable, exigente y poco satisfactoria, pues todos sus esfuerzos consisten en

un resistirse frente a todo lo que surge de la causa natural primera.

La mujer de este tipo, gracias a su claridad, objetividad y masculinidad, se encuentra

a menudo en puestos de importancia, donde su feminidad tardíamente descubierta es

conducida por su fría capacidad. Su inteligencia articulada infunda confianza al hombre, y

éste es un elemento que no debe despreciarse y que falta mucho más a menudo de lo que se

cree en la relación hombre-mujer.

También en Duerme vemos características de este tipo de mujer. Es una de las

conductas que mejor representa Claire: Pirata, soldado, consejera del Virrey, inteligente,

valiente, y al final, ya con su identidad primigenia, -en sueños- organiza al pueblo mexicano

y logra expulsar al ejército español de tierras mexicanas.

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A través del texto de Jung, pudimos analizar sobre algunos fenómenos simbólicos que

son atribuidos al predominio de la imagen de la madre.

Luego de apreciar la importancia de los conceptos memoria e identidad, -que en el

discurso de la novela expone mayoritariamente la voz de la protagonista- fue posible

establecer un diálogo a través del texto literario, con los tiempos pasado y presente, en donde

es evidente la importancia del imaginario simbólico y su vínculo con la magia, ritualidad y

religión del mundo indígena. En Duerme encontramos recreados toda una serie de recursos

en los que se funde la realidad del México colonial y algunas creencias mágicas del México

indígena: rituales, costumbres, ambientes prehispánicos, espacios sagrados, templos de los

antiguos ídolos, entre otros.

Para nuestro acercamiento a la conformación de los personajes en Duerme fue

conveniente señalar la importancia de los postulados de Jung y Freud para comprender la

importancia del inconsciente colectivo y del arquetipo de la madre en la conformación del

personaje de Claire.

El inconsciente colectivo -como una de las propuestas centrales de Jung- “se refiere al

hecho de que del mismo modo que los seres humanos comparten instintos y estructuras

físicas comunes, también comparten un estrato común de la psiquis. Lo inconsciente

colectivo es: ‘la estructura peculiar de las condiciones psíquicas previas de la conciencia

transmitidas por herencia a través de las generaciones” (Jung, en García Peña, 2007:29). En

este sentido, la psiquis de una cultura ancestral, de un México antiguo sigue viva en Duerme

gracias a la herencia de las generaciones anteriores.

Por otro lado, efectivamente el arquetipo de la madre se vincula con los más remotos

procesos de concienciación de especie, y su estudio detallado en todas las culturas ha

proporcionado valiosas herramientas y conocimiento olvidados, que le han permitido a

nuestra especie, en un mundo remoto, sobrevivir y prosperar cuando sólo éramos un puñado

de hombres sobre la tierra. Su importancia no sólo reside en el hecho de que la mayoría de

los clásicos complejos freudianos se asocian a sus manifestaciones, sino en que constituye la

base del desarrollo de la mayoría de las religiones del planeta. Algunas formas típicas

existentes en Duerme son la madre y la figura femenina representada en Claire.

De las características de este arquetipo, de acuerdo con Jung (1994) son: “lo

materno”, la autoridad mágica de lo femenino, la sabiduría y la altura espiritual que está más

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allá del entendimiento; lo bondadoso, lo protector, lo sustentador, la fertilidad y el alimento.

Así como lo oculto, lo sombrío, el abismo, etcétera. De las cuales, la mayoría son cualidades

que posee la personaje protagonista en Duerme.

También cabe mencionar, que del arquetipo materno es válido resaltar su importancia

por constituir la base del complejo materno, pues sus efectos son palpables en la identidad de

Claire, en quien, pese a que muestra mínimos rasgos de una maternidad atrofiada, predomina

en ella, fundamentalmente en toda la novela que estudiamos, la exaltación de lo femenino.

Para este apartado, nos resultó de gran utilidad el auxilio de la perspectiva simbólico-

mítica en literatura, tomada de las propuestas de García Peña. También Helena Beristáin y

algunos principios del método histórico propuesto por Anderson Imbert, nos auxiliaron para

identificar algunos indicios e informaciones propios de la época prehispánica y su

importancia con la magia, ritualidad y religión del México antiguo.

Coincidimos con Paola Madrid cuando enfatiza que es en estos últimos años cuando

los narradores hispanoamericanos han acudido a esas crónicas para releerlas e interpretarlas y

llegan a la conclusión de que el pasado puede seguir escribiéndose -y de hecho debe re-

escribirse- pero no a través de los mecanismos tradicionales signados por la historiografía

lineal, sino a partir de relecturas desmitificadoras. A través de la novela estudiada, Carmen

Boullosa ha pretendido restituir las luces y sombras de un pasado siempre presente en nuestra

memoria histórica, así como de las prácticas mágicas y religiosas en Duerme.

En el siguiente capítulo analizaremos los símbolos del agua, cuerpo y la fiesta del

bautismo en el espacio del texto. Nuestro acercamiento es desde la perspectiva simbólica-

mítica, la cual representa la herramienta metodológica principal en este estudio. En el primer

inciso del capítulo tres, estudiaremos primero al agua, posteriormente el cuerpo y

finalizaremos con un breve análisis de la fiesta, en el espacio del bautismo. Los tres son

elementos importantes para el imaginario simbólico y social, presentes en el espacio y tiempo

textual de Duerme.

De los dos primeros símbolos -agua y cuerpo- ofrecemos una gama extensa y rica en

significados, debido a que ambos están presentes de manera reiterada y definitiva en Claire, y

en los personajes indígenas, los ‘otros’ no aludidos directamente pero siempre presentes en

nuestro relato.

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3. Representación narrativa del universo simbólico colonial en Duerme.

Símbolos en el espacio textual

3.1. El agua

“Y desde que vimos tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes

poblazones, y aquella calzada tan derecha y por nivel como iba a México, nos quedamos

admirados y decíamos que aquello parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro

de Amadís, por las grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro en el agua y todos de

calicanto y aun algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían si era entre sueños,

y no es de maravillar que yo escriba aquí de esta forma porque hay mucho que ponderar en ello

que no se como lo cuente: ver cosas nunca oídas, ni aun soñadas como veíamos ...” (Historia

verdadera de la conquista de la Nueva España. Bernal Díaz del Castillo).

Profundizar en un estudio del agua como símbolo implica una tarea ardua, sobre todo si

partimos de su amplia gama de significados y del enorme capital simbólico que representa

para diversos grupos culturales en el mundo. Una de las posibles lecturas de Duerme está

encaminada, precisamente, al tema del agua y a una amplia red simbólica que involucra

directa e indirectamente a los grupos culturales e identidades implicados en nuestra novela, lo

que hace necesario que construyan su memoria histórica. No obviemos que el agua es uno de

los cuatro elementos vitales. Para J. Eduardo Cirlot (2004) “Las aguas simbolizan la unión

universal de virtualidades que se hallan en la precedencia de toda forma o creación” (p. 68).

En nuestro relato, el agua tiene varios significados: agua sagrada, agua de los lagos

dulce y salado, agua vital, agua como símbolo de eterna juventud, agua mágica, agua

prehispánica que cambia la identidad de la protagonista, agua como sustitución de sangre que

otorga inmortalidad, agua Clara como Claire -que significa clara- cualidad de la que más

carece la protagonista en la novela, etcétera. En este sentido, la focalización del relato se

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centra fundamentalmente en Claire y su relación con el agua. En dicha trama también

resaltan las relaciones sociales entre indígenas y blancos.

El agua es un elemento persistente en el discurso popular de Duerme. Por las

narraciones de los personajes indígenas podemos comprender la construcción del imaginario

simbólico en torno al agua y en el que “la tradición ha conformado en la zona a lo largo de

los siglos, desde las culturas prehispánicas, pasando por el pensamiento novohispano”

(García Peña, 2007, 98).

Según Duch (2002), dos son los principales lugares de simbolización en los que la

larga historia de las culturas ha ido construyendo alusiones y referencias simbólicas, el

universo como cosmos, astros, vegetación, aguas y el hombre mismo:

El hombre es para el hombre la suprema causa de perplejidad y el enigma por excelencia en

el campo de lo humano, cosmos y anthropos son, en todos los ámbitos culturales,

realidades autoreferidas, coextensivas, coimplicadas y empáticamente relacionadas. Por eso

resulta importante indicar que el locus del símbolo, de manera casi necesaria, es de

naturaleza antropocósmica (Duch en García Peña, 2007, 28).

Partiendo de la idea de que el símbolo existe antes del texto dado e independientemente de él:

procede de la profundidad de la memoria de la cultura, resurge en la memoria del escritor y

encarna en el nuevo texto, coincidimos con García Peña (2007) al decir que la estructura de

los símbolos conforma un sistema equivalente en forma y función a la memoria genética del

individuo (p. 42).

Al respecto, Boullosa recurre a su memoria cultural para reescribir en Duerme, la

importancia del agua como elemento simbólico y su vínculo estrecho con el México antiguo

y también el ambiente colonial. Por la reiterada presencia del México antiguo y sus referentes

culturales, podemos decir que la base referencial de la novela es indígena y mestiza, de

procedencia prehispánica y novohispana, aunque de acuerdo con García Peña (2007), “este

sistema simbólico-mítico y sus referencias culturales se van atando a otros, tanto mestizos

como occidentales” (p.83).

Para la misma autora, “Comprender o incluso, simplemente captar el simbolismo de

una sociedad, es captar las significaciones: la génesis del sentido, la dinámica de la

constitución histórica de nuevos sistemas simbólicos o de su revitalización en cada instante,

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de un sistema simbólico determinado” (p. 43). Nuestra antigua cultura prehispánica es rica en

simbolismos, mismos que se conservan durante la etapa colonial. Así lo relata Carmen

Boullosa en Duerme.

Aludir al agua prehispánica, indudablemente nos remite a hablar de la fundación del

México-Tenochtitlán, tema fascinante e interesante que permite imaginarnos al águila

devorando una serpiente, parada en un nopal, precisamente sobre un lago. Así, al hablar de

nuestro pasado histórico y el origen de nuestra nación, reconocemos su entorno natural de

valles, montañas y lagos que la rodeaban, y a través de documentos, no podemos dejar de

admirar aquel espectacular y mágico escenario que fue la Gran Tenochtitlán. Sin embargo,

solamente comentaremos la importancia de las aguas en la novela Duerme. De este modo, el

presente trabajo pretende acercarse a la reiterada presencia del discurso del agua de los lagos

como elemento simbólico en Duerme. Al hablar del agua prehispánica, de inmediato nos

identificamos con nuestro origen, vinculado a la memoria. En este aspecto el agua del

México antiguo nos recuerda quiénes somos, de dónde venimos y a dónde pertenecemos.

Para este análisis, hicimos un seguimiento puntual del agua de los lagos para

comprender su comportamiento en nuestra obra literaria y conocer el porqué de su repetición.

Posteriormente, estudiaremos al agua en el marco de los discursos narrativos.

Conviene señalar que con base en una red semántica del agua de los lagos

prehispánicos, es que nos interesamos en este estudio. Dicha red de significados quedó

conformada , -aparte de la amplia gama de significados ya referidos en líneas atrás- por los

vocablos: lago de agua dulce, lago de agua salada, aguas, canal, embarcadero, barcas,

estancadas, cántaros de agua, pocillos de agua, agua clara, aguas estancadas, Claire -como

agua clara-. Sin dejar de reconocer que también existe relación del agua de los lagos con una

cita de Cervantes de Salazar en el epígrafe y por su relación con el ritual del sacrificio y con

la leyenda de la llorona; referidos textualmente en la novela.

Carmen Boullosa, es una escritora experta en darnos claves a sus lectores, nos

acompaña en el apasionante juego que representa el texto literario. No es casual que una cita

de los dos epígrafes, hable precisamente de la calidad del agua de la naciente sociedad

colonial.

Recapitulando brevemente sobre la fundación de México, es conveniente recordar que

“después de sufrir incontables vejaciones, los mexicas lograron establecerse en un islote del

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lago. La fecha de la fundación de su ciudad, de acuerdo con antiguos libros de pinturas, fue el

año de 1325 (Miguel León Portilla, 1992, 175). En el vasto territorio de lo que hoy es

México, desde el segundo milenio antes de nuestra era hasta el año1519, se desarrolló la

excepcional civilización mesoamericana, compuesta de una gama de culturas originales:

olmeca, maya, mixteca, teotihuacana, la azteca y la tolteca. En la parte más elevada de la

región cultural, como simbólica pirámide natural, se encontraba el Valle de Anáhuac o de

México, corazón de Mesoamérica. Las aguas atrapadas entre una cadena de volcanes

formaron cinco lagos de poca profundidad, en torno a los cuales se asentaron diversos grupos

humanos, en épocas distintas. La zona resultaba muy atractiva por las ventajas militares y

naturales que presentaba: contaba en el interior con eficientes vías de comunicación, y por la

parte exterior estaba resguardada por las montañas. De este modo, México-Tenochtitlán

desplegó un orgulloso señorío sobre las aguas: el soberano azteca se convirtió en sinónimo de

poder y dominio. Los tributos de los pueblos circunvecinos se desbordaron sobre la ciudad.

Para esta reflexión, también nos apoyaremos en el texto El agua y los sueños. Gastón

Bachelard (1993). Para este estudio del agua, es conveniente mencionar que el espacio de

donde provienen está ubicado mucho antes del periodo del México prehispánico y todavía

permanece en el periodo colonial, -en 1571 tiempo narrado en Duerme- cincuenta años

después de la conquista española. Dicho espacio será comentado como espacio abierto,

‘inmenso’, en términos de Bachelard.

Desde el inicio de la novela, la autora indica que el agua será un elemento de gran

importancia, pues desde las primeras páginas del capítulo uno, titulado “La ropa”, hay

referencias al ritual del sacrificio que realizaba la raza mexica antes de la llegada de los

españoles:

La india regresa y vuelve a sentarse a mi lado. En una mano trae una piedra filuda, y en la

otra, un cántaro de barro. Frente a mis ojos golpea el uno contra el otro, para estar segura

de que los veo. Me descubre, me acomoda alzada la cabeza, mirando mi cuerpo, y me clava

con todas sus fuerzas la piedra en mi pecho desnudo, el izquierdo (p. 19-20).

Líneas en donde la narradora hace referencia al sacrificio humano: piedra de obsidiana, la

forma en que le clava en su pecho izquierdo, indicando que es del lado del corazón. Práctica

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ritual muy criticada y castigada con la llegada de los españoles. En las líneas posteriores, ya

menciona la curación indígena de que Claire es objeto, gracias a “la india de las manos

tibias”:

En la herida abierta deja caer agua del cántaro. Al abrirme con la piedra, mi sangre roja se

deslizó abundante por la piel, sin premura, a tibia velocidad. Ahora con sus dedos abre la

herida, jalando cada uno de sus bordes a extremos opuestos, vuelca agua en ella, y a pesar

de forzar los bordes de la profunda herida a una posición en la que debiera hacer sangrar

más, la sangre deja de brotar. Con el paso del agua, el centro de la herida queda limpio,

como si no fuera carne abierta. El agua sigue cayendo del cántaro, pero no cae sobre mi

piel, es absorbida por la herida. Veo cómo una vena, en un gesto excepcional, bebe del

agua a tragos, como si fuera la garganta sedienta de un polluelo. Ahora cierro los ojos.

Trato de explicármelo. Los vuelvo a abrir. La india me envuelve en una sabanilla suave

antes de poner sobre mí la manta (p. 20).

Hay evidencias de que la protagonista acepta sin ningún obstáculo que la sacrifiquen, debido

a que dicha curación le permitirá que una vez que suba a la horca, no muera. Recordemos

que es mediante este vital líquido que ella adquirirá la inmortalidad. Por tales motivos,

durante el sacrificio simbólico de Claire, ella permanece semiconsciente, e intenta hablar,

aunque su estado no lo permite. En el siguiente capítulo de Duerme, llamado “Muerte ajena”,

nuevamente le vacían agua en la herida abierta: “Creo recordar que mientras yo dormía ella

derramó más agua del cántaro en la sedienta herida. Ahora sí me duele mi pecho” (p. 26-27).

Posteriormente la narradora-protagonista sigue explicando el significado de las aguas

de los Lagos con las que la indígena la cura:

Entramos a mi celda. {…} Apenas cierran la puerta, pega su cara a mi oreja, para que nadie

más la escuche decirme: “Señor. Caballero francés. Usted que es hombre vestido y mujer

sin ropas no merece la muerte. No va a morir hoy en la horca, délo por seguro. Permita sólo

que vacíe un poco más de agua en su herida. Es agua de los lagos de los tiempos antiguos.

Es un agua tan limpia, que estancada en ollas de barro desde muchos dieces de años no da

muestra de pudrición o estancamiento. El agua tiene de cada lago, dulce o salado, de cada

canal. Aquí revueltas. Es curación de nuestros padres y nuestros abuelos, y nunca ha sido

puesta en un español. Era el agua tan limpia -sigue diciendo, mientras yo, de espaldas a la

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puerta, me abro la ropa y saco mi pecho izquierdo, abierto pero no sangrante- que nuestros

abuelos no vaciaban en ella siquiera sus orines. A diario pasaban canoas a recolectarlos, y

sacaban sus orines de Temixtitan y los barrios, de ellos extraían fijadores para pinturas y

tintes, las que usaban nuestros magníficos artistas, y los húmedos donde remojaban los

hilos para bordar o hacer telas. Entonces nuestras telas no eran blancas. De esas aguas he

llenado el cántaro ayer a la noche, y hoy he vuelto a colmar por la mañana. Dos cántaros

enteros protegerán tu sangre de la muerte. Éstas son aguas purísimas, no tocadas por las

costumbres de los españoles, ni por sus caballos, ni por su basura. Usted que no eres

hombre ni mujer, que no eres nahua ni español ni mestizo, ni Conde ni Encomendado, no

mereces la muerte. Dicen que vienes del mar, que has estado con los que arrebatan a los

españoles lo que se llevan de aquí. No mereces morir (Duerme: p.27-28).

Dejamos completo el texto porque creemos que es uno de los párrafos más ilustrativos,

debido a que es donde la indígena comenta con la francesa el significado que tienen las aguas

puras, de ambos lagos y su creencia de lo medicinal de las mismas, pues detalla la manera en

que sus antepasados le hacían para no contaminarlas ni con sus orines. Nos parece oportuno

resaltar también la importancia que significaba cruzar las aguas de la Atlántida para los

europeos. Además de que es reiterativa cuando le dice que gracias a esas purísimas aguas, -

libres de la influencia y costumbres de los españoles-, ella no morirá.

Sobre este tema, Bachelard (1993) puntualiza que “el agua es también un tipo de

destino, ya no solamente el vano destino de las imágenes huidizas, el vano destino de un

sueño que no se consuma, sino un destino esencial que sin cesar transforma la sustancia del

ser”. (p.15) Y efectivamente, en Duerme, gracias a la curación indígena o a su

‘hechizamiento’ por el agua, el destino de Claire cambia sustancialmente. Recordemos que

originalmente la protagonista llega al ‘Nuevo Mundo’ a buscar fortuna, y no a suplantar a un

Conde, ni para cambiar de identidad y ropa conforme se encuentra en tal o cual situación.

En la misma obra, Bachelard menciona que luego de un estudio de las imágenes

sustanciales del agua, en la psicología de la “imaginación material” del agua, éste es “un

elemento más femenino y más uniforme que el fuego, elemento más constante que simboliza

mediante fuerzas humanas más recónditas, más simples, más simplificadoras” (p.14). En este

aspecto, el agua como símbolo, adquiere mayor fuerza conforme avanza el relato. Más

adelante, Claire menciona cómo se transforma conforme pasa el tiempo, y rápidamente

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acepta el agua de los lagos como si fuera su elemento vital: “Deja de escanciarme el agua del

cántaro. Mi pecho ha quedado más henchido de ella. ..” (p.28).

Al respecto, el mismo autor cree que el agua es realmente un elemento transitorio.

Es la metamorfosis ontológica esencial entre el fuego y la tierra. El ser consagrado al agua

es un ser en el vértigo. La muerte cotidiana no es la muerte exuberante del fuego que

atraviesa el cielo con sus flechas; la muerte cotidiana es la muerte del agua. El agua corre

siempre, el agua cae siempre, siempre concluye en la muerte horizontal (p.15).

Del sacrificio existen diversas opiniones, como la que Miguel León Portilla (1992) refiere en

Visión de los vencidos:

En honor a Huitzilopochtli, se empezó a edificar luego, por consejo también de Tlacaélet-

un Templo Mayor, rico y suntuoso. En él se iban a sacrificar numerosas víctimas al Sol-

Huitzilopochtli que había llevado a los mexicas a realizar grandes conquistas (p.185).

Opinión que coincide con quienes compartían la creencia de que el sol necesitaba de

alimento humano. Este pensamiento condujo -en el México indígena- al sacrificio de

miles de víctimas anualmente en los rituales del calendario azteca y náhual del maíz.

Aunque Carmen Boullosa, no señala fielmente el ritual del sacrificio, sí da elementos que

coinciden:

Para de hablar. Con su piedra filuda abre una pequeña herida en la frente, se pone de

cuclillas y con gestos me indica que acomode la cara en su regazo. Ahí vacía el poco de

agua que resta en el pocillo, mientras que repite: “Xeluihqui, xeluihqui, xeluihqui”

(Duerme: 29).

En las citas anteriores la india presagia -de algún modo- que desde ese momento su vida

cambiará radicalmente, pues al decirle que es una “cosa partida”, nos da la idea de su

fragmentación y hasta de hibridación con la raza conquistada. Citando a García Peña (2007),

podemos referir que los personajes femeninos expresan a través de la transmisión de

lenguajes tradicionales, vinculados al relato: el presagio, la oración, el conjuro y la

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superstición, los mecanismos del mito como un modo en que los grupos sociales catectizan

“con significaciones el mundo y su propia vida en el mundo, un mundo y una vida que

estarían de otra manera evidentemente privados de sentidos” Castoriadis, 1988 en (García

Peña, 2007,92).

Vale la pena decir lo que Bachelard (1993), señala sobre la curación:

La esperanza de curación aparece naturalmente ligada al complejo de la fuente de Juvencio.

La curación por el agua, en su principio imaginario, puede ser considerada desde el doble

punto de vista de la imaginación material y de la imaginación dinámica. Para el primer caso al

agua se le atribuyen virtudes antiéticas de los males del enfermo. El hombre proyecta su

deseo de curar y sueña con la sustancia compasiva. En el caso del segundo es elemental: El

agua nos ayuda, por su sustancia fresca y joven, a sentirnos enérgicos (p. 222).

En Duerme, parece evidente también el mito de la eterna juventud, dado que el

contacto de Claire con el agua le dará inmortalidad, y le evitará envejecer; ya que luego de su

prolongado sueño en un bosque, ella es regresada -en sueños- por el poeta de Galicia y éste la

encontrará tan joven como la dejó 25 años atrás.

Siguiendo con la red semántica del agua, al momento de salir de la casa del Conde

Urquiza, Claire observa con indignación cómo los indígenas mexicanos destruyen su propio

Templo para construir el Templo cristiano, y también habla del canal cercano al Palacio

Virreinal: “Ya estamos afuera del dormido Palacio, a un costado de él, un ejército de

hormigas indias levanta el Templo Metropolitano. Pasando el canal del Palacio está el templo

mayor de los aztecas” (Duerme: 31). Y cuando va rumbo a la horca, observa cómo se

desplazan sobre lo que es un canalete central y líneas más adelante, hace mención de otros

elementos acuáticos:

En la calzada, cabemos con amplitud el carro y el cortejo, sin que quienes vayan en este

último se mojen los pies en el canalete central. Los dos pequeños embarcaderos y sus

barcas y canoas siguen inmóviles, varadas en el agua”. (Duerme: 32-33)

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Durante su ahorcamiento, Claire señala que todo a su alrededor continúa igual, que los

pobladores del mercado y la plaza ven su muerte, pero la ven sin dejar de hacer sus

actividades, y aunque su cuerpo gira, ella tiene la confianza de que no morirá, tal y como se

lo dice la india que le vierte las aguas de los lagos. También pareciera que las aguas cobraran

vida en su cuerpo:

Las aguas de los lagos me han salvado. Creo oír dentro de mí sus tímidos oleajes. Aspiro

su limpieza y su variedad, no la fetidez que estancada solloza baja las barcas y las canoas,

como si fuera pastura infectada y ellas ganado enfermo. Veo en mis ojos cerrados la

ciudad antigua con templos blancos cubiertos de frescos, relieves y esculturas (Duerme:

33).

Hace mención de que sus aguas, -las aguas que corren por sus venas- permanecen claras,

limpias y no como las aguas enfermas, que sollozan bajo las barcas. De igual modo, Miguel

León Portilla (1992) en la XV Parte titulada Cantos tristes de la Conquista, menciona que

existe el fragmento de un poema que refiere el mal estado en que se encontraban las aguas de

los lagos:

…Llorad amigos míos, / Tened entendido que con estos hechos/ Hemos perdido la nación

mexicana./ ¡El agua se ha acedado, se acedó la comida! / ¡Esto es lo que ha hecho el Dador

de la vida en Tlatelolco! (p.165).

Sigue la idea de que gracias a las aguas de los lagos, ella sufre un cambio en su persona,

cambio que le permite ver la antigua Tenochtitlán, por lo que de pronto, se emociona y desea

compartir su gusto con la india, dado que en ese momento ella ayuda a los soldados para que

la bajen de la horca, creyéndola muerta:

Siento las manos tibias de la india en mí, quiero decirle “He visto la ciudad de ustedes”,

pero guardo silencio de muerta, obedeciéndola. ¿Qué tal que me pongo a hablar? ¡Hasta el

verdugo hubiera salido huyendo! Y del descuartizamiento que hubiera seguido al pánico, ni

el agua de sus lagos me podría salvar” (p.34). El agua suena viajando por mis venas como

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el viento que corre en un pasaje. Su suave paso reviste mi cuerpo y memoria, agrupando

todo de manera distinta, las cosas, los sentimientos, las partes de mí misma (Duerme: p.34).

Luego del supuesto entierro, en donde es velada por una noche y al día siguiente, está a punto

de ser enterrada, alude a las raras sensaciones que le provocan las aguas de los lagos. Luego

de que salta de la tumba del Conde, ella se ensucia la cara, por lo que menciona que la

máscara de lodo le ayuda a “sentirme real, a olvidar las raras sensaciones provocadas por el

agua de los lagos antes de ser tocadas por la orina, la sangre, la codicia y la mierda

extranjeras, el agua que corre por mis venas” (Duerme: 45).

En el capítulo tres de Duerme, titulado “De cómo le fue de india a la francesa”, Claire

menciona:

Caminamos hacia fuera de México, a donde termina en un lago, que en otros lados termina

en tierra firme, hasta que llegamos a donde ellos querían. Al tiempo que llegamos a las

barcazas que construyó el Primer Capitán en la Nueva España para vencer la ciudad de los

indios, Temixtitán, y que ahora yacen varadas sobre un lodazal que es ya más tierra que

agua, a punto de volverse arsénica, porque el lago ha bajado en mucho su nivel en los

últimos años, suceden tres cosas (Duerme: 51).

Algunas de las prácticas mágicas y rituales de los indígenas son mencionadas en Duerme, tal

es el caso de los siguientes párrafos simultáneos que dan cuenta de la creencia en la tradición

mágica y un sentimiento de nostalgia de Claire y el indígena Cosme por el actual estado en

que se encuentra el lago:

Miramos la extensión del lago, en su mayor parte seco, en silencio. (p.51) Cuando sentimos

los pasos de un caballo aproximándose (Duerme: 52)

Lo tercero que me acontece es que nos detenemos frente a las barcazas que el Capitán

General hizo construir para tomar Temixtitlán por asalto, varadas en tierra seca y Cosme

dice: - No sé, por lo que dices, si el mar me será obediente.

-El agua no obedece a nadie- le digo.

-El agua me obedece a mí (Duerme: 54).

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Y empieza a hacer gestos con las manos y la cara, y con la boca a hacer un ruido como si

azuzase con señas y sonidos a un perro o a un animal que le fuera fiel. El agua de la

laguna, tan retirada de nosotros, al oír su llamado empezó a acercarse más, más, más,

más, hasta que levantó a las barcazas y llegó a nuestros pies. Pero decir “acercarse” es

equivocado, porque no caminó, sino que se extendió, creció, tanto que cuando Cosme

dejó de hacer gestos y de hacer pst, pst pst con la boca, con los ojos veíamos que los

márgenes de la laguna llegaban a nuestros pies (p.55).

Conviene resaltar a Bachelard (1993) cuando se refiere al ruido que antes provocaba el lago,

claro, limpio. “…el ruido de las aguas retoma con toda naturalidad las metáforas de la

frescura y de la claridad. Las aguas se ríen, los arroyos irónicos, las cascadas ruidosamente

alegres, aparecen en los más variados paisajes literarios. Entre risas y esos gorjeos parecen

ser el lenguaje pueril de la naturaleza” (p. 56).

Si observamos el seguimiento del agua como elemento vital en Duerme, la

protagonista sigue narrando:

Llegamos a un cercano embarcadero. La de las manos tibias entra en tratos con el de la

barca, mientras yo me quedo en pie, oyendo el barullo, viendo tanta gente ir y venir,

cuánta es, cuántas voces, aquí parece que hasta las mulas hablan, y eso que hay pocas

mulas, que los tamemes llevan en sus espaldas todos los pesos (p.57).

Dato que es parecido al que Bernal Díaz del Castillo (1955) expone:

Y veíamos el agua dulce que venía de Chapultepec, de que se proveía la ciudad, y en

aquellas tres calzadas, los puentes que tenía de trecho en trecho, por donde entraba y salía

el agua de la laguna, de una parte a otra; y veíamos en aquella gran laguna tanta multitud

de canoas, unas que venían con bastimentos y otras que volvían con cargas y mercaderías,

y veíamos que cada casa de aquella gran ciudad, y de todas las más ciudades que estaban

pobladas en el agua… p.(280-281)… y después de bien mirado y considerado todo lo que

habíamos visto, tornamos ver la gran plaza y la multitud de gente que en ella había, unos

comprando, otros vendiendo, que solamente el rumor y el zumbido de las voces y

palabras que allí había sonaba más que de una legua, y…(p. 281).

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Un pasaje muy similar nos ofrece Carmen Boullosa cuando refiere que:

Sólo vamos los tres a bordo, si se puede llamar ir a bordo a esto. Porque el canal estrecho

hace las veces de calle por la que cosas y personas van y vienen, sumadas al ritmo

incansable de esta ciudad… Conforme nos vamos alejando, el agua parece, más agua,

nuestra barca, más barca, el viaje más viaje. Atravesamos los barrios que hay cruzando la

traza (Duerme: 57).

También, a través de algunos elementos relacionados con las aguas, es como Claire señala las

marcadas diferencias sociales existentes durante la Colonia de la Nueva España. Donde todo

lo bueno era para los conquistadores y sólo lo desordenado era para los conquistados:

La ciudad misma donde estoy estancada se divide en dos: los magníficos palacios de los

españoles, ordenados, alienados a los lados de las amplias calzadas, y las casuchas en

desorden de los indios escondidas tras ellos (Duerme: 58).

Del canal llegamos a un río. Cruzamos de largo el embarcadero amplio que da a

una calzada tan ancha como Tacuba y descendemos en el siguiente. Apenas subimos,

oigo los remos del mudo alejarse. Al llegar arriba de la escalera, alcanzamos una

callejuela lodosa y quebrada, de casas indias a medio caer… (Duerme: 58).

-Mejor llegar por donde no topemos con nadie-, aunque nos llenemos los pies de

lodos, que ya todos sabrán de la muerte de Don Enrique, y yo, la verdad (Duerme: 58-59).

Del encuentro con el poeta de Galicia, Pedro de Ocejo, la narradora empieza a contar que

fueron por él a una fiesta que celebraban con motivo del bautismo del hijo del Marqués:

Sale, con dos criados españoles y dos criados indios. Nos acompañan al embarcadero -no

hay ya ni la sombra de la partida de borrachos-, y ahí llamamos la barca que tomaremos

nosotros tres, los demás harán las dos leguas por tierra (Duerme: 62).

Y es nuevamente cuando regresan, desplazándose por el lago cuando -al llegar al otro

extremo- la mujer de aguas en las venas, se corta con el machete que el poeta se llevó para

protegerlas a ella y a la india de las manos tibias. Se da cuenta que efectivamente, no tiene

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sangre en sus venas. Ya que casi se corta los dedos de un pie y no derramó una sola gota de

sangre:

No, no sangro. El agua del canal menea la barca, el poeta me mira. La de las manos tibias

me mira también. Contengo el dolor, hago un esfuerzo, doy dos pasos. Estoy afuera. Me

apoyo en el poeta. Le digo al oído: “Me he lastimado, pisé el machete”. No sangro. ¿En

que me han convertido las aguas que viajan por mis venas? (Duerme: 71-72)

Una vez que ella se encuentra convaleciente por la herida que le causó el machete en la

barca, se desespera por no poder vestirse como hombre, se siente encerrada, y hasta cree que

Cosme tiene razón al decirle que estar en la ciudad de México es como un barco en mar

abierto:

Primero, el pie debe sanarse. Él sana, yo brinco. Ni quien vuelva a verme a pelo en esta

ciudad que he llegado a detestar, y si he de morir por irme de aquí, muero.

Cosme tenía algo de razón, estar en ella es como ir a bordo de un barco, en mar abierto.

Es mi sentina. Es mi prisión. (p.76)

La siguiente narración comenta del deterioro en que se encuentran las aguas y canales de la

Antigua Tenochtitlán. También sobre las monstruosidades que se cometían contra los

indígenas, además de sentirse ya anclada al Valle de México, por ser parte de las aguas de los

lagos.

Mucho cuidado ponen los españoles en sus personas y sus carros, en sus palacios y sus

salones, pero muy poco en la ciudad, o será que no la juzgan de ellos y por eso es tanta la

porquería en todo sitio y tan triste el estado en que tienen el agua que corre aquí y allá y

el de las acequias, y el lodo en las calles de cañerías rotas, de empedrado levantado o que

no se ha puesto nunca, que da tristeza (Duerme: 81-82).

No hay monstruos, pero si alguno hubiera, serían los españoles, esquimando esta

tierra de indios. Ante ése, mi cuerpo no será arma, ni siquiera defensa. No porque esté

crucificada en mi aspecto de mujer, sino porque estoy atada al Valle, soy su esclava, bien

lo dice el sueño, lo he probado en la vigilia. Si dejo seis leguas México, me falta el aire,

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desespero como pez fuera del agua, me gana un sueño irresistible. Ningún prisionero

podría matar al monstruo de indescriptible aspecto… (Duerme: 95).

Para Bachelard, las aguas inmóviles (estancadas) evocan a los muertos porque las aguas

muertas son aguas durmientes. Por lo que podemos relacionar a las aguas de los lagos de

Duerme como muertas o durmientes, luego de ser manchadas por las costumbres y

suciedades de los españoles. Refiriéndose al monstruo que supuestamente existe en diferentes

partes del mundo, Claire dice:

Aquí no lo puede haber, estoy segura, si no es en mi sueño. Aquí lo que vaga en las

noches, o en los parajes donde caminan pocos, es la mujer llorando con el cabello suelto y

las ropas revueltas, que va llamando a voces tristes a sus hijos, seguramente muertos por

el monstruo que tampoco tiene cuerpo, que es muchos (Duerme: 95).

Esta serie de enunciados nos refiere a la leyenda de La Llorona, existente en el México

Prehispánico y afianzada ya durante la colonia. Para García Peña (2007) “El agua es un

elemento persistente en el discurso popular de esta región: las leyendas y relatos orales

muestran la construcción del imaginario simbólico que en torno al agua, la tradición ha

conformado en la zona a lo largo de los siglos, desde las culturas prehispánicas, pasando por

el pensamiento novohispano hasta nuestros días” (98). La llorona es un ejemplo de un relato

oral que persiste, aunque quizá ya no con la misma fuerza.

Para Yólotl González Torres, en el Diccionario de mitología y religión de

Mesoamérica dicha leyenda de La Llorona persistió al paso del tiempo y significa en el

México colonial, y aún en la actualidad, una mujer que se aparece en la noche, a veces en las

encrucijadas de los caminos, con cabello largo y vestida de blanco, llamando con fuertes

llantos y aterradores lamentos a sus hijos. También en Visión de los vencidos. Relaciones

indígenas de la conquista, ya se habla del Sexto presagio funesto: “Muchas veces se oía, una

mujer lloraba; iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos: -¡Hijitos míos, pues ya

tenemos que irnos lejos! Y a veces decía: -¡Hijitos míos!, ¿a dónde os llevaré?

La leyenda de La Llorona otorga diversos elementos simbólicos: la mujer y una

maternidad atormentada, la noche, el agua (lagos, ríos, cauces secos), lo blanco (la

vestimenta y la neblina), la voz y el silencio, la mortandad de los hijos, la Plaza Mayor, el

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oriente, el arrodillamiento, las encrucijadas de los caminos, las cuevas, los bosques, la Luna.

Definitivamente, dicha leyenda es objeto de otro estudio, sin embargo, no quise dejarla de

lado por su estrecha relación con el lago y las aguas, en general.

Retomando el camino que siguen las aguas en Duerme, es importante destacar que es

muy notorio cuando la narradora cambia y pasa la voz que narra a Mariano Basso, ella es

nombrada como Clara Flor, ya no como Claire, como es mencionada a lo largo de toda la

novela: “si Clara Flor se recupera, si sus heridas cierran, si vuelve la sangre a sus venas. Pero

no estamos más en palacio” (p.99).

Por lo que consideramos que existe alguna relación con el mito del narcisismo que

Bachelard (1999) dice, dado que no es casual que nombren a Claire como Clara Flor y

destaquen que era una mujer de extrema belleza. En el capítulo IV titulado: “Aguas claras,

aguas primaverales” Bachelard refiere:

Pero Narciso en la fuente no está entregado tan solo a la contemplación de sí mismo. Su

propia imagen es el centro de un mundo. Un narcisismo cósmico tiene relación con el

narcisismo egoísta: “Soy hermoso porque la naturaleza es hermosa, la naturaleza es

hermosa porque soy hermosa.” Tal es el diálogo sin fin entre la imaginación creadora y

sus modos naturales. El narcisismo generalizado transforma a todos los seres en flores y

da a todas las flores la conciencia de su belleza (p.45).

También existe relación con otra leyenda importante, -la Leyenda de los volcanes- en la cual

la mujer dormida se quedó esperando a su guerrero Popocatépetl, como ocurre en Duerme

con Claire, que no llega a tiempo para despertarla de su prolongado sueño.

Releo las palabras escritas al final del libro que me han dejado: (se refiere a la rebelión

de indios) / Ellos tienen la mujer dormida. / La Virgen que sin hacer nada los protege /y

nos destruye. / ¡Su sueño es nuestra muerte!/ Su reposo nuestra destrucción. /Su vigilia

nuestra sobrevivencia. /Nuestras cabezas no podrán ver, si existe / en su cuerpo la de ella

(Duerme: 111).

Quiere echarme de Palacio, no se da cuenta que al hacerlo me uniré al Conde

Urquiza (¡bien que existe!, lo sabré yo que lo he reemplazado) y puede que sus indios

enemigos, al verlo sin el escudo temible, formado por el agua que corre por mis venas y

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que ellos en algo reconocerán como de ellos mismos, salten de inmediato a atacarlo

(Duerme: 124).

Retomando a Jung, Bachelard considera que el agua es también un símbolo maternal, pues el

deseo del hombre “es que las sombrías aguas de la muerte se conviertan en las aguas de la

vida, que la muerte y su frío abrazo sean el regazo materno, así como el mar, aunque sumerge

al sol, lo vuelve a hacer nacer de sus profundidades... ¡Nunca la Vida ha podido creer en la

Muerte!. (Todtenbaum: P. 209) Podemos ver entonces, la que parece una relación entre -

Claire-México-Aguas de los lagos- como un círculo indisoluble. El agua como un símbolo

maternal.

Si bien, buena parte de la vida de Claire ocurre en los traslados, barcas, y lagunas de

los lagos, también es en una barca donde ella y otros personajes salen huyendo, cuando el

Virrey se entera de que Claire -su actual consejera- antes de llegar al Palacio suplantó al

Conde de Urquiza. A quien él enviara a la horca por traición. En este sentido, se sintió

defraudado por la guerrera francesa y antes de que fueran castigados, el poeta, la italiana y la

india curandera, huyen junto con Claire desplazándose por el lago a un barrio de indios para

salvarse del castigo del Virrey:

Por el vaivén y el ajetreo que lo precedió, sé que vamos en un barca. ¿Qué barrio es éste?

Por donde volteo hay canales de agua, y es lo único que veo en este andar sinuoso, que si

México es oscuro en las noches, este barrio es oscurísimo, pues algo tienen sus aguas que

no reflejan los rayos de la luna (Duerme: 126).

Según M. Eliade (2001), “en numerosas tradiciones míticas los hombres aparecen en la

superficie a través de un lago o una fuente, también se desciende al mundo subterráneo a

través de los lagos” (p.184). La idea de la posibilidad de escape de la superficie terrestre se

refleja también en los mitos nahuas tanto antiguos -que el Occidente de México seguramente

compartió- como modernos (p. 104).

Es reiterativa la forma en que están relacionadas -de alguna u otra manera- las aguas

de los lagos prehispánicos con Claire. En este sentido, en una escena ella dice: “Sólo

restamos Pedro y yo, escondidos como secos garbanzos. Y el agua que se guarda en los

pocillos de barro.”(Duerme: 128) O antes de que ella se quede dormida en el bosque del

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Potosí, nuevamente la protagonista indica a sus lectores cuál fue el fin que tuvieron las

últimas aguas que le dio Inés: “Consiguió dos monturas. Enterramos las ollas de barro que

contienen el agua de mi salud en el patio de la casa, con el permiso de la mujer que nos ha

escondido” (Duerme: 130).

Y al despedirse Claire de Pedro, ella dice…“Sé que estaré bebiéndolo todo con los

ojos, los oídos, el tacto, ávida, temiendo nunca despertar, temiendo que algo me impida

volver a esta extraña ciudad fincada sobre lagos y canales, de anchas calzadas y palacios

magníficos. Adiós, Pedro de Ocejo, adiós” (Duerme: 130).

Luego de un recorrido por las aguas como elemento simbólico en la novela Duerme,

reflexionamos sobre la importancia que la autora le otorga a este elemento vital, universal,

que da la vida, y gracias al cual existen una gran cantidad de redes semánticas. Al respecto,

García Peña considera que:

La red de metáforas de raíz se aproxima a la dimensión simbólica del agua. El agua,

fecundante, símbolo de vida, medio de purificación, muerte simbólica en la desintegración

que hace posible la regeneración. Es el tema de las aguas en el pozo profundo, con su

connotación femenina, ctónica, telúrica, honda, el agua habita en el suelo o subsuelo

oscuro, lunar (Ortiz-Oses en García Peña, 2007,103).

Es importante dar cuenta de que, tomando algunos conceptos que Bachelard hace respecto

del agua, existen en Duerme una serie de significados que nos remiten a la riqueza semántica

del agua y la forma en que se desplaza por la novela. La idea de constante viaje y

desplazamiento, evidencia a una novela en la que el movimiento y la sonoridad están

presentes, además de que las aguas claras han facilitado la comprensión de la estrecha

relación con el mito del narcisismo egoísta. El interés por algunas leyendas como la de La

llorona y la de La mujer dormida, sin dejar de mencionar la importancia que en Duerme

tuvo el ritual del sacrificio, gracias al cual la vida de la protagonista fue transformada. En

Duerme, el agua de los lagos es un componente indispensable para la protagonista, como lo

es el agua para la garganta de un polluelo sediento.

Es en este aspecto, vital para ella. Es agua sagrada, con una gran carga mágica y con

una amplia gama de posibilidades de significado. Aguas indígenas, sagradas que bautizan a

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Claire para ‘renacer’ en el Nuevo Mundo. Aunque el tema del agua, como agua bautismal,

también lo retomaremos más adelante en el apartado de la fiesta.

Además, encontramos la relación que tiene Efesto con Afrodita, mito que es

referenciado en uno de los capítulos de la novela, en donde Efesto tiene relación con la

humedad, con la muerte. Por lo que pudimos darnos cuenta también de la importante relación

que establece Claire, como -agua clara- con Pedro de Ocejo, quien representa a la humedad y

a la muerte. “Heráclito de Efeso imaginaba que ya en el sueño, el alma desprendiéndose, de

las fuentes del fuego vivo y universal, tendía momentáneamente a transformarse en humedad.

Entones, para Heráclito, la muerte era el agua misma.” (Bachelar, 1999, 91)

Luego de analizar la amplia red de significados simbólicos del agua en Duerme, en el

siguiente inciso nos adentraremos en un estudio simbólico en el universo narrativo que

Boullosa le confiere al cuerpo.

3.2. El cuerpo.

El cuerpo femenino en el espacio y tiempo del México colonial en Duerme

En la literatura de nuestros tiempos el cuerpo es concebido de muchas maneras, en Duerme,

representa un elemento primordial, de tal forma que lo podemos encontrar: como escenario

en el que actúa y ocurren los principales acontecimientos de la trama, como cuerpo femenino

que padece, sufre, es herido, violado, sacrificado, perforado, amado; como cuerpo

fragmentado, es el lugar de la acción, es el cuerpo donde se operan grandes cambios.

El cuerpo como símbolo significa “sede de un apetito insaciable, de enfermedad y de

muerte”, según Gichtel, citado en (Cirlot, 2004,164). En la narrativa de Boullosa está

presente el cuerpo como una constante, de tal manera que a lo largo de casi toda su obra, la

autora registra cambios donde los personajes transitan de una a otra instancia, posibilitados

por su apariencia -la vestimenta y la mímica- para hacerlo, tal como ocurre con la

protagonista de Duerme. Así como en las novelas Son vacas, somos puercos, y en Antes. Por

lo que es de llamar la atención en la obra de Carmen Boullosa la particular relación que

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mantienen los personajes con sus cuerpos. Es significativo que varias novelas empiezan por

descripciones de sensaciones. Como “¿Verlo? Todo lo he visto. Por algo tengo los ojos de J.

Smerrks” (Son vacas, somos puercos :13) – o, “Ya oigo”, “por aquí”. “Tlamayauhca”, “nite

uica”. “Es aquí” (Duerme: 15).

Este inciso pretende estudiar la manera en que cambia Claire, de acuerdo a las

secuencias temporales que ocurren en la novela, que la obligan a adoptar identidades y

cuerpos diferentes en la época colonial. Por lo que surge aquí la pregunta ¿Representa el

cambio de cuerpo y ropa, una alternativa para que Claire sobrelleve el contexto colonial,

caracterizado por grandes cambios sociales y contradictorios? En este sentido, trataremos de

conjuntar el espacio y tiempo de la novela para analizar los diferentes rostros que encarna el

cuerpo de la protagonista al ser el espacio donde ocurren nuevos experimentos y extrañas

sensaciones. O en los casos que no ocurren directamente en el cuerpo, tienen mucha relación

con él.

Para Sabine Coudasot-Ramírez, citada en Dróscher y Rincón (1999) el “Cuerpo es un

espacio abierto, compartido, donde cada lector proyecta los ecos de su propia sensibilidad

forjada a raíz de sus propias lecturas” (p. 46). En Duerme será el portavoz de grandes

acontecimientos que marcan el rumbo de la novela.

La obra narrativa de Boullosa remite inevitablemente a la mujer. La mujer frente a su

cuerpo, la mujer frente su entorno; en Duerme, como en otras novelas, como en Son vacas,

somos puercos, La milagrosa, La salvaja, etcétera, se siente la presencia de un erotismo no

oculto, sino cifrado y de una fuerte conciencia de género.

La presencia muy fuerte del cuerpo impregna toda la novela, desde sus primeras

líneas, cuando ella es trasladada -bajo el efecto de una droga- a la casa de Enrique Urquiza, la

autora caracteriza de inmediato el sexo femenino de la protagonista:

Como cargan conmigo como un saco inerte al hombro, mi pecho, mi vientre y un lado de

la cara sienten la tibieza del hombre que me lleva, pero en el otro lado de mi cuerpo

siento un frío casi de muerte (Duerme: 15).

Para facilitar la exposición del cuerpo, creemos necesario seguir las identidades, secuencias

y comportamiento de Claire en Duerme.

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La primera identidad que asume la protagonista es relatada desde el inicio: ella es

francesa, pirata, contrabandista, luterana. Lo anterior ocurre cuando llevan a Claire sedada a

casa del Conde de Urquiza, a quien suplantará en la horca por traicionar y poner a los

criollos en contra del Virrey. El propio Conde verifica e investiga:

Recién llegado. Tiene dos días. {…}No puede estar aquí por mucho, es francés, se dice

que ha tenido trato con piratas, y si lo sé yo lo averigua cualquiera, así que quienes lo han

traído tendrán premura porque salga. Es mucho riesgo estar aquí… Luterano, francés,

pirata, contrabandista. Muchos motivos para alcanzar la horca y para arrastrar a quienes

se le acerquen (Duerme: 16).

En Duerme, la trama se desenvuelve entre el agonizante mundo prehispánico y el México

colonial, por lo que se mencionarán aspectos del mestizaje y como telón de fondo, los

resquicios del México prehispánico. Christopher Domínguez (1999) considera que en

Duerme, la novelista crea un personaje cambiante que recorre los diversos ritos del pasaje del

mundo curativo y mágico de los indígenas bajo la conquista.

La segunda identidad ocurre cuando descubren que el supuesto francés-pirata es

mujer. Desde el principio ella es sometida y drogada para que no se resista. Sin embargo, es

capaz de narrar -mediante un monólogo interior- e informar lo que ocurre, por eso nosotros

como lectores nos damos cuenta de su sobresalto cuando escucha que le quitarán la ropa y

descubrirán que es mujer. Está aquí su segunda identidad, cuando descubren que es mujer.

Hay sentimientos de impotencia y humillación, por no poder evitar que la exploren y revisen

su cuerpo.

La india de las manos tibias acerca las velas. Se queda una en las manos. Me descubre y

me revisa, esta vez sin tocarme. Si tanta mano metiste en todos mis rincones, ¿por qué

pones esa cara de asombro? Sí, soy mujer, ya lo viste. Yo me siento humillada, así

expuesta. Creí que ya lo había vencido, que nunca volvería a ser ésta mi desgracia, el

cuerpo expuesto, ofrecido (como si él fuera mi persona) al mundo (Duerme: 19).

La tercera identidad de Claire es cuando suplanta al Conde Urquiza que en breve será

ahorcado. Inmediatamente visten a Claire con ropa ajena, ella sigue en un estado en que su

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cuerpo sedado no le permite valerse por sí misma. En vano trata de dialogar con los criados

e indígenas que acompañan a la india de las manos tibias, sin lograr emitir ningún sonido:

Y empieza a vestirme, frente a ellos, con ropa ajena. Como me sienta para ponerme la

camisa, los veo, algunos son indios, y por lo menos uno español;… todo se me

desdibuja.{…} Casi no siento las cuatro manos que me visten, ni los ojos que me ven

mujer, humillándome” (Duerme: 21).

Aquí su conducta es respetuosa y callada, debido a que de antemano sabe que va a morir,

aunque su estado no da tiempo de que reaccione e intente siquiera protestar. Es trasladada al

Palacio en donde un sacerdote intentará confesarla, aunque ella no lo acepta, por lo que luego

es encaminada hacia el centro del México colonial, donde será ahorcada. Allí se menciona la

primera marca temporal. Notamos cómo la autora se vale del tiempo presente para exponer

su discurso, a pesar de abordar un pasado histórico.

Nueva España. 19 de agosto de 1571. “Su excelencia, Conde de Urquiza y Rivadeneira”

{…}”conspiración”, “horca”. ¡Me salto ya todas las palabras para llegar a la firma.

“Depositario del poder de su Majestad, Felipe II, el Excelentísimo Señor Virrey Don…”

(Duerme: 26).

Estiro la mano devolviendo el papel a quien me lo ha dado. Apresurado lo toma, no

fuera a quemarme. Reviso el salón que es momentáneamente mío: por fin soy rico, un

Caballero, un Noble, de Buena Cuna. Es mi consuelo, morir siendo lo que siempre quise

ser en vida (Duerme: 26).

Todo este pasaje, deja ver que Claire asume su papel de Conde, aunque no deja de mofarse

de sí misma por morir como siempre quiso vivir: con lujos, derroches y vestida de varón.

Ironía porque es tratado como un señor. Y reconoce los poderes sagrados de las aguas

prehispánicas. Indica que su pecho aumenta precisamente donde la indígena Inés le realizó

un corte para ahí vaciarle aguas de los lagos prehispánicos. El pecho parece haberle crecido

luego de que le vierten por tercera vez las aguas sagradas: “Mi pecho ha quedado más

henchido de ella. Lo miro con asombro y lo empiezo a acomodar con dificultad entre mis

ropas, su voluminoso cuerpo me da problemas para ocultarlo” (Duerme: 28).

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Posteriormente, le realizan una tercera operación en la frente, con lo que simboliza

que de ahora en adelante pensará como integrante de la cultura conquistada. Será, entonces,

una “cosa partida”. Gracias a ese corte en la frente. Luego de esta última operación, Claire

empieza a asumirse como parte de la raza mexicana. Posteriormente, cuando la llevan a la

horca, ella se siente llena y contrariada:

Pero yo siento, y con un regusto que no consigo descifrar, que mi persona se va

desgarrando por los costados, como si al avanzar dejara ropa y jirones de carne en las

fachadas, porque me siento inmensa, a reventar, tal vez por efecto del pecho hinchado de

agua que me he fajado con tanto esfuerzo en mis ropas de español (Duerme: 32).

Luego, gira sobre su propia muerte. Ella señala: “No tengo miedo. He vuelto al tamaño de mi

cuerpo” (p. 33). Ocurre con Claire una especie de apropiación de la cultura, en donde ocurren

desplazamientos mentales mediante los cuales hace un recorrido de su vida, desde la

infancia, hay reminiscencias de su pasado. Regresa el tiempo y con ese pasado, vuelven

varias escenas dolorosas como el hecho de que acompañaba a su madre prostituta a su

trabajo, en donde ésta murió accidentalmente por una bala perdida y luego, la violación que

sufrió cuando su supuesto protector, descubrió que -bajo las ropas de varón manchadas de

sangre menstrual- Claire era mujer.

Es importante decir que en este momento, ella simpatiza con el México precortesiano,

admira su paisaje y la belleza de sus trazos. Presenciamos aquí, anacronías o maneras de

alterar el orden del relato en Duerme, las cuales se presentan en retrospectiva a través de

Claire, luego de que es ahorcada, visualiza la antigua belleza y majestuosidad de la Gran

Tenochtitlán, y sufre una transustanciación indígena en la que es capaz de vislumbrar la

antigua ciudad, con templos blancos cubiertos frescos, relieves y esculturas. También

observa el famoso mercado de Temixtitán, el Gran Palacio del Tlatoani, hasta llegar en su

revelación, a las crueles batallas entre aztecas y españoles. Ante sus ojos cerrados, Claire

puede ver los trajes de los guerreros indios, sus escudos con oro, pedrería y plumas.

La cuarta identidad sucede cuando ella debe asumir una doble apariencia. Luego de

la horca, hay momentos en que ella asume una doble identidad. Por ejemplo, cuando le piden

que se vista de india y encima se coloque la ropa con la que enterrarán al Conde de Urquiza.

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-No, le digo, no las voy a usar porque son de mujer. Yo visto ropa de hombre solamente.

{…} Se pone esas ropas de india y encima, -abre un hermoso ropero-, encima el mejor

traje de Don Enrique, que en el ataúd debe lucir como el Conde Urquiza (Duerme: 40).

Yo la obedezco. Me visto de india, me visto encima de Conde, me acuesto y me

hago el muerto (Duerme: 41).

Durante el entierro ocurren una serie de sucesos, entre los que destacan que al intentar salir

de la tumba, próxima a ser llenada y adornada con flores, Claire se resbaló en la tumba y

salió -gracias al apoyo de los indígenas- con el rostro ensuciado, enmascarado, y a pesar de

portar vestiduras de india- menciona que es mejor que nadie le conozca el verdadero rostro y

menos porque va vestida de mujer indígena, humillada, discriminada, como lo fueron en la

época tantos otros grupos alternos a la raza española.

Su cuerpo vestido como india le disgusta y desea irse por donde nadie la conozca con

esas enaguas. “Donde otra vez nadie sepa que bajo las ropas tengo cuerpo de mujer, que he

vuelto a él por suplantar a un muerto, que vestida con él lo he perdido todo” (Duerme: 47).

Al inicio del capítulo tres, titulado “de cómo le fue a la francesa de india”. La

simultaneidad de acciones la encontramos cuando ocurren al mismo tiempo varios

acontecimientos. Ocurre un empalme de tiempos, pues el espacio donde ocurre es el mismo

en los tres momentos superpuestos:

Aunque parezca inverosímil artificio, me ocurren en el mismo lugar y momento tres

diversos sucesos. Pero no es artificio, es la verdad… Las tres las vivo al mismo tiempo,

pero ¿cómo puedo contármelas?. No son iguales las palabras que les pertenecen, y éstas

ocupan más territorio que los hechos, porque si éstos comparten, sin pertenecer a la

misma trama, lugar y tiempo, éstas no caben con las otras… Así que doy en mi voz

preferencia arbitraria a uno de los tres sucederes, sin que dé a entender que éste ocurrió

primero, porque repito, es él simultáneo de los dos a los que prestaré palabras después

(Duerme: 51).

Lo que aquí acontece simultáneamente es:

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1º. Cuando se encuentran mirando la extensión del lago, en su mayor parte seco, en

silencio. Un emisario blanco llega a pie y entrega algo a la india sin dirigirnos palabras.

Luego ésta da la orden de irse a casa.

2º. Que llega a caballo supuestamente el Conde Urquiza y pide que cuiden su casa y

al ver a Claire pregunta quién es y al no poder llevarla con él, la viola encima del caballo a la

vista de los criados.

Y lo 3º. Es cuando el indio Cosme llama a las aguas del lago y éstas avanzan hacia

sus pies. (Duerme: 55).

Los tres momentos son dispares, lo tres son distintos, pero que se superponen en el

tiempo de experiencia de la protagonista. Para Gutiérrez de Velasco (1999) este emplasto

temporal tematiza, de alguna manera, “el procedimiento narrativo de las anacronías que dan

cuenta del conflicto de ser mujer, en sociedades donde por ser hombre se obtiene la primacía

y muestran que este conflicto se repite con variantes hasta nuestra época” (p.151).

En Duerme el pecho y la herida son marcas de la fragilidad de la mujer, de Claire.

Retomamos como ejemplo cuando Claire es objeto de una violación por quien antes había

ella le había salvado la vida: Urquiza. La violación ocurre en una secuencia que resume tres

sucesos.

No es casual que una de las citas del epígrafe sea de Sor Juana Inés de la Cruz, poeta

y mujer que tuvo que vestirse de monja para ejercer su escritura y escapar, de alguna manera,

de su destino de mujer en una época que castraba lo que no fuera masculino, español. En el

caso de Sor Juana, se refiere a la imposibilidad de escaparse al estudio y de su deseo de

enriquecer sus conocimientos constantemente, a pesar de que no era bien visto en la mujer de

ese tiempo.

Existen desdoblamientos tanto en la india como en Claire: en la primera al carecer de

nombre preciso y que al final se identifica con doña Inés, tiene un significado divergente del

desdoblamiento de Claire y afecta a la doble identidad del mexicano como indígena o como

español. México está comparado a una mujer que quiere “destruirse para parecer una que no

es ella” (Pirott, p.141 en: Giovanna Minardi (1999). Mientras que Claire indica voluntad de

imponerse o integrarse en la vida social al margen de su sexualidad, ocultándola sin negarla

(p.159).

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Es interesante ver que en la novela, la raza india se mantiene en el más absoluto

anonimato. Los personajes indígenas, que simbólicamente carecen de nombre en la novela,

parecen evidenciar que en ese tiempo y espacio hubo un orden social que oprimió a una serie

de castas que existieron durante la Colonia. Ellos son limitados a llamarse: Juan/a, Cosme o

Inés -La india de las manos tibias-, que nunca revela su verdadera identidad.

Claire se desplaza hacia el futuro para permanecer finalmente inmóvil e inmortal a

unas leguas de distancia de la ciudad de México. Pirott Quintero señala que Claire es un

personaje metamorfoseante, permeable, sin ser condicionada racial, genéricamente. “Su

cuerpo parece ser un lienzo en el que se pintan identidades múltiples, simbolizadas mediante

un cambio de ropa. De este modo, “la representación del cuerpo se transforma en escenario

donde convergen diferentes exigencias culturales que compiten para ser articuladas” (p.2).

La quinta identidad se da cuando Claire se siente parte de la raza mestiza y se

identifica con ellos. Ahí se hace más evidente su crítica por las injusticias de la Nueva

España:

La ciudad misma donde estoy estancada se divide en dos: los magníficos palacios de los

españoles, ordenados, alienados a los lados de las amplias calzadas, y las casuchas en

desorden de los indios escondidas tras ellos. Lamenta la arquitectura pasada: “Pero

cuando ellos no habían llegado a arruinarnos, nuestras calles estaban trazadas en orden

perfecto. Las vi en la horca (Duerme: 58).

Digo que este mundo está dividido en rigurosos dos, y aunque es verdad, la verdad me

hace mentir. Si acaso mi atuendo de india es verosímil, lo es por un solo motivo, por el

tres. Ven mi porte de blanca, mi cuerpo de blanca, mi ropa de india y dicen <es mestiza>

(Duerme: 58).

Posteriormente, van en busca de Pedro de Ocejo quien se hará cargo de la casa de Urquiza.

Dicho poeta se encuentra en la casa de la Marquesa celebrando una gran fiesta bautismal.

Durante el lapso en que convalece Claire, su cuerpo lleva vestimenta indígena, por los que

recibe trato de india, aunque con ciertas ventajas, ya que por su estado, no asume las tareas

propias de las indígenas, ni tareas domésticas.

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Ya más reestablecida, sale a pasear por las calles de la Nueva España y aprovecha

para ser testigo y participar en actos injustos como, el que los españoles obligaban a los

indios a recoger del suelo inmundicias con las manos. Uno de ellos quiso obligarla, aunque

ella no lo hizo, debido a que fue un soldado quien mandó que lo hiciera un criado suyo, ya

que tenía pensado quedarse con Claire, quien decide enfrentarlo. Es así como un grupo de

soldados que ya antes había intentado violarla, quiso venganza. Por lo que Claire hace uso

de sus habilidades de guerrera y pirata y lo reta a pelear. Enfrentamiento que es visto por el

Virrey y el poeta Pedro de Ocejo, quienes la llaman. Y ambos (La francesa disfrazada de

india y el poeta español) hacen gala de sus habilidades como oradores e inventan una serie de

acciones pasadas de Claire, lo que hace que el Virrey la acepte en su Palacio -por su fidelidad

a la corona española-, y habilidades de guerrera con el uso de la espada.

La sexta identidad es cuando Claire es consejera del Virrey. Gracias a su valentía y

arrojo, no propios de las mujeres, entra a servir al Virrey. “He dejado a un lado mi ropa de

india. Pero no he conseguido su permiso para ataviarme de varón, como quería hacerlo”

(Duerme: 86). Y ahí es visitada por el poeta, quien le narra lo que acontece en su antigua

residencia: la casa del Conde de Urquiza.

Posteriormente menciona que tuvo un sueño que anuncia lo que ocurrirá en un futuro

cercano:

Soñé, hace ya días, que un extraño monstruo aterroriza en los caminos y pueblos de

indios. En el sueño, llega una comisión a pedir auxilio al Virrey. Alguna coherencia debe

tener el sueño, pues como en la vigilia sigo en su palacio y le soy leal, y a pesar de ser

mujer, me afano como hombre en el celo de su servicio (visto ropa de Castilla y tengo

cuatro indias a mi cuidado y tres españoles auxiliándome a proteger al Virrey, cuando

vivo en Palacio, y como diré, visto como me comporto, como un varón llegado el caso),

en el sueño me llaman para que con mis hombres, al mando de una partida de soldados,

dé caza al monstruo y libre del terror a blancos e indios (Duerme: 93).

Claire entra a servir al Virrey, aunque también se convierte en su amante. En sueños, narra

lo que dicen de ella cuando salieron a pelear con un grupo de indígenas rebeldes: Quien narra

es Mariano Basso, otro soldado que lo acompañó a la expedición:

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Clara Flor, consejera del Virrey (se dice que hay requiebro entre ellos), obtuvo la venia de

éste último para vestir de varón y así formar parte de una partida armada que salió con

rumbo a Querétaro para acallar a unos indios rebeldes… (Duerme: 96).

Durante la batalla ocurre un hecho increíble, pues a pesar de sufrir varias heridas mortales no

muere, sólo cae dormida porque se ha alejado del Valle de México. “Nadie puede matarme.

Basta con regresarme aquí para que yo despierte a la vida. Pero ese bulto en que me convertí

protegió la vida de los hombres que iban conmigo (Duerme: 96). En este mismo capítulo

Mariano Basso informa cómo en la batalla entre los españoles e indios, Claire al salir más de

seis millas del Valle de México, duerme y endurece como piedra, por lo que no creían que en

ese estado fuera a ser agredida, sin embargo:

Qué tercos, atacar a un hombre atado; aunque de vivo y Comandante fuera su aspecto…

debieron darse cuenta que era de piedra. Quien blandía contra ella su espada, le abrió la

ropa de arriba abajo y lo que no pudo la espada, por la curiosidad despierta, la auxiliaron

las manos desgarrando las prendas, dejando el cuerpo abierto, expuesto (Duerme: 98).

A través de las informaciones que señala Helena Beristáin, podemos disponer de

herramientas valiosas para encontrar datos con los que se organiza la realidad del referente de

la obra literaria que estudiamos y que, al aparecer dentro del discurso conforme a otra

organización que le es propia, nos ofrece a los lectores la ilusión de verdad, mediante la cual

podemos evocar seres, espacios, objetos, personajes, ambientes posibles.

Carmen Boullosa no sólo menciona como referentes del México antiguo a la piedra

de obsidiana y las ollas de barro, también manifiesta la forma de vestir de las mujeres

indígenas, y el resto de los personajes, con lo que nos facilita la autenticidad del referente: La

caída de “Temixtitán” que converge con la sociedad novohispana en los albores de La

Colonia.

Durante el nuevo estado convaleciente de Clara Flor, luego de la batalla con los

indígenas, suceden varios acontecimientos que presagian levantamientos sociales en contra

del imperio español en la Nueva España:

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El día se me fue en dormir. Mi propio cuerpo no tiene fuerzas para despertar por sí solo y

el Virrey ha dado la orden de que nadie, absolutamente nadie que no sea Pedro de Ocejo

y su persona entre a mi habitación, por no querer dejar correr palabra de mi tránsito y

situación (Duerme: 103).

Paulatinamente, cambia la actitud del virrey hacia Claire, ya no hay tanta consideración, ni

permiso para que vista de varón; esto ocurre luego que los indios le piden su cabeza a cambio

de paz y respeto. Desesperada Claire busca apoyo:

Quiere echarme de Palacio, no se da cuenta que al hacerlo me uniré al Conde Urquiza

(¡bien que existe!, lo sabré yo que lo he reemplazado) y puede que sus indios enemigos,

al verlo sin el escudo temible, formado por el agua que corre por mis venas y que ellos en

algo reconocerán como de ellos mismos, salten de inmediato a atacarlo (Duerme: 124).

La séptima identidad de Claire es cuando descubren que traicionó al Virrey. Esto

ocurre cuando, por azares del destino, saben que fue ella quien le salvó la vida al Conde

Urquiza. La actitud de ella es de indiferencia, de una persona sin ilusiones, sin metas, por lo

que en las últimas páginas, ella se emborracha al no tener rumbo fijo que seguir, cuando una

noche escucha que le hablan:

Es la noche. Han golpeado con guijarros en los postigos del balcón para llamar mi

atención… Es la Italiana. -Apresúrate, Claire, que ya nos vamos. Toma tu ropa en los

brazos, échate una capa a los hombros y corre, ven aquí. El Virrey ya sabe que tú supliste

a Don Enrique, ¡anda! (Duerme: 125).

Por ellos sabe que el Virrey de la Nueva España ha dado la orden de que no se mencione

nada de ella, que no exista ningún testimonio de su participación, ni de la curación que

permite que con heridas mortales, no muera ni sangre.

De acuerdo con Pirott, intentan borrarla de la historia de la Colonia, en donde el

Virrey decidió que, de Claire no quede ningún rastro, a lo que ella responde en el texto -

“Como si así pudiera borrarme” (p.127).

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Es entonces cuando recibe la propuesta de huir fuera del Valle de México, aunque

sabe que dormirá si la sacan de México. Consciente de esto, decide salir y dormir por algún

tiempo, con el riesgo de que no puedan rescatarla y devolverla a la ciudad de México, el

lugar que ella necesita para vivir.

La octava identidad es la de Claire durmiente, misma que acontece cuando previo al

desenlace, la voz narrativa pasa al poeta Pedro de Ocejo, y él da cuenta de su situación y los

castigos que sufrió encarcelado y en manos de la Inquisición, por escribir unos versos que

incomodaron al Santo Oficio fue expulsado de México y recibe la orden de no escribir más,

por lo que ya desmotivado por la palabra, su muerte se acerca lentamente. Finalmente, en

sueños el poeta va por Claire, parece que ella no se da cuenta del tiempo que pasó dormida

en el bosque:

Arrojándose de una montura a otra con ligereza de equilibrista, Claire cae en mis brazos,

deshaciendo el hielo de mi espera con cálidas caricias. Parece no haberse dado cuenta que

han pasado veinticinco años, que ya soy un viejo… (Duerme: 139).

La novena identidad la evidenciamos cuando Claire viste nuevamente de varón y

dirige un ejército de indios que buscan expulsar a los españoles de territorio mexicano. De

este modo, el final es abierto, el poeta muere y deja en manos del lector el destino final de

Claire:

Claro que vencerá a los españoles, su ejército será mejor que el de ellos, no cabe duda,

pero después, ¿hacerse esta nación en lengua mexicana? Claire sabrá. Si la arrojan a

algún lugar de la Nueva España, volverá a sus sueños, tanto como dure su lejanía de

México, este extraño Valle” (Duerme: 145- 146).

Ante la pregunta inicial del presente inciso, comentamos que efectivamente el cambio de

ropa sí representa para Claire una alternativa para sobrellevar el contexto colonial,

caracterizado por cambios sociales y contradictorios de los cuales ella misma es objeto de

este periodo violento, en donde los grupos conquistados y diferentes a los españoles,

sufrieron una serie de injusticias étnicas, raciales y genéricas.

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Coincidimos con Ute Seydel (2001) al señalar que “En el cuerpo de la mujer está

inscrita la otredad desde los orígenes de las distintas culturas, por eso es especialmente

idóneo escoger un cuerpo femenino para encarnar las diversas identidades del Otro frente al

poder céntrico, representado por el hombre blanco, europeo y cristiano” (p.168). En este

sentido, en Duerme notamos que: “su cuerpo (el de Claire) se configura como alegoría del

México colonial con su multiplicidad de facetas, sufriendo y padeciendo el destino del país

entero y sus habitantes” (Ute Seyde, 2001,169). Evidentemente el cuerpo de Claire como

nuestro México, vive de desdoblamientos y contradicciones. Ella encarna la conciencia

crítica de México, la reivindicación del indio y de la mujer, es finalmente la conciencia activa

de México.

Luego de analizar la importancia del cuerpo como símbolo del universo narrativo

colonial en Duerme, nos centraremos -desde la perspectiva simbólico-mítica en el fascinante

universo narrativo de la fiesta, representada en el ritual del bautismo.

3.2. La fiesta.

La fiesta del bautismo como símbolo espacial en el universo textual del capítulo

cuatro “La fiesta y la representación” de Duerme

La estrecha relación de los símbolos con el hombre ha existido desde que existe la sociedad

misma. El binomio hombre-símbolo no es exclusivo del hombre primitivo o de épocas

pasadas como erróneamente se pensaba. Todo en el hombre está representado por símbolos,

muchos están indisolublemente ligados a nuestro imaginario social que es la forma como

percibimos la realidad cultural o nuestra visión de mundo como grupo social. Para esto es

importante que exista una imagen que la represente culturalmente de manera individual o

grupal y que exprese dicha visión. En este sentido, García Peña considera que:

el imaginario social tiende a constituirse en un lenguaje simbólico, vinculado al código

cultural, que demanda pensarlo dentro de la historia y del marco social que expresa y que

lo sustenta. “No cabe la menor duda de que la memoria colectiva comporta una cierta

“administración” de las simbologías que tienen vigencia en un determinado ámbito social,

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y en consecuencia también, de las cargas efectivas y afectivas que siempre le son

inherentes (Duch 2002, en García Peña, 2007, 24).

En este contexto, el presente trabajo pretende analizar el imaginario simbólico de la fiesta del

bautismo, por lo que la hipótesis que surge es, ¿Representa la fiesta del bautismo un símbolo

espacial en el capítulo cuatro: “La fiesta y su representación” de Duerme?

Para comenzar, es válido expresar que durante el período del México colonial, las

fiestas y su representación solemne tenían como objetivo oficializar las medidas impuestas

por las autoridades españolas: gobernantes e inquisidores. No eran liberación, ni transgresión

del orden social. En Duerme encontremos elementos que refieren a la fiesta carnavalesca que

señala Bajtín. De este periodo de sincretismo cultural, Maldonado Macías (1996) menciona

que:

..es difícil olvidar cómo el factor sincrético generado desde el principio entre ambas

culturas, agilizó en gran medida la organización y el cumplimiento de cada uno de los

ritos y ceremonias de orden lúdico-evocativo que los novohispanos adoptan con el objeto

de celebrar la vida y la muerte de una manera alegre y triste a la vez (p.463).

La fundación de nuevas ciudades; el cumplimiento de viejos ritos, la llegada de autoridades

españolas a México; el nacimiento y muerte de los virreyes y su descendencia; la

consagración de los obispos fueron motivo de grandes fiestas religiosas que se caracterizaban

por su carácter colectivo, efímero y artesanal. Prueba de ello están los escritos que informan

de la costumbre de este tiempo de convocar a una serie de artistas para elaborar los túmulos

imperiales, por ejemplo, el que escribió Francisco Cervantes de Salazar, así como de los

arcos triunfales elaborados para este fin.

En estas festividades solemnes, la poesía fue de mucha utilidad para alabar y exagerar

las cualidades de los gobernantes. Al respecto, Maldonado Macías (1996) hace hincapié en

que:

Perfiladas como el verdadero corolario de las festividades cívicas y religiosas que

solían efectuarse a lo largo de todo el año, las piezas en verso redactadas al

preparar y reseñar tales sucesos, cumplen desde luego una doble tarea lúdica y

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docente, casi siempre dentro de los márgenes despótico-señoriales suscritos por la

corte española (p.465).

En este periodo es importante señalar que además, de este sentido ‘oficial’ de los festejos

novohispanos, la Inquisición también jugó un papel primordial al fungir como testigo, pero

un testigo cuya mirada siempre fue represiva y escrutadora. Por lo que en las fiestas

‘indianas’ los novohispanos parecían paradójicamente alegres, mostrando fidelidad a toda

prueba tanto a la iglesia como a la corona. Aunque por dentro, sintieran una gran tristeza y

desengaño. No significaron las fiestas un acto de transgresión ni pensamientos de liberación.

Dentro de estas festividades, la fiesta del bautismo también fue motivo de regocijo.

Tras una serie de elementos que conforman este ritual, también sobresale el agua, por lo que

en esta parte de nuestra investigación será analizado como elemento de purificación. Ya

anteriormente lo abordamos también como símbolo en la memoria colectiva del México

Antiguo.

Para continuar con nuestro análisis, es pertinente enunciar algunos conceptos

relacionados con el significado del símbolo, todos son tomados del análisis que García Peña

hace en Etnoliteratura (2007).

El símbolo evoca reconocimiento, es un objeto cortado en dos, cuyas partes, tras una

búsqueda, permiten reconocerse a quienes las poseen; es por tanto, el reencuentro de dos

partes que en un principio estaban unidas. El símbolo apunta a la unidad, al recuerdo de lo

pasado y al reconocimiento de lo futuro. En la novela Duerme es evidente este rasgo del

símbolo como unidad, dado que en el imaginario simbólico de la fiesta del bautismo, la

autora expone un hecho pasado que ocurrió en el México colonial (luego de 1571), el cual

sigue vigente en nuestro presente y seguramente permanecerá a futuro por mucho tiempo.

Del mismo modo, podemos ver en este acontecimiento el principio y fin de algo, como un

símbolo que constantemente regresa. De ahí la idea de la infinitud del símbolo.

Respecto de que un símbolo no alcanza nunca la significación, es importante

mencionar que para un análisis del rito bautismal más concreto y completo, se requiere de la

intervención de varias disciplinas. No es ésa mi intención, ya que este estudio pretende ser un

acercamiento al análisis del imaginario simbólico partiendo de un enfoque meramente

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literario y antropológico-cultural. Para ello solamente haré un acercamiento a la fiesta del

bautismo como símbolo espacial del México

Partiendo de la idea que el bautismo es un referente cultural simbólico del imaginario

social, en el Diccionario de las religiones de Paul Poupard, refiere que “bautismo” se deriva

del verbo griego baptein/baptizein, que significa sumergir, lavar. El bautismo es, pues una

inmersión en el agua, análoga en buena medida a las prácticas de ablución. Ablución. 1. f.

lavatorio (‖ acción de lavar). 2. Acción de purificarse por medio del agua, según ritos de

algunas religiones, como la judaica, la mahometana, 3. Ceremonia de purificar el cáliz y de

lavarse los dedos el sacerdote después de consumirla. 4. Vino y agua con que se hace esta

purificación y lavatorio. Sumir las abluciones. Es un ritual conocido en muchas religiones y

especialmente en el arte del judaísmo.

Juan Bautista adoptó el rito, dándole un significado más preciso: en el desierto de

Jordán, proclamaba “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados” (MC 1,4). De

este modo, el rito se presenta en parte como un sustitutivo de los sacrificios por el pecado,

que sólo eran ofrecidos en el templo. Jesús, inicialmente discípulo de Juan, fue bautizado por

éste (MC, 1. 9-11) antes de bautizar él mismo o de hacer bautizar.

Posteriormente, la inmersión bautismal significa ahora la participación del cristiano

en la muerte y resurrección: el catecúmeno se sumerge en la muerte de Cristo y es sepultado

con él para resucitar a una nueva vida, sustituyendo pronto el rito judío de la circuncisión,

que significaba la entrada en el pueblo de la alianza, el bautismo cristiano introduce en un

pueblo nuevo: “el cuerpo de Cristo” (1Cor 2, 13)

Dado la amplia gama de religiones en las que es practicado este rito, decidimos

enfocar nuestro estudio únicamente al sustrato hispano y al cristianismo en el contexto de la

religión católica. Con estos conceptos, podemos constatar que el símbolo del bautismo es una

cosa partida, que constantemente busca unirse, que busca el reencuentro, tiene una vida

cíclica, infinita, como infinito es el símbolo. En términos de Paul Ricoer (1998) podríamos

aquí engarzar el postulado de que símbolo es el reencuentro de dos partes que en un

principio estaban unidas. Así, con el bautismo se inaugura una nueva vida, un nuevo

nacimiento con el sello del Espíritu y el paso de las tinieblas a la luz de Cristo.

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Chevalier, Jean y Gneerbrnt Alain (2003) en su Diccionario de los símbolos señalan

del bautismo que: Se dice de la acción de Juan Bautista en el desierto: “…ellos se hacían

bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados” (Matías 3,6).

El rito de la inmersión es un símbolo de purificación y de renovación. Era conocido

en los medios esenios y también en otras religiones distintas al judaísmo y sus sectas. Los

mismos autores creen que cualesquiera que sean las modificaciones aportadas por la liturgia

de las diversas confesiones cristianas, los ritos del bautismo continúan implicando dos gestos

o dos fases de notoria carga simbólica: la de inmersión y la emergencia, la primera reducida a

la aspersión, es en sí, muy rica de significaciones; indica la desaparición del ser de pecado en

las aguas de la muerte, la purificación por el agua lustral y el retorno del ser a las fuentes

originarias de la vida. La emergencia revela la aparición del ser de gracia, purificado y

empalmado otra vez en la fuente divina de donde mana una vida nueva.

De tal manera que el simbolismo de las aguas implica tanto la muerte como el

renacimiento. También es equiparable el bautismo como una muerte de iniciación o “segunda

muerte”. En la novela Duerme es similar y constante el proceso de renacimiento y muerte de

la protagonista.

La inmersión o aspersión por un agua virgen se encuentra en las tradiciones de

numerosos pueblos, asociados a los ritos de pasaje, y principalmente al nacimiento y a la

muerte. Mijail Bajtín (1990) en La cultura popular en la Eda Media y el Renacimiento

maneja también la idea del nacimiento como un destronamiento del rey como la muerte del

padre con el nacimiento del hijo. El teórico ruso comenta que las fiestas tienen siempre una

relación profunda con el tiempo. En Duerme el espacio físico en el que se desarrolla tal

celebración es una calle de la Nueva España, y el tiempo simboliza un periodo de crisis, de

cambio. Recordemos que se encuentra en pleno proceso de mestizaje. Al respecto, Bajtín

(1990) señala:

Las fiestas, en todas sus fases históricas, han estado ligadas a periodos de crisis, de

trastorno, en la vida de la naturaleza, de la sociedad y del hombre. (Esto englobado en el

espacio de la fiesta por el bautismo del primogénito del Marqués). La muerte y la

resurrección, las sucesiones y la renovación constituyeron los aspectos esenciales de la

fiesta; son estos momentos precisamente (bajo las formas concretas de las diferentes

fiestas) los que crearon el clima típico de la fiesta (p. 14).

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Para Bajtín todo acto es ambivalente, dado que tiene una dualidad a la hora de ser observado

por el mundo, además de ser percibido; por lo que todo acto serio, se encuentra ligado a uno

cómico. (Bajtín, 1990, 230). Vale la pena señalar que el símbolo del bautismo es de

naturaleza doble, tal y como menciona Luri Lotman, en El símbolo en el sistema de la

cultura, donde afirma que la naturaleza del símbolo es doble. Por una parte, se realiza en su

esencia invariante a través de la recurrencia; por otra, el símbolo se correlaciona activamente

con el contexto cultural, se transforma bajo su influencia y, a su vez, lo transforma.

En efecto, la fiesta del bautismo como referente cultural del imaginario social de un

grupo socio-cultural es un símbolo espacial del México colonial y un fenómeno recurrente,

que avanza, se transforma y transforma su contexto. Es impresionante la importancia que

cada sociedad le confiere al bautismo, como uno de los principales sacramentos de la fe

cristiana. Y sin el cual no se tiene acceso al mundo espiritual, ni le es borrado el pecado

original con el que -de acuerdo con la religión católica- todos los cristianos nacemos. De ahí

su justificación de que sea uno de los tres principales sacramentos de fe cristiana. En efecto,

durante La Colonia obtuvo un alto valor, tal y como se refleja en su magna representación.

En el análisis del imaginario simbólico en los textos literarios se inscribe en el cruce

donde convergen otras disciplinas y tiende a un espíritu integrador en las ciencias humanas

que comparte varios enfoques. En Duerme es fácil encontrar este cruce en el que varias

disciplinas trabajan de manera integral: la literatura, la ficción y la historia; por lo menos.

Vemos que en el siguiente párrafo existe un relato literario, mezclado con datos de historia y

ficción. Dichas líneas son las que inicia el capítulo que estudiamos:

Como han de saber, aunque tal vez tú, jovencita, no lo sepas, parió la Marquesa un hijo,

segunda generación de la familia del Marqués que nace en Nueva España, y como sus

riquezas son tantas y tan muchas son sus liberalidades, tramaron grande fiesta para

celebrar el bautizo del primogénito varón, que tienen más de tres hijas ya, castigo sabrá

Dios de que, tanto no lo es si ya el varón nació (Duerme: 67).

Del contexto colonial es importante recordar que la iglesia quedó constituida muy pronto en

México, por lo que el bautismo se administró a los indios desde el principio y sin dilación

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alguna. Richard, R. (2002) hace hincapié que en un país ya caído casi por completo bajo el

dominio de una nación cristiana, y en el que la autoridad eclesiástica podía entregarse a la

dirección y organización de las cosas espirituales, “ningún inconveniente había en que se

administrara el bautismo a los infantes y a los niños aún no llegados a la razón, o llegados a

ella pero sin la capacidad de recibir una instrucción religiosa, cualquiera que ésta fuera” (p.

171).

De tal modo que si no representó ninguna dificultad administrar el bautismo a los

conquistados, mucho menos lo era para la clase gobernante, que gozaba de bastantes

privilegios, y más si era diagnosticado delicado de salud. Más adelante mostraremos lo

importante que fue la celebración de la fiesta del bautismo para la clase dominante y la

importancia del espacio como simbología de poderío, derroche, etcétera.

Javier G. Villaltela (1999) en el artículo “Los lugares de la memoria, imaginación y

relato” menciona que otro aspecto interesante en relación con la obra de Boullosa es el de los

“lugares de la memoria”. La novela histórica para constituirse como tal tiene que partir de la

complicidad entre el autor y lector creada por ciertas imágenes del pasado histórico.

Consideramos que Boullosa es una escritora que ha sabido correlacionar tanto la

literatura como la mitología, misma que se manifiesta mediante un lenguaje simbólico. Al

respecto menciona Lotman (1996,190) que la correlación entre la literatura escrita y la

mitología, el grado de proximidad de éstas y su tendencia al acercamiento o alejamiento

constituyen una de las caracterizaciones fundamentales de todo tipo de cultura. Uno de los

méritos de Lotman fue precisamente, señalar la penetración de la literatura en la mitología,

particularmente notable en la esfera de la cultura masiva del siglo XX. Idea que refuta la

falsa creencia de que el mito sólo existió en los pueblos arcaicos o en el pasado remoto.

Compartimos la idea de Lotman de que el enfoque mitológico no revela rasgos

distintivos sueltos, sino el principio mismo de la organización y funcionamiento de éstos en

el contexto social de la sociedad humana. Conviene resaltar la importancia que la tradición

cultural del imaginario simbólico del bautismo y su permanencia desde los orígenes del

hombre como parte de una sociedad. Y cómo entre ellos comparten instintos, tradiciones,

ritos, es importante resaltar la importancia de Jung al proponer el inconsciente colectivo que

es: “La estructura peculiar de las condiciones psíquicas previas de la conciencia transmitidas

por herencia a través de las generaciones” (Jung, 1983, 345).

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Chevalier, Jean y Gneerbrnt Alain (2003) mencionan el rico simbolismo de los

múltiples gestos y objetos que intervienen en la administración del sacramento del bautismo:

imposición de manos, exsuflación, señales de la cruz, tradición de la sal de la sabiduría,

abertura de la boca y las orejas, renuncia del demonio, recitación del credo, unción con

diversos credos de exorcismo, de eucaristía, colocación del vestido blanco y del cirio

encendido. Los elementos que conforman el ritual del bautismo en la religión cristiana son

principalmente el agua, el fuego, el tiempo, las señales, la ropa y su representación.

-La ropa: del ritual del bautismo es blanca principalmente, debido a que es el color

privilegiado de la fiesta cristiana y el color más adecuado para administrar este sacramento.

-La señal de la Cruz: La Cruz resume toda la teología sobre Dios, sobre el misterio

de la salvación en Cristo, sobre la vida cristiana. La Cruz es todo un discurso: Nos presenta a

un Dios trascendente pero cercano; un Dios que ha querido vencer el mal con su propio

dolor; un Cristo que es juez y Señor, pero a la vez siervo, que ha querido llegar a la entrega

total de sí mismo. Es un signo de pertenencia, de posesión: al hacer sobre nuestra persona

este signo es como si dijéramos: estoy bautizado, pertenezco a Cristo, Él es mi Salvador, la

cruz de Cristo es el origen y la razón de ser de mi existencia cristiana.

-El canto: El canto expresa y realiza nuestras actitudes interiores. Tanto en la vida

social como en el culto-religioso, el canto no sólo expresa sino que en algún modo realiza los

sentimientos interiores de alabanza, adoración, alegría, dolor, súplica.

El canto hace fiesta, crea clima más solemne y digno en la oración: "nada más festivo

y más grato en las celebraciones sagradas que una asamblea que toda entera, exprese su fe y

su piedad por el canto" (MS 16). El canto es una señal de euforia. El canto tiene en la liturgia

una función "ministerial": no es como en un concierto, que se canta por el canto en sí y su

placer estético y artístico. El canto -como la simbología espacial del capítulo cuatro de

Duerme, tiene un lugar importante durante la celebración del bautismo al hacer tantas

reverencias a través de cánticos.

-El cirio pascual: Del latín "cereus", de cera, el producto de las abejas.

Su uso en la liturgia cristiana es importante por su simbolismo. El cirio más

importante es el que se enciende en la Vigilia Pascual como símbolo de la luz de Cristo, y los

cirios que se reparten entre la comunidad, para significar nuestra participación en esa misma

luz.

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-El fuego: aparece en forma de cirio encendido durante la celebración o delante del

sagrario. Aparte del simbolismo de la luz, entra aquí también esa misteriosa realidad que se

llama fuego: la llama que se va consumiendo lentamente mientras alumbra, embellece,

calienta, dando sentido familiar a la celebración.

En nuestro capítulo cuatro se hace mención del fuego y del cirio, aunque Boullosa le

confiere más importancia a la representación majestuosa y los niños que actuaban como

serafines, y qué decir de los elegantes coros que adornaron la ceremonia del bautismo:

que la fiesta sí lo fue, que estando todos en la iglesia, un niño pequeñín vestido de ángel

rompió a cantar. Iba ataviado de serafín, de raso carmesí escarchado de oro y plata con

seis alas de plumería y el color de las ropas, dos que subían de los hombros y pasaban en

mucho a la cabeza, las otras cubrían parte de su cuerpo, y las otras dos a los lados. El niño

sujetaba en la mano una hacha de cera blanca encendida, un florón llevaba en ella que

parecía rosa y que no era sino el recogedor de cera para guardar el vestido” (Duerme: 69).

-La purificación primera o agua virgen: convertida en agua bendita, desempeña un papel

complementario al del fuego en los rituales de purificación o de regeneración. Juan Bautista

hablará por otra parte del fuego, a propósito del bautismo “Yo os bautizo con agua para la

conversión. Pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y ni siquiera soy digno

de llevarle las sandalias; él os bautizará con el Espíritu Santo y el Fuego” (Matías 3,11).

Ya vimos que el agua es soporte de la creación cuya potencialidad concentra en sí,

matriz universal, símbolo de la vida y de la fecundidad, elemento arquetipo, materia prima, el

agua tiene por todos estos motivos un vastísimo poder de simbolización, ya que contiene todo

el espectro de significados que van desde la vida hasta la muerte. Al representar la infinidad

de todas las posibilidades, Stefano Rosso (1987) cree que tiene en sí todas las promesas de

desarrollo, pero también todas las amenazas de reabsorción. Para Jean Chevalier (1986)

sumergirse en ella para volver a salir es la regresión a lo preformal, es una vuelta a las

fuentes por medio de la muerte simbólica: a través de un proceso de disolución y de

desintegración, se provoca luego una fase progresiva de reintegración y nuevo nacimiento. Al

respecto, Mircea Eliade (1981) cree que el contacto con el agua implica siempre

regeneración, ya porque la disolución va seguida en un nuevo nacimiento, ya también porque

la inmersión, fertiliza y aumenta el poder de vida de la creación.

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Por ejemplo, la creación no es presentada como hilogenia (desaparece todo carácter

de sexualidad entre las aguas superiores y las inferiores); Dios, señor del agua, la administra

a su juicio según la fidelidad o infidelidad de Israel a la alianza. Las dos narraciones más

significativas, la del diluvio (Génesis 6-8) y la del paso del mar (Éxodo 14), son los ejemplos

típicos de la maldición (castigo salvífico) y de la bendición por medio del agua

En el bautizo, el niño es presentado ante el antepasado petrificado de cuya fuente se

origina el agua, donde parece que se establece una especie de genealogía: en el lugar donde

se solicitó la fertilidad, preferentemente, se recoge el agua para el bautizo porque allí la

madre ya está reconocida.

El agua como elemento simbólico espacial del bautismo es rico en significados como

ya lo comentamos anteriormente. En Duerme, Boullosa habla del agua pero no como tal, sino

como sangre o ausencia de sangre:

No sangro / No puedo poner el pie en el piso./ No sangro.

No puedo decir que me he lastimado. Todos sabrán que no hay

sangre en mis venas, … ( Duerme : 71).

Sin embargo, este elemento simbólico importante y primordial llega a constituir una isotopía,

por la cual “entendemos un conjunto redundante de categorías semánticas que hace posible la

lectura uniforme del relato, tal como resulta de las lecturas parciales de los enunciados

después de la resolución de sus ambigüedades, siendo guiada esta resolución misma por la

investigación de la lectura única (Greimas, 1979, 229).

La isotopía es la reiteración o recurrencia de elementes semánticos que conforman

una constante de sentido o línea de significación que dota de coherencia interna la poética del

texto: Por ejemplo es muy palpable a lo largo de la novela de Boullosa la repetición y

recurrencia del símbolo del agua como ausencia de sangre en las venas de Claire, la cual es

sustituida por las aguas sagradas de los lagos aztecas. Por lo que consideramos que el agua es

una isotopía en nuestro texto estudiado.

Al respecto, Lotman (1996) refiere que “La esfera de la narración mitológica en el

mundo arcaico está rigurosamente limitada en el espacio y en el tiempo, formando una

estructura ritualizada, sumida en el mar de la existencia práctica cotidiana de la colectividad”

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(p.95). El tiempo verbal como otro elemento del cultural simbólico en el bautismo es, sin

lugar a dudas el tiempo del relato, el cual en voz del poeta Pedro de Ocejo -quien narra

mayoritariamente la representación del bautismo-está en presente y hace aclaraciones al

referirse a Claire en el entendido de que apenas acaba de conocerla y sabe de antemano que

ella también es recién llegada del Caribe y desconoce el contexto actual de la Nueva España.

La fiesta y representación del bautizo como símbolo espacial en el capítulo que

estudiamos, ocurre durante la noche, tiempo en el que Boullosa hace una serie de

descripciones del evento:

Pero déjenme contarla, que en eso estamos, y aunque la noche no acaba de caer, igual ya

no podemos ver casi nada, sólo nos restan las palabras (Duerme: 68).

Continuará la fiesta -dice cambiando el tono de su voz por uno más bajo y recogido-, y

hasta muy noche, con grande música de voces e instrumentos, con luminarias, tiros y

otros ingenios de pólvora, repique de campanas, dulzainas, chirimías y trompetas

(Duerme: 70).

Situación que -según Richard, R. (2002) - son datos históricos precisos respecto al tipo de

instrumentos que usaban los habitantes en la época para llevar a cabo sus fiestas o mitotes.

Menciona también el autor de la suntuosidad y el derroche que había en estos festejos, sobre

todo si se trataba de bautismos de la clase gobernante, para la cual lo efímero era importante,

de este modo lo describe Boullosa:

Levantaron una arcada de ramas de las ventanas de la casa del Marqués a la iglesia de

San Juan. (Duerme: 68). La arcada con flores y arcos triunfales tenía una puerta, y en ella

dos caballeros armados defendiendo el paso (Duerme: 68).

¡Debieran haber visto lo que era eso, sus voces, sus atuendos, la representación hecha con

tanta gracia, el donaire con que sonaban mis versos en las bocas de los indios, cantando

alabanzas al bien del Cristianismo!. Continuará la fiesta... hasta muy noche, con grande

música de voces e instrumentos, con luminarias,… (Duerme: 70).

Boullosa demuestra cómo varios escritores vuelven al mito, al lenguaje simbólico, a narrar

acontecimientos pasados cargados de un simbolismo cultural que es parte de nuestra

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naturaleza humana. Por lo que luego de la desmitolización, renace el interés por la cultura

neomitológica. Los textos mitológicos se distinguían por un alto grado de ritualización y

narraban sobre el orden original del mundo, las leyes de su surgimiento y existencia. Y qué

mejor ejemplo que el ritual del bautismo que nos remite a esta idea sobre el orden original

del mundo, etcétera. “Los acontecimientos de que se hablaba en estos cuentos, una vez que

habían tenido lugar, se repetían en la invariable rotación de la vida universal” (Lotman, 1996,

195).

En la fiesta del bautismo, los participantes principales fueron los dioses o los primeros

hombres, los fundadores del linaje. Mientras que los indios servían solamente como ornato.

Boullosa señala que los cantores eran, precisamente niños indígenas. Esto era fácilmente

fijado en la memoria colectiva gracias a los rituales, en tales celebraciones era muy

importante las representaciones ceremoniales, y las danzas temáticas acompañadas de canto

ritual.

(Cantó, primero, el chiquito querubín a solas:)

Llueven del cielo bondades/por ver al nuevo cristiano.

Cuatro ángeles arriban,/ sus voces cantan muy claro:

“¡Dicha, dicha al cristiano!” (Duerme: 69)

El canto se convierte de verdad en "sacramento", tanto de lo que nosotros sentimos y

queremos decir a Dios, como de la gracia salvadora que nos viene de él. Recordemos que en

el contexto colonial fue muy importante ‘educar’ al indígena para convertirlo a la fe católica.

Inmediatamente el pasaje de la fiesta nos remitió al Túmulo imperial de la Gran

Ciudad de México de Cervantes de Salazar, en el que autor relata toda una serie de

procesiones y festejos en las exequias del Emperador Carlos V, en l560. En donde se

derrochaban grandes sumas de dinero, tiempo y esfuerzo de artistas, por algo tan efímero,

como lo fue 11 años después, la celebración del bautismo mencionado en nuestra obra

literaria.

Mediante los distintos discursos, la autora pudo mostrarnos el espacio de la festividad

en una fiesta religiosa que ocurrió durante una época de la historia de México. La fiesta es

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una muestra más del lenguaje carnavalesco. De la fiesta, Bajtín, (1989:14) considera que el

carnaval es fiesta “una segunda vida del pueblo, basada en el principio de la risa”, es decir, el

carnaval siempre tendrá como cimiento la sátira. Es evidente en el capítulo cuarto de

Duerme, el tono satírico de la autora en donde aborda la fiesta por el bautizo del primogénito

varón del Marqués en donde predominan discursos irónicos.

De acuerdo con Bajtín, la degradación cava la tumba corporal para dar lugar a un

nuevo nacimiento. De allí que no tenga exclusivamente un valor negativo sino también

positivo y regenerador: es ambivalente, es a la vez negación y afirmación, y siempre esta

condición de degradación se dará en el carnaval. Bajtín considera que la fiesta -carnaval,

implican el derrocamiento y la futura muerte del Marqués, que ceda su lugar a la nueva

autoridad: su primer hijo varón bautizado:

Los invitados están vestidos de fastuosa manera. El que no trae botas de seda, las trae de

terciopelo, y en las ropas sobran bordados y piedras, y joyas en sus cabezas, sus brazos y

sus cuellos, cuando no van cubiertos con cuellos y encajes. Los músicos no dejan de tocar.

En las mesas dispuestas para comer, al fondo, restan algunos comensales (Duerme: 61).

El derroche que era un contraste con la sencilla vestimenta del pueblo indígena. Mediante

Duerme, Carmen Boullosa revistió la época colonial y la plantea como un periodo histórico

en el que los individuos recurrían a la simulación. En la base de las fiestas hay siempre una

concepción determinada y concreta del tiempo natural (cósmico), biológico e histórico.

Además, la fiesta de Duerme, como “las fiestas en todas sus fases históricas, han estado

ligadas a periodos de crisis, de trastorno, en la vida de la naturaleza, de la sociedad y del

hombre” (Bajtín, 1990:14).

Luego del breve recorrido por el imaginario social y cultural en donde estudiamos la

fiesta del bautizo como simbología espacial en el apartado cuatro “La fiesta y la

representación” de Duerme, creemos que Carmen Boullosa puede ser considerada como una

informante privilegiada al referirnos un mapa cultural del México colonial. El bautismo

como sacramento de la religión católica forma parte del imaginario social y cultural y es

inherente al ser humano, existe desde sus orígenes, por lo que resultó pertinente analizar su

fiesta y celebración como símbolo espacial.

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La fiesta como símbolo apunta a la unidad, al recuerdo de lo pasado y al

reconocimiento de lo futuro. En este aspecto, consideramos que efectivamente en la

celebración del bautismo, la fiesta sí representa un símbolo espacial dado la cantidad de

elementos que hacen que permanezca en el imaginario simbólico de nuestra sociedad.

Además de que es una cosa partida que busca la unidad.

Gracias a las valiosas aportaciones de nuestros teóricos, comprendimos la importancia

que -en la actualidad- tiene la correlación entre la literatura y la simbología. A continuación,

haremos un acercamiento a la conformación de las principales voces discursivas en Duerme,

en donde veremos cómo al menos existen tres voces que llevan el discurso de la novela: Sor

Juana Inés de la Cruz, Francisco Cervantes de Salazar y el modelo discursivo del cuento

clásico La Bella durmiente del bosque.

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4. Símbolos en el discurso textual

La voz narrativa sólo existe cuando se narra, no existe en los géneros poéticos ni ensayísticos

y es la marca esencial de un transcurso de tiempo a través de espacios específicos. El

discurso narrativo es la guía principal a través de la narración. J. Lozano (1999) menciona en

Análisis del discurso que toda narración tiene, forzosamente, una voz narrativa al menos. El

límite para la variedad de voces narrativas que existen y que pueden estar presentes

simultáneamente en un relato, son finitas sólo en cuanto a capacidades de oficio del autor.

Para Ricoeur (1999) las variantes que puede tener una voz narrativa, van desde la

puntuación y la voz gramatical hasta el lenguaje, el ritmo, el espacio, la temporalidad de lo

narrado o el tiempo desde donde se cuenta la historia y demás posibilidades. Pero por sobre

todas las posibles voces narrativas presentes en un relato, siempre existirá una voz narrativa

predominante que es “la que, dirigiéndose al lector, le presenta el mundo narrado” (p.513).

Partiendo de la idea de la riqueza y diversidad de los géneros discursivos, Bajtín

(1989) señala que ambas son inmensas, porque las posibilidades de la actividad humana son

inagotables y porque en cada esfera de la praxis existe todo un repertorio de géneros

discursivos que se diferencia y crece a medida de que se desarrolla y se complica la esfera

misma. El desarrollo y riqueza de la comunicación humana se debe -en gran medida- al

avance de los géneros discursivos. Bajtín (1989), señala que a pesar de la ausencia de una

investigación que facilite la clasificación y diversidad de los géneros discursivos, su

presencia ha sido indispensable para la comunicación.

El teórico ruso señala la diferencia entre géneros primarios, entre los que existen

ciertos tipos de diálogo oral, de salón, íntimos, de círculo, cotidianos y familiares; mientras

que en los secundarios, incluye textos literarios, periodísticos y científicos. También deja ver

la relación que existe entre ambos. En el contexto del género secundario podemos incluir a la

novela Duerme, en la cual encontramos por lo menos, tres discursos narrativos. De los

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cuales, los dos primeros provienen de las citas que integran los epígrafes textuales de

Duerme:

La primera cita es de Sor Juana Inés de la Cruz (1695), y dice:

“Pensé yo que huía de mí misma, pero ¡miserable de mí! Trájeme a mí conmigo y

traje mi mayor enemigo”, que es un fragmento tomado de la respuesta que ella le

escribió a Sor Filotea de la Cruz.

La segunda cita que integra el epígrafe de Duerme es de Cervantes de Salazar (1554) y hace

referencia a algunas cualidades del agua, así como a que la ciudad de México es una ciudad

de agua:

Si, como parecen pensarlo Avicena e Hipócrates, la mejor agua es la que más se

asemeja al aire; la que más presto se calienta y se enfría; la que cocida no deja

costras en las vasijas; la que cuece en menos tiempo las legumbres, y en fin, la

más ligera, entonces no hay ninguna preferible a la nuestra.

Aunque también percibimos la tercera voz narrativa que hace referencia al cuento clásico de

La Bella Durmiente del bosque, no es textual pero se infiere por algunas semejanzas.

Boullosa nos ofrece una versión diferente a la del cuento clásico, aunque tiene algunos

puntos de coincidencia como el título, el hecho de que Claire sea una ‘bella durmiente’ en un

bosque, también refleja ciertas diferencias, como veremos posteriormente.

Los tres discursos servirán como hilo conductor para desarrollar nuestro estudio en el

que nos serán de gran utilidad las propuestas de Mijaíl Bajtín (1989) expuestas Estética de la

creación verbal, en el apartado: El problema de los géneros discursivos, y para analizar los

discursos desde un enfoque simbólico–mítico, retomaremos el texto Etnoliteratura de García

Peña (2007).

En este contexto, el presente apartado pretende propiciar -desde la noción del

símbolo- un acercamiento a los principales discursos narrativos que convergen en Duerme de

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Carmen Boullosa. Para ello, nos centraremos básicamente en las voces de Sor Juana Inés de

la Cruz, que simboliza -entre otras muchas cosas- las injusticias de la Colonia en el periodo

del Barroco mexicano; de Francisco Cervantes de Salazar, quien resalta la importancia del

agua y al mismo tiempo el que México sea una ciudad edificada sobre el agua; ambas

personalidades aparecen como autores de las citas que conforman el epígrafe de la novela, así

como la percepción de alguna semejanza con el discurso narrativo del cuento clásico La bella

durmiente del bosque.

Juan Antonio Masoliver Ródenas señala que el punto de partida de nuestro relato es el

de una novela histórica contada con el tono de una crónica: El 19 de agosto de 1571 el Virrey

de Nueva España, firma un documento por el que se condena a la horca al Conde Urquiza y

Rivadeneira. Los amigos de Don Enrique hacen prisionero a Monsieur Fleurcy, un

contrabandista francés que ha tenido trato con piratas para que lo suplante. La despojan de su

ropa -porque en realidad es mujer- y sus continuas quejas no son contra su sexo femenino

sino contra su condición de mujer. Tales denuncias son similares a las que hizo en su tiempo

Sor Juana Inés de la Cruz.

Duerme es una novela dividida en nueve capítulos, separados y con títulos diversos

que ofrecen -a través de sus sujetos narrativos- una serie de acciones y paisajes de la época

colonial. En cada capítulo hay diferentes hablantes que alternan con sus enunciados, aunque

la narración existe el diálogo, pero sobre todo, persiste el monólogo interior a cargo de la

protagonista.

Al respecto, Bajtín (1989) habla de las fronteras de cada enunciado como unidad de la

comunicación discursiva se determinan por el cambio de los sujetos discursivos, es decir, por

la alternación de los hablantes. “Un hablante termina un enunciado para ceder la palabra al

otro o para dar lugar a su comprensión activa como respuesta” (p.260).

Adoptando múltiples identidades, la protagonista de nuestra novela se apropia de los

pronombres genéricos correspondientes cuando se refiere a sí misma, gesto que subraya el

hecho de que no se trata de un simple disfraz o una mascarada. Claire vive entrañablemente

cada identidad. Hay una serie de desdoblamientos en la novela, por ejemplo Claire se

desdobla en una persona cambiante, que metamorfosea su identidad y que el ser mestiza le

permite un doble acceso: con quienes ostentan el poder y con los oprimidos. Mientras que la

india de las manos tibias afecta la identidad del mexicano como indígena y española. Claire

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se siente cada vez más atraída por la ciudad de México, pues es el lugar que ella necesita para

vivir, porque como ella vive de desdoblamientos y de contradicciones. Por tanto se acaba

convirtiendo en la conciencia activa de México.

Para Remo Ceserani (2004) la voz que habla en primera persona pertenece a la

diegésis (narración, a un narrador homodiegénico), ya que forma parte de la historia. El

dialogismo es otro elemento importante en la novela, debido a que gran parte de su discurso

narrativo lo ocupan los diálogos entre los diversos personajes. Bajtín señala al respecto que

toda comprensión de un discurso vivo, de un enunciado viviente, tiene un carácter de

respuesta; toda comprensión está preñada de respuesta, y se actualiza en la consiguiente

respuesta en voz alta, aun cuando la respuesta sea de acción retardada (p. 257).

Es importante puntualizar al respecto que en Duerme, muchos de los discursos no

obtienen una respuesta objetiva, es decir, una respuesta en voz alta, como tal, pero sí hay

muchos espacios en blanco que ofrecen una gama de significados. No es menos importante

señalar que prevalece una heteroglosia en la novela, no es casual que la autora recupere

frases en latín, francés, español y náhuatl. De este modo, la diversidad de lenguas es otro

elemento enriquecedor en el discurso de la novela.

De las voces narrativas, Genette (1998) sugiere las distintas posibilidades que se dan,

dependiendo del lugar y situación de quien narra:

Nivel Extradiégetico Intradiégenico

Relación

Heterodiegética Narrador de primer grado que narra una

historia de la que está ausente: Claire cuando

visualiza tiempos preshispánicos y su

infancia.

Narrador de segundo grado

que narra una historia de la

que está ausente: Pedro de

Ocejo, Claire

convaleciente

Homodiégetica Narrador de primer grado que narra su

historia: Claire

Narrador de segundo grado

que narra su historia:

Pedro de Ocejo.

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Más adelante, encontré la figura de un no narrador, que a su vez comprende un:

1.- Enunciado omnisciente

2.- Monólogo interior

Enunciación “objetiva” en tercera persona y desde el exterior.

En Duerme también existen estas posibilidades.

Sin embargo, encontramos informaciones en la actitud de la protagonista, quien nos indica el

espíritu que prevalecía en la época. No olvidemos que al hablar de símbolos no hablamos de

un elemento abstracto, sino que de acuerdo con Duch, “nunca nos referimos al símbolo en

abstracto, sino que siempre aludimos al símbolo en el interior de una cultura determinada”

(Duch, en García Peña, 2007, 42).

Partiendo de la idea de que todo discurso actual parte de uno anterior, Bajtín (1989)

menciona que:

El deseo de hacer comprensible su discurso es tan solo un momento abstracto del

concreto y total proyecto discursivo del hablante. Todo hablante es, de por sí, un

contestatario en mayor o menor medida: el no es el primer hablante, quien haya

interrumpido por primera vez el eterno silencio del universo, y él no únicamente

presupone la existencia del sistema de la lengua que utiliza, sino que cuenta con la

presencia de ciertos enunciados anteriores, suyos y ajenos con los que el enunciado

determinado establece toda suerte de relaciones (p. 258).

Ute Seydel (2001) señala que Duerme es la novela menos exacta de Boullosa en

cuanto a fechas históricas y la cronología de los acontecimientos. En el relato, resalta la

fusión que hace Boullosa de los siglos XVI y XVII, donde parece que la época colonial es un

sólo tiempo de desigualdad, injusticia, violencia, luchas armadas y de arbitrariedades.

Retomando la importancia que tienen las citas del epígrafe con que inicia Duerme,

veremos a continuación la voz de Sor Juana Inés de la Cruz, para seguir con la de Francisco

Cervantes de Salazar. Para Ute Seydel (1999) ambas frases apuntan hacia dos temas de gran

interés para la novela: la gran desigualdad entre hombres y mujeres, basadas en la diferencia

sexual, aunque también apuntan hacia el problema de identidad y la importancia que tendrá el

agua como elemento purificador y vital sobre el que se funda y está la ciudad de México. “Las

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dos voces narrativas que se hacen escuchar desde el México colonial sirven a Carmen Boullosa

como punto de partida para la elaboración del entramado paródico e inter-textual” (p. 162).

4. 1. Sor Juana Inés de la Cruz

Carmen Boullosa al elegir una cita de Sor Juana Inés de la Cruz como hilo conductor para su

discurso en Duerme, nos remite indudablemente a la idea del ser, a la complejidad que

conlleva la búsqueda de una identidad individual, y a gestar lo que más adelante, sería una

identidad como grupo cultural y como nación mexicana.

Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695) fue criolla, monja jerónima, dramaturga y

poetisa barroca. Desde su postura de mujer, formula un contra-discurso de la jerarquía

eclesiástica y denuncia las desigualdades e injusticias de la sociedad virreinal. Aunque no

sólo hace referencia a las desigualdades de género de la sociedad en la que vivió, sobresale

también en su figura, esa incesante búsqueda del ser.

Sor Juana Inés de la Cruz fue hija natural y para acceder al conocimiento, debió

transgredir el orden impuesto, por lo que fue severamente criticada en su tiempo, al

demostrar interés por profundizar en la ciencia. Igual que Claire, la protagonista de Duerme

que tuvo que transgredir tal orden al vestirse de hombre, primero para poder acompañar a su

madre por sus largas travesías, luego, para viajar en algunas embarcaciones exclusivas para

hombres, tuvo que aprender a usar las armas, y finalmente, cuando llega al ‘Nuevo Mundo’,

para no sufrir las limitaciones propias del género femenino de esa época:

Sí, soy mujer, ya lo viste. Yo me siento humillada, así expuesta. Creí que ya lo había

vencido, que nunca más volvería a ser ésta mi desgracia, el cuerpo expuesto, ofrecido.

(Como si él fuera mi persona) al mundo... “¡Yo no soy lo que ves!”... Ella ve que no soy

lo que quiero ser (Duerme: 19).

Sor Juana Inés de la Cruz cuestionó siempre las desventajas que en todos los aspectos le

ocasionó el ser mujer en su época. De tal manera que recurrió a algunas estrategias para

lograr sus objetivos intelectuales y literarios.

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Al empezar el diálogo con la novela, nos damos cuenta de la herencia colonial que

produjo la Conquista y de todas las castas que surgen con la llegada de los españoles.

Encontramos datos que nos indican la diversidad de grupos y culturas que existieron en el

siglo XVI de la Nueva España, formando un abanico multicultural y multiétnico, propio de la

época, en donde, sin embargo, sobresale la supremacía y el poderío de la raza española.

Desde el principio, cuando el lector se adentra en la trama de Duerme, encuentra un

universo narrativo de desigualdades, injusticias, otredad, paródico, irónico, de verdades,

aunque también hay disfraz y simulación. Sin embargo, es la identidad de Claire, las

desigualdades y la importancia del agua con sus aspectos mágicos, las voces narrativas que

mayoritariamente apuntan a diversos significados.

A propósito de significación, es necesario abordar aquí la noción de ‘símbolo’ para

poder “fundamentar la lectura simbólica como metodología de análisis del sentido mito-

poético del texto literario” (García Peña, 2007, 26). De acuerdo con la autora:

La palabra ‘símbolo’ procede del verbo irregular griego ballo, que significa lanzar, se

trata de un lanzar que, cualificado por el prefijo, inicia una búsqueda, pretende establecer

un vínculo (symballo: unir, vincular, enlazar). De ahí que el símbolo sea siempre una

pieza de unión. El símbolo evoca reconocimiento. Ya es su etimología original,

symballein, el símbolo es un objeto cortado en dos, cuyas partes, reunidas tras una

búsqueda, permiten reconocerse a quienes las poseen; es por lo tanto, el reencuentro de

dos partes que en un principio estaban unidas (p. 27).

El símbolo apunta hacia la unidad, al recuerdo de lo pasado y al reconocimiento de lo futuro.

El símbolo es inadecuado en tanto no agota nunca por entero su significación: nunca llega o

alcanza la significación.

En este contexto de que el símbolo no agota nunca su significación, otro estudio de

Ute Seydel (1999) sugiere que es mediante Claire como se configura una alegoría del México

colonial, “con su multiplicidad de facetas, sufriendo y padeciendo el destino del país entero y

de sus habitantes” (p.169). Del significado de alegoría encontramos que se corresponde con

una narración, con un personaje o con una escena que tiene dos significados distintos, donde

uno de ellos está oculto bajo el significado visible o literal del texto. La alegoría puede

encontrarse en la novela, debido a que durante la colonia y los tres siglos de virreinato,

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subsistió una cultura indígena sometida, relegada, como un cuerpo femenino, que

evidentemente subsistió como cultura subalterna.

Para Ute Seydel (2001, 217), las citas literarias del epígrafe se originan en dos fases

diferentes de la Colonia: el siglo XVI y XVII, el renacimiento y el barroco, respectivamente.

Veamos ahora, la voz de Francisco Cervantes de Salazar.

4. 2. Francisco Cervantes de Salazar

De este escritor es la segunda cita del epígrafe, y aunque en ella hace referencia a las

cualidades y ligereza del agua, al final, también señala que “no hay ninguna preferible a la

nuestra”. Con lo que simbólicamente también nos remite a la idea de identidad, de la

fundación de nuestro país y a que la ciudad de México es una ciudad de agua.

Francisco Cervantes de Salazar (1514-1575), humanista, sacerdote, cortesano español,

rector universitario y cronista oficial. Se desempeñó como consultor de la Inquisición, una

vez establecido en la ciudad de México, mientras que Sor Juana corría constantemente el

riesgo de ser juzgada por el Santo Oficio a causa de sus escritos. Sólo la amistad y la

protección de la Virreina hacen posible la publicación de su obra y la puesta en escena de sus

dramas.

Señala Ute Seydel (1999) que el discurso de Cervantes de Salazar respecto del agua

se refiere a que al terminar la Conquista, los españoles se instalaron en la metrópoli perfecta,

lugar donde la utopía renacentista se ha vuelto realidad luego de destruir los templos aztecas

y de construir palacios, catedrales y casas, de acuerdo con las preferencias arquitectónicas de

los españoles.

La lengua de Cervantes de Salazar es el latín y destaca la calidad del agua en términos

prácticos de su uso como es la preparación de comida, mientras que en Duerme el interés se

centra en los aspectos mágicos: El agua otorga la inmortalidad a Claire/Clara, es el agua de la

memoria, sustancia de los tiempos prehispánicos y es sagrada para los indígenas.

Ambas voces (la de Sor Juana Inés de la Cruz y la de Cervantes de Salazar)

representan temporalmente parte de los movimientos renacentista y barroco, etapas de la

época colonial que ambos simbolizan. Las dos épocas y niveles temporales están presentes a

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lo largo de la novela y se entretejen en diversas formas. En el caso del agua mágica, es muy

representativo el ritual que le hace “la india de las manos tibias” a Claire, mismo que

consiste en dos pequeños cortes en el pecho y en la frente. El agua sustituye la sangre

francesa en las venas de Claire: “Éstas son aguas purísimas, no tocadas por las costumbres de

los españoles, ni por sus caballos, ni por su basura” (Boullosa, 1994, 28).

El símbolo “es capaz de dialogar en y con la ausencia. No pacta con el presente sino

que le inquieta desde la doble ausencia del pasado y del futuro, desde un ‘más allá’ acrónico,

intemporal, eterno (Lanceros en García Peña, 2007, 28). El símbolo es una entidad verbal o

no verbal que representa a otra cosa con la que no tiene que tener necesariamente una

conexión natural. El signo refiere, el símbolo representa.

La frase “Esta india quiere despellejarme, abrirme como lo hacen los suyos”

(Duerme: 29) nos remite a los sacrificios humanos que practicaba la raza mexica, pero que no

son propios de dicha cultura, debido a que no eran los únicos habitantes en la época que

realizaban tales costumbres.

Luego del ‘sacrificio’, el cuerpo de Claire queda transfigurado por la intervención de

Doña Inés: las cristalinas aguas sagradas del mundo precortesiano que la indígena

intercambia por su sangre, hacen que ésta se transforme en cuerpo mítico, inmortal. Sin

embargo, durante la lectura de la novela descubrimos que Claire logra la inmortalidad con

una consecuencia: si su cuerpo se aparta del valle de México, entra en un estado de

somnolencia profundo del que le es imposible despertar. Por lo tanto, Claire queda aferrada a

vivir en México, condenada a permanecer anclada a un espacio geográfico específico.

Seydel (1999), señala que en este ritual se sacrifica simbólicamente a la mujer blanca

europea Claire (que representa el ser mexicano) para convertirla en un ente sin identidad

genérica, racial, coherente y homogénea. Luego de esta transformación, la protagonista será

presentada como un ser multifacético y cambiante.

En la novela estudiada es importante mencionar que la obra de Boullosa está

clasificada como “metaficción historiográfica”, en la cual la historia y ficción se hermanan

por medio de la intertextualidad, el problema ontológico, la subjetividad, la parodia y la

memoria. Los primeros aspectos tienen que ver con el deseo de reducir la distancia entre

pasado y presente, así como de redescribir el pasado en un nuevo contexto.

Conviene citar aquí la opinión de Lotman, quien cree que:

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el símbolo nunca pertenece a un corte sincrónico de la cultura, sino que este siempre

atraviesa ese corte verticalmente, viene del pasado y se dirige al futuro; así, la memoria del

símbolo como importante mecanismo de la memoria de la cultura, siempre es más antigua

que la memoria en su entorno textual no simbólico y posee gran estabilidad en las redes

culturales (Lotman, en García Peña, 2007,36-37).

4. 3. La bella durmiente del bosque

Zulema Moret señala que con la novela Duerme, Carmen Boullosa adelanta desde el título

uno de los grandes temas del cuento maravilloso, el texto de la ‘bella durmiente’, a través de

un distanciado tratamiento histórico y una consolidada intriga. Efectivamente, la escritora

nos ofrece una versión diferente a la del cuento clásico, pues aunque tiene algunos puntos de

coincidencia como parte del título, la personaje femenina que sufre toda una serie de

dificultades para salir victoriosa, el lugar en donde se desarrolla el cuento, la partida, etcétera.

También tienen muchas diferencias de todo tipo: como género literario, época, trama,

desenlace, personajes, por mencionar algunas.

En líneas posteriores señalaremos que tanto en la novela Duerme (1994), como el

cuento La bella durmiente del bosque, coinciden con algunas propuestas de Vladimir Propp

(1977) en Las transformaciones de los cuentos maravillosos:

-“El envío y la partida ligada con la búsqueda por diferentes motivos” (p. 155) se

presenta en ambos títulos. En Duerme, Claire debe partir al bosque de Potosí hasta que el

Virrey muere y ella pueda estar a salvo y vestirse como desea, su sueño tarda 25 años. En La

bella durmiente del bosque, la mujer es enviada a una cabaña del bosque con sus dos hijos -

por órdenes de la madre de su esposo-, quien se los pensaba comer en una salsa- la

protagonista tarda en despertar 100 años.

-Dentro de los principios generales de este tipo de cuento, Propp menciona que tiene

su fuente en la vida, aunque el cuento maravilloso refleja muy poco de la vida corriente. En

Duerme ocurre lo contrario, a pesar de que existen algunos elementos mágicos, también hay

mucho de la vida real, aunque recurra a la documentación histórica y, muchos de los

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acontecimientos tienen mucha ficción -como cualquier novela-. Existen documentos

históricos que demuestran la veracidad de la cultura de la época. Por ejemplo: El Santo

Oficio, la discriminación y los malos tratos de los españoles a los conquistados, los saqueos,

la destrucción y caída de la Gran Tenochtitlán, la resistencia de los oprimidos, la destrucción

del templo indígena por el templo cristiano, la orfandad del mestizo, etcétera. Mientras que

en el cuento clásico o ‘maravilloso’ en términos de Propp, carece de elementos reales o si

existen, tiene muy pocos.

- En el tipo de vivienda que sugiere Propp respecto de los tipos de vivienda del

donante, existe la ampliación: Bosque y cabaña.

- Deformación: cuando el cuento maravilloso se halla en regresión.

- Intensificación y debilitamiento: Cuando el héroe es enviado o expulsado. En ambos

textos la heroína es enviada y expulsada al bosque.

Es imposible tratar de forzar o encontrar los 31 elementos del cuento maravilloso en

algunos relatos, atendiendo a la propuesta de Propp. Dado que Boullosa narra su novela en

un espacio posterior a La Conquista. Así, Duerme es una narración de sucesos ocurridos

algunos años después.

Casi al finalizar la novela, son evidentes algunos movimientos sociales que ocurren

durante la Nueva España entre las diversas clases sociales, un final muy diferente del final

del cuento clásico ya citado.

Para Remo Ceserani (2004) la Intertextualidad se refiere a que todos los textos

literarios están en relación con otros textos, todos se constituyen absorbiendo y

transformando otros textos. En este sentido, visualizamos que Duerme tiene como

antecedentes, al menos dos discursos narrativos de Sor Juana Inés de la Cruz y Cervantes de

Salazar, pero existe más relación con otros textos como el cuento clásico de La bella

durmiente del bosque y textos documentales de historia de México, las épocas prehispánica

y colonial de México, entre otros. Notamos aquí la relación del género discursivo secundario

(la novela) y su estrecha vinculación con la historia, la época novohispana y con el cuento

maravilloso.

Al resaltar la importancia que tiene el hecho de que Boullosa eligió como hilo

conductor de Duerme al menos los tres géneros discursivos diferentes ya citados. Bajtín

(1989) propone al respecto que:

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la voluntad discursiva del hablante se realiza ante todo en la elección de un género

discursivo determinado. La elección se define por la especificidad de una esfera

discursiva dada; por las consideraciones del sentido del objeto o temáticas, por la

situación concreta de la comunicación discursiva, por los participantes en la

comunicación, etcétera (p. 267).

Mediante los distintos discursos de la narración, la autora pudo mostrarnos el insomnio y el

prolongado sueño de los mexicanos durante dos épocas de la historia de México, los siglos

XVI y XVII. Además, a través de un cuento clásico, Carmen Boullosa -de acuerdo con

Bajtín- nos ofrece en Duerme un discurso propio enriquecido con palabras ajenas.

Otro rasgo importante abordado en nuestra novela estudiada, de acuerdo con Bajtín

(1989) es la otredad, lo diferente: El papel de los otros es sumamente importante.

Ya hemos dicho que estos ‘otros’, para los cuales mi pensamiento se vuelve por primera

vez (y por lo mismo) no son oyentes pasivos, sino activos participantes de la comunicación

discursiva. Todo el enunciado se construye en vista de su respuesta (p. 285).

Los discursos de los ‘otros’ en nuestra novela están presentes. A pesar de sus orígenes

europeos, la vestimenta indígena de Claire la codifica en cuanto a “Otra”; esta experiencia

directa con la discriminación la precipita a aliarse con los miembros subalternos de la sociedad.

Al lado de ellos, Claire se hace transgresora del orden socio-político. También se establece un

paralelismo entre la destrucción del cuerpo femenino y la destrucción de la cultura

prehispánica para luego forjar otra: “{…}, así es México, así lo será siempre, que así le gusta,

destruirse para parecer una que no es ella. No dejará nunca este vicio” (Duerme: 141).

Al recorrer panorámicamente las voces narrativas principales, parece que Boullosa, a

través del lenguaje simbólico de su novela, nos recuerda una época colonial violenta, de

injusticias y abusos de una clase dominante sobre los conquistados. De evidentes maltratos y

desigualdades sociales entre otras cosas. En donde todo lo marginado, representa al ‘Otro’.

Percibimos una insistencia de la autora de Duerme por recordarnos una época importante -

pese al colapso devastador que representó para el conquistado-, debido a que solamente el

recuerdo hará que no olvidemos nuestro pasado.

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En un cúmulo de datos históricos; documentados algunos, ficcionados otros, Boullosa

se vale al menos de tres géneros discursivos distintos para mostrarnos parte de nuestra

historia, de nuestro pasado, de nuestro origen como raza. En este contexto, reiteramos que en

Duerme existe diversidad de discursos históricos, mitológicos, simbólicos, sociales, políticos,

pensamiento mexica, pensamiento renacentista, barroco y el discurso del mundo indígena que

antecede al actual mensaje y hace posible la comprensión del argumento de la novela en

pleno siglo XXI.

Al retomar el significado de voz narrativa en Duerme, percibimos que la voz de la

protagonista es quien relata mayoritariamente las propias experiencias vividas y de otros.

Mediante un monólogo interior, ella se narra a sí misma lo que escucha -y supone que

acontece- a su alrededor:

Me sorprendo vociferando. Mis palabras (mudas, no puedo abrir la boca) son un torrente

gritando “¡suéltenme!” “¡déjenme ir, déjenme!”. Gritan desesperadas e inútiles, no se

escuchan. A pesar de su revuelo, alcanzo a oír atrás de ellas “nite, uica”. Ya oigo, pero no

puedo moverme. Ni los párpados puedo abrir (Duerme: 15).

A través del sabio ejemplo y pensamiento de Sor Juana Inés de la Cruz, parte de la época

barroca se hizo presente. Mientras que con Francisco Cervantes de Salazar, constatamos

algunas de las acciones del renacimiento mexicano. Al tiempo que, mediante el cuento de

hadas La bella durmiente del bosque, Boullosa nos invitó a recorrer el largo letargo,

insomnio y sueño por el que pasa la protagonista, hasta concluir la novela.

Mediante Duerme, recordamos para no olvidar y desear para seguir inventando y

descubriendo, debido a que las novelas son la recuperación de mundos perdidos, de historias

desaparecidas, cuyo olvido nos condenaría al olvido. En Duerme como en otras novelas

hispanoamericanas, cabe la diversidad cultural étnica, religiosa: polinarrativa, multirrelatos,

explosión de lo singular, la ironía, el humor, la excentricidad.

Gracias a su lectura simbólica, pudimos acercarnos a una mirada breve y panorámica

de las épocas del renacimiento y barroco mexicanos:

la vida en la ciudad era como una partida de ajedrez: española e india, en la que cada

parte tenía su posición bien definida: La española en los palacios virreinales, con sus

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litigantes y las casas del Marqués del Valle, las discusiones en la universidad, la plaza

mayor con su incipiente iglesia{…}. El mundo indígena, relegado a las afueras pero

cercano al espléndido lago, las montañas, los venados, canoas entrando y saliendo de la

ciudad, hombres utilizados como bestias de carga y construyendo diques y

albarradones… (Kubler, 1989, 2).

Cervantes de Salazar y Sor Juana Inés de la Cruz poco tienen en común, ambos son

escritores, el primero del renacimiento, la segunda del barroco, respectivamente. Los dos

están relacionados con la religión, aunque de diversa manera. Provienen de diferentes

posiciones sociales y tienen funciones muy distintas en la sociedad novohispana. Por eso su

forma de pensar y actuar fue diferente. En ambos intelectuales existieron enormes

diferencias.

Sus discursos narrativos, por lo tanto, marcaron diferencias abismales en su pensar y

actuar, tal y como fueron las vidas de Cervantes de Salazar y Sor Juana Inés de la Cruz,

voces narrativas predominantes en Duerme. Aunque también recurre a la voz del cuento

clásico La bella durmiente del bosque, entre las principales voces discursivas.

Como hemos podido observar, Duerme es un relato novelado en el que se mezclan

diversos discursos narrativos. Sin embargo, en nuestra opinión creemos que entre ellos,

destacan como símbolos, las voces ya señaladas. En este sentido, es pertinente reiterar que

gracias a una lectura simbólica pudimos comprender algunos significados discursivos en

Duerme, sin embargo coincidimos con Lanceros al creer que: “El símbolo es inadecuado en

tanto no agota nunca por entero su significación: nunca llega o alcanza la significación. El

símbolo “es capaz de dialogar en y con la ausencia {…} No pacta con el presente sino que le

inquieta desde la doble ausencia del pasado y del futuro, desde un “más allá” acrónico,

intemporal, eterno” (Lanceros, en García Peña, 2007, 27-28).

Luego de un recorrido por las principales voces discursivas que prevalecen en la

novela: Sor Juana Inés de la Cruz (Barroco mexicano), Cervantes de Salazar (Renacimiento)

y en menor medida, la voz del cuento clásico de La bella durmiente del bosque, nos

concentraremos en el capítulo cinco. En este apartado abordaremos algunos discursos sobre

el tiempo, también analizaremos la existencia de empalmes temporales y una estrecha

relación entre los cuatro tiempos encontrados: siglos XVI, XVII, XX y XXI.

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Los tiempos que estudiaremos como tiempo uno y dos, equivalen a los siglos XVI y

XVII y representa la diégesis de la novela; el tiempo tres o siglo XX, representa a la fecha en

que se publicó Duerme (1994) y, finalmente, hablaremos del siglo XXI, que corresponde a

nuestro tiempo como lectores.

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5. Símbolos en el tiempo textual

5.1.- Tiempo de la diégesis. Siglos XVI Y XVII (Tiempos uno y dos)

En la narrativa de Carmen Boullosa el tiempo ocupa un lugar preponderante debido a que en

algunas de sus obras narrativa como -Antes; Llanto, Novelas imposibles; Cielos de la tierra;

Son vacas, somos puercos y Duerme, entre otras-, recurre en gran medida la temporalidad

como recurso literario imprescindible para expresar la trama a desarrollar. Julio Ortega

(1999) señala que el proyecto narrativo de nuestra autora, además de ser atractivo y

vivificante, es también inquietante y diferente por su carácter:

predominantemente ficcional e imaginativo en un contexto literario hecho, más bien, de

afincamientos en la hermenéutica de la nacionalidad; pero, al mismo tiempo, es un

proyecto adelgazado por su apuesta por la subjetividad como el espacio desde dónde

narrar, en un tiempo en que los relatos se mueven con comodidad en escenarios de una

referencialidad crítica (p.31).

A lo largo de este estudio de la escritora mexicana Carmen Boullosa, ya hemos analizado la

importancia que tuvieron para el desarrollo de Duerme los siglos XVI y XVII, tiempos en los

que la autora logra establecer un vínculo de distintas maneras, entre las que sobresale la

hibridación de las culturas Mexica y española que dieron como resultado el mestizaje, así

como los discursos de Sor Juana Inés de la Cruz y Cervantes de Salazar ya comentados

parcialmente en el capítulo anterior y en donde visualizamos que ambos siglos logran

empalmarse. En este contexto, Ute Seydel (1999), considera que los siglos XVI y XVII

representan en Duerme “dos planos temporales que están presentes a lo largo de la novela y

se entretejen de múltiples formas” (p.162).

En este apartado pretendemos mostrar los elementos temporales en nuestro relato

literario, los cuales se manifiestan a través de distintas fases que simbolizan a la época

Colonial, que abarca los siglos XVI y XVII -tiempos uno y dos-; así como el tiempo en que

fue publicada la novela (1994) correspondiente al siglo XX y al que llamaremos tiempo tres;

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y por último nuestro tiempo, es decir, la época en que como lectores del siglo XXI

percibimos la novela Duerme de Boullosa y que será catalogado como tiempo cuatro.

A través de distintos acercamientos, percibimos los diversos estratos sociales que

poblaron a la sociedad novohispana de la segunda mitad del siglo XVI, en donde observamos

una gran variedad etnográfica del momento colonial, sintetizada en el personaje protagónico:

como mujer transcultural que codifica y recodifica las categorías genérica, social y racial.

Claire es quien lleva mayoritariamente el hilo conductor de la narración, Ramón Trejo Téllez

(2005) considera que “la voz narrativa desde el inicio hasta el séptimo capítulo y su

perspectiva domina la conducción de lo que se desarrolla sin que sea omnisciente, sino más

bien observadora” (p.41). Por lo que ella como -narradora protagonista- se coloca dentro de

la narración y sirve de centro sobre el cual gira todo lo dicho.

Respecto al tiempo, Gutiérrez de Velasco (1999) cree que existe un proceso de

parodización en Duerme que se destaca por tres anacronismos voluntarios, introducidos por

Carmen Boullosa para regir la construcción del ambiente, la red de personajes y el mismo

proceso de diálogo intertextual. La misma autora señala que el primer anacronismo está

vinculado, precisamente con la delimitación temporal de la historia en Duerme, presente

mediante tres marcas temporales: 1571, 1572 y probablemente, 1597. Hablamos de

probabilidad en la última fecha debido a que no se menciona en el texto, aunque lo

deducimos al tomar en cuenta los 25 años que Claire permanece dormida en el bosque.

Tales marcas temporales en Duerme (1994), son palpables en diálogos como: “Nueva

España, 19 de agosto de 1571” (p.26). La autora se vale del tiempo pasado para exponer su

discurso y abordar acontecimientos históricos:

Nueva España. 19 de agosto de 1571, .… me salto ya todas las palabras para llegar a la

firma. Depositario del poder de su Majestad, Felipe II, el excelentísimo señor Virrey

Don… (Duerme: 26).

Mientras que al citar el año de 1572, en el segundo capítulo (titulado “Muerte ajena”), dice

un documento que un hombre vestido de negro -del Santo Oficio- entrega a la mujer

transformada en Conde Urquiza y, además, se hace mención del poder del rey Felipe II, que

reinó en España entre 1556-1598. Y en páginas posteriores, en el momento en que Clara Flor

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es consejera del Virrey y organiza un ejército para combatir a los indígenas rebeldes, señala

que “así que salimos de la Capitanía el 27 de marzo de 1572” (p.96). Y la tercera marca del

tiempo podemos observarla al finalizar el relato, en donde éste centra su atención en la voz

narradora de Pedro de Ocejo, por quien sabemos que “han pasado veinticinco años” (p.139).

Gutiérrez de Velasco (1999) hace referencia a la manera en que, quien narra

nos describe cómo se va construyendo la ciudad virreinal “un ejército de hormigas indias

levanta el Templo Metropolitano” (Duerme: 31) con las piedras de los antiguos templos,

cómo una cultura se superpone a la otra, y nos deja imaginar el lago y las acequias, los

barrios marginales, la casa del Conde Urquiza, el ámbito del palacio virreinal (p.147).

Acontecimiento que nos remite a un tiempo textual que pertenece al periodo colonial, aunque

también algunos de estos elementos continuaron en el siglo XVII. Ya en el capítulo tres

comentamos, siguiendo a Pirott-Quintero (1997), la forma en que a través del cuerpo de

Claire parece configurarse la nación mexicana, específicamente el México Colonial, debido a

que con la multiplicidad de facetas que representa, la protagonista sufre y padece como

nuestro país.

Dentro de esa variedad colonial y también al margen de ella, aparece tangencialmente

el núcleo de la piratería caribeña, que asolaba las costas mexicanas de Campeche y Veracruz,

cuya edad dorada se sitúa precisamente en los siglos XVI y XVII. En Duerme, desde inicio

Claire asume su origen al llegar al Nuevo Mundo como mujer pirata, de nueva cuenta

encontramos fusionados los tiempos uno y dos que corresponden a los siglos XVI y XVII:

en esta relación intertextual que se ancla en la muy documentada historia de mujeres

piratas, como las aventureras Anne Bonny y Marie Read, que surcaron los mares en la

compañía del Capitán John Raciman y salvaron sus vidas gracias a sus vientres, y que

han sido objeto de múltiples ficcionalizaciones (Gutiérrez de Velasco, 1999,150).

Estudiosas de la literatura de Boullosa, como Paola Madrid, hacen énfasis en que las

posibles mujeres piratas parecieron inspirar a nuestra autora en la conformación de Claire:

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la tradición de la piratería femenina pareció inscribirse dentro de este marco y nombres

como Anne Bonny y Marie Read pudieron inspirar a Boullosa para la construcción del

personaje de la pirata travestida, que es la primera noticia que tenemos de Claire /

Mesieur Fleurcy al comienzo de la novela (p.4).

Mientras que en otro momento narrativo, la representación de la piratería es sustituida

por la de la nobleza criolla, debido a que Claire reemplaza al conde de Urquiza -un

condenado a la horca por requerimientos inquisitoriales- acusado de conspirar en contra del

Virrey de la Nueva España. Nuevamente se indaga en la sociedad novohispana a partir de un

personaje marginal, que aunque ocupe una posición privilegiada, es un preso que,

posteriormente representó más de ocho identidades.

De este modo, Carmen Boullosa nos invita a reflexionar en torno a la importancia de

recordar para no olvidar nuestro pasado, nuestros orígenes y nos invita a acompañarla en sus

interesantes juegos temporales e intertextuales.

Encontramos también -en varios fragmentos- el nivel metadiegético que implica una

narración dentro de otra narración. Claire entra en un estado onírico y frecuentemente narra

un hecho dentro de otro. En donde Boullosa hace juegos extraordinarios con el manejo del

tiempo, al recurrir al sueño o a la inconciencia para regresarlo a una época ya pasada, como

su infancia, su llegada al Nuevo Mundo y su regresión en el tiempo al antiguo y mítico

paraíso terrenal que fue el México-Tenochtitlán.

Coincidimos con Paola Madrid al manifestar -como ya lo señalamos anteriormente-

que Duerme es un sueño, una utopía, otra reescritura imposible de la historia. Recordemos la

ilusión y el sueño con los que el narrador, a través de un poeta, finaliza la novela: correr de

territorio mexicano a todo español y hacerse esta nación en lengua mexicana. No olvidemos

que algunos de los grandes temas que aborda la literatura de Boullosa -entre muchos otros-

son precisamente, la memoria -esa incesante búsqueda del pasado-, el género, la identidad

sexual y el cuerpo, temas hábilmente manejados por Carmen Boullosa en nuestro relato

estudiado.

Existen elementos en la narración que señalan también un desplazamiento hacia el

futuro, hacia los movimientos de liberación del México del siglo XVII, así ocurre cuando la

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personaje principal en sueños se visualiza en el futuro para permanecer finalmente inmóvil e

inmortal, durmiente hasta nuestro tiempo como lectores.

5.2. Tiempo de la publicación de Duerme (1994)

Siglo XX (Tiempo tres)

Duerme vio la luz en 1994, en un clima de incertidumbre política y cultural en México.

Previo a su publicación, ya se gestaba un escenario nacional que modificaría el actual

proceso mexicano. 1994 fue un año caracterizado por grandes revueltas sociales, entre las

que destacan el levantamiento armado del EZLN en Chiapas integrado en su gran mayoría

por indígenas de la Selva Lacandona. Este movimiento contó con el apoyo y la simpatía de

intelectuales mexicanos. A este grupo de escritores también perteneció Carmen Boullosa.

Aparece nuestra novela en pleno siglo XX, aunque el tiempo de la diégesis sean los

siglos XVI y XVII. Ya comentamos que en Duerme hay una especie de superposición en el

que se empalman los tiempos uno y dos o ambos siglos, debido a que buena parte de la

acción ocurre cuando los personajes que cuentan la historia están dormidos y narran sus

sueños o recurren a la imaginación para contar una trama expresada en un lenguaje

simbólico. Al regresar a temas del pasado, Boullosa relaciona los tiempos actuales con los

pasados.

En este sentido, conviene retomar a Lotman cuando menciona que esa vuelta al mito

es evidente en nuestros tiempos. Así como la constante búsqueda de esa unión del símbolo,

como esa columna que siempre busca unir lo que en un principio lo estaba. Como el eterno

retorno. Christopher Domínguez Michel (1999) reconoce que:

Ese voto por la circularidad de los tiempos, por la revolución -en su primitivo sentido

astronómico- de los mitos nacionales es una característica de la última década de la

narrativa de México. Sobran razones -la rebelión de Chiapas, el movimiento racista del

Quinto Sol, la descomposición del sistema político- para creer que ese horizonte

apocalíptico no desaparecerá de las letras mexicanas en breve (p.39).

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Como al principio de Duerme o a lo largo de toda la novela suceden varias cambios espacio-

temporales gracias el efecto del agua de los lagos de los tiempos antiguos. También hay

emparejamientos temporales, cuando Claire menciona que la simultaneidad temporal de los

tres sucesos, no ocurre tan rápido como ella lo cuenta. Gutiérrez de Velasco (1999) enfatiza

que la violación de Claire ocurre en una secuencia que resume tres sucesos:

Los tres dispares, los tres distintos, pero que se superponen en el tiempo de experiencia

de la protagonista. Este emplasto temporal, tematiza de alguna manera, el procedimiento

narrativo de las anacronías que dan cuenta del conflicto de ser mujer y que este conflicto

se repite con variedades hasta nuestra época (p.150).

Sobre este manejo de la simultaneidad temporal, Trejo Téllez (2005) refiere que “Y si

Boullosa maneja simultaneidad de caracteres en Duerme, también lo hace en cuanto al

tiempo narrativo” (p.49). Esto lo presenta cuando Claire menciona lo que le ocurre en tres

momentos simultáneos.

Aunque parezca inverosímil artificio, me ocurren en el mismo lugar y momento tres

diversos sucesos… Al tiempo que llegamos a las barcazas que construyó el Primer

Capitán en la Nueva España… suceden tres cosas. Las tres las vivo al mismo tiempo,

pero ¿cómo puedo contármelas? No son iguales las palabras que les pertenecen, y éstas

ocupan más territorio que los hechos, porque si éstos comparten, sin pertenecer a la

misma trama, lugar y tiempo, éstas no caben con las otras… Así que doy en mi voz

preferencia arbitraria a uno de los tres sucederes, sin que dé a entender que éste ocurrió

primero, porque repito, es él simultáneo de los otros dos a los que prestaré palabras

después (Duerme: 52).

La simultaneidad de acciones o emplasto temporal lo encontramos cuando ocurren al mismo

tiempo varios acontecimientos: a) Cuando Claire se va a casa con los criados, b) Durante la

llegada del conde Urquiza y éste la viola y, c) En el pasaje donde comenta que por conjuros

mágicos de un indio, el agua de los lagos les llegó a los pies, obedeciendo al indígena Cosme.

Sobre el fragmento arriba citado, conviene señalar que esos tres acontecimientos

simultáneos tienen en común que inician frente al lago desecado y terminan cuando Claire

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finalmente se rinde al sueño. Claire al llegar a la casa de Urquiza, no concilia el sueño hasta

el amanecer, cuando los indios se levantan. Por eso en este lapso, ella decide caminar por los

pasillos, explorar las habitaciones, espiar cajones, cofres, libros, al no encontrar qué hacer

con el tiempo en esa noche eterna, completamente vacía de sueño.

De los estudios oníricos freudianos, Paul Ricoeur (1991) expresa que “el sueño es el

pórtico real del psicoanálisis, pues el sueño expresa la arqueología privada del durmiente,

que a veces coincide con la de los pueblos, por eso Freud suele limitar la noción de símbolo a

los temas oníricos que repiten la mitología” (p.17).

En el texto es considerable la insistencia de la autora de que mientras los indígenas

duermen, ella -como mestiza- permanece despierta, y viceversa. Duerme es una especie de

laberinto para lectores: Claire cae en un ensueño profundo y duerme, duerme desde el

principio, aunque en teoría sólo duerme al final. Giovanna Minardi (1999) considera que “es

una novela que descarta lo apolíneo, el logocentrismo y el procedimiento ordenado, reportaje

objetivo de los hechos” (156).

Compartimos las propuestas y las valiosas aportaciones de Carlos Fuentes (1994) al

comentar que Duerme, al citar en el principio del libro a Sor Juana, Boullosa nos recuerda

que siempre hemos vivido separados de nosotros mismos. Pero le da a esta enajenación la

dimensión histórica, de raíz, de nacimiento, de origen, pues la enajenación de Duerme es en

primer lugar histórica. Ocurre en el albor de la Colonia novohispana. Para Carlos Fuentes es

parte de la crónica no escrita de las Indias que pertenece al enorme no dicho y no escrito del

Continente Americano.

Carmen Boullosa le da voz mediante una estratagema maravillosa, que es el de la

nominación. En Duerme todos los indios se llaman Cosme, para no confundir al patrón.

Coincidiendo con Fuentes, consideramos que este anonimato, este mestizaje en defensa de la

integridad a través de no tener un nombre, es la maravilla del libro de Boullosa.

Ya comentamos el enorme interés que como lectores nos provocó el vislumbrar que

en la novela, la raza india se mantiene en el más absoluto anonimato. Los personajes

indígenas, que intencionalmente carecen de nombre en la novela, parecen evidenciar que en

ese tiempo y espacio, hubo un orden social que oprimió a una serie de castas que existieron

durante la Colonia. Ellos fueron limitados a llamarse: Juan/a, Cosme o como ejemplo

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concreto, el caso de Inés, La india de las manos tibias, quien en el texto literario que nos

ocupa nunca revela su verdadera identidad individual.

Aunque la naturaleza de la protagonista es el mestizaje, el hibridismo cultural, da

innumerables muestras de simpatía hacia la raza vencida, dado que es gracias a la simbólica

curación indígena, como Claire sufre una transustanciación indígena y cambia su conciencia

histórica. Gracias a tal intervención, mediante el sacrificio indígena, es expulsada de la

temporalidad histórica y, de este modo, la escritora ubica en el tiempo monumental de la

eternidad a su protagonista misma, eternidad que abarca hasta nuestros días.

Para Carlos Fuentes (1994), los hispano-indios son huérfanos, nos recuerda Carmen:

adquirir un nombre es dejar de serlo, es saber el nombre en vez de averiguarlo. Pero este

enorme despertar a una nominación consciente, inteligente, alerta, tiene que pasar por un

tiempo histórico que puede ser muy largo, con resultados muy inciertos y con nuevas

acechanzas contra la identidad nominativa. Por eso, Carmen Boullosa -en el mismo sentido

que Fuentes-, propone otro modo para vencer y acelerar la historia que es el sueño. Un país

despierto es el México mestizo, pero sólo porque otro país duerme, que es el México

indígena. Este sueño indígena es el precio para no morir, la alternativa a la muerte.

En la novela Duerme, encontramos elipsis o supresiones del tiempo, mismas que

ocurren principalmente durante el sueño de Claire en el bosque, pues durante su ausencia en

la novela sólo se dice que el poeta Pedro de Ocejo, ha envejecido notablemente, que el Virrey

y la india de las manos tibias ya han muerto, y que la italiana se encuentra recluida en la

cárcel; sin embargo, no ofrece otro tipo de detalles.

En Duerme se nota la importancia de la temporalidad de un relato literario y la

manera en que la autora maneja el tiempo, recurriendo muchas veces al sueño y a la ficción

como recursos literarios. Gracias a la perspectiva simbólica, encontramos algunos elementos

temporales a través de símbolos de la época colonial en México. En este contexto temporal,

los siglos XVI y XVII están presentes en nuestra obra literaria, por lo que constatamos su

estrecha relación con el imaginario cultural y la memoria colectiva, así como nuestra actual

visión de mundo como grupo cultural.

En todo este mundo simbólico, de ídolos, de máscara, sombras y de religiosidad, no

podemos dejar de mencionar la importancia del mito. En este sentido, es oportuno referirnos

a la opinión que García Peña tiene del lenguaje simbólico:

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Como hemos dicho, el lenguaje de los mitos son los símbolos; para Octavio Paz (1987) el

imaginario es el cúmulo de las representaciones humanas; es una manera de situarse

frente a las tradiciones heredadas del pasado, dirigirnos hacia el futuro y actuar en el

presente, que nos recuerda la fuerza colectiva del imaginario: Los mitos se comunican

entre ellos por medio de los hombres y sin que éstos lo sepan” (Paz, 1987 citado en

García Peña, 2007,79).

Los hallazgos de los mitos de ‘En busca del paraíso perdido’, ‘el mito de la Malinche’, ‘el

mito de Ifis’, el de ‘La eterna Juventud’, ‘el mito de Afrodita’, el ‘mito del narcisismo’, entre

otros, dan idea de la vigencia de una búsqueda de los tiempos pasados y también demuestran

la estrecha relación entre mitología-literatura en las actuales sociedades, vinculación que

antes era considerada erróneamente como propia sólo de las sociedades más antiguas.

Carmen Boullosa, como muchos otros escritores contemporáneos recurren a los temas

históricos, a los periodos pasados como el México Prehispánico y el México Novohispano

para releerlos, reinterpretarlos, como otra forma de reescribir la historia. En este sentido y

desde la perspectiva simbólico-mítica es oportuno reiterar que Boullosa es una informante

privilegiada en nuestra literatura mexicana actual.

5.3. Siglo XXI (Tiempo cuatro). Tiempo del lector

Para quienes leemos Duerme en nuestro tiempo (a principios del XXI), la autora -a pesar de

tratar un tema que aborda acontecimientos pasados, como la época colonial-, nos da una serie

de pistas introductorias a través del subtitulado de cada capítulo que nos guían y acompañan

como lectores, como en su momento lo hicieran las Crónicas de Indias.

Al respecto, Julio Ortega (1999) hace referencia de que cada libro de Boullosa tiene

su propia estrategia de lectura:

Cada libro diseña también su propia estrategia de lectura, para guiar al lector en el

proceso del rehacer el camino del texto; en verdad, cada texto propone un ‘taller’ de su

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propia lectura gracias a la dimensión, tácita o explícita, de un diálogo sobre los límites del

mismo relato (p.32).

Las novelas de Boullosa toman la historia a secas para edificar en el lector sentimientos y

posibilidades de existencia que amplían la forma de comprender el presente. Para Sánchez

Benítez (2006), la historia última se descubre:

en lo inesperado, en zonas inciertas donde el lenguaje es capaz de calar el silencio del

tiempo; de incorporar sucesos más comprensibles en una lógica de las tradiciones y la

cultura subterránea de quienes fueron desplazados por la destrucción de sus dioses, que

en la apariencia confortante del mundo establecido o convalidado;… exhumar el cuerpo

olvidado (p.128).

Para el mismo autor, entonces, la literatura de Boullosa pareciera exceder el registro actual de

la fantasía hispanoamericana al exigirle una comprensión más unitaria del tiempo, más

orgánica en sus incidencias en la realidad. Son las palabras, finalmente, las que harán que el

pasado vuelva -al encarnar en la mirada del lector- y logre vincularlo con el futuro a través

del presente. En efecto, creemos que es gracias a que Boullosa despierta con su escritura ese

tiempo pasado, podemos ponernos a dialogar -en pleno siglo XXI- con los tiempos presente y

futuro.

Carlos Fuentes en Tiempo mexicano se pregunta ¿podemos, simultáneamente, hacer

presentables todos nuestros pasados y utilizarlos para la comprensión y justificación tanto de

la vida interna como del orden externo de las cosas? (Fuentes, 1978,62). Una respuesta a ello

querrá ofrecerla la literatura, entendida como el fresco inventivo, imaginativo, que no se

cansa de descubrir y mostrarnos lo que somos; el rostro oculto de un racionalismo atravesado

por las incompatibilidades del deseo, las pasiones, el azar, la circunstancia.

Sánchez Benítez (2006) considera que el pasado sólo puede ser reinventado, para

saldar cuentas con él, y para encontrar las líneas de fuerza más consistentes que nos ayuden a

construir el presente y el futuro. El propio Fuentes menciona la importancia de un lenguaje

nuevo:

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Nombrar lo desconocido, lo que el conquistador no pudo decir a propósito de una

realidad inédita para la que sólo tuvo imágenes vagas, comparaciones aproximadas,

semejanzas nostálgicas; dar voz a quienes no la han tenido; oponer “el lenguaje de la

pasión, de la convicción, del riesgo y de la duda a un lenguaje: el secuestrado por el poder

para dar cimiento a una retórica del conformismo y del engaño” (Fuentes, 1978, 64).

Al finalizar la novela, la narradora-protagonista es una durmiente que despierta en 1597,-

luego de 25 años- para unirse al amado y emprender una lucha utópica en contra de los

españoles. Al respecto, Paola Madrid considera que:

pese a esta fragmentariedad e indefinición, Claire -en los sueños del poeta enamorado

Pedro de Ocejo- es capaz de liderar una rebelión indígena en contra de los españoles y

consigue echarlos de la ciudad de México. Es un sueño, una utopía, otra reescritura (im)

posible de la historia (p.6).

Respecto de la fragmentación, Trejo Téllez (2005) hace énfasis en que: “Duerme tiene nueve

divisiones, cada una con título individual y es lo que constituye la fragmentación” (p.22). Por

otra parte, Paola Madrid señala que, aunque en Duerme se esboza la posibilidad de cambiar

la historia de México mediante la restauración de la cultura indígena tras una imaginaria

batalla contra los españoles, como se ha señalado antes, la utopía queda al margen de la

historia porque sólo existe en la mente de un poeta y no en la de un historiador.

Duerme es un relato enriquecido gracias a un discurso en el que prevalece la

intertextualidad: Sor Juana Inés, Cervantes de Salazar, el discurso del cuento clásico de la

Bella Durmiente del bosque y el Gato con botas, el pensamiento de poetas novohispanos

como Pedro de Trejo, una vasta investigación histórica y documental sobre la época

abordada, son algunas referencias a otros textos. En Duerme, Carmen Boullosa se apoya en

textos pre-existentes y re-escribe un nuevo discurso o nueva mirada sobre ese episodio de

nuestra historia, donde la ficción, la realidad, la imaginación y la creación literaria son

capaces de entablar un diálogo entre los tiempos pasado y presente.

Es importante resaltar que en el discurso de la novela -expuesto mayoritariamente por

la voz de la protagonista- establecimos un diálogo del texto literario con otros tiempos,

produciendo una serie de reflejos de otros tiempos, como espejo que reflejará rostros ocultos.

Recordar para no olvidar, y desear para seguir inventando y descubriendo. Duerme como

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novela latinoamericana, recupera mundos perdidos, de historias desaparecidas, la cual si

olvidamos, nos condenamos también al olvido.

Novela que es expuesta de manera magistral, innovadora, creando laberintos con el

lenguaje para que -gracias al monólogo interior que emplea la protagonista, de manera

impulsiva-, registre minuciosamente sus impresiones del ‘Nuevo Mundo’. Al respecto,

Giovanna Minardi (199) considera que indudablemente,

el uso del yo en nuestra novela, permite una variedad de enfoques: concentrarse en

transmitir una visión inmediata de los acontecimientos que ocurren en ese momento,

transmitir rasgos psicológicos de la protagonista, además de recrear un tiempo

retrospectivo que permite una superposición temporal y una acumulación intensiva del

significado (p. 156).

Probablemente Carmen Boullosa al dejar como narrador a Pedro de Ocejo mientras Claire

duerme, parece aludir algunos rasgos similares con el poeta novohispano Pedro de Trejo.

Ambos fueron perseguidos y severamente castigados por la Inquisición e incluso, al final de

sus vidas, a los dos se les permitió vivir, pero les prohibieron escribir.

Pedro de Ocejo narra los últimos capítulos de Duerme en estado somnoliento y es él

quien menciona el desenlace de la obra literaria estudiada. El poeta enamorado de Claire ve

lo que ocurre en 1597, luego de que ella despierta de su largo sueño en un bosque del Potosí.

Una vez que es devuelta e instalada en la ciudad de México, encabeza una rebelión indígena

contra los españoles -y también en el estado onírico- los echa fuera de la ciudad de México.

La autora se vale de un tiempo más reciente -1994- para exponer su discurso, a pesar de

abordar un pasado histórico.

Gracias al agua de los lagos prehispánicos, Claire adquiere la inmortalidad. Y el

tiempo de la historia narrada, es decir, el discurso de Duerme tiene cambios significativos, en

donde la protagonista logra mostrarnos algunos rasgos y elementos del imaginario cultural y

del espíritu de la época prehispánica y a la vez colonial. El tiempo o maneras de alterar el

orden del relato en Duerme se presentan en retrospectiva a través de Claire, luego de que es

ahorcada, visualiza la antigua belleza y majestuosidad de la Gran Tenochtitlán, con templos

blancos cubiertos, frescos, relieves y esculturas.

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Aunque sus reminiscencias van más atrás, debido a que Boullosa -a través de la

narradora- rememora hechos anteriores a su llegada al ‘Nuevo Mundo’ cuando ella todavía

era una pirata:

… me veo con mi último cliente, me veo emborrachándolo, robándole su ropa, subiendo al

último momento en el barco {…}, (veo) el Caribe, la isla, el negocio del contrabando, la

bodega, los bucaneros… Me veo cuando comprendí que me convenía arriesgarme y llegar

a México, y veo que acá me llevan a la fuerza, ataviada de otro, a la horca y a la muerte

(Duerme: 35-36).

Como lectores del siglo XXI, encontramos elipsis o supresiones del tiempo en general en la

novela, mismas que ocurren principalmente durante el sueño de Claire en el bosque, dado

que durante su ausencia, en la novela sólo se dice que el poeta Pedro de Ocejo ha envejecido

notablemente, que el Virrey y “la india de las manos tibias” ya han muerto, y que la italiana

se encuentra recluida en la cárcel; pero no ofrece otro tipo de detalles.

La tesis principal que aparece en El tiempo y el Otro de Lévinas, publicada en (2004)

consiste en pensar el tiempo no como una degradación de la eternidad, sino como relación

con aquello que, siendo de suyo inasimilable, absolutamente otro, no se dejaría asimilar por

la experiencia, o con aquello que, siendo de suyo infinito, no se dejaría com-prender, si es

que ese Infinito o ese Otro tolera que se le designe con el dedo mediante un demostrativo,

como un simple objeto y no exige un artículo determinado para tomar cuerpo (Lévinas,

2004,69).

Carlos Fuentes, en Tiempo mexicano (1978) considera que el pasado contiene todas

nuestras imágenes, todas nuestras aspiraciones, todas nuestras soluciones, el pasado nos

desnuda y pone de cara al pasado. Consideramos que Duerme está dentro de lo mejor de la

producción literaria de Boullosa, es un constante llamado a la toma de conciencia sobre

identidad nacional, femenina y como grupo social.

En “Narrativa mexicana actual” J. Antonio Masoliver (2004) hace referencia a que -

mediante su conciencia crítica- con su reivindicación del indio y su reivindicación del

derecho de la mujer a elegir su propio destino, acaba por convertirse en la conciencia activa

de México. Al final de la novela, el nivel simbólico se acentúa con la muerte de Pedro de

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Ocejo y su convicción de que ella, que representa el espíritu del nuevo México, mientras está

en el Valle, nadie podrá darle muerte.

Masoliver Ródenas menciona que en la visión crítica del presente mexicano de Héctor

Aguilar Camín, centrada en el poder, en el testimonio de la desintegración o descomposición

del poder y, con el poder, del país de Juan Villoro o en el regreso, en Carmen Boullosa, a la

Conquista y a la Colonia para soñar un México que no ha sido, hay una preocupación por la

realidad mexicana, por su pasado, su presente y su futuro, una visión que surge de la ciudad

de México y que, en mayor o menor medida, trata de proyectarse nacionalmente.

En el universo narrativo de Duerme, Boullosa maneja hábilmente el espacio-tiempo,

de tal manera que logra superponerlos, como un emplasto temporal, que como una serie de

reflejos o espejeo relaciona los cuatro tiempos: Los siglos XVI-XVII, XX y XXI. Aunque

consideramos que los dos primeros siglos son los que mejor se mezclan o empalman,

mientras que los dos últimos se relacionan, uno por ser el año de publicación y el último, por

ser el tiempo en que como lectores del siglo XXI percibimos a Duerme.

Definitivamente Duerme, es una novela atemporal discursivamente hablando,

representa un reto para poner mayor atención en la trayectoria social de nuestra nación

mexicana -a seguir indagando sobre la diversidad social, económica y cultural- para proponer

reformas que hagan evidentes las lógicas del poder que todavía prevalecen. Mediante

Duerme, Carmen Boullosa nos ofrece una meditación sobre el pasado, presente y futuro de

México desde una perspectiva diferente, como un espejeo que refleja -de diferentes maneras-

los cuatro tiempos referenciados en el relato.

Además, Boullosa introduce el sexo entre la historia y el sueño. Pero su sueño es sólo

un aplazamiento de la muerte y alrededor del sueño sexual sigue creciendo la pesadilla

histórica, caen los templos indios, se levantan las catedrales barrocas. En este contexto,

México despierta porque Boullosa, como novelista de nuestro tiempo lo ha convocado.

Por eso Gunn (2003) considera que esta novela es más que un tratado feminista, una

aventura picaresca o una historia carnavalesca: más bien, es un ejemplo de la reescritura de la

época colonial mexicana y representa una fuerte crítica social que repercute hasta la

actualidad.

Conviene estar atentos a las lecturas de Boullosa, de lo contrario, para un lector

inocente es fácil perder el control sobre su lectura, para verse invitado a inventar la

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redefinición de otra legibilidad. En este sentido, Carlos Rincón (1999), percibe que una

escritora como Carmen Boullosa nos enseña un desconocido goce de la lectura y se inscribe

en el horizonte de la literatura mundial del siglo XXI. Para Corinne Machoud (1999) “los

textos artísticos de Boullosa se entregan a una trampa de entretenimiento (metamorfosis) a

pesar de saber que es trampa” (p.56). Pero es más, ponen a sus lectores en la misma trampa a

resolver y a traducir su propia metamorfosis; el libro -como dice Boullosa-, se vuelve más del

lector que del autor y es el lector quien se ve involucrado a recrear la ficción (la Historia), la

imposible mexicanidad o F/familia.

Boullosa representa una de las vocaciones históricas de la más nueva novela

hispanoamericana y que, por lo tanto, entiende que la reflexión sobre el pasado no puede ser

sino un signo de narrativa para el futuro. Carlos Fuentes sostiene que “La ficción tiene en ella

el poder de decir que el pasado no ha concluido, que tiene que ser re-inventado a cada

momento para que no se nos fosilice entre las manos” (Fuentes, 1990, 23).

La literatura de Boullosa pareciera entonces, extender el registro actual de la

“fantasía” hispanoamericana al exigirle una comprensión más unitaria del tiempo, más

orgánica en sus incidencias en la realidad. En este aspecto, Sánchez Benítez (2006) cree que

“Son las palabras, finalmente, las que harán que el pasado vuelva -al encarnar la mirada del

lector- y se vincule al futuro a través del presente” (p.128).

Como ya comentamos en este capítulo, el tiempo es una de las herramientas literarias

que mejor usa nuestra autora para mostrarnos otra lectura de épocas pasadas, pero que siguen

vivas y se relacionan de diversas maneras con el futuro. Para cerrar nuestro análisis de

Duerme, a continuación ofrecemos el apartado de las conclusiones.

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Conclusiones

Mediante el análisis de Duerme en este trabajo, queda demostrado que ya es un relato

literario imprescindible para la literatura hispanoamericana actual. A raíz de su publicación

en 1994 ha sido objeto de numerosos estudios, así como de interpretaciones y lecturas

diversas que dan cuenta del interés que ha despertado su narrativa en algunos estudiosos de

las letras. Sin embargo, todavía no está concluido el estudio de su obra, de tal manera que son

inagotables las futuras miradas que puede aceptar debido a que es una novela que fácilmente

podría estudiarse desde una perspectiva psicológica, histórica, sociológica, estilística y

feminista, entre otras.

Por los diversos estudios ya comentados anteriormente y por el interés que ha

despertado en las jóvenes generaciones interesadas en la literatura mexicana, hispanoamericana

e incluso, por las especialistas -cuya lengua no es precisamente la hispana-, puedo considerar

que nuestro relato es una obra literaria de suma importancia en la novelística mexicana.

En el estudio de Duerme, Carmen Boullosa nos mostró el periodo de la época

colonial, en donde la simulación y las apariencias -como mecanismos para sobrevivir-

jugaron un papel importante para los habitantes del México novohispano. También fue

imprescindible para el desarrollo del relato, esa eterna búsqueda de la identidad nacional y la

identidad femenina e individual.

El hecho de que Duerme empiece en plena acción, permite al lector involucrarse de

inmediato en el fascinante mundo narrativo que ofrece Boullosa, ambiente en el que los

símbolos y ambigüedades nos invitan a preguntarnos sobre lo que acontecerá a futuro y saber

cuál será el final de la novela.

En nuestro relato novelado pude vislumbrar la conjugación de algunos de los temas

que nos siguen impactando como nación: nuestros orígenes, nuestro pasado indígena-

español, nuestra memoria colectiva, nuestra identidad. Lo anterior pudo ser constatado

cuando Boullosa nos presenta como personaje principal a una mujer pirata, recién

desembarcada del Mar Caribe, así como al recurrir al mágico mundo azteca -con la

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consecuente devastación indígena- luego de La Conquista, que dio como resultado a la

compleja identidad mestiza, a la multiculturalidad y etnicidad de este gran mosaico cultural

que es México.

Los conceptos de memoria e identidad relacionados con nuestro origen fueron

indispensables para profundizar en el majestuoso ambiente prehispánico, colonial, hasta

llegar al México actual. Ese estrecho vínculo con nuestro pasado indígena-español, Boullosa

lo presenta como un tema inherente a nuestra identidad.

A través de recursos del mundo colonial, fue posible respirar y sentir el ambiente del

contexto de la Nueva España, en donde sus habitantes vivieron en carne propia un sinnúmero

de cambios religiosos y culturales, producidos en el agonizante mundo indígena y en los

albores del México mestizo. En esta ‘semiósfera’ colonial pude ver, como señala la

contraportada del libro, “fundidas las creencias mágicas de los indígenas y la realidad

hispana en una trama ampliamente documentada en sucesos históricos”.

Más que una novela de aventuras, contada a través de la narradora-protagonista, la

autora de Duerme pone al descubierto una serie de problemáticas sociales que no fueron

exclusivas de la Colonia y de una raza conquistada. Sólo basta ver que muchas de ellas han

permanecido a través del paso del tiempo. No es casual entonces, la insistencia de Boullosa

de hacernos mirar hacia lo ‘Otro’, o la ironía del ‘choque con lo Otro’, como afirma -Carlos

Rincón- debido a que el indígena también es parte de lo ‘Otro’, lo subalterno, lo marginal, lo

diferente.

En este aspecto, creo que la universalidad de Duerme reside, precisamente, en que en

su argumento encontramos coincidencias muy similares a las que vivieron sus personajes,

quienes asumían actitudes que todavía padecen algunas personas en nuestra mundo actual y

en cualquier parte del mundo.

Para manifestar su inconformidad con los conquistadores, Claire se vale de la

reiteración como elemento literario efectivo para describir situaciones y para hacernos

recordar y no olvidar nuestro arraigo. Además de que enfatiza en el trato injusto y despótico

que daban a los conquistados el Santo Oficio y la misma corona española en manos de las

autoridades virreinales, quienes abusando de su excesivo poder, culpaban de hereje a quienes

querían y afirmaban que olía a azufre cuando a lo único que olía era a flores, además de

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recurrir a prácticas de discriminación abusivas, de despojo y maltratos con la finalidad de

lograr sus intereses económicos.

Mediante una versión alternativa o imaginada de un pasado subterráneo, en Duerme -

de acuerdo con Fuentes-, se cuestiona y subvierte la historia institucionalizada y maquillada

para hacernos ver una conquista espiritual y cultural menos cruel. Boullosa pertenece a una

generación literaria caracterizada por grandes crisis económicas y culturales, para quienes

una temática muy abordada precisamente es el pasado histórico y la identidad mexicana.

Duerme como novela sobre la mexicanidad, es atemporal discursivamente hablando,

representa un reto para poner mayor atención en la trayectoria social de nuestra nación

mexicana, para proponer reformas que hagan evidentes las lógicas del poder que todavía

prevalecen. Duerme ofrece una meditación sobre el pasado, presente y futuro de México,

como un espejeo de todos los tiempos referenciados en el relato.

A la vez que logra empalmar algunos periodos históricos como los siglos XVI y

XVII que permiten -de igual manera, reflejar algunos elementos en el México del siglo XX y

todavía llega a nuestro tiempo de lectores pertenecientes al siglo XXI. Coincidimos con

Carlos Fuentes al considerar en Tiempo mexicano (1978) que el pasado contiene todas

nuestras imágenes, todas nuestras aspiraciones, todas nuestras soluciones, el pasado nos

desnuda y pone de cara al pasado.

No es nada fortuito que -como cualquier relato novelado- nuestra autora también se

valga del recurso de la ficción para ofrecernos impresionantes historias en Duerme. Historias

en donde la fantasía se revela frente a la historia y la obliga a ser algo más. En ese sentido -en

términos de Roberto Sánchez- podemos comprender que Boullosa insista en que la ficción

deberá ser dueña del futuro, ya que sólo quedarán nuestros sueños, lo que hemos imaginado,

tal y como quedan de las civilizaciones sus ornamentos, templos, palacios, los lujos que

alguna vez se permitieron.

De ahí que algunos de los personajes de Boullosa atrapen al lector por ser ajenos a

los que normalmente nos presenta la Historia oficial: piratas, indígenas, niñas sin identidad,

extranjeras, prostitutas, bucaneros, santas-milagrosas, Moctezuma, etcétera. Así como el

recurrir a la indefinición -o anonimato de algunos personajes- como lectores del siglo XXI

nos permite descubrir, explorar, deducir diversas opiniones que nos permiten llenar los

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espacios vacíos que tiene toda gran obra literaria y que permite bastantes posibilidades para

abrir infinidad de puertas hacia una amplia gama de posibilidades de significados.

El lenguaje utilizado en Duerme es muy importante, innovador y con un manejo

diestro, construye para destruir, como diría Carmen Boullosa. No es casual entonces ese

gusto por ‘contar historias’ manifestado por la misma autora y que en nuestra obra quedó

hábilmente expuesto. Aparte de recurrir a la simulación, también encontramos una riqueza al

emplear un lenguaje simbólico, manifestado mayoritariamente en un monólogo interior, y

desde luego, a los magistrales juegos temporales a los que Boullosa recurre. La

intertextualidad, la fragmentación, la alegoría, la parodia y la ironía -sutil pero siempre

manifiesta- son también elementos a través de los cuales nuestra narradora-protagonista

expresa su desacuerdo con el trato que daban los españoles a los indígenas, sobre todo y a la

infraestructura de lo que -en el tiempo textual- todavía prevalecía del México-Tenochtitlán.

La polifonía, la ambigüedad y el plurilingüismo son características afines a un

lenguaje carnavalesco -en términos de Bajtín- que dieron mayor riqueza a nuestra novela, sin

dejar de lado “a las palabras ajenas”. Consideramos importante manifestar que a primera

lectura nuestra novela, resultó compleja, de tal modo que por su estructura es factible su

estudio desde múltiples disciplinas. Sin embargo, nuestro intento por acercarnos desde una

perspectiva simbólica-mítica no está concluido, quedan abiertas diversas posibilidades que

nos llaman a seguirla estudiando, por ejemplo los símbolos de la flor, la piedra, la ciudad

mítica de Tenochititlán, por citar algunos, y los mitos de Afrodita y del narcisismo, el mito de

Ifis, el de La Malinche, el de la eterna juventud, y el de La búsqueda del paraíso perdido,

entre muchos otros.

El final abierto de la novela, parece ser una invitación a reescribir nuestra Historia,

aceptando tal vez la propuesta del poeta Pedro de Ocejo de un final irreal, como sueño

utópico, debido a que -de acuerdo con el texto estudiado- Claire “quedará durmiendo todos

los siglos, su historia quedará incompleta. ¿Qué no podría remediarlo?” (p.134). De esta

manera, el poeta recurre a la estrategia de “contar cómo habría terminado la vida de Claire,

de haber regresado ella a México, según convenga a mi seso y conjetura” (p. 134).

Para las letras mexicanas, la obra narrativa de Boullosa todavía no es lo

suficientemente explorada, ni se vislumbra ni estudia en su totalidad, sobre todo si hablamos

de la perspectiva simbólico-mítica, interpretación con la que nos acercamos a esta

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investigación. En este sentido, es oportuno enfatizar que el tratar de leer símbolos en el texto

literario nos permitió disfrutar de sus variantes únicas e irrepetibles, pero a la vez, ponernos

en el camino de las representaciones culturales compartidas de grupos y colectividades. De

esta manera, constamos que el símbolo existe antes del texto dado e independientemente de

él: procede de la profundidad de la memoria de la cultura, resurge en la memoria del escritor

y encarna en el nuevo texto.

Las aportaciones centrales de Gilbert Durand, Bachelard, Ricoeur, Lotman, Mijail

Bajín respecto del símbolo, cultura y la perspectiva simbólico- mítica, fueron imprescindibles

para la elaboración de este estudio, al igual que algunos conceptos de Carl Jung, con quien -

al igual que García Peña (2007)- compartimos la idea que se deriva de sus planteamientos y

que nos lleva a creer, si no en la universalidad e innatismo de los símbolos, sí en su preciosa

ancianidad heredada por la tradición compartida de grupos culturales específicos, que a su

vez los marcan con sus particularidades y los dotan de validez global y estable a través de la

historia de la cultura.

Respecto de la mirada simbólico- mítica, es importante dar cuenta de que en Duerme

existen una serie de significados que nos remiten a la riqueza semántica del agua y la forma

en que se desplaza por la novela. La idea de constante viaje y desplazamiento, evidencia a

una novela en la que el movimiento y la sonoridad están presentes, además de relacionarlas

con leyendas como la de La llorona y la de La mujer dormida así como de su importancia en

el ritual del sacrificio y del bautismo, gracias al cual la vida de la protagonista fue

transformada. Su presencia en Duerme fue vital, como agua sagrada, con una gran carga

mágica y con una amplia gama de posibilidades de significado. Aguas indígenas, sagradas

que bautizan a Claire para ‘renacer’ en el Nuevo Mundo.

No menos importante que el símbolo del agua, resultó el análisis de los símbolos del

cuerpo y la fiesta. De los cuales, el agua y el cuerpo, crearon isotopías al aparecer en el texto

de manera reiterada una serie de elementos semánticos que conformaron una constante de

sentido y significación de la lectura. Del cuerpo como símbolo, pudimos seguirlo mediante

una serie de secuencias temporales ocurridas en la novela que obligaron a Claire a adoptar

identidades y cuerpos diferentes en la época colonial. El cambio de cuerpo y ropa, en efecto,

representó una alternativa para que Claire sobrelleve el contexto colonial, caracterizado por

grandes cambios sociales y contradictorios.

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En un intento por tratar de conjuntar el espacio y tiempo de la novela, analizamos los

diferentes rostros que encarnó el cuerpo de la protagonista al ser el espacio donde ocurren

nuevos experimentos y extrañas sensaciones. Evidentemente el cuerpo de Claire como

nuestro México, sufre una serie de desdoblamientos y contradicciones. Ella encarna la

conciencia crítica de México, la reivindicación del indio y de la mujer, es finalmente la

conciencia activa de México. Mientras que el espacio de la fiesta del bautismo sirvió como

motivo para oficializar el poder español sobre el mundo vencido.

Boullosa, al igual que otros escritores de nuestros tiempos, vuelven al mito, al

lenguaje simbólico, a narrar acontecimientos antiguos cargados de un simbolismo cultural

que es parte de nuestra naturaleza humana. Los símbolos estudiados en el presente trabajo

nos permitieron acercarnos a la reiterada presencia del discurso del agua de los lagos

prehispánicos, el cuerpo y la ropa, la fiesta, las voces narrativas de Sor Juana Inés de la Cruz

y Cervantes de Salazar, principalmente, así como la reiterada presencia de los cuatro tiempos

–siglos XVI, XVII, XX y XXI como elementos simbólicos en Duerme.

Desde una mirada de hibridación cultural, pero sobre todo, desde una percepción

simbólica-mítica, fue posible sumarnos a la larga lista de estudiosos de la literatura de

Carmen Boullosa. Vislumbramos un futuro literario todavía más prometedor del que ya ha

demostrado la genial escritura de nuestra autora. Consideramos que Duerme está dentro de lo

mejor de la producción literaria de Carmen Boullosa, es un constante llamado a la toma de

conciencia sobre identidad nacional, femenina y como grupo social. No es casual que tanto la

crítica literaria nacional e internacional la reconoce como una de las más importantes

exponentes de la literatura mexicana.

La literatura basada en un contexto poscolonial sigue emergiendo y cada vez adquiere

mayor fuerza, misma que empuja su obra. Carmen Boullosa es una gran escritora que -en

Duerme- imagina lo inimaginable, piensa en nuevas relaciones sociales y nuevas formas de

organización simbólica y social. Queda, entonces toda una serie de exploraciones más,

aunque ya su creación literaria es muy importante para las letras hispanoamericanas. Su

influencia como promesa mexicana, pertenece al futuro pero es una futuridad ya legible. Es

notable la participación en el desarrollo de las letras mexicanas.

Al igual que otras estudiosas, algunas de las razones que nos motivaron a estudiar a

Carmen Boullosa fueron principalmente porque visualizamos en ella una forma innovadora

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de comprender las actuales tendencias literarias, reflexivas en el campo de la historia y la

cultura, y por lo otro, porque hay rupturas que lleva a cabo y el descreimiento que tiene sobre

ciertos mitos que han conformado una imagen, tanto en el interior como hacia afuera de las

culturas iberoamericanas.

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