FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS132.248.9.195/ptd2016/abril/0742903/0742903.pdf · 2018. 9. 7. ·...

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS COLEGIO DE HISTORIA MEMORIA COLECTIVA EN TORNO DEL CULTO AL CRISTO NEGRO EN EL SANTUARIO DE OTATITLÁN, VERACRUZ. (S.XX) TESIS QUE PARA OBTENER EL GRADO DE LICENCIADA EN HISTORIA PRESENTA: VERONICA ESPINOSA GARDUÑO ASESOR: DR. J. JESÚS MARÍA SERNA MORENO MÉXICO, CIUDAD UNIVERSITARIA, ABRIL, 2016.

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

COLEGIO DE HISTORIA

MEMORIA COLECTIVA EN TORNO DEL CULTO AL CRISTO NEGRO EN EL SANTUARIO DE OTATITLÁN,

VERACRUZ. (S.XX)

TESIS

QUE PARA OBTENER EL GRADO DE LICENCIADA EN HISTORIA

PRESENTA:

VERONICA ESPINOSA GARDUÑO

ASESOR:

DR. J. JESÚS MARÍA SERNA MORENO

MÉXICO, CIUDAD UNIVERSITARIA, ABRIL, 2016.

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1

A mi madre y mis hermanas por su presencia incondicional.

A Diego por tanto amor.

A los santuareños por compartir conmigo sus vivencias y memoria.

A mis amigos porque su existencia me entusiasma el camino.

2

Un par de agradecimientos muy especiales.

Para Chucho, porque con su consejo y acción nos estimula a continuar

conscientes y comprometidos con nuestra gente. Gracias también al CIALC y a

todos quienes conforman al proyecto PAPIIT-IN 404013 “Interculturalidad y

relaciones interétnicas entre los afrodescendientes y los indígenas de México y

Nuestra América” por permitirme participar como becaria y adquirir aprendizajes

tan significativos.

Igualmente gracias al CEIICH y a los miembros del proyecto PAPIIT -IN 400911

“Geografías médicas. Discursos, prácticas y representaciones de la medicina en la

Nueva España (siglos XVI-XVII)” por las experiencias académicas que obtuve

durante mi participación como becaria en el proyecto, gracias al Dr. Mauricio

Sánchez Menchero porque su siempre atenta lectura y sus comentarios han sido

de gran ayuda en la construcción de mi investigación.

3

Memoria colectiva en torno del culto al Cristo Negro en el Santuario de Otatitlán, Veracruz. (S.XX)

Índice

Introducción .......................................................................................................... 6

1. Desarrollo histórico de la localidad ........................................................24

1.1 Las culturas mesoamericanas y su relación con el bajo

Papaloapan.

1.2 La invasión Española: el proceso colonial.

1.3 La evangelización.

1.4 De la conformación del municipio a la Guerra Cristera.

1.5 Del “oro verde” a finales del siglo XX.

2. La composición étnica en Otatitlán ......................................................... 54

2.1 Los antecedentes indígenas.

2.2 La transculturación colonial.

2.3 Los habitantes del Santuario en el siglo XX.

3. Las festividades en el Santuario ............................................................. 69

3.1 La Santa Cruz el 3 de mayo.

3.2 La exaltación de la Santa Cruz, origen y desarrollo.

4. El culto al Cristo Negro en Otatitlán ....................................................... 87

4.1 La efigie de Cristo Crucificado.

4.2 Memoria colectiva en torno a la hierofanía, el mito en el siglo

XX y sus antecedentes.

4

4.3 La Profanación del Señor del Santuario.

5. Conclusiones .......................................................................................... 114

6. Bibliografía .............................................................................................. 125

7. Anexo ....................................................................................................... 131

7.1 Documento

7.2 Entrevistas

7.3 Ilustraciones

5

ALABADO DEL SEÑOR DE OTATITLÁN

Bendito sea y alabado el Señor de Otatitlán.

Que en aqueste su santuario

es consuelo universal.

De los cielos descendió con hombres a conversar.

Que son todas las delicias de su amor y su bondad.

En el purísimo vientre de María terso cristal.

Por obra del Santo Espíritu

se vistió carne mortal.

Para en ella redimirnos padeciendo hasta expirar.

Y con su vida y ejemplo enseñarnos la verdad.

En su santísima vida a todos quiso tratar.

Con satisfacción de hermanos

con cariño paternal.

6

D

Introducción

esde que comenzamos este proyecto, nos hemos planteado la

investigación de la religiosidad en Otatitlán con la premisa de poder

contribuir en el campo de las ciencias sociales, específicamente en el

estudio de la religiosidad contemporánea, generando en lo posible la comprensión

de un área no explorada como lo es; la memoria colectiva de los otatitlecos.

Nos planteamos como objetivo principal el análisis del tejido social otatitleco

en su relación con lo sagrado, a partir de la interpretación de textos culturales

múltiples que nos permitieran demostrar la composición holística de la religiosidad

local y regional. De hecho nos interesaba que el fenómeno religioso local no

quedara desdibujado de procesos más amplios, a la vez que se comprendiera en

su especificidad.

El proceso de investigación ha tenido como eje principal las siguientes

preguntas: ¿Qué tipo de dinámicas colectivas permiten que un fenómeno religioso

se continúe a pesar de los cambios sociales?, ¿En qué forma la memoria colectiva

común entre los otatitlecos se va a relacionar con el culto al Cristo Negro?, ¿Qué

función cumple el culto al Cristo Negro entre la comunidad de otatitlecos?, y ¿Cuál

es la importancia del santuario de Otatitlán en el Sotavento?

Al principio de la investigación, cuando realizamos el primer acercamiento a

la cultura de los otatitlecos, nos percatamos de la importancia que tienen las

fiestas de mayo y el culto al Cristo Negro entre la comunidad, lo que nos llevó a

plantearnos las siguientes hipótesis para nuestra investigación:

I. Las dinámicas de cambio sociocultural en Otatitlán han estado

profundamente vinculadas al culto al Cristo Negro. La religiosidad que de

ello se desprende ha sido incorporada al espacio social a través de relatos

y rituales que fortalecen y también articulan la identidad de los otatitlecos en

el marco de la localidad y la región Sotavento.

7

II. Las fiestas de mayo en Otatitlán son parte de un entramado simbólico inter

relacionado a las culturas agrícolas del maíz que se desprende de la

antigua Mesoamérica.

La religiosidad y la formas de devoción van a ser entendidas en un sentido

general como acción contractual, por medio de la cual el fiel da y solicita en un

modo simbólico de intercambio; la necesidad explicativa a partir de entidades

superiores y el depósito de obligaciones en estas entidades con base en las

propias necesidades materiales, son también fundamentales para entender el

fenómeno religioso. Así lo sagrado es intencional, pues existe aunque no existiera

ninguna realidad divina.

Consideramos que hablar de religiosidad popular es un tanto ambiguo, mejor

pensamos en términos de qué y quienes lo practican, utilizamos “religiosidad local”

entendiendo tal categoría como la focalización de una forma de culto, en base a

vínculos identitarios en una comunidad, en este caso, la comunidad de otatitlecos.

Acerca de la delimitación espacio-temporal de esta investigación tenemos

que considerar lo siguiente; el trabajo aborda el siglo XX, porque es a partir de

inicios de tal siglo que el Sotavento se vuelve sinónimo de la “cuenca del

Papaloapan” (aunque se reconoce la existencia de las llanuras de Sotavento) y

porque a mediados del siglo se comienzan a dar cambios significativos en lo

cultural; el crecimiento urbano de los años cincuenta, la introducción de los medios

masivos de comunicación, los nuevos transportes y la migración entre otros

aspectos nos dan idea de los cambios acaecidos en la sociedad1 y sus formas de

relación con lo sagrado.

1 Federico A. Bolaños y Serrato, “Capitalismo o evolución: la disyuntiva latinoamericana”, en:

Revista Latinoamericana de Economía. Problemas del desarrollo. México. Vol. 23, No. 91, octubre-

diciembre de 1992. passim.

8

Sotavento

Cuenca del Papaloapan

Villa de Otatitlán

Los cambios en las relaciones sociales se comienzan a ver con mayor

fuerza a partir de la segunda mitad del siglo XX, época en que se insertan las

políticas neoliberales en la zona, y se amplía la

actividad industrial; sus impactos ecológicos se

radicalizan. Así podemos observar con el analisis

de un siglo, los principales cambios y continuidades

de la sociedad que se vincula al santuario.

Se entenderá la influencia cultural del

santuario de Otatitlán en tres distintos niveles: el

pueblo de Otatitlán, el área cuenca Papaloapan y la

región Sotavento2. Siendo todas categorías originadas en temporalidades

distintas, pero que ayudan a explicar los rasgos culturales compartidos y los

límites de estos mismos ya en el s XX.

Hablar de sotaventinos, cuenqueños, jarochos, indígenas o mestizos lleva

ese rasgo de la distinción que ha sido un mecanismo ideológico; que ubica,

ordena y da significados, ya que asigna funciones, derechos y obligaciones en el

gran orden social, político y económico. Más adelante vamos a aclarar en que

sentido utilizamos estos términos.

Durante la investigación nos hemos centrado en Otatitlán, pero cuando es

necesario vamos hacia otras dimensiones como la cuenca del Papaloapan y el

Sotavento, aunque no son nuestro objetivo central.

Los conceptos clave

Identidad, memoria colectiva y tradición oral.

En esta investigación nos estamos situando en el plano de las colectividades, es

por eso que nos interesa analizar las experiencias compartidas por conjuntos

humanos en relación a lo sagrado. Los prototipos identitarios y la reafirmación

cultural, con sus orientaciones y representaciones internas y externas, son parte y

fuente de la diferenciación entre grupos que se da consciente e

2 Diagrama de elaboración propia.

9

inconscientemente, pues, los seres humanos tenemos la necesidad de ubicarnos

en el contexto social, pues sólo en la alteridad la identidad tiene sentido.

En la investigación la identidad es entendida como “la (auto y hetero)

percepción colectiva de un –nosotros- relativamente homogéneo y estabilizado en

el tiempo, por oposición a los –otros3- en función del (auto y hetero)

reconocimiento de caracteres, marcas y rasgos compartidos (que funcionan como

signos o emblemas), así como de una memoria colectiva común.”4

La memoria puede definirse entonces como “la ideación del pasado”5,

siempre en función del presente lo que hace dinámica, la memoria colectiva nos

refiere entonces al pasado compartido, construido y reconstruido constantemente

por el grupo. De hecho, tal pasado es funcional porque se reactiva en el presente

a partir de muchos mecanismos, que van desde las historias escritas, los rituales,

iconografía, etc. hasta la propia tradición oral que nos interesa particularmente en

esta investigación, porque supone la comunicación de la memoria colectiva de

boca en boca a futuras generaciones6.

La memoria colectiva es entonces: una constante actividad creadora en

función de la identidad social, que necesita ser aprendida y reaprendida

permanentemente. Para realizar la presente investigación se acude a la tradición

oral de los otatitlecos como fuente primaria, porque permite ahondar en la forma

en que sienten, viven y representan el fenómeno religioso del Culto al Cristo

Negro.

La larga duración, el núcleo duro mesoamericano.

El estudio de la religión como proceso histórico ha tomado en cuenta los

elementos de larga duración presentes en el culto y sus diversas formas de

expresión. En La Historia y las ciencias sociales, Fernand Braudel nos explica la

larga duración cuando nos dice que en el decurso histórico existen diversas

3 La alteridad va ser entendida justo como eso “otros”.

4 Giménez Montiel, Gilberto. Teoría y análisis de la cultura. México, 2006. Volumen I: p 90.

5 Ibid. P 97.

6 Jan Vasina. “Tradición oral, historia oral: logros y perspectivas” en: Historia, Antropología.

Fuentes Orales. No. 37. Año 2007, 3° época. (ENTRE-VISTAS). p 151.

9 Ibid. p 146.

10

realidades cronológicas, es decir, que el tiempo histórico ocurre en capas

simultáneas “como las hojas de un libro”. Esas diversas capas atienden a

procesos históricos distintos entre sí, pero, inseparables en lo social. Los temas

que atienden al individuo y al acontecimiento corresponden al tiempo breve; la

historia económica y social está ritmada lentamente, y la historia de aliento mucho

más sostenido pertenece a la larga o muy larga duración. 7

En este trabajo la propuesta de la larga duración ha sido retomada desde

las reflexiones de Alfredo López Austin: para entender como algunos de los

elementos que históricamente comprendieron la unidad mesoamérica se

prolongan hasta nuestros días. A tales elementos puede entéreseles bajo la

propuesta del núcleo duro mesoamericano8 del mismo autor.

En cuanto al núcleo duro, es el conjunto de elementos de una cosmovisión que

tienen una gran resistencia al cambio histórico y estructuran y dan sentido al resto de la

cosmovisión. El núcleo duro mesoamericano es una entidad de extraordinaria antigüedad:

fue formado por las sociedades igualitarias aldeanas del Preclásico Temprano, y muchos

elementos perduran en las comunidades indígenas de hoy, pese al tremendo impacto de la

conquista española.9

Una parte fundamental para este trabajo son las partes del núcleo duro

mesoamericano que refieren a los soportes del cielo en los árboles de los

extremos del mundo y el axis mundi en la planta del maíz, porque nos van a

ayudar a entender la importancia de una fiesta relacionada a los ciclos agrícolas;

la celebración de la Santa Cruz en Otatitlán.

El mito

El mito como forma de construcción y transmisión de valores sociales, nos ha en

permitido en parte, articular la función de la religiosidad en la colectividad. El mito,

como relato o forma de captar y expresar un tipo específico de realidad, es, en su

7 Fernand Braudel. “La larga duración” en: La historia y las ciencias sociales Madrid, 1979. Passim.

8Liviu Popescu y Javier Martínez Villarroya. Entrevista a Alfredo López Austin. En: EX NOVO:

Revista de historia y humanidades (en línea). No. 4. p 145-166. 2007.

http://www.raco.cat/index.php/ExNovo/article/view/144754 [Consulta: 15-02-16]

12 Ibid. p 108.

11

forma colectiva y tradicional, un “texto oral” anónimo, producto del pensamiento,

demostración del sentido interno de la vida humana.10

Las historias míticas son, entonces, hechos históricos de producción de

pensamiento social; inmerso en recursos de larga duración. “El mito es un hecho

complejo y sus elementos se aglutinan y ordenan principalmente en torno a dos

núcleos, que son recíprocamente dependientes, el primero, una concepción causal

y taxonómica de pretensiones holísticas y, el segundo, los relatos orales.”11

El mito se hace actualidad como “expresión repetida de un suceso

poderoso”. Comúnmente relata la irrupción del otro tiempo en el tiempo del

hombre, provocando el origen, principio o fundamento de algo relevante en lo

social. “Pero no sólo es necesario tomar en cuenta su génesis, sino su capacidad

generadora y condicionadora de otros procesos ya que se trata de un hecho

ideológico”.12

Los mitos, adquieren múltiples funciones en cada sociedad y, distintas

pueden operar simultáneamente, tales formas no son inmutables. Alfredo López

Austin identifica como las principales funciones del mito a las siguientes:

I. Mantiene viva la tradición, porque es uno de los lugares en donde la

memoria se conserva y se transforma.

II. Educa; bajo la transmisión generacional de valores y conocimientos.

III. Ordena el conocimiento; estructurando y clasificando el cosmos y en el

orden refuerza el saber; no se trata de explicar, sino de ubicar los

fenómenos al establecer un orden.

IV. Explica y es guía de la acción.

V. Cohesiona al reafirmar por medio de la creencia y la narración el

carácter común de los conocimientos y valores del grupo.

VI. Legitima y autentifica el poder al construir jerarquía.

10 López Austin, Alfredo. Los mitos del tlacuache. México, Alianza Editorial, 1990. p 47.

11Ibid. p 481.

12

La acción humana se produce en un medio en que los intereses

individuales, grupales o de clase son diferentes y opuestos, los mitos y las

creencias pueden validar derechos concretos entre distintos grupos de personas,

en un espacio social muy acotado.

La transculturación

El concepto transculturación nos funciona en este trabajo para dibujar los

procesos de unión de varias sociedades que desembocan en una nueva, hemos

optado por transculturación y no por mestizaje para diferenciar el proceso de unión

biológica, del proceso de cambio social que provoca tal unión.

Retomamos el concepto de Fernando Ortiz porque nos parece que da una

dimensión más profunda al proceso histórico de la composición étnica de los

pueblos de América como es el caso de los pueblos del bajo Papaloapan y nos

permite acentuar las relaciones sociales (sobre todo coloniales) que dieron forma

a la sociedad otatitleca y con ello a la religiosidad en torno al Cristo Negro.

Entendemos que el vocablo “transculturación” expresa mejor las diferentes fases del

proceso transitivo de una cultura a otra, porque éste no consiste solamente en

adquirir una distinta cultura, que es lo que en rigor indica la voz angloamericana

“aculturation”, sino que el proceso implica también necesariamente la pérdida o

desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una parcial

“desculturación”, y además, significa la consiguiente creación de nuevos fenómenos

culturales que pudieran denominarse “neoculturación”(...) En todo abrazo de culturas

sucede lo que en la cópula genética de los individuos: la criatura siempre tiene algo

de ambos progenitores, pero también siempre es distinta de cada uno de los dos. En

conjunto, el proceso es una “transculturación”, y este vocablo comprende todas las

fases de su parábola.13

Las fuentes.

Para realizar esta investigación, de corte histórico, podemos comenzar por

expresar que asumimos y nos planteamos el análisis como una “regresión”, es

decir, comenzando a investigar en torno a un momento cercano al presente, en lo

13 Fernando Ortiz. Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar (Advertencia de sus contrastes

agrarios, económicos, históricos y sociales, su etnografía y su transculturación). Cuba-España, 1999, p. 83.

13

que se ha llamado deconstrucción del presente, porque hemos ido de la

observación etnográfica a la construcción histórica.

Por lo anterior se acudió al testimonio surgido de la retroalimentación:

narrador-escucha en la entrevista oral y, también a otras fuentes, algunas de ellas

forman parte de la cultura de la oralidad como lo son; la música, cuento, mito, etc.,

otras son registros materiales la memoria colectiva: la fotografía, escultura, fuentes

textuales, etc.

Cabe decir que los testimonios que se presentan a continuación fueron

tomados entre el 2014 y el 2015, de esta forma, los habitantes de Otatitlán

entrevistados narran partir de lo que sus padres o abuelos les contaban que

sucedió, lo que puede ser considerado como su tradición oral y en algunos

momentos nos brindan testimonio de lo que ellos han vivido.

Las entrevistas fueron semiestructuradas, más que seguir preguntas

específicas, se buscaba hablar de los siguientes temas con cada entrevistado: la

llegada del Cristo Negro a Otatitlán, la profanación, las fiestas de mayo y la

exaltación de la Santa Cruz, la inundación de 1944, la época del “oro verde”, la

inserción de la modernidad en Otatitlán y la relación particular del entrevistado con

el culto al Cristo Negro.

Las entrevistas fueron pensadas con base en cortes culturales; generación,

género, oficio, clase social, grupo étnico, lugar de origen y relación particular con

el Cristo Negro14. De entre los habitantes del santuario tratamos de buscar a

personas representativas de grupos al interior del poblado, se buscó antes que

excepcionalidad, que las personas fueran comunes y claro que tuviesen una

disposición favorable para transmitir su memoria. Hemos entrevistado

campesinos, amas de casa, escritores, un obrero, un comerciante, una empleada

doméstica y un profesionista: las actividades anteriores pueden darse de forma

simultánea en una misma persona.

En cuanto a la generación, procuramos que los entrevistados fuesen

mayoritariamente personas de más de cincuenta años, las entrevistas a gente más

14 Véase anexo de entrevistas.

14

joven buscan crear un contraste y visibilizar algunos cambios discursivos en sus

relatos.

Todas las personas entrevistadas habitan actualmente el santuario, se

buscó que la mayoría fuesen nacidos y criados allí para poder encontrar las

diferencias entre ellos y un par de entrevistadas que no son originarias de la

localidad y que étnicamente tienen otras identidades: mazateca y nahua. Todas

las entrevistas fueron realizadas por la autora de este trabajo, en Otatitlán, Ver.

Se generó un soporte de audio de 6 hrs con 18 min de grabación.

Para referirnos a los entrevistados en el texto hemos abreviado su nombre

comenzando con sus iniciales, y a cada número de entrevista se le ha agregado

“M” para el caso de la mujeres y “H” a los hombres. Por ejemplo: Entrevista No.

3M, LBM.

Hemos tratado, en la medida de lo posible, de no forzar el lenguaje que

percibimos en quienes nos expresan su sentir respecto a lo religioso, lo histórico,

etc., en ocasiones ello puede resultar confuso para el lector y por eso queremos

aclarar que se ha nombrado a la escultura Cristo Negro para familiarizar al lector

con la realidad que desde nuestra perspectiva y otredad encontramos; pero, la

gente del santuario lo llama el “Señor”, y algunos peregrinos lo llaman “el Señor

Santuario” o el ”Cristo”, rara vez se le llama entre los fieles “Cristo Negro”.

En cuanto a la revisión historiográfica hemos, acudido a los estudios

regionales y locales sobre el tema o relacionados, que nos han aportado gran

cantidad elementos para realizar nuestra investigación, tenemos como principales

a los siguientes15:

I. Gonzalo Aguirre Beltrán. Pobladores del Papaloapan: biografía de una hoya

II. Alfredo Delgado Calderón. Historia, cultura e identidad en el Sotavento.

III. Antonio García de León. Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de

Veracruz y su litoral a Sotavento, 1518-1821.

IV. José Velasco Toro: De la historia al mito: mentalidad y culto en el santuario

de Otatitlán, Santuario y Región. Imágenes del Cristo Negro de Otatitlán.

15 Para consultar los registros completos, véase bibliografía.

15

“Catolicismo popular en México; líneas temáticas para el estudio de los

ámbitos de influencia ritual y devocional.”, “Cosmovisión y deidades

prehispánicas de la tierra y el agua en los pueblos del Papaloapan

veracruzano”.

V. Winfield Capitaine, Fernando. “La cofradía del Cristo Negro en el siglo

XVIII”, “Otatitlán y Yacatecuhtli”.

VI. Gustavo Vergara Ruíz. “Otatitlán en el perfil del tiempo”.

Términos clave.

En el presente trabajo se han utilizaron constantemente los términos

Sotavento (categoría socio-económico-cultural) y jarocho (identidad étnica). Su

uso puede referir a distintas realidades por ser términos históricamente

determinados; hemos optado por aclarar que no siempre significaron lo mismo y

explicar brevemente a que nos referimos.

Respecto a “jarocho” sabemos que los grupos de vaqueros que arreaban

con lanzas y garrochas fueron en el siglo XVII la casta de los “jarochos” 16que era

la denominación regional de la mezcla entre negro e india; en la sociedad de

aquella época se conoció más comúnmente esta forma de mestizaje como

“zambo” o “pardo”, ya para el siglo XVIII; jarocho denomina más formas de

mestizaje, es decir, a un sector poblacional cada vez más amplio que incluía

sangre de: indígenas de distintos grupos étnicos, europeos y afrodescendientes.

La versión más probable que “(…) refiere a –jarocho- viene de “jara” en el

sentido de saeta, flecha o lanza, llamándose antiguamente “jarocha” a la vara o

garrocha con que los arrieros puyaban a los animales, y jarochos a los que usaban

este instrumento. Esta misma designación recibían los milicianos negros

integrados en los cuerpos o compañías de lanceros que custodiaban las costas.”

“La palabra –jarocho- se aplicó después a todos individuos con rasgos físicos

negroides y finalmente sirvió para designar a los habitantes de la costa

16

También se les llamó “moriscos”, no utilizaré esta forma pues tiene muchas implicaciones

históricas que podrían confundir.

16

sotaventina, los que hoy, con orgullo, se asumen como jarochos.”17 Como

denominación de tipo étnico históricamente ha tenido muchos matices que van del

modo colonial peyorativo a toda una forma de autoadscripción étnica en una

región cultural

En el siglo XX “jarocho” es una categoría que tienen mucho que ver con los

estereotipos18 culturales generados en épocas anteriores, que eran muy populares

en representaciones visuales, lenguaje hablado, la música y las costumbres.

Jarocho no es un gentilicio típico de los veracruzanos en general, parecía ser un

calificativo limitado al uso de aquellos pobladores de la Cuenca del Papaloapan y

concretamente a los sectores campesinos y populares de dicha zona.19

Durante la época colonial jarocho se encuentra ligado a la población negra

o mulata de la costa y las llanuras de Sotavento; con el paso del tiempo y el

constante mestizaje de tales poblaciones, se eliminaría la categoría pardo y

zambo del imaginario colectivo. El calificativo jarocho ya no sólo tenía que ver con

orígenes étnicos, sino, con costumbres, actividades económicas, lugar de

asentamiento, etc.

Un aspecto importante a considerar en la catergoria jarocho es que durante

el siglo XIX y buena parte del XX las elites y extranjeros utilizaban la categoría

como un término despectivo y se empeñaban en inviabilizar la presencia de la

sangre europea en el mestizaje de Sotavento, para justificar, según sus ideas

colonialistas y positivistas, la diferencia étnica, que más bien era una diferencia de

clase social. Se le atribuía a la raíz negra del jarocho cuatro elementos centrales:

17

Ibid. p 79-80. 18

“Estereotipo pretende ser la síntesis de las características anímicas, intelectuales y de imagen,

aceptadas o impuestas, de determinado grupo social o regional. Se manifiesta en una gran

cantidad de representaciones, conceptos y actitudes humanas, desde el comportamiento cotidiano

hasta las más elaboradas referencias al estado nacional. Los estereotipos se cultivan tanto en la

academia como en los terrenos de la cultura popular, en la actividad política y desde luego en los

medios de comunicación masiva.” vid. Ricardo Pérez Montfort. Estampas del nacionalismo popular

mexicano. CIESAS, 1995. 19

Pérez Montfort, Ricardo. “Lo –negro- en la formación del estereotipo jarocho durante los siglos

XIX y XX”. Sotavento. México, Universidad Veracruzana. v. 1, no. 2, verano de 1997, p. 137.

17

la alegría, lo lenguaraz (malhablado), la desfachatez y lo silvestre.20 Luego

también se agregará su “musicalidad”.

Durante el siglo XIX y XX la identidad del jarocho estuvo ligada a muchas

pautas originadas en la construcción del nacionalismo en México. Sobre todo

después del proceso revolucionario de 1910-1920, lo típico de esta región se

caracteriza de forma estereotipada con el jarocho vestido de blanco, con paliacate

y la jarocha de vestido blanco y delantal negro que baila “la bamba”, ese ya no era

el jarocho de la clases populares, sino un personaje folclórico representante de

Veracruz en el plano de lo nacional; siendo una representación simbólica-

institucional que borraba el origen popular, campesino e indígena al jarocho. Sin

duda fue Miguel Alemán21 el principal promotor de esa imagen entre la élite

política. En el cine, la radio y otros medios masivos de comunicación esa imagen

tuvo gran eco.22

El tema no está agotado y jarocho sigue adquiriendo nuevas connotaciones,

en la segunda mitad del siglo XX con la revitalización del son tradicional y la

formación del “movimiento jaranero” lo jarocho va despojándose en parte de la

figura “oficial” “institucional”. Como hemos visto, lo “negro” dio ese eco

diferenciador al jarocho, acentuándose esa característica (estereotípica) en el

imaginario del siglo XIX y principios del XX.

Ahora bien, la composición étnica y cultural del jarocho no ha dejado de

tener una presencia una en la realidad y en lo cotidiano las diversas formas

culturales de las identidades que le dieron origen y, por supuesto, no ha sido igual

para todos; por ello realizamos un breve capítulo sobre la identidad étnica en

Otatitlán.

Hablar de “lo negro” o “lo africano” presupone la unidad inexistente de los

grupos humanos de muy diverso desarrollo económico y cultural en todo un

continente, razón por la cual preferimos utilizar la categoría de afrodescendiente

20 Pérez Montfort. op. cit. p 148.

21 Presidente de la República de 1946 a 1952. Originario de Veracruz.

22 Pérez Montfort. op. cit. p 152

18

para indicar el origen étnico de alguna característica cultural especifica en la

compleja transculturación de Sotavento.

La región Sotavento ha tenido desde el siglo XVII diversos límites y

convergencias internas, la unidad cultural de la llamada “Costa de Sotavento” se

generó desde hace aproximadamente 30000 años de antigüedad, en las

sociedades mesoamericanas; ligada por un corredor comercial y rasgos culturales

de la ancestral cultura olmeca. Con el proceso colonizador aquellos vínculos

permanecieron, agregándose más actores sociales y nuevas formas culturales que

no borraron las anteriores, sino que se nutrieron de ellas.

No pretendo abordar la historia del Sotavento como región, solamente en este

caso es necesario anotar los elementos que nos permitan comprender cómo era

el llamado Sotavento en el siglo XX y qué papel jugó el Santuario de Otatitlán en

esta región que nos ocupa ahora. Para ello hay que tomar en cuenta que para el

siglo XX la región estaba un tanto dispersa, en comparación con la Colonia y

épocas anteriores. Los factores de tal dispersión fueron múltiples. Antonio García

de León identifica como principales los siguientes:

La creación y penetración de intereses norteamericanos sobre el Istmo de

Tehuantepec en el siglo XIX, durante la época de Santa Anna (1850

aproximadamente). Las reformas liberales ubicaron en la división política

del estado de Tabasco a la parte sur del Sotavento incorporando esta área

a una nueva realidad económico-administrativa.

En el siglo XX el tráfico comercial con el Istmo de Tehuantepec hace que el

sur de Veracruz se considere Istmo veracruzano, desplazando al Sotavento

más al norte, siendo considerado como tal, fundamentalmente, la Cuenca

del Papaloapan.23

Conforme las divisiones políticas en estados del siglo XIX; el Sotavento

quedó restringido al sur de Veracruz, pero la cultura sotaventina sigue permeando

23García de León, Antonio. Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a

Sotavento, 1518-1821. México, Fondo de Cultura Económica-Gobierno del Estado de Veracruz-

Universidad Veracruzana, 2011.p 795-805.

19

partes de Oaxaca y Tabasco. En el Sotavento confluyen elementos culturales

como: el son jarocho, la tradicional Quema del año viejo, la Rama, los Portalitos,

los culebreros, la agricultura y gastronomía, los santuarios (Otatitlán y Catemaco),

la mitología y varios elementos más que son identitarios de varios sectores de las

clases subalternas; pequeños propietarios, campesinos, colonos y obreros.24

Ya para el siglo XX, que nos ocupa, el Sotavento es territorialmente, en

gran parte, la cuenca del Papaloapan; pero, culturalmente, no ha dejado de ser

mucho más amplio. Se caracteriza tanto por su fuerte permanencia como por su

constante adecuación al devenir histórico. Sus componentes se encuentran en

constante reacomodo.

Datos generales

En la región se identifican dos Santuarios de influencia macroregional en el

culto católico, las imágenes de tales Santuarios; Nuestra Señora del Carmen en

Catemaco y el Señor Crucificado de Otatitlán; en su relación, pueden pensarse

como una complementariedad del conjunto simbólico de los habitantes del

Sotavento: desde la Colonia hasta la actualidad, podemos imaginar el lugar del

padre y la madre, el sol y la luna, el agua y la tierra, etc25., a ambos llegan

peregrinos de muy distintos núcleos socioculturales, favoreciendo así encuentros

de la alteridad social de una riqueza inigualable.

El Señor de Otatitlán y la Virgen del Carmen26

son antípodas dentro del tiempo

sagrado, pues, mientras el primero es celebrado principalmente en el periodo de -secas-,

época del calor más cruento y agobiante, la segunda es festejada en plena temporada de

lluvias. Los dos son personajes vinculados al elemento acuático y cuentan con un santuario

construido en las inmediaciones de un rio y una laguna respectivamente.27

24

Delgado Calderón, op. cit. p 31. 25

Véase. Vargas Montero, Guadalupe.“Santuarios del sur de Veracruz. Cosmovisión y ritual de los

carmelitas y santuareños.” En: Félix Báez Jorge. Et. al. Devoción y creencia religiosa en el

amanecer del tercer milenio. México, Gobierno del Estado de Veracruz, 2005. 26

Los habitantes de Otatitlán acostumbraban visitar con sus familias a la Virgen del Carmen en

Catemaco cada año. 27

Ángel Rubio, Miguel. “Relaciones interetnicas y alteridad de cultos en el Santuario del Señor de

Otatitlán”, en: La morada de los santos. Expresiones del culto religioso en el sur de Veracruz y en

Tabasco. México, INI – Secretaria de Desarrollo Social. 1995. p 47.

20

La cuenca del Papaloapan ocupa 46 517 kilómetros cuadrados, repartidos

desigualmente entre los estados de Veracruz y Oaxaca, forma parte de la llamada

llanura de Sotavento; a la cuenca, como su nombre lo indica, la compone

específicamente la zona que va a lo largo del rio Papaloapan28 y ha tenido como

región un desarrollo histórico profundamente marcado por la relación cultural de

sus habitantes con el rio.

A grandes rasgos la villa de Otatittlán, cabecera del municipio del mismo

nombre, se localiza en la región baja de la cuenca del Papaloapan, en la margen

derecha del “río de las mariposas”29, que colinda al norte con el municipio de

Cosamaloapan, al sur y oeste con el estado de Oaxaca y al este con Tlacojalpan.

La superficie municipal es pequeña, apenas alcanza los; 53.46 km², a una altura

sobre el nivel del mar de 30 metros, el clima es cálido, con una temperatura

promedio de más de 25° y una precipitación pluvial de 1762.5 mml.

La flora es de bosque alto y mediano tropical perennifolio, predominan los árboles

de chicozapote, cedro rojo, mango, almendra y naranja. Por su parte, la fauna silvestre es

variada: hay palomas, pericos, garzas, grullas, conejos, tejones, mapaches, tlacuaches,

iguanas, tortugas, onzas, coyotes, etc. La principal actividad económica es agropecuaria;

se cultiva plátano macho, caña de azúcar, mango, maíz y frijol. La ganadería consiste en la

cría de ganado bovino, porcino, caprino y aves de corral.30

En la actualidad, las condiciones de deterioro del medio ambiente son

evidentes, debido principalmente a la contaminación producida por los residuos

industriales y desagües improvisados, implementados a mayor escala desde

mediados del s. XIX, lo que ha favorecido la desaparición de algunas especies. En

la época precolombina podían encontrarse en abundancia árboles; de cedro rojo,

primavera, cocuite y ceiba principalmente; la fauna era aún más abundante, había:

28

La palabra Papaloapan se origina de: papalo=papalotl/mariposa, a=atl/agua-río y pan/en, lo que puede entenderse como “río de las mariposas”. 29

“El gran rio asociaba desde antes de su conquista por los aztecas, no solamente al Tlalocan, sino también al trayecto de las almas de los guerreros muertos, que en su viaje al oriente se transformaban en mariposas y así regresaban al mundo de los vivos.” García de León, op, cit. p. 136. 30

Arias Hernández, Rafael (coord.). Información básica municipal de Veracruz. México, Fundación

Cambio XXI, 1992. p 286- 290.

21

jaguares, venados, pumas, coyotes, iguanas, tortugas y una extensa variedad de

aves de las que se obtenían plumajes preciosos.

Por sus características geográficas, la zona ha sido identificada con la

fertilidad desde tiempos mesoamericanos. Para los antiguos nahuas era el

“Tlalocan terrenal” por su abundancia en: flores, hule, ríos, peces, alimentos, aves

y otros rasgos preciosos; para los primeros españoles que la visitaron era “tierra

abundante en todo lo que Dios ha creado” y para los norteamericanos en el siglo

XX la tierra del “oro verde”; es decir, la región ha sido pensada como lugar

privilegiado desde distintas cosmovisiones. Esta geografía ha sido sacralizada en

el imaginario colectivo, lo que será muy importante en su consolidación como sede

terrena de deidades, dioses patronos y antepasados.

La época de lluvias abarca en mayor medida de junio a noviembre. Por sus

características, el Papaloapan fue el principal medio de transporte durante una

buena parte del siglo XX.

Otatitlán ha conservado bastante su arquitectura vernácula de fuerte estilo

caribeño. El templo es de fachada neoclásica y en el centro podemos notar con

facilidad que el edificio de la iglesia predomina a cualquier otra construcción31. La

plaza central es cuadrangular igual que el resto del poblado, que se divide en

barrios. Durante la época colonial el centro era habitado por la elite de la localidad,

y existía una clara relación entre el barrio que se habitaba y la posición

socioeconómica, situación que ha permanecido de forma parcial.

En otro orden de ideas y para cerrar la introducción vamos a explicar la

forma del capitulado. De un modo general busca llevar al lector de aspectos

generales la región y Otatitlán a lo particular del culto al Cristo Negro entre los

otatitlecos, esta lógica atiende también a las etapas en que se fue dando la

investigación.

El primer capítulo atiende el desarrollo histórico de la localidad, realizamos

en él una breve revisión del devenir histórico en Otatitlán. A rasgos generales

partimos de la época mesoamericana en el bajo Papaloapan, para luego tratar

31 Véase anexo de ilustraciones.

22

algunos aspectos del proceso colonial en la región y la evangelización; seguimos

con la conformación del municipio y finalizamos en la segunda mitad del siglo XX

con los cambios acontecidos a partir de la industrialización del bajo Papaloapan.

La temporalidad y aspectos que podríamos abordar son muy amplios, por lo que,

nos hemos enfocado en los aspectos que pueden arrojarnos alguna luz sobre el

fenómeno religioso del culto al Cristo Negro. Hemos decidido introducir al lector de

esta forma porque es un modo de situar las particularidades de la localidad en el

contexto de la región.

En el segundo capítulo seguimos con un breve análisis de la composición

étnica en Otatitlán, vamos a abordar aquí el proceso de transculturación que

aconteció en Otatitlán, con el fin de definir en que consiste la identidad de los

oatitlecos y así poderla relacionar al fenómeno religioso.

En el tercer capítulo el campo de la religiosidad colectiva y compartida con

otras regiones es el principal, nos interesa desarrollar la relación de las fiestas del

Santuario los cultos agrícolas de larga duración. Esto porque, son justo las fiestas

en donde aparecen explícitamente los elementos culturales compartidos por los

habitantes de sotavento. La construcción de este capítulo se ha fortalecido de

fuentes como: cuentos, canciones, fotografías, relatos, alabanzas, etc. El análisis

de estos productos culturales se va a complementar con la observación

etnográfica y las notas que de esta se desprenden.

El cuarto y último capítulo busca explicar algunas particularidades del culto

al Cristo Negro entre los Otatitlecos, mediante el análisis de la memoria colectiva:

a partir de los mitos, documentos escritos y tradición oral acerca de la llegada del

Cristo al bajo Papaloapan. En el segundo apartado se continua con el análisis de

la tradición oral, pero en esta ocasión a propósito la profanación del Cristo que se

dio en el marco de la “guerra cristera”.

23

Al Señor de Otatitlán buscamos con gran

anhelo donde todos hallarán

la salud y gran consuelo.

Es el padre universal

que al mundo da bendición

y libra del todo mal

al que implora su

perdón.

De distintas poblaciones

todos forman sus cuadrillas

tributan sus oraciones hincándose de rodillas.

(fragmento “Canto de los peregrinos de

Coamoapan” al salir hacia el Santuario de

Otatitlán.)

24

L

Capítulo1. Desarrollo histórico de la localidad

a historia de Otatitlán ha sido abordada principalmente por Gonzalo

Aguirre Beltrán, José Velasco Toro y Gustavo Vergara Ruiz32, a ellos se

deben gran parte de los datos que aquí se presentan.

Uno de los argumentos que guían la investigación es la relación que existe

entre las religiosidad del siglo XX en Otatitlán y la que se fraguó en épocas

anteriores. Al analizar el estado tal cuestión, encontramos la constante alusión a la

hipótesis que plantea la relación de continuidad entre el culto dedicado a

Yacatecuhtli y el culto al Cristo Negro en Otatitlán; por ser de gran relevancia en el

tema que nos concierne debemos aclarar que fue hacia 1950 cuando Gonzalo

Aguirre Beltrán desarrolló tal asociación. En la obra Pobladores del Papaloapan:

biografía de una hoya.33 Aguirre Beltrán dedica un capítulo a hablar de Otatitlán y

ahí aparecen por primera vez las descripciones de Otatitlán como un lugar de

paso y asiento de mercaderes; un santuario dedicado a Yacatecuhtli. Su hipótesis

se elabora bajo los supuestos teóricos del sincretismo y en adelante poco va a

variar tal postura entre los estudiosos del tema.

Más adelante, en 1979, tal hipótesis será retomada por Fernando Winfield

Capitaine, en su artículo “Otatitlán y Yacatecuhtli”34. En este trabajo, se hace

énfasis en la relación entre Quetzalcóatl y Yacatecuhli. Posteriormente otros

autores que han trabajado Otatitlán35 retomaran la hipótesis, en continuidad con

estos dos trabajos pioneros, es importante aclarar que tal relación de los cultos a

Yacatecuhtli y al Cristo Negro, aún permanece en el estado de hipótesis, pues se

carece de fuentes que nos indiquen con certeza que el proceso histórico de la

religiosidad en Otatitlán pudo ser así. Para este capítulo, vamos a retomar algunos

32 Véase introducción.

33Aguirre Beltrán, Gonzalo. Pobladores del Papaloapan: biografía de una hoya. México, 1992. p

159-170. 34

Winfield Capitaine, Fernando.“Otatitlán y Yacatecuhtli” La palabra y el hombre. Universidad Veracruzana. no. 32, octubre-diciembre 1979. p. 25-30 35

Véase introducción.

25

elementos de la anterir hipótesis, que nos permiten analizar el caso del Culto al

Cristo Negro en su dimensión histórica y cultural. Lo primero que aclaramos es

que la relación entre la pintura facial negra de Yacatecuhtli y el color del Cristo

Negro es un elemento insuficiente para plantear la conexión de los cultos.

1.1 Las culturas mesoamericanas y su relación con el bajo

Papaloapan

Lo que llamamos Mesoamérica existió como una realidad histórica y fue una

secuencia milenaria de sociedades fuertemente vinculadas entre sí, si bien en

determinadas épocas y regiones mesoamericanas prevalecieron algunos tipos de

relaciones de poder sobre otros el valor de lo mesoamericano deriva de todo el

complejo de relaciones, de sus combinaciones y pesos relativos.

Se identifica el comienzo del proceso histórico de la conformación de

Mesoamérica a partir del sedentarismo agrícola de los diversos grupos que la

habitaron. En el transcurrir de su historia, los mesoamericanos formaron

sociedades dentro de una amplia gama de complejidad: desde aldeas agrícolas,

hasta concentraciones de alta densidad con sociedades de clases y estados

centralizados.36 A grandes rasgos “En Mesoamérica existió un fundamento

económico y cultural común, su carácter agrícola con base en el cultivo del

maíz.”37

Los pueblos del Papaloapan se desarrollaron en la ribera del río,

estableciendo una íntima relación con el mismo. La región fue ocupada con

asentamientos desde el Preclásico Temprano38 (1800 a. C, economía aldeana) y

ha tenido desde entonces injerencia de grupos de diversos orígenes, lo que ha

permitido que la cultura se desarrolle en un complejo mosaico pluriétnico.

Los pueblos mesoamericanos de la cuenca asociaron el cielo, el rio y la

tierra con los niveles del cosmos. Se puede decir que en esta región, dichos

36López Austin. op.cit. p 28-29.

37 Popescu, Liviu y Javier Martínez Villarroya. Entrevista a Alfredo López Austin. op. cit. p 146.

38 Ortiz Ponciano y Carmen Rodríguez. Donde el tigre y la serpiente dominaban en México antiguo.

Antología de arqueología mexicana. México, SEP, 1995, p 54-55.

26

elementos coexisten en un mismo espacio, no como parte del entorno, sino como

la dinámica de la vida misma.

El Papaloapan como muchos otros complejos fluviales se asoció al cambio,

a la transformación, a la vida y a la muerte, por ser un sistema espacial en donde

predomina el agua; ésta fue sacralizada y divinizada en todas sus variantes: como

lluvia fertilizadora, como agua que inunda, como corriente que trae sustento, etc.

La región se concebía entonces como habitada por fuerzas sobrenaturales.

Todo ello, dio pie a una compleja multiplicidad de valores y advocaciones que se

corresponden con ciclos y fenómenos de la naturaleza presentes en el

Papaloapan. Es decir, las características geográficas pueden ser vistas como

representación de la dinámica que lleva el cosmos.

Hablando del Papaloapan en general y de Otatitlán en particular se puede

decir que:

Cada sitio es un centro simbólico donde la naturaleza deviene como una imagen donde

habita la divinidad. Y en este juego de espejos refleja las interacciones entre uno o varios

sistemas históricos con un presente que constantemente actualiza el pasado porque

entrelaza elementos de los relatos míticos que se hacen coincidir con la topografía del

asentamiento, recuerda la remota tierra de origen y revela una articulación de los lugares

dentro de un sistema donde ocurrían procesos cósmicos particulares cuya energía deviene

de una totalidad. 39

Los olmecas o popolucas fueron la población más extendida en el bajo

Papaloapan por lo que su cultura fue la base del desarrollo social posterior en la

cuenca. Estos primeros núcleos culturales se fueron modificando a partir de la

llegada de toltecas a la zona. Los estudios lingüísticos ubican a los pobladores

más antiguos de Otatitlán como hablantes de popoluca, lengua del tronco mixe-

zoqueano,40 que se extendieron en ambas riberas del Papaloapan.41

39

Velasco Toro,José. “Cosmovisión y deidades prehispánicas de la tierra y el agua en los pueblos del Papaloapan veracruzano” La Palabra y el Hombre. México, Universidad Veracruzana. no. 129, enero-marzo 2004, p. 59. 40

Aún existen dudas al respecto, no se sabe con certeza si el popoluca hablado por estos pueblos

corresponde al grupo lingüístico; zoque-mixe o al mazateco. Delgado Calderón, op. cit. p 18.

Posteriormente se hablara un popoluca nahuatizado una variante regional con la que se encontraron los conquistadores.

27

Según algunas hipótesis,42 Otatitlán fue un pueblo nahuat alrededor de los

siglos 900-1200 d.C en que los toltecas dominaron buena parte del Papaloapan a

partir del vasallaje militar, el control del comercio y la introducción de sus formas

culturales, en un proceso que se conoce como la nahuatlización de la población

del bajo Papaloapan. “Mediante el control de las rutas de comercio y extracción

del tributo, fueron entrelazados los espacios étnicos y simbólicos de la cuenca del

Papaloapan, chinantecos, mazatecos, nahuas, popolucas y mixtecos tenían un

punto de confluencia común en Tochtepec.43”

La gente nahuat que se estableció en Otatitlán y que arrebató al señorío de

Acuetzpaltepec44 una pequeña porción de su amplio territorio; un pueblo de

esencia comerciante, no necesitó ampliar la cuña que había introducido en tierra

popoluca; se conformó con asentar firmemente en el sitio estratégico de donde

partían hacia los cuatro rumbos cardinales las expediciones de los pochtecas.45

Una de las características de este momento histórico en Mesoamérica fue

la difusión del culto a Quetzalcóatl, “Al caer la provincia del Papaloapan bajo el

dominio mexica, en 1452, se impuso el culto a Yiacatecuhtli, señor de la partida o

señor de la nariz, en alusión a la deidad que guía y protege los caminos,

Yiacatecuhtli era una advocación de Xólot-Quetzalcóatl (…)” 46

A esta deidad se le describe de la siguiente manera:

La imagen de este dios se pintaba como un indio, que iba caminando con su báculo, y la

cara tenía manchada de blanco y negro; en los cabellos llevaba atadas dos borlas de

plumas ricas que se llamaban quetzalli; iban atadas en los cabellos del medio de la cabeza,

recogidas como una gavilla de todo lo alto de la cabeza; tiene unas orejeras de oro; está

cubierto con una manta azul, y sobre el azul una red negra, de manera que el azul se

parece por las mallas de la red; tenía una flocadura esta manta por todas las orillas, en la

41 Velasco Toro, José. De la historia al mito: mentalidad y culto en el santuario de Otatitlán.

Veracruz, Instituto Veracruzano de la Cultura, 2000. 184 p. 42

Velasco Toro, José. Et al. Santuario y Región. Imágenes del Cristo Negro de Otatitlán. Instituto

de Investigaciones Histórico/Sociales UV, 1997. Apud. Aguirre Beltrán. op.cit. 43

Velasco Toro. De la historia al mito…p 48. 44

Acuetzpaltepec “lugar del lagarto” fue llamado por los españoles Huaspaltepec, fue uno de los centros político-religiosos más importante de la época, ubicado en el actual municipio de Playa Vicente. 45

Aguirre Beltrán. op.cit. p 165. 46

Velasco Toro. “Cosmovisión…, p. 54.

28

cual estaban tejidas unas flores; tenía en la garganta de los dedos unas como calzuelas de

cuero amarillo, de las cuales colgaban unos caracolitos mariscos. Tenía en los pies unas

cotaras muy curiosas y labradas; tenía una rodela teñida de amarillo con una mancha en el

medio, de azul claro, que no tiene ninguna labor. Tenía en la mano derecha su báculo con

que van camino.47

El topónimo Otatitlán48 puede entenderse en su traducción literal como

“lugar entre otates”, “en el jeroglífico que del nombre trae el Códice Mendoza49

está representado el lugar por una vara de bambú, en forma de cayado invertido

(…) en realidad representa un otlatopilli, es decir, un báculo o bastón” ello ha

llevado a desentrañar el profundo significado de Otatitlán como “lugar en donde se

adora al dios de los mercaderes”.50

El otlatopilli era una de las principales representaciones de Yacatecuhtli,

consistía en un “báculo de caña maciza” que se adoraba y se ornamentaba con

papel amate y plumas como un dios; aquel báculo era llevado por los mercaderes

cuando partían a alguna parte a tratar y durante sus ceremonias principales.51

Yacatecuhtli, por su parte, se compone de Yiacatl que significa “nariz” y

tecuhtli “señor”, entendiéndose “el señor de la nariz”, “el que va por delante” o “el

que guía”, lo que hace alusión a la función de espionaje que ejecutaban los

mercaderes “para recoger información sobre las riquezas y posiciones

estratégicas de territorios no ocupados”52.

Se considera que Yacatecuhtli por ser una fusión de deidades tendría

además atributos ligados a Quetzalcóatl. Se le concibe asociado a la cruz y a la

agricultura por su larga nariz, que puede ser asimilada como el palo plantador y el

bastón del comerciante, además de estar relacionado a Tláloc en su atributo de

47

De Sahagún, Fr. Bernardino. Historia general de las cosas de Nueva España. México, Porrúa,

1992. p 26-29. 48

El nombre del poblado “Otatitlán” fue seguramente impuesto por los comerciantes tenochcas, se desconoce su anterior denominación. 49

Véase la ilustración 1 en el anexo de ilustraciones. 50

Entre los mayas existe un dios homólogo, Ek Chuak, “El señor negro”. Aguirre Beltrán. op cit. p

159-160. 51

De Sahagún. op. cit. p 493-509 52

Winfield Capitaine, op. cit. p. 25-30

29

lluvia. Y es por todas estas características por las que surgieron las hipótesis que

relacionan a esta deidad con el Cristo Negro de Otatitlán.

Durante el final del periodo postclásico mesoamericano (900 d.C – 1500

d.C) Otatitlán era uno de los 7 señoríos nahuat53-popoloca de la cuenca del

Papaloapan, único que se encontraba sobre la ribera del “rio mariposa”. En 1452

Moctecuhzoma Ilhuicamina, que estaba al frente del imperio de la Triple Alianza,

sujetó los señoríos de Tuxtepec y Cosamaloapan; Otatitlán era entonces tributario

de Tenochtitlan (cacao, hule, plumas, almagre, etc.). Las relaciones con el centro

de poder configuraron al poblado como frontera en la ruta comercial que provenía

del altiplano central54, y que concluía en su primer parte en Tochtepec

(actualmente Tuxtepec, Oax.); este era el puerto fronterizo de intercambio y

asiento de una colonia de ricos tratantes de esclavos, los cuales habían llegado

originalmente de Tlatelolco. Allí estaba la puerta del territorio enemigo, la cual

cruzaban rumbo a dos centros de intercambio del sur: Xilango y Xoconusco55, es

decir, el Golfo de México y el área maya. Dentro de la dinámica comercial Otatitlán

fungió como proveedor de cargadores (tamemes); es decir, aquí reclutaban

tamemes los pochtecas antes de emprender su camino, pero en lo general el

poblado no contaba con gran importancia regional.

Se considera que desde entonces Otatitlán pudo ser sede de rituales

ligados a la protección, por ser Santuario de Yacatecuhtli y muy cercano a

Tuxtepec:

(…) y si alguna vez los conocían a estos mercaderes mexicanos los naturales, los

mataban, y así andaban con gran peligro y con gran miedo; y cuando ya venían, y salían

de aquella provincia para venir a su tierra, venían con los mismos trajes, que entre aquella

gente habían usado y en llegando a Tochtépec, donde eran tenidos en mucho, allí dejaban

aquel traje y tomaban el traje mexicano, y allí los daban bezotes de ámbar, y orejeras y

53Que no son los mismos que los nahuas de la región centro, Gonzalo Aguirre Beltrán distingue

étnicamente a los nahuat como un grupo con influencia mexica, pero propio de la cuenca del Bajo

Papaloapan. 54

Aguirre Beltrán. op. cit. p 161. 55

Chapman M., Anne. “Puertos de intercambio en Mesoamérica Prehispánica”. En: Acosta Saignes y Miguel León Portilla. El comercio en el México Prehispánico. México, Instituto Mexicano del Comercio Exterior, 1975. p 134.

30

mantas de maguey, tejidas como telas de cedazo, y les daban aventaderos y moscaderos

hechos de plumas ricas, y también les daban unos báculos adornados con unas borlas de

pluma amarilla de papagayos, con que venían por el camino hasta llegar a México.56

Es necesario anotar que si bien eran los pochtecas quienes organizaban el

comercio, necesitaban de una gran cantidad de trabajadores a su servicio,

Otatitlán suministraba fuerza de trabajo para el transporte de las mercancías. Los

tamemes o cargadores tenían condiciones de trabajo poco favorables, pues eran

explotados en beneficio de los pochtecas. De hecho “hacían a estos miserables

cargar todo el día y hasta dos o tres seguidos, sosteniendo el fardo en la espalda

con cuerdas cruzadas sobre el pecho y con una gruesa banda de cuero en medio

que pasaba sobre la cabeza a la frente, soportando así la carga de manera que al

finalizar el viaje iban desangrándose por la frente, con la piel desollada o

arrancada o con marcas en la cabeza”57.

En esta organización del trabajo para el comercio vemos un punto

importante de la relación con lo sagrado, si bien los pochtecas pudieron haber

establecido a Otatitlán como localidad clave del culto a Yacatecuhtli, fue en tal

caso el conjunto de personas relacionadas al comercio quienes colocaron a esta

deidad en el imaginario como un protector.

1.2 La invasión española: el proceso colonial

A la llegada de los españoles, la población de la cuenca del Papaloapan estaba

sujeta al poderío del imperio de la Triple Alianza encabezada por los mexicas,

relación que facilitó la penetración hispana y una rápida sujeción de las naciones

indias. Bernal Díaz del Castillo informa que Gonzalo de Sandoval llegó en 1522 a

Tuxtepec y ahí se enfrentó con la guarnición mexica, a quienes derrotó

disponiéndose a controlar la zona, que le fue dada en encomienda.

Cuando se instauró el poder virreinal, Otatitlán quedó bajo la jurisdicción

civil del corregimiento de Cosamaloapan, que se creó en 1530 y en lo religioso

perteneció a la diócesis de Oaxaca. El poblado fue nombrado San Andrés de

Otatitlán y declarado República de Indios con sus tres agregados: Zacatixpan,

56 De Sahagún. op. cit. p 499.

57 Chapman M. op. cit. p 97-158.

31

Cacahuaxochitla y Teoatl58. Se sabe que en 1565 el poblado fue dado en

encomienda por primera vez, pues se le otorgó a Juan Limpias Carvajal quien se

mantuvo hasta 1597, año en que lo heredó a Fernando de Limpias Carvajal 59

Los datos más antiguos para Otatitlán en la época colonial los proporciona

Francisco del Paso y Troncoso quien informa60 que en 1546 había en el pueblo 82

casas y sus tributarios daban 25 cargas de cacao, además de sembrar algodóny

maíz y tener pesquerías en el rio Papaloapan y el –Estanque de Dios-.

A su llegada los españoles se dieron cuenta no sólo de la riqueza natural de

la cuenca, sino también de su importancia como puente para el comercio con otras

regiones. Todo ello, aunado a las condiciones climáticas, hicieron orientar el perfil

topográfico de la zona hacia el desarrollo de la ganadería y el comercio como

principales actividades económicas durante la etapa colonial.

Durante el siglo XVI a Otatitlán llegaban canoas repletas de mercancías

procedentes de los puertos de Veracruz, Alvarado y Tlacotalpan, que eran

comercializados e intercambiados por productos provenientes de la sierra de

Oaxaca y la región del Istmo veracruzano. Para el siglo XVII Otatitlán era un punto

central en el tráfico mercantil lo que le dio renovada importancia regional, gracias a

la red fluvial se erigía como entramado natural del mercado interno.

Como en muchas otras regiones, las condiciones de explotación a los

indígenas61 en manos de encomenderos y corregidores, así como las

enfermedades traídas del llamado Viejo Mundo mermaron a la población local,

que para finales del siglo XVI presentó un importante decremento; en 1597

Fernando de Limpias Carvajal informa que en ese año tributaban 168 familias,

mientras que para 1600 lo hacían solo 45.62 En un memorial los indígenas

expresan al virrey que sufrían grandes abusos por parte de los colonizadores que

58 Báez-Jorge . Et. al. Devoción y creencia religiosa en el amanecer del tercer milenio. México,

Gobierno del Estado de Veracruz, 2005. p 102. 59

Velasco Toro. “Cosmovisión…, p 68. 60

Velasco Toro. Et al. Santuario y Región…, p 72. apud. Francisco del Paso y Troncoso. Colección de Mendoza o Códice Mendocino, México, Innovación, 1980. 61

Utilizo el término indígena para denominar a la población originaria de esta región, aunque es necesario apuntar que tenían diversos orígenes étnicos. 62

Velasco Toro. Et al. Santuario y Región…, p 72.

32

los trataban como esclavos y no les proporcionaban alimentación alguna, por lo

que “se trasladó a la población india al antiguo barrio de Cacahuaxochitla en

donde permanecieron durante 80 años, hasta que una peste los obligó a regresar

a Otatitlán para no abandonar el lugar jamás”63.

La caída demográfica tuvo un efecto inmediato en la pérdida del control y

ocupación de suelo y pesquerías por parte de los pueblos indígenas. La nueva

colonización de “tierra caliente” tuvo como base el acaparamiento de territorio por

parte de los colonizadores, y para sancionar la ocupación de esos espacios se

instrumentaron tres procesos jurídicos interrelacionados: la concesión de sitios de

pesquería y de mercedes ganaderas así como la congregación en pueblos de los

indios sobrevivientes64. Con el paso del tiempo, bajo el proceso de dotación de

mercedes de tierra para la cría de ganado mayor, se originaron grandes haciendas

ganaderas de producción extensiva en la región, lo que a la larga impactaría la

composición étnica de la localidad aunque la actividad ganadera no fue

especialmente próspera.

Debido al constante abuso de la fuerza del trabajo indígena, y a las quejas

de los mismos ante las autoridades virreinales se prohibió el uso de tamemes para

la carga; la medida fue efectiva a la introducción del ganado. “El caballo y la mula

sustituyeron al sufrido tameme; dando origen al sistema de recuas que en

combinación con el transporte de cabotaje cruzaban de norte a sur, y desde este

a oeste la cuenca alta y baja del Papaloapan”65.

La implantación de las estructuras coloniales produjo un efecto devastador

sobre las poblaciones originales. Durante los tres siglos que duró la dominación de

la Corona la región presentó baja densidad demográfica y en aquella nueva lógica

externa “(…) las pocas comunidades originales sobrevivientes convivieron

forzosamente y se mezclaron con las gentes venidas de Europa, África y Asia. Se

63 Ibid. p 72, apud, AGN, Mercedes: 208.

64 Velasco Toro. De la historia al mito…p 51.

65 Velasco Toro. De la historia al mito…, op. cit. p 58.

33

originó así desde finales del siglo XVI una población mestiza original y local, de

ascendencia primordialmente indígena y africana.”66

Las actividades económicas demandaban la exportación de mano de obra

y como respuesta los españoles introdujeron poblaciones traídas de África bajo el

sistema esclavista: “la población negra se ocupó en las plantaciones azucareras,

haciendas ganaderas y pesquerías.”67 Sin embargo, dicha información es de orden

general, porque se desconoce la magnitud particular de este proceso en Otatitlán,

pero, estableciendo relación con otros procesos similares en la cuenca baja del

Papaloapan, podemos decir que la llegada de afrodescendientes a la cuenca fue

mayoritariamente en situación de cimarronaje y no de esclavitud. Así que por

estas razones la composición social de Otatitlán presentó variaciones

importantísimas, pues también por este tiempo arribó población mazateca

proveniente de Puctlancingo.

La mezcla de negro e indio o apardamiento de la población se hará más

notoria a mediados del siglo XVIII, es necesario decir que la formación de núcleos

familiares entre las poblaciones provenientes de África fue muy difícil, pues

cuando arribaban lo hacían en relación de dos hombres por una mujer, lo que los

imposibilitaba en un inicio para reconstruir núcleos familiares de acuerdo a sus

propios patrones culturales (polígamos), que era una práctica condenada por la

Iglesia católica. Otra problemática a la que se enfrentaron fue la legislación del

sistema esclavista, según la cual una mujer esclavizada heredaba dicha condición

a sus hijos.

Las poblaciones afromestizas se encontraban en constante contacto con los

indígenas y, por ende, fue muy común el establecimiento de núcleos familiares

entre hombres esclavizados y mujeres indígenas, que si bien en muchos aspectos

eran oprimidas por el sistema colonial, tenían hijos libres. “De ahí se originó una

66 García de León, op. cit. p 20.

67 Velasco Toro. Et al. Santuario y Región … p 69-70.

34

mezcla constante de negros e indias, que dio nacimiento a una población mulata

abundantísima, la población entonces y aun llamada jarocha.”68

En esta temporalidad se comienza a hablar del Sotavento como un área

que abarca las jurisdicciones que correspondieron a provincias prehispánicas y las

primeras jurisdicciones coloniales, se establece aquel como concepto náutico, que

toma al puerto de Veracruz como región central y que divide hacia el norte la

región que se nombró Barlovento y al sureste el llamado Sotavento.69 En esta

época támbien se le sumó a buena parte del bajo Papaloapan población de origen

francés70 dedicada al cultivo y procesamiento de algodón71.

1.3 La evangelización

En el abrupto encuentro entre culturas, tanto los pueblos de tradición

mesoamericana como los de tradición hispana y africana tuvieron que negociar

sentidos y símbolos en búsqueda de un orden dinámico, aunque no podemos

dejar de lado que dicha búsqueda se dio dentro de los supuestos del colonialismo

y bajo los parámetros del dominio político que ostentaban los hispanos.

Al instaurarse el virreinato los mecanismos de control tendieron hacia dos

formas de ejecución del poder opresor, por un lado, la sujeción militar y , por otro,

la penetración que ejecutaron las instituciones religiosas a través de la

evangelización, con lo que se buscaba imponer la visión occidental del mundo a

las poblaciones que se estaba invadiendo y esclavizando.

Así el aseguramiento territorial, real y simbólico de la tierra estuvo también legitimado de

manera imaginaria por la organización religiosa de la región, que siempre fue, por su clima

y sus características sociales poco atractiva para las labores permanentes de

evangelización, pues en un principio los límites de las jurisdicciones religiosas aparecían

68

Aguirre Beltrán. op. cit. p 94-95. 69

Véase anexo de ilustraciones. Costa de Sotavento Jurisdicciones coloniales. 70

Inmigrantes que también se ocuparon en la ganadería, el cultivo de caña de azúcar y el comercio. 71

Velasco Toro. Et al. Santuario y Región…, p 70-71.

35

sobre extensos territorios que empalmaban sus pretensiones, aunque el acomodo de los

obispados hacia dimensiones cada vez más reales fue poco a poco imponiéndose.72

La estrategia evangelizadora comenzó por imponer en cada localidad a un

santo patrono o protector cristiano, al que se buscaba relacionar con los atributos

numiosos de las deidades prehispánicas. De esta forma se pretendía igualar los

actos de los dioses ancestrales a los hechos heroicos de los nuevos santos

cristianos. Y con el paso del tiempo y el entrecruzamiento de distintas

concepciones de lo sagrado, estos primeros intentos de sustitución se modificaron,

en un proceso en que las poblaciones locales estaban participando activamente

en la construcción de lo sagrado bajo el nuevo orden. En el caso de Otatitlán se

impuso en un primer momento la figura de San Andrés apóstol a quien muy

probablemente se le introdujo por ser pescador de oficio, pero posteriormente se

adoptó a Cristo por su relación con la Cruz y en su asociación a la fertilidad, el sol

y el árbol cósmico mesoamericano.

Cabe señalar que esta relación entre la deidad y santo fue establecida

desde la perspectiva de los cristianos, es decir, que en ocasiones se encontraron

paralelismos, o se quisieron ver, según los atributos numiosos de dos

representaciones de lo sagrado.

En este proceso colonial de entrecruzamiento entre la cultura

mesoamericana, el catolicismo y otras formas de religiosidad se conservó la

representación simbólica mesoamericana de la dualidad. Es el caso del par agua-

tierra siempre en simbiosis, una relación de opuestos complementarios.

Velasco Toro identifica en el Papaloapan dos zonas diferenciadas y, a la

vez, emparentadas del ámbito geográfico y simbólico. Es decir, por un lado, los

sitios ubicados en área de inundación ligados a las diosas madres y la diosa

Chalchiuhtlicue; emparentados con el ámbito húmedo, el nacimiento y lo frio, y los

otros en terrenos elevados, con cubierta vegetal densa y suelo fértil, ligados a

Tláloc y Quetzalcóatl en el ámbito de la germinación, el verdor y lo cálido.

72

García de León, op. cit. p 53.

36

El componente religioso católico que fue impuesto en un primer momento

no siempre tuvo éxito, pues dependía también de su aceptación o rechazo. En el

caso de los lugares acuíferos, en donde la protectora mesoamericana era

Chalchiuhtlicue, las advocaciones de María terminaron prevaleciendo, así en

Alvarado se adoptó a Nuestra Señora del Rosario, en Tlacotalpan a la Virgen de la

Candelaria, y en Cosamaloapan a la Purísima Concepción. Sin embargo, en

Ixamatlahuacan localidad de pescadores, Santiago Apóstol permaneció. En los

lugares térreos se adoptó a Cristo; en Otatitlán a Jesús Crucificado y en

Chacaltianguis al Padre Jesusito.73

El proceso de evangelización transcurrió con mayor eficacia con la llegada

del Cristo Negro a Otatitlán, pues de algún modo se atendió a la necesidad de

cristianizar en una misma región a pueblos de diversos orígenes étnicos. Según

algunos datos en 1597 la imagen fue llevada al poblado para dar inicio a la

construcción del templo bajo el plano de Manuel de Lémur. Más adelante

analizaremos tales datos, por ahora sólo anotamos que fue en esta época que se

desarrollaron en la región; las asociaciones del Cristo en la cruz con la fertilidad y

el árbol de la vida.74

Ya en el siglo XVII, esta simbiosis terrenal y celeste, conformaba el ámbito

“triunfal” de la Iglesia vencedora del mal, por lo que la Nueva España evidenció en

la suntuosidad arquitectónica de sus catedrales e iglesias aquella pretensión de

dominio. Los lienzos y esculturas de sus artistas sublimaron con escenas los

sacros recintos y todas estas imágenes rivalizaban en suntuosidad y riqueza, poco

a poco los recintos fueron siendo dotados de gran ostento.

En el siglo XVII Otatitlán se consolidó como santuario siendo centro de una

“región devocional”75 que se desarrolló de forma muy dinámica. Ciertamente el

conjunto de personas que se relacionaba con dichos espacios aún estaba

profundamente diferenciado. Fungieron como motores de esta otra articulación de

lo sagrado, la búsqueda de beneficios empíricos y utilitarios por parte de los

73 Velasco Toro. “Cosmovision…, Passim.

74 Velasco Toro. Et al. Santuario y Región…, p. 250-256.

75 Ibíd. passim.

37

devotos, así como de complejas dinámicas de poder en torno a este espacio

privilegiado.

Paralelo al proceso de imposición del catolicismo seguían actuando en el

plano de lo religioso curanderos, brujos, rezanderos, etc., sin haber contradicción

en ello pues aún más que el clero conservaban una importante presencia frente a

un binomio como la salud y la enfermedad entre la sociedad indígena y

afromestiza.

La evangelización como proceso complejo se nutrió también de otras

formas culturales como la música indígena (popoluca, nahuat, mixteca, zapoteca,

etc.), española (andaluz) y de elementos afromestizos (vaqueros, milicianos y

milperos).

Precisamente el espacio de difusión del son jarocho y sus instrumentos coinciden con el

intervalo de influencia de tres importantes santuarios del Sotavento que pudieron ser el

crisol de estas expresiones musicales que dieron origen al son: Otatitlán y Mecatepec con

sus Cristos negros y Catemaco con la Virgen del Carmen.76

Hacia la segunda mitad del siglo XVII las autoridades virreinales y

eclesiásticas decidieron congregar en Otatitlán a los mazatecos supervivientes del

pueblo de Puctlancingo, quienes a consecuencia del descenso demográfico

provocado por las epidemias del siglo anterior, se habían visto obligados a

deshabitar la mayor parte de su señorío.77

El arribo histórico de mazatecos a Otatitlán está lleno de un profundo

simbolismo, inclusive en la actualidad permanece en la memoria un relato que

cuenta que hacia finales del siglo XVI, un 3 de mayo, la escultura de Cristo

Crucificado fue encontrado por un matrimonio mazateco en Puctlancingo, a la

orilla de un árbol de xuchitl. Este hecho fue comunicado al resto del pueblo y el

Cristo se hizo objeto de veneración. Sin embargo, tiempo después y debido a la

peste que había asolado el poblado, los sobrevivientes decidieron emigrar y llevar

consigo la escultura. Así que navegaron rio abajo por el Papaloapan y, luego de

un largo camino un remolino los llevó a la orilla derecha del río, justo donde se

76 Delgado Calderón, op. cit. p

77 Báez-Jorge. Et. al. Devoción…,. p 102-104.

38

encontraba Otatitlán, en donde la efigie fue desembarcada un 14 de septiembre de

1597.

Entre 1777 y 1778 el obispo de Oaxaca, José Gregorio Alonso Ortigoza

propuso la creación del curato de Otatitlán, decisión que fue aprobada por el

gobierno virreinal, otorgándole el título de “Santuario del Santísimo Cristo de

Otatitlán.”78

Por lo menos, a partir de 1779, se tiene el regristro de la existencia de una

cofradía que llevaba el nombre del Cristo de Otatitlán79 con 600 cofrades inscritos,

entre los que había zapotecos, chinantecos, mazatecos y cuicatecos, si pensamos

en este complejo entramado étnico y social podemos notar que este medio sirvió

como integrador frente a la diversidad cultural y territorial de la zona. El culto al

Cristo Negro fungía ya como un aglutinador social y siguió fortaleciendo las

relaciones comerciales en la región. La organización de la cofradía corría a cargo

“indios caciques” y el cura párroco, en la cual ambos formaban parte de los grupos

privilegiados en Otatitlán, dada la importancia religiosa que había adquirido el

santuario.

Durante el siglo XVIII se agudizó en Otatitlán un largo conflicto por límites y

tierras con los vecinos de Tuxtepec. Por ejemplo se tiene noticia de una

importante demanda contra los de Otatitlán en 1782 por invasión de tierras; este

conflicto tenía su origen en la carencia de terrenos suficientes para la población

indígena de ambas localidades, sobre todo porque esta tierra había sido

acaparada por los colonizadores.80 El origen de la narración mítico-histórica que

narra la llegada del Cristo Negro a Otatitlán puede rastrearse históricamente en

esta etapa de constantes disputas por tierras entre la gente de Otatitlán y

Tuxtepec; más adelante estos acontecimientos se abordaran con mayor

detenimiento.

78 Velasco Toro. De la hitoria al mito…, p 93.

79 Winfield Capitaine, Fernando. “La cofradía del Cristo Negro en el siglo XVIII”, La palabra y el

hombre. Universidad Veracruzana. no. 89, enero-marzo 1994. p 50-53. 80

Ibid. p 74-75.

39

La primera iglesia que se construyó para resguardar al Cristo fue de

hechura bastante rustica madera y palma. Pero para 1780, por órdenes del

entonces obispo de Oaxaca, se comenzó la construcción de un templo de mayor

tamaño utilizando piedra de cal, ripio y ladrillo. No obstante la obra avanzó

lentamente porque los recursos provenientes de limosnas y donaciones fueron

utilizados para otros fines. Así, se reporta que en 1860 la obra seguía en el mismo

estado inacabado. Para la primera década del siglo XIX, los recursos que se

administraban en el Santuario eran cuantiosos por la importancia que éste estaba

adquiriendo; la administración de tales se volvió un buen negocio.

1.4 De la conformación del municipio a la Guerra Cristera

Al lanzarse el Plan de Iguala el 23 de febrero de 1821, se proclamó la

independencia de la América Septentrional, iniciándose una nueva etapa para

México como nación. Con la Constitución de 1824, el indio jurídicamente dejó de

existir y, con ello, la propiedad comunal; el liberalismo mexicano basaba sus

principios en la idea del ciudadano dotado de propiedad personal, por lo que los

ataques a la propiedad comunal comenzaron al tiempo que México se constituía

en una nación independiente. En 1826, en Veracruz, favoreciendo a los

hacendados y especuladores, se aprobó “El repartimiento de terrenos indígenas y

baldíos.” El despojo vendría a complementarse en 1856 con la Ley Lerdo o la

desamortización eclesiástica y civil, que aceleró procesos económicos y políticos

que fueron base del capitalismo moderno, cuya primera fase se consolidó durante

el porfiriato.81

En 1824, Veracruz se elevó a la calidad de Estado y para 1825 la entidad

se dividió en doce cantones que se sujetaban a cuatro departamentos. De esta

forma, Otatitlán ya como municipio fue parte del cantón de Cosamaloapan y del

departamento de Orizaba, permaneciendo así hasta 1917.82 Para esta etapa, la

81

Velasco Toro, José.”Desamortización civil y resistencia india en México y Veracruz: de la Independencia a la Reforma” Anuario. Centro de Investigaciones Históricas, Instituto de Investigaciones Humanísticas, Universidad Veracruzana. Vol. VIII, 1992, p. 56 82

Velasco Toro. Et al.Santuario y Región…. p. 81.

49

economía de Otatitlán estaba basada en la producción de maíz, frijol, algodón,

arroz y pesca; también se contaba con un par de fábricas de aguardiente de caña

y trapiches de hacer panela. En cuanto a las vías de comunicación, se siguió

utilizando el transporte por río fluvial, al igual que algunos caminos.

Se tiene noticia de que el día 14 de Septiembre de 1838 se trasladó al

Cristo Negro al pueblo de Chacaltianguis por orden del entonces obispo de

Antequera, Oax., y que se regresó a Otatitlán un 14 de Septiembre de 1840,

gracias a la petición de peregrinos de Córdoba y Orizaba. Fue el padre José

Blanco quien reinstaló la imagen, murió poco tiempo después y fue sepultado

frente al altar del Sagrado Corazón.

Los años de 1860 y 1861 fueron marcados por diversos desastres

naturales: inundaciones y ciclones que provocaron pérdidas significativas en

cultivos y ganadería. Dichos fenómenos provocaron que numerosos pobladores

emigraran hacia Oaxaca regresando alrededor del último tercio del siglo XIX en

que se intensificó el cultivo de caña, al tiempo que el algodón alcanzaba precios

altos.83 Lo que atrajo a gran cantidad de jornaleros, dicho flujo inmigratorio y la

agroindustria fueron transformando la mentalidad frente al simbolismo del agua.

Para 1876, en el inicio del gobierno de Porfirio Díaz, se fortalecieron las

políticas de fomento agrícola, siendo los terratenientes los mayores beneficiarios.

Y como en el resto del país, la estructura de ingresos descansó fundamentalmente

en torno a aquellos provenientes del comercio exterior, tanto importaciones como

exportaciones, reafirmando en lo general Las leyes de Reforma y la inversión en

infraestructura. “La continuidad entre los gobiernos liberales-clásicos y el

Porfiriato, así como posteriormente, entre los gobiernos de la revolución, no es

otra que la continuidad de un proyecto de nación capitalista dependiente”84.

En el bajo Papaloapan se fomentó la construcción de la vía férrea Veracruz-

Istmo que logró conectar por tierra con el puerto de Veracruz y, a la par, con

Coatzacoalcos y Salina Cruz; además, se modernizó la navegación fluvial. Todo

83 Ibíd. p 83.

84 San Juan Victoria, Carlos y Salvador Velázquez Ramírez, “El Estado y las políticas económicas

en del Porfiriato”, en Ciro Cardoso, México en el siglo XIX. México, Nueva Imagen, pp 277-314.,

41

ello permitió el desarrollo de la plantación como tipo de gran propiedad, que utilizó

la mano de obra asalariada y aprovechó la infraestructura básica de

comunicaciones y transportes. Los norteamericanos (capital principal) invirtieron

en la plantación de plátano roatán para exportación85.

La gran transformación de los nichos ecológicos del Sotavento se dio en la segunda mitad

del siglo XIX: se multiplicaron las haciendas ganaderas y los trapiches, las plantaciones

tabacaleras, la explotación maderera y las plantaciones de café, cacao y hule, llegándose a

exportar sus productos por los puertos de Minatitlán, Sontecomapan, Tlacotalpan y

Veracruz.86

El cultivo de plátano y caña requirió de trabajadores temporales para la

zafra y permanentes para las plantaciones de plátano; dicha fuerza de trabajo fue

atraída de otras regiones, los inmigrantes extra-regionales provenían en su

mayoría del estado de Oaxaca y eran de origen mixteco, zapoteco y chinanteco;

éstos se establecieron principalmente en torno a sus centros laborales.

Con el despunte económico, se fomentó la inversión en obra pública para la

cabecera municipal, así cnomo la mejora material de las distintas entidades que

integraban su jurisdicción. Durante esta etapa en Otatitlán se comenzó la

recaudación de recursos fiscales, se mejoró la casa municipal, se terminó la obra

del cementerio, se colocó alumbrado público en la plaza, se construyeron algunos

tramos de calzada, se inauguró un reloj público y el campo educativo recibió

atención. Hacia 1873 en Otatitlán había dos escuelas, una para hombres y otra

para mujeres, el 10% de la población acudía a la escuela, siendo muy pocas las

niñas que podían ir.

De la segunda mitad del siglo XIX a la primera década del XX la población

aumentó notablemente. En 1869, Otatitlán contaba con 728 habitantes y en 1888

había 146587 lo que nos indica que en pocos años la población se duplicó debido

al auge algodonero y el comercio; durante estos años, las principales actividades

85 Montero García, Luis Alberto. et al. Mariposas en el agua. Historia y simbolismo en el

Papaloapan. México, Universidad. p 83-85. 86

Delgado Calderón, op. cit. p 279. 87

Velasco Toro. Et al. Santuario y Región. p 86.

91Ibid. p 94-98.

42

del grueso de la población fueron la labranza y el jornal en las fincas. En un

informe gubernamental se caracteriza a la población local como mestiza con sólo

tres españoles y un austriaco88 lo que analizaremos más adelante.

El movimiento revolucionario de principios del XX impactó ligeramente en

Otatitlán, pues en el cantón no existieron movimientos armados de gran magnitud

como los de otras regiones, pero sí hubo grupos rebeldes y gavillas que asolaron

toda la región hasta avanzados los años veinte. Se considera que las principales

motivaciones de tales grupos fueron la protección de los intereses regionales

oligárquicos que habían mantenido el poder hegemónico. Ello se puede entender

si se considera que, en 1910, muere Lorenzo Gómez quien había sido jefe político

del cantón por más de una década. Entonces, algunos grupos buscaban ocupar

espacios políticos y otros sacar provecho de la revuelta.89

En este municipio se libraron varias batallas entre revolucionarios y federales cuando la

revolución de 1910, aunque ninguna de ellas logró alcanzar mayor relevancia. Se

distinguieron como militantes de las fuerzas revolucionarias, el general Juan Prieto, hombre

de gran valor; el capitán Ramón Prieto, distinguido en batallas y muchos más que se

entregaron a la lucha revolucionaria.90

En el año de 1911, un grupo insurgente comandado por José Santa Cruz

avanzó sobre Otatitlán con la intención de llegar a Cosamaloapan. De 1912 a

1914, aparecieron otros grupos y el poblado fue sede de escenas revolucionarias

sin que ningún grupo lograra trascender. En 1915, ocurrió el ataque más fuerte

pues un grupo de 50 saqueó y quemó, comercios y casas, por lo que muchos

habitantes de las rancherías se refugiaron en la cabecera municipal y en

Tuxtepec, Oaxaca. Los conflictos políticos de la época tuvieron medio de

expresión en El correo de Sotavento en donde porfiristas y opositores hicieron

públicas múltiples acusaciones sobre la administración de la zona.

Los años siguientes fueron de escasez hasta aproximadamente los años

treinta en que hubo un repunte económico por el auge platanero.91 Dicha

88 Ibid.

89Ibid. p 94-95.

90 Barrera Aguilar, Vicente. “Otatitlán, inventario del Pueblo”. Cuenca (Otatitlán). s/f. p 27.

43

transición dejó el comercio paralizado por años así como una gran inseguridad en

la región, problema que hasta la fecha no ha sido resuelto.

En lo nacional y durante la transición del caudillismo a la institucionalidad,

los gobiernos posrevolucionarios de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles

entraron en abierto conflicto con la Iglesia católica, al que se le conoce como

Guerra Cristera. Al respecto se han señalado como las principales causas; al poco

tacto político para aplicar leyes y al descontento del alto clero por la Constitución

que le privaba de algunos de sus privilegios. Durante el gobierno de Calles se

ordenó el cierre de escuelas católicas y conventos, así como la expulsión de

sacerdotes extranjeros92, lo que alentó a la Iglesia al levantamiento; estas políticas

resultaron muy violentas para algunos sectores de la población, sobre todo en

lugares con una tradición católica más profunda o en donde la Iglesia católica y

sus representantes eran pensados como autoridades de lo social. Por todo ello en

el centro y el bajío del país el conflicto, tomó tintes de guerra civil, no tanto por la

defensa de la institución sino por demanda de tierras mientras que en otras

regiones sólo hubo breves expresiones.

Hasta la primera mitad del siglo XX funcionó la figura institucional de una

“Junta Cívica” formada por damas católicas, vecinos, el cura párroco y las

autoridades municipales. Esta junta fue responsable de hacer mejoras al templo

con los recursos que se colectaban en las festividades y sostenía una escuela

para la enseñanza religiosa, el Colegio Católico, atendido por monjas con el fin de

“propagar la enseñanza y práctica católica”.93Funcionó hasta 1935, año en que se

cerró porque fue expropiada la casa donde operaba; más tarde en aquel local se

instaló la oficina de correos y telégrafo. 94

Entre 1926 y 1927, el entonces presidente de la República Plutarco Elías

Calles cedió el local que había ocupado el Colegio Católico al municipio de

Otatitlán, para destinarlo a la escuela oficial de niñas que antes había estado a

92 Gallo T., Miguel Ángel y Víctor Sandoval González. Del Estado Oligárquico al Neoliberal. México,

Edicones quinto sol, 2003. p 97. 93

Velasco Toro. Et al. Santuario y Región. p 89-94. 94

Velasco Toro. De la historia al mito … p 98.

44

cargo del clero. Por su parte a Adalberto Tejeda, el gobernador de Veracruz, se le

recuerda cómo “(…) un gobernador anticlerical que promovió la desfanatización de

la población veracruzana, creó grupos agraristas con ideología socialista y armó a

muchos de ellos durante los dos periodos de su gobierno”95

En Otatitlán, Eduardo Castelán, quien por entonces fuera presidente

municipal comandaba el movimiento anticlerical que en 193196, tuvo su más álgida

expresión en la localidad. En dicho año, el templo fue cerrado y el cura

perseguido, aunque el culto se seguía realizando de manera clandestina en casas

particulares. El día 6 de septiembre de aquel año llegaron a Otatitlán grupos de

agraristas y soldados que fueron ubicados en distintas partes del poblado, en

donde un día más tarde, por la madrugada, aquéllos grupos sacaron del templo la

imagen de Cristo Crucificado y la llevaron dirección al río, justo hasta un ranchito

con bodegas de plátano en donde intentaron quemarla y, finalmente, le cortaron la

cabeza, misma que se llevaron. Cuando la población supo que el Cristo había

sido robado se reunió en el templo al llamado de ¡Viva Cristo Rey” con la intención

de recuperarlo. El cuerpo de la escultura se recuperó pero el paradero de la

cabeza se desconoció hasta 1955 que fue devuelta97. Actualmente, se exhibe en

una vitrina dentro de la iglesia y se ha convertido en una reliquia. Es importante

anotar que al cuerpo decapitado se le construye una nueva cabeza, que es la que

se conserva en la actualidad, la cual es fenotípicamente distinta a la original. A los

citados acontecimientos se les conoce como la “profanación del Cristo Negro”.

El conflicto y la persecución religiosa continuaron por lo menos dos años

más. Los pobladores recuerdan que “un día entraron por la fuerza a varias

propiedades, sacaron imágenes de santos y vírgenes y cristos, las llevaron a la

plaza pública y las quemaron, otras más las rompieron, mientras gritaban; que no

95

Velasco Toro. Et al. Santuario y Región. p 99. 96

En el centro del país, la Guerra Cristera cesó en 1929 al tener fin la confrontación militar. 97

Velasco Toro. Et al. Santuario y Región... p 99-100, apud, Testimonios; Evangelina Aguirre Cruz

y Pastor Vázquez Copto, 1993.

45

valían nada”98. Debido a estos conflictos en 1933 la peregrinación que se realiza

anualmente al Santuario fue trasladada a Tuxtepec99.

En lo cultural, a partir de los años veinte, el país experimenta un arduo

momento en la vida cultural, la llegada de destacadas personalidades extranjeras

y el crecimiento de la empresa del entretenimiento influirá en la renovada

producción de cine, teatro, música, circo, artes plásticas y letras. En Otatitlán

destaca Francisco Aguirre Beltrán, un notable estudioso autodidacta, poeta y

decimero que comenzó a escribir en 1920.

1.5 Del “oro verde” a finales del siglo XX

Durante la Revolución mexicana las fincas que habían estado creciendo con éxito

desde principios de siglo decayeron, y el campo fue parcialmente abandonado,.

Dicha situación no cambió hasta que en la década de los veinte en que se gestó

de nuevo la estabilidad económica de la población de la región. Así, para 1923 la

comercialización internacional de plátano roatán ya era la principal actividad

económica de la región y para 1930 dicho cultivo alcanzó su máximo esplendor

económico en la época denominada coloquialmente del “oro verde”.

Durante el primer lustro de los años treinta el distrito de Tuxtepec y el

municipio de Otatitlán marcaron el paso del cultivo mundial del plátano, pues en

esta zona se registró el porcentaje más alto de racimos de calidad estándar (9

gajos en adelante). De hecho la plantación reforzó al gobierno estatal e inyectó

nuevos recursos a los municipios productores, a partir del pago de altos impuestos

para productores, y del conjunto de ingresos que generaban los trabajadores

ligados a esta actividad.

La organización del trabajo en torno a este cultivo comercial se inclinó a la

organización gremial que llegó a tener gran incidencia política en la región. En

Otatitlán se desarrollaron las siguientes asociaciones: Liga de Resistencia de

98 Ibid. p100, apud. Felipe Aguirre Cruz, 1993.

99 Ibid. p100-101.

46

Campesinos y Jornaleros, Sindicato de Trabajadores de Campo, Liga de

Marineros y Sindicato de Cortadores100.

El esplendor bananero que se desarrolló en la cuenca baja del Papaloapan

abarcó el periodo que va de 1923 a 1939. Pero para 1940 las compañías

abandonaron la zona, las causas de su salida fueron principalmente los desastres

naturales, los problemas sindicales, la baja en el precio del plátano en el mercado

internacional, las plagas y la Reforma Agraria del cardenismo. Sobre este último

punto cabe decir que los habitantes de los asentamientos que surgieron como

consecuencia de la expansión de las plantaciones plataneras pudieron, a partir de

esta política agrarista, solicitar al gobierno federal la dotación de tierras

pertenecientes a las empresas101; con el tiempo los trabajadores formaron centros

de población ejidal que luego se convertirían en pueblos.

En la región “el cultivo de plátano no sólo fue vehículo económico que

impulsó la evolución de un nuevo ámbito social, sino también un elemento

transformador del espacio geográfico en la cuenca del bajo Papaloapan”102. Es

necesario considerar que, anterior a esta época en México no existía un mercado

nacional y menos internacional del plátano, éste apareció a principios del XX con

la llegada de las compañías bananeras103; a su salida, la crisis regional se

evidenció sobre todo por el desempleo y la perturbación del medio ambiente que

provocaron. Desde la década de los cuarenta la destrucción de los nichos

ecológicos del sur de Veracruz se fue recrudeciendo.

La agricultura en la región tendió al cultivo de variedades más resistentes

de plátano como el “macho” y el “enano”, así como la siembra de pasto para la

cría de ganado, el cultivo de piña y caña de azúcar en grandes cantidades y en

menor medida naranja y chile. Según los habitantes del Santuario, a partir del

100 Montero García. et al. Mariposas en el agua… p 97, apud. Archivo General del Estado de

Veracruz, fondo Junta Central de Conciliación y Arbitraje. 1918-1949. 101

La Liga de Comunidades Agrarias de Veracruz se mantuvo como una de las más combativas propiciando en gran medida la transformación de la tenencia de la propiedad. 102

Montero García, op. cit. p 81. 103

Las principales empresas en la región fueron: Mexican American Fruit Co., Cuyamel Fruit Co., Transcontinental y Standard Fruit and Steamship Of México Inc.

47

último tercio del siglo XX, la caña se colocó “casi” como monocultivo, por lo que

su producción está organizada y acaparada por los ingenios.

Para 1944, ocurre en la región el llamado “diluvio cuenqueño”, la más

catastrófica inundación del bajo Papaloapan en la primera mitad del siglo XX. La

inundación fue ocasionada por un huracán nacido en el Caribe que penetró a tierra

en las cercanías de Coatzacoalcos y los Tuxtlas llegando a la cuenca media el 21

de septiembre, momento en el que comenzó a llover sin parar por días, por lo que

el Papaloapan aumentó su caudal rápidamente hasta desbordase.

La creciente torrencial inundó las calles de los centros urbanos y se llevó a

su paso, casas, cultivos, ganado, etc., por toda la cuenca los habitantes

abandonaron sus habitaciones y se refugiaron con grandes carencias, hasta el 27

y 28 que las aguas del Papaloapan comenzaron a bajar.

(En Otatitlán). La inundación fue una cosa desastrosa; dicen que la creciente y el agua

comenzó a llegar a la iglesia y que cuando llegó al altar mayor, automáticamente el agua

comenzó a descender, esa parte en donde está viene a ser la más alta del pueblo. En ese

tiempo como todos los años se inundaba el pueblo, construían tapancos y ahí se subía

toda la gente a pasar las avenidas, en la inundación mucha gente se refugió en el kiosco

del parque, arriba del palacio municipal, en la iglesia104

, en el campanario y en un hotel que

tenía mi abuelo Pancho Aguirre de dos pisos y otras casas con tapanco. Arrasó con todo,

pero fue cosa de dos/tres días, acabo con: animales, plantaciones y sembradíos, fue una

crisis muy fea la que resultó de la inundación.105

Todas las poblaciones desde Tuxtepec a Tlacotalpan quedaron en

aislamiento total, rodeados únicamente por agua. Las vías del ferrocarril de

Veracruz al Istmo, especialmente el puente Papaloapan, quedaron retorcidas; no

había carreteras ni caminos que no estuviesen bajo el agua; los únicos medios

disponibles eran guardacosta, lanchas y chalanes, principalmente.

Las cosechas estaban perdidas y las familias cuenqueñas se encontraban

en condiciones extremadamente difíciles, porque la ayuda a los damnificados no

llegó a quien la necesitaba de manera oportuna debido a la corrupción. El

104 Se cuenta que para alimentarse la gente aliño una vaca en el altar mayor, la cual paso flotando

aferrada a una puerta de madera. Comunicación personal con habitantes varios de Otatitlán. 105

Entrevista No.5H, AAF.

48

gobierno federal y estatal no auxilió a la población debidamente, llegando lo

recaudado en nombre de los damnificados a partir de octubre, en adelante la

región atravesó por una situación de miseria general.106

Las casas eran de madera y altas, incluso pisos de madera. Cuando bajo el agua quedó

puro lodo. Volvió otra inundación al segundo año, pero más chica107

. A nosotros ya no nos

hace la pobreza porque ya la conocemos.108

En Otatitlán el ciclón ocasionó que se perdieran 102 hectáreas de maíz,

arroz, plátano y caña. Varias casas fueron arrasadas por la impetuosa corriente,

dejando a 55 familias de ejidatarios en la calle.109

En los años siguientes y como respuesta al problema de las inundaciones

se aceleró el proceso de construcción de la presa Miguel Alemán, también

conocida como Temascal.110

La presa Miguel Alemán cubre 47 000 hectáreas y para su construcción

fueron expropiadas cerca de 52 mil hectáreas de las mejores tierras de alrededor

de 5 mil indígenas de unos cinco municipios. Durante los años ochenta, los

afluentes del Río Santo Domingo, también proveniente de Oaxaca, y parte del

Papaloapan fueron controlados con la construcción de otra presa vecina, la

llamada presa Miguel de la Madrid o Cerro de Oro, terminada en 1988, que se

ubica en el municipio de San Juan Bautista Tuxtepec, Oaxaca. El proyecto

provocó el reasentamiento involuntario de alrededor de 26 000 personas.111

En lo nacional a partir del establecimiento de los gobiernos

posrevolucionarios se desarrollan los siguientes etapas: “Institucionalidad del

Estado” (1920-1929); “El maximato” (1929-1933); “Estado corporativo” (1934-

1957); “Desarrollo estabilizador” (1958-1976); y el “Estado neoliberal” 1976-

106 Montero García, op. cit, passim.

107 Entrevista No. 6M, MK.

108 Entrevista No. 7M, NOP.

109 Montero García. op. cit. p 159.

110 Se concluyó en 1955. La presa controla los escurrimientos del Río Tonto en Oaxaca hacia la

región cuenca Papaloapan, se encuentra ubicada en el poblado de San Miguel Soyaltepec; en la actualidad cuenta con una central hidroeléctrica que produce importantes ganancias para la Comisión Federal de Electricidad (CFE), a costa del despojo a los mazatecos de la región. 111

Comisión Nacional del Agua, Geolocalizador de presas de México.

49

1994112. Estas etapas corresponden a políticas económicas impulsadas por el

Estado, en las cuales cada una tendrá sus peculiaridades y aunque todas inciden,

de manera directa o indirecta, en el desarrollo de la localidad que se estudia, se

hará alusión sólo a los elementos que provocaron una evidente transformación de

las formas de vida en Otatitlán.

Después del cardenismo, la figura presidencial quedó plenamente

fortalecida y capaz de concentrar en sí misma el poder de los otros poderes

constitucionales que tenían nula independencia. El control ejercido por el Estado

tenía como ideología al nacionalismo que gestó, desde el empoderado centro y

norte de la Republica, una clara manifestación de la apuesta por el bien de la

“Nación” como entidad teórica y no de las colectividades. El desarrollo del

nacionalismo implicó cambios importantes en la concepción de la pertenencia a “la

comunidad” o “el pueblo”. Así “lo jarocho” fue resignificado, aspecto que se analiza

más adelante.

A partir de los años cuarenta, el Estado tendió a desarrollar un proyecto

industrializador del mercado interno, promoviendo también el desarrollo de las

clases medias y altas hasta consolidar el llamado “Milagro mexicano”. La

industrialización influyó de manera determinante en la urbanización de la sociedad

mexicana y los ingresos del campo fueron sacrificándose paulatinamente a los de

la industria; ello afectaría profundamente a la región Papaloapan en donde el

agricultor se vio forzado a producir materias primas a bajo precio para el sector

manufacturero, principalmente caña de azúcar.

Durante la primera mitad del siglo XX Otatitlán, al igual que otros pueblos de la

cuenca, utilizaban los afluentes fluviales como principal medio de transporte.

Aquí la comunicación que teníamos era con el pueblo de Papaloapan por lancha y de ahí se

salía en el ferrocarril, dicen que para llegar a Veracruz se tardaban de tres a cuatro días. De

Alvarado y Papaloapan venia toda la mercancía en lancha, ya por los treinta se hizo una

brecha hacia el pueblo de Papaloapan y funcionaba un camioncito, nadamas en época de

112 Vid. Gallo T. op. Cit.

50

secas; en aguas113

ya no se podía transitar. A partir de los años cincuenta construyeron la

carretera del otro lado del río, que va para Cosamaloapan (carretera federal) a finales se

construyó el muro que se utiliza para contener al rio y como carretera.114

De hecho se cuenta que el río estaba menos contaminado y en la vida

cotidiana había muchas más actividades que se realizaban en torno a él, en

comparación con la actualidad:

Antes había mucho robalo, venían de lejos a comprarlo junto con la camaya. Ahora ya no hay

porque imagínate; cervecera, papelera, drenaje, animales muertos, todo lo botan al rio y ya no

hay las especies que antes.115

Antes que el agua estaba limpia, íbamos al río a nadar y

bañarnos, el agua ya no está muy limpia116

A partir de la segunda mitad del siglo XX, y los sectores sociales también

presentaron variantes; la clase media no sólo creció en las grandes urbes (aunque

sí mayoritariamente); en espacios como los poblados del Papaloapan, la clase

media se constituía principalmente de pequeños comerciantes, profesionistas

varios, maestros, empleados de la industria y el gobierno117, todos estos sectores

modificaron las dinámicas culturales en la región a lo largo de la segunda mitad

del siglo.

Los gobiernos capitalistas, proindustrializadores y favorecedores de

Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX, consolidaron el modelo de

Estado capitalista dependiente para México, lo que tendrá muchísimas

repercusiones en lo social; sobre todo porque a partir de los cincuenta, la vida

cotidiana tendió mucho más a imitar las expresiones del modo de vida

norteamericano (AWOL por sus siglas en inglés). La radio y la televisión

adquirieron gran importancia: modas, gustos, aficiones y hasta sentimientos iban

siendo moldeados cotidianamente por los medios masivos de comunicación. Las

décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial tuvieron como característica la

hegemonía productiva de los Estados Unidos y el desarrollo de fenómenos

migratorios hacia dicho país.

113 La temporada de mayor precipitación pluvial va de junio a noviembre.

114 Entrevista No. 5H, AAF.

115 Entrevista No. 6M, MK.

116 Entrevista No. 3M, LBM.

117 Velasco Toro. De la historia al mito (…) p 30.

51

Tenía como 15 años (década de los sesenta) cuando se comenzó a oir más el radio y la

tele, sólo había pocos aparatos, la luz aun no era regular y había una planta que

funcionaba hasta las 10. La radio y tele llamaban mucho la atención porque eran algo

novedoso; no lo habíamos escuchado ni visto; pasaban programas como caricaturas y

música.118

Con eso las cosas cambiaron pero no para bien, nos anunciaban, chocolates,

refrescos, etc. Los que tenían televisión nos presumían a nosotros. Yo llegaba a una casa

donde había tele y por la ventana veía, hasta que se daban cuenta y cerraban. Servía

como entretenimiento pero la mente se empezó a amolar, los vecinos antes se llevaban

distinto, había antes un periódico y lo leía uno y se lo pasaba a otro (…).119

Durante el siglo XX, el Estado ha utilizado proporcionalmente pocos de sus

recursos en gastos de bienestar social en relación con las inversiones en

actividades económicas120, apoyando sobre todo el desarrollo de la élite industrial

y agrícola comercial, pues la propia alta jerarquía política forma parte de las

mismas. Ello ha generado constante descontento y el empobrecimiento de los

sectores mayoritarios. En el campo se continúa la producción campesina de

autoconsumo y también toma fuerza la empresa capitalista rural que emplea mano

de obra asalariada.

Al culminar la Revolución, la protesta social estaba lejos de terminar; las

malas condiciones de vida de la masa trabajadora tanto del campo como de la

ciudad y la inconformidad de algunos sectores de la clase media con el sistema

político autoritario que se ejercía explican el surgimiento de constantes

movimientos sociales a lo largo del siglo.

Para los años setenta, el cambio por los canales democráticos se percibía

como agotado por algunos sectores. La economía del país reflejaba problemas

estructurales, un crecimiento deformado e injusto. Después de la represión

violenta a los movimientos ferrocarrilero, estudiantil, magisterial, médico, obrero y

campesino. El sistema político comandado por el PRI perdió gran credibilidad, por

un lado, se exacerba la guerrilla y, por otro, la burguesía enfrenta serios

118

Entrevista No. 3M, LBM.

119 Entrevista No. 6M, MK.

120Gallo T. op. cit. p 179.

52

problemas con el gobierno por la pérdida de control sobre el bienestar de sus

intereses. El poder del PAN aumentó en aras de la participación directa de los

empresarios en la política.

Las constantes devaluaciones del peso y la “petrolarización” de la economía

como estrategias para ofrecer un mayor crecimiento económico fueron sólo una

ilusión que dejó al país aún más endeudado; de tal modo que, a partir de los

ochenta, se iniciaban abiertamente los tiempos del neoliberalismo y, con ello, la

reapertura económica que tuvo como consecuencia directa la firma del Tratado de

Libre Comercio con Estados Unidos (TLC) que dejaba a los campesinos bajo las

fuerzas del mercado; en lo social, el incremento acelerado de la globalización se

acentuó, en adelante vamos a buscar explicar cómo ha estado sucediendo este

fenómeno en Otatitlán. De hecho, algunos elementos del culto al Cristo Negro en

la actualidad van a estar vinculados con los cambios globales del último cuarto del

siglo XX.

Los aspectos sociales, políticos y económicos que hemos venido tratando

en este capítulo tienen el fin de ejemplificar el conjunto de circunstancias que

acompañan el fenómeno religioso del culto al Cristo Negro en Otatitlán. Además,

nos ayudan a comprender en los siguientes capítulos como es que la localidad se

articuló y desarrolló, en un sentido cultural. El panorama general de los periodos

más significativos en la historia de Otatitlán se ha construido a partir de la revisión

de bibliografía general y especializada. Para lo acontecido en la segunda mitad del

siglo XX, pudimos introducir algunos testimonios de otatitlecos, tomados en

entrevistas para este trabajo121.

La religiosidad de los habitantes del santuario y su relación con el Cristo

Negro, no puede ser entendida, sin antes indagar quiénes son los protagonistas

de esta historia y cuál es su origen, por lo que en el siguiente capítulo haremos un

breve perfil histórico-cultural de los habitantes de esta zona.

121 Véase la introducción.

53

Somos santuareños

Somos la madera del

árbol verdadero, el árbol que se siembra en

el bien y la divinidad. Tenemos el cielo libre,

un río donde navegan las

almas y cada vez que un pájaro

canta nace un hombre, nace un

nuevo amor. Somos la fibra que teje

nuestro corazón, somos cerro y luz,

somos bosque y mar, somos Oaxaca y

Veracruz, somos Otatitlán.

Francisco Javier Alegría Osorio. Otatitlán, Ver.

27 de Febrero del 2013

54

Capítulo 2. La composición étnica en Otatitlán

partir de la revisión del transcurrir histórico en Otatitlán podemos decir

que quienes visitan y viven en la localidad, han permutado elementos

culturales e ideológicos de manera constante durante su

larga convivencia, de tal forma que algunos símbolos y elementos de

tradiciones de distintos orígenes, van a ser incorporados de acuerdo con los

valores y la cultura local de todos quienes participan en la interacción, en un

complejo y largo proceso, en que poco a poco ha generado una peculiar

idiosincrasia, construida de la experiencia vital.

En este capítulo vamos a emplear “transculturación”122 como categoría de

análisis, para entender el proceso histórico mediante el cual se conformó la

sociedad cuenqueña. Haremos pues una traza general del perfil de origen étnico

de los “jarochos cuenqueños” que habitan el poblado. Vamos a analizar tal

proceso en el campo de lo cultural, incluso en un modo mucho más particular, nos

interesa su impacto en el fenómeno religioso del culto al Cristo Negro en Otatitlán..

En el santuario de Otatitlán, el culto al Cristo Negro ha sido eje de muchas

relaciones sociales y económicas, sus fiestas religiosas han propiciado la

formación de un espacio multicultural. Su lugar privilegiado en las rutas

comerciales y la construcción de la identidad local son factores que nos permiten

investigar lo particular de su desarrollo histórico, ligándolo a una amplia región

como lo es el Sotavento y también en una esfera menor a un área geográfica

como lo es la Cuenca del Papaloapan.

Tomás García Hernández denomina a la religiosidad practicada en el

santuario como “catolicismo fuertemente influenciado por los valores de la

cuenca”, lo que provoca la reflexión en varios sentidos. En los siguientes

apartados nos ocuparemos de problematizar las relaciones sociales que han

generado esos “valores de la cuenca” considerándolos siempre dinámicos.

122 Véase introducción.

A

55

Para ello se ha optado por elaborar apartados que ayudan a explicar por

separado quiénes fueron los grupos que se transculturaron en el Sotavento y

específicamente en la cuenca del Papaloapan y sus principales aportes en el

campo del imaginario religioso.

En la actualidad la mayor parte de los habitantes de Otatitlán se

autoadscriben a la identidad “jarocha”. Encontramos también que una pequeña

porción de los pobladores tienen un origen indígena (mazateco, popoluca) y que

su llegada atendió a procesos de migración regional de finales del siglo pasado,

así como a unas cuantas familias con descendencia japonesa123 que en realidad

pueden considerarse jarochos, porque los valores culturales de tales herencias no

han modificado de manera drástica la cultura de los otatitlecos; se podría afirmar

que se han acoplado a la cultura jarocha de los santuareños. Por ello podemos

considerar que durante el siglo XX en el santuario de Otatitlán la identidad étnica

es esencialmente jarocha, rural, campesina y pecuaria.

Otatitlán ha pertenecido desde la época colonial al Sotavento y durante la

Colonia a la jurisdicción de Cosamaloapan que “constituyó primero una de las

regiones más ricas del imperio mexica y, después, una de las principales

extensiones ocupadas por las mercedes de tierras ganaderas concedidas por la

Corona a los pobladores europeos, región de extensos mayorazgos pecuarios en

poder de familias ennoblecidas y zona privilegiada de mestizaje entre indios y

negros.”124

La transculturación colonial de la zona es fundamentales para entender la

historia posterior de Sotavento, porque el imaginario religioso que se desprende

de tal proceso permanecerá en la posteridad con tan sólo ligeros cambios, así al

pensar en la población de Otatitlán debemos tener presente que las variaciones

culturales más significativas son aquéllas que ha traído la inserción de “la

modernidad”, sobre todo en términos culturales. Por esto mismo vamos

123 En 1923 llegaron al Santuario tres hombres de edad adulta provenientes de Japón, de apellidos;

Kojima, Ogata y Koi. Se dedicaron a la medicina y al comercio, todos tuvieron descendencia en la

localidad, pero no todos permanecieron en Otatitlán. Entrevista No. 6M. MK. 124

García de León. op. cit. p 55.

56

constantemente en la narración haciendo contrastes entre mediados del siglo XX,

y épocas anteriores.

Otatitlán forma parte de un área en donde se localizaron los pueblos que se

han llamado: más “mestizos”, en el Sotavento colonial, como lo fueron:

“Chinameca, Acayucan, Cosamaloapan o Chacaltianguis, [que] comparten en gran

medida esta base civilizadora impuesta desde muy atrás por las formas nahuas y

popolucas de organización territorial.”125 Lo que resulta muy importante si

pensamos en el santuario y en sus formas religiosas que parten también de los

antecedentes mesoamericanos; incluso en la actualidad se puede identificar tal

herencia.

Durante los primeros tiempos de la Colonia, aproximadamente a finales del

siglo XVI, muchas de las costumbres locales estaban ya perfectamente

conformadas y mostraban todos los aspectos de la transculturación que daría

origen a la típica población de la cuenca. .“Paradójicamente, [esto se generó] en

una de las regiones en dónde la población original disminuyó severamente y el

mestizaje entre indios, negros y europeos se logró desde finales del XVI.”126

En el plano de lo religioso, las manifestaciones como: peregrinaciones y los

cultos a santos patronos, son el lugar en donde podemos percibir aun

reminiscencias de ritos anteriores a la conquista. Por lo anterior vamos a

comenzar con tales elementos indígenas.

2.1 Los antecedentes indígenas

Con todo lo expuesto acerca de la época mesoamericana en el bajo

Papalopan127 queremos esgrimir la idea de un Yacatecuhtli (si es que fue el caso)

o deidad mesoamericana que fue representativo no sólo del comercio, sino

esencialmente de la cultura de los pueblos de origen popoluca y habla mexicana,

lo que incluye una fuerte presencia de cultos agrícolas mesoamericanos que

125

Ibid. p 437. 126

Ibid. p 154-155. 127

Véase Introducción.

57

serían los que permanecieron al paso del tiempo y que fueron posteriormente

ligados al Cristo Negro.

Dando continuidad a la cultura indígena local: a su carácter agrícola y

pecuario, y a sus redes de comercio, se establecieron los usos y formas de las

cofradías religiosas en torno a santos católicos. De hecho, tomarán forma en el

siglo XVIII al mismo tiempo que se llevaba a cabo un intenso proceso de

transculturación en la zona.

Una buena parte de los elementos de lo sagrado que persisten a través de

los tiempos va más allá de la sucesión de formaciones socioeconómicas

especificas porque contiene lo que se ha llamado una historia de “larga

duración”128 que se distingue de otras partes que son más propensas a ser

modificadas, por eso es justo esta larga duración de elementos simbólicos de lo

sagrado lo que nos interesa resaltar.

En este sentido de los elementos de larga duración podemos encontrar los

aportes indígenas a la cultura jarocha cuenqueña. La baja demográfica de las

poblaciones indígenas en el siglo XVI fue seguida de una recuperación poblacional

inducida durante el siglo XVII, que incluyó nuevos elementos culturales a la

tradición mesoamericana ya existente. “Si bien la conquista y colonización

española significaron un cambio profundo en la cultura, estructura social y

economía de los indígenas, tres siglos de dominación cambiaron sólo

superficialmente a los pueblos indios del sur; la religión, las técnicas de cultivo, la

construcción de casas, entre otros elementos continuaron casi inalterables.”129

La interacción de los pueblos indígenas con los conquistadores fue siempre

en el plano de la dominación colonial; es bien sabida la constante destrucción y

descalificación de las formas religiosas de los pueblos mesoamericanos por parte

de los conquistadores, sobre todo por los misioneros evangelizadores, lo que

llevó a forjar un catolicismo muy impregnado de culturas regionales autóctonas,

pero siempre bajo advocaciones y fiestas “católicas”.

128 Véase introducción.

129 Delgado Calderón, op. cit. p 277.

58

Al respecto Antonio García de León nos dice que:

(…) las regiones indígenas del Sotavento solamente recibirán un leve barniz evangelizador,

lo que permitirá también la persistencia de fragmentos enteros de las antiguas creencias y

mitologías, insertos en un ritual católico simple, rural y ribereño, efectuado bajo condiciones

materiales que recuerdan más en su porosidad, al Caribe insular que al abigarrado

Altiplano mexicano.130

Existieron entonces importantes persistencias culturales indígenas131 en las

poblaciones que desde la Colonia habitaron Otatitlán, siendo las más importantes

en el campo religioso, aquellas prácticas vinculadas a sus actividades

económicas; agricultura, pesca y comercio.

Uno de los acontecimientos que en mayor medida fraguó el mestizaje

biologico en Otatitlán fue la congregación de los indígenas en los llamados

“pueblos de indios”. Posteriormente el azote de enfermedades endémicas,

permitió que los sobrevivientes fueran congregados, facilitando así el control de la

población, sobre todo en el cobro de tributos e impuestos. Sin embargo, los

pueblos de indios en realidad fueron congregaciones en donde vivieron

mayormente poblaciones mestizas (transculturadas), luego llamadas jarochas.

En la segunda mitad del s.XVI se realizó la segunda fase de

congregaciones no sin la resistencia de las comunidades indígenas, por lo que

figuras como la del visitador real Joseph de Solís132 fueron muy importantes para

conocer la forma y composición de los asentamientos.

La evangelización, la administración civil, y la justicia, el pago de tributos y la integración al

mercado interno se veían además favorecidos en la medida en que los indios fueran más

130

García de León, op. cit. p 298-299.

131 “En Otatitlán, Igual que en Cosamaloapan existió durante la Colonia una sociedad india dividida

en dos estamentos; el superior formado por el cacique y los indios principales; el inferior constituido

por el común de los naturales.” No siempre guardaron relaciones cordiales o de alianza, era común

el reclamo de los segundos por el constante abuso de los principales. Aguirre, Beltran, op.cit. p

166-167.

132 Recorrió desde Papaloapan hasta los Ahualulcos.

59

accesibles y cercanos a los caminos principales, estuvieran tasados en los padrones de

tributos y vivieran bajo control más centralizado, en cabeceras y sujetos identificados.133

Las condiciones sobre las que se generó la transculturación de la zona

fueron, por un lado, los “pueblos de indios” y, por otro, las mercedes de ganado y

pesquerías; realidades que estuvieron en íntimo contacto en la zona en que se

inserta Otatitlán y que permitieron el contacto entre poblaciones de distintos

orígenes étnicos. Aquí se encontraron los vaqueros afrodescendientes y los

indígenas, así como también los europeos.

Esos encuentros fueron forjando procesos de transculturación en todos los

niveles de convivencia, de tal modo que sucedían muchos procesos de forma

paralela, pues al mismo tiempo se buscó repoblar la zona, huir de las

enfermedades, congregar pueblos, evangelizar, etc.

2.2 La transculturación134 colonial

Para mediados de siglo XVI la malaria y la fiebre amarilla provenientes de los

navíos de gente esclavizada procedente de África adquirieron en la zona su propio

ciclo reproductivo comenzando una secuencia cíclica endémica que azotó la

región hasta principios del siglo XX.135 Bastantes enfermedades endémicas

llegaron con los africanos, los europeos y el ganado, y se favorecieron para

proliferar de la congregación de las comunidades, como mencionamos en el

capítulo anterior la baja demográfica indígena fue enorme, ello fue la principal

causa del mestizaje colonial, pues se necesitaba sustituir la mano de obra perdida.

Desde el siglo XVIII, las primeras formas de relación entre los otatitlecos y

otros grupos vinculados al Cristo Negro fueron las cofradías, que permitieron la

integración de grupos sociales diversos que se asimilaron entre sí; negros y

mulatos, criollos, españoles peninsulares e indígenas de múltiples grupos étnicos

comenzaron o continuaron relaciones, que fueron mediadas generalmente por la

Iglesia católica y que confluyeron en el culto al Cristo Negro. En lo general, dicha

133 García de León, op. cit. p 268.

134 Véase introducción.

135 García de León, op. cit. p. 265.

60

articulación de relaciones se conformó a partir de vínculos de naturaleza política,

económica, ritual, social, etc. “Durante el siglo XVIII la iglesia trato de integrar a los

grupos lingüísticos del norte de Oaxaca en la Cofradía; es decir, la religión sirvió

como medio integrador frente a la diversidad cultural136 y territorial”137

El culto a los santos patronos, su organización en torno a Cofradías y las

fiestas católicas han sido los elementos más visibles y estudiados de los procesos

de construcción de un imaginario religioso compartido durante la época colonial y

son vistos como reflejo del proceso de mestizaje, pero aunado a estas formas

religiosas “oficiales” existieron muchas prácticas consideradas “mágicas” y

“prohibidas” que, sin embargo, se practicaron ampliamente y que fueron también

alimentándose de la interacción social.

Otros elementos religiosos activos llegaron con la población africana, con los portugueses

y los andaluces, y se sincretizaron en nuevas creencias, en prácticas mágicas clandestinas

y en toda clase de –agüeros y abusiones-. Así, la mayor parte de los ritos que persistieron

entre los indios vivieron en el siglo XVII los últimos estertores de una idolatría más o menos

pura que la Iglesia persiguió con rigor, en tanto expresaba aspectos de una religiosidad

prehispánica muy antigua en la región. Después del siglo XVIII, estos cultos se integraron

en las fuentes más poderosas del sincretismo, la fusión y el mestizaje, quedando como el

tejido principal de las actuales creencias del –universo de lo sobrenatural-(...)138

Las constantes mezclas culturales llevarían a la formación de lo que se ha

llamado un espacio mágico paralelo139, que se forjó a partir de una cultura

marginal que se desarrolló entre mestizos, mulatos, negros y toda clase de almas

segregadas que de manera paulatina desarrollaron una serie de “prácticas

mágicas con fragmentos de lo indígena regional, lo andaluz e ibérico y lo

136 En aquella época en la Hermandad del Señor de Otatitlán había 660 cofrades divididos de la

siguiente forma: Chinantecos 443/57.12%, mazatecos 135/20.45%, zapotecos 48/7.27%,

cuicatecos 24/3.65%, y de Otatitlán o Tuxtepec 10/1.52%. (Seguramente entre indígenas y

pardos). Apud. Winfield. “La Cofradía del Cristo Negro…”. op. cit. p 51-53. 137

Winfield. “La Cofradía del Cristo Negro…”. op. cit. 53. 138

García de León, op. cit p 339. 139

Ibid.

61

africano.”140 Culminando en la formación de un nuevo universo cultural que en lo

religioso encabezaría la Iglesia católica y sus santos patronos.

Se tiene noticia de que los pardos utilizaban en la colonia “aceite del Cristo

Negro de Otatitlán” (aceite de la lámpara) como un antídoto contra el maleficio o la

brujería, se trata de una costumbre que según Alfredo Delgado Calderón se

conservó entre los indígenas y los campesinos.141

La presencia de los negros esclavos y libertos, y su influencia en la cultura

de Sotavento es uno de los temas menos abordados por los estudiosos de la

religiosidad de la zona. Gonzalo Aguirre Beltrán, Antonio García de León y Alfredo

Delgado Calderón142 han dado los principales aportes en torno a la historia y la

influencia de las poblaciones afromestizas en la cultura de Sotavento, aún falta

mucho por explorar en el rubro de la religiosidad por lo que he optado por

presentar algunos datos que nos permiten pensar el modo en que pudo darse tal

compenetración cultural y social.

Se considera que aproximadamente a partir de la segunda generación

después de su llegada a América los que fueron africanos de origen pueden

considerarse ya negros o mulatos novohispanos; quienes, en el Sotavento,

empezaron a superar en número a los esclavos y se apropiaron de muchos

espacios rurales y de ciertas situaciones de privilegio; de hecho superaron con el

mestizaje, paulatinamente, a los indígenas y “blancos”.143

No hay que dejar de lado que la población mestiza de negro e india

(llamados pardos) crecieron en número más rápido y a mayor escala que los

mestizos de español e india; desde la Colonia, en lo cultural, estos mestizos

pardos siguieron la tendencia de blanqueamiento, pues, socialmente, les aportaba

beneficios.

Entre los temas más recurrentes relacionados a la presencia de

afromestizos en Sotavento encontramos los casos inquisitoriales por práctica de

140 Ibid. p 388.

141 Delgado Calderón, op. cit. p 72-73, 124-124.

142 Véase introducción.

143 García de León, op. cit. p 538-539.

62

magia y brujería, y las acusaciones de bandidaje a negros cimarrones. Desde la

perspectiva de la dominación colonial, descalificar las prácticas culturales de

negros e indios y generar estereotipos étnicos sirvió a la consolidación del propio

sistema.

Gonzalo Aguirre Beltrán reporta que desde inicios del s. XVI se tiene noticia

de la huida y el cimarronaje de los esclavos negros que se expandieron por la

cuenca del Papaloapan, “por lo menos interactuando allí con las poblaciones

ribereñas”. Estos datos nos dan idea de cómo fueron conviviendo, forjando

relaciones y múltiples identidades étnicas en la zona.

En la cuenca del Papaloapan las poblaciones afromestizas eran en su

mayoría negros cimarrones huidos de la región de trapiches en Córdoba, a

diferencia de la condición de esclavitud dominante en otras partes. “Las

haciendas ganaderas también utilizaban esclavos negros, aunque su número fue

menor en comparación con los vaqueros pardos y mulatos libres que laboraban en

ellas.” Los oficios más comunes de los afromestizos fueron como vaqueros,

jornaleros en las haciendas y trapiches, pescadores, canoeros, carpinteros,

sastres y molenderos.144

En el auge de la expansión ganadera en Sotavento se buscaba a zambos,

mulatos y mestizos por su destreza en el manejo de los caballos, lo que les

brindaba una marca de superioridad social frente a los indígenas y campesinos de

a pie; como hemos mencionado aquellos grupos de vaqueros que arreaban con

lanzas y garrochas fueron en el siglo XVII la casta de los “jarochos”145.

Sabemos que la principal forma de mestizaje en Sotavento fue la unión de

afrodescendientes cimarrones (que se ocupaban de actividades ganaderas) y

mujeres indígenas, pero, ¿cómo es que llegaron a formar núcleos familiares? En

una queja del siglo XVII por parte de los indígenas de Gusapaltepec podemos

144 Delgado Calderón, op. cit. p 65-69.

145 “Los mestizos de negro e india eran en la Nueva España Rural, la base principal del mestizaje y

fueron conocidos ya para finales del periodo colonial, con una gran variedad de denominaciones

regionales, jarochos en Veracruz, loros en el Chiapas central, cambujos en Oaxaca, chinos en

Puebla, zambos en Guerrero, Tabasco y otras regiones.” García de León, op. cit. p 546.

63

encontrar un poco de información al respecto. En este documento los indígenas

hablan del agravio que era perder a sus mujeres a manos de los negros y mulatos

vaqueros.

En 1618, cuando el procurador de indios de Guaspaltepec se quejaba de parte de los

pueblos de Otatitlán, Tlacojalpa y Chacaltianguis, - de que el teniente corregidor de la

provincia los compelía a que vallan al monte a cortarle madera y se la traigan a la ciudad

de Veracruz y a otras partes, en que se ocupan todo el año, por cuya causa no hacen sus

sementeras ni se pueden sustentar y mueren de hambre, ellos y sus mujeres e hijos, por

tenerlos como los tiene en el monte treinta o cuarenta días, obligándoles a desamparar a

sus mujeres y casas, llevándoselas en esa ocasión los vaqueros de las estancias

comarcadas.146

Desde mediados del siglo XIX Lucien Biart apuntó que los afromestizos

tenían en general menos prohibiciones en lo religioso que los indígenas y

españoles, muy probablemente porque estaban lejos del dominio de las

autoridades eclesiásticas. La relación entre indígenas y afromestizos fue ríspida

durante buena parte de la época colonial; pero, con el paso del tiempo, la

adopción de la cultura indígena local por parte de los afromestizos se hizo un

rasgo típico; de tal modo que, ya para el siglo XX, es imposible encontrar en la

cuenca a poblaciones diferenciadas étnicamente como indígenas y afromestizos,

en su lugar encontramos a los jarochos. En el complejo cultural jarocho existen

muchos rasgos que indican el proceso de transculturación; en lo general se

conserva la importancia de los elementos compartidos por distintos grupos

étnicos, por ejemplo, la sacralidad de las serpientes y sus nexos con el arcoíris y

las tormentas, una cultura culinaria común, la cultura médica, la importancia de los

ciclos agrícolas, las formas musicales, etc.

A principios del siglo XIX en Otatitlán se censaron 50 familias de indios,

esto es, alrededor de 350 individuos.147 En cambio la población negra y mulata

aumentó en forma considerable. En algunos pueblos como Cosamaloapan,

Tlacotalpan, Tesechoacán y Otatitlán, puntos de importancia capital en el

146 Ibid. p 300. Apud. AGNM, Indios, 8, pp 129-129v. 14 de febrero de 1618.

147 Velasco Toro. De la historia al mito… p 59. apud. AGN “Indios”, 1801, 71:74.

64

movimiento mercantil, los mulatos148 eran abundantes. De hecho sobrepasaban a

la población india que en buena parte se había fundido con la de origen africano,

acelerando el proceso que derivó en el mencionado tipo étnico del jarocho.

El ingeniero Miguel del Corral menciona en su Relación de los

reconocimientos practicados (…) desde la Barra de Alvarado hasta la de

Coatzacoalcos, levantados entre los años 1765 y 1767, que “los pueblos de

Cosamaloapan y Otatitlán eran de españoles, indios y mulatos. Por desgracia no

reportó cifras. En cambio en 1804, Miguel de la Esquina levantó un censo de la

subdelegación de Cosamaloapan y reportó que en ambos lugares los mulatos

eran mayoría (…) Otatitlán tenía 503 habitantes de los cuales 344 eran mulatos

(68%), 88 españoles (17%) y 71 indios (14%).”149

Nos referiremos a continuación a la población de origen africano que fue

asentada en la cuenca y que se mestizó en la misma como pardos y no como

mulatos, de acuerdo a los datos históricos sobre la composición étnica de la

región. Es decir, a partir de la transculturación entre afrodescendientes e

indígenas se generó un grupo de gente que, en su devenir histórico, adquirió

características culturales particulares que la diferenciaron de la cultura europea y

amerindia. Como ya se ha señalado tal grupo fue nombrado en la época colonial

como pardo, aunque también se le nombró mulato, sería inadecuado utilizar el

término mulato pues invisibiliza la composición negro/indio, haciéndola

español/negro.

Uno de los rasgos indígenas más relevantes que perduraron entre los

jarochos fueron las técnicas de cultivo mesoamericanas; la milpa como el sustento

primordial del ser humano, lo que también los vinculó en lo religioso a los periodos

y celebraciones de petición de lluvia, bendición de granos, festejos en la cosecha,

etc., aunado a toda una cultura culinaria en torno a la milpa y sus productos (maíz,

frijol, calabaza, chile, etc.). “Durante el siglo XVIII gran cantidad de negros y

148 Los censos toman por “mulatos” a todos los mestizos de afrodescendientes e indígenas, así

como también a los de afrodescendientes y europeos. 149

Velasco Toro. De la historia al mito… p 60-61.

65

mulatos obtuvieron su libertad y se dedicaron a milperos itinerantes en las orillas

de los ríos; en el Sur de Veracruz estos milperos afromestizos se establecieron

principalmente en los ríos San Juan, Papaloapan, Hueyapan, Tesechoacán y

Tonto.”150

2.3 Los habitantes del santuario en el siglo XX

El largo proceso de construcción de la cultura local de los habitantes de Otatitlán

no se ha detenido en ningún momento, de la colonia al siglo XX han llegado

nuevas influencias, por lo que no podemos dejar de lado algunos aportes

significativos de las culturas e identidades indígenas del siglo XIX y XX.

Como un apunte relevante, hablaremos sobre la población de origen

mazateco que vive en el santuario; sus aportes en lo religioso para el siglo XX en

Otatitlán son de gran valor pues sus rasgos culturales han fortalecido el complejo

religioso. “(…) el sentimiento religioso de identidad comunitaria se fundamenta,

primero, en el reconocimiento de un ser sobrenatural, ubicado en el pináculo de lo

sagrado y, segundo en la acción conjunta destinada a su veneración.”151

A principios del siglo XX, alrededor de los años veinte, en que se gestó la

estabilidad económica de Otatitlán, se produjó un importante fenómeno de

inmigración a la cuenca baja del Papaloapan. La creciente y fructífera actividad

agrícola atrajo mano de obra de los alrededores; la presencia de los mazatecos

respondió a esta coincidencia de intereses.

Los pueblos mazatecos visitan Otatitlán por lo menos desde el siglo XVIII;

sobre todo, con motivo de las fiestas en honor a la Santa Cruz en donde el Cristo

Negro es la figura central, pero a partir de inicios del siglo XX sus estancias

atendieron también a migraciones regionales en busca de trabajo, Una de

nuestras entrevistadas hablante de mazateco152, originaria de Chiquihuitlán,

Oaxaca y actualmente habitante de Otatitlán, nos comentó lo siguiente:

150 Delgado Calderón, op. cit. p 276.

151 Rubio, Miguel Ángel. “Relaciones interétnicas…” op.cit. p 45.

152 Entrevista No 8M, MCCA.

154 Entrevista No 8M, MCCA.

66

Yo empecé a venir de chiquita, en ese entonces veníamos varios de Chiquihuitlán, yotenía

como 7 años, aquí había mucho corte de chile. Al principio venia yo con mi papá al corte de

caña y yo le ayudaba a hacer su café y su comida, pero de chiquita. Veníamos sobre todo

en marzo, abril y mayo que es tiempo que hay chile. Con las personas que ya conocíamos

llegábamos y ahí nos daban un lugar para estar.

Yo antes no hablaba español, cuando venía fui aprendiendo; allá todos somos campesinos

y, afortunadamente, aquí había trabajo y no había trabajo en otros lados, sí en México,

pero ahí iban más muchachos y no tanto gente mayor con su familia, porque ahí es difícil,

hay que rentar un cuarto y no aceptan y todo eso; y aquí no, aquí llega uno y nos prestan el

patio así aunque sea ya estamos acá. Nosotros veníamos al corte de chile y ya nos

quedábamos a la feria, a veces cuando se acababa aquí el corte nos íbamos a Valle a

cortar café.

Los pueblos mazatecos, como muchos otros, se ubican a sí mismos en el

“centro del mundo”; para ellos, el Santuario de Otatitlán se relaciona con el oriente

que es el lugar de nacimiento de la luz, el lugar en donde se encuentra el

Santísimo Cristo Crucificado “el más milagroso y poderoso”.153

En la mitología mazateca encontramos la asociación de Cristo con el Sol;

en el mundo mesoamericano la cruz se vinculaba a los cinco árboles cósmicos

que conectaban al cielo, la tierra y el inframundo, representándose simbólicamente

en el follaje, el tronco y las raíces; de ahí la asociación del árbol con la cruz. La

vieja cruz atrial conserva la forma y textura de árbol, aunque la actual es de

mármol la anterior se conservó y ahora se encuentra dentro de la iglesia.

Entre los mazatecos se desarrollan diversas ceremonias en las que la figura

del Cristo es fundamental; una de las más socorridas entre ellos, y ahora también

entre los otatitlecos, es hacer vínculos de compadrazgo a partir del

apadrinamiento de un niño frente al Cristo Negro, conocido como ritual de “la

limpia del pie del Señor”154, en la que los padrinos limpian con hojas de albahaca y

una veladora a los niños para pedirle al Cristo Negro que le vaya bien.

Podemos decir que para el siglo XX las asociaciones Cristo-Sol, árbol-cruz,

siguen vigentes; de tal forma que, mediante estas asociaciones y algunos rituales

153 Chapman. Op. cit. p 117.

67

compartidos, como el mencionado anteriormente, los universos culturales de

mazatecos y otatitlecos se han combinado, no sólo por compartir un

espacio/territorio donde se habita sino también porque sus creencias actúan de

forma dialógica permitiendo un sentido de devoción compartida.

La revisión del complejo proceso de transculturación que desembocó en la

conformación de la sociedad “jarocha cuenqueña” que habita el santuario, nos

permite notar que, el núcleo simbólico compartido entre los grupos que se

transculturaron, fue el relacionado a actividades como el comercio, la agricultura,

la pesca y en algunos momentos y lugares la ganadería. De estas actividades y de

los espacios que se tuvieron en común se derivaron las principales asociaciones

de larga duración en el culto al Cristo Negro en Otatitlán, y que son justo las que

se buscaron resaltar.

Ya que describimos los procesos históricos generales de Otatitlán y

posteriormente tratamos aspectos relacionados al proceso de transculturación en

el bajo Papaloapan, vamos a abundar sobre el culto al Cristo Negro analizándolo a

partir de sus principales fiestas y relatos.

68

Fiesta de mayo

Mi oración yo elevo

a la imagen sagrada

que está crucificada

por los pecados que debo.

Me persigno y luego

doy mi fe y devoción

al que guía mi camino,

al que traza el destino;

arrodillo ante eso

mis músculos y hueso

que cargaron con mi sino.

Camino al sol de frente,

llego al Santuario

y ahí un rosario

se reza entre la gente;

más yo tengo en mi mente

que llegaré a tu altar

para poder pagar

lo que me fue cumplido

que me hizo peregrino

con senderos que caminar.

No me trajo aquí mi pie

sino pagar mi ofrenda,

la vela que encienda

brillará en toda mi fe;

pues esto yo lo viviré

con mis ojos brillando

de alegría ver llegando

a mis queridos hermanos

y tomados de las manos

posada vamos buscando.

Gustosos venimos a adorar

desde la sierra tuxtleca

con mixtecos, olmecas y

aztecas vienen a pagar

tributo al que limpia el mal.

Al navegar por el río

veo en sus aguas amoríos

que el paisaje encierra

tal como a mi tierra

lugar del amor mío.

Anís, albahaca, romero

curan toditos los males,

hay en la paila tamales,

plátanos en el brasero.

Comedor del más austero

pero rico el mercado,

aún se ha conservado

al pasar de los años

pues no existe engaño

detrás de esto amado.

Así es matiz de mayo

renace en tradición

un centro de devoción.

Por más que busco no hayo

en tu tez hallar fallo,

pareciera ser sueño,

no existe un desdeño,

Yacatecuhtli ve ceder

reino al Cristo con piel

igual que un santuareño.

Francisco Javier Alegría Osorio, 2013

69

E Capítulo 3. Las festividades en el Santuario

n el santuario de Otatitlán existen dos tiempos claramente diferenciados

para el que habita en la localidad: el primero, es el de la cotidianidad, el

de las calles tranquilas y los vecinos conocidos; el segundo, el de las

festividades, agitado, lleno de emociones y visitantes.

En este segundo tiempo se ubica una parte muy importante de la

experiencia colectiva de lo sagrado, compartida por los miembros de una localidad

y en una esfera más amplia por los miembros de la región.

Este capítulo está dedicado a ese tiempo de las festividades, a su origen y

forma durante el siglo XX; porque son, justo las festividades, aquellos momentos

que han consolidado a Otatitlán como un Santuario y lo que, en mayor medida,

nos permite estudiar a profundidad el fervor religioso que se manifiesta en la

localidad. “Es necesaria una refundición, una creación, un acto positivo para

restaurar la naturaleza y la sociedad, para asegurar al orden una estabilidad

nueva. Ésta es la misión de la fiesta.”155

En este capítulo he optado por emplear la forma textual de múltiples

testimonios sobre cómo fue la feria en distintos momentos del siglo XX y como se

percibe en la actualidad, con afán de explicar algunas concepciones de los

habitantes de Otatitlán en torno a las fiestas.

Por muy diferentes que se las imagine y que aparezcan, reunidas en una sola

estación o diseminadas en el curso del año, las fiestas parecen cumplir en todas partes

una función análoga. Constituyen una ruptura en la obligación del trabajo, una liberación de

las limitaciones y las servidumbres de la condición humana: es el momento en que se vive

el mito.156

Además de los significados sagrados, En Otatitlán la feria ha estado

vinculada a las condiciones materiales del santuario. El modo en que se acude a

la feria, las actividades que en ella se realizan y lo que representa para los

habitantes de Otatitlán son aspectos sin los que no podríamos entender una

manifestación social como esta, por esto en distintas partes del capítulo

155

Roger Caillois. El hombre y lo sagrado. México, FCE, 2006. p 99. 156

Caillois. op.cit. p 134.

70

3.1 La fiesta de la Santa Cruz (3 de mayo).

En el sur de Veracruz las fiestas se encuentran relacionadas con los ritos

religiosos de aseguramiento de la economía familiar, el bienestar en la vida

cotidiana, el esparcimiento y el entretenimiento.

Por lo general las fiestas se engloban en un ciclo de ferias regionales donde el comercio

tiene un papel muy importante. En ellas intervienen las autoridades municipales, religiosas,

negociantes y la gente. (…) Además de su valor cultural y artístico las fiestas constituyen

un medio de cohesión e identidad entre los individuos así son el eje de la organización

ceremonial que se establece alrededor de los santos. En las fiestas patronales se

santifican las siembras y las cosechas.157

El antecedente más significativo de la fiesta dedicada a la Santa Cruz fue la

“fiesta de los tlaloques”, la petición mesoamericana de lluvia. Esta fiesta era

realizada durante los primeros días de mayo; en ella, además, se ofrendaban y

bendecían las semillas que habían de plantarse. Aquella fiesta/ritual ha

permanecido vigente hasta la actualidad y profundamente arraigada en las

poblaciones campesinas de toda la antigua Mesoamérica. En un sentido más

amplio, es originada por los ciclos agrícolas, por lo que, a la llegada de los

europeos, la fiesta fue fácilmente relacionada con las celebraciones agrícolas

europeas-andaluces del llamado “mayo florido”. A grandes rasgos, mayo es el mes

en que se prepara la tierra para la siembra y se esperan las primeras lluvias.

Las concepciones básicas de los mesoamericanos se mantuvieron

milenariamente, ligadas a la suerte de las milpas. Y en la sociedad colonial no

perdieron tal importancia pues se han conservado hasta nuestros días en muchas

formas concretas de lo cotidiano y lo sagrado.

El ritual ligado al comienzo de los ciclos agrícolas debió ser, en Otatitlán,

anterior a la conquista. Ello resulta muy significativo para entender por qué la

fiesta es tan socorrida hasta la actualidad; pues, a pesar de los cambios que

produjo el mestizaje y la introducción del catolicismo, y con ello del Cristo Negro,

la fiesta es importante para muchos sectores sociales y para distintas identidades

157

Guido Münch. Etnología del Itsmo Veracruzano. México, Universidad Nacional Autónoma de

México-Instituto de Investigaciones Antropológicas, 1994. p 242-243.

71

étnicas. Es una fiesta compartida a través de la memoria colectiva común y de un

ritual distinto según la visión del universo de los participantes.

Los asistentes a la fiesta proceden de una amplia región que va desde

Tehuantepec hasta el Valle de Tehuacán y desde Coatzacoalcos hasta la sierra

del Pico de Orizaba. Estas personas son de muy diversos orígenes étnicos:

nahuas, tepehuas, otomíes, huastecos, totonacos, popolucas, zapotecos,

chinantecos, mazatecos, zoques, mixtecos, mixes, jarochos, mestizos, entre

otros.158

Es importante anotar que entre los asistentes tienen gran relevancia

aquellos que peregrinan para llegar hasta este espacio sacralizado, pues gran

parte de las actividades giran en torno a su estancia, aunque, claro, cada grupo a

partir de formas constituidas y constituyentes, va interpretando, creando y

recreando su fe.159

Para el siglo XVIII ya se tenía noticia de la feria de mayo ejecutada de un

modo parecido a la que conocemos ahora; desde entonces y durante las

romerías160 los fieles acudían a visitar al Cristo.161 Lo que nos indica que en

alguna temporalidad anterior al siglo XVIII, o a inicios de éste, Otatitlán se

consolidó como santuario por la presencia del Cristo Negro.

Ciertamente, como toda manifestación social, la festividad dedicada al

Cristo Negro ha estado sujeta a cambios y ha dependido del conjunto de las

relaciones de poder que gestionan su ejecución. Hasta principios del siglo XIX,

Otatitlán pertenecía, en la esfera de lo eclesiástico, al obispado de Oaxaca. Lo que

nos ayuda a entender por qué bastantes poblaciones indígenas provenientes de

Oaxaca llegan a Otatitlán cada mayo; este sería el primer núcleo geográfico de

158 Durante los años 70 el etnólogo Güido Munch realizo trabajo de campo en Otatitlán encontrando

que para aquel momento asistían a las celebraciones de mayo, de los estados de Guerrero,

México, Oaxaca, Michoacán, Tabasco, Chiapas, Distrito Federal e incluso de Guatemala y

chicanos de Estados Unidos. “Vienen muchos nahuas de la zona de Puebla, y la región de

Orizaba, mixes de San Juan Guichicovi o de los Altos, chatinos de la costa occidental, zapotecos

del istmo, nahuas y popolucas del Sur de Veracruz. También en gran cantidad chinantecos,

mazatecos y mestizos.”Münch. op. cit. p 258. 159

Velasco Toro, José. Et al. Santuario y Región. Passim. 160

El término “romería” es distinto de “peregrinación” porque a diferencia del segundo fue utilizado

para denominar desplazamientos colectivos en trayectos cortos. 161

Velasco Toro. De la historia al mito… p 59.

72

origen de los peregrinos que arribaron al santuario. Al pasar a formar parte del

obispado de Veracruz, con sede en San Andrés Tuxtla, se realizó una

propaganda religiosa más eficaz para motivar a la población católica de la costa

para visitar al Cristo de Otatitlán.162 De esta forma se generó una nueva ola de

peregrinaciones; así, podemos entender, la llegada de poblaciones de la sierra de

los Tuxtla y el sur de Veracruz.

Las celebraciones de mayo han sido consideradas “fiestas de indios” por

algunos autores; con la investigación basada en el testimonio oral, pudimos notar

que, si bien al santuario arriban múltiples identidades étnicas que a rasgos

generales podríamos identificar como indígenas, ladinos, y jarochos, la distinción

es una forma tenue e inacabada para poder comprender los fenómenos que

acontecen; porque, justo, estos fenómenos nacieron de la relación entre todas las

posibles identidades que están presentes. Los otatitlecos no son “anfitriones” en el

sentido profano, pues guardan vínculos y relaciones con los visitantes.

Considerando que los límites del Sotavento fueron de mayor a menor superficie

podremos notar que el área de influencia de los santuarios de Otatitlán y

Catemaco ha articulado a tales sitios como espacios de delimitación de un área

cultural que, como mencionamos, no siempre ha tenido las mismas dimensiones;

su naturaleza es esencialmente histórica. Podemos identificar rasgos culturales

que se han compartido por largo tiempo como la música, las fiestas religiosas, las

formas agrícolas y pecuarias, la actividad ganadera, etc.

Aproximadamente en los años cincuenta del siglo XIX el viajero Lucien Biart

visitó la llamada “tierra caliente” y escribió acerca del santuario elaborando uno de

los testimonios más antiguos e interesantes acerca de la fiesta de mayo en

Otatitlán. En lo que, aparentemente, es un relato de viaje.

He optado por reproducir sus palabras en el texto, porque aunque

impregnadas por muchos prejuicios acerca de las poblaciones americanas, nos

sirven de referencia para imaginar cómo fueron las fiestas de mayo en el santuario

del siglo XIX.

162 Winfield Capaine. “La Cofradía del Cristo Negro…”. op. cit. p 53.

73

Hacia el mediodía llegamos al Santuario. Este pueblito de población mixta es, si no el más

importante, por los menos el más célebre de esta parte de Tierra Caliente. Debe su

renombre a un Cristo gigantesco al que los indígenas, en una radio de cincuenta a sesenta

leguas, reconocen supremacía sobre cualquier otra imagen sagrada. Cada año, el tres de

mayo, del fondo de bosques y sabanas, acuden a dar gracias al poderoso protector; de los

votos escuchados, piden nuevos favores o depositan un exvoto. Durante doce horas, sólo

se oyen letanías, sollozos, súplicas de penitentes que deben algunas muertes.

Los pecadores se revuelcan por el polvo, se arrastran sobre sus rodillas en torno a

la iglesia, hiriéndose el rostro y exhibiendo horribles y vergonzosas llagas: aquello es un

espantoso alboroto de gritos, lamentaciones, oraciones absurdas que harían pensar en

invocaciones al diablo más que a Dios. Llegada la noche, se ven alzarse mesas de juego,

organizarse fandangos, abrirse despachos de licores en dónde, a veces, se entregan a

furiosos combates. Al llegar el día, esta multitud reunida por un tiempo y que ahora se cree

sin mancha, se desparrama de nuevo por los alrededores.

No teníamos ninguna intención de quedarnos en el Santuario; sin embargo,

resolvimos visitar la célebre imagen, por la cual oíamos jurar hacia tanto tiempo. Nos

apeamos frente a la pequeña iglesia, y como a propósito, apareció el sacristán con las

llaves en la cintura. Se prestó de buen grado a nuestro deseo, y penetramos en el coro o,

más bien, en un cuarto oblongo, débilmente iluminado por ventanas laterales. Frente a

nosotros, por encima del altar principal se veía una enorme cortina roja, hacia la cual nos

condujo el sacristán.

Retirado el velo, vimos un inmenso crucifijo de madera, de ejecución peor que

mediocre, cubierto de heridas, lívido y todo lleno de sangre. Esta escultura tenía que

impresionar el espíritu de los rancheros, por la presentación exagerada de las llagas y el

realismo del color. Tuvimos una prueba inmediata en el Encuerado,163

que, de rodillas

desde su entrada en el templo, con una sola mirada dirigida al crucifijo, empezó a sollozar.

Examinamos los innumerables exvotos colgados de las paredes, placas de oro,

plata o cera en la que se había impreso la huella de un pie, una mano, un ojo, etc., según

el lugar de la enfermedad cuya curación se pedía; cuadros de hoja de lata sobre los que se

veían pintadas groseramente aventuras extraordinarias. Recuerdo entre otras un toro de

tres cabezas derribando a un jinete que decía: “¡Señor del Santuario, ayúdame!” El Cristo,

en un rincón de esta extraña composición, respondía casi imperceptiblemente: “Aquí

estoy”. Por encima, una inscripción sin ortografía, me mostró que contemplaba yo el

monstruo del que el Señor había librado a José de la Luz, el 20 de enero de 1852.

Cansados de leer leyendas de este género, salimos después de haber escogido un

magnifico escapulario que costaba un peso. El encuerado nos suplicó que le compráramos

163 Sobrenombre del indígena mixteco que acompañaba a Biart.

74

uno más barato; no pudo contener su alegría cuando le presentamos el que acabábamos

de comprar para él.164

El texto de Lucien Biart nos apunta varios datos interesantes. Al parecer,

por aquellos años existía en Otatitlán una iglesia de materiales perecederos que

resguardaba al Cristo que es sin duda el elemento más importante de las fiestas.

Según las palabras del visitante, la feria de mayo era ya una feria de

energética actividad económica y encuentro cultural. Características que conservó

durante el siglo XX y que podemos percibir en la actualidad. Los testimonios de los

habitantes del Santuario nos hablan de la ejecución de fandangos durante las

celebraciones hasta por los menos mediados de siglo. La presencia del alcohol y

otras diversiones es también parte importante, pues son motivos aunados para

asistir a la feria.

Hemos venido trazando la forma en que el Cristo y la Cruz guardan una

íntima relación con los cultos agrícolas y, aunque no es fácil establecer el origen

material de la escultura de Cristo, podemos decir que en el siglo XX, tanto Cristo

como la Cruz, forman un conjunto dinámico con significados muy

mesoamericanos, que siguen vigentes entre indígenas y mestizos. Hemos dicho

también que en cada región se fueron consolidado valores propios de lo sagrado;

a continuación daremos algunos datos mucho más específicos al respecto.

En un manuscrito de alabanzas de mediados del siglo XX165 pudimos

analizar algunos cantos de peregrinos de la región de los Tuxtla; dichos cantos,

dedicados algunos a la Santa Cruz y otros al Cristo de Otatitlán estaban

destinados a ser cantados en las fiestas de mayo del santuario y, mientras los

peregrinos se trasladaban a Otatitlán, durante el siglo XX tuvieron gran vigencia.

De hecho, algunos aún se escuchan en voz de los “chontales”166.

164

Winfield Capaine. Op. Cit. apud. Lucien Biart. La tierra caliente. Escenas de la vida mexicana,

1849-1862. Jus, México, 1962. P 316-318. 165

El manuscrito es parte de una biblioteca privada, pero nos fue facilitado para su transcripción y análisis. 166

En Otatitlán se conoce como “chontales” a los peregrinos reunidos en torno a la peregrinación

corporada del oriente, actualmente a los provenientes de San Andrés Tuxtla, el nombre se debe al

primer líder de los peregrinos de la sierra e Istmo de nombre Florencio Chontal. Apud. Guadalupe

Vargas Montero “La organización de la peregrinación general corporada de oriente al santuario del

75

En la tradición mesoamericana los árboles cósmicos, conectan los extremos

del cosmos: el follaje representa el lugar del cielo, el tronco el espacio ocupado

por la tierra y las raíces el inframundo; así, forman espacios sagrados pues

permiten la conexión de los niveles y entidades numiosas del cosmos con lo

profano. La cruz en que llegó el Cristo a Otatitlán, se conserva en el interior de la

Iglesia y guarda la apariencia de tronco. Dicha cruz es objeto de veneración en sí

misma, en las fiestas de mayo se le adorna con collares de flores frescas y sobre

ella se colocan semillas y otros objetos para pedir su bendición.167

LA CRUZ SACROSANTA

(…)

Con júbilo tierno

la cruz ensalcemos

y todos postrados

sus glorias cantemos.

Cristianos venid

nos llama Jesús

adorar el árbol

de la santa cruz.

Hoy cruz exaltada

por nuestro señor

échame la santa

y feliz bendición.

Oh cruz adorable

de ti me despido

cantaré tus glorias

por todos los siglos.168

Los versos anteriores son parte de una alabanza procede del manuscrito

que se ha venido mencionando y refuerzan la idea de un íntimo vínculo en la

religiosidad del siglo XX, entre la idea del árbol cósmico mesoamericano y la cruz,

en este caso, la cruz del cristo crucificado; del Cristo Negro, así como también nos

ayudan a explicar de manera concreta la importancia de la Santa Cruz en las

culturas campesinas del sur de Veracruz. Los que no se dedican a las actividades

Cristo de Otatitlán , Veracruz” Argentina, Centro Argentino de Etnología Americana. Vol. XV, núm.

1, 2000. 167

Véase anexo de ilustraciones. 168

Esta alabanza es también cantada en la región de Los Tuxtlas, a los nueve días del fallecimiento de las personas, en el ritual que se conoce como “levantamiento de la cruz”.

76

agrícolas y que acuden a Otatitlán en las fiestas de la Santa Cruz solicitan también

bienestar y prosperidad para sus actividades, en forma similar a los demás,

estamos frente a códigos compartidos de comunicación con lo sagrado.

Las fiestas dedicadas a la Santa Cruz y al Cristo Negro forman parte de las

fiestas religiosas con ritos de propiciación y aseguramiento agrícola. Según Guido

Münch, la famosa fiesta del 3 de mayo de Otatitlán, se encuentra relacionada

(entre los nahuas y popolucas) con el ascenso del sol y las almas de los parientes

muertos, así como a la curación.

La celebración actual de la Santa Cruz se ha considerado como una de las

principales fiestas del calendario religioso vinculado con algunos fenómenos

meteorológicos y astronómicos; directamente, con el ciclo agrícola, el cual se

encuentra en íntima conexión con los primeros. “El primer paso del Sol por el

cenit, la desaparición de las pléyades y la llegada de la temporada de lluvias

marcan un momento crucial del ciclo agrícola del maíz para lo cual se efectúan

una serie muy importante de rituales alrededor de la siembra.”169

Una parte muy importante de la fiesta de mayo en Otatitlán son los

peregrinos que llegan a visitar al Señor Santuario. Los peregrinos llamados

“chontales” son los más esperados, pues realizan su trayecto en peregrinaciones

corporadas de a pie y a caballo; se les recibe en la entrada del pueblo entre un

acto religioso/político y se les asila en el salón municipal o salón Koi y en los

patios de los otatitlecos que desde hace mucho tiempo guardan relación de

amistad y compadrazgo con la gente otras regiones, a pesar de que no se vean

cada año los vínculos generados en los rituales frente al Cristo son para toda la

vida y suponen un compromiso mutuo.

Los peregrinos procedentes del área de los Tuxtla arriban al poblado el día

29 de abril y a partir de ese momento, la feria y la iglesia tienen gran afluencia;

poco a poco se van incorporando los demás peregrinos y visitantes a la localidad;

y, paulatinamente, van llenando los patios, jardines, palapas y demás espacios de

los otatitlecos que, como pudimos percibir en sus palabras, los reciben en sus

169 Véase http://www.cdi.gob.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=955&Itemid=73,

Consultado el 18-02-2016.

77

casas por tradición; un fenómeno importante, a decir de la forma en que se

generan las relaciones étnicas, es el hecho de que muchos de los visitantes tienen

origen indígena y, como hemos visto, Otatitlán es un pueblo jarocho; aquí se

cruzan formas distintas, y a la vez íntimamente emparentadas por el contacto, de

percibir y actuar en torno a lo sacro; aunque lo que los une es justo esa devoción

compartida.

A continuación nos ocupa describir la feria de mayo, hemos optado por

desarrollar una breve composición de testimonios muy valiosos sobre la feria

durante el siglo XX. Los transcribimos para dar cuenta de lo que sucede y sobre

todo para introducir al lector a la forma en que la festividad es concebida desde la

memoria de quienes habitan y visitan el santuario, la siguiente sucesión de citas

busca ser descriptiva.170

Pareciera que de momento este pueblo se ha entregado al comercio y la diversión

marcados por el propio compás de quien compra, vende, ofrece o regatea. Pero, detrás de

todo ese aparente caos de puestos y diversiones hay un fondo pragmático para toda esta

congregación. Es el día de la Santa Cruz, día de cumplir con la promesa de visitar al señor

de Otatitlán y despojarse de todas las malas influencias con una buena “limpia”171

. Esta es

“la fiesta de El Santuario”, una singular tradición religiosa cuyos antecedentes más remotos

se mezclan con la leyenda y la memoria colectiva.172

Hasta antes de que entrara en operación la presa Temazcal173

, el río Papaloapan

llevaba buen caudal en los meses de abril y mayo, siendo aún posible la navegación.

Compañías particulares tenían lanchas de pasaje y carga que iban desde Tlacotalpan

hasta Otatitlán.174

El 3 de mayo, día de la Santa Cruz se festeja la aparición del Cristo en la región.175

Nosotros los otatitlecos no somos los que hacemos la fiesta, apenas será cosa de unos

veinticinco años que la gente de aquí comienza a poner negocios; pero siempre los hacen

la gente de afuera; antes, no era así.176

170 Véase anexo de ilustraciones.

171 Al llegar a la iglesia (también en otros espacios sagrados) el común de los peregrinos y

visitantes realiza un protocolo ritual de limpieza del cuerpo con hierbas aromáticas como: albahaca

y romero, la “rameada” o “limpia” consiste en golpear el cuerpo con las hierbas, acto que busca;

purificar, expulsar males, bendecir, o preparar el cuerpo y alma para pedir o agradecer, etc. 172

García Hernández, Tomas. “La fiesta del Santuario”. Cuenca. (a fondo) s/f. p 8. 173

Véase p. 45. 174

Velasco Toro. De la historia al mito… p 120. 175

Entrevista No. 5H, AAF. 176

Entrevista No. 4H, JBL.

78

Los peregrinos cuando vienen y quieren tener un hospedaje seguro se compadran

con uno, aquí la tradición es levantar a un niño a los pies del Señor177

y ese es el

compromiso del compadrazgo, al final de cuentas aseguran, y ya después como eres

compadre de ellos, sientes feo dejarlos afuera y les dejas que entren, son muy inteligentes

por ese lado, es la costumbre, la tradición, ya sabe uno.178

Recibo peregrinos a pesar de que tiene uno el miedo de tantas cosas que puedan

pasan si uno mete [a su casa] a una persona que no es adecuada para que este

conviviendo con uno, pero a pesar de eso doy alojamiento si me lo piden. Hay muchos

buenas gentes, pero como en este tiempo ha cambiado la forma de ser de las personas

algunos vienen a cumplir una promesa y otros a sobrevivir lo que pueden pescarse. Yo he

presenciado cómo muchos vienen con fe (…) lo que es la fe como el que viene de fuera

aquí no es igual.179

Mis abuelitos [peregrinos mazatecos de Chiquihuitlan] antes nos decían, según me

acuerdo, que mucho más antes ellos venían también a la fiesta de mayo y se hacían ocho

días de camino porque todo era venir caminando hasta aquí; eso sí, en ese entonces no

había gente de donde nosotros venimos viviendo aquí. Se quedaban en la fiesta bajo los

árboles. Cuando mis abuelos venían a la fiesta llevaban topote para vender [pequeño

pescado de agua dulce, en la región proviene principalmente de Catemaco] y a veces

traían a Otatitlán: pan, polvo de café o cualquier otra cosa que ellos tenían; como chile

picante, que vendían acá a las personas que les gustaba lo que ellos traían de allá, y es

como tenían un poco de dinero para comprar acá.180

Nosotros ya vivimos aquí, dejamos

que cuando viene nuestra gente estén con el Señor; cuando es día de fiesta yo casi no voy

a la iglesia a menos que me busquen para madrina; yo cuando los llevo, les compro, los

limpio y le pido al Señor que a ese niño le vaya bien. La gente de Chiquihuitlán trae en

mayo cualquier semilla que quiere que diosito le multiplique, porque es esa temporada que

se comienza sembrar allá.181

Al llegar a la iglesia [los peregrinos] vienen cantando, prenden sus velas, se limpian

con plantas o reliquias en el Cristo de granito que está en la entrada. Con una ramo de

plantas aromáticas se toca al Cristo tres veces durante el rezo y se limpia a personas del

mismo sexo. Puede haber madrinas o padrinos de ramo, rosario y vela. A cualquier

desconocido se le puede pedir el favor de limpiarlo a uno. En el rezo se dan gracias por

177 Véase p. 63.

178 Entrevista No. 4H, JBL.

179 Entrevista No. 6M, MK.

180 Entrevista No.8M, MCCA.

181 Ibid.

79

llegar con bien y se piden los favores que se quieren. En el piso de la iglesia se queman las

velas, se reza, se dicen plegarias y se cantan alabanzas.182

Alabanza para cantar a su

LLEGADA AL SANTUARIO,

ENTRANDO AL TEMPLO.

En tu santo escapulario

miramos esa grandeza

llegamos a tu santuario

a cumplir nuestra promesa.

Querido templo divino

te cantamos con afán

recibe a los peregrinos

¡oh! Señor de Otatitlán.

Sufriendo miles tormentos

esta peregrinación

antes de llegar al templo

besan la cruz del perdón.

Así lo hemos ofrecido

y todos implorarán

a tus pies caigo rendido

¡oh! Señor de Otatitlán.

A tus plantas yo me humillo

padre mío crucificado

y postrado me arrodillo

en este templo sagrado.

Ante ti lleno de hinojos

con todo mi corazón

con lágrimas en los ojos

vengo a pedirte perdón.

Los Chontales que venían a sufrir por el camino ya casi no lo hay, muchos vienen con

mucha exigencia. En mis tiempos de niñez venían a lo que venían; a la iglesia, era tanta

gente que no podías entrar, día y noche había colas. Ahora ya viene el riquito y se le queda

182

Durante los setenta del siglo XX Guido Münch realiza trabajo etnográfico en el sur de Veracruz,

el testimonio anterior es parte de sus descripciones y busca complementar los testimonios. Hemos

decidido introducirlo en esta parte, porque su descripción se corresponde con lo que podemos

observar en la actualidad y pertenece a la misma temporalidad a la que refieren los testimonios.

Münch. Op. cit. p 258.

80

mirando mal; y aquel pobre se siente humillado, más que acabarse la fe se alejan por el

trato que se les da.183

Recuerdo que el patio de mi abuela se llenaba de peregrinos, hacíamos; tamales y

dulces y todo vendíamos en el patio, porque eran cantidad de gente, y traían trastes,

cobijas, etc.184

La gente de aquí [Otatitlán] vendía: tamales, sandia, tamarindo, pescado,

aguas, tepache. [Mi padre era pescador] a mi me paraban a las dos de la mañana, con un

candil de petróleo por que aun no había luz y a esa hora a hacer medios kilos y kilos de

pescado que ensartábamos; y ya como a las 5:00 am salíamos a vender y mi papá gritaba

“golpe, golpe” y nos daban el paso porque andábamos vendiendo; mi papá en ese

entonces vendía las cantidades de pescado que tuviera; mi mamá hacia tamales con

cochinos que criaba con puro maíz y con un cuerno sonaban en la mañana y como toda la

gente ya sabía se daban una cantidad de pitidos para [anunciar] cochino y otros para

pescado.185

La fiesta de mayo va cambiando mucho ahorita con los presidentes que entran y

salen, les cobran un poco más a los puesteros, y muchos no se completan para pagar su

pedazo, hacen su lucha de venir a vender sus cosas, vienen con sacrificio.186

Los

vendedores pagan sus mandas y ganan su dinero.

A veces, la gente dice “las ferias ya no están buenas hay poca gente”, ahora con

las vías de comunicación la gente llega en la mañana y se va en la tarde; anteriormente no,

los patios estaban atiborrados de peregrinos y esos se iban a la iglesia, al parque, y la

gente decía “como hay gente” pero la misma gente, y ahora no, pues uno se da cuenta del

fluir de la gente.187

Antes no había como salir, sólo en lancha, ahora vienen y se van en

autobús.188

La feria como yo lo veo ha disminuido comercialmente, pero desde el punto de

vista religioso la fiesta sigue creciendo, cada vez viene más gente a la iglesia, en eso los

medios de comunicación (redes sociales, radio, tv.) podrían influir pero aun no. Cada vez

viene más gente a la iglesia, tal vez porque nos sentimos culpables de todas las cosas que

están sucediendo y acudimos a nuestro Cristo para pedirle que acabe con tanto mal, con

tanta perversidad, con tanta delincuencia que hay, tal vez por eso la gente busca la cobija

religiosa del Señor para pedirle que estemos bien, mejor.189

183 Entrevista No. 6M, MK

184 Ibid.

185 Ibid.

186 Entrevista No. 2H, JC.

187 Entrevista No. 4H, JBL.

188 Entrevista No. 3M, LBM.

189 Entrevista No. 5H, AAF.

81

Los testimonios que se presentaron provienen de las entrevistas hechas a

habitantes de Otatitlán para esta investigación. Comenzaremos aclarando que

cuando los entrevistados se refieren al tiempo de “antes” están aludiendo

aproximadamente a la década de los cincuenta y sesenta del siglo XX, época en

que vivieron su infancia y juventud, razón por la cual los pobladores del santuario

refieren con nostalgia a los tiempos pasados, en los que la dinámica de la fiesta

les parecía mucho más agradable.

Nos interesaba particularmente, visibilizar el contraste entre lo que fue la

fiesta de mayo cuando aún se utilizaban los transportes fluviales y lo que

representa la introducción de nuevas vías de comunicación.

Las actividades comerciales de otatitlecos y visitantes también han

presentado variaciones importantes, sobre todo en lo que se relaciona al tipo de

productos que se comercializan; aun durante la segunda mitad del siglo XX, los

productos locales como pescado, frutas, dulces, tamales, etc., tenían gran

aceptación, en contraste con la actualidad en que se comercializan una mayor

cantidad de productos industrializados.

Los visitantes que permanecen en las casas de los otatitlecos varios días lo

han hecho desde hace bastantes generaciones, con base en los testimonios y

observaciones podríamos hablar de vínculos interétnicos muy antiguos, con

tensiones, pero también con un alto grado de complicidad. De hecho, la

convivencia parte de la necesidad mutua de compartir el espacio del santuario

durante las fiestas durante la segunda mitad del siglo XX, la forma de relacionarse

ha variado en poco. Los cambios más significativos en la dinámica establecida

entre otatitlecos y visitantes (en los tiempos de la feria) los han desencadenado,

principalmente, la introducción de nuevos transportes, y tecnologías, que acortan

el tiempo de los traslados y, con ello, aminoran la necesidad de permanecer

interactuando en el poblado.

Los rituales compartidos como las “limpias” o el compadrinazgo a partir de

la “limpia del pie del señor”, refuerzan los lazos que emparentan culturalmente a

estas sociedades y que se han ido tejiendo durante muchas generaciones entre

santuareños y peregrinos.

82

La feria religiosa/comercial que se desarrolla durante los últimos días de

abril y los primeros de mayo es, sin duda, el punto de encuentro más relevante del

otatitleco con la alteridad; aunque existen otros momentos de la vida cotidiana en

que, a ritmo pausado, se han incorporado elementos culturales de otras

tradiciones al poblado. La feria es el encuentro esperado y la que ha contribuido

en mayor forma a consolidar el complejo ideológico de quienes habitan el

santuario, así como el momento en que como vimos con los testimonios la

identidad del “jarocho cuenqueño” se reafirma.

Para los habitantes del santuario recibir peregrinos en sus casas tiene

diversos propósitos; les permite percibir algunos ingresos extras con sus ventas y

préstamo de servicios como el baño, además en el plano de la cultura local

perpetua una tradición y refirma su propia identidad como santuareños, porque,

los coloca como distintos del “otro” que es indígena, serrano, costeño, citadino,

extranjero, etc.

En general, los habitantes de Otatitlán no visitan con el mismo fervor las

instalaciones de la Iglesia durante la ferias; porque consideran a los visitantes y

piensan que es mejor dejarles el espacio libre para estar con el Señor, pues ellos

lo tienen cerca todo el tiempo. Aunque los espacios recreativos sí son comunes a

todos.

3.2 La exaltación de la Santa Cruz, origen y desarrollo.

La exaltación de la Santa Cruz es otro momento importante para la religiosidad

practicada en el santuario. Nuevamente, estamos frente a una celebración que

coincide con los calendarios agrícolas. Septiembre es el mes de la cosecha,

aunque los habitantes de Otatitlán relacionan la festividad a un momento histórico

que, me atrevería a decir, es el más importante ocurrido en el poblado: la llegada

del Cristo Negro.

La caminata hacia el poblado de Papaloapan que se realiza para

conmemorar la llegada del Cristo Negro a Otatitlán es una celebración que

comenzó a ejecutarse a finales del siglo XX y que, poco a poco, ha ido

adquiriendo importancia en la localidad, a rasgos generales ha sido bien recibida

83

como “nueva tradición” por los habitantes de Otatitlán quienes participan

activamente en vínculo con los visitantes.

La tercera fiesta del calendario festivo religioso de Otatitlán, dio inicio el 13 de septiembre

de 1997 y nació con motivo de la celebración de los 400 años de la llegada del Cristo

Negro a estas tierras otatitlecas; la iniciativa la hizo el obispo Guillermo Ranzahuer

González, tercer obispo de San Andrés Tuxtla, Veracruz y el párroco Armando Vázquez

Chávez, párroco en turno de la parroquia de San Andrés Apóstol de Villa de Otatitlán, Ver.

“El santuario”.190

Para la celebración arriban al santuario unos cuantos visitantes de Los

Tuxtlas y una peregrinación considerable originaria de Ixhuatlancillo, poblado

náhuatl cercano a Orizaba, quienes además organizan el festejo agrícola a través

de mayordomos de su localidad, quienes rentan camiones y se encargan resolver

la logística de su estancia en el santuario (alimentación, lugar para pernoctar,

etc.), y de proveer el castillo y el torito que son quemados en la noche después del

paseo del Cristo.

Septiembre era el tiempo de visitar el santuario para algunos fieles desde

antes de la institucionalización de la celebración en Otatitlán. Ahora es un

fenómeno emergente y pertenece en mayor medida a la religiosidad y relaciones

de poder del siglo XXI, por lo que vale la pena mencionarlo y brindar alguna breve

descripción.

A continuación transcribimos una breve reseña del paseo que escribió un

habitante de Otatitlán:

La celebración es una remembranza para que sepan los fieles católicos como llegó

a nuestras tierras el Cristo Negro por aguas del río Papaloapan. La tarde-noche de cada 12

de septiembre con unos lienzos largos se baja cuidadosamente el Cristo de la cruz y se le

hace una velación. Toda la noche, la parroquia permanece abierta para que los fieles

puedan velar sin ninguna restricción.

El recorrido comienza a más tardar a las 7:00 de la mañana del 13, el Cristo es

cargado en hombros un trayecto aproximado por tierra de unos quince kilómetros de la

carretera estatal Otatitlán-Pueblo Nuevo, Oax., con un tramo de carretera federal Pueblo

Nuevo, Oax.- San José Papaloapan, Oax.

190 “Reseña del porqué del paseo del Cristo Negro de Santuario de Otatitlán”, Burgos Loyo, Julián.

Villa de Otatitlán, Ver. Septiembre de 2014. p 2.

84

Ahí se oficia una misa en honor del Cristo Negro en el parque de la localidad,

terminando esto se procede con la caminata hasta llegar a la orilla del río Papaloapan

donde ponen al Cristo en la balsa y lo sueltan a la deriva río abajo; detrás de él, van

embarcaciones (lanchas de motor y a remos) repletas de gente. Llevan música de marimba

y de mariachis y hace presencia protección civil de la marina. En el trayecto por agua

también acompaña un grupo de muchachos nadadores. Las riberas del río, al paso de

Cristo, la gente lo espera bajo frondosas o en las playas, soportando las inclemencias del

tiempo. Con mucha fe se elevan en medio del estruendo de los cohetes, gritos y vivas al

Cristo Negro del Santuario.

Llegando al pequeño muelle de la población, la gente lo recibe jubilosa y es vuelto

a cargar en hombros para pasearlo por las calles y centro de Otatitlán, posteriormente, se

le lleva a la capilla del tamarindo dónde llegó a finales de febrero de 1597.191

En la actualidad se sigue conservando la idea entre los otatitlecos de que

“el Cristo escogió nuestra tierra para darnos fe, religión y su luz eterna”. Con el

paseo del Cristo Negro se refirma la importancia de la localidad y la población

interpreta haber sido escogida para resguardar la escultura, además de ser un

acto ritual que recrea un momento sagrado.

En esta festividad emergente y la anterior forman un complejo entramado

de lo religioso, lo comercial y lo recreativo. Podemos decir, que para el fiel son

este conjunto de relaciones lo permite perpetuar la “tradición”. La fiesta de finales

de abril y comienzos de mayo dedicada a la Santa Cruz y el Señor del Santuario

han tenido tal continuidad porque como lo demuestran los devotos, todo ese

conjunto holístico que la compone, la hace funcional en el presente de quienes

habitan y visitan Otatitlán. Ambas festividades, son momentos de reafirmación de

los lazos identitarios entre otatitlecos y son claves para el culto colectivo.

En cuanto a la exaltación de la Santa Cruz, o Paseo del Cristo Negro,

vemos que es también un momento significativo del culto, tanto para otatitlecos

como para quienes acuden de fuera pero bajo una lógica distinta a las fiesta de

mayo. A pesar de ser un ritual emergente es importante para los otatitlecos porque

191 “Reseña del porqué del paseo del Cristo Negro de Santuario de Otatitlán”, Burgos Loyo, Julián.

Villa de Otatitlán, Ver. Septiembre de 2014. p 2-3. Según los datos históricos el Cristo habría

llegado en el siglo XVII, se abundará más adelante, en la razón de las fechas desfasadas.

85

recrea el mito conocido y difundido (en el siglo XX), de la llegada del Señor al

santuario. De hecho, refuerza la memoria colectiva vigente que, como

explicaremos en el siguiente capítulo es distinta de lo que prevaleció en otros

momentos históricos. Para los visitantes, que son en su mayoría campesinos,

representa otro momento crucial en los ciclos agrícolas, esta vez la visita atiende

al agradecimiento por la cosecha y la petición por la prosperidad en el nuevo ciclo.

Para la institución religiosa y las autoridades municipales significa, además, la

posibilidad de reposicionar su importancia frente a otras religiones que están

presentes en la localidad, así como también, replantea la importancia del santuario

del Cristo Negro en el marco de la región de la que hemos venido hablando.

86

“Nuestras creencias,

más que tenerlas; las

somos”

Ortega y Gasset

87

D Capítulo 4. El culto al Cristo Negro en Otatitlán

urante el siglo XX, en Otatitlán, lo sagrado se cristalizó en torno a la

imagen sagrada del Cristo Negro o como es llamado en Otatitlán, Señor

del Santuario, siguiendo el culto colectivo que venía de los antepasados

y del antecedente de la cofradía y la hermandad, que desparecerán en la segunda

mitad del siglo XIX.192

En el capítulo anterior he hablado del tiempo de las fiestas religiosas más

importantes que se desarrollan en el santuario193. De tal suerte que; otros

momentos comunes en la memoria colectiva, en que se externa el sentido de “lo

sagrado” en Otatitlán, serán ahora los que nos ocupen. Comenzamos con la

escultura del Cristo Negro, luego las historias que expresan algo a propósito de la

aparición del Cristo en el bajo Papaloapan y luego su llegada a Otatitlán y

finalmente un acontecimiento que se ha llamado “La profanación del Señor del

Santuario”.

En Otatitlán, como en otros lugares, lo sagrado ha tenido distintas formas

de manifestarse y expresarse; las cuales han estado ligadas a las condiciones

generales de la sociedad. “La experiencia religiosa se halla en relación directa con

una realidad física, social, económica y política de la cual no se sustrae el

individuo, por el contrario, éste establece un lazo con la realidad y la esperanza en

lo extrahumano.”194

Entendemos que lo sagrado pertenece, como una propiedad estable o

efímera a ciertas cosas (los instrumentos del culto, la escultura de Cristo

Crucificado), a ciertos seres (el rey, el sacerdote, el curandero, el rezador), a

ciertos lugares (templo, iglesia, río), a determinados tiempos (el domingo, las

fiestas de la Santa Cruz, la época de las peregrinaciones, etc.). “No existe nada

192 En 1856, durante el gobierno de Benito Juárez se promulgaron las Leyes de Reforma, en una

parte de estas se prohibía o suprimía las corporaciones civiles y eclesiásticas, el sistema de

cofradías y hermandades formaba parte de esas corporaciones. 193

Para el calendario institucional festivo-religioso del santuario también son importantes la Semana Santa, el 29 de Noviembre día de San Andrés, así como el final de año con las posadas y la Navidad, en todas estas fechas se llevan a cabo celebraciones más apegadas al pensamiento oficial de la religión católica. 194

Velasco Toro. “Habitus religioso y plegarias…”. Op.cit. p 20.

88

que no pueda convertirse en sede de lo sagrado, revistiendo así a los ojos del

individuo o de la colectividad un prestigio inigualable. (…) Es una cualidad que las

cosas no poseen por sí mismas y que una gracia mística les concede.”195

Los términos que hemos venido utilizando para referirnos a lo sagrado

parten teóricamente de distintas reflexiones, de las cuales aquí menciono las

principales. Por un lado, Alfredo López Austin y sus ideas en torno al núcleo duro

de la religión mesoamericana y el mito, muy cercano a él; Felix Báez-Jorge con su

análisis de la llamada “religión popular” en México y, por último, Mircea Eliade y

Roger Caillois en sus estudios sobre lo sagrado, el ritual y el mito196. En esta

reflexión, ellos y muchos otros han sido examinados en conjunto con los datos

históricos, la observación y la tradición oral.

4.1 La efigie de Cristo Crucificado

Actualmente no conocemos con certeza el origen de la escultura de Cristo

crucificado que se encuentra en la Iglesia de Otatitlán, no podría afirmar (por falta

de fuentes) que la escultura que vemos procede de Inglaterra como popularmente

se piensa.197 Lo que sabemos con certeza es que la escultura que se instaló en

Otatitlán desde el siglo XVII ha recibido una restauración de importancia durante el

siglo XX; a su profanación siguió su restauración, de esto sabemos que

comprendió la elaboración de una nueva cabeza y muy probablemente la

sustitución de algunas partes del cuerpo dañadas por el fuego.

El señor crucificado de Otatitlán no es una imagen común, es una talla fina en

madera estufada, enclavada en una característica cruz laqueada en color verde con

protuberancias a manera de inflorescencias198

decoradas en amarillo. Pero lo

verdaderamente extraordinario de esta pieza es su patillaje color negro. Esta singular

escultura no tiene imágenes similares en el entorno inmediato encontrándose otras de sus

mismas características en la zona de los Tuxtlas y en el estado de Tabasco.199

195 Caillois. op.cit. p 12-13.

196 Véase introducción.

197 Más adelante abundaremos sobre el origen de la escultura.

198 La actual cruz es distinta, aunque la cruz antigua se conserva dentro de la iglesia y es también

objeto de culto en las celebraciones de mayo y en la Semana Santa. 199

García Hernández, Tomas. “La fiesta del Santuario”. op cit. p 6.

89

La escultura que fue mutilada en 1931, fue de peliculiaridades fenotípicas

que han llamado la atención de muchos; ha sido identificada como parecida a los

indígenas, con rasgos mongoloides200, facciones orientales, con rasgos negroides

o simplemente descrita como “de ejecución peor que mediocre, cubierto de

heridas, lívido (…).201 Más allá de los adjetivos que en cada época y región

pueden asignarse a los rasgos de la escultura, quien fuera el escultor de la efigie

original probablemente realizó su obra atendiendo a rasgos fenotípicos de la

población local.

No conocemos las razones por las que el restaurador realizó una cabeza

tan distinta de la original. Algunos estudiosos del tema han dicho que la cabeza

que manufacturó Olaguíbel (restaurador) en el siglo XX (la que actualmente porta)

es una “cabeza tradicional”, es decir, con rasgos mucho más caucasoides u

occidentales; a diferencia de ello, la anterior tiene rasgos mucho más gruesos.

La escultura original fue, elaborada en el siglo XVII, tampoco sabemos si

fue realizada en Europa o en América. La versión de su origen que encontramos

en el mito historizado es muy difusa pues nos dice que se habría mandado a hacer

por órdenes del rey español Felipe II a un escultor inglés llamado Juan Dornier o

John Dormier202 en el s.XVI; pero no se conoce la biografía y el trabajo de tal

escultor, un aspecto importante a considerar es que en aquella época ambos

reinos se encontraban en abierto conflicto.

Para la segunda mitad del siglo XVI varias ciudades portuarias de América,

la Nueva Veracruz entre ellas, eran acechadas por corsarios franceses e ingleses,

en un contexto mucho más amplio de enfrentamientos internacionales, por el

control del comercio, dichos ataques penetraban hasta Alvarado y Tlacotalpan en

la cuenca baja del Papalopan.

Era una época en que muchos ingleses salían de sus puertos cargados de

productos manufacturados (textiles, municiones, armas, etc.) hacia África

occidental en donde cambiaban sus productos por esclavos africanos que

200

Winfield Capitaine,. “La cofradía del Cristo Negro …” op. cit. p 49. 201

Ibid. p 47. apud. Lucien Biart. La tierra caliente. Escenas de la vida mexicana, 1849-1862. Jus,

México, 1962. 202

Hemos encontrado ambas formas de llamarlo.

90

conducían al Caribe español y de contrabando hacia tierra firme y la Nueva

España, allí los intercambiaban por materias primas: azúcar, algodón y tabaco

principalmente. Estas operaciones representaban una triple ganancia para la

economía británica (también para Holanda, Francia y Portugal que hicieron estos

recorridos mercantiles) que el imperio español no veía con buenos ojos;203 por

ello, es poco probable que el rey español mandase esculpir en aquella época una

imagen religiosa a Inglaterra. Las relaciones político-comerciales entre ambas

potencias se modificaron en el transcurso del virreinato, ya para inicios del siglo

XVIII se consolidaron ferias comerciales de productos de ultramar en puertos

como Veracruz y Acapulco en donde había presencia de sus productos por el

“asiento inglés”.204

En el campo de la religiosidad la veracidad de algunos datos no tiene gran

importancia, aunque para la institución católica es distinto; sus omisiones de

información al respecto también nos hablan de un proceso histórico-político de

dominación que comenzó desde la “aparición” del Cristo Negro en la zona y que

con el paso del tiempo ha tomado distintos matices.

Para hablar del tal proceso tenemos que comenzar por aclarar cómo fue

que llegó la escultura a Otatitlán. Para ello, contamos con información de archivo

sobre una disputa entre los de Tuxtepec y Otatitlán que ya se ha mencionado con

anterioridad y que ahora explicaremos más ampliamente.

En 1782 los de la República de Indios de San Juan Bautista, Tuxtepec

(Jurisdicción de Teutila) presentan una demanda ante el alcalde mayor de

Cosamaloapan en contra de los de la República de Indios de San Andrés, Otatitlán

(Jurisdicción de Cosamaloapan) que, en ese momento, ocupan tierras que

argumentan son de ellos presentando títulos de propiedad de 1711. La disputa

comprendía los parajes de Otlapa y Orilla de la Laguna. Los de Tuxtepec pedían

que con prontitud dejaran libres sus tierras y desembarazadas pues estaban

siendo rentadas a terceros.

203 García de León, op. cit. p 101.

204 Enriqueta Quiroz. "Los mercados en la Colonia". Arqueología mexicana. Comercio y Mercado,

México, vol. XXI, núm.122, año 2013, p.71.

91

Argumentaban que sus antepasados permitieron a los de Putlalcingo

(mazateca baja) que se trasladasen a Otlapa y luego a Tusnenestepeque porque

tenían en posesión la imagen de Nuestro Señor Jesucristo Crucificado; pero, al

parecer por las escasez de agua en algunos meses, los antes mencionados

abandonaron las tierras en lo que a su habitación corresponde pero no en su uso,

mientras se mantenía en ellas a “El Santuario” los de Tuxtepec podían llevar a

pastar a su ganado y su disgusto comenzó cuando les prohibieron hacerlo y como

sus familias fueron también aumentando exigían la restitución de tierras; “(…)

habiendo cesado el motivo que tuvimos para concederles el uso de ellas, cual fue

el de lograr en nuestras pertenencias el Santuario de dicha santísima imagen que

tuviesen dónde y con qué mantenerse los que, como dichos naturales, se

dedicaban particularmente a su culto (…)”205

Los de Otatitlán también se decían dueños inmemoriales de tales tierras y

se negaban a dejar de utilizarlas “(…) si las tierras donde estuvo situado su pueblo

se les quitasen y mandasen entregar a los de Tuxtepec, sería dejarlos sin tierra

alguna propia para cultivar y subsistir, no sólo ellos sino los infinitos de razón que

están agregados a su dicho pueblo.”206

En el último apartado del documento se explica cuáles eran

“aparentemente” las causas de la disputa y cual fue el resultado final del conflicto.

Y aunque no podemos saber con precisión lo que sucedió, sabemos, que la

disputa fue resuelta a favor de los de Otatitlán.

Parece ser cierto que la disputa originada por la pretensión de los tuxtepecanos se debía a

un mal conocimiento de la topografía regional, pues entre el lindero que ellos señalaban

por el oriente, la loma de Tusnenestepeque y el lindero hacia ese rumbo de la república de

Tlacojalpa existía una área muy considerable de terreno que abarcaba La Laguna y

Otlapa, misma tierra que perteneció desde tiempo inmemorial a los de Otatitlán, es decir,

desde la fecha que con su imagen pasaron desde Putlancingo de Teutila a Otatitlán de

Cosamaloapan.207

205

Cosamaloapan, centro de arbitrio de una gran disputa entre Tuxtepec y Otatitlán. Presidencia

Municipal, Villa de Otatitlán, Veracruz. Exp. Único. p 2. 206

Ibid. p 3. 207

Ibid.

92

En aquella época la loma llamada Tusnenestepeque era el sitio que dividía

las jurisdicciones de Teutila y Cosamaloapan, de ahí gran parte de su importancia.

De esta forma, con el conflicto se trataba de remarcar los límites territoriales. Con

la resolución se reafirmó la territorialidad de Otatitlán y se legitimó la pertenencia

que tenían los del pueblo del Cristo Crucificado. Todos estos acontecimientos nos

ayudan a saber que los mazatecos provenientes de Putlalcingo tuvieron arreglos

con la población de Tuxtepec (en donde ya existía el culto a “Nuestro Señor

Jesucristo Crucificado”) para establecerse en la zona de su Jurisdicción y, luego,

establecer la alianza con los de Otatitlán en donde finalmente permanecerían,

formando desde entonces parte de la comunidad de Otatitlán y estableciendo

nexos en el imaginario colectivo entre la mazateca baja y Otatitlán, que se

conservan hasta la actualidad; para tal proceso, la escultura de Cristo debió ser

de vital importancia política y económica, y no sólo religiosa.

4.2 Memoria colectiva en torno a la hierofanía del Cristo

negro. El mito en el siglo XX y sus antecedentes.

Al analizar las entrevistas consideramos de gran valor las aportaciones de

Gilberto Giménez Montiel cuando nos dice que la memoria no es sólo

“representación”, sino también “construcción”, es decir, no es sólo “memoria

constituida” sino también “memoria constituyente”; porque no sólo tiene que ver

con el pasado, la selección o reconstrucción del pasado se realiza en función del

presente.208

Los actos y objetos con carácter sagrado adquieren un simbolismo religioso

para ser tales. “Cuando un árbol se convierte en un objeto de culto, ya no es un

árbol lo que es venerado, sino una hierofanía, es decir, una manifestación de lo

sagrado. Cada acto religioso, por el simple hecho de ser religioso, posee un

significado que, en última instancia, es -simbólico-, puesto que refiere a seres y

valores sobrenaturales.”209Así hablamos de la cruz como símbolo de la totalidad

cósmica mesoamericana (árbol cósmico), o del Cristo como símbolo solar, etc.

208 Gilberto Giménez Montiel. Teoría y análisis de la cultura. México,2006. P.97.

209 Mircea Eliade y Joseph M. Kitawa. (coordinadores). Metodología de la historia de las religiones.

España, Paidós, 1986. p 126.

93

Encontrando que los símbolos pueden revelar una “modalidad de lo real” o una

estructura del mundo no evidente en el nivel de la experiencia inmediata.

En un primer acercamiento, la llegada del “Cristo Negro” a la cuenca del

Papaloapan fue parte de un proceso de dominación colonial presente en otras

partes de América; su expresión particular en ese gran transito fue la implantación

de la religiosidad colonizadora sobre los pueblos que habían sido sometidos en el

proceso armado y que ahora adquirían y adoptaban nuevas categorías; encuentro

y desencuentro de identidades que ha desembocado en la actual sociedad, con

todos sus problemas y virtudes. Su comprensión en el nivel de la localidad nos

permite entender la historia de nuestras sociedades desde una óptica

Nuestramericana, que nos signifique y nos brinde elementos para auto

comprendernos.

Desde la aparición del Cristo Negro en la cuenca y su traslado a Otatitlán se

han desarrollado historias que cuentan “los hechos del Señor”; distintos móviles

sociales las han construido, pues sus orígenes son diversos y en algunos casos

difíciles de rastrear, sobre todo cuando tales historias han formado parte de la

tradición oral de los pueblos de la cuenca y de toda una “región devocional” desde

el siglo XVII.

Mencionaremos todas las historias que conocemos acerca de la hierofanía

del Cristo Negro en la región, pero nos ocupan principalmente las que emanan de

la oralidad. Nos centramos en los detalles de aquéllas historias que han

conservado elementos simbólicos compartidos, por la sociedad de otatitlecos de

distintos tiempos y que nos dicen algo sobre su forma de relacionarse con lo

sagrado. Un habitante del santuario nos definió así la forma en que considera se

han dado la transmisión de las historias de lo sagrado; “Nuestros padres sin tener

una buena fuente de información, nos contaban y cada quien iba poniendo su tinte

original y lo dice a su manera, así no se pierden algunos pasajes.”210

Hemos optado por reproducir parte de los textos de las historias escritas de

la “aparición” del Cristo Negro y analizarlas en forma conjunta con los testimonios

210 Entrevista No. 4H, JBL.

94

orales generados para esta investigación; así, tenemos un panorama que parte de

la historia colonial y conocemos la historia de lo sagrado en el siglo XX de

Otatitlán. Es importante fijar nuestra atención en las historias mismas; pero,

también, en las condiciones materiales que las engendraron, así como las

dinámicas de poder y tensiones sociales que intervienen en la tradición oral.

Para comenzar con la época colonial y sus historias tenemos que

mencionar antes que a rasgos generales se sabe que, en la cuenca, durante el

siglo XVII los ritos católicos se llevaban a cabo en las iglesias de paja, y estuvieron

a cargo de fiscales, rezanderos locales, zahories y videntes que bajo la lógica de

la época se ocupaban de la difusión del catolicismo. De hecho fue así porque la

zona resultaba de difícil acceso a los misioneros y sacerdotes. Una parte

fundamental de la religiosidad de la zona, como hemos venido desarrollando, es la

relación de los ciclos agrícolas, originados en la época mesoamericana, y los

santos; figuras de lo sagrado que se fueron consolidando en la colonia. Antonio

García de León nos explica tal proceso de la siguiente forma:

Los cultos agrarios repetidos sin cesar desde el incierto comienzo de la vida

aldeana, madre de la civilización olmeca, se tiñeron con un leve barniz de un catolicismo

muy simplificado, ordenado alrededor de santos patrones y vírgenes aparecidas, de una

imágineria hecha a golpe de machete, de ofrendas y sacrificios, en un mundo asediado

permanentemente por los –dueños- y los seres sobrenaturales (…) matizados en algo por

las tradiciones orales del sur de la península ibérica y de la costa occidental de África.”211

En 1746, el cronista de Indias don Joseph de Villaseñor y Sánchez escribió

una versión de la llegada del Cristo a Otatitlán212, según informa ha tomado por

fuente principal los archivos de la cofradía. Su texto es el siguiente:

Hay en el pueblo un decente y primoroso templo en el que se venera la

milagrosísima imagen de nuestro Redentor Crucificado con el título de Otatitlán, cuyo

origen según consta testimoniado en el archivo de su cofradía, es que a más de cien años

un indio de este pueblo había cortado una troza de cedro y llevándola a su casa deseoso

de hallar un diestro escultor para que le hiciese una imagen de Nuestra Señora, con este

deseo vivió algunos años y un día que se hallaba devotamente ansioso por conseguir su

intento llegaron a su casa dos mancebos hermosos de gallarda presencia, diciéndole que

211 García de León, op. cit. p 340.

212 Esta versión se presenta en base al testimonio de Joseph de Villaseñor y Sánchez que se dio a

conocer por Aguirre Beltrán allá por el año de 1956.

95

sabían muy bien el arte de la escultura, propúsoles el indio el deseo que mucho tiempo

había permanecido en su corazón de tener una devota imagen de Nuestra Señora la

Santísima Virgen, ajustóse con ellos y los hospedó en un jacale o choza donde tenía el

madero, dióles primero la paga, y les previno el alimento necesario para el primer día,

volvió al siguiente a visitarlos por ver si habían principiado la obra y halló ¡Oh prodigio de la

Gracia y Omnipotencia Divina! La troza convertida en prodigiosa efigie de Cristo

Crucificado, retocada y perfectamente acabada, los escultores desaparecieron dejando allí

el dinero y la refacción, ángeles serían, por las circunstancias del prodigio, y el desinterés

en dos cosas que tanto apetecen los hombres213

Este relato tiene que ver con la cosmovisión colonial de lo sagrado, con la

idea de la revelación divina y el milagro del aparicionismo común en Nueva

España; como forma de hierofanía propia también de la cosmología medioeval en

la que Dios gobierna el universo y la experiencia es intratemporal,214

características que van a variar notablemente con los relatos del siglo XX en

donde se introduce la idea de temporalidad histórica. Esta versión debió tener

vigencia durante el periodo colonial y mientras existió la cofradía.

Otra versión de la llegada del Cristo Negro a la cuenca fue dada a conocer

en 1951, en una hoja impresa Darío Portugal afirma que la imagen de Cristo se le

apareció a Fray Antonio de Ross en el año de 1543. Dicha aparición ocurrió en el

pueblo de Puctlancingo. La escultura fue trasladada a la Laguna pues las

autoridades eclesiásticas convinieron que ahí se le edificara un templo, en un

lugar cercano a Tuxtepec, Oaxaca (hoy Ejido de Santa Rosa). En 1660 la

población de dicho lugar fue diezmada por el cólera morbus y la viruela (además

de las inundaciones) por lo que sus habitantes se trasladaron por el rio

Papaloapan en balsas, junto con la imagen, deteniéndose en San Martin

(municipio Otatitlán) el 14 de Septiembre de dicho año.215

Este relato nos llega a través de las investigaciones de Fernando Winfield

Capitaine; en ella existen 117 años de diferencia entre la aparición y la llegada a

Otatitlán. José Velasco Toro ha llamado a tal mito la “alegoría épica del

aparicionismo” interpretado el texto como la afirmación político-religiosa de la

213 Villaseñor 1746, 1:371.

214 Velasco, Toro, De la historia al mito…, op.cit., p 76-77.

215 Fernando Winfield Capitaine. “Peregrinación y culto alrededor de un Cristo Negro” Cuadernos

antropológicos, Universidad Veracruzana. núm. 1. Mayo 1978. p 56.

96

Iglesia católica como institución, en tanto es un ministro de la religión el

intermediario directo entre lo sagrado y las personas. Se desconoce la difusión de

tal historia, lo que sabemos es que la historia de la hierofanía del Cristo Negro

difundida en el siglo XX toma parte del anterior relato.

Durante los años 70 del siglo XX, Guido Münch encuentra la siguiente

versión sobre la llegada del Cristo Negro:

En la tradición popular se dice que Felipe II mando regalar tres cristos, uno para el

Márquez del Valle que tenía su señorío en Santiago Tuxtla, otro para la Capitanía General

de Guatemala, otro para el Santuario de Chalma. Mando que el escultor hiciera los cristos

con las características de los indígenas, color de piel oscura, ojos rasgados y facciones

orientales. Por alguna razón se mandó a Chalma otro Cristo que había en la Catedral de

México y el que obsequió Felipe II es el que se venera ahora como el Señor del Veneno en

la capilla de San Isidro Labrador en la Catedral Metropolitana.216

Carecemos de más información sobre el relato que Guido Münch

encuentra, pero es cada vez más parecido al que llega a nuestros días. Por otra

parte, el sacerdote Jesús Martínez, que sirvió gran parte de su vida en Otatitlán,

afirma, de acuerdo a sus investigaciones que el Cristo llegó en 1611.217

En su texto de 1934 “Apuntaciones históricas acerca del origen de

Otatitlán”, Alberto Huerta Beltrán218 (Claudio) refiere que un buen amigo de

Chacaltianguis de nombre Anastacio L. Pitalúa, hombre de gran afición a los

relatos históricos, le ha proporcionado unos apuntes que cuentan la historia que

hemos venido llamando mito-historizado y que es la que ha adquirido la categoría

de “oficial” en nuestros días, en estos apuntes se narra la forma en que fue

manufacturado el Cristo y el modo en que llegó hasta Otatitlán. Aquella es la

primera referencia (escrita) con que contamos que narra esa mima historia.

En los años setenta del siglo XX Fernando Winfield Capaine realiza trabajo

de investigación acerca del Cristo Negro de Otatitlán, encontrando que la

información que nos presenta Alberto Huerta Beltrán proviene en parte de un Libro

216

Münch. op. cit. p 256. Apud. Jesús Martínez H. Datos históricos del señor de Otatitlán y su

templo. Veracruz, Tipografía Reforma, (s/f). p 3-6. 217

Winfield. “Peregrinación y culto…”, op. cit., p 56. 218

Profesor originario de Otatitlán.

97

de Cordilleras que no se ha localizado porque fue sustraído del archivo parroquial

en los años de la persecución religiosa.

No tenemos evidencia certera de cómo y cuándo fue construido el relato

que se ha venido llamado mito-historizado; sólo se deduce que surgió de forma

posterior a la Colonia, muy probablemente se originó en Otatitlán. Por ser de gran

importancia en la presente investigación lo transcribiré algunas partes como

aparece en el texto de “Claudio”219:

(…) a principios de septiembre de 1595, FELIPE II, (…) comisionó al duque de

O´Donojú para que se trasladara a la capital de Inglaterra con el objetivo de entrevistar al

escultor Juan de Dornier y contratar con él la construcción de tres esculturas

representando a Cristo crucificado.

(…) En la fecha convenida, el Duque de O´Donojú recibió del escultor Dornier las

tres imágenes que fueron hechas de yeso y madera, contratándose con cuenta del

Gobierno Español el barco inglés Aria para conducirlas al Puerto de Santander, donde se

llegó el diecinueve de enero de 1596, saliendo el mismo día el citado barco con rumbo a

Veracruz llevando O´Donoju a su cuidado dichas esculturas.

Después de ochenta días de travesía sin novedad, el barco Aria fondeó en la rado

de la Villa Rica de la Vera Cruz el día 20 de abril de 1596 a las siete de la mañana. Allí

esperaba su llegada el español Don Jacobo de la Torre, acompañado de dieciocho

indígenas.

[Una de las esculturas fue llevada por el Papalopan río arriba con el objetivo de ]

llegar cerca de la Sierra de Tuxtepec. (…) la expedición emprendió su marcha río arriba

hasta llegar dónde desemboca otro río hoy conocido con el nombre de río Tonto, cuyo

curso subieron hacia arriba hasta que ya era el anochecer, por lo que amarrando las

embarcaciones saltaron a tierra los tres españoles de que nos hemos venido ocupando,

observando que a corta distancia había un arbusto grande de xúchil. Este lugar está

situado muy próximo a una población que desde entonces vivía allí y que hasta la fecha se

conoce con el nombre de Putalcingo220

. Don Ruperto de García y demás acompañantes se

dieron cuenta de que la población indígena tenía conocimiento ya del evangelio, predicado

por los Franciscanos, que fueron los primeros acompañantes de los conquistadores, y

escogieron ese lugar como propio para dejar allí la imagen que llevaban como símbolo de

219 El relato completo puede consultarse en el anexo documental.

220 Puctlantzinco o Putalcingo, en el río Amapa, cercano a Tuxtepec estuvo rodeado de palenques

de negros cimarrones huidos de las estancias y trapiches de Teutila, Córdoba, y Tuxtepec,

durante la etapa colonial pasó a la jurisdicción vecina de Teutila, aunque originalmente se hallaba

en Guaspaltepec. García de León, op. cit. p 140-141. Desde la construcción de la presa Miguel

Alemán, también llamada Temascal quedó sepultado bajo las aguas.

98

la religión cristiana , y al día siguiente (Abril 29 de 1596) don Ruperto de García ordenó a

los cuatro marineros que había traído de Tlacotalpan, que con el cuidado debido, sacaran a

tierra la caja que llevaban conteniendo la imagen de que se ha hablado, y una vez hecho,

Don Romualdo Pedrón habló a los presentes de esta manera: - Esta caja que ustedes ven,

es una imagen de lejanas tierras, que nos han encomendado que la pongamos en este

lugar. Dios así lo ha dispuesto y así lo haremos.- Y después de una larga plática acerca de

la religión católica, procedieron a abrir la caja quitándole la tapa con que venía calzada,

dejando descubierta la imagen de CRISTO en una cruz, que después de reverenciada, fue

colocada en el xúchil, amarrándola con bejucos (…)

[El relato continua contando cómo es que llegando a Guatemala llevaron la

escultura hasta Esquipulas.]

(…) un matrimonio indígena de Putalcingo, compuesto por Rafael Manuel y Toribia

Juana, encontró tan significativo hallazgo el día 3 de mayo de 1596, y como la religión

católica ya era conocida por haberles sido predicada por los Misioneros Franciscanos,

rebelándose así sus nombres de origen netamente españoles, dieron a este hecho toda la

importancia que para ellos tenía, e inmediatamente lo comunicaron a todos los vecinos de

Putalcingo, y a todos los pueblos de la sierra, que en incontables peregrinaciones venían

de todas partes a venerar la imagen aparecida, procediendo desde luego a construirle una

choza de zacate que les sirviera de templo, donde permaneció la imagen hasta el mes de

febrero del siguiente año (1597), para ser trasladada a este lugar, que le dio el nombre de

“EL SEÑOR DE OTATITLÁN”221

.

Es importante decir que en la actualidad, tanto la Iglesia como el municipio

divulgan y reconocen el relato anterior como la forma “oficial” de los

acontecimientos.222 Incluyendo los datos de la construcción del templo de teja

desde 1597223. Ello indica varias cosas: por un lado, que la divulgación de textos

académicos es muy reducida en Otatitlán y, por otro lado, que los significados

profundos de la modernidad224 han impactado la mentalidad colectiva en el plano

221

Alberto Huerta Beltrán (Claudio). “Apuntaciones históricas acerca del origen de Otatitlán”, Villa de Otatitlán, Ver. 1934. p 1-5. 222

Al respecto pueden revisarse los folletos, trípticos, etc., que reparte el municipio en las fiestas

de mayo y también los cuadernillos de “Historia y Oraciones” mediante los cuales divulga la

Diócesis de San Andrés Tuxtla. 223

Los datos generales sobre los templos e Iglesias en la cuenca baja del Papaloapan nos indican

que para el siglo XVIII estarían construidos de madera y palma, no se cuenta mayor información

disponible al respecto. 224

Tratar de problematizar las implicaciones de la modernidad es una tarea que no nos atañe en

este trabajo, por ahora solamente quisiera ocupar el término como una proyección del pensamiento

social (generalizado más no el único) del siglo XX y en adelante, que se basa en la ponderación de

99

de lo religioso, puesto que el éxito de tales narraciones se debe a su apariencia de

veracidad (fechas, lugares precisos) que a primera vista son francamente

indiscutibles. Es pues, un mito que se ha construido de los valores propios del

siglo XX y que gracias a esa transformación mantiene vigente la idea de

sacralidad de la escultura del Señor del Santuario en particular y, de Otatitlán en

general.

Sobre el origen del culto al Cristo Negro, antes de su llegada a Otatitlán, se

tiene noticia de que “A los naturales de Puctlancingo se les considera dedicados

particularmente al culto de la santísima imagen, por lo que siempre viajo con ellos,

debiendo llegar a Otatitlán a mediados del siglo XVII, como señala Dario Portugal,

o bien hacia los primeros años del siglo XVIII (no a fines del siglo XVI como

menciona el mito). Nosotros nos inclinamos por la hipótesis del arribo a Otatitlán

hacia la segunda mitad del XVII, ya que para 1746, como lo consigna Villaseñor y

Sánchez en su Theatro Americano, Otatitlán era un importante santuario

regional.225

Tal fue su importancia en el siglo XVIII que, entre octubre de 1777 y febrero

de 1778, el gobierno virreinal y el obispo Ortigoza aprobaron y crearon el curato

de Otatitlán, bajo el título de “Santuario del Santísimo Cristo de Otatitlán”. Su

nueva demarcación era: “por el Oriente hasta el arroyo del Obispo y cercanías de

las tres cruces de Acuezpaltepec; por el Norte hasta el paraje que llaman la Cruz;

por el Poniente hasta el rio de Chacaltianguis o Cosamaloapan (Papaloapan)

entrando por el río Tonto hacia el sitio que llaman la Peña, División del Obispado

de Puebla; y por el Sur en el paraje de las Tres Cruces”.226

la técnica y la ciencia como valores del dominio racional de los fenómenos del universo, y que se

proyecta en lo que consideramos inteligible o plausible, como se proyectaron otros valores en los

hombres y mujeres de otros tiempos, así podemos hablar de lo mesoamericano, lo colonial, lo

medieval, etc., como formas de pensamiento de condición abstracta, pero, ancladas de forma

dialéctica en condiciones materiales. Bolívar Echeverría. ¿Qué es la modernidad?, México, 1995.

Passim. 225

Velasco Toro. De la historia al mito… p 93. 226

José Gregorio Alonso de Ortigoza, “División del curato de Chacaltianguis y erección del

santísimo Christo de Otatitlán hecha por el ilustrísimo Sr. Dr. Don (…)”. “dignísimo Obispo de

Oaxaca en el año de 1778” AGN, Subdelegados, 1778, 50:62, f. 308. Apud. Velasco Toro. De la

historia al mito…, op.cit., p 93-94.

100

La leyenda del Cristo navegante fue introducida probablemente a finales del

siglo XVIII o principios del siglo XIX, ya que no fue reportada durante la visita de

Joseph Villaseñor a la localidad en 1746, dándole otra versión sobre el origen de

la imagen del Cristo Negro al visitador español (la angelofanía de los archivos de

la cofradía que mencionamos anteriormente). Tampoco existen evidencias

documentales sobre la leyenda anteriores al siglo XIX.”227

Recapitulando un poco: las evidencias históricas demuestran que durante la

Colonia y mucho antes de que existiera la imagen en la región, el vínculo entre

Puctlancingo y Otatitlán era muy fuerte. De tal forma que, cuando se erige a

Chacaltianguis como beneficiado de la región, tienen lugar diversas operaciones

de los españoles radicados en Otatitlán para contrarrestar este acto, que les

representaba no gozar de los beneficios de los haberes pagados por los demás

pueblos que serían evangelizados.

Como resultado se planea el traslado de la imagen del Cristo Negro de

Puctlancingo a Otatitlán en el siglo XVII, para lo cual los puctlancingas solicitan a

Tuxtepec, en dónde pertenecían políticamente, permiso para relocalizarse de

manera sucesiva hasta incorporarse totalmente a la población de Otatitlán hacia

mediados del siglo XVIII, al respecto existe una querella presentada por Tuxtepec

ante el gobierno español en 1711.228 “Alrededor de 1760 los últimos

puctlancingas, mazatecos originalmente poseedores de la imagen que nos ocupa,

terminaron por incorporarse a la población de Otatitlán, cerrando así la

desaparición definitiva de este pueblo sucesivamente relocalizado a lo largo de

200 años”229

La región mazateca baja y Otatitlán tuvieron contacto cercano (político-

religioso) durante la época mesoamericana y también en el periodo Colonial, lo

que ha llevado a que en algunos puntos confluya y se amalgame el pensamiento

religioso de sus poblaciones.

227 García Hernández, Tomas. “La fiesta del Santuario”. op.cit. p 10. apud. Auto que los naturales

de Tuxtepec tornan contra los de Otatitlán por invasión de tierras. Ramo tierras. Vol.1155, exp. 4.

Fol. 167. Años 1782-1788. AGN. 228

La querella se presenta en 1782, los de Tuxtepec presentan títulos de 1711. 229

García Hernández, Tomas. “La fiesta del Santuario”. op.cit. p 7.

101

Se sabe con certeza que los que habitaban Puctlancingo a finales del siglo

XVI y durante el siglo XVII, tuvieron que salir de su lugar de origen, seguramente

por haber sido afectados por las epidemias y las inundaciones que disminuyeron

notablemente a tal población, y que antes de llegar a Otatitlán con la imagen de

Cristo, probablemente estuvieron en Otlapa y después en La Laguna

(perteneciente al pueblo de Tuxtepec). Al trasladarse a Otatitlán siguieron

explotando las tierras de Tuxtepec, razón por la cual, los de Tuxtepec reclamaron

la restitución de las tierras.230

Forjar un sitio de culto católico relevante convino a indios principales y

europeos que administraban los recursos de la zona. Seguramente, dicho

acontecimiento permitió a los mazatecos dueños de la imagen reubicarse, según

su elección, en aquellos tiempos en que las enfermedades azotaron la zona; lo

que provocó una notable baja demográfica con lo cual los pueblos de indios

estaban siendo constituidos como un nuevo orden de organización social en el

que, además, se agregaban constantemente pobladores afromestizos.

Como ya mencionamos: “Los vestigios que hasta el momento hemos

localizado indican que en el último cuarto del siglo XVIII, el templo que albergaba

la escultura de Cristo estaba construido con madera y palma, como todos los de la

parte baja de la cuenca.”231 Lo que nos permite nuevamente inferir que la

información divulgada acerca de la construcción del templo de ladrillo y teja desde

el siglo XVII puede no ser exacta. Sabemos que en 1802 los mayordomos de la

iglesia extendieron una petición con el fin de organizar una colecta de limosnas

entre la cofradía y otras poblaciones devotas, la colecta se debía a la necesidad

de remodelar o reconstruir la iglesia que se encontraba en muy malas condiciones;

según reportó Miguel de la Esquina, y los peritos maestros de carpintería, se debía

actuar pronto para evitar que se desplomara.232

230

Velasco Toro. De la historia al mito…, op.cit. p. 91-92. 231

Ibid. p. 94. 232

Miguel de la Esquina era en aquella época subdelegado de Cosamaloapan, las autoridades

virreinales le encomendaron que junto con un equipo de peritos “acrediten la necesidad de

construir otra Iglesia Parroquial”. AGN, “Templos y conventos”, Otatitlán, 1082-1808, 18:3. Apud.

Velasco Toro. De la historia al mito…, op.cit., p 94-96.

102

Don Francisco Reyes, maestro de arquitectura originario del puerto de

Veracruz tuvo a su cargo el proyecto; para tal fin, se colectaron fuertes sumas de

dinero, se agregaron los fondos de las limosnas y se utilizaron también las piezas

de milagros que eran de plata.233 La administración de los recursos resultó

conflictiva, sobre todo entre las autoridades virreinales y los miembros de la

cofradía, ambos querían administrar los recursos.

Durante la segunda mitad del siglo XIX hubo constantes labores de

construcción; se retiró el techo de madera y teja (1866), se edificaron las bóvedas,

se levantó el coro y se colocó el reloj en la torre principal. En la segunda década

del siglo XX, a cargo de la Junta Cívica, se colocó piso de mosaico en el interior

del templo, se encementó la calzada del atrio y allí mismo se cambió la cruz de

madera por una de mármol. En abril de 1928, un sismo sacudió la región y causó

algunos daños a la iglesia. Algunas partes presentaban cuarteaduras que fueron

reparadas; además, se recubrió la bóveda con azulejo amarillo y negro, se

concluyó la torre y se pintó el templo por el exterior.234

Sobre el mito-historizado (llegada del Señor a Otatitlán) y la profanación;

Miguel Sevilla de las Casas realizó dos oleos que se exhiben en el interior de la

iglesia, los cuadros reafirman el mito del Cristo Navegante que escoge Otatitlán, y

muestran la postura de la Iglesia frente a los sucesos de 1931, así se perpetuán

dos historias que son difundidas entre los devotos del Señor del Santuario.

Durante el siglo XX que nos ocupa especialmente, la versión de los Cristos

Navegantes era ya plenamente conocida y difundida por la Iglesia y las clases

altas de Otatitlán. Resulta importante que, aunque la mayor parte de los habitantes

de Otatitlán sabe de la historia, son solamente algunos cuantos los que la conocen

“completa”; ello se debe a varias razones, entre las más importantes tenemos la

siguiente: la institución y el municipio han acaparado el conocimientos de tales

233

Una forma común de hacer peticiones de milagros, es colocando una pequeña pieza de metal

que represente las necesidades del devoto; una parte del cuerpo, un corazón, un animal, un

vegetal, un automóvil, etc. en el faldón del Cristo, a estas pequeñas piezas se les conoce como

“milagros”. 234

Velasco Toro. De la historia al mito…, op.cit., p 96 y passim.

103

acontecimientos. Han permanecido en la memoria colectiva sólo aquellos que son

vitales en importancia para el conjunto de la población.

En un sistema social soportado en el complejo fluvial del Papaloapan, en la

identidad de los pueblos cuenqueños, de los pescadores y los campesinos, no es

extraño que se recuerde al río como quien trajo al Señor, pues el río siempre lleva

y trae, provee y arrasa, etc. Su divinidad pudo haber sido olvidada en la

transposición simbólica de los tiempos pasados, pero su representación como

parte del equilibrio dinámico del cosmos es innegable. Así, durante el siglo XX la

gente guarda en la memoria colectiva que el Cristo llegó por el río (por el cauce

del rio viejo), a la orilla, cerca de un tamarindo en dónde se puso/o había una

capillita.

Otro aspecto que resalta al escuchar algunos relatos populares del siglo XX

acerca de la hierofanía del Cristo, al arribar a Otatitlán es la asociación espacial de

su procedencia, venia de Oaxaca, lo que nos remite a la época Colonial,

específicamente al siglo XVIII, en que Otatitlán formaba parte del obispado de

Antequera en Oaxaca, De hecho, muchas de sus asociaciones con lo sagrado, en

el campo católico ortodoxo y en la constante relación comercial- social- étnica,

etc., que se tendió entre la región norte de Oaxaca y el Sotavento, y allí está

Otatitlán; como un puente de lo simbólico y lo social.

La historia que se cuenta popularmente es bastante breve y siempre refiere

que el Cristo llegó por el río, hemos encontrado tres versiones constantes que

reproducimos a continuación:

1. “Me contaba mi abuelo que el Cristo llegó en una balsa por el río, venia

de por Tuxtepec, en donde se apareció, pero no lo quisieron porque en esa época

andaba la viruela y mucha gente se murió, mejor lo soltaron al río otra vez para

que él buscará donde quedarse”.235

2.“Dicen que el Señor vino por el agua, en una balsa que venía sola de por

Tuxtepec, antes trataron de agarrarlo pero no pudieron, él paro aquí.”236

235

Entrevista No. 3M, LBM. 236

Entrevista No. 7M, NOP.

104

3. “Mi abuela me contó que el Cristo llegó por el rio, pero que no lo querían

la gente de ese entonces porque aun creían en sus dioses, entonces lo ponían y el

regresaba, había tres cristos iguales; dos negros y un blanco (Guatemala, Otatitlán

y Chalma).”237

Por lo general la gente originaria de otros pueblos, municipios o estados

que ahora habita Otatitlán desconoce cómo llegó el Cristo, a excepción de saber

que llegó por agua. La gente con mayor afecto a las letras sabe el mito-historizado

que difundió en la localidad Alberto Huerta Beltrán (con base en otras fuentes) y

posteriormente la Iglesia católica y el municipio. El común sabe que llegó por el

rio. Los mayores aún tienen en la memoria el rechazo de la población por el Cristo

y las enfermedades que lo llevaron.

Podemos notar que en la vida cotidiana la memoria no tiene que ver sólo

con lo cuantitativo, no es fundamental el volumen de lo que se evoca y representa

en el habla, sino la posibilidad de conjugar productivamente para imaginar

respuestas a nuevas situaciones, como fue el caso de la profanación que vamos a

analizar más adelante.

Lo autores principales de tales historias son los miembros de la

colectividad, los testimonios escritos no determinan el complejo entramado de

significados que la tradición oral asigna las historias de lo sagrado. Pudimos

reafirmar con la investigación lo que apunta Alfredo López Austin acerca del mito.

“La lucha por el dominio del mito, es parte de la historia del mito y es parte de la

historia de sus funciones.”238

Un aspecto más que queremos apuntar es que, en la villa de Otatitlán

predomina la organización social de corte patriarcal; podemos decir que los roles

de género están orientados por tal estructura. Como podemos percibir en los

testimonio, entre los otatitlecos las mujeres participan mucho más de las

actividades religiosas y, aun así, no pudimos encontrar mujeres de la comunidad

que escriban (o hubiesen escrito) acerca del tema: artículos, poesía, versada,

canciones, etc., de autoría femenina. Como un contraste significativo vemos que

237 Entrevista No. 6M, MK.

238 López Austin. Los mitos del Tlacuache… op. cit. p 391.

105

dentro de la cultura de la oralidad, en los núcleos familiares los mitos y milagros

son transmitidos, casi siempre, por las mujeres, lo que nos indica que la escritura

ha sido un lugar de enunciación privilegiado en las estructuras del poder patriarcal

del poblado.

4.3 La profanación del Señor del Santuario.

Antes de naturaleza

todo lo comprenderán. Aunque nos causó tristeza,

pero así recordarán. Le cortaron la cabeza al señor de Otatitlán. En el treintaiuno fue,

cuando lo decapitaron. Es sabido que después

del momento lo encontraron Y a su templo lo llevaron esto yo lo contemple.

239

La profanación es un evento que los ahora habitantes del santuario recuerdan muy

bien, aunque los actuales moradores no lo vivieron en carne propia recuerdan los

tintes políticos del conflicto y también recuerdan con nostalgia la forma en que el

pueblo defendió al Cristo. Fue un momento de ruptura destacado, en varios

sentidos: por un lado, las alianzas nacionales entre la Iglesia y el Estado se

convulsionaban; por otro lado, el daño que recibió la escultura desató una nueva

posibilidad de reinventar simbólicamente el culto al Cristo Negro en el discurso

social común, así se tejieron historias que cuentan las desgracias que ocurrieron a

quienes participaron en la profanación, de los incendios que causaba la cabeza

cercenada cuando se encontraba en Xalapa y, del mismo modo, se sacraliza los

sitios en que fue violentada la escultura.

Antes de comenzar a analizar los hechos en Otatitlán y las múltiples

interpretaciones que se generaron debemos decir que la llamada “guerra cristera”

o “cristiada” fue un conflicto que se desarrolló en trece estados y que a lo largo del

territorio nacional tuvo distintas magnitudes. En Veracruz el proceso ha sido muy

239 Décimas de Rutilo Parroquín (1925-1990), músico jarocho, originario de Otatitlán, Veracruz.

véase. Documental del Santuario del Cristo Negro. (Sin ficha técnica). Disponible en:

https://www.youtube.com/watch?v=McFoUpdNnjw&spfreload=10

106

poco estudiado y se desconocen las particularidades que adquirió en la cuenca del

Papalopan.

En algunas partes como el Centro, el Bajío, Michoacán y Puebla el conflicto

que abarcó de 1926 a 1929, fue muy violento y se ha considerado que tuvo tintes

de guerra civil; costó recursos materiales y muchas vidas, sobre todo porque en

bastantes sitios el pueblo se había levantado o relevantado (recuérdese que la

Revolución mexicana cesó apenas unos años atrás) no tanto por la defensa de la

religión, sino en demanda de tierras.

Los hechos en Otatitlán ocurrieron cuando estaba en la presidencia Pascual

Ortiz Rubio (1930-1932)240 en un momento de la política nacional conocido como

“El Maximato”, en el cual distintos presidentes ocuparon el cargo; pero, en los

hechos, el mando lo conservó Plutarco Elias Calles; sus políticas de

centralización de la economía y el poder estaban vigentes.

El conflicto Estado-Iglesia fue alentado por el alto clero descontento por la

aplicación de algunas partes de la Constitución que afectaban directamente sus

propiedades e ingresos.241 Se dice que Calles orilló a la Iglesia al levantamiento

armado “desde el momento en que ordenó el cierre de las escuelas católicas y

conventos, así como la expulsión de sacerdotes extranjeros.”242 Lo cierto es que

ambas partes colaboraron en el conflicto que parecía no tener tregua cuando en

1928 un fanático católico asesinó a Álvaro Obregón, hecho que avivó aún más el

conflicto, hasta que se renegoció la deuda externa con Estados Unidos y así se

ayudó a poner fin al conflicto.243

Por lo que hemos podido investigar los hechos de Otatitlán distan mucho de

los ocurridos en otras regiones, seguramente el levantamiento generalizado no se

dio porque se atravesaba por un momento de prosperidad a causa del “oro verde”

240 Cabría anotar que eran los tiempos en que se estrenaba el PNR ahora PRI y que Pascual Ortiz

Rubio era un presidente ilegitimo pues siendo un desconocido ganó las elecciones, con un fraude,

a José Vasconcelos. 241

México tenía una deuda externa muy alta, y se suponía que algunos de los bienes que se le

retiraban al clero tendrían el fin de aminorarla. 242

Gallo T. op. cit. p. 97. 243

Alicia Hernández Chávez. México una breve historia. Del mundo indígena al siglo XX. México,

Fondo de Cultura Económica, 2000. p 364-368.

107

como vimos en el primer capítulo y porque el poblado no tenía antecedentes de

importancia en organización insurgente.

Al gobernador de Veracruz, en ese entonces, Adalberto Tejeda (1920-1924,

1928-1932)244, en el rubro de la religión se le recuerda cómo un gobernador

anticlerical; se sabe que Eduardo Castelán, por entonces presidente Municipal de

Otatitlán, era su seguidor. Gustavo Vergara Ruíz apunta que en 1931 fue cerrado

el templo y perseguido el cura, obligando a los creyentes a realizar el culto de

forma clandestina en varias casas particulares.245 Él mismo en sus investigaciones

en Otatitlán recogió varios testimonios al respecto; en 1993, Evangelina Aguirre le

narra lo siguiente:

Serían las 5 de la mañana cuando cortaron los barrotes de la ventana que da a la

capilla y por ahí se colaron dos o tres que fueron los que cortaron el candado de la puerta

norte. Enseguida bajaron la imagen y salieron por la banqueta hasta la calle Llave, siguiendo el

camino por los platanales, entraron por un ranchito donde había bodegas de plátanos y como

esos días el río Papaloapan estaba muy crecido, por ser época de lluvias, no pudieron seguir

adelante, ahí bajaron la sagrada imagen, dándose a la tarea de quemarla con leña, palmas y

hojas secas. Al ver que no se quemaba la imagen, le cortaron la cabeza con un serrucho y la

llevaron río arriba al pueblo de Papaloapan, posteriormente a Xalapa, donde permaneció hasta

1955.246

Los testimonios que vamos a presentar a continuación fueron tomados en el

2015, los entrevistados van a construir sus narraciones a partir de aquello que les

fue contado por sus padres y sus abuelos, por lo que podemos decir que tales son

parte de la tradición oral de los otatitlecos acerca de la profanación del Cristo

Negro. Hemos establecido una variante generacional para poder establecer

algunos contrastes en aquello que se narra.

Un habitante del Barrio Centro, de 71 años, nos dio una amplia descripción de

lo que le contaron que sucedió, su testimonio resulta muy ilustrador porque su

familia habitaba el mismo barrio cuando aconteció la profanación, y fue justo el

244

Gobernó Veracruz durante dos periodos, en 1933, el Partido Popular Socialista de las

Izquierdas postuló a Adalberto Tejeda como su candidato a la presidencia de la República,

contendiendo con Lázaro Cárdenas, del Partido Nacional Revolucionario. 245

Velasco Toro, Et.al., op. cit. p 99. 246

Ibid.

108

centro del poblado, el lugar en donde ocurrieron buena parte de los

acontecimientos, su testimonio es el siguiente:

Mis padres vivieron la profanación del Cristo eran jóvenes, chamacos cuando vieron la

tragedia que sufrió nuestro pueblo. Debido al conflicto que había entre Iglesia y gobierno, el

gobierno desató una lucha contra el clero; la guerra de los cristeros, y atacaron principalmente

aquellas imágenes que tenían mucha trascendencia como el Cristo Negro, con el que

decidieron acabar para acabar con la fe de la población. El día 8 de septiembre por órdenes

del gobernador, en ese tiempo el coronel Adalberto Tejeda, llegaron al pueblo con el apoyo del

presidente municipal, que previamente fue avisado para auxiliar al personal que iba a venir por

órdenes de él a destruir al Cristo Negro.

Se metieron a la iglesia y desprendieron de la cruz al Cristo, se lo llevaron a un predio

cerca -San Antonio- , cuentan que lo llenaron de leña y le pusieron basura, combustible y el

fuego; después de muchas horas de fuego que ya sólo quedaban las cenizas, cuál fue su

sorpresa que al destaparlo estaba el Cristo intacto, se le atribuye también como un milagro.

Como el gobernador les había ordenado que lo destruyeran, entonces, al ver que no se

destruyó le cortaron la cabeza para llevarle al gobernador y que viera que habían cumplido

con sus órdenes, se llevaron la cabeza para Xalapa y estuvo perdida alrededor de 20 años.

Apareció en 1951 cuando estaba ya el padre Chucho que la recibió en forma anónima,

vino en un cajón, en ese tiempo la trajo la persona que traía la correspondencia de Papaloapan

para acá y le dijo al encargado de la sacristía “acá le traigo esto al padre Chucho” el padre

pensó que era cera y al destaparla vieron que era la cabeza original del Señor y se ordenó

replicar las campanas, hicieron misa de acción de gracias y pasearon la cabeza por todo el

pueblo y desde entonces le hicieron un nicho. Con esto que sucedió de la quemada y la

decapitada del Señor en lugar de acabar con la fe, más creció la fe de todos.247

Algunas personas dicen que la escultura resistió al fuego como un milagro,

otras, narran que “algunas partes de un brazo y una pierna alcanzaron a ser

parcialmente quemados.”248Es interesante contrastar los testimonios acerca del

suceso, porque siempre incluyen elementos sobrenaturales; de ningún modo

podemos pensar o adentrarnos en la memoria colectiva de los acontecimientos, al

margen de la sacralidad que se atribuye al Cristo Negro. Quienes cuentan los

hechos nos brindan siempre una explicación particular acerca de los motivos de

quienes ejecutaron la profanación e incluso de los motivos que tuvo el propio

Cristo Negro para permitirlo.

247 Entrevista No. 5H, AAF.

248 García Hernández, Tomas. “La fiesta del Santuario”. op. cit. p 9.

109

El testimonio siguiente es un caso representativo de la forma en que muchos

narran lo sucedido, ya que al relatar los hechos se hace énfasis en la personalidad

de quienes ejecutaron el rapto y decapitación de la escultura, estos elementos que

aluden a la personalidad van a ser el eje de otra narración en donde se dice que

todos aquellos que participaron en la profanación recibieron castigo divino por sus

actos.

Los señores que participaron en la profanación fueron: don Luis Beirana, don Fito Prieto,

don Arnulfo Torres, don Manuel Rosca. [Sobre este último nos comentó] “don Manuel Rosca

terminó muy feos sus días, agonizaba. Eso porque cuando salieron del altar mayor el Cristo se

puso muy pesado, don Manuel se quitó una correa y Dijo –ah ¿no vas a salir?- y le dio de

correazos y al Cristo se le quitó el peso y lo pudieron sacar, llegaron hasta donde tenían que

llegar y le cortaron con el serrucho, el aserrín pintaba como sangre, al cuerpo le echaron

lumbre y en vez de quemarse le salían ampollas. Hicieron eso porque no tenían fe ni respeto,

déspotas con dinero que lo llamaban –pedazo de palo- pienso que ya hay más respeto por la

imagen, nosotros sabemos que era una imagen pero la voy a venerar para recordar lo que está

en el cielo.249

Es valioso anotar que varios de los señores que se nombra pertenecían en

aquel momento a las clases altas de Otatitlán, en el testimonio anterior podemos

encontrar un poco de las tensiones sociales que siguen presentes debido a la

jerarquización social del santuario, pues sigue siendo común la discriminación a

las clases populares.

El siguiente testimonio es de una mujer mazateca y lo hemos tomado porque

narra de una forma distinta lo sucedido, a partir de cómo les contaban en su lugar

de origen lo sucedido, trata del mismo suceso y utiliza la idea de sacralidad de la

escultura como en el santuario, pero utiliza una forma imaginativa distinta de aludir

a lo que se considera un milagro.“Cuando éramos chiquitos nos contaban todo eso

(la profanación) pero nosotros no podíamos creer, antes de que yo viniera

pensaba ¿pero cómo es que le cortaron y le nació otra cabeza? Nos contaba mi

bisabuela que en puro milagro le salió otra cabeza, cuando llegamos aquí

vimos.”250

249 Entrevista No. 6M, MK.

250 Entrevista No. 8M. MCCA

119

En cuanto a las consecuencias de los acontecimientos sabemos que la

peregrinación que se hace al santuario fue trasladada a Tuxtepec, tres años

después de la profanación prosiguieron las fiestas en Otatitlán. “El Cristo estuvo

más de un año en un catre en la iglesia, hasta que vino de la ciudad de México el

escultor Juan Olaguíbel, quien cobró diez mil pesos por restaurar al cristo y tallarle

una nueva cabeza.”251 Se cuenta también que la cabeza del Cristo negro, una

vez en Xalapa, fue rodando de oficina en oficina porque en “donde estaba la

cabeza, tenían lugar incendios”.252

Cuando se narran los castigos que recibieron quienes intentaron quemar al

Cristo Negro se está reproduciendo una vieja historia que cuenta cómo el Cristo

Negro es muy milagroso con quien le tiene fe, pero a menudo castiga a quienes no

cumplen sus promesas o realizan alguna acción en su contra. Tal historia tiene

muchas formas, por ejemplo; se cuenta que una mujer enferma que venía con los

peregrinos de la sierra fue llevada a la fuerza al santuario pues no creía en el

Cristo Negro, cuando llegó al pie del Cristo Negro le dio una mordida en la pierna y

al instante se escuchó un fuerte ruido y la mujer se convirtió en serpiente, dejando

las marcas de la mordida a la escultura, de este tipo existen muchas otras

historias que cuentan de castigos a quienes dudan o incumplen, justo como las de

los castigos a los que participaron de la profanación.

No se sabe con precisión cuales fueron los daños que recibió con el fuego la

efigie, y en qué grado se dio la restauración; esta ausencia de información también

es parte del proceso de sacralización de la imagen por parte de las instituciones y

en un modo paralelo pero ciertamente distinto de los que le tienen fe.

Otros estudios han recogido testimonios de mazatecos que interpretan la

profanación como acto de la voluntad de Dios, en donde quienes participaron no

tenían conciencia de hacerlo por mandato divino; “el cuerpo no se quemó para que

le cortaran la cabeza, porque esa cabeza estaba inclinada hacia un lado y cuando

sus devotos la miraban lo hacían de lado y quedaban torcidos del cuello”253.

251 Winfield. “La cofradía del Cristo Negro…” op.cit. p 49.

252Ibid. p 49.

253 Adolfo Aguirre Fentanes. La legendaria historia del milagroso Cristo Negro de Otatitlán. Folleto

sin fecha, ni pie de imprenta.

111

Versiones similares se han encontrado en Otatitlán; aunque generalmente

predomina la versión que se narra en los párrafos anteriores y que es muy

cercana a lo que el municipio y la Iglesia han difundido como interpretación

“oficial”.

Con los testimonios generados para el presente trabajo podemos notar

importantes diferencias discursivas entre quienes habitan el centro de Otatitlán y

los que viven en otros barrios; las diferencias tienen un origen claro en las clases

sociales a las que se pertenece. Los del centro son descendientes de las familias

empoderadas y en algún modo se apegan a la versión que da peso a las

instituciones, los del pueblo reinterpretan de forma mucho más libre y diversa, en

el marco de orígenes sociales y étnicos distintos. Las historias que se cuentan sin

duda están vinculas al poder y son contadas y reinterpretadas muchas veces,

podemos decir que están vivas mientras se cuenten.

En este capítulo nos guió particularmente la búsqueda de la forma en que la

memoria colectiva de los otatitlecos ha reconstruido las historias sagradas

relacionadas al Cristo Negro, nuevamente utilizamos fuentes textuales y fuentes

producto de la tradición oral.

El estudio de los relatos acerca de la llegada del Cristo Negro al bajo

Papaloapan nos ha permitido reflexionar en torno a los principales móviles que

articulan las formas de la religiosidad en el santuario; tenemos, por un lado, la

importancia de la tradición oral, que en este caso bajo una historia simple y breve

nos cuenta: “El Cristo llegó por el río y venia de Tuxtepec” explicando de esta

forma el momento histórico más relevante para los otatitlecos, por otro lado,

podemos ver que los testimonios escritos sobre el mismo acontecimiento se han

vinculado mucho más a las relaciones de poder presentes en la localidad, las

cuales han estado determinadas históricamente y han ido de la consolidación de

Otatitlán como un santuario católico, a la conformación de un municipio de

importancia regional.

Indagar acerca sobre un acontecimiento importante para el culto al Cristo

Negro en el siglo XX, como lo es la “Profanación del Señor del Santuario” nos deja

112

ver que la memoria colectiva retoma aquellos aspectos importantes para la

colectividad siempre en función del lugar de un individuo dentro del grupo. A partir

de este acontecimiento se puede hablar también de la función de la escultura

como objeto de culto y de su relevancia para la población que deposita en esta la

sacralidad.

El análisis de tales momentos nos ha dado pautas para comprender la relación

que se teje entre la localidad y los procesos que se articulan en amplias regiones,

por ejemplo la evangelización y la guerra cristera.

113

“Somos del Santuario;

nacidos, criados y aquí

nos van a enterrar”

Lucina Burgos,

habitante de Otatitlán.

114

5. Conclusiones

omenzaremos con los aspectos generales que pueden concluirse a partir

de la presente investigación, para luego abordar algunos elementos más

específicos.

El trabajo de investigación realizado, nos permite afirmar que el Culto al

Cristo Negro en Otatitlán ha sido a lo largo del siglo XX y es en la actualidad, la

principal forma de relación de los otatitlecos con lo sagrado. Por lo que una parte

importante de las dinámicas de cambio sociocultural en el santuario pueden

estudiarse a partir del fenómeno religioso relacionado al Cristo Negro.

Hemos podido comprobar que el culto es incorporado al espacio social a

través de relatos, mitos y rituales que fortalecen y configuran en un sentido

dialectico la identidad del otatitleco o santuareño en el marco de la comunidad y la

región.

El estudio de la memoria colectiva nos ha llevado a advertir que es justo el

culto al Cristo Negro el soporte central de la identidad y la cultura local de los

otatitlecos, porque integra concepciones, creencias y prácticas que los vinculan

con sus antepasados y con el territorio que estos les legaron; de tal suerte que la

tradición oral se mantiene viva por la transmisión generacional de concepciones y

valores, los cuales no han sido estáticos pues se crean y recrean de forma

particular en cada individuo y en la colectividad. Estas concepciones y valores que

hemos vinculado con la identidad del “jarocho cuenqueño” se dibujan en el escrito

a través de la tradición oral que pudimos acopiar con las entrevistas en el poblado

y también, con la observación.

Al hacer un breve recuento hasta aquí, podemos concluir, que a la

devastación de la población indígena de la cuenca del Papaloapan, durante los

primeros tiempos de la Colonia, siguió un el repoblamiento y recuperación

demográfica mediante el mestizaje inducido; del que hablamos en el segundo

capítulo en términos de transculturación, porque pensar así tal proceso, nos brindó

elementos para comprender cómo se ha constituido históricamente la población de

C

115

Otatitlán y el modo en que una cultura local, distinta de las que le dieron origen,

teje su relación con lo sagrado. Las peculiaridades de la sociedad que habita y

habitó Otatitlán han surgido de la evidente conformación de la villa como un sitio

plurietnico y multicultural, capaz de aglutinar en torno a su territorio intereses

comerciales y religiosos a una gran cantidad de pueblos.

En este trabajo hemos buscado contribuir en alguna forma a explicar en qué

forma particular los indígenas y la gente que hemos venido llamando

afrodescendiente, se fueron insertando en el contexto de diversas identidades y

pertenencias, y desde allí influyeron decisivamente en la conformación de la

sociedad regional. De esta forma le dio un carácter particular haciendo de

Veracruz y el Sotavento una compleja sociedad, mayoritariamente rural, y cuya

identidad regional, una vez lograda, gracias entre otros elementos al Cristo Negro,

“dejaba de lado los orígenes mesoamericanos, europeos, asiáticos o africanos, y

los sustituía por una pertenencia asumida como propia y hecha de todas esas

amalgamas que eran la base de la identidad del mundo jarocho, provista de

formas culturales originales y realidades propias en la difusión del español

andaluz, el folclor, las creencias, la música, las danzas, la poesía popular y la

gastronomía.”254

Así entonces, como hemos venido analizando, desde la época colonial los

santuarios y las fiestas que se organizaron alrededor de santos patronos, con sus

peregrinaciones y ferias, ayudaron a la conformación del mercado interno. De esta

forma también las colectividades que ha habitado las riberas de la red fluvial-

mercantil; fueron forjando sus culturas en el ámbito del Papaloapan y en la

conformación regional de Sotavento.

Podemos decir, a grandes rasgos, que el santuario de Otatitlán tiene

importancia en el Sotavento y por su historia también en aquellos lugares que

fueron jurisdicciones coloniales del obispado de Antequera, Oaxaca al que

también perteneció Otatitlán en el siglo XVIII.

La importancia de este santuario, se deriva de varios órdenes de lo social

que se mueven de forma paralela y que actúan de forma dialéctica. Por un lado;

254 Delgado Calderón, op. cit. p 575.

116

en el plano de lo religioso, logra emparentar múltiples identidades étnicas y

sociales; por otro lado, el santuario enlaza el comercio del centro con el sur y

regionalmente favorece el mercado. No podríamos hablar de su la importancia del

santuario si no fuera por las cualidades numinosas que se le atribuyen, pero

tampoco sin la dinámica económico-política en la que se cohesiona.

Las extensiones territoriales que históricamente ha tenido el Sotavento han

sido diversas. Dichos límites han conservado cierta extensión y valores de forma

estable, lo que ha permitido que un complejo conjunto de de formas -simbólicas,

históricas, míticas, sociales, etc.-, convivan y, a la larga, originen productos

sociales característicos en individuos y pueblos. Un hecho que aquí hemos

buscado en un culto religioso, pero que se encuentra presente y visible en otras

formas sociales como la música o la gastronomía.

Las sociedades de la cuenca se han diferenciado al interior del Sotavento

de aquellas que son serranas o costeñas. Como hemos dicho comparten algunos

valores, pero también han ido formando espacios e idiosincrasias que nos

permiten hablar de sociedades distintas.

Si hemos mencionado al Sotavento como una región amplia que incluye a

Otatitlán, es por que históricamente la Cuenca del Papalopan ha representado un

espacio de menores dimensiones que sin embargo alberga rasgos culturales

propios. Por ello mismo a sus habitantes podemos denominarlos como:

santuareños, cuenqueños y sotaventinos (de menor a mayor dimensión en la

esfera espacial).

Para apuntalar los aspectos que relacionan la religiosidad del santuario con

el Sotavento vamos a transcribir los versos de una alabanza tradicional de los

peregrinos chontales que podemos escuchar en nuestros días; en estos se tejen

múltiples ideas: una amplia región de peregrinaje, alteridad étnica de quienes

confluyen en el santuario, diferencias en sus territorios, así como una unidad a

partir del culto religioso. Este un producto cultural concreto nos puede dar idea de

cómo perciben los habitantes de Sotavento, lo que nosotros describimos como

una región cultural vinculada al culto al Cristo Negro de Otatitlán.

117

Venimos a tu Santuario a pagar nuestras

promesas.

Concédenos Padre amado vida, sosiego y reposo.

Por diferentes caminos

acabamos de llegar.

Padre mío de Otatitlán cansados de caminar.

Como humildes peregrinos

las gracias a presentar.

Ya quiso Dios que llegamos

a la mesa de tu altar.

Feliz llegamos rendidos

de todas las poblaciones.

Padre mío de Otatitlán a rendirte adoración.

Jesús Nazareno hermoso y de Otatitlán nombrado.

Los serranos y costeños te ofrecen sus oraciones.

Y lloran sin descansar los más duros corazones.

A tu Santuario vamos

muy unidos como hermanos.

Cansados de caminar multitud de mexicanos.

Acabamos de llegar

de lejas tierras venimos.

Para venirte a visitar todos llegamos rendidos.

Al pie de tu divino altar gracias dando a tu poder.

Las gracias a presentar

nos libres de Lucifer.

Y del malhechor también de Acaltzingo, de San

Juan.

Te vienen a saludar y gracias tributan sin par.

A tu templo prodigioso llega multitud de gente.

Por ver un paraíso hermoso

nos tienes aquí presente.

Particularmente en Otatitlán la función social del culto al Cristo pasa por

muchos niveles distintos y de ninguna forma el Cristo Negro tiene la misma

importancia para todos, pero lo que se desprende de Otatitlán como santuario

atañe a todos sus habitantes. Con la información que se pudo analizar a partir de

las de las entrevistas vemos que no son lo mismo las fiestas para quien espera

adquirir algo en los comercios, para el que recibe peregrinos en su casa o para

quien pone un negocio o brinda un servicio.

Hablando de identidad y alteridad étnica, social y cultural; el santuario es un

lugar privilegiado, Otatitlán ha sido importante sede de reuniones sociales. El culto

al Señor del Santuario ha configurado a lo largo de más de dos siglos muchas

formas de relaciones interculturales. Una manifestación cultural que podría

ejemplificar muy bien los procesos históricos de configuración étnica en el

Sotavento es la música tradicional que conocemos comúnmente como son

jarocho.

118

En las fiestas de la Santa Cruz, llegaban a Otatitlán habitantes de otras

áreas que tocaban, bailaban y versaban sones bajo formas particulares. Las

fiestas formaron espacios de convivencia cultural, como el fandango, que por sus

múltiples cualidades como fiesta popular permitió la convivencia de indígenas con

afrodescendientes, hispanos, criollos, etc. Siendo los tiempos de la feria de mayo

propicios para que con el paso del tiempo la música de distintos orígenes se

entrecruzara hasta llegar al son jarocho que hoy se toca en esta parte del

Papaloapan. Siguiendo los datos que arroja la tradición oral se puede decir que

Otatitlán pudo haber sido, desde la Colonia y hasta inicios del siglo XX un punto

importante de encuentro de los soneros en el Sotavento.

Una de las partes más importantes de nuestro argumento es la relación que

se ha tejido entre la “tradición mesoamericana” y las prácticas religiosas en el

santuario, por lo que es importante establecer algunas consideraciones finales al

respecto. Como se ha podido demostrar estamos frente a sociedades

esencialmente agrícolas y pecuarias, la ganadería aunque importante en lo

cultural solamente representa una “riqueza relativa”. Ello determinó que las

relaciones devocionales de los habitantes de esta localidad fueran más en relación

con los cultos agrícolas de herencia mesoamericana que con otro tipo de formas

religiosas; pero a la vez, la existencia de tal actividad ganadera y la forma de la

transculturación hacen coincidir culturalmente a la localidad (en el marco de la

región Sotavento) con otras regiones en nuestra América.

Esa cultura “casi” idéntica de la que nos habla Antonio García de León,

entre otros, ha variado sobre todo por los aportes regionales del componente

indígena de las culturas. “El carácter y costumbres de los mulatos, sus rutinas

musicales y bailables, y la actividad ganadera hacen casi idéntica la cultura de los

jarochos de Veracruz con la de los jíbaros de Santo Domingo y Puerto Rico, o la

de los guajiros en Cuba, los criollos de Panamá y los llaneros de Venezuela. Pues

estas eran culturas –interiores- nuevas, surgidas todas en los hinterlands rurales y

afrohispanos de los puertos del Caribe español (…) El mar, el gran separador,

119

paradójicamente unía estas retaguardias culturales en un solo complejo cultural –

globalizado-.”255

No queremos decir con ello que estas culturas son iguales, simplemente

apuntamos que a pesar de sus especificidades, pueden encontrarse expresiones

culturales semejantes: “el uso del lenguaje rimado, en particular de la copla y la

décima, la música cordófona con estructuras melódicas y rítmicas identificadas

como de -índole ternario-.”256 Tales elementos son parte de las expresiones

culturales del área que se ha llamado “Caribe (Indo) Afroandaluz”257

Tal tema no ha sido abordado en el trabajo porque no era nuestro objeto,

pero se considera importante pues es otro tópico relacionado a la identidad, la

memoria colectiva y las fiestas populares de los habitantes de la religión.

Volviendo a las prácticas religiosas, podemos afirmar que las fiestas tienen

un significado profundo entre los habitantes de la villa de Otatitlán; son una forma

de transmitir valores, que pueden ser considerados “tradicionales” por su larga

trayectoria y su profundo significado para estas sociedades. Lo que resulta muy

importante ya que éstas fortalecen la conciencia de grupo en un mundo

globalizado y profundamente desintegrador de las pequeñas unidades, en pro de

la macroidentidad contemporánea. Las fiestas permiten así la confluencia de la

alteridad y de algún modo, revitalizan las expresiones culturales de serranos,

cuenqueños y costeños.

A partir de la Colonia, los procesos de conformación de la identidad étnica

en Otatitlán forjaron una idiosincrasia producto de las formas de interrelacionarse

de sus habitantes; en tal proceso, la territorialidad fue un factor aglutinante

fundamental, pues con el paso del tiempo el espacio que comprende al Santuario

logró reforzar, en lo simbólico, todo aquello que poco a poco se iba apropiando en

las ideas y la materialidad compartida. Claro, los referentes simbólicos atravesaron

el territorio entendido como espacio material y forjaron una territorialidad cultural

ligada al culto del Cristo Negro.

255 García de León, op. cit. p 369.

256 Pérez Montfort, op. cit. p 135.

257 Ibíd. p 136.

120

En el sur de Veracruz, en el mes de mayo, se quema, se barbecha la tierra

y, a partir del día 15 en que se celebra a San Isidro Labrador, se empiezan las

siembras del maíz de temporal, la calabaza y el jitomate. Este mes es rico en

fiestas: se festeja a la Santa Cruz, al Señor de Otatitlán, a la Virgen María y a la

Ascensión del Señor.258 La religión con sus ferias y fiestas sirve en este caso

como una solicitud a lo sagrado dentro de actitudes normadas y especializadas;

así, la apropiación de elementos sagrados mesoamericanos estructuró los relatos

con base en el dogma católico y en los propios códigos culturales de quienes han

habitado el santuario.

Como hemos venido explicando la religiosidad en Otatitlán se encuentra

relacionada a las cuatro estaciones del año, sobre todo con los momentos de la

siembra y recolección. A partir de la tradición oral podemos decir que tales

vínculos tuvieron un mayor arraigo en los habitantes del santuario durante la

época en que una mayor parte de la población se dedicó a las actividades

agrícolas y pecuarias; y antes de que los medios de comunicación favorecieron la

salida constante del poblado. El núcleo duro, como parte de la larga duración

conservó aquí su sentido agrícola, porque las ideologías subsecuentes debieron

mantener su capacidad funcional; tenían que seguir siendo convincentes ante una

población formada mayoritariamente por cultivadores de maíz.

En la actualidad se conserva el sentimiento religioso de divinidad

depositada en la efigie del Cristo Negro. De hecho el devoto sigue cobijándose en

la creencia de su poder protector y su cualidad de milagroso. En este punto

podemos afirmar, que es el conjunto de rasgos que identifican las necesidades del

fiel en las características del Cristo Negro lo que ha dado continuidad a este culto,

a pesar de los constantes y acelerados cambios del último cuarto del siglo XX.

La apropiación colectiva de elementos sagrados es un proceso que va

funcionando de forma permanente, así pudimos ver que hay múltiples

asociaciones del Señor del Santuario y su Cruz que tienen origen y vigencia en

toda el área de la antigua Mesoamérica; podemos encontrar en los otatitlecos

asociaciones relacionadas a la cultura agrícola del maíz que también están

258 Münch. op. cit. p 244.

121

presentes entre otros grupos que comparten el culto en la actualidad y que

históricamente se han transculturado en Otatitlán.

Otro de los aspectos que más desarrollamos a lo largo de la investigación

porque nos permitió profundizar en la religiosidad, fue el análisis de los relatos de

la memoria colectiva que se han vinculado con la aparición del Cristo Negro en la

región. Por todo lo anterior, vamos a presentar algunas ideas para cerrar el tema.

Los relatos míticos coloniales, como la angelofanía que transcribió el

cronista de Indias don Joseph de Villaseñor y Sánchez, muestran, entre otras

cosas, el enorme peso de la Iglesia Católica como institución que va normando

las formas discursivas y que deposita los relatos sagrados en manos de sus

propias organizaciones, en el caso de Otatitlán fue una cofradía.

Para el siglo XX encontramos dos tipos de relatos míticos. El primero es el

que hemos venido llamando “mito historizado”259 que consiste en un testimonio

escrito que además de tener elementos míticos y mágicos incorpora una forma

discursiva y de lenguaje propio de las ciencias sociales; es decir, que busca

explicar y también justificar lo acontecido con los cánones de nuestra época. El

segundo es la tradición oral de la llegada por el río que ha permanecido en la

memoria de los habitantes del Santuario del Señor de Otatitlán por tantas

generaciones. La rigurosidad y el origen exacto de ambos no son tan importantes

como aquello que enuncian, porque siguen persistiendo algunos elementos que

sin duda son funcionales a los devotos.

Una de las principales funciones de la información de los testimonios fue la

de encontrar dentro de los relatos de tradición oral formas de transmisión de los

“hechos sagrados”. De la misma forma que el mito los relatos de “milagros” nos

brindan algunas ideas sobre cómo perciben los otatitlecos al Cristo, tenemos la

idea generalizada de que “el Cristo es bueno, pero castiga a los que incumplen

sus promesas o lo atacan”, también vemos que a través del milagro se establecen

formas de explicar pasajes de la historia del poblado, como el caso de la

inundación de 1944 cuando nos cuentan que “el agua comenzó a descender

259 Véase anexo documental.

122

cuando llegó al altar mayor” o el caso de la profanación cuando nos narran que “el

Cristo no se quemó y por eso le cortaron la cabeza”.

Durante el siglo XX, en Otatitlán se modificaron importantes elementos de la

vida cotidiana que, sin duda, impactaron fuertemente en el posterior desarrollo

local. La introducción de medios masivos de comunicación, la posibilidad de

acortar los tiempos y costos de los traslados fuera del poblado así como la

acelerada devastación de los nichos ecológicos del Sotavento ocasionada por la

introducción de la actividad industrial, han propiciado cambios importantes en las

actividades y concepciones de los pobladores del santuario.

La salida de más gente en busca de empleos y oportunidades ha dejado

parcialmente abandonado el trabajo agrícola y pecuario que fue por mucho tiempo

el soporte de la religiosidad local. En todo este proceso el culto al Señor del

Santuario no ha perdido vigencia, pero si se han modificado algunas relaciones

simbólicas en torno a este fenómeno; las fiestas de orden agrícola no tienen las

mismas implicaciones: la sacralidad del Papalopan como complejo fluvial icono de

la abundancia se va perdiendo y, en la actualidad, la población del santuario se

inclina a un modo de vida mucho más “occidental” y “globalizado”. En la actualidad

es común encontrar que al Señor de Otatitlán se le pide para obtener éxito laboral,

en los estudios, en algún negocio, etc. A partir de las entrevistas podemos notar

como el siglo XX ha representado cambios generacionales en la cosmovisión de

los otatitlecos. Como hemos dicho, tales cambios tienen que ver con todo un

sistema económico que rebasa al Santuario y al Sotavento.

A grandes rasgos, vemos que durante la primera mitad del siglo, los

habitantes de Otatitlán fueron de la prosperidad económica del “oro verde” a la

devastación social provocada por la gran inundación. La segunda mitad tendría

por telón de fondo los grandes cambios culturales y la tendencia nacional a la

globalización. El siglo XX fue un periodo lleno de acontecimientos; su estudio nos

permite ver cómo las actitudes devocionales, como muchas otras cosas, van

cambiando siempre; y de ningún modo la religión se encuentra aislada o

encapsulada; por el contrario, en las actitudes religiosas podemos encontrar la

expresión de los procesos sociales de valor histórico.

123

El estudio de la comunidad supuso encontrar, antes que formas

homogéneas, fenómenos heterogéneos y en diversos niveles socioculturales que

se fueron explicando a lo largo del capitulado y que en ninguna forma están

acabados. En el análisis que se ha hecho, resultó igual de importante la revisión

historiográfica, la observación crítica y el proceso de familiarización con la

cotidianidad de las personas.

El conjunto de fuentes consultadas, la historiografía, los cuentos sobre las

fiestas de mayo, los relatos sobre la llegada del Cristo, así como alabanzas,

cantos, canciones, poemas, videos documentales, fotografías y muchas otras

manifestaciones culturales nos permitieron tener idea de la importancia del Cristo

Negro en el Santuario de Otatitlán; de los tintes sagrados y la dimensión política-

económica de las fiestas y de muchos sentires profundos acerca de quién vigila y

cuida el Santuario.

Consideramos que la tradición oral es una parte de la historia de los

pueblos muy importante, que merece ser estudiada porque también es parte de lo

humano. En este marco, la realización y análisis de las entrevistas nos supuso

muchos retos; porque estamos siempre frente a personas (no sólo documentos) y

cuando uno se acerca a una persona y le pide su memoria y su imaginación, está

propiciando un tipo de investigación que pone en juego no sólo valores como la

capacidad de análisis o el bagaje cultural del investigador, sino lo humano en él; la

confiabilidad es fundamental, así como la intuición y la percepción que dan gran

valor al producto o testimonio que se genera.

Al realizar esta investigación han surgido muchas nuevas dudas y, sobre

todo, se ha hecho latente la necesidad de profundizar en otras áreas. Podemos

decir que aún queda mucho trabajo por hacer en el campo de los estudios

arqueológicos de la zona, así como en el trabajo de revisión de archivo nacional e

internacional, pues ello podría arrojar nuevos datos que nos permitan profundizar

en el estudio de la localidad y la región.

La experiencia particular en esta investigación nos supone analizar también

nuestras propias categorías; al realizar una entrevista, participar de un festejo,

observar un ritual, etc, no sólo estamos observando/analizando a los otros, ya que

124

esos “otros” también nos observan/analizan. La oralidad es un proceso de

permanente diálogo; por ello, me atrevo a decir que la investigación fue parte del

proceso mismo de oralidad en nuestros pueblos y que los resultados finales son

producto del diálogo intercultural.

125

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Parte 1. https://www.youtube.com/watch?v=M1A_drEHOJE&spfreload=10,

Parte 2 https://www.youtube.com/watch?v=McFoUpdNnjw&spfreload=10,

Parte 3 https://www.youtube.com/watch?v=pBA9JMFyiAs&spfreload=10

131

7. Anexo

7.1 Documentos

APUNTACIONES HISTORICAS ACERCA DEL ORIGEN DE OTATITLAN, VER.

Por: Claudio.

Interesado porque se conozca, hasta donde es posible, la verdadera historia del

pueblo de Otatitlán, como amigo que soy de la verdad-histórica, y con los respetos

debidos a quiénes han tratado este asunto, trataré de probar que lo que se ha

dicho hasta hoy, acerca del origen de esta población, es puramente legendario.

Mi buen amigo el Sr. Dr. Luis J. Vives Hermida, en el número 7 del Semanario

“ACCION” en el año de 1929 apareció en nuestro pueblo como una expresión del

ansia de progreso que lo anima, escribió un bellísimo artículo en derredor de un

tamarindo secular que prendió sus raíces a la margen derecha del que en otro

tiempo fuera el cauce del Río Papaloapan, considerándolo como hospitalario

abrigo de los fundadores de nuestro terruño.

Abundan en las mismas ideas, el nunca bien ponderado cronista deportivo del

citado Semanario, nuestro inolvidable José Bravo Origosa, que con el seudónimo

“Jacobo” y a pesar de estar en plena sierra y a muchos kilómetros de la

civilización, continua deleitándonos con su exquisita prosa que semanariamente

publica nuestro periódico “PRAGMA”, ha publicado también en el “DICTAMEN” un

galano boceto histórico relativo al mismo asunto que venimos tratando.

Y últimamente, como homenaje a la hospitalidad recibida por el Sr. Dr. Miguel

Arturo Rueda durante su estancia entre nosotros, nos envía con atenta carta, una

bellísima colaboración para “PRAGMA” en la que haciendo gala de su florido

lenguaje para pintar las bellezas naturales de nuestro suelo nativo, nos relata

sabrosa charla habida entre él y el Sr. Don Bernardo López, buen amigo del que

esto escribe, relativa al mismo asunto que venimos comendo.

132

Por otra parte, un buen amigo de la vecina población de Chacaltianguis, cuna de

artistas, de hombres de ciencia, de ejemplar laboriosidad y con un alto espíritu de

hospitalidad y de hidalguía, el Sr. Don Anastacio L. Pitalúa quien sus amigos

conocen con el nombre de BERNAL DIAZ DEL CASTILLO, por su afición a los

relatos históricos, me proporciono unos apuntes guardando reserva sobre el autor,

apuntes que por los detalles que encierran, voy a permitirme hacerlos conocer a

los [ilegible] lectores de “PRAGMA”.

Dicen así:

LA HISTORIA

En las postrimerías del reino de Augusto, hijo de una infanta portuguesa y de

Carlos V de Alemania y I de España, es decir, a principios de septiembre de 1595,

FELIPE II, luchador contra infieles y herejes, y manejador del arma más terrible del

Siglo XVI que en la historia se conoce con el nombre de “El Santo Oficio”,

comisionó al duque de O´Donojú para que se trasladara a la capital de Inglaterra

con el objetivo de entrevistar al escultor Juan de Dornier y contratar con él la

construcción de tres esculturas representando a Cristo crucificado.

El Duque entrevistó al escultor y después de acreditarse con la carta que el rey de

España le enviaba suplicándole hacer las esculturas, convinieron el precio de seis

mil novecientos marcos por el trabajo, y la entrega del mismo el día último de

diciembre del año citado, recibiendo Dornier como anticipo la suma de dos mil

marcos. O´Donojú a fines de octubre y entregó al Rey el contrato, informándole

ampliamente del resultado de su comisión.

En la fecha convenida, el Duque de O´Donojú recibió del escultor Dornier las tres

imágenes que fueron hechas de yeso y madera, contratándose con cuenta del

Gobierno Español el barco inglés Aria para conducirlas al Puerto de Santander,

donde se llegó el diecinueve de enero de 1596, saliendo el mismo día el citado

barcon con rumbo a Veracruz llevando O´Donoju a su cuidado dichas esculturas.

133

Después de ochenta días de travesía sin novedad, el barco Aria fondeó en la rado

de la Villa Rica de la Vera Cruz el día 20 de abril de 1596 a las siete de la mañana.

Allí esperaba su llegada el español Don Jacobo de la Torre, acompañado de

dieciocho indígenas. A las nueve de la noche de ese mismo día le fue entregada

por O´Donoju una caja conteniendo una de las tres imágenes, con el fin de

conducirla hasta Chalma, pequeña población del Estado de México en la

colindancia con Morelos, dónde todavía se venera con el nombre del Señor de

Chalma.

Dos días después, el barco inglés enfiló su proa rumbo al Puerto de Alvarado, a

donde llegó el día 23 de abril a las dos de la tarde, no pudiendo continuar su viaje

ese mismo día, por haber sufrido averías de alguna consideración en su velamen.

Hechas las reparaciones necesarias el propio barco siguió su derrotero el día 25 a

las once de la mañana con dirección a Tlacotalpan, dónde llegó a las tres de la

tarde del mismo día, llevando otra caja que contenía otro de los CRISTOS al

cuidado de los ilustres caballeros españoles Don Ruperto de García, Don

Romualdo Pedrón y Don José de Márquez Gallardo, quienes llevaban la consigna

de seguir río arriba hasta llegar cerca de la Sierra de Tuxtepec. Como la

profundidad del río no fuera suficiente para el calado del barco, los comisionados

encargados de la conducción del CRISTO tuvieron necesidad de emplear dos

botes pescadores para seguir su camino río arriba, y en uno de ellos se embarcó

la caja portadora de la imagen al cuidado de Don Ruperto de García y de dos

hombres más como remadores llendo en el otro bote los otros dos caballeros

españoles con dos remadores expertos en el manejo de embarcaciones fluviales.

Los citados remadores se llamaban Gregorio de Alvín, Patricio Boss, Joaquín

Pantoy o (Pinto) y Macedonio Miss.

El mismo día 25 de abril de 1596, salieron los dos botes pescadores de que se ha

hecho mención, llegando al anochecer a Cos-Amaloapan, donde pernoctaron, no

teniendo necesidad de saltar a tierra por ir provistos de todo lo necesario para esta

expedición, porque además no querían dar oportunidad para que fuese

descubierto el secreto que guardaban. Al amanecer del día siguiente (Abril 26 de

134

1596) siguieron su camino río arriba hasta llegar a un sitio llamado Tish (o Tischi),

hoy Texas, donde los remadores, ya cansados, aprovecharon las circunstancias

de haber escuchado voces, para detener su camino: eran unos indígenas que

vivían en dos ranchos a corta distancia de la orilla del río, y que al poco rato

bajaron unos chicales para coger agua. Los españoles les preguntaron si aun

estaban muy lejos de la sierra, contestando con mucha dificultad los indígenas por

no conocer muy bien el español, que les faltaría como un día más de camino. Don

Ruperto de García en agradecimiento de la noticia recibida, regaló a los indígenas

pan y tabaco, y estos correspondieron a la fineza, al amanecer del siguiente día se

presentaron a los españoles llevándoles varias carnes de animales de monte.

Momentos después de haberse retirado los indios, la expedición emprendió su

marcha río arriba hasta llegar dónde desemboca otro río hoy conocido con el

nombre de río Tonto, cuyo curso subieron hacia arriba hasta que ya era el

anochecer, por lo que amarrando las embarcaciones saltaron a tierra los tres

españoles de que nos hemos venido ocupando, observando que a corta distancia

había un arbusto grande de xúchil. Este lugar está situado muy próximo a una

población que desde entonces vivía allí y que hasta la fecha se conoce con el

nombre de Putalcingo178. Don Ruperto de García y demás acompañantes se

dieron cuenta de que la población indígena tenía conocimiento ya del evangelio,

predicado por los Franciscanos, que fueron los primeros acompañantes de los

conquistadores, y escogieron ese lugar como propio para dejar allí la imagen que

llevaban como símbolo de la religión cristiana , y al día siguiente (Abril 29 de 1596)

don Ruperto de García ordenó a los cuatro marineros que había traído de

Tlacotalpan, que con el cuidado debido, sacaran a tierra la caja que llevaban

conteniendo la imagen de que se ha hablado, y una vez hecho, Don Romualdo

Pedrón habló a los presentes de esta manera: - Esta caja que ustedes ven, es una

imagen de lejanas tierras, que nos han encomendado que la pongamos en este

lugar. Dios así lo ha dispuesto y así lo haremos.- Y después de una larga plática

acerca de la religión católica, procedieron a abrir la caja quitándole la tapa con que

venía calzada, dejando descubierta la imagen de CRISTO en una cruz, que

después de reverenciada, fue colocada en el xúchil, amarrándola con bejucos, y

135

recomendándose a los marineros que por ningún motivo debían descubrir tal

secreto, regresando inmediatamente a Tlacotalpan, donde los esperaba el barco

inglés Aria.

Don Ruperto de García, después de pagar la suma de diez pesos a cada uno de

los marineros, más cinco pesos por el alquiler de los dos botes pescadores, les

agradeció cumplidamente sus servicios, que con tan buena fe le prestaron, y

despidiéndose de ellos con lágrimas en los ojos, levó anclas el barco el día

primero de mayo de 1596, pasando por la barra de Alvarado, y siguiendo la

dirección de la costa, enfilaron rumbo a Guatemala; llegando al puerto Cabello,

hoy puerto Barrios, el día nueve de mayo del mismo año a las cinco de la tarde,

desembarcando inmediatamente los tres españoles, tomando informes con un

anciano, respecto a la persona de Don Bernardo García de Chilla. El mismo

anciano los llevó a la casa de dicho señor, a quien saludando con el respeto, y

dirigiéndose a él Don Ruperto de García, le hablo en los términos siguientes:

“Hemos sido comisionados por su Majestad el Rey Felipe II para traer a este

Continente tres Cristos; dos de ellos quedaron en la Nueva España, según

consigna que se nos dió y el último Cristo quedará en este lugar, en sitio propio y

conveniente: llevamos cuatro meses de caminar, tiempo en que tenemos de

cumplimentar nuestra misión, y no habiendo otra persona a quien encomendar la

cooperación para con nosotros, nos dirigimos a usted, para que, como buen

cristiano, nos ayude esta vez en beneficio de la religión Católica, Apostólica

Romana.

Don Bernardo García de Chilla, atendiendo a la súplica que se le hacía, mando

inmediatamente un enviado a las autoridades de todos los pueblos, para que, con

estos, se presentaran a la mayor brevedad, con el fin de celebrar una junta que

sería de gran importancia para la región. El 10 de mayo, congregadas las

autoridades y los pueblos, hizo uso de la palabra Don Ruperto de García, que era

el más ilustrado, y le habló de esta manera: “En este barco en que acabamos de

llegar, traemos de muy lejanas tierras un Cristo, el cual será la salvación de esta

136

provincia. Esa imagen la entregaré a ustedes para que le construyan un templo en

donde hará muchos milagros a todos los que en el creyeren.”

Dicho esto, y acompañado de toda la multitud Don Bernardo García de Chilla, se

dirigió al barco, y, sacando la última caja que llevaba, emprendieron el camino

hasta llegar después de algunos días a un pueblo llamado Esquipulas, a la hora

del anochecer. El jefe de esta peregrinación era un indígena llamado Camilo

Lucas, que en unión de todos los que habían conducido la imagen, hicieron

conocer a los españoles su deseo de que el Cristo quedara en ese lugar para

edificarle allí un templo. Los españoles, que oyeron con satisfacción la súplica,

que se les hacía, estuvieron conformes y desde luego mandaron abrir la caja,

apareciendo en ella un CRISTO enclavado en una cruz al cual veneraron de

rodillas, procediendo inmediatamente a la construcción de su templo.

Cumplida así su misión, los españoles tomaron de nuevo el barco el día 23 de

mayo de 1596 para llegar el día 27 de agosto del mismo año, dónde el capitán del

barco recibió por el viaje de que hemos hecho referencia, la suma de veintiseismil

pesetas.

Esta última imagen de que hemos hecho mención, y que quedo en la provincia de

Guatemala, es conocida con el nombre de El Señor de Esquipulas, y por su color

amoratado es llamado por sus creyentes EL CRISTO NEGRO.

Expuesta en el xúchil la segunda imagen de que hemos venido haciendo

referencia en esta contribución a la historia de OTATITLAN, un matrimonio

indígena de Putalcingo, compuesto por Rafael Manuel y Toribia Juana, encontró

tan significativo hallazgo el día 3 de mayo de 1596, y como la religión católica ya

era conocida por haberles sido predicada por los Misioneros Franciscanos,

rebelándose así sus nombres de origen netamente españoles, dieron a este hecho

toda la importancia que para ellos tenía, e inmediatamente lo comunicaron a todos

los vecinos de Putalcingo, y a todos los pueblos de la sierra, que en incontables

peregrinaciones venían de todas partes a venerar la imagen aparecida,

procediendo desde luego a construirle una choza de zacate que les sirviera de

137

templo, donde permaneció la imagen hasta el mes de febrero del siguiente año

(1597), para ser trasladada a este lugar, que le dio el nombre de “EL SEÑOR DE

OTATITLÁN”.

Las circunstancias en virtud de las cuales la citada imagen llegó a nuestro pueblo,

son de todos conocidas, por haber sido expuestas con genial maestría por mis

buenos amigos los señores José Bravo Ortigosa y Dr. Luis J. Hermida, así como

por el Sr. Don Miguel Arturo Rueda, en las bellísimas colaboraciones que he

emncionado al principio en estos apuntes históricos acerca de mi pueblo

El majestuoso TAMARINDO que a pesar de los trecientos treinta y tantos años

que de vida le conocemos, ignorando su edad anterior al año de 1597, y que

todavía retrata el verdor de su follaje en el espejo que forma el antiguo cauce del

Río Papalopan, en la época de sus desbordamientos ocasionados por las

copiosas lluvias en la sierra fué mudo, pero elocuente testigo de la llegada de la

imagen a nuestro suelo, dando abrigo a sus conductores, que con su arribo a este

lugar, nos trajeron también la música exquisita de la lengua del inmortal

Cervantes.

Dijimos en párrafos anteriores que la imagen de que nos venimos ocupando llegó

a nuestro solar en el mes de febrero de 1597, y habiendo determinado los

creyentes que este era el lugar indicado para edificarle su templo, la multitud

procedió inmediatamente a sacarla de la balsa a tierra y la condujeron al mismo

sitio donde hoy se levanta el soberbio edificio en el que está prendida la aguja

diamantina que recibe inmutable los besos de la tormenta.

Teniendo conocimiento el gobierno eclesiástico de aquella época, de la presencia

en este lugar de la imagen dicha, envió catorce albañiles españoles para estudiar

las condiciones necesarias para proceder a levantar el templo, de acuerdo con el

plano que de España había mandado el Prof. e Ing. Don Manuel de Lembur y el

27 de Agosto de 1597 colocaron la primera piedra del edificio bajo la dirección de

Don Emilio de Gan, habiéndose terminado el CAMERIN el 22 de marzo de 1598

donde fue colocado en la cruz el CRISTO de esta parroquia, y con tal motivo fue el

138

primer año que hubo feria, a la que asistieron alrededor de mil almas, trayendo

limosnas de plata y oro.

El cura de la parroquia de aquella época, que era un señor de nombre DAMIAN

mandó a España las limosnas que los creyentes habían traído al SEÑOR DE

OTATITLAN, y regocijado FELIPE II por tan halagador envío, dispuso que saliera

una flotilla compuesta de cinco barcos trayendo mármol, pinturas, y herramientas

necesarias, así como una gran cantidad de vino, llegando dichos barcos con

mucho trabajo, jalados por cables con los indígenas, hasta un lugar llamado PASO

DE SAN ANTONIO, en lo que hoy es la congregación de este municipio

denominada Jesús Ureta; dieciséis días y dieciséis noches fueron empleados para

sacar todo aquel cargamento y el ingeniero Lembur, que antes hemos

mencionado, vino expresamente a encargarse de la terminación del templo bajo

los auspicios del Gobierno Español.

El citado ingeniero dispuso desde luego la instalación de tres grandes fábricas de

ladrillos, en las cuales todos los pueblos contribuyeron con su trabajo personal

para la fabricación de los materiales de construcción, quedando terminado dicho

templo el día 25 de diciembre del año de 1605, con cuyo motivo se celebró la

fiesta más grande que haya habido en el pueblo.

Los apuntes que hasta aquí hemos dado a conocer y que por verdadera

casualidad llegaron a nuestras manos, vamos a ampliarlos con datos posteriores,

correspondientes al siglo pasado. (…)260

En adelante Huerta Beltrán continúa con datos sobre la construcción del templo y

la historia de Otatitlán, no hemos transcrito la segunda parte del texto porque no

es de interés para el tema que nos ocupa.

260 “Apuntaciones históricas acerca del origen de Otatitlán”, Alberto Huerta Beltrán (Claudio). Villa

de Otatitlán, Ver. 1934. p 1-11.

139

7.2 Información de las entrevistas

Las entrevistas fueron realizadas en Otatitlán, Ver. Por Veronica Espinosa

Garduño en el periodo que va de noviembre del 2014 a abril del 2015. Se generó

un soporte de audio de 6 hrs con 18 min de grabación.

Para referirnos a los entrevistados hemos abreviado su nombre

comenzando con sus iniciales, y a cada número de entrevista se le ha agregado

“M” para el caso de la mujeres y “H” a los hombres.

El perfil de los entrevistados y las fechas de entrevistas son los siguientes:

Entrevista No.1M

FECHA: 05-04-2015

NOMBRE: SHF

OCUPACIÓN: Labores del hogar

EDAD: 33 años

LOCALIDAD DE ORIGEN: Cosoleacaque, en Otatitlán desde 2013.

LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: col. El Barquillero

Entrevista No. 2H

FECHA: 05-04-2015

NOMBRE: JC

EDAD: 32

OCUPACIÓN: Obrero en fábrica de plátano frito y chofer de moto/taxi.

LOCALIDAD DE ORIGEN: Otatitlán, por todas sus ascendencias.

LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: col. El Barquillero

Entrevista No.3M

FECHA: 07-04-2015

NOMBRE: LBM

EDAD: 70

OCUPACIÓN: labores del hogar

LOCALIDAD DE ORIGEN: Otatitlán, por todas sus ascendencias

LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: barrio Abajo

140

Entrevista No.4H

FECHA: 07-04-2015

NOMBRE: JBL

EDAD: -

OCUPACIÓN: Campesino y escritor.

LOCALIDAD DE ORIGEN: Otatitlán, su bisabuelo era de Cotija, Michoacán

y su abuela del Santuario.

LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: barrio Abajo

Entrevista No.5H

FECHA: 08-04-2015

NOMBRE: AAF

EDAD: 71

OCUPACIÓN: Médico Veterinario, oferta servicio de renta de cuartos y

sanitarios, escritor.

LOCALIDAD DE ORIGEN: Otatitlán, por todas sus ascendencias

LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: col. Centro

Entrevista No.6M

FECHA: 11-04-15

NOMBRE: MK

EDAD: 65

OCUPACIÓN: Labores del hogar y elaboración/venta de repostería

tradicional.

LOCALIDAD DE ORIGEN: Otatitlán, por todas sus ascendencias.

LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: barrio la Chinampa

Entrevista No. 7M

FECHA: 14-11-2014

NOMBRE: NOP

EDAD: 77

OCUPACIÓN: Labores del hogar.

LOCALIDAD DE ORIGEN: Otatitlán, por todas sus ascendencias.

141

LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: barrio Abajo

Entrevista No.8M

FECHA:26-04-15

NOMBRE: MCCA

OCUPACIÓN: Empleada doméstica y labores del hogar.

EDAD: 38

LOCALIDAD DE ORIGEN: Chiquihuitlán, Oaxaca. En Otatitlán desde el

1999

LUGAR DE HABITACIÓN EN OTATITLÁN: barrio la Chinampa.

142

Ilustración 2. Yacatecuhtli- Nácxitl sobre una encrucijada en la que aparecen cuatro huellas de pies.

Códice Fejérvery-Mayer o Tonalámatl de los pochtecas. (edición digital FAMSI) Hoja 30.

http://www.famsi.org/spanish/research/graz/fejervary_mayer/img_page30.html

Ilustración 3. Yacatecuhtli. Fernando Winfield Capitaine. “Otatitlán y Yacatecuhtli” La palabra y el hombre. no. 32,

octubre-diciembre 1979. P 27. Apud. Lamina 19 del Códice Bodley.

7.3 Ilustraciones

Ilustración 1. Glifo de Otatitlán. Códice Mendoza o Matrícula de tributos mexica. (Edición digital INAH) Fol. 46.

http://codicemendoza.inah.gob.mx/index.php?lang=spanish&folio_number=52&type=r&se ction=m

143

Ilustración 4 Jurisdicciones coloniales de Sotavento.

Antonio García de León. Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a

Sotavento, 1518-1821. México, 2011. p 81. Apud. AGN.

Ilustración 2. Mapa de mercado y pisos de mercadeo, Siglo XVIII.

Antonio García de León. Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a

Sotavento, 1518-1821. México, 2011. p 847. Apud. AGN.

144

Ilustración 6. Principales pueblos, cabeceras y sujetos del río Alvarado: VCN, Cos, Guas.

Antonio García de León. Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a

Sotavento, 1518-1821. México, 2011. p 142. Apud. AGN.

145

Ilustración 7. Cristo Negro de Otatitlán. Escultura original. spf.

146

Ilustración 8. Iglesia de San Andrés Apóstol. Santuario del Cristo Negro, Otatitlán, Veracruz. spf.

Ilustración 9. Vista panorámica del Santuario de Otatitlán, Veracruz, spf.

147

Ilustración 10. Centro de la Villa de Otatitlán, spf.

Ilustración 11. Parte trasera de la Iglesia de San Andrés Apóstol en Otatitlán, Veracruz, spf.

148

Ilustración 12. Habitantes de Otatitlán aliñando una vaca después de la inundación de 1944. spf.

Ilustración 13. Habitantes de

Otatitlán durante la inundación de 1944,

spf.

149

.

Ilustración 14. Vivienda tradicional de Otatitlán, antes de la segunda mitad del s.XX, spf

Ilustración 15. Habitantes de Otatitlán en una embarcación a orillas del rio

Papaloapan. spf.

150

Ilustración 16. Cabeza original del Cristo Negro en una vitrina. Fotografía de Felipe

Guriba.

Ilustración 17. La cabeza original del Cristo Negro, rodeada de devotos durante la feria de Mayo de 2015. Fotografía de Veronica Espinosa.

Ilustración 18. Cristo Negro de Otatitlán, con

restauración. spf.

Ilustración 19. Cristo Negro de Otatitlán, con restauración, Fotografía

de Felipe Guriba. sf.

Ilustración 20. Peregrinos realizándose “limpias” en el sitio dónde decapitaron al Cristo Negro. Fotografía de Veronica Espinosa, mayo,

2015.

151

152

raci

Ilustración 21. Peregrinos Chontales arribando a Otatitlán. Fotografía de Felipe Guriba. Sf.

Ilustración 22. Peregrinos Chontales en la Cruz del perdón. Fotografía de Felipe Guriba. Sf.

153

Ilustración 23. Peregrinos Chontales arribando a la iglesia de San Andres de Otatitlán, a su llegada al santuario. Fotografía de Felipe Guriba. Sf.

Ilustración 24. Antigua cruz atrial, con ofrendas durante las fiestas de Mayo en Otatitlán 2015. Fotografía Veronica Espinosa.

154

Ilustración 25. Antigua cruz atrial, con ofrendas durante las fiestas de Mayo en Otatitlán

2015. Fotografía Veronica Espinosa.

155

Ilustración 26. El santuario de Otatitlán durante las fiestas de mayo. Spf.

Ilustración 27. Vista Panorámica de Otatitlán. Fotografía de Felipe Guriba.sf.