Factores de Riesgo y de Protección VALORES

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1 ¿Cuáles son los factores de riesgo y cuáles son los factores de protección? Las investigaciones realizadas durante las últimas dos décadas han tratado de determinar cómo comienza y cómo progresa el abuso de las drogas. Hay muchos factores que pueden aumentar el riesgo de una persona para el abuso de drogas. Los factores de riesgo pueden aumentar las posibilidades de que una persona abuse de las drogas mientras que los factores de protección pueden disminuir este riesgo. Es importante notar, sin embargo, que la mayoría de las personas que tienen un riesgo para el abuso de las drogas no comienzan a usarlas ni se hacen adictos. Además, lo que constituye un factor de riesgo para una persona, puede no serlo para otra. Los factores de riesgo y de protección pueden afectar a los niños durante diferentes etapas de sus vidas. En cada etapa, ocurren riesgos que se pueden cambiar a través de una intervención preventiva. Se pueden cambiar o prevenir los riesgos de los años preescolares, tales como una conducta agresiva, con intervenciones familiares, escolares, y comunitarias dirigidas a ayudar a que los niños desarrollen conductas positivas apropiadas. Si no son tratados, los comportamientos negativos pueden llevar a riesgos adicionales, tales como el fracaso académico y dificultades sociales, que aumentan el riesgo de los niños para el abuso de drogas en el futuro. Los programas de prevención basados en la investigación se enfocan en una intervención temprana en el desarrollo del niño para fortalecer los factores de protección antes de que se desarrollen los problemas de conducta. El cuadro a continuación describe cómo los factores de riesgo y de protección afectan a las personas en cinco dominios, o ambientes, donde se pueden realizar las intervenciones.

Transcript of Factores de Riesgo y de Protección VALORES

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¿Cuáles son los factores de riesgo y

cuáles son los factores de protección? Las investigaciones realizadas durante las últimas dos décadas han tratado de determinar

cómo comienza y cómo progresa el abuso de las drogas. Hay muchos factores que pueden

aumentar el riesgo de una persona para el abuso de drogas. Los factores de riesgo pueden

aumentar las posibilidades de que una persona abuse de las drogas mientras que los factores

de protección pueden disminuir este riesgo. Es importante notar, sin embargo, que la mayoría

de las personas que tienen un riesgo para el abuso de las drogas no comienzan a usarlas ni se

hacen adictos. Además, lo que constituye un factor de riesgo para una persona, puede no serlo

para otra.

Los factores de riesgo y de protección pueden afectar a los niños durante diferentes etapas de

sus vidas. En cada etapa, ocurren riesgos que se pueden cambiar a través de una intervención

preventiva. Se pueden cambiar o prevenir los riesgos de los años preescolares, tales como una

conducta agresiva, con intervenciones familiares, escolares, y comunitarias dirigidas a ayudar

a que los niños desarrollen conductas positivas apropiadas. Si no son tratados, los

comportamientos negativos pueden llevar a riesgos adicionales, tales como el fracaso

académico y dificultades sociales, que aumentan el riesgo de los niños para el abuso de drogas

en el futuro.

Los programas de prevención basados en la investigación se enfocan en una intervención

temprana en el desarrollo del niño para fortalecer los factores de protección antes de que se

desarrollen los problemas de conducta.

El cuadro a continuación describe cómo los factores de riesgo y de protección afectan a las personas en

cinco dominios, o ambientes, donde se pueden realizar las intervenciones.

Factores de Riesgo Dominio Factores de

Protección

Conducta agresiva

precoz

Individual Auto-control

Falta de supervisión de

los padres

Familia Monitoreo de los

padres

Abuso de sustancias Compañer Aptitud académica

2

Factores de Riesgo Dominio Factores de

Protección

os

Disponibilidad de drogas Escuela Políticas anti-drogas

Pobreza Comunida

d

Fuerte apego al

barrio

FACTORES DE RIESGO Y PROTECTORES A NIVEL

FAMILIAR

A Redondo Romero

Pediatra. Alicante

"Si no se siembra una semilla, no crece una planta. Si ésta no se cuida durante su

crecimiento, no lograremos que se consolide como árbol y pueda dar frutos de calidad"

1. Introducción JHOAN

La familia es la única institución que permanece a lo largo de la historia de la humanidad. E.

Dulanto define a la familia como un grupo humano unido por lazos de consanguinidad o sin

ellos, y que reunido en lo que considera su hogar, se intercambia afecto, valores y se otorga

mutua protección. De ahí que reconozca a la familia como el centro primario de socialización

infantil y juvenil.

A lo largo de su proceso de crecimiento y desarrollo un hijo se puede encontrar acompañado,

sobreprotegido o abandonado cuando se tenga que enfrentar, en algún momento, con la

realidad cotidiana y los riesgos que ésta trae consigo. La familia ejercerá un papel

insustituible y podrá ser la guía que acompañe a un hijo desde el nacimiento hasta que logre

su autonomía plena, al final de la adolescencia.

Al leer la opinión de los jóvenes adolescentes en el "Estudio: Jóvenes 99" (González Anleo) se

observa que la familia sigue estando "de moda"; cuando ellos hablan sobre el valor de las

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familias, el 92% creen que "el niño necesita un padre y una madre para crecer felizmente",

"que la familia proporciona la estabilidad que no se halla en otros ámbitos" (86%), y que el

"tiempo dedicado a la educación de los hijos es la labor más importante de los padres aunque

ello suponga ganar menos dinero"(82%).

Al preguntarles por los lugares donde se dicen las cosas más importantes sobre "las ideas y

las concepciones del mundo" se encuentra la familia en primer lugar con un 53% (en 1994:

50%) seguido de los amigos con un 47(en 1994: 35%). A continuación valoran la influencia

que ejercen los medios de comunicación (34%), los libros (22%), los centros de enseñanza

(19%) y la Iglesia (3%).

A título individual, por su origen genético, cada niño posee una determinada fuerza biológica

y ciertas vulnerabilidades; pero es a nivel familiar donde va a poder desarrollar una

adaptación entre sus características personales y las necesidades y capacidades de los

padres, ambos como individuos y como pareja.

Aunque en teoría todo parece muy sencillo, no lo es tanto, y mucho menos en la actualidad

que existe tanta diversidad de familias. Si en un principio se hablaba de familias extensas

(grupo familiar residente en un sólo hogar, y compuesta por tres generaciones biológicas),

semiextensas y nucleares, hoy hay que reconocer multitud de variantes entre las que están

aquellas que tienen padre trabajador y madre dedicada a su hogar, o bien padres y madres

trabajando fuera de casa; con padre que colabora o no en las tareas de casa; que tienen

padres autoritarios o permisivos; puede ser padres separados o divorciados, con hijos

adoptivos, familias "mosaico" (hijos de una pareja, hijos de otra,...), monoparentales,

integradas por inmigrantes, formadas por homosexuales, parejas de hecho; e incluso familias

que viven en medio rural o en el plena ciudad, bien en el centro o en barrios dormitorio.....y

cada una de ellas es familia. Pero así y todo cualquier familia, puede y debe tener su

protagonismo en la educación de sus hijos, para aportarles protección ante los riesgos que se

presenten en su entorno.

Ser padres, como dice Inés Alberdi, es algo más que traer hijos al mundo y tanto los padres

como las madres comienzan a sentirse responsables del bienestar de sus hijos y esta

responsabilidad se va acrecentando hasta cubrir no solo las necesidades económicas básicas

de supervivencia sino otras necesidades de educación, de preparación para la vida y de

demandas afectivas. La razón de ser de la familia actual, además de dicha supervivencia y

protección, es la búsqueda de la felicidad.

Cuando llega la adolescencia son frecuentes las inquietudes paternas y maternas, y ante las

cuales y no saben, muchas veces, cómo actuar.: Desconocen que es frecuente una

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sublevación leve en la adolescencia temprana y media; pero que si es marcada puede ser

indicativo de disfunción familiar. Les desespera su forma de perder el tiempo, especialmente

el soñar despierto, cuando esto corresponde a una etapa normal en el desarrollo adolescente.

Los cambios en su estado de ánimo, los problemas en la escuela, los comportamientos de

riesgo, la experimentación con drogas o la actividad sexual no controlada, preocupan

seriamente a muchos padres, y ellos precisan herramientas para poder enfrentarse en su "día

a día" a la "nueva" situación.

2. El riesgo    JHOAN                                                                                                  

Si bien "riesgo" es un término biomédico, que casi siempre se lee en clave de morbilidad o

mortalidad; en la actualidad interesa un concepto mucho más amplio y que abarque todo el

contexto psicosocial. Como al riesgo van unidas siempre la vulnerabilidad y la exposición al

peligro, se debe tener presente que las circunstancias se pueden modificar según el

desarrollo de cada uno y a las condiciones del entorno en cada momento.

En muchas ocasiones una misma conducta puede tener efectos negativos o positivos según la

situación, promoviendo o impidiendo el desarrollo del niño o adolescente. Esta situación se

debe aprovechar, ya que ese riesgo potencial puede ayudar a actuar con anticipación,

evitando o modificando el riesgo. 

3. La protección y la

resiliencia    YALMARA                                                                      

Una persona –cualquiera- será menos frágil cuanto mayor sea la resistencia que presente

ante una agresión. Cada persona, niño o adolescente, puede influir en su propio destino,

teniendo presente los nuevos marcos de referencia a los que se encuentra expuestos durante

su desarrollo, unos de ellos disfrazados de factores de riesgo y otros de protección; en estos

últimos la familia juega en papel protagonista.

Rutter tomó el término "resiliencia" de la física, y se refería a la capacidad que tiene un

cuerpo de resistir, de ser fuerte y no deformarse. Adaptando este término al ser humano,

resiliencia sería la capacidad de prevalecer, crecer, ser fuerte y hasta triunfar a pesar de las

adversidades. Ciertas características o condiciones personales o del entorno son capaces de

neutralizar o moderar los efectos de la exposición al riesgo, siendo objeto de estudio el

porqué algunos individuos que crecen en situaciones adversas parecen vivir de forma

saludable y productiva, mientras otros no parecen poder superar nunca las adversidades

experimentadas durante los primeros años.

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La resiliencia irá en función de los factores protectores con los que cuenta cada persona,

mientras que la vulnerabilidad dependerá de los aspectos deficitarios personales y de su

entorno. Las experiencias sensibilizantes o endurecedoras que va ofreciendo la vida será la

mejor forma de enfrentarse ante las experiencias adversas que puedan aparecer. Fue de

nuevo Rutter quien demostró que la resiliencia no se adquiere evitando riesgos, sino

mediante el control de la exposición a los mismos.

4. ¿Porqué

proteger?     YALMARA                                                                                          

En la literatura se encuentran numerosos estudios que justifican la eficacia de poner en

marcha en las familias, u otros entornos, distintas estrategias de protección.

Se ha podido comprobar que cuanto más relajada y acogedora sea la primera persona que

cuida de un niño, mayor es la probabilidad de consolidar una unión segura. Esa "unión

segura" será el único y más fuerte factor que puede favorecer los resultados positivos del

desarrollo hasta el final de la adolescencia; de ahí la importancia de que un hijo sea o no

deseado.

Si por determinadas circunstancias se afecta la relación con esa primera persona que cuida

de un niño, habitualmente la madre, una unión segura con el otro miembro de la pareja

puede ayudar a compensar la otra unión insegura.

Rutter encontró que, en general, los jóvenes que planificaron su vida tuvieron más

probabilidades de tener una adolescencia sin problemas. Incluso para niños que vivían en

medios desfavorecidos, las experiencias positivas vividas en la escuela hicieron posible esta

planificación de su vida.

Hay muchos factores sociales que pueden representar riesgos importantes afectando el

ajuste o el desarrollo del niño o adolescente, mientras que otros pueden protegerlo y

neutralizar los riesgos individuales o familiares.

Por ejemplo la pobreza, y especialmente la pobreza crónica, es un factor de riesgo de toda la

vida para la salud, tanto física como mental. Si además hay circunstancias de marginación e

injusticia se intensifican los efectos corrosivos de esa pobreza en el desarrollo infantil y en la

salud mental. Más de un estudio ha mostrado que hijos de padres pobres preocupados por

sus hijos evolucionan tan bien, y en algunas ocasiones mejor, que niños de clase media o alta

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que tienen padres despreocupados. Las situaciones difíciles que atraviesan las familias

sumidas en la pobreza minan frecuentemente la relación paternal agravando el conflicto y la

violencia familiar, el abuso de sustancias y los problemas de salud mental; a su vez estas

condiciones obstaculizan el desarrollo y contribuyen a aumentar los resultados adversos para

niños y jóvenes pobres.

El éxito en un determinado contexto, como el escolar, transmite a las personas sentimientos

positivos de autoestima y eficacia, que ayudan a tener la suficiente confianza para

enfrentarse, y salir airosos, de las pruebas que la vida les depare en otros contextos. Vale

tener en cuenta que esas experiencias positivas en la escuela, no tienen porqué tener

relación con éxito académico, pudiendo ser muy variadas, desde el éxito en el deporte, la

música, las artes y los oficios, hasta las posiciones de responsabilidad social dentro de la

escuela.

Elder estudió adultos que fueron jóvenes durante la gran depresión económica en

Norteamérica, y descubrió que aquellos que habían asumido responsabilidades les había ido

muy bien; mientras que otros más jóvenes, que no pudieron asumirlas, sufrieron

consecuencias negativas.

Robin estudió varones con trastornos de conducta y pudo demostrar, comparando con un

grupo control, que sufrían más desempleo, más pérdida de amistades, más divorcio y más

pobreza.

Hay poca duda de que, además de los rasgos temperamentales, la inteligencia, la atracción

física, el tamaño, la habilidad atlética, las destrezas sociales, el sentido del humor, la

capacidad de resolver problemas de modo efectivo, y lo que se llama de "perspectiva

resiliente"- o la falta de estos factores- puede ayudar a movilizar soporte en tiempos de estrés

o a exponer el niño a mayor riesgo.

El niño con dicha perspectiva resiliente será aquel que tiene un sentido de significado y un

objetivo, que permanece optimista delante de dificultades, tiene confianza, amor propio y el

deseo de vencer dificultades iniciales y la habilidad de rebotar y de perseverar delante de

una derrota inicial.

Y otra justificación para proteger se encuentra con sólo ver cómo las conductas de riesgo de

nuestra población juvenil están aumentando de manera alarmante. El Dr. R. Florenzano de la

Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Chile explica éste incremento

basándose en los siguientes factores: la turbulencia sociopolítica de algunos países y el

rápido cambio sociocultural de nuestras sociedades, la falta de coordinación entre los

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sistemas educativos y el mundo del trabajo y la desestabilización de la familia como

institución; no sólo se trata de las crecientes tasas de separación y divorcio, sino de la

necesidad de recurrir a los parientes para resolver problemas, las dificultades de

comunicación de los padres entre sí y con sus hijos, y muchas otras alteraciones de la

dinámica familiar. Es palpable la estrecha relación entre la disfunción familiar y la aparición

de conductas de riesgo en los adolescentes.

5. Factores de riesgo y factores de protección     IVAN                                             

La preocupación tradicional de los estudios sobre riesgo psicosocial se centraban en reducir

las influencias adversas o factores de riesgo; siendo éste un objetivo fundamental, la misma

trascendencia deberían tener los factores de protección (o resiliencia), ya que estos son

capaces de mejorar la resistencia a las adversidades psicosociales y a los peligros a los que

están expuestos todos los niños, y de forma especial, los adolescentes.

Entre los riesgos se puede trabajar sobre situaciones globales (pobreza, estrés, disputas

diarias, eventos de la vida y/o crisis vitales, familias sin hogar, con abuso o alcoholismo, con

enfermedades crónicas o discapacidades) o en aspectos específicos según la población.

Cuando se reduce al grupo de adolescentes y se puede identificar a los más expuestos a

sufrir daños (accidentes, intentos de suicidio, embarazo y maternidad, ETS, delincuencia

juvenil, abuso de sustancias, etc.) se podrá actuar con medidas selectivas, facilitándose así la

prevención.

R. Blum clasifica el riesgo y la resiliencia en factores predisponentes, familiares y externos.

Entre los familiares podríamos encontrar riesgo si existe bajo nivel de educación materna,

falta de vínculo madre-hijo, presencia de familia numerosa, disarmonía familiar o alto nivel de

estrés materno; igualmente si hay presiones, pobreza, enfermedad mental en la familia o un

ambiente familiar caótico. En cuanto a los factores protectores que la familia puede ofrecer,

Blum recomienda "conexión" con, al menos, uno de los padres, mantener cohesión familiar,

favorecer la familia estructurada y potenciar la unión entre hermanos.

Al considerar la delincuencia como un factor de riesgo en adolescentes, valdría la pena

repasar el estudio sobre el desarrollo del comportamiento violento en los niños (de sexo

masculino) que se llevó a cabo, a partir de 1984, por la Unidad de Investigación sobre

Inadaptación Psicosocial de niños de la Universidad de Toronto, para identificar maneras de

predecir y evitar esa desviación del desarrollo. En las conclusiones se puede reconocer que el

riesgo de estar en el 8 % de los niños considerados "más delincuentes" entre las edades de 10

y 14 años, fue 9 veces mayor para aquellos niños de Escuela Infantil catalogados como

"agresivos" por dos o más profesores, en comparación con los otros que nunca fueron

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considerados como tales. Cuando fue un sólo profesor quien lo consideraba "agresivo", la

probabilidad de ser delincuentes llegó a ser cinco más que sus compañeros que no habían

tenido esa catalogación.

Otras formas de comportamiento en la Escuela Infantil (además de la agresión) fueron usadas

para pronosticar comportamiento delincuente a partir de las edades de 10 a 13 años: se

consideró la hiperactividad como mejor pronosticador, seguido de la falta de ansiedad y la

falta de comportamiento altruista. Tener estos tres últimos factores cuadruplicaba el riesgo

de "seria delincuencia" en el inicio de la adolescencia, pero el factor protector más fuerte -la

presencia de comportamiento altruista -en si mismo disminuye el nivel de riesgo en 80 %. La

asociación de estos factores en los niños de Escuela Infantil fue un pronosticador más fuerte

de "abuso de sustancias" a la edad de 13 años, que el hecho de tener "malos compañeros" en

la preadolescencia.

6. Se puede proteger desde...         IVAN                                                                  

Cuanto antes mejor.

Muchos científicos apoyan la teoría de que la edad 0 a 6, e incluso la de 0-3 años, son las

óptimas, ya que ven menos eficacia cuando se hace la intervención próxima a la adolescencia,

ya que puede ser tarde para intervenciones remediables.

Muchas familias saben ir protegiendo durante los primeros años de la vida; pero a medida

que sus hijos van cumpliendo años, los padres van "dimitiendo" y quieren recuperar el

diálogo perdido cuando se inician los "nuevos" problemas, pretensión muy difícil de lograr si

habían abandonado la comunicación habitual.

En casos concretos, y en familias con elevada disfunción o con el estrés de vivir en

comunidades violentas y alienantes, siempre habrá algunos hijos que necesitarán la

intervención inicial y el manejo posterior, a lo largo de su infancia y juventud, a fin de llegar

a lograr protección positiva.

7. La protección

desde…         FIRPO                                                                               

El comienzo ha de ser la familia en la que cada hijo nace; luego tomará un nuevo impulso al

llegar a la escuela, y de ninguna manera se ha de omitir el gran papel que debe hacer toda la

sociedad, sin olvidar a los medios de comunicación.

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Como cada etapa del desarrollo tiene unas características específicas, la labor de protección

puede recorrer de una amplia variedad de escenarios: escuelas, grupos de ocio supervisados,

cambiando una vecindad violenta y alienada en una comunidad de apoyo, modificando

determinada programación televisiva, apoyando a grupos de padres, etc.

8. Cómo

proteger           FIRPO                                                                                         

Cuando se conocen los elementos que colocan a un niño, a un adolescente o a un grupo, en

situación de riesgo, o si se conoce qué factores pueden disminuir los efectos negativos de ese

riesgo, la familia puede estar en una posición inmejorable para poner en marcha estrategias

que favorezcan la protección y minimicen ese riesgo.

Desde esa privilegiada situación que tiene la familia, E. Dulanto admite que los valores

transmitidos a través del ejemplo se asimilan con más eficacia que los que lo han sido a

través de sermones, diálogo o recomendación.

Si se parte de la base de que la mayoría de los jóvenes ya han sido educados en la cultura de

los valores familiares, y tienen un sentido de cómo vivir los valores de acuerdo a su

experiencia infantil, y sabiendo que las personas que practican valores no los suele imponer a

otra por mucho que signifiquen para sí mismos, se deben respetar los valores de los jóvenes y

sus familias; pero Además se puede estimular el deseo para que encuentren nuevos valores y

vivan con ellos. Entre los valores que habría que promover, Dulanto destaca templanza,

prudencia, triunfo y derrota, esperanza, justicia, trascendencia, libertad, amor, autoridad,

respeto, tolerancia, responsabilidad y honestidad.

Para R. Blum se podría actuar, amén de otras intervenciones, potenciando la autoestima y la

autoeficacia (reconocerse hábil para acciones positivas) utilizando para ello sus propias

relaciones personales, las nuevas experiencias y el aprendizaje para enfrentarse a los

desafíos. Reconoce como fundamental, en la creación de habilidades para la vida, la

participación de escuela, familia y comunidad.

En la vida familiar determinados hábitos no se van a consolidar ni con sobreprotección, ni

con abandono; va a ser preciso educar desde muy pequeño en actitudes de colaboración en el

hogar y con ciertas "obligaciones", siempre adaptadas a la madurez de cada hijo. Si no es así,

de adolescente no va a poder pedírsele que asuman responsabilidades "más serias",

planifique su futuro, sepa distanciarse de los focos de riesgo o aprenda a cultivar su

independencia.

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T. Silber ha propuesto varias posibles resiliencias y sugiere desarrollar la intuición o hábito

de hacer preguntas peligrosas y dar respuestas honestas; la independencia como capacidad

de establecer unos límites cuando los propios padres están perturbados, manteniendo una

distancia emocional y física; la interacción, como posibilidad de establecer asociación íntima

y satisfactoria con otras personas, manteniendo un equilibrio entre las propias necesidades y

la empatía y la capacidad de dar a otra persona; la iniciativa para hacerse cargo de

problemas, ejercer control y tener placer de ponerse a prueba; ideas, creatividad, humor,

llegando incluso a descubrir lo cómico en lo trágico; la capacidad de transformar

experiencias preocupantes, los sentimientos interiores en belleza, dándoles orden y

dirección, y el respeto a la ideología personal y moralidad.

Volviendo a los adolescentes, y siguiendo a P. Steinhauer, los objetivos de prevención en ésta

edad podrían incluir: prevención de evasión prematura de la escuela, ya que si no se

completa la etapa escolar, se duplica el tiempo en que esa persona quedará desempleada y

dependiente del gobierno por toda la vida; prevención de delincuencia y/o parar la progresión

de delincuencia menor para criminalidad adulta grave y a largo plazo; prevención de

embarazo de adolescentes que, si no es apoyado por la familia de la joven madre,

frecuentemente ponen a ambos, madre e hijo, en una situación de dependencia para toda la

vida; prevención del hábito de fumar, alcoholismo y/ o abuso de otras sustancias; prevención

de suicidio; preparar a los jóvenes para el paso con éxito de la escuela al trabajo; la

prevención del desempleo; la prevención de comportamientos de riesgo (con drogas, con sexo

sin protección, con vehículos a motor, con el uso de armas): prepararlos para ser padres

responsables en la vida adulta y para lograr una autonomía con éxito.

La familia es, en resumen, donde debe tomarse la iniciativa para evitar o neutralizar las

conductas de riesgo de los hijos adolescentes. Los padres, en circunstancias familiares

normales, están en condiciones de dejar sentado lo que se pretende de los hijos y las normas

que regirán su actitud parental. Desde un punto de vista práctico y ante las situaciones de

riesgo de los hijos, se debería tener presente que:

1.Asumir riesgos constituye un rasgo importante (aunque preocupante) del desarrollo

adolescente.

2.Los padres y los hijos adolescentes deben tener una información adecuada.

3.La familia debe adoptar el modelo de vida que se desea transmitir a los hijos.

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4.Cuando se comentan los riesgos de una acción que un hijo va a emprender, hay que

procurar llegar a un acuerdo para que dicha experiencia resulte relativamente segura.

5.La negociación puede lograr un compromiso para que el hijo acepte no asumir un

riesgo mayor.

6.El adolescente debe ser capaz de manejar, sin ayuda, la mayoría de los riesgos; al

tener claro los límites ante situaciones concretas debe saber que si se sobrepasan los

padres actuarán con energía.

7.El objetivo a perseguir es tener un hijo adolescente que sepa dirigirse a sí mismo,

manejando con autonomía su propia salud y su propia vida.

Al fomentar los vínculos de respeto y cariño mutuos, la familia puede ayudar a prevenir las

conductas de riesgo del adolescente, planteando sólidas exigencias sociales y morales,

seleccionando con cuidado las reglas que se vayan a aplicar, siendo coherente y mostrándose

persistente, explicando con razones las reglas y la disciplina que se va a aplicar y otorgando

responsabilidades y total confianza al hijo.

Uno de las grandes preocupaciones de los padres de adolescentes surge cuando aparece el

fantasma del consumo de sustancias. El Dr. R. Du Pont, ex director del Instituto Nacional de

Abuso de Drogas de EUA, publicó las "Diez reglas para la prevención en consumo de

sustancias" donde la familia vuelve a ser un pilar fundamental.

1.Establecer un patrón de conducta familiar acerca del uso de sustancias.

2.Establecer consecuencias por no cumplir reglas

3.Dedicar una parte del tiempo de cada día para conversar con los hijos acerca de sus

vidas, sus sentimientos, sus ideas.

4.Ayudar a los hijos a que establezcan objetivos personales.

5.Conocer a los amigos de los hijos.

6.Ayudarles a que se sientan bien con sí mismos y sus éxitos, pequeños o grandes.

7.Debe haber un sistema establecido para la resolución de conflictos.

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8.Hablar el futuro de los hijos desde una edad temprana y frecuentemente.

9.Los padres deben disfrutar de la presencia de los hijos.

10. Ser padres "metidos" en la vida de los hijos.

Numerosas familias siguen pidiendo "fórmulas mágicas" o "recetas" que les facilite la difícil

labor de educar a sus hijos. Y si cualquier etapa es compleja, la adolescencia no se queda

atrás.

Si hay un adolescente muy joven en casa han de saber que es frecuente que no tenga ganas

de participar en alguna de las actividades de la familia y que de repente rete la autoridad de

los padres. Aunque cumpla algún año más, es conveniente decidir con él lo que puede hacer

por sí mismo, incluido el hecho de estar sólo en casa. Las normas familiares deben quedar

claras, procurando favorecer de forma progresiva el incremento de su autonomía y su

responsabilidad. Igual de nítidos han de ser los límites, como las consecuencias que trae

consigo el hecho de saltarse estas normas. Como padres han de mostrar interés por las

actividades del adolescente en la escuela, resaltando la importancia de la misma. Se debe

potenciar la autoestima del adolescente, elogiándole y reconociendo sus conductas positivas

y sus logros, a la vez que se minimizará la crítica, reprimendas, comentarios ligeros y otros

mensajes que rebajan su dignidad. Al adolescente hay que dedicarle tiempo, mucho tiempo, y

respetar su necesidad de intimidad.

Cuando el adolescente ya se va convirtiendo en un adulto joven precisa el apoyo de sus

padres para buscar su independencia, para tomar decisiones cuando sea necesario y para

comentar sus planes para vida independiente (manejo del dinero, cuidados de salud,

preparación de la comida, educación, trabajo, carrera).

Al terminar estas líneas se sigue viendo a la familia como principal responsable de la

educación de sus hijos, pequeños o adolescentes, como primeros "educadores informales"

que especialmente educan en esos momentos en que no piensan que lo están haciendo. Ellos

les pueden brindar numerosos factores de protección que se debe dar a todos, pero más para

los que más lo necesiten. Y todo para lograr, al final, un hijo responsable, autónomo y feliz.

Bibliografía                                                                                                         Alberdi I. Nuevos contenidos en los valores de la familia española.13-20 Libro de ponencias. XI Congreso Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia. 2000Blum R. Riesgo y resiliencia –Conceptos básicos para el desarrollo de un programa . Adolescencia Latinoamericana 1414-7130/1997/1-116-19González-Anleo.J. Actuación ante los conflictos. Los valores 21-27 Libro de ponencias.XI Congreso Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia. 2000

13

Dulanto.E. Familia y Adolescencia. 239-253 El adolescente. 2000Dulanto.E . Sugerencias para lograr una buena formación en valores familiares desde laadolescencia. 266-277. El adolescente. 2000

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LA PERSPECTIVA DE RIESGO PSICOSOCIAL

1) La vulnerabilidad juvenil entendida desde la perspectiva del riesgo psicosocial

LESLIE

La perspectiva del riesgo psicosocial posibilita analizar tanto las características del

entorno inmediato o distante como las características personales que aumentan la

probabilidad de que los jóvenes manifiesten dificultades en su desarrollo. También

permite estudiar el modo en que diversas variables, (entre ellas la influencia de los

pares, las características de la familia, la comunidad y la cultura) interactúan con

vulnerabilidades individuales (por ejemplo las características cognitivas,

temperamentales), sensibilizando a las personas ante ciertos riesgos.

Debido a ello, este enfoque enfatiza la necesidad de analizar la forma en que diversos

factores de riesgo interactúan en la generación de fenómenos como la delincuencia

protagonizada por jóvenes. Este enfoque, además de poner en perspectiva la

influencia conjunta de variables macrosociales e individuales, rescata las

capacidades de muchos jóvenes que, pese a las adversidades que enfrentan, logran

desarrollar trayectorias de vida que no manifiestan este tipo de problemas.

Es muy importante ser precavido en la materia, ya que conocer los factores de riesgo

a los que se ve expuesto un niño o joven no produce certeza total de que se vaya a

alterar el desarrollo esperado del joven; más bien ayuda a estimar la probabilidad de

que esto ocurra. Considerar una probabilidad como una certeza en materias de

prevención social es un grave error, ya que se sabe que un niño o joven puede

coexistir con todos los factores de riesgo posibles, y, sin embargo, no externalizar

comportamientos de riesgo.

2) El concepto de factores de riesgo LESLIE

Los factores de riesgo son variables que pueden afectar negativamente el desarrollo

de las personas.

En términos más específicos, cuando se habla de factores de riesgo se hace

referencia a la presencia de situaciones contextuales o personales que, al estar

presentes, incrementan la probabilidad de desarrollar problemas emocionales,

conductuales o de salud.

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Estos problemas promueven la ocurrencia de desajustes adaptativos que dificultarían

el logro del desarrollo esperado para el joven en cuanto a su transición de niño a

adulto responsable y capaz de contribuir y participar activamente en la sociedad.

El desarrollo de los individuos no se da en forma aislada, ya que viven y se relacionan

con una compleja red de sistemas interconectados, como la escuela, la familia, los

grupos de pares y otras instituciones o situaciones que influyen en forma directa o

indirecta en el desarrollo de las personas, y cuyas características pueden convertirse

tanto en factores protectores (ver más adelante) como de riesgo. Es así como

actualmente se considera la situación de “estar en riesgo psicosocial” como un estado

complejo, que es definido por la intervención de múltiples situaciones.

Los factores de riesgo pueden ser clasificados en 6 ámbitos de procedencia, de

acuerdo a un continuo que va desde el nivel individual hasta el nivel sociocultural. A

continuación se enumeran estos ámbitos, proporcionando en cada caso algunos

ejemplos.

La exposición a diversos factores de riesgo dificulta el cumplimiento de “tareas de

desarrollo” esperadas para los jóvenes, tales como el desarrollo del control de

impulsos, el desarrollo del pensamiento abstracto formal y el aprendizaje de ciertas

destrezas físicas, entre otros.

a) Factores individuales: bajo coeficiente intelectual, pobre capacidad de resolución

de conflictos, actitudes y valores favorables hacia conductas de riesgo (concepto

explicado en el punto 3), hiperactividad, temperamento difícil en la infancia.

b) Factores familiares: baja cohesión familiar, tener padres con enfermedad mental,

estilos parentales coercitivos, ambivalentes o permisivos.

c) Factores ligados al grupo de pares: pertenencia a grupos de pares involucrados

en actividades riesgosas (comportamiento delictivos, consumo de drogas, por

ejemplo).

d) Factores escolares: bajo apoyo del profesor, alienación escolar, violencia escolar.

e) Factores sociales o comunitarios: bajo apoyo comunitario, estigmatización y

exclusión de actividades comunitarias.

f) Factores socioeconómicos y culturales: vivir en condición de pobreza.

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Como se puede apreciar, la multiplicidad de orígenes de los factores de riesgo

contribuye a la complejidad del estudio de la génesis y mantención de determinados

comportamientos problemáticos.

Antiguamente, se pensaba que ciertos factores podían tener una influencia causal

directa sobre el desarrollo de algunos problemas, sin embargo, al avanzar la

investigación se ha ido descubriendo que los factores coexisten, interactúan y son

mediados por una gran variedad de otras variables que intervienen en la cadena

causal del desarrollo de los comportamientos problemáticos. De este modo,

características individuales pueden interactuar con características contextuales. Por

ejemplo, el hecho de que un niño presente hiperactividad no implica que éste iniciará

una inminente carrera delictiva. Niños hiperactivos-impulsivos generalmente evocan

rechazo en las personas que los rodean (padres, profesores, etc.), quienes tienden a

distanciarse del niño o actuar de modo coercitivo con él. Este tipo de interacciones

son un antecedente que determina una larga historia de desajustes conductuales que,

a su vez, contribuyen a agudizar el cuadro. En el ejemplo anterior se ilustra cómo

estos factores, además, pueden presentar efectos interactivos que se refuerzan

mutuamente.

Los factores de riesgo pueden influir de modo directo o indirecto en el desarrollo de

conductas problemáticas. Del mismo modo, pueden actuar de modo próximo o

distante en el tiempo. Por ejemplo, los factores de riesgo con una ocurrencia próxima

en el tiempo pueden tener una incidencia directa sobre el desarrollo de problemas

conductuales. Asimismo, los factores de riesgo que operan de modo distante en el

tiempo pueden echar a andar mecanismos que exponen a las personas a otros

factores de riesgo que tienen una acción más directa. Por ejemplo, el hecho de que

una familia viva hacinada puede llevar a que un joven prefiera pasar mucho tiempo en

la calle, conducta que lo expone a otros riesgos asociados a la vida en la calle.

3) El concepto de conductas de riesgo MANUEL

Los factores de riesgo son situaciones o características que disminuyen la

probabilidad de lograr un desarrollo pleno, mientras que el término “conducta de

riesgo” se refiere al resultado sobre el comportamiento que tienen dichos factores.

Los diversos comportamientos de riesgo pueden ser clasificados en 4 grandes

grupos:

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a) Abuso de alcohol y drogas.

b) b) Relaciones sexuales no protegidas.

c) c) Bajo rendimiento, fracaso o deserción escolar.

d) d) Delincuencia, crimen o violencia.

A continuación se desarrollarán someramente estos cuatro tipos de comportamiento

de riesgo. Más adelante se tratarán en mayor detalle los factores de riesgo asociados

a la generación del comportamiento delictivo juvenil.

a) Uso y abuso de alcohol y drogas

Durante la adolescencia se suele experimentar con una gran variedad de drogas

legales, ilegales o controladas. El consumo de drogas se asocia a una amplia gama de

variables individuales y contextuales de riesgo. La investigación ha asociado esto con

antecedentes como problemas de adaptación a la escuela, una pobre relación con los

padres y el consumo de drogas de los padres o de los pares, entre otros.

Entre los factores que protegen contra el consumo de drogas se cuentan los controles

personales tales como creencias religiosas o buen auto-concepto, y controles sociales

como el apoyo social y estilos parentales adecuados.

b) Relaciones sexuales no protegidas o precoces

El que los jóvenes tengan relaciones sexuales precoces o riesgosas se asocia a

variables cognitivas tales como actitudes poco claras hacia la maternidad

adolescente, actitudes de rechazo hacia normas sociales convencionales y estrés

emocional. También se han asociado a ellas variables biológicas, como vivir una

pubertad temprana, y de comportamiento, como el oposicionismo y los trastornos de

conducta.

Ciertas características familiares como la baja preocupación y una estructura familiar

autoritaria han sido asociadas con este comportamiento de riesgo.

c) Bajo rendimiento, fracaso y deserción escolar

Actualmente se considera que la permanencia escolar es el factor que más influye en

el mejoramiento de las posibilidades futuras de inserción social y desarrollo personal

pleno.

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La deserción escolar se ve influida por factores de riesgo como pobreza, bajo apoyo

social para el aprendizaje, dificultades cognitivas, falta de motivación, necesidad de

aprobación por parte de pares con problemas, estilos parentales inadecuados, y,

finalmente, características de la malla curricular y una estructura poco atractiva de

clases.

d) Delincuencia, crimen y violencia

De todos los problemas en los que se pueden ver envueltos los jóvenes, uno de los que

concita mayor preocupación y temor por parte de la opinión pública es la delincuencia

y la violencia.

Se han estudiado un sinnúmero de variables de riesgo que anteceden al desarrollo

del comportamiento delictivo como factores sociales, familiares, las influencias de los

pares, y ciertas características cognitivas.

En general, la prevalencia de comportamientos de riesgo antes descritos tiende a ser

más recuente en los jóvenes que en la población general. Ello debido a que durante la

adolescencia, más que en cualquier otra etapa de la vida, las personas exploran y

experimentan diversos comportamientos. Por ello, es esperable que los jóvenes

aumenten su incursión en conductas de riesgo.

En este sentido es importante poder distinguir aquellas conductas de riesgo de

carácter experimental, que se manifiestan como parte del desarrollo y que cesan con

el tiempo, de aquellas que persisten y se pueden volver problemáticas.

Algunos indicadores que permiten distinguir conductas de riesgo potencialmente

persistentes de otras pasajeras son:

Comienzo temprano de los comportamientos de riesgo

Curso persistente de los comportamientos de riesgo (en vez de esporádico)

Ocurrencia simultánea de otros factores y comportamiento de riesgo

4) El Concepto de síndromes de riesgo MANUEL

Se ha observado que estos 4 grupos de comportamientos de riesgo no parecen ser

problemas aislados, sino que tienden a manifestarse en conjunto. Por ello, hoy se

considera más correcto hablar de síndrome de riesgo que de comportamientos de

riesgo puntuales.

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Ello también se debe a que hay gran similitud entre los factores asociados a los 4

grupos antes nombrados. En otras palabras, muchas veces los mismos factores de

riesgo influyen en el desarrollo de múltiples comportamientos problemáticos.

5) Concepto de factores protectores SHIRLEY

Se podría pensar que una situación personal o ambiental que se caracteriza por la

ausencia de factores de riesgo constituye una situación protegida. Sin embargo, de

acuerdo a diversas investigaciones extranjeras, la presencia de factores de riesgo es

más común de lo que se pudiera pensar, y no siempre influye en el desarrollo de

comportamientos de riesgo.

Se ha observado que entre la mitad y dos tercios de los niños viven en hogares que

presentan algún factor de riesgo, como criminalidad familiar, alcoholismo de los

padres, vivencia de abuso, dificultades económicas, entre otros13. Pese a ello, no

todas las personas manifiestan comportamientos de riesgo.

Esto se debe a que un proporción las personas se encuentran expuestas a la presencia

de factores de riesgo cuentan, además, con factores protectores que atenúan el efecto

de dichas dificultades, disminuyendo la probabilidad de desarrollar comportamientos

de riesgo.

6) La Resiliencia SHIRLEY

En este sentido, se ha observado que hay niños y jóvenes que, pese a que conviven

con una gran cantidad de factores de riesgo, son capaces de sobrellevarlos y lograr

un desarrollo adecuado. Este fenómeno es atribuido a lo que se puede denominar

como la resiliencia. Ésta puede ser definida como “la capacidad humana para hacer

frente a las adversidades de la vida, superarlas y salir de ello fortalecido o incluso

transformado”. Niños y jóvenes que poseen cualidades que les permiten transformar

su trayectoria de riesgo en una que manifiesta resiliencia, son llamados resilientes.

Por ejemplo, un niño que logra permanecer en la escuela pese a no contar con apoyo

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familiar o vivir en un hogar donde existe abuso de drogas o maltrato, puede

entenderse como un niño resiliente.

Al constatar la existencia de este tipo de fenómenos, los investigadores se

interesaron en descubrir qué cualidades tienen los niños resilientes y qué los

diferencia de otros niños que sí desarrollan comportamientos problemáticos en las

mismas circunstancias. Este enfoque representa un vuelco importante frente a otros

que se centran en encontrar y remediar disfunciones, patologías y enfermedades.

Desde esta perspectiva se busca explotar los recursos, cualidades y habilidades

naturales que las personas poseen para salir adelante frente a la adversidad.

Cualidades que aportan a la Resiliencia. Al igual que los factores de riesgo, los

factores que aportan a la resiliencia se pueden clasificar en cualidades internas y del

contexto:

a) Cualidades internas: RAFA

Habilidad social: Poseer habilidad para provocar respuestas positivas en los

demás, flexibilidad, habilidad para moverse entre diferentes contextos

culturales, empatía, habilidades de comunicación y sentido del humor.

Habilidades de solución de problemas: Ser capaz de planificar, poseer

pensamiento crítico, creativo y reflexivo. También se considera como una

habilidad importante el conocer a personas a quienes poder acudir para ayuda

en caso de tener problemas.

Conciencia crítica: Tener conciencia reflexiva (darse cuenta) de la estructura

de las carencias de las circunstancias que se vive (por ejemplo, tener

conciencia de que se tiene un padre abusivo, una escuela insensible, o una

comunidad discriminatoria), además de poseer la habilidad de crear estrategias

para superarlas.

Autonomía: Poseer una noción de la propia identidad, habilidad para actuar en

forma independiente, ser capaz de auto-controlarse y mantener un sentido de

auto-eficacia18 pese a la adversidad, son habilidades que se han asociado a la

resiliencia. Otras habilidades que se consideran muy importantes son la

capacidad de resistir mensajes negativos acerca de uno mismo, y ser capaz de

alejarse por sí mismo de los problemas (poder decir que no a un ofrecimiento

de drogas, por ejemplo). Ambas son manifestaciones de una buena autonomía.

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Sentido de propósito: Tener aspiraciones educacionales, motivación de logro,

persistencia, esperanza, optimismo y capacidad de dirigir el comportamiento al

cumplimiento de metas.

b) Cualidades del contexto RAFA

Relaciones sociales preocupadas: La presencia de, a lo menos, una persona

adulta que se preocupa por el niño (dentro o fuera de la familia), que lo acepta

no importando lo difícil que sea su comportamiento, implica poseer una

relación social preocupada. Este adulto puede ser uno de los padres u otro

adulto (por ejemplo el profesor, la abuela, el padre de un amigo). Asimismo,

tener uno o varios amigos cercanos y confidentes ayuda a desarrollar un

comportamiento resiliente.

Altas expectativas: Es particularmente estimulante que los adultos e

instituciones cercanas tengan altas expectativas acerca de lo que el joven

puede lograr, y brinden el apoyo necesario para alcanzar dichas metas. Este

proceso es particularmente importante en el establecimiento escolar y estimula

el esfuerzo del joven.

Oportunidades de participación significativa: Es importante brindar a los

jóvenes la oportunidad de participar en aquellos asuntos que les atañen, así

como ser objeto de respeto y preocupación. El privar a los jóvenes de

oportunidades de participación en actividades significativas puede convertirse

en una circunstancia de riesgo.