Fabulas de_samaniego

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Una campaña de fomento

a la lectura de la secretaría

de cultura recreación y deporte

y el instituto distrital

de las artes – idartes

libro alviento

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libro alviento

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l i b r o a l v i e n t o i n i c i a l

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l i b r o a l v i e n t o i n i c i a lIlustradas por

Olga Cuéllar

Fábulasde Samaniego

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alcaldía mayor de bogotáGustavo Petro Urrego, Alcalde Mayor de Bogotá

secretaría distrital de cultura, recreación y deporteClarisa Ruiz Correal, Secretaria de Cultura, Recreación y Deporte

instituto distrital de las artes – idartesSantiago Trujillo Escobar, Director GeneralBertha Quintero Medina, Subdirectora de ArtesValentín Ortiz Díaz, Gerente del Área de LiteraturaPaola Cárdenas Jaramillo, AsesoraJavier Rojas Forero, Asesor administrativoMariana Jaramillo Fonseca, Asesora de Dimensiones Daniel Chaparro Díaz, Coordinador de DimensionesCarlos Ramírez Pérez, Profesional universitario

secretaría de educación del distritoÓscar Sánchez Jaramillo, Secretario de EducaciónNohora Patricia Buriticá Céspedes, Subsecretaria de Calidad y PertinenciaJosé Miguel Villarreal Barón, Director de Educación Preescolar y BásicaSara Clemencia Hernández Jiménez, Luz Ángela Campos Vargas, Carmen Cecilia González Cristancho, Equipo de Lectura, Escritura y Oralidad

Primera edición: Bogotá, octubre de 2013© de esta edición Instituto Distrital de las Artes – idartes© Olga Cuéllar, por las ilustraciones, 2013

Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida, parcial o totalmente, por ningún medio de reproducción, sin consentimiento escrito del editor.

www.institutodelasartes.gov.co

isbn 978-958-58175-0-0

Edición: Antonio García ÁngelDiseño gráfico: Óscar Pinto Siabatto

Impreso en Bogotá por Caliche Impresores

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Contenido

Samaniego 7

Libro primeroEl asno y el cochino 14La cigarra y la hormiga 15El herrero y el perro 18El león y la zorra 21Los dos amigos y el oso 24

Libro segundoLa lechera 27El zagal y las ovejas 32El hombre y la culebra 34El asno y el caballo 35

Libro terceroCongreso de los ratones 37El cuervo y la serpiente 39

Libro cuartoEl cazador y la perdiz 40El enfermo y el médico (grafícable) 42La tortuga y el águila 44

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El león y el ratón 46Los navegantes 48

Libro quintoEl asno y el lobo 50La gallina de los huevos de oro 53Los cangrejos 55El cuervo y el zorro 59Los dos gallos 62El lobo y el perro flaco 64

Libro sextoEl camello y la pulga 67

Libro séptimoLa mona 68La paloma 69

Libro octavoEl murciélago y la comadreja 70

Libro novenoEl gato y las aves 73Los dos perros 77La gata con cascabeles 80Los dos cazadores 84El ladrón 87

Glosario 88

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Samaniego

Don Félix María Serafín Sánchez Samaniego y Zabala nació en La Guardia, provincia de La Rioja, el 12 de octubre de 1745. Era el quinto hijo de los nueve que tuvieron don Félix Sánchez Samaniego y doña Juana María Zabala, ambos de rancio abolengo guipuzcoano.

Gracias a los medios económicos y al celo educativo de su padre pudo cultivar su intelecto y conocimientos. Primero estudió con Gaspar Calvo, licenciado en Artes por Valladolid, paje y maestro oficial de la casa; luego cursó durante tres años len-gua y humanidades en la escuela de Gramática de su pueblo natal. En 1758 viajó a Francia, continuó su formación en Bayona y luego en Burdeos.

Regresó a España cinco años después y empezó a frecuentar las tierras de Azcoitia, Azpeitia y Verga-ra, donde vivía su tío abuelo, el conde de Peñaflori-da. En Azcoitia el conde solía reunirse con un grupo

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de amigos amantes de la cultura y con inquietudes intelectuales. Ese grupo impulsó la creación de una sociedad, entre otras que había en Europa, hijas de la Ilustración y el deseo de progreso. Fue así como surgió la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, cuyo propósito, según el primero de sus es-tatutos, era «cultivar la inclinación y el gusto de la Nación Bascongada hacia las Ciencias, Bellas Letras y Artes; corregir y pulir sus costumbres; desterrar el ocio, la ignorancia y sus funestas consecuencias». En las tertulias de la sociedad Bascongada, el joven Sa-maniego, a instancias de su tío, leía algunas de sus fábulas. El particular éxito que tuvo La mona corrida lo impulsó a escribir con mayor dedicación el género que más tarde lo haría célebre.

En 1767 se casa con doña Manuela Salcedo, que procedía de una familia bilbaína de clérigos y mili-tares. Los biógrafos antiguos la presentaban como persona agraciada, grave, decorosa y ordenada. Con el tiempo descubrieron que ella era estéril y por ello no pudieron tener descendencia, aunque el fabulista lo llevó con buen humor. Se fueron a vivir al palacio de Laguardia, aunque pasaban largas temporadas en la finca de La Escobosa, lugares donde Samanie-go llevaba una holgada vida de hidalgo campestre, alternando entre las tertulias, la buena mesa y la escritura.

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En 1776, tras intensas gestiones en las que par-ticipó Samaniego, la Sociedad Bascongada consiguió la aprobación real para la fundación del Real Semi-nario Patriótico Bascongado, colegio en el que Sama-niego trabajará activamente en tareas pedagógicas y selección de profesores. Empieza a componer fábulas, primero casi sólo traducciones de La Fontaine, y se las lee a sus alumnos. En general son bien recibidas. En 1780 es elegido director del Real Seminario. A los alumnos de la institución dedica la primera serie de sus Fábulas, publicadas en 1781 y escritas siguiendo el precepto horaciano, propio de la Ilustración, de utile dulci y prodese et delectare, es decir, la unión de lo agradable con lo útil, del provecho con el deleite. Sus escritos se convierten en un éxito rotundo. A la felicitación de uno de sus alumnos responderá Sa-maniego «Si el hacer hablar a los animales me ha de producir tan preciosos frutos, desde luego prometo tenerlos mucho más tiempo en larga conversación».

En 1782 Samaniego viajará a Madrid con una difícil misión diplomática. El centralismo borbónico había recortado los fueros alaveses en cuanto al libre comercio con América y la introducción a Castilla de productos y manufacturas de la provincia. A Sa-maniego lo nombran comisario de la Corte, para que intente solucionar el difícil problema. Aunque no lo-gró restaurar los fueros en su plenitud, hizo amistad

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con el conde de Floridablanca, ministro de Carlos III, consiguió pequeñas ventajas y que el decreto fuera menos estricto. Su paso por la Corte, en todo caso, fue fructífero para su producción. Allí publicó la se-gunda serie de sus Fábulas (1784) y empezó su cé-lebre enemistad con Iriarte, debido a que éste había publicado sus Fábulas en 1782, un año después que las de Samaniego, pero en el prólogo había escrito que debía «prevenir a los menos versados en nuestra erudición que ésta es la primera colección de fábu-las enteramente originales que se ha publicado en castellano».

En 1786 regresa a Bilbao, retoma las riendas de su abandonada hacienda y frecuenta viejas amis-tades. En ocasiones intercambia pullas y epigramas con Iriarte. En 1792 decidió llevar una vida más tranquila y regresó a su villa natal, Laguardia. El 7 de marzo de 1793 Francia declara la guerra a Es-paña, en represalia por haber apoyado a los nobles contra la Revolución Francesa. Las posesiones de Samaniego quedaron muy resentidas luego de la in-vasión francesa a Cataluña y el País Vasco. En Tolosa se vendieron objetos para evitar su saqueo. El pala-cio de Yurreamendi fue convertido en cuartel de los invasores y su archivo fue quemado. Los franceses avanzan hasta Álava y toman Laguardia, donde sus posesiones no sufrieron demasiado, a diferencia de

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las guipuzcoanas que quedaron totalmente desman-teladas.

Peor fortuna vendría poco después, cuando el hacendado bilbaíno José María Murga, «para descar-go de mi conciencia», le denunció ante la Inquisición el 11 de marzo de 1793 por tenencia de libros pro-hibidos. El proceso se fue envenenando con viejas rencillas familiares, intrigas y maniobras por parte de aliados y acusadores. Inquieto por el camino que estaba tomando la investigación, Samaniego viaja a Madrid en 1794. Allí solicitó ayuda de un amigo que recién había sido nombrado ministro de Gracia y Justicia, quien interviene ante el inquisidor gene-ral Manuel Abad y Sierra. Finalmente se soluciona el asunto de manera privada.

Los últimos episodios militares y políticos ha-bían minado su salud. Cayó enfermo y se refugió en la mansión de La Escobosa, para más tarde ir a Lo-groño, a casa de su hermana Francisca Javiera, que por su salud también quebradiza moriría en 1799. Dos años después, el 11 de agosto de 1801, después de recibir confesión y sacramentos, murió Félix Ma-ría Samaniego. Antes de expirar, al igual que lo dis-pusiera su maestro La Fontaine, Samaniego ordenó quemaran todos sus escritos. Por fortuna se salvaron las fábulas que estaban publicadas y algunos textos que poseían sus amigos.

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Bibliografía

Palacios Fernández, Emilio, Félix María de Samaniego y la lite-ratura de la Ilustración. Biblioteca Nueva, Madrid, 2000.

Samaniego, Félix María, Fábulas, edición, apéndice y notas de Emilio Pascual. Ediciones Generales Anaya, Madrid, 1986.

Samaniego, Félix María, Fábulas, edición, introducción y notas de Ernesto Jareño. Clásicos Castalia, Madrid, 1973.

Samaniego, Félix María, Obras completas: poesía, teatro, ensayos, edición y prólogo de Emilio Palacios Fernández. Fundación José Antonio de Castro, Madrid, 2001.

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El asno y el cochino

Envidiando la suerte del Cochino,un Asno maldecía su destino.—Yo, decía, trabajo y como paja;él come harina y berza, y no trabaja.A mí me dan de palos cada día,a él le rascan y halagan a porfía.Así se lamentaba de su suerte;pero, luego que advierteque a la pocilga alguna gente avanzaen guisa de matanza,armada de cuchillo y de caldera,y que con maña fieradan al gordo Cochino fin sangriento,dijo entre sí el Jumento:«Si en esto para el ocio y los

regalos,al trabajo me atengo y a

los palos».

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La cigarra y la hormiga

Cantando la Cigarrapasó el verano entero,sin hacer provisionesallá para el invierno.Los fríos la obligarona guardar el silencioy a acogerse al abrigode su estrecho aposento.Viose desproveídadel preciso sustento:sin mosca, sin gusano,sin trigo, sin centeno.Habitaba la Hormigaallí, tabique en medio,y con mil expresionesde atención y respetola dijo: —Doña Hormiga,pues que en vuestros graneros

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sobran las provisionespara vuestro alimento,prestad alguna cosacon que viva este inviernoesta triste Cigarra,que, alegre en otro tiempo,nunca conoció el daño,nunca supo temerlo.No dudéis en prestarme;que fielmente prometopagaros con ganancias,por el nombre que tengo.La codiciosa Hormigarespondió con denuedo,ocultando a la espalda

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las llaves del granero:—¡Yo prestar lo que ganocon un trabajo inmenso!Dime, pues, holgazana,¿que has hecho en el buen tiempo?—Yo, dijo la Cigarra,a todo pasajerocantaba alegremente,sin cesar ni un momento.—¡Hola!, ¿conque cantabascuando yo andaba al remo?Pues ahora, que yo como,baila, pese a tu cuerpo.

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El herrero y el perro

Un Herrero teníaun Perro que no hacíasino comer, dormir y estarse echado;de la casa jamás tuvo cuidado.Levantábase sólo a mesa puesta;entonces con gran fiestaal dueño se acercaba,con perrunas caricias lo halagaba,

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mostrando de cariño mil excesospor pillar las piltrafas y los huesos.—He llegado a notar, le dijo el Amo,que, aunque nunca te llamoa la mesa, te llegas prontamente;en la fragua jamás te vi presente,y yo me maravillode que, no dispertándote el martillo,te desveles al ruido de mis dientes.Anda, anda, poltrón; no es bien que cuentesque el Amo, hecho un gañán y sin reposo,

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te mantiene a lo conde muy ocioso.El Perro le responde:—¿Qué más tiene que yo cualquiera conde?Para no trabajar debo al destinohaber nacido Perro y no pollino.—Pues, señor conde, fuera de mi casa;verás en las demás lo que te pasa.En efecto, salió a probar fortunay las casas anduvo de una en una.Allí le hacen servir de centinelay que pase la noche toda en vela,acá de lazarillo y de danzante,allá, dentro de un torno, a cada instanteasa la carne que comer no espera.Al cabo conoció de esta maneraque el destino, y no es cuento,a todos nos cargó como al jumento.

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El león y la zorra

Un León en otro tiempo poderoso,ya viejo y achacoso,en vano perseguía, hambriento y fiero,al mamón becerrillo y al cordero,que, trepando por la áspera montaña,huían libremente de su saña.Afligido de la hambre a par de muerte,discurrió su remedio de esta suerte:Hace correr la voz de que se hallabaenfermo en su palacio, y deseaba

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ser de los animales visitado.Acudieron algunos de contado;mas como el grave mal que lo postrabaera una hambre voraz, tan sólo usabala receta exquisitade engullirse al monsieur de la visita.

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Acércase la Zorra de calladay, a la puerta asomada,atisba muy despaciola entrada de aquel cóncavo palacio.El León la divisó, y en el momentola dice: —Ven acá; pues que me sientoen el último instante de mi vida,visítame como otros, mi querida.—¿Cómo otros? ¡Ah, señor!, he conocidoque entraron, sí, pero que no han salido.Mirad, mirad la huella,bien claro lo dice ella;y no es bien el entrar do no se sale.La prudente cautela mucho vale.

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Los dos amigos y el oso

A dos Amigos se aparece un Oso:El uno, muy medroso,en las ramas de un árbol se asegura;

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el otro, abandonado a la ventura,se finge muerto repentinamente.El Oso se le acerca lentamente:Mas como este animal, según se cuenta,de cadáveres nunca se alimenta,sin ofenderlo lo registra y toca,

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huélele las narices y la boca;no le siente el aliento,ni el menor movimiento;y así, se fue diciendo sin recelo:—Éste tan muerto está como mi abuelo.Entonces el cobarde,de su grande amistad haciendo alarde,del árbol se desprende muy ligero.Corre, llega y abraza al compañero;pondera la fortunade haberlo hallado sin lesión alguna,y al fin le dice: —Sepas que he notadoque el Oso te decía algún recado.¿Qué pudo ser?—Direte lo que ha sido,estas dos palabritas al oído:Aparta tu amistad de la personaque si te ve en el riesgo, te abandona.

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La lechera

Llevaba en la cabezauna Lechera el cántaro al mercadocon aquella presteza,aquel aire sencillo, aquel agrado,que va diciendo a todo el que lo advierte:¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!

Porque no apetecíamás compañía que su pensamiento,que alegre la ofrecíainocentes ideas de contento,marchaba sola la feliz Lechera,y decía entre sí de esta manera:

«Esta leche vendida,en limpio me dará tanto dinero,y con esta partida

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un canasto de huevos comprar quiero,para sacar cien pollos, que al estíome rodeen cantando el pío, pío.

Del importe logradode tanto pollo mercaré un cochino;con bellota, salvado,berza, castaña engordará sin tino;tanto, que puede ser que yo consigaver cómo se le arrastra la barriga.

Llevarelo al mercado,sacaré de él, sin duda, buen dinero:Compraré de contadouna robusta vaca y un ternero,que salte y corra toda la campaña,hasta el monte cercano a la cabana».

Con este pensamientoenajenada, brinca de manera

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que a su salto violentoel cántaro cayó. ¡Pobre Lechera!¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.

¡Oh loca fantasía,qué palacios fabricas en el viento!Modera tu alegría;no sea que, saltando de contento

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al contemplar dichosa tu mudanza,quiebre su cantarillo la esperanza.

No seas ambiciosade mejor o más próspera fortuna,que vivirás ansiosasin que pueda saciarte cosa alguna.No anheles impaciente el bien futuro;mira que ni el presente está seguro.

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El zagal y las ovejas

Apacentando un Joven su ganado,gritó desde la cima de un collado:—¡Favor!, que viene el lobo, labradores.Éstos, abandonando sus labores,acuden prontamente,y hallan que es una chanza solamente.Vuelve a clamar, y temen la desgracia;segunda vez los burla, ¡linda gracia!Pero ¿qué sucedió la vez tercera?Que vino en realidad la hambrienta fiera.Entonces el Zagal se desgañita,y por más que patea, llora y grita,no se mueve la gente escarmentada,

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y el lobo le devora la manada.¡Cuántas veces resulta de un engañocontra el engañador el mayor daño!

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El hombre y la culebra

A una Culebra que, de frío yerta,en el suelo yacía medio muertaun Labrador cogió; mas fue tan bueno,que incautamente la abrigó en su seno.Apenas revivió, cuando la ingrataa su gran bienhechor traidora mata.

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El asno y el caballo

—¡Ah, quién fuese Caballo!,un Asno melancólico decía,entonces sí que nadie me veríaflaco, triste y fatal como me hallo.Tal vez un caballerome mantendría ocioso y bien comido,dándose su merced por muy servidocon corvetas y saltos de carnero.Trátanme ahora como vil y bajo,de risa sirve mi contraria suerte;quien me apalea más, más se divierte,y menos como, cuando más trabajo.No es posible encontrar sobre la tierrainfeliz como yo. Tal se juzgaba,cuando al Caballo ve cómo pasaba,con su jinete y armas a la guerra.Entonces conoció su desatino,

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rióse de corvetas y regalos,y dijo: —Que trabaje y lluevan palos,no me saquen los dioses de Pollino.

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Congreso de los ratones

Desde el gran Zapirón, el blanco y rubio,que después de las aguas del diluviofue padre universal de lodo Gato,ha sido Miauragatoquien más sangrientamentepersiguió a la infeliz ratona gente.Lo cierto es que, obligadade su persecución la desdichada,en Ratópolis tuvo su congreso.Propuso el elocuente Roequesoecharle un cascabel, y de esa suerteal ruido escaparían de la muerte.El proyecto aprobaron uno a uno;¿quién lo ha de ejecutar?, eso ninguno.—Yo soy corto de vista.

—Yo muy viejo.—Yo gotoso, decían. El concejo

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se acabó como muchos en el mundo.Proponen un proyecto sin segundo;lo aprueban; hacen otro. ¡Qué portento!Pero ¿la ejecución? Ahí está el cuento.

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El cuervo y la serpiente

Pilló el Cuervo dormida a la Serpiente,y, al quererse cebar en ella hambriento,le mordió venenosa. Sepa el cuentoquien sigue a su apetito incautamente.

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El cazador y la perdiz

Una Perdiz en celo reclamadavino a ser en la red aprisionada.Al Cazador, la mísera decía:—Si me das libertad, en este díate he de proporcionar un gran consuelo.

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Por ese campo extenderé mi vuelo;juntaré a mis amigas en bandada,que guiaré a tus redes, engañada;y tendrás, sin costarte dos ochavos,doce Perdices como doce pavos.—¡Engañar y vender a tus amigas!¿Y así crees que me obligas?,respondió el Cazador. Pues no, señora;muere, y paga la pena de traidora.La Perdiz fue bien muerta, no es dudable.La traición, aun soñada, es detestable.

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El enfermo y el médico

Un miserable Enfermo se moría,y el Médico importuno le decía:—Usted se muere, yo se lo confieso;pero, por la alta ciencia que profeso,conozco y le aseguro firmemente,que ya estuviera sano,si se hubiese acudido más tempranocon el benigno clíster detergente.

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El triste Enfermo, que lo estaba oyendo,volvió la espalda al Médico, diciendo:—Señor Galeno, su consejo alabo.«Al asno muerto, la cebada al rabo».Todo varón prudenteaconseja en el tiempo conveniente;que es hacer de la ciencia vano alarde,dar el consejo cuando llega tarde.

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La tortuga y la águila

Una Tortuga a una Águila rogabala enseñase a volar; así la hablaba:—Con sólo que me des cuatro lecciones,ligera volaré por las regiones;ya remontando el vuelopor medio de los aires hasta el cielo,veré cercano al sol y las estrellas,y otras cien cosas bellas;ya, rápida bajando,de ciudad en ciudad iré pasando;y de este fácil, delicioso modo,lograré en pocos días verlo todo.La Águila se rió del desatino;la aconseja que siga su destino,cazando torpemente con paciencia,pues lo dispuso así la Providencia.Ella insiste en su antojo ciegamente.

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La reina de las aves prontamentela arrebata, la lleva por las nubes.—Mira, la dice, mira cómo subes.Y al preguntarla, dijo «¿vas contenta?»,se la deja caer y se revienta.Para que así escarmiente,quien desprecia el consejo del prudente.

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El león y el ratón

Estaba un Ratoncillo aprisionadoen las garras de un León; el desdichadoen la tal ratonera no fue presopor ladrón de tocino ni de queso,sino porque con otros molestabaal León, que en su retiro descansaba.Pide perdón, llorando su insolencia.Al oír implorar la real clemencia,responde el Rey en majestuoso tono:—No dijera más Tito, te perdono.Poco después, cazando, el León tropiezaen una red oculta en la maleza:Quiere salir, mas queda prisionero;atronando la selva, ruge fiero.El libre Ratoncillo, que lo siente,corriendo llega: Roe diligentelos nudos de la red de tal manera,que, al fin, rompió los grillos de la fiera.

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Conviene al poderosopara los infelices ser piadoso,tal vez se puede ver necesitadodel auxilio de aquel más desdichado.

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Los navegantes

Lloraban unos tristes Pasajerosviendo su pobre nave combatidade recias olas y de vientos fieros,ya casi sumergida;cuando súbitamenteel viento calma, el ciclo se serena,y la afligida genteconvierte en risa la pasada pena.Mas el Piloto estuvo muy sereno,tanto en la tempestad como en bonanza:Pues sabe que lo malo y que lo buenoestá sujeto a súbita mudanza.

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El asno y el lobo

Un Burro cojo vio que le seguíaun Lobo cazador y, no pudiendohuir de su enemigo, le decía:—Amigo Lobo, yo me estoy muriendo;me acaban por instantes los doloresde este maldito pie de que cojeo;si yo no me valiese de herradores,no me vería así como me veo.Y pues fallezco, sé caritativo;sácame con los dientes este clavo,muera yo sin dolor tan excesivo,y cómeme después de cabo a rabo.—¡Oh!, dijo el cazador con ironía,contando con la presa ya en la mano,no solamente sé la anatomía,sino que soy perfecto cirujano.El caso es para mí una patarata,

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la operación no más que de un momento;alargue bien la pata,y no se me acobarde, buen Jumento.Con su estuche molar desenvainadoel nuevo profesor llega al doliente;

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mas éste le dispara de contadouna coz que lo deja sin un diente.Escapa el cojo, pero el triste heridollorando se quedó su desventura.—¡Ay infeliz de mí!, bien merecidoel pago tengo de mi gran locura.Yo siempre me llevé el mejor bocadoen mi oficio de Lobo carnicero;pues, si puedo vivir tan regalado,¿a qué meterme ahora a curandero?Hablemos en razón: No tiene juicio,quien deja el propio por ajeno oficio.

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La gallina de los huevos de oro

Érase una Gallina que poníaun huevo de oro al dueño cada día.Aun con tanta ganancia mal contento,quiso el rico avariento

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descubrir de una vez la mina de oro,y hallar en menos tiempo más tesoro.Matóla, abrióla el vientre de contado;pero, después de haberla registrado,¿qué sucedió? Que muerta la Gallina,perdió su huevo de oro y no halló mina.¡Cuántos hay que teniendo lo bastante,enriquecerse quieren al instante,abrazando proyectosa veces de tan rápidos efectos,que sólo en pocos meses,cuando se contemplaban ya marquesescontando sus millones,se vieron en la calle sin calzones!

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Los cangrejos

Los más autorizados, los más viejosde todos los Cangrejosuna gran asamblea celebraron.Entre los graves puntos que trataron,a propuesta de un docto presidente,como resolución la más urgentetomaron la que sigue: —Pues que al mundoestamos dando ejemplo sin segundo,el más vil y groseroen andar hacia atrás como el soguero;siendo cierto también que los ancianos,duros de pies y manos,causándonos los años pesadumbre,no podemos vencer nuestra costumbre.Toda madre, desde este mismo instante,ha de enseñar a andar hacia delantea sus hijos; y dure la enseñanza

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hasta quitar del mundo tal usanza.—Garras a la obra, dicen las maestras,que se creían diestras.Y, sin dejar ninguno,ordenan a sus hijos uno a unoque muevan sus patitas blandamentehacia adelante sucesivamente.Pasito a paso, al modo que podían,ellos obedecían;pero al ver a sus madres que marchabanal revés de lo que ellas enseñaban,olvidando los nuevos documentos,imitaban sus pasos, más contentos.

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Repetían las madres sus lecciones,mas no bastaban teóricas razones;porque obraba en los jóvenes Cangrejos,sólo un ejemplo más que mil consejos.Cada maestra se aflige y desconsuela,no pudiendo hacer práctica su escuela;de modo que en efectoabandonaron todas el proyecto.

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Los magistrados saben el suceso,y en su pleno congresola nueva ley al punto derogaron,porque se aseguraronde que en vano intentaban la reforma,cuando ellos no sabían ser la norma.Y es así: Que la fuerza de las leyessuele ser el ejemplo de los reyes.

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El cuervo y el zorro

En la rama de un árbol,bien ufano y contento,con un queso en el picoestaba el señor Cuervo.Del olor atraídoun Zorro muy maestro,le dijo estas palabrasa poco más o menos:—Tenga usted buenos días,señor Cuervo, mi dueño;vaya que estáis donoso,mono, lindo en extremo;yo no gasto lisonjas,y digo lo que siento;que si a tu bella trazacorresponde el gorjeo,juro a la diosa Ceres,

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siendo testigo el cielo,que tú serás el fénixde sus vastos imperios.Al oír un discursotan dulce y halagüeño,de vanidad llevado,quiso cantar el Cuervo.Abrió su negro pico,dejó caer el queso;el muy astuto Zorro,después de haberlo preso,le dijo: —Señor bobo,pues sin otro alimentoquedáis con alabanzastan hinchado y repleto,digerid las lisonjasmientras digiero el queso.Quien oye aduladores,nunca espere otro premio.

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Los dos gallos

Habiendo a su rival vencido un Gallo,quedó entre sus gallinas victorioso,más grave, más pomposoque el mismo gran Sultán en su serrallo.Desde un alto pregona vocinglerosu gran hazaña. El gavilán lo advierte,lo pilla, lo arrebata, y por su muerte,quedó el rival señor del gallinero.Consuele al abatido tal mudanza:Sirva también de ejemplo a los mortales,que se juzgan exentos de los malescuando se ven en próspera bonanza.

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El lobo y el perro flaco

Distante de la aldea,iba cazando un Perroflaco, que parecíaun andante esqueleto.Cuando menos lo piensa,un Lobo lo hizo preso.Aquí de sus clamores,de sus llantos y ruegos.—Decidme, señor Lobo,¿qué queréis de mi cuerpo,si no tiene otra cosaque huesos y pellejo?Dentro de quince díascasa a su hija mi dueño,y ha de haber para todosarroz y gallo muerto.

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Dejadme ahora libre;que, pasado este tiempo,podrás comerme a gusto,lucio, gordo y relleno.Quedaron convenidos;y, apenas se cumplieronlos días señalados,el Lobo buscó al Perro.

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Estábase en su casacon otro compañero,llamado Matalobos,Mastín de los más Fieros.Salen a recibirlo;al punto que lo vieron,Matalobos bajabacon corbatín de hierro.No era el Lobo personade tantos cumplimientos;y así, por no gastarlos,cedió de su derecho.Huía, y lo llamaban;mas él iba diciendocon el rabo entre piernas:«Pies, ¿para qué os quiero?».Hasta los niños sabenque es de mayor aprecioun pájaro en la manoque por el aire ciento.

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El camello y la pulga

Al que ostenta valimiento,cuando su poder es talque ni influye en bien ni en mal,le quiero contar un cuento.En una larga jornadaun Camello muy cargado

exclamó, ya fatigado:—¡Oh que carga tan pesada!

Doña Pulga, que montadaiba sobre él, al instantese apea, y dice arrogante:—Del peso te libro yo.El Camello respondió:

—Gracias, señor Elefante.

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La mona

Subió una Mona a un nogal,y, cogiendo una nuez verde,en la cascara la muerde;conque la supo muy mal.Arrojola el animal,y se quedó sin comer.Así suele sucedera quien su empresa abandona,porque halla, como la Mona,al principio qué vencer.

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La paloma

Un pozo pintado viouna Paloma sedienta:Tiróse a él tan violenta,que contra la tabla dio.Del golpe, al suelo cayó,y allí muere de contado.De su apetito guiado,por no consultar al juicio,así vuela al precipicioel hombre desenfrenado.

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El murciélago y la comadreja

Cayó, sin saber cómo,un Murciélago a tierra;al instante le atrapala lista Comadreja.Clamaba el desdichado,viendo su muerte cerca.Ella le dice: —Muere,que por naturalezasoy mortal enemigade todo cuanto vuela.El avechucho grita,y mil veces protesta

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que él es ratón, cual todoslos de su descendencia.Con esto, ¡qué fortuna!,el preso se liberta.Pasado cierto tiempo,no sé de qué manera,segunda vez le pilla:Él nuevamente ruega;mas ella le respondeque Júpiter la ordenatenga paz con las aves,con los ratones guerra.—¿Soy yo ratón acaso?Yo creo que estás ciega.¿Quieres ver cómo vuelo?En efecto, le deja,y a merced de su ingeniolibre el pájaro vuela.Aquí aprendió de Esopola gente marinera,

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murciélagos que fingenpasaporte y bandera.No importa que haya pocosingleses comadrejas;tal vez puede de un riesgosacarnos una treta.

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El gato y las aves

Charlatanes se ven por todos lados,en plazas y en estrados,que ofrecen sus servicios, ¡cosa rara!,a todo el mundo por su linda cara.Éste, químico y médico excelente,cura a todo doliente;pero gratis: No se hable de dinero.El otro, petimetre caballero,canta, toca, dibuja, borda, danza,y ofrece la enseñanzagratis, por afición, a cierta gente.Veremos en la fábula siguientesi puede haber en esto algún engaño.La prudente cautela no hace daño.Dejando los desvanes y rinconesdesiertos de ratones,el señor Mirrimiz, Gato de maña,

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se salió de la villa a la campaña.En paraje sombrío,a la orilla de un ríode sauces coronado,en unas matas se quedó agachado.El Gatazo callaba como un muerto,escuchando el conciertode dos mil Avecillas,que en las ramas cantaban maravillas;pero callaba en vano,mientras no se acercaban a su manolos músicos volantes, pues queríaMirrimiz arreglar la sinfonía.

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Cansado de esperar, prorrumpe al cabo,sacando la cabeza: —Bravo, bravo.La turba calla: Cada cual procuraalejarse o meterse en la espesura;mas él les persuadió con buenos modos,y al fin logró que le escuchasen todos.—No soy Gato montes o campesino.Soy honrado vecinode la cercana villa:Fui Gato de un maestro de capilla;la música aprendí, y aun, si me empeño,veréis cómo os la enseño,pero gratis y en menos de una hora.

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¡Qué cosa tan sonoraserá el oír un coro de cantores,verbigracia calandrias, ruiseñores!Con estas y otras cosas diferentes,algunas de las Aves inocentescon manso vuelo a Mirrimiz llegaron:Todas en torno de él se colocaron.Entonces, con más graciay más diestro que el músico de Tracia,echando su compás hacia el más gordo,consigue gratis merendarse un tordo.

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Los dos perros

Procure ser en todo lo posible,el que ha de reprender, irreprensible.Sultán, perro goloso y atrevido,en su casa robó, por un descuido,una pierna excelente de carnero.Pinto, gran tragador, su compañero,le encuentra con la presa encarnizado,ojo al través, colmillo acicalado,fruncidas las narices y gruñendo.—¿Qué cosa estás haciendo,desgraciado Sultán?, Pinto le dice.¿No sabes, infelice,que un Perro infiel, ingrato,no merece ser perro, sino gato?

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¡Al amo, que nos fíala custodia de casa noche y día,nos halaga, nos cuida y alimenta,le das tan buena cuentaque le robas, goloso,la pierna del carnero más jugoso!Como amigo te ruego

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no la maltrates más: Déjala luego.—Hablas, dijo Sultán, perfectamente.Una duda me queda solamentepara seguir al punto tu consejo:Di, ¿te la comerás, si yo la dejo?

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La gata con cascabeles

Salió cierta mañanaZapaquilda al tejadocon un collar de grana,de pelo y cascabeles adornado.Al ver tal maravilla,del alto corredor y la guardillavan saltando los gatos de uno en uno.

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Pero, cesando al fin el sonsonete,dijo que por juguetequitó el collar al perro su señora,y se lo puso a ella.Cierto que Zapaquilda estaba bella:A todos enamora,tanto, que en la gatesca compañía,cuál dice su atrevido pensamiento,cuál se encrespa celoso;riñen éste y aquél con ardimiento.

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Congrégase al instantetal concurso gatunoen torno de la Dama rozagante,que entre flexibles colas arboladasapenas divisarla se podía.Ella, con mil monadas,el cascabel parlero sacudía.Pero, cesando al fin el sonsonete,dijo que por juguetequitó el collar al perro su señora,y se lo puso a ella.Cierto que Zapaquilda estaba bella:A todos enamora,tanto, que en la gatesca compañía,cuál dice su atrevido pensamiento,cuál se encrespa celoso;riñen éste y aquél con ardimiento,

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pues con ansia queríacada gato soltero ser su esposo.Entre los arañazos y maullidoslevántase Garraf, Gato prudente,y a los enfurecidosles grita: —Novel gente,¡Gata con cascabeles por esposa!¿Quién pretende tal cosa?¿No veis que el cascabel la caza ahuyenta,y que la dama hambrientanecesita sin duda que el marido,ausente y aburrido,busque la provisión en los desvanes,mientras ella, cercada de galanes,porque el mundo la vea,de tejado en tejado se pasea?Marchose Zapaquilda convencida,y lo mismo quedó la concurrencia.¡Cuántos chascos se llevan en la vidalos que no miran más que la apariencia!

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Los dos cazadores

Que en una marcial función,o cuando el caso lo pida,arriesgue un hombre su vida,digo que es mucha razón.Pero el que por diversiónexponer su vida quieraa juguete de una fiera,o peligros no menores,sepa de dos Cazadoresuna historia verdadera.Pedro Ponce el valerosoy Juan Carranza el prudentevieron venir frente a frenteal lobo más horroroso.El prudente, temeroso,a una encina se abalanza,y cual otro Sancho Panza,

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en las ramas se salvó.Pedro Ponce allí murió.Imitemos a Carranza.

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El ladrón

Por catar una colmenacierto goloso Ladrón,del venenoso aguijóntuvo que sufrir la pena.—La miel, dice, está muy buena:Es un bocado exquisito.Por el aguijón malditono volveré al colmenar.¡Lo que tiene el encontrarla pena tras el delito!

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Glosario

Abatido: vencido, derrotado.Acicalado: pulido, afilado.Aduladores: que halagan, lisonjean, adulan.Afligida: que sufre.Al remo: sufriendo penalidades y trabajos.Alarde: demostraciones ruidosas, vistosas.Anatomía: conocimiento de las diferentes partes del cuerpo de

los animales.Apea: baja, desmonta.Aposento: casa, habitación.Arboladas: como árboles.Ardimiento: con valentía, con intrepidez.Asno: burro, que también se puede decir pollino o

jumento. Atisbar: mirar, observar con cuidado.Avechucho: ave de figura desagradable.

Bandada: número crecido de aves que vuelan juntas.Berza: verdura parecida al repollo.Bonanza: tiempo tranquilo o sereno en el mar. También puede

significar buena suerte o éxito en lo que se hace u ocurre.

(De) cabo a rabo: por completo, entero.Calandria: pájaro de pico grueso, cantor.Campaña: campo.

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Cantarillo: se refiere al cántaro en que lleva la leche.Cántaro: vasija grande de barro o metal, barrigona y de boca

estrecha.Cautela: tener cuidado y algo de desconfianza hacia lo

sospechoso y desconocido.Ceres: diosa romana de la agricultura, las cosechas y la

fecundidad.Clamar: quejarse, dar voces lastimosas, pidiendo favor

o ayuda.Clamores: voces de tristeza y derrota.Clemencia: compasión, moderación al aplicar justicia.Collado: tierra que se levanta como un cerro, menos elevada

que el monte.Colmenar: lugar donde están las colmenas.Cóncavo: que se asemeja al interior de una circunferencia o

una esfera.(De) contado: al instante, inmediatamente.Convenidos: que hicieron un convenio, una promesa.Corvetas: andar con las patas delanteras levantadas.Coz: patada.

Denuedo: brío, esfuerzo, valor, intrepidez.Derogar: abolir, anular una norma establecida, una ley o una

costumbre.Desatino: locura, despropósito o error.Desenfrenado: que se comporta sin moderación, sin pensar en

las consecuencias.(Se) desgañita: se esfuerza violentamente gritando.Desproveída: sin alimentos.Desván: altillo, guardilla. La parte más alta de la casa, debajo

del techo, que se usa para guardar cosas.Digerir: comer.Donoso: que tiene gracia, elegancia.

Empresa: acción o tarea difícil. Para hacerla se requiere decisión y esfuerzo.

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Enajenada: que ha perdido la razón de manera permanente o transitoria.

Encarnizado: untado de sangre y feroz.Encina: es un tipo de árbol.Escarmentada: prevenida, consciente del anterior engaño.Escarmiente: aprenda.Esopo: fue un famoso escritor de fábulas griego. Es el padre de

todos los fabulistas.Espesura: lugar muy poblado de árboles y matorrales.Estrado: sitio de honor, algo elevado, en un salón de actos.Exentos: a salvo, protegidos.

Fallezco: muero.Fénix: ave fabulosa que se consumía por el fuego cada 500 años

y luego renacía de las cenizas.

Galeno: médico.Gorjeo: hacer sonidos con la voz o la garganta.Goloso: que tiene gula, come más de lo necesario.Gotoso: que padece gota, una enfermedad de las articulaciones.Grana: semillas menudas de varios vegetales.Grillos: ataduras. Las cuerdas de la red que lo aprisionaban.Guardilla: desván.(En) guisa de: con intenciones de.

Halagüeño: que halaga, que dice cosas elogiosas, bonitas.Herradores: encargados de poner las herraduras en las

pezuñas de burros y caballos.

Implorar: suplicar, rogar.Importe: ganancias.Insolencia: atrevimiento, descaro.Irreprensible: que no merece reprensión, no merece que lo

corrijan.

Jornada: camino que se anda regularmente en un día de viaje.

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Jumento: burro.Júpiter: dios principal de la mitología romana. Su nombre

significa «Padre de la luz».

Lazarillo: perro que guía o acompaña al ciego.Lisonjas: alabanzas exageradas para ganar la voluntad de

alguien.Lucio: suave, terso.

Magistrados: los que asistieron a la asamblea de cangrejos.Maña: destreza, habilidad, astucia.Marcial función: se refiere a la guerra.Mastín: perro de caza.Medroso: miedoso.Monada: gesto o ademán gracioso.Monsieur: en francés, señor.Mudanza: cambio.Músico de Tracia: se refiere a Orfeo, el músico más famoso de

la mitología griega.

Nogal: árbol de tronco grueso.Novel: nuevo. Inexperto, sin experiencia.

Ochavo: moneda española de cobre.

Paraje: lugar.Parlero: que habla mucho. En este caso se refiere a que hace

ruido.Patarata: cosa ridícula y despreciable. Fácil.Perdiz: ave un poco más grande que una paloma, común en

España.Petimetre: persona que se ocupa mucho de su compostura y de

seguir las modas.Piltrafas: restos de comida, carne flaca que es casi pellejo.Pocilga: el lugar donde guardan a los cerdos.Poltrón: flojo, perezoso, haragán, enemigo del trabajo.

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Pollino: burro.(A) porfía: mucho.Portento: cosa, acción o suceso que por su extrañeza o

novedad causa admiración.Pregona: dice en voz alta, para que lo oigan todos.Presteza: rapidez, diligencia.Prorrumpe: sale rápidamente, con ruido y fuerza.Próspera: abundante.Providencia: se refiere a Dios.

Recado: mensaje o respuesta.Recelo: sospecha, desconfianza.Remontar el vuelo: ascender por el aire.Rozagante: vistosa, bella.

Saciar: satisfacer, llenar, complacer.Saña: furia, rencor.Sauce: árbol que crece hasta 20 metros y se da a la orilla de los

ríos.Serrallo: harén; palacio donde viven las esposas del sultán (el

sultán era un rey que tenía varias).Soguero: los sogueros, o mozos de cordel, arrastraban cosas

con cuerdas, de espaldas.Sombrío: oscuro, lleno de sombras.Súbitamente: de repente.

Tabique: pared.Teóricas razones: que sólo eran ideas, pero no se ponían en

práctica.Tordo: pájaro muy común en España.Traza: modo, apariencia o figura de alguien o algo.Treta: engaño sutil e ingenioso para conseguir algo.Turba: multitud de gente confusa y desordenada.

Ufano: arrogante, presuntuoso, engreído.Usanza: costumbre.

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Valimiento: valía, importancia.Vano: inútil. «En vano», también significa lo mismo.Verbigracia: por ejemplo.Villa: pueblo o ciudad.Vocinglero: que habla mucho, pero dice cosas sin importancia.

Zagal: pastor joven.

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l i b r o a l v i e n t o

t í t u l o s m á s r e c i e n t e s

Colección UniversalEs de color naranja y en ella se agrupan todos textos que tienen valor universal, que tienen cabida dentro de la tradición literaria sin distinción de fronteras o épocas.

Colección CapitalEs de color morado y en ella se publican los textos que tengan como temática a Bogotá y sus alrededores.

Colección InicialEs de color verde limón y está destinada al público infantil y pri-meros lectores.

Colección LateralEs de color azul aguamarina y se trata de un espacio abierto a géneros no tradicionales como la novela gráfica, la caricatura, los epistolarios, la ilustración y otros géneros.

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83 Calidez aislada Camilo Aguirre Premio Beca de Creación Novela Gráfica 2011

84 Ficções. Ficciones desde Brasil Joaquim María Machado De Assís Afonso Henriques De Lima Barreto Graciliano Ramos · Clarice Lispector Rubem Fonseca · Dalton Trevisan Nélida Piñón · Marina Colasanti Tabajara Ruas · Adriana Lunardi

85 Lazarillo de Tormes Anónimo

86 ¿Sueñan los androides con alpacas eléctricas? Antología de ciencia ficción contemporánea latinoamericana Jorge Aristizábal Gáfaro · Jorge Enrique Lage Bernardo Fernández · José Urriola Pedro Mairal · Carlos Yushimito

87 Las aventuras de Pinocho Historia de una marioneta Carlo Collodi Traducción de Fredy Ordóñez

88 Recetario santafereño Selección y prólogo de Antonio García Ángel

89 Cartas de tres océanos 1499-1575 Edición y traducción de Isabel Soler e Ignacio Vásquez

90 Quillas, mástiles y velas Textos portugueses sobre el mar

91 Once poetas brasileros Selección y prólogo de Sergio Cohn Traducción de John Galán Casanova

92 Recuerdos de Santafé Soledad Acosta de Samper

93 Semblanzas poco ejemplares José María Cordovez Moure

94 Fábulas de Samaniego Félix María Samaniego Ilustradas por Olga Cuéllar

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f á b u l a s d e s a m a n i e g o f u e

e d i t a d o p o r e l i n s t i t u t o

d i s t r i t a l d e l a s a r t e s - i d a r t e s

p a r a s u b i b l i o t e c a libro al viento

b a j o e l n ú m e r o n o v e n t a y c u a t r o

y s e i m p r i m i ó e l m e s d e n o v i e m b r e

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libro alviento

Este ejemplar de

Libro al Viento es gratuito, pero además es un bien público. Después de leerlo devuélvalo a los

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