Ezquieta & frc el cuarto prohibido

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Adaptación de El cuarto prohibido

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ESCENA 1

Interior de un aula. Mientras no llega el profesor de lengua, los alumnos juegan a pasarse por los aires un objeto. Ese objeto, a modo de pelota, sale disparado hacia la puerta, justo en el momento

en el que se oyen pasos. Una alumna recoge el objeto del suelo y da la voz de alarma.

HIJA MEDIANA— ¡Que viene, que viene...!

Los alumnos intentan recuperar su sitio original. La coreografía es humorística: una especie de juego de la silla. La hija mediana, sorprendida por el profesor, retrocede incorporándose

lentamente.

PROFESOR— ¡Buenos días!

Los alumnos responden al unísono, con desgana y una burla enmascarada.

ALUMNOS— ¡Buenos días, Señor Carmona!

GIGANTE— ¡Buenos días, Señor Cara de mona!

El profesor no percibe la burla sobre su apellido, aunque se extraña de las risas contenidas. Coge de su cartera el libro de texto y anuncia:

PROFESOR— Abrimos el libro de lengua por la página 33. [Se dirige con seriedad a los alumnos mal sentados mencionando sus apellidos] Fafíán, Santiso, Martínez: ¡Siéntense bien! ¡Hace falta que les recuerde que no estamos en el salón de sus casas!

La alumna más menuda levanta el brazo lentamente, aunque con decisión. Los compañeros la miran con recelo por su osadía.

HIJA PEQUEÑA—Señor Carmona. ¿Podría hacer hoy una excepción? Venimos cansados de Educación Física. ¡Si usted quisiera leernos un cuento...!

ALUMNO— [Con disimulo, acercándose al oído del compañero] ¡Menuda pelota!

PROFESOR— ¿De verdad queréis que os lea un cuento? [Pausa prolongada: el profesor medita qué hacer ante la petición de una buena alumna] Está bien. Corregiremos mañana los ejercicios. [Abre la cartera, de la que saca un libro ilustrado: El cuarto prohibido]. ¿Qué tal éste?

Los alumnos responden con indiferencia, aunque satisfechos de que el profesor no de la clase esperada.

ALUMNOS— ¡Bien! Ese está bien.

ALUMNO— [Acercándose de nuevo al oído del compañero] ¡Por mí, como si nos lee el folleto de las ofertas de Alcampo!

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ESCENA 2

Las luces se van apagando, iluminando sólo al profesor. Éste comienza a leer lenta y enfáticamente el texto.

PROFESOR— El Cuarto prohibido. Érase una vez un leñador muy pobre, que tenía tres hijas.[Se ilumina la parte del escenario que representa el bosque] Cada mañana iba a cortar leña al bosque, para venderla y así mantener a la familia. [Sale a escena el leñador] Un buen día, el leñador encontró un árbol grande, y viejo como ningún otro. Sin pensárselo mucho, empezó a darle hachazos [Comienza a golpear el árbol] hasta que, una vez, el golpe sonó hueco, y el hacha le saltó de las manos y fue a colarse por la grieta abierta del tronco.

LEÑADOR— ¡Fatalidad! ¡Mi hacha! ¡Maldita sea mi suerte!

PROFESOR— Al momento se oyó un grito terrible y un gruñido [Se oyen sucesivamente el grito y el gruñido], que hizo temblar hasta a la hierba.

ESCENA 3

El profesor desaparece de escena. Las luces iluminan ahora el bosque.

GIGANTE— [Saliendo del agujero, grita con furia] ¿Quién se atreve a romper mi casa, despertarme de mis sueños y cortarme con un hacha?

LEÑADOR —¡He sido yo, señor! No me haga daño, que soy pobre y tengo tres hijas que mantener.

GIGANTE—Pues si quieres recuperar el hacha, tendrás que decirle a tu hija mayor que la venga a buscar.

ESCENA 4

Las niñas ponen la mesa. Una reparte los platos, otra tiene los cubiertos, la tercera, los vasos.

LEÑADOR—¡Hijas: no pongáis la mesa! Hoy nada traigo que comer. No he podido vender la leña en el pueblo.

HIJA MAYOR—¡Padre! ¿Dónde está su hacha?

LEÑADOR—La he perdido.

HIJA MAYOR—Todavía no es noche. ¡Vayamos a buscarla! Sin el hacha, nos moriremos de hambre.

LEÑADOR— [Consternado] El hacha se me ha caído dentro del tronco del árbol que pretendía talar.

HIJA MENOR—Busquémosla allí. Padre, ¿ha olvidado el camino? ¿A ese lugar del bosque no sabe

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volver?

LEÑADOR— [Irritado] Mocosa, bien sé yo dónde ha comenzado mi ruina... [Se queda en silencio, meditando cómo explicarles a sus hijas el conflicto] Pero es que ese árbol hueco es... [Tras una pausa prolongada que busca promover el misterio, alza la voz] la casa de un monstruoso gigante.

HIJAS— [Gritan al unísono] ¡Un gigante!

LEÑADOR—¡Sí! ¡Un gigante!

Todos quedan en silencio, hasta que las niñas, con desesperación e inocencia aportan ideas al abatido padre.

HIJA MEDIANA—Sin hacha, ¿qué podremos hacer?

HIJA PEQUEÑA— [Decidida] ¡Vayamos a recuperarla!

LEÑADOR—¡Insensata! ¡Es grande como un olmo, tan fuerte como un roble! Astuto, también parece ser. [Pensativo] Me ha pedido un trato que no puedo cumplir.

Rompe el silencio la decidida hija pequeña.

HIJA PEQUEÑA— ¿Cuál, padre?

LEÑADOR— [Abrumado] Quiere que una de vosotras a su casa vaya a servir.

HIJA MAYOR—¡Yo iré! Si le devuelve el hacha, todas habremos de comer. Y tal vez [Meditativa] algún día pueda volver.

ESCENA 5

Padre y primogénita se acercan al tronco hueco... Al oírlos el gigante pregunta.

GIGANTE— ¿Quién anda ahí?

LEÑADOR— [Asustado] Soy yo, señor.

GIGANTE— Veamos que me traes. [Mirando a la chica como quien evalúa un objeto] ¡No está nada mal! [Dirigiéndose a la chica] Si haces lo que te mande, serás dueña de todo cuanto tengo. [Dirigiéndose al padre] A ti, en pago por tu hacha, te daré una moneda de oro.

HIJA MAYOR—¡Trato hecho! ¡No se hable más!

Muy contenta entra en la casa cantando una canción tirolesa.

GIGANTE— [Planteándole una trampa] Ahora tengo que irme. Tienes la comida servida; cómetela antes de que se te enfríe.

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Cuando se queda sola, se acerca al plato; y, al ver el contenido, grita espantada.

HIJA MAYOR—¡Una oreja! ¿Cómo me voy a comer una oreja cruda y peluda? ¡Ni loca![Entonces, sintiendo repugnancia, coge la oreja con la punta de los dedos y la tira al granero]

ESCENA 6

Entra el gigante. La niña está limpiando con un trapo la casa. El gigante mira la mesa. Levanta el plato y lo enseña al auditorio.

GIGANTE—[Esperando que caiga en la trampa] ¿Has comido bien?

HIJA MAYOR—¡Sí, señor! [Contesta titubeante]

GIGANTE—[Dirigiéndose al centro del auditorio] Orejita, ¡dónde estás?

Se oye una voz infantil.

OREJITA—¡Aquí, mi amo, en medio del granero!

El gigante, enfurecido, agarra a la muchacha por los pelos y le grita.

GIGANTE— ¡Mentirosa! ¡Me las pagarás por tramposa!

La arrastra hacia el cuarto del fondo. Una luz ilumina el panel que simboliza el cuarto prohibido. La niña no deja de gritar. Se ve la silueta de una figura agigantada por la luz. El gigante empuña el hacha. Se oye un ruido violento, seco, un último grito desgarrador. Aparece en escena rodando la

cabeza de una muñeca. El gigante la recupera y se limpia las manos contra sus ropas.

ESCENA 7

Exterior de la casa del gigante. El padre y la hija mediana merodean alrededor del árbol buscando a la hija mayor.

LEÑADOR— ¡Chisss! ¡No hagas ruidos! No vaya a ser que nos vea…

HIJA MEDIANA— [Pisa una rama: se oye un chasquido] ¡Ay, papaíto!

GIGANTE— ¿Quién anda ahí?

Sale el gigante. La hija mediana se esconde.

LEÑADOR— ¡Buenos días tenga usted, señor Gigante! [Atemorizado, intentado ocultar su pánico] Vengo de recoger la leña. Aunque sin el hacha, la mayor parte del tiempo la paso recogiendo las ramas rotas del suelo. ¿Podría devolverme el hacha?

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GIGANTE— ¿Cómo te atreves a mencionar el hacha? ¿Quieres que recuerde el daño que me hiciste y acabe enfureciéndome?

LEÑADOR— ¡Oh, no, señor! [Intentando evitar su furia] ¿Qué hay de mi primogénita?

GIGANTE— Pues a la muchacha no le va mal, pero está un poco aburrida. [Pausa en la que el gigante alumbra una idea: se frota la cabeza] Si me traes otra hermana para que le haga compañía, te daré otra moneda de oro.

LEÑADOR— ¡Preferiría el hacha!

GIGANTE— [Enfurecido] ¡No vuelvas a mentar el hacha. ¡No estás en posición de elegir nada!

Sale la hija mediana de su escondite.

HIJA MEDIANA— ¡Padre! Déjeme quedarme con mi hermana.

El gigante le enseña otra moneda.

LEÑADOR— [Recogiendo la moneda, sin manifestar mucho dolor] ¡Ay, hija mía! ¿Me dejaréis sólo?

El gigante comienza a revolotear alrededor de la chica. Se dirigen juntos a la entrada del árbol. El gigante pretende engatusarla.

GIGANTE—¡Cuidado con hacer ruido! Tu hermana está durmiendo. Ahora después de comer la despertaremos. Porque tú estarás también hambrienta... Si haces lo que te mande, serás dueña de todo cuanto tengo. [Señala la mesa] Tienes la comida servida; come antes de que se enfríe.

El gigante se va. La hija mediana comienza a curiosear. Canta una canción tirolesa. Se acerca a la mesa, coge la oreja del plato, la muestra al público y grita.

HIJA MEDIANA —¡Una oreja! ¿Cómo me voy a comer una oreja llena de pajas, cruda y peluda? ¡Ni hablar! [Coge la oreja con repugnancia y la tira. Se oye un ruido de agua] ¡Ay, qué puntería: se cayó en el pozo!

ESCENA 8

Vuelve el gigante. La niña comienza a limpiar con un trapo la casa. El gigante mira la mesa. Levanta el plato y lo enseña al auditorio.

GIGANTE—[Esperando que caiga en la trampa] ¿Has comido bien?

HIJA MAYOR—¡Sí, señor! [Contesta titubeante]

GIGANTE—[Dirigiéndose al centro del auditorio] Orejita, ¿dónde estás?

Se oye una voz infantil.

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OREJITA—¡Aquí, mi amo, congelándome en el pozo!

GIGANTE— ¡Otra que me quería engañar! ¡Pues también me las vas a pagar!

Arrastra a esta también hacia el cuarto del fondo. Una luz ilumina el panel que simboliza el cuarto prohibido. La niña no deja de gritar. Se ve la silueta de una figura agigantada por la luz. El gigante empuña el hacha. Se oye un ruido violento, seco, un último grito desgarrador. Aparece en escena rodando la cabeza de una muñeca. El gigante la recupera y se limpia las manos contra sus

ropas.

ESCENA 9

Exterior de la casa del gigante. El padre y la hija pequeña rodean la casa del gigante. La hija pequeña lleva una agujas de tejer o una rueca de bordar. Lleva una aguja de plata prendida del vestido. El gigante, al oír ruidos sale.

GIGANTE— ¿Quién anda ahí? ¡Ah! ¡Eres tú otra vez! ¿Y quién viene contigo?

LEÑADOR— Es mi benjamina, señor.

GIGANTE— ¡Pues qué bueno que sea hacendosa! Las muchachas la echan en falta, y aquí sobra que coser. [Se dirige a la chiquilla] Si te quedas, le daré a tu padre otra moneda de oro, y no tendrá que trabajar más.

HIJA PEQUEÑA—¡Padre, por favor! ¡Déjeme ir con mis hermanas!

LEÑADOR— ¿Hija, cómo haré yo para soportar la soledad?

El gigante, sonriente, le tira la moneda. El padre la bloca de un salto. Se encoge de hombros

y se despide.

LEÑADOR— ¡Ya llamaréis! [Se despide]

ESCENA 10

Interior de la casa del gigante. La pequeña busca con sigilo por toda la casa. Le resulta extraño no ver a sus hermanas, pero, sagaz, disimula para que no desconfíe el gigante.

GIGANTE—¡Cuidado con hacer ruido! Tus hermanas está durmiendo. Ahora después de comer las despertaremos. Porque tú estarás también hambrienta... Si haces lo que te mande, serás dueña de todo cuanto tengo. [Señala la mesa] Tienes la comida servida; come antes de que se enfríe. Yo tengo que marcharme, pero pronto volveré.

El gigante se va. La hija pequeña comienza a curiosear. Cuando la niña está segura de estar sola, se acerca a mesa, coge el plato, lo muestra al público y grita.

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HIJA PEQUEÑA—¡Una oreja! ¿Cómo me voy a comer una oreja remojada, llena de pajas, cruda y peluda? [Se queda pensando un rato] ¿Y quién va a saber si me la he comido?

Coge la oreja y la esconde debajo del vestido. El gigante entra frotándose las manos con la intención de recoger el fruto de su nuevo engaño.

GIGANTE—[Mirando para el público] ¿Has comido bien?

HIJA PEQUEÑA—¡Estupendamente, señor! [Contesta decidida]

GIGANTE—[Se encoge de hombros y dice] Orejita, ¡dónde estás?

Se oye otra vez la voz infantil de la oreja.

OREJITA—¡Aquí, mi amo, bien calentita en esta barriguita!

El gigante, perplejo, dice jubiloso:

GIGANTE—¡Pues de ahí no te vas a mover, que esa barriguita es de mi mujer!

El gigante le entrega las llaves de la casa a la niña. Coge un paño de lienzo blanco y se lo ofrece.

GIGANTE—Acaba de coser estas sábanas, que quiero estrenarlas esta noche. Después puedes hacer lo que quieras. Ahora tengo que marcharme. ¡Ah! ¡No abras la puerta del cuarto del fondo del pasillo!

ESCENA 11

En cuanto sale de escena, la niña mira si se ha ido. Sin pensarlo, se dirige al cuarto prohibido. Abre la puerta con dificultad. Al contemplar lo que hay dentro, grita. Le caen las llaves al suelo. Se

manchan de sangre.

HIJA PEQUEÑA—¡Se han manchado de sangre!

Se oyen pasos. Es el Gigante que se acerca. Cierra la puerta del cuarto y se dirige al fregadero a lavar las llaves. Las frota con mucha intensidad.

HIJA PEQUEÑA—¡No sale la sangre!

Coge la aguja de plata de su solapa y se la clava en un dedo.

HIJA PEQUEÑA—¡Ay! [Chilla]

ESCENA 12

Entra el gigante.

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GIGANTE—¿Has acabado con la costura?

HIJA PEQUEÑA—¡Casi, señor!

GIGANTE— ¡Dame las llaves! [Las mira con detenimiento] ¿Y esta mancha de sangre?

HIJA PEQUEÑA— [Mirando al público] Me he pinchado al coser.

GIGANTE—¡Vaya! Te buscaré un dedal, a ver si acabas las sábanas de una vez... Y merienda bien, que tienes que comer para ti y para la oreja.

Se marcha de nuevo.

ESCENA 13

En cuanto el gigante se marcha, la muchacha vuelve corriendo al cuarto prohibido. Sobre una mesa estaban las dos cabezas cortadas, una tinaja de agua y un tarro con ungüento. Las saca para

que las vea el público.

HIJA PEQUEÑA—¿Qué tendrá este tarro? [Mete la mano. La herida se cura inmediatamente] ¡Es un ungüento mágico!

Une las cabezas con los cuerpos, cose con aguja e hilo, les embadurna el cuello de ungüento y, finalmente, lava a sus hermanas con el agua de la tinaja. Las muchachas abren los ojos como si

nada hubiera pasado.

HIJAS MAYOR Y MEDIANA—¿Qué ha pasado?

HIJA PEQUEÑA—¡Vámonos!

La mayor coge el hacha. La mediana le roba al Gigante joyas de los cofres. La pequeña lleva el tarro del ungüento. Salen de la casa.

HIJA PEQUEÑA—¡Escondámonos!

ESCENA 14

Aparece el Gigante. Husmea alrededor del árbol. Finalmente acaba entrando. La hija pequeña saca de sus ropas la oreja y la deja caer por el agujero al interior del árbol.

HIJA PEQUEÑA—¡Ayudadme! ¡Tenemos que cubrir la entrada con ungüento para que no pueda salir!

Se apresuran.

HIJAS MAYOR Y MEDIANA—¡Funciona! ¡Funciona! [Comienzan a bailar en corro]

El gigante comienza a gritar.

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GIGANTE—¡Sacadme de aquí! ¡Sacadme de aquí! ¡Sacadme de aquí!

Un alarido desgarrador coincide con el oscurecimiento del escenario. Tras una pausa que sirva para recomponer la escena, el escenario comienza a iluminarse poco a poco. El aula en la que

comenzó la lectura está ocupada por los alumnos. Tienen las cabezas apoyadas en los pupitres. El profesor sigue leyendo con el libro en la mano.

PROFESOR— ... El tronco del árbol nunca más volvió a abrirse. Las tres hermanas se fueron felices, y allí se quedó el gigante para siempre. Y colorín, colorete, por la chimenea salió un foguete.

FIN

ITZIAR EZQUIETA, El cuarto prohibido, Oqo, Pontevedra, 2005.