Extracto Del Capítulo 2

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Antecedente I. Los nuevos temperamentos. Nietzsche y Kandinsky: de tragedia y abstracción Me atrevo a caracterizar los nuevos temperamentos emergentes durante el siglo XIX –en comparación con los detectados en el extracto de Goethe con que finalizo el capítulo anterior- basándome nada más y nada menos que en el filósofo Friedrich Nietzsche y el pintor Vasili Kandinsky. Perdón por el atrevimiento… Conservo todavía, como el efesio (Heráclito) un aristocrático desprecio por la moral, la comodidad y la quietud, y como él, glorifico la lucha, pero contrariamente al antiguo filósofo, he permitido que la lucha entre en mi alma, de modo que mi espíritu se ha transformado en un campo de batalla entre las dos visiones del mundo: la judeocristiana y la grecorromana, la moral y la amoral. (…) Al luchar contra los filisteos me transformé yo mismo en filisteo, y abandoné el deseo de la razón por el deseo ciego del poder, el deseo que se destruye a sí mismo en la impotencia (…) Ahora en las garras de esta parálisis rastrera que convierte cada párrafo que escribo en un calvario del espíritu, una angustia apocalíptica, comprendo más que nunca que mi cruzada contra Sócrates era realmente una guerra contra mí mismo, es decir, la parte de mi ser racional que poseo en común con Heráclito, mi voluntad para razonar, mi pasión por la Verdad absoluta (…) (…) Por el contrario, los dioses han sido amables conmigo, y mediante la lección de la parálisis y enfermedad del cerebro me han enseñado a valorar mucho más la salud física y moral, aplastando mi frenesí dionisíaco para apreciar mejor la calma apolínea y la razón de Sócrates. Friedrich Nietzsche, "Mi hermana y yo" (1981), EDAF. Madrid, pp.94-95. Déjame intentar analizar la personalidad del filósofo Friedrich Nietzsche desde el punto de vista clásico de la psicología de los rasgos de la personalidad basándome en el texto reproducido y entendiendo eso, los rasgos, como patrón conductual más o menos estable a lo largo del tiempo. Es un suponer. El psicólogo y profesor norteamericano Richard M. Ryckman tipifica en 1.997 algunas de las personalidades destacadas de la historia con supuestos trastornos mentales. En su trabajo relaciona a Nietzsche con la esquizofrenia y otras psicosis. Puede ser o puede no ser así. Lo que parece verídico es que el filósofo alemán murió apartado del mundo y con una grave afección degenerativa neural provocada por la sífilis contraída unos años antes. La sífilis es un proceso vírico; la esquizofrenia se hace presente debido a factores ambientales 1 . En cualquier caso, mi intención no es averiguar si -al margen del proceso vírico degenerativo- el filósofo padeció la enfermedad de la esquizofrenia, sino qué rasgos de su personalidad se pueden extraer del denso texto seleccionado. Y lo hago siguiendo lo que podríamos calificar como un sistema tradicional de clasificación de rasgos, como el propuesto por Ryckman y otros especialistas, así el psicólogo conductista inglés Hans Eysenck y su modelo trifactorial conocido como PEN (1967). En principio, el temperamento de Nietzsche se nos presenta pendulando entre dos extremos: el de lo moral y lo amoral; entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Analizo los rasgos de personalidad detectados en el texto desde el punto de vista de Eysenck, aun dejando de lado las cuestiones biológicas. Este modelo presenta una potente jerarquización metodológica de lo mental: partiendo de una respuesta conductual específica se fija en la respuesta habitual, descubriendo un rasgo, que convierte a continuación en tipo de personalidad. Espero no estar siendo demasiado técnico. Eysenck propone tres tipos fundamentales definitorios de la personalidad -neuroticismo, extraversión y psicoticismo-. A los tres se llega a través del análisis jerárquico indicado y en base a diferentes ítems que voy a aplicar al texto del filósofo alemán. En cuanto al neuroticismo, partiendo de respuestas específicas -"me transformé yo mismo en filisteo", "una guerra contra mí mismo"- se pueden detectar respuestas habituales de fuerte ansiedad, 1 Sé que esto es muy discutible. Muchos especialistas han descubierto que determinadas alteraciones orgánicas en el cerebro, como las que puede causar las sífilis, pueden generar cambios importantes en la percepción, alucinaciones, psicosis,… No lo puedo discutir. Soy psicólogo; no neurólogo ni médico… Pero sí que parece que en la mayoría de las ocasiones las alucinaciones y otras psicosis se hacen presentes debido a estresores externos sin que sea necesario que haya alguna causa fisiológica interna, ni mucho menos genética.

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Extracto del segundo capítulo libro "Mentalidad humana"

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Antecedente I. Los nuevos temperamentos. Nietzsche y Kandinsky: de tragedia y abstracción

Me atrevo a caracterizar los nuevos temperamentos emergentes durante el siglo XIX –en

comparación con los detectados en el extracto de Goethe con que finalizo el capítulo anterior- basándome nada más y nada menos que en el filósofo Friedrich Nietzsche y el pintor Vasili Kandinsky. Perdón por el atrevimiento…

Conservo todavía, como el efesio (Heráclito) un aristocrático desprecio por la moral, la comodidad y

la quietud, y como él, glorifico la lucha, pero contrariamente al antiguo filósofo, he permitido que la lucha entre en mi alma, de modo que mi espíritu se ha transformado en un campo de batalla entre las dos visiones del mundo: la judeocristiana y la grecorromana, la moral y la amoral. (…) Al luchar contra los filisteos me transformé yo mismo en filisteo, y abandoné el deseo de la razón por el deseo ciego del poder, el deseo que se destruye a sí mismo en la impotencia (…)

Ahora en las garras de esta parálisis rastrera que convierte cada párrafo que escribo en un calvario del espíritu, una angustia apocalíptica, comprendo más que nunca que mi cruzada contra Sócrates era realmente una guerra contra mí mismo, es decir, la parte de mi ser racional que poseo en común con Heráclito, mi voluntad para razonar, mi pasión por la Verdad absoluta (…)

(…) Por el contrario, los dioses han sido amables conmigo, y mediante la lección de la parálisis y enfermedad del cerebro me han enseñado a valorar mucho más la salud física y moral, aplastando mi frenesí dionisíaco para apreciar mejor la calma apolínea y la razón de Sócrates.

Friedrich Nietzsche, "Mi hermana y yo" (1981), EDAF. Madrid, pp.94-95.

Déjame intentar analizar la personalidad del filósofo Friedrich Nietzsche desde el punto de vista

clásico de la psicología de los rasgos de la personalidad basándome en el texto reproducido y entendiendo eso, los rasgos, como patrón conductual más o menos estable a lo largo del tiempo. Es un suponer.

El psicólogo y profesor norteamericano Richard M. Ryckman tipifica en 1.997 algunas de las personalidades destacadas de la historia con supuestos trastornos mentales. En su trabajo relaciona a Nietzsche con la esquizofrenia y otras psicosis. Puede ser o puede no ser así. Lo que parece verídico es que el filósofo alemán murió apartado del mundo y con una grave afección degenerativa neural provocada por la sífilis contraída unos años antes. La sífilis es un proceso vírico; la esquizofrenia se hace presente debido a factores ambientales1. En cualquier caso, mi intención no es averiguar si -al margen del proceso vírico degenerativo- el filósofo padeció la enfermedad de la esquizofrenia, sino qué rasgos de su personalidad se pueden extraer del denso texto seleccionado. Y lo hago siguiendo lo que podríamos calificar como un sistema tradicional de clasificación de rasgos, como el propuesto por Ryckman y otros especialistas, así el psicólogo conductista inglés Hans Eysenck y su modelo trifactorial conocido como PEN (1967).

En principio, el temperamento de Nietzsche se nos presenta pendulando entre dos extremos: el de lo moral y lo amoral; entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Analizo los rasgos de personalidad detectados en el texto desde el punto de vista de Eysenck, aun dejando de lado las cuestiones biológicas. Este modelo presenta una potente jerarquización metodológica de lo mental: partiendo de una respuesta conductual específica se fija en la respuesta habitual, descubriendo un rasgo, que convierte a continuación en tipo de personalidad.

Espero no estar siendo demasiado técnico. Eysenck propone tres tipos fundamentales definitorios de la personalidad -neuroticismo,

extraversión y psicoticismo-. A los tres se llega a través del análisis jerárquico indicado y en base a diferentes ítems que voy a aplicar al texto del filósofo alemán.

En cuanto al neuroticismo, partiendo de respuestas específicas -"me transformé yo mismo en filisteo", "una guerra contra mí mismo"- se pueden detectar respuestas habituales de fuerte ansiedad,

1 Sé que esto es muy discutible. Muchos especialistas han descubierto que determinadas alteraciones orgánicas en el cerebro, como

las que puede causar las sífilis, pueden generar cambios importantes en la percepción, alucinaciones, psicosis,… No lo puedo

discutir. Soy psicólogo; no neurólogo ni médico… Pero sí que parece que en la mayoría de las ocasiones las alucinaciones y otras

psicosis se hacen presentes debido a estresores externos sin que sea necesario que haya alguna causa fisiológica interna, ni mucho

menos genética.

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variabilidad, excitabilidad, pesimismo; rasgos todos ellos un tanto excesivos en cuanto a la personalidad del alemán -como todo en él-. Casi al final de su vida (el texto lo escribe estando recluido en un asilo de Jena, pocos años antes de su muerte), Nietzsche se observa a sí mismo como un ser contradictorio: su espíritu es un campo de batalla entre dos visiones del mundo, al mismo tiempo que agradece a los dioses la posibilidad de valorar mucho más la salud física y moral. Si hubiéramos podido aplicar al alemán los numerosos test que Eysenck diseñó, sin ninguna duda nos encontramos ante un caso de alto neuroticismo, con respuestas emocionales desproporcionadas e inestables.

Una pesada auto observación, que es característica de toda su vida, nos muestra a un Nietszche introvertido, retraído, desde luego nada tranquilo o reservado; pero sí inmerso en pensamientos sobre sí mismo que transmiten poca sociabilidad u optimismo. "Conservo todavía", "comprendo más que nunca", nos presentan a lo largo de todo el texto respuestas específicas que manifiestan esa observación convertida en respuesta habitual sobre sí mismo. No hay muestras de rasgos que, como la expansividad, la desinhibición, despreocupación… transmitan una personalidad extrovertida: más bien queda patente una fuerte introversión.

Introversión que queda íntimamente ligada a un rasgo fuertemente egocentrista: "glorifico", "he permitido", "abandoné"… son formas lingüísticas siempre en primera persona -lo que es frecuente en toda la obra del alemán- que se concretan como respuestas específicas que se convierten en habituales, dando lugar al rasgo mencionado. No hay un solo rasgo relacionado con el tipo control -altruismo, socialización, empatía…- sino que el texto entero transmite un fuerte desinterés por normativas, una cierta agresividad y frío emocional. Todos estos rasgos, basados en las respuestas específicas y habituales, permiten calificar al filósofo como una persona con un alto nivel de psicoticismo.

En resumen, y prescindiendo de la enfermedad vírica que Friedrich Nietzcshe padece y de la posible esquizofrenia propuesta por Ryckman, el texto nos muestra una personalidad con elevados grados de neuroticismo, introversión y psicoticismo; cargada, pues de características plenas de sobreactividad en relación a la propia introspección, egocentrista y desatendida de las pautas sociales.

¿Y?

Gozamos en la comprensión inmediata de la figura, todas las formas nos hablan; no existe nada indiferente e innecesario (Nietzsche, 1872, p. 230).

Desde bien jovencito he considerado y sigo considerando al alemán como el pensador que

revoluciona la filosofía en el siglo XIX. Su pensamiento se basa en los fragmentos de Heráclito quizá tanto como en los excesos emotivos del Romanticismo, subvirtiéndolos. Construye las bases del llamado historicismo en filosofía y sociología, y los efectos de sus ideas se dejan sentir con potencia en la era contemporánea, tanto en el postestructuralismo como en el postmodernismo, como muestra el profesor de Estética de la Universidad de Turín, Gianni Vattimo (1985; 1990). Me da absolutamente igual que sea un neurótico, esquizofrénico y todo eso. ¿Qué es ser todas esas cosas? El breve ejercicio de análisis basado en las propuestas de Eysenk no sirve para nada. Bueno sí: para mostrar que no sirve para nada.

Como veremos en los próximos apartados, ninguna teoría psicológica de la mente sirve para nada; ni siquiera la que yo mismo apenas expondré en el último capítulo. Ninguna explica nada, ni nos da pautas de actuación en absolutamente ninguna situación, ni terapéutica ni del tipo que sea. Los psicólogos pasamos años y años estudiando ese tipo de teorías en nuestras licenciaturas, grados y postgrados. No digo que no sea bueno conocerlas para así poder ver eso, que no son útiles, que quien se aferra a ellas no está haciendo ningún bien, aun cuando no sea responsable de ello.

Más adelante expondré (o sea pondré en exposición pública), como digo, algunas propuestas más o menos propias. ¿Cómo me atreveré a hacerlo después de haber dicho lo que acabo de decir? Porque no son teorías psicológicas al uso, aunque las esté exponiendo un psicólogo. Son teorías culturales. Lo que somos y lo que fuimos es cultura, en ningún caso rasgos de personalidad. Lo que seremos depende de lo que queramos hacer con nosotros mismos; de nuestras intenciones y de los sentidos culturales que encontremos en nuestras auto narraciones. Y ahora quiero hacer una narración diferente –muy breve como siempre- de quién es Friedrich Nietzsche, el filósofo de mi adolescencia, pero también el de la adolescencia –o, mejor, preadolescencia- de la Postmodernidad.

Nietzsche es seguramente el primer filósofo de la Modernidad auténticamente crítico, construyendo formas de pensar que atacan a las bases de las ideas tradicionales en todos los campos de lo que es humano, incluyendo la noción de lo estético, por ejemplo; déjame centrarme en eso, por

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favor. En “El nacimiento de la tragedia” (1872) aparece su idea dicotómica de lo dionisiaco y lo apolíneo como formas diferentes de vivir la vida. Pero pronto (ya en esta obra) apuesta por la opción dionisíaca. No trata de interpretar el viejo mito griego sino que lo utiliza como un símbolo de lo que es toda su filosofía (Jaspers, 1963) y lo adopta como una propuesta de principio de lo que debe ser la experiencia estética frente a puntos de vista anteriores. Por ello entiendo que, aun no siendo explícitamente un esteta, sus ideas suponen una ruptura significativa con las formas de ver y hacer lo artístico en el Siglo XIX y los nuevos rumbos que se adoptan en el XX.

¿Por qué adoptar la filosofía estética del alemán y no la moral o política, por ejemplo? Y ¿por qué no? La filosofía de Nietzsche es una filosofía del exceso, de la voluptuosidad. De la fiesta sin motivo, la

orgía y el juego sin límites (Bataille, 1967). En “La genealogía de la moral” critica duramente a los artistas como “… los ayudas de cámara de una moral, o de una filosofía, o de una Religión…” (1887, p. 118) y repudia las ideas de Kant sobre el arte como aquello desinteresadamente bello. Muestra lo dionisíaco como una manifestación de la excitación de la voluntad por lo bello. Excitación no ajena a lo sexual, a lo intrigante y a lo que provoca reacciones intensas en los sentidos. No hay inocencia en lo bello, ni en el artista ni en el espectador (a quien también considera actor en su interacción con el objeto artístico), sino voluntad de excitar los sentidos y el espíritu, de desarticular la moral burguesa del buen gusto, sustituyéndola por el exceso y la voluntad de libertad.

La filosofía estética de Nietzsche es, en mi opinión, ciertamente abstracta. Calificarla así puede parecer vano. Y lo es si no se atiende a la significación hermenéutica de lo abstracto en el arte.

Interpretemos, que no otra cosa es la hermenéutica, por ejemplo, las sensaciones que produce la visión de “Primera acuarela abstracta” de Vasili V. Kandinsky (1912). No hay acuerdo en que esta sea en efecto la primera obra de arte abstracto, aunque el propio autor así lo defiende con vehemencia. Y es el mismo Kandinsky quien reivindica la subjetivación de lo bello. Subjetivación como personalización, no como individuación o interiorización.

Lo abstracto es, efectivamente, subjetivo. Y lo es porque no se objetiviza en la belleza del color y de las formas que no son “un objetivo suficiente para el arte” (Kandinsky, 1952, p. 100). Más allá de la objetividad hay un subversión dionisíaca consistente en la descomposición de lo estético mediante su abstracción (Kandinsky, 1955).

Descomposición, subjetividad y voluntad de libertad a través de la excitación de lo bello son tres conceptos que ponen en interacción las obras de Nietzsche y Kandinsky. “Primera…” es una obra descompuesta. La imagen total es un compendio de imágenes sin aparente unidad; cada parte del cuadro puede ser un cuadro por sí sólo. No es objetiva pues admite diversas interpretaciones desde diferentes puntos de vista. Excita la sensibilidad del espectador que, extrañado al principio, se siente libre de ejercer una relación visual y emocional con el cuadro. Es una obra excesiva y orgiástica; una fiesta sin sentido para los sentidos; un peligroso juego para la inteligencia.

Después de Nietzsche nada vuelve a ser igual en la filosofía. Después de Kandinsky tampoco en los

lienzos. Ambos son protagonistas de un cambio total en las concepciones de lo bello durante el siglo XIX y principios del XX. No son los únicos que hacen cambiar las cosas. Pero sí son.