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CRISTÓBAL MACÍAS VILLALOBOS, JOSÉ MARÍA MAESTRE MAESTRE, JUAN FRANCISCO MARTOS MONTIEL (EDS.)

EUROPA RENASCENS

La cultura clásica en Andalucía

y su proyección europea

ZARAGOZA

2015

LibrosPórtico

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© FEDERACIÓN ANDALUZA DE ESTUDIOS CLÁSICOS

INSTITUTO DE ESTUDIOS HUMANÍSTICOS

LIBROS PÓRTICO

I.S.B.N.: 978-84-7956-149-9

DEPÓSITO LEGAL: Z 1713-2015

MAQUETACIÓN: Yanira Macías Fuentes

IMPRIME: Ulzama Digital

Impreso en España / Printed in Spain

Europa Renascens. La cultura clásica en Andalucía y su proyección europea / Cristóbal Macías Villalobos, José María Maestre Maestre, Juan Francisco Martos Montiel (eds.). Federación Andaluza de Estudios Clásicos, Instituto de Estudios Humanísticos, Libros Pórtico, Zaragoza, 2015.

1 vol.; 1124 pp.; 17 x 24 cms.

I.S.B.N: 978-84-7956-149-9

1. Filología Clásica Griega y Latina, Historia Antigua. 2. Filología Greco-Latina Me-dieval. 3. Humanismo y Tradición Clásica. 4. Didáctica de las Lenguas Clásicas. ed. I. Macías Villalobos, Cristóbal; ed. II. Maestre Maestre, José María; ed. III. Martos Montiel, Juan Francisco; ed. IV. Federación Andaluza de Estudios Clásicos; ed. V. Instituto de Estudios Humanísticos; ed. VI. Libros Pórtico.

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo sanciones estable-cidas en la legislación vigente, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

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LEENA Y EPÍCARIS, DOS EJEMPLOS DE VALOR FEMENINO

MARIA CRISTINA PIMENTEL

Universidade de Lisboa - Centro de Estudos Clá[email protected]

ABSTRACT

Taking as its starting point an anonymous Portuguese text of the eighteenth century inserted in the Querelle des Femmes, in which two female fi gures of Greco-Latin antiquity, Leaena and Epicharis, are associated because they knew how to be silent, even subjected to the most cruel tortures, this study points out, in chronological sequence, the individual path of each of these characters in literature, and tries to give up at what time, on what grounds, with what purpose and in what contexts Leaena and Epicharis were associated as unusual exempla of courage in women.

KEY WORDS

Rhetoric Exempla, Classical Reception, Leena, Epicharis, Tacitus, Querelle des Femmes.

La denominada Querelle des Femmes llegó tarde a Portugal. Apenas en el siglo XVIII, cuando en el resto de Europa el debate ya se desvanecía, empezaron a surgir textos en los que se discutían los argumentos a favor o contra la igualdad entre los sexos, procurando establecer, para bien y para mal, los trazos distintivos, físicos y de carácter de las mujeres y de los hombres, así como sus consecuencias, justas o injustas, en la distribución de los papeles de cada uno en el seno de la familia y de la sociedad. Este debate, como se sabe, traducía necesariamente un cambio de mentalidades y provocó una nueva manera de considerar la condición femenina, sin duda en la secuencia de la refl exión humanística sobre las virtudes feme-ninas, que abrió una nueva perspectiva en la manera de ver a la mujer. Anticipando conceptos hoy comunes, se discutía la distinción entre sexo y género y en qué medida la diferencia sexual, de cariz biológico, podía y

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debía determinar, por ejemplo, el acceso de la mujer al saber y a la cultura, así como su eventual intervención en la sociedad y en la política. En suma, el debate se centraba en la cuestión de si era real o construida la imagen de inferioridad de las mujeres respecto a los hombres.

Como decía, apenas en el siglo XVIII encontramos ecos de esa con-troversia y, curiosamente, el medio escogido para el intercambio de argu-mentos fue sobre todo el de las denominadas ‘hojas de cordel’, impresos que garantizaban una amplia divulgación por el hecho de ser baratos y de venderse en calles y ferias. El precio y el medio de diseminación en diversos estratos de la población las hizo atractivas para los grupos y per-sonas que aspiraban a una intervención cívica, política e ideológica. A estas ventajas se sumaba el hecho de que las hojas de cordel circulaban un poco al margen de la Censura, que actuaba duramente, y con varios brazos, regios y eclesiásticos.

En una de esas hojas de cordel se publicó un texto, anónimo, que me proporcionó el punto de partida de esta investigación. Se titula Tratado sobre a Igualdade dos Sexos, ou Elogio do Merecimento das Mulheres oferecido, e Dedicado às Senhoras Illustres de Portugal por um Amigo da Razão1. El folleto data de 1790, año en que constituía problema candente el estado de salud mental de la reina, Dª. Maria I, camino de sus sesenta años, seriamente abatida por recientes pérdidas familiares —las muertes del marido y del hijo mayor, heredero del trono— y por el choque provocado por la Revolución Francesa. Dª. Maria sería considerada ofi cialmente incapaz de gobernar dos años después, y su hijo, el futuro D. João VI, nombrado regente. La hoja surge, por lo tanto, en un momento en que se renueva el debate sobre las aptitudes o incapacidad de las mujeres, particularmente para ocupar cargos y funciones tradicionalmente de la esfera masculina. El Autor, que se califi ca como “Filósofo” y que en consecuencia sólo piensa “por ideas exactas”, pretende —de acuerdo con sus palabras— “fazer ver que não é escravo o Animal nosso similhante”, pues fue “criado para a companhia dos Homens, sofrendo a metade dos seus males e trabalhos”. Reconoce, admite y defi ende que a hombres y mujeres caben papeles diferentes, pero, si cada uno cumple sus deberes, dando ambos satisfacción a las leyes de la Naturaleza y de la Razón, se asegura según el autor “a igualdade entre os Sexos” y existe así materia sufi ciente para elogiar el “Merecimento das Mulheres, pelo que pertence aos seus talentos, facilidade e faculdade de

1 Sigo, com alteraciones puntuales, el texto publicado en Vanda Anastácio (2013: 247-261).

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adquirirem conhecimentos e ideias de tudo o que as cerca”. Para probar su punto de vista, el Autor aduce un conjunto de argumentos que son, sobre todo, refutación de lugares comunes que desde siglos inmemoriales se usaron —y aún se usan— para defender la inferioridad de la mujer y su incapacidad o menor aptitud para ciertas tareas y responsabilidades. En la presentación del plano de su obra, el Autor enumera “os defeitos que se imputam às Mulheres, em os quais os homens não são mais virtuosos”. Y especifi ca: “Os mais principais são: falta de segredo, fraqueza natural, ineptidão para os empregos e lugares da República, falta de conhecimentos e de capacidade da alma”. A cada supuesto defecto dedica enseguida un apartado, recurriendo con frecuencia, a ejemplos de la Historia Antigua para probar sus tesis.

Es en el capítulo sobre el secreto donde se encuentra el pasaje que originó mi investigación para este trabajo.

Dice así el Amigo de la Razón:

O Segredo é talvez a mais nobre virtude do Homem político: e o que não tem esta prenda é incapaz da sociedade e da comunicação dos negócios ainda mais triviais e comuns.

Os Políticos mais espertos nos afi rmam que são raríssimos os Homens a quem se pode fi ar segredo de importância. À vista deste pensamento, eu não pertendo fazer as Mulheres Heroínas do segredo; mas só digo que não devem ser olhadas como incapazes de o guardarem. Se algumas delas são fáceis em falar o que não devem dizer, também nós temos encontrado Homens sem difi culdade em dizer o que não devem falar. Portanto, neste ponto, o melhor é que os Homens se calem e não bulam na ferida, que pode gangrenar. Os exemplos da constância no segredo, se não põem as Mulheres mais sublimes do que os Homens, ao menos as põem, sem dúvida, a par.

Siguiendo el consagrado precepto retórico, entran enseguida los exem-pla probatorios de lo que dice. Son cuatro: el primero, el de Damo, hija de Pitágoras; el segundo, el de Aretafi la, poco canónico desde el punto de vista moral. Después, los dos que nos interesan:

Em Atenas, na conjuração movida por Aristogíton contra Hípias, foi posta a tormento uma Mulher para que declarasse os cúmplices da conju-ração, que ela muito bem sabia; e esta, para desenganar de uma vez o Tirano da impossibilidade de conseguir dela o segredo de seu peito, teve o valor e a resolução de cortar com os dentes a própria língua na presença do Tirano.

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Em Roma, na conjuração de Pisão contra Nero, havendo, desde que começaram os indícios, cedido dos rigores dos tormentos os mais ilustres Cavalheiros de Roma, aonde Lucano descobriu por cúmplice a sua Mãe e outros os seus mais íntimos amigos; somente de Epícaris, Mulher ordinária e sabedora de tudo, nem os açoutes, nem o fogo, nem outros muitos mar-tírios, puderam arrancar-lhe do peito a menor notícia.

Las dos heroínas aquí evocadas son Leena —el ‘Amigo de la Razón’ no aclara su nombre— y Epícaris. La primera es una fi gura legendaria griega, la segunda parece haber tenido existencia histórica en la Roma del siglo I de nuestra era. Recordar, en este contexto, a estas dos mujeres parece natural y fácilmente explicable: ambas supieron guardar secreto, ambas resistieron a la tortura más cruel sin ceder a lo que los tiranos querían de ellas, la denuncia de los cómplices en las conspiraciones que ambas cono-cían, por no decir de las que eran partícipes.

Epícaris es, desde hace mucho tiempo, y gracias a mi predilección por Tácito, una fi gura cuyo perfi l literario ha suscitado mi interés e in-vestigación. Al leer el pasaje citado, me hice la siguiente pregunta: ¿dónde se inició la asociación entre las dos heroínas, Leena y Epícaris? ¿Cuál fue la trayectoria de estos exempla, que asumieron diversos matices y formas dependiendo de la fuente que registraba y enaltecía su actitud notable de inesperada dignidad?

Digo ‘inesperada’ porque, como se sabe, en el mundo antiguo no ha-bía dudas sobre la infi rmitas muliebris animi, la muliebris impotentia. El discurso misógino se consagró en una sucesión de textos, evidentemente escritos y pensados por hombres, desde un Semónides de Amorgos (fr. 7 West) a un Juvenal, con su cáustica Sátira 6. Ni Séneca, que afi rmaba, como estoico que era, que los seres humanos son todos iguales porque todos son parcelas de la divinidad, deja de decir, por ejemplo, que las mujeres, aún teniendo robur animi para alcanzar la uirtus como cualquier hombre, lo consiguen con mucho mayor esfuerzo en la lucha contra los uitia, ya que su naturaleza es, por ejemplo, más propensa al lloro, es decir, al disgusto, al favor fácil y a la ira, la más devastadora de las pasiones, si es que se pueden admitir jerarquías en los affectus: de hecho, la ira atrae, como en espiral, todas las otras perturbaciones del alma2.

2 Ir. 1, 20, 3: ira muliebre maxime ac puerile uitium est. Recuérdese que la ira es, según Séneca, el uitium más peligroso, pues arrastra a todos los otros: Nullus affectus est in

quem non ira dominetur (Ir. 2, 36, 6). En Clem. 1, 5, 5, dice que es propio de las mujeres, como de los animales salvajes y de los menos nobles, perder la cabeza en los momentos de

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Siendo así, el comportamiento de Leena y Epícaris es indudablemente más encomiable por el hecho de ser mujeres. Los preceptos retóricos, como el enunciado por Quintiliano (Inst. 5, 11, 10): Admirabilior in femina quam in uiro uirtus, justifi can que la utilización de exempla cuya protagonista es una mujer sean bastante más efi caces en la retórica epideíctica, ya sea en la laudatio, ya sea en la uituperatio.

En el caso de Leena y Epícaris, otra circunstancia acentúa la fi nalidad retórica del encomio: el hecho de ser ambas de estrato social inferior y, como agravante, el de ser de vida y costumbres moralmente menos ortodoxas. Leena era una hetera ateniense, Epícaris una libertina mulier, liberta y libertina en la medida en que hacía de su cuerpo lo que le parecía bien. Es decir, son más excepcionales en un contexto en que los cánones morales suponían, por principio, que la nobleza estaba alejada del espíritu, si no hubiese nobleza por nacimiento. En una sociedad, tanto la griega como la romana, en que se exige a la mujer que quiere ser respetada en la familia y en la sociedad castidad y pudor, Leena y Epícaris sólo pueden tener lugar en el grupo de los excluidos de cualquier laudatio. A menos que...

Aún a riesgo de referir lo que es de común conocimiento, recuerdo brevemente los contenidos temáticos de los episodios donde surgen las dos heroínas en las fuentes antiguas, procurando igualmente entrever una secuencia cronológica en las referencias, con el fi n de observar mejor el proceso de cristalización de la imagen de Leena y de Epícaris y de su asociación en contextos literarios (y otros) hasta por lo menos el siglo XX.

Comencemos por Leena. Hetera ateniense, ya lo he dicho. Su fi nal heroico se sitúa en 514 a. C., en el momento de la conspiración de Harmo-dio y Aristogitón contra Hipias, hijo y sucesor de Pisístrato, para poner fi n a la tiranía. No tuvieron éxito: Hiparco, hermano de Hipias, fue asesinado, pero los tiranicidas fueron vencidos y ejecutados. Tucídides, que narra el episodio (6, 53-59), nada dice sobre la participación de Leena, atribuyendo como móvil del tiranicidio un “incidente amoroso”3 en el que todo resulta de los celos y el despecho en un triángulo constituido por Harmodio, “un espléndido joven en la fl or de la edad”, Aristogitón, “un ciudadano de clase media” que “se había enamorado de él y se había convertido en su amante”, e Hiparco, que se insinuó al joven, sin ningún éxito y con consecuente resentimiento vengativo. Aristóteles, que sigue el relato de

cólera. Las mujeres y los niños se enumeran también en el pasaje sobre el favor fácil (Epist. 29, 12). Sobre la perspectiva de la mujer en Séneca, vid. Pimentel (2004).

3 Sigo la traducción de Torres Esbarranch (1992).

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Tucídides muy de cerca en la Constitución de los Atenienses (18), tampoco atribuye ningún papel a Leena.

La que parece ser la fuente principal para la historia de Leena surge, así, mucho más tarde, y en lengua latina. Plinio el Viejo la registra en el Libro 7 de la Naturalis Historia. El pasaje (87) dice:

Patientia corporis, ut est crebra sors calamitatium, innumera docu-menta peperit, clarissimum in feminis Leaenae meretricis, quae torta non indicauit Harmodium et Aristogitonem tyrannicidas, in uiris Anaxarchi, qui, simili de causa cum torqueretur, praerosam dentibus linguam unamque spem indicii in tyranni os expuit.

De Leena, Plinio evoca la condición femenina, registra el hecho de ser una meretrix y alaba la sublime uirtus de la resistencia al dolor provocado por la tortura, la patientia corporis que le permitió no denunciar a los dos tiranicidas. Registremos que no se explicita ningún lazo amoroso entre la meretriz y Harmodio y Aristogitón, y verifi quemos que, supuestamente, ni uno ni otro habrían muerto aún, pues caso contrario no tendría sentido que, si ella cediese a los tormentos, aún pudiese indicar los nombres de los dos conspiradores, y, por fi n, destaquemos que el gesto de cortarse la lengua con los propios dientes, escupiéndola después en la cara del tirano para desterrar cualquier esperanza de una efectiva denuncia, se atribuye, no a Leena, sino a Anaxarco, que se resistía a la tortura infl igida por Nico-creonte, tirano do Chipre, como por lo demás ya había sido relatado por Valerio Máximo, en el Libro 3 de sus Facta et Dicta memorabilia (3, 4 ext), en un capítulo que después ostentaría la signifi cativa rúbrica De patientia, registrado por Diógenes Laercio en el libro 9, 59, de su Vida de los fi lósofos ilustres4.

En el Libro 34, sin embargo, Plinio añade nuevas informaciones, al escribir (cap. 72):

Amphicrates Leaena laudatur. Scortum haec, lyrae cantu familiaris Harmodio et Aristogitoni. Consilia eorum de tyrannicidio usque in mortem excruciata a tyrannis non prodidit; quam ob rem Athenienses, et honorem habere ei uolentes nec tamen scortum celebrasse, animal nominis eius fecere atque, ut intellegeretur causa honoris, in opere linguam addi ab artifi ce uetuerunt.

4 Amiano Marcelino recuerda el episodio, atribuyéndolo a Zenón de Elea, en 14, 9, 6, a propósito de otra fi gura, Eusebio, que no se doblegó a la tortura infl igida por la autoridad romana. Zenón de Elea fue protagonista, según Valerio Máximo, de un gesto semejante.

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En el adecuado contexto de una disertación sobre las maravillas de las artes plásticas, el enciclopedista recuerda al escultor que se hizo fa-moso por una estatua erigida en honor a Leena. Esta vez Plinio, que le reafi rma la condición de meretriz con un término aún más duro, scortum, la asocia a Harmodio y a Aristogitón en una relación no necesariamente de cariz amoroso o sexual. Se la denomina apenas familiaris de ambos y por razones, por lo menos en una primera lectura, artísticas. Recuerda, una vez más, que ella no traicionó lo que sabía de la conspiración, incluso sometida a la más cruel tortura, y que por eso recibió signifi cativo y raro homenaje, que sin embargo necesitó de un subterfugio para lidiar con la circunstancia de que los atenienses no querían homenajear a una meretriz reproduciendo su fi gura real. De manera que la estatua representaba, simbólicamente, a una leona, ya que el nombre Leaena (Λέαινα), corriente como nombre de guerra entre cortesanas5, signifi ca eso. Además, ordenaron que la leona no tuviese lengua. Este pormenor exige una refl exión, pues Plinio vuelve a omitir la circunstancia de que Leena se amputó su propia lengua, para tirársela a la cara al tirano y frustrar su deseo de denuncia. Evidentemente, la no representación de la lengua parece haber sido apenas simbólica, signifi cando el silencio en que sumió, en su valiente actitud de infi tians.

En su tratado De Garrulitate (7-8; Moralia 505E), en el contexto obvio de la defensa de la contención en las palabras que todos deben ob-servar, Plutarco retoma el exemplum de Zenón de Elea registrando que el fi lósofo, para no traicionar contra su voluntad los secretos que le habían sido confi ados, se cortó la lengua con los dientes y la escupió a la cara del tirano. Y añade un nuevo exemplum, que afi rma como igualmente notable: el de Leena. Dice que ella recibió un signifi cativo homenaje por ser leal y constante en su silencio. Recuerda que era una cortesana, pró-xima a Harmodio y Aristogitón, que por eso compartieron con ella las grandes esperanzas que tenían en la conspiración que urdían contra los tiranos. Introduce entonces el elemento romántico, asegurando que ella estaba enamorada. No dice de cuál de ellos, pero garantiza que, cuando fue apresada y torturada en la secuencia del fracaso de la conjura y de la muerte de los amigos, ella probó, por no haber revelado ninguno de los nombres de los cómplices, que Harmodio y Aristogitón no habían deshonrado a sus ascendentes al dar su afecto a una mujer con aquella nobleza de alma. Añade, fi nalmente, que los atenienses, como monumento a la virtud de Leena, erigieron una estatua en bronce que representaba una leona, sin

5 Véase, a título de ejemplo, el personaje del Curculio de Plauto.

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lengua, a la entrada de la Acrópolis. Interpretando la simbología de los hechos, tal como había hecho Plinio, Plutarco recuerda que, con la elección del animal, mostraron a la posteridad el coraje invencible de aquella mujer, y que, al hacerla sin lengua, subrayaron la constancia con que guardó un secreto que le había sido confi ado.

Pausanias (fl . c. 150), en su Graeciae Descriptio, en el Libro 1 en que se ocupa de Ática, ya nos habla de ella, en el cap. 23. Cuenta que Hipias, por crueldad incrementada después del asesinato del hermano, hizo torturar a los cómplices de la conjura, en especial a la cortesana Leena, por saber que ella tenía una relación con Aristogitón, lo que apunta hacia un caso amoroso, por lo que, según todo indicaba, tenía conocimiento del secreto. La torturó hasta la muerte, sin que ella cediese. Pausanias no cuenta nada más, apenas que, después del fi n de la tiranía de los Pisistrátidas, los atenienses erigieron la estatua que representaba una leona. Por lo tanto, tampoco aquí hay señales de automutilación.

Ateneo (fl . c. 200), en Deipnosofi stas 13, 70, enumera un conjunto de cortesanas que recibieron honores o por algún motivo se distinguieron. Habla entonces de Leena y de su fama. Le llama cortesana y amante, no de Aristogitón, sino de Harmodio; añade que, sometida a tortura por los esbirros de Hipias, murió en el mayor sufrimiento sin decir una sola pala-bra. Por lo tanto, una vez más, ninguna referencia a la automutilación.

El griego Polieno, que escribe sus Strategemata en la segunda mitad del siglo II y se los dedica a Marco Aurelio y a Lucio Vero, incorporó ya, en el exemplum de Leena, el gesto de la lengua amputada por la propia meretriz. En el Libro 8, lleno de episodios en que las mujeres son protagonistas, dice, en el cap. 45, que ella era amante de Aristogitón y resume los ya más que consabidos pormenores de la tortura y del rechazo a traicionar, para añadir que, para que el dolor creciente no le hiciese revelar algo, con gran coraje se arrancó con su propia mano la lengua y por eso mereció el honor de una estatua en bronce, con la fi gura de una leona, sin lengua.

Estamos, pues, en el siglo II y la historia de Leena ya contiene todos los trazos que la van a defi nir, de modo cristalizado, para ser evocada como heroína a lo largo de los siglos. Nos falta ver cuál fue la contribución cristiana en la composición de esa fi gura legendaria.

Tertuliano habla de ellas en dos ocasiones. En el Ad martyras (4, 7), exhortación al martirio que data de los últimos años del siglo II, o de los primeros del III, discutiendo la posible objeción de que el miedo a la tortura pueda ser mayor que el miedo a la muerte, da el ejemplo de Leena, que no

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nombra y apenas designa como meretrix Atheniensis, contando, en trazos generales, el episodio, según el esquema entre tanto consolidado:

‘Sed mortis metus non tantus est, quantus est tormentorum’. Itaque cessit carnifi ci meretrix Atheniensis? Quae conscia coniurationis cum propterea torqueretur a tyranno, et non prodidit coniuratos et novissime linguam suam comestam in faciem tyranni exspuit, ut nihil agere in se sciret tormenta, etsi ultra perseverarent.

Aproximadamente de la misma fecha es la obra más conocida de Tertuliano, el Apologeticum. Ahí, con gran ironía, se dirige a los perse-guidores de los cristianos para mostrarles que son tan nobles los cristianos que soportan el martirio como los héroes y heroínas paganos, históricos o legendarios, que tanta admiración suscitaron, a lo largo de los siglos, entre los romanos. En ese contexto, sin dejar de revelar cierta admiración por la nobleza del gesto, escribe (50, 8):

Attica quaedam meretrix carnifi ce iam fatigato postremo linguam suam comesam in faciem tyranni saeuientis exspuit, ut expelleret et uocem, ne coniuratis confi teri posset, etiam si uicta uoluisset.

Lactancio (c. 240 - c. 320), en las Diuinae Institutiones 1, 20, encuadra la referencia a Leena en un comentario a la práctica de la veneración de estatuas que representan animales por parte de los griegos y de los romanos. De acuerdo con sus palabras, si el culto se dedicase a los propios animales, podría ser admisible; sin embargo, en modo alguno será admisible que esas estatuas representen prostitutas como Larencia (lupa, el ama de Rómulo) o Leena, la leona, cuya historia cuenta Lactancio en trazos generales sancionados por la tradición. La única innovación es la afi rmación de que Leena mató al tirano. Véase el texto:

Exemplum scilicet Atheniensium in ea fi guranda Romani secuti sunt; apud quos meretrix quaedam nomine Leaena, cum tyrannum occideret, quia nefas erat simulacrum constitui meretricis in templo, animalis effi giem posuerunt, cuius nomen gerebat.

La perdida Crónica de Eusebio de Cesarea, de inicios del s. IV, tam-bién encontraba lugar para Leena, de acuerdo con la versión latina de S. Jerónimo. Ahí se dice (PL 27: 439):

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Harmodius et Aristogiton Hipparchum tyrannum interfecerunt, et Leaena meretrix amica eorum, cum tormentis cogeretur, ut socios prodere... linguam suam mordicus amputauit.

Finalmente, también San Ambrosio (De Virginibus 1, 4, 17-18: PL 16: 204) se refi ere a Leena, cuando considera si los preceptos fi losófi cos paganos pueden formar a alguna mujer en la virtud. Da entonces el ejem-plo de Leena (sin nombrarla), supuestamente una seguidora de Pitá-goras6, de quien cuenta brevemente la historia sin ni siquiera insertarla en la conspiración de los tiranicidas, pero incluyendo el pormenor de la automutilación. En seguida, sin embargo, con algunas metáforas crudas muestra el desconcierto de una mujer forti animo, sed tumenti utero, que no se dejó vencer por la tortura, pero sí por la lujuria. Veamos el texto:

Pythagorea quaedam una ex uirginibus celebratur fabula, cum a ty-ranno cogerertur secretum prodere, ne quid in se ad extorquendam con-fessionem uel tormentis liceret, morsu linguam abscidisse, atque in tyranni faciem despuisse; ut qui interrogandi fi nem non faciebat, non haberet quam interrogaret.

Eadem tamen forti animo, sed tumenti utero, exemplum taciturnitatis et proluuium castitatis, uicta est cupiditatibus, quae tormentis uinci nequiuit. Igitur quae mentis potuit tegere secretum, corporis non texit opprobrium.

En conclusión, podemos decir que en el s. IV el exemplum de Leena ha-bía alcanzado entidad sufi ciente para ser usado incluso descontextualiza-do, pues los pormenores eran conocidos y, en cierta medida, innecesarios, transformada en paradigma de la mujer que, a pesar de ser mujer, a pesar de ser de estrato social bajo, a pesar de llevar una vida contraria a la moral, se podía apuntar como fi gura modélica en algunas circunstancias. Como veremos, la Antigüedad la guarda en la memoria como modelo de

6 Gilles Ménage (Aegidius Menagius, 1613-1692), en su Historia mulierum philoso-pharum, rechaza la posibilidad de que S. Ambrosio tomase el episodio de Jámblico, De Vita Pythagorae, cap. 1 (y éste de la obra, con el mismo título, de Porfi rio). Jámblico se refi ere a Tímaca, mujer de Milias de Crotona, pitagórica como su marido. El tirano Dionisio les ofre-ció riquezas y honras si revelaban los misterios pitagóricos. Sin conseguir nada del marido, le pareció fácil doblegar a la mujer, propter sexus infi rmitatem, y, todavía más por estar embarazada. Ella, para no ceder, se cortó la lengua con los dientes y la escupió a la cara del tirano. Para Gilles Ménage está claro que Ambrosio siguió a Tertuliano, aunque registra el nombre de otros autores que relatan el episodio, con variantes y omisiones, atribuyendo además el gesto a otros personajes.

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constancia en el dolor y de lealtad absoluta. El tiempo se encargará de pro-porcionar nuevos contextos con apropiaciones más satíricas.

Observemos ahora la trayectoria de Epícaris, mucho más fácil de acompañar. La fuente primordial, y casi única, es Tácito, en el Libro 15 (51 ss.) de los Annales. En 65, se preparaba la conjura de Pisón contra Nerón. Entre los conspiradores, movidos por un abanico de motivos tan diversos como el odio, el resentimiento, o el amor a la patria y a la li-bertad, se contaban senadores, caballeros, tribunos militares, centuriones, y también una cierta Epícaris, nombre que denuncia de inmediato su origen servil. Era una liberta de costumbres libres, que asumió un papel activo en la conjura, impaciente incluso con la demora del asesino del tirano. Por eso tomó la iniciativa de intentar sumar a la sedición a los jefes de la armada de Miseno. Relacionándose con uno de esos jefes, Volusio, que se sentía mal recompensado por la ayuda que había dado a Nerón en la muerte de Agripina, Epícaris le muestra que es la ocasión propicia para hacerse pagar esa deuda, integrando el grupo de los conspiradores, juntamente con los hombres que comandaba. Con todo, Epícaris supo mantener en secreto el nombre de los otros conjurados, que conocía. Sin embargo él evaluó los riesgos y ventajas y optó por denunciar todo a Nerón aunque, dada la reserva de Epícaris, no pudo entregar a nadie. Llevada a interrogatorio por el princeps, y sometida a un careo con Volusio, ella refutó lo que este decía con facilidad, pues no había testigos de la conversación. Aún así, Epícaris fue encarcelada, pues Nerón, aún sin tener pruebas, consideró que la denuncia tenía fundamento. Este primer revés alarma a los conjurados, que se apresuran a marcar la fecha para matar a Nerón. Tienen miedo de que Epícaris acabe por ceder a la tortura. Pero el descubrimiento de que realmente se trama el asesinato de Nerón viene de otro lado, que no viene al caso tratar aquí.

Los primeros conjurados capturados confesaron apenas vieron los instrumentos de tortura, y, en la indigna esperanza de salvar la vida, revelan más nombres: acusan a los mejores amigos, Lucano hasta a su propia madre. Nerón manda que Epícaris sea sometida a nuevo interrogatorio, creyendo que un cuerpo de mujer no podría resistir el dolor, y ella soporta la más extrema tortura, sin doblegarse ni revelar un solo nombre. Y así resistió, el primer día. Al día siguiente, con los miembros quebrados y sin poder mantenerse en pie, fue necesario conducirla al interrogatorio en una sella gestatoria. Tal vez porque teme que esté a punto de pasar los límites tolerables del dolor y porque no quiere traicionar ni quebrar su lealtad,

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Epícaris procura huir del único modo que le parece posible, escogiendo la mors uoluntaria: se ahorca con la faja pectoral, que usa como lazo fi jo al arco de la silla. El gesto de dignidad de Epícaris, que Tácito admira y nos hace admirar como clarius exemplum, sirve al historiógrafo para establecer un paralelismo, común en su prosa sombría, entre el comportamiento de hombres de estrato social elevado y supuesta vida ejemplar, por un lado, y, por otro, el de una mujer, liberta y de costumbres relajadas. La aparente pequeñez e insignifi cancia de Epícaris brilla y se engrandece en el cotejo, del mismo modo que ellos, senadores y caballeros, más cobardes y trai-dores, surgen bajo el prisma del más radical vituperio.

Como he dicho, la historia de Epícaris la relata Tácito con un pormenor que no encontramos en ningún otro autor antiguo. Hasta donde alcanzo, apenas dos autores se refi rieron a ella. El primero, Dión Casio (62, 27, 3),que relata muy brevemente la participación de Epícaris en la conjura de Pi-són, ofrece apenas una novedad, la información de que sufrió atroz tortura a manos de Tigelino, el siniestro prefecto del pretorio de Nerón. El segundo autor es Polieno (Strat. 8, 62), que transmite un cierto tono novelesco al afi rmar que Epícaris era amante de Aneo Mela, hermano de Séneca, lo que justifi ca implícitamente el motivo de su inclusión entre los conjurados y añade también una buena razón para que no haya revelado el nombre de los implicados, incluso bajo tortura. Además, en la versión de Polieno, la narrativa explora aspectos bastante más macabros, que Tácito evita, pues cuenta que los que transportaban a Epícaris, al llegar al lugar de la tortura, pusieron la litera en el suelo y la mandaron salir; pero al mirar dentro de la litera, encontraron el cuerpo ya sin vida.

Al término de esta trayectoria con la que hemos procurado entender el proceso de construcción de ambos personajes, Leena e Epícaris, parece claro que existen rasgos comunes que las aproximan y que justifi caron la asociación admirativa entre ambas: son mujeres, de reconocimiento so-cial nulo e de pasado marginal, puestas en situación terrible y extrema, la tortura, ante la que no ceden, desafi ando a la tiranía que las tiene a su merced, y prefi riendo la muerte o la automutilación a correr el riesgo de fl aquear.

No quiere decir que, una y otra, no hayan tenido, por así decir, vida independiente, en la literatura y en el arte, transformadas, a lo largo de los siglos, en función de la estética de las épocas literarias o de la coyun-tura política e ideológica del momento. Hace tiempo escribí un texto (Pimentel 2013) justamente sobre el pasaje de los Annales de Tácito en

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que se cuenta la historia de Epícaris, estudio que terminaba con una breve presentación de un conjunto de obras literarias en que la valiente liberta es personaje, algunas veces incluso personaje principal. En él referí algunos tragediógrafos, hoy en día casi olvidados, como Tristan L’Hermite y su La Mort de Sénèque (1645), o Daniel Casper von Lohenstein, exponente del barroco alemán, autor de la tragedia Epicharis (1665), o el francés Augus-tin Louis de Ximénès, autor de Épicaris, ou la Mort de Néron (1753), tragedia muy mal recibida por el público, o Gabriel Marie Jean-Baptiste Legouvé, con su tragedia imbuida del espíritu de la Revolución France-sa, intitulada Épicharis et Néron (1794), o el inglés Thomas Henry Lister, en la tragedia romántica en cinco actos Epicharis: an historical tragedy (1829). Ya en el siglo XX, conocemos también el drama fúnebre Senecas död, del sueco Sven Delblanc (1982), y la narrativa dramática The death of Seneca, del poeta y clasicista canadiense Daryl Hine (1968, publ. 1970), en que la liberta, ejemplo de constancia ante la tortura, muere crucifi cada.

Entre tanto, continuando mis lecturas, he encontrado otras obras donde se le da relevancia, desde los Essais de Montaigne (II, XXXII, “Défense de Sénèque et de Plutarque”), pasaje que revela conocimiento directo de Tácito7, hasta la novela galante barroca dedicada ‘Aux Dames’, de la autoría del consejero de Luis XIII, Jean Desmarets de Saint-Sorlin, cuya 1ª edición data de 1632 y tiene por título Ariane. Ahí, Epícaris es una esclava fi el, por quien se apasiona el amo aunque éste entiende que no puede casarse con ella. Epícaris es audaz y llega a disfrazarse de hombre para enfrentar aventuras rocambolescas y generosas. Es ella el motor de la conjura contra Nerón, y acaba por ser presa pero huye con la ayuda del capitán de la guardia, para al fi nal descubrirse que es una princesa de sangre real, lo que le permite casarse con su amo y ser felices para siempre.

En relación a Leena, cabe destacar la importancia que su historia ad-quirió “en la literatura ejemplarizante y en los géneros afi nes del Rena-cimiento”8. Véase el capítulo 1, 23, 1-4 de los Hieroglyphica de Pierio Va-

7 Justo antes de la historia de Epícaris, Montaigne cita otro episodio recogido en Táci-to (Ann. 4, 45), en torno a la fi gura de otro infi tians: el campesino de Hispania que asesinó al pretor Lucio Pisón y, a pesar de ser sometido a la más cruel tortura, no dio a conocer los nombres de sus cómplices. Vid. Pimentel (2014).

8 Talavera Esteso (2013: XCIX). Una simple consulta en internet de ediciones di-gitalizadas de Alciato, de miniaturas, de dibujos (como el de Hans Holbein el Joven, con fecha de 1517-1519, representando a Leena delante de los Jueces) o incluso de ilustraciones (como la de la novela histórica del s. XIX, Nero, de Jacob Abbott, en que se representa a Epícaris llevada al segundo interrogatorio), muestra la fortuna de la fi gura de Leena fuera del dominio de la literatura.

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leriano (m. 1558), “comentario sobre la escultura erigida por los atenienses en honor de la prostituta Leona”, que “se presenta bajo la denominación de la Taciturnitas” (la cualidad ya celebrada por San Ambrosio), y la literatura emblemática que tiene como punto de partida los Emblemata de Alciato, concretamente el emblema 13, con el título Nec quaestioni quidem cedendum y el texto siguiente:

Cecropia effi ctam quam cernis in arce leaenam,Harmodii, an nescis hospes? amica fuit.Sic animum placuit monstrare viraginis acremMore ferae, nomen vel quia tale tulit.Quod fi dibus contorta suo non prodidit ullumIndicio, elinguem reddidit Iphicrates.

Regresando al campo de la literatura, y en tiempos más próximos al nuestro, recuerdo apenas ‘Léna ou le secret’, una de las maravillosas prosas líricas de Marguerite Yourcenar que integra Feux (1936): ahí encontramos una Leena, “la concubine d’Aristogiton et sa maîtresse bien moins que sa servante”, que ve su amor robado por Harmodius y acaba, interrogada por Hiparco, por amputar la propia lengua para que la tortura no la obligue a revelar la humillación de no saber nada, pues “elle n’était qu’une servante et nullement une complice”.

Resta un último aspecto: la asociación de Leena y Epícaris en la li-teratura posterior al mundo clásico. En los autores que vimos, apenas Po-lieno se ocupa de ambas fi guras y, hasta donde sabemos, no hay otros que lo hagan.

Remontando hasta donde nos es posible, llegamos a Boccaccio y su De mulieribus claris, primera colección de biografías de la literatura occidental dedicada exclusivamente a mujeres, escrita a partir de 1361. El objetivo, expuesto en el prólogo, es traer a la memoria de los lectores mujeres famosas, por buenas o malas razones, es decir, presentar modelos de conducta recomendable o impropia. De las 106 biografías, 98 son de paganas, e entre estas están Leena y Epícaris. Las fuentes son clásicas, básicamente Tácito para Epícaris, y Plinio y Tertuliano para Leena. En la obra, sin embargo, las heroínas no surgen secuencialmente, ya que Leena se encuentra en el cap. 48 y Epícaris en el cap. 91. Pero la unión entre ambas se encuentra con los rasgos ya destacados, y, no menos importante, el hecho de que Boccaccio repite, relativamente a una y a otra, que su ejemplo enseña a no dar crédito absoluto al viejo proverbio que dice que

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las mujeres sólo callan lo que no saben. A ambas se aplican alabanzas que las presentan con cualidades eminentemente masculinas, dueñas de un uirilis animus, de un uirile robur. Son, pues, heroínas atípicas de su género. Boccaccio, que parece dar inicio a la Querelle des Femmes, encuentra aquí espacio, aunque su criterio sea tradicionalmente misógino, para motivos de alabanza a las mujeres diferentes de la habitual castidad; con Leena y Epícaris incorpora el rechazo a traicionar y la fortaleza en condiciones extremas.

A partir del siglo XIV, las referencias a Leena y a Epícaris en secuen-cia son innúmeras y podemos encontrar el ejemplo doble de esas dos mujeres en los más variados tipos de textos, en los más diferentes países y con los más diversos objetivos y funciones.

Sería imposible referir aquí todos los textos que pude leer, por lo que intentaré ceñirme a algunos más signifi cativos. Comienzo por Juan Luis Vi-ves (1492-1540) y su tratado De Institutione Feminae Christianae, dedica-do a Catalina de Aragón, primera mujer de Henrique VIII y concebida pa-ra la educación de su hija María Tudor. Esta obra se tradujo al castellano en 1528. Para contrariar el precepto de que un secreto nunca debe confi arse a una mujer, ni a la propia hermana, ni a la propia madre, ni a la propia esposa (Liber Primus, 11, 107), Vives declara que la indiscreción es vicio apenas de algunas mujeres, no de todo el sexo femenino, y lo prueba con algunos ejemplos de mujeres de gran constancia, que incluso bajo tortura no revelaron lo que sabían, como la discípula de Pitágoras que mordió la lengua y la escupió a la cara del tirano que la torturaba, para que no la forzase a denunciar. Vives, como es evidente, sigue aquí la versión de San Ambrosio y, también sin explicitar el nombre, considera a Leena como pitagórica. Aunque inmediatamente cita el ejemplo de las mujeres de Mileto, Vives en seguida refi ere el episodio de Epícaris, siguiendo literal y pormenorizadamente el texto de Tácito. El pasaje se presta, naturalmente, a una refl exión moral adecuada para las mujeres que serían las lectoras de su obra: si mujeres que no respetaban la castidad pueden haber sido capaces de tales hazañas, ¿qué harán las que son castas?

En Italia, Baldassare Castiglioni revela, en el Libro 3 de su Il Corti-giano (publ. def. 1528), los preceptos para ser una dama perfecta. El con-texto es un pasaje sobre mujeres que tuvieron menos miedo a la muerte que los hombres, dueñas de una ostinazione que, dirigida a un fi n digno, merece antes el nombre de costanzia, como ilustran los ejemplos sucesivos de Epícaris, presentada con una síntesis de la narrativa de Tácito, y de Leena,

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en la cual los atenienses celebraron la virtud del silencio y la fi rmeza de espíritu que le permitió resistir al dolor y no traicionar a los amigos.

Leena y Epícaris, como se adivina, son argumento de peso en la Querelle des Femmes y en todos los autores que toman partido a favor o contra el reconocimiento de la capacidad igual de hombres y mujeres en las diferentes tareas de la vida. Ese debate es particularmente sensible en el siglo XVII y, entre sus protagonistas, se cuenta Marie le Jars de Gournay (c. 1566-1645), ‘fi lle d’alliance’ de Montaigne, que publicó en 1622 la obra Égalité des hommes et des femmes. Ahí dice, en defensa de la fortaleza de espíritu de las mujeres, en un capítulo intitulado “Égalité des hommes et des femmes”:

Epicharis, Leaena, Porcia, la mère des Macchabées, nous pourront-elles servir de preuve, combien les Dames sont capables de cet autre triomphe de la force magnanime, qui consiste en la constance et en la souffrance des plus aspres travaux? Ont-elles au surplus, moins excellé de Foy, qui comprend tous les Vertus principales, que de force considérée en toutes ses espèces?

Por citar apenas una voz contraria, masculina obviamente —o no—, recuerdo al inglés Daniel Tuvill (m. 1660) que, en el cap. 7 de sus Essays Politic and Moral, se ocupa ‘Of three things prejudicial to secrecy’, que vienen a ser, primero, el vino, segundo, la mujer, y tercero, la rabia. En el segundo apartado, clasifi ca a las mujeres como ἀγγεῖα σάθρα, ‘vasos que vierten’, recurriendo al estereotipo de que las mujeres son incapaces de guardar un secreto. Pero, para que la apariencia de imparcialidad no se quiebre, añade: “But all of them are not made in the same mold; there is, sometimes, plus virtutis in stola, quam in armis”, para luego dar los consabidos ejemplos de Epícaris y de Leena.

Leena y Epícaris surgen, aún, en tratados fi losófi cos y morales, en obras especialmente dedicadas a la formación de las mujeres, en tra-tados de derecho civil y canónico, en comentarios a los textos clásicos, especialmente Tácito, en colecciones de ejemplos inspiradas en Valerio Máximo, en piezas que se pueden integrar en el debate de la Querelle des Femmes9, en textos literarios en fi n, como la ya citada tragedia de Daniel

9 A título de ejemplo, considérense las siguientes obras (citadas por orden cronológi-co): Baptista Fulgosius (Battista Fregosa), De Dictis factisque memorabilibus collectanea, Milano, 1509 (libro III, cap. III: De Patientia, con los dos ejemplos seguidos: De Leena meretrice e De Epichari liberta; Andrea Tiraquellus (André Tiraqueau), De Legibus Con-

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899Leena y Epícaris, dos ejemplos de valor femenino

Caspar Lohenstein, en la que la heroína Epícaris, antes de suicidarse, in-voca paralelos de fortaleza femenina y, obviamente, no olvida a su ante-pasada ateniense, o el romance alegórico de Anatole France, L’île des pingouins (1908), en el que hay un personaje, meretriz envejecida y caída en el olvido, que se volverá de repente una ciudadana activa y que aparece caracterizada como “Manifl ore, courtisane héroïque, jalouse de mériter,

comme Léena un monument glorieux, comme Epicharis les louanges de

l’histoire” (libro 6, cap. 8).La lista de obras en las que se recurre a Leena y Epícaris me parece,

en este momento, muy lejos de estar completa y no he podido dar más

que algunas indicaciones, aunque he acumulado ya un extenso acopio

de títulos y autores. La más reciente que he detectado, la de Anatole

France, data de 1908. Tal vez sea el momento, por lo tanto, de recordar los

nombres de Leena y Epícaris, para que no caigan en el olvido, no porque

se quiera transformarlas en bandera de ningún movimiento o ideología,

sino simplemente porque a través de ellas y de su historia literaria se

puede auscultar el cambio de mentalidades de la civilización occidental y,

también, se puede apreciar cómo los hombres van siempre sumando nuevo

punto a cada cuento.

nubialibus et Jure Maritali (sobre la diferencia entre los sexos y los derechos legales de

las mujeres casadas y solteras), 1515; Alexander ab Alexandro (Alessandro Alessandri)

Genialium dierum libri sex, Roma, 1522; Alan Cope (pseudónimo de Nicholas Harpsfi eld),

Dialogi Sex contra Summi Pontifi catus, Monasticae Vitae, Sanctorum, Sacrarum Imaginum Oppugnatores, et Pseudomartyres, 1566; Justi Oldkop, Cautelae Criminalis Consiliariis, Malefi ciorum Judicibus, Advocatis, Inquisitoribus Actuariis lectu utiles & necessariae..., 1639; Christophorus Forstner, In tres postremos libros Annalium C. Cornelii Taciti Notae Politicae, 1662 (comentario al pasaje de Tácito sobre Epícaris); Iacobi Pignatelli (Fran-

cesco Giacomo Pignatelli), Consultationes Canonicae, 1668 (tomo IV, Consultatio LXXII: sobre los diversos grados de martirio, donde las dos mujeres sirven de inesperados ejemplos

de patientia, por pertenecer al fragilis foeminarum sexus); Johann Matthias Gesner, Primae lineae isagoges in eruditionem universalem, 1756 (vol. II, § 1254: sobre los diferentes

grados de coactio, donde las dos mujeres se mencionan como ejemplo de constantia et patientia, impasibles a esa coactio, ya que Qui mori potest, ille non potest cogi); Jean-

Jacques Combes-Dounous, Essai Historique sur Platon et coup d’œil rapide sur l’histoire du Platonisme depuis Platon jusqu’à nous. Paris, 1809 (los ejemplos de Leena e Epícaris

abonan el hecho de “qu’il n’ est point de prodige moral dont on ne trouve parmi les femmes

des exemples aussi illustres que parmi les hommes”, p. 373).

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BIBLIOGRAFÍA

ANASTÁCIO, V. (org.) (2013), Uma antologia improvável. A escrita das mulheres (séculos XVI a XVIII), Relógio D’Água, Lisboa, 247-261.

MÉNAGE, G. (1690), Historia mulierum philosopharum. Scriptore Aegidio Menagio, Lugduni, Apud Anissonios, Joan. Posuel & Claudium Rigaud, MDCXC.

PIMENTEL, M. C. (2004), “Estoicismo e fi guras femininas em Séneca”, Brotéria 158, 251-268.

PIMENTEL, M. C. (2013), “Epicharis quaedam”, en M. C. Pimentel & P. F. Alberto (eds.), Vir bonus peritissimus aeque. Estudos de Homenagem a Arnaldo do Espírito Santo, Centro de Estudos Clássicos, Lisboa, 275-284.

PIMENTEL, M. C. (2014), “Morrer para não trair, morrer, mas não vergar: coragem e dignidade nas Historiae e nos Annales de Tácito”, en A. P. Pinto (coord.), Do reino das sombras. Figurações da morte, Aletheia- Universidade Católica, Braga, 103-109.

TALAVERA ESTESO, F. J. (2013), Pierio Valeriano, Jeroglífi cos. Pró-logo General y Libros I-IV, Palmyrenus, Colección de Textos y Estudios Humanísticos, Alcañiz-Madrid.

TORRES ESBARRANCH, J. J. (1992), Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, Libros V-VI. Gredos, Biblioteca Clásica 164, Madrid.

Tratado sobre a Igualdade dos Sexos, ou Elogio do Merecimento das Mulheres oferecido, e Dedicado às Senhoras Illustres de Portugal por um Amigo da Razão (1790), Francisco Luís Ameno, Lisboa.

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ÍNDICE

PRÓLOGO ............................................................................................ 7

FILOLOGÍA CLÁSICA GRIEGA Y LATINA,

HISTORIA ANTIGUA

VIRGINIA ALFARO BECH, “Relectura del código doméstico de Col 3, 18-19 desde una perspectiva cultural” .......................................................

EULOGIO BAEZA ANGULO, “Plinio, un amante marido elegíaco” .........

MACARENA CALDERÓN SÁNCHEZ, “La catábasis y el ánodos de Persé-fone en su iconografía” ..............................................................................

INÉS CALERO SECALL, “Las viejas reinas del teatro de Eurípides: imbri-cación de rasgos femeninos y masculinos” ................................................

MARINA DEL CASTILLO HERRERA, “La perfección del parto sietemesino: una propuesta de lectura de Favonio Eulogio 14, 2” .................................

MATILDE CONDE SALAZAR, “Incunables y postincunables de historia-dores latinos tardíos en bibliotecas de Andalucía” ....................................

PAMINA FERNÁNDEZ CAMACHO, “La tumba de Heracles en Gades: una indagación fi lológico-literaria” ..................................................................

ALEJANDRO FORNELL MUÑOZ, “El aceite bético y su difusión por Occi-dente a través de los autores clásicos y otras fuentes antiguas” ................

RAFAEL J. GALLÉ CEJUDO, “La perversión progimnasmática en las Epístolas de Filóstrato” .............................................................................

FUENSANTA GARRIDO DOMENÉ, “Las fuentes del libro IV de Las nupcias de Filología y Mercurio: lecturas paralelas” ................................

JULIÁN GONZÁLEZ, “Augusto y su transformación de la Hispania Ul-terior” .........................................................................................................

LUISA LESAGE GÁRRIGA, “Algunas consideraciones sobre la tradición textual del tratado De Facie de Plutarco” ..................................................

JESÚS LUQUE MORENO, “Historia, retórica y poética: para la defi nición de un antiguo género literario” ..................................................................

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1120 ÍNDICE

FILOLOGÍA GRECO-LATINA MEDIEVAL

CRISTÓBAL MACÍAS VILLALOBOS Y DELIA MACÍAS FUENTES, “Simbolis-mo de las aves saturninas en los textos grecolatinos” ...............................

BENITO MÁRQUEZ CASTRO, “El concepto de conventus en el siglo V en Hispania según la crónica de Hidacio de Chaves y el mantenimiento del signifi cado de época clásica” .....................................................................

JUAN FCO. MARTOS MONTIEL, “Sexo y género en los textos astrológicos de la Antigüedad grecolatina” ....................................................................

Mª PILAR MOLINA TORRES, “Mujer y religión romana: una visión his-toriográfi ca en la Europa del s. XXI” ........................................................

JUAN CARLOS PÉREZ ARQUES, “Tradición épica en la obra de Juvenco y su infl uencia posterior” ..............................................................................

AURELIO PÉREZ JIMÉNEZ, “Religiones orientales e iconografía numis-mática antigua” ..........................................................................................

FERNANDO PÉREZ LAMBÁS, “Sobre algunos paralelismos en Áyax y Antígona” ...................................................................................................

SANDRA I. RAMOS MALDONADO, “Nemo dulcius, nemo aptius...: Cice-

rón extractado por Plinio el Viejo” ............................................................

MIGUEL RODRÍGUEZ-PANTOJA, “El latín de los soldados” .....................

SANDRA RODRÍGUEZ PIEDRABUENA, “Boeotica incerti auctoris?” .........

HELENA RODRÍGUEZ SOMOLINOS, “El valor de repetición / continuidad en ἐπι- preverbio” ......................................................................................

LUCÍA P. ROMERO MARISCAL, “El texto escénico de Las Troyanas de Eurípides: maquinaria, objetos, vestuario, escenografía y comunicación trágica” .......................................................................................................

EMILIA RUIZ YAMUZA, “Periferias derecha e izquierda en griego an-tiguo”..........................................................................................................

EUSTAQUIO SÁNCHEZ SALOR, “S. Leandro, S. Isidoro y el papa Grego-rio Magno. La unidad de España en época visigoda como parte de un programa europeo” ....................................................................................

ÁNGEL URBÁN FERNÁNDEZ, “La edición y estudio fi lológico de un manuscrito inédito bilingüe, greco-árabe, del Evangelio de Lucas del siglo XI (BnF, suppl. gr. 911, año 1043): problemática de la edición de textos bíblicos” ..........................................................................................

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1121ÍNDICE

HUMANISMO Y TRADICIÓN CLÁSICA

JOSÉ IGNACIO ANDÚJAR CANTÓN Y JUAN MIGUEL LLODRÁ PERIS, “El hé-roe trágico y el universo épico de John Ford” ...........................................

JESÚS BERMÚDEZ Y RUBÉN MONTAÑÉS, “La traducción al latín de Alessandro Pazzi en el comentario a la Poética de Aristóteles de Frances-co Robortello: criterios para su evaluación” ..............................................

JOSÉ MANUEL CAÑAS REÍLLO, “La biblioteca grecolatina de Isaac Newton” .....................................................................................................

MARÍA JOSÉ CEA GALÁN, “La fi gura de Agesilao Palmireno en el mar-co del humanismo español o del laboratorio doméstico del maestro Juan Lorenzo Palmireno” ...................................................................................

JEAN-LOUIS CHARLET, “Trois lectures du mythe d’Orphée dans la poésie néo-latine: Pétrarque (Bucolicum carmen), Politien (Siluae), Pon-tano (Urania, Eclogae)” .............................................................................

CRISTIANA FIMIANI, “Navigare necesse est, vivere non necesse: las (re)lecturas del Odiseo homérico y del Ulises dantesco en la cultura an-daluza y europea” .......................................................................................

HELENA GUZMÁN, “Ulises y Circe en la escena de la ópera cómica francesa del siglo XVIII” ...........................................................................

ÁLVARO IBÁÑEZ CHACÓN, “Cíane de Siracusa, o Las Bacanales de Cándido María Trigueros: argumento mitológico y fábula impleja” .........

JUAN CARLOS JIMÉNEZ DEL CASTILLO, “Las profecías de la Austriaca siue Naumachia de Francisco de Pedrosa” ................................................

YULIA KOVARSKAYA, “Querelle des Anciens et des Modernes en la estética literaria rusa del siglo XIX” ..........................................................

INMACULADA LÓPEZ CALAHORRO, “La sombra de Grecia y Roma en la obra poética de José Hierro” ......................................................................

DELIA MACÍAS FUENTES, “Una Medea cubana: la versión de Reinaldo Montero” ....................................................................................................

JOSÉ MARÍA MAESTRE MAESTRE, “Las anotaciones de Rodrigo Fer-nández de Santaella a los Quinque articuli contra Iudaeos en la copia de esta obra sacada en 1773 (ms. 125-3-28 de la Biblioteca Capitular y Colombina de Sevilla)” ..............................................................................

CLELIA MARTÍNEZ MAZA, “El mundo clásico en la forja de una nueva nación: apodos grecorromanos en los albores de los EEUU (1776-1790)..

MANUEL MOLINA SÁNCHEZ, “El teatro humanístico español: claves para su estudio” ..........................................................................................

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1122 ÍNDICE

DIDÁCTICA DE LAS LENGUAS CLÁSICAS

MARIA CRISTINA PIMENTEL, “Leena y Epícaris, dos ejemplos de valor femenino” ...................................................................................................

EDUARDO DEL PINO GONZÁLEZ, “Identifi cación de dos poemas latinos de Levino Torrencio en el ms. &-IV-22 del Monasterio del Escorial” .......

Mª DOLORES RINCÓN GONZÁLEZ, “El eco en Roma de la toma de Má-laga: La Oratio de victoria Malachitana de Pedro Bosca (1487)”.............

ALEJANDRO RODRÍGUEZ DÍAZ DEL REAL, “La antigua Grecia en María Zambrano” ..................................................................................................

MIGUEL ÁNGEL RODRÍGUEZ HORRILLO, “El De Xenophonte historico de Friedrich Creuzer y las causas de la decadencia de la historiografía griega”

VICTORIA E. RODRÍGUEZ MARTÍN, “Aproximación a la simbología del

topo en Pierio Valeriano: sus fuentes” ........................................................

THEODORICUS SACRÉ, “De bellis Pygmaeorum iocosis sive de argu-mento antiquo quod in carmen heroico-comicum sive poema ludicrum convertit Iacobus Moireau poeta (saec. XVII)” ..........................................

JOSÉ ANTONIO SÁNCHEZ MARÍN, “Aportaciones al estudio de la poética renacentista italiana en lengua latina” ........................................................

MARÍA SEBASTIÀ SÁEZ, “Manuel Lassala como dramaturgo neoclásico del Settecento: de Ifi genia a Andrómaca” ..................................................

GEMA SENÉS RODRÍGUEZ, “El vuelo del fénix: de los clásicos a los Hieroglyphica de P. Valeriano y la tradición simbólico-emblemática” ......

FRANCISCO J. TALAVERA ESTESO, “Pierio Valeriano y la fi lología clásica”

GALA LÓPEZ DE LERMA, “Benignus Juanes y la didáctica del latín”.....

ALBERTO REGAGLIOLO, “Latin in England’s Primary Schools: The 2013 National Curriculum as a Refl ection Point”.................................................

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