Europa LA BRÚJULA la locura alumbra... · sobre todo se refleja con la mayor claridad el interior....

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SUPLEMENTO DE LA NUEVA ESPAÑA Cultura 3 JUEVES, 12 DE OCTUBRE DE 2017 LA BRÚJULA Los límites funcionan como espejos. En el límite se atisba el exterior, pero sobre todo se refleja con la mayor claridad el interior. Tomemos varios límites: el último verano de la II Guerra Mundial, un pequeño grupo de soldados alemanes aislados, una posición en la que la vigilancia de una línea férrea es la única misión. Y empieza el carnaval de las con- ciencias. Librados a sí mismos, los soldados enloquecen, se obsesionan con anima- les y plantas o, presas del aislamiento, se ven dominados por el eterno conflicto en- tre las órdenes y el runrún de los pepitos grillo. Ese es el cuadrilátero en el que el ale- mán Sigfried Lenz (1926-2014) situó en 1952 El desertor. Demasiado pronto para una Alemania que ni siquiera había empezado a lamerse las heridas. Así que la obra acabó en un cajón hasta que, a la muerte de Lenz, fue rescatada para gozo de los lec- tores que se internaron en sus páginas. Ahora usted también puede. EUGENIO FUENTES El desertor Sigfried Lenz Traducción de Consuelo Rubio Impedimenta 352 páginas 22,80 euros El club de los mentirosos Mary Karr Traducción de Regina López Muñoz Periférica & Errata naturae 520 pág. 23 euros Oficio Sergéi Dovlátov Traducción de T. Mikhelson y A. Martínez Fulgencio Pimentel 322 páginas 21,85 euros Locuras Emily Dickinson y otros Palabrero 126 páginas 15 euros Carnaval de conciencias en la novela perdida de Lenz El club de los mentiro- sos toma su nombre de la panda de borrachines que componen el padre de su autora y sus amigos. Fue publicada en EE UU en 1995 con éxito arrasador y desde entonces se ha vuelto sinónimo de descarnadas memorias de infancia y antónimo de queja lacrimosa. Porque el ejercicio de exploración que hace la texana Mary Karr aúna la capacidad de recordar sin disimulo y la voluntad de hacerlo en el tono joco- so de quien confiesa “mire, sí, éramos ni más ni menos que así, ¿vale?”. La familia de Karr se sustenta en una rompedora madre coleccionista de matrimonios de quien, sin duda, heredó el don de hablar claro. Súmenle una hermana y ya tienen el cuar- teto con el que reirán y llorarán, como antes millones de lectores, a través de ríos de alcohol en la Texas y el Colorado de los años 60. Porque hubo muchas décadas pro- digiosas y una de las mejores culebrea en estas páginas. El éxito arrasador de unas memorias de infancia sin velos El periodista y narrador Sergéi Dovlátov (1941- 1990), uno de los padres de la literatura rusa con- temporánea, murió en Nueva York tras un coma etílico. Compañero de farras del poeta Brodsky, este gigantón era excesivo en todo, incluso en su capacidad para fas- cinar con sus retratos del absurdo. Tal vez porque mientras otros autores se abisman en las simas de la tragedia o descarrilan en el sarcasmo, Dovlátov avanza con sutil equilibrio humorístico por el filo de la ironía. Su obra, compuesta por una docena de volúmenes, ha tenido una recepción guadiánica en España, aunque estos últi- mos meses han aparecido varios de sus títulos. Oficio es una cruda, divertida y muy perspicaz reflexión sobre los avatares de su vida profesional tanto en Rusia como en EE UU. Desde los despropósitos inherentes al periodismo hasta las insegurida- des, esperanzas y rechazos que rodean su trayectoria de narrador. Dovlátov, un padre de la literatura rusa de hoy Hace tiempo que des- pachar los males de al- guien como locura se con- sidera, cuando menos, una simpleza. Pero, por muchas vueltas que se les den a las palabras, sigue acechan- do a millones de personas la incapacidad para controlar su ánimo o para percibirse y percibir el mundo como se supone que lo hacen las personas “normales”. Y puesto que algunas de ellas han dedicado su afán a la escritura, el resultado han sido puña- dos de textos en los que poetas y narradores dan forma a sus demonios interiores. Lo- curas es un penetrante volumen en el que se reúnen escritos de seis autores tocados por el genio de la postración o el desvarío. Cuentos de Maupassant (El loco), Gogol (Diario de un loco), Lu Xun (su vuelta de tuerca a Diario de un loco) y el terrorífico de Perkins Gilman El papel de pared amarillo comparten espacio en estas páginas con poemas de Emily Dickinson y entradas del diario de Alice James. Cuando la locura alumbra textos sobresalientes denados día a día- en el que, bajo la apa- riencia documental, el lector encuentra cierta ficción con el propio autor como protagonista, días repetidos para conci- liar deseo y realidad. Uno es este que ves, pero podría haber sido el otro que se imagina. Los días raros, dice su autor, son aque- llos en los que la enfermedad de la madre se muestra con toda su maldad, aquellos que obligan al autor a detener las horas para poder contemplar un estado pro- pio averiado por la realidad y recom- puesto por la ficción. La vida, parece de- fender Parades, es el cuento que nos con- tamos cada día. Y Parades obra así casi to- dos los de los primeros seis meses del pa- sado 2016. Y eso es lo bueno: recortando el tiempo, dejándolo sólo en un semestre, el lector descubre que los días repetidos de Parades no se alejan demasiado de sus propios días repetidos. La vida, nor- malmente, es más sencilla que una aven- tura en una selva profunda. Los días raros Ovidio Parades Trabe; 2017, 200 páginas; 12 euros Europa Hacinan a unos 200 en los sótanos del palacio donde se corría aquella juerga beoda. Y surge la atroz idea: ¿por qué no continuar la fiesta matando a aquellos desgraciados? A fin de cuentas, la mayo- ría de los presentes –Margit al frente- eran grandes aficionados a la caza. De modo que se arman, apuran sus copas y asesinan a los judíos. Entre risas y coda- zos cómplices, perpretan el espanto. Y vuelven a los salones, a seguir bebiendo, bailando y riendo. Aquí no ha pasado nada. Diez días después, llegan los sovié- ticos a Rechnitz. Solo encuentran ceni- zas y el humo del escenario de la matan- za. ¿Y la anfitriona? Se mudó a Suiza, a criar caballos purasangre. Allí murió en 1989. Como arranque para contarlo en detalle, no está nada mal. Con meter las manos narrativas en tal abismo de pus mental, bastaría. Y ahí patina un poco Sacha Batthyany, a mi juicio. Quizá por querer extender su visión a otros lugares que ejemplifican la bar- barie totalitaria, deja escapar la historia que habría de articular su búsqueda. Se dispersa. Es un libro que cuenta enor- midades pero al que lastra no haberse sabido ceñir a lo antes citado, que bas- taría. Y lo lastra asismismo ese deseo de “hacer literatura”: “Un día de niebla frío y húmedo”; “Lucía el sol y los cristales de hielo destellaban en las ventanillas del autobús que nos llevaba al aero- puerto”; “Hacía frío y llovía”, cuando nos daría igual el tiempo que hiciese, en cualquiera de los casos. De ahí que ye- rran quienes comparan esta historia con la magnífica HHhH de Laurent Bi- net, en la que el cronista agarró el tema y no lo soltó hasta el final, bien ceñido a él. No obstante, me temo que solo sea a un servidor a quien mueven estos pre- juicios. Busquen ustedes en YouTube a una señorita muy suelta disparatando sobre La matanza de Rechnitz: “Y por unas razones u otras una de las diver- siones de esa noche consistió en matar a 180 judíos… aunque sean solo dos lí- neas son aspectos duros de la guerra… no tengo ningún antepasado que hu- biera matado a muchísima gente… es un libro que tiene una perspectiva más diferente al resto…” ¿Nuevos críticos? La matanza de Rechnitz (Historia de mi familia) Sacha Batthyany Trad. Fernando Aramburu Seix Barral; 2017 208 páginas; 18, 50 euros

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SUPLEMENTO DE LA NUEVA ESPAÑA Cultura 3 JUEVES, 12 DE OCTUBRE DE 2017

LA BRÚJULA

Los límites funcionan como espejos. En el límite se atisba el exterior, pero sobre todo se refleja con la

mayor claridad el interior. Tomemos varios límites: el último verano de la II Guerra Mundial, un pequeño grupo de soldados alemanes aislados, una posición en la que la vigilancia de una línea férrea es la única misión. Y empieza el carnaval de las con-ciencias. Librados a sí mismos, los soldados enloquecen, se obsesionan con anima-les y plantas o, presas del aislamiento, se ven dominados por el eterno conflicto en-tre las órdenes y el runrún de los pepitos grillo. Ese es el cuadrilátero en el que el ale-mán Sigfried Lenz (1926-2014) situó en 1952 El desertor. Demasiado pronto para una Alemania que ni siquiera había empezado a lamerse las heridas. Así que la obra acabó en un cajón hasta que, a la muerte de Lenz, fue rescatada para gozo de los lec-tores que se internaron en sus páginas. Ahora usted también puede.

EUGENIO FUENTES

El desertor Sigfried Lenz

Traducción de Consuelo Rubio

Impedimenta 352 páginas 22,80 euros

El club de los mentirosos

Mary Karr Traducción de

Regina López Muñoz Periférica &

Errata naturae 520 pág. 23 euros

Oficio Sergéi Dovlátov

Traducción de T. Mikhelson y A. Martínez Fulgencio Pimentel

322 páginas 21,85 euros

Locuras Emily Dickinson

y otros

Palabrero 126 páginas

15 euros

Carnaval de conciencias en la novela perdida de Lenz

El club de los mentiro-sos toma su nombre de la panda de borrachines que componen el padre de su

autora y sus amigos. Fue publicada en EE UU en 1995 con éxito arrasador y desde entonces se ha vuelto sinónimo de descarnadas memorias de infancia y antónimo de queja lacrimosa. Porque el ejercicio de exploración que hace la texana Mary Karr aúna la capacidad de recordar sin disimulo y la voluntad de hacerlo en el tono joco-so de quien confiesa “mire, sí, éramos ni más ni menos que así, ¿vale?”. La familia de Karr se sustenta en una rompedora madre coleccionista de matrimonios de quien, sin duda, heredó el don de hablar claro. Súmenle una hermana y ya tienen el cuar-teto con el que reirán y llorarán, como antes millones de lectores, a través de ríos de alcohol en la Texas y el Colorado de los años 60. Porque hubo muchas décadas pro-digiosas y una de las mejores culebrea en estas páginas.

El éxito arrasador de unas memorias de infancia sin velos

El periodista y narrador Sergéi Dovlátov (1941-1990), uno de los padres de la literatura rusa con-

temporánea, murió en Nueva York tras un coma etílico. Compañero de farras del poeta Brodsky, este gigantón era excesivo en todo, incluso en su capacidad para fas-cinar con sus retratos del absurdo. Tal vez porque mientras otros autores se abisman en las simas de la tragedia o descarrilan en el sarcasmo, Dovlátov avanza con sutil equilibrio humorístico por el filo de la ironía. Su obra, compuesta por una docena de volúmenes, ha tenido una recepción guadiánica en España, aunque estos últi-mos meses han aparecido varios de sus títulos. Oficio es una cruda, divertida y muy perspicaz reflexión sobre los avatares de su vida profesional tanto en Rusia como en EE UU. Desde los despropósitos inherentes al periodismo hasta las insegurida-des, esperanzas y rechazos que rodean su trayectoria de narrador.

Dovlátov, un padre de la literatura rusa de hoy

Hace tiempo que des-pachar los males de al-guien como locura se con-sidera, cuando menos,

una simpleza. Pero, por muchas vueltas que se les den a las palabras, sigue acechan-do a millones de personas la incapacidad para controlar su ánimo o para percibirse y percibir el mundo como se supone que lo hacen las personas “normales”. Y puesto que algunas de ellas han dedicado su afán a la escritura, el resultado han sido puña-dos de textos en los que poetas y narradores dan forma a sus demonios interiores. Lo-curas es un penetrante volumen en el que se reúnen escritos de seis autores tocados por el genio de la postración o el desvarío. Cuentos de Maupassant (El loco), Gogol (Diario de un loco), Lu Xun (su vuelta de tuerca a Diario de un loco) y el terrorífico de Perkins Gilman El papel de pared amarillo comparten espacio en estas páginas con poemas de Emily Dickinson y entradas del diario de Alice James.

Cuando la locura alumbra textos sobresalientes

denados día a día- en el que, bajo la apa-riencia documental, el lector encuentra cierta ficción con el propio autor como protagonista, días repetidos para conci-liar deseo y realidad. Uno es este que ves, pero podría haber sido el otro que se imagina.

Los días raros, dice su autor, son aque-llos en los que la enfermedad de la madre se muestra con toda su maldad, aquellos que obligan al autor a detener las horas para poder contemplar un estado pro-pio averiado por la realidad y recom-puesto por la ficción. La vida, parece de-fender Parades, es el cuento que nos con-tamos cada día. Y Parades obra así casi to-dos los de los primeros seis meses del pa-sado 2016. Y eso es lo bueno: recortando el tiempo, dejándolo sólo en un semestre, el lector descubre que los días repetidos de Parades no se alejan demasiado de sus propios días repetidos. La vida, nor-malmente, es más sencilla que una aven-tura en una selva profunda.

Los días raros Ovidio Parades

Trabe; 2017, 200 páginas; 12 euros

EuropaHacinan a unos 200 en los sótanos del palacio donde se corría aquella juerga beoda. Y surge la atroz idea: ¿por qué no continuar la fiesta matando a aquellos desgraciados? A fin de cuentas, la mayo-ría de los presentes –Margit al frente- eran grandes aficionados a la caza. De modo que se arman, apuran sus copas y asesinan a los judíos. Entre risas y coda-zos cómplices, perpretan el espanto. Y vuelven a los salones, a seguir bebiendo, bailando y riendo. Aquí no ha pasado nada. Diez días después, llegan los sovié-ticos a Rechnitz. Solo encuentran ceni-zas y el humo del escenario de la matan-za. ¿Y la anfitriona? Se mudó a Suiza, a criar caballos purasangre. Allí murió en 1989. Como arranque para contarlo en detalle, no está nada mal. Con meter las manos narrativas en tal abismo de pus mental, bastaría. Y ahí patina un poco Sacha Batthyany, a mi juicio.

Quizá por querer extender su visión a otros lugares que ejemplifican la bar-barie totalitaria, deja escapar la historia que habría de articular su búsqueda. Se dispersa. Es un libro que cuenta enor-midades pero al que lastra no haberse sabido ceñir a lo antes citado, que bas-taría. Y lo lastra asismismo ese deseo de “hacer literatura”: “Un día de niebla frío y húmedo”; “Lucía el sol y los cristales de hielo destellaban en las ventanillas del autobús que nos llevaba al aero-puerto”; “Hacía frío y llovía”, cuando nos daría igual el tiempo que hiciese, en cualquiera de los casos. De ahí que ye-rran quienes comparan esta historia con la magnífica HHhH de Laurent Bi-net, en la que el cronista agarró el tema y no lo soltó hasta el final, bien ceñido a él. No obstante, me temo que solo sea a un servidor a quien mueven estos pre-juicios. Busquen ustedes en YouTube a una señorita muy suelta disparatando sobre La matanza de Rechnitz: “Y por unas razones u otras una de las diver-siones de esa noche consistió en matar a 180 judíos… aunque sean solo dos lí-neas son aspectos duros de la guerra… no tengo ningún antepasado que hu-biera matado a muchísima gente… es un libro que tiene una perspectiva más diferente al resto…” ¿Nuevos críticos?

La matanza de Rechnitz (Historia

de mi familia) Sacha Batthyany

Trad. Fernando Aramburu Seix Barral; 2017

208 páginas; 18, 50 euros