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Eucaristía: perderse en Dios Cruzar juntos la puerta que nos introduce en el seno del Padre Michel Vandeleene Eucaristía y Nueva Creación Carlos García Andrade, c.m.f. Destellos de Eucaristía La Redacción «Tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de la mano» Mauro Mantovani, s.d.b. La Eucaristía en mi vida. Notas de agradecimiento Manuel Morales, o.s.a. Eucaristía: ¿símbolo de unidad o de separación? Peter Dettviler N.º 94/2015 Abril - Junio Unidad y Carismas

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Eucaristía:

perderse en Dios

Cruzar juntos la puerta

que nos introduce en el seno del Padre Michel Vandeleene

Eucaristía y Nueva Creación Carlos García Andrade, c.m.f.

Destellos de Eucaristía La Redacción

«Tres gotas de vino y una gota de agua

en la palma de la mano» Mauro Mantovani, s.d.b.

La Eucaristía en mi vida.

Notas de agradecimiento Manuel Morales, o.s.a.

Eucaristía:

¿símbolo de unidad o de separación? Peter Dettviler

N.º 94/2015 Abril - Junio

Unidad y Carismas

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Edición italiana

«Unità e Carismi», Fabio Ciardi, o.m.i.,Via della Selvotta, 2500041 Albano Laziale, Roma, [email protected]

Edición inglesa (Asia, África)

«Charisms in Unity», Conrad Sciberras,mssp, Via della Salvotta, 25 00041 Albano Laziale, Roma, Italia.

Edición francesa

«Unitè et Charismes», Roger Bourcier, fsg10, av. Rémy René-Bazin85290 St-Laurent-sur-Sevre, [email protected]

Edición alemana

«charismen. Ordenschristen in Kirche undGesellschaft», Hans Schalk, cssrKaulbachstrasse 47D - 80539 München, [email protected]

Edición eslovena

«Edinost in Karizme», Anton Nadrah, o.cist.,Cistercijanska opatija Sticna61295 Ivancna Gorica, Eslovenia

Edición polaca

«Jednosc i Charyzmaty», Ludwik Myciels-ki, o.s.b.Biskupow 72 PL48-355 Burgrabice, [email protected]

Edición española

Edita: Movimiento de los Focolares (R-2800178-B)Andrés Tamayo, 4. 28028 Madrid

Revista trimestral de espiritualidad y comunión

Edición portuguesa

«Unidade e Carismas», Germano van de Meer, s.v.d.C.P. 18 - 06730-970 Vargen Grande Paulista SP, [email protected]

Consejo de redacción: Carlos García Andrade, c.m.f.; Joaquín Mª Vicente, o.carm; José

Luis Belver, o.s.a.; Juan Gil, o. carm; José Damián Gaitán, o.c.d.; Santiago Sierra, o.s.a.

Administración: Joaquín Mª Vicente, o.carm. Ayala, 35. 28001 Madrid.

Tel. 914351660 - Fax 914351786 - e-mail: [email protected]

Composición: José Luis Belver, o.s.a. www.unidadycarismas.es

Depósito Legal: M-16.216-1991

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3333Unidad y Carismas, N.º 94 Abril - Junio 2015

EUCARISTÍA:PERDERSE EN DIOS

Editorial

La Eucaristía en la espiritualdad de la unidad Fabio Ciardi, o.m.i. 4

Perspectivas

Cruzar juntos la puerta que nos introduce en el seno del Padre Michel Vandeleene 7

Eucaristía y Nueva Creación Carlos García Andrade, c.m.f. 11

La Misa no ha terminado Amedeo Ferrari, o.f.m.conv. 16

Testigos

El voto de la personalidad en san Pedro Julián Eymard Manuel Barbiero, s.s.s. 21

Destellos de Eucaristía La Redacción 26

«Tres gotas de vino y una gota de agua en la palmade la mano». F.-X. Nguyên Van Thuâny la fuerza de la Eucaristía Mauro Mantovani, s.d.b. 31

Experiencias

La Eucaristía en mi vida.Notas de agradecimiento Manuel Morales, o.s.a. 35

El pacto de unidad en Jesús Eucaristía Paolo Monaco, s.j. 38

Nuevos horizontes

«La Eucaristía: ¿símbolo de unidado de separación? Peter Dettviler 40

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Unidad y Carismas

EDITORIAL

La Eucaristía

en la espiritualidad de la unidad

CCCCADA año, el Movimiento de los Focolares profundiza en un tema de su espirituali-dad. Es una manera inteligente de mantener viva la identidad carismática. Del mis-mo modo, cada mes se profundiza y vive una palabra de la Escritura –la Palabra de

vida– para beber constantemente en la fuente evangélica de la que brota y se mantiene vivotodo carisma. Entre ambas prácticas no existe sepación de temas. Es evidente para la Pala-bra de Vida: «en cada Palabra está toda la Palabra como en la Palabra está cada Pala-bra», ha enseñado constantemente Chiara Lubich. Lo mismo hay que afirmar sobre los va-rios aspectos de la espiritualidad: por una misteriosa pericóresis, cada aspecto contiene todala espiritualidad, que se alimenta a su vez de ese mismo aspecto.

El punto de la “espiritualidad de la unidad” propuesto para este año es “Jesús Eucaristía”.En una espiritualidad católica parece obvia la dimensión eucarística: ¿es necesario conside-rarla un elemento peculiar? ¿No es simplemente patrimonio común de toda la Iglesia? Sinembargo, tratando de profundizar en la experiencia de Chiara Lubich sobre Jesús Eucaristía,me parece evidente que toda su espiritualidad puede verse partiendo desde este aspecto y, almismo tiempo, cómo este aspecto exige –para vivirlo– todos los demás elementos que com-ponen armónicamente su espiritualidad.

Esta vez se me pidió a mí preparar el volumen que recoge los pensamientos de medita-ción sobre el tema del año. Es el sexto, que sigue a los de Dios Amor, la voluntad de Dios, laPalabra de Dios, Jesús en el hermano, Jesús en medio de nosotros. Ha sido la ocasión paravolver a leer muchos escritos de la fundadora de la Obra de María sobre Jesús Eucaristía.

En primer lugar he podido constatar la verdad que surge de una pregunta retórica que ellase hizo más de una vez: «¿Fue la Eucaristía la que me puso dentro el Ideal?», es decir, laque le permitió que acogiera el don divino de luz de la espiritualidad de la unidad y que lallevara a dar vida a su Obra en la Iglesia. La respuesta que se daba era que el Movimientoera fruto de «un asunto entre Jesús Eucaristía y yo»; «un asunto entre Tú y yo», decía con

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confianza dirigiéndose a Él. De este modo he podido recorrer de nuevo con ella algunos mo-mentos de su vida caracterizados por la presencia explícita de la Eucaristía. Algunos son en-cantadoras “florecillas”, que denotan un alma escogida por Dios y enamorada de Él, otrosson opciones fuertes que la marcaron profundamente indicándole definitivamente el cami-no. El resultado ha sido una pequeña biografía eucarística, de la que emerge una presenciaconstante, central, enteramente de Jesús Eucaristía.

En una segunda parte he intentado penetrar en el secreto de su relación personal con JesúsEucaristía, sencilla y profunda, con movimientos de sincero afecto y con intuiciones de altaespeculación, fruto natural de una convivencia esponsal.

Las notas personales, los diarios, las confidencias con los miembros de su comunidad mehan fascinado, descubriéndome una intimidad que ya no es secreta. Jesús Eucarístia entró ensu vida «más que el aire en mis pulmones, más que la sangre en mis venas». Chiara parece sus-pirar de amor, en una fusión deificante: «Jesús –le confía– cuando vienes a mi corazón, todapalabra se desvanece delante de tu presencia. Me pierdo en ti y te digo: Tú». En él encuentrael motor de su vida: «La Eucaristía es la que hace ir adelante, la que diviniza la jornada, laque cristifica a la persona». De esta experiencia personalísima surge una abundante y esencialenseñanza personal, de la que la tercera parte del libro solo ofrece alguna breve muestra.

A medida que iba componiendo esta breve antología (Chiara Lubich, Jesús Eucaristía,Ciudad Nueva, Madrid 2014), me venían a la mente, uno tras otro, los demás puntos de la es-piritualidad de la unidad. Dios Amor está totalmente expresado en la Eucaristía, «la gran in-vención de Dios, de su amor por los hombres», «el Amor de los amores». Siendo la máximaexpresión de la donación de Dios, coincide con Jesús Abandonado: «se produjo en mí unchac entre Jesús abandonado y Jesús Eucaristía». No podemos acceder a la Eucaristía si noestamos reconciliados con los hermanos; exige el amor hacia todos. Al mismo tiempo, la Eu-caristía es esencial para poder vivir el amor al hermano, hasta la reciprocidad: ella es el mo-delo, la causa, la fuerza. La Eucaristía forma la Iglesia, y al mismo tiempo la Iglesia forma laEucaristía, «y la forma a través de sus sacerdotes y del Espíritu Santo». El mismo ideal de launidad sería una utopía sin la Eucaristía, que solo ella puede realizarla. No por casualidad, re-cuerda Chiara, el don de la Eucaristía coincide con el del mandamiento nuevo del amor recí-proco y con la oración de Jesús por la unidad.

Se supera así cualquier dicotomía: «El culto divino y el amor a los hermanos, que com-pone y recompone la unidad entre ellos no pueden ir separados de ningún modo». Los cris-tianos, eucaristizados, se convierten, a su vez, en eucaristía para el mundo, llevando por to-das partes los gérmenes de la resurrección. De aquí surge el compromiso social, político,económico del Movimiento de los Focolares, así como la apertura al mundo de la cultura:«De hecho, ya que la Eucaristía nos transforma en Jesús, en nosotros hechos Él se expresael Verbo: un Verbo que es doctrina». La creación misma alcanza su plenitud en la “nuevacreación”, gracias a los cuerpos que, “comidos” por la tierra, se convierten en su “euca-ristía”, germen de resurrección.

Finalmente, en la espiritualidad de la unidad de la misma experiencia de María surge encierto modo de Jesús Eucaristía, como testimonia un conocido episodio de la vida de Chiara:

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Unidad y Carismas

«Entré un día en una iglesia y con el corazón lleno de confianza le pregunté a Jesús porqué Él, que se quedó en la tierra, en todos los lugares de la tierra, en la dulcísima Euca-ristía, no encontró un modo de dejar también a su madre, para nosotros tan necesitados deayuda en el camino de la vida. Y desde el tabernáculo, en el silencio, parecía responderme:“No la he dejado porque la quiero ver en ti”».

La Eucaristía todo lo conforma y todo vuelve a ella, hasta que nos introduzca, junto contoda la creación, en el seno del Padre. Es lo que, por una singular gracia, Chiara pudo expe-rimentar proféticamente en los inicios de su divina aventura.

Fabio Ciardi, o.m.i.

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«El evangelio de Juan nos presenta el discurso sobre el “pan de vida”, que Jesús realizó en lasinagoga de Cafarnaúm, en el cual afirmó: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma deeste pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.

Jesús subraya que no vino a este mundo para traer alguna cosa, sino para dar su vida, paranutrir a quienes tienen fe en Él. La comunión con el Señor compromete a sus discípulos a imi-tarlo, haciendo de nuestra existencia, con nuestra actitud, un pan partido para los demás, comoel Maestro, que parte y nos da el pan que es realmente su carne…

Cada vez que participamos en la Santa Misa y nos nutrimos del Cuerpo de Cristo, la presen-cia de Jesús y del Espíritu Santo actúa en nosotros, llena nuestro corazón y nos comunica actitu-des interiores que se traducen en comportamientos según el Evangelio.

Sobre todo la Palabra de Dios, la fraternidad entre nosotros, la valentía del testimonio cristia-no, la fantasía de la caridad, la capacidad de dar esperanza a los desalentados y de acoger a losexcluidos.

De esta manera la Eucaristía hace madurar un estilo de vida cristiano. La caridad de Cristo,acogida con el corazón abierto, nos cambia, nos transforma, nos hace capaces de amar, no segúnuna medida humana, siempre limitada, sino según la medida de Dios, o sea sin medida.

Gracias a Jesús y al Espíritu, también nuestra vida se vuelve “pan partido” para nuestros her-manos. Y viviendo así descubrimos la verdadera alegría, la alegría de hacernos don, para devol-ver el gran don que nosotros recibimos primero sin mérito nuestro. Es bello esto, nuestra vida sehace don, esto es imitar a Jesús.

Querría subrayar estas dos cosas… La medida del amor de Dios es amar sin medida; y si-guiendo a Jesús con la eucaristía, hacemos de nuestra vida un don.

Jesús, pan de vida eterna, descendió del cielo y se hizo carne gracias a la fe de María Santísi-ma. Después de haberlo llevado en ella con inefable amor, lo siguió fielmente hasta la cruz y la re-surrección. Que la Virgen nos ayude a descubrir la belleza de la eucaristía, a hacerla el centro denuestra vida, especialmente en la misa dominical y en la adoración».

Papa Francisco, Ángelus 22 junio 2014.

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Entrar en el seno del Padre

El 16 de julio de 1949 Chiara Lubich(1920-2008) e Igino Giordani (1894-1980)sellaron entre ellos un pacto de unidad enJesús Eucaristía. Esto marcó para el na-ciente Movimiento de los Focolares el ini-cio de un periodo de gracias muy especialesque duró todo el verano del 49 y constituyeel periodo de fundación verdadera y propiade la Obra de María (nombre oficial delMovimiento).

Giordani, a quien Chiara había dado elnombre de Foco, le había expresado el de-seo de unirse a ella con un voto de obedien-cia. Enamorado de santa Catalina de Sie-na, quería “atarse corto”, emulando así alos discípulos de la santa que, aun siendo de

distintos estados de vida y comprometidosde diversas formas en la sociedad, habíanido constituyendo una “entusiasta brigada”con el fin de vivir sólo por Dios2. Giordani,casado y padre de cuatro hijos, escritor, pe-riodista y político, ansiaba la santidad.Había reconocido en Chiara a una jovenelegida por Dios, depositaria de un gran ca-risma, una santa Catalina de nuestros tiem-pos. Por eso tuvo la audacia de proponerleaquel voto, con el fin de hacerse santos jun-tos, a semejanza de otros santos, comoFrancisco de Sales y Juana de Chantal.

Chiara sin embargo no entendió enaquel momento ni el porqué de la obedien-cia, ni la unidad entre los dos y cambió lapropuesta de Foco por una petición comúna Jesús Eucaristía para que fuese Él quien

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Michel Vandeleene

Cruzar juntos la puertaque nos introduce en el seno del Padre

PERSPECTIVAS

El Papa Francisco, dirigiéndose recientemente a los participantes a la Asamblea generaldel Movimiento de los Focolares, invitó a todos a «cruzar juntos la puerta que nos intro-duce en el seno del Padre»1. Es la experiencia que Dios concedió vivir hace años a ChiaraLubich e Igino Giordani. El presente artículo la explica e indica las condiciones necesariaspara que se pueda volver a hacer.

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Unidad y Carismas

estableciese entre ellos el vínculo que Élquería. Aquel día, después de haber selladodurante la misa el pacto de unidad, Diostransportó a Chiara al seno del Padre3. Erala fiesta de la Virgen María del Monte Car-melo: «Foco tenía que entrar a la sacristía paradar una conferencia a los frailes. Yo me sentí im-pulsada a volver a la iglesia. Entro y voy delantedel tabernáculo. Y allí me pongo a rezar a JesúsEucaristía, pero al decirle “Jesús”, no puedo.Jesús, que estaba en el sagrario, estaba tambiénaquí, en mí, lo era yo también, era yo, identifica-da con Él. Por tanto, no podía llamarme a mímisma. Y allí sentí salir de mi boca, espontánea-mente, la palabra “Padre”. Y en aquel momentome hallé en el Seno del Padre. Fui realmentecomo raptada, en un instante.

En aquel momento me pareció que mi vida re-ligiosa debía ser diversa de la que había vividohasta entonces: no debía consistir tanto en diri-girme a Jesús, cuanto en ponerme junto a Él,nuestro Hermano, orientada hacia el Padre.

Había entrado en el Seno del Padre, que semostraba a los ojos del alma (pero es como si lohubiese visto con los ojos físicos) como una vorá-gine inmensa, cósmica. Y todo era oro y llamasarriba, abajo, a derecha y a izquierda.

Fuera de nosotros permanecía la creación.Nosotros habíamos entrado en el Increado.

No distinguía lo que había en el Paraíso peroesto no me perturbaba. Era infinito, pero me en-contraba en casa. Me pareció entender que quienme había puesto en la boca la palabra “Padre”había sido el Espíritu Santo. Y que Jesús Euca-ristía había actuado verdaderamente como vín-culo de unidad entre Foco y yo porque sobrenuestras dos nadas solo había permanecido Él4.

Solo había permanecido Él. “Es casi ma-temático –explica Chiara en una nota a este tex-to–: aquí nada, allí nada, luego Jesús Eucaristíaque une. ¿Qué queda? Cero más cero más Jesús:queda Jesús”. Y Jesús guía a quien se nutre de élde esta manera, sellando este pacto, allí donde Élestá, es decir, en el Seno del Padre»5.

Comenta también Chiara: «Aquí se com-

prende en qué sentido la espiritualidad colectiva(como es la nuestra) no suscita simplemente unacomunidad de personas, sino que nos lleva a seruno. De hecho, es Jesús el que nos envuelve, ypermanece solo Él. Incluso la forma de rezar pro-pia en nuestra espiritualidad, no se encuentra enotras religiones, en donde, aun rezando a una di-vinidad, se permanece, por decirlo así, fuera deella. Nosotros, en cambio, entramos en Dios, enla Trinidad».

Es el efecto que produce la Eucaristíacuando se la recibe con las debidas condi-ciones6: es la participación en la vida divi-na, la deificación. En el verano del 49 se leha dado a Chiara el experimentarlo y “ver-lo” de alguna manera con los ojos del alma,pero, cada vez que nos nutrimos de la Eu-caristía dignamente, ella obra la transfor-mación del cristiano en Jesús. Nos converti-mos en lo que recibimos, aunque no lo per-cibamos sensiblemente.

«Esta mañana comprendí cómo es el hombredespués de la Comunión: es el hombre de la Uni-dad. Es Dios. Es Dios en el alma y en el cuerpo:como Jesús».

El mismo pensamiento se encuentra enuna página fechada en octubre de 1976 enla que Chiara había resumido lo esencial delas cuatro conversaciones sobre la Euca-ristía escritas para los miembros del Movi-miento7: «La Eucaristía tiene como fin hacernosDios (por participación). Mezclando la carne vi-vificada –por el Espíritu Santo– y vivificante de

«Es increíble la intensidad con la quevivíamos la Palabra. La Palabra era lavida, era el aliento. Sentíamos que tenía-mos que ser la Palabra, que sólo tenía-mos sentido siendo la Palabra. Ningunaotra cosa tenía sentido, ni las circunstan-cias, ni el dolor, ni la enfermedad…Todo era absorbido por la Palabra».

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Cristo con la nuestra, nos diviniza en el alma yen el cuerpo. Es decir, nos hace Dios.

Ahora bien, Dios no puede estar más que enDios. Por eso la Eucaristía hace entrar al cristia-no, que se alimenta de ella dignamente, en elseno del Padre, coloca al hombre en la Trinidaden Jesús. Al mismo tiempo la Eucaristía no haceesto con un solo hombre, sino con muchos, loscuales, siendo todos Dios, ya no son muchos,sino uno. Son Dios y todos juntos están en Dios.Son uno con Él, están perdidos en Él»8.

Es conveniente identificar las condicionesnecesarias para poder cruzar siempre esapuerta, de modo que nos podamos estable-cer lo más posible, juntos, desde esta tierra,en el más allá, es decir en el seno del Padre

¿En qué condiciones?

«Tu conoces mi vida –dijo Chiara a Fococuando le propuso sellar entre ellos el pacto deunidad en Jesús Eucaristía–, yo soy nada. Quie-ro vivir como Jesús Abandonado que se anulócompletamente. También tú eres nada porque vi-ves de la misma manera.

Pues bien, mañana iremos a la Iglesia y lediré a Jesús Eucaristía, que estará en mi corazóncomo en un cáliz vacío: “Sobre mi nada, pactaunidad con Jesús Eucaristía en el corazón deFoco. Y hazlo de modo, Jesús, que se manifiesteentre nosotros esa unión que tú sabes”. Despuésañadí: “Y tú, Foco, haz lo mismo”»9.

Desde hacía cinco años Chiara y sus pri-meras compañeras vivían con intensidad laPalabra de Vida, es decir, las palabras delEvangelio que tomaban en consideraciónuna tras otra. Escribe al respecto: «Es increí-ble la intensidad con la que vivíamos la Palabra.La Palabra era la vida, era el aliento. Sentíamosque teníamos que ser la Palabra, que sólo tenía-mos sentido siendo la Palabra. Ninguna otracosa tenía sentido, ni las circunstancias, ni el do-lor, ni la enfermedad… Todo era absorbido porla Palabra. Por eso en nosotras no vivía ya Chia-ra, Graziella, Natalia…, sino que vivía Cristo

que es la Palabra. Esta radicalidad de vida noshacía libres de todo condicionamiento. Había-mos encontrado la libertad en la Palabra.

La vida de la Palabra […] provocaba en noso-tras un único efecto, estar siempre en lo sobrena-tural, porque estábamos muertas a nosotras mis-mas y vivas en Dios. Y fue este vivir intensamen-te la Palabra lo que nos hacía ser Jesús, indivi-dualmente y juntas, y lo que hizo posible la en-trada en el Paraíso».

Después, en el culmen de aquella intensavida de la Palabra, Chiara comprendió queen el grito del abandono de Jesús se con-tenían todas las Palabras del Evangelio yque el Grito era la síntesis y la expresiónmáxima. Entonces su vida y la de sus pri-meras compañeras se “limitó”, si podemosdecir así, a Jesús Abandonado, a apuntar aser como Él, Amor: «Si no recuerdo mal, laúltima Palabra que habíamos vivido en aquel pe-riodo era “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me hasabandonado?” (Mc 15, 34; Mt 27, 46). Y JesúsAbandonado se nos había presentado como laPalabra por excelencia, la Palabra totalmente ex-plicada, la Palabra abierta completamente. Bas-taba, por lo tanto, vivirlo a Él. Así todo se sim-plificaba. Vivirle a Él significaba vivir la nuestranada para ser totalmente para Dios (en su volun-tad) y para los demás».

Y Chiara comenta: «Es importante lo quedigo aquí: “vivirle a Él (Jesús Abandonado) sig-nificaba vivir la nada de nosotros”. En efecto, alhacer el pacto con Foco decíamos a Jesús Euca-ristía que Él pactara la unidad entre nosotros “so-bre nuestra nada”, no decíamos: “sobre nuestroamor recíproco”. Pero “sobre nuestra nada” sig-nifica “sobre nuestro amor recíproco”, porque“vivirle a Él” es precisamente “vivir nuestra nadapara ser totalmente para Dios y para los demás”.

Son [por tanto] evidentes los elementos funda-mentales del “pacto”: nuestra nada vivida, comoJesús Abandonado, como la medida del amor aDios y entre nosotras; y la comunión con JesúsEucaristía, al que pedimos que pacte entre noso-tros la unidad que Él sabe.

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3 Cf. C. Lubich, Vi dono il Paradiso, en Unità e Ca-rismi, XX (2010/4), p. 6.

4 C. Lubich, Paradiso ’49, en AA. VV., Il Patto del’49 nell’esperienza de Chiara Lubich. Persorsi interdisci-plinari, Città Nuova, Roma 2012. Casi todos lospárrafos del Paraíso ’49 citados en este artículo es-tan tomados de este libro.

5 Como confirmación de su experiencia, Chiaraencontró años después este párrafo de AnselmStolz (1900-1942): «En la Eucaristía la más íntimaunión posible con Cristo, en el sentido de una total trans-formación de nuestro ser en Cristo transfigurado, resultaser una realidad sacramental […] A aquellos que hanllegado a ser semejantes a Él, Cristo los libera, de unmodo sacramental, de la angustia de la existencia terre-na y los conduce ante el Padre […] Al participar en laEucaristía, el creyente es “arrebatado” de este mundo; yes conducido por medio del Hijo al círculo de los ángeles,hasta el Padre y, en unión con el Hijo, puede acercarse aÉl con la palabra (Abbà) “Padre” en sus labios»; D. A.Stolz, Teologia della mistica, Morcelliana, Brescia1947, pp. 206-207, citado en C. Lubich, La Euca-ristía, en Escritos Espirituales/4, Ciudad Nueva,Madrid 1997, p. 37.

6 «Pablo VI, como resumiendo lo referente a las dispo-siciones espirituales necesarias, dice: “En el reino eucarís-tico comprende quien cree y quien ama. El amor se trans-forma en coeficiente de inteligencia, porque finalmente esposeído. En la conquista de las cosas divinas el amor sir-ve más que cualquier otra de nuestras facultades espiri-tuales” (Insegnamenti di Paolo VI, II, Poliglota Vati-cana 1967, IV). Por tanto, si el que se acerca a la Euca-ristía quiere estar en sintonía con este sacramento, debetener la firme decisión de realizar con la voluntad y de unmodo concreto lo que la Eucaristía significa y realiza: launidad» (C. Lubich, La eucaristía, cit. p. 49).

7 Id., La eucaristía, cit. pp. 9-58.8 Id., La doctrina epiritual, Ciudada Nueva, Ma-

drid 2002, p. 183.9 Cf. F. Ciardi, Sul nulla di noi, Tu, en Nuova

Umanità, XX (1998/2) 116, pp. 233-251.10 Y en una nota comenta Chiara: «Sí, es una

nada querida. Porque yo decía: “soy yo”, pero me anula-ba, es decir: “Si existe bueno, lo anulo; si existe una ins-piración, la anulo; si existe algo malo, lo anulo (lo pongoen la misericordia de Dios); si soy yo, me anulo”. Es unacto de inspiración, la anulo; si hay algún mal, lo anulo(lo pongo en la misericordia de Dios); si yo soy, me anu-lo” Es un acto de anulación que hago yo. Es importanteesta anulación y es necesario anular también las inspira-ciones, incluso lo divino en nosotros, como Jesús Abando-nado, para llegar a la unidad, a tener Jesús en medio».

Y sobre todo es evidente la inmensa y funda-mental importancia de este “pacto” que, surgien-do con simplicidad de un acto de amor, es decirpor la adhesión según nuestro espíritu a la deman-da de Foco, dio comienzo a la experiencia extraor-dinaria del Reino de los cielos entre nosotros».

Refiriéndose de nuevo a aquel momentode la entrada en el seno del Padre, Chiaraescribe: «Jesús del hermano me da a Cristo enmí» y explica cómo su alma, que era «unanada por sí»10, conteniendo en sí misma (porJesús Eucaristía) a Jesús-Dios, fue Cristoporque estaba unida al hermano. Porque erandos es por lo que Chiara alcanzó la unidad,si podemos decir así, es decir, porque erandos es por lo que ella fue hecha realmenteuno con Jesús y con Foco en Jesús.

Esto indica la importancia que tiene elhermano en la espiritualidad de la unidad.«Jesús del hermano me da a Cristo en mí». Por-que estaban juntos, unidos en el amor recí-proco, la Eucaristía produjo en ellos todo elefecto para el que fue instituida. Jesús en elhermano nos abre la puerta del cielo, él esel que nos hace posible el acceso al Paraíso,el que hace que podamos tener realmente aJesús en medio de nosotros y, a través de supresencia, ser hechos todos por Él, que senos da en la Eucaristía, una sola cosa en Él.

Siempre podemos nutrirnos de la Euca-ristía de este modo: sellando entre nosotrosel pacto formulado por Chiara y Foco el 16de julio de 1949 y viviéndolo en la realidadde nuestra vida cotidiana. Sería el mejormodo de establecernos juntos en Dios des-de esta tierra y llevar con nosotros todo loque nos rodea.

1 Papa Francisco, Discurso a los participantes en laAsamblea general del Movimiento de los Focolares, Ciu-dad del Vaticano, 26 septiembre 2014.

2 I. Giordani, Caterina da Siena. Un cuore che in-cendia dell’amore di Dio, Città nuova, Roma 2003(prima ed. Sei, Torino 1954), p. 139ss.

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SSSSI, como dicen los expertos en feno-menología de la religión, las carac-terísticas más comunes de toda verda-

dera experiencia del misterio divino lo ha-cen percibir como una realidad fascinantey, al mismo tiempo, terrible, con toda pro-babilidad el misterio eucarístico representaen la fe católica, la experiencia que muestracon mayor precisión esos rasgos.

Fascinante y terrible

La Eucaristía es un don maravilloso quepermite a los creyentes superar los límitesdel espacio y del tiempo: cualquier creyen-te, en cualquier lugar y en cualquier época,a través de la Eucaristía, puede tener la mis-ma relación con Jesús. Se ha dicho, y conrazón, que la Eucaristía nos unifica. No so-lamente porque comemos el mismo pan,sino también porque de entrada nos hace atodos iguales. Cuando nos ponemos en fila

para recibir la santa comunión, no hay dife-rencia que resista. Hombre o mujer, esclavoo libre, rico o pobre, joven o adulto, sabio oignorante…es ahí donde aparece nuestramejor condición: hijos/as de Dios.

Es un don fascinante porque nos haceentender enseguida el tipo de relación y deintimidad que Jesús quiere establecer concada creyente (“carne de tu carne, hueso detus huesos”). Solo un Dios capaz de la lo-cura de la cruz podía proponer una relaciónsemejante con su criatura.

La experiencia de la “fracción del pan”fue decisiva en aquella transición que la fede los discípulos tuvo que hacer después dela Pascua: pasar de la presencia visible deCristo entre ellos, al descubrimiento deesta nueva presencia espiritual, real peroespiritual, no visible. Después del episodiode Emaús se comprende por qué, desdesiempre, el sacramento del pan y del vinoha sido determinante para la vida de la co-

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Carlos García Andrade, c.m.f.

Eucaristíay Nueva Creación

El don eucarístico constituye el gran misterio de la fe. Nos pide con particular evidenciasuperar con la fe el mensaje de los sentidos. Por único que parezca, sin embargo, no es un donaislado. Más aún, si se aísla del contexto que le da sentido, cae un poco en el vacío y no pro-duce todo el fruto que contiene. Me propongo una reflexión en este sentido.

PERSPECTIVAS

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munidad cristiana. Han reconocido a Cris-to en el partir el pan. Y es ahí donde noso-tros debemos continuar reconociendo alResucitado.

En la Eucaristía hay también una dimen-sión terrible: siendo memorial del sacrificiocruento de Cristo sobre la cruz, aun siendoexpresión de amor, no deja de ser terrible.

Si se piensa bien, resulta casi inconcebi-ble lo que la Eucaristía representa: ¡tener aDios entre las manos! En un pedacito depan blanco, ahí, a nuestra disposición. Esoque hombres y mujeres de todos los tiem-pos han buscado con tanta ansia, bienelevándose sobre las cimas más altas, biendescendiendo hasta los abismos más escon-didos del espíritu humano, esa realidadinalcanzable resulta accesible, más aún, noses dada en toda su simplicidad mediante unpoco de pan y un poco de vino. ¡Y para sercomido! ¡Comer a Dios! Estamos tan habi-tuados que tal vez ahora no estamos ya encondiciones de comprender el valor de se-mejante afirmación: para nosotros es algotan simple. Pero si se piensa objetivamente,es una expresión realmente fuerte.

Otros aspectos menos evidentes

«Soy trigo de Dios, y seré molido por los dien-tes de las fieras para convertirme en pan puro deCristo. Rogad a Cristo por mí, para que, porobra de estas fieras, yo me convierta en hostiapara el Señor». Este precioso y famosísimofragmento de la carta a los Romanos deSan Ignacio de Antioquía (120 d.C.) nosmuestra mejor que cualquier considera-ción, no solo la profundidad del sello que elsacramento eucarístico dejó en la experien-cia de fe de los cristianos ya desde los pri-merísimos tiempos, sino también otro as-pecto de la inteligencia cristiana del miste-rio eucarístico que quizá hoy no está tanclaro para nosotros: todos tenemos queconvertirnos en pan de Cristo.

La Eucaristía no pretende solo mostrarla intimidad de la comunión que Jesúsquiere tener con nosotros, sino su voluntadde implicarnos en la misma dinámica dedonación total que anima el don eucarísti-co. Recibir ese don que hace de nosotros undon para los demás.

La Eucaristía es la más clara manifesta-ción de nuestra unidad sobrenatural, denuestro ser en Cristo una cosa sola. Ya elmismo Pablo nos recordaba que, «porque elpan es uno, nosotros, siendo muchos, formamosun solo cuerpo, pues todos comemos del mismopan» (1 Cor 10,17). Esto significa que la co-munión que Él quiere establecer con cadauno de nosotros debe vivirse también en re-ciprocidad con los demás creyentes. La Eu-caristía nos indica también el tipo de comu-nión que Dios quiere que exista entre noso-tros (amor recíproco para convertirnos enese Uno que somos ante Él). Por eso no esexcesivo afirmar que en la Eucaristía se ex-presa la realidad más profunda de la Iglesiay, por tanto, según el adagio tradicional, sila Iglesia es la que “hace” la Eucaristía, laEucaristía, a su vez, edifica la Iglesia. Cier-tamente no se termina nunca de ahondar ydesentrañar los muchos aspectos de vidacristiana que se esconden tras los dones eu-carísticos.

Algunos problemas reales

Esta centralidad y esta riqueza no signifi-can que el misterio no tenga necesidad deun contexto, unas raíces que son decisivaspara comprender bien el plan de Dios. Parano estropearlo o para no trabajar en elvacío. Porque, digámonoslo, no todo es be-llo y armonioso. No faltan los problemas.

La Eucaristía es el centro de la vida cris-tiana, pero ¿no se queda un poco aislada? Sise participa de la Eucaristía solo una vez enla semana ¿qué ocurre los demás días? Des-pués, la Eucaristía depende del templo. ¿No

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existe el riesgo de que los cristianos haganla experiencia del encuentro con Dios solouna vez a la semana, cuando acuden altemplo? En efecto, muchos cristianos “sesienten” verdaderos cristianos solo durantela misa dominical, pero no saben cómo ha-cer en la vida cotidiana. Por eso hablo deun cierto aislamiento.

Hay, después, otra pregunta elemental.¿Por qué este sacramento parece tan inefi-caz? Si miramos solamente la ciudad deRoma, y nos preguntamos cuántas perso-nas comulgan cada domingo, probable-mente la cifra llegue a cientos de miles. ¿Seconsigue percibir un fruto proporcionado?Alguno dirá: ¿cómo es posible hacer unapregunta semejante? ¿Es que tenemos uninstrumento capaz de escrutar las concien-cias? Se comprende, sin embargo, que lapregunta no pide una respuesta científica,ciertamente inalcanzable, pero sí quiere po-ner en evidencia el hecho de que, mirandoel número de personas que comulgan, seríanormal esperarse frutos más evidentes ymayores de los que se dan.

¿Qué es lo que falta en nuestro vivir laEucaristía? La Reforma Litúrgica despuésdel Vaticano II nos quitó una serie de impe-dimentos que antes podían ser un alibi,pero deja ante nosotros una dificultad muyreal. Con demasiada frecuencia se advierteuna actitud individualista (por lo que algu-nos, apenas recibida la santa comunión,abandonan la santa misa para ir a una capi-lla lateral a dar gracias a Dios, recogidos ensí mismos) que parece prescindir de la im-portancia eclesial del sacramento. Da la im-presión, por tanto, de que a la misa cadauno va sobre todo a “tomar” la comunión yque el resto no cuenta.

La transubstanciacióny los demás contextos

A mi juicio, uno de los aspectos que hace

falta reformular es la relación entre el sacra-mento eucarístico y el designio de salva-ción. Porque la perspectiva tradicional, cen-trada excesivamente en la “transubstancia-ción”, da mucho relieve al aspecto de lapresencia real de Cristo, pero es como sifuese una intervención siempre única, unmilagro que se repite cada vez, cada día,miles de veces en todo el mundo.

¡Cuánto trabajo para el pobre Jesús! Lallegada de cada domingo significa un mul-tiplicarse sin descanso de las transustan-ciaciones que tiene que cumplir. De acuer-do, Él es Dios, y para Dios nada hay im-posible.

No pretendo valorar, ciertamente, en es-tas líneas la explicación que se da a propó-sito de la transubstanciación que, por lodemás, tiene una consistencia y una acogi-da en la tradición que le haría merecer unestudio más profundo. Quiero, sencilla-mente, poner de relieve que esta explica-ción tiende a aislar el momento decisivo dela epíclesis y de la consagración –la inter-vención directa de Dios a través de los ges-tos y las palabras del sacerdote– del resto dela celebración y también del resto de lavida, y esto me parece un planteamiento re-ductivo.

La Eucaristía no se puede aislar de sucontexto ritual originario (celebración de laPascua) y tiene sus raíces profundas tantoen los sacrificios de comunión presentes enla Antigua Alianza, como en la conductade Jesús (las comidas con los pecadores).Tiene una decisiva importancia eclesial.No podemos profundizar aquí estos aspec-

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La Eucaristía es la más clara ma-nifestación de nuestra unidad sobre-natural, de nuestro ser en Cristo unacosa sola.

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tos, pero nos ayudan a entender que el con-texto es muy importante.

La Eucaristía comporta también todauna simbología material pero de profundovalor eclesial (los granos de trigo, molidos,se convierten en pan; las uvas, exprimidas,se convierten en un único vino) y expresauna simbología humana (se come y se bebejuntos no casualmente sino con una precisafinalidad). No me parece justo descuidarestos aspectos al considerar el sacramento.Son aspectos sin duda menos centrales quela consagración, pero son en todo caso,también ellos, constitutivos de la Euca-ristía.

La Eucaristía expresión de la NuevaCreación

A mí me interesa especialmente el víncu-lo entre la Eucaristía y la creación. La Eu-caristía nos dice que Dios se hace pan, osea, una realidad material. Y esto nos hablasobre todo de la radical solidaridad que laencarnación comporta. Dios se hace“cosa”, no solo hombre.

Pero tal vez nos indica también algo dife-rente. El Cristo que se hace presente en losdones eucarísticos no es el Verbo encarna-do sino el Verbo resucitado. Como es elVerbo resucitado quien nos dice de nuevosus palabras cuando se lee la Revelación, ose hace presente donde dos o más discípu-los se reúnen en su nombre (Mt 18,20).¿Cuál es la relación entre el Resucitado y laEucaristía?

La resurrección-exaltación de Cristocomporta que el Verbo retome la dimen-sión de su divinidad de que se había despo-jado para hacerse hombre: la infinitud, laeternidad. Significa que ya no es el mundoel que contiene a Cristo sino más bien locontrario: es Él quien contiene en sí todo eluniverso creado.

Toda la creación hace referencia a Él. Si

Gaudium et Spes en el nº 22 nos recuerdaque el Verbo, mediante su encarnación, seha unido en cierto modo a toda la humani-dad, se debe decir también que el Verbo en-carnado, mediante la resurrección-exalta-ción, ha llevado consigo al seno de la Trini-dad no solo la humanidad sino tambiéntoda la creación, que ahora encuentra en Éluna nueva raíz («todas las cosas… se mantie-nen en Él», Col 1,17). Eso significa que todala creación –incluso el fruto del trabajo delhombre– hace referencia a Él por el simplehecho de existir.

Desde esta perspectiva, para comprendermejor la Eucaristía, en vez de proponer unaintervención divina milagrosa que cada vezmuta la naturaleza de la realidad cambian-do la sustancia, es posible proponer que enla Eucaristía sencillamente aparece la verda-dera naturaleza de la realidad, tal como es re-almente según el designio de Dios. El pan yel vino expresan su raíz profunda: el Resu-citado, al cual hacen referencia directa.

Por tanto, con las palabras y los gestosdel sacerdote no se “genera” algo que antesno existía, sino que se abre de par en par yse muestra la verdadera realidad de la crea-ción que ya existe y encuentra en el Resuci-tado su autenticidad.

Creo que es posible y adecuado utilizarel mismo razonamiento cuando se habla dela materia de los demás sacramentos (elagua, el aceite): su virtud deriva no tanto de“decretos milagrosos” de Dios que conce-den poderes impensables a realidades crea-das, sino de que estas realidades creadas de-penden de la voluntad del Resucitado, alque hacen referencia de modo estructural.No es posible separar esta acción sacra-mental de los otros “lugares” en que estápresente el Resucitado: el hermano, la Pala-bra, la comunidad cristiana, el dolor. Todosesos lugares expresan la nueva relación en-tre Dios y la creación que no tiene otra rea-lidad que la de ser “en” Cristo resucitado.

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Esta perspectiva expresa la exigencia deno separar la creación de la salvación,como si la creación fuera solamente el de-corado, el escenario teatral donde se desa-rrolla el drama de la salvación, pero sin par-ticipar de ella. No es así. Como soñabaTeilhard de Chardin, la naturaleza, la mate-ria, pertenecen al designio de Dios; tam-bién las cosas tienen el anhelo del Resucita-do porque están destinadas a participar enla salvación.

Y si este profeta, en uno de sus primerosescritos (La Misa del mundo), nos hacíapartícipes de su atrevida experiencia de ce-lebrar una especie de misa en las estepas deAsia, sin pan, sin vino y sin altar, pero apo-yado «sobre el altar de la Tierra total» y emple-ando como especies eucarísticas «el trabajo yla pena del Mundo», no lo hizo como mani-festación de una falta de distinción entreDios y la creación, sino porque había com-prendido como nadie la presencia del Resu-citado que, bajo todas las cosas, lleva a tér-mino el proceso de recapitular todo en sí.

La Nueva Creación no es una realidadque tengamos que relegar al fin de los tiem-pos. Se trata de una realidad ya iniciadacon la Resurrección del Señor, desarrollaun proceso de concentración y de unifica-ción de la creación a partir del Resucitado yhacia el horizonte del “pleroma”, cuandoDios será, gracias al Cristo, todo en todos.Constituye por tanto el marco en que la Eu-caristía, como las demás expresiones de lapresencia del Resucitado, resulta viva, real,no ilusoria, por lo menos para quien inten-ta vivir la propia fe.

Respuesta a los desafíos

Alguno podría pensar que, en este plan-teamiento, desaparece la conocida pri-macía que la tradición eclesial ha dado a lapresencia real de Jesús bajo las especies sa-cramentales. Pero fue ya el beato Pablo VIel que dijo que «tal presencia (la eucarística) sellama “real” no por exclusión, como si las demásno fueran reales, sino por antonomasia» (El mis-terio de la fe, n. 40).

En realidad lo que aparece en este nuevohorizonte es que, si muchas veces pareceque la Eucaristía no es muy eficaz, esto de-pende precisamente de la falta de conver-gencia con las demás formas de presenciadel Resucitado.

Quiero decir que el carácter marcada-mente simbólico del don eucarístico que re-presenta el Cuerpo de Cristo (la Iglesia jun-to con su Cabeza) tal como es, tiene la fun-ción de llevar a plenitud las demás presen-cias de Cristo, pero sin ellas no puede ex-presar todas sus potencialidades.

¿Qué quiero decir? Está claro que si laEucaristía es recibida por una comunidadverdaderamente unida por el amor recípro-co, donde, por tanto, está ya la presenciadel Resucitado, la Eucaristía es entoncescomo la gasolina que cae sobre el fuego. Deotra manera, si se celebra en una comuni-dad en la que no existe la unidad ni elamor, es gasolina sobre la arena. La Euca-ristía lleva a plenitud la unidad que cadauno tiene con el Resucitado, encontrado yamado en sus diversos modos de manifes-tarse. Si falta esto, la Eucaristía no puedellevar a plenitud lo que no existe. Me pareceentonces que se llega a comprender mejorla Eucaristía y a superar los problemas aque antes nos referíamos solo si se vive conesta perspectiva y partiendo de estos presu-puestos. Por otro lado, no hay que asom-brarse de esto que es un aspecto de la formatrinitaria: unidad en la distinción.

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La Eucaristía lleva a plenitud launidad que cada uno tiene con elResucitado, encontrado y amado ensus diversos modos de manifestarse.

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EEEEL título de este artículo puede pare-cer provocativo y crear una cierta cu-riosidad por saber el motivo del mis-

mo. Los fieles que asisten normalmente a laMisa suelen escuchar como saludo final, alterminar la celebración: «La misa ha termina-do, id en paz», u otros saludos semejantes.

En realidad, la despedida que se pronun-ciaba al final de las reuniones de las prime-ras comunidades cristianas, después de ha-ber esuchado la Palabra de los apóstoles yhaber partido el pan, era más bien un man-dato: id a llevar “el pan partido” (la Euca-ristía) a los hermanos y hermanas que nohan podido participar. El partir el único paneucarístico era precisamente lo que realiza-ba la unidad entre los cristianos: «Tenían unsolo corazón y una sola alma» (Hch 2, 42-48; 4,32). Es sabido que a lo largo de los siglos, larealidad de la Eucaristía siempre ha sido te-nida no solo como el tesoro más preciosoque guardar, sino también la fuente y el cul-men de la vida de la Iglesia. Y el Espíritu

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Santo, a lo largo de los siglos, no ha dejadode suscitar experiencias personales y comu-nitarias que con su espiritualidad han con-tribuido a penetrar los múltiples contenidosdel misterio Eucarístico.

A la luz del carisma de la unidad, que elEspíritu ha dado a la Iglesia y a la humani-dad de hoy, quisiera presentar las razonesque justifican el título de este artículo. Dehecho, el carisma de la unidad permite des-cubrir el fin específico por el cual Jesús sehace Eucaristía como sacramento de uni-dad, y, al mismo tiempo, tomar concienciade los frutos que la Eucaristía provoca enlos fieles que la reciben con las debidas dis-posiciones. De la celebración se pasa a la li-turgia de la vida.

La Unidad – la Eucaristía

La espiritualidad de la unidad nace de laoración que Jesús dirige al Padre despuésde la última cena: «Que todos sean uno como

Amedeo Ferrari, o.f.m.conv.

La Misa no ha terminado

PERSPECTIVAS

El carisma de la unidad demuestra que la celebración eucarística continúa en una especiede liturgia de la vida. En la celebración los cristianos reciben el mandato de ser Eucaristíapara el mundo y de este modo hacer que vuelva al seno de la Trinidad.

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yo y tú» (Jn 17, 21). Y la experiencia de lapresencia de Jesús por el amor recíprocodeclarado y vivido, lleva a Chiara Lubich aafirmar: «Jesús, habiéndose puesto en medio denosotros, nos enseñó la unidad. Hizo que nos pe-netrara, justamente la del Testamento de Jesús»1.

Y justamente será el Pacto de unidad2, enJesús Eucaristía, lo que permitirá entrar enla Eucaristía y experimentar sus frutos, y almismo tiempo descubrir que la Eucaristía esel artífice de la unidad. De hecho, existe unatrabazón maravillosa entre la Eucaristía y elideal de la unidad. Para Chiara, «ningún mis-terio de la fe tiene que ver con la unidad como laEucaristía»3. La Eucaristía abre la unidad ydesentraña todo su contenido. El P. JesúsCastellano, o.c.d., profundo conocedor delmisterio eucarístico, después de haber afir-mado que «los cristianos que se nutren de la Eu-caristía viven de la misma vida trinitaria que hayen Jesús», refiriéndose a la experiencia eu-carística de Chiara, escribe: «Tal vez sea laprimera vez en la historia de la Iglesia que sehaya realizado una experiencia eucarística y tri-nitaria tan profunda correspondiente con la rela-ción del pan de vida en el Evangelio de Juan (Jn6). [...] Así podemos decir que la Trinidad, me-diante la Eucaristía, llega a nosotros como en untriple y maravilloso fluir de la única fuente, quees la vida del Padre por Cristo en el Espíritu»4.

Primer efecto: la deificación

Desde siempre, los Padres de la Iglesiahan sostenido que la Eucaristía va más alláde la unión realizada en el bautismo y llega auna asimilación sustancial del fiel con Jesús.El creyente es transformado en lo que recibe;recibiendo el mismo Cuerpo de Jesús, estransformado en Jesús, es «asimilado a su pro-pia sustancia»5. Ya santo Tomás afirmaba: «Elefecto propio de la Eucaristía es la transfor-mación del hombre en Dios»6. Chiara Lu-bich, después de haber experimentado estaidentificación con Jesús, dirá explícitamen-

te: «La Eucaristía tiene como fin hacernos Dios(por participación), mezclando las carnes vivifica-das por el Espíritu Santo y vivificantes de de Cris-to con las nuestras, nos diviniza en el alma y en elcuerpo. Nos hace, pues, Dios»7. Según san JuliánEymard: «Es una unión inefable, que viene inme-diatamente después de la unión hipostática»8.Esta experiencia mística puede hallarse enlos escritos de varios santos y santas9.

Un efecto tan extraordinario no puedeterminar con la bendición final de la cele-bración litúrgica. Por eso podemos decirque “la misa no ha terminado”, porquecontinúa en la vida. Si creemos en lo que laEucaristía obra, es evidente que el creyenteno puede seguir a impulsos de su yo, por-que, ahora, su verdadero yo es Jesús. Y conrazón, después de la Eucaristía, el cristianopuede y debe decir con Pablo: «yo vivo, peroya no soy yo quien vivo, es Cristo el que vive enmí» (Ga 2, 20).

Entonces, ¿cuál debe ser el comporta-miento del cristiano después de haber parti-cipado en la Eucaristía? Jesús puede vivirsolo como Jesús: ser Jesús que reza, Jesúsque trabaja, Jesús que estudia, que hace deabogado, de artesano, de agricultor, de mé-dico, de sacerdote. El lema de Pablo: «Paramí, vivir es Cristo» (Flp 1, 21) debe convertirseen la razón del ser y del obrar del creyente, yesto le permitiría permanecer siempre en lodivino, cumpliendo cuanto es necesariopara la vida aquí en la tierra. Es lo que co-menzó a hacer el santo Eymard: «Tengo queanularme frente a todo deseo mío, a todo interéspersonal, y no tener sino los de Cristo, que está enmí, y vivir en Él para su Padre. Él se da en la co-munión para estar en mí de este modo»10.

La divinización que acontece con la asi-milación del cristiano en Jesús Eucaristía noafecta solo al alma, sino que implica a todala persona en su conjunto, llegando al cuer-po y a la psique, a los impulsos, a las emo-ciones y sentimientos. Toda la persona es di-vinizada. ¿Cuáles son, pues, las consecuen-

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cias? El cristiano ha de saber que si bien sucuerpo, con toda la realidad psico-afectiva,es divinizado, debe mirarse de otro modo.Ya no puede pensar en usar los impulsos,los deseos, la afectividad, la sensibilidad, lasexualidad, para su satisfacción egoísta.Porque la Eucaristía ha transformado la per-sona en su realidad más profunda: ser donde amor a Dios y a los hermanos.

Cómo vivir como Jesús

Dos son las formas que me parecen mássimples y concretas que permiten continuarsiendo Jesús: vivir la Palabra y amar con elmismo amor con el que Jesús nos ha amado.

La Palabra

San Agustín instruía a los cristianos aponer al mismo nivel la presencia de Jesúsen la Eucaristía y la de Jesús en la Palabra.Aunque las formas de presencia son diver-sas, lo importante es que sea el mismoJesús. Toda Palabra de Jesús tiene el poderde hacer cuanto dice; la Eucaristía no essino una Palabra realizada. «Y puesto que laPalabra es Cristo, engendra a Cristo en nuestrasalmas y en las almas de los demás»11. El beatoPablo VI escribía a este respecto: «¿Cómo sehace presente Cristo en las almas? [...] A travésde la palabra vivida pasa el pensamiento divino,pasa el Verbo, el Hijo de Dios hecho hombre»12.Por tanto, si dejamos que su Palabra viva ennosotros, Jesús sigue viviendo en los cristia-nos. Clemente de Alejandría llega a afir-mar: «Quien obedece al Señor y vive las Escritu-ras es transformado a imagen del Maestro; llegaa vivir “como Dios en carne”»13.

Como yo os he amado

Hay una segunda forma de que el creyen-te siga siendo Jesús después de la celebra-ción litúrgica: ama con el mismo amor de

Jesús. La Eucaristía hace partícipes a los fie-les que la reciben del Ágape que se da en elcorazón de la Trinidad. Si, al salir de la igle-sia, los cristianos dejan que sea la caridad laque ame a los hermanos y hermanas, o sea,dejan que sea Dios quien ame en ellos, en-tonces la Eucaristía continúa actuando através de los cristianos. «La unión con Cristo ala que se ordena este sacramento [...], ha de pro-longarse durante toda la vida cristiana»14. P. J.Castellano afirma que «el mundo no recibetanto el anuncio de Jesús desde la Eucaristíacuanto desde la vida de los cristianos nutridos porella y por la palabra»15. «La vida de los cristianos,gracias a la Eucaristía, se convierte en la vida deJesús, una vida, por tanto, capaz de dar el amor,la vida de Dios a los demás, capaz de salvar, yaque es la misma vida de Jesús la que se comunicaa la comunidad y a cada miembro de la mis-ma»16. Así pues, la exigencia que el cristianorecibe de la Eucaristía es llevar a todas par-tes –a casa, por la calle, a la fábrica, a latienda, a la universidad, al partido, al clubdeportivo, al convento, a la parroquia– elamor que la Eucaristía ha derramado en sucorazón.

Además, quien celebra la Eucaristía hade saber que no comunica un amor cual-quiera sino el mismo amor vivido por Jesúsen la cruz, un amor que lleva al sacrificiode sí por amor a los demás, por eso el man-damiento de Jasús comprende la realiza-ción del “como”: «Amaos como yo os he ama-do» (Jn 15, 12). Lo confirma el beato PabloVI cuando escribió que Jesús nos ha amadohasta el punto «de hacernos de tal modo partí-cipes personalmente de su sacrificio redentor»17.

Es imposible participar en la celebracióneucarística y no ser conscientes de que so-mos enviados a dar la vida por la Iglesia ypor el mundo, a ser con Jesús Eucaristía sa-crificio. Expresa muy bien esta realidad elteólogo Emile Mersch cuando escribe: «Elacto de Cristo, en el cual la Eucaristía asemeja alos cristianos, es su sacrificio. Ella, por tanto,

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hace que también ellos sean sacrificio; que sus vi-das sean un sacrificio, que continúa el sacrificiode la cabeza; [...] este redentor, este Cristo [...], esCristo en el acto supremo de su amor; Cristo que,en cierta manera, estalla de amor, para ser total-mente obediente al Padre y ofrecimiento comple-to a los hombres. Es esta explosión la que penetraen los cristianos para transformarlos en ella».

Y continúa: «Se honra más a la Eucaristíamediante la entrega al prójimo que con hermosasceremonias, aunque estas también son necesa-rias»18.

Segundo efecto: en el seno del Padre

Un segundo efecto que el cristiano ex-perimenta comulgando con Jesús Euca-ristía es una especie de traslación. Jesús,después de haber asemejado al fiel consi-go, lo lleva adonde Él está: al seno del Pa-dre. Escribe Chiara: «Dios no puede estarmás que en Dios. He ahí por qué la Eucaristíahace entrar al hombre que dignamente se ha ali-mentado de ella, en el seno del Padre, coloca alhombre en la Trinidad en Jesús»19. El teólogoStolz, en su libro Teologia della mística, es-cribe: «A aquellos que han llegado a ser seme-jantes a Él, Cristo los libera, de un modo sacra-mental, de la angustia de la existencia terrena ylos conduce ante el Padre... Al participar en laEucaristía, el creyente es “arrebatado” de estemundo, y conducido por medio del Hijo al cír-culo de los ángeles, hasta el Padre y, en unióncon el Hijo, puede acercarse a Él con la palabra(Abba) “Padre” en sus labios»20.

Si la Eucaristía nos lleva a una relaciónprivilegiada con el Padre, es evidente queel cristianismo adquiere otra dirección: noquedarnos en Jesús, sino, siendo hijos en elHijo, estar en Él siempre vueltos al Padre,para responder a su amor, para hacer suvoluntad.

Además, si el cristiano es llevado fuerade sí al seno del Padre y, como afirma Juan,«Jesús permanece en él» (Jn 6, 56), ¿en qué ac-

titud tiene que seguir viviendo terminada lacelebración litúrgica? Si ha sido llevado alseno del Padre, es allí donde debe seguir vi-viendo cuando salga de la iglesia. Hay unsolo modo que indica el mismo Juan:«Quien permanece en el amor permanece enDios» (1Jn 4, 16). Jesús dice a sus discípu-los: «Si observáis mis mandamientos, permane-ceréis en mi amor, como yo he observado losmandamientos de mi Padre y permanezco en suamor» (Jn 15, 9-11). Igualmente los cristia-nos, viviendo el amor recíproco, síntesis delos mandamientos de Jesús, permanecen enel amor, en Dios, permanecen en la Euca-ristía y la Eucaristía sigue permaneciendoen los creyentes.

Tercer efecto: ser Jesús-Iglesia

La Eucaristía no solo produce la divini-zación y la incorporación en el individuo,sino en todos los que la reciben con las de-bidas condiciones, por lo cual, como ver-dadero sacramento de unidad, realiza launidad entre los hombres en Jesús. «La Eu-caristía, que hace su efecto a partir de nuestroamor recíproco: nos hace uno, Cristo, [...] todosCristo»21.

La esencia del ser Iglesia es justamenteno ser ya muchos, sino un solo Jesús. LaIglesia, como afirma con evidencia ChiaraLubich: «Es el uno provocado por el amor recí-proco de los cristianos y por la Eucaristía. LaIglesia está formada por hombres divinizados,hechos Dios, unidos a Cristo que es Dios y entreellos. Si quisiéramos verlo todo de un modo hu-mano, es decir, en términos humanos –con unejemplo que usa la Escritura– la Iglesia es uncuerpo cuya cabeza es Cristo glorioso»22.

Ahora bien, ser Cuerpo de Cristo, Iglesiacomunión, no es un bonito concepto teoló-gico, sino la realidad más profunda de lacomunidad cristiana, donde Jesús no soloestá presente en cada uno, sino que Él es elmotor que pone en relación las células del

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Cuerpo. «Donde dos o más está unidos en minombre, allí estoy yo presente en medio de ellos»(Mt 18, 20). Por eso, después de la Euca-ristía, los cristianos están “obligados” a pa-sar del yo al nosotros, del nosotros a Jesúsen medio. Después de la Eucaristía, loscristianos encuentran su conciencia dilata-da sobre la Iglesia y sobre la humanidad,por lo qu ninguno puede actuar como indi-viduo separado del Cuerpo. En un cuerpotodas las células viven la ley de la reciproci-dad comunicándose todo; además cadamiembro aprende a actuar no para sí, sinopara el bien de todo el cuerpo eclesial y so-cial. Escribe san Juan Crisóstomo: «Si me-diante un mismo alimento llegamos a ser todosla misma cosa, ¿por qué no testimoniar, todosnosotros, el mismo amor, para llegar a ser unotambién en esto?»23. «Los unos y los otros [miem-bros] existen menos para sí mismos que para launidad»24.

Conclusión

Tendríamos otros efectos producidospor Jesús Eucaristía que reforzarían aúnmás la prolongación de la celebración en laliturgia de la vida, pero que ahora no pode-mos profundizar. Después de haber toma-do conciencia de la realidad abismal conte-nida en la Eucaristía y de cuanto obra enlos que la reciben, hay que concluir quequien participa en la celebración recibe unmandato: ser Eucaristía para los demás. Yasí como Jesús vino a la tierra con el pre-cioso mandato de ofrecer a la humanidadla vida trinitaria, así quien participa en laEucaristía recibe el mandato de ir a la hu-manidad para construir relaciones trinita-rias, viviendo la reciprocidad del amor ca-paz de generar la presencia de Jesús. Escri-be Chiara Lubich: «Si dos o más viven el amorrecíproco, no solo mora la Trinidad en cada unode ellos (cf. Jn 14, 23), sino que en tal unidadhay una única Trinidad donde los dos están

como el Padre y el Hijo y entre ellos está el Espí-ritu Santo»25.

1 Cf. C. Lubich, Todos uno, en Escritos espiritua-les/3, Ciudad Nueva, Madrid 1998.

2 Cf. Artículo de Michel Vandeleene en estemismo número, p. (Colocar número de página enúltima redacción)

3 C. Lubich, La Eucaristía, en Escritos espiritua-les/4, Ciudad Nueva, Madrid 1997.

4 Cit. en ibid.5 Cit. en ibid.6 Tomás de Aquino, Sent, IV, dist. 12, q. 2, a. 1;

cf. León Magno, Serm, 7 (PL 54, 357).7 C. Lubich, La doctrina espiritual, Ciudad Nue-

va, Madrid 2002.8 Julián Eymard, La presenza reale, Opere Euca-

ristiche, Torino 1967.9 Cf. Teresa del Niño Jesús, Poesías, 19, 3. «Cada

mañana transforma en sí una blanca partícula para co-municarnos su vida; más aún, con un amor aún mayorte quiere transformar en él».

10 J. Eymard, Oeuvres Complètes, NR 40, 119,Centro Eucaristico – Nouvelle Cité, París 2008.

11 C. Lubich, Palabra de vida, en Escritos espiritua-les/3, cit.

12 Del discurso de Pablo VI a la parroquia deSan Eusebio, 26.02.1967.

13 Clemente de Alejandría, Stromatum, lib. VII,c. 16 (PG 9, 539, C).

14 Cit. en C. Lubich, La Eucaristía, en Escritos es-pirituales/3, cit.

15 J. Castellano, cit. en ibid.16 Ibid.17 Cf. Las enseñanzas de Pablo VI, BAC, Madrid

1967, IV.18 E. Mersch, La theologie du Corps Mystique, II,

Desclée de Brouwer, París 1954, pp. 329-330.19 C. Lubich, La doctrina espiritual, cit.20 A. Stolz, Teología de la mística, Rialp, Madrid,

1952. Cit. C. Lubich, La Eucaristía, en Escritos espi-rituales/4, p. 37.

21 C. Lubich, Jesús Eucaristía, Ciudad Nueva,Madrid 2014, p. 13.

22 Ibid., p. 25.23 Juan Crisóstomo, In 1 Cor, hom. 24, 2.24 Ibid., 31, 2.25 C. Lubich, Escrito 6.11.1949, cit. en Judith. M.

Povilus, Jesús en medio en el pensamiento de ChiaraLubich, Ciudad Nueva, Madrid 1988, p. 72.

Unidad y Carismas

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Responder al amor

La “fe viva” en la Eucaristía introdujo alP. Eymard en la misma dinámica de amorque condujo a Cristo a dar su vida por lasalvación del mundo. Nunca dejó de medi-tar ni de predicar la inmensidad de esteamor que le afectaba personalmente: «Él meha amado, se ha ofrecido por mí: el amor crea laidentidad de vida»1, «el amor está en el inter-cambio recíproco» (NR 44, 120). Sintió queeste amor exigía darlo todo, como Cristo,que se nos dio totalmente, que nos amóhasta el extremo. El Espíritu Santo condujoal P. Eymard a esta última meta, totalmenteinterior: el voto de la personalidad, la entre-ga total de sí mismo.

Al término de su primer retiro hecho enRoma, escribía: «Finalmente he comprendidoque Dios prefiere un acto de mi corazón, la entre-ga de mi persona, a todo lo que puedo hacer deexterior; he comprendido que para Él un acto in-terior es más glorioso y amable que todo el apos-tolado del mundo» (NR 42, 9). Era el 24 demayo de 1863, día de Pentecostés, cuandoescribía estas notas. La fiesta tiene su im-portancia.

Dos años después (1865), también enRoma, con ocasión de otro retiro, vuelve lamisma intuición: «Nuestro Señor me ha hechocomprender que prefiere la entrega de mi corazóna todos los dones exteriores que podría hacerle,aunque fuera el darle los corazones de todos loshombres, pero sin darle el mío» (NR 44, 29).

Manuel Barbiero, s.s.s.

El voto de la personalidad ensan Pedro Julián Eymard

TESTIGOS

A san Pedro Julián Eymard (1811-1868) se le conoce como un eminente apóstol de la Eu-caristía. Fundó dos familias religiosas, los Religiosos y las Esclavas del Stmo. Sacramento;promovió la comunión frecuente y el lugar central del misterio eucarístico en la vida personaldel cristiano y en la vida de la Iglesia. En este artículo presentamos una experiencia espiri-tual suya, considerada como el vértice de su camino: el voto de la personalidad.

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Roma y la cuestión del Cenáculode Jerusalén

El P. Eymard está en Roma para realizarun proyecto muy querido: fundar una co-munidad de la Congregación en Jerusalén,y, si es posible, en el mismo Cenáculo, el lu-gar donde Jesús instituyó la Eucaristía.Pero, dado que los trámites iban para largo,aprovecha el tiempo disponible para hacerun retiro espiritual.

Este retiro puede interpretarse como undiálogo continuo entre el P. Eymard y Jesu-cristo que se nos da en el misterio de la Eu-caristía. Comprende que no puede respon-der a un don semejante si no mediante laentrega de sí mismo: «En el don de mí mismoestá el verdadero y único amor» (NR 44, 9);«Hijo mío, dame tu corazón» (NR 23, 26).

De hecho, todo el retiro está marcadopor el don, el intercambio y el amor recí-proco. La palabra don, el verbo dar y darsese repiten continuamente en sus apuntespersonales y constituyen como el hilo con-ductor del retiro. Se encuentran a menudoen sus notas referencias a la Palabra deDios del día, a la celebración de la misa, ala comunión y a la adoración en espíritu yen verdad. Estos momentos constituyenpara él la ocasión para donarse de nuevo alamor de Jesucristo y para renovar el don desí (cf. NR 44, 78, 99). Vive constantementeen un clima de oración.

«¡He encontrado el secreto!: dar a Nuestro

Señor mi yo sin condiciones. Se lo he dado y le hejurado ante el Santísimo Sacramento en el mo-mento de la consagración. Mis lágrimas lo hansancionado» (NR 44, 42).

El voto de la personalidad

En la acción de gracias después de lamisa del 21 de marzo de 1865, respondien-do al amor de Cristo revelado y manifesta-do en la Eucaristía, Eymard hace el voto desu personalidad. Retoma y rehace un textodel Catecismo cristiano para la vida interior, deM. Olier, un eminente representante de laescuela francesa de espiritualidad; lo poneen primera persona y hace decir a Jesucris-to, como en un diálogo:

«Yo llenaré tu alma de mis deseos y de mivida que consumirá y anulará en ti todo lo que tepertenece, de modo que seré yo quien viva y lo de-see todo en ti, en tu lugar. Y así, tú serás revesti-do totalmente de mí. Serás el cuerpo de mi co-razón; tu alma será las facultades activas de mialma; tu corazón será el receptáculo y el latido demi corazón. Yo seré la persona de tu personali-dad, y tu personalidad será la vida de la mía enti. “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”[Ga 2, 20]» (NR 44, 119).

Expresa de este modo el deseo de consa-grarse a Cristo y vivir plenamente de suvida. En sus apuntes, en dos ocasiones hayuna referencia a la comunión: «Para estar asíen mí, se entrega en la santa Comunión. Comoel Padre, que tiene la vida, me ha enviado yyo vivo por el Padre, así también el que mecome vivirá por mí [Jn 6, 57]… Así, mediantela comunión, tú vivirás para mí, porque yo estarévivo en ti» (NR 44, 119).

La Eucaristía es la fuente del don de supersonalidad. Es también el modelo y elmedio; de hecho, ella nos comunica lavida que el Hijo tiene del Padre. El que re-cibe la comunión, vivirá por y a través deJesucristo (cf. Jn 6, 57), que estará vivo enél: «es lo que quieren decir estas palabras de

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«Finalmente he comprendido queDios prefiere un acto de mi corazón, laentrega de mi persona, a todo lo que pue-do hacer de exterior; he comprendidoque para Él un acto interior es más glo-rioso y amable que todo el apostoladodel mundo».

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Jesús: El que me come, vivirá por mí (Jn 6,57); por: o en el sentido de por medio de mícomo principio, ley, inspiración, o también pormí como fin, al serme grato y prefiriéndome atodo» (NR 44, 80).

La transformación del hombre en Dios

Gracias al don de la personalidad, se rea-liza en el P. Eymard el efecto propio de laEucaristía: la transformación en Jesucristo,la transformación del hombre en Dios. Eslo que han afirmado los santos, comoTomás de Aquino, o el Concilio VaticanoII: «La participación del cuerpo y sangre de Cris-to no hace otra cosa sino que pasemos a ser aque-llo que recibimos» (Lumen gentium 26).

La Eucaristía hace de nosotros un solocuerpo y una sola sangre con Cristo. No seda una unión física, sino una unión denuestro ser con el cuerpo glorioso de Cris-to, que está presente en la Eucaristía. So-mos realmente un solo cuerpo, pero en unsentido nuevo, místico. La Eucaristía nostransforma en Jesús; sus facultades, sus sen-timientos, su modo de pensar, su manera deactuar se hacen nuestros.

«Esta vida que la Eucaristía comunica, no esotra cosa que la vida misma de Jesucristo, queella [la Eucaristía] forma y lleva a perfección ennosotros» (PG 319, 1). «La comunión sacra-mental es la vida de Jesucristo en nosotros; me-diante la comunión, Jesucristo nace, crece yactúa en nosotros» (PO 12, 3).

El P. Eymard, que había llegado a Romapara «la gran y colosal cuestión» del Cenáculode Jerusalén, tiene que aceptar la imposibi-lidad de realizar su proyecto. Pero se dacuenta de que Dios le manifiesta otra vo-luntad y le brinda iluminaciones interioresmucho más grandes y valiosas: la adora-ción en espíritu y en verdad, el alma que sevuelve Cenáculo interior («el cenáculo en míy la gloria de Dios en mí» NR 44, 23), moraren el amor, la vida de Jesucristo en él que se

convierte en el yo de su personalidad, «el yode mi yo» (NR 44, 80). Ahora ve más clara-mente que el Reino de Dios comienza ennosotros, que está en lo más profundo delcorazón del hombre que vive la vida eu-carística, que la conformidad a Cristo pre-sente en la Eucaristía consiste en unirse to-talmente a Él: «Ya no vivo yo, sino que es Cris-to quien vive en mí» (Ga 2, 20). Utilizando ellenguaje de la mística, podemos decir que,

mediante el don de sí, el P. Eymard recibeuna gracia de transformación que lo renue-va interiormente, lo hace entrar en la pro-fundidad del misterio pascual y lo lleva aparticipar de un modo nuevo en la vida dela Trinidad.

Jesucristo «quiere glorificar a su Padre encada uno de nosotros»

El P. Eymard escribe en sus notas: «Estevoto [de la personalidad] ha de ser el más grande,el más santo entre todos los demás, porque es elvoto de mi yo, y de mi yo libre de entregarse yvolver a entregarse siempre. […] ¡Oh alma mía,tú serás los miembros, las facultades de Jesucris-to, a el fin de que Él viva y actúe en todo para lagloria de su Padre. Nuestro Señor desea estaunión para mejor glorificar a su Padre en la tie-rra, encarnándose de algún modo en cada cris-tiano, a fin de llegue a ser como la personalidaddivina […]. Así pues, Nuestro Señor quiere revi-vir en nosotros y continuar a través de nosotros laglorificación de su Padre. […] Entonces, gracias

Testigos 22223333

«Esta vida que la Eucaristía comuni-ca, no es otra cosa que la vida misma deJesucristo, que ella forma y lleva a perfec-ción en nosotros». «La comunión sacra-mental es la vida de Jesucristo en noso-tros; mediante la comunión, Jesucristonace, crece y actúa en nosotros».

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a esta unión, nuestras acciones son las accionesde Nuestro Señor» (NR 44, 120.121).

El voto de la personalidad, el don de sí,se vuelve la clave de interpretación de todala vida del P. Eymard (cf. NR 44, 10), «elnuevo camino» (cf. PR 111, 2), la virtud ca-racterística que propone a sus seguidores.Es la gracia de la santidad mediante la Eu-caristía: «Comulgando el Cuerpo y la Sangre deJesucristo se nos hace partícipes de la vida divinade un modo cada vez más adulto y consciente»(Sacramentum Caritatis 70).

Esta vida de conformación y de unión aCristo apasiona al P. Eymard. Estos temasestán muy presentes en los días siguientesal voto de la personalidad. «He meditado–escribe– sobre la unión de Nuestro Señor connosotros. Unión que debe ser la vida de mi votode la personalidad. […] Nuestro Señor viene anosotros sacramentalmente, para vivir en noso-tros espiritualmente» (NR 44, 121. 126).

Cristo lo atrae sin descanso hacia estavida de unión. «Él quiere ser toda mi vida» (NR44, 1214), dice. «Él quiere verdaderamente santi-ficarnos para unirnos a Él y hacernos vivir de suvida» (NR 44, 121). En efecto, la vida espiri-tual es el crecimiento de la vida nueva de Je-sucristo en nosotros. Medita sobre la ale-goría de la vid y de los sarmientos (cf. Jn 15,1-8), la enseñanza de san Pablo acerca elCuerpo de Cristo, del cual somos miembros(cf. 1Co 6, 15 y 12, 27), y la afirmación de sanGregorio Magno: «El cristiano es otro Cristo».

Nutrir y fortalecer el hombre interior

Para vivir esta unión, Eymard compren-de que solo hay un medio: «Nutrir y fortale-cer en mí el hombre interior, que es Jesucristo enmí; concebirlo, hacerlo nacer y crecer mediantetodas las acciones, las lecturas, las oraciones, lasadoraciones, y en cada relación de la vida» (NR44, 125).

Es necesario alimentar incesantementeesta unión, porque la unión se realiza me-diante la misma unión. Hay que vivir deci-didamente en unión con Cristo, deseándo-la y queriéndola; hay que morar en Cristo(cf. Jn 15, 4.5.9). Por esto, él toma la deci-sión de dejar a Cristo el «gobierno» de suexistencia, ponerse bajo su dirección, para«vivir junto a Nuestro Señor, vivir de suespíritu» (NR 44, 44). Completamente cen-trado en Cristo, halla en Él la vida, el dina-mismo de la existencia; Jesucristo se vuel-ve su consejero, su fuerza, su consolación(cf. NR 44, 27), su maestro interior, elhuésped del alma y del cuerpo, su guía (cf.NR 44, 127), su modelo y el Dios de su co-razón (cf. NR 44, 96).

Tomado totalmente por el amor de Jesu-cristo, quiere asemejarse a él en todo, tenerlos mismos sentimientos (cf. Flp 2, 5). Vi-viendo de Jesucristo, a través de él, en él ypor él, llega a una identificación existencialcon Cristo: «Si amo a Jesús, tengo que aseme-jarme a él […]. Seré una “reproducción” de él, elcuerpo de su alma, la libertad de su deseo, la eje-cución humana, y que él hará divina gracias anuestra unión» (NR 44, 60).

La Eucaristía «hace posible, día a día, latransfiguración progresiva del hombre, llamadoa ser por gracia imagen del Hijo de Dios (cf. Rm8,29 s.)» (Sacramentum Caritatis 71). El P. Ey-mard se deja modelar por la Eucaristía, quees el centro de su vida: «Centro que ha de for-mar y alimentar las virtudes cristianas y evangé-licas, sin buscar en otro lugar; centro que me ali-menta, ya que es toda una atmósfera de luz, de

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«Es preciso que yo esté unido a Nues-tro Señor Jesucristo como lo estaba sunaturaleza humana bajo la guía de supersona divina, como estaba Jesucristototalmente sometido a su Padre. Peropara llegar a esto, hay que estar unidoscon una unión de vida recibida, comu-nicada».

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suavidad y de paz. Es Nuestro Señor […]. Élmismo vivirá a través de mí porque habita en mí[cf. Jn 6, 57-58]». (NR 44, 81).

La unión de vida se realiza mediante lagracia y la fidelidad a la gracia, pero tam-bién es adhesión a las palabras de Jesús,unión de fe y de amor, unión con Jesucris-to, que tiene como punto de referencia launidad entre Jesús y su Padre (cf. Jn 17, 22-23); ella recrea, por analogía, las relacionesque existen entre Jesucristo y el Padre (cf.Jn 15, 9). Se ve claramente cuando Eymardcita el texto de Jn 14, 10: «El Padre que estáen mí realiza sus obras», e inmediatamentedespués escribe: «Cristo que está en mí realizasus obras» (cf. NR 44, 60).

«Por tanto, es preciso que yo esté unido aNuestro Señor Jesucristo como lo estaba su natu-raleza humana bajo la guía de su persona divi-na, como estaba Jesucristo totalmente sometido asu Padre. Pero para llegar a esto, hay que estarunidos con una unión de vida recibida, comuni-cada» (NR 44, 124).

Como consecuencia, toda la vida sevuelve una extensión de la vida de Cristo:«nuestras acciones se convierten en acciones deNuestro Señor» (NR 44, 121). «Esta unión delhombre con Nuestro Señor constituye su digni-dad. […] Mediante mi unión con NuestroSeñor, yo me convierto en algo sagrado, santo»

(NR 44, 122). Viviendo de este modo, Ey-mard halla su libertad, la paz, la vida, launión con Dios (cf. NR 44, 44.63); su exis-tencia se torna una vida en plenitud. En Je-sucristo lo encuentra todo; bajo su guía, seencuentra bien, a gusto, como en su casa(cf. NR 44, 44).

Eymard entra «en la plena comunión con laPascua de Jesucristo y así se convierte con Él enEucaristía» (Sacramentum Caritatis 85). Con-firma así que «en verdad, la vocación de cadauno de nosotros consiste en ser, junto a Jesús, panpartido para la vida del mundo» (SacramentumCaritatis 88).

Cada día, en la celebración de la Euca-ristía, pedimos que «el Espíritu Santo noshaga de nosotros un sacrificio perenne agradablea Dios» (Plegaria eucarística III) para la glo-ria del Padre; que «seamos una ofrenda viva enCristo, para alabanza de su gloria» (Plegariaeucarística IV), y con toda la creación glori-fiquemos al Padre, por medio de Jesucristo.

1 P. J. Eymard, Oeuvres Complètes, Centro Euca-ristico – Nouvelle Cité, París 2008, NR 44, 100.Todas las citas están tomadas de este texto. Se po-nen solamente las siglas de los escritos: NR, en re-ferencia a las notas del retiro personal hecho enRoma, donde vivió el voto de la personalidad; PGy PO, en referencia a su predicación; seguidas porel número del capítulo y del párrafo.

«Este voto [de la personalidad] ha de ser el más grande, el más santo entre todos losdemás, porque es el voto de mi yo, y de mi yo libre de entregarse y volver a entregarse siem-pre. […] ¡Oh alma mía, tú serás los miembros, las facultades de Jesucristo, a el fin de que Élviva y actúe en todo para la gloria de su Padre. Nuestro Señor desea esta unión para mejorglorificar a su Padre en la tierra, encarnándose de algún modo en cada cristiano, a fin de lle-gue a ser como la personalidad divina […]. Así pues, Nuestro Señor quiere revivir en noso-tros y continuar a través de nosotros la glorificación de su Padre. […] Entonces, gracias aesta unión, nuestras acciones son las acciones de Nuestro Señor»».

S. Pedro Julián Eymard, NR 44, 120-121.

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La Iglesia vive de la Eucaristía

Concilio Vaticano II

Es el don más grande que el Señor haofrecido a su Esposa, la Iglesia de modopermanente… Es compendio de las pala-bras, vida y obra de Jesús, ofrecida al Padrepor nosotros… Es gloria de su Cuerpo Re-sucitado… Es fuente, centro y culmen de lavida cristiana.

San Juan Pablo II

La mirada de la Iglesia se dirige conti-nuamente a su Señor, presente en el Sacra-mento del altar, en el cual descubre la plenamanifestación de su inmenso amor.

Papa Francisco

Con la Eucaristía sentimos la pertenen-cia a la Iglesia, al Pueblo de Dios, al Cuer-po de Dios, a Jesucristo. Y no terminare-mos nunca de captar todo su valor y su ri-queza… Que este Sacramento pueda conti-

nuar manteniendo viva en la iglesia su pre-sencia y plasmar nuestras comunidades enla caridad y en la comunión, según el co-razón del Padre.

La liturgia es precisamente entrar en elmisterio de Dios, dejarse llevar al misterio yestar en el misterio… Todos ustedes vienenaquí, nosotros nos reunimos aquí para en-trar en el misterio: esta es la liturgia. Es eltiempo de Dios, es el espacio de Dios, es lanube de Dios que nos envuelve a todos.

Siervo de Dios cardenal F. X. Nguyen vanThuan

Sueño en una Iglesia que sea pan, Euca-ristía, que sea don y que se deje comer portodos, para que el mundo tenga vida enabundancia.

Valor infinito de la perenne oblación sa-crificial de Cristo

San León Magno

Nuestra participación en el cuerpo y en

Unidad y Carismas

De la Redacción

Destellos de Eucaristía

TESTIGOS

Ofrecemos algunos breves testimonios de cristianos de distintos tiempos, expertos en santi-dad. Son simples destellos del misterio eucarístico presente con fuerza en sus vidas.

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la sangre de Cristo no tiene otro objetivoque el de transformarnos en Aquel a quienrecibimos: revestirnos en todo, en el cuerpoy en el alma, de aquel en el cual morimos,somos sepultados y resucitamos.

San Alfonso Mª de Ligorio

La Misa es la acción más santa y másagradable a Dios que se puede llevar acabo, tanto en razón de la víctima ofrecida,que es Jesucristo, víctima de dignidad infi-nita, cuanto en razón del primer oferente,que es el mismo Jesucristo, que se ofrecepor manos del sacerdote.

San Gregorio Magno

El sacrificio del altar será verdaderamen-te aceptable como nuestro sacrificio a Diosen la medida en que nosotros nos presente-mos como víctimas.

San Pío de Pietrelcina

La Misa es infinita como Jesús…Pregúntenle a un Ángel lo que es la misa, yél les contestará: “verdaderamente yo en-tiendo lo que es y por qué se ofrece, pero nopuedo entender cuánto valor tiene”. Un án-gel, mil ángeles, todo el Cielo saben esto ypiensan así.

Santa Teresa de Jesús

Sin la Santa Misa, ¿qué sería de noso-tros? Todos aquí abajo pereceríamos, yaque únicamente eso puede detener el brazode Dios. Sin ella, ciertamente que la Iglesiano duraría y el mundo estaría perdido sinremedio. (En cierta ocasión, santa Teresa sesentía inundada de la bondad de Dios. En-tonces hizo esta pregunta a nuestro Señor:“Señor mío, ¿cómo os lo podré agrade-cer?”, y nuestro Señor le contestó: “Asistida una Misa”).

Cuando yo me llegaba a comulgar y me

acordaba de aquella majestad grandísimaque había visto, y miraba que era el que es-taba en el Santísimo Sacramento…, los ca-bellos se me espeluzaban, y toda parecíame aniquilaba.

San Juan María Vianney

Si conociéramos el valor de la SantaMisa, nos moriríamos de alegría.

San Agustín

Reconoce en este pan lo que colgó en lacruz, y en este cáliz lo que fluyó de su cos-tado… Todo lo que en muchas y variadasmaneras fue anunciado de antemano en lossacrificios del Antiguo Testamento pertene-ce a este singular sacrificio que se revela enel Nuevo Testamento.

Siervo de Dios Pío XII

La fe y la comunión eucarística son real-mente el vínculo ofrecido por Dios a loshombres para rehacer la primordial unidadde la familia humana, rota por el primer pe-cado.

Benedicto XVI

La Eucaristía es sacramento de la uni-dad. Pero, por desgracia, los cristianosestán divididos, precisamente en el sacra-mento de la unidad. Por eso, sostenidos porla Eucaristía, debemos sentirnos estimula-dos a lo que Cristo deseó ardientemente enel Cenáculo.

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«La liturgia es precisamente entrar enel misterio de Dios, dejarse llevar al mis-terio y estar en el misterio… Es el tiempode Dios, es el espacio de Dios, es la nubede Dios que nos envuelve a todos»

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Beato Charles de Foucauld

La Eucaristía es Dios con nosotros, esDios en nosotros, es Dios que se da peren-nemente a nosotros, para amar, adorar,abrazar y poseer.

Santo Tomás de Aquino

Nadie es capaz de expresar la suavidadde este sacramento, en el cual gustamos lasuavidad espiritual en su misma fuente y ce-lebramos la memoria del inmenso y sublimeamor que Cristo mostró en su pasión….

Santa Margarita María de Alacoque

Las mayores gracias y los favores inexpli-cables de su bondad los recibía en la SantaComunión. Y mi ángel lo que más severa-mente me reprendía eran las faltas de respe-to y atención delante del Santísimo Sacra-mento.

San Juan Bautista de la Salle

Se puede obtener más fácilmente lo quese pide a Dios, y recibir más gracias, asis-tiendo a una sola Santa Misa bien oída, quecon todas las más santas acciones que sepudieran realizar.

Santa María Magdalena de Pazzi

¡Oh Hermanas, si tan solo pudiéramoscomprender el hecho de que mientras lasespecies eucarísticas permanecen dentro denosotros, Jesús está ahí, trabajando en no-sotros, inseparablemente del Padre y delEspíritu Santo, y, por lo tanto, toda la SantaTrinidad está ahí!.

San Pedro Julián Eymard

La Santa Misa encierra todo el valor delsacrificio de la cruz… Para caer en la cuen-ta de lo que vale la Santa Misa, es precisono perder de vista que su valor es mayor

que el que juntamente encierran todas lasbuenas obras, virtudes y merecimientos detodos los santos que haya habido desde elprincipio del mundo o haya de haber hastael fin, sin excluir los de la misma SantísimaVirgen María.

En su forma eucarística, Jesús nos en-seña a anonadarnos para asemejarnos a Él:la amistad exige la igualdad de vida y decondición; para vivir de la Eucaristía nos esindispensable anonadarnos con Jesús, queen ella se anonada.

San Ireneo de Lyon

Así como el pan y el vino, recibida la pa-labra de Dios, se hacen Eucaristía, es decir,Cuerpo y Sangre de Cristo, así tambiénnuestros cuerpos, alimentados con la Euca-ristía, resucitarán a su debido tiempo paragloria de Dios Padre.

Santa Faustina Kowalska

¡Qué tremendos misterios ocurren du-rante la Santa Misa!... ¡Con cuánta devo-ción debiéramos seguir y participar en estamuerte de Jesús! Un día conoceremos loque Dios hace por nosotros en cada SantaMisa y el don que nos prepara en ella. Sola-mente su amor divino podía concebir undon semejante.

Eucaristía y ministerio sacerdotal

San Francisco de Asís

El hombre debería temblar, el mundo de-bería vibrar, el cielo entero debería conmo-verse profundamente cuando el Hijo deDios aparece sobre el altar en las manos delsacerdote.

Santa Teresa de Jesús

Padre Eterno, ¿cómo lo consentís? ¿Por

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qué queréis ver cada día a vuestro Hijo entan ruines manos? Ya que una vez quisisteisy consentisteis lo tuviesen, ya veis cómo lepagaron. ¿Cómo puede vuestra piedad ver-les hacer injurias cada día? Y ¡cuántas de-ben hoy hacer a este Santísimo Sacramen-to! ¡En qué manos enemigas le debe ver elPadre!.

San Juan Crisóstomo

La oblación es la misma, cualquiera quesea el oferente, Pablo o Pedro; es la mismaque Cristo confió a sus discípulos, y queahora realizan los sacerdotes; esta no es, enrealidad, menor que aquella, porque no sonlos hombres quienes ha hacen santa, sinoAquel que la santificó. Porque así como laspalabras que Dios pronunció con las mis-mas que el sacerdote dice ahora, así la obla-ción es la misma.

Los ángeles rodean al sacerdote. Todo elsantuario y el espacio que circunda al altarestán ocupados por las potencias celestespara honrar al que está presente en el altar.

San Alfonso Mª de Ligorio

El sacerdote nunca dirá la Misa delmodo que corresponde, si no conoce cuánsublime es este acto. Ninguna acción másgrande hizo Jesucristo en este mundo.

…Amados ministros de Jesucristo…, alprepararnos para la Santa Misa, considere-mos lo que vamos a hacer. Esta es la acciónmás grande y santa que es dado practicar alhombre. ¡Qué bienes inmensos no acarrea

una Santa misa dicha con devoción, ya alque la celebra, ya a los que la oyen!.

San Agustín

¡Oh sublime dignidad del sacerdote encuyas manos Cristo Jesús se encarna denuevo! ¡Oh celestial misterio obrado mara-villosamente por el Padre, el Hijo y el Espí-ritu Santo, con el ministerio del sacerdote!

Beato Manuel González

Cuánto debe gozar el corazón del sacer-dote en vivir solo para dar a Jesús y darsecon Él a las almas. Por la consagración sa-cerdotal, el sacerdote ha dejado mística-mente de ser un hombre para empezar aser Jesús. Una especie de transustancia-ción se ha operado en él: las aparienciasson del hombre, la sustancia es de Jesús.Tiene lengua, ojos, manos, pies, corazóncomo los demás hombres; pero, desde queha sido consagrado, todos esos órganos einstrumentos no son del hombre sino deJesús.

Beata Ana Catalina Emmerick

He visto a un sacerdote muy piadoso ycaritativo que murió anoche a las nueve. Hapasado tres horas en el purgatorio por ha-ber perdido el tiempo en hacer bromas.Este sacerdote tenía que haber permaneci-do varios años en el purgatorio, pero hasido socorrido con muchas Santas Misas yoraciones. A este sacerdote lo he conocidomucho.

Eucaristía y María

Beata María Cándida de la Eucaristía

Quisiera ser como María, ser María paraJesús, ocupar el puesto de su madre. En misComuniones, a María la tengo siempre pre-

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«El hombre debería temblar, el mundodebería vibrar, el cielo entero debería con-moverse profundamente cuando el Hijode Dios aparece sobre el altar en las ma-nos del sacerdote»

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sente. De sus manos recibo a Jesús, elladebe hacerme una sola cosa con Él. Yo nopuedo separar a María de Jesús. ¡Oh Cuer-po nacido de María! ¡Salve María, aurorade la Eucaristía!.

San Efrén

María nos da la Eucaristía en oposiciónal alimento que nos da Eva. María es,además, el sagrario donde ha habitado elVerbo que se ha hecho carne, de modo quela morada del Verbo es la Eucaristía. Elmismo cuerpo de Jesús, nacido de María,es nacido para hacerse Eucaristía.

San Francisco de Asís

¡Oh hijos de los hombres!, ¿hasta cuán-do seréis duros de corazón? ¿Por qué no re-conocéis la verdad y creéis en el Hijo deDios? Ved que diariamente se humilla,como cuando desde el trono real descendióal seno de la Virgen; diariamente viene anosotros Él mismo en humilde apariencia;diariamente desciende del seno del Padre alaltar en manos del sacerdote….

San Juan Pablo II

María concibió en la anunciación al Hijodivino, incluso en la realidad física de sucuerpo y su sangre, anticipando en ella loque en cierta medida se realiza sacramen-talmente en todo creyente que recibe, en lasespecies del pan y del vino, el Cuerpo y laSangre del Señor.

Sea adorado el Santísimo Sacramento

Santa Teresa de Jesús

Hele aquí, compañero nuestro, en elSantísimo Sacramento, que no parece fueen su mano apartarse de nosotros un mo-mento.

San Alfonso Mª de Ligorio

Tened por cierto que el tiempo que em-pleéis con devoción delante de este divinoSacramento, será el tiempo que más bien osreportará en esta vida y más os consolaráen vuestra muerte y en la eternidad. Y sa-bed que acaso ganaréis más en un cuarto dehora de adoración en la presencia de JesúsSacramentado que en todos los demás ejer-cicios espirituales del día.

Jesús a San Pío de Pietrelcina

¡Con cuánta ingratitud me pagan loshombre! ¿Hubiera sido menos ofendido, silos hubiera amado menos? Yo querría dejarde amarlos, pero mi corazón está hechopara amar… Me dejan solo de noche y tam-bién de día en las iglesias. No se dan cuentade que estoy en el sacramento del altar. Po-cos hablan de esto y los que hablan, lo ha-cen con indiferencia o frialdad.

Santa María Magdalena de Pazzi

Los minutos que siguen a la comuniónson los más valiosos que tenemos en lavida; son los momentos más adecuados denuestra parte para tratar con Dios, y de par-te de Dios para comunicarnos su amor.

Santa María Dominica Mazzarello

Cada visita a Jesús Eucaristía y cadacontemplación de su presencia es retornar anuestra verdadera realidad, a nuestro desti-no final: son un anticipo de lo que poseere-mos en el cielo, donde viviremos en Dios ynuestra mirada se fusionará con la suya.

Unidad y Carismas

«Y sabed que acaso ganaréis más en uncuarto de hora de adoración en la presen-cia de Jesús Sacramentado que en todoslos demás ejercicios espirituales del día».

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EEEEN el año 2000 nuestra revista pre-sentó la figura y el testimonio delobispo François-Xavier Nguyên

Van Thuân1. Fue nombrado cardenal en2001, habiendo sido por tres años presi-dente del Pontificio Consejo de Justicia yPaz, murió el 16 de septiembre del 2002, yexactamente cinco años después de sumuerte se inció el proceso de su beatifica-ción2. En aquella ocasión lo describió así elpapa Benedicto XVI:

«El Cardenal Van Thuân era un hombre deesperanza, vivía de esperanza y la difundía entretodas las personas con quienes se encontraba.Gracias a esta energía espiritual superó todas lasdificutades físicas y morales. La esperanza lo sos-tuvo como obispo aislado, durante 13 años, de sucomunidad diocesana; la esperanza le ayudó avislumbrar en la absurdidad de los acontecimien-tos que le tocó vivir –durante su larga detención

nunca fue procesado– un designio providencialde Dios. La noticia de la enfermedad, el tumor,que lo llevó después a la muerte, le llegó casi jun-tamente con el nombramiento cardenalicio porobra del Papa Juan Pablo II, que sentía por élgran estima y afecto»3.

Como es sabido, François-XavierNguyên Van Thuân durante 13 años (1975-1988), como obispo, fue encarcelado y vi-vió entre aislamiento y restricciones que sehicieron cada vez más duras. Tres mesesdespués de su nombramiento como arzo-bispo auxiliar de Saigón, fue detenido el 15de agosto de 1975 y llevado a 450 kilóme-tros de distancia, a un lugar donde teníaque permanecer obligatoriamente. El en-carcelamiento de aquellos años fue para éluna catacumba martirial de fecunda uniónal sacrificio de Cristo y del amor por la Igle-sia y por su gente. Poco después de la de-

Mauro Mantovani, s.d.b.

«Tres gotas de vino y una gotade agua en la palma de la mano»

F. X. Nguyên Van Thuân

y la fuerza de la Eucaristía

TESTIGOS

François-Xavier Nguyên Van Thuân (1828-2002), obispo vietnamita que estuvo encarcela-do durante 13 años, viviendo en estricto aislamiento, fue un “milagro de esperanza” porquesacaba su fuerza de la Eucaristía y supo transmitirla a su alrededor.

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tención, entre octubre y noviembre de1975, escribió por la noche su primer “men-saje desde la cautividad”, y continuó ha-ciéndolo en los años siguientes, compo-niendo paso a paso verdaderos volúmenescomo El camino de la esperanza a la luz de laPalabra de Dios y del Concilio Vaticano II y Losperegrinos del camino de la esperanza.

En los largos años de vejación pasadosen la cárcel, Van Thuân reconoce el “ros-tro” de Jesús crucificado y vive con radica-lidad su seguimiento, también en el vacíodel ministerio y de no poder compartir lavida de fe a la que se vió forzado, aguan-tando la inmovilidad y la supresión a laque su corazón de padre parecía condena-do. ¿Dónde encontró las energías para se-guir adelante en una situación tan dramáti-ca? ¿Cuál fue su fuerza? Fue sin duda laEucaristía.

«Jesús Eucaristía está siempre conmigo»

Cuenta él mismo: «Cuando fui detenido,tuve que marchar inmediatamente, con las ma-nos vacías. Al día siguiente me permitieron es-cribir para pedir las cosas más necesarias: ropa,dentrífico […]. Escribí a mi destinatario: “porfavor, me mandas un poco de vino, como medi-cina para el mal de estómago”. Los fieles com-prenden lo que significa; me mandan una bote-llita de vino para la Misa, con la etiqueta “me-dicina contra el mal de estómago”, y algunashostias ocultas en una especie de antorcha con-tra la humedad. La policía me preguntó: ¿Tie-ne problemas de estómago? –Sí. -Aquí le han

traído un poco de medicina para usted. Jamáspodré expresar mi gran alegría: cada día, contres gotas de vino y una gota de agua en la pal-ma de la mano, celebro mi Misa […] Pero de-pendía de la situación. En el barco que nos lle-vaba hacia el norte, celebré por la noche y di lacomunión a los prisioneros que estaban cerca. Aveces debo celebrar cuando todos van al bañodespués de la gimnasia. En el campo de reedu-cación nos dividieron en grupos de 50 personas;dormíamos en un lecho común, cada uno tienederecho a 50 cm. Nos organizamos de maneraque haya cinco católicos conmigo. A las 21,30,hay que apagar las luces y todos deben dormir.Me inclino sobre la cama para celebrar la Misa,de memoria y distribuyo la comunión pasandola mano bajo el mosquitero […] Jesús eucaristíaestá siempre conmigo en un bolsillo de la cami-sa […] Recuerdo lo que escribí: “Tú cree en unasola fuerza: la Eucaristía, el Cuerpo y Sangredel Señor que te dará la vida”. “He venido paraque tengan vida y la tengan en abundancia”(Jn 10, 10). Como el maná nutrió a los Israeli-tas en su viaje hacia la Tierra Prometida, así laEucaristía te alimentará en tu camino de la es-peranza» (Jn 6, 50)4.

La unión de su sacrificio con el de la cruz

François-Xavier Nguyên Van Thuân fueun hombre “sostenido” por la Eucaristía,que para celebrar la misa se sirvió de la pal-ma de su mano como cáliz, y así encontró–uniendo por amor su sacrificio al deJesús– la fuerza para sostener la fe de supueblo.

«También hicimos bolsitas con las cajetillasde cigarrillos para conservar el Santísimo Sacra-mento y llevarlo a los demás (…). Cada semanatenía lugar una sesión de adoctrinamiento, a laque debía participar todo el campamento. En elmomento del descanso, mis compañeros católicosaprovechaban para pasar una cajetilla a cadauno de los otros cuatro grupos de prisioneros: to-

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«...el tifón azota a los árboles, arras-trando lejos las ramas secas y podridas,pero no puede arrancar la cruz plantadaen el corazón del mundo».

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dos sabían que Jesús estaba en medio de ellos.Por la noche, los prisioneros se turnaban en tur-nos de adoración. Jesús eucaristía ayudaba demanera inimaginable, con su presencia silencio-sa: muchos cristianos retornaban al fervor de lafe… Incluso algunos budistas y otros no cristia-nos alcanzaban la fe. La fuerza del amor de Jesúsera irresistible… La prisión se transformó en es-cuela de catecismo. Los católicos bautizaron asus compañeros y se convirtieron en suspadrinos».

En otro interesante texto, escribe: «LaEucaristía fue para mí y para los otros prisione-ros la única fuerza, la única esperanza. ¿Quépodía ser más consolador que el pensamiento deque Jesús está contigo, sufre contigo y llora conti-go? Te recuerda que toda la Iglesia está contigo,comenzando por el papa. En tu celda nunca estássolo (…), sino que Jesús no se limita a vivir tudolor. Él te ayuda a convertirlo en amor. Esta esla diferencia».

El don total

Durante los últimos días de su vida,cuando la enfermedad ya le impedía hablar,François-Xavier Nguyên Van Thuân teníafija la mirada en el crucifijo que tenía de-lante, y rezaba en silencio. Así se consumósu supremo sacrificio, su don total, que –comoescribe L. Carraro, durante muchos añosmisionero comboniano en Filipinas– «iba acoronar una existencia marcada por su heroicaidentificación con Cristo en la cruz. Nadie poneen duda la autoridad moral que sus sufrimientosle han otorgado: “Creed en una sola fuerza, laEucaristía”, escribió desde la prisión. “Queredun solo secreto, la oración; un solo alimento, lavoluntad del Padre. De este modo –decía a suslectores– lograréis una revolución: renovar elmundo”».

A su muerte fue general la convicción deque su vida había sido un “milagro de espe-ranza”, tanto que el mismo papa BenedictoXVI en la Spe Salvi (2007) lo reconoció con

autoridad recordándolo dos veces en laEncíclica, tanto como testigo5 que como mi-nistro6 de gran esperanza para los demás.

Murió teniendo entre sus manos la pobre–y bellísima– cruz, que había tallado en lacautividad de la cárcel. Como indica A. Si-cari, «si, al final, le hubiésemos pedido una sín-tesis conclusiva de su historia personal y espiri-tual, probablemente hubiera escrito de nuevoaquellas palabras que amaba: “el tifón azota alos árboles, arrastrando lejos las ramas secas ypodridas, pero no puede arrancar la cruz planta-da en el corazón del mundo”»7.

François-Xavier Nguyên Van Thuân–como dijo el papa Benedicto XVI a loscinco años de su muerte– solía repetir que«el cristiano es el hombre del ahora, del momen-to presente, que es necesario aprovechar y vivirpor amor a Cristo. En esta capacidad de vivir elmomento presente se refleja su abandono interioren manos de Dios y la sencillez evangélica que to-dos admiramos en él»8. Un auténtico testigode la fuerza de la Eucaristía.

1 Cf. Francisco Javier Nguyên Van Thuân. Un«martirio» de esperanza, en Unidad y Carismas, nº 35,julio-septiembre 2000, pp. 31-35.

2 Cf. F. X. Nguyên Van Thuân, El camino de laesperanza: testificar con alegría el ser cristiano, Edicep,Valencia 2000; id., Cinco panes y dos peces, CiudadNueva, Madrid 2009, 10ª edición; id., El gozo de laesperanza: último retiro espiritual dado por el cardenalVan Thuân, Ciudad Nueva, 2006; id., Testigos de es-peranza, Ciudad Nueva, 2011; Peregrinos por el cami-no de la esperanza, Monte Carmelo, Burgos 2007;Oraciones de esperanza, Monte Carmelo, Burgos2008. Informaciones últiles y actualizadas relativasal Cardenal Van Thuân (www.vanthuanobserva-tory.org).

3 Benedicto XVI, Discurso a los oficiales y colabo-radores del Pontificio Consejo de Justicia y Paz con oca-sión del quinto aniversario de la muerte del CardenalFrançois-Xavier Nguyên Van Thuân, Castelgandolfo,17 septiembre 2007.

4 F.-X. Nguyên Van Thuân , Cinco panes y dos pe-ces, cit.

5 «De sus trece años de prisión, nueve de los cuales en

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aislamiento, el inolvidable Cardenal Nguyen VanThuan nos ha dejado un precioso opúsculo: Oraciones deesperanza. Durante tres años en la cárcel, en una situa-ción de desesperación aparentemente total, la escucha deDios, el poder hablarle, fue para él una fuerza crecientede esperanza, que después de la liberación le permitió serpara los hombres de todo el mundo un testigo de la espe-ranza, esa gran esperanza que no se apaga ni siquiera enlas noches de soledad». Benedicto XVI, Spe Salvi, 30de noviembre del 2007, n. 32.

6 «El Cardenal Nguyên Van Thuân cuenta en su li-bro de Ejercicios espirituales cómo en su vida hubolargos periodos de incapacidad de rezar y cómo él seaferró a las palabras de la oración de la Iglesia: el Pa-drenuestro, el Ave María y las oraciones de la liturgia.En la oración tiene que haber siempre esta interrela-

ción entre oración pública y oración personal. Así po-demos hablar a Dios, y así Dios nos habla a nosotros.De este modo se realizan en nosotros las purificaciones,a través de las cuales llegamos a ser capaces de Dios eidóneos para servir a los hombres. Así nos hacemos ca-paces de la gran esperanza y nos convertimos en minis-tros de la esperanza para los demás: la esperanza essiempre esperanza para los demás». Benedicto XVI,Spe Salvi, n. 34.

7 A. M. Sicari, en Servo di Dio Card. F. X. NguyênVan Thuân, Jaca Book, Milano 2009.

8 Benedicto XVI, Discurso a los oficiales y colabo-radores del Pontificio Consejo de Justicia y Paz con oca-sión del quinto aniversario de la muerte del CardenalFrançois-Xavier Nguyên Van Thuân, Castelgandolfo,17 septiembre 2007.

Unidad y Carismas

LA EUCARISTÍA EDIFICA LA IGLESIA

«El Concilio Vaticano II ha recordado que la celebración eucarística es el centro del pro-ceso de crecimiento de la Iglesia. En efecto, después de haber dicho que “la Iglesia, o el rei-no de Cristo presente ya en misterio, crece visiblemente en el mundo por el poder de Dios”,como queriendo responder a la pregunta: ¿Cómo crece?, añade: “Cuantas veces se celebraen el altar el sacrificio de la cruz, en el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado (1 Co 5,7), se realiza la obra de nuestra redención. El sacramento del pan eucarístico significa y almismo tiempo realiza la unidad de los creyentes, que forman un sólo cuerpo en Cristo (cf.1 Co 10, 17)”.

Hay un influjo causal de la Eucaristía en los orígenes mismos de la Iglesia. Los evange-listas precisan que fueron los Doce, los Apóstoles, quienes se reunieron con Jesús en la Últi-ma Cena (cf.Mt 26, 20; Mc 14, 17; Lc 22, 14). Es un detalle de notable importancia, por-que los Apóstoles “fueron la semilla del nuevo Israel, a la vez que el origen de la jerarquía sa-grada”. Al ofrecerles como alimento su cuerpo y su sangre, Cristo los implicó misteriosa-mente en el sacrificio que habría de consumarse pocas horas después en el Calvario. Análo-gamente a la alianza del Sinaí, sellada con el sacrificio y la aspersión con la sangre, los ges-tos y las palabras de Jesús en la Última Cena fundaron la nueva comunidad mesiánica, elPueblo de la nueva Alianza.

Los Apóstoles, aceptando la invitación de Jesús en el Cenáculo: “Tomad, comed... Bebedde ella todos...”. (Mt 26, 26.27), entraron por vez primera en comunión sacramental con Él.Desde aquel momento, y hasta al final de los siglos, la Iglesia se edifica a través de la comu-nión sacramental con el Hijo de Dios inmolado por nosotros: “Haced esto en recuerdo mío...Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío” (1 Co 11, 24-25; cf. Lc 22, 19)».

San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, n. 21.

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Entrañables recuerdos de niño

Desde el balcón de nuestros vecinos decasa, sentía yo la atracción de aquellaHostia santa que pasaba en la custodiagrande sobre una carroza de flores. Era laprocesión del Corpus Christi. Echábamosdesde el balcón papelillos de colores conjaculatorias escritas y pétalos, muchos pé-talos de rosa. Una emoción grabada parasiempre.

Monaguillo, después, de la exposicióndel Santísimo: Manejar la campanilla queacompañaba el traslado de la custodia has-ta que el sacerdote la entronizaba en lomás alto, en una iglesia en penumbra, im-

ponente y silenciosa, otra emoción inolvi-dable.

El recuerdo de mi madre vistiéndome delimpio y blanco completo para ir a recibir aJesús, es tal vez lo más entrañable. Contoda la familia. Con el serio aviso de mi pa-dre de que no debía distraerme con nada nimirar para otro lado que no fuera el altar.No lo conseguí del todo. Él, Jesús Euca-ristía, debió de hacerlo mejor que yo.

Como monaguillo que era de mis mon-jas Agustinas, podía comulgar diariamente.Me apunté, por eso, a los Cruzados eucarís-ticos. Llevábamos una insignia; la de losque comulgaban diariamente era distinta yera la mía. ¡Feliz de llevarla!

Manuel Morales, o.s.a.

La Eucaristía en mi vida.Notas de agradecimiento

EXPERIENCIAS

«Crece y me comerás. Pero no me transformarás en ti, como asimilas corporalmente la co-mida, sino que tú te transformarás en mí» (S. Agustín, Confesiones VII, 10, 16).

Asumo el reto de escribir unas letras sobre mi relación con la Eucaristía como una graciaque se me ofrece. Para un examen de conciencia y una súplica al Cielo de luz y de perdón;para una acción de gracias; y, muy especialmente, para un acto de amor a quienes me lo hanpedido, y a quienes me lo leerán con misericordia. ¡Pobres de nosotros, comensales, tantas ve-ces inconscientes, de la Eucaristía! ¡Cuántos años de comuniones! ¡Cuántas misas celebradas!¡Cuántas horas de oración vividas ante Él! ¡Cuánta salud espiritual nos habrá infundido enel alma Jesús eucarístico sin nosotros enterarnos! ¡Cuánta responsabilidad!

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Jesús Eucaristía también en la hora del dolor

Hoy sé que esa hora es inseparable de laEucaristía (“en ella está inscrito de formaindeleble el acontecimiento de la pasión ymuerte del Señor”; el sacrificio eucarísticose instituyó “la noche en que fue entrega-do”); entonces lo ignoraba, pero acontecía.Mi madre, en su muerte tan temprana, volóal cielo. Éramos cinco hermanos (yo conta-ba nueve años, la pequeñita dos meses) y unpadre que comulgaba diariamente. Era in-cluso adorador nocturno de la Eucaristía.¡Cuántas horas en sus rodillas ante el Santí-simo expuesto!

Años después, la Virgen peregrina deFátima pasó una tarde memorable por elSeminario donde yo, adolescente, estudia-ba ya, interno, para agustino y sacerdote.Cantos y oraciones a la Virgen sellaron mialma aquella tarde. Ella se encargó de “ves-tirme” nuevamente de limpio y de blanco.Me consagré a su Corazón para siempre.Contrariedades de salud me hicieron “per-der” meses y, más tarde, años, pero la Eu-caristía diaria –pienso hoy– debe habersido la que me libró de cualquier duda so-bre la vocación.

La vida de oración

Otro “lugar” inseparable de la Eucaristía

fue la presencia activa de Jesús en lo pro-fundo del corazón, descubierta en los añosde Filosofía y Teología. ¡La vida de ora-ción! ¡La vida interior! Un buen maestro deespíritu nos enseñaba entonces que acercar-se a los sacramentos es como “ir a la fuen-te”. Si la vida de oración es la que ensanchael “cántaro”, es ella, por tanto, la vida deoración, lo más importante en la práctica.

Ordenación sacerdotal

Ver a mi padre de rodillas para besar lasmanos de su hijo sacerdote, es una sensa-ción difícil de explicar. Él había rezado enpúblico, en una de sus adoraciones noctur-nas, cuando la enfermedad me obligaba auna pausa en los estudios, que, por encimade su ilusión de verme sacerdote, solo supli-caba para su hijo el cumplimiento perfectode la Voluntad de Dios. Por fin, en este díamaravilloso, el sueño de mi padre y el míocoincidían con el sueño de Dios.

Me enseñaron entonces que debía cele-brar la misa como si fuera la primera y laúltima de mi vida. He procurado ser fiel aese consejo. El mimo, el cuidado, el respetocon que uno celebra esas primeras misas,extremadamente pendiente de las rúbricasde la liturgia, refleja seguramente la fe en elmisterio que tenemos en las manos.

Después, a lo largo de los años y hastahoy, madurando y creciendo –espero–,unas veces “por las buenas” y otras, mu-chas, “por las malas”, en los días gozosos yen los días crudos, la celebración diaria dela Eucaristía me ha ofrecido la oportunidadde vivir la vida, “por Él, con Él y en Él”,como entrega obediente y como acción degracias. ¡Una maravilla!

La “mesa” de la Palabra y del Pan

Pronto llegaron las misas con el pueblo.Primero con la muchachada del colegio,

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Cuando la exposición de la Pala-bra, dice San Agustín, se hace «conamor fraterno, paterno y materno», yse establece, por ello, una profundacomunión con quienes nos escu-chan, se siente que nosotros mis-mos «aprendemos de ellos lo que en-señamos».

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más tarde, en la parroquia. Y llegó la Refor-ma Litúrgica. Ahí otro gran descubrimien-to: las dos “mesas” de la Eucaristía, la Pala-bra y el Pan, son igualmente importantes.Como sucedió con los discípulos deEmaús, “una vez que las mentes están ilu-minadas y los corazones enfervorizados,los signos hablan” (Juan Pablo II, Mane no-biscun Domine, 14). Comencé enseguida aadvertir, a veces hasta la conmoción, que laprimera “mesa” de la Palabra es fuente deluz. Cuando la exposición de la Palabra,dice San Agustín, se hace «con amor fraterno,paterno y materno», y se establece, por ello,una profunda comunión con quienes nosescuchan, se siente que nosotros mismos«aprendemos de ellos lo que enseñamos». (De ca-techizandis rudibus, 12, 17). Son momentosluminosos.

«Donde dos o más»

Conocí el Ideal de la Unidad, el Movi-miento de los Focolares, en el verano de1968. ¡Otro gran descubrimiento! La pre-sencia de Jesús Resucitado «donde dos omás están reunidos en su nombre» fue unafortísima experiencia viva, sensible, deter-minante. Efectivamente, nos había enseña-do Pablo VI que la presencia de Jesús en laEucaristía «se llama real no por exclusión,como si las otras no fueran reales, sino por anto-nomasia». Y señalaba, la primera de todas,«donde dos o más» (Mateo, 18,20). Comodice Carlos G. Andrade en este mismo nú-mero de la revista, «si la Eucaristía es recibi-

da por una comunidad verdaderamente unidapor el amor recíproco, donde ya está la presen-cia del Resucitado, la Eucaristía es entoncescomo gasolina en el fuego». Precisamente enun clima así de unidad, claramente ca-rismático, en los años 1977-78, cuatro pre-ciosos temas de Chiara Lubich sobre laEucaristía hicieron arder los corazones demuchos de nosotros en la Iglesia. Ahora,en este año 2015, se estudia de nuevo, enel ámbito del Movimiento de los Focola-res, el tema de la Eucaristía. Para com-prenderlo y vivirlo más y mejor. Yo sigobebiendo de esa fuente. Y no paro deasombrarme ante la profundidad de luzque emana de la experiencia mística deChiara –teología y espiritualidad– sobreeste misterio insondable.

Los pobres

La Providencia nos lleva a ejercer el mi-nisterio en los lugares más dispares. Losaños que viví en nuestra parroquia de Bra-sil, pude contemplar el espectáculo de losgrandes cestos que se llenaban ante el altara la hora del ofertorio de toda clase de ali-mentos para los más pobres. Era la expre-sión sensible de la entrega y la generosidadde la comunidad. Ahí comprendí: es «enbase a este criterio (el amor mutuo y, en parti-cular, la atención a los necesitados) como secomprueba la autenticidad de nuestras celebra-ciones eucarísticas». También hoy lo com-pruebo, en estos tiempos de crisis econó-mica, cuando observo con satisfacción quelas colectas de Caritas son abundantes ygenerosas.

En el Evangelio de Juan no se encuentrael relato de la institución eucarística, pero síel lavatorio de los pies. Así es como Jesúsexplicó de modo inequívoco el sentido de laEucaristía (Juan Pablo II, Mane nobiscumDomine, 28). ¡Y qué bien lo predica hoy conhechos el Papa Francisco!

«Si la Eucaristía es recibida por unacomunidad verdaderamente unida por elamor recíproco, donde ya está la presen-cia del Resucitado, la Eucaristía es en-tonces como gasolina en el fuego».

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EEEEL primer texto es la última fórmulade la oración dirigida a Jesús Euca-ristía con la que Chiara Lubich e Igi-

no Giordani sellaron el pacto de unidad en1949 y que produjo un período de ilumina-ciones particulares, llamadas “Paraíso del‘49” (cf. C. Lubich, Jesús Eucaristía, CiudadNueva, Madrid 2014, pp. 11-14). Este pactose repite en cada celebración eucaristía portodos los miembros Obra de María.

Pacto de unidad - septiembre 2001

«Jesús, que vives en la Santísima Eucaristía,cada uno de nosotros y todos juntos te promete-mos ante todo ser entre nosotros la realización detu Mandamiento Nuevo, es decir, amarnos comotú nos has amado, hasta sentir el abandono delPadre.

Con el fin de que se realice tu designio sobretoda la Obra, te pedimos que pactes tú mismo uni-dad sobre la nada de amor de cada uno de nuestroscorazones, fundiéndonos en uno con tu caridad.

Siendo así una sola alma, consagra esta almaa la Virgen tu Madre para que de alguna formaella pueda estar espiritualmente presente en lamisma.

Y por nuestro amor recíproco continuo, por elhecho de nutrirnos diariamente de ti y por nues-tra donación total a María, concédenos la graciade que tú mismo nazcas y renazcas en cada uno yen medio de nosotros, de modo que no seamosnosotros los que trabajemos en tu Obra, sino túen nosotros. Amén».

Una nueva visión de la celebración eu-carística.

La gota de agua en el cáliz - 6 septiembre1949

«La gota de agua que se echa en el cáliz y seañade al vino será hecha Sangre con el vino. Ysomos nosotros: nosotros hechos Sangre; nosotrosofrecidos porque hemos sido transformados, tran-sustanciados en Dios en el altar.

Si vivimos esta Unidad, estos Cielos, si somos

Unidad y Carismas

Paolo Monaco, s.j.

El pacto de unidaden Jesús Eucaristía

EXPERIENCIAS

Ofrecemos algunos textos de Chiara Lubich, publicados e inéditos, sobre la Eucaristía.

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por ejemplo como ahora Jesús Abandonado (o laDesolada, que forma en nosotros a Jesús Aban-donado), ¡¡entonces en verdad somos ofrecidosmísticamente cada día en todos los altares de latierra!!

En esa Hostia Santa y esa Preciosísima San-gre podemos vernos A NOSOTROS. Yo ofrecidaal Padre, yo muriendo en la Cruz en el Calvario.

De modo que es una visión completamentenueva de la Santa Misa. No solo estamos al pie dela Cruz, con la Madre y la Magdalena; estamosahí arriba, en la Cruz, gritando el abandono. ¡Enese grito está nuestra voz! De verdad vivimosa Jesús y Jesús nos vive. El “¡víveme completa-mente, Amor mío!” que le decíamos, es un hecho.Y nosotros a Él: “Te vivo completamente”».

La comunión fraterna hace a la comuni-dad apta para celebrar la Eucaristía.

Si al presentar tu ofrenda - 4 de mayo de1968

«“Por tanto, si cuando vas a presentar tuofrenda ante el altar, te acuerdas allí mismo deque tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tuofrenda ante el altar y vete primero a reconciliar-te con tu hermano, y entonces vuelve a presentartu ofrenda” (Mt 5, 23-24).

El culto divino y el amor a los hermanos, quecompone y recompone la unidad entre ellos, nopueden ir en modo alguno separados.

Si una comunidad no se realiza en Cristo, enla comunión plena, es evangélicamente incapazde presentar a Dios un culto digno.

El Concilio ha despertado este sentido de co-munidad unida, y el Espíritu Santo, soplando devarias maneras, ha vuelto a desempolvar elEvangelio de la caridad.

Y ¡qué falta nos hacía a los cristianos!Por eso sentíamos muchas veces que no com-

prendíamos la liturgia en todo su valor.Nosotros, por lo general, somos herederos de

una religiosidad individual, que no presta de-masiada atención a la caridad recíproca en la

comunidad; y, aun quedando en el alma ciertosentido del misterio que rodea las grandes ac-ciones litúrgicas, se da también la incompren-sión y la sensación de vacío con respecto a algu-nas de ellas, reducidas a veces a formas sin sus-tancia.

Todo ello debido a que el cristianismo está amenudo debilitado de su verdadera fuerza: la ca-ridad.

Por otra parte, ¡qué riqueza de experiencialitúrgica nos podríamos esperar de un pueblode Dios verdaderamente unido! El rostro de laIglesia resultaría bello en todo su esplendor yatraería al mundo, como hacía Jesús con lasmuchedumbres».

El cuerpo del cristiano, deificado por laEucaristía, contribuye a la resurrección delcosmos.

La Eucaristía transformación del cosmos -Castel Gandolfo, 1 de septiembre de 1999

«Jesús, al morir y resucitar, es ciertamente laverdadera causa de la transformación del cos-mos. Pero, puesto que Pablo nos ha revelado quelos hombres completamos la pasión de Cristo yque la naturaleza espera la revelación de los hijosde Dios, también puede ser que Jesús espereademás la aportación de los hombres, cristifica-dos por su Eucaristía, para obrar la renovacióndel cosmos.

Si la Eucaristía es causa de la resurrección delhombre, ¿no puede suceder que el cuerpo delhombre, divinizado por la Eucaristía, esté desti-nado, a corromperse bajo tierra para contribuir ala resurrección del cosmos? De ese modo sepodría decir que, en virtud del pan eucarístico, elhombre se convierte en Eucaristía para el uni-verso, en el sentido de que es germen, con Cristo,de transfiguración del universo.

Es decir, la tierra nos comería, igual que noso-tros comemos la Eucaristía, no para transfor-marnos a nosotros en tierra, sino para que esta setransforme en “cielos nuevos y tierras nuevas”».

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JJJJESÚS vivió para la unidad, murió porla unidad y realizó la unidad: unidaddel hombre con Dios y unidad entre los

seres humanos. «Él es nuestra paz: el que de losdos pueblos hizo uno, derribando el muro de sepa-ración que los dividía… por medio de su carne»(Ef 2, 14). Por tanto, esta unidad tiene su pre-cio. Por eso, Jesús ofrece su vida. Jesús llamóa los apóstoles a una comunión íntima conÉl y con las personas que quieren vivir enesta unidad libremente, porque muchos desus discípulos lo abandonaron decepciona-dos. «Entonces dijo Jesús a los Doce: “¿Tambiénvosotros queréis marcharos?”» (Jn 6, 67).

Círculo externo e interno

Después del milagro de la multiplicaciónde los panes y de los peces distribuidos entre5.000 personas, todos están entusiasmadoscon Él, pero cuando Jesús reclama la aten-

ción sobre el “pan de vida” que sacia el ham-bre espiritual, muchos se apartan de Él. Exis-te un círculo externo y otro interno: está elpan que Jesús distribuye para todos, en abun-dancia, y está el pan que Jesús comparte conlos suyos, para reforzar la comunidad y estarsiempre y en todas partes presente en mediode ellos. Pero el círculo interno y el externopueden ser permeables entre sí...

El pan de la última Cena, sin embargo, esvinculante. Convoca a los apóstoles a recibir-lo y a compartirlo, siendo ellos mismos panvivo como Jesús. La primera comunidadcristiana fue perseverante en la “fracción delpan” (Hch 2, 42), porque expresaban el vín-culo que unía a los bautizados entre ellos. Enesta celebración, Jesús se da cada vez nueva-mente a sus amigos y fortalece la comunióncon ellos y entre ellos. También para las Igle-sias Evangélicas esta comida es valiosa, aun-que se celebre con menos frecuencia y de

Unidad y Carismas

Peter Dettwiler1

Eucaristía:¿signo de unidad o de separación?

NUEVOS HORIZONTES

El tema de la Eucaristía presenta una riqueza y complementariedad necesarias para el diá-logo ecuménico. Cristo en la Eucaristía-sacramento ha de ser integrado y revalorizado conCristo presente en la Palabra y en la comunidad..

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modo diverso. En muchas Iglesias reforma-das la idea de comunidad y de reconciliaciónes particularmente importante.

Las palabras de Jesús en el Sermón de lamontaña advierten e invitan a un examen deconciencia antes de cada celebración eucarís-tica: «Si al momento de presentar tu ofrenda en elaltar, te acuerdas de que tu hermano tiene algocontra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, yvete primero a reconciliarte con tu hermano. Lue-go vuelves y presentas tu ofrenda» (Mt 5, 23-24).Esta actitud da a la Eucaristía una gran serie-dad y a los que la reciben una gran responsa-bilidad. Así pues, si las Iglesias protegen la“mesa del Señor”, no es para delimitar el cír-culo externo, sino para concentrarse en el in-terno. Se trata de la atención a la presenciadel Resucitado entre los que Él ha llamado aformar una comunidad…

En el principio era el amor

Veo en la “espiritualidad de la unidad” deChiara Lubich un camino para superar gra-dualmente este obstáculo, de modo que laEucaristía se convierta de signo de separa-ción en signo de unidad. En la “espirituali-dad de la unidad” se trata de desarrollar launidad a través de la unidad, es decir la uni-dad en grande, entre las Iglesias, y la unidaden pequeño, entre los hermanos y hermanasde las distintas Iglesias. En el principio era elAmor, podría describirse así el nacimientodel Movimiento de los Focolares, es decir laconciencia de que Dios es amor, y la volun-tad de hacer concreto este amor de Dios enla relación con los demás. El amor es el vín-culo de unidad y Jesús en medio de ellos elfermento de la unidad. Chiara y sus com-pañeras entraron en Jesús a través de su pala-bra: Él había prometido estar presente dondedos o tres estuvieren reunidos en su nombre.Chiara y sus compañeras fueron enriqueci-das y transformadas por la experiencia de supresencia. Jesús en medio de ellas y Jesús en

su palabra marcó, desde aquel momento enadelante, sus vidas y su fe. Para Chiara Jesúsen la palabra y Jesús en la comunidad es realcomo Jesús en la Eucaristía.

Palabra, comunidad, Eucaristía

Los protestantes por tradición están cen-trados en Jesús como palabra y en Jesúscomo comunidad –los que se reúnen en sunombre– mientras que los católicos estánmás enfocados en Jesús como sacramento enla Eucaristía… Tal vez los católicos debanconsiderar seriamente la presencia de Jesúsen la Palabra y en la comunidad tanto comola presencia de Jesús en la Eucaristía. Y vice-versa, los protestantes deberían considerar lapresencia de Jesús en la Eucaristía, que estan importante y preciosa como su presenciaen la palabra y en la comunidad… Pero supresencia no es gratuita. No lo es ni el pan niel vino, porque ¿para qué nos sirve la Comu-nión diaria, si no nos transforma? Tampococon su palabra, porque ¿para qué sirve la pa-labra, si no penetra en el corazón y nos cam-bia la vida? Y lo mismo respecto a la unidad,porque si queremos que Él esté en medio denosotros, tenemos que hacerle espacio conti-nuamente. Si vivimos su palabra, Jesús creceen nosotros, aumenta nuestra atención a lavoluntad de Dios y refuerza el amor para conel prójimo. De este modo construimos la co-munidad. Y, si este amor se convierte en recí-proco, entonces Jesús está entre nosotros ynos da la luz necesaria para caminar juntosen el mundo. Y si Jesús vive en medio de no-sotros, entonces la Eucaristía adquiere unanueva calidad y se convierte en una fuente defuerza capaz de transformarnos y cambiarnuestras comunidades. Eucaristía y Comu-nión pueden fortalecer la relación con Jesúsy nuestra relación con los demás, de modoque con un enfoque renovado encontremos aJesús en nuestros hermanos. Y la presenciade Jesús entre nosotros, a su vez, nos ayuda a

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Nuevos horizontes 44441111

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comprender mejor cada una de las palabrasdel Evangelio.

El mismo Jesús

Jesús en la Palabra, Jesús en la comuni-dad, Jesús en la Eucaristía: es siempre el mis-mo Jesús, el Emmanuel, Dios con nosotros.Debemos partir de la promesa de Jesús, quequiere estar con nosotros hasta el fin del mun-do (cf. Mt 28, 20). Él con nosotros, en noso-tros y en medio de nosotros, de un mododinámico triple: en su palabra, en nuestra co-munidad, tanto en el pequeño círculo comoen el gran círculo, y en el sacramento de laEucaristía. Son tres modos diferentes de estarpresente. Es posible que para nosotros resultemás fácil acceder a la palabra que a la Euca-ristía o viceversa; y que tengamos momentosen los que sintamos mayormente la presenciade Jesús en la comunidad, y otros en los cua-les nos sintamos más cerca de la celebracióneucarística o en la Comunión. No debe preo-cuparnos el hecho de que sintamos la presen-cia de Jesús solo en un modo o en otro, contal de que estemos unidos a Él.

Existe una declaración interesante de Cal-vino, el reformador de Ginebra, en una cartaa H. Bulliger, reformador de Zurich y suce-sor de Zwinglio. Ambos no estaban de acuer-do en la comprensión de la Eucaristía y bus-caban fatigosamente un entendimiento. Porfin, Calvino escribió a Bullinger en 1548:«Aunque ahora tengo una comunión más íntimacon Cristo en el sacramento, de la que tú manifies-tas con tus palabras, estoy firmemente convencidoque no por esto descuidaremos tener al mismoCristo y ser una cosa sola con Él. Tal vez se nosconceda un día llegar a un perfecto acuerdo».

Casi podría ser esto un lema ecuménicopara nuestra larga búsqueda de la unidad enla Cena del Señor. Tenemos el mismo Cristo,y en Él hoy ya podemos ser una cosa sola. Élestá en medio de nosotros y nos mostrará elcamino que conduce a una unidad perfecta.

Si no es concedida la comunidad en la Eu-caristía o la hospitalidad eucarística, enton-ces estamos llamados a reforzar nuestra co-munidad con Él en medio de nosotros y es-cuchar juntos su palabra. Puede ser dolorosoestar separados en la mesa del Señor, y se lepuede tildar fácilmente de un escándalo. Sinembargo, al mismo tiempo, estamos tan liga-dos a Jesús en medio de nosotros y por Jesúsen su palabra que Él no nos falta, porque Élestá siempre: Jesús, quien a través de su pala-bra y a través de su presencia, hace de noso-tros una cosa sola y nos vuelve perfectos enla Unidad, en cierto sentido incluso en nues-tra imperfección, es decir, en la comunidadimperfecta sentada a su mesa. Así vamosconstruyendo la unidad a través de la uni-dad. Y podemos partir de esto y tener con-fianza en que Jesús seguirá dándose a noso-tros –en su Palabra, a través de su presenciaen medio de nosotros– y, naturalmente, undía, también juntos en la Eucaristía. Al sentiresta dolorosa separación –y es bueno sentir-la– podemos experimentar desde ahora launidad en pequeño, pero que es más fuerteque la que teníamos: “nada puede separar-nos, si estamos unidos por su palabra y en suamor”. Esto no quiere decir que el deseo deuna mesa común sea superfluo. Al contrario,la unidad que ya experimentamos hoy, re-fuerza en nosotros el deseo de la perfectaunidad. Sin embargo, al mismo tiempo, vivi-mos ya esta unidad con Él en medio de noso-tros, que, en cierto sentido es perfecta, y eneste aspecto no nos falta nada. Porque dondeÉl está presente, hemos logrado nuestro obje-tivo, el objetivo de una etapa, desde dondecaminaremos con renovada energía hacia laetapa siguiente.

1 Cristiano evangélico reformado. Traduccióndel alemán al italiano por F. Falzini, y del italianopor J. Vicente.

Las citas bíblicas han sido tomadas de la Bibliade Jerusalén, nueva edición, 2009.

Unidad y Carismas

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«El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor ines-

timable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está estrechamente unido a la cele-

bración del Sacrificio eucarístico. La presencia de Cristo bajo las sagradas es-

pecies que se conservan después de la Misa –presencia que dura mientras sub-

sistan las especies del pan y del vino–, deriva de la celebración del Sacrificio y

tiende a la comunión sacramental y espiritual. Corresponde a los Pastores ani-

mar, incluso con el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente la

exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo presente bajo las

especies eucarísticas.

Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predi-

lecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha

de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el “arte de la oración”, ¿cómo

no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiri-

tual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el

Santísimo Sacramento? ¡Cuántas veces, mis queridos hermanos y hermanas,

he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo!

Numerosos Santos nos han dado ejemplo de esta práctica, alabada y reco-

mendada repetidamente por el Magisterio. De manera particular se distinguió

por ella San Alfonso María de Ligorio, que escribió: “Entre todas las devocio-

nes, ésta de adorar a Jesús sacramentado es la primera, después de los sacra-

mentos, la más apreciada por Dios y la más útil para nosotros”. La Eucaristía

es un tesoro inestimable; no sólo su celebración, sino también estar ante ella fue-

ra de la Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia.

Una comunidad cristiana que quiera ser más capaz de contemplar el rostro de

Cristo, […] ha de desarrollar también este aspecto del culto eucarístico, en el

que se prolongan y multiplican los frutos de la comunión del cuerpo y sangre del

Señor».

San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, n. 25

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